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MÉXICO Y LA CUENCA DEL PACÍFICO vol. 7, núm. 23 / septiembre – diciembre de 2004 7 El papel de las clases medias en la producción de la identidad nacional Norma Fuller* A nálisis * Profesora investigadora de la Pontificia Universidad Católica del Perú. ntroducción La concepción binaria de la realidad, ca- racterística del pensamiento moderno, pare- ce impregnar la comprensión de la sociedad peruana. Este modelo ha producido interpre- taciones diferentes y opuestas. Generalizan- do al respecto, podemos decir que existen dos grandes posturas: la que se funda en la duali- dad bárbaro/civilizada y asume la primacía de la tradición occidental, y aquella que usa la oposición entre el buen-salvaje/civilización- corrupta para construir una narrativa que pos- tula a la cultura prehispánica como la auténtica fuente de la identidad nacional peruana y como el soporte para la creación de un hori- zonte utópico. De acuerdo con estos modelos duales, la sociedad peruana está compuesta por dos grandes sectores: el criollo-mestizo, adscrito a la civilización española/occidental, y el indio, asociado con las culturas prehispánicas. Esta estructura dual estaría jerárquicamente organizada bajo el predomi- nio del sector occidentalizado. El dualismo también caracterizaría a la composición de cla- ses peruana, donde “el inmenso poder de las clases altas contrasta con la inexistencia o fal- ta de gravitación de las clases medias y el des- valimiento de los sectores dominados” (Bourricaud, 1970: 25). En esta narrativa las clases medias están ausentes; son menciona- das únicamente con referencia a su “falta de I identidad”, a su incapacidad para identificar- se con las “auténticas raíces históricas” de la nación o para mencionar, en forma vaga, que algunos de sus miembros están atravesando “un proceso de radicalización”. En este ensayo propongo que esta repre- sentación de la sociedad peruana, más que dar cuenta de su compleja historia, es una estra- tegia para traducirla en oposiciones binarias. El sujeto activo es identificado con la moder- nidad y la tradición occidental, y el objeto pa- sivo —de quien hablan— con la cultura prehispánica. Sin embargo, estas oposiciones ocultan las estrategias mediante las cuales se producen estas polaridades y convierten a los actores sociales en prototipos: “el pueblo”, “el indio”, “el oligarca”, “el criollo”. Como consecuencia, la sociedad perua- na es percibida de una manera que exagera las diferencias y minimiza los puntos de encuen- tro, las ambigüedades y la ambivalencia en cada uno de estos universos. Es más, estas re- presentaciones de la diferencia con frecuen- cia asumen la existencia de rasgos étnicos o culturales preestablecidos en los registros fi- jos de la tradición e ignoran el hecho de que las clases sociales, los grupos étnicos y las tradiciones culturales son productos históri- cos y relacionales en permanente negociación y reformulación (Babba, 1994). Como señala Hall, la construcción de una identidad cultural es una cuestión de repre- sentaciones: “Siempre son ejercicios de memo-

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MÉXICO Y LA CUENCA DEL PACÍFICOvol. 7, núm. 23 / septiembre – diciembre de 2004 7

El papel de las clases medias en la producción de laidentidad nacional

Norma Fuller*

Análisis

* Profesora investigadora de la Pontificia UniversidadCatólica del Perú.

ntroducción

La concepción binaria de la realidad, ca-racterística del pensamiento moderno, pare-ce impregnar la comprensión de la sociedadperuana. Este modelo ha producido interpre-taciones diferentes y opuestas. Generalizan-do al respecto, podemos decir que existen dosgrandes posturas: la que se funda en la duali-dad bárbaro/civilizada y asume la primacía dela tradición occidental, y aquella que usa laoposición entre el buen-salvaje/civilización-corrupta para construir una narrativa que pos-tula a la cultura prehispánica como la auténticafuente de la identidad nacional peruana ycomo el soporte para la creación de un hori-zonte utópico. De acuerdo con estos modelosduales, la sociedad peruana está compuestapor dos grandes sectores: el criollo-mestizo,adscrito a la civilización española/occidental,y el indio, asociado con las culturasprehispánicas.

Esta estructura dual estaríajerárquicamente organizada bajo el predomi-nio del sector occidentalizado. El dualismotambién caracterizaría a la composición de cla-ses peruana, donde “el inmenso poder de lasclases altas contrasta con la inexistencia o fal-ta de gravitación de las clases medias y el des-valimiento de los sectores dominados”(Bourricaud, 1970: 25). En esta narrativa lasclases medias están ausentes; son menciona-das únicamente con referencia a su “falta de

I identidad”, a su incapacidad para identificar-se con las “auténticas raíces históricas” de lanación o para mencionar, en forma vaga, quealgunos de sus miembros están atravesando“un proceso de radicalización”.

En este ensayo propongo que esta repre-sentación de la sociedad peruana, más que darcuenta de su compleja historia, es una estra-tegia para traducirla en oposiciones binarias.El sujeto activo es identificado con la moder-nidad y la tradición occidental, y el objeto pa-sivo —de quien hablan— con la culturaprehispánica. Sin embargo, estas oposicionesocultan las estrategias mediante las cuales seproducen estas polaridades y convierten a losactores sociales en prototipos: “el pueblo”, “elindio”, “el oligarca”, “el criollo”.

Como consecuencia, la sociedad perua-na es percibida de una manera que exagera lasdiferencias y minimiza los puntos de encuen-tro, las ambigüedades y la ambivalencia encada uno de estos universos. Es más, estas re-presentaciones de la diferencia con frecuen-cia asumen la existencia de rasgos étnicos oculturales preestablecidos en los registros fi-jos de la tradición e ignoran el hecho de quelas clases sociales, los grupos étnicos y lastradiciones culturales son productos históri-cos y relacionales en permanente negociacióny reformulación (Babba, 1994).

Como señala Hall, la construcción de unaidentidad cultural es una cuestión de repre-sentaciones: “Siempre son ejercicios de memo-

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Análisis

ria selectiva y siempre involucran elsilenciamiento de algo con el fin de permitirque otro contenido más se exprese” (Hall, 1995:5). Lo que se pierde en la división binaria esprecisamente la comprensión de que las dife-rentes tradiciones culturales son constructospermeables y su historia es, en muchos senti-dos, aquella de la infiltración mutua.

