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REVISTA DE ESTUDIOS INTERNACIONALES Relaciones triangulares en un mundo unipolar: América del Norte, la Unión Europea y América del Sur Wolf Grabendorff Este artículo es una aportación analítica a ¡a naturaleza de las relaciones que se establecen entre América del Norte, la Unión Europea y América del Sur. Estas regiones presentan una herencia común en sus concepciones sobre buena gobernaba¡dad y economía de mercado, pero sus relaciones están fuer- temente marcadas por diferencias estructurales y alianzas geopolíticas, ya- que este "Triángulo Atlántico" contiene en tanto a la región que hoy día asume el liderazgo económico y político en un mundo unipolar, como también a Estados económica y políticamente muy débiles. Asimismo, lo que contem- plado desde afuera podría constituir un poderoso subsistema internacional, presenta, hacia adentro, diferentes modelos de regionalismo e integración, que compiten entre sí y que ponen límites a las posibilidades de lograr sus objetivos comunes de cooperación económica, promoviendo normas econó- micas internacionales y facilitando el desarrollo, así como a su actuación conjunta fren te a las amenazas comunes existentes hoy día en el sistema inter- nacional. I. EL TRIÁNGULO ATLÁNTICO: HERENCIA entre poderes tradicionales. Dicha ines- COMÚN Y DIFERENCIAS ESTRUCTURALES labilidad adquiere dimensiones más am- plias, desde luego, cuando se trata de unas 1 hacer el análisis de las relacio- relaciones tan asimétricas como las que nes internacionales, hay pocas se reflejan por las diferencias de poder, dudas sobre la inestabilidad, por influenciay bienestar, entre las tres regio- naturaleza, de las relaciones triangulares nes del Triángulo Atlántico. A pesar de la 21

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R E V I S T A D E E S T U D I O S I N T E R N A C I O N A L E S

Relaciones triangulares en unmundo unipolar:

América del Norte, la UniónEuropea y América del Sur

Wolf Grabendorff

Este artículo es una aportación analítica a ¡a naturaleza de las relacionesque se establecen entre América del Norte, la Unión Europea y América delSur. Estas regiones presentan una herencia común en sus concepciones sobrebuena gobernaba ¡dad y economía de mercado, pero sus relaciones están fuer-temente marcadas por diferencias estructurales y alianzas geopolíticas, ya-que este "Triángulo Atlántico" contiene en sí tanto a la región que hoy díaasume el liderazgo económico y político en un mundo unipolar, como tambiéna Estados económica y políticamente muy débiles. Asimismo, lo que contem-plado desde afuera podría constituir un poderoso subsistema internacional,presenta, hacia adentro, diferentes modelos de regionalismo e integración,que compiten entre sí y que ponen límites a las posibilidades de lograr susobjetivos comunes de cooperación económica, promoviendo normas econó-micas internacionales y facilitando el desarrollo, así como a su actuaciónconjunta fren te a las amenazas comunes existentes hoy día en el sistema inter-nacional.

I. EL TRIÁNGULO ATLÁNTICO: HERENCIA entre poderes tradicionales. Dicha ines-

COMÚN Y DIFERENCIAS ESTRUCTURALES labilidad adquiere dimensiones más am-plias, desde luego, cuando se trata de unas

1 hacer el análisis de las relacio- relaciones tan asimétricas como las quenes internacionales, hay pocas se reflejan por las diferencias de poder,dudas sobre la inestabilidad, por influenciay bienestar, entre las tres regio-

naturaleza, de las relaciones triangulares nes del Triángulo Atlántico. A pesar de la

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Wolf Grabendorff

herencia común de lo que se considera el"Mundo Occidental", este se encuentradividido en países desarrollados y paísesen vías de desarrollo, siendo, incluso, esteconcepto cada vez menos válido, dadaslas enormes asimetrías de desarrollo enambas categorías dentro de estos paísesque, a su vez, contienen en sí mismos bol-sas de subdesarrollo y de desarrollo.

Además de esta asimetría en el desa-rrollo, todavía hay que sumar otro factorestructural en lo concerniente a la capa-cidad de acción del Triángulo Atlántico enel sistema internacional, pues solo una delas tres partes, los Estados Unidos, tienenla ventaja de actuar como un poder unifi-cado, mientras que las otras dos regionesúnicamente pueden contar con mecanis-mos precarios de toma de decisión, quese encuentran solo parcialmente integra-dos y operan también a muy distintos ni-veles. La Política Exterior y de SeguridadComún (PESC) de la Unión Europea pue-de demostrar, a pesar de sus obvias limi-taciones, cierto nivel de coherencia y apli-cación (Schirm,1998); lo que no es el casodel mecanismo de concertación de Amé-rica Latina, el llamado "Grupo de Río"(Ramírez, 1999). En ambos casos se re-quiere pasar por un engorroso y lento pro-ceso de construcción de consenso internopara alcanzar cualquier tipo de acuerdoque conduzca a una posición regional o,incluso, la posibilidad de una acción co-mún.

Este tipo de diferencias estructuralesdentro del Triángulo Atlántico están limi-tando, obviamente, cualquier capacidad deacción unificada y rápida en comparacióncon Ja de un actor como Jos Estados Uni-

dos. El desarrollo reciente de los aconte-cimientos apunta aun cambio limitado enel proceso de toma de decisiones dentrodel Triángulo Atlántico, ya que AméricaLatina parece estar fragmentándosegeopolíticamente cada vez más en dospartes, Norte y Sur (Grabendorff, 2002b).El avance del Tratado de Libre Comerciode América del Norte (TLCAN) en la di-rección de una "Comunidad Norte-Ame-ricana", probablemente incluyendo no soloa México sino también América Centraly los países del Caribe, frente a otro pro-ceso de integración de América del Sur,podría ser el comienzo de una mayoraproximación estructural entre las trespartes del Triángulo Atlántico, no solo conrespecto a la complicación del proceso detoma de decisiones intra bloque, sino tam-bién en relación con la variedad de dife-rencias de desarrollo y de cultura políticay administrativa dentro de cada una deestas tres regiones.

América Latina parece fragmentarsecada vez más en norte y sur.

Cuando se consideran las posibilida-des de funcionamiento del Triángulo Atlán-tico, hay que tomar en cuenta el caráctery la dimensión de las dependencias histó-ricas que se han desarrollado durante elúltimo siglo, tanto en el terreno económi-co como en el campo de la seguridad re-gional. El ascenso de los Estados Unidosalstatus de poder mundial y su subsiguien-te conversión en el único superpoder exis-tente en el sistema internacional ha acen-tuado la asimetría entre las tres regiones

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participantes del Triángulo, a pesar delnotable progreso de la Unión Europea enel terreno económico sobre todo. No obs-tante la enorme importancia de las rela-ciones transatlánticas para la Unión Eu-ropea, esta trató de desarrollar durante lasdécadas de los ochenta y noventa su pro-pio espacio de actuación con respecto aAmérica Latina, si bien con consideracióna las sensibilidades geopolíticas de losEstados Unidos (Boomgaarden, 1999). Deigual forma, los países de América Latinahan sido muy conscientes de sus limita-ciones dentro del sistema internacional,sobre todo con relación a sus alianzas conotros países del Tercer Mundo que pudie-ran desafiar las concepciones de los Es-tados Unidos, dada su dependencia finan-ciera, tanto a nivel bilateral con los Esta-dos Unidos como a nivel multilateral. Eneste punto debe reconocerse que difícil-mente se puede lograr el apoyo de las ins-tituciones financieras internacionales si secuenta con la oposición de los EstadosUnidos

Esta similitud en las limitaciones de lasalianzas entre la Unión Europea y Améri-ca Latina con relación a la posición de losEstados Unidos puede incluso acrecen-tarse, ya que los Estados Unidos siemprehan preferido tratar con sus aliados en unplano bilateral antes que trilátera!. Sin lu-gar a dudas, tanto por razones históricascomo de seguridad, todas los gobiernos delos Estados Unidos han manejado de for-ma sustancialíñente diferente las relacio-nes transatlánticas y las relaciones inter-americanas, dentro del hemisferio occiden-tal. El mero hecho de que los dos subsis-temas internacionales más institucionali-

zados, la Organización del Tratado delAtlántico Norte (OTAN) y el Tratado In-teramericano de Asistencia Recíproca(TIAR) lleven más de medio siglo domi-nados por los Estados Unidos, explica engran medida la enorme dificultad para es-tablecer un nuevo subsistema entre laUnión Europea y América Latina y que,en consecuencia, se redujera, al menosparcialmente, la asimetría entre las trespartes del Triángulo Atlántico (Graben-dorff, 2002a). El concepto de una "rela-ción estratégica" entre la Unión Europeay América Latina, desarrollado en 1999,en Río de Janeiro, por la primera Cumbrede los Jefes de Estado y de Gobierno delas dos regiones, estaba, en parte, induci-do por el ex presidente español FelipeGonzález para "completar el TriánguloTransatlántico" (Haubrich, 2001).

Los Estados Unidos han manejado demanera diferente las relacionestransatlánticas y las relaciones

interamericanas.

El concepto intelectual y/o político delTriángulo Atlántico (Reidy, 1966) difícil-mente hubiera sobrevivido durante casicuatro décadas sin unos argumentos sóli-dos a favor de su construcción dentro delsistema internacional. El más importantede ellos es, sin duda, una sólida base devalores comunes que hacen más fácil, encomparación con otros actores internacio-nales, que estas tres regiones se pongande acuerdo sobre conceptos de goberna-bilidad y de amenazas comunes. Las tres

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constituyen, indudablemente, el "Occiden-te": la Unión Europea en la forma de con-cepto histórico; América del Norte, cornoel "Nuevo Mundo"; y América Latinacomo el "Extremo Occidente", como tanacertadamente calificó Alain Rouquie(Rouquie, 1999).

Se ha sostenido que los valoresoccidentales solo tienen valor retórico.

