revista mta n9 - junio/julio 2013

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Edición Número 9 de la Revista MTA. Esto es Schoenstatt.

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¿Sirve de algo la Revista MTA? Esta pregunta es la clave de todo el trabajo detrás de la Revista. Para nosotros la respuesta es clara, sirve, si no no la haríamos. Es decir cumple con los objetivos que nosotros nos proponemos. Pero surge una pregunta más profunda: ¿para qué sirve la Revista MTA? ¿Por qué hacemos una revista donde contamos testimonios pasados?

Una definición de testimonio es: Prueba, justificación y comprobación de la certeza o existencia de una cosa. Justamente, esta definición es la que nos motiva a nosotros a escribir la Revista. Queremos dar prueba de las cosas que se hacen, de las cosas que se viven, de las cosas que se aprenden, de las grandes personas que se unen, de lo que podemos llegar a ser.

La respuesta de para qué sirve la Revista no la podemos dar nosotros, sino cada uno de ustedes, los lectores. Nosotros sólo podemos hacer nuestro mejor esfuerzo para que el proyecto cumpla con el objetivo que nosotros nos proponemos, que es evangelizar con la comunicación.

¿Qué hubiera pasado si la Biblia no se hubiera escrito? La Biblia es un testimonio de hechos pasados. Y si no se hubiera escrito, esos hechos se hubieran olvidado, perdido su valor, o manipulado. Mismo en los comienzos del movimiento de Schoenstatt los primeros congregantes, en su mayoría en los campos de batalla, se comunicaban por medio de la Revista MTA, se motivaban mutuamente a seguir sirviendo a María, a Dios. Y justamente la nueva Revista MTA trata de cumplir con el objetivo de esa primera Revista.

Quiero citar a Benedicto XVI, que en una audiencia general en enero de este año, dijo: “en muchas de nuestras sociedades Dios se ha convertido en un “gran ausente” (…). Sin embargo, la sed de Dios no se ha extinguido y el mensaje evangélico sigue resonando a través de las palabras y las obras de tantos hombres y mujeres de Fe”. Nosotros, la Revista MTA, queremos ser un amplificador del mensaje evangélico. Sólo queremos ser un medio para que ese mensaje de Dios, que tantos schoenstattianos eligen reflejar en palabras, llegue a más personas, y más personas se pongan en acción.

Editorial

Por J. Francisco Lukac

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Sorprenden las raíces de los árboles cuando son capaces de romper las veredas. La frágil semilla cuando llega a convertirse en árbol es capaz de complicarle la vida al pavimento que siempre se mostró más firme y sólido. La pequeñez de un brote nos lleva a subestimarlo, pero la vida busca siempre rendijas para avanzar.

La Fe es una semilla, que puede crecer y llegar a albergar muchas aves (Lc 13,19); semilla arrojada por el sembrador con una potencialidad que se hace dependiente de la calidad del suelo que la recibe (Lc 8,4-8); semilla vulnerable y amenazada por los cuervos prejuiciosos, la sequía de la fiaca y las inundaciones del “estoy a mil, no tengo tiempo para…”

La Fe no es algo teórico ni un accesorio en la vida. La Fe es fuerza, es la potencia que te hace confiar y jugarte por los demás, por tus proyectos y sueños. La Fe es una actitud, una forma de encarar las cosas y se plasma en todo lo que hacés. Sólo si creo, puedo llegar a cambiar el mundo, porque la Fe es la condición fundamental para mover montañas (Mt 17,20), y la montaña más dura y más pesada es mi propio corazón.

La Fe es pura potencialidad que necesita ser activada por alguien.

por dejar en las calles la presencia de la Mater.

Es clave que la Fe salga afuera, que no se quede encerrada y

atada en tu metro cuadrado. Una Fe enfrascada tiene Fecha

de vencimiento. El Santuario vive cuando tu Fe está en movimiento. Te invito a que

aproveches la adoración de este martes a las 22:00 hs. en el Santuario de San Isidro para

preguntarte, ¿qué sueño

está latiendo como semilla en tu interior en

este 2013? ¿Cuáles son los prejuicios que le impiden desarrollarse? Conversalo con Jesús y animate a escucharlo cuando te dice: “joven, a ti te lo digo: ¡levántate!” (Lc 7,14)

P. FacuASESOR JM BS. AS.

Palabrasdel Asesor

En el Santuario se despierta la semilla de la Fe que está latente en tu interior. En ese lugar escuchás la voz de María que casi sin percibirlo, desata la Fe de su letargo y la pone en movimiento.

Una de las actividades por los 25 años del Santuario, fue la peregrinación a la Catedral de San Isidro. Empezamos con muchos prejuicios y vergüenzas, pero caminando nos dimos cuenta que “en casa también puedo misionar”. Fue una fiesta, mucha gente, m u c h a o r a c i ó n y gran alegr ía

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En los últimos años, escuché decir, y así mismo yo preguntar: ¿Qué le pasa a la JM? O ¿Dónde está la JM? Fueron momentos confusos, e incluso, momentos de desesperación en los que veíamos sólo lo que nuestros ojos podían ver. Y ahora, pensándolo un poco mejor, descubrí que eran y aún SON tiempos de prueba.

