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SÓLO UN SIMPLE INDIVIDUO EN UN MUNDO ENORME: EL HOBBIT, EL LECTOR Y EL MUNDO DE FANTASÍA Presentado por: Andrés Alberto Montañés Lleras Código 200011906 Directora: Giselle von der Walde UNIVERSIDAD DE LOS ANDES Facultad de Artes y Humanidades Departamento de Humanidades y Literatura Bogotá, junio de 2004

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Page 1: SÓLO UN SIMPLE INDIVIDUO EN UN MUNDO ENORME: EL HOBBIT…

SÓLO UN SIMPLE INDIVIDUO EN UN MUNDO ENORME:

EL HOBBIT, EL LECTOR Y EL MUNDO DE FANTASÍA

Presentado por: Andrés Alberto Montañés Lleras Código 200011906

Directora: Giselle von der Walde

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES Facultad de Artes y Humanidades

Departamento de Humanidades y Literatura Bogotá, junio de 2004

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Te considero una gran persona, señor Bolsón, y te aprecio mucho; pero en última instancia ¡eres sólo un simple individuo en un mundo enorme! J.R.R. Tolkien, El hobbit.

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AGRADECIMIENTOS

Quisiera agradecer a algunas personas cuyas enseñanzas y apoyo fueron fundamentales

para la realización de este trabajo.

A mi familia, compañeros y amigos por su apoyo incondicional. A Camilo Hoyos por

haberme recordado a Tolkien en un momento muy importante. A todos mis profesores, en

especial a Adolfo Caicedo, Amalia Iriarte, Claudia Montilla, Betty Osorio y Gretel

Wernher; de todos ustedes hay algo en estas páginas.

A Jorge Salazar, por sus sabias correciones y por encaminarme en el camino de la

Literatura. ¡Muchas gracias!

A mi directora de monografía, maestra y amiga Giselle von der Walde, por su paciencia,

entusiasmo y aportes invaluables para este proyecto. Sin su apoyo este trabajo no habría

sido posible.

A Bilbo y a Tolkien.

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ABREVIATURAS Y EDICIONES

A lo largo de esta monografía hemos utilizado para citar El hobbit la traducción de Manuel

Figueroa (Buenos Aires: Minotauro, 1991), apoyándonos también en la edición anotada en

inglés de Douglas A. Anderson (New York: Houghton Mifflin Company, 2002).

A continuación presentamos las abreviaturas utilizadas en el texto:

Obras de Tolkien:

HOBBIT: El Hobbit. Traducción de M. Figueroa.

ANDERSON: The Hobbit or There and Back Again. Revised and Expanded

Edition Annotated by D. A. Anderson.

BEOWULF: “Beowulf: Los monstruos y los críticos”.

SCH: “Sobre los cuentos de hadas”.

Obras de otros autores:

AUTOR DEL SIGLO: SHIPPEY, T.A. J.R.R. Tolkien. Autor del siglo.

CTM: SHIPPEY, T.A. El camino a la Tierra Media.

EDDA: Edda mayor.

Las demás obras citadas se identifican mediante el apellido de su autor y están relacionadas

en la bibliografía que se presenta al final de la monografía.

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CONTENIDO

LOS MONSTRUOS Y LOS CRÍTICOS: UNA INTRODUCCIÓN 1

PRIMERA PARTE

UN MUNDO ENORME: FANTASÍA, EL MUNDO DE EL HOBBIT 6

I. EL MAPA DE THROR, EL MUNDO DE FANTASÍA 7

I.1 El país de las hadas 7

I.2 El narrador y el problema de la distancia 14

II. EL INCIDENTE DEL DRAGÓN: EL PROBLEMA DEL HÉROE 20

II.1 El reino peligroso 20

II.2 El mundo de los héroes 27

SEGUNDA PARTE

UN SIMPLE INDIVIDUO: BILBO EL ANTIHÉROE 38

I. EL PROTAGONISTA DE EL HOBBIT 39

I.1 En un agujero en el suelo, vivía un personaje inesperado 40

I.2 El hobbit como personaje antiheroico 47

II. EL ANTIHÉROE Y LA AVENTURA 55

II.1 El hombre ordinario como aventurero 56

II.2 El héroe y el antihéroe 62

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TERCERA PARTE

UN SIMPLE INDIVIDUO EN UN MUNDO ENORME:

EL HOBBIT Y EL MUNDO DE FANTASÍA 69

I. ACERTIJOS Y ARAÑAS: EL HOBBIT COMO AVENTURERO 70

I.1 Gollum y el anillo: Bilbo se transforma 71

I.2 En el Bosque Negro: El hobbit como guerrero y ladrón 77

II. BILBO, EL LECTOR Y FANTASÍA 84

II.1 Bilbo y el dragón: El antihéroe y el problema del heroísmo 84

II.2 Bilbo y Thorin: Una nueva percepción de Fantasía 92

HISTORIA DE UNA IDA Y DE UNA VUELTA: CONCLUSIONES 104

BIBLIOGRAFÍA 110

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LOS MONSTRUOS Y LOS CRÍTICOS: UNA INTRODUCCIÓN

Incluso hoy (a pesar de los críticos) se puede encontrar a hombres que no son ignorantes en materia de leyenda trágica o de historia, que han oído hablar de héroes y en alguna ocasión han llegado incluso a verlos, que aún se sienten fascinados al pensar en dragones. J.R.R. Tolkien, Beowulf: Los monstruos y los críticos.

Desde la publicación de El hobbit (1937) y El señor de los anillos (1954-55), Tolkien como

autor de ficción, ha despertado un gran interés en el público en general y en la crítica

especializada. T. A. Shippey dice en su libro J.R.R. Tolkien autor del siglo, que las obras de

ficción de Tolkien “han dicho algo importante, y han significado algo importante, para una

gran proporción de sus muchos millones de lectores. Sólo quienes carezcan de curiosidad

profesional podrían dejar de preguntarse de qué se trata” (Autor del siglo, 27). La

importancia de Tolkien, como apuntan varios críticos, no sólo radica en la aceptación que ha

tenido su obra por parte del público1, sino en el hecho de que ésta es considerada

fundamental dentro del desarrollo del género de la Fantasía en el siglo XX. George Martin

señala:

La fantasía existía mucho tiempo antes que él, sí, pero J.R.R. Tolkien la tomó y la

hizo suya de un modo distinto del de todos los escritores que lo habían precedido,

un modo en que ningún escritor lo volverá a hacer. El tranquilo filólogo de Oxford

1 Como señala Shippey, Tolkien no sólo ha vendido millones de copias de sus novelas, sino que además en varias encuestas realizadas en el Reino Unido El señor de los anillos recibió el primer lugar como el libro

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escribió por placer, y para sus hijos, pero creó algo que conmovió el corazón y la

mente de millones de personas (...). Tolkien cambió la fantasía; la elevó y la

redefinió hasta tal punto que nunca volverá a ser la misma (Martin, 20).

Tolkien, al igual que otros muchos autores de Fantasía, se dio a la tarea de redescubrir para

la imaginación moderna el mundo antiguo de los mitos, leyendas y cuentos de hadas, que se

encontraba perdido para la gran mayoría de lectores contemporáneos a él; “como Walter

Scott o William Morris antes que él, sentía el peligroso encanto del mundo arcaico del

Norte, recuperado a partir de restos y despojos por generaciones de investigación” (CTM,

93-94). A través de El hobbit y El señor de los anillos, el lector moderno puede

reencontrarse con ese mundo lleno de dragones, elfos, enanos y magos, que proviene de la

tradición pero que Tolkien convierte en su propio mundo imaginado, que él mismo llama

Fantasía: “Tolkien fue el primero en crear un universo secundario perfectamente acabado, un

mundo entero con su propia geografía y sus historias y leyendas, sin relación alguna con el

nuestro, pero, por alguna razón, tan real como éste” (Martín, 22).

No obstante, al crear dicho mundo, Tolkien obliga al lector a enfrentarse con un espacio de

ficción que, a pesar de estar construido como un espacio coherente y completo, se distancia

de su mundo cotidiano y de su expectativa como lector moderno. A través de estas obras, el

lector se encuentra con todo tipo de criaturas fantásticas que no sólo no existen en su

realidad cotidiana sino que además, ni siquiera espera encontrar y aceptar en un espacio de

ficción. En este sentido, la obra de Tolkien y la recepción que ha tenido desde su publicación

más importante del siglo XX.

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se vuelven muy problemáticas, tanto para el lector como para el crítico. Shippey recuerda

que “Edmund Wilson se preguntaba por qué eran tan populares estas ‘tonterías’, en The

Nation, el 14 de abril de 1956. Concluyó que era porque ‘cierta gente, especialmente,

quizás, en Inglaterra, siente un insaciable apetito por las simplezas juveniles’” (CTM, 17-

18).

Tolkien, como autor de ficción y profesor de literatura medieval, era desde luego consciente

de esta problemática del lector frente a la Fantasía. El problema, tal como lo señala Tolkien

en su ensayo Beowulf: Los monstruos y los críticos (1936), es que para el lector moderno el

mundo de Fantasía no sólo ya no es creíble, sino que además se ha convertido en un terreno

muy poco respetable para aventurarse en su lectura. El lector moderno e “inteligente” no

sólo no cree en los dragones sino que se avergüenza de su mismo anhelo por salir de la

seguridad de su mundo para descubrir ese otro mundo en que éstos son posibles. En su

ensayo, Tolkien señala cómo ciertos lectores (y especialmente ciertos críticos) encontraban

desconcertante el interés del lector por una serie de criaturas propias de Fantasía:

Un gusto sobrio y correcto puede negarse a admitir que para nosotros -el orgulloso

nosotros que incluye a todos los seres humanos inteligentes- puedan tener interés

alguno ogros y dragones. Nos damos cuenta entonces de su consternación ante el

singular hecho de que un gran placer haya seguido a la lectura de un poema que

trata sobre criaturas tan poco dignas (Beowulf, 25).

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Sin embargo, el interés por los dragones existe y, a pesar de los críticos, la obra de Tolkien

ha conseguido que muchos lectores modernos se aproximen a Fantasía. En este sentido, la

pregunta esencial que debe formularse es cómo, a través de la obra de Tolkien, el lector

puede internarse en el mundo de Fantasía a pesar de la distancia que lo separa de él. Este es

el problema esencial que buscamos desarrollar a partir del análisis de El hobbit, la primera

novela de Tolkien que se sitúa en ese mundo y en la cual plantea de manera evidente la

problemática de éste para el lector moderno. En El hobbit, como demostraremos, no sólo se

enfrenta al lector con un mundo de Fantasía, sino que además, a través de la figura central

del hobbit, se desarrolla conscientemente dicho enfrentamiento y se propone una solución al

mismo.

Tradicionalmente, los críticos (en particular T.A. Shippey y Douglas A. Anderson) se han

aproximado a El hobbit a partir de un estudio de las fuentes tradicionales y los procesos

filológicos que se encuentran en la base de la escritura de Tolkien. Nuestro análisis de la

novela parte, por el contrario, de una aproximación directa a ésta y a su lectura; de un

análisis de la manera como se presenta el mundo de Fantasía, se construye al personaje del

hobbit y se articula el enfrentamiento de éste con el mundo que lo rodea, y cómo esto afecta

la manera como el lector mismo se aproxima a ese mundo.

El propósito de esta monografía es señalar cómo en la novela de Tolkien, Bilbo Bolsón es

construido como un personaje “antiheroico”, entendido como un hombre ordinario situado

en medio del mundo heroico de Fantasía, y cómo, a través de él y de su enfrentamiento con

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5

el mundo que lo rodea, se propone una aproximación por parte del lector a ese mundo del

cual se encuentra inicialmente distanciado.

Este análisis está organizado en tres partes que se ocupan, respectivamente, del mundo de

Fantasía, del personaje del hobbit y de cómo ambos entran en contacto. Así pues, en la

primera parte nos ocuparemos del análisis del mundo que presenta la novela y cómo se

encuentra distanciado del mundo del lector, haciendo énfasis en la figura del héroe como

elemento fundamental de dicho distanciamiento. En la segunda haremos el análisis del

personaje de Bilbo Bolsón y señalaremos cómo se construye como un personaje anitheroico,

así como los problemas que esto implica. Por último, en la tercera parte veremos cómo, a

través del contacto entre ese personaje y el mundo que lo rodea, ambos sufren una

transformación y se propone una posible solución al problema del lector en relación con el

mundo de Fantasía.

**

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PRIMERA PARTE

UN MUNDO ENORME:

FANTASÍA, EL MUNDO DE EL HOBBIT

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I. EL MAPA DE THROR, EL MUNDO DE FANTASÍA

El hobbit es la primera obra de ficción, publicada por Tolkien, que hace referencia a la

Tierra Media, el mundo en el que se sitúa la mayoría de sus obras de ficción posteriores. En

esta novela el mundo no es solamente el escenario en que se desarrollan los hechos; es un

elemento fundamental en la manera como éstos se desarrollan y en la forma como el lector

se aproxima a la novela. En este sentido, nuestro estudio de El hobbit parte de un análisis de

dicho mundo. En primer lugar, buscaremos dilucidar cuál es ese espacio y cuáles son sus

elementos fundamentales, de suerte que podamos caracterizarlo como un “país de las

hadas”. Y, en segundo lugar, señalaremos cómo ese mundo se encuentra distanciado del

mundo cotidiano del lector y cómo se articula dicha distancia a partir de las intervenciones

del narrador.

I.1 El país de las hadas

El hobbit se abre con una imagen de un espacio ficcional claramente determinado. En las

primeras páginas de la novela se presenta un mapa dibujado del mundo en que ésta se

desarrolla, el llamado “Mapa de Thror” al que se hace referencia a lo largo del relato: “Esto

lo hizo Thror, tu abuelo, Thorin -dijo respondiendo a las excitadas preguntas de los enanos.-

Es un plano de la Montaña” (Hobbit, 30). Este mapa, que representa la Montaña Solitaria y

sus alrededores, el espacio físico que Bilbo y los enanos recorren a lo largo de su aventura,

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nos da una imagen clara del universo en el que habitan el hobbit, los enanos y el dragón; el

mundo imaginado en el cual se sitúa la novela.

El primer problema que nos plantea el Mapa de Thror es, precisamente, el porqué es

necesario incluirlo al comienzo del libro. Aunque el mapa es un elemento importante dentro

del relato, en tanto anima a los enanos a emprender la aventura y les da la clave de la entrada

secreta a la Montaña, desde el comienzo es claro que carece de importancia como

documento de orientación para los personajes dentro del mundo de la novela. Cuando

Thorin lo ve por primera vez, señala su inutilidad diciendo que conoce perfectamente los

alrededores de la Montaña y que no necesita de un mapa para reconocerlos: “No creo que

nos sea de gran ayuda -dijo Throrin desilusionado, tras echar un vistazo-. Recuerdo la

Montaña muy bien, así como las tierras que hay por allí. Y sé dónde está el Bosque Negro, y

el Brezal Marchito, donde se crían los dragones” (Hobbit, 30).

Quien no sabe cuál es ese mundo y por lo tanto requiere de un mapa, es el lector. El Mapa

de Thror es necesario para éste, pues hace referencia a un espacio de ficción que le resulta

totalmente extraño. En la medida en que no habita el mundo de la novela como el enano,

todos los elementos del mapa, desde los ríos hasta el dragón, confrontan al lector con un

espacio que no es el propio y que le es fundamentalmente desconocido. El Mapa de Thror

no es el mapa de “nuestro mundo”, ni de “nuestros tiempos”; no es el mapa que

esperaríamos encontrar en la “realidad” o en una novela que la represente. Más que hacer

una cartografía de un espacio conocido, el mapa con el que se abre la novela, representa

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(crea) la imagen de un mundo nuevo y extraño. La imagen del dragón sobre la montaña

señala claramente que se trata de “otro mundo”:

Y lo que por encima de todo prefería era el innominado Norte de Sigurd el völsungo

y el príncipe de todos los dragones. Hacia tales regiones miraban con preferencia

mis deseos. Jamás se me pasó por la imaginación que el dragón fuese de la misma

familia que el caballo. Y no era sólo porque viera caballos a diario y jamás viera ni

tan solo la huella de un saurio. Era que el dragón llevaba patente sobre su lomo la

impronta De Fantasía. Cualquiera que fuese el mundo en que él viviese, se trataba

de Otro Mundo (SCH, 165).

Se trata del mundo de los elfos y de las criaturas fantásticas: águilas gigantes, arañas

enormes, los enanos y el dragón. Un espacio en el cual, a diferencia del nuestro, estas

criaturas son posibles y pueden desarrollarse plenamente. Tolkien en su ensayo Sobre los

cuentos de hadas, llamó a este mundo Fantasía o el país de las hadas: “la región o el reino en

el que las hadas tienen su existencia” (SCH, 140). El Mapa de Thror crea un territorio donde

adquieren cuerpo una serie de imágenes provenientes de la imaginación y de los cuentos de

hadas, que antes carecen de un espacio propio determinado; Shippey señala cómo los

cuentos de hadas “estimulan la imaginación, pero no la satisfacen del todo; al menos, no en

el sentido que esperan los lectores modernos, con un argumento completo y unos personajes

desarrollados y, quizá lo más importante de todo, un mapa” (Autor del siglo, 48).

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Cuando el narrador de El hobbit comienza a describir a los elfos de los bosques y a

contarnos su historia, está situando a esas criaturas en un tiempo y espacio en el cual son

posibles, está haciendo coherente ese mundo que parecería desarticulado en los cuentos de

hadas. En este sentido, el espacio de ficción que se presenta con el Mapa de Thror se vuelve

a lo largo de la novela un mundo cada vez más amplio y consistente:

Por supuesto, las gentes de los banquetes eran Elfos del Bosque. (...) Distintos de

los Altos elfos del Poniente, eran más peligrosos y menos cautos, pues muchos de

ellos (así como los parientes dispersos de las colinas y montañas) descendían de las

tribus antiguas que nunca habían ido a la Tierra Occidental de las Hadas. Allí los

Elfos de la Luz, los Elfos del Abismo y los Elfos del Mar vivieron durante siglos y

se hicieron más justos, prudentes y sabios, y desarrollaron artes mágicas, y la

habilidad de crear objetos hermosos y maravillosos, antes que algunos volvieran al

Ancho Mundo (Hobbit, 177).

A lo largo del relato, el lector va descubriendo que Fantasía no sólo es un espacio donde

habitan una serie de seres fantásticos, sino que se trata del espacio donde su existencia es

consistente y coherente con el mundo que los rodea.2 Shippey señala refiriéndose a los

comentarios en los que el narrador da por supuesto un suceso del mundo de Fantasía: “(este

tipo de referencias) con más frecuencia crean la sensación de que existe más información

2 Tolkien en su ensayo Sobre los cuentos de hadas señala cómo el gran problema en la escritura de un mundo de Fantasía es precisamente dotarlo de esa consistencia: “El logro de la expresión que proporciona (o al menos así lo parece) ‘la consistencia interna de la realidad’ es ciertamente otra cosa, otro aspecto, que necesita un nombre distinto: el de Arte, el eslabón operante entre la Imaginación y el resultado final, la Sub-creación” (SCH, 170).

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alrededor de los límites del relato y de que los sucesos evolucionan con reglas que sólo

atisbamos, pero reglas al fin y al cabo” (CTM, 98). No se trata solamente de poner a los

elfos en escena en un espacio cualquiera: lo que propone Tolkien es la creación de todo un

mundo alrededor de ellos; un mundo tan complejo, detallado y enorme como el nuestro.

Fantasía cuenta con muchas más cosas que elfos y hadas, con más incluso que

enanos brujas, gnomos, gigantes o dragones: cuenta con mares, el sol, la luna y el

cielo; con la tierra y todo cuanto ella contiene: árboles y pájaros, agua y piedra,

vino y pan, y nosotros mismos, los hombres mortales, cuando quedamos hechizados

(SCH, 140).

A medida que se hace una descripción detallada de la naturaleza de ese mundo, tanto de sus

árboles y flores, como de sus criaturas, el lector se da cuenta que Fantasía es un espacio tan

completo y maravilloso como su propio mundo: “Los arbustos y las largas hierbas entre los

cantos rodados, las brisnas de hierba recortadas por los conejos, el tomillo, la salvia, el

orégano y los heliantejeros amarillos...” (Hobbit, 107). El mundo se convierte en un

elemento protagónico dentro de la novela, como se ve en la escena en la que el hobbit se

asoma sobre los árboles del Bosque Negro y contempla maravillado una mariposa. La

escena señala cómo, aunque la novela sea la historia de una aventura llena de peligros y

peripecias, también es el relato de cómo el hobbit y el lector entran en el mundo de Fantasía

y contemplan maravillados su naturaleza:

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Cuando lo consiguió, vio a su alrededor un mar verde oscuro, rizado aquí y allá

por la brisa; y por todas partes, cientos de mariposas. Supongo que eran una

especie de ‘emperador púrpura’, una mariposa aficionada a la alturas de las

robledas, pero no eran nada purpúreas, sino muy oscuras, de un negro

aterciopelado, sin que se les pudiese ver ninguna marca.

Observó la ‘emperador negra’ durante largo rato y disfrutó sintiendo la brisa en el

cabello y la cara... (Hobbit, 158). 3

En este sentido, el viaje de Bilbo y los enanos, no es solamente un viaje en busca del tesoro

de la Montaña Solitaria o una aventura en medio de Fantasía, es un encuentro entre el

personaje y el lector y el mundo enorme que se extiende alrededor de la Montaña: “Allá

atrás se extendía el Bosque Negro, azul en la distancia, y oscuramente verde en el límite más

cercano, aun en los días primaverales. Allá, bien lejos, se alzaba la Montaña Solitaria, apenas

visible” (Hobbit, 306). El hobbit, al igual que el lector, emprende un viaje hacia un espacio

extraño y misterioso, hacia una tierra salvaje e inhóspita más allá del mundo que conoce y

que le es familiar: “Partieron entonces entre cantos de despedida y buen viaje, con los

corazones dispuestos a nuevas aventuras y sabiendo por dónde tenían que ir para cruzar las

Montañas Nubladas hacia la tierra de más allá” (Hobbit, 64).

3 La “emperador negra” es un ejemplo de cómo Fantasía adquiere la consistencia de la realidad; es similar en varios aspectos a la “emperador púrpura” del mundo del lector y el narrador pero está en medio del Bosque Negro, en medio de Fantasía.

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Finalmente, reconocer que El hobbit se mueve en un espacio de Fantasía y que los

aventureros se están internando en el lejano y misterioso “País de las Hadas”, hace de la

novela un tipo de relato muy particular; un relato que cabe dentro de lo que Tolkien define

como “cuento de hadas”:

Dije que la acepción ‘relatos sobre hadas’ era demasiado parca. Y lo es, aun en el

caso de que neguemos su tamaño diminuto, porque los cuentos de hadas no son en

el uso diario de la lengua relatos sobre hadas o elfos, sino relatos sobre el País de

las Hadas, es decir, sobre Fantasía, la región o el reino en el que las hadas tienen

su existencia (SCH, 140).

Así pues, desde que la novela se abre con el Mapa de Thror, ésta puede verse como un

cuento de hadas, en tanto es un relato que se ocupa, fundamentalmente, de una aventura en

medio de un mundo de Fantasía: “La mayor parte de los buenos ‘cuentos de hadas’ tratan de

las aventuras de los hombres en el País Peligroso o en sus oscuras fronteras” (SCH, 140). A

medida que la novela se desarrolla, el protagonista está internándose en el mundo en que los

elfos y los dragones tienen su existencia; el viaje de Bilbo hacia la Montaña Solitaria es un

viaje hacia ese mundo, una aventura en el “País de las Hadas”: “Las hayas y robles

sustituyeron a los pinos, y el crepúsculo era como una atmósfera de serenidad y bienestar.

