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Profetas en el mundo de la salud

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Profetas en el mundo de la salud

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ÍNDICE GENERAL

Pág.

Siglas y abreviaturas principales

Presentación

Introducción

I. PARTE - NUESTRA MISIÓN EN LA IGLESIA: ANUNCIAR Y HACER PRESENTE

EL EVANGELIO DE LA MISERICORDIA.

Capítulo I. Dimensión evangelizadora de la Iglesia 1. Jesús de Nazaret. Sentido de la vida del hombre

2. Experiencia de fe y anuncio del mensaje de salvación

3. Compromiso de la Iglesia en la evangelización

4. La fuerza evangelizadora y pastoral del Concilio Vaticano II

5. Exigencias evangelizadoras presentadas por el Magisterio:

Evangelii nuntiandi y Redemptoris missio

6. Respuestas misioneras de la Iglesia. La nueva evangelización

7. La Vida Consagrada en el misterio y misión de la Iglesia

Capítulo II. Juan de Dios: Hermano-Siervo para la salvación de todos 1. Seducido por la misericordia de Dios

2. Testigo de la Hospitalidad de Dios

3. Contagió el amor al prójimo

4. Los primeros compañeros

5. Signos proféticos y evangelizadores de su vida

II PARTE. ELEGIDOS PARA EVANGELIZAR A LOS POBRES Y ENFERMOS.

PANORÁMICA HISTÓRICA

Capítulo III. La Orden Hospitalaria hasta mediados del S. XIX

1. De la muerte de Juan de Dios hasta la división de la Orden en dos Congregaciones

2. División de la Orden en dos Congregaciones

2.1. Congregación Española

2.2. La Congregación Italiana

3. La Orden en América hasta finales del siglo XIX

4. Presencia de los Hermanos en Asia, África y Oceanía

5. Valores de la Hospitalidad y factores que influyeron en la difusión de la Orden

6. Fieles a la Hospitalidad hasta el martirio

Capítulo IV. Respuesta apostólico-misionera de la Orden desde mediados del S. XIX hasta

nuestros días 1. Extinción de la Congregación Española

2. Decadencia de la Congregación Italiana

3. Decadencia y desaparición de la Orden en las Provincia ultramarinas

III PARTE. COMPROMETIDOS EN LA HOSPITALIDAD

Capítulo V. Doctrina de la Orden sobre la evangelización 1. Principios sobre la evangelización recogidos en las Constituciones

2, La dimensión apostólico-misionera en los escritos de nuestros Hermanos

3. La acción misionera según el pensamiento de nuestros misioneros

Capítulo VI. Organismos de la Orden al servicio de la evangelización

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1. Organismos de la Curia General al servicio de las misiones

2. Organismos Interprovinciales o Provinciales.

IV PARTE. EL HOY DE LA HOSPITALIDAD

Capítulo VII. Nueva difusión de la Hospitalidad 1. Europa: fuerza dinamizadora de la presencia de la Orden

2. El hoy de la Orden en América

3. África: savia nueva en el árbol de la Hospitalidad

4. Asia: presencia de la Orden en un mundo de contrastes

5. Oceanía: nuevos horizontes de la Hospitalidad

Capítulo VIII. Exigencias misioneras actuales para la vida de la Orden 1. La vocación del Hermano de San Juan de Dios vivida con espíritu misionero

2. La animación misionera, un desafío para nuestras comunidades

3. La Carta de la Animación Misionera

4. Principios desde los que se quiere trabajar

5. Nueva hospitalidad : nueva evangelización en clave juandediana

Documentación y bibliografía

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Siglas y abreviaturas principales

AG AD GENTES. Concilio Vaticano II

Decreto sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas

AGFR Archivo Curia Generalizia Fatebenefratelli en Roma

AIP Archivo Interprovincial Pisas en Granada

Celam IV IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano

Santo Domingo (12-28 de octubre de 1992)

Const. Constituciones de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios

DS Carta de Juan de Dios a la Duquesa de Sessa

DV DEI VERBUM Concilio Vaticano II

Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación

EA Ecclesia in Africa

EE.GG. Estatutos Generales de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios

EN EVANGELII NUNTIANDI. Exhortación apostólica de Pablo VI

La evangelización del mundo contemporáneo

GL Carta de Juan de Dios a Gutierre Lasso

GS GAUDIUM ET SPES. Concilio Vaticano II

Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual

LB Carta de Juan de Dios a Luis Bautista

LG LUMEN GENTIUM. Concilio Vaticano II

Constitución Dogmática sobre la Iglesia

NA NOSTRA AETATE. Concilio Vaticano II

Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia

PC PERFECTAE CARITATIS. Concilio Vaticano II

Decreto sobre la renovación y adaptación de la vida religiosa

POE Presencia de la Orden en España. Madrid, 1986

RMi REDEMPTORIS MISSIO. Carta encíclica de Juan Pablo II

Sobre la permanente validez del mandato misionero

CIAL.OH Secretariado Interprovincial de América Latina de la Orden Hospitalaria

SC SACROSANCTUM CONCILIUM. Concilio Vaticano II

Constitución sobre la Sagrada Liturgia

SD SALVIFICI DOLORIS. Carta apostólica de Juan Pablo II

El sufrimiento humano.

SELARE Secretariado Latinoamericano de la Renovación

VC VITA CONSECRATA Exhortación apostólica de Juan Pablo II

La vida consagrada. Exhortación apostólica de Juan Pablo II

Cartas de san Juan de Dios. La edición de las Cartas de san Juan de Dios utilizada

es: Regla de San Agustín. Cartas de San Juan de Dios. Madrid, 1984.

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PRESENTACIÓN

La Dimensión misionera de la Orden Hospitalaria, documento que ahora llega a vuestras manos, es una reflexión

que viene a llenar un vacío bibliográfico en la Orden.

Es el resultado de un largo proceso de elaboración, que resumo brevemente:

En la reunión de la Comisión General de Animación del 11 al 13 de marzo de 1992, se vio la necesidad de

realizar un estudio sobre la “Dimensión Misionera de la Orden”. Sin llegar a definir el título, se precisó que el

documento debía referirse al pasado y al presente de la acción apostólica de la Orden en tierras de misión, al

tiempo que debería trazar las líneas de futuro en este campo.

En la siguiente reunión, 16 al 18 de octubre del mismo año se vuelve a insistir en el tema y se sugiere que la

celebración del V Centenario del nacimiento de San Juan de Dios era una buena oportunidad para ofrecer a la

Orden un documento que reavivase el sentido apostólico en los Hermanos y Colaboradores.

La Comisión General de Animación, en la reunión del 26 y 27 de mayo de 1993, recibió un esquema de lo

que se pensaba que fueran las puntos fundamentales del documento para que lo estudiara y, si se creía

oportuno, lo aprobara. Con algunas modificaciones, el esquema fue aprobado por la Comisión General de

Animación.

Se nombró una Comisión, formada por los Hermanos. Pascual Piles, entonces primer Consejero General,

Jesús A. Labarta, Maestro de Novicios de África, Jesús Etayo y Ubaldo Feito, que se distribuyeron el trabajo

a realizar, contando con la colaboración de otros Hermanos de la Orden.

La Comisión General de Animación, en la reunión del 18 al 20 de mayo de 1994, insistió en la oportunidad de

publicar el documento durante el V Centenario del nacimiento de San Juan de Dios.

A pesar de los esfuerzos realizados por la Comisión para realizar el servicio que se le había encomendado, en

el Capítulo General de 1994 se manifestó la imposibilidad de finalizar el documento en el tiempo previsto.

En el Programa de Gobierno para el sexenio 1994-2000 se incluyó finalizar y publicar el documento en el

curso 1996-1997, contando con los mismos Hermanos que componían la Comisión antes del Capítulo, in-

cluido el Hno. General.

La Comisión General de Animación, reunida los días 26-27 de junio de 1996, pensó que un momento ade-

cuado para presentar el documento sería la Asamblea General a celebrarse en octubre de 1997.

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Después del trabajo de elaboración y redacción, realizado por cada miembro de la Comisión y posteriormente

contrastado para evitar inútiles repeticiones, finalmente, en la reunión del 5-6 de junio de 1997, se presentó a

la Comisión General de Animación el documento que ahora se entrega a las Provincia de la Orden.

Consideramos que hemos realizado el servicio que la Orden requería. En el documento, además de tener en

cuenta la esencia de la misión de la Iglesia, la evangelización, y las aportaciones de la vida consagrada a la misma,

nos hemos detenido especialmente en el análisis histórico de la acción apostólico-misionera de la Orden y en la

obra evangelizadora que actualmente realizan nuestros Hermanos, deteniéndonos particularmente en los países

en vías de desarrollo, valorando y agradeciendo su testimonio. Teniendo en cuenta la sugerencia de la Comisión

General de Animación en la lejana reunión de marzo de 1992, se tiene en cuenta también la proyección de futuro

de la dimensión apostólico-misionera de la Orden.

Me siento gozoso de poder ofrecer a la Orden esta reflexión, seguro de que ha de contribuir al crecimiento

espiritual y apostólico de los Hermanos y de los Colaboradores.

Fra Pascual Piles, OH

Superior General

Roma, 12 de octubre de 1997.

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INTRODUCCIÓN

La dimensión misionera ha constituido una de las características fundamentales de nuestra Orden

en el ejercicio de su apostolado a lo largo de su historia. Ese espíritu misionero sigue vivo como un

signo más de que la misericordia de Dios desea llegar a todos los hombres por medio de la caridad

cristiana, al estilo de San Juan de Dios y de otros tantos santos, hombres y mujeres, de ayer, hoy y

mañana que, sintiendo el amor de Dios en sí mismos, se decidieron a transmitirlo a los demás.

El documento se divide en cuatro partes. La primera, dividida en dos capítulos, lleva como título

Nuestra misión en la Iglesia: anunciar el Evangelio de la misericordia. El primer capítulo se

refiere a la dimensión evangelizadora de la Iglesia, a partir del nuevo sentido de la vida del hombre

inaugurado en Jesús de Nazaret, que antes de subir al cielo encomendó a sus discípulos continuar

en el mundo la obra de la salvación. De ellos heredó la comunidad eclesial, inaugurada en

Pentecostés, la misión de testimoniar y anunciar el Evangelio como la tarea más importante a

realizar en el mundo. Recordamos especialmente la dimensión misionera de la Iglesia a partir del

Vaticano II, y la dimensión evangelizadora como esencia y sentido de la Vida Consagrada.

El segundo capítulo se refiere a la figura de nuestro Fundador que, transformado y cautivado por el

amor misericordioso de Dios, siente la urgente necesidad de comunicarla a los enfermos y

necesitados con unos gestos que se convierten en signos proféticos y evangelizadores. En Juan de

Dios tiene origen nuestra Familia religiosa; con él y en él participamos de la misión universal de la

Iglesia.

La segunda parte, Elegidos para evangelizar a los pobres y enfermos, refiere la trayectoria

histórica de la Orden desde los orígenes hasta finales del siglo XIX. A la luz de los dos capítulos

que integran esta parte se puede apreciar el impulso apostólico y misionero que animó y alentó a

nuestros Hermanos en la difusión de la Orden, a veces con la ofrenda cruenta de su vida, capítulo

tercero, y cómo supieron recuperar el sentido una vez superada la crisis que vivió la Iglesia y, en

consecuencia la Orden, durante gran parte de la segunda mitad del llamado Siglo de las luces,

capítulo cuarto.

Los dos capítulos que compone la tercera parte, Comprometidos en la Hospitalidad, ofrecen una

visión de conjunto sobre los medios de que la Orden dispone y ofrece para mantener vivo el

espíritu apostólico de los Hermanos y apoyar estructural y económicamente su misión en el

mundo de la salud. Se hace referencia a la doctrina de documentos oficiales de la Orden,

Constituciones y Cartas circulares de algunos Superiores Generales, y se da especial importancia

al testimonio escrito de Hermanos que se han distinguido por su vida, San Ricardo Pampuri, o por

su servicio a la Hospitalidad en la misión “ad gentes”, capítulo quinto, ofreciendo en el sexto una

breve descripción de los organismos de la Orden al servicio de la evangelización.

En la cuarta parte, El hoy de la Hospitalidad, se ofrece una visión de cómo la fuerza del carisma de

la Orden vivido por nuestros Hermanos, ha sido capaz de realizar una segunda difusión de la

Hospitalidad durante el presente siglo; merced a ella la Orden hoy hace presente el Evangelio de

la misericordia en los cinco continentes, capítulo séptimo, superando las graves dificultades

sociales y políticas que ha vivido la sociedad.

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El último capítulo trata de las exigencias misioneras actuales para la Orden, y cómo la vocación

del Hermano de San Juan de Dios debe ser vivida con espíritu apostólico-misionero en nuestras

comunidades para realizar y transmitir la nueva hospitalidad, expresión juandediana de la nueva

evangelización.

Va dirigido a todos los que hoy trabajamos en la Orden para hacer realidad la nueva hospitalidad,

Hermanos y Colaboradores, y a las futuras generaciones de Hospitalarios, a los que ofrecemos

toda la riqueza espiritual que la Orden ha ido acumulando con su dimensión apostólico-misionera,

en fidelidad al Espíritu, a la Iglesia, a San Juan de Dios y al hombre que sufre, para que también

ellos se sientan animados a continuar anunciando y extendiendo el mensaje de Cristo por el

mundo.

Con esta reflexión recordamos a cuantos Hermanos nos precedieron en la evangelización, muy

especialmente, a los que se entregaron y siguen dedicados a la misión “ad gentes”. Es una sencilla

aportación que espera ser completada. Si cada Provincia realiza el esfuerzo de adentrarse en la

propia historia para recabar de ella el testimonio de la vida de los Hermanos que han hecho posible

la realidad actual, las próximas generaciones, además de admirar el entusiasmo y sacrificio que los

animó en su acción apostólica, encontrarán motivaciones que las estimulen a vivir y manifestar

con renovado vigor el carisma que hemos heredado de Juan de Dios.

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I. PARTE

NUESTRA MISIÓN EN LA IGLESIA:

ANUNCIAR Y HACER PRESENTE EL EVANGELIO DE

LA MISERICORDIA

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Capítulo primero

DIMENSIÓN EVANGELIZADORA DE LA IGLESIA

1. Jesús de Nazaret. Sentido de la vida del hombre

La dimensión evangelizadora de la Iglesia consiste en transmitir la salvación de Jesús, que vino

para hacernos partícipes del designio amoroso de Dios Padre sobre los hombres desde la creación.

El Padre nos creó por amor y bondad, para compartir con nosotros su naturaleza divina: “En el

principio, Dios creó el cielo y la tierra” (Gn 1,1); y “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen

de Dios los creó” (Gn 1, 27). Lo creó todo por el Verbo Eterno, su Hijo amado: “En él fueron

creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra ... todo fue creado por él y para él”. (Col

1,16-17)

Dios deseó, desde siempre, hacernos “hijos adoptivos, por medio de Jesucristo, según el

beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia” (Ef 1,5-6); “procurando al

mismo tiempo su gloria y nuestra felicidad”. (AG 2)

Por Jesús sabemos que el Padre se manifiesta en el Hijo y los dos en el Espíritu Santo. En este

amor trinitario tiene origen la creación del hombre como “única criatura terrestre a la que Dios

ha amado por sí misma” (GS 24), pues sólo el hombre está llamado a participar de la vida de Dios.

Para este fin fuimos creados y esta es la razón fundamental de nuestra existencia.

La humanidad, a causa de sus limitaciones, empezó a moverse en un mundo ambiguo de

sentimientos hacia Dios. Recordemos la historia de Israel, prototipo de las contradicciones vividas

por el hombre. El pueblo elegido vivía el amor y la fe, alternando con momentos de infidelidad e

idolatría.

En esta ambigüedad nos hemos movido los hombres desde siempre, haciéndonos las preguntas

sobre los enigmas de la vida, a las que han intentado responder, sin éxito, todas las corrientes de

pensamiento. Los grandes interrogantes sobre el sentido de la vida, del dolor y de la muerte

pueden inducir a dudar del amor misericordioso del Padre, manifestado en la creación.

Dios, por medio de la Alianza, mantuvo la relación con sus criaturas y fue progresivamente

manifestando su amor y su bondad, hasta que finalmente se nos reveló en su Hijo Jesucristo: “De

muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas; en estos

últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo”. (Hb 1,

1-2)

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Jesús, enviado por el Padre con la fuerza del Espíritu, se convierte para nosotros en camino de

liberación y salvación, dando sentido pleno y definitivo a la humanidad, porque “Dios quiere que

todos los hombres se salven” (1 Tim 2,4), pues vino para cumplir el plan de salvación anunciado

por los profetas.

Toda la vida y actuación de Jesús se fundamenta en esta misión, como aparece en el evangelio de

san Juan: “El Padre mismo que me ha enviado, es quien me mandó lo que he de decir y hablar”.

(Jn 12, 49; RMi 5)

Jesús es el único camino que nos reconduce a Dios. Su misión se concreta en organizar todo según

los designios de la creación. El es la revelación máxima del amor del Padre: “Yo soy el camino, la

verdad y la vida. Nadie se acerca al Padre, sino por mí; si me conocéis a mí conoceréis también a

mi Padre”. (Jn 14,6-9) Jesús proclama la buena noticia de Dios que nos invita a reconocerlo como

Padre y a orientar nuestra vida hacia El cumpliendo su voluntad.

La Constitución conciliar sobre la Divina Revelación nos recuerda que “Jesucristo con su

presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su muerte

y gloriosa resurrección, con el envío del espíritu de la verdad, lleva a plenitud toda la revelación y

la confirma con testimonio divino, a saber, que Dios está con nosotros para librarnos de las

tinieblas del pecado y de la muerte y para hacernos resucitar a una vida eterna”. (DV 4)

Entrar en comunión con Dios por Jesús y bajo la acción del Espíritu, significa ir construyendo una

nueva sociedad en fraternidad y solidaridad, favoreciendo especialmente al débil y marginado al

estilo de Jesús, como anticipo del Reino de Dios; proclamar que Dios es Padre de todos y, por

tanto, que todos los hombres somos hermanos y estamos llamados a caminar unidos hacia el

mismo destino y a construir un mundo que alcanzará su culminación cuando Dios sea todo en

todas las cosas, representa un profundo cambio en las relaciones humanas.

2. Experiencia de fe y anuncio del mensaje de salvación

Jesús, después de presentarse como enviado del Padre, se rodeó de seguidores, al estilo de los

antiguos maestros que reunían a sus discípulos, para compartir con ellos su palabra y su vida.

En momentos sucesivos eligió apóstoles y discípulos (cf Lc 5, 10-11; 10, 1; Mc 3, 14). Así va

formándose en torno a Jesús la primitiva comunidad cristiana que originará la Iglesia de Cristo.

Además de los mencionados en los evangelios, otros muchos escucharon su palabra y empezaron

a vivir una fe que les fue transformando radicalmente.

A partir de la experiencia pascual surge la Iglesia. Una realidad nueva formada por Jesús y sus

discípulos, expresión del designio de Dios sobre el mundo. Después de la Resurrección, el Señor

envía a los Apóstoles a comunicar la experiencia que han vivido: “Id por todo el mundo y

proclamad el evangelio a toda criatura”. (Mc 16,15; cf Mt 28, 19; Jn 20,21)

El día de Pentecostés recibieron el Espíritu Santo y comenzaron a anunciar a Aquel que había

llenado su vida de esperanza y alegría. Con la fuerza del Espíritu Santo, la primitiva comunidad

empezó a proclamar y difundir el mensaje de salvación por todo el mundo: “Cristo envió de parte

del Padre al Espíritu Santo, para que llevara a cabo interiormente su obra salvífica e impulsara a

la Iglesia a extenderse a sí misma”. (AG 4)

La Iglesia ha encontrado siempre en este primer grupo de discípulos de Jesús el modelo de

referencia para la comunidad cristiana y para su misión en el mundo: “Compartían asiduamente

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la enseñanza de los Apóstoles, la comunión de los bienes, la fracción del pan, las oraciones” (He

2,42), porque “Tenían un solo corazón y una sola alma”. (He 4,32)

Luego aparecieron comunidades en Samaria, Cesarea, Siria, Asia Menor y Europa. Es fácil

adivinar que no hubieran podido subsistir sin una fuerte vivencia comunitaria, y no hubieran

podido expandirse sin un convencido sentido misionero.

Destaca la fundación de la iglesia de Antioquía (cf He 11,19-30), modelo de actividad misionera.

Sus fundadores procedían de la comunidad de Jerusalén. Llegados a Antioquía, movidos por el

Espíritu decidieron dedicarse a la evangelización, haciendo de la misión un estilo de vida

enraizada en la fe. Comienza, así, la labor misionera de la Iglesia hasta nuestros días.

3. Compromiso de la Iglesia en la evangelización

La evangelización es para la Iglesia la expresión de la comunión con Cristo: “ (...) la actividad

misionera brota íntimamente de la naturaleza misma de la Iglesia, cuya fe salvífica propaga, cuya

unidad católica perfecciona al dilatarla, sobre cuya apostolicidad se sustenta, cuyo sentido

colegial de la Jerarquía ejercita, cuya santidad testifica, difunde y promueve.”. (AG 6)

A lo largo de su historia, la Iglesia ha manifestado su identidad en la tarea evangelizadora :

“Nosotros queremos confirmar, una vez más, que la tarea de la evangelización de todos los

hombres constituye la misión esencial de la Iglesia”; una tarea y misión que los cambios amplios

y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar constituye, en efecto,

la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para

evangelizar”. (EN 14)

El mensaje evangélico ha llegado a innumerables lugares del mundo, pero se constata que el

número de los evangelizados representa actualmente sólo una tercera parte de la humanidad:

“Mientras se aproxima el final del segundo milenio de la redención, es cada vez más evidente

que las gentes que todavía no han recibido el primer anuncio de Cristo son la mayoría de la

humanidad.” (RMi 40)

Un aspecto significativo son los movimientos alternantes de expansión y retroceso en la acción

evangelizadora (cf AG 6).Las épocas de expansión de la Iglesia coincidieron con los tiempos de

los descubrimientos y conquistas, originando la denominada “era de la cristiandad”, que comenzó

con la caída del Imperio romano y las posteriores conversiones de los pueblos de Europa. El

“descubrimiento” de América, y las misiones en Asia y África marcaron momentos importantes

en la historia de la evangelización.

La Iglesia ha tenido que superar numerosos obstáculos en el ejercicio de su misión. Entre ellos

destacan: las resistencias de muchas culturas para aceptar la fe, la oposición de sistemas políticos,

los efectos derivados de una deficiente inculturación, la difícil convivencia con otras religiones,

las persecuciones antirreligiosas, etc. Estos obstáculos se han superado con el convencimiento y la

fortaleza que el Espíritu Santo otorga a la Iglesia. Algunos de ellos han producido momentos de

profunda revitalización y testimonio martirial.

En los últimos tiempos han aparecido otras dificultades que están influyendo en nuestros días y

que han ido conformando una cultura que desvirtúa el designio de Dios sobre el mundo.

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La sociedad entera ha vivido un cambio muy profundo y la Iglesia, en razón de su propia misión,

ha tenido que replantearse su posición ante las nuevas situaciones. En este contexto surge el

Concilio Vaticano II para orientar la labor de la evangelización.

El Concilio ilumina la eclesiología de la misión desde un sentido cristocéntrico de encarnación

como punto de referencia fundamental, al cual en todo momento debemos acudir: “La misión,

pues, de la Iglesia se cumple por aquella operación por la que, obedeciendo al mandato de Cristo

y movida por la gracia y la caridad del Espíritu Santo, se hace presente a todos los hombres y

pueblos, para llevarlos, por el ejemplo de su vida y la predicación, los sacramentos y los demás

medios de gracia, a la fe, la libertad y la paz de Cristo, de forma que se les abra un camino libre y

firme para participar plenamente en el misterio de Cristo”. (AG 5)

La Iglesia no niega los elementos de verdad que existen en el mundo y en otras creencias (cf NA

2), pero afirma que “Es necesaria para la salvación. Porque solamente Cristo es el mediador y el

camino de salvación”. (LG 14) Todo esto debe ser aplicado en sentido amplio y desde el designio

salvífico de Dios en la creación.

Finalizado el Concilio y cuando la teología de la misión parecía más adaptada para responder a las

necesidades que el mundo planteaba, han surgido dentro de la Iglesia algunas tendencias que han

afectado, incluso, a los contenidos de la enseñanza conciliar. Los fenómenos relacionados con la

liberación, la teología política, la salvación de los no cristianos, la promoción de la justicia y de la

paz, y las distintas formas de testimonio y cooperación misionera, han sido vividos con enfoques

distintos en la interpretación posconciliar.

Las distintas líneas de pensamiento sobre la interpretación de estos temas hicieron progresar los

diversos aspectos pastorales de la misión, a veces con estilos y experiencias variadas, para

conseguir la finalidad de la misma.

La exhortación apostólica Evangelii nuntiandi y la encíclica Redemptoris missio han venido a

armonizar los distintos aspectos de la misión, superando las interpretaciones que tuvieron lugar en

la etapa posconcilar.

4. La fuerza evangelizadora y pastoral del Concilio Vaticano II

El Concilio Vaticano II no fue, exclusivamente, una original iniciativa de Juan XXIII; más bien se

puede considerar como el resultado de una situación que se estaba viviendo desde cien años antes.

La Iglesia quería defender su postura ante los profundos y acelerados cambios que se estaban

produciendo en el mundo como resultado de la filosofía moderna, pero no podía afrontar estos

nuevos retos apoyando su misión en categorías del pasado.

Había que buscar nuevas soluciones, porque la Iglesia necesitaba anunciar con claridad la esencia

de su propio ser y actuar en el mundo como sacramento y misión, para testimoniar el amor de Dios

revelado en Jesucristo. Esta concepción sería la aportación más relevante del Vaticano II, de donde

partirá toda su fuerza evangelizadora y pastoral.

Muchas fueron las novedades que trajo consigo el Concilio. Reseñamos las que han tenido mayor

repercusión.

a) La relación de la Iglesia con el mundo

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El Concilio propone una nueva forma de relación entre la Iglesia y el mundo, basada en una oferta

de fe y no en el dominio de lo religioso sobre el ámbito secular. Este nuevo estilo vivido desde la

libertad y el convencimiento personal, facilita a los creyentes su presencia en el mundo, con el

objeto de ir construyendo el Pueblo de Dios desde la fe y la caridad. Reconoce todo lo positivo que

la modernidad aporta a la dignidad humana y, por tanto, a las relaciones con Dios, promoviendo

los valores de una sociedad justa y solidaria, iluminados desde la Revelación.

Asimismo, el Concilio supera la perspectiva individualista de pertenencia al Pueblo de Dios al

declarar a la Iglesia como sacramento de Cristo y comunión en la fe, lo que origina una

concepción de la misma como sacramento de comunión, que queda reflejada en todos los

documentos conciliares, especialmente en Lumen gentium y Gaudium et spes.

b) Iglesia, comunión y misión

El Concilio relaciona paralelamente el misterio de la Iglesia comunión con el de la Iglesia-misión.

La misión manifiesta y realiza la comunión y, a su vez, ésta es el origen y el horizonte de la misión.

Esta misión se enraíza en el misterio de la comunión con Dios y, al estilo de Jesús, consiste en

anunciar y construir el Reino con obras y palabras, que es el objetivo de la evangelización.

La definición de la Iglesia como sacramento de salvación representa una nueva categoría en la que

convergen la comunión eclesial y la misión hacia el mundo.

c) La reforma litúrgica

Fue una de las innovaciones del Concilio de mayor repercusión pastoral. Supone para los

creyentes superar actitudes religiosas de talante individualista porque, como miembros del Pueblo

de Dios, celebran la fe de manera comunitaria.

El uso de las lenguas vernáculas facilita la comprensión de los signos y su proyección en el

compromiso de la realidad cotidiana. La liturgia, compartida en el seno de la comunidad, debe

revitalizar e interpretar esos signos a la luz de la vida.

d) Otros temas que influyeron en el dinamismo pastoral y evangelizador del Concilio son: lo

relacionado al sacerdocio común de los fieles; el reconocimiento de la importancia de los laicos y

sus carismas en la consagración del mundo; la relación con los no cristianos y con los no

creyentes; la colegialidad episcopal; la restauración del diaconado permanente; el concepto de

Iglesia que camina hacia la plenitud de la verdad y la declaración de libertad religiosa. Sobre la

Virgen María, se desarrolla toda una doctrina que la sitúa en el mismo ser de la Iglesia y como

mediadora en la obra redentora de Cristo.

e) Sobre la actividad misionera el Concilio expresa su doctrina en el decreto Ad gentes, aportando

las líneas de acción de la tarea evangelizadora, en base a los siguientes contenidos de las

Constituciones conciliares:

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La Iglesia como “sacramento de salvación” y motivos para la evangelización universal (cf LG

48).

La Iglesia que custodia y transmite la Revelación de Dios a toda la humanidad (cf DV 1).

La reforma litúrgica como un impulso eficaz a la evangelización (cf SC 2).

La solidaridad de la Iglesia con el género humano y su historia, por lo que es urgente la misión

universal (cf GS 1).

El decreto Ad gentes supuso el inicio de varios planteamientos y aportaciones que nos han

ayudado a profundizar en la evangelización hasta nuestros días.

5 Exigencias evangelizadoras presentadas por el Magisterio:

Evangelii nuntiandi y Redemptoris missio

A) Evangelii nuntiandi

La exhortación apostólica Evangelii nuntiandi de Pablo VI fue publicada el 8 de diciembre de

1.975, a los diez años de la clausura del Concilio Vaticano II.

Su objetivo fundamental, enunciado en el mismo título, es “la evangelización del mundo

contemporáneo”, para “hacer a la Iglesia del siglo XX más apta todavía para anunciar el

evangelio a la humanidad de este siglo” (EN 2), siguiendo la línea del Decreto sobre la actividad

misionera de la Iglesia (Ad gentes) y recogiendo el contenido sobre la evangelización del Sínodo

de Obispos de 1.974.

La gran aportación de la Evangelii nuntiandi consiste en la ampliación del término

“evangelización”. La misma exhortación lo expresa muy gráficamente: “¡A todo el mundo! ¡A

toda criatura! ¡Hasta los confines de la tierra!... como una llamada a no encadenar el anuncio

evangélico limitándolo a un sector de la humanidad o a una clase de hombres o a un solo tipo de

cultura”. (EN 50)

La evangelización va dirigida al mundo moderno en su totalidad. Aparecen aspectos referidos a la

justicia, al desarrollo, a la promoción humana, a la liberación y la paz que deben ser iluminados y

promovidos por la Iglesia: “Las condiciones de la sociedad nos obligan, por tanto, a revisar

métodos, a buscar por todos los medios, el modo de llevar al hombre moderno el mensaje

cristiano, en el cual únicamente podrá hallar la respuesta a sus interrogantes y la fuerza para su

empeño de solidaridad humana”. (EN 3) En este sentido añade nuevos elementos sobre los

enunciados en el decreto Ad gentes, universalizando el campo de la evangelización.

Entre otros aspectos significativos, destacamos los siguientes:

La Iglesia necesita constantemente evangelizarse a sí misma mediante la conversión y la

renovación que le ayuden a conservar su impulso y fuerza para anunciar el evangelio.

La evangelización se presenta como una realidad rica, compleja y dinámica que engloba todos

los elementos señalados en las Constituciones conciliares y en el decreto Ad gentes, y que

deben ser abordados globalmente.

El medio más eficaz para la evangelización es el testimonio coherente de una vida

auténticamente cristiana.

Entre los destinatarios de la misión se encuentran los que todavía no conocen a Cristo, los

bautizados que viven descristianizados, y aquellos que profesan otras religiones, aunque

posean elementos de salvación.

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El acto de evangelizar reviste un carácter profundamente eclesial, porque se hace en unión con

la misión de la Iglesia y en su nombre.

Los agentes de la evangelización son todos los miembros de la Iglesia.

La Vida Consagrada asume una función primordial en la evangelización, porque con la

donación total a Dios y al servicio del Reino interpela al mundo y a la misma Iglesia.

Se presenta una nueva visión de la espiritualidad misionera basada en el testimonio de la

unidad, la búsqueda de la verdad y el fervor de los grandes evangelizadores.

La Evangelii nuntiandi ha sido, sin duda, uno de los documentos de mayor repercusión del

magisterio postconciliar. Ha supuesto un gran impulso a la evangelización, a la Iglesia en general

y a nuestra Orden. Sus enseñanzas nos han ayudado a orientar nuestra respuesta evangelizadora en

todo momento.

B) Redemptoris missio

La Carta encíclica Redemptoris missio de Juan Pablo II fue publicada el 7 de diciembre de 1.990, a

los veinticinco años del Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia (Ad gentes).

Es la primera encíclica específicamente misionera después del Concilio, profundizando y

concretando la enseñanza sobre la evangelización recogida en la Evangelii nuntiandi.

Nos recuerda la “misión del Redentor” y la “permanente validez del mandato misionero” como

llamada urgente a la evangelización universal, con renovado impulso y nuevo entusiasmo.

Presenta una visión dinámica de los valores del Concilio y de las posiciones de la Iglesia en la

actualidad: “Pero lo que más me mueve a proclamar la urgencia de la evangelización universal es

que ésta constituye el primer servicio que la Iglesia puede prestar a cada hombre y a la

humanidad entera en el mundo actual, el cual está conociendo grandes conquistas, pero parece

haber perdido el sentido de las realidades últimas y de la misma existencia”. (RMi 2)

Entre otros aspectos significativos, destacamos los siguientes:

Recoge la teología trinitaria del Vaticano II y la reflexión postconciliar sobre la misión,

animándonos a profundizar en el estudio de los diversos aspectos de la misión.

Insiste en el compromiso por la promoción humana, el respeto a la libertad, el diálogo

interreligioso y la inculturación eclesial.

Recuerda el carácter misionero de la Iglesia en todas sus manifestaciones, valorando lo

realizado desde que finalizó el Concilio.

Distingue tres situaciones en la actividad misionera de la Iglesia: dimensión Ad gentes, la

atención pastoral a los creyentes y la evangelización del mundo descristianizado.

Define los distintos ámbitos de la misión Ad gentes: territoriales, fenómenos sociales nuevos, y

áreas culturales o areópagos modernos.

Interrelación y complementariedad de las distintas actividades misioneras, porque los

horizontes de la misión son ilimitados.

Compromiso misionero de las Iglesias jóvenes para alcanzar su madurez y la plena comunión

con la Iglesia universal.

Insiste en el cultivo y la promoción de las vocaciones misioneras “ad vitam”.

Profundiza en la espiritualidad misionera como exigencia que asocia la misión con la vocación

a la santidad.

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La encíclica Redemptoris missio ha establecido las bases para la evangelización del tercer milenio.

Vincula la reflexión teológica a la pastoral concreta con una clara proyección de futuro.

6. Respuestas misioneras de la Iglesia. La nueva evangelización

Las respuestas misioneras de la Iglesia son las formas con que la evangelización ilumina las

necesidades de los hombres para hacerles llegar el mensaje de Dios revelado en Cristo; han estado

condicionadas por la manera de entender la evangelización y su desarrollo ante los retos que el

mundo plantea. Recordamos brevemente esta evolución:

El decreto Ad gentes interpreta la actividad misionera y la evangelización, preferentemente,

como anuncio del evangelio e implantación de la Iglesia, y la distingue de la habitual acción

pastoral con los fieles: “El fin propio de esta actividad misionera es la evangelización e

implantación de la Iglesia en los pueblos o grupos humanos en los cuales todavía no está

enraizada... Así, pues, la actividad misionera entre los gentiles difiere tanto de la actividad

pastoral entre los fieles cuanto de los medios que hay que emplear para rehacer la unidad

entre los cristianos”. (AG 6)

La Evangelii nuntiandi considera la evangelización desde una perspectiva muy amplia, como

ya se ha recordado anteriormente. Desarrolla aspectos que se apuntaban en el decreto Ad gentes

y afirma que es una actividad muy compleja que conlleva pluralidad de factores que

trascienden al solo anuncio del evangelio que deben ser integrados en su totalidad: “La

evangelización es un paso complejo con elementos variados: renovación de la humanidad,

testimonio, anuncio explícito, adhesión del corazón, entrada en la comunidad, acogida de los

signos, iniciativa del apostolado...”. (EN 24)

En el momento actual, Juan Pablo II centra toda la acción misionera de la Iglesia en la denominada

“nueva evangelización”, expresión utilizada por primera vez en la Conferencia del Episcopado

Latinoamericano en Haití el 9 de Marzo de 1.983: “La conmemoración del medio milenio de

evangelización tendrá su significado pleno si es un compromiso vuestro como Obispos junto con

vuestro presbiterio y fieles; compromiso no de evangelización, pero sí de una nueva

evangelización. Nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión.”

El documento de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Celam IV. Santo

Domingo, 1.992) recoge las ideas fundamentales sobre la “nueva evangelización”:

la define (Celam IV 24; cf VC 81),

indica quién es el destinatario ( ibídem. 25; Cf VC 79.80), la finalidad (Ibídem. 26; RMi 33) y

el contenido (Ibídem 27).