Los valores occidentales han sido cri-ticados en muchas ocasiones por tener uncarácter meramente intencional o soloretórico. Una y otra vez ha quedado de-mostrado que casi, todos ellos (derechoshumanos, democracia, estado de derecho,justicia social y economía de mercado) seinterpretan de forma muy distinta en cadauna de las tres regiones. Esto ha reforza-do la constante crítica a la falta de aplica-ción, o incluso simple violación, de algunoo de todos estos valores en los diversospaíses de las tres regiones. Tradicionesculturales y experiencias históricas, en to-das y cada una de estas regiones, han teni-do su particular efecto en la interpretaciónde estos valores, puesto que reflejan la di-ferencia en las relaciones de poder en so-ciedades tan singulares. La limitación a laaplicación de estos valores comunes se hizoespecialmente notoria en el época de laGuerra Fría y en la lucha contra el terroris-mo, cuando en muchos países la protec-ción de la seguridad nacional se considerócomo de mayor importancia que la protec-ción de los valores occidentales.

Otro elemento común en la relacióntriangular es de naturaleza bastante re-

ciente y demuestra la creciente importan-cia de los factores culturales para crearlazos entre las tres regiones. Este factorpodría denominarse el "factorlatino", tantoen el interior de los Estados Unidos comodentro de la Unión Europea. Puesto quelos hispanos, o latinos, se han convertidoen la minoría más grande en los EstadosUnidos y, en consecuencia, han influidono solo en su cultura y costumbres, sinotambién en la economía y política, estefenómeno requiere una más amplia inter-pretación (Suárez-Orozco, 1999). Asimis-mo, recientemente, el fenómeno de la cre-ciente emigración económica de gran nú-mero de ciudadanos de países sudameri-canos hacia la U.E apunta en la mismadirección. Por su parte, el ingreso de Es-paña y Portugal en la Unión Europea ensu momento puede considerarse desdeuna ópüca similar, con respecto a su inte-rés por fortalecer las relaciones con Amé-rica Latina. Dado que la cultura "latina" ysu específica interpretación de los valo-res comunes dentro del Triángulo Atlánti-co está ganando más y más aceptaciónen los centros de poder de los EstadosUnidos y de la Unión Europea, esto se haconvertido en un elemento añadido parapromover un cierto "sentido de comuni-dad" que, sin duda, estuvo ausente entrelas tres regiones, en tanto solo la culturaanglosajona, y quizá también algo la fran-cesa, eran consideradas como las domi-nantes para la interpretación de estos va-lores occidentales.

Un tercer elemento de fuerza dentrodel Triángulo Atlántico es su clara inter-dependencia con respecto a la capacidadeconómica, tecnológica y militar. La com-

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Relaciones triangulares en un mundo unipolar

binación de "el Viejo" y "el Nuevo Mun-do" constituye una enorme concentraciónde riqueza y poder, ya que representa losdos tercios del ingreso mundial y casi trescuartos del gasto militar, mientras que sushabitantes sol o llegan al 21 % de la pobla-ción mundial. Especialmente, al contem-plar la combinación de bloques económi-cos, la Unión Europea, el TLCAN, la Co-munidad Andina de Naciones (CAN),el Mercosur, y la Comunidad Sudameri-cana de Naciones (CSN) recientementeconstituida por ambas, o la combinaciónde las alianzas militares de la OTAN y delTIAR, los actores internacionales exter-nos al Triángulo Atlántico podrían perci-bir que está en marcha un amenazanteinstrumento de dominio internacional.Todo el proceso de globalización contri-buye, en consecuencia, a una crecienteinterdependencia dentro del Triángulo A-tlántico y, al mismo tiempo, a una di versi-ficación del perfil internacional de las tresregiones que, aparentemente, hace másdifícil todavía una coordinación entre ellas.

La globalización contribuye a lacreciente interdependencia del

Triángulo Atlántico.

1.2. Comunidad de intereses:buena gobernabilidady economía

de mercado

El sistema internacional ha sufridocambios sustanciales desde el final de laGuerra Fría y entre ellos está, ciertamen-

te, el fuerte consenso sobre lo que consti-tuyen los pilares centrales de la sociedadmoderna: la buena gobernabilidad y la ad-hesión a las reglas de la economía demercado. Los tres socios de la alianza a-tlántica han sido los más adelantados enla aplicación de estos principios. Apenasha existido desacuerdo sobre Ja necesi-dad de asegurar la aplicación de estos con-ceptos, aunque definitivamente, sí ha ha-bido una profunda discusión sobre el or-den necesario a seguir en su aplicación y,particularmente, sobre la correcta inter-pretación de estos dos conceptos,

El concepto de economía de mercadohace décadas que se viene aplicando encasi todos los países del Triángulo, inde-pendientemente del régimen político, aun-que, sin embargo, especialmente en elcaso de América Latina, está aún lejos deque todos sus países cuenten con buenagobernabilidad. La versión de la econo-mía de mercado propiciada por los Esta-dos Unidos ha arraigado en la mayoría delos países de América Latina, pero enpocos de los europeos, donde cierta for-ma de economía social de mercado ha sidola dominante desde el final de la U GuerraMundial. Estas similitudes sistémicas hanfavorecido especialmente durante el pro-ceso de globalización el desarrollo de lascorporaciones multinacionales, que hanextendido su red transnacional primero enlas regiones del Triángulo, para pasar lue-go a Asia y a los países que anteriormen-te conformaban el bloque socialista.

Los Estados Unidos y la Unión Euro-pea han estado a la vanguardia del desa-rrollo de mecanismos reguladores paraesta globalización económica, usando una

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variedad de organismos institucionales enel proceso, como la Organización para laCooperación y el Desarrollo Económico(OCDE). Donde no ha funcionado la in-terconexión de las economías de merca-do, se ha hecho patente la vulnerabilidadde la arquitectura financiera internacional.Las crisis financieras de México, Brasil yArgentina, para mencionar tan solo aque-llas que están dentro del Triángulo, handejado claro que la economía de mercadoparece funcionar solo en los países desa-rrollados y solo hasta cierto punto de for-ma satisfactoria, pero que ciertamentedeja mucho que desear en el caso de laseconomías en vías de desarrollo y, en es-pecial, en lo que se refiere a las relacio-nes entre unas y otras. Puesto que la cri-sis financiera parece acompañar al pro-ceso de inserción de muchos países en laeconomía globalizada, se ha cuestionadosi el sistema de economía de mercado serácapaz de reducir los efectos negativos detales crisis financieras, no solo en lo queconcierne a países en vías de desarrollo,sino también respecto del funcionamientodel sistema internacional financiero en suconjunto, en tanto no se establezcan me-canismos reguladores internacionales mássólidos.

Dentro de este contexto, la confianzaen un satisfactorio funcionamiento de laeconomía de mercado se ha visto nota-blemente reducida en muchos países deAmérica Latina, dado que el proceso deapertura unilateral de sus economías y lasreformas orientadas al mercado, apoya-das por el "Consenso de Washington", nohan producido en las últimas dos décadaslos efectos de desarrollo ampliamente de-

seados (y ciertamente predichos por mu-chos). Dado que ciertos efectos negati-vos del mercado, conducidos por el pro-ceso de globalización, se han hecho mu-cho más evidentes en las economías envías de desarrollo de América Latina queen los Estados Unidos o la Unión Euro-pea, se ha generado un amplio y polariza-do debate sobre la asimetría con que sehan repartido los costos y beneficios delproceso globalizador dentro del TriánguloAtlántico. También se extiende este de-bate sobre hasta qué punto una reformade la economía de mercado puede sernecesaria, tanto para ajustarse a las ur-gentes necesidades de los países en víasde desarrollo, como también con relacióna las asimetrías Norte-Sur en la econo-mía internacional.

Las reformas propiciadaspor el Consenso de Washington

no han producido los efectosde desarrollo deseados.

El otro fundamento de la comunidadde intereses entre las tres regiones, el con-cepto de la buena gobernabilidad, no haavanzado institucionalmente de ningunamanera tanto como el de la economía demercado. En parte esto se ha debido aque los factores económicos parecen in-vitar más a la presión y regulación inter-nacional que los factores políticos, perotambién por la insistencia constante en elconcepto de soberanía, que se ha dadoespecialmente en América Latina, aunqueno exclusivamente allí. El avance en la

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Relaciones Iriangularesen un mundounipolar

legislación sobre derechos humanos y per-secución de los crímenes contra la huma-nidad, procesos electorales transparentesy ampliación de procedimientos democrá-ticos, constituye, sin duda, uno de los de-sarrollos más positivos logrados en las úl-timas décadas a nivel mundial. La presiónde los Estados Unidos y de la Unión Eu-ropea en estos temas ha mostrado resul-tados muy positivos en muchos países deAmérica Latina.

La globalización de los conceptoslegales no ha avanzado al ritmo

necesario para fortalecer lagobernabilidad.

Sin embargo, intereses específicos hanhecho imposible hasta ahora el estableci-miento de una "comunidad de Estado dederecho" entre los miembros del Triángu-lo. La necesaria globalización de concep-tos legales no ha avanzado con la veloci-dad requerida para fortalecer la buenagobernabilidad en todos los países miem-bros del Triángulo. Ello se debe, en parte,al concepto unipolar de algunas adminis-traciones de los Estados Unidos, que hanpretendido verse excluidos del proceso deelaboración de regulaciones multilaterales,siempre que sus intereses nacionales pu-dieran verse afectados. Este ejemplo ne-gativo no cabe duda que ha limitado unaactitud más positiva por parte de otrosEstados en el Triángulo Atlántico hacia laCorte Penal Internacional (CPI), así comoa la aplicación del concepto europeo de laextraterritorialidad jurisdiccional en casos

de violación de los derechos humanos,como lo ha demostrado, entre otros, el casoPinochet. Sin el establecimiento de un es-tado de derecho común dentro del Trián-gulo Atlántico, resulta difícil prever la ad-hesión a un concepto de buena goberna-bilidad. Esa falta de elaboración de legis-lación no dejará de tener efectos negati-vos sobre la base económica dentro delTriángulo Atlántico, pues la aceptación delmodelo de desarrollado está en gran par-te condicionada por la legitimidad del mo-delo político, no solo "dentro", sino tam-bién "entre" los miembros del Triángulo.

