reflexiones sobre las cantinas militares - avile

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Reflexiones sobre las cantinas militares Escrito por Manuel Jorques Ortiz Martes, 09 de Octubre de 2018 Reflexiones sobre las cantinas militares en general y muy especialmente sobre la del Campamento de Reclutas del Grupo de Policía Ifni nº 1 y de la Compañía Mixta He ido adquiriendo el hábito (acertado o no) de que antes de ponerme a escribir sobre un tema de mi servicio militar obligatorio intente llevar al lector al ámbito del contexto en el que poder insertar los hechos del relato, para su mejor compresión. Eso nos lleva a realizar un previo estudio intrahistórico utilizando diversas "fuentes" (libros, revistas, pren-sa...) que identificaremos correcta-mente y entrecomillaremos los párrafos que consideremos oportu-nos copiar, pues uno no es un Pedro Sánchez cualquiera que se salte a la torera tales requisitos, "salto" que ya no podrá dar el Presidente si su compinche Pablo Iglesias saca adelante el referéndum para abolir los Toros; lo tendrá que hacer (el salto) a lo "comunista" o a lo "animalista". 1 / 12

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Reflexiones sobre las cantinas militares

Escrito por Manuel Jorques OrtizMartes, 09 de Octubre de 2018

Reflexiones sobre las cantinas militares en general y muy especialmentesobre la del Campamento de Reclutas del Grupo de Policía Ifni nº 1 y de laCompañía Mixta

He ido adquiriendo el hábito (acertado o no) de que antes de ponerme a escribir sobre un temade mi servicio militar obligatorio intente llevar al lector al ámbito del contexto en el que poderinsertar los hechos del relato, para su mejor compresión. Eso nos lleva a realizar un previoestudio intrahistórico utilizando diversas "fuentes" (libros, revistas, pren-sa...) queidentificaremos correcta-mente y entrecomillaremos los párrafos que consideremos oportu-noscopiar, pues uno no es un Pedro Sánchez cualquiera que se salte a la torera tales requisitos,"salto" que ya no podrá dar el Presidente si su compinche Pablo Iglesias saca adelante elreferéndum para abolir los Toros; lo tendrá que hacer (el salto) a lo "comunista" o a lo"animalista".

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Escrito por Manuel Jorques OrtizMartes, 09 de Octubre de 2018

CANTINERAS: “Aguadoras, blanchisseuses, vivandiéres, cantinières, cantineras, seguidoras...entre otras muchas denominaciones con las que eran llamadas. Desde la antigüedad haypersonas que acompañaban a los ejércitos, en su mayoría mujeres, que normalmente noaparecen en los relatos de historia militar ni de la vida cotidiana civil. Los romanos fueron losprimeros que le pusieron nombre a este fenómeno, llamando ‘canabae’ a la aldea que seformaba junto al campamento de los legionarios donde vivían sus familiares y otros seguidoresdel campamento: de hecho, estos asentamientos fueron el origen de numerosas ciudades,como León (originalmente ‘Legio’) en España, que era la base principal de la ‘Legio VII Gémina’durante la época imperial romana”. (Artículo que con el título “LA MUJER EN LA GUERRA” quepublicó Alejandro Mohorte Molina)

El mismo autor nos dice sobre las CANTINAS: “En los campamentos la cantina solía ser desdeun tenderete o un carruaje hasta una tienda de campaña o una casa con licores, comida y otrosproductos a la venta que actuaba como un auténtico centro social. Todos acudían allí a comer,beber, fumar, jugar, conversar, cantar, divertirse, leer el diario –quien sabía leer–, informarse ytratar todo tipo de asuntos; ocasionalmente se hacían bailes y se llegaba a representar obrasde teatro. No todo era trabajo y sufrimiento siempre. Las ‘cantinières’ montaban negocios,como las propias cantinas, y en tiempo de guerra participaban extraoficialmente del botín –si lohabía– tanto como revendedoras de productos como directamente del saqueo siendo lasprimeras en merodear por el campo de batalla tras un combate –buscando heridos propios ybotín ajeno–. Igualmente, en las partidas de soldados ‘forrajeadores’ enviados en busca deabastecimientos era frecuente su presencia, especialmente seleccionando la comida acomprar, requisar o confiscar con la complicidad de los soldados de su Unidad y laconsiguiente mala fama entre la población civil. De todas formas, el simple robo estaba penadocon dureza también para ellas, pudiendo ser procesadas, azotadas y expulsadas delcampamento entre otras penas”.

