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Pálido fuego: una visita al laberinto Charles Kinbote, admirador del poeta John Shade (5 de julio de 1898 21 de julio de 1959) y académico del Wordsmith College de New Wye, se encarga de la edición del poema Pale Fire(Pálido Fuego 1 ), escrito por Shade. El libro está dividido en un prólogo, poema (cuatro cantos de 999 versos e incompleto), comentario e índice. Además, se trata de una edición póstuma, pues el poeta fallece antes de completar su poema (Kinbote indica que el verso mil debe ser la repetición del primer verso: I was the shadow of the waxwing slain). Esta es la estructura que Vladimir Nabokov construye para su novela Pálido fuego y que muestra el conflicto entre dos personajes fascinantes de su etapa americana: el poeta John Shade y el crítico Charles Kinbote. Estamos ante dos moldes: un poeta y un crítico. Sin embargo, Nabokov, enemigo de los lugares comunes, traza finamente las características de sus personajes y los aparta de los estereotipos (el artista bohemio y el académico serio). Shade está casado con Sybil (su matrimonio tiene 40 años) y juntos comparten una vida hogareña, que se matiza con las clases que dicta en el Wordsmith College, las reuniones sociales a las que asisten, las largas caminatas de Shade, etc.; juntos comparten también una pérdida: su hija Hazel se suicida dos años antes de que el poeta inicie Pálido fuego. Kinbote, en cambio (si se detallan los gustos y aversiones de ambos personajes pareciera que están construidos sobre la base de un espejo invertido o un jiasmo), se presenta como una persona extravagante: es homosexual (se insinúa que es pedófilo), vive en soledad (sus vecinos y colegas sienten aversión hacia él), sufre de paranoia de persecución y es incapaz de escribir algún verso decente, pero posee una gran imaginación que expresa en prosa. Si bien son completamente opuestos, ambos comparten su amor por la poesía y ambos la usan para transmitir lo que sienten. En Pálido fuego se lee el intento de Shade por plasmar su búsqueda del más allá, explorar los confines de la consciencia y saber qué se pierde y qué se gana con la muerte. A esta búsqueda se le añade otra motivación: la muerte ha roto el tríptico que formaban la hija, la madre y el padre. Shade se pregunta, en el poema, si es posible que el tríptico se arme de nuevo. Kinbote también ha sufrido una pérdida, quizá tan dolorosa como la muerte si se evalúan las consecuencias: es un exiliado. 1 Se ha trabajado con las siguientes ediciones: 1996 Novels 1955-1962. Quinta edición. Library of America. 2006 Pálido fuego. Traducción de Aurora Bernárdez. Quinta edición. Barcelona: Anagrama.

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Análisis de la novela de Nabokov a partir de a imagen clásica del laberinto.

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Page 1: Pálido Fuego- una visita al laberinto

Pálido fuego: una visita al laberinto

Charles Kinbote, admirador del poeta John Shade (5 de julio de 1898 – 21 de julio de 1959)

y académico del Wordsmith College de New Wye, se encarga de la edición del poema

“Pale Fire” (Pálido Fuego1), escrito por Shade. El libro está dividido en un prólogo, poema

(cuatro cantos de 999 versos e incompleto), comentario e índice. Además, se trata de una

edición póstuma, pues el poeta fallece antes de completar su poema (Kinbote indica que el

verso mil debe ser la repetición del primer verso: I was the shadow of the waxwing slain).

Esta es la estructura que Vladimir Nabokov construye para su novela Pálido fuego y

que muestra el conflicto entre dos personajes fascinantes de su etapa americana: el poeta

John Shade y el crítico Charles Kinbote. Estamos ante dos moldes: un poeta y un crítico.

Sin embargo, Nabokov, enemigo de los lugares comunes, traza finamente las características

de sus personajes y los aparta de los estereotipos (el artista bohemio y el académico serio).