(...) ‘¡Hummm! ¡Huele a elfos!’ pensó Bilbo, y levantó los ojos hacia las estrellas” (Hobbit,

58).4

4 La llegada a Rivendell puede verse como la llegada a un reino claramente mágico. Los elfos, más que ninguna otra criatura, señalan la llegada a un espacio que no es nuestro mundo cotidiano pero que a la vez

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I.2 El narrador y el problema de la distancia

Desde el comienzo de la novela, es claro que el mundo en el que se sitúa, que hemos

denominado “Fantasía”, está distanciado del lector y del mundo en el que éste habita. Esto

se enfatiza desde la introducción del libro, cuando el narrador recurre a la fórmula

convencional del cuento de hadas, obligando al lector a distanciarse de los sucesos que

relata: “Esta es una historia de hace mucho tiempo. En esa época los lenguajes eran bastante

distintos de los de hoy....” (Hobbit, 7).5 Con esta fórmula, el narrador reconoce la distancia

temporal entre el lector y el mundo de la novela y señala que ésta implica un problema

lingüístico para el lector, pues el lenguaje de ese mundo sería diferente al de él. Esto se

muestra dentro del texto a través de la runas que aparecen al comienzo del libro, una

escritura que el lector no reconoce y que no puede fácilmente descifrar.6

está cargado de magia y maravilla. 5 La referencia a la distancia entre el mundo contemporáneo y el espacio de ficción en que se desarrolla la novela se repite en el primer capítulo cuando el narrador señala: “Por alguna curiosa coincidencia, una mañana de hace tiempo en la quietud del mundo, cuando había menos ruido y más verdor, y los hobbits eran todavía numerosos y prósperos...” (Hobbit, 13). En este caso se señala claramente cómo el mundo en el que los hobbits habitan es muy diferente del mundo contemporáneo donde ya son extraños. 6 Después del título original en inglés (The hobbit), la novela tiene un segundo título escrito en el alfabeto rúnico que de acuerdo al narrador utilizan los enanos. Dice, traduciéndolo al alfabeto moderno: “The hobbit or there and back again” (El hobbit o historia de una ida y de una vuelta). Este título hace referencia además al libro que Bilbo escribe al final de la novela y que se llama tambien “Historia de una ida y de una vuelta”; en este sentido, el relato mismo está también inscrito en el mundo de Fantasía.

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El título rúnico del libro señala que existe una distancia lingüística y cultural entre el lector y

el texto; que el lenguaje de Fantasía proviene de un mundo diferente al del lector. El

narrador mismo lo reconoce cuando señala la imposibilidad del lenguaje cotidiano (del

lenguaje al que estaría acostumbrado el lector), para dar verdadera cuenta de Fantasía: “No

hay palabras que alcancen a expresar ese asombro abrumador desde que los Hombres

cambiaron el lenguaje que aprendieran de los Elfos, en los días en que el mundo entero era

maravilloso” (Hobbit, 225). Aunque el narrador no puede más que narrar en el lenguaje

moderno (el lenguaje que comprende el lector), es evidente que Fantasía tiene su propia

lengua, una lengua que -a diferencia del lenguaje cotidiano- sirve para describir el tesoro del

dragón: El lenguaje de los elfos.7

En este sentido, el narrador debe cumplir la función de mediador entre el lector y el mundo

de Fantasía. De la misma manera que señala que el mundo de Fantasía maneja un lenguaje

diferente al del lector, el narrador propone una posible traducción de ese lenguaje a un

lenguaje moderno: “Si las runas del Mapa de Thror son comparadas con las transcripciones

en letras modernas, no será difícil reconstruir el alfabeto (adaptado al inglés actual), y será

7 De hecho, no sólo hay una lengua en ese espacio de Fantasía, a lo largo de la novela se presentan todo tipo de lenguas a medida que el lector, de la mano de los aventureros, va recorriendo el mundo de Fantasía y oye las voces de los elfos, los enanos, incluso de los animales.

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posible leer el título rúnico de esta página” (Hobbit, 7). El narrador está mediando la

distancia entre Fantasía y el lector; no sólo transcribe lo que dicen las runas al alfabeto

moderno, sino que, además, propone una traducción del lenguaje de Fantasía al lenguaje

moderno y prosaico del lector:

Nos envía Dain hijo de Nain -dijeron cuando se les preguntó-. Corremos junto a

nuestros parientes de la Montaña, pues hemos sabido que el reino de antaño se ha

renovado. Pero ¿quiénes sois vosotros que acampáis en el llano como enemigos

ante murallas defendidas? -Esto, naturalmente, en el lenguaje de entonces, cortés y

bastante pasado de moda, significaba simplemente: ‘Aquí no tenéis nada que hacer.

Vamos a seguir, o sea marchaos o pelearemos con vosotros (Hobbit, 289).

No obstante, a partir del papel de mediador que cumple el narrador, el problema de la

distancia entre el lector y Fantasía se hace más evidente. Al actuar como un traductor, el

narrador contrapone el mundo de ficción y su lenguaje particular y “pasado de moda” con el

mundo contemporáneo y su lenguaje prosaico.8 A través de él, el lector tiene una referencia

constante al mundo primario y es gracias a ésta, que puede articular y hacer consciente la

distancia que lo separa del mundo de Fantasía: “Los pasadizos se cruzaban y confundían en

8 En su ensayo Sobre los cuentos de hadas, Tolkien plantea una distinción entre lo que llama el mundo primario y el mundo secundario. Para Tolkien, el mundo primario es el mundo que los lectores comparten en su vida cotidiana y que reconocen como su “Realidad”; “este mundo, (...) nuestro propio tiempo y espacio” (SCH, 142). El mundo secundario es, por el contrario, un producto de la imaginación del artista y el lector; un universo que se define por ser el espacio de aquello que consideramos irreal o imposible dentro de “nuestro mundo" y, por lo tanto, por su misma distancia frente al mundo primario.

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todas direcciones, pero los trasgos conocían el camino tan bien como vosotros el de la

oficina de correos más próxima” (Hobbit, 70).9

El narrador no sólo es consciente de la distancia entre el mundo primario del lector y el

mundo de Fantasía, sino que además la hace explícita. Esto es claro cuando señala la

necesidad de explicarle al lector qué es un hobbit, pues éste lo ignora: “Pero, ¿qué es un

hobbit? Supongo que los hobbits necesitan hoy que se les describa de algún modo, ya que se

volvieron bastante raros y tímidos con la Gente Grande, como nos llaman” (Hobbit, 12). El

narrador resalta cómo las criaturas de Fantasía son seres extraños para nosotros y reconoce

que, debido a esto, tiene que explicarle al lector quiénes son y cómo actúan; al hacerlo, lo

que hace es señalar la ignorancia de éste y la distancia que lo separa del mundo en que esas

criaturas habitan: “En efecto, me temo que los trolls se comportan siempre así, aún aquellos

que sólo tienen una cabeza” (Hobbit, 45).

Se plantea, en este sentido, un juego alrededor de aquello que el lector debería saber y

aquello que ignora. Aunque el narrador es consciente de la ignorancia del lector,

constantemente hace referencia a lo que éste debería saber acerca del Mundo de Fantasía:

“Por supuesto, era Gandalf; pero en ese momento todos estaban demasiado ocupados para

preguntar cómo había llegado allí” (Hobbit, 75).10 El “por supuesto” (“of course”) del

narrador pone al lector frente a una lógica diferente a la lógica que maneja en su mundo

9 El narrador estaría limitado por el lenguaje; aunque relate sucesos del mundo de ficción, sólo puede narrarlos haciendo uso de una expresión contemporánea al lector (la oficina de correos). 10 “Of course it was Gandalf; but just then they were too busy to ask how he got there” (Anderson, 111-112).

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cotidiano.11 A medida que se describe el mundo de Fantasía, se hace evidente que las reglas

por las cuales funciona ese mundo, son diferentes a las reglas con las que funciona el mundo

primario: “Esta es, por supuesto, la manera de dialogar con los dragones, si no queréis

revelarles vuestro nombre verdadero (lo que es juicioso), y tampoco queréis enfurecerlos

con una negativa categórica (lo que es también muy juicioso)” (Hobbit, 233).12

Así, el espacio de ficción en el que se desarrolla El hobbit, puede caracterizarse como un

espacio que se distancia conscientemente del mundo del lector. La manera como el narrador

presenta ese espacio, señala claramente esa distancia y la exagera, convirtiéndola en un

elemento determinante en la manera como el lector se aproxima a él. Dice Shippey: “En un

cuento tradicional, ningún narrador se saldría con la suya explotando tan descaradamente la

diferencia entre su mundo y el de su oyente, ¡puesto que desde luego no habría ninguna!”

(CTM, 99). Cuando Tolkien señala que el mundo de Fantasía es aquel en que las hadas

tienen su existencia, está señalando precisamente que, en nuestro mundo cotidiano, las hadas

por lo general no existen y que el hecho de que existan en el espacio de ficción de la novela,

es lo que permite hablar de éste como un “mundo de Fantasía”:

Me propongo, pues, arrogarme los poderes de Humpty-Dumpty y usar de la

Fantasía con ese propósito; es decir, con la intención de combinar su uso más

tradicional y elevado (equivalente a Imaginación) con las nociones derivadas de

11 Shippey señala cómo este recurso hace parte de una estrategia de Tolkien que busca exagerar la distancia entre el mundo de ficción y el mundo primario de la realidad cotidiana: “‘Como seguramente sabéis’ aparece aquí como el golpe final en la estrategia ‘contrarrealista’ de Tolkien. Nadie sabe eso; de hecho, no es verdad” (CTM, 99). 12 “This of course is the way to talk to dragons, if you don’t want to reveal your proper name (which is wise),

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‘irrealidad’ (o sea de disimilitud con el Mundo Primario) y liberación de la

servidumbre del ‘hecho’ observado; la noción, en pocas palabras, de lo fantástico.

Soy consciente, y con gozo, de los nexos etimológicos y semánticos entre la Fantasía

y lo fantástico: entre la Fantasía y las imágenes de cosas que no sólo ‘no están

realmente presentes’, sino que con certeza no vamos a poder encontrar en nuestro

mundo primario, o que en términos generales creemos imposibles de encontrar

(SCH, 170).

El mundo de Fantasía que nos presenta la novela es muy problemático para el lector

moderno, pues lo enfrenta con una serie de elementos que no puede admitir dentro de la

lógica que impera en su mundo. Se trata de un espacio de ficción que rompe con cualquier

expectativa que pueda tener el lector, que se distancia consciente y explícitamente de su

mundo para situarse en el espacio de Fantasía, el espacio de aquello que está en nuestra

imaginación pero que no esperamos encontrar en nuestra vida cotidiana. Tolkien se aleja de

cualquier tipo de pretensión realista, para crear un espacio de ficción fundamentado en la

“irrealidad” de Fantasía. En El hobbit se plantea un universo que, desde el comienzo, se

distancia del lector mismo, lo cual nos dirige hacia el interrogante fundamental acerca de

cómo aproximarse a ese mundo desconocido, lejano e incluso hostil.

*

and don’t want to infuiate them by a flat refusal (which is also very wise)” (Anderson, 279).

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II. EL INCIDENTE DEL DRAGÓN: EL PROBLEMA DEL HÉROE

Tolkien señala que Fantasía no sólo es un mundo distante y extraño, sino que también es un

espacio donde se tienen aventuras inesperadas y donde hay un peligro constante para quien

se atreve a entrar en él: “Fantasía es una tierra peligrosa, con trampas para los incautos y

mazmorras para los temerarios” (SCH, 135). A lo largo de El hobbit se plantean varios

interrogantes acerca del viaje hacia el mundo de Fantasía: ¿Qué implica aventurarse en él?,

¿cuáles son los peligros que acechan al viajero? y, finalmente, ¿quién es capaz de hacerlo?

En este apartado, buscaremos responder estas interrogantes mostrando, por un lado, cómo

el mundo de Fantasía de la novela puede verse como un espacio lleno de peligros para quien

se aventura en él y, por otro lado, cómo a partir de lo anterior, se genera una expectativa

heroica que se desarrolla a lo largo de la novela.

II.1 El reino peligroso

En la descripción de la novela que hizo para la primera edición de El hobbit, Tolkien señaló

cómo ésta trata de un viaje desde un espacio tranquilo y confortable, el mundo del hobbit,

hacia el territorio desconocido y peligroso que sería el mundo de Fantasía: “Si estás

interesado en los viajes de ida y regreso, dejando el confortable mundo del Oeste, más allá

del limite de lo Salvaje, y de vuelta a casa, (...) aquí hay un recuento de tal viaje” (Tomado

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de la edición de Anderson, contracarátula).13 En otro nivel, el viaje hacia Fantasía es un

tránsito del espacio que el protagonista y el lector conocen, el mundo moderno, lógico y

seguro, hacia el espacio desconocido y atemorizante de la imaginación: “Ancho, alto y

profundo es el reino de los cuentos de hadas, y lleno todo él de cosas diversas: hay allí toda

suerte de bestias y pájaros; mares sin riberas e incontables estrellas; belleza que embelesa y

un peligro siempre presente” (SCH, 135).14

El mundo de Fantasía es peligroso tanto para el lector como para los personajes, pues para

ambos representa la entrada en un territorio hostil, situado más allá de la seguridad del

espacio que conocen: “Detrás de ellos está la oscuridad, lo desconocido y el peligro; así

como detrás de la vigilancia paternal está el peligro para el niño, y detrás de la protección de

su sociedad está el peligro para el miembro de la tribu” (Campbell, 77). Incluso antes de

Tolkien, el reino de la imaginación es el reino que se extiende más allá de los límites del

mundo conocido, más allá de los límites que consideramos seguros. Como sugiere Campbell,

el viaje a Fantasía es peligroso porque nos confronta con lo más oscuro de nuestra propia

imaginación: “Porque el reino de los humanos oculta, bajo el suelo del pequeño

compartimiento relativamente claro que llamamos conciencia, insospechadas cuevas de

Aladino. No hay en ellas solamente joyas, sino peligrosos genios” (Campbell, 15).

13 “If you care for journeys there and back, out of the comfortable Western world, over the edge of the Wild, and home again, (...) here is a record of such journey...” (La traducción es nuestra). 14 El viaje de Bilbo es similar a la aventura del lector del cuento de hadas que se atreve a entrar en ese mundo que le resulta desconocido y extraño.

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Cuando el lector y el hobbit se enfrentan con ese mundo no pueden escapar de la sensación

de que hay un “peligro siempre presente” y acechante a lo largo del camino: “Cuando le

tocaba a Bilbo, veía destellos alrededor, y a veces, pares de ojos verdes, rojos o amarillos se

clavaban en él desde muy cerca, y luego se desvanecían y desparecían lentamente” (Hobbit,

151). Así pues, el Mapa de Thror, más que representar los ríos y montañas, representa todas

las amenazas que los viajeros enfrentarán a lo largo del camino en pos del tesoro del dragón:

“Al Oeste se extiende el Bosque Negro Allí hay Arañas”, “Lejos al norte están las Montañas

Grises y el Brezal Marchito de donde vinieron los grandes Dragones” y en el centro “La

Desolación de Smaug” y la imagen de éste sobre la Montaña Solitaria. En este sentido, el

Mapa de Thror es el mapa de un mundo lleno de peligros, de un “Reino Peligroso”.

Ningún enano había atravesado ese paso desde hacía muchos años, pero Gandalf

sí, y conocía el mal y el peligro que habían crecido y aumentado en las tierras

salvajes desde que los dragones habían expulsado de allí a los hombres, y desde

que los trasgos habían ocupado la región en secreto después de la batalla de las

Minas de Moria (Hobbit, 66).

Cuando Bilbo y los enanos emprenden el viaje hacia la Montaña Solitaria, lo que realmente

hacen es emprender el difícil camino hacia el corazón del mundo de Fantasía: “Habéis

llegado a los límites mismos de las tierras salvajes, como algunos sabéis sin duda. Oculto en

algún lugar delante de nosotros está el hermoso valle de Rivendel, donde vive Elrond en la

Última Morada” (Hobbit, 56). La aventura que plantea la novela es precisamente la de

internarse en el Reino Peligroso. El hobbit emprende un viaje hacia un espacio desconocido

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y misterioso y es precisamente en tanto enfrenta sus peligros, que se puede hablar de una

verdadera aventura: “Pero el camino que cruza el Bosque Negro es oscuro, peligroso y

arduo -dijo-. (...) las cosas silvestres son allí oscuras, extrañas y salvajes” (Hobbit, 142). A

medida que el hobbit se interna en el mundo de Fantasía, es posible ver cómo el peligro que

lo acecha y las aventuras que tiene son cada vez mayores.

Llegaron luego a tierras donde la gente hablaba de un modo extraño y cantaba

canciones que Bilbo no había oído nunca. Se internaron en las Tierras Solitarias,

donde no había gente ni posadas y los caminos eran cada vez peores. No mucho

más adelante se alzaron unas colinas melancólicas, oscurecidas por árboles. En

algunas había viejos castillos, torvos de aspecto, como si hubiesen sido construidos

por gente maldita. Todo parecía lúgubre, pues el tiempo había empeorado (Hobbit,

41).

El mundo mismo parece anunciar la cercanía del peligro y la aventura. El lenguaje se vuelve

desconocido, el camino se vuelve hostil, el clima empeora y, a lo lejos, los castillos

abandonados parecen presagios tenebrosos. Para los viajeros es claro que están entrando en

un espacio extraño y amenazante: “Ninguno de estos pasajes es bien conocido, y las

montañas están demasiado cerca. Rara vez algún viajero se aventura ahora por estos lados.

Los mapas antiguos ya no sirven, las cosas han empeorado mucho” (Hobbit, 43).15 Es

precisamente en medio de ese espacio que los viajeros encuentran su primera aventura, al

15 Aunque la novela se abre con un mapa del mundo de Fantasía, pronto se hace evidente que a pesar de todo Fantasía es un territorio desconocido; el mapa resulta totalmente inútil porque nunca podemos saber

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encontrarse con los trolls. Toda la escena se dirige hacia la aparición de estas criaturas

monstruosas que representan la primera amenaza para los aventureros que se internan en

Fantasía: “Había tres criaturas muy grandes sentadas alrededor de una hoguera de troncos

de haya, y estaban asando un carnero espetado en largos asadores de madera chupándose la

salsa de los dedos” (Hobbit, 45).

La aparición de los trolls señala cuál es el principal peligro para quienes se atreven a

internarse en Fantasía: la presencia de los monstruos. Las peripecias de los viajeros en su

camino hacia la montaña, son fundamentalmente enfrentamientos con este tipo de criaturas:

Trolls, arañas, lobos y trasgos; todas son criaturas malévolas y monstruosas: “Los trasgos

son crueles, malvados y de mal corazón. (...) Es probable que ellos hayan inventado algunas

de las máquinas que desde entonces preocupan al mundo, en especial ingeniosos aparatos

que matan enormes cantidades de gente de una vez” (Hobbit, 72). Finalmente, toda la

aventura está estructurada alrededor de una confrontación final con un monstruo; casi desde

el comienzo de la novela, se señala que el problema central de la aventura de Bilbo es

derrotar al dragón para recuperar el tesoro de los enanos. La entrada en el mundo de

Fantasía culmina con la llegada a la Montaña Solitaria y al territorio del dragón:

Sabían que estaban aproximándose al final del viaje, y que podía ser un final muy

espantoso. La tierra alrededor era pelada y árida, aunque en otra época, decía

Thorin, había sido hermosa y verde. Había poca hierba, y al cabo de un rato

desaparecieron los árboles y los arbustos, y de los que habían muerto mucho

qué peligro espera a lo largo del camino.

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tiempo atrás solo quedaban unos tocones rotos y ennegrecidos. Habían llegado a la

Desolación del Dragón y a los últimos días del año (Hobbit, 212).

La Desolación del Dragón es el corazón del “Reino Peligroso”, el espacio donde se ve de

manera más clara el peligro que amenaza a los aventureros a lo largo de la novela. El dragón

ha arrasado el paisaje hasta convertirlo en un espacio árido y desolado, sobre el cual reina

como el más grande de los monstruos de Fantasía: “todos sintieron que la aventura era

mucho más peligrosa de lo que habían pensado antes, ya que de cualquier modo, aunque

pasasen todos los peligros del camino, el dragón estaría esperando al final” (Hobbit, 143).

Mucho más que otras criaturas maravillosas, el dragón representa tanto el carácter fantástico

de ese mundo como los peligros que éste conlleva. Cuando Bilbo ve por primera vez a

Smaug, es evidente que está observando al mayor de los monstruos, una criatura magnífica,

terrorífica y enorme:

Allí yacía, un enorme dragón aureorojizo, que dormía profundamente; de las

fauces y narices le salía un ronquido, e hilachas de humo, pero los fuegos eran

apenas unas brasas llameantes. Debajo del cuerpo y las patas y la larga cola

enroscada, y todo alrededor, extendiéndose lejos por los suelos invisibles, había

incontables pilas de preciosos objetos, oro labrado y sin labrar, gemas y joyas, y

plata que la luz teñía de rojo (Hobbit, 224).

En el dragón confluyen todos los rasgos de un ser monstruoso: su tamaño, su fuerza, su

capacidad de volar y arrojar fuego y una inteligencia malévola y calculadora: “‘Así pensé

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anoche’, se dijo sonriendo. ‘Hombres del Lago, algún plan asqueroso de esos miserables

comerciantes de cubas, (...). No he bajado por ese camino durante siglos y siglos; ¡pero

pronto remediaré ese error!’” (Hobbit, 23). Ante todo, Smaug representa el gran peligro y el

gran horror de los monstruos de Fantasía, como se ve cuando se apropia del tesoro de los

enanos o cuando ataca Esgaroth; el dragón es capaz de destruir ciudades, de matar hombres

y enanos, y de regocijarse en esa destrucción: “Que intentasen llegar a la orilla y estaría

preparado. Pronto incendiaría todos los bosques de las orillas y marchitaría todos los

campos y hierbas. En ese momento disfrutaba del deporte del acoso a la ciudad más de lo

que había disfrutado cualquier otra cosa en muchos años” (Hobbit, 259).

Al final, la imagen del dragón dibujado en rojo sobre la Montaña Solitaria se convierte en el

elemento central del Mapa de Thror: por un lado, señala que se trata de un mundo donde

habitan los dragones, por otro lado, señala cuán peligroso es ese mundo, cuán perturbador

para quien se atreve a internarse en él: “De repente, en el bosque de más allá de Delagua se

alzó un fuego, -quizá alguien encendía una hoguera- y pensó en dragones devastadores que

invadían la pacífica Colina envolviendo todo en llamas” (Hobbit, 25-26). El dragón

representa el verdadero peligro de Fantasía, en tanto nos obliga a cuestionar nuestra

capacidad para lidiar con nuestra propia imaginación; como señala Tolkien: “Un dragón no

es una Fantasía frívola. Sean cuales sean sus orígenes, en lo fáctico o en la invención, el

dragón en la leyenda es una poderosa creación de la imaginación de los hombres, más rica en

significado de lo que su carro lo es en oro” (Beowulf, 26).

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Así pues, el viaje hacia el mundo de Fantasía implica entrar en un territorio desconocido y

peligroso, no sólo para el personaje, sino también para el mismo lector. La verdadera

aventura, más allá del dragón, está en el hecho mismo de internarse en ese mundo, en la

capacidad tanto del lector como del personaje para enfrentarse con los oscuros seres que

habitan el territorio de su imaginación. Aproximarse a Fantasía obliga al lector, al igual que

al hobbit, a abandonar la tranquilidad de su vida cotidiana, la seguridad del mundo que

conoce, para partir hacia un espacio extraño y amenazante:

Más allá de las hoscas y brumosas montañas,

a mazmorras profundas y cavernas antiguas

a quitarle nuestro oro y las arpas,

¡hemos de ir, antes que el día nazca! (Hobbit, 25).

