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Quintas Jornadas de Historia Política Montevideo, 8, 9 y 10 de julio de 2015 Área Temática 1: Instituciones políticas (partidos, gobiernos y elecciones) Coordinación: Jaime Yaffe: (ICP/FCS) [email protected] – Pablo Ferreira (FHCE) [email protected] El Partido Conservador de Bahía Blanca y sus dilemas: entre la democracia y la manipulación electoral (1930-1935) Mabel Nélida Cernadas CER “Profesor Félix Weinberg” UNS-CONICET [email protected] Introducción El período histórico comprendido entre los golpes de estado de setiembre de 1930 y junio de1943 constituye en Argentina un proceso de gran complejidad, que puso en discusión la cultura política del liberalismo y las reglas de juego instauradas desde la sanción de la Ley Sáenz Peña en 1912. En las primeras décadas del siglo XX, la aplicación de esta norma, tornó más transparente el juego electoral al establecer el voto universal, masculino, adulto, secreto y obligatorio y la representación por “lista incompleta”. Si bien la admisión de nuevos integrantes sociales y políticos incrementó los enfrentamientos intra e interpartidarios, por casi tres lustros pareció percibirse cierta estabilidad en la conformación del sistema político, donde conservadores, radicales y socialistas consolidaron el campo político incorporando en esa actividad a capas más amplias de la sociedad. En la provincia de Buenos Aires, la renovación de la dirigencia posterior a la sanción de la ley Sáenz Peña y la apretada agenda electoral, dejó al desnudo la gravitación de las luchas facciosas y la presencia de diferentes agrupaciones y tendencias en la cúpula de los partidos. El espacio municipal constituía el lugar concreto donde los caudillos y camarillas construían la red de relaciones que sustentaban su preponderancia electoral y poder político. Bahía Blanca no fue ajena a la pelea por el control de la “situación local” por parte de los gobiernos platenses dado que conservadores y radicales desde los municipios garantizaban el funcionamiento de las “maquinarias electorales” cuyo objetivo era conseguir resultados electorales positivos. Durante casi tres lustros la preeminencia del 1

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Quintas Jornadas de Historia PolíticaMontevideo, 8, 9 y 10 de julio de 2015

Área Temática 1: Instituciones políticas (partidos, gobiernos y elecciones) Coordinación:Jaime Yaffe: (ICP/FCS) [email protected] – Pablo Ferreira (FHCE) [email protected]

El Partido Conservador de Bahía Blanca y sus dilemas: entre la democracia y lamanipulación electoral (1930-1935) Mabel Nélida Cernadas

CER “Profesor Félix Weinberg”UNS-CONICET

[email protected]ón

El período histórico comprendido entre los golpes de estado de setiembre de 1930

y junio de1943 constituye en Argentina un proceso de gran complejidad, que puso en

discusión la cultura política del liberalismo y las reglas de juego instauradas desde la

sanción de la Ley Sáenz Peña en 1912. En las primeras décadas del siglo XX, la aplicación

de esta norma, tornó más transparente el juego electoral al establecer el voto universal,

masculino, adulto, secreto y obligatorio y la representación por “lista incompleta”. Si bien

la admisión de nuevos integrantes sociales y políticos incrementó los enfrentamientos intra

e interpartidarios, por casi tres lustros pareció percibirse cierta estabilidad en la

conformación del sistema político, donde conservadores, radicales y socialistas

consolidaron el campo político incorporando en esa actividad a capas más amplias de la

sociedad.

En la provincia de Buenos Aires, la renovación de la dirigencia posterior a la

sanción de la ley Sáenz Peña y la apretada agenda electoral, dejó al desnudo la gravitación

de las luchas facciosas y la presencia de diferentes agrupaciones y tendencias en la cúpula

de los partidos. El espacio municipal constituía el lugar concreto donde los caudillos y

camarillas construían la red de relaciones que sustentaban su preponderancia electoral y

poder político. Bahía Blanca no fue ajena a la pelea por el control de la “situación local”

por parte de los gobiernos platenses dado que conservadores y radicales desde los

municipios garantizaban el funcionamiento de las “maquinarias electorales” cuyo objetivo

era conseguir resultados electorales positivos. Durante casi tres lustros la preeminencia del

1

yrigoyenismo en el escenario electoral local fue indiscutible, no obstante que los

enfrentamientos entre la dirigencia partidaria que respondían a los metropolitanos o

provincialistas anunciaron tempranamente el cisma radical de 1924 entre yrigoyenistas y

antipersonalistas1.

La inestable trama de relaciones en permanente tensión entre las distintas tendencias

y fracciones de la UCR hizo crisis en las elecciones municipales de 1928, cuando el

ejecutivo comunal pasó a manos del candidato del partido conservador Florentino

Ayestarán, en una ciudad considerada como un verdadero “bastión” del radicalismo2. Las

profundas discrepancias que separaban a dirigentes y camarillas quedaron evidenciadas en

la jornada electoral del mes de noviembre, cuando cinco líneas internas buscaron atraer los

votos de la ciudadanía. Si bien en conjunto el partido radical obtuvo el apoyo de la masa de

votantes, al presentarse fraccionado fue derrotado por el conservadurismo3.

Los conservadores bahienses retuvieron la administración municipal al año

siguiente al obtener un nuevo triunfo sobre sus adversarios políticos. Ello se debió a que no

obstante haberse registrado algunos acercamientos entre los dirigentes de las distintas

fracciones en que se hallaba dividido el radicalismo local, no se logró ningún acuerdo

concreto y los simpatizantes volvieron a dispersar sus votos en favor de tres candidatos

partidarios diferentes. La gestión del intendente del conservadurismo se prolongó hasta

1931, ya que fue designado comisionado a cargo del ejecutivo comunal por las autoridades

provinciales impuestas por el golpe del treinta.

El Partido Conservador de Bahía Blanca

El Partido Conservador (PC) de la provincia de Buenos Aires nace con ese nombre y

como agrupación permanente en 1908, aunque parte de su dirigencia y de sus componentes

ideológicos pueden rastrearse desde los años noventa del siglo anterior4. En Bahía Blanca,

las fuerzas políticas locales siguieron actuando de manera conjunta en las elecciones

comunales de ese año porque los dirigentes bahiense que respondían al conservadurismo

resolvieron abstenerse y el presidente del partido, Ramón Olaciregui integró la lista del

“Comité Popular” como extrapartidario. Esta convergencia entre conservadores y radicales

no era novedosa, ya que desde 1905 en que la UCR llega a la intendencia ambas

agrupaciones habían conformado listas mixtas para integrar el cuerpo deliberativo dado que

2

la composición de las élites partidarias presentaba grandes afinidades por su inserción en

similares redes de sociabilidad5.

Hasta la intervención decretada por Hipólito Yrigoyen al gobierno de Buenos Aires

en 1917, el liderazgo correspondió al conservador Marcelino Ugarte6. Desmantelada la

maquinaria política del PC y controlados los resortes de poder por parte de la UCR, la

provincia se constituyó en el baluarte más sólido del yrigoyenismo hasta 1930. Ante esta

situación los dirigentes conservadores encararon la reorganización de sus fuerzas y el

disciplinamiento de los jefes políticos y camarillas locales, en procura de recuperar el

gobierno a través de la competencia electoral con los radicales. Para ello, buscaron

transformar el PC bonaerense en un partido orgánico, impersonal y de principios, aunque

en la mayoría de los distritos persistía el estilo tradicional y personalista de hacer política.