Para ciertos sectores de las clases me-dias que buscan ocupar un lugar en la escenasocial del país, postularse a sí mismas como lavoz suprimida ha sido una poderosa estrate-gia discursiva. Al hacerlo, ocultaron su presen-cia como productoras de estos discursos y comogrupos de interés e identificaron sus metas conaquellas de la nación. Este papel de portavo-ces les permitió, durante el siglo XX, disputarel liderazgo de las clases altas en la vida polí-tica e intelectual del país. Sin embargo, su pro-puesta sigue enmarcada dentro de unaconcepción dual de la sociedad y la culturaperuanas que hasta el momento no les ha per-mitido dar aportes para una políticaintercultural que dé cuenta de la crecienteheterogeneización de la vida social y de la ne-cesidad de responder a los grupos étnicos ynaciones que centran sus demandas en la iden-tidad y no pueden ser resueltos de una solamanera.1

Defino los sectores medios como aquellosgrupos urbanos en su mayoría, que se agrupanen el mediano comercio, los gremiosartesanales, las profesiones liberales, laempleocracia estatal y privada, los tecnócra-tas y los medianos empresarios. Todos ellosse caracterizan porque el tipo de trabajo querealizan es no manual y porque sus niveles deespecialización y educación les permiten ac-ceder al status de “gente decente” en contra-posición a una “plebe” dedicada al trabajomanual y con menores niveles de educación.Se puede decir entonces que las clases mediasson definidas por su capital cultural. De he-cho, a lo largo de la historia republicana la edu-cación ha sido el factor que los distingue (DíazAlbertini, 2000).

Los considero como un sector debido aque se trata de una categoría que reúne a gru-pos con intereses bastante disímiles; de hecho,a lo largo de este trabajo me voy a referir es-pecialmente a un grupo de los sectores medios,los llamados tecnócratas, un grupocrecientemente importante en las sociedadesmodernas que se distingue por poseer capitalsimbólico (Bourdieu, 1980): educación, tecno-logía. Es decir, que funda su prestigio y poderen los saberes que maneja y en el control de lagestión, no en la propiedad. En el siglo XX lasclases medias urbanas se complejizaroncrecientemente y los técnicos en desarrollo ylos políticos cobraron gran importancia por suinfluencia como productores de propuestas yde discursos sobre el proyecto nacional.

Los tiempos coloniales

La conquista española generó una abundantecreación intelectual con el propósito de des-cribir las sociedades recientemente “descu-biertas” y decidir los términos de su relacióncon el orden imperial. Esta producción prontose dividió en dos posiciones principales: lasepulvedeana legitimizadora de la conquistade América, y la lascasiana que sostenía quelas culturas y los regímenes políticos localesdebían ser respetados. Las Casas inauguró elpunto de vista indigenista: sostuvo que losnativos eran seres humanos con derecho a te-ner sus propias autoridades y sistemas lega-les. Por el contrario, Sepúlveda declaró queEspaña tenía el imperativo religioso y ético desubyugar a las poblaciones nativas, con el finde incorporarlas en el orden cristiano.

Los etnógrafos, viajeros, misioneros yburócratas produjeron un vasto corpus con elobjetivo de describir, clasificar y ordenar este“nuevo mundo”. Así, desde el siglo XVI, lassociedades andinas se convirtieron en un ob-jeto del pensamiento occidental. Según señalaUrbano: “La cultura indígena es, de algúnmodo, asumida por Occidente, que la devuel-ve a la sociedad en forma de relato histórico yde prejuicio social” (Urbano, 1992: 54). En con-secuencia, como sucedió con otras culturas, lacodificación de la voz nativa mediante las pa-

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labras de los conquistadores creó su propiatradición. Los diferentes autores siguieronintereses opuestos y metas políticas y religio-sas bastante diversas. De ahí en adelante lahistoriografía y el discurso antropológico re-producirían el mismo patrón: no sólo fueronla descripción de una cultura, sino también laexpresión de las concepciones políticas y teó-ricas acerca del orden social que tenían losproductores de tal descripción.

En Perú esas tradiciones fueron expre-sadas mediante dos interpretaciones opuestassobre los tiempos prehispánicos: la “toledana”y la “garcilasiana”. La primera intentó probarque los incas no fueron reyes legítimos sinotiranos porque habían invadido las tierras queocupaban, usurpando a sus legítimos reyesanteriores. En consecuencia, España tenía elderecho de gobernar estas tierras. Ésta se con-virtió en la posición oficial y fue el soporte le-gal para la constitución de la sociedad colonial.La versión de Garcilaso recreó el pasadoincaico como un paraíso perdido. Su versiónacerca del imperio produjo una narrativa idea-lizada que sirvió de base para la construcciónde la “comunidad imaginada” (Anderson, 1983)peruana que elaboraron los grupos criollos, lasélites indias nativas y los indigenistas repu-blicanos. Sin embargo, Garcilaso no era un in-dio sino un mestizo que migró a España a unaedad temprana. Su concepción del tiempo y dela historia fue propia del pensamiento huma-nista del siglo XVI.

El modelo de sociedad del régimen de losHabsburgo clasificó a las poblaciones españo-la y nativa como dos repúblicas separadas. Elespacio urbano fue totalmente reestructura-do siguiendo el patrón español de las comuni-dades campesinas (Fuenzalida, 1970). Sefundaron nuevas ciudades inaugurando un es-tilo de vida antes desconocido. La ciudad cen-tralizó la vida del país y la relacionó con elimperio español y sus rutas comerciales. Limafue el centro del virreinato peruano y el sím-bolo del poder español. La sociedad colonialfue concebida claramente separada entre con-quistadores y conquistados. La república es-pañola estaba formada por la aristocracia

nacida en España y ubicada en los principalescargos públicos, la aristocracia criolla (espa-ñoles nacidos en América, propietarios detierras, minas y encomiendas), y las clasesmedias compuestas por artesanos, comer-ciantes, curas y militares de baja gradación.Pero ésta era una “sociedad de frontera” conun flujo constante de población migranteextranjera que buscaba fortuna, comercian-tes establecidos por cortos períodos (mien-tras esperaban el siguiente embarque) yburócratas que ocupaban puestos públicospor períodos fijos.

