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Política exterior de España en los siglos XX y XXI Внешняя политика Испании в ХХ–ХХI вв. Natalya E. Anikéeva Н. Е. Аникеева Moscú 2011 MGIMO (Universidad) del Ministerio de Asuntos Exteriores de la Federación de Rusia

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

Внешняя политика Испании в ХХ–ХХI вв.

Natalya E. Anikéeva

Н. Е. Аникеева

Moscú2011

MGIMO (Universidad) delMinisterio de Asuntos Exteriores de la Federación de Rusia

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УДК 327ББК 66.4(4Исп)А 67

Книга подготовлена при финансовой поддержке банка Сантандер

AnikéevaNatalya E. А 67 Política exterior de España en los siglos XX y XXI / Natalya E. Anikéeva Моск. гос. ин-т междунар. отношений (ун-т) МИД России. — М.: МГИМО–Университет, 2011. — 202 с.

ISBN 978-5-9228-0614-5

Монография «Внешняя политика Испании в ХХ–ХХI вв.» представляет собой ис-следование внешней политики Испании конца XX — начала XXI веков в контексте глобальных и региональных изменений, связанных с окончанием «холодной войны» и становлением новой системы международных отношений. Особенность предло-женного подхода состоит в рассмотрении внешней политики испанского государства и формировании представления о роли Испании в мире путем изучения деятельно-сти испанской дипломатии в годы пребывания у власти правительств Союза демокра-тического центра, Испанской социалистической рабочей партии и Народной партии.

Издание данной книги осуществлено при поддержке Банка Сантандер в рамках программы сотрудничества между Банком Сантандер и МГИМО (У) МИД России.

Esta obra es un estudio de las principales orientaciones en la política exterior de España a finales del siglo XX y a principios del siglo XXI en el mundo de hoy en el contexto de cambios regionales y globales, producidos al terminar la “guerra fria” y establecerse un nuevo sistema de las relaciones internacionales.

El enfoque consiste de analisis de la política exterior del Estado español;formación de la idea del papel de España en el mundo mediante el estudio de las actividades de la diplomacia española bajo Gobiernos de la Unión del Centro Democrático, el Partido Socialista Obrero Español y el Partido Popular.

La edición del presente libro fue patrocinada por el Banco Santander en el marco del Programa de colaboración entre el Banco Santander у la MGIMO (Universidad).

УДК 327ББК 66.4(4Исп)

ISBN 978-5-9228-0614-5 © Московский государственный институт международных отношений (У) МИД России, 2011

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CONTENIDO

INTRODUCCIÓN ....................................................................................................................... 5

Capítulo IPrincipales líneas de la política exterior española durante la presidencia de la Unión de Centro Democrático (UCD) de A. Suárez y L. Calvo Sotelo en la época del posfranquismo (1976–1982) ............................................................ 12

1.1. Cambio de las orientaciones de la política exterior tras la muerte de Franco....... 121.2. Comienzo del proceso de alineación de España a la OTAN. Su punto de vista sobre la integración europea. Perspectivas de colaboración con Estados Unidos ...... 211.3. Relaciones de España con los países del Mediterráneo y de Oriente Próximo ..... 301.4. España y América Latina .............................................................................................. 391.5. Relaciones hispano-soviéticas ..................................................................................... 47

CAPÍTULO II La actividad internacional de España durante las legislaturas del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de F. González (1982–1996) ...................................... 60

2.1. Dinámica de las relaciones de España con las estructuras político-militares de Occidente (OTAN, UEO) y los Estados Unidos. La entrada en la OTAN .............. 602.2. El papel de España en la Unión Europea ................................................................... 682.3. Relaciones de España con los países del Mediterráneo. El proceso de Barcelona .... 742.4. Posición española en la cuestión sobre la regulación del conflicto palestino-israelí. España y Oriente Próximo .................................................................... 802.5. Línea latinoamericana en la política exterior del Gobierno del PSOE .................. 852.6. El desarrollo de las relaciones diplomáticas entre España y la URSS y la posterior cooperación con la Federación de Rusia ...................................................... 91

CAPÍTULO IIIEspaña y la política exterior del Partido Popular de Jose María Aznar (1996–2004) .............................................................................................. 104

3.1. La colaboración militar y política con los países de Occidente, interacción en el ámbito de la lucha contra el terrorismo ............................................. 1043.2. España y la integración europea ................................................................................ 1203.3. España y su enfoque de la regulación en Oriente Próximo en la etapa moderna ....1273.4. España y la colaboración euromediterránea. Algunos aspectos en las relaciones con los países del norte de África........................................................ 1333.5. La política exterior del Gobierno del Partido Popular en relación con la cooperación iberoamericana ............................................................................................. 1483.6. La política europea de España con Europa del Este. Las relaciones con la Federación de Rusia, los países del espacio postsoviético y los países de la Europa del Este ............................................................................................................... 1583.7. España, en el marco del proceso de globalización y su colaboración con los países de la región de Asia y del Océano Pacífico .................................................... 177

CONCLUSIÓN ......................................................................................................................... 184

BIBLIOGRAFIA ....................................................................................................................... 195

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INTRODUCCIÓNA mediados de los años setenta, después de morir Franco, empieza en Espa-ña el período de desarrollo posfranquista caracterizado por el paso de una dictadura autoritaria a un estado basado en principios democráticos. En cuanto a la política exterior, el período se caracterizó por el paso del aisla-miento internacional a la participación activa del país en las instituciones mundiales y europeas y al ingreso de España en las estructuras políticas, económicas, sociales y jurídicas relevantes de Europa y de todo el mundo. En 1977, España llegó a ser miembro del Consejo Europeo y, ese mismo año, se restablecieron las relaciones diplomáticas con la URSS (España fue uno de los primeros países en reconocer en 1991a la Federación Rusa como sucesora de la Unión Soviética). Estos procesos estuvieron acompañados por la transformación de España en uno de los estados del continente eu-ropeo más potentes políticamente. En la frontera de los siglos XX y XXI, se continuó esta política exterior: intereses comunes estatales y consenso entre las principales fuerzas intrapolíticas.

A medida que crecía el potencial económico de España, los esfuerzos internacionales de Madrid se centraron en aumentar el papel del país en las decisiones europeas e internacionales. España intentó conseguir dicho objetivo elevando su estatus en las estructuras internacionales, creando una línea de iniciativa, participando enérgicamente en los esfuerzos mundiales para el apoyo de la paz, promocionando a sus representantes en puestos di-rectivos internacionales y fortaleciendo y aumentando su presencia política y económica en aquellas regiones del mundo que entraban en su zona de atención prioritaria (Europa, Mediterráneo, Oriente Próximo y América Latina). Sin embargo, la mayor prioridad de España fue la Unión Europea. Al mismo tiempo, la devoción del partido dirigente, el Partido Popular (1996–2004), por las ideas del atlantismo, permitieron a José Mª Aznar

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INTRODUCCIÓN

cruzar suavemente hacia una nueva etapa en las relaciones con Washington, orientada a una colaboración más profunda. Igualmente, España se levantó a favor del aumento de la eficacia de las organizaciones internacionales, que tradicionalmente desempeñan un papel importante en el fomento de la estabilidad durante la época posterior a una confrontación.

España ha establecido relaciones estables con los países de Europa del Este. A lo largo de los años 90, la administración española apoyó el proceso de reforma democrática en Rusia y otros países de la CEI, y se expresó por la estabilización de la situación en esa región.

Además, el estado español dedicó su atención prioritaria al Mediterráneo que, según algunas estimaciones, después del cese del enfrentamiento en la línea Este-Oeste, se convertía en una de las fuentes principales de inesta-bilidad y riesgo para las relaciones internacionales. Madrid fue uno de los organizadores de la primera Cumbre Mediterránea, en la que participaron los países de la Comunidad Europea y sus socios en esa región (Barcelona, noviembre de 1995), y apostó por la profundización de ese proceso. Los representantes de los círculos oficiales tradicionalmente mantenían una posición diplomática activa en cuanto a la regulación pacífica de Oriente Próximo y partían del punto que en la base de ese proceso deberían estar las resoluciones 242 y 338 SB de las Naciones Unidas, principios del Congreso de Madrid sobre la regulación en el Oriente Próximo, antes que nada “la paz a cambio de los territorios”. Madrid abogó por la ayuda de la comunidad internacional para crear una autonomía nacional palestina y fue uno de los más consecuentes partidarios de la incorporación de la Comunidad Euro-pea al proceso de negociaciones sobre la regulación en el Oriente Próximo.

España siempre ha prestado una gran atención a la región de América Latina por razones económicas, políticas y culturales. Consecuentemente, tomó la iniciativa a la hora de continuar el proceso iberoamericano, empe-zado durante el primer encuentro iberoamericano en 1991 en Guadalajara (México), y estimular el diálogo Unión Europea — América Latina, que tuvo como resultado la primera cumbre de la Unión Europea y los países latinoamericanos en Río de Janeiro en el verano de 1999.

El problema actual es la continuación del curso de la política exterior del país y su evolución, más pragmática en la solución de algunos problemas internacionales.

Las investigaciones sobre problemas estratégicos, que presentan los di-plomáticos españoles, y su materialización real en el contexto de los cambios

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

ocurridos en el mundo moderno desde finales de los años 80 (comienzo de la transformación del sistema bipolar de la estructura mundial) hasta el 2000, resultan científicamente relevantes y actuales tanto para el estudio de la historia de la política exterior española como para el análisis de las relaciones internacionales en la frontera de los siglos XX–XXI.

El estudio de la política exterior española en el marco de la democra-tización ocupa un lugar principal en este trabajo de investigación. Meto-dológicamente, se puede dividir en 3 niveles: nacional, regional y global. El nivel nacional se ocupa del estudio de la interrelación de la política ex-terior e interior de España; el regional, de la participación en los procesos internacionales a nivel regional; y el global, del acoplamiento político a los procesos de globalización.

Así, el presente trabajo es una investigación compleja de las líneas prin-cipales de la política exterior española desde la segunda mitad del siglo XX hasta principios del siglo XXI en el contexto de los cambios globales y regionales relacionados con el fin de la “guerra fría” y la formación del nuevo sistema de relaciones internacionales. La singularidad del enfoque propuesto estriba en que se proporciona un análisis de las bases concep-tuales y del contenido práctico de la política exterior del estado español y asimismo se da una idea del papel de España en el mundo a través del estudio de la actividad diplomática española durante la presidencia de diferentes gobiernos: ■ La Unión de Centro Democrático (UCD), partido encabezado por Adolfo

Suárez (1976–1981) y Leopoldo Calvo Sotelo (1981–1982); ■ El Partido Socialista Obrero Español (PSOE), encabezado por Felipe

González (1982–1996); ■ El Partido Popular (PP), encabezado por José Mª Aznar (1996–2004).

En la investigación que tienen ante ustedes se examinan las principales prioridades de la actividad internacional de España durante el poder de los citados gobiernos parlamentarios; los parámetros de los cambios ocurridos en la política exterior en esos períodos y la interconexión entre la política interior y exterior, subordinada a la distribución de las fuerzas políticas; asimismo, las más importantes líneas de la política exterior moderna: la atlántica, europea, mediterránea, latinoamericana y la de Oriente Próximo. Además, se han tomado en consideración las relaciones de España con los países de la región de Asia y Pacífico; sin embargo, este vector no se rela-ciona con las direcciones principales de la presente investigación, porque

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INTRODUCCIÓN

las relaciones de España con tales países como China y Corea sólo se han diversificado notablemente desde finales del siglo XX.

Por consiguiente, las cuestiones planteadas se centran en lo siguiente: ■ Estudiar la evolución de las líneas principales del desarrollo de la política

exterior de España durante el posfranquismo desde el punto de vista de la combinación de cambios y continuidad no sólo en términos de la herencia franquista (y además en un sentido más amplio, el histórico), sino también confrontándolo con los cambios de los gobiernos en el período estudiado;

■ Establecer la interdependencia entre el curso político exterior y la orien-tación de los gobiernos y los cambios de coyuntura internacional (1975: fallecimiento de Franco, 1989: fin de la “guerra fría”).Historiadores rusos y extranjeros ya han examinado en sus trabajos al-

gunos aspectos del problema en cuestión; sin embargo, no se han estudiado lo suficiente algunas líneas clave de la política exterior de España durante los treinta años posteriores a la muerte de Franco como la política europea, latinoamericana, mediterránea, de Oriente Próximo y atlántica.

En la monografía, se han utilizado materiales de archivo del Senado de España: la base de las leyes contractuales de la política exterior de España (textos de los tratados y convenios (1976–2004) y los discursos de los Mi-nistros de Asuntos Exteriores de España en el Senado (1976–2004).

La autora ha estudiado la base de las leyes contractuales de las relaciones ruso-españolas (1977–2004) durante sus prácticas en el Departamento de España y Portugal del Primer Departamento Europeo del Ministerio de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa (FR).

Trabajar en el archivo de la política exterior de la Federación Rusa ha hecho posible recoger el material necesario sobre el establecimiento de las relaciones entre España y la URSS desde 1977 hasta el final del período.

Una fuente importante para la investigación del establecimiento y el desarrollo de las relaciones entre España y la URSS son las memorias del diplomático ruso, el Embajador Extraordinario y Plenipotenciario Dubí-nin Yu.V., llamadas “¡Embajador! ¡Embajador! Las notas del embajador en España” (Moscú, 1999), en las cuales nos habla de su actividad en el puesto de embajador de la URSS en España (1978–1986). También de interés cien-tífico son las memorias del conocido diplomático español, F. Morán1; y las 1 Morán F. Una política exterior para España. Barcelona, 1980; Aznar J. Mª. Ocho años de gobierno. Una visión personal de España. Barcelona, 2005. González F. Memorias del futuro. Madrid, 2003.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

memorias de los presidentes españoles F. González y J. Mª Aznar. De gran interés práctico es el trabajo del Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Ivanóv I. S. (1998–2004)2.

Además, cabe nombrar a los científicos que han contribuido a los es-tudios de los treinta años posteriores a la muerte de Franco: Butórin O. V., Víktorov I. V., Vólkova G. I., Davydov V. M., Danilevich I. V., Dementiev A. V., Zagladin V. V., Cobo J., Konstantínova N. S., Krásikov A. A., Landabaso A. I., Mazin V. A., Orlóv A. A., Pozhárskaya S. P., Popóv I. V., Prokhorenko I. L., Prygov D. D., Sinélzchikova I. G., Tepermán V. A., Totskiy V. P., Cherkás-ova E. G., Khenkin C. M., Shestopál A. V., Yákovlev P. P. y otros que han analizado aspectos importantes de la política exterior de España.

Entre los historiadores españoles autores de trabajos dedicados a las cuestiones de la política exterior del país, hay que destacar a los siguientes científicos: J. M. Armero, P. Bassols, A. Viñas, I. González, J. A. Iturriaga de Barberán, P. Cotarelo, J. A. Martínez, P. Mesa, J. Rupérez, A. Soto, L. Suárez-Fernández, J. M. Tesanos, J. M. Torres-Cordero, J. Tusell y I. Jiménez, y tam-bién V. Prego, A. Lobo, F. Morata y E. Levaggi Mendoza.

Es necesario nombrar las recientes investigaciones sobre la política exterior española de autores como J. M. Marín, S. Molinero, J. C. Pereira, S. Arenal y Miño P. González.

Los investigadores británicos y norteamericanos Sh. Allwood, P. Pres-ton, R. Guillespie, así como otros, también han analizado las cuestio-nes del desarrollo de la España franquista y posfranquista y su política exterior.

El marco cronológico del trabajo, el período 1976–2004, está condicio-nado por la especificidad histórica concreta del objeto de la investigación. El punto de partida de la investigación es el año 1976: fecha que en la his-toria política de España coincide con el comienzo del período de transfor-mación de régimen político, la transición de la dictadura a la democracia y el momento de la llegada al poder del gabinete de ministros de la UCD, partido encabezado por A. Suárez (nombrado presidente en julio de 1976, antes de la celebración de las “elecciones constitucionales” en 1977). Esos acontecimientos estuvieron acompañados de un cambio en las condiciones intrapolíticas de la actividad internacional de la diplomacia española, que despertó un interés especial y la necesidad de analizar la influencia mutua

2 Ivanóv I. S. La nueva diplomacia rusa. Diez años de política exterior. Madrid, 2001.

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INTRODUCCIÓN

entre política interior y exterior. La última fecha de la presente investigación, el año 2004, coincide con el fin del gobierno de J. M. Aznar y su partido conservador: el Partido Popular (PP).

Hay que señalar que después de las elecciones parlamentarias gene-rales celebradas en marzo de 2004, el líder del Partido Socialista Obrero Español José Luis Rodríguez Zapatero encabezó el Gobierno de España. El Gobierno del PSOE, cumpliendo su programa preelectoral, tomó el rumbo hacia las llamadas orientaciones tradicionales en la política exterior para restablecer el amplio consenso respecto a la politica exterior dentro de la sociedad nacional. La tarea fue reforzar la vertiente europea en la política exterior de Madrid.

En las elecciones al Parlamento de marzo de 2008, el PSOE renovó su mandato para gobernar el país hasta el año 2012. Con la crisis económica interna, consecuencia de la crisis financiera mundial (2008), el resultado de las elecciones confirmó que la llegada al poder del Gobierno del PSOE en 2004 no fue un éxito casual у que el rumbo de Zapatero en la politica interna у externa seguiría.

M. A. Moratinos, que volvió a ser ministro de Asuntos Exteriores, hablan-do de las prioridades en la política exterior, subrayó que “lo que queremos es consolidar las grandes líneas estratégicas de la acción exterior española: garantizar la mejor gobernanza mundial, lo que supone más multilatera-lismo у más Naciones Unidas, para responder a los retos de la lucha contra el terrorismo, el cambio climático, garantía energética, defensa de la inmi-gración legal… La segunda prioridad es reforzar el papel de la UE у eso pasa por la Presidencia espanola de la Unión. (…) Habrá que revisar toda la política energética de la UE у pondremos en marcha los mecanismos e instrumentos del Tratado de Lisboa”.

El tema “Rusia у la UE: relaciones estratégicas. Presidencia española de la UE” fue objeto de las discusiones del Foro conjunto de investigacio-nes europeas del Instituto Europeo adjunto a la MGIMO (Universidad) у la Universidad de Córdoba, celebrado de 26 a 30 de abril de 2010. Este evento coincidió con la Presidencia española en la UE. En esa conferencia también fueron analizados los siguientes problemas: desarrollo de las relaciones de cooperación entre Rusia у la Unión Europea у las negocia-ciones sobre un nuevo convenio base; problemas de la política migratoria; diálogo energético entre Rusia у la UE; problemas у perspectivas de la seguridad europea.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

La autora de este curso monográfico participó en el Foro con informes sobre los siguientes temas: “Asociación estratégica: una nueva etapa de las relaciones Rusia — España. El diálogo energético” у “El vector europeo en las relaciones ruso–españolas”.

Quisiera expresar sincero agradecimiento por la asistencia en preparar y editar el presente curso monográfico a la administracion de la MGIMO encabezada por el Rector, miembro permanente de la Academia de Ciencias Rusa, A. V. Torkunov; al director del Depto. de Historia у Política de los países de Europa у América, Dr. V. O. Pechatnov; a la directora del Depto. de Español, Dra. G. S. Romanova; al presidente del Centro Iberoamericano de la MGIMO, Dr. A. V. Shestopal; al Embajador Extraordinario y Plenipo-tenciario, catedrático del Depto. de Diplomacia, Dr. Yu. V. Dubinin por las fotografías de su archivo personal; a la redactora de la edición, encargada de curso del Depto. de Español, T. A. Fituni.

La edición del presente libro fue patrocinada por el Banco Santander en el marco del Programa de colaboración entre el Banco Santander у la MGIMO (Universidad).

Moscú — Córdoba — Moscú 2010

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Capítulo IPrincipales líneas de la política exterior española durante la presidencia de la Unión de Centro Democrático (UCD) de A. Suárez y L. Calvo Sotelo en la época del posfranquismo (1976–1982)

1.1. Cambio de las orientaciones de la política exterior tras la muerte de FrancoUna de las metas más importantes del gobierno español empezado en

1975 fue el restablecimiento de España como miembro de pleno derecho de la comunidad internacional de las naciones tras muchos años de aisla-miento. Recordemos que, al terminar la Guerra Civil en 1939, casi todos los países del mundo pusieron fin a sus relaciones diplomáticas con España y no fue hasta diciembre de 1955 que España entró en la ONU, hecho que puso punto final al período de aislamiento internacional total.

La siguiente etapa importante en la historia del país fue el cambio de las orientaciones políticas tras la muerte de Franco y los cambios subsiguientes en materia de política exterior que hicieron que España se orientase hacia Europa Occidental e intentase ampliar sus relaciones internacionales. Hasta este momento España se orientaba fundamentalmente a los Estados Unidos (en la arena internacional, los pactos con dicho país fueron muy importantes para España. El primero se firmó en 1953).

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

Con el convenio hispano-norteamericano de 1953, el régimen de Fran-co recibió de los EE.UU. ayuda económica y militar, lo cual le permitió empezar su renacimiento económico tras los difíciles años de aislamiento. Miremos entonces con más detalle la historia de la concertación de esos acuerdos.

Como se sabe, en enero de 1953, D. Eisenhower es nombrado pre-sidente de los EE.UU. En la segunda mitad de agosto, la nueva admi-nistración estadounidense supera las últimas cuestiones en disputa y el 26 de septiembre de 1956, en Madrid, el Ministro de Asuntos Exteriores de España, A. Martín Artajo, y el embajador de los Estados Unidos, J. Dann, firman un “paquete” de documentos que incluye tres conve-nios: de carácter defensivo, sobre ayuda económica y sobre ayuda para la mutua defensa.

Un factor de bastante importancia que influyó en la política exterior de mediados de los años 70 fue el ambiente intrapolítico. La comuni-dad española estaba preocupada, sobre todo, por los problemas internos: el período que siguió a la muerte del dictador, el 20 de noviembre de 1975, se asoció al comienzo de los cambios radicales que se producían en el país. Los activistas del régimen los percibían con angustia, pero la mayoría de la nación, con esperanza. En lo que se refiere a los círculos gubernamentales, a pesar de que la muerte de Franco liberó la tensión en las relaciones con Europa Occidental, consideraban los convenios con EE.UU. como el fundamento del régimen franquista. Así lo demostró el hecho de que en el discurso de coronación del nuevo jefe del estado, el rey Don Juan Carlos I, el 22 de noviembre de 1975, el aspecto de la política exterior estuviese coloreado obviamente con tonos “europeos”3. Durante las primeras semanas que siguieron a la muerte de Franco, el tema de las relaciones con EE.UU., si aparecía en la prensa española o en los discursos públicos, como regla general, hacían referencia a España “como miembro de pleno derecho de este mundo”. Sin embargo, como atestiguaban las notas en el diario de J. M. Areilza, que recibió la cartera de Ministro de Asuntos Exteriores en el primer gabinete posfranquista formado el 10 de diciembre de 1975, precisamente en aquellas semanas se definió el destino del convenio hispano-norteamericano4.

3 Пожарская С. П. Испания и США. Внешняя политика и общество. 1936–1976. С. 294.4 Areilza J. Diario de un ministro de la monarquía. Madrid, 1977. P. 19–20.

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Capítulo I

En aquella época, el tema de los discursos públicos, tanto del Rey, como del Ministro de Asuntos Exteriores, el Sr. Areilza, fue la Organización del Tratado del Atlántico Norte y las ventajas y problemas que le podrían surgir a España al participar en ella. Pero el camino hacia la solución de todos esos problemas era obedecer al propósito principal: “normalización imposter-gable en la política exterior”.

Un papel importante en el establecimiento de la democracia parlamen-taria en el país perteneció al Rey Juan Carlos I, coronado después de la restauración de la monarquía.

Por consiguiente, a finales de los años 70, se terminaba en España el período transitorio que iba de la dictadura, que dominó el país durante 40 años, a un estado burgués-democrático, tipo Europa Occidental. Este proceso estaba enmarcado en un ambiente de compromiso temporal que habían alcanzado las principales fuerzas políticas del país durante el período de elaboración y aceptación de la nueva constitución, mediante los llamados pactos de Moncloa, firmados en octubre de 1977 entre el gobierno y los partidos líderes de la oposición, apoyados por los sindi-catos obreros.

Por consiguiente, en julio de 1976 el puesto de presidente del estado pasa a ocuparlo Adolfo Suárez y, el de Ministro de Asuntos Exteriores, Marce-lino Oreja Aguirre. El nuevo presidente del gobierno, que representaba los intereses de los círculos pragmáticos del capital de gran escala, pero que no pertenecía a ninguna de las fuerzas políticas, crea la Unión de Centro Democrático, una mezcla heterogénea de partidos centristas que recibió un 33% de los votos en las elecciones de 1977.

En ese período, en el país, dominaba una política exterior dirigida a que Occidente hubiese entendido y aceptado la intención de España de crear un sistema democrático basado en el pluripartidismo y las elecciones parla-mentarias libres. Empezó a crecer la actividad de España en el extranjero y en poco tiempo comenzó a establecer relaciones diplomáticas con muchos países. Creció la “cuota de participación” del país en los tratados internacio-nales relacionados con la defensa de los derechos humanos y se continuó el acercamiento a los estándares europeos. M. Oreja Aguirre, hablando ante el Senado el 9 de marzo de 1978, presentó la línea estratégica del nuevo gobierno de Suárez en lo que concierne a la actividad de la política exterior.

En febrero de 1977, el Partido Socialista Obrero Español fue registrado oficialmente como partido legal. En aquel momento, el PSOE tenía 27 filia-

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

les en 34 provincias del país y contaba, según estimaba su administración, con unos 75.000 militantes5. Por la cantidad de diputados, el partido ocupó en las Cortes el segundo lugar después de la coalición de centro-derecha dirigente encabezada por A. Suárez, hecho que fue entendido por su líder F. González como “un triunfo del PSOE”, y que le permitió proclamar a su partido como “la primera fuerza política de España” y la oportunidad de ser en el futuro una alternativa al gobierno dirigente6.

Fundamental para la ruptura con el franquismo y la consolidación de los fundamentos del sistema burgués-parlamentario fue la aceptación de la nueva constitución en el referéndum del 6 de diciembre de 1978. La votó un 87,8% de los participantes del referéndum y un 58,9% de los que tenían derecho a voto. Esta nueva ley básica consolidó legalmente la ruptura con el régimen franquista y creó las condiciones para la supe-ración de sus consecuencias. Por esta razón, la fecha en que se firmó la constitución puede considerarse el inicio del período de la democracia consolidada en España.

Uno de los socios más activos en la política exterior de Madrid fue Estados Unidos. Ante lo ocurrido, el Departamento Estatal de los EE.UU. no creía necesario esperar “las demostraciones de la retirada de España del autoritarismo” y el 24 de enero de 1976, el Secretario de Estado de los EE.UU., H. Kissinger, yendo de Moscú a Washington, visitó Madrid para firmar un tratado con España. El 27 de enero, A. Navarro felicitó a Areilza por firmar un tratado cuyas repercusiones exteriores le causaron una im-presión favorable: “Esto es un apoyo obvio al gobierno y a la monarquía”7.

En mayo-junio de 1976, el documento fue ratificado por las dos cámaras legislativas españolas. El 21 de septiembre de 1976, el convenio hispano-norteamericano entró en vigor8. Sin embargo, en opinión de Pozhárska-ya S. P., “…Europa, sus destinos, sus interrelaciones con España en el pasado, el presente y los pronósticos para el futuro, se parecía, más en ese período entretenían al gobierno y a la sociedad española que las interrelaciones con el coloso transoceánico”. Después de morir Franco, se abrió la oportunidad de entrar finalmente en el mundo europeo. Para eso, como decía F. Morán,

5 Cambio-16. 1977. Nº262, p. 14.6 Ibídem. 1977. Nº 289, p. 10.7 Constitución española. Madrid, 2005. P. 94.8 Areilza J. Op.Cit., pág. 66.

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Capítulo I

socialista, miembro de la comisión extranjera del Senado de España, en su detallada investigación publicada a finales de 1980, España todavía tenía que ganar “un diploma para la democracia como la condición de la libertad del ostracismo porque en las relaciones entre España y Europa Occidental seguía saliendo claramente la inercia del pasado. Los Estados Unidos, a cambio de Europa, contaron posible, antes de la cosecha de la democracia, agradecer de antemano a España con los frutos tan notables como restablecimiento de los acuerdos en forma de contrato”9.

El conocido investigador español E. Menéndez del Valle10 dedicó un artículo al problema del cambio de la orientación de la política exterior durante el período siguiente a la muerte de Franco, de mediados de los setenta a principios de los ochenta: “España. La transición a la democracia y la política exterior”. En ese artículo, escribe que en España empezaron a darse las condiciones necesarias para la transición del aislamiento interna-cional a la participación sólida en las relaciones internacionales incluso en el período de los años sesenta, cuando Fernando Mª Castilla era Ministro de Asuntos Exteriores de España.

Es necesario tener en cuenta que el clima de alivio de la tensión internacio-nal, que determinó el desarrollo de las relaciones entre los Estados europeos durante los años setenta, también favoreció objetivamente el desarrollo con éxito del proceso de democratización en España y el fomento de las relacio-nes con Europa Occidental. Desde este punto de vista, son importantes el Congreso sobre la Seguridad y la Colaboración en Europa, llevado a cabo en Helsinki y terminado con la firma del Acta Final en 1975, y los siguientes congresos internacionales en Belgrado en 1977 y en Madrid en 1980.

En el documento final del primer encuentro de los países participantes en el Congreso sobre la Seguridad y Colaboración en Europa que tuvo lugar en Belgrado se acordó que el siguiente encuentro tendría lugar en Madrid en 198011.

Según el Ministro de Asuntos Exteriores de la URSS, A. A. Gromyko, “…la elección de España en calidad de país-anfitrión de la asamblea política, es extremadamente importante, porque reunirá las personalidades desta-cadas políticas que entran en los cuerpos de las delegaciones de treinta y

9 Morán F. ¿Entrada en la OTAN? ¿Neutralidad? ¿Aproximación al Este? Madrid, 1980, p. 39.10 Menéndez del Valle E. Política exterior y transición democrática en España. P. 73.11 Boletín oficial de las Cortes/Cortes senado. 1979. 11 enero. Juan Carlos.

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cinco países, será para España un gran honor y pone en ella la obligación de emprender de antemano las medidas necesarias, dirigidas a la creación de un mecanismo más eficaz, capaz de procurar el éxito organizador del encuentro”12.

El acontecimiento que hizo evidentes los cambios políticos que estaban teniendo lugar en España fue el discurso del Ministro de Asuntos Exterio-res, M. Oreja, en la XXXIª Sesión de la Asamblea General de la ONU en Nueva York en septiembre de 1976. El nuevo gobierno de España recibió la oportunidad de exponer en el fórum internacional los principios de su política exterior y en el discurso del 27 de septiembre, Oreja subrayó el interés de su país por el alivio de la tensión internacional y el cese del armamentismo: “Nosotros ponemos en el cese determinadas esperanzas. Aunque la confrontación ideológica se continúa, se han abierto ciertas posibilidades para el desarrollo del entendimiento mutuo y la colabora-ción. Y, puede ser, que es la más adecuada manera de retener los conflic-tos surgidos en los límites suficientemente lejanos de la confrontación militar. No podemos, — seguía el ministro, — considerar las medidas de seguridad fuera del desarme”. De esta manera, se expresaba por la creación de las condiciones para el desarme general y total bajo estricto control internacional13.

En dicha etapa, en la política exterior de España dominaban tres líneas principales: Europa (CEE, Comunidad Económica Europea), América La-tina y el Oriente Árabe. A pesar de los éxitos de España en el camino hacia la integración en la sociedad mundial, se conocen algunas frases de Oreja de ese período que demuestran el aislamiento de España con respecto a la Europa democrática. M. Oreja, en particular, señalaba que “se hace la po-lítica exterior no debida, la que no se gustaría llevar, sino aquélla que se puede llevar”14.

Es necesario decir que el período franquista se caracterizó por el hecho de que España no llevaba a cabo una política activa con los llamados países en desarrollo. Este hecho ocasionó que, a finales de los 70 — principios de los 80, surgiese una fuerte necesidad de fomentar los contactos con

12 Эль Паис.1979. 23–28 сентября // Архив внешней политики РФ. Ф. 97. Референтура по Ис-пании. Оп. № 52. Дело № 1. Папка Nº 22.13 Oficina de Información Diplomática. España. Revista informativa de la OID. 1976. Nº 39, p. 2–4.14 Tesanos J. F. Cotarelo R. La transición democrática española. Madrid, 1989. P. 732.

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Capítulo I

los países de esa región. En esta dirección se logró que España estuviese presente, en calidad de observadora, en el encuentro de los líderes de los países y gobiernos no alineados (PNA) que tuvo lugar en septiembre de 1979 en la Habana.

En cuanto a las relaciones de España con los países socialistas, en la segunda mitad de los años setenta, y a pesar de una serie de dificultades, se llevaron a cabo una serie de intercambios de visitas oficiales entre los ministros de asuntos exteriores de España y la URSS.

En este ambiente de éxitos indudables en la esfera de la política exte-rior, la situación de la política interior española era más complicada. Un factor importante de la inestabilidad política de aquel período fueron los conflictos sobre las dimensiones de la adjudicación de autonomía a las naciones y regiones de España, sobre todo, al País Vasco. El 9 de septiembre de 1979, A. Suárez hizo una reorganización esencial del gobierno motiva-da, principalmente, por los problemas políticos internos. A iniciativa de los partidos de la izquierda, se organizaron debates relacionados con la política del Estado, lo que resultó en el aislamiento. Además, en los meses anteriores crecieron las discrepancias dentro de la administración del partido dirigente, la UCD, pues algunos de sus representantes opinaban que estos fracasos estaban relacionados con la excesiva concentración de poder en las manos de Suárez. El nuevo gobierno resultó monopartidista. El gran capital y las fuerzas de la derecha fortalecieron su posición. Las representaba en el puesto de vicepresidente para las cuestiones econó-micas L. Calvo Sotelo. M. Oreja dejó el puesto de Ministro de Asuntos Exteriores y se traspasó el cargo a José Pedro Pérez-Llorca en septiembre de 1980. La base política del gabinete de ministros se amplió al incluir a Fernando Ordóñez, que representaba al bloque social-demócrata en el movimiento socialista español15.

A pesar de las considerables discrepancias en cuanto a las líneas princi-pales de la política exterior, los líderes del partido UCD tenían en común lo siguiente: ■ La entrada en la Comunidad Económica Europea seguía siendo de pri-

mera importancia para el gobierno español. ■ El gobierno trataba de entrar en la OTAN después de caducar el convenio

sobre la amistad y colaboración con los EE.UU. (enero de 1981).15 Красиков А. А. Испания и мировая политика. Полвека дипломатической истории. М., 1989. С. 226.

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■ Se emprendían múltiples iniciativas para desarrollar las relaciones bila-terales con los países hispanoparlantes de América Latina.Suárez no tenía intención de plantear la cuestión sobre el ingreso de

España en la OTAN. Sin embargo, los socialistas y los comunistas, además de criticar el programa socioeconómico del gobierno, le exigían una clara demostración de que la cuestión sobre la entrada de España a esa organi-zación estaba “congelada”.

La agravación de la lucha interna en la UCD coincidió con el inicio de las acciones de la ultraderecha que se preparaba para acabar con el gobierno democrático de Suárez usando sus propios métodos: el golpe de Estado. El “23 efe”, es decir, el 23 de febrero de 1981, 290 militares armados bajo el mando del teniente coronel Tejero Molina16 irrumpieron en el edificio de las Cortes el día en que los diputados tenían que hablar de la candidatura del nuevo presidente.

En la madrugada del 24 de febrero de 1981 quedaba claro que el golpe de Estado había fracasado. En Valencia, el general Milans del Bosch hizo volver a sus soldados a los cuarteles. En Madrid, los golpistas que ocuparon el edificio de las Cortes liberaron a los diputados y se rindieron. El 25 de febrero, tras el fracasado intento de golpe de Estado, L. Calvo Sotelo gana en las Cortes con mayoría absoluta, lo que le permitió formar gobierno.

Al evaluar aquel período de la historia del Estado español, el rey Juan Carlos I, durante la conversación con José Luís de Villalonga, señaló: “… el golpe de estado si, fue un atraco, pero hecho contra toda España. Sin embargo, los españoles han entendido que ellos se habían confrontado con la amenaza de una nueva guerra civil. Antes de que yo hablé en la televisión, me habían llamado desde las Comisiones Obreras y habían dicho que: “Nosotros estamos quemando nuestros archivos y nos mar-chamos a las montañas”. Yo les contesté: “¡No lo hagan! ¡Yo tengo todo bajo control!”17.

Resumiendo, estoy de acuerdo con la opinión de J. Mª Aznar expresada durante su discurso en la MGIMO (Instituto Estatal de Relaciones Inter-nacionales de Moscú) el 18 de mayo de 1999 “que los más importantes cambios políticos que habían pasado en España en aquellos años, han sido la transición del país desde la dictadura hacia la democracia; la formación 16 Pérez L. El tejerazo // ECOS de España y Latinoamérica. 2006: Febrero. P. 50–51.17 Вилальонга де Х. Л. Король. Беседы с королем Испании доном Хуаном Карлосом I. М., 2003. С. 179.

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Capítulo I

del sistema descentralizado político; la transformación del país a una so-ciedad abierta, integrada a la comunidad internacional. Las discrepancias entre diversas fuerzas internas políticas en la cuestión sobre los caminos del siguiente desarrollo de España en aquellos años, por supuesto, exis-tían, pero la necesidad del cierto consenso por los problemas cardinales se percibía por todos los partidos políticos, lo que demostraba sobre su alta responsabilidad civil. Aquella generación de los políticos — decía J. Mª Az-nar, — resultó perspicaz y valiente y consiguió curar sus heridas sangrantes desde los tiempos de la guerra civil, y llegar al consenso. Un papel jurídico que reflejaba ese consenso ha sido la actual hasta hoy, la constitución de 1978, que permite a los españoles vivir juntos, disfrutando todas las liber-tades”. Aznar anunció en el mismo discurso: “Abrir el país e integrarlo a la comunidad mundial fue uno de los más ardientes deseos de aquella gene-ración de los políticos. El primer logro en este sentido y, puede ser, el más significante, ha sido la alineación de España al Consejo de Europa (1977), lo que significaba el acercamiento de nuestra democracia a las democracias de Europa Occidental”18.

Una de las figuras más significativas de esa época fue A. Suárez, el presi-dente que dirigió el país durante ese período de transición de la dictadura a la democracia. Al convertirse en el símbolo de los partidarios de las reformas moderadas, ganó por segunda vez las elecciones en 1979. Sin embargo, la crisis económica y las discusiones sobre la autonomía regional hicieron que se disolviese la UCD, dirigida por él, y que en 1981 dimitiese del puesto de presidente del partido y del país.

En conclusión, estos cambios permitieron a España realizar una transi-ción pacífica, gradual y también bastante rápida de la dictadura a la demo-cracia, que a su manera se reflejó en la política exterior española.

Asimismo, tras salir Franco de la arena política, los puntos de referencia de la política exterior evolucionaron hacia la europeización. En lo que se refiere a las prioridades de dicha política, éstas seguían siendo las mismas que con Franco: Europa (CEE), Latinoamérica, Oriente Próximo y EE.UU. No obstante, durante el posfranquismo se activaron las relaciones con Eu-ropa; las relaciones con Latinoamérica pasaron a otro nivel, así como la colaboración con EE.UU.; y se definió la posición de España con respecto a Oriente Próximo.18 Discurso del señor J. Mª Aznar, presidente el Gobierno español en el Instituto de Relaciones Internacionales de Moscú. Día 18 de mayo de 1999. P. 12, 18, 19.

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1.2. Comienzo del proceso de alineación de España a la OTAN. Su punto de vista sobre la integración europea. Perspectivas de colaboración con Estados Unidos El gran interés por la entrada de España en la OTAN, las cuestiones sobre la integración europea y las perspectivas de colaboración con los EE.UU. se explica no sólo por la importancia de esos temas, sino también por cómo bajo la influencia de factores internos y externos cambió la actitud de la sociedad en cuanto a estas cuestiones.

España en el camino hacia la OTAN y la CEELos representantes de los círculos dirigentes y los teóricos de política ex-terior intentaron nivelar la cuestión de la neutralidad española tradicional con los planes oficiales acerca de la OTAN, aunque ese problema era actual para el país tanto para la garantía de la seguridad de España, como para el fomento de su prestigio internacional.

El punto de vista de los círculos de la derecha española en cuanto al fu-turo desarrollo político en aquel período se distinguía notablemente de los criterios de los socialistas y sus aliados. Los conservadores opinaban que la entrada de España en la OTAN y la CEE era profundamente necesaria para el país. La derecha veía en la OTAN una garantía de conservar el régimen socioeconómico y sus posiciones.

En el capítulo sobre la política exterior de la resolución del congreso se indicaba que el PSOE “vota contra la entrada de España a la OTAN o a cualquiera organización militar o el bloque, y también contra la concesión o el uso de las bases y objetos militares nuevos a los Estados extranjeros, se declaraba que el partido pondría todos sus esfuerzos para conseguir la liquidación de las bases extranjeras militares, existentes en España, pero de tal manera, que eso de ningún modo hiciese daño al desarme o diese ventaja alguna a cualquiera de los grandes Estados”19.

Antes de 1978, el Gobierno de Suárez, con su política exterior, intentó conseguir la aprobación de todas las fuerzas políticas del país, incluido el Partido Comunista. Tal necesidad estaba provocada por las peculiaridades

19 Resoluciones del XXVIII Congreso del PSOE. Polítics I, 1979. P. 3.

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Capítulo I

de la situación intrapolítica. En cuanto el gobierno se sintió más seguro (después de las elecciones parlamentarias de 1979), se tomó el camino del acercamiento a la OTAN.

La evolución del curso del gobierno, desde la activación de las relaciones con Europa Occidental hasta la orientación hacia la entrada en la OTAN, se explicaba por el sobrepeso en el Gobierno de las fuerzas que intentaban de ese modo integrarse plenamente en Europa Occidental y solucionar el problema de la seguridad del país.

En lo que se refiere a la política internacional, la posición del Gobierno español no se diferenciaba de la línea de Europa occidental. Hacia los años 80, en aquel contexto compuesto por los gobernantes de los países occi-dentales, los diplomáticos españoles consideraban que la cuestión sobre los derechos humanos era una de las más importantes, ya que si no se solucio-naba no podría desarrollarse de forma normal el proceso de desarme. Al mismo tiempo, los representantes españoles oficiales, en particular, en el encuentro en Belgrado (1977), subrayaron la importancia del conjunto de los problemas del “tercer mundo” y pidieron no agudizar la atención sobre la cuestión de los derechos humanos.

Es necesario subrayar que, en la segunda mitad de los años 70, España desempeñaba un papel positivo en el proceso de desarme en Europa y con-tribuía ciertamente al desarrollo del entendimiento mutuo y la colaboración entre los países del continente. A pesar de eso, la complicada situación po-lítica que vivía el país, la intención de los círculos gobernantes de colaborar más estrechamente con los países de la OTAN en el ámbito político y militar y una más clara definición de su política militar y estratégica, cambiaron ese papel. Al mismo tiempo, los planes del gobierno español en relación con la OTAN se encontraron con una resistencia férrea tanto dentro como fuera del país, entre los países del Convenio de Varsovia.

El Ministro de Asuntos Exteriores de la URSS, A. A. Gromyko, en la rueda de prensa en Bonn, el 24 de noviembre de 1979, declaró: “Según nuestra consideración, España tendrá más capital político, más potencial político si ella va a hacer una política independiente en adelante, subrayo, la independiente”20. La Unión Soviética, hasta que España entró en la OTAN, pensaba que ésta se decantaría por la neutralidad política y militar. Como se sabe, eso no pasó. España entró en la organización política de la Alianza

20 Правда. 1979. 25 ноября.

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en mayo de 1982, lo que provocó el enfriamiento de las relaciones hispano-rusas durante un tiempo. Ese paso fue el resultado de la política de la nueva administración de la UCD.

El 19 de febrero de 1981, L. Calvo Sotelo, candidato al puesto de pre-sidente de la UCD, presentó su programa gubernamental en el Congreso de los Diputados.

En este programa, se le prestó especial atención a las estipulaciones que se referían a la política exterior del gobierno que se definía como “europea, occidental y atlántica”, lo que significaba salirse del curso anterior. El acento se puso en la entrada en la OTAN sin pretextos, ya que esa cuestión no era urgente. Calvo Sotelo anunció que España no permitiría que terceros países, en particular, la Unión Soviética, pusiesen el veto a la entrada del país en la Alianza Noratlántica y se manifestó en contra de la no ampliación de las agrupaciones político-militares existentes. Prometió empezar consultas con los grupos parlamentarios para definir el plazo y las condiciones en las cuales España pudiera estar lista para participar en el bloque. Sin embargo, eso no cambió la nueva meta del curso de su política exterior. Las demás líneas de la política exterior nombradas por él se veían secundarias: las relaciones con Latinoamérica; con los países vecinos, Portugal y Francia; con el mundo socialista; con los países del Magreb y Guinea Ecuatorial. También aseguró que se continuarían los esfuerzos por recuperar la sobe-ranía española en Gibraltar.

Los partidos de la izquierda evaluaron negativamente el programa anun-ciado. El líder del Partido Socialista Obrero Español, F. González, definió el programa como “conservador” y más derechista que los programas de los Gobiernos anteriores y juzgó negativamente la intención de las fuerzas de la derecha de arrastrar a España a la OTAN.

El 20 de febrero tuvo lugar la votación a la candidatura de Calvo Sotelo. No consiguió la mayoría absoluta necesaria para ser nombrado Presidente del Gobierno, ya que por él votaron sólo 169 de 350 diputados, y se convocó una segunda vuelta. Según la constitución, en ese caso, al candidato le era suficiente con recibir la mayoría relativa de los votos, y el partido dirigente disponía de esa mayoría21.

Calvo Sotelo fue nombrado para el puesto el 25 de febrero de 1981, esta vez, por mayoría absoluta. El intento de golpe de estado influyó en la decisión

21 Дубинин Ю. В. Амбахадор! Амбахадор! Записки посла в Испании. М., 1999. С. 120.

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Capítulo I

de algunos diputados. Como dije anteriormente, dos días más tarde, un mi-llón y medio de españoles participaban en la manifestación en Madrid para apoyar la democracia. Por primera y, posiblemente última vez, los líderes de todos los partidos políticos se cogieron de las manos y amistosamente caminaron por las calles de la capital. La UCD retomó el poder, pero sus días estaban contados22.

Los socialistas, los comunistas y los diputados de los partidos nacio-nalistas del País Vasco y Andalucía votaron en contra. Se le criticaba al Gobierno, sobre todo, que fuese monopartidista, ya que, en su opinión, eso perjudicaba la solución de los problemas que había en el país. En España había tomado fuerza la opinión de que ese Gobierno era transitorio. Los españoles seguían protestando contra los pasos de Calvo Sotelo para entrar en la OTAN.

“La situación en el país se agravará. Rápida y seriamente”, ‘— opinó F. González en la conversación con el Embajador Extraordinario y Plenipo-tenciario de la URSS en España, Yu.V. Dubínin, y tuvo razón. La situación socioeconómica seguía empeorando. El paro superaba el 12%. Disminuían los beneficios reales de los trabajadores. Se produjeron las grandes huelgas de los metalúrgicos, de los mineros, los transportistas y los empleados de la compañía aérea “Iberia”. El país vivía una crisis económica grave. Se quedaba sin solución la cuestión nacional. El país estaba bajo la fiebre del terrorismo.

El 28 de octubre de 1982, la UCD sufrió una fuerte derrota en las elec-ciones parlamentarias, perdiendo, en total, 140 escaños. La razón principal fue el curso poco popular proatlantista del gabinete centrista dirigido para la alineación a la OTAN y también su política económica antinacional cu-yas consecuencias fueron la fuerte bajada de la producción, el crecimiento incontrolable del paro y la inflación. En la junta del Comité Ejecutivo de la UCD en junio, se tomó la decisión de que el partido participaría de forma independiente en las Elecciones Generales de 198223.

Pasos hacia la integración europeaA finales de los setenta, en Madrid, las diferentes fuerzas políticas llegaron a un consenso sobre la cuestión de la integración europea. El Gobierno de la UCD eligió el curso de la alineación de España a la CEE. El 1 de enero

22 El País. El 21 de noviembre de 1981 (“Calvo Sotelo asume hoy la presidencia de UCD”).23 El País. El 14 de diciembre de 1982.

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de 1979 el Ministro para las Relaciones con la CEE, Calvo Sotelo, declaró que “las elecciones generales previstas para el 1 de marzo no harán ninguna influencia al proceso en curso, a la integración de España al sistema de las comunidades europeas”24.

El 30 de enero, el Consejo de Coordinación de las Relaciones con las Comunidades Europeas organizó una junta en el Ministerio de Asuntos Exteriores de España. Durante la sesión se comentaron las direcciones principales de la política española en relación con la CEE, reflejadas luego en la declaración política presentada el 5 de febrero en Bruselas durante la sesión extraordinaria del Consejo de Ministros de la CEE y relacionada con el comienzo oficial de las negociaciones sobre el ingreso de España en el mercado común25. Asistieron el Ministro de Asuntos Exteriores, M. Ore-ja, y el Ministro para las Relaciones con la Comunidad Europea, L. Calvo Sotelo. Teniendo en cuenta las declaraciones oficiales hechas en la sesión, hubo serias discrepancias entre España y la CEE acerca de las cuestiones propuestas para los debates26.

Los partidos políticos de España alcanzaron el consenso en cuanto al ingreso en la CEE. El 27 de junio, durante la sesión del Congreso de los Diputados, se celebraron los debates parlamentarios sobre la cuestión. La mayoría de los partidos políticos representados en el Congreso se expresaron por la rápida entrada de España en el mercado común27.

Según los datos del Instituto de Opinión Pública, el 67% de los españoles entrevistados era partidario de la entrada de España en la CEE, el 7% estaba en contra y el 26% se abstuvo de responder28.

Los acontecimientos se desarrollaron de la siguiente manera:El 4 de octubre de 1979, España ratificó el Convenio Europeo de Derechos

Humanos. El 8 de octubre, el Rey de España, Juan Carlos I, pronunció su discurso ante la Asamblea del Consejo Europeo en Estrasburgo. El 16 de octubre, la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Diputados escuchó el informe del Ministro para las Relaciones con las Comunidades Europeas, L. Calvo Sotelo, sobre el curso de las negociaciones en cuanto a 24 El País, el 2 de enero de 1979.25 El País. El 31 de enero de 1979 // Archivo de la política exterior de la FR. Carpeta Nº22.26 El País. El 6 de febrero de 1979.27 El País. EL 28 de junio de 1979 // Archivo de la política exterior de la FR. Carpeta Nº22.28 El País. El 3 de octubre de 1979.

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Capítulo I

la adhesión de España a la CEE. La comisión aprobó las posiciones prin-cipales del informe29.

En las difíciles condiciones de la democratización gradual de la vida in-trapolítica de España, el gobierno de la UCD maniobraba entre la oposición derecha e izquierda, pero esta última demostraba cada vez más activamente su fuerza en crecimiento, obligando así a los círculos dirigentes de la UCD a corregir el curso de su política exterior. Con todo, en lo concerniente a la entrada de España en la CEE, se veía el pleno consenso de las fuerzas políticas líderes del país. Más que eso, los representantes de los partidos de la oposición (a la izquierda, el Partido Socialista Obrero Español; a la derecha, Alianza Popular) en 1978–1979 emprendieron acciones para mo-vilizar a las fuerzas políticas correspondientes en Europa Occidental para apoyar la entrada de España en la CEE. Además, Madrid, planificando su adhesión a la CEE, ofrecía a España en calidad de puente entre Europa, Latinoamérica y el Oriente Árabe. España intentaba desempeñar dicho papel contando con las relaciones que tradicionalmente mantenía con esas regiones y posicionando su política como fuera del bloque.

El 4 de octubre de 1979, el Ministro de Asuntos Exteriores, M. Oreja Aguirre, valorando las perspectivas de la adhesión de España a la CEE, declaró que los períodos transitorios que superasen los 10 años no eran eficaces en cuanto no ocasionaban acción estimulante ni disciplinaria a las estructuras de España o de la Comunidad. Subrayó también que el discurso durante las negociaciones debería conducirse en las condiciones dichas anteriormente y las cuales nombró la misma Eurocomisión: más de 5 años, pero menos de 1030.

Entre el 10 y el 12 de septiembre de 1979, M. Oreja y el Ministro para las Relaciones con las Comunidades Europeas, L. Calvo Sotelo, se encontraron en Bruselas con el Secretario General del Consejo de la CEE, N. Homel; el Vicepresidente de la Comisión Europea; el Responsable de las Relaciones Internacionales, V. Hafferkamp; y el Ministro de Asuntos Exteriores de Bélgica, A. Simone. En los encuentros se discutieron los problemas rela-cionados con el comienzo de las negociaciones de adhesión de España al Mercado Común.29 El País. El 5, 9 y 17 de octubre de 1979.30 Cortes Generales. Diario de sesiones del Senado. Comisión de Asuntos Exteriores. Sesión informativa celebrada con el Ministro para las Relaciones con las Comunidades Europeas sobre negociaciones entre España y la CEE 1979, 4 de octubre. P. 37.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

El 11 de septiembre, en Bruselas, tuvieron lugar dos sesiones del Ministro de Asuntos Exteriores de España, M. Oreja, el Ministro para las Relaciones con las Comunidades Europeas, L. Calvo Sotelo; y los cónsules de España en las comunidades europeas, miembros de la CEE. También hubo más encuentros en Grecia y Portugal, para tratar los problemas de la entrada de España en el Mercado Común. En las sesiones M. Oreja declaró que

“el proceso de la entrada de España a la CEE no está relacionado con la posible alineación de España a la OTAN”31.

Entre el 14 y el 15 de diciembre de 1979, el Presidente del Gobierno, A. Suárez, de visita oficial en Bruselas, mantuvo las negociaciones con el Primer Ministro de Bélgica, V. Martensson; y el Jefe de la Comisión de la CEE, R. Jenkinson. Discutieron los problemas relacionados con el desarro-llo de las negociaciones sobre la entrada de España en la CEE, diferentes problemas internacionales y el estado de las relaciones bilaterales32.

