revista cuba en el ballet. 1976, vol. 7, no. 2

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1- ­a 1c1aJOSE LEZAMA LIMA

al0Z1s0ilustraciones de RENE PORTOCARRERO

Recordamos la frase de Nietzsche sobre Goethe, unode los más bellos elogios que se hayan dicho: Podíahaber estado presente el día qe la creación del mundo.De igual manera podemos decir que el día de loscomienzos, Alicia Alonso, en su niñez o en sus añosmayores, podía haber bailado entre las hogueras y lasprimeras auroras, ya que su arte se sitúa entre todasJas posibilidades de futu~idad ,y la ..fjesta. incomparablede las inauguraciones a la orilla del mar.Su paradoja, resuelta en una innegable dimensión deprofundidad, consiste en que se aúnan en ella lafundación y los secretos que le ha ido entregandoal reto del devenir.

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Como la Duncan, Alicia Alonso puede soltar sus huestesdanzarias en la plaza de la Catedral y en la de laRevolución, pues en realidad 10 que ella bailaes nuestra historia en relación con la historia universal.Lo más sutil y profundo de nuestra historia se aclaracon su arte incomparable. Como todo gran artista10 que ella resuelve y plantea es la historia inmediataen .función de la historia ideal, arquetípica, lejana,pero poseída en su raíz secreta. Un movimientoperfecto del cuerpo en los torbellinos del tiempo, unarotación dentro de la intensidad perfectamenterealizada, atesoran momentos históricos que parecíanindescif,rables. Si ella baila una obra del siglo XVIII

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nos está resolviendo vitrales de Amelia Peláez.Cuando nos entrega una obra de raíz dionisíaca deStravinski, nos parece oír alguna de las grandesoraciones de la tradición revolucionaria. Así su obraresuelve un contrapunto ideal entre los abstracto y 10histórico, entre lo que no parece apoyarse en elacontecimiento y lo que ofrece la chispa inmediata.Nos gusta contemplarla en esa visión creadora,comenzando a bailar desde los inicios de nuestrahistoria, participando en sus momentos más potenciadosy en lo más noble de su substancia. Verla desde loscomienzos de nuestra historia bailando sinfín ...

Hoy, en la plenitud total de su arte, podemos subrayarlos secretos que ha entregado para enriquecernos y losmisterios que guarda para fortalecernos aún más.Formar una escuela, es decir, transmitir secretos. Y sussecretos han sido por todos los países por dondeha pasado, difíciles aun para los más sabios, mientrasen Cuba, pensemos en Degas, podía tener el deleitede ver toda una escuela de movimientos y de gestos desuprema delicadeza. Ver el ejercicio haciéndose ritmo,no por la insistencia y la continuidad sino por unaforma deleitable cara al cubano. Pensamos en Un Degasredivivo que nos pudiese visitar y contemplase todasaquellas sorpresas de flor y de ritmo.

Ella nos ha regalado lo que gusto de llamar el ClUSOdélfico, basado en una frase del Oráculo de Delfos:lo bello es lo más justo, la salud lo mej"r, obtener loque se ama es la más dUlce prenda. No ha tenido queformar una escuela, bastaba su ejemplo, como una granbailarina española decía: yo enseño bailando. Comoel Sileno el día antes de su muerte, debe haber oído lavoz de su daimon que le decía: ejercítate en la música.Inmediatamente el Sileno interpretó las voces y cogiósu pequeña flauta y comenzó a ejercitar alguna nuevatonadilla. De la misma manera esa voz ha ·repetidoconstantemente por boca de Alicia Alonso a loscubanos: ejercítate en la danza.

Ella ha enseñado que el cubano continuase en unaforma apasionada su tradición de danza. Pero llevar esasimple descarga del temperamento al grado mayorde su esplendor ha sido para los cubanos su mayorgloria ante la posteridad. Ya no era tan sólo un juegode la gracia y de la sensualidad, sino el cumplimiento deun destino y el vencimiento de una fatalidad. Siempreoiremos su voz que nos dice: ejercítate en la danza.Lleva tus ideas a su unidad y a su esplendor: Conviertecada día en una lección para la eternídad. Dibuja cadadía en el espacio y fija cada gesto en una substanciaresistente frente al furor temporal. Convierte la perezay la voluptuosidad en un diálogo mientras paseaspor la ciudad.

