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Relatos 2013

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11ªa Edición Premios Convivencia Sariak 11. Edizioa

JURADO

Diputación Foral de Álava: D.ª Estíbaliz Muzas

Ayuntamiento de Vitoria–Gasteiz: D.ª Susana García

Gobierno Vasco: D.ª Elena Echeberria

AMPA San Viator (asociación padres y madres de alumnos): D. Ernesto García

AMAPASE (asociación madres y padres separados): D. Pedro Cruz Valderrama

AMAPASE (asociación madres y padres separados): D.ª Amaia Vargas

BESARKA (asociación acogimiento y adopción en Alava): D.ª Julia Larrimbe

La Fundación San Prudencio: D.ª Esther Unceta-Barrenechea

La Fundación San Prudencio: D.ª Guadalupe Díaz de Monasterioguren

MESA

Presidente: D.ª Esther Unceta-Barrenechea

Secretaria: D.ª Guadalupe Díaz de Monasterioguren

Vocales: Los asistentes a la convocatoria

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Relatos 2013

PRÓLOGO

La vida familiar siempre es seno de grandes satisfacciones, pero

como todo ámbito donde se dan cita las relaciones humanas,

también lo es de conflictos que demandan soluciones creativas, para

que no terminen enquistándose y creando un ambiente insano.

Este libro es un compendio de historias escritas por gente común,

protagonistas de situaciones cotidianas que han requerido de un

enfoque diferente, en aras de lograr la armonía deseada.

Léelas con con atención, puede que en algún momento necesites

poner en práctica alguna de las soluciones adoptadas.

XVFamiliaCongreso

BiltzarraEn tiempos de cambio Aldaketa garaia

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TITULO AUTOR PÁG.

La gran mentira Ainhoa Ruiz Larrubia 7

Inicio de la infancia-base de la educación Ana Ortiz Pérez 8

Sin titulo 1 Arantza Mardones 10

Receta Casera. Lenguas al pil-pil Nerea Borda Murguía 11

La curva de la vida Ricardo Quintana Samaniego 13

Convivir en la familia con los confilctos Domicio Zárate González 14

Confilctos en la vida cotidiana Izaskun Matute García 16

La familia: luz en tiempos de tinieblas Daniel Fernández Conde 18

Sin titulo 2 Elena Cifuentes 20

Replantearse toda una vida Arantza Sancho 21

La recta final del aitite Maribi Lafuente Oraa 22

La ilusión de Juan - 1ER PREMIO Santiago Ayerdi Aguado 24

Ruido Contagioso - Mención Especial David Salazar Márquez 25

Un semáforo para cruzar los conflictos 2O PREMIO Itziar Fernández Villanueva 28

Mirar hacia atrás para seguir adelante Idoia Ortiz de Guzmán Conde 30

Apretarse el cinturón Jorge Astiguieta Reguero 31

Convivencia familiar Ana Mª Serna Esteban 33

Calma, sinceridad, suerte y juguemos José Serna Laguillo 35

Las zapatillas de casa Aitor Abad Peña 38

Ez surik, ez izotzik Xabier Molinero Martínez 39

ÍNDICE

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Relatos 2013

TITULO AUTOR PÁG.

Buenas prácticas en familia Mariaje Guevara Lz. De Lacalle 45

Inicio prematuro del consumo de drogas en los adolescentes:problemática familiar y social Garazi Ortiz de Zárate Beitia 46

Sin título 3 Francisco Javier Mateos Gil 49

Las joyas de la abuela Marixa Osés Ruiz de Azúa 50

Raices Nuria Alda Ruiz de Apodaca 52

Carta de amor Carlos Unzueta 56

El dragón desdentado Iñigo Martínez de Antoñana 58

Ingenieria del entendimiento familiar Borja Velasco Regúlez 60

El descanso Aranzazu Cordero Núñez 62

Cuando quieras hablar... avisame Mª Carmen Sanchez Martínez 64

Aita, ama he suspendido Silvia Perez del Palomar 66

El principe al que destronaron un mes de julio 3ER PREMIO Mª Socorro Soto Delgado 67

Qué sucede cuando los padres dicen…. Ainara Fernández 70

Obsesión Blanca Sedano 71

No a una casa sin hogar Nerea Axpe 75

La convivencia con mis hijos Mónica Angulo 79

Cómo gestionar la muerte de un familiar Itziar Ruiz de Alegría Ruiz de Gauna 80

Siempre unidos siempre hacia adelante Ana Martínez de Antoñana 81

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Relatos 2013

A continuación les relato la historia a cerca de uno de los conflictos que ocurrió en mi familia.

Hace ya algunos años, cuando yo tenía unos 17 pedí a mis padres las llaves de la casa que tienen en la Rioja para poder irme con dos amigas. Uno de los requisitos que tenía que cumplir para que me dejasen las llaves era responsabilizarme de cerrar la puerta con llave antes de irme de casa.

Pues como podéis imaginar, a pesar de ser una única obligación, yo olvidé las llaves dentro de casa. En ese momento me iba con mis amigas en un taxi hacia otro pueblo para salir de marcha y le dije al taxista que me ayudase a abrir la puerta de casa, para coger las llaves.

El taxista decidió romper un cristal para abrir la puerta y en ese momento pensé: “Pro-blema solucionado, puedo seguir con mi plan y mis amigas”.

Cuando volvimos a casa, ya de día, unos amigos nos acompañaron y no sé de qué ma-nera uno de ellos al sentarse en una hamaca, la rompió. Entonces decidí que era mejor que se fuese todo el mundo de casa antes de que se complicase más el fin de semana.

Al día siguiente, mis dos amigas tuvieron que quedarse delante de la puerta, mientras los vecinos del pueblo iban a misa, ya que una vecina de Vitoria pasaba por allí y quería evitar que viese el incidente del cristal.

Cuando volví con mi familia, tuve la “brillante idea” de contar que algún borracho ha-bía tirado una botella y por consiguiente rompió el cristal de la puerta. Mi madre muy indignada pensó que los jóvenes del pueblo se habían portado mal y decidió no darle más importancia al asunto.

Al fin de semana siguiente, mis padres fueron al pueblo y he ahí la sorpresa que se llevó mi madre al encontrarse al taxista y oír su versión de los hechos. Le contó que él había roto el cristal para que entrásemos en casa y que después nos llevó de marcha.

A pesar de que el taxista insistía, mi madre estuvo defendiéndome hasta que se dio cuenta, que el taxista no tenía por qué mentirle y que su hija realmente le había fallado.

En aquel momento mi madre me llamó y me dijo que no me quería volver a ver, que me había portado muy mal y que jamás volvería a confiar en mí.

La gran mentira Ainhoa Ruiz Larrubia

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Nos encanta reunirnos en familia, pasar un buen rato, hacer una buena comida y pa-sar el día de compras y también hacemos grandes sobremesas jugando a las cartas;

la de horas que habremos metido en nuestra familia jugando a las cartas.

A veces se alarga tanto la sobremesa, que casi se nos junta la comida con la cena y en ocasiones ni nos da tiempo casi a salir por la tarde un ratito a dar una vuelta y despe-jarnos un poco.

La verdad es que nos vemos según yo creo menos de lo que nos gustaría a tod@s, pero la circunstancia de que cada familia vive en una ciudad diferente, hace difícil poder juntarse más a menudo, pero siempre intentamos sacar un hueco y podernos ver de vez en cuando.

Sus palabras habían sido tan duras que estuve toda aquella tarde llorando, convencida de que no podría volver a casa y que jamás me perdonarían. Así mismo, se me ocurrió tomarme algunos ibuprofenos, ya que pensé que lo único que podía hacer era suicidar-me porque mis padres no me querían.

Cuando mi hermana llegó a casa me preguntó qué me ocurría y al explicarle lo que había hecho hizo todo lo posible para tranquilizarme y me convenció para que pidiese perdón a mis padres.

Al día siguiente mis padres llegaron a casa y les expliqué todo tal y como había ocurrido y al enterarse de lo que intenté hacer se preocuparon muchísimo. Después me pidieron que nunca más les mintiese y que siempre que algo me preocupase que lo hablase con ellos, pero que nunca más intentara intoxicarme y pensar que ellos no me querían.

Una vez hablado, les di un gran abrazo y desde entonces siempre he confiado en ellos para contarles cualquier cosa que me preocupa, cualquier problema o alegría.

Me gustaría transmitir a todos los lectores la importancia de la comunicación en cual-quier relación, bien sea familiar de amistad o amorosa.

Inicio de la infancia,base de la educación

Ana Ortiz Pérez

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Relatos 2013

Hace unos sábados fue uno de esos días en los que se produce magia y digo magia porque juntamos la voluntad con la intención de poder pasar un día juntos.

Pasamos una mañana de compras por el Boulevard; entretenida y divertida; estuvimos perdid@s entre trapos y bañadores, paseo para aquí, paseo para allá….

Luego llegó la hora de la comida, de la gran comilona, porque nos encanta disfrutar de ese momento, entre risas, recuerdos de otros momentos vividos juntos y charlas de todo un poco donde nos ponemos al día de lo que nos va ocurriendo cada día a cada uno. Empezamos con los entremeses, luego primero, segundo, postre, copa, puro y cartas, y llego la hora de dar un paseo; a media tarde nos fuimos, esta vez dirección al centro de Vitoria.

La verdad es que desde que llegó la pequeña Elena a nuestra familia, hace ya 5 años, todos nos volcamos un poquito más en ella, nos entretenemos con ella, volvemos a ser de nuevo enan@s, y cada un@ saca su pequeñ@ niñ@ de dentro, cada un@ a su manera; intentamos poner en ella esa pequeña semilla que crece.

A veces resulta un poco difícil entre todos cuando se plantea un conflicto o una situa-ción complicada, resolver el problema o cómo buscar una solución, ya que cada uno tiene su manera de ver las cosas y tiene su punto de vista, siempre cada uno cree tener la razón a la hora de hacer las cosas .

Los niñ@s son esponjas, eso está claro y comprobado, por lo tanto hay que tener mu-cho cuidado en la forma de hacer las cosas y de decirlas, en la forma de tratar los mo-mentos en los que se producen puntos de inflexión dentro del proceso de aprendizaje de estas pequeñas personas, ya que según como se resuelvan los conflictos, básicamente según cómo se eduque a estos pequeñ@s renacuaj@s, obtendremos un resultado, y si queremos que el día de mañana nuestr@s hij@s tengan los recursos necesarios para poder resolver algún conflicto de modo maduro, sintiéndose bien consigo mism@ y obteniendo un reporte satisfactorio, sabiendo hacer bien las cosas y consiguiendo de alguna manera una riqueza y no precisamente material, sino una riqueza de esas que no se puede pagar, la riqueza de saber entender, comprender el jugo de la vida, que para mí es tener la conciencia tranquila a la hora de haber tomado una decisión, en un momento que no sabes qué hacer.

Podría ponerme a contar miles de anécdotas o conflictos vividos por mí misma cuando era adolescente o incluso ahora que soy adulta o cuando era niña, pero quizá ha habido una situación reciente que no se bien si por ser cada vez más consciente de la importan-cia de la educación desde la infancia o por el momento que estoy viviendo en mi vida, el que me ha parecido más interesante de relatar.

Por lo tanto, cuando en nuestra maravillosa velada nocturna, se produjo un pequeño conflicto en cómo tratar un berrinche de Elena, a simple vista que no tenía gran impor-tancia, yo creí que realmente sí que tenía importancia, porque creo que las cosas hay que afrontarlas con naturalidad, pero hablando, haciendo entender las cosas a los niños y que toda acción tiene una consecuencia.

No puedo ponerme a elaborar un manual con sus diferentes pasos (1, 2, 3....) porque cada persona es un mundo y no somos máquinas y sobre todo porque en las cosas en las que no dependan solo de ti, tú no tienes un control absoluto, por lo tanto no sabes cómo van a acabar o qué es lo que exactamente va a pasar, pero si puedo comentar lo haría.

La situación fue, que el tío de la niña, empezó a hacerle rabiar y le mordió en el papo (quién no ha vivido esta típica situación de hacer rabiar a un niñ@), a lo que la niña se enfadó y le dio un golpe y no conforme con ello, le dio otro golpe aún más fuerte, todos nos quedamos bastante sorprendidos y claro hicimos un juicio de valores, sobre cómo abordar esa situación, en la que una persona mayor le ha mordido a una niña (mientras todo es un juego), quizá sea un simple juego entre una persona mayor y una niña, pero yo voy más allá de eso.

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Cuando yo era niña nunca oí discutir a mis padres y según fui haciéndome mayor, un día pregunté a mi madre ¿Ama, por qué vosotros nunca os enfadáis? a lo cual mi

madre me contestó: Cuando tu padre viene enfadado y gruñón a casa, yo hablo pero poco, le dejo que gruña un poco y ya me callo.

Cuando la que estoy enfadada soy yo, él se calla, y así no discutimos. Luego cuando ya ha pasado el mal momento y estamos más tranquilos, lo hablamos y así evitamos entrar en conflictos.

Ese es un gran mensaje, y lo he utilizado siempre. Hoy tengo 45 años, y en casa ha habido conflictos primero porque todos tenemos nuestras ideas, después llega el tema del trabajo, el paro…

Luego llegan los hijos que hoy en día, se creen con más razones que nadie ¡Que equi-vocados!

Sin título I

Me pongo en la piel de la niña; “Una persona mayor a la que quiero, que me quiere, mientras jugamos, me muerde, no es algo mental, es una especie de ataque físico y la niña se defiende haciendo un daño físico”, creo que le sale de lo más profundo, como algo humano, sin pensarlo.

Yo creo que en el momento que ocurrió toda la solución era: Pararlo justo después de que la niña golpeara a su tío y hablar con ella y preguntarle ¿Que le había pasado?, ¿Que había sentido? (Ya que todo lo que había pasado era pura sensación, el cuerpo siente, tiene una huella, que perdura en el tiempo), seguramente diría que le había hecho daño; es una respuesta lógica, ella no esperaba que su tío le mordiese, mientras estaban pasándoselo bien y jugando. Por lo tanto lo que debía de hacer, según mi pun-to de vista, era expresarle lo que había sentido y que no quería que hiciese eso más y seguidamente creo que debería de pedirle perdón porque ella también le había causado un daño, un dolor a su tío y eso yo creo que no es una actitud adecuada. Había causado un daño producto de la rabia por sentirse atacada.

De esta manera yo creo que la niña se sentirá mejor, sabrá canalizar el dolor sentido, expresarlo y reconocer su error, ante una acción que no está bien, como es pegar a una persona.

Arantza Mardones

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Relatos 2013

¿Cómo afrontarlo? con calma. Cuando todos llegamos a casa con nuestros problemas ¡PARAR! ¡NO GRITAR! y dejar que pase el temporal y después escuchar, abrazar y sonreír.

Mas tarde, ya podemos hablarlo, dar nuestro punto de vista, pero sin gritos, con cariño y respeto.

Conclusión, hay que poner de tu parte cuando seas tú el más fuerte, que mañana serás tú el más débil y los tuyos te ayudarán.

Ingredientes:

•LENGUAS VARIADAS. Acarameladas, agrias, secas, inocentes, suaves...

•1 FAMILIA DE GUINDILLAS Y GUINDILLITAS. (Con tres o más adultos y algún niño podría servir).

•ALCOHOL PARA REHOGAR. (al gusto de cada comensal).

•1 RISTRA DE AJOS.

Elaboración:

1.- Calentar el ambiente en una sartén (cocina, txoko, restaurante...) y cuando esté muy caliente, ir friendo alguna lengua para que vayan dorándose poco a poco, pero cuidado que no lleguen a quemarse del todo. Ir añadiendo lenguas variadas, acarameladas, más agrias, más secas, inocentes, suaves, picantes... Una vez fritas, emplatar a modo de discusión sobre la buena educación en general, y de padres a hij@s en particular. Dejar enfriar en una bandeja.

De este modo, tenemos la primera parte de esta receta.

2.- En otra sartén calentar a la familia de guindillas (al grupo... a los conocidos...) y que se piquen todas ellas, añadiéndose posteriormente1ristra de ajos, por aquello del que se pica...

Receta casera. Lenguas al pil-pilNerea Borda Murguía

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Agregar guindillitas (de 2 a 6 años de crianza mejor) para llevar al punto de ebu-llición.

Si una de ellas, resultara ser demasiado salsera, haciendo que las otras guindillitas se revuelvan mucho, sin que nadie medie en la salsa resultante, no hay más que dejar que sea una de las lenguas (normalmente la menos indicada) quien le ponga en su sitio de la sartén. (a fin de que la otra, vea tocada su autoridad paterna o materna según el caso}.

Así, va tomando cuerpo la segunda parte de esta receta.

3.- Rehogar todo ello mientras, con alcohol al gusto de cada uno, y si es en cantidades abundantes, más al pil-pil quedarán las lenguas.

4.- Colocarlo todo ello en una olla a presión (la presión dependerá del número de comensales) y hacer que se cueza todo de manera rápida. Añadir un cucharón de ambiente caldeado, removiendo el tema continuamente hasta que se absorba todo.

De esta manera, todos los ingredientes tomarán parte en la receta de “lenguas al pil-pil”.

Consejos varios

•Es conveniente que cada lengua emplate a sus propias guindillitas, estando pen-diente de ellas continuamente, sin que campen a sus anchas, para evitar ciertos sinsabores, en favor de la buena armonía del plato.

•Si las lenguas se rehogaran demasiado en el tercer punto, disponer de menor canti-dad de alcohol, para evitar que el ambiente se caldee en exceso, porque siempre da lugar a debates aldentes, pero sin chicha ni limoná.

Evítese realizar esta receta con estos mismos ingredientes, si el resultado fuera siem-pre el mismo, o hacerla sólo de vez en cuando, porque si a las lenguas no se las deja macerar lo suficiente, se les va añadiendo como casi siempre, algún kilo que otro de orgullo y muchos huevos y la receta puede ser dos veces pil-pil, cuando realmente lo conveniente sería que la receta derivara en “lenguas a la mengua”.

•Todos los comensales deberían aportar un cóctel de sensatez, diálogo y armonía en este encuentro.

•Añadir una pizca de valentía y nobleza por parte de las lenguas implicadas, para que se resuelva cuanto antes el desaguisado, y poder reunir de nuevo a todos los comensales, tratando de olvidar que en cierta ocasión la receta se malogró.

•Si a la elaboración de esta u otra receta, no se le adereza con un ingrediente básico que es el sentido común, toda comida familiar, acabará siendo un conflicto familiar. (Quien dice comida en familia, dice, cita de amigos, excursiones, encuentros varios, estancias en parques...)

•Si se careciera de este último ingrediente, búsquese en charlas, congresos, confe-rencias, escuelas de padres-madres…organizadas por expertos en la materia, a fin de que las “recetas caseras”, sigan siendo alimento y referencia en nuestra vida y en la de nuestra familia y no lugar de desencuentro por no fijar unos mínimos de convivencia sana y positiva.

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Relatos 2013

La unión, el vínculo, el amor sin medidas, la comprensión infinita y la devoción por sus hijos es un sentimiento que aflora desde el día en que una pareja se entera de

que van a ser tres.

Siempre hablando desde la visión de una hija tremendamente agradecida por el buen comunicar y por la absoluta entrega de sus padres, que, a pesar de tener que hacer fren-te a una situación dura y nueva, sacaron pecho, hablaron de lo que tuvieron que hablar y apoyaron con palabras de ánimo a una niña que se enfrentaba a la primera situación dolorosa de su vida.

Mayo de 1996, a sus seis años de edad pasaba una revisión médica como otra cualquiera.

“Vamos a medirte, valoraremos tus reflejos y analizaremos cómo tienes la vista”; esas palabras salieron de la boca de la pediatra, mientras una madre pensativa y ligeramente angustiada aguardaba en la consulta.

Al acabar lo que se entendía por normal en ese tipo de revisiones, la madre no pudo evitar comentar a la especialista que desde hacía un tiempo los padres de la niña habían notado que ésta tenía un cierto desnivel a la altura del pecho, así como también de la cadera.

“Estamos preocupados”. Era algo apenas inapreciable pero que ellos atisbaron ensegui-da, no hacía falta ser experto en la materia, simplemente, era su hija.

La médica después de la aportación de una madre inquieta comenzó a auscultar a la niña mientras su cara cambiaba a medida que las pruebas iban avanzando. “Puede que sea escoliosis, le voy a enviar al traumatólogo para que le haga un diagnóstico y así poder valorarlo”.

Ante esta respuesta la madre se quedó atónita, en esos momentos no daba crédito, acababa de diagnosticar sin saberlo una desviación de columna a su hija. Tras recibir esta noticia, se consoló pensando que probablemente habían ayudado a poner remedio cuanto antes a un problema importante.

La curva de la vidaRicardo Quintana Samaniego

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Podría estar relatando historias y sentimientos que afloraron durante las primeras re-visiones traumatológicas, a medida que las malas noticias iban surgiendo, pero, con cincuenta hojas, supongo que me quedaría corta.

Una vez enviada al especialista, se le diagnosticó efectivamente, escoliosis. Una anoma-lía en la espalda. En este caso la forma de la columna vertebral era literalmente una “S”. La niña era muy pequeña, los padres primerizos y una sensación de desamparo invadió a toda la familia cuando el traumatólogo dijo, “ bueno esta niña tiene una escoliosis y va a tener que llevar corsé (aparato de plástico con correas para corregir la curva), no tiene unos grados llamativos pero hay que evitar que empeore ya que se tendría que operar con los riesgos que esto conlleva”.

Evidentemente esta noticia cayó como un jarro de agua fría, el médico no era especial-mente empático y el resto de factores influían negativamente.

Después de este episodio los padres afrontaron la situación a pesar del dolor que les su-ponía, ver a su niña tan pequeña, obligada a llevar ese “aparato de la tortura” veinticua-tro horas al día. La vida de la niña cambió, pero gracias a la constancia y a la disciplina siempre impuesta con unas dosis enormes de amor y ánimo, aparte de unas cuantas sonrisas todos los días y a cualquier hora, la niña afrontó la nueva situación con fuerza y seguridad. Esa seguridad en sí misma quizá le salvo de ser vista como la diferente en el colegio y ser aceptada como lo que hasta ese momento había sido, una niña muy feliz y absolutamente sociable.

Convivir en familia con los conflictos

Me he decidido a contar esta historia que supongo no difiere de otras que cada día viven hombres y mujeres cuando se plantean conflictos en el entorno fami-

liar, sea por enfermedades, drogas, exclusión social o cuidado de hijos o mayores. Es la historia de mi suegra.

Un día te das cuenta de que a tu madre o a tu suegra se le está olvidando poner la co-mida o que no hace las labores habituales, que no se acuerda de las cosas más recientes, que se pierde al volver a casa, que esconde las cosas o se vuelve desordenada y repetitiva.

Domicio Zárate González

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Relatos 2013

Te empiezas a preocupar y vas al neurólogo y escuchas el veredicto: “su madre padece al-zhéimer, una enfermedad neurodegenerativa que necesitará muchos cuidados de por vida”

La familia se plantea el problema “¿Qué hacemos con mamá, ingresarla en una residen-cia o cuidarla en el entorno familiar?”

Unos tienen hijos pequeños, otros trabajan, otros viven lejos y otros no pueden cuidarles por diferentes circunstancias. En nuestro caso, decidimos ingresarla en una residencia, pero yo veía a mi mujer triste, con problemas de conciencia «¿Cómo voy a cuidar a otros y a mi madre no?». Trabajaba en AEMAR cuidando enfermos de esclerosis por esas fechas. Sufría en silencio, lloraba. Decidimos aun a sabiendas de donde nos metíamos, que vendría con nosotros, teniendo ya el día y hora para ingresar en la residencia y así comienza un periplo que va para 5 años en entorno familiar.

Aprender a conocer la enfermedad, sus estadios, evolución, los olvidos, las fases de desconfianza, genio y las manifestaciones varias, es imprescindible para adaptarse al en-fermo. Se necesita información sobre el tratamiento de escaras, correcciones posturales, movilización del enfermo, control de medicamentos, alimentación, etc., una enfermera en casa. Los cuidadores necesitan un trabajo psicológico de autoayudas ante el can-sancio físico y mental al que se ven sometidos, y mucho apoyo familiar y social para liberarse, sobre todo cuando el enfermo está en un grado 3 nivel 2 de alzhéimer y se es diabética y con una merma del 98% de minusvalía.

Asumir el problema, ayudar en lo que se puede, enfoque y mirada positiva ante la enfermedad, compartir las tareas y buscar momentos para no dejar la vida social. Son enfermos con los que hay que estar mucho tiempo renunciando a cotas de libertad como salir a tomar un café con amig@s, ir al gimnasio, a pasear, a cenar, al cine, etc.

Son enfermos que tienen vivencias, que las explican con palabras inconexas y sobre todo sonriendo, ríen siempre y así responden a los estímulos sensoriales. En su enfermedad y con sus limitaciones la abuela aprecia el contacto físico y la mirada cálida. No pierde el sentido del ritmo ni cuando le tarareas canciones como «uno de enero, dos de febre-ro...», ni cuando baila con su hija al ritmo de «los pajaritos». Saben cuándo reciben ca-riño y perciben sensaciones positivas al alimentarlos, mirarlos, acariciarlos y al hablarles con ternura. En su mundo de vuelta a la niñez se acuerdan de hermanos y padres a los que llaman con frecuencia en su inconsciente.

La historia es de compromiso, de amor materno filial. Nunca dejo de admirar cómo es posible sacar tiempo para todo, sin perder la calma y la alegría. Lo dicho, puro senti-miento, compromiso y amor.

Todas estas dificultades se minimizan cuando la vida que empieza de Álex, nuestro nieto, al que cuidamos desde que nació, nos contagia de alegría y felicidad cada día. Sonríe a la bisabuela a la que llama «yiya», la quiere con locura y le da continuos besos, ya que son uno para otro en una historia que la viven y la representan con gestos, mi-radas y ternura.

No quiero dejar pasar esta oportunidad para llevar ánimo a las personas que cuidan a otras en entornos familiares.

Y dos sugerencias para acabar:

A los políticos, que hagan posible la conciliación de la vida laboral y familiar pro-moviendo leyes y espacios para que tener hijos y cuidar a mayores no sea una carga: guarderías en centros de trabajo, horarios flexibles, trabajo a distancia desde casa, etc. y que entiendan que estos cuidadores son un ahorro para las arcas públicas, pues de-dican muchas horas y cobran poco. Últimamente, con los recortes les han quitado las cotizaciones a la seguridad social, como si fuera un trabajo improductivo, cuando las inversiones del estado y la CCAA son costosas por los medios que se necesitan y a veces se malgasta tanto.

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Puedo asegurar que el trato, los cuidados, la alimentación son insuperables cuando se conoce la enfermedad y se interactúa con el medio familiar.

A las empresas, instituciones, mundo científico y sociedad en general, pedirles respon-sabilidad social empresarial, defender la dignidad de las personas y la convivencia en entornos y con medios sostenibles. Trabajo y medios gestionados con eficacia y transpa-rencia para conseguir una sociedad solidaria donde los mayores no sean una carga. Ser ancianos es una categoría que tendremos todos, es posible que en el futuro nadie piense en los mayores, entonces habremos perdido la dignidad como sociedad.

Uno de los mayores conflictos que se dan en la familia, viene dado por el comporta-miento de los niños. Tengo 2 chicos de 10 y 6 años, Alex y Marcos. Son dos niños

completamente diferentes, nada tienen que ver el uno con el otro. El mayor, Alex, es un chico responsable y de buen conformar y el pequeño, Marcos, es un niño cariñoso, con mucho carácter y cuyo objetivo es salirse siempre con la suya y querer tener y ser, como su hermano mayor. Intenta conseguir todo de muy malas formas. El problema comenzó desde que nació Marcos.

Una relación de pareja cambia, cuando se decide tener hijos y si la relación con el niño resulta a veces incontrolable, pues uno se centra más en los hijos y va descuidando la relación con su pareja.