Perspectivas de colaboración con EE.UU.El nuevo curso de la política exterior española rápidamente empezó a mate-rializarse. Uno de los aspectos fue el cambio en el contexto de las relaciones con los EE.UU., a los que ya no se consideraban como el único y prioritario socio en el ámbito internacional. En enero de 1976, el tema de las relaciones de España con EE.UU. atrajo nuevamente la atención tanto de los observa-dores españoles, como de los norteamericanos. El 24 de enero, el Secretario de Estado de los EE.UU., H. Kissinger, al volver de Moscú a Washington, pasó por Madrid para firmar el convenio con España. El 21 de septiembre de 1976, el convenio hispano-norteamericano entró en vigor, como ya se dijo anteriormente.

Entre el 1 y el 2 de junio de 1977, el Secretario de Estado de los EE.UU., S. Wens, realizó una visita oficial a Madrid. Tuvo las negociaciones con el Ministro de Asuntos Exteriores español, M. Oreja; fue recibido por el Pre-sidente del Gobierno, A. Suárez; y el Rey de España, Juan Carlos I. S. Wens también participó en la sesión del consejo hispano-norteamericano que actuaba según correspondía al Convenio de 1976 de Amistad y Colabora-ción entre EE.UU. y España33.

31 El País. El 11–12 de septiembre de 1979 // Archivo de la política exterior de la FR. Carpeta Nº 22.32 El País, el 18 de diciembre de 1979.33 El País, el 3 de junio de 1979.

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Capítulo I

Sin embargo, a finales de los años 70, se tomó la decisión de empezar las negociaciones para firmar un nuevo tratado. Las negociaciones no prometían ser simples porque España iba a dar al convenio un carácter más equitativo de derechos y más sopesado. Se habló del aumento de las compensaciones por el uso, por parte de los Estados Unidos, de las ba-ses militares en territorio español; sobre la expansión de la colaboración comercial, industrial y cultural; y sobre una participación más activa de los EE.UU. en el rearme del ejército español. El Gobierno español seguía en contra de la ubicación de armas nucleares en su territorio. Antes que nada, los norteamericanos estaban interesados en obtener el derecho a usar las bases militares en territorio español para posibles operaciones militares en Oriente Próximo y en el Golfo Pérsico. Con anterioridad, el Gobierno español había rechazado tales peticiones de la administración norteamericana.

A partir del 1 de enero de 1979, los Estados Unidos empezaron la reti-rada de armas nucleares desde el territorio español en concordancia con el Convenio hispano-norteamericano sobre la Amistad y Colaboración de 1976. El departamento estatal anunció la retirada de armas nucleares norteamericanas el 2 de enero34.

El 18 de enero de 1979, en el Ministerio de Asuntos Exteriores de España comenzó el segundo seminario informativo sobre la actividad de la OTAN. El jefe del seminario fue el director general del departamento de Norteamé-rica, Juan Durán Lóriga. El seminario fue organizado por la comisión de la coordinación con la OTAN y el consejo hispano-norteamericano, cuya actividad estaba regulada por el Convenio sobre la Amistad y Colaboración entre España y los EE.UU.35.

Durante los debates y la amplia discusión, se pudo conseguir el consenso de las muy diversas fuerzas políticas en cuanto al problema de la colabora-ción militar con Norteamérica.

A principios de abril de 1981, el Secretario General de los EE.UU., Alexan-der Heig, visitó España. En el centro de las negociaciones se encontraba el problema de la renovación del Tratado hispano-norteamericano sobre la Amistad y Colaboración que caducaba a finales de 198136.

34 El País, el 2 de enero de 1979.35 El País, el 19 de enero de 1979.36 El País. El 19 de enero de 1979 // Archivo de la política exterior de la FR. Carpeta Nº22.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

Respondiendo al reproche de que la entrada en la OTAN apartaría a España de los países del tercer mundo, con los que mantenía una buena relación, el nuevo Ministro de Asuntos Exteriores español, José Pedro Pérez-Llorca dijo: “Nuestra política de amistad con los países árabes se continuará. Muchos países árabes piensan que es de vital importancia tener dentro del Pacto Atlántico tal amigo como España. Dentro de la Unión, España con-servará la libertad de acción”37. Además, pensaba que la entrada de España en la OTAN acarrearía la solución de otros problemas, tales como el ingreso en el Mercado Común y las negociaciones sobre Gibraltar.

La cuestión de la alineación de España a la OTAN era, en opinión de E. Menéndez del Valle, la prioridad especial de la política exterior del país en ese período, incluso hasta en cierta manera dañando otras líneas de la política38.

El 30 de mayo de 1982, en la sesión del consejo de la OTAN, el secretario general de esa organización, Joseph Luns, habló del “apoyo unánime” de los países de la OTAN a la candidatura de España. Eso fue no sólo la aprobación de la elección atlántica del gobierno de Calvo Sotelo, sino una invitación del bloque a España. La lucha acerca del problema de la OTAN pasó, de esa manera, a primer plano dentro de la política española exterior e interior39.

En julio de 1983, después de la entrada de España en la OTAN, se firmó el nuevo Convenio sobre la Amistad y Colaboración entre España y EE.UU. Este convenio sustituyó al de 1976, pero conservó sus estipulaciones princi-pales invioladas. Se acabó con las tendencias fuera del bloque, sin embargo, la crisis interna de la UCD no sólo no se superó, sino que aumentó, y el Gobierno tuvo que convocar elecciones anticipadas.

El proceso de integración de España en la CEE en ese período se consideró dentro del país como un factor de democratización. Definiendo esa etapa en la historia de España (antes de la llegada al poder del Partido Socialista), el futuro Ministro de Asuntos Exteriores, F. Morán, escribió en ese momento: “Desde 1973 hasta 1977, la Comunidad Europea se hace el mayor estímulo de las transformaciones dentro de España”. La izquierda española aceptó la integración de Europa como su meta: transformar a nivel continental las ins-tituciones políticas de la comunidad a través de las reformas y gradualmente

37 El País. El 12 de abril de 1981.38 Menéndez del Valle E. Política exterior y transición democrática en España. P. 743.39 Дубинин Ю. В. Указ. Соч. С. 133.

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Capítulo I

cambiar, en unión con la izquierda europea (sobre todo, con los socialistas), aquellos inicios socioeconómicos en los cuales se basaban el derecho de la Comunidad Europea. La misma existencia de Europa, institucionalmente lejana, pero cercana a los españoles como ejemplo de sistema, orientado hacia los valores liberales en la época del franquismo, estimuló la vida política de España, estableció un cierto acuerdo político y presentó un modelo socioeco-nómico más sensible a la activación de la vida política en la Península Ibérica, en otras palabras, para los países de la OTAN40. Esta evaluación del célebre líder estatal español se puede considerar como realista.

No podemos prescindir de la opinión de la investigadora española Victoria Prego en la que “el Gobierno de la Unión de Centro Democrático dejó a Felipe González un “regalo envenenado” porque no fue celebrado el referéndum por un problema tan importante como la alineación al bloque militar. El Gobierno de F. González lo convocó más tarde. Según la opinión pública propagada, la transición de la dictadura a la democracia se terminó con la llegada al poder del primer gobierno socialista. Sin embargo, en el ámbito de la política exterior, él se acabó en cierto sentido sólo en 1986, cuando fueron solucionados tres problemas claves de la política exterior de España: las relaciones con la OTAN (la realización del referéndum por la cuestión de la OTAN), las relaciones con la CEE y las relaciones diplomáticas con Israel”41.

En suma, el curso de la política exterior española, a pesar de las dife-rencias en los puntos de vista entre el partido gobernante y los partidos de la oposición, que existían por su política específica, se dirigió hacia la integración de España en la CEE y la OTAN y también hacia la continuación de la colaboración con EE.UU.

1.3. Relaciones de España con los países del Mediterráneo y de Oriente PróximoPolítica mediterráneaLas relaciones con los países de la cuenca mediterránea siempre fueron una de las líneas principales de la política exterior de España. Desde 1975, tras

40 Morán F. Una política exterior para España. 1980. P. 32.41 Prego V. Así se hizo la Transición. Barcelona, 1997. P. 343.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

el despegue del Congreso de Helsinki sobre la Seguridad y Colaboración en Europa, España activó sus acciones de política exterior en el Mediterráneo42. Al entender la importancia de los problemas de seguridad, el gobierno español empezó a prestar mucha atención a los países de la cuenca medite-rránea. Así, en el Encuentro de Belgrado sobre la Seguridad y Colaboración en Europa (1977), el Gobierno se expresó por la salida gradual de la cuenca mediterránea de las flotas de los países no mediterráneos y también por el control en esa región de las maniobras militares por tierra, mar y aire43. Al apoyar las iniciativas pacíficas soviéticas, propuestas en Belgrado y también en la conferencia de La Valletta (marzo de 1979), los representantes oficia-les españoles se expresaron por las negociaciones para la disminución de las fuerzas aéreas y marinas en esa región con el propósito de transformar el Mar Mediterráneo en una zona de paz y colaboración. Como ejemplo de primer paso en esa dirección, ofrecieron “congelar” ese tipo de fuerzas armadas y, a continuación, con la participación de todos los países medite-rráneos y contando con sus intereses, desarrollar un “sistema de seguridad” para la región. El énfasis especial de las propuestas españolas se hacía en no permitir la propagación de armas nucleares en esa región y en el desarrollo de las condiciones de coexistencia de los países costeros44.

Como señalaba el Ministro de Asuntos Exteriores, M. Oreja Aguirre, “en los últimos tiempos la confrontación se trasladó desde Europa Central, donde la situación es bastante estable, a la región del Mediterráneo, donde hay una tensión peligrosa y oculta”45.

A. Suárez habló sobre la nueva política mediterránea en su discurso en Estrasburgo en 1979. España, durante su participación en los diferentes foros internacionales, en particular, en las conferencias de los países me-diterráneos en Barcelona (1976), Atenas (1978) y Malta (1979), propuso la alianza de los países costeros, la creación de una comunidad mediterránea con el propósito de aumentar la confianza entre ellos46.

Históricamente, el momento clave de la política exterior española fue, en términos generales, la relación con los países árabes y, más concretamente, 42 La Vanguardia. El 5 de diciembre de 1979.43 El País. El 18 de octubre de 1979.44 Cambio-16. 1978. Nº328.45 El País, el 18 de julio de 1979.46 España moderna. P. 282.

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Capítulo I

la rápida regulación del problema en Oriente Próximo. La postura de España en cuanto a este último problema estaba muy relacionada con la dependencia de España del petróleo árabe, pero lo más importante fue la lucha por el reconocimiento del derecho a la existencia y el desarrollo independientes, la salida del ejército israelí de los territorios ocupados en 1967 y el recono-cimiento de los derechos del pueblo palestino47.

Las relaciones de España con los países árabes se complicaban por el problema de las ciudades de Ceuta y Melilla, situadas en territorio marro-quí, por el conflicto entre Marruecos y Argelia por el Sahara Occidental y también por el problema no solucionado de la pertenencia de las Islas Canarias. No obstante, en conjunto, España consiguió conservar sus relacio-nes “tradicionales” con el mundo árabe y superar los conflictos emergentes sin daño alguno para sí misma, aunque para ello, a veces, tuvo que hacer algunas concesiones. Los contactos de la política exterior de Madrid en este período ilustran tal afirmación.

Durante la preparación del encuentro en Madrid, Argelia y Libia anunciaron su deseo de participar para fomentar la desmilitarización del Mediterráneo e intentar limitar los ámbitos de las actividades de los países de la OTAN en esa región. Durante la visita a Argelia en mayo de 1979, Suárez apoyó su exigencia48, aunque eso claramente contradecía al muchas veces pronunciado concepto madrileño del “Mediterráneo atlántico”49. Durante ese encuentro el jefe del Gobierno español se en-trevistó con el Primer Ministro de Argelia, Mohammed Abdelghani, y con el Secretario General del Frente Polisario50, M. Abdelasis. A. Suárez reafirmó el deseo de Madrid de apoyar el curso para la “autodefinición del pueblo sahariano”51.

España expandía sus relaciones comerciales, científicas y técnicas con los países de Norte de África. Si en 1979 la participación de esos países en el intercambio comercial de España era de un 6,5%, en 1980 ya era de un 7,5%. En total, en cuanto al intercambio comercial de España, la proporción de 47 El País. El 2 de octubre de 1978.48 El País. El 25 de mayo de 1979.49 El País. El 16 de noviembre de 1979.50 El Frente Polisario — el frente Popular para la liberación de Segiet-el-Hamra y Río-de-Oro, fundado en 1973. Actúa por la independencia de la Sáhara Occidental.51 Эль Паис.1979. 1979. 1, 2 мая //Архив внешней политики РФ. Ф. 97. Референтура по Испа-нии. Оп. № 52. Дело № 1. Папка № 22.

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los países del Mediterráneo en 1980 era de un 26,3%, mientras que la parti-cipación de los EE.UU., su gran socio comercial, era tan sólo de un 10,2%52.

En la segunda mitad de los años 70, los líderes políticos hablaban sobre que España podría influir en la distribución de las fuerzas en el sur de Europa, al ofrecer desarrollar un proyecto común de “desarrollo político-económico” para los países del Mediterráneo que podría resultar en una base sólida para la política española de mediación entre Europa y África, y que también ayudaría a prevenir la aparición de situaciones conflictivas en esa región.

El conocido investigador y diplomático español, F. Morán, nombrado Ministro de Asuntos Exteriores en diciembre de 1979, señalaba que la si-tuación política de España en el Mediterráneo dependería mucho de su contribución en cuanto al tema del desarme y la seguridad en la región53.

El Mediterráneo, como se sabe, es una de las regiones conflictivas del globo terráqueo. En la década de lo 70 en dicho lugar estallaron varios conflictos armados (Oriente Próximo, Chipre, etc.).

El curso del gobierno de Calvo Sotelo, que sustituyó a Adolfo Suárez, para el acercamiento a la OTAN, estaba dirigido inevitablemente al cambio de la postura española en cuanto a los problemas del Mediterráneo a finales de los años 70.

Desarrollando las líneas principales de su política en esa región, los círculos dirigentes de España, orientados hacia la OTAN, contaban con el interés creciente de ese bloque militar por el Mediterráneo, condicionado por su exclusiva situación geográfica en la punta de tres continentes. Esto permitía controlar las vías marítimas y aéreas importantes en el Mediterrá-neo Occidental y en el Atlántico Oriental, el estrecho de Gibraltar, y desde las Islas Canarias y los territorios españoles en el norte de África (Ceuta y Melilla): las vías marítimas entre América y Europa y África y Europa.

El Gobierno de Calvo Sotelo usó la situación estratégica del país en el Mediterráneo para llevar a cabo sus planes, dirigidos a la adhesión del país al sistema político-militar de la Alianza, y para negociar con EE.UU. la renovación del convenio sobre las bases norteamericanas en territorio español subrayando que la región del Mediterráneo era la “zona de los intereses comunes” de España, EE.UU. y sus socios en la OTAN.

52 Información comercial española, el 19 de noviembre de 1981.53 Morán F. Una política exterior para España. P. 152.

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Capítulo I

Al reconocer la necesidad de fomentar la seguridad en esa región, al-gunos círculos de España analizaban la cuestión desde la perspectiva de la importancia creciente que tenía para la OTAN el triángulo estratégico: Rota — Islas Baleares — Islas Canarias. Partiendo de este concepto, de-clararon al Mar Mediterráneo como una parte importantísima del Océa-no Mundial, en la que España debería desempeñar el papel de “Estado mediano de primera clase”. Además, ese papel debería crecer, al entrar España en la OTAN.

La alineación a la Alianza le restó a España muchas oportunidades de participar en la política exterior en la región y de coordinar la política mediterránea con sus vecinos, sobre todo, con Francia.

España, que tenía la oportunidad de desempeñar un papel de mediador independiente en el llamado diálogo mediterráneo como miembro de la principal organización político-militar, se alejaba de la solución de los pro-blemas comunes regionales, como el desarme y la seguridad, las cuestiones de carácter económico común y cultural y la ecología.

Los conflictos en la región, sobre todo, en Oriente Próximo y en el Golfo Pérsico, preveían el uso, por las fuerzas de la OTAN, de las bases ubicadas en territorio español.

El proceso de “atlantización” del Mediterráneo, en el cual empezó a par-ticipar España, no alcanzaba el consenso de la mayoría de los países del sur del Mediterráneo. Como demostraron los encuentros de los representantes de los países costeros, la mayoría de los países en desarrollo de la región votaron por su desmilitarización.

Los círculos diplomáticos españoles hicieron esfuerzos por mejorar las relaciones con los países del Magreb. El Rey de España, Juan Carlos I, de visita oficial en Marruecos entre el 14 y el 16 de junio de 1979, mantuvo negociaciones con el Rey de Marruecos, Hasan II, sobre los problemas de las relaciones bilaterales. También discutieron problemas internacionales actuales como la situación en el Sahara Occidental54.

España y el estatus jurídico internacional del Sahara OccidentalA finales de los años setenta y principios de los ochenta, los intereses en política exterior y los difíciles problemas de seguridad en la región medite-rránea ejercían una gran influencia en la política mediterránea de España. 54 Эль Паис.1979. 15–17 июня // Архив внешней политики РФ. Ф. 97. Референтура по Испа-нии. Оп. № 52. Дело № 1. Папка № 22.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

En particular, en lo que concierne a la regulación del Sahara Occidental en el norte de África, uno de los problemas jurídico-políticos internacionales más complicados, heredados por la sociedad internacional en los tiempos coloniales55.

Después de varias vueltas en los debates sobre esa cuestión, en la XXª sesión de la Asamblea General de la ONU del 16 de diciembre de 1965, se aceptó una resolución especial en la que se le exigía al Gobierno de España

“tomar de inmediato todas las medidas para liberar los territorios de Ifni y Sahara Occidental del dominio colonial y con este propósito entrar en las negociaciones relacionadas con la soberanía de estos Estados”.

Por primera vez, el derecho del pueblo sahariano para la autodetermi-nación se confirmó en la resolución de la Asamblea General de la ONU 2229 (XXI) del 20 de diciembre de 1966. Según la resolución, España debía, cuanto antes, “establecer, en concordancia con los intentos de los aborígenes de Sahara Español y con la consulta con los representantes de Mauritania y Marruecos y cualquier parte interesada, el orden de la celebración del refe-réndum bajo mando de la ONU”. En ese documento, la frase “por cualquier parte interesada” se entendía Argelia que, por primera vez, anunció en la sesión su interés por el destino del Sahara Occidental56.

En el período de 1967 a 1973, la Asamblea General aprobó seis reso-luciones que confirmaron la necesidad de conceder a los habitantes del Sahara Occidental la oportunidad de expresar libremente su voluntad a través de la celebración de un referéndum “en la base absolutamente libre, democrática e imparcial”57.

El 21 de agosto de 1974, bajo la presión de la comunidad internacional, el Gobierno de España anunció en la ONU su decisión de celebrar en la primera semestre de 1975, en el Sahara Occidental, el referéndum sobre la cuestión de la autodeterminación del pueblo saharauí. De nuevo, en otoño de 1974, Marruecos y Mauritania hablaron sobre sus pretensiones en ese territorio, a pesar de la reacción totalmente negativa de Argelia. Ellos insistieron en la aceptación, siguiendo la XXIXª Sesión de la Asamblea General de la ONU, de la resolución que preveía la petición de la correspondiente conclusión

55 Ближний Восток и международное право. М., 1992. С. 42–43.56 Шведов А. А. Независимая Африка: Внешнеполитические проблемы и дипломатическая борьба. М., 1983. С. 104.57 Док. ООН A/Res 3162 (XXVIII).

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Capítulo I

del Juzgado Internacional de La Haya y que recomendaba a España aplazar la celebración del referéndum hasta recibir tal resolución58.

En noviembre de 1975, los marroquíes emprendieron la llamada “marcha verde” sobre el Sahara Occidental, en la que participaron más de 300.000 per-sonas, con el fin de forzar a España a abandonar ese territorio59.

Del 12 al 14 de noviembre de 1975, España, Marruecos y Mauritania mantuvieron en Madrid las negociaciones secretas sobre el destino del Sa-hara Occidental que culminaron en la firma de la llamada Declaración de Principios. Según esa declaración, España transfería el Sahara Occidental a una administración provisional que incluía a un gobernador general espa-ñol y a dos gobernadores adjuntos, uno a propuesta de Marruecos y otro a propuesta de Mauritania. En el artículo 2 del documento se exponía que la administración provisional correría a cargo de los tres países en colabora-ción con la Jemaa60, que a esa administración se traspasarían los derechos de las administraciones coloniales españolas y que ese proceso debería estar terminado, a más tardar, el 26 de febrero de 1976. En el artículo 3 de dicha declaración (también conocida como “Acuerdo de Madrid”), se declaraba solemnemente que Marruecos, Mauritania y España respetarían la opinión del pueblo sahariano, expresada por la Jemaa.

Durante las negociaciones trilaterales en Madrid se alcanzó un acuerdo sobre el reconocimiento por Marruecos y Mauritania de los intereses es-pañoles en el Sahara Occidental. Marruecos también estuvo de acuerdo en garantizar los capitales españoles invertidos en la industria de extracción sahariana, concediéndole a España un 35% de las acciones en la empresa que explotaba los yacimientos de fosfatos y la concesión del derecho de pesca en la zona económica del Sahara Occidental61.

El 18 de noviembre, las Cortes Españolas aceptaron la Ley sobre desco-lonización del Sahara Occidental.

El 10 de diciembre de 1975, la XXXª sesión de la Asamblea General de la ONU aprobó dos resoluciones sobre el Sahara Occidental62: una refleja-

58 Док ООН A/Res 3292 (XXIX).59 Современная Испания / Отв. Ред. В. В. Загладин. М., 1983. С. 296.60 Jemaa — es órgano representativo de clase de la España Sahariana, creado por España en 1967 y compuesto por los sheikh y los líderes de los tribus saharianas.61 Sahara Libre. Alger, 1976. № 14, p. 6.62 Док. ООН A/Res 3458 “A” (XXX); A/Res 3458 “B” (XXX).

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ba la posición de Argelia; la otra, la de Marruecos y Mauritania. Las dos resoluciones reconocían el derecho del pueblo del Sahara Occidental a su autodeterminación y preveían “una consulta” a los saharianos occidentales sobre cómo poner en práctica ese derecho. Sin embargo, la primera resolu-ción ofrecía a España llevar a cabo ese derecho bajo la vigilancia de la ONU y “consultando con todas las partes involucradas e interesadas”, mientras que la segunda tomaba en consideración el Convenio de Madrid y dejaba en manos de la administración provisional de Marruecos, Mauritania y España el derecho de autodeterminación. La aprobación del Convenio de Madrid por los países occidentales y la regulación de la situación de crisis en base a este convenio, sin duda alguna, ayudaba al reconocimiento de los “derechos nacionales de Marruecos”, lo que creaba múltiples dificultades a la hora de llevar a cabo la auténtica autodeterminación de los saharianos occidentales.

A finales de enero de 1976, España retiró por completo su ejército del Sa-hara Occidental, y el 26 de febrero anunció oficialmente en la ONU que había finalizado su presencia en esa región y traspasó las funciones administrativas a Marruecos y Mauritania63. Estos dos últimos países no tardaron en llevar a sus ejércitos al Sahara Occidental y dividir el territorio. Poco antes de ese acontecimiento, se convocó con urgencia la Jemaa española (en dicha sesión, de sus 102 miembros, sólo participaron 62), la cual aprobó el Convenio de Madrid en presencia de los gobernadores de Marruecos y Mauritania y un representante del Gobierno español64. En febrero de 1976, la administración española abandonó oficialmente el territorio del Sahara Occidental.

Relaciones de España con los países de Oriente Próximo y ÁfricaOtra de las líneas importantes de la actividad política exterior de Madrid en el período posfranquista fue la expansión de las relaciones con los países árabes. Desde hacía tiempo, España pretendía el papel vanguardista en el sistema de las relaciones de Europa Occidental con el mundo árabe. Durante la crisis de Oriente Próximo de 1967, sin duda, se puso al lado de los pue-blos del Oriente Árabe y apoyó sus exigencias en todas las organizaciones internacionales. En 1973, España contrarrestó los intentos de los Estados Unidos de usar las bases aéreas militares, situadas en su territorio, en calidad de punto de transbordo para suministrar al ejército israelí.

63 Док. ООН A/31/56s/11997. El 26 de febrero de 1976.64 Ближний Восток и международное право. М.,1992. С. 48.

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Capítulo I

Tal política se explicaba sobre todo por las estrechas relaciones econó-micas que mantenía con los países de Oriente Próximo. El bloque árabe, el segundo socio comercial de España por su dimensión, proporcionaba más del 50% del petróleo importado65. Un 53% de ese volumen procedía de los países del Golfo Pérsico y un 25% de los países árabes situados en el Norte de África. Gracias a estas relaciones con los países de Oriente Próximo, durante la crisis energética de 1974–1975, España no necesitó productos petrolíferos, mientras que los países de Europa Occidental tenían que buscar de forma febril una salida a la situación66.

España compraba, tradicionalmente, la mayor parte del petróleo a Arabia Saudí y Kuwait. Pero a finales de los años 70, consiguió firmar algunos nuevos acuerdos. Libia concedió a España un crédito de 5 años para las compras de petróleo por una suma total de 130 millones de dólares norteamericanos67. Durante la visita a Irak del primer ministro Suárez, en febrero de 1980, se consiguió un aumento de las importaciones del petróleo iraquí a España, cuyo volumen alcanzó los 8,2 millones de toneladas.

Hasta 1979, Irak no sólo era el mayor exportador de petróleo, sino tam-bién un importante importador de mercancías españolas, cuyo coste total alcanzó los 90.000 millones de pesetas en 1979. En opinión del consejero comercial de la Embajada de España en Bagdad, J. A. Bordallo, “hoy día Irak representa un mercado ilimitado para las mercancías españolas”68.

Cuando después de la revolución iraní los países occidentales impusieron sanciones económicas a Irán, España se negó rotundamente a participar en el embargo. Eso le dio la oportunidad, a costa del aumento de las exporta-ciones en alimentación y productos metalúrgicos, de conservar el volumen de comercio anterior con Irán. El conflicto armado irano-iraquí causó un gran daño a la economía española porque la extracción del petróleo en ambos países disminuyó un 70% (el petróleo iraquí e iraní representaba, en aquel momento, el 60% de la importación de España).

España compraba a los países de la OPEP el 97% del petróleo que im-portaba, lo que resultó en un déficit enorme en el comercio con estos países.

65 Diario ABC. El 13 de junio de 1976.66 Le Monde, el 13 de septiembre de 1975.67 Información comercial española. El 6 de marzo de 1978. P. 35.68 Cambio-16. Nº429, 1980. P. 34.

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En 1978, este déficit fue de 3,5 mil millones de dólares o el 50% del déficit comercial de España.

Además, las relaciones formadas con los países árabes favorecieron la expansión económica del capital español. En 1978–79 el déficit del comer-cio español con los países exportadores de petróleo, en su mayoría Estados árabes, disminuyó debido al aumento en las exportaciones de mercancías españolas, cuyo volumen pasó de 40 millones de dólares en 1974 a 1,97 mil millones en 1978.

España asumió con reservas la firma del convenio de Camp David en 1978, porque pensaba que ellos no podrían solucionar radicalmente el pro-blema de Oriente Próximo. Siempre estuvo a favor del cumplimiento de las resoluciones de la ONU acerca de Oriente Próximo y apoyó el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino.

La cuestión sobre la pertenencia de las Islas Canarias se quedaba en la agenda de la OUA ( la Organizacíon de Unidad Africana). Un factor im-portante que le dio esperanzas a España de que las islas seguirían siendo territorio español fue que ninguno de los países cercanos tenía pretensiones sobre el archipiélago.

Hubo intercambios de opiniones y arreglos en cuanto a las relaciones con otros países del continente africano. Así, desde el 7 hasta el 12 de enero de 1979, el Ministro de Asuntos Exteriores, M. Oreja, visitó algunos países de África Oriental: Egipto, Sudán, Etiopía y Kenia.

Dicho curso de la política exterior española con respecto a los países del Oriente Próximo y África no fue elegido por España aleatoriamente. El apoyo tradicional a los países árabes en su lucha contra la política de Israel le proporcionaba a España un notable provecho en el ámbito económico y elevaba su autoridad como árbitro internacional.

1.4. España y América LatinaLas relaciones de España con los países de Latinoamérica se basaban, tra-dicionalmente, en las posiciones de solidaridad procedentes de su idioma y cultura y se encontraban fuera del alcance de cualquier discrepancia política surgida en la sociedad española de aquel tiempo.

El gobierno de F. Franco, orientado a los EE.UU., declaraba oficial-mente en un principio que su concepto de “hispanidad” no contradecía

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Capítulo I

al panamericanismo y que era una especie de subsistema dentro del sis-tema panamericano. Pero los cálculos de los monopolios españoles, ser el socio menor de los EE.UU. en Latinoamérica, resultaron poco realistas. EE.UU. no iba a ceder sus posiciones a España. Por eso, el Gobierno de Franco empezó a corregir su política latinoamericana, en particular, con respecto a la Cuba revolucionaria, y establecieron relaciones mutuamente provechosas.

Tras la guerra civil, durante las primeras décadas, España apoyó principal-mente las relaciones con aquellos Estados latinoamericanos con regímenes dictatoriales. Especialmente estrechas fueron las relaciones con el Paraguay de Stressner y con el régimen de Somosa en Nicaragua. Sin embargo, a prin-cipios de los años 70, la administración diplomática española emprendió esfuerzos para cambiar esa situación.

Una de las etapas importantes en la colaboración de España con los países de Latinoamérica durante ese período fue la cumbre del 4–9 de ju-nio de 1973 en Madrid sobre el desarrollo de la colaboración de España con el Grupo Andes. En ella participaron los representantes del Gobierno español, compañías privadas españolas y diferentes órganos de ese grupo. En las sesiones se consideraron los planes comunes acerca de las diferentes formas de colaboración económica, financiera y técnica. Como conclusión a esas sesiones, se firmó la declaración sobre la creación de una comisión mixta hispano-andina, la primera organización formada por los países participantes en el Convenio de Cartagena y un Estado situado fuera del continente sudamericano.

La conferencia de los ministros de planificación y desarrollo aprobó el “Acto de Madrid”, oficialmente considerado como doctrina de la colaboración de España con los países de Latinoamérica en el ámbito del desarrollo eco-nómico y social. Ese documento fue firmado por España, Portugal, Argen-tina, Bolivia, Brasil, Venezuela, Haití, Guatemala, Honduras, La República Dominicana, Colombia, Costa-Rica, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Salvador, Chile, Uruguay y Ecuador.

El proceso de desmontaje del régimen franquista que acababa de co-menzar corrigió la política latinoamericana de España y contó con un mayor papel por parte de los Estados latinoamericanos en las relaciones internacionales modernas y en el fomento de su soberanía nacional. En la práctica, eso se reflejó en el concepto de “latinoamericanismo” y en un mayor énfasis en el desarrollo de las relaciones económicas entre España y

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Latinoamérica. España comenzó a participar activamente en las acciones de la Comisión de Economía de la ONU para Latinoamérica, y colaboró con diversas instituciones latinoamericanas: en 1981, junto con Portugal y 12 países latinoamericanos, participó en la conferencia iberoamericana sobre colaboración económica.

En la segunda mitad de los años 70, las relaciones comerciales se acti-varon notablemente. La crisis económica de 1974–75 aumentó el interés de España por América Latina como mercado para vender sus mercancías y como fuente de suministro de petróleo.

El nuevo curso de la política exterior del Madrid posfranquista resultó en un crecimiento de la popularidad de la política exterior española en los países del continente latinoamericano. Esto fue propiciado por algunos encuentros internacionales organizados en Madrid: la Conferencia de solidaridad con Chile (1978) y el Congreso Iberoamericano sobre Colaboración (1979).

En esos años, los círculos diplomáticos españoles llevaron a cabo con empeño la idea de que la tarea histórica de España era presionar para unir los esfuerzos de los pueblos hispanoparlantes en ambos continentes en todos los ámbitos de actividad humana.

En los primeros años posfranquistas, un papel clave en la construcción de las nuevas relaciones de España con los países de Latinoamérica lo desempeñó el rey Juan Carlos I que abrió una nueva etapa en las relacio-nes de la España posfranquista con el Nuevo Mundo. No es casual, que para la primera visita del monarca español a América Latina en mayo de 1976, se eligiesen la República Dominicana, la isla de Haití (en el pasado, la Española, uno de los primeros descubrimientos geográficos de Colón en 1492), y también Colombia y Venezuela. De 1976 a 1977, el rey Juan Carlos I visitó, además de estos países, Costa-Rica, Panamá, Honduras y Guatemala, lo que demostraba la importancia que le daba España a dicha región.

Además, aumentó la actividad de los círculos gubernamentales españoles. En abril de 1977, el jefe de Gobierno, A. Suárez, durante su primera visita al continente latinoamericano, estuvo en México. Esto sucedió inmediatamente después de restablecer las relaciones diplomáticas, interrumpidas en 1939. En 1978, visitó Venezuela; en 1980, Perú, Colombia y Venezuela. En 1981, el nuevo líder del Gobierno, Calvo Sotelo, firmó en México el convenio sobre la importación de petróleo mexicano. Por otra parte, el presidente de Vene-zuela, C. A. Pérez (1976); el presidente de México, J. López Portillo (1977);

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Capítulo I

el presidente de Colombia, J. C. Turbay Ayala (1979); y el presidente de Panamá, A. Royo (1979), estuvieron de visita oficial en España.

Por eso, incluso en los primeros años después de morir Franco, la nueva administración española consiguió establecer contactos políticos con la mayoría de los países latinoamericanos y alcanzar cierto nivel de confianza por su parte.

Por lo demás, la liberación del régimen político de España no trajo consigo el cese de las intensas relaciones con los regímenes dictatoriales, como el de Pinochet. Pero, en general, España demostraba claramente su interés por el desarrollo de las relaciones con los regímenes progresistas y liberales de América Latina. En 1980, Madrid interrumpió sus relaciones diplomáticas con el régimen dictatorial de R. L. García en Guatemala. En 1980 y 1981, los miembros de la administración sandinista de Nicaragua estuvieron en España de visita oficial.

Las visitas mutuas contribuyeron a la expansión no sólo de las relaciones diplomáticas, sino también de las culturales, científicas y, especialmente, de las económicas bi- y multilateralmente.

Justo después de anunciarse el deseo de España de entrar en el Mercado Común, los círculos políticos españoles vieron una nueva oportunidad de desempeñar el papel de puente entre la CEE y América Latina, sobre lo que habló abiertamente el líder de la UCD, A. Suárez.

El gran mercado de Latinoamérica, teniendo en cuenta las tradiciones históricamente cercanas y la proximidad del idioma y de la cultura, siem-pre fue muy atractivo para el capital español y entre España y Argentina, Venezuela, México, Brasil, Colombia y Chile llegaron a formarse intensas relaciones comerciales.

En los años 70, los países de Latinoamérica doblaron el volumen de su importación de España. En cuanto a la importación española, los países latinoamericanos ocupaban el cuarto lugar después de los países del Mer-cado Común, de Oriente Próximo y EE.UU.; y en exportación, el tercero, después del Mercado Común y África.

España desempeñaba de forma activa su papel de exportador de capital a esa región. En los años 1970–1980 se concentraron ahí dos tercios de las inversiones del capital español.

En 1978, las inversiones de capital español en el extranjero alcanzaron los 13.000 millones de pesetas. Fue un récord en todo el período de posgue-rra. Los capitales más grandes se invirtieron en la economía de Argentina,

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2.869 millones de pesetas; en la de Uruguay, 889 millones; en Venezuela, 844 millones; y en Chile, 734 millones de pesetas69.

La firma de convenios económicos, culturales, científicos y técnicos con los países Latinoamericanos demuestran que las relaciones de España con estos países en el período posfranquista se activaron. Por ejemplo, durante la visita del presidente de Venezuela, C. A. Pérez (1976), se firmó un acuerdo de colaboración económica entre Venezuela y España. Como resultado de la visita de A. Suárez a Colombia, se alcanzó un acuerdo de colaboración en cuanto a los yacimientos de carbón colombiano y los yacimientos de uranio (conjuntamente con Brasil).

En suma, durante el período posfranquista, España activó bruscamente su política en relación con los países latinoamericanos y expandió sus relaciones extrapolíticas, culturales, económicas y diplomáticas en esa región70.

Del 4 al 15 de agosto de 1979, el Presidente del Gobierno, A. Suárez, visitó oficialmente Brasil, Ecuador y la República Dominicana. En Ecuador, se encontró con los representantes de los países miembros del Pacto Andino, donde España recibió el estatus de observador permanente en el Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores de esa organización. Durante el viaje de A. Suárez, se anunció oficialmente que España participaría en calidad de país invitado en el VI Congreso de los líderes de los Estados no alineados que tendría lugar en la Habana (septiembre de 1979)71. En la inaugura-ción de ese congreso, el Ministro de Asuntos Exteriores de aquel momento, M. Oreja, presentó el desarrollo de su país en la última década como un “tercer camino” entre la dictadura y la revolución. Dijo que “la reforma y la evolución son las fórmulas que permiten evitar la revolución y abren la oportunidad de subir encima de las dictaduras de derecha o de izquierda”. Según sus palabras, “España con agitación y esperanza mira al proceso de democratización que se abre en algunos países íbero-latinoamericanas, aunque no tiende a exportar su experiencia al extranjero”72.

La entrada de España en la OTAN, que forzaba el Gobierno de L. Calvo Sotelo, influyó en la política del Estado español con relación al curso de

69 El País. El 28 de junio de 1979.70 El País. EL 21 de diciembre de 1980.71 El País. El 5–14 de junio de 1979.72 Ibídem.

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Capítulo I

las relaciones prioritarias con Latinoamérica: Madrid comenzó a renovar su alineación con los EE.UU. y el Mercado Común de Europa Occidental.

Durante el conflicto sobre las islas Malvinas en 1982, el Ministro de Asuntos Exteriores de aquel entonces, J. P. Pérez Llorca, señaló la “indepen-dencia” de la posición de España en relación con Latinoamérica. Cuando el Gobierno de Calvo Sotelo condenó la posición del gobierno de M. Thatcher en cuanto a Argentina, asimismo no prestó a ese país ningún apoyo real frente a la doble agresión, por parte de Inglaterra y EE.UU., limitándose a gestiones diplomáticas en la ONU. El Gobierno de España hizo entender a América Latina que el “atlantismo” no era compatible con los intereses reales de los países latinoamericanos. A pesar de eso, como respuesta a ese gesto diplomático de “desobediencia” de España, M. Thatcher decla-ró el cese de las negociaciones acerca de Gibraltar y la conservación del estatus colonial. La posición de España de apoyar a Argentina en cuanto al conflicto entre el Reino Unido y Argentina por las Islas Malvinas, a diferencia de sus socios atlánticos que apoyaron el lado del Reino Unido, se asoció a que sus prioridades nacionales no coincidían con los intereses del bloque de la OTAN73.

Al mismo tiempo, el PSOE, tras llegar al poder en octubre de 1982, llevó a cabo una política dinámica en relación con América Latina. La fracción parlamentaria del PSOE criticó la posición no lo suficientemente firme que ocupó Calvo Sotelo en cuanto al conflicto de las Islas Malvinas y señaló el derecho histórico indudable de Argentina de poseer esas islas74.

A partir de 1977, empezó una etapa importante en el desarrollo de las relaciones de España con los países latinoamericanos y se favoreció el de-sarrollo de las relaciones humanitarias con Latinoamérica y otros países hispanoparlantes, con los ciudadanos españoles que allí residían y sus aso-ciaciones.

A comienzos de los años 80, la tasa específica de la región en las expor-taciones e importaciones españolas había crecido y, en 1982, llegó a ser de un 9,4% y un 10,7% respectivamente. Los Estados latinoamericanos tam-bién consiguieron sacar algún provecho de la expansión de la colaboración económica como atestigua el saldo positivo en el comercio de esos países con España y los beneficios españoles exportados a España.

73 Известия. 1981. 9 сентября.74 El Socialista. Nº259, 1982. P. 5.

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En el período marcado, los bancos españoles participaron activamente en la financiación de diferentes proyectos en Latinoamérica y colaboraron en ese ámbito con los bancos latinoamericanos y los bancos que estaban fuera de esa región.

El aumento de la magnitud de la presencia española en la región se explicó por la necesidad de prestar ayuda económica y defender los in-tereses de los países latinoamericanos. Los círculos dirigentes de España en más de una ocasión expresaron su preocupación por las dificultades económico-financieras vividas en la región y se mostraron dispuestos a participar activamente en la resolución de problemas.

Relaciones de España con CubaLas relaciones hispano-cubanas durante el siglo XX (en el período de pos-guerra) se desarrollaron de forma bastante irregular. Sin embargo, a finales de 1961, comenzó un proceso gradual de suavización de la tensión en las relaciones hispano-cubanas. Un papel decisivo en este aspecto lo desem-peñaron las consideraciones sobre el comercio mutuo beneficioso: para la España industrializada el problema de la exportación era tan fuerte como el problema de la importación para Cuba, que sufría un bloqueo económico.

En Washington esperaban que en el camino del desarrollo del comercio entre España y Cuba surgiese un obstáculo insuperable, es decir, la directiva del presidente J. F. Kennedy del 9 de febrero de 1963, que luego fue confir-mada por la resolución correspondiente del Congreso de los EE.UU., que prohibía la ayuda a cualquier Estado si éste último al cabo de 60 días no tomaba las medidas necesarias para cancelar la entrega de las mercancías desde Cuba y a Cuba en sus barcos y aviones. La petición oficial del Gobierno español de excluir a España de dicha directiva sobre el comercio de España y Cuba fue rechazada por la administración de Kennedy.

Es muy probable que el trato negativo al régimen de Franco tenga en su inicio no sólo las opiniones “liberales” de J. Kennedy, sino también el deseo de cesar a tiempo los primeros indicios, aparecidos en 1962, de la independencia de la política exterior del socio, por el pacto de 1953, espe-cialmente porque se estaba terminando el primer decenio del plazo de ese convenio que no tenía una opinión unánime ni en la sociedad española ni en la prensa española, que estaba bajo el fuerte peso de la censura75.

75 Пожарская С. П. Испания и США. Внешняя политика и общество. 1936–1976. С. 241–244.

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Capítulo I

Según la fundadora de la hispanística, S. P. Pozhárskaya: “En las condicio-nes específicas de 1963, cuando en la sociedad norteamericana todavía no han bajado las pasiones y la ansiedad, nacidas por tal llamada crisis caribeña, un cierto sentido tenía la propagación amplia de la noticia sobre la posición que ocupaba Franco en aquel momento, que envió un telegrama a F. Kennedy con la expresión de su disposición inmediata de apoyar a los EE.UU.”.

En 1974 España y Cuba firmaron el “convenio comercial más impor-tante en toda la historia de las relaciones entre dos países”76. En base a ese convenio, Cuba recibió un crédito comercial de 900 millones de dólares norteamericanos y la oportunidad de comprar instalaciones para las empre-sas industriales, barcos de pesca, medios de transporte, recambios y bienes consumibles a cambio de azúcar, tabaco, níquel y marisco. Hacia mediados de los 70, a España le correspondía el 6,2% del intercambio comercial de Cuba, lo que la situaba entre los socios más grandes de la república de entre los países capitalistas (en 1980 disminuyó a un 2,2%).

En el período posfranquista, las relaciones entre España y Cuba se am-pliaron notablemente. En 1977, se prolongó el convenio comercial de 1974 y, en 1977, A. Suárez visitó oficialmente Cuba. Por eso, Fidel Castro, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, Presidente del Consejo Estatal y del Consejo de los Ministros de la República dijo:

“Nosotros no olvidaremos nunca que en los años del más duro bloqueo, organizado por los Estados Unidos, el Gobierno español no se dejó llevar por la fuerte presión por parte del Gobierno de los EE.UU. y no alineó al bloqueo. España no participaba en el bloqueo y comercializaba con nosotros a pesar de las diferencias de los sistemas políticos”.

En suma, el intercambio comercial y las relaciones culturales y científicas entre Cuba y España aumentaron. Para el desarrollo de esas relaciones, Es-paña mandó su delegación al VIº Congreso de los Países No Alineados que tenía lugar en La Habana en septiembre de 1979. Además, se desarrollaron las relaciones de los dos países a nivel intrapartidista.

En su conjunto, las relaciones hispano-cubanas en el período posfran-quista se pueden caracterizar como normales, a pesar de la influencia ne-gativa de los EE.UU.

De esa manera, la política económica activa de España en Latinoamérica influyó positivamente en el nivel de confianza de los socios latinoamericanos

76 Granma. El 12 de diciembre de 1974.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

en la política exterior de Madrid. A los representantes oficiales españoles los invitaban más a menudo a las negociaciones, marcando así el papel especial que España tenía que desempeñar en esa región.

A finales de los años 70, España participó en casi todas las organizaciones regionales importantes de América Latina. En agosto de 1978, España fue aceptada en calidad de observadora en la organización regional económica

“Pacto Andino”, y a partir de 1979 llegó a ser Representante Permanente en el Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores de ese Pacto.

A pesar de los éxitos conseguidos en política exterior en la línea latinoa-mericana en el período posfranquista, España chocó con ciertas dificultades al llevar a cabo sus relaciones con algunos países de Latinoamérica, en par-ticular, con Cuba. Pero, en suma, los procesos de integración en esa región se desarrollaron con éxito. España empezó a disfrutar de más confianza no sólo en esos países, sino en las organizaciones regionales de América Latina.

1.5. Relaciones hispano-soviéticasEl establecimiento de las relaciones diplomáticas entre la URSS y España el 9 de febrero de 1977 resultó a consecuencia del “deseo natural para eso de los dos pueblos, que, a pesar de las peripecias históricas y la diferencia en el sistema político, habían todas las bases para normalizar sus contactos y no hubo ninguna para no hacerlo”77.

En opinión del diplomático ruso, Yu.V. Dubínin, el Embajador Extraordi-nario y Plenipotenciario de la URSS en España durante 1978–1986, “Madrid, incluso en los tiempos franquistas intentaba restablecer las relaciones con la Unión Soviética”. Para ubicarse en el ámbito internacional como juga-dor, a España le faltaban, por supuesto, contactos con un Estado grande, tal como la Unión Soviética, y con otros países socialistas. Hay que tener en cuenta que en aquellos años para tomar decisiones que cambiasen el destino, Moscú debía asegurarse de la opinión de la administración del Partido Comunista de España, en particular, de S. Carrillo y D. Ibárruri. Tales consultas fueron hechas y, en 1964, el desarrollo de nuestras relaciones bilaterales en ámbitos concretos recibieron “luz verde”. A partir de aquí, las relaciones siguieron un largo camino de desarrollo y de acercamiento

77 Международная жизнь. 1997. № 2.

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Capítulo I

mutuo, en cuanto correspondía a los intereses de la política europea en su conjunto. Para responder a la iniciativa de Madrid, por parte soviética se encomendó a Yu.V. Dubínin para que llevase las negociaciones sobre el establecimiento de las relaciones diplomáticas78.

Tras un largo intervalo, los primeros contactos de carácter económico y cultural entre la URSS y España empezaron a surgir en los años 60. En febrero de 1967, en París, tuvo lugar el intercambio de cartas entre el Ministerio de la Flota Marina de la URSS y el Ministerio de la Flota Marina Comercial de España sobre el acceso de los barcos soviéticos a los puertos de España, y los barcos españoles a los puertos de la URSS. En 1970, en la capital española, se abrió una representación de la Compañía Naviera del Mar Negro. En septiem-bre de 1972, se firmó un convenio comercial intergubernamental, en base al cual en Madrid y Moscú se abrieron oficinas comerciales. Desde julio de 1974, esas oficinas realizaron, además de sus obligaciones comerciales, funciones consulares. En mayo de 1976, los Gobiernos de la URSS y España firmaron un acuerdo sobre comunicación aérea que entró en vigor en noviembre de 1977. Durante la preparación y realización del Congreso sobre Seguridad y Colabora-ción en Europa, los representantes de la URSS y España estuvieron de acuerdo en más de una ocasión al considerar algunas de las cuestiones en la ONU. La actividad conjunta en el marco del congreso europeo era un descubrimiento singular no sólo para la URSS, sino también para España. Su entrada a ese proceso demostraba que en la política española, incluso en aquellos tiempos, y especialmente en la diplomacia española, había un gran potencial que podría ser útil para el desarrollo de la colaboración común europea.

En los últimos años del franquismo, la parte española varias veces em-prendió un sondeo sobre la posibilidad de establecimiento de relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. La liquidación del régimen dictatorial en España abrió las fronteras de su política exterior. El proceso de liberación del país de su pesada herencia y de formación de la cara política adquirió el carácter de transición de la dictadura hacia la democracia. A finales de los años 70, vinieron a su favor cambios positivos en el escenario internacional.

En primer lugar se llevaron a cabo negociaciones para restablecer las re-laciones entre los dos países. El 9 de febrero de 1977, mediante cambio de notas entre los ministerios de asuntos exteriores de la URSS y España se res-tablecieron las relaciones diplomáticas. El cónsul de España era Juan Antonio 78 Аникеева Н. Е. Беседа с бывшим послом СССР в Испании Ю. В. Дубининым // Латинская Америка. 2005.№ 3. С. 63.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

Samaranch, el cónsul soviético en España era S. A. Bogomólov. El acuerdo se hizo mediante el intercambio de notas entre el miembro del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de la URSS (PCUS), el Ministro de Asuntos Exteriores, A. A. Gromyko, y el Ministro de Asuntos Exterio-res, M. Oreja Aguirre. En el comunicado común se declaraba que la Unión Soviética y España iban a desarrollar relaciones en base a los principios de coexistencia pacífica, de acuerdo con el Reglamento de la ONU y el espíritu de los convenios conseguidos en el Congreso sobre Seguridad y Colabora-ción en Europa. El establecimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países recibió la aprobación de todas las fuerzas progresistas de España. La satisfacción por ese motivo fue expresada en marzo de 1977 por el PCUS y el PCE (el Partido Comunista Español) durante el encuentro en el Comité Central del PCUS. Los representantes de ambos partidos dijeron que el esta-blecimiento de las relaciones diplomáticas llegaría a favorecer la colaboración multilateral entre los dos países a favor de los pueblos soviético y español79.

En marzo de 1979, en la capital de España, se firmó el primer convenio entre la TASS y la agencia de noticias nacional, EFE, sobre colaboración e intercambio de información. Por parte soviética, el convenio lo firmó el di-rector general de la TASS, V. P. Khatútsev; y por parte española, el presidente de la agencia EFE, Luís Mª Anson Oliart. El cónsul de la Unión Soviética en España, Yu. V. Dubínin, acudió a la ceremonia de la firma80.

En palabras del Ministro de Asuntos Exteriores, M. Oreja, el estableci-miento de las relaciones diplomáticas abría el camino para fomentar y de-sarrollar los contactos en diferentes ámbitos. “A pesar de todas las voces del pasado, — decía él, — podemos afirmar que hoy día existen las condiciones favorables para el siguiente desarrollo de la colaboración entre la URSS y España”. En nombre del Gobierno español, dijo que España “considera el desarrollo de las relaciones con la Unión Soviética como una de sus tareas prioritarias de su política exterior”81.

Como describe ese período el conocido diplomático ruso, Yu. V. Dubí-nin: “la primera etapa del establecimiento de las relaciones resultó difícil, porque el pasado dominaba en ambas partes por una cantidad de razones. 79 Правда. 1977. 25 марта.80 “Sobre la firma del primer convenio entre la TASS y la agencia de noticias nacional EFE sobre la colaboración y el intercambio de la información” // Izvéstiya. El 5 de marzo de 1979; Relaciones soviético-hispanas. Documentos del 1979. Moscú, 1980.81 Известия. 1978. 8 февраля.

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Capítulo I

Hay que decir que en España, la reserva de buenos sentimientos hacia Rusia era muy grande. En primer lugar, aquella parte de los habitantes que seguía las tradiciones republicanas, sin duda, sentía simpatías grandes a la URSS. En segundo lugar, tales simpatías también existían entre otras capas de la población, aunque por las razones entendidas, ellas no habían salido a la superficie. Los medios de la información pública prácticamente se quedaban posfranquistas. Los periódicos se editaban bajo viejos nombres, allí traba-jaba la misma gente, y eso no favorecía al movimiento hacia adelante. Los prejuicios se quedaban los mismos en algunas capas de la sociedad española.

Había otro problema en nuestras relaciones que tenía una larga historia, es que la cuestión sobre el “oro español” sacado por el Gobierno republicano en los años 1930 a la URSS. Para el momento del establecimiento de las rela-ciones diplomáticas, ese problema estaba prácticamente liquidado, lo daba en efecto positivo psicológicamente. Más tarde, en misma España, salían las publicaciones en las cuales se contaba sobre la historia del oro español, y en los apéndices se daban las copias de los documentos correspondientes y las ordenanzas oficiales del Gobierno español. La conclusión principal de ellos era que España recibió de la Unión Soviética las importaciones en suma que superaba el coste del oro recibido.

En España había la lucha de diferentes tendencias. Una, a favor de la neutralidad o, más bien, a favor de la participación en el Movimiento de No Alineación, y ella era bastante fuerte. La otra, a favor de la alineación a la Unión Atlántica. Por supuesto, en la URSS, entonces veían que España pudiera hacerse miembro de la OTAN por las razones políticas comunes y estratégicas. Pero nosotros llevábamos una política flexible, y desde el punto de vista de diplomacia, yo diría, una política sopesada. Nuestras palabras siempre eran envueltas de tal manera, para que nadie pudiera acusarnos en la ingerencia en el ámbito de los intereses internos de los propios espa-ñoles o que nosotros pusiésemos algo a España. Es que la opinión pública española entendía bien y sentía nuestra actitud pero, y lo subrayo una vez más, que la línea se hacía sopesada y flexible. Así que al pueblo español y al Gobierno se quedaba un campo para tomar la decisión. Hay que decir, que esa política y la línea táctica resultaron las mejores en aquellas condiciones”82.

