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IVÁN ‘EL INVENTOR’ Era un tío listo de verdad. Nuestro amigo Iván Pelegrín Conesa (iniciales IPC), inventó un ‘putómetro’ peculiar. No para medir las putas que pululan por las calles de las ciudades, sino para medir la cantidad y el grado de intensidad de las putadas que le hacían los demás, como por ejemplo, su jefe, su familia, parientes, amigos, tiendas, empresas, etc., incluso las noticias o información falsa que encontraba en cualquier medio de comunicación (periódicos, revistas, Internet,…), pudiendo memorizar los datos de hasta 7 usuarios, es decir, que valía para toda una familia con 3 hijos (incluidos un par de suegros). Lo estrenó un tal día de los Inocentes (28 de diciembre), cuando fue a coger el autobús hacia Retuerta del Bullaque (Ciudad Real), en la estación de autobuses de Méndez Álvaro (Madrid-España), y resulta que de allí no salía ningún autobús hacia ese pueblo ‘tan famoso’, lo que consideró una gran putada, pues había quedado con un industrial de dicho pueblo para investigar la producción y consiguiente distribución de una nueva especie de habichuelas bailongas que sustituirían, de modo natural, a los laxantes farmacéuticos. Insertó en el artilugio los correspondientes parámetros para la citada putada, como son: fecha y hora, lugar del evento, empresa o persona que origina la misma, urgencia del acontecimiento que se solicita (del 1 al 10: 1 poco urgente, 10 muy urgente), grado de cabreo originado (del 1 al 10: 1 poco cabreado, 10 muy cabreado), pérdida de tiempo en la gestión (del 1 al 10), gastos originados innecesarios (del 1 al 10), etc., etc. Al final, la aguja del ‘putómetro’ marcó un 8,89, lo que significaba que la putada había sido bastante importante para aquella ocasión tan especial. Y nuestro amigo IPC, cuando terminaba de introducir los datos de una nueva putada, siempre decía: Y van 8…, 9…, 10…, putadas con ésa, haciendo honor a su nombre y 2º apellido. Estos datos y resultado, se guardaban en una memoria electrónica para poder confeccionar una curva gráfica que se veía en otra pantalla del aparato. Al cabo de un año, la curva ‘putométrica’ de mi amigo, tenía el siguiente aspecto:

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Page 1: Paquito Salaspaquitosalas.es/ColumnaLiteraria/4_indexes/IVAN EL... · Web viewIVÁN ‘EL INVENTOR’ Era un tío listo de verdad. Nuestro amigo Iván P elegrín C onesa (iniciales

IVÁN ‘EL INVENTOR’

Era un tío listo de verdad. Nuestro amigo Iván Pelegrín Conesa (iniciales IPC), inventó un ‘putómetro’ peculiar. No para medir las putas que pululan por las calles de las ciudades, sino para medir la cantidad y el grado de intensidad de las putadas que le hacían los demás, como por ejemplo, su jefe, su familia, parientes, amigos, tiendas, empresas, etc., incluso las noticias o información falsa que encontraba en cualquier medio de comunicación (periódicos, revistas, Internet,…), pudiendo memorizar los datos de hasta 7 usuarios, es decir, que valía para toda una familia con 3 hijos (incluidos un par de suegros).

Lo estrenó un tal día de los Inocentes (28 de diciembre), cuando fue a coger el autobús hacia Retuerta del Bullaque (Ciudad Real), en la estación de autobuses de Méndez Álvaro (Madrid-España), y resulta que de allí no salía ningún autobús hacia ese pueblo ‘tan famoso’, lo que consideró una gran putada, pues había quedado con un industrial de dicho pueblo para investigar la producción y consiguiente distribución de una nueva especie de habichuelas bailongas que sustituirían, de modo natural, a los laxantes farmacéuticos.

Insertó en el artilugio los correspondientes parámetros para la citada putada, como son: fecha y hora, lugar del evento, empresa o persona que origina la misma, urgencia del acontecimiento que se solicita (del 1 al 10: 1 poco urgente, 10 muy urgente), grado de cabreo originado (del 1 al 10: 1 poco cabreado, 10 muy cabreado), pérdida de tiempo en la gestión (del 1 al 10), gastos originados innecesarios (del 1 al 10), etc., etc.

Al final, la aguja del ‘putómetro’ marcó un 8,89, lo que significaba que la putada había sido bastante importante para aquella ocasión tan especial.