Shade está casado con Sybil (su matrimonio tiene 40 años) y juntos comparten una vida

hogareña, que se matiza con las clases que dicta en el Wordsmith College, las reuniones

sociales a las que asisten, las largas caminatas de Shade, etc.; juntos comparten también una

pérdida: su hija Hazel se suicida dos años antes de que el poeta inicie “Pálido fuego”.

Kinbote, en cambio (si se detallan los gustos y aversiones de ambos personajes pareciera

que están construidos sobre la base de un espejo invertido o un jiasmo), se presenta como

una persona extravagante: es homosexual (se insinúa que es pedófilo), vive en soledad (sus

vecinos y colegas sienten aversión hacia él), sufre de paranoia de persecución y es incapaz

de escribir algún verso decente, pero posee una gran imaginación que expresa en prosa.

Si bien son completamente opuestos, ambos comparten su amor por la poesía y

ambos la usan para transmitir lo que sienten. En Pálido fuego se lee el intento de Shade por

plasmar su búsqueda del más allá, explorar los confines de la consciencia y saber qué se

pierde y qué se gana con la muerte. A esta búsqueda se le añade otra motivación: la muerte

ha roto el tríptico que formaban la hija, la madre y el padre. Shade se pregunta, en el

poema, si es posible que el tríptico se arme de nuevo. Kinbote también ha sufrido una

pérdida, quizá tan dolorosa como la muerte si se evalúan las consecuencias: es un exiliado.

1 Se ha trabajado con las siguientes ediciones: 1996 Novels 1955-1962. Quinta edición. Library of America. 2006 Pálido fuego. Traducción de Aurora Bernárdez. Quinta edición. Barcelona: Anagrama.

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Antes de ser profesor en New Wye, era Charles el Bienamado, soberano de Zembla.

Kinbote oculta su identidad, pero desea que la historia de este soberano desterrado (debe

huir de Zembla porque el sistema político ha cambiado, aparentemente se trata de una

‘invasión’ comunista) se cante en un poema. Debido a su incapacidad para versificar, busca

a un vate: John Shade.

Cuando Kinbote descubre, luego de la muerte del poeta, que el poema no contiene

ni sombras de Zembla, decide ‘guiar’ al lector en la lectura; por ello pide en el prólogo que

se lea el comentario primero, no solo una, sino hasta tres veces, ya que el poema es

incomprensible sin su ayuda. Resalta desde el prólogo el egoísmo de Kinbote y también

cómo intenta presentarse como protagonista de “Pálido fuego”, mientras deja de lado su

trabajo como crítico. Su prosa es encantadora y resulta más atrayente porque cuenta el

escape del rey Charles, lo que genera que el lector se sienta más atraído por la aventura

intrépida que por el tema ‘doméstico’ que se desarrolla en los versos del poeta. Las argucias

de Kinbote se detectan en la narración (son constantes los incisos en los que habla sobre él

—siempre partiendo de su amistad con el poeta—, incisos que luego se transforman en

oraciones y párrafos) y en la estructura (las constantes anotaciones de ‘véase la nota tal’

construyen un camino laberíntico en el que se descubre, desde el prólogo, el secreto).

La relación entre poema y comentario es problemática. Ambos tienen objetivos

diferentes, aunque ambos se presentan como una búsqueda personal: la de Shade es la

exploración del abismo, es decir, de la muerte; la de Kinbote, más bien, se centra en

recuperar el origen (la tierra perdida, la edad de oro). Ambas búsquedas revelan esquemas

mentales —el ir más allá de Shade, quien ya desde el inicio del poema se proyecta en el

reflejo del picotero (waxwing); y el egocentrismo de Kinbote, que se evidencia desde el

prólogo—, que se pueden analizar bajo la imagen del laberinto.

Búsqueda de Shade

Karl Kerényi2 propone que la imagen del laberinto es un misterio más que un problema.

