panikkar - la intuición cosmoteándrica

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  • LA INTUICIN COSMOTENDRICA: UN NUEVO EQUILIBRIO ENTRE

    DIOS, HOMBRE Y COSMOS

    ACHILLE Ross1: Como he dicho esta maana, proru r emos respcLar el Lema que haba sido establecido para el encuentro de hoy, y que sonaba as :

  • /JOcosnsrno. La tesis es fcil de 1=ormular, pe ro tal vez difci l de entender, precisamente por su simpli-ciclacl. Deca sint ticamente, aye r tard e, que una cie rta trinidad es una constante h umana: en casi to-das las tradiciones de la humanidad parece que se ha descubier to que la realidad es Lri-una, es una y al rnismo tiempo se manifiesta e n tres modalidades.

    l ~stas Lres formas ele la maniJestacin de la realidad son precisamente lo que nosotros llaml..mos aqu Dios, Hombre y Cosmos.

    Son tres dimensiones d e una misma realidad v cada una d e ellas tiene una peculiaridad esencial, inconmensurable, con la otra. Nosotros debemos co-menzar como ha cmpe:r.ado el hombre, con una cierta conscie ncia de lo real. Es curioss imo observar que en la hi s toria de la humanidad -es muy paradjico y al mismo tiempo muy s ignificativo- parece que e l hombre se hace consciente el e la presencia ele lo divino, o de los dioses, antes de hacerse consciente de s mismo en forma reflexiva. El hombre descu-bre a los dioses an tes de descubri rse a s mismo. E l hombre descubre la naturaleza al mismo tiempo en su reflexividad y a s mismo. Haciendo de esta fi lognesis una ontog nesi s, se puede decir -re-sumiendo- que la conciencia humana, que es lo que nosotros tenemos a nueslra disposicin para abri r-r)Os a la realidad, se da cue nta el e que exis te e sta conciencia ele la que soy portador, no dueo. Y este hecho tan s imple se olvida muchas veces. La prue-ba de que yo no soy su dueo es que puedo mani-pular muchas cosas, pero no mi conc iencia. Si yo veo ve rde, veo verde; s i yo veo al otro, veo al otro; la conciencia m e obliga a seguir leyes que no son l'ls que yo quiero y me hace consciente ele aquello que me hace ver.

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    Esta observacin tan simple quiere decir que la conciencia se da cuenta de la realidad, lo que impli-ca al mismo tiempo una consecue ncia rnuy curiosa que no puedo analizar aqu: yo me doy cuenta de mi conciencia en el misrno momento e n que me vuelvo autoconsciente. El gato es consciente, los elefante s son quiz rns inte ligentes que los hom-bres, pero no son conscientes ele ser conscientes. El galo no sabe que es g ato. Sabe mucho mejor que yo dnde se encuentra aquello que le interesa, pero no sabe que es gato.

    La conciencia implica, en el fenmeno hurnano, au toconsciencia, que por una parte es esta capaci-dad extraordinaria que nos confiere la libertad , que nos distancia de todo lo dems, pero por la otra nos hace ms pri s ione ros de esta misma concien-cia. En esta conciencia el hombre descubre la rea-lidad: la realidad se ab re a aquello que nosotros ll amamos conciencia, que es el darse cuenta de que existen las cosas, de que yo existo. Y en esta con-ciencia de la exis tencia el hombre encuentra -y en todas partes- tres elementos. No s si se ha hecho un estudio tan simple de tal perspectiva, que me parece comn a todas las civilizaciones.

    El hombre se da cuenta de que existen cosas materiales, el mundo; de que cxisle en l una cosa que no es re ducible a la materialidad, y es preci-samente esta conciencia; de que l no s lo no es dueo de esta conciencia que le viene dada, sino que esta conciencia pa rece existir tambin en otros seres, que son aquellos que nosotros llamamos nuestros s e mejantes, los dems hombres. Y la constatacin de que esta conciencia exis te tambin en otros seres hace pos ible el lenguaje . El le ngua-je no es ms que la otra cara de la conciencia h u-mana. Pero el hombre se da cue nta asimismo el e

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  • otras dos cosas. Ante todo de que esta conciencia tiene una fuente, ele la que l no es consciente. Todo conocimien Lo se fun da sobre una no-concien-cia.

    Todo el conocimiento se basa en asumir como dado algo que no se pone en duda y que no causa problemas . Por eso podemos conocer las cosas , de lo con trario retrocederamos s iempre, buscando el origen del origen del origen del conocimiento, has-ta que en un de te rminado momento la bsqueda no retrocede, encuentra algo y avanza. En segun-do lugar experimenta la inagotabilidad el e todo aquello que conoce, se da cuenta de que todo pue-de se r vi sto desde infi nitas pe rspectivas, y tambin de que estas infin itas perspectivas no agotarau las pos ibilidades de lo real. Se da cuenta, en otras pa-labras, ele lo infinito - que no es necesariamente positivo, infinito quiere decir no finito- y ele la libertad. Libe r tad en es te s en t id o primigenio, primordial, no es la libertad ele e leccin, sino algo que est implcito en todo, algo r adical, por deba-jo el e todo aquello que nosotros ll amarnos leyes naturales. En primer lugar hay que decir que la ley no es natural, es slo el descubrimiento de la regularidad en las cosas. Pero descubrir la reg ula-ridad en las cosas no resue lve el problema de l por-qu las cosas funcionan as, del porqu la piedra desciende o por q u la masa ms grande ha de tener ms fuerza de atraccin.