“Esta evangelización tendrá fuerza renovadora en la fidelidad a la Palabra de Dios, su lugar

de acogida en la comunidad eclesial, su aliento creador en el Espíritu Santo, que crea en la

unidad y en la diversidad, alimenta la riqueza carismática y ministerial y se proyecta al mundo

mediante el compromiso misionero.”. (Celam IV 27)

La “nueva evangelización” se ha convertido en la consigna preferente de Juan Pablo II. Después

de ser proclamada por primera vez en América Latina, se ha aplicado a Europa y a los países

cristianizados inmersos en procesos de secularización.

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En varias ocasiones, el mismo Papa ha animado a la Iglesia a una reflexión continua sobre los

aspectos que entraña este nuevo desafío pastoral, para aclarar sus contenidos y buscar las fórmulas

más adecuadas para llevarlo a efecto, insistiendo en que debe ser: “ nueva en su ardor, en sus

métodos y en su expresión.”

Indicamos los contenidos básicos de la nueva evangelización:

Expresión clara del mensaje evangélico que anuncia el designio salvífico de Dios manifestado

en Jesús, como salvación integral del hombre.

Un estilo netamente testimonial en clave de radicalismo evangélico, como fruto de conversión

personal y de un proceso de autoevangelización.

Opción por los pobres y los que sufren, como prioridad en cualquier planteamiento de nuestra

vida.

Compromiso en el desarrollo humano, la justicia y la solidaridad que promuevan la dignidad

del hombre deseada por Dios.

Responsabilidad de todos los miembros de la Iglesia como agentes evangelizadores en los

distintos sectores y ámbitos donde se encuentren.

Promoción del encuentro y diálogo entre cultura y fe, para responder a las profundas

expectativas del hombre.

Al margen de la evolución en la reflexión teológica, la Iglesia siempre ha estado presente en todas

las necesidades de los hombres para iluminarlas desde el evangelio. Está presente en la educación,

en el mundo de la salud, en la acción social, la familia, la infancia y juventud, la tercera edad, la

marginación, los inmigrantes, los medios de comunicación social, el voluntariado. en los países en

desarrollo atendiendo necesidades primarias, campos de refugiados, promoción de las

Organizaciones no gubernamentales, etc. Cualquier ámbito humano es adecuado para llevar a

cabo la “nueva evangelización”.

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7. La Vida Consagrada en el misterio y misión de la Iglesia

“La vida consagrada está en el corazón mismo de la Iglesia como elemento decisivo para su

misión, ya que “indica la naturaleza íntima de la vocación cristiana”. (VC 3; cf AG 18)

Nuestro estilo de vida y la actividad apostólica al servicio del hombre han sido las dos

aportaciones primordiales a la evangelización: “También ellos, como los Apóstoles, han dejado

todo para estar con El, al servicio de Dios y de los hermanos. De este modo han contribuido a

manifestar el misterio y la misión de la Iglesia con los múltiples carismas de vida espiritual y

apostólica que les distribuía el Espíritu Santo, y por ello han cooperado también a renovar la

sociedad.” (VC 1)

Recordamos algunas características que relacionan la Vida Consagrada con la misión universal de

la Iglesia.

La Vida Consagrada es un don de Dios concedido a su Iglesia (cf LG 43; VC 3).

Está inspirada por el Espíritu Santo (cf PC 1; VC 5, 19).

Se encuentra inmersa en lo más profundo de la Iglesia y expresa la misión salvífica de la misma

(cf LG 43. 44; VC 3.5.29).

Posibilita, con manifestaciones diversas, la labor apostólica universal (cf PC 1; VC 25, 72).

El consagrado/a es un testigo que anuncia el Reino de Dios, en donación permanente, gratuidad y

esperanza. Desde la conversión continua, la vivencia de los consejos evangélicos y el servicio a la

Iglesia establece una nueva relación entre Dios y el hombre, para ir realizando el proyecto de una

humanidad salvada y reconciliada en Cristo:

“Como expresión de la santidad de la Iglesia, se debe reconocer una excelencia objetiva a la

vida consagrada, que refleja el mismo modo de vivir de Cristo. Precisamente por esto, ella es

una manifestación particularmente rica de los bienes evangélicos y una realización más

completa del fin de la Iglesia que es la santificación de la humanidad”. (VC 32)

El anuncio del Evangelio es una prioridad de la vida consagrada y en ésta encontramos a muchos

de sus agentes más representativos y carismáticos. Ha contribuido a la evangelización con las

respuestas que las familias religiosas han ido dando a los distintos retos históricos. En la vida y

obra de los fundadores, y en su capacidad de interpretar los signos de los tiempos, encontramos su

aportación más significativa según los distintos carismas.

En la actualidad cabe destacar el testimonio de vida de religiosos y religiosas en pro de la

promoción de la dignidad humana, de la justicia y la paz en países como El Salvador, Argelia,

Ruanda, Liberia, Sierra Leona, Zaire...En ocasiones, es un testimonio martirial, presente en todas

las épocas, que constituye una de las formas más evidentes de la evangelización.

Nuestra Orden Hospitalaria nace del Evangelio de la misericordia, vivido en plenitud por Juan de

Dios, su Fundador. “Nuestro carisma en la Iglesia, don del Espíritu que nos lleva a configurarnos

con el Cristo compasivo y misericordioso del Evangelio” (Const. 1984, 2a), nos inserta en la

misión de Jesús: somos enviados al mundo y “proclamamos la grandeza del amor de Dios y

mostramos a los hombres que El sigue preocupándose de su vida y de sus necesidades.” (Const.

1984, 8).

Los Hermanos de San Juan de Dios asumimos la tarea evangelizadora como experiencia y anuncio

de la fe en Jesús: “El mandato de anunciar el Evangelio a todas las gentes, que la Iglesia ha

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recibido de su Señor nos alcanza también a nosotros, como Hospitalarios. Conscientes de nuestra

responsabilidad en la difusión de la Buena Nueva, mantenemos siempre vivo el espíritu

misionero.” (Const. 1984, 48ab)

La historia de nuestra Orden está repleta del testimonio de muchos Hermanos que hicieron

presente el mensaje liberador de Cristo a los pobres y marginados, mediante el ejercicio de un

apostolado plenamente evangélico, para proclamar la misericordia de Dios hacia el enfermo y

necesitado.

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Capítulo segundo

JUAN DE DIOS

HERMANO-SIERVO PARA LA SALVACIÓN DE TODOS

1. Seducido por la misericordia de Dios

Juan de Dios se identificó íntimamente con Jesús de Nazaret en sus actitudes y gestos de

misericordia y solidaridad con los pobres: se vació progresivamente de cuanto significaba

egoísmo y tendencia a vivir un cristianismo cómodo, hizo una lectura de la situación de los pobres

y enfermos de Granada en clave de fe y misericordia y, animado por la experiencia de Dios como

Padre misericordioso imitó a Jesucristo en la entrega radical al servicio de los necesitados de su

época para manifestarles el amor de Dios, hacerles partícipes de su misma experiencia y

anunciarles la salvación (cf Const. 1984, 1).

Aunque el momento clave de su encuentro con Dios hay que situarlo en la ermita de los Mártires

de Granada, al escuchar el sermón del Maestro Ávila en la fiesta de San Sebastián, la luz definitiva

que iluminó el camino por el que el Espíritu le conducía a seguir en pobreza radical a Cristo pobre

le inundó la vida durante su estancia en el Hospital Real de Granada. Al ver cómo eran tratados

sus compañeros, no pudo menos que exclamar:

“¡Oh traidores enemigos de virtud! ¿porqué tratáis tan mal y con tanta crueldad a estos

pobres miserables y hermanos míos, que están en esta casa de Dios en mi compañía? ¿No

sería mejor que os compadeciésedes dellos y de sus trabajos, y los limpiásedes y diésedes de

comer con más caridad y amor que lo hacéis; pues los Reyes Católicos dexaron para ello

cumplidamente la renta que era menester?”.i

El Hospital Real fue como el noviciado donde el Espíritu le ayudó a soportar la humillación y el

sufrimiento como experiencia de comunión con el Cristo humillado y ultrajado. La contemplación

del misterio de la encarnación del Verbo, que se le mostraba transfigurado en el rostro de los

pobres enfermos, sus compañeros, le ayudó a discernir cómo corresponder a su amor infinito:

“Y viendo castigar los enfermos que estaban locos con él, decía: Iesu-Cristo me traiga a

tiempo y me dé gracia para que yo tenga un hospital, donde pueda recoger los pobres

desamparados y faltos de juicio, y servirles como yo deseo.”ii

Así consiguió Juan desentrañar el contenido de la inquietud que no le permitió continuar de pastor

en Oropesa ni aceptar la invitación de su tío a quedarse en Montemor cuando a la vuelta de Viena

fue a su pueblo natal en busca de familiares:

“Señor tío, pues Dios fue servido de llevarse a mis padres, mi voluntad es de no quedar en

esta tierra, sino de buscar a donde sirva a nuestro Señor fuera de mi natural, como mi padre

lo hizo, y dello me dexó tan buen exemplo; y pues he sido tan malo y pecador, razón es que,

pues el Señor me ha dado vida, que la que fuere la emplee en hacer penitencia y serville;

que yo confío en mi señor Iesu-Cristo que me dará su gracia para que este deseo le ponga

muy de veras en execución”.iii

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En el Hospital Real Juan Ciudad, recogió el fruto de la entrega generosa a la familia

Almeida, durante su estancia en Ceuta; allí tuvo la respuesta a su confesión general y a su

incesante súplica al Señor en Gibraltar, a la vuelta de Ceuta:

“tengáis por bien de enseñarme el camino por donde tengo de entrar a serviros y ser para

siempre vuestro esclavo, y dad ya paz y quietud a esta alma, en que halle lo que tanto desea

y con tanta razón”.iv

Dios le mostró el camino y Juan se dispuso a realizarlo con todo el amor que el mismo Dios

depositó en su corazón: nunca más abandonó este camino. Y consiguió la paz y quietud que

anhelaba, porque descubrió el “tesoro” por el que podía consumir su vida: hacerse esclavo,

cautivo, por sólo Jesucristo, dedicándose a amar y servir a sus hermanos y prójimos (cf 2 GL 7.8).

Francisco de Castro, su primer biógrafo, lo presenta embriagado por el vino de la caridad:

“Era tanta y tan grande la caridad de que nuestro Señor había dotado a su siervo, y las

obras tan peregrinas que della procedían, que algunos, juzgándolo con espíritu vano, lo

tenían por pródigo y disipador, no entendiendo cómo le había el Señor metido en la bodega

del vino, y allí ordenado con él su caridad, y de tal manera se había embriagado en su

amor, que ninguna cosa negaba que por él se le pidiese”.v

2. Testigo de la Hospitalidad de Dios

El vivir de Juan a partir de su entrega definitiva al Señor consistió en dejarse invadir por la

hospitalidad de Dios. La Hospitalidad, con mayúsculas, significó para él sentirse invadido de la

acogida misericordiosa de Dios, de su benevolencia y perdón. Se sintió acogido

“hospitalariamente” por Dios Padre, se sintió gozosamente hijo de Dios, y todo su esfuerzo

consistió en manifestar la filiación viviendo como Jesús: en plena docilidad al querer del Padre, y

en total dedicación a crear espacios y relaciones de fraternidad.

Comenzó su misión de servicio a los pobres y enfermos en Granada con la ayuda de Dios, sin un

ducado en el bolsillo y la entrega incondicional de su existencia, sin medir esfuerzos ni restar horas

al día y a la noche. La gente de Granada, al principio, pensó que se trataba de un modo extraño de

“locura”. Poco a poco descubrieron que, realmente, se trataba de una auténtica “locura”: la locura

que había revolucionado sus entrañas y movilizado su corazón, contagiado de la “locura de Amor”

manifestada por Dios en su Hijo Jesús, que se hizo pobre para comunicarnos su riqueza, se hizo

esclavo para devolvernos la libertad y entregó su vida en servicio de todos para que todos

tuviéramos vida en El. Juan de Dios fue un pobre desconcertante, en una época en la que la mendicidad era una

“profesión” bastante socorrida. Desconcertó a los habitantes de Granada cuando él, que decidió

seguir a Cristo pobre abandonando su pequeño negocio de librero y entregando lo poco que tenía a

los pobres, se propuso organizar un lugar donde acoger, dar de comer y asistir a los pobres

enfermos de Granada. Despertó curiosidad cuando una tarde-noche comenzó a gritar: “Hacéos

bien, Hermanos, a vosotros mismos, dando limosna a los pobres”. Y le daban limosna, muchas

limosnas. Con ellas pudo organizar un pequeño albergue, primero, luego un minúsculo hospital,

más tarde adquirir un viejo convento para organizar lo que se ha considerado el primer hospital de

Juan de Dios, en la Cuesta de Gomeles, en el que dice él mismo que recibían asistencia y ayuda

más de 140 personas, entre enfermos, pobres y peregrinos.

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En su hospital eran acogidos y servidos como hermanos los pobres y enfermos, las prostitutas

decididas cambiar de vida, los bienhechores que le ayudaban a realizar el bien, los compañeros

que deseaban vivir como él. Sin pretender crear “escuela”, el testimonio de la vida de Juan

contagió a cuantos lo rodeaban, de manera que su Hospital se convirtió en un lugar en el que se

vivía, se transmitía y se experimentaba la hospitalidad.

Aunque ponía en el hospital los mejores y mayores esfuerzos de su entrega caritativa, ninguna

miseria dejaba indiferente el corazón de Juan. En el rostro de los pobres contemplaba el de su

Señor y el corazón no le permitía pasar de largo sin intentar remediar sus necesidades. Él, tan

pobre como el que más, sabía convencer a quienes podían colaborar en su apostolado. Escribe a la

Duquesa de Sessa:

“... el otro día, cuando estuve en Córdoba, encontré una casa con grandísima necesidad:

vivían allí dos muchachas, con el padre y la madre enfermos en la cama, paralíticos hacía

diez años; tan pobres y mal cuidados los vi, que me despedazaron el corazón... Me han

escrito una carta y me han roto el corazón con lo que me dicen: yo estoy en tanta necesidad

que el día que tengo que pagar a los que trabajan se quedan algunos sin comer... buena

Duquesa, yo quiero, si Dios fuera servido, que ganéis vos esta limosna”. (1 DS 15-17).

Y a Gutierre Lasso:

“...viendo padecer a tantos pobres, hermanos y prójimos míos, y con tantas necesidades,

tanto corporales como espirituales, al no poder socorrerlos, quedo muy triste... (...)

Hermano mío en Jesucristo, mucho descanso en escribiros, porque hago cuenta que estoy

hablando con vos; y os doy parte de mis trabajos porque sé que lo sentís... Nuestro Señor

Jesucristo os lo pague en el cielo por la buena obra que por Jesucristo y por los pobres y

por mí hicisteis,” (2 GL 8.13).

3. Contagió el amor al prójimo

Juan de Dios se llamaba a sí mismo “el hermano de todos”. Es, probablemente, una de las mejores

definiciones que se pueden dar de él, pues vivió y manifestó la fraternidad hacia los pobres y

enfermos, los ricos venidos a menos, los soldados que se sentían en dificultad, las prostitutas y

hacia los “señores” de Andalucía y Castilla que, con sus limosnas, le ayudaban a realizar su

apostolado de caridad.

En los habitantes de Granada se fue realizando un cambio radical sobre la imagen de Juan de Dios.

Así lo describe Castro:

“porque la gente en común siempre juzgaba que era ramo de locura cuanto le veían hacer,

hasta que después vieron bien aquel grano, enterrado y podrido, cuánto fruto y qué bueno

vino a dar.”vi

Como aparece en el texto, poco a poco la gente cambió de criterio ante la coherencia de su vida, su

entrega desinteresada, su constancia, su espíritu de sacrificio, su forma de pedir y la universalidad

de su amor. Se puede afirmar que Granada entera pasó de la duda sobre su persona a la

identificación total con Juan de Dios, mediante un proceso que podría ser como sigue:

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La admiración. El primer sentimiento positivo respecto a su persona fue la sorpresa. “¿Es éste

el mismo que vimos loco? Pues, ¡ cuánto ha cambiado!” Efectivamente, su vida demostraba el

cambio que en él se había dado; más que cambio, se manifestó quién era verdaderamente Juan

de Dios.

El reconocimiento. A la admiración siguió el reconocimiento: Juan de Dios empezó a ser

querido por todos. Hacía lo que nadie hacía y en su casa se acogía a todo tipo de personas:

enfermos, pobres, peregrinos, etc.. No era un loco, sino cuerdo, y muy cuerdo. Le amaban y

bendecían los pobres, los poderosos, las autoridades civiles y eclesiásticas...

La colaboración. Con el reconocimiento vino la colaboración; la obra de Juan de Dios pasó a

ser la obra de Granada entera, que llegó a sentirla como suya. El pueblo colaboraba en especies,

en dinero, en entrega personal, en promoción de ayudas entre compañeros y amigos. Todos,

gradualmente, se sintieron protagonistas del hospital del bendito Juan de Dios. Más que

colaboración fue identificación con la obra de Juan.

La veneración. Juan no podía morir del todo. Su amor permanece vivo en cada calle y rincón de

la ciudad del Darro. Su entierro constituyó una gran manifestación de cariño y veneración. Dice

Castro:

“A su cuerpo se le hizo el más sumptuoso y honrado enterramiento que jamás se hizo a

príncipe, emperador, ni monarca de el mundo”.vii

El espíritu de Juan de Dios continuó vivo en sus Hermanos, que lo perpetuaron en Granada y

extendieron su obra por los cinco continentes, de manera que Juan de Dios es no sólo un personaje

histórico, sino que sigue vivo entre nosotros.

4. Los primeros compañeros

Juan de Dios fascinó a cuantos lo conocieron. Gracias a Francisco de Castro sabemos que durante

algún tiempo él solo se ocupaba de todos los quehaceres de su obra, luego se le unieron

voluntarios, enfermeros a sueldo, amigos que como Juan de Ávila, al que el Santo llama

familiarmente Angulo, que le ayudaban y acompañaban en sus trabajos y viajes. Todos ellos se

sintieron contagiados por la integridad de su vida y la capacidad que tenía para transmitir la

exigencia cristiana de vivir la caridad y el servicio en favor de los pobres.

Los primeros Hermanos de Juan de Dios son también fruto de su gran caridad. Por una de sus

cartas sabemos que el Santo tenía muy claro que su modo de vivir exigía unas actitudes personales

que se debían manifestar en la entrega total a las cosas de Dios, en el desvelo por el cuidado de los

pobres y en una integridad de vida, fundamentada en la gracia de Dios, en el cultivo de la oración y

la práctica de los sacramentos (cf LB passim). A la hora de elegirlos, no se deja conducir por

prejuicios ni deslumbrar por lo externo, pues tiene experiencia de que la misericordia de Dios es

capaz de transformar el corazón del hombre que se deja seducir por su misericordia.

Los primeros compañeros de Juan de Dios, en general, son personas alejadas de Dios, con vida

más o menos desorientada, a los que su entrega, su palabra, su testimonio, animó a cambiar de

actitudes y, sobre todo, los decidió a compartir con él la misión, dando origen a nueva familia

religiosa.

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La historia de Antón Martín y Pedro Velasco es bien conocida por todos. Está expuesta por

testigos en el proceso de beatificación. Dos enemigos, ya que Pedro había asesinado al hermano

de Antón, por lo que éste se quería vengar. La caridad y el celo apostólico de Juan de Dios les

transforma,, primero en verdaderos hermanos, luego en colaboradores de su obra y, por fin, en sus

primeros compañeros.

A Simón de Ávila lo presenta la historia como un detractor de Juan de Dios; lo desacreditaba y

seguía los pasos del santo en sus visitas a las viudas pobres y a las doncellas necesitadas. La

constancia en seguir los pasos de Juan, con la intención de desenmascarar lo que él sospechaba

como falsa caridad, le conduce a adquirir un conocimiento de su vida que le transforma de

detractor en gran admirador suyo. Movido por la gracia de Dios, se sintió atraído por su estilo de

vida y entró a formar parte de sus compañeros.

Dominico Piola fue un comerciante que había adquirido grandes riquezas. El contacto con el santo

fue también poco a poco transformando su vida; se fue identificando con él y pensó en dejar las

cosas del mundo y unirse a él, imitando sus acciones. Antes de ingresar Juan de Dios le pidió que

pusiera en orden sus negocios, viviendo posteriormente con grande edificación de cuantos le

conocían.

De la vida de Juan García sabemos pocas cosas antes de ser compañero de nuestro santo.

Animado por el testimonio de Juan de Dios se unió a él para trabajar en su hospital. Su gran

caridad e inclinación a servir a los enfermos le llevó a permanecer prácticamente siempre junto a

ellos en el hospital..

5. Signos proféticos y evangelizadores de su vida

Es difícil resumir los rasgos del espíritu profético y evangelizador de la vida de Juan de Dios. A

modo de síntesis, resaltamos los siguientes, sin pretender ser exhaustivos:

5.1. Íntima relación con Dios

Como resultado de la experiencia de sentirse amado misericordiosamente por el Padre, Juan desarrolló progresiva-

mente la comunión con Dios, manifestada en una relación personal con El que le animó a vivir el amor como adhesión

filial a su voluntad, en cuya aceptación pone de manifiesto que ha descubierto en Jesús, y de El lo ha aprendido, que

para mantenerse en el amor del Padre hay que cumplir su voluntad. (Cfr. Jn 15, 9-10; 14, 31)

Desde su conversión, Juan desarrolló las actitudes de fe, caridad y esperanza de manera tal, que su

querer fue el querer de Dios.

5.2. La fe

La fe le condujo a aceptar en su vida la presencia salvífica de Dios con tal profundidad, que era El

quien la conducía. El mismo sobrenombre “de Dios”, lo pone de manifiesto. Juan ya no se per-

tenece a sí mismo, sino a Dios. Ya no vive para sí, sino para Dios y su Reino.

Desde esta experiencia de la fe, entendida como aceptación voluntaria de la presencia y de la

salvación de Dios en la propia existencia, Juan hizo suyas las actitudes que luego recomendará en

sus cartas:

“Dios delante sobre todas las cosas del mundo”. (Comienzo de las Cartas)

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“...todo ha de ser por Dios pasado... todo esto por amor de Dios; por todo habéis de dar

muchas gracias a Dios”. (LB 9)

“...porque todos los bienes que los hombres hacen no son suyos, sino de Dios. A Dios la

honra, la gloria y la alabanza, que todo es suyo de Dios”. (1 GL, 11)

5.3. La caridad

Juan de Dios es el Santo de la Caridad. El amor a Dios y al prójimo es el móvil y la meta de su

vida. La caridad, para él, es:

la manifestación de la comunión con Dios: “Tened siempre caridad, porque donde no hay

caridad no hay Dios, aunque Dios en todo lugar está”. (LB 15)

“la madre de todas las virtudes”. (1 DS 16)

la prueba del amor a Jesucristo: “... se que amáis a Jesucristo y os compadecéis de sus hijos, los

pobres”. (2 GL 10)

la garantía del perdón de los pecados: “...como el agua apaga el fuego, así la caridad borra el

pecado”. (1 DS 13)

es el “alma” de la compasión y de la entrega a los demás: “Viendo padecer a tantos pobres,

Hermanos y prójimos míos, y con tantas necesidades, tanto espirituales como corporales, al no

poder socorrerlos, quedo muy triste”. (2 GL 8) “... me empeñé en tres ducados para socorrer a

ciertos pobres muy necesitados”. 1 DS 3)

El amor a los demás llega a ser el “alma” que anima su vida: vive el cristianismo a imitación

Jesucristo, amando siempre a los demás aunque su amor no sea correspondido. Llega a vivir el

amor cristiano en su exigencia más desconcertante, el amor a los enemigos, en hacer el bien a

“buenos y malos”. Francisco de Castro refiere un hecho precioso a este respecto. Personas

bienintencionadas, sin duda, informaron al Arzobispo Guerrero de que Juan de Dios recibía gente

de mal vivir en su hospital que, según ellas, eran motivo de descrédito. El Arzobispo lo llamó y le

invitó a no recibir a quienes no fueran “dignos”:

“Ioan de Dios estuvo muy atento a cuanto el perlado le dixo, y con mucha humildad y

mansedumbre le dixo: Padre mío y buen perlado, yo solo soy el malo y el incorregible y sin

provecho, y que merezco ser echado de la casa de Dios; y los pobres que están en el hospital

son buenos, y yo no conozco vicio en ninguno dellos; y pues Dios sufre a malos y buenos, y

sobre todos tiende su sol cada día, no será razón echar a los desamparados y afligidos de su

propia casa”viii

.

Por amor de Dios, soporta grandes afrentas con paciencia y las acepta como una forma de sufrir

por Jesucristo y se identifica con él que, “al mal que le hacían, respondía con el bien” (cf LB 10).

Sabe que donde no hay caridad no está Dios (cf LB 15) y lo expresa en sus cartas.

Profundamente sensible al dolor de los demás, se le deshace el corazón cuando encuentra a las

personas en necesidad. Acoge a todo el mundo en casa, por lo cual se le tacha de demasiado

generoso, Pero tiene claro que su sino es hacer presente la misericordia de Dios y ama sin

fronteras. Con actitud evangélica y con auténtico sentido profético.

5.4. Esperanza

La expresa y vive de este modo:

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“Esperanza en sólo Jesucristo, que a cambio de los trabajos y enfermedades que por su

amor pasáremos en esta vida miserable, nos dará la vida eterna, por lo méritos de su sa-

grada pasión y por su gran misericordia”. (3 DS 9)

Lo expresa muy bien cuando dice:

“... hermano mío muy amado y querido en Cristo Jesús, ...muchas veces no salgo de casa

por las deudas que debo ...mas empero confío en sólo Jesucristo, que El me desempeñará,

pues El conoce mi corazón”. (2 GL 7.8; Cfr. 1 DS 6 b.; 2 DS 7. 20)

“...yo estoy muy atribulado y con mucha necesidad: ¡Gracias a nuestro Señor Jesucristo

por ello!. Porque... son tantos los pobres que aquí vienen, que yo mismo muchas veces

quedo maravillado de cómo se pueden sustentar: pero Jesucristo lo provee todo y les da de

comer”. ( 2 GL 3)

“...y pues Jesucristo lo provee todo, a él sean dadas las gracias por siempre jamás. Amén

Jesús”. (2 GL 9)

“...terminada la jornada, hemos de dar gracias a nuestro Señor Jesucristo porque usa con

nosotros de tanta misericordia”. (2 DS 18)

5.5. Solidaridad con los pobres y enfermos

Juan de Dios se entregó radicalmente al servicio de los enfermos y necesitados, a partir de un

compromiso personal que le exigió la identificación con ellos: se “vacía de sí mismo”, para si-

tuarse al nivel de sus “hermanos y prójimos”, y así poder entrar en un diálogo de amor con ellos;

diálogo que se explicita en el servicio y la entrega de su vida para remediar sus necesidades.

Pocas cosas advertimos con más fuerza en su vida: no sólo sirve a los pobres, sino que hace suya la

vida y la suerte de los pobres a quienes sirve. Lo expresa con mucha claridad escribiendo a Gu-

tierre Lasso:

“La presente es para haceros saber que me encuentro muy atribulado y con mucha nece-

sidad:...lleno de deudas y entrampado, sólo por Jesucristo, ya que debo más de doscientos

ducados... Es tal la situación en que me encuentro que muchas veces no me atrevo a salir de

casa por las deudas que tengo... Os doy cuenta de mis trabajos porque sé que los sentís

como yo sentiría los vuestros. Y como sé que amáis a Jesucristo y os compadecéis de sus

hijos, los pobres, por eso os pongo al corriente de sus necesidades y de las mías”. (2 GL

1.7.8.10)

Desde esta identificación profunda, que le hace sentirse pobre y necesitado; desde el “vacia-

miento” personal, Juan de Dios puede ofrecer su servicio y remediar las necesidades de los pobres

sin herir su “dignidad”, ni caer en actitudes “paternalistas”. De este modo puede comprender

perfectamente la situación de cada persona. El, como Cristo, vive la actitud de compasión que

nace del amor: sufre con quien sufre, espera con quien no tiene...

5.6. La oración

Juan de Dios, visto desde fuera, aparece como un hombre eminentemente activo Sin embargo, la

Iglesia, en la bula de canonización, lo propone como modelo de caridad y de profunda oración. En

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su biografía aparece con claridad este rasgo de su talante cristiano: ha sabido conjugar

perfectamente el verbo amar en su doble orientación, Dios y el prójimo, consiguiendo la armonía

de existencia que comunica el amor. Su entrega de caridad se renueva y consigue su fuerza en el

contacto con Dios, que se realiza no sólo en los momentos de oración, muchos por cierto, sino en

la entrega caritativa a los demás, pues consiguió realizar una lectura en fe de la vida, del

sufrimiento, de la pobreza, de todo.

Su estilo de oración es muy sencillo, conforme al de cualquier creyente de su tiempo: reza las

oraciones que manda la Santa Madre Iglesia; medita y contempla la pasión de Cristo,

especialmente los viernes; le va muy bien con el rosario; participa en la celebración de la

Eucaristía; se confiesa a menudo; acude con frecuencia al director espiritual; encomienda las cosas

al Señor, dispuesto a cumplir siempre su voluntad, se fía totalmente de Jesucristo, le da gracias

constantes por su gran misericordia y por su amor y bondad hace el bien y la caridad a los pobres y

enfermos (cf 2 DS 18.19).

Se puede afirmar, sin dudar en absoluto, que Juan de Dios es un orante, un profeta que capta la

presencia de Dios en la realidad y está siempre en relación con él, a pesar de lo absorbente de su

actividad.

5.7. La ascesis

A partir de su conversión, Juan de Dios llevó una vida dura, que Castro recoge en el capítulo 17 de

su biografía:

“Sólo el ordinario trabajo, que Ioan de e Dios tenía en procurar las limosnas y curar de sus

pobres, era tan grande penitencia y mortificación de la carne, sin las continuas demandas y

importunaciones de todos, que era muy bastante carga para otro cuerpo que fuera sano y

recio... Y con todo esto no se contentaba el hermano Ioan de Dios, sino que con obras de

mucha penitencia mortificaba su carne y la hacía servir al espíritu, no concediéndole aún lo

muy necesario”ix.

Más adelante, continúa Castro:

“Eran tantos los trabajos en que Ioan de Dios se ocupaba por dar remedio a los de todos,

así de caminos y salidas que hacía, en que padecía muchas frialdades, como el trabajo

ordinario de la ciudad, que se desvencijó”x.

Según esto, se puede decir que su ascética consistió, principal mente en tres aspectos:

El primero en el poco cuidado que tiene de su cuerpo; no lo quiere regalar; vive para los pobres

e identificado con ellos. A la comida y al vestido hace alusión varias veces (cf 2 DS 13) y se

denota en ello lo poco que necesitaba para vivir. El trabajo, el poco dormir, la austeridad,

reflejan su ascetismo.

El segundo se deriva de la donación a los demás, que le exige el estar atento a los enfermos,

seguir sus dolencias, visitarles cuando llega cansado a casa, salir a pedir, preocuparse de la

rehabilitación de las mujeres de mala vida, dar explicaciones a las personas a las que debe

dinero. Su ascesis le ayuda a conseguir el talante de dar gracias a Dios tanto por el bien como

por el mal.

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El tercer aspecto es que, para conseguir esto, Juan de Dios, a partir de su conversión, realiza un

proceso de vaciamiento de sí para poder llenarse del amor de y a Dios. Después de escuchar el

sermón del Maestro Ávila, uno de sus deseos es el de ser tenido en poca cosa: se desnuda, se

echa en el lodo, deja que los demás hagan burla de él y le tomen por loco. Habla

constantemente de que es un gran pecador, y esto mismo dice al Arzobispo Guerrero cuan se

encuentra en el lecho de muerte; los viernes, cuando invita al cambio de vida a las prostitutas lo

hace confesando sus propios pecados;; él es, en su opinión, el único indigno de estar en su

hospital..... Quien había conseguido tan altas cotas de amor y santidad, se sentía nada. Es otro

de sus rasgos proféticos.

5.8. La colaboración con los seglares

Su obra estuvo siempre abierta no solamente a los enfermos y a los pobres, sino a todas las

personas que quisieron colaborar con él.

Comienza con las limosnas de los habitantes de Granada; se siente apoyado por el trabajo que

realizan los mismos pobres, los peregrinos o prostitutas a quienes les pide un apoyo especial; tiene

enfermeros que hacen el trabajo del hospital cuando va a pedir; en sus salidas le acompaña Juan de

Ávila; los bienhechores llegan a ser, con sus apoyos constantes protagonistas del hospital. La

ciudad de Granada siente su ausencia cuando viaja hasta Valladolid y permanece nueve meses

fuera, hasta el punto de tributarle un gran recibimiento a la vuelta.

Esto no son sino expresiones de la convicción que tenía de realizar una obra compartida con todos, del valor de cada

una de las personas, de su apertura y la universalidad. Su obra, desde el principio, fue obra también de los

colaboradores, creyentes y no creyentes, que se identificaron con su espíritu humanitario y a quienes quería manifestar

la fuerza de la salvación.

5.9. La cordura

Juan de Dios fue un hombre sabio, enriquecido con la sabiduría bíblica que brota de la sencillez,

de la humildad, de ir creciendo en correspondencia a la llamada de Dios, de ir armonizando y

centrando su ser en lo que considera fundamental para su vida.

Sus respuestas son cada vez más cuerdas, y la gente lo aceptará progresivamente como hombre de

buen sentido.

5.10. La armonía y serenidad

La jornada de Juan de Dios estaba llena; no tenía tiempo que “perder”, pues las necesidades del

hospital y la asistencia a los pobres, en algunas ocasiones, no le dejaba libre ni el tiempo que se

necesita para “estar un credo despacio”. (1 GL 4) Sin embargo, se preocupaba de visitar uno a

uno los enfermos, se interesaba de cómo se encontraban y cómo les había ido durante su ausencia.

Cuando se encuentra con quien sufre, no tiene prisa: acoge, escucha con calma y, en lo posible,

remedia su necesidad. Castro refiere:

“...era tanto el concurso de gentes que con él venían a negociar, que muchas veces apenas

cabían de pies; y él, sentado en medio de todos, con muy gran paciencia, oyendo a cada uno

las necesidades que traía, sin enviar jamás a nadie desconsolado, con limosna o buena

respuesta”xi.

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5.11. El espíritu evangelizador

Juan de Dios es un apóstol que tiene una visión universal y ecuménica de la vida, deducida de su

encuentro con Dios, en el que ha experimentado que Dios es Padre de todos y a todos ama de

forma gratuita. Esta experiencia es el fundamento de su espíritu apostólico. La transmite en sus

gestos de amor universal y la anuncia de palabra y por escrito, invitando a actuar al estilo de Dios:

“Si considerásemos lo grande que es la misericordia de Dios, nunca dejaríamos de hacer el

bien mientras pudiésemos” (1 DS 13).

De ahí su gran deseo de que las personas vivan centradas en Dios, que experimenten la salvación y

aprecien el valor fundamental de la persona humana. Con el lenguaje de su tiempo dice que “un

alma vale más que todos los tesoros del mundo” (1 DS 17).

De ahí su interés por aprovechar toda ocasión para presentar la Buena Nueva. El anuncio de la

salvación es algo que lleva en su corazón. Su caridad no se limita a solucionar problemas y nece-

sidades sociales; su compromiso por el hombre no tiene como fin principal, menos aún exclusivo,

la promoción social de los marginados y el alivio de los enfermos. Vive y realiza el servicio a los

pobres y enfermos como el modo personal de imitar a Jesucristo, de anunciar el Evangelio y hacer

presente el amor de Dios al hombre, particularmente a los más débiles.

El mismo se encarga de decir, tras elencar una serie de necesidades y problemas que tiene:

“... me encuentro aquí lleno de deudas y entrampado, sólo por Jesucristo”. (2 GL 7)

Y al final de sus cartas:

“Juan de Dios, el que desea la salvación de todos como la suya misma. Amén, Jesús”.

Es claro, además, que no se ocupa únicamente de la atención corporal y de solucionar problemas

sociales y económicos:

Cada viernes va a la casa pública para evangelizar a las prostitutas;

Enseñó el catecismo a los niños y a los acogidos en su hospital;

Se preocupaba de la asistencia religiosa y de la administración de los sacramentos a los

enfermos;

Orientaba espiritualmente a las personas con las que se relacionaba:

* A Luis Bautista, en orden al discernimiento vocacional;

* A Gutierre Lasso, sobre asuntos de familia y el futuro de sus hijos;

* Las cartas a la Duquesa de Sessa, en especial la tercera, están llenas de orientaciones de carácter

espiritual.

Juan de Dios realiza un servicio integral a la persona. Lo expresa muy bien cuando dice:

“...viendo padecer a tantos pobres... y con tantas necesidades, tanto corporales como espiritua-

les...” (2 GL 8)

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Tampoco se centra exclusivamente en las personas acogidas en el hospital; su amor estaba abierto

a

“todo género de pobres y necesidades, que le iban acudiendo a que les socorriese: viudas y

huérfanos honrados, en secreto, pleiteantes, soldados perdidos y pobres labradores... y a

todos socorría conforme tenían necesidad, no enviando a nadie desconsolado”xii

...sin los

estudiantes que mantenía”, y vergonzantes en sus casas”xiii

.

Hoy hablamos de nueva evangelización, de nueva hospitalidad, de pastoral de la salud. Juan de

Dios anuncia y hace presente el contenido inmutable del mensaje de la Buena Nueva, con un ardor

y unas actitudes que, a veces, hoy nos faltan. He aquí otra manifestación de su talante profético.