Invita a ser resuelto, pero no se soluciona con una explicación; por ello siempre atraerá el

interés de los investigadores. Indica también que representa el inframundo, la casa de los

2 Kerényi, Karl 2006 “Estudios sobre el laberinto: el laberinto como reflejo lineal de una idea mitológica”. En: En el laberinto. Traducción de Brigitte Kiemann. Madrid: Siruela.

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muertos; sin embargo, pese a las sinuosidades y caminos equívocos, sí se puede encontrar

una salida. A partir de los mitos que analiza, Kerényi señala que, en las culturas primitivas,

la idea de vida y muerte no estaban completamente separadas: se entendía que la muerte

implicaba un regreso a partir de un ciclo natural.

La búsqueda de Shade se lee, al principio, a partir de la división rotunda entre vida y

muerte. En el tercer canto, indica que no hay nada más allá de la muerte y su escepticismo

se complementa cuando, dirigiéndose a su esposa, dice: “Y cuando perdimos a nuestra hija/

yo sabía que no habría nada: […] ningún fantasma/ se levantaría graciosamente para

acogernos, a ti y a mí/ en el sombrío jardín, cerca del nogal”. (vv.647-652). Esta posibilidad

de reunión queda descartada, como sucede con otras pérdidas que sufre Shade: la muerte de

sus padres y la tía Maud. En el primer canto, Shade menciona a sus padres, ambos

ornitólogos (nótese que el nombre científico de los waxwings, en el índice, es Bombycilla

shadei; así, en los primeros versos del poema, hay un tributo a sus progenitores), que

fallecen por enfermedad. Debido a esto, John es criado por su tía Maud, a quien le dedica

numerosos versos en el segundo canto, en los que explica cómo una parálisis a los ochenta

años la consume lentamente. Al igual que el fantasma de su hija, el de sus padres y el de

Maud no volverán a reunirse con él.

Aunque la muerte adquiere una carga negativa, las experiencias que el poeta tiene

en su exploración del abismo cambian esta connotación. En la infancia sufre un desmayo,

que describe en el canto primero. Se trata de una negrura sublime, una invitación a la

búsqueda que se repite durante un invierno y luego desaparece. Se debe tener presente la

imagen del laberinto como recinto subterráneo, oscuro, nocturno. Este desmayo tiene un

eco en la edad adulta, cuando el poeta sufre una crisis cardiaca, contada en el canto tercero,

en la que vislumbra una fontana blanca que le indica que hay algo más allá de la muerte,

quizás una salida del laberinto. Shade considera que esta experiencia no puede ser solo

individual y, luego de leer una nota en un periódico, descubre que una mujer también ha

visto la fontana cuando estaba al borde de la muerte. La emoción del poeta se desvanece

cuando se entera de que la palabra era mountain, no fountain, solo un error de tipeo. Sin

embargo, la emoción generada por el descubrimiento impide que Shade se desanime. Frente

a esta idea de que vida y muerte están separadas, y que el destino que podría unirlas no es

más que azar y erratas surge otra idea: “Pero de pronto vi que allí estaba/ la verdadera

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cuestión, el tema en contrapunto;/ nada más que esto: no el texto sino la textura: no el

sueño/ sino la coincidencia invertida,/ no el absurdo fútil sino una trama de sentido./ ¡Sí!

Bastaba que yo pudiera encontrar en la vida/ algún vínculo laberíntico, una especie/ de

estructura concordante en el juego/ un arte plexiforme y algo del mismo/ placer que quienes

lo jugaban encontraban.” (vv. 806-815)

¿Pero cómo entrar al laberinto y salir de él? El poema de Shade no es una

recolección nostálgica de aquellos a quienes ha perdido, sino que hay un componente de

acción que motiva al poeta a explorar el abismo. Es un poema que requiere ser releído

porque, si bien cuenta el paso del escepticismo inicial de la búsqueda y la recolección de

pérdidas, propone una posible salida del laberinto y esta es el poema mismo: no el texto,

sino la textura; es decir, no solo el tema, sino cómo se cuenta, cómo se construyen los

versos y las imágenes.