En diciembre de 1977, la delegación del PSOE encabezada por F. González visitó la Unión Soviética para establecer contactos oficiales con el PCUS. En 82 Аникеева Н. Е. Беседа с бывшим послом СССР в Испании Ю. В. Дубининым // Латинская Америка. 2005. № 3. С. 63.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

el Comité Central del PCUS se llevaron a cabo las negociaciones entre las delegaciones de ambos partidos. Por parte soviética, participaron el miembro del Buró Político del Comité Central del PCUS, M. A. Suslov, y el candidato a miembro del Buró Político del Comité Central del PCUS y secretario del Comité Central del PCUS, B. N. Ponomariov. Ambas delegaciones expresaron su deseo de desarrollar relaciones amistosas entre el PCUS y el PSOE83.

En octubre de 1978, en el primer congreso del partido dirigente, la Unión de Centro Democrático, se hizo constar que había una lucha intrapartidista en cuanto a la línea de la política exterior de la UCD. Así, en las resoluciones del congreso, se señaló la necesidad de desarrollar relaciones con la URSS y otros países socialistas y se expresó su gratitud a estos países por acordar realizar un encuentro de Estados participantes en el congreso paneuropeo en Madrid. Al mismo tiempo, los delegados del congreso se pusieron de acuerdo en la entrada de España en la OTAN. Es verdad que en esa etapa el partido dirigente puso algunas condiciones a su acuerdo y el líder del partido y del Gobierno, A. Suárez, dijo que “el problema de la entrada de España a la OTAN ni es urgente, ni próxima”84.

La parte fundamental del desarrollo de las relaciones hispano-soviéticas fue la visita oficial a la Unión Soviética, del 17 al 20 de enero de 1979, del Ministro de Asuntos Exteriores de España, M. Oreja. Durante su visita, se llevó a cabo un amplio intercambio de opiniones en cuanto a problemas internacionales y se consideraron las perspectivas de desarrollo de las rela-ciones hispano-soviéticas. M. Oreja mantuvo conversaciones con el Ministro de Asuntos Exteriores de la URSS, A. A. Gromyko, y fue recibido por el presidente del Consejo de Ministros de la URSS, A. N. Kosýguin. Ambas partes firmaron convenios sobre colaboración científica, técnica y cultural y adoptaron un comunicado común85.

Durante la visita, A. A. Gromyko dijo: “las negociaciones hispano-sovié-ticas que llevan ahora, no son un fenómeno ordinario en la política europea y no sólo en la europea. Después del intervalo cuadragenario, ocurrido por las razones conocidas (la dictadura de Franco — nota de la autora), que ahora se han alejado al pasado, la Unión Soviética y España entraron en el

83 Правда. 1977. 12 июля.84 Правда. 1978. 27 октября.85 Эль Паис. 1979. 20 января // Архив внешней политики РФ. Ф. 97. Референтура по Испании. Оп. № 52. Дело № 1. Папка № 22.

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Capítulo I

diálogo directo entre sí. Por la primera vez en toda la historia de las rela-ciones hispano-soviéticas, el ministro de asuntos exteriores llega a nuestro país con una visita oficial”86.

En Moscú, las negociaciones ayudaron a componer una imagen más precisa y completa de las posiciones e intenciones de España en el escenario internacional. Por parte soviética se aclaró el curso de la política exterior de la Unión Soviética.

Por parte soviética se subrayó como momento positivo que España apoyase las iniciativas de la URSS en la ONU en cuanto al fomento de las garantías de seguridad en contra del empleo de armas nucleares contra aquellos Estados en cuyo territorio no hubiese tales armas y no las poseyesen.

En la Unión Soviética se basaban en la idea de que ambos países con-sideraban el Acto Final de Helsinki como un programa a largo plazo para el fomento de la seguridad y el desarrollo de la colaboración en Europa. A. A. Gromyko subrayó la importancia de la organización de un encuentro con base constructiva, planeado para 1980 en la capital española, de los representantes de los estados participantes en el congreso paneuropeo para favorecer el fomento de la paz europea.

A invitación del Gobierno español, A. A. Gromyko, miembro del Buró Político del Comité Central del PCUS y Ministro de Asuntos Exteriores, visitó oficialmente España del 19 al 21 de noviembre de 1980. Mantuvo negociaciones con el Ministro de Asuntos Exteriores español, M. Oreja; fue recibido por S. M. el Rey Don Juan Carlos I y por el presidente del Gobierno, A. Suárez. Durante las negociaciones se analizaron el estado y las perspectivas de desarrollo de las relaciones hispano-soviéticas, se dis-cutieron asuntos internacionales importantes y se subrayó la necesidad de fomentar el desarme en Europa y en todo el mundo, de cesar la carrera armamentista y liquidar los focos de tensión en Oriente Próximo y otras regiones del mundo. Las partes se expresaron por el método constructivo a la hora de organizar el encuentro de Madrid de los representantes de los estados participantes en el congreso paneuropeo.

Al acabar las negociaciones, A. A. Gromyko y M. Oreja firmaron el pro-grama de colaboración cultural y científica entre la URSS y España para 1980–1981 y el protocolo de colaboración entre el Museo del Hermitage y el Museo del Prado. Se publicó un comunicado común. A. A. Gromyko 86 МИД СССР I ЕД. Советско-испанские отношения. Документы (1980–1981 гг.) Спецфонд. Инв. № 2970 дсп. ЦНБ МИД СССР. М., 1984. С. 18.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

conversó con el secretario general del PCU, S. Carrillo,87 y también con el Ministro de Asuntos Exteriores, J. P. Pérez Llorca88. Intercambiaron opi-niones en cuanto a algunos aspectos de las relaciones hispano-soviéticas y cuestiones relacionadas con el trabajo de la sesión en curso de la Asamblea General de la ONU y el Instituto Nacional de Industria de España. La par-te soviética prestó especial atención a la región del Mediterráneo, donde la URSS y España tenían serios intereses y se subrayó la importancia de liquidar los focos de tensión en esa región y, antes que nada, en Oriente Próximo y Chipre.

La visita tenía lugar justo cuando la tendencia al desarme era dominan-te en las relaciones internacionales, pero el cuadro general de la política mundial era complicado y daba tanto fundamentos para llegar a conclu-siones positivas como para la preocupación. La carrera armamentista se-guía, más que eso, apareció la amenaza de escalada en aplicación a Europa. A. A. Gromyko prestó atención a que algunos países europeos occidentales, miembros de la OTAN, querían hacerse con armas nucleares nuevas, misiles de media distancia, ignorando de esta manera las iniciativas pacíficas de la Unión Soviética que permitirían no sólo evitar el despliegue de la carrera armamentista en Europa, sino decisivamente darle la vuelta atrás. Aunque España no estaba involucrada en esos planes,éstos no pudieron no tocar sus intereses, así como los intereses de otros países europeos.

La prensa internacional reaccionó ampliamente a esas visitas lo que mostraba el interés que surgió en diferentes países en cuanto al cauce que seguiría el desarrollo de las relaciones hispano-soviéticas. A la luz de la visita de M. Oreja a la Unión Soviética, la política exterior española empezó a tener una cara nueva a ojos de la opinión mundial. “La diplo-macia española, que ayer estaba asustada y selectiva, hoy día demuestra dinamismo y sed de las iniciativas atrevidas”, — así comentaba la visita el periódico francés “Le Figaro”89. La visita y sus resultados propicios, sin duda alguna, favorecieron el crecimiento del prestigio de España y fueron aceptados con satisfacción por la sociedad progresista y demo-crática dentro del país.

87 Эль Паис. 1979. 17–18 ноября; 20–21 ноября // Архив внешней политики Рф. Ф. 97. Рефе-рентура по Испании. Оп. № 52. Дело № 1. Папка № 22.88 Известия. 1980. 25 сентября. 89 Le Figaro. 23 janvier 1979.

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Capítulo I

Este giro positivo en las relaciones con España se insertaba en los cambios favorables que en general se estaban produciendo en Europa y que eran el resultado positivo de la política de desarme de los años setenta. Como se esperaba, las visitas favorecieron la activación de las relaciones hispano-soviéticas y los contactos en diferentes ámbitos.

Asimismo, en Moscú se llevó a cabo la primera sesión de la comisión mixta intergubernamental hispano-soviética sobre colaboración científico-técnica y, en el verano de 1979, la delegación encabezada por el Ministro de Universidades e Investigación de España, Luís González Seara, visitó la Unión Soviética. Empezó la preparación para el convenio sobre la colabo-ración entre la Academia de Ciencias de la URSS y el Comité Superior de las Investigaciones Científicas de España. La gira por Madrid y Valencia del Teatro de ópera y ballet de Kiev, T. Shevchenko, tuvo un gran éxito. Creció el interés por la ampliación de las relaciones económicas entre la Unión Soviética y España. La delegación de la Cámara de Comercio, con su pre-sidente C. F. Salata, visitó la URSS. En marzo de 1979, se firmó en Moscú el convenio sobre la colaboración entre la URSS y España en el ámbito de la televisión y radio.

Por invitación del Comité Central del Partido Socialista Obrero Español, la delegación del PCUS, encabezada por el miembro del Comité Central del PCUS y vicepresidente de la Academia de la Ciencias de la URSS, P. N. Fe-doséev, participó en mayo de 1979 en el trabajo del XXVIIIº Congreso del PSOE. En diciembre de ese mismo año, por invitación del Comité Central del PCUS, la delegación del PCUS visitó España.

También se desarrollaron las relaciones hispano-soviéticas en la línea so-cial: en agosto de 1979, empezó su actividad la asociación “España — URSS”. El conocido científico biólogo Faustino Cordón Bonet fue su presidente.

Por supuesto, las posiciones soviética y española no se parecían en todos los aspectos de la política de desarme y alivio de la tensión. Así, España se alineó a ciertos tratados sobre desarme, pero no firmó el convenio sobre no propagación de armas nucleares.

La llegada al poder del Gobierno de L. Calvo Sotelo en 1981 manifestó unos cambios significantes en la actividad de la política exterior española. La apresurada entrada del país en la OTAN pasó a ser la principal línea de dirección de los esfuerzos de sus círculos dirigentes. Hacia el otoño de 1981, los planes sobre la entrada de España al Bloque Noratlántico pasaron a un plano práctico. El Gobierno español emprendió pasos concretos para su

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

realización. En relación con este hecho, el 7 de septiembre de 1981, a través de la embajada de la URSS en Madrid, el Ministerio de Asuntos Exteriores de España recibió una nota recordatoria donde estaba escrito que “el dere-cho a decidir, ser o no ser España participante de una u otra alianza, en fin, pertenece a los españoles mismos”. La Unión Soviética entendía como su deber expresar su opinión en cuanto a una cuestión que, por su significa-do y consecuencias, traspasaba el marco nacional y afectaba a los amplios intereses del mundo, a la seguridad y colaboración en Europa y fuera de sus fronteras.

En la nota recordatoria también se señaló que la creación de la Alianza Noratlántica supuso el comienzo de la formación de agrupaciones político-militares confrontadas en Europa. La Unión Soviética y otros países del Convenio de Varsovia hicieron todo lo posible para procurar la disolución de esas agrupaciones y, como primer paso, la disolución de sus organiza-ciones militares, lo que fue un factor importante de sanación de la situación en Europa y en todo el mundo. La entrada de España en la OTAN sería el primer paso en una dirección totalmente opuesta90.

En la nota recordatoria se señaló por primera vez que después de firmar el Acto Final de Helsinki se plantearía la realización de una acción seria por sus consecuencias, en contra de las perspectivas, indicadas en ese documen-to importante, y que conllevaría el aumento del nivel de oposición de dos agrupaciones político-militares en Europa. En este momento se creaba la impresión de que España, al acabar con las cadenas del pasado, intentaba aumentar su potencial en el escenario internacional a través de la realización de una política exterior independiente, orientada a la paz. Tal impresión se apoyaba en el hecho de que se había liberado de las armas nucleares en su territorio y en relación a lo cual aparecieron nuevas oportunidades para procurar su seguridad como país libre de armas nucleares.

El problema de la entrada de España en la OTAN se analizaba en ese documento desde el punto de vista de las relaciones hispano-soviéticas. En la nota se decía que “la entrada de España a la alianza, dirigida contra la URSS y sus aliados, no puede no reflejarse en ellos. Es imposible no considerar, por lo menos, un punto como la disciplina del bloque, lo que demuestra la práctica diaria de la OTAN, impone la huella negativa a las posiciones de los participantes de esa organización por muchos problemas

90 Современная Испания. С. 328.

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Capítulo I

internacionales, en las relaciones intraestatales en Europa en total, y también en las relaciones bilaterales de los Estados”91.

La nota recordatoria fue entendida en Madrid de forma ambigua. En la prensa abundaban las expresiones en cuanto a que la Unión Soviética se metiese en los asuntos internos de España.

Por eso, la Unión Soviética dijo, en más de una ocasión, que había res-petado y respetaba la soberanía de España. No obstante, la URSS no podía ignorar los planes o acciones que podrían llegar a inflar la tensión interna-cional y provocar serios daños a la seguridad en Europa.

A pesar de ciertas discrepancias políticas, es necesario anotar que la normalización de las relaciones entre la Unión Soviética y España dio un empuje a la expansión de las relaciones bilaterales en diferentes esferas.

El rápido desarrollo se produjo en las relaciones comerciales. Si en 1977, el intercambio comercial entre los dos países era de 228,5 millones de rublos, en 1979 pasó a ser de 296,5 millones, en 1980 de 402,7 millones y, en 1981, llegó a una suma apreciable de 649,4 millones de rublos. Para desarrollar las relaciones económico-comerciales, se crearon en España las sociedades mixtas “Sokimex” y “Maderas rusas”.

A finales de 1978, tuvo lugar en Moscú la exposición industrial españo-la, en la cual participaron unas 70 empresas. En 1979 y en 1981, la Unión Soviética participó en la Feria Internacional en Barcelona. La exposición soviética tuvo un éxito permanente. Así, en 1981, más de 400.000 personas visitaron el pabellón de la Unión Soviética.

En Moscú empezaron a funcionar las representaciones de dos bancos, “Hispano-Americano” y “Banco Exterior de España”, también las de algunas empresas comerciales españolas.

Se establecieron relaciones entre la Cámara de Comercio e Industria de la URSS y el Consejo Superior de las Cámaras Oficiales de Comercio, de Industria y Navegación de España. Se crearon los comités soviético-hispano y el hispano-soviético para el fomento del desarrollo del comercio entre los dos países, se realizaron varias sesiones conjuntas de esos comités y en la VIª sesión de los comités, que tuvo lugar en junio de 1982 en Madrid, se aprobó el programa de la actividad común para 1982–83.

De gran importancia para el desarrollo de las relaciones económicas entre la URSS y España fue la actividad de las sociedades mixtas “Sovhispan”, que

91 Ibídem.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

prestaba servicios a los barcos soviéticos pesqueros en las islas Canarias, e “Intramar”, que prestaba ayuda a los barcos soviéticos que entraban en los puertos españoles92.

La Unión Soviética exportaba a España petróleo, productos petrolíferos, químicos, maderas serradas, metales ferrosos, pieles y equipamiento indus-trial y minero. La base de las importaciones soviéticas de España fueron: laminado de metales ferrosos, productos químicos, alimentación (vino, miel, cítricos, aceite de oliva, almendras), piel y también equipamiento.

Un buen ejemplo de desarrollo y expansión de estas relaciones económi-co-comerciales estables fue el contrato a largo plazo para las importaciones a la URSS desde España de 1.400.000 toneladas de ácido fosfórico concentrado. Dicho contrato se firmó durante este período y duró hasta 1993.

En 1981, en Moscú se firmó el programa de intercambios culturales para dos años en el cual se incluía la exposición de los cuadros del Museo del Prado en Moscú y Leningrado y la cual tuvo un gran éxito. El gran acontecimiento en la vida cultural de España fue la exposición en el Museo del Prado de las obras maestras de la pintura de Europa Occidental prestadas por el Museo del Hermitage. Para la exposición dedicada al aniversario de Pablo Picasso, organizada en Madrid y Barcelona, los museos soviéticos enviaron 7 cuadros de este pintor. En 1981, en el marco del intercambio cultural, actuaron en España el Teatro académico de Leningrado para la ópera y el ballet S. M. Kirov, el conjunto de danza y canción del Ejército Soviético bajo la dirección de B. Aleksándrov, la orquesta de Lituania y una serie de célebres representantes de las artes. En 1982, tuvo lugar en Madrid y Valencia la semana de cine soviético y se firmó un acuerdo sobre colaboración en el ámbito de la cine-matografía. Tuvo una gran resonancia en España el acto de inauguración del monumento en honor de A. S. Púshkin que se traspasó a la capital española como regalo del Consejo de Moscú a los habitantes de Madrid.

Dentro de los límites de la realización del convenio sobre colaboración científica y técnica, se marcaron las líneas de interés mutuo en investi-gaciones aplicadas y fundamentales en las esferas de energía, medicina y agricultura. En septiembre de 1980, en Madrid, se firmó el acuerdo entre la Academia de las Ciencias de la URSS y el Comité Superior de Investiga-ciones Científicas de España y comenzó el intercambio de científicos entre los dos países.

92 Современная Испания. С. 330.

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Capítulo I

En diciembre de 1981 se firmó el protocolo sobre la colaboración entre Gosteleradio y la televisión española93.

Empezaron a establecerse contactos por separado entre ciudades de la Unión Soviética y España. En diciembre de 1979, el alcalde de Madrid, E. Tier-no Galván, visitó Moscú y fue recibido por el miembro del Buró Político del Comité Central del PCUS y Ministro de Asuntos Exteriores, A. A. Gromyko. En 1980, la delegación del Consejo de Moscú, encabezada por V. F. Prómyslov visitó España. Entre las capitales de la Unión Soviética y España se firmó un convenio sobre el desarrollo de relaciones amistosas y colaboración. Los Días de Madrid en Moscú, que tuvieron lugar en noviembre de 1981, tuvieron un gran éxito y gracias a esto se inauguró en la capital soviética el regalo traído para los moscovitas: el monumento a Miguel de Cervantes94.

De esta manera, la cuestión clave en las relaciones entre España y la Unión Soviética, a finales de los setenta y principios de los ochenta, siguió siendo la adhesión del Estado español a la OTAN.

Con la llegada al poder del gabinete de centro-derecha de L. Calvo Sotelo (febrero de 1981), el carácter de la actividad de la política exterior espa-ñola cambió sustancialmente. Los círculos dirigentes del país empezaron a forzar su alineación al Pacto Noratlántico. En las relaciones políticas y comerciales entre España y la Unión Soviética y otros países socialistas empezó un período de enfriamiento, de estancamiento, lo que se reflejaba en la prensa soviética95.

Aún así, a pesar de algunos cambios en la situación internacional, las posiciones de la URSS y España coincidían, en particular en lo que concer-nía a la seguridad y la colaboración en Europa, y empezaban a regularse la cooperación económica y comercial y las relaciones científicas y técnicas, así como el intercambio cultural. Por eso, se puede llegar a la conclusión de que durante un período bastante corto las relaciones bilaterales alcanzaron un nivel positivo.

Como resultado de la investigación de la situación intrapolítica del país después de la muerte de F. Franco y de los diferentes aspectos de la actividad de la política exterior de los Gobiernos de la UCD en el período 1976–1982, la autora llega a las siguientes conclusiones:

93 Современная Испания. С. 331.94 Ibídem.95 Правда. 1982. 2 июня.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

■ Ante los políticos españoles y la sociedad del país en la segunda mitad de los años 70 se situaba una meta sin precedentes: realizar la transición de la dictadura a la democracia, recuperar el sistema pluripartidista y sacar a España del aislamiento de muchos años.

■ Una de las maneras de conseguir esas metas que la élite dirigente con-sideraba era la adhesión a la CEE, la expansión y recuperación de las relaciones diplomáticas y el aumento del poder económico del país con ayuda de los países de Europa Occidental y de los demás aliados de la economía del país.

■ Un papel importante en esa etapa de restablecimiento de la monarquía parlamentaria y creación de un sistema democrático en el país lo des-empeñó el Rey Juan Carlos I.

■ La política de compromisos provisionales entre las principales fuerzas políticas de España en cuanto a las cuestiones más importantes y la aprobación del principal acto legislativo, la constitución de 1978, que permitió realizar un cambio gradual hacia una mayor democratización de la sociedad, desempeñaron un gran papel en el exitoso final del pe-ríodo de transición.

■ En el proceso de transformación y desarrollo, las prioridades de la po-lítica exterior cambiaron: se definió la tendencia a la apertura, desde la neutralidad tradicional hacia una participación más activa en la po-lítica mundial, hacia una política de alivio de la tensión internacional. Todos los Gobiernos del período investigado apoyaron la expansión de los contactos políticos y económicos en todas las regiones importantes para España: Europa Occidental, América Latina, EE.UU., los países del convenio de Varsovia, etc.

■ Un acontecimiento muy importante en este período fue la renovación de las relaciones diplomáticas entre España y la URSS, la ampliación de las relaciones políticas, económicas y culturales entre estos dos países.

■ Un problema serio, alrededor del cual siguió la lucha, durante el período preelectoral 1981–1982, fue la cuestión sobre la militancia de España en la OTAN. Esa cuestión fue una de las razones que hicieron fracasar al gabinete de ministros de Calvo Sotelo en las elecciones.Los socialistas españoles que encabezaron la campaña anti-OTAN, por

esa y por otras razones más, ganaron la victoria en octubre de 1982 y crearon el Gobierno del PSOE.

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CAPÍTULO II La actividad internacional de España durante las legislaturas del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de F. González (1982–1996)

2.1. Dinámica de las relaciones de España con las estructuras político-militares de Occidente (OTAN, UEO) y los Estados Unidos. La entrada en la OTANUn 48% del electorado votó al PSOE (o 9,8 de los 20 millones de los españoles que participaron en las elecciones), lo que dio a los socialistas la mayoría absoluta de los escaños en ambas cámaras de las Cortes. Ni un sólo partido en la historia de España había conseguido una victoria tan considerable en las elecciones.

El éxito en las elecciones parlamentarias no fue ninguna sorpresa, sino que fue gestado por las acciones de la administración del PSOE y su líder, que entre finales de los años 70 y principios de los 80, llevaron a cabo sig-nificativos intentos por ganar electorado.

Las pretensiones para el papel de un partido dirigente definieron una tendencia a la mayor moderación y precaución en la política práctica del PSOE. Sus dirigentes establecieron contactos con los representantes de la iglesia católica, el ejército, los círculos financieros y también hicieron viajes

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

a los EE.UU., a Europa Occidental y a América Latina para demostrar su “moderación, responsabilidad y seguridad” en caso de llegar al poder.

De ese modo, en noviembre de 1977, F. González visitó los EE.UU. por invitación del sindicato de trabajadores de la industria automovilística. Se reunió con el vice-presidente del los EE.UU. W. Mondale, con el asistente del presidente de los EE.UU. por asuntos de seguridad nacional, Z. Bzhezinski, con el secretario de Estado, S. Wens y también con el secretario general de la ONU, K. Waldheim. Al mismo tiempo, F. González intentaba convencer a los empresarios norteamericanos de la coyuntura políticamente favorable para realizar inversiones.

En los años 1977–1979, el PSOE expandía activamente y fortalecía sus relaciones con la democracia socialista internacional. En el Congreso de la Internacional Socialista en Vancouver, F. González fue elegido como vice-presidente de dicha organización, lo que normalmente elevó el prestigio internacional del PSOE. El partido participó en muchas conferencias inter-nacionales, encuentros y congresos de partidos socialistas. Las delegaciones del PSOE, sólo en 1978, visitaron 15 países de América Latina96.

Los socialistas participaron activamente en el diseño de la nueva cons-titución de España. Consideraban su tarea procurar la aprobación de una constitución que pudiera ser “una constitución que rompiera con un sistema autoritario del poder:, la constitución de la autonomía, la constitución de las libertades”, la constitución de plena liquidación del franquismo97. El PSOE contribuyó, en cierto modo, a la búsqueda de caminos que permitieran superar la crisis económica del país. El PSOE llevó a cabo negociaciones con los partidos de oposición representados en las Cortes y con el Gobier-no. Dichas negociaciones terminaron con la firma de acuerdos políticos y económicos el 25 y el 27 de octubre de 1977, conocidos bajo el nombre de “Los Pactos de Moncloa”98 Considerando este pacto como resultado del compromiso entre la oposición y el Gobierno, y percibiendo que el PSOE iba a contribuir positivamente a su realización, los socialistas, al mismo tiempo, subrayaban que lo cumplirían del mismo modo en que lo iba a cumplir el Gobierno. Más tarde, el PSOE concluyó que el gobierno no había cumplido los acuerdos consensuados en Moncloa, y que “los realizaba con parciali-

96 Memoria I. Gestión comisión ejecutiva federal. PSOE, 28º congreso. Madrid, 1979. P. 177.97 Ibídem, p. 97–98.98 El País. El 27 de octubre de 1977.

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CAPÍTULO II

dad y no de forma completa, dejando aparte aspectos importantes; que el Gobierno no había sido capaz de ofrecer una alternativa económica clara, provocando con eso la decepción y la preocupación entre los trabajadores”99.

Incluso en el período postfranquista, la Administración española se enfrentaba a un dilema: o conseguir el ingreso del país en la OTAN y otras instituciones occidentales, o seguir por el camino de la neutralidad, tomando como base los modelos de Austria, Suecia o Suiza. Se decantó a favor de la primera opción. Finalmente, en mayo de1982, bajo el Gobierno de la UCD encabezado por L. Calvo Sotelo, España entró en la OTAN y se convirtió en miembro de la organización de la Alianza del Atlántico Norte de la misma manera que Francia. Esa decisión provocó una división de opiniones en la sociedad sobre esta cuestión.

Según el testimonio del investigador inglés P. Preston, el PSOE acusó al Gobierno de la UCD de falta de continuidad en la política exterior y en la política de seguridad, y ofreció un programa detallado para aumentar el papel de España en el escenario internacional. Un lugar destacable en ese programa ocupaba la alineación con Europa, y asimismo el PSOE se impuso la obligación de equilibrar el aspecto militar en las relaciones con los EE.UU. Los socialistas afirmaban que sólo su partido mejor que nin-gún otro podría “echar al vertedero de la historia las últimas cadenas de la herencia franquista”100.

La llegada al poder del PSOE en octubre de 1982, que defendía posturas anti-OTAN, podía significar la salida de España de dicha organización. Para los socialistas españoles llegó el momento de hacer una elección definitiva y dejar en el pasado la retórica oposicionista. Mucha gente en la misma Es-paña y fuera de ella, esperaban de F. González y los miembros de su equipo gubernamental el llamamiento a referendum sobre el ingreso de España en la OTAN y con eso, preparar la salida del país de la Alianza del Atlántico Norte, y estaban sorprendidos de que los socialistas se negaran a plantear iniciativas claras en esta dirección. A la vez, poca gente suponía entonces que se estaba ante las primeras señales del profundo cambio de rumbo de la administración del PSOE en sus tesis sobre el ingreso de España en la OTAN.

Aunque el ministerio de asuntos exteriores de España, en aquel momen-to encabezado por F. Morán, continuaba afirmando que España no podía

99 Programa. Elecciones 79. Madrid, S. A. P. 3.100 Balfour S. y Preston P. España y las grandes potencias en el siglo XX. Madrid, 2002. P. 213.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

ingresar en la OTAN por una serie de razones, gradualmente se hacía obvio que el Gobierno había tomado el rumbo de conservar la militancia del país en la Alianza Noratlántica, pero sin ser miembro de su organización militar. En marzo de 1982, F. González declaró que el referendum prometido por los socialistas sobre la conveniencia de la permanencia de España en la OTAN

“no será realizado en este año, ni en el siguiente”. La explicación encontrada fue bastante simple: no había deseo alguno de favorecer a una agudización de las relaciones entre el Este y el Oeste. Con ello, el Gobierno había dado a entender claramente que España pertenecía al mundo occidental y sen-cillamente “no pretendía la neutralidad”.

Durante este período, en las esferas políticas de España existía el punto de vista que mantenían igualmente los representantes de los círculos indus-triales, según el cual, la no entrada de España en la OTAN obstaculizaba su ingreso en organizaciones económicas y, en primer lugar, en la Comunidad Económica Europea. Estos círculos ejercían una presión activa sobre la política del PSOE en la cuestión planteada. Además, la prolongada exclu-sión de España de los procesos político-militares internacionales estimuló al PSOE a reconsiderar su postura, y teniendo presente las lecciones del pasado, también la cuestión sobre las relaciones de España con la organi-zación política de la OTAN.

El estatus que tenía en esa etapa España en la OTAN, según la opinión de aquella Administración, le permitía, por un lado, participar en la activi-dad de los órganos dirigentes del bloque, y, por otro lado, conservar cierta libertad de maniobra en la toma de decisiones sobre el mantenimiento de la seguridad nacional e internacional.

Al mismo tiempo, en el país continuaban fortaleciéndose los partida-rios de la paz, cuyos eslóganes principales exigían la salida de España de la OTAN, la celebración del referendum a nivel nacional para acabar con la presencia militar norteamericana en territorio español, el recorte de los gastos militares (en 1984 habían aumentado un 15,6% en comparación con años anteriores), la creación de zonas exentas de armas nucleares en Europa y la creación de una zona de paz en el Mediterráneo.

En el PSOE se entendía cada vez más claramente que si no se explicaba con sus votantes y no presentaba a la opinión nacional un programa claro que definiera las líneas de actuación del Gobierno en materia de política exterior, muy pronto agotaría la confianza que le fue brindada en 1982. El 23 de octubre de 1984 el PSOE llevó a cabo un claro intento por retomar

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CAPÍTULO II

la iniciativa y restablecer el prestigio quebrantado; en su discurso durante el debate sobre el estado de la Nación en el Congreso de los Diputados, F. González formuló diez puntos (el “decálogo”) sobre la estrategia nacional en materia de defensa y seguridad101

Ese programa de F. González definió la línea de conducta del Gobierno de los socialistas españoles en los asuntos internacionales.

El 31 de enero de 1986, el gobierno de F. González aprobó por fin la celebración de un referendum para el 12 de marzo sobre el carácter de las relaciones entre España y la OTAN.

En el referendum participaron 17,25 de los 29 millones de españoles que tenían derecho a voto (un 54,4%). A favor de la permanencia de España en la Alianza del Atlántico Norte votaron 9,05 millones de españoles (un 52,5% de los participados en la votación); en contra votaron 6,87 millones (un 39,8%)102

¿Cómo se pueden explicar los resultados del referendum de 1986, si se tiene en cuenta que en aquel período predominaban en la opinión pública los sentimientos antiatlánticos? Es posible que jugara cierto papel la mis-ma formulación de la pregunta ofrecida a la opinión pública española. En primer lugar, se hablaba sobre el ingreso de España sólo en la organización política de la OTAN. En segundo lugar, se contó con que la opinión pública era tradicionalmente favorable a conservar el estatus no nuclear del país y al cese de la presencia norteamericana militar en su territorio. De esa manera, el Gobierno de los socialistas, de facto, ofrecía a España aceptar el mismo estatus en la OTAN que tenía Francia, con la añadidura del estatus no nuclear de la nación española.

Tras la aprobación por el referendum del 1986 del modelo de ingreso de España en la OTAN, empezó el proceso de la integración de Madrid en la Unión de la Europa Occidental (UEO). El 14 de noviembre de 1988, en Londres, se firmó el Protocolo de entrada de España y Portugal en la UEO.

Entre finales de los ochenta y principios de los noventa, Madrid había conseguido un logro de calidad en su política exterior y de defensa, acce-diendo por sí mismo a nuevos niveles geopolíticos.

El Protocolo para la alineación de España a la UEO fue ratificado por el Congreso de los Diputados de las Cortes Generales el 27 de abril de 1989. 101 El vínculo transatlántico tras la guerra de Irak. Monografías del Ceseden) Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional), 2005. P. 120.102 Boletín Nacional del Estado, 1986. Nº79, el 2 de abril.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

A favor de la misma votaron 245 diputados (PSOE, PP, CDS, partidos vascos y catalanes); en contra, 11 (IU y GPM — Grupo Parlamentario Mixto), con una sola abstención. Oficialmente, España y Portugal se convirtieron en miembros de la UEO el 27 de marzo de 1990. De ese modo, en la primera mitad de los años noventa fueron definidos los parámetros principales de la colaboración española con la OTAN en la esfera militar.

Tal devenir de los acontecimientos abría, sin duda alguna, nuevas pers-pectivas en la política internacional de España y le permitía adquirir más peso en el mundo. No obstante, como apuntaban expertos españoles, la po-lítica exterior del Estado, sin duda, resultó estar más expuesta a la influencia de los procesos globales en comparación con épocas anteriores. Eso ya se hizo obvio a los comienzos de los años noventa, cuando España participó en la guerra del Golfo (1991), en las Fuerzas Armadas de la UEO, y también en la formación de las fuerzas militares de la OTAN, que sustituyeron al contingente de paz de la ONU en Bosnia y Herzegovina en 1995.

La aceptación del nuevo rol de España en el escenario internacional no coincidió con una nueva etapa en la historia europea de postguerra y mun-dial, con la transformación del modelo bipolar en la estructura del mundo. La desaparición de los adversarios tradicionales de la OTAN, como OTV y la URSS, planteó a Occidente una pregunta radical: ¿era necesaria la Alianza dadas las nuevas condiciones? España ocupó en esta situación una posición bastante pragmática: se expresó plenamente a favor de la continuación de la existencia de la OTAN como mayor garantía de solidaridad y seguridad atlánticas, pero con un aspecto renovado. En otras palabras, con la finaliza-ción de la “guerra fría”, la amenaza en gran escala del conflicto militar en la línea Este-Oeste, de hecho, fue suprimida del orden del día. Eso significaba que la alianza militar perdió su sentido, que consistía en la preparación de repeler una eventual agresión. La Unión Noratlántica se encontró ante una tarea muy seria en lo referente a la adaptación a las nuevas circunstancias y a la reconsideración de su papel en estas condiciones. En dos ocasiones, durante los años noventa, la OTAN definió sus conceptos estratégicos (en las cumbre de Roma en 1991 y de Washington en 1999)103.

Un factor importante en la historia de las relaciones de España y la OTAN fue el nombramiento, por el Consejo Noratlántico a nivel de los ministros de asuntos exteriores, de Javier Solana como Secretario General de la OTAN 103 Современные международные отношения и мировая политика / Под. ред. А. В. Торкуно-ва. М., 2004. С. 522.

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CAPÍTULO II

el día 5 de diciembre de 1995. Su nombramiento para ese puesto, sin duda, fue el argumento de peso añadido a favor de la alineación de Madrid a la estructura militar de la organización. El papel de J. Solana fue significante no sólo para la política española, sino también para la política europea y mundial.

Los españoles veían, que, terminada “la guerra fría”, fueron poniéndose de manifesto los intereses nacionales propios de los países occidentales europeos por separado. Si antes, frente de la amenaza de Este, el factor unificador eran los intereses supranacionales o colectivos, ahora, el egoísmo nacional se dejaba notar en mayor escala. En esta etapa de la construcción del sistema europeo de seguridad era muy importante encontrar el equilibrio adecuado entre los intereses nacionales y colectivos104. El fin de la guerra fría llevó a Europa, a primera vista, a un resultado paradójico: la debilitación de la amenaza de un conflicto nuclear a escala global iba acompañada por un aumento en el número y en la intensidad de los focos de inestabilidad. De este modo, empezaba a cumplirse el sombrío pronóstico de algunos políticos occidentales que, después de la desaparición del campo socialis-ta, Occidente tuviera que enfrentarse a otro serio peligro: la ausencia del enemigo “histórico”.

Según la opinión de los investigadores P. Preston y S. Balfour, la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 llevó a grandes perturbacio-nes en la situación internacional. La España democrática apoyaba, en los aspectos político y diplomático a la Alemania unida. “Es el mejor ejemplo de la rotura con las bases, intenciones, prioridades, estrategia y estilo de la política exterior de los tiempos franquistas. La rotura ha sido completa. No hay más cadenas”105.

Hay que señalar que la dinámica de las interrelaciones de España con la OTAN fue relacionada con el proceso evolutivo de esa organización y el cambio del carácter de las relaciones transatlánticas.

El asunto era en que la capacidad de la OTAN para jugar un papel fuerte en Europa estaba determinada en gran medida por la capacidad de la alianza de conservar y fomentar la unidad transatlántica. El cese sustantivo en los años noventa de la presencia militar de los EE.UU. en Europa, por un lado, y el fortalecimiento del centro integral europeo y la activación de la colabo-

104 Balfour S. y Preston P. España y las grandes potencias en el siglo XX. Madrid, 2002. P. 213.105 Ibídem, p. 213.

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ración de la CEE/UEO en el ámbito de la política exterior, la seguridad y la defensa, por otro, podían llevar a la erosión interna de la OTAN. Contando con este hecho, entendido por Norteamérica y por Europa, los países de la OTAN iniciaron un proceso de redistribución de la responsabilidad en la Alianza a través de su “europeización”.

“La intención centenaria de España por ocupar un lugar digno en la co-munidad de los estados europeos estaba cada vez más de actualidad en las condiciones de la construcción europea. A medida que se producían cambios en las interrelaciones de los EE.UU. y Europa Occidental, y esta última se hacía un centro más influyente en el ámbito mundial, España, cada vez con más claridad, definía sus intereses europeos como prioritarios. La necesidad de la realización de una política flexible de balance entre el europeísmo y el atlantismo aparecía desde la consideración que la unión político-militar con uno de los Estados, incluso aunque fuera con uno tan potente como los EE.UU., podría estar equilibrado por una unión, más preferente para Madrid, con unos Estados elegidos por cuenta de sus factores geográficos, las tradiciones de la política exterior e histórico-culturales y, por fin, con-tando con la proporción de las fuerzas en el ámbito mundial. No obstante, sólo la liquidación del régimen franquista y la democratización de la vida interpolítica hicieron posible la integración de España en las estructuras europeas a todos los niveles”106.

Es necesario decir que España tenía su propio método en relación al problema de la seguridad colectiva en Europa. La Administración española siempre prestaba atención a las perspectivas de la creación de un sistema paneuropeo de seguridad y colaboración.

En el diseño conceptual del modelo nuevo del sistema paneuropeo de seguridad y colaboración, los españoles permanentemente destacaban dos elementos que en su opinión eran claves: el lugar y el papel de la OTAN, de la UEO y de Rusia en la futura arquitectura europea.

Los círculos dirigentes de España se inclinaban cada vez más por se-mejante modelo, con el cual la expansión de la OTAN se haría en estrecha conexión con la expansión de la CEE y la UEO en el contexto común de la creación de un sistema de seguridad y colaboración y en contacto perma-nente con Rusia. En España se hablaba ininterrumpidamente a favor del desarrollo “de la individualidad europea” en las cuestiones político-militares, 106 Прохоренко И. Л. Национальный интерес во внешней политике государства. Опыт совре-менной Испании. М., 1995. С. 63.

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pensando que sin ello, la integración europea occidental no podría obtener una forma acabada. En el marco de los debates sobre la transformación de la UEO, la parte española era partidaria de la variante que preveía la alianza gradual, pero completa, de la UEO con la CEE, con el traspaso de todo el conjunto de las funciones a la unión creada, en el ámbito militar; también con las tareas formuladas en la Declaración de Petersberg (acciones huma-nitarias y operaciones de salvamento). La UEO se pondría al mismo nivel de la OTAN, conservando al mismo tiempo el papel de esta organización como la conexión transatlántica. La parte española empezó a demostrar su disposición a aceptar la fórmula de la gradual integración de la CEE y la UEO, junto con su simultáneo acercamiento a la OTAN.

Además, la militancia de España en la OTAN supuso un factor comple-mentario de estabilidad dentro del sistema político interno del país, ya que el ingreso en esta organización imponía ciertas obligaciones relacionadas con el cumplimiento del principio de la seguridad colectiva de cada uno de los países miembros de la Alianza.

Asimismo, después de la finalización del proceso de integración en las estructuras europeas y atlánticas (OTAN, UEO), a España se le brindó la oportunidad, junto con los países líderes de Occidente y los EE.UU., de participar en el desarrollo de una política exterior unificada en los ámbito de defensa y seguridad.

2.2. El papel de España en la Unión EuropeaUno de los eventos más significantes que influía en el destino de la civiliza-ción mundial durante el período comprendido entre la segunda mitad del siglo XX y principios del siglo XXI era la integración de Europa y la trans-formación de su Mercado Común en la Unión Europea. Las dimensiones y la significancia de ese proceso atraían y, durante mucho tiempo, seguirían atrayendo la atención de investigadores e historiadores.

El 1 de enero de 1986, durante la segunda etapa de expansión del Mer-cado Común, España se hizo miembro de la CEE. El Estado español tuvo que recorrer un camino largo y complicado antes de ser aceptado como miembro de pleno derecho en esa organización.

La directriz estratégica para la próxima alineación a la CEE, que ya había definido el Gobierno de la UCD, no sufrió cambios durante la actividad

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extra-política del Gobierno del PSOE, que llegó al poder en octubre de 1982. Sin embargo, el PSOE tenía que superar una multitud de dificultades de carácter económico y político antes de llevar a buen puerto su propósito. España, que tenía una flota pesquera enorme (era igual a la suma de las flotas de Francia, Alemania Federal e Italia), luchaba por el acceso libre a la zona pesquera de 200 millas de la CEE. La Comunidad insistía en la conservación, durante el período decenario transitorio, de las cuotas de captura para la flota española y exigía a España reducción de su potencial en la construcción naval. Las más serias discrepancias, no obstante, surgían en relación con el sector agrario. La parte española exigía la reducción del período transitorio desde 10 hasta 7 años, pero la Comunidad, por su parte, luchaba por un acuerdo que redujera la producción agrícola, intentando conservar las limitaciones a las mercancías españolas.

Recordemos que, según el artículo 237 del Convenio de Roma, las con-diciones para la entrada de un nuevo Estado a la Comunidad son objeto de acuerdo entre los países miembros de la CEE y el país candidato. El convenio de ingreso debe ser ratificado por cada uno de los países que firmaron el Convenio de Roma en correspondencia con su legislación interna. De ahí se deduce que el papel principal en las negociaciones lo jugaban sólo los países miembros de la CEE, que conciliaban sus posturas en base única, y la Comisión de la CEE que desempeñaba el papel de experto en busca de consenso.

Entre finales de 1984 y principios de 1985, España y la CEE elabora-ron una lista de compromisos que componían la base de acuerdo para la alineación. En particular, las partes acordaron un período transitorio de siete años, durante el cual el Estado español debería bajar los impuestos gradualmente a las mercancías industriales provenientes de los países de la CEE. La Administración española dio su consentimiento a la introducción en el país (desde el mismo momento de entrada a la CEE) del impuesto para el valor añadido (I. V. A.), existente en la Comunidad, y transferir al presupuesto de la CEE la recaudación de la tarifa aduanera unificada (la tarifa aduanera y el I. V. A. no serían aplicadas en las Islas Canarias, donde se conservaría el régimen de “libre comercio”).

Las medidas emprendidas por la Comunidad, compaginadas con las profundas transformaciones políticas y económicas que se producían en los países candidatos, permitieron finalizar con éxito el proceso de preparación para la segunda expansión de la CEE, que se produjo en la segunda mitad

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de los años ochenta: el 1 de enero de 1981, Grecia entró en la CEE; el 1 de enero de 1986 lo hicieron España y Portugal (el convenio para la entrada de España fue firmado el 12 de junio de 1985 en Madrid). Jurídicamente, los acuerdos entraban en vigor de forma inmediata después de ser ratificados por los órganos legislativos de los 12 países firmantes.

Cabe señalar que España ocupa en la Unión Europea (UE) un lugar específico debido al territorio que ocupa, ya que es el segundo país más grande después de Francia. La superficie de España supone un 15% del te-rritorio de toda la organización, y al mismo tiempo, a juzgar por la mayoría de sus indicadores macroeconómicos, tiene un nivel medio. En términos demográficos, la población de España ocupa el quinto lugar (un 10,6% de la población de la Unión Europea), aunque la tasa de población activa es algo menor (un 10%), y la tasa de la población con empleo es de un 9%. En cuanto al Producto Interior Bruto (PIB), España ocupa asimismo el quinto lugar, algo más de un 7% del total de la UE, y en cuanto al Producto Nacional Bruto por habitante (PNB) es un 30% menor que la media de la UE (según este indicador, a los finales de los años noventa, el país ocupaba el décimotercer lugar, adelantando sólo a Grecia y a Portugal)107.

La entrada de España a la UE cambió la estructura del comercio exte-rior del país. La tasa de la UE en el mismo creció bruscamente: en 1985 la UE era el destinatario de un 52% de las exportaciones de España, pero en 1995 ya era de un 72%; en cuanto a las importaciones, la tasa de importa-ciones de países de la UE creció desde el 37% al 65%. Aumentó, asimismo, el número de empresas españolas en el mercado exterior tanto en Europa como fuera de ella, mayoritariamente en América Latina. Principalmente, este hecho atañe a la esfera bancaria, la producción de energía eléctrica y las comunicaciones.

Mientras tanto, el proceso de integración europea en el ámbito económico aumentaba. El 14 de junio de 1985 los Gobiernos de Bélgica, Luxemburgo, Holanda, la República Federal de Alemania y Francia, firmaron en el Cas-tillo de Schengen (Luxemburgo) el Convenio sobre la abolición gradual de controles en las fronteras comunes108. España, y también Portugal, firmaron

107 Martínez J. A. Historia de España, siglo XX. 1939–1996, Madrid. Ediciones Cátedra S. A. 1999, p. 79.108 Tratado de Schengen: Convención sobre la aplicación del acuerdo de 14 de junio de 1985. Entre los gobiernos de los estados de la unión económica-Benelux, RFA y la república de Francia sobre la abolición gradual de controles en las fronteras comunes. Шенгенские соглашения: Кон-

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el Convenio de Schengen en 1991. Desde el 1 de julio de 1995, y después de varios aplazamientos, fueron suprimidos los sistemas de control de pa-saportes en las fronteras interiores de estos siete países (Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Francia, Alemania, España y Portugal). La Administración española mantenía la convicción de que la entrada en vigor de los convenios de Schengen iban a favorecer la aparición de las representaciones conjuntas de la UE en las organizaciones internacionales.

El 7 de febrero de 1992, en la ciudad holandesa de Maastricht, fue fir-mado un acuerdo con la Unión Europea, que, después de un largo y duro proceso de ratificación por los países miembros, entró en vigor el 1 de noviembre de 1993.

Según la opinión del Gobierno español, un aspecto muy importante para la legitimidad social fue la supresión de la patente desigualdad económi-ca existente entre los diferentes países y regiones de la UE. Amenazando bloquear el desarrollo en otras direcciones, España consiguió acordar con sus socios más ricos la creación del Fondo de Cohesión en vísperas de la formación de la Unión Económica y Monetaria, que podría agravar el problemas de heterogeneidad de la UE.

El Fondo de Cohesión (Cohesion Fund) fue constituido según lo es-tablecido por el art. 130d del Convenio de Maastricht. Sus tareas eran: la financiación de la protección del medio ambiente y el desarrollo de las redes transeuropeas en los Estados miembros más retrasados (donde el índice del PIB por habitante no alcanzaba 90% de la media por la CEE). Los principales receptores de los medios del Fondo fueron Irlanda, España, Grecia y Portugal.

España era partidaria de la idea federalista en la integración, y miraba con recelo el principio de las subvenciones, subrayando que la supranacionalidad no significaba el rechazo de la soberanía sino su realización conjuntamente con otros Estados. Como otros Estados pequeños, España alzó la voz en pos de la conservación de la estructura institucional establecida de la UE.

El gobierno español tomó posturas con grandes perspectivas en el ámbito de la política exterior común y la política de seguridad (PEPS), ofreciendo incluir en las competencias de la UE todos los aspectos de la seguridad, incluida la defensa.

венция о применении соглашения от 14 июня 1985 г. между правительствами государств экономического союза — Бенилюкса, ФРГ и Французской Республики о постепенной отмене проверок на общих границах. М., 2000.

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Los líderes españoles (F. González, J.Mª Aznar) siempre simpatizaron con formas de integración bastantes flexibles dentro de la UE, bajo las cuales se entendían los convenios de Schengen, el sistema monetario europeo, y mostraron una actitud negativa hacia el concepto alemán del “núcleo firme”, y también a la idea británica de la libre alineación de cualquier país de la Unión sólo a los convenios más convenientes para él. Junto con ello, España ocupó una posición firme en relación a la aceptación de nuevos candidatos, exigiendo el cumplimiento por parte de los mismos de las condiciones nece-sarias para la membresía en la Unión Europea (según parece, España temía la redistribución de los fondos de cohesión en detrimento de su economía durante la expansión de la UE).

Después de entrar en la “triada” de la UE, en enero de 1995, Madrid intentó ocupar posturas clave en el proceso del desarrollo de la reforma institucional de la Unión Europea. No obstante, bajo influencia de sus socios, en primer término Alemania y Francia, la parte española tenía que centrarse principalmente en la problemática más cercana a España: la preparación de la conferencia de la UE sobre el Mediterráneo y la realización práctica de las diferentes direcciones de la colaboración con los países de Norte de África.

Una de las direcciones prioritarias de la presidencia española en la UE en el segundo semestre de 1995 fueron las cuestiones de la ocupación la-boral y la relación entre el crecimiento económico y la competitividad. Las recomendaciones para la reforma estructural en el ámbito de la ocupación, que entraron en el “Libro Blanco” gubernamental preparado en ese período dieron sus frutos. Si en 1995 el paro en España llegó a su cima, un 22,7% (en la UE, en total, el paro era de un 11,5%, y en la zona euro de un 12,2%), en el año 2000 ese nivel bajó hasta un 15%, y en 2002 ya era un 14,1%.

Bajo la presidencia española se hizo un esfuerzo para fomentar el control multilateral del cumplimiento por parte de cada país de las exi-gencias de Maastricht dentro del marco de la formación de la Unión Económica y Monetaria (UEM), además de aprobarse los presupuestos para el año 1996, y también lograr la armonización de los métodos del control estadístico-económico. Asimismo, en diciembre de 1995, el Con-sejo Europeo recibió un informe sobre el mecanismo de transición a la tercera fase de la UEM.

Los círculos dirigentes de España en ese período incidieron, en repetidas ocasiones, en la cuestión sobre la defensa de sus intereses en la industria pesquera a través de la consecución de un acuerdo sobre la legislación del

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mercado y los recursos pesqueros en los países de la UE y la implementa-ción de una política más consecuente por parte de la Unión Europea en las negociaciones con terceros países sobre la pesca en las aguas nacionales y extraterritoriales.

Participación de las autonomías en la actividad de la UETeniendo en cuenta el carácter autonómico de la estructura estatal, la Constitución tenía por meta no sólo prestar una cierta independencia a las comunidades territoriales, sino crear un sistema de relaciones que res-pondiera a las exigencias de una sociedad civilizada y moderna, tomara en consideración sus necesidades para la autodeterminación in situ, la tarea de la modernización de la economía española, y su “entrada” en Europa.

El 1 de enero de 1986, una vez que España hubo entrado en la Unión Europea, se le brindó al país el derecho legítimo de abrir sus representa-ciones en Bruselas. A medida que España se integraba en la UE y delegada a la Unión parte de su soberanía, se hacía paulatinamente más actual el tema de la participación de las comunidades autónomas de España en la política comunitaria.

Con el propósito de rellenar las lagunas jurídicas en este ámbito y fijar el procedimiento interno de participación de una comunidad autónoma en el proceso de construcción europea, se aprobó una serie de actos legislativos. En el seno de la representación permanente de España en la UE se celebró un consejo para tratar el asunto de las autonomías. Sin embargo, las auto-nomías, no satisfechas con su nivel de representación en la UE, empezaron a abrir sus propias oficinas en Bruselas, que funcionarían en régimen per-manente desde el momento de la entrada de España en la Unión Europea. Los iniciadores de la creación de estas representaciones en Bruselas, en su momento, fueron el País Vasco, las Islas Canarias, y Cataluña, a las que siguieron otras regiones.

Desde entonces, cada una de las 17 autonomías españolas tienen derecho a abrir sus “embajadas” en la capital belga, once de las cuales han ejercido este derecho.

Cabe destacar que el personal de las misiones de las autonomías es dos veces mayor que la representación española en la UE. Las representaciones permanentes de las autonomías en Bruselas recogen información, realizan contactos constantes con los órganos de la Unión Europea, anteponiendo y defendiendo los intereses económicos y culturales de las regiones españolas.

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Hasta la fecha, el ámbito de las “relaciones internacionales” de las CCAA se limita exclusivamente a las instituciones de la Comunidad Europea. Las pretensiones formuladas por Cataluña de crear sus propias representacio-nes diplomáticas en el extranjero fuera de la UE han sido rechazadas, al contravenir lo establecido por la Constitución.

Durante el corto período de tiempo que España ha sido miembro con plenos derechos de la Comunidad Europea, las ventajas del mercado co-mún, la ayuda financiera de la UE y una coordinada política interna han permitido al Estado español evolucionar en su desarrollo socio-económico y en el fomento de las bases de una democracia política. Así, España ha adquirido prestigio internacional y se ha convertido en participante con plenos derechos de la integración europea.

2.3. Relaciones de España con los países del Mediterráneo. El proceso de BarcelonaPor su situación territorial, el Mediterráneo es una zona fronteriza que separa una Europa rica, desarrollada y relativamente estable de países inestables y llenos de contrastes sociales: los de África del Norte y Oriente Próximo. Las contradicciones entre y dentro de los Estados y los problemas socioeconó-micos, son desde hace mucho la seña de identidad de esa región. Entre sus factores de desestabilización están las disputas territoriales y los conflictos étnico-culturales (Israel y Palestina, Grecia y Turquía, los problemas de la desmembración de la antigua Yugoslavia, la regulación de Chipre y la situación de pueblo kurdo). La situación se agrava debido a las actividades de los terroristas islámicos en Argelia, Egipto, Libia y otros países.

En los años ochenta, la Europa Occidental empezó a notar en su propia piel los problemas surgidos como resultado de la forzada incursión de los Estados Unidos en la región mediterránea, donde se recrudecía la lucha político-militar entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. En la esfera económica, los EE.UU. presionaban enérgicamentr a sus competidores de la Europa Occidental, sacándolos del espacio económico mediterráneo.