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II PARTE

ELEGIDOS PARA EVANGELIZAR

A LOS POBRES Y ENFERMOS

Panorámica histórica

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Capítulo tercero

LA ORDEN HOSPITALARIA HASTA MEDIADOS DEL S. XIX

1. De la muerte de Juan de Dios hasta la división de la Orden en dos Congregaciones

Los principios de la Orden son, en verdad, humildes y sencillos pero providenciales, apoyados en

el espíritu heredado de Juan de Dios. Sólo a la luz de la Providencia divina se explica la

continuidad y desarrollo de la obra iniciada por el Padre de los pobres. Los primeros Hospitalarios

encuentran apoyo material y moral en las personas del Arzobispo de Granada, don Pedro

Guerrero, en san Juan de Ávila y en otros bienhechores. El soporte canónico-institucional era

nulo: se trataba de una Obra sin estructuras ni organización jurídica y sin reglas; sólo 37 años más

tarde (1587) tendrá lugar el primer Capítulo para nombrar General y formular las Constituciones.

Todo partió de Granada. A Juan de Dios le sucede Antón Martín en la dirección del Hospital.

Durante el período comprendido entre 1552 y 1565 rige los destinos de los Hermanos en España el

Hno. Juan García, que admitió a la Congregación de Hermanos de Juan de Dios a Rodrigo de

Sigüenza, Sebastián Arias, Pedro Soriano, Melchor de los Reyes y Frutos de San Pedro.

a) Primeras fundaciones fuera de Granada

Entre las actividades de mayor importancia de este tiempo, se cuentan, como hitos del futuro

desarrollo de la Orden: el traslado del hospital de Cuesta de los Gomérez a los terrenos de los

Jerónimos, el viaje de Antón Martín a Madrid con la nueva fundación y, un poco más adelante, la

Guerra de las Alpujarras.

El deseo de acondicionar cuanto antes y lo mejor posible el nuevo hospital granadino, llevó a

Antón Martín a Madrid (1552) en busca de ayudas económicas, que fueron generosas, entre ellas

las del Príncipe Felipe y la Infanta doña Juana que, además, le pidieron la fundación de un hospital

de las mismas características del de Granada. El Hno. Antón Martín regresó a Granada para dejar

las cosas en orden y volvió a Madrid, donde fundó un hospital que llamó del Amor de Dios.

Enfermó de gravedad durante la fábrica y ampliación del hospital y falleció la noche del 24 de

diciembre de 1553, no sin antes haber designado en su testamento Hermanos Mayores

(Superiores) para los hospitales de Madrid y Granada.

La obra de los Hermanos de Juan de Dios iba progresando, gracias a la fe y confianza en la

Providencia y en fiel apertura a los planes de Dios, que se manifestaban en las peticiones para

extender la nueva hospitalidad. Las vocaciones iban floreciendo y se multiplicaban sin cesar en

España, dando confianza a nuestros primeros Hermanos para seguir extendiendo más y más la

Hospitalidad en beneficio de los pobres y enfermos. Así, a la fundación de Madrid (1552), siguen

las de Lucena (1565), Utrera (1567), Jerez de la Frontera (1568), Córdoba y Sevilla (1570).

La participación de los Hermanos en la Guerra de las Alpujarras y en la batalla de Lepanto, abre

nuevos horizontes y mayor amplitud al carisma. La misión no se limita al servicio en el hospital;

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en adelante se extiende y se abre a los ejércitos de tierra y a las expediciones navales; los

Hermanos se hacen presentes en los lugares que sufren epidemias y van a cualquier parte del

mundo necesitada de asistencia sanitaria.

A los Hermanos de Juan de Dios se unieron, durante los años setenta del siglo XVI, el Venerable

Pedro Pecador (fundador del hospital de Nuestra Señora de la Paz, en Sevilla, los de Málaga,

Antequera y Ronda), y San Juan Grande (fundador del hospital de La Candelaria, en Jerez de la

Frontera, al que se sumarían los hospitales de Medinasidonia, Sanlúcar de Barrameda, Arcos de la

Frontera, Puerto de Santa María y Villamartín), junto con sus respectivos discípulos y hospitales.

Entre los seguidores de Juan Grande se encuentra Pedro Egipciaco, que será el primer General de

la Congregación Española.

b) Aprobación de la Congregación de Hermanos de Juan de Dios: San Pío V.

En 1571, los Hnos. Sebastián Arias y Pedro Soriano emprendieron viaje a Roma para solicitar la

aprobación de la Orden, y obtuvieron de san Pío V el Breve Salvatoris nostri (8 de agosto de 1571)

y la Bula Licet ex debito (fechada en 1 de enero de 1572), por la que se erige en Congregación

Religioso-Hospitalaria al grupo de Hermanos de Juan de Dios, bajo la Regla de San Agustín y la

obediencia a los Ordinarios del lugar, concediéndoles hábito propio.

Obtenida la aprobación, Fr. Pedro Soriano se quedó en Italia y fundó, a finales del mismo año

1572, el Hospital de Ntra. Sra. de la Victoria en Nápoles, en 1581 comienza la actividad en Roma,

en la Plaza de Piedra, trasladándose a la Isla Tiberina en 1584, año en que firma la escritura de

compra del Hospital San Juan Calibita.

c) Aprobación de la Orden: Sixto V

El Instituto se extiende rápidamente y, lo que es más importante, los Hermanos viven con

verdadero celo el espíritu de caridad heredado de Juan de Dios. Sienten que ha llegado el momento

de constituir una Orden, con Reglas y Superiores propios. Sixto V, que conoce muy bien la obra de

los Hermanos, el 1 de octubre de 1586 eleva la Congregación a Orden regular con la Bula Etsi pro

debito, concediendo a los Hermanos celebrar Capítulo General y en él aprobar las Constituciones

y elegir Superior General.

El Capítulo se celebró en el Hospital San Juan Calibita, del 20 al 24 de junio de 1587. El día 23,

Pedro Soriano fue elegido General de la Orden Hospitalaria y se aprobaron las primeras

Constituciones para toda la Orden.

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2. División de la Orden en dos Congregaciones

El 13 de febrero de 1592, con la promulgación del Breve Ex omnibus por Clemente VIII, los

Hermanos vuelven a la situación que precedió a la aprobación del Instituto por Pío V, pues no se

les permite emitir más votos que el prestar servicio en los hospitales, bajo la obediencia de los

Ordinarios.

Aunque no era intención del Papa dar origen a la separación jurídica de los Hermanos de Italia

y de España, ésta se produce a causa de los siguientes hechos:

Parcial reintegración de la Orden en Italia: Breve Romani Pontificis (9.IX.1596), de Clemente

VIII;

Parcial reintegración en España: Breve Piorum virorum (12.04.1608) de Paulo V;

Reintegración total en España: el 7 de julio de 1611, Paulo V eleva la Congregación de Es-

paña a verdadera Orden regular, con el Breve Romanus Pontifex. Aquí comienza jurídica-

mente la separación de las dos Congregaciones, pues el Papa concede celebrar Capítulo Ge-

neral, elegir General para España y redactar Constituciones;

Reintegración total en Italia: la concedió el mismo Paulo V, mediante el Breve Romanus

Pontifex (13.02.1617), con las mismas prerrogativas que había concedido a la Congregación

Española. Desde este momento, la Orden cuenta con dos Superiores Generales.

De este modo, jurídicamente, la Orden consta de dos Congregaciones, lo cual significa que cada

Congregación tendrá Constituciones y Superior General propios, desde 1611 hasta el 14 de sep-

tiembre de 1888, fecha de la anexión de la Provincia de España a la Congregación Italiana. En la

práctica la unidad comenzó en 1867 año en que la Orden fue restaurada en España por el Beato

Benito Menni, siendo General de la Congregación Italiana el P. Juan Mª. Alfieri.

Sin embargo, ya desde el año 1587 se aprecia cierta separación de los Hermanos de España de

los de Roma, mantenida por algunos Hermanos del Hospital de Granada y otros de España, que

se resistieron a aceptar la residencia del General de la Orden en Roma y, en consecuencia, a

renovar la profesión bajo su autoridad. Esta actitud se pone más de manifiesto cuando, debido a

la prematura muerte del P. Pedro Soriano, en agosto de 1588 mientras realizaba la visita ca-

nónica al Hospital de Peruggia, los Hermanos de España no acuden al capítulo General, cele-

brado en Roma en marzo de 1589.

2.1. Congregación Española

a) La Orden en España.

El 20 de octubre de 1608 es elegido Pedro Egipciaco primer General de la Congregación

Española. En este Capítulo se redactan nuevas Constituciones que llevó a Roma el mismo Hno.

Egipciaco. Paulo V las aprobó y confirmó el Instituto el 11 de junio de 1611. Después de renovar

la profesión en manos del Papa, regresó a España. El día 2 de noviembre de 1614 fue reelegido

General y el Papa Paulo V, con su Motu Proprio del 16 de marzo de 1616, eximió de la

jurisdicción de los Ordinarios a los Hermanos. También Paulo V, por Breve de 7 de diciembre de

1619, dividía la Congregación Española en dos Provincias: Nuestra Señora de la Paz (Andalucía)

y San Juan de Dios (Castilla).

En los inicios del siglo XVII nuestra Orden contaba con una veintena de hospitales en la Península

Ibérica, comienza a desarrollarse en América, tras las dos primeras fundaciones en Cartagena de

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Indias (1596) y La Habana (1603); y se extiende incluso hasta Filipinas, donde llegan los

Hermanos en 1611.

En el año 1715 las dos ramas (Española e Italiana) de la Orden Hospitalaria comprendían 16

Provincias con 256 hospitales y 2.399 Hospitalarios. La rama Española la componían las

Provincias de Nuestra Señora de la Paz (Andalucía), con 26 hospitales; San Juan de Dios

(Castilla), 22 hospitales; Espíritu Santo (Nueva España), que comprendía también Filipinas, con

28 hospitales; San Bernardo, (Tierra Firme), con 11 hospitales; y del Arcángel San Rafael (Perú y

Chile), con 20 hospitales.

El 9 de febrero de 1738 era elegido General de la Congregación Española Fr. Alonso de Jesús y

Ortega “El Magno”. Con él, la rama Española de la Orden alcanzará su máximo esplendor. De la

magnitud de la obra de los Hospitalarios en estos años da idea el hecho de que entre enero de 1735

y diciembre de 1757 se recibieron un total de 726.637 enfermos.

La expansión de la Orden en España tuvo una línea ascendente hasta el final del generalato del

Hno. Alonso de Jesús y Ortega († 1771). En este tiempo la Congregación Española contaba con

1.261 religiosos y siete Provincias: tres en España, tres en América (en una de ellas se incluían

cinco hospitales de Filipinas) y una en Portugal que incluía varios centros en África y Asia. A

partir de ese momento se iniciaría la decadencia de la Congregación Española, hasta su extinción

formal, con la muerte del último General en 1850.

b) Llegada de los Hermanos y consolidación de la Orden en Portugal

Ya desde los inicios de la Orden, los Hermanos tuvieron el deseo de adquirir en propiedad la casa

donde nació nuestro Fundador. A pesar de los muchos intentos y por diversas causas este deseo no

pudo concretarse hasta el año 1606 cuando dos Hermanos del hospital de Antón Martín de Madrid

pasaron a Portugal. Sobre la casa donde nació Juan de Dios en Montemor-o-Novo fue edificada

una iglesia y un hospital.

La expansión de la Orden en Portugal siguió la misma trayectoria y los mismos criterios que en

España. De hecho fue una Provincia de la Congregación Española hasta el año 1790, cuando la

Santa Sede aprobó su separación definitiva nombrando un Vicario General con su propio

Definitorio. En la práctica, hacía ya mucho tiempo, desde 1702 aproximadamente, vivía separada

de las Provincias Españolas.

En el año 1745 eran once los hospitales de la Orden en Portugal; nueve los hospitales militares

atendidos por los Hermanos y cinco los repartidos por África y Asia, sumando más de 130 los

Hermanos portugueses.

2.2. La Congregación Italiana

a) Los Hermanos Hospitalarios en Italia

La obra de los Hermanos de Juan de Dios vivió en Italia años de expansión y florecimiento,

gracias a la entrega caritativa, la disponibilidad para atender cualquier necesidad que surgiese y la

asistencia esmerada y cualificada. Todo ello les hizo ganar las simpatías y favores de las

autoridades civiles y eclesiásticas y la de muchos bienhechores. Así pudieron los Hermanos

obtener una rápida expansión, con un gran número de fundaciones en Italia y en gran parte de

Europa: Austria, Alemania, Polonia y Francia.

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También en Italia los Hermanos asistían a los soldados en los campos de batalla y a las víctimas de

las pestes y epidemias, constituyendo un gran testimonio de caridad y hospitalidad.

Puede darnos idea de la pujanza y desarrollo de la Orden en Italia el hecho de que, apenas

transcurridos 80 años de la primera fundación (Nápoles 1576), los Hospitalarios contaban con seis

florecientes Provincias: Roma, Nápoles, Lombardía, Bari, Sicilia y Cerdeña, con 66 hospitales,

1032 camas, atendiendo a 27.469 enfermos, todos pobres, y 595 Hermanos, entre ellos algunos

muy ilustres, que se distinguieron por su preparación y destreza en medicina, cirugía y enfermería,

como el Hno. Pascual de l’Homme y el Hno. Gabriel Ferrara.

b) Fundaciones transalpinas.

Los países a los que ahora nos referiremos y que componen el mapa de la Orden en Europa con los

tres de los que hemos hablado, vieron nacer la familia juandediana a partir de Hospitalarios

llegados de Italia o de Provincias pertenecientes a la Congregación Italiana. Los criterios de

expansión, la vida ejemplar de los Hermanos, la misión apostólica que desarrollaron.

b.1) Francia

La Orden tuvo una rápida propagación en Francia a partir del año 1602, fecha en la que el Hno.

Bonelli y sus compañeros llegados de Italia fundaron el Hospital de la Caridad, el más importante

de la nación entonces, y cuna de la Provincia francesa, erigida en el Capítulo General de 1639. Con

la ayuda de las autoridades civiles y eclesiásticas la Orden se extendió rápidamente por Francia.

Aunque unidos a la Congregación Italiana, los Hermanos franceses disfrutaban de un régimen

parcialmente autónomo, pues El Provincial recibía del General también la patente de Vicario

General y gobernaba con independencia de Italia. El año 1789 contaba la Provincia con 40

hospitales en Francia, 5 en sus colonias y un total de 350 Hermanos.

b.2) Países austrogermánicos

En el año 1605 los Hnos. Gabriel Ferrara, ilustre médico y cirujano, Juan Bautista Cassinetti y

otros religiosos llegaron a Feldsberg a instancias del príncipe Carlos de Liechtenstein para hacerse

cargo del hospital de Santa Bárbara, el primero de los 22 hospitales que la Orden fundó hasta la

muerte del Hno. Ferrara en 1627.

Pronto nació la floreciente Provincia del Arcángel S. Miguel, de la cual han tenido origen todas las

Provincias de la Europa Central. A mediados del siglo XVIII la conocida como Provincia di

Germania San Michele Arcangelo contaba con 31 hospitales, abarcando su enorme ámbito

geográfico países actuales como Austria, Italia, Alemania, Rumanía y Hungría.

Igual que en otros lugares, los Hermanos cuidaban a los enfermos en sus hospitales y

acompañaron también a las tropas del emperador en sus campañas bélicas atendiendo a los heridos

y enfermos. Tampoco faltó el servicio abnegado y caritativo a los afectados en tiempos de pestes y

epidemias.

b.3) Polonia.

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El Hno. Gabriel Ferrara llegó a Polonia en 1609 aceptando el hospital de Cracovia. Pronto

nacieron nuevas fundaciones en Polonia y Lituania. En 1642 se constituyó en Provincia

independiente bajo la advocación de la Asunción. A pesar de ser una Provincia próspera (13

hospitales y 156 religiosos a finales del siglo XVIII), desapareció con la repartición de sus

territorios entre Rusia y Prusia.

3. La Orden en América durante este período

En la Bula de Gregorio XIII “In Supereminenti” (28 de abril de 1576) se hace mención de las

fundaciones que los Hermanos de Juan de Dios habían hecho “en diversas Provincias de las

Indias del mar Océano” sin que se especifiquen ni el número ni el lugar en que se hallaban.

Tanto en la primera biografía de San Juan de Dios (1585) como en las Constituciones hechas en el

primer Capítulo General (junio de 1587), se señala la existencia de tres hospitales en América: en

Méjico, en la ciudad de Nombre de Dios (Panamá) y Ciudad de los Reyes en Perú (cf. Const.

1587, fol. 43 v.)

Algunos de estos hospitales debieron ser de aquellos que los primeros colonizadores edificaban

para la asistencia de los españoles que viajaban al Nuevo Mundo y para los propios indígenas.

Otros hospitales, como sucedía en España en aquella época, fueron edificados por personas

piadosas, asociaciones o cofradías que, enterados de la Congregación fundada en Granada por

Juan de Dios, los ofrecerían a los Hermanos. Sólo así se explica la existencia de hospitales a

nombre de la Congregación de Juan de Dios antes que los primeros Hospitalarios salieran de

España para establecerse en América.

En un manuscrito conservado en el Archivo de Indias, consta que los Hermanos de Juan de Dios

de Granada se ofrecieron en 1584 para ir a tierras americanas. Este ofrecimiento se desestimó con

fecha de 18 de abril de 1584; consta también que, en una de las flotas de España con destino a

Cuba y Nueva España, embarcaron para asistir a los enfermos y heridos ocho religiosos

hospitalarios, cuyo superior era Fr. Francisco Hernández. Este Hospitalario vio el vasto campo de

acción que en aquellas tierras se ofrecía para la misión sanitario-hospitalaria y, de regreso a

España, presentó a Felipe II un memorial exponiendo los servicios prestados y la necesidad de que

los Hermanos pasaran a las Indias; terminaba en su informe por pedir licencia al rey para volver

con otros cinco Hermanos a aquellas regiones, con el fin de practicar su labor

misionero-hospitalaria.

El monarca accedió esta vez a la petición, y expidió una Real Cédula fechada en Madrid el 2 de

diciembre de 1595, dirigida al presidente y ministros de la Casa de Contratación de Sevilla,

ordenándoles que dejasen pasar a las Indias a Fr. Francisco Hernández y a sus cinco compañeros

para hacerse cargo de los hospitales de Cartagena, Nombre de Dios y Panamá. Al final de su larga

navegación, arribaron al puerto de Cartagena de Indias en abril de 1596, tomando posesión del

hospital que había en esa ciudad con el título de San Sebastián.

A partir de su establecimiento permanente, en el primer tercio del siglo XVII, la labor de los

Hospitalarios se extendió rápidamente por el continente americano. Con el fin de regular la nueva

situación llegarán unas disposiciones del Real Consejo de Indias, dictadas para los Hermanos y

hospitales en América y recogidas ya en las Constituciones de 1640.

Hacia 1780 las estadísticas de las tres Provincias americanas, sin contar Filipinas, reflejan los

siguientes datos: Provincia de San Bernardo, 11 hospitales y 70 Hermanos; Provincia del

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Arcángel San Rafael, 20 hospitales y 245 Hermanos y Provincia del Espíritu Santo 26 hospitales y

255 Hermanos.

Las causas que favorecieron la presencia y expansión de la Orden en América se debieron, en

primer lugar, a la caridad y entrega de los Hermanos, la disponibilidad para atender cualquier

necesidad que surgiese, a la universalidad en la acogida y a su preparación humana y científica,

que garantizaba una mayor calidad asistencial, a lo que hay que sumar el apoyo de las autoridades

civiles y eclesiásticas.

La buena fama de los Hospitalarios ante las autoridades y el pueblo propició, en muchos casos,

que los Hermanos fueran llamados para hacerse cargo de los hospitales y facilitó que se aceptara la

petición de los propios Hermanos de hacerse cargo de la dirección de hospitales ya fundados.

La simpatía del pueblo y de las autoridades se mostraba, sobre todo, en la generosidad que tenían

para colaborar económicamente en la obra de los Hermanos, pues la mayoría de hospitales no

podían funcionar con las rentas asignadas y era necesaria la limosna para el sostenimiento.

Existían también muchas Hermandades y Cofradías en los hospitales, que eran verdadero apoyo

espiritual, asistencial y económico de los mismos.

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3.1. Aportaciones a la evangelización

De forma sintética, como aportaciones a la evangelización en aquel continente, señalamos las

siguientes:

La llegada de los españoles a América supuso también la entrada de la fe cristiana: sacerdotes y

religiosos acompañaban a los colonizadores, con el fin de asistir espiritualmente a las tropas y

extender el Evangelio.

La evangelización, mediante el servicio a los enfermos y necesitados, fue y sigue siendo la gran

aportación de la Orden también en aquel continente. Asistencia corporal y espiritual, hoy

diríamos integral, que, como se ha indicado, fue de calidad y muy reconocida. Hubo buenos e

ilustres médicos, cirujanos, enfermeros y sacerdotes.

Si bien la evangelización a través de la predicación no es el fin de la misión de nuestra Orden,

en América los Hermanos hicieron una gran labor pastoral en las iglesias de los Hospitales, en

algunas parroquias y también mediante la dedicación de Hermanos a la catequesis y formación,

en un continente tan necesitado de ello.

La labor caritativa y abnegada de los Hospitalarios con los enfermos y la dedicación de muchos

de ellos a la limosna, eran ocasiones para la evangelización mediante sencillas palabras,

apoyadas en la coherencia de su vida. Destacamos en esta encomiable labor al Vble. Francisco

Camacho, en Lima.

Es de notar la inserción real de nuestros Hermanos en América. Vivieron cercanos a la realidad

de las personas del Nuevo Continente y trabajaron incansablemente en favor de los más

desfavorecidos. En la época en que se iniciaron los procesos de independencia, hubo un

compromiso de algunos, reconocidos por el pueblo, en la lucha, apoyo y servicio al lado de los

que buscaban la independencia. Su testimonio fue casi siempre desde la hospitalidad. A varios

Hermanos les costó el destierro y la cárcel. Podríamos decir que fueron, junto con otros

religiosos, sacerdotes y laicos, verdaderos pioneros y antecesores de los testigos actuales de la

teología de la liberación. Algunos ejemplos los tenemos en las vidas de Fr. Agustín de la Torre,

Fr. José Rosauro Acuña y Fr. Pedro Domínguez en Perú, Fr. Santiago Monteagudo en Chile y

Fr. José Olallo Valdés en Cuba.

4. Presencia de los Hermanos en Asia, África y Oceanía

Los inicios de la presencia de la Orden en Asia, África y Oceanía hay que unirlos a la expansión de

las Coronas Española y portuguesa en los siglos XVI y siguientes.

La colonización de nuevas tierras y/o la defensa de otras, precisaban el envío constante de flotas de

la Armada, en cuyos barcos se alistaron Hospitalarios para prestar servicio a los heridos de guerra

y a las gentes de los lugares donde arribaban; ello hizo que muy pronto llegasen Hermanos a los

nuevos continentes. Sin embargo, el asentamiento permanente no llegaría hasta años después,

haciéndose cargo de hospitales fundados por los reinos de España y Portugal, unas veces a

petición de la Orden y otras llamados por las autoridades del lugar.

Al lado de religiosos de otros Institutos, encontramos a nuestra Orden ejerciendo la caridad y

practicando la hospitalidad según el carisma de San Juan de Dios.

Hasta el siglo XIX, fecha en la que desaparecieron los Hermanos en muchos lugares por las

mismas razones que en Europa y América, las características y las aportaciones a la

evangelización son muy parecidas a lo reseñado para América.

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a) Asia

Aunque no hubo fundaciones permanentes en el continente asiático hasta varios años más tarde,

en su continuo ir y venir con las Armadas Española y portuguesa, los Hermanos establecieron

puestos de asistencia en las costas de China, bien por epidemia y contagios, bien por el gran

número de heridos en los barcos tras algunas batallas.

Los Hermanos llegaron a Filipinas en 1611 y se hicieron cargo de un hospital para convalecientes,

abierto por Fr. Juan de Gamboa en Bagumbayan, extramuros de Manila, que fue abandonado

posteriormente. Los primeros documentos que se refieren a la presencia de la Orden en Filipinas

son de 1617, en los que el rey Felipe III concede licencia para fundar. En realidad, sólo después de

1641 se consolidó la presencia de los Hermanos en Filipinas, llegando a constituirse en

Viceprovincia dependiente del Comisariado General de México,, con dos ospitales generales en

Cavite y Manila y otras fundaciones Cebu, Zamboanga y San Rafael de Bulacan.. Las vicisitudes

políticas y sociales de España en el siglo XIX marcaron la vida de la Orden en Filipinas y a finales

de dicho siglo desapareció, permaneciendo ese archipiélago sin presencia de Hospitalarios hasta la

llegada de los Hermanos italianos en 1988.

Los Hermanos portugueses fundaron varios hospitales en las costas de la India: Goa en 1685,

Baçaim en 1686, Diu en 1687 y Damão en 1693. Estos hospitales siguieron la misma suerte que la

Provincia portuguesa en cuanto a su desarrollo y desaparición.

b) África

Desde 1573 hasta 1834, más de un centenar de Hermanos acompañaron las campañas de los

soldados españoles en la conquista y defensa de plazas africanas pertenecientes a la Corona

Española. En calidad de médicos, cirujanos y enfermeros, misioneros y catequistas, merecieron

los más altos elogios de las autoridades e incluso del rey Felipe III, que dirigió una carta en este

sentido al Padre Egipciaco. Entre otros podemos destacar la presencia del Padre Pedro Soriano en

la conquista de Túnez y Biserta, bajo la guía de D. Juan de Austria en 1573, así como los veinte

Hospitalarios que, en 1843, pasaron a Ceuta para combatir el “contagio maligno”; de ellos

murieron trece.

La primera fundación estable en tierras africanas fue llevada a cabo por los Hermanos de Portugal

en Mozambique (1681). El decreto de mayo de 1834, suprimió la presencia de la Orden en

aquellos países.

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c) Oceanía

En mayo de 1606 llegó a las costas de Australia la primera expedición que había partido del puerto

del Callao (Perú) medio año antes. En la expedición iban cuatro Hospitalarios con el fin de atender

a los enfermos y heridos expedicionarios y con licencia para fundar y administrar hospitales. No

obstante, no tenemos noticias de que allí permaneciesen ni fundasen hospitales, probablemente

porque los españoles tampoco llegaron a establecerse.

5. Valores de la Hospitalidad y factores que influyeron en la difusión de la Orden

Las razones fundamentales que originaron la expansión y esplendor en esta época las podemos

sintetizar en tres:

Vivencia gozosa y entusiasta del carisma y del espíritu del Fundador y su disponibilidad y

entrega incondicional para atender a los enfermos y pobres más necesitados, tanto en sus

hospitales como fuera de ellos. Los Hermanos fueron verdaderos testimonios de hospitalidad

en la atención a los enfermos de pestes, contagios y epidemias, muy frecuentes en aquella

época, tanto en sus propios hospitales, como desplazándose donde la catástrofe se producía,

atendiendo y sirviendo con amor y ciencia a los afectados. Hay que resaltar, además, la labor de

nuestros Hermanos en muchas guerras y campos de batalla, tanto en tierra como en mar.

Preocupación y esmero por dar un servicio cualificado en la asistencia a los pobres y enfermos,

así como la acogida y atención a todo el que llamaba a las puertas de sus hospitales.

Destacamos aquí el interés por la formación tanto espiritual como profesional de los Hermanos,

entre los cuales se contaron ilustres médicos, cirujanos y enfermeros que, junto al trato

exquisito y lleno de caridad, aportaron un alto nivel de calidad, difícil de encontrar en aquella

época.

Todo lo anterior hizo que pronto la Orden se ganase las simpatías de las autoridades

eclesiásticas y civiles, incluidas las de los Reyes. Esto propició atenciones y favores para la

Orden en forma de cédulas y permisos para nuevas fundaciones en España, en América y

también Filipinas. y la implantación de la Orden en Centro Europa.

6. Fieles a la Hospitalidad hasta el martirio

En tantos años de historia como tiene la Orden y en su dilatada expansión por todos los continentes

del mundo, es fácil suponer la existencia de una larga lista de testigos del Cristo misericordioso y

verdaderos mártires de la hospitalidad. El afán de extender el Evangelio con la práctica de la

caridad y el servicio a los enfermos y necesitados, ha llevado a muchos Hospitalarios a sufrir la

persecución y a la entrega de la vida, incluso con derramamiento de sangre. Se trata de una

constante en la historia de la Orden que deseamos resaltar brevemente:

Brasil 1636: En el puerto de San Salvador, a manos de piratas holandeses, sufrieron el martirio

los Hnos. Jesús Arana y Acosta, portugués, y los españoles Francisco Esforcia y Sebastián.

Colombia 1637: Los Hnos. Diego de San Juan, español, y Antonio de Almazán, colombiano,

murieron a manos de los indios chocoes. En 1646, el Hno. Miguel Romero y un religioso

franciscano fueron martirizados por los indios chocoes.

Chile 1656: Los indios aucas martirizaron al Hno. Gregorio Mejía, en Valdivia. En 1795 sería

el Hno. Bernardo Lugones quien encontraría la muerte, a manos de los indios araucanos.

Polonia 1656: En el hospital de Lublin fue martirizado el Hno. Eustaquio Biescekierski, a

quien dieron por muerto y posteriormente curó. En Varsovia fueron asesinados el Hno. Nicolás

Orkieska, sacerdote, y el Hno. Melchor Moreti. Otros Hermanos como Hipólito Ciarnowski

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fueron maltratados y heridos, si bien pudieron salvar la vida. En Lowiez encontraron la muerte

los Hnos. Norberto Gotkoswiez e Hilario. La causa fundamental de estas muertes fue la

invasión de Polonia por pueblos vecinos que perseguían a los seguidores de Cristo.

Filipinas 1725: En Buenavista, hoy San Rafael de Bulacan, fueron martirizados por tribus

negroides Fr. Antonio de Santiago, en la segunda mitad del siglo XVII, y Fr. Antonio Guemez

en 1731. Fr. Lorenzo Gómez fue asesinado mientras se dedicaba a la limosna en el norte de

Luzon.

Francia: Con la llegada de la Revolución y la supresión de la Orden, los Hermanos fueron

perseguidos y encarcelados, sufriendo el martirio algunos de ellos: Hno. Vomerange en

Burdeos, Hno. Felicien Citet en París, los Hnos. Marcet Clémont y Modesto Bernard sufrieron

el martirio sobre los pontones de Rochefort; éste último fue desterrado posteriormente a la

Guayana y murió entre la miseria.

España: Durante la Guerra de la Independencia (1808 y siguientes), tras la invasión de las

tropas de Napoleón, muchos Hermanos fueron perseguidos y expulsados violentamente de los

hospitales. Algunos encontraron la muerte sirviendo como enfermeros, médicos o cirujanos de

las tropas Españolas: Hnos. Pedro Pérez y Antonio Pérez, Manuel Groizar y Nicolás de Ayala.

En todos los casos, el servicio hospitalario y la predicación del mensaje evangélico fueron las

causas del martirio.

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Capítulo cuarto

RESPUESTA APOSTÓLICO-MISIONERA DE LA ORDEN

DESDE MEDIADOS DEL S. XIX.

A partir del Renacimiento las autoridades civiles empiezan a considerar la asistencia a los

enfermos y pobres como un deber basado en el imperativo de justicia. Tras un largo proceso, que

culmina en el siglo XVIII, los hospitales van secularizándose y pasan a depender de la jurisdicción

civil.

La segunda mitad del siglo XVIII marca una nueva época en la vida europea, que se caracteriza

por el racionalismo y la lucha contra las formas establecidas, concretamente contra la realeza y la

Iglesia.

1. Extinción de la Congregación Española

a) Decadencia y restauración de la Orden en España

En el mes de septiembre de 1807 las tropas francesas penetraban en suelo español. A estos

antecedentes se suma el período conocido como Trienio Constitucional (1820-1823). Una de las

primeras medidas de los liberales (septiembre de 1820), es la aprobación por las Cortes de un

proyecto de ley suprimiendo los conventos de órdenes monásticas y reformando las mendicantes.

Con esta ley se permitía la secularización de los religiosos, se prohibía admitir nuevos novicios y

la profesión de nuevos candidatos y se suprimían la mayor parte de los conventos al mandar cerrar

aquellos cuya comunidad no alcanzase los 24 profesos. Esta última medida suponía para la Orden

Hospitalaria la supresión de casi la totalidad de sus conventos hospitales existentes en España.

El 9 de marzo de 1836 se dicta el Real Decreto de supresión total de las órdenes religiosas y

monacales. En consecuencia, sólo quedaron dos hospitales abiertos en España: Sevilla y Madrid.

En Madrid, en el convento hospital de Antón Martín, quedaría una comunidad compuesta de 14

Hermanos, de la que es Prior Fr. Antonio Albors.

En mayo de 1830 se celebraba el que sería último Capítulo General de la Congregación Española

y era elegido su último General, Fr. José Bueno y Villagrán quien, viendo todo perdido y sin

posibilidad de otra solución, tomó las providencias convenientes para poner a salvo antes que se

derrumbase todo el edificio hospitalario lo que quedaba de más valor entre sus ruinas. Así, envió

parte de la documentación del Archivo General al hospital de Sevilla (único que sobrevivía a la

llegada del Bto. Benito Menni). También encomendó por carta al General de la Congregación

Italiana, Fr. Benito Vernó, las causas de beatificación del Vble. Francisco Camacho y de San Juan

Grande “a fin de que no se extravíen” y concluía su carta en estos términos: “A Vd., como único

Jefe Superior que hoy existe de la Orden corresponde cuidar de cuanto a la Congregación

pertenecía en esa; en cuya virtud tomará las medidas que crea prudentes para conservarlo.”

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Murió el 11 de marzo de 1850, en Madrid; con él se extinguía formalmente la Congregación

Española de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios.

A las causas extrínsecas que motivaron la extinción formal de la Congregación Española (invasión

francesa y posterior guerra, trienio liberal, política de exclaustración y secularización de las

órdenes religiosas) habría que añadir las intrínsecas a la propia Congregación. Entre éstas, muchas

de ellas son consecuencia de las primeras. También podemos hablar de una inadaptación para

afrontar las nuevas circunstancias políticas, sociales y económicas.

b) Restauración de la Orden en España

El Padre Juan Mª. Alfieri puso todo el interés para que se restaurase la Orden en España. Lo

intentó a partir de los pocos Hermanos que habían quedado a la muerte de Fr. José Bueno pero no

fue posible, por lo que él mismo viajó a España, consiguiendo de la reina Isabel II licencia para

establecer comunidades hospitalarias.

Después de varios intentos que no fructificaron, envió para tan difícil empresa al Bto. Benito

Menni, recién ordenado sacerdote, que llegó a Barcelona en la Semana Santa de 1867 y fundó

el Asilo S. Juan de Dios para niños lisiados, en diciembre del mismo año. Fue el inicio de la

restauración de la Orden en España, la cual pasó por dificultades de todo tipo, que fueron

vencidas por el amor a Dios, a los pobres enfermos y a la Orden.

El 21 de junio de 1884 se aprobaba la erección canónica de la Provincia San Juan de Dios en

España con 120 Hermanos y cinco casas, que se multiplicaron rápidamente en España,

Portugal y América. Los hospitales fundados por el Bto. Menni fueron, en su mayoría,

destinados a la atención de enfermos mentales y niños paralíticos y escrofulosos, que eran los

más desatendidos . La Provincia Española fue anexionada canónicamente a la congregación de

Italia el 14 de septiembre de 1888, quedando unificada definitivamente la Orden.

Las claves que encontramos en la obra de restauración llevada a cabo por el Bto. Menni son el

cultivo de la vida espiritual, la disponibilidad para responder a cualquier necesidad urgente

(pestes, guerras) y, principalmente, el fervor de la caridad de los Hermanos, cuyo testimonio

atrajo numerosas vocaciones.

c) Extinción y restauración de la Orden en Portugal

Portugal tampoco se vio libre de las turbulencias sociopolíticas y culturales que afectaron a Europa

a partir del siglo XVIII. En mayo de 1834, por el decreto de exclaustración del ministro Aguiar,

fueron suprimidas en Portugal y en sus colonias todas las Ordenes y Congregaciones religiosas sin

excepción, con lo cual quedó extinguida totalmente nuestra Orden en Portugal.

La restauración fue también obra del Bto. Benito Menni quien, también a instancias del Padre

Juan Mª. Alfieri, una vez consolidada la Orden en España, envió varios Hermanos con el encargo

de restaurar la casa donde había nacido Juan de Dios. En agosto de 1893 quedó establecida la

comunidad de la Casa de Saúde de Telhal para enfermos mentales.

No fueron fáciles los primeros años, tanto por las dificultades económicas como por las

sociopolíticas. Como religiosos, estaban fuera de la ley y no tenían protección de las autoridades

civiles, lo cual fue causa de no pocos trastornos hasta que pudieron solucionarse estas dificultades.