Los fracasos electorales a lo largo de la década del veinte determinaron que varios

dirigentes abandonaran las filas del PC, creando otros desprendimientos cuya participación

en la política provincial fue ocasional.

Los enfrentamientos en la cúpula partidaria bonaerense se reproducían en el ámbito

municipal. Al igual que en otros distritos bonaerenses, en Bahía Blanca las fuerzas

conservadoras no constituyeron un grupo homogéneo y hasta el golpe militar oscilaron

entre la abstención o la alianza con otras agrupaciones políticas. Esta última idea

planteada en la asamblea partidaria de 1928 fue impugnada por el delegado bahiense

Alfredo del Gaje, reconocido hacendado del distrito de Villarino, que se había

desempeñado como comisionado en la ciudad entre 1915 y 1917 y representaba el ala más

tradicional del partido. El incremento del padrón y los mayores porcentajes de participación

electoral junto con el fraccionamiento del radicalismo local le proporcionaron al

conservadurismo buenas razones para ser optimistas. Las elecciones comunales de 1928

confirmaron la validez de su confianza al obtener el triunfo después de varios años de

fracasos electorales7.

Si bien la historiografía por lo general había estigmatizado al PC de la provincia de

Buenos Aires como “continuador del fraude notabilar del Orden Conservador”, las nuevas

investigaciones lo muestran como una agrupación compleja y con un sinnúmero de matices,

sin desconocer los componentes oligárquicos presentes en la estructura partidaria tanto en

la dirigencia como de los grupos de interés representados en sus formaciones8. Definidos

3

como un partido moderno, aparecía estructurado a partir de organizaciones de base y

caudillos locales “dueños de la situación”, que participaban a través de asambleas

periódicas en la elección de candidatos, en los “juegos de poder” entre líderes, militantes y

dirigentes entre sí y en la toma de decisiones importantes. Ideológicamente transitaban

flexiblemente en la vertiente liberal-conservadora para atraer un electorado masivo y

heterogéneo. El partido “sostenía un ideario que reivindicaba una sociedad jerárquica,

tradicionalista y sin mayor voluntad de redistribuir más equitativamente bienes materiales,

ni derechos ni oportunidades, a pesar de que en la práctica, según Matías Bisso, la dinámica

de su carácter plebeyo a veces le insuflara aires populistas”9. Por otra parte, la organización

demostró una aguda capacidad y eficacia para adaptarse a las reglas de juego, lo que

determinó que mantuviera un respetable caudal de votos aún en tiempos en que el

gobierno provincial en manos del radicalismo contaba con los resortes de poder que lo

habilitaban para distribuir cargos a discreción o mantener relaciones clientelísticas con el

electorado10.

Aunque era innegable la gravitación de círculos y camarillas fundados en las

relaciones personales poco preocupados por la transparencia electoral, los conservadores

aceptaron el esquema de competencia política surgida de la Ley Sáenz Peña. De esta forma,

la organización pudo adaptarse a todos los requerimientos de participación en las

elecciones masivas: penetración territorial, red de espacios partidarios y dirigencias

locales, empresas periodísticas que defendían el discurso de sus dirigentes, afiliación

masiva y capacidad de movilización11. En realidad, tanto conservadores como radicales

poco diferían en los aspectos formales y en cuanto al estilo de hacer política por lo que los

socialistas no dudaban en considerar las dos estructuras partidarias “como organismos

clientelares al servicio de intereses personales y de grupo12.

Los estatutos del PC contemplaban la elección de las autoridades y la designación de

delegados a las asambleas partidarias por el voto directo de los afiliados, quienes también

con sus aportes debían realizar el financiamiento. Sin embargo, con el fin de evitar la

disgregación de sus fuerzas en el ámbito local, sus dirigentes con frecuencia eludieron la

movilización de los afiliados para la elección de candidatos y una vez en el poder,

continuaron utilizando los aparatos del Estado y el apoyo financiero de los grupos de

interés para realizar las campañas proselitistas. Refiriéndose específicamente a las prácticas

4

políticas, Bisso señala que el fraude se dio como complemento de la actividad partidaria, y

como consecuencia directa de su incapacidad para vencer al radicalismo en comicios

transparentes. Las maniobras electorales incluían el voto en cadena, las urnas trampeadas,

el falseamiento de la identidad o los domicilios y todo lo que se relacionaba con la

dimensión clientelar de la política13.

Bahía Blanca ante el Golpe de Estado de 1930

El régimen restaurado por el general José Uriburu se asentaba en una red de

vínculos entre grupos nacionalistas, integrantes del campo conservador, miembros del Ejército

y de la Iglesia Católica y buscó asegurarse su supervivencia para incidir en la reformulación

del Estado y el campo político, excluyendo de los mismos a los seguidores del

yrigoyenismo. Más allá de las diversidades regionales del proceso, el nuevo escenario fue

vivido por los actores sociales y políticos de modo diferente.

En Bahía Blanca, según el discurso periodístico, la ciudadanía recibió la noticia del

golpe sin demasiada sorpresa contando con el apoyo popular. Para comprender como se

percibía dicho acontecimiento, resulta ineludible hacer un sucinto recorrido por la prensa

local en el momento que se produjo la “interrupción del orden institucional” y los militares

comenzaron a tener participación directa en la vida política y en los asuntos del estado14.

Tres eran los periódicos que respondían al conservadurismo: El Régimen, Bahía

Blanca y El Atlántico. En la portada de El Régimen el mismo día de producido el golpe se

anunciaba la destitución del presidente comparando al acontecimiento con los eventos

ocurridos en Mayo de 1810. “Los sucesos metropolitanos precipitaron en forma

sorprendente la caída del tirano que llenaba de vergüenza a la República desprestigiándonos

ante propios y extraños”15. En el mismo ejemplar aparecía una nota que constituía un

verdadero panegírico de la revolución de la que habían participado el ejército y al pueblo

argentino presentado como una “masa unánimemente antiyregoyenista”. Bahía Blanca, que

también respondía al partido conservador pero mostraba un matiz más moderado, valoraba

la intervención militar caracterizando el papel del ejército como “custodio y salvaguarda de

las instituciones republicanas”. Días después concluía en otro editorial: “Creemos que la

República inicia una nueva era de paz y progreso. Que sus gloriosos destinos podrán

5

cumplirse merced al patriotismo con que ha de conducirse, de hoy en adelante, pueblo y

gobierno argentino”16. Por último, El Atlántico, que se auto titulaba como independiente

había impugnado desde varios meses atrás al mandatario radical por su excesivo

personalismo, aunque el mismo 6 de septiembre censuró la represión de la marcha

estudiantil producida en la jornada anterior al golpe realizada por la policía. En el número

siguiente manifestó su confianza en el nuevo rumbo que le imprimiría a la vida política el

presidente provisional porque era “uno de los más distinguidos jefes del ejército…carente

de personales ambiciones, patriota probado y fácil a las sugestiones del desinterés y del

sacrificio”17.

