periodistas liberales del siglo xix

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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA ------ p~ RIO D J ~ TA~ LI Q~ RA L [~ D~L SIGLO XIX FELIPE PEREZ, SANTIAGO PEREZ, TOMASCUEI\.iCA, FELIPE ZAPATA y FIDEL CANO

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BIBLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA------

p ~ R I O D J ~ T A ~ L I Q~ R A L [~D~L SIGLO XIX

FELIPE PEREZ, SANTIAGO PEREZ, TOMASCUEI\.iCA,FELIPE ZAPATA y FIDEL CANO

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:¡ImLIOTECA ALDEANA DE COLOMBIA

(Felipe Pérez, Santiago Pérez, Tomás Cuenca, FelipeZapata, y Fidel Cano).

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Selección Samper Ortega de Literatura Colombiana :::

publicación del miniterlo de Educación Nacional

EDITORIAL MINEBV A, S. A.

Bogotá - C9lombia

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FELIPE PEREZ

Las grandes figuras que enaltecieron al partido li-beral colombiano en la segunda mitad del siglo pasa-do perman~cen en oscuridad. Vencidas y proscritasdel gobierno, las inteligencias de la siguiente gene-ración se aplicaron al comercio y a la industria, pa-ra ganarse la vida, alejadas de las actividades inte-lectuales que, si bien reportaban gloria, no se com-padecían con la ardua lucha por la subsistencia.Entretanto, el partido vencedor estudiaba y editabalos escritos de sus letrados; y así se explica, para citarun caso ilustrativo, que se hubieran reimpreso las"Memorias histórico-políticas" de Posada Gutiérrez,libro magnífico por cierto, y en cambio permanezcaolvidada la "Geografía física y política de los EstadosUnidos de Colombia", obra única y fundamental, silas hay, para el cabal conocimiento de nuestro país.Lo dicho no envuelve censura alguna al partido con-servador: muy al contrario, en nuestra calidad de co-lombianos le agradecemos su eficaz difusión de una[larte de nuestra cultura; sino que es de lamentarselue de la otra por.cién,igualmente valiosa, no haya-nos podido disfrutar los colombianos de 1936.

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Lo que sabemos de los patricios Y letrados libe-rales se debe en su mayor parte a unos pocos eru-ditos contemporáneosde ese partido, entre los cualessobresale D. Laureano García Ortiz, quien realizóuna labor valiosa de vulgarización desde las pá-ginas de "El Liberal ilustrado", revista hebdomadariatan pequeña y modesta en su apariencia como útily perdurable por su denso y ponderado contenido.A ella es, pues, forzoso acudir, cuando se requiereinformación sobre íos próceres del liberalismo; aun-que, para ser justos, debe reconocerse también a D.Jorge Roa, editor de la "Biblioteca Popular", la par-te que él tuvo en esa enseñanza..

Nosotros hemos querido reunir en este volumena los grandes periodistas liberales Felipe y SantiagoPérez, Tomás Cuenca, Felipe Zapata y Fidel Cano,maestros de colombianismoy de ecuanimidad, a la vezque de puro liberalismo, no contaminado de flaque-zas ni de negociaciones oon grupos más o menospróximos, pero que se salen de la órbita de sus doc-trinas. Las páginas que en este pequeño libro ofre-cemos a nuestros lectores les mostrarán cómo pen-saban y sentían los problemas comunes los hombresde una colectividad que expresó el mejor y másnoble de sus programas en esta sola frase: "La patriapor encima de los partidos". ¡Si! La patria por enci-ma de todo otro sentimiento, de toda ambición y con-veniencia; y si la práctica de esta hermosa regla deconducta ha de llevarnos de nuevo al ostracismo,bienvenido sea: lo único fundamental es saber ser

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\co..lombianoscon toda el alma y con perfecta pureza.InSpirándonos en la conocida frase de don José Félixde ~estrepo relativa a la justicia, quisiéramos que elliber'alismo de hoy prefiriese el derrumbe de todassus a1nbiciones a ceder un solo punto en su doctrinade amor a la patria por encima del amor a sí mismo;a una ,patria que su ecuanimidad debe hacer igual-mente amable para todos.

Aquélla de mediados del siglo último sí que erauna prez,isapolítica en el verdadero y noble sentidode la palabra: por 10 general, un solo hombre o un es-cogido grupo de caballeros redactaba la totalidaddel periódico, de fecha a cruz, sin perder de vista niel decoro" ni las conveniencias nacionales, ni el de-recho de cada ciudadano a ser tratado como hombrehonrado mientras no existiesen en su contra pruebasevidentes e incontrovertibles. Ni la especie insidiosay velada, ni el innoble gracejo de mal gusto, ni mu-cho menos los carteles de anuncio de un diario O

sus truncos títulos a triple columna, fueron armasusadas a mansalva contra la honra ajena. Para serperiodista eran necesarias de toda necesidad la cul-tura y la hidalguía: los descastados, los que no sa-bían medrar engrandeciéndose, sino empequeñecien-do a los mejores; los comunistas de la inteligencia,en una palabra, que, conscientes de su incapacidadpara subir, intentan nivelar a los hombres por lo ba-jo, esos no pisaron jamás las redacciones de "El Tiem-po", "El Neo-Granadino" o "Et Men~ajero", para-ellos estaban reservados los indecorosos papeluchos

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similares de "El Alacrán". El elogio o la censurapreviamente meditados y'comprobados, de un perió-dico de entonces, eran estúnulo o cas1¡igosuñciertes,pues el público tenía la seg'uf'idad de que, ant~s deir a las cajas, los escritos habían sido leídos, releídos,meditados y enmendados por Manuel Ancízar, Ma-nuel Murillo Toro, Felipe Pérez, Januario Salgar,Próspero Pereira Gamba, Felipe Zapata o SalvadorCamacho Roldánj por José Joaquín Ortiz, Vicente Cárnenas, Carlos 1I.1:arti..'1ez Silva, Rafael M. Mf)rchán oMiguel Antonio Caro.

"Cuando todo esto pase, -decía Jorge Roa con pa-labras que conservan completa actualidad- cuando elsoplo restaurador de la libertad barra y sepulte parasiempre en el osario de las desdichas que fueron,la capa ya densa de apocamiento y de ruindad quecubre el espíritu nacional; cuando la mediocridad,triunfante en toda la línea, vuelva al nivel de la nadade donde no debió salir, y desaparezcan las mezquinaspasiones de hoy, y haya justicia en las almas y se es-criba la historia de Colombia, la figura de D. FELIPEPEREZ ocupará ancho espacio entre la pléyade denuestros grandes repúblicos."

Nació este vástago de D. Felipe Pérez Archila ydoña Rosa de Manos Albas del Castillo, en Sotaquirá,el 8 de septiembre de 1836 y falleció en Bogotá el 26de febrero de 1891.

Desde muy tem.prana edad se manifestaron en éllas aficiones literarias, pues a los 14 años escribi6 susprimeras poesías. A los 16, después de haber cursado

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estudios secundarios en el Colegio Mayor de NuestraSeñora del Rosario, recibió' el grado de doctor en ju-risprudencia e:uel Colegio del Espíritu Santo, que re-gentaba D. Lorenzo ~ra Lleras .

.En1852visitó al Ecuador, Perú, Bolivia y Chile, co-mo secretario d'e la Legación encomendada a D. Ma-nuel Ancízar. Su libro "Análisis Político, social y eco-nómico de la República del Ecuador", así como susnovelas "Atahualpa", "Huayna Capac", "Los Pi~arros'"Gilma" y "Tupac Amarú" fueron escritos durantesu permanencia en los países del sur y en el año si-guiente a su regreso a la patria.

En 1853,cuando contaba apenas 17 años, desempeñóla gobernación de la provincia de Zipaquirá. A las ór-denes del general Herrán militó contra Melo y se hallóen los combates de Bosa y Tres EsqlÚnaS,y en la tomade Bogotá el4 de diciembre de 1854.

En abril del 55 contrajo matrimonio con una hija desu maestro, el Dr. Lorenzo María Lleras, y sucedió aD. José María Samper y.al Dr. Murillo Toro en la re-dacción de "El Tiempo". En 1858 fundó "La Bibliotecade Señoritas", y en 1862publicó sus "Anales de la revo-lución de 1860";libro del que no apareció sino el pri-mer tomo. A este libro siguió su célebre monografíasobre "El doctrinarismo y la autoridad". Luego viajóa Europa, donde editó su magna "Geografía de Colom-bia". Antes de este viaje había concurrido a la Asam-blea Constituyente del Estado de Boyacá y ser-vido las secretarías de Hacienda y Tesoro. A su re-gréso al país, ejerció la presidencia del Estado de

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Boyacá (1869 - 71), mas fue depuesto por unarevolución local que promovieron sus mismos co-partidarios. Pero "el Dr, Pérez -escribe JorgeRoa- no se marcha a su casa a descansar de la derro-ta, nó; la conciencia de su derecho, cuya voz era im-periosa en su espíritu varonil, lo retiene y lo anima aluchar. En vano sus amigos le disuaden de su empeñode reconquiskir el mando.A los consejos que le dan, con-testa, según el decir de uno de sus biógrafos: Vine aTfu.ja pm.' el ramino público y por él debo regresar.Falto de armas, de dinero y de todo, rehácese mal quebien, reúne un puñado de ejército, presenta a sus ene-migos nueva batalla, y saca avante la bandera de la le-gitimidad. Fue entonces cuando el congreso lo hizo,a él, hombre civil por excelencia, general de la Repúbli-ca, y fue también en aquella ocasión en que un juris-consulto derrotó a 13 generales, cuando Rojas Garridopronunció esta célebre frase: Nosotros hemos expedidouna ley que suprime los grados militares, y FelipePérez le ha puesto el ejecútese".

Mas una vez restablecido el Dr. Pérez en el poder,

renunció el cargo.Como secretario del Tesoro, mediante el convenio

Pérez-O'Leary, logró reducir nuestra deuda exte-rior, de treinta a diez millones.

En 1877 sirvió la secretaría de guerra y marina, ydos años después fue elegido primer designado para laPresidencia de la República. Por este mismo tiem-po (1877) comenzó a dirigir "El Relator", diario cé-lebre .en la historia de nuestro periodismo. En la gue-

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rra de 1885 acudió de nuevo a los campamentos.La parte principal de su producción como periodis-

ta se encuentra en "El Relator" ya citado y en "ElTiempo"; mas también colaboró en "Los Debates",~'EIComercio", "El Diario de Cundinamarca", "La Opi-nión", "El Mosaico", "La Biblioteca de Señoritas" y'''Los Anales de Instrucción Pública".

Le debemos las novelas "Los Gigant-es", Estela","Imina", "Sara", "El Caballero de la Barba Negra","La Tumba Milagrosa", El Caballero de Rauzan","La muerte del Gato", "Los dos Juanes", "El Pro-fesor de Gotinga", "Isabel", "Carlota Corday", "Sa-muel Belibeth", "El Bosquecillo de álamos", y"Los pecados sociales", así como los drámas "Gon-zalo Pizarro", "Las tres reinas", y algunas co-medias. Pero hay que reconocer que en ninguno deestos dos géneros alcanzó el Sr. Pérez celebridad. Laque justamente rodea su nombre se debe a sus mag-níficos editoriales en "El Relator" y en "El Tiempo"ya su "Geografía física y política de los Estados Uni-d.os de Colombia", obra excelente a cuyo lado pesanpoco la "Geografía General del Nuevo Mundo" y el"Compendio de geografía elemental aplicada y pron-tuario del Atlas Colombiano", así como sus versos,bastante correctos en la forma pero de escasa inspira-ción.

El Felipe Pérez que ha pasado a la historia es, comoautor, el de la geografía; como liberal, el periodista; ycomo hoIllbre, elpatriQtasin desmayos yel ciudadanode Vida-ejemplar.

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***Su hermano D. SANTIAGO, presidente que fua

de la República de 1874a 1876,era seis años mayor, co-mo que había nacido en Zipaquirá en 1830 (23 demayo).

Un grupo de estudiantes del Colegio de San Bar-tolomé estableció con el nombre de "Escuela Republi-cana", cierta sociedad que tenía por objeto veriíicarreuniones públicas en que se pronunciaban discursossobre puntos de actualidad. A este gimnasio oratorio,que se reunía en el salón de Grados, acudían a ensa-yar sus fuerzas muchos d.elos jóvenes nacidos en los20 años anteriores, Y que en los 40 siguientes habríande figurar honrosamente (in la política y en la litera-tura colombianas; allí debutaron, para usar una pa-labra de moda, entre otros muchos, Aníbal Galindo,Camilo Antonio Echeverri, José María Samper, Fran-cisco Eustaquio Alvarez, José María Rojas Garrido,los tres hermanos Pereira Gamba, Tomás Cuenca,Januario Salgar, Eustorgio Salgar y Santiago Pérez,quienes se hacían aplaudir de una selecta concurren-cia femenina que en realidad no tenía otra diversiónpública importante sino esta de ir a escuchar a losgólgotas, nombre con que se designaba a una fraccióndel partido liberal, que no dejaba caer de la memoria,en todo discurso solemne, las alusiones al Mártirdel Gólgota.

En competencia con la "Escuela Republicana", los

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jóvenes conservadores establecieron a su vez la "So.ciedad Filotémica", cuyo objeto primordial era tam.bién el de pronunciar discursos. En ella sobresalíanCarlos Holguín, José María Pinzón Rico, Joaquín F.VéIéz, Emilio Macías Escobar y Juan Eiteban Zama-rra, cuyos discursos eran tan vehementes como losde D. José María Samper, orador el más distinguidodel bando opuesto.

Mas el austero D. Santiago Pérez, cuya sencillez,modestia y equilibrio eran proverbiales desde su ju-ventud, abandonó bien pronto aquellas actividadesespectaculares, para entregarse a otras, mucho másfructuosas que, desde entonces, fueron el eje de su vi-da: las del magisterio. En efecto, en 1857abrió en Bo-gotá, en asocio de sus hermanos Rafael y Felipe, el"Colegio de Pérez Hermanos", de perdurable memoria.Los tres hermanos Pérez se habían educado, comoatrás queda dicho, en el Colegio del Espíritu Santo,dirigido por D. Lorenzo María Lleras. Allí mismo co-menzó a regentar D. Santiago, a los 18 años de edad,sus primeras cátedras: enseñaba la lengua y litera-tura españolas, y como resultado de esa enseñanzapudo publicar más adelante su "Gramática filosóficadel idioma español".

"Santiago Pérez -escribe Héctor F. Varela- revelósu genio poético en una ocasión no menos solemne(se refiere el Sr. Varela a la aparición de Zorrilla,como poeta, en los funerales de Larra). Celebrába3een Bogotá el 20 de julio de 1849 el aniversario de laIndependencia. Una multitud entusiasta TOdeaba al

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presidente de la República, al Washington colombia-no, general José Hilario López y a los grandes cuer-pos del estado. Hombres de mérito habían ya recorda-do en frases elocuentes, a los héroes y mártires denuestra historia, cuando el Dr. Lleras pidió permisopara que uno de sus alumnos leyera la composiciónque había ya recitado ese mismo día en el ColegiodelEspíritu Santo. Apareció entonces un jovencito, pá-lido, nada robusto, que temblaba de emoción. Empe-zó a leer:

Numen, y voz, y verso, Y armonía,tuviera yo para cantar sus nombres,y decir sus virtudes a los hombres,por que conmigo diéranles loor.Pero gigantes ellos, yo pigmeo;y tan baja mi mente, ¡ellos tan grandes!¡Colosos sostenidos por los Andes,y del águila hermanos y el condor!

"Mil aplausos interrumpieron al joven poeta; puessi los versos parecían mediocres, las ideas y las imá-genes eran grandes, robustas, propias para herir laimaginaciónpopular."

En el año de 1852D. Santiago formó parte de la Co-misión corográfica, y como miembro de ella recorrióel sur de la república. Ese el origen de su libro "Apun-tes de viaje", en el cual sobresalen sus descripcionesdel Chocó.

En 1865abandonó el Sr. Pérez sus labores docentespara acompañar al Dr. Murillo Toro en la secretaría

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o ministerio de lo interior. Pero al iniciarse la admi-nistración siguiente, la del general Mosquera, esen.cialmente militar y autoritaria, Pérez se dedicó a com-batirla en asocio de Tomás Cuenca y de Felipe Zapa-ta desde el periódico "El Mensajero", hasta que, en1867,Mosquera se proclamó dictador e hizo apresar alos directores ~el periódico oposicionista.

En las administraciones siguientes, las de Acosta,Gutiérrez y Salgar, D. Santiago concurrió al senado,desempeñó nuestra legación en Washington y fue di.rector general de instrucción pública. En 1869 y en1871, se le postuló para la presidencia de la Repúbli.ca; pero en ambas ocasiones renunció su candidatura;al fin tuvo que aceptar en el período 1874-76.

Al subir al solio presidencial D. Santiago tenía 44años. He aquí la descripción que de su persona hace elmencionado Sr. Varela: "Es de cuerpo pequeño, ojosnegros, espesa bar.ba, pálida y distinguida fisonomía,continente modesto y reposado. Habla poco y bien.Es inclinado a las chanzas ligeras y al sarcasmo. Esa un tiempo, como hemos visto, gran poeta (aunquehoy no le plazca que le recuerden sus ensayos), es-critor galano y orador elocuente. Es amante de la vidade familia: su conducta como esposo y padre es ejem-plar. Nunca ha cortejado la popularidad ni buscadolas ovaciones".

Al abandonar la presidencia, D. Santiago regresóa sus labores educativas, y en 1880 redactó "La De-fensa". En 1893fue desterrado d@lpaís por su oposi-ción al régimen entonces imperante, y falleció el! Pa-rís el 5 de agosto de 1900.

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D. Santiago Pérez conquistó su fama de periodis-ta y pudo ejercer una grande influencia sobre sus con-temporáneos, en las columnas de "El Tiempo", "ElMensajero" , "La Defensa", "La América" y "El Re-lator", aunque también se encuentra colaboración su-ya en· algunos otros periódicos políticos o literarios.Le interesaban especialmente los temas económicoslos cuales, con una gran claridad de exposici6n, logra-ba hacer asequibles al grueso público.

¿Cuáles fueron las razones que acreditaron a San-tiago Pérez de conductor insuperable, de guía inte-lectual de su partido? Que lo diga Guille..""mo Camacho,periodista conservador, y cuyo elogio, por esta razón,.es de indiscutible valor:

"El periódico antiguo de dos modestas hojas erael centinela uniformado de un partido. Marcaba unrumbo y representaba una conciencia. La doctrinay la literatura 10 eran todo; se vivía en plena cuestiónpolítica; la información, el hecho, la noticia, apenasasomaban la cabeza en pocas líneas.

"Don Santiago (como se le decía familiarmente)pertenecía a la vieja guardia, y dentro de ese marcohay que juzgarlo; él, como Miguel Antonio Caro, Car-los Martínez Silva y Fidel Cano, para citar sólo lascumbres , no fueron empresarios sino apóstoles, bur-graves de la prensa.

"Periodista de ilustración enciclopédica Y de apre-tado estilo, D. Santiago hacía su labor diaria sin es-fuerzo, con aquella pericia que sólo una preparaciónanticipada muy completa hace posible. El Dr. Diego

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Mendoza, que lo acompañó en El Relator, nos ha con-tado cómo escribía sus artículos de fondo, cuatro,cinco y seis CQlumnas:sin levantar la mano, sin tacharni corregir.

"Periodista de oposición en tres épocas memorablesde su vida, en 1866 contra el despotismo de Mosquera,en 1880 contra la primera administración del Sr. Núñez,y en 1893 contra el gobierno autoritario de D. MiguelAntonio' Caro, fueron siempre de admirar las cargasde caballería con que copaba al enemigo este Muratdel periodistno.

"En sus artículos políticos hay apreciaciones sobreNúñez visiblemente apasionadas; caústicos conceptos;pero no debe olvidarse que al asumir en 1893 -venci-do, anciano, pobre- aquellas posturas de combatecontra un gobierno receloso, asistido de discrecionalesfacultades, daba D. Santiago la medida de su carácterprócer y de la altivez patricia de su pluma.

"En aquella vida suya incorruptible, llena de perse-verante labor por el derecho, estuvo encarnada unat$poca rotnántica, idealista. Como tal era único.

"Desde que principió en El Mensajero su carrera deescritor hasta 1893, ya desterrado, no cesó, bajo eiimperio de ninguna circunstancia, en su activa pro-paganda por la paz. y con valor civil, raras veces i~gualado, puso siempre la disonancia de su protesta enla bárbara sinfonía de los clarines.

"En 1893, al encargarse de la dirección del partidoliberal y de la redacción de "El Relator", O.Santiago

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se anticipa a desautorizar rotundamente toda oposici6nque no fuera pacífica y legal contra el régimen de plo-mo que pesaba a la sazón sobre el país. Y cada vezque llegaba a sus oidos el más leve rumor de organi-zación para la guerra, condenaba con palabra sobriay neta semejante insensatez.

"No obstante eso, el Gobierno le aprisiona y le des-tierra, imputándole participaciones, que no tuvo, enconatos de revolución armada: cosa que el Gobiernonunca pudo comprobar ni entonces ni después, guar-dando siempre sobre este gravisimo incidente un si-lencio irrevocable.

"Si el Gobierno de 1893 hubiese querido honrada-mente defender el orden público, habria rodeado a D.Santiago de las mayores garantías, pues él era el es-torbo principal para la guerra; él, el defensor más con-vencido de la paz; él, el mejor aliado del gobierno en elcamino de contener a los guapos Y a 105 locos partida-rios de la guerra.

"Pero lo que el Gobierno de 1893se proponía al des-terrar a D. Santiago Pérez era deshacerse de un censorincontrastable, que desopinaba hora por hora el régi-men inicuo de las facultades extraordinarias.

"Perseguido y desterrado, Santiago Pérez no abju-ra sus principios, sino que aprovecha, por el contrario,aquel momento en que las circunstancias prestaban a suvoz una irrecusable autoridad para renovar su adhe-sión a la paz pública.

"Feli2Jllente, la predicación de D. Santiago no cayó€'n el surco como piedra inerte, sino que ha mctifioo-

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do en la eterna conciencia. Ha sido, pues, el precursor,el Antonio Nariño de la paz".

Las primeras producciones literarias de D.Santiago,que fueron sus versos y el drama en cinco actos "Ja-cobo Molay", que se representó en el Colegio del Es-píritu Santo el 15 de noviembre de 1851, están recogi-das en un pequeño volumen, editado ese mismo añopor su maestro D. Lorenzo María LIeras, quien se de-clara en su prólogo su segundo padre, y le rinde enaquellos juveniles años de Pérez- grandes elogios porsu vasta cultura, por la elevación de sus ideas, la noble-za de sus sentimientos y su conducta ejemplar.

Se ha dicho que D. Santiago miró siempre con des-vío su producción poética, y ello es tan verdadero, queen el ejemplar de sus "Ensayos líricos y dramáticos"que tenemos a la vista, ejemplar que perteneció a labiblioteca de D. Rufino J. Cuervo, leemos de puño yletra de éste la siguiente nota:

"El autor recogió cuantos ejemplares pudo de este li-bro; para sacarnos el ejemplar que teníamos en casase sirvió de D. P. S, quien para el efecto se hizo por al-gunos días amigo mío, me lo pidió prestado, y, natural-mente, nunca logré su devolución. Este lo compré porfr. 0.10 en Un puesto de libros viejos el 6 de octubrede 1900. R. J. C."

D. Santiago escribió, además de "Jacobo Molay",otra pieza dramática, "El Castillo de Berkeley", y tra-dujo del inglés la comedia "Casarse o no casarse". Conlas ya anotadas piezas, la leyenda "Leonor", los "Apun-tamientos de viaje por Antioquia y las proyincias del

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sur" Y un "Compendio de gramática castellana", pu··blicado en 1853 con el seudónimo de "Un granadino",puede considerarse hecho el inventario de su produc-ción netamente literaria. El resto de ella es periodís-tica o de ocasión, género este último en el cual habríaque clasificar, por ejemplo, sus magnificos discursos.

D. Felipe Zapata y D. Tomás Cuenca acompañaron aD. Santiago Pérez en la redacción de "El Mensajero",

***TOMAS CUENCA, jurisconsulto eminente como

Pérez, erudito, sin odios, sin envidias, sin presunción,sin vulgares ambiciones, había nacido en Bogotá en1840 y falleció en Tena el 28 de agosto de 1870. Fueuna de las más notables Y brillantes figuras de la ge-neración liberal de mediados del siglo. "La precoci.-dad en el desarrollo intelectual sorprende en Cuenca-dice José Camacho Carrizosa-: era un adolescente ytenía ya la severidad de juicio que sólo dan los años:su fría razón no siente ningún entusiasmo al contem-plar las matanzas de hermanos: la figura prestiglosadel general Mosquera no enturbia la claridad de su cri--terio: las pasiones enardecidas de sus compañeros nocalientan su imaginación, Yasiste a la campaña porqueallá lo llevan las fatales circunstancias de nuestra vidasocial; pero siempre escéptico en cuanto a las ventajasde la guerra, y taciturno, como Hamlet, en medio delas concupiscencias de la corte.

"Después de la pléyade de hombres emineii.tes quesurgieron a raíz de nuestra emancipación política,

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acaso no ha habido entre nosotros una inteligencia mássólida que la de Tomás Cuenca."

Por desgracia, Cuenca no vivió sino 30 años.. Le cos-tó mucho esfuerzo concluir sus estudios, porque erano sólo pobre sino casi indigente. La necesidad de ga-narse la vida 10 hizo abandonar sus estudios de mate-máticas, pues en aquellos días un ingeniero no podíaconquistar el sustento entre nosotros, y tuvo que cur-sar derecho. El renombre que adquirió como abogadole permitió hacer fortuna rápidamente. A los 25 añosdesempeñó la secretaría de hacienda, en la administra-ción de Murillo Toro. Dos años después fue comisio-nado por la administración Gutiérrez para adelantar,junto con D. Miguel Samper, las primeras negociacio-nes de importancia sobre la apertura de un canal inte-Jroceánicoa través del Istmo de Panamá. Fue ayudantedel general Barriga en el célebre sitio y ataque al con-vento de San Agustín de Bogotá.

Con posterioridad a su muerte, D. Jorge Roa publi-có en la "Biblioteca Popular" sus "Notas de la campañade 1861". De resto no existen sino dos libros suyos,'Unode física y otro de lecturas, que en realidad sontraducciones de obras francesas. Todo lo demás de suproducción se encuentra en "El Mensajero".

***Don FELIPE ZAPATA, nació en Bogotá el 26 de

mayo de 1838, y murió en Londres el 28 de julio de1902. Contaba apenas 25 años de edad cuando con-

. currió a la Convención de Rionegro. Durante las ad-

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ministraciones liberales asistió al congreso Nacionalcomo senador y representante, así como a las legisla-turas de varios estados. Fue ministro de lo interior yRelaciones Exteriores en la administración Murillo¡y ministro del general Salgar, de quien también ha-bía sido secretario, cuando Salgar desempeñó la go-bernación de Cundinamarca. En la adminstraciónde D. Aquileo Parra desempeñó la plenipotencia deco-lombia ante el gobierno inglés. El Dr. Zaldúa, al ini-ciar su gobierno el 1Q de abril de 1882,lo nombró se-cretario de Estado; pero el congreso conservador deese año, que por entonces tenía facultad de vetar losnombramientos de ministros, objetó el del Dr. Zapata,debido a que éste había defendido los intereses nacio-nales, contrapuestos a los del presidente Núñez, enuna serie de opúsculos en que combatió el empréstitoNúñez-Koppel. Estos opúsculos; sus artículos sobre"La responsabilidad del partido conservador", escri-to político que ha sido calificado como el más sensa-cional que haya visto la luz en Colombia, y sus memo-rias como secretario de lo Interior y Relaciones ex-teriores en los años de 1870 y 71, lo acreditan comohabilísimo escritor, y son la base de la justa y exten-dida fama de que disfrutó entre sus contemporáneos.Pero, desde luego, no pueden olvidarse los artículosque publicó en "El Mensajero", y en "La Unión". Sinser orador, en los congresos a q'.le asistió, desempeñópapel brillantísimo, y es justo reconocer que la famade que disfrutaba en vida la debió más a su palabraque a su pluma, porque -como lo anota uno de susbió~rafos- "la fama gusta más de la palabra; y la glo-

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tia, de la plúma"."Cuando Zapata pide la palabra y se incorpora, su

busto se alza apenas dos palmos sobre la mesa de tra-bajo que tiene enfrente. Es pequeño como Thiers y.como Luis Blanc. Ya tiene el cabello entretejido conhebras de plata, en la frente arrugas, y la carga delos años, al andar, se nota en su cuerpo pequeño pe-ro recio ... No es orador, ni por la voz, ni por la pron-titud, ni por los ademanes. Cuando el auditorio se ha-lla separado algunos metros de su banco, ya no se es..cuchan sus palabras. Parece que él sólo quisiera oírsus discursos. Habla con gran convencimiento, comoque jamás razona sin dar tiempo a la meditación. Hayen esto el cálculo y la prudencia del que respeta su al-tura ... Solamente hay un día en que Zapata se le-vanta con mayor equilibrio, en que su voz tienemás firmeza y alcanza mayor distancia, y es cuan-do va a leer al senado 10 que ha escrito y quiere quesus colegas escuchen. Todo murmullo se calla en elauditorio, las palmas de todas las manos se apres-tan para romper en estrepitoso aplauso a las prime-ras palabras, porque, amigos y contrarios, saben loque pueden la tinta y la pluma al servicio de estepensador."

