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Por: Nicanor Domínguez Faura, Walter Goicochea, lván Hinojosa, Carmen Beatriz Loza, Enrique Mayer, Natalia Majluf, José de la Puente Brunke, Paul Rizo-Patrón Boylan, Charles Walker, Luis Eduardo Wuffarden ARES, Berta; BUSTAMANTE, Jesús; CASTI- LLA, Francisco y DEL PINO, Fermín. Huma- nismo y visión del otro en la España moderna: cuatro estudios. Consejo Superior de Investiga- ciones Científicas (Biblioteca de Historia de América), Madrid 1992. 429 pp. La denominada Edad Moderna ti ene uno de sus fundamentos en el Hwnanismo, con su afán por hacer del hombre "la medida de todas las cos as". Esta idea de otorgar mayor preponderancia a todo lo humano se tradujo en las más diversas vertien- tes de la realidad y, consecuentemente, también en el ámbito religioso. Así, el hwnanismo cristiano se manifestó como un interés por aplicar los criterios humanistas al campo religioso: de ese modo ad- quirieron gran vigor, por ejemplo, los trabajos de crítica filológica aplicados al mejor conocimiento de las Sagradas Escrituras, con el fin de difundir el ideal evangélico del modo más puro. Fue notable la influencia del humanismo cristiano en el proceso de evangelización pro- movido por lo s españoles en América, al igual que 1, julio 1994 en la concepción que de la población indígena fue apareciendo en la mentalidad europea. En este sentido, el libro que comentarnos se propone estu- diar la imagen que presentaron de la población aborigen americana cuatro religiosos españoles del siglo XVI que tenían una formación hwnanística: Francisco de Vitoria, Tomás López Medel, Bemardino de Sahagún y José de Acosta. Tal como señala Fermín del Pino en el prólogo, "la faceta que nos interesa de ellos es su referencia a los pro- blemas indianos, y en particular, a la descripción y reflexión sobre las sociedades aborígenes: los indios son los 'otros' más novedosos del s. XVI, en comparación y cotejo muchas veces con moros y judíos" (p.7). Así, el libro pretende resaltar lo que esos cuatro personajes lograron captar del Nuevo Mundo con sus propias categorías intelectuales, teniendo muy en cuenta el contexto de la época en que dejaron sus testimonios. El conocimiento empírico que ellos ofrecieron, y las interpretacio- nes que propusieron, pueden enlazar con lo que es el actual trabajo antropológico. Los cuatro eran religiosos "reformados", que daban gran impor- tancia al conocimiento y a las virtudes personales. Además, manifestaron una especial preocupación 255

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Por:

Nicanor Domínguez Faura, Walter Goicochea, lván Hinojosa, Carmen Beatriz Loza, Enrique Mayer, Natalia Majluf, José de la

Puente Brunke, Paul Rizo-Patrón Boylan, Charles Walker, Luis Eduardo Wuffarden

ARES, Berta; BUSTAMANTE, Jesús; CASTI­LLA, Francisco y DEL PINO, Fermín. Huma­nismo y visión del otro en la España moderna: cuatro estudios. Consejo Superior de Investiga­ciones Científicas (Biblioteca de Historia de América), Madrid 1992. 429 pp.

La denominada Edad Moderna tiene uno de sus fundamentos en el Hwnanismo, con su afán por hacer del hombre "la medida de todas las cosas". Esta idea de otorgar mayor preponderancia a todo lo humano se tradujo en las más diversas vertien­tes de la realidad y, consecuentemente, también en el ámbito religioso. Así, el hwnanismo cristiano se manifestó como un interés por aplicar los criterios humanistas al campo religioso: de ese modo ad­quirieron gran vigor, por ejemplo, los trabajos de crítica filológica aplicados al mejor conocimiento de las Sagradas Escrituras, con el fin de difundir el ideal evangélico del modo más puro.

Fue notable la influencia del humanismo cristiano en el proceso de evangelización pro ­movido por los españoles en América, al igual que

Nº 1, julio 1994

en la concepción que de la población indígena fue apareciendo en la mentalidad europea. En este sentido, el libro que comentarnos se propone estu­diar la imagen que presentaron de la población aborigen americana cuatro religiosos españoles del siglo XVI que tenían una formación hwnanística: Francisco de Vitoria, Tomás López Medel, Bemardino de Sahagún y José de Acosta. Tal como señala Fermín del Pino en el prólogo, "la faceta que nos interesa de ellos es su referencia a los pro­blemas indianos, y en particular, a la descripción y reflexión sobre las sociedades aborígenes: los indios son los 'otros ' más novedosos del s. XVI, en comparación y cotejo muchas veces con moros y judíos" (p.7). Así, el libro pretende resaltar lo que esos cuatro personajes lograron captar del Nuevo Mundo con sus propias categorías intelectuales, teniendo muy en cuenta el contexto de la época en que dejaron sus testimonios. El conocimiento empírico que ellos ofrecieron, y las interpretacio­nes que propusieron, pueden enlazar con lo que es el actual trabajo antropológico. Los cuatro eran religiosos "reformados", que daban gran impor­tancia al conocimiento y a las virtudes personales. Además, manifestaron una especial preocupación

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Reseñas

por los problemas éticos derivados de la conquis­ta de América.

En el caso de Francisco de Vitoria -y en cierto modo ocurre Jo mismo en los casos de los otros religiosos estudiados- Jo que se pretende es trazar una suene de "biografía intelectual" del persona­je. Su formación, tanto en París como en Valla­dolid, Je suscitó un gran interés por problemas como el de la legitimidad del Estado, el del poder temporal del Papa, el de la indisciplina eclesiástica, el de la justicia de la guerra o el con junto de cues­tiones jurídicas y éticas derivadas del descubri­miento de América. Para Vitoria, por ejemplo, las ciudades y las comunidades políticas en general no constituían un invento humano, sino que eran fruto de la misma naturaleza. Dios era el creador del derecho natural, pero el poder residía en la repú­blica, a la que le correspondía gobernarse a sí misma, teniendo siempre presente la consecución del bien común. El poder en las comunidades estaba justificado por el derecho natural, de modo que era indiferente el hecho que un príncipe fuera pagano o cristiano: ambos eran legítimos. Decisi­va fue la influencia de estos planteamientos en el marco de las ideas políticas modernas. Sin em­bargo, Francisco Castilla -autor de esta biografía intelectual del ilustre dominico- advierte acertadamente que la obra de Vitoria debe en­tenderse en su contexto: no hay duda de que en él tenemos al fundador de un esquema justo para regular las relaciones internacionales, pero su obra debe valorarse en el marco de su época. Así, por ejemplo, en su relección De Jruiis no aceptó que los indígenas fueran esclavos por naturaleza, pero sí defendió la idea de la esclavitud originada en la guerra justa.

Tomás López Medel nos ofrece otros apones. En 1549 llegó a América para desempeñarse como oidor, primero en Guatemala y Juego en la Nueva Granada. En su caso, el contacto con el mundo americano lo llevó a replantearse su propia escala de valores; incluso llegó a cuestionar la idea de que la civilización occidental fuera moralmente supe­rior a las culturas indígenas americanas. Pero su experiencia indiana puede dividirse en dos etapas bien definidas. En la primera -los años guatemaltecos- se reveló como defensor de los intereses de los conquistadores frente a las dispo­siciones que aparecieron en las Leyes Nuevas; consecuentemente, manifestó su desacuerdo con los planteamientos de Bartolomé de Las Casas, aunque elogió la labor que los frailes llevaban a cabo con la población indígena. En cuanto a ésta, no la atacó, pero tampoco se dedicó a defenderla;

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es más: consideró a los indígenas como gente "bruta" y "apartada de buena razón", muy en con­sonancia con ideas por entonces en boga, y rela­cionadas con la necesidad de encontrar un cuerpo teórico que pudiera legitimar el dominio español en América. Tal como señala Berta Ares, por entonces era frecuente que los conceptos de ci­vilización y cristianismo caminaran a la par. En la Nueva Granada manifestaron un gran cambio las ideas de López Medel. Denunció la situación en la que vivía la población aborigen, y atacó duramen­te la actitud de los españoles, a quienes responsabilizaba de los maltratos recibidos por los indígenas. Pero si bien adoptó una postura de defensa de los naturales por razones éticas, ello no significaba necesariamente un cambio en cuanto a la concepción que de ellos tenía.

En el curso de la gran investigación etnográfica y lingüística llevada a cabo por Bernardino de Sahagún -por la cual se Je ha calificado como "padre de la Antropología en el Nuevo Mundo"-, dicho religioso sostuvo que la situación de degradación que sufrían los indígenas tras la llegada de los españoles era causada por el errado intento de reducir a la población aborigen a "las maneras de vivir de España": esto los habría lle­vado al alcoholismo y a la bajeza física y moral. Sahagún llegó a percibir la diversidad de las costumbres -señala Jesús Bustamante-, y fue consciente de la necesidad de respetarlas por im­perativos naturales, aunque -como es obvio- se encontraba lejos de un relativismo cultural mo­derno. Se manifestó crítico de muchas de las prácticas evangelizadoras, al constatar la vigencia de manifestaciones de idolatría disimulada. Así, pues, percibió el sincretismo religioso, al que definió como el "tener la fe antigua revuelta con la fe católica". Inmensa es la riqueza informativa que recoge en su obra, a panir de los cuestionarios por él confeccionados. Dos objetivos fueron los prioritariamente perseguidos por Sahagún: conocer la religión indígena -para Juchar más eficazmente contra la idolatría- y dominar la lengua aborigen, para la predicación de la fe cristiana.

También la Compañía de Jesús mostró siempre un gran interés por el conocimiento de las lenguas indígenas, como lo manifestó José de Acosta en su Historia Natural y Moral de las Jruiias, en la que se dio un uso sistemático de los nombres indíge­nas al hacerse cualquier descripción. En realidad, la importancia de Acosta en la historia de la Etnología es muy grande: Fermín del Pino recuerda cómo John Rowe fue quien primero advirtió esto de modo explícito, en virtud del empleo, por pane

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del humanista jesuita, de una teoría de evolución social para entender las diferencias culturales en­tre pueblos contemporáneos. De modo sistemáti­co desarrolló la comparación intercultural: pero no sólo utilizó sus conocimientos referidos a la anti­güedad clásica, sino que también demostró un dominio de rica información sobre lo que ocurría, por ejemplo, en las Indias Orientales. Para Fennín del Pino esto produce "una impresión fuerte de modernidad antropológica" (p.423), basada en una "visión mundial" de las culturas .

Resulta indudable que la formación humanística estuvo en la base de la visión que del mundo y del hombre americano tuvieron los cuatro religiosos mencionados. Buena prueba de ello tenemos, por ejemplo, en la gran importancia que atribuyeron a la educación. As~ para Vitoria y López Mede], uno de los más importantes fines que debían perseguir los españoles era el de la reeducación de los indí­genas de acuerdo con los valores occidentales: ellos no eran incapaces por naturaleza, sino por el ámbito cultural en el que se habían desarrollado. Igual­mente, las críticas que Sahagún realizó con res­pecto a las prácticas evangelizadoras tenían su fundamento en la constatación del escaso nivel cultural de muchos religiosos: la educación era básica para el desarrollo de la evangelización. Sahagún defendía el ideal de religiosidad moderna, cultivada, frente a la piedad "medieval", básica­mente afectiva, como era la representada por Motolinía.

Junto con la gran importancia que los huma­nistas atribuían a la educación, debe también mencionarse su interés por retomar a las fuentes del cristianismo. Ese retomo a la "iglesia primitiva" -el ideal evangélico mencionado al inicio de estas líneas- puede apreciarse en el reclamo hecho por López Medel, en el sentido de que lo que se debía transmitir a los indígenas era "un pedazo de evan­gelio seco".

El humanismo aparece también en la relevancia que Sahagún otorgó a la retórica ciceroniana, como modelo para lo que debía ser una de las armas fundamentales de la evangelización: la elocuencia. La influencia humanística está igualmente presente en las numerosas menciones que Acosta hace, en su obra, de las culturas de la antigüedad clásica; o en el claro influjo de la Utopía de Tomás Moro en la concepción de la organización social soste­nida por Sahagún; o en la conciencia y responsa­bilidad histórica manifestada por el mismo Sahagún.

Los cuatro autores del libro que comentamos han dedicado su labor profesional, en mayor o

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menor medida, a realizar estudios relativos a antropología americana. En realidad, Fermín del Pino, autor del trabajo final relativo a José de Acosta, ha sido el director de los estudios pre­sentados por los otros tres autores, los cuales ori­ginalmente constituyeron sus correspondientes tesis de doctorado. A pesar de ser trabajos realizados de modo independiente, han sido resumidos o reelaborados para presentarlos en conjunto de manera homogénea. Indudablemente se ha logrado este propósito, tanto en la forma -por la impecable edición que nos ofrecen- como en el fondo, ya que queda muy claro cuál es el hilo conductor que une los cuatro estudios: el de resaltar la influencia del humanismo, y de su voluntad de reforma, en la visión de América y de sus pobladores.

J.P.B.

AZOULAI, Martine, Les péchés du Nouveau Monde: les manuels pour la confession des lndiens XVIe-XVIIe siecle. Bibliotheque Albin Michel Histoire, París, 1993. 261pp. Anexos, no­tas, bibliografía, fudices.