Vemos, pues, que durante casi dos mil seños (hasta bien entrado el siglo XX) las CantinasMilitares y sus regidoras (generalmente mujeres) eran como un servicio “externo” de losejércitos a los que seguían en tiempos de paz y guerra, que montaban sus tenderetes aextramuros de los Cuarteles o Campamentos, a los que acudían los soldados francos deservicio para adquirir (pagando, claro está) aquellos bienes y servicios que su propiaintendencia militar no les facilitaba.

En la Batalla de Bailén, primera derrota del Ejército Imperial Francés, se hizo muy famosa laLeyenda de La aguadora María Bellido (19 de Julio de 1808), y al efecto escribía Benito PérezGaldós en sus Episodios Nacionales, el titulado Bailén, páginas 338-339: "Los soldados de losregimientos que allí se rehacían para salir de nuevo al frente clamaban... pidiendo agua. Vimoscon alegría que desde el pueblo venían corriendo algunos hombres con cubos... era para loscañones... se oyó decir ‘allí hay agua, allí se están disputando la noria’..., los franceses

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defendían su vaso de agua... y nosotros se lo disputamos... sentimos que se duplicaba elcalor... las secas espigas ardían como yesca... nos arrojamos sobre el enemigo resueltos amorir, la gota de agua quedó por España al grito de ¡Viva Fernando VII!".

“El pueblo entero de Bailén se sumó al combate y cada uno sin distinción de edades, de sexo ode condición social lo hizo como supo o como buenamente pudo” relata el catedrático deHistoria Manuel López Pérez en su obra María Bellido, una mujer para una batalla, de la que esel siguiente párrafo: “María Bellido (o María Luisa Vellido o María Inés Juliana Bellido Vallejo)debe su fama al haber dado de beber al general Teodoro de Reding”. Cuenta el coronel RafaelVidal Delgado, historiador militar, en referencia a la batalla de Bailén y a la contribución deMaría Bellido: “Cuando una bala rompió el cántaro [con agua que aliviaba la sed de loscombatientes] y ella, sin inmutarse, recogió un trozo del mismo en el que aún quedaba agua yse lo ofreció al general.” Añade: “(La presencia femenina) además proporcionaba alcombatiente moral de victoria, ya que el soldado se encuentra con una mujer que al mismotiempo que le ofrece el jarrillo le conforta".

