pensamiento filosfico y juridico en boecio

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pensamiento politico y filosofico en boecio

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  • EL PENSAMIENTO FILOSFICO-JURDICO DE ANICIO MANLIO BOECIO

    EN "LA CONSOLACIN DE LA FILOSOFA"

    Por el licenciado Jos Antonio MRQUEZ GONZLEZ

    INTRODUCCIN

    En lo que se sigue se intenta el anlisis de algunas ideas filosfico-jur-dieas expuestas por el filsofo romano Anido ManIio Boecio en su obra La consolacin de la Filosofa.

    Es sta, desde luego, una obra de carcter fundamentalmente filosfico. Como tal, es posible que no logre interesar gran cosa al jurista preocupado por la perspectiva especiaIsima de su enfoque. Pero no creemos en modo alguno que convenga la visin unilateral de un fenmeno jurdico descar-tando sin ms un panorama global interdisciplinario.

    ste es precisamente el caso de las ideas jurdicas que el estadista romano expone al final de su obra, casi diramos enmaraadamente en-vueltas en profundas reflexiones de carcter filosfico trascendental. Y es que, al menos en el punto de vista boeciano, la perspectiva no poda ser otra: sin la pretensin exclusivista de un tratado de Derecho, la obra de Boecio incluye sabias consideraciones acerca de problemas jurispruden-ciales que no deben, en absoluto, pasar desapercibidas a cualquier jurista interesado en el aspecto filosfico de su disciplina, fundamentalmente hu-mana. De all el inters de su tratamiento en un trabajo que pretende un anlisis jurdico de ciertas ideas filosficas en la obra fundamental de este gran pensador.

    Por otra parte, avala nuestro inters el hecho de que suceda en forma reiterada que los problemas que el jurista cree plantear~e en una pers-pectiva muy particular y especializada son con frecuencia objeto de minu-ciosos estudios por otros pensadores ~jenos al Derecho y despojados, por esta misma razn, de prejuicios jurdicos al respecto. Con independencia de su acierto o no, la posicin representa un punto de vista novedoso que, sin pretender desplazar una concepcin objetiva y rigurosamente cient-fica, cabe considerar alguna yez para descubrir, en ocasione.." sorpren-dentes e inesperadas conclusiones acerca de su tratamiento. Asimismo, las cuestiones que el jurista y el filsofo de nuestra poca se plantean con una ostentosa presuncin de "modernismo" acarrean consigo, en la mayora

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    www.derecho.unam.mx

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    de las ocasiones, el reconocimiento de que tales interrogantes se han plan-teado ya en el pasado y que, como dice Russell, a las mismas se les han procurado respuestas inteligentes que no es recomendable hacer a un lado.

    Como, adems, la concepcin intelectual de Boecio suscita en forma casi inmediata (merced a su injusta estancia en prisin y a la poca tan peculiar que le toc en suerte vivir) la reflexin detenida de hasta qu punto un pensador puede resultar influenciado por las caractersticas y circunstancias de su momento histricoJ ha resultado necesario detenerse un poco en el establecimiento de las lneas generales que caracterizan el perodo de transicin del mundo antiguo al advenimiento de la Edad Media. A ello se debe tambin, en suma, la inclusin de un breve punto sobre el ambiente cultural de la poca. Y es que, efectivamente, una figura y un pensamiento tan slidos y claros como el del filso~o-poeta romano en la tremenda y brutal agitacin de las invasiones brb'aras que asolaban el agonizante Imperio, constituye sin duda un triunfo claro de la elevacin intelectual de que el ser humano puede resultar capaz a despecho de sus pasiones y sufrimientos meramente terrenales. Ello repre-senta un atractivo ms en el estudio del pensamiento de Boecio, enmarcado en trgicas circunstancias que destacan la lucidez de sus ideas y 'conceptos.

    No obstante, en un trabaj,o de tan limitados alcances como el que aqu nos hemos propuesto, era forzoso prescindir del anlisis de las restantes ideas expuestas en La consolacin de la Filosofa~ todas ellas de un mar-cado carcter -aqu s- exclusivamente filosfico y desprovistas de consideracin jurdica alguna. De all que, despus de un anlisis general al contenido global de la obra, hayamos fincado nuestra atencin -en los Libros Cuarto y Quinto de la misma, donde el filsofo poeta expone valio-sas opiniones acerca de la dualidad justicia e injusticia en relacin con la antinomia bondad-maldad y la consideracin del libre arbitrio de los hom-bres frente a la omnipresente predestinacin divina.

    Para el examen del panorama histrico objeto de los primeros puntos del trabajo se consultaron diversos diccionarios y obras especializadas. En previsin de una lectura gil y rpida; se ha omitido con toda intencin el reconocimiento de los crditos a los autores correspondientes. Este es un lugar ms propio, por lo que menciona aqu las principales obras con-sultadas: PIRENNE~ Jacques, "Historia Universal: las grandes corrientes de la Historia", siglos xxx a. C. a VI d. C. (Volumen 1), Editorial Cum bre, S. A., Coleccin Grolier, Mxico, 1979; ENCICLOPEDIA AUTODIbCTICA

    QUILLET~ tomos 1 y IV, Editorial Cumbre, S. A., Mxico, 1976; Informa-lar, Diccionario Enciclopdico, tomo 1, EDAF, Barcelona, Espaa, 1976; Nueva Enciclopedia Temtica, torno IX: "Historia de la Edad Media", y tomo VIII: "Historia Antigua", Editorial Cumbre, S. A., Mxico, 1979.

    El anlisis del pensamiento filosfico-jurdico de Boecio se ha limitado, como es lgico, a los diversos pasajes de inters en su "Consolacin de la

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    Filosofa". Ello no ha impedido la adicin de notas que se han credo aclaratorias y oportunas respecto a los diversos temas tratados en su opor-tunidad, mencionando aqu, en todos los casos, los tratadistas y obras correspondi~'n te:".

    Finalmentc, la propia naturaleza del trabajo, que se reduce a un an-lisis meramente exegtico de los puntos en que Boecio expone las idea~ que nos interesan aqu, nos excusa sobradamente de la confeccin de las conclusiones generalmente obligadas en cualquier otro caso.

    La misma consideracin, amn de la relacin anterior de las obras con-sultadas para el panorama histrico, y las citas correspondientes en el propio cuerpo del trabajo para el aspecto central, explican la ausencia de la bibliografa al final del trabajo, bibliografa que, por otra parte, es de CJ.r:ctf'r muy general y sin especial enfoque al tema.