La república india, reorganizada duran-te el siglo XVI bajo el régimen de Toledo, secomunicaba con la república española a travésde su propia clase dirigente: los curacas. Así,la aristocracia nativa jugó el difícil y ambiguopapel de vincular a los dos mundos. Fuera delas repúblicas de indios y de españoles, y sinun lugar preciso en el orden dual, estaban los“indios yanaconas” que huían de las reduccio-nes de indios, la población esclava de origenafricano y los mestizos. Los mestizos ocupa-ron un lugar intersticial. Sin gozar de la con-fianza de los indios ni de los blancos, algunasveces sus lealtades fluctuaron entre ambosextremos, en otros momentos optaron por asi-milarse a uno de sus ancestros. Pero, comoseñala Macera (1977), el estrato mestizo noconstituyó una cultura en sí misma (como pro-ponen algunos historiadores) sino que vivie-ron en las fronteras de este sistema dual, comoprueba viviente de sus inconsistencias.2

Dicho en breve, las ciudades, especial-mente Lima, eran una mezcla de criollos, es-pañoles cazafortunas, mestizos, indiosyanaconas, africanos y diversas subcastas queintentaban ganarse la vida ejerciendo oficiosurbanos o en actividades comerciales. Lasprácticas de la vida diaria desbordaban el mo-delo dual establecido.3 Sólo las élites ricas sedistinguían claramente de estas masas móvi-les y mezcladas, pues los estratos medio y po-pular manifestaban una intensa fluidez. Comoobservó Romero: “Nadie sabía quién era quiénen las ciudades capitales o puertos que cre-cían continuamente” (Romero, 1976: 132-133).

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Análisis

Los grupos medios —que no caían den-tro de los opuestos blanco/criollo o indio rural— eranprecisamente el segmentomás fluido de esta sociedad.A pesar de que no crearonuna cultura propia, eran lasbisagras que comunicaban alos diferentes grupos queconstituían el orden colo-nial. Así, mientras que losdos extremos opuestos de-sarrollaron dos estilos cul-turales claramentediferenciados, los grupos in-termedios ocuparon una po-sición ambigua. Si bien seidentificaban con las clasesaltas a las que aspirabanpertenecer, o por lo menosparecerse (y esto era posibleen esta móvil sociedad defrontera), eran también losprocesadores de los espacioshíbridos y la cadena que co-municaba los extremos.

La Ilustración y el surgimiento de unaidentidad criolla

Según Macera, el siglo XVIII se caracterizó porel surgimiento simultáneo de dos fenómenosrelacionados: la implantación del pensamien-to europeo moderno y la orientación gradualde las élites criollas hacia movimientos políti-cos nacionalistas. Estos últimos legitimaban sureclamo a la autonomía política con el argu-mento de que a cada pueblo debe correspon-der un estado autónomo. En consecuencia, eltema de las raíces históricas de los pueblosamericanos cobró especial significado. Ellosupuso que se construyera un discurso por elcual se probase que la sociedad peruana erauna nación con raíces históricas propias, dife-rentes a las de la metrópoli, que dieran sus-tento a su reclamo de independencia. Estasraíces se buscaron en el pasado prehispánico.Durante los primeros años del siglo XIX apa-recieron las primeras voces criollas que iden-

tificaban la tradición nacional con la historiaindígena (Macera, 1977: 67).El pasado incaico se convir-tió en la “raíz” de la naciona-lidad criolla: ellos releen elpasado de manera tal que lostiempos del imperio incaocupan el lugar de la Arca-dia perdida frente al impac-to destructor de la conquista.De este modo, la propuestaque condujo a la fundación dela república significó la ela-boración de un discurso po-lítico centrado en el conceptode nación y en una percep-ción redefinida del indio,quien sería el noble salvajecorrompido por la civiliza-ción. Los hombres que pe-learon para lograr laindependencia, asumieronque esto significaba superartres siglos de opresión queellos habrían compartidocon la población india. Deacuerdo con este discurso,

tanto criollos como indios eran hermanos ycompatriotas envueltos en una misma y des-graciada suerte, desde que el infante Toledohizo decapitar en un cadalso en la plaza delCuzco al inocente príncipe Tupac Amaru, he-redero legítimo del Imperio (Los Andes Libres,número del 31 de julio de 1871, citado enMendes, 1992: 22).

Aunque la construcción de esta tradicióny el proceso que terminó en la independenciade España incluyó dos movimientos de libera-ción, el criollo y el indígena,4 quienes ganaronla independencia y asumieron el papel deélites en la república fueron los grupos que seidentificaban con la cultura occidental y mo-derna. Sin embargo, la joven república asumióoficialmente el pasado prehispánico como laraíz histórica de la nueva nación que, libre delas trabas de España, podría construir un pro-yecto moderno. En el Manifiesto del CongresoConstituyente de 1822 —publicado en quechuay escrito por Luna Pizarro y Sánchez

El discurso sobre laidentidad nacional

fundado en unavisión dual de la

sociedad peruana seve hoy desbordado

por la crecienteheterogeneización dela vida social y por laemergencia de grupos

que exigen laimplementación deuna política de la

diferencia quereconozca sus

especificidades

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Carrión—, los pensadores más influyentes dela primera Constitución peruana declararonque los indios eran el principal objetivo de lanueva nación (Basadre, 1983). Según Basadreel indigenismo del movimiento emancipadorbuscaba un contenido para esta nueva identi-dad nacional: “Cree encontrar en lo indígena,los dos elementos que anhelan como raíznutricia todo nacionalismo: el pueblo y el pa-sado” (Basadre, 1983, vol. 1: 183). El indio, lavíctima principal del despotismo y el símbolode sus excesos, se convirtió en alguien quedebía ser reivindicado, defendido y promovi-do (Portocarrero y Oliart, 1987).

En resumen, la independencia de Espa-ña y la victoria del liberalismo fueron los te-rrenos emocional e ideológico que permitierona la élite criolla pensar a la sociedad peruanacomo una nación, con una historia común alproducir un discurso nacional que reivindica-ba su vínculo con el imperio inca. Éste recreóe idealizó un pasado que honraba la “gloria delimperio inca”, en tanto que la población indiacontemporánea se definía como la víctima deuna expoliación y debía ser redimida por la víade la asimilación a los avances de la ciencia yla modernidad que, según prometían, los ha-ría “nobles, instruidos, propietarios y repre-sentaréis entre los hombres todo lo que esdebido a vuestras virtudes” (citado en Basadre,1983, vol. 1: 182). No obstante, las reivindica-ciones concretas de esta población nunca fue-ron oídas y de hecho se les consideró como unacarga, debido a su atraso, o como una amenazaque podía poner en jaque su proyectomodernizador (Mendes, 1992).5

El pensamiento conservador: laArcadia colonial

Una vez superados los primeros años de anar-quía, durante la segunda mitad del siglo XIX,el estado peruano alcanzó un mínimo de esta-bilidad bajo el liderazgo de la élite criolla. Lapoblación india continuó bajo el mismo régi-men servil durante todo el siglo XIX e inclusodespués. Entretanto, las clases medias bajas ylos sectores populares urbanos “debieron re-

signarse a ser una clientela patrocinada porla reducida élite de criollos que juraron la re-pública sin abjurar de la conquista” (Macera,1977: 47). A pesar de ello, la distancia entrelas clases medias y altas y las clases altas setornó más difusa y su relación estuvo cargadade tensión precisamente debido a que habíacierta fluidez a pesar de los esfuerzos de lasclases altas por parecer inalcanzables.

