por el camino de la virgen de la roca (libro crÓnicas)

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Por el camino de la Virgen de la Roca: 60 años de práctica religiosa en la localidad de San Cristóbal (Bogotá). En el conjunto de prácticas religiosas comunitarias populares de la ciudad de Bogotá, hay una que sobresale: la conmemoración de la Virgen de la Roca. Esta festividad religiosa se realiza el tercer domingo del mes de agosto desde hace más de 60 años, en el sector de la UPZ San Blas, en lo que se conoce como la reserva El Delirio. Son múltiples las versiones que se entretejen alrededor del surgimiento de la conmemoración, y son estas "memorias en disputa" las que se convierten en el centro de este libro realizado por jóvenes cronistas universitarios, con el apoyo de los participantes de la conmemoración de la Virgen de la Roca, en el año 2014.

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Agradecimientos

A Claudina Plazas, JAC Manila y habitantes de los

barrios Aguas Claras, Laureles, La Cecilia, San

Cristóbal Alto, Gran Colombia y Monteclaro de la

localidad de San Cristóbal, así como a los feligreses y

sacerdote de la Iglesia San Cristóbal. A la comunidad

de la localidad de San Cristóbal. A los estudiantes de

Investigación Social de la Facultad de Comunicación

Social de la Universidad Santo Tomás. A los

compañeros del Proyecto CEIS y del MAD.

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Por el camino de la Virgen de la Roca 60 años de práctica religiosa en la localidad de San Cristóbal

Este documento es producto del trabajo

de recuperación colectiva de la historia,

realizada entre los meses de agosto y

septiembre de 2014, por parte de la

comunidad asistente a la procesión de la

Virgen de la Roca (año 2014), investiga-

dores sociales y educadores del

Proyecto CEIS y del MAD, y estudiantes

de Investigación Social de la Facultad de

Comunicación Social de la USTA.

Participantes

JAC Manila, Proyecto CEIS, Medios al

Derecho – MAD, estudiantes de

Investigación Social de la Facultad de

Comunicación Social USTA, feligreses y

sacerdotes de la Parroquia San Cristóbal

Sur.

Foto portada: Bermúdez, Rojas, Duarte.

Foto contraportada: Julio, Riaño, Duarte,

Garzón.

Edición de textos y co diseñadora

Lina Fernanda Rincón Olaya - USTA

Coordinador proceso de investigación

Andrés Felipe Ortiz Gordillo

Diseño y diagramación

Proyecto CEIS – Medios al Derecho MAD

Edición 2015

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Foto: Jaime Andrés Merchán

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Presentación

El camino de la Virgen de la Roca: memorias e identidades populares en disputa. Andrés Felipe Ortiz Gordillo Coordinador del proceso de investigación

a localidad de San Cristóbal, ubicada en el suroriente de Bogotá, reúne altos índices de marginalización urbana en lo

que refiere a necesidades básicas (alimentación, vivienda, salud, servicios públicos, educación). Al tiempo, ha sido una de las localidades con mayor desarrollo en los procesos organizativos comunitarios. En el conjunto de expresiones ciudadanas que vinculan con mayor fuerza a la comunidad en torno a objetivos comunes, se encuentran las de carácter religioso. Varios ejemplos: en la localidad cuarta se encuentra una de las iglesias católicas que mayor gente convoca en la ciudad: el Santuario del Divino Niño del 20 de julio. Un segundo ejemplo es el primer barrio obrero de la ciudad de Bogotá, Villa Javier, construido hace poco más de 100 años (en 1913) por el jesuita José María Campoamor, un sacerdote que buscaba “frenar la expansión de las ideas

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revolucionarias, buscando no sólo que los ricos cedieran algo de su riqueza, sino que los pobres ahorraran…”, según nos cuenta el profesor Mauricio Archila. Producto de esta relación comunidad – institución religiosa, se han forjado una serie de prácticas socio culturales muy arraigadas en las gentes de las lomas del suroriente bogotano, tales como: “la celebración de los Reyes Magos y el Corpus Christi en Villa Javier (que en los años cincuenta fue asumida por la Parroquia de Egipto); la del Divino Niño en el 20 de Julio, que con el tiempo pasó a ser nacional e incluso internacional (últimos 20 años) y la conmemoración a San Cristóbal en el barrio de su mismo nombre”, tal y como se señala en el Diagnóstico Local de Arte, Cultura y Patrimonio de San Cristóbal del 2011. En este conjunto de prácticas resalta, por varios motivos, una: la conmemoración de la

Virgen de la Roca. Esta conmemoración se realiza el tercer domingo del mes de agosto desde hace más de 60 años (algún feligrés dice que son 54 años, aunque la mayoría de las versiones coinciden en 61), en el sector de la UPZ San Blas, en lo que se conoce como la reserva El Delirio ubicada en un predio que hoy es propiedad de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá. Son múltiples las versiones que se entretejen alrededor del surgimiento de la conmemoración ya que, como señala el profesor Alfonso Torres (1999): “al igual que la ciudad física, la ciudad cultural de Bogotá es una colcha de retazos tejida conflictivamente. (…) Si bien es cierto que la identidad colectiva constituye una dimensión subjetiva de los actores sociales y de la acción colectiva, para su existencia requiere de una base real compartida (una experiencia histórica y una base territorial común, unas condiciones de

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vida similares, una pertenencia a redes sociales); el compartir estos condicionamientos objetivos, permite la existencia de unas marcas o rasgos distintivos que definen de algún modo la unidad “real” reconocida por el colectivo como propia y que inciden en su propia práctica; por ello, la identidad es a la vez condicionada y condicionadora de la práctica social.” Dentro de las versiones recolectadas, en perspectiva de la memoria que los pobladores de estas lomas del suroriente han venido guardando a través de los años, encontramos la de la señora Cecilia Sánchez, quien cuenta que “un hombre llamado Cristóbal, que era obrero, un día cumpliendo con sus labores sufrió una fractura, producto de una caída, la cual le quitó la posibilidad de movilizarse por sí mismo; la angustia se apoderó del hombre al ver que su cuerpo no le respondía y que estaba solo, nadie lo podía socorrer; entonces

recurrió a su fe, pidiéndole a la virgen que lo ayudara y, como un milagro, el señor Cristóbal pudo caminar, según ella por la intervención divina de la virgen…” Por su parte, un grupo de asistentes a la procesión de la Virgen de la Roca del 2014 recordaron para nosotros que: “en la loma del barrio San Blas, la empresa de energía realizaba obras para la instalación de cables eléctricos los cuales proveerían de energía al barrio; uno de los trabajadores de la empresa, llamado Cristóbal Bonilla, realizaba sus labores en la parte más alta de la montaña, en un poste, cuando de repente sintió que se caía. Él respondió enseguida con una oración a la Virgen y despertó ileso y tranquilo sentado sobre una piedra. Desde entonces el señor Bonilla convocó a la comunidad, cada año, el domingo antes de la asunción de la virgen, para que se realizara la peregrinación como forma de agradecimiento.”

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Judit, una vecina del sector, nos contó que la historia de la celebración de la Virgen de la Roca se remonta a unos 61 años, cuando “un señor estaba haciendo las instalaciones para hacer las cuestiones de la luz, estaba en lo más alto de un poste cuando de pronto se cayó y quedó totalmente herido, sin conocimiento ni nada.” Cuando el trabajador recobró la conciencia le hizo una promesa a la Virgen: cada año mandaría a realizar una misa para esa fecha. Las memorias del acontecimiento varían, en algunos casos, de personaje. Mientras unos dicen que el obrero accidentado se llamaba Cristóbal Bonilla, otros señalan que se llamaba Gustavo y otros que Jorge Díaz. “Luego de lo ocurrido, Jorge empezó a realizar procesiones cada 18 de agosto (fecha en la que ocurrió el milagro), desde la parroquia de San Cristóbal sur hasta la Roca, donde se

encuentra una capilla en la cual hay una virgen. Al morir Jorge Díaz (el fundador de la peregrinación), le encarga al esposo de doña Rosa Erminda Morales (actual organizadora) continuar con esta tradición en agradecimiento a la Virgen…” En este ejercicio de reconstrucción colectiva de la historia no se trata de establecer la “verdad” de las versiones. De lo que se trata es de ubicar elementos comunes para identificar los procesos de configuración de las memorias populares en relación con sus prácticas colectivas. Así, en las diferentes versiones encontramos los siguientes nexos: el primero es que el accidentado es un obrero, un personaje popular que responde a la condición sociocultural y económica de los habitantes del sector. En segundo lugar, los testimonios concuerdan en que el obrero se encontraba trabajando, es decir, en ejercicio de su fuerza de trabajo, que es la única