Bajo el título de Los pecados del Nuevo Mundo, Martine Azoulai publica lo que, en su primera versión de 1983 fue su tesis de tercer ci­clo para la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS). Las 184 páginas del texto se agrupan en tres secciones principales: El rito pe­nitencial, Los pecados del Nuevo Mundo y Los caminos del imaginario, más las conclusiones de rigor. La primera parte presenta de manera muy global el problema de la penitencia en general (aunque con énfasis en las resoluciones del Con­cilio Tren to) tanto en Europa como frente a los indios. La diferencia fundamental sería la presen­cia en América de una confesión basada en el principio del interrogatorio en el momento en que Europa abandona definitivamente esa práctica. La segunda parte, la más amplia del trabajo, se adentra en diversos temas que la autora sigue a través de los diversos confesionarios, pero que en ellos (que siguen el orden del decálogo) no aparecen necesa­riamente definidos como tales. Así, para dejar de lado el ordenamiento impuesto por el punto de vista teológico, el material se reorganiza siguiendo los temas más o menos tradicionales del científico social: la palabra (juramentos, blasfemias, falsos testimonios), la magia (ídolos, brujería

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Reseñas

("sorcel!erie"), plantas), la fe católica (la Trinidad, misa. ayunos, fiestas, doctrina), la violencia (ve­nenos, abortos e infanticidios, suicidios, violencia familiar, las curas violentos), el sexo (matrimonio, prácticas sexuales, hechiceria, pecado nefando) y economía (robo, restitución, transacciones co­merciales, operaciones financieras, trabajo) . La tercera parte toma en cambio tres temas muy puntuales: los sueños, los pájaros y las borracheras. Luego de las conclusiones se nos afrece un anexo con una lista de confesionarios y rituales ameri­canos, una lista de dedicatorias y autores de apro­baciones para los manuales trabajados y un cua­dro (una especie de stemma) donde se propone la filiación de 13 manuales).

V arias cosas se nos plantean ante la lectura del libro. La primera entre ellas, el saber si los ma­nuales de confesión son el tema o la fuente del tra­bajo. En este sentido habría que retomar las pa­labras de la autora en su introducción: "A Lodo lo largo del trabajo [ ... ) hemos 1ratado de esbozar la lranscripción puntillista y frágil de cierta realidad: la vida cotidiana en la América colonial de los siglos XVI y XVII". Ese es probablemente, aunque restringido a ciertos aspectos (en tanto pudieran significar transgresión ante los ojos de la iglesia católica) y al ámbito indígena rural, el verdadero tema de este libro. Y los manuales de confesión son una fuente que le sirve para ver más ciertas pre­ocupaciones normativas (el argumento principal para señalar un tema como importante es su re­petición en diversos manuales, lo que la autora califica en tal caso de "obsesión") que la vida cotidiana misma. En tal caso está normalmente obligada a confrontar el manual con alguna otra fuente (casi siempre procesos de extirpación de idolatrías ya editados en el caso peruano) para encon1rar un ejemplo que permita comprobar que delrás de una pregunta del manual se esconde una práctica real y no sólo un fantasma represor. Esa es en general la motivación de la autora, lo que la obliga incluso a utilizar fuentes de con1raste bas­tante alejadas como puede ser un mito ayacuchano recogido en los años 1950 para contrarrestar una opinión del De procuranda lndorum salute (1588) de Acosta. No se cumple pues necesaria­mente el hecho de que estas fuentes "ofrecen efectivamente la representación de un mundo indígena captado en un momento decisivo de su evolución"(: 12), cuando se establecen sus modos de relación con Europa. Los manuales de confe­sión ya de por sí bastante tardíos (el más antiguo para México 1563, para Perú 1585) no se mues­lran en ningún momento del lrabajo como fuentes

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transparentes y detentaras de tal información. La pregunta misma por una realidad exclusivamente indígena por la que apuesta el libro es una pregun­ta errada que exige necesariamente negar o destejer lo que es la propia fuente : una herramienta ya acabada en que se han fijado las relaciones no sólo América-Europa sino las del ámbito colonial americano. El Nuevo Mundo de Azoulai es la América indígena (sólo definible como anterior al descubrimiento) y no ese Nuevo Mundo, ameri­cano y de relaciones planetarias, que proponen Bemard y Gruzinski. No vamos a enconlrar pues información especialmente novedosa, ni exhaustividad, ni menos aún un esfuerzo por po­ner en evidencia una lógica o al menos una es­lrategia. Desde el inicio del libro se renuncia a ello, el interrogatorio y su orden son definidos de enlrada como "medievales", "desordenados", "anárquicos" (:42), sin dejar por ello de citar a M. Foucault. Una lectura, aunque fuese rápida, de sólo el confesio­nario de Pérez Bocanegra da una impresión muy distinta a la de un autor que le importaría poco ordenar sus preguntas ya que "una presentación anárquica bastaría para los autóctonos" (:43). La información sobre la confesión que aparece en la primera parte se hace demasiado sumaria y ni siquiera nos permite saber finalmente si, en la práctica, los indios eran efectivamente sometidos a los interrogatorios que figuran en los manuales o estos eran sólo guías para el confesor para lograr una confesión adecuada (entiéndase completa) o para salvar problemas lingüísticos en la comuni­cación. Reagrupadas ciertas preguntas por Lemas, el libro abandona la confesión como Lema y los "pecados" no dejan de adquirir una evaluación moral ciertamente anacrónica (¿post mayo 1968?): toda práctica sexual es válida, toda violencia es negativa. Algunos Lemas que se dice explícitamente que son claves (definidos como obsesionales ya que aparecen preguntas al respecto en todos los ma­nuales consullados) no son reintegrados en su contexto. Dos ejemplos: el pecado nefando nunca es entendido, como lo era entonces, como un cri­men juzgado por la justicia civil y castigado habi­tualmente con la muerte (aparte de confundir lo que era para la iglesia "desperdicio de semilla" con método conlraceptivo ). En el caso de la restitución se olvida uno de los más importantes temas y debates del siglo XVI americano, en la base mis­ma de la legitimidad de la figura colonial y cuya presencia en estos manuales es sólo el reflejo.

Azoulai, si bien consulla 34 confesionarios (contenidos en 26 libros diferentes y correspon­dientes a 24 autores) no lrabaja sobre el total del

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corpus ( 48 confesionarios aparecen mencionados en su anexo). No hay ninguna justificación para esa selección que parece definida por el azar de la accesibilidad de las fuentes. Tampoco se pone en claro cómo se integran los confesionarios a unida­des mayores como los rituales o catecismos y en qué casos aparecen publicados de forma indepen­diente. Fuera de una visión a vuelo de pájaro so­bre autores y fechas en la primera parte, toda especificidad o cambio temporal (en un siglo y medio) quedan borrados. Si bien hay una volun­tad, declarada en la introducción, de comparatismo; los dos posibles ejes: Europa/América y México/ Perú rara vez son realmente comparados. Para Europa la diferencia entre un interrogatorio for­mulado por el cura y los manuales de penitencia de uso privado marcan una diferencia difícil de salvar, pero a la pregunta obligada que queda sin respuesta sobre las posibles fuentes europeas de los confesionarios americanos, no parece haberse lle­vado a cabo una búsqueda en manuales anteriores al Concilio de Trento que al parecer se organiza­ban por preguntas. En el caso de México y Perú, las comparaciones se mantienen en un ámbito muy general de las fechas de publicación de los textos y la~ de los concilios. Hubiese sido muy interesante poder comparar y enriquecer el trabajo con los textos publicados en Lima para uso de españoles y no de indios que incluyen interrogatorios ex­haustivos para la práctica de la penitencia, así como los confesionarios que (supongo) deben de incluir los diversos catecismos (manuscritos e impresos) que se conservan para la población negra. El ha­berse centrado exclusivamente en el aspecto indí­gena hace el trabajo parcial, pero también reduce el interés del libro respecto de ese grupo. Más pre­ocupada por destejer los criterios del sacerdote, Azoulai presenta las posibles diferencias entre un concepto de pecado español y uno indígena (sic), pero no se preocupa por una asimilación de la noción católica o de las repercusiones de la idea de salvación individual entre los indios. Desde el punto de vista teológico surgen al tratarse algunos de estos temas, aquí y allá, también algunas imprecisiones: el pecado como algo inmanente en el mundo andino y no en occidente ( el pecado ori­ginal es presentado como accidente), un niño no bautizado se condenaría, etc. El deseo comparati­vo borra también algunas peculiaridades impor­tantes. En diversos puntos se asimila (al no mar­car la palabra de origen en castellano) los térmi­nos de hechicero, hechicería a los de bruja y bru­jería (ensorcelleuse en vez de sorciere pudo marcar tal vez una diferencia), debiéndose luego

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señalar, como si se tratara de conclusiones dedu­cidas de un trabajo de comparación, cuando se trata simplemente de realidades distintas. La compara­ción lleva entonces a conclusiones esotéricas como la siguiente, retomada en parte al final del libro: "Los sacerdotes no interrogaron a los indios sobre el sabat, palabra ausente de los textos penitenciales americanos, no hicieron directamente la confusión brujería-mundo indígena En contraparte, nos po­demos preguntar si su insistencia en preguntar a sus escuchas americanos sobre la sodomía no revela acaso un ingenioso e inconciente desvío para de­signar de otro modo su paganismo y su idolatría. Como si existiera una equivalencia simbólica en­tre la sodomía, inversión de la sexualidad autori­zada, el sabat, inversión diabólica de los rituales cristianos y, finalmente, el paga-nismo, negación de la verdadera religión. Preguntar a los indios sobre la sodomía equivaldría en realidad a pre­guntarles sobre su idolatría" (:132).

La forma de abordar los confesionarios como fuentes para el estudio del mundo indígena y su defensa como herramientas eficaces muestran sus debilidades en las conclusiones generales. Todas muy generales, y ninguna lo suficientemente novedosa o puntual como para demostrar que se trataba de la fuente y la pregunta adecuadas. Doy un ejemplo: la inexistencia de nombres de divinidades indígenas se toma como prueba de la desaparición de cultos (lo que no es necesariamente cierto si se usa, como suele hacer la autora en otras ocasiones, los documentos de extirpación de ido­latrías en los que divinidades locales aparecen a cada instante). Era menos arriesgado, y probable­mente más útil para entender los confesionarios, pensar que un interrogatorio penitencial no se de­bía convertir en una medio de proporcionar infor­mación a los indios sobre sus antiguas creencias religiosas.

Pese a sus limitaciones, estamos ante un libro bien escrito, ágil y ameno en que se nos deja en­trever realidades y hechos cotidianos. Escrito con rigor en lo que respecta a las referencias a sus fuentes documentales, si bien puede no satisfacer necesariamente las expectativas de un investigador especializado que busca nuevos planteamientos, nuevas informaciones y fuentes, sí cumple con ser un libro abundantemente documentado. Para el público francés o, en general, para cualquiera que busque acercarse a la historia algo más que por medio de un seco y apurado manual de difusión; será un libro de interés que le permita acceder por medio de un aspecto aparentemente puntual a di­versas prácticas y costumbres indígenas, así como

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Reseñas

descubrir y preguntarse por las tensiones que plantea el enfrentamiento de lógicas y realidades culturales distintas.

W.G.

CRABTREE, John. Peru under García: An Opportunity Lost. The University of Pittsburgh Press, Pittsburgh, 1992. 236 pp.

Alan García Pérez (Lima 1949) es, probable­mente, el político latinoamericano más polémico de su generación. Pocos personajes podrían competir con una biografía de éxito tan rápido y efímero como la suya. Su gobierno (1985-1990), el primero del APRA en sesenta años de historia, ha quedado envuelto en el recuerdo popular de los peruanos como un período de corrupción, infla­ción y subversión.

Como toda figura polémica que se respete, García tiene una respuesta a mano. Su mayor error, afirma, fue impulsar un crecimento econó­mico tan acelerado en favor de las clases más pobres y no calcular la magnitud de la campaña en su contra de los "poderosos del país" luego de su intento de eslftizar la banca privada. En una re­ciente novela escrita por el propio ex presiden­te un personaje, al final del libro (p.209), resume de manera histriónica lo que podría ser una con­fesión de parte:

"¡Es verdad que hubo contrabando de reme­dios! -continuó el orador-, ¿Pero a cuántos campesinos llegó por primera vez un remedio para el dolor? Claro -argumentó- dirán que todo eso duró solamente unos años . ¿Pero acaso existe una solución total y permanente para una país pobre? ¿Es que una generación que por cinco años, tomó leche, comió pollo, consumió medicinas, no significa nada para nosotros? ¿Que eso provocó déficit? ¿inflación? Es verdad. Eso fue lo negativo, pero es peor dejar a la gente desamparada como ahora se hace, mientras se concentra toda la riqueza en un grupo de magnates( ... ) Hay miseria, injus­ticia. Y mientras existan habrá necesidad de hablar de los pobres. Me podrán llamar popu­lista -advirtió-. No me avergüenza. Lo que me importa es que estoy al lado del pueblo".

GARCIA, Alan. El mundo de Maquiavelo . Mosca Azul, Lima 1994, 2()() pp.

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Es difícil calcular cuánta gente en el Perú comparte la misma valoración del gobierno de García y más aún imaginar quiénes lo responde­rían en una encuesta sobre la popularidad del ex mandatario. Lo cierto es que casi no existe espa­cio para la objetividad. Desde julio de 1987 en adelante se fue construyendo una "versión estándar" de su gobierno, alimentada por la dere­cha -al igual que en el caso del gobierno militar del general Velasco (1968-75)-, que concentra sus críticas en los rasgos "estatistas" y "progresistas" del régimen.

De esta manera, García Pérez quedó retratado como un populista desequilibrado, mezcla de Fidel Castro y Antonio Noriega, cuya errática gestión destruyó al país con una hiperinflación causada por medidas izquierdistas y dolosas que lo dejaron a merced del avance sanguinario de Sendero Luminoso. Dicha imagen quedó conso­lidada durante el terrible quinquenio vivido por el Perú entre 1988 y 1992, dejando en el olvido su momento de gloria continental en el que muchos de sus actuales críticos eran aliados suyos, cele­braban sus ocurrencias y, de paso, se enriquecían.

Los descargos y las respuestas apristas a las críticas de derecha e izquierda lejos de absolver cuestionamientos elementales -por ejemplo, de­mostrar enriquecimientos repentinos o sancionar corruptos- fueron muy poco convincentes. Por otro lado, el excesivo peso concentrado en fun­damentar malos manejos ha distraído la atención de varias cuestiones fundamentales que merecen estudio y podrían resumirse en una fórmula sim­ple: dadas las condiciones existentes entre 1985 y 1990, ¿era inevitable el desastre ocurrido?