Y nuestro amigo IPC, cuando terminaba de introducir los datos de una nueva putada, siempre decía: Y van 8…, 9…, 10…, putadas con ésa, haciendo honor a su nombre y 2º apellido.

Estos datos y resultado, se guardaban en una memoria electrónica para poder confeccionar una curva gráfica que se veía en otra pantalla del aparato.

Al cabo de un año, la curva ‘putométrica’ de mi amigo, tenía el siguiente aspecto:

Como se aprecia, en el primer año de funcionamiento, le hicieron bastantes putadas de diversa índole. La más gorda fue la del 15 de marzo, con un valor del 9,11, que, según nos explicó, no tenía nada que ver con el ‘Día del pene’ que se celebra en una zona del Japón, sino con su Ayuntamiento, cuando se enteró de que le habían subido el IBI nada menos que un 57%, lo que consideró como un despropósito y, por supuesto, como UNA GRAN PUTADA, habida cuenta de que se encontraba un tanto en horas bajas de fondos, pues había tenido unos gastos extraordinarios con la dentadura de su mujer Andrea Guillermina.

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15 de Marzo, El Día Del PeneEl 15 de marzo es el día para el Hounen Matsuri, una festividad shintoista de celebración de la fertilidad que se lleva a cabo en la ciudad de Komaki, a unos 45 minutos de Nagoya. Japon. Cada año, se talla un pene de 2 metros y medio en madera de ciprés, se suspende en un palanquín y es trasladado desde la Tajta Jinja Shrine (la pagoda ‘masculina’) a las Tamahime-no-mikyo Shrine (la femenina) por los hombres de 42 años. Aunque la celebración tiene un ánimo festivo, tomar sake y lanzarse bolas de arroz forman parte de la tradición, la verdad es que el tema de la misma es serio: El Nacimiento y la Renovación. Esta fiesta se celebraba hace más de 1500 años, por los Agricultores Japoneses, y ellos aseguraban que, con el culto rendido, sus cosechas serían mejores y la fertilidad de sus mujeres subiría. En esa festividad, el travieso colgajo masculino es homenajeado como se merece por la población shintoista de la localidad.En la imagen, el más popular pene (de color rosa) que se exhibe en esas fiestas y paseado únicamente por mujeres.

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Otras fechas significativas fueron el 21 de junio, cuando entró el verano, el 7 de julio, día de San Fermín, el 15 de agosto, La Paloma, el 1º de noviembre, todos los Santos, el 6 de diciembre, la Constitución y el día de Nochebuena (24 de diciembre).

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El 21 de junio, con un valor putométrico de 6,80, con motivo de la inminente entrada del verano, fue a comprar un ventilador especial para que le moviera el aire al nivel del suelo hogareño y refrescara las partes bajas de sus moradores, que son las que más sudan ¿¿¿…???

Se acercó a Electrodomésticos Tiburcio, en el polígono industrial de Rivas-Vaciamadrid y, el dependiente de turno le engañó miserablemente, vendiéndole gato por liebre, es decir, que le vendió un desecho de

ventilador que tenía por allí y no le daba ‘puerta’ ni p’atrás. Claro que nuestro IPC no se dio cuenta hasta que no lo probó en casa, pues el aparatejo sólo ventilaba de frente con un ángulo más bien estrecho, por lo que no le servía para sus intenciones.

Más cabreado que una mona, tuvo que recorrer otra vez los casi 60 kms. que distaban desde su casa hasta el polígono industrial de Rivas para devolver el trasto y recuperar su importe. Menos mal que, a la vuelta, escarmentado de las tiendas

pequeñas, se pasó por El Corte Inglés, donde encontró lo que quería, o sea: Un ventilador adecuado y pensado para soplarle las pelotas.

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La del día de San Fermín, con un valor de 7,77, fue de otra índole completamente distinta. No es que fuese a Pamplona para las fiestas del patrono, sino que se topó con un ‘amigo’ de lo ajeno que le ‘birló’ el billete de 5.000 pesetas que acababa de sacar del cajero para comprarle un regalo a su prima Fermina por su santo. No se dio cuenta de nada, sólo que, al salir del cajero, se tropezó con un hombretón que le pidió perdón por haberle empujado. Al rato, fue

a echar mano de la cartera para ver el dinero que podría sobrarle para otras compras y… ¡¡sorpresa!! La susodicha cartera había desaparecido por arte de magia. Se acordó del hombretón y de todos sus muertos. ¡Claro!