1.2. Relaciones transatlánticas vs.relaciones interamericanas:la geopolítica de las alianzas

Aparte de los modelos económico ypolítico que dominan las sociedades delTriángulo Atlántico y de las dificultadesque surgen de los esfuerzos por armoni-zarlas, es la política de alianzas lo que haceel funcionamiento del concepto del Trián-gulo tan difícil. Los Estados Unidos desdehace décadas mantuvieron las dos alian-zas más antiguas del mundo moderno, laOTAN y el TIAR, separadas e, incluso,han iniciado su proceso de reforma demanera bastante distinta después de laGuerra Fría. Esto se debe básicamente ala singular posición de los Estados Unidoscomo la única superpotencia en el mundoy a su ampliamente sostenida percepciónde usar sus propias experiencias históri-cas en términos económicos, sociales ypolíticos como un paradigma necesario

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para el desarrollo de otras sociedades(Kagan, 2003). Al mismo tiempo, su con-cepto de poder y liderazgo tiende a re-chazar limitaciones a sus acciones dentrodel sistema internacional y, por consiguien-te, rehusa adherirse a cierto tipo de con-venios multilaterales. Esta posición hacebastante difícil involucrar a los EstadosUnidos en el desarrollo de nuevas iniciati-vas multilaterales, ya que estas, por defi-nición, implican no solo beneficios sinotambién costos para todos los países par-tícipes. Por ello, está bien documentadoque, en los últimos años, los Estados Uni-dos han demostrado su voluntad de apo-yar iniciativas multilaterales siempre ycuando fueran útiles para la consecuciónde sus intereses nacionales, manteniéndo-se al margen de aquellas, o yendo en soli-tario, cuando este no fuera el caso.

El concepto de liderazgo de losEstados Unidos tiende a rechazar

limitaciones a su acción en elsistema internacional.

El desarrollo de la relación transa-tlántica, que es básicamente una alianzaNorte-Norte dominada por la experienciadel conflicto Este-Oeste; y el de la rela-ción interamericana, que es fundamental-mente una relación Norte-Sur sol o en parteinfluida por el conflicto Este-Oeste, hademostrado que los Estados Unidos hanpodido crear instrumentos multilateralescon una enorme resistencia a cambiar enel orden internacional y con notables be-neficios para la "mayoría de uno". La asi-

metría de poder económico y militar hacreado en ambos casos un sistema dealianza formalmente democrático que haservido a todos los miembros, pero de for-ma muy diferente. Ambas alianzas, tantola OTAN como el TIAR, entraron en cri-sis después del final de la Guerra Fría yestán en proceso de reconstrucción conuna "misión" diferente desde el surgimien-to de un sistema internacional unipolar.Mientras la OTAN comienza a concen-trarse en misiones "fuera del área", con-virtiéndose defacto en el brazo militar dela alianza transatlántica para el manteni-miento de lapaz a nivel mundial, el TIARespera reformas con el fin de responder alas nuevas amenazas transnacionales,como el terrorismo, el tráfico de drogas yel crimen internacional, las cuales, eviden-temente, afectan más al hemisferio occi-dental que a la Unión Europea(Grabendorff, 2003b). Aun cuando laOTAN ha asumido también algunas res-ponsabilidades en la lucha contra las nue-vas amenazas y ha integrado a nuevospaíses miembros, parece que sigue sien-do un instrumento militar formal con pro-yección mundial, mientras que el TIAR,aun tras su proyectada reforma, pareceestar confinada a continuar siendo un ins-trumento de control básicamente parainestabilidades intrarregionales en Amé-rica Latina.

La Organización de los Estados Ame-ricanos (OEA) ha desempeñado ese pa-pel desde hace más de medio siglo. Apesar de los múltiples esfuerzos hechospor diversos países de América Latina oincluso por alianzas intrarregionales, la"mayoría de uno" de los Estados Unidos

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Relaciones iriangulares en un mundo unipolar

ha sobrevivido a la Guerra Fría y a lasiniciativas de reforma de los últimos anos.De hecho, el sistema interamericano seha convertido en un activo más de la polí-tica de Estados Unidos dentro del Trián-gulo Atlántico, pues América Latina nosolo se ha transformado en una regiónesencialmente democrática, sino tambiénen un aliado relativamente confiable paralos Estados Unidos en muchos temasmundiales (Grabendorff, 2001). Única-mente acontecimientos muy recientes,principalmente la guerra de Irak y tam-bién negociaciones dentro de la Organi-zación Mundial de Comercio (OMC), hanmostrado una cierta división entre los Es-tados de América Latina en favor o encontra de la posición de los Estados Uni-dos. El éxito del TLCAN y la voluntad delos Estados Unidos de otorgar ciertos be-neficios económicos por medio de acuer-dos bilaterales de libre comercio -comoel ya firmado con Chile, los que se hanconcluido con América Central y la Re-pública Dominicana; y los que se encuen-tran en negociación con Bolivia, Colom-bia y Perú- le han dado al sistema intera-mericano un nuevo sentido de comunidad,que había perdido hace tiempo tras el fra-caso de la "Alianza para el Progreso", lan-zada por el presidente Kennedy despuésde Ja crisis cubana en los años sesenta.Lo que solfa ser la fortaleza de la relacióntransatlántica, una fuerte cooperación entemas económicos y de seguridad, se haextendido ahora al sistema interamericano,pues los efectos de la globalización en elhemisferio occidental han conducido a quehaya una más fuerte cooperación econó-mica, no solo en el interior de América

del Norte, sino entre esta región y Améri-ca del Sur.

El sistema interamericano harecuperado el sentido de comunidadperdido tras el fracaso de la Alianza

para el Progreso.

Los Estados Unidos han mantenido lasalianzas con Europa por un lado y conAmérica Latina, por otro, sin intentar usarambas como vehículo para fortalecer lacooperación dentro del Triángulo Atlánti-co. Esto hubiera sido especialmente pro-metedor durante el período de la GuerraFría, pero en aquel entonces el pilar co-mún de la buena gobernabilidad se hacíadifícilmente evidente en América Latinay, por consiguiente, faltaba por parte eu-ropea la voluntad política de participar enese tipo de cooperación de alianzas. En elperíodo posterior a la Guerra Fría, I a UniónEuropea se convirtió en un actor políticoy económico más independiente y por elloes percibido por los Estados Unidos ya nosolo como un socio para la cooperacióninternacional, sino como un competidor enel sistema internacional. Por esa razón, nohubo ninguna inclinación a usar los pilaresinstitucionales de ambos sistemas de alian-zas para crear una comunidad atlánticamás efectiva. A pesar de que el presiden-te George W. Bush anunció que el sigloXXI sería el "Siglo de las Américas", larealidad de una creciente tendencia haciala unipolaridad en el sistema internacionalha llevado a una mayor concentración dela política exterior de Estados Unidos, y

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de hecho a su política exterior económi-ca, hacia otras áreas del mundo. Ambasalianzas, sin duda, hicieron un buen servi-cio a los intereses de Estados Unidos du-rante la Guerra Fría y fueron ampliamen-te aceptadas por la Unión Europea yAméricaLatinacomo vínculos necesariosy en gran medida útiles con los EstadosUnidos, sobre todo desde el punto de vis-ta de la seguridad.

La política exterior económica deEstados Unidos se ha orientado hada

otras áreas del mundo.

Sin embargo, puesto que el conceptode seguridad ha evolucionado de formatan acelerada en el período de la postGuerra Fría, la geopolítica de estas alian-zas ha perdido gran parte de su atractivoy para algunos, incluso, su razón de ser.Las diferencias estructurales en la rela-ción de poder entre América del Norte ydel Sur, por una parte, y entre Europa yAmérica del Norte, por otra, seguirán engran manera invariables, a pesar de lascrecientes amenazas transnacionales co-munes a ambas alianzas. Por esa razón,parece difícil vislumbrar que el conceptodel Triángulo Atlántico logrará ser lo su R-cientemente creativo, desde el punto devista institucional, como para sobreponer-se a los diferentes enfoques de alianzasusados por los Estados Unidos, especial-mente dado el percibido fracaso de con-cepto de alianza estratégica para las rela-ciones Unión Europea-América Latina(Grabendorff, 2003a).

1.3. Retos para el liderazgoy su aceptación

El tema del liderazgo, su legitimidad yaceptación por todos los socios del TAconstituye probablemente el reto más im-portante para la aplicación del conceptooccidental de colaboración internacionalcon el fin de fomentar la buena goberna-bilidad y la economía de mercado en elmundo. Como ha puesto de manifiesto laguerra de Irak, el liderazgo de los EstadosUnidos como única superpotencia puedeser cuestionado -a pesar de los fuertescompromisos de alianza política y econó-mica- muy rápidamente por un gran nú-mero de Estados dentro del Triángulo At-lántico, si la base de ese liderazgo no esconsiderada como legítima y hay falta desuficientes consultas multilaterales. Des-de el punto de vista de los Estados Unidos,el atractivo del concepto del Triángulo At-lántico se basaba en la alianza automáticacon Europa y América Latina, lo que im-plicaba, casi por definición, el liderazgo delos Estados Unidos

Puesto que el atractivo de ese con-cepto ya no está más garantizado cuandolos intereses nacionales de los EstadosUnidos son percibidos como incompatiblescon los intereses de, por lo menos, algu-nos de los socios del Triángulo Atlántico,la base de la aceptación del Jiderazgo delos Estados Unidos parece estar erosionán-dose rápidamente (Whitehead, 2002). Elfuncionamiento limitado del Triángulo At-lántico dependía fundamentalmente de lavoluntad de los Estados Unidos y de Eu-ropa para cooperar sobre las cuestionesinternacionales más importantes. Al mis-

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rao tiempo, en las últimas décadas, la vo-luntad de arriesgar un conflicto entre lossocios del Triángulo se encontraba redu-cida, en parte, por la asimetría de las rela-ciones de poder entre Europa y los Esta-dos Unidos, y también por la voluntad deestos de apoyar algunos intereses esen-ciales europeos. Este comportamientoconsensual, ya no puede darse por hecho,en la medida en que los Estados Unidossienten menos la necesidad del apoyo deEuropa o América Latina y, a su vez, laUnión Europea se siente suficientementefuerte en lo económico y segura militar-mente, para no tener que seguir el lide-razgo de los Estados Unidos de forma au-tomática. Por esta razón, parece bastanteprobable que la tendencia al conflicto enel sistema internacional aumente inclusodentro del Triángulo Atlántico y, por tan-to, se hace más importante aprovecharlacomunidad general de intereses de los so-cios del Triángulo para reducir al máximolos conflictos políticos, económicos y es-tratégicos.