Al principio son peleas entre los hermanos, uno le quita las cosas al otro... pero en este lugar, la mayoría de las veces es Marcos quien quita de malas formas las cosas a Alex o impone sus juegos. Alex termina cediendo en todo lo que pide su hermano porque sabe que no le vale de nada llevarle la contraria y nosotros la mayoría de los días estamos tan cansados de oírle por todo, que por no seguir escuchándole, le das lo que sea. Hay muchos días que nos pone muy nerviosos. Desde el momento que están juntos, es pelea tras pelea. Marcos sólo sabe llorar, chillar y protestar por todo. Todos los días son igua-les. Yo, parezco una loca por casa todo el día gritando y casi nunca consigo nada. Mi pareja parece que impone un poco más y le hacen algo de caso, pero la verdad, Marcos parece olvidarse rápido.

Conflictos de la vida cotidianaIzaskun Matute García

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Relatos 2013

Un día decidimos tomar cartas en el asunto. Pensamos que si no podían ni sabían estar juntos, teníamos que intentar hacerles ver hasta qué punto habían llegado. No podían estar juntos porque todo eran peleas y chincharse el uno al otro. Sin saber muy bien si la cosa funcionaría o no, lo que sí teníamos muy claro, es que íbamos a enseñarles a echarse de menos el uno al otro. Les explicamos lo que a partir de ese momento íba-mos a hacer. Les dijimos que si no sabían ni estar ni jugar juntos, cada uno iba a estar durante 4 días en su habitación. Cada uno en la suya! Sólo coincidirían para comer o cenar, y por supuesto, no hay ni tele, ni wii, ni nada que no fueran los juegos de sus habitaciones. Si nosotros veríamos que en esos 4 días las cosas iban bien, es decir, no habría gritos, se ayudaba en casa, eran obedientes... comenzaríamos a juntarles a ratitos para jugar y sólo en base a sus comportamientos, iríamos añadiendo cosas. Después de hablar con ellos, no hubo problema para aplicar el método!

Nuestro objetivo fundamentalmente era que ellos tenían que aprender a valorar la fami-lia. Tenían que aprender a quererse como hermanos y a tratarse como tal.

El primer día hicimos la rutina que íbamos a llevar a cabo unos cuantos días por igual. Se levantan y van a desayunar juntos conmigo. Normalmente no hay problemas. Una vez que terminan, van de uno en uno a lavarse los dientes y después cada uno a su habitación hasta la hora de ir a la ikastola. Salen a las 17’00H. de la tarde y los llevamos a extraescolares de lunes a jueves. Cuando vuelven a casa, cada uno va a su habitación para hacer los deberes y cuando terminan y hasta la hora de la cena, se juega en su cuar-to, cada uno en el suyo. Cuando llega la hora de cenar, cada día uno de ellos se encarga de ayudar a hacer la cena y a poner la mesa. Es una obligación cenar los 4 juntos y con-tarnos unos a otros cómo hemos pasado el día. Cuando se termina de cenar, recogemos la mesa todos y por separado van a lavarse los dientes. Vuelven cada uno a su cuarto a leer, jugar... hasta la hora de dormir. Así estuvieron durante 4 días y la verdad que todo iba genial. Nadie gritaba, las cosas se hacen y se piden de forma cordial. Y aunque de vez en cuando nos decían que se aburrían, nosotros les decíamos que ese era el cometido. De alguna manera tenían que aburrirse para que se dieran cuenta que un hermano no sólo estaba para fastidiarle o molestarle o sacarle de sus casillas.

Como ellos iban cumpliendo con lo acordado, al día siguiente decidimos que seguíamos todo igual, salvo que después de hacer los deberes por la tarde, les dejaríamos jugar juntos una hora. Lo demás seguimos con el mismo ritual. Es muy curioso cómo esperan con ganas el momento de juntarse a jugar. No les importa a qué, sólo el hecho de estar juntos les vale. Nos gusta verlos así.

Todo iba bien, así que decidimos estar un par de días juntándolos una hora solamente, y ya al tercer día, podían juntarse antes de ir a la ikastola y a la tarde al llegar a casa, después de los deberes, juegan un rato juntos y añadimos un rato la tele antes de ir a preparar la cena. Seguimos manteniendo la cena los cuatro juntos. Todo es perfecto, tanto, que al llegar el fin de semana ellos juegan juntos en sus cuartos y a la tarde han visto cómo hemos añadido una partida a la wii. Por el momento parece que está todo controlado. Aceptan las normas sin problemas y lo mejor es que esperan al momento de jugar y estar juntos.

Una vez superada la prueba para todos, ellos saben cómo tienen que actuar. No hace falta decirles nada. En alguna ocasión, el pequeño se enfada a la hora de jugar porque no gana o porque no acepta las normas del juego, le suelo recordar si quizá prefiera ir a jugar solo a su habitación. No le gusta nada la idea y recapacita.

No ha sido fácil ver a tus hijos cómo se pegan, parecen odiarse. Sabemos que se quieren pero es como si no pudieran demostrárselo uno a otro. Todo el día estaban desafián-dose y la convivencia se había convertido en gritos, peleas y nos tenía todo el día como sargentos. Ellos saben que se necesitan pero no saben estar juntos.

En nuestro caso creo que hemos conseguido que tengan el sentimiento de falta. Han

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sabido lo que es echarse en falta el uno al otro. Han sabido no tener tanta rivalidad entre ellos y ceder los dos por igual.

Muestra de todo ello, y como curiosidad, mi hijo Alex se fue de excursión 3 días con la ikastola. Iba todo contento pero en cambio, nos quedamos con Marcos desconsolado. No nos lo creíamos. Nunca pensé que iba a reaccionar así. Hasta llegó a preocuparnos, porque no paraba de llorar. No podía ni entrar en la habitación de su hermano a por un juguete porque decía que lo echaba mucho de menos. Cuando lo metíamos a la cama a la noche, no hacía más que llorar, decía que no podía pensar en otra cosa y que quería que volviese. Nuestro mayor orgullo, cuando volvió Alex y fuimos a buscarle, se dieron un buen abrazo.

Me quedo con eso.

Hoy ya no se lleva. Lo de antes no sirve. Los esquemas de ahora son diferentes a los de años pasados. Todo cambia.

Me encuentro en el antes, en el ahora y en el después. Somos personajes ficticios. He-chos reales. Derroteros improvisados, pero que me han marcado nuevos caminos.

Tres generaciones nos hemos visto implicadas en un constante devaneo. Mis padres, Justa y Antonio, labradores en tierras lejanas. Situados en el mundo rústico y carentes de recursos. Un mundo cambiante donde han experimentado que la técnica les ha con-vertido en producto. Dejan todo. Se privan del lugar de origen, de las posesiones, de los amigos, del ambiente familiar y... buscan un nuevo estado de vida. Otra forma de vivir más digna. Tienen que emigrar.

La familia: luz en tiempos de tinieblasDaniel Fernández Conde

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Vienen a convivir conmigo. Su presencia, en muchos momentos ha sido dolorosa e incó-moda. Cuando no sirven están las Residencias y el desarraigo de su propio ambiente. Me dicen que tienen derecho a una vejez aceptada con serenidad. Eran un estorbo. Su penuria y ancianidad es evidente. Asumo el derecho que me reclaman como padres. Sus-tituyo mi trabajo cotidiano para atenderles. Permanecen conmigo en compañía y amor mutuo.

La primera generación tiene que emigrar. Abandono del puesto de trabajo. Son atendi-dos con cariño.

Aparezco como fruto de esta primera generación. Me llamo Antonia y comparto vida con mi compañero Pedro. Caracteres acordes. Compartimos inquietudes y un amor mutuo. Estructuramos una convivencia agradable. Fruto de ella, nacen tres hijas, Marta, Ana y Eva. Queremos que adquieran lo que nosotros no hemos podido lograr.

En estos momentos, vemos que los hijos no saben lo que quieren. No es fácil entender-les. Los estamos educando a imagen y semejanza de este mundo, de esta sociedad, de una cultura determinada. Aquí llegan nuestros primeros roces. Disparidad en la manera de educarles. Discusiones y contrariedades. La convivencia se va alejando de nosotros. Se está desestructurando. Está rota.

Pedro pierde su puesto de trabajo. Sumerge en el paro. Los ingresos se están debilitan-do. Esta situación agudiza la situación y pasamos momentos difíciles. Nos plateamos: ¿Qué sentido tiene el habernos convertido en una unidad para siempre? ¿Por qué no nos comprendemos? ¿Quizás no nos amamos lo suficiente? ¿Por qué nos cuesta tanto la comunicación?

Dejamos de compartir vida. Pedro se da por vencido y lo abandona todo. Yo quiero lu-char a mi manera. Me refugio en mi misma acompañada de mis tres hijas. Les enseño los valores experimentados y recibidos de mis padres. Va creciendo la penuria en mi familia. Crecemos en sinceridad y austeridad. Buscamos la honradez y la felicidad.

Mi segunda generación ha experimentado el desencuentro por desavenencias. Ruptura. Separación. Lo hemos solucionado creciendo el resto de la familia en unión. Madre y tres hijas, en familia feliz

En el hoy, con mis tres hijas. Cada una con sus gustos, sus pensamientos diferentes a los míos. Con ganas de protestar. En escucha constante. Fomentan el diálogo humano. Existe una comprensión mutua. Queremos ser capaces de encontrarnos en la diversidad. Mi trabajo cotidiano se reduce a unas pequeñas horas en el gremio de limpieza. Esto hace que mis hijas vayas creciendo como personas.

También a mí me ha llegado la etapa cruda de la vida. La crisis golpea mi casa. Poco a poco van menguando mis pocos ahorros. Mi trabajo va decreciendo día a día hasta que llega a su fin. Nuestra situación se empobrece. Tenemos dificultades para llevar una alimentación medio digna. Escasean los alimentos básicos.

Llega el día de tener que plantearnos, ¿Qué hacer? ¿Dónde recurrir? ¿Cómo salir de esta situación? La respuesta es patente. Somos unos “pobres vergonzantes” de los muchos que actualmente están como nosotras. Pero... un día oímos de la existencia del Bando de Alimentos de Araba. A voz en grito y al unísono, madre y las tres hijas gritamos: Acudo al Banco de Alimentos. Supero la vergüenza que en nosotras está reinando.

Nuestro grito nos ha hecho seguir adelante y hemos recibido lo que otros han donado. Nosotros los necesitamos.

Esta tercera generación ha mantenido un conflicto familiar. Estamos entre los muchos pobres de estos momentos actuales. Hemos visto una pequeña luz en tiempos de os-curidad. Lo hemos podido solucionar acudiendo al BANCO DE ALIMENTOS DE ARABA.GRACIAS A LA PEQUEÑA LUZ EN TIEMPOS DE OSCURIDAD.

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Va ha hacer 3 años que partí de Chile, allí estaba separada y me vine mintiendo que me iba al norte de mi país.

Dejé familia, mis 5 hijos, mi trabajo, todo por estar junto a mi pareja.

Cuando se descubrió mi fuga, fue durísimo, escuchar y leer, miles de correos, notas en Facebook, hirientes, hasta la muerte me deseaban mis hermanos, porque además de mentir no aceptaban mi relación.

Hoy ya se puede decir que en parte la comunicación está algo normal. He sido paciente, he dejado que el tiempo fuese mi cómplice y aceptar los errores con calma.

Por eso “nunca”, “mentir”, decir la verdad, (pero en mi caso) la verdad me costaría no salir del país, ser paciente, esperar respuestas, si te hieren además con palabras no res-ponder de la misma forma. Dejar que el tiempo transcurra y así todo se va disipando ir aclarando mejor.

Llamar muchas veces por teléfono, aunque me tema respuestas, intentarlo y volver a intentar. Enviar miles de correos, diciendo y reconociendo el error, pidiendo perdón y diciendo lo mucho que les amo.

En resumen, reconocer los fallos, pedir perdón cuando se cometen errores y hacer saber lo importante que son en la vida personal.

Aquí estoy, esperando que llegue la oportunidad de viajar y poder pedir perdón perso-nalmente y poder abrazarles y besarles.

Sin título IIElena Cifuentes

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Lo primero que he de explicar es que no tengo hijos y ni trabajo y ese es el quid de mi historia.

Toda mi vida como adulta he trabajado y estudiado porque, cuando miraba hacia el futuro, me veía con muchas posibilidades de cambiar el mundo y para ello, tenía que trabajar duro. Mis pasos me llevaron a la Universidad y acabé la carrera que siempre quise estudiar con las notas suficientes como para poder integrarme en un mercado que, sin ser fácil, se abría ante mí con posibilidades. Una de ellas me llevó a otra ciudad, lejos de lo que siempre había considerado mío, y que me dolió mucho dejar atrás.

Pero la experiencia fue tan gratificante, tan enriquecedora, que me hice un hueco y, cuando me enamoré en una de mis visitas a esta querida ciudad, me costó decirle adiós a la tierra que durante casi una década, me había acogido y modelado hasta dar paso a lo que, en parte, soy ahora.

Ahora, con la perspectiva que da el paso del tiempo, sé que tampoco allí era feliz del todo porque me faltaban las personas a las que quería y porque no acababa de encon-trar esa ancla que me atase para siempre. A pesar de que la decisión de regresar e insta-larme de nuevo aquí fue fácil porque, como media España (o tal vez más, si hago caso a los datos del Gobierno), atravesaba una situación laboral complicada que no apuntaba a tener un buen final, sé (y ahora de una manera más certera, si cabe) que allí, a 800 kilómetros se quedó la profesional que un día fui.

Al principio, nublada por el amor, la confianza y la seguridad que da el haber conocido a un hombre perfecto para una, los meses se sucedieron con rapidez y sin demasiados contratiempos. Pero, cuando la calma se apodera de la rutina (y sin ser ésta mala, de ninguna forma), las situaciones reales se hacen más presentes. Y hasta más duras. Mi marido trabajaba y yo no. Era duro pero nos planteamos tener niños para, en lla medida

Replantearse toda una vidaArantza Sancho

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Hace 15 años más o menos, nuestro aitite ingresó en el hospital para que le inter-viniesen de cataratas.

Al despertar de la intervención no sabía ni dónde estaba, ni a qué había ido al hospital. Los médicos decían que era normal este cuadro en el caso de las personas mayores; pero pasaron los días, y el aitite cada vez estaba más lejos de recuperarse.

La recta final de nuestro aitite

de lo posible, saltar el abismo de la crisis y la falta de oportunidades aprovechando los años de su infancia, con la idea de que, para cuando los peques crecieran un poco, las cosas me permitieran volver al mercado laboral. Pero el destino nos tenía deparada una ‘sorpresita’: no podíamos tener niños. O al menos, no de la manera más común.

Lloramos mucho, discutimos mucho, y a punto estuve de tirar la toalla en más de una ocasión. A punto estuve de plantear la posibilidad de separarme y volver a mi vida de antes: sin amor y con trabajos precarios que, aunque apenas me daban para vivir, no me recordaban mi problema (porque tener hijos era algo que nunca antes había pasado por mi cabeza). Si. Sé que no era justo: que las cosas están mal y que la situación ha venido así ahora, pero que puede que las cosas cambien. Puede ser. “Pero también puede ser que no lo hagan”, me repetía una y otra vez. No veía el final del túnel.

Mi marido, que siempre ha sido mucho más sensato que yo y mucho más realista, leyó y se informó de posibles soluciones a uno de nuestros problemas. Me explicó todo y, quiero dejarlo claro, nunca me presionó con lo que él quería o necesitaba. Se abría una puerta. Tal vez fuese la puerta hacia el final...

Con respecto al otro problema, también él se ha encargado de que deje de mirarme el ombligo. Me ha propuesto cursos y mil temas sobre los que trabajar, aunque sea gratis y, aunque a veces sigo considerando que mi vida está lejos de aquí, sé que no está lejos ni de él, ni de lo que él me ofrece. No podría. Y ésta es la mejor razón para darse una nueva oportunidad. O eso creo.

Maribi Lafuente Oraa

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Relatos 2013

Tras unos meses de evolución, el médico de familia lo derivó al especialista, quien diagnosticó una demencia tipo vascular. Y así fue. En ese momento, todos hubiéramos deseado que ese diagnóstico hubiera sido un mal sueño.

Poco a poco nuestro aitite fue perdiendo la consciencia con la realidad.

Al principio se olvidaba de las cosas cotidianas de la vida (lo que tenía que hacer en ese momento, en qué día vivía o cómo se ponían los filetes a la plancha ii qué tanto le gustaban!!).

Después, se empezó a olvidar de quiénes éramos nosotros, y deseaba encontrarse con su madre, a quien había despedido ya hace años. También dejó de recordar dónde vivía; y regresó, con su mente, al pueblo en el que nació y pasó gran parte de su infancia.

Este alejarse de la realidad, no iba sólo. Le acompañó el desaprendizaje de saber vestirse, de asearse, de comer..., incluso terminó sus días utilizando pañales, porque incluso dejó de controlar los esfínteres.

También se olvidó de caminar y de hablar.

Recuerdo que los primeros años de enfermedad fueron de una lucha continua, tanto para él que se daba cuenta que no era quien había sido, como para nosotros, que no entendíamos por qué le tenía que pasar esto a él, que tanto adorábamos.

A medida que fue pasando el tiempo, fuimos asumiendo la enfermedad del aitite, y él mismo fue aceptando su enfermedad.

El aitite vivía con amama, en un piso muy sencillo, humilde y acogedor. Lugar que no quería abandonar pese a sus limitaciones.

Los primeros años de la enfermedad, fueron de un acompañamiento continuado por parte de todo el entorno familiar: esposa, hijos e hija, nietas y demás familia.

A medida, que las necesidades de ayuda iban aumentando, se fueron solicitando dife-rentes recursos sociales en el Instituto Foral de Bienestar Social. Primeramente, un apoyo del Servicio de Ayuda a Domicilio; y posteriormente, se combinó este servicio con un Centro de Día.

Ambos recursos nos facilitaron la labor del cuidado, tanto a su cuidadora principal -es-posa-, como a los cuidadores que apoyábamos en el cuidado.

El camino de la enfermedad del aitite ha sido largo, intenso, y sobre todo dentro de lo duro - bonito.

Una enfermedad de este tipo te ayuda a plantearte la vida de otra manera, te lleva a una adaptación continua y te enseña a disfrutar de lo sencillo de la vida.

Estas navidades desafortunadamente, tras el día de navidad, nuestro aitite se fue apa-gando de manera silenciosa y, cogido de la mano de sus seres más queridos, se marchó.

Su cuerpo había llegado a su final, y a nosotros, nos dejó la paz y el buen sabor de boca de haber hecho por él, todo lo que estaba en nuestras manos.

Ahora él no está, pero nos quedan sus recuerdos.

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Basado en hechos reales.

Esta es la historia de Juan, pero podría ser la de cualquiera de nosotros. Juan es una persona que se ha jubilado después de una vida laboral de más de cuarenta años, de mucho madrugar, de hacer turnos, de buenos y malos momentos, de todo lo que con-lleva el trabajar en un taller de fabricación.

Pero está contento, llega a su nueva etapa de la vida con grandes ilusiones. Considera que se ha ganado un merecido descanso y que es el momento, todavía se encuentra bien, de disfrutar de los pequeños placeres de la vida junto a su mujer, han sacado ade-lante una familia, no sin dificultades y que ya cuenta con una tercera generación. Están orgullosos de los últimos en incorporarse, sus maravillosos nietos.

Pasado un tiempo decide que ha llegado el momento de hacer pequeños viajes y por vez primera, con la despreocupación de no tener horarios que cumplir, hijos que educar, fabricaciones que realizar…, es el momento de disfrutar junto a su mujer de una nueva etapa y que se le antoja que puede ser maravillosa o por lo menos diferente a todo lo realizado hasta ahora.

Su mujer y él tienen una salud más que aceptable pero es consciente al mismo tiempo, que como se suele decir, nunca van a ser más jóvenes ni más guapos que ahora.

Un día, me encuentro con un Juan desanimado, triste y algo deprimido. Cuando le pregunto qué le ocurre, si ha pasado alguna desgracia en su familia…, me responde… “ todo va bien, mis hijos trabajan y mis nietos crecen sanos, pero mi mujer se ha volcado en ellos y yo no cuento para nada. Nunca es el momento de viajar, siempre hay que hacer algo, llevarles al colegio, quedarse un fin de semana con ellos para que sus padres puedan salir, prepararles la comida…”

Una vez analizada la situación, le propongo a Juan un plan que creo que puede dar resultado y que si está de acuerdo, lo debe seguir al pié de la letra y sin salirse del guión establecido.

La ilusión de JuanPrimer

Premio

Santiago Ayerdi Aguado

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Relatos 2013

Le vas a decir a tu mujer que entiendes y compartes que siga siendo la madre y abuela preocupada de la familia y que además cuenta con todo tu apoyo. También le dirás que tú, no te encuentras bien de ánimo y que te vendría muy bien irte a un pueblo cerca del mar y desconectar un poco de lo que llevas haciendo más de cuarenta años y que una vez allí, estaréis en contacto para ver qué tal van las cosas.

Después del invierno, cuando había olvidado los consejos dados a Juan, me lo encontré paseando por la calle. Daba gusto verlo, parecía rejuvenecido, quizá le favorecía el buen color de su piel en contraste con el mío.

Nos dimos la mano y le pregunté por su problema:

Hice todo lo que me dijiste y una vez hablado con mi mujer comencé a preparar el viaje. Me llevé una gran sorpresa y además muy agradable, me dijo mi señora, donde tu vayas yo voy contigo, los hijos serán capaces de arreglarse sin nosotros.

Volvemos a ser felices y disfrutar de la vida, nuestros hijos lo han entendido y nos ani-man a seguir haciendo lo que nos plazca. No nos olvidamos de nuestros nietos y alguna vez los llevamos y lo pasamos todos bien, pero somos los dueños de nuestro tiempo y así seguiremos mientras podamos y tengamos salud.

Añadió, no puedo entretenerme, ya charlaremos otro día, me esperan en la agencia de viajes para comentarme algunas ofertas interesantes.

Me separé de Juan, convertido en esposo, padre y abuelo feliz y sentí que el mundo era un poco mejor, había ayudado a una familia y las cosas habían salido bien.

Nuestra historia bien podría ser una de tantas dentro del amplio panorama de fa-milias rotas, de no ser por las peculiaridades del caso, y más concretamente, por

las peculiaridades de mi señor padre. Tal vez pueda sonar injusto poner el foco de una crisis de pareja en el padre y no en ambos progenitores, por eso de que dos no discuten si uno no quiere. Pero lo cierto es que su particular forma de ser y de entender la vida, fue uno de los motivos que llevó a mi santa madre a poner tierra de por medio. ¡Dios me salve de hablar mal de ti padre! Sabes que respeto y asumo cada una de las locuras

Ruido contagioso Mención

Especial

David Salazar Márquez

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que haces, como cuando te llamo un fin de semana para ver si quieres ver el partido, y me dices que no puedes porque justo te ha dado por ir a Sevilla.

La causa de nuestros males no fue inmediata. Supongo que fue el paso del tiempo, combinado con el no tomar las medidas adecuadas en los momentos oportunos. Al principio, muy al principio, antes de que yo siquiera asomara la cabeza, pongo la mano en el fuego porque sí había chispa entre ellos. A las viejas fotografías del baúl me remito, manos entrelazadas, miradas cómplices que lo decían todo, viajes a Roma, Taormina, Paris,…

Contento estaría si el paso del tiempo se hubiese limitado a erosionar su cariño, hasta simplemente hacerlo humo. Pero la vida es cruda y amarga, y siempre nos tiene guarda-da su cara más perra. Su amor no solo perdió fuelle, sino que llegó a convertirse en puro odio, haciendo que las miradas de aquellas fotografías ajadas, pareciesen de personas distintas en vidas distintas. Mi padre me dijo una vez, que el amor siempre termina, incluso realizó un cálculo científico-técnico en el que concluía la inverosimilitud de que durara más de 7 años.

Célebre resulta su parábola del mechero. Según San Juan, el ciclo del amor es como el de la vida útil de un mechero. Al principio prende genial, luego lenta e inevitablemente va perdiendo gas con su uso, la llama cada vez se hace más pequeña, hasta que llega un día en el que, sorprendidos como idiotas, nos enteramos de que la chispa se ha perdido por completo.

Echando la vista atrás, recuerdo con una mezcla de amargura y lástima, las formas en las que convivimos mis padres, mi hermano pequeño y yo durante tanto tiempo. Les merecía más estar en el trabajo agobiados y saturados, que el abrir la puerta de casa y empezar el espectáculo. Cualquier tontería se convertía en pena capital, desde una ensalada no aliñada en la mesa, hasta un pan poco tostado. El baño era el templo de reclusión para ella, la mirada en la televisión o el periódico el opio de él. Aunque hacían todo lo posible por no hablarse, por no verse, era una quimera viviendo bajo el mismo techo. Como los polos opuestos de los imanes, a lo poco que se rozaban, siempre ter-minaban enzarzados. A veces no se sabía ni cómo habían empezado, lo que sí sabíamos mi hermano y yo era el final, que siempre era el mismo. Lágrimas, portazos, y como diría Sabina: mucho, mucho ruido.

Lo más triste es que la factura de este rencor acumulado no la pagaban entre dos, era una factura que se pagaba a escote entre todos día a día. Hoy pienso en ciertas frases y palabras que dediqué a mi padre y siento vergüenza propia por haber llegado a eso. El odio entró en cascada y no hubo muro de contención capaz de pararlo. Mi propio her-mano pequeño, que con su corta edad no tendría que haber ni pinchado ni cortado en aquella triste historia, se vio también inmerso en el tsunami. Yo ya sabía que esa rutina insana iba a marcar mi carácter en mayor o menor grado, mi propio padre me lo decía con lástima, como el general que reconoce la derrota a su tropa antes de que la batalla siquiera finalice. Yo me daba cuenta y lo asumía, pero lo que no podía soportar, era que ese aura venenosa y grisácea también envolviera el futuro de mi hermano.

Al igual que el problema no surgió de un día para otro, la solución tampoco vino por arte de magia. Fue necesario mucho tiempo y paciencia para que las relaciones fami-liares se normalizaran. Si en el proceso se debe reconocer un punto de inflexión, fue el momento en el que mi padre, en un gesto que le honra, recogió parte de sus cosas y se marchó de casa. A simple vista puede que en el subconsciente tengamos la típica estam-pa del marido con la maleta por los suelos y la mujer en la vereda de la puerta escoba en mano. Pero ni resultaba cómico, ni rápido, ni mucho menos tan radical.

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Relatos 2013

Las motivaciones, los sentimientos y la incertidumbre que tuvo que encarar solo me fueron palpables años después. Sólo el tiempo y la madurez me hicieron entender su miedo a la soledad, miedo a perder el contacto con sus hijos, miedo al no saber cómo mantener una familia unida en la distancia y a que el dinero se esfumara en abogados, nuevos gastos y locuras innecesarias. Desde el principio dejó claro que el equilibrio de las prestaciones le importaba un pepino, no sentía lástima por la casa ni por el dinero invertido en ella, solo pedía el coche, para poder irse lejos cuando quisiera.

Puede parecer que aquella decisión tenía que tomarse tarde o temprano, por eso tan actual en política del “no tenía más remedio que hacerlo”. Pero la templanza, las formas y la responsabilidad con la que se fue rompiendo esa rutina emponzoñada, realmente es para quitarse el sombrero ante ambos. Si mi pobre madre tuvo la santa paciencia de aguantar durante años, tal vez demasiados, algo que sabía no iba a buen puerto. Mi padre la está teniendo ahora día a día para afrontar la vida con aire renovado.

Hace ya tiempo que nuestra rutina familiar es bien distinta. Antes maldecía el momento en el que le veía entrar por la puerta con su cara de ñu, buscando una comida rápida y sin cruzar demasiadas miradas para evitar líos. Ahora es bien distinto, espero con ganas que llegue el viernes para poder comer con él y con mi hermano. Hablamos de las cosas importantes y de las banales, de lo humano y de lo divino, del presente y del futuro, siempre con un nuevo plan en mente. Nuestras charlas ya no se cimentan en gritos y nuestras miradas no guardan el rencor de antaño. Escucho sus consejos sin acritud y con interés, sustituyendo el baldío sarcasmo por la más fina ironía. Nos reímos sobre temas que antes bien podían ser fuente de lucha sin cuartel. Disfruto de esos fines de semana en los que ejerzo de copiloto y visitamos lugares lejanos, entendiendo y compartiendo parte de su soledad y forma de ser. Las comidas, las escapadas, las charlas y la renovada actitud con la que nos tratamos, constituyen nuestra nueva rutina.