El hecho de que ella haya creado, contínuado yfortalecido nuestra tradición, la lleva a los que formanparte de 10 que hemos llamado el genitor por laimagen. Al bailar nuestra tradición, es decir, alprecisar su imagen, ha visualizado, aclarado etapasindecisas o fluctuantes de nuestra historia. Para elloha tenido que mostrar una extraordinaria entrega y unamisteriosa continuidad. Los más crueles laberintos

retroceden ante su paso de danza. Momentos casidesconocidos de nuestra historia que por sorpresaadquieren entonces su ojo de diamante, sudeslumbramiento ini~ial. Ella ha logrado una historiaque se reconstruye sín dejar de ser pura y naciente.

Para log.rar que el cuerpo adquiriese su segundanaturaleza arquetípica, cuánta historia inverosímilde detalles, de sacrificios, de ejercicios donde la graciase convierte en una exigencia sin limites. Su arte seha mantenído a través del tiempo porque en el fondode su maestría está el sacrificio, -sacrificar estásiempre en el fondo de la danza- el renunciamientoa todos los disfrutes banales. Por eso ha podidotrascender nuestras fronteras y ofrecer un arteuníversal.

Cuando baila en París, por ejemplo, nos hace recordaruna de las grandes épocas del ballet, y soñamos quedesde un palco la contemplan Proust, Matisse o Braque.Si algún dia Alicia Alonso se decidiese a mostrarla historia de sus gestos, de sus movimientos, quédeliciosa novela proustiana no tendríamos.

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Estamos una vez más frente al Castillo de la Fuerzaque sigue siendo para nosotros el centro de laimantación de La Habana. En torno del Castillo habíacomo una romería. Por todas partes danzas, canastasllenas de frutas. Era una fiesta nupcial. Porcallode Figueroa había llegado para celebrar el encuentro deHernando de Soto con su esposa. Griterías, reyertasprovocaban el salto y la separacíón de los contrarios.El rostro fantasmal de Hernando de Soto caminabapor alguna ventana del Castillo y se redoblaban loscantos y las aleluyas. Pero Porcallo se mezclaba conlas cantantes para producir una noche banal, otrainflación ventral en alguna indita. Era odiado, pero sele respetaba como el gran preñador. El pathosspermatikos hacía brillar sus huesos.

Como los rostros se fragmentaban, volvían a unirsepara iniciar de nuevo otra dispersión, las sílabassurgían, no encontraban al principio la cadeneta de lasotras sílabas, volvían a unir sus manos y SUS puntosde apoyo en la sucesión. Hasta que surgió como de laplenitud y cansancio de una noche, el verso de Góngora:

Ven, Himeneo, ven donde te esperacon ojos y sin alas .••

Cóncava y multiforme una negrona amamantaba lasfrutas. Colocaba sus senos sobre las canastas frutales.Parecía que las frutas se hinchaban, sudaban, lasveíamos ya como dentro de la poca se deshacian enrocío. Como una gran serpiente el seno cubría todala canasta. Los mameyes adquirían un desmesuradotamaño en la boca de un tiburón. La negra agrandadaera ya la diosa frutal. Porcallo miraba con un solo ojopara fijar la visión. Su yelmo sudaba hablandotiernamente con el !rocío de las frutas.

Las sílabas que volvían a dispersarse se iban juntandode nuevo. Se reconstnúa la sentencia poética:

Ven, Himeneo, donde entre arrebolesde honesto rosicler, previene el día .•.

Porcallo se hacía dueño de la noche. Las negrasy las indias formaban coro a su alrededor y levantabanel canto. Daba una nalgada o pellizcaba un seno ydespués reía con carcajada metálica. A medianoche,como el Hércules preñador, debajo de los árbolesfornicaba sin disminuir sus carcajadas. Las negras,con sus senos sobre las canastas de frutas, se quedabandormidas. El sueño las convertía en el árboldoblegado de toda aquella variante frutal.

Se abrió una ventana y apareció alguien más precisoque un fantasma y tan dueño de los dominios de suextensión como una imagen. Saludó con un guantede piedra que parecía extraído de las arenas. Lascanastas con las frutas habían desaparecido. Seinauguraba: el amanecer. Todos los hechizos sombríoshabían sido vencidos, Alicia Alonso había comenzadoa baílar a los pies del Castillo. El rosicler saltaen curvas.

Agosto y 1973

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