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UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALENCIA “SAN VICENTE MÁRTIR” VALENCIA 2013 REAL ACADÈMIA DE CULTURA VALENCIANA SECCIÓN DE ESTUDIOS IBÉRICOS “D. Fletcher Valls” ESTUDIOS DE LENGUAS Y EPIGRAFÍA ANTIGUAS - E.L.E.A. Número 13 XXVIII SEMINARIO DE LENGUAS Y EPIGRAFÍA ANTIGUAS VV.AA

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UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALENCIA“SAN VICENTE MÁRTIR”

VALENCIA2013

REAL ACADÈMIA DE CULTURA VALENCIANA

SECCIÓN DE ESTUDIOS IBÉRICOS

“D. Fletcher Valls”

ESTUDIOS DE LENGUAS Y EPIGRAFÍA ANTIGUAS - E.L.E.A.

Número 13

XXVIII SEMINARIO DE LENGUAS Y EPIGRAFÍA ANTIGUAS

VV.AA

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Ilustración de la cubierta: Miembros del Seminario en la Benimaquia (Denia)

© Los autores© De esta edición: UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALENCIA

ISSN: 84-96068-50-1Depósito legal: V-2203-1995Impresión: Gràfiques MARAL® - Tel. 96 224 01 45 - 46650 CANALS (Valencia)

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ESTUDIOS DE LENGUAS Y EPIGRAFÍAANTIGUAS - ELEA

Número 13

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REAL ACADÈMIA DE CULTURA VALENCIANASECCIÓN DE ESTUDIOS IBÉRICOS

“D. FLETCHER VALLS”

Director: J. Aparicio PérezESTUDIOS DE LENGUAS Y EPIGRAFÍA ANTIGUAS

ELEA

Director Honorario: J. Siles Ruiz

Director: J. Aparicio Pérez

Secretario: L. Silgo Gauche

Consejo de Redacción:F. J. Fernández Nieto; J.A. Correa Rodríguez; A. Marques deFaria; J. Gorrochategui Churruca; R. Ramos Fernández; J. Velaza Frías; L. Pérez Vilatela; Xaverio Ballester.

Consejo Asesor:J. Mª Blázquez; M. Beltrán Lloris.

ELEAse intercambia con publicaciones similares

Pedidos e intercambios:

Real Acadèmia de Cultura ValencianaApdo. Correos 226046080 - Valencia

[email protected] www.racv.es

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REAL ACADÈMIA DE CULTURA VALENCIANASECCIÓN DE ESTUDIOS IBÉRICOS

“D. FLETCHER VALLS”ESTUDIOS DE LENGUAS Y EPIGRAFÍA

ANTIGUAS - ELEANúmero 13

PONENCIAS DEL XXVIII SEMINARIO DE LENGUAS Y EPIGRAFÍA ANTIGUAS

Editores: J. Aparicio Pérez y L. Silgo Gauche

Valencia2013

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La Dirección de Elea dedica el número 13 de laSerie a los Drs. Fletcher y Unterman, al primeropor haberse cumplido 100 años de su nacimiento yal segundo por su fallecimiento este mismo año. La amistad y el intercambio de conocimientosentre ambos investigadores ha sido de gran

importancia para progresar en el conocimientode la Lengua Ibérica, precedente de la Lengua

Valenciana.

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Ponencias del

XXVIII Seminario de

Lenguas y Epigrafías Antiguas

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X. BALLESTER (U.V.E.G.) & M. TURIEL

CAPRICORNI, CELTIBER, MARTIALIS Y OTROSTEXTUELOS HISPANORROMANOS

Resumen: En el presente trabajo damos a conocer diversas piezasantiguas o a menudo fragmentos de piezas con inscripción que fueronlocalizadas en el llamado mercado de antigüedades por Max TURIEL.La mayoría de estas piezas fueron adquiridas por el propio TURIEL y acontinuación donadas a la Real Academia de la Historia, en Madrid.

Palabras–clave: Epigrafía, Arqueología.

Abstract: In this paper we present a series of ancient pieces oroften fragments of pieces with Latin inscriptions from Roman Spain.All the texts were discovered by Max Turiel in the so–called antiquitiesmarket and most of them were subsequently donated by Turiel himselfto the Royal Academy of History (Real Academia de la Historia) inMadrid.

Key–Words: Epigraphy. Archaeology.

En el presente trabajo damos a conocer diversas piezas antiguas oa menudo fragmentos de piezas con inscripción que fueron localizadasen el llamado mercado de antigüedades por Don Max TURIEL. La ma-yoría de estas piezas fueron adquiridas por el propio TURIEL y a conti-nuación mediando expediente de donación depositadas en la RealAcademia de la Historia, en Madrid, donde se hayan custodiadas a laespera de su definitiva catalogación. Debe constar nuestro agradeci-miento a Don Max TURIEL por estar siempre presto al rescate del ex-polio de coleccionistas y a la recuperación, para el patrimonioarqueológico y lingüístico hispánico, de tantas piezas que otramentese perderían en colecciones particulares.

Algunas de las piezas, sin embargo, no pudieron ser adquiridas o

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porque ya se habían vendido o comprometido su venta o por no poderalcanzarse el precio solicitado. De alguna de estas, sin embargo, pu-dieron conseguirse algunas fotografías que aquí, dado su interés, re-producimos.

Finalmente incluimos también el caso de una pieza, con práctica se-guridad, falsa y que lógicamente no fue adquirida. Ello no obsta paraque se decidiera primero obtener imágenes de dicha pieza y despuésdarlas, con el pertinente caueat, a conocer en el presente trabajo. Laproliferación de falsificaciones en los últimos tiempos invita ahora apublicarlas como posible medida disuasoria tanto para sus hacedorescomo sobre todo para sus posibles compradores. Por otra parte, el co-nocer la tipología de este tipo de piezas falsarias puede ayudar en ladetección de la genuinidad o falsedad de otras en casos menos eviden-tes.

La mayoría de las imágenes aquí presentadas fueron realizadas enel Laboratorio del Departamento de Arqueología y Prehistoria de laUniversidad de Valencia. Conste nuestro agradecimiento a la citadainstitución por permitirnos la realización de dichas fotografías y muyespecialmente al autor de las mismas, Don Lluís MOLINA, cuyo profe-sional quehacer facilitó mucho la lectura de buen número de epígrafes,mayormente apenas legibles en razón de su reducido tamaño y dete-riorado aspecto.

Dada la cantidad de piezas que en esta ocasión presentamos, se nospermitirá un muy sumario comentario de cada una de ellas para nohacer especialmente prolija la exposición. De las piezas más significa-tivas y que serán posteriormente señaladas, está en curso un estudiomás pormenorizado conjunto con el Dr. Josep MONTESINOS I MARTÍNEZpara otra publicación.

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I

La primera pieza que comentaremos es un anillo que presentabaevidencias de comportar signos gráficos, pese a que simple vista no re-sultaran legibles. La fotografía desveló la existencia de probablementetres signos, resultando el primero de ellos totalmente ilegible, a causadel deterioro de su superficie, quedando así la lectura:

_JM

Aunque dicha lectura no puede darse como totalmente segura, enprincipio la presencia de <J> aleja el documento de fechas antiguas,no siendo, por tanto, objeto del contenido del seminario que conformala base de la presente publicación.

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II

Fíbula —de unos cuatro centímetros y medio como extensión má-xima y unos 3 centímetros de altura— de las denominadas de legiona-rio, en general bien conservada y llamativamente apenas deformada.Nuevamente las excelentes fotografías de Lluís MOLINA han permitidoreconocer entre unos trazos apenas legibles una secuencia:

_VCISS_

Dicha secuencia permite con razonable seguridad proponer una lectura:

[A]VCISS[A]

Como de algunos será sabido, Aucissa es una de las marcas relati-vamente comunes para esta clase de fíbulas (véase verbigracia Erice1995 y 2009).

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III

Pieza de similares medidas de la anterior —de unos cuatro centí-metros y medio como extensión máxima y unos dos y medio centíme-tros de altura— asimismo bien conservada e igualmente pertenecientea la serie de fíbulas conocidas como de legionario conteniendo restosde escritura en la cartela.

De nuevo gracias a la buena fotografía de Lluís MOLINA pudo cómo-damente leerse:

__CISSA

Notemos la particularidad de que la <A> está trazada mediante dosmarcas diagonales que distan más de lo habitual en llegar a intersec-tar, es decir, aproximadamente / \. Nuevamente la reconstrucción deltexto perdido es sencilla, pues corresponde a la misma marca quevimos en el parágrafo anterior:

[AV]CISSA

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IV

El objeto, de casi 8 centímetros de largo y que ahora sucintamentedescribiremos, podría adscribirse al instrumental médico o bien tra-tarse de una simple aguja para redes. La pieza presentaba unos signosen forma de muescas, pero casi inapreciables a simple vista, lo que per-mitía dudar de si podría tratarse de letras grabadas, dado su minús-culo tamaño, con especial pericia. La fotografía realizada en ellaboratorio del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Uni-versidad de Valencia confirmó la impresión inicial de que se tratabade muescas, aunque no al azar ni producto del deterioro temporal, sinode carácter funcional–decorativo registrándose concretamente una se-cuencia||O||O||.

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V

Fragmento de terra sigillata hispánica tardía, para cuya cronología— del siglo IV d.C. probablemente— remitimos al trabajo por publicardel Dr. MONTESINOS. La pieza presenta forma triangular alcanzandounos cuatro centímetros y medio como máxima anchura —siguiendoel orden de lectura del texto— y aproximadamente lo mismo en altura.Antes de su limpieza la pieza apenas dejaba leer una secuencia:

]___R:CORN__C[

Una vez limpiada la pared externa, pudo leerse sin dificultad:

CAPRICORNI·AQ[

Lo que de modo no arriesgado permitiría incluso reconstruir almenos una secuencia:

CAPRICORNI·AQ[VARI

Las inscripciones con lemas zodiacales en utensilios cerámicos sonrelativamente frecuentes, aunque no siempre sigan, como sí aquí, elorden establecido (véase verbigracia VELAZA 2009).

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VI

Nuevo fragmento de terra sigillata hispánica de unos seis centíme-tros y medio de longitud y para cuyo más pormenorizado estudio vol-vemos a remitir a la futura publicación con el especialista JosepMONTESINOS, quien nos anticipa que estaríamos ante un producto his-pánico probablemente tritiense y de cronología flavia, es decir, dentrodel marco de las memorizables fechas del 69 al 96 d.C.

En la parte exterior de la pared grafito inciso que se deja leer sindificultad:

CELTIBER

Es de notar la realización de las <E> mediante dos paralelas verti-cales: ||, alógrafo muy frecuente sobre superficies especialmenteduras. Es muy llamativo el hecho de que precisamente se haya conser-vado el fragmento que contiene un nombre íntegro. Si no se trata deuna falsificación —cosa que no podemos excluir taxativamente— la ex-plicación más natural sería suponer que por alguna razón el nombrese habría escrito una vez ya constituido el fragmento. No obstante, hade notarse que una pequeña parte de la <R> ha quedado fuera de lafractura. La forma CELTIBER puede estar aquí en su acepción pri-mera de origen geográfico–tribal o gentilicio, es decir, como un etnó-nimo o bien funcionando ya como un cognomen, es decir, como unantropónimo, tal como está documentado en varias epígrafes del im-perio.

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Fragmento irregular de prácticamente seis centímetros de anchura—id est, siguiendo el orden de lectura— y prácticamente cuatro de al-tura en su parte más larga también inscrito de terra sigillata, proba-blemente —de nuevo y como anticipo de la futura publicación nosaclara amablemente el colega MONTESINOS— un producto tardío, delsiglo III d.C.

La pieza presenta un grafito externo fácilmente legible:

MARTIALIS

En lo puramente grafemático es de notar la ligadura para <MA>cuyo trazo se une además al de la <R> subsecuente. El antropónimo,bien documentado en la Península Ibérica, podría estar tanto en geni-tivo como en nominativo.

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VIII

Fragmento de vaso de terra sigillata hispánica de pasta rosácea. Enla futura publicación específica el Dr. MONTESINOS expone los argumen-tos que le llevan a fechar la pieza a finales del siglo I o principios delII d.C.

En la parte externa se halla, evidentemente incompleta, una se-cuencia de dos o al máximo tres grafemas. Por desgracia, ni el ductusni la secuencia permiten distinguir con seguridad o siquiera con clari-dad la orientación del texto, que resulta ambiguo. En efecto, si leído,como en principio parece más natural, con pie en la base, se leería:

_M

En tal caso, habría que señalar la singular configuración de la <M>mediante dos secuencias gráficas independientes, es decir, aproxima-damente </\ /\>, fenómeno raro aunque no excepcional. Con estamisma orientación sería también posible la lectura:

]_AA

Ahora bien, ello supondría admitir casi necesariamente la apariciónaquí de abreviaturas, dada la excepcionalidad de una secuencia <AA>y máxime para épocas que no sean mucho más antiguas. Además las<A> se habrían trazado sin marca interna horizontal.

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Si leída, en cambio, con orientación inversa, el resultado sería:

VVL[

Presentándose en esta ocasión una mucho más banal secuencia, yaque uu– o tambiénuul– constituyen secuencias iniciales harto comunesen latín (verbigracia Vulcanus, uulgus, uulnus, uulpes, uulsus, uult,uultur, Vulturcius, uultus, uulua…). De modo que, si obligatoriamentetuviéramos que elegir entre una de las tres básicas posibles lecturas,nos quedaríamos con esta última.

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CAPRICORNI ...

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Fragmento cerámico de unos ocho centímetros de ancho por 6 delargo. Aunque la pieza conserva la marca de producción, estampilladaantes de la cocción, su desgaste no permite identificar con certeza nin-guno de los al menos 5 signos que comporta, ya que en uno de sus ex-tremos —presumiblemente en su parte final— la incripción presentauna importante muesca. De modo casi más cercano a la grafomanciaque a la paleografía leeríamos:

EC____N[

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X

La siguiente pieza que presentamos, es en toda evidencia un sellode oculista; tiene forma de estuche o plaqueta, es decir, forma cuadran-gular con la peculiaridad de ser trapezoidal por dos de sus caras late-rales. En su conjunto la pieza es pequeña, de unos tres centímetros delargo. Como bien sintetizan BELTRÁN y ORTIZ (2002: 298), el propósitode las plaquetas de oculista «era servir de base para la elaboración decolorios mediante la adición sobre ellas de líquido a un preparado enpolvo que se conservaba en pastillas, sobre las que se imprimían lostextos grabados en negativo que figuran en las caras laterales de lasplaquetas […] pueden sistematizarse las inscripciones de las que sonportadores en las siguientes categorías: nombre del médico, nombredel colirio, enfermedad que alivia, nombre del líquido para disolver laspastillas y, en todo caso, número de dosis».

La pieza aquí objeto de nuestra consideración fue localizada porMax TURIEL en el mercado de antigüedades; con apoyo de la Real Aca-demia de la Historia se hicieron diversas gestiones a fin de poder re-cuperar la pieza, que finalmente pasó a manos posiblemente de uncoleccionista. No obstante, al menos fue factible obtener tanto unas fo-tografías de la pieza cuanto una reproducción en molde de la impresiónen cera de sus cuatro caras inscritas, impresión que se halla depositadaen la Real Academia de Historia. El sello, en efecto, presenta dibujoso marcas en dos de sus caras y caracteres gráficos en las otras dos,mientras las opuestas caras mayores quedan anepígrafas.

La cara que vamos a denominar A presenta unos caracteres de cuyaimpresión resultaría una figura en forma de <S> con un circulito to-cando su parte superior; podría tratarse, pues, de un monograma, yagriego o latino y de significación desconocida para nosotros.

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La cara que denominaremos B, contiene una figura en forma deraspa de pescado que más bien podría representar algún tipo deplanta, como alguna vez acaece en este tipo de objetos.

La cara que aquí consideraremos C, contiene la secuencia en negativo:

DEAGLAVCAEV

Finalmente la cara D contiene, también en negativo, la forma:

DIASMYRNE

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Desde el punto de vista grafemático es muy llamativo en esta últimasecuencia el registro del ípsilon helénico mediante <�>, es decir, invir-tiendo la dirección de las hastas laterales, anomalía que posiblementeno se deba atribuir sin más a la escripción en negativo del texto, puesde hecho en este término, frecuentísimo en los sellos de oculista, el íp-silon viene muchas veces especialmente realzado con un módulomayor, como puede, por ejemplo, conservarse en varias de las piezasrecogidas por el venerable catálogo de ESPÉRANDIEU (1904), así en lascatalogadas bajo los números 50 —donde también se realza la i griegade LIBYCI— 83, 102 o 158. La secuencia íntegra DIASMYRNES tam-bién a veces notada como DIAZMYRNES es a menudo registrada condiversas abreviaturas y, como anticipábamos, es una de las más fre-cuentes en los sellos de oculista, registrándose en el índice de la loadapublicación de ESPÉRANDIEU (1904: 156) en sus diversas variantes oabreviaciones (DIASM, DIASMYRN, DIASMYRNE, DIAZMYR…) unacincuentena de ejemplos.

Mucho menos común es la otra receta recogida en este sello y de laque en el incompleto pero significativo citado repertorio de ESPÉRAN-

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DIEU (1904) se recogen seis variantes: DIAGLA (210) donde concurretambién un DIAZMYR, DIAGLAVC (186), DIAGLAVCAEVM (218), DIAGLAV-CEN (24), DIAGLAVCEV (81) y DIAGLAVCIV (118).

Así pues, en lo lingüístico es asimimo muy llamativo en nuestrotextuelo la inscripción DEA en vez de DIA como correctamente se haceen la cara D y también GLAVCAEV en vez de GLAVCIV o de la secuenciatambién común GLAVCEV. No hablamos aquí de la posible pérdida de–m final (GLAVCEVM o bien GLAVCIVM) —porque fonéticamente posi-ble, en efecto— ya que podría deberse simplemente a la falta de es-pacio y además, por otra parte, parece que efectivamente la formausual, de composición harto peculiar, no comportaba –m, correspon-diendo en realidad a un genitivo —régimen normal para la preposi-ción helénica dià (���) ‘por – mediante’— en –u como adaptación delgriego en –ou (��; cf. el genitivo –SMYRNES). Pues bien, hipótesisatractiva y, desde luego, económica consiste en relacionar ambas fal-tas del siguiente modo: DEA y GLAVCAEV constituyen ultracorreccio-nes frente a dia y glauciu por la vacilación fonética para el hablantecausada por el cierre de /e/ átona, antevocálica y ya sin duda, mo-noptongada. Esta vacilación especialmente acuciante en el caso dela forma menos frecuente GLAVCIV ha debido de arrastrar a la /i/ dela mucho más frecuente preposición griega dia —incorporada comotecnicismo médico— generándose a su vez una ultracorreción de DIAen la inesperada e insólita forma DEA. En todo caso, ello supone laescripción por manos —y personas distintas— de las dos caras es-critas, algo que podría quedar refrendado por el ligeramente diversotipo de <E> en ambas caras inscritas y sobre todo por la curiosa pe-culiaridad de escribirse en una de ellas con módulo mayor los doscomponentes del sintagma: DIASMYRNE.

En todo caso, el colirio conocido probablemente bajo el curioso sin-tagma de dia glauciu debía de resultar bastante popular, pues apareceya en las Compositiones medicæ de ESCRIBONIO Largo (22 Helmreich:etiam quidem dia glauciu dicitur), autor de la primera mitad del s. Id.C. Tampoco, por supuesto, aquella pócima era desconocida para elcuriosón PLINIO (nat. 27, 59, 83: Glaucion in Syria et Parthia nascitur,humilis herba […] hinc temperatur collyrium, quod medici dia glauciuuocant), quien en su línea habitual da diversos detalles sobre tipos yprocedencia. Finalmente —por señalar sólo tres hitos significativos—se encuentra también referencia al colirio en una obra que debe muchoa los “Compuestos Médicos” de ESCRIBONIO: el Liber de Medicamentisde MARCELO llamado “el Empírico”, autor que probablemente vivió acaballo entre los siglos IV y V y que, como puede verse en la canónica

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edición de HELMREICH (1889), recoge tanto los colirios dia glauceum(8,3) cuanto dia smyrnon (8,117) o dia smyrnes (8,211) en genitivo.

Esperamos que nuestra cursoria y somera descripción de tan inte-resante objeto motive lo suficiente a historiadores o especialistas enestos temas como para profundizar en la investigación más pormeno-rizada que probablemente la pieza merezca.

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XI

Inscripción supuestamente celtibérica sobre supuesto mango depuñal o similar hecho de hueso. El mango presenta por su parte másirregular una singular decoración: una docena de puntos realizadospor incisión enmarcados dentro una especie de conjunto, lo que deno-minaremos su cara A.

En el lado opuesto, que convencionalmente llamaremos cara B, selee en escritura ibérica y más precisamente quizá celtibérica:

ZERToIO

Aunque el primer signo ha sido alcanzado por una fractura de lapieza, el citado grafema <Z> está casi conservado en su totalidad, porlo que resulta fácilmente reconocible, sea en su común variedad celti-bérica <z> sea en la más común para la lengua ibérica <Z> (= SERToIOen tal caso).

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Finalmente la base de la empuñadura, que vamos estipulativa-mente a denominar cara C, exhibe un dibujo grabado de un delfín ydebajo de este una secuencia de dos letras: <ze>, que desde la escrituraceltibérica se transliterarían como:

ZE

Estas dos letras parecen, pues, ser la abreviatura del íntegro ZER-TOIO de la cara B y confirmarían esta última lectura lectura.

Resultando suspecta tanto la pieza como los diversos grabados o ca-racteres en ella inscritos, Max TURIEL se limitó a proceder a realizarunas fotografías de la pieza in situ, no pudiendo, por lo demás, obte-nerse información precisa alguna sobre su procedencia.

En muchos aspectos la pieza ofrece en lo cualitativo y cuantitativodemasiados aspectos singulares, aspectos contradictorios que resultanobvios para el especialista y en los que, dicta la sensatez, no sería pru-dente entrar en el marco de un comentario público. En el momento ac-tual de nuestros conocimientos el supuesto texto no cuadra con lo quepodemos considerar bien o suficientemente establecido para las len-guas celtibérica e ibérica. No es, en fin, descartable que el autor de lapieza pretendiera reproducir el nombre de Sertorio, el conocido caudilloromano tan vinculado a las tierras hispánicas. Damos, pues, a falta deparalelos y otros indicios o pruebas en contra, la pieza como falsa.

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XIIREFERENCIAS

BELTRÁN Francisco & ORTIZ Esperanza, «Burdo Medugeno munus dedit. Sobre una co-ticula inscrita del Museo de Zaragoza», Palæohispanica 2 (2002) 295–325.

ERICE LACABE Romana, Las fíbulas del nordeste de la Península Ibérica: siglos I a.e.al IV d.e., Institución Fernando el Católico, Zaragoza 1995.

ERICE LACABE Romana, «Una fíbula tipo Aucissa con sello procedente de Pompelo–Pamplona», Limes XX. XX Congreso Internacional de Estudios sobre la FronteraRomana, Ediciones Polifemo, Madrid 2009, 457–464.

ESPÉRANDIEU Æmilius, 1904, Signacula medicorum ocularium, E. Leroux, París 1904.

HELMREICH Georgius ed., Secribonii Largi Conpositiones, Teubner, Leipzig 1887.

HELMREICH Georgius ed., Marcelli de Medicamentis liber, Teubner, Leipzig 1889.

VELAZA Javier, «El “vaso del zodíaco” de Gayo Valerio Verdulo: problemas de recons-trucción y de interpretación», Espacios, usos y formas de la epigrafía Hispana enépocas Antigua y Tardoantigua: homenaje al Dr. Armin U. Stylow [= Anejos deArchivo Español de Arqueología XLVIII], C.S.I.C. – Instituto de Arqueología deMérida, Mérida 2009, 363–373.

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M. UNZU & J. VELAZA*

UNA INSCRIPCIÓN EN SIGNARIO PALEOHISPÁNICO DE OLITE (NAVARRA)

Resumen: En este trabajo editamos una inscripción paleohispánicaencontrada en Olite (Navarra).

Abstract: In this paper we edit a palaeohispanic inscription foundin Olite (Navarra).

Palabras clave: Inscripción paleohispánica. Vascones. Olite, Nava-rra. Protovasco.

Keywords: Palaeohispanic inscription. Vascones. Olite, Navarra.Proto-Basque.

En estas líneas se dará a conocer una inscripción paleohispánicaencontrada en Olite (Navarra) y se examinará la problemática queplantea, en especial en lo tocante al signario que emplea y a la lenguaen la que está escrita1.

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ICIRCUNSTANCIAS DEL HALLAZGO

Con motivo de las obras de rehabilitación y restauración llevadas acabo en el Palacio Real de Olite durante el año 2008, fue necesario re-alizar labores de seguimiento y posterior excavación arqueológica enel área situada entre la fachada norte de la iglesia de Santa María yla fachada sur del antiguo Palacio Real, actual Parador. En este lugarse encuentran ubicadas las ruinas de la capilla de San Jorge, cuyaconstrucción, iniciada en 1399, fue promovida por la esposa de CarlosIII, doña Leonor. Durante la excavación del espacio comprendido entrela capilla y la fachada norte de la Iglesia de Santa María se hallaronsetenta y nueve sepulturas correspondientes a una necrópolis de in-humación medieval.

Las tumbas estaban colocadas en orientación este-oeste, caracterís-tica del ritual cristiano, con la cabecera al oeste y los pies al este. Pre-dominan las de planta rectangular con delimitación de losas, conalgunos ejemplos de planta trapezoidal. El interior de la cámara fune-raria, una vez depositado el cadáver, se sellaba utilizando como cu-bierta losas de piedra. Sobre la cubierta se formaba un túmulo detierra de espesor considerable y, por último, se colocaban elementos deseñalización. En esta necrópolis se emplearon tanto hitos como estelasdiscoideas, en la cabecera y/o en los pies del enterramiento.

Por lo que respecta a los hitos, se documentaron veintiséis. Princi-palmente aparecen colocados en las cabeceras de las tumbas, aunqueen algunos casos (sepulturas 26 y 45) fueron situados tanto en la ca-becera como en los pies. En la mayoría de las ocasiones se emplearonfragmentos de lajas o de losas de roca arenisca de tendencia rectangu-lar, con trabajos de desbaste y acondicionamiento. Sus dimensiones os-cilan entre los 0,30/0,50 m de longitud y los 0,20/0,40 m de anchura.En algunos casos, se han encontrado hitos con el extremo superior re-dondeado, imitando toscamente la forma de las estelas discoideas (se-pulturas 26 y 80).

Atendiendo a estas premisas y a la tipología de las sepulturas exca-vadas, el momento de máxima utilización de este espacio con fines fu-nerarios debemos situarlo entre finales del siglo XI y mediados delsiglo XIII. Los datos derivados del proceso de intervención arqueológicahan permitido obtener una información que complementa la aportadapor las fuentes documentales sobre la evolución del solar desde los si-glos centrales de la Edad Media y su abandono en el siglo XIX.

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IIEDICIÓN

Vinculado a la sepultura 86, se localizó un hito que había sido con-seguido por reempleo de una pieza antigua con inscripción paleohis-pánica. En su estado actual, la pieza es un fragmento de piedraarenisca que con seguridad está mutilada por la derecha y por la iz-quierda (fig. 1). En la parte inferior presenta una forma rebajada desdela cara anterior a la posterior que podría obedecer a una morfologíaoriginal destinada a hincar la piedra en el suelo, pero tampoco puededescartarse que haya sido practicada en época posterior. Tampoco sa-bemos si la parte superior es la original, porque la cara anterior ha su-frido en ese lugar la pérdida de parte de su grosor, lo que por lo demásafecta a la parte superior de los signos. Las medidas actuales de lapieza son (43) x (37,5) x 9/12. En su cara anterior, que presenta el epí-grafe, la superficie ha sufrido arriba una pérdida notable que afecta alos signos en su parte superior.

Lo que se conserva de la inscripción son solamente tres signos y unainterpunción. Todos han sido grabados con buena técnica y muestranuna incisión profunda de surco triangular. Aunque ninguno de ellospreserva su altura original, puede calcularse que ésta alcanzaba apro-ximadamente los 15 cm. La interpunción consiste en dos puntos verti-cales de forma redonda separados entre sí unos 11 cm. Se percibe unainclinación ascendente de los signos con respecto a los bordes actuales,pero es imposible saber si tal inclinación es original o se debe a laforma de la fractura de la pieza. En todo caso, es evidente que al menosel segundo signo no respetaba la caja de los otro dos.

Los signos han sido escritos de derecha a izquierda –escritura si-nistrorsa o levógira–. El primero –comenzando por la derecha– es unae de tres barras transversales que se inclinan hacia abajo, pero nopuede descartarse que hubiese un cuarto trazo transversal en la parteperdida. El segundo es n de forma canónica. El tercero ha sido muti-lado en su parte superior por el desconchado que afecta a la pieza enesa parte, pero verosímilmente es una s construida con cinco trazos enzigzag. En consecuencia, la lectura que ha de proponerse para el textoes la siguiente:

—-]en : s[—-

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IIICUESTIONES EPIGRÁFICAS

Y PALEOGRÁFICAS

Conviene señalar que, tanto desde el punto de vista epigráfico comodesde el paleográfico, la inscripción reúne una serie notable de singu-laridades y de problemas. En primer lugar, por más que la escriturasinistrorsa es bien conocida en el ámbito meridional de la Hispania an-tigua, las inscripciones ibéricas o celtibéricas escritas en tal modo sonextraordinariamente excepcionales. En epigrafía ibérica, en concreto,tenemos la fusayola del Gebut (D.11.3), una inscripción pintada de To-rrelló del Boverot (Almazora, Castellón)2, un ostrakon d’Enserune(B.1.51) y otro probable de Olèrdola3; en epigrafía celtibérica, la tesserade Palenzuela (K.25.1), dos téseras más de procedencia desconocida(K.0.9 y K.0.13) y un esgrafiado sobre cerámica de Numancia (K.9.10).Como puede verse, muy pocos ejemplares en proporción al corpus epi-gráfico en ambas lenguas. La singularidad, además, se acentúa si te-nemos en cuenta que la datación habitualmente aceptada para lasinscripciones sobre soporte pétreo es posterior a la que se atribuye alas mencionadas piezas con epígrafe levógiro.

La segunda cuestión se refiere a la forma de los signos y a la iden-tificación del signario al que verosímilmente pertenecen: si dejamos deun lado el signo n, de forma muy general y no discriminante, es ciertoque las variantes de e y de s empleadas aparecen tanto en inscripcio-nes ibéricas como celtibéricas. Pero, hasta donde la historia paleográ-fica paleohispánica nos es conocida, se diría que en el signario ibéricotales variantes son de datación algo anterior a la que se supone paraun epígrafe sobre piedra, mientras que ambas permanecen en algunosepígrafes celtibéricos posteriores a 150 dE. En este sentido, y con todala prudencia necesaria, no sería imposible que el signario en el que elepígrafe ha sido escrito sea el celtibérico.

Finalmente, no debe pasarse por alto el considerable módulo quepresentan los signos. Si hemos de suponer que los 37,5 cm de longitudconservados sólo suponen una parte relativamente pequeña del textocompleto, habrá que aceptar que éste requeriría de una anchura muynotable o de un número de líneas alto –o de ambas cosas– para com-pletar cualquier formulario, por escueto que éste fuera.

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IVCUESTIONES LINGÜÍSTICAS

Otra cuestión no de menor calado es la de determinar en qué lenguaestá realmente escrito el texto. En principio, si nos atenemos al lugaren el que ha sido encontrada, conviene recordar que se trata de unazona de trifinium cultural y lingüístico y que, en consecuencia, podríatratarse tanto de un epígrafe ibérico como de uno celtibérico o paleo-vasco.

Lo que ha quedado del texto sólo nos permite, a nuestro juicio, des-cartar una de estas tres hipótesis, la de la lengua celtibérica, en virtudde dos argumentos bien conocidos: de un lado, el de que no existen enceltibérico palabras que comiencen por s–, como es el caso de la se-gunda de nuestro texto; por otro lado, el de que el final en –en quemuestra la primera palabra conservada es también prácticamente im-posible celtibérico, donde tenemos muy pocos finales en –n y ningunoen –en4.

Sin embargo, como es bien sabido, un final en –(e)n es habitual enibérico y también lo sería, hasta donde sabemos, en paleovasco (comosufijo de genitivo conservado en vasco moderno). Ambas hipótesis,pues, quedarían en principio en pie de igualdad. Un elemento discri-minante, sin embargo, residiría en el aspecto ya mencionado del sig-nario: si, como hemos propuesto, éste fuera el celtibérico, pareceríamenos aceptable que la lengua fuese ibérica, por cuanto no hay casosde inscripciones ibéricas escritas en signario celtibérico y la misma hi-pótesis de su existencia es, a juzgar por lo que sabemos de la literacypaleohispánica, muy problemática. En este sentido, la balanza se de-cantaría a favor de una interpretación del texto como paleovasco, enun fenómeno muy similar al que hemos postulado para el mosaico deAndelo, en el que el signario es también celtibérico5. En cualquier caso,conviene insistir en la cautela con la que ha de tomarse toda hipótesissobre un epígrafe tan fragmentario.

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VBIBLIOGRAFÍA Y NOTAS

RODRÍGUEZ RAMOS 2009 = J. Rodríguez Ramos, “Comentaris epigràfics a les ins-cripcions d’Olèrdola”, en N. Molist, ed., La intervenció al sector 01 del conjunt his-tóric d’Olèrdola. De la Prehistòria a l’etapa romana (Campanyes 1995-2006),Barcelona 2009, pp. 581-585.

RODRÍGUEZ RAMOS 2001 = J. Rodríguez Ramos, “Sobre los signos de lectura pro-blemática en la escritura ibérica levantina y una inscripción revisada”, AespA 74(2001), pp. 281-290.

VELAZA 2002 = J. Velaza, “Chronica epigraphica Iberica IV (2001)”, Palaeohispanica2 (2002), pp. 411-414.

VELAZA 2009 = J. Velaza, “Epigrafía y literacy paleohispánica en territorio vascón:notas para un balance provisional”, en Acta Palaeohispanica IX. Actas del Coloquiosobre lenguas y culturas paleohispánicas, Zaragoza 2009, pp. 611-622.

VELAZA 2011 = J. Velaza, “Chronica epigraphica Iberica IX (2007-09)”, Palaeohispa-nica 11 (2011), pp. 197-202.

* Este trabajo se inscribe en el FFI2011-25113 y en el Grup de Recerca ConsolidatLITTERA (2009SGR1254).

1 Esta es la primera edición epigráfica de la pieza, por más que hayamos hecho re-ferencia a ella en VELAZA 2009, p. 617.

2 RODRÍGUEZ RAMOS 2001, pp. 281-290; VELAZA 2002, p. 413.3 RODRÍGUEZ RAMOS 2009, pp. 584-585, n. 1C; VELAZA 2011, p. 201.4 El final en –en es prácticamente descartable en celtibérico por razones de historia

lingüística, en esencia por el hecho de que i.e. *-m se haya mantenido, mientrasque *-n en los temas en nasal haya desaparecido.

5 VELAZA 2009, pp. 616-617.

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SIGNARIO DE OLITE

Fig. 1.- Estela de Olite (Navarra)

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M. FERNÁNDEZ – E. R. LUJÁN1

CODIRECTORA DE LA EXCAVACIÓN DE ALARCOS – UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID

GRAFITOS IBÉRICOS Y LATINOS DEL YACIMIENTO DE ALARCOS (CIUDAD REAL)

ISITUACIÓN GEOGRÁFICA DE ALARCOS E HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN

El yacimiento de Alarcos se encuentra situado sobre el cerro delmismo nombre, que se eleva unos 100 m sobre la margen izquierda delrio Guadiana, a 8 km de la capital de Ciudad Real. El cerro tiene formaalargada y desde él se controla el único vado del río que existe por estazona, donde se encuentra el actual Puente de Alarcos, por el que trans-curre la carretera N-430 (Fig. 1).

Se trata de un asentamiento de grandes dimensiones, pues de las33 ha que mide el cerro la mayoría han sido ocupadas por el hombredesde la Prehistoria Reciente.

El sitio era conocido y visitado por los vecinos de Ciudad Real, Po-blete y Valverde gracias a la ermita de la “virgen de Alarcos” situadaen la parte oriental del cerro. Pero también lo era por la comunidadcientífica a través de la publicación de dos artículos que daban a cono-cer una inscripción romana (Blázquez, 1914) y varias esculturas zoo-morfas en piedra (Prada, 1977) halladas en sus proximidades.

Sin embargo, no será objeto de intervención arqueológica hasta1984, cuando la Consejería de Cultura de Castilla-La Mancha co-mienza un ambicioso plan de excavaciones en la Comunidad, a través

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de diferentes planes de empleo con el SEPECAN y en ocasiones tam-bién con el ayuntamiento de Ciudad Real, a quien pertenecen los te-rrenos. La dirección de los trabajos, inicialmente a cargo de AlfonsoCaballero Klink, entonces director del Museo Provincial de CiudadReal, corre a cargo desde 1986 de Antonio de Juan García y MacarenaFernández Rodríguez, especialistas en Historia Medieval y Prehistoria,respectivamente.

Desde 1990 y paralelamente a la excavación arqueológica varias es-cuelas taller se han ocupado de la consolidación y restauración del ya-cimiento (Fig. 2), al tiempo que construían una serie de dependenciaspara el “Parque Arqueológico”, que ha estado funcionando entre losaños 2003 y 2012, durante los cuales el yacimiento ha recibido laafluencia de cuantiosos visitantes.

El planteamiento metodológico de la excavación estuvo condicionadopor la titularidad de los terrenos. Cuando en 1984 se inician las exca-vaciones sólo una parte del cerro era de propiedad municipal y ambasestaban separadas por una valla de dirección norte-sur. Entonces sedecidió utilizar dicha valla como uno de los dos ejes principales que di-vidiría el cerro, siendo el otro perpendicular a él, es decir, este-oeste. Acada uno de los cuatro sectores resultantes se les dio una numeraciónromana (sectores I a IV). Más tarde, con la adquisición de los terrenospor parte del ayuntamiento de Ciudad Real se añadieron nuevos sec-tores (IV-E, Alcazaba y V) (Fig.1). Cada uno de ellos se divide en cua-drículas, que siguen una numeración arábiga.

La primera campaña de excavación se realizó en los sectores II, IIIy IV, centrándose más tarde los trabajos en los sectores IV, IV-E y Al-cazaba, siendo el resto objeto de intervenciones menores o puntuales.Los resultados de estos trabajos se han ido dando a conocer en congre-sos, reuniones científicas y a través de publicaciones (Fernández, 1987,2000, 2001, 2008, 2009, 2012a y 2012b; Mena y Caballero, 1987; Menay Ruiz, 1987; De Juan, Fernández, y Caballero, 1994, 2004; De Juan,Caballero y Fernández, 1995a y 1995b; Cabrera y Sánchez, 1994; Fer-nández, Caballero y De Juan, 1995; Fernández, De Juan y Caballero,1995; Fernández Y García, 1998; Arévalo y Fernández, 1998; García yFernández, 2004; De Juan y Fernández, 2007…).

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IISECUENCIA CULTURAL

La secuencia cultural de Alarcos es muy extensa, ya que comprendedesde la Edad del Bronce hasta nuestros días, con un importante hia-tus en las Épocas Romana y Altomedieval, que abarca desde el cambiode era hasta aproximadamente los ss. IX-X d.C. A partir de estos mo-mentos, el cerro recobrará importancia gracias a la construcción de uncastillo medieval y a la celebración de la “Batalla de Alarcos” en 1195.Tras la derrota cristiana en dicha contienda, el destino de Alarcos es-tará ligado al de la ermita. A partir de 1984 las excavaciones arqueo-lógicas, la constitución de una escuela taller y la declaración de ParqueArqueológico, promueven la creación de infraestructuras, y la cons-trucción de diferentes edificios, necesarios para atender a las necesi-dades de trabajadores y visitantes.

