recogimiento en la oración teresia

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  • La meditacin teresiana CITeS Avila 2002

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    DE LA DISPERSIN

    AL RECOGIMIENTO

    Rmulo Cuartas Londoo

    Del libro: La meditacin teresiana, CITeS, Avila 2002

  • Rmulo H. Cuartas - De la dispersin al recogimiento

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    Santa Teresa es una profunda admiradora del hombre. Se abisma y asombra ante su gran capacidad, su belleza interior y su inmenso potencial. Cree con sinceridad que en el hombre estn todas las capacidades necesarias para llevar una vida libre y feliz, y para disfrutarla en libertad, verdad y amor. Est, igualmente, convencida, desde su experiencia, de que el camino por donde el hombre puede encontrase con su propia grandeza y desarrollar todo su potencial es la oracin. Por eso dedica toda su capacidad persuasiva, narrativa, testimonial y pedaggica a ensearnos cmo no carecer de tan gran bien, a superar los temores y las dificultades. Para ello pone a nuestro alcance medios sencillos y prcticos que nos abren el camino, como el esfuerzo que se hace para llevar una barca al mar, pues sabe que una vez en sus aguas nada nos har tornar atrs.

    1. El hombre de hoy es capaz y tiene necesidad de orar

    Quiz sea esta la ocasin para desempolvar la ya vieja afirmacin del telogo jesuita alemn, Karl Rahner que en 1982 deca: el cristiano del futuro ser un mstico o no ser cristiano. Lo deca haciendo referencia a la marcada tendencia a la secularizacin, racionalismo e increencia, ya muy presente y manifiesta por aquellas fechas. Constataba que en tal contexto las expresiones de la fe y de la mstica se ven obligados a callar. Estas afirmaciones novedosas y, en cierta manera desconcertantes hace veinte aos, exigan una explicacin. Por eso, el mismo telogo explica que entiende la mstica no como un fenmeno parapsicolgico sino una autntica experiencia existencial de Dios, por cuanto la fe no proviene de una indoctrinacin exterior ni es fruto de argumentaciones, sino que nace de una experiencia de Dios, de su Espritu, experiencia que surge en el interior del hombre, y que es difcil ser objetivada verbalmente. Se trata de una verdadera posesin interior del Espritu1.

    A este pronunciamiento, que podramos llamar proftico de una telogo clarividente, cabra aadir esta otra no menos cuestionante expresin de otro prohombre de nuestro siglo, Don Miguel de Unamuno. En 1922 escriba, refirindose a Santa Teresa:

    Volvemos a repetir que el culto a Santa Teresa no ha logrado hacerse popular. El pueblo, ni lo entiende ni siente a aquella mujer que fue al claustro buscando libertad. El pueblo no entiende de misticismo. La mstica no tiene nada de popular. De Santa Teresa hablan y escriben literatos y telogos y mdicos, pero al pueblo no le dice nada. Ni le lee porque no le entendera. Acaso en su tiempo, en tiempo de la Santa, en el siglo XVI, hubiese en Espaa entre el pueblo, y entre el pueblo de los campos tal vez, quienes sintieran algo como lo que Teresa de Jess senta, pero hoy? Hoy eso resulta a los ms literatura2.

    Entendemos que Unamuno, pensador profundo, humanista, gran admirador y amigo de nuestros msticos, no est despreciando a Santa Teresa ni desconoce la capacidad de toda persona para la experiencia mstica. Simplemente est constatando una ausencia, la misma que senta cuando al pasar por los campos de Fontiveros se deca Y cmo pudo ser que hubiera nacido aqu, siglos hace, San Juan de la Cruz? Y vine a concluir, para consolarme, que el espritu 1 K. RAHNER, Ser cristiano en la Iglesia del futuro, en Selecciones de Teologa 84 (1982) 283-285. 2 LAUREANO ROBLES, El corazn de Santa Teresa (Un texto censurado de Unamuno), en Revista cultural de vila, Segovia y Salamanca 33 (abril 2002) 11-12.

  • La meditacin teresiana CITeS Avila 2002

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    no est muerto, sino dormido. De cuando en cuando se queja en sueos3. As, sugiere lo mismo que Rahner: despertar el espritu humano slo es posible a partir de una profunda experiencia individual de Dios y de su Espritu4.

    A nuestro parecer, aunque han desaparecido algunas de las formas tradicionales en que se expresaba la experiencia orante de muchos de nosotros y de la sociedad en general, el hombre moderno no ha perdido ni su capacidad de Dios ni su capacidad orante. Nos basamos en dos convicciones profundas: No por vivir en esta poca el hombre ha dejado de ser imagen y semejanza de Dios5, ni por haber cambiado de formas hemos perdido nuestra capacidad de encuentro y dilogo con l. Al contrario, tenemos razones para pensar que hoy la relacin con Dios tiene rasgos de una gran madurez y se desarrolla ms en la lnea de la amistad, como lo experiment Santa Teresa, y lo propone al hombre de todos los tiempos.

    Santa Teresa llega al descubrimiento de Cristo como amigo impulsada por su capacidad natural para la amistad, su decidido amor por la verdad y su bsqueda incansable de la libertad. El hombre de hoy tambin busca y es amante de la amistad, de la verdad y de la libertad. Los padres de familia se esfuerzan, y muchos consiguen ser los amigos de sus hijos. Lo mismo quieren hacer los profesores con sus alumnos. Los comerciantes buscan ser amigos de sus clientes. Los mdicos y todos los que se mueven en el mundo de la sanidad quieren serlo de sus pacientes. Y muchas empresas buscan relaciones de amistad entre directivos y empleados. Creen que la excelencia es fruto de una formacin adecuada, del acierto en la direccin y del clima amistoso en que se desarrolle la actividad empresarial.

    Aunque en muchas de estas reas la amistad no sea perfecta, y en algunos casos est cargada con manifestaciones ms o menos grandes de egosmo, esta bsqueda demuestra una tendencia, una capacidad y una necesidad. Igualmente, aunque muchas veces no lo manifestemos, y, a lo mejor, en muchos casos, sin ser conscientes de ello, todos llevamos, o al menos buscamos una relacin amistosa con Dios. En este sentido compartimos el planteamiento de J. Moltmann, telogo protestante, contemporneo nuestro y admirador de Santa Teresa:

    Amistad es la forma de vida de los hombres libres, pues la amistad une simpata con respeto. Ante un amigo no necesita uno inclinarse, se le puede mirar a los ojos. A un amigo no hay que estarle agradeciendo siempre, nos ayuda por amistad. En la amistad los hombres estn unos con los otros, y, por eso, tambin para los otros, pero mantienen siempre el respeto ante la libertad de los otros. En la amistad divina hablan los hombres con Dios y estn seguros: Dios es tratable. Simpata y respeto impregnan su oracin. Sera servil el orar sin la certeza de ser escuchado, mendigar y derrochar palabras. Esto sera respeto sin simpata. Sera infantil el querer alcanzar, por el mucho pedir, la escucha y el cumplimiento de lo pedido. Sera simpata sin respeto. El amigo pide con simpata y respeta, al mismo tiempo, la libertad de Dios para hacer aquello que estime conveniente. El amigo toma parte, por la oracin, en el amor y el dolor de Dios en el mundo. Experimentar la amistad de Dios en la oracin es una cosa maravillosa porque llena a los hombres de una certeza trascendental y pacfica. Ejercitar la amistad de Dios en la oracin es un don responsable, porque introduce a los hombres en la responsabilidad divina frente al mundo. Ambas cosas se pueden aprender de Teresa. No hay forma ms sublime de libertad humana que esta amistad de Dios6.

    3 M. DE UNAMUNO, Contra los brbaros, en Obras Completas, Escelicer, Madrid 1966, t. IV, 515. 4 K. RAHNER, Ibid., 285. 5 Cf. El interesante planteamiento teresiano en 1M 1. 6 J, MOLTMANN, Mstica de Cristo en Teresa de vila y Martn Lutero, en Revista de Espiritualidad 42 (1983) 477-478.