La escena central del poema es el suicidio de Hazel, que se encuentra exactamente

en la mitad (verso 500) si se considera que Pálido fuego tiene mil versos. Recuperar a su

hija es, entonces, el motivo que anima a Shade a continuar con su exploración del abismo.

Hazel no volverá, pero él puede volver a armar el tríptico familiar en su poema.

Shade señala que lo que quebró a su hija fue su apariencia física, que no podía ser

ocultada o trastocada por las pieles que en algunas oportunidades usaba imitando a su

madre o por su inteligencia, pero, a veces, “los espejos sonreían,/ la luz era piadosa, las

sombras leves” (vv. 361-362). La razón del suicidio es el rechazo que ella sufre en una cita

a ciegas. Regresa sola a casa y camina sobre el río que se está descongelando (es invierno y

falta poco para la primavera). Kinbote reconoce que este suicidio la hace “merecedora de

un gran respeto por haber preferido la belleza de la muerte a la vida”. Si bien el comentario

es cruel, se deben considerar los elementos que embellecían a Hazel: los espejos; estos se

relacionan con el hielo en el que se hunde y que representa a la muerte. Quizá la muerte

sea, entonces, el camino de regeneración de una vida que terminó en invierno y que puede

regresar en primavera.

Otro dato importante es que, si bien los tres miembros de su familia estaban unidos

en un tríptico armonioso, Hazel tenía crisis emocionales que afectaban la estabilidad

familiar. Cuenta Shade que su hija “Rara vez sonreía, y cuando lo hacía,/ era señal de dolor.

Criticaba/ ferozmente nuestros proyectos” (vv. 350-352). El poeta observa con impotencia,

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ya desde la infancia de su hija, que siempre sería dejada de lado, que difícilmente tendría

amigos y que “jamás un enamorado/ de blanco pañuelo vino a buscarla; ella nunca iría,/

sueño de gasa y jazmín, a aquel baile. (vv. 348-335). Estos versos, aparentemente

anecdóticos, son importantes. Uno de los temas centrales del poema, el motor que moviliza

los versos de Shade, es el amor; así, casi al final, cuando el poeta indica que ha encontrado

la forma de unir vida y muerte, canta: “Y todo el tiempo, todo el tiempo, mi amor,/ estás

aquí, tú también, debajo de la palabra, sobre/ la palabra, para subrayar e intensificar/ el

ritmo vital” (vv. 949-952). La vida de Hazel es trágica porque este ‘defecto’ le impide

socializar (amor ágape) e incluso enamorarse (amor eros). Las constantes crisis impiden,

también, que el amor filial la ayude a desarrollarse. ¿Cómo puede el amor del padre

ayudarla?

Shade plantea que no importa el texto sino la textura. La estructura del poema, el

juego de rimas, la intertextualidad (Shakespeare, Pope, Goethe, Eliot —aunque este último

para criticarlo—), el encadenamiento de imágenes y otros componentes permiten que

Shade, al igual que el destino y sus juegos (mountain – fountain), diseñe en verso su propio

mundo y arme el tríptico al final del poema. Se ha mencionado que el amor a su esposa es

el motor de su obra, debido a que ella está presente en los versos no solo como personaje,

sino también como mariposa: “¡Ven que te adore, ven que te acaricie,/ mi sombría Vanessa

de rayas carmesí, mi bendita,/ admirable mariposa!” (vv. 269-271). La escena del canto

final reúne los elementos de su universo mientras contempla por la ventana: la sombra de

Sybil cerca del nogal y una Vanessa de rayas carmesí y puntas azules manchadas de blanco.

A lo largo del poema, la presencia de Sybil y la mariposa se turnan, no aparecen juntas, por

lo que se puede sugerir que la mariposa no alude a Sybil esta vez, sino a Hazel, que aparece

como mariposa de rayas carmesí, como es descrita la primera mariposa del poema, pero con

otros detalles de color: azul, blanco y rojo, que recuerdan la vela azul que destacaba entre

las blancas y rojas, detalle que Shade rememora del día en el que Sybil concibió a Hazel.

