periódico vas 65

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Periódico VAS 65 - Junio de 2014 Declarado de interés por la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Declarado de Interés Cultural y Comunitario por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Pe r d ico V A S B u enos A i res La Otra Historia de Buenos Aires por Gabriel Luna La libertad entre rejas Teatro en la cárcel por Celeste Choclin Hacia una pacificación represora UPSs por Clarisa Ercolano ¿Se demolerá una escuela modelo? Centro educativo Isauro Arancibia por Belén Burgstaller Periódico Cultural Comunitario Año X Nº 65 - Junio 2014 Distribución Gratuita 4000 ejemplares ISSN: 2250-8759 Tel 4372 8830 www.periodicovas.com Si no sabes adónde vas, vuelve para saber de dónde vienes

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Foto de tapa: Carolina Iannuzzi, actriz, enseña teatro en el Penal 46 de San Martín en José León Suárez. Logró que los presidiari@s fundaran Luces Libres una compañía de teatro intramuros que brilla sobre las sombras del sistema carcelario.

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Periódico VAS 65 - Junio de 2014

Declarado de interés por la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Declarado de Interés Cultural y Comunitario por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.

Periódico

VASBuenos Aires

La Otra Historia de Buenos Aires por Gabriel Luna

La libertad entre rejas Teatro en la cárcel

por Celeste Choclin

Hacia una pacificación represoraUPSs

por Clarisa Ercolano

¿Se demolerá una escuela modelo? Centro educativo Isauro Arancibia

por Belén Burgstaller

Periódico Cultural Comunitario Año X Nº 65 - Junio 2014

Distribución Gratuita 4000 ejemplares ISSN: 2250-8759

Tel 4372 8830 www.periodicovas.com

Si no sabes adónde vas, vuelve para saber de dónde vienes

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Periódico VAS 65 - Junio de 20142

Año X - Nº 65 - 4000 ejemplares RNPI: 5031463 - 5111954

ISSN: 2250-8759Uruguay 385 . of. 1305 - C.A.B.A.

www.periodicovas.commail: [email protected]

Tel.: 4372 8830 - Cel.: 1562748246

Librería Fernández Blanco Tucuman 712

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La Otra Historia de Buenos AiresLos Cien Primeros Años (1536 - 1635)

En el origen aparecen los procesos esenciales que hacen de nosotros lo que en definitiva somos

Autor: Gabriel Luna

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Periódico VAS 65 - Junio de 2014

(continuará)

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PARTE XIII

LA OTRA HISTORIA DE BUENOS AIRES Segundo Libro: 1636 -1735

por Gabriel [email protected]

Buenos Ayres, años 1651 y 1652. La tercera excomu-nión del gobernador Jacinto Lariz fue por violar el “asilo en sagrado” para encarce-

lar a un fraile y por ultrajar públicamen-te el hábito de una orden religiosa. Pero en realidad, la excomunión de Lariz estuvo relacionada con el contrabando.A pesar de la guerra entre España y Portugal, que impedía el comercio entre Brasil y el Río de la Plata, Lariz había hecho un acuerdo privado con el gobernador de Bahía Salvador Correa. Éste enviaría una carga de esclavos ne-gros a Buenos Ayres, que era un tráfico prohibido por la Corona, aún en tiem-pos de paz. Lariz denunciaría el envío, la carga iría a subasta pública, la elite porteña compraría los esclavos e in-demnizaría por otra vía a los dueños, la Corona ganaría dos tercios del produ-cido en la subasta. Y el tercio restante sería para Lariz, en recompensa por la denuncia, quien lo repartiría con Co-rrea. El negocio resultaba brillante para todos, pero a veces quedaban afuera la tripulación de los navíos y la Iglesia.Tal fue lo sucedido con un fraile capu-chino que viajaba en uno de los navíos embargados y reclamó derechos de pro-piedad sobre los esclavos. Lariz mandó a despojar al fraile del hábito, lo depor-tó a Chile, e hizo encarcelar a la tripula-ción que resistiera o protestara contra el embargo. Fue notable el caso del capitán Antonio Martínez, quien buscó refugio en el convento de los dominicos -en la actual esquina de Belgrano y Defensa- y tomó los hábitos de la orden e hizo clausura. Pero no bastó. Lariz irrum-pió en el convento, armado con guar-dia de venablos, violando el “asilo en sagrado”, para darle cárcel. Y el Obis-po excomulgó a Lariz por tercera vez.

María Guzmán Coronado, la bella y ru-bia dama de Buenos Ayres, es también la más rica e independiente. Nunca se ha casado, pero tuvo hasta ahora -a los 41 años- seis hijos de padres distintos, numerosos amantes e incontables admi-radores. El primero de sus hijos lo tuvo hace veinte años con el gobernador del Río de la Plata Esteban Dávila. Luego pasaron por su cama terratenientes, soldados y generales, otro gobernador, prósperos mercaderes, escribanos, ca-pitulares, un joyero, y hasta un cura: el vicario de la diócesis, clérigo canónico, juez eclesiástico y guardián moral de Buenos Ayres: don Lucas Sosa Escobar, con quien tuvo relaciones secretas y una hija, que el clérigo nunca reconoció.María Guzmán Coronado vive en la mejor zona de la Aldea, frente a la Plaza Mayor -hoy, Plaza de Mayo- en lujosa casa de tejas con salón y dos patios -regalo del gobernador Dávila-, ubicada a la par de la catedral y con discreto pasaje, para comodidad del

clérigo Sosa Escobar y otros visitan-tes. María Guzmán le pone su nom-bre al más prestigioso salón de Buenos Ayres, donde se celebran la vida social, el arte, los negocios, y también furtivos encuentros sentimentales, según la oca-sión, necesidades y conveniencias. La casa tiene un cuarto del tesoro, donde María ha acumulado -en piedras, per-las y monedas- el agradecimiento de sus amantes, los servicios de celestina, y el producto de sus propios negocios. Es dueña de una chácara y una estan-cia en Arrecifes y se dedica -además de las actividades sociales- al contra-bando, como toda la elite porteña.

