revista cultural las cruces n°22

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Agrupaci Agrupaci Agrupaci Agrupación Cultural n Cultural n Cultural n Cultural Las Cruces Las Cruces Las Cruces Las Cruces Revista Cultural. Las Cruces, mayo 2011 / Nº 22 PINTURA Ladislao Cheney

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REVISTA CULTURAL LAS CRUCES N°22

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Page 1: REVISTA CULTURAL LAS CRUCES N°22

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Revista Cultural. Las Cruces, mayo 2011 / Nº 22

PINTURA Ladislao Cheney

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DirectorLuis Merino Zamorano

EditoresLeón Aguayo - Luz Díaz-TenderoPaulina Carrasco - Víctor GaeteJorge Córdova – Patricia Concha

Gustavo León – M. Teresa QuintinoElizabeth Vázquez – Marco Polo Aravena

Emma Urbina

Corrección de TextosLeón Aguayo – Marco Polo Aravena

[email protected]

EDITORIALEDITORIALEDITORIALEDITORIAL

PINTURAPINTURAPINTURAPINTURA

PORTADA

Este óleo de Ladislao Cheney pintado el año 1977, muestra una vista desde el barrio El Vaticano de la Parroquia La Asunción y la Iglesia de Fátima.

Ese óleo fue comprado por don Mario Errázuriz Larraín al pintor y aún pertenece a sus descendientes. la fotografía fue enviada por su hija doña Guadalupe Errázuriz Barros.

Mayo nos trae los primeros fríos del invierno, la lluvia no se ve por ninguna parte, empiezan los días cortos y las largas noche de invierno. Lloramos por Gonzalo Rojas, su presencia física nos dejo el 25 de abril de 2011, lo recordamos en una sentida crónica. Luz Díaz-Tendero reflexiona sobre la entretención y felicidad que nos entrega el borde costero y lo sucio que dejamos una vez que abandonamos el lugar. El pintor Leo Mendoza nos muestra recuerda lo especial que son los vecinos de calle Lincoln Norte. En portada un óleo del pintor húngaro avecindado en Chile, Ladislao Cheney, quien pasó largas temporadas en la Residencial Uribe, pintando los hermosos paisajes del pueblo. En la pagina www.surysur.net, el señor Lagos Nilsson publico una critica del libro “Tierra asesina”, escrito por el poeta Leon Aguayo, que transcribimos íntegramente para que nuestros lectores conozcan de esta interesante obra poética. Finalmente el investigador crucino Patricio Ross, nos cuenta algo de la vida y obra del músico Roberto Falabella, que vivió largas temporadas en el barrio El Quirinal.

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EN MEMORIAEN MEMORIAEN MEMORIAEN MEMORIAAMIGO POETA GONZALO ROJAS

¡Que divertido es todo esto!

Por Luis Merino Zamorano

Conocí al poeta Gonzalo Rojas una tarde de primavera. Junto a otros poetas chilenos y extranjeros visitaban la tumba de Vicente Huidobro en Cartagena. Conocía su poesía desde la adolescencia en la lectura vehemente de sus libros, especialmente de amor y erotismo velado. Lo saludé como quien saluda a un querido amigo, con cortesía y cariño; “por el placer de saludarlo amigo poeta Gonzalo Rojas” le dije y estiré mi mano, la recibió con firmeza y deferencia, me contesto “el placer es mío amigo”. Desde ese momento sellamos nuestra amistad, aunque nunca más nos vimos ni hablamos, a través de sus libros seguí dialogando con su espíritu. Conversábamos mucho, le solicité consejo en un tema amoroso que me acongojaba, en tiempos que el amor continuo que he practicado desde mi adolescencia parecía tambalear, y vino su iluminación: “Me muero en esto, oh Dios, /en esta guerra de ir y venir entre ellas por las calles, / de no poder amar trescientas a la vez, /porque estoy condenado siempre a una, / a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso”. Todo quedó claro; el amor cuando es verdadero es eterno.

