reflexionnes sobre la dimensión social de la ciencia
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REFLEXIONNES SOBRE LA DIMENSIÓN SOCIAL
DE LA CIENCIA
Discurso del Dr. Ramón Romero en ocasión de recibir el
premio como investigador científico de larga trayectoria
en la UNAH
Tegucigalpa, agosto 4, 2015
Somos herederos de la tradición científica universal. Al menos
dos procesos nos confieren con legitimidad tal herencia:
primero la occidentalización iniciada en la colonia y pagada
por nuestros pueblos originarios con los más grandes
sacrificios; luego en el siglo XX, el reconocimiento del acceso
de todos los seres humanos al conocimiento, en tanto
patrimonio común de la humanidad.
Hemos heredado la filosofía griega, la lógica de Aristóteles, la
matemática de Pitágoras y Averroes, la medicina de
Hipócrates y Avicena, la astronomía de Copérnico y Galileo, la
física de Newton, la genética de Mendel, la teoría de la
evolución de Darwin, el valor-trabajo de Marx, el psicoanálisis
de Freud, la relatividad de Einstein, la fisión nuclear, la
cibernética y la informática. Estos y muchos otros son los
conocimientos fundantes, sobre los que se edifica el mundo
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actual, con su despliegue de tecnologías y soluciones a tantos
y tan diversos problennas.
Por mucho tiempo compartimos la idea ingenua que heredar
la ciencia era entrar en posesión de bienes que solo producen
beneficios. Sin embargo, el sangriento siglo XX y lo que va del
siglo XXI muestran que esa herencia también conduce a
grandes tragedias y provoca inmensos riesgos.
No se trata solo de las armas atómicas usadas desde 1945 o
de los aviones no tripulados que en estos días llevan muerte a
miles y miles de personas en el medio oriente. Muchos usos
actuales de las ciencias y tecnologías conducen a graves
niveles de destrucción ambiental, a graves inequidades y
condiciones de subdesarrollo y miseria, a formas de vida que
impiden el florecimiento de valiosas capacidades humanas de
millones de personas. Y esto sucede cuando tenemos la
capacidad científico técnica para eliminar el hambre, la
ignorancia, la miseria, la guerra, la opresión, curar muchas
enfermedades, y reparar daños ambientales y económico-
sociales.
El uso que se haga del conocimiento científico, de las técnicas
y tecnologías no depende en lo fundamental de la propia
ciencia. Son las decisiones políticas que emanan del poder y
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en última instancia los intereses económicos hegemónicos los
que determinan la función social que se dé al conocimiento.
Sin embargo, en contextos interesados en mantener
condiciones de inequidad y privación, hacer ciencia, generar
conocimientos y aplicaciones para resolver problemas de la
población es siempre caminar por vías diferentes y abrir
avenidas de beneficio social. Por ello la importancia de que en
todas las sociedades y naciones haya siempre producción
científica.
La historia social de la ciencia muestra que esta es mucho
más que conocimientos utilitarios. De poco sirve la ciencia si
se acude a ella en busca de conocimientos orientados a
solucionar problemas sin alterar el orden dominante o los
paradigmas establecidos. *
La ciencia, como la filosofía, tiene una tendencia permanente
a la transgresión, a superar lo dado, a alterar paradigmas, a
construir nuevas explicaciones y alternativas. Es portadora de
una capacidad transformadora permanente.
La interpretación de los fenómenos y su transformación sobre
bases científicas, filosóficas y técnicas no se detiene en los
tratamientos superficiales y las respuestas convenientes que
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se asumen desde el poder político y el interés económico. El
saber científico-técnico se orienta a entender los problemas
desde su causalidad, en el marco de sus múltiples y
complejas relaciones, con enfoques integrales y aportando
tratamientos y soluciones desde las raíces. ^
El poder y los intereses hegemónicos han sabido desde mucho
tiempo atrás que impulsar la investigación y construcción de
conocimientos científicos es transgredir lo dado y por ello
suele resultarles peligroso. No en balde los curas de la
inquisición se negaron, en el siglo XVII, a observar a través
del telescopio de Galileo, como muchos religiosos del siglo
XXI se oponen a la enseñanza de la biología en las escuelas,
especialmente de los estudios sobre la evolución de la vida.
En forma parecida, desde el Estado y otras estructuras de
poder se desconfía de las ciencias sociales, particularmente de
disciplinas como la crítica de la economía política, la filosofía
social y la sociología crítica.
Esta realidad explica en parte que, en condiciones de
restricción de libertades, la actividad científica se debilita.
También explica porque la investigación científica y la
prioridad del saber racional y objetivo se vuelve más plena en
condiciones en que el Estado garantiza mayores libertades
democráticas.
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Siendo las universidades instituciones por excelencia
dedicadas a la ciencia, estas, de manera particular la
Universidad Latinoamericana ha vivido largos períodos de
obscurantismo, que coinciden con el predominio de ejercicios
autoritarios del poder del Estado. También han experimentado
estas instituciones aperturas democráticas en sus sociedades,
que se traducen en fortalecimiento de la actividad académica.
América Latina vive en lo que va del siglo XXI una etapa
democratizadora y sus universidades fortalecen la academia.