    Por tanto, las leyes no hablan nunca de cosas ltimas, slo desc riben comportamientos . . Hay una dimensin el e li be rtad, cuyo disfr ute ha perdido la mental idad cientfica. La confirmacin sociolgica rns cla ra de ello es toda la apologtica cris tiana sobre el milagro desde hace muchos siglos a esta parle . El milagro es mirandurn, es admirandurn,

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    una cosa que susci ta sorpresa; uno se queda at-nito precisamente porque no sigue las leyes. l ~s muy curioso, y para m ha s ido una revelacin

  • puede recuperar. La esencia del paraso - vuelvo a hablar simblicamente- es su p rdjda. Y la ten-tacin del paraso es quererlo recuperar; por eso la bondad del Dios bblico puso all un ngel con una espada de fuego que impide volver al paraso. En caso contrario sera el infierno. Esta es la aven-Lura humana, la aventura del cosmos: ser arroja-dos fuera de Dios, fuera del paraso. El paraso, es verdad, tiene una fuerza extraordinaria, pero como algo que se ha perdido. La lentacin suicida es la nostalgia.

    Para decirlo paradjicame nte: e l regressus de la teologa n1eclieval no es volve r a l punto desde e l que ha empezado el eg1'essus: el Dios al que se vuel-ve no es el Dios desde el cual se ha par tido, ni s i()u ie ra en el pensamiento. Una vez fuera del pa-r

  • siguiente de los ltimos seis u ocho mil aos de la existencia humana.

    Es preciso que nos demos cuenta de que la vida es el valor supremo. La vida es el ser -aqu po-dra citar tambin al divus Thomas cuando dice: Vita viventibus est esse: la vida para los seres vivos es el ser-. Todo lo dems, inteligencia, fuer-za, voluntad, cuerpo, sensacin de alegra, paz, son accidentes que se aaden -al ser desnudo, y este ser es vida. No se da nunca el ser desnudo, pero yo puedo descubrir que esta es la base de la que todo emana, y a nosotros los hombres se nos da este privilegio extraordinario de se r conscientes, de gozar, de darnos cuenta de esta vida -v no digo ni siquiera del don de la vida-: desde bios al hombre, o la piedra, todo est incluido en ella.

    'T'ras el experimento de anlisis de todo tipo lle-vados hasta el fondo con una profundidad asom-brosa y con una agudeza extraordinaria, el hom-bre actual, que ha ele afrontar las consecuencias catastrficas ele un desarrollo unilateral, nos hace pensar que vale la pena no el desprenderse de todo, sino el completar este experimento humano lratando de apostar por otn va y dejando en mo-ratoria, por el rnoment:o, la del puro materiali smo, del simple anlisis ele la conciencia y de un Dios que sabe todo y del rns all que todo lo resuelve. Hoy, pues, estn en crisis la teologa, la cosmologa y la ciencia. Y por consiguiente tambin la antro-pologa, como decamos ayer.

    Lo que nos ha sacudido -llego as al tema-no es tanto lo que acabo de decir, tan bello, lan metafsico, cuanto la situacin ecolgica del plane-ta. Podramos recordar aqu toda una serie ele des-cripciones ms o menos aterradoras, pero sabe-mos, probablemente casi todos, cmo funcionan las

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    cosas. Esta vez no he venido ele Amrica, pero si hubiera venido de Amrica, os habra podido de-cir que el avin que habra tomado de Nueva York a Roma, por ejemplo, haba quemado una cantidad ele oxgeno equivalente a la producida por cien mil rboles en un ao. Haced ahora los clculos . La Espaa del turismo, es decir, de la prostitucin so-cial y del sol, en los ltimos diez aos ha pe rdido treinta y cuatro das de sol a causa de una contam i nacin debida en un 80% aproximadamente a l o~ automviles y en un 20% a la industria. Tre in t;1 y cuatro das ele sol, y no doy olras estads ti cas , como las del ozono, de la ...'\rnazonia, etc. Cerca

  • soc iedad actual. Queda el hombre, que no se lo pasa demasiado bien . . .

    Por tanto, el esfuerzo y la responsabthdad de los intelectuales, de aquellos que consideran el in-te lcdo no como un instrumento, sino como la joya ms preciosa de nuestra naturaleza, es tn en bus-car qu se puede hacer, sin querer imponer reme-dios inmediatamente o hace r programas con la prclensin de poseer la verdad. Estoy convencido de que e l remedio no puede venir ele ninguno de nosotros tomado aisladamente, sino de todos jun-tos. Ha pasado el tiempo en que nos podamos fia r de alguien que haba recibido una iluminacin es-pecial o que saba ms que los dems. Hace falta una plena colaboracin de todas las realidades jun-tas, en la que cada uno haga su parte para encon-trar e l remedio. Estamos embarcados en una aven-tura csmica nica, en la que las tres dimensiones de la rea lidad est~\ n implicadas . As de serio es el momento actual.

