religión, escuela y sociedad: elementos para una necesaria

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Religión, escuela y sociedad: elementos para una necesaria innovación en la formación de profesores de Religión en Europa Bert Roebben Resumen La cohesión social (social cohesion) presupone el diálogo sobre qué le concierne a los hombres directamente: expectativas vitales, valores fundamentales y orientaciones de sentidos. La escuela, como “microcosmos” en nuestras sociedades complejas y pluralizadas, y la enseñanza escolar de la Religión, en su típica configuración europea en la escuela pública-, son el lugar par excellence para apropiarse de esta competencia comunicativa. En este artículo sustento la posición de que a los niños y jóvenes no sólo hay que enseñarles a cómo pueden vivir y aprender unos de otros, sino que también tienen el derecho fundamental de adquirir la competencia de apropiarse y fundamentar su propia posición religiosa o no religiosa. Sin esta dignidad personal y resiliencia (pensar y creer en la sociedad) no existiría ningún buen diálogo. El diálogo presupone la alteridad de cada persona. La escuela moderna puede ofrecer un campo abierto para conocer mejor la religión (la

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Religión, escuela y sociedad:

elementos para una necesaria innovación

en la formación de profesores de Religión en Europa

Bert Roebben

Resumen

La cohesión social (social cohesion) presupone el diálogo sobre qué le

concierne a los hombres directamente: expectativas vitales, valores

fundamentales y orientaciones de sentidos. La escuela, como “microcosmos”

en nuestras sociedades complejas y pluralizadas, y la enseñanza escolar de la

Religión, en su típica configuración europea –en la escuela pública-, son el

lugar par excellence para apropiarse de esta competencia comunicativa. En

este artículo sustento la posición de que a los niños y jóvenes no sólo hay que

enseñarles a cómo pueden vivir y aprender unos de otros, sino que también

tienen el derecho fundamental de adquirir la competencia de apropiarse y

fundamentar su propia posición religiosa o no religiosa. Sin esta dignidad

personal y resiliencia (pensar y creer en la sociedad) no existiría ningún buen

diálogo. El diálogo presupone la alteridad de cada persona. La escuela

moderna puede ofrecer un campo abierto para conocer mejor la religión (la

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ajena y la propia) en esta relación, y para defenderla razonable e

independientemente. Por ello, la moderna formación para profesores de

Religión debería fomentar no sólo la competencia socio-comunicativa y

objetiva-heurística, sino también y, sobre todo, la competencia personal-

existencial del aspirante a profesor de Religión. Esta triple relación significa

una innovación para el desarrollo de Europa como espacio educativo. Se

desarrollará aquí esta temática en cuatro pasos: La Religión dentro de la misión

educativa de la Escuela, lenguas maternas religiosas en la Escuela, relaciones

con las diferencias religiosas en la Escuela y, como consecuencia, la

innovación en la formación de profesores de Religión.

1. La Religión y la misión educativa de la escuela

Una buena escuela enseña a los niños y a los jóvenes distintos juegos del

lenguaje para percibir la fascinante y, a la vez, complicada realidad que le

rodea: desde el punto de vista lingüístico, matemático, geográfico, literario,

científico,… etc. En la clase de Religión (CR) se explora la dimensión religiosa

de la realidad. Por tanto, los niños y jóvenes aprenden, en virtud de las formas

de comunicación religiosas y no religiosas de ayer y de hoy, a percibir las

preguntas existenciales, juzgarlas y responderlas. Estas slow questions sobre

el origen, la razón fundamental y la orientación de sentido en la vida siempre

vuelven a emerger y en formas diversas. Según el especialista neerlandés en

Teología Fundamental Erik Borgman (2008, 51), “en los lugares donde esto

sucede, aparece la cultura de un modo que es teológicamente relevante”. El

investigador de la Educación alemán Jürgen Baumert califica cada una de las

distintas aproximaciones a la realidad, incluida la teológica, como “modo de

encuentro con el mundo” (Dressler 2011, 155). El pedagogo de las Educación

neerlandés Thom Geurts habla de las “ópticas” del que observa la vida del

mundo (1997). Cada tipo de percepción de la realidad tiene su propia

comprensión de la misma, su propia racionalidad constitutiva. Por ejemplo, la

Literatura, las Ciencias Naturales y la Teología están de acuerdo en lo que es

razonable y fundamentado científicamente cuando se intenta contemplar,

juzgar o comprender la realidad desde esta perspectiva determinada. Desde

esta matriz de racionalidad se cimienta la educación en la Escuela.

