si el profesor salomón nos hablara de literatura: farso, farso, farso

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Si el profesor Salomón nos hablara de literatura: ¡FARSO! ¡FARSO! ¡FARSO! by LKN Partamos de una premisa. Como diría el profesor Salomón – personaje del estelar del Kike Morandé -, decir que la literatura en Iquique "sirve" para algo es totalmente ¡Farso! Eso, si consideramos como cierto que la literatura debe servir para algo. De ahí deriva la primera observación, una acotación que conviene explicar con una analogía. Imaginemos una flor. La flor existe y "puede servir" como ofrenda funeraria, decoración, regalo cursi, entre otros usos accesorios a su esencia, pues esta pequeña flor - porque es chiquita y de silueta infantil: su tallo es un palito y tiene una hoja bien verde - no tiene más que existir y por definición, uso no tiene. Lo mismo ocurre con el arte, con la literatura. Su fin es la belleza, es su fin como para la flor es sólo el hecho de existir; conservarse y permanecer. Según Mario Vargas Llosa en el Encuentro Latinoamericano de Escritores en nuestro país en 1969, el escritor no piensa en contribuir a solucionar los problemas de los demás, sino su propio problema de divorcio y desencuentro con la realidad. Son los lectores quienes pueden descubrir en una obra literaria "aquello que divorció a este hombre con la vida y con el mundo, y entonces descubrir en esa obra, a través de ese testimonio ciego del escritor, qué es lo que anduvo mal en una realidad, en una época, en una sociedad dada". De este modo, declara Vargas, que los escritores, sin saberlo ni proponérselo, están contribuyendo a esclarecer a los otros hombres, los males que una realidad determinada pudo tener para determinados hombres. "Esta función - de esclarecimiento- no se puede medir, ni se medirá jamás, en términos prácticos". Guillermo Ross-Murray, poeta, encargado de la hemeroteca en el Museo Regional, antepone el fin estético como el primer compromiso de todo creador. Sin embargo, agrega un segundo que él apellida "solidario". El poeta se configura al alcance de dos dimensiones: la temporalidad y el espacio. Al creador lírico lo define su época, su arraigo o divorcio con su momento y el lugar donde vive o Guillermo Ross-Murray

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REPORTAJE/OPINION

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Si e l profesor Sa lomón nos hablara de l i teratura: ¡FARSO! ¡FARSO! ¡FARSO!

by LKN

Partamos de una premisa. Como diría el profesor Salomón – personaje del estelar del Kike Morandé -, decir que la literatura en Iquique "sirve" para algo es totalmente ¡Farso! Eso, si consideramos como cierto que la literatura debe servir para algo. De ahí deriva la primera observación, una acotación que conviene explicar con una analogía. Imaginemos una flor. La flor existe y "puede servir" como ofrenda funeraria, decoración, regalo cursi, entre otros usos accesorios a su esencia, pues esta pequeña flor - porque es chiquita y de silueta infantil: su tallo es un palito y tiene una hoja bien verde - no tiene más que existir y por definición, uso no tiene. Lo mismo ocurre con el arte, con la literatura. Su fin es la belleza, es su fin como para la flor es sólo el hecho de existir; conservarse y permanecer. Según Mario Vargas Llosa en el Encuentro Latinoamericano de Escritores en nuestro país en 1969, el escritor no piensa en contribuir a solucionar los problemas de los demás, sino su propio problema de divorcio y desencuentro con la realidad. Son los lectores quienes pueden descubrir en una obra literaria "aquello que divorció a este hombre con la vida y con el mundo, y entonces descubrir en esa obra, a través de ese testimonio ciego del escritor, qué es lo que anduvo mal en una realidad, en una época, en una sociedad dada". De este modo,

declara Vargas, que los escritores, sin saberlo ni proponérselo, están contribuyendo a esclarecer a los otros hombres, los males que una realidad determinada pudo tener para determinados hombres. "Esta función - de esclarecimiento- no se puede medir, ni se medirá jamás, en términos prácticos". Guillermo Ross-Murray, poeta, encargado de la hemeroteca en el Museo Regional, antepone el fin estético como el primer compromiso de todo creador. Sin embargo, agrega un segundo que él apellida "solidario". El poeta se configura al alcance de dos dimensiones: la temporalidad y el espacio. Al creador lírico lo define su época, su arraigo o divorcio con su momento y el lugar donde vive o