Eran tiempos inestables en los que el“caudillismo” era todavía una amenaza y laeconomía nacional no se había recuperado delos largos años de guerra. Había oportunida-des para los aventureros y los audaces. Unaracha de buena suerte debida a la populari-dad política que seguía a una campaña mili-tar, al hallazgo de una nueva mina, a una líneade importación o exportación descubierta enel momento preciso podía producir un enrique-cimiento repentino y colocar a los “nuevos ri-cos” en condiciones de luchar por seraceptados en los altos círculos. En consecuen-cia, la falta de identidad de las clases mediasfue, en parte, una respuesta a lo difuso y mó-vil de las fronteras que las separaban de lossectores populares y de las clases altas.

Durante la segunda mitad del siglo XIXla economía peruana tuvo un período de creci-miento centrado en la explotación del guano.6La élite limeña asociada con capitales esta-dounidenses y británicos consolidó su poder,con lo que inició la modernización del país através de inversiones estatales. Lima se ex-pandió y se convirtió en el principal punto deatracción de una migración interna creciente,proveniente de las ciudades del interior y delcampo y de una nueva ola de migrantes extran-jeros provenientes, principalmente, de Italiae Inglaterra (Doughty, 1991: 52). Las hacien-das de la costa fueron modernizadas para res-ponder a la creciente demanda del mercadointernacional de algodón y azúcar. La esclavi-tud fue remplazada por la “trata de chinos”.

En este momento los grupos progresis-tas y burgueses, cuya mayor parte estaba for-mada por capitales extranjeros, tomaron elcontrol social y económico del país. El gran

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Análisis

cambio político que aseguró el predominio dela nueva burguesía ocurrió al consolidarse elmovimiento “civilista”. La nueva burguesía sealió con los militares para obtener la fuerzaque necesitaba para sostener su posición. Deahí en adelante estas últimas fueron la insti-tución que respaldó el poder de las clases go-bernantes y jugó un papel político clave en laconstitución de la esfera pública. Sin embar-go, durante esta segunda mitad del siglo XIX,la casta militar comenzó a institucionalizarsey se convirtió en un espacio de ascenso socialpara algunos individuos provenientes de lasclases medias.

Como en toda Latinoamérica, al estable-cerse la república, las élites debieron tomarposición frente al positivismo del siglo XIXque asimiló los avances de la ciencia moder-na con la raza caucásica. El dilema que se lesplanteaba era: la naturaleza claramente mez-clada de la población frente a la connotaciónblanca de las nociones de progreso y moderni-dad (Wade, 1997.) Ellas habrían querido serblancos y temían no serlo (De la Cadena, 2000:250). La salida fue destacar el elemento posi-tivo de las razas mestizas. Éstas reunirían, enuna mezcla nueva, los mejores elementos delpasado y el presente. No se abandonaron losvalores modernos, pero se les agregó la mez-cla racial para así proveer una propuesta lati-noamericana al debate racial. El mestizo seensalzaba como el aporte original de Perú a lacultura universal. Pero la imagen escogida erasiempre el extremo más claro del espectro. Deeste modo, las élites se identificaban con ellado más blanco de la escala, dejando para laplebe las diferentes gamas de mezcla. Los ex-tremos estaban ocupados por los negros y losindios.

Durante este período, para propiciar sudiferenciación de la plebe y su cercanía a Oc-cidente, las familias de las élites favorecieronlas uniones de sus mujeres con varonesmigrantes de Europa y Norteamérica (Oliart,1994) que a mediados del siglo XIX constitu-yeron una ola migratoria bastante importan-te. Es probable que el culto al pasado hispánicoque caracterizó a nuestras élites hasta los años

setenta corresponda a esta época y no a la con-tinuidad y vigencia de los ideales colonialesdurante la república. Es en este contexto derecomposición de las clases altas que necesi-tamos comprender la construcción de lo queSalazar Bondy (1964) denominó la “Arcadiacolonial”. La nueva burguesía necesitó recrearun estilo aristocrático e implementar una es-trategia de blanqueamiento para adquirir le-gitimidad social y para delimitar sus fronterascomo grupo.

Ahora bien, a pesar de la consolidaciónde una nueva élite criolla, la llamada repúbli-ca aristocrática fue también el escenario delsurgimiento de la clase proletaria, de las re-vueltas campesinas, de la emergencia de la cla-se media como un sector con demandasparticulares y de la creación de los partidospolíticos modernos que proponían nuevas for-mas de organización social y política. Comoseñala Adrianzén (1990), en este período elconflicto social era permanente, todo se co-mienza a mover y todo, particularmente en laciudad de Lima, es lo contrario a la quietud.

La emergencia de nuevas élites y lacuestión indígena

Con la Guerra del Pacífico (1879-1885), la so-ciedad peruana atravesó un período de ines-tabilidad y recesión que dejó huellas profundasy marcó el pensamiento sobre la identidadnacional. Para la generación que inició el sigloXX, traumatizada por la derrota, uno de lostemas más frecuentes de reflexión y críticasería que Perú estaba muy lejos de la naciónque el proyecto republicano había propuesto.Dentro de este contexto, el tema de las pobla-ciones indígenas vuelve a la palestra políticay alrededor de éste se articulan los discursosque pondrán en tela de juicio a las élites tradi-cionales.

Este período significó un punto de quie-bre. De ahí en adelante los sectores medios seconvertirían en las principales productoras deldiscurso acerca de la sociedad peruana. Esteúltimo estuvo centrado en la cuestión indíge-na y el rechazo de la legitimidad de las clases

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altas. A pesar de que Gonzáles Prada no fueel primero en discutir la cuestión indígena,7

fue él quien puso este tema en el centro de ladiscusión política señalando que: “en Perúvemos una superposición étnica: excluyendoa los europeos y al cortísimo número de blan-cos nacionales o criollos, la población se divi-de en fracciones muy desiguales por lacantidad, los encastados o dominadores y losindígenas o dominados. Cien o doscientos milindividuos se han sobrepuesto a tres millo-nes” (1924: 327-328).