    T. A:\ITlt:S ~1ANLIUS TORQUATUS SEVERINlJS BOETHIUS

    1.1. Contexto histrico

    Deber recordarse aqu, para nuestros propsitos, que en el ao 393 d. C., se produce la divisin del Imperio Romano conforme a las ltimas

    disposieionc~ del Emperador Teodosio, muerto ese mismo ao. Sus dos hijos, Arcadio y Honorio, le suceden en el mando: al primero corresponde el Imperio de Oriente, con la ciudad de Com;tantinopla como capital; al segundo.. el de Occidente, estableciendo primero la capital en Roma y des-pus en Miln y Ravenna.

    Honario, no obstante, era an muy joven cuando asumi el poder. Por ello., el ~eneral vndalo Estilicn ejerci 50bre l la tutela correspon-diente. Ambicioso de territorios pertenecientes al Imperio de Oriente, este ltimo ~e propuso extender su influencia en esa direccin, pero con ello no ocasion sino el rompimiento entre ambos Imperios. A consecuencia de ello, Rufino, a la sazn Gobernador dcl Imperio de Oriente~ incit a los \isigodos contra los romanos, logrando que Alarico atacara la pennsula, y ocasionando la huida de Honorio de Miln a Ravenna.

    Casi inmediatamente se produjo la invasin de las Galias por ejrcitos suavos, vndalos, lanos y burgundios. Y, para colmo, los soldados de la Bretaa, en lugar de defender a Italia, proclamaron emperador a un solM dado, Constantino, que se llam a s mismo Emperador de Bretaa, de Espaila y de las Galias.

    Estilicn realiz entonces una ingeniosa jugada, logrando rivalizar a Alarico con Constantino a cambio de la prefectura de Iliria para el pri-mero. Pero el mismo Honorio, creyndose vctima de un complot urdido 'en su contra, m:.tnd matar a su tutor.

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    Alarieo, despus, puso cerco a Roma, que culmin con la toma de J ciudad (en 410 d. C.) Y su saqueo en tres das consecutivos. Su sucesor, Atalfo, se cas con la hennana de Honarlo, Gala Placidia, comprome-tindose en cambio a librar de brbaros a la Galia y a Espaa.

    Establecidos los visigodos en el Imperio y resueltos a defender a Roma de las invasiones brbaras, lucharon encarnizadamente contra stos, des-tacndose Valentiniano III y Aedo, que emprendi la guerra contra Genserico despus de someter a varios pueblos germnicos. No obstan-te, Genserico apel a Atila, rey de los hunos, feroz pueblo de raza. mon-glica, para la defensa de Su territorio. Ante semejante peligro, romanos, francos y godos se unieron en la defensa comn, ganando primero algunas batallas y sucumbiendo finalmente ante el poder monglico, que slo los ruegos del Papa Len 1 detuvieron a las puertas de la Ciudad Eterna.

    Una serie de desrdenes se siguieron, durante los cuales Roma fue saqueada por los vndalos de frica, no obstante estar ya en agona el Imperio. Finalmente, Odoacro, jefe de los hrulos, invadi el Imperio. se apoder de Pava y se proclam Rey de Italia, acabando de este modo con el Imperio de Occidente y haciendo surgir, aS, un reino germnico. Era el ao 476 d. e., que marca el final del Imperio Romano de Occi-dente, cuya duracin no fue siquiera de un siglo.

    Por fin, bajo el reinado de Odoacro, la pennsula pudo disfrutar al fin de una paz relativa, que nuevamente se vio interrumpida por la ir'rup-cin de los ostrogodos, al mando de Teodnrico. stos vencieron a los hrulos en diversas batallas, resultando asesinado Odoacro en un banquete. Teooo-rico asumi el poder en 493. Con l, cesaron las funestas invasiones en la asolada Europa, sepultando bajo sus ruinas al Imperio y haciendo nacer una nueva era en la historia del mundo: la Edad Media.

    1.2. El ambiente cultural de la poca Roma, en efecto, sucumbi6 el ao 476 d. C. Pero su decadencia se

    encontraba irremisiblemente marcada desde el comienzo de nuestra era, cuatro siglos atrs. Desde la muerte de Augusto, en el ao 14 d. C., el Imperio no encuentra ya el camino para un desarrollo cultural y material equiparable al que bajo este gobernante haba tenido.

    A pesar de ello, es posible destacar algunos esforzados exponentes de la cultura de la poca. En poesa, Lucano escribe "La Farsalia", mientras que Estacio compone las "Silvas". Persio, estoicista, lega a la posteridad seis stiras, mientras que Marcial y Juvenal escriben epigramas. Este lti~ roo, postrero en la generacin de grandes poetas latinos, escribe asimismo sus famosas "Stiras" que fustigan implacablemente la corrupcin imperial. El teatro decay en esta fase, prefirindose el circo como diversin. Slo el filsofo Sneca destaca en algunas tragedias. Por su parte, Tcito escribe sus "Historias" y sus "Anales", ambas obras a las que debe su gloria como

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    historiador y escritor. En otros aspectos, Plinio el Viejo descuella con su "Histor Natural", obra en 37 libros que resume a la fecha (mitad del siglo 1) el conocimiento que el romano de los ltimos das del Imperio posea ('11 divcrs;:s ramas. En retrica, Quintiliano y Plinio el Joven escri-ben, respectivamente, las "Causas de la decadencia de la oratoria" y el "PanC'grico de Trajano". En el gnero novelesco, Petronio y Apuleyo surgir.an corno solitarias flguras en un amhiente totalmente desinteresado haCk1. este gnero. Poco despus, a pesar de todo, la cultura del siglo III cobrarb una relevancia muy especial con el surgimiento de juristas como PauIo, Ulpiano y Papiniano, que intentan rescatar la sabidura de los romanos de otros tiempos en sus obras.

    Este cos el cuadro general de la cultura y de las ciencias en los tiempos inmediat;:mentc antcores al advenimiento de la obra fundamental de Anicio ~fan]i0 Boecio. Interesa destacar ahora, para nuestros propsitos, un magno e imprevisible f~nme:r..o que tuvo lugar en esa poca y que acarre consigo la implantacin de nuevos criterios y perspectivas en el 'enfoquE' cultural, revolucionando de algn modo las expresiones del pen-samiento: ilablamos de la influencia religiosa.

    En la poca grecorromana. la actividad intelectual se haha dE'sarro-Ilado con total independencia de la intromisin eclesistica al respecto. Ello, lgicamente, no impeda que 31gunos pensadores se preocuparan efcc-tivanwnte por cuestiones rC'ligiosa

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    al fortalecimiento y justificacin del poder religioso, que culminara, por cierto, con una acabada apologa del cristianismo materializaba en la obra "La Ciudad de Dios", escrita por Agustn en 410, esto es, a la fecha pre-cisa de la cada de Roma bajo las huestes de Alarico.