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2. Decadencia y restauración de la Congregación Italiana

Las dificultades sociopolíticas y culturales que vivió Europa tuvieron repercusión también en la

Congregación Italiana. La Revolución Francesa suprimió la Orden en Francia; el Josefinismo trajo

como consecuencia la separación de la jurisdicción la Curia General de Roma de las Provincias de

Austria, Polonia, Lombardía, Nápoles, Sicilia y Toscana.

a) Italia

En 1810 era decretada la supresión de las Ordenes religiosas en el Reino de Italia. Aunque con

dificultades, los Hermanos pudieron permanecer en algunos hospitales hasta que, en 1814, cesó la

persecución contra la Iglesia y la Orden se reorganizó en toda la península

Realizada la unidad Italiana, en 1866 se declaraban extinguidas las Congregaciones religiosas,

incautando sus bienes el gobierno. En algunas ciudades, los Hermanos pudieron permanecer en

sus hospitales, bajo la fórmula de “Asociación hospitalaria laica”, como enfermeros y, en

ocasiones, como administradores. En esas fechas la Orden contaba con un total de 50 hospitales y

352 religiosos.

El Padre Juan Mª. Alfieri, nombrado Superior General en 1862, fue sin duda el gran artífice de la

restauración en Italia. Luchó lo indecible por mantener a los Hermanos en los centros que habían

sido de la Orden y, poco a poco, fue preparando con habilidad la recuperación de los hospitales.

También se esforzó por mantener vivo el espíritu religioso y moral de los Hermanos. Su sucesor,

el Padre Casiano Mª. Gasser, consolidaría la restauración en sus dimensiones religiosa, espiritual y

apostólica.

b) Decadencia y restauración en Francia

Llegada la Revolución Francesa se publicó el Decreto del Directorio (15-II-1790) por el que se

suprimían todos los institutos religiosos de la nación. Por la ley del 18-X-1792, se decretaba la

venta de los bienes de los hospitales, desapareciendo la Orden.

La restauración fue dura y laboriosa. La inició Paul de Magallón, figura profética llena del

Espíritu de Dios, que rezumaba hospitalidad y amor a la Iglesia y a la Orden, junto con un grupo de

compañeros. Quisieron ponerse bajo la tutela del Padre General y en 1823 viajaron a Roma, donde

realizaron el noviciado y emitieron la profesión religiosa. Regresaron a Francia y, en 1825,

fundaron el Hospital Psiquiátrico de Lyon.

No sin dificultades, en 1880 se dictó un nuevo decreto de supresión, continuó el crecimiento en

Francia, gracias al tesón y al espíritu juandediano de los Hermanos. Fundaron también en Irlanda

(Tipperory 1877), Inglaterra (Scorton 1880) y Bélgica (Leuze 1906).

c) Provincia Germánica de San Miguel Arcángel

Siendo emperador José II (1765-1790) se dictaron leyes en virtud de las cuales los Hospitalarios

quedaban separados de la jurisdicción de Roma y otras normas que dificultaban el buen

funcionamiento de la Provincia, pues las casas que estaban fuera del territorio austríaco se

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separaron de la misma. Los Hermanos de dichas casas erigieron en 1781 otra Provincia,

denominada Provincia per Imperium, dedicada a San Carlos Borromeo, con sede en Munich.

No menos deletéreas fueron las leyes que dictó Napoleón, cuyo resultado fue la desaparición de la

Orden, exceptuados los hospitales de Breslavia y Neustadt.

A partir de 1831, reinando Luis I de Baviera, fue volviendo la calma: se restauró la unión a Roma

y se erigieron nuevas Provincias: Baviera 1851, Silesia 1853 y Hungría 1856.

d) Polonia

La desaparición de la Provincia de la Anunciación comienza con la repartición del Reino de

Polonia en los años 1772-93-95, entre Rusia, Prusia y Austria. y se consumó durante la ocupación

napoleónica en 1806, quedando sólo el hospital de Cracovia, que pasó a la jurisdicción de Viena.

Por pertenecer a Polonia a partir de la Segunda Guerra mundial, recordamos aquí le evolución de

la Orden en Silesia. En 1710 se funda el hospital de Breslavia que, junto con el de Neustadt

fundado en 1764, fueron los únicos que superaron los tristes sucesos políticos y militares de la

época. Realizada alguna otra fundación, las casas de Silesia fueron constituidas en Provincia

regular el 14 de enero de 1883.

La Provincia Polaca no fue restaurada hasta 1922.

3. Decadencia y desaparición de la Orden en las Provincias ultramarinas

a) Decadencia y desaparición de la Orden en América

El siglo XIX se caracteriza por el deseo de emancipación política de América Latina, que afectó

también a los religiosos. Las medidas exclaustradoras y desamortizadoras dirigidas contra los

religiosos en Europa repercutieron en sus colonias. Las ideas enciclopedistas, los movimientos de

independencia y la distancia de la metrópoli, fueron preparando el clima adecuado. Algunos

Hermanos, arrastrados por el ambiente, promovieron la separación de los conventos-hospitales

americanos de la Congregación Española. Para conseguir su objetivo acudieron a las autoridades

civiles y eclesiásticas; para obtener el apoyo de los Ordinarios no tuvieron inconveniente en

renunciar a los privilegios de la exención, sometiéndose de nuevo a la jurisdicción de los

Ordinarios y, con la ayuda de las autoridades civiles, consiguieron que el rey pidiera a Pío VII el

Breve de emancipación de la obediencia al General español, en virtud del cual pasaban a

someterse a los síndicos y mayordomos nombrados por el rey en los hospitales. En 1801 pidieron

también la supresión de las Comisarías, siendo la Provincia del Espíritu Santo de Nueva España la

que más destacó para conseguir el Breve y a su frente Fr. Juan Nepomuceno Abreu.

Las Provincias del Espíritu Santo y de San Bernardo, apenas recibido el Breve, celebraron

Capítulo, presidido por los delegados de los Ordinarios, en el que eligieron Provinciales,

Consejeros, Priores y demás cargos. La Provincia de San Rafael permaneció hasta 1816

obedeciendo al General y en este año celebró también Capítulo. En México es nombrado

Provincial Fr. Juan Nepomuceno Abreu y con él se extinguiría la Provincia del Espíritu Santo de

Nueva España. Sólo sobrevivirían los Hermanos de Filipinas y Cuba que, ante el hecho de no

contar con Superiores Mayores para poder admitir novicios, en 1824 intentaron, sin conseguirlo,

volver a la jurisdicción del General de España. Parece como si la Providencia divina hubiera

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querido premiar esta fidelidad al espíritu de universalidad de nuestra Orden en el Siervo de Dios

Fr. José Olallo Valdés, religioso cubano que, hasta su muerte (1889) permanecería fiel a sus votos

en el hospital de Puerto Príncipe (Cuba), siendo el último Hospitalario de la Congregación

Española en tierras americanas.

Aunque el peso de la asistencia en América la realizaron predominantemente los Hospitalarios

españoles, es preciso hacer mención aquí de la presencia de Hermanos portugueses y franceses en

aquellas tierras.

Los Hermanos portugueses habían estado en Brasil, acompañando a expediciones de las Armadas

Española y portuguesa y fundaron varios a partir de 1724, año en el que abrieron el hospital de

Pernambuco. También desaparecieron a mediados del siglo XIX.

Los Hermanos franceses fundaron hospitales en las colonias de su país, concretamente en las

Antillas (Guadalupe 1685) y en Canadá (1716). La presencia en Canadá fue muy breve y en el

resto se extinguió tras la Revolución francesa.

b) Restauración de la Orden en América

La restauración de la Orden en América Latina es obra del Bto. Menni. La ausencia de los

Hospitalarios en el Continente latinoamericano es breve. En efecto, en 1892 el Padre Casiano Mª.

Gasser, General de la Orden, y el Bto. Menni, Provincial de España, viajan a Argentina para

estudiar la posibilidad de una fundación. Las gestiones no tienen éxito y hay que esperar hasta

1901, fecha en la que la Orden se restablece en América con la fundación del hospital de San

Martín, en Guadalajara de Jalisco (México).

Tras la fundación en México, los Hermanos se extendieron a nuevos países: Colombia, Chile,

Argentina, Cuba, Venezuela, Perú, Bolivia, Brasil y Ecuador, dependiendo de las Provincias de

España y Portugal como Delegaciones Provinciales. Las casas de Colombia, que una década antes

había rendido tributo con 7 Hermanos mártires en la Guerra Civil Española, fueron las primeras en

erigirse como Provincia canónica en 1947, bajo la advocación de Ntra. Sra. del Buen Consejo. En

la actualidad cuenta con siete centros y 60 Hermanos. En 1979 se constituyeron tres

Viceprovincias, elevadas a Provincias en diciembre de 1994: Patrocinio de Ntra. Sra. y Venerable

P. Francisco Camacho (Perú, Venezuela y Ecuador), Ntra. Sra. de Guadalupe (México, Cuba y

América Central) y San Juan de Ávila (Argentina, Chile y Bolivia). Las Comunidades canónicas

de estas tres Provincias son 25 y los Hermanos 180.

Los Hermanos portugueses volvieron a Brasil en 1963 fundando un hospital en Divinópolis. En

1927 llegaron los Hermanos franceses a Canadá fundando en 1933 el primer hospital en

Montreal.. En 1941 los Hermanos de Canadá, constituía Provincia canónica el año anterior,

fundaron en Estados Unidos, concretamente a Los Ángeles.

De este modo, el árbol de la Hospitalidad retoñó de las hondas raíces que el amor misericordioso

de tantos Hermanos había implantado en el Continente que hoy llamamos de la Esperanza.

Volveremos a tratar del presente de la Orden en América en otro capítulo.

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III PARTE

COMPROMETIDOS EN LA HOSPITALIDAD

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Capítulo quinto

DOCTRINA DE LA ORDEN SOBRE LA EVANGELIZACIÓN

Durante los más de 450 años de vida de la Orden, la literatura sobre la labor misionera por ella

desempeñada es abundante, a pesar de ser una Institución más dedicada a la práctica de la caridad,

y por tanto a la acción, que a la escritura. No obstante, la lista de los escritos es muy amplia, por lo

que en la bibliografía adjunta reseñamos algunos de los más importantes.

1. Iter histórico de las Constituciones de la Orden

A lo largo de la historia diferentes textos recogen el espíritu y la misión evangelizadora de la

Orden, fundamentada en el carisma de la Hospitalidad. En nuestras Constituciones podemos

distinguir dos grandes períodos: desde los orígenes hasta el generalato del Padre Alfieri, y del

Padre Alfieri hasta nuestros días.

a) Desde los orígenes hasta el generalato del Padre Alfieri

Hay que hacer notar, en primer lugar, que durante 35 años (1550-1585) los Hermanos vivieron sin

normas escritas reconocidas por la Iglesia.

En los 31 años sucesivos (1585-1616) se promulgaron las siguientes Constituciones:

Intento de formular unas Constituciones en 1583, promovido por Fr. Baltasar de Herrera. Se

trataba de un proyecto desautorizado en sí mismo, pues San Pío V había puesto a los Hermanos

bajo a la obediencia de los Ordinarios, por lo que no podían redactar constituciones para todos

los hospitales existentes.

Constituciones para el Hospital de Granada, dadas por el Arzobispo D. Juan Méndez de

Salvatierra en 1585. Aunque eran expresamente para el Hospital de Granada, fueron recibidas y

cumplidas por los Hermanos de los demás hospitales.

Constituciones para toda la Orden, fruto del primer Capítulo General celebrado en 1587, una

vez aprobada la Orden por Sixto V con el Breve “Etsi pro debito” (1-X-1586).

Constituciones del segundo Capítulo General (1589). A este Capítulo no asisten los Hermanos

de España. Aunque en el prólogo se dice que es la traducción al italiano de las de 1587, se

introducen algunos cambio significativos.

Primeras Constituciones de la Congregación Italiana (1596), después de la parcial

reintegración de la Orden en Italia.

Constituciones para la Congregación Española (1611), una vez reintegrada totalmente la

Orden en España. Aquí comienza jurídicamente la separación de las dos Congregaciones, que

durará hasta 1867 con la restauración de la Orden en España por el Bto. Menni. Con algunas

nuevas ediciones y variantes en 1640 y 1741, son las definitivas hasta la extinción de la Orden

en España.

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Nuevas Constituciones de la Congregación Italiana (1616). Son en realidad las definitivas

hasta la reunificación de la Orden, si bien hubo algunas correcciones de la traducción del latín

en 1718.

b) Desde el generalato del Padre Alfieri hasta nuestros días

Constituciones para toda la Orden en 1885. Se hicieron adaptando las anteriores.

Constituciones nuevas en 1926. Son muy distintas, estructuradas y normativas, fruto de la

acomodación al nuevo Código de Derecho Canónico de 1917. Se reimprimieron en 1950.

Constituciones ad experimentum en 1971 según el sentir del Concilio Vaticano II y tratando de

recoger las nuevas orientaciones sobre la Vida Consagrada de él dimanadas. Por primera vez,

los aspectos normativos se publican a parte en los Estatutos Generales.

Constituciones de 1984. Asumen la nueva teología de la Vida Consagrada y recuperan el

sentido original de la hospitalidad, con gran enriquecimiento doctrinal y pastoral. La mayor

parte de las normas se publican en los Estatutos Generales.

2. Principios sobre la evangelización

Las Constituciones, con diversos estilos según las épocas, recogen los principios fundamentales

que inspiran en cada momento la misión evangelizadora de nuestra Orden. Nos detenemos ahora

en señalar los más importantes:

a) La hospitalidad: misión apostólica de la Orden

La hospitalidad es el núcleo central de la vida de nuestra Orden; el carisma que San Juan de Dios

recibió y de cuya experiencia fundante participamos desde entonces toda la Familia Hospitalaria;

es también el núcleo esencial de nuestra espiritualidad, como expresan muy bien las

Constituciones y los escritos de la Iglesia y de la Orden; es, por fin, el corazón de nuestra misión

apostólica:

“Tanto importa a vuestras conciencias y al aumento de este hospital y santa casa, la cura y

regalo de los pobres, que es el fin de vuestro Instituto y lo que vosotros más pretendéis”

(Const. 1585, Intr.).

“Animados por el don recibido, nos consagramos a Dios y nos dedicamos al servicio de la

Iglesia en la asistencia a los enfermos y necesitados con preferencia por los más pobres”

(Const. 1984, 5a).

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b) Consagrados en hospitalidad

ejercemos en la Iglesia el ministerio de la misericordia

Si bien es cierto que los primeros seguidores de San Juan de Dios vivieron unidos por el espíritu

del Fundador, sin necesidad de normas canónicas para desempeñar su misión, pronto fueron

reconocidos por la Iglesia para ejercer la misión hospitalaria, consagrados en hospitalidad.

“En virtud de este don (hospitalidad) somos consagrados por la acción del Espíritu Santo,

que nos hace partícipes en forma singular, del amor misericordioso del Padre... Este amor de

Dios, derramado en nuestros corazones nos impulsa a consagrar al Padre toda nuestra

persona” (Const. 1984, 2b; 10a).

Las citas serían casi interminables, pues habría que recoger los diferentes aspectos que a este

respecto contienen las sucesivas ediciones de las Constituciones. Sin embargo, el contenido

fundamental es el mismo.

c) Misión sanadora de la Iglesia

mediante el apostolado de la Orden

Siguiendo a Jesucristo, que pasó por este mundo haciendo el bien a todos y curando toda

enfermedad y toda dolencia ( Act 10, 38; cf. Const. 1984, 2a), la Orden, desde su Fundador, ha

puesto en el centro de su misión al hombre que sufre y se encuentra necesitado. A él ha dirigido

todos sus desvelos, prolongando, de esta forma, la acción sanadora del Señor a lo largo del tiempo.

Con palabras, con gestos y con la entrega de la propia vida, los Hermanos de San Juan de Dios

tratamos de atender integralmente a las personas necesitadas. La atención espiritual ha sido

siempre cuidada con esmero porque, junto a los cuidados físicos, psíquicos y sociales, sabemos

que la fe, vivida con madurez, es fuente de vida y salud aun en medio de la enfermedad:

“Como Hermanos Hospitalarios hemos sido llamados para realizar en la Iglesia la misión de

anunciar el Evangelio a los enfermos y a los pobres, sanando sus dolencias y asistiéndolos

integralmente”.(Const. 1984, 45a)

d) Acogida universal

Inspirados en Jesucristo y a ejemplo de San Juan de Dios, los Hermanos no hemos hecho nunca

ningún tipo de discriminación en el ejercicio de nuestra misión apostólica. Así lo señalan las

Constituciones, y la práctica a lo largo de la historia lo confirma:

“En este Hospital de Juan de Dios se curan todas las enfermedades, así de hombres como de

mujeres que acuden a él”. (Const. 1585, 10,1)

“Vemos en cada hombre a un hermano nuestro: acogemos y servimos sin ninguna

discriminación, al que se encuentra necesitado”. (Const. 1984, 45b)

e) Dimensión profética de la misión hospitalaria

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La acción sanadora de la Iglesia comprende la promoción, el cuidado y la defensa de la vida. La

Orden siempre ha apostado por la vida y ha proclamado su firme decisión de defenderla y luchar

por ella, muchas veces desde el testimonio humilde y ejemplar del servicio cotidiano a los

enfermos, otras con gestos de denuncia y, en ocasiones, con el testimonio martirial de muchos

Hermanos. Todo ello, y en las diversas circunstancias, al igual que lo hizo San Juan de Dios,

constituye la trayectoria profética seguida por la Orden y recogida, a veces entre líneas, por las

Constituciones:

“Acuérdense nuestros Hermanos que en la asistencia corporal de los enfermos están

obligados a hacer todas las cosas que la salud de los mismos lo exige... aun con peligro de la

vida” (Const. 1926, 225).

“La hospitalidad que hemos profesado nos compromete a velar para que se respeten siempre

los derechos de la persona a nacer, vivir decorosamente, ser curada en la enfermedad y

morir con dignidad” (Const. 1984, 23a).

f) Asistencia técnico-profesional y humanización

Es cierto que en los últimos años la medicina ha avanzado como nunca, hasta llegar a cotas

insospechadas hace sólo unas décadas. La Orden, desde nuestro Fundador, fue pionera no sólo por

su entrega caritativa y hospitalaria, sino también por el nivel técnico y profesional que ofrecía en

sus hospitales. La preparación en medicina, cirugía, enfermería, farmacia y otras especialidades,

fue una preocupación permanente, de tal manera que en muchos hospitales de la Orden se

fundaron escuelas de Medicina y Cirugía y Enfermería, donde se formaron muchos Hermanos:

Madrid, París, La Rochelle, Roma, Venecia, Nápoles, Milán, Viena, Feldsberg, Straubing, Praga,

etc.. Otros se formaron en universidades prestigiosas. En las áreas mencionadas destacaron

Hermanos, no sólo en los hospitales de la Orden, sino también en los ejércitos de los diversos

países y en hospitales civiles, como los Hnos. Chaparro, Ferrara, Bueno, etc.

La organización hospitalaria y los cuidados asistenciales fueron otros aspectos en los que los

Hermanos tuvieron gran intuición y creatividad, siendo en ello pioneros. En la actualidad la Orden

cuenta con obras de distintos tipos, entre ellas grandes hospitales muy tecnificados donde se

aplican los más modernos avances.

A lo largo de su historia, junto a la preocupación de una asistencia de calidad profesional y

técnica, la Orden ha querido mantener un estilo lleno de caridad y ternura, muy humano, en la

asistencia a los pobres y enfermos. Amor y ciencia, humanización y técnica, son el binomio que

siempre ha tratado de mantener, siendo fiel al estilo de San Juan de Dios y haciendo real la misión

de la Iglesia de ejercer la caridad y curar a los enfermos:

“La caridad, sin embargo, no debe estar separada del progreso sino que debe ser la

vanguardia, esto es, debe ser antigua en la caridad y moderna en los medios. Caridad

antigua, medios modernos”.xiv

“Los enfermeros dormirán en las salas de dichos enfermos para acudir con brevedad a sus

necesidades”. (Const. 1585, 9,8)

“El médico y cirujano han de ser tales en ciencia y caridad cuales se requiere para curar

tantas enfermedades de tantos enfermos como en dicho hospital se curan”. (Const. 1585,

11,1)

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“Con nuestra misión hospitalaria realizamos y desarrollamos lo mejor de nuestro ser... Esto

supone... la preparación humana, teológica y profesional como requisito imprescindible para

poder ofrecer a los enfermos y a las personas necesitadas el servicio eficiente que merecen y

justamente esperan de nosotros”. “En el ambiente tecnificado y consumista de la sociedad

moderna... nos sentimos llamados a realizar nuestra misión con actitudes y modos

humanizantes”. (Const. 1984, 43 y 44a)

g) Colaboración con la Iglesia y con otras Instituciones

La Orden ha estado siempre abierta a la colaboración con otras Instituciones en el ejercicio de su

misión evangelizadora. Se trata de una constante que hoy se mantiene y muestra el espíritu de

solidaridad y servicio de la Orden.

“Fin segundo de la Orden es el cuidado o asistencia corporal y espiritual de los enfermos...

en las casas propias de la Orden o en otras a la misma confiadas”. (Const. 1926, I.3)

“Las actitudes de servicio y apertura, propias de nuestra misión, nos mueven a cooperar con

otros organismos de la Iglesia o de la sociedad en el campo de nuestro apostolado

específico”. (Const. 1984, 45e; cf. 47)

h) Misión “Ad gentes”

La Orden nació casi a la vez que el “descubrimiento” del continente americano y muy pronto se

sumó a la misión evangelizadora con el ejercicio de la hospitalidad.

Aquel inicio marcó la vocación misionera de la Orden que, dentro de sus posibilidades, se ha

hecho presente en los cinco continentes a lo largo de su historia, llevando el mensaje del amor

misericordioso del Padre a los pobres, enfermos y necesitados:

“Conscientes de nuestra responsabilidad en la difusión de la Buena Nueva, mantenemos

siempre vivo el espíritu misionero. Ejercitamos el apostolado misionero impulsando

constantemente nuestra presencia en tierras de misión, particularmente en los países menos

favorecidos...” (Const. 1984, 48)

Siguiendo esta orientación, que es también la de la Iglesia ( cf Vaticano II “Ad gentes”), la Orden

ha realizado un gran esfuerzo por hacerse presente en África, América Latina y Asia.

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i) El apostolado de la limosna

La limosna ha sido una práctica apostólica a lo largo de la historia de la Orden. “Hermanos,

haceos bien a vosotros mismos”. Era la llamada de San Juan de Dios al pedir limosna para su

hospital. Hasta hace pocos años, y aún hoy en algunos lugares, los hospitales vivían de la limosna

de los bienhechores de la Orden. En la actualidad, aunque con medios más modernos y en la

mayoría de ocasiones como apoyo a la labor social que la Orden realiza, sigue formando parte de

su misión evangelizadora. Conforme la entendió San de Juan de Dios, se trata de un verdadero

apostolado en favor de las personas que, con sus bienes, colaboran en la acción caritativa de la

Orden,

“Fieles a nuestro espíritu promovemos el ejercicio de la limosna como forma de apostolado.

La entendemos no sólo como obra de misericordia que nos facilita los medios para ayudar a

los necesitados, sino además como un bien que se hace a sí mismo quien la practica;

asimismo, como anuncio de la justicia y de la caridad, para contribuir a suprimir las

barreras existentes entre las clases sociales”. (Const. 1984, 49b)

j) Unidos a los Colaboradores

La presencia de Colaboradores en la misión ha sido una característica permanente en la Orden. Es

cierto que, hasta hace pocos años, los Hermanos eran quienes realizaban la mayor parte de las

tareas hospitalarias. Sin embargo, y desde el Fundador, la Orden ha contado siempre con

Colaboradores: médicos, cirujanos, sacerdotes, auxiliares, bienhechores y numerosas Cofradías y

Hermandades en los centros.

En nuestros días, dada la modernización de la medicina y de la asistencia, en nuestras obras se ha

integrado un gran número de profesionales con quienes compartimos la misión. Asimismo, la

Orden cuenta con muchas personas que, integradas en el Voluntariado asociado, ofrecen su

tiempo y su ser al servicio de los enfermos y necesitados.

“Conscientes de nuestra insuficiencia, buscamos y aceptamos la ayuda de Colaboradores,

profesionales o no, voluntarios o contratados, a los que procuramos comunicar nuestro

espíritu en la realización de nuestra misión”. (Const. 1984, 46b; cf. 51a)

k) Sacerdocio ministerial a título de hospitalidad

Juan de Dios llamaba a todos hermanos y se consideraba a sí mismo como el menor hermano. Sus

seguidores constituyeron una Hermandad dedicada al servicio a los pobres y enfermos y, cuando

la Orden fue aprobada por la Iglesia, lo fue como Orden de Hermanos, según expresa Juan Pablo II

en la exhortación apostólica Vita consecrata (cf VC 60).No obstante, desde su aprobación, la

Orden ha tenido algunos Hermanos sacerdotes para la atención espiritual y pastoral de los

hospitales y comunidades juandedianas:

“Que en cada uno de los Hospitales existentes entonces o que se funden en el futuro, pueda

haber una Hermano sacerdote, cuya función será decir misa, celebrar los otros oficios

divinos, administrar los sacramentos tanto a los Hermanos como a los pobres de Cristo...”.

(Bula Licet ex debito, San Pío V, 1572)

“Nuestra Orden es un Instituto laical; no obstante desde su aprobación, se concedió que

algunos Hermanos pudieran acceder al sacerdocio para proveer al ejercicio del sagrado

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ministerio entre los enfermos y nuestras Comunidades y obras hospitalarias”. (Const. 1984,

1c)

3. La dimensión misionera de la Orden

en los escritos de nuestros Hermanos

La dimensión misionera constituye un valor esencial en la vida de los Hospitalarios. Nuestra

historia y tradición están llenas de testimonios que así lo confirman. Ofrecemos seguidamente

algunos de los testimonios escritos más significativos, en los que aparece la preocupación,

animación y dedicación al fomento de la acción misionera en nuestra Orden. En aras a la

brevedad, tomaremos solamente los escritos de los Hermanos a partir del Padre Juan Mª. Alfieri.

a) Padre Juan Mª. Alfieri

Nombrado General el 19 de mayo de 1862, ostentó esta responsabilidad hasta su muerte en 1888.

Figura destacada en la vida de la Orden, su profunda vocación hospitalaria, amor a los pobres y

enfermos, a la Iglesia y a su Orden, junto a sus dotes de inteligencia y espíritu emprendedor, hacen

de él la persona que se necesitaba en aquellos años difíciles de la segunda mitad del siglo XIX.

Impulsó la restauración en España, Portugal y América; animó a los Hermanos de Italia a

mantenerse fieles y firmes en la misión de caridad con los enfermos, sobre todo cuando llegó la

supresión de las Ordenes religiosas en ese país (7-VII-1866). Lo mismo hizo con los hospitalarios

de las otras Provincias.

Escribió muchas cartas, entre ellas 26 circulares para reavivar el espíritu de caridad e inculcar la

exacta observancia y formación de los jóvenes religiosos. Señalamos, como muestra, alguno de

sus escritos:

“Exhorto y mando que todos, y en todos los lugares donde se encuentren vuestros hospitales,

presten al pueblo toda la ayuda que sea posible, también en la prevención de desastres, y por

medio de vuestros superiores ofrezcan a las autoridades competentes, eclesiástica y civil,

vuestra obra y también vuestros locales, conservando siempre vosotros la dirección y la

asistencia”.xv

“A este nuestro muy querido hijo (Benito Menni) en Cristo, mandamos ahora a Francia y a

España, en donde permanecerá por el tiempo que Nos dispongamos para que promueva el

incremento y bien de nuestra Orden al tenor de nuestras Constituciones e Instrucciones

Nuestras y de la Santa Sede. Por lo cual, en gran manera recomendamos en el Señor a los

Venerables Obispos y Superiores Eclesiásticos y Regulares y con todo encarecimiento les

rogamos le presten en todo eficaz protección”.xvi

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b) Beato Benito Menni

Nació en Milán en 1841, fue restaurador de la Orden en España, Portugal e Hispanoamérica,

fundador de la Congregación de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús,

General de la Orden Hospitalaria y murió en Dinán en 1914.

Podemos decir que su labor hospitalaria fue, sobre todo, misionera. A los 26 años salió de Italia

para desempeñar la misión que iba a marcar su vida: restaurar la Orden en España, Portugal y

América.. Mostraba así su disponibilidad:

“Escribía al reverendísimo P. Alfieri, entonces Superior General de nuestra Orden,

diciéndole que de tal modo me sentía animado del deseo de trabajar en bien de nuestro

Instituto hospitalario que me ofrecía a su paternidad reverendísima para que me mandase a

donde creyere más conveniente, a fin de practicar la santa hospitalidad”.xvii

Las cartas escritas por el Bto. Menni fueron abundantes: 463 a los Hermanos, 870 a las Hermanas

Hospitalarias y otras muchas, sobre todo en sus primeros años en España. Recogemos sólo

algunos fragmentos que testimonian su vocación y entrega misionera.

“Dentro de pocos días yo mismo acompaño al primer equipo de religiosos nuestros que han

de ir a América... Empresa ardua y difícil, superior a nuestras fuerzas, que empero fiados en

los auxilios de Dios esperamos llevar a feliz término”.xviii

Intentó, además, extender la Orden a Río Muni y Filipinas

“He recibido su atenta del 30, y también el mapa de Río Muni, en el que veo que dicho país

ha sido adquirido para España. Tal vez no tendría inconveniente en enviar algunos

Hermanos; pero sería preciso que el Gobierno considerara a los individuos de nuestra

Orden como Misioneros, o sea, que les declare exentos del servicio militar. Así que espero

que su bondad me diga si Ud. podría influir para conseguirlo”.xix

“Mediante la voluntad del Señor, será un hecho la llegada de los Hermanos de nuestra

Orden Hospitalaria a esas Islas Filipinas, pero no irán a encargarse de hospitales... sino a

fundar en ese archipiélago un asilo para dementes...”.xx

Siguiendo la tradición de la Orden, mostró su espíritu hospitalario y misionero en la permanente

disponibilidad para atender a los enfermos y necesitados allí donde estuviesen, especialmente en

caso de epidemias y catástrofes:

“Excmo. Sr. Las gravísimas noticias que publican los periódicos sobre el estado sanitario del

Manicomio de San Baudilio de Llobregat mueven al abajo firmado... a ofrecer a VE, en

nombre de la dicha Corporación de Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios y de las

Hermanas Hospitalarias de Ntra. Sra. del Sagrado Corazón de Jesús, el personal necesario

para la asistencia de los coléricos en el referido Manicomio de San Baudilio”.xxi

En sus muchos escritos encontramos recomendaciones y orientaciones dadas a los Hermanos

sobre el servicio y la hospitalidad para con los enfermos y pobres:

“Por lo mismo, en virtud del voto de Hospitalidad, cada uno de los individuos profesos de

nuestra Orden está obligado a prestar a los enfermos, sean pobres, sean ricos, que la

obediencia, de conformidad con los fines de nuestro Instituto le encarguen, aquellos servicios

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corporales y espirituales que necesite, y según sus aptitudes y facultades les pueda

prestar”.xxii

c. San Ricardo Pampuri

Nació el 2 de agosto de 1897 en Trivolzio (Pavía). Tras una infancia y juventud ejemplares, en

junio de 1921 se doctoró en Medicina y Cirugía y, desde 1922 hasta su ingreso en la Orden, ejerció

como médico en Morimondo. Ingresó en la Orden como postulante el 22 de junio de 1927 y emitió

sus votos temporales el 24 de octubre de 1928. Murió en Milán el 1 de mayo de 1930.

Destacó por su bondad, sencillez, candor y profunda vida espiritual. De sus escritos, 146 cartas, y

en relación al tema que nos ocupa, destacamos su gran sensibilidad religiosa y misionera.

En su celo por las misiones tuvo mucho que ver su hermana, Sor Longina. Perteneció a la

Congregación de las Franciscanas Misioneras del Corazón Inmaculado de María y permaneció en

Egipto durante más de 60 años. La relación epistolar con ella fue extensa (66 cartas), llena de

ternura y profundidad espiritual. San Ricardo le manifestaba sus deseos de amar y servir a Dios y

encontrar la mejor forma de responder a su llamada:

“Habrás comprendido cómo en el buscar el camino por el cual quiere el Señor que le sirva,

no pocas veces se me ha dibujado ese tan glorioso del misionero; pero demasiadas veces la

pequeñez física, y más todavía la moral, me disuadieron de él. Y, sin embargo, con cuánta

vehemencia abrazaría ese estado, si la Providencia divina me lo indicase como lo más

conveniente para mí”.xxiii

“El día 3 tuve ocasión de hablar con el R.P. Provincial de la Orden de San Juan de Dios, en

la que se me había aconsejado entrar hace unos años, y me dijo que gustosamente me

acogería (si tuviese esa ocasión) a pesar de mi salud un poco enfermiza y la duda de la

pleuritis. Como tú ya sabes, desde hace tiempo yo sentía la necesidad de una Regla para

poder perseverar en una vida digna sin peligro de graves caídas, Por eso he aceptado tan

fraternal oferta y el día 6 he presentado la petición de admisión, confiando exclusivamente en

la bondad y misericordia de Dios”.xxiv

San Ricardo desempeñó su acción apostólica y misionera en la atención a los enfermos y

necesitados. Su diligencia y profesionalidad no conocía límites, a pesar de su frágil salud:

“Ruega también por mis enfermos, para que, con la ayuda de Dios, yo pueda

proporcionarles un verdadero alivio”.xxv

La Orden acogería al médico santo, llamado por Dios a vivir la consagración hospitalaria. Vivió

en ella apenas tres años, pero llenos de amor, humildad, entrega y testimonio de hospitalidad.

Sirvió como formador de jóvenes religiosos que se preparaban para enfermeros y como médico en

Brescia. Se hizo querer de todos, enfermos y religiosos, por su vida ejemplar:

“Ruego tanto por nuestros muy queridos enfermos para que puedan encontrar en nuestros

hospitales la salud espiritual y también abundantemente la material, cuando sea para la

mayor gloria de Dios y la salvación de los mismos”.xxvi

d) Padre Efrén Blandeau

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Nombrado Superior General por Decreto de la Sagrada Congregación de Religiosos el día 15 de

enero de 1939, su servicio de gobierno y animación duró hasta el 26 de abril de 1953. Fue persona

sencilla, dotado de gran bondad e inteligencia, lo que le llevó a ser querido por todos.

Tuvo que realizar este servicio durante la Segunda Guerra mundial, distinguiéndose por su

preocupación en acompañar los distintos eventos que las Provincias y los centros afectados

pasaban. En dos de sus cartas da a conocer a la Orden la situación en la que habían quedado los

centros y el número de religiosos muertos, desaparecidos y presos.

En una de sus cartas a toda la Orden, valoraba así nuestro apostolado:

“Seamos apóstoles por nuestro testimonio personal, en el cumplimiento de los deberes

cotidianos, por muy humildes y modestos que puedan ser. Actuando así responderemos al

sentir del Santo Padre que, hablando a la Acción Católica, declara que los hospitalarios son

por su vocación caritativa, los pioneros de la acción católica”.xxvii

e) Padre Moisés Bonardi

Fue elegido Superior General de la Orden el 26 de abril de 1953, ostentando esta responsabilidad

hasta 1959. Mostró especial sensibilidad y preocupación por las obras misioneras y por la

formación de los religiosos destinados a ellas. Destacamos algunos párrafos de sus escritos:

“San Juan de Dios soñó la vida de misionero entre los desiertos de África; nosotros, sus

hijos, en este Año Mariano, como homenaje a la Virgen Santísima, traducimos en acto el

deseo del Santo Fundador y llevamos su obra de evangelización, confiada a la caridad, entre

las gentes aún lejanas de la fe y de la civilización”.xxviii

“El ideal misionero se va difundiendo y toma consistencia y fuerza en las filas de nuestra

Orden. Nosotros acogeremos de buen grado todas las iniciativas que surjan del fervor

misionero y, unificándolas, las presentaremos a todas las Provincias para que tomen parte y

nos den el contributo de su colaboración. En esta carrera de fe y generosidad, todas las

Provincias, aún las más pequeñas y pobres de sujetos y medios económicos, podrán

encontrar su puesto de honor y de trabajo”.

“Por lo tanto, es indispensable que los religiosos que se destinen a las tierras de misiones,

sean antes preparados convenientemente”.xxix

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f) Padre Higinio Aparicio

Fue nombrado Superior General de la Orden el día 26 de abril de 1959, desempeñando esta

responsabilidad hasta 1971. En continuidad con el Padre Moisés Bonardi impulsó la extensión de

la Orden por tierras de misión y mostró especial interés por la formación y la adecuada inserción

de los Hermanos en aquellos países y en sus culturas. Destacamos algunos textos de sus cartas

circulares:

“Tenemos que agradecer al Señor el momento y expansión que actualmente ha conseguido la

Orden a través de las provincias Españolas, tanto en la Península como en tierras de

América y África más recientemente”.xxx

“Aprovecho la oportunidad para informarles que la Orden tiene ya un hospital misional en

la India..., en el estado de Kerala y diócesis de Chanagacherry, de rito malabar. Esta nueva

fundación ha sido realizada por la Viceprovincia Rhenana”.xxxi

“El religioso que reside en una tierra extranjera ha de considerar, como uno de sus

primordiales deberes, el de esforzarse en adaptarse al ambiente cultural del país donde

habita...Procúrese por parte de los religiosos la adaptación a las costumbres del país, a su

género de alimentación, formas sociales y hasta modismos de lenguaje que allí son propios...