Don Salvador Camacho Roldá(n, que lo conOcióíntimamente, elogia mucho el talento y la memoriade Zapata; pero anota que carecía de voluntad, porcarenCia de ambiciones. D. Laureano García Ort~,que se refirió extensamente a Zapata ellSu discursode recepción. en la Academiá .éolombiana, donde

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García Ortiz sucedió a Uribe Uribe en la silla quefue de D. Felipe, lo defiende de este cargo, hacien-do ver que la acción de Zapata no fue menos fecun-da por haberse limitado casi exclusivamente a crearun ambiente de opinión propicio a las ideas liberales,merced a una intensa labor moral e intelectual; yrefiere la valerosa actitud de Zapata ante el generalMosquera en la convención de Rfonegro, y su no-menos valiente franqueza cuando, ante los congre-sos de 1870 y 71, "dio a conocer al país las flaquezasdel régimen político; del cual era, él mismo, ilustreexponente". Esta clase de acción acaso la más per-durable, puede ejercitarse sin contribución algunamuscular. "El doctor Núñez -escribe García Ortizpara confirmar su aserto- remontando el Magdale-na, tendido en el fondo de un champán, combinan-do sus complicadas evoluciones, parecía inerte; y el'boga inocente, doblegado sobre el remo, en su bre-ga sudorosa, se juzgaba el hombre de acción. Y esque la inocencia turba la visión de las cosas". En efec-to, los resultados de la acción de Pérez, Zapata yCuenca, desde las columnas de "El Mensajero", to-davía se hacen sentir en el actual liberalismo colom-biano que, cuando padece desmayos, cuando se leenturbian las ideas y se le confunden las doctrinas,puede volver los ojos a esos guías seguros, con la cer-tidumbre de encontrar en ellos normas e ideas de nosuperada alteza. Negligencia elegante en la baja ma-niobra política; acción que no se desperdiciaba en es-tériles esfuerzos ni en gestos infecundos, tal fue, enconcepto del ya citado García Ortiz, 10 que los con-

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vivientes de Felipe Zapata interpretaron por pereza.

***Hubiéramos querido agrupar en un mismo volu-

men con las de su hijo D. Luis las producciones dedon FlDEL CANO,fundador de "El Espectador" y ver-dadero guía del liberalismo en Antioquia. Pero laimportancia que tienen los comentarios de Luis ali~idente colombo-peruano de Leticia, así para lahistoria, como, principalmente, para testimonio de laforma gallardísima en que el espíritu nacional reac-cionó delante del atentado, nos hizo modificar nues-tro primitivo propósito, separando en la materialidadde la edición al padre y al hijo, porque éste nos su-lninistraba material suficiente para uno de los másdensos e interesantes volúmenes de la presente Se-lección.

Nació D. Fidel Cano en la población de San Pe-Oro el 17 de abril de 1854, día señalado en la historiade la república por el golpe de cuartel que dio Meloen Bogotá. Parece que la Providencia hubiera dis-puesto que en la misma fecha en que se consumabael bochornoso golpe cuartelario, viese la primera luzel colombiano que con más ahinco y energía habríade combatir, andando el tiempo, todo lo que tendiesea deslustrar la fisonomía democrática y legalista delpaís.

D. Fidelle debió sus aficiones literarias, según lo dec1araba él mismo, a la circunstancia de haber sidodiscípulo de D. Juan José Molina, aquel insigne direc-

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ior de esa preciosa colección denominada "AntioquiaLiteraria", que bien valdría la pena reproducir de ma-nera oficial, para honra del país. Después de termi-nar estudios en la Universidad de Antioquia, se dedi-có' a la enseñanza en Envigado y El Retiro, y sirvi6también una inspectoría de instrucción pública. An-tes de figurar en la política lugareña, como que con-currió varias veces a la asamblea de su departamen-to nativo, y fue secretario de hacienda de D. PedroRestrepo Uribe; antes de figurar también en la polí-tica nacional, concurriendo al senado; antes de em-puñar el cetro del periodismo liberal, como émulo ysucesor de los grandes editorialistas del setenta, ce-tro que tan brillantemente mantuvo en "El Especta-dor" durante casi medio siglo, D. Fidel Cano ha-bía sido fiscal en Ríonegro Yhabía ensayado sus fuer-zas de polemísta en "La Idea", en 1878; la "RevistaIndustrial", al año siguiente, "La Unión" (1881) y "LaConsigna" (1883). Después de fundado "El Especta-dor", D. Fidel dirigió "La Correspondencia" (1893-4).

La combatida existencia de "El Espectador", así co-mo el recio temple de D. Fidel, que no cedió jamás an-te amenazas de ningún poder, ni espiritual ni tempo-ral, han sido varias veces comentados por quienes decerca siguieron la vida del periódico y la de su funda-dor. De entre esoS comentarios sacamos los que se de-ben a la elegante pluma de D. Luis de Greiff:

"Al comenzar la oprobiosa Regeneración, cuando nocirculaha ningún periódico liberal en Colombia, fun-dó en Medellín, el 22 de marzo de 1887, "El Especta-.dor", que principió su vida como bisemanal, en for-

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mato pequeño, y que fue acogido con alborozo en to-do el país. Ser periodista en esa época era empresa querequería verdadero valor cívico, por estar en vigorlas facultades extraordinarias de que estaba investi-do el gobierno por el espeluznante artículo K de laconstitución, facultades de que usaron y abusaron losesbirros ,de Núñez.

"Su programa, esbozado en el número primero, re-vela su gallardía y nobleza espiritual: "Rendir culto alas grandes ideas proscritas hoy por el odio, por laapostasía o por la debilidad; no dar a las buenas ya las malas acciones unos mismos nombres; no hablara los dueños del poder el lenguaje de la lisonja, yno tributar aplausos ni a los hombres ni a sus actos,:sino cuando la conciencia 10 mande, fueron los pro-nósticos iniciales, y también su constante norma deacción.

"A las violentas arremetidas de "La Voz de Antio-quia", en que las recriminaciones políticas y la crí-tica apasionada de las administraciones liberales sehacían en el más rudo lenguaje y sin fundamentoshistóricos comprobados, respondía D. Fidel Cano con-$U prosa galana y serena, desmenuzando las pobres,yg¡umentacipnes de S'US contendores y oponiendoal garrote que solían esgrimir, el acero de su finaironía y de su lógica formidable.

"~uchó ahincadamente contra la represión de la'prensa, sin que lo atemorizara la mordaza que el mi-nistro Angulo le preparaba. Sin desconocer que en,casos aislados puede hacerse uso indebido de la li-

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bertad de prensa, pensó siempre que aun eran ma-yores los males que la represión podría ~riginar.'La honra bien cimentada -decia-, la virtud ver.,dadera y excelsa, el carácter puro y elevado, no caena los golpes del periódico o del folleto. La prensasuele desencadenarse como huracán furioso; mas asícomo el viento encolerizado sólo arrebata polvo y.hojas secas, y en vano se estrella contra la alta mon-taña y contra el sólido torreón, así la palabra impre-sa sólo destruye honras postizas y falsas perfeccio-nes. Las heridas que abre la calumnia las cierra laverdad; los dolores que produce la injuria se curdilcon levantar el alma más y más, a medida que el-ultraje crece; y si se quiere castigar a quien calumniao denigra, el desprecio es látigo que deja rojas hue-llas en la frente del escritor mendaz y grosero'.

"De esa represión que él combatía, usando siem-pre la espada del caballero contra armas innobleS'del adversario, vino a ser víctima pocos meses des-pu.és de in~ciada su brillante labor periodística.Suspendido el "El Espectador" en julio de 1887cuando apenas habían salido treinta números, sólopudo reaparecer al principiar el siguiente año, me-diante la relativa libertad que dio a la prensa el ge-neral Payán, al asumir el poder, conforme al decre-to de 19 de diciembre de 1887,que motivó la renunciadel ministro de guerra, doctor Felipe Angulo, y lle-vó el alarma a los reaccionarios que tan encariña-dos se hallaban con los abusos que ese fatídico per--sonaje se complacía en perpetrar.

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"Mas no fue sólo la cuchilla del ministro el armaque la intransigencia opuso a la acci6n cultural del.gran periodista. Vino también el báculo a interpo .•nerse en su camino. Con motivo de un famoso ar~tículo firmado por Iram, pseudónimo del generalMarío Arana, titulado 'Bodas de Oro', en que cen~.suraba el lujo escandaloso y la vanidosa magniñcen~cia con que celebraba León XIII sus bodas de oro,ceremonia que Arana calificó de exótica y nugato~ria del cristianismo' por el contraste que formaba lasencilla humildad y pobreza del Maestro, con la opu~lencia espectacular de quien hacía tal derroche enesas festividades, tan contrarias al espíritu cristiano,Con motivo de esa justa y severa censura, el obispode Medellín, doctor Herrera Restrepo, prohibió a susñeles la lectura de El Espectador.

"Poca mella causó al periódico la censura ecle~siástica, pues sus lectores, en vez de disminuir,aumentaron , convencidos como estaban de que laspompas y vanidades de Roma no eran trasunto ñelde las doctrinas de Cristo.

"Las campañas de 'El Espectador contra lapena de muerte, dejaron en los anales del periodis~mo antioqueño páginas imperecederas, por la sin~ceridad que rebosa en sus conceptos y por lo impe-cable de la forma. Para combatir la pena de muerte,no necesitaba D. Fidel Cano mayores esfuerzos dedialéctica. Bastábale dejar en plena libertad los im~pulsos de su corazón nobilísimo, para que de su plu-ma _brotara la expresión nítida de su pensamien~,

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empapada en las sanas e irrefutables doctrinas deCristo.

"La labor periodística de D. FidelCano fue inten-sa y constante. Ni las vicisitudes le enfriaron, ni losaños menguaron su entusiasmo por las ideas liberales,y, menos aún, el vigor de su mentalidad y la maestríade su pluma para defenderlas. Durante su larga vidade periodista no tuvo problema social, educativo opolítico, dentro de la órbita muy extensa de sus co-nocimientos, que, no mereciera su estudio concien-zudo y su di;,~..llgaciónserena y acertada. Su obrade poeta, de profesor y de polemista, da, toda ella,una sensación de sinceridad, de benevolencia Y deconvicción, que hace amables sus enseñanzas e in-funde en sus discípulos entrañable cariño."

Al margen de las luchas políticas, que tantas de-sazones le proporcionaron por su extraordinario va-lor civil, D. Fidel cultivaba la poesía, buscando enella una sombra contra las tempestades en que seveía envuelto su acongojado espíritu de eximio pa-triota. Fruto de esas horas de sustracción a la luchafueron un tomo de poesías publicado en 1884 y susexcelentes traducciones de Víctor Ruga, Lamartine,Musset, Sully-Prudhomme, Longfellow Y otros gran-des líricos, y sobre todo, sus bellísimas "Navidades",de las cuales existe una reducida edición, que posee-mos, de indipensable conocimiento para juzgar a D.Fidel, no ya como periodista Y modelo de ca-racteres firmes, sino como el perfecto cristianoque supo ser, sin profesar la religión católica; como

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el prototipo del patriarca montañés, tan áspero enla apariencia cuanto blando en el fondo; fuer-te como un roble en la lucha y visto de puertaspara fuera; pero dócil, aniñado y extremoso en laintimidad de su hogar. Con D. Fidel Cano acontecíalo que con nuestros grandes nevados, que, vistos des-de abajo nos aterran por sus quiebras profundas,sus aspérrimos farallones, sus medrosos abismos;y vistos desde un avión, en las mañanas diáfanas, senos antojan leves motas de algodón: tal sucedíacon este hombre, según se le mirase encaminandoel pensamiento, oponiéndose a la arbitrariedad o com-batiendo el dolo, desde el Sinaí de su periódico, o enel tibio recato de su quinta "Fidelena", modelando,con la más exquisita delicadeza, las almas de sus hi-jas.

De sus fatigas y ternuras dan una idea pre-cisa los párrafos que a continuación se transcriben:están tomados de una tarea de literatura, hechacuando nosotros leíamos la materia en el "Gimnasio-Femenino", de Bogotá, y son escritas por una nete-zuela de D. Fidel, la señorita Helena Cano Nieto, hijadel actual director de "El Espectador", D. Luis Cano.Piensa así la nieta con respecto a su ilustre abuelo:

"Consagró su vida entera, sus eS}geranzase ilu-siones a "El Espectador", y desde 1887 en que 10 fun--dara, hasta 1911, cuando se aseguró la libertad deprensa, su existencia y la del periódico fueron unacadena jamás interrumpida de contratiempos, desen-gaños y amenazas. Las suspensiones frecuentísimas~

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los ataques del clero, los decretos de excomuni6n,hacían imposible el periodismo liberal de aquel en·tonces, y era necesaria una voluntad de hierro, unatenacidad antioqueña, una serenidad heroica, paraseguir la lucha desigual de un hombre contra lospoderes del gobierno. '

HMilveces la lectura de 'El Espectador' fue decla·rada pecado mortal; mil veces la imprenta fue inva-dida por los soldados y condenada al silencio; y mil ve-ces Fidel Cano volvió con mayor empeño a su labor,al parecer inútil, de pedir igualdad para todos losci~dadaIl\Os de Cplombia, petici6n que equivalíasencillamente a conquistar una nueva celda en lascárceles de Antioquia; y, como estaba seguro de ello,continuaba escribiendo sin descanso aquellos edito·riales serenos, altivos, admirables.

"Mas no era sólo el periodismo el ideal y el lemade su vida; dentro del rudo político se ocultaba elanciano bondadoso con alma de chiquillo, que ora·ba con los suyos al sentarse a la mesa y componíaen sus horas de reposo los dulcísimos versos de las'Navidades'. He aquí algo que nos muestra más exac-tamente a Fidel Cano que sus escritos de ':mi Espec-tador " algo que nos descubre su alma, sus pensamien-tos, sus emociones: las 'Navidades'; ellas le dieronánimo en la lucha, alegría en medio de sus grandesdolores, y ellas hicieron de él, el amigo de los niños,el consuelo de los pobres, el consejero de los nece-,sitados.

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"No eran aquellos versos producciones académi-cas, ni aspiraban a figurar en antologías, ni relataban,obedeciendo a reglas gramaticales, hazañas extraor-dinarias o dolores infinitos; eran solamente estro-fas salidas del alma, inspiradas en las nochebuenasde la Antioquia vieja, en aquellas noéhebuenas tandistantes, que poseían el don maravilloso de convertirla vida en un ensueño, los hombres en niños, la alegríaen oración. Unas, como 'Cristo, alegría del mundo',hablan del Dios de dulzura con quien él soñaba; otras,como 'Navidad', están dirigidas a los pequeñueIos desu 'Fidelena', y por último, algunas son plegarias detristeza, como aquélla que él llamó 'Noche Triste' y.que termina as[:1> •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Todo canto, en esta noche buena y santa, ser de-biera

Como salmo de la vida, como voz de primavera,.Como música de amorQue en las almas infundieraRegOCijoy esperanzas, energías y valor;Mas quien lleva el alma heridaPor la muerte, por la ausencia,Dar no puede de esos cantos que festejan la exis-

tencia ....¡Entonad vosotros, niños, los de gozo, los de vida,

y apartad vuestros oídos· de mis ayes de dolor!"7

3

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EL DOCTRINARlSMO y LA AUTORIDAD

"Los que me comprendan quecojan su cmz y me sigan."

EL CRISTO

1

Al recoger la pluma para escribir este libro, noSguía sólo UIl pei1Sd1TJ.ento atrevido: busear y segs..llra través de los siglos el itinerario de la libertad Yde laopresión; o mejor dicho, de la doctrina y de la auto.-ridad.

y es atrevido nuestro pensamiento, entre otras co-sas, porque es colosal.

Habiendo interrogado Zoroastro a la Providenciasobre el origen y fin de las cosas, recibió esta respues-ta: "Practica el bien y conquista la inmortalidad".Este modo enigmítico de resolver las cuestiones erabueno para ahora seis u ocho mil años, tiempo desupersticiones y de impostura; mas no para hoy, quese sigue otro criterio, y que a la revelación cierta yfingida y a la autoridad sabia o petulante, se ha opues-to el examen.

Examinar es trabajar y es dudar.Hoy los hombres no se contentan con preguntar a

los dioses ni a los oráculos: hoy se pregunta directa-mente a los hechos y los hechos son los que debenresponder.

Hé ahí lo inmenso de nuestra labor.

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Empero, tenemos un auxiliar poderoso: la historia.Es verdad, mas lo que se llama historia es allí una

fábula grosera; allá una tradición insensata; másallá una triste impostura; y en ocasiones la descara-da apoteosis del malo y el vituperio de los buenos.Sin embargo, es la historia, esto es, la regla. Reglaque no sabe decir cuál es el verdadero origen de lassociedades, ni cuál le edad del mundo. Regla queno sabe si Pitágoras fue un hombre o un mito, ni siHomero fue un poeta o una ficción. Regla que creeqUE' ~Tn{""1'n25 :" C:,':"~!-.:c~~¿w ~Jiv-¡JW:l1.;JdU~,cuando tal vez fueron dos dinastías; y que en unaspáginas nos pinta a Sardanápalo como un héroe, yen otras como el más afeminado y ruin de los hom-bres ....

Supliremos, pues, con la síntesis a veces, y a vecescon el análisis o la hipótesis, lo que falte al hechocomprobado,lo que falte a la lógicay 10 que pugne conla razón; y puesto que el genio moderno ha podido pe-netrar oscuridades más profundas y vacías, más gran-des que las de las historias imperfectas, cobraremosaliento en la misma dificultad, y ya que no ha nosotros,tocará a otros la gloria de avasallada.

II

Buscamos de paso. el origen de los gobiernos; perolo que queremos es sorprender el secreto o fin con queellos hayan sido instituídos.

¿Son ellos una necesidad o un capricho de los hom-bresT ¿"Tienenellos un típo -la-libertad-; o, a seme-

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janza de la arquitectura, son pura y simplemente unarte variado?

El mundo político tiene también sus grandes cues-tiones que proponer Y que resolver, como les tiene elmundo científico. Hay más, y es que el mundo polí-tico es experimental; y siéndolo, en vez de perder eltiempo en inventar sistemas de gobierno o bases parala organización legal de las sociedades, vamos nos-otros a echar una larga mirada en el seno inmenso delas generaciones, para ver, para escudriñar si algunosde esos sistemas o gobiernos ha acertado o si todoshan vivido en el error. Si 10 que fue es mejor de 10que es; o si habiendo todas las razas y todas las épo-cas pasadas errado el camino, puede decirse cuál seaéste a las naciones en 10 por venir.

No vamos pues a pedir sus secretos a la filosofía,ni s~s sueños a la imaginación. No: tomaremos lospueblos, uno a uno, y uno a uno los haremos desfilarpor delante del lector. El verá y juzgará junto connosotros.

Como 10 saben todos los hombres de estudio, dosgrandes sistemas se han disputado el poder públicoy lo han ejercido desde Adán hasta nuestros días: laautoridad y el doctrinarismo. No bien hubo doshombres formados sobre la tierra, cuando el uno diomuerte al otro por cuestiones de envidia, esto en lasescuelas, en los partidos y en las colectividades se lla-ma inocentemente luchas de supremacía.

~ autoridad es el Caín de los sistemas politicos; yt.iene y ha tenido por inmediatos y eficaces minist;rQs.

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a la 'teocracia y a la estatocracia; esto es, al sacerdocio yal militarismo. Sacerdocio es por lo común impostu-ra. Cuando es del género filosOfico,su intención es alo menos moral, e impone a los asociados más pre-ceptos que leyes. Prueba de ello son la India y elEgipto, en donde el sacerdocio hizo por siglos ente-ros de dios y de gobierno, creando y manteniendo lacivilización. Mas cuando el sacerdocio es del génerosimplemente brutal, mata las luces y la libertad y suimperio es una iniquidad continuada.

La teocracia viene, según ella misma, de la Divim-dad y va hacia la Divinidad. Dios es su bandera; larevelación su arma; y el sacerdote su brazo. Todas lasreligiones nos han venido del Oriente; y hay muchasde ellas cuyos dioses no pasan del barro de que estánformados.

Militarismo es fuerza en dondequiera. Conquista,abu'so o usurpación, vienen de la sangre y va paraella; y sabido es que la sangre no es derecho y menospuede ser libertad. Cuando es una espada la que pen-de sobre la cabeza de los ciudadanos, éstos son escla-vos, bien se cubra esa espada con la brillante clámidedel César, bien sólo con la capa del húsar. Nós, dice laautoridad pontificia, y decide; yo el Rey, afirma elBorbón de España,'y decide. En Rusia el emperadorhace la ley que llama Ukase, la aplica cuando quiere ycomoquiere, y la deroga cuando está cansado de ella ...Es verdad, sí, que allá los hombres son todavía sier-vos, y que al que no quiere serIo, se le manda a Si-heria _arefrescar su sangre Qsuespíritu. El escogerá.

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En Turquía se gobierna con una cuerda de seda,pero esa cuerda ahorca.

Un hombre en Francia dijo un día: "El Imperio esla paz", y ahogó en seguida en sangre las libertadespúblicas. El tío de ese hacedor de frases, más afortu-nado que César, se presentó un día en el consejo delos quinientos, y dijo: "Yo soy el paso de San Bernar-do; yo soy el puente de Areola; yo soy la campaña deItalia; yo soy 'el Abouquir y las Pirámides". Ese ellafue el 18 de brumario. Todos sabemos 10 demás.

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Cromwell se presentó ta..-nbiénal parlamente in-glés, y después de injuriar a cada uno de sus miem-bros en particular, los echó afuera, cerró la puerta,y se guardó la llave entre el bolsillo. Más pudorosoTiberio, el monstruoso Tiberio, hacía que el senadole lamiese los pies desde Roma, estando él en la islade Caprea.

También había dicho el vencedor de los galos: "Yosoy Farsalia; y el mundo es del vencedor en Farsa-li "a.

Tal es la autoridad o sea el gobierno de hecho.La leyes otra cosa: la l~y es el derecho natural

convertido en derecho positi~o (escrito). Es decir,que lo que es conforme a la naturaleza de las co-sas en la verdad infinita y abstracta, pasa a serlotambién en la forma finita y concreta. El sabio, no eldéspota, interpreta a Dios; y esa interpretación es eldoctrinarismo. Nada de Césares, nada de Napoleones,nada de Alejandros que corten nudos. Nada de man-datarios a lo Carlos V, ni a lo Luis XIV. La públicaadministración viene ya cargada de otras impresio-

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nes y se encamina hacia más afortunados climas. Loque en lo antiguo fue apenas aurora es ya oriente; yaunque la formación de esa luz pasa de seis mil años,los tiempos de la redención universal están pr6ximos,y hay que saludarlos con alegría, asi como ellos nossaludan con esperanza!

Huyendo Jerjes de Grecia, en donde habia sido ba-tido, Ievantóse una furiosa tempestad y el piloto de-claró que la vida del rey peligraba por ir la nave muyllena de gente. Al oir esto, todos los nobles de Per-sia pasaron unos después de otros por delante del rey,bajaron la frente hasta el suelo y se echaron al agua.Jerjes era aIli el todo; los otros no eran nada. ¡Tal esla autoridad!

Al saber Mac-Mahon que la mayoría del cuerpo le-gislativo de Francia no opina como él, manda su re-nuncia de la presidencia de la república y se retira ala .vida privada. ¡Tal es la doctrina!

Siguiendo nuestra comparación diremos que el doc-ttinarismo es el Abel de la política, y que en todaspartes se le ha sacrificado en flor. Se le odia, se lepersig"ue y se le hiere porque rinde culto sincero, yno hipócrita, al derecho y a la libertad. Su razón deser son los principios, y su agente las leyes. Nada quie-re que no esté en la esencia de las cosas, ni admitemás triunfos legítimos que los de la razón y la justi-cia. Es en ese campo donde da sus batallas y dondecae bajo los golpes del martirio, o se levanta glorifi-cado por el triunfo.

Doctrinarismo y autoridad se resumen, también, en

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estos dos símbolos:despotismo y legalidad.Despotismo es poder absoluto o sin límites; o sea

la forma de gobierno de los países esclavos.. Legalidad es poder limitado o formulado; y es elsistema político de los países libres.

En los países esclavos todo poder emana del go-bernante, y se ejerce a nombre de su conveniencia ode sus caprichos; al paso que en los países libres todopoder emana de la ley, y se ejerce a nombre de la vo-luntad pública.

Despotismo es sátrapa, zar, sultán, rey, dictador ocaudillo.

Legalidad, en primera y última síntesis, es parla-mento.

El despotismo es hombre; la legalidad es escuela.Servir a los hombres es realzar el personalismo. Ser-vir a la escuela es realzar las ideas.

Toda personalidad es autocracia; toda idea es doc-trina.

Entre los sistemas, gobiernos o simples partidos po-líticos, tendrá, pues, más raíces y más porvenir, elque tenga más doctrina; y ehtre éstos, el que la ten-ga más depurada. Todo el que ofrece a la sociedad unorden de ideas, le ofrece una estabilidad dada y undesarrollo dado. El que sólo le ofrece un nombre pro-pio, le obsequia un amo.

Los amos cuando son del temple de los hombresgrandes, son tiranos; y cuando carecen de ese temple,juguetes. En el primer caso pisan a la sociedad consu propio pie; en el segundo la pisan con el pie de

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sus favoritos. Esto hace que la tortura venga reagrava-da con el oprobio.

En dondequiera, pues, que se disputa por nombrespropios -dinastías o individuos- se está en degene-ración próxima o absoluta. Toda situación que se cu-l;"acon un hombre y con un sistema, se cura en falso.Sólo hay salud cierta en los pnncipios.

Las frases él lo manda son buenas para hacer ca-llar al esclavo;.pero no pueden satisfacer al hombrelibre, acostumbrado a estas otras: la ciencia 10 exige.

Es el autoritarismo, empedernido allá, el que man-tiene al nivel del suelo el carácter moral de las so-ciedades asiáticas, y de sus congéneres los enjam-bres turco y moscovita; y el que ha corroído el ger-men liberal desde Pisístrato hasta Bismarck. Es tam-bién, desgJ.'ilciadamente,el autoritarismo el que ame-naza de muerte a muchas de las modernas repúbli.cas de América.

Empieza a verse con pena y con miedo que se aban-dona la lucha por los sistemas y se inicia por los hom-bres; que se quiere vencer en ella no tanto por lasideas cuanto por los intereses; y que se quita la leypara poner la fortuna sobre el altar!

"Cada época tiene su secreto, dice un biógrafo, queno siempre es un símbolo mistagójico o una abstrac-ción filosófica. Buscamos en ocasiones ese símboloen el cielo, y es lo cierto que lo tenemos debajo delos pies.". Pues ·bien, como todas, la época presente tiene su

secreto, y éste está en el abismo. Sí, es allí en donde

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se le ve como pudiera verse un monstruo en suantro.

Ese secreto terrible es el personalismo.Personalismo en los partidos, personalismo en los

círculos, personalismo en los Estados, personalismoen los gabinetes, y puro y simple personalismo en losaspirantes. Personalismo es egoísmo. De ahí las ambi-ciones extemporáneas o desmedidas; de ahí Ja faltade fe y los engaños; de ahí esas audacias que pasman;y de ahí esa embriaguez que hace de la vida políticaun combate sin gloria y una desazón continuada.

Hay, pues, una urgencia: hacer alto; meditar.Hay también un medio de salvación: la fe.Vamos, ¡valor! cerremos las puertas del templo de

Jano, y abramos las del templo de Minerva.Colguemos la espada y tomemos el libro.

mSe pregunta por qué cae una manzana, y se responde

con todas las leyes de la mecánica celeste. Empero, na-die pregunta por qué cae una nación, un sistema o unpartido político; y si se pregunta, pocos son los quese toman el trabajo de satisfacer la cuestión. Entre-tanto la ola crece, el abismo se ahonda y la sonrisa deuna confianza estúpida surge de los labios de que de-bieran surgir los ayes del dolor.

La manzana al caer abrió los ojos de Newton, y losabrió tanto, que su pupila dominó el espacio. La ago-nía de las colectividades sociales en can"..inode lamuerte, no abre los ojos de los hombres de Estado,

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-sinembargo de que la política tiene sus reglas inmu-tables, como la atracción, y de que la palabra fenó-meno está mal aplicada a 10 que acontece en ella conlas apariencias de extraordinario. Nada sucede deba-jo del sol que no sea la resultante de una ley fija; yestudiando lo que se llama los fenómenos políti-cos, a poco no más se halla que ellos no son otra cosaque la sanción de ciertas leyes cumplidas o violadas.