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    Esta tendencia natural a la amistad y el sentido de trascendencia que buye en nuestro interior nos lleva a afirmar que el hombre de hoy ora mucho ms de lo que l mismo cree y reconoce; que busca de muchas maneras la comunicacin y la amistad con Dios, y que quiere encontrar medios que le ayuden en este empeo sin hipotecar su libertad. Es una necesidad que podemos constatar de muchas maneras especialmente cuando pasamos del trato formal y funcional al trato personal.

    Para dar un fundamento real a esta afirmacin y a cuanto vamos a tratar en las reflexiones de esta semana hubiera sido muy conveniente hacer un estudio amplio apoyados en los mltiples medios que nos ofrecen la tcnica y las ciencias sociales. Pero por no ser se el objeto principal de nuestra reflexin, hemos hecho un pequesimo sondeo acudiendo a internet. Slo en un buscador, al pedir pginas que contuvieran la palabra mstica aparecieron 43.527. Y al pedir pginas sobre oracin el resultado fue mucho mayor: 109.368. Entramos en una que propone un mtodo para hacer todos los das entre cinco y quince minutos de oracin, y nos encontramos con que ya llegan a 3.758.313 visitantes en tres aos de existencia, lo que nos da un promedio de 1.251.771 visitantes por ao; 104.398 por mes, y 3.480 visitantes por da7. Bien sabemos que estos datos, son totalmente relativos. Pero indican una tendencia y demuestran una necesidad. Veamos algunos de los ltimos comentarios expresados en la pgina consultada:

    x Gracias por esta posibilidad de acercarme a Dios desde el mundo loco como el de mi escritorio y mi oficina. Soy autnoma. Cada da vuestra pagina me acompaa junto a la foto de mi esposo y mis hijos

    x Me encontr con esta pgina que me ha absorbido por unos minutos a pesar del cansancio fsico. He sentido la presencia cercana de Dios, en mi soledad matrimonial, ya que mi esposa falleci hace aproximadamente ocho meses, y los das sbado siempre tengo un vaco grande. Busco llenarlo leyendo o escribiendo. Ahora lo hago orando desde esta pagina. Cada da siento que Dios est muy cerca aunque muchas veces no lo vemos.

    x Buscando un momento de paz en el aeropuerto conect con esta pgina y con ella me he encontrado a m mismo y se me ha abierto el verdadero significado de la oracin con meditacin. Despus de rezar de forma tradicional en la capilla del aeropuerto, me levant con una sensacin que algo ms faltaba en mi interior, el mensaje no estaba completo y lo que yo haba ido a buscar tampoco, necesitaba unos caminos o luces para encontrarlo. . .lo que s s es que mi alma estaba sedienta de algo ms. Me llam la atencin la invitacin a orar en la red. . .me pareci interesante poder hacerlo en compaa de tantos navegantes, y a la vez hacerlo slo y a mi propio ritmo y conciencia. He reafirmado mi fe; es un sitio donde me siento cmodo y recargo mis bateras agotadas por el mar y sus olas en el navegar de la vida diaria.

    No obstante cuanto hemos afirmado sobre la capacidad y creciente necesidad de orar y de encuentro con Dios, muchas veces no acertamos con los mtodos adecuados, con el tiempo necesario ni con el ambiente propicio.

    2. Algunas objeciones y dificultades

    No es raro or decir que el hombre del siglo XXI ora poco o no ora porque ya a estas alturas de la civilizacin y del desarrollo la oracin tiene poco lugar y poco sentido, como quiera que cada da las sociedades del bienestar tienen mejor cubiertas las necesidades bsicas de las 7 El buscador es Lycos de Terra. La pgina visitada es Espacio Sagrado, de los Jesuitas. La consulta se hizo el 1 de mayo del 2002.

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    personas, y que esta realidad deja poco espacio a la oracin. En medio de lo descabellada que a primera vista pueda aparecer esta afirmacin, no obstante contiene, en principio, un anhelo que sera ideal: Ojal llegue el da en que podamos decir que la sociedad tiene cubiertas todas las necesidades bsicas de sus ciudadanos. Ciertamente es grande el progreso de la humanidad, especialmente en las sociedades ms desarrolladas. Pero cada da, en la medida en que crece su bienestar, es mayor la hipoteca social que pesa sobre ellas para que los hombres y mujeres de otras latitudes tengan asegurado al menos el derecho a la vida, y que sta sea digna8.

    Pero an admitiendo este valor en la citada afirmacin, aceptarla como aparece sera partir de un concepto de hombre muy mezquino y reduccionista, pues implicara un desconocimiento de la dimensin espiritual y trascendente de la persona humana que no se sacia slo con el bienestar9, as ste incluya un adecuado acceso a la cultura, a las artes, a la msica, a las letras, a la plstica y a todas aquellas actividades humanas que ensanchan el espritu y nos permiten, as sea por un momento, trascendernos a nosotros mismos para ver la infinita capacidad espiritual de nuestro mundo interior. Adems la oracin no est sugerida en primer lugar por las necesidades que debemos cubrir con nuestro trabajo, sino fundamentalmente por Dios y por la naturaleza espiritual del ser humano.

    Al contrario, como dira San Juan de la Cruz, las bondades del desarrollo que ahora estn al alcance de muchas personas, y que ciertamente son conquistas de muchos siglos de esfuerzos, son como huellas que al hablarnos de aquello que busca nuestro corazn inquieto, ahonda nuestra sed y capacidad de infinito10, y nos lleva a decir que por maravillosas que aparezcan, no saben decirnos lo que queremos11. Nos hacen bien en cuanto nos hablan de Quien buscamos y nos afirman en que tenemos que ahondar, caminar, profundizar ms, si queremos estar en la ruta de una meta que nace, camina y ; acompaa a cada uno de nosotros hasta la plenitud; que hemos de abrirnos y saber que nuestra capacidad no se sacia ni se contenta con menos que Dios12.

    Ni la ciencia, ni la tcnica, ni el desarrollo son en s mismos enemigos de la oracin. Por ser expresin del espritu humano, y por lo que aportan y facilitan la vida, deberan contarse entre sus mejores aliados, siempre y cuando estos campos del progreso humano no se conviertan en medios de poder y dominacin que esclavicen a quienes los administran o sean utilizados para someter y dominar a los dems, as sea sutilmente. El hombre moderno tcnico-cientfico puede 8 La Iglesia defiende, s, el legtimo derecho a la propiedad privada, pero ensea con no menor claridad que sobre toda propiedad privada grava siempre una hipoteca social, para que los bienes sirvan a la destinacin general que Dios les ha dado. . . los bienes de este mundo originariamente estn destinados a todos. . .las riquezas de la creacin constituyen un bien comn de toda la humanidad, y quien posea las diversas formas de riqueza en una sociedad determinada debe considerarse administrador, es decir, un encargado de actuar en nombre de Dios: JUAN PABLO II, SR 42; TMA, 13. 9 El concepto cristiano de desarrollo no coincide ciertamente con el que se limita a satisfacer los deseos materiales mediante el crecimiento de los bienes, sin prestar atencin al sufrimiento de tantos y haciendo del egosmo de las personas y de las naciones la principal razn. (SR 10). Al contrario, el verdadero desarrollo incluye la solicitud por el bien comn de toda la humanidad, el desarrollo espiritual y humano de todos y una justicia ms perfecta entre los hombres: El desarrollo no se reduce al simple crecimiento econmico. Para ser autntico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre: PABLO VI, PP 14; 76. 10 Como las criaturas dieron al alma seas de su Amado, mostrndole en s rastro de su hermosura y excelencia, aumentsele el amor, y, por consiguiente, le creci el dolor de la ausencia. Porque cuanto ms el alma conoce a Dios, tanto ms le crece el apetito y pena por verle (CB 6, 2). 11 No quieras de aqu adelante te conozca tan a la tasa por estos mensajeros por las noticias y sentimientos que se me dan de ti, tan remotos y ajenos de lo que de ti desea mi alma; porque los mensajeros, a quien pena por la presencia, bien sabes t, Esposo mo, que aumentan el dolor: lo uno, porque renuevan la llaga con la noticia que dan; lo otro, porque parecen dilaciones de la venida (CB 6,6). 12 Donde es de notar que cualquier alma que ama de veras no puede querer satisfacerse ni contentarse hasta poseer de veras a Dios (CB 6, 4).