Esto, ciertamente, implicaría la nece-sidad de establecer un consenso adicio-nal, no solo con respecto a las intencionesampliamente expresadas, donde ya existesuficiente consenso en la mayoría de lostemas, sino también en relación con losmétodos e instrumentos que deben apli-carse en el proceso de resolución de con-flictos. Las dificultades inherentes a unejercicio de armonización política quedandemostradas por el propio desarrolloinstitucional de la Unión Europea. En todocaso, sería prometedor extender sus lo-gros al proceso de coordinación políticadentro del Triángulo Atlántico, dada la

comunidad de intereses que existe, sin lu-gar a dudas, sobre la necesidad de cons-truir un sistema normativo internacional.

La aceptación de la posición comúnse observa en la corresponsabilidad

entre países productores yconsumidores de drogas.

La aceptación de iiderazgo no se re-duce solo a los asuntos políticos y las es-trategias económicas, sino que dependeen gran medida de la forma en que dichaspolíticas y estrategias son aplicadas. Eneste sentido, se puede observar una grandiferencia entre los instrumentos multila-terales y los bilaterales. Los Estados Uni-dos, a causa de su enorme peso interna-cional, tradicionalmente han preferido larelación bilateral, tanto con Europa comocon América Latina. Sin embargo, lospaíses de estas regiones -muy conscien-tes de su propia vulnerabilidad-han pre-ferido una aproximación bien multilateral,bien de bloque a bloque, en muchas nego-ciaciones. Esta elección de instrumentos,que repercute claramente sobre la acep-tación o no del liderazgo, no está limitadaa los Estados Unidos, dado que un buennúmero de Estados europeos y latinoame-ricanos ha preferido, en defensa de lo quepercibían como de su interés nacional,negociaciones bilaterales. A menudo, estotenía el efecto colateral de debilitar cual-quier posible posición regional común. Haypocos ejemplos donde la aceptación de unaposición común se haya extendido a to-dos los socios del Triángulo Atlántico. Uno

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de estos es el concepto decorresponsabilidad entre países producto-res y países consumidores de drogas, elcual fue formulado por la Unión Europeay se ha manifestado a través de sus es-trategias de cooperación con los paísesandinos y centroamericanos, las cualeshan sido asumidas en muchos aspectostambién por los Estados Unidos y Canadácomo respuesta a uno de los problemasmás acuciantes dentro del Triángulo At-lántico. En la medida en que uno de losactores entre los socios perciba, acertadao equivocadamente, que puede promoversu interés nacional sin apoyo regional oextra regional, será difícil la aceptación delliderazgo de dicho actor internacional poraquellos que, si bien comparten en gene-ral sus intereses, sin embargo, no creenen la aplicabilidad de acciones unilatera-les.

II. EL PAPEL DEL REGIONALISMO

EN LAS RELACIONES TRIANGULARES

Puesto que la relación triangular estábasada en el efectivo funcionamiento in-terno de las tres regiones enjuego, la ade-cuada aplicación del concepto de regio-nalismo es clave para el pape] que jueganestas regiones dentro del Triángulo Atlán-tico y, a su vez, en el sistema internacio-nal, en general. El desarrollo del regiona-lismo ha sido muy diferente, tanto en for-ma como en contenido, en Europa, enAmérica del Norte y en América del Sur.El concepto está, obviamente, más avan-zado en el caso europeo, especialmentetras la última ronda de ampliación, que ha

incluido a la mayor parte de la Europageográfica en el bloque político y econó-mico que constituye la Unión Europea. Enel caso de América del Norte, el peso es-pecífico de los Estados Unidos ha contri-buido, después de la Guerra Fría, al avan-ce del regionalismo norteamericano, altiempo que lo ha impedido en algunos cam-pos, debido a la preferencia de los ele-mentos estrictamente económicos conte-nidos en el concepto de regionalismo con-templado por los Estados Unidos

La idea de una Comunidad deAmérica del Norte podría incluir a

Centroamérica y los países del Caribe.

A causa del éxito del TLCAN y delas crecientes dificultades para construirun regionalismo que incluyera a todo elhemisferio occidental en la forma de unAcuerdo de Libre Comercio de las Amé-ricas (ALCA), los acontecimientos recien-tes parecen indicar que la "Comunidad deAmérica del Norte" en construcción (Pas-tor, 2001) podría incluir también a Améri-ca Centra] y el área caribeña en un futurono muy lejano. Dada la dimensión geo-gráfica, este muy asimétrico grupo de paí-ses se caracterizará por ser un conceptode regionalismo que integra algunos de lospaíses más poderosos y ricos, junto a otrosde los más débiles y pobres. El diseño dedicho concepto de regionalismo para inte-grar esta región del Gran Caribe constitu-ye uno de los desafíos más difíciles parael proceso regulador dominado por losEstados Unidos. Los obstáculos inheren-tes al proceso en marcha del ALCA han

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Relaciones triangulares en un mundounipolar

demostrado las dificultades de crear unconcepto de regionalismo que abarqueNorte y Sur, países poderosos y paísesinestables.

El concepto menos desarrollado deregionalismo se encuentra en América delSur, donde su propia identificación comoparte de América Latina, por un lado, ysus dos mecanismos de integración subre-gional -CAN y Mercosur- tendentes per-manentemente a las crisis, por otra, soloha comenzado a desarrollar una identidadregional propia a comienzos del nuevo si-glo (Maihold, 2004). Bajo el liderazgo deBrasil, la CAN y el Mercosur, junto a Chiley las Guayanas, se intenta construir unnuevo espacio económico integrado deAmérica del Sur, en la forma de la reciénconstituida Comunidad Sudamericana deNaciones (CSN), que pretende, además,fortalecer la integración física del subcon-tinente con el fin de desarrollar un regio-nalismo que refleje algunas de las expe-riencias europeas junto a algunas de lasde América del Norte (Sberro/BacariaColom, 2002). El llamado "Consenso deBuenos Aires" entre Brasil y Argentina-evidentemente llevado a cabo para pro-veer de una alternativa al "Consenso deWashington", dominante en América La-tina durante los pasados quince años-parece ser, hasta ahora, la más clara ex-presión del proyectado regionalismo deAmérica del Sur. A pesar de que los dostipos de regionalismo americano se en-cuentran en diverso estado de desarrolloy de que en ningún caso están ya clara-mente definidos, podría considerarse quesubsisten tres distintos tipos de regionalis-mo dentro del Triángulo, los cuales refle-

jan las muy diferentes experiencias histó-ricas y características geopolíticas de lastres regiones, teniendo, en consecuencia,elementos similares y contrapuestos unosa otros.

El Consenso de Buenos Aires es lamás clara expresión del proyectadoregionalismo de América del Sur.

II. L Desarrollo de identidadesregionales

El funcionamiento de cualquier regio-nalismo depende no solo de una comuni-dad de intereses económicos, sino tam-bién de las experiencias históricas com-partidas y de la voluntad política de com-binar las capacidades económicas y polí-ticas para crear un futuro más promete-dor para sus países miembros. En las últi-mas décadas, el acelerado proceso deglobalización ha contribuido, sin duda, auna definición más clara de las identida-des regionales, de una forma no previstapor muchos analistas. La necesidad deidentificarse con los intereses de sus Es-tados vecinos, que durante décadas o si-glos han sido vistos en su condición deEstados-nación como enemigos, no haresultado fácil. Sin embargo, parece quedebe considerarse como uno de los pocosremedios contra los efectos negativos dela globalización. El desarrollo de dichasidentidades regionales se ha hecho másevidente en el caso de la Unión Europea,cuyas bases principales fueron instauradasdebido a las experiencias traumáticas su-

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fridas por la mayoría de sus grandes po-tencias tras la II Guerra Mundial. La uni-ficación de Europa se ha visto postergadadurante décadas debido a la prolongadaGuerra Fría, que, aí mismo tiempo, contri-buyó a la sensación de urgencia para ade-lantar un proceso de integración a causade la percibida amenaza de la Unión So-viética.

El proceso de globalizaciónha constribuido a definir las

identidades regionales.

A pesar de la primordial importanciade la relación transatlántica para los paí-ses miembros de la Unión Europea, el pro-ceso de unificación europeo también es-taba dirigido contra el modelo de desarro-llo económico promovido por los EstadosUnidos, al menos en algunos aspectos. Elmodelo europeo enfatizó la dimensión so-cial de la economía de mercado y la ne-cesidad de realizar transferencias finan-cieras entre las regiones o países másdesarrollados y aquellos menos favoreci-dos dentro del proceso de integración.Asimismo, fue la experiencia de la "pér-dida de los imperios" lo que contribuyó aldesarrollo de una visión mundial distintaen Europa, tanto durante como despuésde la Guerra Fría, que se diferenciaba decómo los Estados Unidos percibían la si-tuación internacional, especialmente conrelación a los temas Norte-Sur (Babarinde,1998). El desarrollo de identidades regio-nales -no muy diferente al desarrollo delEstado-nación- parece que depende nosolo de una comunidad de intereses y un

fuerte liderazgo, sino también de un con-cepto unificado orientado contra la estra-tegia política y/o económica de un poderexterno.