El fenómeno no es más que la sombra. Hay puesque ir al cuerpo que la produce. Ese cuerpo es la cau-sa; causa misteriosa para los ignorantes; sobrenaturalpara los crédulos;y simplemente lógicapara los razona-dores.

Ahora bien, ¿el mundo gime, el mundo solloza?¿Cuál es el porqué de esa pena? ¿Cuál será el reme-dio de esa aflicción? He ahí el estudio que todos des-.cuidamos, en tanto que los empíricos propinan a lahumanidad brebajes sin eficacia, y los héroes san-

. grías horribles. Al paso falso de ayer se agrega el pa-so falso de hoy; o se recarga la cúspide del edificio,sin pensar en la resistencia de la base. Se juega alodio, a la cólera, al cálculo, al abuso, y hasta a laburla; y se vive sin pensar en el día siguiente! Y aun-que este sistema de egoísmo y de pasión levanta, porel momento, el platillo de la balanza social en favordel que mobtei1táneamente lo ocupa, acaba por gas-iarse el ñel de ésta, y por dislocarse el brazo de As-trea, diosa de la justicia. Después viene el terriblemomento del diluvio, y el manto del desastre hace loque no hizo el manto de la razón: tomarlos a todos ha-

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jo su pliegue y hundidos en la nada. De aquí las re-voluciones, Némesis vengadoras de los pueblos.

Las sociedades antiguas cayeron bajo el peso deldespotismo y de las conquistas. Las modernas caenbajo el peso del derecho ultrajado. Eso fueron las co-munas de la Edad Media; eso la gran revolución :fran-cesa, yeso la independencia de las Américas. Eso mis-mo es lo que está haciendo temblar en este momentoa Alemania bajo la forma del socialismo,y a la Rusiabajo la forma del nihilismo. Y en vez de decir: se de-rrumban las iniquidades seculares, se dice: ¡nos ahogala corrupción!

¿Para qué pues perder el rumbo, si perderlo esdesorientarse, y si desorientarse es caer? Las escue-las políticas que se extravían se parecen a las carava-nas en el desierto cuando salen de línea; y es que sedetienen, no sobre el oasis, sino sobre la tu.'llba!

EL DEDO EN LA LLAGA

Sea del modo que fuere y por lo que fuere -esasson cosas sabidas de todos- en Colombia se ha veri-ficado últimamente una revolución de las que lla-maremos periódicas u obligadas, que si no ha cam-biado el curso de las ideas políticas de la mitad de sushijos, ha cambiado de un modo completo las anti-guas instituciones.

¿Será esa revolución la última? No: la causa queproduce ese cambio absoluto de tiempo en tiempo ennuestra política, está aún de pie y se fortifica más ca-da día.

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El patriotismo alarmado debe, pues, reflexionar.En 1821, cuando fue expedida la constitución de

Cúcuta, no había entre nasotras partidas prapiamen-te dichos, y si las había, estaban en embrión, porqueel sentimiento público que daminaba entances era el

·de la independencia de España, y porque el prestigiapersonal del general Bolívar anulaba todo atro presti-gio. El era el aráculo y nadie se le oponía: era irresis-tible.

Muerta este ilustre capitán y dividida Colombia, co-ma era lógico, la dirección de lasnegacios públicasempezó·a tener pretendientes; pero los ideales de és-tos discrepaban poco y sus contiendas eran limita--das. En lo general, las agrupacianes políticas de en-tonces, de estrecha programa, tomaban sus nombresde pila del de sus jefes o candidatos de ocasión. Asívivimas y vivimos en paz, de 1830 a 1840. Nuestrospartidos no eran entonces campamentos; casi no.eran ni escuelas.

En 1840 estalló la informe revolución de que he-mos hablado en otro número de esta hoja, y los ven-cedores, llamados ministeriales o legitimistas simple-mente, dieron a su victoria por símbolo la constitu-ción de 1843. Durante las administraciones Herrány Mosquera, el partido conservador empezó a con-cretarse al rededor de ese código.autoritario, bajo lainspiración del doctor M. Ospina, principalmente.

Por contragalpe, los vencidos y perseguidos de aque-:TIaépOca,se buscaran, se juntaran y se arganizaran yJueron f().~o, poca a poca, el partida liberal pri- .

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mitiV(\.cuyos elementos naturales están en el ordenue las "osas, como lo están, necesariamente; los ele-mentos del partido conservador. Sin fuerzas contra~puestas no habría equilibrio. Por desgracia para lapatria, entre estas dos nacientes agrupaciones ha-bía sangre de patíbulos y de batallas, espíritu de re-presión y amaños del pa$8do, que pugnaban con elespíritu de libertad y las aspiraciones latentes delporvenir. Esto le dio a ambas un carácter fundamen-tal y pernicioso. Sus tendencias se hicieron extre-mas; tú y yo se dijeron, y sus pendones fueron pen-dones de exterminio. Ya no se trataba de que gober-nase Márquez u Obando, Santandero Cuervo- losnombres propios de personas no eran ya lábaro -si-no de ser o no ser. No se quería simplemente la re-pública independiente, como de 1821 a 1830, sino larepública liberal o la república conservadora. La lu-cha se acentuó, se hizo neta, y al triunfar los libera-les en las urnas de 1849 con el nombre del general,IQséH. López, dieron al país una constitución queera el reverso de la ley de 1843. En efecto, fue unaretaliación completa de sistema y de doctrina.

Se establecieron en ella las garantías individuales,se disminuyó el poder del presidente y se aumnntóel de las provincias.

Se abolió la pena de muerte.Se dio libertad a los esclavoa.Se dio la prensa libre en absoluto.Se estableció el juicio por jurados.Se suprimieron las aduanas del Istmo de Panamá.

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Se cedier?ona las provincias las rentas de diezmos•.de aguardientes, de quintos de oro, de hipotecas, re-gistros y peajes, y con ellas, la facultad de rerormar-.las, suprimirlas o reemplazarlas con otras.

Se descentralizaron los gastos de justicia, de cul-to, de servicio municipal, de enseñanza y de cami-nos.

Se rebajó muy notablemente la contribución delpapel sellado, la de las ·aduanas en un 20 por 100 y lasal se vendió a 50 centavos la arroba.

Se pe$.tió la redención de censos en el tesoro.Se expulsó del territorio nacional a los padres de

la Compañía de Jesús.Se abolieron los diezmos.Se puso renta al clero.Se abolió el fuero eclesiástico y el asilo en las-

iglesias.Se dio facultad a los cabildos para que nombrasen

los curas parroquiales y para que administrasen loscementerios.

Se permitió el matrimonio civil.Se separó la Iglesia del Estado y se permitió la li-

bertad de conciencia y de cultos. Más tarde, se abo-lieron las comunidades religiosas y se mandó quesus bienes ingresaran al fisco.

Se estableció el gobierno laico y la enseñanza ofi-cial laica y no se paró hasta establecer la federaciónsobre la base de la soberanía de lQSestados. En vir-tud de esto, esas entidades pudieron tener armas, mu-

. niciones, ejércit~s, una legislaci~n.civil ." penal dis-

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tinta, Y fueron árbitros en materia de paz y ordenpúblico interno.

En una palabra, la república liberal triunfó de larepública conservadora y anonadó las doctrinas yprincipios de ésta. Este triunfo, con sus inconvenien-tes y ventajas, duró 37 años; esto es, hasta 1886, añoen que el Partido conservador, vencido por las armas

en 1851,en 1860y 1876,aliado de los independientes ytriunfante en la guerra, acabó con todo 10 que éstoshabían ayudado a establecer en conjunto y casi esta-

A su turno, pues, la república conservadora triunfóde la república liberal y anonadó sus doctrinas y susprincipios. La labor de los treinta y siete años se tor-nó en humo de historia. Hoy no existe sino el recuer-do de aquellas célebres conquistas.

Hay, si, una diferencia de procederes, y es que elpartido liberal edificó lentamente y obrando como un.cuerpo político solo, y el conservador ha demolidode carrera y con auxiliares que lo más seguro es queno estén al presente satisfechos de su obra. Esto, qui-zá, no arguye estabilidad.

¿Se dirá, por esto, que así pasan las cosas en lasdemocracias, en las cuales medio siglo o un siglo en·tero no da arraigo a las instituciones ni a las refor-mas? Si eso se dice, habrá que convenir en que esojustificaría hasta las más alocadas reacciones y enque la sociedad sería, a perpetuidad, la víctima obli-gada de los partidos extremos.

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En 1843 se creyó, sin duda, que la nave de nuestrapolítica había llegado al puerto de salvación, y se can-tó victoria. No tenemos a la mano ningún mensajeoficial, ni ningún periódico ministerial de esa épocasobre el asunto, para que nos sirva de testimonio,pero damos fe de que existen esos obligados docu-mentos.

Lo mismo se creyó en 1863 y se dijo lo mismo. Lomismo se· cree y se dice ahora y lo mismo se dirádentro de algún tiempo. Y habrá que esperado o te-merIo con más frecuencia en adelante, porque nues-tras futuras constituciones-si no se pone un oportunoremedio-morirán del mismo mal que la de Rionegro:por un firmán. En estas cosas 10 terrible es el prece-dente.

Zapadores políticos del progreso edificarán y za-padores políticos del progreso demolerán; unos y otrosse apellidarán regeneradores; y unos y otroS-<luandotriunfen- dirán que han salvado la república, espe-cie de condenado a muerte en todos los tiempos desu historia, según las escuelas opuestas.

De la república conservadora de 1843 no quedó niel nombre (Nueva Granada). De la república liberalde 1863sólo ha quedado de pie el nombre (Colombia),la libertad de los esclavos, la libertad de la Iglesia ylas expropiaciones de los bienes del clero. En lo demás,se han recogido todas las velas, todas, una por una;y en muchas cosas se ha ido hasta más allá del anti-guo punto de partida. Hoy tenemos un presidente irres-

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ponsable y varios empleos vitalicios. La constituciónde Rionegro decía, al menos: "Es prohibido a los ser-vidores públicos el ejercicio de funciones que legal-mente no se les hayan conferido". Hoy hay facultadesextraordinarias Y órdenes verbales. desconocidas enel credo liberal. .

¿Se podrá decir, teniendo la contitución de 1886enlas manos, que.-ahorasí hemos entrado en el verdade-ro camino de la tranquilidad, del progreso y de ladignidad del país? De ningún modo, aunque ella fue-se el fénix de los códigos políticos. Los partidos fun-damentales son como las grandes dinastías y 10 toma.'1todo para sí cuando triunfan, con la cardinal diferen-cia de que en las monarquías no cambia, o cambia muypoco, la cartilla del derecho divino. La constitución de1886será reformada cómo y cuando menos se piense,y probable es que no quede de ella en el panteón denuestra política banderiza sino la fecha del año de sunacimiento y el lugar de su tumba. ¿Quiénes la de-rrocarán? Los nuevos tiempos, las nuevas reacciones.Ese es el sino de toda ley de partido, de toda estruc-tura forzada.

Si el partido independiente no hubiera carecido deelementos, no para sojuzgar a un tiempo a los conser-.vadores y a los radicales, pero siquiera para mode-rarlos, y si hubiera sido un partido digno de su jefe,éste no se habría visto obligado a buscar en el campoconservador la cooperación política y militar que leera urgente. La llamada regeneración habría sido en-tonces un modo ecléctico, bastante a mantene.r en un

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justo equilibrio las fueFzas de nuestra política exal-tada. Mas le faltaron aquellos requisitos, cayó y arras-tró en su caída mortal todos los intereses del liberalis-mo. Siempre que esta agrupación descontentadiza harenegado de su estirpe para formar una entidad se-parada, se ha llevado la paz de calle y ha puesto en pe-ligro la existencia de la república. Lo mismo fue en1854 y lo mismo hubiera sido en 1860, si el partidoradical no se apresura a rodear al general Mosquera,como el partido conservador se ha apresurado a ro-dear ahora al doctor Núñez. Las acciones que tienenpor causa el instinto, se repiten todos los días. El inde-pendientismo no es una agrupación providencialsino fatídica. Providencial hubiera sido si hubiera sa-bido hacerse lógicamente indispensable.

Lo repetimos: es tiempo de reflexionar, es. tiempode preguntarse ¿hasta cuándo viajará el país por elcamino del descrédito y de las lágrimas, de las insti-tuciones de 1843a las de 1863,y al contrario? No hayque hacerse ilusiones ni tienen por qué engañarse loshombres ni los partidos. La regeneración fundamental,aparte de muchos errores y de muchas festinadasenmiendas, sólo está consumada sobre el papel. Hatraído consigo mil confusiones de legislación y deadministración, tiene una larga lista de servidores en-greídos e incapaces y padece de resistencias poderosas,visibles y ocultas, entre amigos y enemigos. Esto noes un secreto de estado y lo saben mejor que nosotroslos que han recibido del doctor Núñez, sea por can-sancio o por resfrío de éste, el encargo de hacerla via-

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ble, ora en el ánimo público por medio de la prensa,ora en la práctica burocrática por medio del gobier-no.

Sólo tres años tiene la constitución actual de unavigencia equívoca y ha recibido ya rudos golpes ensu integridad. El sufragio no se vio amparado por ellaen el día de su primera prueba; su vicepresidente estádepuesto y confinado y no le ha sido posible, a pesarde la paz irrevocable, deshacerse del cordón umbili-cal que le dio la vida: la dictadura: Ese cordón estárepresentado hoy por las facultades extraordinarias.El primer magistrado YUt; entró a gobernarcon ella sin haber tenido parte en su ex-pedición, ha pedido su reforma en punto cardi-nal. No está, pues, cerrado el ciclo de nuestras evo-luciones teóricas. ¿De qué nos sirven tántas leyesy reformas, si son sólo flores de un día? "Los esta-dos se gobiernan por sí mismos, decía Carlos V, cuan-do se les deja seguir su curso natural. Los innovado-res no hacen sino perturbarlos".

y ¿cuáles pueden ser, al presente, los motivos de unacompleta seguridad social? Los independientes medi-tan, los radicales se concentran y los conservado-res .... ¿Quién no ve que han bastado unos pocosmeses para que la impenetrable unidad proverbial deese partido se halle tan quebrantada, que está pidien-do la división de la república, porque la vieja fron-tera y el antiguo escudo no le bastan ya?

Reflexionemos. Si se ha de seguir viviendo comohasta aquí, basta para unos tener fe y paciencia. Bas-

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ta para otros gozar del sol mientras dure.Los primeros pueden decirse: "A pesar de la cons-

titución de 1843, centralista y autoritaria rigurosa, apesar del patíbulo político, a pesar de la ley de medi-das de seguridad, a pesar de la represión de la impren-ta, a pesar del monopolio electoral, etc, cinco añosfueron bastantes y la paz mediante, para que el ge-neral López entrara en el capitolio por la puerta de laley y saliesen de él los vencedores de Tescua, Aratocay Buefia-Vista. Quizá ahora se ande más aprisa. Tene-mos hoy más elementos y más raíces que los que te-níamos en aquella época, en que no era aún el parti-do liberal un gigante coronado".

Los segundos pueden decirse: "Así como nuestroscOI?-trarioscrearon .la república liberal y vivieron enella largos años, vivamos nosotros tranquilamenteen nuestra vieja república conservadora. Tenemos elderecho que da la victoria, y el día que caigamos, ha-remos lo que ellos: entraremos en el circo de la opo-sici6n. Esa es la enseñanza que nos dejaron nuestrosmayores".

Empero, si no se ha de seguir viviendo como hasta,aquí, hay que ver si los tiempos aconsejan más no-bles labores y si es posible salir de la república libe-ral y de la república conservadora como de dos comba-tientes a muerte.

El gran problema de actualidad, que es el mismo quetrae siempre consigo el vencimiento absoluto de unode nuestros partidos, no tiene sino dos soluciones:la política y las armas. La primera, que es el agente

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civilizador, puede conducirnos a la paz en la libertady al progreso en la moderación. Las segundas nos con-ducirían, al través de una guerra sangrienta, a la anar-quía militar de 1840o al despotismomilitar.

y entiéndasGque, cuando hablamos de una guerraposible aunque lejana, nos referimos así a los que pu-dieran provocarla con sus actos, como a los que qui-siesen valerse de ella como remedio.

(De "El Relator". septiembre 3 de 1889.)

LOS DOCTRINARIOS

Los hechos cumplidos y que han obtenido unasanción buena o mala al tenor de su propio desenlace,no pertenecen sino a la historia. Los contemporáneosproducen o resisten esos hechos, pero no son los jue-ces llamados a fallar respecto de ellos.La razón de estoes muy clara: el contemporáneo es actor, la historiaes espectadora. El contemporáneo como actor juzgasegún su pasión o su propio interés; la historia, comoespectadora, juzga sin pasión y sin interés, pues notiene ningunos. Bien se comprende cómoquedarían lasnaciones si la escribiesen los interesados.

Junto a la imparcialidad de la historia, hay una co-sa que vale tanto como la imparcialidad: es la filoso-fía de su criterio. Sobre el aplauso que corona a losafortunados y a los grandes, y sobre el alarido eternode los vencidos, pasados los años, viene ese criterioy se coloca como el verdadero juez de los tiempos.

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y 10 es, en efecto, porque es señor de sí mismo, yno el oráculo de las iras, las pretensiones, la ambicióny los chascos del momento. Falla sobre escombros ycenizas, y no sobre espíritus agitados ni pechos hen-chidos aún con las ambiciones vertiginosas del día.

Si no fuera así, cuántas execraciones no habríansubsistido! iCu~ntos hombres verdaderamente ilus-tres no habrían fracasado! Espartaco, que fue ahora1800 años un esclavo agitador de esclavos según sutiempo, es hoy una gran figura según la libertad. Supaís 10 condenó; civilizaciones más adelantadas le hantributado laureles.

El juicio del enemigo es siempre recusable. El dicesiempre: para mí el acierto, para ti el error; para míla virtud, para ti el crimen. Es por esto por 10 que hahabido patíbulos, hogueras, proscripciones.

Al lado del juicio del enemigo hay una cosa peoraún: su venganza. En esto son raras las excepciones,y todo el mundo es salvaje: corta cuando puede lacabeza de su adversario, y la ostenta como trofeo. Sies una asamblea la que vence, corta la cabeza de unLuis XVI; si es un tirano, la de un Carlos 1, y si esun ambicioso, fusila a un duque-vástago. ¡Héroe! Legritan los suyos. ¡Monstruo! Le dicen sus contrariOS.

Despojado Mitridates por Sila de casi todo 10 queposeía como rey, díjole: "Qué me dejas?" "La ma-no con que firmaste la muerte de cien mil romanos".y es seguro que Sila se creía magnánimo,al tiempomismo que Mitridates lo encontraba cruel.. Debemos desconfiar, por 10 mismo,.de. los juicios y,

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de las venganzas de los que son enemigos entre sí. Elorgullo humano no dice jamás pequé, sino pecásteis.

y como en el campo ·en que las emulaciones, losodios, las iras, los intereses, los choques y las pasionesson más hondos es en el campo político, es en estecampo en el que debemos desconfiar más de lo quedigan de su propia conducta los que se disputan elpúblico poder. No sois mis jueces sino mis verdugos,dicen los vencidos; y, olVidándosede las retaliaciones,vehementes y sangrientas las más, a que apelaron enservicio de 10 que un día fue su causa, o fue· su mo-mentáneo interés, o fue su capricho, su aventura,muestran, como los niños, la herida que recibieron,pero se guardan bien de hablar de la descalabraduraque llevó su contendor en la riña. Claman por sus fue-ros, pero violan el fuero ajeno. Alardean de su dere-cho, pero olvidan el derecho de los demás. La sangrede los suyos vertida en la contienda es una sangresagrada, que no se orea nunca; la del contrario es unasangre de perro, que manchó la tierra. Se creen ata-cados con rabia y se defienden a más y mejor; pero nie-gan a los otros el derecho de defenderse a su vez. Siellos rompen las leyes, están bien rotas; si ellos fal-tan al pudor social, está bien hecho; si ellos derrocangobiernos, están bien derrocados; y si ellos disponende los tesoros públicos y asaltan las arcas nacionales,merecen galardón! Para todo esto basta y sobra quelevanten por bandera un endriago-como quien diceuna candidatura- y que busquen con tiempo un vo-cabulario sonoro. ¡Es tan sublime ellenguajeJ Marat

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construía muy buenas frases populares. Esa ha sido-la faena política y el criterio pelítico en todas partes;y es de ese círculo perdido del que no se quiere salirjamás.

En la infausta lucha que sostuvo el partido liberalcuando las elecciones de 1875, una vez enardecida,sucedió lo que·sucede siempre' en estos casos. Hubo in-trigas, abusos, fraudes, escándalos y combates por unay otra parte; recursos de engaño y recursos de fuerza. Yes una verdadera temeridad venirnos a decir ahora, enson de virginidad política, que el nuñismo fue enton-ces el orden y la ley, y el parrismo, la violencia yel crimen. 'Hubo entonces lo que ha habido siempreque el partido liberal se encoleriza y divide; y la his-toria a que hemos apelado, y no los periodistas, dirána su debido tiempo:

Que la batalla de San Juan de Cesar la ocasionóel malogrado y valiente Riascos, quien echó su espa-da en la balanza política del Magdalena. Jugó y per-dió.

Que los combates del Banco y Tenerife los ocasio-nó el despecho del general Santodomingo Vita, lan-zado del capitolio por su propia soberbia.

Que en ese 19 de agosto de que se habla ta."lto,sólola casualidad salvó de un tiro a quema-ropa al gene-ral Acosta, secretario de guerra.

Que si hubo un 12 de octubre en Panamá, anteshabía habido otra fecha en que se había puesto encadena al general SergioCamargo, comandante gene-

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ral en ejercicio y delegado del ejecutivo federal, apo-yándose en ~sa misma guardia· colombiana que, amigaes un puñado de héroes; y enemiga es un cuerpo degenízarosl

Que si en Cundinamarca se apresó a un miembrodel jurado, en Bolívar se apresó al doctor Esguerra,secretario de hacienda y hombre de probada virtud.

y que si se removió a los generales Wilches y San-todomingo y parte de la oficialidad de la guarniciónde la capital, no fue sino porque esos caballeros qui~sieron imponer con sus sables al jefe de la nación; Yno quedaba otro camino para salvar la augusta ma-gistratura Y el derecho del poder civil. Ahora mismose están llenando de claros las filas del ejército, ¿ypor qué?

y dirá más la historia. Dirá que la culpa de nohaber sido elegido presidente de la república el doc-tor Núñez en 1875, la tiene él mismo Y la tienen losque se dijeron los suyos en esa época.El doctor Núñezno tenía odiosni rivalidades en el país. Unos veían enél al dulce e inspirador Wenzel, cantor de la filosofíay de los amores; otros al economista distinguido; otrosal compañero de gobierno del prudente Mallarino; yotros al libre y sesudo pensador. Su ausencia pro-longada del país lo mostraba a todos los círculoscomo un símbolo de concordia e imparcialidad, a quesería preciso llegar en un momento dado. Nunca hubo,pues, un hombre en mejores condiciones para unaelección popular; pero jamás también se desperdicia-ron éstas más tontamente!

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Desde el principio se dio a su candidatura un colo-rido .local inoportuno; y se le vinculó, sin motivo, auna oposición insultante y escarnecedora. El miSmorehusó en esta capital sentarse a la mesa de la fa-milia del primer magistrado, elegando razones dedecoro político; él mismo anunció desde el balcól'l.desu casa un 7 de marzo para el partido liberal; y bus-có o aceptó en la guardia colombiana la ardiente ydescarada cooperación que tanto se increpaba a losliberales en otras ocasiones.Hizo más aún el libre pen-sador: entró en explicaciones sobre catolicismo conlos porta-estandartes de la curia, en momentos en queel partido liberal declaraba que la cuestión religiosaera para él la cuestión madre; y en momentos en queel partido conservador no buscaba en él un represen-tante de sus ideas, sino un elemento de discordia parasus adversarios. ¿A qué esa inclinación ante una es-cuela que no era la suya, y ante una creencia que élno tenía?

La candidatura del doctor Núñez pudo ser hastapopular; pero ni él ni los suyos supieron o quisierondesarrollarla con ese matiz. "Núñez o la guerra" fuesu grito y fue su inspiración; y todo el que sentía al-gún agravio, supuesto o real; y todo el que tenía algúnencono, oculto o manifiesto; y todo el que estaba o sesentía postergado por cualquier motivo, se unió a ellay sopló con pulmones de cíclope sobre la hoguera enque ardimos por fin todos. Nada hay más terrible. quela !ógica política; y tales premisas -dieron tales conse-cuencias. Esa candidatura. epicena sin necesidad, ven-

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gadora sin necesidad, lugareña sin necesidad, fue unaalarma; y esa alarma los llamó a todos a la lid. ¿Yquién dio tales caracteres a esa candidatura?

Lo que pudo ser calma, fue borrasca; 10 que pudoser terso, fue listado, y 10 que pudo ser avenimien-to, fue metralla. y fue tal el odio, y fue tan gran-de la cólera, que para estimarlos basta ver hastadónde han ido después muchos de los más conspicuostenientes de esa candidatura.

Los hechos no engañan.Eso y más dirá la historia.Lo que hay es que ante la verbosidad de los fabri-

cantes de frases- y una frase es un gran discurso enlas democracias-hoy no han quedado en pie másfaltas que las que dicen cometieron los parristas; másfraudes que los que dicen cometieron los parristas; máscadenas que las que pusieron los parristas; mássangre sin secarse que la que dicen derramaron losparristas. ¡Oh lógica! jOh justicia!

No es con un látigo levantado y una mala expresiónen los labios, ni eS con el reclutamiento de los reza-gados como se impone un nombre a los pueblos; y siel penúltimo presidente de la república se hubieradejado imponer por los mostachos de su secretario deguerra y de su comandante general, habría hechoa la república el mayor de los males, pues viviríamosen pleno régimen turco. Dicen de Turquía que el granvisir es el encargado de indicro: al sultán dónde sedebe firmar y cuándo se debe morir.

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Lluevan, pues, las acusaciones; lluevan los cargos,lluevan los insultos, ya que, Dios mediante, toda llu-via pasa, aunque esa lluvia sea borrasca, aunque esaborrasca sea tempestad, aunque esa tempestad seadiluvio. No son los contemporáneos los mejores jueces,mucho menos 10 son los vencidos. La historia dirá quiéncumpUó mejor con sus deberes en esa época desgracia-da: si el partido que entró a fuego y sangre en la po_lítica electoral, o el que resistió a pie firme salvando~u bandera.

(De "El Relator", junio de 1878.)

LA LEY DEL TIEMPO

"El destino de la humanidad es progresarpadeciendo."

Por mu~hos que han sido los sacrificios de honra,personas y dinero que ha impuesto al país el monstruode la regeneración fundamental, aun no saciado, estosdesastres le serán benéficos en definitiva. No de otrasuerte un individuo vuelve a la salud y al vigor, des-.pués de una prolongada dolencia.

Esta clase de crisis o sacudimientos son necesariosa las personas y a los pueblos.

El dolor purifica.Se decía por los que querían heredar o sustituir

en el poder a los radicales, que éstos estaban gastados,y que los había gastado la petulancia y el abuso, mien-

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tras que ellos estaban descansados y aleccionados; quese habían mejorado en el ostracismo de los puestospúblicos (aunque nunca 10 padecieron); que una ob-servación atenta de los hechos les había dicho dóndeestaban nuestros males y cuál era su remedio. En unapalabra, que se les entregase de cualquier modo ladirección de los negocios del estado, porque estabancuasi inspirados.

¿y esto era cierto? Lo que era cierto era que unospocos de los que así hablaban pertenecían al reducidonúmero de los patriotas ilusos, y los más eran gentesque tenían deseos-cosa muy natural desde luego--defigurar como presidentes, ministros, dipiomáticos, ge-nerales, contratistas, maestros, obispos, excelentísimos,usías y en todo aquello que da brillo social, aunqueno preconstituye idoneidad, y aunque en ocasionessea sólo un honor equívoco. Sabido es que este deseoes tanto más vivo cuanto menos serias son las perso-nas que lo padecen.