No voy a negar que en su día perdí la esperanza en mantener una relación mínima-mente estable con mi padre. Afortunadamente, por muy desgastados y carcomidos que estuviesen nuestros lazos, el tiempo, la paciencia y lo que podría llamarse, el sentido familiar, han ido sanando unas heridas, que bien habría jurado eran mortales.

Pronto será su jubilación y nos preocupa que se eche de amante inoportuna, a la la-gartona de la Soledad. Para que no termine cazando moscas o haciendo del coche su vivienda habitual, hemos pensado en una solución algo tópica, pero contrastadamente efectiva, buscarle un compañero canino en la protectora. A nosotros siempre nos va a tener a su lado, pero no puede depender sólo de nuestra compañía. De otro modo, y conociendo a mi padre, existiría el riesgo de que tanto mi hermano como yo terminá-semos con la camisa de fuerza.

Entiendo que la casuística en problemas familiares es ilimitada y que las particularidades se configuran por la personalidad de cada integrante familiar. Pero si hay una clave, una regla general aplicable no por un Código, sino por mero sentido común, es la de pensar siempre en el bienestar de la familia. Por muy rota que pensemos pueda estar, nunca tirar la toalla y recordar quién nos puso en este mundo, y que nadie es perfecto. Ahora comprendo el sentimiento de fracaso de mi padre como marido, no como padre, algo que no ceso en recordarle, como quien trata de reparar, un viejo zippo oxidado.

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Un semáforo para cruzar los conflictos

Lo que les vamos a contar no se refiere a un conflicto en concreto sino a una forma de enfrentarse a los conflictos. Es un recurso que se nos ocurrió hace años cuando

nuestra hija mayor era más pequeña. Ella ahora tiene ocho años y desde que tenía tres o cuatro añitos empezamos a utilizar esta estrategia. Por ejemplo, cuando se peleaba con su prima de la misma edad utilizábamos el semáforo para que se tranquilizaran y aprendieran a hablar de lo que había pasado, respetándose y escuchándose.

El mecanismo es sencillo, utilizar los colores del semáforo para pasar de un estado emo-cional a otro; para bajar la intensidad emocional. Pasar del rojo al verde transitando por el naranja. Cuando nuestra hija se enfadaba o se pegaba con alguno de sus primos entonces les colocábamos separados enfrente una de otra a una distancia suficiente como para mantener el contacto visual constantemente.

En un primer momento se sitúa a cada niño o niña en el punto rojo para que piense cómo se siente y permanece ahí hasta que se tranquilice. Se trata de poner nombre a la emoción que siente (“estoy enfadada”, “estoy nervioso”, “tengo rabia”, “estoy furiosa”, “me siento triste”, “me duele” etc.); porque ponerle nombre a la emoción es el primer paso para con-trolarla (y poder canalizarla y expresarla de un modo adecuado). Cuando son muy txikis les cuesta poner nombre a lo que sienten por eso es muy importante que los adultos les enseñemos a expresar con palabras cómo se sienten (así les estaremos educando emocio-nalmente).

Se trata de que pongan nombre a su emoción y de que también escuchen cómo se siente la otra persona. Sólo así serán capaces de empatizar con el otro y podrán seguir avanzando. Una vez ya se han tranquilizado (han dejado de llorar o de patalear) entonces se les pregunta si están dispuestos a pasar al círculo naranja. En caso afirmativo se les pide que ambas den un paso adelante (lo que significará un acercamiento físico).

Ya en el punto naranja deben contar qué ha pasado. Conviene que empiece contando la parte que consideramos más débil en la situación (p.e. el niño que está llorando o la niña

Segundo

Premio

Itziar Fernández Villanueva

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Relatos 2013

a la que han pegado), no siempre será la misma persona, por lo que se trata de dar poder al más débil (empoderar a la víctima). En cualquier caso, ambas van a poder hablar y saben que van a ser escuchadas por la otra parte. Una habla y la otra escucha y luego al revés. (A veces les pediremos que repitan lo que ha dicho el otro para saber si le ha escuchado y está entendiendo su postura). Hablar del conflicto suaviza las posturas, tranquiliza las emocio-nes y nos predispone a llegar a un acuerdo. Cuando ya han hablado, se han desahogado y sobre todo se han escuchado, entonces les preguntamos si quieren avanzar hacia el círculo verde. Dan un paso al frente y ya estarán cerquita, dispuestos a hablar cara a cara.

En el punto verde es momento de hablar de soluciones. Preguntarles a ver qué soluciones posibles se les ocurre. Cuando no se les ocurren alternativas, los adultos propondremos algunas que nos parezcan pertinentes; se trata de que aprendan a ser creativos y que en-tiendan que en todo conflicto puede haber más de una solución.

Finalmente ellos deberán decidir qué solución quieren escoger y cumplir. (Se puede ru-bricar el acuerdo con un apretón de manos o con un abrazo; se invita a que lo hagan si quieren, pero no se les debe forzar a que lo hagan). En ese momento se da por finalizado el proceso “hemos cruzado el semáforo con éxito”. Les felicitaremos por ello y les invita-remos a que lo vuelvan a usar siempre que lo necesiten.

Habrá ocasiones en que no lleguen a cruzar el semáforo, no importa. Se deja sin más y la próxima vez se vuelve a intentar. Se trata de que aprendan que es una herramienta que pueden usar cuando quieran y que les va a servir para encontrar una solución conjunta a sus problemas, cuando lo consigan verán que es más gratificante hacerlo así y tenderán a repetirlo.

Dependiendo de la edad tiene que ser una actividad más o menos dirigida. A medida que van siendo mayores, tienen más autonomía y por tanto menos directivos tendremos que ser. A los más pequeños habrá que ayudarles durante todo el proceso (cosa que les encanta porque les estamos prestando atención). Esta dinámica es breve, tiene que ser ágil (fluida) porque si no pierden interés en la misma. Lo bueno es que al principio lo ven como un juego (logrando desviar la atención de la pelea); y lo mejor es que a medida que van utilizándola la van interiorizando y haciendo propia. Así, cada vez necesitan menos poner los puntos en el suelo, porque los tienen en su cabeza (lo visualizan mentalmente y el proceso es más rápido). Los círculos de colores pueden pintarse en el suelo (tiza, rotus, cinta aislante), puede hacerse con material tipo goma-eba o incluso, como es nuestro caso, tener alfombras redondas de esos colores.

PD: Aún conservamos las alfombras de colores y esperamos volver a usarlas pronto, cuan-do nuestra hija pequeña (sepa hablar) tenga conflictos y no sepa cómo manejarlos. Ade-más esta vez contamos con una aliada de lujo (que será su modelo de referencia): su hermana mayor.

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Hola queridas familias:

Mi marido y yo estamos a punto de traer a nuestra pequeña o gran familia, según como se mire, a un nuevo miembro y estamos como locos de contentos porque nos ha cos-tado un poquito, ahora somos los nuevos padres más felices del mundo y no paramos de pensar en poder ser los mejores padres aunque sabemos que eso es muy complicado.

Nos hemos parado a pensar cómo podemos llegar a serlo y hemos pensado en que lo mejor es ver desde nuestros ojos de adultos lo que nuestros padres hicieron con nosotros cuando fuimos niños e intentar cambiar aquello que no nos gustó o no nos enseñó nada de lo que nos hubiese gustado.

Por ejemplo, cuando en mi casa llegaba la hora de comer siempre había en la mesa una comida para cada uno y cada uno comía a horas totalmente diferentes, a veces incluso era así los fines de semana, nosotros intentaremos comer siempre que sea posible todos juntos, sé que parece una tontería pero a mí con el tiempo, y más factores que no fue-ron propicios en mi vida, me provocó una anorexia nerviosa de la que me ha costado muchísimo salir.

El comer en familia y enseñar a los niños a comer es muy importante, en mi casa no se le dio importancia hasta que llegó el problema, ahora en mi familia tengo una prima con anorexia y es muy difícil poder ayudar, comer es tan importante como respirar y si nuestro hij@ no respirase seguro que haríamos todo lo posible porque lo hiciese, porque si no moriría y la anorexia también puede terminar así. Sentarse en la mesa todos juntos y hablar de cómo nos ha ido el día, de qué planes tenemos, de lo buena o no buena que está la comida es muy importante aunque nos parezca una tontería, pero… pensar en vuestros momentos de ocio cenando o comiendo por ahí o en casa con unos amigos… ¿Por qué esos momentos los convertimos en ocio y el comer en casa en una rutina?

Hemos pensado en un montón de cosas más pero ahora voy a las positivas, aquellas que queremos repetir con nuestra hija Carmen porque nos enseñaron a reír y a ser mejores personas, como pasarnos horas con más miembros de la familia jugando a los naipes o

Mirar hacia atrás para seguir adelanteIdoia Ortiz de Guzmán Conde

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esas maravillosas vacaciones en aquellos coches con los que tardabas siglos en llegar a cualquier parte mientras cantabas un montón de canciones como la de vamos a contar mentiras o el cocherito lere.

Nuestros padres nos enseñaron a mirar hacia atrás para no tropezar más adelante, ojalá a nuestra hija podamos enseñarle lo mismo y que vea que lo que nosotros hagamos ahora luego tendrá que verlo con sus ojos de adulta y entonces espero que lo entienda.

Un fuerte abrazo a todos (lo de ser tan cariñosa me lo enseñó mi madre)

Erase una vez un mes de mayo. Un mes de mayo que olía a verano anticipado. Me acerqué a la ventana de mi salón y eché un vistazo. Entonces, mi imaginación

comenzó a volar. Entreví cómo el sol iba regando con sus rayos de alegría las playas atestadas de sombrillas, mientras en las terracitas se servían cerveza y helados sin pa-rar. Imaginaba, sin mucha dificultad y con una sonrisa asomando entre mis labios, un verano cualquiera.

Porque confieso que mi familia, la familia Asteguieta Tornavaca, es bastante aficionada al verano. Aunque para aquel Agosto que ya casi asomaba, a los míos, se nos presentaba un buen problema que…

Pero voy a hacer las cosas bien, así que será mejor que primero nos presente. Soy Jorge, el aita de la familia, y ahora veo lo difícil que es describirse a uno mismo —intentadlo y veréis—; lo resumiré escribiendo que soy feliz y que, como ya tengo cuarenta, también un tanto refunfuñón. Pero ante todo, repito, soy feliz. Porque tengo una mujer maravi-llosa y dos niños que le van a la zaga. ¡Qué más puede uno querer de la vida!

Mi mujer, Nati, siempre tiene la alegría bailando a su alrededor. Lleva consigo una son-risa perpetua cargada de optimismo puro del que terminas contagiándote. Llevo solo diez años casado con ella y estaría sin dudarlo otros mil más.

Apretarse el cinturónJorge Astiguieta Reguero

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Y de esos diez años de convivencia han nacido dos niños. Adrián de siete e Iker de seis. Que tal y como pensáis hay ocasiones que dan guerra por cuatro o incluso por más. Pero, como seguro también pensaréis, los quiero como nunca imaginé que un padre podría llegar a querer. ¡Vaya dos! En verano les encanta bañarse horas y horas en el mar, intentando esquivar a saltos y risas las olas que rompen contra la orilla.

Mientras, Nati toma el sol, su deporte favorito. Y yo leo el libro que me toca en ese momento con un ojo puesto en las páginas y el otro sobre mis dos granujas. Luego, después de haber estado playeando unos días y cuando el dinero destinado a vacaciones se va acercando a sus posiciones de color rojo, nos vamos al pueblo de mis suegros. Allí, Adrián e Iker creen hacerse mayores. Durante el día vienen y van casi a su antojo: pisci-na, paseos con esos abuelos que satisfacen todos sus caprichos… Aunque lo mejor para ellos llega a las noches, cuando salen a la calle a jugar con los vecinos. Aparte de armar un jaleo que se escucha en varios pueblos a la redonda, piensan que son independientes. Si se les preguntara qué prefieren: la playa o el pueblo, seguro que tendrían dudas y no llegarían a ponerse de acuerdo. Pero lo que sí es seguro, es que gritarían “va-ca-cio-nes” a grito de altavoz.

Pero como ya contaba unas líneas por encima, ese verano que asomaba por la ventana de mi salón traía consigo un problema. Un problema que ponía en grave peligro la pos-tal vacacional que os describía unas líneas por encima. Por primera vez desde que éra-mos una familia de cuatro, mi mujer tendría que trabajar todo el mes de Agosto. Agosto, el único mes donde la empresa en que yo trabajo da las vacaciones a sus empleados.

Durante días buscamos alguna solución satisfactoria. La opción desesperada pasaba por dividirnos; tres en la playa mientras otro trabajaba. Y aunque parece una práctica extendida, la de dividirse durante las vacaciones, no es algo que nosotros como familia aceptábamos. ¡Había que hallar otra solución!

Yo no contaba con ningún día a mi favor con el que disfrutar fuera de agosto, sí hasta debía horas; y Nati, después de exponer el problema en su trabajo, tampoco consiguió que alguna compañera le cambiara las golosas vacaciones de Agosto.

El problema persistía, terco y angustioso, pero dándole vueltas y vueltas recordamos que en el convenio de la empresa de Nati había una solución escondida entre sus cientos de artículos. Yendo al grano del asunto: los trabajadores tenían derecho a solicitar un mes sin sueldo a cambio de no acudir a trabajar. ¿Por qué ese mes no podía ser Agos-to? ¿Nuestro Agosto? Incluso conocíamos que alguna compañera de mi mujer lo había solicitado y utilizado en años anteriores. Pues ya estaba, ese año, ese agosto, iba a ser nuestro turno. Después de convencernos que los “pros” superaban en amplia ventaja a los “contras”, decidimos que sí, que Nati solicitaría ese mes sin sueldo. Habría que apre-tarse el cinturón, por supuesto. Bajaríamos quizá alguna estrella al hotel, rebuscaríamos la mejor de las ofertas, más menú y menos carta a la hora de comer… pero creíamos que el resultado bien iba a valer la pena.

Un día después, pedido y concedido.

Esa misma tarde, éramos los dos los que echábamos un vistazo desde la ventana de nuestro salón. Y también esa vez comenzaron a volar nuestros anhelos. Más reales toda-vía. Entrevimos cómo el sol iba regando con sus rayos de alegría las playas atestadas de sombrillas, mientras en las terracitas se servían cerveza y helados sin parar. Imaginába-mos, sin mucha dificultad y con algo menos de dinero en los bolsillos, aunque con una enorme sonrisa asomando entre nuestros labios, un verano cualquiera.

Doce meses más tarde vuelve a ser otra vez mayo. Ojeamos las fotos de las vacaciones pasadas y recordamos la decisión que tomamos el verano anterior. Fue un acierto, es-tamos del todo convencidos. Y sabemos que si vuelve a presentarse el mismo problema no dudaremos qué hacer. La familia antes que el dinero… Claro está, si esta acción tan

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fácil de escribir pero tan difícil de realizar puede compensarse ante la exigente balanza de la vida.

Y hoy mismo vuelvo a encontrarme frente a mi ventana. Este año el sol está un poco más remolón y todavía no calienta demasiado; se esconde detrás de unas nubes de for-mas antojadizas, como de decorado. Pero de todas formas huele a verano y a ganas de disfrutar de unas vacaciones en familia. Eso siempre.

No recuerdo con exactitud los días que hace, que leí en un Diario del Norte de Es-paña, el siguiente titular:

“CUANDO LOS ENEMIGOS SON LOS HIJOS”. Y a renglón seguido este otro: “LA VIO-LENCIA FILIO PARENTAL ALERTA A LAS AUTORIDADES JUDICIALES PARA TOMAR MEDIDAS”. Cada vez más padres piden ayuda, porque se sienten indefensos ante sus hijos.

a) Las agresiones verbales e incluso físicas, de niños/as desde muy pequeños, a padres, hermanos, abuelos y de manera creciente a profesores, no se puede dejar pasar por alto.

b) El niño o el joven, es quien manda en casa, y si no logra lo que quiere por las buenas, lo consigue por las malas. A estos comportamientos se les ha comenzado a relacionar con el llamado “Síndrome del emperador “ que se puede definir, como un sentimiento de autoridad que adopta el niño o el joven, ante los demás y principalmente frente a sus padres.

Hay que reconocer y en círculos privados se comenta: que hay mucho silencio en las familias, ante los malos tratos de parte de hijos hacia sus progenitores y es que ¿Qué pa-dre o madre se atreve a denunciar, si piensa que puede perjudicar el futuro de sus hijos?

Relato sobre la convivencia en la familiaAna Mª Serna Esteban

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Padres y madres de familia, no nos engañemos, porque no estamos educando a nuestros hijos, por el mero hecho de enviarlos a un Colegio, aunque éste sea un Colegio de pago. Esto está bien si se puede, pero no nos exime de nuestra responsabilidad de educarlos desde que nacen, en valores y con unas normas de exigencia acorde a la edad ya que de esto depende, el que se favorezcan climas adecuados y gratificantes de convivencia familiar y social.

No olvidemos tampoco en ningún momento, que el primer tándem de la educación de un niño, es el formado por sus progenitores y no los profesores; éstos son solamente colaboradores.

Por todo lo anterior, estimo que en muchos casos se nos está escapando de las manos, por falta de tiempo o por comodidad, y hacemos dejación de nuestra responsabilidad en la educación en derechos y en deberes de nuestros hijos. La CONVIVENCIA FAMILIAR debe ser lo primero en nuestra jerarquía de valores, para que luego no tengamos que lamentarnos de lo que ya no tiene solución, o la tiene difícil.

Los niños y jóvenes de hoy, son llamados a asumir las tareas y exigencias que la sociedad del futuro les pueda demandar. En algunos casos, serán los responsables de llevar las riendas de las decisiones que se tengan que adoptar en la sociedad, por lo cual, hemos de tomar conciencia de que sus decisiones vendrán determinadas por lo que hayan vi-vido en su entorno familiar.

He tratado con niños, jóvenes y también con padres durante muchos años y con cierta frecuencia les he escuchado decir a algunos niños “Mi padre es mi mejor amigo “ y también, he oído a padres presumir, de ser amigo de su hijo porque se lo cuenta todo ¡QUÉ INOCENTE...! es el padre que cree que su hijo le cuenta todo. Te cuenta lo que le conviene y cuando le conviene.

PADRE/ MADRE: Tu hijo no te necesita para nada como amigote necesita y te reclama, que ejerzas de padre; que tu experiencia y testimonio sea para él, un modelo de refe-rencia en su camino de madurez como persona. HAZ POR FAVOR DE PADRE, EJERCE DE PADRE CON TUS HIJOS.

HIJO/ HIJA: No confundas a tu padre/ madre con tus colegas. Tu tarea es la de aprender a ser hijo/hija, la de estar atento, aprender de la experiencia y forma de hacer y vivir de tus padres. HAZ DE HUO Y CUANDO TE LLEGUE El MOMENTO EJERCE POSITIVAMEN-TE DE PADRE. Y no olvidéis que es un error, hacer dejación de las obligaciones de padre o de las responsabilidades de hijo.

PARA PADRES E HIJOS: Juntos estáis llamados a ser, desde vuestro rol, los dinamizado-res de la convivencia familiar, de enriquecerla y de ofrecerla, dado el caso, como modelo de referencia para otras familiar que lo puedan necesitar.

CONVIVENCIA:

Forma de vivir que se escoge desde muy joven. Para que sea positiva necesita de varios compromisos:

•Respetoyamorentretodos.

•Toleraractuacionesyformasdeserypensardelasotraspersonas.

¡Sería tan fácil si todos tuviésemos en cuenta unas normas! Entre las que yo destacaría están las siguientes (yo las he trabajado en grupos con niños):

- Si abriste, cierra.

- Si encendiste, apaga.

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Relatos 2013

- Si desordenaste, ordena.

- Si ensuciaste, limpia.

- Si no sabes qué decir, cállate.

- Si quieres usar algo que no es tuyo, pide permiso.

- Si te prestan, devuelve lo prestado.

- Si es gratis, no lo desperdicies.

- Si no sabes hacerlo mejor, no critiques.

- Si no puedes o no quieres ayudar, no molestes.

- Si prometiste algo, cúmplelo.

- Si ofendiste a alguien, pide disculpas.

- Si algo te sirve, trátalo con cariño v cuídalo.

Para finalizar, me tomo la libertad de dar un consejo a los jóvenes, para lograr disfrutar de una convivencia gratificante: “Si no puedes hacer siempre lo que quieres, trata de querer lo que haces y serás plenamente feliz “

Calma, sinceridad, suerte y juguemos

Si alguno nos planteásemos los problemas que pueden llegar a proporcionarnos nuestros hijos antes de tenerlos, probablemente ninguno nos atreveríamos; es más,

si pensamos en ello, los problemas que nos imaginamos, no van más allá de los primeros años de vida, cuando no sabemos bien qué les pasa o qué les va a pasar en el futuro.

Si escuchásemos con atención a alguno de nuestros mayores cuando nos sonríen iró-nicamente al vernos preocupados por nuestros bebés, podríamos intuir la que se nos viene encima.

José Serna Laguillo

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Si todo va bien, si nuestros hijos son sanos y medianamente educados e inteligentes, los verdaderos problemas empiezan en la adolescencia, cuando nadie sabe los que les pasa y les pasa de todo. Aunque pensándolo bien, la adolescencia no es una etapa tan larga... ¡JA! Eso creía yo.

Una vez, teniendo una conversación con un psicólogo en un curso sobre un tema la-boral, me dijo con una gran exclamación: ¡tú vienes a trabajar para relajarte! ¿verdad?, con tres adolescentes en casa tienes que volverte loca. Pero dos de mis hijos ya nos están enmarcados en esa etapa, o eso creía yo. Me volvió a corregir él y nos dijo: “Ahora la adolescencia empieza antes y termina más tarde, puede llegar a empezar a los diez u once años y terminar con un poco de suerte a los treinta.”

Yo que ya pensé haber superado todo aquello, al menos con dos de mis tres hijos, me vi inmersa en una pequeña depresión transitoria al comprobar que aún me quedaban algu-nos años de desesperación; y digo pequeña depresión transitoria, porque no te puedes quedar demasiado tiempo pensando una misma cosa, con tres hijos “ADOLESCENTES”. Algún problema viene enseguida y te sacude diciéndote: ¡eh tú, qué haces ahí sin hacer nada!

Los verdaderos problemas de convivencia comienzan cuando te empiezan a salir las canas, o cuando aún no las tienes pero salen por necesidad, al ver que las cosas no marchan lo bien que tú habías soñado. Cuando nos pillan por sorpresa problemas que tú no tuviste, porque a su edad, ya te habías emancipado o estabas a punto de hacerlo, y por lo tanto tus problemas ya empezaban a abandonar el hogar paterno.

Ellos no, ni se han emancipado ni piensan hacerlo en un breve espacio de tiempo.

Tu sueldo sigue siendo el mismo con mucha suerte, si la crisis no lo ha menguado, o en el peor de los casos, lo ha hecho desaparecer, tus gastos de hipoteca dan sus últimos coletazos y los gastos de esos pequeños juguetones se han multiplicado desproporcio-nadamente a la edad que van cumpliendo.

Tu casa no crece como ellos, tu sueldo tampoco, pero ellos necesitan más cosas y más espacio, ese espacio que tú no puedes proporcionarles, cuando encima varios de ellos tienen que compartir habitación.

Eso sí que empieza a ser un verdadero problema de convivencia.

Siempre pensé que el compartir habitación, era una buena forma de educar a los hijos para el futuro. Que todos los problemas actuales de separaciones y divorcios vienen dados por la falta de convivencia en la infancia. Cuando no se sabe compartir armario, mesa y espacio en los primeros años, luego no se sabe compartir cama, hijos, sueldos y problemas.

Actualmente el número de hijos va en proporción al número de habitaciones que tiene tu casa. Cada niño en su habitación, con su armario, cama, mesa e incluso baño propio, y que ni decir tiene, la televisión, el teléfono, el ordenador y las demás necesidades tecnológicas creadas por un mundo que va más deprisa que los sueños de Julio Veme.

¿Qué pasa cuando tus hijos no abandonan el nido que tú construiste con tanta ilusión, y que se ha quedado irremediablemente demasiado pequeño?

Que ahí es cuando surgen los verdaderos problemas, esos que tú no imaginaste ni en la peor de tus pesadillas.

Qué hacer cuando un día vuelves de trabajar y ves que tus dos hijos de veintitrés y vein-tidós años se han agarrado por el cuello, porque esa convivencia que les has inculcado desde pequeños no funciona.

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Y no hablo de monstruos, que nos presenta la televisión en programas como Hermano Mayor, u otros aún peores americanos; no, tus hijos son niños normales, cuando uno in-cluso ha terminado sus estudios y se ha incorporado al mundo laboral, e incluso colabo-ra en casa con una pequeña parte de su sueldo, el otro estudia y sus notas son buenas.

Qué cara se te queda al ver que ese niño que ya creció, incluso ha llamado a la policía para denunciar a su hermano porque, como es bien sabido, cada uno somos diferentes en gustos y maneras de pensar, y está harto de que su habitación parezca una pocilga, cuando él es ordenado y metódico, cuando ve que su hermano vive la vida según le va surgiendo, sin preocuparse de que esa vida le ha alcanzado y sobrepasado.

Pues la sensación de fracaso es tan grande que es a ti a quien te apetece desaparecer de ese hogar que tanto te ha costado mantener.

¿Qué has hecho mal? ¿Qué ha ocurrido? Tú que con tanta ilusión les educaste lo mejor que supiste o pudiste. ¿Es que acaso alguien no educa a sus hijos pensando que lo está haciendo bien?

¿En qué bifurcación del camino te perdiste o los perdiste a ellos? ¿Por qué te pasa esto a ti? ¡Qué alguien te responda por favor!

Solución, si alguien está esperando que de una solución está muy equivocado, cada uno tiene que tener la suya propia y vivir el problema como se le presente. Solución, no hay ninguna o al menos la misma para todos.

Mi único consejo es la comunicación, en lo posible sentarse a hablar, serenar el ambien-te, con tacto y sin levantar la voz, con calma y sinceridad, hablar de cómo nos sentimos y de cómo creemos que se sienten ellos, de cómo nos gustaría que fuese todo y lo pre-sentes que tenemos los problemas que ellos atraviesan, que los entendemos pero que la solución nunca fue ni será la violencia, que les queremos a todos por igual y a cada uno de la manera que mejor creemos que nos necesitan. Que gracias a Dios todos somos di-ferentes y debemos respetarnos como tales. Intentar poner unas normas de convivencia, que probablemente nosotros ya dábamos por supuestas, que todos vamos a intentarlo y volver a emplazarlos para hablar de nuevos problemas que puedan surgir en el futuro.

Para finalizar decirles que a mí me funcionó, al menos de momento, sin por eso bajar la guardia, todos sabemos que convivir es “ vivir con “ y no cada uno en su habitación sin contacto con el resto de la familia.

Sigo abogando por niños que comparten habitación, juguetes y por lo tanto juegos, o ¿Es que la vida no es un juego que se termina cuando acabamos de aprender las reglas? SUERTE Y JUGUEMOS.

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Una tarde de domingo, frío en la calle y con pereza para salir a dar una vuelta con nuestro hijo de casi 3 años, decidimos quedarnos en casa; fatal error.

No recuerdo el por qué pero estábamos jugando tranquilamente cuando mi hijo, de repente, no quería ponerse las zapatillas de casa, intenté que se las pusiera de mil mane-ras: jugando, intentando engañarle y su respuesta era siempre la misma: “NO QUIERO”. Mi débil paciencia se agotaba y mi afán de que se pusiera las dichosas zapatillas crecía, como no hacía caso comencé a gritar y él empezó a llorar, cuanto más gritaba él más fuerte lloraba y seguía sin ponerse las dichosas zapatillas...

En un arrebato de impotencia un juguete (un gran coche rojo) se topó en mi camino y pagó mi rabia recibiendo una patada pero sólo se desplazó 5 cm porque estaba muy cerca de la pared y rebotó contra mi pie, yo sentí una pinchada en mi tobillo derecho pero no le di demasiada importancia y seguí gritando.