Pero la educación es aún más. Se trata de la persona que tiene que tratar con

estos conocimientos guiados por la razón, en otras palabras, se trata de la

persona que tiene que enfrentarse a ellos también desde la razón. En

sociedades complejas como la nuestra en Europa se oye a menudo la pregunta

“¿Qué puedo y qué debo hacer con esto?” Dicho de otra manera, la formación

general no se puede desconectar de la formación de la personalidad. Noto en

nuestro contexto educativo actual un elevado interés por la cuestión de la

personalidad. La cuestión es la persona que tiene que ver al otro, juzgarlo y

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relacionarse con él desde la razón. Según mi opinión, se le presenta al hombre

hoy en día la pregunta en el marco de la educación en dos aspectos concretos:

como pregunta de los niños y jóvenes por su orientación vital personal, y como

pregunta por el “con” de “con los otros” en la sociedad, por la cohesión social

en medio de la pluralidad de proyectos de vida religiosos y no religiosos. La

Educación se percibe hoy, sobre todo, en su doble aspecto del trabajo por el

desarrollo de la identidad y del esfuerzo por la integración de la diversidad. La

pregunta por el compromiso ocupa un lugar central (Mette 1994b): ¿Qué nos

une a los otros incondicionalmente? Y, ¿cómo puede contribuir la singularidad

de cada individuo y de cada grupo a un commongood o bien común de todos?

Una buena Educación mejora fundamentalmente la calidad de vida. El teólogo

y pedagogo Helmut Peukert dice a este respecto que la Educación supone un

“cambio cualitativo de la percepción de la realidad y del trato común con ella,

así como una transformación en las relaciones de las personas entre sí” (citado

en Mett 1994b, 233). Con este amplio concepto de Educación surge para el

sujeto una nueva e interesante cuestión: “¿Qué hago con mi conocimiento y

qué hace mi conocimiento conmigo? ¿Cómo se forma mi “yo” en mi casa, en la

escuela o en cualquier otro lugar? ¿De qué manera quiero yo luego hacer mi

propia aportación para la cohesión de la sociedad? ¿Cómo se comportan en mi

desarrollo de conocimientos “el saber y la conciencia”, conocimiento y ética?

¿Cómo trato responsablemente con los demás? ¿Cómo consigo información

sobre los otros puntos de vista y en qué medida permito que se conviertan en

mi propio proyecto de vida?”

Parece razonable que estas preguntas tengan que salir a relucir en público en

la escuela como lugar de aprendizaje. La clase de Religión presenta para ello

un espacio idóneo (Mette 2010). Ésta ofrece una comprensión de la realidad

sui generis, que no se puede sustituir por otros juegos del lenguaje. No es en

este lugar especialmente relevante si esta clase de Religión tiene que

organizarse según una confesión determinada o desde el punto de vista

aconfesional. El objetivo ha de ser legitimar de nuevo la CR en Alemania (y en

Europa) como un lugar en el que se pueden percibir y tomar en serio las

cuestiones vitales y en el que se encuentran modelos razonables de

interpretación para entender dichas cuestiones y, también, para poder

responderlas. El pedagogo de la Educación alemán Rudolg Englert dice a este

respecto: “Una adecuada y actual solución a la pregunta por la posibilidad de la

enseñanza (de la CR) no se puede obtener de otra manera que a través de un

profundo entendimiento de la propia lógica de la praxis religiosa y de una

reflexión sobre el carácter racional y religioso que le son propios (…). No ha de

darse la impresión de que, en el ámbito de la religión, todo depende finalmente

de lo individual y su experiencia subjetiva (…). En un fenómeno dirigido a la

Educación como la clase de Religión se requiere, además, una fundamentación

que vaya más allá de las meras afirmaciones para las preguntas religiosas. Por

tanto, también se reclama la investigación de la Pedagogía de la Religión y de

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la Teología. Así se podría intentar aclarar con más precisión: ¿Cuáles son

verdaderamente las operaciones espirituales constitutivas de la “racionalidad

religiosa”? Y, ¿cómo se puede contribuir específicamente para la capacitación

en estas operaciones, por ejemplo, a través del reconocimiento de la capacidad

lingüística, a través de la práctica de la argumentación teológica, a través del

reconocimiento de la productividad específica del discurso metafórico y

mitológico,… etc.?” (Englert 2007, 215).