Lariz era corrupto pero practicaba ciertas formas legales y también tenía límites éticos. No toleró, por ejemplo, que, Francisco González Pacheco, el alguacil mayor de la Ciudad -una suerte de comisario general de poli-cía- tuviera casino, prostíbulo, y ade-más fuera proxeneta. Lariz no podía hacerle estas imputaciones. Lo sus-pendió del cargo por edad avanzada y porque se le escapaban los presos.La corrupción era una moneda co-rriente de la época, y hasta la moneda corriente se adulteraba. En Potosí se acuñaba moneda de baja fineza -hasta un 25% menos de lo estipulado por ley-, un fraude escandaloso tramado por el alcalde y otros funcionarios. La co-rrupción crecía a la par de la pobreza, los vicios, la trata, el contrabando, la violencia, la explotación, la basura, y la cantidad de iglesias indígenas. Todo era tan perverso y desquiciado que cuando llegó la peste varios pensaron que se trataba de un castigo divino. Y otros vieron la oportunidad de incendiar la Aldea con todos sus males, arrasarla de cuajo -como había hecho Irala tras la primera fundación- para empezar una nueva historia en otro lugar, con otros cimientos -como también había querido Hernandarias-, para construir desde el centro de la tierra y no desde los puertos.La peste llegó en el verano de 1652, antes había llegado en 1642, antes en 1621... Quizás no fuera un castigo di-vino por la corrupción, pero la peste venía en los barcos, según aumentaba el tráfico de contrabando esclavo, y se difundía en la pobreza creada por la co-rrupción. Verificada la enfermedad por el cirujano Alonso Garro, el único mé-dico de la Aldea, la costumbre endémi-ca indicaba tres cosas: la elite porteña huía a sus estancias; la iglesia organiza-ba procesiones y administraba óleos y sacramentos; y el gobernador disponía del ejército para evitar los saqueos, ca-var fosas comunes, e implementar me-didas sanitarias. Llama la atención en esta peste particular una orden tajante de Lariz tras reunirse con el médico Alonso Garro: el rapado inmediato de cabellos, cejas y barbas. Sufrieron esta

medida como un ultraje: el terrateniente Alonso Guerrero (h), el alcalde Jacinto Vela de Hinojosa, el escribano Gómez Gayoso, y otros integrantes de la elite porteña renuentes a dejar la Aldea. A tal punto fue la afrenta, que trascendió el contexto. Los historiadores partida-rios de la elite interpretaron la medida como otro de los arrebatos despóticos de Lariz para humillar a los vecinos, sin mencionar una palabra de la peste. Lo cierto era que el médico Alonso Garro aconsejó la higiene y Lariz ya se había rapado para no anidar piojos, pulgas y garrapatas cuando había peleado en los pantanos de Flandes. Sin saberlo, ambos estuvieron cerca de descubrir la transmisión de la enfermedad. Porque el tifus exantemático -nombre actual y es-pecífico de esta peste- se transmite a tra-vés de los piojos infectados, que cuando pican defecan a su vez bacterias rickett-sias. Y el contagio se produce al triturar el piojo en el lugar de la picadura o al rascarse, cuando las heces con rickett-sias entran en contacto con la sangre.

La casa de tejas ubicada a la par de la catedral está abierta. Entre candelabros de plata, tapices de Flandes y cristales venecianos, hay ahora rústicas literas en línea, enfermos. Todo el salón del frente, antes dedicado al banquete, la alegría, el baile, la risa, el teatro, la seducción y el brillo, ahora está decolorado y casi silencioso, hay filas de literas, rumor de oraciones y dolor como en una iglesia. Más allá, después de dos patios, otro sa-lón y una biblioteca con bufete, yace Ma-ría Guzmán Coronado en la habitación principal de la casa. Está sobre cuja de jacarandá, entre sábanas de Holanda, cubierta de mantas indias y rodeada de

braseros -aunque recién termina el ve-rano-, porque tiene escalofríos. A veces le duele la cabeza, tiene fiebre, le duele la espalda. A veces delira, se levanta, siente calor y se desnuda, tiene todo el cuerpo con erupciones salvo en la cara y las palmas de las manos. Va al bufete, escribe, siente frío y vuelve a la cama.Está acostada por primera vez en esa cama junto al gobernador Dávila, sien-te un orgasmo, huele a jazmín, pero cuando abre los ojos ve al clérigo Lucas Sosa Escobar con casulla morada, cá-liz y óleo. No hay nadie más que ellos dos. María Guzmán da un respingo, los han dejado a solas para que el cura le administre los sacramentos. María ríe. Anda, Lucas. ¿No creerás de verdad en los óleos y la sangre divina?, le dice a quien fuera su amante. Anda, Lucas. ¿A qué has venido? El clérigo vacila. Mi hija, murmura. María Guzmán lo detiene con un gesto: Tu hija no te conviene, y tú a ella tampoco. Me iré con el secreto, quédate en paz. El cura quiere abrazarla pero no se anima por el contagio. También he venido a despe-dirme… y para ayudar, ¡voto a Cristo! María cierra los ojos, le duele la espal-da. Se imagina sentada amamantando a su primer hijo. Quisiera, dice el cura, que tú también quedes en paz… Pues yo estoy en paz, dice María, aunque me vaya no sé adonde. Sosa Escobar tiene los ojos húmedos. ¡Eres cómo una Vir-gen!, le dice. María Guzmán abre los ojos y ríe. Tose y vuelve a reír, le cues-ta respirar. Toda mi vida quise ser una virgen… ¡para concebir sin pecado!María Guzmán Coronado murió el 23 de marzo de 1652 a los cuarenta y un años, recién comenzado el otoño.

La Peste

Ilustración: Christian Hopkins The Archangel

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“Viví muchos años en la calle, solo. Cuando estás en la calle te echan de cualquier lado, estás sentado en un banco o durmiendo, descansando un poco, y la Policía te levanta, te empuja o te patea, la mayoría te dice levántate pendejo de mierda, sucio, vos sos de la calle, ándate a otro lado porque por tu culpa andan robando. Nadie te pregunta nada”, dice Diego.

Puertas abiertas, abrazos que reciben, be-sos que emocionan, así espera la escuela Isauro Arancibia a sus alumnos después de que éstos pasaron una larga noche de frío en las calles y las plazas porteñas. Sus paredes llenas de colores y mensa-jes de motivación invitan a quedarse y a entender por qué alguien que parece ha-ber perdido todo o nunca haber ganado nada, a quien la sociedad mira con des-precio y pavor, se sienta en un banco de escuela dispuesto a pensar en fracciones, sumas y restas, mayúsculas y minúsculas, ríos y mapas.La escuela Isauro Arancibia comenzó en el año 1998 por un pedido de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) para trabajar con un grupo de mujeres que formaban parte de la Asociación de Mu-jeres Meretrices de Argentina (AMMAR).