A la escasa bibliografía seria sobre el tema habría que añadir, sin lugar a dudas, el reciente texto de John Crabtree, Peru under García ... que incide, desde el subtítulo, en percibirlo como una oportunidad perdida. Se trata de un volumen re­sultado del trabajo en equipo realizado a fines de los años ochenta por varios expertos peruanos (Carlos lván Degregori y Adolfo Figueroa, entre ellos) que escribieron borradorres para un libro que debería editar Crabtree. Al final, debido a las peripecias del quehacer editorial fue este último quien redactó y firmó el libro.

El esquema de la obra es bastante sencillo. Una primera parte revisa el "período de auge" de García ( de julio de 1985 a julio de 1987) y una segunda se ocupa de la caída de su popularidad y el caos inflacionario hasta el momento de la juramentación de Alberto Fujimori como presi­dente Uulio del990) . Ambas secciones tratan de

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tres problemas que sirven de hilo conductor al texto: la política económica, la situación política y la subversión.

Crabtree sostiene que Alan García inició su gobierno enfrentando contextos nacionales e in­ternacionales desfavorables que revertieron en su beneficio. En el plano interno, las tareas pen­dientes de muchas décadas -acometidas por las transformaciones del régimen velasquista- en as­pectos como la injusta distribución de ingresos y el centralismo limeño se vieron agravadas durante el segundo belaundismo (1980-1985) por el cre­cimiento de la inflación y la aparición del senderismo . En el exterior, García tuvo en su contra -siempre según Crabtree- las consecuencias de la crisis de la deuda y el boom del narcotráfico.

Contra lo que podría pensarse a partir de lo anterior, García tuvo al inicio de su gestión- lue­go de varias medidas espectaculares y efectistas­un sólido respaldo popular que le brindó una oportunidad inigualable en la historia peruana. En verdad, pocos presidentes peruanos han empeza­do un gobierno con tantos recursos políticos a su favor. Además del apoyo ciudadano, contaban con mayoría parlamentaria propia, una estructura partidaria nacional, el apoyo de empresarios y grupos financieros y hasta la aceptación de histó­ricos rivales del APRA como el ejército. Por lo mismo, su responsabilidad ante la historia es enorme.

Precisamente, uno de los puntos más discuti­dos y criticados del gobierno aprista es su mane­jo de la economía. Crabtree -experto en políticas económicas- le dedica importantes páginas al tema, apartándose de caricaturas interesadas como aquella versión cándida de la novela de García, citada líneas arriba, o aquella otra, más bien sim­plista, que endilga a García todas las críticas re­servadas a las posiciones estatistas y populistas ajenas al neo-liberalismo.

Para Crabtree, el gobierno aprista no ejecutó desde un inicio un programa económico acabado (p.33). Su heterodoxia, en la práctica, la negación improvisada de las políticas ortodoxas del se­gundo período de Belaúnde (1980-1985) que eran coordinadas estrechamente con el Fondo Mone­tario Internacional. Las medidas económicas del gobierno aprista quedaron mayormente atadas a decisiones coyunturales que dependían de los índices de la popularidad del mandatario.

En estas condiciones cobró especial impor­tancia el "estilo de gobernar" de García (p.63). Una combinación de dinamismo desordenado, figuración personal y decisiones de último mo-

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mento que dejaban al presidente la iniciativa total del gobierno y privilegiaban el corto plazo. Con­viene anotar, al margen, que dicho estilo sería luego repetido, de manera más silvestre, por su sucesor el ingeniero Fujimori. A diferencia de éste, sin embargo, García respetó las instituciones democráticas pero jamás siguió disciplinadamente una política económica coherente. De ello queda claro, por ejemplo, que el desborde de la hiperinflación fuese causado por un manejo es­pecífico de la economía y no por factores ajenos.

En el campo político, quedan muchos temas sueltos cuyo tratamiento justificaría un volumen más extenso y, probablemente, varias monografías. Para empezar, existen muchas se­mejanzas de estilo entre el ex presidente García y el actual gobernante, Alberto Fujimori, -coinci­dencias que, obviamente, ambos rechazarían- que demandan mayores estudios acerca de la cultura política peruana. Las descripciones al arraigo po­pular del voluntarismo y el protagonismo del "populista" Alan García, esbozadas en las páginas de Crabtree, son aplicables al "neoliberal" Fujimori del quinquenio siguiente. Asimismo, el culto a la personalidad en torno a ambos parece haber cambiado simplemente de signo político.

Otro tanto podría decirse de uno de los temas álgidos de los tres últimos lustros: el desarrollo del senderismo. Es obvio que nadie estuvo mejor ubicado que García, en su momento de gloria, para combatir desde el Estado, a la lucha armada senderista. Independientemente de las graves violaciones a los derechos humanos cometidas en su gobierno -con la llamada masacre de los pena­les de junio de 1986 a la cabeza-, no qued a claro cuál fue la relación entre el fracaso de la alterna­tiva populista aprista y el engrosamiento de las filas senderistas. En otras palabras, habría que preguntarse si el desastre aprista, evidente a par­tir del año 1988, no "aceleró las contradicciones" y, ante una izquierda dividida, dejó sin mayor al­ternativa a muchos jóvenes que se resistían a la propaganda del FREDEMO de Vargas Llosa.

En líneas generales, Peru under García ... cumple su cometido mereciendo amplias lectura y discusión en el Perú. Aún cuando se le podría reprochar el incipiente análisis de parte de la do­cumentación que reúne, ofrece una gran ventaja: ha sido escrito con seriedad e independencia. Dos cualidades ausentes en los debates sobre un per­sonaje y un período de la historia peruana que no dejan de despertar pasiones.

I.H.

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Reseñas

GORDIU.O, José M .• DEL RIO, Mercedes. Visita a Tiquipaya (1573) Análisis etno-demográfico de un padrón toledano. UMSS/CERES/ODE/FRE Cochabamba 1993. 271 pp. '

La demografía histórica andina se enriquece con )a trans~!1JJ<:ión y publicación de la copia de la mspecc1on fiscal realizada en el repartimiento de San Miguel de Tiquipaya -jurisdicción de Cochabamba- por Francisco de Lasarte y Molina en 1573 . Se trata de un traslado de la visita loca­lizada en el Archivo Histórico Municipal de Coc~abamba, como parte integrante de un juicio segmdo por el encomendero Pedro Mercado de Peñaloza en 1603 (en adelante citado bajo la abre­viación VI). Un análisis firmado por los dos edi­tores, Gordillo y Del Río, sirve de introducción al volumen cuyo objetivo es: "reconstruir el contex­to etno-demográfico de la visita", a fm de estudiar el régimen "colonial temprano" y el "período pre­co)onial" en Tiquipaya. Este análisis muestra que existe un campo de investigación menos explorado de lo que se podría pensar. Pero, más allá de esta ii:n,presión global, se imponen algunas observa­c10nes de fondo, pues se plantean problemas de orden metodológico.

Sabiendo que la VT refleja la sistematización de la nomenclatura de las inspecciones toledanas, es el m.?ment~ de elabo;ar una crítica que contribuya a senalar como podríamos perfeccionar el estudio de esta fuente. En esta reseña, se pasa revista a los resultados y a continuación se discuten los aspec­tos más relevantes del análisis.

~a edición de la VT contribuye a restablecer parcialmente un corpus mayor: la Visita General del Perú divulgada bajo el nombre de su promotor el virrey Francisco de Toledo. En efecto, la VT es uno de los 614 protocolos detallados, realizados para dar cuenta del estado de la población indíge­na, después de haber sido forzada a reagruparse en tomo a las reducciones, entre 1570 y 1575. A su vez, ~~ta edición ,confirma el interés creciente por las VISltas de la década de 1570. Así, la VT se suma a la reciente publicación de Sonqo 1568/1569-1570 (yungas del norte de La Paz1 ) y Cajamarca 1571-

DAVILA DE CANGAS, Diego; DE OTAZU, Bartolomé [1568/1569-70) Visita a los valles de So_nqo. Ed. de J?hn V. Mu_rra. Instituto de Coopera­c1on Iberoamencana, Sociedad Quinto Centenario Instituto de Estudios Fiscales, (Monografías Quint~ Centenano). Madnd, 1991 . Cf. Jas reseñas críticas de

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1572/1578 (sierra norte del Perú2 ).

Como lo 3!1tu;tcia el subtítulo de la obra, hay una toma de pos1c10n frente a la fuente de carácter metodológico distinguiéndose de otros autores cuy~ an_álisis s; ?efme más bien como producto de las tecrucas clas1cas de la demografía histórica. La reconstrucción etno-demográfica les exigió com­pletar la estadística fiscal de 1573 con una docu­mentació~ inédita de archivos europeos y ameri­canos . Diversas fuentes concernientes a Cocha­bamba, y en particular a Tiquipaya, fueron revisa­das y _explotadas :_ crónicas, expedientes judiciales Y vanas mspecc10nes fiscales hechas a reparti­mientos andinos.

A partir de los frutos de esta abundante docu­mentación, Gordillo y Del Río estudian en cinco capítulos la Visita General del virrey Francisco de Toledo, ~l ~alle de Cochabamba en el siglo XVI, el reparttm1ento de San Miguel de Tiquipaya, la es~c~~ de la población en 1573 y, por último, su dmam1ca entre 1573 y 1645.

En el capítulo I se expone brevemente la im­portancia político-administrativa de la Visita Ge­neral para el establecimiento de un sistema colonial. Su l_ectura se comp)ementa con el capítulo IV, a parttr del cual se obtiene una imagen general sobre los criterios que permitieron formalizar la encues­ta. Sin embargo, 1~ mejor herramienta para que el lector saque sus propias conclusiones es la transcripción de la VT anexada al análisis (pp.93-271).

En el capítulo II, los autores nos aproximan a 1~ historia del repartimiento en el contexto geográ­fico _de! ~alle de Cochabamba, desde tiempos prehispan1cos hasta el siglo XVI, a través de dos temas esenciales: poblamiento étnico y actividad agraria. Dejan establecida la sucesiva ocupación de l,os ~ampo_s _agrícolas del valle por grupos humanos etn1~a (mtttmaes: carangas, cavis, collas, cotas, chuts, uros, entre otros) y jerárquicamente dife­renciados (aqllas y mamaconas, militares entre otros) (pp.27-36).

El capítulo III, sobre el repartimiento de San Miguel de Tiquipaya, se inicia con un breve esbo­zo de la trayectoria de dos personajes: don Pedro Mercado de Peñaloza (encomendero circa 1593-

Revista Andina 19, 1992, pp.251-252; Journal des S0c1etés des Américanistes 1992 vol. 78 T.1

.158-160. ' ' ' ' 2 ~ELAZQUEZ DE ACUÑA, Diego; SALAZAR,

Diego de (1571-72/1578] : las Visitas a Cajamarca 1571-7211578. Estudios de María Rostworowski y Pilar Remy. Instituto de Estudios Peruanos Fuentes para la historia del Pero. Lima, 1992. 2 v~ls.

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1603) y su "sucesor". Se señalan sus lazos de parentesco, sus carreras administrativas y sus ac­tividades comerciales, dejando entrever sus vín­culos en la más altas esferas de la sociedad colo­nial. Pero ¿cuál es el interés de evocar la trayec­toria de los Mercado de Peñaloza, encomenderos de Tiquipaya, 25 años después de realizada la VI? Los autores no lo explicitan. En última instancia, la información aportada viene a complementar el capítulo I, pues permite seguir los acontecimien­tos que justifican la demanda del traslado de la Vf en 1603. Lamentablemente, los autores no nos ofrecen mayores detalles sobre el juicio que siguió Mercado de Peñaloza.

A continuación de estos aspectos biográficos sobre los encomenderos -y formando parte del mismo capítulo- nos adentramos en Tiquipaya y a la composición étnica de su población en 1573. Según deja entrever la Vf, el repartimiento tenía 2675 habitantes (1332 varones y 1335 mujeres3 ),

agrupados en 1115 "familias" que, a su vez, se organizaban en 15 ayllus jerárquicamente dife­renciados. En 1573 todavía están presentes: torpas, carangas,jukumanis, soras y otros más (pp.39-43).

En el capítulo IV se analiza la estructura de la población de Tiquipaya y en él se muestra que su población estaba compuesta por jóvenes de menos de vein te años (44%) de los que el 18,7% tenía 0-4 años. Esta amplia base se contrae a partir de la cohorte 5-9 con particular notoriedad en las mu­jeres , cuya disminución es casi permanente . Gordillo y Del Río señalan que "a partir del sexto intervalo (25-29 años) la población tiende a recu­perar sus niveles normales" (p.46, el énfasis es nuestro). Más adelante, sugieren que debió influir la presencia de las epidemias de 1560-1561 ("pes­te" y "mortífera") que asolaron el centro minero de Potosí y se difundieron hasta Tiquipaya. La sub­evaluación de la población infantil femenina de la cohorte 5-14 es explicada a partir de la hipótesis de una continuidad de "prácticas poligínicas" -cuyos antecedentes inmediatos se remontan a la época incaica- en el seno de las "familias de Tiquipaya colonial (p.48).

Las estadísticas muestran que casi la mitad de las "familias" de Tiquipaya estaban compuestas

3 En la VT se contabilizaron 67 mujeres de edad in­determinada. La ausencia de declaración o inscrip­ción de edad no es aleatoria, en el caso de Tiquipaya afecta de manera preferencial al sexo femenino. Las 67 mujeres fueron clasificadas como "concubinas" por los autores del análisis (p.53).

