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Procesos SocialesRevista de Ciencias Sociales

Facultad Latinoamericana de Ciencias SocialesPrograma FLACSO Panamá

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Procesos SocialesRevista de Ciencias Sociales

Contenido

Presentación

Artículos

ContemporáneosContruyendo el Gran Caribe:Hacia una agenda propia.

Sectores y movimiento negroen Panamá.

Desigualdad Social:Una lectura desde la teoría de siste-mas y elección racional

Tras las huellas de la utopía sufragis-ta-las luchas por el sufragio femeni-no en Panamá, 1923-1946.

Hacia una política de seguridadciudadana en el país.

Antecedentes, situación actual yperspectivas de las ciencias socialesen Panamá.

El papel de la sociología en la vida nacional panameña.

SabineManigat

GerardoMaloney

YolandaMarco

Luis Carlos Herrera

JoséLasso

CarlosCastro

RobertoPinnock

REVISTA PROCESOS SOCIALES

Facultad Latinoamericana de Ciencias SocialesPrograma FLACSO Panamá

Segunda Edición

Diseño de Portada – Diseño y Diagramación - E. Santana

Montaje - Artpia ImpresoresIlustraciones - Asociación de Artistas

Plásticos de PanamáRevisión de Textos - Rommel Escarreola

Producción Editorial – Artpía Impresores 2010 - 500 Ejemplares

ISSN: 2219-2611Para correspondencia y canje

Programa Flacso - PanamáTeléfax: 523-5620

E-mail: [email protected]

Panamá, República de Panamá

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Instituto de Estudios NacionalesUniversidad de Panamá

CELA

Datos Biográficos de Autores

Iconografía

Reseñas de Libros y Nuevas Publi-caciones en Ciencias Sociales

Clásicos

Perspectivas de la democraciapanameña.

Panamá: Dependencia económi-ca y desarrollo político.

Entrevista a Personalidades

Dr. Jorge Turner

Avances de Investigación

Revista de Investigaciones Econó-micas.

EgbertWetherbone

SimeónGonzález La Revista de Ciencias Sociales

FLACSO – PANAMA

Presentación

En su segundo número la Revista Procesos Sociales, del Programa FLACSO Panamá, mantiene la misma estructura del primer nú-mero de esta publicación en Ciencias Sociales.

En primer lugar aparece la sección de Artículos. Esta vez contamos con los trabajos agrupados como Contemporáneos con artículos que abor-dan diferentes temas y áreas de conocimiento. Abrimos con el trabajo Construyendo el Gran Caribe: Hacia una Agenda Propia de Sabine Manigat, la prestigiosa socióloga haitiana, que nos entrega un va-lioso documento. En el que no solamente ofrece los fundamentos para definir y comprender la realidad histórica de los procesos que caracte-rizan las sociedades que conforman “El Gran Caribe”, sino que coloca en perspectiva a través de un diagnóstico estructural de los procesos de desarrollo de los países de la región, las tareas más urgentes que recla-man sus pueblos. Todo ello para viabilizar su integración, como otros de los mecanismos que pueden hacer posible la construcción de sociedades más justas, democráticas y participativas.

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La realidad del Caribe y su expresión en Panamá, cobra realidad a través del análisis Sectores y Movimientos Negro en Panamá, que realiza Gerar-do Maloney, sobre la Presencia, Contribución y las Luchas de los Inmigran-tes Caribeños a Panamá, que constituyen hoy el sector de afropanameños, conocidos como afroantillanos. Ellos han sido, a través de movimientos so-ciales, durante varias generaciones, actores y protagonistas importantes de las luchas obreras en la antigua Zona del Canal de Panamá, y también de las luchas contra la discriminación y el racismo en la sociedad panameña.

Dentro de la misma preocupación por la igualdad y la justicia social se inscriben los trabajos de Luis Carlos Herrera, sobre la Desigualdad Social; Una Lectura desde la Teoría de Sistemas y Elección Racional.

Yolanda Marco, por otro lado, nos retrotrae al Panamá de los años veinte hasta mediados del cuarenta, cuando las mujeres protagonizaron importantes esfuerzos para alcanzar una trascendental conquista demo-crática como es el derecho al sufragio. Su artículo Tras las Huellas de la Utopía Sufragista: Las luchas por el sufragio femenino en Panamá 1923-1946, es un valioso documento histórico.

El artículo del joven sociólogo José Lasso, nos coloca frente a un nuevo derecho que las sociedades contemporáneas reclaman con mayor vehe-mencia a los gobiernos que controlan el Estado: La seguridad ciudadana. Producto de una investigación de alcance regional, el artículo de José Lasso, Hacia una Política de Seguridad Ciudadana en el país, pone sobre el tapete, los ejes más sensibles de la inseguridad ciudadana. De los resul-tados del estudio obtenidos en el caso panameño, se establecen algunas líneas importantes para la definición y puesta en marcha de políticas ins-titucionales de alcance y efectos sostenibles.

Igual que en el primer número de Procesos Sociales, en este segundo núme-ro, destinamos un espacio importante para efectuar un balance de la evolu-ción de las Ciencias Sociales en nuestro país. El artículo del Dr. Carlos Cas-tro: Antecedentes, Situación Actual y Perspectivas de las Ciencias Sociales en Panamá realiza un examen pormenorizado de la labor desempeñada de manera académica e institucional por los científicos sociales panameños durante las últimas cuatro décadas.

Por su parte el sociólogo Roberto Pinnock, miembro de una primera generación de sociólogos formados en las universidades panameñas, realiza en su artículo El Papel de la Sociología en la Vida Nacional Panameña, un análisis comprensivo del papel de la sociología y de los sociólogos en la Sociedad Panameña.

En el caso de los artículos considerados como Clásicos, la revista se complace en rendir tributo a dos importantes científicos sociales Pa-nameños, ambos abogados y cientistas políticos, protagonistas destaca-dos en los procesos políticos que configuraron las luchas ideológicas y prácticas de los años que siguieron a los incidentes de las luchas por la soberanía del país, como fue el 9 de Enero de 1964; hasta el desenlace de la disolución del régimen militar con la Invasión a Panamá el 20 de diciembre del 1989.

Desde las aulas de clases, hasta los movimientos sociales y políticos organizados, el Dr. Egbert Wetherborne (afropanameño) y el Dr. Simeón Gonzalez, fueron piezas centrales en el papel desempeñado por las cien-cias sociales durante este importante periodo de la evolución política de nuestro país. Los trabajos: Las Perspectivas de la Democracia Paname-ña de Egbert Wetherborne y Panamá Dependencia Económica y Desa-rrollo Político de Simeón Gonzales, constituye dos análisis de referencia obligada para caracterizar esa etapa de maduración de los intereses populares en Panamá.

La Sección de Entrevistas a Personalidades de las Ciencias Sociales, Procesos Sociales número 2, realiza una interesante conversación con el científico social panameño Jorge Turner, destacada figura académica y política, de trayectoria reconocida en América Latina. El Dr. Turner nos revela importantes pasajes de su vida y momentos decisivos en el proceso de construcción de su obra y labor en beneficio de los sectores populares de la región.

La Sección de Reseña de Libro y nuevas publicaciones, destacan las pu-blicaciones más recientes del Instituto de Estudios Nacionales (IDEN) de la Universidad de Panamá. También presentamos ejemplos de las últimas publicaciones realizadas por el CELA “Justo Arosemena” y las

Construyendo el Gran Caribe...Sabine ManigatREVISTA PROCESOS SOCIALES N° 2

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adquiridas por la Sala CELA, que funciona en la Universidad de Pa-namá. Destacamos en ese sentido los recientes números de la Revista Tareas, que cumple en este mes de noviembre, 50 años de existencia, siendo de esta manera, un medio de gran valor en la divulgación del quehacer científico y cultural de las ciencias sociales en Panamá y el resto de Latinoamérica, tal como lo concibió su fundador Dr. Ricauter Soler.

La Revista cierra con la nota biográfica de los autores y con el recuento Iconográfico de las principales actividades realizadas por el Programa FLACSO Panamá.

La revista mantiene solamente con un cambio de color, portada original, diseñada por Irvin Checa.

Y su contenido esta complementado, por las imágenes de obras de la plástica panameña, gentilmente autorizados por la Asociación de Artis-tas Plásticos de Panamá. La Producción Editorial ha sido responsabili-dad de la empresa panameña Artpia Impresores.

Gerardo Maloney

Director de la Revista Procesos Sociales

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Javier EspañaArtista de raíz guatemalteca, nacionalizado panameño. Sus estudios lo realiza en Gua-temala y posteriormente en Costa Rica, Nicaragua y en Panamá.

Ha realizado 6 exposiciones individuales y ha participado en 150 exposiciones colec-tivas. El artista se sumerge entre los movimientos del surrealismo y el realismo, sus obras combinan imágenes donde se refleja mundos fantásticos y mágicos con el uso de una paleta de colores azules y verdes.

ESPAÑA, combina su vocación artística con la enseñanza, la publicidad y la decora-ción.

Artículos

Contemporáneos

Sabine ManigatGerardo Maloney

Luis HerreraYolanda Marco

José LassoCarlos Castro

Roberto Pinnock

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Construyendo el Gran Caribe: hacia una agenda propia

Sabine Manigat

Introducción

El Caribe Contemporáneo, empieza a nutrirse de nuevas esperanzas de INTEGRACIÓN, con la gestación de una nueva experiencia entre espe-cialistas y pensadores caribeños, interesados en cosntruir UNA AGEN-

DA PROPIA PARA EL GRAN CARIBE...Así, con los auspicios del Centro León, en octubre de 2009 se realiza El Primer Encuentro de Caribeñistas, y luego en julio de 2010 se efectua en el mismo Centro León en Santiago de los Caballeros de República Dominicana el Primer Seminario Taller sobre Dimen-siones del Espacio Caribeño. En ambos eventos, los ejes temáticos y las guías de análisis partieron de un Documento de Trabajo elaborado por la Socióloga Haitiana Sabine Manigat, con los aportes y recomendaciones realizados por im-portantes caribeñistas, entre los que figuran: EL PROFESOR NORMAN GIR-VAN: Catedrático del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universi-dad de West Indies, Trinidad y Tobago; PROFESOR HUMBERTO GARCÍA: Director a.i. del Instituto de Estudios del Caribe de la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras; PROFESOR ALBERTO AVELLO VIVES: Director de la Maestría en Desarrollo y Cultura, Universidad Tecnológica de Bolívar, Car-tagena de Indias, Colombia; PROFESOR GERARDO MALONEY: Profesor Titular Departamento de Sociología, Facultad de Humanidades, Universidad de Panamá; ANTROPOLOGÍA IETEKE ´INCHI´WITTEVEEN: Directora

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del Museo Nacional de Arqueología y Antropología de Curacao; SR PASCAL BULEÓN: Director Científico de la Asociación de Investigaciones y Estudios del Caribe de Martinica; SU EXCELENCIA RUBÉN SILIÉ VALDÉZ: Emba-jador de la República Dominicana en Haití; SR. RAFAEL EMILIO YUNÉN, Director General, Centro León; SRA CATALINA FLORES: Gerente Ejecutiva, Centro León; EMBAJADA DE FRANCIA EN REPÚBLICA DOMINICA-NA; IV PROGRAMA INTERREGIONAL CARIBE DE LA UNIÓN EURO-PEA. El documento es un excelente diagnóstico integral de la realidad actual del Gran Caribe, que contribuye a colocarnos frente a los retos más importantes que enfrenta el caribe para ir alcanzando las metas de desarrollo sostenible que tienen programadas las naciones y los pueblos de la región. Su publicación en el número 2 de la Revista Procesos Sociales, es un logro importante.

Gerardo Maloney

Director de la Revista Procesos Sociales

I.¿Definir el Caribe?

¿Qué es ser caribeño? ¿Qué regiones y áreas abarca? ¿Es posible en-contrar un punto de articulación entre las experiencias históricas, las prácticas sociales, las identidades culturales de los países de la región? Al abordar el tema de las definiciones aparecen diversas acepciones, mi-radas múltiples y concepciones a veces encontradas que nos hablan de la fluidez de redes y de relaciones dentro de la región. Pero los inten-tos de definición aluden asimismo a las diferencias, los prejuicios, los desencuentros incluso. Dentro de la literatura histórica y social, varias definiciones geográficas del área están en uso; ninguna es exenta de un posicionamiento histórico-político. En el marco de esta presentación se han distinguido tres clases de definiciones “fundacionales”: una históri-ca, una geopolítica y una político-institucional.

1.1. Las definiciones históricas

1.1.1. La primera definición histórica está dada por el área de dominación e influencia del pueblo Caribe, pero esta es rápidamente sustituida por la definición que resulta del modo de explotación colonial del área. El Caribe, desde los albores del siglo XVI y hasta bien avan-

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Construyendo el Gran Caribe...Sabine Manigat

zado el siglo XX, está moldeado por su etapa de colonial-neocolonial de plantación predominantemente azucarera. Es también el periodo de fija-ción de sus principales fracturas y divisiones en función de las pugnas y conquistas de las potencias coloniales. Ese primer Caribe es territorial-mente insular, por efecto de esos mismos factores de “vocación” azuca-rera y de objeto de rivalidades inter-coloniales, en contraste con la rela-tiva continuidad de los imperios ibéricos continentales. El archipiélago fue también objeto del primer avance de Estados Unidos sobre la región, adquiriendo desde entonces la imagen de “patio trasero” de USA, según fue denominado por las operaciones e intereses norteamericanos. Una triple fragmentación duradera ocurre en esa época: económica, política y lingüística. Por otra parte la región se distingue por la permanencia de su condición de colonizada para la mayoría de los territorios que la conforman, con solo tres Estados independientes (obviando los efectos de la Enmienda Platt sobre la condición de Cuba).

1.1. 2. En una segunda etapa histórica el Caribe parece escin-dirse en dos áreas disímiles, debido fundamentalmente a las condiciones en las cuales ocurre la independencia de la gran mayoría de los terri-torios isleños que conforman la Cuenca. En efecto, después de las in-dependencias de las colonias británicas a principios de los sesentas del siglo pasado, la región adquiere un nuevo perfil político y cultural, con un bloque relativamente homogéneo de las antiguas West Indies por un lado, y, por el otro lado, el conjunto de “viejas” formaciones políticas-territoriales, mucho más complejas políticamente pero unidas en cierta forma por los lazos tejidos en intercambios, contradicciones, confronta-ciones y rivalidades de más o menos un siglo y medio.

1.1.3. Sin duda la tercera y más reciente definición del Cari-be, el Gran Caribe, la más amplia, se encuentra en muchos sentidos en construcción. Se podría fechar su primer intento de operacionalización alrededor de 1984, con el lanzamiento por los EEUU de la Iniciativa para la Cuenca del Caribe (ICC, CBI por sus siglas en inglés) bajo la administración de Ronald Reagan. Huelga insistir sobre las motivacio-nes geopolíticas del momento ya que, si bien es cierto que la ICC no es el Caribe, es difícil negar el peso de la concepción geopolítica desarrolla-da por los Estados Unidos sobre la región desde principios del siglo XX.

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Esta nueva definición, más abarcadora, que incorpora a todos los países limítrofes de la Cuenca (y un poco más, ya que hasta El Salvador está incluido en la ICC) va de acuerdo con planteamientos ideológicos de grupos dirigentes de ciertos países como Venezuela (cuya perspectiva caribeña ya se había afirmado bastante temprano); en cierta medida Panamá y, por motivos más complejos, la República Dominicana, de-bido a su búsqueda de la hispanidad y a su acercamiento a la América Latina. Además de estas definiciones sobre la región, hubo en determinadas épocas del siglo pasado un sentimiento de pertenencia dado en cierto modo por la “comunidad de dominaciones y ocupaciones” más allá de procesos históricos y socioeconómicos claramente diferentes.

Por lo demás, las tres definiciones se entrecruzan en el tiempo logran-do que el “sistema geopolítico caribeño” se esté consolidando hoy en día con tanto más dinamismo cuanto las políticas de bloques y alianza regionales adquieren el carácter de verdaderas estrategias de sobrevi-vencia y de afirmación en el plano de las relaciones internacionales. En todo caso cuando se habla de Gran Caribe uno se refiere a la última de las definiciones que se han explicado anteriormente.

1.2. Las definiciones geopolíticas

Determinados estudiosos del Caribe, no por casualidad historiadores, pero sobre todo políticos, han aportado sus consideraciones para la defi-nición del área del Caribe. Por la notoriedad de sus escritos (sin menos-precio de varios estudios de alcance regional que por falta de espacio no pueden ser presentados aquí, como la Biografía del Caribe de Germán Arciniegas), señalaremos a Eric Williams,1 Juan Bosch,2 Leslie Manigat y Gérard Pierre-Charles.

1.2.1. Eric Williams escribió esencialmente un libro de historia. Académico y político, suerte de prócer de su país, Trinidad y Tobago, Williams centra su análisis y lectura de la región en torno a dos realida-

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des en las que él basa la formación de la identidad caribeña: el azúcar y la esclavitud. Claramente, dicho posicionamiento circunscribe el Ca-ribe al mundo y la historia de la plantación y, por ende, al Caribe isleño donde mayoritariamente se consolidó este sistema de explotación. Por lo demás, enfatiza dos aspectos del proceso histórico de la región: (a) la inscripción de su economía desde el principio de la colonización en el marco del desarrollo del capitalismo y, por lo tanto, de su participación en el desarrollo de las fuerzas productivas y en la modernización de los métodos de producción; y (b) la situación de la Cuenca como territorio de pugnas intercoloniales incesantes hasta bien avanzado el siglo XX. Antes y después de su ascensión al puesto de Primer Ministro de su país, el Dr. Williams defendió su definición del Caribe, sobre todo desde su posición como estadista frente a las veleidades venezolanas de influen-cia sobre el área, lo cual no dejó de tener un peso relevante a la hora de definir el Caribe institucional tras las independencias de las islas angloparlantes.

1.2.2. Desde sus primeros escritos, Juan Bosch abarca el Cari-be en su definición más extensa. Se trata de una definición geopolítica que aborda la historia de la región en términos de rivalidades imperia-les para el control de un espacio estratégico. Este abordaje autoriza una lectura en continuidad de: la partición de la isla La Española, la separación de Panamá de Colombia, el control de Guantánamo por los EEUU, la absorción de Puerto Rico, etc. Es una lectura de luchas, de opresión y resistencia, pero no propone una unidad “positiva” ni la construcción de una identidad colectiva, sino la identificación que resul-ta de estos territorios luego de que los mismos experimentaran yugos y resistencias de manera similar. Es la visión del Caribe como si fuera “un espacio resultante”, un “producto socioespacial”, aunque no utilizaba estas categorías. Una ilustración de ello es el tratamiento de Costa Rica como una excepción en la Cuenca, fundamentalmente por el hecho de no haber sufrido agresión u ocupación militar.3

1From Columbus to Castro, the history of the Caribbean, 1492-1969, Harpers and Row, N.Y., 19702De Cristóbal Colón a Fidel Castro, El Caribe Frontera Imperial, Alfaguara, Barcelona, 1970

3“El observador inteligente que haya advertido la diferencia que hay entre Costa Rica y sus vecinos de la región, observará que a Costa Rica no ha llegado nunca un ejército imperial, ni siquiera el es-pañol; de manera que por azares de la historia, aunque el imperialismo en su forma económica —y con sus consecuencias políticas— ha estado operando en Costa Rica desde hace casi un siglo, ese pequeño país del Caribe se ha visto libre de los gérmenes malsanos que deja tras sí una intervención militar extranjera.”

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El interés de la mirada de Bosch está sin duda, entre otros aspectos menos pertinentes para este ensayo, en el hecho de subrayar, aun “en creux”, esta diversidad que en todos los niveles (histórico, económico, etno-cultural) caracteriza al Caribe, a la vez que su unidad sellada por un destino geopolítico común.

1.2.3. Leslie Manigat parte de la geografía y de la historia para circunscribir el Caribe en función del legado común de la plantación y de las pugnas inter-imperiales en la Cuenca. Discute, más no integra, la definición extensa del Gran Caribe que abarca a Centroamérica,4 pero considera las relaciones y ambiciones de tres grandes potencias conti-nentales “con vocación caribeña”: Venezuela, Colombia y México. El Caribe de Manigat integra también, y de modo explícito, el factor etno-cultural. Con ello, la pertenencia de los grandes países que bordean la Cuenca se ve muy relativizada y, por ende, descartada, tal y como lo considera Eric Williams. Específicamente para este autor, los países de Centroamérica no están considerados en ninguna de las definiciones posibles del Caribe.

1.2.4. Gérard Pierre-Charles 5 reúne en su libro un conjunto de estudios y ensayos sobre la economía y la sociedad del Caribe en su defi-nición “clásica”, es decir, en paralelo con América Latina y retomando las delimitaciones tradicionalmente asumidas por los propios pueblos del continente. Contempla por cierto las relaciones entre algunos países considerados por el autor como “potencias latinoamericanas con iden-tidad caribeña”: Venezuela, Colombia; y los países pequeños e isleños de la región. En sus partes más políticas, el libro establece también un diálogo con el de Juan Bosch.

En suma, los principales historiadores del Caribe, al reflejar la diversi-dad de definiciones del área traducen asimismo la riqueza de la historia

6Alberto Abello, Universidad de Bolívar, Cartagena, Colombia

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y las múltiples facetas de la personalidad etno-cutural de la Cuenca. Naturalmente, todas estas definiciones tienen sus limitaciones al privile-giar uno o varios aspectos específicos de la región. A título de ejemplo, resulta sin duda muy parcializado el hecho de destacar la plantación como elemento definitorio ya que este tipo de explotación económica apenas tuvo una presencia marginal en algunos países limítrofes de la Cuenca. Asimismo, la opción por “L’Amerique noire insulaire” no va-lora el hecho de que “en algunas partes del Caribe centroamericano y suramericano sobreviven cientos de miles de indígenas”6. Esta diver-sidad constituye la primera de las ventajas comparativas de la región y debe sin duda ser aprovechada, no negada o borrada. Por lo demás, esta pluralidad conlleva considerar instituciones y reagrupamientos cuyo surgimiento corresponde a la paulatina construcción del espacio del Gran Caribe.

1.3. Las definiciones político-institucionales

Uno, dos, tres Caribes… una, dos tres instituciones, la materialidad ins-titucional de la región se plasma en diferentes instancias formales cuya composición retoma la diversidad ya presentada más arriba. En la actua-lidad el Caribe está representado por tres instituciones internacionales regionales: El grupo caribeño de la Organización de Estados Americanos (OEA), la Caribbean Community (CARICOM) y la Asociación de Es-tados del Caribe (AEC). Por su especificidad y su representatividad en ciertos planteamientos típicamente caribeños, se analiza también breve-mente a la Organization of Eastern Caribbean States. En cambio, a pesar de la inclusión de los países que lo conforman dentro del Gran Caribe, ni el Mercado Común Centroamericano ni el SICA están incluidos en esta breve reseña.

1.3.1. La OEA es una instancia de gran relevancia para el Gran Caribe aunque en su definición institucional no reconozca especificidad alguna a la región o al grupo de Estados que la conforman. De hecho, al publicar su Carta en 1951, el organismo fundado por 21 miembros cuen-ta con tan solo tres miembros del Caribe insular (Cuba, Haití y la Repú-

4“… tous les pays qui entourent la mer des Caraïbes appartiennent à la région des Caraïbes (…) Mais c’est seulement à propos des îles que l’on peut chercher et analyser – une identité culturelle ca-raïbe commune. (…) …l’option correspond à l’Amérique noire insulaire. » in : Éventail d’Histoire vivante d’Haïti, coll. CHUDAC, Port-au-Prince, 2007, p. 701; el tomo V reúne los escritos sobre las relaciones internacionales.5El Caribe Contemporáneo, siglo XXI ed., México, 1981.

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blica Dominicana), y nueve miembros del espacio definido como Caribe continental. Por lo demás, en las relaciones institucionales del organis-mo, el Caribe se refiere habitualmente al CARICOM y a sus organismos conexos o afiliados. Sin embargo, desde la creación de la OEA, la evo-lución política e institucional del Caribe se ha visto significativamente afectada por políticas y decisiones originadas en esta institución. La primera y la más traumática es sin duda la expulsión de Cuba de la OEA en 1961; expulsión que de hecho cortó a la isla no solo de “las Améri-cas” en general, sino también de sus vecinos más cercanos, con los que se había planteado el “primer” Caribe político: Haití, la República Do-minicana y Puerto Rico.7 Más cerca, por solo citar los más dramáticos, están los episodios del golpe de Estado en Haití en 1991 y la situación alrededor del golpe en Honduras en junio de 2009. La OEA ha sido tradicionalmente dominada por los Estados Unidos, lo que la hizo poco propicia al desarrollo de personalidades regionales en general, y de la caribeña en particular. Sin embargo, los desarrollos recientes, tanto en el interior de la OEA8 como en la región latinoamericana,9 invitan a una reafirmación de las subregiones y de los bloques histórico-culturales, entre ellos el Caribe, en el seno mismo del organismo regional; ello puede ser incluso la oportunidad para una revitalización o incluso una redefinición del papel de la OEA en el hemisferio.

1.3.2. El CARICOM, primer organismo multilateral creado en y desde la región, ha simbolizado durante mucho tiempo al Caribe insti-tucionalizado ante la opinión pública internacional. Desde su creación oficial en 1973 ha venido superando algunas limitaciones originales10 y ha efectuado grandes aperturas recientes con la integración de Haití y la

11« … seek a greater understanding of each others views and positions on issues which may arise in the various regional and international forums …” (Art. III del Convenio).

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aceptación de la República Dominicana como país observador. Además, el CARICOM ha emprendido una política de acercamiento con Cuba desde 1993 para fines de cooperación.

El convenio que establece la Comisión Conjunta CARICOM-Cuba prevé incluso “la búsqueda de una comprensión recíproca de sus posiciones (…) en foros regionales e internacionales”,11 lo cual induce una clara conciencia de aunar intereses y objetivos comunes como caribeños. El CARICOM también ha dirigido sus esfuerzos agrupadores hacia la Aso-ciación de Estados del Caribe –AEC- al establecer un tratado preferen-cial con esa entidad. Con este tratado manifiesta intenciones claras de apertura hacia el “otro” Caribe pues al momento de firmarse (en 1997) el organismo ya había dado pasos hacia Cuba y estaba en el proceso de admitir a Haití (1998).

El potencial de la organización remite a sus estructuras de cooperación, que han sido desarrolladas en diversos ámbitos: económico, comercial, cultural y universitario. Su perfil histórico delimita sin embargo su iden-tidad alrededor de las ex-colonias británicas y hace difícil su elección como institución abarcadora de toda la región. El CARICOM perma-nece aun muy “centrado” en sus orígenes, como lo ilustra, entre otros indicios, el mantenimiento del inglés como su idioma oficial.

1.3.3. La Asociación de Estados del Caribe tiene la vocación explicita desde 1994, fecha de su creación, de unir a todos los países insertos en, o bordeando la cuenca del Caribe. Esto sin duda coloca a dicha institución en una situación privilegiada pero, por lo mismo, más compleja. En efecto, con sus 25 miembros, la AEC integra de hecho a 25 de los 35 miembros de la OEA, es decir, del continente americano. Además, admite el estatuto de miembro asociado para abarcar a los territorios no soberanos del área. Con esta estructura, el mandato de la AEC debía de ser flexible y consultivo más que resolutivo y, de hecho, el Convenio que la establece insiste sobre su carácter consultivo.

7Se piensa por ejemplo en experiencias como la de la Confederación Antillana propuesta por intelec-tuales de esos países en el siglo XIX, o en las múltiples y versátiles relaciones entabladas en torno a las economías azucareras, las migraciones, la música…8Como, por ejemplo, la decisión reciente de reabrir la institución a Cuba.9La multiplicación de iniciativas y de instituciones ilustrativas de la afirmación de reagrupamientos subregionales es un claro indicio de que las relaciones internacionales dentro de la región adquie-ren un perfil de autonomías cada vez más grandes: Mercosur, Grupo de Rio, Grupo Bolivariano

(ALBA)… 10Como cierta auto-percepción como « West Indies » heredada de un pasado aún reciente en ese año; o el objetivo más bien defensivo en su formulación de “hacer un frente común con respecto al mundo exterior” (“… a common front in relation to the external world”), tal y como dice el Preámbulo de la Carta.

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La AEC ha definido cuatro áreas prioritarias para la cooperación: El comercio, el transporte, el turismo sustentable y los desastres naturales. Uno de los puntos de especial interés en los objetivos de la Asociación es sin duda la prioridad que da al Mar Caribe (art. III 1-b et 2-b), el espacio que une a sus ribereños y cuya protección constituye tal vez uno de los retos mayores para toda la región. Uno de los cinco comités especiales establecidos por la Convención es precisamente el encargado de la “protección y la conservación del medio ambiente y del mar Ca-ribe” (art VIII 3-b). Otras áreas de prioridad de la AEC, concomitantes al interés por el Caribe, son la cultural y la ecológica, para las cuales también existen comités especiales.12 Sin embargo, hay que reconocer que el enfoque mayor de la organización ha sido hasta ahora orientado hacia el comercio y la economía (incluido el turismo) más que hacia lo social o lo cultural. El espacio de la AEC es sin duda llamado a ejercer un papel de creciente importancia para redefinir y afirmar una persona-lidad caribeña.

Así, el Caribe institucional, desde la CARICOM hasta la OECO, es el reflejo de esta búsqueda de identidad. Lo que se desprende del perfil de estas instituciones es que las varias definiciones del espacio, producto de la historia y de la geopolítica, deben ser una parte integrante de una agenda regional pero plantean un doble desafío: (a) el de respetar y valorar esta variedad por ser una de las mayores riquezas de la región; y (b) la necesidad de afianzar y reforzar lazos en torno a una identidad que solo puede ser dada por el patrimonio común que constituye el Mar Caribe. En cierto modo, estos dos polos simbolizan la doble realidad de cercanías naturales y distancias construidas que definen la Cuenca.

1.3.4. La Organización de Estados del Caribe Oriental (OECO) – (OECS por su sigla en inglés) presenta dos particularidades que ejem-plifican la “dificultad de ser” caribeño en el plano político, pero indican también vías de superación de dicha dificultad. Lo anterior remite a su

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composición que presenta un reagrupamiento de pequeños territorios con estatutos mixtos ya que algunos (las Islas Vírgenes Británicas, An-guilla, etc.) están bajo dependencia externa a la región. La razón de ser principal de la OECS es la de aprovechar la oportunidad de “realizar economías de escala”, para lo cual se han establecido formas de coope-ración entre sus miembros que son pragmáticas y muy precisas a la vez: el Banco Central, la Corte Suprema, etc. No cabe duda de que este tipo de modelo conforma un importante precedente a la hora de considerar una agenda regional. El Caribe, aun definido en su extensión máxima de “Gran Caribe”, está conformado predominantemente por países y economías pequeñas, lo cual obliga a pensar de forma coordinada la política, la diplomacia, la economía y hasta la presencia cultural, si se trata de lograr mayor presencia, mayor peso y más bienestar para sus pueblos.

Los órganos de la OECS son todos de tipo ejecutivo y cumplen funcio-nes políticas que requieren poder de decisión. Por ejemplo, el Comité de Relaciones Exteriores tiene efectiva responsabilidad para “desarro-llar progresivamente la política exterior de la Organización” (art 7.4). Una autoridad equivalente tiene el Comité de Seguridad y Defensa. En algunos aspectos, la estructura de la OECS se asemeja a la de una con-federación.

1.4. Síntesis: espacios comunes mas el Mar = “zona de mediación” para la ‘caribeñidad’

En suma, el presente proyecto “Construyendo el Gran Caribe” se inscri-be dentro de una realidad histórica, política e institucional densa y, por lo mismo, estimulante y compleja a la vez. Es relevante la dimensión es-pacial de estos distintos acercamientos definitorios. Todo converge hacia los espacios: espacios políticamente ocupados por las mismas potencias, espacios poblados por los mismos migrantes, espacios que comparten las mismas lenguas… van determinando las definiciones que se adoptan o se descartan. Ahora bien, resulta que el espacio caribeño se caracteri-za precisamente por la fragmentación y la diversidad, hasta el punto de que este rasgo puede ser considerado como una característica común: la diversidad está inscrita dentro de cada una de las sociedades nacionales

12En realidad las Comisiones especiales aludidas se ocupan, una de “Ciencia tecnología, salud, edu-cación y cultura”, y la otra de “recursos naturales”. El tema de la cultura aparece por lo tanto dos veces en las instituciones de la AEC, pero siempre subsumido: Una vez en esta comisión y la otra en la dirección de turismo sustentable. La ecología es un tema que se ve reflejado sólo parcialmente, dentro de la comisión de recursos naturales y en la de medio ambiente y mar Caribe.

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de la región. A esta primera dimensión común, de naturaleza cultural, se suma naturalmente el lazo geográfico, que está dado por la Cuenca. El mar no solo define –y nombra– la región sino que contiene las principa-les dimensiones de su identidad: región marítima, región de tránsitos y de migraciones, área por lo mismo de fecundaciones culturales: el Caribe se entiende primero por el mar que lo unifica. A partir de estas dos premi-sas, se puede proyectar “la caribeñidad como un trabajo en proceso”. Al igual que el mar, es una base común y conductora de todos los temas que se integran en las distintas dimensiones de la definición de la región.

En materia de definición, el tema de la identidad surge de inmediato como otro elemento en construcción, o mejor dicho, otra búsqueda in-conclusa. Al recordar, por ejemplo, el tránsito de las islas anglófonas “from West Indian to Caribbean”, a través de sus peripecias desde el proyecto de Federación de Indias Occidentales, hasta “the New World Group”, uno intuye la complejidad y los desafíos del recorrido hacia la formación de una identidad caribeña. La “vocación caribeña” no está igualmente compartida por todos los países de la región; países como México y los de Centroamérica manifiestan un sentido de pertenencia más débil13.

El papel de los intelectuales, así como el de los pueblos, es clave para transformar la desconfianza que indudablemente permea las relaciones entre los países, para superar las “lealtades divididas”, muchas veces vehiculadas por ciertas elites dentro de la región14. Por estas razones, hay que destacar la importancia que tienen en la actualidad las redes de contactos informales que permiten explicar y compartir la caribeñidad. George Lamming considera como “zona de mediación”, aquella existen-te entre quienes hacen el discurso académico, intelectual y artístico, y los receptores de la información. Por lo tanto, se necesita pensar, producir y difundir las nuevas ideas sobre el Gran Caribe, estrechando la distancia entre mensaje y producto, creando opinión…15

16Rubén Silié Valdez, La concertación, el dialogo y el regionalismo en el Gran Caribe, presentación inédita.17Ibidem; el Dr Silié retoma este concepto enunciado por la CEPAL y lo discute a partir de: Puerta, Hilda y Rodriguez, Sarah, La integración latinoamericana, una propuesta para el debate, CIEI, uni-versidad de La Habana, 2005.18Ibidem19Ibidem

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II. El perfil del Gran Caribe como región

Como se ha visto, abarcar el Caribe como una región es una tarea com-pleja. “Esta es una zona que geográficamente existe como algo en sí mismo, pero políticamente es una propuesta en construcción…”16.

2.1. La tesis del Regionalismo Abierto

La variedad y las disimilitudes de sus territorios, tanto en tamaño, de-mografía, nivel de desarrollo, entre otras muchas diferencias, plantea la necesidad de optar por una perspectiva. El Regionalismo Abierto es una propuesta17 que permite pensar la región no desde una historia de desconocimientos mutuos y de competencia férrea, sino como una en-tidad apta para una “integración regional –flexible, incluyente y a favor del desarrollo que mejor conviene a los intereses de las sociedades del Gran Caribe”.18 El Dr. Silié desarrolla una visión que también toma en cuenta los avances de la globalización con sus exigencias, y lo que él califica como desarrollo “dramático de los bloques económicos regiona-les”, haciendo que “los países apuesten por la unión como mecanismo para enfrentar en mejores condiciones los retos de la Globalización”. Entre las ventajas que encierra esta propuesta de adoptar la noción de Regionalismo Abierto se destacan dos: primero, traduce la condición y la trayectoria efectiva de los países y subgrupos de la región, los cuales “se inclinan por incorporarse simultáneamente a distintos esquemas de integración.” Para llegar a ser el Gran Caribe, los componentes de esta región no solo deben mantener esta realidad en varios planos, construida desde la historia, sino aprovecharse de ella para desempeñar un papel original a nivel internacional y mundial. Segundo, y no menos importan-te, el concepto de Regionalismo Abierto da pie para “incorporar (…) el tratamiento especial y diferenciado que exige la viabilidad económica de las economías pequeñas.19” De esta manera, la especificidad ligada a las

13Norman Girvan, Universidad de West Indies, Trinidad y Tobago14Norman Girvan, Universidad de West Indies, Trinidad y Tobago15Rafael Emilio Yunén, Director General, Centro León

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pequeñas economías isleñas que, entre otras cosas, llevó a la conforma-ción de la AECO, está contemplada en un esquema de integración que respeta las necesidades propias de los miembros al tiempo que ensancha las oportunidades de todos. Estas consideraciones tienen eco en la ob-servación de que “más que una definición, el Gran Caribe es el marco geográfico espacial en que gobiernos vienen compartiendo sus planes y políticas de desarrollo… Es en consecuencia un escenario de trabajo flexible y amplio”20.

Un impulso decisivo para la institucionalización del Gran Caribe lo cons-tituyó la iniciativa del CARICOM, en 1991, para impulsar una asocia-ción que reagrupara a todos los países limítrofes del Mar Caribe. Dicha iniciativa formaba parte de una política de esa organización tendiente a ampliar su cooperación con los países, específicamente en materia de comercio. De esta manera, en 1993 los Cancilleres del Mercado Común Centroamericano, reunidos en la segunda Conferencia Ministerial con-junta con los Cancilleres del CARICOM, daban seguimiento a la ini-ciativa de 1991. Un año más tarde nacía la AEC, la materialización del concepto de Gran Caribe como región abarcadora de una unidad geohis-tórica y poblacional originaria, enriquecida y balcanizada a la vez por las llegadas sucesivas de potencias a la región, y buscando ahora una nueva unidad, respetuosa de las diferencias y complementariedades y guiada por intereses convergentes bien identificados.

En palabras del Dr. Rubén Silié Valdez, Secretario General de la AEC entre 2000 y 2006 : «En 1994 …il s’agissait, comme l’a dit un de nos colléges caribéens21, de voisins indifférents. Mais de 1994 à cette date, le rapprochement entre les pays a beaucoup progressé, et si l’on ne peut pas encore parler de miracle de l’unité caribéenne, on peut affirmer que les relations se sont approfondies et que l’indifférence est chose révolue».22

Tanto la temática política, como la económica y la cultural, pueden dar una idea del comportamiento de esta región cuando se entiende como Gran Caribe.20Gerardo Maloney, Universidad de Panamá, Panamá.21Andrés Serbin.22AEC, IVa Cumbre de los Jefes de Estado, Panamá, 28 de Julio, 2005.

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2. 2. La Relevancia Estratégica y Política

Este tema no puede ser expuesto cabalmente en este ensayo. Se men-cionarán tan solo la importancia del Canal de Panamá para el comercio mundial y el mantenimiento de las bases de Guantánamo y de Vieques bajo autoridad norteamericana. Este aspecto deberá sin embargo ser con-templado a la hora de emprender la elaboración de una agenda común. La presencia física de las principales potencias mundiales dentro de la Cuenca obliga a la adopción de fundamentos muy claros en referencia a la “caribeñidad”, so pena de permanecer en el nivel de balcanización he-redado del pasado. De hecho, “lo que hoy se conoce como Gran Caribe nos está indicando que aquí en esta región del mundo también está pre-sente ‘el resto del mundo’, con la presencia misma de naciones europeas y norteamericanas en el área”23.

Un capítulo de un reciente libro de Iván de la Nuez (Inundaciones) trata precisamente de demostrar que cualquier punto del Caribe puede estar asociado a diversos lugares estratégicos del mundo: “Guantánamo, por ejemplo, es el vertedero global de lo peor de la mundialización… fue una de las primeras villas coloniales de Cuba; hoy es una base militar nor-teamericana; está dentro de un país socialista con un estado comunista; allá van a parar ‘boat people’, presos musulmanes, presos de la Guerra de los Balcanes, sospechosos de terroristas; allí se le lava el cerebro a la gente antes de entrar a USA; también existe la tortura y la violación de los derechos; guantanamero es un género literario-artístico que produce novelas y música, como el nombre de la canción cubana más conocida en el mundo; también allí nació el primer astronauta cubano –no hay algo más global que haber visto el planeta desde el espacio sideral…”. (Adaptación de R. E. Yunén).

2. 3. El perfil Económico de la Región

El perfil económico del Gran Caribe está hecho de contrastes en térmi-nos de crecimiento y de ingresos. En parte esos contrastes también son

23Alberto Abello, Universidad de Bolívar, Cartagena, Colombia

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de origen histórico; pero en otros aspectos son el producto de procesos y elecciones particulares de las sociedades de la región y por lo mismo es-tán sujetos a cambios y correcciones, a partir de la cooperación que debe surgir de una agenda común. Los Índices de Desarrollo Humano (IDH) son útiles para ilustrar sintéticamente el panorama económico-social de la región. En el siguiente cuadro, estos índices han sido clasificados de acuerdo con el rango de los países y siguiendo la definición de la región Gran Caribe según la AEC.

IDH en la Cuenca del Caribe.24

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tamente a la preocupación de una agenda común de la Cuenca:

(a) Ha habido una tendencia al retroceso en la mayor parte de los paí-ses de la región en materia de IDH. Entre los elementos explicativos de dicha tendencia encontramos por lo menos: (a) El deterioro acelerado de los países clasificados como “pequeñas economías isleñas frágiles”, tanto por su ecología como por la inestabilidad de sus economías; (b) los efectos específicos de la crisis mundial que acecha desde los albores del sigo XXI, en especial en el rubro de la energía; (c) el deterioro de la cali-dad de vida en general con el aumento de las migraciones y de la violen-cia. En este último aspecto, el Gran Caribe ocupa un triste primer lugar25. Con estos elementos, conviene contrastar sin embargo la dinámica de crecimiento económico sostenido del área, tal como aparece reflejado en los más recientes informes de la CEPAL. Este contraste ilustra una de las especificidades de la región latinoamericana en el mundo. Implica que la construcción del Gran Caribe debería hacer hincapié primero en las desigualdades ya que la pobreza en la región traduce en general más desigualdad que pobreza nacional. O dicho en otros términos, el Caribe tiene, mutatis mutandis, mayores problemas de desarrollo humano que de crecimiento económico.

(b) Es necesario tomar en cuenta sin embargo la brecha importante exis-tente entre dos grupos de países en el plano de su IDH. A grandes rasgos, el Caribe del Commonwealth ostenta índices mayores de desarrollo hu-mano y Centroamérica tiende, salvo Costa Rica, a quedar más rezagada. Existe sin duda un “efecto de tamaño” en algunos aspectos del problema; con poblaciones mucho más reducidas, las islas menores de la Cuenca cumplen (sin duda con menores recursos) algunas de las condiciones del desarrollo humano. Sin embargo, también hay un “efecto de historia” observable en las diferencias de procesos políticos, sociales y económi-cos entre los dos grupos de países.

24PNUD, Informe de Desarrollo Humano, 1998, 2003, 2008

PAÍS BarbadosCosta RicaBahamasCubaMéxicoSt. Kitts-NavisAntigua-BarbudaTrinidad-TobagoPanamáDominicanaSt. LucieVenezuelaColombiaRep. DominicanaBelizeGranadaSurinamSt. Vincent-GranadineGuyanaJamaicaEl SalvadorNicaraguaHonduraGuatemalaHaití

Índice 0.8420.8460.8450.8380.8290.8210.8150.8140.8120.7960.7950.7920.7910.7790.7780.7770.7740.7610.7500.7360.7350.7100.7000.6890.529

Rango IDH 31484951525457596271727475798082859397101103110115118146

Rango IDH 29455152533955546195716873989993678710479103118115121153

2007-2008 2002-2003 1997-1996

Índice 0.8880.8340.8150.8090.8020.8440.8000.8010.7910.7430.7770.7780.7730.7380.7370.7450.7800.7510.7190.7640.7200.6670.6720.6490.453

Rango IDH 25332886504929404541564751876354665710483112127116117156

Índice 0.9070.8890.8940.7230.8530.8530.8920.8800.8740.8730.8380.8610.8480.7180.8060.8430.7920.8360.6490.6360.5920.5300.5750.5720.338

De esta tabla se desprenden numerosas realidades para un análisis eco-nómico del área. Conviene destacar aquí tres aspectos ligados más direc 25Según el informe “Mapa de la Violencia” de la Red de Información Tecnológica Latinoamericana

(RITLA) para 2008, un joven en Latinoamérica de entre 15 y 24 años de edad está en más peligro de morir asesinado que en cualquier otro lugar del mundo. El Salvador lidera esta macabra lista con 92 jóvenes asesinados por cada 100.000 habitantes, seguido de Colombia, Venezuela, Guatemala y Brasil, los “top 5” de la lista.

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(c) La existencia en unos casos de mayor atraso sistemático (Honduras, Guatemala, Haití) debe ser objeto de atención. Hay que reconocer y tratar de superar esta brecha, no solo por motivo de armonía y de solida-ridad en el progreso, sino sobre todo porque el objetivo mismo de buscar mayor integración entre los países de la Cuenca puede ser mermado por la existencia de este atraso. La experiencia compleja de integración de Haití al CARICOM es un indicio de lo anterior.

2.4. El plano cultural - ambiental del Gran Caribe

En este plano, la región ostenta un mosaico etno-cultural muy valioso que apenas ha sido aprovechado a la fecha. Cabe destacar en especial: (a) el multilingüismo y el multiculturalismo que lo sustenta. Además de los idiomas creole, el Caribe habla otros seis idiomas: cuatro de ellos califi-cados como ‘idiomas occidentales’, de los cuales hay tres considerados como ‘mayores’ (es decir, idiomas oficiales de las Naciones Unidas). (b) El Gran Caribe es mestizaje de pueblos y de conocimientos, lo cual es un tesoro en una época en que el mundo está redescubriendo el valor del multiculturalismo, de los conocimientos tradicionales y ancestrales ante los peligros que acechan a la ecología del planeta. Mayas, garífunas, ca-ribes y los legados afroamericanos, conforman un caudal para redefinir nuestra relación con la naturaleza, no de manera pasiva o paisajística, sino movilizando tecnologías ancladas en los valores de los pueblos. (c) Las costumbres y trazas (vestigios) culturales presentes en el Gran Ca-ribe, lo mismo que sus paisajes de playas, de selvas y de volcanes son una gran y frágil riqueza, toda vez que constituyen un bien explotable, a la vez que un patrimonio no renovable. Una agenda común debería velar por la conservación de este patrimonio, tomando en cuenta las in-terdependencias ecológicas en el área, pero también la necesidad de una explotación racional.

III. Cinco Dimensiones y sus Propuestas para una Agenda Ca-ribeña.

¿Cómo aprehender esta complejidad con visos de ir construyendo o abo-nando esfuerzos hacia una agenda propiamente caribeña? Dentro del

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26Con orígenes, manifestaciones y profundidades diferentes mencionemos tan solo algunas de esas dicotomías: en Centroamérica las relaciones entre El Salvador y Honduras; Costa Rica y Nicaragua. En el Caribe: Trinidad-Tobago y Venezuela; Haití y la República Dominicana; el Caribe anglófono (las Indias Occidentales) y los otros (las Antillas), etc…

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amplio abanico de posibilidades, se parte de una opción según la cual el Mar Caribe representa “la alfombra” sobre la que se entrecruzan las cinco grandes dimensiones temáticas de una “agenda caribeña”: la cultura, el medio ambiente, la política de cooperación, el desarro-llo y los intercambios. Para cada una de estas temáticas, el reto mayor es vencer la fragmentación que históricamente se ha verificado entre los territorios caribeños.

3.1. Dimensión cultural

Sin duda la cultura es la primera dimensión. Y con ella, el mar que une y mezcla las culturas de la Cuenca. La cultura y el mar vinculan las po-blaciones y han hecho de la Cuenca un mundo de migraciones y de inter-cambios. Igualmente, la cultura y el mar han contribuido históricamente a dividir los pueblos del Caribe.

Porque la cultura es hija de la historia. En este sentido, la cultura caribeña entraña prácticamente una historia mundial. Descubrir y decir esta his-toria es una tarea nueva. La historia de la región no ha sido propiamente escrita, y se enseña aún menos. Los obstáculos para ello son antiguos y a veces enraizados en procesos históricos dolorosos, forjadores de pre-juicios,26 otras veces originados en conflictos de intereses económicos, geopolíticos o ideológicos. Otras trabas son de orden institucional y re-miten a políticas nacionales. Los grados de desarrollo y las orientacio-nes de las políticas educativas nacionales son muy disímiles pero tienen en común la referencia principal, si no exclusiva, de los antiguos lazos coloniales. Dificultades específicas se originan por el doble sesgo que caracteriza a los estudios históricos en la región: No profundizan en las historias pre-coloniales ni en las historias coloniales no-dominantes (re-sistencias, movimientos de alcance regionales o comparaciones) y tam-poco focalizan en la historia contemporánea regional. O sea, dos de las bases históricas fundamentales para revelar y forjar una identidad cari-beña permanecen subdesarrolladas. Sin embargo, el Caribe es un vivero

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de diversidad etno-cultural, multilingüismo, arte y artesanía: revelar y promover la unidad cultural del Caribe debería ser el eje de una política cultural regional.

3.1.1. La primera propuesta en el campo cultural es de orden educativo. Implica la conceptualización e implementación por iniciativa y bajo la responsabilidad de los gobiernos, de programas de investi-gación y de enseñanza en arqueología, historia, geografía, con visos y metodologías comparativas, y la creación de espacios de intercambio y de coproducción a nivel regional. Implica asimismo introducir el estudio de las diversas historias en el currículo de las escuelas y las universi-dades del área. Reconocerse como hijos de una historia común es el punto de partida para fortalecer todo tipo de cooperaciones culturales y artísticas. Al respecto, hay que reconocer el peso de las historias de colonización y, por lo mismo, la exigencia de descolonizar la historia y la cultura, para “recuperarlos”. De allí la necesidad de proceder a una labor de registro y conservación 27 .

3.1.2. El Gran Caribe debe aprovechar el multilingüismo que no es solamente un obstáculo para la comunicación, como se ha vivido tradicionalmente, sino que puede ser un privilegio para los intercambios con el resto del mundo. En el mundo global, las comunicaciones ocupan un lugar clave en todos los órdenes, desde el mercado hasta la investiga-ción fundamental, pasando por todo el campo de las disciplinas del de-sarrollo. Unos profesionales formados dentro de una perspectiva común o, por lo menos, interconectada, y por tanto beneficiarios de este bagaje lingüístico-cultural, adquirirían inmediatamente una gran versatilidad. Desarrollar programas con la marca caribeña, que lleven la etiqueta de la región sin desconectarse de los estándares internacionales, es de-cir, favorecer la producción de conocimientos sobre las sociedades y la Cuenca. Para el Caribe es importante producir conocimientos y tecno-logías adecuadas a las características regionales. Por ello, parecería más adecuado y coherente desarrollar tecnologías sociales, ambiental-mente sostenibles, que involucren a las comunidades locales en la defi-

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27 Ieteke ‘Inchi’ Witteveen, Directora del Museo Nacional de Arqueología y Antropología de Cu-racao.

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nición de prioridades y en las soluciones de los problemas, re-visitación de prácticas y conocimientos tradicionales y-o históricos; difusión 28. La segunda propuesta en el orden cultural es sistematizar el estudio de los tres idiomas internacionales al menos, propiciar la realización de experiencias y de intercambios regionales para los estudiantes, dando paso a posibilidades infinitas de colaboración sobre temas de abso-luta prioridad, como la problemática del Mar Caribe y las ecologías frágiles. Varios niveles están involucrados: nuevos currículos, nuevos cursos para abordar problemáticas modernas (género, medio ambiente, genética aplicada, energías limpias…). Investigaciones nuevas sobre los canales de aprendizaje y transmisión de conocimientos enraizados en las culturas populares de nuestros países, evitando populismos e ins-trumentalizaciones (lo que constituye un gran reto). En fin, aprovechar con el multilingüismo el potencial de la diversidad y de la complemen-tariedad, que hacen posible la existencia de capacidades diferentes y de enriquecimientos mutuos. segunda propuesta en el orden cultural es sistematizar el estudio de los tres idiomas internacionales al menos, pro-piciar la realización de experiencias y de intercambios regionales para los estudiantes, dando paso a posibilidades infinitas de colaboración so-bre temas de absoluta prioridad, como la problemática del Mar Caribe y las ecologías frágiles. Varios niveles están involucrados: nuevos cu-rrículos, nuevos cursos para abordar problemáticas modernas (género, medio ambiente, genética aplicada, energías limpias…). Investigaciones nuevas sobre los canales de aprendizaje y transmisión de conocimien-tos enraizados en las culturas populares de nuestros países, evitando populismos e instrumentalizaciones (lo que constituye un gran reto). En fin, aprovechar con el multilingüismo el potencial de la diversidad y de la complementariedad, que hacen posible la existencia de capacidades diferentes y de enriquecimientos mutuos.

3.1.3. Movilizar hacia adentro (para la región misma) toda la riqueza cultural, producto de una historia de encuentros y de mestizajes que ha puesto al Caribe en el corazón de las relaciones intra-europeas durante más de tres siglos. Hoy, esos lazos privilegiados que balcaniza-28 Para citar ejemplos de aportes de Haití, el caso de los escritos de Jacques Roumain en antropología política; el caso de los libros de Marylise Rouzier en medicina tradicional. eteke ‘Inchi’ Witteveen, Directora del Museo Nacional de Arqueología y Antropología de Curacao

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ron al Caribe políticamente pueden convertirse en una ventaja apre-ciable para unir mundos, intereses, mercados pero también culturas y proyectos. En este sentido, el Caribe constituye un verdadero microcos-mos por razones tanto etno-culturales como propiamente históricas, y la defensa común de esta diversidad cultural es imperativa. Esta diversidad está en los pueblos, y su defensa compete a los mismos pueblos. Ahora bien, el Caribe se caracteriza por el dinamismo económico y social de sus mujeres (a nivel de las Antillas en especial) y, sobre todo, por la juventud de su población. Para aprovecharlo, una tercera propuesta en lo cultu-ral es desarrollar amplios programas permanentes con las juventudes del área: concursos de creatividad, festivales permanentes (la experiencia de Carifiesta es un antecedente con mucho potencial), programas de inter-cambio, laboratorios comunes de investigación… Las mujeres ya han ini-ciado un movimiento y una experiencia de este tipo. Se trata de sistemati-zarlos con los jóvenes, apoyando desde las instancias públicas nacionales la multiplicación e interconexión de iniciativas a veces ya existentes a nivel binacional o subregional. El deporte es naturalmente un campo pri-vilegiado para el desarrollo de estos intercambios pero se deben explorar también: las artes visuales, los carnavales, la música 29.

La tarea es inmensa. El potencial no lo es menos. Y los países del Gran Caribe deben encarar el reto de mejorar la intercomunicación lingüísti-ca/cultural para poder abordar el desafío de la movilización interna. Al mismo tiempo, para una región que sufre diversos tipos de exclusión y po-breza se destaca la importancia de estimular la cultura como factor de de-sarrollo (a través de redes de artesanos, industrias culturales o creativas, entre otros medios) y la diversidad cultural como componente básico de las políticas que persiguen reducir la pobreza y promover la equidad 30 .

3.2. Dimensión ambiental

Conservar y proteger el mar Caribe es un objetivo de primera prioridad, que supone una variedad de intervenciones coordinadas en: observacio-29Es interesante que las actividades caribeñas comunes en materia de música se hayan desarrollado primero y en especial en las comunidades migrantes en Norteamérica o en Europa. También allí hay experiencia acumulada para inspirarse.30Rafael Emilio Yunén, Director General, Centro León

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nes meteorológicas, control de la explotación de los recursos naturales, preservación de los parques marinos, control de la contaminación del mar, etc. Los problemas y obstáculos en este campo son numerosos. En-tre las múltiples prioridades se proponen las siguientes para una agenda activa.

3.2.1. Sobrevivir como pequeños territorios con ecología frágil. En este campo, el panorama para el Caribe ostenta una clara diferencia entre los países continentales y de mayor territorio relativo, y los pe-queños Estados isleños en desarrollo 31. Estos últimos están expuestos a procesos específicos de deterioro ecológico y deben ser objeto de polí-ticas especiales de conservación de su medio ambiente. Sin embargo, la ecología del Mar Caribe es una en su diversidad y una agenda regional tendría que combinar la cooperación en materia de apoyo a los casos específicos y la articulación de medios y de políticas conjuntas para los problemas comunes. Por lo mismo, en la lista de los proyectos de la Asociación de Estados del Caribe publicada en 2007 se distinguen una serie de iniciativas en el área de intervención prioritaria denominada “desastres naturales”: el conocimiento y el estudio de los fenómenos (terremotos, vientos, ciclones), la prevención de desastres, la coordi-nación de los mecanismos existentes, la financiación regional de los procesos de reconstrucción. Tomando en cuenta las resoluciones más recientes de la AEC en la Conferencia de Saint-Marc de 2007 se formula una primera propuesta relativa a la ecología: La implementación de una coordinación efectiva entre los sistemas de alerta y de intervención de emergencia a lo largo del área. Esto implica la incorporación de los organismos existentes en el Caribe centroamericano y en especial el Centro de Coordinación para la Prevención de Catástrofes Natura-les (CEPREDENAC); en el Caribe isleño, la Agencia Caribeña para Desastres y Urgencias (CDERA) y el sistema nacional de alerta con la intervención de Cuba por su experiencia particular. Se trata de alen-tar la ampliación de estos modelos institucionales a los otros países y subgrupos de la región y, más aún, de lograr que los peligros regionales (típicamente, los temblores y los huracanes) sean prevenidos y enfren-

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31 52 Estados y territorios han sido clasificados como tales desde la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo de 1992.

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tados conjuntamente, incluyendo mecanismos de asistencia específica conjunta a un caso o a un país determinado.

3.2.2. La defensa del medio ambiente, de los sistemas ecoló-gicos y de las especies en peligro son otra prioridad relativa a la sobre-vivencia ecológica de la región. La Cuenca del Caribe posee multitudes de reservas ecológicas selváticas, volcánicas, marítimas, cuya sustenta-bilidad está íntimamente interrelacionada entre sí. Este patrimonio me-rece ser inventariado de manera exhaustiva y sus diferentes conjuntos manejados como unidades ecológicas inalienables. De allí una segunda propuesta: El análisis detenido de la experiencia del Corredor biológi-co, un concepto que se ha desarrollado específicamente alrededor de Centroamérica desde 1997, abarcando por lo tanto a una parte de la región del Gran Caribe. El modelo ha sido retomado para las islas ma-yores de la Cuenca y tiene el potencial para ser ampliado a toda la región. Ello implica la definición y gestión conjunta de áreas protegidas, el inventario de las especies endémicas, la investigación conjunta en este campo, entre otras actividades coordinadas. Además, por el valor estratégico que tiene el mar Caribe en la vida de los pueblos ribereños, especial relevancia adquiere la Comisión Especial para el Mar Caribe, con vistas al fomento de acciones y programas que urgentemente tienen que ser adoptados, tanto para la protección de los sistemas ecológicos como para la prevención y la mitigación de desastres naturales 32.

3.2.3. La cuestión del calentamiento global con sus múltiples impactos (sobre el nivel del mar, las especies marinas, el régimen de los ciclones…) debería también ser objeto de políticas comunes a nivel energético y en lo referido al tránsito sobre el mar Caribe y la ges-tión de los desechos. Una tercera propuesta en lo ecológico sería la de promover regulaciones y procedimientos obligatorios para los países de la cuenca que deberían ser adoptados en atención a la importancia vital del problema. Prácticas de colaboración regional que preserven la ecología frágil de la región mientras valoran la diversidad pueden darse también por la intensificación de intercambios entre asociaciones e instituciones de la sociedad civil. Se trataría de promociones conjun-tas y de creación de circuitos recreativos regionales. Una posibilidad es

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la creación de zonas-reservas cuyo mantenimiento simbólico sería una responsabilidad conjunta. La modalidad puede ser la de “zonas geme-las” en países distintos, siendo el mantenimiento y la promoción de cada zona una responsabilidad conjunta de las autoridades y poblaciones de ambas.

3.2.4. La dimensión ambiental no solo se refiere al componen-te “natural” del medio ambiente. Existe también en toda problemática ambiental la necesidad de abordar lo natural, lo social y lo construido de manera conjunta. Solo de esta manera se podrá comprender que un problema ambiental es, antes que otra cosa, un problema social. Una manera efectiva para lograr el diagnóstico, la planificación y la imple-mentación de programas de rehabilitación, solución y prevención, es mediante la gestión ambiental participativa. Hay muchas experiencias de este tipo en el Caribe que pueden ser compartidas entre todos sus territorios que tienen problemáticas comunes o parecidas, sobre todo aquellas relacionadas con mejoramiento ambiental urbano con parti-cipación popular, entre otras. De ahí que una cuarta propuesta sería examinar la posibilidad de definir subsistemas regionales de gestión am-biental para abordar problemáticas y potencialidades comunes en las sub-áreas que conforman el Gran Caribe 33.

3.3. Dimensión de la política de cooperación

La Cuenca es una región penetrada por las principales potencias políti-cas. Un pilar importante para una agenda política se deriva de la articu-lación privilegiada del Caribe con los principales centros del mundo de hoy. Al legado de la historia se han sumado las nuevas oportunidades de un mundo globalizado y vuelto a estratificar en base a nuevas jerarquías. Por otro lado, un aspecto nuevo y diferente de ese escenario es la fuerza de actores sociales nuevos con capacidad de influir en el diseño de las políticas de desarrollo de los Estados 34. Siendo una región-plataforma, el Caribe puede desempeñar un papel importante de puente político-di-plomático en la zona y aprovechar ventajas geográficas comparativas: Las colaboraciones regionales y subregionales fortalecen las bilaterales,

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32Gerardo Maloney, Universidad de Panamá, Panamá

33Rafael Emilio Yunén, Director General, Centro León34Gerardo Maloney, Universidad de Panamá, Panamá

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cuando no las reemplazan. En esta perspectiva, el Caribe, incrustado en Latinoamérica, pero ubicado en un cruce de mundos, puede proveer a toda la región con elementos para un diálogo y unas relaciones renova-das, tanto con Norteamérica como con Europa, regiones que, como ya se vio, están insertas dentro del área. Además, su configuración dispersa impone ciertas exigencias para su consolidación como región, entre otras la de desarrollar una diplomacia solidaria alrededor de problemáticas especificas comunes o para apoyar a sus miembros en circunstancias de-terminadas.