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propiedad real de quien ha sido excluido de los llamados beneficios del desarrollo moderno. En tercer lugar encontramos el milagro, un evento al que se le atribuye la intervención divina y que “en tanto signo de Dios, se vuelve una herramienta clave para la construcción y consolidación de cultos cristianos, sumamente funcionales a los intereses de la Iglesia…” (Costilla, 2010). A continuación se establece el rito conmemorativo en agradecimiento y pago por los favores recibidos, rito al que se convoca la comunidad que se suma en la legitimación del acontecimiento como símbolo característico de la colectividad. Con el tiempo, la historia tomó fuerza en la memoria y en las voces de la comunidad, dando inicio a una serie de actividades que hoy se concretan en la festividad de la Virgen de la Roca, que se realiza hacia mediados del mes de agosto, en actividades organizadas por

la Parroquia de San Cristóbal Sur y otros actores sociales y comunitarios que, en torno a lo religioso, han construido espacios sociales para la escenificación de las formas de ser, del pensar y del sentir de los pobladores del Sur bogotano. Una cuestión que llama la atención es la poca información que sobre esta festividad comunitaria existe en la esfera de los medios, de las instituciones y de la academia. Difícil es encontrar información sobre las memorias que se han construido por lo pobladores barriales en torno a este territorio, todavía “rural”, de la ciudad, por lo que consideramos necesario aportar en el proceso de recuperación de estas historias que hacen parte del patrimonio cultural y comunitario de Bogotá. Nuestros aportes se concretan, entonces, en esta publicación que hoy compartimos, la cual es producto de un proceso de inmersión investigativa colectiva.

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Por la vía del acompañamiento investigativo y a partir de la implementación de metodologías populares como la Recuperación colectiva de la historia barrial, se propuso aportar en estos procesos que hacen parte de la expresión patrimonial de las comunidades del Suroriente, entendiendo que: “la historia y la memoria social han sido y siguen siendo un campo de lucha entre quienes detentan y se disputan el dominio y orientación de la sociedad. Desde los sectores hegemónicos, se construyen versiones del pasado coherentes para la legitimación y perpetuación de su dominación y sus proyectos; a su vez las fuerzas políticas y sociales que se les oponen, que les disputan el poder o buscan generar alternativas, también procuran producir lecturas del pasado acordes con sus luchas, proyectos y utopías”, según ha dicho el profesor Alfonso Torres.

En este proceso vienen desarrollando algunas acciones las gentes de los barrios Aguas Claras, Laureles, La Cecilia, San Cristóbal Alto, Gran Colombia, Monteclaro y, sobre todo, Manila, en especial con la señora Claudina Plazas, con quien se trabajó mancomunadamente y de quien se tuvo un acompañamiento permanente, por ser ella habitante y líder del territorio. Este fue, entonces, un proyecto conjunto liderado por las comunidades y con el acompañamiento de jóvenes investigadores sociales, quienes asumieron apoyar los procesos de intervención e investigación social en la zona.

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Referencias bibliográficas Costilla, Juan. (2010) El milagro en la construcción del

culto a Nuestra Señora de Copacabana. En: Estudios Atacameños. Arqueología y Antropo-logía Surandinas. Nº 39. Pp. 35 – 56.

Torres Carrillo, Alfonso. (1999) Barrios populares e identidades colectivas. Serie Ciudad y Hábitat, No. 6. Bogotá.

Villamizar, Leonardo. (2011) Diagnóstico Local de Arte, Cultura y Patrimonio de San Cristóbal. Bogotá: SCRD.

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Conmemoración de la Virgen de la Roca Julieth Carolina Bohórquez López, Leslie Vanessa Delgado Morales, Héctor Daniel Espinosa Forero, Angie Tatiana Goyeneche Montenegro Estudiantes Comunicación Social Universidad Santo Tomás

l Delirio es el nombre de la reserva forestal administrada por el Acueducto de Bogotá, en la que se lleva a cabo,

hacia mediados de agosto, la conmemoración a la Virgen de la Roca. Mery, líder del sector, cuenta que este evento, al que asiste un gran número de habitantes de la localidad de San Cristóbal, se celebra desde hace sesenta y un años, como consecuencia de la aparición que la virgen realizó frente a Gustavo, un ex trabajador de la reserva que al encontrarse caminando resbaló y cayó de una colina, pero que al envolverse entre rezos y súplicas, resultó ileso. Desde ese momento, prometió a la virgen conmemorar dicho suceso cada año con una caminata y una ofrenda de oración en comunidad, tradición que aún se mantiene. Con el paso de los años, se decidió que el camino se emprendiera desde la Parroquia de San Cristóbal, diagonal al Hospital San Blas,

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continuando con un largo trayecto en subida por toda la calle 11 sur y con algunos desvíos, para resultar en la entrada a la reserva forestal y desde allí caminar durante una media hora entre los cerros hasta llegar al punto final de encuentro: la colina de la que Gustavo cayó en los brazos de la virgen. El ascenso puede parecer largo y algo tedioso, expresó Mery. Sin embargo, para algunas familias el realizarse reafirma la fe y creencia, que desde mucho tiempo se inculca en los hogares. Este año, debido a que el día 15 de agosto fue viernes, se realizó el domingo 17 de dicha semana. Domingo 17 de agosto, 2014: experiencia “En los cincuenta años que llevo asistiendo, nunca había llovido de esta manera, sólo pequeñas lloviznas, pero realmente no

interesa porque es agua bendita que cae del cielo”, pronunció Orlando Serrano, uno de los seguidores de la conmemoración a la Virgen de la Roca, mientras caían por sus mejillas gotas de lluvia. Haciendo el recorrido acostumbrado desde hace cincuenta años, la peregrinación se hizo amena con los cánticos religiosos que no tardaron en aparecer e inclusive fue posible sentir el fervor y la emoción con que los pobladores coreaban: “Señor creo en ti, aumenta mi fe y llena de abundancia mi sendero”. Y es que cuando se canta con devoción lo que menos interesa es tener una voz afinada, sino interiorizar en lo más profundo del corazón el sentido de la oración. Al comienzo lo que parecía una pequeña llovizna se convirtió en una gran oleada de lluvia que caía sobre toda la peregrinación, invadiendo el aire y ocultando los rayos de sol

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que se asomaban por las laderas de las montañas. A pesar del clima, entre alabanzas se inundó el ambiente de un calor abrazador como si el manto de Dios se posara sobre todos los caminantes. “Llueva, truene o relampaguee, yo todos los años vengo a la procesión, es importante agradecerle a Dios por los favores recibidos”, pronunciaba suavemente Mery. Llegamos a las laderas del Río Fucha. Rosa, una mujer de 25 años, seguidora de la conmemoración, con entusiasmo nos invitó a verlo: “Vengan, vengan, miren el río, a pesar de estar contaminado en el nacimiento su agua es clara”. Nos generó curiosidad, así que nos acercamos y lanzamos la mirada al río, su color era café, pues la lluvia y la tierra ya se habían condensado. “Cuidado se caen, nos dijo Rosa, quien desde ese momento se había convertido en nuestra guía: “Yo un día me caí, fue doloroso, pero eso sí quién me manda”,

recordaba entre risas: “por eso está la cerca, pero no es muy seguro, como ven esa madera ya está gastada”. Seguimos caminando; delante de nosotros se encontraban doña Rosa, Mery y dos muchachos sosteniendo la estatua de la virgen que llevaron durante casi todo el camino. Ofrecimos nuestra ayuda para cargar la estatua. Los pasos mal dados nos jugaron una mala pasada pues nos embarramos los zapatos y en ocasiones nos daba la impresión de que en cualquier momento caeríamos por el suelo con la Virgen. Sin embargo, mantuvimos firmemente aquella estatuilla sublime, ícono implacable de la devoción mariana de los pobladores de San Cristóbal. Llegamos al lugar de encuentro y el viento hacía que las ramas de los árboles nos golpearan en la cara; el frío se apoderó de nuestros cuerpos cuando los cánticos cesaron.