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por un solo miembro. Al mismo tiempo, en algu­nas "familias" habría prácticas poligínicas, gene­ralmente asociadas al status social y a la jerarquía del jefe de familia (autoridades indígenas). Los autores afirman que: "el prestigio de los ayllos aún estaba relacionado con el número de nobles, con­cubinas y bastardos" (p.51, cf. cuadro n113). De esa manera, refuerzan el argumento de la jerarquía de los ayllus, anunciado en el capítulo anterior (pp.39-43 ).

Por último, el capítulo V trata de la dinámica de la población de Tiquipaya (1573-1645). A par­tir de un escaso con junto de cifras llegan a estable­cer un sostenido y violento declive de la población. Esta constatación intenta ser evaluada más deta­lladamente, tomando para ello tres indicadores: mortalidad, fecundidad y migración, variables que son tratadas únicamente para el año 1573. Sobre ello cabe señalar que:

- la mortalidad es considerada para discutir los factores preponderantes en el declive de la población indígena del siglo XVI. Las únicas cifras que permiten apoyar su argumentación son los efectivos totales de la población para 1573, 1593 y 1645.

- la fecundidad muestra que las mujeres empe­zaban a procrear alrededor de los 30 años, siendo la tasa global de fecundidad de 3,3 hijos. Estos resultados estarían subestimados porque no se conocen los hijos fallecidos an­tes del censo y únicamente se tienen los datos para los sobrevivientes.

- la migración es evaluada a partir de un intere­sante cuadro (nQ8) construido en función del lugar de destinación de 191 individuos de Tiquipaya ausentes al momento de la visita (7.2% de la población total). La distribución de los "ausentes" (102hombres y 89 mujeres) es clasificada de acuerde a su destino más o menos conocido. Así, se tiene un grupo de individuos con paradero desconocido (53 ca­sos), las ciudades de La Plata y Potosí (98 casos) y los Yungas (49 casos). Los autores confirman el desarraigo de la población de Tiquipaya y postulan tn1a migración "familiar" sin repercusiones sobre la fecundidad (p.64 ).

* * * En resumen, Gordillo y Del Río concluyen que

la Vf "amplía las perspectivas respecto a los fenó­menos étnicos y demográficos" y a través de ella verifican la adaptación de los pobladores de Tiquipaya a las influencias del estado inca y pos­teriormente del estado español.

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Reseñas

A mi manera de ver los autores realizaron un análisis etno-demQgráfico a partir de una fuente fiscal particularmente compleja para cumplir sus propósitos. En efecto, la VT es una "fotografía" de la población indígena redistribuida y reorgarúza­da compulsivamente bajo nuevos patrones. Ade­más, desde el punto de vista técnico, es una fuente de remarcable sistematización de las categorías de población. Recordemos que el soporte del método de inscripción toledano es la construcción de una clave válida para los 614 repartimientos inspec­cionados. Esos dos aspectos son importantes a considerar en la lectura de los datos. Sugiero pues, tomarlos en cuenta para discutir el análisis.

Llama la atención que los autores afirmen sin mayores explicaciones que la "familia" fue la unidad de inscripción en la Vf. Sospecho que tomaron una definición estadística, cuya descrip­ción se acerca a lo señalado por Louis Henry4 . De todas maneras, dudo que el criterio para elaborar la Visita General haya sido "reconstruir las unida­des familiares de acuerdo a los lazos de parentes­co directo" (p.55). Recordemos que la innovación de Toledo es haber homogeneizado los criterios para la recolección de datos de población a partir de objetivos fiscaless:

- instauración de una unidad defacto que po­demos llamar "unidad fiscal", que abandona completamente la inscripción de las familias e igualmente de las unidades domésticas (in­dividuos unidos por lazos de parentesco real o ficticio que viven sobre un mismo techo)(p.ej. la visita a Sonqo en 1568).

- clasificación de los individuos en 5 categorías de pobladores: tributarios, viudas y solteras, muchachos y viejos, conservando implícita la distinción dicotómica de la inscripción fiscal : población tributaria/población no tributaria.

Las instrucciones de 1570 señalan que la ins­cripción se realizaría considerando a los hombres (18-50 años) "y su mujer y todos sus hijos", con la expresión que se designa una unidad económi­ca elemental, el hogar, que constituye la unidad fiscal de base. Sin embargo, por razones que tie­nen que ver con el sistema fiscal, puede suceder

4 HENRY, Louis, BLUM, Ala in . Techniques d'analyse en démographie historique. Institut National d'Etudes Démographiques, París 1988.

5 LEVILUER, Roberto. Don Francisco ck Toledo, supremo organizador del Perú: Su vida, su obra (1515-1582). Espasa Calpe, Madrid, 1935. 3 vols.

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que los padres refugiados en el hogar de sus hijos o, recíprocamente, los hijos de 18 años albergados todavía en el hogar paterno sean contados como unidades distintas. En general, cuando el jefe del hogar es un viudo(a) los hogares son presentados como individuos "aislados". Es decir, desde el punto de vista de la imposición se renuncia a ins­cribir a todos los miembros de la familia bajo una misma unidad fiscal. Se produce una distribución sistemática de los individuos de acuerdo a la cla­sificación toledana de la población en 5 categorías.

Las estadísticas toledanas reflejan una prepon­derancia de los individuos aislados y las unidades parentales. Las cifras de la VT son elocuentes: sobre un total de 115 se distinguen dos grupos significa­tivos: unidades de un miembro (42.9%) y de dos miembros (16.7%) (cuadro n°4). Si tuviéramos las cifras de las 61 inspecciones de la Visita General, la representatividad de estos dos grupos se repeti­ría -con leves diferencias en las proporciones- como efecto directo del sistema de notación.

Los datos de la VT no hacen referencia precisa al origen étnico de cada individuo. Posiblemente en las inspecciones de otros repartimientos puede haberse inscrito, por el momento conocemos úni­camente las distinciones de grupos retomados en los resúmenes de la Tasa6 • De ahí que el único indicador, más o menos preciso, sobre el origen étnico del ayllu es su designación. Sin embargo, el ayllu en 1573 podía agrupar a individuos de diver­sa condición y procedencia. Recordemos que en las reducciones fueron "naturalizados" los forasteros con residencia de más de 10 años7 • ¿Hasta dónde es posible determinar la pertenencia étnica en un momento de reordenamiento generalizado? Más bien, los pobladores son clasificados bajo catego­rías que remiten a las competencias jurídicas de los individuos dentro de la sociedad colonial. Enton­ces, ¿qué fiabilidad podemos reconocer al indicador de "prestigio de los ayllus" determinado por los autores, adicionando (poniendo en equivalencia): nobles+bastardos-Koncubinas? La importancia numérica de estos individuos en el seno del ayllu pueden significar tanto un fenómeno como otro.

En lo que respecta a la estructura de la pobla­ción, la lectura de la pirámide es muy delicada y puede ser discutida en algunos puntos. Los auto-

6 TOLEDO, Francisco de. Tasa ck la Visita General del virrey Toledo. Ed. de Noble David Cook. Uni­versidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima 1975.

7 ZA V ALA, Silvio. El servicio personal de los indios en el Perú (extractos del siglo XVI). El Colegio de México, México 1978, vol.1, p.95.

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res evitaron evaluar las deformaciones sistemáti­cas en las declaraciones de la edad para los dos sexos. Además, se centraron particularmente en el sexo femenino. Esas elecciones restan seriedad a sus argumentos. Evaluar la atracción o la repulsión por las cifras que corresponden a los límites de los grupos quinquenales (O y 5), hubiera permitido ver cómo la atracción modifica la composición por envejecimiento sistemático de la población cuan­do se trata de la cifra ). A la vez. permitiría veri­ficar cómo la atracción por el 5 condujo al rejuvene-cimiento en el seno de un mismo grupo.

En el caso de la Visita General es importante medir la atracción o la repulsión de cada una de las cifras (Indice de M yers) y el grado de preferencias (Indice de Whipple). Las reglas fiscales hacen intervenir la edad como la variable que diferencia a los individuos por su grado de inserción al sis­tema impositivo -tal como lo especifican en la "instrucción nueva para los visitadores" (Cusco, 8.IX.1571). Así, los hombres de 18 años pagarían "medio tributo" y llegando a los 20 años tributo "entero" (Zavala 1978:1, 95). Estos aspectos netamente fiscales ¿hasta qué punto jugaron en las preferencias de las inscripciones de la edad? El análisis de la visita post-toledana hecha a los col/aguas en 1591 (Arequipa, sierra sur del Perú) muestra la necesidad de tener en cuenta los aspec­tos fiscales8 •

El recurso a las técnicas de corrección de las distorsiones de los datos brutos de las edades era necesaria, en ausencia de una pirámide standard para la población de Tiquipaya en el siglo XVl9 •

De esa manera, podrían haberse superpuesto dos imágenes alternativas que permitan una mejor lectura del índice de masculinidad.

La parte concerniente al movimiento natural de la población se centra en 1573, aunque el subtítu­lo anuncie imperfectamente un análisis longitudinal entre 1573-1645. Sobre la mortalidad no existen cifras en la Vf, los autores se apoyan en datos cualitativos. En cambio, trabajan sobre una variable fundamental: la fecundidad. Lamen­tablemente, no precisan sus métodos, aspecto importante, pues las posibilidades en demografía histórica son muy específicas, tal como lo han

8 RENIQUE, José Luis; TRELLES, Efraín. Col/aguas l. Ed. Franklin Pease G.Y. Pontificia Universidad Católica del Peru, Lima 1977, pp.169-190.

9 NACIONES UNIDAS . Manual X. Techniques indirectes d estimation démographique. Naciones Unidas, Nueva York 1984, pp.241-249 (Etudes démographiques n981 ).

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demostrado A.J. Coale en sus análisis para Europa en el siglo XVIIl1º y L. Henry (1988) a partir de la explotación de los registros parroquiales fran­ceses. La ausencia de precisiones metodológicas para la VT crea confusiones cuando leemos que hacen referencia a la edad de la madre en el primer hijo (aun.ciados en el gráfico n25). A su vez. la fe­cundidad podría haber sido complementada con el cálculo de una tasa de natalidad, pues se tienen los datos de edad (inscritas en meses en algunos ca­sos) de los sobrevivientes comprendidos en la cohorte 0-4 años. Aún así, importa señalar, una vez más, un problema central para quienes trabajamos con materiales andinos de los siglos XVI y XVII: la escasa disponibilidad de datos para estudiar la fecundidad. La calidad y abundancia de datos marca una diferencia importante en la utilización de índices para medir la fecundidad transversal11 •

Un aspecto interesante -ya señalado anterior­mente- es el análisis de la movilidad de la pobla­ción. documentado ricamente en diferentes capí­tulos; aspecto que es raramente abordado en los estudios locales del XVI.

Finalmente, hubiera sido de mucho interés co­nocer el tenor del expediente en el cual se halla inserta la VT. Tenemos la impresión de que se trata de un traslado incompleto. Es decir, que la causa de la petición indujo a los escribanos a reproducir únicamente los datos referentes a la población. y dejaron de lado las informaciones sobre los recur­sos agro-pastorales que debían ser recogidas según las ordenanzas de Toledo. Los móviles de las de­mandas de Mercado de Peñaloza ¿determinaron. tal vez. el contenido de lo que debía ser copiado como prueba o testimonio?

*** La obra en su totalidad es un aporte editorial

importante. La edición de la VT trasciende su ni­vel local al ser parte de la Visita General del Vi­rrey Francisco de Toledo. Este primer ejemplar nos incita a continuar la búsqueda y difusión de cen­tenares de protocolos de la Visita General, que permanecen todavía desconocidos. El análisis de la VT nos sugiere explorar la documentación de

10 COALE, Ansley J. "The Decline of Fertility in Europe since the Eighteenth Century as a Chapter in Demographic History". The Decline o/ Fertility in Europe. ~d. AJ. Coale, S. Coots Watkins. Princeton University Press, Princeton 1986.

11 RALLU, Jean Louis; TOULEMON, Laurent. "Les mesures dela fécondité transversale. I. Construction des différents indices", Population, nºl Ganvier­février), 1993, p.7-26.

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Reseñas

manera sistemática a partir de las técnicas del análisis transversal, como herramienta flllldamen­tal para el desarrollo de la demografía histórica en los Andes.

C.B.L.

L YNCH, John. Caudillos In Spanish America. 1800-1850.Clarendon Press.Oxford, 1992. xvii + 468 pp. 3 mapas.

Tras casi lllla década de labor en tomo al tema (Lynch 1983), el Profesor John Lynch, reconoci­do americanista británico, ha publicado esta valiosa obra de síntesis sobre los caudillos hispanoameri­canos en la primera mitad del siglo XIX. Como en anteriores obras suyas de gran escala temporal y espacial (sobre la España de los Austrias y de los Borbones, o sobre la Independencia de los domi­nios españoles en América), Lynch hace gala de una impresionante capacidad de reflexión y de síntesis.

El libro se divide en dos partes: la primera contiene las ideas e interpretaciones del autor sobre el caudillismo en América Latina, en base al es­tudio de tres casos: Argentina, Venezuela y Méxi­co, desde finales del siglo XVIII (cuando las condiciones de la expansión de las haciendas, el desarrollo de las relaciones patrón-cliente, y el bandolerismo, asentaron las bases del futuro caudillismo), a través de las Guerras de Indepen­dencia (la turbulenta época que dio origen a los caudillos), hasta la década de 1850 (el momento de la caída de los primeros caudillos exitosos, que habían logrado acceso al gobierno nacional a par­tir de sus orígenes regionales).La segunda parte está dedicada a reconstruir las biografías de tres grandes caudillos: Juan Manuel de Rosas de Ar­gentina, José Antonio Páez de Venezuela, y An­tonio López de Santa Anna de México. Además, Lynch incluye el caso del caudillo guatemalteco Rafael Carrera, como contraste a su esquema principal del desarrollo del caudillismo (basado ciertamente en los casos de Rosas y Páez).En la primera parte resultan decididamente indispensa­bles las secciones dedicadas al bandolerismo y las guerrillas tanto en América colonial como en España (p. 22-29), y la discusión sobre cómo dentro del orden colonial la noción de "caudillo" era inadnúsible (p. 29-34 ). Esto último resulta por lo demás importante en llll tema que ha tratado de

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vincularse con la inestabilidad política de la América Latina contemporánea, y que simplistamente ha intentado explicarse por medio de atavismos que remiten al pasado colonial y a las tradicionales "tradiciones hispánicas".