En el caso de América de Norte, laidentidad regional que está en construc-ción no se basa tanto en las experienciashistóricas como en los cambios estructu-rales que se hicieron notar después de laGuerra Fría y que están relacionados prin-cipalmente con el proceso de globalizacióneconómica. La creciente interdependen-cia de las economías canadiense y mexi-cana, así como de las de Centroamérica yel Caribe, con el amplio mercado de losEstados Unidos y su efecto en migracióny educación, en inversión y en producciónde drogas, ha creado una comunidad in-formal norteamericana con enormesasimetrías de poder y bienestar, aún antesde que comenzara a desarrollarse unaidentidad regional. Esta identidad regionalestá caracterizada por la visión de la ma-yoría de los habitantes de América delNorte, y estos son los ciudadanos estado-unidenses, aunque entre ellos cada vezmás se encuentren los de origen mexica-no, centroamericano o caribeño. La fu-sión cultural, que se ha hecho tan aparen-te a causa del impacto que tienen estosemigrantes sobre la economía y el estilo devida de los Estados Unidos, es evidente enambas direcciones, de tal manera que losvalores y costumbres de los Estados Uni-dos que ya desde hace tiempo prevalecíanen Canadá, también ahora son más noto-rios en la parte sur de América del Norte.

En este sentido, la identidad regionalde la "Comunidad de América del Norte"en construcción estará moldeada por las

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Relaciones triangulares en un mundo unipolar

necesidades de seguridad (Lowenthal,2003) y los intereses económicos de losEstados Unidos, pero, al mismo tiempo,cada vez mayormente influenciada por laparte hispánica de la región, demográfi-camente más creciente y culturalmentemás dinámica. En muchos aspectos, laextensión del modelo económico de losEstados Unidos a México, Centro Améri-ca y el Caribe ha dejado no solo un nota-ble efecto en el desarrollo de estas subre-giones, sino que también tiende a fortale-cer a los Estados Unidos como un actoreconómico global, ya que los recursoshumanos y naturales de estos países con-tribuyen, al menos en parte, a incremen-tar la potencia de la economía de los Esta-dos Unidos. Hasta qué punto el dólar delos Estados Unidos puede llegar a conver-tirse en la moneda oficial de la región deAmérica del Norte, una vez que otros ele-mentos esenciales de un mercado comúnhayan sido establecidos, no tendrá nece-sariamente un impacto fuerte sobre laiden-tidad regional, dado que el dólar de los Es-tados Unidos, durante décadas y de ma-nera informal -en gran parte por el enor-me impacto de las remesas- ya se haconstituido como el medio de pago prefe-rido en América del Norte y el Caribe.

La adopción del dólar comomoneda oficial de América

del Norte no influiría demasiadoen la identidad regional.

El desarrollo de una identidad regio-nal en América del Norte ya ha produci-

do algunos efectos traumáticos tanto enMéxico -cuya cultura política y económi-ca ha sufrido los mayores cambios en esteproceso (Fernández de Castro/Domín-guez, 2001)- como también en AméricaLatina en general, ya que ha tenido quealejarse del concepto de "patria grande",que durante casi dos siglos constituyó eleje central de la cultura política de los paí-ses al sur del Río Grande. Para algunosanalistas, el distanciamiento del conceptolatinoamericano de unidad es, en parte, elefecto de la incapacidad de América La-tina de crear un modelo de desarrollo su-ficientemente exitoso (Harrison, 1997), porlo que se hacía necesario que parte de laregión adoptara la estrategia de desarro-llo de los Estados Unidos hasta donde fueraposible.

La más reciente iniciativa del Brasilde promover una identidad regional deAmérica del Sur, puede considerarse enmuchos aspectos como una consecuen-cia de este desmembramiento de Améri-ca Latina, así como del rechazo y la ne-gación de muchos países sudamericanosa integrarse en un concepto de hemisfe-rio occidental, que, por definición, seríasólo una extensión del regionalismo deAmérica del Norte. El posible éxito de lainiciativa brasileña-recientemente apoya-da por Argentina y Venezuela- depende-rá de un gran número de variables. Lamayoría de ellas parecen encontrarse fue-ra del control de los mismos países sud-americanos, debido a los fuertes proble-mas políticos y económicos de la mayoríade ellos y a la obvia orientación de algu-nos, como Colombia y Perú, hacia el mo-delo de desarrollo promovido por los Es-

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tados Unidos Sin embargo, dada la pre-ocupación creciente en los Estados Uni-dos con su propio papel como única su-perpotencia en el sistema internacional ycon la aceptación de la carga que conlle-va mantener esta posición, parece pocoprobable que los Estados Unidos seancapaces, y tengan suficiente motivaciónpolítica, para desempeñar la misma fun-ción de "hub and spoke" en Américadel Surcóme lo vienen realizando en Amé-rica del Norte. Las divisiones internas en-tre los líderes políticos y económicos conrespecto al proyecto del hemisferio occi-dental del actual gobierno de los EstadosUnidos se han hecho evidentes en el pro-ceso de negociación del ALCA.

Si Brasil supera su aislamientopodría convertirse en unificador

de América del Sur.

Si Brasil fuera capaz de superar sutradicional aislamiento y de alcanzar unaalternativa de desarrollo convincente, fá-cilmente podría llegar a convertirse en elunificador de América del Sur, pues cuentacon su gran tamaño, su fortaleza culturaly su pragmática política exterior. De estaforma podría construir un regionalismo detal naturaleza que probablemente combi-naría algunos elementos del concepto deintegración europea, como se manifiestaen el Mercosur, con la flexibilidad de laregiónalización de América del Norte quecaracteriza al TLCAN.

El diferente tipo de inserción en laeconomía internacional de la mayoría delos países sudamericanos, que no mane-

jan un comercio primordialmente a nivelregional-como Canadá, América Centralo México, con fuertes relaciones comer-ciales con los Estados Unidos- sino decarácter más global, también con Europay Asia, hace prácticamente necesario queel regionalismo de América del Sur seade naturaleza distinta al de América delNorte. Las fuertes relaciones culturalesentre los países del Cono Sur y Europatienen también una innegable influencia enla identidad y la visión del concepto sud-americano de regionalismo. A pesarde las diferencias de tamaño y poder enel caso de Brasil, no parece necesariosuperar una asimetría tan enorme comola que existe entre los Estados Unidos ysus vecinos del Sur. Dependerá en granmedida de la calidad del liderazgo queBrasil pueda prestar en los próximos años,el que se construya esa identidad de Amé-rica del Sur y que se base más en la con-fianza mutua que en las estrategias dedesarrollo y en consideraciones de segu-ridad (Grabendorff, 2002).

El proceso de construir tres diferen-tes, pero en ningún caso inconexas, iden-tidades regionales podría tener varios efec-tos sobre el carácter de la relación entrelas tres partes del Triángulo. Por una par-te, facilitaría la comprensión de que, a pesardel proceso de globalización, es necesariocrear sistemas de regionalismo que haganfácil la colaboración mutua sin renunciara las necesidades históricas y estructura-les, que vienen definidas por la propia po-sición de dicha región en el sistema inter-nacional. También podría vislumbrarse unefecto contrario, que significaría que laidentidad de cada una de estas regiones

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Relaciones triangulares en un mundo unipolar

podría distanciarse cada vez más debidoa las asimetrías de riqueza y poder entreellas y, en consecuencia, contribuir más acrear que a reducir dificultades de armo-nización de políticas y aplicación de lasreglas dentro del Triángulo.

Se requieren sistemas deregionalismo que faciliten la

colaboración mutua sinrenunciar a las necesidadeshistóricas y estructurales.

IL2. Modelos de regionalismoe integración que compiten entre sí

Algunas de las dificultades que con-ciernen al proceso de construcción nor-mativa dentro del Triángulo Atlántico es-tán directamente relacionadas con losmodelos de regionalismo e integración quecompiten entre sí en las tres regiones(Briceño Ruiz, 2001). El tipo de regiona-lismo desarrollado en Europa y el gradode integración alcanzado a casi todos losniveles por la Unión Europea, constituyeun modelo que difícilmente se puede apli-car a las otras dos regiones. Circunstan-cias históricas, presiones extemas y unsentido compartido de vulnerabilidad du-rante el período de la post guerra, tras laH Guerra Mundial, son algunos de los fac-tores que han contribuido, tanto a la vo-luntad de unir recursos, como a compartirtambién la soberanía. El resultado ha sidoun esfuerzo único, aunque todavía incom-pleto, de transformar Estados-naciones

competidores entre sí en miembros coope-rantes de una unión económica y tambiéncada vez más política. El grado de supra-nacionalidad de este modelo europeo deregionalismo, logrado a lo largo de casimedio siglo de desarrollo institucional, nopuede tomarse como punto de referenciani para América del Norte, ni para Amé-rica del Sur. Esta filosofía de integracióneuropea, que consiste en establecer unnivel parecido de desarrollo en todas lasregiones de la Unión Europea por mediode fondos estructurales y de otras medi-das con las cuales se pretende reducir laasimetría económica entre los Estadosmiembros y sus propias regiones internas,no encuentra un paralelo en los concep-tos de integración de las Américas. Allídonde se han aplicado algunos mecanis-mos institucionales de la Unión Europea,especialmente con los esfuerzos de inte-gración subregional de la región andina, elresultado ha sido decepcionante, puestoque, además de la falta de voluntad de losestados miembros de aplicarlas estructu-ras supranacionales desarrolladas para laComunidad Andina de Naciones (CAN)en el proceso de integración andina, no sedieron tampoco las condiciones económi-cas y financieras con las que se podíacontar en el proceso de integración de laUnión Europea.