De repente, llega mi pareja con voz pausada, serena y tranquila, lo coge en brazos, le habla y deja de llorar lo deja en el suelo y él sólo se pone las zapatillas, ha conseguido en 1minuto lo que yo no he podido en 10.

Lección aprendida.

Según avanzaba la tarde el dolor en mi tobillo aumentaba y llegó a tal punto que no podía ni apoyarlo en el suelo, el único remedio fue llamar a un taxi e ir a urgencias de Txagorritxu, resultado:

-Esguince de tobillo, 1semana de reposo y 3 de baja.

Un esguince ha tenido que servir para que me diese cuenta de que el único perjudicado he sido yo, mi hijo lo olvidó rápidamente, y las consecuencias han sido elevadas: cargo de conciencia, enfado, nervios, esguince de tobillo, etc...Quisiera compartir una frase que hoy se mantiene viva en nuestro día a día.

Si domas un caballo a gritos no esperes que te obedezca cuando le hables (Dagobert D. Runes).

Las zapatillas de casaAitor Abad Peña

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Aitak ezin digu oraindik begiratu. Aurreko sofa horretan bere burua babestu balu bezala eta munduarekin lotura galdu balu moduan dago. Asteburu osoa honela

eman du, hitz bat bera ere inori egin gabe. Eta ez dut gogoko egoera hau; oso deserosoa da, berarentzat zein guretzat.

Baina inor ez da ausartzen ezer esaten, edo egoera hau alda dadin zerbait egiten. De-nok sentitzen gara behar bezain gaizki gure lekuan izoztuta, isilik eta goibel, mindurik, tristaturik.

Ziur naiz gutako inork ez duela honela egon nahi, aitarengandik hasita, arreba zaharra eta amarenganaino, neu barne. Izan ere, denboran atzera egiteko makinak existituko balu, zalantzarik ez nuke egingo erabili eta ostiral arratsaldera itzuli araziko nukeela sendi osoa; bai gustura egin ere!

Ostiral bazkalondoa zen; amak ibilgailua gidatu nahi zuela eta aitak giltza eman zion.

Ostiral arratsaldero bezala “Eroski” handira joateko prest geunden laurok. Gogoko dugu hango gune zabal eta polit hartan ibili eta gauza berriak ikusteaz bat amets egitea, bakoitza bere nahi ezkutuekin: aitak erakusgarri jarrita duten ibilgailu berriaz, amak bidaia agentziako erakusleihoko argazki eta salneurriekin, arrebak telefonia dendako “txisme” berri arraro guztiekin, neuk adimena eta arreta zorrozten dizkidaten joko lo-gikoak saltzen dituen dendako erakusleihoarekin.

Amak ibilgailua beirazkoa bailitzan ibili ohi du eta leku guztietara kontu handiz eta oso poliki zuzentzen du; ene iritzirako oso mantso, arrebaren usterako kontu gehiegiz, ai-taren gusturako desesperatuki poliki. Amak uste ohi du edozer matxura txikik ibilgailua honda lezakeela eta, honetan oso kostata ohitu denez, ez luke beste ibilgailurik frogatu nahi. Ez zuen ongi pasa izan azterketan; aztertzaileak bizpahiru aldiz lotsagorritu omen zuen beste ikasleen aurrean eta “beharrik ez zela.

Egun hartan inoiz baino jende gehiago zebilen erosketen joan etorrian; kanpoan haizete eta euri erauntsi gogorra ari zuen eta barrurako giroa antzematen zen hiritarren jokabi-

Ez surik, ez izotzikXabier Molinero Martínez

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dean. Aitak urduritasun berezia erakutsi zuen harako bidean; ama inoiz baino polikiago gidatzen zihoala adierazi zuen behin edo bitan. Parkinean aparkatzeko arazoak izan eta 20 minutuz itzuli-mintzulika aritu behar izan eta gero lekua topatu genuen. Ordurako aitaren urduritasuna agerian geratu zen inoiz baino nabarmenago eta sarriago. Burutik pasatu zitzaidan Iluntzean telebistak eskainiko zuen futbol partida ez zuela, ez, galdu nahi.

Amak sekula baino okerrago aparkatu zuen ibilgailua, lekua aurkitu genuenerako aita-ren egonezinak urduri utzi baitzuen.

Utzi dugu ibilgailua halako batean eta jendetzaren artera sartu gara buru itsaso bat zirudien Eroski hartara.

Etxerako erosketak egiten inoiz baino denbora gehiago eman genuen eta ordaintzeko kutxetan ilarak luzeak ziren. Aita aldarte txarrez zegoen ordurako. Amari, ordea, urduri-tasuna joana zitzaion hango jende uholdeak beharturiko patxadara egokiturik.

Atera eta ibilgailurantz abiatu ginen. Amak estuki sartuta utzi zuen furgoneta baten eta 4x4 baten artean. Erosketa poltsak atze aldean gorderik, furgoneta zegoen aldetik sartu behar izan genuen ibilgailura; beste aldean atea irekitzeko lekurik ez.

Amak ohi baino mantsoago ari da maniobra guztiak egiten: “botila asko dugu atzean; ez dut hautsi eta dena zikinduta kakaztea nahi”.

Aitak bi aldiz esan dio amari bizkortzeko eta amak kasurik ez; honek ez du asmatzen ibilgailua sartu duen lekutik ateratzen. Egia da furgonetako gidariak oso hurbil utzi duela berea eta bestaldeko auto handiak ere ez diola behar bezalako maniobra zuzena eta erraza egiten uzten amari. Bost bat minutu joan dira eta aitak, ordulariari begira eta begira, egonarririk gabe geratu da eta amari gidatzeari utzi eta berak hartuko duela ibilgailua oihukatu dio. Amak ezetz, berak badakiela egiten eta hortik aterako duela eta, mesedez, ez larriarazteko, aitari esan.

Amak ibilgailua atzeraka mugitu eta 4x4/ko alboa ukitu du, urratu txikia egin dio eta atze aldeko piloto puxka txiki bat hautsi. Aita atera da eta danbatekoa emanik 4x4 ari egindako kalteari erreparatzen jarri zaio, euripean. Ibilgailu barrura sartu eta paperak egin beharra dagoela eta ama horren temati eta egoskor ez balitz eta kasu egin izan ba-lio, hau ez zela gertatu izango eta abar… Garrasi batean bota ditu. Amak, haserre, oinez joan dadila aholkatu dio, laguntzeko baino traba egiteko egongo bada.

Aitak pikutara bidali du ama era itsusi batez, keinu mespretxagarriak eginik eta sutan zelarik ibilgailuko atea bortizki zabalduz azken harribitxia jaurtiki du:

-Emakumeekin ez dago ezer egiterik! Ez duzue ezertarako balio! Hobe bakarrik bizi izan banintz!

Eta danbateko gogorra eman dio ateari. Euri artean begi bistatik galdu dut aita.

Gau hartan ohera berehala joan nintzen. Ez nuen jakin nahi aitak nola heldu behar zuen etxera ez eta zer harrera egingo zioten elkarri berak eta amak; ez nuen aita ikusi nahi. Ama ibilgailuan negarrez ikusteak min eman zidan.

Larunbatean esnatu nintzenetik gaur igande arratsaldera arte eguraldiak ez du amore eman eta erauntsi bat bestearen segidan ekarri du. Ez zegoen giro kanpoan. Honek behartu gaitu laurok etxean egoten denbora luzez. Benetan, kaiola sentsazioa hartu diot oraingoan. Amak hitz zirkinik ez dio aitari eskaini; honek ez eta begiratu bat ere; arrebak bere teknologiaren zurrunbiloan lagunen munduak elkartzen eta nahasten aritu da whatsApp-aren bidez, eta guretzat ez du unerik izan. Badakit saminduta dagoela aitarekin eta ez diola ezer esan nahi, ozpina besterik ez zaiolako ahotik aterako.

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48 ordu baino gehiago daramatzagu kaiola “izoztu” honetan eta ez dakit nor dagoen okerrago, sua barruan sentitzen duten ama eta arreba ala izozturik bezala geratu garen aita eta biok. Nire izotza da egoera hau puskatzeko, mugiarazteko, destenkatzeko nire ezintasuna.

Ez dut lo ongi egin bi gau hauetan, aitaren oihuak eta irainak belarrietan iltzaturik geratu zitzaizkidan ostiral iluntzean; ez dira joan. Baina aita ezagutzen dut eta damu-turik dagoela argi dakusat. Damutua, zer esan zuen, nola esan zuen eta zer egin zuen eta nola. Barkamena eskatzen ausartuko balitz ziur naiz amak eta arrebak hurbilpen keinu bat egiteko traba gehiegirik ez zutela jarriko. Baina nik? Nola eskatuko diot aitari egoera hau amaiarazteko, ni neu ez banaiz ezer esaten ez egiten ausartzen? Gogoeta ilun hauetan nagoelarik ordulariari begiratu diot: igande iluntzea dugu, afaltzeko gure ohiko ordua.

Aitak ez du afaldu gurekin batera; sofan egon da iltzatuta. Inork ez diogu esan mahaira etortzeko. Guk afaltzen bukatu eta telebistaren aurrean jarri gara. Isiltasun osoan, aita sukaldera abiatu da. Ama, arreba eta hirurok ez gara geletara joan; egongelan elkarrekin jarrita egoteak agian esan nahi du asteburua isolaturik, goibel eta mindurik bukatu nahi ez izateko gure azken keinu inkontzientea izan daitekeela. Edo zirt edo zart! Zerbait egin behar dut!

Sukaldera sartu naiz; aitak begiratu egin nau, mahai gainean dagoen platerean afaria ukitu gabe dago. Begiak lausoturik ditu. Bere aurrean esertzea erabaki dut. Eztarrian korapiloa dut, mina eta haserrea, pena eta beldurra, dena batera. Ahotik ahots hari fin bat atera zait:

-Aita... zergatik ez...

Berehala moztu dit jarduna.

-Tentel hutsa nauk! Kakaztu diat! Ostiralean paperak galdu nizkian eta bereak eta bi bota nizkioan hire amari! Astakilo hutsa nauk eta hemen negok, zakur koldartiaren plantan, buztana hankapean, ezer egiteko ez esateko gai ez naizela. Kaka zaharra!

Begi baten ertzetik malko batek irrist egin dio. Berehala xurgatu du. Lurrari begira tinko darrai eta beheko ezpainean dardarizo moduko zerbait du. Ez dut aita honela behin ere ikusi. Alimaleko pena sentitzen hasi naiz. Orain dut unea:

-”Aita... eskatu barkamena amari...”

-”Ez nauk ausartzen!” Moztu dit.”Ez diat eta merezi! Gainera hire amak ez dik nirekin ezer jakin nahi! Argi zegok!

-” Aita, amak ez du ostiraleko aitarekin ezer jakin nahi, hanka sartu eta barkamena eskatzen ez dakien norbaitekin ez du ezer jakin nahi, baina zurekin bai. Zure zain dara-ma asteburu osoa. Esan zenizkionak oso mingarriak eta itsusiak izan ziren eta haiexek emandako mina sendatzen hasteko zure damua eta barkamena eskaini behar dizkiozu.

Biguntzen hasi naiz nahi gabe eta supituan; malko batek irten dit neroni ere. Gogo handia dut aita besarkatzeko, baina era berean minezko orma ikusezin bat tartean dago eta ez nau uzten gehiago hurbiltzen. Aita isilik dago, pentsakor; eskuak igurtziz; izerdi tantak kopetan ditu orain.

-”Eta ez badu ezer entzun nahi? Zer, orduan?

Ene bada, nik uste baino izutuago dago. Hau ez nuen espero. Nik gure aita ausartagot-zat neukan, halako itxura eman izan du beti. Harrituta nago zein hauskor agertu zaidan. Beno, agian honelaxe behar du orain.

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-”Aita, ez dakizu zer gertatuko den. Ama oso bizkorra da, ez du gudan bizi nahi, bakea maite du eta bakean eta begirunean bizitzeko prest dago aukera ematen baldin badiozu. Ala nahiago duzu eman dugun asteburu nazkagarri honen aldartean segi?”

-”Inondik inora ez! Tira! Edozer nahiago diat hemengo hileta hau baino!” Baina zer egitea zeukeat?

-”Ni joango naiz egongelara eta zu nire atzetik etorri.” Otu egin zait.

-”Eta jo eta altxatu egiten bada?”

-”Beno aita, zeu ere altxatu eta joan egin zinen ibilgailutik, ez?. Hau zor diozu”!

Egongelara abiatu egin naiz. Aita bi metrora atzetik datorkit. Sofa handian eseri naiz, amaren aurrez-aurre. Amak begiratu nau:

-”Ez al zoaz lotara, Xabi?” Galdetu dit.

-”Bai ama; baina lehendabizi aitak zerbait esan behar dizu”

Ama harritua geratu da, baina sofatik mugitzeke. Aita datorrela ikusi du. Ez dio aurpe-gia jiratu aitari, niri begira jarraitzen du, orain serio-serio. Aita bere sofan kokatu da; ez du ezer esan eta segundo batzuk joan dira, orduak balira bezala. Aitari begirada estua bota diot. Buruaz keinu egin diot amari zerbait esan diezaion. Ahopeka hasi da zerbait ahoskatu nahian...

-”Ostiralean astapotro hutsa izan nintzen eta behar ez zirenak eta gehiago bota nizki-zun”.

Amak, niri begira dagoelarik, aitarengana jiratu du burua:

-”Epelak bota zenizkidan, oso itsusiak eta mingarriak”! Haserre doinuan. “Zure seme-alaben aurrean iraindu ninduzun eta mespretxatu, balioetsi egin ninduzun eta errespetu falta ikaragarria egin zenidan”! Gero ez duzu ausardiarik izan aurpegia emateko eta ez niri ez zure seme-alabei ezer azaltzeko! Zure barruan itxi duzu zure burua eta kito! Besteoi zer gertatzen zaigun bost axola bezala jokatu duzu!”

Arnasa hartzeko hitz egiteari utzi dio amak. Aitak unea probetsi du:

-”Sentitzen dut, zinez; gaizki pasatu dut eta...” Amak berehala eten:

-Gaizki pasatu, zuk? Ideiarik ba al duzu guk nola pasatu dugun? Galdetzera etorri al zatzaizkigu esan eta egin zenizkigunek nolako mina eman diguten? Hor egon zara zure munduan ezer esan gabe, zain! Zeren zain, ordea? Tira, tira!

Aita niri begira jarri zait. Bertan geldirik eta isilik egoteko keinua egin diot ezker eskuaz, disimuloan. Ama kontatzen ari denak bere biziko garrantzia du, amarentzat, niretzat eta aitarentzat. Arreba ez dago bertan, bere gelan baizik.

Amak jarraitu du beste apur batez:

-”Eta zer duzu orain esateko? Kirol zikin horiek guztiak eta zure prisa madarikatuak lehenesten jarraitu behar al duzu? Gauzak nire erara egiten ditudan bakoitzean pikutara bidali behar al nauzu? Bada, hala baldin bada, ez dugu gehiago hemen eztabaidatzeko!”

-”Sentitzen dut eta guztiz damutua nago. Txorakeriak besterik ez nuen esan, itsusiak eta lekuz kanpo, guztiak. Esateko dudan bakarra da: barkatu, hanka-sartze galanta egin nuen eta”.

Amak aurpegia telebistara jiratu du. Bertan basa-bizitzari buruzko dokumentala es-kaintzen ari dira. Hango irudi ederrak ez dira amaren erretinatik barrura sartzen ahal;

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Relatos 2013

amaren gogamena ez dago telebistako ohian eder hartan, ostiraleko eta asteburuko deskonexioaren eta maitasunaren urraduraren zaurian baizik.

Aita isil-isilik gelditu da, amari begira. Ume txiki bat dirudi, norbaitek besoak zabalik noiz eskainiko dizkion zain balego bezala. Gaitasun harrigarria errukigarri izateko eta, beste muturrean, gorrotagarri izateko. Nik ez diot besarkadarik eskaini, bera da ama bere maitasunerantz itzularazi behar duena. Nahiz eta nire mina baino nagusiago nire pena izan, aitari keinua egin diot amarengana joan eta eskua emateko.

-”Nik??” Zaratarik atera gabe, keinuka, galdetu egin dit, hatz erakuslea bere bularrera eramanik.

Buruaz eta eskuaz baietz larri bat adierazi diot; “edo orain edo inoiz ez “ esan nahi zuen baietz urduri bat. Ulertu du agindua. Poliki-poliki sofatik altxatzen hasi da eta amarengana jo du. Ama ez da mugitu. Aitak buru gainean muxua pausatu dio eta uste dut honelako xuxurlaturen bat entzun diodala:

-”Oso sentitzen dinat gertatutakoa, benetan, barkatu!”

Aita balkoira atera da jarraian; ama sofan geratu da. Orain, niri begira:

-”Zer esan ote diozu zuk aitari, gero?”

Bere ahots doinua leundu da dezente. Begiak hezerik ditu.

-”Oraindik ez dugu bukatu, ama. Orain aita lagunduko dut arrebarengana joaten, gauza bera egin dezan.

-”Ea atea zabaltzen dizuen... ni bezain mindua dago eta. Normala da, emakume bezala zauritua dago eta haserre.

-”Bai ama. Neu ere gizon bezala minduta nago; lotsatzen nau aitak honela jokatu iza-nak. Berarekin hitz egin nahi nuke ea nola molda gaitezkeen hurrengoan honelakorik berriz ez gertatzeko.”

-”Horretan arrebak seguru aski ideia bat baino gehiago emango dizue. Joan, hartaz, harengana. Eta gau on izan, neu banoa eta ohera.

-”Ondo lo egin dezazula, ama.”

-Aitaaa....

Balkoira heldu naiz. Aita negar zotinka ari da. Ni heldu orduko aurpegia gorde egin du. Ez du nahi nik bera honela ikustea. Bere ondoan kokatu naiz, poliki. Biok isilik igaro dugu une luze bat.

-“Aita, goazen Estherrengana. Hark ere aditu beharra dauka zure damuaren berri.”

Arnasaldi sakon bezain luzea egin eta hasperena atera eta gero, aita, mutu, nire atzetik etorri da arrebaren gelaraino. Nik jo dut atean: kas-kas! …

Astearte arratsaldea da. Nire egunik gogokoena; izan ere iluntzean “gizonen taldera” joateko eguna da eta. Asteko gauzarik preziatuena niretzat. Bi asteartean behin elkarte bateko zentro batean biltzen gara zazpi gizon. Ni gazteena naiz bertan, gainerakoak 20 urteetatik gorakoak dira. Baina oso ongi moldatu ginen hasiera batetik, duela hiru urte, taldea eratu zenean. Bertan gizon bezala gure rolak eta funtzioak aztertzen dihardugu eta gogoeta interesgarriak eta sakonak egiten ibiltzen gara, zer den gizon izatea eta nola izan gaitezkeen pertsonago, gizon gizatiarragoak.

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Gaur koordinatzaileak galdetu digu ea zer moduz asteburua… Ufa! Ez nuen asko gehia-go behar! Gogotsu ekin diot kontatzeari. Beti bezala gainerako gizonek isil-isilik jarraitu dute haria. Geroxeago, koordinatzaileak jarraitu du galdezka…

“- Eta zuk Xabi, nola definituko zenuke gertakizuna? Zer nolako esku hartzea izan duzu eta zein estrategia baliatu duzu aitarengana heltzeko eta bere portaeran horrelako aldaketa ematen laguntzeko?”

-“Beno, hasiera batean ohartu nintzen aitak ez zuela bere urduritasunak sorturiko ego-neza inori leporatzeko inolako eskubiderik. Baina banekien ere aitak hori egin zuenean ez zela guztiz ohartsu zer nolako trataera ematen ari zitzaion amari. Badakizue, suari kea dario eta honek ez du ikusten uzten. Itsututa zegoen aita eta begirune ezaz jokatu zuen une hartan. Gurekin lehenago partekatu ahal izan balu zer gertatzen ari zitzaion, zergatik zuen presa eta zergatik zegoen urdurik agian bukaera bortitza ekidin ahalko genuen. Baina, tira! Egina zegoen eta nire ustez aitak barkamena eskatzea eta egindako akatsa ezagutzea behar beharrezkoa zen egindako kaltea sendatzen laguntzeko. Inko-munikazioa izan zen aitaren ondorengo jokabidearen emaitza eta ez zuen ezer lagunt-zen ulermen eta hurbiltasun giroa eman zedin. Banekien hori aitak edo nik hautsi behar genuela, ez amak ez arrebak, haientzako izan zelako iraina bereziki. Niretzat ere izan zen mingarria aitak emakumeak honela artatzen ikustea baina nire mina kasu honetan zeharkakoagoa zen eta orduan banuen aukera bitartekaritza antolatzeko.”

-“Eta nola moldatu zinen zure sentimenduak kudeatzeko?” Zeren eta, suposatzen bai-tut zuri ere sentikizunak sortuko zitzaizkizula…

“-Bada, talde honetan ikasi duguna azkar etorri zitzaidan burura: ez nuela lehenetsi behar amorrutik edo gorrototik eratorriko sentimenduak baizik eta erabil nezakeela ene burua- eta suaren aurrean hotz egon- eta pentsatu zein zen egoerak eskatzen zuen esku hartzea”. Beraz, gehiago ardaztu nintzen amak eta arrebak zer senti zezaketen. Zapaldutakoak zer senti dezakeen pentsatzeak asko lagundu ninduen neutralago izaten.

-“Aja! Oso ondo Xabi. Eta zein zen egoerak eskatzen zuen interbentzioa?”

-“Beno… etorri zitzaidan zuekin hemen ikusitako bideo hura… Nola ikusi genuen pert-sonek aukera dutenean nola sentitu diren kontatzeko eta bestearen ikuspegia begirunez aintzat hartzen saiatzen garenean gauzak aldatu egiten direla eta harresiak erortzen hasten direla… gogoratzen al zarete? Bada, bideo hartako semeren rola etorri zitzai-dan segituan eta ez nuen ahaztu begirunez azaldutako sentimenduek laguntzen dutela pertsonak hurbiltzen, elkarren artean gehiago ulertzen;eta bestearen lekua ezagutzen euren arteko isolamendua desegiten laguntzen duela…”

-“Ederki!. Eta gero arrebagana jo zenuten.”

-“Jakina; Arrebaren mina aintzat hartzeko modukoa iruditu baitzitzaidan, berak emaku-me izateko dituen ereduen artean garrantzitsuena (bere ama) irainduta eta gutxietsia izan zen eta honek ere konponketa behar zuela ulertu nuen. Beraz, antzeko prozedura jarraitu nuen aitarekin arrebaren inguruan; eta arrebak berehala besarkatu zuen aita eta negarrez aritu ziren biak ala biak. Ni, atetik, ere bai. Elkartasun giro berezia sortu zen gure artean eta honek lagundu zuen izugarri asteburuko ilunak eta hotzak aldentzen. Amak berak astelehen goizean gosaritan aitari galdetu zion ea ikasgaia ikasita zegoen eta aitak harropuzkeriarik gabe esan zi-on ni astearteetan joaten naizen “leku arraro” honetara etortzen hasi beharko duela.”

-“Amak zer erantzun zion?”

-“Ezer ere ez zion esan. Niri keinatu zidan begia.”

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Relatos 2013

Yo creo que lo mejor para solucionar cualquier conflicto, es no dejarlo crecer de-masiado. También creo que la familia es el mejor entorno, tanto para lograr que

no crezca el conflicto, como para solucionarlo cuanto antes poniendo todos de nuestra parte.

Siempre se ha dicho que donde hay confianza da asco, y yo me pregunto hoy, ¿dónde va a haber más confianza que en la familia? Y, ¿cómo vencer ese asco que puede pro-ducirse?

Así, y sin mucha reflexión, me viene a la mente que la mejor y única solución es con el AMOR VERDADERO de la propia familia.

Como ya tengo una edad y una familia algo extensa, voy a presentar uno de los tantos conflictos que han ido surgiendo:

“Mi familia es de las de antes: todos en casa (padres, hijos, abuelos de ambas partes, el tío soltero que todas las familias tenían..., amén de los que venían en verano, cumplea-ños y fiestas de guardar; el tío que se fue de misionero, el que emigró por trabajo, su señora, y los primos correspondientes...).

Matriarca, y de las buenas, de todos nosotros y por muchos años, fue “Labueli” (Jesusa, madre de mi madre). Con el tiempo y poco a poco, fue olvidando las cosas. Al principio cosas sin importancia, para los que no éramos ella (aún la recuerdo, tirándose de los pelos diciendo “¿qué le pasa a esta cabeza mía?”). Después, perdió la memoria, primero de las cosas más recientes y con el tiempo también de las más antiguas. Tras bastantes años, iba olvidándose de las personas, por ejemplo a su marido, Juan, le decía que era su padre. Al final también se olvidó de hablar, de comer, de hacer sus necesidades, de todos, de ella... El proceso fue largo y duro para toda la familia. Mis hermanas encon-traron trabajo fuera de Vitoria, yo ya me había casado y tenido mis hijos, seguía cerca de casa, pero no en ella; algunos de los otros abuelos, Juan incluido, también habían muerto..., y allí estaban al pie de cañón, mi madre, mi padre y el tío soltero. La necesidad

Buenas prácticas en la familiaMariaje Guevara Lz. De Lacalle

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Diversos estudios e investigaciones han demostrado que los jóvenes se inician cada vez más prematuramente en el consumo de drogas. Según la Encuesta Domicilia-

ria sobre Alcohol y Drogas en España (EDADES) 2011-2012, que se realiza en población de 15-64 años residente en hogares familiares, la edad de inicio en el consumo cada vez es más temprana, alrededor de los 14 años de edad. Asimismo, las sustancias más consumidas por este colectivo son las drogas legales: alcohol y tabaco, junto con el cannabis. ¿Qué puede hacer la familia para prevenir su consumo? A través de un caso concreto pero muy común intentaré dar una posible solución general a otros posibles problemas relacionados con este tema y asimismo que pueda ser aplicable en las fami-lias de hoy en día teniendo en cuenta que la composición de la familia es cada vez más

Inicio prematuro del consumo de drogas en los adolescentes: problemática familar y social

de atención y cuidados que tenía “Labueli” (y he aquí el CONFLICTO), eran de 24 horas, sí, sí, 24 horas (noches incluidas), con el desgaste que esto supone.

SOLUCIÓN: Mi madre, también de las de antes, con toda su santa paciencia, su buena cara y palabras, su bien hacer, su gran fe, como bastón de apoyo, y con la ayuda de mi padre y mi tío, se llevaba el mayor trabajo. Pero de nuevo, todos, los que estábamos más cerca, los que estaban más lejos, incluso el tío misionero, que venía todos los veranos, así como los emigrados, hacíamos turnos para cuidar de “Labueli”, cada uno cuando podía... nadie intentó poner excusas. Lo mejor de todo, que “Labueli’, no se movió de su casa, de su entorno, aunque no fuera capaz de reconocerlo. Nosotros, íbamos a esa casa, que siempre había estado allí, abierta para todos, acogiéndonos, dándonos de comer, de beber, cama...donde encontrábamos, risas, convivencia y grandes experiencias, aparte de conflictos de todo tipo, solucionados con entrega, ganas, dedicación, cariño, paciencia.. Y ¿qué es todo esto sino el AMOR VERDADERO, del que antes os hablaba?

Para terminar, aprovecho para decir que cuando se soluciona un conflicto, de buena manera, todos salimos ganando, algo aprendemos, se estrechan más los lazos en la familia, y el amor (que es una de las cosas que cuanto más das, más tienes) se agranda, haciéndonos fuertes para afrontar un nuevo conflicto.

Garazi Ortiz de Zárate Beitia

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Relatos 2013

diversa y que los valores y las reglas establecidas de cada familia son diferentes.

Conflicto familiar:

Susana vive en Vitoria- Gasteiz con sus padres y su hermana Amaia. Pertenece a una familia de núcleo tradicional, es decir, una pareja conyugal y sus hijos e hijas. Susana tiene 14 años, está estudiando 3° de la ESO y su hermana Amaia tiene 19 años y estudia Administración y Dirección de Empresas. La familia vive en un piso en el barrio de San Martín. Las hijas estudian y los padres trabajan; es una familia de nivel socioeconómico medio-alto.