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Posamos la estatua de la virgen en una pequeña capilla. Las parroquias de los barrios Aguas Claras, Gran Colombia, La Cecilia, La Roca, se reunieron allí, junto con sus feligreses, para hacer de la palabra de Dios una palabra de aliento para toda la comunidad. Era posible percibir en el aire devoción y regocijo. Con respeto y admiración, observamos la forma en que algunos de los asistentes se arrodillaban y elevaban sus manos al cielo, una práctica bastante arraigada. Escuchaban al sacerdote con sumo cuidado, cada palabra era sagrada, cada gesto era bendito. En aquel ritual, llegó el momento de “la paz”, en el que todos olvidamos nuestros conflictos y estiramos la mano para ser uno solo con la persona que estaba al lado, muchas de las personas no se conocían pero esto no fue

impedimento para compartir dicha celebración. Fue allí que conocimos a Ernesto Carreño, un hombre de 45 años, que comenzó a asistir desde hace 5 años: “Esto es una oportunidad para que las personas y las familias se unan. Digamos, mi familia procura nunca perderse esta celebración, pero es que con este clima es muy verraco, mi mamá está enferma y decidí venir solo”. El sacerdote dio la bendición, la cual era constancia de que sería una buena semana para el barrio y para los habitantes de este. El almuerzo fue una excusa para hablar con Ernesto, quien era tímido pero que tenía muchas cosas por compartirnos. Comentó que cada año muchos comerciantes salen por las cercanías de la reserva forestal El Delirio para ofrecer los platos típicos que deleitan a cualquier residente y visitante: “Cada año

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ellos salen a vender lechona, tamal, chorizo, arepa... Y no hay nada más delicioso que un buen chorizo después de la Misa”, dice con entusiasmo. Después de terminada la Eucaristía seguimos nuestro camino con la compañía de Ernesto, quien nos hablaba de la tradición; le preguntamos que si no traía a sus hijos, a lo que respondió con algo de humor: “yo no tengo hijos, ya me quedé solterón”. Mientras hablábamos con él la lluvia no cesaba y el frío seguía penetrando nuestra piel; cuando de repente sentimos vientos huracanados, que se venían con fuerza contra nosotros, los gritos de la población estremecieron, era un viento que ahogaba, y entre los murmullos se escuchaba: “El cielo Santo nos está despidiendo”. Luego de aquel momento Ernesto se despidió, realmente no supimos si en realidad se comió el chorizo que nos comentó.

Seguimos bajando y mientras nos resbalamos con el barro, ya no nos relacionábamos con la población sino con el territorio, las fachadas de las casas, los perros que nos miraban con algo de recelo y desconfianza; interactuamos con aquello que no hablaba pero que comunicaba problemáticas y desconciertos. Antes de pasar por el barrio Gran Colombia, hay un trecho de casas que no cuenta con los servicios públicos básicos, pues son espacios improvisados para la supervivencia humana: “Estas casas no tienen acueducto, tampoco servicio sanitario, es por eso que el río se contamina”, nos dijo doña Claudina antes de separarnos. Parte del río se veía en ese lugar así que volteamos a mirar, en el paisaje se divisaban casas de madera y lata, casas improvisadas, “la gente qué más puede hacer si a veces no hay para dónde coger, por eso es que muchos aprovechan para unirse a esta celebración”, dijo una joven nos acompañaba.

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La conmemoración a la Virgen de la Roca sin duda es un evento que une a la comunidad, permea las diferencias y rescata una tradición que atrae a los habitantes con fe, alegría y esperanza. La situación de vida de algunos es precaria, de otros es muy buena, otros velan por ayudar a la comunidad. Sin embargo, no es posible olvidar el rostro de una congregación que sin importar el estrato, el dinero y pertenencias que posea, se reúnen para oficiar este evento tan anhelado que ocurre una vez, el segundo domingo de agosto, de cada año.

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Foto: Salazar_Lozano_Muñoz_Ramírez

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De caminos Y fidelidad Álvaro Agudelo, Shannon Briton, Vanesa Díaz, Wilmer Mejía Estudiantes Comunicación Social Universidad Santo Tomás

ra domingo 17 de agosto de 2014, nueve de la mañana. Mientras más de la mitad de habitantes de la ciudad descansaban

impávidos ante un día feriado, un grupo de estudiantes de comunicación social se preparaban para asistir a la consagración de la Virgen de la Roca, tradicional caminata que se realiza durante esta fecha desde hace 61 años, en la localidad de San Cristóbal, ubicada en el sur oriente de la capital de la república. Era esta la oportunidad para ahondar en una tradición cultural del estigmatizado sur de Bogotá. La partida La parroquia San Cristóbal Sur era el punto de encuentro con la persona que extendió la invitación, tanto a los estudiantes como a las personas allegadas al evento, el profesor Andrés Felipe Ortiz. Una vez allí. siendo las diez de la mañana, comenzó el recorrido, el

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ascenso a la reserva forestal del acueducto de Bogotá. Al frente de la procesión iba el sacerdote con un megáfono, pronunciando palabras que los feligreses repetían. Algunas personas llevaban las banderas de Colombia y la de la Virgen (color azul cielo y blanco, que representan la santidad de la virgen); estas dos insignias que encabezaban la larga fila de fieles que acompañaban la procesión. El clima se tornaba adverso al desarrollo de la procesión, pues luego de llevar aproximadamente unos veinte minutos de caminata, una intensa lluvia se hizo presente en el lugar, las familias extendían sus abrigos y paraguas para que todos estuvieran cubiertos; a algunos ya mojados no les importaba el clima, lo relevante era continuar. Más adelante la procesión se paralizó debido un problema con el altoparlante que difundía las oraciones del sacerdote, el sonido nunca funcionó de la mejor manera, la comunidad no

cuenta con un sonido de buena calidad, pues los recursos no dan para tanto; el sonido se limitaba a un carrito de supermercado que cargaba una batería de carro a la cual iba conectado el megáfono por el que hablaba el cura, se podía ver que el sonido ya tenía muchos años de uso pues era muy poco lo que se entendía. Una vez solucionado el inconveniente se continuó con la caminata por el casco urbano de San Cristóbal. Se subieron unas cuantas cuadras hasta la carrera 10b este. En medio de la lluvia y de un vallenato de Rafael Orozco de fondo, se sumaba más gente a la caminata: jóvenes, adultos y niños con convicciones religiosas, deportivas o simplemente por acompañar a un amigo o familiar. Era importante saber cuál era el significado de esta peregrinación, por eso nos acercamos a la señora Miriam Cárdenas y su hermano,

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quienes son habitantes del sector y devotos feligreses, para que nos hablaran sobre el significado del Virgen de la Roca y sobre el por qué se realiza dicha procesión cada año. Rodolfo: el delirio es una finca y ahí se

apareció la virgen…

Miriam: sabe qué es lo que pasa, ahora en los colegios no dan las clases que le daban a uno, la religión y eso, entonces se ha perdido eso en la juventud más que todo, pero vino mucha gente, aún existe la fe.

El camino y sus detalles Un poco más adelante hacia las colinas solo se veía un hermoso paisaje verde y montañoso, un paisaje poco acostumbrado a los ojos de los capitalinos, pues la urbanización amenaza los cerros de nuestra ciudad. En los últimos metros de casco urbano del sur oriente de la ciudad un olor a pollo asado seduce a los

caminantes (así como los curiosos de las casas, las tiendas y las calles vecinas a la peregrinación), seguramente ese día hicieron el mejor pollo, asearon las fachadas o exhibieron lo mejor para satisfacer a todas las personas de la peregrinación. Dos cuadras adelante, más personas con sus respectivas mascotas se unían a la causa; los perros, empapados al igual que el resto, salían del casco urbano y al fondo de una vía sin pavimento se alcanzaba a ver la entrada de la reserva forestal. Antes de la entrada a la reserva había una cuadra sin pavimento donde viven más o menos 10 familias, las cuales aprovechan ese día para ´ganarse una platica` vendiendo desde obleas y huevo frito, hasta picadas de carne y pelanga. Gritos promocionando los productos, piropos y chistes cuentan las personas que como público ven pasar la procesión. Las familias que venden cada año

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comida se ayudan entre ellos, como lo dejan ver estos testimonios: “Así como yo necesito, ellas necesitan y por eso nos apoyamos (…) la idea es colaborarnos entre todos”. En ese momento iba pasando el padre y la señora gritó: “padre le tenemos tintico caliente”, mientras las personas de la procesión cantaban: “alabaré a mi señor”. Después de entrar a la reserva, de fondo, los sonidos de un rezo muy suave acompañaban las caras mojadas de los que admiraban el lugar. Se caminó por aproximadamente cuarenta minutos por entre un bosque admirable de árboles enormes, un río con un caudal importante, pero sobre todo con la ilusión de llegar a conocer el destino planeado, la Virgen de la Roca. Una vez en la ´meta` de la larga caminata, un altar improvisado en un altillo de la montaña, adornado con flores y un mantel blanco, fue el

sitio en donde el padre ofreció a los feligreses la misa. El sacerdote inició la celebración mientras algunos tomaban cerveza (es algo que no se ve todos los días); mientras tanto, otros asistentes cerraban sus ojos y se concentraban en lo alto de la montaña. Al final muchos solo esperaban que finalizara la ceremonia, pues el ascenso fue pesado y siempre estuvo marcado por la lluvia y el barro, esto se podía ver reflejado en sus caras que mostraban el cansancio luego de la caminata, y en su ropa manchada de barro y mojada. También deseaban bajar para resguardarse de una vez por todas de la lluvia, y poder comer algo, pues el hambre empezó a ser protagonista al final de la jornada. La ceremonia se extendió por más de una hora, debido a que bajo la lluvia y en conmemoración a la Virgen de la Roca, una pareja decidió renovar su unión matrimonial; muchos aplausos, sonrisas y abrazos se dieron lugar en esa montaña.