3.3.1. Entre las áreas de desarrollo de una diplomacia solida-ria se expone una primera propuesta en torno a la preservación de la Cuenca contra tráficos ilícitos, incluidos armas y desechos tóxicos. La existencia de varios acuerdos bilaterales (con los Estados Unidos) y convenios multilaterales (sobre tránsito y depósitos de desechos tóxi-cos) son una base existente para el establecimiento de mecanismos de supervisión y control a nivel regional, incluyendo un cuerpo regional marítimo de vigilancia y represión de estos tráficos que podría ser capa-citado y apoyado materialmente por las instituciones internacionales o nacionales ya existentes.

3.3.2. Una segunda propuesta concierne a la creación35 de ins-tancias de concertación con autoridad resolutiva sobre las crisis políti-cas dentro de la Cuenca. Instancias y mecanismos similares ya existen a nivel de la ONU y de la OEA, y algunas experiencias se han dado también en el Caribe isleño anglófono. Se trata de sistematizarlas y de montar instancias de alcance regional con capacidad técnica y auto-ridad política para tomar decisiones aceptadas por el conjunto de sus miembros. El de Honduras es un buen ejemplo de los casos que serían de la competencia de dicha instancia. Gobernantes, pensadores y políticos reconocen hoy el valor estratégico de la multilateralidad para generar soluciones a problemas urgentes y necesidades sociales36.

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3.3.3. Las políticas de cooperación dentro de la región deberán contemplar aspectos clásicos del desarrollo, tales como: (i) Acuerdos relativos a una política de salud y de sanidad en general. La colabora-ción intrafronteriza para el combate de epidemias y/o de plagas adquie-re una relevancia particular en el contexto de ecología frágil caracterís-tico de la región. Ello remite no solo a la preservación del Mar Caribe sino también a otros aspectos, tales como el patrimonio y territorio de minorías étnicas, o la regulación y la protección de la pesca a nivel de la Cuenca en su conjunto; (ii) Coordinación de esfuerzos en torno a me-tas del desarrollo humano, como por ejemplo alcanzar los objetivos del milenio para el desarrollo.

3.4. Dimensión del desarrollo

Mitigar desigualdades y crecer sin destrucción son imperativos para la sobrevivencia de la cuenca. En la región el crecimiento económico se ha ido distanciando del desarrollo humano. Solo en muy pocas ocasiones el accionar de los organismos de cooperación económica llega a la gente misma. Aquí debe operarse una opción clara a favor de que las interven-ciones se hagan en el ámbito social antes que institucional37. Ahora bien, en concordancia con la problemática del medio ambiente, una agenda del Gran Caribe en lo económico debe incluir la variable de la soste-nibilidad, so pena de un contagio inevitable del conjunto de los países por los problemas padecidos por algunos de ellos, dada la dinámica de creciente interdependencia que subyace en la mundialización. En esta misma línea, resulta interesante extraer lecciones aprendidas del proceso de constitución y vida de la AEC. Ello supone la ampliación de la coo-peración económica más allá del sector comercial, el más desarrollado en la actualidad. Además, en economías pequeñas, como es el caso de la mayoría del Caribe insular, las desigualdades sociales constituyen un verdadero freno a la inversión y al desarrollo al reducir aún más los vo-lúmenes de los mercados38.

Ahora bien, considerando el potencial de la Cuenca en términos de re-cursos y las posibilidades de cooperación demostradas, por ejemplo, en

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35Particularmente los mecanismos que permiten activar la aplicación o el levantamiento de sancio-nes en caso de ruptura de la legalidad democrática.36Gerardo Maloney, Universidad de Panamá, Panamá

37Alberto Abello, Universidad de Bolívar, Cartagena, Colombia38Gerardo Maloney, Universidad de Panamá, Panamá

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ver estrategias como el turismo responsable (ecoturismo, turismo cultu-ral…) o la defensa de ecologías frágiles, que son tan solo algunos de los beneficios que se podrían sacar de una agenda común de preservación del turismo. Atender los temas de la interculturalidad y de la diversidad cultural abre un abanico de nuevas áreas de conocimiento y de inter-venciones concretas en la vida material y social de la gente que crean alternativas, trabajo y nuevas maneras de convivir, más democráticas porque son más interdependientes. Se trata de crear el sello distintivo de la región. Para ello es preciso aprovechar con creatividad y auda-cia la Declaración de Santo Domingo (1999) y la convención sobre el turismo sustentable de 2001 de la AEC. Esta convención establece los procedimientos y los criterios para admitir una zona turística en el gru-po de destinos de turismo sustentable. Para dinamizar esta perspecti-va, se presenta una primera propuesta en lo turístico: Establecer rutas definidas y especificas a la región (el sello Caribe), tales como: “los viajes de Cristóbal Colon” o “las Rutas de los Corsarios”, aplicando una estrategia de implementación de tipo “Protocolo de Kioto” (es de-cir, con metas progresivas, solidarias y diferenciadas para los distintos países involucrados). En este mismo orden de ideas, la mirada históri-co-cultural en materia de turismo permite interrelacionar y valorar el fondo común precolombino, arqueológico, museográfico, a la vez que romper el aislamiento entre los distintos territorios fragmentados por el colonialismo diferenciadas para los distintos países involucrados). En este mismo orden de ideas, la mirada histórico-cultural en materia de turismo permite interrelacionar y valorar el fondo común precolombino, arqueológico, museográfico, a la vez que romper el aislamiento entre los distintos territorios fragmentados por el colonialismo39

3.4.4. Pero además, la promoción de lo cultural en el ámbito tu-rístico debe aprovechar la cultura viva, más atractiva para los jóvenes, que es fuente de innovación. Al promover la cultura, se tratará igual-mente de insistir en la creatividad40 ; a fin de cuentas, se trata del reco-nocimiento de la relación orgánica entre conservación y creatividad 41.

creciente interdependencia que subyace en la mundialización. En esta misma línea, resulta interesante extraer lecciones aprendidas del proceso de constitución y vida de la AEC. Ello supone la ampliación de la coo-peración económica más allá del sector comercial, el más desarrollado en la actualidad. Además, en economías pequeñas, como es el caso de la mayoría del Caribe insular, las desigualdades sociales constituyen un verdadero freno a la inversión en materia energética, se presenta una primera propuesta en el área económica: La elaboración de acuerdos para modalidades preferenciales de intercambios de recursos entre los países. Nos referimos a una oferta de recursos y de productos dentro de la Cuenca con condiciones privilegiadas, con el objetivo de favorecer el crecimiento económico de la región.

3.4.1. ¿Puede el Gran Caribe considerar el objetivo de articu-lar más estrechamente los mercados comunes parciales existentes en la región? Cabe aquí una segunda propuesta económica de una estrecha articulación entre los acuerdos preferenciales existentes en la región: CARICOM, Mercomun, AECO, cuya implementación es sin duda par-ticularmente compleja. Sin embargo, los progresos realizados reciente-mente a nivel del continente invitan a explorar la factibilidad de coope-ración en aspectos muy específicos (aunque no únicos) a la región, como la pesca.

3.4.2. Aunque impliquen una serie de condiciones previas de orden legal y fiscal internos, las exigencias de mantener un sistema ban-cario y fiscal sano, el rechazo a la condición de paraísos fiscales con sus riesgos de permeabilidad a las mafias, son desafíos a enfrentar colecti-vamente. La formulación y elaboración recientes de regulaciones y con-troles mucho más estrictos al respecto, tanto por parte de la UE como por los EEUU., invitan a la búsqueda de mecanismos coordinados. De allí una tercera propuesta en lo económico: La unificación y aplicación conjunta de criterios en materia de regulación bancaria y el estableci-miento de mecanismos comunes de control.

3.4.3. El Caribe tiene todos los atributos para ser un destino turístico privilegiado. Partiendo de los dos pilares, el mar y la cultura, y de la opción que antepone la gente a los mercados, se pueden promo-

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39Ieteke ‘Inchi’ Witteveen, Directora del Museo Nacional de Arqueología y Antropología de Cura-cao.40Rafael Emilio Yunén, Director General, Centro León.41Norman Girvan, Universidad de West Indies, Trinidad y Tobago.

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Precisamente, en este sentido el papel de las migraciones tiene un po-tencial inmenso. El turismo no podría obviar la riqueza de los festivales caribeños y carnavales, muchos de los cuales tienen sus manifestaciones más importantes en los países receptores (Nueva York, Londres). Nues-tra diáspora crea y alimenta la cultura caribeña en forma permanente42.

3.5. Dimensión de los intercambios

Favorecer las interrelaciones y reciprocidades, apostar a la caribeñidad por efecto de los contactos, los diálogos, los intercambios de bienes y de valores (económicos, culturales, humanos), constituye a la vez una opción y un reto. Construir una identidad colectiva implica, en el fondo, mejorar la circulación en torno a la Cuenca. Aquí, tal vez más que para las otras dimensiones, las compartimentaciones originadas en la historia y los intereses económicos encontrados –el tema de las lealtades dividi-das– plantean verdaderos desafíos a la región. Entre otras muchas, tres áreas se destacan en materia de intercambios:

3.5.1. Las comunicaciones, vehículos y condiciones para los intercam-bios. Al respecto, todas las formas de comunicación tienden a ser cen-trifugas en la región. Los lazos heredados de la fragmentación colonial predominan sobre las cercanías geográficas o, incluso, las racionalida-des económicas. Las líneas aéreas, las redes telefónicas e informáticas, las cadenas de televisión… todos los medios de comunicación perma-necen como un terreno virtualmente virgen para una construcción ca-ribeña. Los países del Caribe están interconectados desde intereses e instituciones ajenos a la Cuenca. Ahora bien, los potenciales beneficios, tanto económicos como políticos y sociales, son inmensos.

3.5.2. Las migraciones. Históricamente el Caribe ha sido una zona de cruce de flujos poblacionales y hoy día es territorio a la vez de migra-ciones transnacionales y de migraciones intra-regionales. Mientras una diplomacia solidaria debe encarar el establecimiento de metas comunes y programas consensuados en el seno de instituciones como la IOIM o con respecto a las políticas migratorias de los países del Norte, tiene

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sobre todo una misión prioritaria respecto de las dinámicas migratorias que involucran solo a países de la Cuenca: Nicaragua-Costa Rica, Gua-temala-México, Haití-República Dominicana, República Dominicana-Puerto Rico, entre muchos otros. De allí una tercera propuesta en lo político, que verdaderamente daría a la configuración del Gran Caribe una dimensión de región constituida: La elaboración, con mecanismos de cooperación y no solo de regulación y control, de una política regio-nal de migraciones intra-caribeñas, con el establecimiento de princi-pios comunes de garantía para los derechos de los migrantes, control de fronteras, tratamiento de los flujos de ilegales, regulación de las migra-ciones laborales y estacionales, entre otros aspectos de consideración.

3.5.3. El comercio. Los intercambios de esta naturaleza han sido, tradicionalmente, los más desarrollados entre países de la Cuenca. Sin embargo, no parecen haber contribuido mayormente al acercamien-to de sus pueblos. Propuestas tendientes a acercar a los productores en las esferas del intercambio deberían poder ser exploradas. Experiencias como la de las redes de comercio equitativo podrían convertirse en pro-yectos de colectivos de productores del área hacia afuera, propiciando asimismo un sello caribeño de los productos involucrados. Pero a nivel estatal también se pueden replantear métodos y modalidades comercia-les que acerquen a las economías de la región antes que seguir con las pautas tradicionales de competición para los mercados exteriores.

IV. Implementar la agenda: los actores y los socios

La implementación de una agenda para el Caribe podría ser precedida por el establecimiento de una batería de preguntas a las que se intentaría dar respuesta en el proceso de construcción de dicha agenda43; debería utilizar “todos los diálogos posibles entre las áreas”, siguiendo el espíritu que, de hecho, ha precedido al presente ejercicio de análisis y propuestas. Para ambas tareas deben ser convocados los actores más implicados (“stakeholders”), tanto como los socios cuyo apoyo es imprescindible para alcanzar las metas definidas.

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42José Fernández Pequeño, Gerente de Servicios Culturales, Centro León 43Alberto Abello, Universidad de Bolívar, Cartagena, Colombia.

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Entre los actores se distinguen los del sector asociativo, los del sector público y los actores regionales. Todas las categorías de actores están involucrados en el conjunto de la agenda. Así:

4.1. A los actores gubernamentales y del sector público

Les compete establecer y asegurar la regulación de los acuerdos y los mecanismos acordados en cada esfera de intervención.

4.1.1. En lo cultural los poderes locales y regionales (depar-tamentos, provincias, alcaldías) deberán ser integrados en prioridad. Para los convenios a establecer y las acciones a emprender deben mo-vilizarse los responsables políticos a nivel de la cultura pero también las cancillerías y los ministerios de la juventud y deportes, educación, entre otros.

4.1.2. Para el medio ambiente, están específicamente convoca-dos los responsables (ministros, secretarios de Estado…) del medio am-biente; los acuerdos contemplados para áreas protegidas y corredores ecológicos son ante todo de su competencia.

4.1.3. Para el tema desarrollo, también el nivel ministerial (eco-nomía, relaciones exteriores, comercio…) pero también los jefes del eje-cutivo de los países son los principales actores, sobre todo en materia de iniciativas económicas conjuntas y salud bancaria.

4.1.4. Para la política de cooperación, las cancillerías y las presidencias y primeros ministerios tendrían un protagonismo mayor, en especial para los problemas referidos a la creación de mecanismos institucionales para la implementación de una diplomacia solidaria y de mecanismos de intervención conjunta. 4.1.5. Para los intercambios, finalmente, las instancias responsa-bles de comercio, pero también de las telecomunicaciones y las NTC en gene-ral, así como profesionales del campo y asociaciones de usuarios del mismo.

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4.2. Los actores de las sociedades civiles

Caribeñas deben ser implicados en niveles de decisión para que esta agenda se concrete efectivamente.

4.2.1. En lo cultural, además de los artistas y los estudiantes tendrá especial importancia la participación de profesionales como los arqueólogos, arquitectos, y por supuesto las universidades y centros de investigación.

4.2.2. Para el medio ambiente, en especial las organizaciones de tipo sectorial: mujeres, jóvenes, tanto locales como nacionales o re-gionales, las asociaciones barriales y regionales, deberán ser consulta-das y luego movilizadas para la concreción pero también la supervisión y la evaluación de los proyectos.

4.2.3. Para el tema desarrollo, las asociaciones y los gremios de productores, artesanos, el sector privado son los actores civiles más importantes para el diálogo con los gobiernos.

4.2.4. Para la política de cooperación también la sociedad civil debe ser activa, sobre todo en materia de apreciación y de vigilancia acerca de las políticas diseñadas. En materia de políticas migratorias, por ejemplo, pero también en lo que atañe a la promoción de los valores que deben fundar una política regional caribeña.

4.2.5 Para los intercambios, todo tipo de asociaciones de usua-rios, a nivel económico, social y cultural, tienen cartas en este campo. Los jóvenes son una categoría particularmente importante.

4.3. Los actores regionales

(CARICOM, AEC, AECO, MERCOMUN…) a la cabeza de los cuales conviene ubicar a la AEC, conforman el marco institucional indispensa-ble para llevar a cabo esta agenda. Su implicación concierne por lo tanto a todos los campos de la agenda, y en especial:

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4.3.1. En lo cultural, el apoyo directo a la conformación de re-cursos humanos auténticamente caribeños, el buen uso (empleo perti-nente y preferencial) de dichos recursos y la organización de eventos para promoverlos son, entre otros, las tareas mas específicamente indi-cadas.

4.3.2. Para el medio ambiente, pueden aportar su experiencia para consolidar los corredores biológicos o las regulaciones relativas a la protección del medio ambiente.

4.3.3. Para el tema desarrollo, están en el centro de los acuer-dos que deben armonizar y unir a las economías de la cuenca, acuerdos que tienen la responsabilidad de ser adoptados por todos los territorios de la región. 4.3.4. Para la política de cooperación los actores regionales tie-nen la responsabilidad específica de concurrir a la consolidación de la Cuenca como región unida, haciendo converger sus propios programas y anteponiendo el Gran Caribe, como realidad en devenir, a los “Ca-ribes históricos” que están vigentes, donde aún perduran ignorancias mutuas, incomprensiones y prejuicios.

4.3.5 Para los intercambios: Todos los actores tienen cartas en el asunto, al estar directamente relacionados con las instituciones y compañías que operan en este campo.

4.4. Los socios pueden ser clasificados entre los socios regionales y los internacionales.

4.4.1. Los socios regionales (OEA, MERCOSUR, Grupo de Río…) son instancias de cooperación y de consulta en los grandes te-mas, que son: el respeto al mar Caribe, la salud financiera, la diploma-cia solidaria.

4.4.2. De los socios internacionales (OIF, ACP, Secretariado de la Organización Internacional para el Medio Ambiente, UNESCO…) se solicitaría el apoyo técnico (la experiencia acumulada por instancias ya

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consolidadas es valiosa), institucional y financiero para que la agenda se torne realidad.

V. Consideraciones finales.

La meta central de una agenda para el Gran Caribe es: fortalecer la identidad caribeña frente a todas las influencias para que se torne un interlocutor construido frente a otros; aprovechar los vínculos históricos para construir dicha identidad. Es una tarea ambiciosa pero ineludible. Se trata globalmente de movilizar factores, que por mucho tiempo han sido considerados como obstáculos, para potenciarlos como las riquezas que son en un mundo cada vez más interdependiente. Así, la Organiza-ción Internacional para la Francofonía -OIF-, como el Commonwealth y la AECID son espacios que deben ser movilizados al máximo para el apoyo multiforme al financiamiento de este proyecto. La CARICOM o la AEC pueden desempeñar un papel equivalente al de estos organismos político-culturales internacionales y establecer o consolidar puentes en-tre diversos otros reagrupamientos institucionales dentro de la región, como el Mercomún centroamericano, o el ALBA. Las modalidades de implementación de dicha agenda suponen condicioapoyo multiforme al financiamiento de este proyecto. La CARICOM o la AEC pueden des-empeñar un papel equivalente al de estos organismos político-culturales internacionales y establecer o consolidar puentes entre diversos otros reagrupamientos institucionales dentro de la región, como el Mercomún centroamericano, o el ALBA.

Las modalidades de implementación de dicha agenda suponen condicio-nes clave: que sean coordinadas por instituciones inclusivas con meca-nismos propios reforzados. Conviene considerar la incorporación parcia-lizada del Caribe al espacio latinoamericano, e incluso al africano, y sus efectos sobre la definición de la región. Por lo tanto, el Gran Caribe no se puede pensar sino como una arquitectura flexible para poder tomar en cuenta todo lo anterior.

Finalmente, el Caribe es también, de modo constitutivo, una región de grandes nudos o retos a abordar con una mirada regional y de manera colectiva. Para señalar solo algunos: (a) la presencia física y política de

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territorios no soberanos (y por lo tanto de Estados exteriores a la región) que requiere la consolidación de políticas ya existentes de manera coor-dinada; (b) La situación política de Cuba en la región, más allá de las im-portantes aperturas recientes, requiere de posicionamientos propiamente caribeños sobre uno de sus miembros, sobre todo con vista hacia el futu-ro de la Cuenca. En suma, se trata de lograr que la expresión “América Latina y el Caribe” ya no implique a esta región como apéndice.

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Introducción

Durante el magnífico acto de Inauguración del XXIII Congreso Latinoamericano de Sociología, celebrado en la ciudad de Anti-gua, Guatemala, pude constatar que entre los tres mil asistentes

yo era el único afro latinoamericano presente. Esto en otra etapa de mi vida habría sido considerado una distinción, sin embargo para mí hoy, es una grave omisión, porque tratándose de un congreso de sociología, des-tinado centralmente a analizar los efectos de la globalización sobre nues-tras sociedades, y existiendo población negra en Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Colombia, Ecuador, Venezuela, Bolivia, Brasil, y todo el Caribe, sometidas aún después de 500 años, a regímenes de discriminación que agravan sus condiciones de marginación y pobreza, es verdaderamente seria la falta de representación de este componente étnico latinoamericano.

Este hecho reitera el vacío que existe en las Ciencias Sociales de la re-gión, alrededor del estudio de las realidades y situaciones del negro en América Latina. Esta falta de interés a nuestro juicio responde a dos hechos fundamentales.

Sectores y Movimiento Negro en Panamá

Gerardo Maloney F.

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1. En primer lugar por razones ideológicas, sobre todo en las iz-quierdas latinoamericanas que durante mucho tiempo conside-raron que el problema central de los procesos sociales en Améri-ca Latina eran las luchas de clases y su expresión popular, y que problemas específicos de los sectores de clases deberían subsu-mirse dentro del interés histórico mayor que es el de las clases desposeídas. Este enfoque, que prioriza la variable clase social sobre la especificidad de la raza, dificultó incluso la vinculación de los movimientos populares con los movimientos negros, que tuvieron que desarrollar su propia lógica y sentido de lucha.

En una investigación que realizamos sobre la población negra en Ecuador (publicado en la Revista Ecuador Debate y en la Nueva His-toria del Ecuador) la población negra de la provincia de Esmeraldas, independientemente de su afiliación política, en su mayoría, sostu-vo que los propios negros deberían resolver sus propios problemas. Este consenso que ya se había expresado durante el Primer Congreso de Cultura Negra de las Américas, celebrado en Cali, Colombia, en 1977 bajo la presidencia de Manuel Zapata Olivella, reiterado du-rante el Segundo Congreso de Cultura Negra de las Américas, cele-brado en 1980 en Panamá, bajo la presidencia de Gerardo Maloney, dio lugar a que durante el tercer Congreso de Cultura Negra de las Américas, celebrado en Sao Pablo, Brasil en 1983, se intentara bajo la presidencia de Abdias Nascimento, consolidar un movimiento continental de reivindicación de los africanos en la diáspora.

2. La segunda causa del vacío del problema del negro en las Ciencias Sociales latinoamericanas se debe al enfoque etnocéntrico, que per-cibe a América Latina como la síntesis de dos culturas, la indígena con lo europeo. América Latina es fundamentalmente para los por-tadores de este enfoque una realidad mestiza. En toda la historia re-publicana de las diferentes formaciones sociales de la región, vamos a encontrar los hechos más inauditos de profundo contenido racista, que se ensañan contra la presencia de los negros.

Este enfoque generalizado no logró influir sobre estudiosos como Fernando Ortiz y Armando Entralgo en Cuba, Gonzalo Aguirre Bel-

Sectores y Movimiento Negro. . . Gerardo Maloney F.

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trán en México, Jean Price Mars y Rene Depestre en Haití, Octa-vio Ianni y Florestán Fernández en Brasil, Nicomedes Santa Cruz en Perú, Manuel Zapata Olivella en Colombia, Armando Fortune y George Westerman en Panamá y José Antonio Saco, entre otros, que dedicaron los esfuerzos pioneros en los estudios de los negros en el Continente.

El esfuerzo contemporáneo más serio ha sido la recopilación de Manuel Moreno Fraginals, África en América Latina, publicado por Siglo XXI en México. Obviamente que hay que destacar como una obra crucial los trabajos del antillano de Martinica, Franz Fanón (Piel Negra, Máscara Blanca), que coloca, en el plano psicológico y sociológico más profun-do, los efectos de la esclavitud y el racismo sobre la vida integral del negro. Los enfoques etnocéntricos, y la poca valoración en torno a la condición histórica del negro en la región, han hecho que las diferentes generaciones de latinoamericanos desconozcan las luchas y sacrificio de una parte de la civilización humana, que a pesar de haber sido esclavi-zada, ha sabido remontar las condiciones más difíciles, para edificar con sus manos y sudor, riquezas y esplendor en muchos países de la región. Logrando con el tiempo, convertirse en figuras de gran valor profesional en las diferentes áreas de la vida de nuestra sociedad.

En nuestro sistema educativo poco se conoce de las primeras experien-cias globales qué significó la esclavitud, qué integró en una sola expe-riencia negros de diferentes lenguajes, procedencia y cultura. Qué obligó a la población oprimida a desarrollar mecanismos de resistencia como fue el sincretismo; la manera de conservar sus dioses y religiones, que obligó a poblaciones enteras a renunciar a su idioma, a hacer suyo el habla de otras culturas, redefiniendo su forma y contenido, enriquecién-dolos, aportando sus técnicas y conocimientos a los esclavistas, como forma de hacer más leve la dureza de la explotación y el trabajo, a que fueron sometidos. Esta es la parte de nuestra historia casi jamás contada.

Poco o nada saben los negros de Centroamérica, Venezuela, Colombia y Ecuador de Marcus Garvey, el dirigente jamaiquino que liderizó el primer movimiento negro mundial, con sede en Harlem, Estados Uni-dos, en Europa, África y en cada uno de los países latinoamericanos, a

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donde hubo población negra procedente del Caribe, laborando como fuerza de trabajo en los enclaves bananeros, en compañías madereras, o en la cons-trucción del ferrocarril y el Canal de Panamá.

Marcus Garvcy, el primero en reivindicar la figura del prócer cubano Maceo, al ponerle su nombre a uno de los barcos de la línea naviera La Estrella Negra, “The Black Star” creada por Garvey, para realizar el traslado de los negros de regreso al África, ya que el dirigente de la UNIA (Universal Negro Improve-ment Association) que aglutinó a 3 millones de negros en el mundo, conside-raba que África constituía la reserva de recursos y riquezas más importante del mundo y que la recuperación de la libertad y dignidad del hombre negro en e! mundo sólo se lograría construyendo un continente fuerte y próspero, propio. Consideraba Garvey que la experiencia y el profesionalismo alcanzado por los negros en la diáspora los colocaba con capacidad suficiente para regresar al África y edificar su civilización. Hay que recordar que Liberia y Sierra Leona fueron Estados en África conformados por negros que retornaron de América.

Garvey fue querido y respetado por África y los africanos. En América fundó varios periódicos y revistas que tuvieron miles de suscriptores y asiduos lec-tores. En Jamaica fundó The Watchman en 1929, en Harlem en 1918 fundó el periódico Negro World (Mundo Negro). También en Harlem en 1922 funda El Negro Times (Tiempos Negros). En Costa Rica funda el periódico La Na-ción y en la ciudad de Colón, Panamá, fundó el periódico La Prensa.

El movimiento de Garvey nutrió de una fuerte disciplina a los afroantillanos, dotándolos de una gran conciencia étnica, y fundamentando su desarrollo en movimientos cívicos y culturales, que fue de gran valor para su sobreviven-cia, como ex esclavos en sociedades altamente hostiles y discriminatorias. Nada de esto se enseña en nuestras escuelas y universidades. Estas tradicio-nes son las que van a caracterizar sin lugar a dudas la experiencia del negro en Panamá, siendo los negros afroantillanos los que desarrollaran en el país una mayor conciencia étnica.

PRESENCIA DE LA POBLACIÓN NEGRA EN PANAMÁ

Panamá es una nación multiétnica y pluricultural. Su identidad cultural así como su evolución social han sido producto de una hermosa síntesis de

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lo indígena, lo europeo y lo africano. La presencia de estos tres grupos humanos ha estado directamente ligada a la explotación histórica de la posición geográfica del país. Los afro panameños constituyen uno de los componentes humanos más importantes desde el punto de vista laboral y cultural en la formación y desarrollo económico y social de la sociedad panameña.

En efecto, a diferencia de otras regiones y países del continente, la vin-culación de Panamá a la Economía Mundial y su posterior función his-tórica dentro del modo de producción capitalista, ha sido su papel tran-sitista. Entiéndase, como el punto estratégico de articulación del proceso internacional de circulación de mercancías y de capitales. El elemento básico de la formación social panameña es y ha sido la explotación de su posición geográfica. El modo de explotar nuestra posición geográfica ha determinado el carácter de las estructuras económicas y sociales del país. En consecuencia la evolución de nuestro país ha sido el resultado de tres maneras de explotar nuestra posición geográfica.

1. ‘El Camino de Cruces’ Período Colonial que corresponde a la Fase del Capitalismo Mercantil. La explotación se basa en la utilización de energía animal y la fuerza de trabajo humana esclavizada.

2. El Ferrocarril. Siglo XIX (1855). Fase de expansión monopólica del capital, basada en la utilización de fuerza de trabajo asalariado.

3. El Canal de Panamá: Tercera forma de explotar geográficamente al Istmo de Panamá que corresponde a la fase de desarrollo imperial del capitalismo, Siglo XX. Se basa en la utilización de energía eléc-trica y en la fuerza de trabajo asalariado.

La presencia de la población negra en el Istmo de Panamá ha estado directamente relacionada con la explotación de la posición geográfica. Desde el mismo período colonial son los esclavos africanos los que sir-ven como cargadores de las mercancías transportadas de la Costa Atlán-tica al Pacífico.Posteriormente son obreros negros, provenientes de la Islas del Caribe, principalmente Jamaica, los que sirven de mano de obra para la construc-

Sectores y Movimiento Negro. . . Gerardo Maloney F.

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ción del Ferrocarril (1850-1855); son también en su mayoría trabajado-res jamaicanos nuevamente los que inician las obras de construcción del Canal por parte de los franceses en 1880. Luego del fracaso del proyecto de Ferdinand de Lesseps, nuevamente llegan al Istmo obreros antillanos en su mayoría de la isla de Barbados, para hacer realidad y mantener funcionando hasta nuestros días el actual Canal de Panamá.

Esta histórica y numerosa presencia del negro en la vida social de Pana-má, a pesar del impacto que ha tenido en todos los aspectos de nuestra realidad, no ha sido valorada ni ponderada como en verdad se merece. Esto está determinado en gran medida por las condiciones en que llega y vive el negro en Panamá. Primero, como esclavo hasta 1852 cuando se produce la abolición de la esclavitud. Luego como obrero, en el Canal, sujeto a un régimen segregacionista como fue el Gold Roll y el Silver Roll (Patrón Oro, Patrón Plata).

Estas condiciones materiales de la población negra fundamentaron y jus-tificaron la existencia de prácticas racistas y discriminatorias hacia ella a lo largo de la historia de la sociedad panameña. Lo que cristalizó en un régimen social de exclusión de este componente humano, en los aspectos y dimensiones estructurales fundamentales del país, dando en el caso de la cultura lugar a una visión etnocéntrica de la cultura nacional, desta-cando, reproduciendo y garantizando” el desarrollo de la síntesis de lo europeo con lo indígena. Es decir una cultura eurocéntrica. Esto, incluso, ha dado lugar a debates serios, sobre la verdadera naturaleza geográfica de Panamá. Si es un país centroamericano, por razones geográficas, o si es un país caribeño por su composición étnica y cultural. En efecto, desde la lógica del poder económico y político, Panamá es un país cen-troamericano, porque comparte elementos o intereses comunes con las regiones centrales y el litoral pacífico de Centroamérica. Desde la lógica y el contenido de los sectores populares, Panamá conforma parte de una cadena étnica y cultural que abarca las regiones del Atlántico y el Caribe desde Guatemala hasta nuestro Istmo. Cadena que comparte un conjunto de elementos materiales y espirituales con el resto de las Antillas del Caribe.Este conflicto de identidad nacional, que no significa otra cosa que la expresión a nivel del Estado del prejuicio racial, en el caso de los países centroamericanos, se ha resuelto más fácilmente por la poca integración

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físico-espacial de las regiones negras con el resto del país. Y por la vin-culación de esa población a las economías de enclaves. En el caso de Panamá la presencia numérica, así como la distribución de la población negra en todo el país, y la concentración en el área de tránsito (Panamá y Colón) le ha hecho al Estado Panameño más difícil la definición de una identidad cultural que obvie los aportes de los afro-panameños. A pesar de que el Estado ha legislado frente a esto, como fue la Constitución de 1941, que establece la existencia de razas de inmigración prohibida, refi-riéndose a los negros antillanos, los asiáticos y los hindostanes.

La política de asimilación de un sector de los afro-panameños ha sido también parte de la estrategia desarrollada por el Estado, con más énfasis a partir de 1968. Esta política ha significado incorporar tímidamente, en primer lugar, como parte de las tradiciones y acervo cultural nacional, las manifestaciones y expresiones de los llamados negros coloniales.

De manera más reciente y como resultado de las propias presiones de los negros antillanos, se ha venido dando relevancia a los aportes de ese grupo de negros a la cultura del país.

Hemos hablado aquí de negros coloniales y negros antillanos. Esta es una manera en que la sociedad panameña ha pretendido separar a la po-blación negra del país, por las razones anteriormente señaladas. Se llaman negros coloniales a los descendientes de los primeros negros que llegaron directamente del África a Panamá, en condiciones de escla-vos durante el período colonial. Como esclavos, fueron piezas centrales en la economía y la vida social, como cargadores de mercancías de un Océano a otro, mano de obra principal para la edificación de las cons-trucciones coloniales; constructores de embarcaciones, trabajadores en los centros mineros, las actividades agrícolas, en la pesca y en la explota-ción de las perlas. Los negros coloniales poblaron y aún habitan la costa atlántica de la Provincia de Colón (Nombre de Dios, Portobelo, Palmas Bellas, etc.). La Provincia del Darién (población mayoritaria), algunas regiones de la Península de Azuero, Región Central y del Pacífico de Panamá, en la Provincia de Panamá.

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Las generaciones actuales tienen apellidos latinos, hablan español y mantienen vivas algunas tradiciones culturales originales, como lo son las fiestas y danzas tradicionales como el Congo, Los Diablos, el Bunde, el Bullarengue y el Zaracundé.

El impacto cultural de estos primeros negros a la vida del país ha sido grande y decisivo: fueron, durante la vida colonial, los principales arte-sanos y músicos. Su experiencia y conocimiento traídos del África les facilitó desarrollar conocimientos sobre la naturaleza que les permitió curar enfermedades, utilizar plantas y animales, desarrollar hábitos y re-cursos alimenticios, desarrollar formas de organización y métodos de comunicación, que habrían de ser apropiados por la población europea y la indígena.

Afirma Armando Fortune (Obras Selectas, página 350): “Durante la épo-ca colonial los negros esclavos fueron los únicos artesanos y músicos en Panamá. Los mismos negros formaban el coro en las iglesias... La iglesia era para el negro, en numerosas ocasiones, el club, el teatro, la ágora, el periódico, el centro social, en el sentido del núcleo de coercitividad que armonizaba perfectamente con su espíritu comunitario”.

Diversas “’casas grandes” manteniendo la tradición, sostuvieron bandas de música formadas por esclavos africanos, y ordenaban a los negros que cantasen sus cantos africanos y bailaran... Estos esclavos entonaban cantos de labor, religiosos, de amor, de rebeldía, de fiestas. Hubo en ingenios, campos y ciudades, no sólo bandas de música compuestas por esclavos, sino igualmente circos en que los esclavos hacían de payasos y acróbatas”.

En el Panamá contemporáneo, la música popular tiene en su fundamento original esta influencia africana, las primeras bandas musicales, están conformadas por músicos negros y nacen en iglesias (Ejército de Salva-ción, Brigadas) y en instituciones comunitarias (Cuerpo de Bomberos) y posteriormente para fines estatales (Banda Republicana). De estas ban-das musicales se derivan las diferentes variantes musicales populares, como serían las orquestas populares, los grupos y orquestas de jazz y los combos musicales.

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Los coros de las iglesias siguen siendo un área de creación artística que se mantiene actualmente en Panamá, con otro tipo de influencia y mati-ces. La poesía es, sin lugar a dudas, una de las formas artísticas popula-res legadas también por África. Poco comprendida hasta que aparecieron hombres como Nicolás Guillen y Jorge Artel. América mestiza se negó durante mucho tiempo a entender el lenguaje como algo dinámico. Y que el español en América era sin lugar a dudas enriquecido, a fuerza de usos y costumbres, de la vida cotidiana de los pueblos. Y que lejos de perder el idioma, crecía. El arte y la cultura fueron frenadas por la visión corta, alienada de los sectores del poder, que buscaron consolidar su identidad, su riqueza cultural, su especialidad, acercándola a Europa. No era poesía aquello que no se acercara a la poesía ideal aprendida en los sistemas educativos. Por supuesto al desconocer los contextos sociales reales, a donde vivían los poetas europeos o el marco donde surgían las palabras, no alcanzábamos a descifrar su significado real ni los sentimientos en-cerrados en ella. La poesía se hizo para nosotros metáforas, y dejaban de serlo para aquellos que tuvieron la fortuna de ir a Europa, visitar los sitios y ver la lógica cotidiana en que fueron creadas. De esa manera, se limitó el desarrollo de la creación popular de la cultura nacional. Los poetas populares se hicieron músicos y las creaciones musicales, el ma-yor aporte de la poesía popular.

Lo interesante es también el hecho que la literatura popular en nuestros países ha tenido como fundamento la tradición oral. Los pasajes, los sentimientos, las experiencias y triunfos de los sectores populares se ar-ticulan a la memoria colectiva de nuestro pueblo, por la transmisión oral de una generación a otra, de una comunidad a otra. Eso los convierte en el tiempo en creaciones populares o colectivas, porque cada generación las enriquece, las modifica, las renueva.

La música popular tiene también esa característica reforzada por la adi-ción de instrumentos musicales que también son de creaciones populares colectivas. Esa tradición oral que alimenta la música también ha nutrido la literatura. Como es el caso del testimonio sólo recientemente elevado a la categoría de género literario. Testimonios que, de acuerdo al des-tinatario, adquieren expresiones diferentes, como en el caso de niños, cuando se convierten en historias, rondas y juegos, dándole continuidad

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a las creencias y valores de los grupos negros.

Para los africanos, los colores y el ritmo se articulan a las formas que la naturaleza asume en su expresión material y espiritual. Los cultos y ceremonias siempre conjugan estos elementos de manera viva. Pintar el cuerpo de colores, mientras que se reza, se danza y se celebra, es produ-cir la comunión de lo material y espiritual que gobierna los ritmos que tiene en su rotación el universo.

La pintura, la plástica es un elemento vivo, cotidiano en la tradición africana. No es contemplativo, no es un acto de reflexión externa al in-dividuo. La representación gráfica del mundo o aspecto del mundo para el africano es simbólica, no es conceptual ni figurativa. Indudablemente que condicionada por esta realidad, no hay mayores legados artísticos de los afro-panameños en la plástica, en la pintura. Hay, sin embargo, en las generaciones actuales, de la plástica panameña, numerosos ejemplos de pintores afro panameños, que se han hecho de la técnica, para plasmar en el lienzo, su vocación cultural hacia el color y movimiento. Dentro de los cuales se destacan Isaac Benítez, Lloyd Bartley (afro-antillano), Justino Rodríguez, Eugenio Dunn (afro antillano), Carlos Palomino, Eduardo Agustine, Emilio Torres, Luis Olaciregui, Earl Sinclair, Earl Livingston (afro antillano), Alfredo Isaacs (afro antillano), Virgilio Ortega, entre otros.

Una de las expresiones culturales más representativas de los negros co-loniales es el ritual congo, que es una conjugación de música, teatro y danza, con un trasfondo que nace y promueve la lucha y la resistencia. El congo es una manifestación cultural muy ligada al cimarronaje. Su esencia es una de las mayores influencias que posee la música típica pa-nameña (el tamborito) y sus diferentes variantes. Especial significación tienen, como una manifestación afro panameña popular, los carnavales. Nacidos en parte de los cabildos, la celebración de los esclavos durante el día de reyes, los carnavales constituyen un acontecimiento artístico y cultural más fehaciente de los que es la cultura afro panameña. Es teatro, es música, es solidaridad, es organización comunitaria, es danza, es baile, son cantos, tambores, representaciones simbólicas, artesanías, creación popular, es celebración espontánea. La sociedad panameña ha

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mostrado su política ambivalente frente a este aporte de los afro-pana-meños. Promoviendo en el interior de la República carnavales locales, desprovistos de su esencia africana, para dotarle de un aire “mestizo”, típico e interiorano.

A partir de la década de los setenta, el Estado Panameño, como consecuencia de la lucha de recuperación de la Zona del Canal, se plantea como objetivo crear un Frente de Unidad Nacional, y rescata la presencia de sectores de la sociedad hasta ese momento excluidos de la identidad nacional. Hay como efecto una revalorización de las contribuciones de los afro panameños, y van a ser incorporados como expresiones de nuestra identidad cultural manifes-taciones artísticas como: el Congo, el Zaracundé, el Bunde, el Bullarengue, otorgándole la dimensión nacional hasta ese momento negada. Figuras de las letras como Armando Fortune, Joaquín Beleño, Gaspar Octavio Hernán-dez, son redimensionados al sitial que les corresponde.

Este proceso, sin embargo, dista de acercarse a los deseos últimos y ex-pectativas de los negros coloniales, quienes continúan esperanzados, en el Darién y en la Costa Atlántica de la República de Panamá y en las ciudades de Panamá y Colón, en que finalmente el Estado Panameño, desarrolle una verdadera política cultural multiétnica y pluricultural que le permita a este sector de panameños:

1. Recuperar su dignidad mediante el rescate y promoción de sus valores culturales auténticos;

2. Crear organizaciones locales para el desarrollo de acciones culturales de rescate;

3. Promover las expresiones culturales que caracterizan a los negros co-loniales como grupos humanos panameños con valiosos aportes a la identidad nacional;

4. Crear los espacios de reflexión, conservación y divulgación de los apor-tes culturales afro panameños, para el beneficio de las nuevas genera-ciones y para la consolidación de una sociedad más justa y sin tanto prejuicio.

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5. Fomentar la enseñanza y apreciación artísticas en forma y conteni-do de las expresiones y creaciones artísticas culturales de los afro-panameños con el mismo valor e importancia como se hace con los otros aportes culturales (europeos, indígenas y mestizos) considera-dos como representantes de la identidad nacional.

6. Destinar recursos para el desarrollo de las expresiones y manifes-taciones de los grupos afro panameños.

Estas metas podrían obtenerse mediante muestras museográficas perma-nentes, festivales culturales, seminarios, talleres y encuentros especia-lizados, publicaciones populares, inclusión de temas y manifestaciones culturales en los programas escolares al nivel básico o intermedio; pro-ducción de material audiovisual como la radio, la televisión y el cine sobre aportes culturales afro panameños.

LOS NEGROS ANTILLANOS:

El segundo grupo de afro panameños existente en Panamá son definidos como antillanos, fundamentalmente trabajadores que inmigraron a Pana-má provenientes de las islas caribeñas.

Podemos dividir la inmigración afro antillana en dos grandes momen-tos:

1. 1850 y 1880. Comprende la migración para los trabajos del ferroca-rril y para las obras de excavación iniciadas por los franceses. Ca-racterísticas principales: concentración en la Ciudad de Colón; con-tingente básico de jamaicanos, la mayor parte de los que llegaron retornaron a su lugar de origen, conservaron sus formas culturales.

2. 1904. Para la construcción del Canal. Migración de Trinidad, Barba-dos, Santa Lucía, Martinica. Características Principales. Concentra-ción en la Ciudad de Panamá, permanencia en el Istmo de Panamá, Zona del Canal, objeto de rechazo por parte de la sociedad paname-ña, y régimen de segregación en la Zona del Canal, emigración hacia Estados Unidos.

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En un importante artículo de la escritora jamaicana Olive Sénior, se re-cogen de manera sistemática, las situaciones y los hechos más relevantes de las primeras migraciones de antillanos al Istmo de Panamá. El artí-culo que termina donde justamente empieza George Westerman en su libro Los Inmigrantes Antillanos a Panamá, nos permite una apreciación profunda del impacto que tuvo la emigración sobre la economía jamaica-na. Precisa el trabajo, la composición y la condición social de los grupos que emigraron, así como las condiciones que tuvieron que confrontar en el Istmo de Panamá. El trabajo destaca, también, la vida posterior de los emigrantes, después de terminadas las obras del Canal Francés cuando algunos retornaron a su lugar de origen.

Vamos a señalar sólo algunos de los aspectos más importantes de estas primeras migraciones de antillanos:

1. Entre los años 1850 y 1855, 45,000 jamaicanos vinieron al Istmo (eran jamaicanos de todos los colores y condiciones sociales).

2. Entre 1880 y 1889, 84,000 personas emigraron de Jamaica, de los cuales 62,000 retornaron a Jamaica. El establecimiento de una im-portante cantidad de Jamaicanos en Panamá lo convirtió en un lugar atractivo para médicos, ministros protestantes, educadores, etc. La presencia de tantos jamaicanos significó una demanda real para pro-ductos agrícolas de Jamaica, así como medicamentos, lo cual generó un vigoroso intercambio comercial entre Panamá y Jamaica.

3. Se estima que la población jamaicana era incluso mayor que la po-blación nativa.

4. Había, médicos, farmacéuticos, veterinarios, pastores, maestros, fo-tógrafos, intérpretes, periodistas jamaicanos y un importante sector de comerciantes judíos. Sin embargo, la proporción mayoritaria de jamaicanos eran gente pobre que había llegado al Istmo justamente buscando respuesta a su pobreza.

5. La travesía en los barcos repletos recordaba un poco la llegada ori-ginal de África.

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6. La ida a Colón era una aventura harto peligrosa, en la que emigrantes se jugaban la vida misma y que efectivamente mucha gente perdió, otros quedaron a la deriva después del tremendo fracaso de los fran-ceses. Por otro lado, el elevado sistema de impuestos, el exorbitante nivel de los precios en los artículos de primera necesidad, así como el alquiler de las casas y otros servicios, impidieron en realidad que la mayor parte de los trabajadores pudieran conservar algunos exce-dentes o beneficios de su trabajo.

7. Mientras que los jamaicanos blancos, los mestizos y mulatos logra-ban vincularse a las élites nacionales, y de otras nacionalidades, los sectores trabajadores fueron sujetos a un régimen de coacción per-manente sin ningún poder formal en qué o en quién ampararse.

8. Los emigrantes jamaicanos estuvieron integrados por desempleados, obreros, artesanos, campesinos, comerciantes, profesionales, espe-culadores, y sus familiares (hay condiciones que explican la emigra-ción en cada caso).

9. Colón representaba para muchos antillanos dormir en las calles o en vagones de trenes, gran cantidad de ellos murieron como vinieron; fue hasta el año 1887 en que el gobierno colombiano obligó a que se expidieran certificados de defunción con el nombre, edad, causa; anteriormente, muchos de los muertos eran simplemente botados o echados sin ataúd en una fosa en el cementerio de Monkey Hill; para sus familiares en Jamaica simplemente habían desaparecido, roto el árbol genealógico sin posibilidad de reencuentro.

10. Cuando mucho la Compañía distribuía a los que empleaba en las 25 comunidades que existían a lo largo de la vía de ferrocarril. En algunos casos, construyeron barracas, para 40 y hasta 100 hombres. Estas barracas se asignaban separadamente basadas en el color. Nu-merosos jamaicanos levantaron casas de madera en los “Pueblos Perdidos” para residir con sus familiares, por supuesto en condicio-nes precarias y expuestos a muchas enfermedades.

11. Las dificultades explican, por un lado, el enorme comercio de li-

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cores y, por otro, el que los jamaicanos en Panamá rompieran con la sobriedad que los caracterizaba en Jamaica, para convertirse en grandes bebedores.

12. A pesar de que la demanda de trabajadores era alta, el sistema ocu-pacional era cíclico y dependía de las condiciones financieras de la Compañía. Éstas significaban un constante número de desemplea-dos, no obstante una parte logró ocuparse en labores de empleados domésticos, cocineros, porteros, conductores, almacenistas.

Resulta notorio que el auge económico que existía en el Istmo descansa-ba sobre la sangre y el sudor de los descendientes de africanos y que, por las condiciones sociales en que eran mantenidos, el proceso de acumula-ción fue patrimonio de otros sectores, como había ocurrido en el periodo colonial. Tan impactante para Jamaica fue este periodo que los pasajes más difíciles han sido recogidos en el folklore jamaicano en una canción a “cápela” “When I Was in Colón” (Cuando estuve en Colón).

Estas condiciones no fueron entendidas por los negros colombianos o panameños, que mantuvieron actitudes racistas y hostiles frente a los antillanos. Las contradicciones raciales entre colombianos y jamaicanos llegaron a alcanzar significado de luchas tribales. Así, en 1883, una dis-puta por dinero se terminó en una revuelta que duró 10 días con un saldo de 12 personas muertas y muchos heridos. Esta revuelta de Matachín alcanzó proporciones de una guerra entre colombianos y jamaicanos.

Dos años más tarde, en 1885, ocurrió lo que se registra como la “Masacre de Culebra” en la que tropas colombianas asesinaron a 18 jamaicanos e hirieron a otros 20. Hubo como consecuencias de estas luchas, brotes de violencia que coinciden con las luchas intestinas de Colombia, las cuales naturalmente se extendían a Panamá. Se tiene claro que las acciones en contra de los jamaicanos tenían un carácter racial.

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Es importante destacar que ese negro antillano tiene probablemente, al llegar a Panamá, el mismo tiempo que el negro colonial de haber lle-gado a América en condición de esclavo. Sin embargo hizo una escala diferente. Fue llevado a una colonia inglesa, francesa u holandesa. En consecuencia obtuvo un nombre de su amo, aprendió el idioma de su amo, adquirió como suya la religión del amo, y combinó su cultura con la cultura del amo. En este caso tuvo un apellido anglosajón, habló in-glés, se convirtió a la religión protestante y preservó su tradición y su cultura a través de expresiones sincréticas. La sociedad panameña, desde

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un principio, recibió con rechazo la presencia de ese negro antillano, al considerarlo como intruso, ajeno a la identidad nacional.

Pero igualmente sería rechazado por la política norteamericana que lo obligó a aceptar en la Zona del Canal un sistema segregacionista, cono-cido por el famoso Gold Roll (Patrón Oro) y Silver Roll (Patrón Plata) que significó una vida segregada en dos: una para el blanco (oro) y otra para el negro (plata). Todo estaba segregado, el dinero, las viviendas, las escuelas, los hospitales, los correos, el agua, la leche, los cementerios, las iglesias, los parques, las cárceles, absolutamente todo.

RACISMO Y SEGREGACIÓN AL TRABAJADOR ANTILLANO

La realidad del obrero antillano durante la construcción de la obra cons-tituye una página realmente dramática. El testimonio de un viejo trabaja-dor de la Zona, recogido por Lancelot Lewis en el libro anteriormente ci-tado, da cuenta de algunas de las cosas vividas. Cuenta Austin Harrigan, cuya experiencia se inició el 9 de octubre de 1905, cuando llegó a la ciu-dad terminal de Colón, en el barco Orinoco, después de 13 días de viaje difícil, en compañía de miles de trabajadores. A su llegada, casi muerto de hambre, “vimos dice Harrigan unas bolsas de azúcar morena y como moscas les caímos encima. Era un domingo y fuimos llevados a campos abiertos, donde nos dieron un catre y asignado un lugar de alojamiento. Después nos juntaron y fuimos llevados al comedor, donde recibimos nuestra primera comida. Yo fui asignado a trabajar como carpintero, re-parando las barracas de madera donde eran alojados los trabajadores.

“Durante esos días llovía torrencialmente y, regularmente, nos obligaban a trabajar bajo la lluvia para poder cumplir con las 8 horas reglamenta-rias de trabajo.

“En realidad, nuestra situación era una especie de semi esclavitud, y no había a quien recurrir. Teníamos que aceptar nuestra situación, porque si no corríamos el peligro de perderlo todo.“En la mayoría de los casos, la comida estaba mal preparada, casi cru-da, y muchos nos vimos obligados a resolver de manera propia nuestra alimentación.

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“La ropa representaba otro problema ya que no había ni lavandería, ni mujeres. Teníamos que hacerlo nosotros mismos. Teníamos que bañar-nos, lavar nuestras ropas y beber el agua del mismo río. Agua que tam-bién utilizábamos para cocinar. Los caballos y el ganado, todos usába-mos la misma agua.

“Tuvimos que confrontar el problema de la malaria. Con médicos y en-fermeras poco entrenadas, muchos obreros murieron desde temprano. Otros sé volvían sordos, por el uso excesivo de la quinina, que era lo que nos daban de beber en caso de enfermedad. Tanto fue el problema que, al quedar sordos, los obreros entonces dejaban de escuchar el ruido y silbido del tren, y terminaron muertos arrollados en la vía. Había muchos que le tenían tanto temor a esos doctores que, al enfermarse, preferían ocultarse y buscar sus propios remedios. A veces eran descubiertos, gol-peados salvajemente, e incluso llevados a prisión, ya que la regla era estar en el trabajo o en el hospital. No había lugar para la vagancia, nadie podía ser sorprendido deambulando en horas de trabajo. Y, después de las 9 de la noche, no podía existir ninguna vela encendida en los campa-mentos de trabajo”.

Este interesante testimonio de Austin Harrigan nos aclara que: “durante las primeras épocas de construcción del Canal, existían pocas mujeres” Y que la compañía, entendiendo que la presencia de mujeres podría in-fluir en el incremento de la productividad del obrero, trajeron muchas mujeres de Martinica. El trabajador que así lo deseaba podía ir a las autoridades y obtener una esposa. Muchos trabajadores prefirieron huir y regresar a su lugar de procedencia antes de continuar en esas difíciles condiciones”.

Además de estas denigrantes situaciones, los antillanos se vieron obliga-dos a realizar los trabajos más difíciles. En las excavaciones todos eran antillanos. Los derrumbes, las explosiones de dinamita, cobraron, junto con la fiebre amarilla y la malaria, muchas vidas de los trabajadores an-tillanos. El informe anual del Departamento de Sanidad de la Compañía del Canal indica que, para 1913, habían muerto 11,943 empleados blan-cos en relación con 44,711 obreros negros.

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La crítica realidad del trabajador antillano estaba legitimada por el sis-tema de segregación racial, conocido como el Gold Roll y Silver Roll, Patrón Oro y Patrón Plata, según el cual se mantenía separado en materia laboral, servicios, salarios, ocupación, vivienda y educación a los negros de los blancos.

En el Patrón Oro estaban incluidos los norteamericanos y europeos blan-cos. Recibían sus salarios en oro, aunque tuviesen ocupaciones similares al trabajador negro. Tenían separadas sus comunidades, viviendas, res-taurantes, hospitales, almacenes. Y aun en algunos servicios, como co-rreo, había una fila para blancos y una para negros. Las fuentes de agua eran unas para blancos y otras para negros.

A diferencia de los blancos, los obreros negros pertenecientes al patrón plata recibían sus pagos en monedas de plata. Existió más de un norte-americano que sostenía que los obreros preferían el pago en monedas de plata porque eran monedas más grandes.

El obrero antillano tenía sus escuelas, viviendas, comisariatos, vagones de tren, transporte diferente, siempre de menor calidad.

A pesar de que la mayoría de los antillanos no estaban de acuerdo con este sistema, su situación anterior en las islas, la existencia de un con-trato y la esperanza de reunir algún dinero para regresar y poder mejorar su condición, al igual que el hecho de que muchos tenían sus familias en las islas de origen, a quienes seguían manteniendo, fueron elementos que impulsaron a los antillanos, sobre todo, a la aceptación de estas graves condiciones.

En 1914, cuando se inaugura la vía, muchos obreros retornaron a su lugar de origen, con el transporte pagado por la compañía. Otros fueron nuevamente absorbidos como mano de obra por empresas en Centro y Sudamérica, como fue el caso de Madeira y Mamore Railway (de capital norteamericano) en el Brasil, la United Fruit Company en Costa Rica, Honduras, Guatemala y la región panameña de Bocas del Toro. Fue el caso también de su importación para los trabajos del Ferrocarril Quito-Guayaquil.

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Pero una proporción significativa permaneció en Panamá, en las ciuda-des de Panamá y Colón y, naturalmente, como empleados de la Zona del Canal en las labores de servicios y mantenimiento del Canal y las bases militares.

Fueron principalmente estos antillanos que permanecen en Panamá los que habrían de realizar una lucha sistemática en contra de la explotación y segregación en la Zona, como resultado de un descontento acumulado por toda la experiencia vivida.

Desde la inauguración del Canal hasta la fecha, generaciones de antilla-nos han vivido en Panamá, en relación directa con el Canal. Allí han sido piezas centrales en el funcionamiento, mantenimiento y administración de la vía y de las actividades indirectamente ligadas al Canal.

Sus experiencias en la Zona del Canal no han sido fáciles. En la sociedad panameña, fueron considerados como intrusos, que llegaron a arrebatar-les las oportunidades a los verdaderos panameños en la Zona del Canal.Con referencia a la vida de esta segunda migración de antillanos en Pa-namá, vamos a mencionar algunos hechos y dejar lo demás simplemente a su interpretación.

1. “Todos los “chombos” deben ser largados de aquí, a todos estos “chombos” hay que mandarlos a donde han venido... Al infierno” (Joaquín Beleño, Gamboa Road Gang).

2. “¿Por qué si por natura el santeño cuida su raza, su paisana hoy se casa con un hombre de piel oscura? Por qué esta linda criatu-ra tan blanca y tan bonita dejó sola su casita, aprendió bailar en combo desposada con un chombo, se nos va la tableñita” (Toñita Vargas, “Se nos va la tableñita” canción folklórica).

3. “Panameños, cuan doloroso es contemplar que mientras obreros istmeños ayudados por vigoroso número de antillanos nos soste-nemos pacíficamente en huelga, luchando por conseguir garantías

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basadas en la justicia, algunos obreros nacionales están tradicio-nalmente queriendo anular nuestro heroico esfuerzo, yendo clan-destinamente a ocupar nuestras vacantes por un salario muchísimo menor que el que deberían merecer, nunca antes pensamos que ha-bría felones en esta benemérita patria del valiente caudillo Tomás Herrera.Nosotros aún no creemos que panameños de honor traicio-nen nuestra causa, después de escuchar la voz del patriotismo y al considerar que el éxito de esta lucha significa la libertad económica de millares de panameños que en el futuro trabajarán en la Zona y de todos nosotros que desde tiempos atrás venimos siendo víctimas de las injusticias del elemento directivo del Canal, a la lucha todos, hermanos y compatriotas”. A pesar de los planteamientos del diri-gente de la huelga reivindicadora de los trabajadores de la Zona del Canal, el gobierno de la Zona continuó empleando a trabajadores panameños en reemplazo de los huelguistas (17,000) mientras que a estos últimos los expulsaban de sus alojamientos en el enclave. (1920, Comunicado de William Prestan Stoute dirigente de la Huel-ga de los Obreros de Plata, frente a los rompe huelga panameños).

4. El Secretario de Hacienday Tesoro, Santiago de la Guardia, dicta una resolución en el sentido de prohibir la introducción de todo mueble u objeto semejante perteneciente a los huelguistas, sin antes pagar el derecho de introducción señalado en nuestras leyes; esta medida produjo, en distintas secciones limítrofes de la Ciudad de Panamá con la Zona del Canal, la aglomeración de numerosas carretas cargadas de trastos de los huelguistas, atrapados entre el cordón de policías panameños por un lado y otro cordón de policías norteamericanos, con órdenes de no dejarlos pasar de un lado ni del otro. (La Estrella de Panamá, febrero de 1920).

5. El 26 de noviembre, la Asamblea Nacional consideró que la nueva Constitución debía ser aprobada mediante un plesbicito nacional. El 15 de diciembre el plesbicito dio su aprobación a la nueva Cons-titución por 144, 312 votos afirmativos contra 1,865 en contra. El 2 de enero de 1941 fue juramentada la nueva Constitución Política, que institucionalizaba una legislación racista. “La inmigración es prohibida”....chinos, hindostanes y afro antillanos.

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6. “Nunca he podido olvidarme de algunas cosas cuando entré al Ins-tituto Nacional; el mismo primer día de clases, el profesor (me re-servo el nombre) me miró a mí y a otros dos compañeros de color y delante de todo el mundo dijo: este centro educativo deberá poner freno antes de que se convierta en un Arca de Africanos” (Armando Fortune).

7. Por ser negro todo el mundo me condena, qué culpa tengo de que el mundo me desprecie. Dios mío que estás en el cielo dame fuerzas para continuar, aquí en la tierra, yo no soy nadie por mi color, no tengo la culpa de haber nacido* negro, la culpa la tiene, la tiene el Todopoderoso. (Autor: Claudio Ávila; canción popular, de gran éxito en la década de 1960).

8. “Es un hecho incuestionable que la mayoría de los trabajadores em-pleados en la construcción del Canal de Panamá fueron traídos de las Indias Británicas. La llegada de esta gente que encontró trabajo inmediatamente trajo una prosperidad temporal pues los antillanos como regla general trabajan bien y gastan ampliamente sus salarios en el país. Me aventuro a decir que si la comunidad de las Indias Británicas fuera desalojada en total del Istmo, el resultado sería de-sastroso para los propietarios de casas de vecindad y tiendas y aun para la población en sus ingresos. Por lo tanto, me parece que una comunidad como la antillana, que es esencial para el sostenimiento de la propiedad de la gente de negocios, debería ser tratada con cierta consideración, especialmente cuando un corto número de sus miembros, especialmente hombres que han dado lo mejor de su vida al país, tienen la desgracia de quedar desamparados o con la mente afectada, y lo propio es que los que más se han beneficiado con su trabajo se tomen la molestia de sostener a los que requieren ayuda por motivo de enfermedad o edad avanzada, en vez de mandarlos a las islas que dejaron hace años, para constituir una carga a los con-tribuyentes que no han obtenido ningún beneficio de sus trabajo” (Carta del funcionario británico C. Mallet a Narciso Garay, Minis-tro de Relaciones Exteriores, 1917).

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9. Memorando del Embajador de Panamá en Washington al presidente de Estados Unidos, 20 de mayo de 1941:“El gobierno de Panamá, basándose en la tradicional amistad y comunidad de intereses que siempre ha existido con el Gobierno de los Estados Unidos, se permite presentar, por conducto de su em-bajador en Washington, ciertas demandas que por considerarlas primordiales para el desarrollo económico, industrial y político del país, vería con especial agrado que fueran acogidas favorablemente por el Gobierno de los Estados Unidos”.