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    aprovecharse de cuanto tiene a su alcance para ser ms cada da: ms libre y ms abierto a la trascendencia radicalmente inscrita en lo ms profundo de su ser; y manifestar su progreso integral en una mayor sensibilidad y solidaridad con los pueblos y personas, que por vivir en circunstancias diferentes, estn rezagados o estancados en el camino del progreso.

    Tambin es una conquista del hombre, partcipe del poder creador de Dios, la gran ciudad con todas las ventajas e inconvenientes que disfrutamos y sufrimos. Cada da es ms creciente el sentir de que en ella es imposible pensar en oracin o en algo trascendente como el desarrollo de la vida interior, porque el ruido, la multitud de mensajes que reclaman nuestra atencin, las distancias y las dificultades para trasladarnos; las prisas y las largas esperas, con las consabidas tensiones, fatigas y el clsico aislamiento de la muchedumbre solitaria, destierran el silencio, el sosiego, la paz interior, elementos necesarios para el recogimiento y la oracin13.

    Pero esta realidad, experimentada como adversa, no anula sino que hace crecer la necesidad de oxigenarnos interiormente, buscar espacios de soledad, de paz autntica, de encuentro con nosotros mismos. Por eso el mismo hombre que ha impulsado el desarrollo de las grandes ciudades ha hecho proliferar lugares de descanso, casas de retiro y oracin, campamentos en medio de la naturaleza, ciudades oasis (como vila) para no olvidarse de lo ms esencial de su identidad ni ahogar sus anhelos ms profundos.

    Tal vez el contraste ha hecho valorar ms lo que antes se tomaba como algo pesado o rutinario: Es posible que la ciudad sea una forma moderna de desierto; pero tambin en el desierto se le da al profeta el pan y agua que necesita para hacer su travesa (1Re 19, 6); tambin el desierto es para el pueblo el lugar de la visita de Dios (Gen 18, 1-6), de su teofana (Ex 19, 16), del encuentro con El y de la visita de sus ngeles (Mt 4, 11). . .Hoy, cuando la poblacin del mundo tiende a agruparse en grandes aglomeraciones urbanas, los creyentes y los cristianos estamos llamados a descubrir nuevas formas de oracin y de vida cristiana que correspondan a las circunstancias menos fciles de la vida en la ciudad moderna. De hecho ya son numerosas las personas y las comunidades que van encontrando esas formas que constituyen pequeos oasis en la ciudad14.

    Es cierto que en tiempos de Santa Teresa, la ciudad tena caractersticas diferentes a la gran ciudad de hoy. Pero la Santa tena una especial inclinacin a fundar en ciudades grandes, bien comunicadas, con mucho comercio como vila, Medina del Campo, Valladolid, Toledo, Salamanca, Sevilla, centros neurlgicos de decisiones y de actividad econmica. Muri aorando la tan deseada fundacin de Madrid. Y en estas ciudades su gusto era que los monasterios estuvieran en el centro, como una forma de hacerse presente en el corazn mismo de la vida de los pueblos y un reclamo a la interioridad. Para ella el barullo de la ciudad no era un impedimento sino una sugerencia para la oracin y su afn era que viendo la forma de vivir de sus descalzas, cada uno segn su estado y actividad, tomara tambin el camino de la oracin15.

    A lo anterior, se agrega que inmensos sectores, an de los pases desarrollados, se preguntan cmo orar en una mundo marcado por la injusticia y la desigualdad, la exclusin y el maltrato, la violencia y el egosmo? Como dira el salmista cmo cantar un cntico del Seor en tierra extranjera? (Sal 137). Una tierra que se hace extraa para sus propios hijos y condena a muchos de ellos a sobrevivir en la indigencia teniendo delante s como nico horizonte la

    13 Cf. J.M. VELASCO, Invitacin a orar, Narcea, Madrid 1994, 100. 14 J.M. VELASCO, o.c., 102-103.15 T. EGIDO, Localizacin de las Fundaciones Teresianas, en Introduccin a la lectura de Santa Teresa, EDE, Madrid 1978, 251 ss.

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    desesperanza y el fracaso: Nuestro mundo empieza el nuevo milenio cargado de las contradicciones de una crecimiento econmico, cultural, tecnolgico, que ofrece a pocos afortunados grandes posibilidades dejando a millones y millones de personas no slo al margen del progreso, sino a vivir en condiciones de vida muy por debajo del mnimo requerido por la dignidad humana. Cmo es posible que en nuestro tiempo haya todava quien se muere de hambre; quien est condenado al analfabetismo; quien carece de la asistencia mdica ms elemental; quien no tiene techo para cobijarse?16.

    Tener presente y ser sensibles a esta realidad contrastante no slo no impide sino que debe estimular la oracin: La oracin que no refleja la condicin humana, sus angustias y sus penas, el cielo la rechaza: Es una oracin muerta. Esas realidades hirientes invitan al creyente a la oracin no tanto para pedirle a Dios que solucione esas dificultades, sino para comprometerse solidaria y generosamente en su superacin, ya que la atencin a las desgracias de los hombres con los que se convive, convierte la invocacin al Padre comn en una terrible exigencia: aportar todo lo que est a nuestro alcance para transformar esa realidad conforme a las capacidades que ya hemos recibido de Dios17.

    Santa Teresa, atenta y sensible a todo cuanto sucede a su alrededor, encuentra en la realidad de su tiempo una exigencia y un estmulo urgente para la oracin. Conocidos los estragos de las guerras de religin en Francia fatigume mucho dice la Santa y como si yo pudiera algo o fuera algo, lloraba con el Seor y le suplicaba remediase tanto mal (CE 1, 1). Se conmueve y reclama ante la situacin y trato dado a los pueblos de Amrica: que esto es lo que mucho me lastima, ver tantas almas perdidas, y estos indios no me cuestan poco. El Seor los d luz [a los conquistadores] que ac y all hay harta desventura; que como ando en tantas partes y me hablan muchas personas, no s muchas veces qu decir, sino que somos peores que bestias, que no entendemos la gran dignidad de nuestra alma18, que es la misma dignidad de los maltratados.

    Si bien, lo que ms la fatigaba era la vida incoherente que llevaban algunos cristianos, no se olvida de los dems: Cada vez que tiene oracin es sta su pena. En alguna manera, quiz, procede de la muy grande que le da ver es ofendido Dios y poco estimado en este mundo, y de las muchas almas que se pierden, as de herejes como de moros; aunque las que ms la lastiman son las de los cristianos (5M 2, 10). Por eso le sobrecoge de manera especial la sola posibilidad de un enfrentamiento entre cristianos. Opinando sobre la tensin creada entre Espaa y Portugal en 1570, escribe: El Seor d luz para que se entienda la verdad sin tantas muertes como han de haber si se pone a riesgo; y en tiempo que hay tan pocos cristianos, que se acaben unos a otros es gran desventura19. Teresa es solidaria de verdad. No elude la realidad ni disimula los desafos. Se compromete a fondo: Parceme que mil vidas pusiera yo para remedio de un alma de las muchas que vea perder; y as determin a hacer eso poquito que yo puedo y es en m (CE 1, 1). Bastante hace quien hace todo lo que puede. Y para hacer todo lo que podemos necesitamos orar.