El mes pasado, llegó una carta de la policía municipal denunciando que su hija estaba haciendo botellón a las dos de la mañana del sábado en la zona de las universidades de Vitoria-Gasteiz. En cuanto los padres vieron la carta acudieron a Susana muy enfadados; no daban crédito ya que supuestamente esa noche estaba durmiendo en casa de su ami-ga Ane. Se creó una situación de conflicto donde los gritos fueron los protagonistas de la discusión. A Susana no le sorprendió la carta, ya que sabía perfectamente tal y como le dijeron los policías que iban a dar aviso a sus padres. Aún así ella no les había dicho nada. La discusión fue tensa, los padres no entendían su actitud, ya que nunca antes les había mentido. Además, Susana saca buenas notas; no se podían imaginar a su hija emborrachándose en la calle cada fin de semana. Susana lloraba de rabia, no compartía la misma opinión que ellos. Según ella no estaba haciendo nada malo esa noche, les ex-plicó que en realidad iban a salir un rato con los amigos y que después dormiría en casa de su Amiga. Reproche tras reproche, no llegaron a ninguna conclusión ni solución. Los padres decidieron sin Susana endurecer las normas en cuanto a los horarios de salidas de fin de semana.

Análisis del conflicto familiar:

Hay varias preguntas que debemos hacernos a nosotros mismos para analizar en pro-fundidad el conflicto y así encontrar las posibles causas: ¿por qué Susana no les contó nada?, ¿se escucharon en la discusión?, ¿se comprendieron unos a otros?, ¿conocen los padres lo que hace Susana para divertirse?, ¿la carta fue el único motivo del enfado?, ¿la norma de endurecer la hora de llegada es una buena solución al problema?

Muchas de las preguntas tienen relación con la falta de comunicación y de confianza entre los padres y la hija no sólo en la discusión sino en el día a día también. Un buen indicador de ello es la forma de discutir. No sabemos si los gritos son habituales en las discusiones familiares o si normalmente no suele haber discusiones; y por lo tanto, la carta pudo haber sido el desencadenante que deja ver las carencias en la comunicación padres-hija. En este caso, parece que han perdido parte de la confianza en su hija por haberles mentido, ya que pensaban que esa noche iba a dormir en casa de su amiga pero según ellos se estaba emborrachando en la calle aunque no saben si fue así. Además, da la sensación de que los padres de Susana no conocen lo que suele hacer su hija en su tiempo de ocio con los amigos y amigas. A raíz de la carta que denunciaba el hecho de haber consumido alcohol, indirectamente piensan que es una práctica habitual en su hija y realmente no saben si es así. Es por ello, que quizás han querido endurecer los horarios de llegada a casa.

Es importante, imprescindible, que los padres conozcan las diferentes razones que pue-den llevar a su hija a consumir drogas. Deben conocer sus necesidades en esta etapa compleja para poder tratar con ella el tema. ¿Qué les lleva a probar las drogas?

La adolescencia es una etapa en la cual se produce una desvinculación de lo que han sido sus referencias durante la niñez, debido al deseo de encontrarse a sí mismos. Por

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este motivo, tienen sensaciones nuevas en sus cuerpos, que les empujan a experimentar con ellos mismos y con los demás. Sus semejantes son su referencia en esta etapa, con ellos comparten gustos, intereses, problemas... necesitan sentirse parte de algo (cuadrilla de amigos, grupo deportivo, movimiento social...) Les gusta sentirse vivos, arriesgar, lo prohibido... En este sentido, las encuestas realizadas anualmente por la Delegación del Gobierno para el PNSD y aquellas realizadas por los diferentes Comunidades Autó-nomas en sus territorios demuestran que en el grupo de opinión juvenil, a pesar de la importante información disponible continua minusvalorando los riesgos de las drogas. (Martín-Pinillos & Del Val, 2003).

Solución del conflicto:

La comunicación va a ser la clave para solucionar el conflicto. Los gritos no servirán más que para acumular tensiones y reproches. Ante este conflicto u otros similares, la calma por parte de todos los integrantes es necesaria para que se expliquen los distintos pun-tos de vista, sentimientos, opiniones... Aunque la discusión haya pasado la solución sería volver a retomarla con una actitud de querer escuchar y de comprensión. El escuchar y comprender significa entender y respetar las necesidades de cada uno. La adolescente reclamará más autonomía para poder ser ella misma y mostrarse como es: libertad para elegir amigos, horarios, para ir a donde quiera, respeto a sus decisiones e intimidad. Los padres respetarán su tiempo de ocio siempre y cuando Susana también cumpla las nor-mas establecidas. Los permisos y los horarios de salida y llegada deben pactarse siempre en función de que cumpla con sus obligaciones escolares y familiares. La palabra pactar es la clave para poder establecer las normas, es mejor que estén consensuadas entre los integrantes de la familia, no sólo con Susana sino también con su hermana Amaia.

Por una parte, Susana tiene que entender que los padres están preocupados por ella y que no entienden el por qué de su mentira. Por otro lado, los padres tienen que escuchar a su hija y no pensar en hipótesis que no saben si son reales, es decir, ¿saben realmente que se estaba emborrachando? Antes de presuponer que es una práctica habitual en ella, deberían de preguntarle de una manera natural, es decir, preguntarle qué suelen hacer los fines de semana. Puede que Susana no quiera sincerarse, ya que todavía no confíe plenamente en sus padres.

Para mejorar la comunicación y la confianza tienen que conocerse, y una buena forma es conocer los intereses: ¿sólo le gusta salir para beber alcohol?, ¿sus padres sólo se preocupan de tener controladas a sus hijas? Esas son muchas veces las percepciones que tenemos de unos y de otros. El conocerse, en este caso conocer el ocio, es una buena estrategia para acabar con esos prejuicios. Es verdad que el trabajo de los padres y los estudios de la hija hacen difícil el conocimiento mutuo, y muchas veces no se es consciente de ello. Hacer un esfuerzo por parte de los integrantes de la familia va a ser beneficioso en su relación, compartir aficiones juntos el fin de semana es una buena estrategia. A Susana le gusta el Baskonia al igual que al resto de la familia, por lo que una buena estrategia podría ser ir juntos a ver los partidos. Así la confianza mutua irá creciendo poco a poco y con el tiempo podrán contarse los problemas; puede que Su-sana admita que de vez en cuando bebe para sentirse integrada en el grupo. Sus padres la ayudarán sin prejuzgarla.

Para ayudarla y apoyarla, no debemos olvidar el tratamiento del tema. Los padres tie-nen que ser sinceros y hablarle de las consecuencias que tienen las drogas, no sólo del alcohol como en el caso de Susana. Por ejemplo, si los padres han probado substancias cuando eran jóvenes, es importante reconocerlo ante ella; utilizar la experiencia para darle información. Asimismo, un buen momento para tratar el tema podría ser durante el transcurso de escenas de consumo de alcohol en la televisión o cuando aparezcan anuncios publicitarios en una revista. No debemos ser ingenuos ni hipócritas, drogas ha habido, hay y habrá. No podremos evitar a toda costa el contacto con ellas, la informa-ción y la cohesión familiar determinarán cómo se afrontará ese contacto.

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Relatos 2013

Si queréis conflictos familiares con solución, os puedo contar una experiencia que funcionó.

El conflicto creo que es muy habitual; la solución? No lo sé…

Intentaré ser breve, y además no soy un letrado.

Esto es el año 2005:

-Una familia: el matrimonio y dos hijos.

Chica de 16 años, chico de 14.

La madre trabaja en casa y el padre fuera (en una fábrica), esto no es un acuerdo entre los cónyuges, ha surgido así por suerte o desgracia.

Pero ambos lo aceptan y hay armonía.

Económicamente no falta nada (imprescindible, quiero decir), nunca ha habido viajes al extranjero, esquí, Eurodisney, ropa de marca, etc., los padres no se lo pueden permitir.

Sin embargo, los niños tienen amigos que si tienen todo eso, y cuando eran pequeños pasa, pero con la edad citada surgen problemas: yo quiero… ¿por qué yo no?...mis ami-gos van… o tienen…etc.

Las broncas, quejas y problemas empiezan a ser cotidianos, frente a la impotencia de los padres, la convivencia es realmente un caos y además la adolescencia.

SOLUCION:

Hablaron la madre y el padre primero y después convocaron juntos urgente:

Orden del día:

-SOLUCION A LOS PROBLEMAS ECONOMICOS-

*La madre trabajaría fuera de casa, y encontró como cocinera en un restaurante, de ese modo subirían los ingresos familiares.

*A los hijos se les otorgaría un sueldo para sus necesidades no necesarias y se redactó

Sin título IIIFrancisco Javier Mateos Gil

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un contrato: se había creado un puesto de trabajo que estaba libre: “LAS TAREAS DO-MESTICAS”.

Los chavales aceptaron ese puesto a cambio de su salario.

Compras-cocina-limpieza-planchar-etc. etc.

Después de un período de aprendizaje de unos meses se les ofreció un contrato de 1 año; que firmaron encantados.

Hoy han pasado los años, han acabado sus estudios, tienen una cartilla de ahorro cada uno, con una importante cantidad y han aprendido a llevar una casa.

No sé por qué, pero dejaron de gastar su salario en cosas superfluas a los pocos meses, son muy selectivos en sus gastos.

Son todos muy felices, eso sí, al principio comieron muchas pizzas.

Tienen todos más tiempo libre, más dinero y no hay discusiones.

Me suele contar el padre (en broma) que sus hijos tienen un contrato indefinido…

De todas formas, los padres siempre que pueden les echan una mano en casa…

Mi familia siempre ha estado muy unida. Ayudándonos y apoyándonos ante la ad-versidad y paralelamente celebrando los buenos momentos. Un suceso inespera-

do hizo quebrar por completo esa unión, que por suerte; otra circunstancia asombrosa, en la que yo intervine sin querer, cambio el fatídico destino. Según se vaya desarrollando la historia se irá entendiendo. .

La protagonista es mi madre. Señora viuda de setenta y dos años con un cerebro prodi-gioso. Los meses de verano y alguno más, aprovecha para disfrutar del pueblo. Un día del mes de julio, pasó por su casa de Vitoria con el objetivo de colocarse alguna joya, antes de acudir al restaurante donde habíamos quedado para celebrar un cumpleaños.

Las joyas de la abuelaMarixa Osés Ruiz de Azúa

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Relatos 2013

Para sorpresa suya las joyas no aparecían. Yo personalmente ayudé en la búsqueda, pues al vivir junto a ella, habíamos quedado en su casa para ir juntas. En ese momento me informa que había cambiado la ubicación del pequeño tesoro, buscando un lugar más seguro ante un posible robo. “Ya sabes, una casa cerrada tanto tiempo.... Es fácil para un ladrón y con todo lo que se oye....” Optamos por seguir buscando a la tarde antes de que volviera al pueblo.

La segunda intentona, con todas mis hermanas ahora en el ajo, resultó totalmente infructuosa. La convencimos para que volviera tranquila al pueblo, con la esperanza de que en cualquier momento, la memoria intachable de mi madre imperaría de nuevo. En octubre regresa y retoma la búsqueda con resultados negativos. La casa patas arriba y no hay manera de que se produzca el encuentro tan añorado. Optamos por llamar al seguro para solventar en parte la pérdida económica, que por cierto, era bastante considerable, y lo primero que le piden es la denuncia del robo. La policía insinúa, por no decir afirma, que al no ser forzada la cerradura, al estar el resto de los objetos de la vivienda en el perfecto lugar que les corresponde y al no haber desaparecido nada más, el ladrón tiene que tener llaves y conocer la casa. Es decir, alguno de sus cinco hijos. Y aquí es donde mi madre se viene abajo pensando, que alguien de nosotros hubiera sido capaz de hacer tal cosa. Durante los próximos días, la comunicación con ella es constante preocupados por el estado en el que se encuentra. Dice no poder pegar ojo y que se va a volver loca. Cada uno de nosotros le negamos tal acción impropia de un hijo. Lo juramos a su vez por nuestros propios hijos. La situación se hace insostenible cuando mi madre confiesa a una de mis hermanas, la sospecha que tiene hacía otra de ellas, por el hecho de que en varias ocasiones le quitó dinero de su cartera.

En un momento me acerco a su casa para tranquilizarle, pues la encuentro realmen-te mal. Yo le digo que tiene que haber una explicación lógica y que debe confiar en nosotras porque el pensar mal, le está destrozando. También añado que el dinero es algo material y no tiene importancia, pero que nuestra relación sí es realmente valiosa. Entonces le pido que se relaje completamente y que después empiece a recordar paso a paso lo que hizo mientras cambiaba las joyas. Sólo cuando se siente tranquila iniciamos el regreso en el tiempo. Le pido que indique todo tipo de detalle, hasta el más nimio. Yo llevo a cabo las acciones que va describiendo y cuando inicia la descripción detallada de la bolsa de plástico transparente de cierre hermético de congelar (para despistar), junto con el trozo de toalla de flecos antiquísima de la infancia, donde estaban envueltas; me viene un flash. Veo esa misma bolsa en el mismo armario de la terraza donde mi madre indica. No puede ser. Me voy corriendo a la cocina a mirar la basura. No hay nada. Mi madre aún no ha tirado la bolsa desde que volvió. El corazón se me va a salir. Tiemblo. Ahora recuerdo todo. Mi madre me pidió que cogiera unas botellas de Ballantine’s, de ese mismo armario, para que se las subiera al pueblo.

Precisamente esa misma bolsa de la que ha hablado mi madre y una caja de cartón con recetas mías viejas, tiré a la basura en el mes de mayo. También recuerdo, que acababa de dejarlo con mi novio, y después de limpiar mi casa en profundidad, al parecer, em-pecé a hacerlo también en la de mi madre. No entendía que en aquel armario tuviera tantas mierdas. También recuerdo que fui a la cocina mientras hablaba por teléfono, para echarlo a la basura y no pude hacerlo por no haber bolsa en el cubo. Y con las mismas y las manos llenas me fui a los contenedores. Donde fueron a parar las joyas. Era tal la angustia que ahora padecía yo, que mi madre no pudo hacer otra cosa que echarme una pequeñita reprimenda y empezar a respirar del alivio. En efecto; había una explicación lógica.

Al cabo de un año de aquel suceso, me llama mi madre por teléfono casi sin poder hablar.

-No te lo vas a creer. No te lo vas a creer. No te lo vas a creer. ¡Es increíble!, ¡Han apa-recido las joyas!

-¿Ehhhhhhhh?

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En ese preciso momento, con el sol detrás, su silueta recordaba a una obra de arte esculpida por Rodin. Su cuerpo erguido, esbelto, su nariz afilada y su barbilla algo

elevada… desprendía fuerza y carácter. Resultaba hermoso.

¡César! Déjate de contemplaciones, tu madre dijo que iba a preparar asado y ya sabes la que nos espera si para cuando lleguemos se ha quedado frío...

César desvió la mirada del horizonte, recogió sus aperos y en unas zancadas alcanzó a su padre, que ya iba sendero abajo.

Así transcurrían muchas jornadas para la familia Pozo Rabal en la comarca de La Vera. Esas tierras llevaban siendo trabajadas por varias generaciones de la familia, y aunque ya eran varios los vecinos que habían introducido novedades en sus métodos de cultivo y elaboración, sobre todo en aquel año, 1954, ellos seguían haciéndolo de la manera tradicional en que lo habían hecho sus ancestros, trabajando en el campo con el baile del sol del este al oeste sobre sus cabezas en días como ese, y siguiendo después de la cosecha con un proceso artesano y minucioso, razón por la cual quizás su pimentón era reconocido como entre los de mejor calidad de la zona.

Observaba a su padre mientras se acercaba, y pensaba cómo los años con sus días ha-bían hecho mella en ese cuerpo, ya algo encorvado, que llevaba a cuestas tantas horas de trabajo.

Y ya a su lado, caminando rodeados de oscuridad y silencio, César volvía a los mismos pensamientos que venían rondando en su cabeza desde hacía un tiempo. Un anhelo cada día más intenso, cómo hacía unos instantes, con su mirada puesta en la lejanía, hacia el norte, preguntándose cuánta distancia le separaba de alcanzar ese deseo, cada día más ferviente...cómo sería contemplarlo, su fuerza, su olor... El Mar.

A sus 19 años aún no había conocido territorios que no pertenecieran a Cáceres, y aun-que realmente era feliz, entre estudios, diversiones y trabajo, ese deseo iba ocupando cada día un hueco más grande en su alma, que sólo había compartido sinceramente con su mejor amiga, Marián.

RaicesNuria Alda Ruiz de Apodaca

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Relatos 2013

Y en eso estaba cuando les recibió el abuelo Juan sentado en el banco de piedra de la entrada y un asado humeante y apetitoso que Flora acababa de servir en la mesa del patio, donde acostumbraban a cenar en las noches templadas.

Flora podía haberse llamado perfectamente imperativo. Otro nombre no le iría mejor. Los tres hombres acataban sus órdenes no sin rechistar, y ella sonreía para sus adentros, queriéndoles y cuidándoles con todas sus fuerzas y siendo conscientes todos ellos de que todo era como parte de un juego en que les encantaba participar, y en el que los caracteres se complementaban unos con otros en perfecta armonía.

Tras una velada, a la que se sumó Marián como hacía a menudo, y una noche de sueños tranquilos, César se levantó el primero, como de costumbre, y marchó hacia el campo cuando comenzaba a despuntar el día.

Divisaba ya sus plantaciones de pimientos cuando oyó que a lo lejos alguien gritaba su apellido, se detuvo hasta distinguir al cartero del valle que se le acercaba jadeando por el sendero cercano, y cuando éste pudo recobrar el aliento, le dijo si podía entregarle una carta, por evitar así ir hasta el pueblo; había pinchado su bicicleta y le esperaba un auténtico día de perros para solucionar sus repartos. César, sonriendo y deseándole suerte, se disponía a guardar la carta en el bolsillo de su pantalón cuando acertó a leer en el remite: Tía Engrasi. A punto estaba de advertirle al hombre que debía tratarse de un error cuando al girarla comprobó que iba dirigida a la familia Pozo, a su dirección correcta, y doblándola la guardó, extrañado.

Al llegar Jacinto le comentó lo sucedido, mostrándole la carta, y al ver que su padre, turbado, se encogía de hombros y se ponía a la faena sin más explicaciones, hizo lo mismo, con la incógnita girando en su mente a cada golpe de azada que daba.

Aún no sabían que esa carta, unas horas después, haría estallar la tormenta que rompe-ría la calma de los días pasados...

Flora cambió de color cuando su hijo, lleno de sudor y curiosidad, le entregó la carta. Las palabras, que siempre salían de su boca como torbellinos, se quedaron agarradas en sus entrañas, y en su lugar apareció un miedo húmedo en sus ojos que César siguió interrogando con su propia mirada. La madre respiró hondo y acertó a decir:

César, vida mía, yo quería... nosotros queríamos...siéntate, por favor hijo...

No hubo órdenes, ni bromas, ni cena esa noche en el patio. Rodeando la mesa sólo hubo preguntas, explicaciones, un montón de cartas unidas por un cordel con un mismo re-mitente, “Tía Engrasi”, y una verdad rotunda dada a destiempo a un César que era todo desconcierto y confusión.

Y cuando después de los reproches y las súplicas llegó un silenció incomodo, que sólo rompió el sollozo contenido de los mayores y los pasos de César dirigiéndose a su ha-bitación tras coger el manojo de cartas, una bolsa con sus ahorros guardados y algo de ropa, el sonido seco de la puerta al cerrarse se lo llevó, y trajo un pánico y un dolor que lo llenó todo, los llenó a todos.

Caminó hacia la estación, aún sabiendo que faltaban horas para que saliera el primer tren sin saber a dónde, pero sabía que no podía permanecer allí ni un momento más, no ahora, no después de esta verdad, su verdad. Necesitaba alejarse del lugar y del momento que había hecho trizas su confianza en quienes más quería. Ellos... ¿Cómo podían haberle ocultado durante tanto tiempo su verdad? ¿Cómo habían podido fallarle de esta manera?

Todas las explicaciones, los ruegos de Flora, las miradas de súplica de su padre y su querido abuelo Juan, se amontonaban en su cabeza hasta que el cansancio pudo con

Nuria Alda Ruiz de Apodaca

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la rabia y el dolor, y se quedó dormido hasta que le despertaron los cálidos rayos del sol rozando su cuerpo en el rincón del apeadero.

Y tomó una determinación. Iría al encuentro, al origen de su verdad. Tomando varios trenes, tras muchas horas leyendo y releyendo las cartas, y repasando lo hablado, ahora con más claridad, fue despejando dudas y acercándose al origen, con una mezcla de incertidumbre y curiosidad acompañándole hasta llegar a su destino, Lekeitio.

Ataviada con un delantal a cuadros y un moño alto flanqueado por mechones blancos a la altura de las sienes, la mujer abrió la puerta de roble y con una mirada curiosa y noble esperó a que el joven desconocido que tenía delante le dijera qué deseaba tras haber tocado el picaporte del caserío.

Fue suficiente mirar fijamente a sus ojos y oír dos palabras:

- Soy César... para apretarlo contra su pecho e inundarle de lágrimas de profunda alegría y nervios, comprobando que había llegado el momento que había deseado desespera-damente durante tantos años.

Tía Engrasi, que así deseó que le llamara desde el primer momento, le habló durante horas con su castellano extraño, explicándole todo con detalle.

Las bombas cayeron sobre Gernika siseando en el aire sin que nadie hubiera podido lle-gar a imaginarlo en la peor de sus pesadillas. El mercado atiborrado, las casas, las calles, la estación, quedaron reducidos a un amasijo de escombros, huesos y miembros, y el horror y el llanto inundaron el valle hasta entonces tranquilo y próspero.

Engrasi le narraba con un dolor indescriptible, como si todo hubiera ocurrido ese mismo día, cómo la desolación y casi la locura se apoderaron de ella al bajar del monte y com-probar que toda su familia había quedado sepultada, a excepción de ella y el pequeño Xavier, que gritó hasta la extenuación y fue liberado muchas horas después, casi sin respiración, de la oquedad que había dejado una gran viga al caer tras el impacto.

Xavier Etxezarreta Barajuen, ahora César, llamó a su ama Maritxu durante días, y la her-mana pequeña de ésta, Engrasi, tuvo que tomar la decisión más dura de toda su vida. Sin hogar, sin posibilidades, sin nada, se vio obligada a ir a servir a un caserío de otro pueblo del valle y dejar a su sobrino al cuidado de otra familia, solución que se tuvo que buscar para más niños del pueblo que se encontraron en la misma situación. Supo de Flora por la doctora, que acostumbraba a veranear en un pueblo de Extremadura, y le habló del buen matrimonio, de su imposibilidad para tener hijos, su deseo enorme de ser padres y del buen futuro que podían ofrecerle en sus campos de cultivo. Al co-nocer a Flora, con su mezcla de fortaleza y ternura, supo que dejaría en buenas manos al pequeño Xabier, con sus dos años sin cumplir, y lo entregó con toda la amargura y pena que le invadían al separarse de su propia sangre, sintiéndose amputada una vez más. Lo entregó prometiendo guardar el secreto por el bien de la criatura hasta que ellos decidiesen contarle la verdad, si bien nunca había pasado un solo día desde entonces en que no pensara en él, y escribía varias veces al año, mandándole suerte y amor desde las sombras en cada carta y esperando ansiosa las noticias que le enviaba Flora contándole los cambios, las rutinas y los progresos en la vida de César, que se iba convirtiendo en un hombre noble, trabajador y feliz, pero sin llegar nunca el momento esperado por ella de poder compartir la verdad. Hasta hoy.

Tía y sobrino lloraron, se abrazaron cien veces, siguieron hablando... César pudo saber también que sus abuelos habían sido pescadores, supo de la belleza y el carácter bonda-doso de su madre y de la fortaleza y personalidad de su padre, y de infinidad de detalles que le encantó conocer.

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Relatos 2013

En cuanto amaneció, ambos, cogidos de la mano, sin sentir el cansancio de una tarde y noche en vela cargadas de sentimientos y verdades compartidas, fueron a la playa a cumplir El Deseo, los últimos días casi olvidados.

Y lo vio por primera vez.

Ese mar ahora rojizo, por los primeros rayos de sol, que sentía y ahora sabía que en parte le pertenecía, y que sin saberlo había permanecido siempre dentro de él.

Pasaron muchos días, en que visitó Gernika, ya reconstruida, por la entereza de sus gen-tes que habían luchado con todas sus fuerzas por el amor a sus tierras y a sus muertos. Visitó los valles, los montes, los pueblos, y miró el mar, muchas veces acompañado por su tía, sintiendo ambos que habían ganado buena parte de la batalla al tiempo perdido, y muchas otras a solas, escuchando su rumor y escuchándose a sí mismo. Y ante su mar, pensando en todo, se sentía junto a todos los suyos, y consigo mismo, entendiéndolo todo.

Se dio cuenta que como sus pimientos, estaba formado y forjado por todo; por la se-milla, por sus raíces, por la tierra, por el cuidado recibido a lo largo de los años, que entrañaba una esencia y un carácter particular resultante de todo ello, de todos ellos.

Y tras unos meses, ya sin rencores, sólo con la paz que siente el que ha sabido escuchar y escucharse, volvió a La Vera, y cruzó la puerta que cerró aquel día, pero con la ira y la decepción muy lejos.

Al verlos los abrazó, se abrazaron, volvieron a llorar y a hablar, esta vez tranquilos, con la seguridad que da el amor sincero. No hicieron pimentón ese año. Por primera vez en tantos años, las tierras descansaron, como descansaron ellos, liberados Flora, Jacinto y Juan, sin el peso del secreto que no se habían atrevido a soltar por librar a su hijo, por protegerle del horror de la propia historia. Y él, por saber realmente quién era, por for-mar parte de dos mundos que amaba profundamente. Tomó una decisión haciéndose a sí mismo una promesa, que todos entendieron y apoyaron, y así la ha cumplido hasta ahora.

Sin faltar un año, en la época de secado del pimentón, viaja a su otra tierra. Aunque ya no le acompaña Engrasi, la siente junto a él, los siente a todos. Y hoy, en este preciso momento, con sus 78 años, siendo ahora él quien ocupa el banco de piedra, con el brillo en sus ojos nobles, orgulloso observa cómo juegan y ríen sus dos nietas, Flora y Maritxu, que aunque sólo cuentan con 4 y 7 años YA CONOCEN EL MAR.

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Fue un fatídico día, nada más que un instante, tan rápido y tan fugaz, como un chas-quear de dedos y tan brutal, como un fuego arrasando todo lo vivido, destrozando

a todo aquel que he querido.

Siempre me voy a arrepentir de haberte amado así, de haberte cuidado y mimado hasta haber llegado al punto de hacer todo, por y para ti, imaginando que esa tarea era la encomendada a mi figura, pilar de ésta, nuestra familia. Ahora soy capaz de entender que tu dependencia ante la vida, es fruto de ese trabajo que tan amorosamente yo te regalaba, y al que tú pronto te acomodaste. ¡Qué gran equivocación!

Amado mío, no te dejé, me arrancaron de tu vida sin tiempo para despedidas, sin tiempo para aclimatarnos a este tremendo golpe que nos atenazaba. Pero nosotros en mayús-culas, hicimos algo maravilloso, nuestros queridos hijos. Estos hijos por los que hemos peleado, ante las más adversas situaciones, y que hoy al verte tan vulnerable, han decidi-do acogerte en sus familias, junto con nuestros pequeños brotes, con nuestra calderilla, nuestro tesoro que no dejan de ser nuestros adorados nietos.

Te han abierto sus hogares y sus corazones y han adaptado su vida en torno a su yayo, modificando sus hábitos, sus horarios laborales, sus costumbres, su espacio natural. Te han dado asilo, aprendiendo a vivir con un octogenario, y allí donde habitaban la ado-lescencia y el desorden juvenil, vuelven los pañales, medicamentos y quién quiere saber cuántas cosas más.

Abre los ojos y verás que siempre están contigo, han sabido renunciar para regalar, para cubrir esos huecos vacíos de afecto que tú sentías en tu interior. Mira con transparencia su generosidad, hasta el despacho intocable y sagrado que no se atrevía nadie a cruzar su umbral, se ha convertido en tu dormitorio y en tu gimnasio, para que esas tus piernas, nunca dejen de funcionar. Olvida los egoísmos de nuestra edad y aprende a vivirlos con agradecimiento, como ellos te lo ofrecen a ti.