Ellas empezaron a llevar a los chicos que veían desamparados, que vivían en Cons-titución y necesitaban un lugar de con-tención. De esta manera la escuela se fue agrandando, incorporando más docentes y profesionales, y hoy cuenta con una po-blación de 180 niños, adolescentes y adul-tos, que en su mayoría vive en situación de calle. Allí comen, se educan, aprenden oficios, reciben contención emocional y psicológica, se hacen amigos, aprenden cuáles son sus derechos y a defenderlos.Se trata verdaderamente de un centro educativo modelo. Es un lugar de in-clusión que debiera seguir creciendo y multiplicarse. Sin embargo hay concreta intención de demolerlo. De un momento a otro, y en el nombre del progreso, la es-cuela Arancibia puede desaparecer para dar paso a un metrobús. “Conocí la escuela a través de mi compa-ñero de la vida que se llama Juancito, con él estuve viviendo en la calle. Me gusta porque no es como las otras que te discri-minan porque sos de la villa o si vas sucio, acá pueden venir cualquiera, mayores, menores; si necesitas algo te ayudan en lo que puedan o si no le buscan la manera para poder ayudarte. Mi vida cambio un montón desde que estoy en la escuela,

presto atención a la señorita, me llevo bien con todos, hago toda la tarea, estoy aprendiendo a leer y a escribir en cursi-va”, dice Diego.Diego tiene 20 años y hace varios años que es alumno de la escuela Arancibia. Empezó cuando vivía en la calle y hoy ya pudo formar su familia y vivir en un asentamiento de Wilde. Se levanta muy temprano, desayuna, viste a sus hijas y sale con la más chiquita para la escuela Isauro Arancibia. Ella se queda en el jar-dín maternal y con su señorita, feliz, y él entra al aula para poder recibirse este año, empezar la secundaria, y poder “se-guir haciendo las cosas bien”, como dice, porque en otro momento de su vida tuvo que recorrer varios institutos y pasar pre-so algunos meses.

En enero de este año, el Gobierno de la Ciudad, a través de sus funcionarios, le informó al equipo docente que piensa demoler el edificio donde está la Escuela, porque por ahí pasará el nuevo recorrido del metrobús.La construcción del recorrido implicará un gasto de más de 200 millones de pe-sos por unas pocas cuadras, además se van a eliminar todas las líneas internas del barrio, y de esta manera obligar a to-

dos los vecinos a tomar el metrobús en la Avenida 9 de Julio o en la Avenida Paseo Colón. Todos los viernes la Comisión por la defensa de Paseo Colón corta la aveni-da a partir de las 16 horas para visibilizar esta decisión del Gobierno de la Ciudad. “Se van a concentrar todas las líneas, por lo tanto esta modificación no va a liberar el tránsito, sino que lo único que va a ge-nerar son muchos desalojos de personas, de hecho ya hay conventillos que tienen fecha de desalojo próximo. Y quieren mu-dar el Centro de Atención a la Niñez y a la Infancia, que hace más de 20 años fun-ciona, lejos de la zona de influencia de los chicos con los que trabaja”, explicó Mar-tín Mendizabal, docente de la Escuela. Para el Centro Educativo Isauro Arancibia la solución también es la mudanza a un nuevo edificio en otro lugar de la Ciudad, pero no es la solución para Diego o para el resto de los alumnos que viven en el barrio o duermen en la calle, frente a la Escuela.

Mientras Diego termina la primaria, Betty, su pareja, está cursando el primer año de secundaria y sigue yendo a la es-cuela Arancibia cada vez que necesita reforzar los contenidos o charlar con sus profesores sobre la nueva experiencia.

¿Se demolerá una escuela modelo?Escuela Isauro Arancibia: av. Paseo Colón 1318

por Belén Burgstaller

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“También traigo a mi sobrino, porque él iba a otra escuela en Wilde y no lo que-rían, porque a veces iba sucio o cuando comía lo hacia muy apurado y en un ra-tito se terminaba todo. Pero no era por desesperado, era porque tenía hambre, porque en mi casa casi nunca hay qué co-mer”, dice Diego. Su sobrino tiene 7 años, él lo anoto en la Escuela, ahora se encar-ga de llevarlo todas las mañanas y asegu-ra que ya no se pelea con nadie, que se siente bien, cómodo y acompañado.

La escuela Arancibia tiene dos turnos (mañana y tarde), cuando los docentes vieron que los chicos se empezaban a quedar los dos turnos, decidieron gene-rar varios talleres de oficios. “Las escue-las convencionales tienen una estructura y los niños y niñas tienen que entrar en esa estructura. Nosotros somos una cons-trucción colectiva porque fuimos arman-do la estructura de la escuela de acuerdo a las necesidades de nuestra población”, planteó Lila Wolyman, bibliotecaria. Ade-la Toresano, docente de la escuela hace más de 7 años, agregó: “La educación como acción política pedagógica es que el contenido que está escrito en un curri-culum se pueda reinterpretar con los chi-cos, para que esté a disposición de ellos cuando intentan cambiar su realidad”.Además, en la Escuela se desarrolló la figura del operador, que son ex alum-nos que trabajan articulando entre los maestros y los estudiantes. También los acompañan en asuntos que no son es-trictamente escolares pero sí educativos, como por ejemplo tener el hábito de bañarse, ir al médico. Les preguntan si

tienen algún problema y están en el aula acompañando a los maestros. Los opera-dores tienen una instancia de formación, una reunión donde trabajan sobre lo que fue pasando en la semana y los docentes les transmiten herramientas técnicas de enseñanza.

La mayoría de los chicos llega por el “boca a boca” o los trae algún compañe-ro de ranchada, como definen a su grupo de pertenencia en la calle con quienes se juntan para procurarse comida y cuidar-se. Muchas veces, cuando por su situa-ción llegan a algún parador, a un hogar o a un instituto, la única referencia que pueden dar de algo fijo y estable es la es-cuela Isauro Arancibia. Llaman y pregun-tan si los chicos efectivamente asisten.“Cuando uno vive en la calle no puede proyectar. Los chicos no pueden ver un futuro, viven en un eterno presente, es el aquí y el ahora; aquí y ahora tengo que salir a trabajar, aquí y ahora tengo que conseguir para comer. Además, lo que hace que los chicos vengan tiene que ver con lo afectivo, siempre hay mas posibi-lidades de aprender cuando se está ro-deado de buenos compañeros, buenos profes, abrazos y besos”, concluyó Adela Toresano.

Los docentes del Centro Educativo Isauro Arancibia saben que si se mudan dejan a todos sus alumnos, a todos esos chicos sin su lugar, sin su único lugar. Ojalá el Gobierno de la Ciudad comprenda esta situación y entienda que una mudanza en este caso es el fin de las esperanzas de cambio para los chicos, y no una solución.