Frente al mar de Cartagena declamó. Cerré los ojos y pensé en un poema; aquél que me había permitido soportar, la soledad larga de la distancia que en las oscuras noches de la tristeza me había acompañada hasta la infinita claridad del día y escuché por primera vez en su voz:

“¿QUÉ SE AMA CUANDO SE AMA?

¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vidao la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué es eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes,este sol colorado que es mi sangre furiosacuando entro en ella hasta las últimas raíces?

¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer ni hay hombre sino un sólo cuerpo: el tuyo,repartido en estrellas de hermosura, en partículas fugaces de eternidad visible?

Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.”

Para los mapuches que alguna vez fuimos, para realmente morir, se deben pasar tres fases: que el cuerpo muera, que muera el amor y finalmente que la memoria olvide. Hoy se ha cumplido la primera fase. Con los años la pena del cariño perdido y la ausencia se extinguirán, pero mientras alguien lea sus poemas; el amigo poeta Gonzalo Rojas, seguirá viviendo eternamente y se volverá realidad en cada lector de su poesía la frase que su madre en su lecho de muerte al poeta le dijo al oído:

“¡Que divertido es todo esto!”

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CRONICACRONICACRONICACRONICAROBERTO FALABELLA. EL MOZART CHILENO Y LAS CRUCES

por Patricio Ross Leiva

Al final de la Avenida La Playa, un poco más al sur de la virgen Stella Maris, se encuentra una de las casas que recuerdan el pasado rangoso de nuestro pueblo/balneario. La vieja construcción, ya muy aporreada por el paso del tiempo, falta de mantención y remecida por varios terremotos desde su construcción a principios de los años 40 del siglo pasado, guarda uno más de nuestros pequeños tesoros materiales/inmateriales más relevantes: me refiero a la casa de Roberto Falabella Correa (1926-1958), compositor de 61 obras musicales de música docta en un breve período de 8 años (1950-1958).

Por la calidad, variedad y profundidad de su creación musical, ha sido catalogado por los musicólogos chilenos como el “Mozart chileno”.

Roberto Falabella, nace en Santiago. Nieto del comerciante napolitano Salvatore Falabella, fundador de la empresa que todosconocemos y a la cual en algún momento de nuestras vidas le hemos “debido una cuota”. Su padre (fallecido el año 1951), fue Roberto Falabella Finizzio el principal impulsor y protector de su hijo. Cómo es fácil comprender, el tema económico no fue el problema de su vida: su grave déficit fue su salud, nació con una severa limitante, la enfermedad de Little, que le significaba una parálisis muscular, precaria coordinación de movimientos y habla dificultosa.

Sus limitaciones físicas, lo obligaron a realizar estudios escolares privados. Su principal biógrafo, el musicólogo Luís Merino Montero, nos cuenta que entre los maestros que lo formaron musicalmente, se encuentran verdaderas catedrales del arte musical chileno de la segunda mitad del siglo XX, como la maestra Lucila Césped (teoría y solfeo), Julia López (armonía), María Ester Grebe (notación) y el Premio Nacional de Arte (mención Música) Alfonso Letelier. Con orgullo debo citar, que años después, compartimos las inolvidables enseñanzas de la musicóloga Grebe.

La formación de Falabella fue profundamente humanista, no sólo destaca por su producción musical, también incursionó en el ensayo, poesía y drama.

En un artículo publicado en el periódico “The Clinic”, el 18 de diciembre de 2008, su autor Juan Pablo Avalo nos entrega valiosos antecedentes aportados por su hija Florencia Falabella. En el artículo titulado “Roberto Falabella Correa (1926-1958) El Mozart chileno de la silla de ruedas”, nos entrega nuevos antecedentes sobre su vida. Su padre, construyó una mansión en Las Cruces para su uso exclusivo, la que sumada a la pensión en dinero que recibía, le permitió dedicarse a la música y a sus otros proyectos artísticos paralelos vinculados con la poesía, teatro y ensayos.