Rezando, recordé el pasaje en el que Jesús resucita a la hija de Jairo, en donde la c o n f i a n z a , la FE en el Señor, le devuelve la vida a la niña a p a r e n t e m e n t e muerta. El relato cuenta que “Todos lloraban y se lamentaban. «No lloren, dijo Jesús, no está muerta, sino que duerme».” (Lc 8, 52). Inmediatamente me hace pensar en mí, y después en cada uno de nosotros: ¿Realmente confiamos en Jesús, confiamos en la Mater? Porque si nos ponemos a profundizar el texto un poco más, podemos ver que la hija de Jairo fue elegida por Jesús, para dar testimonio de Él. Su enfermedad, e incluso su muerte, fueron necesarias para demostrar cómo el Poder de Jesús prevalece sobre ellas. Por eso me pongo a pensar si nuestra JM no habrá sido elegida también por Dios para algo aún

más grande. Y en lo único que puedo pensar es en las palabras del Padre Kentenich en el Acta de Fundación de nuestro Movimiento: “¡Cuántas veces en la historia ha sido lo pequeño e insignificante el origen de lo grande, de lo más grande! ¿Por qué no podría

suceder lo mismo con nosotros?”. O también, “de las ruinas brotará pronto nueva vida”. Sinceramente, siento que el Padre Kentenich nos habla directamente a cada uno, y con el Acta de Fundación nos centra y nos da el puntapié para no flaquear.

Los grandes esfuerzos hechos por cada JM en lo que va del año, demuestran esas ganas de vivir; esas ganas de revivir una flameante Alianza de Amor que sorpresivamente cumple 100 años.

Y no es en la cantidad de metas realizadas, o en la muchedumbre en donde uno ve la vida. Sino que es en los distintos símbolos que empapan estos días con Fuego y Esperanza. La adoración al Señor los martes a la noche, las constantes ediciones de esta querida Revista MTA, una vigilia por 25 años de nuestro SANTUARIO, son los

símbolos que me dicen que Dios quiere esto, y lo quiere de

verdad. ¡Incluso el haber sido llamados para

formar parte de esta familia

c u a n d o la misma c u m p l e

su primer jubileo!

Por eso vuelvo a esa inquietud que me

quema el alma: ¿Acaso estaremos llamados, como JM

para algo aún más grande? Me parece que planificar de espaldas a Dios, no tiene sentido. Por eso les propongo que vengan a rezar los martes, que lean la MTA y juntos descubramos qué es lo que la Mater y Jesús quieren de nosotros. ●

Por Facundo RíosJefe de Rama, JM San Isidro

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Pentecostés. Cincuenta días después de Pascua, los apóstoles y María estaban encerrados y de golpe sintieron una fuerte ráfaga de viento, y luego de eso no tuvieron miedo de salir a anunciar a Jesús. Era el Espíritu Santo que había descendido sobre ellos, en forma de lenguas de fuego. Hasta ahí el viejo cuento. Bah, no viejo, pero el que sabemos todos, el relato que está en el Evangelio, el que nos contaron de pequeños en catequesis. Me acuerdo que estudiábamos los siete dones, y nunca terminábamos de entender por qué “Temor de Dios” es un don. Eso fue P e n t e c o s t é s para mí durante mucho tiempo.

Pero bueno, pasa el tiempo, uno crece y se inquieta, y ya no le bastan los viejos cuentos, tiene que haber algo más. Y ahí fue cuando conocí un grupo de jóvenes que, como yo, buscaba ir más allá del viejo cuento, y Pentecostés empezó a tener otro color. Ya no era un cuento viejo, era un mensaje, un mensaje que había que compartir. ¿Qué dice? ¿Cómo se comparte? Ah bueno, ahí está el desafío. Horas y horas compartiendo debates sobre cuál

puede ser el mensaje que tiene esa lectura, y cómo hacemos para contarlo a muchos otros jóvenes. Y así Pentecostés adquirió una impronta distinta, pasó a ser el espacio en el cual los jóvenes nos encontramos, nos descubrimos, y nos potenciamos mutuamente para ser lo mejor de cada uno. Siempre en búsqueda de ese

mensaje, de qué quiere decirnos Dios a través de esa lectura, cómo el Espíritu Santo viene a iluminar nuestra realidad, cómo viene a animarnos a hacer ese anuncio de Dios que hicieron los apóstoles luego de recibirlo.