Todo ello exigía a Europa Occidental una reconsideración en sus re-laciones con los países mediterráneos para ofrecerles un nuevo estatus considerando los cambios que se estaban produciendo. En diciembre de

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1990, el Consejo de la CEE aprobó un acuerdo sobre la realización de así llamada “política mediterránea de alto nivel”, elemento en el cual ha hecho énfasis no sólo para la colaboración, sino también para la cooperación con “terceros países mediterráneos”. La actividad de los nuevos miembros de la CEE, Grecia, España y Portugal, propulsó la activación de la política mediterránea. Cabe destacar el notable papel jugado por la política exterior de España en el desarrollo de esta línea mediterránea.

En los años ochenta y noventa comenzó una serie de procesos integra-torios en la región del Mediterráneo, en los cuales España jugó un papel muy activo.

En los años noventa se produjeron los primeros intentos por conseguir la integración regional, en particular, en el Mediterráneo Occidental (Polo latino, Grupo de apoyo mediterráneo), pero ninguno de ellos experimentó un desarrollo significativo. Gracias a la iniciativa de Egipto y Grecia, en el encuentro de los ministros de asuntos exteriores de los 11 países de la región (España, Italia, Francia, Grecia, Portugal, Egipto, Argelia, Marruecos, Túnez, Líbano y Turquía), más tarde se unió Malta, celebrado entre el 3 y el 4 de julio de 1994 en Alejandría, se constituyó el club Mediterráneo (Fórum Medite-rráneo “6+6”). El Fórum fue pensado como un canal no formal de diálogo en la línea Norte-Sur, siendo concebido como un laboratorio del desarrollo de los conceptos de colaboración, la regulación de las situaciones conflictivas, el fortalecimiento de las medidas de confianza y la lucha contra el terrorismo.

La Unión Europea, prácticamente desde el momento de su formación, había llevado a cabo una política de relaciones privilegiadas con los países del Mediterráneo Sur a través de la firma de acuerdos de colaboración y protocolos financieros. No obstante, esa colaboración tenía un carácter dual: mientras que a mediados de los años noventa la participación de la UE en el intercambio comercial de esos países era superior al 50% del total, los países del Mediterráneo eran destinatarios de tan sólo un tercio del intercambio comercial de la Unión Europea. Y esa desproporción no disminuía con los años. Los cambios que sobrevinieron en Europa después de la caída del Muro de Berlín pudieron aumentar aún más esa desigualdad. España se convirtió en la iniciadora de unas negociaciones concebidas para liquidar esa desproporción, convenciendo a otros miembros de la UE con todos los medios disponibles, que una de las más importantes metas para la Comu-nidad era el restablecimiento de la cooperación mediterránea. Según su opinión, el mayor obstáculo que existía en las negociaciones era la posición

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de Alemania, que tradicionalmente prefería la continuación y desarrollo del diálogo con los países de la Europa Central y Oriental. Todo esto tuvo como resultado una fuerte presión por parte de la Comisión Europea y un enérgico discurso del presidente del Gobierno de España, F.González, que advirtió que España podría bloquear el proceso de la expansión de la UE a Oriente hasta que la política europea no se equilibrara y el canciller de la RFA, Helmut Kohl, modificara su postura con respecto al diálogo mediterráneo.

Una vez considerada la situación, los representantes de los países miem-bros de la UE confirmaron la importancia estratégica de la cuenca del Me-diterráneo en las cumbres de Lisboa (junio de 1992), Cofru (junio de 1994) y Essen (diciembre de 1994), y dieron un nuevo empuje político a la co-laboración con los países de esa región, que posteriormente se consolidó durante el Proceso de Barcelona.

En opinión de las autoridades españolas, la diferencia entre el entendi-miento de las cuestiones del Mediterráneo por parte de la UE y los EE.UU estaba relacionada con los conceptos principalmente diferentes en los que se basaban. Washington consideraba el Mediterráneo como un pasadizo inquieto que conectaba América con Israel y los Estados petroleros del Golfo Pérsico, por eso la táctica de los norteamericanos era, primordialmente, conseguir la pacificación de la zona fronteriza con Israel. La postura de la mayor parte de los europeos era principalmente la contraria: para ellos, el Mediterráneo era un territorio que adhería a sus fronteras y con el que había que desarrollar una relaciones de buena vecindad y una colaboración mutuamente beneficiosa. Eso explicaba el hecho de que fuera, no los EE.UU., sino Europa el mayor “donante” financiero de la región109.

El inicio de la cooperación mediterránea por parte de los países de la UE surgió como respuesta a los llamamientos que venían de la costa sur del Mar Mediterráneo. Era evidente que solucionar las crecientes diferencias sociales y económicas pasaba por la implementación de diversos mecanismos finan-cieros que proporcionaran a la región estabilidad económica y cubrieran las necesidades de la población de los países del Mediterráneo Sur. La idea, pronunciada en su momento por el presidente de Francia, F. Miterrand, de la celebración de un gran congreso para discutir los problemas funda-mentales de la región, fue apoyada y llevada a cabo por la administración española. Así, en el período de la presidencia de España en la UE durante el

109 Política Exterior. Madrid, 1996. № 47

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segundo semestre de 1995, el momento cumbre en el marco de los múltiples eventos relacionados con el Mediterráneo, y organizados por la línea de la Unión Europea, llegó con la Primera Conferencia Europeo-mediterránea en Barcelona, celebrada los días 27 y 28 de noviembre de 1995 con formato de “15+12”. Por iniciativa de la UE, en su labor participaron los ministros de asuntos exteriores de quince países miembros de la UE y doce ministros de los países árabes (Argelia, Túnez, Marruecos, Egipto, Jordania, Siria, Lí-bano y Palestina), y también de Israel, Turquía, Chipre y Malta. En calidad de “invitados especiales” estaban Mauritania, la Unión del Magreb árabe, y la Liga de los Estados árabes. Rusia, los EE.UU. y otros países europeos, no miembros de la UE, fueron invitados (a nivel de embajadores) a las ceremonias de apertura y clausura. A pesar de la insistencia árabe, Libia no fue admitida por su “participación en el terrorismo”. Rusia se dirigió al presidente de la Conferencia de Barcelona, y ministro de asuntos exteriores de España, Javier Solana, con la petición de recibir el estatus del observador legítimo en ese fórum. La metódica rusa en la conservación y aumento de la presencia en esa región fue expuesta en el Memorandum sobre la política de Rusia en el Mediterráneo que se remitió a la conferencia110.

Basándose en la idea de la seguridad mutua y la metódica conjunta para la solución de los problemas de vital importancia en la región del Mediterrá-neo Europeo, los 27 participantes de la conferencia firmaron la Declaración en Barcelona. En ella se subrayaba el acuerdo de los países participantes en establecer una cooperación omnipresente a través del fomento de la interacción regular política y el desarrollo de la colaboración económica y financiera. Se hacía hincapié en la colaboración social, cultural y humanitaria. Partiendo de estas bases, la UE y los países del Mediterráneo intentaron crear un “espacio común de paz y estabilidad”. El eje de la “construcción barcelonesa” era el aumento gradual de la cooperación económica en el Mediterráneo, y la creación para el año 2010 de una zona de comercio libre.

El proyecto para la creación de la zona de comercio libre en el Medite-rráneo fue un intento de la UE para reconstruir toda la estructura de los flujos migratorios en la región, especialmente hacia los países de Europa. El comercio libre, de igual forma, era considerado por los europeos como una alternativa a la inmigración. Partiendo de la teoría sobre la movilidad

110 Pereira J. C. La Declaración de Barcelona // La política exterior de España (1800–2003). Madrid, 2003. P. 380.

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CAPÍTULO II

del capital, la UE intentaba cambiar los flujos migratorios de la mano de obra por otros de inversión en los países del Mediterráneo Sur, lo que, sin embargo, tenía como obstáculo la desigualdad de los niveles de desarrollo económico de los países europeos y africanos de esa región.

En la Declaración de Barcelona se reflejaron las orientaciones interna-cionales de las partes: la soberanía de las naciones, el rechazo a la injerencia directa e indirecta en los asuntos internos de las partes, el respeto de la uni-dad territorial y la unión, la regulación de las discrepancias con los medios políticos y la negativa a la amenaza o a la aplicación de la fuerza. Se puso de manifiesto la necesidad de aumentar la colaboración en la lucha contra el terrorismo, el crimen organizado y el narcotráfico.

En la declaración se recogían los deseos de crear las condiciones necesa-rias para las relaciones de buena vecindad entre los estados del Mediterráneo, establecer las medidas de confianza y de seguridad, el fomento de la paz y la estabilidad a nivel regional y subregional, incluida la posibilidad de firmar posteriormente un pacto de estabilidad euromediterránea.

La Declaración de Barcelona, que era documento fundamental en la cooperación euromediterránea, trataba en cada uno de sus capítulos las cuestiones de la migración y los componentes políticos en ese ámbito.

La Primera Conferencia Euromediterránea dio un empuje positivo al desarrollo de la colaboración en la región. Según la opinión del líder español, M. A. Moratinos, “Es posible que para Oriente Próximo, la importancia de la conferencia de Barcelona para la Cuenca Mediterránea sea algo reducida . Como en el caso de la Declaración de Madrid y la Conferencia Pacífica de Madrid (1991), la mayor parte de las negociaciones para la Declaración de Barcelona será realizada por los diplomáticos españoles”. En su opinión, los aspectos más importantes de la Declaración barcelonesa para la región eran los siguientes: ■ “Por primera vez en la historia, todos los Estados de la región firmaron

un documento común. Este hecho tenía un significado especial, si re-cordamos que desde el momento del encuentro de 1991 en Madrid, por primera vez se reunían Siria, Líbano e Israel.

■ La Declaración ofrecía un modelo de relaciones basado en la colabo-ración en los ámbitos de la política, economía y cultura, por lo que se le puede llamar “revolucionario” en las relaciones internacionales, en particular, en esa región. En la práctica, por primera vez fue creada una red de colaboración entre todos los países de la región.

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■ Fueron discutidos y formulados en el mismo documento aspectos com-plicados, tales como el control de las armas de destrucción masiva, la lucha contra el terrorismo, la solución pacífica de los conflictos, la se-guridad y las fronteras, y la autodeterminación.

■ Se abrió un ancho camino a la normalización de las relaciones entre Israel y los países árabes. De hecho, una de las consecuencias de la Con-ferencia de Barcelona fue la apertura, con la colaboración de España, de los así llamados departamentos de intereses de Israel en Mauritania y de Mauritania en Israel”111.En el marco del desarrollo de la conferencia Euromediterránea y por

iniciativa del Gobierno de Cataluña, apoyada por el Ministerio de Asun-tos Exteriores de España y la Comisión de la Unión Europea, se celebró desde el 29 de noviembre hasta el 1 de diciembre de 1995 en Barcelona el Fórum Euromediterráneo Civil. En ella participaron más de 1200 expertos independientes y también especialistas para asuntos sociales, económicos, científicos, técnicos y humanitarios que fueron aportados por los 38 países de la región y otros Estados.

En la declaración consensuada en el fórum, se aprobaba la asignación por parte de la Unión Europea de medios importantes (más de 6 mil millones de dólares norteamericanos para los años 1996–1999) para la realización de un programa que equilibrara los niveles de desarrollo de las diferentes regiones del Mediterráneo.

De esta manera, como justamente apuntaba el investigador ruso N. A. Ko-valskiy, la conferencia Euromediterránea de Barcelona supuso una gran acción en el marco de la “nueva política mediterránea”112.

Los círculos dirigentes de España se daban por hecho que uno de los éxitos de su política exterior en los años 1990 había sido el logro del equilibrio en la excesiva atención que en su opinión prestaba la UE a la Europa Oriental para el fomento de la colaboración con los países del Mediterráneo. El proceso de Barcelona, iniciado por España, era un fórum internacional de constante trabajo de los países del Mediterráneo, que potencialmente era capaz de armonizar los diferentes intereses y puntos de vista de los Estados.

111 Abu-Tarbush J. España y la cuestión palestina. Madrid, 2003. P. 45.112 Ковальский Н. А. Региональный характер евросредиземноморского процесса // Европа вчера, сегодня, завтра. М., 2002. С. 416–417.

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CAPÍTULO II

2.4. Posición española en la cuestión sobre la regulación del conflicto palestino-israelí. España y Oriente PróximoLas relaciones de España con el mundo árabe eran, tradicionalmente, una de las líneas de la política exterior de Madrid entre los años 1980 y 1990. En ese período era evidente una clara tendencia de crecimiento en la acti-vidad de la diplomacia española en Oriente Próximo, no sólo en el plano del desarrollo de las relaciones bilaterales con los países de la región, sino también en el plano de la coacción al proceso de la paz. Al mismo tiempo, a diferencia de los países del Magreb, la presencia española en los países de Oriente Próximo, durante mucho tiempo había sido bastante simbólica. El desarrollo de las relaciones políticas con los países árabes de la región y la Organización de la Liberación de Palestina (OLP) no siempre se había acompañado de la expansión de la colaboración en otros ámbitos.

La regulación en el Oriente Próximo siempre se había considerado en Madrid como la meta principal en el proceso de la resolución de los conflic-tos regionales y la formación de un nuevo orden en Oriente Próximo. No obstante, ese acercamiento al problema se caracterizaba inicialmente por la inclinación pro-árabe y las tradicionales simpatías a la OLP. Esa posición, y también la ausencia de los contactos diplomáticos con Israel, limitaban las posibilidades de la diplomacia española.

El ministro de asuntos exteriores de España, Fernando Morán, dio un em-puje al establecimiento de las relaciones diplomáticas con Israel en 1984; par-tidario de ese paso también fue su sucesor en el puesto, Fernández Ordóñez. El 17 de enero de 1986 el presidente del Gobierno español, F. González, y el primer ministro de Israel, Simón Péres, empezaron a actuar activamente.

El 10 de enero de 1986, Ordóñez invitó a los embajadores de los países árabes acreditados en Madrid y les entregó una nota por escrito sobre la decisión de establecer relaciones diplomáticas con Israel, subrayando que, en concordancia con la práctica habitual, esa decisión “de ninguna manera es aprobación de la política interior o exterior de cualquier Estado”, y el 17 de enero de 1986 fue publicado un comunicado común hispano-israelí sobre esa declaración. El comunicado contenía unas intenciones tan claramente expresadas que podía llamarse “la declaración, a la que se pretendía llegar desde hace mucho”. En la conferencia, dedicada a ese evento, asistieron F. González y S. Péres. El último, en particular, manifestó que “el siglo de

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oro, que terminó con Isabel la Católica, empieza de nuevo”. Para que este paso no se considerase unilateral, el 14 de agosto del mismo año, por de-cisión del Gobierno español, la representación de la Organización de la Liberación de Palestina en Madrid recibió un estatus especial. Las fuentes oficiales comunicaron que “… el Gobierno de España, confirmando su política tradicional de la amistad y la solidaridad con el pueblo de Palestina y convencido del importante papel que puede jugar la Organización de la Liberación de Palestina en el logro de la plena, justa y continuada solución del conflicto árabe-israelí, ha tomado la decisión de que desde hoy mismo, se legalice el estatus de la representación de dicha organización en España”. En verano de 1986, la representación recibió el rango diplomático, como se expresó en la carta del ministro de asuntos exteriores, F. Ordóñez a su colega palestino Faruk al-Kaddumi113.

Después de establecer las relaciones diplomáticas con Israel, Madrid pudo equilibrar sus relaciones con todos los participantes del conflicto y pasó a llevar a cabo una política activa de coacción constructiva en la regulación en esa región.

En el plano conceptual, la parte española velaba por la completa regu-lación en Oriente Próximo en base a las resoluciones 242 y 338 de la ONU, con acuerdo al principio “la paz a cambio de los territorios”. La esencia de la regulación debía residir en la implementación del derecho a la existencia de Israel en el marco de unas fronteras seguras y aprobadas internacionalmente, y también en el derecho de los palestinos para la autodeterminación hasta la creación de su propio estado114.

El reconocimiento de la posición imparcial y activa de España a favor de la regulación del conflicto palestino-israelí se plasmó en el acuerdo de las partes en conflicto para la celebración de la conferencia pacífica sobre el Oriente Próximo, que tuvo lugar en Madrid en octubre de 1991

La conferencia de Madrid tuvo como resultado unos cambios radicales en el ámbito mundial: las relaciones internacionales se privaron de un com-ponente que organizaba el sistema de oposición global entre dos grandes Estados. En esas condiciones Oriente Próximo dejaba de ser una región más en la confrontación de intereses entre los EE.UU. y la URSS, y la cuestión de la regulación dejaba de ser un instrumento de debilitamiento del ad-113 Abu-Tarbush J. Op.cit. P. 50.114 Iturriaga Barberán de I. A. Líneas directivas de la política exterior de España. Madrid, 1994. P. 132.

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CAPÍTULO II

versario: tal estrategia perdió su significancia junto con el “juego a la suma nula” caído en el pasado.

La transformación del ambiente exterior del conflicto se acompañó de varios cambios a nivel interregional. Gracias a las acciones activas de muchos años de la diplomacia social, que se plasmaban a través de la organización de constantes encuentros y contactos entre los palestinos y los israelíes, se pudo cambiar el contexto de las relaciones conflictivas entre ellos, incor-porando a éstas elementos de confianza mutua y respeto a los intereses legítimos de cada parte.

En España, el éxito de la primera ronda madrileña fue considerado como uno de los más significativos logros de su política exterior, ya que fomentó la autoridad internacional del país y su posibilidad de influir, en cierto modo, en el proceso de regulación en la región. Al adquirir responsabilidades en cuanto al destino del proceso iniciado tras la conferencia de Madrid, la parte española consiguió una enérgica participación en él de la Unión Europea, y aumentó sus propios esfuerzos para conferir una importancia real. Con-juntamente con Washington, Madrid realizó en más de una ocasión, tanto oficialmente como extraoficialmente, funciones mediadoras en el marco de la regulación de Oriente Próximo.

El indudable logro fue la proclamación en Madrid de la fórmula “el territorio al cambio de la paz” en base a la regulación total. La conferencia madrileña resultó ser un proceso en constante acción que tenía como meta progresar en todas las direcciones que llevaran a la paz.

Según el por entonces director general del departamento de África y Oriente Próximo, M. A. Moratinos Cuyaubé, manifestada durante en un discurso el 6 de junio de 1994 en el fórum organizado por la Sociedad de Investigaciones Internacionales, “…la teoría de Hantington es falsa, y tam-bién es falso que nosotros nos dirigimos al conflicto de las civilizaciones en general y a la confrontación entre Occidente y el Islam, en particular. Si aceptásemos esa lógica, tendríamos que rechazar todo nuestro pasado y olvidar que el componente islámico es parte de nuestra identidad histórica occidental. Afirmar que nuestra cultura creció sólo en la base judío-cristiana, sería un gran error, y es hora de decirlo. El mismo error sería no tener ganas de reconocer que el Islam, la cristiandad y el judaísmo convivieron pacíficamente durante más de cinco siglos. Estaríamos ignorando el pre-sente, porque el Islam es diverso ya que no tiene una sola voz: es diversa. El Islam es cultura, civilización, religión y acciones políticas. Es también

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diverso en su expresión”115.La conferencia de Madrid también dió un empuje a los esfuerzos de las

partes en conflicto. A mediados de los años noventa, en Oslo se celebró una serie de encuentros extraoficiales entre los representantes de Israel y la Organización de la Liberación de Palestina.

Las declaraciones sobre los principios firmadas en Washington en sep-tiembre de 1993 por parte de Israel y la OLP, y luego los convenios firmados en mayo de 1994 en El Cairo sobre la institución de la autoadministración temporal palestina en el sector de Gaza y la región de Jericó recibieron en Madrid una evaluación más que positiva. Sin embargo, los analíticos españoles previeron muchas dificultades en el proceso de la regulación, la solución de los problemas de la población israelí, la vuelta de los refugia-dos palestinos, y la definición del estatus final de Jerusalén y los territorios palestinos.

Entendiendo la responsabilidad del momento e intentando reconocer desde los primeros pasos el Estado palestino como socio privilegiado, Ma-drid aceptó una serie de obligaciones para influir en el establecimiento económico y técnico-material de la autonomía de Palestina. Los programas españoles de ayuda a Palestina se estimaron en 70 millones de dólares norte-americanos. Principalmente, la ayuda se destinó a la provisión de la policía palestina con medios de transporte y comunicación, y a la formación de la plantilla. Los españoles prestaron su apoyo facilitando el suministro mate-rial y técnico necesario para la celebración de elecciones, la construcción del edificio del Gobierno autónomo y la residencia de su administración, la organización de la red de transportes, suministros de agua y energía eléctrica a de los territorios palestinos. También se planificó la formación en instituciones de enseñanza superior españolas de especialistas palestinos en las esferas de la economía, medicina y agricultura. España se alineó al grupo de los países donantes de los programas de la OMS para organizar los servicios de sanidad en los territorios palestinos.

Según Madrid, los avances en la realización práctica de los acuerdos entre Israel y Palestina, jugaron un importante papel en el aumento de la ayuda económica por parte de la comunidad internacional para el establecimiento de la autonomía palestina.

Madrid reconocía su papel de líder en la regulación en el Oriente Próximo

115 Abu-Tarbush J. Op.cit. P. 272.

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CAPÍTULO II

junto con Estados Unidos, y coordinaba sus posiciones con Washington. Al mismo tiempo, como muchos europeos, Madrid no estaba contento con el dominio de los norteamericanos en el proceso de la regulación. Junto con los intentos de conseguir un aumento del papel de la Unión Europea, los españoles apoyaron unánimemente la activación de la actividad de Rusia como copatrocinadora del proceso pacificador en la región, demostrando la permanente disposición para la interacción con Moscú en la regulación del conflicto palestino-israelí.

Madrid complementaba sus esfuerzos diplomáticos en Oriente Próximo con los intentos de adelantar sustancialmente la colaboración bilateral con los países de la región. En 1993 y en la primera mitad de 1994, tuvo lugar una serie de visitas del Rey Juan Carlos I a Israel y del ministro de asuntos exteriores Javier Solana a Egipto, Jordania y el Líbano. En España recibieron la visita de I. Rabin y también la de Yasser Arafat.

Las relaciones hispano-israelíes en los años noventa entraron en el pe-ríodo de su máxima intensidad. Se caracterizaron por el constante aumento de los contactos políticos y las relaciones comerciales y económicas, cuyo volumen en aquellos años se pretendía aumentar hasta los mil millones de dólares norteamericanos. La formalización de la entrada en vigor del con-venio para la exención de visados entre los dos países era inminente. Los ámbitos principales de la colaboración hispano-israelí eran: el turismo, la agrotécnia, el desarrollo de sistemas de desalinización en España, la biotec-nología, la informática y la creación de medios de comunicación. A pesar de la existencia de ciertas aspectos conflictivos con España en relación a las exportaciones al mercado de la UE de productos agrarios, los israelíes traba-jaban activamente con Madrid para reducir las contradicciones y promover sus ideas sobre las interrelaciones con la Unión Europea. En ese contexto, Tel-Aviv quedaba de acuerdo en la realización de proyectos de colaboración multilateral en la región, en particular en la zona de la autonomía palestina. A petición de Tel-Aviv, los diplomáticos españoles efectuaron un trabajo activo con Marruecos, Libia y un conjunto de países árabes con el propósito de reconocer diplomáticamente a Israel. Se fijaron buenas perspectivas de colaboración de España con el Líbano y Jordania (construcción), y Egipto (comercio, construcción y turismo).

En España crecía paulatinamente el entendimiento de la necesidad de prestar una atención permanente al problema de la regulación en Oriente Próximo. Sin restar valor al papel norteamericano, en Madrid se vió la so-

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lución a la situación actual en el aumento del papel de la UE en el proceso pacífico, en la implementación de la llamada “Hoja de ruta”. Con todo eso, España continuaba su “línea mediterránea” en la regulación de Oriente Próximo, que, contando con los métodos constructivistas de Madrid, abría posibilidades bastante buenas para la expansión de la interacción bilateral con Rusia por la problemática dada.

En general, la política de Madrid en Oriente Próximo en los años com-prendidos entre 1980 y 1990 fue dirigida a la solución del conflicto palestino-israelí. El curso de la política exterior en relación con el mundo árabe e Israel fue elegido por España no al azar, sino que estuvo muy condicionado por su dependencia de las importaciones de petróleo desde los países árabes.

2.5. Línea latinoamericana en la política exterior del Gobierno del PSOEAmérica Latina es región de atención prioritaria por parte de España. En este sentido, el Gobierno del PSOE continuó con la línea de los Gobiernos anteriores, favoreciendo activamente al aumento del interés de la Unión Europea por la problemática latinoamericana, e intentaba jugar un papel sui géneris de puente entre Europa y América Latina.

La expansión de la interacción de España con los países latinoamericanos se realizaba en torno a dos niveles, al igual que en el marco de la UE. Sobre este particular quedaron patentes los esfuerzos de Madrid por establecer unas relaciones de partenariado más estrechas entre la UE, el Mercado común del Polo Sur (Mercosur) y México, que entraba en la zona del Tra-tado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)116. En febrero de 1995, los embajadores de los países miembros de Mercosur firmaron un protocolo de intenciones con la UE que fomentaba la profundización en los contactos políticos entre estos dos bloques, la liberación mutua del comer-cio, la anulación de las restricciones aduaneras (excepto ciertas mercancías, mayoritariamente, agrarias), las garantías en la esfera de las inversiones y una más amplia cooperación económica. A los principios de 1995, la Euro-comisión apoyó la iniciativa de España de establecer una colaboración más

116 TLCAN, o sea, en inglés, NAFTA — North American Free Trade Agreement (nota de la traductora).

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CAPÍTULO II

estrecha entre la Unión Europea y México, teniendo como perspectiva un acercamiento político y económico117.

España intentaba utilizar al máximo su aventajada posición en las rela-ciones bilaterales con los países de la región, en primer lugar, con México, adonde se dirigía el volumen principal de sus inversiones. La actividad de los inversores españoles se explicaba por el deseo de establecerse en el mercado mejicano, que se encontraba en rápido desarrollo y, de salir a los mercados de los EE.UU. y Canadá en el futuro a través de México.

La necesidad de extender la interacción económica entre los años 1980 y 1990 se convirtió en el leitmotiv de los contactos de los líderes españoles con los líderes de los países latinoamericanos. Como ejemplo de eso podría señalarse las visitas del presidente del Gobierno de España, F. González, a tres países centroamericanos (El Salvador, Honduras, Nicaragua) en fe-brero de 1995, durante las cuales expresó con claridad el apoyo no sólo a los esfuerzos de esos países por conseguir la paz y un acuerdo civil, sino también al fomento de la colaboración comercial y económica, en la se hizo un especial énfasis, junto con la simultánea integración dentro del marco de la región centroamericana118

Oficialmente, Madrid mantenía la línea de desarrollo de sus posiciones en los problemas internacionales con los Estados miembros de la Organi-zación de los Estados Americanos (OEA), dándose cuenta de que sólo ese camino era capaz de procurar la eficacia de su juego diplomático. El curso de la política exterior de España coincidía estrechamente con la plataforma conceptual del “Grupo Río”, que era, a pesar de su carácter informal, uno de los más representativos e influyentes Estados de América Latina. En este sentido, durante su presidencia en la UE en 1995, fue muy significativa la realización por parte de España de una política en pos del aumento de las inversiones de capital del Banco Europeo de Inversiones (BEI) en la eco-nomía de los países que justamente eran miembros en esa unión regional.

Los encuentros de alto nivel han sido un elemento importante del me-canismo iberoamericano, en los cuales participaron no sólo los jefes de los Estados latinoamericanos, sino de igual forma los más altos dirigentes de España y Portugal.

El primer encuentro de alto nivel de los líderes de los Estados y Gobier-

117 El País, el 5 de enero de 1996. 118 El País, el 5 de febrero de 1995.

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nos fue en julio de 1991 en Guadalajara (México). Luego, tales encuentros se hicieron anuales, cambiando solamente los lugares de su celebración:

en 1992, en Madrid y Andalucía (España),en 1993, en Salvador de Bahía (Brasil),en 1994, en Cartagena de Indias (Colombia),en 1995, en San Carlos de Bariloche (Argentina),en 1996, en Viña del Mar (Chile).La práctica de la celebración de las cumbres iberoamericanas, en las cua-

les España jugaba un papel clave, se convirtió en un factor complementario para la coordinación política y la conservación de la cercanía lingüística y cultural de los países que entraban en ese grupo. El elemento importante de esa política era la expansión, intensamente incentivada por el Gobier-no español, de los periódicos de los países desarrollados industrialmente, que, gracias a su alto nivel de desarrollo, gozaban de prestigio en los países de la región y permitían ejercer una fuerte influencia en la posición de la élite intelectual de esos Estados. Es necesario destacar una tendencia a la gradual propagación, por parte española, en el contexto de la colaboración iberoamericana, de su experiencia en la integración, gestada dentro de la UE. A España había que considerarla como el más activo transmisor de las ideas de la Unión Europea en cuestiones de fomento de la colaboración política y el desarrollo socioeconómico en esa región119.

España participó activamente en la preparación de la V Cumbre Ibero-americana, que tuvo lugar el 17 de octubre de 1995 en Argentina. Durante esa cumbre se discutió el amplio abanico de cuestiones políticas y socio-económicas, dentro de las cuales se prestó especial atención a la dedicada a Cuba, a la ampliación de las relaciones políticas, comerciales y económicas con la Unión Europea, a la renovación de los ensayos de las armas nucleares en el Océano Pacífico, a las perspectivas de la integración regional e inte-rregional, y a la lucha contra el terrorismo, el narcotráfico y la corrupción.

España fue la principal iniciadora y realizadora de la mayoría de los proyectos acordados de la colaboración íberoamericana en ámbitos tales como la educación, la ciencia y la cultura.

Es necesario señalar el papel especial jugado por España en la regulación de las situaciones conflictivas en América Central, principalmente en El Salvador y Guatemala. Las misiones españolas de observadores y consejeros 119 Arenal C. del. Las Cumbres Iberoamericanas (1991–2005). Logros y desafíos. Madrid, 2005. P. 171.

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CAPÍTULO II

que actuaron en esas regiones hicieron grandes esfuerzos por superar las situaciones sin salida entre el Gobierno y los rebeldes. Madrid apoyaba las agrupaciones políticas democráticas y mostraba su disposición para fo-mentar el progreso económico en esos países, y al mismo tiempo haciendo patente su interés para acelerar el proceso de la integración centroamericana, la realización por parte de esos países de los proyectos conjuntos en materia de colaboración económica y de fomento de las relaciones interparlamen-tarias entre los Estados de la región.

De la misma forma que durante los años ochenta España se orientaba principalmente hacia los países de la UE, a principios de los noventa activó sus relaciones comerciales con los países latinoamericanos, cuyo intercambio comercial con éstos no era significante (en 1992, las exportaciones de los países de la región era de un 3,6%, y las importaciones de un 4,3%). Cierto papel jugaron en este aspecto la semejanza cultural y lingüística, y el menor coste de la mano de obra120. En esta época empezaron a introducirse activa-mente en el mercado latinoamericano las grandes corporaciones españolas, tales como la compañía aérea Iberia, Telefónica y otras.

Cabe destacar que en los años noventa, los españoles volvieron a América Latina, y esa nueva “conquista” fue la última etapa en la evolución de unas interrelaciones que no fueron sencillas, pero que resultaron ser provechosas para España y los países latinoamericanos. Significativamente disminuyeron las dimensiones de la ayuda económica que llegaba a la región.

La causa del éxito de los españoles fue que pudieron crear un clima favorable para su introducción en América Latina. Sobre todo, esto se cir-cunscribía a la enérgica acción de los círculos diplomáticos. La celebración de las cumbres iberoamericanas en alto nivel favorecía el establecimiento de contactos entre los representantes de España y Latinoamérica, siendo un vistoso ejemplo de cómo la política contribuye al desarrollo de la eco-nomía. Acciones semejantes de EE.UU. se consideraban en América Latina como expansionismo, mientras que la introducción de España en esa región estaba bien vista.

La característica especial del “regreso” de los españoles fue que la mayor parte de sus inversiones se destinaba a las grandes transacciones comerciales con participación de las más potentes compañías españolas, que representa-ban las telecomunicaciones, la energía, y el sector financiero. Con todo eso,

120 Arenal C. del. Op.cit. P. 171.

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España intentaba abarcar al máximo los mercados locales, para gradualmen-te controlarlos al completo y “conquistar” todo el mundo hispanoparlante, haciendo la entrada de sus competidores prácticamente imposible.

Así, la compañía española de telecomunicaciones Telefónica, que ya había hecho inversiones en América Latina por un valor de 109.000 millones de dólares norteamericanos y planeaba invertir unos 20.000 millones más en un futuro próximo, ha sido el mayor operador del mundo hispanoparlante. En esa región se registraron más de un 30% del total de sus operaciones, y el número de sus clientes en Argentina, Chile, Perú, América Central y Puerto Rico era de 49 millones de personas.

La compañía de energía Endesa España, entre los años 1992 y 1998 llevó a cabo inversiones en 12 países de América Latina por un valor de más de 8.000 millones de dólares norteamericanos. En aquel período la compañía tenía 25 millones de consumidores, lo que le porporcionaba un 40% de sus beneficios. De igual forma actuaron otros dos representantes del sector energético de España: Repsol e Iberdrola. Como ejemplo, Repsol controlaba un 50% de las gasolineras argentinas, un 56% de la producción local del petróleo y un 44% de la refinación del petróleo121.

Dos bancos españoles, el BSCH y BBVA, que invirtieron en el desarrollo de sus operaciones en la región más de 10.000 millones de dólares, ocupaban, por volumen de activos consolidados de bancos no residentes, la primera y la tercera posición respectivamente. El líder, el banco BCSH, adelantaba en dicho índice en casi el doble al norteamericano Citibank, que ocupaba el segundo lugar. El número de los clientes de ambos bancos españoles en la región superaba los 16 millones de personas.

Las relaciones hispano-cubanasDurante el período comprendido entre los años 1982 y 1996 Madrid intentó aplicar el mantenimiento de buenas relaciones y equilibradas con La Habana.

En el período de los años 1990 se desarrolló de forma permanente la colaboración en el ámbito económico, sobre todo en turismo. En gran parte, el factor represivo en las relaciones comerciales y económicas ha sido la gran deuda por parte de Cuba.

El propósito estratégico de Madrid se mantenía invariable: “favorecer a los cambios pacíficos democráticos en la isla”.

121 Эксперт. 2000. № 11. 20 марта.

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En ese contexto, España intentó ejercer sobre La Habana una constante, aunque fundamentalmente “delicada” presión. Se ejercía también la defensa de los derechos humanos y la búsqueda de los denominadores comunes con la oposición. Madrid estimaba que la tensión internacional sobre Cuba era resultado de la guerra fría, basada en la distancia de la enajenación entre La Habana y Washington. Según opinaba la parte española, el aislamiento y el bloqueo no constituían el medio más eficaz para estimular las reformas.

En la cumbre iberoamericana, celebrada los días 16 y 17 de octubre de 1995 en Argentina, la situación en Cuba fue un tema clave más. A juzgar por la opinión de las autoridades oficiales españolas, la discusión sobre las vías y métodos de la reforma de la sociedad cubana hacia el exterior había superado el ámbito de la oposición entre La Habana y Washington, convir-tiéndose en uno de los grandes problemas internacionales.

Durante la cumbre, tuvo lugar una reunión especial entre Felipe González y Fidel Castro. Según confesó el primer ministro español, él no quiso llamar la atención al líder cubano sobre las discrepancias entre Madrid y La Habana (en primer lugar, en el ámbito del cumplimiento de los derechos civiles y libertades en la isla), sino proponerle conversaciones sobre las cuestiones de la colaboración bilateral y sobre las posibilidades de una mejora de las relaciones comerciales y económicas entre Cuba y la Unión Europea.

Las relaciones entre España y los países de Iberoamérica en el período en cuestión, se puede caracterizar como las de colaboración mutuamente provechosa. España contribuyó a la entrada de los países de Iberoamérica en el ámbito de los intereses de la Unión Europea.. Asimismo, gracias a la mediación de España, se consiguió firmar el acuerdo sobre la colaboración entre la UE y Mercosur, la UE y México, así como firmar los convenios so-bre la creación de zonas del comercio libre con esas subregiones y también organizar el encuentro de alto nivel de los jefes de Estado y los presidentes de los Gobiernos de los países miembros de la UE e Iberoamérica.

El capital español estaba interesado en el amplio mercado latinoamerica-no. Las compañías españolas penetraron allí no sólo para recibir el beneficio rápido, sino para establecer las interrelaciones mutuamente provechosas.

La profundización de la cooperación de España con los países de Ibe-roamérica, en gran medida, se puede explicar por la necesidad de luchar juntamente contra el terrorismo, el comercio ilegal de las drogas y las armas. Fueron precisamente esas directrices de colaboración las que se discutieron en el marco de varios encuentros iberoamericanos de alto nivel.

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De esta manera, a inicios de los años 1990, España, miembro con todos los derechos de la Comunidad Europea, introdujo una activa presencia internacional en Sudamérica. Ello ofreció un efecto de nueva calidad, fa-voreció el fomento de la cooperación de España con los países de América Latina y aumentó el prestigio internacional de España122.

2.6. El desarrollo de las relaciones diplomáticas entre España y la URSS y la posterior cooperación con la Federación de RusiaEl creciente potencial económico de España, así como los grandes éxitos que consiguió durante el proceso de la democratización de la sociedad, le permitieron participar activamente en la solución de los problemas interna-cionales y llevar a cabo una política hacia el aumento de su peso y influencia en Europa y en el mundo. En la aplicación de esas líneas magistrales de la política exterior, España se apoyaba en su militancia en la UE, la OTAN y la UEO.

Además, en Madrid, se confería un sentido principal, en el contexto de la política internacional, a la cooperación con Rusia, con la que España se estaba acercando gracias a la unidad de los enfoques con respecto a muc hos problemas importantes mundiales. Aparte de los factores especiales, que favorecían el desarrollo del diálogo ruso-hispano, existía un momento po-sitivo para Rusia que atraía la atención, es decir, la disposición del Gobierno del PSOE, y luego, tras la victoria en las elecciones en marzo de 1996, del Partido Popular (PP), a desarrollar y profundizar las relaciones con Rusia. Es necesario subrayar la ausencia entre los países de factores problemáticos, que pudiesen obstaculizar las relaciones bilaterales.

Ya en la época de la perestroika de Gorbachov, Madrid emprendió, ini-cialmente, una política de apoyo al proceso de restauración de la economía de mercado en los países de Europa del Este y, posteriormente, en Rusia. El Gobierno de España deseaba asumir el papel de país que abriría para la “nueva democracia europea oriental” el camino a Europa Occidental y eri-girse en tutora de su adaptación hacia las nuevas reglas sociales y políticas.

122 Arenal C.del. Op.cit. P. 147.

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CAPÍTULO II

Esos deseos fueron uno de los principales componentes del concepto de la política exterior de España123. No menos importante que esa política fue continuada tras la desintegración de la URSS.

En diciembre de 1991 España, junto con otros países de la UE, reconoció oficialmente a Rusia como Estado sucesor de la URSS. El Gobierno español partía de la idea que la renovación democrática de Rusia debería llevar a la creación de un sistema de seguridad y cooperación en Europa, más fuerte y seguro para Occidente.

Ese criterio no sufrió cambio relevante en las condiciones del conflicto entre las estructuras presidenciales y los órganos legislativos de Rusia en 1993. Durante ese conflicto, la Administración española adoptó la posi-ción de un apoyo general al poder presidencial en Rusia en su oposición política, que luego llegaría a convertirse en violenta o militar y luego, militar con sus opositores en septiembre y octubre del mismo año. Los dirigentes españoles no cuestionaban el carácter relevante, desde el punto de vista de la Constitución de Rusia, ni la actuación del Presidente de Rusia Yeltsin y su administración en ese conflicto.Los líderes dirigentes de España insistieron en la necesidad del establecimiento de relaciones de nueva calidad con Rusia, tanto políticas como económicas, así como que Rusia no debería estar aislada de Europa Occidental ni en el plan político, ni económico, ni militar124. Madrid insistía en que la UE mantuviese la posición coordinada, dirigida al apoyo de las reformas efectuadas en Rusia, y que contaba con la necesidad de tomar en cuenta los intereses de Rusia en Europa y en todo el mundo. España fue el primer país miembro de la Unión Europea que, en junio de 1995 ultimó el procedimiento de ratifi-cación del Acuerdo de Cooperación y Colaboración entre la Federación de Rusia y la UE, que fue firmado en la isla de Corfú en julio de 1994 y que entró en vigor el 1 de diciembre de 1997125.

Gracias a Madrid, en el inicio de la presidencia española en la UE (17 de julio de 1995) se firmó un acuerdo comercial transitorio entre Rusia y la Unión Europea. España, así, demostro que era una activa par-tidaria de la acreditación de los representantes de Rusia en el Parlamento Europeo. En el informe sobre Rusia (julio de 1995) la parte española

123 Política Exterior. 1996, № 45.124 Política Exterior. 1996, № 43.125 Política Exterior. 1997, № 50.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

expresaba su aprobación sobre las nuevas iniciativas en las relaciones entre la UE y Rusia. Al mismo tiempo, en el informe de la Federación de Rusia se expresó el deseo de traspasar el énfasis en la definición de

“país con economía en transición” a la fórmula “país con economía de mercado”126. A pesar de que Madrid apoyaba en la UE la posición de los países mediterráneos, encabezados por Francia, que retrasaban el reco-nocimiento del carácter de mercado de la economía rusa y el cambio del mecanismo de las medidas anti-dumping por el temor de la competencia de las mercancías rusas, la parte española no propuso objeciones prin-cipales contra la concesión a Rusia de unos préstamos por la línea del Banco Europeo de Inversiones (BEI).

Los políticos españoles tradicionalmente prestaron su respaldo a la permanente realización de consultas políticas a nivel de experto. En ese sentido, ellos estaban de acuerdo con la tesis de Rusia respecto a que era importante ampliar la temática en cuestión y no limitarse al intercambio de opiniones, sino pasar a coordinación de las posiciones comunes por las cuestiones clave.

La Administración española, desde el año 1995, apoyó los convenios principales sobre los encuentros regulares y sistemáticos (por lo menos dos veces al año, una vez en Moscú y la otra en Bruselas), de los miembros de los Gobiernos de Rusia y los representantes de la administración de la Comisión de la Unión Europea (CUE), para discutir los problemas relevantes de la interacción bilateral. Con la activa participación de España, se preparó la propuesta de la CUE de celebrar, con carácter permanente, en turnos, en Moscú y Bruselas, los encuentros de los viceministros de Asuntos Exteriores y los de Relaciones Económicas Exteriores de la política exterior de Rusia con los directores generales de la CUE, responsables de las direcciones concretas de la colaboración bilateral (diálogo político, relaciones comer-ciales económicas, energética, investigaciones científico-técnicas, pesca)127.

La base contractual y legislativa de las relaciones bilateralesEn este sentido, las relaciones diplomáticas entre España y la URSS fueron restablecidas, a través del intercambio de notas, el 9 de febrero de 1977, prácticamente cuarenta años después de su interrupción tras la caída de 126 El País. El 25 de julio de 1995.127 Иванов И. С. Внешняя политика России в эпоху глобализации. Статьи и выступления. М., 2002. С. 215.

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CAPÍTULO II

la República Española y el establecimiento en España de la dictadura de Franco en 1939128.

Desde 1977 hasta 1991, entre la URSS y España se firmaron cerca de 50 documentos de cooperación en diferentes ámbitos. El 27 de diciembre de 1991, tras las negociaciones fue ratificado el acuerdo que, al reconocer por parte de España a la Federación de Rusia como sucesora de la Unión Soviética, a Rusia traspasaron los derechos y las obligaciones que emanaban de los convenios, firmados entre la URSS y España. Posteriormente, se ini-ció la labor de inventariado de los documentos entre Estados y Gobiernos, firmados por la URSS y España.

Mantenían aún su vigor los convenios interestatales sobre la comuni-cación aérea (12 de mayo de 1976), cooperación científica y técnica (19 de enero de 1979), navegación marítima (24 de febrero de 1984), mutuo reco-nocimiento de los certificados de los actos del estado civil y sobre la negación de la paga de las tarifas consulares por la petición de tales documentos (24 de febrero de 1984), acuerdo de la comunicación automovilística internacional (20 de mayo de 1984), acuerdo de prevención de la doble recaudación de los impuestos sobre las rentas y los bienes (1 de marzo de 1985), cooperación en el ámbito turístico, prevención de los incidentes en el mar fuera de los límites de las aguas territoriales (26 de octubre de 1990). El 26 de octubre se firmaron también convenios interestatales de promoción de realización y defensa mutua de las inversiones de capital, sobre la colaboración en la lucha contra el consumo de las drogas y las sustancias psicotrópicas y su intercambio ilegal, sobre la equidad y el reconocimiento mutuo de los cer-tificado de la educación y los grados académicos, sobre las interrelaciones en los ámbitos de cinematografía, el convenio sobre la ayuda jurídica en los asuntos civiles, las memorias sobre las reglas de entrega de los visados y sobre el desarrollo de la enseñanza de los idiomas y la literatura de ambos países, el programa a largo plazo sobre la colaboración científico-técnica con un plazo de diez años, sobre los intercambios de representantes de la juventud rusa (el 1 de julio de 1991)129.

En junio de 1991 en Madrid se creó la Fundación Pública Aleksandr Pushkin, una de cuyas principales tareas era la difusión de la lengua rusa en España.

128 El País. El 24 de diciembre de 1994.129 Современная Испания. М., 1983. С. 317.

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En los años 90 se firmaron varios documentos más. Mantienen hasta el presente su vigencia los siguientes: el protocolo ruso-español sobre las consultas intergubernamentales (firmado en abril de 1992), la memoria sobre la colaboración científica y técnica en el ámbito del complejo agrícola (octubre de 1992), el convenio sobre el traspaso de los reclusos para cumplir la condena (firmado en Moscú, el 16 de febrero de 1998), y los demás. De esa manera, durante el pasado cuarto de siglo, entre nuestros Estados fueron firmados cerca de 60 tratados y convenios130.

El diálogo político bilateralEntre 1980 y 1990 ambos países establecieron un diálogo político regular de nivel alto y muy alto.

Revistió en especial, gran importancia, la visita oficial a la Unión So-viética de Fernando Morán, ministro de Asuntos Exteriores de España, a finales de mayo e inicios de junio de 1983. Ese encuentro hispano-soviético transcurrió en un ámbito de un creciente agravamiento de la situación internacional131. Durante el mismo, en Moscú se firmó el programa de cooperación cultural y científica entre la URSS y España para los años 1984–1985, así como un convenio entre ambos Gobiernos sobre nave-gación marítima. En su conferencia de prensa final, Fernando Morán manifestó que España y la URSS, a pesar de sus diferencias en el régimen social, podían hacer mucho conjuntamente para fomentar la seguridad y la conservación de la paz en todo el mundo.

En septiembre de 1983 tuvo lugar una entrevista de los ministros de Asuntos Exteriores con motivo de la visita de A. A. Gromyko, ministro soviético de Exteriores, a Madrid. Ambos titulares manifestaron, tras proclamarse a favor de la continuación y el desarrollo del proceso, iniciado en Helsinki. Dijeron que ese propósito tendría que servir para plasmar los convenios conseguidos en Madrid y, especialmente, la celebración en un ambiente de negocios y constructivo, de una conferencia en favor de las medidas para el fomento de la confianza, la seguridad y el desarme en Europa132.130 МИД I ЕД. Советско-испанские отношения, Документы. (1977). Спецфонд. Инв. № 1524 дсп ЦНБ МИД СССР. М., 1980.131 Международная жизнь. 1997. Февраль.132 Actividades, textos y documentos de la política exterior española, № 26, 1983. Febrero. Ministerio de Asuntos Exteriores. Oficina de información diplomática. Madrid. P. 119–124.

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CAPÍTULO II

A mediados de enero de 1984 visitó la Unión Soviética una delegación de la Comisión de Asuntos Exteriores del parlamento español, encabezada por el señor Martínez. En su salutación a los parlamentarios españoles, B. Ponomariov, presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Consejo de las Nacionalidades del Soviet Supremo de la URSS, afirmó que el ámbito para la colaboración entre la URSS y España era grande. Especialmente, en el ámbito para conservar la paz, el cese de la carrera armamentista, la prevención de la amenaza de la guerra nuclear y la liquidación de los focos del peligro militar.

Durante el intercambio de opiniones sobre los principales problemas de la situación internacional, M. A. Martínez habló del deseo de España de continuar el proceso del fomento de la seguridad y colaboración en Europa, la etapa importante del cual era el encuentro en Madrid. En su política exterior, España, dijo él, se guiaba por los propósitos de la defensa de los intereses nacionales, los intereses comunes del mundo, del desarme, la superación de los bloques militares y el desarrollo de la colaboración. Al condenar la intromisión de los EEUU en Granada, el señor Martínez habló del apoyo por parte de España a los deseos de los pueblos de Centro-américa y Sudamérica para la democracia y la superación de la injusticia social. La Unión Soviética también fue visitada por el ministro de Asuntos Sociales de España, J. Moscoso, que fue recibido por el miembro de Buró Político del Comité Central del PCUS, el presidente del Consejo de los Ministros de la RSFRR, V. I. Vorotnikóv.

En enero de 1984, a causa de la inauguración en Estocolmo de la Con-ferencia sobre las medidas del fomento de la confianza y la seguridad y el desarme en Europa, se encontraron de nuevo e intercambiaron de opiniones, los Ministros de Asuntos Exteriores, A. Gromyko y F. Morán. Atendiendo a que tanto la Unión Soviética como España prestaban mucha importancia a esa conferencia, ambos se manifestaron a favor de que se consiguieran acuerdos que realmente favorecieran la renovación de confianza entre los Estados y el fomento de las bases de la seguridad europea. Refiriéndose a la situación en el Oriente Próximo y en Centroamérica, se manifestaron a favor de la regulación de los problemas surgidos siempre dentro del ámbito de las negociaciones.

El acontecimiento más importante de esa etapa en las relaciones sovié-tico-hispanas fue la visita oficial del Rey Juan Carlos I. Durante esa visita, que transcurrió entre el 10 y el 16 de mayo de 1984, el Rey de España se

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entrevistó con Konstantin Chernenko, Secretario General del Comité Cen-tral del PCUS . También durante esa visita intercambiaron opiniones los Ministros de Asuntos Exteriores de la URSS y de España.

En su discurso en el Kremlin, Chernenko subrayó que aunque la Unión Soviética y España se encontraban en los extremos opuestos de Europa y pertenecían a diferentes sistemas sociopolíticos, eso no era obstáculo para la colaboración mutuamente provechosa a base de respeto de la soberanía y la no intromisión en los asuntos internos de cada parte.

De esa manera, durante la visita oficial a la URSS del Rey de España, fue expresado el mutuo interés de ambos países para una reducción de la tensión internacional, la creación de las condiciones pacíficas para la vida y trabajo de ambos pueblos. Al analizar los resultados de las negociaciones soviético-hispanas, el Buró Político del CC. del PCUS dijo que la visita del Jefe del Estado de España favorecería el mejor entendimiento y el siguiente desarrollo de las relaciones entre dos países en los intereses de la paz, la reducción y la disminución de la tensión internacional133.

El viaje del rey español a la URSS produjo muchos comentarios en los medios de información de España y fuera de sus fronteras. La prensa local indicaba su papel importante para el fomento de las normas democráticas en España, veía en el encuentro la “confirmación del curso independiente del país en la política internacional”134.

Poco después se emprendió un nuevo paso en el desarrollo de las rela-ciones entre dos países por la línea parlamentaria: la URSS fue visitada por una delegación del Senado de las Cortes españolas. En esa ocasión, el pre-sidente del Senado, el señor de Carvajal entregó a Konstantin Chernenko la Medalla de Oro de las Cortes Generales de España. Durante la visita se percibió la existencia del deseo de conferir a las relaciones comerciales de la URSS y España un carácter más estable y duradero, de perfeccio-nar la estructura de los intercambios comerciales soviético-hispanos, de ayudar a la realización del Convenio a largo plazo sobre la colaboración económica e industrial de dos países, firmado el 24 de febrero de 1984. También se subrayaba que la atención primaria debería dirigirse a las formas modernas de colaboración, a la planificación y construcción de nuevas empresas industriales, la producción conjunta de algunos tipos de

133 Ibídem.134 Правда. 1984. 18 мая.

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CAPÍTULO II

máquinas e instalaciones, materiales de construcción, la compra y venta de las licencias, patentes y proyectos, la colaboración en la realización de los proyectos en los terceros países.

Los intercambios soviético-hispanos científicos adquirieron más sen-tido al desarrollarse a base de los convenios intergubernamentales e in-teradministrativos. Anualmente empezaron a celebrarse las juntas de las comisiones bilaterales mixtas. En particular, surgió una forma interesante de cooperación entre los historiadores de URSS y de España, consistente en la celebración de dos simposios celebrados anualmente con relación a temática previamente acordada135.

El activo interés de las relaciones soviético-hispanas en el ámbito de cultura reflejaba, a su vez, el interés tradicional de los pueblos de ambos países por el patrimonio cultural, así como por los avances modernos en ese ámbito. Las exposiciones de las obras maestras de pintura de las colecciones del museo del Prado y del Hermitage de San Petersburgo suscitaron un gran interés del público de los dos países en los años 1980–1981136.

En el marco de la profundización de la colaboración bilateral, el 3 de marzo de 1989, Mijail Gorbachov, Secretario General del Comité Central del PCUS y presidente del Soviet Supremo de la URSS, se entrevistó con Francisco Fernández Ordóñez, ministro de Asuntos Exteriores de Espa-ña. La visita del ministro se consideraba en la Unión Soviética como un importante e slabón más en el diálogo político soviético-español, que iba adquiriendo un carácter regular cada vez más. Fernández Ordóñez entregó a Gorbachov un mensaje personal de Felipe González, primer ministro español. Asistió también a la reunión Eduard Shevardnadze, miembro del Comité Central del PCUS y ministro de Asuntos Exteriores. La visita finalizó el 4 de marzo .