II.2 El mundo de los héroes

Ahora bien, cuando decimos que adentrarse en el mundo de Fantasía implica una aventura

llena de peligros, la primera pregunta que nos surge es quién es el personaje capaz de

aventurarse en ese mundo y asumir esa aventura. ¿Quién es capaz de enfrentarse con el

dragón? Casi desde el comienzo de la novela se hace evidente que no cualquiera puede

emprender esa aventura, pues atreverse a emprender el viaje hacia la Montaña Solitaria

implica luchar con el dragón y, como dice Gandalf, “eso no sería bueno (...), no sin un

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guerrero poderoso, o aun un héroe” (Hobbit, 32).16 El lector, al igual que el mago, espera

que sea un personaje heroico quien se enfrente con Smaug, pues, como señala Tolkien, el

más grande de los héroes es precisamente aquel capaz de derrotar al dragón:

Por lo que respecta al dragón, hasta donde nuestro pequeño saber sobre estos

viejos poetas nos lo permiten, una cosa podemos decir: el príncipe de los héroes del

Norte, memorable en grado sumo (...), fue un matador de dragones. Y su hazaña

más renombrada, de la que derivó su título en noruego de Fáfnibani, fue la muerte

del príncipe de los gusanos legendarios (Beowulf, 26).17

El matador del dragón al cual Tolkien hace referencia es Sígurd, el gran protagonista de las

leyendas nórdicas y el arquetipo del héroe; un personaje que se destaca por su valor, su

fuerza y sus hazañas sobrehumanas: “Mi valor me incitó, me asistieron mis manos/ y esta mi

espada cortante” (Edda, 250). Al situar su ficción en un espacio marcado por la aventura del

dragón, Tolkien genera, implícita y explícitamente, una expectativa heroica alrededor del

protagonista de su aventura. Como señala Campbell, dentro del mundo de las leyendas hay

una noción muy clara de la imagen del héroe que cumple con la aventura: “La tendencia ha

sido siempre dotar al héroe de fuerzas extraordinarias desde el momento de su nacimiento, o

16 Smaug señala cómo no hay ya ningún personaje realmente capaz de retarlo o resistirlo, porque ya ha acabado con los antiguos guerreros, los únicos que podrían haberlo hecho: “Yo mato donde quiero y nadie se atreve a resistir. Yo derribé a los guerreros de antaño y hoy no hay nadie en el mundo como yo” (Hobbit, 235). 17 Tolkien sugiere que los héroes nórdicos, Beowulf y sobre todo Sígurd, se convierten en tales precisamente gracias a la derrota del dragón. En este sentido, es el dragón quien permite realmente articular el heroísmo del personaje.

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aun desde el momento de su concepción. Toda la vida del héroe se muestra como un

conjunto de maravillas, con la gran aventura central como culminación” (Campbell, 285).

Dicha expectativa heroica se articula a lo largo de la novela alrededor de tres personajes

fundamentales: Gandalf, Bardo y Beorn. Aunque hay otros personajes que poseen ciertos

rasgos heroicos, sobre todo al final de la novela, es en estos personajes donde se ve de

manera más clara la imagen del héroe como el personaje capaz de luchar con un monstruo,

de afrontar los peligros de Fantasía y de asumir el papel de aventurero. Veamos pues cómo

se presentan estos personajes y cómo se desarrolla, a partir de ellos, el heroísmo del mundo

de Fantasía dentro de El hobbit.

El primer personaje heroico que aparece en la novela es Gandalf. El mago representa la

imagen clásica del héroe; es sabio, precavido, valeroso, hábil con la espada y poseedor de

unas habilidades sobrehumanas: “Justo en ese momento todas las luces de la caverna se

apagaron, y la gran hoguera se convirtió, ¡puf!, en una torre de resplandeciente humo azul

que subía hasta el techo, esparciendo penetrantes chispas blancas entre todos los trasgos”

(Hobbit, 74).18 Aunque Gandalf actúa más como consejero y guía de los aventureros a lo

largo de la novela, no se puede desconocer que, sobre todo en la primera parte, Gandalf

toma un papel activo en la aventura y asume el papel del guerrero heroico: “En aquel

momento Gandalf se retrasó, y Throrin con él. Doblaron un recodo cerrado. -¡Están a la

vuelta! -gritó el mago-. ¡Desenvaina tu espada, Throrin!” (Hobbit, 77).

18 La magia de Gandalf va desde su habilidad para hacer figuras con el humo de su pipa (una magia “cotidiana”), hasta la magia mucho más potente que emplea en contra de los trasgos y los lobos.

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A lo largo del libro, es claro que el mago es perfectamente capaz de afrontar los peligros del

mundo de Fantasía. Más que ningún otro personaje, el mago conoce ese mundo y el camino

hacia la Montaña Solitaria y esto le permite actuar como guía y consejero de los enanos y el

hobbit: “Gandalf conocía perfectamente la puerta trasera, como los trasgos denominaban a

la entrada inferior, donde Bilbo había perdido sus botones. (...) pero había que ser un mago

para no perder la cabeza en los túneles y seguir la dirección correcta” (Hobbit, 105-106). El

mago tiene un papel muy importante dentro de la aventura del hobbit, no sólo en tanto hace

que éste se involucre en ella, sino también en tanto salva a los enanos cuando los capturan

los trolls, se enfrenta con los trasgos y finalmente, organiza la defensa final de la Montaña

Solitaria: “-¡Deteneos! -gritó Gandalf, que apreció de repente y esperó de pie y solo, con los

brazos levantados, entre los enanos y las filas que los aguardaban-. ¡Deteneos! -dijo con voz

de trueno, y la vara se le encendió con una luz súbita como el rayo-. ¡El terror ha caído

sobre vosotros!” (Hobbit, 291).

Sin embargo, el gesto verdaderamente heroico del mago se da cuando está rodeado por los

lobos y decide, aunque parece que no tiene escapatoria, combatir con ellos hasta el final: “El

súbito resplandor estalló en su vara como un relámpago cuando se aprestaba a saltar y a

caer, justo entre las lanzas enemigas. Aquello hubiese sido el fin de Gandalf aunque

probablemente hubiese matado a muchos, al precipitarse entre ellos como un rayo” (Hobbit,

117). El heroísmo de Gandalf está en el acto de no ceder a pesar de reconocer que la

situación es desesperada, en el valor casi suicida y en el último acto de sacrificio. Esta

noción de heroísmo corresponde a lo que Tolkien denomina la “teoría del coraje” en su

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ensayo acerca de Beowulf; un coraje que permanece hasta el final a pesar de ser conciente de

que no hay escapatoria:

Uno de los elementos más poderosos de esa fusión es el coraje del Norte: la teoría

del coraje es la gran contribución de la primitiva literatura nórdica. (...) Me refiero

más bien a la posición central que el credo de la inflexible voluntad mantiene en el

Norte. (...) Y sus guerreros humanos son los aliados que han elegido, capaces a la

hora del heroísmo de compartir esta ‘absoluta resistencia, perfecta por cuanto

carece de esperanza’ (Beowulf, 31).

Ahora bien, aunque Gandalf es un personaje heroico y participa activamente en la aventura

de los enanos, es Bardo, el arquero, quien finalmente da muerte al dragón, realizando la gran

hazaña heroica de la novela. Como señala Shippey, el problema central de la aventura de El

hobbit y lo que hace de dicha aventura la hazaña propia de un héroe es, ante todo, el

problema del dragón: “hay que señalar que matar a Smaug es el problema básico de El

hobbit, y no sólo para los enanos” (CTM, 106). La muerte de Smaug es la culminación de la

gesta heroica que se plantea desde un comienzo y la escena donde el lector puede

contemplar cómo un héroe combate finalmente con el dragón y sale victorioso: “Es Bardo el

Arquero quien mata a Smaug, de un modo bastante heroico, utilizando una flecha perdida,

conservada como herencia familiar durante generaciones” (CTM, 107).

La escena de la muerte del dragón está estructurada alrededor de un ascenso heroico del

personaje de Bardo. Desde que el dragón aparece, es él quien advierte el peligro que

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amenaza la ciudad y quien organiza su última y desesperada defensa: “Pero el individuo de la

voz severa corrió a toda prisa hasta el gobernador. -¡O yo soy tonto, o el dragón se está

acercando! -gritó-. ¡Cortad los puentes! ¡A las armas! ¡A las armas!” (Hobbit, 257). Bardo

aparece inicialmente como un guerrero más, pero a medida que se desarrolla el combate se

convierte en un personaje cada vez más heroico: “Nadie se había atrevido a enfrentarlo

desde mucho tiempo atrás, ni se hubieran atrevido entonces si el hombre de la voz severa

(Bardo se llamaba) no hubiera corrido de acá para allá, animando a los arqueros y pidiendo

al gobernador que les ordenase luchar hasta la última flecha” (Hobbit, 258). La escena

culmina, desde luego, con el heroico disparo final con el que Bardo da muerte al dragón:

El dragón descendió de nuevo, más bajo que nunca, y cuando volvió y se

precipitaba sobre Bardo, el vientre blanco resplandeció con fuegos chispeantes de

gemas a la luz de la luna. Pero no en un punto. El gran arco chasqueó. La flecha

negra voló directa desde la cuerda, directa al hueco del pecho izquierdo, donde

nacía la pata delantera extendida ahora. En ese hueco se hundió la flecha, y allí

desapareció, punta, astil y pluma, tan fiero había sido el tiro. Con un chillido que

ensordeció a hombres, derribó árboles y desmenuzó piedras, Smaug saltó disparado

en el aire, y se precipitó a tierra desde las alturas (Hobbit, 260).

El haber matado al dragón es la mayor hazaña del héroe; una vez Smaug ha sido derrotado,

Bardo puede dejar el anonimato y revelarse como un personaje totalmente heroico: “¡Soy

Bardo de la línea de Girión; soy el matador del dragón!” (Hobbit, 261). La muerte del

dragón es la reivindicación de Bardo como soberano de la ciudad del Valle y el inicio de la

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restauración de la misma. Cuando Bardo da a conocer quién es, el lector reconoce en él

muchos de los rasgos propios de un personaje heroico: Pertenece a un noble linaje, posee un

arma legendaria (la flecha negra) y también se lo presenta como un hombre bueno,

compasivo y humilde: “No confiéis en el gobernador de los Hombres del Lago, pero sí en

aquel que mató al dragón con una flecha. Bardo se llama, y es de la raza del Valle, de la

línea de Girión; un hombre sombrío, pero sincero” (Hobbit, 269-270).

Ahora bien, si la muerte del dragón es el final de la gesta heroica que se plantea en un

comienzo, a partir de esta muerte el heroísmo adquiere una proporción mucho mayor en la

Batalla de los Cinco Ejércitos. La muerte del dragón puede verse como un punto de quiebre

dentro de la novela a partir del cual ésta adquiere un tono cada vez más serio, trágico y

heroico: “Así empezó una batalla que nadie había esperado; la llamaron la Batalla de los

Cinco Ejércitos, y fue terrible. De una parte luchaban los trasgos y los lobos salvajes, y por

la otra, los Elfos, los Hombres y los Enanos” (Hobbit, 291).19 La Batalla de los Cinco

Ejércitos es la escena dónde se ve de manera más clara el heroísmo del mundo de Fantasía,

una escena en la que todos los personajes, desde los trasgos hasta los enanos, participan en

parte de ese heroísmo: “-¡A mí! ¡A mí! ¡Elfos y hombres! ¡A mí! ¡Oh, pueblo mío! -gritaba,

y la voz resonaba como una trompa en el valle” (Hobbit, 295).

Aunque en la Batalla de los Cinco Ejércitos se dan muchos actos heroicos, quien lleva a

cabo las mayores hazañas y asume el rol del héroe, más que ningún otro personaje, es

19 Esta última batalla anuncia las múltiples batallas de El señor de los anillos. Aunque el tono de uno y otro libro es muy diferente; al final de la novela se anuncia que el mundo heroico en que se sitúan es básicamente

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Beorn. Su aparición en medio de la Batalla es tan heroica como el disparo de Bardo para dar

muerte al dragón o el combate de Gandalf con los lobos, sólo que se da en una escala mucho

mayor. Cuando la batalla parece perdida, Thorin ha caído y parece que no hay posibilidad de

salvación para los defensores de la Montaña, Beorn aparece de repente y se enfrenta él solo

con los ejércitos de trasgos y lobos, dándole la vuelta al resultado de la conflagración y

realizando en su máxima expresión la teoría del coraje:

En aquella última hora el propio Beorn había aparecido; nadie sabía cómo o de

dónde. Llegó solo, en forma de oso; y con la cólera parecía más grande de talla,

casi un gigante.

El rugir de la voz de Beorn era como tambores y cañones; y se abría paso echando

a los lados lobos y trasgos como si fueran pajas y plumas. Cayó sobre la

retaguardia, y como un trueno irrumpió en el círculo. Los enanos se mantenían

firmes en una colina baja y redonda. Entonces Beorn se agachó y recogió a Thorin,

que había caído atravesado por las lanzas, y lo llevó fuera del combate.

Retornó en seguida, con una cólera redoblada, de modo que nada podía contenerlo

y ningún arma parecía hacerle mella. Dispersó la guardia, arrojó al propio Bolgo

al suelo, y lo aplastó (Hobbit, 301).

el mismo.

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35

Con Beorn el lector tiene la imagen más exacerbada del héroe. El hombre-oso, como señala

Shippey, es un personaje que recrea la imagen de los legendarios guerreros nórdicos de

cuyas tradición proviene la teoría del coraje;20 Beorn es el héroe de las antiguas sagas, posee

las virtudes de esos héroes antiguos, es bondadoso con sus amigos pero fiero y violento con

sus enemigos; llega en el último momento, cuando la situación es totalmente desesperada, y

se enfrenta con un enemigo muchas veces superior sin ningún temor; pasa casi sin esfuerzo a

través de las líneas enemigas, rescata los restos de Thorin y vence al jefe de los trasgos

ganando la batalla. Al final es él quien triunfa de manera definitiva sobre los peligros del

mundo de Fantasía: “Las canciones relatan que en aquel día perecieron tres cuartas partes de

los trasgos guerreros del Norte, y las montañas tuvieron paz durante muchos años” (Hobbit,

302).

A través de estos tres personajes, Gandalf, Bardo y Beorn, puede verse cómo el mundo del

Mapa de Thror es finalmente el mundo de los héroes: Solamente un héroe puede internarse

en Fantasía, derrotar al dragón y vencer en la Batalla de los Cinco Ejércitos. Sin embargo, el

heroísmo del mundo de El hobbit plantea un problema para el lector moderno, en tanto a

éste no le resulta creíble un personaje como Beorn, capaz de llevar a cabo los ideales de la

teoría del coraje sin ningún esfuerzo, sin ningún conflicto. Shippey señala cómo “hay un

obstáculo muy evidente en la recreación del mundo antiguo de la leyenda heroica para los

lectores modernos, y éste es la naturaleza de los héroes. Ya no son aceptables o se tiende a

20 “Su nombre es un término heroico en inglés antiguo para decir ‘hombre’ que originalmente significaba ‘oso’. (...) Tiene un análogo muy cercano en Bothvarr Bjarki (‘osezno’), un héroe de la Saga of Hrólfr Kraki noruega, y otro en el propio Beowulf cuyo nombre se explica como Beowulf = ‘beeswolf’ = comedor de miel = oso, que quiebra espadas, arranca brazos y rompe costillas con osuno poder y tosquedad” (CTM, 105).

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tratarlos frecuentemente con ironía” (CTM, 94).21 El heroísmo del mundo de Fantasía se

convierte en un elemento que le impide al lector aproximarse al espacio de ficción en el que

se desarrolla la novela:

Pocos lectores modernos de Beowulf, de la Edda Antigua o de las ‘sagas

familiares’ islandesas pueden escapar a un cierto sentimiento de inadecuación

cuando contemplan secuencias completas de personajes que de manera

despreocupada y natural parecen desconocer lo que es el miedo. ¿Cómo nos

podríamos desenvolver en una sociedad así? Con la típica ‘blandenguería, el

carácter mundano y la timidez’ de nuestra cultura, ¿seríamos útiles para algo que

no fuera la esclavitud? (CTM, 103).

En la misma medida en que el lector moderno se distancia del mundo en el que tienen su

existencia criaturas como el dragón, también se distancia del mundo en el que la teoría del

coraje y la imagen del héroe son aún operantes. El lector tiene, como señala Shippey, un

inconveniente fundamental al momento de internarse en Fantasía: su propia incapacidad para

desenvolverse dentro de ella. Mientras que el héroe puede lidiar con los peligros de ese

mundo, el lector se halla totalmente indefenso ante la amenazante presencia de un dragón.

Tolkien señala en su ensayo Sobre los cuentos de hadas: “Yo pensaba en los dragones con

un profundo deseo. Claro que yo, con mi tímido cuerpo, no deseaba tenerlos en la vecindad,

ni que invadieran mi mundo relativamente seguro en el que, por ejemplo, era posible leer

21 El heroísmo del mundo de Fantasía nos resulta poco creíble porque dentro de nuestra tradición literaria el héroe deja de funcionar desde el siglo XVIII; como señala Bajtin: “el héroe principal de la novela no debe

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37

cuentos con paz de espíritu” (SCH, 165). El problema que se plantea es precisamente cómo

superar esa distancia entre el lector y el mundo heroico de Fantasía. La respuesta se da a

través del hobbit.

**

ser ‘heroico’ ni en sentido épico ni en el sentido trágico de esa palabra” (Bajtin, 455).

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SEGUNDA PARTE

UN SIMPLE INDIVIDUO:

BILBO EL ANTIHÉROE

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I. EL PROTAGONISTA DE EL HOBBIT

¿Cómo afrontar el problema del heroísmo dentro del mundo de Fantasía? ¿Cómo superar la

incredulidad del lector respecto a éste? ¿Cómo enfrentar la expectativa heroica que se

genera alrededor de la aventura del dragón? Tolkien se enfrenta con todas estas

interrogantes al plantear una novela que se desarrolla en un mundo heroico de Fantasía

como el que hemos descrito, y las resuelve creando un personaje totalmente inesperado,

Bilbo Bolsón, y situándolo en medio de ese mundo. Con el hobbit, Tolkien pone como

protagonista de su novela un personaje que se aleja de la imagen del héroe que hemos

presentado y que, en este sentido, supera la incredulidad del lector hacia un personaje

heroico y propone que es a través de él como el lector puede, finalmente, aproximarse a

Fantasía.

En este apartado introduciremos a Bilbo Bolsón, señalando cómo se presenta como un

personaje totalmente fuera de lugar en medio de ese mundo y caracterizándolo

posteriormente como un antihéroe. Para esto partiremos de la descripción que hace el

narrador del agujero hobbit, señalando cómo, desde que éste se describe y a lo largo del

primer capítulo del libro, Bilbo se aleja de cualquier expectativa heroica o fantástica que

pueda tener el lector. Luego procederemos a caracterizar el personaje del hobbit como un

personaje antiheroico, proponiendo que se trata de un “hombre ordinario enfrentado con un

escenario elevado”, un personaje que se distancia conscientemente de esa misma expectativa

heroica que genera el mundo que lo rodea.

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I.1 En un agujero en el suelo, vivía un personaje inesperado

El hobbit se abre presentando al hobbit mismo, Bilbo Bolsón, quien habita en un agujero en

el suelo del mundo de Fantasía. Mientras que el preludio a la novela remite a un tiempo

lejano (“esta es una historia de hace mucho tiempo”) y a un espacio de ficción determinado

(el Mapa de Thror), la primera frase del relato pone al hobbit justo en medio de ese mundo:

“En un agujero en el suelo, vivía un hobbit” (Hobbit, 11).22 Sin embargo, el agujero en que

vive el hobbit no es, de ninguna manera, el agujero que el lector espera encontrar en el

espacio lleno de peligros y criaturas fantásticas que se anuncia desde el comienzo: “No un

agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, y tampoco un

agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer: era un agujero-

hobbit, y eso significa comodidad” (Hobbit, 11).

Al describir el agujero el narrador juega con la expectativa del lector acerca del mundo de

Fantasía. Al decir lo que no es el agujero del hobbit, el narrador está señalando que el lector

espera encontrar en ese mundo un agujero repugnante y sucio o seco y arenoso, y en ningún

caso el cómodo agujero del hobbit. De hecho, a lo largo de la novela aparecen toda una serie

de agujeros, túneles y cuevas, que llenan esa expectativa del lector acerca del espacio de

Fantasía: “Había huesos esparcidos por el suelo, y un olor nauseabundo en el aire, pero

había también una buena cantidad de comida mezclada al descuido en estantes y sobre el

22 Es curioso que el agujero-hobbit no aparece, ni siquiera mencionado, en el Mapa de Thror. Si el gran mundo de Fantasía se define y delimita a partir del Mapa, el agujero-hobbit y las tierras que lo rodean,

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suelo” (Hobbit, 53). El agujero de los trolls es un claro ejemplo del tipo de agujero que el

lector espera encontrar en Fantasía: Misterioso y lleno de peligros y aventuras:

“Naturalmente esto es lo peligroso de las cuevas: a veces uno no sabe lo profundas que son,

o a dónde puede llevar un pasadizo, o lo que te espera dentro” (Hobbit, 68). 23

Es en los túneles y las cuevas donde, por lo general, habitan las criaturas monstruosas de

Fantasía, donde se corre el peligro de encontrarse con todo tipo de seres extraños y

peligrosos, desde elfos hasta dragones: “Hay extraños seres que viven en los pozos y lagos

en el corazón de los montes; pero cuyos antepasados llegaron nadando, sólo el cielo sabe

hace cuánto tiempo, y nunca volvieron a salir, y los ojos les crecían, crecían y crecían

mientras trataban de ver en la oscuridad; y allí hay también criaturas más viscosas que

peces” (Hobbit, 81). A partir de los agujeros parecen definirse muchas de las criaturas del

mundo de Fantasía: Los trolls habitan un agujero maloliente, los elfos tienen sus hermosas

cuevas en medio del bosque, los enanos son los constructores del Reino bajo la Montaña y

los malvados trasgos habitan unos horribles túneles bajo las montañas: “El sitio era

profundo, profundo y oscuro, tanto que sólo los trasgos que habían tenido la ocurrencia de

vivir en el corazón de las montañas podían distinguir algo” (Hobbit, 70).

Ahora bien, en oposición a todos esos agujeros, el agujero del hobbit aparece como un

espacio totalmente diferente: el hogar de Bilbo está lleno de armarios, despensas, alfombras

parecen estar curiosamente fuera de él. 23 Es posible observar una cierta similitud estructural entre los episodios de los trolls y de los trasgos; ambos se relacionan con agujeros, ambos son eminentemente peligrosos, en ambos Gandalf llega al rescate y, finalmente, en ambos se encuentran tesoros en esos agujeros: Las espadas en el tesoro de los trolls y el anillo en las profundidades de las montañas.

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y muebles cuidadosamente dispuestos, toda una serie de elementos que hacen que parezca

más una residencia campestre sacada de nuestro mundo, que un espacio de peligro y

maravillas en medio de Fantasía. Un tipo de residencia que, de ninguna manera, esperamos

encontrar en un mundo como ese:

Tenía una puerta redonda, perfecta como un ojo de buey, pintada de verde, con una

manilla de bronce dorada y brillante, justo en medio. La puerta se abría a un

vestíbulo cilíndrico, como un túnel: un túnel muy cómodo, sin humos, con paredes

revestidas de madera y suelos enlosados y alfombrados, provisto de sillas

barnizadas, y montones de perchas para sombreros y abrigos; el hobbit era

aficionado a las visitas. (...) Nada de subir escaleras para el hobbit: dormitorios,

cuartos de baño, bodegas, despensas (muchas), armarios (habitaciones enteras

dedicadas a ropa), cocinas, comedores, se encontraban en la misma planta, y en

verdad en el mismo pasillo (Hobbit, 11).

