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COMUNIDAD DE SANTA CLARA
SANTA KLARA KOMUNITATEA
Hoja Dominical nº 368– 21 de enero de 2018
Os dejo la página donde viene la historia de la niña SADAKO SASANI. Preparamos
la celebración de la paz 27 de enero, sábado a las 7 de la tarde.http://
www.vanidades.com/estilo-de-vida/15/08/6/la-leyenda-de-las-grullas-japonesas-
tsurus-origami-papiroflexia-hiroshima/ Aquí os pongo el linc para enseñaros hacer
en casa una grulla de papiroflexia:https://www.youtube.com/watch?
v=ZQu6E9yIf2E; https://www.youtube.com/watch?v=LLbWxDWqtQg
Lectura del santo evangelio según san Marcos 1,14-20
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a
proclamar el Evangelio de Dios. Decía: –Se ha cumplido
el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed
en el Evangelio.
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su her-
mano Andrés, que eran pescadores y estaban echando
el copo en el lago. Jesús les dijo: –Venid conmigo y os
haré pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron
las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a San-
tiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que esta-
ban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a
su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se
marcharon con él.
Palabra del Señor
Venid, dice Jesús, que os haré partícipes, protagonistas, colaborado-res, rescatadores en la historia de los hombres, para cambiarla, me-jorarla, darle al menos un sentido.
Comentario Responder a la llamada del Señor
Marcos relata cómo Jesús llama a los primeros discípulos: Andrés, Pedro, Juan, Santiago... Son sencillos pescadores del Mar de Galilea. No tienen pre-paración para la misión que se les va a en-comendar. No son elegidos en un lugar especial, sino en su puesto de trabajo diario. No hay expli-caciones... sim-plemente la fuerza de la llamada a construir el Reino de Dios.
Jesús sigue llamando y convocando a hombres y mujeres, chicos y chicas para construir el Reino de Dios. A lo largo y ancho del mundo son muchos los cristianos que han escuchado la llamada de Dios. Se afanan de innumerables maneras en seguir su voz: curando a los enfermos, dando pan a los hambrien-tos, calmando la sed de los sedientos, enseñando al que no sabe, perdonando a los pecadores y acogiéndolos, denunciando a violentos y opresores...
Debemos estar atentos para escuchar la voz del Señor que tiene una pala-bra de afecto y una misión para cada uno de nosotros y nosotras.
S a b í a s q u e . . . L a p e s c a . El primer medio de subsistencia del pueblo de Israel fue la ganadería. Luego desarrolló la agricultura. La pesca no aparece como activi-dad relevante hasta el Nuevo Testamento. Varios discípulos de Jesús eran pescadores del Mar de Galilea: Pedro, Andrés, Santiago, Juan... Pescaban con redes de arrastre desde pequeños barcos impulsados a vela. El pescado capturado se consumía en salazón, mé-todo aprendido de los fenicios y consistente en conservar el pescado mediante sal. Jesús convierte la pesca en símbolo de la acción misionera.
Oración. Señor, gracias por llamarme. Estaba distraído junto al mar. Repasaba mis redes... i Había tantos caprichos enredados en ellas! A mí me parecían tesoros, pero eran tan solo objetos que cierran el horizonte y no dejan mirar más allá. Pero de pronto resonó tu voz. Me llamaste por mi nombre y me invitaste a seguirte… Dejé mis redes y, siguiéndote a Ti, me he encontrado también a mí. Gracias, Señor, por llamarme. ¡Estaba tan distraído...!
REFLEXIÓN
El Reino fue la pasión de Jesús
Tras la experiencia del bautismo,
Jesús ya no volvió a ser el mismo.
Dejó Nazaret y comenzó a vivir en
Cafarnaún. En su interior hervía una
pasión. La experiencia de Dios, de su
increíble cercanía y de su amor mi-
sericordioso para con todos sus hi-
jos. Esta pasión la que le había em-
pujado a dejar la casa paterna y salir
a la in temperie de los caminos para proclamar una buena noticia: «Se ha cum-
plido el plazo, está cerca el Reino de Dios: convertíos y creed en el Evange-
lio» (Mc 1,15). Jesús nos llama para el Reino
La pasión que latía en la vida de Jesús provocó, en algunos, crítica y rechazo; sin
embargo, en otros provocó una gran atracción. Los primeros discípulos se sintie-
ron fascinados por él y, cuando los llamó, no dudaron en dejar lo que tenían en-
tre manos y unirse a Él. Lo que narra el evangelio de Marcos sucede cada día. Es
la llamada al seguimiento. Lo que aconteció entonces vuelve a acontecer hoy.
Dios sigue llamando. La pasión por el Reino, que animó toda la vida de Jesús, si-
gue impulsando la vida de sus discípulos gracias al soplo de su Espíritu. El evan-
gelio nos recuerda que Jesús, el Cristo, pasa hoy también, junto al lago de nues-
tra vida, nos mira y nos llama: «venid conmigo».