“Hemos realizado un trabajo muy provechoso, estoy contento, — dijo F. Fernández Ordóñez, evaluando los resultados de su visita oficial a la URSS tras la invitación del Gobierno soviético. — Se han discutido cuestiones relativas a las relaciones bilaterales y los problemas internacionales. Las conversaciones han transcurrido en un ambiente de mucha cordialidad, con gran entendimiento y muy profundamente, en lo que se refiere a las cuestiones tratadas”.

135 El Diario. El 10 de mayo de 1984.136 Por el cambio. Programa Electoral. Partido Socialista Obrero Español. Madrid, 1982.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

Al mencionar el encuentro con Mijail Gorbachov, el ministro de Exte-riores español se refirió al “convencimiento, el valor y el optimismo” del dirigente soviético que aspiraba a cambios en la política de la Unión Soviética.

“Nosotros, — dijo el ministro, — abordamos en la conversación todos los problemas referentes al momento presente de Europa, en particular, las negociaciones, que se abren esos días en Viena, sobre las fuerzas armadas en Europa y las negociaciones por las medidas del fomento de confianza y de la paz. Esas negociaciones tienen valor histórico. Ellas significan el comienzo de la reduccíon de los arsenales militares en Europa”.

El presidente del Gobierno, Felipe González estuvo en nuestro país en visitas oficiales en 1986, 1991 y 1995137. En noviembre de 1994 en Rusia se produjo la visita de Javier Solana, ministro de Asuntos Exteriores de España. En mayo de 1995, el jefe del Gobierno español, acompañado por el minis-tro de Asuntos Exteriores, estuvo en Moscú para participar en las fiestas dedicadas a la celebración del 50º aniversario de la Victoria de la Guerra138.

Los días 11–13 de abril de 1994 se produjo la visita oficial del Presidente Boris Yeltsin a Madrid. Mantuvo conversaciones a fondo con Felipe Gonzá-lez; se entrevistó con el Rey Juan Carlos I. Durante la visita se firmaron los siguientes documentos: el acuerdo sobre la amistad y la colaboración, sobre la seguridad social, sobre la colaboración en el ámbito de cultura y educación, un acuerdo a nivel estatal sobre la colaboración industrial y económica, sobre la colaboración en el ámbito social, sobre la conservación del medio ambiente y otros. Todos ellos entraron en vigor el 10 de octubre de 1997.

En las elecciones parlamentarias del año 1996 ganó el Partido Popular, en la cumbre de los líderes de los Estados y los Gobiernos del Consejo de Europa, Yeltsin y el presidente del nuevo Gobierno, Aznar, mantuvieron, en Estrasburgo, una conversación139.

De acuerdo con el protocolo hispano-ruso de consultas interestatales de 1992, las partes regularmente han mantenido consultas entre los ministe-rios de asuntos exteriores con relación a un amplio conjunto de cuestiones internacionales, así como de los problemas de las relaciones bilaterales.

Desde 1984 se desarrollaron también las relaciones interparlamentarias. En noviembre de 1991, en Moscú estuvo la delegación del Congreso de España.

137 Дипломатический вестник. 1995. Октябрь. № 10. 138 Ibidem. 1995. Май. № 5.139 Дипломатический вестник. 1997. Ноябрь.

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CAPÍTULO II

En o ctubre de 1992 fue la primera visita oficial a España de una delegación parlamentaria rusa. En los años 1994–1995 se intercambiaron visitas a nivel de los presidentes del Consejo de la Federación y el Senado español.

En los años 1989–1992 se visitaron los respectivos ministros de Defensa. En 1990 las partes acordaron intercambiarse agregados diplomáticos mili-tares. Fueron confirmados los planes de colaboración y los contactos de las Fuerzas Armadas de ambos países para los años 1991–1992 y 1993–1994, así como un acuerdo interestatal sobre la prevención de los incidentes en el mar, fuera de las aguas territoriales (1990), un comunicado conjunto sobre la colaboración en el ámbito de conversión de la industria militar (1991).

El siguiente aspecto importante de las relaciones bilaterales hispano-rusas eran las relaciones económico-comerciales y científico-técnicas. En 1972, incluso antes de la renovación de las relaciones diplomáticas, fue concertado el primer convenio comercial interestatal. Los principales documentos en el ámbito de las relaciones económicas y comerciales fueron el Programa a largo plazo de la colaboración, firmado en 1988, y el Convenio sobre la colaboración económico y comercial, firmado el 12 de abril de 1994. Si-guen manteniendo su vigencia los convenios sobre la comunicación aérea (1976), la navegación marítima (1983), la comunicación automovilística (1986), el documento sobre la colaboración en el ámbito del transporte por ferrocarril (1995).

En 1995 tuvo lugar la primera sesión de la Comisión Conjunta entre España y Rusia para la colaboración económica e industrial. En la segunda sesión de la Comisión en abril de 1997 se aprobó la decisión para la creación de once grupos de trabajo para cuestiones concretas, fue conseguido un acuerdo sobre la firma de los acuerdos para evitar la doble recaudación de impuestos, la colaboración en el ámbito de la sanidad y la industria médica, el turismo, los transportes de mercancías por carretera, el programa de la colaboración económica e industrial para los años 1998–2000. El 14 de octubre de 1998 por decreto del Gobierno, al puesto del presidente de la parte rusa de la comisión, fue nombrado el primer vicepresidente del Go-bierno, V. Gustov.

En lo que respecta a los volúmenes del comercio hispano-ruso, desde el año 1995, el intercambio comercial ha crecido en un 40% comparando con el año anterior y era 1.854 millones de dólares estadounidenses. No obstante, hacia 1999 el intercambio bilateral era de 1.650 millones de dólares (en 1998 — de 1.821 millones), las exportaciones rusas eran de

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

1.250 millones de dólares, las importaciones eran de 400 millones. Con ello, los ritmos del crecimiento de las exportaciones rusas disminuyeron en cierta medida, pero las exportaciones españolas, al contrario, notablemente crecieron (desde 410,7 millones de dólares en 1995 hasta 814 millones de dólares en 1997). España en los años 1990 se encontraba en el quinto lugar por el volumen de las inversiones en la economía rusa, además, ellas tenían carácter mayoritariamente no especulativo, sino productivo, y los beneficios obtenidos se reinvertían, como regla, a la producción. En Rusia habían sido registradas unas 300 empresas mixtas con el capital español (las principales eran: “Campomos”, “Igestal”, “Sibispal”), un 80% de las cuales pertenecen a la producción. La mayoría de ellas — las pequeñas empresas, creadas para las operaciones de intermediario o de compra de los bienes inmuebles.

En 1992 se firmaron los convenios sobre la colaboración entre la Cámara de Industriales y Empresarios de Rusia y la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, la Cámara de Comercio e Industria de Rusia y Consejo Superior de las Cámaras de España. En abril de 1994 se firmó el protocolo sobre las condiciones de la financiación de la colaboración bilateral económica y comercial, que preveía la concesión a Rusia de un préstamo para financiar las importaciones de las mercancías españolas, las instalaciones y los servicios para proyectos prioritarios del ámbito social.

En nuestras relaciones bilaterales en los años 1990 surgió un problema, relacionado con la regulación de la deuda estatal de nuestro país ante España. Antes de la disolución de la URSS en octubre de 1990 durante la visita de Gorbachov a Madrid, el Gobierno de España firmó los documentos sobre la concesión del préstamo a la URSS. Una parte del mismo fue utilizada para las importaciones de los alimentos y las mercancías industriales. La segunda mitad, destinada a los proyectos de inversión, fue cerrada. En marzo de 1994 fue firmado un acuerdo sobre el aplazamiento de la cancelación de la deuda rusa140.

Con arreglo a los documentos firmados por ambos Estados, sus Go-biernos y sus Administraciones, (en total, unos 30) tuvieron desarrollo las relaciones de transporte bilaterales: en el ámbito de la comunicación aérea (se realizaban los vuelos regulares entre dos países), la navegación marítima, el transporte terrestre, el turismo, la conservación del medio ambiente.140 Вачнадзе Г. Н. Западная Европа и Россия. Экономические связи в 2000 году: Ежегодный справочник. М., 2001. С. 287.

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CAPÍTULO II

Las relaciones culturales siguieron desarrollando de acuerdo con el con-venio de 1994 y los programas bienales de intercambio. En mayo de 1996 en Moscú en la junta de la comisión mixta para la colaboración cultural y de edu-cación, fue firmado el protocolo sobre la colaboración para los años 1996–1998.

El desarrollo dinámico de la colaboración hispano-rusa en diferentes esferas abría nuevos horizontes de la conjunta interacción como en el nivel bilateral, tanto en el internacional.

Tras el desmoronamiento de la URSS, España obtuvo en la Federación de Rusia a un socio permanente, político, de negocios, así como el acceso al mercado ruso.

En cuanto a la política exterior del partido dirigente de España, el PSOE, en la dinámica de su desarrollo, llegamos a las siguientes conclusiones: ■ El gobierno del PSOE inició su trabajo en unas condiciones, que ra-

dicalmente diferían de las de sus antecesores, los de la UCD. Su tarea estratégica era fortalecer el papel de España en el escenario internacional, la alineación a las organizaciones europeas, la obtención del estatus del miembro con todos los derechos en las relaciones con los EE.UU.

■ El principal problema de los principios de los años 1990, para el nuevo Gobierno formado, fue su rechazo a la participación del país en la OTAN por unos partidos y corrientes sociales. Sin embargo, el deseo de la sociedad española a incluir a la política europea y los pasos tácticos del Gobierno de Felipe González permitió, a pesar de los rechazos contra la OTAN, confirmar en la opinión pública la necesidad de la participación en la estructura de la Alianza.

■ El interés indudable en la sociedad española lo atraían los pasos del Gobierno del PSOE para la siguiente integración de España en las es-tructuras militares de la Alianza. Ese paso ha sido una consecuencia del cambio de la misma arquitectura de la OTAN en las condiciones de la finalización de la “guerra fría”. La personalidad de Javier Solana ha jugado un marcado papel en ese proceso, él, como político español, ha favorecido también el proceso del deseo de muchos españoles de influir a la temática europea.

■ Un acontecimiento de gran importancia ha sido la entrada de España a la CEE, el 1 de enero de 1986. Ello permitió al Gobierno de Felipe González elevarse al nivel del miembro con todos los derechos de esa organización con todos los privilegios económicos y políticos que co-rresponden a ese estatus.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

■ No se puede no prestar la atención a la estrategia de política exterior de la Administración de España, que en las condiciones del retraso del país en la economía, el principal énfasis se ha hecho en otros ámbitos de la integración, a saber, las cuestiones de la política de defensa y seguridad, el desarrollo de las relaciones interestatales, etc.

■ Uno de los logros más importantes del Gobierno del PSOE ha sido la organización del proceso de Barcelona, el crecimiento de la influencia en el Mediterráneo y los esfuerzos por la transformación de esa región en una zona de la paz, también la expansión de las relaciones con los Estados del Oriente Próximo y otros países árabes, también el estable-cimiento de las relaciones diplomáticas con Israel, la próxima decisión del problema del Oriente Próximo.

■ Como un mérito del Gobierno del PSOE se puede considerar la expan-sión de la colaboración de los países latinoamericanos, la política del arreglo de las relaciones multilaterales y bilaterales con los Estados del Nuevo Mundo, la activación de los contactos con Cuba.

■ La profundización de las relaciones con la URSS, y luego, con Rusia, fueron la continuación del curso de los Gobiernos anteriores.

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CAPÍTULO IIIEspaña y la política exterior del Partido Popular de Jose María Aznar (1996–2004)

3.1. La colaboración militar y política con los países de Occidente, interacción en el ámbito de la lucha contra el terrorismoEl período del Gobierno del Partido Popular se caracterizó por el alto nivel de la cooperación política y militar de España con los restantes países de Occidente. Los dirigentes de España tenían que reconsiderar su estatus en la OTAN debido a la influencia de los procesos dentro de la Alianza, en particular la ampliación de esta organización a Europa del Este, así como la transformación de la estructura integral militar de la Alianza después de finalizar la guerra fría.

Un aspecto importante, para España, en esa integración a la organi-zación militar del Tratado del Atlántico Norte fue la sesión del Congreso de los Diputados de las Cortes Generales de España, el 14 de noviembre de 1996, cuando la mayoría absoluta (293 votos a favor, y tan sólo 23 en contra) aprobó el proyecto de la resolución propuesta por el PP, el PSOE, la coalición de Cataluña Convergencia i Unió (CiU), el Partido Nacionalista Vasco (PNV), y la Unió Valenciana (UV).

En ese documento se afirmaba que el Congreso de los Diputados re-conoce el proceso de la transformación profunda que realiza la Alianza

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

Atlántica a partir de 1990, que está dirigido a la adaptación de estructuras económicas y políticas hacia la nueva situación geoestratégica.

Teniendo en cuenta esa realidad internacional de mantenimiento de los intereses políticos y la seguridad nacional, la plena adhesión de España a la Alianza Atlántica renovada, era beneficiosa. En relación con ello, el Congreso de los Diputados expresó el apoyo al Gobierno para la decisión de efectuar los pasos necesarios para la participación española en la nueva estructura de los nuevos sistemas que se estaba creando. Esa participación, como se subrayaba, no violaba las condiciones de la resolución de las Cortes Generales sobre la alineación de España al convenio noratlántico. Al mismo tiempo, siempre se mantenía el estatus no nuclear de España.

El Congreso de los Diputados recomendó al Gobierno del país prestar atención a un conjunto de cuestiones relacionadas con el proceso de reno-vación de la Alianza Atlántica.

Los dirigentes de España subrayaron en repetidas ocasiones su opinión sobre el futuro de la estructura militar de la OTAN. Así, en particular, Abel Matutes, ministro de Asuntos Exteriores de España (1996–2000) constaba que la estructura debería ser realmente nueva, dado que necesitaba una radical transformación. Ello implicaba una consideración de la situación en Europa, situación que había cambiado radicalmente. La nueva estructura militar, a juzgar por las declaraciones de sus dirigentes, debería fomentar el desarrollo de la identidad europea en el ámbito de la seguridad y la defensa. Ello ofrecería una posibilidad a la UEO para efectuar el control político y la gestión estratégica de las operaciones de los aliados europeos gracias a los medios de la OTAN.

En ello, resultaba importante el establecimiento de unas relaciones fuertes y especiales entre la unión noratlántica y Rusia, en particular, dentro de la iniciativa “Cooperación en nombre de la Paz”.

La política exterior de Abel Matutes fue continuada por el nuevo mi-nistro de Asuntos Exteriores de España, Josep Piqué i Camps (2000–2002), que se reflejó en su discurso en la comisión ante los asuntos internacio-nales del Senado de España. “El Gobierno presta mucha importancia a la continuidad de nuestra política exterior. En estos años España ha conseguido mucho en la actividad exterior y, en el futuro, nosotros va-mos a construir nuestro trabajo a base de lo ya logrado. Ahora desearía expresar mi agradecimiento a los logros conseguidos bajo el mando de mi antecesor Abel Matutes, quien, de forma considerable, ha mejorado

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CAPÍTULO III

las posiciones de España en el a ámbito internacional, y el trabajo del cuál yo seguiré haciendo”141.

El Gobierno del Partido Popular solía expresarse con cierto énfasis res-pecto a que España no podía mantenerse fuera de las operaciones pacíficas de la OTAN, dado que gracias a ellas sería posible crear el nuevo sistema europeo de la seguridad y la defensa. Existía también el componente de que a la Alianza, en breve, podrían incorporarse algunos de los recientes adver-sarios, pertenecientes a la desintegrada organización del Pacto de Varsovia.

Tras el análisis de las consecuencias de la incorporación a la alianza no-ratlántica de los nuevos miembros, es decir, con la integración de los Estados de Europa Central y Oriental, resultó obvio que con este desarrollo detallado de los eventos podría resultar que el “modelo español” de la participación en la OTAN desempeñaría un papel contrario a España, transformándola en un socio secundario, cuya opinión nadie escucharía.

Como escribía el periódico El País, España debía completamente inte-grarse en la OTAN, incluida su organización militar. Según la argumentación del nuevo Gobierno, se hablaba no sobre la corrección de los resultados del referéndum de 1986, sino sobre la entrada a la estructura, que radicalmente se distinguía de la que había existido en los años de la “guerra fría”. Posterior-mente, esa tendencia para la integración completa a la OTAN, con mucha claridad, reapareció en el transcurso de los eventos de Kosovo en 1999.

Madrid creía que los años 1996 y 1997 pudiesen haber sido decisivos en la formación conceptual del sistema europeo de la seguridad y la cola-boración. La transformación gradual y positiva de la OTAN y la UEO, la consolidacíon del contenido concreto de la OSCE y la Cooperacíon para la Paz (CPP), la liquidación de los focos de conflictos y las zonas de inesta-bilidad, el arreglo de las relaciones cooperativas, sin enfrentamientos, con Rusia y otros países de la CEI, constituían algunas de los importantes tareas de los europeos en la creación de las bases del sistema de la seguridad y la colaboración en el continente142. Siendo miembro único de la organización política de la alianza del Atlántico Norte durante el período desde 1982 hasta 1997, Madrid consideraba que constituía un “elemento imprescindible “en el esquema de la seguridad noratlántica, aunque vinculaba su final integración a la estructura militar de la OTAN a la modernización de esta.141 Cortes Generales. Diario de sesiones del Senado. Comisión de Asuntos Exteriores. Celebrada el martes 5 de septiembre de 2000. P. 2.142 Cambio-16. Nº27, 1997.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

Sin embargo, en noviembre de 1996, el Congreso de los Diputados, apro-bó, por mayoría de votos, la resolución que permitía al gobierno mantener negociaciones con la administración de la OTAN sobre la completa integra-ción del país a la alianza noratlántica. Aún así, el gobierno quiso subrayar que el estatus no nuclear de España se conservaría en el futuro.

Los días 8 y 9 de julio de 1997 se celebró en Madrid la cumbre de la OTAN. Las cuestiones principales fueron: los problemas de la seguridad mutua, la colaboración en los ámbitos militar y civil, la creación de un meca-nismo constante de consultas políticas, así como otros aspectos. El resultado principal de la cumbre fue la Declaración de Madrid sobre la seguridad y la colaboración euroatlánticas. En ella los países-participantes confirmaron que la OTAN seguirá siendo el fórum principal para las consultas entre sus miembros y el lugar de acuerdo de la política relacionada con las obligacio-nes de los aliados en la seguridad y la defensa descritas en el convenio de Washington y expresaron el deseo de fomentar las relaciones con los socios “dentro del marco del nuevo Consejo Euroatlántico de Cooperación y a través del fomento de la Cooperación para la paz”, afirmaron también que la firma el 27 de mayo de 1997 del Acto Fundamental Legislativo entre la OTAN y Rusia, y la Carta sobre la cooperación especial de la Alianza con Ucrania (la firmaron el 9 de julio del mismo año en Madrid). Es un testimonio de nuestra fidelidad a la Europa no separada. Washington, sin embargo, no demostró ninguna intención de buscar algún compromiso. En vísperas de la inauguración de la cumbre de Madrid, en la reunión entre José María Aznar, primer ministro de España y Bill Clinton, presidente de los EE.UU, el último dijo que, en particular, los EEUU. no tenían ningún deseo de cuestionar el puesto de mando de la OTAN en Europa de Sur, situado en Nápoles, porque controlaba la región mediterránea, donde se encontraba la VI flota de los EEUU, una agrupación importante de las fuerzas armadas norteamericanas fuera de los límites de su territorio nacional.

Abel Matutes, ministro de Asuntos Exteriores, expresó la posición es-pañola respecto a esa cuestión, al manifestar que Madrid había aceptado con entusiasmo la propuesta de París, aunque señaló que, en cualquier caso, no debía ser violada “la fuerza de la vinculación transatlántica”. Por lo que respecta a la definición del lugar y del papel de España en la nueva estructura de la Alianza, Madrid hizo avanzar su idea de la asignación del mando combinado subregional en el Noroeste, lo que abarcaba todo el te-rritorio del país (España peninsular, islas Canarias y Baleares y la zona del

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CAPÍTULO III

Estrecho de Gibraltar), excepto Ceuta y Melilla que están fuera de “la esfera de responsabilidad” de la OTAN.

La cumbre de Madrid fue un fracaso, dado que los aliados no llegaron a un acuerdo relativo a la nueva estructura del mando de la Alianza. Tam-poco España se incorporó a la estructura militar de la OTAN, aunque los españoles intentaron formalizar eso precisamente en Madrid, antes del proceso de ampliación.

La decisión de la entrada de España en la estructura militar del bloque fue formalizada en diciembre de 1997, en la sesión del Consejo de la OTAN en Bruselas. La siguiente etapa consistía en la aplicación del nuevo estatus del país en los esquemas de la OTAN.

Aznar, en su discurso de diciembre de 1997 ante el parlamento del país, llamó especialmente la atención a que España se había convertido en miem-bro de una Alianza renovada, que estaba modificando tanto sus estructuras internas, como sus relaciones externas. En calidad de ilustración de la pro-fundidad de los cambios de la OTAN, Aznar mencionó la formación de las relaciones de cooperacíon con Rusia.

La incorporación de España a la organización militar de la OTAN, elevó, finalmente, al país al nivel de los socios europeos occidentales privilegiados de los Estados Unidos dentro de esa organización y aumentó su papel en el ámbito internacional, teniendo además en cuenta el inicio de la activación del proceso de la expansión de la OTAN al Este en ese período.

España y el problema de GibraltarUn problema importante en la colaboración militar y política de España con otro miembro de la Alianza, Gran Bretaña, era Gibraltar. La incorporación a la estructura militar de la OTAN estimuló la activación de las negociaciones de España con Gran Bretaña respecto a esa cuestión. El 2 de diciembre de 1997, Londres retiró sus pretensiones a Madrid por los asuntos de Gibraltar y expresó su disposición a continuar la discusión del tema, exclusivamente en el formato bilateral.

En la primavera de 2002, después de largas negociaciones, las partes empezaron el trabajo para la declaración conjunta sobre sus planes respecto al problema de Gibraltar. Gran Bretaña insistía en que el acuerdo debería ser sometido a referendum. España quería conferir al referendum exclu-sivamente papel consultativo. Para Gran Bretaña el referendum tenía un significado decisivo y deseaba un resultado positivo. La administración de

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

Gibraltar, como siempre, mantenía su posición. Organizó una manifestación contra los planes de la soberanía común, en el que participó el 90% de la población local. En el Gobierno de Tony Blair entendían que en tal situación no podía esperarse un resultado positivo de la votación, y a principios de mayo de 2002, Jack Straw, el ministro de asuntos exteriores, voló a Gibraltar para intentar convencer a la población de que modificase su posición.

Ese intento fracasó. No sólo la posición de los habitantes de Gibraltar era obvia, sino que la administración local había hecho todo para que la situación no pasase desapercibida fuera del Estrecho. Peter Caruana, el primer ministro de Gibraltar, presentó una declaración e intervino ante el Comité de Descolonización de la ONU y el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de los Lores del parlamento británico. Caruana consiguió del Comité de Asuntos Exteriores británico un apoyo de la posición de Gibraltar. Las encuestas demostraron que desde un 80% hasta un 90% de los británicos y un 75% de los miembros del parlamento mantenían la misma posición143.

Por lo que respecta a la opinión pública de España, también muchos estaban en contra del proyecto de soberanía conjunta; sin embargo, por otra razón: los españoles pensaban que semejante acuerdo sería una “medida insuficiente” y que el Gobierno debería actuar con mayor determinación en defensa de los intereses nacionales.

La siguiente reunión de los ministros de los asuntos exteriores de los dos países debería tener lugar el 12 de julio de 2002. No obstante, tuvo que ser aplazada por los c ambios en el Gobierno español, en virtud de los cuales al puesto de Josep Piqué, ministro de asuntos exteriores, fue nombrada Ana Palacio. Influyó también la crisis por la isla de Perejil, que requirió, durante un tiempo, la atención del MAE.

Ese mismo año, Jack Straw, ministro británico de asuntos exteriores, presentó ante la Cámara de los Lores un informe sobre Gibraltar. El ministro manifestó que la soberanía común era la meta de la política exterior del Gobierno británico. Aseveró que se había alcanzado con España un acuerdo al respecto. Además, las partes convinieron en que Gibraltar conservaría el derecho de autogobierno interno y que los habitantes locales dispondrían del derecho de optar y podrían elegir entre la nacionalidad española y la británica. También se subrayó que Gibraltar participaría en la actividad de la UE y otras organizaciones europeas. Quedaba tan sólo una cuestión sin

143 Pereira J. C. Op.cit. P. 549.

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CAPÍTULO III

resolver, es decir, el futuro de las bases militares británicas. La reacción de la administración de Gibraltar a ese discurso fue sumamente negativa. El líder del Gobierno local anunció que convocaría un referendum propio sobre la soberanía conjunta, lo cual, de hecho, equivalía a un rechazo directo de la oferta de Londres sin consideración alguna. La situación se complicó extremadamente. El resultado del referendum no dejó duda alguna y el Gobierno de los laboristas anunció con antelación que no aceptaría sus resultados, prometiendo la convocatoria de un nuevo referendum, tras haber llegado a un acuerdo con Madrid.

También influyó en la indignación de Gibraltar el discurso de Anthony Blair, en el que afirmó que la base militar británica en su territorio podría ser trans-formada en una base de la OTAN. El primer ministro británico confirmaba así que en ese caso España podría obtener el acceso a las instalaciones militares en el territorio de Gibraltar144. Las declaraciones de Blair fueron b ien recibidas en Madrid. Tal vez fue posible que Gran Bretaña asumiese esos compromisos para firmar el acuerdo que finalmente pudiera regular el estatus del Gibraltar y cesara las discrepancias con España. Probablemente fue así. Lógicamente, es posible sospechar que Londres actuó con determinada astucia. Poca gente dudaba de los resultados del referendum, y vista la situación, el Gobierno de los laboristas podría permitirse aceptar cualquier tipo de compromiso, planteando como condición firme su aprobación por parte de la población de Gibraltar145.

El referendum, no oficial, se celebró en Gibraltar el siete de noviembre de 2002. El 99% votó contra la soberanía conjunta hispano-británica. Resulta difícil imaginar un rechazo más evidente de la soberanía conjunta ni de ningún acuerdo concreto. Los gobiernos de Gran Bretaña y de España no tuvieron más remedio que negarse a aceptar los resultados de la votación. Ambos Ejecutivos expresaron la esperanza de que la situación cambiase, puesto que la decisión final sobre el estatus de Gibraltar no estaba tomada y no había finalizado aún el trabajo para elaborar el acuerdo. No obstante, el resultado del referéndum condujo a la aparición de un callejón sin salida.

La participación de España en el Cuerpo militar de la Unión EuropeaA mediados de los años 1990 aumentó el significado de la cuestión de la formación de la identidad de defensa europea. Tras los hechos en Bosnia y

144 Известия. 2002. 9 ноября.145 Ibídem.

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Herzegovina, así como en Kosovo, se hizo evidente que los países de la UE eran incapaces de dirigir las situaciones de crisis. Con este motivo, España junto con otros Estados europeos, comenzó a conferir más relevancia a la idea de la creación de unas fuerzas de la reacción rápida de la Unión.

Josep Piqué, el ministro de Asuntos Exteriores de España entre los años 2000 y 2002, subrayó en más de una ocasión la necesidad de llevar a cabo esfuerzos, dirigidos al fomento de la seguridad europea, para que los mili-tares fueran capaces de ejercer misiones de importancia y revestir al mismo tiempo relevancia como una unidad en el escenario internacional. El resul-tado de esos esfuerzos fue la aparición gradual de un nuevo componente militar de la UE, que en el futuro debería fomentar el papel militar de Europa en el mundo. España apoyó plenamente ese proceso y participó de forma activa en su desarrollo146. Así, los militares españoles, en cumplimiento de la decisión de la ONU, se desplazaron a Afganistán en mayo de 2002, con el objetivo de cumplir la misión humanitaria de suministrar seguridad para la celebración de elecciones parlamentarias en ese país147.

Conviene señalar que ya en 1995 España, Portugal y Francia firmaron un tratado para la creación de las fuerzas armadas comunes, el Cuerpo de Reacción Rápida Europeo (CERR o Euro Force), integrado en total por 14.000 militares de los países firmantes, que entraron a subordinarse al mando directo de la Unión. Entre sus tareas figuraba la seguridad en la zona del Mediterráneo. Se preveía que, en caso de necesidad, ese Cuerpo podría ser utilizado por la OTAN y la ONU.

La formación del CERR tuvo determinadas particularidades. En primer lugar, conviene prestar atención al papel clave de Alemania que destinó a esas fuerzas armadas cerca de 13.500 personas, 93 aviones de combate, 20 buques de guerra, obteniendo así más puestos de mando en la nueva estructura militar que cualquier otro país. El segundo país más representado, por la cantidad de militares, era Gran Bretaña, con unos 12,5 mil soldados. España presentó al CERR 6 .000 soldados y oficiales, 40 aviones de combate y dos cuarteles generales en la Península Ibérica.

Una vez se anunció la formación del cuerpo de rápida reacción, 15 países, que no eran miembros de la Unión Europea, expresaron su disposición a integrarse en el mismo. Entre ellos se encontraban los nuevos miembros 146 Аникеева Н. Е. Проблемы коллективной безопасности в Европе: подход Испании // Мир на пороге XXI века. М., 1999. С. 82.147 Коммерсантъ. 2005. 30 мая.

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CAPÍTULO III

de la OTAN, es decir, Polonia, Hungría, Chequia, así como otros Estados neutrales.

La Alianza entregó oficialmente el mando de las operaciones humanita-rias en Bosnia y Herzegovina al Eurocorps de la UE. La ceremonia solemne tuvo lugar en Sarajevo en 2004, con la participación de Javier Solana, Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y de Jaap de Hoop Scheffer, secretario general de la OTAN. A pesar de que el mando de las operaciones humanitarias en Bosnia y Herzegovina pasó de la OTAN a la UE, en ese país siguió estando presente un pequeño contingente de la alianza noratlántica. Durante la operación que recibió el nombre de Althea, bajo el mando de Euro Force, a Bosnia y Herzegovina fueron desplazados cerca de 7.000 militares148.

El Gobierno de España siempre ha considerado que la presencia del contingente militar español en el extranjero es una de las condiciones de la realización de la estrategia de política exterior del Estado. Los españoles han participado también de forma activa en el cometido de la OTAN y de todas las estructuras europeas militares: Euro Force, Marfor y otras. En ese período en las operaciones de apoyo de la paz participaron 3.700 militares españoles. En los Balcanes, 1.900 personas; en Asia Central, 1800 personas. En Irak, 1.400 militares, en Afganistán — 130 y 270 miembros de la Armada en el Océano Índico.

La crisis iraquí y los cambios en la política exterior de España Durante la segunda crisis iraquí, el Gobierno de J.Mª Aznar siguió de forma per-manente prestando apoyo político, moral y diplomático a la política de los EEUU y Gran Bretaña en la preparación y aplicación de la acción de fuerza contra Irak. Al mismo tiempo, los líderes del Partido Popular utilizaron de forma activa la situación de España como miembro no permanente del Consejo de Seguridad en los años 2003 y 2004.

Así, como reflejó en su informe ante las Cortes Generales, Ana Palacio, ministra de Asuntos Exteriores (…) la elección de España como miem-bro temporal del Consejo de Seguridad de la ONU (para el período desde 203 hasta 2004), en el momento, cuando el Consejo tiene que desempeñar un papel decisivo en las cuestiones de la defensa de la paz y la seguridad internacional, plantea ante el país una responsabilidad especial. No obstante, los esfuerzos del Ministerio no se han limitado a estos ámbitos. Nuestro

148 El País. El 28 de febrero de 2004.

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trabajo fue orientado al aumento consecutivo de nuestra acción voluntaria en las organizaciones multilaterales internacionales, así como al aumento de nuestra participación en todo el sistema de la ONU”149.

Madrid disculpaba así el recurso a la fuerza aludiendo la necesidad de velar por el desmontaje del potencial de las armas de destrucción masiva, cuya existencia en Irak no se cuestionaba por parte de E spaña. Al mismo tiempo, Aznar utilizó de forma activa la tesis relativa a la vinculación del régimen de Sadam Hussein con las organizaciones terroristas, en particular con Al-Qaeda.

Durante la crisis en Irak en 2003, el Gobierno del Partido Popular, se expresó para que España jugase el papel del Estado de primer escalón. Aznar, primer ministro de España afirmó:

“España es un país que coge fuerza, Yo no quiero que esté en el patio trasero de la historia”150.

Esas declaraciones del primer ministro español evidenciaban claramente su deseo de que aumentase el prestigio y la relevancia de España en el mundo.

En enero de 2003, José María Aznar intervino en calidad de iniciador d e un comunicado del G-8 en respaldo de la actitud norteamericana para Irak. En esa declaración se subrayaba, de forma especial, la importancia del mantenimiento de la “relación transatlántica” en las relaciones entre Europa y los EEUU. De esta manera, las autoridades españolas, en particular, Aznar, insistían en criticar, de nuevo y de forma más abierta y contundente, las posiciones de Francia y Alemania con respecto a Irak.

Los primeros ministros de España, Portugal, Italia, Gran Bretaña, Hungría, Polonia, Dinamarca y el presidente de Chequia, firmaron el comunicado común: “Los EE.UU. y Europa deben actuar juntos”, además la prensa española opinó de forma unánime que el autor de ese docu-mento no era otro que José María Aznar. En una de sus entrevistas, el presidente del Gobierno español, manifestó que su posición hacia Irak era parte de su responsabilidad y que él no tenía otros intereses más que los derivados de la seguridad de España y del mundo y apeló a que los españoles le apoyasen.

149 Cortes Generales. Diario de sesiones del Senado, Comisión de Asuntos Exteriores. Celebrada el miércoles 16 de octubre de 2002. Comparecencia, a petición propia, de la Ministra de Asuntos Exteriores, Exima. Sra. Dª. Ana Palacio Vallelersundi, para informar sobre las líneas generales de su Departamento.150 Newsweek. El 17 de marzo de 2003.

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CAPÍTULO III

En el transcurso de la cumbre en las islas Azores, el 16 de marzo de 2003, Aznar firmó la declaración, que contenía un carácter de ultimatum con respecto a Irak y, al día siguiente de la firma, expresó su apoyo a la de-cisión común, de los EEUU y de Gran Bretaña, de suspender los esfuerzos diplomáticos para superar la crisis. En concordancia con el acuerdo bilateral, España concedió a los EEUU las bases en su territorio para el tránsito militar a la región del Golfo Pérsico. El Gobierno también mandó al Golfo Pérsico el buque de guerra “Galicia”, un hospital móvil, una fragata de seguridad, un buque petrolero con combustible y en total 868 efectivos.

La política del Gobierno de José María Aznar contrastaba de forma notable con la opinión pública en España. Más del 90% de los españoles estaba en contra la guerra en Irak. Consideraban que era la segunda razón del descontento del país, después del desempleo. En muchas discusiones del problema de Irak, el Partido Popular se quedó solo.

Tras la caída del régimen de Sadam Hussein, España se comprometió a prestar ayuda al pueblo iraquí en el mantenimiento de la seguridad, el establecimiento de un sistema de libertad y de recuperación de la economía, es decir, a contribuir a que los iraquíes pudiesen recuperar la soberanía del país y ser capaces de responder por su futuro.

La mayor parte de los recursos para la reconstrucción de Irak, fue anun-ciada durante la Conferencia Internacional de Donantes, que tuvo lugar en Madrid los días 23 y 24 de octubre de 2003.

El 11 de marzo de 2004 se produjeron en Madrid varios atentados terro-ristas en los que fallecieron 192 personas y hubo cerca de dos mil heridos. Asumió la responsabilidad de los atentados la red terrorista internacional Al-Qaeda; se argumentó como motivo la venganza por la participación de España en la campaña militar en Irak en el año 2003. En seguida, en las elecciones generales, el electorado ofreció no tanto su confianza en la opo-sición, encabezada por José Luis Rodríguez Zapatero, sino que fue un voto de castigo contra José María Aznar. Tras las elecciones, el señor Zapatero, nuevo primer ministro del PSOE, que había prometido anteriormente la evacuación de las tropas españolas de Irak, encabezó el gabinete de los ministros, y la mayoría de los escaños en el Parlamento, 164, se destinaron al PSOE. Zapatero fue consecuente con su palabra y, pasadas seis semanas después de las elecciones, el contingente español militar, unos 1.300 efecti-vos, la base de la brigada “Ultra-Plus”, formada también por militares de El Salvador, Honduras y la República Dominicana, abandonó Irak. Desde ese

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

momento, puede decirse que la actitud del Gobierno español con respecto a la campaña de Irak puede calificarse de neutral151.

Teniendo en cuenta que desde el 1 de julio de 2004, el mando militar de la OTAN en esa región, encabezado por Polonia, debería pasar a España, aunque, no obstante, debido a la decisión de Zapatero respecto a la evacua-ción de los militares españoles de Irak, el mando no fue traspasado hasta el 30 de junio de 2004.

La evacuación del con tingente militar afecto también a los militares de los países de Iberoamérica, integrados en la brigada española “Ultra-Plus”. Los EE.UU. y Gran Bretaña expresaron su preocupación de que tales acciones podrían provocar pasos análogos por parte de otros países.

El 6 de abril de 2004, el Gobierno español destinó a un secretario de la Defensa que sería el delegado gubernamental para la reconstrucción de Irak y que estuviese bajo el mando de la Comisión Estatal de Situaciónes de Crisis, adjunta al Ministro de Defensa. En el Real Decreto 462/2003 de 25 de abril, el autorizado por el Gobierno por las cuestiones de la recons-trucción de Irak, fue confirmado.

El nuevo gobierno de Zapatero introdujo muchos cambios en las es-tructuras estatales, y el aparato del delegado autorizado por las cuestiones de la reconstrucción de Irak dejó de subordinarse al mando del Ministerio de la Defensa para pasar a depender del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación Internacional152.

Tras la transformación radical de la posición de Madrid respecto a Irak, puede apreciarse el deseo del gobierno del PSOE de irrumpir en el escenario internacional, presentando a España como protagonista independiente en los asuntos mundiales, libre de las obligaciones de la política exterior de la administración anterior. También resultaba obvio el deseo del nuevo ga-binete de ministros de que aumentase el prestigio de España en el mundo árabe y en América Latina, debilitado por la inclinación proestadounidense de José María Aznar.

España y Occidente en la lucha contra el terrorismoEl PP, encabezado por Aznar, centró su atención principal en la colaboración para la interacción internacional en la lucha contra el terrorismo. España 151 El País. El 15 de septiembre de 2004.152 El vínculo transatlántico tras la guerra de Iraq. Monografías del Ceseden (Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional). Madrid, 2005.

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CAPÍTULO III

había apoyado las resoluciones 1368 y 1373 del Consejo de Seguridad de la ONU, y también todos los convenios universales dirigidos a la lucha antite-rrorista. El Gobierno de España condenó, de forma vigorosa, los atentados terroristas en Nueva York y Washington del 11 de septiembre de 2001, así como otros golpes del terrorismo internacional. Madrid se manifestó, de forma clara, a favor del aumento de la coalición internacional antiterrorista, así como en contra de los regímenes que apoyaban y ocultaban ese mal.

La cumbre de la OTAN, que se celebró los días 21 y 22 de noviembre de 2002 en Praga, en principio, deseaba contribuir a la reforma radical de la Alianza, orientada al aumento de seguridad del Este. Finalmente, quedaron en el pasado las directivas para la oposición clásica a la no existente amenaza desde el Este. Un resultado importante de la cumbre fue el rechazo de plena no disposición y no capacidad de las estructuras de la OTAN de mostrar una defensa debida al terrorismo internacional. En Praga se tomaron deci-siones históricas que permitían contar con la enérgica y solidaria respuesta a la amenaza del terrorismo. Eran esperanzas marcadas principalmente por mejorar el intercambio de la información sobre la actividad de los terroristas, la unidad de los esfuerzos de los servicios especiales y el desarrollo de los medios técnicos de vigilancia153.

Madrid apoyó con entusiasmo la creación de las fuerzas de reacción rápida de la OTAN para la lucha contra el terrorismo, para su manteni-miento con armamento adecuado y moderno y la concesión de los debidos recursos154. No obstante, algunos expertos españoles expresaron sus dudas respecto hasta qué punto la iniciativa de la identidad europea de seguridad sería competente155.

España ha sido miembro activo d e muchas instituciones y organismos internacionales. Entró con todos los derechos y obligaciones en la estructura militar de la OTAN, lo que le ofrecía la oportunidad de participar en la so-lución de los problemas del terrorismo y utilizar los medios financieros de esa organización, destinados a la mejora de las estructuras correspondientes.

153 Cortes Generales. Diario de sesiones del Senado, Comisión de Asuntos Exteriores. Celebrada el miércoles, 16 de octubre de 2002. Comparecencia, a petición propia, de la Ministra de Asuntos Exteriores, Exima. Sra. Dª. Ana Palacio Vallelersundi, para informar sobre las líneas generales de su Departamento.154 www.nato.int. El 21 de noviembre de 2002.155 El vínculo transatlántico tras la guerra de Iraq. Monografías del Ceseden (Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional). Madrid, 2005.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

Las colaboración política y militar de España con los EEUULa administración de José María Aznar consideraba que las relaciones con los EEUU eran una prioridad de la política exterior y que, al mismo tiem-po, podrían ser el principal énfasis en su salida a un nivel de cooperación privilegiada.

Recordemos, que con la firma en diciembre de 1988 del nuevo convenio de la colaboración con Washington, en el ámbito de la defensa, los españoles pudieron dar a las relaciones con el socio transatlántico un carácter más equitativo. A continuación, fue renovada toda la base contractual y legal, incluidos los convenios sobre la colaboración en el ámbito de la economía, la educación, la cultura, la ciencia, la técnica, la lucha contra el narcotráfico. En ese período Madrid evidenció su disposición a la búsqueda de nuevos puntos de contacto con los EEUU en los asuntos mundiales. Por su parte, los norteamericanos empezaron a conferir más consideración a la posición de España con respecto a los problemas internacionales, en particular, en la situación en el Mediterráneo y el Magreb.

Durante la presidencia del PP, los contactos de alto nivel entre los EEUU y España se hicieron sistemáticas. En 1995 fueron firmados el Orden del Día Transatlántico y el Plan de las acciones conjuntas UE — EEUU. En abril de 1999 Aznar estuvo en Washington en la sesión dedicada al aniversario de la OTAN, durante la cual expresó su apoyo al nuevo concepto estratégico de la Alianza.

Las únicas discrepancias entre Madrid y Washington derivaban del caso de la ley de Helms-Burton de 1996, considerada por España inadadmisible por su carácter extraterritorial, que implicaba intereses económicos de terceros países, incluida España. España se manifestó en firme contra la política de bloqueo, que realizaban los EEUU contra Cuba, y expresó el temor que con la aceptación de la ley de Helms-Burton la política podría ser dura156. Madrid estaba rotundamente contra esa ley. La extraterritoria-lidad jurídica se consideraba aquí no sólo como amenaza a los intereses de los inversores nacionales, sino también como un precedente peligroso internacional. Bajo la presión de los factores internos, Madrid aumentó el énfasis a la presión contra esa ley, coordinando sus esfuerzos con los socios de la Unión Europea157.

156 El País. El 5 de marzo de 1996.157 El País. El 4 de febrero de 1997.

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CAPÍTULO III

Los EEUU dieron su aprobación a la plena integración de España en el sistema militar de la OTAN. España, por su parte, intentó activamente atraer a Washington a que apoyara sus intereses en plano de la presencia en las estructuras renovadas y en el mando de la Alianza. En el transcurso de los acontecimientos de Irak en 1998 y en Kosovo en 1999, el Gobierno español ofreció a los norteamericanos un permiso temporal del uso de sus bases para las operaciones transitorias. El 11 de enero de 200 1, Josep Piqué, ministro de asuntos exteriores de España, y Madeleine Albright, Secretaria del Departamento de Estado de los EEUU, firmaron una declaración con-junta de los dos Estados, importante desde el punto de vista de las relaciones bilaterales158. Esa declaración estuvo precedida de muchas negociaciones y fue firmada sólo unos días antes del comienzo de la actividad de la nueva Administración de los EEUU de George Bush. El texto de la declaración contenía un preámbulo y seis secciones. En el preámbulo ya estaba fijada la clara vinculación de las relaciones bilaterales hispano-norteamericanas a las obligaciones, que eran consecuencia de la pertenencia de ambos Estados a la OTAN. Las principales secciones de ese documento fueron dedicadas a la colab oración de los dos países en la política, defensa, economía y finanzas, ciencia y técnica, cultura, y también a la lucha común contra el terrorismo. En la tercera sección de la declaración se trataba de la colaboración en el ámbito de la economía y las finanzas159.

En abril de 2002 fue firmado el protocolo que prorrogaba el convenio de 1988 “Sobre la colaboración en la Defensa” y que era, por su esencia, su nueva redacción técnica. Además, tras los acontecimientos en EEUU del 11 de septiembre de 2001 y las obligaciones de los dos países a colaborar en la lucha contra el terrorismo, en el protocolo fueron incluidos artículos según los cuales los servicios del ministerio del Interior de los EEUU podrían actuar en el territorio de España de forma aliada con sus colegas españoles y los servicios secretos españoles.

Los EEUU presionaron a la Administración española con el propósito de modernizar y ampliar la base marina militar en la ciudad de Rota (el presupuesto de las obras era unos 120 millones de dólares), lo que permi-tiría convertirla en campo de operaciones principal en el Sur de Europa para realizar las operaciones a gran escala, como en Irak y Kosovo. El 158 El País. El 27 de junio de 2000.159 Аникеева Н. Е. Отношения Испании и США в начале XXI века // CША и Канада. Экономика. Политика. Культура. 2007. №1(445). С. 47.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

Gobierno de Aznar pensaba recibir, a cambio, el aumento del estatus de España en calidad del socio equitativo de los EEUU, al igual que Alemania, Francia e Italia, así como un apoyo a la entrada en el G-8, el Grupo de Contacto así como la elección al Consejo de Seguridad de la ONU para los años 2003–2004.

No obstante el trato precavido a la Administración nueva de G. Bush, presidente de los EEUU. cuyos últimos pasos, según la opinión de los espa-ñoles, evidenciaban un obvio desprecio de los intereses, incluso de algunos aliados europeos, el Gobierno de Aznar se esforzó, pragmáticamente, por conseguir la disposición de esa Administración. Se intensificaron los con-tactos políticos de alto nivel. En marzo de 2004 hubo encuentros en los EEUU del Rey de España Juan Carlos I y Josep Piqué, ministro de Asuntos Exteriores.

España, presidida por Aznar en la guerra en Irak entró en la alianza militar con EEUU y Gran Bretaña, pero Francia y Alemania formaron la coalición antimilitar, en un concepto que se suele llamar el período de la

“Europa nueva”España intentó definir su propio lugar y el papel en los asuntos internos

y externos de la Alianza Noratlántica. La atención primaria se daba al tema mediterráneo, la combinación de los intereses en el triángulo OTAN-España-Norte de África. Como segunda prioridad importante quedaba la conserva-ción en los límites de la OTAN del equilibrio de los cambios geográficos de Norte y de Sur, para que pasara la redistribución de las competencias entre los europeos y los norteamericanos, y para que los comandantes regionales del Norte y del Sur fuesen europeos.

De esa manera, España continuaba aplicando una política de colabora-ción político-militar activa con los países del Occidente dentro de la OTAN y en el ámbito de la lucha contra el terrorismo. Los cambios en la política exterior en ese período fueron condicionados por la crisis en Irak y el deseo de Aznar de fomentar la colaboración con los EEUU, al apoyar su opera-ción militar contra Irak y también por el intento de aumentar el peso y el prestigio de España en el escenario mundial y conseguir la inclusión de la ETA160 en la lista de las organizaciones terroristas internacionales.

Respecto a las relacio nes entre España y los Estados Unidos, éstas se-guían una de las líneas prioritarias de la política exterior de Madrid. Según 160 ETA — Euskadi Ta Askatasuna (en español, País Vasco y Libertad), es una organización terrorista, autodeclarada independentista y nacionalista vasca (Wikipedia) (Nota de la traductora).

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CAPÍTULO III

manifestó, en abril de 2005, durante visita a Washington, Moratinos, el entonces ministro de Exteriores de España: … el diálogo entre Madrid y Washington se ha normalizado por completo.

Los analistas españoles suponían que las relaciones bilaterales se desa-rrollarían realmente en términos positivos, a pesar de que España, contra la voluntad de los EEUU, en la primavera de 2004, tomó la decisión de retirar sus tropas de Irak. Junto con ello, a la dinámica positiva mayor le perjudicaba una serie de hechos relacionados con la política de España en Iberoamérica. La relación especial de España con países como Cuba y Venezuela, que se basaba en los contactos tradicionales, el idioma y la cultura comunes, se ha percibido con preocupación y disgusto en Was-hington. Así, es necesario anotar que las relaciones con los EEUU, a pesar del cambio de la coyuntura internacional, siempre eran una constante en la política exterior de España. Únicamente, la magnitud de esas relaciones era el valor variable.

3.2. España y la integración europeaLa política europea del Partido Popular avanzaba por el camino, marcado por los socialistas, que, ya en 1994 habían aprobado el Programa de actua-lización y el Programa de conversión. En el año 1996, es cierto, se aplicó el proceso de la corrección del presupuesto, la privatización, la lucha contra la inflación y los tipos de interés161, fueron disminuidos los gastos estatales, y, finalmente el déficit descendió hasta un 4,4% del PIB. El crecimiento económico cont ribuyó a que en 1997 se cumplieran los criterios del acer-camiento: la inflación era de un 2%, los tipos de interés eran de un 6,9%, el déficit presupuestario era un 3,3% del PIB, las tasas del crecimiento de la economía eran un 3,3%, los intereses a largo plazo estaban a un 5,61% (el interés de refinanciación del Banco de España era un 4,75%), la deuda estatal disminuyó hasta un 68,1% del PIB (con un límite predefinido en un 60% del PIB)162.

La ulterior integración en la Unión Europea fue una de las priorida-des del Gobierno del Partido Popular liderado por Aznar. No obstante,

161 Tipo de interés es precio del dinero, hay algunas variedades (Nota de la traductora).162 Страны мира. Справочник под ред. И. С. Иванова. М., 1989. С. 168.

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alcan zar ese objetivo era imposible sin marcar una línea firme hacia la modernización de la economía y equilibrar las desproporciones regio-nales. La decisión de la UE sobre la entrada de España al primer grupo del países de la Comunidad (unión económica y monetaria), tomada en la primavera de 1998, fue recibida por el gabinete de ministros como un gran éxito. El 1 de enero de 1999 España entró en el grupo de los países fundadores de la moneda única. De esa manera, el gobierno de José María Aznar solucionó el problema de la adaptación de la economía del Estado español a la moneda única europea, el euro. Desde el 1 de enero de 2002 España, junto con otros doce países miembros de la UE, se incorporó al euro como moneda163.

Un trazo importante de la política de España en la Unión Europea, tras la aprobación del convenio de Amsterdam, fue la realización de su iniciativa para crear el espacio comú n único legal de la UE. La cumbre de Tampere (Finlandia) los días 15 y16 de octubre de 1999, estaba considerada como momento clave en el proceso del acercamiento de integración, puesto que permitiría sentar la base del espacio judicial y legal; en ese sentido era com-parable con los acuerdos de Maastricht, Amsterdam o el de Colonia. Según las palabras del primer ministro Aznar, el acuerdo, conseguido en Tampere por iniciativa de España, Francia y Gran Bretaña, para el desarrollo del mecanismo de la aceptación del reconocimiento mutuo de fallos judiciales en el ámbito penal y civil, fue una pieza fundamental en los asuntos de la colaboración jurídica y procesual.

España fue participante activo de la política unida de la UE en asuntos internacionales, cuestiones de Seguridad y Defensa. Madrid fue perfecta-mente consciente de la importancia de la decisión tomada sobre la entrega a Europol de los poderes complementarios en la lucha contra el crimen organizado transnacional, una más estrecha coordinación de los órganos de seguridad para la instrucción y planificación de las acciones conjuntas y operaciones en la lucha contra el crimen, la formación del nuevo depar-tamento llamado Eurojust con los representantes de las fiscalías, juzgados, estructuras de la policía de la Unión Europea. Según la opinión del ministro de Exteriores, Josep Piqué, para construir una Europa que esté al servicio de sus ciudadanos, un espacio tiene que ser real, el de la libertad, seguridad y justicia, donde los derechos de los europeos se garantizarían en el marco 163 Синельников И. Г. Внешнеэкономические связи Испании в глобализирующемся мире // Латинская Америка. 2003. № 3. С. 53.

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CAPÍTULO III

judicial común, además, aquí es importante crear tal espacio judicial en qué tendría lugar la aceptación mutua de los fallos judiciales164.

Los días 7 y 8 de diciembre de 2000, España participó activamente en la cumbre de la Unión Europea de Niza. El principal objetivo de la UE en esa etapa, según la opinión de Madrid, era la creación de una Europa compe tente, dinámica, que conservase su homogeneidad social, profun-dizase sus refórmas económicas y fomentase la moneda única, el euro. El papel especial en la solución de esos problemas, en España conferían al Programa Europeo Social, a la consolidación y modernización del modelo de la sociedad europea que fue aprobado en la mencionada sesión de la UE.

El principal éxito de la cumbre, desde el punto de vista de la diplo-macia española, fue el desarrollo del esquema de las instituciones que, mateniéndose fieles a las tradiciones de la Unión, podría combinar las relaciones interestatales con el peso creciente de la Unión Europea en los proceso de la toma de decisiones. A partir de ahora la Unión Europea era capaz de admitir nuevos miembros, y así responder a los deseos legítimos de los países, que se estaban quedando fuera del proceso de la integra-ción. Como resultado de largos debates en Niza, la Unión se fortaleció: en su seno aparecieron nuevas instituciones, en particular, el Consejo y la Comisión. De esa manera, fue aligerado el mecanismo de la toma de decisiones, porque se ha aumentado el número de las esferas, donde las decisiones se aprobaban por mayoría de los votos, y no unánimemente y donde los Estados miembros pueden desarrollar la integración a través de una colaboración intensiva.