Ahora bien, al señalar cuán inesperado resulta el agujero-hobbit en medio de Fantasía,

inmediatamente se plantea una pregunta acerca de quien lo habita: ¿quién o qué es un

hobbit? Day cita a Tolkien refiriéndose a la escritura de la primera frase del libro: “Los

nombres siempre generan una historia en mi mente. Al final decidí que no estaría mal que

averiguara cómo eran los hobbits. Pero eso es sólo el principio” (Day, 10). Esta es una de

las preguntas fundamentales que se desarrollan a lo largo de la novela; al igual que su

agujero, el hobbit es desde el comienzo un personaje totalmente extraño. A lo largo de todo

el viaje hacia la Montaña Solitaria, constantemente se repite la interrogante acerca de quién

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es Bilbo: “-¿Qué es? -dijeron los otros acercándose. -¡Que un rayo me parta si lo sé! ¿Tú,

qué eres?” (Hobbit, 46).

Dentro del mundo de Fantasía, el hobbit es un personaje totalmente inesperado. Desde que

se describe el cómodo agujero en el que habita, es evidente que Bilbo es un ser muy

diferente a los trasgos, a los trolls o a los demás habitantes de agujeros en Fantasía. El

hobbit no es un monstruo o una criatura malévola, sino un personaje tranquilo y acomodado

que se siente totalmente fuera de lugar en medio del mundo que lo rodea: “pero el hobbit, a

quien gustaban los agujeros para hacer casas, y no para pasar los días de verano, sentía que

se asfixiaba poco a poco” (Hobbit, 151).24 A lo largo de la novela, el hobbit señala una y

otra vez la distancia que existe entre el mundo de Fantasía en que se encuentra y el mundo al

que él está acostumbrado, representado por su agujero-hobbit: “Así que se sentó con la

espalda contra un árbol, y no por última vez se encontró pensando en el distante agujero-

hobbit y las hermosas despensas” (Hobbit, 165).25

En este sentido, si el agujero hobbit puede definirse en una palabra, “era un agujero-hobbit,

y eso significa comodidad” (Hobbit, 11), el hobbit mismo es presentado por el narrador

como un personaje fundamentalmente “acomodado”: “Este hobbit era un hobbit

acomodado, y se apellidaba Bolsón” (Hobbit, 11). Con solo observar la descripción que el

narrador hace del agujero-hobbit, podemos señalar que Bilbo es un personaje jovial y

24 Dentro de la estrategia contrarealista de Tolkien y la “lógica hobbit” es claro que los agujeros se usan para construir casas; de nuevo, el narrador enfrenta al lector con una lógica diferente a la de su mundo primario. 25 Este será a lo largo de la novela uno de los rasgos más importantes de Bilbo, su deseo de regresar a su cómodo agujero, en oposición al mundo aventurero en el que está.

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comodón que acostumbra recibir visitas, viste bien y tiene un interés especial por la comida:

“Acababa de desayunar hacía muy poco, pero pensó que un pastelillo o dos y un trago de

algo le sentarían bien después del sobresalto” (Hobbit, 16). El tipo de personaje que Shippey

describe acertadamente como un “burgués acomodado”:

Así, Bilbo es ‘acomodado’, pero no necesariamente ‘rico’; la mayoría de sus

parientes por parte de padre son ricos, pero no tanto como la familia de su madre.

El OED, aquí una guía excelente, como en la mayor parte de los usos victorianos o

eduardianos, define well-to-do (acomodado), en el sentido de ‘poseedor de ingresos

suficientes para vivir; en circunstancias holgadas’, lo cual significa sobre todo que

no tenía que trabajar (Autor del siglo, 42-43).

Bilbo proviene de un espacio más cercano a la sociedad del siglo XIX y comienzos del XX

que a un reino legendario; la familia de Bilbo es la típica familia burguesa preocupada por el

prestigio y la buena posición social y económica, no una larga ascendencia de personajes

nobles o heroicos: “Bungo, el padre de Bilbo, le construyó el agujero-hobbit más lujoso (en

parte con el dinero de ella), que pudiera encontrarse bajo La Colina o sobre La Colina o al

otro lado de Delagua, y allí se quedaron hasta el fin” (Hobbit, 13). 26 Bilbo proviene de un

espacio que maneja unos valores totalmente distintos a los del antiguo mundo heroico; a los

hobbits les interesan más la paz, la tranquilidad, la comida y el bienestar, que las grandes

aventuras en lugares lejanos: “En estos lugares somos gente sencilla y tranquila y no estamos

26 Cuando se menciona la familia de otros personajes como Throin (hijo de Thror, hijo de Thrain) o Bardo (descendiente de Girion, señor de Valle), la mención se dirige a señalar la nobleza de su sangre, su mismo

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acostumbrados a las aventuras. ¡Cosas desagradables, molestas e incómodas que retrasan la

cena!” (Hobbit, 14).

Esta distancia entre las convenciones heroicas del mundo de Fantasía y el carácter burgués

del hobbit se revelará, sobre todo, en la escena en que se encuentra por primera vez con los

enanos. A pesar de que los enanos irrumpen violentamente en el mundo de Bilbo,

proponiendo una aventura llena de peligros, éste los atiende como atendería a una visita que

llega a tomar el té: “-¡Bilbo Bolsón al vuestro! -dijo el hobbit, demasiado sorprendido como

para hacer cualquier pregunta por el momento. Cuando el silencio que siguió empezó a

hacerse incomodo, añadió-: Estoy a punto de tomar el té; por favor acercaos y tomad algo

conmigo” (Hobbit, 17). A lo largo de la escena se contrapone el carácter del hobbit,

temeroso y cortés, con el carácter aventurero y fantástico de Gandalf y los enanos; mientras

que estos hablan de dragones y tesoros, Bilbo no puede evitar actuar como el hobbit

acomodado que es:

Veo que ya han empezado a llegar -dijo cuando vio en la percha el capuchón verde

de Dwalin. Colocó el suyo rojo junto al otro y -¡Balín a vuestro servicio! -dijo con

la mano en el pecho.

-¡Gracias! -dijo Bilbo casi sin voz. No era la respuesta más apropiada, pero el han

empezado a llegar lo había dejado perplejo. Le gustaban las visitas, aunque

prefería conocerlas antes de que llegasen, e invitarlas él mismo. Tenía el terrible

carácter heroico; totalmente distinto a lo que sucede con Bilbo.

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presentimiento de que los pasteles no serían suficientes, y como conocía las

obligaciones de un anfitrión y las cumplía con puntualidad aunque le parecieran

penosas, quizá él se quedaría sin ninguno.

-¡Entre, y sírvase una taza de té! -consiguió decir luego de tomar aliento (Hobbit,

18).

El carácter de Bilbo es ironizado a lo largo de toda la escena, señalando cuán fuera de lugar

está en medio de un mundo heroico de Fantasía que propone la novela: “¡Desportillad los

vasos y destrozad los platos!/ ¡Embotad los cuchillos, doblad los tenedores!/ ¡Esto es lo que

Bilbo Bolsón detesta tanto” (Hobbit, 22). En medio de un espacio de batallas y heroísmo, a

punto de emprender una peligrosa aventura en busca de un tesoro custodiado por un

dragón, Bilbo hace un gran escándalo inusitado por la loza, la comida o las visitas. El mismo

Gandalf parece burlarse del comportamiento del hobbit, cuando se sorprende porque éste ha

dejado de limpiar el polvo del cómodo agujero-hobbit: “-¡Por los Grandes Elefantes! -

respondió Gandalf-. Estás desconocido esta mañana; ¡aún no le has quitado el polvo a la

repisa de la chimenea!” (Hobbit, 39).

En medio del mundo de Fantasía, el lector espera encontrar un personaje heroico como

Gandalf o Bardo, capaz, entre otras cosas, de derrotar un dragón; no espera de ninguna

manera la aparición de un personaje como Bilbo, más preocupado por la comida que por los

tesoros largo tiempo perdidos y totalmente alejado de la vida del aventurero: “Bilbo se

sentía demasiado débil para ayudar, y de cualquier modo no era muy bueno desollando

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conejos o picando carne, pues estaba acostumbrado a que el carnicero se la entregase ya

lista para cocinar” (Hobbit, 121). Bilbo se presenta como el personaje más inesperado para

emprender una aventura, un personaje que parece más dispuesto a vivir una vida apacible en

su tranquilo hogar, que a enfrentarse con un mundo de Fantasía: “La ocasión no llegó a

presentarse nunca, hasta que Bilbo Bolsón fue un adulto que rondaba los cincuenta años y

vivía en el hermoso agujero hobbit que acabo de describiros, y cuando en verdad ya parecía

que se había asentado allí para siempre” (Hobbit, 13).

I.2 El hobbit como personaje antiheroico

El hobbit es un personaje muy problemático; no es el personaje que el lector espera

encontrar en un relato acerca de la muerte de un dragón, no es el personaje propio de las

canciones acerca de las grandes hazañas heroicas en el mundo de Fantasía y, sin embargo, se

encuentra en medio de ese mundo: “Aun a Bilbo se le dio un lugar en la mesa alta, y nadie

explicó de dónde venía (ninguna canción se refería a él, ni siquiera de un modo oscuro), ni

nadie lo preguntó en el bullicio general” (Hobbit, 207). A lo largo de la novela, a medida

que se encuentra con los distintos habitantes de Fantasía, es evidente que el hobbit es un

personaje extraño en medio de la aventura y el mundo heroico de la novela; esto es claro

cuando el hobbit se encuentra con Beorn y este pregunta quién es, señalando cuán diminuto

parece Bilbo desde su perspectiva: “-Nunca he oído hablar de él -gruño el hombre-. Y ¿qué

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es este pequeñajo? -dijo, y se inclinó y miró al hobbit frunciendo las cejas negras y espesas”

(Hobbit, 128).27

Cuando Beorn pregunta, “¿qué es este pequeñajo?”, realmente está preguntando, “¿quién es

este que no parece ser un héroe?”. Si el hobbit no es el héroe que esperamos encontrar en el

mundo de Fantasía de la novela, entonces, ¿qué tipo de personaje es? Tolkien da una pista

muy clara al respecto en una carta dirigida a Milton Waldman alrededor de 1951 donde

describe el tema central de su novela; dice: “En efecto este es el estudio de un hombre

simple y ordinario, sin rasgos artísticos, nobles o heroicos (pero no carente por completo de

ellos) enfrentado con un escenario elevado” (Tomado de la edición de Anderson, 361).28

Cuando Gandalf presenta al hobbit, es claro que no está presentando a un héroe sino a un

sujeto cualquiera (“Mr. Baggins”), un personaje que en lugar de ser noble o heroico

proviene de una buena familia y tiene una buena reputación: “-Este es el señor Bolsón, un

hobbit de buena familia y reputación impecable -dijo Gandalf. Bilbo hizo una reverencia”

(Hobbit, 128).29

27 El encuentro con Beorn representa un claro contraste entre la estatura del hombre-oso y la del hobbit, entre lo diminuto que es el hobbit y lo enorme que es el mundo que lo rodea: “En cuanto a Bilbo, bien podía haber trotado entre las piernas del hombre sin necesitar agachar la cabeza para no rozar el borde de la túnica marrón” (Hobbit, 128). Ante Beorn es claro que Bilbo carece de la “estatura heroica” para afrontar los peligros de ese mundo. 28 “In effect this is the study of a simple ordinary man, neither artistic nor noble and heroic (but not without the undeveloped seeds of these things) against a high setting” (La traducción es nuestra). 29 Gandalf responde a la pregunta de Beorn diciendo sencillamente que se trata del señor Bolsón; a diferencia de Gandalf, que se presenta con sólo su nombre, Bilbo es presentado de manera muy moderna por su apellido (Mr. Baggins) y se añade que se trata de un hobbit de buena familia y reputación, dos consideraciones eminentemente burguesas y para nada heroicas.

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El hobbit como “hombre ordinario”, es el personaje que el lector moderno espera encontrar

en el mundo cotidiano, un personaje que, a diferencia del héroe o el dragón, resulta

perfectamente posible dentro de nuestro mundo; Bilbo parece más un personaje de nuestra

vida diaria que un héroe capaz de enfrentarse con un dragón: “¡Más parece un tendero que

un saqueador!” (Hobbit, 28). En oposición a la imagen de un héroe como Beorn incapaz de

sentir miedo o de mostrarse débil y capaz de las mayores hazañas sin esfuerzo, a lo largo de

la aventura vemos cómo el hobbit, como cualquier “hombre ordinario”, se equivoca en sus

decisiones, tiene miedo de estar solo, de afrontar el peligro y en general, no actúa como lo

haría un héroe: “-¡Cielos, no, no, no, no! -dijo Gandalf-. No seas estúpido, señor Bolsón, si

puedes evitarlo, y en el nombre de toda maravilla haz el favor de no mencionar la palabra

peletero mientras te encuentres en un área de cien millas a la redonda de su casa...” (Hobbit,

125). 30

El lector reconoce una cercanía con el hobbit que no siente frente al héroe o al mundo

heroico; es un personaje con el cual puede llegar a identificarse. La mentalidad de Bilbo es

mucho más cercana a la del lector que la de ningún otro personaje de la novela. El hobbit

refleja las preocupaciones del hombre moderno dentro del mundo de Fantasía: “También me

gustaría conocer los riesgos, los gastos, el tiempo requerido y la remuneración, etcétera. -Lo

que quiere decir: ‘¿Qué sacaré de esto? ¿Y regresaré con vida?’” (Hobbit, 34). A través de

Bilbo se expresa la problemática misma del hombre ordinario, que tiene que enfrentarse

30 Bilbo recrea la imagen del protagonista de la Novela como se concibe a partir del siglo XVIII, un personaje que se aleja desde un principio del ideal heroico y se acerca a la imagen del burgués acomodado: “el héroe principal de la novela no debe ser ‘heroico ni en sentido épico ni en el sentido trágico de esa palabra: ha de reunir en sí mismo tanto rasgos positivos como negativos, bajos como elevados, cómicos como serios” (Bajtin, 455).

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repentinamente con una aventura en Fantasía; en varias ocasiones a lo largo de la novela, el

narrador obliga al lector a ponerse en la situación del hobbit, a pensar qué haría si fuese él

quien estuviese en medio de su aventura: “¿Y qué haríais vosotros, si un enano llegara de

súbito y colgara sus cosas en vuestro vestíbulo sin dar explicaciones?” (Hobbit, 17).

Al igual que el lector, el hobbit reconoce la distancia que existe entre el personaje heroico y

él mismo; sabe desde el comienzo que él no es un héroe, que el mundo de los héroes es un

mundo tan lejano para él como para el lector: “Las espadas están aquí casi todas embotadas,

las hachas se utilizan para cortar árboles y los escudos como cunas o cubrefuentes; y para

comodidad de todos, los dragones están muy lejos (y de ahí que sean legendarios)” (Hobbit,

32). Casi desde el comienzo Bilbo señala que no está dispuesto ni preparado para emprender

una aventura como la que proponen los enanos, que no es capaz de internarse en ese mundo

de Fantasía y que, finalmente, tampoco le interesa hacerlo. En este sentido dice Shippey:

Él representa y con frecuencia expresa las opiniones e incapacidades modernas: no

siente el impulso hacia la venganza o hacia el heroísmo consciente, no puede

‘gritar dos veces como lechuza de granero y una como lechuza de campo’ como le

sugieren los enanos, no conoce casi nada sobre las Tierras Ásperas, y ni tan

siquiera puede despellejar un conejo, acostumbrado como está a que le entregue la

carne ‘el carnicero lista ya para cocinar’ (CTM, 95).31

31 Bilbo puede verse también como el “every man” del que habla Coleridge en relación con la novella del siglo XVIII; Ian Watt lo cita cuando se refiere a Robinson Crusoe: “he is esentially ‘the universal representative, the person, for whom every reader could substitute himself... nothing is done, thought, suffered, or desired, but what every man can imagine himself doing, thinking, feeling, or wishing for” (Watt, 78).

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Pero el verdadero problema del personaje no es que sea un hombre ordinario. Su verdadero

problema es que siendo un hombre ordinario, se encuentra en un mundo de Fantasía

claramente heroico; un mundo que el hobbit ni siquiera puede imaginar: “De repente, en el

bosque de más allá de Delagua se alzó un fuego, -quizá alguien encendía una hoguera- y

pensó en dragones devastadores que invadían la pacífica Colina envolviendo todo en llamas.

Se estremeció; y en seguida volvió a ser el sencillo señor Bolsón, de Bolsón Cerrado,

Sotomonte otra vez” (Hobbit, 25-26). El señor Bolsón es un personaje que se distancia

completamente de la imagen de un personaje heroico y del mundo en el que éste tiene su

existencia; en este sentido, no solamente no es un héroe, sino que además es un personaje

que rompe con la expectativa heroica que lo rodea. Bilbo es lo que llamaremos “un

antihéroe”.

Tradicionalmente, el antihéroe se define como aquel personaje que no es un héroe, que

carece de las características típicas de un personaje heroico. El antihéroe tradicional se

acerca a lo que hemos venido entendiendo como “hombre ordinario”, el personaje que no

tiene las características extraordinarias propias del héroe, sino que posee los rasgos positivos

y negativos de cualquier hombre. En el Concise Oxford Dictionary of Literary Terms, el

antihéroe se define así:

Anti-hero or anti-heroine, a central character in a dramatic or narrative work who

lacks the qualities of nobility and magnanimity expected of traditional heroes and

heroines in romances and epics. Unheroic characters of this kind have been an

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important feature of the Western novel, which has subjected idealistic heroism to

parody since Cervantes´s Don Quixote (1605). Flaubert´s Emma Bovary (in

Madame Bovary. 1857) and Joyce’s Leopold Bloom (in Ulysses. 1922) are

outstanding examples of this antiheroic ordinariness and inadequacy (Baldick, 11).

Sin embargo, esta definición de antihéroe se queda corta al momento de pensar en el

personaje de Bilbo Bolsón. Cuando se hace referencia a Leopold Bloom o Emma Bovary, es

claro que se trata de personajes que carecen de las cualidades propias de los héroes (al igual

que Bilbo). No obstante, son personajes que habitan mundos donde esos héroes ya no son

posibles, donde no se espera que tengan esas cualidades; de ahí que pueda hablarse de ellos

como “hombres ordinarios”.32 Cuando hablamos del antihéroe en la novela de Tolkien,

estamos hablando de un personaje que, no sólo carece de los rasgos propios del héroe, sino

que además se encuentra en un mundo donde esos ideales predominan y donde es solamente

un individuo muy pequeño: “Te considero una gran persona, señor Bolsón, y te aprecio

mucho; pero en última instancia ¡eres sólo un simple individuo en un mundo enorme!”

(Hobbit, 315).

En un mundo de Fantasía lleno de criaturas maravillosas, quien se aleja más de la imagen de

un héroe es, precisamente, un hobbit. Dentro de un espacio fundamentalmente heroico, la

aparición de un personaje como Bilbo resulta muy poco creíble; sin embargo, a través de los

32 Cuando se define al antihéroe tradicional por oposición al héroe de las tradiciones épicas y legendarias, dicha oposición o distanciamiento parte de un estudio en buena medida diacrónico de la literatura; el antihéroe tal como lo define Baldick se caracteriza por oposición a los personajes de géneros y obras distantes temporalmente. Por otro lado, se trata de una consideración intertextual y entre géneros, más que un problema interno del personaje.

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hobbits Tolkien puede hacer aparecer, en medio de Fantasía, a ese personaje antiheroico:

“Los Bolsón habían vivido en las cercanías de La Colina desde hacía muchísimo tiempo, y la

gente los consideraba muy respetables, no sólo porque casi todos eran ricos, sino también

porque nunca tenían ninguna aventura ni hacían algo inesperado” (Hobbit, 12). Así pues,

cuando Beorn pregunta “¿qué es este pequeñajo?” y Gandalf le contesta que es “un hobbit

de buena familia y reputación impecable” (Hobbit, 128), se está señalando cómo los hobbits

representan el paradigma del personaje antiheroico:

Son (o fueron) gente menuda de la mitad de nuestra talla, y más pequeños que los

enanos barbados. Los hobbits no tienen barba. Hay poca o ninguna magia en ellos,

excepto esa común y cotidiana que los ayuda a desaparecer en silencio y

rápidamente, cuando gente grande y estúpida como vosotros o yo se acerca sin

mirar por donde va, con un ruido de elefantes que puede oírse a una milla de

distancia. Tienden a ser gruesos de vientre; (...) no usan zapatos, porque en los pies

tienen suelas naturales de piel y un pelo espeso y tibio color castaño, (...) y se ríen

con profundas y jugosas risas (especialmente después de cenar, lo que hacen dos

veces al día, cuando pueden) (Hobbit, 12).

Bilbo es un antihéroe porque a pesar de hallarse en un mundo heroico, se caracteriza por

alejarse conscientemente de la imagen del héroe y de todo aquello que lo define como tal:

“Pero al pobre hobbit se le habían agotado las cortesías, y movía la boca tratando de

protestar porque lo habían llamado audaz, y peor que eso, compañero conspirador, aunque

no emitió ningún sonido; se sentía de veras estupefacto” (Hobbit, 26). Bilbo no sólo carece

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de los rasgos propios del personaje heroico, sino que señala claramente que él no es ese tipo

de personaje, que no posee la audacia del héroe y que no es el conspirador que los enanos

buscan; de hecho, rechaza cualquier contacto con la conspiración de estos en contra del

dragón: “-¡Disculpad! No quiero ninguna aventura, gracias. Hoy no. ¡Buenos días! Pero

venid a tomar el té... ¡cuando gustéis! ¿por qué no mañana? ¡Sí, venid mañana! ¡Adios!”

(Hobbit, 16).

Tolkien está proponiendo, a través de Bilbo, una posible solución al problema del heroísmo

del mundo de Fantasía. Si para el lector moderno es poco creíble la imagen del héroe

antiguo, como único personaje capaz de emprender la aventura del dragón y el encuentro

con ese mundo, al poner al hobbit como protagonista del relato, Tolkien está creando la

posibilidad de aproximarse al mundo de Fantasía de una manera muy diferente. El lector ya

no llega a la aventura a partir de las hazañas sobrehumanas de un poderoso héroe, sino a

través de las limitaciones y problemas de un hombre ordinario que se enfrenta por primera

vez con ese mundo. En este sentido, en El hobbit se hace consciente, de una manera que

nunca se podría hacer en un relato plenamente heroico, la problemática del hombre ordinario

y del lector mismo, en relación con el mundo heroico de Fantasía.

*

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55

II. EL ANTIHÉROE Y LA AVENTURA

En El hobbit, Tolkien propone un tipo de personaje totalmente inesperado en medio del

mundo de Fantasía en que se desarrolla la novela, un antihéroe, y lo pone a desenvolverse en

una aventura en la que éste se encuentra totalmente fuera de lugar. En este sentido, una de

las interrogantes fundamentales que plantea la novela es, precisamente, cómo se desenvuelve

un hombre ordinario en un escenario elevado. En el siguiente apartado buscaremos

desarrollar, a medida que el hobbit afronta los peligros de la aventura y del mundo de

Fantasía, la noción de antihéroe planteada en el capítulo anterior y los interrogantes que ésta

plantea: ¿Es posible para el antihéroe asumir el papel de aventurero? ¿Qué tan capaz es de

llevar a cabo las hazañas propias de un verdadero héroe? ¿Cómo es visto dentro del mundo

de la novela?