A. BRONCE PLENO

En este periodo se produce la primera ocupación humana del cerro,cuyos restos se localizan en el farallón cuarcítico situado en la parteoccidental, próxima al río Guadiana, donde se ubica un pequeño po-blado de altura típico del Bronce Manchego, conocido únicamente porprospecciones.

El paso del Bronce Pleno al Final es un periodo poco conocido, queplantea muchos interrogantes, especialmente en esta parte de la Me-seta meridional (Fernández, 2012a: 42-53). Está caracterizado por uncambio en el modelo de poblamiento, que en Alarcos se traduce en eldesplazamiento de la población hacia la parte superior y la ladera me-ridional del cerro.

B. BRONCE FINAL-HIERRO I ORIENTALIZANTE

A finales de la Edad del Bronce y comienzos del Hierro I está docu-mentada la presencia de gentes en estas zonas del yacimiento y, aun-que carecemos de datos para saber si se trata del mismo grupo humanode la fase anterior, todo parece indicar que entre ambos existe un hiatodurante el cual el cerro está deshabitado. De cualquier forma, será apartir de estos momentos –fines s. IX-VIII a.C. – cuando la poblaciónse asiente definitivamente en Alarcos para continuar habitando el

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lugar hasta Época Ibérica. Poco a poco la población irá colonizando elcerro, ocupando la ladera meridional (Fernández, 2012a: fig. 2).

Este momento de transición es conocido básicamente a través de lascerámicas, que salvo excepciones aparecen fuera de contexto, por loque poco sabemos sobre su hábitat. Sin embargo, sí disponemos de in-formación referente al mundo funerario, gracias a la excavación de unanecrópolis de Época Orientalizante excavada en el extremo orientaldel cerro (Fernández, 2001).

Ya desde el Bronce Final los habitantes de Alarcos aprovechan suprivilegiada situación geográfica para establecer relaciones comercia-les y culturales con otras áreas peninsulares, utilizando los pasos na-turales y las vías de comunicación que en direcciónnorte-sur/este-oeste, les ponen en contacto con la Meseta Central y An-dalucía y el Levante Mediterráneo y la Región Extremeña, respectiva-mente. Testimonio de ello es el amplio repertorio cerámico, que incluyelos arquetipos más característicos del momento: cerámicas tipo Caram-bolo, de retícula bruñida, boquique, tipo almagra, pintada monócromaen rojo y bícroma en rojo y amarillo, grafitada, incisa, impresa, escobi-llada, con incrustaciones de bronce y sin decoración (Fernández,2012a:44). La mayoría de estas cerámicas pertenecen a los momentosiniciales del Hierro I-Orientalizante –ss. VIII-primera mitad s. VIa.C.– con fuerte influencia del mundo mediterráneo, aunque todavíaperviven en ellas muchos de los elementos del Bronce Final del SO ySE (Fernández, 2012a:60).

Los factores que contribuyen a explicar el indudable protagonismoque adquiere el asentamiento desde momentos tan tempranos son di-versos: la existencia de recursos naturales (tierras fértiles, agua, bos-ques, pastos para el ganado…) y sobre todo su estratégica situacióngeográfica en la meseta meridional y más concretamente en el valledel Guadiana, que le permitiría cierto control sobre los pasos naturalesy las rutas mineras y comerciales. Muy probablemente este controlsería ejercido por un grupo social cada vez más poderoso que, directa-mente beneficiado por los intercambios, utilizaría los objetos importa-dos como símbolo de prestigio (Fernández, 2008:63).

C. ALARCOS IBÉRICO: LA CIUDAD ORETANA

La génesis del mundo ibérico oretano en Alarcos se produce sin so-lución de continuidad respecto a los periodos anteriores, y aunque el

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esplendor urbanístico y la máxima expansión de la ciudad tienen lugarentre fines del s. V y el s. III a.C. (Fernández, 2008:64), ésta no seráabandonada por completo hasta principios del s. I d.C.

En Época Ibérica Alarcos se convierte en un gran asentamiento2,que cuenta con un complejo y extenso entramado urbanístico, un san-tuario y, varias necrópolis. A las ya conocidas necrópolis orientalizantedel sector IV-E y la ubicada en la zona SW del cerro (Fernández, 2001),donde aparecieron varias esculturas zoomorfas en piedra (Prada,1977)y un casco de bronce celtoitálico (Mena y Ruiz, 1987), se añade ahorauna nueva hallada de forma fortuita en la parte norte del cerro, juntoal río Guadiana3.

Nos encontramos, pues, con uno de los oppidum4más grandes e im-portantes del Alto Guadiana y de la Oretania septentrional, que a lolargo de su existencia mantiene intensos contactos comerciales con dis-tintas áreas de la Península, especialmente con la Alta Andalucía y elSE.

Desde sus inicios, a mediados del s. VI a.C. hasta su abandono, aprincipios del s. I d.C., podemos distinguir varias etapas en la ciudadibérica: Ibérico Antiguo, Pleno y Tardío.

1. Ibérico Antiguo ( m. s. VI-pp. V a.C.)

Esta fase constituye la etapa de formación de la Cultura Ibérica. Enestos momentos la población, que ha aumentado de tamaño respecto ala fase anterior, se extiende por la parte superior y la ladera surestedel cerro, a lo largo de unas 12 ha, aunque sigue presentando un po-blamiento algo diseminado.

Los primeros elementos a torno aparecen a comienzos del s. VI a.C.,tanto en contexto funerario como habitacional, conviviendo con cerá-micas a mano. Se trata de cerámica ibérica fina o tosca, gris y de barnizrojo fenicio, documentada en la necrópolis del sector IV-E y en los ni-veles inferiores del corte estratigráfico C-23 del sector IV (García y Fer-nández, 2004).

Hacia mediados del s. VI a.C. la necrópolis se amortiza y en su lugarse edifican viviendas con muros macizos de barro, bancos adosados ypavimentos de tierra apisonada pintados de rojo y encalados. Junto aellos aparecen también muros de mampostería de piedra en relacióncon un pequeño taller metalúrgico de cobre (Fernández, 2008:66-67).

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La cerámica a mano pierde importancia en favor de la hecha a torno yqueda prácticamente relegada a las producciones de cocina.

2. Ibérico Pleno (V-III a.C.)

Es la etapa de máximo esplendor, cuando Alarcos se convierte enuna auténtica ciudad, con un urbanismo muy desarrollado, que denotacierta planificación urbanística.

Estos edificios presentan un cambio de orientación y de factura res-pecto a las estructuras de la fase anterior, generalizándose ahora losmuros con mampostería de piedra y alzado de adobe. Se amplía el áreaconstruida, disponiéndose los edificios, públicos y privados en torno acalles bien pavimentadas de diferentes tamaños.

En este contexto destacan especialmente dos conjuntos de funcionesdiferentes, el santuario y el edificio tripartito, separados por unos 200m. El primero continuará en activo en los siglos posteriores, mientrasque la vida del segundo será breve, al ser destruido por un incendio.

El santuario se ubica en el sector IV, en una zona de fuerte pen-diente, alterada de forma significativa en Época Medieval (Fernández,2008:69), lo que ha afectado a la mayoría de las estructuras, que estánseccionadas por alguno de sus lados.

Consta de varios edificios dispuestos en torno a una calle de piedracaliza5, primero con dirección norte-sur y después oeste-este, que seprolonga hacia el sector IV-E. Esta zona ha sido objeto de excavacióndurante varias campañas, pero debido a su dimensión y complejidadlos trabajos todavía no han concluido por completo (Fig. 4).

En la parte occidental del conjunto se dispone una estructura rec-tangular maciza, a modo de gran torre, a cuya parte superior se accedíadirectamente desde la calle a través de una escalera. Asociados a ellaaparecen en torno a medio centenar de exvotos de bronce hechos conla técnica de la cera perdida, con unas características muy peculiares,que parecen indicar la existencia de un taller propio (Mena y Caba-llero, 1987: 621).

Al este del anterior, y en la parte opuesta de la calzada, se ubica ungran edificio conformado por al menos seis recintos rectangulares desimilares dimensiones, a los que se accedía desde un corredor comúndesde el lado sur. Separadas por la calle se disponen otra serie de es-

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tructuras de igual forma y difícil interpretación por haber sido seccio-nadas por una enorme fosa medieval.

La calzada se prolonga en dirección este hacia el sector IV-E, dondela presencia de otra calle de características similares podría indicarque se trata de la misma vía.

El sector IV-E se vertebra, a semejanza del IV, en torno a esta granarteria, a la que acceden una serie de calles menores, organizando lasviviendas en varias manzanas, lo que muestra un gran desarrollo delurbanismo (Fig. 3). Se utiliza un sistema de terrazas artificiales parasalvar la pendiente existente y se recurre a diferentes sistemas paraaliviar el problema de las aguas de escorrentía, tales como el rellenode piedra de la parte inferior de algunos edificios o la construcción dealbañales en las calles.

Desde los ss. V al III-II a.C. esta parte del asentamiento experi-menta diversas transformaciones hasta su abandonado definitivo, quese produce de forma pacífica. Las edificaciones más antiguas única-mente se conservan en la parte inferior de la ladera, donde el terrenomarca un escalón pronunciado, bajo el que se localiza la construcciónconocida como “edificio tripartito”, llamado así por estar formado portres habitaciones rectangulares de similares dimensiones.

Este edificio, que ha sido ampliamente estudiado (Fernández,2008:69 y ss.; 2009), destaca del conjunto por ser el único que se hanconservado completo e intacto, gracias a su destrucción violenta porun incendio. Ello ha permitido documentar un amplio elenco de mate-riales (Fig. 5) y llevar a cabo análisis de flotación de semillas, graciasa los cuales podemos conocer algunas de las plantas cultivadas a prin-cipios del s. IV a.C.: cereales (trigo, cebada y escaña), leguminosas (len-teja y yero) y frutos (vid) (Fernández, 2009:231).

Sobre los escombros de este edificio se construyen otros nuevos enun momento en que el poblado adquiere su máxima expansión. Casaspequeñas de una o dos estancias, hechas de adobe y piedra, con pavi-mentos de tierra apisonada y encachados de piedra. Frente a la riquezamaterial del edificio tripartito, las nuevas viviendas aparecen prácti-camente vacías, lo que denota un abandono paulatino de la zona.

Por lo que respecta a su riqueza material de esta fase, ya desde finesdel s. VI a.C. se produce la llegada de las primeras cerámicas griegasde época arcaica, que evidencian los primeros signos de la actividad

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comercial focea en la Meseta Sur. La afluencia de estas cerámicas iráaumentando en las centurias siguientes, siendo especialmente signifi-cativo el conjunto de piezas del s. V a.C. perteneciente al “horizonteampuritano” tanto por el número de ejemplares como por la variedadde los mismos (Cabrera y Sánchez, 1994). Alarcos es el único yaci-miento meseteño donde están presentes todos los tipos: copas y escifosde lechuza, vasos de Saint Valentin, copas de la Clase Delicada, copasdel Círculo de Marlay, escifos de guirnaldas y copas Cástulo (Fernán-dez, 2008:68). Durante el s. IV a.C. las producciones áticas continuaránllegando a Alarcos, donde ya se han contabilizado más de 200 piezas.

Con todo, las cerámicas más abundantes serán, sin embargo las defabricación local: de cocina, gris, oxidante pintada o sin pintar y de bar-niz rojo (Parras, Fernández y Sánchez, 1997; Fernández, 2012b: 289 yss). La decoración más frecuente es la pintada en rojo vinoso sobre en-gobe anaranjado, con motivos geométricos dispuestos en franjas hori-zontales en las que alternan los círculos, semicírculos o segmentos decírculos concéntricos y ondas verticales con líneas, franjas o bandas, yen ocasiones también con distintos tipos de estampillados (geométricos,florales, zoomorfos...) (Figs. 6, 7, 8).

La importancia de la ciudad durante esta época queda plasmada,además, en la existencia de tumbas monumentales con escultura zoo-morfas en piedra (Prada, 1977), que nos muestran la existencia de unselecto grupo social con acceso a bienes de prestigio.

3. Ibérico Tardío (IIa.C.-pp. I d.C.)

A partir del s. II a.C. el esplendor de la ciudad parece decaer, ini-ciándose el abandono de algunas zonas. Primero se vaciarán las vi-viendas del sector IV-E y no será hasta principios del s. I d.C. cuandose desmantele definitivamente la zona del santuario, tal como atesti-gua la presencia de una moneda romana del año 14 d.C. (Arévalo yFernández, 1998).

La abundancia de cerámicas campanienses y de algunos exvotos concaracterísticas romanas pone de manifiesto el contacto entre ambasculturas, bien a través de la visita directa por parte de algunos roma-nos, que presumiblemente visitarían el santuario para realizar susofrendas, o bien a través de la adquisición de bienes romanos con estefin. A estos elementos de filiación romana se le añade un casco debronce de tipo Monterfortino A fechado en el s. II a.C. (Mena y Ruiz,1987: 639).

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D. EDAD MEDIA

Desde su abandono a finales de Época Ibérica, Alarcos no volverá aser ocupado hasta aproximadamente los siglos IX-X d.C. Sin embargo,la época de mayor esplendor será a fines del s. XII d.C., cuando el reyAlfonso VIII inicia la construcción de una gran ciudad amurallada. Susplanes se verán truncados por la amenaza musulmana, que le lleva aenfrentarse en 1195 en una batalla con fatal desenlace para los cris-tianos (De Juan, Caballero y Fernández, 1995a). Los 17 años siguien-tes serán de ocupación almohade, hasta que en 1212 se vuelve areconquistar tras la victoria en las Navas de Tolosa (De Juan, Caba-llero y Fernández, 1995b). No obstante, el recuerdo de la derrota y delos caídos en la contienda, entre otras cosas, harán de Alarcos un lugarpoco atractivo para vivir y en 1275 el rey Alfonso X funda Villa Real atan sólo 8 km de aquí.

En el siglo XIII d.C. se lleva a cabo la construcción de la ermita deestilo gótico en el extremo NE del cerro (Lillo, 1987; Cantero, 2003),junto a la que se edificarán una serie de viviendas en los siglos siguien-tes, aunque la población se va desplazando hacia la nueva ciudad (Fig.10).

E. EDAD MODERNA Y CONTEMPORÁNEA

Poco sabemos sobre el devenir de Alarcos a lo largo de estos años,salvo que la ermita continúa siendo visitada por los habitantes de laslocalidades vecinas. En el s. XX se levanta una casa adosada a ellapara residencia del guarda, que será sustituida a finales de los añosochenta de ese siglo por una nueva edificación, esta vez situada fuerade los límites del yacimiento. Otra serie de obras de acondicionamiento(luz, agua, romería…) dejarán su impronta en el cerro.

A partir de 1990 y con motivo de la puesta en marcha, primero deuna Escuela Taller y más tarde del Parque Arqueológico, se construi-rán nuevos edificios en la parte sureste, junto a la carretera de acceso(Fig. 10).

Actualidad

En la actualidad el Cerro de Alarcos se encuentra en una situaciónincierta. Las excavaciones arqueológicas se interrumpieron en el 2011y el Parque Arqueológico fue clausurado en octubre de 2012 y no se

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tiene certeza de que vuelvan a retomarse o reabrirse ninguno de losdos en los próximos años. No obstante, la escuela taller seguirá traba-jando hasta octubre de 2013 y también continúa abierta la ermita, cuyagestión corre a cargo del Ayuntamiento de Ciudad Real, propietario delos terrenos.

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IIILOS GRAFITOS

Hemos considerado como tal cualquier signo de carácter no decora-tivo, ya sean marcas, letras o numerales. La relación completa de laspiezas, cuya distribución en el yacimiento queda reflejada en la tablasiguiente, asciende a 336.

Sector N.º de piezas %

II 1 3,03

III 8 24,24

IV 12 36,36

Alcazaba 10 30,30

Superficie General 1 3,03

IV-E 1 3,03

Total 33 100

Fig. 9. Distribución de las inscripciones por sectores.

Como se aprecia en la tabla (Fig. 9), las inscripciones aparecen entodos los sectores excavados, con una mayor concentración en el sectorIV, en la denominada “área del santuario”, seguida por los sectores Al-cazaba y III, siendo puramente testimonial su presencia en los sectoresII y IV-E.

Los grafitos se realizaron en todos los casos sobre recipientes cerá-micos. A continuación haremos un breve resumen de las característicasgenerales de cada uno de los sectores en los que se halló, seguido de ladescripción de la cerámica propiamente dicha y el análisis de las ins-cripciones7, para concluir con el estudio de su contexto arqueológico.

Sector II

Se sitúa en la parte superior del extremo oriental del cerro (Fig. 10),donde se erige la ermita de la Virgen de Alarcos y la muralla medievaldescribe un fuerte ángulo. Fue objeto de excavación en la campaña de1984, cuando se abrieron 16 cortes. El resultado de estos trabajos de-mostró que la zona había sido alterada por la construcción de las es-tructuras anteriormente mencionadas, de manera que los sedimentosse hallaban revueltos y sólo se conservaba relativamente intacto el

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nivel inferior, asociado a materiales del Bronce Final-Hierro I (Fernán-dez, 1987: 31 y 42).

En esta zona sólo aparece una pieza con grafito, que fue dada a co-nocer en uno de los primeros trabajos publicados sobre el yacimiento(Fernández, 1987:77, fig. 46 n.º 102).

1. A-84-II-11-10098 (Fig. 11) (Fernández, 2012b: 269, fig. 115). Frag-mento de galbo exvasado ligeramente convexo y base con anillo perte-necientes a un cuenco de barniz rojo. Cocción oxidante, pasta amarillablanquecina y desgrasantes finos de tipo calizo.

D= 55mm, h= 20mm, a= 95mm, g= 8mm9.

Presenta un grafito en la parte exterior del fondo. Se trata de unúnico signo que presenta la forma de una o de tres trazos horizontalesen la escritura meridional ibérica.

Sector III

Es el más extenso y se extiende por gran parte de la ladera sur delcerro, entre los sectores IV y Alcazaba (Fig. 3). Apenas ha sido exca-vado, pues sólo se realizaron tres cortes en la parte interna de la mu-ralla medieval durante la primera campaña de excavación, donde selocalizaron dos cerámicas con grafitos, pero en esta zona el materialestá muy mezclado. En el resto del sector las limpiezas superficialesde las que ha sido objeto han proporcionado abundantes materiales,entre los que destacan otras cinco inscripciones, todas ellas descontex-tualizadas.

2. A-02-III-Área 1-S (Fig. 12). Fragmento de galbo entrante recti-líneo; cocción mixta, pasta anaranjada-rojiza, desgrasantes finos y me-dios de caliza, mica y otros.

H= 34mm, a=46mm, g= 7mm.

En el interior presenta un grafito poscocción con tres signos conser-vados poco profundos, que destacan sobre el color de la pátina. La lec-tura del grafito es: ]+ta‡[. Desde el punto de vista epigráfico, a pesarde su brevedad, resulta muy interesante que, al igual que en nuestrainscripción n.º 19, se documente en él en escritura meridional el signoen forma de espiga (que aquí hemos representado convencionalmentemediante el signo ‡), que hasta ahora se conocía en las inscripcionessudoccidentales y en la escritura levantina.

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Procede de un nivel de tierra superficial con material revuelto.

3. A-84-III-5-403-5 (Fig. 11). (Fernández, 1987: 77 n.º 157; Fernán-dez, 2012b: 269, fig. 115). Fragmento de borde exvasado de labio re-dondeado perteneciente a un plato de barniz rojo. Cocción oxidante,pasta amarilla blanquecina y desgrasantes finos de tipo caliza, mica yvegetal.

D= ?10, mm h= 18mm a=88mm g= 6mm.

Presenta un grafito poscocción en la parte interna del borde, que haeliminado el barniz y deja al descubierto la pasta. Se trata del signota o simplemente una marca en forma de aspa.

Se documentó en el nivel III del corte 5, situado a intramuros de lamuralla medieval, próximo al área del santuario, en un nivel con ma-terial de Época Ibérica y Medieval.

4. A-87-III-11-1003 (Fig. 13). Fragmento de galbo rectilíneo depasta anaranjada, cocción oxidante y desgrasantes finos y algunogrueso.

H= 25 mm, a= 41 mm, g= 8 mm.

Presenta un grafito al exterior con el signo ta (o marca en forma deaspa).

5. A-03-III-114-S-11301 (Fig. 14). Fragmento de borde exvasado,proyectado al exterior horizontalmente, con labio vuelto y semiplano.Pasta anaranjada, cocción oxidante, desgrasantes finos de caliza yotros. Conserva restos de engobe anaranjado en la parte interna delborde, pero no en el labio.

D= 230 mm, h= 22mm, a= 100mm, g= 7/12mm.

Presenta inscripción ante cocción con tres caracteres, dos de los cua-les están “corregidos”, con sendos trazos. La lectura, de tratarse de unainscripción en escritura meridional sería: ]+taS43[, con el S43 = ba,aunque este es uno de los signos problemáticos de esta escritura (v. DeHoz, 2010: 410-411). No obstante, parece más probable que se trate demarcas o, en todo caso, de numerales romanos, como sucede con otrosde los grafitos, con lo que tendríamos: ]+XI.

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Se halló en un nivel de tierra superficial con piedras y abundantematerial arqueológico, tanto ibérico como medieval.

Una inscripción semejante la encontramos sobre un plato de barnizrojo del Cerro de Las Cabezas (Fernández, 2012b: 260, Fig. 115).

6. A-03-III-118-II-1170 (Fig. 15). Fragmento de borde exvasado delabio redondeado; pasta anaranjada, cocción oxidante, desgrasantesfinos y medios de caliza y otros. Tiene restos de pintura negra en laparte interior y una pequeña línea incisa junto al labio. Está muy ro-dado y erosionado.

D= 26mm, h= 23 mm, a= 92 mm, g= 10 mm.

Inscripción, posiblemente ante cocción con dos caracteres iguales,poco profundos. Se trataría de dos signos ta o aspas.

Procede de una limpieza superficial.

7. A-01-III-119-1812-1 (Fig. 16). Fragmento de borde vuelto conlabio semiplano; pasta anaranjada, cocción oxidante, desgrasantesfinos y medios de caliza y otros. Presenta pintura roja al interior y enel labio.

D= ? mm, h= 24 mm, a= 73mm, g= 10/150 mm.

En la zona de apoyo del borde tiene una inscripción poscocción, queha eliminado parte de la pintura, dejando al descubierto la pasta. Elgrafito es de interpretación difícil, pues, tal y como se presenta, no co-rresponde a signos reconocibles en los signarios paleohispánicos; sinembargo, hay que descartar que pueda tratarse de decoración, puescarecemos para ello totalmente de paralelos en otras piezas del yaci-miento. A la vista de cómo se superponen los trazos que constituyen elgrafito puede especularse con la posibilidad de que se haya realizadoun trazo en zigzag que se haya superpuesto a lo que podría ser origi-nalmente una secuencia tíbí (con los alógrafos tí3 y bí1 de la clasifi-cación de De Hoz, 2011: 741).

Corresponde a la fosa de construcción de la esquina de la murallamedieval, rellena de tierra, piedra, cal y puzolana y con escasa cerá-mica, muy fragmentada, de Época ibérica y Medieval, junto a, flechas,clavos, etc.

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8. A-01-III-119-Fosa I-1812-2 (Fig. 17). Fragmento de borde dedolia; pasta anaranjada, cocción mixta, desgrasantes finos, medios ygruesos de caliza y otros. Presenta engobe anaranjado y una línea depintura rojo-vinosa en el arranque del galbo.

D= 320 mm, h= 14 mm, a= 123 mm, g= 27 mm.

Tiene una Inscripción poco profunda en la parte superior, posible-mente ante cocción. Se trata nuevamente de un signo ta o aspa.

Al igual que la pieza anterior, apareció en el nivel de obra11 de cons-trucción de la muralla medieval, mezclado con materiales de todo tipo.

9. A-01-III-120-I-11902 (Fig. 18). Fragmento de borde exvasado delabio semiplano proyectado al exterior; pasta anaranjada, cocción oxi-dante, desgrasantes finos y medios de caliza y otros. Presenta pinturarojo-vinosa en el labio y engobe anaranjado en el interior.

D= 205mm, h= 35mm, a= 84mm, g= 9mm.

Conserva una inscripción incompleta, ante cocción, en la parte deapoyo del borde, próxima al labio. Se trata de un signo N[ seguido derotura, realizado con un trazo amplio y bien marcado, que parece másuna letra latina que un signo paleohispánico.

Se halló en un estrato de tierra anaranjada con abundantes piedrasy esquirlas de cuarcita cerca de la muralla medieval, junto a abun-dante cerámica del bronce, ibérica y medieval.

Sector IV

Está situado entre los sectores IV-E y AL, ocupando una zona rela-tivamente pequeña de la ladera sur/sureste del cerro, donde la pen-diente es bastante pronunciada (Fig. 3). Es uno de los sectores másexcavados y el que mayor potencia estratigráfica presenta, ya que enalgunos puntos llega a alcanzar casi 9 m.

Se encuentra dividido en dos por la muralla medieval, para cuyaconstrucción se abrió una enorme fosa que seccionó las estructuras an-teriores y alteró profundamente los estratos (De Juan et alii, 1995b)(Fig. 19). No obstante, en la zona intacta se ha documentado una vastasecuencia estratigráfica que se inicia en el Bronce Final-Hierro I (Fer-nández, 2012a).

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Esta zona es conocida como “área del santuario”, debido a la exis-tencia de un santuario ibérico, en torno al cual aparece una ingentecantidad de material arqueológico, entre los que destacan más demedio centenar de exvotos de bronce, cerámicas áticas, campanienses,orfebrería de oro y plata, objetos de hueso, material metálico…

Las inscripciones proceden de los cortes 18, 19, 20, 23 y 24, situadosa extramuros de la muralla.

C-18

De esta cuadrícula proceden tres cerámicas con inscripciones: n.º10, 11 y 12.

10. A-02-IV-18-II-1708 (Fig. 20). Fragmento de galbo vertical y li-geramente convexo de aspecto tosco; pasta rojiza, cocción oxidante, des-grasantes finos, medios y gruesos. Conserva una banda de pintura rojaal exterior, en la parte inferior

H= 58 mm, a= 60 mm, g= 12 mm.

Presenta un grafito ante cocción, con un primer signo muy fino ypoco profundo y otro (o quizá otros dos) más dudoso y mucho más tenueal exterior, parte sobre la pintura y parte sobre la zona no pintada. Elprimer signo sería una l y el segundo S43 (ba) o quizá, simplemente,una raya.

Esta pieza apareció en el nivel II de tierra roja con adobes y carbo-nes, situado junto a la muralla medieval, bajo del “nivel de obra” co-rrespondiente a la Batalla de Alarcos (1195). En este estrato aparecentanto materiales ibéricos como medievales y corresponde al nivel deabandono y amortización de los edificios situados en esta parte del ya-cimiento.

11. A-86-IV-18-III-1712 (Fig. 21). Fragmento de borde engrosadode labio plano perteneciente a un ánfora; pasta anaranjada-rojiza, coc-ción oxidante en el galbo y mixta en la parte engrosada del borde. Des-grasantes finos.

D= 200 mm, h= 12 mm, a= 35 mm, g= 8 mm.

Presenta inscripción poscocción con un solo carácter en el labio. Setrata de un aspa o signo ta, al que acompañan en la parte externa del

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labio, entre los dos trazos del signo, un pequeño trazo adicional y en laparte interna del labio, otros dos pequeños trazos a modo de comillas,cuya función o valor no resulta posible determinar. Fue publicado an-teriormente por Carrasco y Velaza, 2011: 228 ( n.º 4).

Apareció en un estrato de tierra gris junto a la muralla medieval,bajo el nivel II (1708). Está asociado a materiales ibéricos, cerámicascampanienses, griegas, a mano, y medievales. Corresponde al primernivel de ocupación medieval años después del abandono del santuario.

12. A-99-IV-18-VIII-1722 (Fig. 22). Fragmento de borde exvasado,proyectado al exterior horizontalmente, con labio redondeado; pastaanaranjada, cocción oxidante, desgrasantes finos y medios de caliza yotros. Está decorado al interior con una franja de engobe anaranjadofranqueado por dos líneas de pintura rojo vinosa; también presentarestos de engobe y pintura al exterior en el arranque del galbo.

D= 164 mm, h= 35mm, a= 90mm, g= 7/10mm.

Se trata de un grafito con un único signo en forma de N, de facturamuy similar al del n.º 9.

Aparece en el nivel VIII, constituido por tierra roja con adobe y car-bón, que se sitúa sobre el afloramiento rocoso sobre el que se asientala muralla. Está asociado a tres cerámicas griegas de figuras rojas, unafíbula de pivote, varias fusayolas, una cuenta de vidrio, un anillo dehierro… Podría corresponderse con la última fase del santuario o conel derrumbe de alguno de sus edificios.

C-19

Es la cuadrícula aparece la estructura de rectangular maciza, a laque se accede por una escalera desde una calle pavimentada con lajasde piedra caliza. Aquí se hallaron las inscripciones n.º 14 y 15.

13. A-86-IV-19-S-1801-9 (Fig. 11). Fragmento de galbo exvasadocóncavo perteneciente a un plato de barniz rojo (Fernández, 2012b:268, fig. 114); cocción oxidante, pasta anaranjada, desgrasantes de ta-maño medio de tipo caliza, vegetal y otros.

H= 23 mm, a= 58mm, g= 7mm.

Presenta dos grafitos poscocción, uno en cada una de las caras, que

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responden, respectivamente a las formas de los signos ko y ta, si biendebe tratarse de simples marcas.

Apareció en el nivel superficial.

14. A-87-IV-19-VIII-1812 (Fig. 23). Fragmento de borde exvasadode labio redondeado con pequeña acanaladura, con sección zoomorfa;cocción mixta, desgrasantes finos y alguno grueso de tipo calizo, piza-rra y otros. Presenta engobe marrón rojizo en la parte interior y unalínea de pintura rojo vinosa en la acanaladura.

D= 180 mm, h= 17 mm, a= 34 mm, g= 7mm.

Tiene una inscripción poscocción incompleta, que ha eliminado elengobe. Podría tratarse del signo e en escritura meridional, pero esdudoso, y quizá sea simplemente una marca.

Se halló en el estrato VI, correspondiente al pavimento 3, que sedispone delante de la estructura rectangular del santuario ibérico,constituido por grava, cerámica triturada, trozos de metal y tierra rojaapisonada con carboncillos. En él aparecen también un anillo debronce, cerámica de cocina, barniz rojo, gris, mano y 1 fragmento decopa ática de barniz negro de f. s. V-pp. IVa.C. Este estrato podría fe-charse entre fines del s. V a.C. y el s.lIIa.C. (Fernández, 2012b: 196).

15. A-99-IV-19-XIII-1869 (Fig. 24). Fragmento de borde exvasado,proyectado al exterior horizontalmente, de labio redondeado. Pastaanaranjada, Cocción mixta; desgrasantes finos y gruesos de caliza yotros. Presenta engobe jaspeado –rojo-negro- en la parte interior delborde, incluido el labio.

D= 151 mm, h=26 mm, a= 112mm, g= 4/11mm.

Presenta inscripción con tres caracteres de gran tamaño, hechosante cocción, con trazos limpios y profundos, si bien en el signo centralen forma de X el autor rectificó parte del trazo. La inscripción podríaestar completa por la izquierda, dado el gran espacio que queda enblanco tras el último signo conservado. Tampoco se observan restos dealgún otro signo a la derecha del primer signo conservado, aunque aquíla proximidad de la rotura al primer signo hace verosímil pensar quehubiera algún signo más en la parte perdida de la pieza. La forma delprimer signo de la derecha apunta a que se trata de una inscripciónen escritura meridional. No hay indicios en el ductus de los signos que

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permitan decidir con seguridad si debe hacerse una lectura dextrorsao sinostrorsa. La lectura, en dirección dextrorsa, sería: S61taS56[. Elprimer signo tiene la forma del dudoso y hasta ahora atestiguado enuna única inscripción signo que coincide con el to del signario levan-tino (v. De Hoz, 2010: 417). De todas formas, desde el punto de vistalingüístico y epigráfico resulta muy interesante constatar que, si la lec-tura dextrorsa es la correcta, tendríamos aquí un ejemplo más de laque resulta ser la posición más frecuente del signo S56(W), la posiciónfinal, especialmente tras vocal a, como es aquí también el caso. De Hoz,2010: 405-407 ha vuelto a revisar recientemente los argumentos paradeterminar el valor de este signo en la escritura meridional, rebatiendolas ideas de otros autores, como Untermann (MLH III.1, 142-143), quele atribuye el valor r, o Rodríguez Ramos, 2004: 75 y Ferrer, 2010, paraquienes se trata de la otra vibrante (r). Para De Hoz es llamativo elhecho de que en las inscripciones en escritura meridional no aparezcael morfema ibérico -m� i y, en cambio, en la posición en que tal morfemaes esperable encontremos el signo S56 en las inscripciones meridiona-les. El morfema -m� i es frecuente en textos que expresan propiedad, porlo que, si la identificación entre uno y otro es correcta, el contenidosería el esperado para un grafito como el que estamos analizando. Setrataría así de una secuencia totaS56, para la que tenemos un buenparalelo en el grafito aibonS56 que se documenta en el plato de platade Santiago de la Espada, Jaén (MLH III, H.2.1).

Este fragmento se localizó en un basurero ibérico, formado por unabolsada de ceniza con mucho material cerámico y óseo quemado, quese delante de la torre del santuario y junto a un muro de mamposteríaseccionado por la fosa de la muralla medieval, a 658,24 m.

C-20

Situado en la zona del santuario, este corte comprende parte de laestructura rectangular y la calle de caliza. Aquí aparecieron las ins-cripciones n.º 16 y 17.

16. A-84-IV-1917-5 (Fig. 11) (Fernández, 1987:77 n.º 491; Fernández2012b: 268, fig. 114). Fragmento de base con anillo. Cocción oxidante,pasta anaranjada, desgrasantes finos de tipo calizo, arena y vegetal.Presenta barniz rojo al exterior.

D= 47mm h= 18 mm a= 89 mm g= 7mm.

Signo ta o aspa.

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Apareció en el sedimento de tierra roja sobre la calzada que estájunto a la estructura rectangular del santuario donde se halló, además,abundante cerámica ibérica y 1 asa ática.

17. A-88-IV-20, testigo-1936 (Fig. 25). Fragmento de borde exva-sado de sección zoomorfa y labio semiplano. Pasta anaranjada, cocciónoxidante, desgrasantes finos de caliza y otros. Presenta una línea pin-tada en el labio de color rojo vinoso.

D= 200 mm, h= 12 mm, a= 35 mm, g= 8 mm.

Tiene un grafito poscocción en la parte superior del borde, poco pro-fundo. La lectura del signo, en dirección sinistrorsa, como lo indica laforma del único signo conservado completo, es: ]+i. El grafito ya fuepublicado por Carrasco y Velaza, 2011: 227 (n.º 2)12 y, como ellos seña-lan, por la forma de la parte conservada, el signo roto debe ser r, másprobablemente que e.

Se halló en el nivel de derrumbe de la estructura maciza del san-tuario, junto a la que se encuentra.

C-23

Esta cuadrícula, situada en la parte baja del santuario, se vio afec-tada por la excavación de una enorme fosa medieval que la atraviesapor completo, por lo que sólo queda una zona intacta.

18. A-98-IV-23-III-2253 (Fig. 26)13. Fragmento de borde exvasado,proyectado al exterior horizontalmente y con labio vuelto semiplano.Pasta anaranjada, cocción oxidante, desgrasantes finos y gruesos decaliza y otros. Conserva restos de engobe anaranjado en la parte inte-rior, pero la pieza está muy rodada y erosionada.

D= 188mm, h= 45mm, a= 85 mm, g= 7/14mm.

Tiene una inscripción ante cocción con tres caracteres conservadosy en medio de la cual son visibles dos orificios de sendos desgrasantes.La forma de los caracteres claramente deja ver que la lectura es sinis-trorsa, por lo que quizá hubiera algún signo a la derecha del primerode ellos. La lectura es: ]S56kan. Para el valor del signo S56 en la es-critura meridional véase supra, n.º 15. El signo n consta de dos trazosseparados, uno vertical y otro en forma de v, que no llegan a unirse.

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La cerámica apareció en posición secundaria, en un nivel de tierrasuperficial que cubre un muro medieval.

C-24

En este corte aparecieron las inscripciones n.º 19 y 20.

19. A-00-IV-24-III-2319-12 (Fig. 27). Fragmento de galbo ligera-mente entrante de forma rectilínea, correspondiente a la parte estre-cha del cuello. Tiene los extremos laterales cortados con el barro aúnfresco, por lo que se trata de algún tipo de recipiente calado, quizásuna lámpara; pasta anaranjada, cocción oxidante, desgrasantes finosy medios de caliza y otros. Al exterior está bruñido y en la parte inferiorde la pieza presenta restos de engobe naranja sobre el que se disponeuna línea muy fina de pintura roja.

H= 53 mm, a= 45mm, g= 12mm.

Inscripción con siete caracteres de distintos tamaños, hechos antecocción, pero después de haber sido bruñida la pieza. Incisiones lim-pias, finas y profundas. Presenta un excelente estado de conservacióny parece como si no hubiera sido usado, ya que conserva la rebaba dela inscripción. La lectura de la inscripción, cuya dirección es sinistrorsasegún deja ver la forma de los signos es: ]b� i�ltítako‡r. Como hemos co-mentado más arriba (n.º 2), el signo en forma de espiga (que aquíhemos representado convencionalmente como ‡) no estaba documen-tado hasta ahora en las inscripciones meridionales, aunque sí una vezen las inscripciones sudoccidentales (J.12.4), además de en signarioibérico levantino, por lo que ignoramos su valor fonético. El signo kopresenta una forma peculiar, con los trazos verticales muy alargados.Están documentadas en ibérico las secuencias bilti- y -tako, pero care-cemos de razones para estar seguros de que haya que segmentar deesa manera en este caso.

La pieza se halló en el interior de una fosa medieval que atraviesael corte de suroeste a noreste, en la que aparecen mezclados los mate-riales ibéricos y medievales.

20. 03-IV-24-II-2337-1 (Fig. 28). Fragmento de tinajilla de bordeexvasado proyectado al exterior horizontalmente y labio redondeado;cuello cóncavo y galbo entrante convexo. Pasta anaranjada, cocción oxi-dante, desgrasantes finos y medios de caliza y otros. Está decorado conengobe jaspeado de color naranja-rojizo-marrón en la parte interior delborde y en el galbo, dejando en reserva el cuello.

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D= 153mm, h= 51mm, a= 114 mm, g= 6/8mm.

En la parte superior del borde presenta inscripción, posiblementeante cocción, con cinco caracteres, uno de los cuales apenas se ha con-servado, ya que la pieza está rota por este extremo. La lectura de lainscripción, de dirección sinistrorsa, es la siguiente: ekie++[ El se-gundo signo por la derecha es S45, al que se suele atribuir el valor kipor su parecido con el signo correspondiente de la escritura ibérica le-vantina, si bien, como ha indicado De Hoz, 2010: 413, no tenemos datospara estar seguros de ese valor, de forma que otras posibilidades, comoku, defendida por Rodríguez Ramos, 2002: 236-239, no pueden descar-tarse del todo1. Del cuarto signo se conserva un trazo vertical que re-sulta compatible con varios signos de escritura, entre ellos n, i, u o s.