    Pero hay todava otro aspecto de la realidad. Es el drama de los increyentes. Personas que aunque quieren creer no pueden, y tampoco pueden orar aunque sienten la necesidad. Es tal vez uno de los dramas ms profundos y silenciosos de nuestro mundo. El reclamo de su propia 16 JUAN PABLO II, Novo Milenio Ineunte, 6 enero 2001, 52. A lo dicho agrega: El panorama de la pobreza puede extenderse indefinidamente, si a las antiguas aadimos las nuevas pobrezas, que afectan a menudo a ambientes y grupos no carentes de recursos econmicos, pero expuestos a la desesperacin del sinsentido, a la insidia de la droga, al abandono en la edad avanzada o a la enfermedad, a la marginacin o a la discriminacin social (Ibid.) 17 J. M. VELASCO, o.c., 108-109.18 CV 1, 1; F 1, 7; Carta a Lorenzo de Cepeda escrita en Toledo el 17 de enero de 1570, 13. 19 Carta a don Teutonio de Braganza escrita en Valladolid el 22 de julio de 1579, 4-7.

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    interioridad y la necesidad de Dios que llevan dentro, muchas veces sin saberlo, les lleva a huir de s mismo acudiendo a la indiferencia, al desprecio y an al enfrentamiento con Dios. Algunas veces se enfrentan con los creyentes, presentan todos los signos negativos de la sociedad y su propia realidad y nos preguntan Dnde est vuestro Dios? (Sal. 41). Estas actitudes son ya de suyo un dilogo, un dramtico encuentro con Dios, y para nosotros son un grito de exigencia en busca de una respuesta convincente que pueda responder Dios est en ti; Dios est en m; Dios est en todos. Pero Cmo hacerlo?

    Porque ante situaciones extremas y coyunturales, como ante situaciones cotidianas y rutinarias, cuando queremos orar, muchas veces nos encontramos con que no sabemos. Los discpulos que vean a Jess orando y constatan que no saban hacerlo le piden ensanos a orar (Lc 11, 1-2). Nuestras madres, grandes orantes, nos ensearon unas frmulas que nos ayudaran a orar. A travs de esas frmulas ellas expresaban una experiencia, un fondo vital. Pero muchas personas las han olvidado, o si las recuerdan, como ven que las palabras que pronuncian no tienen ninguna resonancia interior, no las quieren repetir. Muchos parecen decir: quiero orar y me hace falta. Pero no s cmo hacerlo. Y otros que dicen: quiero orar y lo intento. Pero no puedo con las distracciones y la imaginacin que vive desbocada como la loca de casa a la que alude Santa Teresa. Al respecto, la Santa ensea que no se trata ni de saber frmulas, ni de inventar discursos, sino que tratemos con Cristo como con el mejor amigo, le hablemos de nosotros mismos y de nuestras preocupaciones, realizaciones, temores y proyectos, pues siendo la oracin trato de amistad, no os pido que pensis en l, ni que saquis muchos conceptos, ni que hagis grandes y delicadas consideraciones con vuestro entendimiento (CV 26, 3). Slo es amar y costumbre (V 7, 12) de tratar con Cristo como con amigo (V 8, 5).

    2. El Recogimiento segn Santa Teresa. Recogerse es enamorarse

    Aqu la Santa se nos muestra como verdadera maestra y madre. Conoce las dificultades y las comprende, pero piensa que nadie puede carecer del gran bien de la oracin (V 8, 5). Ante su experiencia y la conviccin que tiene de que en la oracin est nuestra vida, las objeciones que hemos enumerado y otras que se puedan presentar, se desvanecen una a una. Porque Teresa, reconociendo que por muchos caminos y vas lleva Dios a las almas (V 22, 2), no se preocupa tanto por mtodos, frmulas oracionales, definiciones o caminos de oracin, sino que fija su mirada y pone todo el acento en la actitud bsica del orante que ha de ser siempre el amor y el enamoramiento, que, segn la experiencia vivida y probada por ella, es un fundamento valido para todos.

    La Santa sabe que el amor, adonde le hay, jams est ocioso20 (5M 4, 10)), ni excluye a nadie (CV 19, 15)21, y que todos tenemos capacidad para amar: No digo que no es merced del Seor quien siempre puede estar meditando en sus obras, y es bien que se procure. Mas, hase de entender que no todas las imaginaciones son hbiles de su natural para esto, mas todas las almas lo son para amar. . . por donde el aprovechamiento del alma no est en pensar mucho, sino en amar mucho (F 5, 2)22.

    20 Ver el desarrollo de esta dinmica del amor en plena vida mstica en 7M 4, 9. 21 An a personas que las ve del todo perdidas aunque estn en mal estado y faltas de virtudes, dales gustos y regalos y ternura que la comienza a mover los deseos, y aun pnela en contemplacin algunas veces, pocas y dura poco. Y esto como digo hace porque la prueba si con aquel favor se querrn disponer a gozarle muchas veces (CV 16, 4). 22 La misma idea en 4M 1, 7: No est la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho; y as lo que ms os despertare a amar, eso haced.

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    La persona enamorada no depende de ocasiones especiales para centrarse en la persona que ama. Le sucede as a los enamorados, a los padres con respecto a sus hijos, a los amigos que se aman de verdad. Una discpula de la Santa Fundadora, Teresa de Lisieux, deca que, para ella, la oracin es un impulso del corazn23 que nos lleva a pensar en Dios amndolo. Para esto todas las situaciones son buenas y no lo impide ninguna ocupacin. Santa Teresa lo reafirma diciendo que aqu se ha de ver el amor, que no a los rincones, sino a mitad de las ocasiones (F 5, 15)24.

    Teresa parte de una conviccin sencilla en su enunciado, pero de grandes consecuencias en el campo oracional. El hombre teresiano es un ser habitado que tiende ineludiblemente a la relacin. Por eso el enamoramiento es de alguien y el trato es con otro. El recogimiento, por tanto, no es ensimismamiento. La llamada a la interioridad es una fuerza que procede de lo ms hondo de nosotros mismos y consiste en un proceso que nos lleva de la dispersin y superficialidad al descubrimiento de nuestra profundidad en un mundo interior maravilloso, ante el cual la misma Santa no se cansa de expresar su asombro: No hallo cosa con qu comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad; y verdaderamente apenas deben llegar nuestros entendimientos, por agudos que fuesen, a comprenderla, as como no pueden llegar a considerar a Dios, pues l mismo dice que nos cri a su imagen y semejanza (7M 1, 1).

    La llamada a la interioridad, esa necesidad imperiosa que todos sentimos, no parte de nosotros mismos, aunque responde a nuestras necesidades e inquietudes: Nosotros aportamos nuestra disposicin y buena voluntad, lo que la Santa llama una determinada determinacin, y el gran Rey que habita en nuestro interior con un silbo tan suave que aun nosotros mismos casi no alcanzamos a entenderlo hace que conozcamos su voz y no andemos tan dispersos y distrados, sino que tornemos a nuestro interior. Este volver a nosotros mismos es, segn Santa Teresa, un ejercicio sabroso, pues, en la medida en que nos ejercitamos en l, vamos experimentando cierta reunificacin interior, en la dinmica de aquella mxima agustiniana: no salgas de ti, en el interior del hombre habita la verdad que puede saciar las inquietudes del corazn humano (4M 3, 3).

    La presencia que vamos descubriendo es una presencia amiga, que atrae y enamora. Llegados a este punto, crece la urgencia y necesidad de orar. Por eso la Santa va a hacer un gran despliegue pedaggico para que nos acostumbremos a esta compaa, apoyndonos en la imaginacin y en la fe. Lo primero es reconocer la presencia de alguien con nosotros y prestarle atencin, entendiendo con quin vamos a tratar (CV 24, 3-8). Lo segundo es lo que Teresa llama procurad tener compaa (CV 26, 1). Ms que tener compaa, es reconocerla. Para ello nos invita a representar al mismo Seor junto con nosotros, a no estar nunca sin tan buen amigo y acostumbrarnos a traerle siempre con nosotros.