En primer lugar, señalaremos cómo en un comienzo el hobbit es totalmente incapaz de

asumir el papel de aventurero, analizando en particular el episodio en que Bilbo se encuentra

con los trolls, en tanto se trata de la primera oportunidad que el hobbit tiene para demostrar

sus capacidades y su primer fracaso rotundo dentro de la novela. En segundo lugar, haremos

un paralelo entre los personajes heroico y antiheroico, a partir de la manera como Gandalf y

Bilbo se desenvuelven a lo largo de la aventura en las Montañas Nubladas. Todo esto con el

propósito de evidenciar cómo la novela explora la problemática del hombre ordinario

enfrentado con un escenario elevado.

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II.1 El hombre ordinario como aventurero

Desde que Gandalf y los enanos entran en el agujero-hobbit, el contacto de Bilbo con la

aventura es una experiencia traumática; a lo largo del primer capítulo el lector es testigo de

que, incluso antes de salir a la aventura, la apacible vida del hobbit es trastornada totalmente

por la aparición de ésta: “se sentía del todo desconcertado y empezaba a preguntarse si la

más lamentable aventura no había ido a caer justo a su propia casa” (Hobbit, 21).33 Bilbo se

enfrenta claramente a la expectativa heroica que genera la aventura del dragón, pues el mago

y los enanos esperan, no sólo que se embarque en la aventura que proponen, sino que

además actúe como el “saqueador nocturno” que creen que es: “Y aquí tenemos a nuestro

pequeño Bilbo Bolsón, el saqueador, electo y selecto. Así que continuemos y hagamos

planes” (Hobbit, 32).

Sin embargo, desde el primer momento es evidente que Bilbo no es el personaje que Gandalf

y los enanos creen; el pequeño hobbit, que fuma tranquilamente en su porche y rechaza la

invitación del mago a participar en la aventura, está totalmente alejado de cualquier imagen

de un saqueador nocturno en busca de aventuras. Para Bilbo la sola idea de embarcarse en

una aventura con los enanos resulta problemática (incluso aterradora); cuando los enanos

señalan el peligro que conlleva la aventura que pretenden emprender, Bilbo es incapaz de

soportar siquiera la idea de no poder regresar a su hogar y prácticamente se muere de

miedo:

33 Desde que aparece el mago es evidente que el mundo de Bilbo empieza a desordenarse, incluso sus gestos más típicos, atender a las visitas, invitar a tomar el té, etc. parecen anunciar un desorden que lo conduce,

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57

El pobre Bilbo no pudo soportarlo más. Cuando oyó quizá sea un viaje sin retorno

empezó a sentir que un chillido le subía desde dentro, y muy pronto estalló como el

silbido de una locomotora a la salida de un túnel. Todos los enanos se pusieron en

pie de un salto derribando la mesa. Gandalf golpeó el extremo de la vara mágica

que emitió una luz azul, y en el resplandor se pudo ver al pobre hobbit de rodillas

sobre la alfombra junto al hogar, temblando como una gelatina que se derrite. En

seguida cayó de bruces al suelo, y se puso a gritar: -¡Alcanzado por un rayo,

alcanzado por un rayo! -una y otra vez, y eso fue todo lo que pudieron sacarle

durante largo tiempo (Hobbit, 27).

El ataque de pánico de Bilbo rompe cualquier expectativa heroica a su alrededor. A

diferencia de un personaje heroico como Beorn, que parece desconocer lo que es el miedo,

Bilbo parece tenerle miedo casi a todo: Al dragón, a las alturas, a todos los monstruos que

encuentra en su camino y, finalmente, a la posibilidad de no regresar de su aventura. En este

sentido, desde el comienzo se plantea una duda acerca de la posibilidad del hobbit, y en

general del personaje antiheroico, para desenvolverse en un mundo enorme y lleno de

peligros como el que plantea la novela: “¿Creéis que servirá? Está muy bien que Gandalf

diga que este hobbit es fiero, pero un chillido como ése en un momento de excitación

bastaría para despertar al dragón y al resto de la parentela y matarnos a todos. ¡Creo que

sonaba más a miedo que a excitación!” (Hobbit, 28).

finalmente, a entrar en el mundo de la aventura.

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Bilbo encarna desde el comienzo la problemática del hombre ordinario en medio de un

escenario elevado; el hobbit representa, como señala Shippey, la blandenguería del lector,

que no puede actuar ante un dragón como lo haría un héroe, que no puede desenvolverse en

un mundo de Fantasía como ese: “Con la típica ‘blandenguería, el carácter mundano y la

timidez’ de nuestra cultura, ¿seríamos útiles para algo que no fuera la esclavitud?” (CTM,

103). Cuando los aventureros se disponen a partir, Bilbo aparece corriendo, lamentándose

por haber llegado tarde y por no haber traído ni dinero, ni pañuelos de bolsillo; al hacerlo,

está recreando las preocupaciones del hombre ordinario y del lector, al momento de

emprender un viaje y está demostrando cuán inútiles resultan en medio de una aventura: “Lo

siento terriblemente -dijo Bilbo-, pero me he venido sin sombrero, me he olvidado el pañuelo

de bolsillo, y no tengo dinero” (Hobbit, 40).34

Pero la incapacidad de Bilbo para asumir su papel como parte de los aventureros, sólo se

revelará del todo en el episodio en que los viajeros se encuentran con los tres trolls. Cuando

se pierden en medio de la tormenta y divisan el fuego de los trolls a lo lejos, los enanos

deciden que es Bilbo quien debe, como saqueador de la expedición, ir a investigar si éste

representa algún peligro: “-Ahora le toca al saqueador -dijeron refiriéndose a Bilbo-. Tienes

que ir a averiguarlo todo de esa luz, para qué es, y si las cosas parecen normales y en orden -

dijo Thorin al hobbit-” (Hobbit, 44). En medio de ese mundo de Fantasía y ante el peligro

que puede representar una hoguera en las Tierras Solitarias, se espera que Bilbo actúe como

un saqueador, a pesar de que éste ni siquiera es capaz de avisar del peligro: “Y allá tuvo que

34 Esta preocupaciones de Bilbo son las preocupaciones naturales que tiene el lector moderno frente a la aventura y que no encuentra dentro de los antiguos relatos heroicos. En este sentido, Bilbo aborda la

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partir Bilbo, antes de poder explicarles que era tan incapaz de gritar como una lechuza como

de volar como un murciélago” (Hobbit, 44).

Los trolls representan el primer encuentro del hobbit con unas criaturas propias de Fantasía;

aunque Bilbo sea un extraño en ese mundo y no sepa muchas cosas acerca de él,

rápidamente reconoce que se trata de seres monstruosos: “Trolls sin ninguna duda. Aun

Bilbo, a pesar de su vida retirada, podía darse cuenta: las grandes caras toscas, la estatura, el

perfil de las piernas, por no hablar del lenguaje que no era precisamente el que se escucha en

un salón de invitados” (Hobbit, 45). Al encontrarse con los trolls, se espera que Bilbo asuma

un papel muy distinto al del hobbit que vive una “vida retirada”; los trolls son criaturas que

no pertenecen al mundo burgués de los hobbits y al enfrentarse con ellos, el mismo Bilbo

sabe que debe actuar como un saqueador nocturno y no como el hobbit acomodado del

comienzo. Bilbo reconoce, en este sentido, que existe una expectativa heroica a su

alrededor:

Un saqueador legendario y realmente de primera clase, en esta situación habría

metido mano a los bolsillos de los trolls (algo que casi siempre vale la pena, si

consigues hacerlo), habría sacado el carnero de los espetones, habría arrebatado

la cerveza y se hubiera ido sin que nadie se enterase. Otros más prácticos, pero con

menos orgullo profesional, quizá habrían clavado una daga a cada uno de ellos

antes de que se dieran cuenta (Hobbit, 45-46). 35

aventura de una manera mucho más comprensible para el lector. 35 A pesar del miedo que los trolls le producen, Bilbo decide tratar de robarlos, buscando demostrar que no

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No obstante, cuando Bilbo pretende actuar como un saqueador legendario y demostrar que

puede desenvolverse en la aventura, descubre que no sólo no es capaz de hacerlo sino que,

además, no sabe nada del mundo que lo rodea: “Los sacos de los trolls son engañosos, y

este no era la excepción. -¡Eh!, ¿quién eres tú? -chilló el saco en el momento en que dejaba

el bolsillo, y Guille dio una rápida vuelta y tomó a Bilbo por el cuello antes de que el hobbit

pudiera refugiarse detrás del árbol” (Hobbit, 46). Al estar cara a cara con los trolls, el hobbit

pierde la compostura, muestra toda su inexperiencia y cobardía y vuelve a ser el personaje

acomodado y burgués del comienzo de la novela: “yo mismo cocino bien, y soy mejor

cocinero que cocinado, si entienden lo que quiero decir. Les prepararé un hermoso

desayuno, un desayuno perfecto si no me comen en la cena” (Hobbit, 47).

La primera aventura de Bilbo es para él un total fracaso. En ella se ve claramente cómo el

hobbit es un individuo muy pequeño en medio de un mundo enorme; por más esfuerzos que

éste haga, no puede derrotar a un troll que fácilmente puede mandarlo a volar de una patada:

“Bilbo hizo todo lo que pudo. Se aferró de algún modo a una pierna de Tom -era gruesa

como el tronco de un árbol joven-, pero lo enviaron dando vueltas hasta la copa de unos

arbustos, mientras que Tom pateaba las chispas hacia la cara de Thorin” (Hobbit, 49). El

fracaso de Bilbo es total, pues conduce al desastre a toda la compañía de aventureros, los

enanos son atrapados y van a ser cocinados, mientras que el hobbit es físicamente incapaz de

es tan inútil como parece y que puede actuar como un héroe: “hubiera querido encontrarse a cien millas de distancia, y sin embargo... sin embargo no podía volver con las manos vacías” (Hobbit, 46).

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ayudarlos: “y Bilbo en lo alto de un arbusto, con la piel y las vestiduras rasgadas, no

atreviéndose a intentar un movimiento, por miedo de que lo oyeran” (Hobbit, 50).36

Ante el fracaso de Bilbo como saqueador, ante su incapacidad para actuar como un

aventurero, es Gandalf quien debe asumir el papel de héroe y rescatar a los enanos. Mientras

que Bilbo demuestra su incompetencia, el mago afronta con gran astucia y tranquilidad la

aventura de los trolls y salva a los enanos de sus garras: “-¡Excelente! -dijo Gandalf,

mientras aparecía desde detrás de un árbol y ayudaba a Bilbo a descender de un arbusto

espinoso. Entonces Bilbo entendió. Había sido la voz del brujo la que había tenido a los

ogros discutiendo y peleando por naderías hasta que la luz asomó y acabó con ellos”

(Hobbit, 52). En el primer encuentro de los aventureros con Fantasía, es claro que el único

capaz de enfrentarse con ese mundo sería un personaje heroico como Gandalf; un personaje

que a diferencia del hobbit es capaz de afrontar y vencer los peligros de la aventura: “-¡Qué

el amanecer caiga sobre todos y sea piedra para vosotros!” (Hobbit, 51).

A lo largo de la primera parte de la novela, es entonces evidente para el lector la incapacidad

del hobbit para desenvolverse en el escenario elevado que representa la aventura; al final de

la escena, las dudas de los enanos acerca de las capacidades de Bilbo como saqueador

parecen verse plenamente confirmadas: “-¡Tiempo tonto para andar practicando el arte de

birlar y desvalijar bolsillos! -dijo Bombur-. Todo lo que queríamos era comida y lumbre”

(Hobbit, 52). A lo largo de la primera aventura del hobbit, la novela plantea claramente la

36 Si toda la aventura se abre con los viajeros, en especial el hobbit esperando encontrar algo para comer, si el hobbit se ofrece para preparar el desayuno de los trolls, al final los papeles se invierten y son los

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problemática del hombre ordinario enfrentado en medio de un mundo de Fantasía; Bilbo ha

demostrado que no puede asumir el papel de un saqueador legendario y que, finalmente, se

encuentra totalmente indefenso ante los peligros del camino que conduce hacia la Montaña

Solitaria .

II.2 El héroe y el antihéroe

Al señalar cómo Bilbo rompe con la expectativa heroica que genera el mundo de Fantasía

que lo rodea, implícitamente estamos proponiendo una contraposición entre el personaje

heroico y ese personaje antiheroico. Bilbo no sólo se enfrenta con un espacio elevado, sino

con una imagen determinada de lo que es un héroe y cómo se desenvuelve en dicho espacio.

En este sentido, para comprender a Bilbo como un personaje antiheroico es fundamental

verlo en relación no sólo con el mundo heroico, sino con los héroes que lo habitan y que a

diferencia del hobbit son capaces de desenvolverse en ese espacio lleno de peligros. Esta

contraposición se da de manera natural en la novela con Gandalf el mago. Cuando éste se

encuentra con Bilbo por primera vez al comienzo del libro, es evidente que se plantea un

contraste entre el carácter anitheroico del uno y el carácter aventurero del otro:

Una mañana de hace tiempo en la quietud del mundo, cuando había menos ruido y

más verdor, y los hobbits eran todavía numerosos y prósperos, y Bilbo Bolsón

estaba de pie en la puerta del agujero, después del desayuno, fumando una enorme

aventureros los que se convierten en la posible comida de los monstruos.

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y larga pipa de madera que casi le llegaba a los dedos lanudos de los pies (bien

cepillados), Gandalf apareció de pronto. ¡Gandalf! Si sólo hubieseis oído un cuarto

de lo que yo he oído de él, y he oído sólo muy poco de todo lo que hay que oír,

estaríais preparados para cualquier especie de cuento notable (Hobbit, 13).

Bilbo y Gandalf son personajes que tienen visiones muy diferentes de la vida. Bilbo está más

allá de los afanes del mundo heroico que lo rodea, su visión de la vida es una visión mucho

más sencilla que la del mago (quizás más limitada), donde lo fundamental es la tranquilidad y

la comodidad: “¡Si lleváis una pipa encima, sentaos y tomad un poco de mi tabaco! ¡No hay

prisa, tenemos todo el día por delante!” (Hobbit, 14). Gandalf, por el contrario, proviene de

un mundo de grandes hazañas, de grandes hechos y proezas; mientras que el hobbit propone

detenerse a fumar plácidamente, el mago señala que no tiene tiempo que perder, pues se

encuentra planeando una aventura: “Pero esta mañana no tengo tiempo para anillos de

humo. Busco a alguien con quien compartir una aventura que estoy planeando, y es difícil

dar con él” (Hobbit, 15).37

Desde luego, es alrededor de la aventura que las diferencias entre el mago y el hobbit se

hacen más evidentes. Mientras que Gandalf aparece desde el comienzo como una figura

heroica montando su caballo blanco, Bilbo aparece como un personaje casi ridículo: “Bilbo

llevaba un capuchón de color verde oscuro (un poco ajado por el tiempo) y una capa del

37 Gandalf y Bilbo incluso manejan un lenguaje diferente; cuando el hobbit saluda a Gandalf con la fórmula tradicional “-¡Buenos días!”, éste parece un poco desconcertado ante ella e interroga al hobbit acerca de su significado “–¿Qué quieres decir? –preguntó-. ¿Me deseas un buen día, o quieres decir que es un buen día, lo quiera yo o no; o que hoy te sientes bien; o que es un día en el que conviene ser bueno”. El hobbit responde sencillamente: “Todo eso a la vez” (Hobbit, 14).

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mismo color que Dwalin le había prestado. Le quedaban muy grandes, y tenía un aspecto

bastante cómico” (Hobbit, 40). Incluso antes de encontrarse con los trolls, Bilbo es incapaz

de asumir el papel de un verdadero aventurero, pues no tiene idea de aquello con lo que se

enfrenta; Gandalf, por el contrario, reconoce desde el comienzo el verdadero significado y

los peligros de una aventura y está preparado para lo peor: “Sabía que algo inesperado podía

ocurrir, y apenas se atrevía a desear que no tuvieran alguna aventura horrible en aquellas

grandes y altas montañas” (Hobbit, 66).

Al ver por primera vez las montañas es claro que Bilbo, a diferencia del mago, nunca ha

contemplado algo similar y que no sabe lo que le espera al tratar de cruzarlas: “-¿Es aquella

la Montaña?- preguntó Bilbo con voz solemne, mirándola con asombro. Nunca había visto

antes algo tan enorme. -¡Desde luego que no! -dijo Balin-. Esto es sólo el principio de las

Montañas Nubladas...” (Hobbit, 55). Mientras que Gandalf conoce perfectamente el terreno

por el que se mueven los viajeros, Bilbo conoce tan poco de ese mundo, que no puede

menos que quedar asombrado e incluso asustado por su inmensidad: “Bilbo nunca había

visto o imaginado nada semejante. Estaban muy arriba en un lugar estrecho, y a un lado un

precipicio espantoso caía sobre un valle sombrío. Allí pasaron la noche, al abrigo de una

roca; Bilbo tendido bajo una manta y temblando de pies a cabeza” (Hobbit, 67).

Cuando los trasgos aparecen en la cueva donde los viajeros duermen, las reacciones del

hobbit y el mago son totalmente diferentes. Bilbo, sorprendido y asustado por la aparición

de los monstruos, no puede hacer otra cosa que lanzar un grito de terror muy parecido al

que lanza en el agujero hobbit al escuchar que quizás no regrese de su aventura: “Por

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supuesto, lanzó un chillido estridente, tanto como puede llegar a serlo un chillido de hobbit,

bastante asombroso si tenemos en cuenta el tamaño de estas criaturas” (Hobbit, 69). Bilbo

actúa como lo haría cualquier hombre ordinario a quien sorprenden unas criaturas

monstruosas en medio de una tormenta. Gandalf, por el contrario, alertado por el grito del

hobbit, se enfrenta con los trasgos y consigue escapar, para luego regresar a rescatar a los

aventureros.

Afuera saltaron los trasgos, trasgos grandes, trasgos enormes de cara fea,

montones de trasgos, antes que nadie pudiera decir ‘peñas y breñas’. Había por lo

menos seis para cada enano, y dos más para Bilbo; y los apresaron a todos y los

llevaron por la hendedura, antes que nadie pudiera decir ‘madera y hoguera’. Pero

no a Gandalf. Eso fue lo bueno del grito de Bilbo. Lo había despertado por

completo en una décima de segundo, y cuando los trasgos iban a ponerle las manos

encima, hubo un destello terrorífico como un relámpago en la cueva, un olor como

de pólvora, y varios cayeron muertos (Hobbit, 69-71).

Incapaz de escapar de sus captores, como el mago, Bilbo debe sufrir una traumática

experiencia a manos de los trasgos, mientras los conducen al interior de la montaña; el

hobbit se siente totalmente desgraciado, pero lo único que puede hacer es pensar en su

lejano hogar: “Bilbo se sentía cada vez más desgraciado aún que cuando el troll lo había

levantado tirándole de los dedos de los pies. Una y otra vez se encontraba añorando el

agradable y reluciente agujero-hobbit” (Hobbit, 71). Cuando los trasgos capturan a los

enanos, no hay ninguna intención por parte de Bilbo de escapar o hacer nada heroico, como

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cuando se encuentra con los trolls; Bilbo se convierte en un personaje que pierde cualquier

protagonismo y se queda detrás de los demás (literalmente): “Todos se reían, pateaban y

batían palmas, cuando los enanos (con el pobrecito Bilbo detrás y más al alcance de los

látigos) llegaron corriendo mientras los trasgos que los arreaban daban gritos y chasqueaban

los látigos detrás” (Hobbit, 71).38

Mientras que Bilbo aparece totalmente apabullado y dominado por la situación, Gandalf se

convierte en el gran héroe de la aventura en las Montañas. Cuando los enanos y el hobbit

sean conducidos donde el Gran Trasgo y parezca que no tienen posibilidad de salvación,

Gandalf reaparece y le da muerte heroicamente con la espada mágica de los elfos: “De

repente una espada destelló con luz propia. Bilbo vio que atravesaba de lado a lado al Gran

Trasgo, mudo de asombro y furioso a la vez” (Hobbit, 75). Si bien Gandalf no participa de

la muerte del dragón, que es la gran gesta heroica de la novela, al matar al Gran Trasgo, el

mago está recreando la imagen tradicional del guerrero que se convierte en un héroe al

derrotar a una criatura monstruosa: “Por supuesto, era Gandalf (...). Volvió a sacar la

espada, y una vez más la hoja destelló en la oscuridad; ardía con una furia centellante si

había trasgos alrededor, y ahora brillaba como una llama azul por el deleite de haber matado

al gran señor de la cueva” (Hobbit, 75).

De la misma manera que Gandalf actúa como un héroe al rescatar a los enanos, Bilbo se

presenta como un personaje totalmente inútil a lo largo de la escena del rescate; mientras

38 Si en el episodio de los trolls Bilbo pretende asumir el papel de héroe (de saqueador legendario) aunque no lo logra, al enfrentarse con los trasgos parece haber desistido en sus aspiraciones y haber asumido

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escapan de los trasgos el hobbit demuestra una y otra vez su incompetencia como

aventurero y se convierte literalmente en una carga para los enanos: “como el pobre Bilbo

no podía seguirles el paso -pues los enanos son capaces de correr más deprisa, os lo

aseguro, cuando tienen que hacerlo- se turnaron llevándolo a hombros” (Hobbit, 76). En

toda la aventura el hobbit es totalmente incapaz de defenderse solo y de seguirle el paso al

mago; mientras éste se dispone a cumplir con la teoría del coraje y lanzarse contra los lobos,

el hobbit es incapaz siquiera de escapar del peligro: “¿Y Bilbo? No pudo subir a ningún

árbol, y corría de un tronco en otro, como un conejo que no encuentra su madriguera

mientras un perro lo persigue mordiéndole los talones” (Hobbit, 110).

Al final se vuelve a plantear el problema central del antihéroe, el problema del hombre

ordinario que se enfrenta con un escenario elevado. A lo largo de toda la primera parte de la

novela (desde que dejan el agujero hobbit hasta la aventura en las montañas) el hobbit da

una clara imagen de la incapacidad del antihéroe para desenvolverse en un mundo heroico de

Fantasía. En esas primeras aventuras, es evidente cómo Bilbo actúa de una manera muy

diferente a como lo haría un héroe, obteniendo resultados no del todo satisfactorios. Los

primero capítulos de El hobbit ponen en duda la posibilidad del hombre ordinario para

internarse en el mundo de la novela y la posibilidad misma de romper con la expectativa

heroica que éste plantea:

-¡Por qué, oh por qué habré dejado mi agujero-hobbit! -decía el pobre señor

Bolsón, mientras se sacudía hacia arriba y abajo sobre la espalda de Bombur.

plenamente su carácter antiheroico (representado por el anhelo de volver a su casa).

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“-¡Por qué, oh por qué habré traído a este pobrecito hobbit a buscar el tesoro!” -

decía el desdichado Bombur que era gordo, y se bamboleaba mientras el sudor le

caía en gotas de la nariz a causa del calor y el terror” (Hobbit, 76).

En este sentido, debemos preguntarnos, ¿por qué poner a un personaje como Bilbo, a un

personaje anitheroico, en medio de un enorme mundo de Fantasía? Este es el problema que

nos queda por resolver.

**

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TERCERA PARTE

UN SIMPLE INDIVIDUO EN UN MUNDO ENORME:

EL HOBBIT Y EL MUNDO DE FANTASÍA

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I. ACERTIJOS Y ARAÑAS: EL HOBBIT COMO AVENTURERO

Gracias a la aventura de Bilbo, Tolkien consigue poner en contacto al hombre ordinario con

el mundo de Fantasía. Aunque en un primer momento parece que el hobbit no es capaz de

enfrentarse con ese mundo, a través de las incomodidades y peligros de la aventura Bilbo

descubre un valor y unas capacidades que ni siquiera él mismo sabe que posee: “Esta es la

historia de cómo un Bolsón tuvo una aventura, y se encontró a sí mismo haciendo y diciendo

cosas por completo inesperadas. Podría haber perdido el respeto de los vecinos, pero ganó...