    Ahora, la cultura se encontraba -de hecho--- en manos de la Iglesia y, por ende, toda expresin intelectual arrostrara un compromiso ideo-lgico a veces fcilmente perceptible. Del lado contrario poda encontrarse la ventaja de que, al menos, la Iglesia era precisamente la depositaria de la cultura de la poca. que poda de otro modo haberse visto sepul-tada bajo las ruinas imperiales provocadas por la invasin brbara. Adems, es de mencionarse el hecho de que, incluso en la confusin producida por la cada del Imperio y su pulverizacin posterior en estados nacionales, la concepcin eclesistica aspirara en fonna inusitada a una visin inter-nacional y universalista de la expresin cultural, producto directo --{'s. cierto-- con una acabada apologa del cristianismo materializado en la obra concebible en esos tiempos.

    Es necesario mencionar ahora que no es posible encontl"ar ya, a partir del siglo v, ms que telogos como representantes de la cultura intelectua1. Ctanse entre ellos al poeta Paulino de Nola, al cronista y telogo Prspero de Aquitania, al moralista Salvanio de Marsella, a Casiodoro (compaero, por cierto, de Boecio), etc.

    1.3. El ltimo de los romanos Anitius ManJius Torquatus Severinus Boethius, el ltimo de los r()man~

    y el primero de los escolsticos, nace en Roma, alrededor del ao 480 d. C. Esto es. bajo el reinado de Odoacro, del que ya nos hemos ocupado breve-mente en lneas anteriores. Llevado por su padre, estudi desde muy pequeo en Atenas las doctrinas griegas consagradas, dedicndose en particular al estudio de los grandes filsofos y mostrando, desde entonces, su inters en traducirlos al latn.

    Muy joven an, qued hurfano, pero su noble cuna y muy encum-brada posicin social le hicieron encontrar un decidido protector en Simaco, senador muy poderoso. Ms adelante, contrajo matrimonio con su hija, logrando despus hacerse cnsul al igual que Sus dos jvenes hijos. Reinaba, a la sazn, el monarca godo Teodorico.

    Despus, la fortuna le mostr el lado adverso: a pesar de su fidelidad al rey, Boecio fue acusado injustamente de traicin. Acusado un senador, Albino, de desear la libertad del pueblo romano, Boecio habra comen-tado: "Si se es un delito. tanto yo como todo el Senado somos reos de l.'~ En su propia obra,1. Boeco narra algunos pormenores de dicha acusacin,

    1 BOECIO, Anicio Manlio, La Consolaci6n de la Filoso/fa, traduccin del latn por Pablo MASA, Aguijar, Buenos Aires, Argentina, 1977, pp. 38, 39 y 41, prosa cuarta, Libro Primero.

  • EL PENSAMIE:.JTO FtLOSFICO~JrROICO DE BOEeIO 175

    enfatizando las intervenciones de Basilio, Opilin y Gaudencio en su dcIa~ cin ante el monarca. Segn ello, los dos ltimos habran presentado la denuncia en su deseo de congraciarse nuevamente con el rey, de quien haban perdido sus favores "a causa de sus numerosos y astutos fraudes".2

    Haba tambin algunas cartas apcrifas, de las que igualmente se valie-ron los enemigos del filsofo para proceder a su denuncia. De todo ello result una condena real que lo desterraba de la ciudad, prohiba y haca nugatorio su derecho a ser odo en juicio (!), confiscaba todos sus bienes y, finalmente, decretaba su muerte inmediata.

    En cumplimiento de la orden real, Boecio fue conducido a Pava (Ticinium), donde "el ltimo de los romanos" muri, probablemente en el ao 524, bajo crueles torturas, a decir de algunos historiadores. 3 Tendra, a la sazn, 44 aos de edad. Muchos siglos despus, en 1879, Bo('cio sera declarado "bienaventurado" por el Papa Len XIII, confirmando as el culto que se le renda por su fama de hombre inteligente y gran autoridad cultural, amn de cierta aureola de mrtir. Su fiesta se celebra el 27 de mayo.

    Su anhelado proyecto de traducir las obras completas de Platn y Aristteles no tuvo xito, desgraciadamente. No obstante ello, logr la traduccin de las Categoras, de la Interpretacin, de los Tpicos y los dos AnalticoJ~ todas ellas obras del estagirita. Coment tambin dos libros de la Isagoge, otros de la Interpretacin, de las Catego1zs, los Tpicos. los Analticos y los Razonamientos sofsticos. Los Tpicos de Cicern fueron asimismo objeto de comentarios suyos.

    Filsofo, telogo, traductor. estadista, matemtico, msico, poeta y santo, Boecio escribira en el calabozo su obra maestra~ La Conwlacin de la Filosofa. Sus obras sobre msica, lgica y matemticas, as como sus De Trinitate y De ide cathlica, ambas obras teolgicas, fueron con-sideradas durante toda la Edad Media como textos modelos de profunda erudicin por los maestros y sabios de la poca. Casiodoro le atribuye un Carmen Bucolicum lamentablemente perdido.

    2 U y quieres -dice BOECIO a la Filosofa, personificada en una dama de ma-jestuoso porte- saber el delito que se me imput? Me acusaron de que quise salvar al Senado. En qu forma? Un delator pretenda se incoara expediente para dccl::! rar al Senado reo de lesa majestad, y yo lo imped: se es el crimen que me achacan. . y con el fin de que la posteridad conozca la realidad de los hechos, me ha parecido oportuno consignarlos por escrito, para que jams se borren de la memoria" (loc. cit.).

    '8 Se dice que Teodorico se arrepinti despus, profundamente, de la brbara ejecucin de su antiguo amigo y consejero. Habra de cometer, luego, otro error semejante: encarcelar tambin al Papa. El monarca godo derrumbara as su reina-do de cultura y prosperidad inmediato a las incesantes invasiones brbaras, desmo ronando su obra de paz y justicia.

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    11. EL PENSAMIENTO FILOSFICO-JURDICO DE BOEelO

    2.1. De Consolatione philosophiae

    He aqu, pues, que la obra fundamental de Boecio, La Consolacin de la Filosofl, surge precisamente en este apasionante panorama atibo-rrado de contradictorios y novedosos elementos que le prestan un carcter y una connotacin muy especial, originado como consecuencia inmediata de una poca histrica de evidente transicin y pluralidad de aportes cul-turales.