Mas, como no era posible conculcar en plena pazy en plena normalidad instituciones, leyes, sistemas,estructuras, etc., hubo de ocurrirse a un expedientecualquiera, y se proclamó la regeneración administra-tiva fundamental, frase vaga que a nada comprometía,porque 10 decía todo y no decía nada; simple telarañapara coger hombres-moscas, como los cogió en abun-dancia. También así alguna vez poblaron en poco tiem-po a Roma los hombres sin patria y se llenaron deaventureros las naves destinadas al Nuevo Mundo,al grito alucínador del ¡Dorado! No se tenía en mira

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el país, aunque éste fuera el dios querido de muchoscorazones. No; lo que se tenía en mira era lo que seha visto después: la improvisación de grandes honoresy de grandes fortunas -tan grandes, que nunca secreyó que ellas pudieran salir del seno enjuto de mies-tra pobreza espartana; y el colmo de distinciones que,no por repetidas, han dado ninguna ilustración, ningúnhombre superior, pero ni siquiera un mediano estadis-ta. Cuando más, suele citarse el nombre de uno queotro individuo, no por sus virtudes sino por sus auda-cias, no por su desprendimiento, sino por su entusias-mo como serio sectario de Pluto. Los hombres que va-lían en sus respectivos partidos antes del grande es-cándalo político de 1885, se han quedado donde esta-ban, y en materia de continencia -nuevos Escipiones-todos muestran con el dedo a uno o dos personajessolamente.

La regeneración, como la avutarda de la fábula,allegó huevos de todas las especies, pero no incubó nin-guno; y aunque movió guerra a los dioses de su su-puesto Olimpo, para arrojarlos de él a pedradas, noha podido ocupar con los suyos los puestos abandona-dos por aquéllos. Y hoy, en medio del general desastreel tonante trata a sus parciales, en los días de tormen-ta, como Hércules a Caco; mientras que éstos, en sutortura, pasean azorada la vista por los ángulos delpaís, buscando un auxiliar, un sustituto, un ayudantesiquiera; y como no lo 'hallan, proclaman hasta en susdocumentos oficiales más solemnes, que no tienenhombres, que tienen que improvisarlos, y cohonestan

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tal falta,diciendo que no han tenido tiempo ni escue-la para formarIos. Pero lo cierto es que huyen de lavirtud y de la capacidad como de sus jueces natura-les.

No podía ser de otro modo, y fue lo que tenia queser. La regeneración era un simple lance y no el frutodel estudio y de la deliberación patriótica. En ella en-tró como único elemento la voluntad de un hombrelastimado en su amor propio, estimulado por una am-bición de nuevo género en America y a quien alenta-ban los medios de acción que le daban la posesión delpoder. A esto hay que agregar las rivalidades de susémulos y la cooperación de un partido que hacía uncuarto de siglo que combinaba y fluctuaba en el de-sespero. La rama era sólida y se asió de ella en sunaufragio.

***Por. fortuna todo eso ha pasado hoy día. ¿Pasado?

Sí, la regeneración está muerta hace tiempo, sólo queno ha sido registrada su defunción. Esto no es asíporque lo digamos nosotros, sino porque está a lavista de todos y porque está en la conciencia de to-dos y con más veras en la de los que han lu-chado con ahinco para someterla a una forma da-da, a un sistema fijo, a un tipo, Y se han estrelladocon el criterio, ora empírico, ora caprichoso, de quienlos envuelve y tortura como el boa a su presa. Y estono es un fenómeno: es un hecho común en la política,

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que se explica, porque el interés del que manda nosiempre es <elmismo del que está a su lado y del quele obedece. De ahí que la regeneración haya sido po_eo afortunada en sus detalles de administración; de a."tíel que no haya tenido libertad y el que, en 10 susta."l-tivo, a pesar de haberse dado una constitución auto-ritaria, no se sienta segura, después de 'Variosaños detriunfo, sino metida en la armadura de hierro de lasfacultades omnímodas, de las cuales no sale por temo:-de que su formidable adversario la pulverice en segui-da. Tenemos, pues, una constitución escrita, pero no te-nemos una constitución practicada, en 10 cual, como enmuchas otras cosas, somos la antítesis de la Gran Bre-taña. La regeneración ha plegado su bandera y no creeen sus doctrinas sino en sus soldados y en sus billetes,que son su savia.

Hé aquí por qué hace tiempo que dejó de ser; héahí por qué cada día que pasa se rompe más el pavo-roso velo que la cubre; y todos, todos, así el comercian-te como el agricultor, el industrial como el capitalista,el político como el jayán, ::lO tienen fe en ella yansían, si no precisamente por un cambio absolu-to, a lo menos por una normalidad, turca o ru-sa, persa o polaca, pero una normalidad, que défuerza al suelo en que estamos todos parados y apar-te de nuestra vista la perspectiva lúgubre del caosque nos :rodea.Ya no se habla de doctrinas, ni de re-formas, ni de ensayos, ni de -esperanzas, ni de ensue-ños; nó,. hoy por hoy, todos los colombianos son su-

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blimados escépticos. En cambio se habla, sí. mu-cho y se piensa mucho, en el modo de alcanzar cual-quiera clase de legalidad. Se han puesto a un lado lascuestiones de simple carácter político, todo lo quees meramente especulativo, porque 10 que priva esel anhelo por la confianza y la regularidad fiscal aimpulsos de la propia conservaci6n; esto es, de )aexistencia propia, el respiro propio y la pública y pri-vada dignidad. El problema, el gran problema es,pues, de carácter social: porque es la sociedad per-turbada la que quiere su salvación, toda vez que lareforma se ha comido al país en lugar de a1entm"~lo. Hoy no hay hombres libres en Colombia,lo quehay son contribuyentes. Tampoco hay en ella de-mocracia sino oligarquía. Se decía que antes ieníamosuna anarquía organizada. ¿Qué es lo que hoy tene-mos organizado?

***Es por eso por lo que hay algo desconocidoque se

agita, algo que ruge a lo lejos como león en furor, yque no tardará en manifestarse. ¿Es la guerra? No.Porel momento, la causa pública -la causa social- notiene adalides armados ni dispuestos a armar5e y ple-gado está su pendón. ¿Es la revolución, hija de lacólera, ciega y brutal como el destino antiguo? Nó:esa sería una solución inepta, en que la espada po-dría vencer como el brazo a la idea. ¿Qué efi, pu~?Es la simple voz de la lógjca y de la evoluciónnatural.Es el desborde del vaso, cumplido por sí mismo, esto

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es, sin que en ello intervenga el viento ni el impulsoextraño. Es la ley que se cumple; pero no la ley delos hombres, pequeña, falible, interesada, ruin: es laley sagrada de Dios. Es la luz que sigue a la tinieblas,la salud que sigue a la enfermedad, la sonrisa que si-gue al dolor. Es el derecho triunfante, que se levantay se pone de pie sobre el dragón de la fuerza.

***El país ha abierto los ojos y ha visto; el país ha me-

ditado y se ha persuadido; el país ha comparado y hadecidido. Era ya tiempo. Mas, ¿qué es 10 que ha.visto?¿De qué es de lo que se ha persuadido? De que hoy,y no antes, es cuando Colombia necesita de una re-generación reparadora. De que la proclamada hacedoce años es un sofisma, hijo de la ambiei6n; y fi-nalmente, de que los liberales, por muchas que hubie-ran sido sus faltas, nunca llegaron hasta donde hanllegado las de sus adversarios, ni pusieron más altoque éstos la mira del desacierto administrativo. Deque no fueron tan ingratos, como éstos con suscolaboradores, de que no desnudaron la patriaa guisa de ataviarla ni le impusieron, para cu-brirla, el manto de la oclocracia, alegando que la des-pojaban de la túnica harapienta y ensangrentada dela demagogia. y es la verdad: los liberales pudieronser intransigentes y altivos, pero levantaron sus ma-gistrados y sus hombres de Estado sobre el firme pe-

----destal del talentG-y-de-~ieneia-y---n9- malbal'atar.():n

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las arcas del pueblo.En resumen, eso es lo que el país ha visto al

fin en medio de la paz varsoviana que se le hadado. De eso es de lo que se ha persuadido, gra-cias a la semi-discusión que se le ha dejado sos-tener; y aunque no piense en devolverle el man-do y aunque no quiera imitar al liberalismo doc-trinario, sí quiere salir del abismo en que está caído,para respirar otros aires y divisar otros horizontes; yesto lo quieren hasta los que figuran como los primerosministros de la situación. La vida de una nación noes la vida efímera de un hombre, tampoco el interésde éste es el de aquélla, y Colombia medita con acier-to sobre la causa eficiente de sus miserias. Destinadaa vivir siglos de siglos, ni puede, como pueblo cristia-no y civilizado que es, ni quiere, como agrupación in-teligente, situarse en un medio político que la des-honre, cuando los otros pueblos, inclusive los más bár-baros según la tradición y la historia, se levantan deentre las garras del despotismo brutal o cauteloso, pa-ra glorificarse en el derecho que, en fin de fines, noes sino la libertad en una forma positiva.

***Mal aconsejada la escuela ultramontana de todos los

tiempos. o guiada por un cálculo falso, ha mezcladoen todas partes donde ha podido las viejas teogoníascon los sistemas nuevos, Y se ha empeñado en ver enel hombre un sér réprobo, nacido para el pecado, pa-

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ra la anarquía, para la rebelión y la guerra, para eldelito, la impiedad y el embrutecimiento, a quien hayque redimir por medio del castigo, la humillación y laexpiación, la penitencia, el entredicho y el verdugo;y en contubernio el sacel'docio y el imperio, aquí 10ha azotado como siervo, allí lo ha vendido como es-clavo, allá lo ha armado como mercenario, a~á 10 hamarcado como galeote o lo ha deportado como Lepro-so. y al obrar así, ha creído obrar en servicio de la Di-vinidad. La actual l'egeneración de Colombia ha sidouno de los frutos de esa escuela.

y no se crea que hablamos así por ser radicales, (}porque nuestro empeño sea torcer la marcha sagra-da de las cosas para impedir que se cumpla 10 quepo:: la ley del tiempo debe cumplirse entre les hom-bres y entre los partidos. N6j en los presentes mo-mentos no hay que darles a los radicales una inter-vención en los negocios públicos, que ellos no piden,ni quieren, ni necesitan: sus adversarios obran porellos. Déjeseles olvidados como a los ju<lloscautivosde Babilonia; y si es verdad que no han de volvernunca a su amada Sión, déjese también que sus ar-pas queden mudas en los sauces del río ... Ciro pue-de entrar con sus huestes a los cenáculos de Baltasaro quedarse en las llanuras de la gran ciudad. No se-:rán enos los que le abran las puertas ni les quele pongan la tea humeante en sus manos sangrientas.. . .Bien comprenden que no deben hacerlo.

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Ha habido más de un desborde en el camino de lareacción, reacción que no estaba en el espíritu denuestra época ni en nuestro carácter, sino en el áni-mo de quien la necesitaba exagerada, ultra, cuasi ab-surda para sus planes. Este error es común a las am-biciones extremas. Ese error es propio también de lasescuelas utilitaristas que, cuando obran sin contrape-so, van hasta la hoguera en puntos de fe, y hastala horca en punto d e opinión, y hasta la cadenaen 10 que toca al color de la pieL Esas mismasescuelas son las que reniegan de la libertad y de laigualdad como de dos serpientes colosales enrosca-das en el cuello de la patria, y las combaten con lapertinacia del apóstol o del fanático. ¡Dios lo quiere!¡Dios lo quiere! gritaba el cruzado cristiano. ¡Crée omuére! decía el cruzado islamita.

¿Por qué? Porque no ven que todo eso se ha idoquedando atrás, muy atrás, como los añejos erroresde la ciencia y del derecho; que todo eso lo ha ido des-baratando el soplo redentor de la civilización, que esel genio moderno. Que hoy en día un Pedro el Ermi-taño, un Torquemada, un Mahoma, un Napole6n ha-cedor de reyes,. son tipos inhumanos, como represen-tantes de seres absurdos; que las monarquías, aun lasconstitucionale::r, se derrumban; y que el cristianismo,que es el brazo del progreso, ha hecho fuerte a la so-ciedad contra el abuso y contra la barbarie, esto es,libre en presencia de sus amos-hombres y de suspseudo-gobernantes.

¡Vedlo! el mundo se a.l:;;oca hacia el escenario mag-

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nífico de una reinvindicación industrial, religiosa y po_lítica, como lo indica el que el Sultán de Turquía mis-mo condene y persiga la trata ... él, que buscaba enlos bazares de la vergiienza las damas de su harem.;que el Japón abre sus brazos al catolicismo, antes ple-gados sobre su pecho por millares de años; que el au-tócrata alemán convoca conferencias obreras, bajo ellábaro del socialismo oficial, que casi ha sido quita-do por la fuerza de las manos del socialismo revolu-cionario; que. el mormón mismo sale del lupanar pa_ra entrar en la vida del matrimonio. Chile arroja le-jos de sí la peluca empolvada del feudalismo y se ciñela túnica del tribuno parlamentario.

El congreso panamericano; ¿qué es, sino un símbolo,aunque incipiente, de la evolución universal? ¡Em-brión gigante de un ser que nacerá más tarde a repre-sentar la fraternidad del Nuevo Mundo!

Si no fuera como 10 decimos, el Brasil no seda hoyuna república, no habría caído el dictador del Guaireal soplo de la inerme opinión, no se estaría trabajan ..do por dar la forma federal a las grandes colonias delextremo del océano, y para dar independencia al Ca-nadá, y autonomía municipal a la Irlanda, esa gransierva de la obcecación británica. No se disputaríanlas razas blancas de la Europa las soledades del con-tinente de los negros, no estaría consolidada la de-mocracia en Francia, ni la España ni el Portugal soña-rían en las orillas del Tajo y del mar de Cantabria. losmismos s..-:eñosque Platón en Ias playas de Sunio. Losmalversadores han sido arrojados del capitolio de Bue-

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nos Aires.¿Cómo negar, pues, que el mundo marcha y se me-

jora? Y si marcha y se mejora, ¿cómo temer que lospartidos ultramontanos puedan quemar siempre las ta-blas de la nueva ley en las aras de arcilla de la auto-ridad despótica del mundo de los fetiches o en las en-trañas de Moloch?

No; eso no es posible. La sangre derramada por elhombre es siempre la sangre de Abel, que clama alcielo al través de las edades. El ara falsa es el altarde Satanás.

***Hé aquí por qué hemos dicho en el comienzo de es-

te largo escrito que, en definitiva, los desastres oca-sionados por la regeneración nos serán benéficos porcontragolpe. La razón de esto es sencilla; el país co-noce ya a sus partidos y a sus hombres y su manerade obrar como oposicionistas y como gobernantes; estoes, sin máscara. Este conocimiento es una grande en-señanza, que él traducirá en libertad, seguridad, bien-estar, dignidad, progreso, ahorro, crédito, estabilidad,justicia, etc .. o en esclavitud, desconfianza, malestar,servilismo, atraso, despilfarro, descrédito, instabilidad,injusticia, etc., al comparar los unos con los otros. Es-ta comparación es la llave del porvenir, y esa llavepertenece a los mejores.

En Colombia, y por caso muy singular, cierto gru-po del partido conservador ha sufrido modificacio-nes) no de avance, sino de retroceso, de tUl retroceso

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tal que asustaría si su viabilidad no fuese imposible.Por 10 común, los partidos que se bifurcan, 10 hacenen virtud de una ley providencial, que los obliga aacendrar sus virtudes en el crisol de los años y en losideales del espíritu; pero de ningún modo para retro-llevarlos a edades lejanas y oscuras e imponerles prác-ticas y tendencias que parecían muertas, y que enAmérica, continente de las repúblicas, son algo másque un loco anacronismo. En dondequiera, la ramaque se desprende del tronco principal, lo que busca,porque lo necesita, son más aire, más luz, y establescondiciones de vida. Su objeto no es s,ecarsepara ma-tar el árbol que la sustenta. Lo mismo decimos de losríos, cuyos brazos pueden llegar a ser más ~oderososque el raudal madre de que se desprenden.

Nuestro país no quiere, ni ha querido nunca, 10 quese ha hecho últimamente con él; y en ninguna de laspáginas de su historia se encuentran huellas ni seña-les del sistema egipcio, plantado por la regeneraciónfundamental, verdadero esqueleto político, cubierto,para engañar, con el manto de oro de que se sirvie-ra en Europa el inmortal Zea. El elemento indepen-diente, aunque puso la doctrina liberal por algún tiem-po debajo de la carpeta, nunca la ha abando~ado enabsoluto; y el elemento conservador republicano, eseque ayudó a arrojar de la América a los españoles yque sustituyó la curu1 del virrey con las curules de 103

diputados en los congresos de Angostura y Cúcuta, conlas que ocupó desde 1832 hasta 1843; 'ese elemento di-rá si la república popular, electiva, alternativa y res-ponsable que él levantó sobre los huesos de sus deu-·

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dos, muertos en el campo de batalla en terrible con-tienda, y a la cual dio la ley por norma y por orácu-lo; si la república que levantó Nariño, tan eentralis-ta como se quiera, pero sobre la base de oro de los de-rechos del hombre -puestos hoy en escarpia por algu-nos arrepentidos e infieles guardadores- es la mis-ma que tenemos, con gobernantes vitalicios e irres-ponsables, superiores a las instituciones y a la colecti-vidad. Si, el partido conservador patriota lo dirá, co-mo decimos todos, que no queremos la república au-toritaria de Bolívar, quien pedía para el país leyesinexorables, que él no obedecía, ni la del ganízaroMelo, ni la de Mosquera, pretendido nieto de Guzmánel Bueno y arbitrario por organización!

Nó. La regeneración ha traspasado todo eso. Ellase dijo: "Sea la reacción absoluta, implacable y derno-ledora, y démosle por envoltura la autoridad suprema.Apliquemos el principio del derecho divino a una de-mocracia aparente. Hagamos a Colombia incapaz deamar la libertad e indigna de merecerla, para lo cualaceptamos un jefe providencial, y esperemos a que eltiempo y la labor sectaria afiancen nuestra obra pormedio de una purificación sostenida".

Es por eso por lo que se nos habla de una Gomo-rra radical y se nos promete una Jerusalem nacional.

Pero, lo repetimos, no es ese el querer del país, nila aspiración política de ninguno de los partidos de ac-tualidad, ni el sentimiento escolar de ningún hombre.Esto se ve y se palpa a cada momento y en todos losámbitos de la patria. Un hombre sólo puede amar 10

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viejo y gustar de las ruinas, como los bubos, y estre-char su horizonte como lo hicieron el sombrío Tiberioy el doctor Francia; pero los pueblos, nó; éstos son in-mortales y necesitan del porvenir, que es en donde es-tá su fuerza y florecen sus esperanzas. Los pueblosno vuelven en masa sus ojos hacia un pasado pra-.histórico, que se huye de todas partes como una som-bra, para alcanzarlo, fijado y vivir en él y para éLReacción es fuerza y fuerza as vida y progreso. Reac-ción es movimiento necesario.

***Podemos asegurar que si.lo que se llamó el consejo

nacional legislativo hubiera estado compuesto por Ma-riano Ospina, Pedro A. Herrán, Julio Arboleda, M.,M. MallarhlO, Lmo de Pamba, Bufino Cuervo, José l.de Márquez. Ignacio Gutiérrez Vergara, BartoloméCalvo, Pedro J. Berrío, Vicente Cárdenas, AntoninoOlano, José E. Caro, Rufino Vega, Pedro Gutié··rrez Lee y otros muchos ~onservadores de lamisma talla y del mismo caráctel', por grandes quefueron los desengaños políticos que estos ilustres varo-nes tuvieron, por muchos que fueron los amargos cá-lices que apuraron; podemos asegurar, decimos, queninguno de ellos habría votado en ese consejo la irres-ponsabilidad legal del pl'eside!:ltede la república. Pa-ra eso habría sido necesario que no hubiera quedadode su ser anterior ni la más imperceptible molécula. Yténgase en cuenta que esos señoll'asfueron de los fun-dadores del partido conservador real y verdadero, del.partido conservador austet"o, cuyos hijos no pueden

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renegar hoy de sus padres ni de la república, sin serdos veces p¡:u-ricidas.

En 1861el general Mosquera reunió en Bogotá unconsejo nacional legislativo, esto es, dictatorial; peroni los halagos ni los terrores del despotismo pudieronnada contra ese consejo, que sancionó un pacto deunión, que es un modelo de organizaciónfederal y de:libertad ciudadana.

Hé aquí por qué la regeneración está muerta des-de su cuna, aunque se la crea viva, sólo porque lasostienen simples causas ocasionales, causas que sedebilitan y que la hunden de minuto a minuto, sinque haya que hacer nada para precipitar su catástro-fe. Sobre la ruina de ese castillo de naipes -alcázarde un día- no se levantará el partido liberal triun-fante, irradiando libertad y progreso. Nó, por cierto:no ha llegado aún la hora, y bueno es que no lleguetodavía; pero en cambio se levantará algo que valemás que los hombres y que los partidos. Se levanta-rá la ley, símbolo de una regeneración verdadera.

Es por eso por lo que esperamos tranquilos, por loque hemos aconsejado la paz y nos hemos limitado asincerar nuestros hechos, nuestros propósitos y nues-tras doctrinas. Lo demás será obra del tiempo, regula-dor de la política.

Y, en fin, es por eso por lo que creemos que hoy:pesa más la idea que el hierro en la balanza de Breno.

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SANTlIAGO PlEREZ

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EL ESPIRlTU DE LA PRENSA

El debate político puede tener más o menos semejan-za con el debate judicial; pero hay siempre entre el unoy el otro esenciales diferencias. En ambos se necesita,.primero que todo, establecer los hechos; esto es, fi-jar su verdad y sus relaciones; mas con esta diferen-cia cardinal: que el juez tiene que valerse de medioso conductos ocasionados a errores y a fraudes; en tan-to que el público, que es el que, al fin, decide en lascuestiones políticas, es, él mismo, testigo de los he-chos; y aunque alguna vez éstos se presenten con os-curidad o incertidumbre, sus propias consecuenciastardan poco en comprobar su verdadera naturalezay su origen.

Si en los juicios sobre la cosa pública, hubiera queaguardar a que alguna de las partes se reconocieravencida en el raciocinio, o siquiera convencida encuanto a los hechos, la opinión no tendría jamás cuán-do dictar su fallo. Pero no es así; como no es tampo-co para los voceros de un partido para quienes en rea-lidad se escribe. Los periodistas son, unos para otros,cualquier cosa, menos jueces. Para quien se escribe,es para la parte de la sociedad que no ha tomado de

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antemano un partido; que busca la verdad, no la vic-toria. Sólo esa parte es moralmente capaz de estimarun razonamiento, o de reconocer un hecho; y si noexistiera esa porción libre de la sociedad, un periódi-co político no pasaría de una entretención.

Ahora bien, ¿qué dirá esa porción de ciudadanosacerca de las declaraciones que de meses atrás vie-nen haciendo algunos órganos conservadores de quesu partido se adhiere al círculo independiente?

Aseveraciones como éstas:Que la adhesión conservadora es imparcial y des-

interesada, como el veredicto de un jurado; que losradicales son los causantes de todo el mal pasado, ylos independientes los garantes de todo el bien porvenir; que la elección del actual presidente es intacha-ble; que la lapidación del congreso fue legítima; queen el Cauca, en el Magdalena, en Antioquia, en San-tander, en Boyacá, en Panamá y en Cundinamarca,sí hubo, en el período último, elecciones populares;que el ejército sí ha sido, bajo las dos administra-ciones independientes, elemento de libertad y orden;que las zambras de Bucaramanga no fueron sino unaspaviento alemán; que la ferrería reelectiva de Sa-macá sí da fierro, y que el gobierno terrorista de San-tander sí da seguridad; que el Cauca se ha conver-tido en una Arcadia, por la sola eficacia de los decre-tos en que se mandaron restituir a sus dueños lasfincas rematadas; que el crédito exterior de la repú-blica ha crecido con la suspensión del pago de los di-videndos; que no rivalizaremos en los mercados de

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efectos públicos, en cuanto a crédito, con la Turquía,sino con la Francia, cuando empecemos a ir, no apagar a nuestros acreedores, sino a recoger de! sue-lo de las lonjas nuestros documentos, para traedoscancelados a nuestro banco oficial; que el proteccio'-nismo arancelario no es un medio de reclutar barrasdecididas, sino una medida nueva y buena; que el ban.-ea nacional no debe ser considerado como un mediode imposibilitar la cuenta y la justificación de les ges-tos, sino como el sistema adecuado ;para acreC1:!X rasrentas del gobierno y acabar con las cuitas delos :pobres; que la acumulación de periodos &0.-ministrativos en unos mismos administradores, yde despachos de oncinas en unos mismos o:Ccimst8.s,-prescindiendo de que estorba en algo la alternaci6ny de que en algo perjudica el servicio púh2ico,- siacaba, objetiva y prácticamente, con toda :clasede oli-garquía; que la regeneración, en un.a palabr'l, sí. esreal y efectiva ... todas estas aseveraciones, :repe.tE.mos, de órganos indep::m.mentesy de órga."los::onsel"-vadcres, pertenecen a la clase de nechos so"bre bscuales el país sabe a lo que se ha de atene?, y sobre lescuales sería inútil discutir con esos órga;:¡os,los cua-les, más imperturbables que los augUlt'esda que hablaCicerón, se van pasando esas proposiciones de edito.rial en editorial, sin sonreír una vez, ni por descui.do siquiera.

No discutiremos, pues, esos puntos; ni aun pregun-taremos a los ciudadanos que tales ;cosassostienen,

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si querrían, para el país, un gobierno así siquiera pordiez años. Ni preguntaremos a los capitalistas que lasmismas cosas sostengan,- si algunos las sostienen,-si por su parte están ya resignados al planteamientode la "democracia en el capital". No haremos nada deeso. Los escándalos en el uso de la fuerza; las seduc-ciones a que, en grande o en pequeño, se apliquen losfondos públicos, a fin de acallar voces agrias o deacentuar voces vacilantes, o de hacer que atruenenvoces propias, y lo demás que tenga lugar delante delpúblico, no hay para qué cOillE'ntarlo,ni aun hay paraqué decirlo. En estas materias, no sólo se .sabe lo quecuesta cada aplauso, sino que se adivina lo que bus-ca cada silencio.

Porque, lo repetimos, un debate político no es unacontroversia judicial. No aspiramos, pues, a arrancarconfesiones, ni las esperamos, ni las necesitamos. Bas-ta la constancia, en los anales de la repÚblica. de quepara órganos conservadores el tipo de un gobierno esel independientismo oficial, tal como se ha mostrad"desde ello. de abril de 1878; y que el mejor de lossistemas posibles es para los mismos la regeneraciónfundamental que está en curso de implantación en elpaís. Ya irán llegando las ocasiones de aplicar esecriterio en 10 moral y en lo político. y para entonceslos textos conservadores que aplaudan y bendigan laregeneración actual adquirirán tan subido precio. quepodemos asegurar que no será desatendido ninguno.

V l"':1mos.entre tanto, las actitudes que ensaya la

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prensa conservadora para distraerse, y para distraer,mientras que aguarda que el part-idoliberal se acabede dividir, se desangre y se suicide. Porque efectiva-mente todo eso aguarda.

"Todos los gobiernos liberales del mundo", dice ElDeber, "han tenido que volver los oj0Sal partido con-servador en las grandes crisis, en los grandes doloreso en los grandes peligros nacionales."

Comprendemosque bajo el peso de una calamidadpública, o en la inminencia de un peligÍ-ocomún, sehayan moralizado siempre las divisiones intestinas deuna sociedad,y templádose el exclusivismooncial, pe-ro esto no és que los gobiernos liberales vuelvan losojos al partido conservador, sino que el gobierno, _sea del origen que fuere,- vuelve los ojos a la na-ción, o que la nación los vuelve a ella misma.

O ¿querrá decir El Deber que, aun sobrevenidaesa calamidad, aun presentado ese peligro, si el go-bierno es conservador, no vuelve o no debe volverlos ojos al partido liberal?

Esta pretensión de que el partido conservador, _como si no se compusiera de hombres ni se movie-ra por intereses,- no tiene responsabilidades en lahistoria, ni tiene sombra ninguna en el espíritu, y quees todo patriotismo y todo buenas intenciones, --<:omodicen en francés,- es una pretensión insostenible,cuando del seno rllismo de ese partido suelen salirgritos que denuncian divisiones muy profundas, ycuando de sus manos suele chorrear la sangre de lu-chas fratricidas.

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"Como los polluelos que, mientras está el tiempohermoso", continúa el mismo periódico, "se dispersan,alejándose más o menos de la clueca, y al estampidodel trueno precursor de la tempestad, corren a guare-cerse bajo el ala protectora, así los liberales de todaspartes, suelen aprovecharse de los tiempos de mayorbonanza para alzarse con los gobiernos, y al llegarel desastre, por ellos mismos provocado, no sólo acep-tan sino solicitan el apoyo del partido conservador,guardián en todo tiempo y en cualquiera situación dela felicidad pública."

Nos figuramos que este guardián tiene un modosingular de guardar la felicidad pública, cuya fuenteúnica o principal es el gobierno, una vez que se lodeja arrebatar, -y esto, no por fuerza mayor, puestoque es en los tiempos de mayor bonanza,- por lasfracciones liberales. Por otro lado, guarecida comoestá la administración independiente bajo esa ala pro-tectora, queda, por lo visto, rebajada a la categoríade polluelo asustado por el trueno. De paso se pudie-ra preguntar: ¿qué hacen eso:>polluelos, o gobiernosliberales, cuando la clueca misma es el gran dolor,la gran crisis y el gran peligro; cuando es ella mismala que truena, como en la tempestad de 1876?