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La épica de las cantineras continúa en la Guerra con Marruecos de 1859-60, y lo recoge elDiario “León.es”, en una crónica que firman Javier Tomé y José María Muñiz, el 23 de abril de2008, en los siguientes términos sobre las CANTINERAS AFRICANAS: “Aquellas cantinerasjóvenes, bonitas las más, se ofendían cuando se les recordaba su sexo o a sus hijos, pues noreconocían otra familia que su regimiento. España las introdujo con éxito en la guerra de África.Su uniforme consistía en sombrero embreado con largas cintas, pantalón como el de la tropa,falda corta, cubierta por delante con un pequeño delantal y corpiño de corte militar. Fortunysupo pintarlas, con hermoso detalle, en el magnífico boceto de la batalla de Wad-Ras. Losperiódicos de la época dedicaron especiales elogios a la heroica cantinera de los Cazadores deBaza, llamada Ignacia Martínez, que salvó la vida de muchos soldados con riesgo de la propia.Después de haber estado en la guerra siete años, con el ejército del Norte, no quiso abandonarla vida del campamento y siguió toda la campaña de Marruecos. Cuando en los primeros añosdel siglo XX desaparecieron las cantineras, ya no eran más que las honradas mujeres de loscantineros; esto es, del cabo de tambores o del viejo sargento reenganchado, que paraayudarse un poco establecían una cantina en el cuartel, previa autorización de sus jefes ymediante el pago de cierta cantidad al regimiento que utilizaba la diminuta tiendecilla”. En la conocida como Guerra de Melilla o de Marruecos que duró desde 1909 a 1927 y que, anuestro parecer, fue el punto y final de esas Cantinas itinerantes sustituidas por otraspermanentes regidas ya por cantineros ayudados por sus esposas, podemos ver la descripciónque de una de ellas hace Ramón J. Sender en su obra IMAN: “Algunos, al entrar, tropiezan conel arco de la puerta y tiembla toda la barraca con crujidos de madera y de lata. Las cantinasestán hechas con pedazos de cajas y bidones de gasolina despedazados. Jirones de tienda decampaña, más lata insegura. Algunos pedazos de granada –cascos de enormes botellas dehierro– aseguran la techumbre contra el viento. El dueño de la cantina es un cojo con traza denáufrago de zarzuela, que no se sabe a punto fijo si es padre, esposo o empresario de laBlanca. Esta apenas sale del mostrador, donde atiende a los mejores clientes. El cojo va yviene por los rincones oscuros, acercando cajones a los corros diseminados por el suelo ysirviéndoles vino. Acompasa sus movimientos a la cojera, de modo que con las dos manosllenas de vasos recorre la cantina sin derramar una gota. Pero desprecia a la soldadesca queacude con el rancho a beber dos reales de vino. Uno de sus motivos de orgullo es poseerlicores finos para los señores sargentos y oficiales. La cantina está completamente llena”. De la misma contienda marroquí es una crónica aparecida en “El Heraldo de Melilla” del 22 dejulio de 2011, para recordar la figura de la “Cantinera de Batel”, JUANA MARTINEZ LOPEZ , enlos siguientes términos: “Una figura que jugó un papel muy importante durante las Campañasde Marruecos y son esas gran olvidadas, ya que quizás no participaba directamente en elcombate pero seguían a las tropas con sus cantinas ambulantes, vendiendo a los soldadosbebidas y víveres, dándoles también apoyo moral ya que muchas, ejercieron de madres paraaquellos hombres que combatían lejos de sus casas, quizás por convicción, quizás porobligación, y que cuando las circunstancias lo requirieron, ejercieron de enfermeras, eran lasCantineras. Tenían un antecedente que merece también recuerdo, el de la “Aguadora”, mujerque, jugándose la vida en el combate, llevaba el agua a los combatientes, arrastrándose bajolas balas enemigas y el fuego de cañón, como sucedió en las guerras ya mantenidas contraNapoleón y que en el caso de la Batalla de Bailén (19 de julio de 1808), contribuyeron a lavictoria de las fuerzas española”.

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“JUANA MARTÍNEZ LÓPEZ: Esta mujer, que debió de nacer entre 1871 y 1881 ya que, en lasnoticias de la época, se le hacían entre los 40 y 50 años, nacida en Yendón, en la provincia deGranada, estuvo casada con Bernardino Vizcaíno Sánchez. De tamaño mediano y complexióngruesa, era madre de cuatro o cinco hijos, de los cuales, no más se conoce el nombre de unode ellos, Salvador, que fue el que, junto a su madre, se quedó en Batel donde ella regentabauna cantina ambulante en la cual se suministraban víveres y bebidas a los soldados españolesallí destacados. Del Batel, marchó con las tropas a Monte Arruit, donde soportó con bravura sinigual, el asedio de los rifeños para `posteriormente, caer cautiva. Fue liberada en las cercaníasde Nador y de allí, marchó a Melilla. Por su comportamiento y méritos obtenidos duranteaquellos calurosos días del verano de 1921, el gobierno español, la condecoró con dos Crucesal Mérito Militar. Una vez fue recuperado por parte del Ejército español, marchó con él a MonteArruit, donde en las proximidades de la estación del ferrocarril, estableció una cantina la cualregentó hasta su muerte el 14 de octubre de 1929 a consecuencia de una rápida pulmonía.Recibió cristiana sepultura en el Cementerio de la Purísima Concepción en Melilla a la mañanasiguiente”. El gran escritor e intelectual ERNESTO GIMÉNEZ CABALLERO, hoy en el Olimpo de losdesterrados literarios por haber sido amigo e ideólogo de José Antonio Primo de Rivera, queparticipó como soldado en la campaña de Marruecos en 1921, de la que escribió un libroautobiográfico en campamentos y hospitales, titulado NOTAS MARRUECAS DE UNSOLDADO, que al ser publicado en 1923 le llevó a prisiones militares con una condena dedieciocho años, de la que se libró pues, con el Golpe de Estado del General Primo de Rivera,se decretó el sobreseimiento de la causa. Veamos lo que sobre las cantinas militares (queconoció y frecuentó) nos dice en dicho libro: “¿Cómo se forma una cantina, una cantina militar? Investigaremos su origen. ¡Ah, su origen!¿Veis esa cesta vieja por donde asoma el gollete de una botella de aguardiente y una pequeñabota de vinillo de la tierra, y en cuyo fondo yacen unas cajetillas y unas pastillas de chocolateínfimo? Pues esa es la célula madre, el germen de los más suntuosos establecimientos de laprole. Esa semilla de cantina va conducida por un hombre o una mujer, cuidadosamente, comoun tesoro. En general, es importada de la Metrópoli”.