2. Lenguas maternas religiosas, ¿también en la escuela?

El pedagogo de la Religión alemán Bernard Dressler determina el objetivo de la

enseñanza religiosa en relación con el concepto de la enseñanza de Jürgen

Baumert, según lo que sigue: “poder comportarse críticamente en su estilo de

vida ante la praxis religiosa (activa, pasiva o abstinente)” (Dressler 2011, 163).

La cuestión fundamental es, sin embargo, qué sucede cuando la praxis

religiosa se volatiliza, no se puede percibir y tampoco se puede juzgar ni

comprender. ¿Qué sucede cuando la óptica religiosa, esto es, la lente, ya no

funciona porque la mirada y el proceder, esto es, la vista, han fallado? Una de

las cuestiones fundamentales de la Pedagogía de la Religión actual es la

pregunta de qué sucede cuando el conocimiento de las tradiciones religiosas

no están fácticamente disponibles, o con otras palabras, cuando cada vez se

encuentran menos representantes que se apropien de este saber y que,

además, se lo presenten a los otros razonablemente y lo puedan transmitir. La

enseñanza intercultural e interreligiosa carecerá de sentido cuando no haya

una masa crítica de voces representativas. ¿Estaría la formación religiosa

carente de sentido si cada vez menos gente ha aprendido la lengua materna

religiosa o han sido religiosamente socializados? ¿Se puede seguir hablando

de “aprendizaje interreligioso” (learning about and from religion) cuando las

tradiciones religiosas se agotan porque cada vez menos personas recuerden

el núcleo de la tradición o porque solamente sobreviva un pequeño resto que lo

mantenga y no se pueda o quiera tratar con la propia posición

hermenéuticamente? En la Escuela esto puede significar, concretamente, que

en la hora de clase se puede originar un clash entre analfabetos religiosos y

fanáticos religiosos. ¿Se puede, por tanto, seguir hablando de un adecuado

ambiente de aprendizaje?

En un pasado próximo, en la clase de Religión, se ha intentado mejorar esta

situación a través de una fuerte consideración de la propia validez y de una

autodirección de los estudiantes y a través de una amplia oferta de

conocimientos, de tal manera que los estudiantes mismos puedan elegir, catar,

romperse la cabeza y así hasta convertirse, de nuevo, en partidos divididos.

Otros abogan por la profundización en los conocimientos (por ejemplo, en los

contenidos específicamente cristianos) en lugar de una amplia oferta. Otros se

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decidieron por una aproximación por los procesos de formación estética y ética.

Y aún otros opinan que en la escuela se tiene que catequizar nuevamente y

que las propias escuelas deben de proveerse expresamente de una etiqueta de

comunidad de creyentes. Y otros son de la opinión de que lo mejor es no hablar

de Religión en la escuela: el tema está obsoleto y pertenece a la esfera

privada.

Hoy en día, la formación religiosa necesita una sólida fundamentación. Una

consideración de la clase de Religión escolar como “asignatura etiqueta” o

como “happy Reli”, como asignatura con estímulos geniales para el diálogo,

pero sin contenidos objetivos sobre el complicado y heterogéneo fenómeno de

la Religión y sin la convincente sabiduría del profesor de Religión, ya no se

puede aceptar. Y también la verdad tiene sus derechos en una buena clase de

Religión: no ha de ser presentada como una “reserva” religiosa que haga a los

niños ciegos ante la diversidad religiosa y la indiferencia, ni como un reducto en

el que se pongan en práctica expectativas normativas amistosamente y sin

presión, que no sólo la sociedad, sino que la mayoría de los padres ya no

practican” (Jäggle 1986, 120). El objeto de la clase de Religión no puede ser

una materia blanda.