Desde el punto de vista lingüístico no podemos dejar de mencionarla posibilidad de que la secuencia ekie- pueda ponerse en relación conlas formas del “paradigma” de ibérico ekiar y ekien, que, independien-temente de su interpretación morfológica precisa (véanse, entre otros,Orduña, 2010 y De Hoz, 2011: 296-313), deben equivaler de alguna ma-nera al latín fecit y, por tanto, aparecer en inscripciones en las que seexpresa quién hizo o mandó hacer el objeto sobre el que aparecen.

El nivel en el que se halló corresponde al derrumbe de un muro deuna habitación situada en la parte meridional del santuario, junto alcamino de acceso al mismo. En una de sus esquinas y sobre un bancoadosado se documentó un depósito de cerámicas que fueron introduci-das en el interior de dos grandes ánforas (Fig. 6); frente a ellas, en elángulo opuesto aparecieron más de 30 pesas de telar sin cocer. Aunquese trata de un nivel intacto, no hay elementos de datación absoluta.Sin embargo, en la habitación adyacente se documentó un fragmentode cerámica campaniense.

C-37

Este corte está situado a la derecha del C.18, junto a la muralla me-dieval y está afectado por la fosa medieval, antes mencionada.

21. A-10-IV-37-fosa V-3608 (Fig. 29). Fragmento de borde exvasadode labio semiplano. Pasta anaranjada, cocción oxidante, desgrasantesfinos y medios de caliza y otros. La parte del labio presenta engobeanaranjado. Conservación: muy mala.

D= 360 mm, h= 36 mm, a= 96 mm, g= 9 mm.

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Presenta grafito ante cocción en el borde, junto al labio, bastanteprofundo y de ejecución clara y limpia. Parece que se trata simple-mente una serie de marcas en forma de IXI o bien los numerales lati-nos correspondientes.

La pieza se halló en un nivel de tierra gris parda con piedras, en labase de la fosa medieval que rompe parte de las estructuras rectangu-lares situadas a la derecha de la calle, a las que pertenecería. Entrelos materiales documentados en este estrato aparecen cerámica ibé-rica, huesos, hierro y un afilador de piedra.

Sector Alcazaba

Está ubicado en un lugar estratégico sobre el valle del Guadiana,que controla y domina todo el entorno del yacimiento (Fig. 30). Estáconstituido por una pequeña elevación artificial situada en la parte su-perior del cerro. Recibe su nombre de la fortaleza medieval que le daforma y que se levanta sobre los restos de muros más antiguos, que in-dican la existencia de estructuras monumentales. En este sector la ce-rámica ibérica es muy abundante, y aparece entre los derrumbes delos muros de tapial, que se construyeron utilizando las tierras dellugar, y en ocasiones también en los estratos que subyacen al castillo.La calidad de algunas de ellas y la existencia de elementos de orfebre-ría de oro parece indicar que se trata de un lugar relevante del pobladoibérico. No obstante, la presencia de un exvoto de bronce, similar a loshallados en el sector IV nos lleva a pensar que parte de la tierra utili-zada para la construcción de los tapiales procedía de allí.

Las nueve cerámicas con grafitos halladas en esta zona se distribu-yen por las diferentes partes del castillo y en todos los casos, como seha señalado, aparecen entre los derrumbes de tapial y por tanto fuerade contexto.

22. A-01-AL-6-IV-506 (Fig. 31). Fragmento de borde vuelto de labiosemiplano. Pasta anaranjada, cocción oxidante, desgrasantes finos yalguno grueso de caliza y otros. Conserva restos de engobe anaranjadoen la parte interna del borde y pintura de color rojo vinoso en el labio.

D= 167 mm, h= 28mm, a= 65mm, g= 9/12 mm.

Presenta inscripción ante cocción en la parte superior visible delborde con tres caracteres y parte de otro que está incompleto: ]+XII.Los tres caracteres conservados presentan la forma de XII, por lo que

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al igual que hemos comentado para la inscripción n.º 21, podría tra-tarse de marcas o, incluso, de numerales latinos. El signo en forma deX presenta rectificaciones de su trazo. En cuanto al signo parcialmenteconservado a la izquierda, por su arranque bien podría ser tambiénotra X.

23. A-86-AL-8-7-704 (Fig. 32). Fragmento de galbo ligeramente con-vexo; cocción oxidante, pasta amarillenta.

H= 33 mm, a= 42 mm, g= 7 mm.

Presenta marcas incisas en la parte externa, no muy claras y pocoprofundas hechas poscocción. En un caso se trata probablemente deun signo con la forma de la o en escritura meridional.

24. A-01-Al-23-IV-2220 (Fig. 33). Fragmento de galbo exvasado, li-geramente convexo. Pasta naranja, cocción oxidante, desgrasantesfinos y medios de caliza y otros.

Al exterior está decorado con una banda de engobe marrón delimi-tada por dos líneas de pintura negra.

H= 67 mm, a= 90mm, g= 6/10 mm.

Sobre el engobe marrón aparece una inscripción poco profunda concuatro caracteres y restos de un quinto, hecha poscocción. La inscrip-ción parece latina y su lectura sería: ]+alus. Podría tratarse de una pa-labra latina o, más bien, del final de algún antropónimo tipo Camaluso similar.

25. A-00-Al-18-12-1117 (Fig. 34). Fragmento de borde exvasado, delabio semiplano con ligera acanaladura. Pasta rojiza, cocción oxidantey desgrasantes finos, medios y gruesos de caliza, vegetal y otros. Estámuy rodado y erosionado, pero conserva restos de pintura roja en ellabio.

D= 287 mm, g= 8 mm.

Tiene inscripción ante cocción con tres caracteres completos, en laparte interna del borde y restos de un cuarto más a la derecha. La lec-tura de la inscripción, de lectura sinistrorsa, es: ]+ nrbe. La secuencia-nrbe es muy extraña fonéticamente, por lo que el tercer signo, quehemos transcrito como r, quizá deba interpretarse como a, lo que nos

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dejaría con una secuencia nabe, mucho más verosímil fonéticamente.En cuanto al últmo signo por la izquierda, se trata de una de las va-riantes del signo S41, que por su parecido formal con la e del signarioibérico levantino, se ha tendido a interpretar tradicionalmente como etambién en meridional, si bien Untermann (MLH III.1 § 423) ha de-fendido que su valor es be. De Hoz, 2010: 413-415 no ve razones paradecantarse totalmente a favor de ninguna de las dos posibilidades,

26. A-97-Al-24-III-2313 (Fig. 35). Fragmento de tinajilla con bordeexvasado y proyectado al exterior con labio semiplano; cuello cóncavoy galbo entrante. Pasta anaranjada, cocción oxidante, desgrasantesfinos y medios. Presenta decoración pintada en el borde y el galbo,donde combina una banda de engobe anaranjado con una línea de pin-tura rojo-vinosa.

Diámetro= 181mm, h= 61mm a= 113mm, g= 6/11mm.

El grafito aparece en la parte engobada del galbo. Está rota por laizquierda, pero la interpunción que aparece indicada mediante dos pe-queñas rayas permite asegurar al menos que la palabra está completapor la izquierda. Su transcripción, con lectura sinistrorsa, según ponede manifiesto la forma de los signos, es: ]nen :

Desde el punto de vista lingüístico, a pesar de su brevedad, el grafitoresulta muy interesante, pues apunta a que la lengua utilizada era laibérica, ya que el final en -en se explica bien como el morfema de “ge-nitivo” identificado en ibérico. Desde el punto de vista de la tipologíade las inscripciones esto cuadra muy bien, pues podríamos encontrar-nos ante la parte final de un nombre personal ibérico acabado en -n(tipo atin, betin o similar) seguido del morfema -en, que expresa la posesión, un tipo de grafito frecuente sobre cerá-mica. En escritura meridional tenemos un buen paralelo en el biuniu-sen de Giribaile, provincia de Jaén (H.11.1).

27. A-85-AL-32-3101 (Fig. 36). Fragmento de galbo rectilíneo deterra sigillata. Pasta amarillenta con desgrasantes muy finos e inapre-ciables.

H= 37 mm, a= 36 mm, g= 5/8 mm.

En la parte exterior presenta restos de inscripción pero sólo la hue-lla, porque ha perdido el barniz. Aunque la lectura es difícil por el es-tado de conservación, parece más bien una inscripción latina con la

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siguiente lectura: Naso. Se trataría, por tanto, del bien conocido cog-nomen latino.

Conocemos otra inscripción sobre la parte externa del fondo de unplato de terra sigillata (forma Drag. 17b, fechada hacia el cambio deera) utilizado como tapadera de una urna ibérica en la necrópolis deAlhambra. Se trata de un grafito poscocción con el numeral XIV (Ma-drigal y Fernández, 2001: 239, fig. 4-3).

28. A-85-AL-36-3501 (Fig. 37)15. Fragmento de galbo pertenecientea una vasija de cocina. Podría tratarse de parte de una tapadera o deun fondo. Pasta marrón-parda al exterior y negra al interior; cocciónreductora; desgrasantes finos y medios de caliza y otros.

H= 18 mm, a= 45 mm, g= 9 mm.

Presenta inscripción posiblemente poscocción, de lectura difícil, peroprobablemente latina más que ibérica: ]aniidio.

29. A-85-AL-47-V-4614 (Fig. 38). Fragmento de galbo vertical rec-tilíneo de cocción mixta. Pasta anaranjada, desgrasantes finos y me-dios de caliza y otros. Presenta engobe amarillento al interior y ungrafito muy fino y poco profundo poscocción.

H= 62 mm, a= 56 mm, g= 9 mm.

Parece una marca, más que una l en escritura meridional.

30. A-98-AL-60-III-5904 (Fig. 39)16. Fragmento de una variante dekálathos de forma troncocónica con borde recto de labio vuelto redon-deado y galgo vertical rectilíneo. Pasta anaranjada, cocción oxidante,desgrasantes finos y medios de caliza y otros. Al exterior y en el labiopresenta decoración pintada en rojo vinoso a base de líneas horizonta-les paralelas.

D= 162mm h= 69mm a= 55mm g= 6/mm.

Tiene inscripción ante cocción en el borde, estando incompletos losdos de los extremos. La inscripción parece latina, más ibérica, con lasiguiente lectura: ]nouel+[.

El kálathos es una forma poco frecuente en Alarcos. Este tiene perfily decoración semejante a los de la necrópolis iberorromana de Alham-

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bra, fechados entre la segunda mitad del s. II a.C. y principios de laÉpoca Julio-Claudia (Madrigal y Fernández, 2001, fig. 3 n.º 2). En estanecrópolis encontramos, además, otro recipiente ibérico con grafitosincisos poscocción en lengua latina con la inscripción “Fortunata” y unposible numeral –LXVIII– en la base, fechado en época Augusto-Tibe-rio/Claudio (Madrigal y Fernández, 2001:237, fig. 6-3).

31. Borde sin sigla (Fig. 40). Fragmento de borde exvasado, pro-yectado al exterior horizontalmente, de labio semiplano. Pasta ana-ranjada, cocción mista, desgrasantes finos de tipo calizo y otros.

D= 200 mm, h= 14 mm, a= 52 mm, g= 8 mm.

Presenta inscripción posiblemente ante cocción, que ya fue publi-cada por Carrasco y Velaza, 2011: 227, n.1 con la lectura ]raoube[. Ennuestra opinión, la lectura debe ser más bien ]ranuben� [, pues en laparte izquierda del fragmento se aprecian restos del trazo en forma dev que integra el signo para n y que presenta una forma semejante a ladel tercer signo conservado. Se trataría seguramente, al igual que yavimos para el grafito n.º 26, de un final de nombre personal seguidodel morfema ibérico de “genitivo” -en.

32. A-85-AL-36- S-3501-3 (Fig. 41) (Fernández, 2012b: 269, fig.115). Cuenco de borde exvasado, labio redondeado, galbo exvasado con-vexo y base con anillo. Cocción oxidante, pasta rosada, desgrasantesmedios de caliza y otros. Presenta barniz de color rojo al interior y alexterior dejando en ambos casos la zona del fondo en reserva.

D= 128mm, h=26 mm, a= 209mm, g= 7mm.

Se trata de un aspa o signo ta.

Sector IV-E

Está situado en la parte más oriental del yacimiento, junto a la ca-rretera de acceso al mismo, e ahí su nombre (IV-Entrada) (Fig. 1). De-bido a estas circunstancias se ha visto muy alterado y su potenciaestratigráfica es escasa, a pesar de lo cual se distinguen cuatro fasesde ocupación distintas, la más antigua de las cuales corresponde a uncontexto funerario –necrópolis orientalizante–. Una vez amortizada lanecrópolis, la zona es ocupada por viviendas, que se agrupan en man-zanas separadas por calles (Fernández y García, 1988) (Fig. 3).

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33. A-87-IV-E-18-S-1701-2 (Fig. 42). Fragmento de urna con bordeexvasado proyectado al exterior horizontalmente con labio semiplano.Cocción oxidante, pasta anaranjada.

D= 125mm, h=39mm, g= 8mm.

Presenta grafitos en la parte superior visible del borde: una secuen-cia de varias aspas o signos ta y algunas rayas.

Apareció en el nivel superficial, por lo que pertenece a la última fasede ocupación.

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IVCONCLUSIONES

En el yacimiento arqueológico de Alarcos se ha documentado la pre-sencia de 33 grafitos y marcas, muchos de ellas prerromanas. Este ele-vado número le convierte en el asentamiento con mayor número degrafitos del interior peninsular conocido hasta el momento. La distri-bución por los diferentes sectores del yacimiento parece indicar queeste tipo de representaciones estaba bastante generalizado, por lo quees presumible que en futuras excavaciones su número se incremente.

Los grafitos aparecen siempre sobre cerámica, siendo mayoritariala cerámica fina (engobada, pintada, con barniz rojo o sin decoración),sobre la grosera, de la que únicamente hay un fragmento de cocina.Sólo en un caso se utilizó una pieza romana de terra sigillata como so-porte.

Respecto a la parte del recipiente en la que se encuentran, los bor-des representan la mayoría (59,3%), frente a galbos (31,5%) y fondos(6,2%); conservándose una única pieza con forma completa (3,3%).

Cuando aparecen sobre bordes, los grafitos se sitúan sobre la zonadel punto de apoyo del mismo, es decir, en la parte más visible. En losfragmentos de galbos se elige casi siempre la pared externa, salvo enuna pieza, donde los grafitos se localizan en el interior (n.º 2, Fig. 12)y otra con grafitos en ambas superficies (n.º 13, Fig. 11).

Dado el grado de fragmentación de las cerámicas es difícil llevar acabo un análisis tipológico de las mismas. No obstante, atendiendo ala orientación y forma de los bordes podemos afirmar que predominanlas vasijas de almacenamiento de mediano tamaño conocidas comournas o tinajas y tinajillas, según la tipología de Mata y Bonet (1992:147 y 150) (piezas n.º 5, 6, 7, 9, 12, 15, 17, 18, 20, 21, 22, 25, 26 y 31),frente a las ánforas de gran tamaño (n.º 8 y 11), o los recipientes pe-queños como cuencos y platos, correspondientes a vajilla de mesa,todos ellos de barniz rojo (n.º 1,3, 16 y 32). Además, junto a los anterio-res encontramos una vasija de cocina (n.º 28), una variante de kálathos(n.º 30) y un recipiente de difícil catalogación, perteneciente quizás aalgún tipo de botella con el cuello perforado (n.º 19).

Desde el punto de vista de su factura los grafitos son de dos tipos,los realizados antes y después de la cocción, siendo mayoritarios losprimeros. En los grafitos ante cocción, que son los mejor conservados,

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la incisión se practicaba después de torneada y decorada la pieza, pre-via a su introducción en el horno. Los primeros debieron ser necesa-riamente obra de los alfareros que realizaron las piezas, tal vez con lafinalidad de identificar su obra, hipótesis que nos parece poco probable,dada la escasez de las marcas, o quizás, al menos en algunos casos, conel objetivo de señalar el nombre del destinatario, probablemente a pe-tición de éste. En cualquier caso, esta práctica denota un cierto dominiode la escritura. Por otra lado, las inscripciones poscocción bien pudie-ron ser obra de comerciantes o propietarios.

Para su ejecución se utilizaron, al menos, dos tipos de utensilios di-ferentes, uno de punta fina, cuyo resultado es una línea regular y uni-forme; y otro provisto de un filo capaz de generar un trazo profundo,más ancho en el centro que en los extremos, de características simila-res a la decoración excisa. En varios casos, el autor rectifica o retocala incisión practicada con un nuevo trazo, sin que sea posible eliminarel primero (piezas n.º 5 y 21).

En cuanto a la interpretación de estas inscripciones, nos encontra-mos con varios casos diferentes: algunos grafitos son simples marcas,otros parecen numerales romanos, hay inscripciones ibéricas (unasveces sobre cerámica oretana y en una ocasión sobre vajilla romana) ytambién inscripciones latinas sobre cerámica ibérica y en algunas oca-siones podría tratarse incluso de algún tipo de decoración.

Si consideramos el número de signos representados, existen clarasdiferencias entre las cerámicas con un único signo, que suponen 1/3del total y aquellas en las que se trata de verdaderas inscripciones,como la n.º 19, que llega hasta los siete signos conservados. En el pri-mer caso el signo más repetido es la ta o aspa, que aparece en nueveocasiones. No obstante, dada la simplicidad de la forma podría tratarsetanto de una letra del signario como, más bien, de algún tipo de marca,quizás de propiedad o de alfarero, sin que podamos descartar otros sig-nificados. Este tipo de signo es el más repetido en la cerámica de barnizrojo de la Meseta Sur, donde lo encontramos tanto junto al borde, comoen medio de la pared o en la parte exterior del fondo, de forma similaral hallado en cerámicas de barniz rojo del Cerro de las Cabezas, en Val-depeñas, Ciudad Real (Fernández, 2012b:269, fig. 115) o del Cerrón deIllescas, Toledo (Balmaceda y Valiente, 1979: fig. 14 n.º 3 y 4). Tambiénlo encontramos sobre cerámica pintada en Alhambra (Madrigal y Fer-nández, 2001: 240, fig. 7-3)

Mayor interés tienen los grafitos más largos, que, aunque fragmen-

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tarios en todos los casos, aportan información muy interesante desdeel punto vista lingüístico y epigráfico. Desde el punto de vista lingüís-tico, el final en -en de la inscripción n.º 26 (y quizá también de la n.º31) apunta a un “genitivo” en lengua ibérica. Igualmente, la secuenciaekie- de la inscripción n.º 20 (si es que el valor asignado a los signos serevela finalmente adecuado) apuntaría al paradigma del verbo “hacer”en ibérico. Las tres inscripciones proceden del área del santuario, loque podría indicar que se trata de ofrendas en las que se refleja quiénes el oferente. Igualmente, la inscripción más larga, la n.º 19, aunqueno permite una identificación morfológica precisa de sus componentes,no deja de presentar secuencias bien conocidas en ibérico como -ilti-.Así pues, parece que tenemos indicios como para pensar que en Alarcosse conocía y se utilizaba la lengua ibérica, lo cual es muy interesante,pues nos permite documentar de forma directa la presencia de estalengua en esta zona de la Meseta Sur, al norte de Sierra Morena.

Desde el punto de vista epigráfico y paleográfico, las inscripcionesde Alarcos también resultan muy importantes, puesto que se trata delmayor conjunto de grafitos sobre cerámica en escritura meridional co-nocidos hasta el momento. Hasta el momento contábamos tan solo conalgunos ejemplares aislados (por ejemplo, los de Toya [MLH III, H.4.1],Córdoba [H.8.1] o el más largo y completo de Giribaile [H.11.1], demodo que los grafitos de Alarcos nos permiten ampliar nuestro conoci-miento sobre la forma de los signos de la escritura ibérica meridionalsobre cerámica y, además, aportan alguna novedad interesante comola aparición del signo en forma de espiga en dos de ellos (n.º 2 y 19),cuyo valor fonético habrá que plantearse.

La falta de contexto arqueológico de la mayoría de las cerámicas yel grado de fragmentación de las mismas hace difícil su datación. Lasescasas piezas documentadas en posición primaria se hallaron en elárea del santuario del sector IV, donde el carácter sagrado de la zonaexplica la larga perduración de objetos desde fines del s. VI a.C. hastaprincipios del s. I d.C., muchos de los cuales pudieron ser utilizadoscomo ofrendas, lo que no nos permite hacer mayores precisiones cro-nológicas. Sólo el kálathos (n.º 30) podría datarse por paralelos en tornoa los ss. II a.C-I d.C. Estas cronologías cuadran con lo que sabemos dela escritura meridional en general, Desde el punto de vista de la cro-nología de la escritura meridional, las fechas encajan bien, pues lostestimonios que tenemos de este sistema de escritura van desde prin-cipios del siglo IV a.C. hasta época romana republicana17.

Por otra parte, la aparición de grafitos de escritura ibérica sobre ce-rámica romana y de letras latinas sobre cerámica ibérica muestran la

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unión de elementos culturales pertenecientes a dos mundos diferentes–el ibérico y el romano– en los últimos momentos de ocupación de Alar-cos, marcando ya el inicio de la romanización de la zona. Otros elemen-tos que muestran este proceso son la presencia de cerámicascampanienses en el yacimiento, de las que se han documentado másde un centenar, monedas ibéricas de época romana, monedas romanasrepublicanas y algún exvoto de inspiración romana. Aunque resultaimposible precisar la cronología de las cerámicas con inscripciones la-tinas más allá de lo ya expuesto, hay que insistir sobre la importanciade estos hallazgos también desde el punto de la epigrafía latina. Enefecto, es probable que al menos algunos de ellos deban datarse enépoca republicana, con lo cual vendrían a aumentar el escaso corpusde grafitos latinos de época republicana de la península Ibérica, re-cientemente recopilado por Díaz Ariño, 2007: 75.

Por último, resulta interesante encuadrar estas inscripciones en uncontexto epigráfico más amplio en la medida en que en los últimos añosestamos asistiendo a un importante cambio por lo que respecta a la es-critura en los grandes oppida oretanos de la Meseta Sur. Hasta los úl-timos tiempos la epigrafía oretana estaba limitada a los oretanos delSur de Sierra Morena, pero el panorama está cambiando. Así, ademásde las inscripciones que ahora publicamos, se conoce también una ins-cripción del Cerro de las Cabezas (Valdepeñas), datable en el siglo IIIa.C. De esta inscripción apareció una fotografía en un trabajo del año1999, pero no había sido objeto de una adecuada publicación y estudiohasta el reciente trabajo de Blanco García, Hervás y Retuerce, 2012:136-139, donde se propone la lectura: llll bílS47t�a� be o bílS47o�be.

Parece que también existen algunos grafitos de Sisapo, aunque nohan sido objeto de una adecuada publicación, y los dibujos disponiblesen la monografía de Fernández Ochoa, Zarzalejos Prieto, Hevia Gómezy Esteban Borrajo, 1994, no permiten precisar mucho más. Igual-mente, en Lezuza parece que hay un interesante conjunto epigráfico,del que hasta el momento sólo tenemos un conocimiento muy parcial.En el trabajo de Uroz et al., 2007: 147 y figura 11 en pág. 159, se recogeun sello ibérico sobre ánfora cuya lectura, según los editores, seríaul[bo]ate:l a partir de otro ejemplar idéntico en el departamento 79de la misma barriada. En el mismo trabajo también se publica otro po-sible grafito, pero la fotografía y el dibujo que se ofrecen no permitenapreciarlo bien. En este caso los materiales apuntan a una cronologíabásicamente de mediados del siglo II a.C., aunque hay también mate-riales del siglo V a.C. y otros del primer cuarto del siglo I a.C. Igual-mente, en la reciente monografía de Uroz Rodríguez, 2012, también serecoge alguna jarra con inscripción ibérica.

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VBIBLIOGRAFÍA

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VINOTAS

1 Queremos dejar constancia de nuestro agradecimiento a David Oliver por la ayudaprestada en el dibujo de algunas cerámicas y en el montaje de las láminas, así comoa Esther Arias, por facilitarnos la búsqueda de las piezas en el Museo Provincial.La investigación de E. R. Luján se ha llevado a cabo dentro del proyecto de inves-tigación FFI-2009-13292-C03-02, financiado por el Ministerio de Ciencia e Inno-vación, y se inscribe dentro del Grupo Consolidado de la Universidad Complutensede Madrid “Textos epigráficos antiguos de la península Ibérica”.

2 El cerro mide 33 ha y basándonos en la prospección superficial creemos que todoél o la mayor parte, estuvieron habitadas durante este periodo.

3 Esta necrópolis ha sido descubierta por A. Gómez Laguna mientras realizaba elseguimiento arqueológico en la construcción de una tubería de desagüe para la lo-calidad de Poblete.

4 La muralla ibérica de Alarcos sólo ha sido documentada en una cuadrícula del sec-tor III, donde fue desmantelada para levantar la muralla medieval, por lo que espresumible que ambos trazados coincidieran.

5 Consideramos que se trata de una sola calle debido a sus características técnicasy a su tamaño, si bien el cambio de dirección podía interpretarse como que nos en-contramos antes dos calles diferentes, una con dirección norte-sur y otra oeste-este.

6 Los fragmentos publicados por Carrasco y Velaza, 2011: 228, n.º 3 (A-85-AL-1201),deben descartarse del corpus de inscripciones antiguas de Alarcos, puesto que setrata de cerámica medieval y, al unir los fragmentos entre sí, se obtienen dos signosen forma de A (Fig. 43). También es ese el caso de su inscripción n.º 5 (A-86-IV-2-1513), que corresponde a otro fragmento de cerámica medieval (Fig. 44).

7 Para los signos de valor discutido en la escritura meridional y cuya transcripciónfonética es dudosa seguimos en nuestras lecturas la numeración convencional deDe Hoz, 2010: 403-418 y 621 (cuadro 2.1b).

8 Estos datos corresponden a la sigla de la cerámica. La primera letra (A) representael nombre del yacimiento (Alarcos); a continuación aparece el año de la campañade excavación, el sector (en números romanos), la cuadrícula o el área, el nivel (S)y el número de inventario, si lo tiene.

9 D= diámetro del borde, h= altura conservada, a= anchura, g= grosor mínimo/má-ximo.

10 “?” Significa que el diámetro es desconocido, pues no se ha podido calcular debidoal reducido tamaño del borde.

11 Se denomina “nivel de obra” a una costra dura de color blanquecino correspon-diente a la argamasa de la muralla en el momento de su construcción. Sobre ellaaparecen los restos de la batalla de Alarcos.

12 El número de inventario que allí se proporcionaba (A-86-IV S-1801) no es correcto.13 En el dibujo y la fotografía el objeto está orientado según la disposición arqueoló-

gica de la pieza; desde el punto de vista de la lectura de la inscripción está, portanto, invertida.

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14 La variante paleográfica que se documenta en nuestro caso es la que presenta unpequeño trazo central, que Ferrer, 2010: 96, interpreta como significativa en supropuesta de interpretación “dual”, esto es, con oposición de sonoridad para lasoclusivas del signario meridional.

15 En el dibujo y la fotografía el objeto está orientada según la disposición arqueoló-gica de la pieza; desde el punto de vista de la lectura de la inscripción está, portanto, invertida.

16 La imagen y el dibujo aparecen orientados de acuerdo a la forma de la cerámica.La inscripción está, por tanto, invertida respecto de cómo debe leerse.

17 Para una revisión de conjunto reciente de este sistema de escritura véase De Hoz,2010: 403-423.

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VIIFIGURAS

Fig. 1. Vista General de Alarcos con los diferentes sectores de excavación.

Fig.2. Proceso de restauración de las estructuras ibéricas por parte de la Escuela Taller Alarcos.

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Fig. 3. Vista aérea del sector IV-E,

Fig. 4.”Área del santuario” en proceso de excavación.

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Fig. 5. Recinto 3 del “edificio tripartito” del sector IV-E con reconstrucción de las cerámicas que aparecieron en su interior.

Fig. 6. Cerámica ibérica oretana procedente del “área del santuario” (sector IV).

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Fig. 7. Urnas ibéricas fundacionales, procedentes de los sectores IV y IV-E.

Fig. 8. Cerámicas ibéricas oretanas procedentes de depósito del “área del santuario” (sector IV).

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Fig. 10. Vista aérea de la parte oriental del cerro donde se aprecian los sectores IV,IV-E y las instalaciones del Parque Arqueológico.

Fig. 11. Grafitos sobre cerámicade barniz rojo. De arribaabajo piezas nº 3, 1, 16 y32.

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Fig. 12. Grafito nº 2.

Fig. 13. Grafito nº 4.

Fig. 14. Grafito nº 5.

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Fig. 15. Grafito nº 6.

Fig. 16. Grafito nº 7.

Fig. 17. Grafito nº 8.

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Fig. 18. Grafito nº 9.

Fig. 19. Vista aérea del sector IV dividido por la muralla medieval.

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Fig. 20. Grafito nº 10.

Fig. 21. Grafito nº 11.

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Fig. 22. Grafito nº 12..

Fig. 23. Grafito nº 14.

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Fig. 24. Grafito nº 15.

Fig. 25. Grafito nº 17.

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Fig. 26. Grafito nº 18.

Fig. 27. Grafito nº 19.

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Fig. 28. Grafito nº 20.

Fig. 29. Grafito nº 21.

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Fig. 30. Vista aérea de la Alcazaba con el Guadiana al fondo.

Fig. 31. Grafito nº 22.

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Fig. 32. Grafito nº 23.

Fig. 33. Grafito nº 24.

Fig. 34. Grafito nº 25.

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Fig. 35. Grafito nº 26.

Fig. 36. Grafito nº 27.

Fig. 37. Grafito nº 28.

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Fig. 38. Grafito nº 29.

Fig. 39. Grafito nº 30.

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Fig. 40. Grafito nº 31.

Fig. 41. Cerámicas de barniz rojo con inscripciones. De arriba abajo y de derecha aizquierda: plato de la colección E. Tello, cuenco de Alarcos, 1 cuenco y 2 platos del

Cerrón de Illescas y plato de Valdepeñas (Fernández, 2012b: fig.115).

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Fig. 42. Grafito nº 33.

Fig. 43. Cerámica medieval.

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Fig. 44. Cerámica medieval.

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E. BLASCO FERRER UNIV. CAGLIARI (I)

PALEOSARDO E IBÉRICO. CUESTIONES DE MÉTODO

IOBJETIVOS

El objetivo que me propongo en esta breve intervención es examinarlos presupuestos metodológicos que permiten emparejar estructuraslingüísticas pertenecientes a sistemas de substrato en el Mediterráneoantiguo. El interés fundamental de mi contribución radica en la nece-sidad absoluta de valerse de un método muy calibrado que nos permitaexcluir el azar. Los postulados teóricos y aplicativos que discutiré des-cansan en la objetiva condición que solamente estructuras morfológicasdeducidas de un corpus limitado de datos mediante un método rigurosopueden ser consideradas equivalentes. Se trata pues de poner en valorel método de deducción de tales estructuras, lo que en realidad no estarea tan difícil, pues ya son varias las lenguas de substrato que hanquedado sometidas a una aplicación minuciosa de esquemas modernosde análisis estructural. En fin, el primer punto que introducirá el temaconcierne a la secuencia lógica que úne estrechamente los nombresapelativos con los topónimos y éstos a su vez con los antropónimos.Este primer punto se revela imprescindible al tratar de conectar doslenguas que se conocen por corpora muy distintos y además nos per-mitirá reflexionar sobre la posible semántica subyacente a los elemen-tos onomásticos comunes.

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IIEPIGRAFÍA Y TOPONOMÁSTICA

Entre las lenguas de substrato del Mediterráneo antiguo hay algu-nas que se conocen prevalentemente por los restos epigráficos que lashan restituido. El ibérico es, bien sabido, una de éstas, como lo es tam-bién el estrusco. Hay otras lenguas antiguas menos afortunadas, comoes el caso del paleosardo, cuyos únicos testimonios lingüísticos se en-cuentran en la toponomástica, y en parte en la onomástica personalreflejada en algunos apellidos comunes. El punto común que precisa-mente une estas dos lenguas se encuentra en la presencia, en el corpusibérico, de onomástica que se puede reflejar igualmente en la topono-mástica ibérica o extrapeninsular, dado que el nomen appellativum seconvierte en nomen loci y éste a su vez puede dar lugar a un nomenproprium. Quien se llama Xavier y vive en un pueblecito que se llamaXavier comparte en el nombre personal y en el nombre de lugar elmismo origen remoto, es decir vasco etxe berri ‘casa nueva’. Y lo mismosucede con topónimos que se repiten en antropónimos, cuales a saber:esp. Montenegro, Peñarroja, Riotinto; it. Fiumefreddo, Ripamonte, Pie-tranera, Cimarossa, Roccabianca, Vallebona; ingl. Blackwell ‘pozonegro’; cat. Queralt; fr. Vaubrun y Mareches (< mare) = v. Arambelza yLoidi = it. Vallombrosa = al. Schwarzatal y esp. Barros; ár. Wadi�Asmad ‘río negro’ etc. De esta manera podemos establecer una primeracorrelación de tipo causal-genético, una vez determinados los princi-pios estructurales que muestran perfecta correspondencia entre ele-mentos pertenecientes a dos lenguas diferentes:

% lengua A: datos epigráficos - lengua B: datos toponomásticos> raíces onomásticas = raíces toponomásticas

Así pues, si halláramos un nombre de persona que se llama Queralby supiéramos que hay lugares que se llaman Queralb en los Pirineos,y conociéramos además el significado del catalán antiguo quer ‘peña,roca’ y alb ‘blanca’, no habrá la menor duda de que el nombre de per-sona y el de lugar coinciden plenamente en su valor semántico y refle-jan solamente una antiquísima consuetudo de los primeros pobladoresde una región, los cuales intentaban motivar con nomina appellativalos lugares más destacables de su alrededor con el propósito de poderorientarse. En este caso partimos de la suposición de que quer y Que-ralb pertenecen al mismo diasistema lingüístico (catalán pirenaico),pero como veremos más adelante hay motivos suficientes para consi-derar que en un pasado lejano una base /ker(e)/ sirvió para formar to-pónimos y antropónimos en lenguas que hoy son de substrato, pero que

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muestran la mismísima correlación funcional.1 Con estas premisas medirijo al punto fundamental de mi relación, es decir, cómo podemos al-canzar una seguridad mínima que nos permita establecer correlacionesentre estructuras morfológicas pertenecientes a dos lenguas muy dis-tintas y lejanas entre ellas.

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PALEOSARDO E IBÉRICO

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IIIMÉTODO ESTRUCTURAL. ITEM AND ARRANGEMENT

El método de deducción de estructuras constituyentes de una lenguaque presento rápidamente, es harto conocido y fue introducido por Char-les Hockett en 1954 bajo el nombre de Item and Arrangement (variacio-nes mínimas en Item and Process). Naturalmente la Morfologíamoderna,en todas sus variantes, ha perfeccionado la plataforma hockettiana, aun-que sin provocar alteraciones notables. A la base del método está la dis-tribución y la frecuencia de unidades mínimas llamadas morfemas. Unarápida ojeada al ibérico y al vasco nos permitirá ahorrar mucho tiempoy esfuerzo y sintetizará a la perfección lo que quiero subrayar.

Ibérico2

biur- iltir

iltir-bas

bas�-tartin

tartin-isker

isker-atin

atin-bels

bels-sosin

sosin-biur

Por consiguiente: biur, iltir, bás, tartin, isker, atin, bels, sosin, biur.

Vasco3

arrain < *e-da-ra-don-i ‘pez’ hidoi < *hur-don-i ‘charco, estanque’hibai < *hur-ban-i ‘río’hibar < *hur-bar ‘valle atravesado por río’; del mismo modo:

ze-zen ‘toro’gi-zen ‘grasa de la carne’ gi-bel ‘hígado’sa-bel ‘estómago’

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Como se puede observar fácilmente, la descripción morfológica delas dos lenguas se desprende automáticamente de la segmentación deestructuras complejas a través de una minuciosa selección de unidadesmínimas altamente frecuentes. Pues bien, la aplicación de tal métodoha puesto en evidencia una clara tipología estructural del paleosardoy ha permitido obtener un elevado número de morfemas constituyen-tes. He aquí una mínima ilustración.

Paleosardo4

otz-is-ai is-ai

lok-otz-ai otz-ei

is-or-oi or-ene

lok-ol-ai lok-ele

or-os-ei os-ala

ov-ol-ai ovi-ai

org-ós-olo org-ai

ov-ost-ol-ai ost-ele

org-ór-isti isti-ai, istil-ai

org-ost-orr-o, orr-ol-otz-o orri-ai

bid-istil-e/i bid-ui

Siguiendo esta misma pauta he logrado aislar los siguientes morfe-mas que se repiten, con extraordinaria frecuencia, en el corpus ibéricoy que con la salvedad de algunas particularidades fonéticas que se pue-den explicar fácilmente dentro de ambos sistemas lingüísticos repre-sentan a mi parecer elementos ibéricos en el substrato paleosardo:arki-, ars-, bar-, ili, kere, laku, ortu. La comparación que sigue quieremostrar las concordancias estructurales existentes y proponer una se-mántica válida para las estructuras ibéricas fundada en los datos to-ponomásticos, o sea en la detallada descripción de los referentes quehan dado lugar a las denominaciones, naturalmente sin llegar a con-clusiones apodícticas.

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PALEOSARDO E IBÉRICO

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IVPALEOSARDO E IBÉRICO

En los siguientes puntos de este párrafo daré a conocer, en primerlugar, las correspondencias formales entre las dos lenguas de subs-trato, apoyadas en algún caso por reglas fonéticas particulares, y ensegundo lugar el posible significado, central o marginal, que se puedeasignar a los morfemas ibéricos en base a los denotata toponomásticospaleosardos. El esquema deductivo es, sintéticamente, el siguiente:

FORMA SIGNIFICADO

Ibérico vs. Paleosardo Ibérico = Paleosardo Paleosardo Ibérico

Reconstrucción > Comparación > Deducción

1. arki

Se trata de un morfema bien identificaeo en el corpus iberico, conlas variantes arke- y arkis-5 (arkebor, arkisabar etc.). En Cerdeña, laforma usual en el Centro de la isla, donde se conserva más límpida-mente el substrato, es arki-, en el sur con la típica palatalización, arci-, así p. ej. en las minas de obsidiana del Monte Arci, que han servidodurante el Neolítico para abastecer a la costa provenzal y catalana conel precioso mineral negro (ark-énn-ere, ark-énn-ui, ark-il-ai, arci, arc-eli, arc-eri). En este caso, es menester confesarlo, no tenemos nada másque un indicio, o sea la indicación de lugares que muestran explotaciónde minerales preciosos para la organización social de aquel periodoprehistórico. Mi propuesta es que arki designe algo así como ‘mineralprecioso’, o una metonimia relacionada con ese valor inicial.

2. ars

El morfema ars6 está bien establecido en el corpus ibérico, y ha re-cibido también un significado bastante aceptable7, de ‘peña, roca, re-cinto amurallado’. Pues bien, en la Cerdeña prehistórica habría varioscompuestos con ars, que se han perdido con el tiempo o que han cam-biado su estructura a causa de desarrollos fonéticos particulares. Elmás interesante parece ser arse-kene, con -kene < *kere por simplecambio de consonantes homorgánicas (Gúspiri – Gúspini, Ússara – Ús-sara, Golo-anitzo – Golaritzé), que hoy es Arzachena, pero que durantetodo el periodo neolítico y calcolítico ha representado la típica culturade ‘círculos megalíticos’, o sea de bloques de piedra en círculos y es-

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tructuras similares.8 También arsé-mini, con un sufijo que en realidadpodría esconder una base paleovasca (*bini > mini), hoy Assémini, nosrestituye una ‘mitad’ (bini!) de territorio rellena de chozas primitivasen roca y estructura de futuro oppidum. En fin, el pueblo medieval deArsu-neli, en la provincia del Oristanese9, se revela particularmenteinteresante porque muestra el segmento nele, neli < mele < *bel ‘negro’y el morfema de unión (linking-interfix) -u- de turru-nele ‘fuente negra’(v. iturri) o de isti-u-nele ‘pozo negro’ (v. isti-l). Se trataba seguramente,como en el híbrido semíticomaqu-mele (maqom ‘asentamiento, centroprimitivo’), de un terreno de lava volcánica, y por eso de suelo basáltico,oscuro, con los bloques en piedra del mismo color. La hibridación conel elemento paleovasco confirma la llegada tardía y la mezcla de po-bladores ibéricos en la Cerdeña calcolítica y de la Edad de Bronce.