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“En la vida cuartelera de los regimientos, allá en las guarniciones de España, durante lospaseos militares, la instrucción de los quintos, las prácticas de tiro, siempre existe un paisano ouna paisana que van al lado, cesta al brazo, como la sombra sigue al cuerpo, al cuerpo militaren este caso”. “Que se termina el un, dos, tres, el chin, chin, chin o el pin, pan, pum, pues ese ser misteriosoalza un trapo blanco y ante el quinto sofocado aparece la sardina frita o el rezumante botijo.Entonces el guerrero mitiga sus ardores y el ser benemérito recibe una perra gorda”. “Más he aquí que llega una movilización, una guerra. El cantinero, la cantinera –queorgullosamente se irrogan el título de proveedores únicos del batallón tal o cual– se mezclancon los jóvenes expedicionarios, sale pitando el tren y una buena mañana destapan su cestadetrás del Estrecho. La suerte está echada ¿Dará frutos –a ese sacrificio– la semilla aportadadesde el paseo de Rosales? Esa es la cuestión. Esa es la aventura que corre todo cantineropioneer”. “Supongamos que la cosa marcha. Se van pasando las horas trágicas de caminar al lado delos avances. El llegar a la posición recién tomada al mismo tiempo que los primeros ocupantes.Las balas silban, y, agachado el cantinero, alarga el refresco de limón al muchacho pegado alparapeto, la cajetilla al desolado paisa, que no ve más que cielo y tierra. Se van quitando lasangustias de salir a traficar con el mismo enemigo, para adquirir un poco de carne o de huevos,o coger un poco de agua”. “Supongamos que la cosa marcha. Céntimo a céntimo ha ido amasando un capitalito, uncapitalito que siempre lleva apretado, bajo la camisa y siempre visor a la mano airada ycodiciosa. Ha sustituido ya el chamizo de latas de gasolina. Sí, la cantina ya es un barracón demadera, con techumbre de zinc acanalado. Dentro hay altos estantes tras el mostrador. Enellos se alinean los botes de leche condensada, los botes de conservas: pimientos, tomates,guisantes, carnes y pescados. De cuerdas, en el techo penden embutidos numerosos, comosuculentas estalactitas. Hay café, té, especias, azúcar, quesos. Hay objetos de escribir,cuadernitos, carteras, lapiceros. Muchas clases de bebidas. Barrilillos panzudos se agrupanunos sobre otros ante un lienzo de pared”. JOSEP MARÍA PROUS I VILA, catalán (de Reus), soldado expedicionario en 1921 tras elDesastre de Anual, publicó en 1935 unas memorias autobiográficas que tituló “CUATROGOTAS DE SANGRE”, de las que, con referencia a cantinas, cantineros y cantinerasdestacaremos las siguientes reflexiones: “La gran llanura es un hervidero de tropa que davueltas, ociosa, en grupitos dispersos, o de soldados que no encuentran donde perder eltiempo. Caminan, o charlan cabizbajos, y van de un sitio a otro sin saber por qué. De vez encuanto se paran delante de una mesa donde hay un hombre (o una mujer) que vende rajas desandía y de melón, con un saco al lado en el que guarda las frutas que están por empezar. Ados metros de este vendedor, que es murciano o andaluz, hay otro con una cesta demelocotones o de albaricoques, más allá otro que vende higos chumbos, y todavía más allá,otros más con botijos y cántaros grandes, o bien con garrafas, que venden vinos, arropes yAGUA DE MÁLAGA. A esta agua, a no ser porque la llaman así, nadie la creería de Málaga,pero sea como fuere, va a cinco céntimos el vaso y por llenar la cantimplora pide veintecéntimos o un real. Qué generosos estos hombres. Hay que decir que esta agua llamada deMálaga no tiene ningún sabor. A todos estos vendedores ambulantes los iremos viendo entodas nuestras marchas, cuando vayamos de operaciones, en convoyes, etc.”