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A pesar de los detalles, los contratiempos, el clima y el largo tiempo que tomó cada etapa del recorrido, un año más se logró cumplir el objetivo con la celebración de la virgen, pues para los habitantes de la localidad de San Cristóbal ella siempre será su protectora y más allá de los caminos, la fidelidad siempre será lo importante.

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Devoción a la Virgen de la Roca Juliana Cancino, Jennifer Larrota, Paola Gomez, Karen Bello Estudiantes Comunicación Social Universidad Santo Tomás

n el Barrio San Cristóbal sur de la ciudad de Bogotá, se realiza una conmemoración religiosa a la Virgen de

la Roca. Los asistentes y fieles seguidores de esta tradición se dan cita a mediados de agosto de cada año, en una conmemoración que se llevó a cabo el día 17 de agosto de 2014 en la parroquia ‘San Cristóbal’. El día inicia a las 9 de la mañana llevándose a cabo una eucaristía, con cantos y alabanzas de la religión católica. Al finalizar dicho encuentro, los asistentes se reúnen en la plazoleta de la parroquia junto al padre y a una figura hecha en yeso de la Virgen de la Roca, para poder iniciar con la caminata, característica importante de la tradicional conmemoración en este día. El padre de la parroquia, acompañado de un micrófono y un gran par de altoparlantes, inicia la caminata orando e invitando a las personas a caminar con paciencia y devoción.

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La caminata comienza con un grupo pequeño, pero en el trayecto, poco a poco, se va uniendo cada vez más gente, hasta que se transforma en un gran grupo de seguidores que se disponen a caminar por las vías principales de este sector del suroriente bogotano. El terreno inicialmente es en pavimento, calles amplias y un poco empinadas, esto y el clima que se presenta en el día de esta celebración parece no importarles mucho a los seguidores de la Virgen de la Roca, ya que caminan entre este grupo personas de la tercera edad, niños y niñas, pequeños y de brazos, todos impulsados por la fe en este ritual. Hacer la procesión de la Virgen de la Roca para la comunidad de la localidad de San Cristóbal no solo es una cuestión religiosa; en esta caminata que reúne a personas de distintas edades y con ánimos de llegar hasta

su meta, se descubren un sin número de razones por las cuales es tan llamativa y esperada esta actividad. En este proceso se recorren y recuerdan los espacios que la comunidad tiene para reflexionar sobre su historia, haciendo participes a los niños y jóvenes, esto como un legado de tradición que pueda continuar de generación en generación. Es impresionante la fraternidad que hay en esta comunidad y la amabilidad que se ven cada uno de los habitantes. Un simple saludo, un abrazo y las historias que tienen por contarse entre ellos, es un momento de encuentro, para algunos espiritual, para otros de compartir y de recordar su lugar, su sitio, su espacio y el de todos. El trayecto se pone cada vez más denso, la respiración se agota, la lluvia se pone en contra de la procesión pero eso no es

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problema, con un pare en el camino se toma aire para continuar el recorrido. Estos altos en el camino son necesarios, ya que se da el espacio para que entre los pares de la comunidad se den ánimo y apoyo, como fue el caso de dos señoras que en medio de la angustia de llegar rápido a la Roca y que parara de llover, le dice una a la otra: “¡Uy, como esta de lavada!”. Con un tono de angustia: “sí, mija, es que con ese modo de llover. Pero todo sea por amor a Dios”. Responde su compañera con resignación: “sí, eso ahorita nos manda el solecito”. Así se consuelan entre ellas y con esta conversación ratifican su amor por Dios y por la virgen que tanto las ha protegido. La procesión dura varias horas, sin embargo el tiempo pasa rápido y se hace amena la caminata, ya que muchos de los asistentes van orando junto al padre y a las cuatro personas que transportan la figura de la virgen; otros

van recordando la historia que dio inicio a esta fiesta religiosa: según el señor Francisco González, feligrés de la parroquia de San Cristóbal desde hace dos años aproximadamente, la procesión a la Virgen de la Roca nace por un milagro que ocurrió en la zona forestal ubicada en la montaña, arriba del barrio San Cristóbal, cuando un trabajador del acueducto resbaló de la copa de un árbol y quedó colgando de una de sus ramas. Este evento fue tan sorprendente e inexplicable, que el mismo trabajador prometió hacer esta procesión todos los años, ya que la virgen le había salvado la vida. De esta manera, sin importar las condiciones climáticas o las dificultades que presenten los lugares por los que pasa la procesión, llegan a una reserva que es declarada como espacio natural, y fijada como el segundo punto de encuentro. Rodeados de pinos, y otros árboles que conforman un gran bosque junto a un

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camino largo y rocoso, el padre sube a un pequeño templo, ya organizado con anterioridad, para poder dar inicio a la segunda eucaristía en nombre de la Virgen de la Roca. Eucaristía en la que sin importar su sitio y condición climática, anima algunas parejas que habitan en el barrio San Cristóbal, las cuales deciden renovar sus votos matrimoniales en medio del paisaje y el aire puro que se recibe en el bosque y con el sonido del correr de las aguas del río Fucha. Una eucaristía llena de fe y que a muchos de sus feligreses les ha cumplido algunos milagros en sus vidas, haciendo como sacrificio esta gran procesión donde es más grande la devoción que las dificultades climáticas o físicas de alguna persona. Al finalizar la eucaristía y el homenaje a la Virgen de la Roca, todos los fieles de la

procesión se devuelven a tomar de nuevo el largo recorrido rocoso y en medio de la lluvia. Al pasar de las horas y dejar el paisaje natural atrás, vuelven a caminar de nuevo en el pavimento, llegando al barrio de Aguas Claras, aledaño al barrio San Cristóbal, donde hay mucha variedad de comida como las picadas de morcilla, puestos de obleas y empanadas, donde los feligreses llegan a degustar su paladar después del largo recorrido que tuvieron que realizar. En este mismo sector de Aguas Claras, donde la gente es muy hospitalaria a pesar de las condiciones humildes en las que muchos viven, se esmeran por tener una atención con los visitantes que son nuevos en la procesión de la Virgen de la Roca, brindando un suculento y delicioso sancocho, preparado con toda la dedicación, con la expectativa de que el que lo pruebe, se lleve el sabor del más rico sancocho que haya podido probar. Para

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degustar este plato se baja caminando por las calles del barrio Manila, muchas de ellas sin pavimentar, pero donde la vista hacia el río Fucha es envidiable y hace olvidar las dificultades del terreno generadas por la lluvia. Luego de unos 15 minutos aproximadamente de caminata por el barrio Manila, se encuentra en una pequeña casa, el salón comunal de este sector, un garaje amplio, donde sus habitantes discuten todas las problemáticas del barrio en aquel lugar. Allí se ofreció un suculento plato de sancocho acompañado de una limonada de panela, la cual les devolvía los colores al rostro a las personas que subieron durante varias horas hasta la Virgen de la Roca.

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El delirio de la Virgen de la Roca Brenda Bermúdez Pulido, Esteffanía Duarte Díaz y Andrea Rojas Clavijo Estudiantes Comunicación Social Universidad Santo Tomás

a localidad cuarta de Bogotá, San Cristóbal, está ubicada en el suroriente de la ciudad y su extensión abarca parte

de los cerros orientales de la cuidad. Tiene una principal fuente hídrica: el nacimiento del Río Fucha, el cual después de dos kilómetros se encuentra contaminado, puesto que es utilizado como alcantarillado y receptor de desechos industriales y domésticos. En la Parroquia San Cristóbal, localizada a una cuadra del Hospital San Blas, desde

hace 61 años se realiza la peregrinación de la Virgen de la Roca. La comunidad de los barrios aledaños como San Blas, Aguas Claras, Bella Vista, Vitelma, Manila, Miraflores, entre otros, se congregan en esta celebración de misa campal en el Santuario de La Roca que se celebra cada año, el tercer domingo del mes de agosto.

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El domingo 17 el punto de encuentro fue en la Parroquia de San Cristóbal a las 9 am, alrededor de las 9.30 am llegaron las promotoras de la procesión, Doña Rosa Herminda Morales y su hija, con una pequeña estatua representativa de la Virgen de la Roca. Se alcanzaron a congregar más de 100 personas entre adultos, jóvenes, ancianos y niños. Luis Alfredo Prieto, encargado de llevar la bandera y asistente de la procesión, afirma: “Desde hace muchos años estoy viniendo… la gente que viene es de la localidad o del barrio, o hay muchos que vienen de otras partes, que ya los conocemos”. La procesión inicio a las 10 am partiendo desde la parroquia y siendo encabezada por Doña Rosa y su hija, seguidas por el Padre, los devotos de la virgen y algunos estudiantes que desarrollaban una investigación.