3. bar

Sobre la base bar10 ya expuse mis ideas en la reunión de Gandía delaño pasado, y además presenté en el Congreso Internacional ICOS deBarcelona (septiembre 2011) la hipótesis sobre bar-kino > Barkino, asíque remito a los dos trabajos para una descripción pormenorizada delos datos y de los resultados reunidos. Resumiendo, diremos que bar-en Cerdeña denota “regularmente” un ‘valle’, una ‘depresión’ en la quepasa un ‘torrente’ o ‘se deposita agua de montaña’. Bar-aci (-aci es qui-zás la marca de plural -ak) es una confluencia entre varios montes quecrea un valle múltiplo y profundo en Nurri. Bár-kuri (< *kor-i, v. gorri)es una depresión en Loceri, formada por una estratigrafía de peñasrojas en las que transcurren varios cursos de agua. Según mi hipótesis,Bar-kino presenta pues la base bar ‘depresión’ y el morfema -kino, quebien podría reflejar – como en tantísimas construcciones paralelas –una preposición que indicara la posición del asentamiento primitivorespecto del valle: algo así como ‘entre, al lado de’ etc. (y los restos dematerial neolítico descubiertos en la pendiente de Montjuic parecendar una confirmación a esta hipótesis).

4. kere

La base kere11 es seguramente una de las más seguras en la recons-trucción de equivalencias prehistóricas y semánticas. En este caso afor-tunado que ya he anticipado, tenemos la correspondencia múltiplesiguiente: dato epigráfico kere = dato toponomástico ibérico kere = datotoponomástico paleosardo kere. La toponimia pirenaica, como ya hedicho, perpetúa un lexema que lleva el significado de ‘roca, peña’, y quepuede favorecernos la decodificación de los topónimos de alta montaña

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catalana del tipo Quer-foradat, Quer-alb, Quer-alt, algunos convertidosen antropónimos. Y no iríamos muy lejos si consideráramos los Cer(e)-etani de la Cerdanya, o sea de la región que más topónimos con Quer-muestra, como ‘los habitantes de las peñas’. Naturalmente, si esta de-codificación, como yo creo, fuera satisfactoria, el antropónimos aqui-tano Cere-cotes reflejaría nada más ni nada menos un nombretautológico, ib. kere + lat. cotes. Pues bien, los topónimos paleosardoscon kere muestran unánimemente el significado de ‘roca, bloque demontaña granítica o basáltica, peña’. El caso más precioso es keré-mule(< -mele por disimilación), o sea ‘montaña negra (*bel)’, lo que resultavistosamente a quienquiera visitar la enorme montaña volcánica negradel lugar. El erriu ker-á de Tonara es precisamente un ‘torrente demontaña que atraviesa un recorrido rocoso’. También nini-keri deFonni es un costado de montaña elevado, que queda nevado variosmeses al año (y por ello la base *ninin > v. ihintz ‘hielo, escarcha’). Paramí no hay alguna duda que kere representa la variante ibérica del me-diterráneo *karra ( para algunos céltico) y del vasco *karr-i > harri.

5. kelti [keli]

Otra base que a mi parecer puede derivar sin grandes inconvenien-tes del aporte ibérico a la cultura y a la lengua paleosarda en el últimoperiodo de existencia – digamos durante el primer milenio a.C. – eskili, que procederá de un [keli] < <kelti>.12 Antes de intentar su desci-framiento, es oportuno eliminar la reserva gráfica, que como en el casode <ilti> reflejará un grupo <lt> pronunciado en época tardía como [l].La semántica de kili se puede obtener razonablemente del análisis devarios compuestos toponímicos en los que tenemos otras raíces ya des-cifradas. Así pues, kili-melis en Nuoro, con mel(is) < *bel ‘negro’, unprofundo declive entre Nuoro y Lollove, protegido del sol hasta muytarde, por donde pasa un torrente. Más trasparente aún kili-kere, uncostado de roca granítica (kere!) en Orune atravesado por el rivus Du-kori que lleva a Larana-Marreri. Kili-vani (< -*fani) es una localidad(y un pueblo) atravesada por el río Mannu, que por su caudal es el se-gundo más grande de Cerdeña. Dos torrentes de Tonara llevan igual-mente la raíz kili: kil-itz-ó (con itz ‘escarcha, hielo, lugar helado’) ykil-is-ari (con *is, como is-ari, is-ale, is-ai, base hidronímica). A mi pa-recer es perfectamente probable que kili sea el heterosinónimo de lat.rivus, y que kili-melis corresponda al rivu nigheddu ‘rivus nigellus’ yal híbrido ri(s)u-mele que se hallan en las cercanías del primero. Sería,en fin, extraordinario, pero razonable pensar que el kelti-belesibéricocorrespondiera al kili-melis paleosardo, ambos designando un antro-pónimo basado en un compuesto toponímico, Río Negro, o mejor aún

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E. BLASCO

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Riotinto, que es como saben también un apellido. La metafonía dekel(t)-i ha provocado el cierre de la e tónica, así como sucede en algunoscasos con ker-i > kiri (kiri-n-deu, de nuevo una ‘roca gigante’ cerca deLoceri). Como ven, semántica cognitiva y lingüística histórica pro-ducen resultados aceptables en el desciframiento de restos paleohis-tóricos.

6. ili

La base ili es, quizás, una de las más notables y llamativas por loque se refiere a la presencia de iberos en Cerdeña durante el Calcolíticoy la Edad de Bronce. También me he referido a esta base en un trabajoreciente, así que me limitaré a pocos detalles.13 Pomponio Mela (II, 7,123) nos recuerda que: in ea insula [Sardinia] populorum antiquissimiIlienses, dándonos a entender que las tribus que se rebelaban a los Ro-manos en las montañas inaccesibles del Gennargentu se hallaban enla isla ab illo tempore. La misma raíz ili se encuentra además en variostopónimos (Ili-ai, Ili-é etc.), mostrando cuánto era de productiva. Elproblema principal que afecta a esta correspondencia, concierne a laequivalencia gráfico-fonética entre el grupo <lt> del ibérico y la pro-nunciación [l] del paleosardo y, como saben, también de las correspon-dencias latinas del ibérico (iltir ta = ilerda etc.). De Hoz, en variostrabajos14, piensa que se trate de una grafía compleja («un grupo for-mado por la única lateral que poseería esa lengua seguida de oclu-siva»), pero no hay que descartar la posibilidad de que el grupo <lt>reflejara una grafía etimológica, ya no más funcional en tiempos de do-cumentación más avanzada, o incluso un cluster simbólico para unalíquida que no era apico-dental. En este sentido haré mención tambiénde la sorprendente equivalencia existente entre el ibérico Bilbilis y elpueblo paleosardo Ibilis, que aparece en la documentación antiguacomo un núcleo de población septentrional, y eso a pesar de las dife-rencias de detalle ([b]-inicial puede haberse caído; curioso que vasc.bipil < *bil-bil, signifique ‘pelado’, o sea ‘terreno sin árboles y árido’, loque va bien para ambos referentes).

7. laku

Otro morfema muy productivo en paleosardo es laku(n), correspon-diente a ib. lakun, lako, laku15. La zona en la que aparece este morfemaen la toponimia se halla regularmente en alturas, donde suele repre-sentar secciones de montaña, en las cumbres o en las partes altas decolinas y denotata similares: Láconi < lakon, lakon-ei (Tonara), lakon-itz-i (con itz). En resumen, el valor concreto del morfema no está claro,

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PALEOSARDO E IBÉRICO

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pero creo que la convergencia de datos resulta significativa y permiteapuntar a un valor oronímico lato sensu.

8. ortin

Una base que ya he tratado en esta reunión y en varias ocasioneses ib. orti(n) y variantes.16 En Cerdeña, la base ortu- (con una -u- quepodría ser secundaria, como en turr-u-nele < turri-nele o gutur-u-nele< lat. guttur), designa regularmente lugares y localidades situadas enel fondo de profundos valles o en cuencas: así, Ortu-eri o Ortulé (Urzu-lei). De nuevo parece que la toponimia y la dialectología pirenaica nosayudan: en un trabajo poco conocido17 varios estudiosos catalanes hanobservado que en los valles de Pallars, Conflent y Cerdanya varios ‘ba-rrancos’ y ‘desfiladeros’, así como ‘valles profundos’, llevan el morfemaort-: Ortó, Ortoves, Ortós. No creo pues que sea muy atrevido defenderla opinión de que ort- en ibérico y paleosardo pueda corresponder a unsignificado similar, y que de nuevo un antropónimo ibérico, Ordumeles< ortin-beles muestre plena correspondencia con los numerosos topó-nimos del tipo ortu-mele (y con m-protética < lat. mons: m-ortu-mele)que se hallan en Cerdeña, tal como los nombres vasc. Arambelz, fr.Vaubrun o al. Schwarzatal significan igualmente ‘valle negro (oscuro)

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VCONCLUSIONES

Las conclusiones de esta breve contribución se sacan muy rápida-mente. La comparación entre lenguas de substrato, o sea mal conocidasen su forma y en la semántica subyacente, entraña siempre el peligrode valerse de meras homonimias. He querido insistir desde el primerpunto en que la reconstrucción del paleosardo se ha logrado a travésde un método moderno de análisis estructural, lo que ha permitido des-cubrir su carácter aglutinante. La comparación con el ibérico se ha ba-sado pues en dos principios: equivalencia formal, con explicación deposibles alomorfismos, y acercamiento al posible significado, central omarginal, de los morfemas confrontados mediante la inspección meti-culosa de los denotata paleosardos. En algunos pocos casos ha sido po-sible hallar confirmación a los supuestos valores arrojados por losreferentes paleosardos en idénticas bases pirenaicas – o sea en terri-torio ibérico hasta prueba contraria – que muestran significados man-tenidos en el léxico común o recuperables igualmente mediante losdenotata.

El ibérico que se descubre así en compuestos paleosardos representauna incrustación tardía en la estructura principal del substrato, que –a mi parecer, y no sólo mío – es paleovasca o paleoeusquérica. De estemodo logramos aislar varias composiciones híbridas, con nuevos ele-mentos que se unen a elementos autóctonos de origen remota, dandocomo resultado final esquemas inéditos en una isla que atrajo durantesiglos flujos de colonización.

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VIBIBLIOGRAFIA

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VIRDIS, MAURIZIO (a c. di, 2002): Il Condaghe di Santa Maria di Bonarcado, Ca-gliari, Cuec/Centro di Studi Filologici Sardi.

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VIINOTAS

1 Blasco Ferrer (2010) para estas premisas. 2 Untermann (1990, I) para las bases3 Véase el último trabajo de Lakarra (2011) para estos morfemas. 4 Blasco Ferrer (2011a) para más ejemplos comentados. 5 Untermann (1990, I: 211, § 7.14); Moncunill (2011: 48). 6 Untermann (1990, I: 211, § 7.15). 7 Rodríguez Ramos (2002). 8 Lilliu (1988). 9 Mencionado en el Condaghe di Santa Maria di Bonarcado (ed. Virdis, 2002, c. 108). 10 Untermann (1990, I: § 7.137). 11 Untermann (1990, I: 226). 12 Untermann (1990, I: 260). 13 Blasco Ferrer (2011b) 14 De Hoz (resumen actualizado en 2010 I: 466-7). 15 Untermann (1990, I: 228), Moncunill (2011: 96). 16 Untermann (1990, I: 129); Moncunill (2011: 105). 17 Planas Batlle (2008).

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XAVERIO BALLESTER UNIVERSIDAD DE VALENCIA

GRAFITO IBÉRICO SOBRE CERÁMICA DE VARA DE REY (CUENCA)

Resumen: Presentamos aquí un nuevo texto escrito en hemialfa-beto ibérico sobre soporte cerámico encontrado en Vara de Rey(Cuenca). La inscripción cuenta sólo dos caracteres.

Palabras clave: Epigrafía, lengua ibérica, arqueología.

Abstract: In this paper we present a new text written in the Iber-ian hemialphabet on a ceramic fragment that was found in Vara delRey (Cuenca). The inscription has only two letters.

Key–Words: Epigraphy, Iberian language, Archaeology.

Por generosa gentileza del Excm. Sr. Anticuario de la Real Academiade la Historia, el Prof. Dr. Martín ALMAGRO–GORBEA, a quien agrade-cemos su deferencia, tuvimos conocimiento y acceso al fragmento ce-rámico inscrito que aquí someramente presentamos. La pieza,básicamente cuadrangular y que ocupa una superficie de unos 40 o 50centímetros con 10 centímetros de altura máxima y unos 10,5 centí-metros por su parte más ancha, fue encontrada, según informacionessuficientemente fidedignas, en Vara de Rey, al sur de la provincia deCuenca. El objeto presenta restos de huellas en la cara interior. En laparte externa aparecen dos signos inscritos en hemialfabeto ibérico,signos de gran módulo y sin daños superficiales que afecten severa-memte a su trazo, de suerte que aquellos resultan perfectamente legi-bles, aunque, como veremos, no tan inequívocamente interpretables.El primero de ellos se halla cerca de la fractura de la pieza por lo queno puede taxativamente excluirse que fuera precedido por otros ni tam-poco lo contrario: que no lo fuera y, por tanto, la inscripción contara

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únicamente con los dos signos conservados, en cuyo caso, esta apenaspodría contener cosa que una abreviatura o una marca, dado el gené-rico carácter aglutinante de la lengua ibérica y, por tanto, su naturaltendencia al polisilabismo.

La orientación de la lectura de la pieza se deja identificar con cer-teza gracias sobre todo al primer signo, el regular grafema ibérico <i>para /i/, de dirección claramente dextrorsa. Esta orientación nos llevaría de modo natural a la modalidad levantina o nordoriental de la es-critura ibérica, en cuyo marco el siguiente signo difícilmente podría re-

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VARA DEL REY

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presentar otra cosa que una rara variante de la nasal <N> o <M>, deproblemático valor y de variada transliteración según los autores y quenosotros habitualmente transliteramos como <Ñ>. En tal caso, la lec-tura resultante sería ]IÑ.

El problema estriba, pues, en saber si se trata o no de una singularvariante gráfica o alógrafo del grafema mucho más frecuentemente re-gistrado como <N> o <M>. En una fusayola (C.4.2; referencias segúnUntermann 1990) de Palamós (Gerona) aparece este mismo grafo almenos una vez: en la conocida secuencia ARÑI. También un plomo(F.17.2) de Los Villares en Caudete de las Fuentes (Valencia) presentauna forma bien parecida en INEÑUCi: hasta recta y otro trazo emer-giendo de la mitad de dicha hasta y hacia la derecha pero esta vez enlínea recta: <–>. Grafía prácticamente idéntica a esta última encon-traríamos asimismo en el extraño SENÑRUM de un plomo (F.7.1) de ElSolaig, en Bechí (Castellón). Ahora bien, nisi fallimur, una secuencia—siempre, insistamos, que se entienda que había más letras antes dela fractura de la pieza— como –IÑ, no resulta por cuanto sabemos, re-conocible como sufijo o final en los textos ibéricos.

En cambio, una secuencia final en –IU es más común en ibérico. AsíORDUÑA (2005: 83) recoge –IU junto con –U como sufijo nominal ibéricoaduciendo, entre otros, testimonios cuales ATiLEBeIU (F.9.5), ATuNIU,ECaRIU, GoSŠOIU y TaRBeRONIU (los cuatro en F.6.1) y un grecoibéricoOIKIDIU (G.1.8). La grafía en cuestión está bien testimoniada como gra-fema representativo de /u/ o fona muy similar en la escritura ibéricameridional o sudoriental, si bien habría que considerarla más bien unalógrafo redondeado <¬>, aunque relativamente común, de la varianterectangular <U>, que es mucho más frecuente. De modo que el únicoinconveniente de la propuesta radicaría en la necesidad de aceptar queestamos ante una orientación dextrorsa de la escritura meridional,algo que para nada podemos considerar excepcional y máxime en unterritorio tan septentrional para la zona de escritura ibérica meridio-nal como el de procedencia de esta pieza, pues en contigüidad inme-diata con la regular escripción dextrorsa practicada en las escriturasibérica levantina y celtibérica. Recuerda, de hecho, FERRER (2010: 71n4) que «Més d’una tercera part dels textos sud–orientals están escritsd’esquerra a dreta».

Así las cosas, optamos provisionalmente por proponer una lectura:

]IU

en escritura dextrorsa meridional.

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X. BALLESTER

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BIBLIOGRAFÍA

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J. FERRER I JANÉ

LOS PROBLEMAS DE LA HIPÓTESIS DE LA LEN-GUA IBÉRICA COMO LENGUA VEHICULAR

IINTRODUCCIÓN

La iniciativa de realizar este trabajo surge tras la lectura de unartículo de Joseba Lakarra (2010) dedicado a rebatir la hipótesis querelaciona el posible sistema de numerales ibérico con el sistema de nu-merales vasco (Orduña 2005; Ferrer i Jané 2009). Lakarra no entra envalorar los argumentos procedentes del análisis interno de los textosibéricos y argumenta sus objeciones únicamente en el campo de lalingüística histórica vasca. No obstante, Lakarra usa la hipótesis deJavier de Hoz sobre la consideración del ibérico como lengua vernáculasólo de la Contestania y territorios vecinos, y por lo tanto como lenguavehicular en el territorio ibérico del noroeste peninsular (NE) (de Hoz1993a, 648-651), para argumentar que vasco e ibérico no deberíanhaber sido lenguas con frontera compartida, lo que dificultaría las rela-ciones entre ellas, especialmente, según su criterio, los préstamos. Eseste uso, que plantea la hipótesis de de Hoz como si fuera un hechodemostrado o aceptado unánimemente, lo que me motiva a escribir unartículo que consolide todas las críticas realizadas a esta hipótesis, con-traste las críticas contra los datos y mida de alguna forma su grado deaceptación.

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IILOS NUMERALES IBÉRICOS

Antes, recordar que la hipótesis que identifica como numerales unconjunto de elementos ibéricos y los relaciona con los numerales vascosla propuso Eduardo Orduña (2005) en el coloquio de Barcelona y estábasada tanto en argumentos contextuales y combinatorios internos ala lengua ibérica, como en la semejanza formal entre los supuestos nu-merales ibéricos con los numerales vascos. En este trabajo Orduñaatribuye las semejanzas detectadas al préstamo del ibérico al vasco.

En el coloquio de Lisboa (Ferrer i Jané 2009) dediqué mi ponenciaa defender la plausibilidad de la consideración como numerales de loselementos identificados por Orduña desde el punto de vista del análisisinterno de los textos ibéricos, aunque maticé algunos aspectos de lahipótesis original y añadí nuevos argumentos contextuales y combina-torios, siendo especialmente relevantes los argumentos procedentes delas marcas de valor léxicas de las monedas ibéricas (Ferrer i Jané-Giral 2007; Ferrer i Jané 2007; 2010). Sin entrar a fondo en la cuestióndel origen de las semejanzas, expresé mis preferencias hacia el par-entesco, por considerar el préstamo de todo el sistema de numeralesun hecho poco frecuente.

El propio Javier de Hoz (2011a, 196) considera plausibles los argu-mentos internos, a los que incluso añade algún dato adicional favor-able, y da por demostradas las equivalencias deducibles a partir de lasmarcas de valor de las monedas ibéricas de ban para el concepto deunidad y de erder para el concepto de mitad. No obstante, rechaza larelación entre los numerales ibéricos y los vascos puesto que considerade ser cierta, comportaría aceptar un parentesco próximo entre vascoibérico, circunstancia que de ser cierta debería permitir hallar otrossubsistemas igualmente claros, pero que nadie ha hallado.

La réplica a Lakarra desde el punto de vista lingüístico ya la ha re-alizado Orduña (2011) que argumenta que las formas documentadasen ibérico son compatibles con la reconstrucción del vasco que haceMichelena, de cronología compatible con la de las inscripciones ibéri-cas, mientras que la reconstrucción de Lakarra tiene una cronologíavaga anterior y un menor grado de seguridad que la reconstrucción deMichelena y que por tanto las incompatibilidades detectadas no lasconsidera significativas. En este trabajo Orduña atribuye las semejan-zas detectadas al parentesco. Aunque Orduña (2011, 126) rechaza ex-plícitamente el uso que hace Lakarra de la hipótesis de de Hoz sobre

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el ibérico como lengua vehicular, no entra a valorarla en detalle. Sirvapues este trabajo como mi parte de réplica a Lakarra complementandoa la ya realizada por Orduña.

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LENGUA VEHICULAR

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IIIFORMULACIÓN DE LA HIPÓTESIS

El origen de la hipótesis de la lengua ibérica como lengua vehicularse encuentra en la necesidad de explicar la aparente incoherencia quese plantea cuando en una zona extensa y con un sustrato arqueológicoheterogéneo, como es el área donde se desarrolla la cultura ibérica,sólo se documenta en época ibérica una sola lengua (de Hoz 1993a, 648-651; 2009, 2011a, 336; 2011b).

Para resolver la aparente incoherencia, de Hoz plantea la hipótesisde que en realidad en este territorio convivirían varias lenguas, perosólo la lengua ibérica se habría representado por escrito por el prestigioobtenido al ser la lengua de las relaciones comerciales y de las rela-ciones interétnicas.

El argumento principal que le permite plantear la diversidadlingüística en el territorio ibérico es la identificación de gran cantidadde antropónimos no ibéricos en textos ibéricos de las zonas donde elibérico no sería la lengua vernácula, antropónimos que estarían iden-tificando a los indígenas no ibéricos de estas zonas (de Hoz 1993, 544y 655; 2011b, 47; 2011a, 171 y ss, 336 y ss., 721, Mapa 1.8).

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Fig. 1.- Distribución de las inscripciones ibéricas.

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Para determinar la zona donde el ibérico sería lengua vernácula, deHoz se basa en las zonas donde él considera que se habrían originadolas diferentes escrituras ibéricas, considerando que el hecho de crearuna escritura para representar la lengua ibérica es un indicio signi-ficativo que en la zona la lengua ibérica era lengua vernácula. Así pues,sitúa la frontera en el río Mijares y considera que la lengua ibérica sólosería lengua vernácula de los contestanos y probablemente de los ede-tanos, bastetanos y oretanos, dado que el alfabeto grecoibérico es ex-clusivo de la Contestania, que considera probable que la escrituraibérica suroriental fuera creada en la Alta Andalucía y que la escrituraibérica nororiental probablemente fuera creada en la propia Contes-tania o bien a la Edetania.

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IVARGUMENTOS EN CONTRA

Desde que fue formulada, esta hipótesis es mencionada muy fre-cuentemente como alternativa a la hipótesis tradicional, pero sin casininguna aceptación explícita, aparte de la de reciente de Lakarra(2010, 193) ya mencionada. En cambio, los especialistas en las mate-rias más directamente relacionadas con la hipótesis han realizado unagran cantidad de críticas que he estructurado en siete grandes grupos.

A. No se justifica de forma suficiente la existencia de las lenguasque sustituirían al ibérico como lengua vernácula de Cataluña yAragón (Núñez 2002, 113; Velaza 2006, 279). Los antropónimossupuestamente no ibéricos de Cataluña y Aragón en su mayorparte podrían ser ibéricos (Faria 1993, 155; Ferrer 2005, 970,nota 67; Velaza 2006, 279; Moncunill 2007, 38, e.p.) y en cual-quier caso su número no es estadísticamente significativo (Ferrer2005, 970, nota 67; Velaza 2006, 279; Moncunill 2007, 38).

B. El área donde supuestamente el ibérico sólo sería lengua vehi-cular, se documenta antroponimia ibérica en mucha abundancia(Villar 2005, 514; Untermann 2003, 15; Vidal 2009, 722; Moncu-nill e.p.)

C. El área donde supuestamente el ibérico sólo sería lengua vehi-cular, se documenta toponimia ibérica en mucha abundancia (Ro-dríguez Ramos 2001, 28; Untermann 2003, 15; Vidal 2009, 714).

D. El uso de la lengua ibérica en el ámbito privado está muy biendocumentado en el NE, donde supuestamente sólo, o principal-mente, sería una lengua vinculada a las actividades comerciales(Velaza 2006, 279; Ruiz 2006, 172; Moncunill e.p.).

E. La identificación del sistema dual de forma coherente en las ins-cripciones más antiguas del NE avala que el origen de la escri-tura ibérica nororiental fuera el NE (Ferrer 2005, 970, nota 67;Velaza 2006, 279; Moncunill 2007,38; 2004, 29; Jordán e.p) y quepor tanto la lengua ibérica fuera allí vernácula.

F. La premisa sobre la que se fundamenta la teoría del ibérico comolengua vehicular es errónea. Para muchos investigadores, la cul-tura material y la lengua no tienen porqué estar necesariamentecorrelacionadas (Sanmartí 2009, 16).

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G. F. Identificar sólo como verdaderos íberos a los contestanos o depensar que los iberos hablaban lenguas diversas no tiene ningúntipo de apoyo en las fuentes antiguas (Gómez Fraile 1999, 173).

Otros autores con posturas críticas o alternativas: Gorrochategui(1995, 191) señala la dificultad de probar la hipótesis de forma feha-ciente para todos los territorios, en particular para Catalunya, y el pro-blema que representan las inscripciones rupestres de la Cerdanya queno encajan como textos comerciales. Panosa (1999, 98; 30) destaca lacontradicción del supuesto origen contestano de la escritura nororien-tal con la realidad epigráfica, puesto que los testimonios más antiguosproceden de Catalunya ya en el s. V aC. Beltrán (2011, 25 nota 29) noconsidera que el ibérico se usase como a lengua de comunicación gene-ral fuera de su área cultural. Sanmartí (2004, 28; 2009, 16) no ve his-tóricamente coherente el rol comercial de los iberos del sur y susupuesta alianza comercial con los griegos. Aranegui (2012, 426) con-sidera que el alfabeto grecoibérico fue un fenómeno que tuvo poca tras-cendencia en el tiempo y en el espacio ibéricos como para serconsiderado el motor de su alfabetización.

Respecto de los principales argumentos, en algunos casos me limi-taré a repetir básicamente los argumentos ya expresados por otros in-vestigadores (argumentos F y G) y sólo entraré a fondo en las quepueden ser contrastadas contra el corpus ibérico (argumentos A-E), es-pecialmente a la abundancia de supuestos antropónimos noibéricos (argumento A) en las zonas C y D, actual Cataluña.

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VLOS ANTROPÓNIMOS NO IBÉRICOS (A)

De Hoz pretende justificar la existencia de lenguas no ibéricas enlas zonas donde el ibérico sería lengua vehicular, identificando en estazona antropónimos que a su juicio no muestran ningún indicio de ibe-ricidad. El problema radica en que no se establece ningún criterio ob-jetivo positivo que permita evaluar la ibericidad de estos antropónimos,como por ejemplo sería una relación de formantes antroponímicos no-ibéricos de la nueva capa antroponímica. La propuesta de esta hipóte-sis para identificar a los antropónimos no ibéricos es completamentenegativa, en la práctica, cualquier texto susceptible de ser interpretadocomo antropónimo, casi siempre en esgrafiados breves sobre cerámica,y que no sea con toda seguridad un antropónimo ibérico pasa a formarparte de la nueva capa antroponímica.

Aunque de Hoz no ha publicado una relación completa y estruc-turada de este corpus, las relaciones parciales (de Hoz 19931, 544 y 655[11 ej.]; 20052, 79 [24 ej.]; 2011b3, 37 y 47 [45 ej.]; 2011a4, 171-173, 336-337 y 721 [36 ej.]) permiten construir esta lista. Si sumamos todos losantropónimos que en alguno de estos trabajos ha sido consideradocomo no ibérico en las zonas C y D resulta en la identificación de 74antropónimos: 32 inscripciones de Ullastret y 42 de otros yacimientoscatalanes.

Ullastret: altigem (C.2.9), bartoin (C.2.12), keltaio (C.2.13), kosi (C.2.14), otami (C.2.15), osato (C.2.16), ]tatarba (C.2.18), tartolo(C.2.19), tibarsar (C.2.21), beteskongilika[ (C.2.22), bikibelsesko[(C.2.23), gelbada (C.2.24), laisbe (C.2.25), laka+[ (C.2.26), dales /a+to / ta (C.2.28), ]aetar (C.2.30), ]+aoisu (C.2.31), ]+barkaaur+i[(C.2.32), ]beteikon[ (C.2.33), ]+borui (C.2.35), ]laurta+[ (C.2.36), ]rbabia++[ / ti (C.2.39), ]r dobes (C.2.40), ]+tidor[ (C.2.41), ]duin[(C.2.42), taba (C.2.43), biu (C.2.44), bes (C.2.46), ko / i (C.2.50), an-gidir esko+[ (C.2.53), ]obas (C.2.54), ba / ka (C.2.55). En la mayorparte de este grupo de Hoz (2011b, 47) no indica explícitamente el an-tropónimo, sino sólo la referencia MLH, aunque se trata de textos bre-ves, por lo que reproduzco la lectura MLH, corrigiendo sólo las lecturasbo por ta.

Por lo que respecta al resto de yacimientos de las zonas C y D, ade-más de los indicados explícitamente en sus distintos trabajos, tambiénaparecen señalados en los mapas (de Hoz 2011b, 37; 2011a, 721) losyacimientos C11 (Can Fatjó, Rubí), C31 (Sant Boi de Llobregat), D2

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(La Roca, Sant Hipòlit de Voltregà) y D11 (El Gebut, Soses), que debe-rían representar a los antropónimos de las inscripciones C.11.2, C.11.5,C.11.11, C.31.1, C.31.6, C.31.7, D.2.1 y D.11.1 que he añadido a la re-lación anterior, aunque en C.11.11, C.31.7, D.2.1 y D.11.1, inscripcionesque por su longitud superan a la habitual de un antropónimo, no quedaclaro cuál sería el antropónimo. Si no se trata de una errata, C.11.11aparece también entre los antropónimos ibéricos (de Hoz 2011b, 49).

Resto: kans+ (C.1.25), birkuti (C.1.29), kiba o baki (C.6.10), ki+rtun (C.7.4), lise+kaese (C.7.7), balan (C.7.12*)?, lur tia (C.7.13*),bantor (C.7.16*), tikaio+ (C.8.1), karankato (C.8.8*), uatim�a(C.9.3*), lakene (C.11.2), kai (C.11.5), ]kebaketakebar (C.11.11)eukin (C.14.1*), koti/bair (C.18.1)?, tosoe+rki+teiar (C.18.2)?, karain (C.18.3)?, enubili (C.18.8)?, letaon (C.18.9), sass/er abar(C.18.13*), artokoto[ (C.19.3), taltiu (C.20.1), kiba (C.26.3), ]lkoti(C.29.2*), katon (C.30.1*), iko (C.31.1*), laku (C.31.6*), sker lako-nar ankokolo[ (C.31.7*), alauke (C.34.5*), lur tia (C.51.2*), kato(C.53.1*), sor ike/tikobe/ke+n/n++ku (D.2.1), ]anako (D.4.2), lukao lua (D.5.2), ]sake (D.5.4), ]+baka (D.5.5), sbasa (D.5.11*)?, Bltil-balalkanketia (D.9.2), neitinke (D.15.1*), subake (D.15.1*), kie-kiutaskaber· (D.11.3).

Aunque debe tenerse en cuenta que en el último trabajo publicadosobre el tema en la Casa de Velázquez (de Hoz 2011b, 47) sólo figuranclaramente 45 (nota 6), puesto que 7 de los previamente identificados(C.1.29*, C.6.10; C.11.2, C.11.5; D.4.2, D.5.4 y D.5.5) se indica que sondudosos o inutilizables y no se mencionan otros 15, dos de los proce-dentes de Burriach (C.7.13*, C.7.16*) y el resto (C.9.3, C.14.1, C.19.3,C.20.1, C.26.3, C.29.1, C.30.1, C.34.5, C.51.2, C.53.1 y D.9.2) probable-mente por no proceder de los yacimientos a los que circunscribe elanálisis en este trabajo en el que se concentra en yacimientos con 10 omás inscripciones.

A continuación revisaré de forma crítica una gran parte de losantropónimos supuestamente no ibéricos que de Hoz considera haberidentificado, especialmente en las zonas C y D. El análisis crítico de larelación se centrará en dos aspectos, por una parte en la relación seidentifican como no ibéricos muchos antropónimos que contradiciendoal propio planteamiento inicial presentan indicios de ibericidad. Y porotra parte, en la relación se aprecia una alta frecuencia de inscrip-ciones conflictivas, ya sea por su brevedad, pobre documentación, malaconservación, dificultad de lectura, fragmentación o por su dudosa au-tenticidad.

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VILOS ANTROPÓNIMOS NO IBÉRICOS CON INDICIOS DE IBERICIDAD (A)

En primer lugar hay que tener presente que la consideración de undeterminado elemento de una inscripción como antropónimo varía con-siderablemente entre investigadores y que por lo tanto no es posible haceruna relación de antropónimos o formantes antroponímicos ibéricos ce-rrada. Las dos listas que más se le aproximan son la relación de Unter-mann en MLH III (1990) que contiene unos 475 antropónimos,estructurados en 136 formantes y la de Rodríguez Ramos (2002) que con-tiene unos 600 antropónimos estructurados en 160 formantes. Las dife-rencias en los números se explican tanto por los 12 años transcurridosentre ambos índices, como por las diferencias de criterio entre investiga-dores. Otro investigador que ha dedicado gran parte de su obra al estudiode la antroponimia ibérica es Faria (2011), aunque no ha publicado uníndice estructurado. También en un ámbito geográficamente más limi-tado, Moncunill (2010) ha publicado una recopilación de nombres perso-nales ibéricos de Cataluña con unas 350 entradas.

Salvo error u omisión, 41 de los 74 supuestos antropónimos no ibé-ricos de la relación de de Hoz son considerados ibéricos por al menosuno de ellos: biurti (C.1.29*), agitigem (C.2.9), bardoin (C.2.12), kel-taio (C.2.13), ]tatarba (C.2.18), tartolo (C.2.19), tibasbir (C.2.21),beteskon (C.2.22), bikibels (C.2.23), laisbe[ (C.2.25), laka+[ (C.2.26),]letar (C.2.30), barkabiur (C.2.32), beteikon (C.2.33), ]tar (C.2.35),laurta+[ (C.2.36),]obes(C.2.54), ]rdobes(C.2.40), ]duin[ (C.2.42), biu(C.2.44), angidir (C.2.53), ser tun (C.7.4), balan (C.7.12*), biur tir(C.7.13*), bantor (C.7.16), akanos (C.8.1), karkankato (C.8.8*),laken (C.11.2), eukin (C.14.1*), artokoto[ (C.19.3), ]lkoti (C.29.2*),katon (C.30.1*), iko (C.31.1*), laku (C.31.6*), ar anko(kolo[)(C.31.7*), kato (C.53.1*), sorike (D.2.1), ]anako (D.4.2), ]sake (D.5.4),neitinke y s ubake (D.15.1*). Untermann, 12 casos (C.2.9, C.2.19,C.2.21, C.2.22, C.2.23, C.2.35, C.2.36, C.2.40, C.2.44, C.2.53, C.11.2,D.2.1), Rodríguez Ramos, 19 casos (C.2.9, C.2.19, C.2.22, C.2.23,C.2.25, C.2.30, C.2.35, C.2.36, C.7.4, C.7.12*?, C.7.13*, C.7.16*, C.8.8*,C.11.2, C.30.1*, C.31.6*, C.53.1*, D.2.1, D.15.1*), Faria, 13 casos(C.2.12, C.2.18, C.2.21, C.2.22, C.2.23, C.2.30, C.2.36, C.2.40, C.2.53,C.2.54, C.14.1*, C.31.7*(1), D.2.1), Moncunill, 36 casos (C.1.29*, C.2.9,C.2.12, C.2.13, C.2.19, C.2.21, C.2.22, C.2.23, C.2.25, C.2.26, C.2.30,C.2.32, C.2.33, C.2.35, C.2.36, C.2.40, C.2.42, C.2.44, C.2.53, C.2.54,C.7.4, C.7.16*, C.8.1, C.8.8*, C.11.2, C.19.3, C.29.2*, C.30.1*, C.31.1*,C.31.6*, C.53.1*, D.2.1, D.4.2, D.5.4, D.15.1(2)).

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En este grupo, la ibericidad puede considerarse probable en aquellosantropónimos donde aparecen uno o varios de los formantes ibéricosmejor conocidos (23 casos) y se analizan con más detalle a continua-ción. En los otros casos la fragmentación, las dudas de lectura o de seg-mentación, así como la presencia de formantes menos conocidos,aconseja calificar la ibericidad meramente como posible (18 casos).

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Fig. 2.- Algunos antropónimos supuestamente no ibéricos con indicios de ibericidad. Deizquierda a derecha y de arriba a abajo: C.2.23, C.2.9, C.2.19, C.7.16*, C.2.44, C.2.32, C. 2.36,

C.2.30, C.2.35, C.2.33, C.2.22, C.2.53, C.53.1* y C.7.13*.

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En algunos casos lo que sucede es que la lectura inicial de la inscrip-ción puede ser corregida, de forma que un texto aparentemente opacopasa a ser un claro antropónimo ibérico.

El supuesto antropónimo lurtia (Sanmartí 1978, p. 677, nº 23; Ve-laza 1991, nº 406; Panosa 1993, 6.1; 1999, 278, 18b.2; C.7.13*) se en-cuentra un plato entero de cerámica de barniz negro de Rosasprocedente de Can Rodon (Cabrera de Mar), pero no de las excava-ciones de Barberà (1969-1970) de la tumba IV (Panosa 1993, 6.1), sinode tierras removidas en 1975 (Viñals 1996, 204) que por error se haduplicado en una inscripción fantasma idéntica supuestamente repor-tada en Roses (Panosa 1999, 263, 7.2), imagino que por confusión conel lugar de procedencia de la cerámica, error que ya reporta RodríguezRamos (2000, 55). No obstante, de Hoz (2005, 79; 2011a, 336) recoge laexistencia de la inscripción fantasma y usa ambas inscripciones comoparadigma de la antroponimia no ibérica catalana, probablemente con-fiado de su presencia en dos inscripciones de yacimientos alejados, re-marcando que su aspecto es el de un antropónimo femeninoindoeuropeo en -ia. Pero el error también afecta a la lectura, dado queel primer signo no es un l1 sino que es un signo bi. Cambio ya sugeridopor Barberà a los localizadores de la pieza (Viñals 1996, 204) y que re-cupera Rodríguez Ramos (2000, 46; 2002, p. 260; 2004, 119; 2005, 118).Yo mismo he confirmado la lectura bi del primer signo a partir de fo-tografías recientes y he propuesto (Ferrer i Jané et al. 2011, 33) inter-pretar el último signo no como un a3 sino como r6. Con el cambio delectura resta clara la ibericidad, no sólo del antropónimo sino proba-blemente de la lengua usada, dado que probablemente el antropónimosea estrictamente biur ti, formado por el conocido formante antro-ponímico biur (Untermann 1990, p. 219 n º 43) y el elemento ti(Faria 2007b, p. 172), mientras que la r final podría ser el bien conocidomorfo ibérico r que también aparece como (a)r (MLH III, p. 158).