    Boecio, "el ltimo de los romanos" y el "primero de los escolsticos", evidencia en estos adjetivos su propia conformacin intelectual. l contri-buye tambin a dividir, con su esfuerzo filosfico, dos eras en la historia de la humanidad: la colisin del mundo antiguo y el prometedor adveni. miento de la Edad Media. Y, aun en su particular momento histrico, result Haecio un elemento discrepante: en el seno de una sociedad apoca lptica, que haca agonizar a un imperio milenario, su pensamiento recon~ fortante y notable surge como un agudo contraste. Nunca, asimismo, estuvo dominado en su concepcin intelectual por la idea del pecado, profundamente obsesionante en todos los dems pensadores, ni constituy su obra, en modo alguno, la apologa cn-tiana que se hubiera podido espe-rar segn la cultura de la poca.

    :11s an: bajo el reinado de Teodorico, Boeco contribuira al igual que Casiodoro, Ennodo y Simaco, a conferir a la literatura latina un postrer resplandor de gloria.

    Como ya advertimos, el filsofo-poltico romano escribe su magna obra recluido en una prisin, en Pava. Esto es, ya en los ltimos aos de su vida, alrededor de 524 d. C.

    La Consolacin de la Filosofa. est compuesta de cinco libros. Todos ellos son de muy fcil y gil lectura, salvo ciertos pasajes que requieren una particular atencin y mayor esfuerzo intelectual. Es, en general, una obra amena, que se lee con gusto y donde el lector resulta prcticamente conducido de la mano por el escritor. No se dira de ella -nunca- que fue escrita, por cierto, por un condenado a muerte, salvo, claro, por la expresa referencia que el autor hace en el Libro Primero, donde narra sus infortunios y los altibajos de su vida. Pero ya se ver ms adelante que incluso este abatimiento inicial fue profundamente superado luego. Por lo dems, la obra contiene secciones alternativas de verso y prosa, lo que contribuye todava ms a su ligereza.

    En el Libro Primero, "Expone el autor los motivos de su afliccin, y la Fi:osofa, que se le aparece en forma de dama de porte majestuoso, le hace ver ante todo que su mal consiste en haber olvidado cul es el fin del hombre"; en el Libro Segundo, Boecio se pregunta qu es la Fortuna, y en qu consisten los bienes -ficticios- que la misma puede procurar.

  • EL PENSAMIENTO FILOSFICO- J cRmco DE BOECIO 177

    Se pregunta tambin por los bienes -reales- que una fortuna adversa, en cambio, s }9rocura indudablemente al hombre afligido; en el Libro Ter-cero, la Filosofa le hace notar que todos los hombres buscan la buena Fortuna a travs de los bienes particulares y materiales, alegando el error que yace en seguir dicho camino, pues la fortuna slo se encuentra en realidad en un bien nico, universal y supremo, que slo puede ser Dios; en el Libro Cuarto, la Filosofa se esfuerza en hacer conciliables la bondad, proveniente de Dios, y la maldad, que indudablemente existe en el mundo. Finalmente, el Libro Quinto centra su inters en desentraar la libertad o el libre albedro del gnero humano con la predestinacin a que estamos sujetos por el supremo hacedor.

    Desde el principio de la obra, Boecio recurre, pues, a un ingenioso ardid que le produce eficaces resultados: introduce al lector exponiendo, ante todo, un desolador y pattico cuadro en el que, ciertamente, aparece como vctima de la maldad humana. Se ve a s mismo "sumido en llanto" y entonando solo "estrofas de dolor... Desgarrando sus vestiduras mis musas favoritas. .. la vejez ha precipitado sobre m sus pasos, y a la mitad del camino de mi vida he sentido sonar la hora definitiva del sufrir".

    Prepara, en realidad, un magnfico escenario para relatar la imaginaria aparicin de la Filosofa, que concibe en estos trminos: " ... parecime que sobre mi cabeza se ergua la figura de una mujer de sereno y majes-tuoso rostro, de ojos de fuego, penetrantes como jams los viera ser hu-mano, de color sonrosado, llena de vida, de inagotadas energas, a pesar de que sus muchos podan hacer creer que no perteneca a nuestra genF-racin ... Su vestido lo formaban finsimos hilos de materia inalterable, con exquisito primor entretejidos; ... Y, a semejanza de un cuadro difu-minado, ofreca, envuelto como en tenue sombra, el aspecto desaliado de cosa antigua... En su parte inferior vease bordada la letra griega pi (inicial de prctica), y en 10 ms alto, la letra thau (inicial de teora) ... La mayesttica figura traa en su diestra mano unos libros; su mano iz-quierda empuaba un cetro" (prosa primera, Libro Primero).

    j Maravillosa y encantadora descripcin que sumerge inmediatamente al lector en la trama de la obra, atrado en forma irresistible por una imagen semeiante, conciliatoria del abatimiento humano rayano en el l-mite y la presencia sobrenatural y salvadora del pensamiento que se eleva sobre las penurias humanas para remontarse a las cumbres de la placidez divina!

    La Filosofa, as concebida, entabla un prolongado dilogo con el autor, pues ha advertido su desgracia y se propone remediarla. Boecio se Jamenta ante ella de su injusta acusacin ante el monarca, causa de su des-gracia. No obstante, la Filosofa le replica observando que, en realidad, hay otra causa para su mal: " ... es que t no sabes quin eres. Por lo cual puedo asegurarte que ya 10 he averiguado todo: as el origen de tu mal

    1J

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    como los medios de devolverte la salud. S, te ha cegado el olvido de ti mismo: por eso te has quejado de tu destierro y del despojo de tus bienes. Porque ignoras el fin de las cosas has credo poderosos y felices a los malvados" (loe. eit.)

    A partir de entonces, el argumento en la obra se dirige a los esfuerzos que la Fil~fa realiza, con perseverantes y sabias palabras, para convencer a su abatido discpulo de la naturaleza real de su mal y de los medios de que se valdr para hacerle recobrar la felicidad perdida. Boecio se vale, al efecto, de la voz femenina para exponer sus ideas, interrumpiendo slo ocasionalmente para dirigir la conv"ersacin por los cauces deseados y para precisar ciertos puntos lgidos a travs de interrogaciones. La Filosofa habla en prosa y verso, utilizando estos ltimos cuando el autor prev el cansancio del lector: liMas veo que te ests fatigando, abrumado corno ests por el peso y la trascendencia del problema. U na poesa, herniosa y agradable, te prestar. algn alivio: aspira, pues, las ureas poticas que te reconfortarn para ulteriores esfuerzos" (en el Libro Cuarto, metro sexto, cuando Boecio intenta esclarecer el problema de la conciliacin entre la bondad de los dioses y la existencia innegable de la maldad humana, punto al que dedica un prolongado tratamiento).