Carta de amorCarlos Unzueta

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Mira a esos niños, ahora ya adolescentes que se organizan faltando a sus entrenamien-tos y partidos, para regalar a nuestros hijos, sus padres, un ratito de intimidad y por qué no, un café o una copa con sus amigos sin prisas, mientras asumen el papel de supernie-tos, y comparten contigo el sofá y charlan contigo de esos tiempos pasados que parecen mejores, sin darse cuenta de cómo el reloj va marcando las horas.

¿Sabes amor? La estampa me parece un magnífico regalo, no se podía haber dibujado mejor. Cuando te veo sonreír me dejo llevar a todos aquellos momentos en que yo son-reía con vosotros, y te siento feliz, y soy tan feliz…

Fue un fatídico día de una tarde de mayo, en que la muerte se cruzó en mi camino y me arrancó todo lo que yo más quería, y mis únicos miedos fueron por tu soledad.

Fue un fatídico día de hace ya un año, y son nuestros hijos los que me han hecho des-cansar tranquila y esperar el día en que nos volvamos a dar los buenos días, y el saborear tu sonrisa, y esa arruga que se pronuncia en tu rostro cada vez que me miras…

Te amo y desde aquí te seguiré esperando.

La abuela salió a comprar algo de fruta, un día impresionantemente luminoso, de una tarde de mayo y nunca más volvió a casa, ya que un fatal accidente apagó su vida y ensombreció la nuestra.

A la abuela, que por título le corresponde el nombre ya que tiene cuatro nietos, nunca hemos sido capaces de verla como abuela, ya que para todos nosotros era el nexo de unión familiar, era la siempre dispuesta madre y esposa en cuyo vocabulario nunca existió la palabra NO.

Esta abuela por su fuerza nunca nos hizo ver las carencias existentes propias de la edad.

El dolor tan brutal que supuso su pérdida, sólo pudo ser superado por la visión tan desoladora de ver al abuelo perder el bastón de su vida, a la vez que a su guía, su com-pañera y amante durante tantos años, casi una eternidad.

La abuela había sido capaz de disfrazar todas las dependencias, y carencias del abuelo, sin pedir nunca una ayuda, tirando sola del carro.

Cuando el abuelo se quedó solo, fuimos capaces de entender que lo que ella tan ge-nerosamente había estado haciendo fue por el simple motivo de hacernos a nosotros “disfrutad de la vida ahora que podéis”, tal y como siempre nos decía.

En la familia entendimos que iban a cambiar cantidad de cosas, y que todos debíamos remar para no hundir el barco.

“El abuelo no podía estar solo más de media hora, el abuelo necesita ayuda para casi todo, el abuelo se sentía solo, aún acompañado por nosotros, solo y vacío en su inte-rior… y sus ojos eran un pozo de miedos…”

“El abuelo no quería ir a una residencia, el abuelo quería estar con los suyos, el abuelo necesitaba a su familia…”

La familia lo entendimos y optamos porque viniera a nuestra casa.

¡Ni cuando me regalaron al perro... se cambiaron tantas cosas!

El intocable estudio se transformó en su habitación, los papeles, libros y todo lo in-formático que allí pudiera haber habido, se convirtieron en muebles adaptados y como colofón una bicicleta estática. ¡Que cara puso el abuelo cuando la vio!

En la casa además se cambiaron los hábitos, la jornada de uno y otro se modificaron. Uno pidió jornada intensiva para volver a la hora de comer, y otro con más flexibilidad, realizaba ciertas horas de trabajo en el hogar modo online.

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Uno de los episodios familiares más angustiosos en cualquier casa es cuando el más pequeño de ésta decide reafirmar su yo frente al de los demás. Escrito así parece

que es una etapa más en la vida y que se puede sobrellevar de una manera más o menos adecuada porque a parte de ser una oportunidad para seguir creciendo como persona se fundamentan los pilares de su personalidad. Pero la realidad dista mucho de esa foto tan sugerente que nos venden los psicólogos y pedagogos, en especial cuando nos encon-tramos ante argumentos tan sólidos como “no quiero” “si lo quieres cómetelo tú” “no voy a ponerme el pijama”,... No, no, no... que cuando van acompañados de un límite se transforman en conductas agresivas.

El dragón desdentado

Con el tiempo se le planteó al abuelo la asistencia de ciertas horas a un centro de día y el abuelo en un principio lo desestimó, pero entrado el invierno, un día cenando propuso que iba a probar para ver si estaba cómodo y así el día no era tan largo. A fecha de hoy, sigue yendo, y además esta encantado contando sobre lo que hacen, y los comentarios de uno y otro, y todos juntos nos reímos de ciertas cosas que suceden y le hacen arran-car una carcajada.

Por nuestra parte mi hermano y yo, poco creo que hemos hecho por el abuelo, excepto quererle y mimarle como siempre él y mi abuela habían hecho con nosotros.

Así que lejos de que remar en este barco haya sido un esfuerzo, lo consideramos una gran satisfacción.

Además conociendo a mi abuela, creo alguna vez escucharla cerca del abuelo diciéndole al oído que sonría o que nos abrace aunque no tenga ganas de hacerlo. Porque eso sí; mi abuela era una mandona maravillosa.

Iñigo Martínez de Antoñana

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1 Este relato utiliza lenguaje no sexista. Las referencias a personas, colectivos o cargos citados en los textos en género mas-culino, por economía del lenguaje, debe entenderse como un género gramatical no marcado, es decir neutro sin intención sexista. Cuando proceda, será igualmente válida la mención en género femenino. Asimismo quiero señalar que por menor entendemos a los/as niños/as y adolescentes y por padres, hacemos referencia tanto a la figura femenina como a la masculina.

Pues bien, centrándonos en nuestro caso particular (mi hijo) hablamos de un niño de cuatro años, que hasta el momento se caracterizaba por su buen humor, su alegría y disfrute de las pequeñas cosas así como su capacidad para interiorizar aprendizajes... hasta que de buenas a primeras decidió por propia iniciativa evolutiva explorar el lado oscuro. Le llegó la sordera, la afición por el cuerpo a tierra acompañado de gritos, llo-ros y pataletas, el cruce de brazos cual portero de discoteca,... en especial, en aquellos momentos sublimes en los que hay que salir pitando al colegio, estás tomando un café con amigos o alguien importante te llama por teléfono. Podemos decir que se convirtió en un “generador de estrés parental1 cum laude” con una habilidad en el manejo de los tiempos digna del mejor coach. Esto tiene serias consecuencias en el día a día a nivel familiar, de pareja, y personal: discusiones de pareja, con los abuelos, con el niño, mal humor, preocupación (¿estaré criando a un desadaptado?),...

La primera conclusión a la que llegamos es que no sólo sufríamos nosotros. El también. En cada berrinche, en cada enfrentamiento él lo pasaba mal. Esto es importante porque fue la manera de entender la situación y hacerle partícipe de la solución. Nosotros como padres nos teníamos que situar de una manera diferente ante esos comportamientos. Cuando un medicamento no funciona no hay que poner una cuchara más grande sino cambiar de receta.

Esta premisa nos llevó a “externalizar” el problema, es decir, él no era agresivo, ni indis-ciplinado, ni sordo,... tenía un problema con la resolución de conflictos, con la gestión de sus emociones y los límites fruto de su momento evolutivo. Esto lo cambia todo. Ahora las cosas se ponían de nuestra parte. Trabajando esos aspectos con él era más fácil llegar a una solución: mostrando nuestra incondicionalidad hacia él, hacia su persona, incluso en los momentos más desagradables. Para ello creamos al dragón desdentado. Un ser malicioso en continuo sufrimiento debido a la falta de dientes y que decide aliarse con niños para que les vaya tan mal como a él. Le encanta destrozar cosas, gritar, no hacer caso,... Además como no tiene dientes no puede comer muchas cosas así que engaña a los niños para que tampoco coman. Así pues, le explicamos que cuando se enrabietaba su cuerpo era dominado por aquel dragón que dominaba sus conductas. Pero él podía elegir, si unirse al monstruo mellado o por contra enfundarse el yelmo, el escudo de plata con un brillante y la espada de oro mandándole de nuevo al sitio de donde había salido. Esta estrategia la trabajamos desde un cuento contado en una piza-rra de esas que se borran deslizando una barra unas cuantas veces ofreciéndole siempre una manera alternativa y participativa a solucionar los conflictos. Él era un caballero de la nobleza, con las mismas cualidades que siempre ha tenido y que antes os he relatado, pero con el objetivo de mantener a raya al maldito dragón.

Poco a poco se fueron reduciendo en intensidad y frecuencia las rabietas y sobre todo un cambio diferente en nosotros de verlas. Más paciencia, más serenidad, más diálogo, más empatía,... y junto a ellas llegó el crecimiento del que hemos hablado en el primer párrafo: poco a poco fue adquiriendo una mayor regulación de emociones, ser capaz de negociar cuando un plato no le gusta, esperar a que ama acabe de hablar por teléfono para contar algo que es muy importante para él,... Pero nosotros también crecimos. A valorar si cabe aún más sus necesidades, sus estados de ánimo, a negociar las normas, ser flexibles y sobre todo a transmitirle que es lo más importante y más delicado que tenemos en nuestra vida como para que lo adopte un saurio desdentado.

Aún así, aunque el dragón casi no hace acto de presencia por casa, no perdemos de vista que en 10 años vendrán en manadas junto con el acné, el olor a pies y la música a todo volumen. Iremos forjando más armaduras.

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He tenido la suerte de haber vivido siempre con mis padres en casa hasta que finali-cé el bachiller y me fui a estudiar a Madrid. Cuando decidí participar en esta con-

vocatoria y pensé brevemente en cuál podría ser mi conflicto, me di cuenta con cierto asombro de que el mismo había tenido lugar cuando ya estaba fuera de casa. En los casi 18 años en casa, apenas unas cuantas “broncas” durante la adolescencia, que práctica-mente no pueden considerarse conflicto. Esta ausencia de problemas no es casualidad, sino que se debe a que en mi familia casi nunca ha fallado la comunicación entre los miembros, y mi hermana y yo hemos sido educados en los valores de que los conflictos se solucionan dialogando y con predisposición para solucionarlos. Sin embargo ocurrió el problema, como digo, cuando estaba fuera.

Yo me fui a Madrid a estudiar Ingeniería Industrial. Siempre fui un alumno de buenas notas en la “ikastola”, así que siempre oí a mi alrededor aquello de que yo “podría hacer lo que quisiera”. Cuando llegó la hora de decidir, escogí esta carrera, prestigiosa y dura, lejos de casa. ¿Era precisamente eso lo que quería?

El primer año en Madrid fue muy difícil. Se mezclaron los ingredientes del gran cambio en mi vida, la dureza de la carrera y algunas circunstancias personales, que tuvieron como resultado un año muy malo en lo académico y en lo personal. Mi conflicto en familia fue de la mano con todo esto. De hecho, en cierto modo fue causa y a la vez motivo de ello. Por tanto, fue un conflicto prolongado en el tiempo, no puntual.

A medida que avanzaba el año, con cierto temor empecé a dejar entrever en casa que no estaba a gusto en Madrid y que quería volver. Y en casa, principalmente mi madre, empezó a dejar entrever que ella quería que me quedara. Escribo de esta forma, “de-jar entrever” porque al principio, ni ella ni yo dijimos esto claramente. Yo por temor a decepcionar a mis padres y ella, tal vez, por no querer aceptar que no quería seguir es-tudiando ingeniería. Hasta que las posiciones fueron quedando definidas de forma más clara, y los choques fueron también, más claros. Afloraron algunos matices de lo que en un principio era la discusión, como la duda de qué estudiar (algo que nos guste o algo con salidas), los motivos por los que no estaba a gusto etc.

Ingeniería de entendimiento familiarBorja Velasco Regúlez

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Relatos 2013

Hasta que al final del primer año, llegó realmente el momento de decidir si seguía en Madrid y si seguía en esta carrera o no. Mi duda era tal que durante algunos días estuve pre matriculado tanto en la universidad de Madrid como en la de País Vasco. En mi fuero interno quería volver, pero notaba en mi entorno una gran presión para que me quedara. Si bien de palabra se me dio libertad para elegir, yo sentía que de hecho no era así. Finalmente, después de mucho pensar, decidí quedarme en Madrid. Pero las cosas no mejoraron notablemente y en el trascurso del segundo año volvieron los mismos problemas, y en esta ocasión además recriminé a mis padres que me había quedado por ellos y que me habían presionado para elegir esa opción. Eso fue doloroso para mi madre, que no creía que hubiera sido así, y le dolía que la responsabilizara a ella de mi decisión y de mi infelicidad.

En los peores momentos, las discusiones más álgidas, como suele ocurrir cuando se está enfadado, por ambas “partes” se dijeron cosas muy hirientes que en realidad no se pen-saban, que sólo empeoraron la situación. Y, a causa del extremo al que se había llevado la situación previamente, llegó un punto en el que se perdió en parte la confianza en lo que expresaba el otro. Yo ya no creía a mis padres cuando me decían que podía volver (y lo decían de verdad), y ellos no me creían a mí cuando les decía que no estaba tan mal en Madrid.

La situación, como puede adivinarse, no era fácil de resolver, ya que abarcaba muchos factores y variables, y decisiones de “mucho peso” sobre mi futuro (o a las que nosotros damos mucho peso, que a veces puede ser un error). El tiempo ha tenido que jugar su papel. Porque, poco a poco, la situación académica ha ido mejorando, hasta ser buena ahora, y la situación personal también. A día de hoy no dudo en decir que no me arrepiento absolutamente de haber venido a Madrid, ya que soy muy feliz aquí y pienso que he ganado mucho por haber salido de casa, que siempre es una experiencia enriquecedora.

Pero a pesar de esto, de que mi situación sea ahora buena, el conflicto con mis padres también debía resolverse, no podía caer en el olvido o correr sobre él un tupido velo, ya que creo que en ese caso se corre el riesgo de volver a caer en los mismos errores. Y realmente el conflicto se solucionó. Para mí las claves de dicha resolución han sido el hecho de que hayamos seguido hablando del tema, de cómo me sentía en Madrid, de los motivos por los que ellos creían que era bueno que me quedara. La continuidad de la comunicación trajo la recuperación de la confianza, eso sí, con unas condiciones más favorables alrededor. Y también ha sido importante relativizar sobre el tema principal, la carrera, ya que hubo un día en que yo tenía la sensación de que la carrera era lo más importante y en torno a lo que giraba mi vida, y obviamente no es así, hay muchas otras cosas importantes. Relativizar sobre los problemas, dejar de verlos como montañas insalvables por grandes que nos parezcan, siempre es positivo.

He comprendido en parte su posición, la de unos padres que quieren siempre lo mejor para sus hijos (lo que no significa que siempre acierten con sus acciones y decisiones), y si bien en parte sigo pensando que estuve presionado a la hora de decidir, comprendo los motivos de su presión, de querer una buena educación para mí, de querer que saliera de mi ciudad para ganar lo que ello aporta.

Ellos han reaprendido (porque sé que mis padres sabían esto, pero a lo mejor no siempre es fácil acordarse) que lo mejor para un hijo es su felicidad, no el título de su carrera. Y que ahora que soy más maduro que cuando tenía 18 años las decisiones las tomaré yo en última instancia (aunque les pida consejo, obviamente, ¡son mis padres!) y ellos las aceptarán (aunque me den su opinión y yo la tenga en cuenta).

La franqueza a la hora de hablar, para expresar los sentimientos en cada momento de forma clara y sin miedo, y el hacer un esfuerzo para ponerse en las circunstancias del otro, son factores clave para la solución de un conflicto así.

¡Gracias aita y ama!

Borja Velasco Regúlez

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Se secó la cara con la toalla. Su rostro se reflejaba en el espejo y una mañana más veía ojeras y cansancio. Otra noche larga, por tanto, sería otro día duro.

Claudia trataba de dar explicación a ese insomnio que noche a noche le arrebataba las fuerzas que debía usar durante el día. Tenía un buen trabajo, una buena familia….pero existía un “Pero” y no sabía bien cuál ni por qué.

La poca o media energía con la que se levantaba la entregaba al cien por cien en su trabajo.

En casa le esperaba cada día otra “jornada laboral” que se le hacía mucho más dura.

Claudia estaba casada y tenía una hija de 7 años. Hacía mucho tiempo que no se plan-teaba si su matrimonio funcionaba o no. Era una rutina al lado de un esposo bueno con el que educaba a su hija. Eso era todo y tampoco se sentía con ganas de analizar o mejorar nada. Funcionaba. (Creía)

Sin embargo la situación familiar se basaba en los enfados de Claudia, su nerviosismo continuo, sus pocas ganas de dialogar, su ausencia de gestos cariñosos… Eso es lo que poco a poco Claudia iba viendo como familia normal, sin darse cuenta de que su marido y su hija no estaban siendo felices y no sabían qué hacer. “Hoy está cansada, ayer estuvo enfadada y probablemente mañana Claudia esté deprimida…“

Mientras tanto, él sumiso a un estado de infelicidad y la niña contaminándose día a día de una atmósfera tan poco sana.

Ramón intentó varias veces hablar con Claudia pero ella rehuía siempre el tema. Aquel día Ramón hizo que le escuchase hablándole de corazón.

-Claudia, tenemos que hacer algo, no podemos vivir día a día así, ni por ti ni por nuestra hija. Tienes que intentar dormir, descansar y tranquilizarte. Déjame que te cuide y que te mime y que nuestra hija disfrute de ti.

El descansoAranzazu Cordero Núñez

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Relatos 2013

Tus noches son un infierno pero ese infierno nos lo haces vivir a nosotros durante el día y queremos ayudarte. Empieza por tranquilizarte y disfrutar de tu día y de tu noche a nuestro lado y quizá encontremos ese pequeño o gran motivo que no te deja descansar.

Te aseguro que nuestro colchón está hecho con el mejor material. Es un colchón donde un día hubo amor y felicidad.

¿Te acuerdas?

El problema no es el colchón pero puede que lo sea el lado de la cama donde duermes. Posiblemente haya una arruguita en la sábana que no hayas quitado desde hace tiempo y noche a noche impide tu descanso.

Estira bien la sábana, quita esa maldita arruga y disfruta del descanso en tu colchón, en nuestro colchón.

Claudia se fue llorando a la habitación. Su marido tenía razón pero no le gustaba que le dijese las cosas claras ni que reconociese el problema que se daba en su propia familia por su culpa.

Era muy temprano para irse a dormir pero estaba agotada y quería meterse en la cama y estar un buen rato ajena a su “hogar”.

Deshizo la cama e inconscientemente se fijó en las sábanas y en todas las arruguitas que había en su lado de la cama. A pesar de que le pareció un poco ridículo, se puso a estirar bien la sábana hasta dejarla completamente lisa igual que el lado de la cama de su marido. Se metió en la cama y cerró los ojos. Estaba a gusto en su colchón de toda la vida y…¡se quedó dormida!

Después de unas horas se despertó con la sensación de estar descansada y relajada. No sabía qué hora era, así que se levantó para ir a buscar a su pequeña y a su marido. Antes de salir de la habitación giró la cabeza y vio que la cama estaba intacta, no parecía que hubiese dormido nadie allí.

Ramón y su hija estaban en el sofá jugando. Claudia se sentó en medio y los abrazó durante un buen rato.

-Ya no más arrugas, estiremos bien nuestras sábanas juntos.

-Mami, yo no tengo sueño todavía, quiero jugar más.

Claudia y su marido rompieron a reír y la pequeña , sin entender por qué, se unió con sus infantiles carcajadas disfrutando de un momento que casi tenían olvidado como familia.

Realmente la clave eres tú. Sé consciente de las arrugas que hay en tu sábana y empieza tú mismo a estirarlas para que no arrugue el colchón entero, la convivencia.

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Querido marido:

¿Qué ha sido de la persona buena y cariñosa con la que me casé hace 20 años?

¿Qué ha sido de ese hombre que me apoyaba en mis malos momentos?

¿Qué ha sido de ese compañero que me hacía sentir tan segura?

¿Qué ha ocurrido al cumplir los 50 años?

¿Qué sientes que has perdido?

¿Qué sientes que has perdido en tu trabajo para llegar desencajado a casa?

¿Qué he hecho para que me grites y me insultes de esa manera?

¿Qué he hecho para que nuestro hogar se haya convertido en un infierno?

¿Dónde ha quedado la complicidad de aquellos primeros años?

¿Dónde están el respeto y admiración que sentíamos el uno por el otro?

No sé nada. No me cuentas nada.

¿Tengo que pensar que soy responsable de todo lo que nos ocurre?

No sé qué hacer.

Si te pregunto qué pasa, me evitas o no me contestas. ¿Qué puedo hacer?

Hoy tu hijo me ha pedido que por favor, dejemos de discutir, que no puede soportar el vernos así (y me lo ha dicho llorando).

¿Qué puedo decirle? No tengo palabras. No encuentro soluciones.

Estoy triste, desesperada. Me ahogo entre estas paredes que un día fueron para mí un remanso de paz, donde me sentí, segura, arropada y querida.

Cuando quieras hablar… ¡avisame!Mª Carmen Sánchez Martínez

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Relatos 2013

¿Tan difícil es admitir nuestra edad?

¿Tan difícil es entender que el tiempo pasa, que tenemos toda una vida por delante para disfrutarla, ser felices y hacer felices a los que nos rodean?

¿Tan difícil es hablar sin gritar, sin discutir, sin insultar?

No te entiendo. No te conozco. Me asusta esta expresión de tu cara llena de miedo, rencor, inseguridad… Me das miedo.

Ayer estábamos sentados frente a frente cenando. Has vuelto a gritar por una tontería, como casi siempre y no sé de dónde he sacado el valor para decirte (“sin levantar la voz”) que cuando quieras hablar, me avises pero que no acepto seguir así ni un minuto mas.

Me he levantado de la mesa (sin terminar de cenar) y me he marchado de la cocina, como bien has visto. Lo que más me ha llamado la atención es que no has contestado, te has calmado… y yo he conseguido decírtelo sin alzar la voz con tranquilidad.

… una semana después…

Querido marido:

¿Cómo estás?

¿Qué te ha pasado, para llevar una semana sin enfadarte ni levantar la voz ni una sola vez?

¿Tan contundentes fueron mis palabras?

¿Has decidido seguir viviendo sin pensar en que has cumplido 50 años y te estás ha-ciendo mayor?

¿Te has dado cuenta de que tienes una buena vida, un hijo estupendo, una salud in-mejorable y de que aunque a tu trabajo también le está afectando la crisis, todavía lo conservas y nos permite vivir?

Si te has dado cuenta de todo esto. Me doy por satisfecha. Estoy contenta.

Ya he olvidado todo lo que nos has hecho sufrir estos interminables meses.

Ya he olvidado la desesperación en la cara de nuestro hijo.

Ya he olvidado tus malas palabras hacia mí.

Ya he olvidado los malos gestos.

Ya he olvidado…

Sólo espero no tener que volver a pasar por este sufrimiento.

Sólo espero que todo esto no se repita.

Sólo espero que seas feliz y que busques lo que encuentras.

¡Ayúdame! No podría volver a pasar de nuevo por una situación así.

Tu esposa y madre de tu hijo.

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“Aita, Ama, he suspendido”. Esta es una de las frases más temidas tanto por padres como por hijos, y más si es algo cotidiano. Cuando esta situación se hace un hueco

en nuestros hogares, crecen más conflictos que el simple hecho de obtener una califi-cación baja en alguna materia. Estamos ante un conflicto personal, que acaba desarro-llándose en un problema familiar.

Cuando hablamos de conflicto familiar, muchas veces no vemos más allá que las discu-siones entre los cónyuges, divorcios, separaciones, herencias, episodios de malos tratos y tristemente un largo etcétera. Hoy en día si metemos en una coctelera, el estrés de vida de los padres, las riñas rutinarias en casa y además que los pequeños de la familia entran en el famoso concepto llamado “fracaso escolar”, la explosión puede ser brutal.

Las causas por las que un niño cae en el fracaso escolar son múltiples, y lo avalan muchos estudios. Pero este escrito no trata de enumerarlas, sino de hacer ver que la implicación parental y familiar ante esta situación es más que necesaria. Pero entonces, ¿Qué es lo que debemos saber para mejorar esta situación, y sobre todo el ambiente familiar? Es importante añadir que las capacidades y rendimiento del alumno no viene dado exclusivamente por su nivel intelectual, sino que participan el medio cultural, la salud, la personalidad, las relaciones interpersonales, etc.

Una verdadera solución al problema, es la relación entre los cónyuges y los educadores de sus hijos. El tratar de implicamos en su educación en el colegio no sólo nos ayuda a saber más información sobre los hijos, sino que ellos mismos observan que hay un interés hacia ellos y hacia sus metas. Hoy en día además ha aumentado la cantidad de deberes que deben realizar, así que es una excusa perfecta para pasar tiempo con ellos mientras les ayudamos a consolidar todo lo aprendido. Poco a poco iremos establecien-do una relación de mucha más confianza con ellos y trasmitiéndoles el concepto de responsabilidad.

Asimismo, pedirán consejo a la hora de realizar sus deberes e incluso disfrutarán ense-ñando las nuevas habilidades que han adquirido. Es así como tratarán de superarse a

Aita, Ama, he suspendidoSilvia Pérez del Palomar

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Relatos 2013

sí mismos, mejorando en sus calificaciones y llegando a casa con una sonrisa en vez de con un nudo en la garganta.

Está claro que no es fácil dar una solución mágica que resuelva todos los altercados que pongan en riesgo el nido familiar, pero una de las cosas más importantes es no dejarlos olvidar. Cuando se trata de la educación de los hijos; el colegio, las notas, los exámenes, las extraescolares, los deberes, etc. no lo son todo. Debemos sacar tiempo para preocu-parnos por el desarrollo escolar de los pequeños de la casa sin dejar que esto afecte a lo demás, y no sólo cuando aparecen problemas de aprendizaje. No nos debemos tomar nada como un fracaso, sino como un toque de atención para prevenir y así evitar pro-blemas más importantes en un futuro.

Por ello, sin dejar de lado la educación en el colegio, hay que decir que las notas no son lo más importante, que los logaritmos, geometría, sintaxis, senos, cosenos, etc. nos dan igual en el día a día. En cambio las emociones negativas y positivas, enfados con los amigos y con los padres, habilidades sociales, etc. es algo que experimentamos cada día y que se adquiere en mayor medida en la educación de puertas para dentro. Así que, un buen clima familiar cambiará el “Aita, Ama, he suspendido” en “Aita, Ama, estoy a gusto conmigo mismo”.

El principe al que destronaron un mes de julio

Nuestro hijo Javier a sus seis años y medio vivía cómodamente y feliz ajeno a cual-quier tipo de conflicto ya fuera en casa, en el cole o en la calle hasta que ese año

a finales de junio llegó Dimitri, un niño bielorruso que venía a pasar el mes de julio con nosotros.

Mi marido y yo habíamos leído un anuncio en prensa en el que se solicitaban padres de acogida para niños de Bielorrusia que sufrían las consecuencias del terrible accidente de Chernóbil. A nosotros nos pareció una buena idea colaborar invitando a nuestra casa a

Tercer

Premio

Mª Socorro Soto Delgado

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un niño bielorruso porque además pensábamos que a Javier también le vendría bien la convivencia con otro niño.

Así se lo explicamos a él, quien ya desde el principio no pareció muy convencido con la idea de que otro niño se instalara en nuestra casa.

Junto con Dimitri llegaron los conflictos a casa, y no porque él los provocara ya que él estaba acostumbrado a convivir con más niños puesto que es el mayor de tres hermanos, y además he de decir que es un niño muy noble y de muy buenos sentimientos.

El principal problema era que Javier estaba atacado de los nervios viendo que el otro cogía sus juguetes favoritos y que además tenía que compartir a sus padres con él, su habitación, su ropa...

Nosotros por nuestra parte estábamos empeñados en que debía compartir sus cosas con Dimitri. Cuando hablábamos con él intentábamos hacerle ver que todos debíamos esfor-zarnos por hacer la vida más fácil a nuestro invitado ya que estaba lejos de su familia y además a duras penas nos podíamos entender con él ya que no sabía nada de castellano y nosotros nada de ruso. Todo ello debía ser muy duro para él.