Gonzáles Prada y los indigenistas invir-tieron los términos del debate acerca del in-dio y el pasado prehispánico. Ellos ubicaron alos campesinos indios contemporáneos comoel objeto de su reflexión, en vez de la pasadagloria imperial. Mientras que deslegitimabana la oligarquía presentaron a la clase media, ala cual pertenecían, como los productores pri-vilegiados del discurso de la nación. En otrostérminos, este debate fue también lo queBourdieu (1991) llamaría una lucha simbólica,en la que los diferentes sectores y fraccionesluchaban por imponer la definición del mundosocial que mejor se adecuaba a sus intereses.

De ahí en adelante, la propuesta políticade la intelligentsia de los sectores medios con-centraría su crítica en los privilegios de lasclases altas y en el apoyo a los derechos de laspoblaciones indígenas. Sin embargo, pensado-res como Gonzáles Prada pertenecieron a unacultura criolla para quienes los indios eran unproblema, no un sujeto. Es más, esta muestrapolarizada de la realidad social creó dos ex-tremos arquetípicos: el indio que representa-ción al “Perú real” pero silencioso y laoligarquía ilegítima que renegaba de sus pro-pias raíces históricas.8 Mientras tanto, los pro-ductores de este discurso se postularon comolos dueños del conocimiento acerca del “Perúreal” y, por lo mismo, como los representantesde los intereses del campesinado. Sin embar-go, esta producción siguió el estilo de pensa-miento occidental. Es más, la identificación delas clases medias con la cultura occidental lesproporcionó el capital simbólico (Bourdieu,1991) necesario para convertirse en élite.

En ese momento estos grupos de los sec-tores medios comenzaron a asumir una posi-ción de liderazgo en la vida intelectual ypolítica del país y, en mi opinión, devinieronen élite. En este sentido estoy en desacuerdocon los autores que sostienen que las clasesmedias no han jugado un rol protagónico en lapolítica y en la construcción del relato sobrela identidad nacional. Por el contrario, haciafines del siglo XIX algunos de sus grupos secomplejizaron e iniciaron el proceso que losllevó a convertirse en una élite que luchabapor desplazar a la clase alta de su papel demodelo para el resto de la población peruanay de productor de la utopía nacional.

Los movimientos antioligárquicos

El período de 1911 a 1930 significó una impor-tante transición: la intervención de “caudillos”en la administración del Estado se redujo no-tablemente en comparación con la historia re-publicana previa y se logró una ciertaestabilidad política que proporcionó un marcomínimo para el desarrollo de institucionespúblicas. El Estado perdió, en forma gradual,su carácter patrimonial: se modernizó y asu-mió funciones políticas en el sentido clásicodel término. A nivel internacional, esos fue-ron los tiempos de la principal expansión delcapitalismo norteamericano, europeo y japo-nés. Como consecuencia, los países latinoame-ricanos vivieron un ciclo de crecimientoeconómico gracias a la demanda creciente delmercado internacional por materias primas.Esta fase de prosperidad llevó a que casi to-das las ciudades capitales de esta región do-blaran e incluso triplicaran su población y semodernizaran.

En este contexto los sectores medios cre-cieron notablemente y cambiaron de fisonomíadebido al crecimiento de la burocracia estataly al surgimiento de una capa de ejecutivos yfuncionarios de las nuevas empresas extran-jeras que se instalaron para explotar los re-cursos locales, generando nuevos grupos deejecutivos y funcionarios. La producción ycomercialización de materias primas dio paso

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Análisis

a un mundo de intermediarios, se instalaron di-rectorios de bancos internacionales y agenciascomercializadoras. Las actividades comercia-les florecieron y posteriormente arribó unanueva población migrante procedente del im-perio turco (Palestina, Siria), Europa central,Japón e Italia. Atraídos por esta ola de mo-dernización, las clases altas y medias provin-cianas migraron a Lima. Paralelamente, lacreación de institutos técnicos, profesionalesy militares, relacionados al arribo de misionesculturales extranjeras y de entrenamientomilitar, estimuló la idea de una élite ilustrada(Ortega, 1986).

La reforma de la Universidad de Córdo-ba lanzada en 1917, en Argentina, jugó un pa-pel importante en el surgimiento de la nuevavanguardia política e intelectual. La reformauniversitaria, que permitía una libre asisten-cia, abrió las puertas de la universidad a lapoblación migrante procedente de las ciuda-des del interior de Perú. Esto modificó radi-calmente la composición social de launiversidad, la cual, hasta ese momento, ha-bía sido la encarnación del espíritu colonial.

En 1919 dos tercios de la población uni-versitaria de San Marcos provenían de las ciu-dades del interior. La universidad se convirtióen un campo de batalla donde las clases me-dias emergentes expresaron su descontento yenfrentaron la hegemonía de las clases altas.En este período aparecieron diversas organi-zaciones políticas y círculos intelectuales pro-venientes de las filas de los sectores medios yenfrentados al régimen oligárquico. Proponíanuna sociedad igualitaria buscando sus raíces enla tradición prehispánica peruana en tantoopuesta a la versión española de la cultura pe-ruana cultivada por la oligarquía. Fue el caso dela formación del movimiento democrático, delAPRA, del Partido Socialista y del movimientoindigenista.

Dos de los pensadores y políticos másrepresentativos de esos tiempos fueron VíctorRaúl Haya de la Torre y José CarlosMariátegui. Ambos habían sido profundamen-te influenciados por el pensamiento de

Gonzáles Prada. Ambos pedían la liquidacióndel poder oligárquico, la solución del proble-ma indígena y la integración del legado cul-tural indígena en la corriente dominante dela cultura peruana. Con Mariátegui y Hayade la Torre, el modelo dual definitivamenteingresó a las ciencias sociales y al proyecto po-lítico de las clases medias. Por ejemplo,Mariátegui concibió la sociedad peruana comoconstituida por dos segmentos inconexos, se-gún afirma: “En el Perú [...] hay una dualidadde raza, de lengua y de sentimiento, nacida dela invasión y conquista del Perú autóctono poruna raza extranjera que no ha conseguido fu-sionarse con la raza indígena, ni eliminarla, niabsorberla” (1973: 206).