    Cuando Boecio interviene. generalmente lo hace en prosa y s610 en contadas ocasiones (como la que sealamos, al principio de la obra) ex~ presa su sentir en versos."'

    Ya hemos dicho que Boecio inicia su obra en un profundo abati~ miento y gran melancola por la dicha perdida y las penas a que se encuentra condenado por la injusta acusacin sufrida. Ello es slo al prin-cipio, sin embargo, porque Boecio efectivamente encuentra la consolacin buscada en el quehacer filosfico, a tal grado que, confonne avanza en el desentraar de los problemas planteados, recupera a pasos agigantados sus dotes de pensador innato. Como bien lo expresa CASTAO, "En los dos primeros libros su inquietud se disipa progresivamente, el pensamiento se hace dueo de s mismo en el tercero, y en los ltimos la solucin que

    " "En el dilogo de la Consolaci6n entran 5610 dos personajes: Boecio y la Filosofa. Boecio habla en nombre de la sensualidad humana, que recaba sus fuerzas, y arguye, y clama, y llora. La Filosofa redarguye y replica, y luego aplica el bl-samo consolador de la virtud a la carne domeada por la raz6n. Mejor podria decirse que Boecio es el hombre viejo, el hombre exterior, que responde a la atrae. ci6n de Jos sentidos, y la Filosofa, el hombre nuevo, la porci6n interior~ la raz6n pura y noble, que trata de levantar la carne del cinago sensual que la embelesa. Eterna lucha que San Pablo puntualiz6 en candentes frases y Hoecio trata de aplacar con el triunfo de la raz6n sobre el sentido" (ALONSO GETINO, Luis G., en la Introducci6n a La Consolaci6n de la Filosofla, segn la edici6n de la Espasa-Calpe, "Colecci6n Austral", Buenos Aires, 1943, pp. 13 a 44).

    :; CASTAO PIN, Alfonso, Pr6logo y Notas a La Consolaci6n de la Filosofa, op. cit., pp. 19 Y 20.

    ------- Tri - -

  • EL PENSAMIENTO FILOSFICO-J uRmco DE BOECIO 179

    da a aqueJlos grandes problemas de la razn que se alzaban ante L le dan la paz definitiva".

    La opinin es compartida por Alonso GETINO 6 cuando refiere qtW "No se parece esta obra a ninguna otra del gran filsofo italiano: el filsofo peripattico se muestra en ella neoplatnico; el pensador sutil se humaniza y envuelve en conceptos poticos; el catlico exigente deja a un lado, por decirlo asi, su bagaje teolgico, el condenado a muerte se revist(~ de una serenidad y estoicismo tan hondo, persuasivo y oportunista, que no ha encontrado obra pareja en la literatura filosfica".

    Por su parte, Fray Alberto DE AGUAYO, traduc'tor de la obra en pI siglo XVI, afinna de Boecio que "Escribi de las cosas humanas y divinas tan agudo, tan grave, tan pura, tan copiosamente, que parece milagro, hombre casado y rico, ocupado en el regiminto de gran cibdad (sic), acompaado de tanta abundancia de bienes (que es gran licencia de ma-les), fatigado y desterrado, poder en tan variables vueltas de la fortuna leer, acordarse, escrebir tantas cosas tan diversas y provechmas. que, ni quien las entendiere ser torpe, ni quien la') obrare, malo. .. Escribi: entre otras cosas, el libro que l intitul 'de la Consolacin Natural' (..,ic), que cuanto provecho tenga, cun saludable doctrina, cun deleitosas senten-cias, cun subtiles argumentos, cun lindas comparaciones, no hay discreto que lo mire que, despus de conocello, no quede maravillado, si mira que 10 escribi estando ya desterrado y sentenciado a injusta muerte y a con-fiscacin de bienes. Y el tiempo en que otros suelen olvidarse as, tuvo juicio y cuidado de escrebir consoladn para todos, porque si el mundo lo tratase bien, no lo creyesen, y si mal, no lo temiesen, y cuanto l entrcga.;;(' lo poseyeren tan sin amor, que 10 dejasen sin dolor". 7

    Conviene ahora que hagamos una breve referenck'l a los elementos de influencia filosfica en Boecio respecto de la obra de que nos ocupamos teniendo muy en cuenta, al efecto, el panorama histrico y el ambiente cultural que esbozamos ya en los puntos 1.1 y 1.2 de este trabajo. As. CASTAO PIN (en op. cit., pp. 15 Y ss.) opina que la obra " ... opina que la obra refleja un sincreti:'imo elaborado a base de Platn y los neo-platnicos, de una parte, y los estoicos de otra (en menor grado de Aristteles y San Agustn), pero ordenado con vistas a una teologa racio-nal. " Es de advertir que en esta obra no aparece ningn elemento que pueda reconocerse inmediatamente como cristiano ... "

    BERTRAND RUSSELL 8 expresa por su parte que (la obra) "Se inicia con un pasaje (del que ya nos hemos ocupado) que reafirma la primaca

    6 Loc. cit., p. 16. 1 AGUAYo, Alberto de, Notas de la Traduccin de La Consolacin de la Filo-

    sofa, reproducidas en la edicin de Espasa-Calpe, op. cit., Coleccin Austral, p. 40. 8 RUSSELL, Bertrand, La Sabidt~ria de Occidente, Editorial Aguilar, Madrid,

    1962, pp. 136 Y ".

  • 180 Jos ANTONIO MRQUEZ GONZLEZ

    .de los tres grandes filsofos atenienses. Al perseguir el j,usto modo de vivir, Bocejo sigue la tradicin de los pitagricos. Sus doctrinas ticas son funda-mentalmente estoicas, y su rnctafisica se remonta derechamente hasta Platn. Algunos de los pasajes son pantestas en el tono... (y) Mucho de esto -se halla en completo desacuerdo con la teologa y la tica cristianas ... El espritu de todo el libro rezuma reminiscencias de Platn. Evita el misti-cismo de los escritores neoplatnico

  • EL PENSAMIENTO FILOSFICO-JVruDlCO DE BOECIO 181

    por su pretendida existencia impune, que parece marcar entoncf':-; una profunda irreductibilidad con la existencia positiva del Bien.