En todo el poema y en el comentario, la mención de los colores es importante porque ayuda

a vincular escenas, como el azur que representa la muerte del picotero, que se enlaza con el

umbral azur del bar que Hazel abandona antes de suicidarse.

En versos citados líneas atrás, Shade, escéptico, escribe: “…ningún fantasma/ se

levantaría graciosamente para acogernos, a ti y a mí/ en el sombrío jardín, cerca del nogal”

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(vv. 650-652). Un fantasma no acogerá a la pareja, pero sí la metamorfosis de Hazel, a

quien el amor del padre convierte en mariposa. La primera mención a Hazel está antecedida

por el surgimiento del amor entre sus padres. Shade apunta: “Ella hubiera podido ser tú, yo,

o cualquier mezcla rara:/ la naturaleza me eligió a mí para torcer y desgarrar/ tu corazón

con el mío” (vv. 293-295). En vida, Hazel solo vistiendo las pieles de su madre y a través

de un juego entre luz y espejos se veía como ella. Al morir y transformarse en mariposa,

Hazel adquiere las características de Sybil y aparece convertida en una Vanessa. De esta

manera, Shade logra reunir en sus versos a su esposa y a su hija. Luego de esta conquista, él

confía en que despertará al día siguiente y su vida continuará: “Estoy razonablemente

seguro de que sobrevivimos/ y de que mi tesoro vive en alguna parte,/ como estoy

razonablemente seguro de que/ mañana me despertaré a las seis, el veintidós de julio/ de

mil novecientos cincuenta y nueve,/ y de que el tiempo será probablemente bueno” (vv.

977-982). Sin embargo, muere el 21 de julio por un balazo dirigido, aparentemente, a otro.

Búsqueda de Kinbote

En la nota al verso mil, Gradus o Jack Grey, quien debía asesinar a Charles, según la

narración de Kinbote, no apunta al rey, sino al poeta. En una primera lectura, este hecho

que Kinbote explica no es más que un error que confirma la torpeza de Gradus es una señal

de que la narración y su identidad como rey zemblano podrían ser falsas3, lo que motiva a

una segunda lectura para averiguar quién es, realmente, Kinbote. Se sabe por el comentario

que este profesor del Wordsmith se proclama soberano de Zembla, pero se debe considerar

que es un narrador poco confiable por cómo se apropia del poema de Shade. Para descubrir

quién es Kinbote, se analizará el comentario, que es donde su voz modifica los versos del

poema para contar su ‘historia’.

La estructura del comentario permite que Kinbote se despache a sus anchas sobre

Zembla, ya que no cumple con su rol como comentador, sino que impone su tema: no

revisa las fuentes originales (nunca se preocupa por confirmar de qué obra de Shakespeare

toma Shade el título de su poema), no le importan ni la naturaleza ni sus misterios (mientras

3 Llama la atención que Gradus se presente como Jack Grey, paciente del Instituto de Criminales Alienados, lugar al que fue enviado por el juez Goldsworth, de quien siempre se menciona su gran parecido con el poeta.

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que Shade nombra cada especie por su nombre, Kinbote usualmente las confunde),

tampoco trata de entender al poeta ni al poema. En su papel como seudocomentador,

aprovecha cualquier verso de Shade para hablar del rey. Así, en la nota al verso 130 “nunca

hice rebotar una pelota ni empuñé un bate”, Kinbote empieza la explicación diciendo:

“Francamente, yo tampoco me destaqué nunca en el fútbol ni en el cricket”, luego explicará

una de las variantes en la que se menciona un pasadizo secreto para contar cómo el rey

escapa de su castillo en Zembla donde se encontraba prisionero.