    Como cuando nos encontramos con una persona amiga que nos es muy familiar, el encuentro ha de ser de una manera muy espontnea: ni pensar en l, ni sacar conceptos, ni tratar de definir a la persona con que nos hemos encontrado, ni recitarle frmulas. Lo nico que nos pide la Santa es que le miremos y nos acostumbremos a su mirada. Y as, en este cruce de miradas y surgida de la experiencia del encuentro, entablemos con l una conversacin sobre nuestras cosas, de lo que estamos viviendo en el momento, sean alegras y xitos, sean

    23 TERESA DE LISIEUX, Manuscrito C, 25r. 24 No estamos insinuando con esto que todo es oracin, que bien puede serlo. La conviccin profunda de la Santa es que el amor crea en nosotros una dinmica tan envolvente que difcilmente podemos distraernos de Aquel cuyo amor se experimenta. Dentro de la misma dinmica aprovecharemos siempre y buscaremos espacios para un trato ms exclusivo, que sern los llamados momentos fuertes de oracin.

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    sufrimientos y fracasos, sean tensiones o preocupaciones, sean proyectos y tareas que traemos entre manos. En este punto no podemos hablar de distracciones porque todo lo que nos puede distraer puede ser integrado y formar parte de la conversacin. No obstante, con la confianza que se tiene a un amigo, bien podemos tener delante una foto suya que nos centre y comentar con l sobre ella, o compartir con l la lectura de una pgina que nos llega de manera especial. Siguiendo estos pasos la Santa nos certifica: si con cuidado os acostumbris a lo que he dicho, sacaris tan gran ganancia que, aunque yo os la quisiera decir, no lo sabr (CV 26, 10)25.

    Una secuencia que podemos sacar de la enseanza que nos propone la Santa, puede ser la siguiente: Recogernos en nosotros mismos y descubrir que no estamos vacos por dentro. En nuestro interior, reconocer que quien nos habita es Cristo y recogernos en l. Educarnos para esta compaa y hacer de ella algo habitual. Educar nuestra mirada interior para saber que siempre nos mira y volver nuestra mirada interior a l. Acostumbrarnos a mantener un dilogo familiar con l. El mejor apoyo exterior que podemos tener es acostumbrarnos a leer pasajes del Evangelio y hacernos nosotros mismos interlocutores en las escenas evanglicas (V 9, 4)26. En realidad son elementos de un todo simultaneo, que como en las experiencias de enamoramiento, pueden enfatizarse algunos aspectos, pero que en realidad forman una experiencia conjunta que en este caso de la oracin forma parte de la ya clsica afirmacin de Teresa cuando nos presenta la oracin como trato de amistad con quien sabemos nos ama (V 8, 5).

    3. Recogidos con Cristo en Dios

    En la medida en que perseveramos, el amor se hace cada vez ms fuerte, y se ampla el crculo de nuestra relacin. Nosotros queremos que otras personas tambin tengan la experiencia de la oracin (V 7, 10), y Cristo quiere que conozcamos a su Padre. Por eso Teresa da un paso ms en su pedagoga, y parece decirnos que orar es decir Padre27. Pero no es una relacin con el padre de nuestro amigo, como suele suceder en nuestra vida corriente. Cristo, con quien tratamos de amistad es una y misma cosa con su Padre, y por eso quiere dejarnos experimentar que los dos tienen un mismo querer y un mismo sentir, y que amar y tratar de amistad con el Hijo es amar y tratar de amistad con el Padre; que si Cristo est en nosotros, tambin lo est su Padre, y que si con Cristo tratamos como con amigo, hablndole de nuestras cosas, tambin lo hacemos con su Padre, que es tambin nuestro Padre: Pues, siendo Padre hanos de consolar en nuestros trabajos, hanos de sustentar como lo ha de hacer un tal Padre, que forzado ha de ser mejor que todos los padres del mundo, porque en l no puede haber sino todo bien cumplido; y despus de todo esto hacernos partcipes y herederos con Cristo (CV 27, 2).

    Teresa, ms que hablarnos de Dios como Padre, nos dice, llena de admiracin, cmo vive su relacin con el Padre como don que nos ha dado su Hijo Jess: Oh buen Jess, qu claro habis mostrado ser una cosa con l y que vuestra voluntad es la suya y la suya vuestra! Qu confesin tan clara, Seor mo! Qu cosa es el amor que nos tenis! Bendito seis por siempre, Seor mo, que tan amigo sois de dar, que no se os pone cosa delante! (CV 27, 4). E inmediatamente vuelve al tema del amor como dinamizador de la oracin. Pero con un ingrediente muy especial. La familia de Jess no slo es su Padre. Tambin lo es el Espritu Santo que nos hace crecer de manera inimaginable en el amor, y entra como la fuerza que nos ayuda a superar las deficiencias en la oracin: Que por disparatado que ande el pensamiento,

    25 Es muy conveniente leer este proceso en palabras de la Santa en CV 25-26. 26 Cf. T. LVAREZ, Paso a paso leyendo con Teresa su Camino de Perfeccin, Monte Carmelo, Burgos 1995, 167-173.27 Ibid., 174.

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    entre tal Hijo y tal Padre forzado ha de estar el Espritu Santo que enamore vuestra voluntad y os la ate con tan grandsimo amor, ya que no baste para esto tan gran inters (CV 27, 7).

    Basndose en la segunda parte de la primera invocacin del Padre Nuestro: Que ests en los cielos, nos dice que nosotros somos el cielo y nos invita no slo a creerlo sino a experimentarlo: Pensis que importa poco saber qu cosa es el cielo y adnde se ha de buscar vuestro sacratsimo Padre? Pues yo os digo que, para entendimientos derramados, que importa mucho no slo creer esto, sino procurarlo entender por experiencia, porque es una de las cosas que ata mucho el entendimiento y hace recoger el alma. . . que adonde est Dios es el cielo. Sin duda lo podis creer, que adonde est su Majestad est toda la gloria. Pues mirad que dice San Agustn que le buscaba en muchas partes y que le vino a hallar dentro de s mismo (CE 28, 2).

    Desde sta conviccin, nos sigue animando y dando esfuerzo para que cada uno entienda todo lo que puede hacer y con qu seguridad y confianza puede vivir este trato de amistad con la familia de Quien sabemos nos ama: que no ha menester para hablar con su Padre Eterno ir al cielo, ni para regalarse con l, ni ha menester hablar a voces (Ibid). Estando, como est en nuestro interior, siempre nos oye. Adems, no necesitamos salir de nosotros mismos para ir a buscarle. Nos basta con no extraarnos de tan buen husped y hablarle como a Padre, pedirle como a Padre, contarle los trabajos(Ibid) . Y, adems, nos invita a no ser sobrios en recibir: que no est la humildad, si el rey nos hace una merced no recibirla, sino tomarla y disfrutarla, aunque nos superen sus dones: Donosa humildad, que me tenga yo al Emperador del cielo y de la tierra en mi casa, que se viene a ella por hacerme merced y por holgarse conmigo, y que por humildad ni le quiera responder, ni estarme con El, ni tomar lo que me da (CE 28, 3).

    Llegada a este punto, Teresa nos ha presentado ya todos los elementos necesarios para entregarnos lo que ella ha vivido y propone como recogimiento: Este modo de rezar, aunque sea vocalmente, con mucha ms brevedad se recoge el entendimiento, y es oracin que trae consigo muchos bienes. Llmase recogimiento, porque recoge el alma todas las potencias y se entra dentro de s con su Dios, y viene con ms brevedad a ensearla su divino Maestro y a darla oracin de quietud, que de ninguna otra manera (CE 28, 4).