Durante el recorrido hablamos con diferentes devotos y nos comentaron sus experiencias y el motivo de su asistencia: “Porque nos nace venir, por devoción que uno tiene, porque somos católicos, hacemos parte de la iglesia y asistimos a todas las actividades, como las peregrinaciones, como quien dice venimos a caminar y así”, nos cuenta Amanda Díaz. Por otra parte Emilina Carranza nos dice: “Asistimos todos los años a la peregrinación, como costumbre, así como asistir a Monserrate”. Miriam Díaz, en cambio, destaca la labor de la Iglesia: “Asistir a la procesión de la Virgen de la Roca es una costumbre, para la iglesia es una devoción que el Padre hace, hacen mucha propaganda para que las personas asistan”. Además de hablarnos de las razones por las cuales asisten, también nos comentaron sus experiencias personales, Rodolfo Puentes nos cuenta: “Me perece bonita esta experiencia

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porque uno camina, hace ejercicio, ve mucha gente y vamos rezando y cantando por el camino; gracias a Dios no ha llovido y el clima no está tan lluvioso ni nada, porque allá hace mucho frío, pero es muy bonito, allá tienen la virgencita”. Al hablar con la comunidad nos percatamos que muchos de ellos tienen diferentes historias que contar sobre el origen de la procesión de la “Virgen de la Roca” y de la ermita que se encuentra dentro de la reserva natural “El Delirio”, donde se celebra la eucaristía. Doña Rosa dice: “Es un sitio que se llama Delirio de la Roca; la historia cuenta que allá arriba un señor estaba arreglando los ductos del acueducto y se cayó e invocó a la virgen, si y él estuvo muy enfermito y a raíz de eso él dijo que se le hiciera una gruta al a virgen, entonces inicialmente hicieron una gruta allá en la montaña, a la orilla de la carretera, luego se hizo la ermita que van a

ver hoy, la procesión lleva 54 años y la capilla 30 y algo de años.” Uno de los asistentes y encargado de llevar la bandera de la Virgen, el señor Jorge Díaz,

expresa: “Hace más o menos unos 60 años se

hizo esa ermita de allá, la hizo un señor, que tuvo un accidente allá, y en el momento que él tuvo el accidente, el invoco la virgen, desde ese momento creo que él hizo esa petición de poder hacer… esa ermita y de ahí en adelante se viene realizando esta procesión… yo creo que se lleva desde hace unos 61 años esta procesión”. Miembro de la Pastoral Social de la Iglesia de San Cristóbal, Beatriz Suárez relata desde otro punto lo que es para ella esta procesión: “Esta procesión se realiza porque mañana es la fiesta de la Asunción, festejamos la fiesta de la asunción de la virgen… se hace en conmemoración a ella.”

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Después de dos horas de recorrido se fueron sumando más personas a la procesión y a pesar de que llovía fuertemente, la gente nos acompañaba, demostrando así que la devoción, al tiempo que mueve montañas, logra unir a una comunidad religiosa.

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Aún no se ha perdido la fe, sigue en pie la esperanza Maribel Gutiérrez Ramírez, Camila Restrepo Puerto, Daniela Pereira Jiménez, Liliana Moreno Salgado Estudiantes Comunicación Social Universidad Santo Tomás

olombia es considerado el país del Sagrado Corazón de Jesús, un territorio mayoritariamente católico en el que

miles de fieles asisten cada fin de semana a sus rituales religiosos esperando por un milagro del santo al que se aferran o simplemente con el fin de agradecer por los bienes recibidos. Algunos creerán que en medio de tanta violencia y conflictos por los que atraviesa el país, los fieles van perdiendo poco a poco la fe. Pero sucede lo contrario, y eso fue lo que pasó el domingo 17 de agosto, cuando tuvimos la oportunidad de asistir a San Cristóbal, localidad ubicada en el sur de la ciudad de Bogotá, de la que muchos ni siquiera habíamos oído. Presentíamos que veríamos cosas ajenas a nuestra cotidianidad, otra cara de Bogotá, donde se pasan dificultades, pero lo que vimos

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fue la verdadera unión de una comunidad con pocos recursos y muchas ganas. La inexperiencia se enfrenta a la realidad Existen personas que tienen al alcance todo lo que necesitan y desean, pero en ocasiones no se percatan que son privilegiadas, y así mismo, no agradecen a un ser supremo por las bendiciones recibidas. A veces el que menos posee es quien más agradece y valora. Sabíamos que el hecho de llegar a este barrio representaba para nosotras todo un reto, pero desde las seis de la mañana nos metimos en el papel de investigadoras, el cual con el paso de las horas aumentaba. El ánimo de nosotras era cada vez mayor, pues nos enfrentaríamos a un contexto desconocido. Sólo nos acompañaba una cámara fotográfica pequeña, un par de agendas para anotar y una

grabadora de voz que difícilmente logramos conseguir. Después de dos horas de camino en transporte público, vimos en el horizonte una montaña llena de casas, a la que después deberíamos subir caminando debido a la peregrinación. El entorno nos retaba y la inexperiencia nos atemorizaba. Fue entonces cuando tomamos el último bus y para ubicarnos debimos hablar con el conductor, que por fortuna fue muy amable y después de una sonrisa amplia nos guió por buen camino. Bajamos del bus y caminamos aproximadamente 10 minutos. Ya marcaban las 10:30 de la mañana y se podía ver en nuestro entorno un barrio humilde pero acogedor, como un libro abierto del cual recibiríamos muchas enseñanzas.

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Aprendiendo de la experiencia Era evidente que aquel 17 de agosto era un día especial para los creyentes de San Cristóbal, pues la iglesia acogía a una multitud que poco a poco fue aumentando. Debemos anotar que desde ese preciso momento debimos soportar un clima que para nosotras parecía bajo 2 grados centígrados, aunque la página meteorológica indicó que sería mínimo de 10. Después de esperar unos minutos decidimos salir a la puerta de la iglesia y nos cautivaron unas fresas con chocolate, las cuales vendía una señora de unos 45 años de edad y que se notaba por su actitud era una mujer “berraca” por su familia. Cruzamos un par de palabras con ella sobre el frio y el viento que hacía allí. Al regresar a la iglesia fuimos testigos de otro acto más de recursividad e inteligencia, pues dos hombres de edad adulta montaban lo que sería el “papamóvil” para la peregrinación.

Nos referimos a que eran recursivos, pues en lo que era una especie de carro de mercado montaron un parlante y baterías acompañadas de cables largos y aparatosos aunque, como decían ellos, “bien útiles”. Sería fácil pensar que a este tipo de peregrinaciones asisten sólo personas de edad adulta, pero fuimos testigos de que esta hermosa costumbre se lleva de generación en generación, pues llegaban familias enteras con jóvenes, niños e inclusive bebés de brazos. Todos tenían algo en común: la fe, el deseo de que la Santa Virgen les cumpliera un milagro o simplemente, los siguiera bendiciendo. Los fieles realizaban algunas lecturas y oraciones, que a nuestro modo de ver era una preparación para la caminata religiosa; luego de unos minutos el sacerdote párroco de San Cristóbal, Álvaro Moreno, acompañado por el presidente de la junta de acción comunal del

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barrio Monte Carlo y Ministro de la Palabra por la Iglesia San Cristóbal Sur, inició la peregrinación. El sacerdote nos comentó que desde hace cuatro años encabeza las labores litúrgicas de la iglesia, siendo la más importante la peregrinación a la Virgen de la Roca. El padre Álvaro también expresó la importancia de la fe, que en ocasiones como esta, vence los obstáculos tales como la lluvia y el frío. Desde el primer momento la comunidad emprendió la caminata con fervor. Se podía ver personas que al tono de alabanzas a la virgen cerraban sus ojos y oraban el rosario. Íbamos subiendo a un lugar milagroso, también era lejano y por ende para llegar allí se necesitó mucha fe y fuerza de voluntad. La comunidad era alentada por el llamado del padre y bastaba que él dijera: “pidámosle a la Santa Virgen que nos dé fortaleza, ofrezcámosle esta peregrinación”, para que

las personas caminaran con más energía y se apoyaran unos a otros. Debemos aceptar que el camino no fue fácil, y que para nosotras representó una prueba gigante, pero seguíamos aprendiendo en el camino. La siguiente situación que nos dio enseñanza fue cuando vimos una señora de edad a la cual se le dificultaba demasiado caminar, pero la respuesta a ello no era quedarse en casa; por el contrario, fue llevar una silla rimax a la caminata, así pues, cuando se cansaba, se sentaba en ella para retomar sus fuerzas y seguir haciendo este sacrificio como ofrenda de fe. Si tu fe fuera siquiera como un granito de mostaza La lluvia estuvo presente en todo el recorrido y aumentó en el páramo, los caminos estaban llenos de barro y huecos, los zapatos