"El bastardo radicalismo", por supuesto que essiempre El Deber quien habla, "ha solicitado y ob-tenido varias veces el apoyo del partido conservador;pero no lo ha podido conservar, porque es esencial-mente incapaz de equidad y de justicia, esencialmentetiránico y opresor; trlientras el partido independiente,

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que no tiene más razón de ser que la justicia y equi-dad que proclama, lo puede conservar indefinidamen-te: ser fiel a su programa, ser liberal en el sentido I

recto de la palabra, es todo lo que necesita. Mientrasllene esas condiciones, tan fáciles de llenar, goberna-rá la república, apoyado y respetado por sus mismosenemigos; y al radicalismo no quedará más recursoque moderar su concupiscenciapolítica, doblar ka cer-viz y dejarnos vivir en paz."

En nuestro escenario político, así arreglado por -ElDehe::.' , no comparecen sino dos entidades militantes:radicalismo e independientismo. El partido conserva-dor no es, según él, sino tropa auxiliar, sin campamen-to y sin bandera. Aparece como un guardián de la fe-licidad pública, que sin valor propio, hace el mismopapel que el cero en la numeración escrita! Aparececomo un centinela que se deja vencer del sueño enlos tiempos de bonanza, -como una clueca que nodescoge el ala sino al estallido del trueno.

y ¿cómo resulta, según el mismo Deber, que llenaese papel subalterno de auxiliéli'? Se comprende quemuy mal, cuando ha prestado su apoyo varias vecesal bastardo radicalismo, lo que acusa en él ligerezapor lo menos. Esto se corrobora viendo que ofrece esemismo apoyo a un bando que "no tiene más razón deser que la justicia y equidad que proclama". Una pro-clamación es 10 que decide a renunciar para siempreaun a los conatos de resurrección o de vida ]propia;puesto que si el independientismo es fiel a su progra-ma de liberal en el sentido recto de la palabra, ya tie-

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ne asegurado el apoyo "indefinido" del partido con-

servador!La condición bajo la cual se promete ese apoyo

indefinido no es menos digna de atención. Por unaparte, esos conservadores que así hablan y que asíapoyarán, serán "enemigos" de los que gobiernencon fidelidad al programa liberal "en el sentido rectode la palabra". El golpe habría sido una declaraciónde que el partido conservador era verdaderamentepartido liberal "en el sentido recto de la palabra".A..'1ora se sabe ya que no es así, y que ese partido se-rá siempre el enemigo de los liberales, aunque éstosgobiernen con fidelidad a un programa rectamente

liberal.Por otro lado, si un partido político es algo, es una

comunión de principios; Y si quiere algo legítima-mente, es gobernar él o que otros gobiernen de con-formidad con los principios que él profesa. Mas aho-ra se ve, por las ofertas de El Deber al indepen-dientísimo, que cuanto más se alejen los gobernan-tes de los principios de los conservadores, -es de-cir, cuanto más liberales sean en el sentido recto dela palabra,- mas apoyarán los mismos conservado-res a los gobernantes liberales. Para estimar en sudebido valor político esta confusión de ideas, supon-gamos que el órgano de los conservadores ingleses,que acaban de ser vencidos en las elecciones, dije-ra al gabinete liberal que ha asumido el gobierno:cuanto más rectamente sea usted Whig, más lo apo-ym"emos indefinidamente nosotros los tories. Si tal

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'cosa llegara a suceder, 10 que tendríamos que pen-sar, sería que o los tories no sabían 10 que prome-tían, o que no pensaban cumplir 10 que prometían,.o que los tories se habían pasado oportunamente alos whig.

(De "La Defensa", junio 28 de 1880.)

CESAR CONTO

Las repúblicas son ingratas, según la historia. Esodebe entenderse de las muy grandes, como la antiguaRoma, o de las muy prósperas, como la Francia ac-tual; pero no de las que están sécuestradas o en or-fandad, como la nueva Colombia. Estas últimas no sepueden dar el lujo de la ingratitud. ¿Qué las consola-ría en su miseria presente, si no cultivaran el recuer-do de su grandeza pasada?

Todo país en actual degradación -creciente O> tran··sitoria- se refugia instintivamente en sus :recuerdos,y hace del culto a los hombres de su historia una delas formas de su protesta contra los hombres del día.

Hay, pues, a lo que parece, en las conmemoracionespopulares, como el centenario del natalicio de San-tander o como el aniversario de la muerte de Conto,

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algo que es orgullo, algo que es agradecimiento, algoque es esperanza.

Para entenderlo así y juntar esos do:;;nombres, noes necesario poner -y nosotros no lo ponemos- aesos dos próceres a un mismo nivel histórico.

No los ponemos, porque la gloria de los padres deJa patria no es conmensurable con ninguna otra glo-ria.

Conto no emancipó continentes, no constituyó re-públicas. No fue rival de Washington ni de Bolívar,de Santander ni de Hamilton. Labores como las quellevaron a cabo esos grandes hombres pueden ser com-partidas, pero no son renovadas por dos generacio-nes seguidas. En un mismo siglo, en un mismo pueblono se presentan sino a 10 sumo una vez; y para esa vezDios talla esos hombres especiales.

Prodigar los nombres de ellos a actores vulgares,cuando no indignos; hablar de un segundo Bolívar, ode una independencia complementaria, cuando sólosea cuestión, por ejemplo, de pagarle a un tránsfugasu traición, eso es mera y simplemente pretender eter-nizar a un mismo tiempo la profanación y el ridículo.En la historia no se obtiene entrada triunfal sino co-mo se la obtenía en la Roma conquistadora, esto es,entre trofeos inmortales. Yesos trofeos, en la civiliza-ción moderna, tienen que ser: para un nuevo Colón,mundos descubiertos; para un nuevo Bolívar, pueblosemanacipados; para un nuevo Cristo, humanidades re-dimidas.

Mas si no hay ni puede haber todos los días o para

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todos los hombres, Américas que descubrir o queemancipar, sí hay para los ciudadanos de cada país,variedad de caminos que seguir y de obras que ejecu-tar. El camino que Canto escogió fue recto y brillan-te; la obra que ejecutó fue digna y patriótica.

En la marcha social y política, llena en lo ordinariode contrariedades y obstáculos, que siguen los pue-·blos recién independizados, no hay nadie, no hay nadaque de antemano señale los puestos. Cada uno tomael suyo, según sus fuerzas. Fue, pues, por virtud delas suyas propias como Canto ocupó los primeros pues-tos en las primeras filas.

Canto fue alternativamente publicista y legislador,profesor y soldado, magistrado y hombre de Zetras.La espada y la pluma, el bastón y la toga son, en lascivilizaciones seculares, profesiones que se eligen. Enlas democracias nuevas, por el contrario, todas esascosas son necesidades que se imponen.

Varón consular, en el sentido clásico del término,Canto tuvo todas las serenidades, y dio muestra opor-tuna de todas las energías. Aplicó la fuerza del dere-cho, en las salas de justicia, con las misma irr..pasibili-dad con que aplicó el derecho de la fuerza en ~oscam-pos de batalla. Administrador del tesoro público, suprobidad tuvo la rigidez de la ley. La mod.estia d.e suhogar y la humildad de su sepultura son pruebas desu integridad como hombre privado; integridad queestuvo siempre en armonía con los principios y lasprácticas del sistema político de que él era alto repre-sentante. Tribuna popular, no hubo facción ni ¡:::amor

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que 10 intimidase. Orador parlamentario, no hubo ra-zón que no tuviera en cuenta, ni sofisma que 10 to-mara desprevenido. Escritor correcto sin nimiedad, suargumentación era sólida y su estilo sencillo. Jamásvendió su pluma. Pudo alguna vez no tener razón,pero siempre tuvo dignidad. Poeta popUlar, en susversos hay siempre espontaneidad y dUlzura. Susobras de filología llenan perfectamente su objeto. To-do esto, sin aires de magisterio en las letras, sin ce-ño de autoridad en política, sino jovial y galante contodos, atento con el adversario, respetuoso con el ven-cido.

Por sobre estas aptitudes de naturaleza y de edu-cación, Canto tuvo carácter, que es la cualidad cons-tituyente del hombre superior. Donde no hay carácterno hay hombre, sean cuales fueren las ventajas quese posean. Faltando el carácter, los talentos y aun lasvirtudes se reducen a fuerzas sin unidad, que se con-tradicen y esterilizan. La continuidad en las opinio-nes y la congruencia de los actos, durante toda la vi-da, son condición y revelación de sinceridad en lasunas y en los otros, y hacen sagrados -queremos de-cir, respetables- hasta los mismos errores. Cantonació y murió bajo una misma bandera. Jamás tuvoque devorar la amargura de la justa desconfianzaconque se trata al "pasado" en su nuevo campamento.La conciencia de la traición no 10 obligó jamás a ba-jar los ojos delante de los traicionados, ni los ojos yla cabeza delante de los pagadores de la traición.

Canto fue, pues, en suma, un gallardo servidor de

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la causa liberal. Su vida política fue un noble ejemplo.Su memoria personal es una reliquia sagrada. Obliga~do a expatriarse por los mismos que, habiendo abusa-do siempre de la prensa, como oposicionistas, no pu-dieron, como gobierno, tolerar el uso decente que deella hacía Conto; él tiene pleno derecho a los honoresdel proscrito y a la consagración del mártir por la li-bertad y por la patria.

No creamos que su ambición mera más allá; ni másallá van tampoco las exigencias de sus compatriotas yamigos.

Por 10 demás, ningún país tiene necesidad de hom-bres extraordinarios sino en circunstancias extraordi-narias también. De 10 que sí tienen suprema necesi-dad todos los países, en todas las situaciones, es dehombres probos, abnegados y consecuentes, para for-mar los cuales en Colombia, la conducta de Conto es'Un excelente modelo. En este sentido hay mayor ymejor enseñanza patriótica en el culto nadonal de losbuenos servidores públicos, que en ~a universal apo-teosis de los héroes y d.e los genios.

Ahora, más que nunca, necesitamos de esa ense-ñanza, no tanto por ~as persecuciones de los odios,cuanto por los peligros del contagio. La grande epide-mia oficial es la corrupción, y la grande epidemia pri-vada es el egoísmo. De ambas es preciso salvar a to-do trance a la juventud. Con ésta se salvarán los prin-cipios y se salvará la república. Desde las playas,pues, de 10 desconocido, por la solidaridad del respe~to que nunca acaba y del amor qUe nunca muere,

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Conto vuelve a nosotros y se asocia a nosotros ennuestra labor por la patria y por la libertad. Preconi-cemos su ejemplo, bendigamos su memoria. y aguar-demos a la primera hora de libertad para traer suscenizas a la tierra que 10 vio nacer y que él honrócon su vida y con su muerte.

Junio 30 de 1892.

LA CIRCULAR

La reorganizaclOn de un partido político puede sermotivo para que los otros· partidos perfeccionen tam-bién su disciplina, o para que doblen su actividad; pe-ro no es un hecho inaudito ni una causa de alarma.Después de la revolución de 1876, el partido conser-vador se dio la forma de gobierno, que parece ti€'netodavía; y seguramente no es a los agentes de esa com-binación, o sea, a los órganos de ese partido, a los quedeba causar escándalo el que los radicales procurentambién uniformar sus trabajos políticos en toda larepública.

Perder, pues, la paciencia, o perder la serenidad,por una cosa tan inocente, en sí misma, como la orga-nización de la junta central y la publicación de su cir-cular, no es dar prueba de tolerancia ni mostrar quese tiene mucha confianza en la propia causa. Pánicosde cierta clase no los padecen sino los que ven quese incorporan, y que se levantan y andan, aquellos, a

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quienes reputaban ya muertos. La extren:.ada credu·.lidad en asuntos de 'vida y muerte, es la más ocasiona-da a insultos del género epiléptico, accidentes que nosientan a nadie, y menos a los que están investidosde funciones serias, como los secretarios del gobiernode 'El Deber y los secretarios del gobierno nacionaL

Por otra parte, si al solo anuncio de que el partidoradical se apresta a continuar su ca~jno, prb~ipiand.::>por trabajar para que desapare:aca toda diferencia OJ.'.L<!-

no tenga razón de subsistir; si a ese so~oa."l1.X.cio,losque con esas diferencias medran, abandonan hasta St!.

compostura oficial, ¿q:.¡é dejan, entonces, p~s. C:lan-do vean, -como, Dios mediante, t~ndrán que verIo,-a ese mismo partido rendir en paz todas S:J.S jornao.a.sy llegar en triunfo al téTmino de su via;e?

Fuera de ras dos regiones oficial:es, -o de la re-gión doblemente oficial,- ~n que la circular ha ido aperturbar visiblemente los ánimos, por e2 púJ¡!i.co,:engeneral, ella ha sido favorablemente acogida. Esto seexplica, con p:rescindencia de todo espíritu de par-cialidad. Un partido que regulariza sus t::'a'bajos,con-sulta con ello sus inte:::eses,lo cua! ~e importa al él so-lo; peTO al mismo tiempo consulta sus cie'0e:res,~o ::::.'3-:le importa a toda la comur.ia.ad. Consulta sus intere-ses, porque ll.'lidad de acdón quiere decir encacia; yconsulta sus deberes, pOr::j,'Jleur.idad de dirección sig-nifica responsabilidad. Slemer.tcs mspersos, fuerzasaisladas, en la política como en. la g"c.lerra,se anulaJ..~entre sí; o aparejan :retaHacionespor actos que ni. pa-ra el triunfo ni para la hlllllra aprovechan. Un trabajo

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público y uniforme, por el contrario, es hasta garan-tía de paz. No es para hacer el mal para lo que se con-voca a gentes honradas. No es una conspiración la quese inicia dando aviso a autoridades y a ciudadanos.

Dos palabras ahora sobre el modo como la circu-lar ha sido considerada en ciertos lugares.

Dice El Deber: "Ahí está el manifiesto de los cua-tro ex presidentes, erigidos por sí y ante sí, a vir-tud de sus gloriosos títulos, en junta directora de to-dos los liberales de Colombia".

Desde luego tenemos que pasar por la pena derectificar la aseveración del señor secretario de go-bierno de El Deber. La circular no habla de ningunajunta erígida, por sí y ante sí, en directorio de todoslos liberales. Habla de una junta que se encargaráde concentrar y de dirigir los trabajos políticos de losliberales "que tengan a bien reconocerla, delegarlesus poderes y someterse a sus resoluciones".

Si pues, como lo cree el señor secretario, no hayliberales que tengan a bien reconocer la junta, enton-ces no habrá dirección, y El Deber se habrá agitadoextemporánea Y estérilmente.

En cuanto a gloriosos títulos, el señor secretarionos permitirá observar que la cuestión no es de glo-ria, sino de liberalismo; y que,--como él lo compren-derá,- no es el directorio conservador el llamado ahacer, a enmendar ni a llamar la lista de los miem-bros del partido liberal. Este partido no exige delos suyos tanto. como gloria. Se conforma con la fi-delidad; y para juzgar o para decidir acerca de esta,

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declina el testimonio conservador. Si, como El DebeFsostiene, los que suscriben la circular "han deshonra-do de mil modos la causa de la libertad", el señorsecretario puede estar seguro de que el partido li-beral no responderá al llamamiento de la junta. Elpartido liberal no responde jamás a ninguno que,-mil veces o una sola,- haya deshonrado su causa;a ninguno que,-mil veces o una sola,-haya hechotraición a su nombre.

En lo que sí tiene razón el señor secretario, es endecir que "ha sido una positiva desgracia que a lajunta de los ex presidentes" no haya podido concu-rrir el señor Murillo. Tiene razón. Si ese ilustre ciu-dadano hubiera podido concurrir, la representaciónde la opinión liberal durante los últimos años, esta-ría más completa en la junta. Nosotros no sabemosqué antigtiedad en las filas, o qué servicios a lacausa, se exijan por el directorio conservador pa-ra poder formar parte de él. Pero sí sabemos que,entre los liberales, cincuenta años de consagracióna la causa dan derecho para hacer un llamamientoa los copartidarios, cuando se juzga esa causa maldirigida, o cuando se la ve traicionada. Sabemos,igualmente, que un hombre que, --con un pie ya en.el sepulcro, pueda decir como lo puede decir elseñor Murillo:- "en mi carrera oficial puede haberhabido errores, pero en mi fe política ha habido unidad,y por consiguiente sinceridad; mil faltas han sido mías,pero mi inteligencia y mi corazón han sido de los prin-cipios liberales, y yo dejo mi memoria al amparo de la.

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sola bandera a cuya sombra he vivido"-, un hombretal, repetimos, "es un gran representante del par-tido liberal; y, por tanto, es de lamentarse que lafirma de tal ciudadano no haya podido autorizar'también la circular de la junta.

Tan grande representante es el señor Murillo delpartido liberal, que, así como se encuentra,-con unpie en la sepultura,-todavía disfruta del honor delas diatribas de El Deber.

La razón pa,ra esas diatribas no se alcanza a ver.Los que firman la circular no pretenden estar in-'vestidos de ningún poder, n,i reclaman distinciónde ninguna especie. Confundidos en ia masa de iosciudadanos, no han hecho más que alzar la vozpara decir a sus copartidarios:

"La causa que habéis servido siempre, correnuevos peligros y exige nuevos sacrificios. Si estáisresueltos a salvarla a todo trance, contad con loque en el mismo sentido nosotros podamos hacer.En prueba de nuestra decisión, ahí están nuestrosnombres y nuestra reputación, como primera ofren-da al arbitrio de los que de ellos necesiten para suinterés o sus odios. Cuando esa causa vuelva aestar triunfante, ella por sí misma escogerá sus ser-vidores. Mientras esté perseguida, ningún liberalde honor puede desertar de sus filas; y menos quelos demás lo podrán hacer los que, alguna vez oen alguna forma, de esa causa, o en nombre de ella,hubieren recibido honores o beneficios."

Ahí está explicada la iniciativa de los miembros

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de la junta. Los liberales tienen el derecho de se-cundarIa o no; pero, de parte de los adversarios,es una ridiculez el que la repudien. A tanto equi-valdría el que los liberales repudiáramos el supre-mo directorio conservador. Nosotros nos contenta-mos con juzgar sus actos y señalar su impotencia.

En cuanto a sostener que quienes han presididola república, sucesivamente en cuatro períodos, nohan representado parte ninguna de la opinión, eso,más que hacerles un cargo a ellos, es irrogar un in-

. sulto al país.Se explica con efecto, el triunfo del fraude una

vez, el predominio de la· violencia en un día. Perola sucesión, en paz y con la tramitación constitu-cional, de poderes usurpados, eso no se explica deninguna manera, porque eso no es dable, o no losería, sino en un país de cretinos. Una farsa comola que supone El Deber, representada por toda lanalctón, durante añ,ps seguidos, no se concibe si-quiera. Pueblos que la hicieran o que la toleraran,serían peores que bárbaros, serían menos que idiotas.

y por lo que hace a recomenzar el debate sobrelos pormenores o circunstancias de cada una delas elecciones presidenciales en Colombia, el se-ñor secretario puede coger a dos manos las edicio-nes de todos sus juicios, en un sentido o en otro, yreproducidas en El Deber. No por eso hallará quien,cuando no hay todavía más juez ni más oyentes quelas mismas partes, lo acompañe en una repetición

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que nada puede enseñar a los que todo 10 han vistoY todo 10 están viendo. Apenas puede excitar la curio-sidad el ver que el espíritu de la regeneración esya hasta retroactivo, como que ya el 23 de mayoes una fecha nefasta; 16 que prueba que, para se-guir al independientismo, no basta tomar su cruzdesde la lapidación del congreso, sino que hay quealzar en peso nada menos que la dictadura del 29de abril.

La nueva edición que El Deber emprende, y lasinnumerables que la seguirán, por sí rnismas no ten-drán más valor que las anteriores; sólo sí que losacontecimientos de 1876 para adelante les estánsirviendo de anotaciones terribles. De la importan-cia de esas anotaciones puede el señor secretarioformarse idea, si ensaya una comparación de su cen-so nuñista de 1875, con el censo de los independien-tes en los tiempos que alcanzamos. La oposición deaquella época ha suministrado desde que es gobier-no, día por día y acto por acto, mucho más de loque, para rectificar sus simpatías y sus juicios, ne-cesitaban los espíritus sinceros que, por sorpresa Yde buena fe, la acompañaron entonces. Hoy todoel mundo está en capacidad de co:mprender lo quea esta fecha tendría consumado ya aquella oposi-ción, si desde entonces hubiera logrado, como pre-tendió hacerlo, al grito de "Núñez o la guerra," en-trar a fuego y sangre al ejercicio del poder públi-

co.(De "La Defensa", 12 de agosto de 1880.)

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FELIPE ZAPATA

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REBABILlTACION

Hace veinte años que la nación está gobernada porun partido que se ha obligado por actos y por prome-sas a afianzarle sus libertades; mas debemos reconocerque las obligaciones contraídas no han sido hasta hoydebidamente cumplidas.terminar su obra, no hizo sino principiarla. Toda cons-

Al constituir el país el partido liberal en lugar detitución es de suyo una labor lenta de desarrollo y decrecimiento, de crítica y de experimentación. Paraperfeccionar las instituciones nacionales se requiereel concurso de todos los partidos, los debates previosen todos los órganos, la discusión política y la fijaciónde las ideas de la mayoría del pueblo sobre los pun-tos que requieran corrección o reforma. Antes de pen-sar, por tanto, en reformas constitucionales, debemospensar en reconstruír nuestros grandes parti~os polí-ticos, esos partidos que, siguiendo opuestos ideales,hicieron progresar tánto en otra época el espíritu na-cional.

El Libertador de la Patria expresó en horas de des-aliento que estas nacionalidades, de que él fue princi-pal creador, se perderían en la anarquía y serían víc-timas de multitud de tiranuelos de tQdos..-co-lo.~y-

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razas. El previó sin duda la suerte común de todaslas democracias, las cuales, dividiéndose en círculosque eternamente se componeny se descomponen,pro-ducen con sus artificios y combinaciones el escepti-cismo político y la anarquía.

Nuestra situación ha llegado a tal punto, que hoyes imposible el funcionamiento regular de ningún go-bierno sin la concurrencia de grandes partidos. Es-tos reúnen en su seno todas las fuerzas sociales queson homogéneas, y dan por resultante otra gran fuer-za que las modifica y las dirige, estableciendo entreellas el equilibrio y el orden. Los grandes partidos, asemejanza de los grandes ríos, se forman de numero-sas corrientes que, aisladas, pueden arrastrar cienoy ser insalubres, pero que al juntarse en un vastocaudal se convierten en aguas vivas y potables. Lospartidos no pueden formarse mmca con elementos es-cogidos y puros. Ellos son porciones de la especie hu-mana, que ni es perfectamente inmaculada, ni ente-ramente perversa. No hay quien sirva para todo, asícomo no hay quien no sirva para alguna cosa.La granciencia de los que gobiernan es saber distinguir lascualidades morales de los individuos para que cadauno sea utilizado en aquello para que sirve. Todoprograma político, encaminado a excluir a determi-nados individuos o fracciones de la participación enlos negocios públicos, es injusto y es torpe, porque to-do el que proscribe sufre su retaliación: los Silas.y losMarios se engendran recíprocamente.

Para el partido conservador, que es la mitad de

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nuestro pueblo, no podemos desear menos de 10 quedeseamos para nosotros mismos. Lo principal de la pa-tria no es el suelo sino sus habitantes, y si la suertede la mitad de ellos llegase a sernos indiferente, nues-tro patriotismo sería enteramente falso. El país se haformado por el esfuerzo común de todos sus hijos. Losméritos y las faltas de los diversos partidos, son glo-rias y son afrentas nacionales. Si amamos verdadera-mente a la patria, debemos naturalmente querer quetodos nuestros partidos políticos se enaltezcan.

Es nuestro deber exigir para el partido conservadorlos mismos derechos y las mismas garantías que exi-gimos para nosotros. El concurso de ese partido es in-dispensable para mantener el equilibrio político enque se sustenta el sistema representativo. La voz desus oradores hace falta en nuestros debates políticos;los ecos de su 'prensa son necesarios para contribuír aformar la opinión pública que ha de señalar nuevosrumbos; los talentos de sus miembros distinguidos de-ben ser aprovechados en la administración de nuestrosintereses nacionales. Pero ese p"artido y el nuéstrotienen responsabilidades propias, y como las responsa-bilidades no pueden confundirse sin debilitarse, la di-rección de la política debe corresponder al partidoque, en uso del poder público, se ha encargado de darsolución al problema planteado en las instituciones.

Aceptamos y pedimos la cooperación de los con-servadores en la administración de los negocios pú-blicos; aceptamos y pedimos su apoyo para mantenerla autoridad y para dar protección a todo derecho in-defenso; pero respecto de los actos del gobierno, no

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aceptamos su tolerancia ni, su ~ilencio,sino su críticay su sanción..

El primer deber de todo partido como elementomoral, es contribuir a formar la sanción pública, por-que sobre este fundamento se aPoya el orden de lasociedad. Un partido que con su tolerancia y su si-lencio apoya implícitamente a un gobierno, lo perju-dica y no 10 sirve, porque en realidad no hace másque taparle los oídos para que no llegue hasta él elruido que sus pasos levantan.

Aspiramos a que haya verdadero gobiernó en nues-tro país, y no puede haber gobierno sin medios desostenerlo. Todo cuanto afecta al tesoro públic-o afec-ta a la sociedad en sus fundamentos mismos, y enla administración del tesoro es en 10 que el país ne-cesita con urgencia una inmediata rehabilitación.

El país ha crecido en necesidades. No puede pen-sarse en la disminución de las contribuciones; peroéstas deben destinarse a la satisfacción de aquellasnecesidades que compensan a los contribuyentes lossacrificios que se les imponen. Los dineros públi-cos no se exigen para atesorarlos, sino para gastar-los, pero para gastarlos ordenada y debidamente, esdecir, que cuando el gobierno tenga que optar en-tre cumplir un deber o darse una satisfacción, en-tre aliviar un dolor o dar pábulo a un placer, se cum-J;llade preferencia el deber y se alivie de preferenciael dolor. Exigimos, pues, que los dineros públicosse recauden con fidelidad y se inviertan con purezay discriminación, con sujeción estricta a las reglas

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que la nación ha establecido para la administraciónde sus intereses. Deseamos que el gobierno presteatento oído a todas las quejas que levanten los ciu-dadanos; que busque la razón de todas las censurasy explique su conducta, o corrija todos los actos queno estén justificados.

Lo que el país necesita, lo que el país reclama, noes regeneración, sino "rehabilitación". Esta palabraencierra la última esperanza, y el más ferviente an-helo de todos los buenos ciudadanos.

1883.

ORDEN PUBLICO

Cuando la administración ejecutiva de 1866 publi-có su célebre circular de orden público, fui el prime-ro en oponerme a ella como ciudadano, porque, a mimodo de ver, se conculcaban los principios estableci-dos por la constitución; pero al hacerlo, expresé en30 de junio de ese año, las siguientes opiniones enque los sucesos posteriores me han confirmado.

"Tanto más imparciales son nuestras opiniones enla cuestión de orden público, que en principio esta-mos de acuerdo con el fondo de la circular del poderejecutivo, pues en esta cuestión hemos disentido siem-pre de nuestros correligionarios políticos.

"La gran calamidad de nuestro sistema constitucio-nal consiste en las revbluciones parciales de los Esta-dos. El orden público interior de éstos, tiene que de-pender, por necesidad, del gobierno general; pues de

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otra manera, son Írritas y sin efecto alguno las dos dis-posiciones constitucionales más importantes: la queasegura a los Estados una forma de gobierno republi-cano, electivo, alternativo y responsable, y la que ga-rantiza los derechos individuales. Desde el momentoen que en los Estados se establecen gobiernos de fac-to, que, por el hecho de serio, carecen de las condi-ciones de los gobiernos representativos, electivos yresponsables, únicos que la constitución reconoce, ydesde que revolucionariamente se aprisiona, se sa-quea y se expulsa a los ciudadanos, se violan de unamanera flagrante las dos disposiciones fundamenta-les de nuestro sistema político y de consiguiente, es elcaso en que el gobierno general debe intervenir. Elreconocimiento de los poderes revolucionarios y lasgarantías civiles no pueden caber juntos en una mis-ma constitución. Hay, pues, un conflicto entre dosdisposiciones constitucionales, y una de ellas tieneque desaparecer cuanto antes."

La base esencial e invariable sobre que reposa elderecho público de la unión, es el reconocimiento yla garantía por parte del gobierno general y ·de losgobiernos seccionales, de los derechos del hombre enlos términos en que se hallan definidos en el artícu-lo 15 de la constitución.