La Casa habría sido construida a fines de los años 30 o primeros años de los 40 del siglo pasado. Si atendemos a que Falabella fue un intelectual de su época, con una activa vida política partidista (fue

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militante del Partido Comunista de Chile), podemos suponer que a las animadas tertulias que disfrutaba a pesar de sus limitaciones físicas en su casa crucina (en Santiago vivía en Ñuñoa) debieron asistir personalidades como Violeta Parra y Pablo Neruda (amigo personal que lo despidió a su muerte).

SU OBRA

Gustavo Becerra, uno de sus maestros, lo definió “como un humanista, pero ante todo fue un ser unido a la historia de sus especie, activo en todas sus manifestaciones”. Su obra musical abarca un catálogo de 61 obras, con 5 sinfonías y 56 obras de cámara. Entre estas últimas hay música vocal en la que utiliza poemas de Lope de Vega, Federico Gracia Lorca y León Felipe. Entre los escritores nacionales, aportan textos el propio Falabella y Pablo Neruda. Del Folklore chileno obtiene los textos para “Las siete adivinanzas” con que gana el primer premio en los Festivales de Música Chilena el año 1958.

Una de las características de su obra musical en la última etapa creativa, es la incorporación de elementos rítmicos y melódicos del folklore chileno. Aunque no fue el primero, pues le anteceden-entre otros Pedro Humberto Allende, Enrique Soro, Alfonso Leng (el del Grupo de Los Diez) y Carlos Isamitt (veraneante por más de 30 años en la Residencial Uribe), su propuesta creativa trajo aire fresco a la tímbrica y melodías- en particular de la Fiesta de La Tirana.

Es difícil hablar de un músico sin escuchar algo de su obra. Le propongo al lector lo siguiente: bajar la obra capital de Falabella (Estudios Emocionales) desde el siguiente sitio:

http://unalatamas.blogspot.com/2011/01/roberto-falabella-estudios-emocionales.html

Antecedentes de Estudios Emocionales:

Obtuvo mención honrosa en los Festivales de Música Chilena correspondientes a 1958; obra en la que Falabella alcanza finalmente una síntesis entre el folklore chileno y un acabado equilibrio entre el ritmo, forma, orquestación, textura y silencio.

Su muerte llegó de improviso. Sufrió una torsión intestinal, la que se complicó falleciendo finalmente de un paro respiratorio.

En su funeral, fue despedido por Pablo Neruda con las siguientes palabras:

“Despedimos a un héroe que nunca fue vencido. Despedimos a quién fue la encarnación de la vida, de la creación, de la alegría, de la lucha y de la esperanza, aunque su vida fue un largo tormento. Polvo eres y en polvo te convertirás. No es verdad. El polvo y el dolor El convirtió el polvo y el dolor, en cantos; el transcribió las tinieblas, en olores luminosos; él, está aquí, aún con nosotros y no está convertido en polvo oscuro, sino que en clara música.

Persistirá su música, continuará viviente esta delgada voz que la muerte no apagará, pero en Roberto Falabella Correa, yo saludo al militante de la esperanza.

Su milagro, es como el de las tierras desoladas, que nos dan, sin embargo, olores y frutas deslumbrantes; su ejemplo, es el del árbol quemado por el rayo, que nos entrega miel y canto matutino de innumerables pájaros.

Su ejemplo, es el de la voluntad del hombre; la victoria de la belleza y la creación, sobre la angustia.

Represento al Comité Central del Partido Comunista de Chile es esta despedida. Mi partido enluta sus banderas y hace presente su dolor y su respeto ante una pérdida tan grande para nuestro partido y la cultura de Chile”.

UN SUEÑO

Estamos en Avenida La Playa frente a la casa de Roberto Falabella.Un crepúsculo de otoño;Una orquesta sinfónica toca Estudios Emocionales; (en su defecto una amplificada grabación)En pantalla gigante o sobre los muros de la casa un power point con su vida y obra;Nos acompaña una muchedumbre de 80 personas.