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embarrados, íbamos, como se dice coloquialmente, emparamadas; inclusive algunas sombrillas salieron a volar por la fuerte brisa que nos rodeaba; habían niños pequeños llorando, quizá del frío; ancianos con bastones, y familias enteras. Nos dimos cuenta que la fe mueve montañas y que la más mínima prueba allí se agradece, pues en voz del párroco, la comunidad le agradecía a la Santa Virgen por la lluvia y el frío, recordando la sequía extrema que por estos días azota a la Guajira en nuestro país. Íbamos llegando al lugar donde se llevaría a cabo la misa, y preguntamos a algunas personas si conocían el origen de esta costumbre; encontramos varias respuestas y una sola razón: cuenta la historia que hace 61 años, es decir en 1956, en la loma del Barrio San Blas, la empresa de energía realizaba obras para la instalación de cables eléctricos los cuales proveerían de energía al barrio, uno

de los trabajadores de la empresa realizaba sus labores en la parte más alta de la montaña, en un poste, donde estaba terminando la instalación de dichos cables, cuando de repente sintió que este se caía, él respondió enseguida con una oración a la Virgen y, dicen los testimonios, que el señor Cristóbal Bonilla, despertó ileso y tranquilo sentado sobre una piedra. A este suceso, se le atribuye el título de milagro y desde entonces el señor Bonilla convocó a la comunidad para que se realizara la peregrinación como forma de agradecimiento, cada año, el domingo antes de la asunción de la virgen. Estando ya en la loma, pudimos observar los actos de fe que ocurrían, varias personas cantando, orando, alabando a la Virgen sin importar el frio extremo del momento. En esta versión 61 de la peregrinación, asistió un padre de África, quien expresó su admiración por la fortaleza y fe de los creyentes

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comparándolos con la mujer que relata la biblia, la cual intercedió por la sanación de su hija y sólo por su fe fue salvada. Encontramos también personas que habían ido por primera vez y nos hablaron sobre su experiencia, como Estela Sanabria, una fiel seguidora de la virgen, quien nos comentó: “La experiencia fue muy enriquecedora, la eucaristía estuvo muy linda, (…) me motivó a venir el amor a la virgen, la creencia y fe a nuestro señor, todo me gustó a pesar de la lluvia, todo”. Debido a esta manifestación de fe, pudimos darnos cuenta de que existe un gran número de fieles creyentes y devotos a la Virgen hoy en día, los cuales se consagran en comunidad sin importar las condiciones. Así lo expresaron el presidente de la junta de acción comunal de San Cristóbal y el ministro de la Iglesia San Cristóbal, quienes cuentan que

esta peregrinación cada año tiene una gran acogida y asistencia de fieles, quienes inclusive aportan dinero para mejorar las condiciones en las que se realiza. Por ejemplo, el señor Arturo Páez quien es ministro de la Iglesia, nos relató que la misma comunidad aportó recursos para comprar una imagen especial de la Virgen y el altar donde se realiza la conmemoración. Cabe resaltar que este altar lo ubican en la parte más alta de la montaña. Colombia existe gracias al tesón del pueblo y no al de sus gobernantes Para regresar a la Iglesia de San Cristóbal, contamos con la guía de una de Claudina Plazas, lideresa del barrio Manila, quien nos guió por otro camino diferente al que subimos. Para sorpresa de nosotros los estudiantes, el camino era totalmente diferente en términos de desarrollo urbano; allí no había acueducto

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ni alcantarillado, lo cual obligaba a que las aguas negras bajaran por el Rio Fucha. Las calles no estaban pavimentadas. La ausencia del Estado era evidente en este sector, lo que se comprobaba, según dijo Claudina, en la existencia de una capilla que la misma sociedad construyó: “esto lo creamos con ayuda de la comunidad, pues acá jamás se ve la mano del Estado y si queremos algo, debemos conseguirlo por nuestros propios medios”. No obstante, los habitantes de esta parte de San Cristóbal tenían un gran corazón, una sonrisa de respuesta y además una fe que ni con todas las pruebas o circunstancias difíciles, acabarían. Más que un texto que recopila los datos recogidos por un ejercicio de investigación, este es un homenaje para las personas que construyen sociedad, quienes deben tomar un autobús por más de dos horas para llegar a sus trabajos, para aquellos que son invisibles

para el Estado, pero que son los más visibles para la Virgen y sus milagros. Para todos aquellos que con amabilidad y calidez respondían a nuestras inquietudes, a los que saciaron nuestra hambre y calmaron nuestro frio con un delicioso sancocho hecho en leña. Más que nada gracias, porque ustedes ven en la fe, un refugio y una manera de recargar energías para así salir a trabajar día a día, para que nosotros podamos decir con orgullo ¡Yo soy colombiano, vivo en el país del sagrado corazón!

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La Virgen de la Roca, fe en los cerros de la capital Daniela Álvarez, Alejandra Castro, Carlos Cuevas, Carlos García, Andrés Leguizamón Estudiantes Comunicación Social Universidad Santo Tomás

A mil! ¡A mil! ¡A mil! La botella de Guarapo… Vecina, ¿falta mucho para llegar a la Virgen de la Roca?

Si joven, no van ni en la mitad…

¡Uy! Vecina, entonces deme una botellita de esas, por favor.

Al son de unos sorbos de guarapo, con alrededor de 70 estilos de zapatos caminantes frente a nosotros, unas cuantas sombrillas abiertas y con un antojoso olor a sancocho en leña que nos ofrecían durante el camino, hacíamos nuestra travesía hacia la Virgen de la Roca. ¿Quién iba a pensar que en una salida educativa terminaríamos caminando en una procesión religiosa? Independientemente de nuestros credos, acompañamos a los fieles, reflexionando sobre el hecho de que después

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de negarle a nuestros familiares muchas idas a la iglesia un domingo, estábamos ahí. Desde la Parroquia de San Cristóbal Sur, cerca al hospital San Blas, con un micrófono y una batería de carro, encima de un carrito de mercado, encabezado por la estatua de la protagonista de la procesión, la Virgen María, se improvisaba un bafle para predicar el Santo Rosario. Desde ya se escuchaban algunos comentarios despectivos del sector citado como “el sur” –que así se conoce a los barrios que se encuentran en el sur de la ciudad, principalmente a los sectores con población vulnerable-. Recorrían con desconfianza algunas de las estudiantes de Comunicación Social aquel sector como si les oliera a feo, espantadas muchas de ellas con su trabajo con la comunidad, ya que estaba apartado de la 85 (sector conocido por la rumba nocturna de clase media- alta) o del conocido bar Índigo. La mayoría con su saquito en la

maleta, con ganas de caminar y de matar la curiosidad de saber ¿qué era la Virgen de la Roca?, nos disponíamos a empezar, subíamos, subíamos y volvíamos a subir; nuestras especulaciones meteorológicas calurosas cambiaron cuando comenzó una lluvia acompañada con vientos bastante fuertes. Se escuchaban algunas groserías y preguntas como: ¿por qué me traje unos benditos tacones hoy? A medida que íbamos subiendo, caminábamos viendo cómo a algunos les cambiaba el semblante de recién desayunaditos y otros con el ánimo de “necesitamos testimonios o fotos”, o cansados y mojados con un “por favor déjeme aquí”. Cuadras empinadas, calles sin pavimentar, grafitis coloridos que contrastaban con paisajes naturales en los que el profesor nos decía: “aprovechen muchachos, respiren que aquí sí se puede”.