La reconocida inaplicabilidad del mo-delo europeo en las Américas no excluyelaposibilidad de incorporar algunas de suscaracterísticas al modelo de regionalismode América del Norte o del Sur. Hasta elmomento la variable de América del Nor-te solamente puede juzgarse a la luz delos poco más de diez años del proceso del

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TLCAN. Dado que esta forma de regio-nalismo estaba basada en procesos infor-males de integración entre países vecinosy en la fuerte dependencia de las econo-mías de Canadá y México del mercadode Estados Unidos, hubo que desarrollarmecanismos de integración diferentes alproceso europeo. Las competencias noeconómicas del TLCAN continúan estan-do muy limitadas y constantemente cues-tionadas. Desde el 11 de Septiembre, pa-rece que estas han adquirido una nuevadimensión, relacionada, sobre todo, conmedidas de seguridad, como se despren-de de la última cumbre del TLCAN, cele-brada en Waco, donde los presidentesacordaron crear una nueva alianza parala seguridad y la prosperidad. La búsque-da de elementos adicionales para el esta-blecimiento de una comunidad norteame-ricana -que de hecho podría ser el únicoresultado del proceso norteamericano deintegración debido a la apatía frente a unaunión de tipo político mostrada en los Es-tados Unidos, México y Canadá- provie-ne sobre todo del lado mexicano, con elfin de lograr un puente para superar laasimetría económica con 1 os Estados Uni-dos y desarrollar un concepto que, con eltiempo, llegara a constituir la cuarta liber-tad de movimiento -que se añadiría a lasexistentes de capitales, mercancías y ser-vicios- esencial para México: la libre cir-culación de personas. El TLCAN debe servisto, entonces, como un proceso de inte-gración aún inmaduro, que sólo en lospróximos años podría comenzar aprofundizarse. La posibilidad de su am-pliación mediante lainclusión de AméricaCentral y posteriormente los países de la

cuenca del Caribe, ante todo por razoneseconómicas y de seguridad, probablemen-te precederá a cualquier proceso de pro-fundización. Ninguna fase de este proce-so tendrá la complejidad de las etapas quecubrió la integración europea, en parte porla diferente filosofía subyacente en el re-gionalismo de América del Norte y, enparte, por el limitado tamaño de la pobla-ción y de las economías de estassubregiones que han de absorberse y que,de hecho, ya constituyen parte del círculoexterno del mercado de Estados Unidos

El TLCAN es un proceso deintegración aún inmaduro.

La característica principal del regio-nalismo norteamericano es una concen-tración estricta sobre los temas económi-cos, que incluyen la inversión y los dere-chos de propiedad intelectual, y en algu-nos casos también temas laborales ymedioambientales, mientras que descuidalos temas políticos y sociales, al conside-rarlos de exclusiva competencia nacional.Cualquiercambio estructural que pudieraocurrir se deja en manos de las fuerzasdel mercado y no se prevén esfuerzos porparte del Estado para equilibrar los efec-tos negativos que dichos cambios impli-quen para ciertos sectores o partes de lapoblación. El atractivo de tal concepto,especialmente para la mentalidad anglo-sajona, se pudo observar durante el curio-so debate mantenido en Gran Bretañasobre la posible conveniencia de formarparte del TLCAN preferiblemente a suinclusión en la Unión Europea. Sin em-

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Relaciones Irínligulares en un mundo unipolar

bargo, el tema relevante para el TriánguloAtlántico no es tanto la competencia en-tre ambos modelos de regionalismo, eleuropeo y el norteamericano, sino la even-tual expansión de este último hacia todoel hemisferio occidental. Nada menos queesto es lo que se viene intentando, pormedio del proceso de ALCA, desde laCumbre de las Amérícas de Miami en1994. Los Estados Unidos han realizadocontinuos esfuerzos para convencer a susvecinos latinoamericanos al sur de Méxi-co de que su concepto de regionalismopodría ser beneficioso para todos los paí-ses de las Amérícas, especialmente por-que ello garantizaría el acceso recíprocoa los mercados y} por consiguiente, estabi-lizaría los flujos económicos en todo elcontinente. Esto tendría la consecuenciade mejorar el desarrollo económico de lasfrágiles economías al sur de México y,también, de modernizar la estructura eco-nómica de esos países latinoamericanospor medio del impacto tecnológico de laincrementada inversión de los EstadosUnidos y Canadá.

Durante los últimos diez años, las ne-gociaciones del ALCA se han desarrolla-do con bastante éxito a nivel técnico, perohan encontrado una substancial oposiciónpolítica, especialmente por parte de Bra-sil y de algunos otros países de Américadel Sur. Esta oposición esta fundamenta-da en la falta de voluntad de los EstadosUnidos para incluir los subsidios agrícolasy demás mecanismos de apoyo a sus in-dustrias locales en el proceso de liberalí-zación. Esto también pone de manifiestola falta de preparación de muchos secto-res de las economías latinoamericanas

para competir con los de Estados Unidoso Canadá y los probables efectos socialesnegativos de esa liberal i zación recíprocade sus economías. Dado que el procesonormativo en este tipo de regionalismofavorece a las fuerzas del mercado, Bra-sil y otros países temen que los costos ybeneficios del ALCA sean compartidosmuy desigualmente entre sus propias eco-nomías, frágiles e inestables, y las altamentedesarrolladas de América de Norte.

Las negociaciones del ALCAhan tropezado con sustancial

oposición política.

77.3. Posibilidades y límites de unacooperación triangular no económica

Puesto que la formación de los trestipos de regionalismo dentro del TriánguloAtlántico se ha basado primordialmenteen las necesidades económicas propias delproceso de globalización para crear mer-cados integrados capaces de aumentarlacompetitividad e incrementar el bienestar,y para crear unas normas comunes bajolas cuales dichas economías integradaspudieran funcionar, se ha dejado en granmedida a la filosofía propia de cada pro-ceso de integración hasta qué punto lostemas no económicos deberían incluirseen el necesario proceso de regulación. Mu-chos de los temas que están directamenterelacionados con el proceso de desarrolloeconómico dentro de una economía demercado fueron considerados como corn-

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plementos necesarios que debían ser tra-tados por una normatividad de alcanceregional, tales como algunas condicioneslaborales y ambientales, así como los te-mas educativos, vocacionales y migrato-rios. El enorme impacto de una regula-ción sin fronteras, por una parte, y la crea-ción de espacios más amplios de activi-dad económica como en la Unión Euro-pea y TLCAN, por otra, han contribuidode manera clara al surgimiento de activi-dades transnacionales ilícitas como elnarcotráfico, el tráfico de armas, el lava-do de activos y el tráfico de personas. Engeneral, este aumento de actividades cri-minales no había sido previsto por los pro-motores de la integración y ha costado unagran cantidad de esfuerzos políticos tra-tar de establecer mecanismos legales su-ficientes -pero sin llegar a crear algún tipode comunidad de derecho- que puedanfrenar esta marea. Un proceso que, enningún caso, está ya finalizado y que ponede manifiesto nuevamente la diferencia deenfoque entre la Unión Europea y Améri-ca del Norte a la hora de adoptar las me-didas pertinentes.

La regulación sin fronteras hacontribuido al surgimiento de

actividades transnacionales ilícitas.

No obstante, ha sido un tercer desa-fío imprevisto el que ha creado y aún su-pone uno de los retos más grandes para elproceso de integración dentro del Trián-gulo Atlántico y, todavía más, para las re-laciones entre sus partes: el surgimientode las nuevas amenazas de seguridad,

especialmente el terrorismo. Responderadecuadamente a este fenómeno ha cam-biado, probablemente, la naturaleza delregionalismo y marcado el proceso deconstrucción de normas en las tres regio-nes más que ningún otro reciente aconte-cimiento. La necesidad de incluir norma-tivas en temas de seguridad dentro de unespacio económico ampliado ha genera-do una nueva dimensión no económica enestos procesos de integración, que chocaen muchas áreas con el concepto de so-beranía y con la, hasta ahora, exclusivacapacidad reguladora de los Estados na-ción en dichos temas de seguridad. A pe-sar de las dificultades, este proceso se hamanejado de mejor forma por la UniónEuropea, por medio de la creación de la"Europol" y del establecimiento de pro-cedimientos comunitarios para la deten-ción de criminales en todo el espacio de laUnión Europea, entre otras medidas.

Hasta qué punto el carácter transna-cional del terrorismo, el tráfico de drogasy de personas pueden obligar tanto alTLCAN como la incipiente ComunidadSudamericana de Naciones (CSN) aajus-tar mucho más sus conceptos de regiona-lismo a la necesidad de una cooperaciónintrabloque en temas de seguridad, será,sin duda, el elemento decisivo para defi-nir, en gran medida, el futuro de] a coope-ración no económica dentro del Triángu-lo. Como todos los socios del TriánguloAtlántico tienen claros intereses comunesfrente a este tema específico, es de espe-rar que aquí los mecanismos de coopera-ción y de construcción de normas comu-nes avanzarán de forma acelerada en unfuturo próximo. Sin embargo, la asimetría

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Relaciones triangulares en un mundounipolar

de poder entre las tres regiones hace ne-cesario proceder con cautela en la crea-ción de instituciones multilaterales equili-bradas dirigidas a la implementación yseguimiento de las medidas necesarias deseguridad, con el fin de evitar la domina-ción de este proceso por el actor más fuer-te, los Estados Unidos, y las probablesimplicaciones negativas que, de otra ma-nera, surgirían al implementar estrategiascomunes.

Hay que proceder concautela en la ampliación demedidas multilaterales en

materia de seguridad.