El reconocimiento y la garantía de los derechosindividuales no es la base solamente de nuestras ins-tituciones, sino que es igualmente la de todos los go-biernos libres. Si el gobierno republicano es el me-jor, es porque el derecho nunca está más eficazmen-

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te protegido que cuando se encuentra al cuidado detodos los que lo poseen; y si la federaci6n es la mejorestructura republicana, es porque aproxima más alpueblo los medios de protegerse y prosperar. En rigor,no hay más que dos formas de gobierno: las que ennombre de la divinidad o·de la soberanía popular secreen superiores al derecho individual, y las que estánlimitadas por ese derecho.

Monarquías o repúblicas, si no tienen freno, son go-biernos absolutos. La soberanía popular no tiene másextensión de la que necesita para hacer justicia, man-teniendo a cada derecho dentro de la esfera que le co-rresponde. Todo poder social, cualquiera que sea sutítulo, sea legal o revolucionario, si se sale de estos lí-mites, se convierte en tiranía.

Estas verdades parece que se van olvidando entrenosotros, a fuerza de ser triviales. Por llamarnos fede-ralistas, hemos olvidado que somos hombres y quequeremos ser libres. Hay quienes proclamen que el ar-tículo 15 de la constitución es un recorte hecho a lasoberanía de los Estados, como si los derechos indivi-duales fuesen una concesión graciosa de la soberanía,y no inherentes al hombre, naturales, inalieriables eimprescriptibles. Pueden algunos creer que esos de-rechos están mal definidos en la constitución, que fal-tan algunos y que otros se prestan a interpretacionesinconsistentes con el orden social; esa es materia deconvicciones, y probablemente una de las que des-lindan más marcadamente los partidos políticos; pe-.1'0 no por eso la garantía de esos derechos, tal como

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hoy están definidos, deja de ser el objeto de las insti-tuciones, y la extensión de ellos e11ímite hasta dondealcanza la soberanía popular.

Sea porque nuestro espíritu tenga más de artísticoque de filosófico,o porque no nos hayamos penetradobien del fin a que nos dirigimos comonación indepen-diente, el hecho es que nos apegamosmás a los hombresque a las cosas, y que descuidamos enteramente elobjeto del gobierno, para fijarnos únicamente en lascuestiones de forma.

Las formas políticas no son estructuras de una so-la pieza, que la filosoña descubre en la naturaleza yadapta indistintamente a cualquiera sociedad: sonorganizaciones convencionales que se adaptan a lasideas, las necesidades, la inteligencia y civilizaciónde los pueblos; que pueden variar en su estructura,y que deben variar cuando no correspondan al gran-de objeto a que están destinadas: hacer fuerte lajusticia.

Nosotros hemos adoptado la república federativa, yhemos hecho bien, porque es la forma más adecuadapara nuestro modo de ser. Si toda nuestra poblaciónh'Ú'bieseestado agrupada en el territorio de un soloEstado, en inmediato contacto, con intereses comu-nes, e iguales costumbres y tendencias, nadie habríapensado en fraccionar nuestro territorio, y manten-dríamos la unidad de gobierno. Pero la extensión delpaís, su configuración, las diversas condiciones de laslocalidades y el desparramamiento de la población in-dicaron, desde 1811, la necesidad de dividir en seccio-

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nes el gobierno del país, para que cada una pudiesecuidar de su prosperidad, sin que la unidad de gobier-no y de legislación les sirviese de mutuo embarazo nicortase el vuelo de sus respectivas aspiraciones.

Los resultados obtenidos en la administración sec-cional en ciertos Estados, demuestran que no tenemospor qué arrepentirnos de haber apelado a esta formade gobierno; pues los males qble se notan en materiade orden público, provienén de haber desvirtuado elcarácter de las instituciones federativas, apartándonosde los principios sobre que reposa el gobierno repre-sentativo.

La idea de federación, entre nosotros, nació de losmismos cerebros que primero concibieron la idea deindependencia y república. Pero la federación fuesiempre entre nosotros una aspiración vaga, sin queel país hubiese entrado a examinar su desarrollo. Altratar de aclimatarla en nuestro suelo, natural era to-mar por modelo la constitución americana, que lateoría demostraba ser buena, y la práctica acreditabade excelente.

El congreso de 1858se encargó de adaptar las ins-tituciones americanas a nuestras necesidades, y 10hizo con feliz éxito; pero en materia de orden públi-co introdujo modificaciones profundas, que minaronlas nuevas instituciones y abrieron el período de gue-rra civil que principió en la revolución de Santanderen 1858y que no se ha cerrado aún.

La constitución americana que, con sus recientesenmiendas, es la más sólida y hermosa estructura Que

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ha levantado entre los hombres la idea republicana,estableceprincipiosdiametralmenteopuestosa los querigen entre nosotros, en lo que se refiere al ordenpúblico.

"Los Estados Unidos, dice esa constitución, ga-rantizan a todos los Estados de esta unión una for-ma republicana de gobierno,y protegerán a cada unode ellos contra las agresiones exteriores y contra laviolencia interior, cuando así lo solicite su legislatu-ra o el ejecutivo, si la legislatura no pudiere ser con-vocada."

La ley de 28 de febrero de 1795,que desarrolla lacláusula anterior de la constitución federal, dice:"Sección la .... y en el caso de una insurrección enalgún Estado contra su gobierno, será lícito al presi-dente de los Estados Unidos, a requisición de la le-gislatura de dicho Estado, o del ejecutivo (cuando lalegislatura no pueda ser convocada) citar las mili-cias de otro Estado o Estados, a los cuales pedirá elnúmero que juzgue suficiente para sofocar dicha in-

o, "surreCClOn.El congreso de 1858no quiso adoptar disposiciones

semejantes a éstas porque juzgó que el medio deafianzar el orden público era descentralizar las lu-chas políticas; localizar sus devastadores efectos endeterminados Estados, y dar un respiradero a losodios civiles para que las instituciones no pereciesenpor el excedente de fuerzas que era menester com-primir.

Creyóse que los partidos iban a perder sus anti-

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guos vínculos, y que ya no se ocuparían sino en obte-ner el triunfo en los Estados; que la paz general ibaa verse asegurada, porque la nación sería gobernadaen cada sección por la opinión dominante. Estas pre-visiones fueron frustradas; la solidaridad de los par-tidos subsiste y subsistirá mientras haya creencias ointereses comunes; la intervención de los partidos enlas luchas de otros Estados, es un h~cho imposiblede evitar; y la misma neutralidad del gobierno gene-ral ha venido a depender de la política de los quelo ejercen.

Las revoluciones descentralizadas han prosperado,como todos los asuntos confiados a las secciones. Endoce ajíos de federación hemos tenido veinte revo-luciones locales y diez gobiernos destruídos por lasarmas. No se han podido localizar los efectos de laguerra, porque ella siempre afecta a los otros Esta-dos; decide de sus cuestiones y mantiene en alarmaa todo el país, que a cada revolución parcial temequ~ella se convierta en guerra nacional. Las revo-luciones locales han venido a ser el camino indirec-to para llegar al gobierno de la unión: son como loscombates que se libran entre avanzadas para tomarposiciones, antes de dar una batalla general.

Confiado el orden público al cuidado de las sec-ciones, ha perdido su solidez; porque no es lo mis-mo revolucionar un Estado que inclinar los ánimosde todo un partido en la república, a levantarse enrebelión. Para turbar el orden general, se requiereque un gran partido político en la república se resuel-

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va a jugar sus intereses en una lucha siempre largae incierta, comoson las luchas nacionales;y como en,todos los partidos hay siempre grandes intereses vin-culados a la paz, éstos desconciertan los esfuerzos delos agitadores y contribuyen a sostener el orden. Lasguerras generales son muy serias, y.los partidos nose lanzan en ellas sino cuando están desesperados.Pero las revoluciones locales son un juego, que noes peligroso sino para los espectadores pacíficos.

El orden público no es un asunto que interese so-lamente a cada Estado, para que la unión prescindade él; el orden de un Estado influye siempre en el delos otros. Supóngase que llegue a obtenerse la neu-tralidad del gobierno general y la de los Estados enlas luchas de los otros; ¿cómose obtendría la neutra-lidad de los ciudadanos? Los miembros de cada par-tido se apoyan mutuamente en sus luchas, porqueasí defienden sus intereses. En tanto que los parti-dos intervengan en las cuestiones de otros Estadospara derribar los gobiernos establecidos, y que losgobiernos guarden neutralidad, en lugar de defen-derse, no habrá jamás orden público. Tal sistema nosirve sino para destruir el prestigio de la legalidad ydar fuerzas a sus enemigos.

Además, la neutralidad que se busca de parte delgobierno general y de los Estados es imposible, por-que ellos intervendrán siempre que vean que peli-gra su existencia, así como intervienen las mismasnaciones independientes en las guerras de otras na-ciones, cuando juzgan comprometida su seguridad.

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En vez de afanarse por buscar los medios de queel gobierno general y los de los Estados mantenganentre los partidos beligerantes un equilibrio irreali-zable, los Estados debieran tratar de garantizarse elorden interior, en las bases de unión, y protegerse asícontra el espíritu revolucionario, que es el mayorenemigo de su soberanía. Una garantía semejante,lejos de estar en contradicción con las institucionesfederales, es el único medio de alcanzar los fines queellas se proponen..

Derechos individuales eficazmente protegidos yefectividad de la soberanía de los Estados para ad-ministrar con independencia los asuntos de su com-petencia, sin más lúnites que esos derechos: he ahílos objetos principales de la constitución federal. Es-ta provee en los artículos 14 y 25 los medios de re-sistir a las entidades políticas que, traspasando suspoderes, se conviertan en invasoras. Pero los indi-viduos y las mayorías están en completo desamparocontra ese poder de las facciones armadas, irrespon-sable y absoluto, que las instituciones federales ad-miten, que es superior a ellas y que no pueden re-primir.

Las autoridades públicas de los Estados tienen de-beres estrictos que cumplir; sus actos pueden ser sus-pendidos y anulados, y su ejecución las hace responsa-bles ante el gobierno general. El poder de los que serebelan contra el orden constitucional de un Estadosí no reconoce límites. La revolución puede constituir

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dictadores militares, privar del derecho electoral a susenemigos,expulsándolos;atentar contra la vida, la pro-piedad y la seguridad de los ciudadanos y establecer,si le conviene, tribunales especiales que administrenjusticia revolucionariamente. Con tal que no se in-giera en los asuntos que son de la competencia delgobierno general, éste no tiene por qué pedirles cuen-tas de sus procedimientos. Como los agentes revolu-cionarios no son empleados públicos, sus actos nocaen bajo la jurisdicci6n de las autoridades federa-les. El decreto de un cabecilla de revolución, que exi-ge contribuciones forzosas desiguales y enormes alos propietarios pacíficos; la violencia que se hace alos ciudadanos desvalidos para obligarlos a cometerel delito de turbar el orden público; las prisiones ar-bitrarias; las prohibiciones y gravámenes al comer-cio de otros Estados y la larga serie de atentados quese cometen en cada movimiento local, son hechosque se repiten frecuentemente; pero que, no tenien-do carácter de actos legislativos, no pueden ser sus-pendidos ni anulados, ni hacen incurrir en responsa-bilidad a los que los ejecutan, los cuales sólo son jus-ticiables por sus contrarios en caso de ser vencidos.Las instituciones no establecen restricciones a la so-beranía de los Estados sino cuando ésta se ejerce enpaz por la mayoría de los ciudadanos, en las urnaselectorales y con las fórmulas legales. Mientras unafacción sea un pelígro para la sociedad, es completa-mente libre; sus poderes no se someten a la normade la constitución sino después de que ]a facción ha

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vencido~cuando ha tomado formas regulares, cuan-do ya no inspira temores y ofrece garantías.

En esto las instituciones son perfectamente lógi-cas; sólo los poderes legítimos son limitados; la vio-lencia que obra sin derechos ¿qué limites puede re-conocer?

Lo que sí no es absolutamente lógico es que unanación que proclama la soberanía popular y el dere-cho individual, los deje a merced de las minorías ar-madas.

y hablo de minorías en el concepto de que las gran-des masas populares, compuestas de labriegos pací-ficos, de humildes trabajadores, sumisos a la autori-dad pública, tengan alguna significación política, enel supuesto de que su opinión y sus intereses hayande pesar algo en la nación. Los votos de esos ciuda-danos deben, con toda certeza, contarse entre los ene-migos de la guerra; porque para ellos la paz es el sa-lario y la seguridad que les proporciona, no el gobier-no, sino su propia moralidad. Ellos no saben quiéngobierna, ni se curan de ello; pero sí son enemigosde la guerra, porque ésta, como todas las plagas quecaen s()bre la especie humana, se ceba en los desgra-ciados; porque para ellos la guerra es la falta detrabajo y de pan; el robo de sus animales; la destruc-ción de sus labranzas; la fuga y el abandono de suscasas; la prostitución de sus familias, la orfandad, lamutilación, la mendicidad y la muerte. ¿Qué les i~_~porta a las masas J2Qpular~én-gobierna roc6mo

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se gobierna, si ninguna situación política ahuyentala miseria de sus hogares, ni disipa la oscuridad desus almas? Ante el derecho revolucionario, las masaspopulares no significan nada; son materia inerte ycontribuyente; verdadera carne de cañón; brazos parael lazo del recluta, espaldas para la vara del cabo.

Expreso estos conceptos a riesgo de que parezcansentimentales a las personas, por desgracia muy nu-merosas, que no se cuidan absolutamente de la suer-te de la multitud infeliz; pero los hechos son exactos,y como ellos ante mi conciencia son crímenes que lasinstituciones federales amparan y que el gobierno ge-neral tiene que dejar impasiblemente consumar sinpoder evitarlos, creo de mi deber llamar con encare-cimiento hacia este punto la atención de los represen-tantes del país.

Se explican las revoluciones generales en que losdos grandes partidos que imprimen el movimiento alas ideas, combaten por el ejercicio del poder, paradarle a la sociedad la forma y la dirección que cadauno de ellos considera mejor. En el fondo de esas lu-chas existen las ideas. Pero en el fondo de las luchaslocales no se ven sino intereses egoístas, antipatías per-sonales y cuestioncillas que no valen una gota de san-gre, ni un movimiento de simpatía. Cada una deesas revoluciones se presenta como el preludio de unalucha nacional: ellas sirven para mantener viva la irri-tación de los partidos, para no dejar apagar el es-píritu revolucionario, para ejercitarse en las prácticasde la guerra y para ir cambiando el espíritu eminen-

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temente civil de nuestro país, en espíritu militar.La insurrección es un hecho y no un derecho polí-

tico. La legítima defensa de los oprimidos, sea queéstos compongan la mayoría o la minoría del pue-blo, puede moralmente justificar la apelación a lasarmas, cuando no hay otro medio de librarse de laopresión; pero las instituciones, que colocan bajo suamparo todos los derechos, no pueden admitir la exis-tencia de fuerzas superiores a ellas, sin destrUír losprincipios que sirven de base a la libertad constitucio-nal. La soberanía de los Estados se ejerce por el votode las mayorías; mas para que este voto exprese lavoluntad de ellas, es preciso que sea libre y pacífico.Si las leyes rodean de garantías al sufragio, es parabuscar la opinión íntima e independiente de la con-ciencia de los ciudadanos. No hay otro medio de cono-cer la voluntad de las mayorías que el de contar losvotos; pero si cada partido se arroga el derecho de de-clarar el escrutinio y de sostenerlo con las armas, des-aparece el sistema electoral.

El fraude, el cohecho, la corrupción política, son elcáncer de este sistema, y, en mayor o menor escala,existen en todos los gobiernos representativos. En ab-soluto, estos males no se pueden evitar, porque todoslos partidos tienen hombres poco escrupulosos paraquienes los fraudes son muestr~s de habilidad y nodelitos. Mientras se cometan crímenes contra la segu-ridad privada, se cometerán también contra el sufra-gio, porque él no será inviolable hasta que la sociedadno haya alcanzado un alto grado de instrucción y mo-

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ralidad. La causa principal de la corrupción e1eccio-naria, es el inexcusable abandono con que 10sciuda-danos miran sus derechos electorales. Una mayoríaque se abstiene de votar, y que no hace en los díasde elecciones manifestaciones imponentes de su fuer-za, en cierta manera presta su asentimiento al resul-tado eleccionario, y no tiene por qué quejarse si ésteno corresponde a su voluntad.

Si se examina atentamente la naturaleza de las re-voluciones locales, se observa que ellas son el resulta-do de las descomposicionestemporales de los partidos;luchas entre fracciones, que se disputan el poder, avirtud de la abstinencia política de un gran númerode ciudadanos. La gran masa de éstos no toma parteen esas contiendas. Las mayorías egoístas e indiferen-tes no son revolucionarias; ellas son simplemente ju-guete de los intrigantes y de los hombres audaces. Lasúnicas mayorías capaces de apelar a las armas son lasque tienen la suficiente energía y resolución para ha-cer respetar sus derechos; y a éstas no se las supeditapor los falsificadores.

Es evidente que el fraude eleccionario hace del sis-tema republicano una farsa; pero la manera de co-rregirlo no es convertir la farsa en carnicería.

El fraude irrita más que la violencia, pero no pre-senta tantos peligros como ésta a los derechos indi-viduales ni a las libertades públicas. Los efectos delfraude se disminuyen con la paz, que trae consigo elimperio de la moralidad. Como el fraude es un hechovergonzoso, excita contra él en los hombres honrados

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un sentimiento de reprobación que, avivado por laacción de la prensa, produce efectos irresistibles enlos tiempos de calma. Contra la violencia, la sanciónmoral n() tiene eficacia. Ninguna minoría se avergUen-za de Vencer con las armas a una mayoría; antes tie-ne a mayor gloria el triunfo cuanto mayor es el nú-mero de los vencidos. Tan injusto es, sin embargo,sojuzgar a una mayoría por medio de las armas co-mo por medio del fraude; ambos son dos crímenescontra la república; pero el uno tiene el prestigio dela gloria militar, mientras que al otro lo acompañala reprobación pública.

En lugar de impedir el kaude, las disposicionesvigentes sobre orden público lo fomentan, y agt.eganun nuevo modo de supedita! }a soberanía popular.

La fuerza mayor no admite contradicción; pero pue-de ser una iniquidad. Las instituciones han permiti-do que la fuerza se levante a la categoría de un dere..cho superior al voto popular; porque si una mayoríapacífica incontestable organiza un gobierno, y unaminoría facciosa se arma, 10 vence en una batalla yhace una asamblea que le da forma regular, esta mi-noría es ante las instituciones el legítimo represen-tante de la soberanía del Estado. No pudiendo hacerfuerte a la mayoría, las instituciones le han dado ala fuerza el carácter de mayoría.

Al reconocer como legítimos los gobiernos que na-cen de las rebeliones de los Estados, se destruye elprincipio que sirve de base a la república: la sobe-ranía popular. Del triunfo de una fracción armada

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no se colige la mayoría del vencedor. Cien hombreslaboriosos y pacificos valen mucho más que diez hom-bresde guerra como electores; pero mucho menoscomo fuerzas. ~ triunfo indica más condiciones mi-litares, mejor organización, más armas, mayor va-yor¡ pero no más derecho. Si la fuerza triunfantefuese la expresión de la soberanía popular, las die.•.taduras y los gobiernos que se sostienen con bayo-netas serían el modelo de los gobiernos legítimos; yel ejercicio de la soberanía quedaría confiado a losbrazos más robustos y no a las conciencias más sa-nas.

Las revoluciones, lejos de ser un correctivo contrael fraude, son causas que lo producen. Los partidosque llegan al poder por medio de las armas, no se re-signan fácilmente a entregarlo a sus enemigos en lasprimeras elecciones. Por eso a cada triunfo revolu-cionario siguen nuevas combinaciones electorales; yfrecuentemente se observa que los vencedores apli-can a los vencidos las mismas leyes contra las cualesse alzaron. Así la fuerza y el fraude, que principiansiendo enemigos, acaban por ser aliados.

En resumen: las disposiciones vigentes sobre or-den público son incompatibles con la república fede-ral, cuyo objeto es hacer hombres libres en Estadoslibres.

Destruyen la noción del derecho de las mayoríasy establecen como doctrina política que el sable es laverdadera fuente del poder.

Engendran el fraude en apoyo de la fuerza, y ale-

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jan toda esperanza de alternabilidad pacífica de lospartidos en el gobierno.

Obligan a los Estados a gastar gran parte de sus re-cursos en sostener fuerza permanente; mantienen elpaís en incesante alarma y aniquilan la industria, ha-ciéndola perder toda confianza en la seguridad .

.Hacen necesaria la intervención de unos Estadosen las cuestiones de los otros, con el fin de proveera su propia conservación, y son origen de continuasdificultades entre el gobierno general y los de las sec-ciones.

En fin, tienden directamente a sacar la influenciapolítica de las mayorías pacificas y laboriosas, paracolocarla en manos de las facciones que saben apo-derarse del gobierno.

En cumplimiento de mi deber, someto al congresoestas observaciones, no con la mira de que él pongaremedio a los males indicados, pues no está en sumano hacerlo, .sino para fijar su atención sobre estacuestión vital, que si no se resuelve satisfactoriamen-te, puede producir el descrédito y la ruina de nues-tras instituciones.

El gobierno general debe garantizar el orden o bo-rrar esta palabra del escudo nacional; porque pare-ce una burla que la nación que ostenta orden en susarmas, sea precisamente la única que no sabe conser-varIo. Y al borrar la palabra orden, debe suprimirtambién la palabra libertad, porque sin orden no hayderechos para los individuos ni soberanía para elpueblo.

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TOMAS CUENCA

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PENSAMIENTOS

No hay inÍamia sino a los ojos de Dios; por eso la ca-lumnia no infama.

El delito hace perder al espíritu la armonía queconstituye su :felicidad; el arrepentimiento restableceesta armoDÍa. y hace que no sea eterno el mal.

El amor es el pensamiento del corazón.

Todo trabajo material reposa sobre un trabajo men-tal: las piedras que sustentan un edificio han sido arre-gladas por la mente del arquitecto antes de ser colo-cadas por los brazos de los operarios

El hombre camina por una cuerda; a cada paso pue-de faltarle la balanza y caer al abismo.

La conservación del hombre es una constante ca-sualidad

La vida no tiene más que dos soluciones: la muer-te y la resignación; la primera es más dudosa, la segun-da más grande.

__~~_ ~!B..ma_s_QluciÓILdeL.pr-Og~-eso--tiene-que-ser---Ia-justicia.

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La pereza es para algunos caracteres un gigante ar-mado en lucha con un enano.

Suprimid la luz y ha desaparecido la hennosura,mientras que la virtud brilla más.

Si la economía es el mejor tesoro, se debe econo-mizar. Esta es la lógica del pródigo.

Si el suicidio Íuera ur..a cobardía, hahJOÍa infinidadde suicidios.

Hay hombres que aspiran sin cesar a elevarse, sinconsiderar que mientras más elevados están, más vi-sible es su bajeza.

El derecho es de tal manera instintivo al hombre,que en el momento de distribuírse el dinero robado dosladrones, si el uno quiere tomar mayor parte, el otro lepregunta: ¿con qué Elerecho?Y esta sola pregunta lodetiene.

Cuando el gabinete inglés tachaba de poco sólidoLa regeneración, que desde las primeras horas de

el goeierno consular francés y de ser impuesto a lanación, y no aceptado por ésta, Napoleón, primer cón-sul, replicó publicando un estado comparativo de lasfuerzas de Londres y de París. Resultaba de él, quemientras en París había apenas dos mil trescientoshombres, casi insuficientes para el servicio de las guar-

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dias, Londres estaba guarnecido por catorce mil seis-cientos. Por ausencia de la fuerza demostraba Napo-león la existencia de la opinión.

Hagamos que justicia y legalidad sean una mismacosa, y que ninguna injusticia por ser vieja sea legal.

Es bueno que el hombre no tenga que sujetar suconciencia a una fórmula, sino que se sujete a su con-ciencia, que se sujete a Dios.

Admítase la verdad, de cualquiera manera que ven-,ga probada.

El hombre jamás debe hallarse en el caso de vio-lar su conciencia -ese consejo Último de Dios- porobedecer a la ley, ese mandato aventur~do del hombre.

El hombre que para conocer la justicia necesita con-sultar libros, es incapaz de administrarla, porque ellaes un tesoro que debe residir en el fondo del corazón.

Cuando el gobierno sale de su justo límite de ac-ción, entra forzosamente en el del individuo, y deaquí se origina una lucha entre el derecho individualy el poder, que hace imposible la armonía que entre-ellos debe reinar.

La verdad tiene la cualidad del azogue: tratad de,_.ocultarIa-y-se-es-curl'ira;--¡r'peSar'vuestro, -masorillan"::'

te por entre vuestros apretados dedos.

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Cuando en un mensaje habla el encargado del po-der público de la sumisión y civismo del ejército, esporque el ejército 10 ha supeditado y lo mantiene enincesante inquietud.

En tiempos de turbulencia, el pueblo pide la liber-tad de Barrabás y el sacrificio de Cristo.

Nuestra conciencia es la sensibilidad de Dios; cuan-do ella se queja, es porque El se siente herido.

El crimen es la mayor de las desgracias: por eso elcriminal es el ser más digno de compasión.

Para combatir al malo no hay como ilustrar albueno.

Para decir la verdad al pueblo en momentos críti-cos, es necesario haber cortado todo lazo de unióncon los partidos y despreciar la popularidad.

Los aplausos apasionados del presente se repercu-ten en censuras en el porvenir. En las reuniones tu-multuosas no es difícil arrancar aplausos: basta hala-gar las pasiones del momento, y no hay necesidad degran perspicacia para conocerlas, porque ellas ofi-ciosamente se exhiben. Para lo que se necesita valory austeridad republicana es ~-xa combatirlas. El ver-dadero demócrata, el verdadero amigo del pueblo, enestos casos,es el que combate sus pasiones extraviadas;

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el que se resuelve a darle una bebida amarga que locure, en vez de un :veneno dulce que aumente su em-briaguez.

¿Qué puede ser una popularidad servilmente com-prada, para un hombre que se estima a sí mismo ~que vive en su conciencia?

El pueblo tiene un instinto delicado que no lo de-ja permanecer mucho tiempo en el error. Cuando vuel-ve la calma, retira, las emneras popularidades que con-cedió en su extravío, y erige altares a los que lo com-batieron. Sus simpatías y sus juicios en el estado de sa-lud, son contrarios a sus simpatías y a sus juicios en es-tado enfermo. Mirará con resentimiento, cuando nocon cólera, a los que lo lanzaron por una senda de quehoy se avergiienza. Es esto lo que se ha llamado condesdén "instabilidad del pueblo", cuando no es sino eltriunfo de su imperecedera razón.

A todos los merodeadores de popularidad se les po_drá aplicar algún día lo que el poeta dice de Masanie-llo, hablando del pueblo:

Ayer su ídolo era:Hoy su víctima es.

La benevolencia es el mejor criterio para juzgar alhombre, porque ella consulta la ley natural de la fla-Queza humana.

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Dios reconoció la flaquea del hombre al no confiarla conservación del mundo al deber, sino al instinto, alinterés o a la necesidad. Dar a la flaqueza humana, enlos juicios humanos, todo lo que Dios le dio, será, pues,la mejor filosofía;

Decid a un juez conctlSionarioque ha vendido la jus-ticia, y os contestará, indignado, con un acto de ~olen-cia; pero proponedle que os la venda, y os aceptará conafabilidad, sin embargo de que en este caso le hacéisun ultraje mayor que en el primero.

Dejad a los amigos razonar solos, y pronto estaránde acuerdo; colocad entre ellos un espectador, y ningu-no de los dos cederá a las razones del otro. &to se ex-plica: en el primer caso impera la docilidad de la ra-zón; en el segundo, la inflexibilidad del orgullo. En elprimer caso, manifestarse convencido es agradar; enel segundo, es confesarse rebajado.

Un marido mártir decía a' su mujer beata: si el cie-lo es para ti, ¿a dónde me iré yo?

Hay caracteres que son más leales que justos, y másirascibles que probos. Se indignen contra las faltasque no patrocinan, y creen que en eso consiste la auto-ridad de la virtud.

El estatuario antiguo escribía sobre sus bellas obrasla palabra faciebat, trabajaba para demostrar que no

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las creía aún concluidas. Así son todas las obras huma-nas; siempre en vía de mejora, de adelanto, de progre-so; y cuando la vanidad humana escribe sobre ellas lapalabra perfectas, el tiempo se encarga de demostrarque debió haberse escrito la palabra del estatuario an-tiguo.

Las sociedades políticas permanentes son tabernasen donde el pueblo se embriaga de fanatismo político.

Usar mala letra en la correspondencia epistolar, esuna falta igual a la de presentarse con un traje desal?ea-do en una reunión.

Al que sostenga la pena de muerte, proponedle elcargo de verdugo, y si no es un facineroso os dará larazón.

Imponed al juez que quiera aplicar la pena de muer-te, la obligación de ejecutada, y no habrá una solacondenación.

¿Con qué derecho se fuerza a un hombre a serverdugo?