Hoy, sólo con escuchar que alguien nombra “Pentecostés” se me escapa una sonrisa. No es una fecha más. Es una nueva invitación a descubrir qué puedo hacer

desde mi lugar para transmitir el mensaje de Dios. El Espíritu Santo se hace realmente presente, con muchísimos dones más que sólo aquellos siete que nos enseñaron en catequesis. Mi experiencia es esa. No nos quedemos sólo con el viejo cuento de la catequesis escolar, animémonos a ir más allá y descubrir al Espíritu Santo en

nuestra vida, en nuestra cotidianeidad. Y para terminar, lo cito a Anselm Grün, monje escritor con el cual comparto muchas ideas: “El Espíritu Santo me ayuda a ver quién soy, a descubrir mi propia identidad, a descubrir la imagen de Dios que hay en mí y qué estoy llamado a hacer con mi vida.”

Que Pentecostés no se nos pase por alto. ●

Por Mili Torres Brizuela

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La pasada Semana Santa cumplimos cinco años de misión en Florencio Varela. En 2009, un grupo de 12 jóvenes emprendíamos un gratificante desafío: llevar el mensaje de Jesús resucitado a los barrios aledaños de Sión. Qué más lindo que trasladarse con amigos a las calles donde el Padre Kentenich fundó dos de los 20 santuarios del país. Al principio resultó difícil encariñarse con la gente debido a que nadie nos conocía y tampoco tenían noción de nuestra llegada. Pero con el apoyo que nos brindaron el padre Juan José y el, por entonces, d i á c o n o F a c u n d o Bernabei, salimos al encuentro de la gente junto a María, nuestra fiel peregrina. A medida que pasaban los años, el lazo con las familias de Varela era más estrecho. Las ansias con que esperaban la semana más importante del año indicaban que ahí debíamos estar nuevamente. Las misas de lavatorio de pies, los via crucis vivientes, las vigilias pascuales, etc., no hacían más que resignar un viaje familiar por compartir con la gente que más lo necesita. En 2010, ese grupo reducido que había iniciado Quo Vadis se expandió a toda la Juventud Masculina de Confidentia. Por consiguiente, triplicamos el

número de misioneros, algo que no estaba ni en los planes del propio padre Facundo.

Por un lado, el hecho de que la misión tenga un día de retiro también despertó aun más en nosotros las ganas de tener un encuentro con Dios y de acompañar a Jesús junto a la cruz. Además, poseer el Santuario sólo para nosotros implicaba dejarnos transformar por ese amor de María y salir al encuentro del prójimo

unidos en comunidad.Tantos recuerdos se me vienen a la cabeza, desde lluvias torrenciales que padecimos hasta cortes de luz que no impidieron en lo más mínimo que esto salga de la mejor forma. Esto es porque claramente nos movía algo en nuestro corazón que dejaba de lado cualquier tipo de obstáculo o de sombra, ese algo era compartir nuestra experiencia de Fe con gente que por ahí nunca escuchó hablar de Dios.

Una anécdota o quizá un momento de Providencia Divina lo presencié este año. Ocurrió el viernes de

la última Semana Santa, en la parroquia San Pantaleón, mientras se llevaba a cabo la celebración de la cruz. En el momento que el sacerdote Facundo destapó el manto violeta de la cruz, instantáneamente el manto que cubría la estatua de San Pantaleón cayó al suelo. Esa imagen conmovió a varios de nosotros. ¿Casualidad o causalidad? Sólo el Ser Supremo lo sabrá.

La excelente predisposición de las personas que asistieron habitualmente a la parroquia merece un párrafo aparte porque sin ellos era imposible la organización de las actividades. Desde que no falten actores para el via crucis hasta que la invitación a comer

todos los sábados santos a la noche para festejar la resurrección del Señor.

En resumen, estas palabras no indican el fin de ningún ciclo. Al contrario, la tarea que nos encargó Dios fue, es y será la de llevar ese mensaje de amor a nuestros hermanos que no saben de Él y, por consiguiente, tratar de fundar un grupo de personas formadas que puedan continuar con esta misión durante el año para que esta llama permanezca encendida. ¿Hacia dónde vamos? No sabemos, Dios es impredecible con nosotros. ●

Por Iván Miguens

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Hace poco volví a escuchar el texto del Evangelio del Joven Rico. Es un relato que siempre me interpela, que me deja pensando, que me deja queriendo más, soñando; a veces quedo más alegre, otras más apenado, como el joven al final de la historia.

Es la historia de un joven, un pibe que quiere ser bueno, que -en nuestro lenguaje- “se la juega por ser santo”. Pero claramente, ese joven está muy lejos de lo que vivimos nosotros hoy, en tiempos de competitividad empresarial, de carreras contra el tiempo por capacitarse para el mundo que lo necesita, de MBAs, de irse a estudiar afuera… ¿o no?