Similares conceptos pueden leerse en el bisemanario socialista Nuevos Tiempos, en

los primeros momentos, que al igual que toda la prensa local opositora al radicalismo

elaboró un discurso explicativo de la revolución basado en el apoyo dado por el pueblo y en

el papel desempeñado por las fuerzas militares que resultó a su vez excusador del ascenso

al poder por las autoridades provisionales. El consentimiento, la participación directa o la

indiferencia de los ciudadanos coadyuvaron a creer que la revolución había gozado de un

ambiente propicio lo cual servía para poner de manifiesto el ‘carácter popular’ del golpe.

Así se afirmaba: “La revolución, o lo que sea, que derrumbó el yrigoyenismo no ha sido

obra de un grupo grande ni chico de militares. Ha sido una obra eminentemente popular,

encabezada sin duda por un grupo de militares que pusieron a prueba su decisión”18.

Tal como se observa, la supresión del orden constitucional era justificada con el

argumento del consenso popular, al que se le sumaron otros como la idea de “la facultad

de los pueblos a apelar a la fuerza para reconquistar sus derechos y normalizar la

funcionalidad de las instituciones” o “el fin de un gobierno desorbitado por el accionar de

los que en ese momento formaban parte de la junta provisional”. Estos juicios parecían

legitimar al mismo tiempo el origen y el accionar del gobierno provisional que no había

surgido del sufragio popular sino de la imposición de la fuerza, hecho que era relativizado

porque las prácticas políticas del yrigoyenismo en nada diferían de las de los

conservadores. Según el periódico socialista, la seriedad del golpe no radicaba en el

derrocamiento del gobierno de Yrigoyen sino en la posibilidad de que como consecuencia

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del hecho, se vieran cercenados los derechos y las prácticas democráticas de los

ciudadanos, por causa de haberse abandonado el camino de la legalidad19.

Distinta fue la lectura que hicieron los medios que respondían al radicalismo:

Democracia, que se titulaba órgano de la UCR, El Censor y La Nueva Provincia, que se

proclamaban libres de todo compromiso partidista no obstante sus editoriales habían

mostrado una marcada preferencia por el oficialismo depuesto. Democracia, al día

siguiente del golpe militar publicó un número extraordinario dedicado a comentar los

sucesos que determinaron la caída del gobierno radical y hacía un llamado a los argentinos

para que no se dejasen engañar. Yrigoyen había sido desplazado por una “artera oposición”

en la que incluía a los conservadores y a la fracción antipersonalista20. El periódico fue

silenciado después de este número por el gobierno de facto, reapareciendo dos meses

después fieles a su línea editorial, aunque ya en 1931 se autotitulaba “una voz bahiense

para toda la provincia” buscando ofrecer información que no contuviera un contenido

político definido. Por su parte el vespertino El Censor, hacía un duro alegato contra las

“dictaduras militares” pero manifestaba su confianza en el pronto retorno a la competencia

electoral y el marco legal establecido por la Constitución21.

Finalmente La Nueva Provincia reconocía que el golpe militar planteaba “peligrosas

implicancias” para la vida institucional argentina pero no dejaba de justificar el accionar

revolucionario cuando observaba que el ejército había actuado inspirado por legítimo

sentimiento de patriotismo y respeto al pueblo. Al calificar al gobierno del general Uriburu

como “emanación extraordinaria de la voluntad del pueblo” reconocía la validez de otro

criterio de selección de gobernantes distinto al establecido por las reglas de juego electoral.

En un editorial posterior el matutino reconocía que el gobierno provisional había

inaugurado una nueva forma de mediación entre la sociedad civil y el estado, distinta de la

representación político-partidaria. “Ya no son los partidos políticos activos los gestores y

los indispensables intermediarios ante los poderes. Ahora son los representantes genuinos

de las fuerzas vivas, de los productores, los industriales y comerciantes…y de los técnicos

y expertos los que ejercitan su legítima influencia y llevan al espíritu de los gobernantes las

soluciones más atinadas y los consejos más sinceros y útiles para la solución de los

problemas”22. De esta forma, el periódico local privilegiaba una práctica sancionada por el

uso, la preferencia de la sociedad civil por utilizar la mediación corporativa como medio de

7

expresión de sus demandas, en vez de la mediación partidaria habilitada por el texto

constitucional. En definitiva, estos juicios parecían legitimar el origen y accionar del

gobierno de facto, que no había surgido como resultado de prácticas democráticas sino de

la imposición de la fuerza, relativizándose así la gravedad del hecho revolucionario. La

seriedad del golpe no radicaba en el derrocamiento de Yrigoyen sino en la posibilidad de

que se vieran cercenados los derechos de los ciudadanos, que no se creía posible en tanto

las mismas autoridades del gobierno de facto habían prometido restituir y consolidarlos.

Sin embargo, esta imagen no perduraría por mucho tiempo: el discurso del general José F.

Uriburu en un abierto rechazo a los partidos políticos, la prolongación del estado de sitio, la

ley marcial, las detenciones arbitrarias, la supresión del parlamento hicieron que volviera a

percibirse en los periódicos locales la preocupación por la normalización institucional.

Puede concluirse entonces que no existió una única posición ante el quiebre del

sistema institucional23. Una atenta lectura de la prensa de Bahía Blanca muestra que hubo

quienes celebraron el golpe como “la gran obra patriótica que el país reclamaba” y el

aniquilamiento de la “demagogia yrigoyenista” para reemplazarla por la “verdadera

democracia”, quienes lo consintieron pero aspiraban al pronto retorno de la normalidad

institucional y quienes se opusieron al hecho revolucionario porque entendían que con ello

se coartaba los derechos y las prácticas democráticas de los ciudadanos. Se hizo evidente

también el clima de incertidumbre de los diferentes actores políticos y sociales, que se

acrecentó cuando dirigentes y medios de comunicación advirtieron las intenciones del

uriburismo de perpetuarse en el poder.

El intento de reforma institucional y los comicios bonaerenses de 1931

La crítica a la cultura política liberal y las reglas de juego instauradas desde la

sanción de la Ley Sáenz Peña constituía el cimiento del uriburismo aunque estas ideas no

se visualizaron hasta la publicación del manifiesto de octubre. A partir de este momento se

verifican dos tendencias en el gobierno provisional. Una que aspiraba a promover una

reforma del régimen político una especie de “corporativismo moderado” y la otra, que

Fernando Devoto ha calificado como “retorno partidocrático”, que, mediando una

transformación de los partidos, solo buscaba el reemplazo del gobierno radical por

8

representantes del conservadurismo24. En uno y otro caso, incluso en el proyecto que

conducía a instaurar un estado de corte corporativo remodelando el régimen político

debían respetarse los mecanismos fijados por la Constitución: convocar a elecciones

legislativas para constituir el Congreso, y que, una vez que éste quedase conformado, si se

obtenían los dos tercios necesarios decretar la necesidad de reforma constitucional. Como

lo demuestran los acontecimientos posteriores al golpe, esta última opción tampoco

contaba con los apoyos decisivos en el elenco gobernante, las fuerzas armadas o la prensa,

salvo en la fragmentada tendencia nacionalista, por considerar que la formulación y

aplicación de tal sistema constituía un experimento institucional extraño a la tradición

liberal argentina.