¿Con cuál se avanza para un criminal la hora seña-lada para el juicio de Dios?

No aceptéis un depósito de que podáis tener nece-SiOad, si queréis conservar limpias vuestras manos.

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La economía es la hacienda del pobre.

La prudencia es una virtud; la economía, una fuer-za, pero esta fuerza es imposible sin aquella virtud.

Un niño jugando con los dorados del féretro de sumadre, es la más viva imagen de la inocencia.

Un moribundo de gravedad a quien asiste un mé-dico, es un sentenciado a muerte, gestionando paraque se le conmute la pena en trabajos forzados.

Frecuentemente el placer que experimenta un pa.dre al tener un hijo es inferior al que le produce elhallazgo de un tesoro; y sin embargo, si lo forzáraisa escoger entre la pérdida de su hijo y la de su tesoro,escogería sin vacilar la de éste.

En las verdaderas repúblicas no hay otro esclavoque el gobierno.

Nunca el hombre es perfectamente consecuente, niaun con sus más arraigadas convicciones. Se os diceque vuestra madre, modelo de virtudes, pero que lle.va una vida de dolores y de agonía, morirá muy pron-to, yos afanáis en prodigarle toda clase de remediospara arrancarla a la muerte inevitable, aunque inde.finida, y por prolongarle su dolorosa existencia; sinembargo, de que vuestra fe religiosa os da la certidum•.bre de que el día de la muerte de vuestra madre será

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el último de su martirio y el primero de su eterna fe-licidad. Explicad este fenómeno por otro medio queel de la ley modificadora de la conservación!

El hombre justo es como el sol, que renace en elmismo instante y punto en que muere.

Los romanos, a lo menos eran consecuentes, puesque prohibían al ciego pleitear porque no podía verlas insignias de la magistratura: nosotros creemos ne-cesarias las insignias y dejamos pleitear al ciego.

Lo único que apaga los odios de partidos es la pa-sión de partido. .

La constancia ha sido dada al hombre para comba-tir la adversidad.

El trabajo se encuentra siempre suficientementerecompensado, aunque no sea más que por la utili-dad de estar ocupado.

Los que en pro de este glorioso siglo nos dan pormoderno el establecimiento de los telégrafos, pade-cen un engaño y quieren hacérnoslo sufrir.

¿Quién no conoce la inmemorial telegrafía de nues-tras ventas?

¿A qué estómago de viajero apetitoso no le han de-marcado en más de una ocasión el rumbo?

¿Qué amante no ha descifrado los pensamientos desu amada pn ln,;:nin,,?

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¿Qué son las lágrimas sino el telégrafo de los do-lores del alma?

¿No es el pulso el telégrafo de la salud? ¿No es bpalabra el del pensamiento?

¿Quién ha dejado de comprender los anuncios deun bostezo?

¿Cuándo no ha sido el llanto la expresión del dolor?

El hombre es un ciego cuyo lazarillo es la virtud.

¿Quién es ese caballero que lleva el sombrero másen la mano que en la cabeza, que a todos cede el ladocon cortesanía y saluda con'respetuoso cariño? Es uncandidato ..

La moral, que es la proyección de Dios en la con-ciencia humana, es inmutable como El.

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FIDEL CANO

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AYER Y HOY

La Regeneración, que desde las primeras horas desu triunfo se manifestó decididamente adversa a lalibre 'expresión del pensamiento por medio de la im-prenta, extremó sus rigores contra ésta a mediadosdel último año, sin duda porque en los seis meses queiban a seguir había de necesitar más que nunca "lamisericordia de las tinieblas".

y en efecto, los sucesos ocurridos durante ese pe_ríodo no podían yerificarse sino delante de cómpli-ces o ante testigos cobardes o enmordazados. Para po_ner en vigor, contra expresa prohibición constitucio-nal, la más completa intolerancia en materias religio-sas y filosóficas (1); para reemplazar en la monedanacional un súnbolo amado por todos los colombianos,con una efigie personalmente cara al señor Núñez; pa_ra arrojar del suelo de la patria a muchos ciudadanosy encarcelar a otros, sin fórmula de juicio y por faltasno probadas o por hechoS',que ninguna ley nacional

(1). - "El Espectador" fue suspendido, segúa ''Bl Co-mercio", "entre otras razones, por sus eonstantes aáquesa la religión", y "El Ensayo" por haber publicado ariícu-

,~g~bre-Dlaterialisme-médico-.-

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llama delitos; para declarar el presidente de la repú-blica, contra los dictados de la ciencia y contra clarí-sima regla constitucional, que asumía el carácter de in-térprete supremo de la ley matriz; para arrebatar a unaasociación industrial la dirección de sus propios asun-tos, y amenazarla con la expropiación de sus bienes, só-lo porque era rica, y por rica, sospechosa; para alejardía por día el advenimiento de la ley electoral, a sabien~das de que la constitución exigiría la vigencia de esa leyen época precisa y por extremo cercana; para dictar,invocando las instituciones de la república unitaria,bárbaros decretos de proscripción contra los trabaja-dores antioqueños que han llevado a los campos cau-canos la animación, la vida industrial, la riqueza y elapreciable ejemplo de su heroica laboriosidad; parallevar a cabo todo esto, sin riesgo de que la naciónprotestara contra ello y sin temor de que el mundocivilizado le diera los nombres que merece; para eso,decimos, era necesario suprimir la prensa libre, y fuesuprimida.

Uno a uno fueron cayendo bajo el bastón -garrotedel ministro Angulo- cuantos periódicos se atrevíana no pensar en todo como el gobierno; y a poco la re-pública no tuvo en materias políticas otras voces quelas obligadas -por complicidad o por salario- a can-tar las excelencias del régimen regenerador. La pren-sa periódica vino, por ministerio de injusto privilegio,a marios de los vencedores en la última contienda ar-mada, quienes casi constantemente, y tal vez sin másque una excepción, la emplearon para insultar y ca-lumniar a los vencidos y para aplaudir humildemente

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todos los actos de los gobernantes, siquiera hiriesenla dignidad nacional, violasen la constitución y las le-yes, atentasen contra los más preciosos derechos de losciudadanos o amenazasen la vida de la república. Niuna protesta contra lo arbitrario, ni un acento de in-dignación contra lo escandaloso, ni una censura con-tra lo injusto, ni una muestra de conmiseración paralas víctimas del poder, ni un alerta contra la visibleproximidad del absolutismo. Nada, sino bajas loas deunos, voces azuzadoras de otros, y, a lo sumo, compla-dente silencio de parte de los menos devotos. Y sinembargo, cuando alguno de ellos, por descuido másbien que por espíritu de independencia, dejó escaparuna nota ligeramente falsa que vino a turbar la armo-nía del himno adulador, al punto se le hizo callar, noobstante su entusiasmo regenerador y sus servicios algobierno y, lo que es peor, a pesar de su recién prego-nado celo por la represión de la prensa: Perilos y Gui-llotines sirven casi siempre de pasto a sus voraces in-ventos.

Fresco y copioso manantial le parece al viajero, queen el desierto se muere de sed, la menguada porciónde agua tibia e infecta que logra descubrir en el hue-co de una roca; y quien está a punto de perecer as-fixiado, aspira con ansiosa delicia cualquier escaso so-plo de aire que por dicha le llega. Talle acontece hoya la prensa· colombiana: después de tres años de re-presión, y sobre todo tras el perfecto enmordazamien-to impuesto al periodismo nacional por el señor Nú-ñez 'y por su dignísimoagente señor Angulo, en ellÍltimo-semestr~nle-lS87;--to<tQS-rÓSesentOres a qUíe-

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nes el gobierno no les lleva la mano, han aeogido conalborozo el decreto sobre imprenta; expedido por elgeneral Payán el 19 de diciembre último, aunque detal acto no brota, ni con mucho, la plena libertad quela prensa necesita para vivir y para llenar debidamen-te su altísimo encargo.

Bebida de un sorbo el agua de la grieta, pronto re-nace la sed devoradora; y apurada en una aspiraciónla tenue ráfaga, la falta de aire se hace sentir a poc()con mayor energía; mas la imperfecta y pasajera sa-tisÍacciú,ll de esas necesidades, puede ----cuando me.",nos-- reanimar la esperanza moribunda o el valor per-dido, y muchas veces una gota de agua turbia y caluro-sa dará fuerzas para llegar a limpio y abundante arro-yo, así como un ligero soplo las dará para alcanzaradonde se pueda beber deliciosamente la vida en in-agotables ondas de sano y puro ambiente.

De igual suerte, el decreto del general Payán, queno es la libertad, puede, siil embargo, servir para quela prensa de oposiciónreviva hoy en Colombia y paraque, luchando con los mil obstáculos que todavía sele oponen -juicios, multas, prisión, confinamiento,-llegue a reconquistar la plena libertad que por másde veinte años otorgó a amigos y a enemigos el par-tido liberal.

A la estúpida represión de quien postra a su adver-sario y, poniéndole la rodilla sobre el pecho yel puñosobre la boca, 10 abofetea y 10 insulta, ha sucedido larepresión --que relativamente podefnos llamar racio-nal y culta- de quien se limita a maniatar a la victi-

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ma, sin aprisionar su lengua, y le otorga el derecho dequejarse, reservándose, eso sí, el de castigar reflexiva-mente cada queja.

Tal es hoy en nuestra patria la situación de los es-eritores que no reciben inspiraciones oficiales; el go_bierno del general Payán, dándoles poco menos delo que sin violar la constitución puede concederles, lesquita la mordaza de fábrica ejecutiva, dejándolos den-tro de la prisión a que el legislador los tiene condena-dos.

Ejerzamos este limitadísimo derecho de defensa, sindesperdiciar ni un átomo de la escasa libertad que senos otorga; usemos de ella sin provocar estéril e im-prudentemente la cólera de los carceleros, pero tam-bién sin temer sus fallos, cuando la conciencia nosmande desafiarlos; no la malgastemos en inútiles lu-chas personales, sino antes bien empleémosla íntegra-mente en el gran combate de las ideas, y sirvámo-nos de ella, sobre todo, para ver de ensancharla díapor día, hasta poder decir a los colombianos: la pren-sa ha recobrado la palabra.

Por 10 que toca a "El Espectador", nuestros propó-:;¡itos,conformes en todo con 10 que acabamos de de-cir, son los mismos que expusimos en marzo del añopasado, al principiar nuestra tarea, pues las contrarie-dades con que hasta ahora hemos tropezado, lejos dedesalentarnos nos han dado nuevo brío para prose-guir.

(De__:':ELEspectador~,-ener~lQ-de--188&-)

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EL CONCORDATO

El documento que con el nombre de Concordato, hapublicado recientemente el gobierno, no es en realidadun tratado o convenio ajustado entre dos entidadessoberanas, sino el acta de una confesión hecha porun pobre pueblo penitente, ante un sacerdote que ha-bla como Dios todopoderoso Y exige como rey absolu-to; el asunto, tal como ha sido llevado y resuelto, más.parece de los que suelen tratarse en las alcobas de losmoribundos inconscientes, que de los que se ventilanen los gabinetes de los diplomáticos. Colombia se acu-sa, por Poca de su ministro ante la Santa Sede, de nosabemos qué pecados cometidos años atrás al ejercersu soberanía; promete humildemente la enmienda;acepta el régimen de vida que se le impone; hace fer-vorosos actos de fe; resarce con prodigalidad los da-ños causados por las culpas de que se acusa; logra laabsolución, y alcanza que, por vía de miserícordiosaadehala, ofrezca el sarcedote orar todos los días porsu devotísima hija de confesión.

Esto es, en sustancia, el concordato: veamos algunosde sus pormenores.

El artículo 20. asegura a la Iglesia católica plena li-bertad e independ~ncia en la república, y otras mu-chas disposiciones del convenio vienen a reforzar talconcesión;mas no hay, en cambio, cláusula alguna en-caminada a establecer la independencia del poder ci-vil con relación a la Iglesia.

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El artículo 30. declara que la legislación canónicaes independiente de la Civil,y que no forma parte deésta; pero al mismo tiempo ofrece que será solemne-mente respetada por las autoridades de la república,y en cláusulas posteriores, como las relativas al ma-trimonio, se incorpora evidentemente en las leyes na-cionales cierta porción de ias canónicas, o, lo que espeor, Se colocan éstas sobre aquéllas.

El artículo 60. estatuye que las propiedades ecle-siásticas podrán ser gravadas como las particulares;pero al establecer excepciones, se puede decir quebo-rra la parte principal de la disposición, al menos si seatiende a lo que hoy constituye la propiedad eclesiás-tica en la nación.

El artículo 80. da sólida base para el establecimien-to del fuero eclesiástico; y cuando se desarrolle y pon-ga en vigor el 90., la autoridad civil habrá de prestarmano fuerte a la religiosa para el cobro de diezmos,primicias y otras contribuciones eclesiásticas.

Los artículos 12, 13 Y 14 ponen en ,manos de la Igle-sia la instrucción pública, y quién sabe si, merced ala ambigliedad de ciertos términos, también la ense-ñanza privada quedará al fin sujeta a aquella mismaentidad.

El artículo 12 es a todas luces inconstitucional, pueshace obligatoria la enseñanza del catolicismo en loscentros oficiales de educación e instrucción a los cua-les concurrirán forzosamente la mayor parte de loscolombianos que quieran estudiar, y además manda

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que en esos mismos centros se observen las prácti-cas piadosas de dicha religión.

Se ha dicho que lo establecido en el artículo 13, re-lativamente a textos, sólo tiene que ver a los destina-dos a la enseñanza de moral y religión, y así seria sila parte final de este artículo no impusiese al gobier-no --que no viene a ser más que un empleado lego deRoma- la obligación de impedir que "en el desempe-ño de asignaturas literarias, científicas, y en generalen todos los ramos de instrucción se propaguen ideascontrarias al dogma católico y al respeto y veneracióndebidos a la Iglesia". Esta ejercerá, pues, en Colombia,ya por sí misma, ya por medio de su humilde agente,señorío absoluto sobre las ciencias, las letras y las ar-tes; y no sólo impondrá su religión, su moral y sus dog-mas, sino que encerrará en el no siempre ampliocírculo de sus ideas, la acción del espíritu humano en-tre nosotros. Mandará a las ciencias que indagan elorigen del mundo y el principio de la humanidad, quese vayan rectamente al primer capítulo del Génesis; alas ciencias filosóficas, que entren en el cauce de lateología; a las sociales, que busquen conclusiones fa-vorables a los poderes absolutos. El plan de estu-dios para las universidades y colegios de la repúbli-ca será extractado del Syllabus, y la juventud co-lombiana no podrá profesar libremente otras ver-dades científicas que las matemáticas.

El artículo 14 autoriza a los obispos para deponer,o poco menos, a los profesores y maestros de reli-gión y de moral que no enseñen estas mate..-iasen COD=

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Íormidad con la doctrina católica; de manera que eneste punto la nación abdica su soberanía en favor dela Iglesia.

Casi todos los gobiernos que celebran tratados conla Santa Sede, alcanzan de ella, en cambio de lo po_co o mucho que le conceden, la facultad de interve-nir directa y eficazmente en el nombramiento de obis-pos y arzobispos: el de Colombia no ha logrado igualfavor, y acaso no lo haya solicitado. Según el artícu-lo 15 del concordato, el Papa oirá indicaciones del go-bierno relativamente a tales nombramientos, pero pormera deferencia y sin comprometerse a seguirlas; ymanifestará al mismo gobierno los nombres de loscandidatos para sedes vacantes, mas sólo por saber siel presidente tiene motivos civiles o políticos para con-siderados personas no gratas; de suerte que el Pa-dre Santo puede insistir en el nombramiento, aunqueéste desagrade al jefe de la nación. Estas vagas conce-siones, que no tienen fuerza obligatoria para el SumoPontífice y que pueden, por tanto, exponer al presiden-te a bochornosos desaires, son suficientes para menos-cabar la dignidad de la Iglesia, si se cumplen; lastima-rán el decoro del F.stadosi no surten ningún efecto, yen todo caso son ine;~":••~espara resguardar a la nacióncontra posibles errores del Vaticano.

Los artículos 17, 18 y 19, relativos todos al delica-dísimo asunto del matrimonio, menoscaban -por nodecir anulan-la indispensable intervención del podercivil en acto que tanto tiene que ver con la existencia

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del cuerpo social, y ponen en manos de la Iglesia unaarma poderosísima, terrible, y más eficaz que ningunaotra para obtener el vasallaje de las conciencias.

Los artículos 22 a 29, inclusive, convierten a la repú-blica en tributaria de la Iglesia, a perpetuidad, por su-ma muy superior a los menguados recursos de la ha-cienda nacional, y por razones cuya justicia no ha sidoreconocida por la mayoría de los ciudadanos. El tribu-to será, por ahora, de cien mil pesos colombianos cada

gún parece, a medida que sea menos estrecha la situa-ción del erario público. Fuera de esto, el gobierno re-conoce, sobre un capital enorme, el interés de 4 y mediopor ciento anual; se compromete a pagar a los miem-bros sobrevivientes de las extinguidas comunidadesreligiosas la renta que disposiciones anteriores les hanasignado, y se obliga a devolver parte de los bienes des-amortizados cuya legítima posesión compra con el tri-buto anual.

El artículo 30, relativo a cementerios, revestirá nomuy tarde a los ministros del culto católico de facul-tades omnímodas para decretar la odiosa proscrip-ción de las tumbas.

Por último, el artículo 31 autoriza ampliamente algobierno para celebrar con la Santa Sede conveniossobre fomento de misiones católicas en las tribus bár-baras, y dispone que tales convenios se cumplan sintocar para nada con el congreso, que es el verdaderorepresentante de la soberanía nacional. ¿Qué no harácon el territorio, con los bienes y con las prerrogati-

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vas de la república un gobQmante ultramontano quequiera abusar de tan extensas facultades?

Al poner punto· a estas líneas, volvemos los ojos alencabezamiento del concordato, y tropezamos allí conestas palabras, que van a hacer pasar por impío nues~tro atrevimiento: "En el nombre de la Santísima e in-dividua Trinidad". ¡Pecadores de nosotros que no em-pezamos por el principio, ni presumimos que así de-bía de romper el testamento otorgado por la repúbli~ca de Colombia en favor de la Iglesia católica, apostó-lica y romana!

("El Espectador", número 50. Marzo de 1888.)

LA LEY DE LOS CABALLOS

Los honorables miembros del consejo nacional le-gislativo expidieron en su segunda reunión del pre-sente año, la por mil títulos famosa ley 61; acto que,si hay justicia y lógica, será conocido en la historiacon el nombre de "ley de los caballos". Pero apresu-rémonos a hacer imposible todo irrespetuoso equívo-co: el apodo de la celebérrima ley tiene origen en elpretexto o motivo de ella; nace exclusivamente deesta circunstancia, y no tiene que ver con nada dis-tinto_d_e_tªLpretexto.o.-motivo.

Es el caso que el señor Juan de Dios Ulloa, gober-

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nador del Cauca, avisó al señor ministro de gobierno,por medio de un telegrama fechado el 7 de mayo úl-timo, que en Palmira y la Pradera estaban apare-ciendo hacía algunos días caballería¡¡ mayores dego-lladas; el señor ministro Holguín puso el caso en co-nocimiento del consejo nacional legislativo; éste de-signó a los honorables delegatarios Roldán (Antonio),y Roa (Jorge) para que estudiasen el punto; la respe-table comisión opinó que el hecho. era gravísimo ytrascendental, que indudablemente tenía por causa elodio de los liberales a la constitución, y que necesita-ba, como remedio o correctivo, nada menos que unacto de carácter legislativo; los honorables delegata-rios presentaron el correspondiente proyecto de leysobre autorizaciones al presidente de la república, y elconsejo lo adoptó con sustancia1es enmiendas, enca-minadas, sin duda, así como la obra de la comisión, aasegurar la tranquilidad de los ciudadanos de Colom-bia, amenazada seriamente en las personas de los ca-ballos de Palmira y la Pradera.

Tal es la ley 61: un acto inconstitucional que autori-za al presidente de la república para privar a los ven-cidos de todo derecho y de toda garantía, en nombre deunos cuantos caballos muertos violentamente, cuyotrágico fin se atribuye, de la manera más injusta y gra-tuita, al partido liberal.

La ley 61 faculta al poder ejecutivo para prevenir yreprimir, sin formalidad alguna, los delitos y culpascontra el Estado, valiéndose para ello del confina-miento, la expulsión del territorio, la prisión y la pér-

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dida de los derechos políticos por el tiempo que creanecesario; para prevenir y reprimir de igual suerte lasconspiraciones'contra el orden público y los atentadoscontra la propiedad pública o privada, que envuelvan,a juicio del señor presidente, amenaza o perturbacióndel orden o mira de infundir terror entre los ciudada-nos; para borrar del escalafón a los militares que porsu conducta se hagan indignos de la confianza del go-bierno, a juicio de aquel magistrado; para ejercer ins-peeción y vigilancia sobre las asociaciones científicase institutos docentes, y para suspender, por el tiem-po que juzgue conveniente, toda sociedad o estable-cimiento que bajo pretexto científico o doctrinal, seafoco de propaganda revolucionaria o de enseñanzassubversivas.

Cualquiera diría, al ver tal suma de rigor, tántas ytan suspicaces precauciones, y los gremios socialesque han quedado especialmente sujetos a la discre-cional autoridad del presidente, que las víctimas de lahecatombe de Palmira y la Pradera fueron los miem-bros mismos de la representación nacional; que losciudadanos de Colombia somos caballos (de carga pro-bablemente) ~que los militares de la nación se entre-tienen en degollar caballerías mayores, y que variosinstitutos científicos de nuestra patria han sido esta-blecidos con el propósito de asesinar corceles y jamel-gos. Nada de todo esto es fundado, sin embargo, y loque hay de cierto es que cuando la justicia está ausen-te, cuando a falta de razones se apela a pretextos, ycuando el odio cie~o se hace legi.slador.nada hay más

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fácil que tropezar con lo ridículo aunque se ande acaza'de lo terrible. Por inquina contra el partido liberal,ha dado el consejo de los 18 una ley que hará decira cualquier observador imparcial: "La tal Colombia esuna extensa pampa poblada de caballos y ha1!litadaporla tribu salvaje de los almi-rojos". y a fe que seríaenormemente injusto el extranjero que así nos juzga-se. Si nos llamara numeroso rebaño de ovejas, ya se-ría otra cosa; ¿pero apellidar nación de caballejos a laque se ufana justamente con haber criado Caldas, Pom-bos, Nariños y Santanderes, Azueros y Vargas, Caros,ivlallarinos, Ospina:s y. lVlurillos? Sólo un consejo na-cional legislativo, lleno de nombres tan distantes deestos grandes nombres, podía dar margen a tamañodespropósito!

Hay quienes hablen de la ley 61 con grandísimasorpresa: los tales son cándidos de marca o extran-jeros en su propia tierra. La ley 61 es genuinamenteregeneradora, y la regeneración está en Colombia ha-ce ya diez años. Ese injusto y grave ultraje lanzadocontra todo el partido liberal, a quien se trata oficial-mente de matacaballos, es regenerador de cabo a ra-bo: el lenguaje es la comunidad, así como el estilo esel hombre. Ese completo olvido de la constitución na-cional, regenerador es, esencialmente regenerador: elprimer bocado del nacionalismo fue la ley fundamentalque regía a tiempo que él tuvo dientes, y de entoncespara acá apenas deja pasar día sin echarse al coletoalgún trozo constitucional. ¿Los confinamientos, des-tierros y prisiones que autoriza la 'ley de los caballos",

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serán cosa nueva, y por nueva, sorprendente? Me-nos: el consejo no ha hecho sino medio legalizar -loque el presidente practica de contmuo, y abrirlecampo para que en lo sucesivo pueda hacer de losciudadanos liberales lo que mejor le cuadre, contan-

,do siquiera con el beneplácito de la ley, ya que le'falte el de la constitución. Tampoco son para pas-:mara nadie las medidas adoptadas contra los miem-btos del ejército que tengan alguna conexión -si'"qt\¡era sea muy remota- con el aborrecido libera-li~o: hace días sabe todo el mundo. que el partidoconservador neto quedará duefio exclusivo de la es-cena política, y lo raro sería que no hiciese por arrin-conar las espadas de sus ya inútiles aliados: si la dePayán ha sido entregada al orín, ¿qué mucho queotras de menor valía corran igual suerte? Por último,las violencias decretadas contra los colegios e institu-tos donde se enseñen doctrinas liberales (subversi-vas, dice la ley, para ser mejor entendida por el eje-cutor), son cosas tan en armonía con la índole de laregeneración, que ya era sorprendente para .muchosla tardanza de ésta en adoptarlas: la tolerancia y lapresunción no suelen andar juntas, y el partido rega-nerador, o -para hablar más propiamente-- el con-s€!!'vatismo,pretende nada menos que poseer la ver-dad.

La ley 61 regirá únicamente hasta que el congresoexpida una sobre alta policía nacional, lo que acasotardará poco; pero si su vigencia puede ser corta, su

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memoria será perdurable. Quiera Dios que al dictarla nueva ley sobre medidas de seguridad, los señoressenadores y representantes de 1888 recuerden másque sus honorables predecesores, los preceptos de lajusticia, el respeto debido a la constitución, lo queexige la dignidad nacional, los deberes que impone el.propio decoro, los fueros 'hoy reconocidos a la concien)cia en todos los pueblos cultos, y otras mil cosas q~andaban lejos de la casa legislativa cuando se expi-dió la ley de 25 de mayo. Quiera Dios, al menos, tuepara cuando se legisle.sobre policía política, se bayaborrado un tanto la imnrel'lión call1'larla no" 1"1 rlfama

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caballuno de Palmira, y que la sangre vertida .iillí yen la Pradera no sirva para escribir una nueva ley delosca~os! I

(De "El Espectador" No. 71. Julio 4 de 18M.)

DUREZA NECESARIA

Pedirle a la prensa política imparcialidad completay estricta veracidad, tanto valdría comopretender queen lo más recio de una batalla guardasen los comba-tientes las académicas actitudes propias de las sa-las de armas, y que se acometieran con la noble hidal-

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guía de caballeros sin tacha que se baten en dueló.Por más rectitud que el periodista político lleve a lalucha en que se empeña, y por más respetuoso quequiera ser hacia la verdad, no logra cerrar completa-mente el corazón al soplo apasionado que lo envuelve,ni los oídos a los rumores emJ:>usterosque cruzancomo saetas el aire que los rodea. El mismo noble en-tusiasmo de que está animado en favor de la causaque defiende, suele ser prisma engañoso que le mues-tra enormemente abultados y teñidos de feos colores.los más leves y disculpables yerros de sus contrarios;y en más de una ocasión da con poco escrupulososamigos que le suministran armas enherboladas conmentira, para reemplazar las limpias armas que, rotaso melladas, van cayendo a sus pies, y --cegado por laardentía y por la buena fe con que está lidianc\J- lasrecibe como dignas de reemplazar las que él mismohabía escogidocon caballeresco esmero en un principio.

Tenemos por tan cierto lo que acabamos de decir,que no obstante la prodigiosa frecuencia con que losenemigos del liberalismo lanzan apasionadas aprecia-ciones, especies falsas y aun monstruosas calumniascontra él y contra sus sostenedores, no vivimos gri_tando: ¡pasión! ¡falseded! ¡calumnia! sino que las másde las veces nos limitamos a rectificar el concepto in-justo o a demostrar sosegadamente que no se compa.-dece con la verdad la atrevida afirmación mentirosa.

Pero va gran trecho de la parcialidad ocasional-hija del calor de un día- a la sistemática y consen.tida, que nace de perversos sentimientos o de malos

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principios; y mayor distancia aún separa a quien irre-flexiva y momentáneamente da resonancia a ajenasinexactitudes, de aquel que, con madura meditación,repite día por día una misma mentira o ensarta unanueva cada vez que le ocurre entrar en polémica consus contrarios. La injusticia consuetudinaria, el há-bito de mentir y la profesión de calumniar son cosasmuy distintas de los pasajeros errores del sentimien-to o del criterio, y tan indignas del periodista hon-rado, como lo son del caballero, las viles armas Y lacobarde esgrima del asesino. Al escritor se le puedenperdonar involuntarios desacatos a lo justo y a locierto, pero a condición de no reincidir en ellos pormalicia, siquiera por culpable descuido. ¿Que porerror esgrimió una arma envenenada? Pues que lahaga cien pedazos, para empuñar una sin mancilla,y que cuantas veces le acaezca el funesto engaño,otras tantas torne a romper el acero infame e infa-mante, para sustituido con uno limpio, inmaculado.Justicia y verdad han de ser como deidades para elperiodista que sinceramente se consagra a la defen-sa de una causa política; que para el mero comercian-te en frases de relumbrón, ya es otra cosa: ese talpuede invocar sin tasa al espíritu de bandería y aldemonio del embuste; el otro no, el otro tiene que verpor su propia honra, por la del partido a quien sir-ve y por la santidad del credo que proclama.