    Como podemos ver, por esta sntesis que hace la Santa, el recogimiento es una actividad nuestra y una accin de Dios en nosotros. No afecta exclusivamente nuestra actividad intelectual, va ms all de nuestro gusto por la reflexin, de nuestra capacidad de atencin o de nuestras intuiciones intelectuales, y de nuestra capacidad imaginativa, aunque se apoya en toda esta actividad natural del hombre. Adems, y de manera muy importante, se apoya en nuestra capacidad afectiva, en nuestra libertad y en nuestra capacidad para tomar decisiones y cumplirlas, lo que la Santa llama determinada determinacin28. Igualmente cuenta con la fe y la accin silenciosa del Espritu Santo que nos mueve interiormente a desear ms y a no contentarnos con prcticas rutinarias o actitudes elusivas en la bsqueda de nuestra interioridad.

    3. Algunos frutos de la oracin de recogimiento

    Ya hemos insinuado, que la oracin, y especficamente el recogimiento, ms que unas acciones o una disciplina, es un talante, una actitud, una predisposicin. Ciertamente incluye trabajo de parte del orante porque, como dice la Santa, nada se aprende sin un poco de trabajo (CE 29, 8). Este trabajo puede incluir algunos apoyos. Adems de los propuestos por la Santa como la lectura del Evangelio o de algn libro en romance, una foto de Cristo especialmente significativa para el orante (CV 26, 9), la contemplacin de la naturaleza, agua, flores (V 4, 7-9), 28 V 11, 1; 13, 2; CV 21, 2.

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    puede incluir tambin ayudas psicofsicas como tcnicas de respiracin, relajamiento y concentracin, msica u otras actividades que favorezcan el recogimiento de los sentidos en el interior29.

    Apoyndonos en estos y otros recursos pertinentes, pero especialmente en el querer ser orantes, en la medida en que perseveramos vamos viendo como poco a poco cada uno va ganando en libertad y va sintindose cada vez ms dueo de s mismo: Concluyo con que quien lo quisiere adquirir no se canse de acostumbrarse a lo que queda dicho, que es seorearse poco a poco de s mismo, no perdindose en balde, sino ganarse a s para s, que es aprovecharse de los sentidos para lo interior (CV 29, 7).

    Segn la experiencia de la Santa es una ordinaria actitud de atencin amorosa: Si hablare, procurar acordarse de que hay con quin hable dentro de s mismo; si oyere, acordarse de que ha de or a quien ms cerca le habla. En fin, traer cuenta que puede, si quiere, nunca se apartar de tan buena compaa, y pesarle cuando mucho tiempo ha dejado solo a su Padre (Ibid).

    Pero es una actitud despierta vivida en libertad y seoro an con respecto a la oracin misma, excluyendo todo tipo de tensin procedente de la frecuencia o tiempo que se invierta en el proceso: Si pudiere, muchas veces en el da; si no, sea pocas. Como lo acostumbrare, saldr con gran ganancia, o presto o ms tarde. Despus que se lo d el Seor, no lo trocar por ningn tesoro (CV 29, 7).

    Por involucrar toda la capacidad humana, inteligencia, memoria y voluntad y recogerla en el interior donde tiene lugar el encuentro del orante con el Dios inhabitante en nosotros, el recogimiento conduce al hombre a la plena y armnica realizacin del ser personal con toda la riqueza de dimensiones y de niveles que contiene30. Centra toda la persona no slo en Cristo, sino, a travs de l, en la Santsima Trinidad. De ah que el recogimiento sea considerado, con toda razn, como la base de la oracin teresiana, y si buscramos un mtodo teresiano de oracin, necesariamente tendramos que proponer el recogimiento con los matices originales que le aporta la singular experiencia de la Santa31.

    Por tratarse de un camino de oracin que est enteramente al alcance de la persona, y porque esto no es cosa sobrenatural, sino que est en nuestro querer y que podemos nosotros hacerlo con el favor de Dios (CV 29, 4), es una propuesta vlida para todos y un fundamento que nos pone en camino de abrirnos y recibir todo cuanto el Seor quiera regalar al orante, empezando por el llamado recogimiento pasivo, primer paso de la oracin mstica propiamente dicha, que corresponde a al segundo modo de sacar agua, o segundo grado de oracin. (V 14, 1-10)32. 29 Cf. LVAREZ, T., - J. CASTELLANO, Teresa de Jess ensanos a orar2, Monte Carmelo, Burgos 1981, 104-111.30 J. M. VELASCO, o.c., 81.31 Recogimiento, alude a un mtodo de oracin muy practicado por los Franciscanos reformados del siglo XVI. La Santa habla del tema desordenadamente, pero en conjunto da un cmulo suficiente de ideas. Dos aspectos resaltan: la interiorizacin y la matizacin cristolgica. El centro del ser humano, del orante, se transforma en un escenario viviente donde vuelven a la vida no slo los acontecimientos de la vida pasada de Jess, sino todas las verdades de la fe, la propia vida, etc. Puede ser considerado como el mtodo teresiano por excelencia: Nota en SANTA TERESA, Obras Completas, EDE, Madrid 1994, 753. 32 Santa Teresa nos presenta el desarrollo de la oracin en cuatro grados ascendentes. De estos grados de oracinnos da cuatro versiones: V 11-21(1565); CV 22-29 (1566-1567); Relacin 5 (1576); Moradas (1577). La versin que recoge su experiencia original est en Vida 11-21: 1 grado: Consiste en la meditacin sencilla de la Palabra de Dios, de sus obras, de los misterios de Cristo, de la propia realidad personal. Es muy importante en este grado

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    Configurarnos con este nuevo talante, seoro y libertad, junto con la atencin amorosa y la armona interior, son estmulos suficientes para dejarnos seducir por la propuesta teresiana, mxime cuando ella misma, desde su experiencia, nos garantiza que quien entre por esta oracin de recogimiento lleva excelente camino, y que no dejar de llegar a beber el agua de la fuente33,porque camina mucho en poco tiempo (CV 28, 5).

    Estos frutos y efectos del recogimiento tienen una prueba y un estmulo inmediato en el crecimiento del amor al prjimo manifestado en un nuevo estilo de relacionarnos con los dems, en una nueva sensibilidad por el bienestar de todos, y en la bsqueda de los medios a nuestro alcance para la superacin de los males que aquejan a los otros.

    No podemos olvidar que el amor es nico e indivisible y se extiende a todas las reas de la vida de la persona. Teresa tiene muy claro que la perfeccin verdadera es amor de Dios y del prjimo y, mientras con ms perfeccin guardremos estos dos mandamientos, seremos ms perfectas (1M 2, 17). Es un amor que afecta, en primer lugar las relaciones interpersonales con quienes tenemos cerca, y se manifiesta en la delicadeza en el trato, la ausencia de rivalidades y envidias, la humildad y superacin de todo tipo de contiendas (CV 27, 6). Pero tambin es un amor solidario con la Iglesia y con la entera familia humana. Por eso este amor no ha de ser fabricado en nuestra imaginacin, sino probado con obras (3M 1, 7).

    Con esta proyeccin podemos leer la invitacin vehemente que hace a quienes se inician en este camino de la oracin de recogimiento a tomar sin ningn temor la cruz de Cristo, y la no menos comprometedora consigna Juntos andemos, Seor; por donde fuereis, tengo de ir; por donde pasareis, tengo de pasar (CE 26, 6-7). El contenido de sta invitacin no slo afecta a la persona en su relacin personal con Dios sino muy especialmente en su incorporacin solidaria a la misin de Jesucristo que es la salvacin del gnero humano. Prcticamente, la Santa pone aqu el criterio de discernimiento para constatar si el amor de Dios es autntico, y consecuentemente, si hay crecimiento en la oracin: Porque si amamos a Dios no se puede saber, aunque hay indicios grandes para entender que le amamos; mas el amor del prjimo, s. Y estad ciertas que mientras ms en este os viereis aprovechadas, ms lo estis en el amor de Dios; porque es tan grande el que su Majestad nos tiene que, en pago del que tenemos al prjimo, har que crezca el que tenemos a su Majestad (5M 3, 7-8).