Desde hace algún tiempo, los vecinos del barrio de San Telmo hemos incorporado una nueva palabra a nuestro día a día: la “gentrificación”. Este término remite a un largo proceso en los centros urbanos, de 10, 15 y hasta 20 años, que produce un re-emplazo total de la población y provoca la pérdida de costumbres y tradiciones que hacen a nuestra identidad barrial. Su particularidad, al ser tan extenso en el tiempo, es que suele llevarse a cabo sin resistencia vecinal. Se impulsa la gentrificación, des-de capitales privados asociados a grandes negocios inmobiliarios, promoviendo dis-cursos empeñados en destacar las cualidades negativas de nuestro barrio, “que está abandonado, es inseguro”, etc. Esto desvaloriza la propiedad y permite a los grupos inmobiliarios adquirir viviendas a precios muy bajos, para después construir mega emprendimientos, hacer puestas en valor ajenas a las necesidades del barrio, priva-tizar espacios, y promover desalojos masivos en pos del progreso y la modernidad.Es interesante para nosotros destacar dos características que nos diferencian de otras ciudades. La primera es que en Buenos Aires los negocios mega inmobiliarios son promovidos desde el Estado, también las revalorizaciones del lugar y las pues-tas en valor tendientes a ser expulsivas. Es decir, es el Estado quien promueve la expulsión en nuestros barrios. La segunda característica es el grado de resistencia que ofrecemos los vecinos. Nuestro barrio pelea por su identidad y se resiste a aceptar estos maquillajes impuestos e inconsultos. Así, obras como el enrejado del Parque Lezama, el Metrobús Paseo Colón, o desalojos de viviendas y bibliotecas populares, son resistidos y en muchos casos frenados. Y se logra, además, que de estos focos de resistencia barrial surjan experiencias de trabajo colectivo en forma de comedores, centros culturales, cooperativas de viviendas, asambleas, y ferias.San Telmo no es sólo de anticuarios, arquitectos conservacionistas y comer-ciantes. Nacimos como el barrio del tambor, conventillos e inmigrantes. So-mos un barrio heterogéneo, por eso nos plantamos y seguimos luchando.

[email protected]

La GentrificaciónBarrio de San Telmo

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Por Celeste Choclin

Es actriz, pero no le interesa el divismo. A la docencia siempre la miró de reojo, hasta que descubrió que el teatro puede ser un lugar de libertad en contex-tos de opresión social.Carolina Iannuzzi nació en el barrio de Saavedra, estudió teatro en la escuela Casto Munita. Pasó por la Universidad de Belgrano, la Escuela de Augusto Fer-nández y los talleres de Julio Bocca. La maternidad le significó un replanteo en sus aspiraciones actorales. Decidió no abandonar la actuación, pero sí los divismos propios de la profesión. Transitó entonces por distintas experien-cias comunitarias. Desde hace cinco años dicta clases de teatro en la unidad penitenciaria número 46 de San Martín, en José León Suárez. Lo hace por vocación, sin cobrar un peso. Intramuros, logró conformar un grupo de teatro mixto que hace obras de creación colectiva: Luces Libres. Una compañía inte-grada por presidiarias y presidiarios que, pese a la represión, brilla sobre las sombras del sistema carcelario.

Teatro desde un lugar social

Espontánea, inquieta y precisa, así es Carolina. Mientras hace los preparativos para el mate, dice a Periódico VAS que en su adolescencia so-ñaba ser una buena actriz nacional: “Si termino siendo docente, me mato”, pensaba.

P. VAS: ¿Cómo fue tu acercamiento a un teatro de carácter social?Me empecé a saturar del ambiente de teatro, de tanto divismo bohemio… Y le encontré una vuelta desde este lugar social. Hoy puedo decir que me gusta tanto laburar en la cárcel como actuar -señala y recuerda su paso por el grupo La Mueca, donde hizo sus primeros acercamientos al mundo carcelario-. Hicimos un taller de verano con hombres que estaban en la Unidad N°19 de Ezeiza y salían de transitoria. Fue una experiencia hermosa. La Iglesia de la Santa Cruz, la misma donde fueron secuestradas las monjas francesas, nos pres-tó el espacio. Y se armó una compañía que se llamaba Los Atorazos de la Santa Cruz, porque cada vez que alguno hacía una improvisación muy buena le decían: ¡Qué atorazo! -se ríe Ca-rolina con todo el cuerpo-. Luego, junto a Mer-cedes Ferrería, empezamos a dar talleres en el barrio la Cava de San Isidro. Y más tarde, nos acercamos al penal de San Martín, que recién se inauguraba y estaba todo muy verde.

Un ambiente hostil

P. VAS: ¿Qué pasó en el penal?No había nada de nada. Caímos en un penal donde las pibas y los pibes (porque es mixto, pero están cada uno por su lado) lo único que hacían era estar en la celda y salir cada tanto al patio. Así que los dos primeros años fue remar en dulce de leche. La cárcel está pensada como un lugar para que no salga ni entre nadie. ¡Si al familiar que va de visita se le hace difícil, ima-ginate a dos actrices poniéndose a dar teatro! El lugar es sumamente hostil. Un ambiente de lo más agobiante. A veces estás dando la clase y te pasan cerca unas ratas que son casi del ta-maño de un perro. ¿Pero quién le va a dar prio-ridad a arreglar las instalaciones de una cárcel? No se les ocurre. “¡Que se pudran!”, piensan. Recorrí distintos penales y sólo tuve una alum-na de clase media, todos los demás: pobres, marginales, sin recursos, viviendo en condicio-nes infrahumanas.

¿Cómo fue empezar a hacer teatro en ese con-texto?En principio, nosotras planteamos un taller mix-to y se nos rieron en la cara. Empezamos con mujeres, pero rotaban todo el tiempo o venían empastilladas, muy dadas vuelta y era difícil mantener una continuidad. Así y todo ese año terminamos sacando una muestra: La Casona

Carolina Iannuzzi:

Teatro en la cárcel

la libertad entre rejas

Amores Truncos, La Casona Fe-liz, Una noche increíble con Dody Chotti, Bar los Amigos y Esperando el ‘60, obras que surgieron de la creación colectiva en el taller de teatro dictado por Carolina Iannuzzi y Mercedes Ferrería en el penal 46 de San Marín en José León Suárez.

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Carolina Iannuzzi:

Teatro en la cárcel

la libertad entre rejasFeliz, que era una parodia de la cárcel. En un momento asumió un director que nos hacía mucho la guerra, llegamos a dar el taller en una celda. Éramos diez mujeres en un cua-drado que no entrábamos ni paradas. Era un poco como para espantarnos, pero nosotras hacíamos el taller igual. En la cárcel vos te te-nés que ganar el territorio, ir aunque no te bajen a la gente. Al principio les decíamos: “Chicas, nosotras siempre venimos, si les di-cen que no estamos es mentira, pidan que las bajen y nosotras vamos a hacer fuerza desde afuera”. Por lo general, el servicio no quiere hacer mucho movimiento. Después organizamos los Festi-penales, les llevába-mos espectáculos. Antes, las chicas lo único que miraban era la tele. Les trajimos bandas, murga, teatro, de todo… Aunque a veces, por alguna arbitrariedad, nos dejaban a la mitad de los artistas afuera. A pesar de estar auto-rizados, el guardia te decía que no y era no. ¿Se acomodaron las cosas?En 2011 empezó a funcionar la escuela pri-maria y secundaria y esto daba otro marco. Nos dejaron hacer el taller mixto y se armó un grupo grande. Me acuerdo que en la ron-da inicial una chica dijo algo que creo que se respetó siempre: “Nunca nos quieren mezclar porque dicen que juntar hombres y mujeres es para bardo, tenemos la oportuni-dad de demostrar que no es así”. Todos estu-

vieron de acuerdo y la verdad es que nunca hubo un solo problema. El taller mixto em-pezó a ser mucho más fluido, más llevadero, nosotras pudimos empezar a exigir más.