Dichas demandas se enumeran de la siguiente forma:

1. Que el acueducto de la ciudad de Panamá y Colón, hoy día en ma-nos de la Administración del Canal, pase al Gobierno de Panamá.

2. Que Panamá adquiera las tierras pertenecientes a la Compañía del Ferrocarril.

3. Que se llegue a un acuerdo equitativo para evitar el contrabando y la competencia ruinosa que en la actualidad los comisariatos causan al comercio panameño.

4. Que el Gobierno de los Estados Unidos construya un túnel bajo el Canal o un puente sobre el mismo.

5. Que los jamaicanos traídos para trabajar en la construcción del Canal sean repatriados y que se firme una promesa formal de no traer más contingentes. Que los trabajadores que se necesiten en las obras del Canal sean traídos de países latinoamericanos, siem-pre y cuando que no pertenezcan a razas cuya inmigración sea pro-hibida por la Constitución.

10. ¡Carajo! Esos chombos son una vaina. Palabra que yo los hubiera acabado, le hubiera pegado fuego a Calidonia, ellos son los que tie-nen la culpa de que las cosas se hayan puesto tan caras, viven cin-cuenta en un mismo cuarto y entonces les sale baratísimo el arriendo.

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Deben embarcarlos a todos en un buque de esos que los yanquis utilizaban para sus ejercicios de tiro.... (Demetrio Aguilera Malta, novela “Canal Zone”.)

Frente a estas realidades, en diferentes periodos, una parte considerable de esta población de antillanos ha preferido emigrar nuevamente a los Estados Unidos, adonde se encuentran concentrados en Brooklyn, Nue-va York, desarrollando, paradójicamente, un mayor acercamiento a su tierra natal, Panamá.

Los antillanos que han permanecido en Panamá han logrado, sobre todo en la década de los ochenta, realizar una importante lucha, por la elimi-nación de la discriminación racial, por el rescate y valorización de la cul-tura afro-panameña, y por el mejoramiento integral de las condiciones de vida de las actuales generaciones.

La política del Estado panameño frente a los antillanos ha sido ambi-valente. Por un lado, han existido esfuerzos de asimilar las nuevas ge-neraciones a la nación panameña, mediante una mayor participación e incorporación de los recursos humanos, valores y talento de esos grupos a la vida integral del país.

Pero, por otro lado, se han mantenido políticas basadas en el prejuicio hacia ese sector de la sociedad panameña. Algunas opiniones de perio-distas de mucha influencia nos dan fe de las actitudes hacia los afro-antillanos en la década de los 70.

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Relatando:¡El “Black Power” en Panamá!Por Pe Hache Be Recientemente, una emisora local, que transmite casi todos sus progra-mas en inglés, comenzó a pasar una serie de mensajes y llamados a favor de la organización del “Black Power” (Poder Negro), a semejan-za del que funciona en los Estados Unidos. Los mensajes incluían em-ponzoñadas diatribas contra los blancos, a quienes debían considerarse enemigos mortales y debían destruirse.

En las calles de nuestra ciudad nos hemos encontrado con muchísimos negros que portan un collar con un medallón, generalmente de madera, en el cual aparece un puño negro, signo del “Black Power” En nuestro diario bregar, por esta ciudad, también hemos podido observar el saludo entre negros, que levantando el brazo derecho, doblado el codo, enseñan el puño, fuertemente cerrado.

Todos estos hechos nos dicen a las claras que en Panamá se está orga-nizando, si ya no lo está, a semejanza de los Estados Unidos, la agru-pación que se ha dado en llamar “Black Power” Y eso es peligroso en nuestra patria.

Está bien que en los Estados Unidos, donde los negros son ultrajados y vejados, éstos se organicen para hacerse fuertes y defenderse; pero en nuestro país, donde no hay discriminación racial de ninguna clase, eso es injustificable, criticable y peligroso. Aquí, negros, mestizos y blancos tenemos todas las puertas abiertas y las mismas oportunidades. Por el contrario, si alguien discrimina en la Zona de Canal, que es territorio panameño son los negros contra los panameños premunidos de que do-minan el inglés. Por eso, las autoridades deben combatir la organiza-ción del “Black Power” en nuestro país, y hacerlo ahora que comienza, ya que más tarde será triste, pues planteada la lucha de los negros con-tra los mestizos y los blancos, a éstos no les quedará más remedio que defenderse, fomentándose conflictos raciales que sólo perjudicarán a nuestro Panamá.

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El Panamá América, Viernes, 29 de enero de 1971Comentarios VespertinosPor el Dr. Carlos Rangel M.Black Power panameño

Comentaba nuestro colega P.H.B. del “Matutino” su desazón por los desplantes de un corresponsal que en carta enviada a su columna hacía una calurosa apología de los nuevos hábitos de ciertos elementos crio-llos que, calcando política de algunos grupos étnicos norteamericanos, se han dejado crecer la hirsuta cabellera hasta formar con ella un casco de pelambre alrededor del cráneo, a la usanza de ciertas tribus zulúes.

Protesta el Presidente de los periodistas por las afirmaciones hechas en el sentido de que lo que se pretendía mediante esas exteriorizaciones fí-sicas era reforzar los vínculos entre la madre África y la madre Panamá, lo que, según los nuevos apóstoles de esa simbiosis istmeño-africana, constituye el súmmum del amor patrio.

• Estoy totalmente de acuerdo son el columnista del “Matutino” en cen-surar semejante teoría, inventada por mentes calenturientas, dispuestas siempre a imitar servilmente lo que acontece afuera y que no tienen em-pacho en inventar tesis estrafalarias con tal de no reconocer una identi-ficación plena y absoluta con las esencias de una panameñidad raizal.

Para desgracia nuestra, un gran sector de los llamados “criollos”, o “chombos”, descendientes de jamaicanos, han demostrado a través de los años no querer saber nada de los demás panameños, ya fueren cholos, mestizos, blancos o amarillos. Su devoción y su obsesión es el elemento norteamericano, ya fuere procedente de la Zona del Canal o de tránsito en las ciudades terminales, a los cuales rinden obsecuente pleitesía, mientras que no ocultan su odio contra todo lo que tenga que ver con lo netamente panameño.

Se les han hecho escuelas en sus barriadas más populosas, pero por allí andan hablando un guari-guari que no es inglés ni castellano. Chi-quillos de diez años que no saben ni dónde queda situado el continente

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africano, no demorarán en proclamar a todos los vientos su abolengo mau-mau, como si esos títulos le ofrecieran mayor complacencia que nuestras tradiciones nacionales.

Es insólito que a estas alturas las generaciones de “criollos-chombos” (porque también hay criollos de indiscutible emoción panameña) vengan a hablarnos de la teoría afropanameña, de sus antepasados de la Costa de Marfil, que no tuvieron cuando vivos, ni dejaron tras de ellos, cuando muertos, ninguna usanza, costumbre o tradición africana, porque los negros que vinieron para las obras del Canal lo que traían consigo era la influencia inglesa de las Indias Oríentales y las Antillas Británicas.

Ese criollo inadaptado que se crece ante sus amos zoneítas cuando tra-baja al lado de un sencillo campesino panameño, porque le supera en el dominio del dialecto jamaiquino, que han hecho caso omiso de los plan-teles de educación panameños para conservar familiar y socialmente su ambiente extranjerizado, no puede ser calificado aún por los visionarios de la sociología como víctima de las circunstancias o de la discrimi-nación, porque son ellos, por su propia voluntad, los que se resisten a integrarse al medio que los rodea.

En un país como Panamá, donde no existen segregaciones nacionales, donde se brinda a todos los ciudadanos igualdad de oportunidades, esos individuos que ahora alardean de africanos jamás quisieron incorpo-rarse a la nacionalidad y siempre han mantenido contra el elemento nativo un sordo encono, que solamente es superado en intensidad por su repulsivo servilismo frente a los sureños norteamericanos del Metal Trades Council que los tratan como esclavos.

A nadie puede obligarse a que, contra su voluntad, se identifique con el suelo donde nació. Pero si los “chombos” quieren seguir siéndolo, que no reclamen luego cuando reciban el impacto de la lógica repulsa de los otros panameños, que insistentemente han querido ser sus hermanos y compatriotas y sólo han recibido a sus invitaciones de fraternidad y compañerismo un sempiterno. ¿Guachusé?”

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“El Panamá América”-(Edicion de la mañana), Lunes, 16 de febrero de 1971”VOX POPULI VOX DEIPor Luis Restrepo

SOUL BROHERS

Sus antepasados llegaron por miles al principio de la República. Fueron contratados por los que ejecutaban las obras canaleras. Se les contrató porque estaban acondicionados al clima de la región donde venían a trabajar, eran fuertes, dóciles y sobre todo aceptaban pagas sumamente bajas. Enclaustrados la mayoría, en las comunidades zoneitas segre-gadas para ellos, mantuvieron su idioma, sus costumbres, su lealtad al Rey propietario de las islas de donde procedían. Los que residían en las ciudades terminales, Panamá y Colón, mantuvieron el mismo criterio, se encerraron en sus logias, sus iglesias. Para ellos el país donde vivían no tenía personalidad, no existía. Celebraban el nacimiento del rey, las fiestas de los Estados Unidos. También se multiplicaron rápidamente y nació la primera generación de nacionalidad panameña. Esa primera generación siguió el mismo patrón del clan de sus padres.

Se educó en escuelas organizadas por ellos mismos, con programas edu-cativos británicos en Panamá y Colón y Bocas del Toro, y norteamerica-nos en la Zona Canalera. Su lealtad fue para el rey. La visita del Prínci-pe de Gales, terminada la primera guerra mundial, fue prueba de ello. Por miles le rindieron pleitesía, le entonaron el “God Save the King”, le reconocieron como su futuro Rey. La República inició entonces esfuer-zos para integrarlos a la vida nacional. Se reguló el funcionamiento de las escuelas privadas que los mantenía, se hizo obligatoria la enseñanza del español, la lengua nacional. La segunda generación se entusiasmó con las prédicas de Marcus Garvey. Por miles en el Istmo se inscribieron como miembros en “The Universal Negro Improvement Association”. Idealizaron la visión que les pintaba para el futuro el “Salvador”que les decía: “I see”. before me a picture of redeemed África”. Contribuyeron para la formación de empresas como “La Black Star Line” que iba a po-seer los barcos que les llevarían a su continente originario. Tuvieron hé-roes, paladines, como Booker T Washington, continuaron sin interesarse para nada por los asuntos del país del cual eran ciudadanos. Alguna que

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otra unidad se incorporaba a la vida de la nación. Pero la inmensa ma-yoría aceptó el español como una imposición mientras que en el hogar el inglés era el idioma común, el cual impusieron a los de las generacio-nes siguientes. Ahora los hemos visto atónitos. Son los “Soul Brothers” Los hermanos del alma de los panameños de su mismo ancestro. Ni de los otros panameños. Ni de la república y sus problemas. Ni siquiera lo son del mártir Martín Luther King. Son los “Soulbrothers”de los “Black Phanters”, de Malcom X; de Stokely Carmichael, Christopher Milton, del “Black Power”, Kafe E. Cleavery “Bobby” Sealer.

Seguramente que será muy poco lo que saben del pequeño núcleo de su mismo origen que han dado prestigio a la república como religiosos, médicos, educadores, políticos, periodistas, profesionales de todas las ramas de la ciencia y del saber Por no decir nada de los panameños cuyos antepasados vinieron de allá que sólo hablan español y que han contribuido al engrandecimiento de la Patria.

Esto que hemos visto de los “Soul Brothers” representa un serio peligro en potencia para la tranquilidad del país. Puede tomarse ahora como una diversión como una imitación. Pero la lectura de proclamas infama-torias, que deben estar circulando profusamente, puede crear conflictos imaginarios, discriminaciones inexistentes, situaciones de lucha que fá-cilmente desembocan en incidentes como el de Watts u otras poblacio-nes que sufrieron la misma suerte. Meditar sobre esto a tiempo deben hacerlo los gobernantes del país; los sociólogos, los religiosos, los edu-cadores, los que en una forma u otra ocupan posiciones representativas en la vida nacional.

Y actuar para neutralizar la indoctrinación que incita a la violencia, porque en Panamá no hay razón alguna para que prosperen las doctri-nas del señor Carmichael.

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Moyo - LandiaEN DEFENSA DEL IDIOMA

Con motivo de la disposición alcaldicia que obliga a todo el comercio a tener sus rótulos en español, se me ocurre que el decreto no debiera limitarse sólo a los rótulos, sino que debería hacerse extensivo a otros ámbitos, para evitarlo que ha sucedido en otros países.

Si tomamos como ejemplo a los Estados Unidos, nos damos cuenta que, por no haber tomado las precauciones a tiempo, han perdido irremedia-blemente y para siempre los tradicionales nombres que heredaron de los ingleses y con que mundialmente los ciudadanos norteamericanos eran identificados. Cuando uno mencionaba los nombres de John Smith y Wi-lliam Jones, todo el mundo pensaba en la gran nación norteña.

Hoy en día los nombres Macklowsky, Pollack, Kohn, parecen estar en apabullante mayoría sobre los Smiths y los Jones, con el resultado de que cuando de ellos se habla nadie sabe a ciencia cierta si se trata de súbditos polacos, yugoslavos, israelíes o americanos.

Panamá no debe esperar que esto suceda, por lo que sería conveniente que desde ya, en el Registro Civil, al ir a registrar un nacimiento, se obligue a los padres a traducir su apellido al español para evitar una catástrofe igual a la de la hermana República del Norte.

He aquí una lista con su traducción de algunos nombres posiblemente jamaicanos, que deben traducirse en vista de que aquí no hay jamaica-nos, pues los hijos de los que vinieron a construir el canal son ahora panameños. El registrador puede comenzar con los siguientes:

William Nightingale: Guillermo RuiseñorRose Applewhite: Rosa Manzana BlancaGeorge Westerman. Jorge Hombre del OesteLuther King: Lutero ReyRupert Sandy: Ruperto ArenosoHenry Wicks: Enrique MechasArnoldo Fisher Amoldo Pescador

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Peter Rice: Pedro ArrozCharles Hawk: Carlos GavilánPeter Blacksmith: Pedro HerreroViolet Cunningham: Violeta Jamón SagazConrad Sargent: Conrado Sargento.

Las opiniones de los periodistas arriba mencionados indican, nuevamen-te, el contexto real en que las primeras generaciones de antillanos tuvie-ron que vivir y formar a sus descendientes(*)

EL MOVIMIENTO NEGRO Y EL TORRIJISMO

La mayor apertura hacia los sectores antillanos tuvo lugar durante el régimen de Omar Torrijos. Precisamente en esa época es cuando se de-sarrolla un importante movimiento afro antillano, en contra de la discri-minación racial en Panamá, y en dirección a los efectos que los Tratados Torrijos-Carter tendrían sobre los trabajadores antillanos del Área Ca-nalera. Ese movimiento cívico tiene consecuencias importantes sobre la realidad actual de los Afro Antillanos.

El movimiento Reivindicativo Afro Antillano tiene varias agrupaciones: Acción Reivindicadora del Negro Panameño (ARENEP), Unión Nacio-nal del Negro Panameño (UNNEP) Asociación de Negros Profesionales (APODAN); El Centro de Estudios Afro Panameños (CEDEAP), en la Sociedad de Amigos del Museo Afro Antillano (SAMAAP) y en el Gru-po Alternativa sus mayores exponentes. En lo sindical se destacan las luchas del Local 900 y el Local 907 en la Zona del Canal.

1. El Movimiento Negro en Panamá, a partir de la década del 70, co-noce una fase diferente a todo lo anterior. Por primera vez, se da en Panamá un Movimiento en que los negros plantean desde sus pro-pias perspectivas la solución frente a un sinnúmero de problemas y situaciones que los venía afectando históricamente, y que en épocas

(*) Observación importante. El tiempo sigue siendo el verdugo...En el año 2002, la Asamblea Legislativa aprueba la ley que hace obligatoria la enseñanza del inglés en todos los niveles del sistema educativo panameño.

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anteriores, había sido utilizado por algunos políticos negros, como un factor de fuerza en las contiendas electorales, dentro de progra-mas partidistas amplios.

2. El movimiento negro recoge principalmente una dirigencia de ori-gen antillano, y una participación importante de este sector, como consecuencia de las circunstancias históricas en que se inscribe, esto es el periodo de la negociación y el cambio de la situación que exis-tía en la Zona del Canal, que definitivamente los involucraba a ellos con prelación, por su vinculación histórica al Canal y a la Zona del Canal. Entre los dirigentes más importantes desaparecidos figuran Leroy Gittens, Woodrow Brayan, Alberto Smith, Walter Chandler Joyce Breadwood, Juan Vaz, George Westerman, Armando Fortune, Raymundo Brathwait, George Fisher, Egbert Wetherborne, Andrés Cantillo y Eugenio Barrera. El Movimiento Negro logra modificar, por primera vez, la actitud tradicional del negro antillano, de perma-necer indiferente (lo cual es una actitud política) a las luchas polí-ticas nacionales. Por primera vez, el negro logra, sistemáticamente, encontrar expresión en el Estado. En la medida en que sus intereses se convierten en un elemento de presión efectiva en las decisiones que habrá de tomarse en lo referente a la Zona del Canal.

3. El movimiento logra aglutinar importantes sectores populares, pero carece de una perspectiva realmente popular, por su carácter amplio, y su indefinición ideológica. Su esencia es reivindicativa y sus ac-ciones lo conforman como grupo de presión. Este hecho impide, por un lado, puntos importantes de convergencia con otras organizacio-nes populares bien definidas, lo cual reduce también la capacidad de estas organizaciones de entender, en realidad, el carácter específico de las luchas negras, en una forma social como la nuestra.

4. El movimiento logra penetrar con fuerza la opinión pública, y des-pertar conciencia en sectores importantes de panameños, sobre la existencia del racismo en Panamá y en la Zona del Canal. La con-ciencia se despierta también en términos de una comprensión más justa y una valorización adecuada del trabajador antillano y sus des-cendientes, a partir de sus luchas, sacrificios y conquistas.

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5. El movimiento logra incorporar, incluso como expresión propia o bien definida, las pequeñas burguesías negras, que tradicionalmente son más conservadoras e individualistas frente a los problemas sociales que padecen.

6. El carácter esencialmente reivindicativo del movimiento se traduce en una aceptación intrínseca de los postulados y principios del pro-ceso iniciado en 1968. Eso se debe principalmente a la apertura crea-da por el gobierno, que insiste en que los intereses negros tengan una mayor expresión y participación institucional en comparación con los sistemas anteriores, en que el poder oligárquico, centralizado, se refrendaba en ideologías clasistas bien definidas. Esto hace que el movimiento rechace sustancialmente a los sectores oligárquicos, desplazados, que mantuvieron durante muchos años ese régimen institucional y abierto de discriminación racial. Es importante seña-lar, asimismo, que esto no significa una aceptación incondicional del Proceso Revolucionario, sino un reconocimiento de sus posibilida-des y de sus limitaciones.

7. El Movimiento Negro ha logrado trascender los ámbitos nacionales, para alcanzar resonancia internacional, lo cual le confiere su papel dentro de la lucha que en toda la región se ha librado a favor del negro y aún queda por librar.

EL MOVIMIENTO NEGRO EN LA DÉCADA DEL OCHENTA

Como hemos apuntado, después de los tratados Torrijos-Carter, el Movi-miento Negro no alcanza a obtener los logros esperados, frente a las rei-vindicaciones sobre su propia base de sustentación. Sin que esto signifique pérdida de su vigencia.

Sin embargo, la década del ochenta se inicia con la celebración del Segun-do Congreso de Cultura Negra de América, organizado por el Centro de Estudios Afro Panameños (CEDEAP), que alcanza a discutir con repre-sentantes de las comunidades negras de casi todos los países del continente la situación económica, social y política de los negros de América.

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Este Congreso fue de una importancia estratégica, porque contribuyó a reafirmar y legitimar los planteamientos del Movimiento Negro Pana-meño, en la medida en que estos eran suscritos por los pueblos de otras formaciones sociales, con una experiencia y problemas similares.

En 1981 el Partido Revolucionario de los Trabajadores organiza el Pri-mer Congreso del Negro Panameño. Este Congreso se va a caracterizar por su esfuerzo de articular el problema negro a las diferentes fuerzas y corrientes políticas organizadas del Movimiento Popular.

Este propósito central estaba dirigido a otorgarle un contenido ideológi-co y una orientación popular al movimiento negro. Es decir, una mayor definición al movimiento.

El Congreso aborda problemas, como: el aporte del negro a la cultura popular; el negro y las luchas socio-políticas en Panamá (antillanos y coloniales); el problema del trabajador panameño en las áreas revertidas y militares ocupadas en la franja canalera; las relaciones del negro pana-meño con otras minorías raciales; la emigración del negro antillano ha-cia los Estados Unidos y la lucha internacional contra la discriminación racial y el Apartheid. El Congreso fue presidido por el dirigente sindical del Local 907 Luis Anderson, quien recibió, en efecto, el respaldo y la presencia del movimiento popular organizado y de la comunidad negra panameña. (Ver Memorias del Primer Congreso del Negro en Panamá).

Dos años más tarde, en 1983, se realiza, con igual sentido y proyección, el Segundo Congreso del .Negro Panameño. Este Congreso, a diferencia del anterior, se inscribe en condiciones políticas nacionales diferentes. El Congreso se efectúa en el marco de la campaña electoral de 1984, y su preocupación central gira en torno a la relación de los sectores negros con las diferentes fuerzas y proyectos que intervendrían en la contienda electoral.

Es importante destacar aquí que, a partir del repliegue del General Torrijos (en 1979) y la vuelta al sistema de partidos políticos, se reanuda el viejo esquema político de clientela. Los sectores populares vuelven a ser sujeto

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de los partidos políticos. El proceso de inscripción de adherentes y forma-ción de los partidos políticos es el mecanismo institucional en que se rea-grupa políticamente a la sociedad panameña en su conjunto. Los sectores negros son también sujeto de esta vieja práctica política y la dirigencia del movimiento negro vuelve a ser objeto de cooptación de los partidos políticos nuevos y tradicionales.

Rápidamente algunos dirigentes se alinean, fundamentalmente dentro de los partidos de la alianza de gobierno UNADE, dentro de partidos como el Liberal, el Republicano y el PRD. En este proceso, los partidos polí-ticos de las clases subalternas logran con otra plataforma, incorporar a sectores negros aunque con otra convocatoria. Este es el caso del Partido del Pueblo.

Una realidad diferente ocurre en el caso del PRT (Partido Revoluciona-rio de los Trabajadores), el cual logra un importante nivel de respaldo de la comunidad negra, aunque su plataforma y convocatoria en esencia es marxista y popular.

Partidos como el PAPO (Partido de Acción Popular), Frampo (Frente Amplio de Profesionales) y Panameñista Auténtico no alcanzan a sentir-se mayormente dentro de los sectores afro-panameños.

Los partidos de oposición en la alianza ADO (Alianza de Oposición) no apelan en su convocatoria y cooptación de manera directa a los sectores y problemas de los negros panameños. A pesar de esto, la presencia de Arnulfo Arias alcanza a lograr el apoyo de numerosos negros antillanos, como reacción a las reivindicaciones no alcanzadas durante el régimen de Torrijos.

En estas condiciones para las elecciones de 1984, se encuentran presen-tes diferentes candidatos negros, principalmente en los Circuitos 8-8 y 8-9 (de mayor concentración afro antillana), que incluyen, principalmente a las comunidades negras. Los principales candidatos en la Ciudad de Pana-má son: Frank Holness, Republicano; R. Archer, Liberal, Leroy Gittens, Liberal (circuito 8-8); Abdud Kabir Muhhammed (PAPO); Graciela Di-xon (PRT-Partido Revolucionario de los Trabajadores); Florencio Asprilla (PALA-Partido Laborista). De estos solamente Asprilla resulta electo.

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Es importante señalar que, conjuntamente con estos candidatos negros, los diferentes partidos postularon a otros candidatos no negros. Con resultados proporcionalmente muy superiores a los votos logrados por los candidatos negros. En el circuito 8-9 resulta, por ejemplo, J. Young, republicano. Y Porras, liberal, pierde por estrecho margen la represen-tación ante el Órgano Legislativo. El PRD alcanza a elegir para este circuito a Raúl Montenegro, que tuvo como suplente a un negro, figura del deporte nacional, el boxeador Eusebio Pedroza.

El fraccionamiento de los intereses del sector afropanameño tiene como consecuencia su atomización y pérdida de su papel a nivel nacional. Pa-sadas las elecciones, los sectores negros como tales no encuentran una verdadera expresión de sus intereses en el Estado. Los problemas y con-tradicciones, que empiezan a expresarse a partir de las elecciones del Presidente Ardito Barletta, encuentran a los sectores negros como espec-tadores, y a la dirigencia negra sujeta políticamente por una estructura partidaria.

La crisis de fines del ochenta sorprende en ese estado a los sectores ne-gros. A pesar de los niveles de frustración social, los sectores negros no son mayormente convocados ni movilizados por la Cruzada Civilista en su confrontación con el gobierno. La misma naturaleza de la Cruzada excluye a estos sectores étnicos.

Los efectos de la crisis sobre la realidad y condiciones diarias del negro panameño, las amenazas de intervención armada, el verdadero conflicto de intereses entre la nación panameña y los Estados Unidos, han produ-cido entre los sectores negros más conscientes una respuesta favorable a los intereses del pueblo panameño.

El Centro de Estudios AfroPanameños (CEDEAP) y el Congreso del Negro Panameño han venido realizando foros y debates sobre la proble-mática nacional, en las comunidades, con un saldo positivo.

Sin embargo, y de manera paradójica, han sido sectores panameños re-sidentes en Nueva York los que han sistematizado acciones de mayor envergadura en defensa de los intereses nacionales. Sus esfuerzos de

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influir sobre la opinión pública norteamericana, para modificar la cam-paña realizada en contra de Panamá. Su labor destinada a influir sobre sectores importantes de la política norteamericana, en beneficio de los intereses panameños, también muestra su preocupación nacionalista de estos panameños, de residentes en los Estados Unidos.

Los alcances y naturaleza de estas acciones serán, sin embargo, obje-to de otro análisis. Entre los principales dirigentes de estos panameños residentes en Estados Unidos se destacan el Dr. Carlos Russell, Cirilo McSween, George Priestley, Humberto Brown, Cyntia Brown Franklyn, Dr. Waldabas Steward, Dr. Winston Welch, Dr. Roberto Drummond, en-tre otros.

El movimiento tiene también expresiones importantes en la cultura, se produce una fuerte corriente literaria conocida como la Nueva Literatu-ra Afro Panameña, cuyo principales exponentes son: Gerardo Maloney, Carlos Guillermo Wilson, Alberto Smith, Juanita Mitil, Carlos Russell, Melvin Brown, Winston Churchill James. Sin pretensión alguna, nos atrevemos a sostener que la aparición del libro Juega Vivo marca el pun-to de inicio de esta nueva corriente literaria. Sobre el particular sostiene el poeta e historiador Alvaro Menéndez Franco, en un artículo, lo si-guiente:

COMENTARIOS Y ANTICOMENTARIOSPor Alvaro Menéndez Franco

“JUEGA VIVO” DE GERARDO MALONEY O EL SERIO INTENTO DE UNA POESÍA CHOMBA’’

JUEGA VIVO es una presentación conjunta de EDICIONES Formato DIECISÉIS y la Colección SIN O CON 3, cuyo colofón nos indica que se editó en la Imprenta Universitaria en octubre del pasado año. Son noventa y una páginas de poesía dicha con los labios abiertos y con los puños cerrados y en ellas se resume el primer intento sostenido y serio de fundamentar, dentro de la autenticidad cultural de la etnia chomba

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de Panamá, una poesía que salga de ella y no que sea un reflejo exterior provocado por un elemento no perteneciente a la misma. Verbigracia: los mestizos Korsi, Herrera Sevillano y Franceschi han trillado por los campos de la poesía afroantillana, que paradójicamente fundara un poeta blanco, asturiano español emigrado, el famoso Alfonso Camín, con bastante éxito puesto que acondicionaron su nivel espiritual al dolor de la etnia perseguida y sacrificada y cuya cumbre en lengua inglesa fueron Langston Mugues mientras que los hispanoamericanos tenemos a Nicolás Guillen.

Maloney nos canta desde su misma etnia, sin ningún esfuerzo. No se tra-ta de poner en el escaparate ningún dolor, sino elevar las autenticidades de una etnia que pelea por su liberación en su continente raizal y sigue peleando al lado de todas las etnias en los demás continentes del univer-so. Ya Cari Foreman (Dalton Trumbo) nos había explicado que el asunto de la liberación no es el naufragio, ni la epifanía de ninguna epidermis sino la unión de todos los explotados contra un mismo mal. “Fuga en Cadenas” nos trasmitió el mensaje y creo que ya lo entendimos.

Pero lo cierto es que ese mensaje solamente se ha hecho carne de una minoría pensante antes que de una mayoría liberada. Y por ello Malo-ney trata con amor a quienes debe tratar bien y fustiga a quienes debe fustigar y, además, con la certeza del poeta que conoce la profunda sima del mal apostrofa a los inútiles, a los seudo neutrales y a los cómplices. Creo que JUEGA VIVO dará mucho que decir a las fuerzas progresistas de la poesía panameña. Las ultra laureadas fuerzas conservadoras, apo-deradas del Concurso “Ricardo Miró” y el INAC le darán la espalda fría, la espalda mojada del silencio, lo que es otra forma de conocimien-to.

JUEGA VIVO es un caleidoscopio del pasado, el presente y el porvenir de una etnia que cada día se afianza más y más en la cambiante vida na-cional, sobre todo al lado del proletariado y la esperanza. Y esa vida na-cional que siempre contó con esa etnia aunque fuera para esquilmarla junto a las otras etnias tendrá que soportar el grito de protesta, o el blue de protesta, o el espiritual de protesta que comienza, lenta pero segu-ramente, a ascender en la crítica de las armas que siempre es posterior

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a estas armas de la crítica que hace Maloney en sus poemas. JUEGA VIVO es el intento de una poesía nueva, con alta norma y con sangre, huesos y piel puesta en el crisol de la agitada y controvertida vida que es el infierno grande de todo pueblo chico, como el nuestro.

Y que ya va dejando de ser chico para ser gigante.

Un aspecto importante en ese período fue el fortalecimiento de los nexos entre la población afro antillana, residente en los Estados Unidos con la problemática nacional.

También tiene lugar una importante conexión, política y cultural del país con los movimientos cívicos de los países del Caribe. Se trata también de uno de los períodos más fecundos en materia de análisis y divulgación de la problemática de los afroantillanos.

Importantes esfuerzos son desplegados por estudiosos de la ciencias sociales afroantillanos por despejar histórica y sociológicamente los fundamentos de la realidad Afro antillana en la conformación y evolu-ción de la nación panameña. Los esfuerzos iniciales desarrollados por el historiador Armando Fortune y por el sociólogo George Westerman por aclarar, desde una perspectiva propia, todo lo relacionado a la presencia de los negros coloniales y de los negros antillanos en la vida del país, encuentran conexión y continuidad con los esfuerzos de una nueva ge-neración de afro antillanos, en que se destacan Gerardo Maloney, Roy Simón Brice Laporte, Melva Goodin, Alberto Smith Fernández, Aminta Núñez, George Priestley, Carlos Russell, y Agatha Williams, entre otros. Los principales resultados de estos esfuerzos académicos y cívicos per-miten sistematizar y divulgar los hechos y situaciones que dan cuenta de la vital presencia y contribución de los Afro antillanos a lo que hoy es con especial significado la Nación Panameña. La Revista Nacional de Cultura, la revista Tareas continúan otorgando nuevos espacios a los tra-bajos sobre los afro-panameños como ya lo había hecho anteriormente la Revista Lotería, con los trabajos de Armando Fortune.

Después de la firma de los Tratados Torrijos-Carter, el proceso de im-plementación de esos tratados, que culmina con la devolución del Canal

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a Panamá el 31 de diciembre de 1999 la realidad del antillano vuelve a agravarse.

En primer lugar, muchos de los antillanos prefieren acogerse a las jubi-laciones especiales, bajo el sistema administrativo norteamericano, para emigrar a los Estados Unidos, que les garantiza la residencia en ese país.Esto se hace considerando que la administración panameña los despla-zaría de su principal fuente de trabajo. Cosa que efectivamente ha ocu-rrido, (ver “El Movimiento Negro en Panamá” en la Revista Panameña de Sociología).

En segundo lugar, la eliminación del régimen de excepción (gobierno de Torrijos) y la vuelta al sistema democrático (sistema electoral basado en la existencia de partidos políticos) diluye el interés específico de los antillanos, dentro de la gran clientela electoral que constituye la masa de electores. A pesar de los esfuerzos de los movimientos negros organiza-dos, de lograr su representación, como sector específico, dentro de los programas de gobierno de los diferentes partidos políticos, esos partidos en sus campañas han manejado, desde una lógica electoral, el interés de los sectores negros.

Las consecuencias de esto han sido la profundización de la pobreza, la marginación de los sectores negros del país. La crisis integral, efecto de las políticas neoliberales en Panamá, al igual que en el resto de Latino-américa, ha impactado severamente a los afro panameños, porque las prácticas discriminatorias actúan como un elemento que dificulta aún más las opciones laborales y sociales de los afro panameños, en compa-ración con los otros componentes étnicos.

Esto, sin embargo, ha influenciado en un importante resurgimiento de los movimientos negros en el país.

Con la invasión a Panamá en 1989, se terminan por disolver las relacio-nes sociales, producto del régimen de excepción, que establecieron en el país los militares.

El retorno a una economía de mercado, y a un régimen formal de “demo-

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cracia” permite a los sectores del capital retomar el control económico y político de la sociedad panameña.

En el proceso de reagrupamiento de los diferentes sectores con sus in-tereses, los afro-panameños se reagrupan nuevamente, ahora bajo las premisas de la inclusión, producto de las exclusiones que vuelve a pro-ducir la hegemonía del Capital (privatizaciones) y la reducción del Es-tado como generador y redistribuidor del excedente económico (lo que muchos sectores denominaban el paternalismo del Estado). Dentro de este nuevo contexto las manifestaciones en contra de las acciones y he-chos, que expresan actitudes racistas y discriminatorias, se constituyen en los vínculos más importantes entre los sectores afro panameños. Si-multáneamente los esfuerzos por lograr una mayor representación de ese sector dentro del Estado fundamentan las acciones por darle institucio-nalidad a una política de inclusión o tolerancia.

Un hecho relevante dentro de esta nueva etapa lo constituye la ley que formaliza la existencia del Día de la Etnia Negra, como una manera de reconocer la legitimidad de ese componente étnico y cultural dentro de la formación y desarrollo de la nación panameña.

Esto se acompaña con la creación de una oficina de Igualdad y Toleran-cia en la Alcaldía de Panamá, como parte de la labor del alcalde Juan Carlos Navarro. Esta oficina organiza campañas significativas frente a las políticas de intolerancia racial, en sus expresiones abiertas y sutiles. Así el licenciado Alberto Barrow encabeza, conjuntamente con la Co-misión Panameña contra el Racismo, dirigida por George Priestley y Egbert Wetherborne hijo, una campaña por la eliminación del llamado Derecho de Admisión en los sitios públicos, que era un mecanismo de discriminación racial encubierto.

La publicación del libro de Barrow, No me pidas una foto es el recuento testimonial de los esfuerzos públicos realizados para eliminar otro meca-nismo discriminatorio encubierto, como ha sido la exigencia de una foto en las solicitudes de empleo.

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Simultáneamente nace la Comisión Coordinadora de la Etnia Negra, un organismo dirigido a garantizar consenso y acciones coordinadas entre las diferentes organizaciones existentes, presidida por la licenciada Eu-nice Meneces, es la mayor responsable de los actos de conmemoración del 30 de mayo, día de la Etnia Negra, y de seguimiento a las responsa-bilidades educativas y culturas implícitas en la Ley. (Ley N°9, de 30 de mayo de 2000).

Un aspecto novedoso en este contexto es la formación de la Cámara de Comercio Afro Panameña (CAMCAP), cuyo esfuerzo es evitar la exclu-sión de los sectores afro panameños de la lógica empresarial del sistema económico del país.

Se fortalecen igualmente las acciones, dirigidas por y en beneficio de la mujer negra panameña. Además de la labor intelectual de las historiado-ras Agatha Williams y Aminta Núñez, crece la intensidad y cobertura de los análisis y acciones en contra de la doble discriminación de la mujer negra. La red de Mujeres Negras, bajo la conducción de Cecilia Moreno, es uno de los protagonistas más visibles dentro de esa área.

Igualmente la Pastoral Afro incrementa su presencia en el escenario por la igualdad de los afropanameños. La labor del Obispo católico Uriah Ashley y del padre Karamañitis es muy representativa en ese sentido, logrando una fuerte presencia cultural afro en los cultos, principios y sentido social de la Iglesia. Su influencia se manifiesta mayormente en la Provincia del Darién, Panamá y Colón. La Iglesia Episcopal, bajo la conducción del joven obispo Julio Murray, también desarrolla una labor de gran importancia para los afroantillanos.

Por otro lado, nace uno de los proyectos afroantillanos más ambiciosos que ha existido en el país. El Centro George Westerman, el Museo Di-ggers y el Movimiento Respuesta Afro-Panameña, cuyo propósito era generar y formar los recursos técnicos y humanos para que el afro pana-meño pueda participar en igualdad de condiciones, con iniciativa propia y en condiciones competitivas en los planes y programas de desarrollo integral de país. El proyecto se encuentra instalado en la Ciudad del Sa-ber y su principal responsable ha sido el Dr. Waldaba Steward y el Lic.

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Melvin Brown.

Algunas organizaciones negras existentes alcanzan nuevos bríos, y se ajustan a las nuevas circunstancias, creciendo en cobertura y en serie-dad sus acciones y programas. Es el caso de la Sociedad de Amigos del Museo Afroantillano (SAMAAP) que redimensiona su Foro Anual sobre la Discriminación Racial, y realiza con más éxito su Semana “Conozca su Canal” para rendirle tributo en el mes de agosto cuando se inaugura el Canal, a los trabajadores antillanos. Igualmente crece como evento de reafirmación artística y cultural la Feria Afro antillana que se rea-liza anualmente sábado y domingo de Carnaval. Un logro importante de SAMAAP ha sido la realización de conferencias internacionales con temas y expositores internacionales, efectuadas en la Universidad de Pa-namá, conjuntamente con el Departamento de Inglés: bajo la dirección de la Dra. Melva Lowe de Goodin.

En el año 2001 este Foro dedicado al análisis de la Identidad Cultural de los afro americanos, a través de la lengua y la literatura, cuenta con la presencia del Dr. Rex Netteford, Rector de la Universidad del West India (Caribe) que además durante su estadía firma un Convenio de Coope-ración entre la Universidad de Panamá, y las Universidades del Caribe, dirigido a desarrollar intercambio científico y cultural entre ambas uni-versidades.

Un área nueva ha sido en este periodo post invasión la presencia afro panameña en los medios de comunicación, la presencia del Profesor Ge-rardo Maloney en la dirección de la Radio y Televisión Educativa, Canal Once de 1995 al año 1999, le permite un importante grado de visibilidad a los aportes y presencia artística cultural de los afro panameños, y de los sectores populares. Las series Cámara Adentro y Más Patria Más Nación, de gran audiencia, son en ese sentido fundamentales.

A esto hay que agregar el creciente número de producciones realizadas por Maloney, (primer director de televisión y realizador afro-panameño) gracias a los auspicios del Grupo Experimental de Cine Universitario de la Universidad de Panamá y de la Fundación de Cine, Video y Cultura.

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Los documentales Calipso (1992), Tambo Jazz (1993), Para Recordar a Lord Cobra (2000), Violeta Green, La otra Diva (2000), Mándela (1989), Culpable o Inocente (1993), Jamaica y Algo más (2000), Tengo un Sueño (1993), (ganador del II Lugar del Certamen Nacional del Video Maxell, categoría musical), De Carenero a Nueva Orleáns, documental sobre la vida del músico panameño Luis Russell que obtuvo el premio como me-jor documental educativo en el 24 Festival Internacional del Nuevo Cine latinoamericano, celebrado en La Habana, Cuba en el año 2002.

Pero también la prensa escrita incrementa los espacios de opinión de los sectores afro-panameños sobre el problema del racismo y la discrimina-ción. El que mayor uso ha hecho de ese nuevo espacio en los medios ha sido el Lie. Alberto Barrow, cuyos artículos no sólo han aparecido en los periódicos sino que han circulado por la red afro panameña localmente y en los Estados Unidos. Para beneficio de los investigadores y sectores interesados, la mayor parte de estos artículos han sido recogidos en los libros No me Pidas una Foto, de Barrow, y Piel Oscura Panamá, recien-temente publicado como coautor con el Dr. George Priestley.

En el plano de la cultura un nuevo fenómeno irrumpe en la cultura de masa, el fenómeno del reggae. La violencia urbana, el sexo como priori-dad de consumo, la crisis de valores, la confrontación generacional, que se expresa en el rechazo y la irreverencia por lo establecido, sorprende a la sociedad panameña, creando un repudio a esta nueva expresión musi-cal, que logra penetrar a todos los estratos sociales y grupos culturales, siendo sus principales intérpretes jóvenes negros de los sectores popu-lares. Los medios radiales, la televisión, por el interés económico, han estimulado la ampliación del mercado para las producciones que son baratas, pero que tienen gran demanda y que dan lugar a conciertos gi-gantes de jóvenes y adolescentes.

La distorsión cultural, producto del interés comercial, ha facilitado el surgimiento de un nuevo movimiento afro-panameño, ligado al verdade-ro sentido cultural y filosófico sobre el que nace y se divulga en el mundo la música reggae, a través de su máximo exponente, el legendario Bob Marley. Este movimiento es la Alianza Rastafari, con núcleos en Pana-má, La Chorrera, y un componente significativo en Colón, en donde,

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además de los esfuerzos de reanimación de la identidad afro panameña, han sido protagonistas importantes en las luchas por la justicia social con los desempleados de Colón.

Una nueva organización que surge, con programas dirigidos a la juven-tud, Rescate de la Juventud, que preside Bruce Carrington, y que tiene como base una estrategia de trabajo comunitario.

Por otro lado, el Centro de Estudios Afro Panameños (CEDEAP), que en la década de los ochenta había sido pieza fundamental en la Organización del Segundo Congreso de Cultura Negra de la América (Panamá, 1980), que junto con el Congreso del Negro Panameño y el Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) habían organizado la Jornada Nacional por la liberación de Nelson Mándela. Que había organizado conferencias, reci-tales y eventos académicos y culturales con otras instituciones del país, se reorganiza, bajo la orientación de su director, el profesor Gerardo Ma-loney, y realiza, en mayo del 2001, el Segundo Encuentro Nacional Afro Panameño, para diagnosticar al concluir el centenario: las condiciones socioeconómicas actuales del negro en Panamá; el negro y sus conflictos sociales, los planes y proyectos de soluciones por y para las comunida-des afro panameñas y el diseño de un programa de rescate cultural.

El encuentro que reunió a expositores y participantes de Panamá, Colón, Bocas del Toro y el Darién fue organizado por CEDEAP la Alianza Ras-tafari, la Asociación de Musulmanes Panameños, la Asociación de Pana-meños del Terruño, la Asociación Afro antillana, la Facultad de Humani-dades de la Universidad de Panamá y por el Pueblito Afro antillano.

Entre los resultados de este encuentro se establece la creación de un Espacio Cívico de Análisis y Reflexión Interna entre las organizaciones, movimientos, grupos y personalidades de los sectores afro-panameños, comprometidos en la lucha por la erradicación de la discriminación y el racismo en Panamá. Pero también interesados en contribuir en la bús-queda de las alternativas y soluciones a los graves padecimientos socio-económicos que siguen afectando sensiblemente a los negros paname-ños.

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Este espacio es el Foro Afro-Panameño que tiene también, como objeti-vo, constituirse en un escenario permanente en que los afro-panameños debatan frente y con el resto del país, sus puntos de vista, sentimientos, logros y necesidades, para hacer más viable la expresión de la democra-cia (ver documento constitutivo del Foro Afro-panameño).

Estos compromisos del II Encuentro Nacional impulsan a CEDEAP a establecer una nueva Sede, que establece en el mes de agosto de 2003 en el Pueblito Afroantillano.

Otra actividad que resurge después de un receso de dos años es el certa-men de la Panameñísima Reina Negra, un evento de dignificación de la Mujer Negra, y un espacio para mostrar al país lo más representativo del talento artístico y la inspiración cultural afro-panameños.

Un proyecto, que surge en el marco del centenario, es la construcción del movimiento de la Plaza de la Etnia y la Cultura. Un esfuerzo conjunto de las generaciones de hindostanes, griegos, hebreos, chinos, italianos, es-pañoles y afro antillanos, que inmigraron al país en diferentes momentos para ir realizando los aportes que han hecho de Panamá el país que hoy tenemos, y el futuro que todos anhelamos. La representante en la Funda-ción de la Etnia y la Cultura por los afro antillanos es la Lic. Graciela Di-xon, primera magistrada afro-panameña de la Corte Suprema de Justicia.

En estos primeros 100 años de vida republicana, la presencia y contribu-ción de los afro-panameños ha sido innegable. Esto se ha logrado a pesar de los obstáculos y dificultades que este sector de panameños ha tenido que superar.

Cada día resulta más evidente que, en países como el nuestro, en vías de desarrollo, con graves problemas de injusticia social, no es posible prescindir de ningún recurso. Y cuando se excluye a un sector de la so-ciedad por las razones que sea, el país pierde porque deja de estimular y aprovechar muchas veces un potencial humano. Nos deberá llamar a la reflexión la labor ejemplar que han realizado, en los diferentes campos de la vida del país, algunos afro-antillanos que han superado los obstá-culos, mediante una buena educación o que han tenido la oportunidad

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Acto de clausura del II Congreso de Cultura Negra de las Américas. Paraninfo Universitario. 1980.En la fila de atrás -dirigentes panameños- Andrés Cantillo, Alberto Smith Fernández, Leroy Husband, Robert Drummond, Wirston Welch. Roy Brice Laporte, Faulkrer Watts. Adelante: Mervin Wright (Costa Rica), Aminta Núñez, Dr. Diógenes Cedeño Cenci (Rector de la Universidad de Panamá), Dr. Gustavo González, Prof. Gerar-do Maloney (Presidente del Congreso), Alto Abdías Nacimento (Brasil), 2 delegados de África y delegados de Guyana Holandesa.

de desarrollar una habilidad o un talento; médicos, arquitectos, ingenie-ros, periodistas, administradores, ministros, educadores, diplomáticos, deportistas, músicos, existen en cada una de estas áreas como ejemplos incuestionables que dignifican la nacionalidad panameña, dentro y fuera del país.

Al terminar el centenario queda demostrado, que los afro panameños no están dispuestos a renunciar a sus legítimos derechos.... porque la Patria nos pertenece a todos.

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WESTERMAN, George, Los Inmigrantes Antillanos a Panamá, E Editorial del Instituto Nacional de Cultura, Panamá, 1980.

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Introducción

Epresente ensayo intenta brindar una lectura del tema “La Des-igualdad Social” desde dos visiones teóricas; por un lado Teoría de Sistemas de Niklas Luhmann y Elección Racional de Jon Els-

ter. Tratando a su vez de identificar posibles formas de un diálogo entre ambas posiciones teóricas a partir de este problema social, partiendo por la premisa que ambas construcciones tienen supuestos y formas de com-prender la realidad social, diferentes. No se tiene la pretensión de forzar un entendimiento entre ambas construcciones teóricas, ni mucho menos una profundización de cada una; simplemente se aborda el problema de la desigualdad y de los elementos básicos de la teoría de sistemas y elec-ción racional, mostrar una lectura desde cada visión. Se finaliza con una reflexión acerca de ambas posiciones.

Desigualdad Social:Una Lectura desde la Teoría de Sistemas

y Elección RacionalLuis C. Herrera M.1

1Cfr. Simón Bolívar, “La Carta de Jamaica”, en Ideas en torno de Latinoamérica, México, Universidad Nacional Autónoma de México y Unión de Universidades de América Latina, 1986, vol. 1, pp. 19-36.

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ACERCA DE LA DESIGUALDAD SOCIAL

El tema de la desigualdad social tiene distintos enfoques que permiten pensar en las interrelaciones entre las diferentes dimensiones sociales. La desigualdad ha sido entendida como la dispersión de una distribu-ción, tanto del ingreso, como del consumo o de algún otro indicador de bienestar o atributo de una población. Pero debe entenderse como producto de relaciones de antagonismo, de dominación política y explo-tación económica; es un “orden” que incluye “rupturas” entre los grupos sociales, conflicto y protesta y cuya reproducción ya no se explica por simple replicación de estructuras acabadas, sino por acumulación/trans-formación de formas que devienen de procesos históricos determinados.

El análisis de la desigualdad no debe desligarse del conjunto de las par-ticularidades y significados que se construyen en cada sociedad donde intervienen factores económicos, culturales, políticos, de ciudadanía so-cial, globalización, mercados, poder del Estado y la democracia.

En palabras de Binetti-Carlos, (2004:1), “La lucha contra la desigualdad es, antes que nada, un desafío político. La insatisfacción con la democra-cia y con las reformas económicas coincide, porque en la década pasada el modelo político asumió las reformas económicas, orientadas a ampliar la esfera del mercado, como su propia agenda. Por eso, hoy se requiere un nuevo marco conceptual que no separe la política de la economía y que ponga metas e indicadores al desarrollo democrático. Ese debe ser el inicio de un proceso de reforma institucional que redefina el modelo de gobernabilidad vigente: dentro de cada país, las estrategias de desarrollo deben estar legitimadas políticamente por las fuerzas sociales.”

La desigualdad usualmente se analiza como parte de la pobreza y el bienestar de una comunidad. No obstante, la desigualdad es un concepto más amplio que el de pobreza, porque es definido sobre el total de una distribución, y no solo sobre una parte de la distribución de ingresos de los individuos (u hogares) que está definida por debajo de cierta línea de pobreza.

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En relación al concepto de bienestar, es más amplio que el de desigual-dad. Aunque ambos utilizan el total de la distribución para el cálculo de indicadores, la desigualdad es independiente de la media de la distribu-ción y se concentra en la dispersión de la misma.

Diferentes pensadores han tratado de explicar desde distintos enfoques la desigualdad, para algunos responde a la supremacía entre los sexos, la dominación del capitalista sobre el asalariado, la necesidad de justicia distributiva que corrija la inequidad, o la igualdad de las capacidades, el mercado y la ciudadanía social entre otros.

En el siguiente cuadro, se recoge algunos de estos enfoques sobre la desigualdad.

Cuadro No 1. Enfoques sobre la desigualdad. 2

2 Cuadros elaboración propia.

Autores / Enfoques Idea principal acerca de la desigualdad

Al hablar de la autoridad política distin-gue claramente el tipo de obligación que se da entre iguales, -los varones-, de dife-rente orden de la que se da entre los des-niveles, entre amo y esclavo, entre hombre y mujer y entre infantes y adultos. Para él, esta es una relación distinta, era una rela-ción que suponía sujeción. Aun cuando el mismo Aristóteles en la Política proponía no descuidar a las mujeres, la mitad de la humanidad, es claro que para él, las muje-res no eran sujetos de derecho iguales a los hombres libres.

Aristóteles

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Ponía en entredicho la autoridad patriar-cal y hablaba por primera vez del carácter convencional de la dominación del varón sobre la mujer. Hobbes es uno de los pocos autores que cuando habla de naturaleza humana o de los hombres se está refiriendo a la especie humana y por tanto no está es-tableciendo ninguna exclusión por género.

La preocupación de los filósofos de la ilus-tración, en particular de Hobbes y Locke, no era tanto la desigualdad, sino la igual-dad, en el sentido de que el capitalismo ne-cesitaba presentarse como un modelo de igualdad y legitimidad, y no de conflicto.

Filósofos de la Ilustración/Thomas Hobbes. 1640

Se trata de un nuevo modo de dominación donde la relación entre asalariados y ca-pitalistas aparece como un contrato entre iguales, pero es en realidad una relación de explotación.

En el enfoque materialista, el capitalis-ta explota al obrero haciéndolo producir mercancías con un valor mayor al valor de su propia fuerza de trabajo, reteniendo y acumulando esta plusvalía.

EnfoqueMaterialista/Marx

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Bajo este enfoque se maneja el concepto de la desigualdad bajo la perspectiva libe-ral de bienestar.

Un marco de justicia distributiva que po-dría ser útil para la formulación de polí-ticas de desarrollo que corrijan dicha in-equidad en el contrato social. Este marco sugiere que las políticas de desarrollo po-drían diseñarse a fin de asegurar:a) el acceso equitativo a los recursos y ac-tivos sociales,b) la nivelación de las oportunidades a disposición de los individuos y c) la implementación de mecanismos de protección para los individuos contra eventuales desventajas del entorno social al que se enfrentan.

Enfoque Liberal-Justicia distribu-tiva/John Rawls, Ronald Dworkin, John E. Roemer

Señala Balandier que toda sociedad ase-gura un reparto desigual de los bienes, del poder y de los signos que expresan status. Introduce una noción amplia de estratifi-cación que es vista como armazón de toda estructura social, adquiriendo en cada so-ciedad una forma específica según el tipo de desigualdad que predomine: “de cas-tas”, de “órdenes y estados”, de “clases antagónicas.

La estratificación tiene lugar a partir del reconocimiento “compartido” del mérito de cada individuo y, por consiguiente, del derecho legítimo al acceso diferencial del “prestigio”, “poder” y “riqueza”.

Sistema de desigualdad y dominación,estratificación / Georges Balandier

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Para Sen una propuesta igualitarista debe-ría concentrarse en “algo” que sea poste-rior a los bienes o recursos, pero anterior al disfrute que se deriva de la utilización de éstos. Ese “algo” es la capacidad (en el lenguaje de Sen) que dispone cada in-dividuo de transformar sus recursos en li-bertades para el logro de sus propios fines.

Sugiere que deberíamos preocuparnos por la igualdad de las capacidades. Este es la idea fundamental del “enfoque de capaci-dad” (capability approach). Según este enfoque, el bienestar de una persona puede entenderse considerando la calidad de su vida (Sen, 1995b: 53). La vida puede verse como un conjunto de “funcionamientos” interrelacionados, consistentes en estados y acciones. Estos funcionamientos “...representan partes del estado de una persona: en particular, las cosas que logra hacer o ser el vivir”

Estos autores apoyándose en Charles Tilly (1999) nos presentan un enfoque radical en la cual para las preguntas ¿desigual-dad de qué? ¿Desigualdad entre quienes? La respuesta de este enfoque es poder en los mercados y además de entre los indivi-duos, entre grupos sociales especialmente entre clases sociales.

Se precisa el campo social, los mercados, e identifica el principio constituyente de las desigualdades: el poder que controla los recursos mercantiles para la generación y apropiación de excedente. Y más allá de los individuos incorpora a los grupos so-

Enfoque radial/mercado y ciuda-danía social. * Pérez Sainz. Juan Pa-blo.2008 * Mora Salas, 2004.

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ciales, incluyendo las clases sociales. La incidencia de ciudadanía social potencia las desigualdades entre individuos en los mercados en detrimento de las oposiciones entre grupos sociales, especialmente entre clases sociales.No acepta el individualismo metodológico, ni la visión acrítica del desarrollo del ca-pitalismo y sus consecuencias sociales, ni la inevitabilidad de la persistencia de las desigualdades.

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Enfoque de capacidades/Amartya Sen

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TEORÍA DE SISTEMAS Y LA DESIGUALDAD. Para Luhmann, en el marco general de una teoría de sistemas autorefe-renciados, se puede definir a los sistemas autopoieticos, por su capaci-dad para reproducir sus elementos componentes, estos son capaces de autorganizarse, capaces de formar y cambiar, su propia estructur. Tam-bién produce sus unidades elementales, las cuales para el sistema son no desintegrables. En fin, los sistemas autopoieticos, son sistemas cerrados que dependen de sí mismo para continuar sus propias operaciones, estos utilizan la significación comunicativa como su operación básica.

Para Luhmann, hay dos diferentes tipos de sistemas sociales. Estos son sociedades e interacciones. Los sistemas sociales son sociedades si in-cluyen todas las operaciones que, para ello, tiene la cualidad de la co-municación; para el autor, en la actualidad de hecho, existe una sola sociedad, “la sociedad mundial” que incluye toda la comunicación signi-ficativa y excluye lo demás.

Los sistemas sociales son interacciones, si deben reconocer que su am-biente contiene comunicaciones que no pueden ser controladas por el sistema; las interacciones, por tanto, necesitan límites sociales. Son inte-racciones cara a cara, éstas se adaptan a las condiciones sociales externas al tomar en cuenta los otros papeles de sus participantes.

Las sociedades son sistemas en evolución, no en adaptación, evolucio-nan al cambiar las estructuras que proveen vínculos entre comunicacio-nes y evolucionan sin demasiadas limitaciones ambientales.

Los sistemas interactivos, por otro lado, no son sistemas en evolución, si no sistemas adaptativos, operan dentro de un ambiente social, realizan a la sociedad al utilizar la comunicación y se encuentran expuestos a con-diciones sociales en su ambiente. Hay que señalar que, en ambos casos, el sistema mismo define el límite no el ambiente.

Un elemento inserto dentro de la teoría Luhmaniana es la de tipos de diferenciación de sistemas. Estos son formas de organizar la compleji-dad. Esto no debe entenderse como separación, ya que ni interacción ni

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sociedad, pueden reproducirse a sí mismo. De ahí que la diferenciación, entre sociedad e interacción, sucede dentro del sistema social.

A través de la interacción de diferenciación, los sistemas ganan nuevas posibilidades de lograr su propio modo de comunicación social, conser-van también posibilidades que no tiene usos o que incluso son disfuncio-nales para los complejos subsistemas especializados en funciones tales como la ciencia, el derecho, la economía o la política.

La distinción entre interacción y sociedad ha sido formulada como una distinción de sistemas (autoreferenciados), la distinción de micro o ma-cro está formulada, como una distinción de niveles. El concepto de sis-temas tiene referencias empíricas, el concepto de nivel tiene referencias lógicas.

En la construcción de la teoría de sistemas, cada sistema tiene subsiste-mas, que implican un conjunto, distinción – entorno, autoreferenciado y autopoiesis. En cada sistema, la comunicación juega un papel importan-te, en el entendido de la comprensión del código de lenguaje que norma en cada sistema. Aquí no está en discusión sí se entiende o no se entien-de, aquí la prioridad es la aceptación de ese código de lenguaje.

Si bien la comunicación puede ser aceptada o rechazada, este último no se entiende como un elemento peligroso para el sistema, sino, por el contrario, como una forma de generar mecanismos internos que busquen confirmar y reafirmar el código de lenguaje. Ahora bien una comunica-ción puede producir silencio, abstención y rechazo del rechazo.

Si hay un problema social persistente en América Latina es la reconsti-tución y profundización de la desigualdad social (Vuskovic, 1993). Ni-veles de desigualdad solo comparables con África, con la particularidad que el PIB de América Latina está muy por encima.

La desigualdad desde esta lectura, viene siendo un componente ó atribu-to de cada sistema y de los subsistemas, que si bien se puede aceptar o rechazar esa condición desigual, no debe interpretarse como un peligro directo para el sistema; por el contrario, permite reforzar las normas es-

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tablecidas mediante una serie de cambios dentro del conjunto, para que ese sistema desigual se vuelva legítimo y hasta tolerable. Recordemos que, en la teoría de sistemas, el problema de legitimidad o si es correcto – incorrecto, pierde sentido.

La desigualdad se puede decir que es un atributo, de varios sistemas, que se reproduce en sí mismo, y a su vez produce lo que se conoce como acoplamiento estructural “¿Cómo se produce un sistema en sí mismo? Por medio de la selección y reproducción de operaciones clave que de-terminan la demarcación de sus límites. Los sistemas son cerrados, pero no en el sentido tradicional que implicaba aislamiento del entorno, sino cerrados operativamente, lo que les permite contactos, más ricos con el exterior. El concepto de acoplamiento estructural designa a la relación entre sistemas y entorno y a la limitación de las posibilidades del prime-ro por las condiciones que le impone el segundo” (Varela, 1992)

De por medio, hay una afirmación un poco arriesgada, sabemos que cada sistema es compuesto por varios subsistemas; sin embargo, estoy seña-lando que todos los sistemas contienen un atributo llamado “Desigual-dad”. Sea un sistema político donde el código de lenguaje es “amigo-ene-migo”, o sistema económico con el código de lenguaje riqueza-escasez, sistema académico con el código de lenguaje verdad-mentira etc. Tienen si bien varios subsistemas, hay un atributo de común - denominador “La Desigualdad”.

Continuando con la idea de acoplamiento estructural, la desigualdad per-mite producir cambios que refuercen el código del lenguaje en cualquier sistema. De esa forma entenderíamos de la existencia de cambios insti-tucionales sin que alteren el código de lenguaje del sistema.

Es decir, si bien la desigualdad está presente como atributo en distintos sistemas, se realizan cambios para que las mismas sean tolerables a pesar de que se pueda estar consciente de su condición desigual dentro de un sistema.

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TEORÍA DE LA ELECCIÓN RACIONAL Y LA DESIGUALDAD.

En términos generales, la teoría de la elección racional, apoyándose de supuestos básicos de la economía, brinda respuestas a hechos políticos y sociales; en otras palabras, individuos que tienden a maximizar en el entorno o sistema que se encuentren, para decirlo de otra manera toman decisiones que les permita sacar el mayor provecho procurando reducir los costos. El individuo tiende a buscar más de lo bueno y menos perju-dicial. Esta acción racional tiene relación con un elemento intuitivo que lleva al individuo mejorar su condición.