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Hasta aquí la historia o más bien la intrahistoria de esas Cantinas y sus cantineros y cantinerasque no salen en ningún libro serio, sesudo, escrito por historiadores que nos han contado lascampañas bélicas de nuestros ejércitos, pero que para los soldados que intervinieron en ellasfueron un lugar de distracción, de reunión con los amigos, de canciones y recuerdos de lalejana Patria. Allí nacía el buen humor, se olvidaban las molestias del servicio y florecían lasnoticias (radio macuto) más fantásticas sobre permisos e inminente licencia. En 1961 cuando el que esto escribo se incorporó al Ejército de Ifni para su servicio militarobligatorio, aquellas Cantinas que tenían un propietario ajeno, externo, que llegaba a medrar eincluso a enriquecerse con su comercio, habían desaparecido. No las Cantinas (quesubsistían). Pasaron a no tener “dueño conocido” a estar ubicadas dentro de los propioscuarteles (¿Quién era su propietario?), servidas por soldados de uniforme, por lo que la visiónque llevaba en la mente a través de mis lecturas, no tenía nada que ver con la realidad ante laque me enfrenté y que explicaré ampliamente. Por si a alguien le puede interesar a que me refiero con “mis lecturas” haré constar que a losdiez años leí por primera vez El Quijote; a los doce volví a leerlo con mayor atención yprovecho (desde entonces sé de memoria muchos párrafos de esa novela); de los doce a losdieciséis me machaqué todos los Episodios Nacionales de Galdós (cerca de cincuenta tomos)y a esa adolescente edad (todavía estudiante de bachiller) un veterano falangista (Pepe Rey)que al cesar en la Fiscalía de Tasas, con la indemnización que le dieron tomó el traspaso de laúnica librería de lance que existía en Alicante (LUX, sita en la calle Mayor) me fue facilitandolibros sobre temas “sociales” y “políticos”. Quiero decir que cuando a los 21 años reciéncumplidos desembarqué en Sidi Ifni había leído IMAN, de Sender, NOTAS MARRUECAS, deGiménez Caballero (que he mencionado) pero también EL BLOCAO, de José Díaz Fernández(y su teoría de que las víctimas de aquella contienda marroquí no fueron los muertos sino losvivos que calificaba de “cadáveres verticales”); también había leído a Arturo Barea (2º Tomo dela Forja de un Rebelde, titulada La Ruta). Incluso leí DIARIO DE UNA BANDERA, delComandante Franco (edición extra de la novela del sábado, Sevilla Enero de 1939), y CUATREGOTES DE SANG, del catalán (de Reus) Josep María Prous i Vila, en su versión catalana de1935 (hace poco se ha reeditado en castellano) y sumando las “lecciones” que sobreMarruecos y el ejército colonial de Marruecos me dio mi padre (él estuvo allí en 1935 y 1936)junto con la lectura de la autobiografía del teniente coronel Don Eduardo Pérez Ortiz, quemandaba el Regimiento San Fernando nº 11 durante el Desastre de Annual, en la que relatabasu cautiverio de 18 meses en las garras de Abdelkrim, este era el bagaje que en mi mochilamental llevaba respecto a la Colonia de Ifni (oficialmente provincia) que según frase de miquerido amigo Xosé María Gómez Vilabella, no olía precisamente a “colonia” cuando toquétierra, tras tres días y tres noches de proceloso navegar, el 23 de Marzo de 1961 a “lomos” deun frágil anfibio. La cantina del campamento de reclutas del Grupo de Policía de Ifni