No pude evitar imaginar la escena: el joven llega ante Jesús, apurado, emocionado, preguntando cuál es el camino que lo llevará a la meta (la vida eterna), cuál es su próxima tarea en su meteórica carrera de ascenso. Jesús, que las sabe todas, ve venir el tema y le dice que el camino es el camino de todos, no uno especial, el de todos los días, el más pedestre y más difícil: “No mates, no cometas adulterio, no robes, no digas cosas falsas de tu hermano, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre”. Entonces arremete el joven entusiasta diciendo que esa etapa ya la tiene superada, que los logros ya están cumplidos desde hace tiempo, desde chico. Nosotros podríamos haber dicho, por ejemplo, “pero Jesús, yo ya no estoy para esa, yo fui mil veces a misionar, a campamentos, di

charlas, testimonios, dirijo grupos, hice la Alianza… ya pasé esa. Esa ya la sé. Dame algo más groso…”. Jesús lo mira con amor, no le corta su idealismo y entusiasmo, pero le dice “sólo te falta una cosa”. ¿No es irónico el Señor? ¿Cómo puede faltarle sólo una cosa para ganarse el Cielo en la Tierra, como a quien le faltan puntos en una tarjeta para poder canjearlos por una heladera? El Señor lo está invitando -de una manera entre graciosa y desafiante- a cambiar su forma de mirar la realidad, abre para él y para nosotros un nuevo horizonte de vida.

A veces la vida, no sólo la espiritual, parece una carrera con etapas que vamos superando, niveles de un video juego que van sucediéndose hasta terminarlo. O por lo menos así nos lo plantean las aspiraciones del mundo que va a mil. ¿Será que lo cotidiano nos aburre? ¿O que la quietud nos da desconfianza de que algo no debe estar bien porque no estoy avanzando o superando o conquistando algo?

“Vende” dice Jesús. Véndete. Vendé todos esos logros personales, vendé esa manera de encarar la amistad con Jesús, porque no sirve para nada: a Él no lo podemos ganar con puntos, ni siendo -con nuestros mejores esfuerzos- los más buenos, los más santos, o los más pobres. Jesús no quiere que seamos buenos, sino que hagamos el bien. Ser buenos, ser ricos en santidad, ser pobres, serán siempre declaraciones de estados personales, o de logros

personales, en definitiva: lo que yo soy o llegué a ser. Jesús nos propone enfocarnos más bien en hacer el bien, ayudar al pobre, vestirlo, visitarlo, amarlo. ¿Pero no es acaso lo mismo? No, porque cuando enfoco mi vida en ayudar, y no en ser bueno porque ayudo, el centro está en el prójimo y no en mí.

“¡Pero cómo Señor! ¿Vender lo que tengo? ¡¿y quedarme con qué?! ¿Con nada?” Él responde simplemente: “Sígueme”, y podríamos agregar, “y me tendrás a mí”.

Seguirlo no quiere decir, en primer lugar, ser pobre, ni ser rico. Se trata de ser libre. Y desde la verdad que Dios puso en nuestro corazón, liberarse de las carreras para caminar la peregrinación de la Iglesia toda, liberarse de las máscaras (las que me pongo y las que pongo a los demás) para amar y dejarse amar con el corazón. Seguirlo es ponerlo a Él en el centro, y ponerlo a Él en el centro es poner a los hermanos en el centro, especialmente a los más necesitados. Seguirlo es caminar juntos, ayudar a caminar, dejarnos ayudar y complementar como lo hizo Jesús con Simón de Cirene. Seguirlo es caminar en Iglesia, en Familia, no correr la carrera del “más capo”. ¿Imposible? Solos, sí.

“Jesús los miró fijamente y les dijo: Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para Dios todo es posible.” (Mc 10, 27) ●

Por P. Manuel López Naón

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¿De dónde surge la idea de hacer un Santuario donde antes no había nada? ¿Cómo es que uno se da cuenta de que la Mater se quiere instalar en tal lugar, con un Santuario?

Lo propio de Schoenstatt es que Dios habla a través de las personas. Ese anhelo como corriente de vida se detecta principalmente ahí, y a través de las voces del tiempo, del ser y del alma. Y si bien puede empezar por anhelos personales, de que alguno dice “¡uy, un Santuario!”, a veces incluso en Facebook, donde grupos de gente piden Santuarios para tal o tal otro lugar, es el asesor el que está siempre con la oreja bien abierta, escuchando e intentando discernir eso, y tanteando el terreno. Entonces cuando ese

discernimiento te va haciendo darte cuenta de que ahí está empezando a nacer vida en inquietudes y personas concretas, es porque Dios está hablando a través de personas concretas, y ahí es donde empieza a crecer algo. A partir de ese crecimiento es donde se va viendo si eso es real o no, si se apaga fácilmente o no.

“Lo bonito de Schoenstatt es que pasa a través de

pequeñas cosas, y de que a partir de esas pequeñas

cosas, pasan cosas grandes.”