Esta estructura le permite a Kinbote crear una narrativa ‘lineal’ en torno a las

aventuras del rey (cuenta su infancia, su primer amor: Oleg, su rechazo a cualquier relación

con mujeres, su matrimonio con Disa, la prisión y el escape, y cómo llega a América),

porque abundan los ‘véase la nota a tal verso’ que trazan un camino laberíntico que vincula

temas. El comentador revela así quién es o cree ser desde el prólogo, mediante saltos y

retrocesos a los siguientes versos: 991, 47-48, 691, 47-48, prólogo, 62, 47-48 y, finalmente,

691.

La imagen del laberinto es la que simboliza estos saltos entre comentario y

comentario. Puede resultar confuso; sin embargo, hay un objetivo. Al seguir las

indicaciones de Kinbote, no solo se descubre el secreto del que tan orgulloso se siente, sino

que se anticipan temas importantes del libro: por un lado, la crisis de Shade es una de las

motivaciones que lo lleva a cuestionarse qué hay más allá de la vida cuando uno muere, qué

sucede con la consciencia, lo que nos indica ya de qué va el poema; por otro lado, Kinbote

revela su secreto y evidencia características que describen a los neuróticos: paranoia

(persecución, suicidio, Sybil como posible censora del tema Zembla) y delirios de grandeza

(juega con revelar su identidad y se adjudica la etiqueta de mejor amigo de Shade, a quien

considera un gran poeta).

Toda la atención que Kinbote le da a la casa del juez Goldsworth no es azarosa,

después de todo es a partir de esta que descubrimos que Kinbote es el rey zemblano. Sin

embargo, la función de la casa dentro de la narración no termina ahí. Se descubre también

que es un fortín desde el cual Kinbote espía a Shade. Por las características de la casa, se

sabe que esta no es cómoda y el sinnúmero de notas que deja el juez a Kinbote (indica, por

ejemplo, que debe mover los muebles a determinada hora para evitar que les llegue el sol)

recuerda las notas de Kinbote en las que pide que se den saltos o retrocesos en la narración.

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Por las noches, Kinbote merodea por la casa, con su gorra de dormir, el pecho descubierto y

un fusil de caza del juez porque teme que alguien vaya por él. La casa es un fortín y, al

mismo tiempo, una suerte de calabozo. Esta imagen también se asocia con la del laberinto

que albergaba al Minotauro, como Borges señala: “Queda bien que en el centro de una casa

monstruosa haya un habitante monstruoso”.

La monstruosidad de Kinbote es mental. Estamos ante un narrador egoísta con

rasgos neuróticos. Cuando el poeta muere, el supuesto mejor amigo corre a su casa para

esconder el poema y, solo tras haber asegurado el escondite, llama a emergencias. Toda la

esperanza de Kinbote reside en el poema que debe plasmar sus recuerdos de Zembla,

recuerdos que ordena metódicamente en el índice (no indexa nada sobre el poema). En este

se consigna, además de a los Shade, a un Botkin que no aparece en el poema y que en el

comentario se le menciona como palabra (estilete danés y regicida); brevemente se indica

que el profesor Botkin no enseña en el Departamento de Ruso. Según la entrada en el

índice, se trata de un “Erudito norteamericano de origen ruso, 894”. Al revisar la anotación

tenemos un diálogo entre académicos, en el que un invitado alemán resalta el gran parecido

entre Kinbote y el rey, pero hay un detalle menor bastante relevante. Un profesor dice: “Yo

tenía la impresión de que usted había nacido en Rusia, y de que su nombre era una especie

de anagrama de Botkin o Botkine” (p.269). Dicha información indica que Kinbote podría

ser un refugiado ruso de nombre Botkin. A esto se suma una frase dicha por una señora del

círculo de Shade, captada en una fiesta: “La palabra es equivocada. Uno no debería

aplicarla a una persona que se despoja deliberadamente de un pasado gris y desdichado y lo

sustituye por una brillante invención” (p.240).