III. EL TRIÁNGULO ATLÁNTICOCOMO SUBSISTEMA INTERNACIONAL

Todo subsistema internacional de unanaturaleza tan geoestratégica como la delTriángulo Atlántico entre América delNorte, la Unión Europea y América delSur, debe estar cimentado sobre unas re-glas claramente definidas que sean acep-tables y puedan ser aplicadas a todas lasdecisiones políticas y económicas relevan-tes de los tres bloques, así como sobre elestablecimiento de mecanismos transpa-rentes de seguimiento al proceso de tomade decisiones. Contrariamente a los ca-nales bien establecidos e institucionalizadosde las relaciones transatlánticas e intera-mericanas, las relaciones entre la UniónEuropea y América del Sur aún se en-

cuentran en etapa de construcción y de-penden del éxito del proceso de la Comu-nidad Sudamericana de Naciones (CSN)}

así como del replanteamiento de las rela-ciones en el hemisferio occidental. A pe-sar de los intereses y valores comunesentre las tres regiones, no existe, hasta elmomento, un esfuerzo serio por definir lasnormas con las cuales deberían regularselas relaciones entre ellas. No se ha esta-blecido un mecanismo de consulta quefacilite la adopción deunaposición comúndentro de este subsistema internacional,con relación a los temas urgentes que debeencarar el sistema internacional en gene-ral. Ha habido consultas más o menos re-gulares, tanto a nivel bilateral como a ni-vel comunitario, entre los Estados Unidosy la Unión Europea, incluyendo los temaslatinoamericanos en el contexto de la con-sultas de la OTAN. Sin embargo nuncaha existido algo vagamente similar dentrodel sistema intra-americano para tratar losasuntos europeos, con la posible excep-ción de la discusión sobre la crisis en elAtlántico Sur en 1982. También las con-sultas entre América del Sur y la UniónEuropea con respecto a las posiciones delos Estados Unidos que pueden afectar alas dos regiones han sido muy escasas.La falta de tales instrumentos de diálogose ha hecho notar particularmente enmomentos de crisis, cuando las reaccio-nes de las tres partes del Triángulo hansido no solo descoordinadas, sino inclusocontradictorias, a pesar de los negativosefectos que resultasen de esas crisis yafectasen a las tres regiones en diversogrado.

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Woír GrabendorfT

Las reacciones descoordinadas de laspartes del Triángulo se deben a la falta

de mecanismos de diálogo.

III. 1. Facilitando el desarrollo:creación de nonnas en elmundo económico

Las claras diferencias conceptuales delos tres tipos de regionalismo han dificul-tado en forma extrema la posibilidad defijar una estrategia común con respecto ala necesidad urgente de reorientar los pro-blemas de desarrollo dentro de la econo-mía mundial y las economías regionales.La divergencia en las posiciones de laUnión Europea, los Estados Unidos y Ca-nadá, como países desarrollados, y de lospaíses latinoamericanos, tanto de Améri-ca del Norte como de América del Sur,ha llevado a que los avances en la elabo-ración de nonnas en temas como la libe-raljzación comercial y flujo financiero, asícomo en los derechos de propiedad inte-lectual y las reglas sobre inversión, seanmuy limitados. Este esfuerzo de armoni-zación de los intereses entre Norte y Sur-que ha funcionado con sorprendente éxi-to en el caso del TLCAN entre México ysus dos socios del Norte- no ha arrojadoel mismo resultado en el proceso deALCA o en la negociaciones Unión Eu-ropea-Mercosur. Este escaso progreso seha atribuido a la falta de voluntad por par-te de los países con economías desarro-lladas de tomar en cuenta las diferenciasestructurales entre economías tan diver-sas y en la incapacidad de acordar solu-

ciones para superar las relaciones asimé-tricas, lo que obviamente no puede dejar-se en manos de un proceso de liberaciónde mercados recíproco. Estas experien-cias dejan poco margen al optimismo so-bre laposibilidad de armonizar las normasexistentes que gobiernan las relacionesdentro y entre los mercados comunes ytratados de libre comercio. Una combina-ción de las preferencias comerciales delTLCAN y la Comunidad Sudamericanade Naciones (CSN) con aquellas de losacuerdos de asociación entre la UniónEuropea y México y Chile, así como conlas que se negocian con el Mercosur, se-ría un gran avance para poder poner fin ala discriminación comercial entre los so-cios del Triángulo Atlántico y contribuiríaa lograr un nivel de cooperación econó-mica mucho más avanzado. Dado que esel interés económico de las tres regionesel encontrar soluciones para elaborar nor-mas reguladoras en la economía global,sería de esperar que las regiones del Trián-gulo encontrasen medios de combinarlosdiferentes grados de liberación comercialentre ellos como una segunda mejor solu-ción a un acuerdo mundial de la Organi-zación Mundial de Comercio (OMC).

Sin embargo, los esfuerzos para eldesarrollo dentro del Triángulo Atlánticodifícilmente pueden limitarse a facilitar elcomercio y la inversión, cuando el proble-ma más acuciante Norte-Sur está relacio-nado con los efectos de la pobreza, loscuales, en general, han aumentado y nodecrecido, por lo menos en América Lati-na, desde el comienzo del proceso de li-beración y de modernización económicainiciado hace unas dos décadas. El cla-

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mor por reducir la pobreza en los paísesen vías de desarrollo ha motivado que losEstados Unidos, así como la Unión Euro-pea y la comunidad internacional en ge-neral anunciasen un mayor esfuerzo paraalcanzar esa meta hacia el 2015. El axio-ma "más comercio es mejor que más ayu-da" ha demostrado no ser un conceptoirrefutable, puesto que el comercio ha cre-cido de forma más acelerada que el PIBen la mayoría de los países dentro delTriángulo Atlántico, con escaso o nuloefecto sobre la reducción de la pobreza.Convencida de la necesidad de una co-operación efectiva de ayuda al desarrollopara combatir la pobreza, la Unión Euro-pea y sus países miembros se han con-vertido, sin duda, en el donante mundialmás importante, transfiriendo más del tri-ple de fondos que los Estados Unidos alos países en vías de desarrollo. Sin em-bargo, como ese esfuerzo no ha contri-buido de manera significativa a la reduc-ción de la pobreza, inclusive las institucio-nes financieras internacionales están ha-ciendo actualmente llamados para enfren-tar de manera más radical el tema de lapobreza, que, en forma acertada, se perci-be como uno de los factores más impor-tantes de inestabilidad política y de falta deprogreso en muchos países en desarrollo.

El axioma "más comercio es mejor"no es irrefutable.

Aun cuando en la mayoría de los paí-ses de América Latina se asumieran losmejores criterios de eficiencia económi-ca, muy probablemente no lograrían con-

vertirse en modelos de crecimiento en unpróximo futuro, si los Estados Unidos y laUnión Europea no les asisten de formasignificativa en sus propios esfuerzos parareducir la pobreza mediante no solo laapertura de sus mercados a los países delSur, sino también mediante un aumento detransferencias financieras. La necesidadde resolver ese problema tan crucial seha acelerado debido a la presión migra-toria procedente del Sur, que está directa-mente relacionada con la falta de oportu-nidades cuando un sector cada vez másgrande de sus poblaciones -que sobrepa-sa en muchos países latinoamericanos el50%- se ve obligado a subsistir con me-nos de dos dólares diarios. Dada la insis-tencia por parte de los Estados Unidos enque la reducción de la pobreza debe co-menzar por la propia casa y no ser consi-derado un tema de responsabilidad inter-nacional, resulta difícil poder prever unaacción común sobre lo que constituye eltema más apremiante del desarrollo den-tro del Triángulo Atlántico. Podría espe-rarse algún tipo de cooperación entre laUnión Europea y América del Sur, peroesto no sería, ni mucho menos, suficientepara contribuir a un cambio en las reglasde juego de la cooperación internacional,si los Estados Unidos no tienen intenciónde participar en ese nuevo concepto.

III.2. Lucha contra las amenazascomunes: terrorismo, drogasy degradación del medio ambiente

La definición de las amenazas comu-nes ha resultado un ejercicio dificultoso,tanto entre los tres procesos de regiona-

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lismo, como dentro de ellos mismos. LaUnión Europea ha tardado mucho en en-contrar un denominador común para elterrorismo y todavía está en el proceso dedefinir las estrategias regionales comunesnecesarias para combatirlo, aunque algu-nos de sus Estados miembros hayan teni-do que enfrentarse durante décadas a estefenómeno. Los Estados Unidos, por elcontrarío, tras su traumática experienciadel 11 de Septiembre han adoptado unaposición muy agresiva contra toda activi-dad terrorista a nivel mundial, declaran-do al terrorismo como principal enemigode su seguridad nacional. La experien-cia latinoamericana ha sido excepcional,en el sentido de que gran parte de sussociedades han padecido no sólo el te-rrorismo de grupos irregulares, sino el quetambién durante muchos años el Estadomismo empleara métodos terroristas. Porlo tanto, para los países del Triángulo noserá fácü llegar a un acuerdo respecto acómo enfrentar los retos del terrorismotransnacional, debido alas diferencias enlas percepciones actuales y a las expe-riencias históricas, así como a su tradi-ción jurídica. Sin embargo, puesto quetodas las sociedades que conforman loque se ha dado en llamar el "mundo oc-cidental" seguirán siendo flageladas porel terrorismo, debería ser absolutamenteprioritario para ellos acordar las medidasnecesarias para combatirlo, en todas susformas, pero solo con los instrumentosdel Estado de derecho. La compartidaexperiencia de vulnerabilidad -ausente enlos Estados Unidos hasta hace poco- de-bería facilitar el lograr una base comúnpara un consenso sobre los instrumentos

y procedimientos que limitasen esa ame-naza.

Hay que encontrar formas de limitarla demanda de drogas, especialmente

en Europa y Estados Unidos.