El primer contingente de reclutas para el Grupo de Policía Ifni nº 1 llegamos a Sidi Ifni (comohemos dicho) el 23 de marzo de 1961 y desde la playa se nos llevó (fuimos andando) hasta unvasto espacio de terreno situado cerca del Hospital y del Matadero municipal, en el que tuvimosque levantar las primeras tiendas de campaña (chabolas) para no dormir a la intemperieaquella primera noche. Las primeras comidas (y las sucesivas) las hicimos sentados en elsuelo, sin que se nos proporcionara agua para beber. No obstante, “radio macuto” hizo correr labuena nueva de que muy pronto se instalaría una CANTINA en la que (pagando) se podríanadquirir bebidas, bocadillos, papel de cartas, sellos, bolígrafos y diversos utensilios denecesario consumo (como el betún para abrillantar botas y correajes)

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Se levantó (lo hicimos los reclutas) un entoldado de buenas dimensiones y un camión trajomuchas cajas de refrescos, cervezas, vinos y otros efectos que ayudamos a descargar bajo ladirección de un soldado veterano (europeo) y otro nativo (un sujeto muy alto y delgado, conturbante blanco, pantalón bombacho y guerrera de policía) que los domingos anunciaba¡¡bocadillos de jalufo!! Y ¡¡helado fresco!! A grandes voces. El lugar se convirtió en una especiede “Hogar del Soldado” al que, por las tardes, después de finalizar el día militar, acudían lospaisanos (esos compañeros oriundos de tu pueblo o región) para hablar, beber una cerveza ogaseosa y comer un bocadillo que reforzara la escasa y poco apetitosa cena (una sopa deignorado contenido y unas patatas viudas), bocadillo que el más barato (mortadela) valía diezpesetas. Con la “cantina” se iba resolviendo el tema de la bebida durante las comidas, pues se nospermite ir a comprar una cerveza o gaseosa (cada botellín de un tercio vale cinco pesetas) que,aunque calientes, vienen bien ya que en definitiva es el líquido que nuestros cuerpos necesitan.Aquí todo son rumores (“macutazos”) que esa cantina produce beneficios que se reparten entreel capitán, los dos tenientes y los cuatro suboficiales. Algo habrá de verdad cuando en lasagotadoras marchas que realizamos por el campo para ir al “tiro” nunca se nos proporcionóagua, y sin embargo una pick-up oficial iba bien surtida de bebidas que el cantinero (soldadoveterano, a las órdenes de nuestros mandos) te vendía con todo el descaro del mundo. Loúnico que puedo añadir (con orgullo) es que en aquellos calurosos días en los que tedeshidratabas materialmente, a ningún compañero que carecía de dinero le faltó un botellínpara beber que se pagaba por los que tenían dinero. Ante el presunto mercadeo de los jefes sealzó la solidaridad de los soldados, en un grado tan extraordinario que jamás las he vuelto a verrepetidas en la vida civil.

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Las “irregularidades” de la cantina del Grupo Mixto

Quiero poner de relieve que la cantina del Grupo Mixto (antes Compañía Mixta) no era laclásica cantina cuartelera de otras unidades. La nuestra, por su ubicación dentro de lapoblación, a muy escasos metros del Palacio del Gobernador, con acceso directo desde lasoficinas del Estado Mayor, y con una sala anexa “reservada” para jefes y oficiales, era másbien un coqueto bar, muy mimado por el capitán Castilla, su alma mater durante varios años,que tenía una muy variada clientela (aparte de los soldados) e incluía personal civil(trabajadores de los talleres) y funcionarios del Gobierno. Tras la última reforma (primersemestre de 1962) hasta el General la frecuentaba.

