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LA CRÍTÍCA LITERARIA EN EL SIGLO XX 553 tor a partir del texto literario, que es lo que hace la psicobiografía, ha sido visto a menudo como una cuestión polémica. Escribe Carlos Castilla del Pino al respecto: Los riesgos que entraña esta tarea son grandes, y de no plantearse el problema con ri- gor, junio a dejar paso a cualquier interpretación indisciplinada y silvestre, contribuye al des- prestigia de teoría y método (1994: 310), r|(111*bHrt íí,. Irt r-4~n-v*>* rtJ^tlrtn .•.•! ~ ^ r.n~*n 1¿V¿f. -. ni 1,-í.^—*X ^^l^Hn t^J" n-, Til ArítnA*, UftfUKU *^*' 1CA lllióllIU t'tlll.l-l^ I.ILJJV, UHIJiUlllk.il ¿L, llJU-ilnV, ¿>»JU>1V "ÍVU ^11 -lU WtflUíl de tos sesenta y por influjo de las comentes inmancntistas que dominaban la crítica y la teoría literarias entonces, dar un carácter más científico al análisis de las obras ¡iterarías, con lo que surgió la Psicocrítíca, una escuela que, como ha señalado Sultana Wannón Bensusan, con Charles Mauron a la cabeza, «propuso las dos reglas de oro para lograr ese monstruo bi- céfalo que sería una ¡nísrpretac&ff! cisniíjica: en primer lugar, la ds centrarse en e! testo sin acudir a nada exterior a ¿1 inmanenüsmoeo segundo lugar, la de utilizar un método para interpretar que, por su carácter científico —metodológico— diese garantías de objetividad a la interpretación» (1991: 155). Charles Mauron aseguraba que sus conclusiones eran el re- sultado de haber interrogado al texto. Él buscaba ideas involuntarias escondidas bajo la es- tructura textual. Así, se alejaba di los íasírmaentos deí psicoanálisis y se acercaba a !a etíli- ca literaria (Gómez Redondo, 1996: 301). La Psicocrítíca sueíe trabajar con varios testos de un mismo autor en busca de ideas obsesivas y de los motivos inconscientes que lo han lle- vado a la creación literaria. Es obvio el intento de desmarcarse de la excesiva subjetividad de otros planteamientos psicoanalíticos para otorgar a la investigación un aire «positivista» (Gome? Redondo, 1996; 302). De todos modos, hay que señalar que la crítica psicoanalítica es siempre psicoanálisis del autor, aunque el texto sea el principal punto de partida de la investigación y se conciba corso el conjunto de síntomas que permiten llegar hasta el inconsciente de su creador. En psi- coanálisis, es siempre el sujeto (o su aparato psíquico, si se prefiere) el objeto de conoci- miento. Corno advierte .Sultana Wahnrín. «un psicoanálisis que nn quisiera acceder al sujeto perdería todo sentido y razón de ser* (1991: 156). Aunque conviene aclarar que, a diferen- cia de lo que ocurre con la práctica psicoanatítica médica, la crítica literaria psicoanaliüca no tiene como objetivo el alivio dei sufrimiento del sujeto que comunica sus dramas íntimos, sino, en todo caso, ayudar al lector a comprenderse mejor a sí mismo a través de la com- prensión de un sujeto que es su semejante (Wahnón Bensusan. 1991: 156). Con lo que se en- tra en el ámbito de la recepción literaria, pocas veces atendido en la investigación psicoana- lítica pese a haber sido tratado ya por Freud al observar que «determinados temas poseen siempre, en toda época, una resonancia emocional para el lector o para el espectador» y que unas mismas obras recibían lecturas distintas dependiendo de cada lector concreto y de la época histórica en que se llevaba a cabo la lectura (Castilla del Pino. 1994: 301). Con estas observaciones, ya no es salo e! polo de la creación el que reviste interés: importa tanto co- nocer las necesidades internas que llevan al escritor a escribir como las que llevan al lector a leer. O lo que es prácticamente lo mismo: interesa saber por qué el escritor escribe lo que escribe y por qué el lector lee lo que lee y por qué experimenta un efecto determinado du- rante la lectura. Y es que, según Freud, por medio de la obra literaria el inconsciente del es- critor comunica con el del lector. Éste, al leer, «reconoce sus propias fantasías en las expre- sadas por el autor, y logra así una descarga emocional y una liberación de sus tensiones in- ternas» (Paraíso, 1995: 124). Y no tiene que sentirse avergonzado por nada, dado que es otro —el poeta— quien expresa fantasías. En el estudio de los efectos que la literatura provoca en el lector o espectador, Freud re- cupera el concepto aristotélico de la catarsis y afirma que el placer estético está relacionado con una liberación de tensiones y con su consiguiente alivio. Pero la catarsis sólo se produce