A estos principios hemos procurado amoldar siem-pre nuestra conducta como periodistas, y con proce-der así, hemos creído no sólo cumplir nuestro deber,

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sino adquirir derecho para pedir a los enemigos denuestras ideas que obren de igual suerte, y -ya queen vano lo pedimos- para ser tan incansables enllamados a la justicia y a la verdad, como ellos enhuir de una y otra cada vez que se trata de juzgaral liberalismo.

Un artículo publicado en el número 286 de La Na-ción, con el ostensible objeto de encomiar el mensa-je del señor gabernador de Antioquia a la asambleadel departamento, pero con el verdadero fin de insul-tar a los liberales, nos ha sugerido hoy las reflexionesprecedentes; porque tanto la publicación nombradacomo el probable autor del escrito a que nos referi-mos, son de los pertinaces en juzgar apasionadísima-mente a nuestro partido, y en maltratar sin miseri-cordia la verdad cuando les entra gana de deprimir-lo.

Como dejamos dicho, la intención aparente de LaNación es encomiar al señor doctor Vélez por su la-bor administrativa en Antioquia, labor que él hapintado con los más halagueños colores en su mensajea la asamblea; mas tenemos por qué sospechar de lasinceridad del encomio,y en cambio sabemos con en-tera certidumbre que la regeneración cumple sin des-canso el propósito de postrar material y moralmenteal liberalismo, y que para lograr este fin tiene porbuenos cualesquiera medios, aun los más opuestos-a la legalidad, a la justicia, a los preceptos morales y,,en suma, a cuanto entre hombres civilizados y cris-tianos merece algún respeto. Si el escritor de La Na-

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ción se propusiese realmente enaltecer al señor go-bernador de Antioquia, no emplearía el sistema con-traproducente de poner por el suelo a los magistradosque le precedieron, sobre los cuales se le quiere ha-cer sobresalir cien codos. Peto allá se las compongansu señoría y el panegirista que le ha salido, que paranuestro objeto sólo es necesario saber si son justaso injustas, verídicas o falsas las sangrientas acusacio-nes del periódico regenerador contra el partido libe-ral de Antioquia, y ocioso el averiguar si son sincerasu pfiC'::u'p.<::o. ::lntpc:: hipn. l'onvpnC'ion::llpc:: u c::in v::llor .., -------- -, ~---- ------, - ---. ------------ ., ---- .-----~

las alabanzas del papel bogotano al gobernante an-tioqueño.

La Nación repite la gastada retahíla de El Centine-la, La Justicia, La Voz de Antioquia, etc., o sea aque-llo de que el radicalismo es criminal dondequiera ycriminalísimo en Antiquia, pues, que aquí atropelló lapropiedad y todos los demás derechos de los ciudada-nos, puso a los bandoleros sobre los hombres de bien,desorganizó y malbarató la hacienda pública, persiguiópor mero odio de secta al clero católico, hizo demagogoal pueblo, sembró impiedad en la juventud, y -en unapalabra- derramó todo género de males y destruyó toda especie de bienes; mas desconfiando y con razón, elescritor nacionalista, de la eficacia de esta letanía-cien veces declamada y otras tantas contradicha,-creyó conveniente añadirle algo nuevo, y lo hizoen estos términos: "El radicalismo antioqueño inten-tó corromper a las hijas del pueblo en las escuelas o-ficiales".

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Tómese esta frase en el sentido que se quiera, yno habrá entre los hijos de Antioquia, que se pre-cian de honrados y que 10 son en efecto, uno solo ca-paz de sostenerla, ni siquiera de oída sin indigna-ción. Otra cosa sucederá si ella cae en las orejas delos que ponen fácilmente la conciencia en el altar delos intereses políticos

Examínense, no digamos sin pasión -sino siquie-ra sin deliberado propósito de mentir a todo trance-los nombramientos de maestras hechos por el gobier-no liberal de Antioquia, los textos repartidos a lasescuelas de niñas, los reglamentos dictados para ellas,y las disposiciones oficiales de todo género, relacio-nadas con la instrucción de la mujer, que amanaronde ese gobierno, y no se hallará un solo hecho ni unasola línea con qué justificar la grave y audaz afir-mación que rechazamos.

Con todo, no le pedimos a La Nación que retire taninjuriosa cuanto inexacta aseveración, porque ademásde saber con seguridad que ese periódico fingirá nooirnos, creemos que la malevolencia no es acreedoraal comedido tratamiento que sí merece el error. Alescritor que yerra se le puede exigir, en los máscorteses términos, que examine los fundamentos de sujuicio, y repare el mal que sin voluntad ha causado;pero con el conocidamente malévolo e injusto, no haymás que hacer sino señalado con el dedo y llamadopor su nombre. Eso hacemos con el articulista deLa Nación, y a pesar de que sinceramente nos esfor.zamos por darIe a nuestro lenguaje toda la cultura

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compatible con el calor de las luchas políticas, deci-mos en alta voz que La Nación ha calumniado al ra-dicalismo antioqueño, Y que al obrar así ha obedeci-do a cálculos utilitarios del peor linaje. Los encarni-zados enemigos teóricos de Bentham suelen parodiar-lo monstruosamente en la práctica.

(De "El Espectador". Agosto 10. de 1888.)

SOBRA DE MANSEDUMBRE

Viene sentando y poniendo en práctica la cancille-ría colombiana tales principios en punto a honra ydecoro nacionales, que si la opinión pública no reac-ciona pronta y eficazmente contra ellos, pasarán RO-cos días antes de que las naciones extranjeras que nosquieren mal, en vez de enviarnos almirantes, que consus cañones nos amedrenten y despojen, manden ca-da cual un trapero que recoja en la basura los restosde nuestro haber, y un quídam enclenque y cretinoque nos aplique en nombre de ellas un ignominiosopuntapié.

Ya iba en camino de Francia el señor Luis CarlosRico, con cargo de ministro de priméra clase, merceda su indecorosocuasi auto-nombramiento,cuando--pormilagro, sin duda- cayó nuestro gobierno en la cuen-ta de que aquello era mayúsculo y feo di>parate,y le:hizo torcer-digamos más bien enderezar- el rum-bo hacia Alemania. Verdad es que también el gobier-no de Berlín se dio extraordinaria prisa a sancionar

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con el reconocimiento de la pseudo república paname-ña el ultraje y el despojo que allí nos hicieron losEstados Unidos; pero ese acto de los alemanes casipuede pasar por amistoso para con nosotros si se lecompara con la conducta que en el mismo asunto haobservado la Francia oficial, respecto a Colombia.¿Qué objeto tendría ahora el envío de un plenipotencia-rio nuéstro a un gobierno que por codiciase ha ligado anuestros enemigos, con escandalosa violación no so-lamente de los tratados públicos generales sino deun contrato especial y solemne que le obligaba, sopena de incurrir en vulgarísima improbidad, a sernosfiel como socio, como amigo y como natural aliado?No había de ir al Elíseo un ministro de Colombia asanciónar en el primer besamanos que ocurriese, elcontubernio yanqui-gabacho que ha puesto en manosde los Estados Unidos nuestro territorio y ha releva-do a Francia de pagarnos lo que nos debe y de cum-plir lo que está obligada a hacer en provecho nuéstrojni había de ir tampoco a dar ocasión, con una nuevaprotesta en nuestro nombre, para que la risa gala noshiciese blanco de sus ligeras pero venenosas púas.¿A qué iría pues? Tan sólo a gastar estérilmente al-gunos miles de francos, que nos costarían millones depesos y que nos harían falta para ahorrarnos la ver-glienza de ver muertos de hambre unos cuantos jue-ces, o unos cuantos maestros de escuela, o unos cuan-tos soldados de los que tan heroica como candorosa-mente fueron a reivindicar el honor y el territoriopatrios -en -las-selvas _-deLDarién_.

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Desistió, decíamos, nuestro gobierno de atraerle ala nación una costosarechifla en pleno París; pero, co-mo si tuviese hecho voto de humillación, al punto.substituyó aquélla con la de restablecer nuestras re-laciones con Italia, declarando desaparecidas las cau-sas que motivaron el rómpimiento ¿Desaparecidas?¿Cómo y por qué? ¿Cuándo y en qué ocasión? Reci-be un hombre, en pleno rostro, una bofetada que lehincha y amorata el carrillo; rompe por ello relacio-nes con quien así le ha ultrajado, ya que no le seaposible pedir o tomarse una reparación de la ofensal'ecibidaj pero, pasa algún iiempo, desvanécese el chi-chón, recobra la mejilla su color natural, y .... ven-ga esa mano audaz y atrevida, que las causas del rom-pimiento han desaparecido! Si al menos hubiese que-dado una cicatriz grande como un grano de arroz,ya sería otra cosa; mas no hubo efusión desangre, ni en los tejidos maltratados ocurrió soluciónde continuidad: la vuelta a la amistad se impone; laconfianza debe restablecerse aunque el agresor hayadado palpables pruebas de ser cobarde y felón y aun-que nos haya golpeado con una mano para meternosla otra en el bolsillo.

Tal es, ni más ni menos, el caso de Colombia conItalia. El señor Marroquín y sus ministros no ven ya enla faz de la patria señal alguna del bofetón que pormano de Candiani nos descargó en plena CiudadHeróica- que es como decir en pleno rostro- elgobierno del Quirinal, con aplauso de sus súbditos,y resuelven reanudar relaciones con ese gobierno y

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con la nación por él representada.No ha de ser ello por pura humildad cristiana, por-

que no es ésta la virtud cardinal de la regeneración;ni por puro miedo, porque Italia no pretende impo-nernos su amistad, ni al pretenderlo podría conce-guirlo; ni ha de ser tampoco por miras de gran con-veniencia nacional, porque no es en plazas ita-lianas donde nuestros pocos artículos de expor-tación tienen o pueden llegar a tener su mejor mer-cado, ni nos hacen falta especial las mercaderías queese pueblo nos ofrece, ni sus relaciones políticas, si-quiera tomasen forma de alianza, nos servirían paramaldita la cosa.

lQué nos mueve, pues, a reanudar relaciones conla tierra de Cerruti y de Candiani? Sin duda habrácolombianos que se perezcan por los macarrones au-ténticos, por el legítimo Vermouth di Torino, por lassalchichas genovesas con fe de bautismo, o por la ope-ra italiana oída de voces italianas también, siquierasean éstas de vigésimo o trigésimo orden; pero nin-guno de estos regalos que -de paso sea dicho- noson sino para unos pocos colombianos, vale la penaque se nos haga apretar a todos la mano que ayer nomás insultó nuestra bandera y sacó de nuestro teso-ro lo que a Cerruti le plugo hacer sacar.

y no se nos hable de que el cristianismo impone elperdón de las injurias, y la' civilizaciónreclama la pazentre las naciones;porque nosotros no hemos recorda-do los ultrajes que Italia nos ha inferido, para pedir que

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sean vengados, ni querríamos jamás que en Colom-bia se olvidasen, respecto a los italianos que aqui re-siden, los deberes de la hospitalidad, consagrados porel cristianismo y la civilización. No queremos que Co-lombia sea ni parezca vengativa, rencorosa Y cruel,sino tan sólo que sea y se muestre digna y pundono-rosa. Las naciones, como los hombres, pueden y de-ben escoger sus amigos, sin que ello implique declara-ción de enemistad y odio contra aquellos a quienessea preciso dejar en calidad de extraños. La vida in-ternacional necesita, C01110 la social, el reCOnOCl...TJento

y ejercicio de sanciones tutelares.

(De "El Espectador", No. 700. Junio 23 de 1904.)

CONTRA CODICIA, DECORO

El próximo congreso nacional tendrá que resolvergran número de gravísimos problemas; pero ningu-no de ellos deberá preocuparle tanto como el relativoa la separación de Panamá, porque de la solución quea éste se dé pende la honra de la república, y de losmedios que para el mantenimiento de esa honra seadopten, puede, a su vez, depender la seguridad y aca-so la existencia misma de la nación.

Hemos recibido de un enemigo colosal un ultrajeenorme, que ni podemos castigar ni debemos humil-demente consentir. La protesta de la representaciónnacional contra ese atentado, no podría faltar sin que.

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el nombre de Colombia se hiciese merecedor de eter-no estigma o, más bien, de ser borrado para siempredel cuadro de las naciones; y esa protesta tiene queser tal, que desde hoy sirva de base a la reivindica-ción futura de nuestros derechos, aunque hayan depasar siglos antes de que se nos haga justicia. La acep-tación del hecho cumplido no debe tener los caracte-res de voluntaria y definitiva que los Estados Uni-dos y sus colonosde Panamá necesitarían que tuviese,para fundar sobre ella un título sustitutivo del nués-tro; y aunque el gobierno de Washington ruja y el dePanamá se mofe truhanescamEmte,y los demás se en-cojan de hombros. y el mundo entero; ría, el congresocolombianode 1904debe hacer y todos los que le suce-dan confirmar la solemne declaración de que el te-rritorio de Panamá es propiedad de Colombia,por másque desde el 3 de noviembre último esté en posesiónde él otra sediciente nación, y aunque ésta lo hayaenajenado en parte a los Estados Unidos.

En cualquiera otro país del mundo que se vieracolocado en nuestra posición, lo que acabamos deexpresar no necesitaría ser demostrado ni defendi-do: en Colombia sí! En Colombia, enervada por eldespotil?mo,envilecida por la corrupción, y hechamendiga por la ineptitud, el despilfarro y 1;1 impro-bidad, sí es preciso enseñar a gritos que las nacionestienen unas prendas llamadas honra y derecho queno deben ser cedidas por codicia ni entregadas portemor.

La cantinela en boga, la proclamación de que es

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preciso salvar del naufragio lo que se pueda, es bur-da y vilmente sofistica. Los que la entonan, olvi-dan o fingen olvidar la condición del náufrago, elcarácter de los bienes que ha perdido y la naturale-za del mar que se los arrebata. El náufrago es unpueblo de gloriosos antecedentes en punto a honor,dignidad y valentía; 10 que las olas le llevan no esúnicamente un pedazo de tierra y unos miles dehombres, sino un derecho claro como la luz del sol,más una honra que le ha costado sacrificios dignosde la epopeya; y esas olas son las de un mar de ini-quidad, de infalnia y de falsía. Tierra. ~"r hombres sehan ido al légamo de ese mar: quédense allá, perono renunciemos a recuperados, que existe un bu-zo eterno llamado justicia, para quien no hay abis-mos insondables, ni dificultades invencibles, ni océa-nos omnipotentes; quédense allá, mas no vendamossus despojos ni a vil ni altísimo precio, que el buzo in-mortal tiene en ellos su parte, por derecho inaliena-ble e imprescriptible. Y por lo que toca al nuéstro ya nuestra honra, tengamos en cuenta que, no obstan-te lo deshecho de la borrasca, ambos flotan aún, y quea flote seguirán mientras nosotros mismos no los hun-damos mediante una renunciación cobarde o un cam-balache indigno.

Ya lo hemos dicho y lo repetiremos sin cansarnos:el día que sea cosa sabida en el mundo que Colom-bia, no solamente deja que le arrebaten con cual-quier pretexto un pedazo de su territorio, sino que,a la primera amenaza del usurpador, le reconoce de-

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recho a lo robado, o bien, que pide dinero o se lo dejaofrecer por callar su agravio y consentir el despojo,ese día, decimos, no meramente la dignidad de nues-tra patria sino su existencia misma, quedarán a mer-ced de cualquier nación que cuente con un barco deguerra para amedrentarnos o con un puñado de oro pa_ra prostituírnos.

y no se necesitará siquiera que el ladrón o el co-rruptor vengan a buscamos: sancione el congreso loocurrido respecto a Panamá, y la feria de nuestra hon-ra y de nuestro territorio quedará abierta en la ca-pital y en provincias: cualquier mal hijo de Colom-bia que se vea en apuros políticos, comprará la victo-ria a costa de un jirón de la patria, y cualquier ca-cique departamental que aspire a llamarse presidente,cortará otro jirón para fabricarse un feudo con el pom-poso nombre de república y la ruín condición de co-lonia extranjera

Para evitar esos males hay que conservarle al asun-to de Panamá su verdadero carácter, que es el de asun-to de honra vulnerada y de derecho violado, mal queles pese a los llamados hombres prácticos. En materiascolocadas por su naturaleza fuera de los dominios dela panza, es D. Quijote y no Sancho quien suele tenerrazón. y una vez mirado ~l asunto del Istmo desdeel punto de vista de honor patrio, hay que equiparar-10, para su solución,con los más delicadosque en acha-ques de honra puedan presentarse. La honra es una, ytan preciosa para el individuo como para el grupo,tan sagrada en el hogar como en la patria. Piénsese

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ahora en una Lucrecia que, so pretexto de salvar algoen el violento naufragio de la suya, hubiese llamado aarreglos a Tarquino, diciéndole: "Daca unos cuantossestercios y tórna cuando gustes". Como esa hembraenvilecida, así quedaría Colombia si en vez de conser-var el derecho de ver garras allí donde el pabellónamericano lleva estrellas, consintiese en cancelarle alyanqui la deuda de encrucijada que ha contraído connosotros.

Loca sería la pretensión de correr ahora en alcan-ces del detentador, para arrebatarle 10 que nos haquitado, porque él anda sobre las olas, y nosotros ape-nas si en tierra podemos dar algunos pasos; porque élva armado de todas las armas, y nosotros poco menosque inermes; porque nosotros estamos solos, y a él 10asiste la gran cuadrilla de los poderosos violentos y lehace cola la triste turba de los débiles indignos. Pe-ro el mundo no ha de ser siempre como es hoy; la hu-manidad saldrá algún día de la enmarañada selva os-cura que transita ahora, tan propicia para el crimen;la conciencia universal despertará al fin del sueño so-poroso en que la ha sumido la mala digestión de cier-tos principios sociológicos, y al despertar compren-derá que la selección entre los hombres no puede re-girse por la misma ley que entre las fieras, so penade que la barbarie resucite, más horrorosa que lo fue-ra nunca, pues que vendrá armada con todos los re-cursos del progreso material. El presente estado moraldel mundo cambiará, repetimos, y para entonces debeguardar Colombia cuidadosamente su derecho, ínte-

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gro, puro, libre de toda equívoca interpretación; y sipor querer conservarlo así, se la hiere y martirizareahora, las cicatrices de sus llagas serán los mejores se-llos del título que habrá de presentar a los pueblosmorales del tiempo futuro.

¿Sensiblerías, romanticismos, sueños quijotescos?¡Sea!Pero si el hombre es algo más que un vientre pe-digUeño,siempre valdrán más aquellos copos de nie-bla, dorados por los rayos del sol que no vemos, pe-ro cuyo calor sentimos en el alma, que el reglieldocon que Sancho pregone mañana su hartazgo de un.día, si es que al fin logra vender la patria para yantar.

(De "El Espectador" No. 703, junio 27 de 1904.)

EJEMPLO OS HAN DADO

Cuando el gobier:Q.ode Venezuela tuvo la infeliz,ocurrencia de condecorar con el busto del libertadora Candiani y a varios de sus oficiales, en el momentomismo en que esos italianos acababan de insultar aColombia, cobardemente amparados por sus cañones,aquellos de nuestros compatriotas que habían recibi-do en época precedente la misma condecoración, seapresuraron -sin previo acuerdo y sin vacilación al-guna- a devolverla, en guarda de la dignidad nacio-nal y de su propio decoro.

Ahora se presenta, relativamente a Francia y a la·Cruz de la Legión de Honor un caso harto semejante

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al que.acabamos de recordar, y sería sobre modo extra-.ño que.los colombianos poseedores de tal insignia noimitasen el noble ejemplo de los que aqui llevaban ladel busto del Libertador.

Acaso no sean muchos los compatriotas nuéstrosque se hallen en ese caso; pero, muchos o pocos, sudeber es claro como el ultraje que el presidente de larepública francesa ha inogado a nuestra patria al pre-miar con la Cruz de la Legión de Honor la indigna in-tervenció~ de su renegado compatriota Bunau Varillaen el asunto del canal de Panamá.

De Uli soló colombianosabemos con certeza que seacaballero de la men<;;ionadaorden; pero éste tiene alpresente tan alta posición oficial en nuestro país, quesu sola pro~esta alcaIlllaría a salvar nuestra dignidad:se llama Francisco de P. Matéus y es actual ministrode relaciones e?'teriores de Colombia.

Se dirá tal vez que por ocupar el doctor Matéus di-cho puesto, sería imprudente la devolución de esaCruz que le hace figurar en un mismo grupo conBunau Varilla, como .quien dice, ir de bracero conEsteban Huertas; pero habría un medio de conciliarla obligación de ser patriota digno con la de ser patrio-ta cuerdo: renunciar la cartera y en seguida rechazarla condecoración. La ~agnitud de ese deber y la alte-za de ese rasgo, valdrían bien la pena de abandonaruna poltrona en San Carlos y llevar solapa sin cinta-jo alguno.

Siempre hemos tenido por impropio de una repú-blica el embeleco de las condecoraciones; empero,

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si ya en Colombia hubiera sujetos tan aficionados aellas, que sin eso no puedan vivir, proponemos quese funde' una orden nacional de caballería, mas acondición de que no se dé entrada en ella sino aquienes prefieran ser modestos pero efectivos caba-lleros colombianos, a ser caballer.os nominales encualquier nación de las que adrede ponen sus cruces·en el pecho de nuestros más indignos enemigos. Ydesde ahora proclamamos candidato para gran maes-tre de esa orden, al primer patriota que desprendade su levita la Cruz de la Legión de Honor y, metién-dola en una cubierta, .se la envíe a M. Emilio Loubetcon estas palabras: "Allá va éSDpara que condecoreusted a Bunau Varilla por la espalda".

(De "El Espectador", julio de 1904.)

CONTRA EL PORFffiISMO

En la lucha electoral que se considera terminadadesde el 4 del mes en 'cursó, el reyismo y el velismose hicieron mutuas inculpaciones de todo orden, in-clusive el religioso, unas serias y muy graves, otraspueriles y hasta ridículas. Entre las primeras, figurauna hecha por los partidarios del general Vélez al can-didato rival, fundada, según se asegura, en repetidasdeclaraciones del general Reyes y consistente en pre-sentarlo como un peligro para la existencia del régi-men republicano o, hablando con mayor claridad, co-mo un decidido aspirante a la dictadura; y como esfama que la forma de g,Qbiemo-Bhsoluto-de--que-anda.

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enamorado el general no es otra que la implantada enMéxico por su colega don Porfirio Díaz, se habla fre-cuentemente del cercano advenimiento del porfirismo.

No hay para qué negar que entre los liberales ha te-nido fácil aceptación la especie, y que para algunosmiembros del p~ido -para nosotros, sin ir muy le-jos- el peligro de que se trata era motivo de recelosy temores desde antes de ser sacado por los neo-velis-tas a lucir como arma electoral.

La suma de varios factores existentes en ciertos per-sonajes colombianos, nos ha hecho temer de tiempoatrás que en llegando cualquiera de ellos a ejercer íaprimera magistratura, se sienta poderosamente arras-trado a gobernar con poco o ningún respeto por laconstitución y las leyes; a ir simplificqndo, a ir elimi-nando una y otras hasta reducirlas a la simplicísimafórmula de "yo doy la ley"; a perpetuarse en el man-do merced a sucesivas reelecciones o simulacros dereelecciones; a suprimir en la nación la actividad y vi-da políticas, so pretexto de asegurar la paz y el orden;;8 poner el progreso material sobre todo otro progreso;a apartar violentamente los obstáculos que le ofrez-can los buenos.. los inteligentes y los fuertes no sus-ceptibles de ceder al miedo o rendirse al favor; a ob-tener la sujeción de las multitudes no pensantes y ga-nar su aplauso, envolviéndolas en una atmósfera máso menos ficticia de bienestar físico y toscos placeresde baja estética; a convertir la representación nacio-nal en un cuerpo salido de palacio, enteramente adic-to al jefe del gobierno y sin más funci6n substancial

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que la de hacer que hace los presupuestos y repetiren coro reglamentario las alabanzas que para el dic-tador se le soplen imperativamente; a llevar vida re-galada y fastuosa sin necesidad de arancarle cosa al-guna a la nación, porque ésta, al parecer, por sí mis-ma hace levantar y decorar palacios para su dueño,vota pródigamente gastos de representación, y en otrascien formas sufraga al bienestar y boato del jefe delEstado.

Todos estos son, según nosotros lo entendemos, ras-gos del autoritarismo, disfrazado con formas repu-blicanas, que anda en asecho de Colombia y de otrasnaciones de la América latina, instigado por el ejem-plo de México y protegido, de un lado, por el ansiade reposo que a estos países devora, y de otro, porlos instintos cortesanos y lacayescos que la herenciao la degeneración mantienen latentes en muchos su-jetos de sangre española más o menos chapurrada.Los esfuerzos que la nación quiere hacer para li-brarse, por medios racionales y dignos, de las des-gracias y vergiienzas que la agobian, son contraria-dos de mil maneras por los que tienen pensado do-minarla y explotarla desde el solio, y por los que, atrueque de pesar también sobre ella, consienten en po-nerse de rodillas a soportar la carga del amo omni-potente.

El peligro cesarista nos amenaza, pues, bajo la do-ble forma de apetito y tentación; y como entre nos-otros de todo se abusa indigna y tristemente, hay quie-nes se ocupan en explotar a favor de una dictadura el

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sincero, profundo y casi unánime anhelo de paz queexiste en la república, y el sentimiento religioso, tam-bién dominante y hondamente arraigado en ella. Pa-ra evitar el definitivo entronizamiento de un poderabsoluto en el país, sería suficiente que el pueblo co-lombiano, fortificado por la concordia entre todos susmiembros, tomase actitud tan tranquila y pacífica co-mo digna y resuelta, y dijese de una vez: ni necesitodictadura ni la quiero. Mas los explotadores del sen-timiento pacífico y del religioso lo comprenden así, ypor ello se han apresurado a declarar que la concor-dia daña a la fe y ofende a Dios; que cuanto no seacallada sumisión a lo que hacen los gobernantes esrebeldía y conatos de guerra, y que la nación tieneque mantenerse dividida en dos campos irreconcilia-bles mientras el partido liberal no renuncie a tenerconcienciay a reclamar derechos.

Es muy significativo el hecho de que los periódi-cos más naturalmente allegados .al general Reyes ylos que más se afanan por acercarse a él, sean preci-samente los que con más interés han promovido lacuestión religiosa y con más tesón y empeño hacenpor apasionarla y enardecerla; y llama asimismo laatención y da mucho en qué pensar, la circunstanciade que los individuos más genuinamente absolutistasque la nación ha dado de su seno o recibido de otrospaíses, sean también los más empecinados y rabiososadversarios de la conciliaciónde los partidos, y quie-nes más se afanan porque arda nuestra sociedad conel fuego de las disputas religiosas.

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El partido o bando cesarista ha dejad~ ver dema~siado claramente su programa, para que la gran ma~yoría nacional que se encamina a otros fines y estáinteresada en respirar otro ambiente y vivir otra vida,no se apresure a trazar también su línea de conductay se empeñe en seguirla invariablemente.

Nada más fácil que deducir éuál debe ser esa línea.Pues que la necesidad de paz sirve de pretexto al

llamamiento del absolutismo, démosle a la nación pazsólida y duradera que haga innecesarias e indisculpa-bles las dictaduras.

Pues que la discordia es propicia al advenimientodel cesarismo, procuremos sin descanso y sin omisiónde sacrificios la concordia.

Pues que a los porfiristas conviene incendiar el paíscon fuego pseudo-religioso, apaguemos a fuerza decordura en las polémicas de ese orden, o mediante latotal omisión de ellas, la chispa que ya van lograndoechar los incendiarios sobre la paja seca de nuestrosodios.

Pues que se llama a César para que a guisa de capa-taz nos haga buenos trabajadores, apresurémonos aentrar voluntariamente en las gratas y fecundas tareasdel trabajo libre.

y así de lo demás.Pero, así como es cierto que hay en Colombia algu-

nos centenares de profiristas, ¿lo será igualmente queestá para salirnos un Porfirio? ¿Sí aspira de veras elseñor general Reyes a ser en Colombia algo parecido a10 que es en México el señor general Díaz? ¿Y posee

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juntamente con tal aspiración las condiciones requeri-das para desempeñar ese papel? Puntos son estos quetrataremos otro día, porque hoy nos faltan a la veztiempo y espacio para ello. Por ahora anticipamos elconcepto de que si el presidente elegido, o escrutado,o escamoteado, o impuesto, o lo que hubiere sido-el 4 de este mes,- carece de aptitudes para porfiri-zar, sería desastroso y ridículo para él mismo, y para'la nación el meterse en tan ardua labor; y si deesas aptitudes posee las buenas, mucho más saluda-ble para el país y más glorioso para él sería emplear-las en ser un buen gobernante republicano, sumiso ala constitución y a las leyes, que consagradas al de-sempeño de un papel que en Colombia ha sido odiosoaun representado por el padre de la patria.

(De "El Espectador", julio de 1904.)