Con respecto al tráfico de drogas, unavez más los Estados Unidos y la UniónEuropea han intentado manejar de mane-ra diferente este reto, que ha tenido unimpacto nefasto sobre la salud y la segu-ridad pública en la mayoría de los paísesque conforman el Triángulo Atlántico. LaUnión Europea aceptó desde un comien-zo el concepto de responsabilidad com-partida entre los países productores, tran-cantes y consumidores, con la esperanzade establecer un mecanismo común parareducir la oferta y la demanda simultánea-mente. Aunque este concepto se ha vistofortalecido por los incentivos comercialesespeciales a los países productores y engeneral ha sido aceptado de forma positi-va por ellos, sin embargo no ha tenido unefecto visible de reducción en la econo-mía internacional de la droga. La estrate-gia de los Estados Unidos de apoyar a lospaíses productores en la erradicación decultivos ilícitos por medio de fumigacionesy de interceptar el tráfico de drogas conmedios militares no ha tenido mayor éxi-to, especialmente si se tiene en cuenta quela violencia aumenta con la militarizaciónde la lucha contra la producción y el tráfi-co de estupefacientes. Aun en casoscomo el de Colombia y Bolivia, en los quela producción de estupefacientes se ha re-ducido de forma considerable, el costo, en

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forma de desplazamiento interno provo-cado por las fumigaciones y el trasladonotorio de la producción hacia los paísesvecinos, ha sido elevado, tanto en térmi-nos económicos, como especialmente entérminos políticos y sociales. Uno de losdesafíos más importantes dentro de lospaíses del Triángulo consiste en encontraruna forma de limitar la demanda, sobretodo en Europa y los Estados Unidos, parareducir con ello el efecto destructivo delconsumo, el tráfico y la producción de dro-gas y, a la vez, reducir la gran cantidad deactividades criminales que acompañaneste proceso. Hasta el momento, estas nosolo han afectado los sectores marginalesde los centros metropolitanos del Norte,sino la gobernabilidad y las estructurassociales de los países productores de laregión andina.

En Brasil, la sociedad civil se hamovilizado para proteger el habitat de

la región amazónica.

La discusión sobre la sostenibilidad delmedio ambiente ha comenzado a ganarfuerza política y relevancia económicadesde ya hace años en los países de laUnión Europea, pero no ha encontrado uneco semejante en los Estados Unidos. Porsu parte, en América Latina cualquier tipode consideración a estos temas es relati-vamente reciente y era percibido como un"hobby de los países ricos". En paísescomo México y Brasil, en los que se mirala industrialización como la mejor formade superar el subdesarrollo, las necesida-des de desarrollo han precedido siempre

a las consideraciones ambientales. Laposición de México ha cambiado radical-mente con su ingreso en el TLCAN, cuan-do la formul ación de normas ambientalesformó parte del proceso de integración conlos Estados Unidos, donde los interesesindustriales querían evitar la competenciade las industrias mexicanas a las que sepermitía originalmente hacer caso omisode cualquier reglamentación medioam-biental. En Brasil se ha desarrollado unmovimiento influyente de la sociedad civilen favor de las leyes ambientales a lo lar-go de la última década, no solo con res-pecto a los riesgos industriales asociadosa "industrias contaminantes" sino por lanecesidad de proteger el habitat naturalde la región amazónica. Este cambio enla cultura política del Brasil y de otros paí-ses de América del Sur ha llevado a unacooperación sustancial con la Unión Eu-ropea en todas las iniciativas internacio-nales de medio ambiente, hasta el puntode poder encontrar a la Unión Europea yAmérica del Sur en el extremo contrariode la posición de los Estados Unidos. Estose ha convertido, bajo la línea dura de laactual administración de los Estados Uni-dos ante los principales compromisos am-bientales como el Protocolo de Kyoto, enuna piedra en el camino hacia el progresoen uno de los mas importantes temas in-ternacionales. Por esta razón, resulta pocoprobable que la reducción de la amenazadel deterioro ambiental se convierta en unelemento primordial de lacooperación den-tro del Triángulo Atlántico, al menos mien-tras en los Estados Unidos mismos no sedesarrolle una posición más flexible. Eltema ambiental resulta más importante

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para el proyecto Europa-América del Sury, por lo tanto, la cooperación en este as-pecto será incluida, sin duda, en cualquieracuerdo futuro de asociación entre las dosregiones.

Las amenazas comunes estánestrechamente vinculadas con el

concepto de Estados fallidos.

7/7.3. Reducción de conflictos:Colombia, Cuba, Haití y Venezuela

Las amenazas comunes no solamen-te tienen un carácter trasnacional, sino queestán estrechamente vinculadas al concep-to de "Estados fracasados" -la ruptura dela gobernabilidad, en el peor de los esce-narios, o la falta de una buena gobernabi-lidad, en el mejor de los casos- en deter-minados países y el impacto que tiene lacondición de esos Estados sobre sus paí-ses vecinos. Es aquí donde más se requierela capacidad de las tres regiones paraconstruir normas efectivas de una mane-ra cooperativa. Las lecciones aprendidasde dolorosos procesos de transición a lademocracia, tanto en Europa como enAmérica Latina, podrían aplicarse, hastacierto punto, a los previsibles problemasde una transición en Cuba o Haití.

La necesidad de establecer procesospolíticos claros y transparentes de cómoproceder en caso de violaciones a la bue-na gobernabilidad y de cuáles son los sín-tomas de Estados que comienzan a fra-casar, constituye una forma válida paramedir la capacidad que tienen las regio-

nes del Triángulo Atlántico para aplicarsus valores y proteger sus intereses co-munes mediante la reducción de conflic-tos internos entre aquellas sociedades quepareciera no son capaces de hacerlo sinla ayuda externa. La persistencia en elnacionalismo y la voluntad de defender lasoberanía nacional en momentos en losque, dado el proceso de globalización,muchos de sus atributos se tornan obsole-tos, obstaculizan tales "políticas de inter-vención", que, sin embargo, parecen ha-cerse cada vez más frecuentes por consi-deraciones humanitarias -como en el casode Haití-, así como por la necesidad deevitar el impacto negativo que los Esta-dos que fracasan traen sobre sus paísesvecinos.

En cada caso, las políticas deberán serevaluadas de manera diferente por la co-munidad internacional, dado que no pue-de haber una respuesta uniforme a unasmuy específicas condiciones históricas,políticas y sociales sobre el terreno. Si lastres regiones acordaran una evaluacióncomún, podrían tomar una decisión másacertada sobre qué tipo de presión o cuá-les fuerzas deben aplicarse y cuál podríaser el tipo de marco institucional más efec-tivo dentro de un contexto regional o in-ternacional como la ONU. Aunque loscasos de Colombia y Venezuela tienen di-mensiones y alcances completamente di-ferentes, parecieran ser los más urgentesdel hemisferio occidental (Freres, 2002),junto con las posibles complicaciones deíndole interno y externo de una futura tran-sición en Cuba. Este último constituye unproblema mayor en su proceso de transi-ción política de un régimen autoritario a

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uno democrático en el cual se espera, ade-más, el desarrollo una plena economía demercado. Es de prever que ninguno deestos escenarios podrá ser controlado demanera exclusiva por América Latina olos Estados Unidos, ni siquiera dentro delcontexto de las instituciones interame-ricanas, que han demostrado, hasta elmomento, bastante debilidad a la hora deinfluir en las complejas situaciones de lostres países. Por esta razón, la adopciónde una posición común dentro delsubsistema internacional del TriánguloAtlántico significaría un caso claro paracrear medidas necesarias que condujerana la reducción de conflictos. A pesar delalto grado de sensibilidad política involu-crado, parece haber un espacio para unconsenso acerca de las medidas que de-ben adoptarse, en cuyo caso, un liderazgoregional, en lo posible sin "bagaje" históri-co, como el de Brasil, podría convertirseen un apoyo importante en el momento deadoptar una acción común. Es muy pro-bable que cualquier propuesta política quelas tres regiones lograsen desarrollar enfavor de la reducción de conflictos, seríaaceptada por la comunidad internacionalen general. Aquí es donde los países delTriángulo Atlántico podrían jugar un pa-pel muy constructivo en el proceso políti-co de elaboración normativa para un sis-tema internacional reformado, de la mis-ma forma en que las construcción de susdiferentes conceptos de regionalismo hafacilitado el proceso normativo en lo eco-nómico.

El sinnúmero de temas que se encuen-tran dentro del ámbito de gobernabilidaddel Triángulo Atlántico y que están a la

espera de soluciones inmediatas, o al me-nos en el mediano plazo, es demasiadoelevado, para esperar resultados de políti-cas concertadas en todos los problemasdel nuevo sistema internacional.

Las políticas de intervenciónse tornan más frecuentes porconsideraciones humanitarias.

Sin embargo, el proceso de negocia-ciones entre la Unión Europea, Américadel Norte y América del Sur, incluso entiempos de limitado multilateralismo, pa-rece ser más fácil que manejar estos te-mas dentro de un contexto mundial. Losviejos canales de negociación, existentesdesde hace más de medio siglo, entre losEstados Unidos y la Unión Europea, porun lado, y Estados Unidos y América La-tina, por otro, pueden facilitar el estable-cimiento de un proceso avanzado de cons-trucción normativa para enfrentar los de-safíos de la gobernabilidad en el siglo XXI,donde los intereses cruzados de los acto-res nacionales, regionales y globales de-ben tomarse en cuenta. Las posibilidadesde éxito de una coordinación política másinformal que formal pueden darse másfácilmente en el campo económico que enla mayoría de los ternas políticos. En es-tos la asimetría de poder es más evidente,pues la división entre costos y beneficiosen el caso de integración aparecen mástransparentes, contrariamente al caso decooperación política, donde la pérdida depoder de negociación y el miedo a la mer-ma de la identidad nacional se toman in-calculables. Laposibilidad de que laUnión

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Wolf Grabendorff

Europea y América del Sur, a pesar desus diferencias notables de desarrollo, com-partiendo posiciones similares sobre diver-sos temas transnacionales, logren moderarla posición de los Estados Unidos, depen-derá más de la evolución del consenso po-lítico de las clases dirigentes del actor másimportante internacional y menos de la ca-pacidad negociadora en el contextoasimétrico del Triángulo Atlántico.

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