En los Centros de formación... debe irse disponiendo el ánimo de los jóvenes para vivir el día

de mañana en cualquier lugar donde la obediencia pueda enviarles... creando en ellos una

mentalidad de universalismo cristiano para que sepan amar, respetar y comprometerse con

la nación donde se les destine”.xxxii

4. La acción misionera

según el pensamiento de nuestros misioneros

En este apartado recogemos el pensamiento y el testimonio de varios Hermanos que en la

actualidad ejercen su apostolado en distintos lugares del mundo. Sus palabras aportan realismo y

vida a la presente reflexión.

a) Hno. Antonio Leahy. Papua Nueva-Guineaxxxiii

La llamada a trabajar en las obras misioneras de la Orden es un regalo y una herencia que todos

los Hermanos hemos recibido de Jesús y de nuestro Padre San Juan de Dios. Nuestra misión es

llevar la Buena Nueva de Jesús, según el estilo de San Juan de Dios, a aquellos con quienes nos

encontramos cada día.

Los Hermanos estamos en Papua Nueva-Guinea desde 1971. Nuestro deseo es continuar la

obra de San Juan de Dios respondiendo a las necesidades específicas del país, dedicándonos,

especialmente, al cuidado de los disminuidos físicos y psíquicos.

La pequeña semilla se ha convertido en un pequeño pero saludable bosque. El fertilizante que

ha ayudado a este crecimiento ha sido la aceptación de candidatos nativos como Postulantes y

después como Hermanos. Hoy la misión en Papua Nueva-Guinea abarca dos campos:

1.- Atender a los necesitados, especialmente al enfermo y al pobre.

2.- Ayudar en el discernimiento de las vocaciones nativas.

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Ahora la esperanza y el sueño de la Orden es que el pueblo de Papua Nueva-Guinea pueda

conocer el amor de Dios a través del conocimiento y la obra de Juan de Dios, para que ellos

mismos sean misioneros en medio de las personas con las que trabajan y viven.

b) Hno. Fortunatus Thanhauserxxxiv

: los Hermanos de San Juan de Dios en la India

Después que los Hermanos de Portugal fundaran en Goa hace varios siglos, la misión vuelve de

nuevo a la India terminado el Concilio Vaticano II, a raíz de la visita que un obispo indio hizo a

Alemania en el año 1964. Este prelado había estado otras veces en el hospital de la Isla Tiberina

en Roma, quedando impresionado de la dedicación de los Hermanos a los pobres enfermos.

Esto le hizo pensar: “¡Si yo pudiera tener a estos Hermanos en mi diócesis, en la India!”

Finalmente, los Hermanos se dispusieron para ir a la India.

Venciendo toda clase de dificultades, tres Hermanos consiguieron visado para la India. Los

primeros Hermanos, llegados desde Alemania, fueron Fr. Fortunatus y Fr. Prakash. Llegaron a

Kattappana el 19 de noviembre de 1.969 y abrieron un pequeño dispensario con la ayuda de un

médico indio y algunas religiosas. Este dispensario, con 20 camas, fue creciendo a largo de 25

años hasta convertirse en un hospital con 275 camas y 18 médicos, incluidos los especialistas.

Viendo las necesidades, y con el consejo de los médicos, se construyó el Long-Time-Hospital

con una capacidad de 150 camas para pacientes crónicos, ancianos, y una sección para niños

disminuidos.

En el hospital casi no hay conversiones, mientras que en el Long-Time-Hospital (la Casa de los

Pobres) las hay frecuentemente, aunque nadie es dirigido ni forzado. Lo mismo sucede con los

niños de la escuela, donde son atendidos 56 niños externos. En el hospital de Kattappana hemos

llevado a cabo varios intentos de realizar una pastoral de la salud más organizada, puesto que la

misma es, principal o únicamente, entendida como administración de los últimos sacramentos.

Puesto que Kattappana se encuentra en un lugar apartado, era difícil disponer de sacerdotes y

maestros para el Noviciado, por lo que se estableció en Madras-Poonamallee, cerca del

Seminario de los Padres Salesianos. Junto a la casa del Noviciado, desde 1981, hay una

pequeña Casa del Pobre (Poor Home) y un dispensario.

Llamados por el Obispo de Kandwa, en el Estado de Madhya Pradesh, en 1986 se inició una

nueva obra en Deshgaon, cerca de Kandwa, abriéndose un centro de salud y un dispensario. En

este Estado las conversiones están prohibidas por el gobierno.

c) Hno. Savio Tran Ngoc Tuyenxxxv

: Bién-Hóa (Vietnam)

Los Hermanos canadienses llegaron a Vietnam en enero de 1.952 y permanecieron hasta

septiembre de 1.975. Durante la guerra soportaron muchas pruebas para poder transmitir el

espíritu de San Juan de Dios a los Hermanos vietnamitas. Fueron un gran testimonio de

evangelización por su acción hospitalaria.

Gracias a su perseverancia y sacrificio consiguieron formar a los Hermanos vietnamitas, siendo

ésta la razón por la que nuestra Orden existe hasta nuestros días a pesar de no haber llegado

nuevos Hermanos misioneros desde hace 20 años.

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Desde 1975 hasta nuestros días, los Hermanos vietnamitas se esfuerzan por adaptarse a las

circunstancias del régimen socialista para continuar viviendo según el espíritu de San Juan de

Dios y la espiritualidad de nuestra Orden, a pesar de tantas dificultades como hay. “San Juan de

Dios sigue vivo en nuestro tiempo”.

La acción misionera en Vietnam:

Objetivo: Las personas pobres de los pueblos aislados y lejanos.

Acción: Formar a las gentes en la prevención y la higiene, curar las enfermedades en el inicio

de las mismas y curar a domicilio.

Medios: Los económicos y financieros precisos. Hermanos, de dos a cuatro en cada pueblo

Utilidad: Para la Orden resultará fácil instalar una casa en la que se podrían hacer muchas

cosas, sería un signo sensible, un testimonio; para las gentes supondría poder atender a muchas

más personas y conocerían más nuestra Orden; los precios serían baratos y la atención más

cuidada.

d) Hno. Manuel Nogueiraxxxvi

: Nampula (Mozambique)

Nuestra oportunidad misionera: Lo sabemos bien, toda la Iglesia es misionera y misioneros

son todos los entes y organismos que componen la Amada Esposa, continuando así el

Ministerio del mismo Cristo. Es también cierto que todos estos organismos deben asumir el

encargo misionero de acuerdo con su propia naturaleza y carisma, utilizando los medios

adecuados. Por tanto, a nosotros nos corresponde ser misioneros de la caridad hospitalaria,

puesto que éste es nuestro carisma y nuestra tarea: expresar el amor del Padre hacia los

necesitados de todo tipo.

Resulta, por tanto, evidente lo oportuno y adecuado que es nuestro modo de colaborar en la

construcción del Reino de Dios en las actuales circunstancias. En efecto, cuanto más variadas

son las voces y llamadas de nuestro mundo, más evidente es la urgencia del testimonio a través

de las obras, como entrega al servicio de las miserias humanas.

Pero si nuestras posibilidades son grandes, otro tanto lo es nuestra responsabilidad. No es

válido cualquier tipo de preparación de nuestras obras y nuestros Hermanos para conseguir una

eficaz acción misionera.

Algunas condiciones para el éxito misionero: Obras adaptadas a las condiciones. Sabemos que

hoy la actividad hospitalaria, como cualquier otra, puede convertirse en una actividad

apostólica interesada, incluso explotadora. Esto debe significar para nosotros una advertencia a

la hora de decidir qué tipo de obras debemos organizar o debemos dejar, según sean las

circunstancias. Es obvio que nuestras obras deben estar particularmente abiertas a los más

necesitados, a quienes otros organismos rechazan, a quienes sólo pueden contar con nosotros.

De aquí se deduce que la rigurosa selección de los pacientes o enfermos que acojamos en

nuestras obras puede ser signo de un trabajo bien organizado, pero quizás no lo sea tanto de un

desarrollado sentido de caridad. El verdadero hombre de caridad tiene, como tuvo nuestro

Fundador, un corazón sensible a todos los necesitados y no sólo a una parte de ellos. Por eso, si

una obra debe especializarse en una determinada rama o aspecto de la asistencia sanitaria, sería

a la vez muy conveniente que funcionara en ella un sector de atención a casos de urgencia y de

gran necesidad de ayuda. Nunca debe ser excluido un pobre. Una puerta abierta y un rayo de

esperanza ha de haber también para los más desafortunados.

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Apertura y colaboración con y hacia todos: Otra preocupación ha de ser la apertura y

colaboración con todos los organismos, sobre todo si trabajan en nuestro mismo campo

sanitario. Cuando se llega a un sitio desde lejos y se ha tenido una formación alejada de la

vida real, existe el peligro de considerarse a sí mismo modelo y patrón, malinterpretando a

quienes piensan o actúan de manera distinta a la nuestra. Debemos hacer frente a esta

tentación y cultivar el espíritu de apertura y colaboración con todos, hacia todos y de todos.

El apostolado de la limosna: El apostolado de la limosna, tan querido por nuestro Santo

Fundador y sus primeros seguidores, ¿no está hoy en crisis entre nosotros como consecuencia

de la tendencia a abrirnos preferentemente a quienes pueden pagar o a quienes tienen quien

pague por ellos? Y en una época en que cada día los ricos son más ricos y los pobres más

pobres, ¿qué mejor podemos hacer (que la limosna), dentro de nuestro carisma, para acercar

los unos a los otros e, incluso, para prevenir las revueltas sociales en lo que de nosotros

dependa?

Nuestra identidad eclesial y de consagrados: Finalmente una mirada sobre la conveniencia

en nuestra acción caritativa de mostrar lo que somos, es decir, miembros de la Iglesia y

consagrados. Ya sea en un ambiente cristiano o musulmán, oriental o animista, somos

siempre elegidos por Cristo, investidos y enviados por su Iglesia para la extensión de su reino

de amor compasivo y misericordioso. La gente debe saber y notar esto. Deben palpar que

nuestro estilo de vida y el amor con el que los tratamos proceden de Dios y se basan en la

doctrina y ejemplo del Señor Jesús.

En resumen, que nuestras obras y nuestras relaciones con todos, sobre todo con los más

desfavorecidos, testimonien nuestra adhesión a Cristo. Así seremos para todos un rayo de la

Caridad de Dios, paliando la falta de amor que tanto empobrece la sociedad.

e) Hno. Ricardo Botifollxxxvii

l. Lunsar (Sierra Leona)

Obviamente, el inmediato objetivo de la actividad de la Orden en los países en vías de

desarrollo tiene que ser de naturaleza médico-sanitaria: ya sea a nivel de hospitales,

dispensarios o de centros de cuidados primarios de salud. Cada vez se debe tener más en cuenta

que la actividad sanitaria no puede quedar a la libre iniciativa de cada institución, funcionando

desligada de la red sanitaria estatal, sino que necesita una coordinación, por no decir

integración, con los organismos estatales e internacionales (OMS, sociedades de lucha contra la

tuberculosis, la lepra, etc.). Los impresionantes éxitos conseguidos con las inmunizaciones de

niños (sarampión, tétanos, polio) y los que se vislumbran ya con la vacunación antipalúdica,

marcan esta dirección.

Un riesgo contra el que hay que precaverse es el de pretender hacer las cosas demasiado bien

hechas, es decir, el proponerse que nuestros centros hospitalarios en estos países tengan un

nivel de técnicas y comodidades comparables con los hospitales europeos. Con ello sólo

conseguiríamos que los beneficiarios resulten ser la minoría de gentes ricas y que nuestros

centros quedasen fuera del alcance de la gran mayoría de pobres a los que, teóricamente, hemos

venido a asistir. Es un peligro real.

Podríamos hacer muchos otros comentarios, pero no caben en el breve espacio que se me ha

asignado. Pero permítaseme una reflexión que es un poco obsesiva para mí: nuestra acción

misionera debe pretender también mejorar el mundo europeo del que procedemos. Trabajamos

en África persuadidos de que desde aquí ayudamos a nuestra vieja Europa. “Hermanos, haceos

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bien a vosotros mismos dando para los pobres...”. Este simple pero incisivo pregón

juandediano, lo seguimos proclamando desde nuestros rústicos hospitales de la selva, de cara al

norte, saciado pero insatisfecho. El quehacer de nuestras manos quiere ser una oración para que

Europa crea, de veras, en el sermón de la montaña, “en obras y en verdad”. Esta es nuestra

esperanza y una razón más en la que fundamentamos nuestro compromiso misionero.

f) Hno. Rafael Tehxxxviii

. Monrovia.

África es un continente de pueblos marginados, agitado a causa del tribalismo o rivalidades

étnicas. Violencia, golpes de estado, problemas de refugiados de las guerras civiles, violaciones

de los derechos humanos, explotación por parte del poderoso, hambre, pobreza, enfermedad,

desesperación y muerte. La ausencia de paz y de justicia han sido la causa principal de este

conjunto de problemas en África. La injusticia está profundamente arraigada en muchas

estructuras pecaminosas del continente. Así es. Hay unos pocos ricos con abundantes

propiedades y muchos desheredados sin tierra y extremadamente pobres. El poder de unos

pocos y la impotencia y esclavitud de la mayoría.

Los retos de África sobre la salud son: malnutrición crónica, dolencias diarréicas asociadas a

las malas condiciones domésticas del agua y sanitarias, malaria y otras enfermedades

contagiosas. El SIDA y la financiación de la salud. El alto índice de mortalidad infantil es

causado por la malnutrición crónica y falta de higiene, males que pueden prevenirse desde

cuidados primarios.

La crisis económica y el recorte de los presupuestos están contribuyendo a una situación más

pobre en la atención sanitaria. El prohibitivo coste de los medicamentos y de las estancias en el

hospital hacen imposible el acceso de mucha gente, especialmente del mundo rural, a los

cuidados médicos que requieren. La enfermedad y la pobreza forman un círculo vicioso: uno

cae enfermo porque es pobre y se hace más pobre porque está enfermo.

La arriba mencionada es la situación en la que nos movemos en nuestra diaria misión

hospitalaria. Yo lo veo: nuestro centro hospitalario es como un oasis en medio del desierto.

Puedo dar testimonio de ello, especialmente aquí en Monrovia, donde nuestro hospital ha

permanecido activo en medio del fragor y los estruendos de la guerra como una “casa de Dios”,

en la cual se reciben a todas las personas. Es muy gratificante ver las muestras de consuelo y las

sonrisas de los enfermos y necesitados que podían llegar a este oasis, aunque sólo fuese para

apagar su sed o para pasar su último día camino de la eternidad. Vienen contentos por el trato

humano que reciben, porque tienen una cama y sábanas limpias para descansar, aun cuando

esto no sea más que por unos minutos. ¡Cómo deseo que este oasis hospitalario pudiese

extenderse a través de todo ese desierto, especialmente en las periferias!

Algunas veces me dan ganas de gritar, por la frustración e impotencia que siento, por no ser

capaz de cambiar las estructuras pecaminosas de la sociedad. Diariamente descubrimos el

rostro del Siervo Sufriente, al ver tanta gente sumida en la pobreza, la explotación y la

incultura, viviendo situaciones verdaderamente infrahumanas. Por otra parte, tengo el consuelo

de que el acto que el misionero hospitalario realiza es Missio Dei, realidad de Dios y misterio

eterno. Cuando llegamos a nuestros límites humanos, El nos conduce a través de las fronteras

creadas por la voracidad humana. El espíritu hospitalario de generosidad y magnanimidad es el

que nos motiva a permanecer abiertos para explorar nuevos caminos que nos acerquen más al

servicio de las personas marginadas y haga más efectiva nuestra misión. La nueva hospitalidad

nos invita a pasar del centro a la periferia, a buscar nuevos métodos para la transformación del

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mundo del pobre y de su entorno o de las malvadas estructuras sociales que conllevan estas

humillantes condiciones.

g) Hno. Juan Bautista Carbóxxxix

. Lomé (Togo)

Desde la perspectiva africana puedo afirmar que la acción misionera desarrollada por la Orden

durante su historia, y de una forma especial en los últimos cincuenta años, ha sido fecunda y

más extensa de lo que a primera vista puede parecer.

La misión hospitalaria ha estado en consonancia, desde el principio, con lo que nos propone la

Redemptoris missio en el número 42: “El hombre contemporáneo cree más los testigos que los

maestros, la experiencia que la doctrina, la vida y los hechos que las teorías. La primera forma

de misión, el testimonio de la vida cristiana, es irremplazable...”.

Cuando hoy en día vemos los lugares en que la Orden está presente, en la mayoría de los casos

constatamos que alrededor del centro hospitalario se han desarrollado núcleos de población,

habiendo contribuido la presencia juandediana al desarrollo social, económico y religioso (en

algunos lugares los Hermanos han precedido a los ”misioneros” oficiales).

Esto no quiere decir que no se hayan tenido lagunas, pero éstas han sido debidas más al ímpetu

del querer hacer y atender tanta necesidad, que a falta de voluntad o deseo.

El futuro del carisma hospitalario tiene en África una gran base de implantación y desarrollo,

fundamentalmente para los Hermanos africanos, pero al mismo tiempo es un reto para toda la

Orden. El futuro es esperanzador, pero se necesita la colaboración de todos para apoyar este

crecimiento, que es bastante rápido y que puede desbordarnos.

La Orden debe concretar cómo quiere estar presente en estas tierras, pues sus necesidades son

muchas y en el futuro la Iglesia africana tendrá un gran peso en la Iglesia universal.

Además, tenemos una gran responsabilidad, ya que somos uno de los pocos Institutos mascu-

linos que nos dedicamos por entero al servicio del pobre y del enfermo, debiendo por lo tanto

abrir nuevos cauces y ayudar a implantar el carisma de la misericordia en estas nuevas iglesias,

tan ricas de contenidos, de vida, de mujeres y hombres abiertos al más allá.

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Capítulo sexto

ORGANISMOS AL SERVICIO DE LA EVANGELIZACIÓN

Toda la estructura jurídica y organizativa de la Orden está orientada a animar, apoyar e

incrementar el sentido apostólico de los Hermanos y la acción evangelizadora mediante el servicio

a los enfermos y necesitados que, junto con los Colaboradores, realizan en la Iglesia.

En el presente capítulo nos limitamos a elencar los medios que la Orden ha orientado

expresamente a apoyar la acción de la Orden en los países en vía de desarrollo, distinguiendo los

que tienen una dimensión universal, por haber sido o estar promovidos por la Curia General y los

que ha promovido y mantienen una o varias Provincias de la Orden.

1. Organismos de la Curia General al servicio de las misiones

a) Secretariado de Misiones

Durante el generalato del P. Moisés Bonardi, varias Provincias de la Orden orientaron Hermanos y

recursos a la acción evangelizadora en África y buscaban el modo de hacerlo también en la India.

Era un momento de resurgir vocacional en varias partes que, como es normal, suscitaba y alentaba

el compromiso misionero de los Hermanos.

Con el fin de “estimular, incrementar, desarrollar y regular el prometedor movimiento orientado

a hacer resplandecer la llama de la caridad hospitalaria de nuestro Padre San Juan de Dios

también entre las ovejas que no son del redil de Cristo, para que puedan escuchar su voz y de este

modo “haya un sólo rebaño y un sólo pastor” (Jn 10, 16)”1, en la sesión del 19 de octubre de 1957,

el Definitorio General aprobó los Estatutos para las Misiones de la Orden.

A partir de entonces, la Curia General ha intentado realizar el objetivo indicado, promoviendo no

sólo ayudas económicas sino, sobre todo, dando orientaciones y organizando medios que

ayudaran a los Hermanos a prepararse debidamente antes de ser destinados a países en vías de

desarrollo, a mantener vivo el espíritu misionero en todos los Hermanos y, más recientemente, a

aplicar los criterios formativos de la Orden en África, América Latina, Asia y Oceanía.

El Curso para Hermanos misioneros celebrado en Roma del 5 al 13 de febrero de 1980, fue un

momento importante de reflexión y comunión para nuestros Hermanos misioneros que, además

de la oportunidad de actualizarse teológica, carismática y pastoralmente, sirvió para que cada uno

de los participantes pudiera comprobar, en el diálogo con los demás Hermanos, la universalidad

del compromiso misionero de la Orden. Era Superior General el Hno. Pierluigi Marchesi.

La Carta Misionera, de la que se habla en otro lugar, es también fruto de la reflexión y animación

realizada durante el primer generalato del P. Marchesi. Los esfuerzos de este momento se 1 Estatutos para las Misiones, Introducción, Roma, 1957, pág. 3.

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orientaban, sobre todo, a coordinar la formación en África y a crear una cultura universalista de los

Hermanos misioneros, cuyos resultados se recogerían años más tarde.

b) Fondo de Misiones

Durante la Reunión de Superiores de la Orden, celebrada en Roma en octubre de 1989, se aprobó

la constitución de un Fondo Común para las Misiones de la Orden, “destinado a asegurar la

continuidad del apoyo económico a las actividades asistenciales que se realizan en los centros

misioneros de la Orden”, previendo que comenzara a funcionar a partir del 1 de enero de 1992.

Desde el momento de la aprobación y su entrada en funcionamiento, estaba previsto:

enviar a los Hermanos Provinciales el proyecto de constitución del Fondo Común, solicitando

opiniones, sugerencias y que indicaran el aporte económico que podrían hacer durante los dos

primeros años;

constituir en la Curia General un grupo de trabajo para dirigir la fase preparatoria;

profundizar en la posible coordinación de las ONG’S promovidas por la Orden y procurar

relacionarlas entre sí.

El Reglamento del Fondo Común de Misiones fue publicado en febrero de 1992. Entre los

objetivos, señala:

La Orden constituye un Fondo común de Misiones para sostener y potenciar esta forma de

apostolado;

Se constituye haciendo valer el principio de la universalidad, queriendo llegar a largo plazo a

afrontar los costos de todas las realidades misioneras de la Orden.

A partir de su entrada en funcionamiento en enero de 1992, “tendrá una primera fase cuya

responsabilidad recaerá fundamentalmente en las Delegaciones Generales de África y del

Vietnam”.2

c) Escuela de Misionología de Roma

La formación de los Hermanos fue una de las principales preocupaciones y tareas del Padre

Moisés Bonardi, quien advertía muy especialmente las lagunas existentes en el campo misionero:

“No podemos ocultaros que nuestra Orden se ha embarcado en esta actividad -misionera- sin

preocuparse mucho de la preparación específica de los sujetos”3.

La Escuela de Espiritualidad, y su sección anexa de Misionología, fue erigida en Roma el año

1955, siendo aprobados sus Estatutos el 17 de noviembre del mismo año por el Definitorio

General y confirmada plenamente por el Capítulo General de 1959. Se inauguró el 14 de octubre

de 1956.

Los objetivos y fines de la Escuela de Misionología vienen determinados por el artículo 31 de sus

Estatutos:

2 Cf Regolamento Fondo Comune per le Missioni, Febrero 1992. Archivo General de la Orden, Cart. Or. 51,

Fasc. I., C. 3 BONARDI M., Carta Circular, 28.XI.1955.

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“Considerada la actividad misionera que desarrollan algunas Provincias de la Orden y las

exigencias especiales de tal apostolado, en creciente desarrollo, en la Escuela Internacional

de Espiritualidad, se anexa una SECCIÓN MISIONERA especial, cuyo fin es el de preparar

espiritualmente, moral y culturalmente los religiosos destinados a las misiones”.

El Padre Bonardi exponía los fines de la Escuela de la siguiente manera:

“La Escuela que se abrirá en Roma el año escolar 1956-57 se dispone a dar a los misioneros

todos aquellos conocimientos jurídicos, canónicos, lingüísticos, sanitarios y profilácticos para

que puedan asumir sus deberes de apostolado y profesionales, con la certidumbre y serenidad

de una adecuada preparación”4.

Respecto a los destinatarios, el artículo 33 de los Estatutos establecía los requisitos para acceder a

la Escuela de Misionología:

“Las Provincias que deseen o prevean desarrollar en el futuro actividades misioneras, deben

enviar a esta Sección misionera, aquellos religiosos profesos de votos solemnes, que deseen

destinar a las misiones. Los religiosos deben poseer los requisitos físicos, intelectuales y

morales que son necesarios para el apostolado hospitalario en tierra de misiones”

Los criterios fundamentales del programa de estudios para la sección de Misionología vienen

determinados por los artículos 34 y 35 de los Estatutos:

“Los alumnos misioneros asistirán por un año o dos a algunos de los cursos del Pontificio

Instituto Misionero Científico, situado en el Pontificio Ateneo Urbano de Propaganda Fide, y a

un curso anual de Medicina Misionera para conseguir el diploma de enfermero

internacional”. (art. 34).

“En un reglamento especial para ellos se indican otros cursos particulares, con el fin de

conseguir mejor su idoneidad en la futura actividad misionera a que se han de dedicar,

según el espíritu de la Orden”. (art. 35)

La Escuela de Espiritualidad y Misionología, en los primeros cursos, se estableció en el hospital de

San Juan Calibita en Roma, hasta que, en 1963, se inauguró el Centro Internacional de Formación

en la Via della Boceta.

En cuanto a los resultados, la Escuela de Espiritualidad y Misionología, a lo largo de los años y en

sus dos etapas de existencia, posibilitó la formación de un buen número de Hermanos de toda la

Orden en los diversos cursos de teología, espiritualidad, hospitalidad y misionología, facilitando y

elevando el nivel de preparación espiritual, religiosa y apostólica de la Orden en los años previos y

posteriores al gran acontecimiento eclesial del Concilio Vaticano II.

Respecto a la sección de Misionología supuso dos realidades muy positivas:

La formación y preparación adecuada de un buen grupo de Hermanos que desempeñaron su

apostolado en tierras de misión. Ellos hicieron realidad la expansión de la Orden con nuevas

fundaciones misioneras en África, América y Asia.

4 BONARDI M., l.c.

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La Escuela, a través de los Hermanos allí formados, unos fueron a misiones y otros no, y del

empeño de los Superiores, fue creando una especial sensibilidad por las misiones, impulsando a

muchas Provincias a fundar y sostener nuevas obras en los países en vías de desarrollo. Son, sin

duda, frutos que prevalecen hasta nuestros días, puesto que muchos de los Hermanos en ella

formados siguen todavía en obras misioneras

Desde hace algunos años la Escuela de Espiritualidad y Misionología no continúa funcionando

como tal, básicamente porque las circunstancias y las necesidades van siendo distintas y es más

fácil la formación en las Provincias. No obstante, el Centro sigue abierto a los Hermanos que

realizan su formación en Roma.

c). Secretariado General de Pastoral

Tiene origen durante el generalato del Padre Pierluigi Marchesi, con el objetivo de impulsar y

promover la evangelización y la pastoral.

Aunque su objeto primordial no era el campo de las misiones, sus iniciativas supusieron un

impulso en la acción evangelizadora de la Orden. Entre los documentos publicados por este

Secretariado, destacamos:

“¿Qué es la Pastoral Sanitaria?” (1980). Su contenido hace una aplicación de la Evangelii

nuntiandi a la realidad de la Orden.

“Dimensión apostólica de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios” (1982), que recoge las

raíces y la proyección evangelizadora de la Orden.

2. Organismos Interprovinciales o Provinciales

Las Provincias que han tenido y las que actualmente tienen comunidades en países de misión,

cuentan con organización propia para la animación de la vida de toda la Provincia, pero se han

esmerado siempre en apoyar particularmente las comunidades, Hermanos y obras apostólicas

de los países en vías de desarrollo. Sin embargo, como acabamos de ver, la Curia General ha

procurado abrir horizontes de universalidad que se plasmasen en proyectos y actividades en los

que la comunión y la colaboración entre las Provincias fuera efectivo. De este modo, han ido

surgiendo Secretariados Interprovinciales que, en la actualidad, abarcan a todas las realidades

de la Orden. Por su relación directa con el tema que nos ocupa, nos referimos a continuación al

CIAL (Secretariado Interprovincial de América Latina) y al CIPPA (Comisión Interprovincial

Asia-Pacífico).

a) CIAL OH: Comisión Interprovincial de Animación Latinoamericana

La actual Comisión Interprovincial de Animación Latinoamericana surgió con el intento de

coordinar en dicho continente la respuesta a la llamada del Concilio Vaticano II a la renovación de

la Vida Consagrada que, durante el año 1979, fue para todas las Provincias de la Orden un año de

gracia especial: el año de la Renovación.

En América Latina, tras una minuciosa sensibilización, motivación y preparación a todos los

niveles, se inició y concluyó felizmente el conjunto de programas encaminados a dar a conocer y

motivar a todos los Hermanos de Latinoamérica lo que se había de vivir en lo sucesivo como

renovación religiosa en la hospitalidad juandediana.

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A medida que se avanzaba en cada uno de los programas de los cuatro cursos desarrollados en

Bogotá (Colombia), en todas las evaluaciones se iba sintiendo la necesidad de un organismo que

diera continuidad a la animación.

La idea de proseguir con un organismo de animación para todas las comunidades de América

Latina fue promovida por el entonces Superior General, Hno. Pierluigi Marchesi, animador de la

renovación, por los Hermanos Provinciales de Colombia y de España y sus Delegados

Provinciales.

Así fue como el 17 de octubre de 1979, se constituye el Secretariado Latinoamericano de la

Renovación (SELARE). Surge como un servicio de animación a la Orden Hospitalaria en

América Latina, con un proyecto de Estatutos que serían posteriormente aprobados.

SELARE se define como un organismo sin ánimo de lucro, al servicio del ser y de la misión de la

Orden y de los Agentes de Pastoral de la Salud de Latinoamérica. Su objetivo es “Coordinar y

animar el proceso de Renovación, en sus distintos campos, para una presencia más viva de la

Orden Hospitalaria en América Latina”.

De las actividades desarrolladas por el SELARE , destacamos:

Al interno de la orden:

Ha realizado la animación con visitas programadas a las comunidades de las distintas naciones,

para presentar los documentos de la Iglesia y de la Curia General.

Ha impartido Cursos para Animadores de las comunidades, para Formadores, de Preparación a

la Profesión Solemne, de Pastoral de la Salud y para Hermanos Mayores.

En diciembre de 1979 se publicó el primer número del Boletín SELARE, con el fin de informar

y animar a las comunidades, así como para presentar documentos y trabajos de interés para la

Vida Consagrada, Formación Permanente y Pastoral de la Salud.

Casi al mismo tiempo, se iniciaba la Colección SELARE que, hasta el momento, ha editado

más de medio centenar de títulos sobre los temas indicados en el punto anterior.

Ha elaborado y promovido un Plan de Formación en Pastoral de la Salud por correspondencia,

en convenio con la Universidad de San Buenaventura de Bogotá.

Hacia fuera de la orden:

Todos los medios que se han indicado son promovidos por SELARE para facilitar la vida

espiritual, comunitaria y la misión evangelizadora desde la Pastoral de la Salud. Muchos de estos

medios están a disposición de las Iglesias locales de las distintas naciones; que los valoran y se

aprovechan de los mismos, constituyendo casi los únicos existentes a su alcance para la Pastoral

de la Salud.

SELARE también promueve, organiza y participa en toda clase de eventos relacionados con la

ética sobre la vida humana, la Pastoral de la Salud, la teología y la espiritualidad de la enfermedad.

El 30 de octubre de 1.989 se aprobaron en la Curia General los Estatutos por los que se constituía,

igual que en otras áreas geográficas de la Orden, el Secretariado Interprovincial de América Latina

de la Orden Hospitalaria (SALOH). Desde ese momento SELARE pasaba a ser un departamento

del mencionado Secretariado Interprovincial. En la reunión celebrada en Cochabamba (13 de

septiembre de 1996), se constituía el CIAL OH (Comisión Interprovincial de Animación

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Latinoamericana) que asumía las líneas de acción del LXIII Capítulo General celebrado en

Bogotá, y sigue desarrollando todas las actividades mencionadas en SELARE, abierta siempre a la

creatividad y a la posibilidad de nuevas iniciativas en favor de la Orden y de la Iglesia en

Latinoamérica.

b) Comisión Interprovincial Asia-Pacífico

Desde el año 1979, las comunidades y las obras de la Orden en Asia han sido reconocidas como

entidad propia, cuando los Hermanos de la región eligieron representantes para participar en el

Capítulo General Extraordinario de aquel año. Asimismo la región estuvo representada en el

Capítulo General de 1982.

El 25 de febrero de 1991, el Gobierno General de la Orden, tras consulta a los Superiores

responsables de las comunidades y de las obras de la Orden en Asia, erigieron el Secretariado

Interprovincial Asiático (SIPA). El 15 de febrero de 1996, el Gobierno General aprobó una

enmienda a los Estatutos que fue presentada en la reunión que la Comisión celebró en Manila

(octubre de 1995), después que la Provincia australiana se uniera a la Región Asiática. La decisión

de unirse a la Comisión Asiática fue tomada por la Provincia australiana para reflejar mejor las

realidades culturales que existen actualmente en aquella parte del mundo. A partir de ese momento

la Comisión se denomina Comisión Interprovincial Asia-Pacifico. (CIPPA).

El objetivo de la Comisión CIPPA es coordinar las actividades de las distintas comunidades y

obras de la Orden en la Región Pacífico-Asia, en zonas de interés mutuo. La Comisión cuenta con

un Comité Ejecutivo, compuesto del Presidente, Secretario/Ecónomo y otro miembro electo, que

actúa en nombre de los miembros de la Comisión, tomando ciertas decisiones en los asuntos que la

Comisión le asigna.

Los fines de la Comisión son:

La Cooperación en los campos de la pastoral, la misión, el estilo de vida, la formación, los

laicos, los centros y la administración.

Estimular una mayor toma de conciencia de lo que a la Orden se le pide en Asia y en el

Pacífico, de manera que pueda tener una presencia más eficaz, que consistiría en implantar la

Orden en Asia y en el Pacífico con expresiones de Hospitalidad nuevas e innovativas.

Promover y coordinar peticiones de ayuda a las organizaciones internacionales.

Desarrollar programas apropiados de formación y estilo de vida.

Facilitar el intercambio de experiencias y personal entre las comunidades y las obras de la

Orden en Asia y en el Pacífico.

La Comisión CIPPA en su reunión de Manila (octubre de 1995), decidió la creación de un Instituto

Asiático de Formación Hospitalaria, con el fin de promover la formación espiritual, cultural y

profesional de las personas involucradas en la asistencia sanitaria y los servicios sociales en Asia.

La orientación particular del Instituto es preparar para el liderazgo que todos los Hermanos y un

buen número de Colaboradores laicos están llamados a realizar en la misión de Hospitalidad. La

Comisión Inter-Provincial Asia-Pacífico publica un Boletín trimestral.

c) Fundación “Juan Ciudad” ONG.D

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Las Provincias españolas, con el fin de promover y canalizar las ayudas destinadas a los centros

de África que dependían de ellas, integraron en la estructura del Secretariado Interprovincial de

España un organismo de carácter interno que, gracias a un constante crecimiento tanto en la

programación orientada a conseguir ayudas de organismos públicos y privados, como en las

crecientes exigencias de los centros de África, a partir del primero de noviembre de 1991 fue

inscrita en el Registro de Fundaciones Docentes y de Investigación del Ministerio de Educación

y Ciencia y en el Ministerio de Economía y Hacienda de España.

Se dedica al desarrollo y Promoción de la Salud en el llamado Tercer Mundo y a paliar, en lo

posible, las muchas necesidades de los 33 centros y 15 dispensarios, con un total de 4.000

camas, aproximadamente, de la Orden en África y América Latina. La orientación fundamental

a colaborar con los centros de la Orden no significa el que, en momentos puntuales, deje de

colaborar con otros entes y organismos.

La sede de la Fundación Juan Ciudad está en Madrid, y cuenta con Delegaciones en las distintas

Comunidades Autónomas de la nación. Pertenece a la Coordinadora de Organizaciones No

Gubernamentales para el Desarrollo, de ámbito estatal, desde junio de 1994.

Los objetivos de la Fundación son:

Contribuir a la concienciación de la sociedad sobre las carencias y necesidades del Tercer

Mundo, especialmente en el campo de la Salud.

Proveer, en la medida de lo posible, a los centros de la Orden en África y América Latina de

los recursos humanos, técnicos y económicos que soliciten.

Encauzar hacia organismos públicos y entidades privadas, inmersos en el ámbito de la

Cooperación Internacional y la Ayuda al Desarrollo, para proveer a una adecuada financia-

ción, los proyectos presentados por los centros.

Colaborar en la Educación para el Desarrollo de los propios pueblos en los que se encuentran

los centros de la Orden.

Impartir docencia en nuestra sociedad desarrollada sobre posibles intervenciones sanitarias,

tanto preventivas como asistenciales, en los países menos desarrollados.

Procurar que los centros de la Orden en el Tercer Mundo funcionen, a su vez, como “centros

distribuidores y multiplicadores” de los recursos que reciben, para que pueda beneficiarse

toda su zona de influencia.

Las actividades, como es lógico, están directamente relacionadas con los objetivos y fines:

gestión y financiación de Proyectos de Desarrollo;

envío periódico de ayuda humanitaria,

promoción, formación y orientación de Voluntariado internacional,

organización de cursos y seminarios orientados a la sensibilización de la sociedad española.

periódicamente, publica una revista de sensibilización y divulgación de las actividades de

los centros de la Orden en África y América Latina.

d) Associazione con i Fatebenefratelli per i malati lontani - AFMAL

L’ AFMAL, Associazione con i Fatebenefratelli per i malati lontani, es una Organización No

Gubernamental, ONG. y como tal, sin fines de lucro, comprometida en el campo de las nece-

sidades sanitarias y en el desarrollo de iniciativas de solidaridad internacional. Nació el 30 de

octubre de 1979, como sociedad orientada a trabajar en el sector del Voluntariado civil, reco-

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nocida como tal por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Italia el 17 de julio de 1987 y, desde

1995, es una de las organizaciones reconocidas por la Unión Europea. Está patrocinada y

apoyada en sus actividades por la Orden Hospitalaria.