Hasta los años treinta el principal obje-to de reivindicación social serían los campesi-nos indígenas. Los indigenistas, socialistas,anarquistas y demócratas estaban de acuerdoen este punto; entre ellos, Hildebrando Cas-tro Pozo (1934) fue el primero en proponer ala comunidad campesina de indios como unainstitución representativa de la continuidadde la herencia cultural prehispánica y un mo-delo de desarrollo socialista para el futuro delpaís. Estas ideas fueron difundidas en el cam-po por activistas políticos, migrantes que re-tornaban de la ciudad, las escuelas y los mediosde comunicación y fueron asimiladas a la ver-sión que los campesinos tenían de su propiopasado y a movimientos campesinos que pro-liferaron a lo largo del país entre los años trein-ta y los sesenta.9

De manera paralela, Víctor AndrésBelaúnde y Jorge Basadre articularon una pro-puesta reformista y antioligárquica que gira-ba alrededor del ideal del “mestizaje”. Segúnellos, lo que caracterizaba a la cultura perua-na era la fusión entre las herencias española yprehispánica. Sin embargo, en esta mezcla bienlograda el lado indígena jugaría el papel delmaterial pasivo a ser desarrollado por la tec-nología superior y el pensamiento occidental.Esta percepción de la sociedad peruana en-cuentra su mejor expresión en Basadre, paraquien “el aporte prehispánico se halla en lapresencia misma de la población indígena de

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cuyo pasado emana una tácita lección no siem-pre bien comprendida: la comunión entre elhombre y la tierra, la aptitud para fecundarel yermo y para incrementar el cultivo aun-que él fuera primitivo, la acción patriarcal delEstado para evitar el ocio y el hambre, la supe-rioridad señorial sobre los pueblos vecinos”(1929: 610).

Mientras que los ideales de Mariáteguiinfluyeron en los movimientos radicales y enlas ciencias sociales, la percepción de Basadresobre Perú fue asumida por la historiografíaoficial peruana10 y se convirtió en parte deldiscurso de los movimientos reformistas. Am-bas versiones comparten una visión binaria dePerú: la identificación con sus raíces imagina-rias prehispánicas y la fe en el progreso futu-ro relacionado con el modelo occidentalizadode sociedad.

La segunda mitad del siglo XX: triunfoy caída

Durante las décadas de 1940 y 1950, los dis-cursos político e histórico dejaron de lado lacuestión indígena para poner atención en laspolaridades moderno/tradicional y hegemonía/dependencia. Los años cincuenta marcaron elinicio de un nuevo período de industrializa-ción, modernización y urbanización. El impac-to de la Guerra de Corea sobre los precios delas materias primas y algunas inversiones ex-tranjeras en minería y manufactura dieronnueva vida a la economía nacional. Las finan-zas del Estado se expandieron y el gobiernoejecutó diversas obras públicas.

Para los sectores medios, los primerosaños de la década de los cincuenta significa-ron la consecución de sus ascensos sociales yde sus expectativas de mejoras materiales(Adrianzén, 1990). Sin embargo, como señalaAdrianzén (1990), los grupos medios queemergieron durante los años cincuenta, fue-ron diferentes de aquellos de los años veinte.Estos últimos estuvieron ligados a la pequeñaminería, al sector artesanal, al crecimiento delEstado y al comercio internacional. Las clasesmedias de los cincuenta estuvieron ubicadas

mayormente en profesiones liberales y técni-cas. Fueron la generación creada por la refor-ma universitaria. Otro factor fue la instalaciónde industrias no tradicionales que generaronun nuevo grupo de empresarios.

Este proceso de diferenciación dentro dela clase media se evidenció en el surgimientode una nueva generación de industriales com-prometidos con el desarrollo del país y en lapresencia de profesionales altamente califica-dos, para quienes no había lugar en el Estadoo la industria. Estos últimos constituían unareserva de talento. Dentro del grupo profesio-nal había una categoría que Bourricaud (1970)denominó los técnicos del desarrollo: agróno-mos, arquitectos, economistas, antropólogos ysociólogos. Según Adrianzén todos ellos cons-tituían élites caracterizadas por su vocaciónmodernizante y modernizadora: “En mayor omenor medida todos ellos lucharon por el de-sarrollo del país, la ampliación del mercadointerno, por aumentar los niveles de consumo,por poner en marcha políticas de corte nacio-nalista, por volver la mirada directa o indirec-tamente a los sectores populares” (1990: 23).

Como resultado de esta atmósferamodernizadora, entre 1954 y 1956 aparecierontres nuevas asociaciones políticas: el Movimien-to Social Progresista, Acción Popular y la De-mocracia Cristiana. Todos ellas expresaban lasexpectativas de las clases medias emergentes.

Hacia finales de la década de los cincuen-ta, las clases altas perdieron el papel hegemó-nico que habían ostentado desde fines del sigloXIX. La ruptura de su alianza tradicional conlos militares fue el síntoma más claro de sudecadencia. Este proceso terminó con la seriede reformas que llevó a cabo el gobierno mili-tar entre 1968 y 1975. El régimen militarliderado por el general Velasco Alvarado ca-nalizó las aspiraciones políticas de los nuevossectores medios que estaban buscando ocuparnuevos espacios (Durand, 1988: 45). La expan-sión del Estado ofreció oportunidades de ca-rrera dentro de su creciente burocracia a unagran población de graduados universitarios.

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Análisis

Un grupo de tecnócratas apareció asocia-do a la expansión del Estado y a la creación denuevas industrias. El discurso del gobierno hizohincapié en valores como la igualdad ante laley, la justicia social, la redistribución de la ri-queza y la revitalización de los valores de lacultura prehispánica; estos últimos definitiva-mente fueron identificados con las raíces dela cultura peruana.

Las clases medias y la crisis: la re-heterogeneización de la vida urbana

Las reformas económicas y sociales llevadas acabo por el gobierno militar fueron detenidaspor una profunda crisis económica y el ajusteestructural impuesto por las políticas del FMI.Los años ochenta estuvieron marcados por laviolencia política y la recesión económica. Lamigración masiva de las poblaciones campesi-nas, quienes huyeron a las ciudades para evi-tar la violencia, la aparición de nuevos actoressociales, la crisis de las instituciones forma-les, la violencia política y la creciente presen-cia del narcotráfico en la vida económica ypolítica del país, mostraban un cuadro de cam-bio repentino y de incertidumbre.