Siguiendo la estrategia uriburista se determinó que los primeros comicios se

realizarían en la provincia de Buenos Aires, para proseguir en las de Córdoba, Santa Fe y

Corrientes. A comienzos de 1931 el Gobierno provisional anunció la realización de las

elecciones bonaerenses para el 5 de abril de ese mismo año. Este distrito electoral era uno

de los apoyos más sólidos con los que había contado en su momento el yrigoyenismo pero

los últimos resultados electorales, la falta de los resortes estatales para sostener la

maquinaria electoral y la campaña de desprestigio implementada por la prensa no radical

permitían a los dirigentes conservadores alentar una cuota de confianza. Ello determinó

que se apoyaran sin vacilación medidas propuestas por la oposición tales como el

levantamiento del estado de sitio para la realización de la campaña proselitista y la jornada

electoral, el restablecimiento de la vigencia de la ley Sáenz Peña, y la participación del

partido depuesto. Asimismo, se impartieron precisas instrucciones a las policías locales

para asegurar la libertad política durante ese lapso a todos los ciudadanos. De este modo,

ahora se trataba de vencer o eliminar políticamente a los radicales, y en este contexto, las

elecciones bonaerenses adquirieron la forma de una experiencia piloto, en las que la

victoria de los conservadores ratificaría la “decadencia electoral” en la que se sumía el

radicalismo25. En dicha oportunidad se enfrentaron las fórmulas integradas por Antonio

Santamarina- Celedonio Pereda por el PC; Nicolás Repetto-Teodoro Bronzini por el

socialismo y Honorio Pueyrredón- Mario Guido por la UCR. Los resultados electorales

confirmaron una vez más el amplio apoyo con el que contaba el radicalismo en la

provincia.

9

Ante las perspectivas electorales, en Bahía Blanca, un grupo de bahienses entre los

que podemos mencionar a Alfredo del Gaje, Martín Dithurbide, Manuel Lucero y Ramón

Olaciregui, entre otros, se abocaron a la organización de un Partido Nacional que respondía

al proyecto del gobierno de facto. Pocos días después que Uriburu proclamó la necesidad

de la reforma de la Constitución y el régimen electoral la agrupación dio a conocer un

Manifiesto dirigido al pueblo bahiense en el que se señalaba su propósito de llevar a los

puestos directivos del país a hombres que además de ser capaces y meritorios supiera

interpretar “el sentido último del movimiento revolucionario… que aspiraba a reorganizar

bajo bases más sólidas y seguras todo el mecanismo de la administración pública,

depurando, saneando y mejorando la existente”26.

La aparición de este nucleamiento en el escenario político local se produjo en el

momento en que se estaba realizando el proceso reorganizativo del PC en la sexta sección

electoral, respondiendo a las directivas de la conducción partidaria. Para ello, hacia fines

de noviembre de 1930 la ciudad fue elegida por la junta central de la provincia como sede

de una asamblea donde se acordaron las estrategias políticas a implementar. Pocos días

después el periódico La Nueva Provincia informa la realización de reuniones entre los

principales dirigentes de ambas facciones de derecha en las que participaron figuras como

Samuel Ortiz Basualdo, Carlos Pueyrredón, José Alfredo Martinez de Hoz, Carlos Luro,

Federico Leloir, y que culminaron con un acuerdo para la presentación una lista única en

las elecciones internas del 14 de diciembre de ese año, sobre la base de un nuevo registro

de afiliados27.

Los comicios en Bahía Blanca se realizaron en orden y solo se denunciaron unos

pocos incidentes aislados en algunas ciudades de la provincia28. Aunque la intervención

tenía en sus manos elementos claves para el triunfo electoral, tales como las autoridades

policiales y municipales, la UCR triunfó ampliamente en casi todos los distritos29. Un duro

editorial de Nuevos Tiempos criticaba el acto comicial indicando que la normalidad había

sido formal y la libertad cívica más aparente que real “pues gran parte de los ciudadanos

van atados a las urnas, por los lazos invisibles de toda suerte de compromisos y promesas”,

que era un rasgo distintivo de la “política criolla” común a radicales y conservadores.

Caracterizaba a los comités como “antros de delincuencia” donde había “asados,

10

borracherías y mercado de votos” y concluía “tal es el espectáculo asqueante, y sin embargo

normal, de los comicios del domingo”30.

El imprevisto triunfo del radicalismo en las elecciones bonaerenses de abril tuvo un

enorme impacto en el uriburismo y erosionó aún más la menguada legitimidad del

gobierno31. Por otro lado, mostró el arraigo popular del partido derrocado, frustrando las

expectativas de los conservadores de recuperar el gobierno a través de elecciones limpias. A

partir de entonces ganó terreno el ejercicio de la violencia contra los ciudadanos y se

dedicaron a organizar sistemáticamente diferentes prácticas para mantener la ficción

democrática32. Uriburu renunció a su proyecto de reforma del régimen político, anuló los

comicios, vetó la fórmula presidencial de la UCR aduciendo objeciones constitucionales y

se mostró dispuesto a avasallar al electorado para producir resultados favorables al

candidato del ejército y de un conglomerado de fuerzas políticas integradas por

conservadores, radicales antipersonalistas y socialistas independientes, que conformaban

la Concordancia: el general Agustín P. Justo.

En agosto de 1931, el gobierno de facto dictó un decreto que reglamentaba el

funcionamiento de los partidos. La disposición exigía a las fuerzas políticas ajustar su

funcionamiento a las nuevas reglas de juego, lo que las habilitaría legalmente para

participar en la salida constitucional. El gesto del ejecutivo “que implicó otorgarles [a los

partidos] legitimidad como personas de derecho público aunque su intención última fuera

controlar su accionar”33 recibió el juicio favorable de buena parte de los medios de

comunicación locales, a pesar de que los mismos unos meses atrás no habían dudado en

realizar duras críticas al gobierno provisorio.

A partir de esta fecha quedó constituido el campo de conflicto con características

que signaron el proceso político en la primera mitad de la década del treinta: el oficialismo

alineado tras la figura de Justo, la oposición parlamentaria -conformada por el Partido

Socialista y el Partido Demócrata Progresista- a lo que se sumaba el radicalismo como

oposición externa al sistema, que apostó nuevamente por el abstencionismo. A los actores

involucrados no les interesaba el buen funcionamiento del sistema democrático sino la

conquista del poder, por lo cual el comportamiento político de los ciudadanos transitaba

por la apatía, concretada en los altos porcentajes de voto en blanco o en los altos niveles

11

de abstención que fueron fenómenos presentes de manera permanente en la cultura política

de la época34.

Los comicios nacionales de noviembre provocaron cierta expectación en Bahía

Blanca. A pesar de la anunciada abstención del radicalismo sufragó en el partido el 62% del

total de los ciudadanos inscriptos en el padrón obteniendo la fórmula de la Alianza Civil el

59% sobre el 41% de la Concordancia. En la ciudad se registró un importante número de

abstenciones y votos en blanco pero en las restantes poblaciones del partido una gran

mayoría optó por prestar su apoyo a la fórmula de la Alianza Civil35. Sin embargo, la

vigencia del Estado de Sitio, la persecución a dirigentes opositores y las irregularidades de

todo tipo cometidas por el gobierno de facto en los otros distritos bonaerenses determinó la

amplia ventaja de los conservadores, cuyos electores dieron el triunfo a la coalición

oficialista.