Pero lo bonito también es ver cómo empieza despacio. Lo bonito de Schoenstatt es que pasa a

través de pequeñas cosas, y de que a partir de esas pequeñas cosas, pasan cosas grandes. Si se fijan, el acontecimiento de Schoenstatt no es un hito donde la Mater se aparece, sino que es algo casi ambiguo les diría yo, casi incierto, es intangible. Entonces lo intangible se va haciendo con el tiempo cada vez más tangible. Lo que comienza como algo medio incierto, con el tiempo va creciendo y va sumando el anhelo de muchas personas. Eso es algo característico de Schoenstatt, es la semilla que va creciendo, lentamente, y que te va reforzando la personalidad también. Y después de esto viene el envío. En la Familia pasa un poco eso, se ve congregada a través del Santuario. Fíjense en el Santuario

A pocas semanas de recibir una gran sorpresa y un gran regalo, nos urgió pedir una entrevista. Una entrevista a un gran amigo y compañero en el camino de la Fe, quien además es arquitecto y participó en la construcción del Santuario del CPK (Centro Padre Kentenich) de Córdoba. La sorpresa fue la generosa entrega del Santuario Original a nuestra comunidad por parte de los Palotinos. Nuestro amigo, Lucas García. A través de sus palabras y desde este acontecimiento, queremos descubrir qué es lo que Dios quiere para nosotros y lo que significa el Santuario para Schoenstatt.

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de San Isidro o Confidentia: ¡el Santuario es clave! Es lo que le da identidad, y es lo que realmente congrega. Imagínense ese lugar sin el Santuario... ¡Es otra cosa!

Discernir si Dios quiere un Santuario tiene un claroscuro también, donde uno da un salto. No es tan evidente al principio. Uno se la juega a veces, y a veces funciona y a veces no. En Chile hubo un Santuario que se cayó solo. Nadie lo visitaba, y con el tiempo se cayó. Hoy en día están las bases dibujadas, pero el Santuario no está. ¡Y eso es porque no tenía vida! Un Santuario existe para dar vida, y si no da vida, no sirve. La Mater está para la gente, y si ese Santuario no es cuidado, en oración, no tiene ningún sentido. No es sólo hacerle una casa a la Mater. A mi modo de verlo, no es que la Mater quiera estar ahí simplemente porque diga “háganme un lugar para que yo habite”. No, es un lugar donde Ella quiere entregarse, y regalar las gracias a personas concretas. Entonces hace falta el amado, si se quiere. Es como una relación, como una pareja. Si no está el otro,

no funciona. Y ahí está el tema del Capital de Gracias. En muchas alianzas que Dios hace con un hombre, siempre es Dios el que

llama. En Schoenstatt en cambio, es al revés, es el hombre el que tiene que hacer el esfuerzo de santidad. No es que Dios se manifiesta de una manera extraordinaria, sino que es el hombre el que va hacia Dios, es la flechita invertida, si

antes bajaba ahora subimos. Y esto es clave, porque esperar que Dios haga todo no sirve, es más bien el proceso en el cual el hombre se va humanizando, en el cual el carácter se va construyendo, y para eso hay que trabajar mucho, jugarselá. Y en eso mucho cuidado, porque el proceso de transformación tiene que ser un discernir muy concreto en cosas que realmente hagan fortalecer la personalidad. Si no, no sirve de nada. No sirve un

heroísmo por heroísmo nomás. El Santuario es el que produce todo eso, entonces, sin Santuario, no hay Schoenstatt. En mi caso,

yo creo que lo que produjo mi transformación, viéndolo con el tiempo, fue el Santuario. Fue éste el ancla que la Mater me dio, que me sostuvo.

Volviendo al momento claro y concreto de lo que pasó en Córdoba, ¿cómo describirías el momento antes y después de que haya Santuario?

Mirá, yo no podría decir que hubo un boom de número de personas que fueron, por decirlo de alguna manera, evangelizadas. Lo que sí podría decir es que empezó un proceso de transformación interior en las personas. Me parece muy bonito ver

cómo mucha gente va al CPK solamente para ver el Santuario. Eso antes no pasaba. A la Familia le da esa identidad que antes no tenía. En mi caso, por ejemplo, cuando conocí Schoenstatt, yo no sabía lo que era un Santuario. Tenía un grupo de vida, y estuve años ahí, sin saber lo que era. Había ido a Villa Warcalde alguna vez, donde hay uno, pero nunca había tenido la vivencia de Santuario, recién la viví cuando fui a uno en España. Y

eso es lo clave, que es personal de cada uno: la vivencia de Santuario es lo que aumentó, gente que podía entrar y experimentar a la

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Mater. El gran cambio es que ahora todo parte de ahí. Todo el Capital de Gracias, todas las iniciativas, todas las oraciones, las hacen siempre respaldados en el Santuario, empiezan y terminan ahí. Antes todo esto no estaba, y es algo que da una fortaleza, un arraigo, una pertenencia, a algo mucho más evidente de lo que es Schoenstatt. Cuando estuve en Madrid, el cobijo lo sentí, la transformación pasó, y el envío pasó. Yo siento realmente que hubo un antes y un después en mí. Y ahí dije, “ah, mirá, ¡esto es Schoenstatt!” ¡Era algo de lo que yo no tenía ni idea! Además, es muy distinto rezar en un Santuario que rezar en una capilla. En el Santuario está la Mater porque se le pide a Ella que se establezca. Entonces eso es una gracia particular que tiene, y esto lo acentúo mucho. Hay que creérselo de verdad: está conquistada, está rezada, está pedida. Entonces tener un Santuario en un lugar donde antes no estaba da una gracia particular al lugar y a cada persona que lo visita. La fuerza de la gracia es mucho mayor, ¡y eso se siente! Puede no haber nada, pero mientras esté el Santuario, van a pasar cosas, y eso es lo bonito.