Guillermo Ross-Murray

sobrevive. En este contexto Ross-Murray advierte el compromiso solidario ligado a interpretación y testimonio. En su constante disidencia, Juan Malebrán - a quien le cae la palabra poeta como huevo revuelto con cebolla un día lunes a las tres de la mañana - declara solemnemente: "El escritor es simplemente un pelotudo, lleno de fisio y psico-patologías, aficionado al embrollo de la palabra y a la bruma indiferenciadora del espanto cotidiano, obsesionado con desligarse de todo tipo de responsabilidades, y completamente frustrado por no conseguirlo". Por cierto que él escribe, pero más se considera un ocioso, aprovechador y mal agradecido. E l poeta, su obra y "su públ ico" Del otro lado (que al final resulta ser el mismo sitio) el público lector iquiqueño es el mismo

grupúsculo que crea las obras. Sí, los mismos poetas, el mundillo artístico. Es un condenado círculo, la literatura no se masifica, se deposita en una minoría que por interés, formación y calidad de vida, complementan su diario vivir con actividades artísticas. Malebrán es más lapidario aún, afirma: "Yo no sé quién lee poesía". Entonces, nace la pregunta: ¿Quién lee poesía local? ¿Quién dedica parte de su día a leer poesía? Teniendo en

cuenta que la calidad de un escritor se manifiesta es su permanencia en el tiempo, ¿para qué leer poetas noveles?, ¿quién se dedica a buscar escritores? Pues, casi como por necesidad de socializar e identificarse en los demás, la respuesta a todas las preguntas son los mismos escritores. Pareciera que el mundo artístico es un microuniverso, cíclico y hermético, porque no hay que olvidar que en este mundillo cohabitan distintos núcleos sociales que a juicio mío, se mascan y no se tragan, no en un sentido feroz, pero por algo no existe unión y esto tiene directa relación con los estilos literarios y afinidad personal. Alberto Carrizo, presidente de la

Asociación de Escritores de Iquique resumió las consecuencias

Juan Malebrán.

Alberto Carrizo.

de esta situación en una oración: "El ego es el peor consejero para dinamizar la cultura". Queda la duda si acaso existiera una casa de la cultura, como plantea Carrizo hace años, para organizar y coordinar las distintas actividades de carácter cultural, la situación general mejoraría. La gente sigue prefiriendo ver Morandé con Compañía, al profesor Salomón y su pájaro Tutututu. La oferta mediática es homogénea, al menos en la señal abierta, y lo que está siempre más a la mano no es contenido "cultural", sino de divertimiento narcotizante. ¿Podría imponerse la organización del mundillo ante las necesidades cotidianas (rutinarias)? En síntesis, nuestra ciudad y país calzan con el diagnóstico de Juan Malebrán acerca de los "poetas": "Saben que existen, los llaman poetas, pero no los han leído". La gente tiene nociones generales para clasificar y caricaturizar a los demás, meterlos en cajoncitos y guardarlos, mas nunca, por ningún motivo, sacarlos, mucho menos conocerlos. No les interesa, hay que partir de esa base. Iquique no necesita poesía. Las publicaciones debiesen cambiarse por espacios que permitan acercarse a la gente, como por ejemplo Internet o el espacio público (urbano). Para eso, se necesitaría una disposición extraordinaria en los agentes y gestores culturales que más que mantener el sistema como está, debieran optar por una jugada más arriesgada, sí y sólo sí se pretende masificar la literatura, y ojo, no en el sentido de hacerla “consumible”, sino de hacerla notar y hacerla accesible. Luego si no resulta interesante la masificación para el mundillo- aunque dudo que entristezcan si va mucha gente a alguna actividad -, la minoría creativa y emprendedora deberá seguir enclaustrada, leyéndose entre sí y asumiendo un rol únicamente para la posteridad, menguado, por el ilustradísimo profesor Salomón gritando ¡Farso, farso, farso! Y el Kike Morandé exhibiendo su gran inversión monetaria y calórica en su ponchera, por la santísima televisión. Por Leslie Keith 2006