En ese marco, nuestra Universidad experimenta un período de
elevación académica, dinamizado por la reforma universitaria
en ejecución. Ello se evidencia en el potenciamiento de la
investigación científica.
Es tiempo oportuno para intensificar la investigación. Los
conocimientos que de ella resulten son necesarios para
avanzar por mejores vías en la construcción del desarrollo
nacional. Producir conocimientos, formular explicaciones
rigurosas sobre la realidad compleja y encontrar en ellos el
fundamento para la construcción del futuro, para la
generación de propuestas en todas las áreas de la vida
colectiva es prioritario.
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En parte es responsabilidad de las instancias académicas que
a la base de la toma de decisiones sobre lo público haya
interpretación científica, conocimiento sustantivo que
sustituya los criterios arbitrarios, voluntariosos, interesados y
prejuiciados con que se suele decidir desde el poder. Ejercer
esa responsabilidad puede conducir a evitar errores, que a su
vez generan graves consecuencias en la vida de la mayoría
pobre de la población.
En Honduras es prioritario investigar sobre pobreza y
exclusión, sobre educación, salud, trabajo, seguridad,
ambiente, economía y migración, sobre niñez, juventud,
mujer y tercera edad, sobre el Estado, el poder y el
desarrollo, sobre la información y la cultura, sobre la
corrupción y la impunidad, sobre las relaciones entre grupos,
sectores y clases en la nación, sobre la integración regional, la
constitución de bloques y sobre las relaciones económicas y
políticas con el mundo es prioritario. Es tarea nuestra poner
conocimientos científicos sobre estos y muchos otros temas a
disposición de la sociedad, el Estado y los sectores
productivos.
Como lo enunció el filósofo británico Francis Bacon en los
inicios de la modernidad, y como es más y más evidente en el
mundo actual, el conocimiento es poder. Hoy, desde la era del
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conocimiento se experimenta de múltiples maneras que este
es en sí mismo una fuente de gran poder. Es una herramienta
cada vez más necesaria para la transformación de la realidad
y la construcción del futuro.
Además es claro que el conocimiento tiene consecuencias
sobre el poder político y económico. Ni el estado ni los
sectores hegemónicos pueden ser totalmente indiferentes a
las propuestas y orientaciones que surgen de análisis,
interpretaciones, estudios y reflexiones sistemáticas.
Tampoco pueden serlo quienes se oponen al desorden
establecido y pretenden transformarlo.
Es evidente que el carácter transformador de la ciencia no
deriva de matrices ideológicas de base, sino de la capacidad
explicativa y predictiva que posea. No es con dogmas
ideológicos, de cualquier signo que sean, sino con
conocimientos racionales y objetivos que se construyen
mejores condiciones de vida para los distintos sectores
sociales.
Esto es razón suficiente para afirmar que los conocimientos
resultantes de los procesos de investigación científica han de
ser divulgados ampliamente y puestos al servicio de todos.
La ciencia no se produce solo para otros científicos, como la
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poesía no se dirige solo a otros poetas. Tampoco es de uso
exclusivo y restrictivo de algunos sectores. Es oportuno
recordar a uno de los nnayores dentistas sociales del siglo
XIX, KarI Marx, afirmando que "los que tienen la suerte de
poder dedicarse a una labor científica han de ser los primeros
en poner sus conocimientos al servicio de la humanidad."
Para corresponder la elevada importancia que para la
humanidad tiene el conocimiento científico, la comunicación
de tales conocimientos está llamada a ser múltiple. Dirigida a
la comunidad científica pero también a los funcionarios
públicos, a las organizaciones sociales, a los sectores
productivos y a la ciudadanía en su más amplio sentido.
Poner el conocimiento científico a disposición general es parte
de la responsabilidad académica por asumir. Se trata de una
responsabilidad compartida entre los investigadores, los
profesores dedicados a la docencia, los responsables de la
vinculación de la universidad con la sociedad y los distintos
órganos universitarios de difusión del conocimiento.
Esta ha sido hasta ahora una tarea postergada y quizá poco
valorada. Se tiende a pensar que la tarea acaba con el reporte
final escrito en lenguaje técnico. Quizá para el investigador
así sea, aunque mal hace quien no divulga suficiente su
trabajo o se preocupa únicamente porque sea publicado en
revistas indexadas del extranjero.
Divulgar es casi tan importante como producir. Esta, como la
producción misma es una tarea social, que compete a la
universidad entera. Crear versiones especializadas y versiones
para el público amplio es una vía para hacer que el
conocimiento sea menos exclusivo, menos excluyente y
consecuentemente más útil. Esta tarea se facilita en parte con
los avances tecnológicos que hacen disponibles los
conocimientos para todos en línea. Es urgente asumir esta
dimensión del trabajo científico. ^
Para cerrar permítaseme recordar una esclarecedora idea de
Antonio Gramsci sobre la función social del conocimiento,
formulada en la década de 1930. Decía Gramsci: ''Llevar a los
hombres a pensar de manera racional su presente real es un
hecho filosófico más importante que mantener el
conocimiento en unas cuantas cabezas aisladas."
Muchas gracias.
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