En cuanto a su conformación, el libro se basa mayoritariamente en fuentes secundarias. Esto explica en parte por qué Lynch escogió los casos de Argentina, Venezuela y México, todos ellos aceptablemente bien estudiados por una historiografía interesada en el tardío siglo xvm y el temprano siglo XIX (condiciones económicas y sociales, problemas agrarios, el proceso de la In­dependencia, los debates políticos en las nuevas repúblicas, y, por supuesto, los caudillos y sus acciones) . Allllque el autor presenta algunos ma­teriales de archivo para el caso argentino relacio­nados con un previo trabajo suyo (Lynch 1981 ),el caso venezolano (especialmente para los conflic­tos sociales de las décadas de 1840 y 1850), y los Informes Consulares británicos de la época, el libro permanece atado al tipo de fuentes secW1darias que mencionamos. Pese a que la obra es, como di­jéramos al inicio, lllla impresionante síntesis de los problemas de la política, la violencia, las elites, los "sectores populares", y el gobierno en América Latina en la primera mitad del siglo XIX, con todo ello no ofrece muchas novedades .

Un ejemplo de ello es el tratamiento del caudillismo en Perú y Bolivia (p. 44-55). Por la inexistencia de trabajos previos que le permitan realizar lllla síntesis de las particularidades socia­les, econónúcas y étnicas del área andina, la des­cripeión de las guerrillas del Alto Perú (p. 45) repite su propia descripción en lllla obra anterior (Lynch 1973/1976, p. 135-144 ),basada en última instancia en el trabajo de Amade sobre la Independencia boliviana (Amade 1957 /1989). Aunque el autor intenta aquí llenar este vacío con el extremada­mente interesante testimonio de un participante en esos sucesos, el "Diario" del jefe guerrillero José Santos Vargas (Vargas 1982), la imagen final no resulta convincente. El mismo problma ocurre cuando analiza el proceso de Independencia y el origen de los caudillos en el Perú.De una muy reciente historiografía revisionista acerca de los problemas del siglo XIX peruano, Lynch sólo cita el debate sobre el bandolerismo (Aguirre y W alicer, eds. 1990), y presenta muy fragmentariamente la figura del caudillismo peruano, centrada sólo en las luchas de las "montoneras" de la Sierra Central entre 1820-1825 (pp. 51-55). Al no tomaren cuenta que los procesos históricos del XIX necesitan ser vistos desde W1a perspectiva regional, para enten-

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der el confuso Perú de esos años, el caso andino es el menos adecuadamente presentado del libro.

Otro problema que debe señalarse sobre este importante libro es el que se relaciona con las de­finiciones 'teóricas' sobre los que se sustenta. En la primera parte, los esfuerzos de Lynch para acla­rar la terminología sobre el tema del caudillismo son de destacarse (pp.3-9,82-83, 129-138, 182-184 ).Sin embargo, cuando menciona el caso del caudillo uruguayo José Artigas, siempre se refire a él como un líder "populista" (pp. 39-44 ), debido a su política agraria de redistribución de tierras (pp. 87, 186 ). Sólo en una sección posterior del libro, cuando discute la falsa idea de un "caudillismo populista", debido a que los caudillos "no propor­cionaron ningun beneficio real a los sectores po­pulares" (p. 203, traducción nuestra), Lynch nos ofrece una increíble no-definición del término: "La historia del populismo ofrece muchos ejemplos de líderes autoritarios que llegaron desde fuera de los grupos sociales que lideraron (Esto para utilizar el término "populista" en un sentido más amplio que aquel que lo restringe a las alianzas multi-clasis­tas características de las décadas posteriores a 1930)." (p. 203 y nota 56, traducción nuestra).La misma imprecisa terminología "populista" es uti­lizada cuando se describen algunas de las carac­terísticas del caudillo nor-argentino Martín Güemes (pp. 37-38, 186), o en México el caso de las política agrarias de los que llama "caudillos clericales" (otra categoría imprecisa no explicada suficientemente [en especial en p. 75]), en refe­rencia a los curas Miguel Hidalgo y José María Morelos (pp. 75-78, 226-227).

Finalmente, el tema de la participación política de las "clases populares" es examinado en base a la idea de la dominación y las relaciones patrón­cliente. Sólo para el caso mexicano, con el pro­blema del campesinado indígena de las regiones central y meridional del país, las actitudes políti­cas de los participantes en posiciones no-dirigentes pueden ser vistas (pp. 226-234).De nuevo, el pro­blema no es sólo el de una estructura social de mayor o menor densidad y complejidad en cada sociedad, y en cada momento dado. El problema es el de que, al hacer trabajos de síntesis sobre los grandes temas y problemas históricos en América Latina (como en cualquier otra gran área del mundo), las generalizaciones afectan la precisión de los diversos hechos a considerarse: las genera­lizaciones, de modo inherente, arrastran los vacíos de las fuentes secundarias en las que están basa­das (nadie puede revisar ni contrastar todas las fuentes documentales que otros autores han utili-

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zado, y menos aún en la escala del trabajo que Lynch se propuso). Síntesis como la que presenta el profesor Lynch son sin lugar a dudas necesarias, puesto que ayudan a ver no sólo lo que ya se co­noce, sino, lo más importante, lo que aún falta in­vestigar. En este sentido, el libro de John Lynch es ya un clásico en el tema, por su ordenamiento de datos e interpretaciones dispersas y de difícil acceso, y por constituir llll pllllto de partida obli­gado para cualquier investigación futura sobre el problema de los caudillos tanto en América Latina en general, como en cualquiera los países que la conforman.

N.D.

REFERENCIAS

AGUIRRE, Carlos y Charles W ALKER, eds. 1990 Bandoleros, abigeos y montoneros: Cri­

minalidad y violencia en el Perú, siglos XVIII-XIX. Lima.

ARNADE, Charles W . 1989 [ 1957] La Dramática Insurgencia de Bo­

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LYNCH, John 1976 Las Revoluciones Hispanoamericanas.

1808-1826. Barcelona [ ed. original en inglés 1973].

1981 Argenline Dictator: Juan Manuel de Rosas, 1829-1852. Oxford.

1983 "Bolívar and the Caudillos". Hispanic American Hlstorlcal Review, vol. 63, nºl, pp.3-35.

VARGAS, José Santos 1982 Diario de un Comandante de la Indepen­

dencia Americana. 1814-1825. Edición de Gunnar Mendoza. México.

PUENTE BRUNKE, José de la Encomienda y encomenderos en el Perú. Estudio social y po­lítico de una Institución colonial. Publicación de la Excma. Diputación Provincial de Sevilla; Se­villa, 1992; 536 pp. (incluye cuadros, mapas y apéndices).

José de la Puente Brunke, historiador formado en la Universidad de Sevilla, obtuvo su grado de Doctor con este estudio sobre la institución de la

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Reseñas

encomienda de indios y los encomenderos en el Perú colonial. El suyo constituye una historia "desde arriba", en tanto se ocupa de un recurso formalizado jurídicamente por la Corona española para premiar a personajes vinculados con la gesta conquistadora, y nos ofrece, asimismo, elementos fundamentales para comprender la génesis y de­sarrollo de un segmento significativo de la elite colonial, desde muy poco tiempo después de la llegada de los españoles, hasta el advenimiento de los Borbones, aproximadamente.

Encomiendas y encomenderos en el Perú, pu­blicado por la Diputación de Sevilla luego de re­cibir el estudio el primer premio en el concurso "V centenario del descubrimiento de América", podría encontrar lugar intermedio entre la historiografía "institucional" representada por José María Ots Capdequí, Mario Góngora y Guillermo Céspedes del Castillo, y la historiografía "social", que en cuanto al período y tema en cuestión encuentra principal exponente en James Lockhart; o más próximo tal vez a los aportes eruditos de Guillermo Lohmann, que acompaña la profusión de datos con un análisis del contexto institucional y social de los protagonistas en sus trabajos. No siendo el de José de la Puente un "estudio de caso", como lo fuera el brillante trabajo de Efraín Trelles, sobre Lucas Martínez Vegazo (Lima, 1982), procura suplir la agilidad que por lo mismo carece de aquél con un análisis de mucha mayor dimensión espacio-tem­poral.

"Un instrumento mediante el cual los españo­les pudieron lograr la sujeción de los naturales", es una escueta primera definición que nos ofrece de la Puente para introducirnos en el tema y que nos indica la importancia que al análisis institucional de la encomienda otorga el autor en el primero de cinco capítulos. Allí se pasa revista a los antecedentes del objeto de estudio en España y en América, a su aparición, reglamento y estruc­tura en el Perú, a los beneficiados y su actitud frente a la Corona, al régimen de pensiones propio de la encomienda, y a los últimos tiempos de esta ins­titución en el virreinato peruano.

En la misma línea se desenvuelve el segundo capítulo, esto es en la política seguida por la monarquía en tomo a las encomiendas precisa­mente como medio para "la sujeción de los natu­rales" y para premiación de los conquistadores o sus familias. Además del asunto de la perpetuidad de las concesiones -que no llegó a verificarse-, otro aspecto interesante del tema son las obligaciones a las que debió hacer frente la Corona en la propia España y para lo cual hubo de recurrir a las enco-

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miendas: en primer lugar, favoreciendo con ellas a miembros de la corte (ya no vinculados con la incorporación del Perú a su imperio); y en segun­do lugar, la necesidad de aliviar en algo la crecien­te crisis financiera española, a través de las impo­siciones con las que hubo de gravar a los repartimientos en distintos momentos.

El tercer capítulo se ocupa de la magnitud de las encomiendas en términos de su cantidad y distribución dentro de la Audiencia de Lima (campo delimitado del estudio) y su rendimiento económico. Queda evidenciada la importancia que los repartimientos tuvieron en el siglo XVI, con unos 464 existentes en su época de apogeo hacia 1570, y el decaimiento que sufrieron en tiempos posteriores, existiendo sólo 83 encomiendas en 1720, año en que fueron suprimidas oficialmente. Variaba, asimismo, la importancia de cada una de ellas, según el número de tributarios que dependía de la cantidad de población nativa en las distintas jurisdicciones (Arequipa, Cuzco, Chachapoyas, Huamanga, Huánuco, Lima y Trujillo), de tal for­ma que la encomienda más importante en su mo­mento fue la de Andahuaylas, en el Cuzco, con 5330 tributarios en 1570. Los mapas y los cuadros ofrecidos por el autor dan una clara idea de la ubicación de las encomiendas en cada jurisdicción y la involución de las mismas en número y en los montos del tributo. Este último hecho lo explica el autor al afirmar categóricamente "que la fuerte contracción demográfica indígena que en el Perú se produjo a lo largo de esos dos siglos (XVI y XVII) fue la principal causa de la baja en el ren­dimiento económico de las encomiendas".

Luego de mencionar este factor crucial para entender la pérdida de importancia de la institución estudiada, de la Puente trata parcialmente del in­dígena ante la encomienda, buscando acercarse a una "visión de los vencidos", como señala parafraseando a W achtel, y así contrapesar en algo la importancia que todo su análisis da al mundo de los encomenderos, en tanto los beneficiados por el sistema. Aun cuando dependiendo en mucho de una historia "oficial" desprendida de informes admi­nistrativos y cédulas reales, el autor sí permite entender el rol de los curacas como mediadores entre la encomienda y la población nativa, aquí apoyado en Sempat Assadourian, Pease, Rostworowski y Stem, entre otros, así como los abusos sufridos por los indígenas y sus diversos mecanismos de protesta (procesos judiciales, con­tadas rebeliones con sangriento desenlace y lo que fue más frecuente: la fuga de los repartimientos) todo lo cual ayudó a socavar el sistema.

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Prioridad en esta sección se da al tributo en la encomienda, su fundamento jurídico, el servicio personal como característica de ella en sus prime­ros tiempos, el tributo en especies y su gradual monetización, cuyo "momento decisivo ... se dio con la gestión de gobierno del virrey Toledo". Asimismo se analiza el problema de las tasas es­tipuladas al respecto, cuya adecuación a la capa­cidad tributaria de los indígenas fue tanto constante preocupación de la Corona y los funcionarios virreinales, como de los encomenderos y, eviden­temente, de los propios indios encomendados.

Sin embargo, el tratamiento que se da al lado indígena en este libro resulta necesariamente ac­cesorio, lo que refuerza la ya referida dependen­cia de fuentes que constituyen un espeso tamiz es­pañol. Este hecho, que no disimula el autor por ser el principal objeto de su estudio el lado vencedor en el proceso de conquista, no le impide ofrecer­nos una muy interesante relación de encomenderos indígenas y mestizos, hombres y mujeres vincula­dos principalmente con las panacas cuzqueñas y en muy minoritaria cantidad con elites regionales. Todos ellos, 31 en total (9 indígenas y el resto mestizos) debieran constituir materia de investi­gación más profunda, cuando no lo han sido ya en sus casos más notables (Paullu Inca y sus descen­dientes, Francisca Pizarro, o los marqueses de Santiago de Oropesa), para entender los mecanis­mos de supervivencia y adecuación de elites pre­lúspánicas a la realidad colonial.

En el último capítulo del trabajo de José de la Puente identificamos cuatro temas que considera­mos sustanciales en nuestra Historia: la enco­mienda y la forjación de una aristocracia en Indias; la encomienda y la hacienda colonial; la enco­mienda y la evangelización; y la encomienda y el surgimiento de una conciencia criolla. Cada uno de ellos es un tema vasto que no puede ser ago­tado por un esfuerzo como el del autor, pero que encuentra en él indicadores para aproximamos a su entendimiento cuando no para resolverlos.