Curiosamente, otro de los supuestos antropónimos no ibéricos de larelación de de Hoz es otra cerámica de barniz negro procedente de deSant Martí d’Empúries (Velaza 2004, p. 327 y fig. 5; C.53.1*) quelee birkuti, aunque ya Velaza en Palaeohispanica y Luján en HispaniaEpigraphica 12 (p. 55) recogen la alternativa de lectura biurti, a miparecer la correcta, y que coincidiría con el antropónimo de CanRodon. Con el matiz de que si bien esta utiliza probablemente el sis-tema dual, por la presencia de la variante compleja de ti, la de CanRodon, presenta aparentemente la variante simple.

También se debe corregir la lectura de un esgrafiado sobre cerámica

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J. FERRER

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de barniz negro (C.7.4) procedente de Burriach (Cabrera de Mar) delectura MLH ki+rtun, pero cuya lectura correcta es sertun (Velaza1991, 114) y que por tanto se puede relacionar con el texto sertunsorsear de la estela de Cagliari (X.0.1) que probablemente esconde unantropónimo sertuns orse o quizás sertuns or (Rodríguez Ramos2002, 265; Moncunill 2010, 112).

En otros casos la ibericidad parece obvia sin necesidad de corregirla lectura inicial, puesto que el antropónimo se puede estructurar comoresultado de dos formantes previamente identificados comoibéricos. Sería el caso del antropónimo bikibels en una cerámica áticade Ullastret (C.2.23) formado por bigi y bels (Untermann 1990,218/216, n º 38/32; Rodríguez Ramos 2002, 257/258; Moncunill 2010,68). También sería el caso del antropónimo agitige(m) en otracerámica ática de Ullastret (C.2.9) formado por agi y tige (Untermann1990, 210/235, n º 7/125; Rodríguez Ramos 2002, 254/270; Moncunill2010, 44), la nasal final podría formar parte del antropónimo o bienrepresentar el morfo (e)n, habitual en las marcas de propiedad acom-pañando al antropónimo.

También sería el caso de tartolo (C.2.19) en una copa de cerámicaática de Ullastret que estaría formado por formantes tar y tolo(r) (Un-termann 1990, 220 bor y 236, n º 129/46; Rodríguez Ramos 2002, 260bor y 271; Moncunill 2010, 120). Para Faria (2011, 175) tar toloikepodría ser una iberización de un nombre celta, *Tartolo(u)icos, pero ami parecer la lectura más plausible del texto ya no seria tartoloiketabam (Ferrer i Jané 2005, 967, nota 52), sino tartolobaiketabam, con un signo ba en posición elevada. La seg-mentación sería tartolo + baiketa + bam, siguiendo el esquema deildirdasálirban y compartiendo quizás baiketa la misma raíz y ám-bito semántico que baikar, relacionado con pequeños vasos como este(Ferrer i Jané 2011).

Otro caso es el de bantor en una cerámica ibérica del Turó dels dosPins (C.7.16*) (Panosa 1993, 186), de texto segmentable en bantor +en + m�i + baikar. Para Rodríguez Ramos (2002, 257) bantor seríaun formante antroponímico que también aparecería en MANDONIVS(Livio) y que podría estar formado por ban y tor (Moncunill 2006, 114;2010, 57).

También en este grupo puede clasificarse al antropónimo barkabiur (Ferrer i Jané 2005, 967, nota 52; Moncunill 2007, 51; Velaza2011, 569) de una de las cerámicas áticas (C.2.32) de Ullastret, que es-

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taría formado por barka (Moncunill 2007, 51) probable variante debarke, y quizás de balke (Untermann 1990, 214, nº 25; RodríguezRamos 2002, 260), y por biur (Untermann 1990, n º 43; RodríguezRamos 2002, 259), siguiendo el ejemplo de balkebiur (F.6.1).

Otro caso similar es el del texto skerlakonarankokolo[ (C.31.7*)en un plato de cerámica gris procedente de Sant Boi de Llobregat. Aun-que en este texto de cierta longitud de Hoz no precisa cual sería el an-tropónimo no ibérico. El texto empieza con un claro antropónimo skerlakon (Velaza 1991, 115; Panosa 1993, 203; Rodríguez Ramos 2002,262; Moncunill 2010, 114) compuesto por (i)sker o (e)sker (Unter-mann 1990, 224, n º 64; Rodríguez Ramos 2002, 262) y por lako(n)(Untermann 1990, 228, n º 83; Rodríguez Ramos 2002, 265). El textosigue con una secuencia interpretable en términos de formantes an-troponímicos ibéricos: ar an, ko i kolo[ El formante ar an (Faria2002b, 237) se documenta entre otros en ARRANES (TS = CIL I2 709)y en arantar (Campmajo / Ferrer i Jané 2010 261) en una inscripciónrupestre de Bolvir (Panosa 2001, 515). Mientras que el formante ko(n)es uno de los más habituales en ibérico (Untermann 1990, 227, n º 77;Rodríguez Ramos 2002, 264). El formante golo(n) (Faria 1991, 74; Ro-dríguez Ramos 2002, 264) documentado al menos en uno de los magis-trados de Obulco (A.100; CNH, 303, 10) y en uno de los antropónimosibéricos del plomo griego de Pech Maho, golo[n]biur (Lejeune, Poui-lloux, Solier, 1988, 53). Así pues, la secuencia permitiría identificarcomo antropónimos a aranko (Campmajo / Ferrer i Jané 2010, 261) ya kolo[. O quizás a uno sólo aranko(kolo) (Faria 2004, 302).

No queda claro en la estela de La Roca (D.2.1; Les Masies deVoltregà) cual es el antropónimo al que de Hoz considera no ibérico. Eltexto está fragmentado y la parte final presenta dificultades de lectura.En todo caso, por lo que respecta al texto inicial sorike parece plausi-ble interpretarlo como ibérico formado por sor i ike (Untermann 1990,231/223, nº108/59; Rodríguez Ramos 2002, 261/268; Moncunill 2010,114).

En algunos casos sólo se puede identificar un formante antro-ponímico ibérico, ya sea porque la inscripción es muy corta o bienporque la fragmentación o los problemas de lectura no permiten iden-tificar nada más. Sería el caso de biu (Untermann 1990, 74; Moncunill2010, 71) en una cerámica gris de Ullastret (C.2.44) que aparece enforma de kurtzname ya sea como simplificación de biur o de la propiaforma biu (Untermann 1990, n º 43; Rodríguez Ramos 2002a,259). Casos similares son los de iko (C.31.1*), laku (C.31.6*) en cerá-

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micas de barniz negro procedentes de Sant Boi de Llobregat (Panosa1993, 14.1 y 15.3) que encajarían como kurtzname (Moncunill 2010, 80y 94), puesto que tanto como iko, como variante de ikor o ikon (Un-termann 1990, 228, n º 60; Rodríguez Ramos 2002, 261) como laku(Untermann 1990, 228, n º 83; Rodríguez Ramos 2002, 265) son for-mantes ibéricos conocidos.

También parece posible identificar el formante laur en el posibleantropónimo ]laur ta+[, leído inicialmente ]laur bo+[, (Unter-mann 1990, 228, n º 84; Faria, 2002a, 133; Rodríguez Ramos 2002, 265;Moncunill 2010, 133) en una cerámica ática de Ullastret (C.2.36). También sería el caso del fragmento]letar [ en otra cerámicaática de Ullastret (C.2.30) que ya en la lectura]aebor [era interpretadocomo posible antropónimo con el formante bor y que con la nueva lec-tura se interpreta el formando tar (Rodríguez Ramos 2002, 260; Mon-cunill 2010, 135). Un caso similar sucede con otro fragmento decerámica ática de Ullastret (C.2.35) ]tarui[ que ya Untermann inter-preta como un posible antropónimo con segundo formante tar (Unter-mann 1990, 220 n º 46; Rodríguez Ramos 2002, 260; Moncunill 2010,135), más el morfo ui que podría ser una variante del morfo m�i. Enotro texto de Ullastret fragmentado laisbe[es posible identificar enlais una plausible variante del formante leis (Untermann 1990, 220n º 85) y pensar en un segundo formante como bels por ejemplo (Ro-dríguez Ramos 2002, 265; Moncunill 2010, 95).

También sería el del texto lakene (C.11.2) en una cerámica de bar-niz negro de Can Fatjó (Rubí) que para Untermann contendría estric-tamente el antropónimo laken, que considera variante de laker(Untermann 1990, 227, n º 82; Rodríguez Ramos 2002, 264), acompa-ñado del morfo e. Mientras que para Moncunill (2010, 93) podría estarformado por lake, que considera también variante de laker y por ene(Untermann 1990, 221, n º52; Rodríguez Ramos 2002, 264).

Podría también ser el caso de otro de los esgrafiados sobre cerámicaática de Ullastret (C.2.21) leído tibas bir por Untermann (1990,234/219, nº 124/41) que lo segmenta en tibas y bir y por Moncunill(2010, 123) que también admite tibes bir como Faria (2008b, 153;2000, 140). La lectura del segundo signo es problemática, podría seruna variante mal trazada de be, pero también un ba2, si el primertrazo de la izquierda fuera adventicio, aunque ni la autopsia, ni las fo-tografías han sido determinantes al respecto. Además, el penúltimosigno también admitiría la lectura a en lugar de bi. Así pues, podríaleerse como tibas ar, y estar formado por tibas i por sar, o mejor, ser

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un kurtzname formado únicamente por tibas y seguido por el morfoar, habitual en las marcas de propiedad, circunstancia que encajaríamejor con el comportamiento habitual de tibas, que aparece siempreen segunda posición cuando combina con otros formantes. En cualquiercaso, tanto la lectura tibesbir (tibes + bir) como tibesar (tibes + sar) como tibes (tibes + ar) no alterarían la ibericidad del antropón-imo, considerando a tibes una plausible variante de tibas.

La relación de formantes sigue aumentando a medida que aparecennuevas inscripciones y un nuevo formante aparece combinado con otroya conocido. Por lo tanto es metodológicamente erróneo considerar queun determinado formante no es ibérico, sólo por el hecho que no sehaya documentado antes. Sería el caso de losantropónimos beteikon (C.2.33) (Moncunill 2010, 138) y beteskon (C.2.22) (Untermann 1990, 220 n º 46; beteskongili para Faria2004, 296; Rodríguez Ramos 2002, 258; Moncunill 2010, 67) en doscerámicas áticas de Ullastret, donde el formante ko(n) (Untermann1990, 227, n º 77; Rodríguez Ramos 2002, 264) aparecería en posiciónfinal, mientras que en posición inicial aparecería el formante betesen el segundo caso y betei en el primer caso, quizá variantes de unmismo formante bete. También podría ser el caso de angidiresgo[ (Rodríguez Ramos 2003, 368) que aparece en una cerámica áticade Ullastret (C.2.53) y donde sería posible identificar como antropón-imo a angidir, con an (Untermann 1990, 210, n º 10; Rodríguez Ramos2002, 254) como primer formante y gidir como segundo formante (Un-termann 1990, 78, C.2.53; Moncunill 2010, 46). Faria (2010, 91) lo con-sidera también ibérico aunque prefiere la segmentación angi / tir(es). El final esgo[, con aparente cambio de sonoridad de la velar, esko[,se repite también detrás de bikibels (C.2.23) en otra cerámica de esteyacimiento, circunstancia que permite aislarlo en ambos casos y dis-tinguirlo del antropónimo inicial.

Otro de los textos de la relación de de hoz es la estela de Guissona(D.15.1*) donde aparecen dos antropónimos neitinke y subake,aparentemente padre e hijo (Guitart et al. 1996). La identificación deneitinke como antropónimo ibérico es general (Untermann 2001, 620;Rodríguez Ramos 2002, 265; Moncunill 2010, 101) siendo neitin nosólo un elemento frecuente del léxico ibérico, sino también presente almenos en un antropónimo ibérico en una inscripción latina de TerrassaNEITINBELES (CIL II.6144) i por ello identificado como formante ibérico(Untermann 1990, 228, n º 89; Rodríguez Ramos 2002, 265). Para deHoz (2005, 79, nota 55) sería una iberización de un nombre no ibérico,formado a partir de un radical ibérico. Para subake los paralelos ibéri-

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cos son escasos, aunque por paralelismo con neitinke cabe suponerun primer formante suba (Luján Hep 13, 159; Moncunill 2010, 115).Para Untermann (2001, 620, nota 20) podría ser una versión iberizadade un nombre griego SYMMACHVS. Para Faria (2008a, 83) ambos nom-bres serían nombres celtas iberizados *NEITINCOS y *SUMAGOS.

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VIILOS ANTROPÓNIMOS NO IBÉRICOS EN INSCRIPCIONES DUDOSAS (A)

En la relación de supuestos antropónimos no ibéricos de de Hoz sonmuy frecuentes las inscripciones muy cortas, fragmentadas o de lec-tura muy dudosa, bien por estar mal conservadas o mal documentadas,muchas de ellas sólo se conocen a través de dibujos o fotografías demala calidad y en su mayor parte no ha sido posible localizarlas, cir-cunstancia que impide verificar la precisión de las lecturas publicadasy por lo tanto no deberían tenerse en cuenta en este estudio con tanpoca base objetiva de tipo positivo y por tanto muy susceptible de con-tabilizar en su haber cualquier inscripción con problemas de lectura.Las 20 inscripciones de este grupo son: C.1.25, C.2.28, C.2.39, C.2.43,C.2.46, C.2.50, C.2.55, C.6.10, C.7.7, C.11.11, C.18.1?, C.18.2?, C.18.3?,C.18.8?, C.18.13*, C.20.1, C.26.3, D.5.5, D.5.11* y D.9.2. A ellas debenañadirse la inexistente C.51.2* y D.11.3 formada sólo por elementosdel léxico común.

Una de las pocas de este grupo de la que he podido realizar autopsiaes una cerámica ática de Ullastret de lectura MLH ]r babia++[(C.2.39), aún así tras la autopsia se mantienen las dudas de lectura encasi todos los signos, circunstancia que unida al hecho de que esté frag-mentada por ambos lados, recomienda excluirla de este estudio. De unesgrafiado sobre cerámica campaniense de Sorba de lectura MLH]+baka (D.5.5) sólo se conoce una fotografía de mala calidad que noaclara las dudas de lectura que afectan a todos los signos, circunstanciaque recomienda también excluirla de este estudio, tal como ya consid-era de Hoz (2011b, 47) en uno de los últimos trabajos.

La mayoría de las inscripciones de este grupo son conocidas sólo pordibujos de escasa fiabilidad, por lo que también deberían ser excluidas.Una cerámica ática de Ullastret de lectura MLH tales para el textoprincipal (C.2.28a) que de forma inusual se lee de derecha a izquierda.Un esgrafiado sobre cerámica de Burriach (Cabrera de Mar) de lecturaMLH lise+kaese (C.7.7) con la mayor parte de los signos de lecturadudosa. Un esgrafiado sobre cerámica campaniense de Sorba de lec-tura sbas a (D.5.11*) (Panosa 2005) que presenta unacombinación sb en inicio de palabra lo suficientemente sospechosa,además de un signo final dudoso. Un esgrafiado cerámico de Empúriespresenta dudas de lectura en su parte final, kans+ (C.1.25*) (Panosa1993, 3.2). Un esgrafiado sobre ánfora de Pacs (C.20.1) de lecturaMLH taltiu con un segundo signo irregular además de la presencia

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Fig. 3.-Algunos antropónimos supuestamente no ibéricos en inscripciones problemáticas. Deizquierda a derecha y de arriba a abajo: C.7.7, C.20.1, D.5.5, D.5.11 *, C.1.25*, C.2.28, C.2.39,

C.2.46, D.9.2, C.2.43, C.2.50, C.2.55, C.6.10, C.18.4, C.18.3, C.18.2, C.18.1 y C.26.2.

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del signo espiga, o doble u, leído como u. También es el caso de los es-grafiados en las paredes de Torre Minerva en Tarragona, de lecturaMLH koti / bair (C.18.1), tosoe+rki+teiar (C.18.2) y karain (C.18.3)que tampoco ofrecen muchas garantías. Finalmente, también es el casode un esgrafiado sobre dolium procedente de Can Fatjó (Rubí) de lec-tura MLH ]kebaketakebarm�i (C.11.11) con absolutamente todos lossignos dudosos.

Otras deberían excluirse por ser demasiado cortas. Sería el caso devarios esgrafiados sobre cerámicas áticas de Ullastret:taba o bata (C.2.43), bes (C.2.46), a) ko b) i (C.2.50) y baka (C.2.55),aunque esta última consiste en dos signos separados a) ba b) ka. Tam-bién es el caso de una cerámica campaniense de la Torre dels Encan-tats (Arenys de Mar) (C.6.10) de lectura MLH lectura kiba, sba,bas o baki, pero que tras autopsia parecen más bien dos signos en-frentados a) s y b) u, to o ti que quizás podrían leerse juntos como su,tis o tos. De hecho, de Hoz (2011b, 47) en uno de los últimos trabajosya excluye esta inscripción por dudosa. También es el caso de unacerámica campaniense de San Miquel de Vinebre de lecturaMLH kiba o baki (C.26.3).

A mi parecer tampoco deberían tenerse en cuenta una fusayolaprocedente de Margalef (D.9.2) y un ara de piedra procedente de Tar-ragona (C.18.13*)(Massó-Velaza 1995). Curiosamente, ambas inscrip-ciones están enteras y el estado de conservación es excelente, pero aúnasí la identificación de los signos como ibéricos presenta enormesdudas. En el caso de la fusayola procedente de Margalef, perdida perode la que se disponen buenas fotos, las discrepancias entre las lecturaspropuestas son considerables (Ferrer i Jané 2008, 256). En el caso delara de Tarragona conservada en el museo de Tarragona en mi opiniónsu falsedad es clara (en el mismo sentido P. Beltrán 1972, 222; SimónCornago 2009, 54; en contra Panosa 1999; Massó-Velaza 1995, condudas Moncunill 2010, 110). También sospechosa es una inscripcióndesaparecida sobre mármol (C.18.8) procedente de Tarragona (Alma-gro 2003, 321-322; Simón 2009), pero considerada auténtica en MLH.

Otro caso de lectura problemática se encuentra en el texto de lafusayola del Gebut (Soses), que no figura explícitamente en las rela-ciones de de Hoz, pero sí como punto en el mapa. Su lectura era, entreotras kiekiutaskaber · (D.11.3), pero tras la corrección de lectura akastaunbankurs queda estrictamente formada por elementos del lé-xico común ibérico, kastaun, ban y kurs (Ferrer i Jané 2005; Ferreri Jané 2008). Este caso ejemplificaría que es metodológicamente incor-

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recto suponer que siempre un texto corto ibérico sobre cerámica debecontener un antropónimo, como también sucede con baikar (Ferrer iJané 2011) y con los paralelos en otras epigrafías coetáneas.

Finalmente, otros deberían excluirse por contener quizás versionesiberizadas de antropónimos latinos: luki / LVCIVS (D.5.2; RodríguezRamos 2005, 38), kai / GAIVS (C.11.5) y quizás uatina (C.9.3*) podríaestar relacionado con VATINIVS (Moncunill 2007, 321). Ogalos alauke (C.34.5*) / ALAVCVS. Y por lo tanto no pertenecerían ala nueva capa antroponímica.

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VIIILOS ANTROPÓNIMOS NO IBÉRICOS:

CONCLUSIONES (A)

Así pues, la relación de posibles NP no Ibéricos en las zonas C y Dquedaría desvirtuada, de los 74 supuestos antropónimos iniciales, almenos 23 serían ibéricos con cierta probabilidad y otros 18 presen-tarían indicios de ibericidad al menos tan sólidos como los de su no ibe-ricidad, mientras que 22 no deberían usarse por diversos problemas y4 podrían ser latinos o galos.

Probables Posibles No Posibles Otros TotalNP’s NP’s usables NP’s

Ibéricos Ibéricos Latinoso Galos

23 18 22 4 7 74

Para los 7 ejemplos restantes, cabe pensar que también podrían serelementos léxicos ibéricos no antroponímicos o NP’s ibéricos poco ha-bituales: kosi (C.2.14), otami (C.2.15), osato (C.2.16), gelbada(C.2.24), ]aoisu (C.2.31), tidor[ (C.2.41), letaon (C.18.9).

Pero, incluso pasando por alto todas las anteriores prevenciones quereducirían a la mínima expresión la relación de supuestos antropóni-mos no ibéricos, si aceptásemos que los 74 supuestos antropónimosefectivamente son antropónimos y no son ibéricos, su presencia en elterritorio donde supuestamente el ibérico sería lengua vehicular seríamuy minoritaria. La presencia de antropónimos ibéricos en las zonasC y D es muy numerosa. Así, 105 son identificados por Untermann en1990, 165 por Rodríguez Ramos en 2002 y unos 275 actualmente deacuerdo a estimaciones propias. Con criterios algo más flexibles, lacifra podría subir hasta los 350 que es el número de entradas en la re-copilación de antropónimos ibéricos de Cataluña de Noemí Moncunill(2010).

Además, el planteamiento de de Hoz no tiene en cuenta que el 85%de las inscripciones ibéricas están localizadas en la zona donde supues-tamente el ibérico sería lengua vehicular (ZV), mientras que sólo el15% han aparecido en la zona donde el ibérico sería supuestamentelengua vernácula. (ZN) Si nos fijamos en los esgrafiados sobrecerámica, que es el tipo de inscripción principal donde de Hoz buscalos antropónimos, las cifras aún son más contundentes, el 95% de los

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esgrafiados cerámicos pertenecen a la zona vehicular y sólo el 5% a lazona supuestamente vernácula. Consecuentemente, cualquier irregu-laridad, sea del tipo que sea, será más frecuente en números absolutosen la ZV que en la ZN.

Finalmente, de Hoz también pasa por alto el comportamiento difer-enciado por tipo de soporte, puesto que sólo en el 15% de los esgrafiadoscerámicos es posible identificar un claro NP ibérico, la mayoría sonmuy breves, fragmentados o presentan serias dificultades de lectura,mientras que en placas de piedra o estelas sube al 55%, puesto quesuelen contener textos más largos y mejor conservados. Este porcentajellega al 70% en plomos que son los textos más largos. Estos porcentajesson similares tanto en la zona supuestamente vehicular, como en lasupuestamente nuclear. Cuando compara las inscripciones de Ullastrety de Sagunto, no tiene en cuenta que las primeras son básicamente es-grafiados cerámicos, mientras que las segundas son básicamente in-scripciones sobre piedra. Las diferencias que encuentra no son debidasa la localización, sino al tipo de soporte.

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IXLOS ANTROPÓNIMOS IBÉRICOS (B)

El segundo problema que se plantea a la hipótesis de de Hoz, es queel área donde supuestamente el ibérico sólo sería lengua vehicular, sedocumenta antroponimia ibérica en mucha abundancia, circunstanciaque no encaja con el comportamiento esperado de una lengua vehicular(Villar 2005, 514; Untermann 2003, 15; Vidal 2009, 722).

El análisis de la distribución de los antropónimos del índice de Un-termann indica que aproximadamente un 60% de los antropónimosibéricos se identifican en la zona donde supuestamente el ibérico eralengua vehicular, mientras que en el índice de Rodríguez Ramos el por-centaje ya se acerca al 65%. Los cálculos realizados teniendo en cuentaestimaciones propias con las inscripciones más recientes dan resulta-dos aún más favorables a la zona supuestamente vehicular, con un por-centaje que se acercaría ya al 70%.

Autor Zona % Zona % TOTALNuclear Vehicular

Untermann (1990) 180 40% 274 60% 463

Rodríguez Ramos (2002) 213 36% 374 64% 587

Estimación actual (2012) 291 32% 623 68% 914

Cabe señalar que la mayor documentación de antropónimos ibéricosen la ZV es debida en gran parte a que el 85% de las inscripciones ibéri-cas se localizan en esta zona. No obstante, la distorsión se produce porla abundancia de grafitos cerámicos en la ZV, que representan el 95%del total de grafitos ibéricos, puesto que la cerámica es un soporte conuna menor probabilidad de encontrar antropónimos, claramente iden-tificables como tales, que estelas y plomos por ejemplo, soportes conuna distribución más equilibrada entre ambas zonas.

Así pues, en este caso también se verifica que la crítica está funda-mentada, los antropónimos plausiblemente ibéricos de la zona supues-tamente vehicular no sólo son muy abundantes, sino que parece queson algo más frecuentes en la zona supuestamente vehicular que enla zona supuestamente nuclear. Paradójicamente el impacto de lalengua ibérica sobre la antroponimia parece más profundo donde soloseria supuestamente una lengua vehicular.

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XLOS TOPÓNIMOS IBÉRICOS (C)

El tercer problema que se plantea a la hipótesis de de Hoz, es queel área donde supuestamente el ibérico sólo sería lengua vehicular, sedocumenta toponimia ibérica en mucha abundancia, circunstancia queno encaja con el comportamiento esperado de una lengua vehicular(Rodríguez Ramos 2001, 28; Untermann 2003, 15; Vidal 2009, 714).

La toponimia del territorio ibérico es conocida fundamentalmente porlas fuentes clásicas griegas y romanas, pero también mediante inscrip-ciones y leyendas monetales, aunque no siempre es claro en leyendasmonetales ibéricas si la leyenda corresponde a un topónimo o a unantropónimo. La relación básica está recopilada en los diferentes TabulaImperii Romani (TIR). Fundamentalmente la hoja K/J-31 y la parte ori-ental de K-30 para la zona supuestamente vehicular (ZV) y la mitad ori-ental de la hoja J-30 para la zona supuestamente nuclear (ZN).

El criterio habitualmente usado para identificar entre los topónimosidentificados en territorio ibérico cuáles de ellos pertenecen efectiva-mente a la lengua ibérica es tomar como referencia la relación de for-mantes antroponímicos ibéricos (Untermann 1990; Rodríguez Ramos2002) y considerar ibéricos aquellos en los que se consigue identificaralgún formante antroponímico (Luján 2005, 472). Es el caso de las rela-ciones de Untermann (1998, 79-82), explícitamente no exhaustiva, yde Rodríguez Ramos (2005, 60) que se reproducen a continuación.

La relación de Rodríguez Ramos (2005, 60-61) es la siguiente: abarildur (abar + ildur), arketurki (arke + turki), arse (arse + e),ATANAGRUM (atan + akir), BAETULO / baitolo (tolo), BARCINO/ barkeno (balke + no), BASTETANI (bastes), belse (bels + e),CERETANI (kere), DERTOSA (torton), EDETA (ede + ta), EGARA(EGAR + a), GERUNDA (kere + undi), IDUBEDA, ILERDA / ildirda (ildir + da), ILERGETES (ildir), ILURO / ilduro (ildur + o), IL-ERCAVONES (ildir), ILLIBERRIS (ildir + beri), ILICI (ildir + ki),ILITURGI (ildir + turki), ILLUERSENSES (ildur), ILORCI (ildur+ urke o ildur + ki), ILUGO (ildu + kon), ILURCO (ildur + kon),INTIBILI (indi + beles), LACETANI (laker), lauro (laur + o), OLOS-SITANI (olor), OLORBEDA, orose (olor), OSSICERDA / usekerde(kelti), SALDUBA (saldu), SALLUITANA (saldu), SEDETANI /sedeisken (sede), SOSINESTANI (sosin), SOSINTIGI (sosin + ti-girs), TOLOBIS (tolo), INDICETES / undikesken (indi), URCI (urke), urkesken (urke).

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La relación de Untermann (1998) es la siguiente: abarildur (abar+ ildur), ar ketur ki (arke + tur ki), BAETULO / baitolo (bait),BAETIS (bait), BAETERRAE (bait), BISCARGIS (biscar), CELSA /kelse (kelse), CERETANI (ker e), ILITURGI (ildir + tur ki), IL-LIBERRIS (ildir ), ILIBERRI (ildir ), ILERGETES (ildir ), ildirkesken (ildir ), ILERCAVONES (ildir ), ILERDA / ildirda (ildir ),ILORCI (ildur), ilduko (ildu), ILUGO (ildu), ILURO / ilduro(ildur), ildurir (ildur), ILICI (ildir ), ildigira (ildir ), LACETANI(laker ), LACILBULA (laker ), LACIPPO (laker ), LACIMURGA(laker ), lakine (laker ), LACURIS (laker ), ORCELIS (urke), SAL-LUITANA / salduie (saldu), SALTIGI (saldu), SUESSETANI (suise),URCI (urke), urkesken (urke).

También en muchos de los trabajos de Faria sobre antroponimiaibérica se identifican topónimos o étnicos compuestos por formantesantroponímicos. Además de la mayoría de los indicados en las dos rela-ciones anteriores se podrían añadir al menos los siguientes topónimos: AIUNGI (aiun + gi) (Faria 2000, 125), ARSI (ars + i) (Faria 2007a,221), ARTIGI (ar + tigi) (Faria 2007a, 217), auntigi (aun + tigi)(Faria 2000, 123), AURGI (aur + gi) (Faria 2000, 125), CANTIGI (tigi)(Faria 2003a, 211), ILUBARIENSA (ildu) (Faria 2006, 120), ILUCRO(ildu) (Faria 2003b, 324), ISTURGI (is + tur gi) (Faria 2008a, 75),LABITOLOSA (tolo) (Faria 2000, 128), ONINGI / *ONICI (uni(n) +gi) (Faria 2002, 123), otobesken (oto) (Faria 2002b, 234), OSSIGI(use / OSI + gi) (Faria 2003a, 212), SEGIA / segia (segi + a) (Faria2003a, 226), sesars (ses + ar + s) (Faria 2003b, 321).

Un muy reciente trabajo de Silgo (2013) analiza de forma exhaus-tiva los posibles antropónimos ibéricos con resultados similares a losde los trabajos ya citados, aunque su publicación coincide con el cierrede este trabajo, lo que ha impedido integrarlo con el mismo nivel dedetalle que los anteriores.

A partir de las relaciones ya citadas y aplicando criterios similaressobre la relación de topónimos documentados en los Tabula ImperiiRomani (TIR) he seleccionado aquellos que a mi parecer podrían con-tener al menos un elemento asimilable a algún formante antro-ponímico ibérico. No obstante, cabe recordar que la subjetividad delproceso es doble, primero en considerar un elemento como formanteantroponímico propio de la lengua ibérica y después creer identificarloen un topónimo. No obstante, esta subjetividad puede considerarse in-herente al análisis de topónimos, siempre amenazado por los falsospositivos causados por coincidencias formales. Sería el caso a mi pare-

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cer de la relación de Villar (2000, 423-430) que analiza como indoeu-ropeos una parte significativa de los topónimos considerados en estetrabajo como ibéricos. La relación siguiente no agota todas las posibil-idades, ni tan siquiera recoge todas las equivalencias sugeridas en labibliografía indicada, pero probablemente tampoco esté libre de falsospositivos, aunque para el objetivo de este trabajo no sería un problema,siempre que se distribuyan homogéneamente por ambas zonas.

ZV:

• abar (MLH III, nº 1): abarildur (A.27; K/J-31, 31).

• ara(n) (MLH III, nº 12): ARRAGO (K/J-31, 37).

• arke(r) (MLH III, nº 14): arketurki (A.28 ; K/J-31, 37).

• ars / ars (MLH III, nº 15): sesars (A.44; K/J-31, 146), ARSI (K/J-31, 37).

• ata(n) (MLH III, nº 18): ATANAGRUM (K/J-31, 38).

• aur (MLH III, nº 21): aurki (A.6.4).

• balke / barke (MLH III, nº 25): barkeno / BARCINO (K/J-31,44).

• bas(i) / bas (MLH III, nº 27): BASSI (K/J-31, 47).

• bels (MLH III, nº 32): belse (CNH.IV.41A).

• beri (MLH III, nº 34): ILLIBERRIS (Ptol. II.10.6; Plin. NH.3.32),CAUCHOLIBERI (Ravn. 4.28).

• bigi (MLH III, nº 38) / bege (Campmajo, Ferrer 2010, 257): BE-GENSIS (K/J-31, 47).

• bil(os) (MLH III, nº 39): INTIBILI (K/J-31, 94).

• ena / enne (MLH III, nº 52): ENNEGENSES (K/J-31, 75).

• ildi(r ) (MLH III, nº 61): ildirda (A.19) / ILERDA (K/J-31, 91)ildirge (A.19) / ILERGETES (K/J-31, 92), ILERCAVONES (K/J-31, 90), ILLIBERRIS (Ptol. II.10.6; Plin. NH.3.32), ILITURGI(K/J-31, 92).

• ildu(r) (MLH III, nº 62): ilduro (A.11) / ILURO (K/J-31, 92), il-duko (A.20, K/J-31, 131), ILLUERSENSIS (K-30, 132), abarildur (A.27; K/J-31, 31), ILDUM (K/J-31, 90).

• indi / undi (MLH III, nº 63): undikesken (A.6) / INDIGETES(K/J-31, 93), INTIBILI (K/J-31, 94).

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• isker / esker (MLH III, nº 64): ASCERRIS (K/J-31, 38).

• kere (MLH III, nº 72): CERETANI (K/J-31, 361), CERESUS (K/J-31, 361), AUSOCERETES (K/J-31, 39).

• ko (Rodríguez Ramos 2002, 2674: ARRAGO (K/J-31, 37), ilduko(A.20, K/J-31, 131).

• kertar / kerdu (MLH III, nº 73): usekerde (A.26) / OSICERDA(K-30, 168).

• lake(r) (MLH III, nº 82): LACETANI (K/J-31, 96), lakine (A.22;K/J-31, 137)

• laur (MLH III, nº 84): lauro (A.14) / LAURONENSIA (K/J-31,97).

• olor / olos (Rodríguez Ramos 2002, 266): OLOSSITANI (K/J-31,114).

• saldu (MLH III, nº 98): salduie (A.24) / SALLUITANA (K-30,173).

• sede / seti (Rodríguez Ramos 2002, 267): sedeisken (A.25)/ SEDETANI (K/J-31, 143).

• segi (Faria 2003, 226): segia (A.43) / SEGIA (K-30, 207).

• sosin (MLH III, nº 109): SOSINESTANI (BB.II).

• suise (MLH III, nº 110): SUESSETANI (K-30, 215).

• tige(r) (MLH III, nº 125): omtiges (A.42; K/J-31, 114), TICER /TICIS (K/J-31, 157).

• tigi(s) (MLH III, nº 127): TICER / TICIS (K/J-31, 157), auntigi(A.4).

• tolo (MLH III, nº 129): baitolo (A.8) / BAETULO (K/J-31, 40),TOLOBI (K/J-31, 157), TOLOUS (K/J-31, 157), LABITOLOSANI(K/J-31, 37).

• turkir (MLH III, nº 133): arketurki (A.28; K/J-31, 37).

• urke (MLH III, nº 140): ORGIA (K/J-31, 115).

ZN:

• aiun (MLH III, nº 6): AIUNGITANUS (CIL II2, 5, J-30, 80).

• arker (MLH III, nº 14): ARCILACIS (J-30, 87).

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• ars / ars (MLH III, nº 15): ars(e) (A.33; J-30, 89).

• aur (MLH III, nº 21): AURGI (J-30, 94).

• bas (MLH III, nº 27): BASTI (J-30, 106).

• beri (MLH III, nº 34): ILLIBERRI (J-30, 199).

• bigi (MLH III, nº 38) / bege (Campmajo, Ferrer 2010, 257):BIGERRA (J-30, 47), BEGASTRI (J-30, 108 y 143).

• ede (MLH III, nº 54): EDETA (J-30, 170)

• ildi(r) (MLH III, nº 61): ILLIBERRI (J-30, 199), ILITURGI (J-30,202), ILICI (J-30, 200), ILITURGICOLA (J-30, 203), ildigira(A.98; (J-30, 204).

• ildu(r) (MLH III, nº 62): ILURO (J-30, 205), ILURCO (J-30, 205),ILUCRO[ (CIL XV, 7916), ILORCI (J-30, 203), ILUGO (J-30, 204y 289), INLUCIA / ILUCIA (J-30, 206, 225 y 289), ILUNON (J-30,204), ILUBARIENSIA (CIL II2/5, 11).

• ko (Rodríguez Ramos 2002, 2674): ILURCO (J-30, 205), ILUGO(J-30, 204 y 289).

• laur (MLH III, nº 84): LAURO (J-30, 217).

• sosin (MLH III, nº 109): SOSONTIGI / SOSINTIGI (J-30, 306).

• tigi (MLH III, nº 127): SOSONTIGI / SOSINTIGI (J-30, 306),SALTIGI (J-30, 288), CANTIGI (J-30, 122), ARTIGIS (J-30, 89).

• turkir (MLH III, nº 133): ILITURGI (J-30, 202), ISTURGI (J-30,208).

• urke (MLH III, nº 140): URCI (J-30, 248), urkesken (A.96; J-30,248), ORCELIS (J-30, 256).

A efectos contables, sólo contabilizaré topónimos indígenas distintosy no variantes formales de un mismo topónimo. Pero hay que tener encuenta que no siempre es claro si topónimos ligeramente distintos reg-istrados por fuentes diversas en localizaciones compatibles correspon-den a un mismo topónimo o no. A la inversa, en algunos casos tampocoes claro si un topónimo formalmente idéntico registrado por fuentesdiversas en localizaciones distintas, corresponde a un mismo topónimoo no. Otro problema surge del hecho que no siempre las fuentes an-tiguas indican con precisión la localización de un topónimo, ni tampocosiempre es posible localizar una ceca monetal con una localizaciónconcreta, circunstancia que en algún caso podría determinar su ex-clusión de alguno de los dos grupos considerados o incluso cambiar de

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grupo. Finalmente, tampoco la delimitación del territorio que carac-teriza a ambos grupos se conoce con precisión. En cualquier caso, elobjetivo de la relación no es tanto realizar una lista exhaustiva, sinodisponer de un marco cuantificable que permita dilucidar el funda-mento de la crítica que se está evaluando. En la tabla siguiente se re-sumen los resultados.

Topónimos / Étnicos Zona % Zona % TOTALindígenas Nuclear Vehicular

Estimación personal 31 40% 46 60% 77

Analizados 145 46% 169 54% 314

% 21% 26% 24%

Así pues, el 60% de los topónimos del territorio ibérico susceptiblesde contener algún formante documentado también en la antroponimiaibérica se encuentran en la zona supuestamente vehicular (ZV),aunque la relación de topónimos indígenas de esta zona también esalgo mayor que la zona supuestamente nuclear (ZN), por lo que en por-centaje sobre el total de topónimos, las cifras se acercan. En la ZV, el26% de topónimos indígenas contiene algún posible formante antro-ponímico ibérico, mientras que en la ZN el porcentaje se reduciría al21%.

Aún con relaciones más reducidas y realizadas con criterios ligera-mente distintos, como las de Untermann o Rodríguez Ramos, los re-sultados son de magnitud similar, con una diferencia más amplia enel segundo caso y más ajustada en el primero. Estas relaciones son par-cialmente recogidas por de Hoz (2011, 338-344) que reconoce el prob-lema de que se distribuyan tanto donde supone que el ibérico seríalengua vehicular, como en la zona supuestamente nuclear (de Hoz2011, 342), pero resuelve la contradicción, a mi parecer en falso, con-siderando que las primeras son coincidencias casuales (de Hoz 2011,340 y 343).