    Es una consecuencia lgica de lo que ha planteado al comienzo de Camino: no me deja de quebrar el corazn ver tantas almas como se pierden. Querra no ver perder ms cada da. . . Oh, hermanas mas en Cristo!, ayudadme a suplicar esto al Seor, que para eso os junt aqu;

    inicial acostumbrarse a la atencin amorosa. Abarca Vida cc. 11-13. Corresponde a la primera forma de regar el huerto sacando el agua del pozo con mucho trabajo. Por eso se le denomina tambin oracin asctica. 2 grado:Ingreso espordico en la oracin mstica. Como novedad en la experiencia aparecen la quietud y la pasividad que sern caractersticas crecientes en los grados sucesivos. Consiste en un reposo pasivo y amoroso de la voluntad espantada por todo lo que va experimentando del amor de Dios. No es un estado permanente sino intermitente. Corresponde a la segunda forma de regar sacando el agua con noria, arcaduces y torno. Es con menos trabajo, pero todava est presente la ascsis. Comprende Vida cc 14-15. 3 grado: Diversas experiencias de oracin fuerte preexttica sueo de potencias resultado de una intensa infusin de amor en la voluntad.. Corresponde a la terca forma de regar que es con agua de ro o arroyo y requiere un trabajo mnimo. Presentado en Vida cc 16-17. 4grado: Unin mstica. Unifica toda la actividad de las potencias y las une a Cristo. En Teresa esta etapa supuso experiencias intenssimas como xtasis, vuelo del espritu, mpetus amorosos, heridas de amor como la descrita en la transverberacin. Para quien no tiene estos fenmenos msticos la caracterstica ser una intenssima vivencia de amor. Corresponde a la cuarta forma de regar el huerto que es con llover mucho. Es ya verdadera oracin mstica que lo riega el Seor sin trabajo ninguno nuestro. Narrado por la Santa en Vida 18-21. Esta sntesis est hecha sobre T. LVAREZ, Grados de oracin, en Diccionario de Santa Teresa, o.c., 728-729. 33 Referencia a cuanto ha dicho de la fuente de agua viva en CE 19.

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    ste es vuestro llamamiento, stos han de ser vuestros negocios, stos han de ser vuestros deseos, aqu vuestras lgrimas, stas vuestras peticiones (CV 1, 4-5). Llega, incluso, a relativizar la premura por la propia salvacin: Porque hay algunas personas que les parece recia cosa no rezar mucho por su alma, y qu mejor oracin que sta? Qu va en que est yo hasta el da del juicio en el purgatorio, si por mi oracin se salvase sola un alma? Cunto ms el provecho de muchas y la honra del Seor! (CV 3, 6). Es algo que surge de dentro, impulsado por el mismo Seor que vive en nosotros que lo primero que hace el Seor, si son flacos, es ponerles nimo y hacerlos que no teman trabajos (CV 18, 2).

    En resumen, el recogimiento teresiano busca educarnos para la presencia, la mirada, el dilogo, la escucha. Una presencia que se descubre en el interior e irradia sobre toda la vida del hombre impulsndolo a amar, a vivir en el amor y a vivir amando. Y en el amor verdadero no tiene lugar el aislamiento o la indiferencia. La presencia amorosa de la Trinidad en la vida del creyente conduce necesariamente al amor de los hermanos que el espritu de dominio y posesin, propios del hombre no sanado por el recogimiento, eclipsaban, falseaban o lo hacan sencillamente imposible.

    4. Rezar, meditar, recogerse

    A pesar del nfasis con que Teresa presenta el recogimiento, lo predominante en ella es que es una maestra asistemtica y abierta al dinamismo y espontaneidad del amor. De aqu que el amor sea el elemento predominante, y que sea siempre vlido aquello de que lo que ms os despertare a amar eso haced (4M 1, 7). Desde esta constatacin, hemos de considerar como vlido todo lo que tenga referencia al amor y a la dinmica del enamoramiento, accin en la cual se da una necesaria y segura intervencin del Espritu Santo (CV 27, 7). Rezar, meditar, recogerse ser siempre, en la rbita teresiana, ejercicio de amor. Desde aqu se revaloriza todo ejercicio oracional, sea vocal o meditativo, litrgico34 o de religiosidad popular.

    Si bien es cierto que en la pedagoga teresiana el arte de recogerse y entrar dentro de s es una especie de escaln intermedio entre la sencilla oracin rezada y la oracin de pura contemplacin. Peldao de paso de la una a la otra35, tambin es necesario afirmar que la oracin vocal no es la oracin del subdesarrollado. No es un nfimo peldao en la escala de la oracin. La oracin vocal bien hecha es una suave palanca elevadora que pone al orante a tiro de contemplacin36. La Santa lo afirma claramente: Porque no pensis se sea poca ganancia de rezar vocalmente con perfeccin, os digo que es muy posible que estando rezando el Paternosteros ponga el Seor en contemplacin perfecta, o rezando otra oracin vocal; que por estas vas muestra su Majestad que oye al que le habla (CV 25, 1)37.

    La oracin que propone Teresa y a la que apuntan todos sus esfuerzos es la Contemplacin, y el camino o medio privilegiado es la oracin de recogimiento. Pero se presentan otros medios o formas de oracin: el ya dicho de la oracin vocal y la oracin mental

    34 Esta oracin de recogimiento, que podemos llamar la oracin teresiana, no se contrapone, y, menos, excluyentemente a la oracin comunitaria: le da densidad y calidad y recibe de ella calor de vida, marco eclesial e histrico en el latido humano-cristiano de los hermanos con quienes nos hacemos presentes al Padre comn: M. HERRIZ, Pedagoga teresiana de la oracin, en Santa Teresa maestra de espirituales, Espiritualidad a distancia, Madrid 2000, 188. 35 T. LVAREZ, Paso a paso leyendo con Teresa su Camino de Perfeccin, o.c., 181. 36 Ibid., 159. 37 Ilustra esta afirmacin con el caso concreto de una persona que asida al Paternoster tena pura contemplacin y la levantaba el Seor a juntarla consigo en unin; y bien pareca en sus obras recibir grandes mercedes, porque gastaba muy bien su vida (CV 30, 7).

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    meditacin. Sin embargo estos son aspectos, que aunque tienen sus diferencias, no son excluyentes, sino convergentes y complementarios38.

    Segn Santa Teresa, la oracin vocal es rezar o recitar cualquier oracin de las muchas que estn a nuestro alcance. Para ser considerada como oracin es necesario que quien las recita considere lo que dice, quin lo dice y a quin lo dice (CV 25, 3).

    Tambin nos presenta lo que, segn ella, es la meditacin: Llamo yo meditacin a discurrir mucho con el entendimiento de esta manera: comenzamos a pensar en la merced que nos hizo Dios en darnos a su nico Hijo y no paramos all sino vamos adelante a los misterios de toda su gloriosa vida; o comenzamos en la oracin de Huerto y no para el entendimiento hasta que est puesto en la cruz. . . (6M 7, 10). Es una descripcin similar a la que presenta en Camino para dar a entender lo que es la oracin mental: Pensar y entender qu hablamos y quin somos los que osamos hablar con tan gran Seor; pensar esto y otras cosas semejantes es oracin mental; no pensis que es otra algaraba, no os espante el nombre (CV 25, 3).

    Basados en estas afirmaciones de la Santa, podemos decir que la oracin vocal, la mental y la meditacin39 son auxiliares ptimos para la oracin de recogimiento, y que el recogimiento es el camino ordinario y el ms recomendado por su experiencia para disponernos y abrirnos a la contemplacin. No obstante, esta afirmacin general, de carcter metodolgico, no excluye, como lo acabamos de ver, que desde cualquiera de ellas, y an desde otras formas no consideradas aqu, el Seor nos quiera llevar a la experiencia de contemplacin.