“Puede no haber nada, pero mientras esté el Santuario, van a pasar cosas, y eso es

lo bonito.”

¿Qué se siente entrar a un Santuario que diseñaste vos?

Eso es muy bonito, una de las cosas más bonitas de la vida, porque es sentir que uno deja una huella, es contribuir al plan de salvación de Dios, poner una pieza más del rompecabezas de lo que Él tiene pensado.

Más allá de todo el apostolado que he hecho, lo bonito es haber participado de los cimientos de donde comenzó todo, poder decir “Mater, yo estuve acá dándote una mano, construyendo lo que vos querías, lo que Dios quiere, y acá está,” y eso queda para siempre. Verlo ahí puesto, sentir que uno contribuyó en ese apostolado que es universal, hace que le tenga un cariño particular a ese lugar. Claramente para mí en el CPK puede desaparecer todo, pero si queda el Santuario, el CPK tiene sentido. Y hablando como arquitecto, antes que muchas casas o unos edificios espectaculares, prefiero construir un Santuario, porque la trascendencia de un Santuario es mil veces mayor y eso no tiene precio.

Visto desde afuera, uno pensaría que lo que construiste no es más que una casita. ¿Cómo cambia el hecho de que sea un Santuario?

Es interesante porque cuando fui a Alemania miraba el lugar y pensaba: “Uh, ¡acá está lleno de Santuarios!” Claro, un montón de casas comunes de ahí eran iguales, porque ese tipo de arquitectura era súper común. Antes de ser Santuario, éste se lo usaba como un simple depósito, y de esas casitas está lleno en Alemania. Es un edificio muy simple, pero quizás la virtud que tiene es justamente eso. Es simple y acogedor, el retablo es bonito, es agradable entrar ahí. Entonces es estéticamente acogedora... y eso suma.

Pero lo especial es la Mater, y eso cambia todo radicalmente. No es la forma del lugar lo que produce la transformación en uno, no es eso lo que produce efectos en la personalidad, en sentirse amados y querer amar (porque en el fondo es eso, aprender a amar). Es la gracia

que hay dentro del Santuario, y esa gracia es la que hay que conquistar. El edificio en sí, los cimientos, son el Capital de Gracias. Pensando que yo colaboré con la construcción del Santuario, quizás mi Capital de Gracias fue justamente ofrecer y poner mi tiempo, mi experiencia, mi intelecto, mis facultades, para construir algo que va a funcionar como centro de transformación del mundo.

“El milagro particular que quiere hacer Dios a través

de nuestro Movimiento es el milagro de la

transformación interior. Ese es el regalo de Schoenstatt al

mundo. Y es real.”

Pero creo que de lo que realmente se trata es de invitar a la Mater a que se quede ahí, porque uno va al Santuario por Ella. Desde un lugar físico, uno siente esas gracias en la medida en que invita a la Mater a que Ella se establezca. Donde están ustedes ahora mismo, ponen una imagen de la Mater, una vela, y ya lo sienten como un lugar especial. Cuando le quitan eso y se van... ya no es lo mismo: Ahora está la presencia de María.

¿Qué condiciones pide el Movimiento de Schoenstatt para poder construir un Santuario?

En todos los Santuarios, Schoenstatt pide sí o sí como condición que haya Capital de Gracias, y mucho. Porque es como cuando uno construye un estadio, vos podes reunir fondos, fuerzas, y construirlo, pero después, ¿lo vas a usar? Ese estadio tiene que tener una trascendencia a futuro. Salvando las distancias, acá es lo mismo. Si hay un Santuario es porque previamente ha

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habido un discernimiento previo donde se decide que acá va a empezar a crecer algo y que no se va a estancar ahí, y esa estrategia está rezada y eso tiene que tener sí o sí una continuación.

Las donaciones, el dinero, que no es poco, va apareciendo. Pero lo central es el Capital de Gracias. No es que viene un tipo con 5 millones de dólares y dice “voy a construir un Santuario acá”, eso no se puede. Es condición no hacer eso. Las Familias hacen muchísimo Capital de Gracias, para realmente demostrar con muestras de amor que realmente queremos que esto pase acá.

Tampoco se puede cambiar de lugar. Me acuerdo que en Tucumán estábamos viendo una reforma arquitectónica en la zona del Santuario y uno de los arquitectos, que no era tanto de Schoenstatt, dijo: “Bueno, pero esto es una casita chiquita, se puede tirar y construir en otro lado cerca”. Y no. El Santuario no es un montón de ladrillos, porque si fuera así claramente se podría reubicar. Es la gracia particular y esa gracia es y tiene que ser muy conquistada.

¿Cómo definirías Schoenstatt a partir de lo que es un Santuario?