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LA CRÍTÍCA LITERARIA EN EL SIGLO XX 553

tor a partir del texto literario, que es lo que hace la psicobiografía, ha sido visto a menudocomo una cuestión polémica. Escribe Carlos Castilla del Pino al respecto:

Los riesgos que entraña esta tarea son grandes, y de no plantearse el problema con ri-gor, junio a dejar paso a cualquier interpretación indisciplinada y silvestre, contribuye al des-prestigia de teoría y método (1994: 310),

r|(111*bHrt íí,. Irt r-4~n-v*>* rtJ^tlrtn .•.•! ~ ̂ r.n~* n 1¿V¿ f. -. ni 1,-í.^— *X ^^l^Hn t^J" n-, Til ArítnA*,

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de tos sesenta y por influjo de las comentes inmancntistas que dominaban la crítica y lateoría literarias entonces, dar un carácter más científico al análisis de las obras ¡iterarías, conlo que surgió la Psicocrítíca, una escuela que, como ha señalado Sultana Wannón Bensusan,con Charles Mauron a la cabeza, «propuso las dos reglas de oro para lograr ese monstruo bi-céfalo que sería una ¡nísrpretac&ff! cisniíjica: en primer lugar, la ds centrarse en e! testo sinacudir a nada exterior a ¿1 — inmanenüsmo — • eo segundo lugar, la de utilizar un método parainterpretar que, por su carácter científico —metodológico— diese garantías de objetividad ala interpretación» (1991: 155). Charles Mauron aseguraba que sus conclusiones eran el re-sultado de haber interrogado al texto. Él buscaba ideas involuntarias escondidas bajo la es-tructura textual. Así, se alejaba di los íasírmaentos deí psicoanálisis y se acercaba a !a etíli-ca literaria (Gómez Redondo, 1996: 301). La Psicocrítíca sueíe trabajar con varios testos deun mismo autor en busca de ideas obsesivas y de los motivos inconscientes que lo han lle-vado a la creación literaria. Es obvio el intento de desmarcarse de la excesiva subjetividadde otros planteamientos psicoanalíticos para otorgar a la investigación un aire «positivista»(Gome? Redondo, 1996; 302).

De todos modos, hay que señalar que la crítica psicoanalítica es siempre psicoanálisisdel autor, aunque el texto sea el principal punto de partida de la investigación y se concibacorso el conjunto de síntomas que permiten llegar hasta el inconsciente de su creador. En psi-coanálisis, es siempre el sujeto (o su aparato psíquico, si se prefiere) el objeto de conoci-miento. Corno advierte .Sultana Wahnrín. «un psicoanálisis que nn quisiera acceder al sujetoperdería todo sentido y razón de ser* (1991: 156). Aunque conviene aclarar que, a diferen-cia de lo que ocurre con la práctica psicoanatítica médica, la crítica literaria psicoanaliüca notiene como objetivo el alivio dei sufrimiento del sujeto que comunica sus dramas íntimos,sino, en todo caso, ayudar al lector a comprenderse mejor a sí mismo a través de la com-prensión de un sujeto que es su semejante (Wahnón Bensusan. 1991: 156). Con lo que se en-tra en el ámbito de la recepción literaria, pocas veces atendido en la investigación psicoana-lítica pese a haber sido tratado ya por Freud al observar que «determinados temas poseensiempre, en toda época, una resonancia emocional para el lector o para el espectador» y queunas mismas obras recibían lecturas distintas dependiendo de cada lector concreto y de laépoca histórica en que se llevaba a cabo la lectura (Castilla del Pino. 1994: 301). Con estasobservaciones, ya no es salo e! polo de la creación el que reviste interés: importa tanto co-nocer las necesidades internas que llevan al escritor a escribir como las que llevan al lectora leer. O lo que es prácticamente lo mismo: interesa saber por qué el escritor escribe lo queescribe y por qué el lector lee lo que lee y por qué experimenta un efecto determinado du-rante la lectura. Y es que, según Freud, por medio de la obra literaria el inconsciente del es-critor comunica con el del lector. Éste, al leer, «reconoce sus propias fantasías en las expre-sadas por el autor, y logra así una descarga emocional y una liberación de sus tensiones in-ternas» (Paraíso, 1995: 124). Y no tiene que sentirse avergonzado por nada, dado que es otro—el poeta— quien expresa fantasías.

En el estudio de los efectos que la literatura provoca en el lector o espectador, Freud re-cupera el concepto aristotélico de la catarsis y afirma que el placer estético está relacionadocon una liberación de tensiones y con su consiguiente alivio. Pero la catarsis sólo se produce