El mecanismo de la toma de decisiones en la Unión Europea por mayoría calificada, el sistema de la colaboración intensiva y la defensa de los intereses por el aumento de la cantidad de los escaños en el Consejo, la conservación de las influencia a la toma de decisiones respecto a los fondos de la adhesión hasta el año 2013, fueron definidos por el ministro de Asuntos Exeriores Josep Piqué como un éxito de la diplomacia española en el fórum. España deseaba utilizar su influencia en la UE para fomentar la colaboración entre los países miembros, para crear con los nuevos socios el amplio espacio de la estabilidad, crecimiento económico y libertad.

164 Cortes Generales. Diario de sesiones del Senado, Comisión de Asuntos Exteriores. Celebrada el martes, 5 de septiembre de 2000. Comparecencia del Ministro de Asuntos Exteriores, Eximo. Sr. D. Josep Piqué i Camps, a petición propia, para informar sobre las líneas generales de la política de su Departamento.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

El estatus de España por los resultados de la cumbre en Niza se aumentó, comparando con otros participantes, España pudo conseguir más crecimiento de los escaños en el Euroconsejo, desde 8 hasta 27 (el peso del país subió desde el anterior 9,2% hasta el 11,4%). Eso permitía a Madrid, estando en la unión con dos de los cuatro pesos pesados europeos y un país mediano europeo, bloquear unas u otras decisiones que no eran de agrado de los españoles. Sin embargo, España tenía que ceder en otras cuestiones, como disminuir la cuota de los eurodiputados desde 64 hasta 50 escaños y reducir su representación en el Comité de la Unión Europea desde dos hasta un comisario. El momento positivo para los españoles eran los acuerdos, conseguidos en Niza, sobre la aplicación del mecanismo de la denominada colaboración forzada en el ámbito judicial-legislativo, de la seguridad, la política exterior y la defensa. En conjunto, la parte española calificó los resultados de Niza de positivos.

España participó en el desarrollo de la reforma de la Unión Europea durante el encuentro en Laken (Bélgica), el 19 de diciembre de 2001.

Durante dos encuentros de alto nivel (los días 15 y16 de marzo en Barce-lona, y 21 y 22 de junio de 2002 en Sevilla), a pesar de determinado adelanto en el asunto del desarrollo del proceso por la liberalización de los mercados de servicios y laboral, la Unión Europea obtuvo tan sólo soluciones a medias. Se habló, entonces, de los mercados de los servicios financieros y los valores, las condiciones de la competencia en el transporte (excluyendo el marítimo) y en las telecomunicaciones. España, empero, prefirió enfocar la atención en los acuerdos más sonantes y beneficiosos, no así en los de menor escala, por ejemplo, tales como el proyecto “Galileo”, o la implantación de la tarjeta de seguridad social única. En la cumbre de Sevilla se pudo confirmar el programa antiterrorismo como una de las prioridades de la política exterior común y la política de seguridad (PEPS) y conferir un impulso al proceso del establecimiento del complejo europeo militar e industrial.

En la reunión de los días 22 y 23 de abril de 2002 en Valencia, de los ministros de Asuntos Exteriores, en el marco del proceso euromediterráneo, se intercambiaron opiniones sobre el desarrollo de la situación en el Oriente Próximo. Especialmente, se confirió importancia a la segunda cumbre de la UE — Iberoamérica, celebrada los días 17–19 de mayo en Madrid. En junio de 2002, Aznar también visitó a Canadá, donde participó, en representación de la UE, en el encuentro del G-8165.

165 El País. El 30 de junio de 2002.

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CAPÍTULO III

Con el eslogan “Más Europa”, España intentó fomentar el papel de la UE en la política y economía mundiales, el crecimiento de la integración en las cuestiones de la seguridad, defensa y la interacción judicial y legislativa, así como la divulgación de las decisiones de los órganos dirigentes para la población.

El Gobierno de España real izó esfuerzos en aras de un programa bastante ambicioso, de la presidencia en la UE en el primer semestre de 2002. El gabinete de Aznar, en general, ha conseguido usar ese período para fomen-tar tanto el prestigio internacional del país, como la autoridad del Partido Popular otrora dirigente ante la opinión pública local. Para los españoles se trataba de la segunda presidencia europea, aunque esta vez más complicada y responsable, dada la situación en el mundo y los procesos de transición en UE.

Aznar, en su presidencia, se manifestó por el siguiente traspaso a la Unión Europea de las competencias nacionales. El Gobierno español entendía que, a medida que la Unión, en el proceso de integración, entraría en las esferas que se relacionaban con la esencia de la soberanía estatal, los impuestos, los presupuestos nacionales, la política exterior y de defensa, la política interior y la justicia, todo ello conllevaría pasos cada vez más difíciles. No obstante, consideraba Madrid, así debería avanzar Europa, bien que no era una ruta absolutamente nueva, ni federación ni confederación.

En Madrid estimaron positivamente los resultados de la introduccíon del euro en el año 2002. Las acciones emprendidas permitieron realizar la transición gradual a la nueva moneda, y en conjunto, soportar los pará-metros macroeconómicos y presupuestarios de estabilidad en la zona euro.

La expansión de la Unión Europea fue la cuestión más dolorosa para Madrid, teniendo en cuenta que a la presidencia española le tocaba la so-lución de los problemas más sensibles, es decir, — la agricultura, la política regional y las finanzas, de las cuales, en cierta manera dependía el destino de un 80% de todo el presupuesto de la UE. Los españoles han votado por el estricto cumplimiento del calendario, propuesto antes, en la cumbre de Berlín (abril de 1999), y las orientaciones en la distribución de los fondos, que conllevó la opinión negativa de Madrid sobre la concesión de las ven-tajas a los nuevos miembros, que causaría estragos a las subvenciones a los “veteranos”.

Uno de los intereses de España ha sido el fomento del potencial de la UE en la seguridad y la defensa. La atención especial se dedicaba al estableci-

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miento del Cuerpo de Reacción Rápida, es decir, la creación del mecanismo de la reacción a las crisis.

En Madrid se aceptó con satisfacción la decisión de la Unión Europea de crear criterios únicos en la cuestión tan sensible tradicionalmente para Espa-ña, como la concesión de exilio político. Se habló de una estrategia respecto a los inmigrantes legales de terceros países con el propósito de darles los mismos derechos y las obligaciones que tienen los ciudadanos de la Unión Europea, sobre todo en tales ámbitos, como el derecho a la Educación, a la Seguridad Social, la Ocupación Laboral, así como al procedimiento simpli-ficado de obtener la nacionalidad en los países de su residencia permanente. La parte española destacó la importancia del acuerdo sobre la activación de los esfuerzos con el propósito de crear los mecanismos para prestar ayuda a los Estados fuentes de las corrientes masivas de inmigración a través de los programas fomentando la democracia, el desarrollo económico y la lucha contra la pobreza.

España participó también de forma activa en el desarrollo del proyecto de la Carta de las bases de los Derechos, que, como consideraba el país, debería gozar de los atributos de un documento jurídicamente vinculante. Madrid apoyó también la realización de una nueva conferencia internacional y jurídica en el año 2004, que debería incluir la finalización del proceso de reforma de la UE, teniendo en cuenta los problemas que pudieran surgir con la entrada de los nuevos países.

España y la cuestión de la Constitución de EuropaEn cuanto a las relaciones entre España y la Unión Europea, no hemos abor-dado anteriormente el asunto del desarrollo de la Constitución de la UE. El 29 de octubre del año 2004, en Roma, se firmó el proyecto del establecimiento de la Constitución de la Unión Europea. No obstante, el proyecto no entrará en vigor antes de que sea ratificado por todos los países miembros166.

En el referendum, que se celebró en España en febrero de 2005 sobre la ratificación de la Constitución de la Unión Europea, la mayoría de los votos, un 76,7% fueron a favor. Ese resultado había sido pronosticado por los so-ciólogos y politólogos, dado que desde el momento de la entrada en la Unión Europea en 1986, el nivel de vida en España aumentó notablemente, y no sólo gracias a las subvenciones desde los presupuestos comunes europeos.

166 Newsweek. 2004. № 22.

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CAPÍTULO III

Recordemos que en las elecciones parlamentarias en primavera de 2004, después de las cuales se produjo el cambio del Gobierno, la participación en las elecciones fue de un 76%. Además, la participación en el referendum de la Constitución de la UE, fue la más baja durante toda la historia de las elec-ciones en España desde el momento del restablecimiento de la democracia en el país en 1978167. Sin embargo, la aprobación final de la Constitución de la UE en 2005 fue aplazada debido al voto contrario en los referendums en Francia y Holanda. El primer ministro español Zapatero estaba convencido de que la ratificación de la Constitución de la UE por todos los miembros de la Unión Europea era un asunto próximo y que permitía poner esperan-zas en el ulterior desarrollo del proceso de la integración europea. Por eso España seguía expresando su apoyo a la constitución de la UE.

Espa ña, en la frontera de los siglos XX y XXI, ha sido participante ac-tivo y partidario consecutivo de la integración europea. No obstante, en el orden del día de la UE había metas bastante complicadas, cuya solución en el formato de los “veinticinco” no era fácil. Se trataba de la adaptación de diez nuevos miembros a los estándares políticos, sociales y financieros de la UE, sobre la superación de las discrepancia por el pacto de estabilidad, el restablecimiento del clima de confianza, estropeado por las diferencias durante la crisis de Irak.

Si hablamos estrictamente de las perspectivas de los procesos de inte-gración en la UE, los líderes políticos del España reconocen que el período 2003–2004 aportaron más bien inconvenientes que ventajas. Algunas de las Comunidades Autónomas de España, es cierto, probablemente, perderán la parte sustantiva de sus subvenciones de los fondos de la UE . Entre 2000 y 2006 al país se concedieron en este ámbito unos 56.200 millones de euros, en 2007–2013 se planeaba conceder menos de 34.500 millones de euros, mien-tras Polonia en el mismo período recibirá unos 63.400 millones de euros.

Al mismo tiempo, el Gobierno del PSOE pensó en el aumento de la actividad inversionista del negocio español en los mercados de nuevos países miembros de la UE. En los planes de Zapatero, figuraban, al parecer, la expansión de la interacción política, económica y comercial con Polonia, Hungría y Chequia.

No olvidemos que los principales aportadores a los presupuestos de la UE fueron Alemania, Francia, Italia y Gran Bretaña. Por las estadísticas

167 Эксперт. 2005 г. Январь.

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del año 2004, cada uno de esos países ingresa a los presupuestos comunes más de 10 mil millones de euros al año. Los más grandes perceptores en el sentido nominal en ese año fueron España, Francia, Alemania e Italia, cada uno de los cuales había recibido más de diez mil millones de euros.

En su política de directrices fundamentales, en mayor medida relacio-nadas con las prioridades económicas, el Gobierno de los socialistas, según las declaraciones oficiales de Zapatero y de Moratinos, nuevo ministro de Asuntos Exteriores, se mantenía la permanencia de los métodos inherentes a la Administración de Aznar. Ello se refiere, en particular, a la consolidación de los procesos de integración dentro de la Unión Europea. Los socialistas españoles apoyaron la expansión de la UE, que tuvo lugar el 1 de mayo de 2004. Según la opinión del PSOE, fue un paso notable hacia el camino de la formación de la Europa democrática, estable y próspera.

3.3. España y su enfoque de la regulación en Oriente Próximo en la etapa modernaComo se ha constatado anteriormente, durante decenas de años España mantuvo una posición especial en relación con el conflicto árabo-israelí, condicionada tanto por las relaciones históricas, como por su dependencia de las importaciones del petróleo árabe.

En la segunda mitad de los años 1990, el desarrollo de la situación en el Oriente Próximo, en España era considerado como un problema peligroso, que incluía la amenaza de acciones de combate a gran escala. Aznar era de la opinión que en la escalada de la tensión en la regulación del Oriente Próximo estaban de forma conjunta Israel y Palestina.

Por su parte, Ana Palacio, ministra de Asuntos Exteriores (2002–2004) efectuó el llamamiento al “cuarteto” del Oriente Próximo, para que toma-sen, sin demora alguna, la iniciativa de reanimar el proceso pacífico en el Oriente Próximo y conferir actividad a la labor por el plan de acciones

“Hoja de Ruta”. Los expertos españoles eran de la opinión, en el conjunto de los complicados problemas del proceso de la regulación pacífica en el Oriente Próximo, que convendría destacar la organización de un proce-so productivo de negociaciones árabo-israelíes en todos los ámbitos, la situación de los habitantes y los refugiados, la lucha contra el terrorismo

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CAPÍTULO III

y el estatus de Jerusalén. Madrid consideraba que las pretensiones de los palestinos por Jerusalén del Este, como futura capital del Estado plaestino, eran bien fundadas168.

Madrid consideraba, asimismo, que la proclamación del Estado Palestino era más aceptable dentro del marco del proceso de negociaciones, debiendo ser un acto unilateral.

Tras establecer relaciones diplomáticas con Israel en 1986, Madrid con-siguió equilibrar sus contactos con todos los participantes del conflicto. El reconocimiento de la posición activa e imparcial de España en las cuestiones de la regulación de Oriente Próximo se produjo en la conferencia internacio-nal de pacificación de finales 1991 en Madrid. Los españoles consideraron su éxito como uno de los más significantes avances en su política exterior.

Después de la conferencia en Madrid de 1991 España mantuvo el inte-rés al futuro del proceso empezado y continuó intentando la participación enérgica de la UE en el mismo y aumentó sus esfuerzos para prestar debidas acciones.

En esas condiciones, Madrid mantuvo una política orientada al aumento en la región de su propio papel, y también del fomento de las posiciones políticas de la UE que, como creían los españoles, no se ajustaban a la dimensión de los gastos económicos de la Unión Europea. Madrid evaluó también positivamente la acción de mediador de Miguel Ángel Moratinos en el puesto de representante especial de la UE en Oriente Próximo desde 1996 hasta 2003.

España deseaba conferir más peso a la concreción del proceso de la re-gulación pacífica en Oriente Próximo. Madrid pensaba que no era posible un avance sustantivo en las negociaciones en la segunda mitad de los años 90 debido a la línea dura del primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu (1996–1999) y sus intentos de absolutizar el problema de seguridad y conferir mayor actividad a la colonización en los territorios ocupados palestinos169.

Madrid pensaba también que la responsabilidad por el retraso del proceso de la regulación en Oriente Próximo, se debía en cierta manera a que los Estados Unidos intentaban, a pesar del decrecimiento de la marcha de sus esfuerzos mediadores, monopolizar el proceso pacífico. Así pues, España se 168 Hoja de Ruta F. Problemas y perspectivas // 26/5/20030 www.realinstitutoelcano.org.169 Materiales y Documentos del Ministerio de Asuntos Exteriores de España // Página oficial en Internet del MAE de España (www.mae.es); Нетаньяху Б. Война с терроризмом. Как демократии могут победить сеть международного терроризма. М., 2003.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

expresaba por la búsqueda de una más estrecha coordinación entre Rusia, los EEUU y la UE, cuyas acciones, bien existiendo diferencias de matiz, perseguían los mismos propósitos y deberían poder avanzar en el único cauce de los intereses de la regulación pacífica.

Tras la llegada al poder en Israel en mayo de 1999 del Gobierno de Ehud Barak, Madrid consideró que la regulación árabo-israelí podría llegar a un punto nuevo, existiendo un mejor futuro para la finalización de la oposición militar de más de medio siglo en la región. Se valoró también positivamente los acontecimientos, relacionados con el proceso de traspaso a los pales-tinos de una parte del territorio ocupado y el inicio del diálogo con Siria. Los españoles consideraban que la cuestión de los asentamientos israelíes en los cerros de Golán era extremadamente difícil de resolver. El futuro de transferir al Golán junto con los asentamientos bajo la soberanía de Siria era considerado en España como poco probable y que podría implicar, potencialmente, una agravación de la situación política interna en Israel.

Los españoles consideraban que la UE podría demostrar mayor ini-ciativa en referencia a Siria. Aznar, durante su viaje por la región, en junio de 1999, evidenció grandes esfuerzos para solucionar el problema; sondeó, en particular, la posibilidad de contactos directos entre las partes en Madrid. Durante las visitas a Jordania, Siria, Líbano, Israel y Palestina, el presidente del Gobierno español emprendió pasos para desbloquear el proceso pacífico.

Madrid, hasta el último momento, no perdía las esperanzas de éxito, esperando que los esfuerzos pacificadores de la administración de los EEUU en la etapa final aportasen resultados. A pesar de cierta crítica de una serie de los aspectos del plan de pacificación de Bill Clinton (la conservación de las bases militares en los territorios palestinos y la base telefónica en manos de los israelíes, la renuncia de hecho a las fronteras del año 1967), Madrid lo evaluaba, en conjunto, como positivo y lo consideraba bastante equilibrado. En diciembre de 2000 el Ministerio de Exteriores de España, por la petición de la Casa Blanca, prestó sus servicios de mediación para que las negociaciones saliesen del atasco. Los españoles consideran que la salida de Clinton implicó haber perdido una “oportunidad histórica úni-ca”. Los españoles eran de la opinión que la principal causa del fracaso de las negociaciones en 1999–2000 fueron los intentos de Washington de sincronizar el proceso de negociaciones con la campaña electoral en los EEUU, el deseo de la administración norteamericana, de a cualquier precio

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CAPÍTULO III

convencer a las partes de firmar el acuerdo marco en las condiciones del “plan pacificador” de Clinton.

En enero de 2001, prácticamente simultáneamente, en Madrid estuvieron el ministro de los asuntos exteriores de Israel Shlomo Ben Ami, la secretaria del Estado de la Casa Blanca, Madeleine Albright y el ministro palestino N. Shaas. Durante esos contactos la parte española ofreció su mediación para renovar el proceso de las negociaciones.

Madrid recibió con cierta preocupación, contemplando el futuro de la regulación, la victoria del partido de Ariel Sharon en las elecciones Israel en febrero de 2001. En los círculos políticos españoles se consideró que esa victoria era un factor que podía contribuir a la ulterior escalada de la tensión en Oriente Próximo y que podrían disminuir posibilidades de un desenlace pacífico.

En Madrid entendían que la influencia real de Yasir Arafat en Palestina seguía siendo el factor clave. No obstante, al mismo tiempo, en el último período se notó cierto alejamiento del Gobierno de Aznar con respecto a la política habitual, típica para la UE, hacia la manera más dura de los EEUU, lo cual estuvo vinculado con la política de Madrid de apoyo enérgico a las acciones de Washington en los eventos iraquíes. En ese contexto, el primer ministro español intentó iniciar, con los lobbies de la Asamblea General de la ONU en septiembre de 2003, la discusión sobre la capacidad de actuar de Yasir Arafat como participante de la regulación palestino-israelí.

En el contexto de sus relaciones con los socios de la UE, España, contando con la situación surgida en la región, ocupaba en esa etapa una posición sumamente precavida, intentando no adoptar ninguna obligación unilateral y no entrar en las discusiones por la materia del problema. Madrid instaba a los países de la UE a que se abstuvieran de la aprobación de cualquier documento nuevo que introdujese algún límite con relación a la referencia declarativa de las posiciones adoptadas anteriormente.

Por lo que se refiere a la posición de los representantes del pensamiento científico y político de España, puede percibirse una actitud definidamente negativa de muchos científicos y los líderes sociales con respecto a la política de Israel, así como también el deseo de mantener las relaciones tradicional-mente fuertes con el mundo árabe, en particular, con la Autonomía Nacional Palestina. Así, el profesor de la Universidad de Barcelona, Ferran Izquierdo Brichs en su trabajo “Laborismo, Likud y la colonización de los territorios ocupados: el fracaso de la paz” atribuyó este fracaso en su totalidad a Israel:

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

Los gobiernos de Peres y Sharon aprovecharon la situación para desacre-ditar a Arafat, lo que puede sólo dificultar las negociaciones. Sin embargo, el propósito del gobierno israelí no es paz, sino el mantenimiento de la ocu-pación. Justamente para eso, Israel ha tomado el curso para cambiar el líder de los palestinos. Los cálculos eran los siguientes. Si después de la caída de Yasser Arafat, Tel-Aviv consiga establecer en la ANP un gobierno, fiel a sus intereses, sería más fácil llevar las negociaciones, y además, sería inevitable la resistencia de los palestinos, lo que será excusa para apoyar la ocupación. Si, al contrario, al poder en la ANP lleguen los círculos radicalmente orientados, Israel también recibirá la aprobación de la ocupación y la eliminación de la administración palestina, por parte de toda la sociedad mundial170.

Por su parte, el ministro de Asuntos Exteriores de España, Abel Matutes (1996–2000) ofreció una estimación más moderada a las acciones de ambas partes del conflicto:

Israel tiene el derecho a la seguridad en el marco de sus fronteras reco-nocidas internacionalmente, al igual que los palestinos tienen d erecho a disponer de los territorios en los cuales se extiende la soberanía, reconocida por ellos por la sociedad mundial 171.

En conjunto, los politólogos españoles coincidían en que la situación en Oriente Próximo definía la situación en la región en general. El proceso de Barcelona a mediados de los años 1990 no sería posible sin el progreso de la regulación en el Oriente Próximo. Sólo gracias a la disminución temporal de las posiciones de los Estados árabes e Israel se hizo posible la realización de las negociaciones entre todos los países del Mediterráneo. En el periodo de la presidencia en la Unión Europea en el primer semestre de 2002, España participó en la actividad del cuar teto de mediadores internacionales para la regulación en el Oriente Próximo. En Madrid han aportado una iniciativa para celebrar la cumbre internacional por los problemas de esa región con la participación de los EEUU, la UE, Rusia, la ONU, los países líderes árabes, así como Israel y la Autonomía Nacional Palestina.

En el ámbito de los esfuerzos diplomáticos de la Unión Europea en Oriente Próximo, concretamente en la salida de la crisis en la región, la UE empezó a tomar una posición más crítica con respecto a la política 170 Izquierdo Brichs F. “Laborismo. “Likud” y la colonización de los territorios ocupados: el fracaso de la paz // www.realinstitutoelcano.org.171 Matutes A. La política mediterránea de España. Las políticas mediterráneas. Barcelona, 1999. P. 103.

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CAPÍTULO III

norteamericana. Los jefes de los MAE de 15 países de la UE en un encuentro informal en España (2002), decidieron considerar las perspectivas políticas de la regulación como claves, y no centrarse exclusivamente en las cuestiones de seguridad. Eso contradecía la posición del presidente norteamericano George Bush, quien prometió a Sharon que presionaría a Arafat para que tomara “medidas serias, concretas y reales” para el cese de la actividad terrorista. Los europeos expresaron su disgusto respecto a la postura de Washington, puesto que éste hablaba sólo sobre el terrorismo sin deseo de entrar en la esencia del problema.

Josep Piqué, ministro de Exteriores de España, que presidía en aquel período la UE, manifestó: “Los planes de Mitchell y Tenet hace mucho tiempo que están ya en la mesa de las negociaciones. Pero nosotros seguimos estando en un callejón sin salida”.

El plan de París, aprobado por los demás participantes europeos del encuentro, preveía la celebración de las elecciones en los territorios pales-tinos y la creación del Estado palestino, el cual, antes que nada, debería ser reconocido por Israel y entraría en la ONU. La cuestión sobre la creación del estado palestino “debe ser el punto de partida en el proceso de las ne-gociaciones”, y no el punto final. Los europeos, anteriormente, se habían expresado en favor de la creación del Estado palestino, no obstante, esta era la primera vez en que plantearon una postura tan clara172.

Los Estados Unidos, por su parte, promovían el plan “Hoja de Ruta”, el as de triunfos norteamericano en las relaciones con el mundo árabe. El momento clave de ese plan era el proyecto de la creación en 2003–2005 del Estado palestino independiente. El primer ministro de Israel de entonces, Ariel Sharon, no pudo, por supuesto, desde el umbral rechazar ese proyecto internacional, el principal diseñador del cual eran los Estados Unidos, pa-drino y el donante del Estado de Israel, sin embargo, Sharon presentó más de 100 correcciones (incluidas las pretensiones territoriales a la Autonomía Palestina, a la conservación de la parte de las poblaciones hebreas en los territorios ocupados, etc.). Es probable que el asunto también dependiera de que los habitantes entendían claramente que la realización de la “Hoja de Ruta” en su aspecto actual les haría volver a casa, al territorio de Israel en las fronteras de 1967. Por eso, ellos intentaron presionar a Sharon y demostrar al cuarteto la firmeza de sus posiciones.

172 Независимая газета. 2002. 11 февраля.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

Durante el encuentro con Bush en su rancho de Texas, el 27 de mar-zo de 2003, Aznar subrayó que tanto los aliados europeos, como los de Oriente Próximo necesitaban que los EEUU actuaran dentro del marco de la ONU y consiguieran la aprobación de la nueva resolución, pre-sentada al Consejo de Seguridad. Al mismo tiempo, el primer ministro español indicó la necesidad de lograr rápidamente un progreso real en la regulación del conflicto palestino-israelí. Tras reconocer la seriedad del empeoramiento de las relaciones entre los EEUU y la UE, Bush, según las palabras de J.Mª Aznar, le solicitó que generase nuevas ideas, los pasos que pudiera emprender Washington para mejorar las relaciones con los países miembros de la Unión173.

De esta manera, la posición oficial de España con relación al problema de la regulación en Oriente Próximo en los años 1999–2000 se reducía a que en la situación actual era imposible pasar al proceso de las negociaciones y era necesario encontrar una solución de compromiso del problema. Por eso, Aznar expresó el activo apoyo a la idea de la realización de “Hoja de Ruta”, desarrollado por los mediadores inter nacionales, que veían en él el mejor medio para estabilizar la situacíon.

3.4. España y la colaboración euromediterránea. Algunos aspectos en las relaciones con los países del norte de ÁfricaEspaña y la cooperación euromediterráneaLa situación geográfica y las relaciones históricas con los países mediterrá-neos, junto con la entrada a la Unión Europea, condicionaron la posición de España como iniciadora del proceso de Barcelona y los encuentros di-ferentes niveles por el desarrollo de la colaboración euromediterránea en distintos ámbitos.

Como subrayó en cuanto a eso el líder político M. A. Moratinos: “España está en el umbral de una nueva etapa histórica en el Mediterráneo. Llegó el momento del desarrollo de la nueva arquitectura para esa región. Los problemas existentes y los desafíos que puedan surgir en el futuro, exigen

173 Коммерсантъ. 2003. 27 марта.

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CAPÍTULO III

urgentemente y decisivamente poner nuevos marcos del diálogo y la cola-boración. El edificio mediterráneo que desea construir España, se fundará en dos pilares, el occidental y el oriental”174.

La política mediterránea de España en el contexto de las relaciones con la OTANEn 1997 en Roma tuvo lugar la primera cumbre dedicada al diálogo de la OTAN con los países del Mediterráneo. A fines de los años 1990 la admi-nistración de la OTAN planteó la tesis que la seguridad en Europa estaba estrechamente relacionada con la seguridad y la estabilidad en el Medi-terráneo. Esa doctrina coincidía en mucho con el círculo de los intereses geoestratégicos de Madrid. Inicialmente, el Comité Político de la Alianza era el responsable del desarrollo del diálogo con los países mediterráneos. A partir de la cumbre de 1997 en Madrid, esa actividad empezó a realizarse bajo el mando del Grupo de Cooperación Mediterránea (GCM). España, entonces presidente de la Cooperación Euromediterránea (CEM), en la cumbre de Madrid en julio de 1997, tuvo la iniciativa de crea ción del de-nominado Grupo de Cooperación Mediterránea de la OTAN, al que han entrado seis estados prioritarios de la región — Egipto, Israel, Jordania, Marruecos, Túnez y Mauritania. El propósito de esa cooperación consistía en enfocar el diálogo euromediterráneo de la OTAN en la línea militar con cada uno de los seis países por separado. Como resultado ese programa podría ser “la Cooperación en nombre de la paz” para los países medite-rráneos. Madrid querría evitar las acusaciones de un supuesto deseo de que la OTAN asumiese el papel del gendarme en el norte de África, por eso la tarea primordial para la administración española era la necesidad de disolver los temores del Magreb en ese asunto. Según la opinión de los estrategas de la OTAN, la actividad en el ámbito de la información era el componente clave de dicha iniciativa, que debería facilitar la comprensión mutua entre la Alianza y los países participantes en el programa, por eso sería necesario apoyar la celebración de cumbres y seminarios con la participación de los representantes de la OTAN y los países mediterráneos.

Los días 25 y 26 de febrero de 1999 en Valencia (España) se celebró el seminario internacional “El Diálogo Mediterráneo y la nueva OTAN”. Durante el trabajo del fórum, la mayor parte del cual transcurrió a puerta

174 Moratinos M. A. Política española en el Mediterráneo y en Oriente Medio. Madrid, 1996.

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cerrada, participaron el presidente del Gobierno de España Aznar, el secre-tario general de la OTAN Javier Solana, el ministro español de Exteriores Abel Matutes, el comandante supremo de las Fuerzas Armadas Unidas de la OTAN en Europa, Wesley Clark, los representantes de todos los países miembros de la Alianza, a nivel de los embajadores, acreditados en Bruselas, y también las delegaciones de Egipto, Israel y Jordania. El nivel de seminarios con la participación de la OTAN por la problemática dada a finales de los años 1990 e inicios de los 2000, aumentó constantemente.

Desarrollo del proceso de BarcelonaEspaña apoyaba las propuestas para la creación de una “dimensión parla-mentaria” de la integración regional. Fue también uno de los países inicia-dores de la celebración de los encuentros sistemáticos de los líderes de los parlamentos de los países mediterráneos, aprobó también el reinicio del trabajo del Fórum Euromediterráneo Parlamentario y la creación dentro de su marco, de un organismo que actuaría entre sesiones permanentemente. De esta manera, los métodos de Madrid hacían que el fórum mediterráneo evolucionase. Inicialmente, el forum había sido considerado una alterna-tiva poco cómoda para el proceso de Barcelona, aunque posteriormente se reconoció su utilidad. Junto con ello, en Madrid solían pensar que el fórum debería ser más bien un mecanismo de “aprobación” de las ideas, que, al fin, deberían realizarse por la línea de esa colaboración Entre las más importantes tareas de la última fase del proceso de Barcelona, en Ma-drid también tuvo relevancia la necesidad de estimular la colaboración subregional económica comercial en la línea Sur-Sur, partiendo de que la existencia del Norte en el “bloque” en la oposición del Sur “disperso” junto con los focos conservados de la tensión elevada (Proceso de regulacíon de Oriente Próximo, Balcanes, Chipre, Proceso de regulacíon del Sáhara Occidental, Argelia) era un factor que sustancialmente frenaba cualquier iniciativa de la UE. La administración de J.Mª Aznar era una de los más activos partidarios en la aceptación en junio de 2000, de la estrategia de las interrelaciones “UE — Mediterráneo”, que, cómo ella pensaba, pudiese procurar una colaboración más clara dentro del marco del proceso.

El proceso de Barcelona vigente e incluso desarrollado en algunas líneas, se mantuvo durante el encuentro informal (intermediario) los días 3 y 4 de junio de 1998 en Palermo (Italia), de los ministros de asuntos exteriores de los países de la UE con los estados del Mediterráneo.

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CAPÍTULO III

El 15–16 de abril de 1999 se celebró la III cumbre euromediterránea en Stuttgart.

En los descansos entre los encuentros y las cumbres, y durante las ne-gociaciones, Madrid continuaba enérgicamente pregonando el desarrollo del proceso de Barcelona, insistiendo en su carácter de etapas, un carácter aplicado y pragmático, la improcedencia de la involucración directa en los temas conflictivos. En las condiciones de un evidente estancamiento pro-ducido durante la reunión de Marsella en noviembre de 2000, (la paz, la es-tabilidad, la seguridad) por la crisis en la regulación en el Oriente Próximo, España intentó conseguir un cambio en los acentos de trabajo del fórum hacia las cuestiones económicas y humanitarias, intentado dejar fuera de los paréntesis los problemas del desarme y la pacificación.

El Euroconsejo se reunió una vez más en Barcelona el 15–16 de marzo de 2002. Estuvo dedicado a los resultados de la presidencia de España en la UE.

Con mayor éxito transcurrió, en Valencia el 22–23 de abril de 2002, la Vª Cumbre Euromediterránea que reunió a los ministros de asuntos exteriores. En ella, una vez más, fue confirmada la importancia principal de la declaración de Barcelona para la transformación del Mediterráneo en una región de paz y estabilidad, el desarrollo y el bienestar universal, la colaboración y la comprensión mutua entre las culturas y las civilizacio-nes. Los participantes de la cumbre otra vez más subrayaron la actualidad del proceso de Barcelona a la luz del desarrollo de la situación política en Oriente Próximo. Siria y Libia no asistieron a la cumbre175.

Según la opinión de la ministra de asuntos exteriores de España, Ana Palacio: …el Mediterr áneo para España es una prioridad por las razones geográficas e históricas. En ese sentido, para España es un gran logro, pri-mero, que la cumbre, Valencia en abril de 2002, de los ministros de asuntos exteriores de los países de la UE y los del Mediterráneo “Barcelona V”, de nuevo demostró la capacidad de España para orientación y la sucesividad en la política exterior y formó unos contornos más claros del trabajo en esa dirección176.

175 Асеев Р. М. Итоги председательства Испании в ЕС в первой половине 2002 года: «больше Европы» или национальных интересов? // www.edc.spb.ru/conf2002/aseev.htm.176 Cortes Generales. Diario de sesiones del Senado, Comisión de Asuntos Exteriores. Celebrada el miércoles, 16 de octubre de 2002. Comparecencia, a petición propia, de la Ministra de Asuntos Exteriores, Exima. Sra. Dª. Ana Palacio Vallelersundi, para informar sobre las líneas generales de su Departamento.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

Uno de los temas importantes que produjeron tensión en las relaciones euromediterráneas a principios del siglo XXI, fueron los ataques de Al-Qaeda en una serie de países en los años 2001–2002, que tuvieron serias consecuencias para el clima político en Europa y en el Mediterráneo, donde, como respuesta, se iniciaron acci ones activas en la seguridad civil y la de-fensa, y las cuestiones principales del orden del día de la política europea pasaron a ser el terrorismo, las drogas, el crimen organizado y la inmigra-ción ilegal. Especialmente destacaron el terrorismo y la inmigración. Esas cuestiones también han influido en la política exterior de la UE en relación a terceros países, y por eso, ampliamente se discutían en las cumbres euro-mediterráneas, en particular, la de abril de 2002 en Valencia. En opinión de los participantes del encuentro, había llegado el momento de elaborar un comunicado común nuevo que contribuyese a la estabilidad regional y la paz, y también a la cooperación mediterránea. Las partes convinieron en que, tras haberse aplazado la celebración del encuentro ordinario en Marsella, podría calificarse la cumbre de Valencia como inicio de la nueva fase del proceso de Barcelona.

En el ámbito político, las partes acordaron la necesidad de reforzar el diálogo político, incluir el desarrollo del método único en la cooperación en la lucha con el terrorismo internacional (en esa relación se reconocía el papel central de la ONU), la cuestión de la defensa de los derechos hu-manos, el fomento de la democracia en las países de la región. También fue expresada la esperanza de que la situación política en el Mediterráneo permitiese, al fin, aprobar la Carta de la Paz y la Seguridad. En lo relativo a los ámbitos culturales y humanitarios, las partes dirigieron la atención de los participantes de la cumbre a la ejecución del III capítulo de la declaración de Barcelona. En este sentido, los ministros aclamaron la aprobación del programa de las acciones por el desarrollo del diálogo entre las culturas y las civilizaciones, que incluía la iniciativa importante en la educación y la información.

Durante la cumbre ministerial en Valencia, con la presencia del Presi-dente del Gobierno de España José María Aznar, tuvo lugar la ceremonia de la firma del convenio sobre la colaboración euromediterránea entre la UE, Argelia el Líbano y Jordania.

Haciendo balance en la cumbre de la existencia del proceso de Barcelo-na, algunos analíticos contemplaron en él algo superior a un simple punto de partida. El proceso de Barcelona fue también la fuente de los temores

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CAPÍTULO III

sobre las consecuencias potencialmente peligrosas para la UE y su política exterior en la zona del Mediterráneo.

Los participantes de la cumbre de Barcelona querían marcar las relacio-nes de Europa y el Mediterráneo, antes y después de ella. La cooperación mediterránea fue creada para tener la posibilidad de restaurar las relaciones entres los miembros de la UE y los 12 países seleccionados del Mediterráneo de Sur: Argelia, Chipre, Egipto, Israel, Jordania, Líbano, Malta, Marruecos, Palestina, Siria, Túnez y Turquía. Resultó un objetivo nada fácil.

Dentro de las cumbres más importantes para el desarrollo de la coopera-ción mediterránea, conviene detenerse en algunas de ellas. En particular, en diciembre de 2003 se celebró en Nápoles la VI Cumbre Euromediterránea, en la que participaron los ministros de asuntos exteriores de países europeos, y asiáticos y africanos. En particular, los países participantes discutieron el problema de la violencia en la región y los caminos de su superación. Se presentó la idea de la creación de un fondo especial.

La siguiente cumbre a nivel ministerial de los países de la Unión Euro-pea y el Mediterráneo, en la que participó España, se celebró en junio de 2004, en la ciudad egipcia de Alejandría. El ministro de Hacienda de Egipto Midhat Hasanein, manifestó a la agencia egipcia informativa MENA, que sus colegas de 25 países miembros de la UE y 12 Estados mediterráneos discutieron los proyectos comunes de inversiones y las perspectivas de cooperación en diferentes ámbitos. La cumbre que duró hasta el 9 de junio, fue organizada por el Banco Europeo de Inversiones con la participación del FMI y el Banco Internacional de Desarrollo. El 1 de junio, en vísperas de la cumbre, entró en vigor el convenio económico de la UE con Egipto. Se planteaba que en 2010 la UE firmaría los convenios análogos con todos los 12 países mediterráneos y en esa región sería creada una zona única de libre comercio.

Los analistas españoles opinaban que ese modelo permitía aplicar el método diferenciado a cada país por separado, lo que podría suavizar una de las más sustanciales desventajas del proceso euromediterráneo y conseguir un método unificado a todos los Estados del Mediterráneo de Sur. Además, los compromisos de parte de los europeos se vincularon estrictamente a reformas progresistas en los países mediterráneos no miembros de la UE. Además, el documento ofrecía posibilidades para España como instrumento complementario en la puesta en práctica de su política en relación con los países vecinos poco desarrollados. Hay que

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

anotar que en ese contexto, Madrid actuaba contra la redistribución de los medios presupuestarios de la UE, anteriormente dirigidos a los países del Mediterráneo, a favor de los Balcanes o países de la Europa Central y de Este y la creación del fondo único.

España, en ese caso, estaba preocupada porque la nueva política de bue-na vecindad inicialmente fuera dirigida a la colaboración de la UE con los países de Europa Este, y sólo algo más tarde en el documento principal, que definía las metas de esa política, se incluyó la línea mediterránea. Ello era testimonio de las prioridades de la mayoría de los países de la UE, que estaban bien lejos de la línea Sur de la política unida exterior. Los expertos españoles consideraban que la unión de unos fondos existentes de ayuda conduciría a la redistribución de los medios a favor de los vecinos del Este de Europa y a la falta del apoyo financiero de los países del Mediterráneo de Sur, en particular, de Magreb. Así, según la opinión del investigador I. Martín, eso no era deseable junto con que el proceso de las reformas democráticas y liberales iría en los Estados de Magreb más lentamente que en los países del reformado bloque socialista177.

Las relaciones de España con Marruecos y otros países de Magreb en el contexto de la integración europeaLos intereses económicos principales de España en Oriente Próximo se concentraban alrededor de los países de Magreb y están relacionados, en mayoría de los casos, con el complejo energé tico (casi un 70% de las im-portaciones del gas natural en ese período era de Argelia), la agricultura, el turismo y las inversiones a la infraestructura. Los receptores líderes de las inversiones españoles eran Túnez y Marruecos, y en el último tiempo, principalmente, en relación con el cambio del diseño de los proyectos en el sector petrolero, era Argelia. Madrid estaba interesado muy seriamente en el acceso a los recursos naturales de Libia (un 10% de las necesidades de España en petróleo se cubrían gracias a las importaciones desde ese país), especialmente a la luz de la cancelación de las sanciones. Las relaciones de España con los Estados de Magreb se basaban en el fundamento sólido de los convenios bilaterales en los ámbitos comercial y financiero.

Uno de los principales candidatos en la nueva estrategia euromedi-terránea, era el Reino de Marruecos, por sus relaciones estrechas con la 177 Martín I. La nueva política de vecindad de la Unión Europea // ¿Una oportunidad para realizar las relaciones España-Marruecos? (www.realinstitutoelcano.org).

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CAPÍTULO III

UE y España, en particular. Junto con ello, para crear el espacio común euromagrebí, era necesario que aumentase la intensidad de la colaboración económica, ampliando el acceso de los países de Magreb a los mercados de Europa.

A pesar de que formalmente los diseños y la discusión de los programas de buena vecindad estaban en manos de la Eurocomisión y el Consejo de la UE — Marruecos, nada impedía un ulterior desarrollo de forma bilateral. Además, esos programas podrían convertirse en un eje del desarrollo no sólo de la política unida exterior de la Unión Europea, sino también en una base para las relaciones bilaterales.

España, además de tener la colaboración bilateral con Marruecos, es-taba interesada en el desarrollo de las relaciones ese país norafricano con la Unión Europea. En relación con eso, es necesario caracterizar en breve la situación alrededor de esa colaboración con los Estados de Magreb, en particular, la de Marruecos con la UE, y también la línea de la política unida exterior de la Unión Europea.

En el fomento de las relaciones bilaterales y el desarrollo de la colabora-ción de dos países existían problemas políticos no resueltos, en particular, del estatus de los enclaves. Atendiendo a la posición especial de Marruecos en el sistema de las prioridades de la política exterior de Madrid, nos de-tendremos con mayor atención en este detalle.

Aunque en España nadie desea voluntariamente abandonar los encla-ves, Marruecos considera suyas las ciudades de Ceuta y Melilla178. En los períodos de complicaciones en las relaciones hispanomarroquíes, los po-líticos marroquíes insistieron en que no existía duda sobre la pertenencia de Ceuta y Melilla.

Durante el Gobierno de Aznar, en las relaciones hispano-marroquíes apareció un factor importante, a saber, las corrientes de inmigrantes desde Marruecos, que se arraigaban en Es paña o que se dirigían a través de España a otros países europeos.

Por el crecimiento demográfico en los países del norte de África, la pre-sión a los enclaves aumentó. Anualmente las administraciones expulsaron de su territorio a decenas de miles de inmigrantes ilegales de Magreb y

178 España reconoció la independencia de Marruecos el 5 de abril de 1956. Sin embargo, la cuestión sobre las ciudades costeras-fortalezas Ceuta y Melilla, situadas en el territorio de los Marruecos modernos, no está solucionada. España posee a Melilla desde 1497, y a Ceuta desde el año 1580.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

otros países. No obstante, esta ola que constituía una amenaza aumentaba cada vez más.

El problema de la inmigración adquirió una relevancia especial en España en la segunda mitad de los años 1990. La cantidad de los ex-tranjeros, que aparecieron legalmente en su territorio, se acercaba a unos 800 mil personas, una quinta parte residía en Madrid. Entre los inmigrantes legales un 38% salió de los países del América del Sur, un 29% era de Europa (incluida la UE), un 20% era de los países africanos. No obstante, justamente los últimos eran la mayoría de los emigrantes ilegales que cruzaban el Estrecho de Gibraltar. En diciembre de 1999, sólo a través de Ceuta, a España entraron, según fuentes diferentes, de 300 hasta 2300 emigrantes desde el Magreb, que por grupos penetraban en la frontera hispano-marroquí. En 2000 las autoridades españoles detuvieron unos 15 mil personas que pasaron por el Estrecho de Gi-braltar. Casi la misma cantidad, que entró desde enero hasta septiembre de 2001179.

El Gobierno de España también aprobó la decisión de firmar con dife-rentes Estados convenios bilaterales, que detalladamente reglamentaban el orden de la actividad laboral de los extranjeros en España. El primero de esos documentos fue firmado con Marruecos el 2 de septiembre de 1999.

En esa cuestión, la tarea principal de España, era acabar con la inmi-gración ilegal, establecer relaci ones estrechas con los órganos legales de Marruecos. Por otra parte, Marruecos establecío un punto de traspaso para los migrantes de África subsahariana. En ese aspecto, para Madrid era extremadamente importante establecer la colaboración estrecha con las personas oficiales en Rabat, animarles para erradicar la inmigración ilegal, para mantener el control y limitar las corrientes migratorias.

En enero del año 2000, los enclaves fueron visitados por el jefe del Go-bierno de España, José María Aznar. En Ceuta, en particular, él dijo que esa ciudad era “española” y “una parte inalienable del futuro de España”. Como respuesta, Rabat a través de su representante oficial del Gobierno J. Aliua, se apresuró a expresar su “asombro” y su lamento por las expresiones de J. Mª Aznar. El representante del Partido Unión Socialista de las Fuerzas Populares (USFP) las calificó como “indebidas”, y dirigidas a la conservación del “anacronismo de la época anterior” en el futuro.

179 Современная Европа. 2005. №1.

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CAPÍTULO III

“Marruecos quisiera recordar de nuevo sobre su posición legal, que se relaciona con la pertenencia marroquí de los enclaves Ceuta, Melilla y las islas colindantes que están bajo la ocupación española, y también repetir el desafío de regular ese problema”, — anunció J. Aliua180.

Unos días más tarde, durante su visita a Túnez, el jefe del MAE de Es-paña Matutes manifestó que la cuestión sobre Ceuta y Melilla “no figura en ningún orden del día de la ONU y nunca ha sonado en las resoluciones de esa organización”.

Una vez más, él indicó que Ceuta y Melilla son “parte de España”. La respuesta de Rabat, de nuevo, no se hizo esperar. Marruecos expresó su gran “asombro” por las expresiones del titular de Exteri ores de España.

“Marruecos está extremadamente sorprendido por esos comentarios y no entiende ni las intenciones, con las que estaban hechas, ni su motiva-ción”, — dijo el portavoz del Ministerio de asuntos exteriores y colaboración de Marruecos.

Rabat de nuevo recordaba que “sus derechos inherentes a esas dos ciuda-des y las islas colindantes, que hasta entonces estaban bajo el Estado español”.

Esas declaraciones de nuevo demostraron que la situación alrededor de los enclaves, como siempre, recordaba el diálogo de un sordo con un mudo, y que ella apenas cambiaría en un futuro visible. Para ambos países cualquier tensión entre ellos por causa de los enclaves, en realidad no de-cide nada y sólo implicaría una amenaza a los intereses vitales, más bien, de los marroquíes181.

En 2002 recayó una atención especial, dentro del marco de las relacio-nes hispano-marroquíes, en el problema de la isla de Perejil, situada en el Estrecho de Gibraltar, a unos 10 kilómetros del enclave español Ceuta y a unos 200 kilómetros de la costa marroquí. La situación alrededor de esa isla sirve como una ilustración más de la dificultad y la incertidumbre de las pretensiones territoriales de los dos países, uno al otro.

El 11 de julio de 2002, unos diez gendarmes marroquíes desembarcaron en la isla e izaron la bandera de Marruecos. España exigió la salida inmediata de las fuerzas marroquíes. El 16 de julio, el embajador español en Marruecos fue llamado a consultas en Rabat, y el 17 de julio los marines españoles, sin lucha, expulsaron a los marroquíes. Después de recibir de Marruecos las 180 Magreb arab press. 2000, 11 janvier.181 Куделин В. В. К проблеме испанских анклавов в Северной Африке. Ближний Восток и со-временность. М., 2004. С. 27.

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garantías que la isla no sería ocupada de nuevo, el 20 de julio el contingente español la abandonó. El acuerdo sobre la normalización de la situación fue conseguido en las negociaciones telefónicas entre los ministros de Exteriores de ambos países, A. Palacio y Benaisa con la mediación del secretario de Estado de los EEUU Colin Powell. Después de las negociaciones en Rabat el 22 de julio, los ministros de asuntos exteriores de España y Marruecos hicieron un comunicado común para la prensa, en el que se confirmaba el restablecimiento del status quo. También fue conseguido el acuerdo “sobre el inicio del diálogo abierto y sincero para fomentar las relaciones bilaterales”.

El 22 de septiembre de 2002 la parte marroquí canceló la visita para el día siguiente a Madrid del ministro de Asuntos Exteriores, Benaisa, durante la cual se planteaba discutir todo el complejo de las relaciones bilaterales. Como excusa se argumentó que en vísperas de la fecha, un helicóptero español había aterrizado en la isla de Perejil, lo que los españoles negaron categóricamente. Madrid lamentó por la cancelación de la visita y confir-mó la disposición al diálogo con el propósito de la normalización de las relaciones bilaterales.

Los españoles consideraron que la agudización del problema de la isla de Perejil era un reflejo del deseo de Rabat para aumentar la presión a Madrid por otros problemas bilaterales, sobre todo la emigración ilegal y el narco-tráfico, el conjunto de las relaciones entre Marruecos y la UE, especialmente, en la pesca, la regulación del problema del Sáhara Occidental, con respecto a los cuales España tenía una posición que no satisfacía a Rabat.

De esta manera, la ampliación de la UE al Este hizo que destacasen más los fallos del modelo de cooperación que existía con los países del Medi-terráneo. Resultó ahora más evidente que la política de la Unión Europea con respecto a los países del Mediterráneo, especialmente hacia el Magreb, no era suficientemente ambiciosa. Si en el futuro, la Unión Europea iba a desempeñar el papel de catalizador del desarrollo económico y social en la región, ningún otro modelo, salvo la integración completa al Mercado Común y a espacio jurídico común, según la opinión de los expertos espa-ñoles, resultaría más productivo.

Al mismo tiempo, después de que a Marruecos se le negó la posibilidad de adherirse a la UE (la primera petición se realizó en 1984), las autoridades de ese país empezaron a insistir de forma especial en las relaciones con la Unión Europea, que implicasen “mayor cooperación que la entrada en la Unión”. En 1996 entre Marruecos y la UE se firmó un acuerdo de cooperación

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asociada, que entró en vigor, tras su ratificación por ambas partes. En esta fórmula de cooperación, que no ha recibido un desarrollo suficiente por falta de concreción, se mantuvo en primer plano debido a las disputas respecto a la candidatura de Turquía de entrar en la UE, y también por la necesidad de definir las fronteras geográficas de la futura Unión Europea y establecer unas relaciones estables con los países no miembros182.

España y el problema de la regulación en el Saha ra OccidentalEspaña, que considera el problema del Sahara Occidental como herencia de los tiempos coloniales, siempre ha destacado la necesidad de su regu-lación política. Los círculos diplomáticos españoles evitaron siempre las negociaciones y discusiones directas respecto a esa cuestión, intentando conservar el equilibrio en su política en Magreb. Esa precaución, en gran medida, se predefinía porque España, por una parte, tenía una serie de intereses bastante vulnerables en relación con Marruecos, y por otra parte, con las simpatías al Frente Polisario en la opinión pública del país. España continuaba prestando ayuda técnica, financiera y organizadora a la misión correspondiente de la ONU, apoyaba las prórrogas técnicas de su mandato.

La administración de Aznar en la decisión del problema sahariano oc-cidental, partía del papel prioritario de la ONU en la regulación, pensando que el plan de la ONU seguía siendo su única base legal internacional. No obstante en Madrid no excluían la posibilidad del diseño de los caminos

“alternativos”, incluida la iniciativa de la concesión al Sáhara Occidental de una autonomía amplia dentro del marco de Marruecos, que se había discutido en el encuentro de Wyoming en julio de 2001. Sin embargo, se pensaba también que cualquier intento arriesgado de acelerar el proceso de la regulación sahariana occidental o bruscamente reorientar sería con-traproducente.

En este contexto, la resolución número 1.429 era considerada en Madrid como un paso importante en la regulación de la discusión sobre el Sáhara Occidental183. Durante la última presidencia de España en el Consejo de Seguridad de la ONU (julio de 2002) , Madrid, subrayando su neutralidad, al mismo tiempo intentaba activar las negociaciones con Rabat y el Frente Polisario para el siguiente desarrollo de ese proceso. Aparte de la tradicional

182 Куделин В. В. Указ. соч. С. 28.183 www.un.org/document/scresol/

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terquedad de las partes, los españoles estaban preocupados por un factor de riesgo más, el fortalecimiento de los fundamentalistas en los Estados de Magreb, en Marruecos, ante todo. España estimaba que Rabat utiliza-ba activamente el tema sahariano occidental en el trabajo con la opinión pública dentro del país, y que cualquier compromiso con Frente Polisario podría significar un as de un triunfo adicional para los islamistas radicales.

Por otra parte, en calidad de elemento nuevo y positivo, se notaba la aparición de mayor flexibilidad en los métodos de Argelia, cuyos dirigentes con la ayuda de EEUU y Francia retomaron su atención al probable provecho que pudiese surgir de la normalización de las relaciones con Marruecos y la reanimación de su integración subregional.

El Gobierno de España evaluó altamente el papel constructivo y el enfo-que de Rusia en el proceso de diseño y ratificación de las resoluciones para la regulación sahariana occidental. España afirmaba que apoyaría cualquier decisión de la cuestión sahariana occidental que se alcanzase por las partes y obtuviese la aprobación de la ONU. La política de Madrid en la regulación en el Sahara Occidental, su deseo de no salir en ese problema al primer plano eran, en gran medida, condicionados por la existencia en España de un conjunto tradicional amplio de discrepancias con Marruecos, en parti-cular, la larga racha de inestabilidad en las relaciones hispano-marroquíes entre 2001 y 2003.

España, por los trazos de su política exterior, era extremadamente sen-sible a cualquier problema o conflicto en los países del Magreb. España es un país estrechamente relacionado con esa región por sus intereses tradi-cionales económicos y participa durante largo tiempo en las discusiones territoriales. Una estrategia política eficaz en esa región, consideran los analistas españoles, favorecería el fomento de las posiciones de España en el Mediterráneo y Europa, así como en la comunidad de los países europeos. El Gobierno del Partido Popular, respaldaba de forma incondicional las transformaciones democráticas iniciadas en el norte de África, aunque, al mismo tiempo, mostraba precaución y el respeto a las tradiciones y pecu-liaridades nacionales de los países de esa región. Su meta, el establishment político, España lo contemplaba en el apoyo de la democratización en esos países, porque los regímenes democráticos podrían garantizar la estabili-dad en la región, mantener los procesos del desarme, el cumplimiento del régimen de no propagación y la creación de las zonas libres de armas de exterminio en masa.