Le cuento a mi hija Natalia sobre mi sueño. Su respuesta es lapidaria: “papá, esas cosas sólo te importan a ti y a Lucho Merino”

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CRONICACRONICACRONICACRONICA

DIAS DE VERANO EN LAS CRUCES

Por Luz Díaz-Tendero

Frente a mi casa, hacia la izquierda tomo la calle Atalaya y bajo camino a la playa. Luego de bajar aproximadamente una cuadra se termina la calle y sigo por un camino angosto que me lleva a un espacio de pitisporos que han crecido libremente y forman un lugar abovedado por el ramaje, que impide ver más adelante. Es hermoso, y ahí dentro se puede olvidar que luego viene el mar, entonces acude una reminiscencia de bosque y campo. Siempre bajando, se va disipando el follaje para formar un sendero corto con verde a cada lado hasta que la vegetación se acaba, llegando finalmente a la arena desnuda. Aquí aparece bellísima, la pequeña playa, flanqueada por roqueríos por lado y lado con arena cálida y su mar siempre inquieto que viene con gran ímpetu y se va en su ritmo infinito.

Aquí se puede jugar con las olas, o bañarse siempre atentos al embate, se puede observar la puesta de sol o retozar en la arena. En algunas ocasiones en verano traigo hasta aquí a mis nietas, ya que sorteando hacia la izquierda los requeríos se forma una piscina de agua salada protegida por las altas rocas que amortiguan el impacto del bravío oleaje. Es el lugar donde muchos niños disfrutan el mar sin peligro. Durante este Febrero pude observar como un grupo de 20 o más niñitas, además de otros niños, eran felices jugando con el agua. Sus risas y entusiasmo los tenían ajenos a todo lo que no fuera disfrutar el momento. Tuve la impresión que el recuerdo de ese día perduraría en ellos a lo largo de su vida. Luego me enteré que el grupo de niñitas pertenecían a un hogar de niñas que veranea en Las Cruces.

Esta interacción entre el hombre y la naturaleza puede ser así de relevante y positiva, sin embargo, hay un detalle que empaña este cuadro. Cada día que íbamos, era mayor el cúmulo de basura. Cada vez también aliviábamos un poco de esta letal carga al lugar, pero cada vez este alivio era menos significativo y los deshechos más. No hay una devuelta de mano a la madre natura...

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CRITICA de LibrosCRITICA de LibrosCRITICA de LibrosCRITICA de LibrosLibros: León Aguayo / Tierra Asesina

Lagos Nilsson.

Por alguna razón —que desconozco, que no he meditado— la poesía es límite, el final de lo que conocemos, puerta a lo otro; o al revés: ventana por la que oteamos, pero de un modo diferente, la cotidianidad. De cualquier modo la poesía es frontera y que a veces lo sea entre la razón y otra forma de aprender y vivir el mundo no es consuelo.

Por eso, sin duda, León Aguayo ve "Hoja en el viento sacude / su atrabiliario polen enjuto / muerto…" Antes, en el prólogo de autor, nos había advertido: "Yo escribo en un pasaje abandonado de veraniegas aves y con dos vecinas ya queridas pero que están con los suyos en otras casas." Para señalar:

"Yo escribo de noche avanzada bajo el pálido rostro de réplicas y misterios. Tierra Asesina no hace criminal a la Tierra, a Maia nuestra madre y por último es un cántico de amor hacia las entrañas naturales cósmicas y telúricas con algo de mi mentor poético Pablo de Rokha". Todo un programa, un arte poética, un desafío.

La única pregunta posible, entonces, la formulará el poeta en su poesía, que es la búsqueda de respuesta frente a ése paisaje que desconoce y por el que transitará muchas veces sin comerlo ni beberlo porque: "Si es que no hay ello / habrádecepción / No busques así / ni morir ni vivir".

Sucede —cualquiera sea la retórica— que las preguntas verdaderas del poeta surgen una vez dada la respuesta del lector; el poeta no será acaso un pequeño dios, pero es un niño —y los niños indagan: "Creo estar muerto y no estar consciente / creo estar muerto / y demasiado vivo / en ese fallecido rincón / aplastado por atroz viga".