Desarrolla actividades de ayuda al desarrollo en el campo sanitario. En particular, promueve,

organiza y dirige proyectos de desarrollo sociosanitario. En algunos casos, en el ámbito de la

prevención, cura y rehabilitación; en otros, realiza proyectos integrados, desarrollados en co-

laboración con otras ONG’s. y asociaciones humanitarias, en los sectores sanitario, agrícolas,

educativos, etc.

L’AFMAL selecciona y forma personal voluntario y contratado. Organiza programas de for-

mación profesional en Italia y en el extranjero.

Desarrolla programas concretos y específicos en Filipinas. Además, desarrolla una acción de

sensibilización de la opinión pública en cuanto se refiere a los problemas del subdesarrollo, el

hambre, la salud, la marginación, en particular en los países más pobres. A tal fin, organiza

seminarios y conferencias, promueve campos de trabajo y de estudio, produce material infor-

mativo y didáctico y publica un opúsculo de coordinación.

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Capítulo séptimo

NUEVA DIFUSIÓN DE LA HOSPITALIDAD

1. Europa: fuerza dinamizadora de la presencia de la Orden

La crisis que vivió la Iglesia, y por tanto nuestra Orden, en la primera mitad del siglo XIX, que

significó la desaparición de la misma en lugares de tanta tradición como España, Portugal y

Francia, fue superándose poco a poco. Gracias al apoyo de Italia, la Orden fue reorganizándose,

como hemos visto anteriormente.

Si hacemos el mapa de la Orden en el año 1.900, nos damos cuenta que su presencia se limitaba a

Europa, con la única excepción de las casas fundadas en el actual Israel a finales del siglo XIX.

Quiere esto decir que Europa, a lo largo del presente siglo, ha sido la gran dinamizadora de la

presencia de la Orden en el resto del mundo, incluidos algunos países de la propia Europa, como

fue el caso de la ex Yugoslavia. La expansión se concretó de la siguiente manera: las Provincias

españolas fundaron en América Central y del Sur y en África; la Provincia francesa en África y

Canadá que luego, funda en Estados Unidos y en Vietnam; la Provincia irlandesa en Australia,

Nueva Zelanda, Corea del Sur y una casa en Estados Unidos y África; la Provincia de Baviera en

Japón; la Provincia Renana en la India; la Provincia inglesa en África; la Provincia portuguesa en

Brasil y África; la Provincia Lombardo-Véneta en África; y la Provincia romana en Filipinas.

Se constata así la vitalidad del carisma hospitalario, el espíritu eclesial, apostólico y misionero de

la Orden, el testimonio sencillo y profundamente evangélico de los Hermanos, la gran labor social

realizada, y la aceptación y apoyo que ha encontrado en los distintos lugares donde se ha hecho

presente.

La llamada permanente de la Iglesia a la evangelización de nuevas tierras, el deseo de la Orden de

restaurar su presencia en lugares donde estuvo en otros tiempos, la propia vocación misionera, el

afán de servir a los pobres y enfermos al estilo de San Juan de Dios y el testimonio

evangélico-hospitalario, en ocasiones martirial, de muchos Hermanos, han sido las motivaciones

profundas de esta expansión que hoy hace posible la presencia de nuestra Institución en los cinco

continentes y en más de medio centenar de naciones.

a) La acción apostólica realizada en los centros

A lo largo del siglo XX, nuestra Orden en Europa ha desarrollado su acción apostólica

principalmente en centros asistenciales propios, tratando de responder, en los distintos lugares

donde se encontraba, a las necesidades más urgentes.

Los enfermos mentales, los disminuidos físicos y psíquicos y los niños aquejados de diversas

enfermedades, especialmente munusvalías físicas y psíquicas, han sido los destinatarios de la

misión caritativa de la Orden. Hospitales generales, centros para ancianos, transeúntes y otros

nuevos necesitados completan la dedicación de la Orden en Europa hasta nuestros días.

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Los Hermanos hemos desempeñado nuestra misión apostólica siguiendo el espíritu de San Juan de

Dios. Hemos procurado siempre los mejores y más modernos medios técnicos que la ciencia podía

aportar para la curación de los enfermos. Junto a ello hemos cuidado con esmero un alto nivel

humanizador de la asistencia y una exquisita atención religiosa. La acogida a cuantos llamaban a

nuestra puerta y los denodados esfuerzos en favor de la dignificación de los pobres y enfermos,

constituyen las características principales del servicio realizado por la Orden en el presente siglo.

Han sido tiempos difíciles para el viejo continente. El sostenimiento de los centros ha requerido

grandes esfuerzos. Durante gran parte del siglo pudieron subsistir gracias a la limosna de infinidad

de bienhechores; esta forma de financiarse daba ocasión a que muchos Hermanos, dedicados a

este menester, realizaran una meritoria labor apostólica. La lucha por los derechos de los pobres y

enfermos ha supuesto manifestar la actitud profética de la Hospitalidad, ante las administraciones

públicas, exigiendo el cumplimiento de esos derechos. En este sentido la Orden ha sido pionera y,

en nuestros días, gran parte de sus centros están integrados en los servicios sanitarios y sociales de

las diversas naciones.

La pastoral de la salud y la bioética constituyen otra aportación fundamental de la Orden a la

acción evangelizadora de la Iglesia en el mundo de la salud. Sobre todo, y de forma más

sistemática y organizada en las últimas décadas del siglo actual, está haciendo un gran esfuerzo

por desarrollarlas e impulsarlas en sus centros, colaborando activamente con la Iglesia.

En el transcurso del siglo XX han sido grandes los cambios producidos en la sociedad, en el

mundo de la salud y también dentro de la Iglesia y de la Orden. Es necesario subrayar la capacidad

de adaptación, de respuesta y creatividad que hemos tenido para reorientar los centros a las

nuevasexigencias, para cambiar lo necesario, cerrar lo que no respondía a las nuevas situaciones y

para iniciar nuevas formas de presencia apostólica. Todo ello ha sido posible gracias al

permanente deseo de renovación y apertura al Espíritu, siguiendo las raíces más profundas de

nuestra Tradición.

b) Implicaciones de las situaciones de violencia y persecución

La inestabilidad social y política fue la característica que distinguió a Europa al inició el siglo XX.

Las dos guerras mundiales, la guerra civil española, la implantación de los regímenes totalitarios,

con las correspondientes persecuciones a las instituciones religiosas y a sus miembros, y la guerra

de los Balcanes es el triste balance violento de Europa en este siglo, caracterizado también por los

descubrimientos, avances y progresos de todo tipo.

Con excepción de la guerra de la ex Yugoslavia, la Orden se ha visto implicada en el resto de

conflictos y persecuciones. En medio de esas circunstancias, los Hermanos se dedicaron al

servicio abnegado de los pobres y enfermos, su único y verdadero bando.

Durante la Guerra Civil española (1936-1939) noventa y ocho de nuestros Hermanos encontraron

la muerte en el ejercicio de la Hospitalidad; 71 de ellos fueron beatificados por Juan Pablo II el 25

de octubre de 1992. Sigue en curso la causa de beatificación de otros 19 hermanos.

Las dos guerras mundiales trajeron para los países afectados la destrucción de nuestros centros,

calamidades y penurias, así como el arresto y la persecución de muchos Hermanos que, en su gran

mayoría, se mantuvieron junto a los enfermos hasta el último momento.

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Alemania y Austria: las dos guerras mundiales marcaron la vida de estas Provincias pasando los

Hermanos grandes dificultades y sufriendo persecuciones. Destaca la figura del Padre Eustaquio

Kugler de la Provincia de Baviera, cuyo proceso de beatificación está hoy abierto.

Como sucedió en las dos naciones, las casas de la Orden sufrieron la devastación de la Segunda

Guerra mundial. No obstante, poco a poco han conseguido recuperarse. Hoy, estas dos Provincias

realizan su misión en centros bien equipados y cuentan con un alto nivel de calidad asistencial,

técnica y humana.

Países de Europa Central: el final de la conflagración supuso para estos países la implantación de

un régimen político totalitario de tristes consecuencias para la Iglesia y para la Orden: al decretar

la supresión de las instituciones religiosas en muchos de ellos, llevó a la práctica extinción de la

Orden. Muchos Hermanos fueron perseguidos y encarcelados únicamente por permanecer fieles al

carisma de Juan de Dios. Destacamos al Hno. Celestino Sule, Provincial de la Provincia

Bohemo-morava, quien murió en la cárcel de Brno en mayo de 1951. Provincias como la

yugoslava, rumana, húngara, bohemo-morava y eslovaca, han quedado reducidas a un pequeño

grupo de Hermanos muy mayores que se mantuvieron fieles hasta la caída de los regímenes

totalitarios. Apoyada en los pocos que lograron sobrevivir en medio de penalidades la Orden está

tratando de revitalizar su presencia en estos territorios y de reavivar gradualmente estas Provincias

con el apoyo de toda la Orden, en especial con el de las Provincias de Alemania y Austria..

.

Provincia de Silesia: los pocos Hermanos supervivientes a la segunda Guerra mundial,

pertenecientes a la Provincia de Silesia, en su mayor parte alemanes, no pudieron regresar a ella,

porque políticamente pasó a pertenecer a Polonia. Estos Hermanos fueron los fundadores de la que

sería, inicialmente, Delegación General de Francfort, luego Provincia Renana y, desde 1997, de

nuevo Delegación General.

En Polonia los efectos del régimen político no fueron tan dramáticos. Aunque fueron confiscadas

las casas por el Gobierno, a los Hermanos se les permitió vivir y ejercer la hospitalidad.

Como vemos, las consecuencias han sido graves y de grandes pérdidas para la Orden. En esos

tiempos tan difíciles la respuesta fue ejemplar: dedicación, fidelidad, profunda vivencia religiosa y

hospitalaria de los Hermanos que, en tiempos de tan graves crisis, permanecieron fieles a Dios, a la

Iglesia, a la Orden y a los enfermos.

Terminada la Segunda Guerra mundial, nuestra Orden creció y se extendió nuevamente sobre todo

en los países de Europa occidental. La semilla del martirio y el testimonio de muchos Hermanos,

hizo posible esta realidad. La generosidad de la Orden fue tan grande que entregó sus bienes más

preciados, al igual que Cristo entregó su en la cruz Sin duda, en esa ofrenda radica el resurgir de

nueva y abundante vida para la Orden. Hoy seguimos confiando que esa semilla martirial

continuará dando nuevos frutos y confiamos que el Señor encuentre en nosotros tanta generosidad

y entrega.

c) La crisis industrial y la necesidad de la nueva evangelización

Las sucesivas crisis políticas, sociales y económicas que ha vivido Europa a lo largo de este siglo

han ido dando paso a un mayor nivel de desarrollo y progreso de los países.

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Los avances de la ciencia y la técnica, la macroeconomía, las instituciones internacionales, las

multinacionales, las nuevas industrias y las nuevas formas de empleo están proporcionando unos

avances sociales que han llegado, en muchos momentos y lugares, a hacernos tocar el Estado del

Bienestar (Welfare State). Pertenecemos a una sociedad de derechos y deberes.

A nivel sanitario y asistencial, los seguros sociales han hecho que hoy la asistencia sanitaria sea un

derecho gratuito en la mayoría de los países, normalmente atendidos con los mejores sistemas y

adelantos técnicos de la ciencia médica.

Todo ello ha producido también una sociedad de contrastes, con grupos marginales y bolsas de

pobreza importantes, que se han denominado “Cuarto mundo”. De la misma forma, asistimos a un

fuerte cambio en el mundo de los valores, entre los cuales el de la transcendencia es relegado

progresivamente a un segundo plano. Se constata, además, un relativismo ético y moral.

Aunque ya Pablo VI había indicado que Europa era tierra de misión para la Iglesia, ha sido Juan

Pablo II quien, en repetidas ocasiones, ha hecho una llamada a la nueva evangelización en todo el

mundo, y concretamente en esta Europa de finales del segundo milenio. No se trata de anunciar un

nuevo Evangelio, sino de hacerlo presente hoy con nuevas formas y nuevo entusiasmo. Se trata de

hacer presente al Dios de la vida como valor supremo del hombre y del mundo, testimoniándolo

no sólo con la palabra sino sobre todo con la vida, y luchar por la defensa del hombre y de sus

derechos inviolables a nacer, vivir y morir dignamente, constituyen los pilares del evangelio que

también hoy la Iglesia ha de hacer presente en el mundo.

La Orden en Europa trata de responder a esta llamada a la nueva evangelización desde su vocación

y misión hospitalaria apoyada en los pilares de la vida del Hermano de San Juan de Dios: vida

centrada en Dios y alimentada en la oración personal y comunitaria, comunidad de vida fraterna

reunida en el nombre del Señor, y entrega a los pobres y enfermos en el servicio apostólico.

Las motivaciones de la Orden para ofrecer una respuesta adecuada a la nueva evangelización,

desde el propio carisma, son la sensibilidad para captar y dar respuesta a las nuevas necesidades

(enfermos mentales, crónicos, transeúntes, drogodependientes, SIDA, terminales); la apertura a la

participación e integración de los Colaboradores en la vida y misión de la Orden; la colaboración

con otras instituciones y grupos; el fomento de la pastoral de la salud y la bioética,

Para la Europa de nuestros días es muy importante que Instituciones religiosas como la nuestra,

realicen con sencillez gestos que testimonien los valores del Evangelio: mostrar sensibilidad por

los necesitados, estar abiertos, dispuestos y cercanos para atender especialmente a los grupos más

desprotegidos. Por otra parte, es necesario que los centros de la Orden crezcan en calidad

asistencial según el estilo de San Juan de Dios, buscando siempre las mejores técnicas médicas,

cuidando al mismo tiempo la humanización, la defensa de los derechos de los enfermos y

necesitados, fomentando la atención religiosa y los valores éticos, apostando siempre por la vida

en cualquiera de sus etapas.

c. Países en los que nos encontramos

Alemania: la Orden cuenta con la Provincia de Baviera, con 50 Hermanos y 8 centros, y la

Delegación General Renana, 12 Hermanos y 3 centros. En los últimos decenios, la Orden en

Alemania ha experimentado un progresivo descenso del número de Hermanos, al tiempo que

las obras, particularmente en Baviera, participaban del proceso de modernización y

tecnificación de la sociedad alemana. Los Hermanos han sabido reaccionar ante la realidad y

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han implicado en el apostolado de los centros a un elevado número de profesionales, que

mantienen vivo el espíritu de Juan de Dios en centros altamente tecnificados.

Austria: la Provincia austríaca está compuesta por 35 Hermanos y cuenta con 10 centros, siete de

los cuales son hospitales generales altamente cualificados. La Orden, por tradición, goza en

Austria de grande estima. El bajo número de Hermanos ha estimulado al Gobierno de la

Provincia a realizar un interesante proceso de apertura a los colaboradores, a quienes ha sabido

transmitir los valores de la Hospitalidad. Varias obras dependen prácticamente de ellos.

España: la Orden en España siguió y consolidó la línea iniciada por el Bto. Menni. En 1934,

siendo Superior Provincial el Bto. Guillermo Llop se realizó la división en las tres Provincias

actuales: Ntra. Sra. de la Paz (Andalucía), San Rafael (Aragón) y San Juan de Dios (Castilla).

Acabada la guerra civil, y en medio de penurias de todo tipo, las Provincias españolas vivieron

un resurgir vocacional y una expansión con nuevas fundaciones que incluyeron, a partir de

1956, el continente africano. En fidelidad al carisma han tratado de responder creativamente a

las nuevas necesidades, abriendo centros de marcado carácter social, en lo que se trata de

ofrecer una asistencia de calidad al estilo de San Juan de Dios, se fomenta la pastoral, los

comités de ética, el voluntariado, etc., a fin de armonizar el progreso y la humanización de la

asistencia. En la actualidad, la Orden en España cuenta con 46 centros y 396 Hermanos.

Francia: La primera mitad del siglo XX, debido a las dos guerras mundiales, fue dura y difícil

para los Hospitalarios franceses. Hermanos y enfermos sufrieron las consecuencias de ambas

contiendas, destacándose, especialmente en la primera, la labor prestada por los Hermanos en

los servicios de ambulancias y hospitales militares.

En la actualidad la Orden continúa respondiendo, desde sus posibilidades, a las necesidades de

los enfermos y necesitados del país. Cuenta con 8 centros, todos ellos constituidos

jurídicamente como Sociedad Civil dada la legislación francesa, a los que hay que sumar una

residencia de ancianos en la Isla Mauricio (Pamplemousses) y un centro de disminuidos

psíquicos en la Isla Reunión. La Provincia cuenta con 80 Hermanos.

Hungría: La Provincia de Hungría, fundada en 1856 bajo la advocación de la Inmaculada, es

actualmente Delegación de la Provincia austríaca. Son 3 los Hermanos supervivientes de la

opresión sufrida bajo el régimen totalitario; las vocaciones actuales se forman en los centros

interprovinciales de formación de las Provincias de Austria y Alemania. La Orden tiene 5

centros.

Inglaterra: Los Hermanos franceses llegaron a Inglaterra en 1877, y fundaron el Hospital de

Scorton. Después de haber constituido Provincia junto con Irlanda, de 1934 a 1953, fue erigida

Provincia bajo la advocación de San Beda el Venerable. La Provincia inglesa, teniendo en

cuenta la disminución de Hermanos y la falta de vocaciones, ha realizado un discernimiento

para continuar en línea de fidelidad al carisma de la Orden: ha dejado la dirección de grandes

centros. Tiene un hospital general (Scorton), un centro de día para disminuidos psíquicos, once

servicios, que son viviendas para grupos de disminuidos psíquicos, en su mayoría adultos,

fundados en 1989 y 1993, y un centro pastoral en Hemlington, fundado en 1992. En el año

1961 fundaron en Lusaka (actual Zambia) pasando en 1982 a Monze. Los Hermanos son 19.

Irlanda: La presencia de la Orden comenzó con la llegada de los Hermanos franceses a Tipperory,

donde fundaron un asilo para niños lisiados. Siguió el proceso que hemos visto en Inglaterra y

en 1953 fue constituida la Provincia de Irlanda, con la denominación de La Inmaculada

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Concepción.. A partir de entonces ha seguido un camino de crecimiento y expansión con

nuevas fundaciones en Irlanda, en Corea del Sur (desde 1959), en Australia (hasta 1956) y un

centro para minusválidos psíquicos en New Jersey, USA. Actualmente cuenta con 9 centros,

servicios y pequeñas residencias para minusválidos psíquicos y un centro en África (Malawi).

Cuenta con 65 Hermanos.

Italia: Las dos guerras mundiales y sus consecuencias afectaron muy directamente la primera

mitad del presente siglo de la Orden en Italia: medidas gubernamentales que desembocaron en

el cierre y el cese en muchos hospitales, falta de vocaciones, etc. A pesar de las dificultades, se

hicieron nuevas fundaciones durante este período en las dos Provincias, Romana y

Lombardo-Véneta, que superaron la crisis de finales del XIX.

En esta época destaca la figura de San Ricardo Pampuri, médico de la Provincia

Lombardo-Véneta, fallecido el 1 de mayo de 1930 en Milán, beatificado por Juan Pablo II el

día 4 de octubre de 1981, y canonizado el 1 de noviembre de 1989.

Los Hermanos de Italia han tratado de responder con creatividad a las necesidades de los

pobres, enfermos y marginados, con criterios de universalidad. Cuentan con centros destinados

a enfermos crónicos, mentales, ancianos, hospitales generales, etc., y se han extendido fuera de

Italia, concretamente a África (Lombardo-Véneta) y Filipinas (Romana). Actualmente son 23

los centros y 125 Hermanos con los que ambas Provincias cuentan. Completan la presencia de

la Orden en Italia el Hospital de San Juan Calibita en la Isla Tiberina y el Centro Internacional

de Via della Nocetta, los dos dependientes de la Curia General.

Polonia: En Polonia la Orden está formada por la Provincia Polaca y la Delegación General de

Silesia. Ya antes de que el país superara el totalitarismo político, la Orden dirigía algunos

centros, la mayoría dedicados a la medicina homeopática y alguno a la asistencia de enfermos

mentales y disminuidos psíquicos. Aunque con dificultades, los Hermanos van superando la

marca que produjo el largo aislamiento del resto de la Orden y, gracias al esfuerzo que están

realizando a nivel de formación inicial y permanente, la Orden está recuperando el prestigio de

que gozó desde que en 1853 se fundó la Provincia de Silesia y en 1922 se restauró la Provincia

polaca. Hoy hay 14 centros de la Orden y 90 Hermanos en Polonia.

Portugal: Hasta el año 1927, las casas portuguesas estuvieron integradas en la hasta entonces

única Provincia española. En dicho año, siendo Superior General el Padre Rafael Meyer, pasó a

ser Delegación General, y el 27 de marzo de 1928 fue erigida canónicamente la Provincia de

San Juan de Dios de Portugal.

La misión de los Hermanos desde la restauración de la Orden ha estado muy centrada en la

atención y cuidado de los enfermos mentales: todos los centros, a excepción del de

Montemor-o-Novo que es Hospital general, están dedicados a ellos. Junto con las Hermanas

Hospitalarias cubren hoy gran parte de la atención psiquiátrica en Portugal, realizando una

labor apostólica muy hospitalaria y reconocida. En la actualidad la Provincia portuguesa cuenta

con 13 casas, 3 de ellas en Brasil, y está formada por 86 Hermanos.

República Checa: la floreciente Provincia Bohemo-Morava, fundada en 1919 con el título de San

Rafael Arcángel cuanta hoy con 9 Hermanos que sobrevivieron al anterior régimen político y

ha recuperado, con el apoyo de las Provincias de Austria y Baviera, 3 de los 7 centros que tenía

la Orden al final de la Segunda Guerra mundial. Las nuevas vocaciones se forman en los

centros interprovinciales de Alemania y Austria.

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República Eslovaca: Con la muerte del Hno. Fabian Macej en marzo de 1997, la Viceprovincia

Eslovaca ha pasado a ser, desde el mes de mayo del mismo año, Delegación Provincial de

Austria. El motivo de esta determinación es que los Hermanos profesos solemnes que

superaron la opresión del totalitarismo son 3 y los nuevos candidatos están en proceso de

formación en los centros interprovinciales ya citados de Alemania y Austria.

Vaticano: desde el año 1874 la Orden dirige la prestigiosa Farmacia Vaticana, en la que una

Comunidad internacional dependiente directamente de la Curia General, realiza los trabajos

que conlleva la dirección de la Farmacia y el servicio de asistencia en los ambulatorios

médicos de la Ciudad del Vaticano.

2. El hoy de la Orden en América

a) Inicio de la nueva presencia

A partir de la restauración de la Orden en América se realizaron nuevas fundaciones en América

Central y del Sur, auspiciadas por las Provincias españolas y portuguesa. El día 5 de diciembre de

1.994, el Definitorio General decidió erigir canónicamente tres nuevas Provincias en

Latinoamérica, después de haber sido durante algunos años Viceprovincias: Septentrional,

dedicada a Nuestra Señora del Patrocinio y Venerable Padre Francisco Camacho, México y

América Central, bajo el patrocinio de Nuestra Señora de Guadalupe, y Sudamericana

Meridional, cuyo titular es San Juan de Ávila.

Los Hnos. de la Provincia francesa llegaron a Canadá en 1927, fundando en 1933 el Hospital de

Ntra. Sra. de la Merced en Montreal. En 1941, los Hnos. canadienses pasaban a Estados Unidos, y

en 1953 tuvieron su primera casa propia en West Adams Blvd. (Los Ángeles). Por otra parte, los

Hnos. portugueses se hacían presentes de nuevo en América con la fundación en Divinópolis

(1963), constituyendo las casas hoy existentes en Brasil una Delegación de la Provincia

portuguesa.

b) Orientación de nuestros centros

La Orden ha tratado de orientar su misión durante el presente siglo a la atención de los enfermos y

pobres, especialmente los más necesitados, misión que se ha desarrollado, básicamente, en centros

propios; en algunas ocasiones, ha aceptado la dirección de centros de la administración pública y

de la Iglesia.

La beneficencia ha sido el recurso fundamental para la economía de los centros. Incluso hoy, en

varios países de América del Sur, la limosna sigue siendo el soporte de muchas obras, si bien los

conciertos con entidades públicas y privadas van imponiéndose cada vez más en función del

desarrollo económico de los diversos países.

La atención psiquiátrica es el servicio de mayor amplitud del que la Orden realiza hoy en el

continente americano: todas las Provincias dedican buena parte de sus recursos al cuidado y

atención de los enfermos mentales, y en casi todos los países de América Central y del Sur en los

que la Orden está presente, existen centros para la atención a estos pacientes. Esta ha sido una

constante desde el inicio de la restauración en América, al igual que ocurrió en España y Portugal.

Con toda seguridad los enfermos mentales eran, y aún hoy son en muchos lugares, los más

desfavorecidos y desasistidos. Por ello, el Bto. Benito Menni y sus compañeros dirigieron sus

esfuerzos especialmente hacia ellos. Con el paso del tiempo, y ante las nuevas necesidades, la

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Orden ha tratado de responder con generosidad. Así, se abrieron centros para niños paralíticos,

pobres y abandonados, y clínicas ortopédicas.

La Orden, particularmente en América Latina, dedica la mayor parte de sus recursos humanos y

económicos a estos dos colectivos. No obstante, atenta siempre a la realidad, trata de responder a

las nuevas necesidades dedicando nuevos recursos a la atención a transeúntes y marginados,

ancianos, dispensarios y centros de atención primaria y de Educación Especial.

Además de dar una respuesta coherente, evangélica y acorde con las demandas de la Iglesia y de

los necesitados, la Orden en América trata de impulsar los valores propios del carisma

juandediano, plasmándolos en acciones concretas que marcan un estilo propio. La promoción de

la Pastoral de la Salud, el Voluntariado, los principios de la ética católica, la humanización y la

adecuada formación profesional y humana, junto con la aplicación de las técnicas más modernas,

van configurando la orientación y la línea de trabajo asistencial acorde al espíritu y obra de San

Juan de Dios.

No obstante, queda mucho camino por hacer y, probablemente, sea necesario ir replanteándose la

posibilidad de una mayor diversificación de las obras, y priveligiar la presencia en unos países más

que en otros, con el fin de responder mejor a las necesidades de los enfermos, pobres y marginados

del momento actual.

c) Países en los que nos encontramos

En el continente americano la Orden está presente en países donde ya estuvo antes de su

desaparición en el siglo XIX y en otros nuevos, sobre todo en América del Norte. Concretamente

en los siguientes países:

Argentina: Sanatorio S. Juan de Dios (Ramos Mejía), hospital general. Hospital Psiquiátrico S.

Juan de Dios (Luján). Consultorio S. Juan de Dios (Hurlingham), con carácter abierto.

Bolivia: Instituto Nacional de Psiquiatría Gregorio Pacheco (Sucre) e Instituto Psiquiátrico S. Juan

de Dios (Cochabamba). Centro Especial de Investigación Psicopedagógica (Sucre).

Brasil: Hospital S. Juan de Dios (Divinópolis), hospital general. Residencia S. Juan de Dios

(Itaipava), residencia de ancianos. Hospital S. Juan de Dios (Pirituba), para enfermos mentales.

Canadá: Canadá fue constituida como Provincia canónica en 1940 bajo la advocación de Ntra.

Sra. de la Merced. Posteriormente los Hermanos se extendieron a Vietnam y USA. En la

actualidad, la Provincia canadiense cuenta con tres comunidades en Montreal y una en Quebec,

trabajan en un centro para drogadictos, otro para transeúntes y realizan diversas colaboraciones

en hospitales y otros servicios. Los Hermanos son 20.

Colombia: Hospitales generales: Clínica S. Rafael (Santafé de Bogotá), Clínica S. Juan de Dios

(La Ceja), Hospital Parroquial Bto. Benito Menni (Machetá). Servicio a enfermos mentales:

Hospital S. Rafael (Pasto), Clínica S. Juan de Dios (Chía), Clínica S. Juan de Dios (Manizales),

Clínica Ntra. Sra. de la Paz (Santafé de Bogotá). Otras obras de la misión hospitalaria, en la

ciudad capital: Escuela de Enfermería San Rafael, Instituto San Juan de Dios (Colegio), Centro

de Salud San Juan Grande.

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Cuba: Sanatorio S. Juan de Dios (La Habana), para enfermos mentales. Hogar Clínica S. Rafael

(La Habana), en sus orígenes para niños con secuelas poliomielíticas y ahora Hogar para

ancianos. Actualmente está en construcción otro Hogar para ancianos en Camagüey.

Chile: Sanatorio Marítimo S. Juan de Dios (Viña del Mar), para niños disminuidos físicos.

Hospital Psiquiátrico Ntra. Sra. del Carmen (Santiago de Chile).

Ecuador: Centro de Reposo S. Juan de Dios (Quito), para enfermos mentales. Albergue nocturno

S. Juan de Dios (El Tejar-Quito), para marginados y transeúntes.

Estados Unidos: En 1941 los Hermanos de Canadá fundaron la casa de Los Ángeles. En 1950 las

casas estadounidenses se constituyeron en Viceprovincia y años después en Provincia, bajo la

advocación de Ntra. Sra. Reina de los Ángeles. Cuenta en la actualidad con tres obras: Los

Ángeles, Ojai y Apple Valley. La Orden está presente, además, en New Jersey, centro para

disminuidos psíquicos, de la Provincia irlandesa..

México: Sanatorio Psiquiátrico S. Juan de Dios (Zapopan), Sanatorio Psiquiátrico Ntra. Sra. de

Guadalupe (Cholula) y Clínica S. Rafael (Tlalpan). Los tres centros dedicados a la atención de

enfermos mentales.

Perú: Hogar Clínica S. Juan de Dios (Lima), Hogar Clínica S. Juan de Dios (Arequipa) y junto a

éste la Parroquia S. Juan de Dios y el Centro de Educación Especial. Hogar Clínica S. Juan de

Dios (Chiclayo) y Hogar Clínica S. Juan de Dios (Cuzco), para niños enfermos y disminuidos

físicos. El Centro de Reposo S. Juan de Dios (Piura) es un centro psiquiátrico.

Venezuela: Hospital S. Juan de Dios (Caracas) y Hogar Clínica S. Rafael (Maracaibo), hospitales

infantiles, de traumatología, ortopedia y rehabilitación. Hospital S. Juan de Dios (Mérida), para

la asistencia psiquiátrica.

3. África: savia nueva en el árbol de la Hospitalidad

a) Fidelidad al carisma en situaciones difíciles

El principio fundacional de la Orden de asistir siempre a los más necesitados ha sido en África un

criterio seguido sin grandes dificultades, ya que en todos los centros donde trabajamos los

Hermanos nuestra presencia es necesaria y valorada, pues hay que tener presente que en el campo

de la salud hay mucho trabajo que realizar, pudiendo decirse que casi todas las realidades con que

nos encontramos son urgentes.

La Orden no tiene una estructura ni unos fondos para hacerse presente en situaciones de

emergencia, ni creemos que sea su misión. No obstante, cuando éstas se presentan donde hay una

obra juandediana, los Hermanos seguimos prestando nuestros servicios en favor de los enfermos y

necesitados.

En los últimos años, la inestabilidad social, política y económica está produciendo en los países

africanos verdaderas situaciones de violencia y guerra, muchas veces tribales, que ocasionan gran

cantidad de muertes y persecuciones. Aunque ningún Hermano de San Juan de Dios ha sufrido la

muerte por esta causa, consignemos aquí tres naciones que viven esta situación y en las que

estamos presentes:

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Mozambique: Los movimientos independentistas (FRELIMO) de cariz totalitario lograron su

propósito en junio de 1975 y ese mismo año se decretó la nacionalización de todas las

instituciones educativas, sociales y sanitarias, incluidas las de la Iglesia y por tanto las que la

Orden que tenía en Mozambique desde 1943.

Poco a poco, los Hermanos fueron regresando a Portugal.Ppermaneció el Hno. Manuel

Nogueira que, además de su dedicación a los enfermos, trabajaba en la evangelización, lo cual

le costó la cárcel en dos ocasiones en 1979. En la actualidad, y no sin dificultades (los centros

siguen confiscados) los Hermanos viven en Nampula en un clima de mayor paz.

Liberia: En 1990, grupos rebeldes se levantaron en armas contra el régimen vigente. Hubo una

dura lucha con gran cantidad de muertes, incluida la del Presidente del país. Nuestro hospital

fue un buen lugar de atención y refugio para muchas personas necesitadas que huían de la

sangrienta guerra. Los Hermanos estuvieron presentes, realizando una gran labor humanitaria y

evangélica, hasta el último momento en que fueron evacuados. Nuestro hospital de Monrovia

fue saqueado y prácticamente destruido.

Finalizada la guerra, aunque con mucha inestabilidad, los Hermanos volvieron el 7 de junio de

1991 para reconstruir el hospital y reemprender su labor misionera y hospitalaria. De nuevo, en

abril de 1996, se recrudeció el conflicto con dramáticas consecuencias para la población civil.

No obstante, los Hermanos, por propia voluntad, decidieron permanecer en el hospital de la

capital liberiana.

Sierra Leona: La situación tiene gran parecido con la de Liberia, país del que es fronterizo. A

comienzos de 1995 surgieron con fuerza grupos de rebeldes para hacerse con el gobierno de la

nación. Cuando parecía que se iba a consolidar la paz después de haber tenido elecciones

democráticas, en marzo de 1997 ha habido un nuevo golpe de estado. Las consecuencias están

siendo el miedo, el terror y la muerte de muchas personas inocentes.

Los Hermanos, que realizan su misión en el hospital de Lunsar en el interior del país, viven

afectados por esta situación y en varias ocasiones se han visto sorprendidos por la llegada de estos

grupos armados al hospital y por enfrentamientos en los alrededores. Hasta el momento todo ha

quedado en el susto y los Hermanos se dedican a atender a todos los enfermos, necesitados y

refugiados que les llegan.

b) El esfuerzo de implantación

La Orden Hospitalaria reinicia su presencia en África en el siglo XX con la fundación de

Mozambique (1943), a la que seguirán otras en Somalia (1955), Ghana (1956), Togo (1961),

Zambia (1962), Océano Indico (Isla Reunión 1962), Liberia (1963), Sierra Leona (1967),

Camerún (1968), Benín (1970), Senegal (1975) y Malawi (1992). Algunas de ellas serán estables

y otras deberán cerrarse y reiniciarse en otros lugares. Este fuerte impulso misionero es debido,

por una parte, al aumento de las vocaciones en las Provincias europeas (Portugal, España, Italia,

Inglaterra, Francia) y, por otra, al deseo de responder a la llamada de la Iglesia, de forma especial a

partir del Concilio Vaticano II. La Orden movilizó un gran número de Hermanos y recursos para

estar en este continente tan necesitado de presencias. Incluso cuando en las Provincias madres se

comenzaba a sentir el declinar vocacional, el área misionera siguió siendo privilegiada.

c) Acciones realizadas en este sentido

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Nuestra Orden se ha sentido siempre llamada a extender el Reino de Dios a todos los rincones de

la tierra con su misión hospitalaria. En el presente siglo y, concretamente en África, está

realizando grandes esfuerzos por consolidar su presencia. Las acciones fundamentales para

conseguirlo son las siguientes:

Iniciativa de algunas Provincias que se sienten llamadas a expandir la Orden en el continente

africano. La primera fue Portugal que, en 1943, realizó la primera fundación en Mozambique.

Posteriormente otras Provincias seguirían el mismo camino.

La Escuela de Misionología de Roma. Como se ha indicado en otro capítulo, fue creada en

1955, como una sección anexa a la Escuela de Espiritualidad. El P. Moisés Bonardi, Superior

General, fue su impulsor y el P. Higinio Aparicio, su sucesor, potenció esta iniciativa.

Se fue creando una gran sensibilidad en toda la Orden por las misiones, y muchos Hermanos

pudieron acceder a la Escuela y recibir una adecuada formación para su posterior incorporación

en las casas de misión. Otros muchos que se formaron en ella no fueron a misiones, pero

contribuyeron a crear una mentalidad y sensibilidad muy importante. Sin duda, se puede decir

que esta Escuela fue una de las acciones principales para la potenciación de nuestra presencia

misionera.

El esfuerzo de muchas Provincias que, a partir de los años 50, aportaron generosamente

muchos recursos materiales y sobre todo Hermanos. En pocos años se realizaron muchas

fundaciones en las que la Orden sigue prestando una gran labor apostólica, social y sanitaria.

Entre las preocupaciones más importantes ha estado siempre el empeño por la promoción de las

vocaciones nativas y el cuidado de su formación. Fue sobre todo en los inicios de los años 80

cuando comenzó un trabajo más coordinado y sistemático, coincidiendo con la publicación del

libro “La Formación del Hermano de San Juan de Dios”.

La creación de la Delegación General de África fue, sin duda, un hecho significativo. No

resultaba fácil unir Hermanos, comunidades y centros de distintas culturas y realidades; sin

embargo, y después de unos años durante los cuales realizó un servicio de interelación entre

para los centros de África un Hno. Coordinador, en el año 1989, siendo Superior General Fr.