El teatro en la cárcel

P. VAS: ¿Cómo es una clase típica?Van llegando de a poco, nunca llegan todos juntos -Carolina se pone de pie y acompaña con su cuerpo las palabras, imita los gestos rígidos de los alumnos que van llegando-. Comenzamos con los clásicos juegos infan-tiles, como la mancha, el pato ñato, y luego pasamos a ejercicios más teatrales. No es sencillo plantear un espacio de creatividad en este ámbito -Carolina deja los gestos y los juegos, toma asiento y explica-. La difi-cultad con la que nos encontramos desde un principio es que no podían pensarse fuera y cualquier improvisación se centraba dentro de la cárcel: estamos en la hora de visita, en el patio, estamos en la celda. ¡Era escalofriante porque no podían volar con la cabeza! Hasta que finalmente lo lograron -Carolina enciende una sonrisa y abre las manos-. Ahora te dicen: “Me fui a Mar del Plata, estuve en la playa, me levanté tres mi-nas” -ríe Carolina-. Se trata de jugar mucho, de armar situaciones que los saquen con la cabeza de la cárcel.

¿Qué cambios podés ver que se dan en la clase de teatro con respecto a su cotidianei-dad en la cárcel?Te diría que cualquier ejercicio de teatro les cambia la estructura. En la cárcel el cuerpo está muy medido: no podés mostrarte mu-cho, tenés que pasar un poco desapercibido, pero a la vez se te tiene que notar un poco, porque sino podés parecer sospechoso. Es un punto medio muy estresante. Entonces vienen con tal rigidez que cualquier ejercicio corporal los cambia. Se ve en la mirada, es como si te hicieran un masaje, te aflojás y tu cuerpo dice: “esto también podría ser así y me había olvidado”.De todas maneras es complicado, en un lugar donde todos los derechos humanos están siendo violados, es muy difícil decir: “Bueno, no pasa nada… Ahora vamos a hacer teatro”.Las chicas nos contaban que en una época venía un psicólogo y ellas odiaban verlo por-que las dejaba “todas revueltas” y se tenían que volver así a la celda. Cuando las chicas están mal no lloran. Las chicas se cortan. Di-cen que en el momento no lo sienten, que les duele después. Es la única manera que en-cuentran para sacarse la angustia, la deses-peración de lo que están pasando -las manos de Carolina se cierran-. En realidad, debería haber todo un sistema de contención y no un psicólogo aislado.

¿Por eso preferís trabajar desde el humor?Sí, el humor es sanador y transformador. Por eso trabajamos desde ese lugar. La idea es que ellos puedan expresar lo que desean, no desde un lugar pasatista o como mero en-tretenimiento. Tratamos de que digan lo que sienten y lo trabajen desde la comicidad, desde el ridículo. El teatro te expone mucho, los chicos se abren un montón y uno tiene que ser responsable por eso.

Las temáticas de las improvisaciones deben ser diferentes a las que pueden surgir den-tro de un grupo de clase media en un cen-tro cultural ¿Te acordás de alguna situación sorprendente? Hubo una historia en 2009, cuando estába-mos con mujeres solas. No venían las chicas, y de pronto bajan sólo dos. Decidimos no suspender la clase y actuar también noso-tras. Le propusimos a una de las chicas que fuera a pasear a una feria y comprara aritos, pero dijo que no sabía: “Es que yo nunca compré”. Era una chica que venía desde los 15 años dando vueltas por institutos de me-nores. Entonces su compañera le propuso: “Metele caño”. Era invierno, estábamos con las bufandas, y la ataron con bufandas a Mer-cedes que hacía de la vendedora, hicieron el robo y después festejaron, se morían de risa.Yo les propuse pasar a la escena siguiente, donde una de las chicas sería la vendedora

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y la otra, una amiga a la que le contaba lo que le había pasado. Fue muy impre-sionante. Le empezó a contar a la amiga y de pronto cortó la improvisación. “¿Cómo quedará la gente cuando hacemos esto?”, dijo. Y empezó a reflexionar: “Yo cuando salía a robar nunca miraba a la gente a los ojos, sabía que estaba mal y nunca me gustó eso de lastimar”. Nos quedamos heladas.De todas maneras, tenemos claro que no vamos a la cárcel a bajar un mensaje moralista -Carolina golpea la mesa con el mate y dice con bronca-. Para juzgar pri-mero deberíamos pasar por su situación: dormir en la calle o en la villa, comer de la basura, mirar la tele y desear todo lo que propone este mundo consumista, emba-razarte porque encontrás que es la única manera que tenés de irte de tu casa, don-de tu padrastro abusa de vos... Por eso creemos que no se puede ir a la cárcel a concientizar y decir lo que está mal y lo que está bien, porque primero tendría-mos que atravesar la vida de ellos. Es una vida muy difícil, necesitás descargarte y también anestesiarte. El teatro sirve para contarlo, para encontrar nuevas formas de expresión y también para marcar el precedente de una idea de comunidad, que aún en la cárcel es posible constituir. Los pibes tienen muy en claro que en el teatro no te podés manejar con los códi-

gos del pabellón: no se habla tumbero, porque todos tenemos que poder enten-der, hay que respetarse y siempre mirar a los ojos. Es la calle dentro de la cárcel y haberlo logrado es mérito del grupo.

¿Y de ese grupo surge hoy un elenco: Luces Libres? Sí, ya hay una suerte de elenco estable. Bueno, tiene la dinámica de una murga porque la gente va rotando por los trasla-dos, o sale en libertad y va cayendo gente nueva. Desde 2011 hacemos obras, no hacemos más muestras, y las presenta-mos una temporada. Son obras de crea-ción colectiva, vamos viendo qué temas van saliendo a lo largo del año y luego armamos. Una fue Bar los amigos. Lo que plantea esta obra es que cuando salís de la cárcel sos pobre, vivís en la villa y ade-más tenés antecedentes; por lo tanto, si lográs trabajar, te morís de hambre. Al tema le encontramos la vuelta teatral y resultaba muy cómico.Yo tenía dos sueños -rememora Caroli-na-, el primero era hacer un taller mixto (ya lo logramos) y después, que el grupo tuviera autonomía. Porque parece que siempre tiene que venir alguien de clase media a “evangelizar” con la educación y creo que eso tiene que cambiar. Nosotras no vamos durante el verano y en este úl-timo pasó algo maravilloso. Hay un chico

que se llama Javi, pero le decimos el co-mandante porque es igual a Chávez, que está desde que el grupo es mixto y es muy comprometido con el trabajo. A él lo deja-mos como director y a Alejandra, una se-ñora que tiene un espíritu muy maternal, como asistente. En el verano pasado die-ron el taller de teatro ellos dos, se sumó gente nueva y después me invitaron a ver la muestra. Para mí fue una gran alegría ver que el grupo puede funcionar solo. Además, ahora para cada efeméride el servicio les pide que hagan alguna repre-sentación y ellos ya la arman solos.