Topónimos / Étnicos Zona % Zona % TOTALindígenas Nuclear Vehicular

Untermann 1998 16 48% 17 52% 33

Rodríguez Ramos 2005 16 36% 28 64% 44

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Así pues, en este caso también se verifica que la crítica está funda-mentada, los topónimos plausiblemente ibéricos de la zona supuesta-mente vehicular no sólo son muy abundantes, sino que tal comoocurría con los antropónimos, también parece que son algo más fre-cuentes en la zona supuestamente vehicular que en la zona supuesta-mente nuclear. De nuevo paradójicamente el impacto de la lenguaibérica sobre la toponimia parece más profundo donde solo seriasupuestamente una lengua vehicular. De hecho, aun cuando los por-centajes fuesen los inversos entre las dos zonas, la escasa diferenciaentre ellas sería incompatible con un uso meramente vehicular delibérico en una de ellas.

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XIEL ÁMBITO PRIVADO DE LA ESCRITURA (D)

Otra de las críticas, incide en que el uso de la lengua ibérica en elámbito privado está muy bien documentado en las zonas donde supues-tamente sólo sería una lengua vehicular vinculada a las actividadescomerciales (Velaza 2006, 279).

Para simplificar el cálculo atribuiré la totalidad de los textos sobreláminas de plomo al ámbito de las relaciones comerciales, así como lossellos sobre cerámica u otros soportes y los grafitos sobre elementos detransporte o almacenaje como ánforas o dolias. En cambio, atribuiréal ámbito privado las inscripciones sobre soporte pétreo, estelas y pla-cas fundamentalmente, los grafitos sobre instrumentos domésticos, va-jilla y fusayolas principalmente, las cerámicas pintadas y lasinscripciones rupestres.

El resultado es que la zona supuestamente vehicular (ZV) supera ala zona supuestamente nuclear (ZN) en la mayor parte de los ámbitosprivados, especialmente en grafitos sobre instrumentos domésticos einscripciones rupestres y por escaso margen también en el uso del so-porte pétreo. Sólo en el ámbito de las cerámicas pintadas la ZN ganapor amplio margen a la ZV.

También en los ámbitos relacionados con las actividades económicasy comerciales la ZV supera a la ZN, ampliamente en el uso de la técnicadel estampillado o en los esgrafiados sobre dolia y ánfora, mientrasque solo en el uso de las láminas de plomo la ZN gana a la ZV, aunquepor escaso margen.

Como en los casos anteriores se confirma que la crítica también está

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fundamentada, puesto que se detecta que la zona supuestamente ve-hicular hace un amplio uso de los usos privados de la lengua ibérica.También como en los casos anteriores, no sólo se confirma la crítica,sino que se puede afirmar que los usos privados de la escritura se doc-umentan en la zona supuestamente vehicular con más frecuencia queen la zona supuestamente nuclear.

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XIIEL SIGNARIO DUAL (E)

Tampoco es favorable a esta hipótesis la identificación en las in-scripciones ibéricas del NE, del uso coherente del signario dual quepermite distinguir las oclusivas sordas de las sonoras (Ferrer i Jané2005), mientras que en el sur del ámbito ibérico son frecuentes las in-coherencias, circunstancia que podría estar indicando que este sistemase habría gestado en este territorio y que a lo largo de su difusión haciael sur, su uso se habría ido desvirtuando o adaptándose a realidadeslocales especificas.

También cabe indicar que las inscripciones más antiguas sobrecerámicas áticas de los ss. V y IV aC se concentran claramente en elNE (Fig. 3), mientras que las cerámicas de barniz negro de siglos pos-teriores muestran una distribución más equilibrada.

Ambos Hechos avalan para Algunos investigadores (Ferrer 2005,970, nota 67; Velaza 2006, 279; Moncunill 2007, 38; Jordán e.p) que lacreación del signario dual y de la escritura ibérica nororiental se hu-biera realizado en esta zona, circunstancia que implicaría que elibérico, de acuerdo con los supuestos habituales, sería allí lenguavernácula.

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Fig. 5.- Distribución de las cerámicas áticas (A) de los ss. V-IV aC i de barniz negro (B) de los ss. III-I aC con inscripciones ibéricas.

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XIIILENGUA VS. CULTURA MATERIAL (F)

Desde el campo de la arqueología se critica que la premisa sobre laque se fundamenta la teoría del ibérico como lengua vehicular es er-rónea. Para muchos investigadores, la identificación de diferentes cul-turas materiales en una determinada zona y período, no significanecesariamente que a cada cultura material le corresponda una lenguadiferente (Sanmartí 2009, 16).

Hay que recordar que De Hoz plantea esta teoría para encajar losdatos procedentes de la epigrafía ibérica con las de la arqueología delbronce final en la Península ibérica. El territorio donde el ibérico seríauna lengua vehicular se hace coincidir con el territorio ibérico que enel bronce final habría estado bajo el influjo de la cultura de los camposde urnas y que por tanto, de acuerdo con estos supuestos debería tenerprobablemente una lengua indoeuropea como lengua vernácula. Esteinvestigador considera que en su mayor parte el periodo del BronceFinal en la península ibérica (aprox. 1250 aC - 750 aC) se caracteri-zaría por fenómenos de continuidad de la etapa anterior. La excepciónsería precisamente el noreste de la península, donde en el bronce finalse desarrolla la cultura de los campos de urnas. Para de Hoz esta cul-tura, definida fundamentalmente por la costumbre de incinerar a losmuertos y enterrar las cenizas en urnas funerarias habría sido intro-ducida en la península ibérica por un volumen de gente suficiente comopara haber causado un cambio lingüístico.

Este punto de vista no encaja con otras teorías que dan más impor-tancia al sustrato indígena y a la culturización. Es el caso de Almagro(2001, 354) por ejemplo que considera que la lengua ibérica procederíade un sustrato generalizado en todas las regiones mediterráneas de lapenínsula ibérica y que tanto en la costa valenciana como en el noreste,remontaría al menos a la Edad del Bronce anterior a los campos deurnas. Considera también que la cultura de los Campos de urnashabría implicado una mera culturización sin invasión.

Otra hipótesis contraria a los supuestos de de Hoz, es la deBallester, que considera que la lengua ibérica formaría parte de ungrupo lingüístico pirenaico junto con la lengua aquitana que se habríaformado en tiempos remotos y que se habría expandido de norte a sur(Ballester 2001, 33).

Otros investigadores sí que aceptan algún tipo de invasión reciente

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que pueda haber causado un cambio lingüístico, pero en términos op-uestos a los de de Hoz. Es el caso de Rodríguez Ramos (2001, 28) queconsidera que las lenguas ibérica y aquitana habrían penetrado en lapenínsula ibérica precisamente con la cultura de los campos de urnasy se habrían expandido de norte a sur.

Finalmente, también es el caso de Velaza (2006, 279), que consideraque la lengua ibérica que detectamos en el s. IV aC es una lengua de-masiado unitaria como para pensar que la presencia en el territorioibérico es demasiado anterior al primer horizonte epigráfico, de formaaproximada considera que la expansión hacia el sur de los hablantesde ibérico se podría haber producido hacia el s. VI aC.

Para Untermann (2003, 15; 2010, 14) tampoco el ibérico seria unalengua vehicular, puesto que considera que la lengua ibérica sería enrealidad un conjunto de dialectos, pero la lengua que encontramos porescrito sí que sería una especie de koiné.

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XIVLAS FUENTES ANTIGUAS (G)

Finalmente, otra de las críticas que ha recibido la hipótesis de deHoz, tiene como origen la interpretación que hace de una cita de Es-trabón, donde supuestamente afirmaría que los iberos usaban diferen-tes escrituras y lenguas. Este investigador considera que esta citaapoya su idea de la diversidad lingüística de los íberos de las fuentesantiguas (de Hoz 1993, 650; 2011a, 440). Gómez Fraile (1999, 173, nota14) en un trabajo donde analiza en detalle el concepto de Iberia en laGeografía de Estrabón contabiliza que de las 120 menciones a Iberia,Íberos o ibéricos en la Geografía de Estrabón, 95 hacen referencia cla-ramente al conjunto de la Península ibérica y sólo 25 parece que se re-fieren al territorio ibérico estricto. Para Gómez Fraile no hay ningunaduda de que cuando Estrabón hace referencia a la diversidad de len-guas y escrituras no está usando el sentido de la iberia estricta, sinoel global que hace referencia a los pueblos de toda la Península Ibé-rica.

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XVCONCLUSIONES

En este trabajo he revisado desde un punto de vista crítico la hipótesisde Javier de Hoz sobre el ibérico como lengua vehicular, recogiendo losproblemas ya identificados por otros investigadores y verificando sobrelos datos disponibles la corrección de las críticas realizadas.

El principal problema de esta hipótesis es la escasa justificación dela existencia de la lengua o lenguas que sustituirían al ibérico comolengua vernácula de los íberos en el noroeste de la península ibérica,especialmente en las zonas C y D, actual Catalunya. Para verificar lacrítica he revisado todos los supuestos antropónimos sin indicios deibericidad que se aducen en estas zonas como justificación, concluyendoque por una parte se identifican como no ibéricos muchos antropóni-mos que contradiciendo al propio planteamiento inicial presentan in-dicios de ibericidad. Por otra parte, he constatado que en la relaciónse aprecia también una alta frecuencia de inscripciones conflictivas,ya sea por su brevedad, pobre documentación, mala conservación, di-ficultad de lectura, fragmentación o por su dudosa autenticidad y quepor lo tanto no deberían tenerse en cuenta en un estudio con tan pocabase objetiva de tipo positivo y por tanto muy susceptible de contabi-lizar en su haber cualquier inscripción con problemas de lectura.

Del resto de problemas, cabe destacar los que indican que en la zonadonde el ibérico supuestamente sólo sería una lengua vehicular, se do-cumentan una gran cantidad de topónimos y antropónimos ibéricos,así como una gran densidad de inscripciones pertenecientes al ámbitoprivado, circunstancias todas ellas más propicias a considerar al ibé-rico como lengua vernácula que como lengua vehicular en esta zona.Para verificar estas críticas he contabilizado, topónimos, antropónimose inscripciones privadas en ambas zonas verificando no sólo la ampliapresencia de estos elementos en la zona supuestamente vehicular, sinoque ésta supera a la zona supuestamente nuclear en todos los concep-tos cuantificados.

Para terminar, también es necesario recordar que muchos otros in-vestigadores como Untermann, Velaza, Ballester, Almagro o RodríguezRamos plantean escenarios alternativos al que plantea de Hoz, dife-rentes también entre sí, pero que coinciden en considerar la lenguaibérica como lengua vernácula en el territorio que las fuentes antiguasidentifican como ibero. Hipótesis que a mi parecer es la más económicay la más respetuosa con los datos conocidos hoy en día.

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XVIBIBLIOGRAFÍA

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XVINOTAS

1 C.2.9, C.2.12, C.2.13, C.2.14, C.2.16, C.2.18, C.2.21, C.2.25, C.14.1*, C.18.9, C.19.3.2 C.6.10, C.7.4, C.7.7, C.7.13*, C.7.16*, C.8.1, C.9.3*, C.18.3?, C.18.8?, C.18.9,

C.18.13*, C.19.3, C.20.1, C.26.3, C.29.1*, C.30.1*, C.34.5*, C.51.2*, C.53.1*, D.4.2,D.5.2, D.9.2, D.15.1*(2).

3 C.2.9, C.2.12, C.2.13, C.2.14, C.2.15, C.2.16, C.2.18, C.2.19, C.2.21, C.2.22, C.2.23,C.2.24, C.2.26, C.2.28, C.2.30, C.2.31, C.2.32, C.2.33, C.2.35, C.2.36, C.2.39, C.2.40,C.2.41, C.2.42, C.2.43, C.2.44, C.2.46, C.2.50, C.2.53, C.2.54, C.2.55, C.7.4, C.7.7,C.7.12*?, C.8.1, C.8.8*, C.18.1?, C.18.2?, C.18.3?, C.18.8?, C.18.9, D.5.2, D.5.11*?,D.15.1*(2).

4 C.1.25, C.1.29, C.2.9, C.2.12, C.2.13, C.2.14, C.2.16, C.2.18, C.2.21, C.6.10, C.7.4,C.7.7, C.7.13*, C.7.16*, C.8.1, C.9.3*, C.14.1*, C.18.3?, C.18.8?, C.18.9, C.18.13*,C.19.3, C.20.1, C.26.3, C.29.1*, C.30.1*, C.34.5*, C.51.2*, C.53.1*, D.4.2, D.5.2,D.5.4, D.5.5, D.9.2, D.15.1*(2).

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J. F. BLANCO GARCÍAUNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID

EL LENGUAJE SIMBÓLICO DE LAS IMÁGENES:PECES Y AVES EN LA ICONOGRAFÍA VACCEA

Abstract: Vaccaean iconography is very rich in animal images.Horses, wolves, snakes, boars or bulls were frequently painted or mod-elled on clay, but is exceptionally prolific in fishes and birds. Many an-imals of that were sacred, and specifically in the case of fishes and birdsis possibly that its sacred condition were the affinity that they have withwater. In the Celtic world, and we can not forget that the vaccaean peo-ples are celts, water is the natural element in which lived many spiritsand deities, and by this reason the aquatic animals have a symboliccharacter.

Key–Words: Iconography, Iron Age, Vaccaean culture, Pre-RomanSpain, Fishes,Birds.

Resumen: Dentro de la rica iconografía generada por los vacceos,en este trabajo se estudian las imágenes de peces y aves. Excepto algu-nas aves, como el gallo, la golondrina/vencejo o una zancuda, el hiloconductor del discurso es la vinculación de estas especies con el mundoacuático y la simbología que en torno al mismo desarrolló la mentali-dad vaccea. Entre los pueblos de filiación celta, como es el vacceo, elagua y todo aquello que se encuentra con él relacionado tuvo una im-portante proyección en su ideología.

Palabras clave: Iconografía, Edad del Hierro, Vacceos, EspañaPrerromana, Peces, Aves.

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IINTRODUCCIÓN

No es esta la primera vez que en este foro de discusión sobre lenguaspaleohispánicas se da acogida a un trabajo dedicado a un tipo de len-guaje especial como es el de las imágenes que los propios pueblos pre-rromanos generaron. Ya en 1995 Ricardo Olmos se internó en uncomplicado estudio comparativo entre la imagen y la palabra en elmundo ibérico que, con su habitual maestría, supo hacer que parecierafácil el establecimiento de los muchos espacios de convergencia queexisten entre ambos códigos de comunicación (Olmos, 1996). Nosotrosvamos a aplicar, en parte, su fecunda metodología al estudio de un con-junto iconográfico que si bien no es tan variado y complejo como el ibé-rico, tiene sus peculiaridades: el vacceo. Pero al ser éste hoy díabastante extenso, no es nuestra pretensión abarcarlo en su totalidad,sino que nos centraremos únicamente en los peces y las aves porquepuede que los primeros y determinadas especies de las segundas pre-senten un denominador común relacionado con posibles cultos solaresvinculados a las aguas, de raigambre indoeuropea.

Toda cultura construye su universo iconográfico según su ideologíao, lo que es lo mismo, la ideología que gobierna la vida de los miembrosque comparten una misma cultura es la que genera y da contenido alas imágenes de las que se rodea. Tan cierto es esto como que, al mismotiempo, se trata de un proceso que se retroalimenta, de manera quelas propias imágenes contribuyen, a su vez, a propagar y reforzar laideología de un pueblo y a facilitar su transmisión de unas generacio-nes a otras, si bien en este proceso siempre se producen transforma-ciones. Nunca lo que se transmite de una generación a otra esexactamente lo mismo. A través de las imágenes, la realidad, o unaparte de la misma, es conceptualizada e interpretada en clave simbó-lica, y de esta manera el simbolismo visual se convierte en un lenguaje,en una forma de comunicación destinada a transmitir ideas, a reforzarcreencias, valores, costumbres y actitudes para aumentar la cohesiónsocial y modelar en sus mismas bases culturales a las nuevas genera-ciones. En este sentido es en el que encuentran muchas similitudes ellenguaje iconográfico y el escrito. Si, como algunos investigadores pro-ponen, el documento iconográfico funciona de manera parecida a comolo hace un texto (Tilley, 1991; Lewis-Williams, 1995), pues se integradentro de un sistema de signos estructurados que es comprensible paraquienes lo han generado, nuestro reto es descifrar dicho sistema, aun-que las herramientas de las que disponemos son menos normativasque las que tienen los filólogos para hacer lo propio con el lenguaje es-

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crito. Nuestras herramientas, y las lecturas que podemos realizar conellas, son, si cabe, más conjeturales que las de aquéllos en sus textos,y esto puede, no sin razón, dar pie a pensar que son menos objetivas,menos científicas. Del mismo modo que quienes se dedican al estudiode las iconografías esto siempre lo han admitido, nunca han dudadodel interés y de los logros que se han alcanzado con esta metodología.Las lecturas iconográficas, sobre todo las referidas a la prehistoria yal mundo antiguo, toleran cierta ambigüedad porque en la mayor partede los casos las imágenes nacen con un carácter polivalente, pero esque esto mismo ocurre con muchos de los textos escritos, que puedentener más de un sentido, y esto es lo que hace que continuamente ten-gan que ser reinterpretados.

La capacidad de simbolización del ser humano es infinita, pero si alo largo de la historia ha habido ideas que se han materializado a tra-vés del símbolo, esas son las relacionadas con las virtudes del ser hu-mano y las constantes básicas de la existencia, organizadas la mayorparte de las veces en oposiciones binarias: el bien y el mal, el ser y elno ser, esto es, la vida y la muerte, la riqueza y la pobreza, el honor yel deshonor, la capacidad de perpetuarse, es decir, la fecundidad, lafuerza, el valor y la cobardía, etc. Constantes que para la mentalidadde casi los pueblos de la prehistoria reciente y la Antigüedad no se en-cuentran flotando en inmateriales mundos etéreos, sino ubicadas enmedios y espacios también opuestos, pero concretos, como son la bó-veda celeste y la tierra, el mundo aéreo y el subterráneo, el agua y elfuego, el día y la noche gobernados respectivamente por el sol y la luna,etc. Esta realidad tangible es la que sirve de puente de unión entre lamaterialidad del objeto convertido en símbolo y la idea que este repre-senta, bien por si solo, bien en conjunción con otros. No se conoce niuna sola cultura, ni una sola religión, que no haya hecho uso del len-guaje simbólico para transmitir mensajes codificados, empleando tantoimágenes abstractas como figurativas.

Penetrar en la mentalidad simbólica de los vacceos, a buen seguromuy relacionada con la de otros pueblos prerromanos meseteños, es-pecialmente con la de los celtíberos, es una tarea complicada pero fe-cunda si se toman las debidas precauciones y se lleva a cabo con unpoco de sentido común y moderación, pues hemos de ser conscientesen todo momento de que carecemos de fuentes escritas imprescindiblespara entender plenamente los mensajes. Una vía de conocimiento irre-nunciable por muy plagada de peligros que se encuentre, pues a pesarde que se presta más que ninguna otra al exceso, nos permite hacernosuna idea de cómo se veían a si mismos y cómo veían el mundo que les

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rodeaba. Este es el objetivo fundamental que nos hemos marcado eneste trabajo, para cuya consecución únicamente disponemos de las pro-pias imágenes que han generado quienes hicieron uso de ellas y delanálisis que de las mismas podemos hacer hoy día aplicando el métodocomparativo, pues lamentablemente esa falta de textos a la que nosreferíamos nos impide acceder a los contenidos simbólicos depositadosen cada una de ellas. Si consideramos que la iconografía vaccea poseemuchos elementos en común con la celtibérica y, por esto mismo, hemosde suponer que el universo simbólico de vacceos y celtíberos están muyestrechamente vinculados; que gran parte de la iconografía celtibéricahunde sus raíces en la ibérica y, de manera más amplia, en la medite-rránea, pero que aquélla no deja de ser una singular reinterpretacióny adaptación de estos elementos a su mentalidad céltica; y, por último,que en la Céltica continental e insular los conocimientos referidos almundo de las imágenes y sus significados se encuentran desde hacedécadas muy desarrollados y en buena medida consolidados, porqueademás se dispone de una rica literatura de época medieval en el casoconcreto de las Islas Británicas, la aproximación que podamos haceral trasfondo mental existente en el imaginario vacceo tiene ciertas ga-rantías de encontrarse próximo a la realidad. En la investigación ar-queológica la comparación es una práctica tan antigua como la mismadisciplina, y a pesar de que ha pasado por épocas doradas y otras enlas que el descrédito parecía cebarse en ella, es indudable que siempreha sido fecunda y el origen de muchos logros que hoy nadie discute.

Una parte importante de ese imaginario vacceo está formado porrepresentaciones abstractas, muchas de las cuales son puramente de-corativas: bandas horizontales, frisos de semicírculos concéntricos, derombos encadenados, de triángulos rellenos de líneas, de zigzags, deentramados que recuerdan urdimbres textiles, metopados, etc. Otrasabstracciones, por el contrario, son altamente significativas, como porejemplo la esvástica, símbolo solar asociado habitualmente a caballosy peces, o las ondas, series de “eses” y líneas sinuosas, estas tres últi-mas generalmente en estrecha convivencia tanto con peces como conaves acuáticas y, por tanto, interpretables como representaciones es-quemáticas del medio natural en el que se desenvuelven dichas espe-cies.

Sin embargo, las representaciones más interesantes son sin dudalas figurativas. Éstas constituyen una fuente de información de pri-mera magnitud para aproximarnos a la mentalidad mágico-religiosa,funeraria, social y económica de los vacceos, si bien hemos de tenersiempre presente que muchos de los mensajes que nos transmiten

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puede que sean más complejos de lo que a primera vista parece, puesla enorme distancia cultural existente entre el investigador y las gen-tes vacceas que produjeron las imágenes y símbolos que tratamos decomprender nos impide tener la seguridad de que las estamos inter-pretando correctamente y, por tanto, de que estamos conociendo unpoco mejor su modo de pensar y sentir. A pesar de que algunos inves-tigadores niegan toda posibilidad de acceder a los mensajes expresadosen el lenguaje iconográfico por considerar que quienes los generaron ynosotros utilizamos categorías lógicas y semánticas diferentes, quenuestras estructuras mentales en poco se parecen a las de los pueblosprerromanos, estamos convencidos de que existen posibilidades decomprenderlos, pues de otro modo no tendrían ningún sentido el pre-sente trabajo y tampoco la ingente literatura iconográfica generada enlos últimos cien años sobre las culturas de la prehistoria reciente. Noobstante esto, creer que se ha desentrañado el trasfondo semántico deuna imagen, de un símbolo o de una escena, por muy bien que parezcanencajar las pruebas demostrativas y los argumentos tengan solidez,siempre hay que pensar que puede tratarse de un espejismo y que pue-den existir otros significados que nos están resultando elusivos. El usopolivalente que se hizo de las imágenes por parte de los pueblos pre-rromanos de la península Ibérica y, en general, de toda la Céltica eu-ropea, nos hace extremar las precauciones para tratar de evitar lasinterpretaciones rígidas y unidireccionales. Quizá una de las mejoresfórmulas para acceder a la sociedad vaccea que generó las imágenes ylos símbolos que aquí nos interesan sea aquella en la que se analizancomo un todo indisoluble la imagen en cuestión, la funcionalidad delobjeto en el que aquélla aparece, el contexto arqueológico en el que hasido recuperado dicho objeto, si resulta posible, y las peculiaridadessociales y culturales del momento en el cual se fecha dicho contexto. Alo que hay que añadir las posibilidades que nos ofrece el método com-parativo en cada caso, como se ha señalado más arriba. Un procedi-miento, en definitiva, clásico en la investigación arqueológica pero queno siempre se lleva a efecto y no siempre da los resultados que se per-siguen.

Conectando con una idea avanzada en el párrafo anterior, se podríapensar, y con mucha razón, que la enorme distancia –temporal, cultu-ral, psicológica, etc.– que separa al investigador actual de los pueblosde la prehistoria, de su final en el caso concreto de los vacceos, cercenacualquier intento de penetrar en su mentalidad, máxime cuando, comoocurre en la presente ocasión, se intenta a través de las representacio-nes “artísticas” que ha generado, interpretadas éstas en clave simbó-lica, y con el agravante de que se trata de un pueblo ágrafo que no ha

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dejado constancia escrita de su ideario. Sin embargo, si tenemos encuenta que la investigación científica es, por definición, la actividadencaminada a buscar la solución a un problema científico y que estáorientada hacia el descubrimiento de algo que hasta el momento sedesconoce a partir de lo conocido, esto nos obliga a no renunciar a nues-tro empeño, porque de hacerlo caeríamos en una inoperancia aún másperniciosa.

Aunque en este trabajo nos vamos a centrar exclusivamente en lasrepresentaciones ictiomorfas y ornitomorfas, el catálogo de animalesque comparecen en materiales vacceos es muy amplio, pues incluye,además, caballos, lobos, bóvidos, cérvidos, suidos, ovicaprinos, serpien-tes, liebres o conejos, perros y hasta una leona (Blanco García, 2012;Id., 2013). No obstante, comparando los restos faunísticos obtenidosen las excavaciones con los animales que aparecen en su iconografía,no todas las especies fueron objeto de atención por parte de los artesa-nos vacceosi. Esto significa que se ha producido un proceso de selecciónmarcado más por criterios conceptuales, ideológicos, que por motiva-ciones artísticas o decorativistas. Los zoomorfos que aparecen repre-sentados en la cerámica o en los utensilios metálicos y las armasconstituyen sólo una parte seleccionada y conceptualizada del mundoanimal vacceo, pues sólo determinadas especies se pusieron al serviciode conceptos que trascendían lo puramente cotidiano, fueron dotadasde una significación apoyada bien en algunas de sus características fí-sicas, bien en peculiaridades comportamentales en las que los propiosvacceos, o mejor dicho, ciertos grupos sociales, creían reconocerse osimplemente admiraban. La iconografía zoomorfa cumple la funciónde trascender la inmediatez de lo cotidiano, convirtiéndose en símboloportador de un mensaje de inestimable valor para el conocimiento dela mentalidad de quien hace uso de él, de sus anhelos y miedos, perotan cierto es esto como que, al mismo tiempo, cumple unas innegablesfunciones ornamentales. El objeto cerámico o el útil metálico están “de-corados” con imágenes que encierran un significado y al mismo tiempole dotan de una singularidad exclusiva que en muchas ocasiones posi-blemente está vinculada a las personalidad de su propietario. Símboloy decoración son dos caras de una misma moneda, pero el reto está endesentrañar la idea o las ideas que hay detrás de, si no todas las imá-genes, sí de la mayor parte de ellas, y no quedarse en el puro análisisde las formas, del perfil artístico de las realizaciones.

Las primeras representaciones zoomorfas realizadas por los vac-ceos, que son los ánades impresos en cerámica elaborada a mano ha-bitualmente conocidos como patos de tipo Simancas, se remontan al

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siglo IV a. C., y en el apartado correspondiente las trataremos, peromás difícil es establecer un límite para el final del ciclo artístico vacceo.La mayor parte de sus imágenes figurativas son del siglo I a. C. y co-mienzos de la siguiente centuria, ya dentro del Imperio. Hasta estosfinales llegaremos en el presente trabajo, pero las imágenes que van aquedar fuera del mismo serán las que comparecen en la cerámica detipo Clunia (Abascal, 1986 y 2008), pues a pesar de que el peso de latradición indígena en ellas es muy fuerte, al ser ya de la segunda mitaddel siglo I d. C. y la tipología de los recipientes no tener ya nada quever con la propiamente vaccea, entendemos que es un tipo de produc-ción romana.

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IILOS PECES

Los peces son, desde un punto de vista cuantitativo, los animalesmás representados en la iconografía vaccea, lo cual no tiene nada deextraño si consideramos que la misma circunstancia se produce en laceltibérica, principal fuente en la que aquélla se inspiró, como bienilustra la colección numantina (Romero Carnicero, 1976: 149 y 153). Adiferencia de estos dos ámbitos culturales, en la céltica europea, tantoen la insular como en la continental, las imágenes de peces son bas-tante infrecuentes (MacKillop, 1998: 208), lo que nos invita a pensarque, en general, en las regiones meridionales, orientales y centralesde la península Ibérica tuvieron un origen mediterráneo, tímidamenteen el mundo orientalizante, pero sobre todo en el helenístico y púnicode los siglos IV y III a. C., aunque este segundo ciclo se desarrolló conel filtro ibérico de por medio (Aranegui, 1996; Olmos, 2007-08), que esel que aquí más nos interesa.

Los referentes naturales utilizados por los vacceos debieron de serlucios, tencas, barbos, carpas, bogas, truchas y demás especies que ha-bitualmente pescaban en sus ríos y en sus lagunas. Ahora bien, iden-tificar en cada caso concreto de qué especie se trata es una tareacomplicada, si bien algún intento reciente sí que se ha llevado a cabo,con mucho mérito, por cierto (Delgado Lozano, 2008). Y no es fácil lo-grar este objetivo por el gran esquematismo con el que se han pintadoo grabado la mayor parte de los peces por parte de los artesanos vac-ceos, lo cual no impide, sin embargo, que podamos extraer algunasideas claras, como por ejemplo que hasta ahora no se han documentadorepresentaciones de peces marítimos. Cierto es que una de las téserashalladas en “La Ciudad” de Paredes de Nava (la de ARCAILICA CAR)tiene forma de delfín, pero no podemos considerarla producción vacceaporque lo más probable es que se fabricara no en el referido núcleo pa-lentino, sino en la ciudad celtibérica de Uxama Argaela (Osma, Soria)(Blanco García, 2011: 166-167, fig. 3 B, con la bibliografía anterior).En la iconografía celtibérica, la fauna marítima, aun siendo escasa, noes tan rara. El delfín, concretamente, está muy presente sobre todo enlos territorios celtibéricos del valle del Ebro –en las acuñaciones de al-gunas cecas, por ejemplo (Abascal, 2002: 19-22)– porque fueron los másexpuestos, y desde antiguo, tanto a las influencias romanas como a lasdel mundo ibérico. En ellos hallamos delfines en unas ocasiones pin-tados en cerámica (Melchor, Benedito y Gusi, 2000: 189-190, fig. 1 ylám. I, 2) y en otras como tipos monetarios secundarios, tal como se veen algunas emisiones de Arse-Saguntum, por ejemplo.

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Que los vacceos consumieron habitualmente las ictiofaunas fluvia-les arriba referidas –aunque es de suponer que con un carácter margi-nal en su dieta–, lo deducimos de varios hechos. En primer lugar, yparadójicamente, de la propia iconografía. En segundo lugar, de la cer-teza de saber que en la Edad del Hierro los ríos meseteños eran deaguas más frías y caudalosas que en la actualidad y, por tanto, másricos en este tipo de recursos. En tercer lugar, la recuperación de restosde algunos de estos peces en varios poblados de la etapa anterior, lasoteña (Morales y Liesau, 1995: 498-499, figs. 10-11 y tabla 37), noshace suponer que en los del Segundo Hierro los recursos pesqueros se-rían muy similares, aunque no existan claras evidencias por ahora, locual no deja de ser un poco extraño, pues en esta fase estamos ha-blando ya de ciudades populosas que explotarían más intensivamentesus ríos y esto generaría más restos arqueológicos recuperables en lasexcavaciones. Hubiera sido muy interesante haber podido identificarsalmones entre las representaciones de peces vacceas –como parecenexistir en Numancia (Delgado Lozano, 2008: 27, fig. 14 B)–, para deeste modo entrar en valoraciones en clave mítico-religiosas habidacuenta que en el mundo celta continental e insular se les considerabadepositarios de ciencia sagrada, pero el esquematismo de las mismasnos impide llegar un poco más allá.

El soporte, por ahora exclusivo, entre los vacceos para la represen-tación de peces es el recipiente cerámico fabricado a torno, de cocciónoxidante, donde los encontramos siempre pintados en ocre o negro,bien con la coloración de la propia pasta cerámica anaranjada comofondo, bien sobre pintura blanca. A pesar de que en el sur vacceo la ce-rámica a mano con decoración “a peine”, la hasta no hace mucho deno-minada genéricamente de tipo Cogotas II, adquirió una considerableimportancia desde el siglo VI a. C. hasta avanzado el II a. C., en ellano comparecen peces incisos como sí lo hicieron en el vecino territoriovettón, concretamente en el poblado de Las Cogotas (Cabré, 1930: 51,láms. XXXVII, 2 y XL-1; Maluquer de Motes, 1954: figs. 70 y 71; BlancoGonzález, 2010: 129, fig. 7) y en la necrópolis de El Raso de Candeleda(Fernández Gómez, 1986: 543 y 840-841, fig. 293, F-1 y fig. 457, 65-F1). Tampoco hasta ahora en el mundo vacceo conocemos representa-ciones de peces en soporte metálico.

Su catálogo, en lo que se refiere a cómo se los presenta el alfarero asu clientela, es bastante variado: en unos casos aparecen aislados; enotros, formando grupo; a veces, unidos en línea como si de eslabonesde una cadena se tratara (Figura 4, 2); bajo un sol radiante, en un casoconcreto (Figura 7, 1 y Figura 8, 1); en otro, cuatro individuos hacengirar una esvástica en sentido dextrógiro (Figura 4, 2); o en relación

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con un animal de distinta especie, como vemos en el detallado ejemplarque ha sido pintado junto a un lobo en perspectiva cenital en un cuencode La Cuesta del Mercado (Figura 5). Un último ejemplo nos muestraun gran pez en cuyo interior tiene otro más pequeño, como si acabarade engullirlo (Figura 1, 4). Para una comprensión de lo que es y repre-senta el pez en la iconografía y en la mentalidad vacceas, este reperto-rio de maneras en las que aparecen tiene un grave inconveniente:hasta ahora sólo los vemos en fragmentos cerámicos de pequeño o me-diano tamaño, lo cual se traduce en que pocas veces disponemos deimágenes completas y, lo que es aún peor, en ningún caso del friso ín-tegro del vaso. Aunque la mayor parte de ellos parecen haber ocupadometopas más o menos grandes (Figura 9, por ejemplo), en varios casosformaron parte de un friso continuo en convivencia con otros ejempla-res e incluso con animales de otras especies quizá formando una escenasimbólica y esto es lo que se nos está escapando: el conjunto, y con él,el mensaje completo que ha tratado de transmitir el alfarero o quienle ha encargado la pieza.

En las representaciones de peces celtibéricas e ibéricas es muy habi-tual hallar alrededor alusiones gráficas al medio acuático natural en elque se desenvuelven en forma de “eses”, espirales sencillas o dobles con-trapuestas, ondas, etc. En las vacceas son una excepción, pues sólo enuna ocasión ese entorno acuático aparece representado de manera muyesquemática mediante ondas de amplio radio (Figura 2, 4 y Figura 3, 4)y en otra mediante sencillas “eses” (Figura 9). En lo que el pintor alfarerovacceo no ha mostrado el menor interés ha sido en complementar el am-biente fluvial o lacustre con plantas acuáticas o de humedal, tal como hi-ciera en algunos vasos el artista ibérico. Y es que, en general, losartesanos vacceos que realizan representaciones zoomorfas nunca tuvie-ron intención de situarlas dentro de su escenario natural, fuese vegetal,hídrico o geológico, y esto redunda en esa idea ya señalada de que pordelante del realismo de la imagen pusieron su fuerza conceptual paraconvertida en símbolo. Puesto que esto era lo prioritario, es posible queconsideraran superfluo y carente de interés para ellos referenciar el am-biente natural de los animales representados.

No todos los yacimientos vacceos que han sido objeto de excavación,o se han prospectado intensivamente, han rendido imágenes de peces.Hasta ahora sólo se tienen constatadas en los núcleos de Rauda, Pin-tia, Septimanca, Tariego de Cerrato, Cauca y el castro, también cau-cense, de Cuesta del Mercado (Tabla I). A pesar de que recientementese han publicado sendos inventarios de imágenes ictiomorfas vacceas(Delgado Lozano, 2008: 20; Alfayé Villa, 2010: tabla IV, 29-35), te-niendo en cuenta que en el presente trabajo vamos a aportar trece imá-

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genes inéditas, nos ha parecido oportuno poner al día el catálogo do-cumental, ya que no sólo se duplica prácticamente, sino también haceque se desmarquen considerablemente Cauca y su barrio de la Cuestadel Mercado como núcleos en los que éstas adquirieron una gran rele-vancia, lo cual constituye un localismo que al mismo tiempo es una lla-mada de atención para el investigador del mundo vacceo. Con muchafrecuencia enfocamos la cultura material vaccea como una realidad ho-mogénea en su espacio geográfico, con escasos signos de evolución in-terna y bastante monolítica. Sin embargo, cuanto más profundizamosen el conocimiento de ciudades concretas, más se advierten diferencias.No hay más que comparar, por ejemplo, el catálogo y proporcionalidadde las diferentes producciones cerámicas de Pintia y Cauca para com-probarlo.

Señalados sobre un mapa los yacimientos en los que se tienen cons-tatadas las imágenes de peces (Figura 25), vemos que se circunscribenbásicamente a la orla oriental y, sobre todo, meridional del territoriovacceo, lo que es bastante indicativo, una vez más, de la influencia queejerció en la iconografía vaccea la celtibérica. Recordemos de nuevo, aeste respecto, cómo sólo en Numancia se conocen más de sesenta reci-pientes con peces pintados. Esto es, el doble que en todo el mundo vac-ceo con sus varias decenas de populosas ciudades y destacadasinstalaciones alfareras. Tanto en el ámbito vacceo como en el celtibé-rico, además, los recipientes en los que han sido pintados peces proce-den mayoritariamente de contextos domésticos, no funerarios, lo quesignifica que son pinturas destinadas sobre todo a los vivos, no a for-mar parte del equipo del difunto. En el caso del ámbito vacceo, de casitreinta recipientes con peces pintados que contabilizamos, sólo dos pro-ceden de necrópolis, de Las Ruedas concretamente (nn. 24 y 25). Estacircunstancia, sin embargo, no significa que para vacceos y celtíberosel pez tuviera una carga simbólica menor que otras imágenes más di-rectamente vinculadas al mundo funerario. Si tenemos en cuenta que,en un caso, cuatro peces están impulsando una esvástica en sentidodextrógiro (Figura 1, 2), y tanto la dextrosidad como la esvástica sonelementos muy característicos de los pueblos de filiación celta, y enotro caso el pez nada bajo un sol radiante (Figura 7, 1 y Figura 8, 1),no parece descabellado pensar que muy posiblemente el pez fuera unsímbolo solar asociado con ideas referentes al Más Allá, perfil que noexcluye otros posibles significados, como ocurre con tantos otros ani-males cuya funcionalidad polivalente en la mentalidad céltica es evi-dente. La utilización del pez como símbolo de carácter escatológicoparece estar fuera de duda (Salinas de Frías, 1994: 513), pero ir unpoco más allá de estas ideas básicas, no sólo es complicado, sino tam-bién arriesgado sin otras apoyaturas.

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No obstante esto, el pez como símbolo asociado a la mentalidad de lanueva vida que se abre tras la muerte es sólo una versión del mismo,quizá la más importante pero no la única, pues hemos de insistir en quela mayor parte de las representaciones de peces tanto en el mundo vacceocomo en el celtibérico proceden de contextos domésticos, es decir, delmundo de los vivos. Están relacionados con su vida cotidiana, lo que sig-nifica que ese carácter solar que tiene el pez no está exclusivamente vin-culado con el mundo de la muerte y el Más Allá, sino también con la vidadiaria, como, por otro lado, es muy lógico. Las imágenes tienen una vidasocial en el mundo de los vivos y son utilizadas generalmente para cohe-sionar con más fuerza a la comunidad que hace uso de ellas.

Ya para finalizar, lo que sí podemos decir con seguridad es que detodos los animales que pintaron los vacceos en sus recipientes cerámi-cos, los peces son los que con más sentido decorativo se utilizaron, locual nos invita a pensar que en más de una ocasión el alfarero los pudohaber pintado totalmente desprovistos de connotaciones ideológicas,algo que ya ha sido señalado por más de un investigador para los casosceltibérico e ibérico y que en el nuestro es igualmente válido. La evo-cación del placer estético es innegable en estas realizaciones y en nues-tro empeño por reconocer un trasfondo ideológico en todo tipo demanifestación artística nos hace que a veces lo olvidemos.

