ensayo laberinto
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Ensayo personalTRANSCRIPT
Contenido
Introducción..............................................................................................................2
Capítulo uno. “El Pachuco y otros extremos”........................................................4
Capitulo dos. “Máscaras mexicanas”....................................................................6
Capítulo tres. “Todos santos, día de muertos”......................................................8
Capítulo cuatro. “Los hijos de la Malinche”.........................................................10
Capítulo cinco. “Conquista y colonia”..................................................................12
Capítulo seis. “De la Independencia a la Revolución”.........................................14
Capítulo siete. “La Inteligencia Mexicana”..........................................................17
Capítulo ocho. “Nuestros días”...........................................................................19
Apéndice. “La Dialéctica de la soledad”..............................................................22
Conclusión..............................................................................................................25
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El laberinto de la SoledadOctavio Paz
Ensayo
Introducción
El laberinto de la soledad es uno de los ensayos más importantes a nivel del
estudio de la idiosincrasia mexicana. La soledad, dilucidada como el hilo conductor
del laberinto espacial y temporal mexicano, nace como una toma de conciencia de
la contradictoria índole mexicana. En el ensayo de Octavio Paz, se colige que la
sensación de soledad mexicana tiene como base la dualidad. México es una
nación en la que sustratos y superestratos culturales conviven, creando la
existencia de dos caracteres distintos dentro él mismo individuo, que conducen a
la falta de identidad y a la soledad. Según Octavio Paz el ser mexicano es
eternamente dúplice y necesita de dimensiones antitéticas para demostrar su
propia existencia, por ello oscila entre el mundo de los vivos y de los muertos,
entre la alegría y la tristeza. Estos extremos lo hacen sentirse protegido, la muerte
lo protege de la vida, la vida lo protege de la muerte, etc.
La madre es considerada a nivel universal como garante del patrimonio genético y
espiritual, es la encargada de la transmisión de determinadas características de
sus descendientes, su papel en el desarrollo de cada ser humano es tan
importante que su representación a nivel psicológico y su influjo en el
comportamiento humano forman los cimientos de los estudios psicoanalíticos.
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Los arquetipos del imaginario colectivo pertenecen al código genético de los
individuos y sirven para expresar información que ha sido transmitida
hereditariamente. En este tipo de estudios, el laberinto ha sido identificado con la
matriz y con el arquetipo de la gran madre. El paradigma materno puede tener
tanto un significado positivo como negativo. A nivel mexicano, en su fase positiva
este arquetipo ha sido retratado con la figura de la virgen de Guadalupe, cuya
adoración es un sustrato cultural del culto de Tonantzin. Esta Gran Madre positiva
tiene su alter ego en la imagen de la madre carnal de la raza mexicana: Malinche
El fuerte fervor que el pueblo mexicano manifiesta hacia la imagen de la virgen de
Guadalupe encarna la lucha por la conservación de la verdadera tradición
mexicana. A través de la devoción a una virgen de su misma raza, los mexicanos
recuperan la adoración a Tonantzin. La virgen de Guadalupe prueba la
preservación del patrimonio precolombino, que fue contaminado por la traición de
Malinche.
La imagen de la mujer para la sociedad mexicana es una imagen contradictoria,
cuya parte positiva viene identificada con el plano divino y por ello es inalcanzable;
mientras que su parte negativa identificada con el plano terrenal, hace de la mujer
un ser indigno de confianza e inferior.
No son pocos los escritores, es decir: novelistas, cuentistas, periodistas, poetas,
guionistas, dramaturgos y todo aquel que se gana la vida con la palabra, quienes
opinan que la obra de Octavio Paz, fue la mayor aportación de las letras
mexicanas del siglo pasado. Su obra extensa; nunca carente de interés, a menudo
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sorprende por su claridad narrativa. Cultivó la poesía y el ensayo, pero, como una
novela bien estructurada, su obra nos platica algo. Nos lleva de la mano por el
camino de la reflexión y la pregunta, del amor y la duda, de la vida y la muerte. Es
precisamente, el carácter analítico de su obra, el factor fascinante de su prosa. “El
Laberinto de la Soledad”, es un estudio del mexicano, no del criollo ni el mestizo,
no del indígena, ni el descendiente de padres o abuelos extranjeros, no del
chilango o el jalisquillo, tampoco del jarocho ni del norteño: sino de todos ellos y
muchos más. Su vigencia es impactante.
El laberinto de la soledad analiza la función de la mujer en la idiosincrasia
mexicana. Paz parte de las dos figuras antitéticas que son la virgen de Guadalupe
y Malinche, para explicar la soledad a la que se ve inducido el mexicano.
Malinche, la Pasífae mexicana, copula con Cortés para dar lugar a la maldición de
los dioses y se convierte en la responsable del nacimiento del híbrido hombre
mexicano.