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Algunos aspectos de la integración euromediterráneaEl balance de la labor de varios forums ha sido la conclusión de que la política de la Unión Europea puede también convertirse en un obstáculo en las relaciones entre Europa y el Mediterráneo. No obstante, según la opinión de expertos europeos, ello era más bien un problema de falta de información, así como el exceso de desinformación en la región donde se aplicaba dicha política. Como remarcó la administración de la Unión Europea, en particular, Javier Solana, la precaución de parte de los países del Mediterráneo del Sur desaparecería gradualmente, si la UE iniciase una campaña dirigida a informar y aclarar los propósitos de su política. Si la UE creara conceptos tales como Política Exterior Unificada y Polí tica de Seguridad, en los que estaría escrito claramente que la intrusión forzada de la UE puede ser realizado sólo en caso si esos derechos estarían delegados por el Consejo de Seguridad de la ONU, entonces, la mayoría de los socios del Mediterráneo del Sur no estuvieran tan preocupados, como, por ejemplo, con la intervención de la OTAN en el conflicto de Kosovo o en el último conflicto de Irak.

Iniciado y apoyado por Madrid, el proceso de Barcelona confirió un nuevo empuje al desarrollo de las relaciones entre la UE y el Mediterráneo. Durante el período relativamente breve, transcurrido tras la firma de la declaración de Barcelona, fue conseguido un éxito notable, aunque lejano aún de lo que consideraban necesario los países participantes del proceso en el inicio del camino. Las metas y los medios de la realización de la colabo-ración fueron, sin duda alguna, los mayores en la historia de las relaciones entre los países de la región del Mediterráneo. Al mismo tiempo, Barcelona tenía planteadas muchas tareas, y las metas eran tan elevadas que el logro de los resultados deseados parecía poco realista. De todos modos, los alcances en la cooperación en el ámbito económico y social testificaban que la línea general del trabajo había sido elegida correctamente. Se alcanzaron éxitos en la financiación. El programa MEDA fue uno de los principales éxitos del proceso de Barcelona. Proporcionaba recursos tanto a la cooperación bilateral, como a la multilateral; en particular, en los términos de utiliza-ción de los fondos de cooperación técnica. Dentro del marco del programa MEDA, en el período 1996–1999 a los países mediterráneos se les concedió una ayuda financiera por valor de unos 9 millones de euros (incluidos los créditos por parte del Banco Europeo de Inversiones). En 2000 empezó a funcionar el programa MEDA II, pensado para el período de 2000–2006,

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durante el cual se planificaba conceder una suma equivalente a cerca de 5.350 millones de euros, así como la reforma de los procedimientos de financiación para mejorar la eficacia del MEDA. La Comisión de la UE constató que la base de ese programa era el apoyo a la actividad científica y al desarrollo técnico de los países no miembros de la UE.

En el período contemplado, España prefirió conservar el formato básico del diálogo y del conjunto de los participantes del “club barcelonés”. En ello se basaba, también, una actitud conservadora respecto a la idea del aumento del estatus de Rusia como “invitado especial” en los acontecimientos centra-les, así como respecto al concepto de crear un “Mediterráneo Mayor”, que incluiyese la región del mar Negro, pero que podría hacer los mecanismos de integración poco controlables. Aún entendiendo que sin Rusia no sería posible hacer adelantos en todo el ámbito de los problemas, especialmente en lo relativo al mantenimiento de la estabilidad política y militar, en Madrid no excluían, en un futuro unas formas más avanzadas de aproximación de la parte rusa al proceso euromediterráneo.

Los participantes del forum euromediterráneo civil tomaron la decisión sobre concederle el estatus de estructura permanente para mantener el diálogo y la colaboración en la región. Gracias al Instituto de Cataluña de Estudios Mediterráneos, se creó un secretariado permanente del fórum que, junto con el creado comité internacional correspondiente, debería ocuparse del seguimiento de la realización de los proyectos de colaboración.

El papel de España en ese período no se redujo sólo a estimular el fo-mento de la política mediterránea de la UE. La parte española organizó la celebración de importantes acontecimientos internacionales dedicados al estudio y desarrollo de las medidas necesarias para la mejora de la situa-ción en esa región. Existían dificultades, en las que habría que combatir en el marco de esa cooperación, relacionadas con causas objetivas históricas. Fundamentalmente, con el carácter heterogéneo y el mismo mosaico que es la región mediterránea, así como aspectos del bienestar económico y la política de los países participantes en dicho proceso. A esta situación se añadía el conflicto de Oriente Próximo, la oposición greco-turca y el pro-blema de Chipre, obstáculos en el camino de la ampliación de colaboración en muchas áreas, y también las cuestiones de la armonización de los prin-cipios políticos en la vida sociopolítica de esos Estados, así como el factor religioso. Todos esos aspectos estaban especialmente vinculados, además, a la desigualdad de nivel del desarrollo económico de los países de la región.

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3.5. La política exterior del Gobierno del Partido Popular en relación con la cooperación iberoamericanaAmérica Latina invariablemente mantuvo una línea importante de la política exterior de España, puesto que en ella tenía sentido su estatus de Estado regional a media escala. Así entendían el problema los dirigentes españoles. La entrada en la Unión Europea se percibió, inicialmente, como alternativa a las relaciones con Iberoamérica; en cierta manera las desplazaba a segundo plano. No obstante, la adhesión de España a la UE fue un factor positivo en el fomento de esa línea, al haber aumentado el papel de España en el escenario internacional184.

España, principal promotora y ejecutora de la mayoría de los proyectos aprobados en esa región, evidenció un elevado interés con respecto a los procesos democráticos en la mayoría de los países latinoamericanos, ofre-ciendo frecuentemente su experiencia en la transición desde el autoritarismo hacia las formas democráticas de la est ructura estatal185.

Llegado al poder en 1996, el Gobierno del PP continuó con la tendencia tradicional de acercamiento político a Iberoamérica. Se concedió incluso una mayor actividad a los contactos de alto nivel. Entre los años 1996 y2000 el primer ministro José María Aznar realizó ocho visitas a la región, durante las cuales visitó diecinueve países. Aznar estuv o acompañado, aparte de cargos políticos, de representantes de los grandes negocios españoles. En su búsqueda de garantías y libertades para la entrada de las inversiones españolas en la economía de los países latinoamericanos, Aznar, durante los encuentros con sus líderes, habló de la necesidad de consolidar las fuerzas democráticas, la expansión y profundización de la integración económica regional.

Un factor que influyó de forma negativa en la política exterior de Es-paña en América Latina fue el “dossier de Pinochet”. La administración de Aznar que, desde el principio, manifestó que en el caso no existían motivos políticos y que reducía el problema a un contexto estrictamente jurídico no ocultó, sin embargo, sus temores por la amenaza existente de todo el conjunto de las relaciones bilaterales comerciales, económicas y de inver-siones. Madrid estaba preocupado por las protestas por parte de Chile y 184 Tusell J. El gobierno de Aznar. Balance de una gestión, 1996–2000. Barcelona, 2002. P. 137.185 Arenal C. del. Las Cumbres Iberoamericanas (1991–2005). Logros y desafíos. Madrid, 2005. P. 171.

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otros países iberoamericanos, que acusaban a la justicia española de intro-meterse en sus asuntos internos. Al mismo tiempo, España pensaba que las vacilaciones coyunturales eran capaces sólo en una medida mínima de afectar a los intereses estratégicos comerciales y económicos a largo plazo de España en Chile.

En los años 1990, Madrid estuvo seriamente preocupado por la ausencia de estabilidad en los países de la región latinoamericana, es decir, la debili-dad del poder estatal, la polarización social (debida, fundamentalmente, a ineficaces mecanismos de la redistribución de los impuestos), la corrupción, el blanqueo del dinero y el narcotráfico. Fueron objeto de especial atención las situaciones en Venezuela y Ecuador, el aumento de la tensión de la opo-sición en Colombia, la situación interior política en Perú y la mayoría de los países de América Central. El desarrollo de esas tendencias negativas, según la opinión de los españoles, podía complicar el futuro político de América Latina y afectar la línea estratégica de Madrid hacia la región.

Al mismo tiempo, Aznar hizo énfasis en el apoyo de los procesos de-mocráticos, el fortalecimiento de la interacción en la lucha con los desafíos transnacionales, en primer lugar, contra el terrorismo, el crimen organizado y el narcotráfico.

Conviene señalar que el proceso de interacción entre España e Iberoamé-rica adquirió un valor creciente. Los encuentros sistemáticos de los dirigentes de los países latinoamericanos, de España y Portugal, que se iniciaron en la cumbre de 1991 en Guadalajara (México) avanzaron con éxito.

Gracias a la política coherente de todos los Gobiernos, que se sucedieron uno tras otro tras el año 1979, y especialmente, gracias a la administración de José María Aznar, España empezó a aumentar su influencia en la región. Además, los países iberoamericanos celebraban regularmente cumbres con España, reconociendo así el papel exclusivo de España en el proceso del desarrollo histórico. Es sabido, asimismo, que España desea desempeñar, desde hace tiempo, el papel de puente entre dos grandes regiones, la UE e Iberoamérica. Se trata de aspiraciones con fundamento.

El 17 de mayo de 2002 se celebró en Madrid la cumbre entre UE y el Mercosur. Conviene mencionar que ya en 1991 la Comunidad Europea apro-bó la creación de esa organización regional. Sin embargo, más interesante es resaltar, en este caso, que incluso en enero de 2002, apenas asumir, por segunda vez, los derechos de la presidencia de la Unión Europea, España anunció en nombre de la UE que “un Mercosur fuerte es la clave para el

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desarrollo con éxito de toda la región”. Muchas veces se presentó también los siguientes datos estadísticos: se presentaron inversiones directas desde la UE eran de un 50% de todas las inversiones, llegadas a América Latina.

De esta manera, la base del desarrollo de la cooperación debería ser un convenio de asociación entre la UE y Mercosur. Era también de gran im-portancia el plan de creación de una zona de comercio libre, que suponía el intercambio libre de mercancías y servicios entre la UE y Mercosur.

El 18 de mayo en la capital española tuvieron lugar dos encuentros im-portantes, es decir, la cumbre “Triada” UE-Comunidad Andina, y también la cumbre“Troika” UE-México. Durante la reunión entre la UE y la Co-munidad Andina se señaló que en los seis años anteriores el intercambio comercial entre ambas regiones había aumentado un 20%. La UE destinó medios importantes en calidad de subvenciones para el desarrollo del sis-tema de Educación, Seguridad Social, construcción de viviendas, y también para el apoyo a la sociedad civil en los países miembros de la Comunidad Andina. No obstante, uno de los resultados más significativos de aquel día se alcanzaron durante las conversaciones en la cumbre Triada UE-México. Es importante destacar que México fue el primer país de Iberoamérica que estableció relaciones especiales con la Europa unida, quedando así materiali-zado en el convenio sobre la asociación económica, la coordinación política y la cooperación, firmado en 1997. El convenio fue sumamente eficaz en muchos ámbitos, especialmente en lo relativo a la creación de “alianzas de empresas sectoriales” de México y la UE.

Una particularidad destacable de la cumbre fue también el acuerdo para la concesión por parte de la Unión Europea de subvenciones a México por un valor de 56 millones de euros para el período de 2002–2006, destinadas a fomentar el Estado de Derecho y el desarrollo de la economía. Además, durante la cumbre, se tomó la decisión de finalizar el proceso de liberali-zación gradual del comercio de mercancías y servicios en 2003 por parte de la UE y en 2007 por parte de México. Indudablemente, todos estos re-sultados fueron un logro de la actividad política de España, dado que fue durante su presidencia cuando se pudieron alcanzar resultados concretos en la temática mencionada .

Considerando las circunstancias arriba descritas, se puede concluir que gracias a España, que patrocinaba, sin duda, la “dimensión sureña”, la presi-dencia europea se convirtió en una posibilidad seria para conferir un nuevo empuje a esa línea de la política de la Unión.

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En conjunto, la segunda presidencia de España en la Unión Europea fue un éxito, sin embargo, en la mayoría de los casos en ese período España ponía su atención en la cuestiones que directamente entraban en la esfera de sus intereses nacionales. Eso fue especialmente relevante en la política exterior. España con perfección utilizaba su presidencia en el patrocinio del desarrollo de la colaboración entre la UE y América Latina o Iberoamérica como suelen decir en España.

Un componente importante de la estrategia de Madrid ha sido la promo-ción de la regulación de los conflictos internos de los países del continente. En los años 1990, los esfuerzos pacificadores de España fueron dirigidos al proceso de negociaciones en Colombia.

Se prestó también atención al trato de los Estados Unidos con respecto a la región latinoamericana en los años 2000, en el que se ponía de manifiesto el deseo de George Bush de acelerar la actividad en la línea latinoamerica-na. En primer lugar, en la política de Washington figuraban elementos de métodos poco flexibles con respecto a los asuntos latinoamericanos. Sin embargo, el crecimiento cuantitativo de la población hispanoparlante en los EEUU. y el aumento de su influencia política forzaban a que la Admi-nistración norteamericana debiese tener en cuentta los intereses específicos de América Latina, lo que, sin duda, era beneficioso para la parte española, que intentaba desempeñar el papel de la “hermana mayor” de los países latinoamericanos.

Se destinaron medios significativos a la realización de programas en las esferas de la ciencia, educación y cultura (en particular, a los centros españoles culturales). En una medida notable, ello fue posible gracias a la presencia de la gran diáspora española que vive en América Latina.

Aumentaron también los volúmenes de ayuda financiera y humanitaria por parte de España a los países más retrasados del continente, en primer término, a los centroamericanos. En el período desde 1999 hasta 2002, Es-paña concedió a Nicaragua, Honduras, El Salvador aproximadamente unos 50 millones de dólares en calidad de créditos bilaterales186. En 2001 se produjo un salto destacado en esas donaciones.

El grupo de consulta del BIDR para ayuda a América Central fue creado inicialmente para la lucha contra las consecuencias del huracán “Mitch” (1998), pero después de los terremotos destructivos en El Salvador se con-

186 Anuario estadístico de América Latina y el Caribe. Nueva York, 2002. P. 74.

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virtió en el principal canal de movilización de la ayuda internacional en la prevención de las catástrofes humanitarias en América Latina. En 2000 a las necesidades de Nicaragua, Honduras y El Salvador se destinaron más de 40 millones de dólares a cada uno de estos Estados187. En los años 1990 mu-chos países de América Latina, gracias a la buena coyuntura económica, obtuvieron estabilidad a nivel macroeconómico, un aumento del PIB, las exportaciones y el intercambio comercial exterior, en total. En general, la dinámica de la llegada de las inversiones extranjeras fue positiva. No obs-tante, en ese momento, en el Nuevo Mundo hubo trastornos económicos, uno de los más agudos, sin duda, fue la crisis económica y financiera de 2001 que se produjo en Argentina.

En el informe anual de la Comisión Económica de la ONU, para los países de América Latina y el Caribe (CEALC), publicado en 2002, se constató que el año anterior el crecimiento económico en los países de la región disminuyó un 0,5%, el PIB por habitante era inferior al del año 1997, el nivel de desempleo alcanzó su máximo histórico — un 9,1% de la población activa. Todo ello era evidencia de la caída económica que vivían los países de América Latina, en primer lugar, los países del cono sur, la economía de los cuales sintió las consecuencias del colapso argentino.

Todos esos problemas y también la tendencia de autoritarismo en al-gunos países de América Latina, preocupaban a Madrid. Tomando en consideración todo ello, España activamente promovía los programas de consolidación democrática, de fomento de las estructuras del poder civil, la preparación de una nueva generación de líderes políticos y el fomento de la Educación.

En unas condiciones de aumento de la competencia entre la UE y los Estados Unidos, Madrid optó por conferir mayor presión al proceso de la integración regional, que le auguraba importantes beneficios de realizarse los planes de crear zonas del comercio libre de la UE con Mercosur y México. España fue uno de los países más coherentes en su participación para un rápido acuerdo de comercio libre entre la UE y Mercosur; tuvo también una postura flexible en el diálogo, más complicado, más duro entre América Latina y la UE en la cuestión sobre la subvención de la producción agraria por los europeos. En América Latina contaban con que el lobby español conferiría más positividad a la posición bastante reservada de los europeos

187 El País. El 21 de septiembre de 2001.

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en la cuestión del aumento de los contactos dentro del marco la UE y la Comunidad Andina.

Las relaciones entre España y CubaLas relaciones con Cuba tradicionalmente ocuparon uno de los lugares prioritarios en la política exterior de España en la Iberoamérica. En los años 90 se desarrolló de forma coherente la cooperación en economía, es-pecialmente en el turismo.

Madrid, durante los años del Gobierno del PSOE, intentó mantener una dirección para mantener relaciones estrechas, equilibradas con La Habana. El Gobierno conservador de Aznar, en el poder desde 1996, inició una política de presión sobre la administración cubana, motivando eso por el deseo de acelerar el proceso de democratización en la isla. Las relaciones bilaterales empeoraron notablemente. Asimismo, empezaron a dificultarse las condiciones de la actividad de los empresarios españoles en Cuba, de su parte, intentaban cambiar la posición de Aznar en la solución de la cuestión cubana, al dirigirla al cauce pragmático. A finales de 1998, en el método del Gobierno español tuvieron lugar cambios notables. Madrid optó por una política de restauración del estatus de Cuba como “socio privilegiado” y al apoyo de los canales estables de influencia sobre La Habana. La prueba más notable del nuevo método fue la visita de Fidel Castro a España. Durante la visita se realizaron algunos pasos respectivos en ámbitos interesantes para Madrid, como las inversiones, la expansión de la presencia española en la isla a través de la mediana y pequeña empresa y el turismo. En 1999 el vo-lumen del comercio bilateral superó los ocho mil millones de dólares y las inversiones españolas en la economía cubana se acercaron a mil millones de dólares. De las 360 empresas mixtas que funcionaban en la isla, 70 tenían capital español. Según las declaraciones de los españoles, se pudo adelantarse en la búsqueda de los variantes mutuamente admisibles de reestructuración de la deuda cubana a España. La activación de los contactos en el contexto de la preparación y la celebración de la IX Cumbre iberoamericana en La Habana (noviembre de 1999), puso la base para una ulterior profundización del diálogo entre dos países188.

Esta evolución de las relaciones de España y Cuba obedeció a la com-prensión gradual del Gobierno de José María Aznar del significado de las

188 Независимая газета. 1999. 18 ноября.

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relaciones de ese Estado isleño con la UE, el prestigio personal de Fidel Castro en América Latina y también del papel y el lugar de La Habana en el proceso iberoamericano, tan importante para Madrid. Se notaba la presión al Gobierno por parte de los círculos empresariales y también la percepción positiva tradicional de la isla en la opinión pública española. Sin negar su meta de “democratizar a Cuba”, el gabinete de Aznar optó por una política más flexible y pragmática, orientada al denominado futuro postcastrian. Ello explicaba también el hecho de que los líderes españoles, más de una vez, defendían a la oposición cubana y se reunieron con sus representantes durante su estancia en la isla. El interés hacia los círculos de emigrantes y disidentes crecía a la medida que los españoles se afirmaban en la opinión que con Fidel Castro en el poder no serían reales cualesquiera cambios sustantivos democráticos en la vida política y económica de Cuba.

Durante 1999 en el orden del día de las relaciones hispano-cubanas se manifestó la importancia de la visita del Rey Juan Carlos I a Cuba, que por la influencia democrática a la comunidad cubana, como pensaba Madrid, sería equivalente a la visita del Pontífice de Roma.

El primer puesto entre los inversores extranjeros en Cuba a principios de los años 2000 fue de España, que invirtió en la economía local más de doscientos millones de dólares. Cada año Madrid aumentaba los volúmenes de comercio con la isla (en 2002 la tasa de España era un 14% en todo el intercambio comercial exterior de Cuba). En la república en ese período se registraron 1888 filiales de empresas españolas y 25 empresas intermedia-rias, es decir, el 27% de todas las compañías extranjeras que funcionaban en la isla caribeña. Funcionaban en Cuba más de 360 empresas mixtas. La mayor parte del capital español estaba en la industria básica, el turismo, la industria azucarera y la agricultura. El intercambio comercial entre los países superaba los 700 millones de dólares, sólo cediendo ante Rusia que aunque no colaboraba tan activamente con Cuba pero por el valor del intercambio comercial, cerca de mil millones de dólares, adelantaba a otros Estados (principalmente por los volúmenes del intercambio de petróleo por azúcar).

El enfriamiento observado en los años siguientes en las relaciones po-líticas entre Madrid y La Habana, que se produjo durante la cumbre ibe-roamericana en Panamá en 2000, cuando Fidel Castro se negó a apoyar la resolución que condenaba el terrorismo de la ETA, se inició también, a propuesta de España un endurecimiento de la “posición unida” de la UE hacia Cuba por causa de múltiples violaciones de los derechos humanos

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en la isla; el cierre en septiembre de 2003 del centro cultural de España en la capital cubana, supuso una influencia negativa en el ambiente común de las relaciones bilaterales. A pesar de las declaraciones oficiales sobre que las discrepancias políticas no se reflejaran en las relaciones comerciales y económicas, tuvo lugar un descenso de los volúmenes de comercio, dis-minuyó bruscamente la fuente de las inversiones españolas. Si en el año record de 2000, España invirtió en la economía de la isla 776,3 millones de euros, en el siguiente fueron tan sólo unos 15,6 millones de euros y en dos años siguientes su volumen no superaba el millón de euros. El intercambio comercial entre los países en ese período disminuyó en un 19%, aunque en cierta medida, eso se explicaba por el cambio del cambio del euro hacia el dólar (el cálculo se efectuaba en dólares)189.

No obstante, los empresarios españoles no deseaban dramatizar la si-tuación y continuaban considerando el mercado cubano (el tercero por su significado en América Latina, después de México y Brasil, para ellos) como uno de los más significativos en la región, que en el futuro podría conver-tirse en punto de partida para la expansión comercial y de inversiones en América Central y el Caribe. También, la compañía aérea “Iberia” en ese período empezó a realizar las entregas de mercancías a América Central a través del aeropuerto de La Habana, ciudad en la que se creó una empresa mixta de cámaras frigoríficas.

España continuaba siendo el principal inversor en Cuba (920 millones de euros de las inversiones acumuladas de capital), le correspondía un 25% de las inversiones acumuladas extranjeras y más de la mitad de las inversiones de la UE190.

Cuba ocupa en la economía española el 39º lugar como importadora de las mercancías y el 68º como proveedora. Por su parte, España para los cubanos era el quinto, por la significancia, mercado para vender las mer-cancías (un 11%) y el exportador principal (un 18% sin contar el petróleo). Por el nivel de l as exportaciones españolas por habitante, Cuba ocupa el primer lugar en América Latina. Las exportaciones de España en la isla eran de unos 457 millones de euros (un 18,3% — las instalaciones industriales y las calderas, un 10,3% — las instalaciones eléctricas, un 7,9% — las mercan-cías de plástico, un 4,9% — los automóviles y los recambios para ellos), las

189 Los datos del Instituto del Comercio Exterior de España, 2004. 190 Регистр иностранных инвестиций. 2004.

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CAPÍTULO III

importaciones eran de unos 130 millones de euros (un 40,9% — el tabaco, un 27,5% — los langostinos y mariscos, un 12,9% — el ron)191.

Las relaciones económicas bilaterales tienen una base jurídica sólida: entre España y Cuba existen acuerdos sobre la protección mutua de las inversiones (desde 1995) y sobre la prevención de doble imposición fiscal (desde 2001), también se han firmado acuerdos sobre la colaboración em-presarial entre las Cámaras de Come rcio de ambos países.

Dentro de las regiones de España, el mayor interés en la expansión de las relaciones comercio-económicos con Cuba, lo ha evidenciado el País Vasco. Siete empresas vascas participaron en la VIIIª Feria “Mecánica-2003” que se celebró en La Habana, al presentar en sus expositores la producción de tubería, los ascensores, las instalaciones de construcción y de automecánica. El Gobierno de esa Comunidad Autónoma ha destinado a Cuba una línea de crédito de unos 156 millones de euros.

Los servicios sociales de España sistemáticamente pagaban las pensio-nes a sus compatriotas que residían en la isla. En 2003 a esos fines fueron destinados unos cuatro millones de euros para 2.880 personas192.

Según la opinión de la parte española, uno de los canales de expansión de las relaciones bilaterales, contando con el ámbito político y económico, podría ser la intensificación de la colaboración de los servicios secretos de ambos países en la cuestión de control de las relaciones financieras de los terroristas. En los juzgados de España se han tramit ado casos sobre las relaciones de los miembros de la ETA, residentes en Cuba, con las compañías españolas.

Con la llegada al poder del PSOE en España en 2004, hubo una corrección del curso de la política exterior del país hacia la reanimación del diálogo entre Madrid y La Habana. Fidel Castro fue uno de los primeros líderes políticos que felicitó al nuevo primer ministro del país, Zapatero, con motivo de su victoria en las elecciones. En mayo de 2004 el ministro de Asuntos Exteriores M. A. Moratinos marcó la posición española en las relaciones con la Habana, al decir que el Gobierno de los socialistas consideraba las relaciones hispano-cubanas como una prioridad independiente y de gran significado de su ac-tividad política y económica en América Latina. Con eso se constataba que como en los años anteriores, el único obstáculo en el camino de desarrollo de la colaboración multilateral restaba en la situación desfavorecida en la

191 El País. El 10 de marzo de 2004.192 El País. El 14 de febrero de 2004.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

isla, según la opinión de los españoles, en el tema de los Derechos Humanos. Moratinos subrayó, no obstante, que el embargo comercial no era el medio más eficaz para estimular las reformas democráticas193.

Existía cierto obstáculo para activar las relaciones de negocios (en par-ticular, para abrir líneas de crédito nuevas): la deuda de Cuba ante España en casi mil millones de euros (un 10,5% de la deuda exterior cubana sin contar la deuda con Rusia y los países anteriormente socialistas)194. Las negociaciones mantenidas sobre la conversión de la parte de la deuda no dieron ningún resultado concret o.

España considera que sólo la vía de la integración de la isla a la econo-mía mundial permitirá conseguir que la sociedad cubana sea más abierta. Según la opinión de Madrid, la “intervención pacífica” puede ser mucho más eficaz que cualquier tipo de embargo por parte de los Estados Unidos que utilizan el ala conservadora de la administración cubana en calidad de excusa propagandística de la grave situación de la economía cubana.

En general, en el período en cuestión, se produjo una regulación de contactos económicos más estrechos entre España y América Latina tanto a nivel gubernamental, como regional. España pudo conseguir demostrar el fundamento de que, posteriormente, podrían iniciarse las relaciones con todos los países de la región.

España es un país aliado seguro y fiel de los países iberoamericanos en Europa. Es, como se ha dicho anteriormente, puente entre Europa y América Latina. Tratando de convencer a los Estados europeos occidentales de sus relaciones especiales con los países de ese continente, España incrementa su autoridad internacional en Europa Occidental y representa, al mismo tiempo,sus intereses en América Latina. España utiliza, con sus fines, el in-terés de los países latinoamericanos en la expansión de la colaboración con los países occidentales, desempeña el papel del defensor de América Latina en Europa Occidental y con eso mejora aún más sus posiciones en la región.

Ana Palacio, ministra de Asuntos Exteriores de España, manifestó en su informe ante el Senado en 2002: “La tercera línea de la política exterior es Iberoamérica. Pensamos que justamente aquí está el “activo” básico de Espa-ña y que el fomento de la comunidad latinoamericana es la responsabilidad prioritaria. Desde el momento de la entrada a la UE y hoy día se realiza el

193 Эуропа пресс. 2004. 3 февраля.194 El País. El 4 de enero de 2004.

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CAPÍTULO III

trabajo para mejorar el entendimiento y la solución de ese problema por otros miembros de la UE”195.

América Latina es para España, en primer término, un mercado de futuro y un socio económico seguro, un aliado político. Para los latinoamericanos las relaciones estrechas con España representan la oportunidad de diver-sificar sus relaciones exteriores, disminuir la dependencia unilateral de los EEUU. Contando con la “amistad tradicional” con España, los países lati-noamericanos cuentan con que ella, junto con Portugal y Grecia, que cierra la agrupación de los Es tados de Europa Occidental, no vaya a imponerles sus exigencias, y de esa manera, sus interrelaciones tendrán un carácter más equitativo, y se estructurarán de acuerdo con el balance de sus intereses.

En el período considerado, los países de América Latina pudieron obtener algunas ventajas la expansión de la colaboración económica con España. Ello, en gran medida, estuvo favorecido por el saldo activo en el comercio de los Estados de la región con España y los volúmenes poco significantes de los beneficios españoles exportados.

En el aspecto político, convendría, en primer lugar, prestar atención a que para Iberoamérica en el nuevo milenio hay varios problemas importantes, a saber, problemas humanitarios de Educación, los Derechos Humanos, los conflictos ideológicos, la superación en el desarrollo cultural y técnico de los países de la región, así como los problemas modernos como el terrorismo y el narcotráfico.

3.6. La política europea de España con Europa del Este. Las relaciones con la Federación de Rusia, los países del espacio postsoviético y los países de la Europa del EsteComo se ha comentado anteriormente, entre Rusia y España existe una gran proximidad en los métodos relativos a los problemas básicos políticos del mundo moderno. Ambos Estados están dispuestos a desempeñar un

195 Cortes Generales. Diario de sesiones del Senado, Comisión de Asuntos Exteriores. Celebrada el miércoles, 16 de octubre de 2002. Comparecencia, a petición propia, de la Ministra de Asuntos Exteriores, Exima. Sra. Dª. Ana Palacio Vallelersundi, para informar sobre las líneas generales de su Departamento.

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papel activo en el escenario internacional, además el factor europeo ocupa uno de los puestos centrales en su política exterior. En el área de la política interior de los países existen bastantes problemas semejantes no resueltos, el regionalismo y feudalismo, la lucha contra el terrorismo, el crimen. Sin embargo, en la esfera económica las relaciones entre ellos aún no han tenido la dinámica debida. Rusia ocupa todavía un puesto bastante modesto en los proyectos de inversiones de España (su tasa en las inversiones españolas de capital no supera un 0,5%)196. No obstante, según los datos de la estadística española, el volumen del intercambio comercial bilateral en el primer se-mestre de 2005 aumentó en un 48,7% comparando con el mismo período de 2004. A nuestro parecer, la existencia de los recursos naturales en Rusia y su déficit de ellos en España, permite abrir, de esta manera, en el suministro energético, amplias posibilidades para la cooperación.

El desarrollo de las relaciones ruso-españolasA fines de los años 1990 el diálogo ruso-hispano, de supremo y alto nivel, conti nuó desarrollándose de forma dinámica.

El tres de diciembre de 1996 dentro del marco de la visita de supremo nivel de la Organización de Seguridad y Colaboración en Europa (OSCE) en Lisboa, se mantuvieron conversaciones entre V. S. Chernomyrdin, el Primer Ministro de Rusia y Presidente del Gobierno Español J. M. Aznar, así como entre el ministro de Exteriores de Rusia y su homólogo (ante-riormente, los ministros se entrevistaron el 26 de septiembre de 1996 en Nueva York). Los presidentes de los Gobiernos mantuvieron, también, una conversación el 24 de junio de 1997 en Nueva York durante el trabajo de la sesión extraordinaria de la Asamblea General de la ONU relacionada con el medio ambiente y el desarrollo.

En abril de 1997, con motivo de su participación en acontecimientos bilaterales de ámbito económico, visitaron España los vicepresidentes del Gobierno de Rusia Serov y Urinson. En julio del mismo año, Serov, repre-sentante de la delegación de Rusia en la cumbre de la OTAN en Madrid, participó también en calidad de presidente de la parte rusa de la comisión mixta gubernamental rusa-hispana para la cooperación económica e in-dustrial, en conversaciones con Aznar y otros líderes españoles197.

196 Испания: траектория модернизации на исходе двадцатого века. М., 2006. С. 457.197 Дипломатический вестник. 1997. Май.

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CAPÍTULO III

En noviembre de 1996 se creó el comité bilateral de colaboración em-presarial, que celebró su primera sesión. Desde mayo de 1994 en España y Rusia se celebran periódicamentte conferencias internacionales y semina-rios dedicados a las inversiones en Rusia. Los días 14 y 15 de abril 1997 en Madrid se celebró un importante seminario dedicado a las inversiones. Los días del 1 al 4 de diciembre del mismo año se celebró una exposición de tecnologías líderes rusas, que fue visitada por los representantes de más de cuarenta grandes empresas, entidades y grupos indu striales. Tras la expo-sición, se firmó una serie de contratos para usar las altas tecnologías rusas.

La visita del Rey de España Juan Carlos I a la Federación de Rusia en mayo de 1997 fue también una etapa importante del desarrollo de la co-laboración de los dos países. En ese viaje acompañó al Rey Su Majestad la Reina Doña Sofía.

Los días 28 y 30 de enero de 1998 tuvo lugar la visita oficial a España de Yevgueni Primakov, ministro de Asuntos Exteriores de Rusia. Se entrevistó con Juan Carlos I, Rey de España, Aznar, primer ministro del país y con Abel Matutes, ministro de Exteriores. Se abordó un amplio círculo de pro-blemas internacionales, así como temas de las relaciones bilaterales198. En septiembre de 1998 los ministros de Asuntos Exteriores de ambos países, Igor Ivanov y Abel Matutes se entrevistaron en la Asamblea General de la ONU. Durante su reunión hablaron de las relaciones bilaterales y el futuro de la acción conjunta en el escenario internacional199.

Abel Matutes viajó los días 5 y 6 de mayo de 1999 en visita oficial a Moscú. El tema central de las conversaciones fueron las cuestiones de las relaciones bilaterales, en particular, la preparación de la visita a la capi-tal rusa de José María Aznar. En el encuentro de los responsables de los ministerios de Exteriores de Rusia y España, se habló de la crisis en los Balcanes. Moscú y Madrid consiguieron un acuerdo en las cuestiones de la liquidación de la violencia en Kosovo, la creación de las condiciones para la repatriación segura de los refugiados, el despliegue bajo la égida de la ONU de la presencia internacional para la solución de todo el complejo de los problemas y la prestación de la ayuda económica para restaurar la región. Sin embargo, Matutes opinó que la salida diplomática de la situación for-mada sería posible sólo en caso del cumplimiento por parte de Yugoslavia 198 Ibidem. 1998. Февраль.199 Дипломатический вестник. 1998. Октябрь; Primakov intentará hoy en Madrid frenar el plan de Estados Unidos de atacar a Irak // El Pais. 1998. 30 de enero.Noticiario diplomático.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

de las condiciones, propuestas por la OTAN, algo inadmisible tanto para Belgrado como para Moscú200.

Aznar estuvo en Moscú en visita oficial, según lo planificado, los días 16–19 de m ayo de 1999. Abordó, durante las conversaciones y los encuen-tros con cargos oficiales rusos, los problemas de la regulación pacífica en Yugoslavia. Aznar insistió en su seguridad de que las posiciones de España y Rusia en la cuestión de los Balcanes irían acercándose y, al final, coinci-dirían. Sin embargo, no hubo encuentro con el presidente de la Federación de Rusia, sino tan sólo una conversación telefónica entre Aznar con Yeltsin. Los analistas consideran que ello se debió no al mal estado de salud del Pre-sidente de Rusia, sino a las discrepancias en las posiciones en la cuestión de la regulación pacífica de la situación en Kosovo. Además de los problemas conflictivos, en la conversación telefónica fueron mencionadas cuestiones de las relaciones bilaterales.

Aznar se entrevistó también con Yegor Stroyev, presidente de la cámara alta del parlamento de Rusia y con empresarios rusos. Durante los encuen-tros Aznar subrayó que España creía en la estabilización de la situación en Rusia y que confiaba en la ulterior profundización de la colaboración con la Unión Europea201.

En España, en las fechas del 21 hasta el 24 de octubre de 1999 reali-zó visita oficial Igor Ivanov, ministro de Asuntos Ex teriores de Rusia. Se reunió con el Rey Juan Carlos I, Aznar, presidente del Gobierno y con representantes del poder legislativo de España. Durante esas conversa-ciones y también las negociaciones con Matutes, ambas partes ofrecieron una evaluación positiva del desarrollo de las relaciones ruso-hispanas. El intercambio de opiniones por la temática internacional fue concentrado en los problemas claves, como la situación en los Balcanes, la conservación del Convenio del Defensa antimisiles (DAM), la preparación de la cumbre de la OSCE en Estambul y la Carta de seguridad europea y la regulación en el Oriente Próximo. Los ministros confirmaron que la regulación en Kosovo debería basarse en la conservación de la unidad territorial de Yugoslavia. Ambas partes expresaron su preocupación por la negativa del Senado de los Estados Unidos de ratificar el convenio sobre la prohibición total de los ensayos nucleares.

200 Независимая газета. 1999. 7 мая.201 Ibidem. Там же. 1999. 19 мая.

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CAPÍTULO III

Los días 13 y 14 de junio de 2000 Vladimir Putin, Presidente de la Federa-ción, visitó de forma oficial España . El jefe del Estado de Rusia se entrevistó con Juan Carlos I, Aznar y la señora Luisa Fernanda Rudi, presidenta del Congreso de los Diputados.

En la conversación con el Rey, Putin confirmó el deseo de la adminis-tración rusa, en todo lo posible, de favorecer al desarrollo de las relaciones ruso-hispanas tradicionalmente amistosas, darles una nueva dimensión en todas las áreas. Durante la visita fue subrayada la disposición de las partes de ampliar la gama del diálogo político, trabajar en la mejora de la base legislativa y de acuerdos en las relaciones, prestar mayor atención al desarrollo de la colaboración cultural y a las relaciones interregionales. Las partes subrayaron que entendían por su prioridad un desarrollo más activo de la colaboración comercial,económica y de inversiones, remarcando que con ello, la positiva evolución política y socioeconómica en Rusia abriría grandes oportunidades en esa dirección. Parte importante de la visita fue la firma de acuerdos inter-gubernamentales sobre colaboracíon aduanera, la prevención de catástrofes y la liquidación de sus consecuencias, así como una serie de documentos administrativos relativos a acuerdos sobre la colaboración en el área de ar-chivos, memoria sobre el entendimiento mutuo en la preparación de plantilla y el protocolo de cooperación turística. En la agenda del día, figuraron las cuestiones del fomento de la estabilidad estratégica europea, la formación del modelo adecuado a los desafíos de seguridad en Europa, el aumento de eficacia de la ONU, la unión de los esfuerzos en la lucha contra el terrorismo internacional. Putin marcó como prioritario la colaboración de Rusia con la Unión Europea, la formación de las relaciones constructivas con la OTAN, el deseo de Rusia de integrarse más en los diferentes procesos de integración en el Mediterráneo. En el encuentro con representantes destacados de los círculos empresariales españoles, el Presidente de Rusia expuso con detalle su concepción estratégica del desarrollo del país en los ámbitos de la política y la economía y animó a los empresarios españoles a utilizar con mayor energía las perspectivas del mercado ruso 202.

El 22 de mayo de 2000 se entrevistaron Igor Ivanov y De Miguel, secre-tario de Estado del MAE de España, quien se desplazó a Moscú con motivo de la visita oficial del presidente del Gobierno J. Mª Aznar203.

202 Дипломатический вестник. 2000. Июль; там же. 1999. Ноябрь.203 Дипломатический вестник. 2000. Июнь.

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CAPÍTULO III

España se remitió al fomento de colaboración con Rusia como una de sus prioridades incondicionales. Contando con el papel histórico de nuestro país, la Unión Europea, según el parecer de los españoles, debía apoyar la línea de la Administración rusa para fomentar los valores de la libertad, la democracia y el Estado de Derecho.

El 15 de noviembre de 2001, M. M. Kasianov, primer ministro de Rusia, estuvo en Madrid en visita oficial de tres días de duración. Durante la visita fueron discutidas las cuestiones de la colaboración económica, las relaciones con la Unión Europea, la lucha contra el terrorismo y los problemas de la actividad empresarial.

Igor Ivanov, ministro de Exteriores, estuvo a partir del 22 de enero de 2002 en visita oficial de tres días en España. Mantuvo conversaciones con el primer ministro Aznar, el Rey Juan Carlos I, y Josep Piqué, ministro de Exteriores de España. Se discutieron cuestiones referentes a la interacción de Rusia con la Unión Europea y la OSCE, la situación en Afganistán, en los Balcanes y en Oriente Próximo206.

En enero de 2002, durante la visita de Ivanov a Madrid, los dirigentes de España, a la sazón presidenta de la UE, subrayaron, que el método cons-tructivo de la parte española en el desarrollo de las relaciones con Moscú se perseguiría en el desarrollo de las relaciones en el formato UE — Rusia207. En pa rticular, Josep Piqué, tras las negociaciones con Ivanov definió las líneas básicas magistrales de colaboración de Moscú y la UE en el primer semestre de 2002.

La cumbre Rusia — UE, que se celebró el 29 de mayo de 2002 en Moscú, debería avanzar la solución del problema de Kaliningrado.

Otra cu estión importante en el marco de colaboración hispano-rusa fue el diseño del concepto de la creación del espacio único económico de Europa, que incluiría a Rusia y la UE. El significado estratégico importante se atribuía al diálogo energético, el desarrollo de la infraestructura, redes eléctricas, gaseoductos. Además, como un punto aparte, estaban las nego-ciaciones en curso sobre la adhesión de Rusia a la Organización Mundial del Comercio . La posición de la UE en dicha cuestión era muy importante. La parte española expresó su certeza de que las negociaciones en esa cuestión clave deberían finalizarse con un resultado satisfactorio para ambas partes

206 Известия. 2002. 22 января.207 Известия. 2002. 6 февраля.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

a finales de 2003. Se prestó también atención especial a la propagación del euro en Rusia. Los españoles se expresaron a favor de la promoción de las transformaciones sociales y económicas en nuestro país y su ulterior inte-gración en el sistema de las relaciones mundiales de negocios, en particular, su adhesión a la OMC.

España respaldó de forma activa el diseño y la aprobación de la estrate-gia de la UE — Rusia, reflejada en la declaración política de París. España consideraba que las líneas prioritarias de colaboración debían ser el diálogo sobre energía, la interacción en la seguridad y la defensa, los asuntos in-teriores y la Justicia, la lucha contra el terrorismo internacional, el crimen organizado, el narcotráfico y la inmigración ilegal.

En abril de 2002, la UE planeaba celebrar una reunión de los ministros, responsables de Seguridad y Justicia, con participación de Rusia.

Felipe de Borbón, Príncipe de Asturias, heredero del trono, viajó el 6 de febrero de 2002, a Moscú en visita oficial. Su visita se produjo con motivo del XXV aniversario del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Rusia y España. Uno de los principales acontecimientos, durante la visita fue la inauguración del Instituto Cervantes en Moscú, la institución estatal, fundada en España en 1991, con el propósito de propagar la lengua española y la cultura hispanoparlante, es decir, dedicado a realizar la mi-sión hispanística en los países donde el idioma español no es oficial208. El Príncipe de Asturias se entrevistó también con Putin, Presidente de Rusia, Serguéi Mironov, presidente del Consejo de la Federación y M. Kasianov, primer ministro.

El 25 de marzo de 2004 viajó a Madrid el señor Morozov, director del Departamento Latinoamericano del MAE de Rusia. Mantuvo consultas con J. A. Losoya, jefe de la secretaría del proceso iberoamericano. Fueron dis cu-tidas cuestiones relacionadas con la perspectiva del fomento de cooperación bilateral, y de la interacción en la línea Comunidad iberoamericana — Rusia.

Los días 3 y 4 de marzo de 2004 en Madrid estuvo en visita ordinaria Igor Ivanov, ministro de Exteriores de Rusia. Pronunció un discurso en la Universidad Empresarial y se entrevistó con Ana Palacio, su homóloga de Exteriores de España.

Los contactos culturales también obtuvieron el siguiente desarrollo. Los días 12–22 de marzo de 2004 en Madrid estuvo el teatro juvenil de

208 Ibidem.

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CAPÍTULO III

San Petersburgo “En Fontanka”. El 20–27 de marzo en Madrid y Barcelona actuó también compañía “Ballet del Kremlin”. El 24 de marzo, a petición de Vladimir Putin, Presidente de Rusia, asistió la ceremonia funebre en memoria de las víctimas del atentado terrorista de 11 de marzo, S. Mironov, presidente del Consejo de Federación Rusia209.

El problema del pago de la deuda estatal de Rusia a EspañaDurante la visita a Moscú del primer ministro Aznar en mayo de 2001, se tomó la decisión relativa al pago de la deuda estatal a cambio de las inversiones particulares y las importaciones comerciales. La cuestión de la modificación del cambio de las deudas por las inversiones presentaba un interés para España por dos razones. En primer lugar, España tenía intenciones de aumentar su presencia en el mercado ruso, y ese modo de cancelar la deuda dejaba a las compañías españolas la oportunidad de entrar más rápidamente en la economía de Rusia. En segundo lugar, el Gobierno español ya había utilizado semejante esquema con los países del norte de Africa, y ese experimento tuvo éxito.

Durante la visita del primer ministro Kasianov a Madrid el 15 de no-viembre de 2000, esa cuestión se discutió en términos prácticos.

Según los pronósticos del Ministerio de Hacienda del 1 de enero de 2001, la deuda total de la Federación de Rusia al Club de París, ascendía a 48.600 millones de dólares. La mayor parte de esa suma, unos 21.100 mi-llones de dólares, era por deuda a Alemania, y la menor ante Noruega, Portugal y Suecia. Ella consistía en 100 millones de dólares a cada país. La deuda de Rusia ante España era de unos 900 millones de dólares, o un 2% de la deuda total ante el Club de París.

En resumen, las partes rusa y española acordaron que 1.800 millones de dólares de la deuda total de Rusia a España, que en 2001 ya eran 3 mil millones de dólares, serían convertidos en las inversiones o importaciones de mercancías210. Rusia planteaba pagar con la “producción naval”, los naves de carga y los barcos de pesca. Sin embargo, la decisión final por un esque-ma u otro para cada país debían ser aprobado por todos los miembros del Club de París211.

209 Известия. 2004. 28 марта.210 Независимая газета. 2001. 23 мая.211 Известия. 2001. 15 ноября.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

Según los acuerdos conseguidos, las compañías privadas españolas podían comprar al Gobierno ruso las obligaciones de deuda a condición de su consiguiente cancelación obligatoria y su inversión en proyectos de inversión previamente acordado s. Rusia, por su parte, debía crear para los inversores un ambiente de máximo favor o sea, descuentos de impuestos y las garantías estatales. La única condición era sacar los medios invertidos desde el país sólo al pasar cinc o años.

La parte española ya disponía de ofertas concretas. La compañía “Cam-pofrío” que poseía la cartera de control de acciones de la “Campofrío” en Moscú, estaba dispuesta, a cuenta de las deudas, a abrir en Rusia su tercera planta. La compañía “Talgo”, a introducir la producción de los trenes y vagones con el ancho variable de ruedas (como se sabe, la vía ferrocarril rusa es más ancha que la europea)212.

Fue abierta la colaboración interregional, en particular, entre Moscú y Madrid, San Petersburgo y Barcelona. En febrero y junio de 1997 intercam-biaron visitas los alcaldes de Moscú, Yuri Luzhkov y de Madrid, José María Alvarez del Manzano. Se firmo también en Moscú, en junio un convenio sobre la amistad y colaboración entre las dos capitales. Durante varios años, España acogió a los niños rusos desde las regiones de las catástrofes eco-lógicas, de las familias poco adineradas y de los or fanatos para el descanso de recuperación y de salud. En 1996–1997 en España estuvieron siete mil niños rusos.

De ese modo, hay que anotar, que durante los años 1990, y a partir de 2000, España se declaraba contra los intentos de aislar a Rusia, de contra-ponerla ante Europa213. Rusia, en la opinión de la administración española debía participar en el proceso de integración con los países europeos oc-cidentales. El primer y necesario paso en esa dirección, por la opinión de los españoles, era la pronta regulación de la crisis chechena. En particular, en diciembre de 1999, el grupo parlamentario del Partido Popular de Es-paña se dirigió a las partes involucradas en el conflicto de Chechenia, con la petición de “permitir el acceso a las organizaciones humanitarias a esa región para que eso no se entienda por la intrusión a la política interior de la Federación de Rusia”214.

212 Ibídem.213 Seguridad en Europa. UEO y OTAN — Escuela Diplomática. Madrid, 1994.214 El País. El 10 de diciembre de 1999.

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CAPÍTULO III

Los representantes españoles en 2000 en la Asamblea Parlamentaria en el Consejo Europeo también han demostrado la actitud positiva ante la posición rusa en relación con el conflicto en Chechenia. Eso se explicaba por lo que la manifestación semejante del separatismo y terrorismo por parte de la minoría vasca, preocupaba especialmente a todos los sectores sociales de España.

Madrid fue partidario de una mayor utilización de la OSCE como me-canismo de prevención y regulación de los conflictos, incluidos los del territorio de la antigua URSS, en particular, en Chechenia. La parte española apoyó la idea de la utilización de la actividad pacificadora de la OSCE, los potenciales de la OTAN, UEO y los correspondientes mecanismos de la CEI.

Moratinos, ministro de Exteriores, apoyó la tesis sobre la necesidad no sólo de conservación, sino del aumento, por todos los medios, de los desa-rrollos positivos en las relaciones ruso-españolas, conseguidos durante el período del Gobierno del PP con Aznar entre 1996 y 2004.

La colaboración con los países del anterior espacio soviéticoEspaña apoyó el proceso de los cambios iniciado en los años 90 en el espacio de la CEI y en otros países de Asia Central. Las autoridades españolas se manifestaron, de forma coherente, a favor de la estabilización de la situa-ción en esa región, la búsqueda de caminos de la solución pacífica de las situaciones que surgían allí. Con todo eso, el Gobierno partía de la idea de que la renovación democrática debería llevar a la creación de un sistema más sólido y seguro, y también mostraba interés en establecer relaciones económicas con esa región.

El desarrollo notable a los finales de los años 90 consiguió la colaboración económica de España con los países de la CEI. En 1999 las exportaciones de esos países a España fueron de 209 millones de dólares, las importaciones de 112 millones de dólares. Comparando con 1998, las exportaciones de los países de la CEI a España aumentaron un 8,9%, y las importaciones disminuyeron en un 10%. Los principales socios comerciales de España fueron Ucrania, Kazajstán, Bielarus y Azerbaidzhán. Las posiciones líderes las ocupaba Ucrania, con volúmenes relativamente grandes y una estructura diversa de las mercancías de exportación e importación. A Ucrania le corres-pondía el 64% del intercambio comercial de todos los países de la CEI (sin contar a Rusia), con España. La base de las exportaciones ucranianas eran las sustancias químicas no orgánicas, pipas de girasol y metales ferrosos. La

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

mayor parte de las importaciones de España eran los productos alimenticios y las instalaciones, así como los materiales de construcción.

De los países de Asia Central se puede destacar a Kazajstán que no-tablemente adelantaba a sus vecinos por los volúmenes de comercio con España (55 millones de dólares). Un 50% de las exportaciones a España fueron los metales ferrosos. Y un 30%, de combustible mineral. Bastante activamente se desarrollaba el comercio con Belarus (el volumen del inter-cambio comercial a nivel de 36 millones de dólares). Un papel destacado en sus exportaciones a España fueron los metales ferrosos (un 50%) y los abonos (un 20%). La base del intercambio comercial con Azerbaidzhán fue el petróleo (cerca de un 86% de sus exportaciones Comparando los indica-dores principales del comercio exterior de los países de la CEI con España en 2001 con los datos de 1997, se puede constatar que ellos notablemente aumentaron sus exportaciones por cuenta de los metales ferrosos (Kazajstán, dos veces; Belarus, treinta veces, Ucrania en un ciento veinte por ciento. Es curioso destacar que, la aparición en la lista de las mercancías importadas desde Kazajstán y Azerbaidzhán, en la cuestión del combustible mineral, en comparación con 1997.

Sin embargo, en total, según los datos de estadística de aduanas españolas, los países de la CEI (sin contar Rusia) ocupaban un lugar poco significante en el comercio exterior del país. En 1999 el volumen del intercambio co-mercial español con ellos era sólo unos 321 millones de dólares, lo que no superaba un 0,15% el intercambio comercial total de España.

Como se ha manifestado ya, España estableció relaciones diplomáticas con todos los países miembros de la CEI (con Ucrania y Kazajstán a nivel de embajadas). Las relaciones con Kiev se desarrollaban en forma más activa. Leonid Kuchma, presidente de Ucrania, visitó Madrid en 1996. Se firmaron documentos marco políticos y documentos económicos, comprendido entre ellos, el Convenio sobre la amistad y el protocolo militar.

En 1997 Aznar visitó Kazajstán. Se firmaron un convenio de cooperación cultural y la memoria sobre la concesión del crédito de 50 millones de dó-lares. En 1998 efectuó una breve visita a Almá-Atá, capital de Kazajstán, el Rey Juan Carlos I. Tras la visita en 1999 en Madrid y Almá-Atá se abrieron las respectivas embajadas. En noviembre de 2000 en España estuvo de visita oficial el presidente kazajo Nursultán Nazarbaiev. Las partes discutieron el futuro de la colaboración económica y comercial y la de inversiones, en particular, en la industria de gas y petróleo, en la construcción de la

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CAPÍTULO III

vía ferrocarril de alta velocidad Almá-Atá — Astana, se habló también de la ampliación y continuación de la línea de crédito (sobre 50 millones de dólares) para los proyectos comerciales.

Se amplió la presencia española en Moldova (los españoles controlan 3 de 5 de las redes de distribución de energía de ese país). Se arreglaron los contactos con Uzbekistán. En marzo de 2001 se produjo la visita del ministro de asuntos exteriores Kamilov, se discutieron proyectos de su-ministro de aguas y el turismo. También con Armenia . En noviembre de 2000 en España estuvo el ministro de asuntos exteriores Vardán Oskanian y se firmaron actas entre los MAE sobre consultas y el convenio de trans-portaciones por carretera.