    Por eso la ecologa, que nos ha despertado a esta problemtica, debe ser afrontada de un modo mucho ms radical, sin contentarnos con practicar un reciclaje ele los residuos o una explotacin ms blanda. Es nuestra actitud hacia la tier ra la que debe cambiar radicalmente. Un cambio parc ial y paradjicamente preparado por el materialismo aun-que, como siempre, las preparaciones van al ex-lremo opuesto. Pe ro el materialismo no ha resuel-to el problema por muchas otras razones, incluida la de haber desencadenado la guerra civil de l hom-bre materia contra la tierra materia, y no hay nada ms cruel que las luchas fratricidas . En este mo-mento los organizadores de nuestro encuentro han pensado que la forma ms simple para subrayar la necesidad del cambio era usar la expresin ms

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    al l de la ecologa . Este es el tema, aunque la pa-labra ms aJl, no me guste demasiado, no slo porq ue est un poco cl ernas jaclo ele moda -omos hablar de posmodernidad, posindustrialismo, pos-tesmo, postodo- , si no porque creo que estarnos ms alla de lod o>> , y tal vez poslergamos la reali-dad misma. Pero esta es una forma de comentario jocoso. Lo que quiere insinuar la palabra, y proba-blemente aquello que habis entendido todos voso-tros, es que se debe superar una cierta actitud ecolgica habitual, para profundizar mucho ms. Por eso me he permilido introd ucir la palabra ecosofa, la sabidura misma de la gestin del hbitat huma-no, la sabidura de la Lie na. Es justamente esto lo que quiere sugerir la otra palabra fundamental que se encuentra en el ltu lo ele esta jornada: hacia un nuevo equilibrio.

    Qu quie re decir equ ilibrio? Equilibrio signifi-ca que nadie es el dueo, y en este caso soy cons-ciente de la revolucin que la afirmacin implica. Esto quiere decir que Dios no es el duello, que la obediencia a Dios no es la solucin, que la solu-cin no es fr uto de una voluntad o de una in teli-gencia. El equilibrio no se puede lograr ar t ificial-mente. Quin rene, pues, e stas tres dimensiones y hace que se man tengan en equilibrio? Aqu esl la dificultad y la belleza: nadie. Por eso somos vu lnerablcs, por eso es necesaria la confianza, esta especie de fe csmica de que tanto hablan las reli-giones, el ordo. Cosmos quie re decir tambin joya, adems de significar mundo y orden. Y la joya ex-presa asimis mo belleza. Y no me refi ero ahora a la etimologa de vida o dharma, que son sus equi-valentes homeomrficos.

    Hay una realidad, que es tal , y este ser de la realirl acl es precisamente lo que me permite ha-

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  • blar de armona. La armona es justamente este jue-go natural, espontneo, libre, entre estas tres di-mensiones. Por qu un nuevo equilibrio? Porque cada momento es nuevo. El desequilibrio ha sido causado por esta segunda prdida ele otro paraso, que se creia poder recuperar a lravs de la pura y simple racionalidad - y yo no tengo nada contra la razn- , y que nos ha llevado a ver que por este camino no se entra en el paraso. Por eso el nue-vo equilibrio es, por una parte, completamente nue-vo; por la otra, es un equilibrio que se realiza so-lamente dejando que las cosas - equidad. justicia, equilibrio- se equilibren por s mismas.

    Metafsicamente hablando, la cosa est clara. Equilibrio. esto es, igualdad de peso, de fluir, la reparticin justa, igual, de los componentes de la realidad. Este aequus de etimologa desconocida es lambin un smbolo en el cual i)odramos apoyar-nos para conocer lo que debe ser, y no vceversa. Si todos los hombres tuvieran tres ojos, no podra-mos decir que uno es anormal y feo. Nosotros no somos los jueces de la realidad, porque estamos dentro de ella. En cambio podemos descubrir lo que no debe ser, esto es, el mal, e l desequilibrio. Es ms fcil decirlo en clave sociopsicolgica: lo que falta al pensamiento y al talante cultural contem-porneo es un poco de feminidad. No hemos de-sarrollado la dirnensin femenina de saber trans-formar las cosas aceptndolas. De saber conocer tambin, sin hacer violencia a las cosas.

    Masculino y femenino no equivalen a macho y hembra: son dos dimensiones de la realidad, y todo individuo participa de ambos aspectos. No hablo ele sexo, larnpoco de gnero, aunque todo est re-lacionado; hablo de polaridad, de yin y yang, o sea, de la estructura misma de lo real. Para restable-

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    l _l

    cer el equilibrio, ms que la voluntad de equili brn r, hace falta la voluntad de no incomodar, la con fia11 za de dejar que las cosas puedan funcionar por ~~~ cuenta. Cuando mi mano derecha sabe lo que harl' la izquierda, o viceversa, esa accin no es ault11 tica, esa limosna no vale nada. Cuando el morrj