En cuanto a lo primero de la Puente puntualiza dos cuestiones, aparentemente contradictorias: de un lado la creación de una elite de "beneméritos" por parte de la Corona, en el otorgamiento de encomiendas a conquistadores (de origen hetero­géneo, según coincide con Lockhart); y de otro lado el temor ante el surgimiento de una nobleza india­na que deviniese en autónoma frente a los intere­ses de la monarquía. Pero Jo primero se hizo in­dispensable pues según explica el autor "iba a suponer la base para el establecimiento de la au­toridad metropolitana en los territorios recién

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conquistados", mientras Jo segundo quedaría neu­tralizado al denegar la Corona la perperuidad de las encomiendas (aunque su goce sí podría extender­se a dos o tres "vidas"), sobre todo luego de las advertencias recibidas con las rebeliones de Gon­zalo Pizarro y Hernández Girón.

A la disminución en número y decadencia eco­nómica de las encomiendas, se añadió el factor de que una creciente porción fue concedida a corte­sanos residentes en España, como lo muestra un "índice de residencia" incluído en el último capí­tulo, llegando hasta el abultado monto de un 43% en los últimos 50 años de vida de la institución en el Perú.

Las familias encomenderas que fueron que­dando en este territorio, mermada su importancia, fueron progresivamente compartiendo el pináculo de la sociedad con burócratas y muy especialmen­te con mercaderes, como Jo han sostenido los estudiosos en la evolución de las elites indianas como Richard Konetz.ke y Guillermo Céspedes, o más recientemente, Fred Bronner. Todos han ad­mitido, empero, el crucial papel jugado por la alianza matrimonial, a través de la cual unos y otros grupos se fueron progresivamente fusionando.

Fuera del recurso casamentero, los propios encomenderos peruanos o sus descendientes des­provistos de sus repartimientos tuvieron que ir buscando "fuentes alternativas de ingreso", como nos señala de la Puente, aunque puntualiza que la capacidad de acumulación de capital que alguna vez tuvieran familias encomenderas o su innega­ble (aun cuando castigado) prestigio social, les sirvió de "trampolín" para incursionar en otras ac­tividades lucrativas.

Aunque muchos se dedicaran a la minería, la más riesgosa de las empresas, o en mayor cantidad al comercio, fueron la agricultura y la ganadería las actividades preferidas por las familias "beneméri­tas", sea por consecuencia de una mentalidad "señorial" o por considerarlas objeto de inversión segura. Una buena porción de conquistadores ha­bía recibido "mercedes de tierras" al término de su gesta, las que no debían ser confundidas, citando a de la Puente "con las tierras de las comunidades que estaban encomendadas a ellos; sin embargo (sigue) en muchos casos tampoco se situaban a gran distancia de ellas". La necesidad de diferenciar entre encomiendas, es decir servicio o tributo de un número de indios, y mercedes de tierra o las pos­teriores haciendas y estancias, es constantemente repetida. El vínculo entre las primeras, y estas últimas, sin embargo, ya ha sido advertido por Manuel Burga en su estudio sobre el valle del

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Reseñas

Jequetepeque y por el propio de la Puente en la mención "de ventas que hacían los propios curacas" de tierras a los encomenderos, o como más adelante indica, la frecuencia con la que éstos recurrieron a "la usurpación de tierras ... utilizan­do en muchos casos la violencia". Encuentra evi­dente, siguiendo a Robert Keith, "que muchas de las iniciales actividades agrícolas de los españoles surgieron en relación con las enconúendas", a pesar de las diferencias advertidas por este último autor en la estructura de ambas instituciones (precapitalista la enconúenda, y con características capitalistas la hacienda).

Consideramos que un seguinúento detenido del destino de las fanúlias encomenderas y su incur­sión en otras actividades debiera damos más luces en tomo al tan discutido vínculo entre la enco­mienda y la hacienda colonial, resultando en con­tinuación o complemento al esfuerzo de José de la Puente en este libro.

Dos cuestiones más, que merecen atención en este trabajo, son "la responsabilidad de los encomenderos de velar por la instrucción y catequización de los indígenas de sus respectivos repartimientos", y la posible gestación de una conciencia "criolla" en el grupo humano estudia­do. El primero de estos temas ha sido tratado por el autor más extensamente en otros trabajos, limi­tándose en éste a señalar la frecuencia con que los encomenderos incumplían o aún entorpecían la evangelización, indiscutiblemente "uno de los aspectos fundamentales a partir de los cuales se justificaba la conquista del Nuevo Mundo". Más adelante, y siguiendo a Lohmann, subraya el influjo lascasiano en el reconocimiento o enmienda pos­trera que muchos encomenderos hicieron de los atropellos cometidos con los indígenas, en lo que intitula "los reclamos de la conciencia". En cuan­to al segundo tema, de la Puente se apoya en Bemard Lavallé, quien sostuvo que "la reivindi­cación criolla ... vino a ser heredera directa de las pretensiones de los primeros conquistadores y po­bladores, cuyos propósitos e intereses chocaron con los del gobierno metropolitano o con los de los es­pañoles que llegaron más tarde al Perú ... ". Es un asunto controvertido en el que no abunda de la Puente, quizás considerando que escapa a los lí­mites de su trabajo.

Lo que sí incluye dentro de sus límites, y que añade al carácter sumamente meritorio del libro de José de la Puente son sus dos completos apéndi­ces: el primero siendo una relación de encomien­das y encomenderos, a través de todo el tiempo de duración de la institución y en cada una de las

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jurisdicciones determinadas, todas dentro de la Audiencia de Lima; y el segundo la relación de pensiones y pensionistas de las encomiendas ubi­cadas en el mismo espacio y durante todo el perío­do abarcado. Constituye una fuente en sí misma, que otorga particular importancia a este estudio y ofrece profuso material para futuros análisis e investigaciones.

P.R-P. B.

RAMOS NUÑEZ, Carlos Augusto . Toribio Pacheco. Jurista peruano del siglo XIX . Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima 1993. 308 pp.

La aparición de este libro es un signo más del ílorecinúento de la historia del derecho en el Perú . En realidad es un campo pequeño en cuanto a la cantidad de publicaciones, en el cual predomina una figura, Femando de Trazegnies, como autor y mentor. La importancia y calidad de la historia del derecho es, sin embargo, mayor de lo que su redu­cido número podría indicar. Estas obras se carac­terizan por plantear temas importantes, dialogar con numerosas disciplinas, y contribuir a la compren­sión del Perú actual. Estas características están presentes en este libro escrito por un alumno de Trazegnies. La biografía intelectual de Pacheco presentada por Carlos Augusto Ramos Núñez nos enseña mucho sobre los vaivenes ideológicos del siglo pasado, las dificultades de crear un sistema penal post-colonial, y las permanencias de rasgos conservadores en la mentalidad jurista peruana. Para cualquier estudiante del siglo XIX o de la historia del derecho, este es un libro de lectura obligada.

Toribio Pacheco fue un clásico "hombre públi­co" del siglo pasado por lo que su biografía nos lleva a través de sus actividades multifacéticas. Vemos a Pacheco como pensador, político, viaje­ro, estadista y sobre todo, jurista. Ramos Núñez argumenta convincentemente que las ideas de Pacheco merecen mayor atención. Este libro, a la par con el reciente trabajo de Paul Gootenberg, /magining Developmenl ("Imaginando el Desa­rrollo"), demuestra los beneficios de revisar las ideas de los autores decimonónicos, cuyas obras han sido injustamente devaluadas debido a los fracasos políticos y econónúcos de la época. Como los últimos años en el Perú lo demuestran, una

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severa crisis no significa necesariamente una ca­rencia de ideas. Como adelantamos, el talento de Ramos Núñez como escritor convierte este libro en una agradable revisión de la vida de un personaje intrigante como Pacheco y no una aburrida bús­queda de trabajos recónditos.

El autor plantea dos argumentos principales. Primero, que Pacheco fundó la ciencia jurídica en el Perú. Aunque se podría discuir fechas y men­cionar a otros autores, creemos que Ramos Núñez acierta con esta hipótesis. Segundo, a la vez que Pacheco fue autor de obras de mucha originalidad e importancia, no pudo superar las barreras men­tales "tradicionalistas" para crear una obra jurista verdaderamente moderna y peruana. Volvemos así al concepto de Trazegnies de la "modernización tradicionalista". Como muchos de los pensadores peruanos más aclamados del siglo pasado, se pue­den encontrar trabajos de Pacheco de una sor­prendente modernidad y originalidad que a la vez tienen secciones retrógradas y derivativas.

El autor analiza de manera clara e inteligente la obra de Pacheco. Donde el libro no es tan sa­tisfactorio es en cuanto a la relación entre Pacheco y su época. En vez de permitir que la vida de Pacheco nos aclare aspectos claves sobre la histo­ria social e intelectual del siglo pasado, el autor se satisface demostrando que Pacheco confirma la ambigüedad de los intelectuales de la época, la división nada clara entre conservadores y libera­les, y el general estancamiento cultural. Es decir, Ramos Núñez no permite que sus investigaciones sobre Pacheco nos ayuden a repensar la época, sino que apoya esta interpretación pesimista y algo fácil de que durante todo el siglo XIX cundieron ideo­logías no realizadas y oportunidades perdidas. Queremos decir que el autor aceptó esta interpre­tación, la visión dominante sobre el siglo XIX, con demasiada facilidad, perdiendo así la oportunidad de revisar la época a través de Pacheco. Por lo tanto, los últimos capítulos sobre Pacheco son superiores a los primeros sobre política y sociedad. De todas maneras, esto resume de manera clara e inteligente la historiografía.

El libro de Ramos Núñez demuestra la necesi­dad de repensar a los intelectuales del siglo pasa­do. Siguiendo el camino de Basadre, se debe contextualizar y averiguar las repercusiones de sus vidas y obras, no simplemente vincularlos con los proyectos (frustrados y fallidos) nacionales. A la vez que con este esfuerzo se va a desenterrar al­gunos ideólogos más lúcidos y originales de lo que estimamos ahora, también encontraremos rasgos importantes para entender las dificultades en pen-

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sar y crear una sociedad justa e independiente. Estos ideólogos merecen una revisión crítica, que incor­pore nuevas perspectivas sobre ideología, género, etnicidad, y el Estado. Ramos Núñez ha publicado un libro serio, muy bien escrito y de amplio interés, es decir, un libro importante.

Ch.W.

ROMERO, Raúl (editor). Música, danzas y máscaras en los Andes. Pontificia Universidad Católica del Perú/Instituto Riva Agüero. Proyecto de Preservación de la Música Tradicional Andina, Lima 1993. 411 pp.

La música no sólo tiene su propio lenguaje y su sistema de apreciación y entendimiento, sino que también tiene la particularidad de que cuando se trata sobre ella en el medio hablado, puede volver­se compleja y abstrusa.Por la cualidad lineal y mono tono que tiene la palabra, es complicado describir y representar lo que en la música se puede hacer con facilidad: armonía, simultaneidad de ritmo, tono y melodía y acceso más directo al mundo de las emociones.Igual sucede con la ves­timenta y la máscara.La impresión de la imagen que el disfrazado causa, la satisfacción de haber bailado, y la comunicación directa entre los que observan y participan de la fiesta no se puede expresar con tanta facilidad en el medio escrito. La función de lo escrito es pues otra: la de ofrecer comentarios, los que acompañan al producto principal, pero nunca lo sustituyen.

Esta colección de nueve ensayos y un trabajo bibliográfico de Ana María Béjar recorre casi to­das las regiones del Perú.Pero falta la selva.Hay un trabajo sobre la persistencia o no de las 1radicio­nes musicales del valle del Mantaro,descripciones de danzas enmascaradas de la región del Cusco, trabajos descriptivos de danzas en Cajamarca, Lambayeque, el Valle del Colea y del ambiente festivo de migrantes ayacuchanos en Lima. Hay mucha diversidad temática y de orientación en los trabajos incluidos.Cada ensayo intenta demoslrar algo nuevo, y así enriquece nuestro entendimiento de lo que se puede hacer con las modernas disci­plinas de la etnomusicología, la anlropología sim­bólica y el análisis culturalista.

El estudio de los cambios y permanencias en 1radiciones musicales es hábilmente encarado por Raúl Romero en el primer ensayo. Me siento más

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Reseñas

autorizado para comentar sobre este artículo por dos razones.La primera es que soy huancaíno . En segundo lugar, por la temática misma. Yo también acabo de concluir un estudio enfocado en el mismo problema.¿Desaparecen o no las variedades tradi­cionales frente a una modernización fuerte e ince­sante? Raúl y yo llegamos a las mismas conclu­siones . Tanto en variedades de papa como en cla­ses y tipos de música la respuesta a la pregunta es mucho más compleja que un sí o un no.Algunas variedades desaparecen, otras se mantienen firmes, mientras que otras están en un proceso de debili­tamiento, y algunas se entremezclan con nuevas tendencias (genes en mi caso, expresiones musi ­cales en el de Raúl), y hay también introducción de nuevas tendencias e instrumentos. Hay música y papas de autoconsumo y música y papas de comercialización.Me parece interesante que la in­vestigación minuciosa y cuidadosa revele -como siempre- que el mlllldo real es mucho más complejo y lleno de sorpresas que el mundo de los supuestos.