El actor individual es el objeto de estudio principal en esta posición teó-rica, concretamente, “La acción intencional de ese individuo”. Se parte por la premisa que todo individuo decide por su interés personal, por tan-to, es un individuo egoísta; y ese individuo tiene la capacidad racional, para elegir la mejor opción independientemente de los costos o riesgos pueda conllevar. Sin embargo, no necesariamente se puede afirmar que estos supuestos sean ciertos. Pero brinda una forma interesante y válida para explicar el comportamiento de los individuos.

La elección racional se apoya de igual manera en el utilitarismo, conjun-tamente con el individualismo en Max Weber, en donde hay pluralidad de racionalidades.

- Principio de eficaciaUtilitarismo - Principio de placer - Principio de interés

La discusión de la racionalidad pasa por elección racionalidad, racional limitada e incrementalismo. En ese sentido, la decisión racional pasa por diversos componentes.

- PreferenciasDecisión Elección Racional - Información - Maximización - Restriccciones

- Principio de eficacia - Principio de placer - Principio de interés

- Preferencias

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Otro aspecto importante por destacar, es que la elección racional brinda un punto de partida para estudiar lo no racional. De igual manera, esta elección racional puede ser para-métrica (fijo, ya establecido) o estraté-gica (teoría de juegos), por llamarlo de alguna manera, actua antes del tiempo. Siguiendo con lo de irracionalidad, la misma presenta diversos tipos.

- Acción Racional, pero con supuestos irracionales

Tipos de irracionalidad - Perseguir intenciones irrealizables - Elección sesgada por ideología - Beneficios que pueden venir del sesgo ideológico.

Si pensamos el problema de la desigualdad social desde la posición de elección racional, se piensa la desigualdad como el motor que influye en decisiones, en acciones intencionales, en la medida que se trata de maxi-mizar acciones para salir de esa desigualdad social.

En ningún momento se piensa en cómo transformar el entorno para dis-minuir los niveles de desigualdad; muy por el contrario, se decide inde-pendiente del costo que pueda tener en otro individuo siempre y cuando se pueda mejorar mi condición desigual.

Lo interesante es pensar en cómo es posible que, a pesar de los niveles de desigualdad social, los individuos actúen de manera racional y no como colectivo o grupo que combate la desigualdad; se prefiere solucionar mi condición individual que optar por una salida que pueda beneficiar a todos.

Tomemos un ejemplo interesante “El conjunto de oportunidad se reduce a una única acción en cuya explicación no tienen cabida las elecciones (o las normas). Ricos y pobres por igual tienen la oportunidad de dormir bajos los puentes de París, pero los pobres pueden no tener ninguna otra oportunidad”. (Jon Elster, 1990:24)

sesgo ideológico.

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El ejemplo anterior Elster lo utiliza para ilustrar cuando entra en acción el primero o segundo filtro; sin embargo, nos permite traer a discusión la desigualdad, efectivamente el hecho de las condiciones en las cuales se puede dormir bajo un puente y bajo una casa son bien desiguales, y peor aun esos pobres en condiciones de desigualdad extremas, no tienen más opción.

Esa condición desigual incide en que ese individuo maximice y actué ra-cionalmente para dejar de vivir bajo el puente o mejorar su entorno. Esto va muy asociado a la construcción de valores del individuo, pues cabe la posibilidad de que el individuo, al mismo tiempo, considere que vivir bajo el puente y estar en esa condición de desigualdad tiene sus ventajas.

REFLEXIONES FINALES

Al pensar ambas construcciones teóricas, considero que hay mayores po-sibilidades de hacer dialogar la teoría de elección racional con la teoría de sistemas. En el sentido de que estamos frente a un individuo que vive bajo o en condiciones de desigualdad, y esas condiciones de desigualdad influ-yen en el mismo para tomar decisiones racionales, buscando superarlas.

Sin embargo, este individuo contiene normas, valores interiorizados que adquiere en un sistema, en un entorno en el que se desenvuelve y crece; es decir, tiene una construcción acerca de qué entiende sobre desigualdad y si esa condición le da importancia o, por el contrario, las tolera en la medida que la da mayor importancia a otros aspectos.

Entonces estamos en una forma de entendimiento entre la teoría de siste-mas que establece el código de lenguaje, normas y valores (independiente que se acepte) que influye en el imaginario de los individuos racionales acerca de su concepción sobre desigualdad.

Si la lectura se quisiera hacer a la inversa, es decir ir de la teoría de siste-mas hacia la teoría de elección racional, el asunto se complica. “Luhmann piensa que es necesario construir una teoría de los sistemas sociales al nivel más global, sin referencia a lo individual, ni a la interacción ni a la organización” (Varela Petito, 1992:779)

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Tomemos el sistema político, su código de lenguaje es “amigo o ene-migo”, dentro de este sistema está el atributo de la desigualdad, si se-guimos este código de lenguaje implicaría que hay diversos grupos de amigos y enemigos. En este sistema, la desigualdad se relaciona con otro subsistema “poder”, dependiendo si un grupo tiene mayor poder se encuentra en mejores condiciones que el otro, por tanto el grupo de menos empoderamiento esta en condición de desigualdad frente al otro. Esto nos lleva a su vez decir que cada grupo contiene racionalidad ya sea para acumular-mantener poder en el sistema político o para que el grupo enemigo busque la forma de empoderarse.

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Introducción

Este artículo tiene el propósito de mostrar de manera sucinta la historia de la consecución del derecho al sufragio femenino en Panamá, haciendo énfasis en las características más relevantes, a

nuestro entender, de este proceso histórico. Se hace referencia a las per-sonalidades de las mujeres que fueron sus protagonistas (y también de los varones que las acompañaron), y a las características sociodemográ-ficas e ideológicas de las organizaciones que fueron sujetos históricos de esta historia, el Partido Nacional Feminista, la Sociedad Nacional para el Progreso de la Mujer y, finalmente, la Unión Nacional de Mujeres. Se interesa también en el análisis de las diferentes coyunturas que obsta-culizaron o que, finalmente, hicieron posible el triunfo del movimiento sufragista panameño para así integrar su historia en la historia nacional y hacer ambas más comprensibles. El escrito se interesa de manera especial en mostrar las relaciones del sufragismo panameño con el movimiento sufragista latinoamericano y el importante papel que tuvo la solidaridad internacional y las organizaciones supranacionales feministas en las lu-chas por los derechos civiles y políticos de las mujeres de la región.

Tras las Huellas de la Utopía Sufragista -Las Luchas por el Sufragio

Femenino en Panamá, 1923-1946Yolanda Marco Serra

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Se podría decir que se trata de una contribución a la historia general de Panamá, que todavía desconoce y excluye a las mujeres y sus luchas por la igualdad de los libros de texto. Es así, y parece conveniente este tratamiento de la historia política del movimiento sufragista panameño porque todavía no se ha superado la etapa en la que hay que aportar a la historia nacional la de los sujetos marginados por la historiografía tradicional. Sostenemos, sin embargo, que es necesario intensificar las investigaciones históricas desde la perspectiva del género que tanto enri-quecen el conocimiento de la historia ampliando las temáticas y utilizan-do las nuevas metodologías, pero esta historia, que es un rescate, puede ser un buen punto de partida.

1. ANTECEDENTES DEL MOVIMIENTO SUFRAGISTA

La construcción tardía del Estado nacional en Panamá a partir de 1903 fue acompañada por el surgimiento de los primeros movimientos femi-nistas, a los que favoreció este proceso tanto como la presencia extranje-ra de los ciudadanos y ciudadanas norteamericanos convocados para la construcción del Canal interoceánico, y la llegada de miles de obreros y obreras de origen europeo y latinoamericano para trabajar en las obras de construcción de esta obra.

Así fue como en las dos primeras décadas del siglo XX, destacaron mu-jeres en ámbitos inéditos de la vida social panameña: educadoras, enfer-meras, mujeres de las clases obreras y periodistas, o mujeres en activida-des que cumplían también importantes funciones sociales (por ejemplo, en la Cruz Roja, en clubs literarios o culturales) 1.

Humildes mujeres obreras, imbuidas del sueño anarquista o socialista, cuyo trabajo era necesario para la reproducción de la mano de obra de los obreros del Canal, dejaron su huella en algunas publicaciones que reivindicaban la importancia del trabajo de las obreras y la importancia de la maternidad 2 . A este medio perteneció Julia Palau de Gámez, quien,1 Ver Capítulo I de Ángela Alvarado y Yolanda Marco: Mujeres que cambiaron nuestra historia, UNICEF-Fondo Canadá-Panamá y Universidad de Panamá, Panamá, 1996.2 Hacia 1911, en la provincia de Colón (y probablemente en la de Panamá, aunque nuestro informante no lo regis-trara), se publicaron algunos panfletos anarquistas de diversas corrientes, en uno de los cuales al menos apareció un pequeño artículo firmado por una mujer con estos contenidos. La fuente de esta información fue Diógenes de la Rosa. Lamentablemente los documentos no se han podido encontrar en los diversos repositorios nacionales.

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al parecer, fue la primera mujer que pronunció un discurso ante un nume-roso público en una sociedad obrera hacia 1914, y que sería años después fundadora y dirigente del Partido Nacional Feminista y de las Escuelas Taller para adultos y adultas analfabetas.

Juana Oller de Mulford y un grupo de maestras crearon en 1916 una agrupación femenina, el “Club Ariel”, con fines culturales. Sus miem-bros mantenían relaciones con maestras norteamericanas de la Zona del Canal y organizaban actividades intercolegiales conjuntas, sobre todo de carácter deportivo. Juana Oller ganó el primer concurso literario del club con su ensayo “Influencia de las mujeres en el sostenimiento de nuestra independencia nacional”, primer análisis sobre el papel político de las mujeres en Panamá que sostiene la importancia de la influencia de las mujeres en la política a través de las relaciones matrimoniales y de la maternidad, y en las ideas y actos de los hombres que fueron gestores de la independencia nacional. Juana Oller escribía también notas sociales en los periódicos, publicó varias obras literarias a lo largo de su vida, y fue miembro fundador de la Sociedad Nacional para el Progreso de la Mujer.

La principal gestora de esta sociedad feminista fue Esther Neira de Cal-vo (1890-1978), hija de un miembro principal de la primera Asamblea Constituyente de la República de Panamá, y relacionada a lo largo de toda su vida con la clase dirigente del país. Esther Neira se graduó de maestra y con posterioridad consiguió una beca con la que realizó estu-dios en Bélgica y Estados Unidos. Fundadora y dirigente de la SNPM, fue una de las dos primeras diputadas de Panamá, elegida en la II Asam-blea Nacional Constituyente en 1945 (con Gumersinda Páez, del Partido Nacional Feminista). Fue representante de Panamá en la Comisión Inte-ramericana de Mujeres de 1939 a 1949 y secretaria ejecutiva de la CIM desde esa fecha hasta 1965 3. 3 Se puede ampliar la información biográfica sobre Esther Neira y la casi totalidad de las mujeres mencionadas en este trabajo en: Yolanda Marco, Mujeres parlamentarias en Panamá, 1945-1995, IMUP, Panamá, 1999, y en Ángela Alvarado y Yolanda Marco: Mujeres que cambiaron nuestra historia, UNICEF-Fondo Mixto Canadá-Panamá-Universidad de Panamá, Panamá, 1996. 4 La primera Escuela Normal de Panamá fue la creada en 1872, bajo la dirección de un pedagogo alemán, Oswald Wirsing, y graduó a 51 maestros, pero era sólo para varones. En esa misma época se creó la primera Escuela Nor-mal para mujeres que tuvo una vida efímera, su directora y subdirectora fueron maestras colombianas, pero, tuvo que cerrar por falta de alumnas. La segunda experiencia, más exitosa, fue la fundación entre 1896 y 1899 de la Escuela Normal de Señoritas, dirigida por las dos hermanas Rubiano, maestras colombianas, donde se graduaron 33 alumnas como maestras.

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Como Neira de Calvo, otras mujeres, pertenecientes a las clases altas de la sociedad, que se formaron en colegios y universidades europeas y norteamericanas, a su regreso al país se incorporaron a la construcción de las instituciones educativas como profesoras, o a las instituciones de salud como enfermeras o miembros de la Cruz Roja. Una de ellas, Enri-queta R. Morales, enfermera, hija del entonces embajador de Panamá en Bruselas, vivió la Guerra Europea en Bélgica, allí conoció al movimiento sufragista, y desde esa temprana experiencia se dedicó a la lucha por los derechos de las mujeres y a la organización de la paz, a través de su tra-bajo en la Cruz Roja nacional y del movimiento feminista. A este grupo social también pertenecieron otras educadoras como Angélica Chávez de Patterson, Esperanza Guardia de Miró y Otilia Jiménez, también funda-doras de la SNPM, educadas también en Bélgica y Estados Unidos y que trabajaron en la organización del sistema educativo nacional.

Y es que el sistema educativo era muy precario todavía. Desde el año de su fundación, en 1904, las maestras eran formadas en la Escuela Normal de Institutoras, y los maestros en la Escuela Normal de Varones4 y poste-riormente en la Sección Normal del Instituto Nacional (fundado en 1909 y que, por carecer Panamá de universidad hasta 1935, era la única insti-tución con escuelas de educación superior para varones). Sin embargo, todavía en 1908, sólo un tercio del magisterio nacional estaba debida-mente acreditado, de ahí que los gobiernos invirtieran esfuerzos impor-tantes en la formación del personal docente con sus políticas de becas y con la contratación de docentes extranjeros. La política educativa, espe-cialmente con los gobiernos liberales, tuvo como ejes de acción el inten-to por extender al máximo la educación primaria (que era obligatoria, y la pública gratuita), la concesión de becas a estudiantes de ambos sexos (para seguir estudios superiores en el exterior del país, y en el interior del país para seguir los estudios secundarios que sí se podían realizar allí), y la contratación de profesores/as extranjeros, principalmente alemanes y chilenos, para enseñar en los establecimientos de educación secundaria (especialmente en el Instituto Nacional y en la Escuela Normal de Insti-tutoras). Hasta 1919, año de la aprobación de la ley de coeducación que permitía la educación de ambos sexos en los mismos centros escolares (y, por lo tanto, el ingreso de mujeres en el Instituto Nacional), el acceso

de las mujeres a la educación superior se limitaba a la Escuela Normal de Institutoras y a la formación en algunas profesiones como la de telegra-fista, modistería, estenógrafa, y poco más (la Escuela Profesional tuvo una breve existencia hasta 1917, y fue reabierta en 1923) 5 .

Panamá vivió en los años posteriores a la I Guerra Mundial un período de agitación intelectual, de efervescencia de los movimientos sociales que emergían al calor de la crisis económica y con la esperanza que las revoluciones rusa y mexicana les proporcionaron. La primera huelga de maestros se produjo en 1919 y en ese mismo año tuvo lugar la mayor huelga de obreros de la zona del Canal; oleadas de reivindicaciones die-ron lugar a la formación de la Federación Obrera de Panamá en 1921. Los ecos del feminismo europeo y norteamericano, y del feminismo so-cialista llegaban a través de la prensa ordinaria y de la prensa obrera (la revista Cuasimodo tuvo un papel destacado entre 1919 y 1920).

La periodista socialista de origen colombiano Lola Collante constituía en sí misma un modelo de mujer nueva que sería reivindicado también, con sus propias características, por otras mujeres no socialistas que escribían en la prensa nacional. Bajo el pseudónimo de Clara escribió Esperanza Guardia de Miró, y con el pseudónimo de Alma otra mujer (probablemente, aunque no es seguro, Enriqueta Morales), sin duda la representante más destacada del feminismo liberal panameño. También contribuían a la modernización del modelo tradicional de mujer las nor-teamericanas de la Zona del Canal, con sus organizaciones, sus activida-des profesionales, su forma de vida, y su feminismo 6.

Así, entre los años de 1916 y 1919, se hicieron asiduas las voces feme-ninas; ya no sólo en revistas y periódicos, también, en la primera asocia-ción de maestros, en la Federación de Estudiantes de Panamá (creada en 1921) y en varias hermandades de mujeres trabajadoras asociadas a la Federación Sindical Obrera (del mismo año).

5 Se puede ampliar la información sobre la educación de las mujeres en Panamá en Yolanda Marco: Clara Gonzá-lez de Behringer -Biografía-, UNICEF-Fondo Mixto Hispano Panameño de Cooperación -Facultad de Humanida-des de la Universidad de Panamá, Panamá, 2007, Capítulo 1.6 Ver el trabajo de Miriam Miranda: “Las organizaciones femeninas en la Zona del Canal” , en F. Aparicio, Y. Marco, M. Miranda y J. Zurita; Historia de los movimientos de mujeres en Panamá en el siglo XX, IMUP, Uni-versidad de Panamá, 2002.

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Esas voces femeninas reivindicaban para sí autonomía moral, indepen-dencia económica y de pensamiento; denunciaban los prejuicios sociales misóginos; pedían para la educación de las mujeres generosidad, deli-cadeza, bondad, pero también la reflexión y la formación intelectual y profesional. Se mostraban como mujeres apasionadas por la vida, que escribían sobre y para las mujeres, pero también para la sociedad en general sobre asuntos sociales y políticos. Eran atrevidas y a la vez ra-cionales, unas más conservadoras que otras pero todas proponiendo una nueva mujer. Lola Collante les diría: ¿No sentís que vibra en vosotras un temblor de tímidas alas ignoradas? (...) recogeos al fondo de vosotras mismas y removed los tesoros escondidos que todas poseemos y apren-ded a hacer de un grano de arena una roca, y de una roca un baluarte 7. Las experiencias femeninas condujeron a la creación de dos asociaciones feministas. De una parte, la asistencia de Esther Neira de Calvo como re-presentante de Panamá al Congreso de Baltimore de 1922, enviada por el presidente Belisario Porras, amigo de su padre, fue determinante para la organización de la SNPM en 1923, mientras que la organización del mo-vimiento obrero y los ecos del socialismo y del anarquismo internacional nutrieron al feminismo socialista del Grupo Feminista Renovación en 1922.

2. DOS DÉCADAS DE LUCHA

Clara González (1898-1990), maestra y primera abogada del país, líder indiscutible del sufragismo panameño 8, y un grupo de mujeres, maestras en su mayor parte, fundaron el Grupo Feminista Renovación cuyo mani-fiesto constituye la primera expresión colectiva del movimiento feminis-ta panameño en diciembre de 1922 9. Este grupo, en septiembre de 1923, y por acuerdo del Primer Congreso Feminista (celebrado en septiembre de 1923), crearía el Partido Nacional Feminista. 7 Lola Collante, “A los oídos de mis hermanas de América”, Revista Cuasimodo, No. 8, marzo de 1920 (En Yo-landa Marco: “El movimiento sufragista en Panamá y la construcción de la mujer moderna”, en Yolanda Marco (coordinadora): F. Aparicio, Y. Marco, M. Miranda y J. Zurita: Historia de los movimientos de mujeres en Panamá en el siglo XX, Colección Agenda del Centenario, ProIgualdad-Instituto de la Mujer de la Universidad de Panamá, Panamá, 2002, Capítulo 2.8 Su tesis de graduación, La mujer ante el derecho panameño, de 1922, año de su graduación en la primera pro-moción femenina del Instituto Nacional, constituye el primer estudio sobre la situación legal de las mujeres en Panamá.9 Este manifiesto fue redactado por Elida Campodónico de Crespo (“Del Grupo Feminista Renovación. La eman-cipación de la mujer: algunos de los fines que persigue el Centro”, en Y. Marco: “El movimiento sufragista… , Opus cit..).

Clara González es la personalidad más destacada del feminismo pana-meño. Nacida en la provincia de Chiriquí en el occidente del país en 1898, hija de un pobre inmigrante español y de una campesina de origen indígena, vivió su infancia en la pobreza y sufrió la violencia sexual, estudió con la ayuda de becas y de su trabajo de maestra. Su intelecto, agudeza y valentía le ganaron el respeto de sus amigas y copartidarias, pero también de sus adversarios. Entre 1927 y 1930 estudió en la Uni-versidad de Nueva York. Fue la líder indiscutible del PNF y luego de la Unión Nacional de Mujeres, y la primera jueza del Tribunal Tutelar de Menores. Se casó en 1943 con Charles Behringer

10.

El movimiento feminista nació en Panamá dividido en dos grupos, el Par-tido Nacional Feminista (PNF) y la Sociedad Nacional para el Progreso de la Mujer (SNPM). Ambas se proclamaban feministas y compartían al-gunos objetivos (como la necesidad de la educación y de un nuevo papel en la sociedad para la mujer). Sin embargo, tenían grandes diferencias ideológicas y políticas. El PNF, cuyas afiliadas eran mayoritariamente (aunque no exclusivamente) mujeres de las clases populares o maestras de origen popular, tenían simpatías con el socialismo o el anarquismo, algunas de ellas como la misma Clara González militaron en organiza-ciones o partidos socialistas o comunistas. La SNPM, en cambio, era una organización de mujeres de las clases oligárquicas, de pensamiento liberal y muchas de ellas pertenecían a familias de destacado linaje libe-ral. Como consecuencia, también se diferenciaban sus programas y sus formas de lucha. El PNF tenía en su programa de 20 puntos reivindica-ciones de carácter social (reivindicación del trabajo para las mujeres, de leyes laborales, de leyes específicas para la niñez, de protección de la maternidad obrera, etc.), otras de carácter económico (sobre todo acerca de la necesidad de desarrollar la industria nacional como forma también de combatir el desempleo), además de las específicamente orientadas a la obtención de la igualdad civil y política de las mujeres, e hizo de la reivindicación del sufragio su bandera de lucha, porque consideraba que era un derecho impostergable y que constituía la llave para que las mujeres accedieran no sólo al poder sino al poder como instrumento de transformación social, hacia lo que llamaban “la emancipación total de

10 Para más información, ver Yolanda Marco: Clara González…, Opus cit.

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las mujeres”; en otras palabras, el proyecto del PNF era un proyecto de transformación integral de la sociedad, tal como lo era en el feminismo socialista. La SNPM, aunque decía estar de acuerdo con el sufragio fe-menino, nunca luchó por él ni fue una organización sufragista, se centró en la organización de las mujeres para mejorar la educación nacional y la educación femenina, para atender algunos problemas sociales acuciantes (como la educación de las madres para el cuidado de los hijos, a través de la difusión de la puericultura), en resumen, asumieron como propios algunos de los proyectos del liberalismo que deseaba transformar la so-ciedad panameña, anclada en muchos aspectos en el siglo XIX, en una sociedad moderna, progresista, “civilizada” (este aspecto “civilizador” de las organizaciones feministas, que compartían el PNF y la SNPM, fue el que les concitó el apoyo de los liberales más progresistas). Por supues-to, también el programa del PNF incluía puntos relativos a la salud y al cuidado de los niños, y también al cuidado y embellecimiento de la ciu-dad (como si fuera la “casa grande”), manteniendo el papel de cuidadora de la mujer, ya no sólo de la familia, sino de la sociedad entera.

Las mujeres de ambos grupos estaban separadas por su pertenencia a generaciones distintas, la SNPM estaba formada por la generación de mujeres que habían nacido entre 1880 y 1890 (la primera generación de feministas) y las del PNF eran de una generación más joven, nacidas en-tre 1895 y 1910. Tenían también experiencias de vida diferentes: muchas de las mujeres de la SNPM, al menos entre sus mentoras y dirigentes, habían residido y estudiado en el extranjero, eran casadas y con hijos en su mayoría; mientras que las del PNF eran mujeres formadas principal-mente al calor de los incipientes movimientos sociales nacionales, eso sí con todas las influencias intelectuales y políticas provenientes de Europa y Latinoamérica, y sus experiencias internacionales se producirían más tarde, ya en la década de los años treinta.

El PNF luchaba difundiendo sus ideas y propuestas políticas, precisadas en cada coyuntura en los escritos que elevaba a la Asamblea Nacional, casa por casa, en los barrios populares de la capital (y también en las capitales de provincias, en donde tenía agrupaciones locales), en los za-guanes de las casas de inquilinato, entre las mujeres de los barrios popu-lares, solicitando firmas de apoyo a sus reivindicaciones. Consiguieron

cambios importantes, como la Ley 43 y la Ley 52 de 1925 que incluye-ron la mayoría de las peticiones hechas por el PNF, aunque quedaron pendientes aspiraciones tan importantes como el derecho al sufragio, el jurado femenino, la igualdad de derechos en la patria potestad de los hi-jos, las cortes juveniles y las cárceles especiales para mujeres; y tampoco se tomaron en consideración las peticiones de carácter social, educativo y económico. Las ofensivas del PNF tuvieron una consecuencia adversa, que fue la reacción antifeminista de la Asamblea Nacional que definió en la nueva ley electoral de 1925 que eran ciudadanos elegibles “todos los ciudadanos varones de la República” 11. El PNF publicó seis números de la revista Orientación Feminista en la década de los años veinte, y la revista Nosotras en la de los treinta. Publicó además un libro, Recuerdo del Partido Nacional Feminista, en 1926. Uno de los proyectos que las enorgullecía más era la creación y mantenimiento de 1923 a 1930 de la Escuela de Cultura Femenina para mujeres adultas.

Los aliados políticos del PNF fueron algunas agrupaciones e individua-lidades anarquistas y socialistas que se agitaban en el incipiente movi-miento obrero nacional. La Federación Obrera de Panamá en su pro-grama de 1921 fue la primera en incluir la reivindicación del sufragio femenino. José María Blázquez de Pedro, anarcosindicalista español mentor del movimiento obrero panameño, defendió el feminismo más radical, que no debía conformarse con el derecho al voto sino exigirlo todo, basado en dos pilares: la independencia económica y en la libertad sexual y amorosa 12. Pero también en el sector obrero tuvo el sufragio femenino opositores, esgrimiendo razones tales como que la mujer se convertiría en competidora y enfrentada al hombre con lo que se pondría en peligro la causa de las clases desvalidas; que la mujer no necesitaba el sufragio porque la podían apoyar y proteger la clase trabajadora; y la razón más poderosa: la lucha verdadera debía hacerse por las clases

11 La Constitución de 1904, la primera de la República, decía que “todos los ciudadanos panameños” tenían dere-cho al sufragio, esto sirvió como argumento a las feministas y a las fuerzas políticas e intelectuales que las apo-yaban para afirmar que las mujeres panameñas tenían el derecho al sufragio. Las prohibiciones explícitas al voto femenino se establecieron a través de la legislación electoral. (Para ampliar, ver: Mujeres que cambiaron nuestra historia, y Clara González de Behringer –Biografía-).12 J.M. Blázquez de Pedro: “El feminismo completo”, en El Tiempo, 5 de enero de 1922 (Ver Y. Marco “El movi-miento feminista…”, Opus cit.).

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oprimidas, sin distinción de sexo ya que la opresión era del capitalismo hacia los productores, hombres y mujeres, y el sufragio dividiría a la clase y la debilitaría 13.

Los políticos e intelectuales liberales apoyaron al feminismo moderado de la SNPM, que expresaba el ideal de femineidad progresista, moderna, pero que no ponía en cuestión las relaciones intergenéricas existentes con exigencias como las del voto, que podía trastocar el orden “natural” dentro de la familia y en la sociedad. Sólo los sectores más progresistas del liberalismo apoyaron de forma consecuente la reivindicación femi-nista del sufragio, y entre quienes así se comportaron destacaron Eusebio A. Morales (destacado jurista y político, varias veces ministro), José D. Moscote (un importante educador, rector en varios períodos del Instituto Nacional, editorialista y redactor de la revista Cuasimodo y en varios periódicos), y Jeptha B. Duncan (educador, varias veces secretario de instrucción pública, político destacado).

La oposición más fuerte a la coeducación y al sufragismo partía de los sectores próximos o miembros del partido conservador, que criticaban duramente y agredían a las mujeres que se atrevían a desafiar las con-venciones. Esta oposición conservadora gozó del decidido y poderoso apoyo de la iglesia católica. Monseñor Guillermo Rojas y Arrieta, obispo de Panamá desde el año 1912 hasta 1926 y primer arzobispo de Panamá desde ese año, jugó un importante papel de oposición a algunas de las más significativas leyes liberales que empezaron a regir en 1917, como la ley de la obligatoriedad del matrimonio civil, la ley del divorcio y la ley de coeducación. La iglesia católica hizo campañas en contra y el obispo llegó a excomulgar a los diputados que votaron las leyes de matrimonio civil y del divorcio, fomentando también protestas escritas en los periódicos e incluso manifestaciones hacia la presidencia de la República y la Asamblea Nacional pidiéndoles que impidieran la “pro-pagación del ateísmo en las escuelas” y la destitución del secretario de instrucción pública, en 1926 seguía esta campaña contra la enseñanza laica y la coeducación 14.

13 Editorial titulado “¿Debe votar la mujer?”, firmado por Narciso Navas, el 17 de marzo de 1923. Ver Y. Marco: “El movimiento feminista…”, Opus cit.14 Ibidem.

El movimiento feminista panameño tuvo relaciones con las organizacio-nes feministas americanas desde su origen. Como vimos, el Congreso de Baltimore estuvo en el origen de la SNPM, y la feminista norteamerica-na Carrie Chapman Catt visitó Panamá en 1923, en su gira por América Latina, siendo recibida por las más altas autoridades del país y de la Zona del Canal. En la conferencia que dio en la ciudad de Panamá, Catt expuso una visión muy pesimista de la situación de las mujeres y del feminismo en América Latina; según ella, no estaban dadas las condi-ciones para luchar por el sufragio en la región y había que realizar una profunda labor educativa entre las mujeres antes que nada, además de ganar el apoyo del elemento masculino al que calificaba de machista. Estas opiniones fueron criticadas duramente por J. D. Moscote, porque, aducía él, había hombres latinoamericanos que apoyaban y luchaban con las mujeres por el sufragio, y porque, en su opinión había que demandar ya el derecho al voto porque los derechos son impostergables. En años posteriores, hubo representación panameña en prácticamente todos los congresos organizados por la Asociación Panamericana para el Progreso de la Mujer, a los que acudía primero la SNPM (1922 en Baltimore, 1925 en Washington) y luego el PNF (en 1928 la representante de Panamá fue Clara González). El PNF tuvo desde muy temprano relaciones con las organizaciones feministas latinoamericanas; en 1926, Clara González fue invitada a participar al Congreso Femenino Internacional de Santia-go de Chile, pero no pudo asistir por no contar con el apoyo del gobierno panameño, y en la década de los años treinta Clara González y el PNF fueron quienes representaron al sufragismo panameño en prácticamente todas las instancias internacionales norteamericanas y latinoamericanas.

En 1926 se celebró en Panamá el Congreso Interamericano de Mujeres cuyo origen se sitúa en una gran cantidad de iniciativas internacionales posteriores a la guerra europea, y en la Conferencia Panamericana de Mujeres de Washington de 1925, uno de cuyos propósitos fue considerar la creación de un organismo permanente que uniera a las mujeres ameri-canas en una Unión Interamericana de Mujeres, hacia la cual se trataba de caminar. De forma paralela e independiente a estos hechos, se estaban produciendo otras iniciativas para celebrar un congreso americanista que

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confluyeron en la idea de conmemorar el primer centenario del Congreso Bolivariano de 1826 celebrado en Panamá, para lo cual se propuso a la ciudad de Panamá como sede. Esta coyuntura de la conmemoración del Congreso Bolivariano en Panamá en 1926, fue aprovechada, al parecer, por Esther Neira de Calvo para solicitar la celebración paralela de un congreso panamericanista de mujeres. La iniciativa fue aceptada y el Congreso Interamericano de Mujeres de Panamá tuvo lugar del 19 al 26 de junio de 1926, a la par que el otro, con nutrida asistencia de repre-sentantes de países latinoamericanos. Su presidenta fue nombrada por el secretario de instrucción Octavio Méndez Pereira, y fue Esther Neira de Calvo. Fueron nombradas presidentas honorarias todas las esposas de los presidentes de las repúblicas americanas, y entre las vicepresidentas es-tuvo la feminista uruguaya Paulina Luisi (que no pudo asistir pero mandó su ponencia escrita). El Congreso trabajó en cuatro comisiones: Bienestar del niño, Legislación, Educación y Relaciones Interamericanas. La co-misión de Bienestar del niño la presidía la panameña Enriqueta Morales 15, y sus miembros eran representantes de otros países: Srta. Moya, Srta. Conte, Sra. Cuervo, Algélica Palma (de Perú), Srta. Pool, y Srta. Gil. La comisión de Legislación la presidía la feminista cubana Dra. Ofelia Do-mínguez 16, y eran miembros de ella Clara González, y Zoraida Díaz de Schtronn por el PNF de Panamá, Rosa Ríos, Berta Alicia de Roig, y J.E. Wertperg. La comisión de Educación la presidía la norteamericana Dra. E. Fahnneflock 17, y sus miembros eran Rosa Tornero (de Bolivia), Elida de Crespo, Georgina Jiménez y Zoraida de Schtronn (las tres del PNF), Sra. De Jaén, Srta. Arosemena y Srta. Ayala (de la SNPM de Panamá), María B. Sánchez Pinilla (peruana), Sra. Castillo, y Sra. Emma López Seña (cubana). La comisión de Relaciones Interamericanas estaba presi-dida por la peruana Angélica Palma 18, y sus miembros eran Mrs. Hallwy (norteamericana, representante de la Liga Nacional de Mujeres Votantes y de la Asociación de Mujeres Universitarias de Estados Unidos), Clara González, Georgina Jiménez y Zoraida Díaz de Schtronn del PNF de Panamá, Sra. Patterson (de la SNPM de Panamá), Mrs. Lee Ngkarth, y Srta. Rita Moya.

15 En El Tiempo, 17 de junio de 1926.Ver Y. Marco: “Ruptura…”16 Ibidem.17 Ibidem.18 Ibidem.

Los temas más destacados de las discusiones fueron la coeducación, que se propuso implantar en los sistemas escolares americanos por inicia-tiva de Elida de Crespo, con la oposición de una delegada de la Zona del Canal que argumentaba que esto iría en detrimento de la hermandad entre las jóvenes –womanhood-. Fue aprobada también una moción so-bre la protección del trabajo de la mujer, y solicitudes a los presidentes de Venezuela y de Nicaragua para el indulto de presos políticos. La in-vestigación de la paternidad y los derechos de las madres no casadas, planteados por Paulina Luisi en su ponencia “La madre ante la ley”, levantaron gran polémica así como su propuesta acerca de que la función social de la maternidad ameritaba un subsidio familiar para las madres, que debería ser proporcional al número de hijos, aunque finalmente su propuesta fue aprobada. También fue aprobada la petición de la igualdad de derechos civiles y políticos de la mujer, a solicitud de Ofelia Domín-guez. Clara González presentó una moción para que el Tratado entre Panamá y los Estados Unidos que se estaba negociando en ese momento se realizara sobre las bases de la “confraternidad americana”; fue deba-tida acaloradamente y finalmente desechada por considerarse un asunto exclusivamente local. Clara González propuso en términos muy claros la exigencia de la igualdad de derechos allí donde la mujer no los tuvie-ra, incluido el de sufragio, y la formación de la Liga Interamericana de Mujeres para luchar juntas todas las mujeres americanas por el derecho a la igualdad. El debate sobre el derecho al sufragio fue extenso, causó pánico entre las delegadas que sostenían que la mujer no estaba prepa-rada para ejercerlo19. Este mismo grupo propuso que la representación estadounidense por ser la de mayor número de delegadas fuera excluida de la votación porque podía definir el resultado, no fue aprobada la mo-ción y la propuesta de González fue adoptada por mayoría de votos 20.

19 Ibidem. 20 Las delegadas internacionales de las que se menciona alguna información son: Ana Rosa Tornero, de Bolivia, delegada del gobierno, catedrática, directiva de Ecos femeninos, miembro del Ateneo Femenino; Emma B Swi-ggett, de la Liga Nacional de Mujeres Votantes y de la Asociación de Mujeres Universitarias de Estados Unidos; Mrs. James Brown Scott, de la sección de Estados Unidos del Comité Panamericano de Mujeres, (estas dos últimas esposas de miembros del Congreso Bolivariano); María Selva, nicaragüense; Cristina Zapata, escritora también nicaragüense; Angélica Palma, literata, peruana; Marisa Vélez Sánchez y Concha Pinilla, del Perú; Emma López de Seña, pedagoga , y la Dra. Ofelia Domínguez, abogada, ambas connotadas feministas cubanas; ya hemos visto que la Dra. Paulina Luisi no pudo asistir personalmente aunque envió sus propuestas.

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La Sra. de Calvo propuso, y fue aceptado, que se añadiera la creación de Escuelas de ciudadanía en cada país para preparar a las mujeres. Al pa-recer también se aceptó la resolución que decía “que las mujeres puedan tener iguales derechos políticos que los hombres”, lo cual venía a ser un reconocimiento general de los derechos políticos de las mujeres que se prestaba a interpretaciones diversas, para unas incluía el derecho al su-fragio pero, para quienes no eran partidarias de incluir el tema del sufra-gio, de manera explícita, esta formulación general resultaba aceptable.

En los años treinta, sólo sobrevivió el Partido Nacional Feminista. Du-rante su permanencia de casi tres años en Nueva York, Clara González conoció a Alice Paul y tuvo relaciones con el Partido Nacional Feminista norteamericano, aunque desconocemos cómo fueron. Estas relaciones se mantuvieron a lo largo de las décadas siguientes, porque Clara Gon-zález se adhirió a la Federación Americana de Mujeres Abogadas, de la que Alice Paul fue presidenta. A partir de 1930, el PNF reafirmó su carácter popular y sus simpatías con el partido socialista y comunista. El PNF publicó, en la segunda mitad de la década, la revista Nosotras (de la que no se ha podido encontrar ningún ejemplar) dirigida por Oti-lia Arosemena de Tejeira (educadora, escritora e intelectual reconocida internacionalmente, miembro del Consejo Directivo de la UNESCO y representante de Panamá en la Comisión Interamericana de Mujeres en los años sesenta).

Las actividades más importantes del PNF, en este período, fueron las campañas con ocasión del Memorial que presentó a la Asamblea en 1932, la campaña por el derecho de las mujeres a obtener la cédula de identidad personal en 1934, la organizada en torno a la discusión en la Asamblea de una propuesta de reforma de la ley electoral para reconocer a las mujeres el derecho al sufragio en el año 1936, y la organización del II Congreso Feminista Nacional en 1938.

La división política entre las fuerzas nacionalistas (con el surgimiento de un nacionalismo filofascista populista) y también entre los liberales (el Partido Liberal estalló en varios partidos), la práctica desaparición del Partido Conservador, y la difícil existencia de los dos partidos de izquierda, el socialista y el comunista (que era clandestino), junto a la

creciente violencia política, constituyeron el marco político en el que se desenvolvieron las actividades del PNF en los años treinta. La estrategia del PNF, que parece corresponder al pensamiento de sus dirigentes, era no someter al partido a ningún otro y preservar siempre su autonomía, al margen de las simpatías personales de sus militantes.

Durante las elecciones de 1936, el país se dividió en dos bloques en-frentados (de una parte los nacionalistas y de otra los partidos liberales y de izquierda) y se instaló la violencia, no sólo en la calle sino en las instituciones. Las militantes del PNF se alinearon con el Frente Popular. En esa coyuntura, se planteó de nuevo la posibilidad de que las mujeres obtuvieran el voto con la propuesta de ley presentada por el diputado liberal Alfredo Alemán. En esta ocasión, Clara González y Esther Neira se sentaron juntas en las gradas de la Asamblea Nacional para apoyar la propuesta de sufragio femenino.

El proyecto sobre el sufragio femenino en la Asamblea fue defendido por liberales renovadores 21 y socialistas. Se opusieron los liberales más conservadores y los nacionalistas de Acción Comunal (el nacionalismo más radical, de Arnulfo Arias, no tenía aún el poder político). Los argu-mentos de los detractores del voto fueron realmente pobres y anticuados: la participación de la mujer en la política provocaría una revolución en el hogar, destruyendo la paz que reinaba en él; las mujeres no se han des-envuelto lo mismo que los hombres por lo que no tienen experiencia, y algunos similares. Los defensores del sufragio femenino argumentaron, de manera exhaustiva, hasta prácticamente no olvidar ninguna posible defensa. Se utilizaron argumentos basados en la interpretación de la ley (el argumento de que la Constitución de 1904 no decía literalmente que las mujeres no eran ciudadanas), argumentos médicos sobre la igualdad, argumentos de carácter sociológico (la incorporación de las mujeres al trabajo y a la vida social no había destruido la familia)… Un argumento político llama la atención: liberales y socialistas defensores del sufragio femenino reivindicaron una idea de la democracia incluyente, y la idea de que “lo democrático, lo republicano, lo liberal” era respetar la volun-

21 El Partido Liberal Renovador, cuyo máximo dirigente fue Francisco Arias Paredes, persona muy apreciada por Clara González, propugnaba políticas sociales favorables a la clase obrera, al campesinado, a los grupos indígenas y a las mujeres, y un intento real de democratizar al país.

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tad democráticamente expresada de la ciudadanía, fuera esa la que fuera. Quedó bastante evidente en el debate que la oposición al sufragio de par-te de los liberales estuvo causada por el miedo a que el voto de la mujer fuera a trastocar el orden político establecido 22. Los menos timoratos y más democráticos, como el diputado Vidal, opinaban que no era honesto negarle el voto a las mujeres con base en los principios del liberalismo y sabiendo, además, que éstas desempeñaban un papel político de impor-tancia desde hacía tiempo, y citaba como demostración la importancia de ciertas mujeres en su partido 23. Otra de las razones de la oposición, en una situación de enfrentamiento ideológico tan grave como la que se vivía en esos momentos, era el miedo al voto de la izquierda, como expresó el diputado González: “Yo creo, HH. DD., que el miedo que se le tiene al voto femenino no es tanto por el clero como por las ideas de izquierda” 24. Los votos estuvieron empatados durante varios días hasta que en la votación final se perdió la aprobación del proyecto de ley sobre sufragio femenino por un voto, que, según Clara González, pertenecía a un diputado a quien el presidente Arosemena compró 25.Los partidos que defendieron el sufragio femenino fueron los que forma-ban parte del Frente Popular 26, con la excepción del Partido Doctrinario Demócrata (que tenía en su programa el apoyo al “derecho progresivo” de las mujeres al voto). Se oponían en bloque los partidos del gobierno, compuesto por el Partido Liberal Nacional, el Partido Nacional Revolu-cionario (pese a que en su programa sí reconocía el derecho al sufragio de las mujeres). El nacionalismo representado por Arnulfo Arias, que no llegará al poder hasta 1940, se pronunció a favor del derecho de las mu-

22 El diputado Vidal afirmaba: “El derecho de la mujer emita su voto en las elecciones populares es una cosa sencilla, pero en Panamá se le ha querido dar el aspecto de un problema agitante y se le ha dado tal interpretación que parecería como si el voto de la mujer panameña fuera a trastocar el orden político de las cosas, cuando no hay tal cosa absolutamente”, en el Diario de los debates, del día 8 de octubre de 1936, pág. 2. Ver Y. Marco: “El movimiento sufragista…”, Opus cit.23 Como se relata en el Diario de Debates del 16 de octubre de 1936, (decía el diputado Vidal que) “las mujeres se han preparado y había muchas dirigentes femeninas, él quería tratar de demostrar que ‘sin gozar del voto fe-menino, la mujer panameña es factor importantísimo y decisivo en las luchas eleccionarias y que ella pone toda su previsión patriótica en beneficio de la causa que considera propia, que hace suya. Y si le pedimos su apoyo, no es inteligente ni honrado negarle su capacidad política’”, y mencionaba a continuación varias mujeres líderes políticas liberales de su provincia con enorme influencia: Cristobalina Murgas, Eva Santa María, Manuela de Watson, y Amalia Zapata.24 Diario de los Debates, 15 de octubre, ver Y. Marco: Clara González…, Opus cit.25 Ver Y. Marco: Clara González…, Opus cit., Capítulo 3.26 El Frente Popular, aglutinado alrededor del candidato a la presidencia Domingo Díaz, estaba formado por: Parti-do Socialista, Partido Liberal Doctrinario, Partido Doctrinario Demócrata –o Liberal Demócrata-, Partido Liberal Unido –el de Belisario Porras-, el Partido liberal Renovador y Acción Comunal.

jeres al sufragio, aunque no lo reconoció en la Constitución que elaboró en 1941.

Después de la derrota de 1936, el PNF se abocó a la realización del II Congreso Nacional Feminista, cuyo propósito fundamental era refun-dar el PNF, transformarlo en una organización democrática y masiva de mujeres unidas por un objetivo común: la consecución del sufragio, una organización frentista en la que cupieran mujeres de un amplio espectro político. El PNF buscó, para la realización del congreso, el apoyo de las organizaciones feministas de la Zona del Canal (Club de Mujeres Uni-versitarias, Club de Mujeres de Pedro Miguel y de la Liga Femenina). El presidente Arosemena protestó ante el gobernador de la Zona del Canal por la “intromisión” que esto representaba, y éste, a su vez, prohibió a Ruth Williams, del Club de Mujeres Universitarias, que volviera a par-ticipar en actividades del PNF. Las amenazas de despido a las militan-tes del PNF, y la campaña de persecución política y económica de sus dirigentes, dio como resultado que Clara González y otras mujeres se autoexiliaran a Costa Rica.

3. LA ETAPA FINAL: LA UNIÓN NACIONAL DE MUJERES Y LA CONSTITUCIÓN DE 1946

La nueva Constitución de 1941 promulgada durante el gobierno arnulfis-ta negaba de manera explícita y sin equívocos el derecho de ciudadanía a las mujeres, al proclamar de manera expresa: “Son ciudadanos de la República todos los panameños varones mayores de veintiún años”; pero la ley electoral les otorgaba, a cambio, el derecho restringido a elegir y ser electas en las elecciones para representantes de los ayuntamien-tos provinciales a un selecto grupo de mujeres, las mayores de 21 años, con diploma universitario, vocacional, normal o de segunda enseñanza (derecho que nunca se hizo efectivo) 27. En los debates de la Asamblea en junio de 1941 para la regulación de la ciudadanía femenina, algunos diputados liberales, integrados en la coalición en el poder, estuvieron en contra de las restricciones a los derechos políticos femeninos (Varela,

27 Diario de los Debates, 15 de octubre, ver Y. Marco: Clara González…, Opus cit.

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Alemán, Othon, Chiari y Jiménez). Los partidarios de la limitación del sufragio femenino sostenían que ésta era mejor que duplicar la cantidad de sufragantes inconscientes. El Partido Nacional Feminista se opuso con todas sus fuerzas al proyecto político arnulfista, y a la Constitución de 1941, y Clara González rechazó la colaboración con su gobierno.

Desde diciembre de 1944 a mayo de 1945, se produjo un cambio funda-mental en la coyuntura para las mujeres y las fuerzas democráticas del país cuando, fruto de las presiones sociales, el presidente Ricardo A. de la Guardia convocó a elecciones para la Asamblea Nacional Constitu-yente y luego se celebraron las elecciones. En el marco de este nuevo escenario político, las sufragistas encontraron nuevos aliados: la Federa-ción de Estudiantes de Panamá, las organizaciones sociales y sindicales, sumados a organizaciones preexistentes como los nacionalistas del par-tido arnulfista (que, desplazados del poder en 1941, no tenían nada que perder y sí mucho que ganar con el voto de las mujeres), y los partidos liberales que aspiraban ya no a conservar el poder sino a reconquistarlo.

En esa situación, se creó la Unión Nacional de Mujeres, formada por el PNF y mujeres de los partidos de la alianza de los frentes populares. La Liga Patriótica Femenina nació como la organización de carácter más conservador, continuadora de la SNPM, con una fuerte influencia de la iglesia católica. Representaban clases sociales diferentes: más decantada hacia las clases media, obrera y campesina la UNM, y más representativa de las clases altas y medias la LPF 28. La UNM presionó para conseguir que la convocatoria a elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente se hiciera de forma que las mujeres tuvieran las mismas oportunidades que los hombres para elegir y ser electas, a lo que se unió la LPF, y se consiguió no sin algunas reticencias.

La incorporación de las mujeres en esos años a la vida social en el trabajo, en las organizaciones, e incluso en las instituciones del Estado como fun-cionarias públicas, había contribuido enormemente a cambiar su imagen, 28 Para ampliar, ver: Y.Marco: Mujeres parlamentarias…, Opus cit.

situación que ocurrió también en muchos países latinoamericanos, como afirma Lavrin: “Ya para los años 30 la imagen de la sufragista había, en parte, perdido su calidad amenazadora de destrucción del orden social, para convertirse en una figura encargada de una terapia bienhechora que rendiría grandes beneficios a la nación” 29. En 1941 fue ministra de tra-bajo María Santo Domingo de Miranda, por el breve período de tiempo que duró el gobierno de Arias, la misma Clara González fue inspectora de trabajo a mitad de la década de los años treinta y en 1942 cooperó en la redacción de la ley del Instituto de Vigilancia y Protección del Niño, antecedente del Tribunal Tutelar de Menores. El departamento del censo de la Contraloría estaba en manos prácticamente de profesionales feme-ninas (Georgina Jiménez de López era su directora y trabajaba con ella Carmen Miró). En resumen, estaba bien probada no sólo la capacidad profesional de las mujeres, sino su capacidad también en los trabajos de administración del Estado, y quedó probado también el hecho de que ninguna catástrofe había ocurrido por ello y, lo que quizá era aun más importante, que no se había producido ningún reordenamiento que cam-biara de manera radical la relación entre los sexos y en los roles sexuales.

El resultado de las elecciones favoreció a las candidatas de la Liga Pa-triótica Femenina, cuyo programa se basaba en una defensa general de la democracia y de los derechos femeninos. Clara González, que se presen-taba con un programa mucho más concreto y progresista de cinco puntos básicos: la igualdad de derechos para mujeres y hombres, la protección de la maternidad, la rehabilitación social y económica del hogar pana-meño, la defensa de las reivindicaciones de los obreros, campesinos e indígenas, la defensa de la orientación democrática de la educación y la dignificación del magisterio y de todas las carreras femeninas, no fue en cambio elegida. Los resultados electorales estuvieron influidos por la ingerencia gubernamental, pero parece indiscutible también la pre-ferencia del electorado por los partidos tradicionales que eran los que apoyaban a las mujeres de la LPF, lo cual es comprensible en el marco de las relaciones políticas basadas todavía entonces en gran medida en el clientelismo. La nueva constitución se elaboró sin la UNM, pero sus inspiradores fueron tres hombres que siempre estuvieron de acuerdo con el principio filosófico del derecho de las mujeres al sufragio y con la 29 A. Lavrin: “Recordando la génesis del sufragio”, pág. 8.

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necesidad política del reconocimiento del sufragio femenino: Eduardo Chiari (conservador), Ricardo J. Alfaro y José D. Moscote (liberales). La Asamblea Nacional Constituyente aprobó así el Artículo 97 de la nueva Constitución que consagraba el derecho a la ciudadanía de “todos los pa-nameños mayores de veintiún años, sin distinción de sexo”. La Constitu-ción de 1946 instituyó otra serie de derechos que afectaban la situación de las mujeres y otros sectores desprotegidos de la sociedad, enmarcada en la orientación de los Estados de bienestar que surgieron después de la II Guerra Mundial.

Se conseguía así la igualdad de las mujeres con los varones ante las le-yes, y se cerraba de esta manera una larga etapa de luchas de casi tres dé-cadas. Comenzaba otra etapa tanto o más difícil y compleja de luchas por la equidad, muchas de las viejas reivindicaciones de las mujeres, como la aspiración a una real autonomía y libertad personal, y otras nuevas descubiertas en las nuevas coyunturas, se pondrían en marcha y manten-drían viva la utopía sufragista aun por conquistar.

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Introducción

En los últimos años, el tema de la seguridad ciudadana ha cobra-do importancia paulatina, dado los hechos que contemplan altos niveles de violencia en el país, traducido en estadísticas cada vez

más amplias de homicidios, como el principal indicador de esta situa-ción. Esta circunstancia, como cualquier otra, es el resultado de un con-junto de acontecimientos históricos que configuran la realidad social en torno al tema.

Hacia una Política de SeguridadCiudadana en el País

José Clemente Lasso

En este artículo, analizaremos la evolución de las políticas de seguri-dad, post invasión a Panamá por los norteamericanos, así como el marco legislativo creado durante este periodo con el fin de acercarnos a los efectos que se han producido y los fracasos de estos instrumentos en la disminución de la criminalidad en el país. También, verificaremos algunas definiciones del concepto de seguridad ciudadana y la forma como las autoridades panameñas entienden este concepto. Igualmente emitiremos algunas recomendaciones o alternativas que permitirían la creación estructurada de una política de seguridad ciudadana con amplia participación de sectores sociales y con una clara identificación de las competencias propias de cada uno de los actores en la atención del tema.

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RÉGIMEN MILITAR, INVASIÓN Y NUEVAS INSTITUCIONES DE SEGURIDAD CIUDADANA EN PANAMÁ

Evidentemente, la historia reciente de Panamá se ha caracterizado a di-ferencia de otras latitudes, principalmente centroamericanas, de percep-ciones positivas en torno a la seguridad ciudadana. Algunas opiniones internas, han sugerido que el régimen militar jugó un papel positivo en torno a la situación de criminalidad, violencia e inseguridad. Esta po-sición entiende que existió cierto ordenamiento interno provocado por el régimen inflexible y autoritario de la época. Esto no indica que no existiese una realidad de criminalidad e inseguridad; sino que la forma, la intensidad, el tipo y los métodos con que se cometían crímenes, eran distintos por la influencia militar.

Después de la invasión norteamericana a Panamá el 20 de diciembre de 1989, los estamentos de seguridad son el principal objetivo de cambio. Se establece un régimen de tipo “democrático”, en donde las institucio-nes encargadas de la seguridad se ven afectadas y son reconfiguradas, dando lugar a una nueva etapa en la administración civil. Como resultado de la invasión, desaparecen las Fuerzas de Defensa de Panamá (FFDD), organismo militar que, por más de 20 años, sirvió como base general de la administración en Panamá. En su lugar, se crea la Policía Nacional con una dirección civil; también se crea la Policía Técnica Judicial, como es-tamento investigativo, reemplazando al temido Departamento Nacional de Investigaciones (DENI) organismo militar de inteligencia.

Esta nueva estructura que atiende la seguridad interna es vista, según el primer Vicepresidente de la República y Ministro de Gobierno y Justicia de la época, Ricardo Arias Calderón, como una policía “profesional”. Cualquier vestigio de militarismo fue excluido.

Este evento juega un papel fundamental en la reconfiguración y realidad actual del tema de seguridad; principalmente por la influencia en la con-ciencia colectiva del evento, la concentración de armas en la población y la diversificación de la actividad del narcotráfico; trayendo consigo la presencia de distintos carteles de droga y la competencia interna e influencia en las comunidades de esta actividad.

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1 PNUD, Informe de Desarrollo Humano, (2009)

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CONCEPTO DE SEGURIDAD CIUDADANA

En ese contexto histórico, se hace necesaria una aclaración del concepto de seguridad ciudadana y lo que entienden distintos actores en torno al tema. Autoridades, académicos y organismos internacionales presentan similitudes, diferencias y ampliaciones que definen de manera a veces amplia, otras veces resumida a lo que nos referimos cuando se utiliza el concepto de seguridad ciudadana.

La definición más aceptada por profesionales y autoridades se refiere a la definición de seguridad ciudadana que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), precisa, como una condición más allá de una situación pacífica a un análisis más complejo, entendiendo la seguridad ciudadana como la condición de vida de la población, donde la prevención es un elemento importante en el mantenimiento de las condi-ciones de seguridad, constituyéndose también en un derecho ciudadano que debe ser concedido.

En el informe de Desarrollo Humano presentado en este año 2009, el PNUD, muestra una definición de Seguridad Ciudadana aún más clara:

“Seguridad ciudadana es la protección de ciertas opciones u opor-tunidades de todas las personas –su vida, su integridad, su patri-monio– contra un tipo específico de riesgo (el delito) que altera en forma “súbita y dolorosa” la vida cotidiana de las víctimas” 1 .

En el caso del gobierno nacional, se manejan tres conceptos distintos que llevan a entendimiento de interacciones de actores e instituciones de forma diferente. En primera instancia, se refiere al concepto de se-guridad pública. En este concepto, se muestra la responsabilidad y el interés de lograr una eficiente interacción de las instituciones encargadas de impartir justica y los estamentos de seguridad que buscan la atención y represión del delito y la criminalidad. Este concepto está dirigido ex-clusivamente al funcionamiento de las instancias del estado.

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“la protección que se genera a través de los mecanismos de control penal, y el mantenimiento de la paz pública, mediante acciones de prevención y represión de delitos y faltas administrativas que la vulneran, particularmente a través de los sistemas de procuración e impartición de justicia” 2.

Como se ha podido apreciar, la definición se refiere al papel del sistema de justicia, al trabajo que realiza la Policía Nacional, en el mantenimien-to de la paz pública, reprimiendo el delito, con la coordinación eficaz de las instancias de justicia. Esta primera definición excluye la parti-cipación ciudadana y la coordinación con otras instituciones, tanto de la sociedad civil (entendida como las organizaciones civiles) como del mismo estado.

Por otra parte, el segundo concepto que define el gobierno nacional es el de seguridad ciudadana, entendiendo el mismo como:

“la acción que desarrolla el Estado con la colaboración de la ciu-dadanía, para asegurar su convivencia pacífica, eliminar la violen-cia y utilizar pacíficamente las vías y espacios públicos, así como ayudar a prevenir que se cometan delitos y faltas” 3.

En esta definición, se contempla ahora la participación ciudadana para garantizar la convivencia pacífica de la población. En esta definición, se deja en evidencia, que el estado o el gobierno nacional entiende que desde allí, desde sus instancias, se van a generar acciones, que permitan la reproducción de condiciones de seguridad, a través de la utilización de los espacios públicos y otros medios con que cuenta el país.Por último, el gobierno nacional, define lo que ellos entienden por inse-guridad ciudadana una condición mental o percepción ciudadana de las condiciones seguridad de la población.

”Una sensación psicológica que demuestra falta de protección ante la posibilidad de ser víctima de un acto delincuencial” 4

2 Programa de Seguridad Integral (PROSI), (2009), Manual para la Organización y funcionamiento de los Comités Municipales. (Documento de Taller para actores claves)3 idem4 idem

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Esta definición pone, en un carácter subjetivo, la visión de seguridad pasando por la influencia de eventos de la vida cotidiana de la población, así como la influencia de los medios de comunicación.

En ese marco general, muchos investigadores utilizan indistintamente, los conceptos sin proveer los niveles de complejidad del mismo. Se sue-le utilizar el concepto de violencia, como crimen o delito, así como criminalidad como sinónimos de la realidad. Para nosotros, el concepto de seguridad ciudadana, tal y como lo manejan las Naciones Unidas, permite entender un amplio espectro de situaciones de la vida cotidiana que podrían incluirse en el hecho criminal 5 .

Evidentemente, el concepto de seguridad ciudadana es complejo e impli-ca la corresponsabilidad de distintas instituciones y actores de la sociedad panameña para garantizar esa condición deseable para todo ciudadano.

En este escenario, es necesario establecer una delimitación clara que permita entender el hecho en su amplia complejidad, entendiendo que existen condiciones que originan los cambios y aumentos en la situa-ción de seguridad, así como las consecuencias propias de la inseguridad provocada. El reto se encuentra en entender como se entrelazan las con-diciones sociales, económicas y culturales que originan estos hechos, así como entender la dinámica y procesos de esa inseguridad; así como también los efectos palpables en las comunidades.

Esta es una misión evidentemente científica, donde las ciencias sociales juegan el papel central. Se hace necesaria esta cuota para entregar los insumos que las autoridades necesitan para crear marcos de políticas y estrategias eficientes en la intervención del hecho criminal. Cualquier acción sin el conocimiento claro de la realidad, se constituye en improvi-sación de acciones que buscan minimizar el efecto sin atender la causa.

5 Se utiliza el concepto de hecho criminal y no fenómeno dado que un fenómeno es aquel evento que se da de manera fortuita y no presenta continuidad, mientras que hecho criminal se refiere al evento constante que en mayor o menor medida varía según variables de influencia.

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EL ESTADO Y LA GENERACIÓN DE CONDICIONES DE SE-GURIDAD CIUDADANA POST INVASIÓN.

Los gobiernos post invasión han creado un conjunto de condiciones que han atendido de distinta forma el tema de seguridad ciudadana. Unos con más y otros con menos idea de lo que ocurre en torno al tema.

Como hemos mencionado anteriormente, el gobierno encabezado por el presidente Guillermo Endara, fue la base de la reconfiguración de una realidad totalmente distinta en lo que atañe a las instituciones de segu-ridad. También, se enfrenta a la realidad de una base social, golpeada por el trauma de la invasión y una gran cantidad de armas en manos de civiles como resultado de acciones militares durante el evento.

En este período, se aplicaron algunas acciones esporádicas que respon-den a la realidad del momento. Algunos programas de intercambio de comida por armas, fortalecimiento de algunas condiciones instituciona-les que permitieron construir una institución nueva de seguridad.

En el gobierno de Guillermo Endara (1990-1994), las estructuras insti-tucionales que atienden el tema de seguridad ciudadana se transforman y sufren modificaciones importantes. Se crea la Policía Nacional y la Policía Técnica Judicial como ente investigativo en esta área. Estos esta-mentos eran ocupados anteriormente por toda la estructura militar de las Fuerzas de Defensa de Panamá.

En el gobierno de Ernesto Pérez Balladares (1994-1999), la perspecti-va de seguridad ciudadana del mandatario, pasa por el fortalecimiento de las instituciones estatales y la creación de estructuras institucionales eficientes que permitan desarrollar mecanismos de participación social para reducir la violencia.

Así mismo, el gobierno de la señora Mireya Moscoso (1999-2004) es-tablece lineamientos para un parámetro estratégico de seguridad ciuda-dana en el Ministerio de Gobierno y Justicia. En junio del año 2000, el

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6 Ministerio de Gobierno y Justicia de Panamá, Pagina WEB.7 Ministerio de Gobierno y Justicia de Panamá, Pagina WEB.

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gobierno nacional encabezado por la señora Moscoso, muestra el docu-mento de Política Panameña de Seguridad aún vigente 6.