Yo lo diría repitiendo las palabras del Padre Kentenich: Schoenstatt es un Movimiento de renovación espiritual del hombre a partir del Santuario. Eso es Schoenstatt. Y a partir de esto se produce la renovación tanto de la Iglesia como del mundo. ¿Por qué? Porque es una cadena, es un efecto que se produce desde el católico hacia el no católico... y el católico que vive su cristianismo en autenticidad produce un efecto en el lugar

donde está. Produce un ejemplo de cambio. Es una persona que llama la atención, que tiene algo que la hace especial, que no pasa desapercibida. Y eso produce cambio. Desde la transformación personal, te cambia el entorno: tu familia, tus amigos, tu trabajo. A partir de ahí pasan cosas, y eso es algo propio de Schoenstatt. El camino es ese: del Santuario a la persona, de la persona a la sociedad, de la sociedad al país y del país al mundo. Así es como se da el camino, no al revés. No es que Dios llega y transforma el mundo: eso de ir a rezar a la Iglesia y decir “ayudame, cambiame, solucioname los problemas,” es justamente lo contrario a Schoenstatt. Dios hace milagros, pero el milagro particular que quiere hacer Dios a través de nuestro Movimiento es el milagro de la transformación interior, para una plenificación humana. Nos da un regalo, que es el Santuario, para vivir eso. Entonces uno en el Santuario se va clarificando y va viendo eso para saber cuál es su misión personal. Y es la Mater la que, desde el Santuario, en oración, nos lo clarifica. Ese es el regalo de Schoenstatt al mundo. Y es real. ●

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La Iglesia de las nuevas playas que anunciaba Kentenich preveía la tarea de una nueva evangelización. En su carácter de profeta, el padre concebía que los desafíos de un tiempo nuevo exigían una Iglesia amplia, que no se limitara al clero sino abierta de par en par y con un especial llamado a los laicos a asumir su papel, el de convertirse en discípulos misioneros capaces de hacer vida el Evangelio.

Francisco inaugura su papado con esta consigna como programa y

bandera, y con la certeza de que el encuentro auténtico y personal con Cristo no pasa inadvertido en la vida de cada uno, tiene consecuencias.

Mucho se habló en estos días de una Iglesia que quiere volver al corazón mismo del Evangelio. Estar verdaderamente cerca del Señor -ser su discípulo- impulsa al movimiento caritativo -a lo misionero-, a querer responder a

las preguntas “dónde está tu hermano” y “qué has hecho por él”. Es éste un mandato que Bergoglio ha hecho carne. De las muchas cosas que hemos escuchado sobre él, todas sugieren una misma realidad: la de un hombre entregado al encuentro. Acompañando a aquel que es víctima de cualquier injusticia.

Con la humildad y cercanía de quien, en vez de limitarse a juzgar desde cierta distancia, prefirió inclinarse ante el hermano desválido. En la llanura de acercarse al otro sin preconceptos ni prejuicios sino con el gesto profundo de la mirada y el reconocimiento.

Su denuncia parte de que no puede callar lo que ha visto y oído. No se cansa de repetir la palabra misericordia porque no se cansó de conmover por la miseria del otro y sentirla en su propio corazón.

Él ahora en Roma. Nosotros aquí. En su Buenos Aires querida. Nuestra Buenos Aires, tan sucia y pura a la vez, tan herida hoy. De nosotros depende que todo lo que se ocupó de denunciar como

arzobispo de esta ciudad no caiga en saco roto.

Mucho se habla de su acento en la moral social, de su apertura a una mayor colegialidad, de sus dotes políticas para administrar la santa sede, de su experiencia pastoral, de su opción preferencial por los pobres pero, entre tanto, se me hace que es sólo una la misión que lo desvela. Quizás su tarea principal sea despertarnos, convocarnos y guiarnos al encuentro; al encuentro con Cristo, y en Él y por Él, con todos los demás.

Francisco nos invita a vivir a ejemplo del buen samaritano, que no tiene miedo de renunciar a todo lo que posee por hacerse amigo de quien no lo tiene y regalar espacios de libertad. A hacer verdadero y concreto el anuncio de Pablo: “el amor de Cristo nos urge”.

Pidámosle al Dios de la vida que nos regale la gracia de saber acompañar en semejante tarea a este cura inclasificable e indomable, que hasta ayer nomás vivía de incógnito en nuestra Catedral, así como también a tantos otros en Argentina que se le parecen y que día a día apuestan por lo mismo en nuestra tierra.

Lo imagino diciendo “muy lindo todo lo que dicen y escriben de mí. Muy lindo. Gracias. Pero antes que tanta letra derramada prefiero más bien, la potencia de la acción”. ●

Por Mercedes Trovato

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chicos tengan algún contacto con la propuesta espiritual de la Iglesia, que sepan que la vida no es sólo estudiar o laburar y salir (algo vacío y sin sentido), sino que existe una mirada de cómo vivir la vida con mucho más sentido. Que no se malinterprete, me encanta que estén de moda estas actividades, pero me entristece profundamente que no puedan vivir a fondo estas oportunidades de acercarse a Dios.