La migración masiva desde el campo cam-bió el aspecto de las ciudades. Es lo que algu-nos autores denominaron “andinización”(Adams y Golte, 1987; Blondet, Degregori yLynch, 1986) o “desborde popular” (Matos Mar,1984). Carlos Franco (1991) sugiere que la olade migrantes andinos que procedían funda-mentalmente del ámbito rural construyó otra“institucionalidad” en los límites del modelode modernización deficiente propuesto por elEstado y en el cual ellos no tenían un lugar. Unaola indigenista renovada de autores que prove-nían de las ciencias sociales identificó la cre-ciente informalización de la economía y laorganización de pueblos jóvenes con el surgi-miento de una nueva cultura peruana. SegúnMatos Mar, las nuevas poblaciones urbanasserían “crisoles que fusionan las distintas tra-diciones regionales, se convierten en focospoderosos de un nuevo mestizaje de predo-minante colorido andino, generando estilosde cultura, opciones económicas, sistemas de

organización y creando las bases de una nuevainstitucionalidad que se expande” (1984: 79).

Sin embargo, estos autores no tuvieronen cuenta que la informalización de la econo-mía y el uso de estrategias de supervivenciapara lograr la subsistencia familiar, caracteri-zan a muchos países del tercer mundo que su-fren ajustes estructurales. Es más, lainformalización de la economía puede ser en-tendida como parte de una tendencia generalde la flexibilización de la fuerza de trabajo quecaracteriza al capitalismo tardío (Harvey, 1990;Fernández, 1992). Por tanto, esta supuesta“emergencia de la cultura andina” forma par-te de un proceso general de cambios económi-cos que caracterizan al capitalismo tardío y nopodría ser considerada como un fenómeno cul-tural específico.

La recesión económica tuvo un fuerteimpacto en los sectores medios, especialmen-te entre los empleados que dependían de unsalario mensual. Como observan Monge y Stein(1988), personas con grado universitario, quie-nes hasta la década de los sesenta habrían es-perado ascender social y económicamente,vieron decrecer sus niveles de vida hasta lasubsistencia. En forma paralela, la emergen-cia de empresarios informales estaría produ-ciendo una nueva clase media con niveles deingreso y capacidad de consumo similares a losde las clases medias tradicionales. Estos au-tores sugieren que las clases medias tradicio-nales, de cultura criolla occidentalizada, estándesapareciendo y siendo reemplazadas por unanueva clase empresarial “chola”.

Este tipo de análisis cae de nuevo den-tro de una interpretación binaria porque ve laaparición de un nuevo grupo de clase mediacomo prueba de la muerte del anterior. Másaún, la población migrante no necesariamentees de origen “indio”, sino que son muy varia-das. Éstas provienen de zonas de costa mesti-zas, o son población “misti” de las ciudades delinterior y del campo, así como de zonas cam-pesinas andinas que hablan quechua.

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A pesar de que la emergencia de una cla-se media “chola” es un fenómeno nuevo ypromisorio, no significa la cancelación de to-dos los grupos tradicionales de clase media.No es la única “nueva clase media” que emergedesde la población migrante o informal. Sugie-ro que la clase media chola es parte de unacreciente diferenciación interna de la clasemedia y de una heterogeneización general dela vida urbana (Harvey, 1990). Es decir, es po-sible que convivan grupos cuyos intereses es-tén más cercanos a los de las clases altas, conuna clase media chola emergente y con dife-rentes grupos de tecnócratas. Estos últimosserían los más activos en la producción de dis-cursos sobre la identidad nacional.

Conclusiones

Las clases medias peruanas son un productourbano que forma parte de esta sociedad des-de la creación de las ciudades coloniales. Ellasse caracterizaron por su fluidez, y su papel deintermediación en una sociedad basada en rí-gidos límites étnicos y de clase en la que, sinembargo, los poderes públicos eran extrema-damente frágiles.

Desde que se estabilizó el orden republi-cano (a fines del siglo XIX), y desde que la eco-nomía peruana se insertó en el ordencapitalista mundial, los sectores medios seredefinieron a sí mismos y se volvieron máscomplejos e internamente diferenciados. Comoconsecuencia, algunos de sus grupos asumie-ron el papel de enfrentar a las clases gober-nantes y lideraron los movimientosintelectuales y políticos, que terminaron en elgobierno reformista militar de 1968-1975.

Aunque puede ser cierto que existen gru-pos de las clases medias, cuyos intereses seidentifican con los de la burguesía y utilizanestrategias para acumular distinción, imitan-do sus estilos de vida, buena parte de los es-tratos medios urbanos, especialmente aquellosmigrantes del interior del país y las nuevasclases medias (generadas por la expansión dela educación universitaria, el crecimiento delEstado, la institucionalización de las fuerzas

armadas, la industrialización y la moderniza-ción de la economía), formaron movimientosintelectuales y políticos contestatarios. Algu-nos de estos últimos se identificaron con unaversión idealizada del pasado prehispánicoperuano; otros, con el progreso moderno. Enambos casos percibieron a la sociedad perua-na como dividida entre dos tradiciones cultu-rales opuestas, inmersas en una dinámicadominante/dominado o dividida entre un sec-tor moderno progresista y un campo atrasadotradicional. En todos los casos, la clase mediase percibió a sí misma como un agente dinámi-co, así como intérprete y traductora de los in-tereses de la nación.

En este debate Lima actúa como el cen-tro que polariza la discusión, ya sea porque losmovimientos indigenistas regionales se cons-tituyen para combatir el centralismo capitali-no o porque asume la posición de vanguardiapolítica y económica del país.

Desde los primeros años de la década delos sesenta, la crisis del modelo exportadordetuvo la expansión económica de las ciuda-des. Éstas ya no fueron capaces de ofrecerleun lugar a la población del campo. Como con-secuencia la población migrante generó formasde asociación (política, de vecindad y por lu-gar de origen) y expresiones económicas (in-formalidad, autoempleo) que cambiaron elrostro de las ciudades.11 La presencia de unimportante sector migrante de tradiciónandina rural, quechua hablante, que generabasu propio mercado de consumo podría produ-cir un “renacimiento” de formas de expresióncultural campesina andinas adaptadas al me-dio urbano.12

La población informal de origen andinoeconómicamente exitosa está generando unanueva “clase media chola”, que no necesaria-mente está asimilada a la cultura criolla. Estopodría cambiar la adscripción cultural de al-gunos grupos de las clases medias urbanas. Noobstante, este fenómeno debe ser entendidodentro del contexto de flexibilización de lafuerza de trabajo y de la heterogeneización delas ciudades (Harvey, 1990) que caracterizan

El papel de las clases medias en la producción de la identidad nacional

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Análisis

al capitalismo tardío, antes que la cancelaciónde la clase media tradicional o la promesa dereconstrucción de una “auténtica” cultura pe-ruana basada en sus imaginadas raícesprehispánicas.