Volar entre rejas

P. VAS: A partir de esta experiencia ¿Qué función te parece que cumple el teatro en la cárcel? Para mi el teatro en la cárcel es poner la ca-lle en un espacio oscuro y cerrado, es poder volar con la imaginación aún estando entre rejas, es sentirse libre a pesar de estar en las condiciones más extremas. Ahora, si ha-blamos de grandes transformaciones en la cárcel, tenés que prepararte para saber que no las vas a ver, que tal vez se produzcan a largo plazo porque hay un entramado muy complejo y perverso. Pero que, aún así, una pequeña semilla queda y tarde o temprano va a dar sus frutos. Me acuerdo de una mu-jer que me dijo que a partir del teatro iba a poder ser mejor madre. Al principio no le entendí, entonces me contó que nunca había podido compartir demasiado con sus hijos y como en el taller había jugado tanto, sentía que iba a poder relacionarse de otra manera con ellos. Se trata de esas peque-ñas grandes cosas.

La entrevista debe terminar aquí. Antes de despedirnos, Carolina dice: no puedo dejar de mencionar a Celeste, una mujer increí-ble, que supo desplegar la actriz que lleva-ba dentro. Se llama Celeste Badie y hoy, ya fuera de la cárcel, se ha convertido en mi actriz fetiche.

Celeste estaba presa en el Pabellón de Población del Penal N°46 de San Martín donde los derechos

humanos son palabras que carecen de sentido. Un día la llamaron para que bajara a hacer un taller de teatro: “Fui por curiosidad, ¡no me imaginaba cómo dos chicas se iban a venir hasta acá para hacer teatro! Después me enganché un montón”, confiesa. En su vida había visto teatro, y menos actuado. Ponerse en la piel de personajes, jugar, inventar histo-rias, le ayudó a sobrevivir en ese espacio tan oscuro y a calmar la ansiedad de su pronta salida en libertad. “Me gustaría destacar el trabajo de estas chicas, creo que ellas no dimensionan lo importante que es para nosotras. Para mí, fue una puerta que se abrió en un lugar donde todas las puertas están cerradas.”

En 2010 Celeste salió en libertad y las profesoras de teatro le perdieron el rastro. Pero la semillita del teatro había quedado revoloteando. El año pasado se encontró de casualidad con Carolina Iannuzzi en Constitución y le propuso volver a hacer teatro. Se pusieron a en-sayar y armaron juntas el unipersonal Nos fuimos hasta abajo, dirigido por Iannuzzi, donde Celeste Badie despliega su talento. Lo presentaron en diciembre en Espacio Machado, un centro cultural que abrió Mercedes Ferrería. “La fun-ción fue hermosa, muy distinto a actuar en el penal, allí era una presa, no me po-día exponer tanto porque sentía a la po-licía como una sombra permanente. Me encantó la experiencia y nos pidieron que repitamos, así que ahora volvemos a ensayar”, dice orgullosa.

Una puerta que se abrió

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Viernes 30 de mayo de 2014. Los trabajadores del restorán Lalo de Buenos Aires reabren las puertas y comienzan a autogestionarlo.

El local se llena. Los clientes festejan con los mozos. Esa noche hubo 150 cubiertos. En apenas un mes, trece trabajadores cam-biaron la historia del este conocido res-torán. Y cambiaron su propia historia. Hijo de un desprendimiento societario, cuyos orígenes se remontan a la legendaria fon-da de Bachín1 -que Horacio Ferrer inmor-talizara en el tango “Chiquilín de Bachín”-, Lalo de Buenos Aires abrió sus puertas en la calle Montevideo 355 en los agitados días de 2002. Las paredes rojas, las fotos históricas, y el contraste de la madera le imprimieron un aire seductor. Pero no fue la decoración lo que atrajo su clientela, sino la calidad gastronómica y el buen ser-vicio. Artistas, actrices, actores, políticos, abogados, tomaron como rutina anclar en las mesas de Lalo. Nada parecía indi-car que una tormenta crecía en su interior.

El 24 de abril, los trabajadores de Lalo de Buenos Aires se atrincheran en el local. Lo hacen en defensa de su fuente laboral. Denuncian el vaciamiento del comercio y reclaman cuatro meses de salarios adeu-dados, vacaciones y cinco años de aportes previsionales. Saben que existe una orden de desalojo del inmueble por alquileres impagos. Deciden permanecer y resistir. El titular del fondo de comercio, Juan Eduardo Costa González (Lalo), demanda a los trabajadores por usurpación. Una custodia policial se instala en la puerta del local. Nadie puede entrar, nadie puede salir. Vecinos, artistas, legisladores y em-presas recuperadas organizan un festival solidario en la vereda. Logran frenar tran-sitoriamente el desalojo. Los trabajadores entienden que no hay vuelta atrás. Deci-den conformar una cooperativa de traba-jo, negociar con los dueños del inmueble un nuevo contrato de alquiler, y autoges-

tionar el lugar. Saben que es sustentable. Inician una causa judicial por defraudación contra Juan Eduardo Costa González, con-tra la sociedad que administra el fondo de comercio y su contador. Se retira la custo-dia policial y los trabajadores deciden abrir las puertas del restorán. Hasta que lleguen a un acuerdo con los propietarios del in-mueble, abonarán un alquiler que marca el mercado mediante depósito judicial.

“Nosotros vamos a seguir trabajando, por-que trabajar no es ningún delito. Mientras tanto depositamos el alquiler”, dice Ro-berto Sigona, mozo desde hace más de 40 años y miembro de la flamante coopera-tiva de trabajo. Es domingo, Sigona dia-loga con Periódico VAS mientras prepara las mesas de la noche. Está exultante por el cambio. Trabajó en Bachín desde 1970 hasta 1983, luego en Chiquilín, y está en Lalo desde su inauguración. Dice que para reabrir compraron vinos, carne y merca-dería, “pagamos todo de contado, porque no queremos deberle nada a nadie”, dice, y calcula que el sábado por la noche hicie-ron 200 cubiertos. Roberto Sigona detalla los planes a futuro: fabricar ellos mismos el pan, comprar una camionetita para ir todas las mañanas al Mercado Central, “donde la bolsa de la papa cuesta diez mil veces menos”, llenar las estanterías de bo-tellas de vino. Y, si es necesario, conseguir un nuevo local donde mudar el emprendi-miento. Mientras tanto, Pepe, mozo des-de hace 30 años, posa para la foto detrás del mostrador. En el salón, el pianista del hotel Bauen -otra empresa recupera-da por sus trabajadores-, afina el piano.Entran los primeros comensales de la no-che. Una pareja de actores que, antes de escoger mesa, felicitan a Roberto por el emprendimiento. Los atiende cordialmen-te Pepe. No hay duda de que una nueva historia se cuece en este nuevo Lalo, que ya no es más de Lalo sino de sus trabajadores.