    El propio Boecio, a travs de la Filosofa, responde a ello !l('gando categricamente dicha hiptesis. Invocando primero -a la usanza de los-homricos en los poemas picos- a las musas de la sabidura ("aun eIl las circunstancias ms simples debemos implorar el socorro divino"). esta-blece paso a paso la inexistencia de los malvados y de la maldad: toda vez que el fin comn y nico al gnero humano estriba en la comC:'cucin de la felicidad y sta no es sino. por evidencia lgica, el bien mismo. " ... cuando el hombre aspira a la felicidad, no busca otra cosa sino el bien" (verso 11, prosa segunda, Libro Cuarto). Ello le conduce a establecer, entonces, una premisa indiscutible: " ... todos los hombres, as buenos como malos indistintamente, buscan el bien".!! Los malvados --en ('."te ordt"ll de idc.:.s--, alejando de sus propsitos la bsqueda y adquisicin del bien, abandonan con ello su propia identidad y existencia, porgue "el q"cll" ;\fXIll-dona el fin universal de todos los seres en el mIsmo hecllO deja de existir".l'

    j Sorprendente y categrica conclusin que impresiona por su rigidez y severidad lgica! As tenemos, pues, que la maldad y los que infringen los preceptos humanos y divinos sencillamente no existen. u Pero, ha"ta dnd(~ puede llevarnos una afirmacin semejantr? Porque un nihilismo

    !' Esta e,o;, en efecto, la concepcin filosfica generalmente aceptada de la bon-dad: todos Jos seres se dirigen hacia el bien, porque el ser apetece e~ta 11m in Cl) la medida en que lo perfecciona y reconcilia, preci~mente, COn su esencia. De all que todo ser, en cuanto exista. sea bueno, y que el mal, por el contrario, Sf:a tala privacin del ~er (consltese una buena exposicin al respecto en PRECTAl>O HER-:r-.:NDEZ, Rafael, Lecciones de Filosofa del Derecho, 10~ edicin, Editorial Jus, Mxico, 1979, pp. 195 Y S. HEGEL (Jorge Guillenno Federico HEGEL, Filosofa ue! Derecho, introdllccin de Carlos MARX, Juan Pablos, Editor, Mxico, 1980, pp. 12~; Y ss.) sostiene una concepcin similar. El prestigiado autor alemn afirm'-1 que: "El Bien es la Idea ... es la libertad realizada, el absoluto fin ltimo del mundo."

    10 "Lo que existe, en efecto, es aquello que guarda cierto orden y respeta la naturaleza; 10 que de ella se

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    de e~ta naturaleza puede conducirnos a la visin irreal de un paraso donde slo impera la bondad absoluta.

    Boecio, empero, no termina aqu su anlisis: ahora se propone rela-cionar el concepto de maldad con el de la injusticia e impunidad, que atae directamente a nuestros propsitos. "Los malvados --dice- son ms dichosos si sufren el castigo de sus crmenes que si escapan al rigor de la justicia" (verso 13, prosa cuarta). Ello se explica de la siguiente manera: constituyendo el castigo (aplicacin de la justicia por un mal cometido) la imparticin del bien, los infractores participan entonces de esta cualidad en mayor o menor medida de acuerdo a la naturaleza del crimen cometido; por el contrario, si logran esquivar el justo castigo que Dios y la propia sociedad, a travs de sus reglas (Derecho) han estable-cido a sus actos, les sobreviene un nuevo mal, la impunidad, que cae a su vez en la esfera de la injusticia. Peor para ellos, comenta Boecio, porque no hacen sino perpetuar su estado de maldad y de injusticia: "Luego los malv8.dos son mucho ms desgraciados cuando quedan impunes, porque ello (':') una injusticia, que cuando se someten al justo castigo" (verso 19, prosa cuarta).

    De este modo el filsofo romano identifica los conceptos de bondad y maldad con sus paralelos de justicia e injusticia en el plano normativo. Todo lo justo, entonces, es un bien, y todo lo injusto, un mal,1'2

    Profundiza con ideas claras respecto a la naturaleza del castigo para el eventual infractor de las nonnas establecidas: ellas deben perseguir su enmienda y correccin, porque, de acuerdo a lo establecido con antela-cin, 1' ... el infortunado no es el que recibe una injuria, sino el que la jnficre" (verso 37, prosa cuarta).

    "No obstante, los abogados proceden al contrario; porque procuran mover a los jueces a favor de los que han sufrido ofensa grave, cuando cn realidad es ms digno de compasin el culpable, el cual debera ser tratado con clemencia y dulzura por los acusadores y no con indignacin, presentndolo ante el tribunal como un enfenno ante el mdico, a fin de que el ca~tigo lo librara de su dolencia moral. .. y por lo que al malvado se refiere ten presente que si a travs del velo que nubla sus ojos pudiera atisbar el valor de la virtud que ha abandonado y comprender que se Jibrara de la mancha del vicio sometindose al castigo con lo que en compensacin recobrara su honradez, no le parecera rigurosa ninguna pena, rehusara la ayuda de sus defensores y se pondra sin temores ni reservas a disposicin de jueces y acusadores" (versos 38 y 40, prosa cuarta) .

    1:2 Para PRECIAl)() HF.RNNOEZ, en efecto (oft. cit., p. 206), la j\.!.sticia es una especie del bien, fundada en el ser, en datos onto16gicos, objetivos. Para l, " ... todo lo justo es necesariamente bueno".

  • EL PENSA:\lIE1'\TO FIL08:nCOM]t:RDICO DE nOECIO 183

    Elevados conceptos, pues, de Derecho Penal, que lamentablemente los juristas posteriores no recogeran y que permaneceran por largos siglos en el olvido.

    2.2.2. El libre albedrio humano y la omnipresencia divina

    Consideremos un nuevo giro en el pensamiento de Boecio refirindonos "hora a la posibilidad de la existencia de una esfera de libertad del hombre eH el mbito de la omnipresciencia de la divinidad, esto es, de la pre-destinacin a que el gnero humano se encuentra sujeto desde el momento eTI que admite su procedencia de un ser superior y supremo hacedor de todas las co~as. Ello constituye el punto de anlisis del que parte el pol-tico romano en el ltimo Libro de su ensayo filosfico y potico. La cuestin, de ~uyo estrictamente filosfica, cobra especial relevancia aqu por el claro enfoque que el estadista le concede al tratarla en forma particularmente referida al objeto y fin perseguido por las nociones de justicia e injmticia: es posible, en efecto, conceder premios y recompen-sas, o bien, castigos y sanciones, a los que guian su conducta por normas de justicia y a los que infringen estas disposiciones, esto es, a los hombres que se comportan con injusticia? Porque, de no poder admitirse la exis~ tencia de un marco de libertad a los hombres, resultara completamente injusta, por ejemplo, la imposicin de penas, as como el otorgamiento de recompensas o premios. Cmo ca'itigar a los seres malvados si su conducta. no es libre ni independiente, sino que, por el contrario, encun-trase regida por preceptos divinos de transgresin imposible?