Botkin ha creado la ficción de Zembla, en la que su homosexualidad no está

reprimida sino que es ampliamente aceptada, para sobreponerse al dolor de haber perdido

su patria. Por eso necesita que Shade escriba sobre ella, para darle existencia ‘real’ en el

papel. A diferencia del poeta que sale de sí mismo para explorar, Botkin-Kinbote se

encierra en una ficción en la que él es el personaje principal. Algunos elementos que

pudieron inspirarlo son la casa del juez, usualmente llamada castillo por Kinbote, además

de los nombres de las hijas del juez, Alphina, Betty, Cándida y Dee, que aluden vagamente

a los personajes zemblanos registrados en el índice: Alfin El Vago, la reina Blenda, Charles

y Disa.

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Este laberinto mental hace que la existencia de Kinbote sea miserable y considere el

suicidio como único escape. Por ello dedica una nota entera para hablar acerca de las

desventajas del suicidio si este pone en riesgo a otras personas o si no se hace en soledad.

Al final, en la nota mil, Kinbote pide no terminar como Hazel o Jack Grey, quienes se

suicidan; añade que quizás un Gradus más competente lo buscará y podrá fin a su

sufrimiento. En ese momento está recluido en su gruta timoniana, en Cedarn, lugar donde el

matrimonio Shade pensaba vacacionar y en el que se refugia Kinbote para evitar que le

quiten el poema. En este lugar solitario, sus reflexiones sobre el suicidio y el asesinato

recuerdan la muerte de Iris Acht, amante del rey Thurgus de Zembla. Si bien en los

registros se consigna que ella comete suicidio, extraoficialmente se rumorea que ella fue

asesinada. El cansancio de Kinbote se refleja al final, en el comentario histérico en el que se

pregunta qué hará luego de acabar la edición y en la última entrada del índice, señales que

anuncian un posible suicido. La entrada corresponde a Zembla, que debería sellar

magistralmente su comentario, pero solo consigna que es una distante tierra nórdica. Qué

diferencia entre esta frase escueta y las numerosas entradas que registra sobre el rey

Charles. Kinbote manifiesta que morirá asesinado; sin embargo, extraoficialmente, en una

entrevista, Nabokov declara que el ‘rey’ se suicida.

***

La búsqueda de ambos personajes termina con la muerte. Shade muere asesinado por una

confusión, un juego como el de mountain-fountain; Kinbote muere por su propia mano,

aunque confía en que se culpará a las Sombras por su muerte. El poeta muere seguro de las

ideas que ha planteado, que le permiten afrontar la muerte; en vida él ha diseñado sus

propios patrones para reunirse en el poema con su esposa y su hija metamorfoseada.

Botkin, el exiliado, pasa por una crisis de identidad: no solo el poema no trata sobre

Zembla, sino que el único personaje que podía demostrar la existencia real del rey es un

loco. Mientras que uno, a través del arte, encuentra una salida al laberinto; el otro no logra

salir. Explica Kerényi que, en los mitos, Hermes4 tenía la función de guiar a las almas para

evitar que se perdieran en su trayecto al Hades. Era un guía porque su bastón tenía la punta

encendida, como antorcha. Charles, para escapar de Zembla, atraviesa un túnel que lo saca

4 2010 Hermes el conductor de almas. Traducción de Brigitte Kiemann. Sexto piso.

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del castillo. En el trayecto encuentra una estatua de Hermes destruida y se siente guiado por

una luz, que le recuerda a Oleg, su amor de adolescencia. En la última travesía que hace

Kinbote, de New Wye a Cedarn, no hay salida, no hay luz. Él mismo afirma que está

encerrado en la gruta timoniana. Kerényi añade que aquellos que no lograban atravesar el

laberinto (el camino de la vida-muerte-vida) se transformaban en otros seres. Aquí

apuntaremos que Kinbote se queda en el limbo, porque en el libro-laberinto que él ha

construido es imposible que se consigne qué sucede con él al terminar, salvo

extraoficialmente.