El juego de opuestos tradición/moderni-dad, occidental/indio, civilizado/bárbaro hasido usado como una metáfora para la cons-trucción de una nación criolla, de un proyectomesocrático, de movimientos campesinos y deuna cultura popular neoandina. En esta narra-tiva, las diferentes clases y sectores de la so-ciedad peruana han encontrado una forma depensar acerca de sí mismos y de expresar suspropios intereses, metas y rivalidades. En estainteracción, la etnicidad juega un papel ambi-guo. Por un lado, el pasado prehispánico re-presenta las raíces de la nación y legitima lasreivindicaciones políticas de las clases gober-nantes y de los sectores medios emergentes;por otro, no es necesariamente algo que sedescubre, sino que se inventa a través del ejer-cicio selectivo de la memoria que involucra elsilenciamiento de algo con el fin de permitirque otro se exprese. Desde esta perspectiva,la visión polarizada de la sociedad peruanaque la divide en una relación yo/otro, no ex-presa “diferencias culturales” sino “asuntos depoder y retórica antes que de esencia”(Clifford, 1994: 14).

De este modo, el discurso sobre la iden-tidad nacional fundado en una visión dual dela sociedad peruana se ve hoy desbordadopor la creciente heterogeneización de la vidasocial y por la emergencia de grupos que exi-gen la implementación de una política de ladiferencia que reconozca sus especificidades.Sin embargo, nuestra utopía nacional se fun-da sobre presupuestos que infieren precisa-mente la cancelación y desde ese punto de vistase oponen o dificultan la construcción de unapropuesta intercultural.

Notas

1 Para fines de este ensayo me centraré en el desarrollode este debate en la ciudad de Lima, porque ella cen-traliza las políticas económicas del país. Sin embargo,debo aclarar que un estudio más exhaustivo sobre el

tema deberá tener en cuenta la producción de las élitesregionales y el debate sobre la identidad nacional anivel continental.

2 Macera señaló, correctamente, que no podemos hablarde una nación “mestiza” porque la población mestizano estaba organizada en una república separada y losmestizos no estaban en una posición como para crearuna nueva cultura debido a la debilidad de su statussocial (Macera, 1977: 457).

3 Por ejemplo, Esteban de Terralla y Landa publicó untrabajo satírico en 1672, “Lima por dentro y por fuera”,que describe la vida en la ciudad:

Verás después por las calles Que vas viendo por la calleGrande multitud de pelos Pocos blancos, muchos prie-tosIndias, zambas, mulatas Siendo los prietos el blancochinos mestizos y negros De la estimación y aprecio

Verás varios españoles Verás muchos indiosArmados y peripuestos Que de la sierra vinieronCon ricas capas de grana Para no pagar tributoReloj y grandes sombreros Y meterse a caballeros

Pero de la misma pasta Hay mucho del mulatismoVerás otros pereciendo Y del género chinesco,Con capas de lamparilla Que con papeles fingidos,Con lámparas y agujeros Quieren mudar de pellejo (Citado en Romero, 1976: 130-32).

4 Los movimientos de liberación indígenas se iniciaronen el siglo XVI. Se caracterizaron por una resistenciapasiva, rebeliones locales, movimientos nativistas y unacontra-aculturación conflictiva. Los más importantesfueron aquellos liderados por Juan Santos Atahualpaen la zona amazónica central y por Tupac Amaru II enla sierra sur (Cusco y Puno) (Macera, 1977: 161). FloresGalindo (1987) y Manuel Burga (1987) señalaron lainfluencia que la lectura de Los comentarios reales deGarcilaso tuvo sobre un sector de la aristocracia nativalocal (curacas). Las élites locales de la república de in-dios reconstruyeron una historia de su pasado que nocorrespondió nunca más a una estructura mítica sino auna concepción occidental de la historia. El proyecto deTupac Amaru II no fue sólo el de recomponer el ordenincaico sino construir un estado multinacional con par-ticipación de los “criollos”, “mestizos” y “negros” bajo elliderazgo indio.

5 Bonfil Batalla (1987) llegó a similares conclusiones ensu clásico estudio acerca de la construcción de la identi-dad nacional mexicana.

6 El guano es un fertilizante orgánico que se encuentra enlas islas desérticas del litoral peruano donde habitanaves.

7 Clorinda Matto de Turner inició el movimiento litera-rio indigenista (1887), mientras que Pedro Zulen, Joa-quín Capelo y Dora Mayer fundaron la Asociación ProDerecho Indígena Tawantinsuyo. En forma paralela,Cusco y Puno tuvieron importantes movimientos indí-genas.

8 Incluso los movimientos indigenistas de Cusco y Punoestaban compuestos por miembros de la clase mediaeducada y de la clase alta local y no de población cam-pesina. Su propósito principal fue contrarrestar el cen-

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tralismo limeño a través de la creación de un proyectode desarrollo que mirase al país “de adentro”. En estesentido, ellos expresaron la lucha entre Lima y la bur-guesía costeña y la burguesía andina que se había vuel-to arcaica en comparación con la costa industrializada.

9 Sin embargo, Degregori (1993) observa que a pesar deque la revitalización y revaloración de la cultura andinajugaron un papel importante en el discurso de los movi-mientos campesinos, sus reclamos no se centraban entemas étnicos sino en el acceso a la tierra y a la educa-ción formal, es decir, en la eliminación de las barrerasculturales y económicas impuestas por los regímenescolonial y criollo.

10 La cual es difundida en los textos escolares y ha produ-cido una concepción uniforme de Perú (Portocarrero yOliart, 1987), crucial para la construcción de la comuni-dad imaginada peruana (Anderson, 1983).

11 Como ha señalado Doughty (1994), esta ola migratoriase inició desde fines del siglo pasado y estuvo compues-ta por población que venía del extranjero, las ciudadesdel interior y del campo y no necesariamente de heren-cia andina. Además, los llamados “indios”, los campe-sinos quechua hablantes, se mantuvieron en suscomunidades rurales mientras que los que migraronfueron los mestizos o los cholos, más aculturados, quepreviamente habían tenido una experiencia urbana oredes de relaciones en la ciudad.

12 José Manuel Llorens (1990) llevó a cabo una interesan-te investigación acerca de la producción de programasradiales que difunden música andina y que vinculan ala población urbana con la rural.

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Análisis

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