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Presencia de todo tipo de personas: viejitos con ponchos, perros cubiertos con bolsas negras que improvisaban un impermeable, estudiantes aprovechando el aire, estudiantes remilgosos protagonizando el sonado: “¿qué carajos hago aquí?” y devotos haciendo este sacrificio por encima de las condiciones climáticas o sus condiciones físicas, sin importar la edad y por su fe, seguían colocando su bastón firme en la tierra y acomodando su gorra para seguir subiendo. Después de aproximadamente 2 horas de caminata, soportando diversos incidentes, comenzando por el clima, seguido por algunas caídas, la ropa empapada ya no daba más, la lluvia ya había traspasado los dos pares de medias puestos y el saco de lanilla fina se quería cambiar por una buena ruana, las sombrillas ya no servían de a mucho, se veía ya la gente cansada, sobre todo por el clima, subíamos cada vez más lento y friolentos. Por

nuestro lado, pasaron unos niños empujando un carrito de mercado con sus pertenencias y la de sus madres, niños de 8 a 10 años, con pantalones cortos y sin saco, era increíble, con ese frío y ellos como si estuvieran en Melgar. Nosotros nos sentíamos de 80 años al lado de ellos, iban corriendo, felices compitiendo entre sí para ver quién llegaba primero a la cima, sus ojos brillaban y solo paraban para esperar a sus madres, iban con el propósito de visitar a la Virgen de la Roca, gracias a la creencia inculcada por sus padres en la casa. Sus madres nos comentaban la importancia de esta peregrinación anual debido al milagro (como lo llaman ellas): la aparición de la Virgen María en dicho lugar. Cada persona con una petición, subía cada agosto a adorar este recinto sagrado para ellos, pero al llegar allá parecía que la fe se

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desvaneciera como la tierra, por motivos de la fuerte lluvia. Parecía que la mayoría de la gente subía por compromiso y no por devoción, pensando que por el sacrificio de subir se les iba a conceder el milagrito. Entre carcajadas, bromas y una que otra grosería de algunos feligreses, se escuchaba la predicación del padre, quien literalmente se subió a una roca para dar la misa. Por otra parte, estaban aquellos que sin importar aquel ruido y las adversidades del clima, de los zapatos o del hambre, iban con fe, con el propósito de escuchar la misa y alabar a “el de arriba”, escuchando cada palabra, recitando cada oración y cantando con fervor. Al culminar, empezamos a bajar, la lluvia se hizo más fuerte, los zapatos ya no resistían la presión del clima indeleble que no daba tregua; los zapatos de marca, de estudiantes de universidad privada, que posiblemente

nunca se habían mojado de esta realidad hasta el momento, fueron puestos a prueba. Sólo pensábamos que cada paso que diéramos era un paso más cerca de aquel plato caliente y sustancioso del sancocho prometido, ya no había ganas de tomar fotos al Río Fucha, ni mucho menos selfies (autorretratos), ya se había acabado la botellita de guarapo, cada vez eran pasos más grandes, las manos metidas en los bolsillos, capotas en la cabeza y poca conversación, en muchos momentos anhelábamos una cama o al menos que saliera el bendito sol. Nunca lo habíamos extrañado tanto, ni a él ni a ese chocolatico caliente de la abuela. Caídas, mojadas, cansancio, emoción, esperanza, uno que otro tacón, las familias, y sus expectativas, la devoción por un milagro ocurrido, por la fe, por aquella petición pedida, por aquel compromiso adquirido, por el de

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arriba o simplemente por un sancocho bien trancao que se puso a prueba… por cualquiera de estos motivos pero que, al final, traería consigo la satisfacción de completar aquella travesía, la de subir a la Virgen de la Roca.

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Las huellas de los peregrinos Dayán Quijano, Miguel Manrique, Alejandra Melo y Natalia Zapata Estudiantes Comunicación Social Universidad Santo Tomás

mí ésta mañana mi mamá me preguntó: Sandrita, ¿por qué no va conmigo a la procesión de la Virgen de la Roca? Yo

me vine de una a cambiar un rato de ambiente, a hacer deporte, porque por acá uno sí respira aire puro y aun así, la gente como que no cuida, empiezan a botar un montón de basura y después se están quejando, pero igual es un ambiente más tranquilo. - A mis 50 años tengo más aguante que los jóvenes de ahora, un físico como si todavía tuviera 20. Es que la vida de los jóvenes ahora es muy sedentaria, se la pasan pegados a esos aparatos y no salen nunca a hacer deporte; mi hijo es así, le dije hoy que si me acompañaba, pero no, él prefiere quedarse haciendo pereza. Igual me gusta más caminar por acá con mi negra, a ella no le molesta y prefiero escucharla jadear, en vez de escuchar a mi hijo quejarse que porque está cansado, y eso que hasta ahora tiene 19 años.

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Mire no más lo que le venía diciendo: esta muchacha que va a mi lado debe tener por ahí unos 20 años y se nota que ya va cansada, y eso que no más llevamos una hora de camino, esas son las mismas que cuando uno se sube al bus van ocupando las sillas azules, yo las llamo “las sillas para las quinceañeras”, y cuando alguien en serio necesita las sillas se hacen las dormidas; mire cómo lleva esos zapatos, es que se les nota que no vienen muy seguido, acá como en el barrio siempre hay un clima así, como estos, lluvioso - y no son unos espantabobos -, son tremendo aguaceros - uno aprende a no ensuciarse mucho los zapatos, porque como la mitad del barrio está “despavimentado” se arman unos barriales impresionantes. Bueno, igual acá estamos es para agradecerle a la virgencita de la Roca los milagritos que nos ha hecho, no para empezar a criticar esas cosas, aunque yo no soy la más devota de

todas; don Edgar, él sí se viene acá todos los años desde hace como 20 años porque dice que la virgencita lo salvó de un accidente de yo no sé qué, espere se lo llamo para que él le cuente, dice Doña Sandra. Pere mija ya le cuento la historia… –Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre… – Ahora sí, se la voy a contar rapidito, porque acá venimos a rezarle a la virgen, no a contar historias. ¿Qué si le tengo fe? Pues claro, no ve que la virgencita ha sido la que me ha ayudado cuando más lo he necesitado, a mí y a mi familia, nosotros tenemos mucho que agradecerle, usted sabe que Dios nos manda como angelitos para que nos cuiden, y pues a este barrio le mandó toda una virgen, imagínese usted, una virgen solo para el barrio; por eso es que usted ve que acá hasta los niños se unen a la procesión, porque uno siente que la virgen está para cuidarnos a nosotros, a los del barrio.

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Es que lo que hizo la virgencita por mí, solo se le puede llamar de una manera: un milagro; yo estaba trabajando por aquí arribita, si ve donde se ven esas piedras en esa montaña, eso no se ve tan alto, pero una caída de ahí puede ser muy peligrosa. Yo iba ya bajando de allá y como por acá siempre anda lloviendo, me resbalé y empecé a rodar por en medio de las rocas, cuando pude frenar pues yo estaba muy asustado pero de una me encomendé a Dios y a la virgencita, que es la que siempre lo salva a uno de esos accidentes, menos mal por ahí estaban unos compañeros de trabajo con los que yo iba, y ellos me llevaron de urgencias. Allá en el hospital que fue lo que no me dijeron, uno siempre va a los hospitales ¡y mejor dicho! es como si lo mataran a uno a punta de enfermedades que uno ni tiene. Yo lo que hice ya allá en el hospital fue empezar a rezar, no solo yo, toda mi familia, y

hasta el padre se enteró de mi accidente, y por ahí me han contado que también hizo unas oraciones a mí nombre. A pesar de que el doctor había dicho que iba a quedar mal de la pierna para toda la vida, gracias a la virgen yo tuve una recuperación muy rápida, y ni yeso tuvieron que colocarme, fue cuestión solo de unas terapias. Acá entre nos, este recorrido que hacemos una vez al año por esta ruta y no otra, también lo hacemos para mostrar que a nosotros no nos gusta eso de que nos estén convirtiendo el barrio en una reserva. ¡De cuándo acá al Estado se le ocurrió que nosotros no somos capaces de cuidar nuestro territorio! Este barrio es de todos y todos podemos recorrerlo, y a mí que ni el Ministerio de Ambiente, ni nadie, me prohíba visitar a la Virgencita. Mientras Don Edgar me contaba esto último yo relacionaba todo lo que nos decían en clase

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con las prácticas sociales, culturales y religiosas que esta comunidad tiene. Más que un encuentro espiritual, esta procesión contiene mucho de fondo. Es el hecho mismo, que en torno a una práctica cultural se reúna gran parte de la comunidad, una que se está resistiendo a unas políticas públicas ambientalistas que está implementando el Ministerio de ambiente, políticas que quieren expropiar a la gente de su territorio, el cual habitan desde hace décadas. Es el hecho de que así esté lloviendo, que todos tengamos las chaquetas mojadas, el cabello escurriendo agua, los zapatos llenos de lodo y que nada de eso importe. Porque las personas lo hacen con agrado, los niños van escuchando a sus madres, a sus abuelas, algunos hasta repiten a media lengua el "Ave María".

En ese momento, recordé el artefacto tan particular que estaba armado de una forma muy artesanal, con un carro de mercado y conexiones improvisadas: el megáfono que replica la voz del sacerdote que encabeza la procesión. Don Carlos, el señor que va empujando el carrito, me contaba que la procesión a la Virgen de la Roca la hacen hace 61 años, pero que el que carrito lleva subiendo por esos altibajos tiene más o menos unos 20 años en la comunidad. La tradición que hace parte del sector, no sólo va recorriendo las calles, sino que se hereda a las generaciones que pasan año tras año por las 2 horas y media de camino que conducen al templo, el cual queda en lo alto de la localidad. Inicialmente como una práctica religiosa, pero ahora también como un símbolo de resistencia. Como estudiantes de comunicación, fue un privilegio acudir a este encuentro.