La parte española con atención observaba la situación política interna de Belarus, intentando con ello no desviarse en sus estimaciones de la línea de la UE, aunque no agudizaba esa cuestión.

Como se ha manifestado anteriormente, en Madrid se anunciaba la necesidad de fomentar la CEI, puesto que contemplaba en ella un instru-mento de estabilidad y de pronosticabilidad de desarrollo de la situación en el espacio exsoviético. España, por sus principios políticos, se manifestó a favor de la regulación rápida política en todas las regiones de crisis de la antigua URSS, como Karabaj, la región del Dniéster, Abjasia o Tadzhikistán. Con ello, España partía de la idea que la “carga principal” de los esfuerzos pacificadores por superar esos conflictos, excepto él de Karabaj, debían asumir los mismos países miembros de la CEI.

Relaciones de España con los Países BálticosA principios de los años 1990 España reestableció las relaciones diplomá-ticas con los tres países del Báltico y acreditó a sus embajadores allí. Hasta ese momento, el representante diplomático de Estonia en España era el embajador en Finlandia, en Letonia, el embajador en Suecia, y en Lituania, el embajador en Dinamarca. En Madrid fueron acreditados el embajador de Lituania y el encargado de negocios ad interim de Letonia215.

En 1991, tras proclamarse el restablecimiento de la independencia estatal, Letonia, Lituania y Estonia empezaron a realizar la política exterior indepen-diente, orientada a la integr ación a las estructuras europeas militares, políti-cas y económicas, esforzándose en asegurar el apoyo de los países europeos

215 El País. El 8 de diciembre de 1996.

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occidentales, en particular, de España. Por su parte, la administración de Aznar, al igual que el gobierno del PSOE anteriormente, partiendo del deseo de dar al Estado español más peso en la Europa central y del Este, aspirando así a un papel de Estado mundial con intereses globales, también expresó su interés en la intensificación de las relaciones con los países bálticos.

El 9 de octubre de 1991 se restablecieron las relaciones diplomáticas de Estonia con España. EL 4 de julio de 1994, en el marco de la gira por los países bálticos, a Tallinn se desplazó una delegación española, presidida por el entonces secretario estatal del MAE, Carlos Westendorp. Se celebraron conversaciones con el Presidente de Estonia Meri, el primer ministro Laar, el ministro de Asuntos Exteriores Lujk y el ministro de economía Jurgenson. En junio de 1997 a Madrid viajó en visita oficial el ministro de Asuntos Ex-teriores de Estonia, Toomas Hendrik Ilves. En noviembre de 1997, después de que la Unión Europea apoyó oficialmente la candidatura de Estonia para adherirse a la UE, el ministro estonio de Exteriores visitó España de nuevo. Ese mismo año, se produjo la visita a Estonia del Secretario de Estado del MAE de España, De Miguel.

Los días 5 y 7 de noviembre de 1998 en Madrid estuvo Lennart Meri, Presidente de Estonia. A pesar del carácter privado de la visita, fue reci-bido por el presidente del Gobierno español. En septiembre de 1999, en Tallinn estuvo el señor Rupérez, presidente de la Asamblea Parlamentaria de la OTAN. En la segunda de abril de 2001 a Estonia llegó el ministro de Asuntos Exteriores, Josep Piqué, responsable de las negociaciones para las cuestiones relacionadas con la preparación de Estonia a la adhesión a la UE y el desarrollo de la colaboración bilateral. El 20 de junio de 2001 en Tallinn estuvo Jordi Pujol, Presidente de la Generalitat de Cataluña (el gobierno au-tónomo). En 2001 el líder del Gobierno español Aznar tuvo que interrumpir su visita a Estonia por causa de los trágicos eventos del 11 de septiembre en los Estados Unidos. EL 4 de marzo de 2002 Aznar visitó Estonia de nuevo, ya en calidad del presidente de la UE. El 15 de marzo de 2002 a España lle-gó la delegación gubernamental con su jefe, el primer ministro de Estonia, S. Kallass, para participar en la cumbre de la UE en Barcelona.

En noviembre de 1997 visitó España, en visita ordinaria, Guntars Krasts, primer ministro de Letonia. El 25 de noviembre se entrevistó con Aznar. Los jefes de gobiernos de los dos países discutieron las cuestiones relacionadas con el desarrollo de la colaboración bilateral y el proceso de la expansión de la UE. El 9 de julio de 1998 el secretario de Estado del MAE de España,

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CAPÍTULO III

P. de Miguel visitó Letonia durante su viaje por los países de la Europa central y del Este216. El 18 de abril de 2001, en Letonia estuvo el ministro de Asuntos Exteriores de España, Josep Piqué. El propósito de su visita fueron las negociaciones para la entrada de Letonia en la UE, y también sobre la oportunidad de la profundización de la colaboració n, el aumento del comercio y las inversiones a nivel bilateral. A principios de marzo de 2002, José María Aznar visitó los tres países bálticos en calidad del presidente de la UE217. En la conversación con su homólogo letón, manifestó que el proceso histórico de la expansión de la Unión Europea es una de las tareas prioritarias de la política exterior de España.

Las relaciones diplomáticas entre España y Lituania fueron restablecidas el 7 de sept iembre de 1991, y el 6 de septiembre de 1992 a España llegó Landsbergis, presidente de Lituania, que se desplazó con motivo de la cele-bración en Sevilla de la Feria Mundial Universal “EXPO-1992”. A principios de julio de 1994 se produjo la visita oficial a Vilnius del secretario de Estado del MAE de España, Carlos Westendorp. El 13 de noviembre en Madrid, para participar en la junta del Consejo de los Ministros de la UEO, estuvieron el ministro de Asuntos Exteriores de Lituania, P. Gilis y el ministro de Defensa, Linkiavicus. El 8 de julio de 1997 el presidente de Lituania, Brazauskas y el ministro de Asuntos Exteriores, Saudargas, participaron en la cumbre de la OTAN en Madrid. El 20 de octubre de 1997 Gediminas Vagnorius, presidente del Gobierno lituano, visitó Madrid, donde fue recibido por el Rey Juan Carlos I y la Reina Sofía; mantuvo también conversaciones con su homólogo Aznar.

El 19 de abril de 2001, en el marco del viaje por los países bálticos, en Lituania estuvo el ministro de asuntos exteriores de España, Josep Piqué. El 5 de marzo de 2002 en Vilnius finalizó el viaje de Aznar por los países candidatos a la adhesión a la UE en 2004. Durante su estancia en la capital lituana, el jefe del Gobierno español mantuvo conversaciones con el pri-mer ministro de Lituania Algirdas Brazauskas sobre una vasta gama de las cuestiones bilaterales e internacionales, especialmente subrayando que los Estados candidatos también debían activamente involucrarse el proceso del desarrollo de las reformas económicas y sociales en el espacio de la UE. El 21 de junio de 2002 el presidente lituano, Valdas Adamkus y el ministro

216 El País. El 9 de julio de 1998.217 El País. El 5 de marzo de 2002.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

de Asuntos Exteriores, Antanas Valionis participaron en la cumbre de la UE en Sevilla218.

El Gobierno español, en total, entendía los esfuerzos de Rusia en la de-fensa de los derechos y obligaciones de la población rusofona en los países bálticos. De esa manera, hay que constatar el hecho de que la posición oficial española se encontraba en la política común de los métodos de la Unión Europea para tales problemas.

El 1 de mayo de 2004, antes de la entrada de Letonia, Lituania y Estonia a la Unión Europea, el 28 de noviembre de 2003, España tomó la decisión de abrir embajadas en sus territorios.

De ese modo, en los años de la presencia en el poder en España del Partido Popular conservador, en las relaciones oficiales de Madrid con los países bálticos, quedó marcada una dinámica estable de desarrollo, de apoyo al diálogo activo político y de forma coherente se fortaleció el papel de la diplomacia económica. La base objetiva del aumento de la colaboración multilateral se hizo la perspectiva de la alineación de Letonia, Lituania y Estonia a la OTAN y la Unión Europea en 2004219.

Después de la llegada de los socialistas que ganaron las elecciones, el nuevo ministro de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos (nombrado al puesto el 18 de abril de 2004), en sus primeras declaraciones en público confirmó que el propósito de la administración del PSOE era fomentar la coooperación recíprocamente provechosa con los países bálticos. Si antes esos países se encontraban en la periferia de la estrategia de la política exterior de España al entrar en la OTAN y alinearse en la UE en mayo de 2004, obtuvieron una postura superior entre las prioridades diplomáticas y económico y comerciales de Madrid.

Los contactos de España con los países de Europa Central y del Este La expansión de la presencia política e inversora en los países de Europa Central y del Este estaba en la esfera de intereses prioritarios de España, a la luz de la futura presidencia en la Unión Europea en 2002. La parte espa-ñola intentaba no estar lejos de sus socios comunitarios, en los atractivos mercados de la región, asegurarse, con nuevos aliados, una perspectiva en

218 El País. El 5 de marzo de 2005.219 Обзор материалов Дипломатического вестника (1991–2004).

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CAPÍTULO III

el adelanto de las cuestiones claves para sí, relacionadas con la problemática de la UE. Al mismo tiempo, en Madrid con cuidado trataban la admisión de nuevos miembros. Ello estaba condicionado por el peligro de la anulación inevitable de las subvenciones a España.

España se pronunció por la alineación de los Estados de Europa Central y del Este en la OTAN y desarrolló activamente, en aras de esa causa, la colaboración en el aspecto militar tanto con los países “novatos” de la Alian-za, como con los países que deseaban entrar. Aquí la preferencia se daba a los países del sector sudeste, en particular, a Hungría y Bulgaria, cercanos geopolíticamente y que cabían en el concepto español de la creación del

“cinturón de estabilidad” alrededor del mar Mediterráneo.El intercambio de visitas de los líderes de los países y los ministros de

asuntos exteriores, la interacción entre los ministerios de Exteriores y los parlamentos con los países de Europa Este, tuvo una notable dinámica. Entre 2000 y 2001 en Madrid estuvieron I. Kostov, primer ministro de Bulgaria, M. Zeman de la República Checa, T. Pikula, de Croacia.

José María Aznar estuvo en Eslovaquia y Macedonia. Se ampliaron las relaciones entre las regiones y ciudades hermanadas. Aumentaron también las relaciones técnicas dentro del marco de los diversos programas en la línea de la UE.

Con el propósito de activar las relaciones económicas, prácticamente con todos los países de la región fueron firmados los convenios sobre la protección de las inversiones y sobre la prevención de la doble recaudación de impuestos. Los socios líderes de España (en millones de dólares se indican las cifras a continuación) fueron Polonia — 1.480, Hungría — 1.120, Repú-blica Checa — 1.100, Eslovenia — 460, Eslovaquia — 360, Rumanía — 190, Bulgaria — 180. Los principales “nichos” desarrollados por los españoles para investir fueron los bancos, la energía eléctrica, la infraestructura de transportes, el turismo, la construcción de vivienda, el refinado del petróleo.

También se apostó al desarrollo de las relaciones entre los partidos. En las condiciones, en las que Aznar, el único de los líderes de los partidos conservadores ( cristianos) que se quedó en el poder gracias a la UE, los contactos estrechos con los líderes de derecha-centro en la mayoría de los países del sudeste europeo, le permitían jugar un papel de la figura integradora del movimiento en la lucha por la influencia en la UE contra los demócratas socialistas, dominantes en aquel período (sustituyendo a Helmuth Kohl, antiguo canciller de la RFA).

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

Después de los acontecimientos en Yugoslavia en 1999, España se mantuvo en la UE como uno de los partidarios más consecutivos de la unidad territorial y la soberanía de Yugoslavia. Recordemos que la salida diplomática de la situación vista en Kosovo en 1999, según la opinión de la parte española, hubiese sido posible sólo en caso del cumplimiento de las condiciones propuestas por la OTAN a Yugoslavia, inadmisible para Belgrado y para Moscú. En España entendían los problemas de la fijación de las minorías étnicas en Kosovo en los lugares de su residencia en la región, el retorno de los refugiados y las personas desplazadas para crear las condiciones para todos los habitantes, en primer término, para la población no albana. En Madrid entendían que había cierta exageración con la desmilitarización de la ELK220, pero no veían ninguna salida para arreglar la situación.

Como manifestó en su informe Jospe Piqué i Camps, ministro de Asun-tos Exteriores de España, “en los últimos años se activó la participación de España en los fórums internacionales dedicados a la seguridad internacional. Relativamente a la Alianza Atlántica, la alineación en la nueva estructura militar integrada, firmada el 1 de enero de 1999, colocó a España en una posición igualada con otros miembros, a la hora de la toma de decisiones, y ha elevado su peso en la Alianza después de ubicación de uno de los cuarteles generales en Retamares, cerca de Madrid. España, junto con otros Estados prestaba la ayuda humanitaria económica en Kósovo, ella aumentaba dos veces la cantidad de los militares destinados allí, y también del personal que tenía que cuidar el cumplimiento del orden público. El ministro de asuntos exteriores de España también expresó su gratitud al comandante jefe militar de las fuerzas armadas unidas (Euroejército) que actuaban en Kósovo, que incluían las divisiones de combate desde los países-miembros de la OTAN (KFOR), al teniente general Juan Ortuño que pudo conquistar el respeto de todos, con quién se había tratado, como se sabía, en las difíciles circunstancias”221.

Los resultados de las elecciones en Bosnia y Herzegovina, según las evaluaciones de los expertos, permitían concluir que pasados siete años

220 ELK — Ejército Liberador de Kósovo (nota de la traductora).221 Cortes Generales. Diario de sesiones del Senado, Comisión de Asuntos Exteriores. Celebrada el martes, 5 de septiembre de 2000. Comparecencia del Ministro de Asuntos Exteriores, Eximo. Sr. D. Josep Piqué i Camps, a petición propia, para informar sobre las líneas generales de la política de su Departamento.

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CAPÍTULO III

después de la firma de los convenios de Dayton, el proceso de la for-mación de un Estado auténticamente democrático multiétnico estaba al nivel inicial. A pesar de todos los esfuerzos, (antes de las elecciones tuvieron lugar las declaraciones del secretario estatal de los EEUU Co-lin Powell y el representante de la UE en Bosnia y Herzegovina, Paddy Ashdown), los resultados de los votos demostraron un aumento de la influencia de los partidos nacionalistas en las comunidades nacionales correspondientes.

Se manifestó una gran preocupación con relación a la inestabilidad política en Albania. En el transcurso de su presidencia en la UE, España apoyó el comienzo de las negociaciones sobre la firma del acuerdo para la estabilización y la política de cooperación entre la Unión europea yAlbania. La parte española planteaba finalizar la elaboración de la documentación para la firma durante el primer semestre de 2003, durante la presidencia de Grecia en la UE.

España tenía intenciones de iniciar el cese de su presencia militar en la región. Hasta el fin de 2004 el Gobierno planificaba retirar de Bosnia y Herzegovina, así como de Kosovo hasta 600 militares (en aquel período, la cantidad total de las fuerzas españolas era de unas 2000 personas).

A pesar de la conservación de la presencia internacional militar, el desarrollo de los procesos básicos debía estar bajo estricto control de la comunidad mundial. La iniciativa rusa para la convocación de una conferencia internacional en los Balcanes, la que podría fortalecer las fronteras existentes, no se rechazaba, sin embargo, en Madrid pensaban que el tiempo para celebrarla todavía no ha llegado. Los españoles eran de la estimación que las élites gobernantes de los países balcánicos debían incrementar los esfuerzos para restablecer la colaboración regional y la realización de los proyectos conjuntos de inversiones. Se confería así, un papel importante al factor económico, especialmente, al crecimiento de las inversiones extranjeras, el desarrollo de la infraestructura y la energética.

De esa manera, la política con respecto al sudeste de Europa de España en la frontera de los siglos XX y XXI, se efectuó de forma bastante veficaz. Se desarrollaron las relaciones ruso-españolas y se diversificaron las relaciones entre España y los países balticos y la CEI. Se inició una nueva etapa de las relaciones con los países de la Europa del Este.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

3.7. España, en el marco del proceso de globalización y su colaboración con los países de la región de Asia y del Océano PacíficoEspaña en el proceso de globalizaciónLa globalización moderna constituye un fenómeno bastante complicado y contradictorio. Existen bastante partidarios y contrincantes. El término “globalización” es uno de los más usados para definir las relaciones inter-nacionales modernas.

Podríamos hablar de los indicadores principales económicos que hablan sobre el puesto y el papel de España en la comunidad mundial. En 2004 España estaba en el octavo lugar por los ingresos en el presupuesto en curso de la ONU (un 2,59%, 27 millones de dólares), y en el noveno por los ingresos en el presupuesto en la Organización de Mantenimiento de la Paz (OMP), consiguió, gracias a su contribución, los puestos dirigentes y la participación en la aplicación de los proyectos de la Organización. La economía de España, entre los países líderes del mundo se encontraba en el noveno lugar. En 2004 su tasa era 2,1% del consumo mundial del petróleo222.

Resultaría interesante aclarar cómo entendía el contenido y los resulta-dos de la globalización el Partido Popular y su líder Aznar. Como se puede apreciar en el análisis de sus documentos de programa, los neoconserva-dores españoles percibían la globalización, sobre todo, como un proceso bastante positivo, que creaba las condiciones necesarias para el progreso de las comunidades abiertas y dinámicas, favorecía la consecución de la ocupación laboral total, necesaria para el desarrollo de la competencia libre, y en conjunto, permitiría intentar y conseguir el mejor futuro. Jo sé María Aznar subrayó que, ante todo, había que constatar el hecho de la globalización equivalía a un sinónimo de oportunidad, las oportunidades como para los países desarrollados, tanto para aquellos que deseaban serlo. Según su opinión, contraponerse al proceso de globalización sig-nificaba contraponerse al progreso de los que más lo necesitasen. Aznar calificaba a las fuerzas que salen contra la “sociedad abiertas”, “reaccio-

222 Симония Н. Нефть в мировой политике // Международные процессы. 2005. № 3(9). С. 6.

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CAPÍTULO III

narios nuevos” y expresaba la esperanza que esos “reaccionarios nuevos” en España nunca consiguieran éxito y fueran a triunfar, porque, en caso contrario, eso significaría ir contra lo que sería el “proyecto del futuro”, la predestinación histórica del país, la expresión de sus planes naciona-les. Las consecuencias económicas de globalización son la liberalización del mercado y la disminución del papel regulador del Estado. Según los neoconservadores, incluidos los españoles, semejantes reformas se hacen con el propósito de desarrollar la competencia libre, conseguir la ocupación total no sólo en España, sino en el territorio de toda la Unión Europea. El Partido Popular apoyó totalmente las reformas neoliberales económi-cas y sociales que, según su punto de vista, debían transformar Europa en la zona más competitiva y dinámica del mundo. Según la opinión de los conservadores españoles, para Europa era de vital importancia unir el éxito del euro y la estabilidad de su introducción, todo ello apoyado con el fuerte y eficaz proceso de reformas que mejoraran la competencia y el dinamismo de las economías nacionales europeas y ofrecieran más oportunidades para encontrar trabajo a todos los ciudadanos europeos, incluidos los ciudadanos españoles. Desde la posición del líder de Cata-luña, que apoyaba al PP, no había mejor medio del paro, que un mercado laboral, sólido, estable y seguro223.

Desde el punto de vista económico, la globalización dirigida al aumento de la riqueza en todo el mundo y su equitativa distribución es un proceso importante y necesario. Y, a pesar de los problemas en ese proceso, que son inevitables, merece una estimación positiva224. No obstante, debe pensarse en las consecuencias que pueda tener la globalización para otros ámbitos, por ejemplo, la cultura y la autonomía. En el ejemplo de España se percibe que en esa cuestión todas las fuerzas políticas demuestran su preocupación, en particular tanto el PP como el PSOE225. Por una parte, eso está relaciona-do con que no sólo las naciones pequeñas y débiles, es decir, las naciones todavía no fo rmadas, pero las naciones desarrolladas, de elevada cultura alta, también se arriesgan a perder su identidad226.

223 Pujol J. Identitats i valors a l’epoca de la globalizació. Discurso en la Universitat Internacional de Catalunya. 3.04.2001 // www.gencat.es.224 Ибероамериканский мир перед вызовами глобализации. М., 2003. С. 243.225 Ibídem. P. 224.226 Ibídem. P. 225.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

La colaboración de España con los países de la región de Asia y el Océano PacíficoEntre 1994 y 2004 en la región de Asia y de l Océano Pacífico, España no pudo ocupar ninguna de las posiciones relevantes, en comparación con lo que pudo hacer en América Latina y Oriente Próximo. El mayor socio asiático de España era Japón, la tasa del cual en las exportaciones españolas era de un 0,8% en 2002, en las importaciones, un 2,4%. Cada año el intercambio comercial con China también aumentaba. Su tasa en el volumen total del comercio exterior español creció, desde un 0,5% en 1980 hasta un 2,7% en 2004. La estructura de las exportaciones evolucionaba hacia las mercan-cías industriales, en primer lugar, de maquinaria e instalaciones y en las importaciones, los artículos principales fueron los de consumo (textil, ropa, calzado, piel, aparatos eléctricos). El primer convenio entre los dos Gobier-nos (1989) contemplaba la apertura de cinco líneas de crédito mixto para la pequeña y mediana empresa en la industria petroquímica, metalúrgica, textil, alimenticia, de construcción maquinaria y otras, así como la creación de empresas mixtas con la participación española, el peso específico de las cuales, a fines de los años 1990, era casi un 2% de todas las empresas que funcionaban en el territorio de China227.

Al mismo tiempo, la profundización de la colaboración con la región del Sudeste asiático y China ofrece a España en un futuro cercano nuevas perspectivas. Así lo m anifestó Hu Jintao, Presidente de la República Popu-lar China durante su estancia en Madrid en noviembre de 2005. Durante su visita las partes firmaron diez documentos comunes dentro del marco de la creación entre los dos países del denominado marco de comunidad estratégica. Los acuerdos estaban dirigidos a construir una cooperación privilegiada entre Beijing y Madrid en el ámbito político, económico, co-mercial, científico y técnico, y también en el fomento de la presencia en el escenario internacional. Los analistas constataron que en la base de esa cooperación figuraban imperativos económicos evidentes. Entre los docu-mentos firmados, en particular, estaba el convenio sobre la colaboración en la utilización pacífica de la energía nuclear, cinco convenios entre las más grandes compañías españolas “Telefónica”, “Gamesa”, “Indra” y sus socios chinos en una suma que superaba los 900 millones de euros228.227 Испания: траектория модернизации на исходе двадцатого века / Центр иберийских ис-следований ИЛА РАН. М., 2006. С. 261.228 Fanjul E., Molero J. Asia: una nueva frontera para España. Madrid, Ed. Complutense, 2001. P. 142.

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CAPÍTULO III

La colaboración de España con Corea también ha sido una etapa im-portante en la profundización de las relaciones con los países de Asia y el Oceano Pacífico. Las relaciones diplomáticas entre Espa ña y la República de Corea fueron establecidas el 17 de marzo de 1950. Los acuerdos princi-pales, firmados entre ellas, fueron sobre la colaboración científica y técnica (1975), la propiedad industrial (1975), la cooperación cultural (1977), la prevención de la doble recaudación de impuestos y las garantías de las inversiones (1994), así como otro sobre el reconocimiento mutuo de los permisos de conducir (2000).

El número de los contratos de inversiones por parte de España en Corea, desde 1962 hasta 2002, alcanzó la cifra de 34, la suma total de las inversiones fue de 75.135 mil dólares. España realizó sus principales inversiones en los fletes, el turismo, las ventas al por mayor y por menor del cuero. La canti-dad de las inversiones por parte de la República de Corea a España, desde 1968 hasta 2002, fue de 25, alcanzando la suma total de las inversiones los 192 millones de dólares.

Las inversiones directas crecieron a medida que las empresas coreanas empezaron a introducirse activamente en el mercado europeo. Comparando con otros países de la Unión Europea, tales, como Gran Bretaña y Francia, las inversiones directas de España a Corea han sido relativamente pequeñas, aunque se nota su gradual aumento229.

En 2002 el intercambio comercial entre los dos países fue de 1.981 millo-nes de dólares. En ese período España ocupó el 22º puesto en las exporta-ciones de Corea y el 37º en sus importaciones, y la República de Corea tenía el 43º l ugar en las exportaciones de España, y el 16º en sus importaciones.

Las mercancías básicas que Corea exportaba a España fueron los auto-móviles, teléfonos móviles, climatizadores, reproductores de vídeo, frigo-ríficos, neumáticos y fibras sintéticas. Cada año la lista de mercancías iba aumentando. En esa lista figuraban también los mariscos.

La República de Corea exportaba mercancías y servicios por un valor de 1.552 millones de dólares y las importaba en una suma de 429 dólares. En 1998 las exportaciones de Corea a España alcanzaron los 1.501 millones de dólares, y en 1999 el volumen de ellas disminuyó hasta los 1.490 millones

229 Corea: Tradición y modernidad. El 4º Simposio Internacional sobre Corea. El 27 y 28 de noviembre de 2003 / Organiza el Centro Español de Investigaciones Coreanas (CEIC); patrocinan Korea Foundation, Casa Asia, Embajada de la República de Corea (Ojeda A., Hidalgo A. Y., Laurentis E. (coordinadores). Madrid, Ed. Verbum, 2004. P. 209.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

de dólares, pero hoy día se nota la tendencia a un crecimiento constante de las exportaciones. España importa automóviles de tres empresas coreanas, Daewoo, KIA y Hyundai.

Corea importa desde España piezas de automóviles, azulejos, baldosas cerámicas, medicamentos, cueros, pieles, marroquinería, materiales de construcción y etc. En 1994, las importaciones desde España fueron de 691 millones de dólares, en 1995, de 562 millones de dólares, y en 1996 de 698 millones de dólares. No obstante, en 1998 las importaciones disminu-yeron hasta 175 millones de dólares. En 2001 las importaciones fueron de unos 327 millones de dolares y en 2002 aumentaron hasta los 429 millones de dólares230.

Las causas de desproporción de las exportaciones e importaciones se debían a la ausencia de las mercancías atractivas para importar de Corea; las empresas españolas, principalmente, mantenían las relaciones estrechas con los países de Europa y América Latina.

Sin embargo, el Gobier no de España llegó a la conclusión de que si esa si-tuación se mantenía España podía perder un mercado tan importante como Asia, de ahí que en octubre de 2000, el gobierno de España publicó el plan de acciones en Asia y el Océano Pacífico para 2000–2002. El propósito de ese plan era incluir a esa región como principal en el comercio para realizar la política exterior, aumentar las inversiones directas y el peso específico del comercio en el mercado asiático, así como fortalecer la colaboración entre las empresas en la técnica.

Las relaciones comerciales entre la República de Corea y España se de-sarrollaron de forma activa. Aumentaron especialmente las exportaciones de Corea a España.

De esta manera, una de las características de la economía mundial mo-derna es la tendencia a la globalización que obtuvo su máxima expansión en los años 1990 en América del Norte y en Europa, así como en España231. La colaboración del Estado español con Asia y el Océano Pacífico, en par-ticular, con tales países como China y Corea, notablemente se diversificó en las frontera de los siglos XX y XXI.

Analizando la política exterior de España desde 1996 hasta 2004, en las condiciones del nuevo orden mundial en formación, la desaparición de l

230 Ibídem. P. 210.231 Костюнина Г. М. Азиатско-тихоокеанская экономическая интеграция. М., 2002. С. 3.

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CAPÍTULO III

sistema bipolar, la transición de los países desarrollados a la comunidad postindustrial y el crecimiento de los fenómenos de globalización, se puede llegar a las siguientes conclusiones:

— El Partido Popular de España llegó al poder en un país con una de-mocracia desarrollada, con una vida política activa y consiguió la vic-toria con una escasa diferencia de votos. Gracias a los logros de los Gobiernos anteriores, el papel del país ha crecido significativamente. España se ha convertido en un país influyente. El cambio cardinal de la situación geoestratégica favoreció a la adhesión de España a la Alianza Noratlántica, la necesidad de la cual en las nuevas condiciones fue reconocida tanto por el Gobierno como por los diputados de las Cortes Generales, elegidos por el pueblo. La entrada a la estructura militar de la Alianza estaba relacionada con la política del Gobierno para la participación en la creación del sistema común de seguridad y cooperación europeos.

— En esa etapa, los conservadores que gobernaron el país, con su líder Aznar, efectuaron grandes esfuerzos para solucionar los problemas pendientes de política exterior del país, en particular, el problema de Gibraltar, fi-nalmente consolidar para el Estado e incluir en el espacio total europeo los enclaves de Ceuta y Melilla, activar la integración en la región del Mediterráneo, movilizar el proceso de Barcelona y reanimar la regula-ción del problema en el Oriente Próximo. Un aspecto importante de la actividad del PP ha sido una participación más estrecha de España en las Fuerzas Armadas de Reacción Rápida de la UE y las operaciones pacificadoras de la Unión Europea.

— La ambición del Gobierno del Partido Popular, su deseo de ascender a los primeros papeles en la toma de decisiones de los problemas in-ternacionales condujeron a una transformación del curso tradicional de política exterior existente durante la época del PSOE hacia un ma-yor acercamiento con los Estados Unidos, país en el que el PP deseaba contemplar un socio privilegiado.Debido al apoyo de la política de los EEUU y Gran Bretaña con respecto a Irak, la participación en la ope-ración militar en ese país en 2003 supuso una desestabilización de la situación política en el interior del país y la perdida de una parte de los votos. Tras los atentados terroristas en el año 2004, que conmovieron a España, se produjo el fracaso de Aznar y su gabinete en las elecciones y retornó al poder el PSOE.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

— Debe estimarse debidamente el papel de la Administración de Aznar en la integración de España a la Unión Europea. Una política económica y financiera reflexionada, la utilización práctica de los períodos de la presidencia de España en la UE, le permitieron al país convertirse en un miembro de pleno derecho de esa organización, cuya voz empezó a ser escuchada por los demás países europeos.

— La integración de España en la Unión Europea, su transformación en un Estado mundial, le permitieron llegar a un nuevo nivel en las relaciones con los países mediterráneos, desarrollar la colaboración iberoamericana, establecer relaciones económicas ventajosas y el diálogo político con los países de esas regiones.

— El Gobierno español siempre, con entendimiento y apoyo, trató a Rusia, buscó puntos comunes en las posiciones de política exterior y apoyó las reformas del Gobierno de la Federación de Rusia. España, en condiciones de globalización, no pudo no activar sus contactos con los países de Eu-ropa Central y del Este y de Asia y el Océano Pacífico, fundamentalmente en el ámbito de la economía.

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CONCLUSIÓNLa política flexible, que llevó a cabo Franco en los treinta años de post-guerra, ayudó a los franquistas a mantenerse en el poder. Sin embargo, ella no evitó la crisis profunda general de los regímenes de dictadura en Europa (España, Portugal) y no canceló la necesidad de introducción de transformaciones principales, tanto en la política interior de España como en su política exterior. Un factor importante de aceleración de esas trans-formaciones fue, en particular, la victoria de la revolución portuguesa en 1974 y la muerte de Franco en 1975. Después de ello, la administración política de España fue orientada a la realización de una transformación pacífica de las estructuras políticas en España, que dejaron de ser auto-ritarias para convertirse en democráticas. La actividad de los Gobiernos, que se sucedieron consecutivamente en España en aquellos años, fue dirigida a que esos cambios no fuesen acompañados por los trastornos bruscos sociales y políticos, a los que favorecía mucho la restauración de la monarquía en 1975 (la llegada al poder del Rey Juan Carlos I) y la legalización de actividad de los partidos políticos, antes prohibidos. En el tema de política exterior, se intensificó la actividad de la Administración española por alinear el país a las estructuras europeas políticas, militares y económicas.

El primer paso en ese camino, puede ser, ha sido la entrada de España en el Consejo Europeo (1977), lo que significaba el acercamiento de la democracia española a las democracias de Europa Occidental232.

La nueva generación de políticos del inicio de la época postfranquista, pudo llegar al consenso respecto a importantes cuestiones políticas, y la base de ese acuerdo ha sido el documento jurídico, el significado del cual 232 Discurso del Señor J.Mª Aznar, Presidente del Gobierno Español en el Instituto de Relaciones Internacionales de Moscú. El 19 de mayo de 1999. P. 12, 18–19.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

es difícil de sobreestimar, la Constitución de España de 1978, la vigente hasta hoy, que permite a los españoles a vivir juntos, aprovechando todas las libertades233.

El Gobierno de Adolfo Suárez y después de él, el de Leopoldo Calvo Sotelo, formados por llegada al p oder de la UCD, después de las primeras elecciones generales nacionales, intentaron que el país emergiese del aisla-miento político, garantizar al país un lugar digno en la comunidad europea, incluirlo en las estructuras políticas como la OTAN, lo que se pudo conseguir en mayo de 1982. La adhesión de España a las estructuras de la OSCE ha sido una etapa importante en el camino de la integración a la UE, en cuyo comienzo tuvo lugar la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa, de Helsinki, y que finalizó con la firma del Acta Final (1975), así como los fórums internacionales, celebrados para su cumplimiento y el desarrollo de sus decisiones, tales, como la Conferencia en Belgrado (1977) y de Madrid (1980). Los tratados entre España y EEUU favorecieron también la amplia-ción de los contactos internacionales de España (el 24 de enero de 1976 fue firmado el Convenio sobre la amistad y colaboración entre España y los Estados Unidos). En 1975, el Rey Juan Carlos I visitó los Estados Unidos, se normalizaron las relaciones diplomáticas de España con la URSS y otros países de la Europa del Este, se activó su política mediterránea, lo que per-mitió que aumentase el prestigio de Madrid en los fórums internacionales de Europa y en la ONU.

La siguiente etapa en la formación de la política exterior e interior de España fue el período de finalización de la formación y estabilización en el país de las instituciones de la monarquía constitucional. Estuvieron ca-racterizados por la presencia en el poder del Gobierno del PSOE de Felipe González (1982–1996), la siguiente llegada al poder del Gobierno del Partido Popular de José María Aznar (1996–2004), posteriormente, la victoria en nuevas elecciones parlamentarias del PSOE con José Luis Rodríguez Zapate-ro (desde 2004 hasta hoy). En ese tiempo, la integración de España en todo el complejo de las instituciones europeas sociales, económicas, políticas y militares, su transformación en miembro de pleno derecho, activo socio de la OTAN, que ha participado no sólo en los acontecimientos políticos, sino también en los militares de ese bloque. Es de forma especial destacable la participación de España, política y militar en los acontecimientos de la

233 Ibídem.

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CONCLUSIÓN

crisis en los Balcanes, especialmente, en Bosnia y Herzegovina y en Kosovo (desde los mediados de los años 1990).

La situación de política exterior en España en los años 2000 ha eviden-ciado un claro contraste con los tiempos de franquismo, cuando el país se encontraba en un profundo aislamiento internacional. En esa etapa el Gobierno español fue activamente involucrado en las relaciones interna-cionales. Un ejemplo característico del nuevo papel político de España ha sido su participación, junto con Gran Bretaña y otros socios de la OTAN, en la coalición contra Irak, creada por los EEUU (2003).

El Gobierno de España ha prestado, de forma coherente, apoyo moral, político y diplomático a la política de los EEUU y Gran Bretaña en la cuestión iraquí, en la preparación de la acción de fuerzas contra Irak. Con ello, el Gobierno de José María Aznar utilizó la postura de España como miembro no permanente del Consejo de Seguridad en 2003–2004. También conviene destacar que el gobierno de Aznar tomó la decisión de participar en la ope-ración militar contra Irak . A su vez, los Estados Unidos en 2003 incluyeron a ETA en la lista de las organizaciónes terroristas internacionales.

Para el Gobierno de Aznar, el incremento del papel de España en la UE, de la cual es miembro desde el primero de enero de 1986, ha sido una de sus mayores prioridades. En la consecución de ese fin, el Gobierno ha mantenido una línea estricta de modernización y equiparación de las des-proporciones en el desarrollo de la economía. La decisión de la alineación de España al primer grupo de los países de la Unión Económica de Divisas, tomada por la UE en primavera de 1998, fue aceptada por el Gabinete ac-tual de ministros como un gran éxito. El 1 de enero de 1999 España se hizo miembro del grupo de países fundadores de la divisa europea única. Hasta ese momento, el Gobierno de Aznar solucionó el problema de adaptación de la economía nacional al euro. Desde 1 de enero de 2002 el país ha pasado al euro en efectivo.

Todos esos eventos han sido el testimonio más destacado de los cambios profundos que han tenido lugar en la economía española desde mediados de los años 1970 hasta los principios del siglo XXI. Encontrándose retra-sada, en su nivel de desarrollo económico con respecto a los principales países industrailizados de la UE (Alemania, Inglaterra, Francia), España ha intensificado sus esfuerzos en el escenario político.

La política tradicional de participación de España en la política de la Alianza Noratlántica y la UE se plasmó a través de la realización de sus

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

contactos con los países mediterráneos, el desarrollo del diálogo eurome-diterráneo, dedicado a atraer la atención de la Unión Europea a esa región, que era prioritaria para España, debido a su situación geográfica. El proceso de Barcelona es un ejemplo de cómo España ha sido iniciadora y partici-pante activa de las negociaciones con los Estados de la región. La política mediterránea de España en esos años empezó a desempeñar un papel más influyente en la comunidad europea en general.

De esa manera, muchos aspectos de la política mediterránea de Madrid se extendieron más allá del marco de los intereses de la política exterior del país. Los círculos dirigentes de España se manifestaron a favor de que los problemas complicados del Mediterráneo estuviesen más vinculados a los problemas de seguridad en esa región. La parte española fue organi-zadora de la celebración de acontecimientos internacionales, dedicados al estudio y diseño de las medidas necesarias para mejorar la situación en el Mediterráneo. Tuvo que enfrentarse con dificultades, en el marco de esa colaboración, relacionadas con razones objetivas históricas. Era, ante todo, la heterogeneidad y el mosaico que constituyen los países del Mediterráneo, cuestiones de bienestar político y económico de los Estados participantes en el proceso.

La Administración de España deseaba conferir un empuje al llamado proceso euromediterráneo con el propósito de fomentar las posiciones en el Mediterráneo Sur y Sudeste, iniciando la celebración de las cumbres de los países-participantes del proceso de Barcelona.

Los éxitos en el desarrollo económico de España, la empujaban no sólo a integrarse en las estructuras europeas, sino a la más activa utilización de nuevas oportunidades que se abrían en el Este de Europa, en los Estados del espacio anteriormente soviético, los Estados de los Balcanes. Esa es la línea de la política exterior española que, en gran parte, es bastante nueva y reviste gran interés desde el punto de vista de investigación y de práctica.

En los años 1990, España apoyó de forma activa la acción militar de la OTAN en Kosovo. La acción fue interpretada por la administración española como “caso excepcional” de la aplicación de la fuerza, debida a la “nece-sidad moral” y se disculpó por ella alegando el “derecho a la intervención humanitaria”. Un 90% de los parlamentarios españoles apoyó, en esos años, la participación militar española en el incidente. Tal posición de España le daba más peso a los ojos de la OTAN a la hora de realizar la política europea de Alianza.

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CONCLUSIÓN

En general, España se mostró precavida en la cuestión de la expan-sión de la Unión Europea a los países de la Europa del Este, puesto que los consideraba competidores potenciales en la recepción de las subvenciones de los diferentes fondos de la Unión Europea. Al mismo tiempo, consciente de su propia experiencia de ingreso a la UE, España consideraba que la pertenencia a la Unión, aportaría a los países de Europa del Este beneficios sustantivos en el ámbito del fomento de sus instituciones democráticas y permitiría aumentar su papel en los asuntos internacionales.

El nuevo Gobierno del PSOE aprobó la ampliación de la UE, que se produjo el 1 de mayo de 2004, y consideraba que era un paso significativo hacia la creación de una Europa democrática, estable y próspera.

Sin embargo, estimando las perspectivas de los procesos de integra-ción en la Unión, España consideraba que el período de 2003 y 2004 im-plicaría para el país más pérdidas económicas que ventajas, dado que el país perdería una parte sustantiva de las donaciones. Junto con ello, el Gobierno de los socialistas contaba con el crecimiento de la actividad de inversiones del negocio español en el espacio de futuro de los mer-cados económicos de los nuevos países miembros de la UE, así como en la expansión de la interacción comercial y económica con Polonia, Hungría y Chequia.

En el referendum, celebrado en febrero de 2005 en España, sobre la ratificación de la Constitución de la Unión Europea, la mayoría de los votos, un 76,7%, fueron a favor. Ese fue el resultado que habían vaticinado los sociólogos y politólogos. Porque desde el momento de la entrada a la Unión Europea en 1986, el nivel de vida en España aumentó notablemente, no sólo gracias a las concesiones recibidas de los presupuestos europeos comunes.

La Administración española intentó recuperar todo aquello que se perdió en las posiciones internacionales del país en los largos años de su aislamiento político durante el franquismo. Se percibían importantes recursos nuevos en la activación de la política europea de Este del país. Para todo ello, se aprovecharon debidamente los contactos antiguos, que Madrid renovó, en los decenios anteriores, con Rusia y otros países del espacio anteriormente soviético.

Abel Matutes, ministro de Exteriores, afirmó que las “situaciones extre-mas” de los dos países (Rusia y España — nota de la autora), en los frentes

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

del espacio europeo crean mucho en común en la decisión de los problemas de economía, planteados ante ellos”234.

Madrid evaluó positivamente la experiencia de cooperación de la OTAN y Rusia de inicios de los años 2000 en los ámbitos del fomento de la seguridad europea y la oposición a la amenaza de terrorismo. Una meta prioritaria para la parte rusa y la española fue el aumento de la dinámica positiva del diálogo político ruso-hispano.

Influyó también positivamente en la activa política económica de España en América Latina el nivel de confianza de los socios latinoamericanos con respecto a la política exterior de Madrid. Los países iberoamericanos empe-zaron a invitar con mayor frecuencia a España en las conversaciones para un amplio conjunto de temas, subrayando de esa manera el papel especial que estaba invocada a desempeñar España en esa región.

El desarrollo de las relaciones entre España y los países de América La-tina avanzó de forma mutuamente beneficiosa en muchos sectores. España promocionó a los países de América Latina en la esfera de intereses de la UE. De esta manera, gracias a la mediación de España, se pudo firmar el tratado sobre la colaboración entre la UE, el Mercosur, y la UE y México, y luego la firma de los convenios sobre la creación de las zonas del libre comercio con esas regiones, organizar una serie de encuentros de alto nivel de los jefes de Estado de los Gobiernos de los países miembros de la UE e Iberoamérica.

Las compañías españolas, interesadas en el amplio mercado de los países latinoamericanos, se integraron con éxito en las estructuras de mercado, y no para recibir rápidamente beneficios, sino para establecer relaciones mutuamente provechosas.

Madrid influyó en los países hispanohablantes de esa región en el estable-cimiento de la democracia, el parlamentarismo y el desarrollo de economía. Por otra parte, ello estaba también condicionado por la necesidad de una lucha conjunta contra el terrorismo, el narcotráfico y el comercio ilegal de armas. Fueron precisamente esos ámbitos de cooperación los que se discutieron durante los encuentros iberoamericanos de alto nivel, anuales y que se iniciaron en 1991 (Guadalajara, México).

Entre los años 1980 y 1990 en Oriente Próximo, la política de Madrid estuvo orientada a la búsqueda de soluciones de los problemas en la región y 234 Matutes A. J. Discursos y declaraciones del Ministro de Asuntos Exteriores, Don Abel Matutes Juan, 1998, Madrid, MAE. Oficina de Información Diplomática, 1998.

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CONCLUSIÓN

al incremento de su presencia allí, pensando en el futuro ulterior al período del enfrentamiento.

La postura oficial de España respecto al problema de la regulación en Oriente Próximo en los años 2000 consistía en que, vistas las condicio-nes, era imposible convertir la situación en un proceso de negociaciones y encontrar una solución de compromiso del problema. Aznar expresó su apoyo activo a la idea de realizar el plan “Hoja de Ruta”, diseñado por los mediadores internacionales, contemplando en él el mejor medio para estabilizar la situación.

A fines del siglo XX e inicios del XXI, el mundo comprendió el hecho de que la región de Asia y del Océano Pacífico iba a desempeñar un gran papel en la vida económica del planeta235. España compartió en su política exterior ese mismo punto de vista, desarrolló y profundizó paulatinamente sus relaciones políticas y económicas con esa región.

La estrategia de la política exterior de los socialistas españoles y de su líder, José Luis Rodríguez Zapatero, difería de la de los conservadores es-pañoles. Sin embargo, la nueva Administración española continuó mante-niendo una cooperación equilibrada entre Madrid y los EEUU y los países europeos. Conservando la continuidad de los métodos de política exterior, el Gobierno del PSOE consideraba a la OTAN un elemento básico en el ámbito de la seguridad euroatlántica. Zapatero se manifestó en favor del mantenimiento del papel líder de la ONU en los asuntos mundiales en calidad de mecanismo eficaz multilateral en la solución de los problemas globales y regionales claves.

España, tradicionalmente, ha exigido el aumento de la eficacia de la ONU, considerando a esa organización como un instituto de fomento de la estabilidad mundial general en la época postrerior a las confrontaciones; el Gobierno del país señalaba la necesidad de una ulterior adaptación de esa organización a la realidad moderna con orientación a su papel creciente en los asuntos internacionales, principalmente, en la línea pacificadora. La administración española enfocó siempre con muchas reservas las ideas de transformación del Consejo de Seguridad de la ONU. España fue miembro no permanente en el período de 2003 y 2004 y ocupaba el noveno lugar por el tamaño de los ingresos en el presupuesto de la OMP de la ONU con una cuota de un 2,52% en 2004–2006.

235 Современные международные отношения и мировая политика. М., 2004. С.598.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

Un aspecto importante en las relaciones entre Rusia y España, tras la llegada al poder del PSOE de Zapatero, fue el hecho de que Moscú empezó a respaldar la propuesta de España de creación de una Alianza de Civiliza-ciones. “Un proyecto importante para invocar retirar el fundamento de los extremistas y crear las bases para la prosperidad de la Humanidad”, según la opinión de Serguéi Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores de Rusia.

Determinadas acciones de España en el escenario internacional, em-prendidas por ella en 2006, fueron una muestra de los nuevos métodos de la política exterior del Estado español.

En resumen, conviene señalar que, de hecho, dentro del contexto de los grandes países europeos, desde el punto de vista de los indicadores del desarrollo económico de España, las bases del cual fueron creadas por el Gobierno de los conservadores de Aznar, permiten al PSOE mantener con mayor seguridad la mano en el pulso de la vida social y económica del país, permitir posicionar a España en calidad de uno de los líderes de la Unión Europea e, incluso, como un gran Estado del mundo ( por ejemplo, su lucha por entrar en el G-8). El PSOE, principalmente, mantiene la línea tradicional en la política exterior, a excepción de la cuestión del exceso de adaptación al vector de la OTAN, algo que se percibió de forma notoria en tiempos de José María Aznar.

Tal y como subrayaron en más de una ocasión los anteriores ministros de Asuntos Exteriores de España, Abel Matutes y Josep Piqué, en España la continuidad de la política exterior está garantizada. Así, Abel Matutes constató que España tiene constantes internacionales que exigen su cum-plimiento independientemente de cualquier cambio que pueda tener lugar en el seno de un país dentro del sistema democrático236. Por su parte, Piqué, refiriéndose a la definición del concepto de la política exterior de España, confirmaba que en su base debe estar el consenso de las fuerzas políticas principales, porque justamente en esa base se puede conservar la sucesión y la constancia de los intereses del país. La política exterior de España, en los últimos 25 años de la existencia de la monarquía parlamentaria, se ha ej ecutado en el marco de ese principio. También ha contribuido a la con-tinuidad de la política exterior del país el papel desempeñado por el Rey Juan Carlos I237.236 Matutes A. Discurso del Ministro de Asuntos Exteriores.237 Nuevas fronteras de la Política Exterior de España. Conferencia del Sr. Ministro en el Club “Siglo XXI” Madrid, el 18 de diciembre de 2000.

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CONCLUSIÓN

En conjunto, durante los años de su Gobierno, se puede atribuir al PSOE de Zapatero éxitos notables en la economía, tendencias de estabilización de la situación social, y también logros en la política exterior que favore-cen el crecimiento de prestigio de España en el sistema de las relaciones internacionales238.

La complicación de la situación política en el país, condicionada por las discrepancias en la sociedad española respecto a la política exterior de Aznar hacia Irak, confirmó la relación estrecha que existe entre la política exterior y la interior en España. No cabe ninguna duda, que una de las causas del fracaso del Partido Popular en las elecciones en marzo de 2004, fue el rechazo del electorado de la participación de España en la operación en Irak. Los críticos del Partido Popular percibieron que ese partido se alejó de la mayor parte de la sociedad española. Y ahora, al realizar la nueva política exterior, incluida la cuestión sobre Irak, es necesario emprender un intento de restablecer ese consenso, en cualquier caso, contar más con los intereses de la opinión pública del país.

Si el entorno de Aznar denominó el período, iniciado en 2003, cuando España apoyó la guerra en Irak, al entrar en la unión militar con los Esta-dos Unidos y Gran Bretaña como época de una “nueva Europa”, mientras Francia y la RFA, dentro de la UE, junto con Rusia compusieron la coalición antimilitar, con el Gobierno de Zapatero, ahora “España ha vuelto a Europa”. Según las palabras del ministro de Defensa, Bono, España va a intentar a devolver la práctica de la toma de decisiones por las cuestiones más im-portantes internacionales al amparo de la ONU y restablecer relaciones normales con la Unión Europea239. En otras palabras, pasado algo más de un año después del inicio de la operación militar, el nuevo poder del país apostó por un distanciamiento de las correspondientes directrices de los Estados Unidos y Gran Bretaña, junto con su acercamiento a las posiciones franco-alemanas.

En la radical transformación de la política de Madrid con respecto a Irak, aparte de asuntos políticos internos, se percibió el deseo del nuevo líder español Zapatero de debutar con éxi to en el escenario internacional, anunciando que España era jugador independiente en los asuntos mundiales, libre de las obligaciones de la política exterior de la administración anterior. 238 Аникеева Н. Е. Испания: основные векторы политического развития// Год планеты: эконо-мика, политика, безопасность. М.,2006. С.291.239 El País. El 7 de mayo de 2004.

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Política exterior de España en los siglos XX y XXI

Zapatero utilizó el cambio de la posición por Irak tanto para “restaurar los puentes” con París y Berlín, como para que aumentase el prestigio de Es-paña en el mundo árabe y en América Latina, quebrado por la inclinación proestadounidense de Aznar.

Sin embargo, teniendo en cuenta todo lo expuesto anteriormente, se puede concluir que existía una disparidad de interes político en los círculos dirigentes de España respecto a su política exterior durante todo el período de la democracia consolidada que fue condicionada por el cambio de los Gobiernos en el poder. En particular, por la cuestión de las relaciones de España con la Alianza Noratlántica, el Gobierno de Adolfo Suárez, líder de la UCD, trató de forma comedida el problema de la alineación de España en la OTAN. España se hizo miembro de esa organización con el gobierno de la UCD con el presidente Calvo Sotelo. Luego el PSOE y, después, el PP optaron por la integración completa de España en las estructuras euroatlánticas. La diferencia entre la política del PSOE y el PP en los años 1980–1990 consis-tió en que los socialistas solían seguir al atlantismo en menor medida en la política exterior, mientras que el PP, al contrario, intentaba fomentar la cooperación con Washington. En lo que respecta a la integración europea, todos los Gobiernos en el poder del período investigado evidenciaron res-pecto a ese problema, un consenso político. No hubo discrepancias serias en los puntos de vista del PSOE y el PP con respecto a la UE.

Sin duda alguna, la coyuntura internacional influía en la política exterior de España. Por eso, el período de la descomposición del sistema bipolar y el fin de la “guerra fría” que lo acompañó a fines de los años 80, y también la cuestión de la construcción europea (Maastricht, 1993), fueron el catalizador incondicional de la actividad de España en las relaciones internacionales de principios de los años 90. Otro momento importante que influyó en la política exterior española, fueron los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 en los EEUU, así como el atentado terrorista en marzo de 2004 en Madrid. Como resultado, España entró en la lucha con el terrorismo in-ternacional y presentó el programa “Alianza de Civilizaciones”, iniciativa conjunta de España y Turquía, orientada a fomentar las relaciones entre Occidente y el Oriente musulmán, así como a contribuir a la lucha con el extremismo islámico.

En lo que respecta a las constantes de la política exterior de España en los treinta años del postfranquismo, el análisis de las líneas principales de su actividad de política exterior desde mediados de los años 70 hasta hoy,

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CONCLUSIÓN

confirma que España se ha mantenido permanente. Convendría destacar los siguientes vectores, como las relaciones de España con la UE, con la OTAN; también las líneas regionales, a saber, España y Estados Unidos, España y América Latina, España y el Mediterráneo, España y Oriente Próximo, Es-paña y Rusia, España y Europa del Este, y en los últimos tiempos, España y Asia y Océano Pacífico. No obstante, el peso específico de esos vectores y su importancia en el sistema de prioridades de la política exterior de España du-rante el período investigado han experimentado algunas transformaciones.

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Fotos del archivo personal amablemente concedidos por el Embajador Extraordinario y Plenipotenciario Dr. Yuri Dubinin: Con Felipe González en La Moncloa en 1982; Con Adolfo Suárez en 1981; Con S. M. el Rey D. Juan Carlos I y S. M. la Reina Dña. Sofia en 1978.

Política exterior de España en los siglos XX y XXI

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Подписано в печать 01.02.2011.Формат 60×841/16. Усл.печ. л. 12,1. Уч.-изд. л. 11,6.

Тираж 100. Заказ № 45

Издательство «МГИМО–Университет»119454, Москва, пр. Вернадского, 76

Отпечатано в отделе оперативной полиграфии и множительной техники МГИМО (У) МИД России

119218, Москва, ул. Новочеремушкинская, 26

Traducido al español porBeliakova E. V.

Redactora de la ediciónFituni T. A.

Redactores de la traduccíonM. Pádin Álvarez, R. Martínez

Diseño de la portada y composicion Tumánova A. S.

Política exterior de España

en los siglos XX y XXI

Natalya E. Anikéeva

научное издание

монография

monografía