Por último, en este recorrido general, el periodo de Martín Torrijos (2004-2009), siendo “más seguridad” una de las promesas de campa-ña” establece el Programa de Seguridad Integral denominado por sus siglas (PROSI) 7 . En este periodo recientemente concluido, se indica, por parte de sus detractores, que uno de los fracasos del mismo se dio en materia de seguridad ciudadana. Esto sustentado en los altos niveles de criminalidad que el país mantuvo principalmente en la segunda etapa del gobierno.

En la campaña para la Presidencia de la República en el periodo 2009-2014, el tema de inseguridad fue central y la base crítica que persiguió la candidatura oficialista encabezada por la Ingeniera Balbina Herrera. Las promesas de campaña giraron en torno al fortalecimiento institucio-nal y la atención directa al crimen. En estos argumentos, se descuidó el discurso de la prevención social como base de combate a la inseguridad ciudadana.

En el caso del ganador de las elecciones para el periodo 2009-2014, Ri-cardo Martinelli, la exposición de sus promesas de campaña giraron en torno a la atención de seguridad con la denominada “mano dura”, como base para el control del crimen. Nuevamente sin discurso sobre preven-ción de las situaciones o factores sociales que originan el delito.

Durante el primer año del gobierno, el presidente Martinelli ha confesa-do públicamente su frustración por la situación de inseguridad. En los primeros meses del año, se han disparado los homicidios y violencias de todo tipo. Como respuesta, el presidente ha creado el Ministerio de Seguridad y ha expresado su disposición a apoyar iniciativas que partan de la sociedad civil para enfrentar la situación que está experimentando.

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SITUACIÓN DE SEGURIDAD CIUDADANA.

La situación de inseguridad en los últimos años ha mostrado un aumento significativo y alarmante. Los homicidios son el principal indicador uti-lizado por las instituciones y organismos internacionales para verificar la realidad de inseguridad. En este artículo además de los homicidios, utili-zaremos el porcentaje de detenidos como indicador que permite verificar el hecho y la acción institucional frente a un delito.

Las estadísticas de homicidio que presenta el Informe de Desarrollo 2009, muestran un aumento significativo en la tasa de homicidios en Panamá. La tasa de homicidios correspondiente al año 2007, registrada fue de 13 por cada 100,000 habitantes, mientras que, para el año 2008, se registra en 19 por cada 100,000 habitantes. Según el Sistema de Es-tadísticas Criminales de Panamá, en el año 2009 se registró una tasa de 23 homicidios por cada 100,000 habitantes, y de lo que va del año 2010 se calcula que ha aumentado a 26 por cada 100,000 habitantes. Esto muestra un ritmo de crecimiento alarmante, jamás conocido en Panamá. Si bien las estadísticas panameñas, todavía se encuentra por debajo de las centroamericanas, lo destacable es un ritmo de avance en el tema de los homicidios que no se presenta en ninguno de los países. Es decir, las tasas son más o menos estables en los países centroamericanos, mientras que Panamá avanza a pasos sin precedentes.

Basados en estás estadísticas, según el SIEC, se calcula que cada 24 horas se cometen 2 homicidios. Es importante resaltar que muchos de estos homicidios son producto de lo que se conoce como daños colatera-les, donde personas inocentes han sido víctimas de la violencia generada muchas veces por el crimen organizado.

Si analizamos el indicador que muestra el porcentaje de detenidos, po-demos observar que, después del año 2004, el porcentaje de detenidos relacionados a delitos contra la vida sufre un aumento significativo. En efecto, los crímenes que contemplan violencia se hacen más presentes en la vida cotidiana del panameño.

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TABLA Nº 1. PORCENTAJE DEDETENIDOS EN LA REPÚBLICA DE PANAMÁ SEGÚN TIPO DE DELITO.

AÑOS 2000-2007.

Tipo de delito Años

2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007Contra la vida 15,0 14,7 13,1 11,7 10,7 40,1 39,4 41,8Contra el honor 1,5 1,6 1,5 1,7 1,6 0,8 0,0 0,9Contra la indemnidad 9,2 8,5 8,0 6,8 5,8 4,7 3,6 3,6Contra la propiedad 44,3 43,4 42,9 43,5 46,6 31,8 27,2 24,2Contra la fe pública 7,2 6,9 6,4 5,1 5,6 0,9 0,5 0,3Contra el orden de 22,1 24,0 27,2 30,5 29,0 21,1 28,8 28,8las familias Contra la libertad 0,8 0,9 0,9 0,7 0,8 0,6 0,5 0,4

TOTAL 100 100 100 100 100 100 100 100

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De manera distinta, los delitos contra la propiedad presentan una dismi-nución importante, hasta donde llega el análisis en el año 2007.

Por otra parte, en lo respectivo a la actividad del narcotráfico, existe un incremento significativo del volumen de droga que pasa por el país. Esto puede estar vinculado a la presencia de distintos carteles de droga. Este argumento se ve sustentado en la cantidad de droga incautada en los últimos años.

En el caso de la cocaína, desde el año 2007 hasta el año 2009 se ha in-crementado de 19 millones de gramos incautados en el 2007 hasta 52 millones de gramos incautados en el 2009. Esto expresa un crecimiento de 173% de volumen de incautación. Esto puede estar explicado por distintas variables; por un lado, que el volumen de droga que pasa por el país ha aumentado drásticamente; por otro, que los mecanismos de seguridad de la policía nacional y la Dirección de Investigación Judicial se hacen más eficientes. De lo que no podemos dudar, es de la influencia importante de la actividad de los carteles de droga que permean las acti-

Fuente: Contraloría General de la República de Panamá. Estadísticas de Justicia, Volumen

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vidades económicas en altos niveles y la influencia en las comunidades y la ju-ventud en los niveles más bajos de la sociedad panameña.

En el sentido anterior, el último informe del Sistema de Estadísticas Criminales de Panamá, actualiza la cantidad de pandillas al año 2008. Según el mencionado informe, tenemos un total de 95 pandillas conocidas, de las que forman parte un total de 1910 jóvenes. De estas, 43 pandillas pertenecen al distrito de San Migue-lito y 40 al distrito de Colón; es decir, el 87% de las pandillas se concentran en los mencionados distritos.

La utilización de jóvenes como soldados del narcotráfico es una de las alternativas económicas que ofrece el crimen organizado a estos jóvenes en los barrios más populares de Panamá. La falta de oportunidad, la deserción escolar, el desempleo, el trabajo infantil, la desintegración familiar, es decir la desigualdad social y la exclusión, funcionan como caldo de cultivo para reproducir la participación de jóvenes en hechos de tipo delictivo.

Por otra parte, la falta de institucionalidad, la corrupción, la falta de un presupues-to adecuado, la poca coordinación institucional, la desconfianza en las institucio-nes y el desconocimiento real del hecho criminal, juegan también un papel im-portante en la realidad que configura la inseguridad ciudadana y que no permite abordarla de manera integral.

Lejos de concluir estadísticamente, que existe una relación entre economía y si-tuación del crimen organizado, incluyendo los casos de homicidio; ofrecemos una comparación sobre la base de datos de 2001 hasta 2008 que sugieren dicha relación.

En el caso de los indicadores económicos, el crecimiento económico desde el año 2001 hasta el 2008 ha presentado aumentos significativos. Durante los años 2007 y 2008 los porcentaje de crecimiento fueron de 12 y del 10% respectivamente. Mientras que el producto interno bruto ha mantenido un crecimiento sostenido de aproximadamente 3 puntos por año verificando en los años desde 2006 hasta el año 2009. Por otra parte, a pesar de este crecimiento, la desigualdad social se mantiene presentando un índice Gini sostenido durante los últimos años ente 51 y 52 porciento. En esa misma línea, la pobreza ha presentado una disminución en el 2009 de 10 puntos porcentuales (28.5%), con respecto al año 2004 (38.5%).

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Situación de pobreza, crecimiento económico y desigualdadsocial vs. cantidad de homicidios, detenidos y droga

incautada en Panamá. 2001-2008

2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008PIB (miles de millones) 16,6 16,9 17,3 18,8 20,6 23,3 26,0 29,1Crecimiento económico 0,6 2,2 4,2 7,5 7,2 8,5 12,1 10,7Porcentaje de pobreza 36,5 36,7 35,7 38,5 30,8 29,4 28,5Índice Gini 55 56,2 55,9 53,5 52,3 53,4 51,9 52,4 Detenidos (en miles) 15,7 18,1 20 21,3 40,2 36,4 36,3 Homicidios (en cientos) 30,6 38 33,8 30,8 36,4 36,3 44,4 65,4 Cantidad de droga incautada 7,6 10,5 4,5 8,5 7,8 25,8 48,7(millones de gramos)

Por otro lado, analizando los indicadores que permiten examinar en un primer momento la inseguridad ciudadana , tenemos que el número de detenidos ha aumentado drásticamente en los últimos años, de 21mil durante el año 2004, hasta 36 mil en el año 2007. De la misma forma, la cantidad de homicidios se ha disparado a casi el doble en el año 2008, con respecto al año 2006. Por último, la cantidad de droga incautada en el país durante los años 2007, se triplicó con respecto al año 2006 y se sextuplicó con respecto al año 2008. Evidentemente la actividad delicti-va se ha incrementado radicalmente.

Si analizamos en su conjunto el movimiento de estos indicadores se su-giere una relación entre crecimiento económico y actividad delictiva, donde la desigualdad y la exclusión social constante en el país, pueden ser la causa. De la misma forma, si se analiza el movimiento de los indi-cadores de homicidios con la incautación de drogas se puede observar un movimiento en la misma dirección, sugiriendo nuevamente una relación estrecha.

En general, y sobre la base de éstas estadísticas nos atrevemos a insinuar que estamos en un país en crecimiento continuo y sostenido económi-camente hablando, pero que mantiene sus altos niveles de desigualdad social y exclusión, a pesar de la disminución de la pobreza; donde el narcotráfico permea a las comunidades en condiciones de exclusión

70.060.050.040.030.020.010.00.0

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ofreciendo alternativas económicas, principalmente a nuestros jóvenes, involucrándolos en distintos tipos de delitos, que quedan expresados en los homicidios y la participación de menores pandilleros en estos actos.

Percepción ciudadana en torno a la inseguridad ciudadana8.

Por otra parte, la población se encuentra preocupada por la situación de inseguridad, donde la violencia juega un papel fundamental, desde ho-micidios, violencia en las escuelas, violencia intrafamiliar, femicidios, son muchos de los eventos que se experimentan de manera cada vez más común.

La población siente y percibe que su vida cotidiana ha sido alterada por la situación de inseguridad. Entrevistados en los distritos de Colón y San Miguelito, considerados los más violentos del país, han mostrado su preocupación con respecto a la situación.

“Ya hay lugares, no sólo aquí, donde no se puede ni entrar ni salir a ciertas horas.”

Enrique Selaya Ibarra, líder comunitario, Corregi-miento de Barrio Sur, Distrito de Colón

“En las mismas casas uno vive encerrado, uno no puede salir, tu tienes que salir a tal hora a coger el bus porque por miedo que me deje el bus salgo a los 5:00 de la mañana, me ataca el ma-leante y me roba, tengo que esperar que salga el día, que salgan los vecinos para salir acompañado”.

Margarita Pastrana, líder comunitaria, Corregi-miento de Amelia Denis de Icaza, Distrito de San Miguelito.

Evidentemente, si partimos de la definición del PNUD, que la seguridad ciudadana es un derecho, a todas luces ese derecho se ve vulnerado en la 8Producto de talleres realizados con actores claves en los distritos de Colón y San miguelito Sep-tiembre y Octubre 2009. En el marco del Estudio sobre Gestión Municipal de la Seguridad Ciuda-dana en Centroamérica, Panamá y República Dominicana.

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realidad y la percepción misma de la población.

También, la visión de la atención del problema por parte del gobierno central ha generado desconfianza en la población. Dicho de otra forma, no se perciben acciones efectivas del gobierno central con respecto a la atención y la seguridad de la población. La visión del trabajo de la Policía Nacional en la atención de la problemática es percibida como deficiente.

“La manera como la policía trabaja no es eficiente ninguno de ellos quiere meterle el cuerpo, porque no desean salir muertos ya que consideran que no están bien armados, ni bien asalaria-dos, tienen temor porque cuando a ellos les pasa algo, su fami-lia queda en el aire, quedan desamparadas, no hay un seguro para ellos o para sus hijos, la policía tiene mucho temor. Ellos prefieren estar bien con los delincuentes que con la comuni-dad”.

Yaritza Jiménez, líder comunitaria del Corregimien-to de Sabanitas, Distrito de Colón.

Los actores claves participantes de los talleres realizados muestran su desconfianza en los estamentos encargados de proveer la seguridad. Y algunos van más allá al considerar que existe corrupción dentro de los estamentos de seguridad, donde el policía es percibido con desconfianza e injusto en sus medidas y acciones.

“…a veces uno llama a las autoridades y entonces a uno le da miedo porque los mismos guardias le dicen quien te llamo… nosotros no tenemos confianza, en quien vamos a confiar… tenemos miedo que de repente una llama a los policías para decirle quien es, lo que está pasando y ellos vienen y le dicen a los maleantes quien te dijo y que nos vayan a tirar un balazo”

Vielka Jaramillo, líder comunitaria, Corregimiento de Belisario Porras, Distrito de San Miguelito.

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En un escenario de ese tipo, se hace difícil lograr la participación de la población. Existen iniciativas desde la dirección de la Policía Nacional en donde se ha establecido la posibilidad de crear una figura denominada “Policía Comunitario”. Donde se espera que el policía viva y se vuelva parte de la vida cotidiana de las comunidades bajo su responsabilidad. Esta iniciativa se encuentra en estudio. Otra iniciativa importante es la figura de vecinos vigilantes, donde se crean comités de vigilancia dentro de zonas específicas y estos mantienen comunicación directa con las es-taciones o subestaciones de policía más cercanas, para atender el delito más eficientemente.

En los distritos en estudios, los actores han mencionado que muchas veces se realizan las denuncias sobre la situación delictiva de bandas y pandillas en las comunidades, y posteriormente ellos son identificados por los propios denunciados. Existe una situación de temor a denunciar por miedo a represalias, dado que, según ellos, existe siempre la posibi-lidad de que se filtre la información.

También, la población siente que los estamentos de seguridad saben la ubicación de las bandas y pandillas y de sus miembros y no actúan frente a la situación. La realidad percibida indica que se sienten desprotegidos ante la situación, donde realmente el control de las calles y el poder se encuentran en los miembros de bandas.

Por otra parte, representantes de los estamentos de Policía indican la baja participación de la comunidad en las acciones de la policía local, la falta de denuncia que impide ejecutar las acciones legales correspondientes con los menores de edad.

En esta perspectiva se percibe que existe un espacio entre la policía y la comunidad que impide un trabajo en conjunto. Generado, en primera instancia, por la desconfianza de la población con respecto a la policía, las leyes, los abogados y los jueces, quienes componen el sistema judicial.

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Actores y Competencias para el abordaje de la Seguridad Ciuda-dana.

Mucho se ha dicho que el tema de seguridad ciudadana debe ser aten-dido de forma integral y con la participación de los distintos actores sociales del país. Pero poco se ha definido sobre el nivel de competencia y responsabilidad que cada uno debe aportar a tal fin. En este apartado, haremos un esfuerzo por identificar a los principales actores y las com-petencias dentro de la atención integral en la problemática de la seguri-dad ciudadana.

Sobre el análisis de la prevención del problema, se identifican actores en distintos niveles y responsabilidades. El gobierno central (a través de la acción de los ministerios y el establecimiento de políticas), los grupos organizados de la denominada sociedad civil, la iglesia (católica o pro-testante), los grupos comunitarios, la empresa privada, los municipios y los principales líderes comunitarios de los barrios son los actores con responsabilidades en la prevención del problema.

1.Gobierno Central: La responsabilidad principal se fun-damenta en la organización de una política de seguridad ciudadana que permita integrar los distintos sectores socia-les y gobiernos locales. Su posición deberá ser de liderazgo y sustentado sobre la base del conocimiento científico en ciencias sociales. El entendimiento de la complejidad de este fenómeno, permitirá definir la política y ubicar los ni-veles de responsabilidad propios de quienes intervienen en la atención del tema. El Ministerio de Desarrollo Social, el Ministerio de Educación, el Ministerio de Salud, entre otros, son algunas de las más importantes entidades que a nivel de prevención podrán coordinar acciones con niveles más bajos como los gobiernos locales en donde se focali-za la problemática. Así mismo, para la atención misma del problema, se requiere de un diagnóstico que permita verifi-

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car las condiciones de las instituciones de seguridad como lo son, la Policía Nacional, y la Dirección de Investigación Judicial, en donde se evalúe las condiciones infraestructu-rales, materiales y organización interna de la institución; donde también se depure las mismas instituciones a nivel de corrupción. Por último, en lo referente al manejo de la situación que provoca el fenómeno o las consecuencias de la situación de inseguridad, será necesario atender el pro-blema de la mora judicial, resocialización y condiciones de los centros penitenciarios.

2. Sociedad Civil: Los grupos organizados como parte de la representación de amplios sectores de la sociedad panameña, tienen la responsabilidad de opinar, sugerir y coordinar acciones con el gobierno central y los gobiernos locales, para ejecutar proyectos que permitan mejorar las condiciones que generan. También y de mayor importan-cia aún, la sociedad civil tiene la responsabilidad, desde sus organizaciones de establecer mecanismos de monitoreo, supervisión y evaluación de las acciones, programas y pro-yectos referentes a la seguridad ciudadana en el país. Esto debe ser interpretado por los gobiernos como participación en las decisiones y no como cogobierno en las decisiones de tipo administrativo.

3. Medios de Comunicación: Este actor juega un papel fundamental en la formación de la opinión pública y la ge-neración de cambios y orientaciones en la aplicación de la política pública de los países. Según la Constitución Polí-tica de la República de Panamá, la misión fundamental de los medios de comunicación es educar, informar y difundir la cultura y producción científica9 . Esta misión debe ser

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9Constitución Política de la República de Panamá, Artículo 89. “Los medios ce comunicación social son instrumentos de información, educación, recreación y difusión cultural y científica. Cuando sean usados para la publicidad, o la difusión de propaganda, éstas no deben ser contrarias a la salud, la moral, la educación, formación cultural de la sociedad y la conciencia nacional. La ley regulará su funcionamiento.”

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cumplida a cabalidad para influir en la formación de ciuda-danos con respeto a las normas de una sociedad en su con-junto. Hoy, se podría cuestionar las acciones de los medios de comunicación en lo referente a la función “principal”, entregada por la Constitución Política de la República, dado que la publicidad, la propaganda y los contenidos de la programación de los medios, en muchos casos, resalta la violencia, criminalidad de otras latitudes, pudiendo cons-tituirse en modelos repetitivos de algunas organizaciones.

4. Las iglesias: Éstas representan un actor de mucho res-peto en las comunidades; también poseen una capacidad importante de vínculo con otros actores dentro de las co-munidades. Hoy en los barrios donde se ha detectado al-tos niveles de delincuencia, principalmente juvenil, se es-tán realizado algunos proyectos con iglesias en su mayoría protestantes. La iglesia católica ha anunciado su interés en integrarse en un plan nacional de seguridad ciudadana, donde el gobierno central convoque a los principales acto-res10. El papel de la iglesia facilita el acceso a los actores en conflicto y riesgo en las comunidades, a través del mensaje divino y la acción social concreta.

5. Empresa Privada: La responsabilidad social de la em-presa es la base de justificación para la participación de la misma en la estructuración de una política integral de segu-ridad ciudadana en el país. Las empresas en su misión so-cial, participarán de discusiones en la comunidad, de apoyo y patrocinio de actividades que promuevan la convivencia pacífica y la conservación familiar y los valores morales en conjunto con autoridades. La Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresas de Panamá, entiende que existe una relación importante entre inseguridad ciudadana y aumento de costos y precios al consumidor 11 .

10 Diario “El Panamá América”, Domingo 9 de mayo de 2010. Declaraciones de Monseñor José Domingo Ulloa.11 Diario, “El Siglo”, Domingo 9 de mayo de 2010, Declaraciones de Miembros del Colectivo Em-presarial.

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6. Municipios: Los municipios como organizaciones co-munitarias representativas de la población y con autori-dades propias escogidas para la atención directa de pro-blemáticas en el país, es considerado un actor clave en la posibilidad de gestionar seguridad ciudadana desde el punto exclusivo de prevención. El municipio podría crear y gestionar políticas de seguridad en las comunidades so-bre la base de conocimiento científico generado desde la academia. También es necesario fortalecer al municipio con recursos, fortalecimiento de espacios deportivos recreativos y con independencia y la descentralización necesaria para su actuar en torno al tema.

7. Academia: Los centros de investigaciones y las univer-sidades deben sumarse al plan ejecutando investigaciones en torno a la situación social de las comunidades, con es-pecial énfasis en los puntos focales de mayor incidencia. Es importante también discutir investigaciones en el ámbito de la intervención de los organismos de seguridad del país, en la comunidad, el sistema carcelario, la administración de justicia, desigualdad y exclusión social, entre muchas otras. Igualmente, la academia proveerá, los recursos hu-manos necesarios para ser insertados en cada uno de los procesos de prevención, intervención y atención del tema de seguridad en el país (psicólogos, sociólogos, trabajadores sociales, administradores públicos, etc.)

8. Líderes comunitarios: Los líderes de la comunidad son el vínculo fundamental con la realidad de las comunidades locales; su integración y organización en las acciones que los gobiernos decidan dentro de la política. Es fundamen-tal para el éxito. Pero en este marco, se hace necesario un trabajo previo que eleve la confianza en las instituciones de seguridad y en el sistema de justicia, de manera que se logre la participación y se reduzca el miedo.

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Al analizar todos los actores que deberían intervenir en la creación de una política de seguridad ciudadana en Panamá ubicamos tres áreas que indican la acción y los niveles de competencia de los principales actores en la complejidad del problema de seguridad ciudadana.

Una política integral de seguridad ciudadana contemplaría tres áreas de políticas en un nivel menor. Estaría compuesta por una política social que serviría como prevención de condiciones que puedan generar in-seguridad ciudadana. En este primer punto, sería necesaria la genera-ción de oportunidades para jóvenes, creación de empleo y desarrollo comunitario; con programas de fortalecimiento deportivo, educación, atención familiar. En un segundo punto, se crearía una política de in-tervención de la problemática del crimen y la violencia en Panamá, o dicho de otra manera, una política criminológica, donde las institucio-nes de seguridad serían las protagonistas, como la Policía Nacional, su

Prevención Intervención Atención

Gobierno Central: Gobierno Central: Gobierno Central:

- MIDES - Ministerio de - Sistema Cacelario - MEDUCA Seguridad - MEF - Policía Órgano Judicial - MIVI Nacional - Sistema de Justicia - Medios de Comunicación Ministerio Público

- DIJ

Academia Academia Academia

Gobierno local, Comunidades,iglesias, empresa líderes comunitarios,privada, líderescomunitarios

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organización, saneamiento y fortalecimiento, para una eficiente partici-pación comunitaria. En un tercer punto, sería necesario establecer una política de atención, donde el sistema de justicia y el sistema carcelario sean evaluados en función a productos, esto con la participación del Ór-gano Judicial y el Ministerio de Seguridad.

Así mismo, la aplicación de acciones referentes a la seguridad ciudada-na, se aplicaría de distinta forma en dos niveles distintos:

• La creación conceptual y acciones generales en el nivel de las instituciones del gobierno central, órgano judicial y sistema carcelario.

• La aplicación y ejecución de acciones de políticas, pro-gramas y proyectos en el nivel inferior de la comunidad y actores claves que intervienen en la comunidad.

Es importante resaltar que debe existir una interacción importante entre los estamentos de seguridad en un nivel superior y los actores comuni-tarios en un nivel inferior. De la misma forma esa interacción se debe dar entre las instituciones ministeriales encargadas de la ejecución de la política social y las comunidades.

Para una coordinación eficiente desde arriba hacia abajo, recomendamos utilizar las estructuras democráticamente elegidas en las comunidades. Los gobiernos locales jugarían un papel de líderes en el desarrollo co-munitario, con la organización de los actores locales en el desarrollo de proyectos, deportivos, recreativos, rescatando los espacios públicos e involucrando a los líderes comunitarios. El desarrollo de programas sociales se gestionaría por los municipios a través de las distintas ins-tancias del gobierno central; es decir sería ejecutores, en conjunto con la comunidad en pleno. Esto solo sería posible con gobiernos locales forta-lecidos y con iniciativas que contemplen transparencia, institucionalidad y participación en la gestión municipal.

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Lineamientos generales para la creación de una Política de Seguri-dad Ciudadana en Panamá.

Hemos mencionado, anteriormente, que la política de los estados, de alguna forma, ha hecho esfuerzos por intervenir y atender el tema de la criminalidad en Panamá. En el pasado, la academia ha hecho pro-puestas para la creación de una política de criminalidad en el país. Este documento trata de mostrar que la concepción de una política que solo atienda la criminalidad es insuficiente, en la medida que deja de lado o en un lugar secundario, la atención de problemas o factores que generan el hecho criminal. Esto nos obliga a ampliar el análisis y nos llevaría a abordar la problemática de manera más compleja; contemplando la situación social de las comunidades en donde el crimen se encuentra en aumento. Es decir, entrar al desarrollo operativo del concepto de segu-ridad ciudadana entendido en un sentido amplio de participación, con prevención, intervención del fenómeno y atención de los efectos, tanto a nivel de administración del sistema carcelario como de atención de las víctimas producto del fenómeno.

Existen argumentos importantes para la construcción de una política cri-minal. Manuel López - Rey, expresa algunos lineamientos que debe te-ner, según Emilio Langle y el mismo aporta algunos postulados en torno a una política de criminalidad12. Estos argumentos pueden ser utilizados como elementos necesarios para la creación de una política de seguridad ciudadana. Veamos algunos de los argumentos que nos parecen útiles para el desarrollo de una política de seguridad ciudadana en Panamá:

•“Debe utilizar los resultados obtenidos de la experiencia e inspirarse en los sistemas científicos más adelantados”. Evidentemente, se recomienda, como lo hemos expresados antes, que para la creación de una política de seguridad ciudadana sería necesario utilizar las experiencias exito-sas en el ámbito del desarrollo comunitario, atención a la criminalidad dentro y fuera del país; verificando dentro de estas experiencias las posibilidades de aplicación en la rea-

12En Criminología, Manuel López – Rey (1978), Emilio Langle, (1927), La Teoría de la Política Criminal.

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lidad panameña. Así mismo, las investigaciones científicas deben arrojar información necesario en los niveles de pre-vención, intervención y atención, que permitan desarrollar estrategias y acciones de impacto en la situación del país.• “Restringirá el elemento puramente lógico y la super-abundancia de las definiciones”. En este punto se hace necesario, discutir, definir, delimitar y operacionalizar el concepto de Seguridad Ciudadana; esto permitirá el acer-camiento lúcido a una realidad, el entendimiento del fenó-meno y la claridad de las acciones.• “Debe asegurarse la participación amplia y directa de la comunidad, en la prevención y aplicación del sistema penal”. Esta participación es expresada por López – Rey como un postulado necesario para la creación de una políti-ca criminal; nosotros en cambio la creemos necesaria para, en un sentido más amplio, la creación de una política de seguridad ciudadana, en su creación y ejecución. • Como aporte personal, una política de seguridad ciu-dadana debe pasar por una evaluación institucional. Es importante, evaluar, fortalecer, las instituciones de inter-vención del crimen y la atención en el sistema de justicia, reduciendo la corrupción y ampliando la eficacia en las ac-ciones que permitirán intervenir en las acciones criminales y procesar eficientemente los efectos de las acciones de las instituciones policiales.

Conclusiones

La situación histórica del país ha dado como resultado una realidad en torno a la seguridad ciudadana que tiene que ser atendida tomando en consideración esa evolución del fenómeno. Los gobiernos post invasión establecieron un conjunto de acciones que muchas veces no alcanzaron los objetivos de seguridad esperados por la población. Hoy, la influencia de distintos carteles de droga en el país, la participación de nuestros jó-venes en bandas y pandillas juveniles, han elevado algunos indicadores de criminalidad y violencia producto de esa actividad.

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Por otra parte, el crecimiento económico, ha aumentado de manera cons-tante en la última década, pero el índice de desigualdad se ha mantenido. Esto indica que la desigualdad, los niveles de pobreza, ponen a las co-munidades más humildes en una situación de vulnerabilidad de nuestros jóvenes en torno al crimen organizado.

El narcotráfico ha elevado su presencia, utilizando a jóvenes como sol-dados de sus organizaciones en una dinámica de tráfico y competencia interna entre los narcos de distintos carteles y los llamados “tumbado-res”, quienes han provocado una ola de homicidios, relacionados con el movimiento de droga.

La necesidad de la creación de una política de seguridad ciudadana que contemple, tres áreas, designadas como la prevención, la intervención en el crimen y la atención de los resultados del crimen, debe contemplar la ciencia social, desde la academia, el trabajo dinámico y efectivo en un nivel superior del gobierno central, a través de sus ministerios, utilizan-do los mecanismos que lo acerquen a las comunidades, como lo son los municipios. Esos municipios deber ser fortalecidos y puestos en acción con los recursos necesarios y la autonomía correspondiente.

Esto incluye elevar la confianza de la ciudadanía en las instituciones, así lograr su participación activa. El acercamiento a los líderes de la comu-nidad, incluyendo los empresarios y su responsabilidad social y la iglesia en su papel evangelizador.

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Bibliografía

López – Rey, Manuel, (1978), Criminología, Criminalidad y Planifica-ción de la Política Criminal, Madrid, Biblioteca Jurídica Aguilar.

PNUD, Informe de Desarrollo Humano, Abrir los Espacios a la Seguri-dad Ciudadana y el Desarrollo Humano, (2009).

Programa de Seguridad Integral (PROSI), (2009), Manual para la Orga-nización y funcionamiento de los Comités Municipales. (Documento de Taller para actores claves).

Constitución Política de la República de Panamá.

Diario “El Panamá América”, Domingo 9 de mayo de 2010. Declaracio-nes de Monseñor José Domingo Ulloa.

Diario, “El Siglo”, Domingo 9 de mayo de 2010, Declaraciones de Miembros del Colectivo Empresarial.

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Resumen

Abre el autor su artículo con un recuerdo de la obra —inmensa en calidad— de Justo Arosemena (1817-1896).

Continúa en los debates, ligados al advenimiento de la República en 1903, que heredan un importante pensamiento sobre la sociedad pana-meña. Señala la fundación de la Universidad de Panamá, en 1935, como otro hito importante en la producción de interpretaciones de la sociedad panameña, esta vez, en el marco de disciplinas científicas como la eco-nomía, la historia y la sociología.

En la segunda posguerra advierte la vigencia de una corriente empi-ricista y neopositivista. A partir de 1960 ubica el autor otra etapa en la cual la Ciencias Sociales se activan como producto de una serie de procesos nacionales e internacionales.

Esa activación se refleja en la aparición de importantes publicaciones periódicas.

El último período, que se inicia en 1970, combina los esfuerzos de coop-tación con la crítica social y eso se manifiesta en la producción cientí-fica.

Antecedentes, Situación Actual y Perspectivas de las Ciencias Sociales en Panamá

Carlos Castro

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1. Comentarios Preliminares

Durante los últimos años las nuevas tendencias en el desarrollo de las ciencias sociales en Panamá han sido capaces no solamente de imponer hábitos de trabajo intelectual totalmente nuevos y de determinar categó-ricamente el surgimiento de grupos e instituciones académicas y científi-cas no tradicionales (extra-universitarias) sino quizás más importante, de convocar a estimulantes debates ideológicos y enfrentamientos teórico-metodológicos que, o bien reivindican para sí el derecho de proponer nuevos marcos de referencia, o replantean, en una nueva perspectiva, antiguas discusiones y debates. En muchos casos, estos debates han con-tribuido a legitimar diferentes propuestas y alternativas de transforma-ción social e ideológica sobre la base de los conocimientos, métodos y modelos que emanan de la nueva moral y práctica científica.

Desafortunadamente, a pesar de estas circunstancias de expansión y crecimiento, aún no parece existir un ambiente propicio para la evalua-ción crítica del nuevo momento, sino más bien para la confrontación, el contraste y el reforzamiento de puntos de vista divergentes. No es de extrañar por lo tanto, que hasta el momento, la ciencia social local se en-cuentre en mora, con respecto a una evaluación puntual del significado o impacto de este desarrollo sobre la realidad social en su conjunto o sobre las propias condiciones de la producción científico-social en cuanto tal. Debido a este déficit, el verdadero significado de este rápido desarrollo de las disciplinas sociales en nuestro país ha sido sobrevalorado en mu-chos casos y de igual manera subestimado en otros, con lo que a las difi-cultades propias de la institucionalización o legitimación de toda ciencia nueva, se suman los prejuicios, estereotipos y vulgarizaciones pre cientí-ficas propias del status quo lo que contribuye, aún más, a entorpecer una adecuada apreciación de su verdadero rol en la sociedad.

Esta evaluación entonces, no es una empresa fácil, toda vez que, incluso, la definición misma del objeto de evaluación (área de especialidad, mé-todos, teorías, procedimientos, etc.) ha sido, de hecho, materia de fuertes polémicas y profundas disensiones en el terreno filosófico y político. No obstante la dificultad que esto conlleva, creemos que esa tarea de evalua-ción y revisión crítica de la práctica científico-social en nuestro país es

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una tarea impostergable. Por esa razón, quizás está demás que señalemos que el propósito de estas notas es simplemente el de establecer algunos criterios básicos de análisis en ese sentido, sin ánimo, desde luego, de proponer respuestas concluyentes. De hecho, el objetivo general de estas reflexiones es muy modesto, se trata simplemente de considerar algunos parámetros o puntos de referencia (históricos, teóricos y temáticos) a partir de los cuales pueda emprenderse, con posterioridad, una incursión de mayor envergadura tendiente a evaluar el desarrollo de las disciplinas sociales que se dan en nuestro medio, particularmente, desde dos puntos de vista:

a) de las condiciones (históricas, materiales y espirituales) bajo las cuales se desenvuelve la producción del conocimiento científico y tecnológico nuevo en materia de ciencia social y

b) de su “contribución” a los procesos de transformación socio-política y económica del país.

Un balance de las ciencias sociales en Panamá, de su contribución a los procesos de transformación social y de sus perspectivas a corto y largo plazo, nos aboca necesariamente y como tarea previa a la precisión de algunos términos así como hacia la delimitación de problemas específi-cos, sin los cuales no sería posible una evaluación válida, por lo menos en el caso de nuestro país. Esto supone considerar suscintamente, dos líneas problemáticas:

a) Problemas de interpretación histórica, los cuales involucran es- pecíficamente, dos tareas: primera, la de esclarecer el punto de partida de las ciencias sociales en nuestro país, tarea ésta funda-mental para cualquier intento serio de periodización del fenómeno histórico y segunda, la de definir las condiciones bajo las cuales se ha desarrollado la producción científica en materia de análisis social en nuestro país.

b) Problemas de delimitación teórico-formal, los cuales surgen de la amplitud del campo de observación de las ciencias sociales y consiguientemente, de la diversidad temática y metodológica que

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la acompaña. En concreto, estos problemas hacen referencia a la validez de algunas delimitaciones formales, producto de elabora-ciones academicistas y/o teorizantes, que han contribuido a crear confusiones respecto a qué se considera producción científica y qué producción no científica. En un país como Panamá, institu-cionalmente endeble desde el punto de vista de una tradición in-telectual-académica propia, estos problemas teórico-formales no siempre son fácilmente identificables, sin embargo, suelen tener profundas implicaciones en el terreno de la acción práctica, tanto ideológica como política. Por ejemplo, en la medida en que no existan criterios claros sobre este tópico, se corre el riesgo de ex-cluir del campo de observación y análisis crítico de la realidad, una importante, rica y variada producción intelectual sobre la sociedad panameña.

Veamos brevemente cada uno de estos aspectos.

a.1 Punto de partida y condiciones históricas

De hecho, habría que señalar que ese particular nivel de conocimiento de la realidad que se expresa por medio de lo que ahora conocemos como ciencia social panameña constituye una instancia sumamente recien-te de conocimiento de nuestra realidad social. Tan reciente, que aún la discusión sobre sus criterios de legitimidad y fundamentación pareciera constituir para muchos, una tarea de primer orden previo a cualquier intento de reconstrucción histórica (Porcell, 1984; Figueroa, 1984; A. Castro, 1976) Queda abierto entonces, un problema de precisión de las condiciones históricas bajo las cuales se inicia el trabajo científico social en Panamá, y por tanto de periodización, que reclama una solución clara y precisa. Algunas consideraciones se imponen.

En primer lugar habría que puntualizar que, aparte de su primerísima importancia heurística en cuanto a determinar los antecedentes teóricos e históricos a partir de los cuales se prefiguran las nuevas disciplinas cien-tíficas, la ‘novedad’ de las ciencias sociales, es indicativa además de un hecho histórico mucho más fundamental cual es la carencia de una sólida tradición científica e intelectual en el Istmo, expresiva a su vez, de la au-

sencia secular de una élite pensante propiamente dicha, o por lo menos claramente distinguible en cuanto a estilo de vida, símbolos, maneras de actuar hábitos, etc., en fin, en cuanto estrato social diferenciable.

Durante la Colonia, y bajo el indolente signo de una economía de tránsito y de una población flotante, no van a prosperar en el istmo condiciones que permitan la configuración de grupos económicos o segmentos cultu-rales (élites cultas) socialmente cohesionadas. No obstante la cantidad de juristas y científicos nacidos en Panamá y el profuso tránsito a través del istmo —hacia o desde la metrópoli— de incontables intelectuales, sabios y hombres de ciencia, lo cierto es que, como su población, nos encon-traremos con un país que desplegará una actividad cultural y científica que bien puede ser calificada de ‘flotante’ (Soler 1971 p. 19), es decir, sin arraigo, ni impacto decisivo sobre la sociedad. Durante la Colonia y la mayor parte del siglo XIX, los aportes intelectuales más importantes —aunque aislados y sin mayores consecuencias— fueron en el terreno literario, particularmente el teatro y la poesía, y en la retórica y oratoria.En su conjunto, la situación cultural y científica de Panamá no variaría sensiblemente durante el siglo XIX, destacándose sin embargo, como única excepción la monumental contribución de Don Justo Arosemena (1817-1896) hombre de letras de reconocida factura continental y quien edita en Nueva York (1840) sus famosos Apuntamientos para la Intro-ducción a las Ciencias Morales y Políticas, pieza elemental, aunque ori-ginal al mismo tiempo, y en donde se anticipa a proponer una brillante tipología referente a las Ciencias Sociales y Políticas. La presencia de condiciones materiales contrarias al desarrollo de la actividad científica en el país (un sistema educativo escuálido, una economía estancada, un analfabetismo altísimo, etc.) acompañada de una ambientación cultural diseñada precisamente para reproducir condiciones congruentes con las que puedan derivarse de una endeble economía mercantil de tránsito, determinan la poca receptividad y comprensión de la obra de Don Justo Arosemena, así como su débil incidencia sobre la actividad cultural del istmo.

El advenimiento de la República en 1903 y los problemas subsiguientes concernientes a la consolidación del Estado nacional panameño, contri-buyeron a revolucionar el ambiente cultural y político del país, al incitar

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un incipiente debate ideológico entre destacadas figuras de un neo-li-beralismo progresista y nacionalista (Eusebio A. Morales, José Dolores Moscote, Guillermo Andreve, Jeptha B. Duncan, José Daniel Crespo) —que, sin embargo, para finales de la década del veinte ya empieza a tornarse arcaizante y retardatario— y conspicuos representantes de lo que sería quizás el antecedente intelectual más importante en este siglo, vía la configuración de una intelectualidad orgánica de derecha en Pana-má (Nicolás Victoria Jaén, José de la Cruz Herrera, Pablo Arosemena).

De este debate, sin embargo, todavía no derivan acciones concretas dig-nas de mencionar conducentes al establecimiento de una base sólida para la apelación científica en materia de estudios o análisis de la realidad social. Para mediados de la década del veinte nos encontraremos con la imposibilidad, por parte de la clase política gobernante, de desarrollar un proyecto liberal independiente, democrático y moderno, capaz de sa-tisfacer las crecientes demandas populares debidas, fundamentalmente, a la ingerencia directa de los Estados Unidos en los asuntos internos del país. Ingerencia ésta, virtualmente legalizada por los términos leoninos de la Convención Ístmica del Canal Interoceánico (Tratado Hay-Buneau Varilla) de 1903, pero cada vez más rechazada por los nuevos sectores sociales, económicos y políticos del país. En ese contexto, la minúscula élite culta del país (de extracción oligárquica o vinculada orgánicamente a ella) a parte de no constituir una comunidad sólidamente integrada, perderá poder de legitimidad y representación frente a las nuevas fuerzas sociales que se gestan durante las dos primeras décadas de la república y que se expresan en el surgimiento de una pujante, aunque descontenta clase media urbana y una incipiente masa popular asalariada, en fin, se trata de la incapacidad de la clase gobernante de satisfacer las necesi-dades espirituales, culturales, científicas o intelectuales de estas nuevas clases.

La llegada al poder de sectores representativos de la pequeña burguesía panameña a inicios de la década del treinta mediante la acción revolu-cionaria del 2 de enero de 1931 crea y recrea las condiciones que harán posible el establecimiento de un proyecto socio-político y cultural dentro del cual el desarrollo de las ciencias sociales ocupará un lugar prestan-te. Esto quedará demostrado al concretarse uno de los proyectos más

importantes de la clase media, cual fue la creación de la Universidad de Panamá en octubre de 1935, proyecto reiteradamente rechazado por la decadente oligarquía liberal de las tres décadas anteriores. Así, la Uni-versidad de Panamá se transformará rápidamente en el centro difusor de las nuevas disciplinas científicas, incluyendo desde luego a las ciencias económicas y sociales. Los más relevantes debates políticos y económi-cos de finales de la década del treinta y de casi toda la década del cua-renta, no podrán darse al margen de la ingerencia directa o indirecta de la Universidad de Panamá. Ni la iglesia, ni los partidos políticos, ni los grupos organizados (sindicatos, gremios, etc.) parecen haber jugado un papel significativo en la producción sistemática e institucionalizada de críticas o análisis especialmente relevantes sobre la realidad panameña, por lo menos hasta inicios de la década del sesenta. Queda claro, que cualquier intento de reconstrucción histórica o periodización deberá en gran medida partir de las condiciones bajo las cuales se ha desarrollado la educación superior universitaria.

b. 1 El deslinde teórico-metodológico

Un segundo aspecto a tener en cuenta en la evaluación de las ciencias sociales en Panamá lo constituye el referente a lo que a primera vista puede ser definido como la contraposición formal metodológica entre “Ciencias vs. Humanismo” o “Ciencias Positivas vs. Ciencias Normati-vas” que cobra especial relevancia durante los períodos inmediatamen-te anteriores a la inauguración de la Universidad de Panamá, pero que en realidad remite a un problema mucho más profundo cual es el de la sistematización y delimitación más o menos precisa de la práctica científica en cuanto tal, y es que hablando en propiedad, no es posible establecer límites formales en una actividad social compleja, como lo es la producción científica, al margen de la identificación de condiciones históricas mínimas de institucionalización!, es decir sin establecer in-dicios mínimos de profesionalización expresados, v. gr., en formas de trabajo bajo el control normativo de los propios miembros, asociaciones gremiales, publicaciones científicas, congresos, editoriales, centros de investigación, etc.

Sin embargo, el problema de la institucionalización empieza a resolverse

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en cierta manera en el momento en que se determina un punto histórico de partida para ubicar el surgimiento de la reflexión científica propia-mente dicha y que encuentra en la fundación de la Universidad de Pa-namá, en 1935, un hito fundamental. En este sentido, de lo que se trata es que, al nivel actual del arte en nuestro país, el problema de la institu-cionalización se proyecta, en primera instancia bajo la configuración de problemas formales muy concretos, de orden teórico y metodológico, cuyo señalamiento no puede obviarse.

En efecto, ese cúmulo de contribuciones recientes en el campo teórico e interpretativo de la realidad social nacional ejemplarizados en discipli-nas como la Sociología, la economía política o la historia, no ha podi-do establecer un claro deslinde teórico-metodológico, por ejemplo, con respecto a las “Humanidades” es decir con respecto a ciertas expresio-nes intelectuales que oscilan entre el arte, la imaginación creativa y la especulación filosófico-social. Es más, desde el punto de vista formal, uno de los estilos más difundidos entre los cientistas sociales panameños continúa siendo el género ensayístico, frecuentemente acompañado de aproximaciones’ macro-especulativas (Humberto Ricord, Juan M. Vás-quez, Diógenes de la Rosa, etc.). Además, hasta hace poco, disciplinas como la Sociología y la Ciencia Política, en nuestro país, estuvieron vir-tualmente inmersas en el Mundo de las Ciencias Normativas tales como el Derecho y la Jurisprudencia, en donde algunos métodos de trabajo parecieran distar mucho de lo que hoy entendemos como propios de la investigación científica.

Sin embargo, debemos establecer claramente que lo que se ha denomi-nado deslinde formal metodológico no remite a un asunto puramente formal o a una querella academicista tendiente a reactivar superadas dis-tinciones neo-Kantianas o idealistas. Como ya se indicó, se trata de un problema de primer orden, que se expresa en formas concretas de acción que van desde el establecimiento e institucionalización de métodos, téc-nicas y hábitos de trabajo hasta decisiones referentes al uso que habrá que dársele al producto de la indagación social, pasando por la discri-minación y selección de la temática y objeto de estudio, en función de prioridades.

Por ejemplo, al nivel institucional universitario, puede advertirse durante e inmediatamente después de la II Guerra Mundial la vigencia de una indisputable tendencia empiricista y neo-positivista, popularizada en la Universidad de Panamá por profesores norteamericanos, que tuvo la vir-tud, en la práctica, de excluir de la historiografía nacional gran parte de la reflexión intelectual sobre la sociedad panameña, por considerársele como ‘no académica’ o ‘no científica’ es decir como ‘ideológica’. Como es fácil colegir, esta situación no era ajena al espíritu macartista y agre-sivamente anticomunista de la era de posguerra. De otro lado, no puede dejar de mencionarse, también en el ámbito universitario, la polémica surgida al calor de la publicación en 1984 de la obra de Alfredo Figue-roa Navarro, El Desarrollo de las Ciencias Sociales en Panamá, el más reciente intento de sistematización de la producción científico-social en el país, donde el nudo gordiano lo constituye, precisamente, el esclareci-miento de los criterios de inclusión manejados por el autor para determi-nar el carácter de “ciencia social” de determinadas disciplinas científicas y profesionales o, lo que es lo mismo, la precisión respecto a los criterios de exclusión utilizados (Porcell, 1983).

Pero fuera del ámbito intelectual universitario es decir, en la esfera mi-litante o explicitante comprometida, también se observaron, y se siguen observando, tendencias mutuamente excluyentes, a través de las cuales se exacerban las distinciones entre literatura ideológica y no ideológica, privilegiándose la primera y derogándose la última como ‘academicista’ en un contexto en el cual este último término se identifica con el mante-nimiento del status quo.

Hay que convenir en que, efectivamente, tras el discurso jurídico, la retó-rica o el ‘buen decir’ casi siempre se esconde, en el peor de los casos, una esclerosada defensa del status quo y en el mejor, la mecánica reedición y trasplante en nuestro medio, de problemas y polémicas aún inexistentes.

Sin embargo, la identificación de estas formas de expresión intelectual, autodefinidas como ideológicas alternativas, extra académicas, o simple-mente identificadas como tales, es muy importante, más no para excluir-las del campo de análisis de las Ciencias Sociales, sino todo lo contra-rio, para incorporarlas creativamente al discurso científico en función de

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sus verdaderos atributos como manifestaciones de una actividad social concreta como es la producción de conocimiento nuevo en la sociedad. De cualquier manera, la discusión sobre problemas metodológicos o de delimitaciones formales solo debe darse en tanto cuanto sirva para com-prender las particularidades de esa producción intelectual en términos de interpretación de la realidad social y de las consecuencias que derivan de ella, y no simplemente para establecer ilusorios límites o ‘fronteras imaginarias’.

Una vez señaladas estas notas preliminares, procederemos a una panorá-mica histórica del problema a partir de 1935, luego el examen del estado actual de la cuestión a partir de inicios de la década del sesenta, para finalmente señalar algunas tendencias a corto plazo en el desarrollo de las ciencias sociales en Panamá.

2. Breve descripción histórica del desarrollo de las Ciencias Sociales en Panamá

En términos generales podrían distinguirse tres períodos en una panorá-mica histórica de las Ciencias Sociales en el país.

1. 1935 a 19602. 1960 a 19703. 1970 en adelante (situación actual)

Al interior de cada uno de estos períodos es factible identificar diversas fases, etapas o ciclos, como veremos más adelante, sin embargo, ahon-dar en mayores detalles al respecto sería precisamente una de las tareas pendientes en un intento más global de reconstrucción histórica. En este momento, parece mucho más prudente el que se eluciden los criterios bajo los cuales, por un lado, se sitúa a la década del treinta como punto de partida y por el otro, se establecen límites a los diversos períodos. Las consideraciones que siguen pretenden aclarar estos puntos.

En efecto, aunque puede sonar en extremo categórico y hasta irreveren-te con respecto a la contribución de generaciones anteriores, hay que convenir en que las Ciencias Sociales en Panamá nacen virtualmente

con la fundación de la Universidad de Panamá en 1935 (Figueroa, 1984; Jaén, Suárez, 1984; Porcel, 1974). Pero de paso hay que señalar que esta aseveración no encierra ningún juicio de valor con respecto a los aportes filosóficos e intelectuales previos al período en cuestión, y mucho menos implica que esa contribución debe mantenerse al margen de cualquier consideración rigurosa acerca de antecedentes temáticas metodológicas, de estilo o de contenido que caracterizarían el desarrollo ulterior de las ciencías sociales en nuestro país. Pensar lo contrario sería una ingenua e imperdonable elementalidad para cualquiera que intente abandonar con seriedad el estudio de la sociedad panameña.

Tanto la incipiente contribución de la élite intelectual istmeña- liberal y conservadora- de la década del diez y del veinte (Eusebio A. Mora-les, Guillermo Andreve, José D, Moscote, Nicolás Victoria Jaén, José de la Cruz Herrera y otros) como la dispersa y difusa producción del pensamiento popular sindical y anarco —sindicalista de carácter—, a la vez, panfletario y doctrinal (José María Blázquez de Pedro, Cristóbal Rodríguez, D. H. Turner, Nicolás Terreros, Luis Bustamante, Esteban Pavletich, Sara Gratz) que florece sobre todo a mediados de la década del veinte, constituyen testimonios de inestimable valor como fuentes para entender la reiteración de algunos estilos de trabajo intelectual, así como de temas de investigación y análisis económico, social y político en décadas posteriores.

Sin embargo, lo que se trata de destacar aquí es el surgimiento de un nue-vo patrón de observación crítica y sistemática de la realidad económico-social, —el “análisis social”— en tanto artesanía intelectual, esto es en cuanto dirigida a establecer claramente sus propios límites metodológi-cos, sus objetivos específicos de investigación, sus propios criterios de validación de la prueba, en fin su campo intelectual e institucional propio de trabajo. Ahora bien, es obvio que esta forma sistemática e institucio-nal de trabajo no tiene que surgir desarrollarse o consolidarse exclusiva-mente en los centros de enseñanza superior universitarios. La historia de la ciencia en EEUU y Europa así lo demuestra fehacientemente.

Sin embargo, en el caso específico de Panamá, la Universidad, por lo menos hasta poco después de la segunda mitad de este siglo, no solo

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ocupó un papel central en la promoción del ‘análisis social’ sino también un lugar protagónico como centro difusor del pensamiento disciplinado y riguroso en otras disciplinas científicas. Como ya se ha señalado más arriba, en un país con una incipiente y débil tradición intelectual, no es difícil que la Universidad desplace a otras instancias del quehacer inte-lectual y ocupe preponderancia en grado superlativo.

2.1 Primer Período: 1935-1960

Efectivamente, es a partir de 1935 cuando empieza a darse la divisoria de aguas entre los estudios humanísticos literarios o de ‘reflexión libre’ so-bre la sociedad y el hombre panameño y el inicio del uso de categorías, temas e instrumentos de análisis más propios de la ética científica en un sentido estricto. De la misma manera, el trasfondo ideológico que acom-pañaba a estas expresiones ‘precientíficas’ de aproximación a la realidad social sufriría sensibles modificaciones. En cierta manera, el ‘nuevo dis-curso’ será en gran parte ascético, ‘neutral’, en fin, poco imaginativo. Del encendido discurso liberal, nacionalista y crítico de las décadas del 20 y del 30, desarrollados a través de profundos e intuitivos ensayos sociopolíticos y de la oratoria culta y el buen decir iremos pasando poco a poco, y por medio de un proceso que no ha culminado aún, al frío y conceptual ‘informe’, ‘Reporte’ o artículo científico, el cual también serviría de vehículo para la difusión de formas ideológicas específicas. Así tenemos, v. gr., que una de las primeras expresiones prácticas de este primer período científico sería la creación, una década después de fundada la Universidad, de la Escuela de Trabajo Social (1946), la cual surge muy influenciada por criterios empiricistas, pragmatistas y de profilaxis social. En este caso, los criterios propiamente científicos cederán el paso a la ideología del bienestar social (Welfare State) repro-duciéndose así, en nuestro medio, una particular concepción del Estado, muy de moda durante la postguerra en los Estados Unidos. Esta concep-ción ideológica movilizada por la nueva ética científica y legitimada por la misma, si bien estaba imbuida de intenciones reformistas, distaría mu-cho de representar una avanzada de interpretación crítica de la sociedad. Pero esta es apenas una de las tantas variantes ideológicas del problema.

En realidad las primeras cátedras de sociología, centros de investigación y estudios especializados sobre la realidad social de Panamá que datan de mediados de la década del treinta, significaron un gran avance en cuanto a posibilidades reales de trascender esquemas simplistas o meca-nicistas, en el tratamiento de la “cuestión social”. Desafortunadamente, el desarrollo de estas actividades, desde ese entonces hasta el momento actual, no ha sido siempre continuo ni ascendente. Quizás por razón de la secular vulnerabilidad de la economía y sociedad panameña con res-pecto al extranjero, y particularmente con respecto a los Estados Unidos, la característica más señalada ha sido el contradictorio proceso de rápida incorporación de estilo y hábitos de trabajo foráneos, acompañados del súbito abandono de los mismos sin, que medien auténticas ‘crisis inte-lectuales’ internas o momentos de verdadera transición, y peor aún, sin que lleguen a establecerse verdaderas ‘escuelas’ o tendencias. Afortu-nadamente, esto último empieza a ser menos cierto en los últimos diez años, como veremos más adelante, sin embargo, aún persisten las perni-ciosas consecuencias de este diletantismo intelectual.

Durante el período comprendido entre 1935 y 1960 pueden distinguirse claramente dos momentos: 1935-1940 y 1940-1960. El primer momento puede ser caracterizado como uno de fuerte promoción y estímulo al es-tudio científico impulsado por el flujo hacia Panamá de sociólogos, eco-nomistas y científicos procedentes de Europa (especialmente Alemania y Austria); posteriormente arribarán catedráticos de España y Estados Unidos. De esa primera generación de científicos y académicos alema-nes podemos mencionar a los siguientes: Franz Borkenau (del Círculo filosófico de Frankfurt), Richard Behrendt (de la Universidad de Basi-lea), Paul Honingsheim (de la Universidad de Heidelberg) Erich Graetz y Siegfried Malowan (físicos de la Universidad de Zurich) Hans Julios Wolff (jurista de la Universidad de Berlín) Werner Bóhnstedt (Admi-nistración de Negocios de la Universidad de Kiel) y Siegfried Fischer (médico de la Universidad de Bres-lau). (Porcell, 1974).

En su mayoría, estos científicos, incluyendo a los españoles, llegan al ist-mo huyéndole al fascismo europeo; otros, particularmente los norteame-ricanos, llegarán como profesores visitantes apoyados por fundaciones privadas y jugarían un papel muy importante en la consolidación de las

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primeras bases académicas de la Universidad de Panamá. No obstante, el clima intelectual imperante en el país, que recién se aboca al esta-blecimiento de la educación superior universitaria, y el escaso estímulo intelectual y material que encontrarían estos científicos para el adecuado desempeño de sus funciones académicas determinaría que, en la ma-yoría de los casos, la presencia de estos maestros en nuestro país fuera efímera. Esto impide la formación de una contraparte nacional capaz de continuar y profundizar investigaciones iniciadas a un nivel realmente científico. Sin embargo, algunos profesores tales como Richard Behren-dt, en el campo de la Sociología y la Economía y Erich Graetz, en el te-rreno de las ciencias físicas dejaron profundas y duraderas huellas entre una reducida aunque motivada generación de estudiosos locales.

La contribución más notable de los científicos alemanes, en el terreno de las ciencias sociales, se hace sentir fundamentalmente, en tres aspectos:

a) Introducen la modalidad alemana del seminario-taller con lo cual rompen con el esquema napoleónico de la ‘cátedra magistral’ co-locando de esta manera a la investigación y al espíritu crítico y cuestionador en el centro del proceso de enseñanza-aprendizaje;

b) Impulsan la creación de Centros de Investigación orientados hacia la identificación y solución de problemas económicos y sociales relevantes, desde una óptica eminentemente práctica y que se refle-ja en una amplia temática que incluye tópicos nacionales que van desde la discusión de asuntos cooperativistas, agrarios y demográ-ficos hasta profundas reflexiones económico-jurídicas, pasando por el tratamiento de problemas financieros y de comercio exterior; y

c) Propician una intensa actividad editorial universitaria que fue uno de los factores que más contribuyó a institucionalizar el trabajo científico entre estudiosos, investigadores e intelectuales naciona-les, y que además sirvió como una de las más importantes fuen-tes de difusión y actualización, en nuestro medio, del pensamiento económico, político y social de la época. La importancia de este significativo esfuerzo editorial está reflejado en los diecisiete (17) números publicados de la Revista Universitaria (de 1936 a 1940)

y los cuatro (4) Boletines del Instituto de Investigaciones Econó-micas y Sociales de la Universidad de Panamá (de 1944 a 1945).

A pesar de la promisoria perspectiva que para las ciencias sociales sig-nificó este impulso inicial, lo cierto es que no pareció existir a nivel del Estado panameño, mayor interés en desarrollar en forma ampliada estas nuevas disciplinas científicas. Es un período que coincide con el pleno fragor de la II Guerra Mundial, aparentemente existían condicio-nes económicas, políticas o intelectuales poco propicias para ese desa-rrollo. Predominará un pragmatismo rampante en el tratamiento de los llamados ‘problemas sociales’ y las consideraciones de tipo burocrático pronto desbordaran los tímidos intentos de profundizar en análisis de fondo (diagnóstico o evaluaciones). De hecho, durante el período inmediato de post-guerra, disciplinas como la Sociología, la Antropología e inclusive la Economía, eran consideradas como demasiado abstractas y teóricas en nuestro medio, dirigiéndose entonces la prioridad hacia aquellas disci-plinas o enfoques prácticos y ‘asistencialistas’ pretendidamente en mejor disposición para atender problemas sociales inmediatos tales como, por ejemplo, el mejoramiento de los niveles de vida (sobre todo en las áreas urbanas), las políticas Ad Hoc de Bienestar Social u otros en los cuales el Estado pudiera tener particular interés o urgencia en un momento dado.

El segundo momento de este período (1940-1960) va a caracterizarse por una drástica ruptura con el momento inmediatamente anterior es decir por un profundo reordenamiento de la filosofía universitaria que impli-có, virtualmente, la interrupción de casi todo el plan básico de trabajo académico que la Universidad de Panamá se había impuesto desde su fundación en 1935. Visto en perspectiva histórica, todo aquel cúmulo de esfuerzos inicial de la Universidad, en lugar de significar al inicio de un proceso de consolidación e institucionalización creciente, se transformó realmente en un simple momento de transición. La II Guerra Mundial había dejado profundas huellas, y una de las más importantes fue el re-forzamiento de la influencia norteamericana en casi todos los órdenes de la vida nacional, incluyendo, desde luego, la Universidad.

Esta influencia fue mucho más allá de la simple presencia física de pro-

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fesores norteamericanos que empiezan a vincularse a la Universidad durante y después de la guerra. Se reflejará además en la significativa presencia de profesores nacionales egresados de universidades norte-americanas y/o hispanoamericanas y de una ambientación ‘deseuropei-zadora’ (Figueroa, 1984 A). Las consecuencias más notables de esta fase serían el virtual abandono del sistema de seminarios y la eliminación de los centros e institutos de investigación social para finales de la década del cincuenta. En su lugar veremos florecer el sistema clásico de la ‘cáte-dra Magistral’ la popularización de los Apuntes de Clase’ (Readers), que en la práctica empobrecería el denodado esfuerzo editorial de la década anterior y la elaboración de las Tesis de Grado, como una compensación frente a la desaparición de los seminarios-talleres.

Si bien todos estos cambios contribuyeron fortalecer orgánicamente el trabajo de la Universidad, a dotarla de una mayor institucionalidad y a equipararla comparativamente con otros centros universitarios con res-pecto a criterios de ‘modernización’ lo cierto es que en lo que respecta a las ciencias sociales en su conjunto, se observaría un dramático descenso en cuanto a la relevancia de los contenidos y temas de investigación, así como un marcado énfasis en imponer un pensamiento social cada vez menos crítico y cuestionador.

De otro lado, gran parte de la producción realmente importante en el campo de las Ciencias Sociales, durante el período, sería el producto de esfuerzos dignos de encomio, pero desarrollados en forma dispersa e inorgánica y al margen de instancias institucionales, centros de estudio o institutos de investigación, que garantizaran una mayor continuidad y profundización de las labores iniciadas. A pesar de esto, durante la déca-da del cuarenta habría que mencionar el valioso aporte de catedráticos panameños y extranjeros, así como de alumnos aventajados cuya contri-bución fue realmente ejemplar v. gr., Ángel Rubio (Geografía), Diego Domínguez Caballero (Filosofía), César Quintero (Derecho y Ciencias Políticas), Demetrio Porras (Sociología), Demófilo de Buen (Derecho), Rafael Moscote (Historia), Jorge Illueca y Humberto Ricord (Dere-cho y Pensamiento Político), Ofelia de Hooper y Georgina Jiménez de López (Sociología). Digna de mención es igualmente la contribución de

norteamericanos como J. B. Biezanz y su esposa, (Sociología y Etno-logía), Joseph H. Harrmgton (Labor Cívica y Economía), y Carolyn de Campbell (Sociología).