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La del 15 de agosto, festividad de La Paloma, tampoco fue manca, pues consiguió una valoración de 7,27. Como era fiesta, propuso a toda la familia darse un garbeo por la sierra madrileña para desintoxicarse un poco de los insalubres aires ciudadanos, así que, cogieron el coche tempranito porque suponían que más tarde se encontrarían caravana, y enfilaron la carretera de La Coruña con buen ánimo. Luego, a la altura de Collado Villalba, cogieron la de Navacerrada para subir al puerto y desayunar por allí… … Resulta que el parking del puerto ya estaba a rebosar, pues como era una fecha clave para la entrada/salida de vacaciones estivales, unos habían subido para terminar sus vacaciones y otros para empezarlas, por lo que se vio negro para dejar el coche como pudo y se fueron a buscar dónde quedaba algo para desayunar.

Tuvieron suerte con la pitanza, pues pudieron comer y beber algo, pero con lo que no tuvieron tanta suerte fue con el coche, ya que, al volver, no lo encontraban por ninguna parte. Andrea decía que lo habían dejado por allí, los niños decían que por allá (tenían dos varones, de 7 y 8 años) y el pobre Iván se mesaba los cuatro pelos que le quedaban en la cabeza para recordar exactamente dónde lo había dejado. Por fin, entre tanto coche, vieron a un policía que intentaba poner orden en el follón turístico que se había organizado y le preguntaron si podían haber robado su coche en ese parking ‘tan serio’, a lo que el agente contestó:

-. Robar…, lo que se dice robar… no suelen. Pero hace una media hora he visto pasar la grúa municipal que se llevaba un coche color pimentón murciano.-. ¡¡¿¿Rojo??!! – preguntó nuestro hombre.-. Sí, rojo-rojo.-. ¡Oh, Dios mío! – exclamó la Andrea, aunque no era nada religiosa, sino más bien atea.-. ¿Y dónde lo pueden haber llevado??-. Pues…, según el camino que llevaba, hacia la carretera de Segovia…, me parece que lo han llevado a Segovia capital, donde tienen un depósito de cadáveres… ¡Huy!... digo… de coches.-. ¿Y nos podría llevar alguien hasta allí?-. Bueno…, según la ley de la relatividad…, si se acercan a la bajada de las siete revueltas…, y hacen auto-stop…, a lo mejor algún samaritano amable que baje por ahí…, los recoge. … … … … … … … …

Eran las 3 de la tarde cuando consiguieron llegar al depósito de coches del Ayuntamiento segoviano, todos demacrados, sudando de lo lindo y con un hambre que ni te cuento.

La recuperación del coche le costó la friolera de 7.500 pesetas: 5.000 por la recuperación, 2.000 por el servicio de grúa y 500 de multa. Tuvo que pagar con VISA porque el efectivo que llevaban lo necesitaban para comer. Una vez recuperado su apreciado vehículo, se metieron sin más dilación en el primer

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restaurante que encontraron para reponer fuerzas. Los niños no comían, sino que devoraban.

Luego, por la tarde, y ya ‘de perdidos al río’, se dedicaron a visitar algo de la tan bonita ciudad de Segovia, con lo que, los adultos, consiguieron aplacar un tanto el inmenso cabreo que habían cogido, mientras que los niños tuvieron un ratito libre para echar unas

migajas de galletas a un grupo de palomas porque, según les dijo su padre, era su santo.

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La última putada del año registrada por el aparato, ocurrió el mismísimo día de Nochebuena, y le dio una alta valoración (8,06) porque pensaba que aquello nunca le pasaría a él, un hombre relativamente razonable…, comprensivo…, amable…, paciente…, responsable…, algo rencoroso… …

Como había cogido unos días de vacaciones que le sobraron del verano, y también había ya cobrado la paga extra de Navidad, se fueron de viaje en avión a Estambul (Turquía). Ni qué decir tiene que ninguno de los cuatro sabía ni una palabra de turco (los niños, menos, claro). Sólo ella, Andrea, balbuceaba algo de francés (oui, Je, manger, merde, rue, vous, eau…), mientras que nuestro personaje Iván sabía otras 14

palabras de gallego (queixo, auga, rúa, non, sono, fame,...) y unas 200 de andaluz, que no le servían para nada en el citado país musulmán.