Dios en nuestras vidas
El evangelio de Marcos nos invita a vivir la misma experiencia de Jesús. El Reino.
La cercanía de Dios, Padre y madre misericordioso, compañero fiel, sanador de
todas las heridas, luz que disipa oscuridades, luchador por la justicia, inclinado
del lado los pobres, débiles y pequeños. ¿El Reino? La realidad de que Dios es
perdón incondicional, plenitud de vida, descanso, confianza, horizonte infinito
de esperanza, alegría insospechada, gratuidad que todo lo hace nuevo, vida en
plenitud, etc.
Necesitamos ojos abiertos para ver el Reino
Cuando hoy miramos nuestros alrededores, cercanos y lejanos, y vemos
tantas cruces, pequeñas y grandes, podemos caer en la tentación de pen-
sar que Dios no está o está muy lejos, entretenido en sus cosas de Dios;
pero también podemos fijarnos en Jesús, que ve la realidad atravesada
por la acción de Dios, por el amor de Dios. Es el Reino. Y podemos desear y
pedir que nos llame a trabajar, codo con codo, junto a él, a favor del
Reino, como sucedió en aquella primera hora. Creer también es desear
que el Reino que a Jesús se le coló tan adentro también se nos cuele a no-
sotros. El Reino de Dios. Dios mismo.
El jardín, el desierto y la alianza2
El jardín, que Dios ha creado como un mundo-jardín, es transformado en desierto por el pecado.
Pero puede reverdecer mediante la conversión, la penitencia y el perdón… Sin embargo, esta conver-
sión no está en nuestras manos: el hombre puede hacer que un jardín se convierta en desierto, pero no
puede conseguir, con sólo sus propias fuerzas, que el desierto se convierta de nuevo en jardín. La res-
puesta de Dios al pecado es la Alianza, que se establece y se renueva generalmente en el desierto. La
alianza consigue que brote de nuevo el jardín en el desierto del corazón humano. Por eso el cambio de
nombre: tú eres Simón, te llamarás Pedro. La alianza se rige por lo contingente, por lo no necesario. El
que ha sido llamado a la alianza no recibe ninguna revelación sobre por qué, cuándo y cómo esa llama-
da singular, personal y contingente tiene un significado para el bien universal de la creación. Nosotros
no nacimos cristianos ni bautizados: nacimos sencillamente hombres (creación), y el hecho de ser cris-
tianos y bautizados (alianza) no puede deducirse en modo alguno de nuestra naturaleza humana. La
alianza no es ante todo una revelación, sino un acontecimiento amistoso, una oferta de amistad. Por
supuesto que también supone una revelación: concretamente, la revelación del amigo que se revela...;
pero es, sobre todo, una llamada a la comunión, al compromiso recíproco... La última expresión de la
alianza es el seguimiento de Jesús. ¿Adónde iremos? A esto el Señor no responde, porque no es un
guía turístico que vaya anunciando: “Hoy vamos aquí, mañana allá”. Lo que dice el Señor es: “Vamos,
ven conmigo; adonde yo vaya, allí estarás también tú”; pero no hay necesidad de conocer de antemano
todas las etapas del camino. Uno se va con él, y basta. «Y se fueron con él» (Mc 1,20).
No busquemos la razón por la que, entre miles de millones de hombres sobre la faz de la tierra,
nosotros hemos sido bautizados, porque no hay ninguna razón “justa” para ello. Sencillamente, Dios
nos ha ofrecido una alianza, nos ha llamado. La fe no consiste en que el hombre escoja a Dios, sino en
que Dios escoge al hombre. Y al bautismo se añaden todas las demás elecciones contingentes Seamos
conscientes, pues, de esta contingencia absoluta, que es además una absoluta gratuidad cuya inicia-
tiva no ha sido nuestra; por otra parte, tratemos de llegar al fondo y demos un sí absoluto a lo que es
contingente. Esto es lo que nos hace ser verdaderamente hombres: el permanecer fieles a la contingen-
cia, porque sólo así se vive en libertad. Lo mismo puede decirse de la alianza matrimonial: “¿Por qué
debemos estar juntos para siempre precisamente nosotros dos, a pesar de las diferencias que durante
tantos años hemos tenido entre nosotros? Porque queremos estarlo; porque hemos decidido libremen-
te vivir así para siempre”. No puedo ser yo mismo si no es diciendo Amén a la alianza. Revivamos en
primera persona esta nuestra alianza; recordemos los lugares, los momentos y los modos en que el
Señor se nos ha manifestado... Recordemos las confirmaciones de nuestra vocación... y pidamos al
Señor que nos haga fieles. Porque, ciertamente, si el Señor nos ha llamado una vez, su llamada perma-
nece para siempre. No se puede perder la vocación de parte de Dios, aunque pueda uno hacerse sordo
a ella.