Las elecciones municipales de 1932 y el primer intendente socialista en Bahía Blanca

A comienzos del mes de diciembre de 1931 el interventor de la provincia de Buenos

Aires Raimundo Meabe dictó el decreto de convocatoria a elecciones comunales en todo el

territorio para el 10 de enero del año siguiente. Ante la continuidad de la abstención radical,

el escenario electoral bahiense quedó polarizado entre socialistas36 y conservadores.

A mediados de diciembre se reunió la junta ejecutiva del comité del PDN local,

que confeccionó una lista de candidatos encabezada por Florentino Ayestarán y

“representativa de las fuerzas de Bahía Blanca en el deseo de atraer el voto del electorado

independiente” cuya aprobación sería resuelta en una próxima asamblea. El partido,

conformado mayormente con elementos locales de tradición conservadora afrontaba una

fuerte lucha facciosa. Si bien de acuerdo a los estatutos se contemplaba la elección de las

autoridades y la designación de delegados a las asambleas partidarias por el voto directo

de los afiliados fueron frecuentes las transgresiones a la norma por quienes se mostraban

decididos a preservar sus privilegios y cuotas de poder37.

Tanto el PDN como el socialismo dieron a conocer las listas de candidatos y sus

programas en los últimos días del mes de diciembre de 1931. Como en los períodos

preelectorales anteriores, el proselitismo político de la dirigencia conservadora estuvo

12

vinculado al contacto directo con los electores a través del comité y las fiestas criollas

aunque también utilizaron la prensa, la tribuna callejera o la fijación de afiches para

obtener el favor de la opinión pública y movilizar el electorado.

La plataforma partidaria abordaba prioritariamente el estudio y solución del estado

financiero de la comuna. Bregaba además, por la reforma del régimen impositivo y la

supresión de los impuestos al consumo y los que recaían sobre la pequeña industria. Se

ponía especial acento en la realización de las obras públicas que incluía la ampliación de

los servicios de Asistencia Pública, la creación de un Balneario Municipal y un Mercado

Modelo e instalación de ferias francas y se consideraba necesaria la ejecución de un plano

regulador del desarrollo de la ciudad, la prolongación del alumbrado público y la

construcción de casas baratas. También se propiciaba la creación de comisiones de fomento

en todos los barrios, villas y pueblos del partido haciendo depender de ellas a los delegados

municipales. En el plano educativo contemplaba la provisión gratuita de útiles, ropas y

calzados a los escolares pobres, la institución de becas para estimular a los estudiantes

meritorios, el suministro de la “copa de leche” en las escuelas primarias y la construcción

de un estadio municipal para el fomento de la actividad física y los deportes38.

Las elecciones municipales de 1932 se realizaron en la ciudad con normalidad. El

escrutinio definitivo arrojó el triunfo del socialista Agustín de Arrieta, con el 54,55% del

total del padrón sobre Adalberto Pagano, candidato por el Partido Demócrata Nacional,

con el 45,44%39. De esta forma el PS, con el voto de sus propios afiliados y simpatizantes y

el aporte de un importante segmento del electorado radical logró la intendencia municipal

y la mayoría en el departamento deliberativo, manteniéndose por dos períodos

consecutivos hasta diciembre de 1935.

El triunfo de los socialistas sobre los conservadores en los comicios municipales

realizados en noviembre de 1933 puso en evidencia la débil institucionalización del

partido, donde la coalición dominante aparecía poco cohesionada y los jefes políticos

renegaban de la posibilidad de diálogo. Así el Comité local “oficial” eligió como

candidato a la presidencia del partido y delegado a la asamblea general a un político de

larga trayectoria en la organización, el senador nacional Alberto J. Medús40. Pocos días

después un núcleo de dirigentes disidentes encabezados por Aníbal Allegretti, Daniel

Villar y Martín Dithurbide impugnó la elección aduciendo “prácticas fraudulentas”. La

13

crisis partidaria se hizo evidente en los primeros días de noviembre, cuando el Comité

presidido por Alberto Medús presentó una nueva lista encabezada por Florentino Ayestarán

como candidato y los disidentes resolvieron la presentación de una lista propia, el PDN de

Bahía Blanca, que proponía a Manuel Lucero para ocupar el ejecutivo comunal.

Martín Dithurbide, integrante de este último grupo manifestó a un periodista local

que las causas de la escisión partidaria no debían buscarse en las ambiciones personales o

los intereses particulares: “Hace mucho tiempo el Partido Conservador, hoy Demócrata

Nacional ha venido padeciendo del mal de una prepotencia de tipo personalista que

suprimió la libre discusión y determinó el retraimiento de muchos y muy calificados y

prestigiosos correligionarios. Luchamos desde adentro para levantar el concepto político y

la dignificación del procedimiento electoral”41. A esta división se sumó otros dos

fraccionamientos del conservadurismo: el PDN Disidente Comité Eustaquio Jáuregui

presidido por el mismo Jáuregui, conocido escribano de Bahía Blanca y el Partido Popular

encabezado por Héctor Gastaldi42.

El 26 de noviembre se realizaron los comicios en Bahía Blanca, en un ambiente de

absoluta tranquilidad. De los 25.040 votantes inscriptos solo sufragaron el 51,50% de los

ciudadanos43. Al ser derogada por la Legislatura provincial la Ley Vergara, que establecía la

elección directa del ejecutivo comunal, dicha facultad volvió al Concejo Deliberante

transformado en colegio electoral y escenario de múltiples negociaciones y disputas44. De

acuerdo a estas cifras el órgano deliberativo quedo integrado por diez socialistas, ocho por

el PD oficial y tres del PD disidente. De esta forma, si bien el candidato del socialismo

había sido el más votado por los ciudadanos quedó en manos de los dos grupos del PDN el

destino de la comuna bahiense. Para lograr un acuerdo entre ambas facciones disidentes

viajó una delegación de dirigentes provinciales a Bahía Blanca pero ante el fracaso de las

negociaciones fue reelegido el socialista Agustín de Arrieta45.

La reforma de la Constitución provincial de 1934 y la legislación electoral

En octubre de 1934, y con la proscripción del radicalismo se reunieron los

representantes del conservadurismo y del socialismo en la Convención Constituyente que

reformó la Constitución bonaerense de ese año. Entre los aspectos más destacados del texto

constitucional se acordó la elección directa del gobernador, la simultaneidad de los

14

comicios nacionales y provinciales, la reestructuración de los distritos electorales y la

creación de una nueva Junta Electoral46, quedando la Legislatura a cargo de diseñar una

nueva ley electoral para la provincia. Dicha ley, cuyo proyecto había sido presentado por el

ministro de gobierno Vicente Solano Lima, buscaba adecuarse a la Constitución de 1934.

En su versión original introducía cuestiones bastante progresistas como el voto femenino o

la reglamentación de la vida de los partidos políticos, pero el bloque mayoritario de

legisladores del conservadorismo la modificó sustancialmente añadiéndole una serie de

cambios que otorgaron al partido gobernante el control de los comicios y debilitaron la

capacidad de los fiscales de la oposición para protestar contra las irregularidades y abusos

del oficialismo.