    En contraste con la contemplacin, en la cual, por esfuerzos que hagamos, no podemos hacer ninguna cosa (CV 25, 3), fuera de disponernos (5M 2, 1), tanto la oracin vocal, como la oracin mental, la meditacin y el recogimiento son medios que est en nuestra mano practicar. Todos ellos tienen, en Teresa, unos referentes comunes: Atencin amorosa, centramiento en Cristo, y apuntan a la contemplacin, en la cual se da la unin por amor que es la meta del proceso oracional. Pero no es una meta a la que se llega al final, est presente desde los comienzos, y por eso, desde el principio, en diversa intensidad tenemos alguna experiencia de unin con Dios, y l mismo mueve los resortes de todo nuestro ser para no detenernos en el camino emprendido.

    Lo importante es que entendamos con verdad que hay otra cosa ms preciosa, sin ninguna comparacin, dentro de nosotros que lo que vemos por de fuera (CV 27, 10). Y como El no ha de forzar nuestra voluntad, toma lo que le damos; mas no se da a s del todo hasta que nos damos del todo (CV 28, 12).

    5. Luces para la pastoral de la oracin

    Presentamos ahora, as sea de manera asistemtica, algunas orientaciones pastorales derivadas de cuanto hemos dicho, con el fin de iluminar en algo a quienes se ocupan de la pastoral de la espiritualidad. 38 Tres anillos de la cadena de oracin. Pero estrechamente engarzados el uno en el otro No estamos hablando de una contemplacin perfecta, que brota y florece en la siembra misma de la oracin rezada?. T. LVAREZ, Paso a paso leyendo con Teresa su Camino de Perfeccin, o.c., 161. 39 Teresa muestra un gran aprecio por la meditacin y la consideracin (trmino muy suyo). Desde nia est entrenada en esta prctica (V 1, 1), y da grandsmo valor al buen entendimiento, necesario para muchas cosas. Pero da preponderancia al amor: Ella, desde luego, en su visin del dilogo con Dios y de la espiritualidad ha enaltecido como pocos el entendimiento; pero todo ello tiene como meta el amor, en el que se halla la esencia de la oracin: S. CASTRO, Ser cristiano segn Santa Teresa, EDE, Madrid 1985, 66.

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    x Lo primero que se nos ocurre considerar es que los agentes de pastoral, de alguna manera nos hacemos responsables de la propuesta oracional que hacemos40. Con esto estamos afirmando que la primera orientacin que nos da Teresa es que quien ha comenzado la oracin de recogimiento no la deje y que quien no la ha comenzado, haga lo posible por no carecer de tanto bien (V 8, 5).

    x Iluminados por el realismo teresiano, es cierto que ningn gnero de oracin saca al hombre de su medio, de su cultura, de su lucha cotidiana, de los contrastes presentes en toda realidad. Pero basndonos en la propuesta antropolgica de Teresa, tengamos presente siempre en toda accin pastoral la gran dignidad y capacidad de las personas, mirando ms a su condicin de almas en que tanto se deleita el Seor, que a las dificultades externas y personales de quienes quieren comenzar o ya avanzan por el camino de la oracin.

    x Igualmente, aleccionados por Teresa, los agentes de pastoral de la oracin, junto con la valoracin de la persona, tenemos que apreciar sinceramente toda expresin o forma de oracin. El conocerla con corazn de pastores y caridad pastoral, ser un reto para nosotros, un medio para ver por qu caminos van las personas, y una base para proponerles medios de crecimiento, sin caer en el conformismo, ni dejar que las personas que de alguna manera han iniciado este camino, se estanquen.

    x Reconociendo las inmensas posibilidades de cada persona y la grandsma libertad de Dios para llevar a cada una por diversos caminos, y valerse de todos los medios para su autoentrega al hombre, en ningn nivel oracional se puede prescindir de Cristo, verdadero camino y maestro en lo que atae a nuestra relacin con Dios, y acostumbrarnos progresivamente a traerle siempre con nosotros y compartir con l no slo el proceso oracional sino tambin la vida ordinaria.

    x Desde el comienzo, y en todas las etapas del desarrollo oracional, hemos de tener en cuenta la gran preocupacin de la Santa por la salvacin de las almas. Prcticamente es el motivo y objetivo de la oracin: unirnos a Cristo para participar con l en la obra de la salvacin. Esto es lo que ella llama ayudarle a llevar la cruz41. Por lo tanto, pedaggicamente, excluir cuanto suene a evasin, milagrosismo, indiferencia o sectarismo con respecto a la realidad. Puede ayudar mucho integrar, desde el comienzo la prctica de la oracin con acciones solidarias encaminadas a conocer mejor la realidad, y buscar caminos para aportar lo poco que es en cada participante y en el grupo para la transformacin de la misma, segn el Evangelio.

    40 Tcitamente o a grandes gritos, pero siempre con fuerza, se nos pregunta: Creis verdaderamente lo que anunciis? Vivs lo que creis? Predicis verdaderamente lo que vivs?. . .Paradjicamente, el mundo, que, a pesar de innumerables signos de rechazo de Dios, le busca, sin embargo, por caminos insospechados y siente dolorosamente su necesidad, el mundo exige a los evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos mismos conocen y tratan familiarmente como si estuvieran viendo al invisible. El mundo exige y espera de nosotros sencillez de vida, espritu de oracin, caridad para con todos, especialmente para los pequeos y los pobres, obediencia y humildad, desapego de s mismo y renuncia. PABLO VI, Evangelii Nuntiandi, 76. 41 No se piense que la oracin teresiana, empezando por la reflexin se reduce a una concentracin sobre s mismo o a una interiorizacin ajena a la marcha de la historia o a cuanto acontece fuera del hombre. Para ella su objeto fundamental ha de ser la historia de la salvacin: S. CASTRO, Ser cristiano segn Santa Teresa, EDE, Madrid 1985, 65.

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    EL MTODO TERESIANO DE ORACIN EN SNTESIS

    Quien la ha comenzado, no la deje. Y quien no la ha comenzado, por amor al Seor le ruego yo, no careza de tanto bien. No hay aqu qu temer, sino qu desear.

    PASOS

    1. Querer orar 2. Recoger y concentrar

    los sentidos en nuestro interior.

    3. Reconocer la presencia de Cristo en nosotros

    4. Hablar sencillamente con l.

    5. Dejarse mirar por Cristo 6. Mirarle tambin

    nosotros7. Acostumbrarnos a su

    compaa 8. Escucharle:Se comunica

    sinnecesidad de palabras 9. Relacin en amor:

    Tratar de amistad

    APOYOS

    1. Lecturas: Evangelio. Otros libros

    2. Concentrarse en una imagen

    3. Msica relajante 4. Respiracin 5. Naturaleza,agua,flores...6. Hablar como con amigo,

    mirarle como amigo, confiar en el amigo.

    TERESA SUGIERE

    1. conocimiento propio 2. Vida y misterios de

    Cristo3. En trabajos: mirarle

    trabajando.4. Tristes: mirarle en el

    Huerto En la Cruz. 5. Alegres:mirarle alegre,

    resucitado6. La realidad de nuestra

    vida.

    TENER EN CUENTA

    x El mtodo teresiano de oracin es sencillo, lineal y sin artificios. x Estos pasos ayudan a quien quiere comenzar y crecer en oracin. x Al principio requiere separar algn tiempo y elegir lugar adecuado.

    Su ventaja:x est al alcance de todos.x Da calidad y profundidad a nuestra vida.

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    x Nos acostumbra a vivir en amor, verdad y libertad, es decir, a recuperar la unidad y la armona interior.

    x Santa Teresa nos garantiza que practicndolo estamos en buen camino, y que los resultados no se harn esperar.

    x Despus de un tiempo, ms que seguir estos pasos haya que dar carta abierta a la dinmica del amor: Tratar como con amigo.

    x No esclaviza ni genera angustias.