El panorama intelectual y científico del país no sufrirá mayores modifi-caciones durante la década del cincuenta a pesar de los profundos cam-bios económicos que se observarían desde mediados de la década. A pesar de esto, se registraron esfuerzos incipientes, aunque un tanto más orgánicos y sistemáticos, tendientes a darle mayor relevancia y unidad de contenido a ciertos temas o líneas de análisis, en particular en el terre-no de la Antropología y Arqueología, en el análisis crítico de la econo-mía nacional y en el campo de la Historiografía. En este sentido, habría que destacar la labor de la Dra. Reina Torres de Araúz, quien en 1955 instaura la cátedra provisional de Antropología, así como la de Hernán Porras, que publica en 1953, el polémico artículo Papel Histórico de los Grupos Humanos de Panamá. De igual manera Carmen Miró desarro-lla una ejemplar labor vía una mayor sistematización y eficiencia en el manejo de los Censos Nacionales. Los economistas Rubén Darío Carles y David Turner Morales producen los primeros intentos de análisis es-tructural de la economía nacional panameña para finales de la década. Carlos Manuel Gasteazoro publica en 1956 su Introducción al Estudio de la Historia de Panamá. En 1954, Ricaurte Soler inaugura una nueva fase en el estudio de las ideas con la publicación de su obra Pensamiento Panameño y Concepción de la Nacionalidad.

A finales de la década del cincuenta se advierte un ambiente de gran efer-vescencia política e intelectual en el contexto de una economía que ma-terialmente se expande, siguiendo un nuevo modelo de acumulación (la sustitución de importaciones) pero en donde, al mismo tiempo, las con-tradicciones sociales y políticas empiezan a preanunciarse agudamente no sólo a través del descontento generalizado de los sectores medios, la presión de los sindicatos bananeros, la lucha por reivindicaciones eco-nómicas y sindicales de sectores proletarizados de la Ciudad de Colón así como de la capital, sino también mediante la búsqueda de fórmulas políticas nuevas y de modelos interpretativos que permitieran replantear la contradicción entre acumulación capitalista y miseria generalizada.

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2.2. Segundo Período: 1960-1970

En efecto, un segundo momento se iniciará en la década del 60 cuando a instancias de factores externos, como serían la revolución cubana y la Alianza para el Progreso, la gran mayoría de los países latinoamericanos, incluyendo desde luego a Panamá, se harán beneficiarios de una intensa corriente de colaboración técnica y científica destinada a frenar los ímpe-tus de una revolución ‘desde abajo’ situación ésta que, entre otras cosas privilegiará el estudio cada vez más cuidadoso de la “variable social” Esta concepción que adquiere rango de prioridad en la Reunión de Punta del Este en 1959, sirve de marco de referencia para que los “aspectos so-ciales y políticos” sean tratados con ‘más seriedad’ en el contexto de los esfuerzos destinados a evitar la reproducción de un modelo ‘a la Cubana’ en el continente. En esta virtual labor de contrainsurgencia, la ciencia social tenía que elevar sus niveles de comprensión de la realidad social, adquiriendo legitimidad por medio del uso intensivo de las técnicas más sofisticadas de la investigación social. Es la época de la “Encuesta Ca-melot” en Chile y del “Plan Simpático” en Colombia, ambos, proyectos de investigación dirigidos a detectar ángulos sensitivos relacionados con la potencialidad revolucionaria en América Latina. Pero este es también el período de la creación masiva de facultades y centros de investigación especializados en Sociología y Ciencias Políticas en una gran cantidad de países latinoamericanos. Indirectamente, pues, la contrainsurgencia estaba creando condiciones que, por lo menos a mediano y largo plazo, favorecían una elevación en los niveles de desarrollo teórico-metodoló-gico autóctono de las Ciencias Sociales.

En el plano interno, sin embargo, Panamá parece ser una excepción si la comparamos con el resto del continente, incluyendo Centroamérica. Quizás por la ausencia de una sólida tradición universitaria en materia de ciencias sociales, el país no se benefició de los frutos de la investiga-ción y de la transferencia de tecnología que en materia sociológica y económica, experimentarían otros países, y nos limitaremos a recibir pa-sivamente solo algunos sub-productos de este proceso, particularmente bajo la forma de programas de desarrollo de la comunidad o de asesoría y asistencia técnica auspiciada por la AID y/o los Cuerpos de Paz de los

Estados Unidos. En este sentido. Panamá virtualmente estaría reforzan-do esa aparente tradición pragmatista e inmediatista (y de alguna manera anti intelectual) que, en lo que a las ciencias sociales concierne, se inicia ya desde la década del 40.

Esta situación se expresó a través de programas concretos de Desarrollo Comunal como fue por ejemplo, la ODCU (Oficina de Desarrollo Comu-nal Urbano), creada en 1967 como dependencia del antiguo Ministerio de Trabajo, Previsión Social y Salud Pública y que en sus inicios se co-noció como Oficina de Desarrollo Comunal. Estas dependencias fueron los antecedentes casi inmediatos, por decirlo así, de la DIGEDECOM.

Otra expresión de esta fase fue el desarrollo de los Programas de Ac-ción Cívica de la Guardia Nacional que en gran medida también formaba parte de la estrategia de contrainsurgencia, pero incorporando en esta ocasión una mínima base de conocimiento táctico sobre la organización social y cultural de las comunidades en las cuales realizaba su acción.Este segundo período involucra una profunda revalorización de la pro-blemática ‘social’ a nivel del aparato estatal y del proyecto político que lo sustenta, toda vez que incorpora al discurso político tradicional (gu-bernamental), un elemento ‘raro’ o ‘exótico’ que hasta hacía poco estaba limitado a las discusiones en las aulas universitarias o era exclusivo del habitual lenguaje cuestionador del status quo.

Pero de otro lado, este período no solo se caracterizaría, a lo interno, por el proyecto de contrainsurgencia y la importancia político-estratégica del factor social. En el ámbito intelectual, el debate de la cuestión social se enriquecerá notablemente al calor de dos hechos centrales: la revitaliza-ción lenta pero sistemática de la actividad editorial (responsable de la producción de revistas y material documental) y el impulso a los centros de investigación, especialmente universitarios.

Durante la década del sesenta harán su aparición las siguientes revistas y publicaciones periódicas: Revista Tareas, fundada en 1960 por Ricaurte Soler; la Revista Hombre y Cultura; fundada en 1962 y órgano de divul-gación del Centro de Investigaciones Antropológicas de la Universidad de Panamá; la Revista Tierra y Hombre, órgano del Departamento de

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Geografía de la Universidad de Panamá y fundada en 1966; la Revista de la Facultad de Administración Pública y Comercio; boletín informativo fundado en 1969; la Revista Diálogo Social, fundada a finales de la dé-cada. La Revista Lotería, sí bien inicia sus entregas en la década del cua-renta (1941), va a enriquecer tremendamente la bibliografía sociológica, histórica, antropológica y cultural del país, durante esa época. Si bien muchas de estas revistas, sobre todo las universitarias, no van a tener siempre una salida regular constituyeron el centro de una gran actividad científica toda vez que eran órganos de difusión de centros de estudio o investigación. Esto es particularmente cierto en el caso del Centro de Investigaciones Antropológicas de la Universidad de Panamá y del De-partamento de Geografía e Historia de la Universidad de Panamá.

Constituyen figuras de obligada referencia, ya no solo por sus publica-ciones periódicas, sino por notables contribuciones al acervo científico y cultural de la ciencia social, en este período, autores tales como Olga Linares, Ricaurte Soler, Ornar Jaén Suárez, Richard Cooke y Alfredo Castillero Calvo. 2.3. Tercer Período: 1970 en adelante (Situación actual)

Una tercera fase en el desarrollo de las ciencias sociales en Panamá se inicia a finales de la década del 60, concretamente a partir de 1968. El modelo de contrainsurgencia, ya en decadencia y ciertamente despres-tigiado (por lo menos en su versión militar) se va a complementar con una ambientación de reforma y crítica social encabezada por el General Torrijos y determinada por las nuevas formas de dominación del Esta-do, particularmente después del fallido golpe de Estado de diciembre de 1969. Después de dos años de represión, la década del 70 se va a carac-terizar por los intentos de parte del Estado por lograr una base de apoyo que le permita redefinir su proyecto político.

Una de las primeras reacciones a estos esfuerzos de cooptación políti-ca lo constituye la publicación que, en 1970, hace el Partido del Pue-blo (Comunista) de la obra Panamá: 1903-1970 y que redactan Carlos Francisco Changmarín, César De León, Rubén Darío Sousa y Víctor Ávila. Desde otro ángulo, se van a desarrollar esfuerzos tanto a nivel

gubernamental como de grupos políticos independientes, para un cues-tionamiento crítico de la realidad y transformación social. A nivel gu-bernamental, un claro ejemplo lo constituye la relevancia que tendría la DIGEDECOM a principios de la década del setenta y su intenso trabajo no solo de movilización política sino también de investigación social y de apoyo a políticas de desarrollo a nivel local o comunal. De igual manera, en algunos ministerios, como el de Salud y el MIVI, empezaron a establecerse centros de ‘Investigación y Planificación Social’ desarro-llándose paralelamente a este proceso, el persuasivo mito de la demanda potencial de profesionales en las ciencias sociales y que de hecho, algún papel jugó en la expansión que, en términos de graduados y especialistas en ciencias sociales, experimenta el país desde la década del setenta. El principal responsable en estimular real o imaginariamente esta demanda fue el Estado, por medio de su política de privilegiar el desarrollo de proyectos sociales, como nunca antes se había hecho en el país. Aunque no se dispone de información confiable y coherente a este respecto —lo que no es de extrañar ante la ausencia de un modelo explícito y claro con respecto a las prioridades sociales del Estado— lo cierto es que el primer quinquenio de la década del setenta fue testigo de prometedoras expec-tativas con respecto al desarrollo de las ciencias sociales.

Justamente, en 1972, y al calor de esta potencial demanda, se crea la Es-cuela de Sociología de la Universidad Santa María La Antigua (USMA). Esta fue la primera Escuela en su género, en establecerse en Panamá y fue una respuesta casi automática a las expectativas que acompañan al surgimiento de las Juntas Locales, Juntas Comunales, Juntas Agrarias, Asentamientos Campesinos, Cooperativas, etc., es decir a las posibilida-des de desarrollo social que parecen avizorar las bases sociales de apoyo y que el Estado fomenta durante ese período. Inicialmente, su orienta-ción no fue precisamente muy crítica del status quo promoviendo la idea de un técnico ‘sensibilizado’ sin embargo, para mediados de la década se irá advirtiendo una tendencia a mantener una distancia discrecional con respecto a su posición inicial hacia el Estado y sus proyectos y a reforzar el ángulo básicamente teórico-metodológico; no obstante, la ausencia de una unidad o centro de investigación posiblemente impidió que esta re-orientación evolucionara hacia posiciones más radicales o críticas hacia el Estado.

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La Universidad de Panamá también se hará eco de esta nueva situación, lo que se verá reflejado en el reforzamiento de la actividad editorial uni-versitaria, ya iniciada en la década anterior y en el funcionamiento de por lo menos cinco centros de investigación social superior a principios de la década del setenta: el Centro de Investigaciones Sociales y Económicas (CISE); el Centro de Investigaciones Jurídicas de la Facultad de Dere-cho y Ciencias Políticas, el Instituto de Criminología, el Centro de In-vestigaciones Antropológicas y el Centro de Investigaciones Educativas y Experimentación del Instituto Centroamericano de Administración y Supervisión de la Educación (ICASE). Lamentablemente, un centro tan importante como el CISE tendría una vigencia muy breve (1971 1973) debido a la conjugación de dos problemas íntimamente relacionados, primero, la ausencia de una política universitaria definida en materia de investigación universitaria, la que tendrá que esperar hasta principios de la década del ochenta para alcanzar una definición más orgánica, y segundo, la prioridad que dará la Universidad de Panamá a las activida-des de promoción social y política y de extensión cultural, actividades estas perfectamente compatibles con la política ‘democratizadora’ y de puertas abiertas que inaugura la Universidad a partir de su reapertura en 1970. Por otro lado advertimos que, a nivel de algunos grupos, centros e ins-titutos que tomaron la iniciativa de desarrollar las ciencias sociales de manera independiente y, particularmente, a nivel de aquellos más poli-tizados (izquierda cristiana, marxistas independientes, etc.), se inicia un movimiento que reclamaría de las nuevas disciplinas sociales un mayor compromiso con las necesidades de transformación de la sociedad. La mayor parte de estos grupos se establecieron durante la segunda mitad de la década del 70, a excepción del Centro de Capacitación Social (CCS), que desde finales de la década del 60 empezó a publicar la revista Diá-logo Social. En 1976 se crea CELA (Centro de Estudios Latino Ame-ricanos), y en 1979 empieza a funcionar el TELS (Taller de Estudios Laborales y Sociales). Estos centros van a darle un gran impulso a la investigación social, económica e histórico-política enriqueciendo la bi-bliografía existente y provocando un ambiente de gran agitación intelec-

tual y promoción política en torno a temas como el papel del Estado, los Tratados Torrijos-Carter los movimientos populares o las alternativas de transformación social y política en el país, entre otros.

Un elemento coyuntural que jugará un papel fundamental en el refor-zamiento de las opciones teóricas y metodológicas de estos centros in-dependientes de investigación y promoción social es el hecho de que inician su actividad precisamente en un momento en que el ‘Proyecto Torrijista’ ya daba muestra de fatiga y los antagonismos sociales tendían a agudizarse.

Aunque estos centros e institutos van a constituirse, orgánica y financie-ramente, al margen de los centros-universitarios, mantendrán estrechos vínculos con los mismos, particularmente la Universidad de Panamá, mediante convenios nacionales y regionales. Por ejemplo, en 1979, el CELA firmará convenios de investigación y colaboración académica con la Universidad de Panamá y con el CSUCA (Consejo Superior Univer-sitario de Centro América), respectivamente. De igual forma, el TELS coordinará esfuerzo de investigación con el SUM (Servicio Universi-tario Mundial), organismo internacional con sede en Ginebra. Hasta el momento, sin embargo, no se ha hecho una evaluación de las implicacio-nes derivadas de esta relación centros independientes-universidad, por lo menos en términos de fortalecimiento e institucionalización del trabajo científico social en nuestro medio.

A finales de la década del setenta se advierte la consolidación de un fe-nómeno cuyas características empiezan a perfilarse desde inicios de esa década, y es el de la profesionalización creciente de las ciencias sociales. Pero profesionalización no va a ser necesariamente sinónimo de legiti-mación o de aumento en el prestigio de las nuevas disciplinas intelectua-les a las cuales estamos haciendo referencia y menos de aumento inu-sitado en la demanda laboral. Se trata simplemente de que la indagación y cuestionamiento de la realidad social ha entrado en una nueva fase, en la cual surgen problemas y situaciones sociales que no pueden ser abor-dados por las disciplinas tradicionales, en donde, por lo tanto, los reque-rimientos de preparación técnico-metodológicos y teóricos, son mucho

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más exigentes y específicos, y en donde finalmente, los principios gene-rales y a largo plazo van cediéndole terreno a la formulación de planes de acción concretos ante demandas y exigencias también concretas.

Indicadores puntuales de esa profesionalización van a ser: a) la deman-da de servicios específicos en materia de desarrollo social (al tenor de programas estatales) y por consiguiente la existencia de una práctica real (experta o no) en materia de desarrollo social y que se realiza en ministerios, centros de investigación, universidades, empresas privadas, grupos comunitarios, etc. Esta práctica puede ser evaluada y además cuantificada y b) la caracterización de la investigación científica como rasgo distintivo de esta práctica y campo de trabajo, la cual sólo puede ser avalada o lo que es lo mismo, legitimada, por medio de la instancia académica correspondiente, en este caso, la Universidad. En este senti-do, la creación de la Escuela de Sociología en la Universidad de Panamá cobra una significación muy especial cuando este hecho se da justamente a principios de la década del 80.

La situación actual

La década del 80 da inicios a lo que podríamos denominar la situación actual. El ‘proceso de democratización’ que se inicia tras la firma de los Tratados Torrijos-Carter y que empieza a asumir forma corpórea me-diante las modificaciones constitucionales de 1978 y 1983, permitieron captar la magnitud y la intervención estatal en la conducción de la econo-mía y sociedad panameña desde el golpe militar de 1968, pero permitió también sopesar el impacto de las modificaciones sociales que introduce el proceso, principalmente en términos de la participación popular (a través del Poder Popular, las Juntas Locales, Asentamientos Campesinos y demás) y de la priorización de proyectos sociales en el campo de la salud, la vivienda, la educación, etc.

Esta acción estatal tenía entonces que reflejarse en la presencia de una significativa burocracia profesional vinculada a los nuevos roles que asume el Estado. Esto de hecho era así expresándose en un incremento del número de empleados públicos en un 196% en el período compren-dido entre 1968 y 1983 (MIPPE, 1985). A pesar de esto, la participación

de las Ciencias Sociales en cuanto tales, en tanto estamento profesional y por tanto como instancia de referencia para la toma de decisiones funda-mentales en materia social, no fue tan envolvente como algunos podrían suponer y esto, a pesar de que la práctica de los nuevos hábitos de trabajo experimentó cambios cualitativos con respecto a la década anterior y de que los criterios de profesionalización y legitimación se encontraban virtualmente delimitados tanto en términos académicos como de algunas prácticas profesionales (docencia, investigación, promoción, capacita-ción y asesoría técnica). Lo que si se hizo evidente, fue la configuración de una especie de síndrome técnico, sobre todo en las esferas oficiales, que ponía énfasis en el papel cada vez más importante del profesional en cada una de las etapas del desarrollo de la política social; en la progra-mación, en el desarrollo y ejecución del programa y en la evaluación del mismo, y en esto cada día más coincidirían tanto el sector gubernamental como el sector privado independiente.

Con todo, mientras la práctica de las ciencias sociales ‘nuevas’ como la Sociología, la Psicología, la Economía, la Ciencia Política, la Antropo-logía y otras, sigue siendo oficiada por una minoría relativa, todavía, el énfasis profesional continúa dándose en el plano social asistencia! y en las áreas tradicionales de la educación y la pedagogía, lo que revela uno de los ángulos ocupacionales de ese proceso de priorización de necesi-dades que se desarrolla durante el período torrijista comprendido entre 1968 y 1978.

No existe aún en el país una contabilidad confiable sobre el mercado de oferta de trabajo de las ciencias sociales —y esto es indicativo del nivel de profesionalización de estas ciencias-, sin embargo, en el siguiente cuadro puede apreciarse, con la discreción que deben imponer las fuen-tes estadísticas, parte del hecho señalado.

Por otra parte, si bien no es posible disponer de información cuantitativa confiable sobre el volumen e incidencia de esta población profesional, si es posible un perfil de la práctica profesional correspondiente, tanto a nivel oficial como de centros e institutos privados. La práctica de una década permite además distinguir situaciones típicas de ese proceso de profesionalización y legitimación que hace relación con el nivel de parti-

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cipación e incidencia creciente de las ciencias sociales, pero que también nos habla de las profundas limitaciones que experimenta su ejercicio en estos momentos.

a) Hay que indicar que si bien se reconoce cada vez más la importancia de la investigación social en el desarrollo de programas de política social, se advierte la ausencia, en ministerios, entidades autónomas e incluso en instituciones privadas, de secciones o unidades de in-vestigación social permanente. No estamos haciendo referencia a una sección que se encargue, exclusivamente, de la investigación básica o pura, o que conciba la investigación como una fase del proceso de implementación de políticas de desarrollo, nos estamos refiriendo a una unidad de investigación que en cuanto tal, apoye todas las fases del proceso de desarrollo de programas sociales y económicos: desde la programación hasta la evaluación pasando por la ejecución.

La necesidad de especialistas en todas las fases del proceso se ha probado como necesaria en programas tales como el de electrifica-ción rural, programas colectivos de vivienda y adiestramiento de personal, entre otros, y esta situación es bien conocida —aunque a un nivel puramente pragmático/operacional— por parte de las instancias burocráticas superiores encargadas de controlar y super-visar estos proyectos. Lamentablemente, aquí afloran problemas de fondo como aquellos relativos a ciertos hábitos (intelectuales, metodológicos y teóricos) de trabajo puestos en práctica por los mismos científicos sociales como lo son aquellos de privilegiar el diagnóstico crítico y develador de la realidad, o bien suplantar el hecho factual o descriptivo por envolventes generalizaciones ma-cro-sociales como base para la derivación de conclusiones o reco-mendaciones.

Esto sin lugar a dudas, ha tenido consecuencias prácticas desde el punto de vista de lo que se espera del sociólogo o el economista, según sea el caso. En el mejor de los casos, lo que ocurre es que las unidades encargadas de llevar a término los programas de de-sarrollo social conciben a la investigación social, sólo como una parte del proceso, bien sea de la fase de diagnóstico o bien de la fase evaluativa.

Esto implica que el investigador tenga una incidencia limitada en el proceso de toma de decisiones ya que en muchos casos es contrata-do, incluso, como ‘especialista’ para que le haga frente a tareas muy específicas y concretas sin poder involucrarse en la problemática global en cuestión cuando ésta realmente lo amerita.

b) Un segundo nivel de participación hace referencia a lo que podría-mos denominar la investigación social ‘no comprometida’ con los programas de transformación social y económica que desarrolla el gobierno y que engloba a intelectuales, académicos y a sectores politizados que sustentan posiciones críticas con respecto a las ac-ciones oficiales en materia social. Aunque en el marco del presente trabajo no podemos dar una relación detallada de su campo y mo-

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dalidad de acción, sí podemos decir que este nivel de participación es aplicable a la acción que desarrollan centros de investigación tales como el CELA, CEASPA, TELS, y otros ya mencionados con anterioridad.

En estos casos, se entrecruzan aspectos éticos y científicos que no pueden soslayarse. En efecto, a pesar de su posición crítica y de no involucramiento con las acciones gubernamentales, o quizas por eso mismo, estos centros están incursionando cada vez más en el terreno del análisis y discusión de problemas específicos que afectan el desarrollo de programas de política social emprendidos directamente por el gobierno. Frecuentemente, dado el nivel de in-formación que se maneja y sobre todo debido al contacto y consulta con sectores directamente afectados (beneficiarios), estos análisis devienen en recomendaciones concretas y en muchos casos, en alternativas viables y/o razonables tanto dentro del marco de los programas de desarrollo social y económico promovidos por el go-bierno como de los intereses de los grupos populares. Sin embargo, ante la imposibilidad ‘ideológica’ de tender un puente, por el costo que esto pudiera implicar en términos de colaboracionismo o de sesgo ‘reformista’ estas recomendaciones suelen derivar en solu-ciones formuladas a un nivel macro y a largo plazo, como serían las que podrían esperarse de cambios estructurales profundos.

Desde luego, estos centros consideran que la metodología Acción-investigación-Acción, que involucra a los grupos oprimidos como objetos y también como sujetos de su propio cuestionamiento so-cial, no solo es capaz de ofrecer auténticas soluciones alternativas a las que pueda ofrecer el establecimiento, sino incluso de enri-quecer infinitamente el conocimiento científico de la realidad. Sin embargo, algunos consideran (Freeman y Sherwood, 1981) que en su calidad de “partícipes externos” tienen que pagar un precio, y es que rara vez pueden influir directamente sobre las fuentes de decisión política que tienen en sus manos la programación y ejecu-ción de proyectos que afectan urgentemente sectores de población. Esto conduce a un resultado paradógico y contradictorio. En efecto, habida cuenta de que estos centros independientes, operan con es-

casos recursos económicos y débiles lazos de comunicación con los centros de decisión política, se corre el riesgo de que a largo plazo pueda limitarse drásticamente su influencia sobre el conjunto de la sociedad, por lo menos como fuente generadora de conocimiento nuevo de la realidad, deviniendo en consecuencia, en instrumentos orgánicos para el análisis exclusivo de ‘situaciones de coyuntura’ y de activismo promocional y descuidando el pensamiento crítico de fondo.

c) Finalmente podemos hablar de un tipo particular de contribución que hace la ciencia social en nuestro medio y que se realiza por medio de lo que podemos denominar la investigación social au-tárquica, que es aquella que involucra ese conjunto de investiga-ciones que, por ausencia de una política nacional de investigación científica y tecnológica, tiene una influencia ‘incidental’ o más bien ‘accidental’ sobre las políticas de desarrollo. Se trata básicamente de la investigación social llevada a término por catedráticos univer-sitarios o investigadores y técnicos de alto nivel. Este tipo de inves-tigación comprende desde tesis de doctorado hasta incluso una di-versidad de estudios que se realizan a nivel de ministerios y demás dependencias oficiales, pasando por verdaderas contribuciones a la teoría y metodología científica. Realmente no existe en Panamá una adecuada red de comunicaciones que permita aprovechar debida-mente este derroche de energía intelectual lo que lleva obviamente a la frustración y la sensación de algunos investigadores de que las ciencias sociales son inútiles. En este punto se impone una reflexión sobre la situación universitaria. En efecto, la Universidad, y en este caso particular la Universidad de Panamá, que es la instancia aca-démica que ofrece condiciones ideales para un aprovechamiento y planificación óptima de los recursos intelectuales a su más alto nivel, atraviesa por una situación coyuntural en lo que respecta al impulso de las ciencias sociales nuevas.

A este respecto hay que indicar por ejemplo que ciencias como la Sociología y la Economía, sólo hasta la década del 80 alcanzan un significativo reconocimiento académico. La Escuela de Sociología

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fue inaugurada en 1981 y la Facultad de Economía recién fue crea-da en 1982. Detengámonos un poco con respecto a la Escuela de Sociología de la Universidad de Panamá.

La Escuela de Sociología de la Universidad de Panamá, creada a dos décadas de distancia del masivo surgimiento de facultades, ins-titutos y centros de investigaciones especializados en Sociología en la mayoría de los países latinoamericanos y a casi una déca-da de fundada la primera escuela de sociología en el país, surge bajo condiciones contradictorias, por lo menos en lo que hace a los nuevos requerimientos de profesionalización y legitimación de las Ciencias Sociales.

En su creación se combinan aspectos académicos y políticos. Por un lado, la escuela nace como producto no sólo de la agresiva inclu-sión, en casi todos los planes de estudio de las diferentes carreras impartidas en la Universidad —sobre todo después de 1971— sino también de las crecientes expectativas respecto a su capacidad ana-lítica para cuestionar legítimamente el establishment. En retorno, sin embargo, esta última razón conspiraría en contra de una mayor inserción y aceptación de la misma en el mundo académico tradi-cional.

En el contexto de una universidad que, desde 1970 prohija un pro-ceso de democratización y de puertas abiertas, y que inspira un am-biente antielitista y antitecnocrático —pero que muchos definieran también como ‘masificador’ y populista—, a la Sociología se le atri-buía un rol cada vez más contestatario y cuestionador, pero si por un lado se daba la tardía aunque crítica inserción de la Sociología en el panorama científico nacional, por el otro lado, la Universidad de Panamá, respondiendo a un nuevo momento del desarrollo político-social del país, y a una nueva etapa de las relaciones con los EEUU, expresada en los Tratados Torrijos-Carter empieza a revisar crítica-mente (en 1981) los resultados de la democratización-masificación de la educación universitaria y a considerar las responsabilidades de la Universidad frente a las necesarias transformaciones de orden económico, social y político (Plan de Desarrollo Universitario).

Si bien esta situación aún no se ha proyectado en acciones con-cretas de la política universitaria con respecto a alguna disciplina en particular (sociología, economía, etc.) no existe la menor duda de que las demandas reales de profesionalización a nivel de estas ciencias, y la necesidad de que las mismas adquieran no solo una mayor legitimidad y capacidad de persuasión política, sino también un mayor nivel científico, está poniendo en tensión a los principa-les resortes o instancias responsables del desarrollo de las Ciencias Sociales a nivel de la Universidad de Panamá.

Esto significa que el rol contestatario y crítico que a nivel de la Uni-versidad han asumido las nuevas disciplinas, aparentemente, sólo puede rendir frutos efectivos si se comprende cómo se insertan es-tas nuevas disciplinas del conocimiento con las demandas cada vez más crecientes de la sociedad. Es obvio entonces que la satisfacción de esta demanda corre pareja con un incremento de la eficacia ex-plicativa de las nuevas disciplinas y en su capacidad como medio realmente transformador y no meramente macro-especulativo de la realidad social.

3. Algunos problemas y perspectivas

Dos hechos históricos han jugado un papel importantísimo en la confi-guración de la nueva Ciencia Social en Panamá, permitiendo que esta delimite más precisamente su campo de acción y que incida de manera directa sobre la marcha de los acontecimientos nacionales.

En primer lugar el florecimiento de una ideología pretendidamente más científica que coloca cada vez más en el centro de lo que se conoce como ciencia social, la investigación científica. La ‘investigación’ (y toda la terminología, métodos de trabajos, hábitos, etc. que ella representa) se convierte en el criterio legitimador de las ciencias sociales, en lo que parece ser un velado reproche al ensayismo verbalista y al normativismo jurídico. Independientemente de los diversos roles que intente represen-tar el científico social, bien como consultor de política, como asesor, como docente, como técnico, e incluso como militante político, al crite-

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rio legitimador y lo que le confiere cierta responsabilidad es su alegada fidelidad a los principios de la investigación social. Poco importan los marcos teóricos o ideológicos que se utilicen, la nueva ética se tiene que fundamentar casi místicamente, en la ‘investigación científica’.

En segundo lugar y coincidiendo en gran medida con esta nueva ética te-nemos que tanto el Estado, como los sectores privados o independientes, paulatinamente le han asignado al ‘factor social’ una importancia cre-ciente. Contrario a los sectores economicistas de la década del sesenta, se ha ido abandonando la tendencia a considerar a los factores sociales como variables dependientes de otras instancias como por ejemplo, la economía. Por diversas razones, la variable social ha cobrado indepen-dencia creciente, y si bien algunos la enfatizan como un recurso para ocultar las contradicciones económicas y otros la subrayan precisamen-te para develar esas contradicciones, esa evaluación de rango ha tenido efectos de importancia en lo que hace el fortalecimiento de teorías, con-ceptos y metodologías de las disciplinas comprendidas bajo la denomi-nación de ciencias sociales en Panamá.

Algunos hechos subrayan la coincidencia entre la ideología científica y la importancia de la variable social. Por ejemplo, con respecto a lo pri-mero, ya se observa, en la Constitución de 1972, una voluntad política expresa orientada en el sentido científico moderno. El artículo 78 señala categóricamente que “El Estado formulará la política científica nacio-nal destinada a promover el desarrollo de la ciencia y la tecnología” Más recientemente, en junio de 1978, se crea la Ley 6 mediante la cual se establece la Comisión Nacional sobre Política Nacional de Ciencias y Tecnología. Esta Ley hasta el momento, no ha sido desarrollada, sin embargo, a nivel de la Misión del Fondo Provisional de las NN.UU., de Ciencia y Tecnología en colaboración con el MIPPE, se han venido haciendo los intentos de evaluación tendientes, entre otras cosas, a crear condiciones que hagan posible la materialización del precepto constitu-cional expresado en la Ley correspondiente.

En lo que hace concretamente el segundo aspecto, o sea la relevancia de la ‘variable social’ es evidente la importancia estratégica. Sin embar-go, todavía esta relevancia ha estado motivada básicamente por factores

externos ligados a programas de colaboración técnica internacional y orientada casi exclusivamente a programas de población. El trasfondo que prioriza la importancia de los aspectos demográficos en países po-bres como los nuestros es evidente y explica, además el involucramiento o interés de sectores privados y otras.

De cualquier manera, los esfuerzos hechos en materia socio-demográfica han fructificado en iniciativas concretas orientadas hacia la investigación interdisciplinaria en los campos de la investigación básica, la investiga-ción aplicada y la transferencia de tecnología. En este sentido hay que señalar que, aparte de todas las acciones que en el terreno de investiga-ción y planificación social se viene desarrollando en Panamá desde la década del sesenta, vale la pena destacar dos casos muy recientes que apuntan hacia una eventual integración y mayor profesionalización de las Ciencias Sociales en nuestro medio. En primer lugar la creación del CONA-PODE (Comisión Nacional de Política Demográfica), grupo in-tergubernamental que además de atender a los aspectos estrictamente políticos-demográficos, se constituye potencialmente en un centro de co-ordinación en materia de investigación aplicada al desarrollo social. En segundo lugar y virtualmente como una concreción de los objetivos de CONAPODE, encontramos el COTEPO (Comité Técnico de Población), una unidad técnica intergubernamental constituida más recientemente y que integra al MIPPE, Ministerio de Salud, Ministerio de Vivienda, Es-tadística y Censo de la Contraloría General de la República, la Caja del Seguro Social y el IFARHU.

Igualmente, el balance de algunas tareas concretas realizadas por este Comité, como por ejemplo el reciente informe sobre población y Desa-rrollo de Panamá (Publicación Gráfica) Agosto de 1984, involucra accio-nes de investigación que a mediano plazo podrían rebasar el marco de los estudios puramente demográficos e integrar otros tópicos y áreas de interés tanto para la política social del Estado, como para una eventual posición interdisciplinaria a nivel de las ciencias sociales. De hecho los estudios de población en Panamá, han tenido la virtud de integrar a esca-la tanto de investigación básica como aplicada a un conjunto diverso de disciplinas sociales tales como la economía, la estadística social, la so-ciología, la ciencia política, la salud pública, etc., en una forma en que no

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lo pudieron lograr los enfoques economicistas en la década del sesenta.Finalmente había que señalar con respecto a los señalamientos anteriores que todos estos aspectos tienen una tremenda incidencia sobre la institu-cionalización, profesionalización y legitimación de las Ciencias Sociales en Panamá, y constituyen los parámetros básicos dentro de los cuales se pueden llegar a una visión realista del cual es su contribución al desarro-llo económico y social del país.

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Resumen

En el entendido que una disciplina científica como la Sociología no escapa a las determinaciones que imponen los procesos his-tóricos, se propone en este artículo una periodización de cuatro

momentos que señalan un hilo conductor y sus variaciones, en lo que compete al papel que ha jugado esta ciencia social en Panamá.

El primero, que mira la producción del conocimiento sociológico ante-cedente a la incursión de la disciplina en la academia universitaria, pero que marca hitos fecundos en el pensamiento social que hoy se revelan como modelos en lo epistemológico y en lo ético; se resalta el aporte poco referenciado en la historia oficiosa de intelectuales orgánicos de los movimientos populares, como es el caso de José María Blázquez de Pedro. De él, se conoce que promovió, dentro de los límites que imponía el débil desarrollo de nuestras fuerzas productivas y académicas, una visión epistemológica que redundaba en una praxis comprometida con los grupos más débiles del istmo; una modalidad de pesquisa que hoy

El Papel de la Sociología en la Vida Nacional Panameña

Roberto A. Pinnock

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podríamos denominar como prototipo de investigación cualitativa, pero vinculándolo al conjunto social; una visión que tenía claro que si bien había una sociedad compleja y había que interpretarla como tal, existía un vértice articulador de carácter universal que articulaba los distintos fenómenos de la sociedad, tal eje articulador era lo que concebía como “la cuestión social”, misma que no era otra cosa que las relaciones de explotación social.

Una segunda faceta, en la que se vivencia los primeros escarceos de ins-titucionalización con la incursión de los escasos sociólogos y sociólogas en la academia universitaria a partir de 1,935. Inicialmente, con la oferta de agentes de una sociología crítica alemana y después, con una práctica cualitativamente desmejorada desde el punto de vista disciplinar.

El tercer lapso, cubre los decenios setenta y ochenta, coincidente con momentos en que la lucha por la superación de la semicolonia alcanzó su punto cumbre. Aquí, la Sociología junto a otras Ciencias Sociales, se reportaron con creciente actividad y se delinearon con claridad tres rutas seguidas por la práctica de la disciplina. El proceso culminó con la invasión estadunidense a nuestro país, generando replanteamientos en lo disciplinar y profesional, al imponer un estado e ideología de corte neoliberal.

Finalmente, un cuarto período aún abierto, iniciado en los años noven-ta, cuando el pensamiento neoliberal pareció estar sentado firmemente, sin contrapesos a sus proposiciones, encontrándose con una disciplina que tiene planteada al menos tres retos, que de superarlos rescatarían su carácter y papel histórico, inhibido circunstancialmente por la ideo-logía neoliberal. Un papel, que invita a mirar con detenimiento hacia la tercera ruta del desempeño de la disciplina, seguidora de la más en-cumbrada tradición sociológica crítica latinoamericanista, pero también, de los nuestros, incluidos, Blázquez de Pedro y Simeón González H., al menos en sus visiones epistemológica, metodológica y ética. Un papel, que renueva ese carácter de ciencia crítica y constructiva, en medio de una sociedad compleja y desintegrada socialmente.

Evitando tentaciones Cuando nos introducimos a un tema como el presentado aquí, con fre-cuencia hemos tendido a incurrir en dos tentaciones distorsionantes de la realidad, a saber: una que nos lleva a asimilar la disciplina sociológica con lo que hacen los(as) sociólogos(as) institucionales o “certificados” por las instituciones académicas en el país, con lo que se deja de lado aportaciones de estudiosos(as) o científicos(as) de otras disciplinas que ya sea regularmente o no, han ofrecido interpretaciones creativas sobre la cuestión social, con una perspectiva netamente sociológica o al decir de Writh Mills, con imaginación sociológica.

Esta tentación resulta una desviación, toda vez que no solamente quie-nes contamos con la idoneidad o el “cartón” que nos certifica como sociólogos(as), somos los(as) que aportamos al desarrollo de la discipli-na, en sus dimensiones teórica y metodológica.

Esto está perfectamente despejado en inventarios del quehacer socioló-gico sobre aportes de profesionales científico sociales y no sociales en el país, cuya obra más esmerada y fértil la ha producido el Dr. Alfredo Figueroa Navarro. La misma, ha venido a bien para situar las áreas de trabajo efectiva y potencialmente abiertas por ejercientes de diversas disciplinas durante el siglo XX a favor de la sociologìa.

La segunda tentación que quisiéramos evitar alude a una evaluación de los efectos o resultados de la práctica científica sociológica. Esto ocurre, cuando se incurre en deducir mecánicamente que, donde encontramos ejercientes de la profesión en comento, sus productos son favorables al desarrollo de la ciencia sociológica per sé; o que, en caso que la acción profesional observada resulte útil a la resolución de problemas sociales puntuales, la misma es una aportación de la disciplina a la vida nacio-nal.

Es decir, no sería científico asumir que toda obra académica, investiga-tiva, docente y hasta burocrática de las y los científicos sociales, repre-senta una contribución al crecimiento de la profesión o peor aún, que es

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una aportación de la Sociología a la resolución de problemas actuales de nuestra sociedad.

Poder sortear estas tentaciones no es tan fácil. No obstante, asumiremos aquí un triple propósito, por un lado, iniciar un debate evaluativo del quehacer profesional y científico sociológico en el país, en el marco de los procesos más globales de los que ha hecho parte; en segundo lugar, sugerir algunas direcciones hacia donde pensar el tipo de contribuciones que le cabe a la Sociología en Panamá en la actual etapa histórica, esto es, los retos que debe asumir. En tercer término, lograr lo anterior evi-tando incurrir en las tentaciones comentadas al principio.

Sin duda alguna, las obras tanto del maestro Alfredo Figueroa Nava-rro, como la del colega Miguel Ángel Sánchez, relativas al desarrollo de nuestra Sociología, nos relevan de tener que extendernos en el trata-miento de las tres primeras etapas y sobre todo, de la mención de los(as) múltiples estudiosos(as) que han volcado su producción intelectual hacia la cuestión social panameña, excepción hecha de la mención que hago de José María Blázquez de Pedro y de los primeros(as) sociólogos ins-titucionales en el país, por razones que, espero, se comprenderán en la última parte de este escrito.

En consecuencia, con lo que estamos proponiendo, nos parece obligante reconocer el carácter histórico de la disciplina que se comenta. Sin duda, resulta incompleta la comprensión y la evaluación de la producción de conocimientos, si se prescinde de las condiciones y procesos sociohistó-ricos, que dieron lugar a un determinado pensamiento social.

Este detalle sugiere dividir nuestro horizonte temporal, para los propósi-tos del presente escrito, en cuatro desiguales momentos.

LA PREHISTORIA INSTITUCIONAL

Si extendemos la mirada hacia los tiempos precedentes a nuestra con-formación como unidad social y política que se autoreconoce como na-ción en el siglo XIX, pareciera que es prácticamente nula la presencia de un pensamiento social medianamente pretensioso de ser explicativo

de algún tipo de hecho social, a no ser que se incluya (que no lo haría yo)- la serie de narraciones de sucesos, elaboradas por los colonizadores europeos.

Por lo contrario, interpretaciones de las realidades sociales sí las encon-tramos en fechas subsiguientes a la descolonización respecto de España y la inmediata agregación a la Gran Colombia de Bolívar, pasando por el período del nacimiento de la mediatizada República en 1,903, hasta llegar al momento de la crisis general capitalista a nivel global, a fines de los años veinte del siglo pasado.

En efecto, en esta primera etapa, nos encontramos frente a una esmerada reflexión sobre la realidad social, que en no pocos casos fue orientadora de la práctica política istmeña, de alcance local y nacional.

Así, la observación aguda, plasmada a través de las plumas de insignes pensadores de la vida social panameña, tales como Justo Arosemena, Belisario Porras, Eusebio A. Morales, Juan B. Sosa, Carlos A. Mendoza, José Dolores Moscote, entre otros, llegaron a copar un ámbito importan-te de la reflexión política y sociocultural del país en este período.

Sin duda, en la abrumadora mayoría de estos casos, el espíritu de la ilustración liberal de la época, estuvo en la base ideológica de su acción y pensamiento social, mismo que tocó enfrentarse a las ideologías re-gentadas por los grupos conservadores que pululaban con fuerza en el último cuarto del siglo decimonónico, muy dados al mantenimiento de las amplias distancias sociales y el sistema de servidumbre, trasladado al comportamiento político del siglo XX.

Es meritorio destacar aquí, las insinuaciones de una sociología institu-cional en Justo Arosemena en la segunda mitad del siglo XIX, de insertar una disciplina de lo social en el quehacer académico del país, bajo la denominación de “Factología”, poniendo en evidencia cierto referente conceptual positivista en su imaginario “sociológico”. (Figueroa Nava-rro, 2,009:25).

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Pero además, según nos ilustra el Dr. Figueroa: “Éste compuso una obra (desafortunadamente inédita) titulada Sociología Aplicada”. (Ibidem)

Adicionalmente, al final de esta primera faceta, hubo quienes recono-cieron el papel orientador que podía desempeñar el conocimiento de la Sociología institucional hacia la población. Este fue el caso de docentes del “Nido de águilas” Instituto Nacional con visión modernista, tal como lo describe el maestro de maestros, Alfredo Figueroa:

“En los años veintes, Federico Calvo, desde los laboratorios del Instituto Nacional, clamó por la difusión de la Sociología en varios artículos sa-pientísimos editados por la revista Estudios.” (Ibidem)

Por lo demás, este clamor da cuenta, de sí y por sí, de la ausencia de una institucionalización de esta disciplina para aquéllos instantes históricos, razón por la cual hemos convenido en titular esta etapa como el de la prehistoria de la Sociología institucional.

De obligatoria lectura para las nuevas generaciones y particularmente de científicos(as) sociales en formación-deben ser diversos documentos analíticos producidos por esta camada de pensadores de gran valor. A modo de ejemplo, hago referencia de “Ensayos, documentos y discur-sos” del Dr. Eusebio A. Morales, fechado en 1,929, sobre todo por el hecho de que le da un trato de factura sociológica que le otorga fortalezas en algunas de sus predicciones de la ocurrencia de fenómenos tales como la migración rural-urbana; problemática que aún resulta una preocupa-ción para las políticas públicas y la institucionalidad sociológica actual.

Otra de las piezas de sesuda cavilación a ser considerada en la formación de nuestras nóveles generaciones universitarias no solo de Sociología, sino de otras disciplinas como el Derecho, Economía e Historia-es la tesis de grado sobre “Prescripción” presentada por Benjamín Quintero Álvarez a la naciente Facultad de Derecho, en la era gloriosa del Porris-mo. Allí destaca que el fundamento racional de la propiedad lo consti-tuye el “robo”, expresando una visión histórico-social muy Spenceriana.

En fin, gracias a los razonamientos de los intelectuales formados an-tes de la era republicana, hoy contamos con insumos que nos permiten comprender la génesis del carácter de las relaciones de subordinación colonial y semicolonial, al que nuestra población fue sometida en buena parte de los siglos XIX y XX.

Por añadidura, tales cavilaciones miraban frecuentemente hacia la acción política, organizada en grupos, en partidos o como políticas del estado.

Pero, aún cuando hubo cierta falta del rigor de ese que hoy exige nuestra ciencia social contemporánea, es innegable que produjeron conocimien-tos valiosos y con éstos, argumentos que fomentaron en su momento cierta cohesión social e identidad propia de grupos locales mayoritarios, en torno a un proyecto de nación, frustrado en reiteradas ocasiones tanto por las aristocracias políticas de la hoy vecina Colombia, como poste-riormente, el estado imperial norteamericano y sus pajes oligárquicos.

Merece una especialísima mención, una fuente de elaboración de pen-samiento social que poquísimos(as) historiadores(as) han resaltado; se trata de las reflexiones incitadas por activistas intelectuales-orgánicos, como diría Antonio Gramsci en nuestro arrabal y mundo laboral, que hacían valer una perspectiva interpretativa de conjunto y una ética de compromiso político con el pueblo.

Los debates y planteos a lo interno del incipiente movimiento sindical y a través de revistas y periódicos de circulación internacional, suscitados por estos sabios de extracción popular pasados por alto en la historia oficiosa y por la mayoría de mis colegas tal como el anarcosindicalis-ta español Blázquez de Pedro, apuntan a pensar en tal dirección. (Cfr. Franco, 1,986).

José María Blázquez de Pedro, por el año 1,917, era de los que pensaba que esta novel disciplina, no podía ser una ciencia meramente teórica, sino comprometida con el que hacer y luchas populares:

“La Sociología no es una ciencia de gabinete; sino una ciencia viva, que se constituye y se aprende de preferencia en el tráfago y en las

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luchas del mundo. Si los obreros no piensan, ni estudian, ni se mue-ven la Sociología no adelanta.” (Franco, 1,986:121)

Es más, ni siquiera abonaba legitimidad alguna a quienes practicaban lo que en ese momento representaba el quehacer usual de la Sociología institucional:

“De ordinario, los doctores universitarios conocen la Sociología, en un orden superficial y demasiado teórico, y desde el cómodo pun-to de vista del desahogo económico; lo cual equivale a conocerla mal.”(Ibidem)

Blázquez de Pedro, no formulaba tales reproches a la Sociología con-vencional en términos abstractos. Sus argumentaciones poseían un fun-damento empírico, resultante de la observación sistematizada de las condiciones de vida de la población panameña.

Es por eso que frente a una argumentación harto ideológica, por ser mis-tificadora y alejada de la realidad istmeña emitida por Nicolás Victoria Jaén (La Estrella de Panamá, 1,919) quien a esa fecha, era director de la Escuela Normal de Institutoras y anteriormente, editorialista de la Es-trella de Panamá (1,918), Blázquez de Pedro arremete con la solvencia doctoral de quien domina a cabalidad esa disciplina, en su esencia teóri-ca y metodológica.

Nos referimos a la pieza magistral elaborada por este citado intelectual popular, en respuesta al ilustre ideólogo de las clases conservadoras de principios del siglo XX, a propósito de la “la cuestión social”-que para los instantes actuales equivale al concepto de explotación social-concebida como inexistente en Panamá, para Don Victoria Jaén. Esa pieza, apareció en el año 1,920 en la revista internacional “Cuasimodo Magazine Interamericano”, No. 8 y No. 9, misma que gracias al rescate heurístico de Hernando Franco, podemos mostrar aquí.

En efecto, su solvencia en el manejo de las evidencias fácticas se po-día deducir de sus afirmaciones, citadas a continuación (las negritas son nuestras):

“Por mi segunda calidad de librero, yo entro en las mansiones más acomodadas como en las más humildes y en las intermedias (…). Todo esto, dado mi apetito indeclinable de observar e investigar, me ha permitido convencerme de que las clases pobres moran aquí en ver-daderos chamizos y se nutren pésima e insuficientemente; o sea, que en Panamá se pasa bastante más hambre de lo que parece.” (…) Si en Panamá y Colón, las dos poblaciones más importantes de la Repúbli-ca, en las cuales hay ya algunas sociedades obreras, la explotación y la miseria de quienes producen es todo lo enorme que queda patentizado, fácil será comprender lo que ocurrirá en el interior, donde los analfabetos son mayoría y donde nadie habrá oído pronunciar una vez siquiera las voces “gremios obreros”, “aumento de salario”, “disminución de horas de trabajo”, “reivindicación social”, “derechos del proletario”, “solida-ridad obrera”, “sindicalismo”, “socialismo” y otras similares.” (Franco, op.cit.:131)

Pero además, la crítica no se queda en la cuestión metodológica, que de por sí alberga una incuestionable producción de conocimiento socioló-gico, sino que se enclava en el revelamiento de la calidad ética de la disciplina sociológica en la que un ejerciente o pretendido de tal puede incurrir, desvirtuando o afirmando, según el caso, el carácter y papel de tal disciplina. En este sentido, continuando con lo expresado en la cita anterior, nuestro autor redondea su argumento en los siguientes térmi-nos:

“Claro está que los hartos no verán o no querrán ver ni reconocer tantas y tan desconsoladoras realidades; pero quien se crea capacita-do de escribir y perorar sobre sociología, por más que goce de todas las harturas, no puede proceder como aquellos otros hartos, que sólo miran y aprecian la vida y sus fenómenos y relaciones a través de su estómago, desde su exclusiva conveniencia personal. Si desconoce todo este cúmulo de axiomáticos hechos, padece sin duda de una ce-guera total del corazón y del cerebro, que le incapacita para invadir el terreno de la sociología. Si no los desconoce, y lo niega y saca de ello conclusiones en un todo contrarias a lo racional y a lo debido, incurre de seguro en un delito de crueldad y de burla, mucho más tremendo y

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punible que casi todos los marcados en los códigos del Mundo entero.” (Franco, op. cit.:131-132)

Se confirma así, la aparición de actores vinculados a la praxis del movi-miento popular del primer tercio del siglo XX con cierto influjo de las diversas corrientes marxistas muy en boga-quienes dominaban una pers-pectiva interpretativa de lo social que no perdía de vista la vinculación de lo local con lo nacional y en no pocas ocasiones, hasta con lo interna-cional. Igualmente, era evidente su enfoque vinculador de lo económico con lo político y con el mundo de las ideas.

En buena medida, sus fragmentos difundidos revelaron un sustrato arti-culador entre lo universal y lo individual, semejante a lo que Writh Mills calificaba como propiamente sociológico (Mills, 1,969).

En esto último, esa intelectualidad orgánica popular, superó a muchos historiadores y pensadores que abordaron fenómenos sociales, con óp-ticas interpretativas que descansaban más en el voluntarismo y papel de los actores individuales-o de familias, como en el caso de estudiosos como Sosa, Arce y otros, que en una interpretación histórica donde, si bien éstos actuaban movidos por su voluntad, ésta se supeditaba a con-dicionamientos de estructuras ideológicas, políticas y económicas, que se les superponían.

Esta interpretación que suponía tal visión de conjunto, llevaba a una de-terminada práctica social y política que otorgaba un carácter más pro-gresivo y hasta revolucionario de la Sociología, nunca asimilada por las clases manejadoras del poder en esos momentos, razón por la cual, sus posibilidades de difusión masiva estuvieron cercadas a lo interno del país.

En resumen, de esta primera época, no hemos conocido aún la presencia de un ejercicio sociológico académico, institucionalizado, con una masa crítica que la sostuviera; que siguiera un planteamiento teórico definido junto a unas ciertas reglas de rigurosidad, como la academia científica nos la impone hoy.

Pero lo que sí hemos podido visualizar, es la asistencia de diversos acto-res, personas eruditas muy ligadas a la praxis política criolla y a la fija-ción de una idea de nación y progreso. Adicionalmente, casi al término de este período, se constata la presencia de otros pocos actores vincula-dos a sectores del mundo popular concomitante con el engrosamiento relativo de la clase obrera en la zona de tránsito desde donde se suscitó una reflexión de altísima calidad para la acción, no institucionalizada plenamente, aunque sí de una calidad en su enfoque que repercutió en movimientos sociales de naturaleza nacionalista, popular, anticolonial, clasista, campesina y hasta feminista.

UNA INSTITUCIONALIDAD DILUIDA

En el inicio de esta etapa, aparecen personajes emblemáticos(as) dentro del inventario de agentes de la sociología institucional panameña. Es el momento de la presencia de un discípulo de Emile Durkheim, como lo fue el connacional, Demetrio Porras.

Porras aportó su grano de arena a la conformación de una visión y prác-tica socialista democrática en el escenario político nacional fundando el partido socialista, casi tres décadas antes de que otros activistas se enrolaran en una organización de nomenclatura ideológica afin con sus posteriores bifurcaciones.

En su praxis sociopolítica, casi no hubo diferencia entre su producción académica y su compromiso ético-político, en la medida que esta última fue resultado de sus reflexiones intelectuales, al menos en el período de agitación de los movimientos sociales agrarios y semirurales por los que mostró interés, durante las décadas de los años 30 y 40.

A nivel del escenario formal académico, es a raíz del nacimiento de la Universidad de Panamá en 1,935, cuando vino a ubicarse el escarceo primario de una Sociología institucional en el país. El doctor Figueroa Navarro destaca aquí a científicos sociales escabullidos del nazismo alemán, tales como Franz Borkenau y Richard Behrendt, miembros de los círculos académicos de la escuela crítica de Frankfurt a la que per-tenecieron Theodor Adorno y Herbert Marcuse-a través de su Instituto

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de Investigaciones Sociales, a la sazón, dirigida por Max Horkheimer. (Figueroa, 2,009:214).

De éstos, nos abunda el maestro Figueroa, “Behrendt funda el Cen-tro de Investigaciones Sociales y Económicas (CISE) el cual, tras su partida, vegetaría casi hasta 1,970…” (Ibidem) Es decir, durante 25 años, uno de los principales motores, si no el principal, de la pro-ducción sociológica institucional conocida hasta entonces, fue apagado y con ello se retrasó la posibilidad de generar una masa crítica de productores(as) de conocimientos científicos sociales nativos.

Fuera de Demetrio Porras y de estos primeros y fugaces representantes de muy alto nivel científico, se incorporaron al quehacer de carácter ins-titucional, algunos(as) estudiosos(as) de origen nacional. Dos sociólogas destacan aquí: Georgina Jiménez de López, primera mujer que dictó la cátedra de Sociología en la Universidad de Panamá y de la cual sobre-salió su estudio sobre la clase media y Ofelia Hooper, con su valiosa obra dedicada a la sociedad rural panameña.

Por el lado de las cuestiones abordadas, el debate cultural, político e ideológico en el país, se orientó con mayor raudal hacia lo que desde el nacimiento de la República se convirtió (o se construyó como pensa-miento social panameño) en problemática principal del país, misma que sin cuya solución eran insuperables el resto de los problemas económi-cos, políticos y socioculturales de la población panameña, a saber: la situación de semicolonia respecto de Estados Unidos de América.

En efecto, los problemas de la semicolonia gravitaban en buena parte de las cuestiones sociales nacionales y sin duda, en la producción del cono-cimiento relativo a la realidad social del país.

Los fenómenos sociales eran tratados con cierta coherencia interna, pero limitadas en cuanto a la explicación científica de la realidad; otras veces, las argumentaciones se aproximaban a las causas de los fenómenos ob-servados, pero con falta del rigor científico disciplinar.

En unos y otros casos, sus productos alimentaban más la acción política (gremiales, sectoriales, partidarias, sindicales) que la institucionalidad sociológica como tal; acaso sin decirlo y sin saberlo, los vínculos de algunos(as) de sus practicantes con sectores populares, eran parte de la tradición inaugurada con Blázquez de Pedro. Aquí, las disciplinas afi-nes, cumplieron con una parte de la tarea que debió asumir la Sociología institucional: hacer “reflexión para la acción”; en tanto que de la necesa-ria producción (teórica) de conocimiento debería derivarse en ‘‘un efec-to transformador en la realidad’’. (González Casanova, 2,004:88).

En medio de tal profusión de ideas con tintes ideológicos disímiles, pero vinculadas a la práctica política y sociocultural, la exigua Sociología institucional vigente en esta etapa posterior a las contribuciones de los agentes del pensamiento de la escuela crítica alemana, desempeñó un pa-pel muy precario en la producción de un conocimiento que tuviese algún impacto en el desarrollo de la teoría y práctica sociológica como tal.

En este periodo, nuestra disciplina no caminó más allá de ofrecer inves-tigaciones (diagnósticos) que más bien fueron esmerados inventarios de contextos regionales, locales y nacionales, empleando indicadores “so-ciales” y “económicos”, cosa posible gracias a la creciente disponibili-dad de datos producidos por la Dirección de Estadística y Censo de la Contraloría General de la República.

No obstante, la falta de abstracción-conceptualización sociológica en este caso-y de generalización-aplicabilidad a conjuntos amplios-como lo sugieren los expertos en métodos e investigación científica, (Gibson, 1,982) nos llevan a calificar como de escasamente científica, a la produc-ción sociológica “institucional” en esta etapa.

Nos aventuramos a proponer esta calificación, en el entendido de que el carácter científico se revela con cierta madurez en una disciplina que estudia la realidad, cuando se hace uso de algún tipo de modelo de in-terpretación de las mismas, aún cuando sea para superarlo o corregirlo. (Willer, 1,977) De lo contrario, estaríamos cayendo en una teorización sin mayor valor que cualquier especulación de café al dejar de lado las evidencias empíricas, o sino, en un empirismo investigativo sin abstrac-

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ción útil, o sea, recogiendo datos concretos sin mayor vinculación cien-tífica entre ellos. (Pinnock, 2,001 b).

La utilidad científica en tanto esclarecedora y transformadora de la reali-dad-de aquellos informes “diagnósticos” era muy restringida, por cuanto lo que destacaban era precisamente este empirismo investigativo sin abs-tracción útil, del que hablamos arriba.

En esta etapa parece haber surgido la base de una confusión vigente en los medios institucionales oficiales respecto de lo que es propiamente so-ciológico. Las múltiples y frecuentes descripciones (informes) elabora-dos con base en indicadores de salud, vivienda, educación, empleo y ser-vicios sociales, aportados por la otrora Dirección de Estadística y Censo, fue para muchos(as), sinónimo exclusivo de “análisis sociológico”.

Esta creencia se afirmó con el correr de los años, haciéndose parte del imaginario de la tecnocracia panameña dentro y fuera de los ámbitos académicos al punto, que esta distorsión en el ejercicio de la disciplina permitía prescindir perfectamente de los(as) ejercientes profesionaliza-dos en tal menester y a la postre, ocultaba el requerimiento social por una masa crítica de sociólogos(as) en el quehacer institucional panameño.

Esta etapa, luego de la fuga de los sociólogos alemanes, coincide con una fase de cortapisas para el movimiento social crítico en el país.

Se suscitó una férrea represión de los gobiernos que se sucedieron en la postguerra hacia lo que sonara a “comunismo”. Quien fuera crítico(a) hacia el funcionamiento oligárquico y semicolonial de la sociedad en esa época, se ganaba el “insulto” de comunista y con ello, la descalificación en la vida social y política, hasta llegar a la cárcel o la muerte.

Es evidente pues, que existió un cúmulo de condiciones adversas al cre-cimiento de una masa crítica de productores(as) de conocimientos socio-lógicos, que por lo común, como en el resto de Latinoamérica, expresa-rían una visión crítica de la sociedad, cuando no revolucionaria.

Un estado restringido por la semicolonia, un bloque social de poder de naturaleza oligárquica y precapitalista, cuyas concepciones sobre polí-ticas públicas, desarrollo social local, identificación del sentir colectivo de las poblaciones y demás espacios del desempeño sociológico, eran menos que disparatadas.

A fin de cuentas, tal bloque de poder logró desvirtuar la demanda social real por el desarrollo de la institucionalidad de la Sociología, a través de la restricción de la demanda en el mercado laboral incluida la de la esfera académica lo que vino a ser una limitación clave al desenvolvimiento de la disciplina, dando por resultado el escaso papel desempeñado por la Sociología institucional en la nación panameña, en esta fase aciaga.

DEL ROBUSTECIMIENTO A LA FRAGILIDAD

Tal como se apuntó en la sección anterior, los problemas de la República estaban intrínsecamente unidos o derivados de la situación de semicolo-nia norteamericana.

Es decir, la semicolonia impregnaba su sello a realidades como la cues-tión de la estructura económica dependiente, las imperfecciones del es-tado-nación y las del aparato burocrático (estado-administración), por ende, las limitaciones en materia de políticas públicas de carácter social, las relaciones de dominación y discriminación de grupos con presencia histórica en el istmo aborígenes y negros el débil desarrollo del campo, las restricciones en la atención de salud y la seguridad social, la cuestión urbana-habitacional, la identidad e integración nacional, entre otras.

A diferencia del episodio comentado en la sección anterior, éste que va de los años setenta a la finalización de la década del ochenta encuentra por primera vez una masa crítica de sociólogos(as) institucionalizados(as), mayoritariamente nacidos(as) en nuestro istmo, que coadyuvarían a catapultar la disciplina a nivel nacional. Las primeras camadas de formados(as) en esta ilustre disciplina con muy sólidos pensum acadé-micos, comenzó a arribar a suelo patrio mayoritariamente en los dece-nios del sesenta y setenta del pasado siglo, proviniendo de afamadas uni-versidades de Argentina, Colombia, Costa Rica, Chile, Estados Unidos,

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Europa del este, Francia, Inglaterra, Italia y México. En buena parte, estos(as) nuevos(as) ejercientes de la disciplina, hicieron parte del depar-tamento de Sociología de la Universidad de Panamá establecido desde 1,971 convirtiéndose en preludio de la escuela creada 10 años después-para dar servicio docente a las carreras que demandaban contenidos so-ciológicos.