Bueno, ya veréis si al final ganó algo” (Hobbit, 12). Como señala el narrador, a medida que

se desarrolla la novela, el hobbit se transforma en un personaje cada vez más aventurero,

demostrando cómo el hombre ordinario puede, a pesar de todo, entrar en el mundo de

Fantasía.

El hobbit es una novela que sigue el esquema tradicional del relato heroico, en el cual el

héroe deja su hogar para internarse en un espacio desconocido y peligroso donde debe

superar una serie de aventuras, en las cuales prueba su carácter heroico: “Una vez

atravesado el umbral, el héroe se mueve en un paisaje de sueño poblado de formas

curiosamente fluidas y ambiguas, en donde debe pasar por una serie de pruebas. Ésta es la

fase favorita de la aventura mítica” (Campbell, 94). No obstante, dado que quien las enfrenta

no es un personaje heroico, éstas pruebas adquieren un sentido diferente; no se trata, como

en el caso del héroe, de demostrar un valor y una fuerza garantizadas desde un primer

momento, sino de un proceso de descubrimiento de esas mismas cualidades.

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En el caso de Bilbo, este proceso de descubrimiento y transformación se da en dos

momentos fundamentales que buscaremos analizar a continuación. El primero de ellos es el

encuentro de Bilbo con Gollum, en el cual el hobbit empieza a descubrir sus habilidades y se

da cuenta que puede enfrentarse con los peligros del mundo de Fantasía; un momento

fundamentalmente de aprendizaje y crecimiento del personaje. El segundo momento se da

cuando los aventureros entran en el Bosque Negro y el hobbit debe demostrar ante ellos sus

capacidades como guerrero y saqueador, probando que está preparado para asumir el papel

de “saqueador legendario” y enfrentarse con el dragón.

I.1 Gollum y el anillo: Bilbo se transforma

El problema fundamental para Bilbo, sobre todo en los primeros capítulos de la novela, es su

aparente incapacidad para desenvolverse en un espacio heroico y aventurero como Fantasía.

Cuando el hobbit se pierde accidentalmente en medio del escape de los túneles trasgos y se

encuentra con Gollum, es él mismo quien señala su incapacidad para desenvolverse sin la

ayuda del mago o de los enanos en medio de ese mundo: “-Soy el señor Bilbo Bolsón. He

perdido a los enanos y al mago y no sé donde estoy, y tampoco quiero saberlo, si pudiera

salir” (Hobbit, 82).39 El encuentro con Gollum es, en este sentido, determinante para Bilbo,

pues le permite darse cuenta que, a pesar de ser un antihéroe, está en capacidad de

enfrentarse con el mundo de Fantasía y asumir el papel de aventurero.

39 Esta es la primera vez en la novela que Bilbo emprende una aventura sin la ayuda de nadie; la primera vez que está solo frente a frente con el mundo de Fantasía.

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Cuando el hobbit descubre que se ha quedado solo en medio de los túneles de los trasgos, se

ve obligado a asumir la aventura de una manera que no lo ha hecho hasta el momento.

Aunque su primera reacción, totalmente antiheroica, es buscar su pipa para ponerse a fumar,

“sólo el cielo sabe qué cosa hubiera podido caer sobre él atraída por el roce de las cerillas y

el olor del tabaco” (Hobbit, 79), al encontrarse con Gollum, el hobbit se ve obligado actuar

como un aventurero; cuando éste se le acerca y le pregunta qué es lo que tiene en las manos,

el hobbit a pesar del miedo le responde: “¡Una espada, una hoja nacida en Gondolin!”

(Hobbit, 82-83). El empuñar una espada, pone a Bilbo en un plano totalmente diferente al

del hombre ordinario en relación con la aventura; el hobbit cambia su bastón de viaje por una

espada y al hacerlo está asumiendo un rol mucho más activo ante el peligro que lo

amenaza.40

Al enfrentarse con Gollum, Bilbo se da cuenta que nadie va a venir a salvarlo y que, si quiere

escapar con vida, él mismo debe buscar la manera de derrotar a la criatura. Gollum pone a

Bilbo en una situación tal que éste debe aceptar su reto si no quiere que lo devore. Al

aceptar competir con Gollum en un duelo de acertijos, Bilbo está asumiendo

inconscientemente el papel de aventurero; está aceptando, a pesar de ser un antihéroe, un

reto en el cual se juega la vida, un combate de astucia con una criatura monstruosa

40 A lo largo del relato son Gandalf y Thorin, ambos personajes heroicos, quienes llevan las espadas mágicas y las usan para luchar con los distintos monstruos que encuentran. Estas espadas provienen del mundo de Fantasía y son un signo del heroísmo de los personajes: “En esta, Thorin, las runas dicen Orcrist, la Hiende Trasgos en ancestral lengua de Gondolin; fue una hoja famosa. Esta, Gandalf, fue Glamdring, la Martilla Enemigos, que una vez llevó el rey de Gondolin. ¡Guardadlas bien!” (Hobbit, 62). En este sentido, la espada de Bilbo, aunque es apenas una daga, es un signo de que el hobbit está preparándose para enfrentarse con los peligros de Fantasía.

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perteneciente al mundo de Fantasía y una aventura en la cual debe poner a prueba su ingenio

y habilidad:

¿Lo adivinó Fácilmente? ¡Tendría que competir con nosotros, preciosso mío! Si

preciosso pregunta y él no responde, nos lo comemos, preciosso mío. Si él pregunta

y no contestamos, haremos lo que él quiera, ¿eh? ¡Le enseñamos el camino de la

salida!

-De acuerdo -dijo Bilbo, no atreviéndose a discrepar y con el cerebro casi

estallándole mientras pensaba en un acertijo que pudiese salvarlo de la olla

(Hobbit, 83).

A través del duelo de acertijos, el hobbit descubre, para su sorpresa, que aunque carece de la

fuerza física o el coraje de un héroe, sí posee el ingenio y la suerte suficientes para vencer a

Gollum: “Por fortuna había oído algo semejante, y recobrando el ingenio, pensó en la

respuesta-. El viento, el viento, naturalmente -dijo, y quedó tan complacido que inventó en

el acto otro acertijo. ‘Esto confundirá a esta asquerosa criatura subterránea’, pensó”

(Hobbit, 84).41 A medida que el duelo se desarrolla, Bilbo se va volviendo un personaje

mucho más decidido y confiado, mucho más preparado para enfrentar el peligro; a pesar de

que Gollum se le empieza a acercar amenazadoramente, Bilbo es capaz de controlar su

41 El ingenio se convierte en uno de los rasgos fundamentales que permiten a Bilbo afrontar la aventura y convertirse en un aventurero; hace uso de él en el duelo de acertijos con Gollum, más adelante lo usa para engañar a las arañas y para rescatar a los enanos de la prisión de los elfos y, finalmente, lo usa cuando repite el duelo de acertijos con el dragón Smaug.

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miedo y retarlo valientemente para que responda el último de sus acertijos: “-¡Vamos! -dijo

Bilbo-. ¡estoy esperando! -Trató de parecer valiente y jovial, pero no estaba muy seguro de

cómo terminaría el juego, ya Gollum acertase o no” (Hobbit, 89).

Bilbo vence a Gollum y con esto demuestra que no es tan incapaz de afrontar una aventura;

sin embargo, éste no permite que el hobbit se salga con la suya tan fácilmente; al descubrir

que Bilbo tiene su anillo mágico, Gollum enloquece y se lanza sobre él para recuperarlo y

acabar definitivamente con el hobbit: “Gollum estaba de nuevo en el bote, remando como

desesperado de vuelta a la orilla; y tal era la rabia por la pérdida y la sospecha que tenía en el

corazón, que ya no le atemorizaba ninguna espada” (Hobbit, 93). Bilbo ha demostrado su

ingenio, pero ahora debe combatir con un Gollum que está decidido a matarlo, un enemigo

que ya no puede vencer, a pesar de ser un personaje más confiado y de tener la espada.

Bilbo decide escapar corriendo de la furiosa criatura y en medio de la huida se da un suceso

fundamental para el hobbit, el descubrimiento del poder del anillo.

‘Que tengo yo, me pregunto’ se dijo, mientras avanzaba jadeando y tropezando. Se

metió la mano izquierda en el bolsillo. El anillo estaba muy frío cuando se le

deslizó de pronto en el dedo índice, con el que tanteaba buscando (...)

En un momento Gollum estuvo sobre él. Pero antes que Bilbo pudiese hacer algo,

recuperar el aliento, levantarse o esgrimir la espada, Gollum pasó de largo sin

prestarle atención, maldiciendo y murmurando mientras corría (Hobbit, 93).

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El saber que el anillo, que ha encontrado por pura casualidad en los túneles de los trasgos,

permite a quien lo usa volverse invisible, afecta claramente la manera como el hobbit asume

la aventura; dice Shippey que el anillo, “es algo así como un ‘Ecualizador’. (...) Antes de

tenerlo, era prácticamente un fardo que había que cargar, y su apelativo ‘saqueador’ no era

sino un motivo de vergüenza incluso para sí mismo. Con el anillo puede tomar parte activa”

(CTM, 102).42 El anillo le otorga a Bilbo una habilidad invaluable que le permite entrar en el

mundo de Fantasía y que lo convierte, en alguna medida, en el personaje de uno de los

“antiguos relatos” que hablan acerca de ese mundo: “Tenía en la cabeza un torbellino de

asombro y esperanza. Parecía que el anillo que llevaba era un anillo mágico: ¡te hacía

invisible! Había oído de tales cosas, por supuesto, en antiguos relatos; pero le costaba creer

que en realidad él, por accidente, había encontrado uno” (Hobbit, 95).

Gracias al anillo Bilbo puede escapar de Gollum y enfrentarse con él de una manera

totalmente distinta; el hobbit ya no se encuentra indefenso ante la criatura y está dispuesto a

luchar con ella como lo haría un aventurero: “Tenía que luchar. Tenía que apuñalar a la

asquerosa criatura, sacarle los ojos, matarla. Quería matarlo a él” (Hobbit, 96). Por otro

lado, el hobbit ve ahora a Gollum de una manera muy diferente; Bilbo se da cuenta de cuán

solo y desesperado debe encontrarse Gollum, tal como él lo estuvo al comienzo, y que

matarlo no sería una acción justa, ahora que es él quien posee el anillo: “No, no sería una

lucha limpia. El era invisible ahora. Gollum no tenía espada. No había amenazado matarlo, o

42 El narrador mismo parece reconocer la importancia del anillo dentro del cambio que se opera en el personaje de Bilbo cuando describe su descubrimiento en los túneles de los trasgos al comienzo del capítulo 5: “y se arrastró largo trecho hasta que de pronto tocó con la mano algo que parecía un anillo pequeño, frío y metálico, en el suelo del túnel. Este iba a ser un momento decisivo en la carrera de Bilbo, pero él no lo sabía” (Hobbit, 78).

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no lo había intentado aún. Y era un ser miserable, solitario, perdido” (Hobbit, 97). Al final,

Bilbo decide perdonarlo y en lugar de acabar con él, salta temerariamente sobre su cabeza

hacia la oscuridad:

Todos estos pensamientos se le cruzaron como un relámpago, como animado por

una energía y una resolución nuevas, saltó hacia delante.

No un gran salto para un hombre, pero un salto a ciegas. Saltó directamente sobre

la cabeza de Gollum, a una distancia de siete pies y tres de altura; por cierto, y no

lo sabía, apenas evitó que se le destrozara el cráneo contra el arco del túnel

(Hobbit, 97).

Al saltar sobre Gollum, Bilbo está realizando un acto propio de un personaje mucho más

valiente, capaz y confiado, que el hobbit perdido del comienzo de la aventura. Se trata de un

salto que para un hombre ordinario es casi heroico, un salto hacia el peligro y hacia lo

desconocido. Bilbo comienza a darse cuenta de que, a pesar de todo, tiene la posibilidad de

asumir el papel de un verdadero aventurero: “-¡Y aquí está el saqueador! -dijo Bilbo

adelantándose entre ellos y quitándose el anillo” (Hobbit, 103). A lo largo de la escena se da

un proceso de transformación del personaje en un aventurero; a medida que el hobbit avanza

en su aventura se opera en él un cambio gradual que lo lleva a descubrir una serie de

cualidades que, aunque no sea un héroe, le permiten desenvolverse en el mundo de Fantasía.

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I.2 En el Bosque Negro: El hobbit como guerrero y ladrón

Al escapar de los túneles trasgos, Bilbo ha demostrado que puede convertirse en un

aventurero e internarse en el mundo de Fantasía; sin embargo, está aún muy lejos de ser el

saqueador legendario que los enanos buscan y que está en capacidad de enfrentarse

finalmente con el dragón. Bilbo aún debe demostrar, a los enanos y al lector, que no sólo

cuenta con un anillo mágico, suerte e ingenio, sino que además posee el valor y la habilidad

propias de un aventurero y que puede actuar como un verdadero guerrero y saqueador:

“Eres tú quien desde ahora tendrá que cuidar a estos enanos en mi lugar. -Gandalf rió”

(Hobbit, 148). Esta prueba de las habilidades de Bilbo se da en dos momentos a lo largo de

la aventura en el Bosque Negro: El combate con las arañas, en el cual se prueba como

guerrero, y el escape de las mazmorras de los elfos, en el que demuestra que es un

saqueador.

Veamos, en primer lugar, la escena de las arañas; cuando los enanos desaparecen en la

noche debido al hechizo de los elfos, Bilbo vuelve a encontrarse solo en medio de los

peligros del mundo de Fantasía, sólo que ahora no es él, sino los enanos quienes están

perdidos: “Pero los gritos de los otros fueron haciéndose más lejanos y débiles y aunque al

cabo de un rato le pareció que se habían transformado en aullidos y distantes llamadas de

socorro, todos los sonidos murieron al fin, y Bilbo se quedó sólo en una oscuridad y un

silencio completos” (Hobbit, 164). Al despertar y encontrarse con la araña gigante, Bilbo no

tiene otra salida que luchar con ella; y aunque al comienzo parece que el hobbit está perdido,

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rápidamente toma su espada y logra dar muerte a la araña. Al hacerlo el hobbit está

asumiendo plenamente el papel heroico del matador de monstruos:

Rechazó a la criatura con las manos -estaba intentando envenenarlo para

mantenerlo quieto, como las arañas pequeñas lo hacen con las moscas -hasta que

recordó la espada y la desenvainó. La araña dio un salto atrás y Bilbo tuvo tiempo

para cortar las ataduras de las piernas. Ahora le tocaba a él atacar. Era evidente

que la araña no estaba acostumbrada a cosas que tuviesen a los lados tales

aguijones, o hubiese escapado mucho más aprisa. Bilbo se precipitó sobre ella

antes que despareciese y blandiendo la espada la golpeó en los ojos. Entonces la

araña enloqueció y saltó y danzó y estiró las patas en horribles espasmos, hasta que

dando otro golpe Bilbo acabó con ella. Luego se dejó caer, y durante largo rato no

recordó nada más (Hobbit, 165).

Aunque no se trata de una hazaña como las que realizan Beorn o Gandalf, el matar a la

araña sin ayuda de nadie, se convierte en una prueba definitiva de las habilidades de Bilbo:

“Por alguna razón matar a la araña gigante, él, totalmente solo, en la oscuridad, sin la ayuda

del mago o de los enanos o de cualquier otra criatura, fue muy importante para el señor

Bolsón” (Hobbit, 166). A pesar de tratarse de un antihéroe, de un hombre ordinario, ante la

inminencia del peligro, Bilbo se convierte en un personaje valeroso y decidido; aunque en un

comienzo está aterrorizado y ni siquiera se acuerda de sacar su espada, al final el hobbit es

capaz de vencer su miedo y, actuando como lo haría un guerrero, acaba con su atacante.

Este acto de valor y destreza cambia radicalmente la manera en que Bilbo se ve a sí mismo:

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“Se sentía una persona diferente, mucho más audaz y fiera a pesar del estómago vacío,

mientras limpiaba la espada en la hierba y la devolvía a la vaina” (Hobbit, 166). 43

Una vez muerta la araña, Bilbo rápidamente se da cuenta que es él quien debe rescatar a sus

amigos y que para hacerlo tiene que actuar como un aventurero valiente e ingenioso y

encargarse del resto de ellas: “Se le ocurrió la idea de alejar más y más a las arañas de los

enanos, si podía, y hacer que se sintieran perplejas, excitadas y enojadas, todo a la vez”

(Hobbit, 169).44 A lo largo del rescate de los enanos, el hobbit asume plenamente ese papel

de aventurero y guerrero; sabe que puede combatir con las arañas y que puede vencerlas y lo

hace a lo largo de toda la escena: “Las cosas parecían haber empeorado otra vez, cuando de

pronto Bilbo reapareció e inesperadamente atacó desde un lado a las asombradas arañas. -

¡Seguid! ¡Seguid! -gritó-. ¡Yo seré quien clave el aguijón!” (Hobbit, 174). Finalmente,

cuando Bombur está indefenso en el suelo, en medio de una cantidad de insectos, Bilbo

desprecia el peligro y salta desesperadamente a su rescate:

De repente Bilbo cayó en la cuenta de que algunas arañas se habían reunido

alrededor del viejo Bombur, sobre el suelo, lo habían atado otra vez y lo estaban

llevando a rastras. Dio un grito y acuchilló a las bestias que tenía delante. Las

43 Al terminar la lucha Bilbo le da un nombre a su espada, poniéndola al mismo nivel de la Glamdring de Gandalf o la Orcrist de Thorin; el hobbit asume también en este sentido el papel del héroe de Fantasía que sale a la aventura armado con un arma famosa: “-Te daré un nombre -le dijo a la espada-. ¡Te llamaré aguijón!” (Hobbit, 166). 44 Bilbo no sólo engaña a las arañas sino que las reta a atraparlo, cosa que están en varios momentos a punto de lograr; la manera como Bilbo las reta, como se burla de ellas a pesar del peligro, señala cómo ahora es un personaje mucho más valiente e incluso temerario: “¡Araña gorda y vieja que hilas en un árbol! ¡Araña gorda y vieja que no alcanzas a verme! ¡Venenosa! ¡Venenosa! ¿No pararás? ¿No pararás tu hilado y vendrás a buscarme?” (Hobbit, 169).

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arañas retrocedieron en seguida, y Bilbo trepó y saltó desde el árbol, justo en

medio de las que estaban en el suelo. La pequeña espada era un tipo de aguijón que

no conocían. ¡Cómo se movía de acá para allá! La hoja brillaba triunfante cuando

traspasaba a las arañas. Seis de ellas murieron antes que el resto huyese y dejase a

Bombur en manos de Bilbo (Hobbit, 172-173).

El salto de Bilbo en medio de las arañas, recrea la imagen del salto de Gandalf para atacar a

los lobos y, en alguna medida, encarna la teoría del coraje; el hobbit arriesga su vida por el

enano y salta en su busca a pesar del peligro que representan los monstruos. Bilbo no sólo

asume el papel del mago como guerrero, sino que además ocupa su lugar como personaje

heroico. Al salvar a los enanos, Bilbo les demuestra claramente que se ha convertido en un

aventurero y que, además, es capaz de asumir el papel de guerrero, un papel reservado para

los personajes heroicos; cuando los enanos celebran sus hazañas, se trata de un claro

reconocimiento de la victoria de Bilbo en su primera prueba como aventurero: “En verdad lo

elogiaron tanto que Bilbo llegó a sentir que había algo en él de aventurero audaz, al fin y al

cabo, aunque se hubiese sentido aún mucho más audaz si hubiera tenido algo que comer”

(Hobbit, 176).45

No obstante, Bilbo aún deberá demostrar en una segunda prueba su habilidad como

saqueador, cuando los enanos sean atrapados por los elfos y sea de nuevo el hobbit quien

45 Una vez que Bilbo salva a los enanos de las arañas éstos lo ven de una manera totalmente diferente: “Por lo que podéis ver, habían cambiado mucho de opinión con respecto al señor Bolsón, y ahora lo respetaban de veras (tal y como había dicho Gandalf). Ya no refunfuñaban, y esperaban realmente que a Bilbo se le ocurriera algún plan maravilloso” (Hobbit, 175).

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deba rescatarlos. Desde el momento mismo en que los enanos son atrapados, el hobbit debe

asumir el rol de saqueador del que tanto se duda en un primer momento; Bilbo se ve

obligado a perfeccionar sus habilidades como ladrón, no sólo para evitar que lo capturen

sino también para lograr sobrevivir: “Si tenía la oportunidad de tomar una cena sin

invitación, esta vez no lo pensaría mucho; se había visto obligado a hacerlo durante mucho

tiempo, y ahora sabía demasiado bien lo que era tener verdadera hambre, y no sólo un

amable interés por las delicadezas de una despensa bien provista” (Hobbit, 198). El hobbit

ha cambiado desde que dejó su cómodo agujero y ahora es consciente que es mejor ser un

saqueador y robar la comida de los elfos que tener que morirse de hambre.

Asumir este papel resulta para el hobbit tan difícil como luchar con las arañas; Bilbo no sólo

debe vencer sus escrúpulos para poder sobrevivir, sino que además debe acostumbrarse a

vivir constantemente en peligro, temiendo en cualquier momento ser capturado: “¡Pobre

señor Bolsón!... Fue una larga y aburrida temporada la que pasó en aquél sitio, a solas, y

siempre oculto, nunca atreviéndose a sacarse el anillo, y apenas atreviéndose a dormir, aun

escondido en los rincones más oscuros y remotos que podía encontrar” (Hobbit, 182). El

hobbit sufre su temporada como saqueador en el palacio de los elfos mucho más que otras

de sus aventuras; su papel como saqueador le resulta incómodo y solitario, por no

mencionar peligroso. Al final, Bilbo ve su situación de una manera completamente trágica,

sin posibilidad alguna de escape o salvación: “Soy un saqueador que no puede escapar, y ha

de seguir saqueando miserablemente la misma casa día tras día” (Hobbit, 183).

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Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, Bilbo empieza a volverse mucho más osado

como saqueador, empieza a investigar los pasadizos del palacio de los elfos y descubre

finalmente en dónde están cautivos los enanos. El hobbit, a su pesar, se convierte de nuevo

en el encargado de salvar a los enanos tal como Gandalf lo anuncia en un comienzo: “Bilbo,

sin embargo, no se sentía tan optimista. No le gustaba que alguien dependiera de él, y

deseaba que el mago estuviera al alcance. Pero era inútil; quizá estaban separados por toda

la extensión del Bosque Negro. Se sentó y pensó y pensó, hasta que casi le estalló la cabeza”

(Hobbit, 185). El rescate de los enanos se convierte en la prueba definitiva de las habilidades

de Bilbo como saqueador; el momento en que el hobbit les demuestra a los enanos todo su

ingenio y habilidades como ladrón: “El hobbit se escurrió entonces en la bodega, y un

momento después el guardia jefe ya no tenía las llaves, mientras Bilbo trotaba tan rápido

como le era posible, a lo largo de los pasadizos, hacia las celdas” (Hobbit, 187).