La legislación electoral denominada por la oposición la “ley trampa”, revistió al

fraude “con un barniz de legalidad y abrió el camino hacia su autorización oficial”47.

Radicales y socialistas organizaron a lo largo de toda la provincia numerosos actos

públicos contra la alteración de las reglas de juego y la impunidad del conservadurismo,

promoviendo distintas acciones que incluían la intervención federal. La prensa bahiense se

alineó a favor y en contra de la ley reformada. El Régimen y El Atlántico señalaron que la

efectividad de la nueva legislación se vería si los ciudadanos no olvidaban el cumplimiento

de sus deberes y que todo era cuestión de “costumbres políticas”, porque las nuevas

disposiciones tendían a dar al sufragio “todas las seguridades que puede apetecerse para

asegurar su libre ejercicio” Para Nuevos Tiempos y La Nueva Provincia era la “ley del

fraude”, “monstruosa”, “anticonstitucional” y que “burlaba la libertad de sufragio” 48.

El reingreso de la UCR al escenario político a principios de 1935 promovió una

concurrencia más activa del electorado y fue recibida con la aprobación de buena parte de

la prensa. Tanto para el gobierno central como para la oposición, el triunfo en las

elecciones bonaerense allanaba el camino de los comicios nacionales que se realizarían dos

años después. En Bahía Blanca, el interés por los comicios para la renovación del ejecutivo

provincial quedó reflejado en el alto índice de concurrencia de la ciudadanía, que alcanzó al

72%. A diferencia de lo que ocurría en otros distritos de la provincia donde el triunfo de la

fórmula del conservadurismo, Manuel Fresco-Aurelio Amodeo estuvo vinculado a

numerosas denuncias de irregularidades que impidieron la participación ciudadana, en la

15

ciudad el PC obtuvo 5263 votos y 1.779 el socialismo contra los 9.035 sufragios para el

binomio radical49.

Similares guarismos se dieron en las elecciones municipales, realizadas en un marco

de normalidad y en las que el mayor número de sufragios le correspondió a los radicales

con 6.183, contra 4715 del PDN y 4618 del Partido Socialista50. La prensa de la época

adjudicaba este hecho a “la cultura política de los ciudadanos” y “al entusiasmo

desbordante de sus masas”, aunque presumimos que la presencia del socialismo en el

ejecutivo comunal desde 1932 fue decisiva para restringir el accionar de los caudillos y sus

camarillas o a través de la policía y otros funcionarios que realizaban diferentes prácticas

para producir resultados electorales favorables al oficialismo.

El escrutinio definitivo de la provincia puso de relieve la magnitud del fraude y los

radicales se negaron a reconocer la validez del triunfo conservador apelando a la Junta

Electoral provincial. La Junta anuló los comicios en algunos distritos pero aprobó las

elecciones en general, ratificando al binomio del PDN en el gobierno bonaerense. En los

comicios municipales de Bahía Blanca, también las cifras favorecieron a la UCR pero al

negarse los tres concejales entrantes del radicalismo a participar de las primeras sesiones

del Concejo Deliberante, en repudio al fraude cometido en el territorio bonaerense, el PS

quedó en minoría frente a los ocho ediles con los que contaba el conservadurismo y estos

consagraron un Intendente de su propia extracción política, el escribano Martín Dithurbide.

Algunas consideraciones finales

Refiriéndose a la década del treinta Alejandro Cattaruzza ha señalado que una

característica del período es la fuerte presencia de zonas grises y fronteras políticas

inestables, cuya ponderación adecuada permite una mejor aproximación al comportamiento

de actores políticos que están lejos de presentarse como grupos compactos y homogéneos

como tradicionalmente la historiografía presentó51.

En este sentido, analizar la coyuntura acaecida tras el Golpe y el funcionamiento del

sistema político desde una perspectiva que Macor y Tcach han denominado extracéntrica52,

rompe con la homogeneidad que presentaba la historia política construida desde la Capital

Federal. Este es el caso de Bahía Blanca, inserta en un espacio regional tan heterogéneo

16

como el que comprende el territorio bonaerense, donde a menudo se entrecruzaron la

influencia y disputas de los aparatos partidarios y de gobierno provincial y nacional. La

relevancia de considerar el proceso a partir de un caso regional permite comprender la

incidencia que las dirigencias locales tuvieron durante la coyuntura en cuestión, a la vez

que posibilita la comparación entre los diferentes procesos.

Los proyectos políticos puestos en marcha por el oficialismo la década del ´30

obligaron a las restantes fuerzas políticas a adoptar posicionamientos concluyentes.

Analizando la configuración del sistema de partidos Darío Macor ha destacado el perfil

complejo y heterogéneo de la Concordancia -coalición electoral y de gobierno- que se

caracterizó por constituir una alianza laxa entre antipersonalistas, socialistas independientes

y fuerzas conservadoras con identidades partidarias definidas. Por otra parte, la

consagración de Agustín P. Justo en noviembre de 1931 como presidente significó la

presencia de un liderazgo “versátil” que buscó asegurar la sucesión presidencial y

reproducir el régimen instituido aunque no pudo evitar las tensiones dentro del campo de la

Concordancia, donde los conservadores bonaerenses que controlaban el gobierno provincial

desempeñaban un significativo papel.

Bahía Blanca no estuvo ajena a los conflictos que se registraban en el escenario

político nacional y provincial y también se vio inmersa en estas disputas, aunque la

gravitación de un importante electorado radical restringió las posibilidades de producir

resultados favorables al oficialismo a través de las prácticas fraudulentas. El triunfo del

socialismo en las elecciones municipales del período dio cuenta de esta contingencia.

Por otro lado, el PC local constituía una agrupación compleja, débilmente

institucionalizada, donde era innegable la gravitación de círculos fundados en las relaciones

personales, por lo que la organización se vio perturbada por interminables disputas

facciosas entre los diferentes caudillos locales y sus camarillas. Ideológicamente inscriptos

en la vertiente liberal-conservadora no impugnaron la tradición liberal democrática, la ley

Sáenz Peña ni el sufragio popular, sin embargo, los componentes oligárquicos presentes en

la estructura partidaria no estaban interesados en la transparencia electoral o en abolir las

relaciones clientelísticas con el electorado.

La “política criolla”, que tanto inquietaba a los socialistas expresaba cada vez más

una ideología, unas prácticas y una cultura política con un marcado sesgo hacia el

17

autoritarismo. Los comportamientos asumidos por las Fuerzas Armadas y la Iglesia

Católica fueron decisivos en el enrarecimiento de la vida política atravesada cada vez más

por el cercenamiento de las libertades públicas, la censura periodística, el estado de sitio, la

Ley Marcial, la persecución de los dirigentes políticos opositores y diversas medidas

coercitivas.