Ahora bien, ¿Qué evento y fecha sirve de referente para marcar el acon-tecimiento que inaugura el proceso de una sociología institucionalizada completa? Desde nuestra óptica, dado que ya se contaba con una masa crítica de investigadores y docentes, se logró constituir lo único que fal-taba para cerrar el ciclo completo de este proceso, a saber: la primera escuela de Sociología del país, fundada en 1,972.

Esta fue resultado del impulso de los sectores más progresistas de la Igle-sia Católica de la época, quienes creían en la necesidad institucional de un(a) profesional comprometido(a) con la satisfacción de las demandas sociales, donde una “tercera vía” de desarrollo económico social, fuera posible. Como parte de su estructura administrativa la Iglesia, existía un departamento de investigaciones socioreligiosas, que se activaba a cargo del sacerdote y sociólogo, Juan de Dios Antolínez.

En realidad, este acontecimiento se inscribía como parte de la avanzada de un movimiento tanto eclesiástico como laico, que desarrollaba una interpretación teológica y praxis social a la luz del último Concilio mun-dial de Obispos (Vaticano II, 1,965) y de la Conferencia episcopal lati-noamericana (Medellín, 1,968) donde se hizo énfasis en el “Desarrollo humano de los pueblos” y la “Opción preferencial por los pobres”.

Tanto fue así, que esta escuela tuvo sus días contados a partir de la salida del Monseñor José María Ariz de la rectoría de la Universidad Católica, quien aupó la experiencia de una escuela volcada a responder las nece-sidades del pueblo y apoyaba su existencia en función de la demanda social y no de la demanda comercial y capacidad de autofinanciación de esta unidad educativa.

Así, esta iniciativa formativa local sucumbió a las fuerzas conservado-ras que retomaron las riendas de la Iglesia local e internacional, en los años ochenta. Afortunadamente, la falta de este semillero institucional se compensó con la apertura de la escuela de Sociología en la Universidad (estatal) de Panamá en 1,981, la que se ha mantenido funcionando hasta la fecha.

El experimento en la Universidad Católica, coincidió con un movimien-to político nacional conducido desde el estado por el General Omar To-rrijos a partir de 1,968, aunque su faceta progresista nacionalista fue más bien a partir de 1,970, cuando entabla una alianza social amplia, con sectores populares y con empresarios favorables a la descolonización.

Este proceso descolonizador, abrió requerimientos concretos a la oferta de profesionales con un perfil como el que ofrecían los(as) sociólogos(as) de la época. Es decir, las múltiples medidas dirigidas a perfeccionar a un estado-nación de carácter capitalista, mucho más democrático que lo que hasta la fecha se había conocido en los regímenes civiles oligárqui-cos en los 65 años previos, abrió varias rutas en las que pudo desenvol-verse la masa crítica de sociólogos(as) recién formados(as) desde finales de los años sesenta.

En efecto, la presencia de profesionales de esta disciplina en proyectos de desarrollo diversos, confirmó una de esas rutas: Los proyectos estata-les de generación y transmisión de energía que implicaron atención a las comunidades involucradas; proyectos de reformas en el ámbito escolar; programas de salud rural y comunitaria; proyectos masivos de viviendas populares; iniciativas de desarrollo comunitario y de cooperativas; uni-dades de planificación social en distintas instituciones gubernamentales y multilaterales; investigaciones demoscópicas privadas e incluso, la ampliación del cuerpo docente universitario dado el aumento de carreras que demandaron la incorporación de conocimientos aportados por la So-ciología como parte de su malla curricular, fueron parte de las avenidas abiertas y que potenciaron el carácter institucional de la disciplina, así como también, fueron escenarios de las aplicaciones puntuales que ésta logró aportar en este período.

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Cabe advertir, que quienes participaron compartiendo sus saberes en este espacio abierto por el proceso de modernización capitalista y descoloni-zador, estaban formados(as) en ópticas teóricas diversas más allá de las empiristas positivistas. No obstante, en la práctica investigativa, siguió estando muy presente un enfoque epistemológico donde se estudiaban “objetos” sociales y no “sujetos históricos”. Esto, en lo metodológico, resultaba en la ejecución de investigaciones de carácter empirista positi-vista, que obligaban al uso de encuestas como instrumento principal y a veces único, del acopio de datos. Formación teórica y métodos aplica-dos, parecían vivir separados.

En otras palabras, la Sociología institucionalizada, jugó un papel mucho más participativo en el proceso técnico y político enrumbado desde el estado, que lo experimentado en la etapa anterior. Pero desde el punto de vista epistemológico y de su práctica metodológica, no superó la pro-ducción empirista de las décadas de la segunda postguerra mundial, a pesar de observarse una mayor diversidad teórica en la formación de los y las ejercientes de la disciplina.

La otra ruta recorrida estuvo encarnada en sociólogos(as) que, desde la academia universitaria o fuera de ella, produjeron interpretaciones de la realidad panameña, respecto de los procesos económicos, políticos y culturales que el país experimentaba en ese período. Es decir, su abor-daje era sobre problemáticas menos particulares, que las de interés en el común de las instituciones del estado. Las teorías generalizantes, eran de uso frecuente entre estos(as) ejercientes de la disciplina. Su involu-cramiento relativo en las luchas anticoloniales y populares del momen-to, no fue extraño para algunos(as) de sus ejercientes profesionalizados, pero el mismo, no se dio ni con una dedicación de “tiempo completo”.

En algunos casos, sus productos dieron lugar a debates sobre el carác-ter “reformista” o “revolucionario” del proceso en cuestión. Lo que implicó, escaramuzas intelectuales que favorecieron, en apariencia, la hegemonía de una corriente de pensamiento teórica marxista, pero que los años demostraron que esto fue una ficción, ya que más bien se con-fundieron diversos tipos de enfoques estructuralistas.

Los resultados intelectuales de este instante histórico, representaron un salto cualitativo en lo metodológico, con relación a los “diagnósticos” de lo social y “estudios de casos” que pulularon en el período anterior y que no desaparecían aún. Aquí, se procuró rebasar en alguna medida, el empirismo de dichos informes institucionales, siguiendo propuestas metodológicas como las formuladas por teóricos metodológicos como Andreiva Galina. Este, siendo fiel a la tradición materialista clásica sur-gida a mediados del siglo XIX, vino a reiterar que a las informaciones estadísticas debe agregárseles el análisis cualitativo socioeconómico. (Andreiva, 1,986).

Para este autor, que no niega la utilidad del empleo de las estadísticas, el comportamiento en sociedad se explica a través de un modelo donde la estructura socioeconómica es de enorme significación.

Los(as) sociólogos(as) que incursionaron en esta segunda ruta de la So-ciología institucional, en su mayoría se matricularon en esta corriente me-todológica, poco novedosa, delineada por Galina. Unos(as) lo efectua-ron desde los centros no gubernamentales de investigación (por ejemplo, CELA, CEASPA, Oficinas del sistema de Naciones Unidas); otros(as), desde las unidades de planificación social y económica de entidades gu-bernamentales claves en la formulación de políticas económicas, parti-cularmente: el antiguo Ministerio de Planificación y Política Económica, el Ministerio de Salud, la Caja de Seguro Social, el Ministerio de Trabajo y Bienestar social y el Ministerio de la Vivienda y otros(as) lo hicieron desde la propia academia universitaria.

Lo cierto fue que casi todos(as) se revelaron partícipes de una visión de conjunto y global de los fenómenos sociológicos abordados en su mo-mento, con lo que difundieron un modelo de interpretación bastante ho-mogéneo de la cuestión social; estructuralista en la mayoría de los casos, con el concurso de indicadores estadísticos convencionales.

Una tercera ruta fue seguida por los que apoyaron o acompañaron pro-cesos de organización y orientación de sectores populares, haciéndose parte de los(as) “intelectuales orgánicos” de gremios, sindicatos, parti-dos políticos, organizaciones de Iglesias, organizaciones comunitarias,

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de mujeres, de indígenas, de afrodescendientes, de campesinos y otros grupos subalternos en la pirámide sociopolítica del país.

En estos casos, la contribución estuvo guiada por un compromiso ético político emancipador, al buen estilo de lo conceptuado por Blázquez de Pedro, en la prehistoria institucional de la Sociología panameña.

Quienes participaron de esta experiencia, por lo común, egresaron de las escuelas de Sociología locales, nacidas en esta misma época. En unos casos, lo hicieron desde organismos no gubernamentales estrechamente vinculados a determinadas organizaciones, en donde el suceso del Cen-tro de Capacitación Social (CCS), constituido por fundaciones católi-cas jesuitas y que tuvo a su haber la publicación de la fenecida revista Diálogo Social y el caso del Centro de Comunicación Social (CECOP) encarnada por jóvenes sociólogos y comunicadores sociales, son aquí ejemplares. Iniciativas como estas, se alimentaban teóricamente de pen-sadores sociales latinoamericanos y caribeños, tales como Mariátegui, Martí, Aníbal Ponce, Aníbal Quijano, F. Hinkelamert, Ruy Mauro Mari-ni, González Casanova, además de teólogos de la liberación tales como, Gutiérrez, Boff y Betto. Desde el punto de vista del método, eran segui-dores y practicantes de las metodologías activas que propulsaban Orlan-do Fals Borda, Paulo Freire y su equipo, entre otros, que promovían la investigación-acción-participativa.

En otros casos, estos(as) participantes jugaron su papel siendo militantes directos(as) de organizaciones de masas o de cuadros políticos: los pocos grupos y partidos políticos ideológicos, sindicatos del sector privado, co-munidades eclesiales de base católicas y las organizaciones de emplea-dos públicos de ésta etapa. Cabe recordar en esta ruta de desempeño, la figura de Simeón Emilio González, (q.e.p.d.) quien fue docente en las dos escuelas de Sociología del país, pero con una praxis social, que evo-caba el carácter que otorgaba Blázquez de Pedro a la Sociología.

En esta faceta, el debate político ideológico dentro de estas organiza-ciones de base fue altamente fecundo, por el carácter democrático que lo sustentó. Sin duda, las aportaciones desde la Sociología y en general desde las Ciencias Sociales-tuvieron impactos benéficos desde el punto

de vista de la práctica y estrategia políticas, no vueltos a observar con posterioridad, en ninguna de las organizaciones populares. En cualquier caso, se trataba de un pensamiento probadamente crítico, de las reflexiones de una Sociología preocupada por la construcción co-tidiana de vías que encontrasen un orden más humano, más justo, sin las distancias sociales heredadas de la colonia y ampliadas por la semicolo-nia. De allí se entiende su articulación con una práctica sociopolítica y sociocultural emancipadora.

Este tipo de papel desempeñado por una minoría de agentes de esta dis-ciplina, en ocasiones implicó ciertos desenvolvimientos que los(as) lle-vó a la convicción de que trataban con sujetos históricos, más que con objetos de su conocimiento. Metodológicamente, implicó-sobre todo en tareas de organización y educación la familiaridad con métodos y téc-nicas participativas en el acopio de datos y de actividades de aprendi-zajes y comunicación, muy útiles a los propósitos de la práctica política específica.

NUEVOS ESCENARIOS, NUEVOS RETOS Los nuevos escenarios. A 38 años de haberse establecido la sociología institucional y a unos 75 años de haberse insertado la presencia de sociólogos(as) instituciona-les en la academia pública panameña, el papel de la disciplina ha visto altibajos, que no escapan a los procesos histórico-políticos globales y locales que la han envuelto.

En esta última fase a comentar, inaugurada con el último decenio del siglo XX, nos encontramos con un viraje económico-político y cultural de alcance internacional, que afecta directamente el carácter y papel de la sociología institucional panameña.

Se conoce, que se instaló con fuerza en los años noventa, la idea de que una sociedad igualitaria o al menos, de justicia social, ya no era posible en los términos planteados por la utopía socialista; es más, ni siquiera en los términos de la fórmula keynesiana y reformista de intervención

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del estado capitalista regulando el mercado y generando instituciones de bienestar. Modelo de estado, que precisamente fue el que despejó las vías a favor del desenvolvimiento generalizado de la Sociología institu-cional panameña.

En realidad, un nuevo modelo de organización-y gestión-de la produc-ción capitalista se venía abriendo paso a nivel global, que en América Latina puede fecharse el 11 de septiembre de 1,973, como el de su en-tronización en la región, impuesto a base de la política del terror y del reinado de la ideología neoliberal.

En Panamá, puede fecharse el 20 de diciembre de 1,989, como el del alojamiento triunfal de la impronta del modelo neoliberal. Pero sus in-tentos de introducirse con plenitud datan de antes; a esta fecha, ya habían pasado casi 10 años de cuando el General Torrijos rechazó implantarlo en el país a través de los planes de ajustes estructurales. Después de su muerte, ese modelo comenzó a introducirse, aunque con éxito muy limitado; esto fue así, por la fuerte oposición del movimiento obrero del sector privado y profesional hasta 1,986 y por la del movimiento laboral del sector público, a partir de esa fecha. (Pinnock, 1,991).

Se trata de un modelo en el cual se mercantiliza todo lo que exista en la sociedad, haciendo irrumpir un proceso que lleva a la desintegración de lo social, en virtud de que todo ahora funciona sobre la base de la lógica exclusivista del mercado y no de las necesidades sociales.

Para ello, se desmantelaron los estados de “bienestar”; esto es, las polí-ticas públicas “reformistas” o “desarrollistas” integradoras de la pobla-ción a los mercados nacionales; con sus consecuentes programas que atendían en alguna medida la cuestión social. Así, se fueron eliminando las presiones que no fuesen las del mercado; es decir, toda fuerza social que se pudiera convertir en un obstáculo a este “capitalismos salvaje”. Este camino se terminó de despejar en nuestro país, precisamente con la última invasión militar norteamericana del siglo XX. En lo que respecta a la Sociología institucional panameña, cabe decir, que las tres rutas recorridas por esta en la etapa anterior, se han manteni-

do hasta la fecha. No obstante, se ha observado el agravante de que luego del genocidio mencionado, junto con el abatimiento de los movimientos anticoloniales y populares prosperó también, una concomitante pérdida de identidad teórica e ideológica, tanto como del carácter y papel de la sociología-y de las ciencias sociales en general-por una parte significa-tiva del plantel de sociólogos(as) con los que contaba la República a esa fecha.

Con ello, se engrosó la dimensión del ejercicio de la disciplina caracte-rística de la primera ruta planteada en la etapa antecedente-de prácticas empiristas-en detrimento de las otras. En buena medida, la academia uni-versitaria, sirvió temporalmente como espacio para el atrincheramiento de la actividad reflexiva sociológica, durante los años noventa; pero fue evidente que las propuestas teóricas neoliberales hicieron mella en las argumentaciones de parte importante de los(as) científicos(as) sociales en general y de sociólogos(as) en particular.

Similar a como se sabe que ocurrió en el resto de la América Latina y Caribeña, el neopositivismo y el pragmatismo que vinieron a ser útiles a las políticas neoliberales, habían arrinconado a las ciencias sociales, haciendo predominar el imaginario de que todo conocimiento que no tuviese una utilidad concreta (para el mercado) inmediata, quedaba des-valorizado; por ende, quedaba desprestigiada toda práctica profesional ausente de tales usos prácticos. Las teorías generalizantes, por lo común, fueron excluidas sistemáticamente del quehacer disciplinar de buena parte de los(as) ejercientes profesionalizados, que en la etapa anterior eran dados(as) a su uso.

Esto llevó a que el debate científico encontrara cada vez menos escena-rios públicos, a medida que transcurrían los años, diluyéndose la signi-ficancia y el papel jugado por la Sociología, si se compara con la expe-riencia de los años setenta y ochenta.

Por su lado, el semillero natural de sociólogos(as) localizado en la Uni-versidad de Panamá, dio muestras de debilitamiento, no solamente por la baja general de la matrícula, sino por el agotamiento de la producción de conocimientos sociológicos, salvo contadísimas excepciones.

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Dentro de esas excepciones, se cuentan: el tratamiento de la problemáti-ca ambiental-que dio lugar a la efímera maestría de Sociología ambiental entre el 2,002 y el 2,004-y en menor medida, de la problemática educa-cional, la de salud y la de la criminalidad, que demandaron desde fuera de la academia, cierta reflexión disciplinar, especialmente, en la recién cumplida década. Algunas de estas áreas especializadas que han mantenido la vigencia de la disciplina, parecen confirmarse como opciones potenciadoras de la misma, visto esto, a través de los resultados del estudio internacional agenciado por la Secretaria Nacional de Ciencia y Tecnología (SENA-CYT), en fecha reciente.

Entre otros resultados, este estudio informa que desde el punto de vista de la investigación científica, la población identifica el área de la “me-dicina” como de alta prioridad para el país, esto es, nueve de cada diez consultados(as) coincidió con tal idea. En segundo lugar, aunque, con casi la mitad de la gente que opinó lo anterior, apareció el “medio am-biente”, mientras que solamente hubo un 17.1% que destacó como prio-ridad a las ciencias humanas y sociales. (Lasso, 2,008)

De alguna manera, aunque no se identifiquen directamente ámbitos tra-dicionalmente “sociológicos”, existe un imaginario donde la disciplina viene participando a través de quienes intervienen en estos procesos de investigación e intervención, junto a otras disciplinas no sociales. Aquí parecen ser, efectivamente, los ámbitos de la salud y de la cuestión am-biental, los que vienen ofreciendo un cierto espacio para la Sociología institucional.

Otros ámbitos que se mantienen abiertos y en moderado crecimiento para beneficio de la disciplina en esta etapa, coinciden-a mi entender plenamente-con los imaginarios de la población panameña, verificados en el citado estudio de SENACYT. Estos, tienen que ver con algunas ramas de la Educación (Sociología de la Educación), Formas de vida en las ciudades (Sociología urbana, Sociología del desarrollo), en el mun-do del trabajo o Relaciones laborales (Sociología del trabajo), sistemas de organización económica (Sociología del desarrollo, Sociología de la

empresa y Sociología organizacional) y desarrollo de formas de gobier-no democráticos, o sea, el problema de la participación social y política (Sociología de la organización y Sociología política). (Lasso, Op. cit)

Sin embargo, desde el punto de vista del ejercicio profesional, tales espa-cios no están siendo debidamente captados, lo que le plantea cuestiona-mientos al papel de la representación formal de esta disciplina en el país, a saber, el Consejo Técnico de Sociología.

En efecto, se sabe que en 1,996, gracias al impulso mayoritario de los y las egresadas de las dos escuelas de Sociología locales, se logró un avan-ce en el reconocimiento jurídico oficial de la disciplina y de la práctica de esta profesión. (Asamblea Nacional Legislativa, 1,996)

En la misma se establece la constitución y funcionamiento del primer Consejo Técnico orientado a regular dicho ejercicio, no obstante, que-daron algunas tareas pendientes, entre las que aparece concretar el ca-rácter de obligatoriedad en el cumplimiento de sus normas, de manera que permita abrir espacios para el ejercicio profesional, aún copado por ejercientes de otras profesiones a veces no tan afines.(Pinnock, 2,001) En ese sentido, los espacios que se abren para la disciplina en las áreas indicadas en el estudio auspiciado por SENACYT, chocan con el evento de que sus ejercientes profesionalizados poco pueden producir conoci-miento sociológico al participar exiguamente de tales espacios.

Los nuevos retos

Dado el escenario dibujado líneas arriba, es conducente visualizar va-rios retos que se le presentan a nuestra disciplina, de manera que pueda cumplir su papel histórico dentro de la sociedad panameña; me referiré a algunos de los que creo relevantes.

Un primer reto que nos plantea la etapa actual tiene que ver con proble-mas de orden epistemológico. Se trata del asunto de que si lo que estu-diamos es ¿sujeto u objeto? o si se prefiere complicar más este asunto, ¿se trata de una relación de conocimiento sujeto-sujeto o sujeto-objeto? Coincidimos en esto con quienes opinan que ante la mayor conciencia

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colectiva de que los(as) actores de la sociedad se convierten en sujetos constructores(as) de su propia historia, el conocimiento hará necesaria alusión al estudio de sujetos históricos, más no de objetos observables por las ciencias humanas, cualquiera que sea.

Esto encuentra su implicación metodológica e instrumental, en tanto que existen métodos y técnicas de acopio de datos que no otorgan mayor papel protagónico a los “actores observados” y otras que si lo hacen; el cambio aquí obliga al uso de éstas últimas, sin perder rigor científico. ¿Pero esto cambia el carácter de la disciplina propiamente dicha? En mi opinión, no. Quizá la de algunos(as) o muchos(as) de sus practi-cantes, pero no de la disciplina como tal. Esto hubiera sido lo contrario si no se hubiera dado en Panamá ninguna corriente, ninguna práctica, que partiera de una epistemología alternativa a la racional-mecanicista o empirista-positivista.

Esta visión alternativa ya integraba la tercera, de las rutas seguidas por nuestra disciplina en el istmo. Por lo demás, esta ha visto coronar su tra-bajo a través de sus practicantes vinculados(as) de una u otra forma a los procesos de la lucha social, sea como parte de ellas; sea como acompa-ñantes de tales procesos, desde organizaciones no gubernamentales sin fines de lucro y, en alguno que otro caso, desde el desarrollo de proyectos auspiciados por organismos multilaterales-Naciones Unidas, BID y Fun-daciones internacionales de asistencia al desarrollo-que establecen como imperativo de algunas de sus intervenciones, el empleo de técnicas y métodos de carácter participativo, con la premisa de que se interactúa con sujetos y no con objetos sociales.

En realidad, el reto aquí sería el de convertir en hegemónica este tipo de desenvolvimiento disciplinar, en lo que se refiere a su aspecto epistemo-lógico-metodológico. Recordemos que, ya desde la década del setenta, tanto en Panamá como en el resto de América Latina y el Caribe-existían reductos que ponían en práctica, esto que hoy se vende como una nove-dad en la sociología institucional y que acude a diseños de investigación-acción-participativa.

En lo personal, vería como óptimo seguir esa tercera ruta completa, en cuanto al compromiso e involucramiento de sus ejercientes en los procesos de luchas populares, no necesariamente como activistas, sino como acompañantes. Obviamente, esto último sería medianamente via-ble, precisamente por las razones que la propia Sociología científica nos explica, esto es, la existencia de intereses y posiciones de clase en nues-tra sociedad-cosa que hace casi 100 años nos la dibujó con realismo la polémica entre Blázquez de Pedro y Nicolás Victoria Jaén, a propósito de la existencia de explotación social en Panamá-y los imperativos del mercado laboral de esta disciplina, donde no siempre es posible materia-lizar objetivamente este compromiso ético político.

Otro reto, que no conviene despegar del primero, tiene que ver con la excesiva especialización de la disciplina. Es decir, la ampliación de las avenidas experimentadas a partir del proceso modernizador del estado, visto en los decenios setenta y ochenta, permitió la inserción de la disci-plina en las más variadas problemáticas específicas, en distintos sectores de la economía y el aparato burocrático estatal, convertidos en el mer-cado laboral de la profesión. De esta manera, las bifurcaciones hablan de especialidades advertidas líneas arriba, a propósito del citado estudio de SENACYT. El problema es que se ha estado perdiendo la visión de conjunto, de forma coherente con la visión atomizadora de la ideología neoliberal.

El segundo reto sería entonces, el de cómo sin frenar dichas especiali-zaciones, poder desarrollar interpretaciones sociológicas de sus ámbitos particulares, sin perjuicio de la visión de conjunto. A fin de cuentas, sin perjuicio de la “racionalidad de la complejidad”.

Se trata, en lo metodológico, de desarrollar diseños de investigación que no partan de modelos racional-mecanicistas; pero que tampoco evadan los imperativos del rigor científico. Al decir de Wallerstein, citado por Julio Mejía, “lo que es esencial poner de relieve en los estudios de la complejidad es que de ningún modo rechazan el análisis científico, solo el determinismo Newtoniano” (Mejía, 2,008).

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Cabe advertir aquí, que no se trata tampoco de irse al otro extremo de las metodologías y técnicas de investigación participativas que desprecian de plano todo el instrumental aportado por el empirismo positivista. Es decir, volcarse a la investigación cualitativa y sus técnicas como el estudio de casos, en perjuicio de la investigación cuantitativa o de la utilización de la encuesta demoscópica.

En mi opinión, esto sería caer en la trampa de la ideología neoliberal, por cuanto que impide la visión de conjunto, manteniendo la visión úni-camente de sus partes. Ello, impide desentrañar ese vínculo entre el movimiento particular de un fenómeno social y el movimiento universal del que participa. Sin duda, representaría una especie de estancamiento del proceso dialéctico, en tanto que se convierte a las investigaciones cualitativas en la antítesis de las investigaciones cuantitativas de base empiristas-positivistas, pero sin alcanzar la superación de esta relación de opuestos.

En la derivación metodológica de este segundo reto, tal superación ca-bría encontrarla en la integración (no ecléctica) de ambos modelos de investigación. He allí el verdadero reto.

Un tercer y último reto que se configura en esta nueva etapa, tiene que ver con el relativo estancamiento cualitativo de producción de conoci-miento sociológico, que, en general, se observa a partir del reinado de la ideología neoliberal. Ésto tiene que ver con el hecho de que, sobre todo en el caso de la segunda ruta seguida en la sociología institucional panameña, no ha habido mayor generación de ideas que hayan permitido interpretar los nuevos escenarios sociales, con las teorías generalizantes que le caracterizó en los años setenta y ochenta. Salvo parcialmente en los casos de las cuestiones ambientales, de salud, de educación y trans-versalmente, de la cuestión feminista, en el resto-que es la mayoría-de las problemáticas de la sociedad panameña, se observa una casi nula producción de conocimientos sociológicos nuevos, por parte de quienes se activan en dichos ámbitos especializados. Pareciera producirse más de lo mismo.

El asunto de interés sería encontrar el elemento articulador de cada uno de los fenómenos emergentes y reemergentes, con respecto a los nuevos procesos del conjunto de la sociedad, caracterizados por su complejidad. Acaso, tomar en serio las propuestas teórico-metodológicas de Blázquez de Pedro, respecto de la cuestión social, serían útiles para solventar este reto, a casi un siglo de haberlas sometido a debate.

Finalmente, no cabe duda de que existen en el escenario actual dos mo-vimientos esperanzadores favorables al cumplimiento de los tres retos que se destacan en este artículo, a saber: la potencialidad que vienen a ofrecer, por un lado la presencia en Panamá de FLACSO, a través de sus programas que permitirían la incentivación y la articulación de produc-ciones científicas disímiles y, por ende, el encuentro de saberes.

Por otro lado, la oportunidad que se revela en la reestructuración curricu-lar de la carrera de Sociología de la Universidad de Panamá, misma que se ha planteado un camino en defensa de lo disciplinar y la superación de las contradicciones que la atraviesan en los términos narrados en el pre-sente escrito; camino que va a contravía de lo promovido por el estado neoliberal y por las propias políticas universitarias, que solo se plantean promover profesionales que respondan a las demandas del mercado la-boral. La nueva propuesta curricular pretende cumplir con esa demanda sin perjuicio de la identidad histórica disciplinar y su compromiso ético con la sociedad.

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Natascha RijfkogelPanameña. Diseñadora Gráfica, actriz y pintora. Cuenta con una trayectoria de 10 años como artista profesional de la plástica panameña, inicia su carrera como escultora en rostros por medio del recurso de las máscaras de vendas de yeso, con carácter étnico.

Su obra dentro del lienzo, se distingue por evocaciones nostálgicas de elementos co-munes de tiempos pasados y actuales. De corriente surrealista, emplea composiciones con elementos cotidianos o lugares arquitectónicos de Panamá (inicios del siglo XX), la imaginación la toma prestada de fotografías y vivencias no vividas.

Su obra ha sido apreciada en Estados Unidos, Cuba, España y Brasil. Ha participado en subastas, exposiciones colectivas e individuales. Para el 2007, en el mes de octubre realizó una muestra pictórica, ambientándola en sellos postales panameños, considerada por los críticos como única dentro del arte filatético. Fue Secretaria de la Asociación Panameña de Artistas Plásticos.

Artículos

Clásicos

Egbert WetherborneSimeón González

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Como en todos los casos y situaciones relevantes de la sociedad panameña, la suscripción de nuevos convenios entre la burgue-sía “reformista” panameña y Estados Unidos, trajo con su com-

pleja ocurrencia la reactivación de las corporaciones políticas propias de las fracciones oligárquicas del bloque dominante. Este nuevo debut que expresa el desplazamiento de la escena que tuvieron sus organis-mos económicos (CONEP, CAPAC, ANAGAN, Cámara de Comercio, Asociación de Productores de Inmuebles, etcétera) para dar paso a sus fracciones de partidos, generó con vigor la discusión nacional sobre de-mocratización, polémica cuyos interlocutores serían: las fracciones re-formistas; los oligárquicos (a través de sus corifeos) y los sectores orga-nizados del movimiento popular, que, por cierto, son los que no acabarán de ponerse de acuerdo.

A los métodos, ciertamente autoritarios, del reformismo, la oligarquía opone la tesis de la “democracia auténtica”, entendiéndola como la clá-sica división de los poderes, a lo cual debe agregarse un régimen de partidos “flexibles”, el calco de un órgano legislativo sobre los modelos tradicionales sazonado en un “libre juego democrático” que excluye des-de luego, la participación de la izquierda.

Perspectivas de la Democracia PanameñaEgbert Wetherborne

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Perspectivas de la democracia . . . Egbert WetherborneREVISTA PROCESOS SOCIALES N° 2

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Es comprensible que los grupos dominantes opinen de esa manera, casi irrestrictamente; lo cuestionable, por decir lo menos, es que las fuerzas de cambio no articulen o dialecticen todo planteamiento sobre ejecutoria o institucionalidad democrática en el marco de las perspectivas tácticas en proyección a lo estratégico.

Estas “tesis” sobre las perspectivas democráticas de la nación, tienen la aspiración de esclarecer la naturaleza específica de todo proyecto demo-cratizador en una formación social dependiente y de significativo atra-so, dentro de los parámetros sensibles a la “seguridad” imperialista, en una época en que el proceso revolucionario tiene como “eje” el mundo entero y, sobre todo, habiendo suscrito el reformismo, “a nombre de la’ nación”, convenios que incluyen cláusulas que legitiman “derechos” intervencionistas per sécula seculorum, o como se expresa en el argot torrijista: “nos ubican bajo el paraguas del Pentágono”.

GOLPE DE ESTADO EN 1968: APERTURA DE UN NUEVO PERÍODO

El golpe de Estado verificado el 11 de octubre de 1968 constituye un nudo gordiano en la historia de la nación panameña, en la medida en que dicho hecho “resuelve” una crisis general del poder oligárquico, gesta-da por la incapacidad de esta fracción para resolver los problemas más elementales de la sociedad. Durante la década de los años sesenta, los principales problemas fueron: el deterioro crónico de las relaciones ru-rales, expresado a través de la decadencia de la bifurcación minifundio-latifundio en el marco de las relaciones precapitalistas y la consiguiente pauperización de los campesinos pobres, aunada al flagelo de la baja en la capacidad de consumo del pueblo, las altas tasas de desempleo, el descontento de las capas medias, fruto de frustraciones diversas, incluso de caducidad del sistema educativo, elitista y divorciado de la realidad; sin olvidar el desarrollo colosal de las motivaciones antiimperialistas del conjunto del pueblo.

Este síndrome manifiesto por vía de las vibrantes luchas de masas y la degeneración política de las clases dominantes, crea las óptimas condi-ciones para que el “corazón del Estado”, ya sazonado por una disfrazada

participación política sugerida y financiada por el imperialismo (Progra-mas de Acción Cívica), asuma con civiles de capas medias la conducción del Estado desplazando a la oligarquía, por lo menos en el ejercicio di-recto del poder.

Amén del carácter inconsciente del grupo golpista, éstos desarrollaron un conjunto de tareas inspiradas en las causales de la crisis que interrum-pen, y en el cauce de un estilo de ejercicio de poder propio del elenco pequeño burgués que integra la pléyade de instituciones administrativas de la cuestión estatal. Así, frente al imperialismo en su presencia colonial en la zona del canal, el nuevo grupo gobernante desarrollará una “radi-calizada” gestión renegociadora de los tratados sobre el Canal con el ánimo de granjear mejor participación de la nación (léase burguesía’) en las utilidades que la vía interoceánica es capaz de generar, modernizando las notas más groseras del colonialismo. Para ello los cuadros pequeño burgueses fabricados en el movimiento estudiantil antiimperialista es-tilaron una retórica antiimperialista sin precedente en gobiernos ante-riores. El tono oficial de la discusión diplomática con el imperialismo norteamericano, alcanzará matices tales que hará dudar, incluso a los revolucionarios, sobre las posibilidades que tendría el reformismo de profundizar en las posiciones populares en torno a dicha controversia nación-imperialismo.

Por otra parte, el nuevo régimen aborda tareas de reforma agraria en plan de colectivización de los campesinos pobres y dotación de crédito, tierra y apoyo tecnológico. Se da impulso a cierta industrialización (fun-damentalmente agraria) desde el Estado, al tiempo que se democratizan las relaciones obrero-patronales a través de un código laboral aceptable para la clase proletaria.

Es importante no perder de vista que ciertas aspiraciones populares re-cogidas por el régimen en sus inicios, van dirigidas a fraguar el proyecto político central del nuevo gobierno, que era fundir a todas las fuerzas nacionales, incluyendo las oligárquicas, en un crisol de unidad nacional, como presupuesto táctico para “enfrentar” con encono las tareas de re-negociación de la situación canalera, incluso el esfuerzo desarrollista en ciernes.

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PROBLEMAS DEL PODER Y LAS CLASES SOCIALES

Es imprescindible anotar que la sociedad panameña ha sido domina-da, como sociedad capitalista dependiente y de crónico atraso, por un bloque burgués en cuyo interior distinguimos fracciones oligárquicas compuestas por terratenientes, comerciantes y casatenientes, vinculados tradicionalmente al imperialismo, y ocurre lo propio con un sector in-cipientemente industrializado que se generó en la década de los años cuarenta por situaciones de coyuntura internacional, donde traspolacio-nes de capitales autóctonos en asociación con capital norteamericano, sustituyeron la importación de alimentos y vestidos. A estos últimos se agregan patrocinadores (o agentes) del capital financiero que deliran por nuestra conversión en un bazar al servicio de la piratería de capitales transnacionales que maniobran entre los resquicios que dejan legisla-ciones rigurosas en materia fiscal y otras, como la nuestra, blandas, ino-cuas y condescendientes. Este conjunto burgués, que pudiéramos llamar “bloque en el poder”, conformó en su interior una hegemonía del sector más atrasado hasta 1968, fecha a partir de la cual se escenifica una artera lucha interburguesa por redefinir, justamente, un nuevo tenedor del “sar-tén por el mango”.

En tal virtud, las sucesivas restructuraciones del Estado desde 1968, no podrán entenderse, sino como la pugna del sector reformista (industria-les y agentes financieros) por darle un nuevo sentido formal al tipo de Estado burgués capitalista, adecuado a las urgentes tareas reformistas, alineadas en la ilusión de un desarrollo capitalista nacional, genética-mente emergido del financiamiento del capital monopólico internacio-nal. En otras palabras, el Estado oligárquico atrofiado vigente desde 1903 hasta 1968, representa por su forma (y desde luego por su esencia) el dominio del sector transicional del capital, en un estilo de domina-ción impropiamente democrático-burgués, o, mejor dicho, viciado por prácticas antidemocráticas, enfermo de un sarampión de inestabilidad permanente, por la deshonestidad en el manejo del erario público. La oli-garquía gobernó ante sí y en su casi exclusivo provecho, sobre la base de la sobreexplotación del pueblo, compartiendo la plusvalía con sus socios norteños. De más está decir que la tónica’ será manumilitari.

EL ESTADO DEL REFORMISMO

No huelga repetir que si bien no se interrumpe en ningún momento el tipo capitalista de Estado en Panamá, a partir del 68 sí se modifica la forma de ejercicio de la dominación.

Efectivamente, los nuevos inquilinos del Palacio de las garzas serán los cuadros de capas medias, portadores de un “proyecto” reformista; sin embargo, en Panamá no hay que olvidar una histórica angustia de este sector de clase ávida de poder y que, en reiteradas ocasiones, ha asalta-do el poder oligárquico, siempre infructuosamente. Es una regularidad o tendencia que surge inspirada en propósitos conciliadores y desarro-llistas. Es la preocupación por sustituir los déficit y/o las carencias del bloque históricamente dominante.

Recordemos la asonada de Acción Comunal en la década de los treinta, la asunción del populismo en los cuarenta (Arnulfo Arias, el mismo de la asonada de los treinta); los intentos del Frente Patriótico de la Juven-tud; la conciliación de los “plebeyos” por manos del presidente Ramón Cantera en los años cincuenta (acción patriótica); la propia historia de la Federación de Estudiantes de Panamá. Todos hinchados de patriotismo y deseosos de liquidar el “modelo” oligárquico de dominio.

El golpe de Estado de 1968 es la culminación del apetito de poder de Ja capas medias, así como su mejor ensayo reformista.

El desarrollo ulterior de sus actuaciones evidencia, sin embargo, la inna-ta castración del reformismo y la naturaleza esencial de su proyecto.

MOMENTOS DEL ESTADO REFORMISTA; “NI CON LA DE-RECHA, NI CON LA IZQUIERDA’’ *

El golpe de Estado aludido fue en sus inicios algo cruento y de rabiosa persecución contra’ las fuerzas populares (1969). Pero se nos ocurre que la represión inicial no caracteriza la naturaleza política del régimen. Al contrario, ello fue un despegue, un logrado intento de asentarse en el solio presidencial para desde allí viabilizar lo objetivamente intuido.

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Ciertamente, (Paja 1970-1971), el gobierno tiende un puente a sectores del movimiento popular. A continuación, profundiza coqueteos con el movimiento obrero, lo cual desemboca en el Código de Trabajo demo-crático y proorganizador del movimiento obrero. Ocurre lo mismo con el movimiento .campesino; incluso se aliena el movimiento estudiantil en una suerte de oficialización.

Sin embargo, estas medidas que lucen extravagantes y hasta “izquierdis-tas” provocan reacciones oligárquicas que reciben como respuesta una demagogia antioligárquica, que mejora la accesibilidad del régimen a las masas.

El factor, a nuestro juicio, clave en la política del reformismo., será su li-quidez, producto de los cuantiosos préstamos que contrata y que le darán gran maniobrabilidad en la solución de pleitos reivindicativos plantea-dos por el pueblo, al mismo tiempo que silencia la oposición oligárqui-ca, dado el uso hábil de la derrota o desgaste ideológico del sector más recóndito del capital.

Por otra parte, el gobierno de Torrijos va implementando una agresiva política económica que, en buena parte, se asentará en la traspolación de capitales al sector industrial a través del endeudamiento, casi irreflexivo, que, por la vía de obras públicas de gran importancia, se convertirá en la acumulación multimillonaria del sector industrial. Buena parte de la deuda pública, sobre todo externa, que hoy servimos con un 35% del presupuesto nacional, vigorizó al sector de la construcción en sus múlti-ples vertientes, al sector de fabricación de la ropa, de producción de los licores, etcétera.

En otro orden de cosas, aprovechando nuestra geografía y sus múltiples facilidades, el gobierno recoge lo que en los años sesenta era una modes-ta tendencia y promulga’ una legislación fiscal calcada sobre los intereses del capital financiero en su contrabando de capitales. Se emiten leyes de “vista gorda” al capital en lo que constituye una plataforma da servicios transnacionales, promovedora de la fuga indiscriminada de divisas.

Así se fue construyendo una nueva correlación interna de la burguesía, al tiempo que se remolcaba a la clase obrera al carro de sus enemigos, sirviendo de chantaje, incluso contra los enemigos de sus enemigo!.

Ahora bien, todo este recoveco, difícilmente conocido en el extranjero, requirió de alianzas políticas específicas, sobre todo con fuerzas marxis-tas internalizadas en el movimiento obrero. Los años de la década de los setenta no han sido, objetivamente, de represión sistemática ni decidida a las fuerzas de izquierda. No solamente no se las ha reprimido, sino que se les ha tolerado el trabajo de inserción y en algunos casos de “ideo-logización” a sus luchas de todo tipo, sobre todo antiimperalista. Tanto más cuanto que no hubo necesidad, ya que las fuerzas más significativas, cuantitativamente, de la izquierda pactaron, no siempre respetando prin-cipios, con la pequeña burguesía que ejercía el poder político e indirec-tamente con la burguesía industrial y financiera que objetivamente le ha dado contenido concreto a la gestión del sector de clase mandataria de su poder real.

¡OTRO MOMENTO DEL PODER REFORMISTA! EL REVERSO

El reino paradisíaco de la “unidad nacional” era desde un principio un “pacto de caminantes” y con la crisis general del capitalismo “surgi-da” en 1974 y consolidada en endémica inflación-recesión para 1975 se resquebraja nuestra economía abierta y fundamentalmente terciaria. La contracción de capitales monopólicos empieza un enfriamiento de la dinámica comercial y el acceso a fuentes de financiamiento internacio-nales tan caros al reformismo. Así empezó la cuenta a contra reloj.

No es para nada casual que en 1975 se reactive el movimiento de masas, en aparente autonomización del Estado; tampoco son obra del azar las modificaciones reaccionarias al Código de 1976, en un sentido antide-mocrático y desestabilizador del movimiento obrero. De entonces hasta la fecha se observa un movimiento popular en lucha contra el alto costo de la vida y en busca de un restablecimiento de su capacidad de consumo de otrora.

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En fin, es evidente la ruptura de la unidad y el recobro de independencia de la clase obrera, sin querer darle a este hecho un valor triunfalista o de inclinación a posiciones revolucionarias.

SÍNTESIS DEL PROBLEMA DE LA DEMOCRACIA: METAMORFOSIS DEL ESTADO

Hemos mencionado un inicio represivo del régimen reformista. Esta fase autoritaria del régimen se caracteriza por la emisión de leyes (decretos de gabinete) conculcatorias de los derechos clásicos de la democracia burguesa y por el ejercicio de un poder omnímodo. El ejecutivo asimila en propiedad la capacidad legislativa del Estado y determina la actividad jurisdiccional hasta en las competencias más nimias de los tribunales. Los cuarteles imponen un actuar a pasos castrenses.

Esta fase, si permite cierta consolidación en el poder, tendrá la limitan-te de coartar la capacidad y legitimidad representativa del Estado, lo cual en el concierto internacional representó un serio cuestionamiento al régimen para desarrollar negociaciones sobre la vía interoceánica. Ello urgió la conversión del régimen, formalmente de facto, a régimen que se da una organización lógica y coherente establecida en el Derecho, o sea de jure.

Es así como en 1972, ya fraguado el control político, el régimen se da una constitución política expresiva de sus propósitos reformistas (en la economía y hacienda pública) y articuladora de su visión del control político necesario.

La constitución panameña, en la forma en que estuvo vigente hasta 1978, constituye una pieza irónicamente “original” en la estructuración del po-der político. Pero es dialéctico señalar que la constitución no resultó más que versión sincera de autoritarismo o, como espontáneamente llamó Torrijos la situación: “dictablanda” o “dictadura de cariño”.

Por una parte se organiza un órgano legislativo de dos “cámaras”, una de las cuales se compone de 505 representantes, con nula capacidad legisla-tiva, salvo para los efectos muy innocuos de tratados internacionales que

no versan sobre la cuestión canalera (los cuales se ratifican en plebiscito nacional). La otra “cámara” se integraba, prácticamente, por el consejo de gabinete y una comisión de legislación nombrada por el presidente. Ésta sí legislaba a plenitud en las materias más cardinales de fines y funciones del Estado.

Por otro lado, se constituyó la figura de un “jefe de gobierno”, distinto al presidente, a quien se le atribuyó plenos poderes para nombramiento y remoción de todos los más altos e importantes funcionarios administra-tivos (exceptuando al presidente que nombra la Asamblea Nacional de 505 representantes, y el vicepresidente).

Otra singularidad de la constitución del año 1972 fue la conversión, en su artículo segundo, de la Guardia Nacional en un 4o órgano que ejerce el poder del Estado.

En el fondo, esta inaudita concentración de poder autoritario no era más que un reflejo de la nueva realidad del hecho estatal que la propia “vida”, infinitamente rica, venía señalando (o denunciando).

Pero los que aspiramos a ser científicos sociales, sabemos que los he-chos por sí solos no son la “verdad”; que para entenderlos es necesario restaurarles todas las variables circunstanciales que son determinantes o parte de dichos hechos. Y es que la democracia burguesa, o la demo-cracia sin apellidos, son formas contentivas de fondo; y entre ellas hay una correlación de forzoso examen, si se quiere ser concreto. Dentro del tipo capitalista de Estado hay opciones formales, regímenes políticos alternativos.

Además de la configuración autoritaria de la nueva legalidad burguesa que estamos examinando, es objetivo también señalar que para nosotros, aspirantes a materialistas históricos, ello es tan sólo una parte del pro-blema democrático, un dato que debe articularse con otros, por ejemplo, la tolerancia real del trabajo político de las izquierdas, la participación, aún mediatizada, de ciertas fuerzas populares (aunque desastrosamente reformistas y burocráticas) en el seno del régimen, etcétera.

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Perspectivas de la democracia . . . Egbert WetherborneREVISTA PROCESOS SOCIALES N° 2

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Se dirá que era parte de una táctica concertada como contención a las masas, como medio de manipulación. Es cierto, pero todo se debe a que el grado de desarrollo del movimiento obrero no le permitió aprovechar con mayor largueza lo que en el régimen era una necesidad objetiva por más de un lustro (la alianza nacional). Seguir el camino del análisis subjetivo es una forma de confesar lástima a nosotros mismos, de no ser autocríticos.

Los “errores’’ de fuerzas como el “Partido del Pueblo” (PC) que maneja-ron la alianza con alta dosis de burocratismo y oportunismo, son reducti-bles en alguna medida al proceso de conciencia del movimiento popular, lo cual no desmiente el hecho de que para ellos, dentro del Estado, y las otras fuerzas revolucionarias, fuera de él, existió la ocasión de profundi-zar el trabajo de organización de las masas.

En el camino de lo concreto, es justo y necesario concluir que el refor-mismo significó posibilidades amplias de trabajo en el seno del pueblo y ello implica que hubo (o hay) un espacio democrático, aún con los abortos legales que formalmente consignan una dinámica autoritaria. Quienes más resintieron el autoritarismo oficial fueron las fuerzas oli-gárquicas a las que se les privó de sus costumbres políticas y sus impo-lutos partidos caudillezcos. La oligarquía de costumbres casi señoriales y estamentarias resintió el que se les hubiera siquiera levantado la voz. Ya no disponían del balcón presidencial los 3 de noviembre, y sus hijos, nietos y sobrinos no figuraban en los eventos públicos de importancia. Para ellos había muerto la democracia.

Otro elocuente ejemplo de los costos que, para el reformismo, tuvo la unidad nacional, lo tenemos en la aparentemente insulsa cámara de los 505. Ciertamente no legislaban; fueron y son manipulados por el régi-men a través de innocuos métodos que llegan hasta el soborno institu-cionalizado. Pero esta verdad lo es sólo a medias; se requiere mayor profundidad de análisis para captar las potencialidades de la institución.

La Asamblea Nacional de los Representantes constituye a nuestro juicio el eslabón más débil del Estado reformista de la burguesía, en razón de que su enraizamiento popular, en el nivel de la circunscripción adminis-

trativa más pequeña (corregimiento), convierte a la cámara en un repro-ductor o eco de las voces reivindicativas del pueblo, y si bien es cierto que el gobierno manipula a los actuales ciudadanos que ocupan escaños, no es menos cierto que los representante elegibles para el futuro pudie-ran reflejar avances también de fuerzas revolucionarias.

La Asamblea de los 505 tiene entre sus obligaciones comunales la nece-sidad de articular organizaciones de base por casas, calles, etcétera, lo cual favorece el gradual proceso organizativo del pueblo. Es mil veces más conveniente a las perspectivas estratégicas del pueblo trabajador desarrollar la lucha política formal por escaños o representación popular, en circunscripciones donde las relaciones personales, familiares y hasta de organización clandestina, son más efectivas. Su sustitución por una asamblea de representación provincial implica que la’ propaganda se en-carece, al tiempo que se hace más necesaria. Ello conduce obviamente a situar la pelea donde el enemigo se mueve mejor.

No es que postulemos estas formas de lucha legal como las únicas, o las preferidas. Se trata de que, en la medida en que los revolucionarios no contamos con mejores alternativas viables de organización de la de-mocracia, nos toca optar por aquella vía que tácticamente favorezca el desarrollo de nuestros quehaceres, habida cuenta de la correlación de fuerzas.

En Panamá hoy, optamos por la Asamblea popular de los 505 con sus de-fectos, pero también con sus potencialidades; la otra opción es dejarnos remolcar por el proyecto de la oligarquía que reconoce como “democra-cia auténtica” a aquella que más se parece a la de Washington, si es que conviene a sus intereses. La democracia burguesa no es el ambiente por excelencia de la clase obrera sino apenas la atmósfera con que ésta se en-cuentra (a veces) y que mejor puede aprovechar para la’ conquista de sus fines históricos. Para ser evaluada como buena la democracia burguesa, debe ser funcional para el desarrollo del trabajo de organización y com-bate clasista. Por coherentes que puedan parecer las instituciones bur-guesas, y por muy “lógicas” que puedan parecerle a uno o dos cretinos, si no surten razones de provecho revolucionario hay que descartarlas, y teorizar y luchar por otras que satisfagan la relación táctico-estratégica.

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Hay quienes olvidan —si es que alguna vez lo supieron— que la burgue-sía echó manos de esa urdimbre llamada democracia burguesa porque favorecía la reproducción simple y compleja del capital. Los móviles subjetivos y las teorizaciones, apenas fueron y son racionalizaciones ideológicas tendientes a irradiar su visión del mundo. Es más, a la bur-guesía le importa un comino la democracia, allí donde ha tenido que su-primirla de un plumazo o con el chasquido de las bayonetas lo ha hecho sin sonrojo. Como en Chile.

Además, sus fórmulas archidemocráticas están “viciadas” por la propia clase con recursos de excepción, reservas, fórmulas de reglamentación y mil peros que avalan una solapada arbitrariedad.

LOS TRATADOS TORRIJOS-CARTER Y EL NUEVO VIRAJE

En 1977, el general Ornar Torrijos suscribe con el presidente Cárter dos convenios: uno sobre la operación y mantenimiento del canal y otro ver-sado en una suerte de “neutralidad permanente” de la vía de agua.

La suscripción de los pactos se logra en los momentos más difíciles para el reformismo, desde el punto de vista de su desgaste económico y su popularidad interna, por lo que pudo ser objeto de chantajes y presio-nes orientadas a imponerle justamente cláusulas onerosas y de sentido reaccionario, sin descontar que la guardia y el reformismo los juzgará “potables” en su oportunidad.

Lo cierto es que, para la aprobación y ratificación de los pactos en el senado norteamericano y la propia suscripción de Cárter, hizo falta un apoyo internacional, fundamentalmente de los gobiernos del área, repu-tados como democráticos. Éstos, en contubernio con la’ oligarquía, el departamento de Estado y algunos senadores norteamericanos, condi-cionaron dicha aprobación (con todo el cúmulo de dolores avizorado) a la democratización formal de la sociedad panameña y liquidaron las fórmulas constitucionales, sui generis, de plenos poderes a Torrijos, le-vantando el receso a los partidos, etcétera.

Perspectivas de la democracia . . . Egbert Wetherborne

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La propia coyuntura de discusión preplebiscitaria sobre los tratados, conjuró en Panamá todas las fuerzas amordazadas y autoamordazadas, sumándose todos a un enjuiciamiento político más al régimen que a los convenios de marras. El resultado fue el posterior repliegue del general Torrijos y la orden de concesiones democratizantes que llegaron a tener rango de reformas constitucionales, sobre todo en lo tocante a la Asam-blea de los 505 que fue reformada, creándose un segmento denominado Consejo de Legislación que funcionaría con otros legisladores a escoger-se en votaciones directas en 1980.

El repliegue significó que Torrijos se refugiara en la Comandancia de la Guardia Nacional y designara candidato a la presidencia al actual presi-dente.

Lo sintomático no son estos cambios visibles y hasta explicables sino los cambios en el elenco gubernamental. El gobierno del presidente Royo refleja un puente transicional expresivo de una nueva hegemonía en el bloque dominante y consiguientemente el gradual desplazamiento de los cuadros de capas medias y su sustitución por otros nuevos de extracción burguesa.

La mutación en 1978 al Estado reformista autoritario, comprobó que dicho autoritarismo fue considerado —hasta por la propia oligarquía— como necesario para poder imponer tratados no consultivos de las más sensibles posiciones populares. No olvidemos que iguales tratados fue-ron rechazados en las calles por las masas en 1967 y que incluso aquella incapacidad burguesa de imponer pactos motivó su posterior deterioro y colapso, claro está, habida cuenta de otras razones.

Lo esencial es que estos cambios tienen su lógica y se insertan en un movimiento que apunta en otra dirección. En el período 1968-1979, las capas medias fueron los “trotaconventos” que viabilizaron un giro his-tórico en la correlación interna de la burguesía. Estamos seguros de que se requería de un sector social que, sin intereses inmediatos en la forma-ción, pudiera tener miramientos más históricos en la salud del capita-lismo dependiente, al que le urgía cierta modernización en el concierto internacional capitalista.

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Ahora se trata de que las aguas vuelvan a su nivel y que “las cucarachas emigren del baile de las gallinas”. Royo es el exponente coyuntural de esta realidad.

REAGRUPAMIENTO BURGUÉS

Todas las evidencias apuntan hoy hacia esfuerzos solapados de las frac-ciones burguesas por lograr un acuerdo nacional de “nuevo tipo” (bur-gués) que algunos llaman “pacto nacional de desarrollo’’, la “convocato-ria Torrijos-Arnulfo”, “restablecimiento de las reglas del juego” etcétera. Lo cierto es que incluso el propio gobierno lo está concertando bajo los términos de la hegemonía desarrollista. Y es interesante que una de las condiciones para el pacto burgués sea la expulsión de los “comunistas” del gobierno y su relegamiento de toda participación oficial, así como también la cancelación de la Asamblea de los 505. Esta petición es más enconada en boca de la oligarquía que, para el efecto, monta las más alucinantes campañas antipopulares y anticomunistas.

En estos momentos, la lucha interburguesa apunta a definir quién tendrá el “sartén por el mango”, aunque obviamente el sector gobernante tiene mayor fortaleza y coherencia y, sobre todo, el beneplácito del “humanis-ta” Cárter.

El reformismo es la opción del imperialismo, que nunca juega un sola alternativa.

TESIS SOBRE LA DEMOCRACIA PANAMEÑA

1. Así como la democracia burguesa es el reflejo supraestructural que corresponde con mayor cercanía a una formación capitalista, tam-bién es cierto que la articulación específica de sus modos de pro-ducción y la historia propia de las superestructuras define un aparato jurídico político específico.

2. El Estado del capitalismo dependiente panameño ha conocido dos formas: el oligárquico atrofiado y el reformista burgués. El primero que imperó durante 65 años de vida seudorepublicana; por su “pro-

yecto” social y sus intereses encrespados con el imperialismo en expoliación de nuestro pueblo y en apropiación de nuestros re-cursos básicos, no pudo desarrollar una democracia burguesa, sobre todo de tolerancia con la clase obrera y su vanguardia dentro del capitalismo.

3. El reformismo burgués, si bien se valió de métodos autoritarios, in-cluso contrastantes con las tesis clásicas de organización del Estado, constituyó un régimen de tolerancia con las diversas fuerzas socia-les, cuestión que es incalculablemente importante. Ello no conduce de manera mecánica a fraguar una alianza, lo cual significa que no podemos caer en la metodología analítica de la oligarquía. Su vara para medir la democracia no es la misma que la nuestra. Para no-sotros la democracia es fondo y forma y constituye durante nuestra permanencia en el capitalismo un recurso, un medio. La democracia proletaria es la auténtica democracia, porque la disfru ta el 99% de los agregados sociales: la clase obrera y el pueblo.

4. El reagrupamiento burgués, bajo una nueva hegemonía, como fór-mula transaccional, constituye un serio peligro para cualquier de-mocracia útil a la parte más consciente del pueblo. Tanto más si reflexionamos sobre las implicaciones políticas de los tratados To-rrijos-Carter que amenazan al pueblo con peligros de intervención imperialista; y sobre lo más oprobioso y contrarrevolucionario, qué es el contubernio Guardia Nacional/ejército norteamericano, para la defensa coordinada o defensa conjunta del canal), encierra riesgos de transformaciones peligrosas en una Guardia todavía algo tolerante.

5. Esta no es la época en el mundo para educar al pueblo en la defensa indiscriminada de la democracia burguesa. Al contrario, hay que infundir suspicacias dudas y reservas. Chile nos enseñó eso. Se trata hoy de hacer un frío cálculo objetivo sobre las perspectivas de la democracia en países que ya no conocerán períodos prolongados de estabilidad, a menos que pueda haber revolucionarios que quieran estabilidad como “receso” en la lucha social.

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6. Las perspectivas democráticas no son halagüeñas y debemos prepararnos para crudos inviernos antidemocráticos. El presente es de lucha, el futuro es nuestro.

Publicada por primera vez en la Revista Mexicana de Sociología No. 281. México, Abril - Junio 1981.

249

Las hipótesis más generales expuestas a lo largo de este traba-jo, sólo constituyen el marco más general de una investigación de largo alcance que se refiere al período comprendido entre los

años 1930-1970.

Su presentación en la forma actual sólo obedece a la necesidad de pre-sentar un trabajo final como conclusión de los cursos académicos rea-lizados en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, y con la finalidada de obtener el título de Master.

Obviamente este trabajo adolece de algunos defectos tanto de forma como de contenido. Sin embargo, nos parece que contiene los elementos fundamentales del proceso panameño.

Esperamos que los resultados de la investigación más arriba aludida con-firmen las hipótesis contenidas en este pequeño ensayo, y podamos con-tribuir al esclarecimiento del complejo proceso nacional y, por ende, del desarrollo político de América Latina.

Finalmente sólo deseamos comprensión por parte de los lectores de este ensayo, y su enriquecimiento mediante la discusión y polémica.

Panamá: Dependencia Económicay Desarrollo Político

Siméon González

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1“No es posible, en el marco de un trabajo como el presente, discutitiendo acerca del estatuto teórico de la ley del desarrollo desigual y combinado, su nivel de abstracción y su validez general. Tal dis-cusión nos alejaría de nuestro objetivo específico, por lo cual solo señalamos que:a) en el contexto de este trabajo, y on lo quo respecta a las fuerzos productivos significa grados diversos de productividad;b) variedad en los “tipos” de relaciones sociales, es decir, de relaciones entre clases, fracciones de clase y estratos;c) diversidad en los grados de “conciencia” entre las mismas, identificables a través de sus distintos proyectos sociales.2“GANDASEGUI, Marco A.: “La Concentroción del Poder Económico”, Ed. Revista Tareas, Pa-namá, página 7.

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LA ESTRUCTURA DEL DESARROLLO DESIGUAL Y COMBINADO1.

A. La Estructura Económica.

La estructura económica de Panamá está conformada por dos zonas cla-ramente identificadas, y dialécticamente dependientes entre sí: por una parte la denominada “zona de tránsito” o “zona de la ruta” que compen-de a las ciudades de Panamá, Colón y su importante periferia agrícola; y, por otra, la denominada “zona rural” que incluye el resto del país.

Un análisis comparativo de ambas nos demuestra su desigual grado de desarrollo. Así por ejemplo, en la zona de tránsito se concentra alrede-dor del 30% de la población total del país, el 75% de los médicos en ejer-cicio, y el 80% del crédito o préstamo bancario. De igual manera, “de las 60 empresas con las rentas gravables más elevadas, 53 se encuentran concentradas y realizan la mayor parte de sus actividades en las ciudades de Panamá y Colón” 2 .

Además, la casi total vida política y cultural de la República se desarrolla en la zona de tránsito, conteniendo esta última, los órganos políticos y culturales más importantes tales como Presidencia, Ministerios, Orga-nismos Semi-Fiscales, las dos universidades existentes, y una granparte de las escuelas de enseñanza media.

Por otro lado, la “zona rural” contiene solo el 25% de la población urbana total, el 25% de los médicos en ejercicio, y el 20% del crédito y

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Panamá: Dependencia Económica ...Simeón González

3“GANDASEGUI, Marro A.: “La Estructura Agraria en el Desarrollo Nacional”, Revista Tareas

préstamo bancario.

Cada una de las zonas antes mencionados se compone asimismo de un conjunto heterogéneo de elementos: así, al interior de la “zona rural”encontramos:

a. Existencia de algunas empresas capitalistas modernas, operando la manera de enclaves con un elevado nivel de productividad. Sin embargo, “este proceso de capitaliza-ción y de tecnificación está reducido, no obstante, a secto-res pequeños y especializados en la producción de número limitado de bienes” 3. Estas empresas comprenden además de la “estructura” industrial grandes extensiones de la su-perficie explotada del agro panameño. Así por ejemplo, un total de 224 explotaciones agrícolas mayores de 500 hectá-reas (el latifundio panameño), que corresponden al 0.2 del total de las explotaciones, controlan el 20.6% de la superfi-cie explotada. Sus actividades principales son:

CUADRO No.1

Actividad Explotaciones Ganado Vacuno 176 Arroz 10 Banano y plátano 8 Maíz 4 Naranjas 4 Caña de azúcar 3 Café 3 Hortalizas 3 Avicultura 1 Otros productos 12 TOTAL 224

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Son estos grandes empresas-latifundio, altamente tecnifi-cados, compuestas básicamente por ingenios azucareros, plantaciones de bananas; plantaciones de café, e industria ganadera, el sector dominante de la estructura agraria.