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Un buen parche dominguero Catherine Avendaño Valencia y Daniela Bejarano Bríñez Estudiantes Comunicación Social Universidad Santo Tomás

hon Alexander González es un joven de 19 años, que vive con sus padres y sus dos hermanos menores en la localidad cuarta

de San Cristóbal. Es alto, de ojos marrones y cabellos negros. Tiene una mirada esquiva y la expresión de su rostro es bastante seria y, aunque se ve que es un muchacho tímido, habla con voz fuerte y pausada. En ese día tan lluvioso, con una gorra color caqui, sus botas llenas de barro y su saco azul, nos contó para él como joven qué simboliza y significa un evento religioso de tan grandes proporciones para la localidad cuarta de San Cristóbal, como lo es la peregrinación de la Virgen de la Roca, una procesión llena de tradición y fe, que representa la esencia de una población. “Pues no es que me de igual, lo hago por los viejos…” Jhon siente que las creencias religiosas que motivaron a sus padres frente a

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la procesión, a él no lo mueven; considera que es un espacio bueno de integración y, por qué no, en palabras de él: “un buen parche dominguero”, ya que menciona que en ocasiones cuando toda la familia asiste, es como una pequeña fiesta que se desplaza de un punto a otro y que termina en un buen asado en alguna casa o “echando piquete” en los puestos de venta de fritanga que hay en el camino. “Tengo un tío que siempre compra media de guaro y un botellón de chicha para la procesión, a mis papás no les gusta mucho que él vaya con nosotros por los chinos chiquitos”, afirma Jhon. Al preguntarle a qué se debe la falta de interés por el evento religioso, a lo único que lo reduce es a la falta de explicación por parte de sus padres frente a la importancia de la peregrinación. “Vengo desde bien chinche y ni sé porque, la Virgen solo me parece bonita y ya”.

Mientras caminamos junto a Jhon y sus padres, esquivando los grandes pozos llenos de barro, es inevitable preguntarle que en vista de que la peregrinación no tiene ninguna trascendencia para él y teniendo la posibilidad de evitar disgustos con sus padres (ocasionados quizás por su actitud desinteresada y seria frente a la procesión), ¿por qué mejor no asiste y los espera en el “pasito” mientras ellos van a la eucaristía? A lo que él nos contestó que precisamente por complacer a sus padres y compartir en familia, era que asistía a cada evento religioso al que ellos iban. “Ellos saben que a mi esa cosa no me gusta, que me aburre mucho, pero también saben la que familia es sagrada para mí y que dejarlos morir, nunca.” Mientras vamos charlando, Jhon ayuda a su hermano menor a cruzar un charco, luego espera a su madre y le da mano para que pase

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al otro lado, luego continua la conversación con nosotras: “Es bonito ver a los pelaos con los papás compartiendo, porque entre semana uno estudia y ellos trabajan y no queda tiempo para nada”. Al observar el entorno en el que nos encontramos, nos percatamos de varios detalles que hacen a estas situaciones únicas en su tipo: a nuestro alrededor vemos a varios padres y madres con sus hijos, jóvenes ayudando a los ancianos, personas bebiendo y comiendo, niños inquietos, señoras cantando y otras rezando. En general, una comunidad unida en torno a un evento religioso que construye relatos y narrativas que permiten realizar un ejercicio de memoria colectivo, que fortalece los lazos de una comunidad y le permite poseer y consolidar frentes de acción común en otros ámbitos que no sean el religioso.

“En medio de todo, me parece bacano como la gente se une para hacer algo. Se ve a los vecinos unidos. Momentos como estos son ásperos, ayudan a que uno pueda oír las historias de los viejos (…) se fortalecen las relaciones con ellos…” Por fin llegamos al alto en el que se realizó la eucaristía, con una mirada de doña Helena, la madre de Jhon, y un gesto de don Carlos, su padre, Jhon nos comenta que ya no podemos hablar más y lo último que nos dice es que nos invita a dejar de pensar en la parte investigativa que nos convocó a la procesión y disfrutar más del espacio donde estábamos y de lo que estaba sucediendo. “Saben que sí me parece la cagada, ese clima, cuando hace bueno bajar hasta el río es muy chimba, para la próxima será, eso es otra cosa por la que me gusta venir, la naturaleza, tanta ciudad mama”.

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Un camino hacia el recuerdo del milagro Sharon Nathalia Rey Ramírez, Ana María Ruiz Castro. Sonia Vanesa Vera Rodríguez Estudiantes Comunicación Social Universidad Santo Tomás

an Cristóbal sur, al ser la localidad 4 del distrito capital de Bogotá, limita al norte con la avenida 1 sur con la localidad de

Santa Fe; al sur con la localidad de Usme; al este con los cerros orientales y los municipios de Choachí y Ubaque (Cundinamarca) y al este con la carrera Décima y las localidades de Rafael Uribe Uribe y Antonio Nariño. Esta localidad nace con la llegada de inmigrantes de diferentes regiones del país (Colombia) en busca de nuevas oportunidades económicas. La localidad posee una reserva natural, El Delirio, por donde atraviesa el Rio Fucha. Esta reserva es propiedad del acueducto. Dentro de la reserva natural El Delirio, hace 61 años, mientras Jorge Díaz (promotor de la peregrinación) realizaba un arreglo en un poste de electricidad, este se le vino encima. Le pidió a la Virgen que lo salvara del peligro en el que se encontraba. Milagrosamente el

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hombre se salvó y éste suceso se denominó como: "el milagro de la Virgen de la Roca". Luego de lo ocurrido, Jorge empezó a realizar procesiones cada 18 de agosto (fecha en la que ocurrió el milagro) desde la parroquia de San Cristóbal sur hasta la roca; allí se encuentra una capilla con una virgen de tamaño mediano, la cual, debido a su peso, es difícil de trasladar durante la procesión de 2 horas. Al morir Jorge Díaz (el fundador de la peregrinación), le encarga al esposo de doña Rosa Erminda (actual organizadora) continuar con esta tradición en agradecimiento a la Virgen. De igual manera, cuando falleció el esposo de doña Rosa, ella quedó a cargo de la organización: "Primeramente yo voy al acueducto, saco el permiso, como en febrero o marzo, y ahí me traen la respuesta de las cosas que yo debo tener, si vendedores, no vendedores, entonces yo les digo: no

vendedores, dentro del acueducto no; de para abajo hagan lo que puedan, pero en los predios del acueducto no, porque es prohibido; porque anteriormente había mucho desorden, de borrachitos". Sin embargo en el momento en que ella fallezca, su hija Mary Bonilla será la encargada de continuar con esta tradición religiosa y cultural. Mientras el sacerdote va orando, don Segundo, quien lo acompaña, es el encargado del perifoneo en el área. Sus herramientas de trabajo se componen por un carro de mercado, un megáfono, una batería, una consola de sonido y dos micrófonos: "Hice todo lo posible por conseguir las cosas y poder colaborar en las procesiones", dice don Segundo, quien además afirma que hay personas que le colaboran con el trayecto de su medio de comunicación alternativo en las procesiones.

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A dicha peregrinación quienes asisten son en su mayoría son mujeres y niños acompañados por sus mascotas. El sendero para llegar a la roca atraviesa plazas de mercado, estación de auxiliares bachilleres, la capilla Juan Pablo II, puestos de comida, carnicerías, cantinas, entre otras. De igual manera, a medida que se avanza, el sendero se vuelve cada vez más empinado y a la procesión se van uniendo personas con latas de cerveza, cajas de aguardiente y botellas de chicha. Al llegar a la roca, el sacerdote da inicio a la eucaristía haciendo un homenaje a la virgen que hace más de 61 años cumplió un milagro. Cuando finaliza, los peregrinos se disponen a descender y en el transcurso hacen varias paradas donde encuentran comida como empanadas, lechona, pinchos, mazorca, carne, gallina, sancocho, entre otras; chicha y latas de cerveza. Al mismo tiempo, el cambio de música fue drástico, ya que pasó de cantos

religiosos a música popular con la cual las personas de esta localidad se identifican culturalmente. Cabe resaltar que en esta celebración de la Virgen de la Roca se evidenciaron varios aspectos sociales que trascienden de una celebración religiosa: la asistencia de las personas a este evento por cultura religiosa y devota, el disfrutar de una reserva natural que solo está abierta al público una vez al año y, por último, la participación en la ‘fiesta’ que se arma después de la procesión.

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Publicación autogestionada realizada en el marco de la

asignatura de Investigación Social de la Facultad de

Comunicación Social de la Universidad Santo Tomás, en

alianza con la Junta de Acción Comunal del barrio Manila

(Localidad de San Cristóbal), Proyecto CEIS y Medios al

Derecho – MAD.

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publicación, siempre citando la fuente.

Localidad de San Cristóbal

Bogotá, Colombia

2015

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