18

1 Laura Llull, El radicalismo bahiense durante la gobernación de José Camilo Crotto,

1918-1921, Jornadas de Historia política del Gran Buenos Aires en el siglo XX Organizadas por el CEHP Escuela de Política y Gobierno, UNSAM, 2006, Disponible en http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/jornadas/Llull.pdf2

Bahía Blanca, que contaba con casi 15.000 habitantes tuvo su primer intendente municipal de origen radical en 1895, año en que fue declarada ciudad. Desde esta fecha hasta 1913 radicales yconservadores realizaron distintos acuerdos para ocupar los escaños del Concejo Deliberante. Luego de la Intervención de la provincia de Buenos Aires por Yrigoyen que puso fin al gobierno conservador de Marcelino Ugarte la ciudad tuvo por una década mayoría de representantes de la UCR en el cuerpo deliberativo y en la Intendencia. Cfr. Mabel N. Cernadas de Bulnes, “El impacto de la Ley Sáenz Peña en el sudoeste bonaerense”, en Cuadernos del Sur, Nº 23/24, Bahía Blanca, Departamento de Humanidades de la Universidad Nacional del Sur, 1993, pp. 121- 140. 3

Además del Comité Central de la UCR, presidido por Eduardo González, se presentaron elClub Hipólito Irigoyen, encabezado por José Domingo Espeche, la UCR Antipersonalista, liderada por Mario Guido y el Comité radical de Punta Alta, regido por Ramón Ayala Torales, a los que se sumó poco antes de las elecciones el Ateneo Radical, a cuyo frente se hallaba Carlos Cisneros. Mabel Cernadas de Bulnes, El partido radical bahiense en la oposición: entre la proscripción política y la participación electoral. (1930-1943), Disponible en Biblioteca virtual del Programa Interuniversitario de Historia política, http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/cernadas.pdf [último acceso: 8/10/2014].4

La tendencia liberal-conservadora encuentra su expresión en la vida política local en dos grupos, uno que respondía al gobierno nacional y que recibió a lo largo del período diferentes denominaciones, Comité Nacional, Centro Popular, Comité Pacista y la otra vertiente que respondía a una perspectiva platense, el núcleo situacionista o rochista, Club Argentino, Comité Provincial o Lista Popular. El surgimiento de la Unión Cívica en 1890 determinó la unidad de estas fuerzas en el Comité Popular. Mabel N. Cernadas de Bulnes et al, El proceso político bahiense 1880-1891. De las fuerzas tradicionales al radicalismo, Instituto de Humanidades de la Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca, 1972. 5

Utilizamos la expresión de acuerdo a la definición propuesta por Michel Bertrand. Cfr. “Las redes de sociabilidad en la Nueva España: fundamentos de un modelo familiar en México (siglos XVII y XVIII) en Charlotte Arnauld… et al.,(coord.) Poder y desviaciones: génesis de una sociedad mestiza en Mesoamérica, México, Siglo XXI y CEMCA ed, 2007, pp-103-133.6

Sobre la constitución de la maquinaria política conservadora véase María Dolores Béjar, El régimen fraudulento. La política en la provincia de Buenos Aires, 1930-1945, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005. 7

El Partido Conservador obtuvo 3.884 votos, la UCR, 3.347, el Club Hipólito Irigoyen, 1812, seguido por los Socialistas con 1028, los Antipersonalistas con 620, los Socialistas Independientes con 110 y los Comunistas con 57. El Atlántico, Nº 3255, 27 de noviembre de 1928. 8

Cf. María Dolores Béjar, El régimen fraudulento. .. cit. 9

Matías Bisso, “El Partido Conservador de la provincia de Buenos Aires ¿el fraude de masas? En Ernesto Bohoslavsky y Olga Echeverría, (comps.) , Las derechas en el Cono Sur, siglo XX. Actas del tercer taller de discusión, Los Polvorines, Universidad Nacional de General Sarmiento, 2013, E-book.

10 Al explicar la relación de intercambio asimétrica entre el líder y sus seguidores, los

denominados “juegos de poder”, Panebianco señala que los dirigentes disponen de una serie de recursos que emplean con el fin de ganar la lealtad de los seguidores: los incentivos de carácter selectivo o colectivo. En el primer caso, estos pueden ser materiales y de status o poder, tales comoel otorgamiento de puestos laborales, dinero o reconocimiento. En tanto que entre los incentivos colectivos o de “identidad” el autor alude a factores cuya distribución resulta difícil de determinar tales como la sensación de pertenencia o la identificación ideológica con el movimiento político. Angelo Panebianco, Modelos de Partidos. Organización y poder en los partidos políticos, México, Alianza, 1993, pp. 61-69.11

No obstante, a semejanza de otros partidos conservadores europeos no lograron constituirse en una institución fuerte a pesar de haberse transformado en una organización política moderna. Cf. Angelo Panebianco, Modelos de partido…cit., pp.246-266.12

Con relación a esta cuestión ha señalado María Liliana Da Orden que tampoco el partido socialista pudo mantenerse totalmente al margen de prácticas como la utilización de redes de adhesión y lealtades personales para lograr la movilización del electorado. “Prácticas tradicionales en un partido moderno. Socialismo y poder local, Mar delPlata 1916-1929”en Fernando Devoto y Marcela Ferrari, La construcción de las democracias rioplatenses: proyectos institucionales y prácticas políticas. 1900-1930, Universidad de Mar del Plata, Editorial Biblos, 1994, pp.229-246. Estas prácticas también pueden confrontarse en Bahía Blanca según los testimonios recogidos en Archivo de la Memoria de la UNS, AMUNS, Restauración Conservadora, (1930-1943), 1995.13

Matías Bisso, “El Partido Conservador de la provincia de Buenos Aires ¿el fraude de masas? …, cit. 14

Marcela Ferrari señala que la vinculación entre los elencos políticos-partidarios, las fuerzas armadas y la Iglesia Católica eran sólidas y de larga data “en un país en el cual el ejército proclamaba para sí el derecho de ser la esencia de la nación y la Iglesia Católica era casi una religión de estado. Cf. Marcela Ferrari, Los políticos en la República Radical: prácticas políticas y construcción de poder (1916-1930), Buenos Aires, Siglo XXI, 2008, p. 209.15

El Régimen, Bahía Blanca, 6 de septiembre de 1930, p.1.16

Bahía Blanca, Bahía Blanca, 8 de septiembre de 1930, p.4.17

El Atlántico, Bahía Blanca, 7 de septiembre de 1930, p.5.18

Nuevos Tiempos, Bahía Blanca, 17 de septiembre de 1930, s/p.19

Nuevos Tiempos, Bahía Blanca, 10 de septiembre de 1930, s/p.20

Democracia, Bahía Blanca, 7 de septiembre de 1930, pp. 1-2.21

El Censor, Bahía Blanca, 9 de septiembre de 1930, p. 2.22

La Nueva Provincia, Bahía Blanca, 15 de octubre de 1930, p.8. 23

Utilizamos la expresión tal como aparece en la prensa de la época recordando como lo ha señalado Hugo Quiroga que el proceso iniciado en 1930 no debe analizarse como una ruptura del sistema político, ya que no existe tal discontinuidad por fuera de la vigencia del mismo y de sus posibilidades de transformación, sino que, al contrario, el sistema político argentino funcionó mediante una articulación que combinaba en su estructura los gobiernos militares con gobiernos civiles. Cfr. Hugo Quiroga, El tiempo del “Proceso”. Conflictos y coincidencias entre políticos y militares. 1976-1983, Rosario, Fundación Ross, 1994. 24

Fernando Devoto, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina Moderna. Una historia. Buenos Aires, Siglo XXI, 2005, p. 284.25

Darío Macor, “Radicales, demoprogresistas y antipersonalistas: oficialismo y oposición en la Santa Fe de entreguerras”, Boletín Americanista, Universidad de Barcelona, Facultad de Geografía e Historia, Nº 50, 2000, p. 228. 26