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TABLA I. Catálogo de representaciones de peces en cerámica vaccea.

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IIILAS AVES

Sin ser tan frecuentes como los peces, hasta el momento tenemosregistrados unas dos docenas de documentos iconográficos vacceos enlos que aparecen aves, pero a diferencia de aquéllos, que, como hemosvisto, sólo aparecen pintados en recipientes, éstas comparecen tantopintadas como modeladas en arcilla así como grabadas y fundidas enmetal. Pertenecen a no más de seis especies, la mayor parte de ellassalvajes, y únicamente algunas parecen tener como referente aves decorral. Tal como hemos señalado al hablar de los peces, en algunoscasos no resulta fácil identificar la especie concreta a la que perteneceel animal representado por los artesanos vacceos, en unas ocasionesporque la imagen es fragmentaria, en otras por la falta de rasgos defi-nitorios y a veces debido al acusado esquematismo al que nos tienenacostumbrados dichos artesanos. Un esquematismo que, dicho sea depaso, y estamos convencidos de ello, no creemos que se deba a una faltade habilidad en la ejecución de la imagen, sino más bien a una inten-ción clara de dar prioridad al significado sobre la forma, al contenidoconceptual del símbolo sobre el realismo de la imagen. Como en unaocasión anterior tratamos de poner de manifiesto, estamos convencidosde que lo importante para ellos era transmitir una idea (o varias) através de la imagen, y con ser ésta reconocible por parte de quien lave, aunque se reduzca a sus rasgos más básicos, es suficiente para con-siderar que el mensaje ha sido transmitido correctamente y con éxito.Este mecanismo funciona, evidentemente, entre emisores y receptoresque comparten los mismos códigos, y éstos son diferentes de unas cul-turas a otras –si bien hay que admitir que entre culturas vecinas siem-pre hay elementos compartidos–, por lo que se puede decir que lossignos y los símbolos utilizados por una cultura constituyen parte desus señas de identidad étnica, tanto en su vertiente grupal como indi-vidual (Wells, 1998). Ahora bien, desde un punto de vista práctico¿cuánto de identidad vaccea pudo existir en la imaginería que este pue-blo generó, a sabiendas de que ésta parece seguir los mismos paráme-tros formales que la de sus vecinos los celtíberos y, además, carecemospor completo de referencias escritas que nos hablen de la carga con-ceptual vertida en cada representación? Mucho nos tememos que aúnestamos bastante lejos de solucionar esta cuestión y, como hemos se-ñalado, los únicos métodos que tenemos a nuestro alcance son, por unlado, el análisis del contexto en el que ha sido hallado cada documento,si lo tuviere, y por otro, la vía comparativa.

Ánades, un ave acuática de pico largo y curvado similar al ibis ere-

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mita, buitres, posibles perdices o faisanes, una golondrina o vencejo,una zancuda que podría ser cigüeña o garza, lo que parece ser una pa-loma, y sendos gallos constituyen todo el catálogo aviar documentadohasta ahora en el mundo vacceo (Tabla II), y al margen de aves que re-sultan inidentificables (p. ej., Abásolo y Ruiz, 1976-77: 274, fig. 5, 5;Mañanes, 1983: 160-161, fig. 44, 8; Sanz Mínguez, 1997: 67 F, fig. 69F, 161, 273, fig. 157, 273; Figura 18) o que se documentan en objetosque muy posiblemente no sean vacceos, sino de importación, como ocu-rre con la tessera en forma de paloma hallada en Palenzuela (BalbínChamorro, 2006: 152-153, con la bibliografía anterior). Entre las in-identificables, es particularmente significativa la indefinición que pre-sentan aquellas que han sido pintadas en una jarra polícroma de lanecrópolis de Las Ruedas, hallada en un contexto ya romano pero cuyaiconografía nos remite a la mentalidad cosmológica vaccea (Figura 15;Sanz Mínguez et alii, 2003: fig. 11, 1 y 2; Centeno et alii, 2003: fig. 16,2). Mientras para algunos investigadores estas aves son gallináceas,sin más, otros ven en ellas aves de presa, buitres concretamente(Marco Simón, 2005: 329; Id., 2008: 62, fig. 15), pero en este segundocaso no porque se puedan reconocer rasgos anatómicos propios de losvultúridos, sino por el contexto del que forman parte: soles, una posiblepalmera o árbol de la vida cuyas ramas terminan en cabeza de ser-piente, según unos, o de caballo, según otros. Este criterio parece in-suficiente y, cuando menos, arriesgado.

Sin ninguna duda se puede decir que los ánades son las más anti-guas aves salvajes que aparecen en la iconografía figurativa vaccea,pues ejemplares estampados los empezamos a ver en el siglo IV a. C.y puede que perduraran hasta entrado ya el II. Son los comúnmentedenominados patos de Simancas, por lo general representados for-mando un friso sobre motivos geométricos alusivos al agua y al sol:ondas, círculos concéntricos, triángulos con el interior rayado, aspas,etc. Salvo alguna excepción, comparecen en vasos de cerámica elabo-rados a mano y conviviendo con decoraciones realizadas con peine in-ciso, tanto en contextos funerarios como domésticos, aunque más enestos últimos. Hasta ahora se tienen constatados, además de en el po-blado de Simancas (Rivera Manescau, 1948-49; Wattenberg Sanpere,1959: tabla XII, 7, tabla XVII, 1-3, 5, 6 y 8; Id., 1978: 146, 79 y 80, 163,98)iii, en el del Soto de Medinilla (Serrano y Barrientos, 1933-34: 226,fig. 6, 5-8 y lám. V, 5-8; Wattenberg Sanpere, 1959: tabla XII, 7), enCauca (Figuras 11 y 12; Romero Carnicero, Romero Carnicero y Mar-cos Contreras, 1993: 238, fig. 6, A-1009; Blanco García, 2003: 91, fig.14, 7; Id., 2010a: 263, fig. 7), en la necrópolis de Las Ruedas (Sanz Mín-guez, 1997: 144 y 260-262, fig. 146, 70-71) y en el poblado de Sieteigle-

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sias (Bellido Blanco y Cruz Sánchez, 1993: 269, fig. 4, 8). Es decir, enel sector centro-meridional del territorio vacceo, aquel en el que la ce-rámica a mano con decoración “a peine” adquirió un gran desarrollo. Apesar de que las decoraciones “peinadas” hacen su aparición en estazona hacia comienzos del siglo VI a. C., en plena etapa de madurez dela cultura del Soto de Medinilla, los ánades impresos no se incorporanal catálogo de motivos decorativos hasta dos siglos más tarde, segura-mente como consecuencia de influencias recibidas del exterior más quepor generación interna. Pero ¿de dónde y de quiénes los adoptarían?Aunque en la historiografía se pueden encontrar propuestas de lo másdiversas –cerámica del Hierro I del valle del Ebro, mundo orientali-zante, cerámica castreña del noroeste, etc.–, ninguna de ellas se perfilacomo concluyente, ya que analizada una por una, todas tienen impor-tantes inconvenientes. Por ejemplo, si el origen está en la cerámicapintada e impresa del valle del Ebro, por qué razón no hay testimoniosen todo el norte y noreste vacceo y en los territorios limítrofes. Respectoal noroeste peninsular, los fragmentos con representaciones de “patos”hallados en Fuentes de Ropel (Martín Valls y Delibes de Castro, 1978:329, fig. 4, 2), Regueras de Arriba y Adrados (Esparza Arroyo, 1983:92, fig. 4, 2-4), más que fuente de inspiración de las estampaciones vac-ceas lo más probable es que fueran derivación de estas últimas, a pesarde la coetaneidad que se estiman para la mayor parte de ellas, pues,de otro modo, hacerlas derivar de las existentes en el área de las RíasBaixas, como las que vemos, por ejemplo, en el castro de Montealegre(González Ruibal, 2007: 283, fig. 69), y que están fechadas entre los si-glos IV y II a. C. también, nos parece más improbable que pensar enun origen meseteño para ellas. En este mismo sentido es como se vie-nen interpretando los testimonios del valle del Duero en la zona por-tuguesa ya. Los ánades impresos que se han documentado en losyacimientos del Alto Côa, por ejemplo, coexisten con cerámicas “apeine” de influencia netamente vettona (Osório, 2009: 100, fig. 10), ysi esto es así, lógico es pensar en el centro del Duero como origen delas estampaciones ornitomorfas de esta zona de Portugal. Otra cosa escreer que en el Duero medio se encuentra el origen de los ornitomorfosy soles impresos que aparecen en cerámicas de la zona de las Rías Bai-xas, hipótesis a la que se opone frontalmente González Ruibal (2006-2007: 487). En fin, sea como fuere este es un tema en el que aquí noprocede ahondar pero que está necesitado de un estudio detallado queaclare todas estas cuestiones de una vez.

En cerámica pintada ya no aparecen imágenes de este tipo, aunquehemos de decir que en ocasiones se han querido reconocer como posi-bles representaciones de ánades, a pesar del considerable grado de abs-

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tracción que presentan, las series de “eses” dispuestas en frisos quedecoran muchos recipientes cerámicos, habida cuenta que en ocasionesdebajo de ellas de nuevo se encuentran motivos presumiblemente acuá-ticos (Figura 13; Blanco García, 2003: fig. 19, 2 y fig. 22, 12). Donde síencontramos de nuevo la imagen del ánade es en una de las numerosascajitas excisas, aún inédita, halladas en la necrópolis de Las Ruedas.En concreto, se trata de una cabeza que ha sido aplicada en la zonacentral de uno de los lados cortos de la cajita para ejercer la funciónde asa de la misma. Hasta el momento conocíamos asas de cajitas conforma de cabeza de carnero, de caballo y de toro, pero con forma de aveesta es la primera que aparece en el mundo vacceo. Puesto que no sa-bemos para qué funciones se utilizaron estas cajitas –y se han pro-puesto las de salero, joyero, quemaperfumes en los casos en los quetienen las paredes internas quemadas, etc. –, desconocemos si existealgún tipo de relación entre la especie animal representada en el asay el destino concreto para el que cada una de ellas fue usada. Al ser lareferida una pieza que se halló en posición secundaria, más se complicaaún su interpretación funcional.

Finalmente, también debieron de estar presentes las imágenes deánades en esas conteras, no conservadas, de espadas de tipo Miravecherecuperadas en Palenzuela y Las Ruedas a las que más arriba noshemos referido. Parece evidente, por tanto, que tras la imagen de losánades se esconde todo un universo de ideas vinculadas a la guerra yla ética agonística del guerrero, al acceso al Más Allá con las aguascomo elemento natural vehicular. Unas aguas que, según Dumézil, enla mitología indoeuropea nunca son marítimas u oceánicas, sino flu-viales o lacustres (cit. en García Quintela, 1999, 176). Se puede decirque los ánades comparten con los peces su carácter acuático y solar,por lo que muy probablemente fueron considerados animales divinoso, por lo menos, asociados a alguna divinidad vinculada a las aguas.El mejor ejemplo en el ámbito celta lo tenemos en Sequana, diosa acuá-tica del Sena, a cuya imagen casi siempre se encuentran asociadas ána-des. Pues algo parecido debió de existir entre los vacceos.

Los cultos solares siempre han estado estrechamente relacionadoscon el agua y, en última instancia, con todo aquello que representevida, renacimiento, regeneración tras la muerteiv. Pocos documentoseuropeos parecen tan a las claras demostrar esta idea como una seriede torques de bronce de los siglos V y IV a. C. en los que el motivo cen-tral de la decoración son ánades, en unos casos afrontados a ruedas so-lares (Marne y Pogny), en otros alternando con círculos concéntricosalusivos al sol también (Rossin), y en otros a triples anillos que al

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mismo tiempo se interpretan como árboles de la vida (Attancourt,Breuvery) (Waddell, 2009: 342, fig. 2; Roualet, 1991: 150). El propiohecho de que estas imágenes comparezcan en torques redunda en lamisma idea, pues indica que tienen un carácter apotropaico, protectorde la vida. Y es este mismo carácter el que, a nuestro parecer, hemosde ver en el excepcional collar de la necrópolis celtibérica de Navafría(Barril, 2005: 373, fig. 2) en el que el ánade posa sobre una rueda solary tiene en el punto diametralmente opuesto otra ave en pleno vueloque quizá no sea otra cosa que el mismo ánade surcando los cielos, conlo que tendríamos, en un solo documento, los dos aspectos más carac-terísticos del ánade como animal simbólico: la capacidad que tiene paraponer en contacto el mundo acuático con el aéreo, en el que ejerce suimperio el sol. Esta misma idea es la que podría subyacer tanto en elídolo antropomorfo de Quilly como en una compleja terracota que seconserva en el Museo de Rouen (resp., Blanchet, 1901: 247-249, fig. 32y Blanchet, 1890: 171-175, fig. 3, lám. I), ya de tiempos galorromanos,pues en ambos casos comparten campo decorativo aves acuáticas y dis-cos solares.

Y ya que mencionamos la Europa continental y atlántica, las repre-sentaciones simbólicas de aves acuáticas adquirieron en todo este am-plio territorio una destacada importancia durante el Bronce Medio yFinal. Están presentes sobre todo en objetos excepcionales tales comolos carros solares de carácter votivo o ceremonial de Eiche, Acholshau-sen, Skallerup o Dupljaja (Müller-Karpe, 1968: fig. 77), numerososadornos personales o una diversidad de remates decorativos (Eluère,1987: 54; Harding, 1998; Id., 1999: 134, fig. 2; Gleischer, 2004: fig. 1 ynº 4.42; Krausse y Beilharz, 2009: 157, III, 10; Schmid-Sikimic, 2009:118, fig. 2, 2), hecho al que quizá no debió de ser ajeno el mundo medi-terráneo, y toda esta tradición después es reconocible y sigue estandomuy presente en la céltica (Kristiansen, 2001; Adam et alii, 1995),donde los ánades aparecen representados tanto en objetos de caráctermágico o religioso como en forma de figuras aisladas (Roulière y Vui-llemey, 1991: 51, figs. 57 y 59; Megaw y Megaw, 1996: 76, fig. 88;Green, 1992a: 88-89; Ead., 1992b: fig. 6.15; Ead., 1996: fig. 25.13). Suconsideración como animal sagrado es indiscutible dada la destacadaposición que ocupa en la simbología y en la iconografía de las poblacio-nes celtas y mediterráneas, en las que se le consideró como el símboloascensional por excelencia. En el sur orientalizante e ibérico los ánadesaparecen representados generalmente en objetos de prestigio vincula-dos a las élites sociales y como símbolos de algunas de las divinidadespor ellas veneradas, como se puede comprobar, por citar sólo unosejemplos bien conocidos, en la diadema de oro del Tesoro de Peña

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Negra de Crevillente (González Prats, 1976-78: 349, fig. 5; Perea, 1991:184-185; Ead, 1992: 252, fig. 3), en el “Bronce Carriazo” (Olmos, Tor-tosa e Iguácel, 1992: 69, 2; Jiménez Ávila, 2000: 411, 125, lám. XLV,125) o en el denominado “Bronce Gómez Moreno” (Olmos, 2000-01).Como hemos apuntado más arriba, muy probablemente este caráctersacro puede que, en gran parte, derivara de la habilidad que tienenpara nadar y volar, para conectar el mundo acuático con el aéreo, locual, y para el caso de la Europa continental y atlántica, nos conducedirectamente a pensar en cultos y rituales vinculados a las aguas quesurgen en la Edad del Bronce pero que siguen estando vigentes en ladel Hierro. La deposición del cadáver, o de sus cenizas, en lagos y ríos,una práctica muy del Bronce Atlántico, es un claro ejemplo de que elagua es considerada como medio natural sagrado y, por tanto, los ani-males que habitan en ella, también. Más aún los ánades, que segura-mente eran vistos como vehículo que traslada el alma del muerto, através de las aguas, del espacio de los vivos al de los muertos, a los cie-los. Hemos de recordar, a propósito de esto último, cómo en la Europaatlántica no son raras las representaciones de barcas cuyas proas tie-nen forma de prótomo de ánade, razón por la que son consideradascomo barcas solares.

Al igual que en el mundo mediterráneo, todo este simbolismo entorno a los ánades –y la carga ideología que hay detrás–, por lo generalaparece estrechamente vinculado a las élites sociales, a las clases di-rigentes, desde tiempos antiguos. No hay más que pensar, como ejem-plo, en el torques áureo de Vilas Boas (Silva, 1986: 237 y 249-250, lám.CXI).

Con todo lo dicho hasta ahora, parece justificado pensar que esemismo carácter sagrado es el que debe de existir en una cabecita deánade hallada en las excavaciones de Cuéllar que recientemente hasido dada a conocer (Barrio Martín 2012: 50) y en la que merece la penaque nos detengamos un momento (Figura 14). Recortada en huesoplano, sus bordes han sido retocados y redondeados por abrasión se-guramente para eliminar zonas cortantes o esquirladas. Hubiera sidomuy interesante saber a qué especie pertenece el soporte óseo, puespuede que exista una correspondencia entre ella y la imagen represen-tada, pero hechas las debidas consultas a los arqueofaunistas, coinci-den en que los fragmentos pequeños de hueso plano, como es este,resultan extremadamente difíciles de asignar a una especie concreta.Sus dimensiones son: 39 mm de altura máxima, 37 mm de anchuramáxima a la altura del pico, y un grosor que varía de los 4 mm en lazona inferior a los 6,5 mm en la superior. En ambas caras pueden verse

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unas incisiones anchas y profundas difíciles de interpretar pero de in-dudable ejecución humana y que son fácilmente aislables de aquellasotras naturales, o producidas por la abrasión ejercida para prepararel soporte, que enmarañan las artificiales. A primera vista no resultande fácil identificación las incisiones que aparecen en la cabeza, pero sílas podemos clasificar en tres grupos. Por un lado, están aquellas quehan sido realizadas para dar mayor realismo al animal, que son lasque en ambas caras marcan el ojo –en una de ellas circunscrito por untriángulo inciso–, y las que en la cara izquierda marcan cuidadosa-mente los pliegues de la piel que hay bajo el cuello. Por otro, están lasincisiones se parece querer indicar que se trata no de una cabeza deánade en estado natural, sino engalanada: en la cara derecha, unaancha incisión rodea el cuello a modo de collarín, del cual pende un es-quematismo angulosos difícil de identificar pero que nada tiene quever con la anatomía del animal. Finalmente, las incisiones cuadran-gulares que aparecen en el centro de la cara izquierda ni pertenecenser un elemento decorativo ni, mucho menos aún, un elemento de laanatomía del animal, por lo que lo más probable es que se trate de unasingular marca identificativa de algo. Y es en este último punto dondeentra la cuestión de la funcionalidad de esta pieza, pues no se puededecir que sea un elemento de adorno personal, un colgante, porque ca-rece de agujero para la suspensión; tampoco estuvo aplicada a un so-porte de mayor tamaño porque hubieran quedado huellas de la zonade contacto entre ambas piezas; y menos aún parece haber sido unmanguito de un útil de pequeño tamaño porque el borde de la base hasido tan pulimentada como el resto de su perímetro. Por todo ello, lomás probable es que se trate de una pieza simbólica, valiosa para suposeedor o para el conjunto de la comunidad, muy posiblemente unatessera de hospitalidad anepígrafa en la que el elemento más exclusivoque la identifica como tal, además de su forma, sea ese dibujo esque-mático que aparece inciso en su cara izquierda, el cual, dicho sea depaso, no se corresponde con ninguna grafía (o grupo de grafías anexa-das) en signario ibérico, aunque cierto parecido tiene con alguna. Nosería éste el único caso vacceo de tessera anepígrafa, pues del castroCuesta del Mercado, distante unos treinta kilómetros de Cuéllar, pro-cede una pieza metálica que también podría ser un ejemplar de estascaracterísticas (Blanco García, 2011: 205-207, fig. 33).

Ya para finalizar estos párrafos dedicados a los ánades, un últimoapunte. Sorprende la importancia simbólica que les concedieron losvacceos, sobre todo aquellos que vivieron en los territorios meridiona-les, cuajados de multitud de pequeñas lagunas y charcas que se formanen los fondos de las cuencas endorreicas, y, sin embargo, sus restos

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óseos no aparecen entre la fauna por ellos consumida (Morales y Lie-sau, 1995: 495-497). Este mismo hecho ha sido observado también enla Gallia (Desbat, Forest y Batigne-Vallet, 2006: 8), por lo que tras elloes posible que exista una explicación de tipo cultual. Puede que por esemismo supuesto carácter sagrado que tenían, se les respetasen y nofueran cazados ni consumidos. Recordemos cómo el mismo César (Bel.Gal., V, 12) refiere que los britones consideraban sagrado al ganso o laoca y tenían absolutamente prohibido cazarlo y comerlo. Son muchoslos paralelismos antropológicos de comportamientos similares que sepodrían aducir a este respecto, pero muchos también aquellos otros enlos que determinada especie considerada sagrada única y exclusiva-mente es consumida en actos rituales extraordinarios. Mientras no ge-neremos nueva documentación, no podremos ver a qué realidadrespondería el caso vacceo.

Acuática parece también la figura de ave fundida en bronce quehace unos años se halló en la tantas veces citada necrópolis de LasRuedas, aunque en posición secundaria. Se trata de un pequeño re-mate decorativo que hubo de estar aplicado a una pieza igualmentebroncínea pero de mayor tamaño, fuera un recipiente o algún otro tipode objeto, pues aún conserva en su base una serie de pequeños pivotesque se insertarían en el objeto que decoraba. La pieza en cuestión, in-édita por ahora pero que en su día nos mostró el Dr. Sanz Mínguez, aquien estamos muy agradecidos, consta de tres partes: una pequeñalámina ovalada y plana que sirve al mismo tiempo de cuerpo del ave ysuperficie de contacto con el objeto que decoraba, un esbelto prótomode ave de largo y curvado pico que se yergue en uno de los extremosdel óvalo, y una cola también erguida que termina en forma de trián-gulo dispuesto horizontalmente, en el extremo opuesto. El tipo de ca-beza con pico largo y curvo es muy semejante a la que vemos en unaexcelente fíbula con el puente ornitomorfo hallada en la sepultura 443de la Zona III de la necrópolis vettona de La Osera (Barril, 2007: 146-147) y que tradicionalmente se ha identificado con una paloma. Puedeque lo sea, y la pieza pintiana también, pero es precisamente ese tipode pico el que nos hace sospechar que quizá se trate de otra ave dis-tinta, pues parece estar adaptado para la búsqueda de alimento remo-viendo los fondos de zonas fangosas, y esto nos induce a pensar quequizá pudiera tratarse de un ibis eremita, una especie habitual en laszonas costeras y en extensos humedales de interior que en época pro-tohistórica está documentada tanto en el sur peninsular como en Ma-rruecos, todo el Mediterráneo y los territorios surcados por el Danubio(Sánchez Marco, 2002), pero aún no en la submeseta norte, razón porla cual entra dentro de lo posible que para los vacceos esta fuera un

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ave exótica, foránea, pero que tuviera un valor simbólico como lo tuvoel león, igualmente presente en su iconografía.

Centrándonos ahora en el buitre, para los vacceos este animal debióde tener un carácter divino o semidivino, si reparamos en la conocidareferencia de Claudio Eliano (De Nat. An., X, 22) en la que se dice queeste pueblo hacía uso del ritual de la exposición de los cadáveres de losguerreros muertos en combate a los buitres, del mismo modo que lopracticaban los celtíberos, según, en este segundo caso, menciona SilioItálico (Pún., III, 340-343; XIII, 466-487) y parecen corroborar arqueo-lógicamente dos escenas pintadas en sendos fragmentos de cerámicanumantina (Wattenberg, 1963, 210, tabla XLIII, 1122-1235, lám. IX,2-1235; Arlegui, 1992: fig. 14; Jimeno Martínez et alii, 2002: 67, fig.69; Sopeña, 2005, 236, fig. 1; Jimeno Martínez, 2005: nº 295), quizá larecogida en otro fragmento de Tiermes (Argente y Díaz, 1996: 72, fig.112; García Quintela, 1997) y algunas estelas y monumentos funera-rios bien conocidos (El Palao, Zurita, Lara de los Infantes o Binéfar).Estudiada con detalle esta singular práctica funeraria por parte de Ga-briel Sopeña (1987, 75-114; Id., 1995, 184-224; Id., 2002; Id., 2010)5,no se conoce por ahora en territorio vacceo ninguna imagen alusiva ala misma que nos permita contrastar arqueológicamente la informa-ción de Eliano tal como ha ocurrido en el ámbito celtibérico. Esto noquita para que ya tengamos constancia de la presencia del buitre enla imaginería vaccea: en la necrópolis pintiana de Las Ruedas recien-temente ha aparecido en superficie una pequeña cabeza de buitre re-cortada en lámina de bronce (Figura 16; Romero Carnicero, SanzMínguez y Álvarez-Sanchís, 2008: 688; Sanz Mínguez et alii, 2009: 60;Sanz Mínguez, 2010: 346, fig. 16; Blanco García, 2012: 57). Este docu-mento tiene un indudable interés, pero en absoluto nos autoriza a po-nerlo en relación con el referido ritual, a pesar de haber sidorecuperada en un espacio funerario, pues hay que pensar que la ima-gen del buitre pudo haber servido para atender necesidades simbólicasdiferentes, si consideramos la habitual multifuncionalidad con la quemanejan los símbolos por parte de las culturas prerromanas.

Un segundo documento gráfico, aunque, eso sí, sujeto a discusiónen cuanto a su identificación como perteneciente a un posible buitre,debido a la pequeñez de la parte que se ha conservado, vendría a inci-dir en la importancia que a esta rapaz, en caso de serlo, concedían losvacceos. Se trata en esta ocasión de la cola de un ave -más que de unpez6- y el inicio de la parte inferior del cuerpo que ha sido pintada enla metopa de un fragmento cerámico hallado en Cauca y que aquídamos a conocer gráficamente (Figura 20), pues recientemente a él

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hemos hecho alusión en otro lugar (Blanco García y Barrio Martín,2009: 39). Comparando las diferentes formas de representar las colasde las aves por parte de las poblaciones celtibéricas en sus pinturascerámicas y en la metalistería, las de los buitres son las que mejor res-ponden al tipo pintado en el fragmento caucense: triangular y con lasplumas desplegadas en forma de flecos sueltos al viento en el lado dis-tal. A pesar de ello, cuando ni siquiera es seguro que estemos ante laimagen de un buitre, está fuera de lugar ponerla en relación con el ri-tual descarnatorio.

Sepúlveda ha proporcionado un fragmento de cerámica que haceunos años dimos a conocer, y que ha pasado bastante desapercibidopara la investigación, en el que se ha pintado lo que a nosotros nossigue pareciendo la mitad trasera de un ave rapaz, quizá un buitre,que también conviene tener aquí presente (Blanco García, 1998a: 155,fig. 12, 25), pero que de nuevo resulta muy arriesgado pensar que per-teneciera a una escena expositoria. Salvo alguna opinión divergente,Sepúlveda es un enclave que generalmente se atribuye a los arévacos(p. ej., Sacristán de Lama, 1986: 105, fig. 7; Barrio Martín, 1999: 252;Lorrio, 2000: 143; Blanco García, 2006: 65-67; López Ambite, 2008), ylo más probable es que así fuera, pero está situado en una zona de fron-tera con el mundo vacceo, de ahí que, como todas las poblaciones fron-terizas, sea arqueológicamente muy peculiar, pues mientras las armasque en ella han sido recuperadas –concretamente en la necrópolis deLa Picota– son sin ninguna duda celtibéricas, sus cerámicas y sus fi-gurillas de barro basculan más hacia las alfarerías vacceas, tantodesde el punto de vista técnico como ornamental. Son muy similares alas del sureste vacceo. En este aspecto Sepúlveda se asemeja mucho aSegovia capital, un enclave citado como arévaco por Plinio y Ptolomeo,no por Livio, y admitido como tal por la mayor parte de los investiga-dores actuales (p. ej., Burillo, 1998: 315; Lorrio, 2000: 143; Blanco Gar-cía, 2000-01: 174-175; Id., 2006: 48; Gómez Fraile, 2001: 92), perocuyas cerámicas y coroplastia apenas se diferencian de las de Cauca,tanto en aspectos técnicos como artísticos.

En resumen, es evidente que no podemos poner en relación las imá-genes vacceas que hemos referido con el ritual expositorio, pues puedeque se trate simplemente de buitres aislados, o incluso que ni siquierasean buitres los ejemplos caucense y sepulvedano. Lo que no nos pareceen absoluto aventurado es pensar, por una parte, que en los cielos delas ciudades y los campos vacceos debieron de ser habituales buitres yáguilas, aves majestuosas en el vuelo y carniceras en sus costumbresalimentarias que, en definitiva, serían los rasgos que les convertirían

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en animales simbólicos, y por otra, que muy posiblemente las élites ur-banas vacceas fueran tan aficionadas a la cetrería como lo eran las cel-tibéricas –tal como reflejan, por ejemplo, los ases de Sekaisa yTitiakos– y las ibéricas (Marín Ceballos, 1994), y de ello también aquíhaya constatación iconográfica.

Cambiando de especie, no sabemos bien si se trata de una golon-drina, un vencejo u otra especie, el ave que ha sido pintada en un frag-mento de vaso policromo de Cauca, de época postsertoriana (Figura21; Blanco García, 1995: 219, fig. 3, 4; Id., 2012: 58), en cuya sintaxisdecorativa ya están presentes algunos de los rasgos que luego van aser habituales en las producciones de tipo Clunia. Pintada como si es-tuviera en pleno vuelo ascendente, es una figura muy esquemáticapero también muy aerodinámica, con la cabeza, la cola y las alas muypuntiagudas, y que en conjunto dan una sensación de movimiento. Re-sulta difícil saber si estamos ante una imagen puramente decorativao bien estas aves tuvieron algún significado en el universo simbólicode los vacceos. Desde luego, ni en la iconografía de la céltica europeani en la del mundo celtibérico las golondrinas o los vencejos son avesque se encuentren presentes. Sí lo están los córvidos, generalmentevinculados al mundo de la guerra, a los campos de batalla y a lamuerte, como ampliamente se constata en la literatura vernácula cél-tico-irlandesa (Alberro, 2003-04: 208-217), pero el ejemplo caucense noes identificable con ellos.

Tampoco permite muchas precisiones, en términos de identificaciónbiológica, la posible ave zancuda que aparece pintada en tonos ocresclaros en la pared externa de un cuenco globular hallado hace unas dé-cadas en el cerro Cuesta del Mercado, de Coca (Figura 22; Blanco Gar-cía, 1995: 219, fig. 3, 3). La pintura se encuentra bastante perdida y lacabeza prácticamente ha desaparecido ya, por lo que desconocemoscómo era su pico, un detalle importante para saber de qué especie pu-diera tratarse. Como en su día propusimos, su estilizado cuello nos in-clina a pensar que se trata de una cigüeña más que una garza o unagrulla damisela, ave esta última hoy inexistente en la península Ibé-rica pero cuya presencia está documentada en la Edad del Hierro, con-cretamente en el cerro de La Mota (Morales y Liesau, 1995: 496, fig. 8y tabla 36). Lo único que en nuestra imagen no es propio de las zancu-das es el tipo de patas que tiene, que son demasiado cortas, y el que sela presenta en plena carrera, algo que es característico no de aves dehumedal, sino corredoras. El relleno del cuerpo mediante moteado se-guramente es una referencia al plumaje, como se puede apreciar en al-gunas que otras aves pintadas ibéricas, como la que aparece, por

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ejemplo, en una botella del siglo II a. C. hallada en la ciudad de Valen-cia (Melchor, Benedito y Gusi, 2000: 189-190, fig. 1, lám. I, 2).

El fragmento cerámico representa aproximadamente la sexta partedel perímetro del vaso, razón por la que desconocemos si se trataba deuna figura aislada, algo que es poco probable, o formaba parte de unconjunto, bien con más aves de su misma especie, bien con otras espe-cies animales. Sea como fuere, se trata de un friso corrido, no metopadocomo es habitual en las figuraciones pictóricas vacceas.

Podría ser una paloma el ave de referencia que el alfarero vacceoha modelado y que, en posición secundaria, fue recuperada en la ne-crópolis de Las Ruedas hace unos años. Aunque no podemos ofrecer suimagen por encontrarse inédita, pero sí agradecer de nuevo a C. Sanzsu amabilidad al habérnosla dado a conocer, con cierta seguridad po-demos decir que se trata del asidero de una tapadera, como invita apensar el vástago de sección circular que desde el centro de la zona in-ferior del cuerpo del ave se prolonga hacia abajo y que terminaría enla tapadera propiamente dicha. No conserva la cabeza, pero la formade la cola, triangular y desplegada en horizontal, nos remite a un avesilvestre más que de corral, que suelen tenerla dispuesta en vertical.Si a esto unimos el hecho de que sobre todo la paloma es el ave tradi-cionalmente modelada en los asideros de las tapaderas ibéricas, refe-rencia indiscutible a Astarté o Tanit (Prados Torreira, 2004: 100),parece que las posibilidades de la identificación que proponemos sonmuchas. Otra cosa es si los vacceos de Pintia entendieron y participa-ron del trasfondo ideológico existente tras esta imagen y si, como sa-bemos para el mundo ibérico, el recipiente que se cubrió con estatapadera revestida de simbolismo contuvo algún tipo de perfume o desustancia relacionada con prácticas cultuales vinculadas a los muertos,pues no olvidemos que se halló en contexto funerario.

Para terminar, nos centraremos ahora en aquellas imágenes que anosotros nos parecen aves de corral. Constituyen una minoría en el re-pertorio aviar vacceo, si bien con algunas concretas existen serios pro-blemas en cuanto a su identificación. Este sería el caso del primerdocumento al que nos queremos referir aquí, procedente de Rauda, enconcreto de las Eras de San Blas. Se trata de un fragmento de cerámicaperteneciente al hombro de una urna que estuvo decorado con un frisometopado en pintura en el que se conserva la parte trasera de lo quese ha propuesto identificar con un galliforme (Figura 23; Sacristán deLama, 1986: 192 y 193, lám. LIX, 1). Considerando que en la imagine-ría zoomorfa vaccea no faltan las referencias a la caza, sobre todo en

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momentos avanzados, parece poco probable que para el pintor cera-mista raudense el ave de referencia haya sido una gallinácea domés-tica, la cual, por otra parte, poco tendría de singular para él, por lo quelo más seguro es que fuera una perdiz o un faisán. Tampoco resultanada fácil de identificar el ave que aparece grabado en el reverso delpomo del puñal de la tumba 32 de la necrópolis de Las Ruedas, en Pin-tia (Sanz Mínguez, 1997: 87, fig. 77 E; Sanz Mínguez et alii, 2003: 186,fig. 6), justo delante de un suido (Figura 17). De cuerpo rechoncho ycola desplegada, más que una sencilla gallinácea podría ser una rapaz,máxime cuando el contexto de zoomorfos en el que se encuentra in-mersa es de alta intensidad simbólica. Además, hemos de recordarcómo las representaciones de buitres suelen tener la cola en forma detriángulo, y la de esta imagen pintiana es así.

Algo más fáciles de identificar son las aves que aparecen pintadasen un cuenco del Soto de Medinilla (Figura 24), pues seguramente setrata de esbeltos gallos, como atinadamente, a nuestro parecer, pro-puso F. Wattenberg Sanpere (1959: 190, tabla IV, 5; Wattenberg García,1978: 32-33, 45-46 y 58, XVI A-2). La presencia de gallináceas en laiconografía del Soto de Medinilla vacceo casa muy bien con el hecho deque constituyen el único taxón doméstico presente en el yacimiento(Morales y Liesau, 1995: 497, tabla 36). En este contexto, no nos ex-trañaría que el recipiente que muestra estas pinturas hubiera estadodestinado a contener algún guiso realizado con gallina o gallo, y todoello tuviera un sentido ritual, pues, como se recordará, bajo el suelo dela Casa de los Plintos de Uxama, construida a mediados del siglo I d.C. pero en la que los restos muebles recuperados tienen aún un fuerteposo indígena, se halló un recipiente tapado con una piedra que tam-bién se decoró con gallináceas pintadas y en cuyo interior apareció elesqueleto de un pollo (García Merino y Sánchez Simón, 1996: 209).

Como perteneciente a un ave de similares características que éstasdel Soto de Medinilla se ha interpretado una imagen parcial que apa-rece en un fragmento cerámico recuperado junto al Horno 2 del barrioalfarero pintiano de Carralaceña (Escudero Navarro y Sanz Mínguez,1993: 489, fig. 7, 1), y aunque sí parece una cola de ave levantada,quizá sea demasiado arriesgado pensar que pudiera tratarse de ungallo.

De cualquier manera, en la iconografía vaccea la presencia del gallono tiene nada de extraña porque de nuevo se encuentra muy presenteen la celtibérica, donde no sólo lo hallamos pintado en recipientes ce-rámicos –en Arcóbriga o Numancia, por ejemplo–, sino también en al-

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gunas acuñaciones –semises de Arekorata–, e incluso modelado enbarro, como se puede comprobar en un original silbato hallado en Se-púlveda (Blanco García, 1998a: 158, fig. 16, 2 y lám. I, 3)7. Esta piezasegoviana constituye un magnífico ejemplo de la asociación existenteentre forma y función, pues qué mejor animal se puede elegir para fa-bricar un objeto destinado a emitir un sonido intenso y potente que“despierte” los sentidos y atraiga la atención de cuantos lo oyen que elgallo. Y en esto último puede ser que resida el contenido simbólico de-positado en él por parte de vacceos y celtíberos: su canto matinal, quees su cualidad más característica, anuncia la llegada de un nuevo día,y del mismo modo que se convierte en su heraldo, también lo pudo serde alguna divinidad vinculada al renacer, a la renovación, a la recupe-ración de una vitalidad aplazada por la llegada de la noche y el sueño.Tras la noche, poblada de criaturas relacionadas con la muerte, llegael nuevo día, la luz, el sol, todo ello anunciado por el canto del gallo,por lo que es posible que de nuevo estemos ante un símbolo de caráctersolar como tantos otros.

Puede que también sean gallos los animales que comparecen en elúltimo documento iconográfico al que nos vamos a referir. Procede dela sepultura 29 de la necrópolis de Las Ruedas (Sanz Mínguez, 1997:77, fig. 69, F), y se trata de un vaso caliciforme decorado con un frisometopado en el que aparecen pintados lo que podrían ser prótomos detales aves, de estilizado cuello, cabeza con forma de espiral, cresta ypico (Figura 19), junto a otros quizá más esquemáticos aún. En la ce-rámica ibérica levantina vemos con mucha frecuencia representacionessimilares a estas, aunque sin esa especie de cresta, que sin lugar adudas son plantas, como puede comprobarse, por ejemplo, en El Tossalde Sant Miquel de Llíria (Bonet, 1995: 104, fig. 39, 0680-D.14; 225, fig.111, 251-D. 95; 232, fig. 113, 255-D. 100), y que aparecen dispuestastanto en vertical como en horizontal. Sin embargo, si consideramos quejunto a este vaso pintiano se habían depositado ofrendas faunísticasde gallus gallus (Sanz Mínguez, 1997: 77; Sanz Mínguez, Romero Car-nicero y Górriz Gañán, 2010: 606), lo más probable es que las aves pin-tadas pertenezcan a la misma especie. Es posible incluso que el origendel motivo decorativo fuesen esas imágenes vegetales ibéricas a lasque hemos aludido, que tras pasar por el filtro celtibérico (WattenbergSanpere, 1963: 207, tabla XLI, 1095-1213) los vacceos las hubieranreinterpretado como aves, como gallos concretamente. En la iconogra-fía celtibérica no hay representaciones idénticas a estas de Las Ruedas,aunque sí tallos y arborescencias espiraliformes que recuerdan sobre-manera las ibéricas. Donde sí hallamos un excelente paralelo, que per-fectamente podría ser el referente de estas representaciones vacceas,

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es en el ámbito ibérico turolense. En efecto, en San Antonio de Cala-ceite Juan Cabré halló a principios del siglo pasado un fragmento decerámica en el que había sido pintado en sentido horizontal un prótomode ave, quizá un gallo, con largo pico y cresta (Cabré Aguiló, 1909-1910:lám. 66, fig. 87, 5; vid. en Burillo, 1983-84: fig. 13, 5).