Esta es mi posición: La Religión y la concepción del mundo se dan en la

sociedad de una manera difusa y fragmentada. Debido a la misión educativa de

la Escuela, se le pide a ésta una forma de proceder clara y sistemática en el

marco de la clase de Religión. Todos los niños y jóvenes tienen derecho a este

proceso de aprendizaje. Para ello han de ponerse a disposición informaciones,

por así decirlo, han de representarse, a través de materiales didácticos

adecuadamente escogidos, informaciones sobre personas religiosas concretas

y sus espacios vitales, real o virtualmente presentes, y no sólo a través del

profesorado. Ellos forman un concreto acceso a un particular punto de vista

religioso o no. A través del testimonio, de su fe vivida, estas personas

presentan su propio punto de vista, su fe aprendida. Los niños y los jóvenes

tienen así la oportunidad de preguntarse y rastrear cómo estos ejemplos y

modelos pueden dar algunas orientaciones para su propio proyecto de vida. De

esta manera, conocen la variedad de perspectivas para las determinadas

preguntas vitales que cada persona se plantea. La confrontación con estas

perspectivas renueva la disposición para hacerse preguntas por sí solo: “¿Qué

es eso que entusiasma a estas personas religiosas (realmente aquí presentes

o representadas a través de textos o imágenes)? ¿Qué han visto ellos que yo

no he visto hasta hoy?” Y sucede en medio de este proceso creativo de

formación, en el que afloran las preguntas contenidas por la existencia

humana, que al mencionarse y detallarse tal variedad de posiciones, religiosas

o no, los jóvenes se sienten provocados de nuevo a explorarse a sí mismos y

su origen, y a tomarse en serio a sí mismos y su propio futuro. De ellos se

espera, poco a poco, una presencia, una “actualización del espíritu”, un propio

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punto de vista en un amplio entorno de convicciones vividas. Sólo entonces,

cuando el individuo pueda encontrarse a sí mismo de nuevo, definirse,

valorarse y, como tal, tomar parte en el diálogo, será posible también de nuevo

la cohesión social. Esta posición también la sostienen el pedagogo de la

Religión Adrian Gellel (2010, 450) de Malta y el pedagogo de la Religión

neerlandés Thom Geurts (2011, 51). Esquemáticamente podríamos resumir el

concepto de “aprender en el presente del otro religioso” de la siguiente manera:

Learning about religion Aprendizaje sobre religión

Learning from religion Aprendizaje de la religión

Learning in/through religion Aprendizaje en/a través de la religión

Representación Aprendizaje multirregeligioso

Presentación Aprendizaje interreligioso

Presencia Aprendizaje intrarreligioso

Conocimiento del otro Respeto hacia el otro Respeto y conocimiento de mí mismo, a partir de lo nuevo

Información a través de la documentación

Interpretación a través de la comunicación

Confrontación a través del encuentro

Competencia heurística Competencia social Competencia existencial

El profesor informa como experto

El profesor interpreta como moderador

El profesor confronta como testigo

Diferencia (différence) Alteridad (altérité)

3. Una relación productiva con la propia singularidad

Para que se pueda dar esta ampliación del conocimiento (about), comunicación

(from) y apropiación (in), soy de la opinión de que el espacio educativo tiene

que estar bien estructurado y lleno de estímulos. Cuando este no es el caso o,

con otras palabras, cuando las representaciones y presentaciones en la clase

no tienen lugar o son confusas, la intuición originaria de las posiciones

religiosas y no religiosas tiene que presentarse e insertarse de una manera

performativa y convincente. Ya en 1994, el pedagogo de la Educación Hans

Zwergel formuló a este respecto lo que sigue: “Cuando la clase de religión

apenas pueda recurrir a experiencias previas fundamentales, no le quedará

más que ir por nuevos caminos de conexión cognitiva y emocional que unan la

fe y la vida en la misma clase y, desde ahí, dar formas de consolidación

orientadas hacia el sujeto” (Zwergel 1994, 44). En el 2004 explicaba el

renombrado experto en Educación Dietrich Benner: “Para que se puedan

ampliar la experiencia del mundo y las relaciones humanas en la clase y en la

escuela, se necesita, en un primer momento, de experiencias básicas sobre el

mundo y las relaciones. Donde no esté asegurada esta premisa a través de la

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educación preescolar y de la socialización, se debe, primeramente, crearlas y

garantizarlas artificialmente con la ayuda de exploraciones, visitas, excursiones

y prácticas, con el fin de una instrucción ulterior en la clase” (Benner 2004, 14).