Brian O´Donnell, pudo erigirse la Delegación, dándose así una muestra de universalidad y

apertura,. La inquietud surgió años antes, siendo Fr.. Pierluigi Marchesi Superior General.

En los años de funcionamiento de la Delegación General de África se han ido dando pasos

firmes de cara a la consolidación en ese continente en todas las áreas: formación,

administración, estilo de vida, etc. No obstante queda mucho camino por andar todavía.

La labor que en África venimos realizando es amplia e inestimable.

Resaltamos, por último, la apertura de muchas comunidades y centros en África a recibir y

acoger personas voluntarias que, durante algún tiempo, ayudan en la labor hospitalaria y

comparten la vida de los Hermanos. Esta colaboración no sólo está siendo positiva a los

Hermanos y los centros, sino que las propias personas que allí van, o contribuyen con sus

aportaciones se sienten muy beneficiadas. Se cumple de manera concreta el lema de San Juan

de Dios cuando pedía limosna. “Hermanos, hacéos bien a vosotros mismos”.

d) La Internacionalidad de los Centros de Formación

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En los primeros tiempos la Formación se organizó como en las Provincias. En algunos casos, los

jóvenes vocacionados eran llevados a Europa, ya que los Hermanos misioneros no se veían

capacitados para la tarea formativa. Tal decisión no dio buen resultado y, ante la poca

perseverancia de los candidatos, se abrieron los Centros de Formación en las casas de misión.

Como en los primeros años cada comunidad dependía de una Provincia diferente y la distancia

entre las mismas era muy grande, cada centro debía asegurar todo el ciclo de formación, con las

dificultades que esto conlleva.

En los años 70 se tienen los primeros encuentros de Hermanos que trabajan en África, con objeto

de compartir la labor que se realiza, las dificultades que se encuentran y la forma de colaborar

entre las diferentes obras. Estas primeras reuniones tendrán su momento fuerte con el curso de

misioneros celebrado en Roma en 1980, en el marco de los Cursos de Renovación, en el primer

sexenio del Hno. Pierluigi Marchesi.

A pesar de ello, las dificultades continuaron existiendo en la práctica y no se encontraban

suficientes formadores para asegurar la formación de los jóvenes que, cada vez más numerosos,

llamaban a las puertas de las comunidades. Al principio de los años 80, la Provincia de Castilla y la

de Aragón deciden llevar sus novicios al Noviciado de Nguti (Camerún), perteneciente a la

Provincia Bética, iniciándose un nuevo camino de colaboración. Pronto pasaron los Escolásticos a

Afagnan (Togo), donde iniciaron los estudios profesionales, en concreto de Enfermería, en

colaboración con la Escuela de Enfermería del hospital San Pedro de la Provincia romana.

Estos pasos fueron inciertos y no ausentes de dificultades. En vista de todo ello, el Superior

General convocó una reunión en Afagnan (Togo) en marzo de 1985, durante la cual se decidió por

unanimidad la implantación de la Orden en África, con el fomento y la formación de las

vocaciones nativas, debiéndose aportar los medios humanos y económicos necesarios para

llevarla a buen término. Como pasos concretos, se acordó la construcción del Noviciado en Lomé

(Togo) por tener más posibilidades para la formación de los jóvenes, y el Escolasticado en

Koforidua (Ghana). Los dos centros a nivel Internacional, para asegurar la formación homogénea

de los candidatos.

En noviembre de 1986 se tiene en Lomé (Togo), sede del Noviciado, el primer curso de

formadores de África dirigido por el Hno. Valentín A. Riesco. Participaron diez Hermanos y se

elaboraron los programas y criterios a seguir, de acuerdo con el libro “La Formación del Hermano

de S. Juan de Dios”, aplicados a la realidad africana. Posteriormente se tuvieron dos encuentros de

evaluación y programación.

También en 1986, el Gobierno del Togo autorizó por creación de la Escuela de Enfermería San

Juan de Dios en el hospital del mismo nombre de Afagnan, donde tendría lugar la formación de los

religiosos. La Escuela no abrió sus puertas hasta el 12 de diciembre de 1989, con una primera

promoción de veinte estudiantes. Desde su inicio la Escuela ha formado cuarenta y cuatro

auxiliares sanitarios y treinta y seis enfermeros diplomados. La promoción 1994-97 consta de

veintisiete estudiantes. No obstante, hay que decir que hasta la fecha no cuenta aún con

autorización para expedir los títulos correspondientes, cosa que se está gestionando para el bien de

los estudiantes.

La internacionalidad de los Centros de Formación ha sido un gran acierto en vistas a la

consolidación en África. También es un aspecto importante que enriquece, al crecer juntos los

jóvenes vocacionados hospitalarios, siendo al mismo tiempo un signo de unidad el poder convivir

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Hermanos de diversos países, culturas, mentalidades y etnias, en un mundo tan dividido como el

nuestro.

e) La Delegación General de África

Tiene su inicio embrionario en la reunión de Afagnan de 1985, en la que se acordó crear la

Coordinación General de África, que abarca los siguientes países: Senegal, Sierra Leona, Liberia,

Ghana, Togo, Benin y Camerún. El fin era ir unificando los criterios generales a seguir, sobre todo

a nivel de la formación. El primer Coordinador fue el Hno. Justino Izquierdo, reemplazado en

1986 por el Hno. Juan Bautista Carbó.

Durante los cuatro años de funcionamiento de la Coordinación se pusieron las bases para una

colaboración más estrecha entre los diferentes centros de África occidental. En este período

tuvieron lugar varios encuentros en la sede de la Coordinación y del Noviciado de Lomé

(diciembre 1986 y enero 1988), en los cuales se fueron confirmando los pasos dados y se estimuló

a seguir avanzando.

Después de los Capítulos Provinciales de 1989, se tuvo en Los Molinos (Madrid) una reunión de la

Curia General con los nuevos Hermanos Provinciales y los Hermanos misioneros que habían

asistido a los Capítulos. A esta reunión se invitó a los Hermanos Provinciales de Inglaterra y

Portugal. Durante la misma se acordó la creación de la Delegación General de África, decisión que

debían ratificar los diversos Consejos Provinciales. La Coordinación se convirtió en Delegación

General de África San Ricardo Pampuri, a la cual se unieron Zambia y Mozambique. Como

primer Delegado General fue nombrado el Hno. Juan Bautista Carbó, hasta ese momento

Coordinador General, y como Consejeros los Hermanos Justino Izquierdo, Benôit Lokossou e.

Ivo Tangwa Tatah.

En estos años de vida de la Delegación se han ido concretando los objetivos a seguir, se han

unificado los criterios de la Pastoral Vocacional y de la admisión de los candidatos, se ha avanzado

en la creación de una mentalidad común y se han internacionalizado las comunidades.

Es en el campo vocacional donde la Delegación ha realizado los progresos más importantes. Al

inicio de este periodo, en 1986, aunque las ideas estaban claras, en la práctica no se veía cómo

concretarlas. Pero poco a poco, y con la generosidad de muchos Hermanos, se han ido poniendo

en funcionamiento los Centros de Formación y se comienzan a aplicar los criterios acordados

según el Libro de la Formación de la Orden y de la reunión de Formadores de 1986. Fruto de ello

es que en la actualidad la Orden cuenta con unos 80 Hermanos africanos y constituye, sin duda,

una gran esperanza para el futuro.

f) Erección de dos nuevas Provincias en África

La Delegación General de África ha dado respuesta, en gran parte, a los deseos y expectativas de

todos, y preparó a los Hermanos para poder constituir dos nuevas Provincias. Después de

consultar a todos los Hermanos, en la Asamblea de la Delegación, celebrada en Lomé (Togo) del

14 al 19 de abril de 1997, presidida por el Superior General Fr. Pascual Piles, después de haber

estudiado las opciones posibles que sugerían los Hermanos, la Asamblea llegó a la conclusión de

constituir dos Provincias en África, teniendo en cuenta la distribución geográfica y lingüística. La

parte de habla inglesa recibió el título canónico de Nuestra Señora de la Misericordia, y

comprende las Comunidades y Centros situados en Ghana, Sierra Leona, Liberia, Camerún y

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Zambia. La Provincia de habla francesa, con el título de San Ricardo Pampuri, la componen las

Comunidades y Centros de Senegal, Togo, Benin y Mozambique.

El Definitorio General, en la sesión del día 25 de abril del mismo año, aprobó las decisiones

tomadas en la Asamblea de Lomé y nombró los Provinciales y Consejeros Provinciales de las dos

Provincias. Para de la Provincia “Nuestra Señora de la Misericordia” fueron nombrados: Fr. José

Mª. Viadero, Provincial , y los Hermanos Raphael Ngong Teh, sac., Justino Izquierdo, John

Oppong, sac., y Ngha Nicholas Mue, Consejeros. Los Hermanos Jesús Labarta, Leopoldo Gnami,

José Mª. Chávarri, Benôit Lokossou y Fiorenzo Priuli, fueron nombrados Provincial y Consejeros

de la Provincia “San Ricardo Pampuri”.

El proceso hasta llegar a esta decisión no ha estado ausente de dificultades, como no lo estará el

camino a seguir en el futuro, dada la extensión, las distancias y las distintas lenguas y culturas. No

obstante, la gran generosidad de los Hermanos seguirá superando las deficiencias y limitaciones y,

estamos seguros, esta decisión impulsará el desarrollo de la Orden y su acción apostólica en el

continente africano.

4) Asia: presencia de la Orden en un mundo de contrastes

En el continente asiático, y durante los últimos 35 años, la Orden ha contribuido en gran medida a

la misión de la Iglesia, evangelizando a los pueblos de los países en vías de desarrollo. En Asia los

Hermanos han respondido de muy distinta manera a las necesidades de los pobres y de los

enfermos. La Orden ayuda en gran medida al desarrollo de los programas y servicios nacionales,

no compitiendo con los servicios del gobierno, sino ofreciendo nuevos modelos de asistencia.

En los países asiáticos pobres en servicios sanitarios la Orden ha puesto el acento sobre programas

sanitarios comunitarios. Exige a los líderes la capacidad de saberse relacionar, no solamente de

comunicar y trabajar con los grupos; les pide, además, que sean sensibles hacia los demás y tengan

la capacidad de establecer un sentido de comunidad con los pobres y, más importante aún, que

estén imbuidos del carisma de hospitalidad de la Orden.

Israel: La Orden llegó al actual Israel en 1891. A iniciativa del Padre Alfieri se fundaron dos

hospitales: uno en Tantur (Jerusalén) y otro en Nazaret, con dos comunidades dedicadas a la

atención hospitalaria y al apostolado misionero. Actualmente sólo existe el Hospital de Nazaret

adscrito a la Provincia Lombardo-Véneta.

Japón: la Provincia de Baviera fundó en Kobe (Japón) en 1951; actualmente es una Delegación

Provincial con dos centros. En Japón, un país orientado hacia la valoración de la persona en

términos de su productividad, el testimonio cristiano de la labor de los Hermanos tiene gran

importancia para la Iglesia. Esto es evidente en el caso de su interés por personas que han

pasado mucho tiempo en hospitales psiquiátricos y necesitan ayuda y atención a largo plazo.

El terremoto devastador del 17 de enero de 1995 ha destruido completamente la residencia y la

capilla de los Hermanos y dañado mucho el centro. Afortunadamente, no hubo muertes ni

heridos graves. Tras un primer momento muy duro, los Hermanos y sus Colaboradores, con la

ayuda de la Provincia bávara y cierta colaboración de parte del gobierno, han podido

reconstruir los edificios. La casa de Kobe-Kita resultó indemne durante el terremoto.

El centro de larga estancia de Kobe-Suma ha aceptado también residentes de breve estancia

para convalecientes de una enfermedad física, y ofrece algunos tratamientos no médicos, como

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la hidroterapia. Al atender a muchos pacientes no cristianos, aparte de un ambiente relajado y

acogedor, los Hermanos ofrecen también un programa pastoral ecuménico.

La Orden en Japón tiene también una clínica en Ogo para adultos con múltiples trastornos

graves. Los programas del centro apuntan a satisfacer las exigencias individuales de los

residentes.

En un país donde sólo el 1% es cristiano y 430.000 los católicos, las vocaciones a la Vida

Consagrada y a la vida de la Orden, en particular, están en proporción a dicho número. No

obstante, tenemos la suerte de contar con varios Hermanos japoneses, que han hecho ya los

votos solemnes.

Vietnam: los Hermanos de la Provincia canadiense llegaron a Vietnam en 1952 y se instalaron en

el norte del país. Con el inicio de la guerra civil, el hospital de los Hermanos en Tan Bien (Ben

Hoa City) fue ocupado por el estado, así como también la casa del noviciado de Da Nang City.

Los Hermanos canadienses se vieron forzados a abandonar Vietnam y desde entonces el

contacto con los Hermanos vietnamitas fue indirecto e intermitente, a través de la Provincia

francesa. Esta situación ha mejorado recientemente y ahora es posible un contacto directo. Sin

embargo, sigue siendo difícil a los representantes eclesiales, inclusive a los miembros del

Gobierno General de la Orden, el permanecer en una comunidad local cuando visitan Vietnam,

para lo que se necesita un permiso especial de las autoridades. También es muy difícil para los

religiosos viajar fuera del país.

La capilla de los Hermanos es lugar de encuentro donde la gente entra y sale constantemente

para rezar delante del Santísimo Sacramento y delante de las imágenes de la Virgen, de San

Juan de Dios y de San Ricardo Pampuri. Otro punto de referencia para los Hermanos y la

Iglesia local, es la tumba de un Hermano de origen americano, el venerado Fr. William

Gagnon, enterrado en el cementerio cerca de la casa de los Hermanos, en Tan Bien. El

Hermano William era miembro de la Provincia canadiense y fundador de la Orden en Vietnam.

Junto con otros Hermanos canadienses primero se fue misionero a Vietnam del Norte, pero

luego paso al Sur con los refugiados cuando estalló la guerra. Al Hermano William se le

recuerda como un Hospitalario ejemplar y se ha ido difundiendo entre el pueblo vietnamita una

gran devoción hacia él. Cada día se ven enfermos del hospital y muchas otras gentes rezar

delante de su tumba. En la muerte como en la vida, él está, sin duda, muy cerca de sus

Hermanos y del pueblo vietnamita, a quien amó de todo corazón y sirvió con compasión y

ternura infinita.

Algunos Hermanos han estudiado y recibido un diploma en la práctica de la medicina oriental

tradicional y acupuntura. Han creado dispensarios, sobre todo para los pobres, y también una

industria para medicinas tradicionales, que suministran no solamente en sus propios

dispensarios, sino también a dispensarios y hospitales de los alrededores.

Los Hermanos cuentan con muchos voluntarios. Además hay más de siete parroquias con más

de 30 afiliados de San Juan de Dios en cada una que visitan a los enfermos y a los moribundos

en sus domicilios. Estos grupos parroquiales, inspirados en San Juan de Dios y en el ejemplo de

los Hermanos, pidieron ser afiliados a la Orden para compartir sus beneficios y gracias

espirituales. La ceremonia de afiliación a la Orden tuvo lugar durante la visita del Prior

General, en 1995.

A pesar de las innumerables dificultades, los Hermanos han sabido atraer muchas vocaciones y

darles una sólida formación religioso-hospitalaria. A finales de 1995 había más de 70

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Hospitalarios en Vietnam. El aspecto más prometedor para el futuro de la Orden en Vietnam es

que el número de candidatos que solicitan el ingreso en la Orden es constante.

Corea: en 1959 los Hermanos de Irlanda fundaron en Corea del Sur. Hoy es una Delegación

Provincial con tres centros. Ha conseguido humanizar el servicio a los enfermos mentales,

realizando una misión profética en este ámbito de la asistencia. El futuro se prevé con

esperanza, debido al número de vocaciones nativas.

Desde la inauguración del hospital Kwangju en 1960, la Orden ha prestado su servicio a los

pobres que no podían permitirse pagar los servicios médicos existentes en otros centros. A este

objetivo de servir a los más necesitados se fue añadiendo la dimensión ecuménica, ya que los

Hermanos trabajan en muy estrecha colaboración con el hospital presbiteriano local en el

tratamiento de los enfermos pobres, estableciéndose muy estrechas relaciones personales entre

los dos grupos.

El hospital preparó un programa de ayuda a las aldeas de alrededor Por ejemplo, en una aldea

donde había gente enferma de lepra se hicieron visitas regulares, los niños y jóvenes de la calle

recibieron asistencia médica gratuita, así como los residentes en un centro para pobres llevado

por las autoridades civiles. Durante más de quince años, los Hermanos, Novicios y Postulantes,

inclusive, trabajaron como voluntarios cada día en ese centro, donde había más de 400 personas

viviendo en condiciones infrahumanas. Particularmente grave era la situación de los enfermos

mentales y los huérfanos. Dentro del centro, con el permiso de las autoridades civiles, la Orden

construyó un edificio para el tratamiento de los enfermos mentales. Para entonces se trataba de

un proyecto piloto.

Recientemente, la mejora del nivel de vida que ha llegado con el auge económico en Corea y la

introducción de la Seguridad Social, ha permitido a los pobres y al resto de la población recibir

asistencia sanitaria en hospitales y dispensarios. El dispensario de los Hermanos se ha

especializado en dermatología, pediatría y medicina interna, y continúa siendo meta de muchos

pacientes. La Orden considera el dispensario como un recurso válido y una ayuda para un

programa de asistencia a domicilio a enfermos terminales o incurables; un centro para

enfermos terminales de cáncer, un programa para ancianos y como un servicio de salud mental.

Gracias a la experiencia del proyecto piloto para personas con trastornos mentales arriba

mencionado, la Orden en Corea ha creado un servicio de salud mental innovador, ideado como

centro para vivir, más que como hospital psiquiátrico. Esta es una obra muy considerada en el

país y un centro de formación para los profesionales en el campo. El departamento de

educación ha publicado varios libros sobre varias formas de enfermedad mental y problemas

psicológicos.

En la ciudad de Chuncheon al noreste de la capital Seúl, en 1984, y por invitación de las

autoridades civiles y del obispo local -que declaró antes de su muerte en 1994 que el haber

traído a los Hermanos a la diócesis es una de las cosas de las que más orgulloso se sentía de su

servicio como obispo-, la Orden se responsabilizó de la administración de un albergue para 150

transeúntes. Se trata de un proyecto basado en un convenio entre las autoridades civiles y

nuestra Orden.

En 1990, por invitación de la archidiócesis de Seúl, la Orden abrió un centro para jóvenes

adultos con dificultades de aprendizaje. A causa de los recursos limitados, voluntarios y

estudiantes universitarios en particular, han desempeñado un papel significativo en el

desarrollo y en la puesta en marcha de programas de formación para los usuarios.

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La Orden en Corea es consciente que para estar cerca de la gente pobre y ofrecerle sus servicios

de manera regular, se necesitan fondos que proceden de varias fuentes. Al respecto se ha creado

la Oficina de Desarrollo con el objetivo de procurar fondos para las obras de caridad de la

Orden. Estos recursos están a disposición del Superior Mayor para que los use a su discreción

en proyectos a favor de los pobres o para proyectos no financiados por el gobierno u otras

entidades.

India: hay dos rasgos interesantes de la fundación de la Orden en la India. Uno es el hecho que dos

Hermanos profesos del país eran miembros del equipo fundador que llegó de la Provincia

renana (Alemania) en 1969; otro, que el Hermano Fortunatus, miembro del mismo grupo

pionero, ha fundado una nueva Congregación de religiosas: las Hermanas de la Caridad de San

Juan de Dios. Las Hermanas, que celebraron su primer Capítulo General en 1992, trabajan en

estrecha colaboración con los Hospitalarios.

A pesar de que la obra de mayor envergadura de los Hermanos en la India sea un hospital

general, su actividad abarca una gran abanico de actividades que va desde un hogar para pobres

con enfermedades crónicas, pasando por un centro de salud, una residencia para ancianos y un

proyecto de viviendas, que ha proporcionado casa a más de 1.500 familias pobres. El hospital

general de los Hermanos en Kattappana es independiente desde el punto de vista económico,

pero varias de las obras de la Orden en la India están financiadas por bienhechores extranjeros,

especialmente alemanes . Los Hermanos de la Delegación General Renana apoyan la

asociación “Indienhilfe des Hospitalordens vom Hl. Johannes von Gott e V.” para la

colaboración con las obras de la Orden en la India.

En Kattappana, primera fundación, los Hermanos han creado un hospital general que cuenta

también con una escuela para enfermeros/as reconocida por la Universidad Mahatma Gandhi.

El hospital tiene un programa de primeros auxilios y un servicio oftalmológico gratuito,

desempeñado por personal voluntario que visita regularmente las aldeas pobres.

El Pratheeksha Bhavan (Casa de la Esperanza), cercana al hospital, acoge a personas con

enfermedades crónicas que reciben cariño, amistad y atención de parte de las Hermanas y los

Hermanos que trabajan allí. La Casa de la Esperanza acoge también a niños de familias pobres

de la zona. Sirve como centro para asistir a las familias que se encuentran en circunstancias

difíciles.

Poonomalle (Madras) es la sede de la Delegación y del Noviciado. En la zona se ha creado

también un hogar para ancianos con un pequeño dispensario para familias pobres.

Deshgaon (India del Norte) es la fundación más reciente de la Delegación en la India. Se trata

de un servicio de asistencia sanitaria. En el centro hay un dispensario con algunas camas para

casos especiales, y desde el mismo se ofrecen también servicios a las aldeas de alrededor.

El ingreso de jóvenes en la Orden es constante. Los Hermanos se forman para mantener vivo el

espíritu de San Juan de Dios y los principios, los valores y la filosofía de la Orden y adquieren

la preparación profesional de enfermeros y en otras ramas médicas y asistenciales

Filipinas: durante muchos años la Orden tuvo el deseo de volver a Filipinas. Este sueño se realizó

en 1988, cuando la Provincia Romana creó un centro de formación y un dispensario en Quiapo,

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uno de los barrios más pobres de Manila. La Orden tiene mucho que aportar a un país de gran

diversidad, con ciertas tensiones y posibilidades limitadas,

Actualmente, el dispensario de Quiapo se ha transformado en un Poliambulatorio gratuito. En

1996 se ha abierto una Escuela para la rehabilitación de niños sordomudos; en ella se imparten,

además, cursos de orientación profesional para adolescentes.

En 1990 se abrió el Noviciado en Amadeo (Cavite), al que en 1996 se ha unido un Centro de

Rehabilitación para niños que sufren lesiones cerebrales.

Filipinas, Delegación de la Provincia Romana, es la fundación más reciente de la Orden en

Asia. Junto con la Iglesia local, la Orden, en este país, el más católico de Asia, tiene mucho que

aportar en la evangelización de este gran continente, en respuesta al reto del Papa a la Iglesia en

Asia, pero sobre todo a la Iglesia en Filipinas.

4) Oceanía: nuevos horizontes de la Hospitalidad

Australia y Nueva Zelanda, como Europa y EE.UU., son hoy sociedades posmodernas donde la

religión se ha convertido en asunto personal separado de la comunidad; la libertad individual, la

justicia social, la ecología y el feminismo son considerados por muchos asuntos más importantes

que ir a la iglesia. En términos de apostolado, los religiosos están retirándose de las grandes

instituciones, que en el pasado constituyeron las ciudadelas de los apostolados de las órdenes

religiosas, y optan por obras más pequeñas o apostolados individuales.

Australia: cuando los primeros Hermanos de San Juan de Dios llegaron en 1947 a la archidiócesis

de Sidney (Australia), formaban parte de la última ola de los misioneros irlandeses que llegó al

continente australiano. Esto ocurrió en un momento en que era muy mediocre el nivel de

atención e interés prestado a los niños disminuidos psíquicos. Los Hermanos se dedicaron a

ellos con entrega y experiencia. Abrieron tres escuelas especiales y un taller protegido para

niños y adolescentes disminuidos. Su labor en este campo ha promovido enormemente la

evangelización de la Iglesia, por su testimonio de servicio y entrega a los necesitados, que es

parte fundamental del mensaje cristiano.

Asimismo, los Hermanos se dedicaron a la asistencia psiquiátrica, en un momento en que el

tratamiento de los enfermos mentales se limitaba a su custodia. En los dos hospitales

psiquiátricos de los Hermanos se practicaban nuevos métodos: terapias de grupo, y

tratamientos farmacéuticos, supervisados, a una amplia gama de desórdenes psiquiátricos.

La Orden acaba de cumplir 50 años de presencia en Australia. Tiene centros y servicios en los

dos estados orientales de New South Wales y Victoria.

En New South Wales, la Orden dirige una residencia para niños con trastornos mentales en

Morisset y dos hospitales psiquiátricos en Sidney. En Melbourne posee una red de servicios

sociales y terapéuticos para personas discapacitadas.

Nueva Zelanda: ya el primer superior de la Orden en Australia, al salir de Irlanda en 1947, recibió

el mandato de extender la Orden a la vecina nación independiente de Nueva Zelanda. Este

mandato se realizó en 1955, cuando cuatro Hermanos fueron a Cristchurch, ciudad principal de

South Island en Nueva Zelanda, para abrir un internado especial para niños con dificultades de

aprendizaje.

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La escuela llamada “Marylands” se hizo famosa en toda Nueva Zelanda por sus avanzados

programas de educación especial. Funcionó durante 28 años antes de pasar a manos del

gobierno del país. Mientras, la Orden abrió una residencia para disminuidos psíquicos adultos

en la misma ciudad de Christchurch y una “casa hogar” para adolescentes delincuentes,

muchos de ellos maoríes. En 1995 la Orden asumía la responsabilidad de una residencia de

ancianos, dirigida antes por las Hermanitas de los Pobres. Esta residencia se encuentra en

Hastings, en North Island.

En Nueva Zelanda nuestra Orden se ocupa actualmente de los ancianos y de servicios de

rehabilitación para las personas con discapacidades físicas. Ayuda también a los transeúntes, sobre

todo a los jóvenes. Sus obras principales son el Hospital de San Juan de Dios para Ancianos y el

Albergue San Juan de Dios-Sagrada Familia en Hastings. En Christchurch se encuentra también

una obra para jóvenes transeúntes. Durante esos años varios neozelandeses han ingresado en la

Orden y han prestado sus servicios en Australia y en Papua Nueva-Guinea.

Papua Nueva-Guinea: la población de Papua Nueva-Guinea es de unos tres millones de

habitantes. La mitad de la población es cristiana y la mitad de los cristianos son católicos. El

terreno montañoso obligó a un estilo de evangelización dividido en compartimentos con

diferentes denominaciones cristianas centradas en una zona del país. La mayoría de las

confesiones aceptaron esta situación durante el periodo colonial, pero recientemente las

distintas iglesias cristianas se han difundido más allá de los confines políticos y naturales

originales. La cultura melanesia no tiene historia de ningún tipo de vida religiosa o sacerdotal.

Los Hermanos de San Juan de Dios llegaron a Papua Nueva-Guinea en 1971. Fueron a trabajar

con los niños con trastornos físicos y socialmente necesitados, en una institución en la capital

Port Moresby. En 1976 la labor de la Orden alcanzó la aldea montañosa de Kamina, donde los

Hermanos abrieron un dispensario, promoviendo, así, el desarrollo de la gente mediante la

educación, la agricultura y otras iniciativas. Los Hermanos se retiraron de Kamina en 1994 y

pasaron al noviciado de Port Moresby.

En Papua Nueva-Guinea la mayoría de los Hermanos indígenas están en formación. Sin

embargo, la Orden tiene una residencia para jóvenes necesitados en Hohola (Port Moresby) y

un centro para alcohólicos y drogadictos en Goroka. Los miembros de la Orden llevan la

pastoral en el centro sanitario Raihu (Aitape). En Port Moresby los Hermanos supervisan y

organizan un taller para personas afectadas por la lepra.

Hay varios Hermanos profesos de Nueva-Guinea y el número de candidatos en las fases

iniciales de formación se mantiene constante. El Escolasticado está en Aitape donde los

Hermanos se forman para trabajar los dispensarios. La Orden se ocupa, además, de un centro

para el tratamiento de drogadictos y alcohólicos, centro que se encuentra en Goroka y es

propiedad de la Conferencia Episcopal.

La expresión de Hospitalidad de la Orden en Papua Nueva-Guinea ha sido su aportación

original a los intentos evangelizadores de la Iglesia para mostrar toda la amplia gama de los

valores cristianos, especialmente la misericordia y el servicio a los enfermos y a personas con

dificultad de aprendizaje o minusvalía física.

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Capítulo octavo

EXIGENCIAS MISIONERAS ACTUALES PARA LA VIDA DE LA ORDEN

1. La vocación del Hermano de San Juan de Dios vivida con espíritu misionero

Todos los bautizados somos llamados a ser evangelizadores y testigos del Reino de Dios. “La

Iglesia entera es misionera, la obra de evangelización es un deber fundamental del Pueblo de

Dios” (EN 59). No obstante, existen diversidad de servicios en la unidad de la misma misión (cf

EN 66).

Juan Pablo II destaca, en la carta encíclica Redemptoris missio, la fecundidad y riqueza de los

Institutos de Vida Consagrada al servicio de la evangelización. De manera específica invita a los

Institutos de vida activa, persigan o no un fin estrictamente misionero, a trabajar por la expansión

del Reino de Dios. “La Iglesia debe dar a conocer los grandes valores evangélicos de que es

portadora; y nadie los atestigua más eficazmente que quienes hacen profesión de vida

consagrada” (RMi 69).

Para nosotros, Hermanos de San Juan de Dios, “el sentido auténtico de nuestra vida es hacer

presente a Cristo en nuestro apostolado de caridad, que nos invita a dedicar toda nuestra

existencia a la evangelización de los pobres y de los enfermos” (DCG 5.6; cf Const. 1984, 2b,

5).Por lo cual, estamos llamados a mantener siempre vivo el espíritu misionero y a desarrollarlo

también en el anuncio “ad gentes”, impulsando constantemente nuestra presencia en tierras de

misión” (cf Const. 1984, 48), para ser testigos del amor misericordioso del Padre a los enfermos y

necesitados en cualquier lugar del mundo.

Mantener vivo el espíritu misionero siguiendo a nuestro Fundador, significa y exige:

a) Vivir y expresar con gozo nuestra identidad y nuestra consagración hospitalaria

Nuestra misión se manifiesta, en primer lugar, a través de nuestro estilo de vida. Plenamente

identificados con nuestra consagración hospitalaria, manifestamos que Dios es el valor absoluto

en nuestra vida y, hacer su voluntad nuestro criterio último. En la acogida, escucha y asistencia a

cualquier necesitado, expresamos la experiencia del amor misericordioso del Padre y nuestra

capacidad de amar.

Nuestra fe, alimentada cada día en el encuentro con Dios (oración personal, Eucaristía, liturgia de

las horas, etc.) nos debe llevar al compromiso en nuestra misión hospitalaria (cf DCG 5.4). “La

vida consagrada es una prueba elocuente de que, cuanto más se vive de Cristo, tanto mejor se le

puede servir en los demás, llegando hasta las avanzadillas de la misión y aceptando los mayores

riesgos.” (VC 76; cf EN 69).

“La hospitalidad que hemos recibido como don, nos compromete a vivir en fraternidad con

sencillez” (Const. 1984, 36b). Estamos llamados a ser:

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comunidades de vida,

testimonio de comunión en un mundo dividido,

comunidades que viven la fraternidad y hermanan los ambientes en los que se encuentran (cf

DCG 5.5.1).

Construir la fraternidad en nuestras comunidades es un compromiso prioritario de nuestra misión

hospitalaria.

b) Ser testigos de Cristo

“La aportación específica que los consagrados/as ofrecen a la evangelización está, ante todo, en

el testimonio de una vida totalmente entregada a Dios y a los hermanos” (VC 76). Los Hermanos

de San Juan de Dios, siguiendo las huellas de Jesús de Nazaret que pasó por el mundo haciendo el

bien a todos (cf Act 10,38) “y curando toda enfermedad y dolencia” (Mt 4,23), y de San Juan de

Dios “que se entregó por completo al servicio de los pobres y enfermos” (Const. 1984, 1),

cooperamos a la salvación del hombre y del mundo: con nuestra presencia y cercanía, respetando y

velando para que se respeten siempre los derechos de la persona, aportando los medios necesarios

para una asistencia integral, haciendo de la persona enferma o necesitada el centro de interés de

nuestro apostolado hospitalario, anunciando el evangelio explícitamente, y dejándonos

evangelizar por los más radicalmente pobres (cf POE 37).

c) Total donación a Dios y plena disponibilidad para servir al hombre y a la sociedad

“Gracias a su consagración religiosa, ellos son, por excelencia, voluntarios y libres para

abandonar todo y lanzarse a anunciar el evangelio hasta los confines de la tierra” (EN 69; cf

RMi 69). En efecto, nuestra vocación hospitalaria exige de nosotros plena disponibilidad para

estar presentes en cualquier realidad donde una persona enferma o necesitada nos requiera.

Exigencia válida no sólo para ir a las llamadas tierras de misión, sino para cualquier realidad

donde la Orden esté presente.

d) Inculturación, ecumenismo y universalidad

Son tres elementos esenciales para mantener vivo nuestro espíritu misionero. Hemos de

acercarnos a las distintas culturas con un talante de respeto, valoración y acogida, tratando de

asumirlas, superando posturas defensivas e impositivas poco evangélicas (cf VC 79, 80). La

universalidad nos ha de mantener siempre dispuestos a promover la cultura del diálogo y de la

solidaridad entre pueblos, instituciones y personas, partiendo de la pluralidad y el respeto a todos

ellos. El ecumenismo, siguiendo la invitación del Concilio Vaticano II, es una llamada cada vez

más fuerte al diálogo y a la colaboración entre las diversas religiones. “El diálogo (interreligioso)

es un camino para el reino y seguramente dará sus frutos, aunque los tiempos y momentos los

tiene fijados el Padre” (RMi 57; cf VC 101).

e) Adecuada preparación y formación

Nuestra misión hospitalaria exige “la preparación humana, teológica y profesional como

requisito imprescindible para poder ofrecer a los enfermos y a las personas necesitadas el

servicio eficiente que merecen y justamente esperan de nosotros” (Const. 1984, 43). Es evidente

que esta exigencia tiene sus notas específicas en función de los lugares donde se lleve a cabo

nuestra misión y de las personas a quienes se atiende. No obstante, es deseable y necesario un

adecuado nivel de madurez personal y una sólida fundamentación espiritual, en sentido amplio,

para poder vivir la consagración hospitalaria con entrega y espíritu misionero.

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f) Vivir en comunión con la Orden y con la Iglesia misionera

La sensibilidad, preocupación y comunión por las obras misioneras de la Orden y de la Iglesia son

expresión inequívoca y necesaria de nuestro compromiso misionero. La oración personal y

comunitaria, la solidaridad y colaboración con las obras misioneras y la promoción de las mismas,

según nuestras posibilidades, son exigencias que todos hemos de asumir. Insertados en nuestra

propia realidad y dejándonos interpelar por ella, hemos de encarnar el Evangelio, sintiéndonos

unidos a toda la Orden y en comunión con la Iglesia universal. “Sólo un amor profundo por la

Iglesia puede sostener el celo del misionero. Para todo misionero la fidelidad a Cristo no puede

separarse de la fidelidad a la Iglesia” (RMi 89).

2. La animación misionera, un desafío para nuestras comunidades

Nuestras comunidades, como signo de la presencia del Reino de Dios en el mundo, deben asumir

la animación misionera y su proyección “ad gentes”, con la misma solicitud que toda actividad

primordial e inmediata requiere, desde la vivencia profunda del misterio de la encarnación y de la

redención, como signo y testimonio de ser enviadas a instaurar el Reino de Dios, fin último de su

acción evangelizadora.

Dios Padre envía a su Hijo unigénito para restaurar las relaciones armoniosas entre el hombre y

su Creador, y así elevar a los hombres a participar de la vida divina según los designios del

mismo Dios (cf Jn 12,49; 6-9; 1 Jn 4, 9-10). “Cristo, en cumplimiento de la voluntad del

Padre, inauguró en la tierra el reino de los cielos, nos reveló el misterio del Padre, y realizó la

redención con su obediencia.” (LG 3).

Cristo, a su vez, envía al grupo que constituye en Iglesia con la misión específica de transmitir

a todos los hombres la Buena Nueva de la redención en todo tiempo y lugar (cf Mc 16,15; Jn

20, 21; Lc 24,46; He 1,8). “Como el Padre envió al Hijo, así el Hijo envió a los Apóstoles...

Este solemne mandato de Cristo de anunciar la verdad salvadora, la Iglesia lo recibió de los

Apóstoles a fin de llevarlo a cabo hasta el fin de la tierra”. (LG 17)

La comunidad, por tanto, envía a sus miembros en razón de su pertenencia a la Iglesia, de la

que forma parte, a anunciar y hacer presente la Buena Nueva de Cristo, según el carisma

propio, compartiendo así su misión. Por lo que, en fidelidad al mandato que la Iglesia ha

recibido del Señor, mantenemos el espíritu y la animación misionera como responsabilidad

personal y comunitaria (cf Const. 1984, 48 y EE.GG. 58).