En resumen, con ser en el mundo vacceo, e incluso en el celtibérico,el catálogo de aves más restringido que en los territorios ibéricos, y loscontextos en los que éstas se documentan menos significativos, se pue-den adivinar unos usos simbólicos de sus imágenes también muy di-versos y variados, aunque ni mucho menos tan extensos como en estosúltimos (Olmos y Tortosa, 2010). En la Céltica Antigua y en la litera-tura medieval de las Islas Británicas las aves eran entendidas comointérpretes de los signos divinos, como mensajeras privilegiadas de losdioses (Ross, 1967: 320; Boekhoorn, 2008: 201)8, y quizá algo de estohubiera también en el mundo vacceo, si no con todas, al menos con de-terminadas especies.

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TABLA II. Catálogo de representaciones de aves en materiales vacceos9.

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IVCONCLUSIONES

Como decíamos al principio de este trabajo, el hilo conductor de unestudio conjunto sobre los peces y las aves –principalmente las acuá-ticas– en la iconografía vaccea era tratar de encontrar en ellos algunasclaves relativas a lo que para la mentalidad mágico-religiosa de estaetnia prerromana significaba el medio acuático, pues muchos pueblosdel final de la Prehistoria y de la Antigüedad vieron en las aguas fe-cundas el origen de la vida, el habitáculo de parte de sus divinidadesy el lugar al que debían ir a parar los difuntos para reencontrarse consus antepasados, con sus dioses y con la madre naturaleza. No en vano,en el mundo ibérico muchos de los santuarios se encuentran ubicadosjunto a manantiales y fuentes de aguas curativas (Olmos, 1992: 110),y muchas de las necrópolis que conocemos en los territorios celtibéricoy vacceo se encuentran en las proximidades de algún río o arroyo, in-cluso dentro de la zona que se inundaba durante las crecidas estacio-nales. El agua debió de jugar un papel importante en los ritualesfunerarios de los pueblos prerromanos. Sin embargo, la mayor partede las imágenes de peces y aves halladas en territorio vacceo procedende contexto habitacionales, no funerarios. Esto es más acusado paralos primeros que para las segundas, pues nada menos que veintisietede los veintinueve ictiomorfos han sido hallados en contexto doméstico,aunque desconocemos los detalles de cada uno de ellos. Respecto a losdocumentos ornitomorfos, están más equilibrados, pues diez procedende ambientes habitacionales y trece de espacios funerarios.

Lamentablemente, y como se ha podido comprobar, muchos de losdocumentos que manejamos son fragmentarios, carecen de contextoarqueológico preciso y las fuentes escritas, que podrían haber supuestouna buena ayuda para interpretarlos, son prácticamente inexistentes.Pero a pesar de todo, algunas conclusiones positivas sí que podemosextraer. Para empezar, hemos de decir que, al igual que sus vecinosceltíberos, y que los iberos también, el recipiente cerámico es el soportepreferido por los vacceos para plasmar esta iconografía, seguramenteporque era un tipo de objeto de amplia difusión social y de más fácil yrápida fabricación para el alfarero que lo sería para el broncista o elorfebre decorar con grabados sus producciones, aun siendo de encargocomo lo serían. No conocemos, por ahora, imágenes de peces en objetosmetálicos de fabricación vaccea, y las de aves son escasísimas. Estonos crea un problema, pues si, como nosotros creemos, muchas imáge-nes ictiomorfas y ornitomorfas son la manifestación de cultos solaresque parecen haber estado bien arraigados y extendidos en el mundo

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vacceo, por qué no las hallamos con más abundancia en soportes me-tálicos, óseos o pétreos, aunque bien es cierto que este rasgo se puedehacer extensible al resto de la imaginería vaccea, tanto zoomorfa comoantropomorfa.

Por otro lado, y aunque muchos de los documentos iconográficos en-tran en la categoría de hallazgos descontextualizados, la tipología delos soportes vasculares en los que aparecen pintados peces y aves sonde cronología tardía dentro del ciclo artístico vacceo, ya que se fechandesde finales del siglo II a. C. hasta inicios del I d. C., es decir, unaépoca en la que la zona ya se encuentra bajo dominación romana. Y yaque sacamos a colación la tipología vascular en la cual comparecen, po-dría parecer extraño que los peces vacceos, y salvo un caso concreto(Figura 1, 1), siempre aparezcan pintados en recipientes cerrados o se-micerrados –tinajillas, caliciformes, morteros, cuencos de tipo “bol”,etc.–, y estén por completo ausentes, hasta ahora, los platos con peces,tan habituales en el mundo ibérico (Aranegui, 1996), y que no faltanen el celtibérico, aunque en versión fuente realzada sobre peana (Ro-mero Carnicero, 1976: 79 y 83; Jimeno Martínez, 2005: nº 194), peroes que, en general, en la industria alfarera vaccea los platos y las fuen-tes planas son muy poco frecuentes (Sanz Mínguez y Garrido Blázquez,2007: 96, abajo izq.; Blanco García, 1994: fig. 13, 10; Id., 2003: fig. 19,1), si exceptuamos aquellos que pertenecen a las singulares produccio-nes grises bruñidas de imitación argéntea (Blanco García, 2001: 36-39, fig. 1, forma I). Teniendo en cuenta que entre los iberos la mayorparte de los platos pintados con peces se vinculan con usos ritualesmás que domésticos, y que en contextos funerarios son animales quese les interpreta como guías y protectores de los difuntos en su viaje alMás Allá a través de las aguas (Aranegui, 2012: 325), cabría esperarque en alguna necrópolis celtibérica o vaccea comparecieran peces pin-tados en platos porque en gran medida la industria alfarera de celtí-beros y vacceos es deudora de la ibérica, tanto desde el punto de vistatécnico como formal y en parte, sólo en parte, iconográfico, pero al noser así eso significa, una vez más, que en la Meseta existen unos códi-gos mentales diferentes de los existentes en las regiones mediterrá-neas.

Las pinturas cerámicas vacceas, aun siendo de raigambre celtibé-rica y, a su vez, ambas tener un fuerte componente formal ibérico, sediferencian de éstas en más de un rasgo. En primer lugar, las del cen-tro del valle del Duero son muy pobres en representaciones escenográ-ficas. Casi todas las imágenes zoomorfas que hallamos en los vasos –yno sólo las de peces y aves que son las que aquí nos interesan, sino

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todas en su conjunto–, son individuales, ocupan metopas o, a lo sumo,forman un friso continuo que es resultado de un proceso acumulativode imágenes individuales. Y casi lo mismo se puede decir de los zoo-morfos que comparecen en soporte metálico. El mejor ejemplo de estoúltimo lo tenemos en el pomo de puñal de la sepultura 32 de la necró-polis pintiana de las Ruedas, donde se puede decir que únicamente for-man escena los dos pares de guerreros enfrentados en combatesingular, pues cada uno de los zoomorfos que les acompañan parecenaportar su propia carga simbólica por separado, sin formar una o va-rias escenas significativas. Da la impresión de que se ha tratado de in-tensificar uno o varios mensajes mediante la repetición de la imagen,algo, por otra parte, muy habitual en las iconografías de filiación cél-tica (Blanco García, 2011-12), y el resultado final ha sido una acumu-lación equilibradamente estructurada con aspecto escénico y narrativopero difícil de reconocer como tal. Esta apreciación, por otro lado, esperfectamente compatible con la interpretación en clave cosmológicaque se ha hecho del conjunto (Sanz Mínguez, 1997: 439-448).

En segundo lugar, el vacceo no parece que fuera proclive a realizarexperimentos de hibridismo en sus representaciones ictiomorfas y or-nitomorfas. No parece que les interesara representar seres cuya ana-tomía es resultado de la unión de dos o más especies, tan corrientes enel repertorio iconográfico celtibérico y más aún en el ibérico. Recorde-mos del primero cómo algún caballo muestra cola de pez, de ave, o in-cluso tiene cabeza ornitomorfa (Wattenberg Sanpere, 1963: 213 y 220,lám. XVI, 1-1295; 215, lám. V, 3-1201). Bien es cierto que la colecciónde pinturas vasculares vaccea no es comparable, desde el punto devista cuantitativo, con la celtibérica –ni siquiera con la de su ciudadmás emblemática: Numancia–, y menos aún con la ibérica, pero dehaber adoptado este tipo de imágenes algún indicio deberíamos teneren la actualidad, tras años de excavaciones en varias de sus más re-presentativas ciudades como Pintia, Rauda o Cauca.

Al hilo de esta falta de hibridismo animal en la iconografía vaccea,hay que decir que tampoco se tienen documentadas hasta ahora imá-genes antropomorfas con rasgos ornitomorfos, como sí constan en laceltibérica, alguna de las cuales interpretada como posible sacerdote(Marco Simón, 2010: 18, fig. 6). Aunque ciertos documentos iconográ-ficos vacceos, como la terracota “de un guerrero” hallada en la necró-polis de Palenzuela (Barril y Fernández, 1995), o el fragmento defigurilla de Las Ruedas al que más arriba nos hemos referido (SanzMínguez, 1997: 175 y 337, fig. 171, 543), por ejemplo, han sido inter-pretados como figuras humanas con rasgos ornitomorfos, nuevos estu-

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dios y hallazgos han demostrado que en ninguno de los dos casos laidentificación ha sido la correcta, con lo que, por el momento, la ausen-cia de tales mixturas en la iconografía vaccea se puede decir que siguesiendo una realidad.

Y todo esto nos induce a pensar que quizá el vacceo se encontrara,desde el punto de vista del desarrollo de la mentalidad simbólica y delreflejo de la misma en las actividades de sus artesanos, un paso pordetrás del celtíbero y varios del ibero, tan proclives estos últimos a lasrepresentaciones de seres irreales y fantásticos de inspiración medite-rránea. Siendo la vaccea y la celtibérica dos culturas con tantos ele-mentos en común, nos preguntamos si sabría un vacceo “ilustrado”descifrar el significado conceptual que en esos seres vería un celtíberotambién “ilustrado”. ¿Sabría el vacceo “leer” en clave simbólica, porejemplo, las parejas de animales fantásticos que aparecen en el nu-mantino Vaso de los Guerreros? En caso de entender todo ese repertoriode seres imaginarios, y de compartir con el celtíbero toda o parte de laideología que hay tras él ¿por qué entonces el vacceo no parece habermostrado el más mínimo interés por este tipo de representaciones parafijar en soporte material esas creencias?. Puede que tengamos que in-crementar la intensidad de los trabajos de campo con el fin de disponerde muestras documentales más voluminosas y representativas del artealfarero vacceo pues, como se ha podido comprobar, la mayor parte delas imágenes de peces y aves procede sólo de dos de sus ciudades, aun-que son las más investigadas: Pintia y Cauca, aquélla con su barrio al-farero de Carralaceña y ésta con su pedanía de Cuesta del Mercado.

En tercer lugar, tampoco en la iconografía vaccea disponemos de unsolo documento en el que comparezcan juntos peces y aves como sí loshay en la ibérica (p. ej., en la cerámica de Azaila, Alcorisa y el Alto Cha-cón; Cabré Aguiló, 1944: figs. 53, 54 y 56), en la celtibérica (p. ej., Ji-meno Martínez et alii, 2002: 66, fig. 67) o en la del noroeste si, paraesta última zona, nos fijamos en la diadema áurea de Moñes (Villama-yor, Piloña, Asturias) en la que aparecen aves acuáticas engullendopeces y hasta las propias cabezas de algunos guerreros en ella repre-sentados tienen rasgos ornitomorfos (López Monteagudo, 1977; Pereay Sánchez-Palencia, 95: 45-51; Marco Simón, 1994: 339-340; Id., 2008:55, fig. 5; Blázquez y García-Gelabert, 2001: 129-130). Este sería unexcelente indicio de que peces y aves compartieron un fondo semánticocomún, que no sería otro que el del tránsito hacia el Más Allá a travésdel medio acuático, un mito pancéltico que hunde sus raíces en la Edaddel Bronce y parece intuirse también en el mundo vacceo.

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Lo que sí comparten los repertorios iconográficos vacceo, celtibéricoe ibérico, lamentablemente, es la inexistencia de textos que nos ayudena comprender las creencias, los mitos y las leyendas que se escondentras las imágenes zoomorfas. Las cualidades de los dioses que venera-ban así como las virtudes, temores, anhelos y esperanzas que rodeabansus vidas, tanto en el plano individual como colectivo, encontraron enlas especies animales, cada una con sus peculiaridades físicas o com-portamentales, el vehículo mediante el cual simbolizarlas, para de estemodo tratar de acercarse a esas divinidades y al mismo tiempo hacersuyos los valores que en cada especie observa.

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VIINOTAS

[*] Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación I+D+i(2011-2013) Cosmovisión y simbología vacceas. Nuevas perspectivas de análisis(HAR2010-21745-C03-01) de la Dirección General de Investigación del Ministeriode Ciencia e Innovación.

1 En este sentido, los vacceos muestran un comportamiento muy similar al de losceltíberos, pues la proporcionalidad existente entre las especies representadas porsus artesanos no guarda relación con la importancia económica que cada una deellas tuvo.

2 Tradicionalmente ha sido interpretado este tipo de representación como un motivofloral tetrapétalo dentro de una metopa porque se asemeja bastante en forma ydisposición a otras que por su realismo resultan de fácil identificación, y que sobretodo se documentan en objetos cerámicos singulares, tanto vacceos como celtibéri-cos (por ejemplo, Sanz Mínguez, 1997: 172, XXXVIII; Blanco García, 2004: 134, fig.1, D y E). Sin embargo, Delgado Lozano propone la identificación de esta repre-sentación raudense como “…dos peces afrontados en círculo central” (Delgado Lo-zano, 2008: 20, 80), lo cual a nosotros nos parece bastante acertado, por variasrazones. En primer lugar, si tenemos en cuenta que en algunas cerámicas numan-tinas aparecen con toda claridad peces afrontados a un círculo o a un cuadrado cen-trales (Wattenberg Sanpere, 1963: 220, 1288, lám. XIV, 13-1288; Romero Carnicero,1976: 28, n. 54, fig. 13, n. 54, también 34, n. 85, fig. 20, 85, y 65, n. 323, fig. 34, n.323; Delgado Lozano, 2008: 17, fig. 2), no sería nada raro que el alfarero vacceohubiese querido hacer lo mismo, habida cuenta, insistimos una vez más, el graninflujo que ejerció la imaginería celtibérica en la vaccea. En estos vasos numantinoslos peces muestran detalles significativos, como las aletas o los ojos, que en los vac-ceos no aparecen, pero la explicación puede estar, de nuevo, en ese considerableesquematismo que presentan las imágenes vacceas. En segundo lugar, a diferencia de las indiscutibles representaciones tetrapétalas,que siempre suelen tener los extremos biapuntados, las de estos posibles peces tie-nen la zona en contacto con el círculo central más gruesa que la opuesta, como sise tratara de la cabeza y la cola del pez, respectivamente. Este es el indicio que,dicho sea de paso, nos permite adscribir la imagen nº 12 de nuestro catálogo a unpez, que formaría conjunto con otros tres y todos estarían afrontados a un puntocentral.

No obstante todo esto, si al final convenimos en que, efectivamente, estas repre-sentaciones responden a esquemáticos peces, por un lado, deberíamos añadir anuestro catálogo un puñado más de imágenes (como por ejemplo, Sanz Mínguez,1997: 161, fig. 157, 272), cosa que no haremos por simple prudencia y únicamenteconsideraremos este ejemplo raudense y, por otro, la nómina de los que actualmenteconocemos en el mundo vacceo aumentaría considerablemente, lo cual no haríasino reforzar una idea que ya hemos señalado: la destacada importancia que el al-farero vacceo concedió a estos animales.

3 Donde, por cierto, encontramos la mayor variedad de tipos de impresiones, puessobrepasa la media docena, aunque en nuestro catálogo las hemos presentado comoun único documento iconográfico.

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4 Fue Federico Wattenberg el primero en intuir la posible existencia de cultos solaresentre los vacceos, al estudiar tres piezas cerámicas barquiformes procedentes deCuéllar, El Soto de Medinilla y Simancas, esta última decorada con series de cír-culos concéntricos (Wattenberg Sanpere, 1966).

5 Gómez Fraile (2001: 382-392) pone en duda la existencia real de este rito mortuoriocomo propiamente meseteño apoyándose, por una parte, en lo que él califica comoreferencias escritas ambiguas de los autores clásicos y, además, de dudosa credibi-lidad, y por otra, en que las imágenes que aparecen en las cerámicas y estelas su-puestamente relacionadas con este rito constituyen un motivo iconográficoestandarizado, repetido en muchas regiones del mundo antiguo, y podría ser queno tuviera relación con el rito al que parece aludir.

6 Si bien algunos peces pintados en cerámica de Numancia, siempre pocos, tambiéntienen la aleta caudal triangular o pseudotriangular terminada en varios apéndicesa modo de flecos (vid., por ejemplo, Wattenberg, 1963: 218, 1261, lám. XII, 2-1261),este tipo de aleta es extremadamente raro en la iconografía meseteña y entre losnumerosos ejemplares de peces constatados en cerámica pintada de Cauca hastaahora no se conoce, por lo que lo más probable es que se trate de la cola de un ave.

7 Extrañamente interpretado por S. Alfayé como “vaso plástico” o askos (Alfayé Villa,2007: 80; Ead., 2009: 368), cuando, por una parte, en su interior no tendrían cabidamás de cinco o seis gotas de líquido, y por otra, los dos orificios que posee están enla base, no uno de ellos en la cabeza, como esta autora refiere.

8 Esta peculiaridad es la que algunos estudiosos han creído identificar en varios do-cumentos iconográficos europeos, quizá el más representativo de los cuales sea unaplaca de cinturón hallada en la necrópolis montenegrina de Vele Ledine, situadacerca de Gostilj, que se ha fechado a finales del siglo III a. C. o inicios del siglo si-guiente, y donde se puede ver una diosa transmitiendo un mensaje a un ave en uncontexto iconográfico bélico (Kruta, 2000: 643, fig. 94; para el contexto, vid. Basler,1972)

9 Como puede verse, presentamos un catálogo bastante más restringido que el re-cientemente elaborado por S. Alfayé Villa (2010: tabla III). Esto obedece a dos ra-zones. En primer lugar, y como se ha anunciado al principio, hemos desestimadolos ornitomorfos pintados en las cerámicas de tipo Clunia por considerarlas pro-ducciones romanas, no vacceas, además de que, de haberlo hecho, hubiera quedadofalseado lo que es propiamente indígena. En segundo lugar, varias de las repre-sentaciones que esta investigadora identifica como posibles aves esquemáticas, enalgún caso se ha comprobado fehacientemente que no lo es (p. ej., su número 26;vid., Blanco García, 2010b), y en otros a nosotros nos parece que quizá sean en ex-ceso aventuradas. En esta última situación se encuentran tanto las simples líneasterminadas en varios apéndices como los habituales frisos de “eses” que, no decimosque no, podrían estar inspirados en los tradicionales patos impresos de Simancas,pero en el supuesto proceso de esquematización de los mismos aún nos siguen fal-tando imágenes intermedias claras que demuestren la evolución formal presunta-mente acaecida.

10 Puede que a este mismo vaso pertenezca un fragmento de idéntica tipología y de-coración que hace años publicó T. Mañanes (1983: 160, fig. 44, 8).

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Figura 1. Cauca y Cuesta del Mercado (Coca). Diversos fragmentos cerámicos con peces pintados.

VIIIIMÁGENES

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Figura 2. Cauca. Diversos fragmentos cerámicos con peces pintados.

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LENGUAJE SIMBÓLICO

Figura 3. Cauca. Diversos fragmentos cerámicos con peces pintados.

Figura 4. Cauca. Diversos fragmentos cerámicos con peces pintados.

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Figura 5. Cuesta del Mercado (Coca). Fragmentos de cuenco decorados con un pez y un lobo en perspectiva cenital.

Figura 6. Cuesta del Mercado (Coca). Fragmento cerámico con un pez pintado.

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Figura 7. Cuesta del Mercado (Coca). Diversos fragmentos cerámicos con peces pintados.

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LENGUAJE SIMBÓLICO

Figura 8. Cuesta del Mercado (Coca). Diversos fragmentos cerámicos con peces pintados.

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J. F. BLANCO

Figura 9. Las Quintanas-Pintia.Peces pintados en un vaso cerámico (Delgado Lozano, 2008).

Figura 10. Rauda. Pez pintado en un fragmento cerámico (Sacristán de Lama, 1986).

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LENGUAJE SIMBÓLICO

Figura 11. Cauca. Cuenco fabricado a mano, con decoración “a peine” y friso de ánadesimpresos de tipo Simancas, de mediados del siglo III a. C.

Figura 12. Cauca. Detalle de los ánades impresos del cuenco de la figura anterior.

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Figura 13. Cauca. Fuente decorada con friso de “eses” encadenadas sobre otro deondas, quizá referencias a ánades sobre el agua.

Figura 14. Cuéllar. Cabeza de ánade recortada en hueso plano y decorada con gruesasincisiones. ¿Tessera de hospitalidad?

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LENGUAJE SIMBÓLICO

Figura 15. Necrópolis de Las Ruedas-Pintia. Aves pintadas en una jarra polícroma(Sanz Mínguez et alii, 2003).

Figura 16. Necrópolis de Las Ruedas-Pintia. Cabeza de buitre recortada en placa debronce (Sanz Mínguez, 2010).

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Figura 17. Necrópolis de Las Ruedas-Pintia. Pomo del puñal de la Sepultura 32 congallinácea o rapaz entre diversos animales.

Figura 18. Necrópolis de Las Ruedas-Pintia. Friso de posibles aves muy esquemáticaspintadas en un cuenco cerámico (Sanz Mínguez, 1997).

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LENGUAJE SIMBÓLICO

Figura 19. Necrópolis de Las Ruedas-Pintia. Posibles gallos pintados en una copa decerámica (Sanz Mínguez, 1997).

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J. F. BLANCO

Figura 20. Cauca. Cola de ave, quizá un buitre, pintada en un fragmento de cerámica.

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LENGUAJE SIMBÓLICO

Figura 21. Cauca. Golondrina o vencejo pintado dentro de una metopa en un vasocerámico bicromo.

Figura 22. Cuesta del Mercado (Coca). Ave zancuda pintada en un vaso bicromo.

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Figura 23. Rauda (Eras de San Blas). Ave pintada en un vaso cerámico (Sacristán de Lama, 1986).

Figura 24. El Soto de Medinilla. Friso de posibles gallos pintados en un cuenco decerámica (Wattenberg Sanpere, 1959.

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LENGUAJE SIMBÓLICO

Figura 25. Distribución de los documentos iconográficos con imágenes de peces en elterritorio vacceo. 1, Septimanca; 2, Tariego de Cerrato; 3, Rauda; 4, Pintia; 5, Cuesta del

Mercado (Coca); 6, Cauca.

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J. F. BLANCO

Figura 26. Distribución de los documentos iconográficos con imágenes de aves en elterritorio vacceo. 1, Septimanca; 2, Soto de Medinilla; 3, Pallantia; 4, Rauda; 5, Pintia; 6,

Cuéllar; 7, Cuesta del Mercado (Coca); 8, Cauca; 9, Sieteiglesias.

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ÍNDICE GENERAL

PONENCIAS DEL XXVIII SEMINARIO DELENGUAS Y EPIGRAFÍAS ANTIGUAS

X. BALLESTER (U.V.E.G.) & M. TURIELCapricorni, Celtiber, Martialis y otros textueloshispanorromanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

M. UNZU & J. VELAZA*Una inscripción en signario paleohispánico de Olite(Navarra) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31

M. FERNÁNDEZ – E. R. LUJÁNGrafitos Ibéricos y Latinos del yacimiento de Alarcos(Ciudad Real) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39

E. BLASCO FERRER Paleosardo e Ibérico. Cuestiones de método . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97

X. BALLESTERGrafito Ibérico sobre Cerámica de Vara de Rey (Cuenca) . . . . . . . . . . 111

J. FERRER I JANÉLos problemas de la hipótesis de la Lengua Ibérica comoLengua Vehicular . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115

J. F. BLANCO GARCÍAEl lenguaje simbólico de las imágenes: peces y aves en la IconografíaVaccea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159

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SECCIÓN DE ESTUDIOS IBÉRICOS“D. FLETCHER VALLS”

ESTUDIOS DE LENGUAS Y EPIGRAFÍA ANTIGUAS – ELEANÚMEROS PUBLICADOS

Núm.1 – L. Silgo Gauche: “Léxico ibérico”, 275 págs.Valencia, 1994 ...................................................... P.V.P. 9 €

Núm. 2 - “Las lenguas Paleohispánicas en su entornocultural”. Curso de la U.I.M.P.P. - Valencia, 4/9-X-1993. Sumario.- Domingo Fletcher Valls(1912-1995). In memoriam. J. Aparicio Pérez:“Un investigador para un pueblo”. El teatro ro-mano de Sagunto”. “La Escula Valenciana deArqueología”. L. Silgo Gauche: “Don DomingoFletcher Valls y la Lengua Ibérica”. L. PérezVilarela: “Mi maestro, Domingo FletcherValls”. J. Gorrochategui: “El celtibérico y laslenguas célticas”. L. Silgo Gauche: “Epigrafíaibérica y epigrafía clásica. Algunos aspectos desu relación”. J. Untermann: “Los plomos ibé-ricos: estado actual de su interpretación”. J.Untermann: “La onomástica celtibérica”. A.Beltrán: “Las inscripciones de las monedas íbe-ras”. L. Pérez Vilatela: “Los celtíberos y sulengua entre los pueblos paleohispánicos”. R.Olmos: “Imagen y palabra en el mundo ibérico:símbolo, narrativa e individualidad”. J. A. Co-rrea: “El pueblo de las estelas: un problema epi-gráfico-lingüístico”. J. Velaza Frías: “Epigrafíafuneraria ibérica”. 288 págs. Valencia, 1996. ISSN: 1135-5026........ P.V.P. 9 €

Núm. 3 – Estudios varios. Sumario.- D. Fletcher Valls:“Comentarios sobre los grafemas silábicos ibé-ricos”. A. Portuondo: “El epíteto homérico y elmundo femenino de la Ilíada”. L. Silgo Gau-che: “De nuevo sobre el “genitivo” ibérico en

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EN”. M. A. Sanjosé Ribera: “Sobre una cu-riosa coincidencia entre un conjuro popularvasco y uno de los “muerserburguer zaubersprü-che””. J. Untermann: “La terminación del ge-nitivo singular de los temas en –o en elceltibérico: de 1965 a 1995”. A. Tolosa Leal:“Sobre formas verbales en –IN”. S. Aguilar Gu-tiérrez: “Naucratis como problema y un ejem-plo: las inscripciones de la colección del museoFitzwilliam, Cambridge”. L. Silgo Gauche: “Laprocedencia de la lápida ibérica supuesta deLiria (F.13.1)”. A. Tolosa Leal: “Scélea muccemeic datho”. Recensiones. 304 págs. 1 fig. Va-lencia, 2000. ISSN: 1135-5026............................. P.V.P. 9 €

Núm. 4 – “De Iberica Lingua Opera Omnia”. De D. FletcherValls. En prensa.

Núm. 5 – Estudios varios. Sumario.- J. Aparicio Pérez:“Presentación”. A. Beltrán Martínez: “El alfa-beto ibérico: recuerdos personales”. X. Balles-ter: “La conexión tirrénica del hemialfabetoibérico levantino”. F. Beltrán Lloris: “Las ins-cripciones ibéricas en el contexto de la epigrafíamusulmana”. J. A. Correa: “Los semisilabariosibéricos: algunas cuestiones”. F. J. FernándezNieto y A. C. Ledo Caballero: “La etnia ibé-rica de las fuentes clásicas”. L. Pérez Vilatela:“Panorama de las lenguas hispánicas en épocaibérica”. L. Silgo Gauche: “Investigación e in-vestigadores sobre la Lengua Ibérica”. J. Ve-laza: “Eban, teban, diez años después”. 217págs. Valencia, 2004. ISBN: 84-96068-50-1. ISSN: 1135-5026 .................................................. P.V.P. 9 €

Núm. 6 – Estudios varios. Sumario.- J. Aparicio Pérez:“Presentación”. J. Aparicio; X. Ballester; L.Pérez Vilatela; L. Silgo y J. Siles: “ LenguaIbérica: Una propuesta metodológica”. L. SilgoGauche: “Nuevo estudio del plomo ibérico de El

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Solaig (Bechí, Castellón). L. Silgo Gauche:“Dos nuevos textos ibéricos valencianos”. L.Pérez Vilatela: “Los denarios hispano-roma-nos de Ikalkunsken y algunos de sus proble-mas”. J. Velaza: “Noticia preliminar sobre dosnuevos plomos ibéricos en una colección pri-vada”. X. Ballester: “Hablas indoeuropeas yanindoeuropeas en la Hispania prerromana”. X.Ballester: “Las afluencias prelatinas en las ha-blas valencianas”. C. Jordán Cólera: “ Sobrela interpretacióin de los mensajes contenidos enas téseras de hospitalidad celtibéricas”. 201págs. Valencia, 2004. ISSN: 1135-5026. ISBN: 84-96068-72-2.............. P.V.P. 6 €

Núm. 7 – Estudios varios. Sumario.- J. Aparicio Pérez:“Presentación “. L. Silgo Gauche: “Villares V(F.17.1): Un texto económico ibérico”. J. A Co-rrea Rodríguez: “La inscripción tartesioturde-tana de Alcalá del Río”. C. Jordán Colera: “[K. 3.3.] : Crónica de un teicidio”. X. Ballester:“BELESTAR o para una transliteración unifi-cada de las escrituras arqueoibéricas”. L. PérezVilatela: “El río Perkes y la selva Hercynia”. J.Velaza: “Tras las huellas del femenino en ibé-rico: una hipótesis de trabajo”. J. AparicioPérez: “El Complejo Arqueológico de CARMO-XENT”. J. Untermann: “Sobre la existencia delenguas de substrato en la Península”. 216 págs. Valencia, 2005. ISSN: 84-96068-50-1. ISBN: 84-96068-79-X.................................. P.V.P. 9 €

Núm. 8 – Estudios varios. Sumario.- X. Ballester: “Tresposibles diaglosias arqueoibéricas”. X. Balles-ter y M. Turiel: “Posible inscripción hispano-céltica sobre fusayola”. X. Ballester y M.Turiel: “ Fíbulas con posible andrónimo célticoDVNACOS –DVRNACVS”. E. R. Luján: “Pro-blemas de morfología nominal ibérica: Sufijos ypautas de composición asociados a topónimos”.

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S. Pérez Orozco: “Sobre la posible interpreta-ción de algunos componentes de la onomásticaibérica”. L. Pérez Vilatela: “Peripecia y pro-puesta de lectura del plomo ibérico de “Mas deIs” (Penáguila-Alicante)”. L. Silgo Gau-che: “Nuevo estudio sobre el plomo ibérico En-sérune B. 1.373”. A. Tolosa Leal: “¿La palabra“Lobo” en ibérico?”. J. Aparicio Pérez: “Pre-sentación de la “Toponimia Mítica” del Dr. Gal-més de Fuentes”. J. V. Gómez Bayarri: “ Amodo de introducción: consideraciones toponí-micas”. A. Galmés de Fuentes: “ Los topóni-mos: sus Blasones y trofeos ( la toponimiamítica)”. 212 págs. Valencia, 2007. ISSN: 84-96068-50-1. ISBN: 978-84-96068-83-4............... P.V.P. 9 €

Núm. 9 - Estudios de lenguas y epigrafía antiguas – E.L.E.A.Sumario. – X. Ballester: “Avión y otras volande-ras notas arqueoibéricas”. L. Pérez Vilatela:“Escritura y jerarquía social: a propósito delcanon celtiberico para /m/”. L. Pérez Vilatela:“Iconología e ideología en los reversos monetalesde Ikalkumsken”. S. Pérez Orozco: “MorfologíaEtrusca”. S. Pérez Orozco: “Un componenteanatólico en la onomástica etrusca”. E. R.Luján: “Pueblos celtas y no celtas de la Galiciaantigua: fuentes literarias frente a fuentes epi-gráficas”. S. Pérez Orozco: “ Topónimos hispá-nicos en grafía púnica”. L. Silgo Gauche: “Nuevo estudio del plomo ibérico escrito de Am-purias I”. X. Ballester: “Deva y otros Devaneosarqueoibéricos”. L. Silgo Gauche: “Nuevo estu-dio de la inscripción ibérica sobre plomo OrleylV (F.9.5). ¿Una defixio pública?”. X. Ballester yM. Turiel: “14 Nuevos Testículos Hispanorro-manos”. S. Pérez Orozco: “Topónimos catala-nes de origen griego”. J. Untermann: “Antiguoeuropeo en Hispania”. X. Ballester: “Dos inédi-tos términos ibéricos en decoradísimo kalathos”.A. Ledo: “El Santurario de Montaña Frontera y

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la producción de vino en el Sagunto Prerro-mano”. L. Pérez: La superstición según Plu-tarco: del Bárbaro o Santo Tomás”. W. Meyer: “Sobre el conocimiento de los topónimos prerro-manos de la Península Ibérica”. L. Pérez: “Solinterior y eternidad en los Moralia de Plutarco:una nota”. L. Silgo: “ Sobre el conocimiento delos topónimos prerromanos de la Península Ibé-rica”. S. Pérez: “Construcciones posesivas enIbérico”. 588 págs. Valencia, 2009. ISSN: 84-96068-50-1-09 ........................................................ P.V.P 9 €

Núm.10 – Estudios varios. Sumario.- J. Aparicio Pérez:Prólogo. X. Ballester: “Del latín ibérico al ro-mance valenciano-catalán”. X. Ballester: “Ur-biaca. ¿Una ibérica confluencia?”. J. Ferrer iJane: “Análisis interno de textos ibéricos: traslas huellas de los numerales”. A. Lorrio Alva-rado: “Arcóbriga y la Colección Cerralbo: nue-vas interpretaciones arqueológicas”. R. RamosFernández: “La Ilici Ibérica”. L. Silgo Gau-che: “Semántica y gramática en el plomo Picode los Ajos II B”. VV.AA: “Inscripción ibérica dePozo Cañada (Albacete). J. Aparicio Pérez:“Presentación”. F. Cisneros Fraile: “Cabezaescultórica en Campillo del Negro (Pozo Ca-ñada, Albacete)”. X. Ballester: “Nótula a la Epí-grafe Ibérica de Pozo Cañada”. L. SilgoGauche: “La inscripción de la foca”. M. PérezRojas: “Reflexiones sobre la inscripción”. L.Silgo Gauche: “Algunas reflexiones sobre elplomo ibérico de Ullastret MLH.C.2.3.”. 338págs. Valencia, 2010. ISSN: 84-96068-50-1 ........ P.V.P. 9 €

Núm.11 – Estudios varios. Sumario.- J. Aparicio Pérez:“Reflexiones sobre los mamíferos marinos (pin-nípedos y cetáceos) de la iconografía ibérica. Apropósito del sensacional hallazgo de Pozo Ca-ñada (Albacete)”. E. Blasco Ferrer: “Ortunbe-lés y Neitin iunstir. Aportación del Paleosardo

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a la interpretación del Ibérico”. X. Ballester yM. Turiel: “[P]osteris y otros prepósteros mini-textos hispanorromanos”. A.J. Lorrio: “La gue-rra en la cultura celtibérica: Aspectos tácticos,logísticos y rituales”. J. Velaza Frías: “Los su-fijos ibéricos en notación grecoibérica”. J. Fe-rrer i Jané: “Sistemas metrológicos en textosibéricos (1): del cuenco de la Granjuela al plomode La Bastida”. E. Orduña: “Prefijos y clíticosen ibérico”. J. F. Blanco García: “Los iniciosdel uso de la escritura entre los Vacceos: Grafi-tos y texto en su contexto arqueológico”. S.Pérez Orozco: “Fonética Histórica Etrusca.Vocales y semiconsonantes”. S. Pérez Orozco:“El Consonantismo”. M. Almagro, X. Balles-ter, J. Maier; M. Turiel: “Estela Hispanorro-mana con nuevo Dulónimo”. L. Silgo Gauche:“Miscelánea Ibérica y Vasca”. J. C. Vidal:“Comparación estadística entre elementos ono-másticos ibéricos y aquitanos”. L. Silgo Gau-che: “Eduardo Blasco Ferrer: Paleosardo. Leradici linguistiche Della Sardegna neolítica.Walter de Gruyter, Berlín/New York, 2010”. 390págs. Valencia, 2011. ISSN: 84-96068-50-1 ....... P.V.P. 9€

Núm.12 – Ponencias del XXVII Seminario de Lenguas yEpigrafía Antiguas. Sumario.- J. AparicioPérez: “Iconografía Ibérica”. X. Ballester; M.Turiel: “Otro nuevo Dvrnacos y nuevos otrosminitextos Hispanorromanos y Celtibéricos”. E.Blasco Ferrer: “Vascuence *(h) úrbar, VascoUbar-, Uber-, Ibar-, Iber- y Paleosardo Úrbara,Úrbera. Íbera e Ibera. Nueva hipótesis sobre,H�b�rus e Iberia”. J. F. Blanco García; HervásHerrera, M. A.; Retuerce Velasco, M: “Una primera aproxi-mación arqueológica al oppidum oretano de Ca-latrava la Vieja (Carrión de Calatrava, CiudadReal)”. J. Velaza Frías: “ Inscripciones paleo-hispánicas con signarios: formas y funciones”.

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L. Silgo Gauche: “ La pátera de Tivissa (MLH.C.21.1) y el problema del perfecto en Ibérico”. L. Silgo Gauche: “Ibérico bankuturiFadiar yotras inscripciones del “Vaso de los Letreros” deLíria (Valencia)”. N. Moncunill: “El orden delos Formantes Antroponímicos en la LenguaIbérica”. A. J. Lorrio: “El Oppidum Ibérico deMeca y su territorio”. J. Ferrer I Jané: “Novedades de Epigrafía Ibé-rica: El Sistema Dual Suroriental”. X. Ballester;M. Turiel. “Problemático grafito ibérico sobre si-gillata”. L. Silgo Gauche: “Inscripciones ibéricasrupestres del abrigo Tarragón (Villar del Arzo-bispo, Valencia)”. L. Silgo Gauche: “Un nuevotexto inédito para la Paleohispanística sobre igle-sias de lengua indígena en el s.II” ........................ P.V.P. 9€

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El número 13 de ELEAse publicó el mes de Juliodel Año del Señor de 2013

en el que conocimos el fallecimientodel Dr. Jürgen Untermann, alemán, iberistaque, junto al Dr. Fletcher Valls, valenciano,

fueron referentes mundiales en la investigación de la primera lengua conocida del Pueblo Valenciano.

la Lengua Ibérica.

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UNIVERSIDAD CATÓLICADE VALENCIA

“San Vicente Mártir”

REAL ACADEMIA DE CULTURAVALENCIANA

Fundación Pública de laDiputación de Valencia

Miembro de la C.E.C.E.L.del Consejo Superior de

Investigaciones Científicas