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Por casualidad fui a enterarme de unas presuntas “componendas” que se traían entre manos eljefe provisional del Grupo (comandante Guerra) y el sargento que administraba la Cantina.Cuando este se fue una semana de permiso a Las Palmas (noviembre de 1961, en el aviónestafeta), entregándome las llaves del almacén, así como el dinero de caja, relación deexistencias, etc., para que durante esos días lo sustituyera en su cometido, pagando lasfacturas, haciendo los pedidos que solicitara el cantinero y liquidando con él, diariamente, larecaudación. De esta forma me enteré, por boca de “Willy”, de que entre el precio de coste dela comida y la bebida y el de la venta hay una sustanciosa diferencia que va a parar al bolsillodel sargento y de la que, al parecer participa el comandante; el cantinero también tiene sugratificación. La cosa es que cuando regresa el sargento de su viaje a Canarias le entrego lasllaves y una escrupulosa liquidación de cobros y pagos y el saldo metálico del que,sorpresivamente, aparta quinientas pesetas que me regala y me dice que si el comandante meda una suma menor demostraría ser muy tacaño. Con ese precedente resulta que algún tiempo después el mismo sargento se marcha depermiso, esta vez con los cuatro meses reglamentarios denominados “colonial” y me vuelve aentregar el “mando” de la Cantina para que la llevemos entre el cantinero (Rafael Sánchez) yun servidor. Ya no está el comandante Guerra sino que ha vuelto de su permiso (tambiéncolonial) el titular del Grupo (Don Manuel Castilla Ortega) que dudo mucho (le tengo porhombre y militar íntegro) estuviera al corriente de lo que “ocurría” en la cantina de su cuartel,pese a lo que me hizo creer el cantinero cuando, desde el primer día en que pasábamoscuentas, me entregó cien pesetas para mí (las que le correspondían al sargento), otras cienque se embolsaba él y otras cien que decía tenía que liquidar directamente con el comandante(me parece que también se las apropiaba este canario más listo que el hambre). Fueron cuatromeses que a cien pesetas diarias significaron doce mil “pelas”, más hermosas que el sol, queme dio para vivir a lo grande compartiéndolas con los amigos, a los que también condoné lasdeudas que tenían (sobre todo el cabo Cremades) pues se despachaba a “fiado” y se cobrabacuando se recibía la paga del ejército o algún giro postal de la familia.

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Fueron cuatro meses de “orgía cantinera” pues además de embolsarnos las cien pesetasdiarias (compartidas con los más íntimos compañeros) comía bocadillos sin pagar, tenía unabotella de Martini bajo el mostrador (como en las películas del Oeste) de la que solo me servíana mí y a aquellos que invitaba y daban margen para ir a comer a la cocina del Casino deOficiales o al restaurante “La Marina” donde me cobraban 27 pesetas por un buen menú(garbanzos con callos, dos huevos fritos con patatas, un filete de ¿ternera? con ensalada,abundante pan, café y vino) y a merendar a la cantina cuartelera más rumbosa (la deIntendencia) en la que despachaban huevos fritos con una salsa de tomate picante y un panque decían especial (no los chuscos). Normalmente nos comíamos media docena cada amigo,pero yo, más de una vez, llegué a engullir docena y media ¡¡Dieciocho huevos fritos!!

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La “dolce vita” finalizó cuando el sargento volvió de colonial y me pidió la liquidación deaquellos cuatro meses; tuve que confesarle que me había gastado las doce mil pelas... Soyconsciente de que pudo costarme un gran disgusto pese a que la liquidación estaba perfectapues las 300 pesetas diarias de “beneficios” se computaban como gastos diversos (sinjustificantes) como en toda la contabilidad anterior a mi suplencia. No obstante, como elsargento me apreciaba, en aquellos días ascendió a brigada y me faltaba muy poco para lalicencia, no tomó ningún tipo de represalia. Seguramente era muy comprensivo de lasflaquezas humanas. Comentando estos hechos (antes de escribirlos) con un querido amigo que conoce a laperfección el tejemaneje que existía en el tema de la administración de las cantinas de loscuarteles, me explicaba que era público y notorio que algunos Oficiales después de haberestado de “cantinas” habían reunido lo suficiente para comprarse un coche. El que estoescribe, si hubiera guardado el dinero, podía haber adquirido un Volkswagen “escarabajo” desegunda mano que en Las Palmas se vendían (entonces) por menos de quince mil pesetas.

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