Creo que nuestra respuesta tiene que y viene solamente desde el ejemplo.

Creo que la única forma de revertir esto es mirando hacia el futuro, viviendo cada día como mejores cristianos, enseñando lo que aprendimos y llenándonos de ese Cristo que es el que nos mueve hacia su Amor. Necesitamos cristianos que amen, que sepan que lo más importante es el amor. Hoy, como JM de San Isidro debemos seguir el ejemplo de Francisco y más que nada de aquel Jesús que decimos seguir. Creo que tenemos que mirar a nuestra sociedad, caída, rota, desvinculada y tomarnos un tiempo para hacer un gesto de amor hacia ella. Somos hijos de esta sociedad y tenemos una responsabilidad hacia ella, y más si profesamos la Fe de los pobres, la Fe que en sus raíces y hoy vuelve su mirada hacia los que necesitan más. ●

Por Tomás Vernengo Lezica

Es un síntoma de la Iglesia de hoy, y más que nada de los jóvenes en la Iglesia el hecho de que haya una diferenciación entre aquellos que morirían literal o figuradamente por la Causa que construyen y otros que sólo tienen un convencimiento puramente superficial, ingenuo, poco comprometido con eso que defienden.

Esta gente, o actitud de cierta gente, está bastante presente el

día de hoy en la juventud y es algo deplorable y no está bueno que lo ignoremos, sino que lo miremos desde un punto de vista de la Fe y sepamos reaccionar ante ella, ya que está colectivizada, es decir, que muchas veces nos pasa que encontramos esa actitud dentro nuestro.

Primero y principal me gustaría que esclarezcamos el porqué somos Iglesia viva, y qué es este ser Iglesia para cada uno. Lo dejo como interrogante personal para

cada uno y además adhiero mi opinión.

Ser Iglesia es regalar amor, un amor que se compromete con el de al lado, que se la juega, que dice que sí, pero que además es un amor que piensa antes de actuar, que razona, que reflexiona después de sus experiencias. Estos dos polos del amor son los que debemos, o más bien, queremos como cristianos llevar a los hechos,

un amor que se entrega, pero con i n t e n c i ó n , c o n voluntad, con originalidad y sello propio.

Pero vemos que, como siempre, hay gente que se mete en confirmación por las minitas, que la caretea

diciendo que cree en Jesús y después hace cualquiera, que es muy formal en misa pero sabemos que la vida que lleva es muy lejana al Evangelio.

Nos preocupa ver este fenómeno y pensar que no podemos hacer nada al respecto. Yo personalmente creo que es una suerte que esté de moda confirmarse, que esté de moda ir a misionar, que Pascua Joven mueva 3000 personas en Semana Santa. Creo que es una bendición que aunque sea esos

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El domingo pasado presencié la homilía del P. Alberto Eronti en Nuevo Schoenstatt, que hablaba sobre el amor que se arriesga. Cuánta verdad decía el Padre. El amor es el sentimiento más puro que una persona puede llegar a tener y tan sólo puede ser manifestado en las acciones cotidianas. En otras palabras, eso es S c h o e n s t a t t , jugársela por entero sin saber qué consecuencias traerá; es un amor que sólo la Mater nos puede regalar día a día y es Ella la que quiere que sea difundido en este mundo. Quiere que s e a m o s corazones puros y sencillos, que nos arriesguemos a vivirlo como si fuera un frenesí y que en esa locura dejemos el ciento por uno de nuestra voluntad. Es éste el amor a María, el que se transforma en el medio más rápido y seguro de vivir en un contacto vivo y permanente con el Dios de nuestra vida y de nuestra historia.

Un claro ejemplo de esto llevado a la práctica es misionar, es decir, tratar de no pensar en uno mismo, sino de salir al encuentro del otro,

del que lo necesita más, del que está más solo. Cuando uno tiene esta experiencia se da cuenta que está entregando a Cristo, llevando a la Mater al corazón de la gente. Es en ese momento en que te das

cuenta de que en realidad Dios también sale a tu encuentro a través de tantos rostros, historias de vida. Esto es arriesgarse, sin saber cómo responderá la persona a la cual visitarás o con la que simplemente hablarás. Pero pronto te das cuenta que es la Mater la protagonista de la historia y que es Ella la que te utiliza como instrumento en sus manos. Y de pronto ves la alegría de la gente o una simple sonrisa

en su cara y esto es lo que te hace feliz y empezás a entender lo que realmente fuiste a ser: una persona que se arriesga por el amor hacia los demás y que deja de lado por unos pocos días a su familia, que se

atreve sin saber qué vendrá.

Finalmente en ese “arriesgarse” te das cuenta que esos diez días cambiaron tu vida. Quizás te parezca una monomanía, pero te invito a que lo vivas… está en vos VIVIRLO Y ATREVERSE. ●

Por Lucas Gauna

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