Firmaban el Manifiesto los integrantes de la junta organizadora del Partido Nacional, Alfredo del Gage, Martín Dithurbide, Manuel Lucero, Raúl Olaciregui, Domingo Lagleyze, MauroFreixe, Rufino Luro Cambaceres, José de Mira y Mario Paganini. La Nueva Provincia, Bahía Blanca, 31 de octubre de 1930, p. 8. 27

La lista estaba integrada de manera proporcional por representantes de ambas facciones. Sobre un total de 3000 inscriptos votaron 739 afiliados en la ciudad y 317 en Punta Alta. La Nueva Provincia, Bahía Blanca, 15 de diciembre de 1930, p. 8.28

Democracia indicaba que el Comité radical de la provincia había recibido denuncias sobre detenciones a ciudadanos, secuestro de libretas, trabas para fijar carteles e incidentes menores por parte de funcionarios públicos y la policía provincial, pero que en Bahía Blanca los comicios se habían desarrollado con total normalidad. Democracia, Bahía Blanca, 14 de abril de 1931.29

En el padrón local, de los 19.948 ciudadanos votaron casi el 68 % de los inscriptos, de los cuales correspondió a la UCR, 6091; al PC, 4365 y al PS, 1543 sufragios. La Nueva Provincia, 25de abril de 1931, p.2.30

Nuevos Tiempos, Bahía Blanca, 8 de abril de 1931, s/p.31

Para entender este resultado electoral debe tenerse en cuenta la observación de Marcela Ferrari, quien advierte que radicales y conservadores tenían similitudes tanto con respecto a la composición de la dirigencia como a la de las prácticas políticas que utilizaban con relación al electorado pero la acción política de los militantes radicales era más efectiva, ya que el contacto con los ciudadanos no se circunscribía solo a la época preelectoral sino que “comprendieron y atendieron mejor que sus adversarios políticos las necesidades del universo social sobre el cual operaban”. Resultados electorales y sistema político en la Provincia de Buenos Aires(1913-1934), La Plata, Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, Archivo Histórico, 2009, pp.164-166. 32

Indica a este respecto Marcela Ferrari que probablemente la anulación de estas elecciones haya dejado una fuerte impronta en cuanto a la impotencia de la ciudadanía y al descreimiento en elsistema democrático como también que las trabas impuestas al radicalismo haya influido en la reorientación de los sectores populares hacia el peronismo. Resultados electorales… cit, p.185. 33

Ana Virginia Persello, El radicalismo en crisis.(1930-1943), Ed. Ross, Rosario, 1996, p.150.34

Después de esta fecha, cuando el radicalismo volvió a incorporarse a la vida política, todas las corrientes políticas “terminaron aceptando un lugar en un orden político que, para sobrevivir, se veía obligado a violar sistemáticamente los principios invocados como fuente de su legitimidad” Tulio Halperín Donghi, La Argentina y la tormenta del mundo…cit., p. 14. Véase también a este respecto Resultados electorales… cit, pp. 140-141.35

La Nueva Provincia, Bahía Blanca, 9 de noviembre de 1931 y El Atlántico, Bahía Blanca, 9 de noviembre de 1931.36

Sobre el PS véase Mabel N. Cernadas de Bulnes, “Cuando los socialistas gobernaron Bahía Blanca: la intendencia de Agustín de Arrieta y el desafío de transformar la cultura política “criolla” (1932-1935) en Estudios Sociales, N° 44, junio 2013, Universidad Nacional del Litoral, pp. 101-122.37

Como resultado de este conflicto una asamblea de afiliados realizada el 25 de diciembre desconoció la lista propuesta por lo que el ex intendente optó por presentar la renuncia a su candidatura. La Nueva Provincia, Bahía Blanca, 28 de diciembre de 1931, p.3.38

La Nueva Provincia, Bahía Blanca, 29 de diciembre de 1931. 39

El PS obtuvo en el partido de Bahía Blanca 5.725 votos; el PDN, 4769 y en blanco, 464. Enla ciudad los resultados fueron PS, 3776; PC, 3429 y en blanco, 315: La Nueva Provincia, Bahía Blanca, 11 de enero de 1932. 40

El Atlántico, Bahía Blanca, 2 de octubre de 1933, p. 4. 41

La Nueva Provincia, Bahía Blanca, 20 de noviembre de 1933, p. 12.42

La campaña proselitista de los partidos intervinientes combinó las prácticas más tradicionales: mítines, conferencias callejeras, difusión de los perfiles de los candidatos y programas en la prensa, giras o banquetes con otras más novedosas, tales como la distribución de folletos y volantes, campañas murales, entrevistas o debates entre los postulantes a la intendencia transmitidas por radiotelefonía a la ciudad y poblaciones del partido. 43

Los resultados definitivos arrojaron las siguientes cifras: el PS, el 47,6%, el PDN Oficial, el31,8%, el PDN de Bahía Blanca, el 15,3%, el Partido Popular, el 1,0%, el PDN (E. Jáuregui), 0,5%, El Partido Comunista, 0,5% y en blanco, 2,7%. La Nueva Provincia, Bahía Blanca, 29 de noviembre de 1933, p. 9. 44

Boletín Municipal de Bahía Blanca, “Ley Orgánica de las Municipalidades de 1933”, año XII, Nº 143, 1933.45

Laura Llull, “La elección del 26 de noviembre de 1933 en el Partido de Bahía Blanca” Actas del Quinto Encuentro de Historia Regional. Historia de los pueblos al Sur del Salado, Tandil,1990, pp. 49-62.46

Se facultaba a la Junta Electoral para designar y remover las autoridades de los comicios. 47

María Dolores Béjar, El régimen fraudulento…cit, pp. 207-214 y Julio César Melón Pirro, “Legislación y práctica electoral en la década de 1930. La “ley trampa” y el “fraude patriótico” en Julio César Melón Pirro y Elisa Pastoriza (eds.), Los caminos de la democracia. Alternativas y prácticas políticas. 1900-1943, Universidad de Mar del Plata, Biblos, Buenos Aires, 1996. 48

El Atlántico, 4 de agosto de 1935; Nuevos Tiempos, 24 de agosto de 1935 y La Nueva Provincia, 7 de agosto de 1935.49

Los conservadores después de la muerte del doctor A. Medús no lograron superar los enfrentamientos entre las distintas facciones que se disputaban el control partidario de la localidad, por lo cual Bahía Blanca a pesar de ser la ciudad más importante de la sexta sección quedó relegaday no pudo enviar ningún candidato a la legislatura. Por el contrario, el radicalismo logró posicionar a dos hombres de reconocida trayectoria política en la ciudad, los doctores Carlos Cisneros y Ramón del Río. 50

Los resultados electorales pueden verse en El Atlántico, 17 de noviembre de 1935; Nuevos Tiempos, 20 de noviembre de 1935 y La Nueva Provincia, 17 de noviembre de 1935.51

Alejandro Cattaruzza, Historia y política en los años 30: comentarios en torno al caso radical, Buenos Aires, Biblos, 1991, p. 14. 52

César Tcach y Darío Macor (ed.), La invención del peronismo en el interior del país, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 2003.