Con este fin le poníamos ejemplos a Javier de que tratara de imaginarse cómo se sentiría él si estuviera en Bielorrusia en casa de una familia extraña a la que no entendía nada de lo que le hablaban, probablemente con otras costumbres, otro tipo de comidas... y encima hubiera allí un niño que no se esforzaba nada por hacerle la vida más fácil. En estos momentos a Javier se le cambiaba la cara y parecía recapacitar.

Aparte del tema de compartir los juguetes, otro elemento de polémica era la televisión. Con frecuencia uno quería poner un canal y el otro uno diferente.

En este punto conseguimos llegar a un acuerdo de tal manera que Javier elegía su pro-grama favorito y Dimitri elegía otro que a él le gustaba y ambos debían respetarlo no cambiando de canal en ese momento.

De esta manera, entre una cosa y otra, pasamos el primer año.

Cuando Dimitri se marchó a su país a nosotros nos dio pena porque es un chaval muy majo y de muy buenos sentimientos, pero Javier respiró tranquilo y aliviado porque ya no tenía que compartir nada con él y el mando de la TV era para él sólo.

Cada vez que le preguntábamos si quería que Dimitri volviera al año siguiente decía con rotundidad que NO.

Un día me encontré con una amiga que sabía que habíamos traído un niño bielorruso ese verano y me preguntó qué tal la experiencia. Cuando le conté que Javier se había mostrado muy celoso y que le costaba mucho compartir sus juguetes, ella me comentó que eso era normal y no se me olvidará lo que me dijo:” eso es lo más normal del mun-do. Piensa que para tu hijo, acostumbrado a estar solo con vosotros es como si un día llega a casa tu marido y te dice a ti que va a llevar a vivir con vosotros a una amiga y que debes esforzarte por hacerle agradable la vida. Y encima tú ves que esa “buena amiga” de tu marido todas las mañanas va a tu armario y te coge tu blusa favorita, tus joyas y tu mejor bolso. ¿Cómo te sentirías tú? Seguramente también estarías furiosa y atacada de los nervios como ha estado tu hijo”

Esta amiga me hizo ver las cosas desde otro punto de vista: el punto de vista de mi hijo. Es cierto que a nadie nos gusta que nos cojan nuestras cosas más preciadas sin nuestro permiso.

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Relatos 2013

Por eso al año siguiente cuando decidimos que volviera Dimitri a pesar de que Javier no estuviera de acuerdo, hablamos con él para saber qué era lo que más le había molestado y hacía que no quisiera que volviera.

Cuando él confesó que no le gustaba que le cogieran sus juguetes favoritos sin su permiso y cómo los trataba, vimos que la solución podía ser fácil: le dijimos que podía eligir aquellos juguetes que no estaba dispuesto a dejar y que los guardaríamos mientras estuviera Dimitri y que jugarían con el resto. A él le pareció una buena idea.

Javier eligió un par de juguetes (sus favoritos) y nosotros los guardamos respetando así sus deseos. Los demás juguetes no le importaba compartir.

Aquello relajó mucho la convivencia el segundo año y las cosas fueron mejor.

Año tras año la convivencia ha ido mejorando y de todo esto hemos sacado varias lec-ciones:

-Que a los niños hay que darles su tiempo. A veces pretendemos que aprendan las cosas “ya”: que sepan a compartir ya, que aprendan a convivir ya... y todo eso lleva un tiem-po. Sí, la educación lleva su tiempo. Por eso es importante no rendirse a la primera de cambio.

Si nosotros hubiéramos accedido a las pretensiones de nuestro hijo de no invitar a Dimi-tri un segundo año le hubiéramos privado de aprender todo lo que ha ido aprendiendo junto con él.

-Otra lección para nosotros fue el hecho de ver el problema desde la perspectiva de nuestro hijo.

Aquella conversación con mi amiga me hizo ver el conflicto desde el punto de vista del otro y por tanto comprender también cuáles eran los sentimientos y las razones de nuestro hijo. A veces los adultos somos excesivamente “dogmáticos” y nos creemos con la posesión de la verdad porque nosotros como adultos creemos saber lo que les convie-ne a nuestros hijos sin pararnos a pensar en que ellos también tienen su punto de vista y pueden tener sus razones para su comportamiento.

- En este sentido, he de decir que es necesario el diálogo con nuestros hijos para ver qué es lo que ellos sienten y cómo ven el problema. Si hablamos con ellos podemos lle-gar a entender qué es lo que les preocupa o cómo viven ellos una situación y así resulta más fácil llegar a encontrar una solución que desde luego, aceptarán mejor que si les viene impuesta por sus padres.

-Hablar con otras personas de nuestra confianza, como a mí me ocurrió hablando con mi amiga, puede ser positivo porque en muchas ocasiones te pueden dar un consejo o te pueden hacer ver las cosas desde otra perspectiva que a ti nunca se te hubiera pasado por la imaginación. En definitiva estar abierto a los demás ya que nos pueden ayudar.

En resumen, podríamos decir que creemos básico para resolver cualquier conflicto: dar-se su tiempo, ponerse en el lugar del otro, el diálogo y estar abierto a los demás y a nuevas ideas.

Finalmente debo decir que con el tiempo la relación entre Dimitri y Javier ha ido mejo-rando y que éste será el octavo año en el que venga a nuestra casa el mes de julio. Ahora puede decirse que los dos son buenos amigos.

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Hoy en día son muchos los abuelos que están asumiendo la tarea de cuidar a sus nietos.

Es verdad que la mayor parte de los abuelos asumen esta tarea con gusto y que los padres que dejan a sus hijos al cuidado de los abuelos lo hacen convencidos de que no podrían estar en mejores manos.

Pero, ¿qué sucede cuando los padres dicen una cosa y los abuelos otra?

Uno de los motivos principales que genera malestar y malos entendidos entre hijos adultos y sus padres son los diferentes criterios que padres y abuelos tienen a la hora de cuidar y educar a los nietos.

A veces lo que para los padres es correcto para los abuelos no lo es, y viceversa.

Esta diferencia de criterios en la educación afecta directamente a los niños, quienes se sienten desconcertados, y no saben si seguir las normas marcadas por los padres o por los abuelos.

En principio, son los padres los que deben educar a sus hijos, pero no todos los abuelos lo respetan, entrometiéndose en exceso en las tareas educativas de sus hijos.

Este caso lo he vivido de cerca, y es un ejemplo de lo que os cuento:

Aroa está castigada por portarse mal con su hermano. Sus padres la han castigado sin ver la televisión ese día. Sin embargo, cuando su madre, Ana, va a casa de sus padres a recoger a los niños todos están viendo la televisión, y esto a pesar de haberle dicho a su madre que Aroa estaba castigada.

Tras mostrar Ana a su madre su malestar, ésta le dice que la niña le ha prometido que va a portarse bien y que además si su hermano ve la televisión no va a quedarse ella sola en la habitación sin ver los dibujos.

Ana piensa que su madre siempre está contradiciendo sus ordenes y empieza una discu-sión entre ambas cargada de reproches.

Los diferentes criterios a la hora de educar a los niños vuelven a ser de nuevo motivo de malestar entre padres y abuelos.

¿Qué sucede cuando los padres dicen una cosa y los abuelos otra?

Ainara Fernández

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Relatos 2013

Para evitar esto es importante dejar claro ”quién dictamina las normas de educación” y evitar así que los niños se sientan desconcertados sin saber si obedecer a unos u a otros.

Si hay algo en que padres y abuelos están de acuerdo es que ambos quieren lo mejor para los niños.

Por ello, para evitar estos conflictos en el futuro, tanto Ana como su madre han decidido pactar las pautas a seguir cuando los niños están al cuidado de los abuelos, sin desau-torizar a los padres ni discutir con ellos delante de los nietos, aunque luego, en privado, puedan expresarles sus desacuerdos.

Es importante saber trasmitir a los abuelos las necesidades y lo que se espera de ellos, recordando lo importante que es para los padres que les apoyen en sus decisiones, aun-que puedan no estar siempre da acuerdo con éstas.

Datos de identificación

Nombre y apellidos solicitante:

Objetivo del Informe: Análisis y evaluación del nivel obsesivo

Grafóloga - Grafoterapeuta:

Fecha de elaboración: Junio 2012

Cuerpo Grafológico del Informe

Signología básica (rasgos dominantes en su escritura)

VACILANTE + VELOCIDAD LENTA: Incertidumbre, dudas, escrúpulos + sentimientos de culpa.

RETOCADA (re-escribe sobre ella): Obstinación, autocrítica, control de la agresividad

CLARA (1OOx100 legible): Amor al orden, sentido del deber, miedo a fallar.

MARGEN IZQ. AUSENTE + MARGEN DRCHO GRANDE/IRREGULAR: inseguridad, temor al fracaso, agotamiento ansiedad, rechazo ideas nuevas, pesimismo. NOTA: la perturbación de los márgenes (masa gráfica+firma hacia la izquierda: indicadores de posibles rasgos obsesivos).

Obsesión

Ainara Fernández

Blanca Sedano

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RIGIDEZ GRÁFICA: Actitudes compulsivas. Exceso de control. Evitación de salida a emo-ciones y espontaneidad.

PREDOMINA FORMA SOBRE MOVIMIENTO: represión, infravaloración.

INTERLÍNEA MUY ANCHA: Fuerte autocensura, fobias de contacto e higiene.

PUNTUACIÓN: Letra ‘i’ acento penetrante largo y centrado: Ideas ansiosas.

- Puntos iniciales antes de comenzar la palabra: Ideas negras, mala conciencia, ansiedad de abordaje. -Puntos inútiles (entre palabras y al finalizar su firma): manías, necesidad de exactitud exagerada que lleva a comprobar continuamente lo hecho. Remordimientos.

BARRAS ATRASADAS: escrúpulo, inhibiciones.

ÓVALOS PINCHADOS Y ENROSCADOS: Tendencia a atormentarse persistentemente. Autoexigencia: utiliza el sufrimiento como autocastigo para neutralizar sentimientos de culpa. Perfeccionista por defensa.

Las combinaciones que se pueden hacer son infinitas. Esta breve reseña de apuntes gráfi-cos muestra el perfil del trastorno obsesivo. El resto de signos y su contextualización nos ayudan a efectuar el retrato completo de su personalidad, aunque vamos a centramos en el problema que ocupa a Mentxu, y derivado de su actuación, a su familia.

Ideas que ocupan su campo de conciencia le conducen pensando o haciendo irracional-mente algo que no desea, en contra de su voluntad. Surgen manías que ponen en grave riesgo el equilibrio psíquico de Mentxu y la persistencia en el tiempo ha creado conductas acompañadas de compulsión.

La presencia del trastorno le impide controlar rituales, actos repetitivos que interfieren en su vida retrasando labores, condicionando expresiones... temerosa de que sus palabras sean mal interpretadas.

Limpia, y repasa lo que está limpio. Cada día cierra siete veces el mando del gas aireando la vivienda con las ventanas abiertas incluso en pleno invierno. Debe ordenar el cajón donde guarda los cubiertos dos “veces por la mañana, dos por la tarde, cuatro veces cada noche comprueba si la cerradura de la puerta de entrada lleva tres vueltas de llave -ris ras, ris ras- lavándose las manos furiosamente en cada ocasión por haber tenido contacto con el llavero, posiblemente contaminado... Extraño comportamiento que realiza cosas sin lógica y falto de respeto hacia la convivencia familiar que no pueden descansar, además de fuente de sufrimiento para ella.

Cuando ellos tratan de razonar se encuentran frente a la mirada de Mentxu en el vacío, clara denuncia de que su pensamiento está en otra parte, así va perdiendo comunicación con los cercanos, parece distraída porque no atiende a nada que no tenga referencia a las ideas y problemas que le obsesionan

Vulnerable y sensible, consciente de que su percepción de la realidad difiere significativa-mente de la que tienen los que le rodean, saberlo no le hace sentirse más comprendida, sino que por el contrario se siente incapacitada para llevar a cabo otros modos con los que podría funcionar y mejorar su calidad de vida. La sensación de frustración y culpabilidad le crean un gran malestar, sentimiento que apaña manipulando inconscientemente a los demás, así no tiene que enfrentarse a su propio problema: un narcisismo llevado con ha-bilidad para que los suyos -incapaces de soportar sus crisis de ira o depresión- terminen cediendo, mezclado con victimismo:¡YO, la madre, el pilar de esta casa sacrificando mi vida preocupada por hacer lo mejor para todos...!!

El temor a contaminarse con gérmenes nocivos le obliga a utilizar pantallas protectoras: siempre a mano los guantes higiénicos, el papel para evitar tocar una manilla, un trozo de sábana recortada para envolver el mando de la televisión, uso diario del vaporetto eliminador del polvo... llamadas de atención para que nadie pise descalzo la alfombra, posiblemente plagada de bacterias, la familia sometida a una estrecha vigilancia sufriendo

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sus manías, y Mentxu... ¡no llega a todo!

Analiza exhaustivamente componentes en productos de limpieza, prendas de vestir, ali-mentos a ingerir... formándose cual especialista. Sermonea sobre el proceso de deterioro al que podemos exponer nuestro organismo si no cumple con una comida balanceada, y el poder de auto- transformación energética consciente le tiene atrapada. A los de casa, ¡hartos!.

Sufre artritis reumatoide, tiroiditis autoinmune caminando hacia una esclerosis múltiple. Por fortuna un diagnóstico temprano ha sido fundamental para recibir el tratamiento adecuado y efectivo, reduciendo su severidad.

Utiliza todas las aplicaciones con los de casa porque quiere estar sana y librarlos de su-puestas enfermedades, encuentra mil remedios: en intemet, en hierbas medicinales, dietas desintoxicación, ajos contra el colesterol, apio para la presión sanguínea, sardinas, verdel, atún, que previenen artritis, el pescado por sus favorecedores aceites de omega, jengibre contra inflamaciones, cebolla para liberar la compresión de los bronquios, aromaterapia, reflexología, nutrición, equilibrio ácido alcalino, pesticidas en los alimentos, las teorías del pH, plaguicidas en frutas, verdura, ftalatos y parabenes tóxicos por absorción, ¡cuidado! uti-licemos sartenes- con tejidos aislantes, apliquemos los principios de protección y cautela...

Conoce todas las herboristerías, acude a yoga, pilates, reiki, bio-energética, fiel seguidora de Pamiés y la Stevia (en su casa el azúcar la consumen a escondidas), clases en la escuela de salud donde le informan sobre la eficacia de ciertos fármacos que, en el tratamiento, cambian el punto de vista que uno tiene de su enfermedad, empapándose en su actividad investigadora sobre las causas productoras de su mal, en busca de nuevos tratamientos, se siente dentro de un laberinto que no tiene salida.

Mentxu observa en sí misma cierta mejoría tras el constante recorrido por diferentes espe-cialistas, Marido e hijos han aprendido su discurso de memoria, ¡les aburre, les crispa!, y escuchan en silencio pendientes del reloj para huir de ella.

Emocionalmente sufre un shock doloroso al descubrir que los suyos, contraviniendo sus indicaciones, consumen embutidos, se atiborran de pintxos y ‘potean’ sin pudor capi-taneados por el padre, a menudo empiezan a comer sin haberse lavado previamente las manos, todo trampas que inutilizan sus saludables proposiciones, eso que prepara cada plato siguiendo rígidamente pautas, pero está visto que sus tratamientos empeoran las relaciones íntimas o sólo funcionan a corto plazo: no hay conexión, su familia parece estar viviendo en otra ciudad.

Desesperada solicita el informe grafológico de personalidad demandando ser atendida ¡ya!. Mentxu se siente sola, incomprendida, confusa, perdida... no entiende qué le está pasando.

Entrego su Informe. Tragando saliva se reconoce en una historia de complejos/ necesida-des sin resolver, baja autoestima... No es la esposa sumisa, madre abnegada, la buena de la peli, resignada, sin reconocimiento esa mezcla de heroína altruista Agustina de Aragón/Madre Teresa, ni se ha convertido en el blanco de un clan... Lo acepta sincerándose consi-go misma y animada a aprender otras formas de vida, cambiar el estilo y sentirse apoyada por su entorno, a quien comunicamos el objetivo que se ha propuesto Mentxu: romper el círculo de repeticiones y rituales.

Comenzamos el tratamiento de Reeducación de la escritura o Grafoterapia, con el que corregirá conductas negativas que afectan a su desarrollo personal y de relación.

Aplicando una metodología a través de cambios escriturales reparamos facetas que le per-judican. Debe practicar diariamente escribiendo textos durante cuarenta y cinco minutos sin prisa, disfrutando del gesto gráfico. Poco a poco sentirá menos ansiedad, en el plazo de un mes aparecerán señales de mejoría y de ahí en adelante Mentxu será positiva, no tendrá las complicaciones que le acompañan.

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El punto de arranque lo facilita la gran voluntad que posee. Está motivada, además posee otros factores: atención, curiosidad, disposición para aprender y emprender... El tratamien-to se ejecuta mediante la transformación de aquellas letras que precisa reformar. Reorde-namos márgenes, damos frescura a la dirección de líneas, palabras, evitamos el retoque... y así Mentxu, en una labor responsable y paciente, reeduca signos poco positivos y combate baja autoestima, obsesiones, inseguridad y un largo etcétera.

REEDUCACIÓN DE LA ESCRTTURA - EJERCICIOS PRÁCTICOS

Grafoterapia: educación del gesto gráfico personal bajo el punto de vista motor y mental. Mentxu debe repetir metódica y disciplinadamente el gesto gráfico a tratar. Esta disciplina grafomotora educadora corregirá cualidades negativas del carácter y los estados psíquicos enfermos/patológicos.

Elige escribir cada mañana el texto que confecciono para ella de contenido autosugestivo donde va a expresar lo que desea conseguir. Repercutirá favorablemente porque al tiempo que escribe evoca ideas apropiadas para corregir defectos perturbadores.

Una labor adecuada a ella con los signos correspondientes: evitar retoque le libera de ideas parásitas, inclinar a la derecha le acerca a los otros, puntuar barras de ‘t’ en el centro y eliminar puntos innecesarios le permitirá dar una razón segura cuando deba opinar, anu-lando espirales tendrá actitud altruista, aprenderá que no sólo debe escucharse a sí misma. Y todo en esta línea.

La constancia hará desaparecer intranquilidad, amarguras que provienen de un estado de ánimo torturado, y el texto variará cada dos semanas, evitando así que se obsesione su mente.

Está informada sobre el resultado positivo que obtendrá tras la reversibilidad que fun-damenta la reeducación gráfica, según la cual las vibraciones de las células cerebrales de acuerdo con una conducta se reflejan en el papel conducidas por el brazo o la mano: mo-dificar los trazos a través de una ejercitación gráfica repetida favorecerá la transformación de la conducta, dado que ese recorrido vibratorio del cerebro al papel es reversible.

El tema es mucho más amplio y complejo, GRAFOTERAPIA, gran desconocida cuyo pos-tulado se apoya en el hecho, comprobado científicamente, de que existen en nuestro cerebro y sistema muscular relaciones funcionales tanto centrífugas como centrípetas. Los movimientos que ejecutamos escribiendo y realizando cualquier tarea habitual repercuten sobre nuestros centros nerviosos modificando el curso de nuestros pensamiento. Por tanto una disciplina psicomotora bien orientada, puede suprimir nuestros actos mecánicos per-judiciales o modificarlos suavizándolos.

Responsable y constante Mentxu elimina gestos superfluos, su escritura tiene movimiento ¡vida!, ya no enrosca ni pincha óvalos, camina recta firme y segura por la página, ha me-jorado el ritmo gracias a lo que ha simplificado, el margen de la izquierda ya no parece hecho con regla. Observamos que ahora coloca, sin hacer un esfuerzo especial de atención, sólo las tildes necesarias, en otro ejercicio, pasado el tiempo, vemos que están soltando la antigua rigidez, va disminuyendo aquella necesidad de perfección, ya no necesita la vigilancia estresante que agobió a los suyos, se siente mucho mejor.

Tal vez nunca elimine definitivamente su tendencia a revisar los componentes de... sin embargo un aviso constructivo “déjalo” distrae la obsesión. Continuará esa línea macro-biótica, ecológica, naturista en la que tanto confía, pero respetará morcilla, panceta, y chorizo flotando en la olla sobre las alubias, que tanto pueden perjudicar la salud de los suyos, por no hablar de las pastas artesanas de manteca que les traen del pueblo!

¡Nada es perfecto! El clima familiar goza de respeto y libertad, se ha logrado el objetivo.

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Relatos 2013

ACTA CONSTITUTIVA Y DE ACEPTACIÓN DE LA MEDIACIÓN CIVIL.

Número de expediente XXX/2012

Mediación celebrada el día XX de XX de 2012, en el Ilustre Colegio de Abogados de Álava en la sala número 3, de la calle Fray Francisco, número 2 de Vitoria- Gasteiz.

Las partes mediadas hacen saber que quieren iniciar este procedimiento de mediación. Acuden voluntariamente y la parte mediadora les informa de las características básicas de la mediación.

Características del Proceso de mediación

Este proceso se ampara en lo dispuesto por la Ley 5/2012 de 6 de julio, de mediación en asuntos civiles y mercantiles, en la Directiva 2008/52/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 21 de mayo de 2008, sobre ciertos aspectos de la mediación en asuntos civiles y mercantiles y en las diversas Recomendaciones del Consejo de Europa y el resto de normativa europea, y se rige por los siguientes principios básicos:

1. La mediación se inicia de forma totalmente voluntaria y esa voluntariedad se ex-tiende a lo largo de todo el proceso, por tanto, las partes pueden dejar la mediación en cualquier momento. También la persona mediadora puede dar por finalizada la mediación, cuando entienda que no se ajusta a las finalidades que le son propias.

2. Las partes, cuando lo consideren necesario, pueden solicitar la suspensión del pro-ceso de mediación para pedir asesoramiento a sus abogados, peritos u a otros pro-fesionales relacionados con los temas que sean objeto de la mediación. .

3. Las partes dan contenido a la medición y asumen la toma de decisiones con la ayu-da de la persona mediadora y por tanto tienen la última responsabilidad sobre los acuerdos alcanzados. ·

No a una casa sin hogarNerea Axpe

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4. Las partes aportan la información necesaria para abordar los temas a gestionar y tratar de alcanzar las mejores decisiones consensuadas y plenamente informadas.

5. Las partes y la persona o personas mediadoras tienen que asistir personalmente a las reuniones de mediación. No es posible la participación a través de representantes o intermediarios, aunque si pueden utilizarse medios técnicos que faciliten la comuni-cación a distancia cuando la presencialidad simultanea de las partes no sea posible.

6. Toda la información tanto oral como escrita es confidencial. Las partes se compro-meten a no utilizar la información aportada por la otra parte, como prueba ante el juez, también se comprometan a no citar al mediador como testigo ni perito en ningún procedimiento judicial ni administrativo relativo al objeto de la mediación. Se exceptúa la información sobre aquellos temas que puedan suponer una amenaza para la vida o la integridad física o psíquica de una persona.

7. Las partes y la persona mediadora actuaran en todo momento de acuerdo a la buena fe.

8. En los procesos de mediación con menores o personas discapacitadas, se tomarán las decisiones que correspondan, atendiendo al interés superior del menor o de las personas discapacitadas afectadas. ·

9. Es conveniente que las partes reciban asesoramiento legal, a lo largo del Proceso de mediación, si no lo han recibido de forma previa, en todos aquellos temas en que sea necesario. Es imprescindible la intervención letrada en la redacción del convenio regulador.

1O. La persona mediadora actúa en base al principio de imparcialidad, de igualdad de trato respecto a las partes y de neutralidad respecto a los acuerdos finales, que en todo caso, deben reflejar la voluntad de las partes.

11. La persona mediadora conduce el proceso de mediación, ayudando a las partes a tratar de forma colaborativa cada uno de los puntos discrepantes, favoreciendo los intereses comunes y el logro de consenso.

12. Cada sesión tendrá una duración máxima de 120 minutos. El proceso de mediación no superará los 60 días hábiles, aunque si las personas usuarias y el mediador lo estiman oportuno, pueden pedir, de forma consensuada, una prórroga al CMICAV de dos meses adicionales.

13. Al terminar el proceso de mediación las partes y la persona o personas mediadoras firmaran un acta final, en la que debe manifestarse si se han alcanzado o no acuer-dos y en su caso, los acuerdos y compromisos alcanzados.

Comparecen:

Parte mediada

Doña XXX

Don XXX

Parte mediadora

Doña XXX nombrado por turno, en el registro de mediadores del Ilustre Colegio de Abogados de Álava.

Las partes están de acuerdo con su designación y el mediador cumple las exigencias de los Art. 13,3 y 4 de la Ley 5/2012 de 6 de julio, de mediación en asuntos civiles y mercantiles.

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Relatos 2013

Objeto de conflicto:

Las partes manifestaron su voluntad de someterse a mediación en el conflicto del tema de la herencia que le corresponde a Doña XXX respecto a los bienes de su fallecida ma-dre. Don XXX disfruta del usufructo de los bienes de la herencia, tal coma, estipularon en su testamento.

Programa de actuaciones:

El número de actuaciones previstas es de 4, ya que Don XXX se tiene que desplazar des-de Benidorm, sin embargo, podemos proponer 2 sesiones adicionales si fuera necesario. Serán conjuntas. La duración de las mismas no superarán los 120 minutos, lo habitual será una sesión de 60 minutos.

El lugar de celebración será este mismo, donde hoy nos hemos reunido.

Si el período máximo para llegar a un·acuerdo son 60 días. Nos reuniríamos 2 veces, en el mes de Enero y otras 2 sesiones, en Febrero. Concretando la cita una vez terminada cada sesión.

Doña XXX y Don XXX se comprometen a ingresar x € cada uno, en el número de cuenta xxxxx, como provisión de fondos, de los cuales corresponde x € al Colegio de Aboga-dos por su labor de administración y cesión de salas, y x € a Doña XXX, siempre que se cumplan las sesiones previstas en este procedimiento.

Las partes declaran haber sido informadas acerca de las características básicas de la me-diación, manifiestan su voluntad de participar en mediación y asumir las obligaciones que de ella deriven, y tanto las partes, como la persona mediador se comprometen a aceptar y cumplir estos principios básicos.

Y para que así conste, se extiende y firma esta acta constitutiva de la mediación, en-tregando un ejemplar a cada una de las partes a un solo efecto en el lugar y fecha indicados al inicio.

Firma mediado 1 Firma mediado 2 Firma Mediador

Vitoria- Gasteiz XX de XX de 2012.

ACTA FINAL DE LA MEDIACIÓN

Número de expediente XXX/2012

Personas participantes:

Parte mediada

1- Doña XXX

2- Don XXX

Parte mediadora

1- Doña XXX

Lugar y fecha de sesión

Sala número 3 del Ilustre Colegio de Abogados de Álava sita en la calle Fray Francisco n° 2 de Vitoria-Gasteiz. Reunidos en el día XX de XX de 2013, inicio de la sesión 16.00h. y hora de finalización a las 17.28h.

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Las partes han llegado a los acuerdos que se suscriben:

Primero.- Que las partes mediadas manifestaron su voluntad de someter a mediación el conflicto entre ellas existente por razón de la herencia de Doña XXX, según consta en copia del acta de la sesión constitutiva. Este procedimiento de mediación se ha rea-lizado, como indicaba en dicha sesión constitutiva, en 4 sesiones dentro de los tiempos estipulados.

Segundo.- Que el objeto sometido a mediación fue la herencia de Doña XXX, a quien le corresponde, según nuestra legislación, una cuarta parte de los bienes de Don XXX.

Don XXX disfruta de la totalidad de los bienes porque Doña XXX no ha acudido a la vía judicial a solicitar su legítima.

Tercero.- Que los mediados llegaron a un acuerdo consistente en que Don XXX cede el uso de la vivienda de Vitoria a su hija XXX por un periodo de 5 años. Este periodo está fijado así porque es el mínimo requerido en un contrato de arrendamiento.

Doña XXX se compromete a alquilar su vivienda habitual para evitar su desahucio. Con el importe del alquiler, pagará la cuota de la hipoteca de su vivienda y los gastos de la vivienda que Don XXX le cede.