Asimismo los obispos alemanes formularon en el año 2005 como segundo

objetivo de la clase de Religión, junto con la transmisión de conocimiento y la

capacidad de diálogo y juicio, “familiarizarse con las formas de la fe vivida”

(Obispos Alemanes, 2005, 18). Un modo de proceder propio de los

catecúmenos en los atrios paleocristianos conecta perfectamente con estas

reflexiones, en el que los niños y jóvenes son iniciados en relaciones de

aprendizaje con gran cantidad de estímulos, extraños pero no muy distantes, y

en los que su interés espiritual floreciente se nutre (Roebben 2011ª, 93f.).

Está claro que es diferente en cada clase, en cada escuela y en cada región la

dimensión del efecto, la motivación y del interés. Es patente que los niños y

jóvenes tienen derechos fundados según las teorías de la Educación para

discutir con las religiones y con las posturas no religiosas y de hacerse su

propio juicio de valor. El pedagogo de la Educación alemán Hans Mendl ofrece

un marco claro y diferenciador para una didáctica de la alteridad de este tipo,

un marco para relacionarse en la clase con las posturas religiosas que no le

son propias y con las que le son contrarias. En primer lugar, describe el

aspecto de “percibir la experiencia de lo extraño desde la distancia”, en el que

los jóvenes conocen, como método fundamental, un borrador de un mapa

personal con similitudes y diferencias religiosas de entre las ofrecidas y de las

de su propio conocimiento (Mendl 2009, 33-34). En una segunda toma de

posición, defiende que los jóvenes “empiecen con unos segmentos orientados

a la vivencia de otras religiones, distintas a la propia, en el aula y (34)

experimenten momentos de participación puntual en vivencias de la propia y a

la vez extraña [!] religión” (34-37). El último paso, la “progresiva comprensión

de la propia religión” (37-38) no pertenece a la escuela. Este paso es de

naturaleza catequética y corresponde a la comunidad de creyentes. Aunque se

diera el caso de que los niños y jóvenes en el marco del proceso educativo

llegaran a una revelación de la fe, no puede ser un objetivo intencionado de la

clase. El docente puede, en este caso, derivarlo a la Iglesia o a la comunidad.

Esta segunda toma de postura es para nuestras reflexiones especialmente

interesante: aquí reciben los jóvenes la oportunidad de formarse una idea sobre

la vida religiosa de otras personas y sobre la vida de la religión que le es

propia, y de participar en los cuidados y elegidos estímulos y encuentros. El

filósofo de la Educación neerlandés Siebren Miedema es de la opinión de que

esta manera de proceder, learning by doing, a través de la participación en

cultureel gestructureerde activiteiten (Miedema 2008, 39; cfr. Hermans 2003),

conduce a un aprendizaje adecuado, transformativo y desde una cosmovisión

religiosa, y los jóvenes se verán más desafiados a tomar por sí mismos una

posición, que a través de las estrategias tradicionales de transmisión. Entonces

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aprenden a entender mejor su posición a través del “con” de “con los otros”, a

apreciarla y a defenderla. El pedagogo de la Religión austríaco Martin Jäggle

opina que esta tarea, hoy en día, le resulta muy pesada a muchas escuelas:

“La escuela tiende a privatizar, reprimir u ocultar la diferencia y, en especial, la

diferencia religiosa, tanto más cuando la Religión se considera como un asunto

privado o como una determinada convención religiosa y no como una

referencia incuestionable” (Jäggle 2009, 271). La pedagoga de la Religión

neerlandesa Ina ter Avest (2009, 26) constata, gracias a la investigación

REDCo, que se pasan por alto muchas posibilidades de formación a través de

la cohesión social en el ámbito cultural y religioso porque, aunque los

estudiantes son capaces de percibir las diferencias culturales y religiosas en el

patio del colegio, en la clase no son invitados, o sólo muy poco, a exponerlas

personalmente, a percibirlas y a tenerlas en consideración. En neerlandés se

habla de la clase de religión como levensbeschouwing. “Het leven

beschouwen” significa contemplar la vida en su complejidad e intentar

comprenderla como tal. Demasiadas clases de Religión dejan, literalmente, la

vida de lado. ¡Simplemente no se dan cuenta de su perspectiva orientada al fin

como “levensbeschouwing”! También en las escuelas sin grandes variedades

culturales y religiosas no puede dejarse de lado este tema (Richardson 2010,

277). La variedad religiosa se da siempre (por ejemplo, en internet, en los

medios de comunicación social,…), también en los llamados contextos

religiosamente homogéneos.

4. Innovación en la formación de profesores de Religión en Europa

Considerando, por una parte, el vertiginoso avance de la knowledge society y,

por otro lado, la también vertiginosa reducción de la socialización tradicional

religiosa, la formación (como formación objetiva y personal) no se encuentra sin

cura (sine cura). Influyentes filósofos de la Cultura que se ocupan de la relación

entre Religión y Educación, como Jürgen Habermas y Hans Joas en Alemania,

Charles Taylor en Canadá y Luc Ferry en Francia, han advertido de la

importancia de una participación razonable de las culturas religiosas en el

discurso de las sociedades. Acentúan que, cuando la dimensión sustancial de

la religión se extingue (la experiencia de la descentralización del individuo y la

toma de conciencia de la tensión entre inmanencia y trascendencia, o con las

palabras de Hans Joas: “el estar religado a algo que está más allá de mí

mismo, un relajamiento o liberación de las ataduras a mí mismo”) (Joas 2004,

17), cuando ya no se vive realmente la religión en esta forma y la lengua

materna religiosa se va desvaneciendo, desaparece también un importante

potencial de humanización (Mette 2009). En una “cultura de la amnesia”

(Siebren Miedema) como ésta desaparece, a la larga, la posibilidad de pensar

religiosamente, con otras palabras, debemos superar el discurso ordinario

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sobre la utilidad y el conocimiento, y respetar al hombre como hombre (en su

individualidad y su inmutabilidad radical).

Las facultades e institutos de Teología han de animar y habilitar a sus

estudiantes para que se hagan de forma más intensa la pregunta maravillosa,

pero también necesaria, de: “¿dónde se puede encontrar en la cultura actual a

la Trascendencia?” Ellos deben considerar su fe vivida ante los adolescentes

como el verdadero punto de partida de su pensamiento teológico, de su

enseñanza y de su investigación. Deben abordar esta pregunta de una manera

sensible y práctica teológicamente, (“Teología como camino de vida”) en el

conjunto de la Teología y no como mera Teología pastoral o práctica, o

Pedagogía de la Religión. Los jóvenes docentes desean más reflexión

teológica y ejercicios de sensibilidad práctica teológicamente y de teología

cultural práctica, dicho de otra manera, desean saber cómo se pueden

reconocer los signos de los tiempos a la luz del Evangelio. Este ejercicio, estar

sensible a lo espiritual en el día a día, tiene que ser abordado en la clase e

interpretado; ésta es la doble tarea (conocimientos científicos y enfoque

didáctico) de una sólida formación integral en Teología y Didáctica adecuada a

los tiempos. El esquema a continuación deja claro una vez más los distintos

procesos de aprendizaje de la clase de Religión moderna (Roebben 2011a,

167). En las horizontales se pueden ver las distintas competencias de la

Pedagogía de la Religión de la enseñanza moderna. En las verticales se puede

leer de arriba hacia abajo, paso a paso, la intensidad creciente de los desafíos

para la Teología.