Aguayo vive en Las Cruces, en el devaluado —salvo por el precio de la tierra— y turístico "litoral de los poetas", lenguas de dunas, duro pasto, rocas marinas y horizontes diversos que se abren en la región de Valparaíso, Chile, allápor Cartagena —donde la tumba de Vicente Huidobro cautela la voz de la mar— y acaba de manera imprecisa hacia el norte de Cantalao, el sueño trunco de Neruda, mucho antes de llegar al puerto de Valparaíso.

En Las Cruces vive, medio escondido, medio rezongón, casi callado Nicanor Parra. No es el único poeta o artista que ha elegido esos andurriales que fueran alguna vez, hace años, morosamente caminados —desde Horcón y hasta el Camino de San Juan— por el escritor y académico Luis Oyarzún, dando cuenta de cada brizna de hierba, de cada insecto y todos los matorrales.

Cerca de Las Cruces, en El Tabo, vivió el poeta Jaime Gómez Rogers, cuyo seudónimo —Jonás— es hoy el nombre de una calle que baja hasta la arena de la playa; y por los bosquecillos de Isla Negra hemos visto al maestro pintor Andrés Gana buscar una gran raíz de árbol para descubrir con el cincel y el martillo algún día la forma que esconde. Por esas calles suele caminar su exilio infinito Elzbieta Majewzka con sus máscaras, pinturas y desarbolados textos pese a todo claros y fuertes.

Y por ahí mismo, no lejos de la Avenida Central, en Las Coincidencias —un terreno absolutamente rural en el que callejas y rincones llevan nombres de escritores y recuerdan la ciencia— se forja entre jóvenes y viejos un intento para comprender la difícil cultura de los días que vengan. Lo que también hace la escritora y psicóloga Moira Brncic con talleres periódicos y abiertos. No muy lejos de Las Coincidencias vive en unas casa al borde de los árboles Ximena Sepúlveda con sus textos.

Y mientras —dicen los vecinos— la magia de El Quisco se convierte pausadamente en coto de acopio y ventas de las mercancías del narco, todavía es posible allí, al final del verano o antes de la temporada, ver la sombra de Aristóteles España buscar refugio para beber una cerveza o departir con otro escritor, Álvaro Ruiz, que se arrastra desde La Serena para encontrar un vino y un poco de charla en una tierra que —por sus propias razones— ama la poesía, como —Aguayo dixit— "En tréboles nunca mustios / amante savia / de un sauce rojo".

Poco más de 40 páginas conforman el Universo de esta Tierra asesina que afirma: "Ya no tendremos / que cargar el bulto / del país. / No tendremos / que enumerar / nuestras pérdidas. / ¡Abrid las fenestras a la vida / que es parsimonia / amorosa y gentil".

La poesía de Aguayo no es de lectura sencilla (tampoco la facilita el diseño del libro-objeto que la contiene), pero, como suele ocurrir con escritores que tienen mucho para decir, cruzar sus puentes ciertamente enriquecerá al lector: "No siempre la cara / tendrá dos ojos / para miradas rectas que no existen".

León Aguayo, Tierra asesina.Editorial Las [email protected]

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CRONICACRONICACRONICACRONICA

Por Leo Mendoza

Este es, sin duda alguna, un pueblo muy especial que vamos descubriendo al caminar y recorrer sus rincones. Por ejemplo, al recorrer la calle Lincoln Norte uno se va encontrando con estas leyendas instaladas en los frontis de varias propiedades.

La primera dice: "Aquí no es", a continuación, en la casa siguiente se lee "Acá tampoco". En la siguiente propiedad se lee "Acá menos" . Finalmente en la propiedad siguiente se lee "Pregunte al lado“ ¿Que habrá motivado a estos crucinos para colocar esas leyendas en sus frontis? Es una expresión espontánea de nuestra gente que va dando una identidad a su entorno. Tal vez muchos crucinos no conocen estas leyendas.

Es una pincelada mas de este pequeño pero particular pueblo de Las Cruces.

CAMINANDO POR LAS CRUCES