“Trabajar no es ningún delito”

1. Bachín abrió sus puertas en 1927 en la vereda Este de Rodríguez Peña, entre avenida Corrientes y Sarmien-to. Era un local con muebles dispares entre la calle y una feria, una verda-dera fonda con manteles de papel y vasos de vidrio. Tuvo éxito por la abundancia de sus platos y por ser económico. Periodistas, artistas y políticos en ciernes eran los habi-tués. También las parejas jóvenes, y los chiquilines vendedores de flores.Bachín cerró en 1983 cuando comen-zó la construcción del Paseo de La Plaza y se demolió la feria. Sus pro-pietarios eran tres genoveses: Bachín, Pepe y Agustín. Ellos fundaron Chiqui-lín de Bachín, que se emplaza actual-mente en la esquina de Sarmiento y Paraná. Y Eduardo González Costa, Lalo, fue un mozo que dio el bra-guetazo, se casó con la hija de Pepe, heredera de el 45% de la sociedad.

Restorán Lalo de Buenos Aires

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Extraño el devenir del ex legisla-dor porteño Diego Kravetz, ex-ponente de la llamada política joven porteña, quien dio sus pri-meros pasos como abogado de

las empresas recuperadas que luego de la crisis del 2001 buscaban la manera de se-guir en pie. En ese entonces, Kravetz creía que la solución para los problemas del pueblo residía y se gestaba en ese mismo pueblo. Mucha agua corrió bajo el puen-te desde ese pasado pos estallido social hasta este 2014, que encuentra a Kravetz empeñado en volver a tener una opor-tunidad en la política a como dé lugar.

Después de apartarse de la senda de las recuperadas, Kravetz fue un kirchnerista acérrimo. Luego prefirió llamarse pero-nista. Hizo una intentona, vía Jorge Te-lerman, para acercarse a Scioli y terminó finalmente siendo el armador de Sergio Massa en Capital. Todo eso en 12 años.Hace menos de un año, Kravetz armó un mapa interactivo para que los porteños denunciaran los baches en el pavimento. Una idea que resulta hasta simpática si se tiene en cuenta el vapuleado estado de las calzadas. Luego probó suerte con el

Partido de la Red, un invento donde pre-tendía convencer al ciudadano de que po-dría votar online los temas que se debati-rían en la Legislatura porteña. Le fue mal, sacó apenas el 1 por ciento de los votos.

Ahora, en tiempo de linchamientos, Kra-vetz decidió jugar fuerte y apostar a un proyecto derechoso que se ofrece como alternativa práctica y express ante el pa-norama de la inseguridad. Proyecto que (supuestamente) recibirá gustosa la clase media, hastiada de la ausencia estatal. Kravetz tiene una idea para “recuperar” las villas de emergencia. Desde la flaman-te institución que preside, el Instituto de Políticas de Planificación, el ex legislador quiere una ley para crear Unidades de Pacificación Policial (UPPs), un cuerpo es-pecializado de la Policía Metropolitana, cuya función sería llevar adelante tareas de pacificación con sedes en áreas deter-minadas, como villas y asentamientos.El propio Kravetz utilizó el sitio Noticias Urbanas -medio del cual es dueño mayo-ritario desde hace más de un año- para explicar que “el proyecto implica la crea-ción de Unidades de Pacificación Social (UPSs), que acompañarían la tarea de la

policía en la restauración del orden y la intervención del Estado en aquellas zo-nas que vayan siendo recuperadas. Es decir, una vez que la UPP consigue ins-talarse dentro del lugar de acción y re-cuperar el control del territorio, da paso a la llegada de otros servicios públicos y privados que permitan la reinserción de los habitantes en la sociedad”. Se tra-ta de una iniciativa popular, por lo que hace falta conseguir 40 mil firmas para que la Legislatura la debata y apruebe.Más allá de la demagogia recurren-te de las épocas preelectorales, Kra-vetz tal vez no recordó que el antece-dente de las UPP más cercano es el de Brasil, donde fueron creadas por el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, en 2008, con el objetivo de combatir el cri-men organizado y el tráfico de droga.Como podrá apreciarse, la situación de desigualdad social poco y nada mejoró en seis años en Brasil. Algo que queda ex-puesto sobre todo ahora, en las vísperas de la Copa del Mundo, cuando las protes-tas no pueden acallarse pese a que toda la maquinaria de la FIFA se empeña en mos-trar una postal de alegría y fiesta futbolera.

Si bien Kravetz no presupuestó el costo de las UPP porteñas, en 2008 Lula invirtió solo para comenzar 1000 millones de dólares. La idea primigenia de Lula era “urbanizar”. Pero ni todo el discurso progre que decía “Cuando los ricos viven sobre el cerro, eso es elegante. Pero para los pobres, vivir en la favela es una vergüenza. Vamos a cam-biar eso”, sirvió. Tanques militares irrum-pieron a sangre y fuego en las favelas para llevar adelante su misión “urbanizadora”. Junto a las UPP brasileñas, también re-crudecieron los métodos de las BOPE (Batallón de Operaciones Policiales Es-peciales) una suerte de tropa de elite creada en 1978 y cuyos abusos y ejecu-ciones ilegales fueron tapa de The New York Times y centro de los informes elaborados por Amnistía Internacional.La ciudad, que será una de las sedes del Mundial de Fútbol de 2014 y acogerá los Juegos Olímpicos de 2016, vive en estos momentos una ola de violencia, que, al cie-rre de esta edición, lleva 30 muertos. Las batallas entre narcos y policías son mone-da corriente. Los narcos siguen, la villa no fue urbanizada ni mucho menos hay paz. Y Kravetz insiste con las UPPs porteñas.

Extraña trayectoria de un político porteñoHacia una pacificación represora

Por Clarisa Ercolano

Coopolis es un juego de mesa en el que se experimenta cómo se trabaja en una cooperativa. Un juego que mezcla la habilidad con

la solidaridad, donde todos ganan o todos pierden, juntos. De esta manera, a tra-vés de un recurso lúdico, chicos y grandes aprenden y ejercitan tomar decisiones colectivas, vinculando lo individual con lo grupal. Los jugadores deben colaborar no sólo para fundar y llevar adelante una empresa democrática, sino también para desarrollarse como individuos y luchar por el desarrollo económico de la empresa.