Aunque el plan de Bilbo no resulte tan bien como éste lo piensa y esté a punto de quedarse

encerrado en el palacio de los elfos, al final el hobbit consigue guiar a los enanos a la libertad

y, aunque el narrador señala lo cómico que resulta el error que ha cometido, también deja en

claro qué tanto ha logrado el hobbit, a pesar de ser un antihéroe: “Seguro que ya os distéis

cuenta hace tiempo, y os habréis reído de él; pero no creo que hubierais conseguido ni la

mitad de lo que él consiguió” (Hobbit, 192). Bilbo se ha convertido en un verdadero

aventurero y le ha demostrado, tanto a los enanos como al lector, que no sólo puede

desenvolverse en el mundo de Fantasía, sino que además puede actuar como guerrero y

saqueador. Al final, es gracias a Bilbo que los enanos -y con ellos el lector- pueden alcanzar

su destino y observar finalmente la Montaña Solitaria: “-¡Bien! ¡Aquí estamos! -dijo Thorin-.

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Y supongo que tenemos que agradecerlo a nuestras estrellas y al señor Bolsón” (Hobbit,

203).

Bilbo demuestra a lo largo de sus aventuras, cómo al atreverse a entrar en el peligroso

mundo de Fantasía y al asumir su papel de aventurero, el hombre ordinario se transforma en

un personaje mucho más valiente y capaz de lograr grandes hazañas; se transforma en un

aventurero: “Gandalf lo miró. -¡Mi querido Bilbo! -dijo-. ¡Algo te ocurre! No eres el hobbit

que eras antes” (Hobbit, 312). De la misma manera, al seguir las aventuras del hobbit, el

lector sufre también una transformación; si el hobbit en un primer momento plantea la

problemática del lector frente al mundo de Fantasía, señalando su incredulidad e incapacidad

para desenvolverse en él, al convertirse en un aventurero está obligando al lector a revaluar

su posición frente a dicho mundo y frente al problema del hombre ordinario en medio de un

escenario elevado.

*

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II. BILBO, EL LECTOR Y FANTASÍA

La propuesta de Tolkien de un personaje antiheroico, implica una revaluación de las

posibilidades del hombre ordinario en medio de un mundo de Fantasía. A través de Bilbo se

demuestra que, gracias al contacto entre ambos, el hombre ordinario descubre que puede

convertirse en un aventurero y alcanzar la Montaña Solitaria. Gracias a esto la novela

cambia la manera como el lector mismo se aproxima a Fantasía; gracias a Bilbo el lector

descubre una nueva manera de aproximarse a dicho mundo, superando la distancia que

inicialmente los separa. En este último apartado señalaremos de qué manera se da esa

posibilidad de acercamiento entre el lector y el mundo de Fantasía y cómo, gracias al hobbit,

pueden resolverse los problemas del heroísmo y la distancia, en relación con el espacio de

ficción de la novela.

II.1 Bilbo y el dragón: El antihéroe y el problema del heroísmo

En un principio, el hobbit tiene el mismo problema del lector frente al heroísmo; cuando le

proponen embarcarse en un viaje hacia Fantasía, el hobbit no sabe cómo un hombre

ordinario como él o como el lector, alejado de cualquier noción o imagen heroica, podría

internarse en el espacio heroico de Fantasía. No obstante, hay algo en él que anhela partir en

pos de la aventura, un deseo por contemplar el mundo de Fantasía y asumir el papel de un

aventurero: “Entonces algo de los Tuk renació en él: el deseo de salir y ver las montañas

enormes, y oír los pinos y las cascadas, y explorar las cavernas, y llevar una espada en vez

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de un bastón” (Hobbit, 25). A pesar de ser un antihéroe, Bilbo demuestra que es capaz de

desenvolverse en ese mundo heroico; a medida que se desarrolla el viaje hacia la Montaña y

Bilbo se va convirtiendo en un verdadero aventurero, el lector ve cómo el hombre ordinario

puede, finalmente, entrar en el mundo de Fantasía y enfrentarse con el dragón.

Cuando Thorin describe al hobbit ante la Montaña Solitaria, da una última imagen de éste

que está muy alejada de la imagen inicial del personaje, cuando se nos presenta temeroso y

comodón sentado frente a su agujero-hobbit, en el primer capítulo de la novela. Es un

personaje más confiado, más seguro de sí mismo, conocedor del mundo de Fantasía y sus

peligros y, sobre todo, mucho más capaz de desempeñar el papel de saqueador para el que

fue contratado:

Ha llegado el momento de que nuestro estimado señor Bolsón, que ha probado ser

un buen compañero en nuestro largo camino, y un hobbit de coraje y recursos muy

superiores a su talla, y si se me permite decirlo, con una buena suerte que excede

en mucho la ración común, ha llegado el momento, digo, de que lleve a cabo el

servicio para el que fue incluido en la compañía; ha llegado el momento de que el

señor Bolsón gane su recompensa (Hobbit, 221).

Al final es evidente que, aunque es un personaje antiheroico, Bilbo está preparado para

confrontar al dragón; como señala el narrador, “ya era un hobbit muy distinto del que había

escapado corriendo de Bolsón Cerrado sin un pañuelo de bolsillo. No tenía un pañuelo de

bolsillo desde hacía siglos. Aflojó la daga en la vaina, se apretó el cinturón y prosiguió”

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(Hobbit, 222-223). La imagen de Bilbo internándose en las profundidades de la montaña en

busca de Smaug, señala claramente el cambio que ha sufrido; a pesar de que aún tiene miedo

de lo que pueda encontrar, el hobbit ahora tiene su anillo mágico, sabe manejar su espada y

es capaz de avanzar hacia el peligro con “expresión firme”. Bilbo ha asumido plenamente su

papel de aventurero y ahora tiene que demostrarlo con el dragón.

No obstante, el hobbit no es un personaje heroico; quien desciende a lo largo del túnel no es

un héroe. Es un hombre ordinario que enfrenta valientemente una situación terriblemente

peligrosa. El acto de valor de Bilbo es totalmente privado y subjetivo, es una lucha interna

en contra del miedo; la batalla del hobbit solo la conoce él mismo: “Seguir adelante fue la

mayor de sus hazañas. Las cosas tremendas que después ocurrieron no pueden

comparársele. Libró la verdadera batalla en el túnel, a solas, antes de llegar a ver el enorme y

acechante peligro” (Hobbit, 224). A diferencia de un personaje como Beorn, Bilbo no

desconoce el miedo, de hecho es a su propio miedo a lo que se enfrenta en el túnel, el miedo

a lo desconocido, el miedo al peligro, el miedo a no ser capaz de lidiar con el dragón. Su

noción del valor, como señala Shippey, es mucho más próxima para el lector:

Escenas como ésta nos recuerdan que ni siquiera el ‘Ecualizador’ de Samuel Colt

convertía a todos los hombres en héroes; tan sólo les daba la misma talla. También

proporcionan una pauta de comportamiento que no está muy lejos de la emulación

(nadie puede luchar con un dragón, pero todo el mundo puede combatir el miedo).

Sobre todo colocan bajo una luz más benigna esa clase de coraje -el coraje frío, el

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‘coraje moral’, el coraje de las dos de la madrugada-, que nuestra época está más

dispuesta a venerar (CTM, 104).

Lo que Bilbo demuestra al atreverse a llegar hasta la guarida de Samug, es que para

enfrentarse con él no es necesario ser un héroe, no es necesario desconocer el miedo, tener

una fuerza sobrehumana o poderes increíbles; basta con tener el valor suficiente, algo que

cualquiera puede tener. Aunque Bilbo posee el anillo y la espada, su hazaña puede ser

compartida por el lector, porque, como señala Tolkien: “el corazón es fuerte, aunque el

cuerpo sea débil” (SCH, 165), y eso es todo lo que se necesita para entrar en ese mundo

lleno de peligros y criaturas monstruosas como el dragón: “Había pasado de un sueño

intranquilo (en el que un guerrero, insignificante del todo en tamaño, pero provisto de una

afilada espada y de gran valor, actuaba de un modo muy poco agradable)” (Hobbit, 226).

En el encuentro del hobbit y el dragón, se resume el enfrentamiento del hombre ordinario

con el enorme mundo de Fantasía. Al entrar a la cueva de Smaug, Bilbo se encuentra con

toda la magnificencia, la maravilla y el peligro de ese mundo; sin embargo, el hobbit ya no

actúa como un simple hombre ordinario, no grita de terror como cuando le dicen que quizás

sea una aventura sin retorno y no despierta al dragón que duerme sobre su tesoro. Bilbo

actúa como lo haría un “saqueador legendario”, demostrando al lector que puede asumir el

papel de un héroe: “El dragón dormía encima, una horrenda amenaza aun ahora. Bilbo tomó

un copón de doble asa, de los más pesados que podría cargar y echó una temerosa mirada

hacia arriba. Smaug sacudió un ala, desplegó una garra, y el retumbe de los ronquidos

cambió de tono” (Hobbit, 225).

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Llegar hasta la guarida del dragón, robar la copa de oro de entre las agarras de éste y haber

sobrevivido señalan la prueba final de que el hombre ordinario, al igual que el lector, puede

emprender la aventura de Fantasía y puede enfrentarse con el dragón: “¡Lo hice! y esto les

demostrará quién soy. ¡Un tendero más que un saqueador, que se creen ellos eso! Bien, no

volverán a mencionarlo” (Hobbit, 225). Sin embargo, el problema del dragón permanece y,

aunque es evidente que Bilbo no tiene la fuerza y el coraje para vencer al dragón en un

combate mano a mano, es él quien debe buscar la manera de acabar con Smaug:

“Deshacerse de dragones es algo que no está para nada en mi línea, pero trataré de pensarlo

lo mejor que pueda” (Hobbit, 230).

Es por esto que Tolkien recurre a los acertijos, un juego en el que incluso el lector mismo

puede derrotar al dragón. Cuando Smaug le pregunta su nombre Bilbo, éste es lo

suficientemente astuto para saber que no puede revelárselo y le contesta mediante acertijos:

“Vengo de debajo de la colina, por debajo de las colinas y sobre las colinas me condujeron

los senderos. Y por el aire. Y soy el que camina sin ser visto. (...) Yo soy el descubre-

indicios, el corta-telarañas, la mosca del aguijón” (Hobbit, 232). En este juego el lector es

capaz de derrotar al dragón, en tanto conoce los significados de los acertijos de Bilbo; a

pesar de que habitan mundos diferentes, de que el lector nunca podría matar a Samug con

una flecha como lo hace Bardo, sí puede derrotarlo, tal como lo hace Bilbo, en una prueba

de ingenio: “-Yo soy el amigo de los osos y el invitado de las águilas. Yo soy el Ganador del

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89

Anillo y el Porta Fortuna; y yo soy el Jinete del Barril -prosiguió Bilbo comenzando a

entusiasmarse con sus acertijos” (Hobbit, 232).46

Es precisamente de esta manera que el hobbit mismo puede derrotar a Smaug; aunque varias

veces está a punto de ser vencido y sin querer revela que los Hombres del Lago lo ayudaron,

atrayendo sobre ellos la cólera del dragón, al final Bilbo consigue engañar a Smaug para que

le revele su punto débil: “-¡Deslumbrante y maravilloso! ¡Perfecto! ¡Impecable!

¡Asombroso! -exclamó Bilbo en voz alta, pero lo que pensaba en su interior era: ‘¡Viejo

tonto! ¡Ahí, en el hueco del pecho izquierdo hay una parte tan desnuda como un caracol

fuera de casa” (Hobbit, 236). Gracias al descubrimiento de Bilbo, Bardo logra matar al

dragón y, en este sentido, su intervención es fundamental para la culminación de la gesta

heroica de la novela. Al ayudar a vencer a Smaug, Bilbo obtiene para el hombre ordinario un

lugar en medio del mundo heroico, un lugar humilde, pero un lugar después de todo.

Una vez derrotado el dragón, Bilbo ha cumplido con su misión y se ha convertido en un

personaje plenamente aventurero, si no plenamente heroico. Aunque no sea un personaje

como Gandalf o Bardo, al final Bilbo puede verse como un pequeño héroe. Con Smaug

vencido, Bilbo puede asumir totalmente el papel del personaje heroico, como se ve cuando

se interna por tercera vez en el agujero del dragón y lo reta a acabar con él, un reto al que el

dragón ya no puede responder: “-¡Maldito seas, Smaug; tú, gusano! -chilló-. ¡deja de jugar

46 Si en un comienzo el hobbit casi cae presa de la trampa de Smaug, a medida que el diálogo se desarrolla Bilbo se va envalentonando cada vez más al punto de retarlo abiertamente: “Vinimos sobre la colina y bajo la colina, en la ola y el viento, por venganza, seguro que entiendes, oh Smaug el acaudalado invalorable, que con tu éxito te has ganado encarnizados enemigos” (Hobbit, 235).

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al escondite! ¡Dame una luz y después cómeme si eres capaz de atraparme” (Hobbit, 245).

El derrotar al dragón representa, como señalamos en el primer capítulo, la gran gesta

heroica de la novela y, en este sentido, es también el final del ascenso heroico del hobbit

dentro del mundo Fantasía:

-¡Señor Bolsón -dijo-. ¡Aquí tienes el primer pago de tu recompensa! ¡Tira tu viejo

abrigo y toma éste!

En seguida le puso a Bilbo una pequeña cota de malla, forjada para algún joven

príncipe elfo tiempo atrás. Era de esa plata que los elfos llaman mithril, y con ella

iba un cinturón de perlas y cristales. Un casco liviano que por fuera parecía de

cuero, reforzado debajo por unas argollas de acero y con gemas blancas en el

borde fue colocado sobre la cabeza del hobbit.

“Me siento magnífico”, pensó “pero supongo que he de parecer bastante ridículo.

¡Cómo se reirían allá en casa, en la Colina! ¿Con todo, me gustaría tener un espejo

a mano!” (Hobbit, 250).

Bilbo literalmente cambia sus hábitos, la vestimenta del antihéroe por el ropaje de un héroe,

la cota de malla de los príncipes elfos; el hobbit tiene ahora un lugar entre los grandes

personajes heroicos, que ahora ven al hobbit con un asombro renovado: “Bilbo estaba

sentado al calor de una hoguera delante de una tienda grande, y allí también sentados,

observándolo con curiosidad, estaban el Rey Elfo y Bardo. Un hobbit en armadura élfica,

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arropado en parte con una vieja manta, era algo nuevo para ellos” (Hobbit, 281). Si en un

comienzo la aventura irrumpe violenta y sorpresivamente en el mundo de Bilbo, ahora es él

quien irrumpe en el mundo de Fantasía de la novela y se enfrenta a Bardo y al rey elfo, dos

personajes claramente heroicos: “-Soy el señor Bilbo Bolsón -respondió el hobbit-,

compañero de Thorin, si deseáis saberlo. Conozco de vista a vuestro rey, aunque quizá él no

me reconozca. Pero Bardo me recordará y es a Bardo en especial a quien quisiera ver”

(Hobbit, 281).

Al final, es el mismo rey elfo quien reconoce el triunfo de Bilbo. El hobbit ha asumido el

papel de un héroe, ha realizado muchas cosas que, en un comienzo, sólo podrían ser

realizadas por un personaje heroico: Ha viajado desde su agujero hasta la guarida del

dragón, ha luchado con trolls, trasgos y arañas, robó a los elfos y al dragón y, finalmente,

colaboró en la liberación de la Montaña Solitaria. Después de todas sus aventuras, Bilbo ya

no puede verse como un hombre ordinario; a través de su contacto con Fantasía, se ha

convertido en un ser maravilloso, en un gran pequeño héroe. Ya no es simplemente el señor

Bolsón, ahora es Bilbo el Magnífico: “-¡Aceptaré tu presente, oh Bilbo el Magnífico! -dijo el

rey gravemente-. Y te nombro amigo del elfo y bienaventurado. ¡Que tu sombra nunca

disminuya (o robar te sería demasiado fácil)! ¡Adiós!” (Hobbit, 305).

Al ser reconocido como un aventurero e incluso como un héroe, Bilbo obliga al lector a

revaluar su apreciación acerca de que el espacio de Fantasía es un espacio reservado para los

héroes, de que solamente un héroe podría triunfar en la gesta heroica que propone la novela.

Por otro lado, el hobbit demuestra que es posible superar la cobardía y las limitaciones del

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hombre ordinario y hace que el lector cuestione también su posición frente al mundo de

Fantasía y los peligros que conlleva atreverse a entrar en él. La gran conquista del personaje

antiheroico es la conquista del heroísmo mismo, la posibilidad que tendría el hombre

ordinario de realizar una gran gesta heroica y asumir el papel de un héroe: “-¡Bien hecho,

señor Bolsón! -dijo, dando a Bilbo una palmada en la espalda-. ¡Hay siempre en ti más de lo

que uno espera! -Era Gandalf” (Hobbit, 283). En este sentido, a través de la aventura de

Bilbo, se posibilita la aproximación del lector al mundo de Fantasía.

II.2 Bilbo y Thorin: Una nueva percepción de Fantasía

Gracias a Bilbo, el lector puede acceder al mundo de Fantasía, superando el problema del

heroísmo. No obstante, dicho encuentro resulta problemático para éste, fundamentalmente

porque Fantasía se distancia, consciente y explícitamente de su propio mundo. Al seguir las

peripecias de Bilbo a lo largo de la novela, el lector se encuentra con un espacio ficcional

que está totalmente alejado de sus expectativas: Un mundo donde hay arañas gigantes,

anillos que vuelven invisible a la gente y una noción de heroísmo que le resulta totalmente

extraña. ¿Cómo puede aproximarse, entonces, a ese mundo?

La respuesta es, desde luego, a través del hobbit. El encuentro entre el lector y el espacio de

ficción de la novela está mediado por la perspectiva del hobbit, que determina la perspectiva

narrativa del relato. El narrador siempre está con él y es a través de él como tenemos un

conocimiento de los sucesos de la aventura; vemos lo que ve el hobbit y no vemos lo que

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éste no ve: “¡Las Aguilas! -gritó Bilbo otra vez, pero en ese momento una piedra cayó y le

golpeó con fuerza el yelmo, y el hobbit se desplomó y no vio nada más” (Hobbit, 297).47

Más aún, al final del relato hay una sugerencia acerca de que éste es un escrito del mismo

Bilbo que, una vez terminada sus aventuras, se dedica a escribirlas a manera de memorias:

“Una tarde otoñal, algunos años después, Bilbo estaba sentado en el estudio escribiendo sus

memorias -pensaba llamarlas Historia de una ida y de una vuelta. Las vacaciones de un

hobbit- cuando sonó la campanilla” (Hobbit, 314). 48

Gracias a Bilbo el lector tiene la oportunidad de internarse en el mundo que se anuncia desde

el Mapa de Thror, subir sus montañas, recorrer sus bosques y enfrentar sus peligros. De

alguna manera, el hobbit y el lector comparten el recorrido hacia la Montaña Solitaria y el

“país de las hadas” que la rodea; dice Tolkien en su descripción para la primera edición de El

hobbit: “Siguiendo el camino de este humilde aventurero, aprenderás (como él lo hizo) -si

aún no sabes acerca de todas estas cosas -mucho acerca de trolls, trasgos, enanos y elfos”

(Tomado de la edición de Anderson, contracarátula)49. Bilbo se convierte en un elemento

determinante en la manera como el lector se aproxima al mundo de Fantasía, en primer

lugar, en la medida en que éste articula la posibilidad misma del lector de entrar en contacto

47 Sólo una vez el narrador abandona la perspectiva predominante de Bilbo, cuando Thorin es capturado por los elfos y se presenta ante su rey: “y ahí tenemos que dejarlos por ahora, demasiado enfermos y débiles como para ponerse a vigilar o turnarse como centinelas” (Hobbit, 177). 48 El título que Bilbo da a su libro recrea el título rúnico del comienzo de la novela, “The hobbit or there and back again”, señalando cómo el manuscrito del hobbit es la fuente del relato mismo. En su descripción para la edición original de El hobbit, dice Tolkien: “Pero este recuento, basado en sus memorias personales, de ese año emocionante en la por otro lado tranquila vida del señor Bolsón, os dará una buena idea de esas estimables gentes que ahora (según se dice) se están volviendo poco conocidas” (Tomado de la edición de Anderson, contracarátula. La traducción es nuestra). 49 “In following the path of this humble adventurer, you will learn by the way (as he did) –if you do not already know all about these things- much about trolls, goblins, dwarves, and elves” (La traducción es nuestra).

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con él y, en segundo lugar, en tanto dicha aproximación se da a través de la perspectiva

privilegiada del hobbit: “Bilbo nunca olvidó cómo rodaron y resbalaron en el crepúsculo,

bajando por el sendero empinado y zigzagueante hasta entrar en el valle secreto de

Rivendel” (Hobbit, 57).

La novela sigue el proceso de descubrimiento del hobbit, que contempla por primera vez las

maravillas del mundo de Fantasía; el hobbit y el lector comparten el asombro del primero

cuando ve por primera vez a los elfos, cuando se enfrenta con las arañas o sencillamente

cuando contempla la inmensidad de ese nuevo territorio que está descubriendo: “¡El Lago

Largo! Bilbo nunca había imaginado que pudiera haber una extensión de agua tan enorme,

excepto el mar. Era tan ancho que las márgenes opuestas asomaban apenas a lo lejos, y tan

largo que no se veía el extremo norte, que apuntaba a la Montaña” (Hobbit, 200). La

perspectiva de Bilbo acerca de Fantasía es muy similar a la del lector, pues de un momento a

otro se encuentra internándose en un espacio extraño que nunca esperaría encontrar en su

cotidianidad: “Había leído de muchas buenas cosas que nunca había visto o nunca había

hecho. Estaba muy asustado, y disgustado también; hubiera querido encontrarse a cien millas

de distancia...” (Hobbit, 46).50

El hecho de que el lector y Bilbo se hallen en una posición similar facilita también la

aproximación del primero a la lógica de Fantasía; cuando Elrond habla de las runas lunares y

50 Los cuentos acerca de Fantasía son una referencia constante dentro de la novela. El mismo enfrentamiento con el dragón es dentro de Fantasía materia de historias y leyendas: “Aquello cambió la conversación, y todos empezaron a hablar de matanzas de dragones, históricas, dudosas y míticas; y de las distintas puñaladas, mandobles, estocadas al vientre, y las diferentes artes y estratagemas por las que tales hazañas habían sido llevadas a cabo” (Hobbit, 239).

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supone que todos saben a qué se refiere, hace falta que Bilbo pregunte “¿qué son las letras

lunares?” para que Elrond explique, tanto a él como al lector, de qué se trata: “-Las letras

lunares son letras rúnicas, pero que no se pueden ver -dijo Elrond-, no al menos

directamente. Sólo se las ve cuando la luna brilla por detrás, y en los ejemplos más

ingeniosos la fase de la luna y la estación tienen que ser las mismas que en el día en que

fueron escritas” (Hobbit, 63). La ignorancia de Bilbo, que refleja la ignorancia del lector,

permite que se expliquen muchos elementos desconocidos de Fantasía, sin perder la

coherencia interna de ese mundo; la perspectiva del hobbit es, en este sentido, la perspectiva

ideal para que el lector se adentre en él.51

Ahora bien, esta perspectiva es posible dentro de la novela, en tanto Bilbo es un personaje

que se encuentra a medio camino entre el espacio maravilloso, noble y heroico de Fantasía y

el mundo moderno, lógico y prosaico del lector. De hecho, lo que demuestra la novela es

precisamente la posibilidad de que esos dos mundos se encuentren alrededor del personaje

del hobbit. Al ser un hombre ordinario que se enfrenta con un escenario heroico, el hobbit es

capaz de expresar, dentro de los límites del relato, el problema de la distancia entre el lector

y Fantasía y, a la vez, es capaz de solucionarlo. Como señala Shippey:

Su respuesta ante tal dificultad es Bilbo Bolsón el hobbit, el anacronismo, un

personaje cuyo papel inicial al menos es decididamente el de mediador. El

51 El conocimiento que el hobbit tiene de Fantasía es muchas veces menor que el que puede tener el lector; a pesar de estar en medio de ese mundo el hobbit se haya totalmente aislado de él, lo que hace que su conocimiento del mismo sea muy limitado: “-Pues a mí me parece un agujero bastante grande -chillo Bilbo que nada sabía de dragones, y en cuanto a agujeros sólo conocía los de los hobbits. (...) ¿Cómo una puerta tan grande pudo haber sido un secreto para todo el mundo, aun sin contar al dragón?” (Hobbit, 30-31).