Con conclusiones como esas desaparece real­mente el contenido del concepto "tradicional" tal como solíamos definirlo. La tradición de hoy es la innovación de un momento en el pasado. A pesar de que a veces los cultores defienden su "tradi­ción", la población que practica la música y la danza siempre lo hace por razones mucho más in­mediatas y cotidianas que las que entendemos cuando pensamos en cultivar o rescatar una tradi­ción. Estrictamente hablando, es hasta imposible hacer eso porque cada año, al repetirse el evento, éste es diferente al anterior.Los actores e intérpre­tes son otros, las variaciones pueden ser acciden­tales o deliberadas, y las "lecturas" contex­tualizadas de los eventos son diferentes también. Entonces ¿cómo se conserva algo tan elusivo? Continuando con la analogía de la papa y la mú­sica, podemos decir que hay dos sistemas posibles de conservación.Los bancos de germoplasma o los archivos de etnomusicología como los del Institu­to Riva Agüero son métodos "fríos" que congelan las expresiones. El segundo es la conservación in situ, es decir, se alientan actividades para que la propia población encamine las actividades de re­gistro, preservación y mantenimiento de las tradi­ciones culturales, las que podríamos llamar las "calientes" y vivas. Ambas tareas se complemen­tan, pero es necesario llevar a cabo actividades que relacionen al archivo con los cultores en una for­ma orgánica y dinámica, algo que todavía no se logra.

En tal sentido también me dio mucho placer leer el artículo de Zoila Mendoza W alker (paisana mía)

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que describe con un fino sentido social cómo es que en Paucartarnbo y en San Jerónimo del Cusco se introdujo el baile de los enmascarados majeñns, el que una vez dícese haber representado a los nego­ciantes del valle de Majes en Arequipa, para pasar a representar a los hacendados y arrieros, hoy, tomando el disfraz del hacendado,se esconden aquellos segmentos de la pequeña burguesía emergente, principalmente los transportistas.¡Qué interesante es ver cómo persiste la imagen del hacendado! Pero, si yo fuese camionero, quizás también buscaría un disfraz para mejor represen­tarme ante la sociedad.

Y en el mismo sentido de contemporizar lo que es tradición y lo que es innovación me interesó leer las notas etnográficas del contexto social, religio­so y musical de la práctica de la música y danza de los ayacuchanos migrantes en Lima.En su pa­pel de comentarista, Michelle Bigenho es muy aguda en observar las contradicciones que la vida urbana introduce al tratar de salvaguardar tradi­ciones rurales.La apreciación de la música es tam­bién diferente. A los asistentes al evento no les causa mayor molestia escuchar a varios grupos musicales a la vez ya que éstos están compitiendo entre sí. Curiosamente, a pesar de tratarse de concursos formales, nadie declara quiénes son los ganadores para no ofender a los perdedores.

Tom Turino (colega mío en la Universidad de Illinois) estudia las tradiciones musicales y los condicionamientos sociales de la composición, creatividad, y ejecución de conjuntos de música de viento en Conima, Puno. Es un deleite leer este artículo, que creo tiene implicancias filosóficas mucho mayores de lo que allí se describe.Tocar música en Conima es un proyecto colectivo.El conjunto se divide en dos partes, un grupo ira y el otro arca y a cada uno le toca tocar la mitad de la pieza.El ideal es que las mitades coordinen tan bien que logren "ejecutar como uno solo".Pero hay más .. No se puede criticar, hay que evitar la con­frontación entre personas, tanto en el trato cotidia­no como en la ejecución musical. Cito:

... dos músicos depitu llegaron a ejecutar con sus flautas ankuta afinadas una cuarta arriba de las taykas mientras que el grupo estaba usando tres ankutas afinadas una quinta superior ... Sin em­bargo, mientras que todos sabían que había un severo problema de afinamiento ninguno dijo nada al respecto o aparentó notarlo, y estos individuos tocaron con el grupo durante toda la fiesta(p.80).

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La estética social de no criticar rú de imponer­se es más fuerte que la estética de lograr un sorúdo correcto.Las experiencias que relata Turino me parecen sumamente interesantes y valiosas para entender al mundo andino, como por ejemplo en el estudio de los problemas que se plantean en sistemas de conducción colectiva de recursos en las comunidades.

En cuanto al mundo andino, en este libro hay representación de los problemas del choque de dos mundos y las posibles lecturas que permiten las representaciones. Nos debería fascinar que siem­pre podemos encontrar en las representaciones más fervientemente católicas las expresiones de un mundo andino del pasado prehispárúco. Desen­marañar las posibles lecturas occidentales y andinas de la práctica musical y bailable del mundo andino siempre ha sido un tema muy intensamente investigado y está bien representado en los trabajos de Gisela Cánepa, particularmente en su estudio de las danzas de chunchu y palla en Cajamarca. Creo que poco a poco entenderemos con mucha más claridad la intención de "enmascarar" lo que se quiere representar mediante una deliberada repre­sentación de lo que no es. Chunchos, osos, pallas, etc. son íconos detrás del cual se esconden otras intencionalidades y otras representaciones. Dice Gisela Cánepa que "en Cajamarca, las palla funcionan como principios ordenadores, y en esos términos, a nivel de contenido, se encuentra el motivo del retomo del Inca como la regeneración de un nuevo ciclo y del orden". ¿Lo entenderían así los danzantes?

Disfrazarse, bailar, tomar, cantar y ser acom­pañados en actos públicos con músicos son cons­tantes del comportamiento ceremonial del mundo precolonial y colonial andino y también del con­temporáneo. El conjunto de estas actividades constituye un acto ritual católico y no católico a la vez. Es también religioso y secular. A pesar de la gran variedad y diversidad regional e incluso local, si se lee el libro con criterios comparativos, resaltan más bien las constantes. Hay "diablitos", "negritos", "pallas", "osos", "extranjeros" y "chunchos" por todos lados. El estudio detallado de las danzas en Lambayeque escrito por Leonidas Casas Roque, y el de James Vreeland demuestran que danzas representadas y descritas por Martínez Compañón y fotografiadas en 1880 por el alemán Brüning aún se practican con mayor o menor ahínco. Del estudio etnomusicológico de las dan­zas y música del valle del Colea hecho por Manuel Raéz Retamoro aprendemos que el ordenamiento cíclico y temporal de las fiestas, su música y la

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danza conforman un todo organizado en el tiempo y en el espacio en el que se ordena y maneja el mundo del trabajo, del ritual y de las emociones en un todo coherente.

Recuerdo una vez en La Paz cuando comenta­ba con Mauricio Mamani, insigne antropólogo aymara, que la radio católica local empezó a di­fundir las 24 horas música "autóctona" para ganarse adeptos. Como los criterios de la administración de la radio eran occidentales, se insistió en variar la música. Enfurecido, Mauricio me comentó: ¡cómo podían ser tan estúpidos los de la radio, de trasmitir música de cosecha en plena época de siembra! Cuando hablé con el director de la radio.me dijo que la parte más popular de su pro­grama eran los programas de felicitación para familias, personas e incluso ganado de determina­das personas.La insistencia de tocar Jo mismo tres veces una vez para el papá, otra para la mamá y una tercera para la vaquita le parecía raro al director.En este libro aparecen también aspectos de la estética musical diferente a la nuestra.Se puede ver, por ejemplo, a través de las minuciosas descripciones cómo el afán diferenciador de los pobladores im­pone la figura de "temas y variaciones" que tanto se usa en la música, utilizada aquí con criterios sociales. Las diferencias musicales muchas veces son emblemáticas, es decir convencionales para diferenciar a un grupo social de otro.

A nivel individual, participar en la fiesta es la realización de la persona en un momento de su vida. Si hay una ciclicidad anual en las fiestas, la participación de un individuo es vivida linealmente y forma parte de la biografía personal de cada uno ('en la fiesta me enamoré', 'recuerdo cómo bailé hasta caerme el año en que fui disfrazado de khamile', 'cómo me asustaron los diablicos cuando era chico ').Hay un intenso mundo interno al que deberíamos acceder con nuestras tácticas metodológicas.

Una de ellas es la máscara. Es la naturaleza de la máscara tener dos caras, de encubrir, revelar y esconder a la vez. Es el mundo de las ambigüe­dades y del doble sentido.De allí que el segundo trabajo de Gisela C:ínepa sea tan interesante pues, como está lleno de datos etnográficos sobre lo que los informantes dicen.es posible un entendimiento más cabal de los procesos emotivos de indivi­duación, de creación de identidades colectivas y de vivir momentos en los que mediante sustituciones se puedan manifestar mejor las emociones. Como lo dice uno de ellos: "A veces ... al rato de la pro­cesión nos salen las lágrimas pero dentro de la máscara"

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Reseñas

La estética, los criterios mediante los cuales se juzgan los resultados, las trasformaciones psíqui­cas y anímicas de los participantes y los principios ordenadores de esta estética son nuevos temas que pueden ser entendidos mediante una lectura cui­dadosa de tan abundante recopilación de material en este interesante libro.

Finalmente, cabe mencionar el cuidado de la edición.la excelente selección de fotos y el esme­ro con el que están presentados los artículos de este libro.Los editores y la imprenta merecen especial felicitación por haber sacado un producto de alta calidad.

E.M.

ST ASTNY, Francisco. Síntomas medievales en el 'barroco americano' . Documento de Trabajo, nº 63, Serie de Historia del Arte, nº 1. Instituto de Estudios Peruanos. Lima, 1994. 53 pp., 24 ilustra­ciones.

A juicio de un jesuita francés del siglo XVIII, los pintores del Cuzco mostraban un gusto «del todo gótico». Durante los primeros años republi­canos, otro viajero europeo -siguiendo la tradición historiográfica fundada por Vasari- asociaba los lienzos coloniales con «la infancia de la pintura». Por encima del reproche implícito, ambas postu­ras lograron percibir con lucidez la enorme dis­tancia que separaba al arte colonial americano de la producción europea contemporánea. Frente a la múltiple dinámica de los modelos barrocos, se erguían unas escenas religiosas de aire bizarro y hierático, donde proliferaban filacterias, cartelas y sobredorados. Todo ello se relaciona con rasgos formales o convenciones representativas más o menos obvias. Pero hay algo más. Una mirada atenta irá descubriendo todo un repertorio iconográfco distinto, que retoma tradiciones me­dievales y configura decisivamente la especificidad del medio artístico americano.

El ensayo de Francisco Stastny intenta precisar, por primera vez con cierto detalle, cuál es ese repertorio y cuáles sus condicionamientos socia­les e ideológicos. Aclaremos que la inquietud del autor no es nueva. Ya fue esbozada en 1975, al abordar la escuela cuzqueña como un 'reviva!' gótico. Por entonces, Stastny recogía a su vez una línea de interpretación inaugurada por Mariano Picón Salas en 1931. El mérito principal de esta

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última entrega reside en el 'salto conceptual' emprendido por el autor: pasar del análisis formal y estilístico a la lectura iconográfica e interpretativa de sentidos más profundos.

Para ello deberá acudir, paralelamente, al co­nocimiento establecido sobre la sociedad colonial andina. En efecto, se encuentra allí una vertiente historiográfica que podría remontarse a Raúl Po­rras Barrenechea, quien ya se refería a una «edad media peruana». Dentro de una perspectiva social derivada del marxismo, Pablo Macera matiza este concepto al estudiar las haciendas coloniales pe­ruanas. En ellas percibe una dicotomía crucial. Por un lado están los regímenes semi-feudales de ex­plotación y control hacia el interior de las hacien­das; por otro, la inserción «moderna» (capitalista) de la producción resultante hacia el exterior. La tesis no deja de ser sugerente para una interpre­tación sociológica de la cultura colonial en su conjunto. A condición, claro, de no hacer una transposición mecánica y sin matices del esquema.

Así Jo entendió el autor al explorar una dicotomía concurrente. Aquella que enfrenta a la difusión masiva de estampas barrocas -en suma­yoría procedentes de casas editoras flamencas- con la negación de los últimos descubrimientos cien­tíficos que, a Jo largo del siglo XVII, trastocaron las concepciones del mundo, la naturaleza y el arte. No debe olvidarse que la percepción «barroca» del espacio se da en el contexto de la apertura y movilidad del universo implícitas en las teorías de Galileo y Copérnico: un complicado andamiaje conceptual, ausente en América. Por contraste, la ideología precartesiana -excluyente por mucho tiempo en el mundo intelectual de la colonia- per­manece anclada básicamente en el medioevo. El arte local expresaría este evidente desfase. Aun cuando la pintura europea del XVII reutilice temas medievales, el resultado en ambas latitudes no puede ser más diferente.

Sin embargo, el trabajo de Stastny no entra a precisar las motivaciones conscientes o incons­cientes que llevaron a esta situación. No atiende, por ahora, a la problemática de los artistas y sus mecenas. Las imágenes son analizadas fuera de las condiciones concretas en que fueron producidas . Futuras investigaciones deberán prestar atención al papel que desempeñó el mecenazgo eclesiástico y civil en este proceso. Surgen así otras interrogantes: ¿en qué medida este mundo, hecho de arcaísmos peculiares, retrocedió frente a las posturas 'ilus­tradas ' de las élites criollas, desde mediados del siglo XVIII? ¿Cuánto de él sobrevivió al naci­miento de la república?

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En el fondo de su argumentación , asoma una advertencia que ha sido constante en la trayectoria del historiador. Se refiere a los riesgos derivados de un empleo acrítico de conceptos. De ahí que utilice las comillas para referirse al barroco ame­ricano, como antes lo hizo con respecto al soco­rrido concepto de manierismo. Por ello no estamos ante un arte meramente provincial y derivativo, como todavía sostienen algunos historiadores, principalmente europeos. La propia situación colonial, como se ha visto, define la especificidad de las manifestaciones artísticas americanas : constituyen una respuesta creativa a los modelos metropolitanos.

Esto lo evidencia Stastny a lo largo del texto, valiéndose de ejemplos estratégicamente elegidos. Divide su repertorio de imágenes en tres grandes grupos. En el primero, sitúa los temas del Antiguo Testamento (historias de David, Susana, Elías), que, aunque usados en la Europa barroca, alcan­zan en nuestro continente un énfasis y una predominancia peculiares. El segundo rubro se refiere a las composiciones doctrinales ( alegorías morales y símbolos teológicos), relegadas al ámbito de la imagen impresa europea, y en las cuales prevalece la argumentación teórica; su traslado a la pintura, remarcando sus funciones diácticas, les confiere una intensa presencia local. Finalmente, se ha incluido en el grupo tercero un conjunto apreciable de motivos iconográficos de origen medieval que habían desaparecido en Eu­ropa a partir del Renacimiento. Es posible distin­guir allí los temas escatológicos (Apocalipsis, Juicio Final), las concordancias tipológicas entre los Evangelios y el Antiguo Testamento (Profetas), las representaciones «heterodoxas» de la Trinidad y las alegorías doctrinales (Navicella).