Su impacto sobre el resto de la estructura agraria se refleja por ejemplo, en el fenómeno de la absorción de mano de obra campesina (mientras que en el año 1950 sólo el 4,5% del total de empleados agrícolas era asalariado, es decir obreros agrícolas, para el año de 1971 su número aumenta al 20,8% 4) y en el rompimiento de anacrónicas forrnas de producción y de consumo.

b. Existencia de una generalizada pequeña propiedad cam-pesina, que constituye la mayor parte de las explotaciones agrícolas. Para el año de 1960, el 80.3% de los predios agrícolas solo comprende una extensión conjunta que re-presentó el 22.4% de la superficie” 5.

Este tipo de explotación agrícola utiliza como energía bá-sica el trabajo humano. Lo utilización de energío animal, animal-mecánica, y mecánica cubre solo el 2% del total de las explotociones en el año de 1950, y el 12.3% en el año de 1960, y comprende básicamente o lo que hemos denomina-do “empresa-latifundio”.

4“MANDULEY, Julio R. “Notas sobre Dependencia Interna”, Panamá, 1973.5“GALAN PONCE, José: “Panamá: Marginalidad, Desarrollo y Dependencia”. Ed. DESAL, Chile, pág. 256.

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7“PORRAS, Hernán: “Papel Histórico de los Grupos Humonos en Panamá”, 1963.

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c. Existencia de una “mediana” propiedad agrícola cuyos caracteres esenciales, es decir, tipo de explotación, régimen de tenencia, etc., son similares a la categoría descrita an-teriormente.

En estas dos categorías-pequeña y mediana propiedad agrí-cola-se concentra la mayor parte de la población empleada en el agro, ya sea como trabajador familiar, o afecto al sis-tema de “juntas y peonadas”, (sin recibir salaria efectivo).

“El latifundio clónico y aristocratizante tuvo en nuesra historia considerable importancia. Llegó a su apogeo en el siglo XVIII, y en la primera mitad del siglo pasado decayó rápidamente a causa de las guerras familiares de esa épo-ca” 7.

Estas últimas, coadyuvaron a la destruccióm del latifundio, su causa más importante. Ésta la debemos buscar en pro-blemas estructurales tales como la liberación de la mano de obra servil a comienzos del Siglo XIX, y por la presión ejercida sabre el latifundio por los pequeños propietarios campesinos.

La ruptura de dicha explotación agrícola provoca el creci-miento de los centros urbanos-provinciales, dedicados bási-camente al comercio, y a la producción de servicios profe-sionales. En la actualidad, dichos centros contienen el 25% de la población urbana del país, y ejercen gran atracción sobre la población compesina.

Al interior de la “zona de tránsito” encontramos:

a. un sector comercial-eje de de la vida nacional- que data desde los tiempos de la dependencia hispánica, y que ha mantenido su hegemonía y dominación a lo largo de la historia de Panamá.

255

Panamá: Dependencia Económica ...Simeón González

b. un extenso sector de servicios compuesto por empresas tales como-transporte, almacenaje y de comunicación; instituciones estatales, orga-nizaciones de profesionoles, empresas de electricidad, gas, agua y otras.

En conjunto, estos dos sectores comprenden el sector mayoritario de la zona de tránsito. Así, la mayoría de las grandes empresas-de rentas gra-vables más elevadas-, se dedican al comercio y servicios.

c. La presencia de la Zona del Canal siempre determinante como polo de atracción, y como orientados de la economía nacional.

d. Por último, el moderno sector industrial, metropolitano, de alta tecno-logía, en su mayoría originaria de los años 1945-1950.

Este conjunto de sectores, heterogéneos en lo que se refiere a productivi-dad y distribuidos en forma desigual al interior de las zonas formativas de la sociedad panameña, esta manifiesta presencia de atraso y moderni-dad, configura lo que hemos denominado la estructura económica des-igual.

Sin embargo, esta desigualdad tiene explicación no sólo desde el punto de vista de análisis estructural, sino que también histórico, es decir, los elementos explicativos de la actual estructura económica tienen profun-das raíces históricas.

El desarrollo histórico de Panamá nos ha demostrado-con algunas ex-cepciones-la permanente relación de dominación que ha ejercido la zona de tránsito sobre el resto del país, dominación explicable por su mayor grado de desarrollo, lo que a su vez deriva del hecho de que ha sido dicha zona, el punto de inserción de Panamá en la economía mundial.

Históricamente se han sucedido coma eslabones de inserción de Panamáen la economía mundial 1) Nombre de Dios y Portobelo en la época de dependencia hispánica (es el período de las Ferias Comerciales y del centro de intercambio entre España y sus colonias americanas); 2) Fe-rrocarril transístmico de Panamá (la economía se orienta en este periodo hacia la producción de servicios de transporte de pasajeros a través del

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8“Nuestro marco de análisis lo constituye la sociedad panameña, y no el fenómeno global de la dependencia. Se trate de desentrañar la forma en que una sociedad específica recepciona sus condi-cionamientos externos.

REVISTA PROCESOS SOCIALES N° 2

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estrecho istmo que separa el Mar Caribe del Océano Pacífico) en el pe-ríodo del descubrimiento de oro en California, que facilita su coloniza-ción y la explotación de sus ricos yacimientos; 3) el Canal de Panamá, presente en la vida nacional desde los inicios del Siglo XX hasta nues-tros días.

Cada uno de los fenómenos, someramente señaladas, cualifican la fun-ción de Panamá al interior de la economía mundial, y a la vez de ser los eslabones de inserción en la misma, constituyen importantes factores de estructuración interna 8.

A partir de 1903, es decir, desde los inicios de nuestra vida republicana se asiste a la construcción del canal inter-oceánico de Panamá, hecho significativo por su presión orientadora y distorsionadora en la economía nacional a través de las cinco primeras décadas del siglo.

Después de un relativo estancamiento del aparato económico en las últimas décadas del Siglo XIX, provocado por la terminación de “gold rush” de California, Panamá encuentra un nuevo elemento ex-terno, dinamizador de su crítica economía: el canal interoceanico.

La sociedad panameña vuelve a renacer y a depositar sus esperanzas de desarrollo en la zona de tránsito y en su economía productora de servi-cios (incluído el comercial).

Al reducido mercado estable se agrega ahora una “fuente comunidad de consumidores” lo que provoca un aumento en el volumen de transaccio-nes comerciales y una revitalización de la vida nacional.

A tal punto fue importante la presencia de la “zona del canal” que pode-mos decir que, a lo largo de cinco décadas, la existencia nacional, pana-meña adquirió los contornos de un simple y a veces polémico “diálogo comercial” con ella.

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Panamá: Dependencia Económica ...Simeón González

El epílogo de esta larga época es:

1. Función comercial de Panamá al interior de la economía mundial;2. Dependencia de un elemento externo.

Primera Modernización:

Es indudable que el impacto provocado por la Crisis Mundial de 1929-1930 en la economía panameña no fue similar al producido en el resto de la economía latinoamericana.

Dada la particular configuración comercial de la economía panameña, dicho fenómeno no se reflejó, ni sígnificó la crisis del sector agro-expor-tador-casi inexistente-, sino que por el contrario se manifestó en forma de trastomos en el sector dinámico de la economía nacional, esto es, en el aparato comercial. Es así como el nivel de ventas y transacciones co-merciales decrece tanto en la zona de tránsito como en el resto del país.

Por su porte, la producción agraria-aunque de autosubsistencia en gran medida- también decrece, fenómeno explicable por su subordinación al sector comercial hegernónico y dominante.

A este respecto cabe añadir que el influjo del mercado estable de la Zona del Canal de Panama fue lo suficientemente fuerte, lo que permitió dis-minuir el impacto pemicioso de la crisis.

Por otra parte, el proceso sustitutivo de importaciones-efecto producidoen la economía latinoamericana en general por la crisis, es decir, los inicios de una industrialización-, no se hizo presente en Panamá en esta época, es decir, la crisis no provocó una mutación en el desarrollo del sistema econórnico nacional. El comercio siguió constituyendo a la sa-zón el sector más dinámico de la economia nacional.

Solo fue a partir de la Segunda Guerra Mundial, más precisamente, des-de el transcurso de la misma, cuando la economía sufre una alteración o mutación de importancia. Se inicia entonces un débil proceso de indus-trialización.

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9“GANDASEGUI, Marco A. Op. cit. página 28.10BLANCO, Boris: “El Canal de Panamá en la Economía Norteamericana”. Anales de Ciencias Humanos, No. 1, Panamá 1971, pág. 24.

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“Durante la guerra inició sus actividades Cemento Panamá, S.A., la Compañía de Productos de Arcilla, la Compañía Panameña de Alimen-tos Lácteos (Nestlé), La Tabacalera Istmeña, Tagarópulos, S.A., la Com-pañía Panameña de Aviación, etc.” 9

Se hizo patente desde entonces una forma de dependencia nueva: a tra-vés del débil aparato industrial.

No estamos señalando la pérdida de vigencia de la Zona del Canal de Panamá como importante enclave o punto de inserción de la República en la economía mundial. Solo que ahora se esbozó o bosquejó una nueva forma de dependencia cuyos resultados analizaremos posteriormente.

Una de las características más importantes de la evolución económica de Panamá es aquella que dice relación con la “permanencia” y “subsis-tencia” de los elementos formativos de la antigua forma de dependencia, junto a la más moderna.

Así, por ejemplo, y a pesar de que, a través de la industria manufacture-ra, se bosqueja una nueva forma de dependencia, las ganancias obtenidas por los Estados Unidos en el negocio canalero son las siguientes:

Cuadro No.3 10

ENTRADA NETAPERÍODO millones de dólares1915-1940 3241941-1964 1001947-1951 491952-1965 4451966-1970 303

El período post-bélico representó pues, un momento de diversificación del aparato productivo, a través de capitales nacionales entre los años de 1945-1950, y a través de capitales extranjeros, básicamente norteameri-

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Panamá: Dependencia Económica ...Simeón González

11 “Mientras entre 1950 a 1955 las inversiones (norteamericanas) aumentoron a una tasa de 8,0 anual, habiendo inclusive disminuido el montante de capital de 1946 a 1950” Instituto de Econo-mia, Universidad de La Habana, “Economía y Sociedad, Enero, Febrero de 1972, pág. 133. 12“MELENDEZ, Dania: “Desarrollo de la actividad bancaria en Panamá”.Revista Lotería, No. 181, Panamá, Diciembre de 1970.

canos de 1950 en adelante 11.

Segunda Modernización:

En el período comprendido entre 1960-1970, “12 nuevos bancos inicia-ron operaciones en el país y se abrieron un total de 59 nuevas sucursalesy agencias. En tanto que el sector bancario privado se incrementó en 12 nuevos bancos y 41 sucursales y agendas, el sector público sólo se incre-mentó en 18 nuevas sucursales” 12.

Se produce, en este período, el segundo fenómeno modernizante orien-tándose el total de la economía nuevamente hacia los sectores de servi-cios (esta vez excluyendo al sector comercial).

La leve industrialización de las dos décadas anteriores da paso a una nueva forma de dependencia a través del aparato financiero-bancario acorde a las modemas tendencias del capitalismo mundial.

La casi totalidad de este nuevo eslabón es manejado por los intereses ex-tranjeros -preferentemente norteamericanos-, y solo una pequeña parte es controlada por los capitales nacionales.

Cuadro No.4Instituciones bancarias de la República de Panamá al 31 de

diciembre de 1939-1949-1959-1969 10

1939 1949 1959 1969Casa Principal 4 5 4 18Sucursales y Agencias 3 4 18 77TOTALES 7 9 24 95

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13De acuerdo a la Encuesta de Mano de obra realizada por la Oficina de Estadística y Censo de la Re-pública de Panamá trabajador familiar es “el que ejerce una ocupación no remunerada en una empresa o negocio explotado por un miembro de su previa familia”: y trabajadores de peonados o juntas compesinas, las personas que trabajan “a base de cambio de servicio (peón por peón) o participan en juntas de trabaio”.

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De la misma manera, el activo de las entidades bancarias que, a inicios de la década en mención era de 14 millones de Balboas, al final de la misma había ascendido a 578 millones de Balboas (1969) siendo similar la tendencia en estos dos últimos años.

Lo significativo de la estructura productiva panameña es la coexistencia de los elementos formativos de los distintos momentos de dependencia. Es el elemento de combinación.

B. Estructuras de clases:

La primera constatación de importancia es la existencia de un conjuntovariado de relaciones sociales, determinados por la particular inserciónde las clases en el aparato productivo. Asi por ejemplo, se observan re-laciones de dependencia personal (en el caso de los “trabajadores fami-liares”)13, como también relaciones obrero industrial-propietario de los medios de producción y relaciones de cooperación (caso de los peonadas o juntas campesinas”).

Este conjunto heterogéneo de relaciones sociales nos permite trazar el siguiente diagrama de las clases sociales de la sociedad panameña:

a.Existencia de una burguesía nacional, alia-da al capital extranjero, en permanente moderni-zación y que controla el gran comercio de la “zona de tránsito” y la industria nativa (la metropolitanay la agro-exportadora), es decir, es socialmente dominante.

b. Existencia de un heterogéneo y vasto sector que denomi-naremos “capas medias”, compuesto básicamente por pe-queños comerciantes, profesionales y empleados tanto del sector privado como del Estado (burocracia), es decir, tra-bajadores no productivos. En gran medida, se trata de ser-

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Panamá: Dependencia Económica ...Simeón González

15Al interior de los denominados estratos medios, ha sido la burocracia el sector dominante, coadyu-vada por los movimientos del magisterio, y estudiantil.16 PEREZ, V. M. y DE LEON, R. 0. “El Movimiento de Acción Comunal en Panamá”, pág. 18

vidores directos de la burguesía (el pequeño comerciante a través de la distribución, y el empleado a través de su “servi-cio prestado”), o indirectos (la burocracia a través del Esta-do). Queden comprendidos en esta categoría el conjunto del movimiento estudiantil, y el sector artesanal aún numeroso.

c.Existencia de una clase obrera industrial aún reducida numéricamente e inserta en la industria nacional manufac-turera, en la industria de la construcción, en lo poco desa-rrollada minería y el sector agrícola 14.

d.Una numerosa “clase” campesina conformada por pequeños y medianos agricultores en su mayoría “pro-pietarios” agrícolas.

Tanto por su posición en el aparato productivo, como por su ideo-logía (que analizaremos posteriormente), el sector mayoritario de la estructura social panameña, está constituída por los estratos me-dios, es decir, aquello que hemos denomiado “capas medias”.

Las luchas sociales en Panamá:

Los estratos medios han sido hasta nuestros días el sector mayorita-rio de la estructura social 15. De la misma manera, el sector clave y base de las luchas sociales. Una breve reseña de lo que han sido has-ta nuestros días las luchas sociales en Panamá nos lo demostraría.

En el año 1923, se funda una asociación denominada Ac-ción Comunal, formada por un “grupo de jóvenes con eleva-dos principios liberales, en su mayoría de avanzado, casi to-dos con una vasta preparación cultural, jóvenes profesionales de clase media, poseedores de una aguda conciencia nacionailista”.16

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17Ibid, op. cit. pág. 76-77.18Ibid,

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Su orientación estaba dada por tres ideas centrales: 1.Depuración de la política interna 2.Nacionalismo 3. Posición internacional indepedendiente La culminación de dicho movimiento fue la denominada Revolucióndel 2 de Enero de 1931. En esta Revolución es derribado el PresidenteFlorencio Harmodio Arosemena. En el lapso intermedio (1923-1931) se suceden un conjunto de conflictos sociales tales como la lucha por la derogación del Tratado Alfaro Morales-Kellog White firmado por los representantes panameños durante la administración del presidente Ro-dolfo Chiari (1926), el movimiento inquilinario de 1925, y la participa-ción en las elecciones de 1924 entre otros.

Lo importante a resaltar en lo que respecta a esta asociación es su estruc-tura de clases, y la ideología que refleja.

“Los que formaban Acción Comunal en su mayoría eran profesiona-les, abogados, médicos, dentistas, ingenieros, hombres de negocios, y un centenar de hombres del pueblo... etc17. Estos últimos representaban al-gunas Federaciones y Sindicatos obreros tales como la Federación Obre-ra de Panamá y el Sindicato General de Trabajadores.

Las causas de su lucha estaban dictadas por la necesidad de participar en la estructura estatal, es decir, en la administración del Estado, además de ganarse para el comercio nacional el importante y estable mercado consumidor de la Zona del Canal. “La Nación norteña usó otras formas de acentuar su denigrante colonialismo que existía la firma del inicuo tratado de 1903... Uno de estos era la desleal competencia comercialnacional al calor de los Tratados de Panamá y los Estados Unidos en loque a los Comisariatos de la Zona del Canal respecta, competencia queactuaba en detrimento del comercio local, ya que la forma como veníanfuncionando estos comisariatos violaban lo estipulado por la Asociación deComercio Panameño, perjudicando enormemente al comerciante que cumplía con los requisitos de la Asociación”18.

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Panamá: Dependencia Económica ...Simeón González

19No es nuestro interés en estos momentos, abrir una discusión acerca del estatuto teórico de la “ideología” Sin embargo, para los fines del presente trabajo se entenderá por la misma a todo el conjunto de valores, conceptos, ideas, que aseguran la reproducción de las relaciones sociales.

ANALISIS DE IDEOLOGIA 19.

¿Cuáles han sido los elementos ideológicos de las “capas medias”que han logrado influir y hasta desfigurar las luchas obreras, otorgándolesa éstas sin sentido pequeño-burgués? Son dos elementos que operan alinterior de la conciencia de las “capas medias” confundidos: el naciona-lismo de contenido pequeño-burgues, y la ideología del “transitismo”-, ésta de pleno contenido burgués.-

La ideología del “transitismo”, es decir, de la asimilación por laconciencia nacional de la función de tránsito cumplida por nuestro país,nace en los primeros años del Panamá hispánico para irse fortaleciendocon el decurso de los años de unión de la Gran Colombia, y presentarse sólidamente consolidada en la época actual.

Dicha ideología ha revestido formas distintas, no obstante, mantenerseinvariable en su estructura intema. Ferias comerciales -Portobelo-, CanalInteroceánico, desde el intento por parte de la corona española, hastala construcción del actual por parte de los Estados Unidos, -atravesandoel fracasado proyecto francés-, Ferrocarril Interoceánico, y, por último, laformación de un centro financiero intemacional han sido las heterogéneasformas que ha revestido a concreción de dicha ideología.

Su unidad interna ha estado dada por:

a.) Su sujeción al factor externo siempre variable - Capitalismo Mundial.b). El relevamiento de la Función de Tránsito de la República al interior de la división mundial de trabajo.c). Por el otorgamiento a la misma función por parte de las clases do-minantes panameñas, del carácter de herramienta más importante de “desarrollo”.

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C. La Estructura Política

La estructura política de la República de Panamá ha estado compuesta por un estado y múltiples políticas oligarquizadas.

Por otra parte, existencia de un Estado de tipo unitario y una forma de gobiermo democrático representativo; por la otra, existencia de partidos políticos de tipo ideológicos-liberales.

El Estado Panameño

La característica más importante del Estado Panameño es su centrali-zación. Su estructura piramidal determina un elevado poder de decisión político en los escaños más altos, vale decir, Presidencia, Ministerios, Asamblea Legislativa, y Direcciones de Entidades Autónomas, y conescaso poder de decisión en los más bajos (Gobernaciones, Alcal-dias, etc.).

Por otra parte, la participación del Estado no se ha reducido a lasimple mantención de un marco general que posibilite la dominación económica y política de la burguesía panameña.

Una tercera característica está dada por el significativo crecimiento de la burocracia estatal. Estos tres elementos configuran el núcleo central de la problemática estatal panameña.

Los Partidos Políticos

Los partidos politicos panameños tienen como primera caracterís-tica el ser, más que partidos “organizativos”, de clase, partidos ideológicos es decir, organismos transmisores de la ideología do-minante. Su multiplicidad en las últimas décadas se debe más que a contradicciones de fondo, a problemas tamgenciales. Son, en de-finitiva, aunque cada uno por separado tome el nombre del par-tido, fracciones del partido orgánico de clase de la burgesía.

La segunda característica dice relación con la inexistencia de una efectiva y permanente “vida partidiaria”. En defecto, la estructura

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Panamá: Dependencia Económica ...Simeón González

interna de dichos partidos sólo tienen vigencia en períodos de contenido electoral, es decir sus “electores”.

Sin embargo la estructura interna partidario a lo que es lo mismo, la “burocracia partidista” se reduce a una Dirección Nacional desligada de todos sus “electores”.

Sistema de Dominación

El análisis referido a la evolución de las estructuras económicas, socialesy politicas nos Ileva a determinar y formular un conjunto de hipótesis,que presidirán el estudio de “coyuntura” (a un nivel muy generalaún) de las siguientes páginas.

Solo una investigación más completa podrá determinar la válidez delos mismos, tarea que excede por ahora los objetivos de este trabajo.

A.—La oligarquía panameña, a diferencia de otras, no ha tenidocomo base económica de su dominación las actividades agrarias,sino que, muy por el contrario, combinadamente, las relacionadascon la industria, el comercio y las finanzas.

B.—No se trata de una alianza de sectores, sino de un solo sector,es decir, una clase que ha sido capaz de trasladar su capitalmás importante hacia actividades de mayor rentabilidad.

Dicho traslado ha ocurrido alrededor de los años de la segundaPost-guerra (traslado hacia las actividades industriales) y en ladécada de 1960 (hacia las actividades financieras), han sidoproducto de las presiones externas.

C.—Para los efectos de la dominación, la oligarquía panameña hadiseñado una estructura estatal contradictoria. Por una parte,su estructura formal es de tipo liberal (lo podemos observaren el articulado de las constituciones políticas de 1903 y de1946) y, por la otra, el contenido económico de la sociedad sobrela cual está montada la estructura política es oligárquico.

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A decir de Weffort en su estudio sobre el populismo, lasestructuras económicas y las politicas no son sincrónicas.

D.—La crisis de 1968 se configuró como una crisis ubicada en la“Región de lo Político”, y fue producto de las presiones quesobre la estructura estatal habian desarrollado los que hemosllamado “estratos medios”.

E.—La participación de las clases populares (clase obrera y “clase”campesina)20 no fue significativa al inicio de la crisis, ni ensu ulterior desarrollo.

II. -La crisis política de 1968: una forma de participación política de la capas medias.

En el año de 1968 confluyen tres fenómenos que valdría la pena recor-dar: la creciente influencia del sector bancario-financiero en la econo-mía nacional, la movilización creciente de la pequeña burguesía y des-de el punto de vista político, las elecciones generales de Presidente,Diputados y Concejales (Representantes Municipales).

Estos tres elementos cualifican de manera clara la “coyuntura” deese año, y presiden en definitiva los acontecimientos posteriores a lamisma.

La influencia de la campaña electoral (factor de dinamización políticoen el sentido de movilización permanente) se hizo sentir desde losmeses iniciales de 1968.

Toda la vida nacional se resumió en la pugna electoral abierta por con-trolar el aparato estatal, objetivo tradicional de las “capas medias”.David Samudio Ávila por la Alianza Gobiernista y Antonio González Revillapor el Partido Democráta Cristiano recogían, aunque difusamente las aspiraciones de las clases sociales en pugna.

20Utilizamos el término “clase campesino” en el sentido que lo utiliza H. Zemelman en “Campesi-nado: Clase y Conciencia de Clase, para referimos sólo al obrero agrícola.

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Panamá: Dependencia Económica ...Simeón González

Forma de participación politica de las “capas medias”

En la medida que ninguno de los programas políticos encarnaba las mo-dernas tendencias del capitalismo, y que estos iban acentuando su pre-dominio al interior de la estructura panameña, el objetivo de los mismosiban dirigidos hacia el control del aparato estatal y a su manejo.

De hecho estos grupos medios ejercían el poder a través de laburocracia, pero no lo controlaban.

La alta concentración de capital en los bancos, y la fortaleza declase de la burguesía panameña por su alianza con el capital foráneo (en términos de dominación del aparato productivo), limitan el poder de participación de los grupos medios en el domino de la “zona de tránsito”,y le conceden sólo el poder de participación restringida en el manejodel aparato estatal.

III.- Algunas medidas:

Una de las características rnás relevantes de la estructura político pa-nameña -señalada con anterioridad- es su carácter oligárquico. Susmanifestaciones más claras son la concentración de “Poder” político conlos estratos más altos de dicha estructura, y la utilización de estos por parte de la burguesía con exclusión de las “capas medias” y de los sec-tores populares. La participación de estos últimos se realiza a través de la extensa burocracia, elemento administrativo de importancia, pero quecarece de poder, es decir, capacidad de decisión politica.

A. La nueva forma del Estado

La primera modificación de consideración, dice relación con el sistemade elecciones y la division territorial que es base de la misma. Laanterior Constitución de la República establecía un criterio respecto alSistema de Elecciones, división territorial base de la misma, y Organismoelegido que puede considerarse “tipico” de las democracias liberales:elección de Diputados Nacionales por Provincias y de acuerdo al número

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de habitantes de cada una de éstas, y formación por estos de la AsambleaLegislativa (Poder Legislativo); por otra parte, elección directa y nacionaldel Presidente de la República y de dos Vicepresidentes.

La nueva forma del Estado prescrita por la nueva Constitución esla siguiente: 21

ARTICULO 129: “La función legislativa es ejercida por medio de la Asamblea Nacional de Representantes de Corregimientos y del Consejo Nacional de Legislación, de conformidad con los Artículos 2, 141 y 148 de esta Constitución”.

Este artículo crea dos novedosos organismos, y una novedosa base terri-torial para la elección de los mismos. A la antigua Asamblea Legislativa formada por Diputados sustituye una Asamblea Nacional de Represen-tantes de Corregimientos, y un Consejo Nacional de Legislación, y a la división por Provincias la sustituye otra por Corregimientos que es la unidad administrativa más pequeña de la República.

Todo lo anterior tiene su explicación desde el punto de vista político. De acuerdo a lo anterior, en la medida que la base territorial para la elección es más pequeña, se hace posible una mayor participación de las “capas medias”22 en los Organismos elegidos.

La función de dicha Asamblea se divide en Legislativa y Administrativa, y está contenida en los artículos 141 y 143. Las primeras carecen de importancia ya que la dictación de las leyes es de la competencia del Consejo Nacional de Legislación. En cuanto a la función Administrati-va, el artículo 143 señala: “2-Elegir al Presidente y al Vicepresidente de la República el día de su instalación mediante votación nominal. La elección se efectuará por medio de nóminas”.

Este artículo antes señalado contiene una modificación anexa también de importancia: transforma la elección directa del Presidente de la Re-

21La nueva constitución fue promulgada el 11 de octubre de 1972, luego de 4 años de tomar el poder el actual régimen.22El resultado de las elecciones confirma el presente aserto.

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Panamá: Dependencia Económica ...Simeón González

pública en una elección indirecta del mismo. Por la composición de la Asamblea, las “capas medias” aseguran para sí el cargo de Presidente y Vicepresidente.

La segunda modificación de importancia dice relación con el régimen de partidos políticos.

En la medida que existía una estructura estatal tradicional, se justificaba la existencia de partidos políticos tradicionales. A “contrario sensu”, si se modifica aquella también debían modificarse estos.

De esta manera, se produjo, con posterioridad a la crisis de 1968 la mo-dificación siguiente en el régimen de partidos políticos: su proscripción.

Al analizar la “política de movilización” analizaremos la nueva forma de organización.

Anexo I

Nos parece adecuado hacer una aclaración, en este momento, acerca de lo que constituyó nuestro primer análisis del proceso político panameño. Este fue escrito en los meses iniciales de 1973 y en él señalábamos lo que nos parecía, era la tendencia más general de dicho proceso, a la vez que habríamos ciertas posibilidades de investigación.

Una de las conclusiones se refería (Balance y Perspectivas) a la nece-sidad de los grupos políticamente dominantes de establecer una fuerte unidad con alguno de sus estratos internos: el movimiento campesino, y con el naciente movimiento obrero. Sólo eso posibilitaba la mantención del proceso abierto en 1968.

Hoy en 1974, la validez de nuestro aserto parece ser exacta. En la ac-tualidad, todo el grueso de la política gubernamental se orienta hacia el fortalecimiento de las organizaciones campesinas (Asentamientos, Juntas Agrarias y Cooperativas), no sólo en su capacidad de producción sino que también, de su movilización, (se trata de precaristas y pequeños propietarios campesinos).

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Sin embargo aún no ha sido incorporado el movimiento obrero por lo que la posibilidad Revolución-Restauración, sigue vigente, y la posibili-dad de rebasar los marcos del sistema aún lejana.

Panamá, enero de 1974.

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Peggy AriasPeggy Arias, nació en la ciudad de Panamá, realizó sus estudios universitarios en la Universidad de Panamá, obteniendo el título de Licenciada en artes plásticas en el 2007. Desde pequeña le gusto la pintura, que la manifestó pintando figuras en la madera, ce-rámica, papel y otros. Tomó muchos cursos de pintura en academias y con profesores privados hasta la actualidad. Participó en seminarios de arte desde 1977. Empezó con el óleo pintando ventanas y puertas antiguas, hace 10 años, participando en más de 37 exposiciones colectivas en la Ciudad de Panamá y en el extranjero. Manifiesta en la pin-tura la libertad de expresar los sentimientos, lo que se ve a través de las ventas y puertas; ha realizado varias exposiciones individuales en galerías reconocidas. Ha participado en congresos de arte en el país. Su obra forma parte de colecciones en Chicago, Nuevo Mé-xico, Colombia, Panamá, Arizona y Miami, donde se exhibe privadamente. Hoy en día pinta abstractos en acrílico, pues el público le ha pedido, controlando la gama de color fuerte. Pertenece a la Asociación Panameña de Artistas Plásticos (A.P.A.P.), artguilders Panamá (asociación de artesanos internacionales). Asociación de mujeres profesionales y empresariales el dorado de Panamá, club ikebana Panamá (dedicado ha conocer el arte de Japón).

Entrevista a Personalidades

Abogado y Prestigioso Intelectual Panameño

Entrevista de la Revista Procesos Sociales

Dr. Jorge Turner

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La Revista Procesos Sociales No.2, que abre su espacio de En-trevista a “Personalidades Latinoamericanos Destacadas, por su labor y contribución académica y cultural al desarrollo de las

Ciencias Sociales”, dedica esta sección a una figura intelectual de nacio-nalidad panameña, de alto reconocimiento en el pensamiento contempo-ráneo de la región. Se trata del abogado, periodista y profesor universi-tario, Jorge Turner.

Jorge Turner:Abogado y PrestigiosoIntelectual Panameño

En su rol de abogado, destaca su labor de asesoría al movimiento de los trabajadores de México, a través de las diferentes organizaciones sindi-cales a los que Jorge Turner sirvió entre 1946 y 1948.

Como periodista le correspondió presidir el Sindicato de Periodistas de Panamá en 1956, actuar como fundador de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Panamá. Dirigió igualmente el Diario El País en Panamá (1958). Fue, además, fundador y directivo de la Federación La-tinoamericana de Periodistas.

Como Académico ha dedicado muchos años a desarrollar una brillante labor como profesor investigador de la UNAM, sobresaliendo su res-ponsabilidad como director del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) de esa alta casa de Estudios de México.

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Su pluma ha producido varias obras, entre ellas” Viento de Agua” (1977); “Sindicatos Nuevos, Movimientos Sociales y Democracia” (1994); “30 Latinoamericanos en el Recuerdo” (1998); “Panamá en la América Lati-na que concibió Bolívar” (2007).

Es en este marco de ejecutorias, que la Revista Procesos Sociales realiza la entrevista al Dr. Jorge Turner, con el propósito de precisar mayores de-talles, sobre los acontecimientos, momentos y personalidades que ejer-cieron influencias significativas en el desarrollo de su vida y de su obra.

Gerardo MaloneyDirector Revista Procesos Sociales

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JORGE TURNER Y JUAN BOSCHFoto tomada, el día 8 de septiembre de 1982

En la Dirección de la Facultad de Ciencias Políticas y SocialesUNAM

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Entrevista a Jorge Turner

ENTREVISTAREVISTA “PROCESOS SOCIALES”

Revista Procesos Sociales:¿Cuándo descubre su vocación hacia las ciencias sociales?

Jorge Turner:Yo no me interesé por las ciencias sociales deslumbrado por lecturas o estudios sobre el comportamiento humano y su peripecia histórica. Más bien la vida me situó desde temprano en circunstancias que me obli-garon a hacerme muchas preguntas y parte

de algunas respuestas las encontré en mi propia experiencia y otra parte en el conocimiento de diferentes textos escritos.

Revista Procesos Sociales:¿Cuáles eran las circunstancias sociales, nacionales y regionales en su época de estudiante?

Jorge Turner:La época de mis estudios de bachillerato en el Instituto Nacional dePanama fue la época en que pasé por tempranas situaciones personales yfamiliares, en un mundo en crisis, que forjaron los fundamentos de un-pensamiento que después traté de desarrollar. Por eso me emociona es-pecialmente que esta entrevista, a mis 87 años de edad, se efectúe hoy en el sitio más grato de mis antiguos recuerdos definitorios. El Instituto Na-cional, en aquel tiempo, se inicio la Segunda Guerra Mundial y los nor-teamericanos emprendieron en la Zona grandes obras para proteger la vía interocéanica de un eventual ataque nipón y allí trabajé yo, en las noches, como estibador en los puertos de Balboa, mientras en las mañanas asistía como estudiante al Instituto Nacional. Esta ambiguedad me provocó de joven un fuerte rechazo a las características racistas del régimen de traba-jo en el área canalera, y también a la intuición institutora, que como parte del sistema educativo panameño tenía defectos, que debían corregirse.

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Revista Procesos Sociales:¿Qué autores fueron influyentes en su for-mación? ¿Influyó la lucha política de su padre?

Jorge TurnerInsisto en que mi pensamiento social no empezó a forjarse desprendido de una orientación teórica previa. Simplemente surgió de una idea sencilla de justicia que luego se amplió. Por otra parte, Papá Do-mingo me permitió crecer considerando que a los niños hay que dejarlos ser niños.

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Cuando fue el momento y crecí, intercambiábamos opiniones en que él representaba al bondadoso hermano mayor más que al padre severo.

Revista Procesos Sociales:¿Cuándo empezó sus estudios universitarios?

Jorge Turner:Empecé en la Universidad Nacional de Panama, en donde encontré la posibilidad de dar continuidad a inquietudes surgidas en el Instituto Na-cional. EI clima intelectual que se vivía en la Universidad era estimulan-te. En ella pudimos reproducir con más sentido el interés por conocer la literatura latinoamericana y de ordenar nuestras ideas redactando pininos periodísticos. Pero lo más importante para mí fue que pude aquilatar por segunda ocasión el valor de la huelga estudiantil como recurso de pre-sión. Al final de mis estudios de bachillerato, yo había participado en el Instituto, como dirigente, en una huelga estudiantil para protestar porque los exámenes de fin de curso de las distintas materias los habían f ijado a realizarse todos en un mismo día, lo cual era antipedagógico. Las pe-ticiones nuestras fueron aceptadas, pero el rector, don Catalino Arrocha Graell, decidió mi expulsión, de lo que me salvé por la intervención del entonces ministro de Educación, Cristóbal Adán Urriola. Y nuevamen-te, matriculado en la Universidad, pude participar en ese plantel en otra huelga que pedía la restitución como profesora de la socióloga Georgina Jiménez, que fue la primera huelga estudiantil que ademas planteo como

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Entrevista a Jorge Turner

teó como objetivo el logro de la autonomía universitaria. La pro-moción escolar nuestra, de reciente ingreso en la Universidad, par-ticipó en la huelga muy cohesionada, porque antes habíamos for-mado la Asociación Revolucionaria de la Juventud Unidad (ARJU).

Los resultados de esa huelga fueron decepcionantes y por eso mi herma-no David y yo, en busca de nuevos horizontes, aprovechamos la invita-ción que nos hicieron desde México para participar, como panameños, en el Congreso Continental Antifascista de la Juventud por la Victoria.Con el viaje, que se prolongó, comenzó el primer período de mi estancia en México. Fue un período largo, fructífero y definitivo en mi forma-ción profesional. Durante él, obtuve mi título de abogado, impartí cla-ses en Ia Universidad Obrera, formé parte del Departamento Legal delSindicato de Mineros y me activé en el periodismo. El regreso a Pana-ma lo llevé a cabo en forma discreta en un momento en que acababan de asesinar al Presidente José Antonio Remón Cantera y se encontraba desatada “la cacería de brujas”. En ese tiempo trabajé en el departamentojurídico de la Presidencia de la República y seguí en mi actividad perio-dística, llegando a ser director del periódico “El País” y presidente del Sindicato de Periodistas. Pero nunca llegué a realizar mi mayor anhelo, el de ser profesor de Ia Universidad Nacional, en virtud de que me ob-jetó el doctor Jaime de Ia Guardia, entonces rector de dicha Institución.

Revista Procesos Sociales:¿En qué movimientos políticos de Pa-namá militó usted a partir de la segun-da mitad de los cincuenta?

Jorge Turner:Los años que siguieron, fueron de gran efervescencia social estimula-da por las esperanzas que concitó la Revolución Cubana. Se dió el al-zamiento armado de Cerro Tute. En la zona bananera, ocurrieron huel-gas y en el área canalera comenzó

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la siembra de banderitas panameñas clandestinas que reivindicaban nuestra soberanía. De mi parte, participé con otros compañeros en la organización de Vanguardia de Acción Nacional, que no planteaba la imitación de lo acontecido en la Cuba heroica, pero si un cambio pro-fundo en el injusto orden social que prevalecía en Panamá. A los 11 días de gobierno del doctor Arnulfo Arias, la oficialidad joven de la Guardia Nacional dio un golpe y Omar Torrijos y Boris Martinez iniciaron los arrestos preventivos de las personas que suponían podían oponerse al golpe militar y me incluyeron. Estuve preso cerca de un año y después me enviaron desterrado a México. Asi comenzó mi segundo período de estancia en México.

Revista Procesos Sociales:¿Docencia, publicaciones, aportaciones académicas.?

Jorge Turner:En México, por fin, pude realizar mi viejo anhelo de ser profesoruniversitario. El año que pasó cumplí 30 años de actividad docente enla Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Soy profesor-

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Entrevista a Jorge Turner

investigador de tiempo completo, a nivel de licenciatura y doctorado.

Y más allá de mi entrega a la docencia me cuento entre lospreocupados intensamente por la aberración de la insistencia en llevaral mundo a su autodestrucción. Por eso sigo vinculado al periodismode opinión tratando de reflexionar sobre el asunto. Mi obra escritaconsta de una decena de volúmenes y de centenares de artículos deanálisis sobre distintas coyunturas. Pero lo que me mantiene alerta esel recuerdo constante del fervor que me embargaba cuando,acompañado de miles de personas, echamos abajo la cercaimperialista que separaba la zona norteamericana de la ciudad dePanamá, el 9 de enero de 1964, y la ilusión de hoy de que me alcanzaráel tiempo para concluir mi libro en preparación que se llama”Repertorio de temas para interpretar América Latina”.

Revista Procesos Sociales:¿Vinculación a movimientos políticos y sociales. Función de las Cien-cias Sociales en los cambios estructurales de América Latina.?

Jorge Turner:Resulta obvio que los cambios de todo tipo en la evolucion de lassociedades se producen conforme a los objetivos que surgen de la

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accion conjunta de las personas. Y en esta virtud, yo, como ser social,he participado en múltiples organizaciones. Desde las de caráctergremial, como mi participación en la fundación de la FederaciónLatinoamericana de Periodistas, hasta las que han perseguido finespolíticos directos, no solo en un ámbito nacional, sino tambiénactuando internacionalmente en pro de la unión de los paísessubdesarrollados, bajo una permanente convicción bolivariana.

El razonamiento sobre la necesidad del desarrollo económico yla justicia social latinoamericana debe estar auxiliado por los aportes de las ciencias sociales. El abordaje para acercarse a la problemética debe ser forzosamente multidisciplinario. Lo más importante es precisar, to-mando en cuenta la experiencia histórica y la realidad actual, las par-ticularidades de nuestros países y sus consensos, las diferencias y las convergencias. Los acuerdos fraternales que se vayan logrando deben incluir ideas sobre las formas concretas para avanzar en proyectos que incluyan a nuestra region completa.

Revista Procesos Sociales:¿Cómo definiría usted el futuro de América Latina?

Jorge Turner:No soy partidario de hacer vaticinios caprichosos. EI mundo de hoy se encuentra en su peor momento. La crisis económica demues-tra que el sistema imperante no debe continuar. Sigue funcionan-do anárquicamente con la generación de una gran riqueza que inesperadamente engendra la mayor pobreza de las masas populares. Y Ia forma dominante de producir, en desarmonía con la naturaleza, ha provocado el cambio climático que amenaza la existencia humana. Entales condiciones, los gobernantes de las grandes potencias tienen dosopciones: o intenta corregirse o caen en la tentación de seguirauspiciando un mundo que será cada vez más liberticida y drástico. Ylo que sucede en el mundo afectará a América Latina. Y Io que sucedaa América Latina afectará a cada uno de nuestros paises.

Es dificil hacer cualquier pronóstico. Pero está claro que las víc-

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Entrevista a Jorge Turner

timas no podemos cruzarnos de brazos. Los latinoamericanos debemos luchar por participar unidos en las álgidas polémicas sobre el futuro de la humanidad. El tema es largo. Pero las instituciones de FLACSO de nuestros países tienen una hermosa tarea a cumplir informando y creando conciencia sobre el destino ideal que debería encontrar la especie humana.

Panamá, 2009.

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Leys James Magallón PérezNace en la ciudad de Panamá el 2 de agosto de 1969. Recibió el Título de Licenciado en Artes Plásticas con especialización en Pintura de Caballete en la Universidad de Arte Ganexa.

En 1997, participó en el Primer Encuentro de Arte Latinoamericano y en el Segundo Encuentro de Asociaciones de Artistas Plásticos a nivel de Centro América y el Caribe en Tegucigalpa, Honduras.

Ha participado como jurado en concursos de pinturas, dibujos y murales. Sus obras reposan en colección privada en Chile, Estados Unidos, Japón, Brasil, Panamá, México, Alemania, República Dominicana, Colombia, España, Perú, Ecuador y Honduras.

JAMES MAGALLÓN fue Presidente de la Asociación Panameña de Artistas Plásti-cos “A.P.A.P.”, reconocida por la Asociación Internacional de Artistas Plásticos (IAA, AIAP) y la UNESCO. Y fue Vicedecano de la Universidad de Arte Ganexa.

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Investigaciones

AVANCESCentro de Investigación de la

Facultad de Economía de laUniversidad de Panamá

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En el marco de las investigaciones que se realizan en el Centro de Investigación de la Facultad de Economía de la Universidad de Panamá, se pesentan cinco trabajos publicados en la “Revista de

Investigaciones Económicas”, Año 2010, Volumen 1 - ISSN 0000-3297, que dan cuenta de los resultados de las Investigaciones que se realiza en este centro de conocimientos.

La actual crisis económica mundial y sus alcances en Panamá. José Gómez P.

A través de un sistemático método de análisis de antecedentes, situa-ción y perspectivas de las crisis económicas externas y su impacto in-terno, José Gómez realiza una revisión actualizada del fenómeno de la economía global, en un ensayo corto sobre “La actual crisis económica mundial y sus alcances en Panamá”. Con la utilización de instrumen-tos investigativos, tales como diagramas, gráficos, tablas conceptuales, se presentan las tendencias históricas del comportamiento concreto de

Centro de Investigación de la Facultad de Economía de la Universidad de Panamá

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creto de las crisis económicas mundiales actuales y su relación con el sistema financiero de Panamá. En sus apreciaciones finales el autor des-taca que, aunque el desempeño coyuntural de Panamá es aceptable, no debe motivar excesos de optimismo y menos, conformismo. Concluye refiriéndose al rol del Estado en cuanto a garantizar y legislar de cara a un perfil socioeconómico superior al presente.

Dimensión Económica de la Violencia e Inseguridad Ciudadana-Víctor Alexis.

La segunda investigación se refiere a la “Dimensión económica de la violencia e inseguridad ciudadana”, Víctor Alexis define el concepto de violencia, su tipología, su incidencia en los costos económicos de la vio-lencia y, a modo de conclusiones, destaca el papel del Estado y la im-portancia en la prevención del delito como medida económica rentable.

Macroeconomía y actividad bancaria en un contexto de restriccio-nes crediticias-Alejandro Cordero y Maura Núñez.

El tercero producto, escrito por Alejandro Cordero y Maura Núñez, muestra, a través de una abundante y rica presentación de cuadros y grá-ficos, un análisis de la “Macroeconomía y Actividad Bancaria, en un Contexto de Restricción Crediticia”, en cuya prospectiva advierte sobre mecanismos que se han puesto en práctica y la “autoregulación”, como alternativa, en caso de “shocks” externos, como el que se experimenta hoy.

Identificación de Buenas Prácticas, para la mejora de las finanzas municipales en Panamá- Ana E. Patiño.

En la cuarta investigación, titulada “Identificación de Buenas Prácticas para la mejora de las finanzas municipales en Panamá”, Ana E. Patiño pretende identificar y sistematizar experiencias positivas en materia de finanzas municipales, con el objetivo de promover la adopción de políti-cas públicas de alcance municipal, nacional y regional. En ese contexto se analizan experiencias concretas de algunos municipios y se enfati-

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za sobre la impostergable replicabilidad de la buena práctica municipal (BPM), en los municipios.

Formación de autoridades locales. Mujeres y la Junta Directiva de la Unión de Mujeres Municipalistas de Panamá-Braulio Márquez, José Castillo y Ana Patiño.

En el artículo final de la Revista, Baudilio Márquez, José Castillo y Ana Patiño presentan un Informe Ejecutivo del Taller “Formación para auto-ridades locales mujeres y la Junta Directiva de la Unión de Mujeres Mu-nicipalistas de Panamá (UMUMPA)”. Una vez expuestas puntualmente las etapas del desarrollo del evento, los contenidos propios de cada ex-positor, se presentan las conclusiones en las cuales, sistemáticamente, se pone en evidencia el éxito de la actividad y se calibran las acciones a seguir, para futuras actividades de esta naturaleza.

El Centro de Investigación de la Facultad de Economía, puede acce-derse de la siguiente forma: http://ustanet.usta.edu.co/course/view.php?id=13. De tal manera que pueden los interesados ampliar la infor-mación sobre la labor científica del Centro y profundizar sobre los con-tenidos de las investigaciones presentadas.

Avances de Investigación / CIFE

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Nilsa JustavinoEs especialista en Investigación Linguística y Aprendizaje de idiomas y se dedicó a la enseñanza por más de 30 años. Su amor por el idioma y sus imágenes predominan en su arte. Autodidacta en dibujo, recibió clases en la Universidad del Arte GANEXA, bajo la tutela del Maestro Adonai Rivera De Gracia, pintor nacional.

Sus exposiciones individuales desde 1988 hasta 2007 han tocado temas tales como la figuraq humana, la otredad-las mujeres y los niños marginados, temas raciales y sociales relacionados con los niños de la calle y buna breve retrospectiva de la cultura afroanti-llana de Bocas del Toro que lentamente desaparece tras los grandes proyectos turísticos.

En colectivas como miembro de APAP, ha participado en la Reunión Regional de Aso-ciaciones de Arte en Suchitoto, San Salvador, en el homenaje a Dalí, con la Embajada de España y la Sociedad de Beneficiencia Española, en el Colegio de Diplomáticos en el Ministerio de Relaciones Exteriores, y como invitada en la Subasta de Excelencias de San Felipe en 2007. Sus obras están en varias colecciones privadas, en Instituciones públicas en Panamá y el Museo Ralli de Punta del Este, Uruguay.

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Reseñas de Libros y Nuevas Publicaciones en Ciencias Sociales

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IDENInstituto de Estudios Nacionales

Universidad de Panamá

La Posesión

Autor: Tiburcio Rodríguez Batista

En esta ocasión, el autor nos ofrece una exposición didáctica sobre el tema de la Posesión y, aunque en la misma sintetiza las teorías de Savigni, Ihering y Saleilles sobre esta materia, él formula su propia visión sobre dicho concepto jurídico, el cual resulta polémico en el ámbito del Derecho.

Compendio de Tratados entre Panamá y Estados Unidos de América

Documento Especial

Cumplidos los más de noventa años de presencia militar es-tadounidense en la antigua Zona del Canal recogemos en este documento los diferentes tratados firmados entre Panamá y Es-tados Unidos, luego de cumplido los Tratados Torrijos Carter. Vinculados en su mayoría con aspectos de seguridad, bilateral.

Reseñas de Libros y Publicaciones

Polígonos de Tiro

Al culminar el proceso de Reversión, a la República de Pana-má, del Canal y la Región Interoceánica como resultados del Tratado del Canal de Panamá de 1977, diversas instituciones se abocan al estudio, análisis y evaluación, tanto de los com-promisos bilaterales que adquieran ambos países referentes al tema del saneamiento de los polígonos de tiro, como por susten-tar con fundamentos jurídicos y técnicos la posición panameña de exigir a Estaos Unidos de América el saneamiento de las ex bases militares y otras áreas utilizadas por este país, durante su presencia en Panamá por casi 100 años.

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Panamá, la Primera República de Colombia y el desarrollo del Ideario Hispanoamericanista/

Autor: Alberto Arturo Mckay

En esta obra recoge nuestra historia durante el periodo decimo-nónico altamente ligada a la República de Colombia. Ha de entenderse que la situación de país de tránsito ha estado íntima-mente ligado a los acontecimientos internacionales incidiendo en nuestra realidad.

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La discapacidad desde el análisis de la exclusión social

Autor: Paúl Antonio Córdoba Mendoza

La discapacidad y la exclusión social son dos categorías de análisis aparentemente muy relacionadas, en las cuales están inmersas por un lado, personas con deficiencias en problemas de salud, y por otro, aquellos sectores que por múltiples impedi-mentos, ya sea de índole social, política y económica, no pueden satisfacer sus necesidades básicas. En la mayoría de los casos, a estos ciudadanos se les condiciona y restringe la participación social, imponiéndose barreras de índole social, cultural.

La violencia en las escuelas

Autor: Danysabel María Caballero Miranda

La violencia y el grado de inseguridad ciudadana imperante en los países de América Latina logran proporciones alarmantes. Esta investigación realizada en el corregimiento de San Felipe comprende el fenómeno de las violencias en las Escuelas de este sector.

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Reseña de Libros y Publicaciones

ECLIPSE, salud mental y los cuidados de adultosmayores

Autor: Ana T. Arosemena de Russo

El cuidado y atención de los adultos mayores y su salud mental es uno de los requisitos indispensables para aquellas personas que han de lidiar el diario vivir de las personas que están en el último período de la vida ordinaria.

CELACentro de Estudios Latinoamericanos

Otras Publicaciones llegadas a la Sala CELA son:

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Ha puesto en circulación la Revista Tareas No. 134, 135 y 136.

La Revista Tareas, que ha cumplido a lo largo de su existencia un importante papel en la divulgación del quehacer de las Ciencias Sociales Panameñas y de la Región, alcanza en este año 2010, cincuenta años de vida.

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José María Olivella ManeBarcelona, España. Llega a Panamá, hace 40 años, adquiere nacionalidad panameña. Siendo autodidacta, hace su primera exposición individual en el año 2001. Cuenta con 6 exposiciones individuales y 38 colectivas, 2 de sus obras fueron seleccionadas en el Concurso de Pintura del Instituto Nacional de Cultura, INAC. Ha participado en va-rias subastas. Especialista en el uso de la paleta en óleo y acrílico. Sus obras son más que todo de religión artística, surrealista, con mucho expresionismo. Forma parte de colecciones privades en Panamá, Barcelona, España, Francia, Suiza, Australia, Miami, Boston, New York e Inglaterra. Miembro activo de la Asociación Panameña de Artistas Pláticos, A.P.A.P.

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Datos Biográficos de Autores

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Datos Biográficos

Sabine Manigat:

Sociologa, politologa.

1978 Egresada de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales – FLACSO, sede México. Maestria en Ciencias Sociales1975 Institut d’Etudes Politiques (IEP) Paris ; Egresada del Instituto, con Especialización en Relaciones Internacionales. Université de Paris VII, Licenciée ès Lettres, mention Histoire

Desde Abril, 2008: Profesora Encargada de la Coordinación de la Maestría Re-gional en Relaciones Regionales e Internacionales en la Université Quisqueya, Port-au-Prince.

De Septiembre, 2003 a abril, 2008 : Consultora con la UAPC/CGF- Oficina Local para los Programas de la Cooperación Canadiense en Haití.

Desde Noviembre, 2004 : Profesora de la Universidad Quisqueya, Port-au-Prince.

Desde Febrero, 2004 : Editorialista, diario Le Matin, Port-au-Prince.

1986 – 2001 Profesora en la Universidad del Estado de Haití (Facultad de Hu-manidades y Escuela Normal Superior.

Diciembre 1998- agosto 2003 : Oficial de programa para las Naciones Unidas – PNUD, OIT.

Enero - Diciembre 1998 : Consultora Independiente Nacional e Internacional.

Diciembre 1998- agosto 2003: Oficial de programa para las Naciones Unidas – PNUD, OIT.

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Principales publicaciones :

Les partis politiques en Haïti, ed. CRESDIP, Port-au-Prince, 1990« Puerto Principe durante los años de la crisis », in : La Urbanización en El Caribe, ed. FLACSO, San José, 1992.

« La vida en la ciudad : los sectores populares en Puerto Príncipe y la crisis » en Ciudades del Caribe, ed. Nueva Sociedad, 1996. Publié également en anglais in: Caribbean Cities on the threshold of the XXth century, the Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1996.

«Haití en la posguerra fría – la cambiante relación Estado-sociedad », in : Cam-bio político en el Caribe, ed. Nueva Sociedad, Caracas, 1998.

« Haití año 2000», in Anuario Político y Social, ed. FLACSO, San José, 2001.

Gerardo Maloney: Sociologo, Escritor, Poeta y Realizador de Cine y Televisión. Egresado de la UNAM y FLACSO-Ecuador. Ha sido director de la Escuela de Sociologia de la Universidad Santa Maria La Antigua (USMA), 1974-1979; Director del De-partamento y Escuela de Sociologia de la Universidad de Panamá 1985-1990; Director Fundador de la Revista Panameña de Sociologia 1985; Fundador del Premio Nacional de Sociologia 1986; Coordinador General de la Vice-rectoria Academica de la Universidad de Panama-2001-2003; Coordinador del Centro de Investigaciones de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá 1985-1989; Coordinador de Investigaciones del Grupo Experimental de Cine Universitario (GECU) 1985-2005; Director Fundador del Centro de Estudios Afropanameños (CEDEAP) 1980; Director General de la Televisora Estatal: Radio y Television Educativa (Canal Once) 1994-1999; Vice Presidente de la Asociación Centroamericana de Sociología 1988-1990; Presidente del II Con-greso de la Cultura Negra de las Américas (Ciudad de Panamá, 1980); Vice Presidente del Primer Congreso del Negro Panameño y Presidente Honorario del Segundo Congreso; Embajador de la República de Panamá en la Repúbli-ca de Trinidad y Tobago 2005-2009; Representante Permanente de Panamá en la Asociacion de Estados del Caribe (AEC) 2006-2009; Miembro del Consejo Nacional de la Etnia Negra (CONEN, 2007 hasta la fecha); Fundador y Miem-bro de la Comision Coordinadora del Foro Afropanameño, 2003 hasta la fecha; Miembro del Consejo Directivo del Programa Flacso-Panamá, Coordinador de Extension y Publicaciones 2009 hasta la fecha. Profesor Titular del Departa-mento de Sociología de la Universidad de Panamá.

Luis Carlos Herrera:

Lic. en Sociología de la Universidad de Panamá.

“Actualmente candidato a Doctor por el Programa Centroamericano de Doc-torado en Ciencias Sociales por FLACSO-Guatemala, FLACSO El Salvador y FLACSO Costa Rica.”

Yolanda Marco Serra Es profesora titular del Departamento de Historia de la Universidad de Panamá. Tiene una Licenciatura en Historia Moderna de la Universidad de Barcelona, una Maestría en Género y Desarrollo de la Universidad de Panamá y un Doc-torado en Educación de la Universidad La Salle de Costa Rica. Ha realizado investigaciones especialmente en el campo de la historia de la vida de las muje-res, y del desarrollo y de género. Ha formado parte de diversas organizaciones feministas. Entre sus últimos trabajos se encuentran: “El movimiento femi-nista en Panamá y la construcción de la mujer moderna, 1923-1946” (2002); “Impacto del desarrollo del sector turístico en la vida y trabajo de las mujeres de Río Hato y Farallón, en la provincia de Coclé (2006); Clara González de Behringer-Biografía-(2007); y El Trabajo Doméstico Remunerado en Panamá: A dos aguas entre ocupación y pilar de los cuidados (2008).

José Clemente Lasso Núñez:

Sociólogo, Especialista en Sociología Ambiental, Profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Panamá e Investigador Asociado al Programa FLACSO–Panamá. Ha trabajado en cargos Administrativos de Planificación, Asesoría Metodológicas y Estadísticas en proyectos de investigación sobre ín-dices de Integridad de Instituciones Públicas de Panamá.

Investigador y Consultor en temas de Percepción Social de la Ciencia y Tecno-logía en Panamá. Ha Participado en Investigaciones Regionales Sobre la Ense-ñanza de las Ciencias Sociales en las Universidades Públicas de Centroamérica y Panamá; y en Gestión Municipal de la Seguridad Ciudadana; y Gobernabili-dad y Convivencia Democrática en la región, promovidas por FLACSO.

Carlos David Castro Gómez:

Sociólogo. Maestría en Sociología Económica de la Victoria University of Man-

Datos Biográficos...FLACSO-PANAMÁ

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chester (UK). Licenciatura en Sociología de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá (Colombia). Subdirector del Instituto de Estudios Nacionales (IDEN) de la Universidad de Panamá. Profesor Titular tiempo Completo del Depar-tamento de Sociología de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá.

Autor de libros y revistas sobre temas étnicos, de seguridad, asuntos políticos e históricos, así como de interés teórico y conceptual para el desarrollo de la las ciencias sociales como disciplina. Ex-Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá.

Roberto Pinnock: Es coordinador del grupo académico de trabajo sobre Salud, Ambiente y So-ciedad de FLACSO-Panamá. Licenciado en Sociología en la Universidad Ca-tólica Santa María la Antigua (USMA, 1,982). Cuenta con otros estudios de especialización académica tales como: Formulación y Evaluación de Proyectos (Universidad de Panamá, 1,991); Relaciones Laborales y Recursos Humanos (Universidad para la Paz, Costa Rica, 1,993); Maestría en Docencia Universi-taria (UNIEDPA, 2,002) y recientemente, culminó sus estudios de Maestría en Sociología con énfasis en Gestión Ambiental (Universidad de Panamá, 2,010)

Además de ejercer la docencia por 25 años continuos en la Universidad de Pa-namá y algunas otras Universidades públicas y particulares, ha ocupado posi-ciones directivas dentro de algunas instituciones públicas como los Ministerios de Trabajo y de Educación. Igualmente, ha desarrollado estudios de consulto-rías en diversos temas con organismos gubernamentales y no gubernamentales particulares y multilaterales tales como la Oficina Panamericana de la Salud, Oficina Internacional del Trabajo, la empresa KOKUSAY KOYIO (en estudios de la Agencia internacional de cooperación japonesa) el consorcio internacional CAURA-OMNICONSULT , en la elaboración del Plan indicativo general de ordenamiento territorial ambiental de Panamá y con la empresa internacional URS Holdings, en la elaboración de los Estudios de Impacto Socio Ambiental del Proyecto de Ampliación del Canal de Panamá.

Ha publicado varios libros, entre los que se destacan, “Vendedores del sector informal urbano y organización en Centroamérica”; “Culturas amigables y no amigables del ambiente agrario panameño” en el 2004 y el más reciente, bajo el patrocinio de UNESCO, “Problemas, experiencias y perspectivas de la educa-ción en población en Panamá”.

Iconografía

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Iconografía

CONFERENCIA GAT DE RELACIONES INTERNACIONALESLugar:Facultad de Comunicación Social.

Actividad Académica realzada por el Grupo de Trabajo de Relaciones Internacionales del Programa Flacso Panamá.

Expositores: Profesor Antonio Cortes, Fernando Caballero y Dra. Agatha Williams.

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CURSO DE ATLAS TiFecha:18-20 de Julio de 2010. Lugar: Facultad de Humanidades.

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Iconografía / FLACSO-PANAMÁ

SEMINARIO DE INVESTIGACIÓN NUEVAS Y VIEJAS DESIGUALDADES.Fecha: 21-25 de Junio de 2010Lugar: Vicerrectoría de Investigación y Postgrado-U.P.

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FIRMA DEL CONVENIO GECU-FLACSOLugar: Facultad de Humanidades

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PRESENTACIÓN DEL CUADERNO DE CIENCIAS SOCIALES No.1 GAT DE GÉNEROLugar: Facultad de Humanidades

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Foto 1 (superior): Miembros del Consejo Directivo del Programa Flacso Panamá.

Foto 2 (abajo): Profa. Carmen Guadalupe Córdoba, Directora del Programa y Pedro Rivera, Directorl Grupo Experimental de Cine Universitario (GECU) firma acuerdo de cooperación.

Profa. Urania Ungo, realiza exposición, durante la Presentación del Cua-derno de Ciencias Sociales No.1, sobre el “Género, Institucionalidad y Cambio Cultural en Panamá”, que publica Flacso Panamá, para el Gru-po de Trabajo sobre Género.

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PRESENTACIÓN DEL CUADERNO DE CIENCIAS SOCIALES No.2 GAT DE DERECHOS HUMANOSFecha: Lugar: Vicerrectoría de Investigación y Postgrado-U.P.

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TALLER DE GOBERNABILIDAD Y CONVIVENCIA DEMOCRÁTICAFecha: 16 de Junio de 2010Lugar: Hotel El Panamá

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Mesa Principal, durante el acto de presentación del Cuaderno de Cien-cias Sociales No.2, sobre la “Violencia criminal, armas y seguridad ciudadana”, que publica el Programa Flacso Panamá para el Grupo de Trabajo de Derechos Humanos.

La Directora del Programa, Profa. Carmen Guadalupe Córdo-ba, durante el acto de apertura del Taller.

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