La faena fue que les perdieron las dos maletas que habían facturado, y que aparecieron a los cuatro días en el aeropuerto de Uagadugú, capital de Burkina Faso (África Occidental). ¡Nada menos que a 4.339 kilómetros de distancia en línea recta! Parece ser que, los

encargados en Barajas de embarcar las maletas en los aviones, confundieron Burkina con Turquía y… ¡Allá que las mandaron!! Claro que, mientras llegaban las maletas a Estambul, durante los siete días que duró la ‘broma’, nuestra familia las pasó canutas sin sus pertenencias personales, aunque la compañía aérea les indemnizó con varios miles de liras turcas ‘para que fuesen tirando’, y comprasen lo que estimaran imprescindible de alimento, aseo, higiene, ropa, etc., aunque podían sacar dinero en los cajeros con la VISA para otros ‘caprichos’ y, cuando consiguieron recuperar sus maletas el último día del año que, por cierto, estaban bastante estropeadas por el sobo de tan dispares etnias humanas, ya se tenían que volver a casa, pues a Iván se le terminaban las vacaciones. Durante esos siete días aciagos, les dio tiempo de visitar algo clásico de Estambul, como la Mezquita Azul y el Museo Santa Sofía. Otro día, también pudieron cruzar el Bósforo en el ferry que sale del muelle de Eminönü hasta el de Üsküdar, en la otra orilla.Para entenderse con los turcos, también tuvieron sus problemas porque, aunque se llevaron tres diccionarios: Español-francés, español-inglés y español-turco, estaban en las maletas y no pudieron usarlos, así que la mayoría de las veces se entendían por señas y gestos, pero también se dieron cuenta de que había muchos turcos que hablaban alemán mejor que otro idioma extranjero, pero ellos, de alemán, ni ‘mu’.

En conclusión: Que por ahorrarse cuatro duros (uno por cada miembro familiar) contrataron el viaje y la estancia con desayuno, a través de una agencia de viajes de segundo orden, cuyo transporte, también de segundo orden, era un vuelo chárter en una compañía de bajo costo. Tuvieron suerte de que sólo les extraviasen las maletas, y no les llevasen a un país perdido por ahí, en lugar de Turquía, como ocurrió en

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otra ocasión anterior, que llevaron a los sufridos ‘giris’ a un país que no estaba en el mapa, lo que originó un monumental revuelo internacional. Aquello fue muy fuerte, pues despegaron desde Sierra Leona (África Occidental) y terminaron en ‘Sierra Meona’ (país desconocido).

Los ‘mandamás’ de la Compañía alegaban que se trataba de un sistema moderno de promocionar el turismo en el país ‘fantasma’ y, además, en la letra pequeña de los billetes que vendían (que nadie leía), ponía ‘bien claro’: Origen: ‘Desdaquí’; destino: ‘Hastallá’, pero los viajeros no

tragaron, y exigieron judicialmente indemnizaciones astronómicas que nunca llegaron a cobrar, por aquello de que la Compañía era de ‘bajo costo’… …

¿¿..?? Sin comentarios.

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También inventó una caña de pescar para ‘enemigos’, es decir, se las regalaba, a través de amigos de confianza, a la gente que aborrecía porque no sintonizaba con sus ideas generales sobre la vida, y consistía en una caña de pescar normal a la que cambiaba el mango por otro contaminado con varios virus griposos para que el pescador de marras, en vez de pescar peces normales, lo que pescaba eran unos resfriados del copón, que le dejaban hecho unas ‘bragas’ durante unos cuantos días.

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En otra ocasión, y pensando también en sus ‘enemigos’, inventó un paraguas que paraba cualquier cosa menos el agua, ya que tenía las varillas huecas y con pequeños agujerillos por donde entraba el agua cuando llovía para salir a continuación, por debajo, para ponerte como una sopa. Lo llamó ‘aguafiestas’.

Tod@s los que usaron dicho ‘aguafiestas’, terminaban abandonándolo donde les pillaba en un día de intensa lluvia, tirándolo por ahí. Un gran invento, sin duda.

Cuando fue a patentarlo, se cachondearon de él, pues le insinuaron que sólo vendería tres en veinte años, pero él les rebatió dicho argumento diciendo que no pensaba venderlos, sino regalarlos. Y ahí acabó la discusión.

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