Desarrollo del juegoDesde junio del año 2013 la Cooperativa de Trabajo Proyecto Factorial trabaja en el desarrollo de este juego de mesa que involucra la gestión democrática y el tra-bajo cooperativo en clave lúdica, resignifi-cando el sistema de símbolos establecido con los cuales la sociedad asimila y repro-duce la lógica capitalista, y acaba de lan-zarlo al mercado el 14 de marzo de 2014. En el juego se reivindican los valores de jus-ticia, trabajo y solidaridad de las empresas cooperativas. Por lo tanto, en este caso no

se trata de adquirir la mayor cantidad de propiedades posibles para así poder vivir de la renta pagada por el desafortunado inquilino pasajero, bajo amenaza de caer en la quiebra o en la cárcel (¿quién no ha jugado en su niñez al Monopoly o al Es-tanciero, versión adaptada para los países subdesarrollados agroexportadores?). Se trata, en cambio, de crecer en conjunto, de pensar en el desarrollo social de toda la comunidad. El objetivo final del juego es la fundación de una nueva cooperati-va y más y mejores puestos de trabajo.

El principal rasgo cultural y pedagógico del juego es que todos juegan juntos. Crecer implica desarrollarse y terminar el juego es abrir el juego posible a otros jugado-res. Crear otra cooperativa no es terminar el juego sino reproducirlo. Cada jugador es un trabajador que tiene un costo de vida determinado, y la cooperativa debe garantizar que puede solventarlo, de otro modo se pierde el juego. La cooperativa también tiene responsabilidades concre-tas que todos los trabajadores deben ga-rantizar, si no se pierde el juego. El dado es el azar que indica en donde avanzar.

Dependiendo del casillero, se juega con cartas de suerte, de desafío, de recursos. El tablero es una comunidad con bancos, hospitales, escuelas, comercios, y la convi-vencia es parte de la interacción necesaria entre el mercado capitalista y la construc-ción de riquezas de manera más justa.

En síntesis, Coopolis busca representar una alternativa. Una proyección transformado-

ra sobre la lógica excluyente que nos lleva a competir de manera individualista día a día. Una forma superadora de relacionarse entre miembros de una misma comuni-dad, incorporando valores humanistas en los vínculos económicos que la componen.

Si querés jugar o saber más acerca Coopolis: www.proyectofactorial.com.ar/mundocoopolis/

los valores cooperativos se ponen en juegoCoopolis:

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A mediados de mayo de 2012 estalló el conflicto. Siete obre-ros -cinco hombres y dos mu-jeres- cambiaron la cerradura de la fábrica y tomaron el lugar.

Así, mediante este trámite aparentemente sencillo, cambiaron sus vidas para siempre. ¿Qué hicieron? Dejaron al patrón afuera. Cambiaron las consabidas, férreas y trau-máticas relaciones de producción capita-listas. Relaciones éstas que -en nombre del progreso- han provocado: inequidad, sufrimiento, explotación, luchas obreras, hambrunas, enfermedades, reflexión, abstracciones, teorías, revoluciones, crisis financieras, y también guerras mundiales. Las relaciones de producción capitalistas eran, hasta hace poco, inalterables. No se concebía empresa sin patrón. ¿Qué prodi-gio sucedió en la modesta fábrica Suárez para que se lograra un cambio tan enorme? La gráfica Suárez Hermanos fue fundada por una familia española hace 75 años en el barrio de Liniers. Creció y funcionó bien hasta la tercera generación de dueños, luego hubo cierta decadencia, distintos criterios, otras ambiciones, y distintas ca-racterísticas de gestión que perjudicaron

a la empresa. Sucedió entonces la clásica lucha de clases e intereses enfrentados. Los dueños iban por el vaciamiento, el cierre y la venta del inmueble, para salvar el capital; los obreros iban por la recupe-ración de la empresa para salvar la fuente de trabajo. En mayo de 2012, la situación era la siguiente: había la mitad de los suel-dos en negro, falta de aportes jubilatorios, retrasos en los pagos de haberes, deudas de vacaciones, deudas con proveedores, reducción de horas de trabajo, y parte del inmueble -el depósito- ya había sido vendido. Todo se estaba cayendo para los obreros de Suárez, y era inminente la venta de las máquinas, cuando decidie-ron cambiar la cerradura y permanecer en la fábrica haciendo guardias de 24 hrs.

Suárez Hermanos se transformó des-pués en Trabajadores Suárez, una fábrica sin patrón, una empresa recuperada del abismo y gestionada por sus propios tra-bajadores. ¿Pero cómo fue la transición? Aquellos obreros que resistieron en la fábrica hicieron una cooperativa de tra-bajo para seguir produciendo. Apostaron a la calidad. Iniciaron un expediente le-gal contra los dueños, reclamando deu-

das y obligaciones. ¿Eso fue todo? ¿Así se explica la transformación? ¿Hubiera sido concebible hace veinte años? No. La explicación aparece el miércoles 21 de mayo de 2014, al mediodía, cuando la cooperativa Trabajadores Suárez festeja su segundo aniversario. Llueve a cántaros cuando el Periódico VAS llega a la gráfica de la calle Acassuso 6937, barrio de Li-niers. Desde el Centro son 18 kilómetros, calles en reparación, 50 minutos de viaje. Sin embargo, a pesar de la lluvia, del día hábil y las distancias, han llegado treinta personas. Reciben los siete obreros fun-dadores, quienes hicieron la resistencia y formaron la cooperativa: Juana Ajalla, Alberto Enna, Gabriel Enna, Alejandro Rodríguez, Francisco Godoy, Rubén Debe-net y Norma Tita Burgos. Hay una mesa alargada, tendida en la entrada del taller, con gaseosas, sándwiches y empanadas, como en un cumpleaños familiar. Clima cordial. Se hace silencio, y el presidente de la cooperativa, Francisco Godoy, expli-ca elípticamente la transformación. No es una explicación formal. Godoy agradece a los presentes: a la militancia que puso el hombro; a la cooperativa Consol; a la Red Gráfica, una cooperativa de imprentas; a

los abogados que militaron el trámite le-gal; al contador; al programador; al ban-co Credicoop, que les abrió una cuenta; a dos empleadas de Desarrollo Social; al Ministerio de Trabajo; al sindicato; y a los nuevos clientes que, sin conocer a los trabajadores de Suárez, apostaron por el emprendimiento autogestivo. En estos dos años, la cooperativa Suárez creció: de siete a nueve miembros, y da trabajo a tres personas más. Aplausos y brindis.

Conclusión. El asombroso cambio de las relaciones de producción en la modes-ta fábrica Suárez fue sostenido también por los invitados. Pero no sólo eso, sino que las organizaciones y entornos de los presentes (las cooperativas, las escuelas y universidades, los sindicatos, las estructu-ras jurídicas y ejecutivas del Estado) fue-ron modelados durante más de un siglo por intensas luchas sociales, sufrimientos, teorías, huelgas, panfletos, crisis financie-ras, libros, revoluciones y guerras. Esto generó una cultura de la autogestión y de empresas recuperadas. Tal vez una forma de llegar a una sociedad más justa, ale-gre y solidaria, que crezca desde el pie o desde una sencilla fiesta de cumpleaños.

Gráfica Suárez: historia de una empresa recuperadapor Rafael Gómez

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