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representa y con frecuencia expresa las opiniones e incapacidades modernas, (...).

Y sin embargo tiene un lugar en el mundo antiguo y se insinúa que (como nosotros)

todos su esfuerzos no pueden mantenerle del todo alejado del pasado (CTM, 95).

A través de la perspectiva antiheroica del hobbit, de los ojos incrédulos y sorprendidos de

Bilbo, Tolkien pone al mundo de Fantasía y las nociones de aventura y heroísmo bajo una

nueva luz: “No tengo ningún interés en tesoros guardados por dragones, y no me molestaría

que todo el montón se quedara aquí para siempre, si yo pudiese despertar y descubrir que

este túnel condenado es el zaguán de mi propia casa” (Hobbit, 223).52 En este sentido, se

plantea un contraste entre la perspectiva de Bilbo y la expectativa heroica del mundo que lo

rodea; si para un héroe la aventura es el espacio para probar su valía, para el hobbit ésta es

vista negativamente en oposición a una vida tranquila y cómoda: “Se imaginaba friendo

huevos y panceta en la cocina de su propia casa -pues alcanzaba a sentir, dentro de él, que

era la hora de alguna comida-, pero esto sólo lo hacía más miserable” (Hobbit, 78).53

Este contraste se desarrolla a lo largo de toda la novela, pero llega a su apogeo en los

últimos capítulos, cuando ésta adquiere un tono cada vez más bélico y dramático. Una vez

muerto el dragón se genera un conflicto entre varios personajes, en el que se hace evidente

52 Los criterios de Bilbo son muy diferentes a los de los demás personajes de Fantasía, en tanto se dirige hacia placeres y consideraciones menos maravillosas y más sencillas. Cuando el águila le pregunta a Bilbo, “¿hay algo más agradable que volar?”, éste piensa inmediatamente, “un baño caliente y después, más tarde, un desayuno sobre la hierba” (Hobbit, 122). 53 El deseo por regresar al agujero hobbit se convierte en uno de los rasgos determinantes de la perspectiva del hobbit; en medio de Fantasía, en medio de todo tipo de maravillas y peligros, el pensamiento del hobbit vuelve siempre a su pacífico agujero en el suelo: “Lejos, muy lejos en el poniente, donde las cosas eran azules y tenues, Bilbo sabía que estaba su propio país, con casas seguras y cómodas, y el pequeño agujero hobbit. Se estremeció. Empezaba a sentirse un frío cortante allí arriba, y el viento silbaba entre las rocas”

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el contraste entre la perspectiva heroica de personajes como Bardo y Thorin, y la

perspectiva claramente antiheroica de Bilbo; mientras que el hobbit piensa que su aventura

ya ha terminado y que finalmente podrá volver a su casa, Bardo y Thorin se enfrentan en una

discusión llena de nobleza y orgullo acerca de quien se quedará con el tesoro; una discusión

que conducirá directamente a la Batalla de los Cinco Ejércitos: “Al tesoro de mi pueblo,

ningún hombre tiene derecho, pues Smaug nos arrebató con él la vida o el hogar. El tesoro

no era suyo, y los actos malvados de Smaug no han de ser reparados con una parte. (...)

Mientras una hueste armada esté acosándonos, os consideraremos enemigos y ladrones”

(Hobbit, 275).

Bilbo propone una visión del problema totalmente diferente a la de los personajes heroicos,

una visión mucho más moderna y cercana a las ideas del hombre ordinario: “-Sabéis

realmente -decía Bilbo con sus mejores modales de negociador-, las cosas se están poniendo

imposibles. Por mi parte estoy cansado de todo el asunto. Desearía estar de vuelta allá en el

Oeste, en mi casa, donde la gente es más razonable” (Hobbit, 281).54 El hobbit le da la

posibilidad al lector para articular dentro del relato sus verdaderos pensamientos acerca del

mundo de Fantasía y de sus ideales de heroísmo y aventura. Sin embargo, por más razonable

que pueda parecernos, Bilbo no puede resolver esta problemática; por más esfuerzos que

hace el hobbit, Thorin se resiste a dejar su lógica antigua y se empeña en resistir hasta el

final: “-No cambian mis ideas con la salida y puesta de unos pocos soles -respondió Thorin-.

(Hobbit, 65). 54 Shippey señala cómo el discurso de Bilbo es un discurso totalmente anacrónico, un discurso lleno de términos modernos que solamente podría ser formulado por un personaje como Bilbo: “Este discurso y su orador difícilmente podrían ser más distintos de quienes los rodean. (...) Es justo decir que ningún personaje de la épica o de una saga podría ni de lejos empezar a pensar o actuar como Bilbo” (CTM, 110).

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¿Has venido a hacerme preguntas ociosas? ¡Aún no se ha retirado el ejército elfo, como he

ordenado!” (Hobbit, 285). 55

Es necesario que se produzca un suceso traumático, como la Batalla de los Cinco Ejércitos,

para que el choque de perspectivas pueda resolverse. La batalla representa el momento

culminante de la experiencia del hobbit (y el lector) en medio del mundo de Fantasía; un

suceso fundamental para que Bilbo se dé cuenta del verdadero significado de la aventura:

“Fue una batalla terrible. Bilbo no había pasado nunca por una experiencia tan espantosa, y

que luego odiara tanto, y esto es como decir que por ninguna otra cosa se sintió tan

orgulloso, hasta tal punto que fue para él durante mucho tiempo un tema de charla

favorable, aunque no tuvo en ello un papel muy importante” (Hobbit, 293). Desde la

perspectiva de Bilbo, la Batalla es a la vez su última y más grande participación en los

sucesos de la aventura (aunque realmente no participe en ella), y la experiencia más

estremecedora que ha contemplado.

La visión de la batalla afecta de manera fundamental a Bilbo y a través de él al lector. Es la

última vez que el hobbit expresa su deseo de regresar a su casa, la última vez que se lamenta

por haberse involucrado en la aventura de los enanos, aunque ahora sus razones para hacerlo

son muy diferentes. Lo que Bilbo realmente lamenta, y con él el lector, es que su aventura

termine de esa manera, que no haya esperanza y que sus amigos puedan morir; que no haya

55 En esta escena se plantea un contraste entre la actuación de Bilbo, totalmente razonable desde una perspectiva moderna, y la actuación de Thorin que está decidido a resistir hasta el final, que es vista como injusta y orgullosa: “-No estás haciendo un papel muy espléndido como Rey bajo la Montaña -dijo Gandalf-, pero las cosas aún pueden cambiar” (Hobbit, 287).

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un final feliz como en los cuentos de hadas: “Ya tras él yacían muchos hombres y muchos

enanos, y muchos hermosos elfos que aún tendrían que haber vivido largos años felices en el

bosque” (Hobbit, 296). Al final Bilbo y el lector comienzan a comprender en toda su

dimensión lo que significa el heroísmo; el hobbit sabe que no hay esperanza, incluso sabe

que deben combatir hasta el final y está dispuesto a hacerlo, sin embargo se lamenta porque

en dicho acto de valor van a morir sus amigos por los que siente un genuino cariño; su

heroísmo final está marcado por una profunda tristeza.

“No tardará mucho ya”, pensaba Bilbo. “Antes que los trasgos ganen la Puerta y

todos nosotros caigamos muertos o nos obliguen a descender y nos capturen.

Realmente, es como para echarse a llorar, después de todo lo que nos ha pasado.

Casi habría preferido que el viejo Smaug se hubiese quedado con el maldito tesoro,

antes de que lo consigan esas viles criaturas, y el pobrecito Bombur y Balin y Fili y

Kili y el resto tengan mal fin; y también Bardo, y los hombres del lago y los alegres

elfos. ¡Ay mísero de mí! He oído canciones sobre muchas batallas, y siempre he

entendido que la derrota puede ser gloriosa. Perece muy incomoda, por no decir

desdichada. Me gustaría de veras estar fuera de todo esto” (Hobbit, 296).

Una vez termina la batalla, el conflicto entre la perspectiva de Bilbo y el mundo de Fantasía

se resuelve; el último encuentro de Bilbo con Thorin es un momento epifánico, tanto para el

enano como para el hobbit, un momento en el que los dos personajes se encuentran a pesar

de la distancia que antes los ha separado. Al ver a Thorin moribundo Bilbo cede ante los

valores heroicos, nobles y aventureros que representa el enano y se despide de él llamándolo

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por su título de “rey bajo la montaña” y reconociendo el honor que le ha otorgado al

incluirlo en su aventura. Por su parte Thorin, que ya se ha liberado de su ambición y

prejuicios y está a punto de morir, ve por última vez al hobbit y reconoce su valor y su

perspectiva acerca de la aventura y el mundo de Fantasía: “Hay en ti muchas virtudes que tú

mismo ignoras, hijo del bondadoso Oeste. Algo de coraje y algo de sabiduría, mezclados con

mesura. Si muchos de nosotros dieran más valor a la comida, la alegría y las canciones que

al oro atesorado, este sería un mundo más feliz. Pero triste o alegre, ahora he de

abandonarlo. ¡Adios!” (Hobbit, 300).

La escena de la muerte de Thorin, permite observar lo que Tolkien propone a partir del

hobbit: La posibilidad de acceder a Fantasía desde una perspectiva incrédula, humilde y

bondadosa. A través de la perspectiva de Bilbo, de su gusto por la comida, por la

comodidad, de su interés por la paz y su tristeza por la muerte de Thorin, el lector puede

acceder a una visión diferente de la aventura y del mundo en el que ésta se desarrolla. A

pesar de todas las dificultades, a pesar de su debilidad en ciertos momentos, a pesar de la

distancia que lo separa de Fantasía; al final el hobbit y el lector comprenden que, más allá de

la comodidad y la tranquilidad, hay cosas por las que vale la pena luchar y viajes que vale la

pena realizar: “Con todo, me alegro de haber compartido tus peligros: esto ha sido más de lo

que cualquier Bolsón hubiera podido desear” (Hobbit, 300).

Bilbo ha demostrado no sólo que el hombre ordinario puede entrar en el mundo de Fantasía,

sino que éste último no es, en el fondo, tan lejano como parece; que ambos comparten, muy

en el fondo, ciertos lazos ineludibles; Shippey señala al respecto que “existe una realidad y

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una continuidad en la naturaleza humana; incluso en la naturaleza del enano, el hobbit y el

hombre” (CTM, 118). Bilbo descubre, y con él el lector que muy en el fondo hay dentro de

sí algo de valor, de temeridad, de fuerza y de heroísmo; que el mundo de Fantasía es una

parte de sí, no en tanto lo habita, sino en tanto representa un anhelo, un deseo, un impulso

hacia él. Gracias al hobbit el lector puede descubrir, precisamente, ese anhelo.

El llanto final de Bilbo por Thorin es compartido por el lector, es un llanto por un héroe

caído pero es también el llanto por un compañero entrañable; es el llanto por una aventura

que termina.

Entonces Bilbo se volvió, y se fue solo; y se sentó fuera arropado con una manta, y

auque quizá no lo creáis, lloró hasta que se le enrojecieron los ojos y se le

enronqueció la voz. Era un alma bondadosa, y pasó largo tiempo antes de que

tuviese ganas de volver a bromear. ‘Ha sido un acto de misericordia’ se dijo al fin,

‘que haya despertado cuando lo hice. Desearía que Thorin estuviese vivo, pero me

alegro que partiese en paz. Eres un tonto, Bilbo Bolsón, y lo trastornaste todo con

ese asunto de la piedra; y al fin hubo una batalla a pesar de que tanto te esforzaste

en conseguir paz y tranquilidad, aunque supongo que nadie podrás acusarte por

eso (Hobbit, 300).

Gracias a Bilbo podemos superar la distancia que existe entre el mundo de Fantasía y el

mundo cotidiano del lector, y darnos cuenta que, en el fondo, ambos mundos hacen

referencia a unos mismos sentimientos de amistad, valor y bondad. Al final, la discusión

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entre la lógica moderna y los valores antiguos (entre Bilbo y Thorin), carece de relevancia

pues ambas partes se encuentran en un terreno común, ambos mundos se han encontrado

superando la distancia lingüística que los separaba en un comienzo; como señala Shippey

haciendo referencia a la despedida de Balín y Bilbo: “No hay demasiado en común entre el

lenguaje de estos dos personajes; sin embargo queda perfectamente claro que están diciendo

lo mismo” (CTM, 112).

Solamente entonces puede Bilbo emprender el viaje de regreso a su hogar; la aventura

termina realmente con el reconocimiento mutuo entre el hombre ordinario y el mundo de

Fantasía, con la posibilidad de superar la distancia que los separa. Gracias a esa posibilidad,

el lector ha tenido la oportunidad de internarse en el espacio de ficción que presenta la

novela, gracias al hobbit ha podido superar la distancia que lo separa de él y ha sido capaz

de contemplarlo a partir de su aventura. Cuando en el camino de regreso a la tierra de los

hobbits, Bilbo se voltea y contempla por última vez el espacio de Fantasía, éste ya no parece

tan extraño ni tan distante; tanto él como el lector saben que, a pesar de los peligros, vale la

pena internarse en él en busca de una aventura. Al final sólo queda regresar al cómodo

agujero hobbit; el viaje ha terminado:

Al fin ascendieron por el largo camino y alcanzaron el paso donde los trasgos los

habían capturado antes. Pero llegaron a aquel sitio elevado por la mañana, y

mirando hacia atrás vieron un sol blanco que brillaba sobre la vastedad de la

tierra. Allá atrás se extendía el Bosque Negro, azul en la distancia, y oscuramente

verde en el límite más cercano, aún en los días primaverales. Allá, bien lejos, se

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alzaba la Montaña Solitaria, apenas visible. En el pico más alto todavía brillaba

pálida la nieve.

-¡Así llega la nieve tras el fuego, y aun los dragones tienen su final! -dijo Bilbo, y

volvió la espalda a su aventura. El lado Tuk estaba sintiéndose muy cansado, y el

lado Bolsón se fortalecía día a día-. ¡Ahora sólo me falta estar sentado en mi

propio sillón -dijo (Hobbit, 306).

**

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HISTORIA DE UNA IDA Y DE UNA VUELTA: CONCLUSIONES

Una vez concluida la aventura del dragón y la Batalla de los Cinco Ejércitos, Bilbo,

acompañado por el lector, puede finalmente emprender el viaje de regreso a su hogar.

Aunque Bilbo se ha convertido en un aventurero y ha adquirido un puesto en medio del

mundo heroico de Fantasía, renuncia a todas las riquezas y honores que Dain le ofrece y

emprende el viaje de regreso al mundo ordinario y seguro de los hobbits y a su apacible y

cómodo agujero: “Como todas las cosas llegan a término, aun esta historia, un día divisaron

al fin el país donde Bilbo había nacido y crecido, donde conocía las formas de la tierra y los

árboles tanto como sus propias manos y pies” (Hobbit, 311). No obstante, regresar a su

hogar después de haber vivido la aventura que ha vivido, es para el hobbit una experiencia

problemática.

Después de tener un papel importante en los grandes sucesos que presenta la novela y de

haber enfrentado todo tipo de peligros, Bilbo regresa a su hogar para descubrir, no sólo que

su precioso agujero está siendo subastado y que se le considera muerto, sino que, además,

su aventura en Fantasía es vista con incredulidad por parte de sus vecinos. Después de su

viaje, Bilbo ya no es visto como el hobbit respetable que no tenía ningún tipo de aventura,

sino como un extraño, incluso como un loco: “muchos meneaban la cabeza y se tocaban la

frente y decían: -¡Pobre viejo Bolsón!-, y pocos creían en las historias que a veces contaba”

(Hobbit, 314). Bilbo tiene que enfrentarse a los mismos prejuicios de algunos lectores y

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críticos respecto al mundo de Fantasía, cuando se da cuenta de que para muchos hobbits la

historia de sus aventuras es una locura.56

Sin embargo, Bilbo había perdido más que cucharas; había perdido su reputación.

Es cierto que tuvo desde entonces la amistad de los elfos y el respeto de los enanos,

magos y todas esas gentes que alguna vez pasaban por aquel camino. Pero ya

nunca fue del todo respetable. En realidad todos los hobbits próximos lo

consideraban ‘raro’, excepto los sobrinos y sobrinas de la rama Tuk; aunque los

padres de estos jóvenes no los animaban a cultivar la amistad de Bilbo (Hobbit,

313).

No obstante, como se ha demostrado a lo largo de esta monografía, a través de la aventura

de Bilbo, tanto éste como el lector han superado la distancia que los separaba del mundo de

Fantasía y ya no comparten los prejuicios de los hobbits y los críticos acerca de éste. Bilbo

ha demostrado que el mundo de Fantasía está abierto para el hombre ordinario a pesar de

sus limitaciones, que no es necesario ser un héroe para internarse en él. Al poner a un

personaje como Bilbo con todos sus prejuicios y limitaciones a enfrentarse con un escenario

elevado y heroico, Tolkien ha conseguido articular una posibilidad para que el hombre

ordinario y el lector se aproximen a Fantasía. Cuando Bilbo regresa al país confortable y

seguro de los hobbits, si bien es cierto que ha perdido su reputación, ahora se encuentra en

56 Los vecinos y parientes de Bilbo asumen una posición muy similar a la de Edmund Wilson cuando se refería a la ficción de Tolkien como “aquellas tonterías”.

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contacto con ese mundo pues, como señala el narrador, desde ese momento cuenta con la

amistad y el respeto de todo tipo de seres fantásticos.

Al final, al tener que enfrentarse con los prejuicios de sus vecinos, es evidente que la

perspectiva del hobbit ha cambiado; ahora que conoce y ha entrado en contacto con

Fantasía, Bilbo no puede verla como un espacio lejano y carente de sentido. Gracias a la

aventura tanto el hobbit como el lector han redescubierto ese mundo, han recorrido el Mapa

de Thror y vencido sus peligros, y al hacerlo han redescubierto la posibilidad misma de

aproximarse a él y contemplar sus maravillas. Esto hace que su percepción del mundo de

Fantasía cambie totalmente; a través de la aventura del hobbit, Tolkien consigue operar,

tanto en el protagonista como en el lector, las que él considera las finalidades fundamentales

del cuento de hadas: La evasión, la renovación y el consuelo.

Tolkien considera que una de las funciones fundamentales del cuento de hadas es permitir la

evasión; el escape de los límites del mundo que conocemos para internarnos en un territorio

nuevo y desconocido: “Porque la Fantasía creativa se basa en el amargo reconocimiento de

que las cosas del mundo son tal cual se muestran bajo el sol; en el reconocimiento de una

realidad pero no en la esclavitud a ella” (SCH, 176). Bilbo, al aventurarse en Fantasía,

dejando atrás el espacio seguro y confortable que conoce, está señalando el camino de esa

evasión y está demostrando que para el hombre ordinario es posible evadirse de una realidad

prosaica y segura, para emprender un viaje en busca del “reino de las hadas”. A través del

hobbit el lector recupera, en este sentido, la capacidad misma de evadirse hacia ese reino;

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como dice Shippey, “Bilbo Bolsón como Hombre moderno se embarca en su particular

Progreso (o Regreso) del Peregrino a Fantasía” (CTM, 118).

Pero el viaje hacia Fantasía implica también un proceso paralelo de renovación. La

renovación, según Tolkien, es el redescubrimiento de una visión ya perdida: “La Renovación

(que incluye una mejoría y el retorno a la salud) es un volver a ganar: volver a ganar la

visión prístina” (SHC, 178). El viaje de Bilbo, es en muchos, sentidos un proceso de

renovación, tanto para éste como para el lector, pues se ven obligados a cambiar su visión y

adoptar una perspectiva nueva acerca de sí mismos y del mundo de Fantasía. A medida que

se desarrolla la aventura, con sus peligros y sus maravillas, sufren una transformación y

redescubren un valor y una sabiduría que creían no tener; y gracias a esto pueden alcanzar,

al final, una nueva comprensión de ese mundo.

Por último, Tolkien señala que el mayor de los propositos del cuento de hadas es el de

brindarnos un consuelo final, el alivio de saber que, a pesar de las dificultades y tristezas, en

el último momento todo sale bien y el orden puede restablecerse; dice: “Mucho más

importante es el Consuelo del Final Feliz. (...) En el mundo de los cuentos de hadas (o de la

fantasía) hay una gracia súbita y milagrosa con la que ya nunca se puede volver a contar”

(SCH, 186-187). En El hobbit, a pesar de todas las dificultades y dudas que sufre el

protagonista, y con él el lector, a pesar de los peligros de la aventura y de que al final los

trasgos están por tomarse la Montaña y parece que todo está perdido, el relato permite

alcanzar ese consuelo final: “-¡Las Águilas! ¡Las Águilas! -gritaba Bilbo, saltando y

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moviendo los brazos. Si los elfos no podían verlo, al menos podían oírlo. Pronto ellos

gritaron también, y los ecos corrieron por el valle” (Hobbit, 297).57

La llegada de las águilas determina la victoria de los defensores de la Montaña en contra de

los trasgos. Sólo una vez que éstos han sido derrotados, puede decirse que Fantasía está de

nuevo en paz y puede el hobbit regresar de nuevo a su hogar. Pero es solamente al final,

cuando Gandalf y Balin llegan de nuevo de visita al agujero hobbit, que el último consuelo

del cuento de hadas se hace consciente por parte de Bilbo y el lector:

-¡Entonces las profecías de las viejas canciones se han cumplido de alguna

manera! -dijo Bilbo.

-¡Claro! -dijo Gandalf-. ¿Y por qué no tendrían que cumplirse? ¿No dejarás de

creer en las profecías sólo porque ayudaste a que se cumplieran? No supondrás,

¿verdad?, que todas tus aventuras y escapadas fueron producto de la mera suerte,

para tu beneficio exclusivo. Te considero una gran persona, señor Bolsón, y te

aprecio mucho; pero en última instancia ¡eres sólo un simple individuo en un

mundo enorme!

-¡Gracias al cielo! -dijo Bilbo riendo, y le pasó el pote de tabaco (Hobbit, 315).

57 Tolkien escribió a su hijo Crhistopher acerca de esta escena en 1944 diciendo: “I knew I had written a story of worth in ‘The Hobbit’ when reading it (after it was old enough to be detached from me) I had suddenly in a fairly strong measure the ‘eucatastrophic’ emotion at Bilbo’s exclamation: ‘The Eagles! The Eagles are coming!’” (Tomado de la edición de Anderson, 345).

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Cuando el enano y el mago le relatan a Bilbo cómo se ha restablecido el reino de los enanos

y cómo las nuevas canciones hablan de “ríos que corren con oro”, éste se da realmente

cuenta de cómo las profecías antiguas se han cumplido, de cómo finalmente se ha alcanzado

el consuelo del final feliz, y de cómo a pesar de todo, él mismo es partícipe de ese consuelo.

Pero el verdadero consuelo para el lector y para el hobbit, viene cuando Gandalf señala que

Bilbo es sólo un simple individuo en un mundo enorme; aunque el hobbit es solamente un

hombre ordinario, un antihéroe, al final ha entrado en contacto con Fantasía, ha triunfado en

su aventura y ha podido regresar de nuevo a la comodidad de su agujero-hobbit. Bilbo, al

igual que el lector, tiene finalmente la posibilidad de emprender el viaje de ida y vuelta hacia

el mundo de Fantasía y eso, como él mismo lo señala, es un enorme consuelo.

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