    El desentraamiento de la cuestin es, en este contexto, de claros alcances y de importancia decisiva para el Derecho. Recurdese, por si no bastare, que cualquier ordenamiento jurdico est constituido por normas que, por su misma naturaleza, estn dirigidas precisamente a hombres libres. Asimismo, dichas normas establecen conductas que en modo alguno figuran como necesarias, sino tan slo de posible realizacin en los destina-tarios (RECASi:NS STCHES) .13

    Boecio inicia la cuestin de manera indirecta interrogando a la Filo-sofa en los siguientes trminos: "Porque, dime: crees que en realidad pxlste el azar? Yen caso de que exista, cul es su naturaleza? (verso 3, prosa primera, Libro Quinto).

    Delimita primero el campo sobre el cual se propone trabajar defi-niendo operacionalmente el sujeto central del problema: "Si por azar -arguye en boca de la Filosofa- se entiende un acontecimiento o serie oe ellos que sobrevengan de modo accidental, fuera del encadenamiento natural de las causas, es preciso afirmar que el azar no existe; y que esa

    1~ Introduccin al Estudio del Derecho, Porta, Mxico, 1979, p. 20; Tratado General de Filosofa del Derecho, Poma, Mxico, 1981, pp. 83 Y ss.

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    palabra, al no designar nada, carece de sentido" (verso 8). Ahora bien, si -de acuerdo con un planteamiento aristotlico~ entendemos al azar como" ... un acontecimiento imprevisto que un conjunto de causas con-currentes hacen entrar en la cadena de hechos realizados con detenninado plan" (verso 18). entonces estamos ubicando a este suceso inesperado dentro de un orden causal absolutamente lgico, y ello cambia, por tanto, nuestro punto de vista al respecto: "La concurrencia de las causas y su mutua concatenacin proceden del orden inflexible del universo, que te-niendo su origen en la Providencia, detennina el lugar y el tiempo de cada cosa,"

    Nos enfrentamos en este punto a otra cuestin, que deriva en forma natural del planteamiento anterior: existe 10 que se denomina el libre albedro humano o, por el contrario, est sujeto el espritu del hombre a la fatalidad del destino emanado de esta Providencia o disposicin divina? Sin ms, la Filosofa contesta que, en efecto, existe el libre albedro, lO ya que un ser dotado de razn no puede carecer de l. En efecto, aquel que por su naturaleza puede servirse de la razn, es capaz de juzgar lo que le conviene elegir: por tanto, distingue por s mismo lo que debe rechazar y lo que puede apetecer" (versos 3 y 4, prosa segunda).

    Empero. no todos disfrutamos del mismo grado de libertad. Ello de-pende, en la concepcin del telogo y estadista romano, de nuestra mayor o menOr independencia de las pasiones de nuestro cuerpo y de la direc-cin que asumamos en la bsqueda de la verdad divina.

    Pero el propio Boecio adivina la objecin que se sigue, y en este sentido interroga nuevamente a su musa: "Me parece que hay absoluta oposicin y repugnancia entre la presciencia universal de Dios y la exis-tencia del libre albedro. Porque si Dios -aadc- todo lo prev sin que pueda equivocarse, necesariamente ha de verificarse lo que la Provi-dencia ha previsto. Luego si desde toda la eternidad conoce no solamente los actos sino tambin los propsitos y la voluntad de los hombres, no existe el libre albedro, puesto que no se verificarn ms que los actos y propsitos conocidos por la infalible presciencia de Dios" (versos 3, 4 Y 5, prosa tercera).

    Esta idea nos conduce ahora, directamente, a poner en tela de duda las nociones -antes aceptadas- de justicia e injusticia. Porque, si H ni en los actos ni el propsito humano existe verdadera libertad, puesto que la inteligencia divina que todo lo prev infaliblemente los encadena y reUaciona entre s de modo que necesariamente los conduce a un fin detenninado" (verso 28, prosa tercera), resulta perfectamente intil, como ya advertamos, prometer recompensas a los buenos o justos y amenazar con castigos o sanciones a los que cometen injusticias. " ... ya que no merecieron una C08a ni otra por no ser libres y voluntarios los movi-mientos del alma" (verso 30, prosa tercera). Boecio culmina su arenga

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  • EL PENSAMIEl'\TO FILOSFICO-JURDICO DE BOECIO 185

    manifestando su peflJlejidad por la irreductible antinomia en que parecen encontrarse la omnipresciencia divina y el albedro humano: " Cul es la causa de la discordia que mantiene separadas cosas de suyo estrecha-mente unidas? Que Dios cre semejantes conflictos entre dos verdades) que por separado son finnsimas pero juntas se hacen incompatibles?" (metro tercero).

    Hasta aqu, el filsofo romano ha resumido con facilidad el estado actual de la discusin, presente ya en la concepcin de otros muchos pensadores anteriores. El argumento capital, con todo, sigue siendo el mismo, puesto que se reduce al hecho de que, toda vez que los aconteci-mientos futuros han sido previstos, deben -necesariamente- suceder, puesto que llevan implcita la valoracin divina acerca de su acaecimiento y suponer que Dios se equivoca resulta completamente inadmisible.

    Al razonamiento anterior la Filosofa responde ahora con un ejemplo concreto: la competencia entre las cuadrigas en el estadio. Puede decirse respecto de ello que hay alguna causa por la que los diversos hechos que suceden en una competencia semejante estn necesariamente previstos? La respuesta, lgicamente, es no. La multiplicidad e intrascendencia de los actos que en rucho deporte ocurren no pueden ser, en modo alguno, objeto detallado del inters divino. De esto d('duce la Filosofa que hay acontecimientos que, si bien es cierto que deben verificarse, estn libres de toda necesidad en su realizacin.