Apredizaje

intergeneracional

Aprender en las

profundidades del

tiempo

Competencia

teológica

heurística

– Profesor como

experto

Desafío de la

sociedad del

conocimiento

(Formación de la

percepción y

aprendizaje de cómo

alcanzar el

conocimiento)

Información

Aprender sobre

religión

Aprendizaje

intercultural

Aprender en un

espacio amplio

Competencia

teológica

comunicativa

– Profesor como

moderador

Desafío de la

pluralidad y la

diferencia (aprender

a intercambiar

conocimiento con los

otros en orden a

construir una

identidad personal)

Interpretación

Aprender de la

religión

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Aprendizaje en el

modo de la

globalización

Aprender en la

distancia del

futuro

Competencia

teológica

existencial

– Profesor como

una persona

auténtica

Desafío de la

globalización

(aprender a

modificar la

información al

servicio de la

solidaridad con el

prójimo en la

comunidad mundial)

Confrontación

Aprender en o a

través de la

religión

Conclusión

¿Está la sociedad preparada y en la situación de presentar y promover estos

procesos de vital importancia en la Escuela primaria y secundaria y en las

facultades de pedagogía? La Escuela sola o, aún peor, la clase de Religión

sola no puede soportar esta tarea. Conocer la peculiaridad del juego de

palabras religioso, intentar comprender la honradez del nivel de vida creyente y

descubrir las slow questions, que los humanos se plantean desde hace siglos,

no puede ni debe ser una tarea únicamente de los estudiantes en la clase de

Religión. Opino que esto no justificaría que se deje sobre los hombros de los

estudiantes todo el peso de la secularización y de la modernización de la

Religión. Todos somos responsables del diálogo entre culturas, del aprendizaje

en el presente del otro (cultural o religioso) y, precisamente por ello, también

del desarrollo de la autoestima de las generaciones venideras en los procesos

de formación1. Esto cuesta energía, empeño y dinero.

Tampoco la Teología puede alejarse de este desarrollo. Teólogos y autoridades

eclesiásticas, especialistas y directores de centros educativos deben

preguntarse si y de qué manera pueden y deben hacer transparentes las

tradiciones religiosas hoy en día. Este proceso no tolera ningún cosmético

superficial, sino que precisa de profundidad y reflexión, de palabra y respuesta.

Y hago mía la perspectiva del filósofo de la Religión judeoamericano Abraham

Joshua Heschel de que es importante entregarse al carácter de pregunta de la

1 “It seems that the population and the governments count on the school to build a community of

the future, capable of respect and dialogue in the context of plurality. But children cannot do that

alone. Identity cannot be ‘taught’; it is rather experienced, supported and developed like a

language, within a community. And dialogue in a pluralistic society is seriously challenged if

social and personal identities are in crisis. To establish an authentic dialogue, there is a need to

clarify our identities. And to clarify our identities, we need a collectivity. It would be a shame if

we put the burden of social tolerance, respect and dialogue in a context of plurality on the

shoulders of our children without addressing the questions for ourselves. The risk of exploiting

the children for the sake of a better future is not only foolish, but absolutely unjustifiable. It is

undermining of the very fundamental belief in the value of each individual” (Champagne 2009,

2).

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realidad, cuando los otros juegos del lenguaje ya no funcionan y su última

respuesta ya ha sido dicha: “La Religión es la respuesta a las preguntas últimas

de la humanidad. Tan pronto como las últimas preguntas decisivas se vuelvan

irrelevantes, perderá la Religión su significado y entrará en crisis. La primera

tarea de la Filosofía de la Religión es redescubrir estas preguntas a las que la

Religión da respuesta” (Heschel 1992, 3). Entonces podría ser que la Teología

no fuera más la primera de las ciencias o de los encuentros con el mundo, sino

que quizá fuera la última. Todo el proceso de aprendizaje de la clase de

Religión, about, from and in, debe, por consiguiente, llevarse a cabo en las

mismas comunidades de creyentes. Y sin esto, no se puede dar ninguna

formación religiosa en el ámbito público de la escuela y la sociedad. Por lo

tanto, aún queda mucho por hacer: en la escuela, en la sociedad y en la

religión.

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* Dr. D. Bert Roebben

Cátedra de Didáctica de la Religión del Instituto de Teología Católica,

Universidad Técnica de Dortmund

([email protected], www.seekingsense.be)