Interesa subrayar la diversidad de casos y ejemplos, procedentes del virreinato de México, Perú y Nueva Granada. No es usual semejante apertura dentro de una historia hasta hace poco encerrada en compartimientos estancos. Se apre­cian así los paralelismos, pero también las dife­rencias entre espacios culturales claramente defi­nidos. Deberá convenirse con el autor en que la ausencia de un marco general impide, por el mo­mento, conclusiones definitivas. En efecto: ¿cuál fue el papel preciso de la Iglesia colonial en este proceso de asimilaciones y reinterpretaciones? ¿Acaso las campañas extirpadoras y sus victorias pírricas cedieron paso a una "tolerancia" estraté­gica? ¿Cuánto de sincretismo subyace a las imá­genes propuestas? Todas estas preguntas eviden­cian grandes vacíos en la historia eclesiástica,

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ideológica, literaria y social de la colonia. Pero no deja de ser interesante que el ensayo de Stastny las suscite. Con él se inaugura la serie Historia del Arte, dentro de los Documentos de Trabajo que el Ins­tituto de Estudios Peruanos viene publicando. De mantenerse la iniciativa, sin duda podría contribuir a la consolidación de esta disciplina historiográfica, tradicionalmente rezagada en el ámbito andino.

L.E.W.

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Cuando en 1880 Charles Wiener (Viena,1851-Río de Janeiro,1919) publica en París su libro Perú

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Reseñas

y Bolivia cumple con dar a conocer los resultados de una misión oficial que le había sido encargada por el Ministerio de Instrucción Pública de Fran­cia en 1875. La publicación es el recuento del viaje que realizó por tierras peruanas y bolivianas entre 1876 y 1877. Wienerestuvoen Lima, visitó la costa norte del Perú y parte de la selva amazónica, re­corrió los Andes desde Cajamarca hasta La Paz, y llegó incluso a conocer Tacna y Arequipa. Su interés peruanista había comenzado mucho antes de llegar al Perú. Discípulo de Léonce Angrand, Wiener ya había publicado en 1874 una tesis doc­toral, titulada Essai sur les institutions politiques, réligieuses, économiques et sociales de l' empire des Incas [Ensayo sobre las instituciones políticas, religiosas, económicas y sociales del imperio de los Incas] . Su fascinación por el pasado precolombino lo llevará a realizar numerosas excavaciones, a coleccionar objetos arqueológicos y a levantar planos de un número importante de ruinas hasta entonces casi inexploradas.

Pocos viajeros o científicos del siglo pasado produjeron una obra de tal ambición totalizadora. En este sentido sólo Clements R. Markham, E. W . Middendorf, Alcides d'Orbigny, Antonio Raimondi o Ephraim George Squier pueden ser comparados con Wiener. La obra de muchos de ellos ha merecido ser publicada en español, pero hasta ahora sólo se había traducido fragmen­tariamente la obra de Wiener.1 La presente edi­ción en castellano de Perú y Bolivia es sin duda un aporte fundamental a nuestra bibliografía. La ex­celente traducción del francés hecha por Edgardo Rivera Martínez logra captar con precisión el es­tilo de Wiener, que Núñez ( 1994) ha caracterizado de "enfático y a veces retórico y dogmático, im­propio de una obra científica."

Pero justamente, el carácter científico de la obra de Wiener está matizado por el deseo de llegar a un público más vasto que el reducido número de especialistas franceses de la época. Por ello, ins­cribe su trabajo científico en el contexto del 're­lato de viajes' con que inicia su libro y que abarca

En 1878 D. Pretmertradujo, en El Siglo de Lima (IV­V, ns. 44-58,junio 1878 -agosto 1879) una versión resumida del viaje de Wiener que había aparecido en Le tour du monde ese mismo año (París, ns. 887-888). Manuel Ballesteros Gaibrois (1958) también la reprodujo en su recopilación de viajes por Amé­rica. De Pérou et Bolivie , Porras tradujo un frag­mento para su libro Antología del Cuzco (1961), el cual fue luego incorporado a la antología de Estuardo Núñez, El Perú visto por viajeros (1973).

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más de la mitad de Perú y Bolivia. Siguiendo la pauta de una incipiente división disciplinaria, re­coge los aspectos más especializados de su inves­tigación en la segunda parte del libro donde dedi­ca capítulos separados a la arqueología, la etnografía y la lingüística.

El impresionante número de ilustraciones del libro es un indicio más del interés de Wiener por hacer una publicación con fines comerciales. En la presente versión, que reproduce todas las imáge­nes de la primera edición, se ha hecho un esfuerzo notable por ubicarlas en el lugar que corresponden al texto original. Las ilustraciones, que han sido reducidas en un 5%, han perdido algo de claridad, quizás por la textura del papel sobre el que han sido impresas. Sin desmerecer el esfuerzo que signifi­ca editar una obra de este tipo, hubiera sido valio­so que se intentara una edición anotada, que apuntara los numerosos errores históricos y de atribución en que incurre el autor. En un libro que abarca disciplinas tan variadas como la geografía, la arqueología, la etnografía, y la historia, habrán de seguro muy pocos lectores que conozcan todas estas áreas lo suficiente para poder leer críticamente sus páginas. También se siente la falta de índices topográficos y onomásticos, y de una bibliografía. Las únicas referencias bibliográficas incluidas en el libro las encontramos en las notas al prólogo de Rivera Martínez. Tampoco encontramos por nin­guna parte información sobre el criterio editorial. Por ejemplo, se corrige un error de la edición fran­cesa en la numeración de los capítulos, pero no se advierte al lector de este cambio, ocasionando problemas a quienes buscan información guiándose por el número de los capítulos.

En su texto, Rivera Martínez ubica a Perú y Bolivia en el contexto de la obra mayor de Wiener. Muestra cómo la interpretación que hace sobre la sociedad incaica estaba determinada por sus ten­dencias conservadoras en política. Tanto en su tesis doctoral como en su ensayo "Notice sur le communisme dans l'empire de Incas" ["Noticia sobre el comunismo en el imperio de los Incas"] Wiener equipara el comunismo con el autoritarismo para apoyar sus ideas políticas. Rivera define tam­bién el carácter racista de Wiener, que resalta en su postura durante la guerra con Chile, cuando escribe que "debe buscarse el secreto de las victo­rias chilenas en el vigor de la raza ... " (p. xxx). Como bien lo dice Rivera (p. xxiii-xxiv) sus elo­gios de las culturas precolombinas contrastan con sus apreciaciones racistas de los 'descendientes de los incas' o de las comunidades selváticas. Y si, como apunta Macera, Wiener criticó severamente

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las injusticias sociales y el trato dado a los indios y a los colonos chinos (1976: 152), también explo­tó gratuitamente esa misma mano de obra para poder llevar a cabo su expedición. Rivera cita ex­tensamente del texto que presenta y su resumen del libro resulta demasiado descriptivo y poco analí­tico. No ofrece aportes sustanciales a lo que ya se conocía sobre Wiener o de lo que se desprende de sus escritos, pero tampoco explica el criterio que guía su traducción.

Como Lé.once Angrand, Squier y tantos otros viajeros del XIX, en Wiener se unían la diploma­cia y la exploración, la investigación científica y los intereses de las naciones a las que servían. El apéndice de Pascal Riviale, bajo el equívoco títu­lo de "Charles Wiener, ¿viajero u hombre de los medios?" aporta algunas informaciones inéditas de gran interés que ayudan a reconstruir la carrera de Wiener como hombre público. Desgraciadamen­te, Riviale -quien ya ha escrito sobre temas rela­cionados (1989 y 1991 )- no nos informa sobre sus fuentes ni tampoco aporta una bibliografía. Más que la obra, Rivera y Riviale buscan evaluar la figura de Wiener. Terminan exculpándolo de sus errores, de sus defectos personales o de su afán arribista. Se evalúa así al individuo y no a las prácticas y sistemas de conocimiento que dan sustento a la obra individual. Wiener no es un viajero inocente; forma parte de un ya bien forma­do sistema de conocimientos sobre el Perú, siste­ma que estaba inscrito dentro de un universo mayor de estudios sobre América.

Hace tiempo que Edward Said enfatizó, en su ya clásico libro sobre el orientalismo, la relación estrecha entre conocimiento y poder que determi­na muchos de los grandes discursos académicos. Aún no existe un estudio comparable sobre el surgimiento del americanismo durante la segunda mitad del siglo pasado. Sin embargo, Mary Louise Pratt ha logrado matizar la visión dicotómica establecida por Said para el orientalismo en un reciente y algo discutible libro sobre la literatura de viajes. Pratt analiza el diálogo entre los discur­sos creados por los viajeros y su relación fluida con los conocimientos forjados en las zonas que visi­tan; lo que ella califica como un ejemplo de transculturación. En este sentido, el caso de Wiener es paradigmático: un sinnúmero de personas hablan a través de él. Sus notas a pie de página (reunidas en la presente edición al final de cada capítulo) entablan un fecundo diálogo con escritores anti­guos y contemporáneos suyos. Pero su obra se basa también, de manera directa, en el trabajo de mu­chísimas personas. Además de los especialistas,

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utiliza guías locales y se apoya en la ayuda de innumerables aficionados que le prestan informa­ción, albergue e incluso piezas para su colección. Los viajeros recogen en sus libros los puntos de vista de sus huéspedes, y es en ese diálogo en que se va constituyendo el americanismo.

El viaje es también una forma de coleccionismo (Defert 1982). En el caso de Wiener, esto es lite­ral. Desde tiempos del francés Joseph Dombey en el siglo xvm. no se había visto un caso más es­pectacular de viajero-coleccionista. A las piezas arqueológicas que recoge con avidez agrega un bloque entero que sustrae de un muro cuzqueño (p. 399-400). Las cabezas de dos cadáveres arrojados al río por una comunidad de la selva pasan también a formar parte de su equipaje como "dos especímenes antropológicos, únicos en Europa, de las razas del Alto Ucayali" (pp. 374 y ss.). Incluso se lleva como trofeo, de regreso a Europa, un ejemplar vivo de "la raza": un niño que recoge cerca de Juliaca (p. 403-404). El niño murió en París en 1880. El resto de la colección de Wiener pasó a formar parte del Museo de Etnografía del Trocadero.

Lo que no se puede llevar, lo dibuja o lo foto­grafía. Junto a los objetos, sus álbumes constitu­yen también una forma de coleccionismo. Wiener es uno de los primeros viajeros que hace sus pro­pias fotografías sin la ayuda de un asistente, pero también es uno de los últimos viajeros que tendrá que convertir esas imágenes en grabados. Aunque muchos no están firmados, los grabados llevan los nombres de más de veinte personas. La división del trabajo parece haber seguido las especialidades de los grabadores. Erhard (cuyo nombre incompren­siblemente desaparece en la mayor parte de las ilustraciones de la nueva edición) grabó los planos topográficos, Gilbert los tipos humanos, D. Lancelot y Vignal las vistas. A diferencia de Squier, quien utilizó muchas de las ilustraciones de sus antecesores y varias fotografías que se vendían comercialmente en Lima, Wiener produjo lama­yor parte de las ilustraciones que recogió en su libro.2 Hace falta un estudio más preciso sobre la producción de estas imágenes, y sobre las posibles fuentes iconográficas del autor. Estas ilustraciones constituyen un valioso documento para historia­dores, arqueólogos y antropólogos, pero deben ser

2 En su Essai sur les instituJions politiques ... (1874) Wiener utilizó imágenes tomadas de Angrand (a quien dedica su libro), de Mariano Eduardo de Rivero y de otros autores.

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Reseñas

utilizadas con prudencia. No son documentos transparentes; son interpretaciones hechas por el grabador sobre documentos fotográficos o dibujos que, a su vez, han sido enmarcados y selecciona­dos por la mirada de otra persona. Como ya lo ha advertido Keith McE!roy (1986) en relación con las ilustraciones de la obra de Squier, los cambios introducidos por los grabadores pueden ser signi­ficativos.

Fiel seguidor de la 'leyenda negra', Wiener no logra emitir un solo juicio positivo sobre la colo­nización española. Su propia empresa, sin embar­go, es descrita por el autor como otra conquista, conquista que es coronada con su ascenso al lllimani, al que bautiza con el significativo nom­bre de "pico de París". Wiener, para quien el viaje constituye a su vez la 'conquista' de una geogra­fía (p. 61 ), opta por seguir el itinerario de "los ca­minos seguidos por las diferentes empresas a mano armada de los españoles del siglo XVI" (p. IIl). Su "plan de campaña" estaba destinado a "proporcio­nar las informaciones necesarias para la constitu­ción definitiva de una ciencia naciente: el Americanismo." (p. IV). En este caso, como en tantos otros, es una retórica militar la que define y articula el discurso científico.

La visión panorámica de Pablo Macera sobre los viajeros franceses, junto con los sucesivos aportes documentales de Estuardo Núñez y de Alberto Tauro, han sentado las bases para el estu­dio de los viajeros y expedicionistas del Perú. Las sucesivas traducciones de libros de viaje.junto con las importantes ediciones de los dibujos de Angrand y de Rugendas, ofrecen ya una fuente riquísima para la investigación. Se van poniendo así en manos de los especialistas ediciones difíci­les de conseguir, que ayudarán sin duda a esta­blecer, finalmente, una visión más precisa pero también más cólica del lugar que ocupan estos escritores en la constitución de una nuestra rea­lidad.

N.M.

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