Si durante estos 5 años, Doña XXX y su marido XXX, mejoraran su situación económica al encontrar trabajo o aumentar sus ingresos por cualquier circunstancia, se compro-meten hacérselo saber a Don XXX para volver hacer uso de su vivienda y se trasladarán a otra vivienda.

Doña XXX se compromete a volver a su casa en 5 años.

Don XXX tiene derecho de uso de su vivienda de Vitoria cuando se encuentre en Vitoria. Se compromete a llamar a Doña XXX para avisarle de su visita con dos días de antelación y decirle cuántos días estará con ellos. Doña XXX tendrá a disposición de Don XXX una habitación de uso individual durante su estancia.

El uso de la vivienda se limita a Doña XXX, su esposo XXX: sus dos hijos XXX y XXX y Don XXX.

Doña XXX acuerda no solicitar la liquidación de la herencia hasta que Don XXX fallezca.

Las partes declaran haber participado en la mediación de forma totalmente libre· y vo-luntaria y en su caso haber alcanzado los acuerdos y compromisos descritos. Y para que así conste, se extiende y firma esta acta con un ejemplar para cada una de las partes, a un solo efecto, en el lugar y fechas indicados al pie. Firmas de las personas que parti-cipan en la mediación

Firma mediado 1 Firma mediado 2 Firma Mediador.

Sala número 3 del Ilustre Colegio de Abogados de Álava, Vitoria-Gasteiz XX de XX de 2013.

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Relatos 2013

Hola, me llamo Mónica, tengo 32 años y 2 hijos con discapacidad. Andrea, la mayor, tiene 15 años y hasta los 4 no le diagnosticaron autismo. Eneko, mi otro hijo, tiene

13 años. Se llevan 21 meses de diferencia.

Tener un hijo con discapacidad es duro, y aún más cuando son más de un hijo. Pero al fi-nal lo afrontas e intentas educar a tus hijos de manera normal, sabiendo sus limitaciones.

Cuando eran pequeños, no tenía ningún tipo de conflictos, eran muy buenos. El único conflicto que tenía con ellos por entonces era ir de médicos y especialistas para que les hicieran pruebas y más pruebas y que no dieran con ningún diagnóstico.

A día de hoy, Eneko está sin diagnosticar y a Andrea se le diagnosticó desde la asociación de autismo “Arazoak”.

Según han ido pasando los años, y con la llegada de la adolescencia, van saliendo los conflictos con ellos, sobre todo con Andrea. Eneko sólo piensa en comprar y en que le compren videojuegos para la consola. Da mucha guerra y hasta que no le digo que sólo se lo compro para su cumpleaños o Reyes no se conforma. Él es el más responsable y entiende mejor las cosas.

Con Andrea es más difícil y complicado, cada día tengo un conflicto distinto cuando se le mete algo en la cabeza. Por ejemplo; quiere ponerse un vestido o llevar zapatos de verano en pleno invierno y nevando. O quiere ir a las barracas y no hay porque no son fiestas o no se puede ir porque no hay dinero o muchas cosas más.

Andrea no entiende esas cosas y lo quiere todo ya. Si no es lo que ella dice se coge unos burros tremendos, se agrede ella, me agrede a mí y rompe todo lo que está a su alcance. Antes de que llegue a ese extremo, intento calmarla hablando con ella, pero si ya está con los síntomas que os he relatado, le dejo sola, sin hacerle caso hasta que se calma del todo porque en ese estado no escucha y si le hablo se pone peor.

También tengo el apoyo de psicólogos, educadores y trabajadora social del Programa ADA y de la asociación ARAZOAK, que me ayudan dando pautas para evitar y saber ac-tuar en los conflictos diarios que tengo con mis hijos y que son un gran apoyo para mí.

Como veis, la convivencia en mi familia es distinta a la de muchas familias con hijos sin discapacidad y ojalá que otros padres con hijos con dificultades cuenten sus propios conflictos con sus hijos con el fin de ayudar a otros padres que tengan hijos con disca-pacidad y estén perdidos en cómo actuar con ellos.

La convivencia con mis hijosMónica Angulo

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El caso es el de la muerte de un pariente cercano, concretamente el de un primo político por parte paterna. Mi prima estaba sumida en un mar de dudas sobre cómo

afrontarlo, y yo me aventuré a darle consejo y opinión.

Mis primos eran padres jóvenes, de 30 a 35 años, y tenían dos hijos de 8 y 5 años respec-tivamente. Se iban a mudar cerca de la madre de él, viuda, para que les echara una mano en la crianza y educación de los niños. Un domingo, una semana antes de la mudanza, mi primo murió repentinamente a consecuencia de un ataque al corazón. Esta muerte sacudió a toda la familia porque la situación en que quedaba mi prima no era nada fácil. Por suerte mi prima tiene empleo estable, pero la incertidumbre que se vive hoy en día en la sociedad a causa de la crisis no deja tranquilo a nadie.

El día del fallecimiento de mi primo acudí al domicilio familiar por si hacía falta ayudar en cualquier cosa. Mi prima y yo siempre hemos estado muy unidas porque cuando éra-mos niñas siempre hemos vivido en el mismo barrio, y se puede decir que hemos crecido juntas. Cuando llegué me encontré a mi prima desolada, ausente, como en estado de shock. Necesité casi tres horas de charla con ella para poder traerla a la realidad porque no podía creer lo que le estaba pasando. Ellos eran una pareja ejemplar, estaban muy unidos, y no se podía creer cómo había muerto su marido, ya que nada había indicado con anterioridad que padecía de alguna enfermedad. Era deportista, le gustaba correr las carreras que se organizaban en la ciudad, y a veces también se desplazaba a otros pueblos y ciudades para correr en ellas.

De repente le vino a la cabeza la cantidad de problemas que tenía que hacer frente en ese momento, el funeral, el futuro de los hijos y su propia vida. Se preguntaba cómo decir a los niños que su padre había muerto, ya que en un primer momento no había sabido reaccionar y se lo había ocultado. No había llamado a la ikastola ni había ido a recogerlos, me dijo que en su lugar había ido su padre y que le había ordenado que de momento no les dijera nada. Tampoco sabía qué debía decirles a los profesores, cuándo iban a volver los niños a la ikastola… Se empezó a sentir muy agobiada y yo traté de tranquilizarla dándole mi opinión.

Desde mi punto de vista, le dije que la capacidad que tienen los niños para afrontar la muerte depende de los adultos, y que para mí, lo mejor y más certero era anunciarles la

Cómo gestionar la muerte de un familiarItziar Ruiz de Alegría Ruiz de Gauna

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Relatos 2013

muerte de su padre en términos comprensibles, y que tenía que dejarlos participar en el funeral. Le dije que seguramente habría gente que desaprobaría la decisión de compartir todo con los hijos, para protegerlos, pero que si decidía hacer lo que yo le decía, iba a permitir a sus hijos cerrar su relación con su padre y seguir adelante en la vida, y no quedarse con preguntas no resueltas y con fantasmas en el aire.

Además, continué diciéndole que en una situación semejante es fácil que los niños nie-guen la muerte y no hablen más del tema, pero que debería hacer frente a ese bloqueo hablando a menudo de la muerte de su padre durante los días siguientes. Me imaginaba también que eso no iba a ser fácil y que podría ponerse a llorar en cualquier momento, pero que en ese caso, tendría que tranquilizar a los niños, diciéndoles que todo andaba bien y que no tenían que preocuparse por ella, además debía permitir todas las pregun-tas que le hicieran sus hijos. También me parecía buena idea que antes del funeral fuera con los niños a la capilla ardiente y que pasaran allí un rato solos, porque esto ayudaría a los niños a adaptarse a la realidad de la muerte, pero que era importante que no hu-biera nadie cerca lleno de ansiedad.

Después de escucharme se sintió con fuerzas para hablar con sus hijos y contarles lo ocurrido. Todos lloramos, los niños hicieron todas las preguntas que quisieron y su madre en un lenguaje muy sencillo les explicó todo lo que querían saber. Acabamos agotados. Al día siguiente, tal y como le había dicho, pasaron una hora en la capilla ardiente ellos solos, pudiendo despedirse los niños de su padre y mi prima de su marido. En el funeral los niños se portaron bien, estuvieron tranquilos aunque lloraron un poco.

Ahora, 8 meses después, mi prima no evita hablar de su marido muerto y los niños hablan de su padre en pasado. Se siente bien al pensar que superó la autocompasión para poder tomar decisiones cuando era presa de la ansiedad en aquellos momentos tan duros de su vida.

Siempre unidos, siempre hacia adelante

Julia y Luis llevan 10 años siendo pareja. A los 3 años de iniciar su relación, en plena curva ascendente de felicidad, se fueron a vivir juntos a un piso alquilado. Julia

tenía 28 años y Luis 32. Toda una vida por delante para compartir. Nunca llegaron a casarse. No hizo falta. Ellos sentían que su relación estaba más que consolidada y veían que día a día, cada vez estaban más unidos.

Itziar Ruiz de Alegría Ruiz de Gauna

Ana Martínez de Antoñana

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Fue entonces cuando, de vez en cuando, en sus conversaciones, empezó a aparecer la palabra “hijo”. Y..., ¿si nos lanzamos a tener un hijo?, “Sería divertido tener un niño cerca al que ayudar a crecer”, decía Julia. “Sí”, contestaba Luis “¡a mí me encantaría tener una Julia chiquita a la que mimar!”

Así fue cómo nació Mikel, un precioso niño rollizo que sin ser una Julia chiquitita como inicialmente esperaba Luis, les hizo tan felices que, últimamente incluso estaban valoran-do la posibilidad de tener un segundo hijo.

Mikel fue creciendo con todo el cariño y las atenciones de sus padres, que se vieron am-pliadas desde el día que descubrieron que tenía un pequeño problema de aprendizaje. Pusieron todo su esmero en motivarle y animarle para que, eso que otros niños conseguían con relativa facilidad y a él se le hacía tan cuesta arriba, no le fuera minando por dentro, querían que siempre tuviera la ilusión de sus pequeños logros, aunque su ritmo fuera más lento que el de sus compañeros.

Fieles a este objetivo, cuando Mikel tenía 6 años, sus padres le prometieron que ese vera-no, como premio al esfuerzo que ese año estaba llevando a cabo al ir aprendiendo a leer sus primeras palabras, le llevarían a Eurodisney. Mikel estaba loco de contento con la idea de poder ver de cerca a Mickey Mouse y al resto de los personajes de Disney, así que puso todo su empeño en aprender a identificar las letras con sus sonidos, consiguiendo así ir leyendo sus primeras palabras.

Pero de pronto, sin esperarlo, sus planes se vieron truncados. Hasta entonces, Julia había estado trabajando de peluquera y Luis en una pequeña empresa de mecanizados. Sus sueldos no eran para nada millonarios, pero con todo, se sentían satisfechos. El dinero que entraba en casa les permitía vivir con relativa comodidad y darse de vez en cuando alguno de los pequeños caprichos que más les gustaban.

Todo cambió el día que Luis, al volver a casa, le comentó a Julia que ya no tenía trabajo. La tan conocida crisis había golpeado también a la empresa donde trabajaba y ese mismo día, sin ningún aviso previo, le habían comunicado que ya no seguiría trabajando allí. Desde que se lo habían comunicado, Luis había pasado por muchas fases, incredulidad, sorpresa, enfado, frustración…y ahora ya, sólo le quedaba la impotencia.

No había nada que hacer. Se había quedado sin trabajo y lo que es peor, sin perspectivas de encontrarlo a corto plazo, porque por muy optimista que quisiera ser uno, la realidad era bastante apabullante, en este momento no había demanda de trabajadores poco cua-lificados.

Julia le animó. Le dijo que ella todavía tenía su trabajo, que ellos por lo menos seguían de alquiler, y que no tendrían nunca que responder ante una hipoteca, que su situación no era tan mala.

Luis, para no preocupar más a Julia y para no contagiarle su frustración, se calló, asintió como que ella tenía razón y le dio a entender que ya estaba mejor.

Sobre cómo afectaría la nueva circunstancia a Mikel, sólo comentaron que ya no podrían llevarle a Eurodisney tal y como le habían prometido. No vieron necesario darle ninguna explicación de momento. Era pequeño y seguramente no alcanzaría a entender lo que estaba pasando.

Sin embargo, a partir de entonces todo cambió. En casa ya no se volvió a hablar de la posibilidad de tener otro hijo y la organización diaria familiar ya no fue la misma.

Julia siguió levantándose a las 7:00 para dejar la comida preparada antes de irse a trabajar, mientras Luis, que antes se levantaba con ella para desayunar todos juntos y llevar a Mikel al colegio antes de ir a su trabajo, ahora se quedaba en la cama.

Cuando Julia volvía de trabajar a las 14:30, después de recoger a Mikel, se encontraba con Luis todavía en pijama y la casa tal cual ella la había dejado.

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Poco a poco el ambiente se fue enrareciendo. Luis se encontraba mal, pensaba que en esta nueva situación, él era una carga para Julia y un mal referente para Mikel, pero no tenía fuerzas para cambiar de actitud. Se iba hundiendo poco a poco. No sabía cómo enfocar la situación, se aburría en casa, él era un hombre activo que de pronto no tenía nada que hacer porque ya no tenía trabajo. De tanto darle vueltas a la cabeza, acabó convencido de que Julia le acabaría dejando ahora que ya no tenía trabajo.

Por su parte, Julia, no entendía qué estaba pasando, pero veía claro que Luis ya no era Luis, o por lo menos no el Luis que ella había conocido hasta entonces.

En alguna ocasión le preguntó si se encontraba bien, y Luis le contestó que sí, que estaba bien, que no tenía ningún problema.

Esas respuestas no satisfacían a Julia quien veía que Luis, poco a poco se iba dejando, le veía en casa en pijama y sin afeitar un día sí y otro también, ¡ya no les acompañaba ni a hacer la compra y ya no jugaba con Mikel!

Cuando ella le proponía algún plan, como salir a dar una vuelta, tomar un café o ir con Mikel al parque, él respondía negativamente y le daba largas. Julia empezó a convencerse de que Luis estaba dejando de quererla, de que con la nueva situación había tenido más tiempo para analizar su relación, y se había dado cuenta de que ella no le hacía feliz.

Y es que Julia, siempre había sido una chica bastante insegura, que no se valoraba a sí misma y que siempre pensó por dentro que Luis, algún día, se daría cuenta de que ella no era suficiente para él y la abandonaría.

Por eso, aunque le parecía que Luis estaba siendo un poco egoísta por no hacer ninguna de las tareas de casa aún cuando él estaba todo el día allí y ella tenía que ir a trabajar, no se atrevía a decirle nada, además, le veía tan raro últimamente… Así que ella, aunque algo enfadada y decepcionada por dentro, aguantaba la situación sin decir nada.

Ahí estaban Luis y Julia, cada uno rumiando sus propios pensamientos por separado sin atreverse a compartirlos con el otro.

Por otro lado estaba Mikel, quien no entendía lo que pasaba en su casa pero se daba cuen-ta de que algo había cambiado. Las cosas ya no eran como antes, y empezó a pensar que sería por su culpa. Seguro que había hecho algo mal, había enfadado a papá y a mamá y ahora le querían menos. Ya no se oían risas en la casa, se había ido la alegría y nadie le había explicado por qué.

Era evidente que esta situación enrarecida no se podría alargar mucho más en el tiempo sin que estallara. Sólo hacía falta un detonante para que saltara por los aires toda la ten-sión que se había estado acumulando en esa casa desde que Luis perdió su trabajo.

Y llegó, el detonante llegó.

Fue un día gris que dejó imborrable su huella en la vida de Julia y Luis para siempre.

El día anterior durante la cena, Mikel había comentado que su amigo Martín se iría la semana siguiente a Eurodisney y aprovechó, recordando la promesa de sus padres, para preguntar cuánto faltaba para que ellos fueran también.

Julia y Luis se miraron a los ojos y se quedaron callados. Ninguno sabía qué decir. Fue Julia la que, aun sabiendo el disgusto que le darían a su pequeño Mikel, se vio obligada a decirle:

- Mikel, nosotros no vamos a ir a Eurodisney.

No le dio tiempo a explicarle nada más. Mikel salió corriendo a su habitación llorando sin querer escuchar nada. Sus ilusiones se habían roto en mil pedacitos. Esto confirmaba lo que ya sabía, sus padres ya no estaban contentos con él y por eso no le llevaban a Euro-disney, por eso no jugaban ya con él ni le hacían cosquillas como antes, por eso ya no se

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reían todos juntos…

Julia intentó hablar con él, pero viendo lo disgustado que estaba decidió esperar a que se tranquilizara para explicárselo mejor. Así fue cómo Mikel se quedó finalmente dormido en su habitación con la idea de que no irían a Eurodisney por su culpa.

Mientras ocurría toda esta escena, Luis permanecía sentado en la cocina, callado, pensa-tivo, ¡le dolía tanto haber destrozado las ilusiones de Mikel! Todo por su culpa, por haber perdido el trabajo, se decía una y otra vez para sí.

Al día siguiente, Mikel se levantó enfurruñado pero mucho más tranquilo. Julia se sentó junto a él en su cama y empezó a hablar. Le explicó lo que el día anterior no había tenido tiempo de contarle y lo que tal vez, debían haberle explicado mucho tiempo atrás, que aunque la realidad era que él sí había cumplido su parte del trato, se había esforzado muchísimo en el colegio y estaban muy orgullosos de él por ello, resultaba que ellos no iban a poder cumplir su promesa de llevarle a Eurodisney como premio. Su padre se había quedado sin trabajo y ahora tenían que mirar más el dinero que gastaban, porque dispo-nían de menos ingresos. Total, que en ese momento no podían permitirse ir a Eurodisney a ver a Mickey Mouse.

Mikel escuchaba callado. Veía en la cara de su madre la tristeza que detrás de su sem-blante sereno, se intuía por tener que darle esa mala noticia, pero él ya había escuchado lo que más le importaba, lo que le había tenido tan preocupado estos últimos tiempos, ¡sus padres sí estaban orgullosos de él! No habían dejado de quererle como él sospechaba.

Así que sin decir nada, se echó encima de su madre y la abrazó fuerte, fuerte.…, muy fuerte.

Julia se dio cuenta en ese preciso instante de que últimamente había estado algo alejada de Mikel. Sin darse cuenta, se había olvidado un poco de su niño, las preocupaciones por Luis, por su nueva situación la habían absorbido y se había olvidado de darle a Mikel ese otro alimento que los niños necesitan tanto como el comer, la prueba diaria del amor y el cariño incondicional de sus padres.

No volvería a ocurrir. De ahí en adelante, antepondría Mikel a todas las demás cosas y preocupaciones. Era su pequeño Mikel…

Había estado tan preocupada por no poder llevarle a Eurodisney, le parecía tan terrible darle esa negativa que no se paró a pensar que tal vez, a lo mejor, para Mikel era sufi-ciente sentirse importante y querido por sus padres y mucho más secundario irse de viaje a Eurodisney.

Una vez aclarado el asunto, ya desahogados y animosos para enfrentarse al nuevo día, Ju-lia y Mikel se fueron a trabajar y al colegio. Julia había aprendido la lección, lo importante era permanecer unidos todos juntos, eran una familia y si se mantenían unidos saldrían adelante a pesar de las dificultades. Cuando volviera de trabajar hablaría con Luis para que los problemas entre ellos también se aclararan y pudieran volver a sentirse felices y confiados el uno con el otro.

Pero cuando volvió después de recoger a Mikel en el colegio, las cosas no fueron como ella esperaba. Ese día Luis no estaba esperándoles en pijama y sin afeitar. Ese día no había nadie en casa. A Julia le sorprendió porque la tendencia de los últimos tiempos de Luis era la de permanecer constantemente en casa. Con todo, no se preocupó demasiado y decidió esperar a que regresara de donde quisiera que hubiera ido. Así podrían comer todos juntos y empezar a caminar hacia el objetivo que se había marcado, volver a ser una familia feliz.

Casi justo en el momento en el que había decidido que le iban a esperar para comer, se oyó el ruido de las llaves en la cerradura de la puerta. Era Luis pero no venía solo. Le acompa-ñaban dos guardias municipales que eran los que con sus llaves habían abierto la puerta.

Julia se quedó blanca del susto al ver aquella escena y ver el estado en el que se encon-traba Luis. Estaba descamisado, sangraba de una mejilla y era evidente que había bebido y

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no poco, sino mucho. Luis, su Luis, el que como mucho bebía dos copas de vino cuando iban de cena a celebrar sus cumpleaños. No podía ser, pero, ¿qué estaba pasando aquí? ¿Y los municipales? ¿Por qué le acompañaban los dos policías?

Recuperada ligeramente del susto, y tras dejar a Mikel en la sala entretenido con los dibu-jos de la tele, les invitó a pasar a la cocina y sentaron a Luis en una de las sillas. Entonces le contaron los municipales que había habido una pelea en una taberna y que por eso les habían llamado.

El origen de la pelea parece ser que había sido que Luis, algo bebido ya, le había propor-cionado un puñetazo a otro individuo que estaba en el bar cuando éste, viendo su estado le había dicho: “mejor estarías trabajando que aquí dándote a la bebida”. El individuo en cuestión, tras el puñetazo había caído al suelo con tan mala suerte que se había golpeado en la cabeza y se había quedado inconsciente. Una ambulancia se lo había llevado al hos-pital y tras avisar a la familia, ahora estaban esperando a ver si reaccionaba.

Julia no podía creerse lo que estaba oyendo. ¿Cómo había podido suceder todo esto? Pasaban los minutos y ella seguía sin poder dar crédito a lo que le acababan de contar los dos policías. Estaba paralizada. Y ahora, ¿qué? ¿Qué pasaría si esa persona se quedaba así, sin reaccionar para siempre? o, ¿si el golpe le hubiera dejado alguna secuela? ¡Dios mío! Esto no puede estar sucediéndonos a nosotros, pensó para sus adentros.

Cuando ya hubo asimilado mejor las últimas noticias, los guardias municipales se fueron, comprometiéndose eso sí, a tenerla informada de cualquier novedad sobre el estado del hombre hospitalizado.

Entonces Julia llevó a Luis a la cama, le quitó la ropa, le curó la mejilla y le dejó dormir hasta que se le pasara el efecto del alcohol. Luego hablarían. Tenían mucho de qué hablar.

Mientras él dormía, comió juntó a Mikel y lo llevó de nuevo al colegio.

Al poco de haber regresado ella sola a casa, apareció Luis en el salón, donde Julia con mirada perdida se dedicaba a planchar la ropa. Él tenía un aspecto deplorable. Se le notaba avergonzado. Estaba cabizbajo y aunque se le intuía las ganas de hablar, no se veía capaz de articular una frase completa. Sólo dijo una palabra, “perdón”.

Entonces Julia dejó salir toda la rabia que había estado guardando durante tanto tiempo y le preguntó:

- ¿Perdón por qué? ¿Por haberte emborrachado y golpeado a un hombre que ahora está en una situación complicada? ¿Por haberte dejado estos últimos tiempos y no haberte cuidado mínimamente, ni siquiera tu aspecto? ¿Por haber sido un egoísta y no haberme echado una mano en las cosas de casa cuando ya no trabajabas? ¿Por haberme hecho sentirme sola? ¿Por haberte olvidado por completo de Mikel? Perdón, ¿por qué? ¿por qué Luis?

Luis le contestó:

- Perdón por haber perdido el trabajo.

Julia no entendía nada. Después de todo lo ocurrido, Luis le pedía perdón…, ¡por haber perdido el trabajo!

Julia le contestó:

- ¿Cómo que perdón por haber perdido el trabajo? Precisamente eso es lo único por lo que no debieras pedir perdón Luis. Eso no ha sido culpa tuya. Tú has sido siempre un buen trabajador que sólo se ha visto afectado por una situación económica muy desfavorable que está lejos de tu responsabilidad. Tú, no podías hacer nada para evitarlo. Sin embargo, sí que podías haber adoptado otra actitud. Podrías haber sido más colaborador en casa. Podías no haberte dejado abatir y haber luchado por seguir adelante, podías haber com-partido conmigo cómo te sentías, yo te habría ayudado.

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Luis bajó la cabeza y dijo:

- Ya, sé que tienes razón. No he sabido afrontar la situación. Sé que me merezco que me dejes. No te preocupes, lo entiendo y estoy preparado para ello. Sabía que hoy sería el día. Julia iba de susto en susto, ¡ahora hablaba de romper la relación! Rápidamente le respondió:

- ¿Dejarte? ¿Yo? ¿Estás loco? Nunca he pensado en dejarte y mucho menos ahora que quizás es cuando más me necesitas. Eres tú el que te has alejado de mí porque ya no te hago feliz. Siempre supe que te merecías algo mejor que yo.

La respuesta de Luis tampoco se hizo esperar:

- ¿Merecerme algo mejor? Julia, tú has sido lo mejor que me ha pasado en la vida. No me imagino la vida sin ti y sin Mikel.

A punto de romper a llorar por tantos nervios y tensiones acumulados, Julia hizo la si-guiente reflexión a Luis:

- ¿Te das cuenta Luis? Al final, resulta que el problema que nos ha afectado no ha sido la falta de trabajo sino la falta de comunicación entre nosotros. ¿Recuerdas que al princi-pio de nuestra relación dijimos que siempre tendríamos confianza el uno en el otro para hablar de todo lo que nos ocurriera? Pues se ve que con el paso del tiempo, esos buenos propósitos se han ido quedando atrás y, ¡mira ahora las consecuencias! Resulta que hay una persona en el hospital por nuestra culpa y... ¡sólo Dios sabe en qué estado!

Luis también estaba abrumado y sobrecogido por todo lo acontecido, más aún, ahora que era consciente de lo sucedido en la taberna. Con todo, tras hablar con Julia y empezar a aclararse las cosas, empezaba a sentirse algo más tranquilo. Y dijo:

- Sí, tienes toda la razón. Debería haber sido más sincero contigo y haberte dicho cómo me sentía, no haberlo ocultado. Seguramente, si hubiera sido capaz de compartir mis sentimientos contigo, hubiera sido mucho más fácil sobrellevarlos. Ahora sólo espero que el hombre del hospital se recupere y todo pueda quedar en un mal susto.

En ese mismo momento sonó el teléfono. Era uno de los policías municipales que habían ido a la mañana a la casa y le comunicó a Julia que el hombre ingresado ya estaba fuera de peligro y parece ser que evolucionaba en sentido favorable. Julia y Luis se fundieron en un fuerte abrazo. A partir de entonces nunca más olvidarían la importancia de comunicar-se entre ellos, si uno no se apoya de verdad con confianza en el otro, sin vergüenzas, sin miedos, la relación de pareja se resquebraja.

Acordaron que Luis seguiría buscando trabajo, pero mientras surgía esa ansiada oportuni-dad, se encargaría también de los trabajos de casa y de Mikel, y lo que no sabían entonces, era que esas mismas labores provocarían en Luis una enorme satisfacción interna, así como que le permitirían tener una relación muy especial con Mikel.

Recordaron también lo importante de transmitir con relativa frecuencia a los que tanto queremos y tenemos al lado, lo valiosos que son para nosotros.

Decidieron también que entre todos buscarían y encontrarían un plan que a Mikel le re-sultara suficientemente atractivo para sustituir la ilusión de ir a Eurodisney, y ajustado eso sí, a las nuevas condiciones económicas de la familia. ¡Tal vez le gustaría ir al monte en tienda de campaña para ver de noche las estrellas!

Eran las 5 de la tarde, Mikel estaba a punto de salir del colegio. Era el momento de ir juntos a recoger a su niño, era el momento de empezar a mirar hacia delante, con trabajo o sin él, eran una familia, se querían y eso era de verdad lo más importante.

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Relatos 2013

EPÍLOGO

Ya lo has visto, en todos los casos la superación de conflictos es

cuestión de voluntad, de ganas de superación de dificultades,

también de paciencia, de aceptación, de grandes dosis de

cariño... en cualquier caso, proponérselo merece la pena.

El resultado compensa todos los sinsabores.

Ahora puede que te animes a compartir tus experiencias, esas

que ayuden a otros a superar las crisis y mejorar la convivencia.

XVFamiliaCongreso

BiltzarraEn tiempos de cambio Aldaketa garaia

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