La animación misionera de nuestras comunidades se realiza en la continua actitud de promover

y hacer vivir el espíritu misionero de nuestra Orden mediante las denominadas “formas de

cooperación misionera” (cf RMi 77 y ss.; EE.GG. 59), que resumimos a continuación:

El testimonio de vida, mediante el radicalismo evangélico, en todas las expresiones que

configuran la vida comunitaria (vida de fe y oración; vida de fraternidad y de servicio

apostólico);

La participación en la misión con la oración, el sacrificio y la práctica pastoral entre los

enfermos y necesitados de nuestros centros, para instruirles sobre el valor pascual del dolor

unido al de Cristo;

Estar informados para conocer la realidad misionera de la Iglesia en general y de las misiones

propias de la Orden;

La solicitud, promoción y ayuda en la formación de las vocaciones misioneras;

La colaboración en la ayuda material y económica de los centros y comunidades de misión;

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Invitar a nuestros Colaboradores a participar, con su profesionalidad y su vivencia de la fe, en

las tareas misioneras, sea de manera puntual o permanente;

Cultivar la formación permanente, personal y comunitaria, para concienciarnos sobre las

implicaciones y el desarrollo del compromiso misionero;

Coordinar las iniciativas, a través de los medios que la Orden tiene previstos, para la animación

y promoción misionera.

La vivencia de la animación misionera en nuestras comunidades será signo de madurez en la fe,

de nuestra Vida Consagrada centrada en Cristo y comprometida en la promoción y la salvación de

todos los hombres, construyendo así el Reino de Dios en el mundo (cf RMi 77).

3. La Carta de la Animación Misionera

Este documento tiene origen en la reunión del Secretariado de Misiones, que tuvo lugar en Roma

en el mes de mayo de 1984.

En su Introducción hace un análisis de la historia de la Orden en tierras de misión y de la necesidad

de crear el Secretariado General de Misiones. Continúa diciendo cuáles deben ser las actitudes

para la misión: espíritu de servicio, capacidad de adaptación y disponibilidad a la escucha.

Recuerda que todos estamos implicados en esta misión, de forma directa o indirecta, lo cual nos

debe llevar a revisar las motivaciones vocacionales y, al mismo tiempo, a mirar la realidad

misionera como un espacio para la evangelización y el compromiso en la promoción de la

persona.

Siguiendo los documentos de la Iglesia sobre la acción misionera, las Constituciones y Estatutos,

la Carta recoge los contenidos y las líneas de acción para el desarrollo y la animación misionera

dentro de la Orden. Recuerda que el ámbito de la animación misionera del Hermano de San Juan

de Dios se manifiesta en dos actividades complementarias: la misión "ad gentes" y la animación

misionera dentro de la Orden. Esto es más eficaz si los Hermanos que están en misiones estimulan

a las comunidades y a otras instancias de la Orden por medio de visitas. Al mismo tiempo, aunque

en virtud de la consagración religiosa todos somos responsables de esta animación,, conviene que

haya algunos Hermanos dedicados especialmente a la animación misionera, y que las

comunidades colaboren estrechamente con ellos.

Entre otras acciones, señala:

encuentros anuales, provinciales e interprovinciales, a fin de mantener el interés por las

misiones;

incluir en los programas de formación inicial y permanente temas de carácter misionero;

sensibilizar a los Colaboradores, a la Iglesia local y a otros organismos.

La Carta de Animación Misionera ha supuesto para la Orden:

La iluminación de esta dimensión de la vocación hospitalaria, dando pistas de reflexión para el

futuro. Fruto de la misma fue la Semana Misionera, que se comenzó a celebrar en algunas

Provincias y que, poco a poco, se ha extendido a la mayor parte de la Orden;

Un crecimiento en la sensibilidad de la Orden hacia las realidades misioneras, que se traduce:

en una mayor solidaridad, comunicación de bienes y aportación de recursos;

Llenó un vacío existente, poniéndose en evidencia la necesidad de elaborar una política

misionera más precisa para toda la Orden

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4. Principios desde los que se quiere trabajar

En los umbrales del Tercer milenio la Orden, fundamentada en sus raíces esenciales y haciéndose

eco de la llamada de la Iglesia a la nueva evangelización, mira con esperanza el futuro tratando de

responder generosamente a las necesidades del hombre que sufre: “Su campo de acción es: ser

testigos de la atención cristiana a la persona en su globalidad, lo que nosotros hemos llamado

humanización; ser testigos de la solidaridad con los pobres, los enfermos y los marginados; ser

hermanos de quien sufre”. (DCG 4.1)

Dado que cada realidad donde estamos presentes tiene sus peculiaridades, a la hora de concretar la

tarea evangelizadora habrá que discernir cómo desempeñarla creativamente, siempre en fidelidad

a nuestro carisma (cf Const. 1984, 6). No obstante, existen unos criterios fundamentales, que

indicamos a continuación:

a) La hospitalidad: eje central de nuestra vida

“La razón de nuestra existencia en la Iglesia es vivir y manifestar el carisma de la

hospitalidad, al estilo de San Juan de Dios” (Const. 1984, 1).

La Hospitalidad es lo nuclear de nuestra vida, mediante la cual “el Espíritu Santo nos hace

capaces de cumplir la misión de anunciar y hacer presente el reino entre los pobres y enfermos”

(Const. 1984, 2) y participamos de la experiencia fundante que vivió nuestro Fundador. Es un don

de Dios que hemos de renovar cada día en el encuentro con El y en la entrega a los hermanos. Ella

nos mantiene alerta y nos anima a vivir en constante proceso de conversión, para asumir y vivir las

actitudes y gestos de Jesús y de San Juan de Dios, que se encarnaron en el mundo de los enfermos

y marginados y les ofrecieron remedios eficaces para su liberación integral (cf POE 63).

La experiencia de la misericordia de Dios nos estimula a la donación total a Dios y a la

disponibilidad plena en el servicio a cualquier persona necesitada, en cualquier lugar, para

anunciarle la Buena Nueva del Reino de Dios.

b) Misión sanadora de la Iglesia a través de la Orden

Como seguidores de Jesús, nos hemos comprometido a evangelizar y a ser testigos de su misión de

curar y liberar en el mundo del dolor, viviendo y practicando el evangelio de la misericordia. “La

Iglesia admira y agradece a las personas consagradas que, asistiendo a los enfermos y a los que

sufren, contribuyen de manera significativa a su misión” (VC 83).

Siendo fieles a la tradición más original de la Orden, hemos de poner en el centro de nuestros

desvelos al hombre que sufre, a quien atendemos integralmente, prolongando de esta forma en el

tiempo la acción sanadora de Cristo. Junto a los cuidados físicos, psíquicos y sociales, ponemos

especial interés en la atención espiritual (cf VC 83).

c) Evangelización, humanización y promoción humana

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La verdadera evangelización debe estar siempre acompañada del compromiso concreto por el

hombre. Para nosotros, el reto consiste en transformar los gestos de curación en auténticos gestos

de evangelización. Humanización y evangelización deben formar un todo indivisible, porque

“donde no hay caridad no está Dios, aunque Dios en todo lugar está”. (LB 15)

Nuestro compromiso nos exige compaginar la atención de máxima calidad, usando las mejores y

más modernas técnicas con un estilo lleno de caridad y ternura. Es el binomio que, desde San Juan

de Dios, la Orden ha tratado de mantener para realizar la misión de caridad y curar a los enfermos.

La promoción del hombre es siempre un reto para nuestra misión. En cada lugar tendrá

peculiaridades concretas que habrá que contemplar. En los lugares donde la pobreza es mayor y

los recursos son escasos, nuestra acción será solidaria de acuerdo a esa realidad, usando recursos

proporcionados y aplicando programas sencillos, pero eficaces.

En el compromiso por la promoción del hombre corremos el peligro de preocuparnos sólo, o

preferentemente, de la cuestión social, de la eficacia, descuidando la dimensión de ser testigos del

amor de Cristo, que es la razón última de nuestra vocación. Otro riesgo es no prestar la atención

debida a la ciencia y la técnica, cuando, por el contrario, hemos de promover el diálogo entre

ambas, para mostrar que la ciencia y la técnica contribuyen a la humanización del mundo, en la

medida en que estén impregnadas del saber y de la caridad de Dios (cf DCG 4.3).

d) Acogida universal e inculturación

Son dos principios esenciales en el ejercicio de nuestra misión, que hemos de cuidar y cultivar. La

Orden nunca ha realizado discriminación de ningún tipo en su misión apostólica: toda persona

enferma o necesitada es destinataria de nuestra atención. No obstante, y sabiendo nuestras

limitaciones, con San Juan de Dios decimos: “viendo padecer a tantos pobres, hermanos y

prójimos míos, y con tantas necesidades, tanto corporales como espirituales, al no poder

socorrerlos, quedo muy triste”. (2 GL 8)

En cualquier lugar, y a cualquier persona necesitada, hemos de tratar siempre de acercarnos,

haciéndonos solidarios de las diversas situaciones, recorriendo el camino de Jesús que siendo Dios

se hizo hombre y compartió nuestra propia realidad (cf Flp 2,6). Hemos de acercarnos con gran

respeto a las culturas, preparándonos y formándonos adecuadamente, respetando sus ideas, estilos

y creencias. Sólo así podremos mostrar la misericordia y el amor que Dios tiene a todos los

hombres. “El Sínodo considera la inculturación como una prioridad y una urgencia en la vida de

las Iglesias particulares para que el evangelio arraigue realmente en África; una exigencia de la

evangelización; un camino hacia una plena evangelización; uno de los desafíos mayores para la

Iglesia en el continente a las puertas del tercer milenio” (EA 59).

e) En colaboración con la Iglesia, con otras instituciones

y abiertos al diálogo interreligioso

En el mundo, y concretamente en el ámbito de nuestra misión, no estamos solos. Por lo cual,

estamos abiertos para colaborar con otras instituciones, eclesiales o no, que trabajen en favor de

los enfermos y de los pobres, siempre que podamos realizar nuestra misión en toda su amplitud.

Grupos y entidades con lo que es posible a colaboración son las Congregaciones religiosas,

asociaciones eclesiales o de otras creencias, organizaciones sociales y administraciones públicas.

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Este espíritu abierto y de colaboración hemos de potenciarlo, en la medida de lo posible, con

instituciones de carácter eclesial. De la misma manera hemos de favorecer el diálogo interreligioso

pues “forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia. Los Institutos de vida consagrada no

pueden dejar de comprometerse en este campo, cada uno según su propio carisma y siguiendo las

indicaciones de la autoridad eclesiástica” (VC 102; cf RMi 55)). En este punto, los Hermanos

que trabajan en tierras de misión deberán prepararse y formarse de manera especial para

desarrollar esta misión ecuménica.

f) Dimensión profética de nuestra misión hospitalaria

“En nuestro mundo, en el que parece haberse perdido el rastro de Dios, es urgente un audaz

testimonio profético por parte de las personas consagradas” (VC 85). Los religiosos/as siempre

han ocupado un lugar de vanguardia en la misión de la Iglesia (cf EN 69).

Nuestra Orden ha dado siempre signos claros del testimonio profético, muchas veces con la

entrega humilde y generosa en el servicio cotidiano a los enfermos, y otras con gestos de denuncia

y reivindicación de los derechos de los pobres y enfermos, ante situaciones injustas. La presencia

de tantos Hermanos en lugares de frontera, al lado de los enfermos y marginados, y el testimonio

martirial de muchos de ellos, es la mejor expresión de la realidad profética de la Orden.

En la actualidad es necesario recoger esa herencia y hacerla fructificar, con el testimonio personal

y comunitario de los que formamos la Orden. Señalamos algunos puntos a tener en cuenta:

Nuestro testimonio profético se funda en nuestro estilo de vida, en el modo de relacionarnos, en

los valores que dan sentido a nuestra existencia y, en definitiva, en la manera de ser, para

mostrar el valor central y absoluto de Dios como alternativa a una sociedad que desplaza a Dios

y al hombre del centro de la vida. Esto exige: vivir un estilo personal y comunitario sencillo y

austero; no sucumbir a la tentación de lo fácil y del hedonismo; ejercitar la solidaridad y el

compromiso con los más débiles; ser instancia crítica ante posturas, estructuras e instituciones

injustas Son actitudes que hemos de asumir y cultivar personal y comunitariamente, para ser

fieles a nuestra herencia profética.

Nos sentimos comprometidos para que se respeten siempre los derechos de la persona a nacer,

vivir decorosamente, ser curada en la enfermedad y morir con dignidad (cf Const. 1984, 23),

siendo voz de los que no tienen voz, para que en todas partes la dignidad humana sea

reconocida y el hombre sea el centro de toda actividad (cf EA 70).

“La Iglesia recuerda a los consagrados/as que es parte de su misión el evangelizar los ambientes

sanitarios en que trabajan, tratando de iluminar, a través de los valores evangélicos, el modo

de vivir, sufrir y morir de los hombres de nuestro tiempo. Es tarea propia dedicarse a la

humanización de la medicina y a la profundización de la bioética, al servicio del evangelio de

la vida” (VC 83).

Somos llamados a identificarnos con los que sufren, con los marginados, al igual que Jesús lo

hizo con los más débiles. En las circunstancias actuales, aunque por tradición los Hermanos

casi siempre hemos ejercido nuestra misión en centros propios, hemos de estar dispuestos a

realizar la misión fuera de nuestras obras, sobre todo en los lugares donde la presencia de los

Colaboradores garantiza la fidelidad a los valores esenciales de la Orden, y la estabilidad del

centro no presenta especiales dificultades.

Aunque todos los lugares donde exista pobreza, enfermedad o sufrimiento son adecuados para

que nosotros vivamos y ejercitemos el evangelio de la misericordia, es necesario otorgar un

lugar privilegiado a los enfermos más pobres y abandonados (cf VC 83), a los que estamos

llamados a acudir con mayor urgencia: personas “sin techo”, enfermos en fase terminal,

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enfermos de SIDA, tóxicodependientes, emigrantes, ancianos, enfermos crónicos. Si ponemos

nuestra mirada en las llamadas tierras de misión, descubrimos nuevas urgencias: la pobreza

endémica, enfermedades todavía no erradicadas (paludismo, lepra, poliomielitis, enfermedades

parasitarias, etc.), enfermos mentales abandonados, las secuelas de las guerras, refugiados y

personas desplazadas.

g) En comunión con los Colaboradores

Siguiendo las directrices de la Iglesia, nuestra Orden está haciendo denodados esfuerzos por

conseguir progresivamente una relación con nuestros Colaboradores. El Documento “Hermanos y

Colaboradores unidos para servir y promover la vida” (1992) contiene las líneas doctrinales y

pastorales para trabajar en este proyecto.

Es un regalo para la Iglesia y para la Orden el que muchos de nuestros Colaboradores

(Trabajadores, Voluntarios, Bienhechores) participen de nuestro carisma y de nuestra misión

formando la Familia Hospitalaria. En comunión con ellos llevamos adelante nuestra misión

apostólica (cf VC 54).

Se trata una realidad llamada a desarrollarse. Las posibilidades son muchas, desde el respeto a la

identidad de cada uno. En el último Capítulo General, los Colaboradores consideraron la

posibilidad de la integración en la misión de la Orden:

“Los representantes de los colaboradores, a la vez que formulan su propia apreciación por el

compromiso de la Orden a reexaminar y renovar su propia forma de ser y de operar, para

responder a las exigencias de los tiempos, consideran que la integración de los colaboradores

en la misión de la Orden es hoy día importante, necesaria e imprescindible...” (Declaraciones

del LXIII Cap. Gral. p. 82)

Es necesario impulsar con valentía nuevos proyectos y potenciar los existentes, en los que los

Hermanos sean pioneros y animadores de los mismos, y los Colaboradores acepten y promuevan

compromisos en favor de los más necesitados. Existen experiencias en esta línea que nos han de

servir de guía para otras nuevas.

h) Misión “Ad gentes”

En realidad, todo lo indicado anteriormente es igualmente válido para las presencias de la Orden

en tierras de misión, con sus correspondientes adaptaciones. No obstante, queremos resaltar aquí

la llamada que la Iglesia hace a la Vida Consagrada para la misión “ad gentes”.

Es “tarea de la vida consagrada el trabajar en todo el mundo para consolidar y difundir el reino

de Cristo, llevando el anuncio del evangelio a todas partes, hasta las regiones más lejanas” (VC

78; cf LG 44). Respondiendo a esta llamada, la Orden está presente en los cinco continentes,

habiendo hecho un importante esfuerzo en la segunda parte del presente siglo por implantarse en

África, Asia y Oceanía.

La labor desempeñada es importante, y los Hermanos misioneros son verdaderos testimonios para

toda La Orden. Es necesario fomentar una mayor relación para compartir, intercambiar y, en

definitiva, enriquecernos mutuamente. Son muchas las cosas que podemos hacer por nuestros

Hermanos misioneros, y mucho lo que podemos recibir de ellos y de las gentes que atienden.

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Todos los Hermanos debemos sentirnos comprometidos con la misión evangelizadora de la

Orden, con nuestra oración, cercanía y, también, con nuestra disponibilidad para desarrollar

nuestro compromiso hospitalario en tierras de misión.

5. Nueva hospitalidad: nueva evangelización en clave juandediana

Podemos comenzar recordando lo que el LXIII Capítulo General de la Orden nos ha dicho acerca

de qué entendemos por nueva hospitalidad:

“La nueva hospitalidad es, ante todo, un movimiento que mira a la Orden misma, a su más

íntima identidad. Es, en primer lugar, la afirmación de la primacía de la evangelización sobre

las otras tareas de la Orden. No es un “nuevo carisma” ni su adaptación a los valores de

nuestra sociedad; la novedad no está en el contenido del carisma, que permanece invariable.

Consiste en vivir y manifestar hoy el don que hemos heredado de Juan de Dios con un lenguaje

nuevo, unos gestos y métodos de apostolado, que respondan a las necesidades y expectativas

del hombre y de la mujer que sufren a causa de la enfermedad, edad, marginación,

minusvalías, pobreza y soledad.” (Declaraciones del LXIII Capítulo General).

Hablar de nueva hospitalidad nos lleva directamente a que nos hagamos la pregunta: ¿cómo

estamos hoy respondiendo, como Orden, a nuestra misión?

Nuestra misión apostólica nos lleva a la definición y aplicación de un proyecto de Hospitalidad

según el espíritu de Juan de Dios: pensado para los enfermos y necesitados, vivido con los

Colaboradores, en actitud de servicio a la sociedad de hoy.

Históricamente y en la actualidad, nuestra misión evangelizadora nos ha orientado y nos orienta a

un sinfín de personas enfermas y marginadas a las que tratamos de atender: enfermos de siempre y

nuevos enfermos, marginados sociales que no siguen el ritmo de la sociedad a la que pertenecen;

países desarrollados y otros en vías de desarrollo, con muchos recursos o una medicina y

asistencia primarias.

La aportación de la misión de la Orden es de plena actualidad en cada uno de los lugares donde nos

encontramos, sea como complementariedad y participación en los servicios que la sociedad tiene

organizados, o como labor de suplencia.

En los últimos años nos hemos preguntado muchas veces sobre dónde deberíamos estar presentes

y, como respuesta, la Orden ha tomado opciones preferenciales.

En el documento de nuestro último Capítulo General, “La nueva evangelización y la hospitalidad

en los umbrales del Tercer milenio”, se refiere a las opciones preferenciales en el apartado 5.6.1.:

personas sin techo, enfermos en fase terminal, enfermos de SIDA, toxicodependientes,

emigrantes, ancianos y personas en condiciones de enfermedad y limitaciones crónicas.

Por el servicio en sí y por la forma de realizarlo, nuestras obras son ámbitos donde se vive y

practica la misericordia de Jesucristo hacia el enfermo y necesitado, con un proyecto asistencial

fundamentado en el Evangelio y en el seguimiento de San Juan de Dios y la tradición de la Orden.

En él participan los Hermanos y otras personas creyentes, laicos, religiosas y sacerdotes, y los

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Colaboradores que, como recuerda el Concilio, llevan dentro las semillas del Reino, las hacen

germinar, aunque no sean conscientes de ello, y con quienes estamos llamados a compartir

gustosamente nuestra misión.

De esto se derivan una serie de conclusiones que hemos de tener muy presentes en el ejercicio de

nuestra misión pastoral:

Quienes formamos los centros de San Juan de Dios, hemos de sentirnos unidos en el servicio y

en la promoción de la vida, aportando los valores humanos, profesionales y espirituales de cada

uno al proyecto común.

Quienes somos cristianos estamos llamados a enriquecer este proyecto con la experiencia

espiritual del Dios que salva, que es amigo, que desea el bien de todos, y que tenemos que

transmitir como experiencia a nuestros compañeros de trabajo y a los enfermos y necesitados.

Lejos de ser un grupo de presión, los cristianos estamos llamados a formar Iglesia-Comunión

en los centros de San Juan de Dios, en nuestros puestos de trabajo, con la palabra y el

testimonio de vida, aunque tengamos criterios diversos y pertenezcamos a sectores distintos de

la Iglesia. No será fácil llegar a este sentir de Comunión, pero hemos de trabajar por constituir

y vivir nuestra realidad como Iglesia doméstica.

Una gran tarea de nuestra misión pastoral será la de manifestar con sencillez nuestra fe a

nuestros compañeros, con el buen sabor que la experiencia de la fe da a nuestra vida, en

coherencia con el Evangelio, abiertos a la amistad y a la comprensión hacia cuantos no piensan

o no creen lo mismo que nosotros.

Otra gran tarea de nuestra misión pastoral es intentar acercar el Cristo bueno, misericordioso,

Buena Noticia, al enfermo y necesitado, que se encuentra, tal vez, de espaldas a Dios y, quizás,

vive una situación que le lleva a rebelarse contra la suerte que ha tenido en su vida.

Estamos llamados a ser Buena Noticia. Tenemos que serlo en actitud de respeto al ser de cada uno,

en comunión con la Iglesia local y ecuménicamente abiertos a las distintas confesiones, desde

nuestro carisma.

Somos conscientes de que pertenecemos a un mundo en el que las personas se hacen muchos

interrogantes sobre el sentido de la vida, sobre los porqués de su suerte y sobre la bondad de Dios.

La Orden está presente en lugares en donde no se ha oído hablar nunca de Jesucristo,

compartiendo nuestra vida con culturas musulmanas, hindúes, confucionistas y animistas. El

hecho de que nuestra misión no sea el anuncio directo de la Palabra, tenemos conciencia de

nuestra aportación al Reino realizando signos de Iglesia con nuestro servicio, aunque a veces no se

sepan leer o sean malinterpretados.

El servicio a los enfermos y necesitados y la acción pastoral que realizamos en los centros, en

colaboración con religiosas, sacerdotes y creyentes, es el modo de colaborar con la Iglesia local,

completando con la acción caritativa lo que sacerdotes, religiosos, religiosas y catequistas realizan

con la palabra, apoyando con los gestos de nuestra vida la presencia salvífica de Jesucristo:

“Nuestra vida hospitalaria en la Iglesia se basa en la persona y en la obra de Jesús que,

durante su vida terrena, muestra una predilección especial por los enfermos, los pobres y los

humildes.” (Const. 1984, 41b).

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DOCUMENTACION Y BIBLIOGRAFIA

1. DOCUMENTACION

Concilio Vaticano II

- Ad Gentes.Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia

- Apostolicam Actuositatem. Decreto sobre el apostolado seglar

- Dei Verbum.Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación

- Gaudium et Spes. Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual

- Lumen Gentium. Constitución Dogmática sobre la Iglesia

- Nostra Aetate. Decreto sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas

- Perfectae Caritatis. Decreto sobre la renovación y adaptación de la vida religiosa

- Sacrosanctum Concilium. Constitución sobre la Sagrada Liturgia

Pablo VI

- Evangelii Nuntiandi. Exhortación apostólica. La evangelización del mundo contemporáneo

Juan Pablo II

- Salvifici Doloris. Carta apostólica. El sufrimiento humano

- Redemptoris Missio. Carta Encíclica. Sobre la permanente validez del mandato misionero.

- Vita Consecrata. Exhortación apostólica. La vida consagrada

IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano

Santo Domingo (12-28 octubre 1992) (Celam IV).

Orden Hospitalaria de San Juan de Dios

- Constituciones de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Madrid, 1984.

- Declaraciones del LXIII Capítulo General. Santafé de Bogotá, 1.994.

- Dimensión Apostólica de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Barcelona, 1982.

- Hermanos y Colaboradores, unidos para servir y promover la vida. Madrid, 1992.

- Juan de Dios sigue vivo. Roma, 1991.

- La Nueva Evangelización y la Hospitalidad en los umbrales del Tercer Milenio. Roma, 1994.

- Presencia de la Orden en España. Madrid, 1986.

- ¿Qué es la Pastoral Sanitaria? Roma, 1980.

- Regla de San Agustín. Cartas de San Juan de Dios. Madrid, 1984.

2. BIBLIOGRAFIA SOBRE LA LABOR MISIONERA DE LA ORDEN HOSPITALARIA

2.1. Libros de carácter general

Corentin, F., L´Oeuvre Hospitalière de Saint Jean de Dieu et son Ordre. París, 1937.

Gameiro, João., Os Irmãos Hospitaleiros de S. João de Deus em Portugal. Lisboa, 1943.

Gómez Bueno, Juan Ciudad., Historia de la Orden Hospitalaria de S. Juan de Dios. Granada, 1963.

Gómez-Moreno y Martínez, Manuel., San Juan de Dios. Primicias Históricas Suyas. Dispuestas y

Comentadas por Manuel Gómez-Moreno. Madrid, 1950.

Mc Mahon, Norbert., The Story of the Hospitallers of St. John of God. Dublín, 1958.

Russotto, Gabriele., San Giovanni di Dio e il suo Ordine Ospedaliero (2 vols.) Roma, 1969.

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Santos, Juan., Chronología Hospitalaria y Resumen Historial de la Sagrada Religión del Glorioso

Patriarca San Ivan de Dios... Madrid, 2 vols. 1715 (Primera parte), 1716 (Segunda parte).

II ediz. (2 vols.) Madrid, 1977.

Strohmeyer, H., Der Hospitalarder dels Hl Johannes von Gott. Barmherzige-Brüder. Regensburg,

1978.

2.2. Escritos que narran la actividad misionera de la Orden fuera de Europa

Clavijo y Clavijo, Salvador., La Obra de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en América y

Filipinas. Madrid, 1950.

San Juan de Dios en la Marina de Guerra Española. Presencia y Nexo.

Madrid, 1950.

Filipe, Nunno., Irmaos de São João de Deus. 50 Anos de presença en Africa. Lisboa, 1994.

Ortega Lázaro, Luis., Para la Historia de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en

Hispanoamérica y Filipinas. Madrid, 1992.

VV.AA., Labor Hospitalario-Misionera de la Orden de San Juan de Dios en el mundo fuera deEuropa.

Madrid, 1929.

2.3. Escritos de Superiores Generales de la Orden

Antía, Juan Grande., Cartas circulares de los Superiores Mayores de la antigua Congregación española.

AIP, Granada.

Cartas circulares de los Superiores Mayores de la Congregación italiana. AGFR, Roma.

Aparicio Rojo, Higinio., Carta circular a los Hermanos de las Provincias españolas. Roma, 1963.

- Carta circular y normas para los Centros de Formación de la Orden. Roma, 1960.

- Echi dei nostri missionari in Indochina e in Giappone, en Vita Ospedaliera, año VII,nº 2,

marzo-abril 1952.

Bonardi, Moisés., Carta a los religiosos de la Orden. Roma, 1954, 55 y 56.

Lizaso Berruete, Félix., Perfil Juandediano del Beato Benito Menni (463 Cartas). Granada, 1985.

Mapelli, Celestino y Brockhusen., P. Giovanni M. Alfieri. (3 vols.) Milán, 1988.

Marchesi, Pierluigi. La Hospitalidad de los Hermanos de San Juan de Dios hacia el año 2.000. Roma,

1986.

- La humanización. Respuesta del religioso de San Juan de Dios a una situación histórica.

Madrid, 1981.

Meyer, Raphäel., Cenni biografici dei Superiori Generali dell´Ordine Ospedaliero di S. Giovanni di Dio.

Roma, 1925.

Meyer, Rafael y Antía, Juan Grande., Apuntes Biográficos de los Superiores Generales de la Orden

Hospitalaria de San Juan de Dios dada a la luz por el Rvmo. P. General de dicha Orden

Rvdmo. P. Fr. Rafael Meyer, Pbro. traducida del italiano y aumentada con las biografías de

los Superiores Generales de la Congregación de España por el Rdo. P. Fr. Juan Grande

Antía, Pbro. (de la misma Orden). Madrid, 1927.

Russotto, Gabriele., Un grande animatore. Padre Giovanni Maria Alfieri, 1807-1888. Roma, 1968.

2.4. Hermanos significativos y verdaderos testimonios de hospitalidad

Alvarez Sierra Manchón, José., Antón Martín y el Madrid de los Austrias. Madrid, 1961.

- Il Venerable P. Pietro Soriano, Fatebenefratelli 17 (1952).

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112

- El P. Menni y su obra. Ed. Hospitalaria. Barcelona, 1967.

- P. Menni. Cartas del siervo de Dios. Roma, 1975.

Cousson, J. Corestin., Paul de Magallón d´Argens. Lyon, 1958.

Gil Roldán, Carlos., Glorias de los Hijos de S. Juan de Dios N. P. de la Congregación de España.

Noticias históricas de los servicios que a Dios y al Rey han hecho desde su fundación

entiempo de calamidades públicas, de guerra y peste. Madrid, 1796.

Gomollón, Aurelio., Hospitalarios edificantes:

- M. R. P. Juan de Dios Magallón, en La Caridad, 10 (1951), pp. 51-53.

- R. P. Braulio María Corres Díaz de Cerio, en La Caridad, 11 (1952), pp. 367-371.

- Rvdo. Padre Eliseo Talochon de la Orden de San Juan de Dios, médico cirujano de Luis

XVIII Rey de Francia (1753-1817), en La Caridad, 12 (1953), pp. 318-320.

- R. Padre Gabriel, hijo de los Condes de Ferrara, en La Caridad, 13 bis (1955), pp. 49-52.

Lizaso Berruete, Félix., Braulio Ma. Corres, Federico Rubio y compañeros Mártires, Hospitalarios de

San Juan de Dios. Madrid, 1992.

Marcos Bueno, Octavio., Testimonio martirial de los Hermanos de San Juan de Dios en los días de la

persecución religiosa española. Madrid, 1980.

Pozo Zalamea, Luciano del., Caridad y Patriotismo. Reseña histórica de la Orden Hospitalaria de San

Juan de Dios, escrita con ocasión del quincuagésimo aniversario de su reflorecimiento en

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Russotto, Gabriele, Immolati per amore de Dio. Roma, 1962.

- La guerra civile di Spagna (1936-1939) nell´Archivio Generale dei Fatebenefratelli.

Roma, 1987.

- San Giovanni di Dio e il suo Ordine Ospedaliero. Roma, 1969. Especialmente: - Hermanos

Mártires de Polonia (pp. 117-118).

- Eustachio Kugler Fatebenefratello. L´uomo e la sua spiritualità. Roma, 1960.

Santos, Juan., Los cinco primeros compañeros de San Juan de Dios (con las vidas de otros venerables

Padres). Barcelona, 1914.

Saucedo Cabanillas, Rafael María.,- El descubrimiento de Australia y la Orden Hospitalaria de San

Juan de Dios, en Paz y Caridad, 1 (1950), pp. 16-19 y 2 (1950), pp. 83-87.

- “Hasta el cielo”. Biografía y martirio de 54 Hermanos Hospitalarios de San Juan de

Dios, Madrid, 1952.

- I nostri Martiri di Polonia, en Vita Ospedaliera, 2 (1947), pp. 102-107. Publicado también

en La Caridad, 6 (1946) pp. 432-437.

- Il Servo de Dio P. Guglielmo Llop dei Fatebenefratelli, Roma, 1957. Vita Ospedaliera, 1

(1957).

- Los Siervos de Dios R. P. Braulio Ma. Corres y compañeros mártires de la Orden

Hospitalaria de San Juan de Dios. Barcelona, 1948.

Soria, Domingo de., - Portento de la Gracia, Vida admirable y heroicas virtudes del Serafín del amor

divino, esclarecido con el don de Profecías, el Venerable Siervo de Dios Fr. Francisco

Camacho. Por Fray Domingo Soria OH., Fundador del Hospital de Coquimbo, Guánuco y

Valdivia. Madrid, 1833.

VV.AA., - El Beato Ricardo Pampuri. Madrid, 1981.

- Labor Hospitalario-Misionera de la Orden de San Juan de Dios en el mundo fuera de

Europa. Madrid, 1929. Especialmente:

- Mártires de Colombia (pp. 65-86)

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- Mártires de Chile (pp. 87-101)

- Mártires de Brasil (pp. 102-111)

- Mártires de Filipinas (pp. 111-129)

- Venerable P. Camacho (pp. 121-142)

- Fr. Cebrián de los Llanos (Fr. Cebrián de la Nada) (pp. 143-157)

- Fr. Manuel Chaparro (pp. 158-163)

- Recordando una vida, una obra, un martirio en el Padre Juan Jesús Adradas, Pbro., OH.

Madrid, 1960.

2.5.- Otros escritos que testimonian la labor misionera de la Orden

Alvarez Sierra Manchón, José., Influencia de San Juan de Dios y su Orden en el progreso de la medicina

y de la cirugía. Madrid, 1950

Eseverri Chaverri, Cecilio., Historia de la Enfermería Española e Hispanoamericana. Barcelona, 1984.

II ediz. corregida y aumentada en Madrid, 1995.

González Pinto, Rodrigo., La obra hospitalaria en la asistencia a los enfermos mentales. Madrid, 1950.

Russotto, Gabriele., Riflessi di un´anima. Roma, 1955.

Valencia, Justiniano., Instrucciones sobre asistencia a los enfermos mentales. Madrid, 1931.

Ventosa Esquinaldo, Francisco., Historia de la Enfermería Española. Madrid 1984.

i CASTRO, F., Historia de la vida y sanctas obras de Juan de Dios y de la Institución de su Orden, y principio de su

Hospital. En GÓMEZ MORENO, M., San Juan de Dios. Primicias históricas suyas, Madrid 1950, pág. 50. En

adelante se cita: CASTRO, o.c. ii CASTRO, o.c., pág 52. iii Idem. Id., pág. 36. iv CASTRO, o.c.., pág. 42. v Idem. Id., pág. 67. vi Idem. Id., pág. 57. vii Idem. Id., pág. 95. viii Idem. Id., pág. 90. ix Idem. Id., pág. 78. x Idem. Id., pág. 88. xi Idem. Id., pág. 74. xii Idem. Id., pág. 60. xiii Idem. Id., pág. 70.

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114

xiv

PÍO XI, Mensaje en la audiencia extraordinaria concedida a los Hermanos Capitulares. Roma, 24 de mayo de

1930. En este Capítulo se trató, entre otros asuntos, la transformación del Hospital S. Giovanni Calibita.. xv

ALFIERI, Juan Mª. Carta a toda la Orden, 20-VIII-1865. En ese momento había una epidemia de cólera en

Europa, y el Padre Alfieri anima a los religiosos a prodigarse generosamente en la asistencia a estos enfermos. xvi

Idem. 15-I-1867). xvii

CRUSET J., Crónica Hospitalaria, Ed. Hospitalaria, Barcelona 1971, pág. 87-88. xviii

LIZASO, F., Perfil Juandediano del Beato Benito Menni. Granada 1985, Carta 33, 25,XI.1900. xix

Idem., o.c., Carta 79, 1-II-1888). xx

Idem. o.c., Carta 76, 24.X.1887. xxi

Idem. o.c., Carta 83, 15.X.1885. xxii

Idem., o.c.,Carta 42, 8.III.1911. xxiii

RUSSOTTO, G., Riflessi di un’anima, Roma 1955, Carta 28 14.VIII.1923. xxiv

Idem. o.c., Carta 80, .8.VI.1927. xxv

Idem. o.c., Carta 21, 5.IX.1923. xxvi

Idem. o.c., Carta 88, 23.VIII.1927. xxvii

BLANDEAU, E., Carta Circular, 29.I.1941. xxviii

BONARDI, M., Carta Circular, 15.VIII.1954. xxix

Idem. Id., 28.XI.1955. xxx

APARICIO, H. , Carta Circular, 12.II.1967. xxxi

Idem. id., 28.XI.1969. xxxii

Idem. Carta Circular a las Provincias Españolas, 2.II.1963. xxxiii

El Hno. Antonio Leahy es de la Provincia de Australia. Reside en Papa N.G. desde hace muchos años y ha

sido Maestro de Novicios. xxxiv

Fr. Fortunatus, además de ser uno de los iniciadores de la presencia de la Orden en la India, es el fundador

de las Hermanas de la Caridad de San Juan de Dios. xxxv

Hermano sacerdote vietnamita. Maestro de novicios durante muchos años. xxxvi

Hermano sacerdote portugués. Permaneció en Mozambique durante la revolución. Es un testigo vivo de

fidelidad a la Hospitalidad. Ha sufrido varias veces la cárcel. xxxvii

Hermanno médico de la Provincia de Aragón. Dedicó los mejores años de su vida a los enfermos de Sierra

Leona, hasta que la edad y la enfermedad le obligaron a aceptar la obediencia de regresar a España. xxxviii

El Hno. Rafael Teh es un Hermano sacerdote nacido en Camerún. xxxix

Ha sido Delegado General de Africa hasta el pasado 1 de mayo de 1997.