    Por otra parte, tampoco es posible juzgar de una manera completa~ mente objetiva acerca del necesario acaecimiento de los hechos futuros. Con una prudencia muy aconsejable, la Filosofa rehusa el establecimiento de juicios radicales y extremos. Porque -ale~a- "El enor est en pensar que todo conocimiento arranca exclusivamente de la esencia y naturaleza misma del objeto. Y sucede puntualmente lo contrario: todo objeto cono-cido es apreciado no en funcin de su esencia, sino en funcin del sujeto cognoscente" (versos 24 y 25, prosa cuarta). Puede apreciarse sin esfuerzo que esto constituye claramente una posicin subjetiva y relativista de la teora del conocimiento.14

    Nuestro conocimiento se encuentra limitado, de esta fonna, a las im-presiones externas que los actos produzcan en nuestros sentidos, impre-siones que son previas a cualquier inferencia mental y a su abstraccin en un raciocinio. Slo despojados de nuestra naturaleza corprea 1.5 esto es,

    14 " en todo proceso cognoscitivo se pone en juego la actividad del $ujeto o facultad que conoce, y no la del objeto. Y es natural que as suceda; porque siendo el juicio un acto del que juzga, necesariamente lo ha de realizar en virtud de su propia potencia y no por actividades externas" (versos 38 y 39, prosa cuarta).

    l~ Advirt.a~e claramente aqu la influencia de Platn en Boecio. En el "Fedn', Platn pone en boca de Scrates, que dialoga con Simmias, las siguientes palabras: " .. El mayor de nuestros males consiste en que en el acto de tener tiempo y poner-

  • 186 Josi; AKTQNIO }I.1,\RQUEZ GONZLEZ

    asimilando nuestra naturaleza a la esencia divina de los dioses, es posible acceder al verdadero conocimiento.l.!) No es nuestra intencin profundizar ms en esta interesante y novedosa teora del conocimiento. Bstenos saber ahora, para nuestros propsitos, que nuestro eventual conocimiento de las cosas es, por la razn que hemos inferido, necesaria y forzosamente limi-tado, lo que impide radicalmente el establecimiento de juicios absoluta-mente certeros y objetivos de nuestro mundo exterior. Ello es accesible slo a la naturaleza incorprea de la divinidad. ("Si as como poseemos la facultad de la razn estuviera a nuestro alcance el juicio de la inteli-gencia divina, pondramos a sta por encima de la razn humana, de la misma manera que hemos credo oportuno dar a la razn la primaca sobre los sentidos y la imaginacin", concluye Boecio en el verso 11, prosa quinta.)

    De esta forma, nuestra precaria inteligencia no puede aportarnos los elementos de informacin necesarios para averiguar la razn de la apa-rente anttesis entre la omnipresciencia divina y el libre albedro de los humanos. Sera absolutamente necesario, en primer lugar, remontarnos a conocer cul es la inteligencia poseda por la divinidad, cul su natura-leza, para conocer tambin entonces (y slo entonces) el motivo por el que ha formulado las cosas en el futuro de un modo y no del otroY'

    Pero no todo es tan drstico. Porque es posible advertir una plsta que, bien manejada, puede conducirnos a desentraar tan intrincada madeja: el concepto de eternidad. "La eternidad --dice la Filosofa- es la pose-sin total y perfecta de una vida interminable" (verso 4, prosa sexta). La caracterstica ms sobresaliente de un ser eterno es, precisamente, H que en su presente rene la infinidad de los momentos del tiempo

    nos a meditar, de repente interviene el cuerpo en nuestras indagaciones, nos em-baraza, nos turba y no nos deja discernir la verdad... es imposible conocer nada en su pureza mientras que vivimos en el cuerpo" (PLATN, Dilogos, Editorial Po-rrua, Mxico, 1972, pp. 393,394 y ss.).

    16 Ello es causa, precisamente, de la distincin que Boecio establece al afirmar que "La razn es privilegio de la raza humana y la inteligencia lo es de la divi. nidad" (verso 4, prosa quinta).

    11 Lo anterior se encuentra en perlecta consonancia, por cierto, con lo estable-cido en otro pasaje por el propio fil6sofo romano al afirmar que "En consecuencia, cuanto vieres que en el mundo sucede, aunque sea contrario a lo que t esperabas, va dentro del recto orden de las cosas; y slo a tus conceptos limitados debes atri-buir el que te parezca todo una confusin causada por el mal" (verso 34, prosa sexta), idea que repite substancialmente en un pasaje anterior (verso 7, prosa quin-ta), cuando arguye que "No es de extraar que este aparente desorden se presente a los ojos del mundo como temerario y confuso, siendo desconocida la raz6n de su existencia; en cuanto a ti, por ms que ignores el plan del universo, sate suficiente saber que es bueno el supremo autor y rector de lo creado; y por lo tanto, debes estar persuadido de que todo sucede conforme a una norma que de suyo es buena." Escepticismo epistemol6gico, en suma, que se encuentra presente a lo largo de toda la obra.

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  • EL PENSAl\HENTO FILOSFICO-JeRDlCO DE ROECIO 187

    {Iue fluye". De esta manera se hace posible que la divinidad contemple Lodos lo,> acontecimientos (del presente, pasado y futuro) corno si suce-dieran todos en el prim.ero, esto es, en el prcsentf'.

    Por fin descubre Boecio el misterio de esta fonna de conocimiento divino: sucede, para decirlo simplemente, que la previsin divina no puede ser en modo alguno --segn esta ltima idea- igual al concepto que de dicha facultad tenemos los mortales. Nosotros pensamos en ella en funcin, precisamente, del futuro; para Dios, sta es una nocin irreal y sin sen-tido: t,r slo vive en el presente y, por tanto, no tiene necesidad de adi-vinar lo que pueda suceder en el futuro. Sencillamente, lo contempla. ';De manera que esta presciencia divina no transforma ni la naturaleza ni las propiedades ele las cosas: estando presentes ante Dios, l las contempl

  • 188 Josf: ANTONIO l\1RQUEZ GONZLEZ

    Boccio contina despus distinguiendo, ya en este orden de cosas, entre los hechos absolutamente necesarios (como el de que los hombres sean mortales) y los condicionalmente necesarios (como el hecho trivial d(~ que uno camine o no en un determinado momento). Este ltimo pertenece a la esfera de los realizados por el libre albedro. Cuando se verifican, resultan necesarios; no obstante, ni siquiera este hecho les quita el carcter de libres porque, antes de producirse, podan no haberse producido.

    Queda una ltima objecin: " ... si tengo la facultad de cambiar de propsitos, puedo anular la Providencia, desde el momento en que me es posible alterar sus previsiones" (verso 36, prosa sexta). A esto, la Filosofa responde a Su discpulo con el siguiente argumento: " ... ciertamente pue-des modificar tu resolucin, pero como la providencia en su certidumbre eternamente presente sabe que t tienes esta facultad, prev tambin si t vas a hacer uso de ella y en qu sentido; por lo cual te es imposible esquivar la divina presciencia, como tampoco te es posible huir de las miradas del que actualmente te est viendo; si bien es tu libre voluntad la que te dirige en las diferentes acciones que ejecutas".

    De todo ello se concluye, finalmente, que siendo libres en la ejecucin de nuestrOS actos propios y estando simultneamente previstos por la Pro-videncia divina, es admisible castigarnos o recompensarnos por la omisin o confeccin de los mismos, derivando de esta premisa el hecho de que resultan perfectamente admisibles las ideas de justicia e injusticia, mi como sus correspondientes de recompensa y castigo.

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