Contiene ocho capítulos y un apéndice en los cuales recorre la historia de México.
Sus momentos simbólicos y dramáticos. Su lectura es un deleite.
Capítulo uno. “El Pachuco y otros extremos”
Es curioso como inicia Paz su ensayo: habla sobre el adolescente y su asombroso
descubrimiento de sí mismo, que lo lleva por conclusión, a una consciente soledad
en el mundo. ¿Qué somos y cómo realizaremos eso que somos? La adolescencia,
ese preciso momento en que tomamos conciencia de nuestro ser, es comparado
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por el autor con los pueblos “en trance de crecimiento”. El México pos
revolucionario, dejó un país en etapa reflexiva que necesariamente lo llevó a la
autocontemplación. Fue entonces, cuando afloraron distintos niveles históricos
que convivían, o se enfrentaban, en un mismo presente. México, estaba hecho de
distintas razas, además de las diferentes lenguas, que ya de por sí marcaban una
brecha por entender.
Fue en la ciudad de Los Ángeles donde Octavio Paz comenzó su análisis,
comparando precisamente al gringo promedio, con más de un millón de
mexicanos que ahí radicaban.
Mexicanos que no se mezclan y que se autonombran Pachucos. Es decir, “Bandas
de jóvenes generalmente de origen mexicano, que viven en las ciudades del sur,
que se singularizan por su vestimenta conducta y lenguaje”. Personas que no
quieren volver a su origen mexicano, pero que tampoco quieren pertenecer al
sistema americano. El Pachuco, según Octavio Paz, “Es uno de los extremos a los
que puede llegar el mexicano”. Siempre marginal, al Pachuco le gusta irritar a la
sociedad, entonces, y sólo entonces, el Pachuco encuentra su lugar en el mundo y
por lo tanto, su razón de ser. Se siente libre de romper las reglas, de conocer lo
prohibido, en pocas palabras, de desafiar al sistema.
Entonces el Pachuco se sabe distinto y por ello, se sabe solo.
Paz niega el supuesto complejo de inferioridad que caracteriza al mexicano.
“Sentirse solo no es sentirse inferior sino distinto”, de hecho, la soledad no es una
ilusión, es la vida contemplada con los ojos abiertos. La soledad del mexicano,
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tiene sus raíces en su profundo sentido religioso, y en la muerte, la compañera
perfecta de la vida. Sólo en México se rinde culto a la muerte pues se sabe dadora
de vida.
La historia de México es la búsqueda de su origen: indigenista, hispanista,
afrancesado; México, quiere “volver al centro de la vida de dónde un día, en la
conquista o en la independencia, fue desprendido”.
Capitulo dos. “Máscaras mexicanas”
El mexicano no existe porque se lo impide, se niega ese derecho concedido en su
naturaleza humana, el mismo se encarga de encerrarse en la infranqueable
muralla de su propia intimidad, aquí bien nos es empleado el término de “rajarse”
que llanamente se traduce en abrirse a los demás, no hay cabida para la
vulnerabilidad del macho y en la mujer es sentenciado por ridícula regla genética.
Se encierra en su cuerpo, ese cuerpo que el mexicano disfruta, no se trata de un
trasporte del alma, el mexicano es cuerpo, lo mueve, lo cuida, lo baila, lo idealiza y
hace a los dioses merecedores del cuerpo, lo reedifica y a la vez también sufre
del, porque significa vulnerabilidad, se siente acechado por la mirada de sus
congéneres, lo oculta pues siente que esas miradas penetran su intimidad tan
celosamente guardada por que el cuerpo no guarda este preciado tesoro, si no
que la descubre y que para salvaguardarlo se creó el pudor que actúa como
defensa, he aquí la razón del por qué la virtud más admirada en el mexicano es el
recato.
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Ahora bien, mencionando cuestión de pudor miremos a la mujer mexicana, la
mujer mexicana se convierte en un misterio, algo así como un mito inalcanzable,
pasiva, misteriosa, pudorosa, creadora y destructora, pero estas es la cuestión
que ven los mexicanos, pero ¿y la mujer? La mujer simplemente no es ella, es un
objeto al que se le puede atribuir, más no que se atribuya a ella misma, pasa a ser
un objeto de contemplación, débil de carácter por ser sentimental y por tener un
sexo distinto, por entregarse sin contemplaciones, por que pierde su intimidad al
ofrecerse a otros con el sentimentalismo femenino. La mujer pues no tiene la
capacidad de moverse, si previamente no la han movido, y no tiene esta
capacidad porque se la han negado, se le a educado para ser como aquellas
estatuillas que pasivas y misericordiosas nos miran al entrar en los templos
impávidas y con una sola expresión en el rostro que a la vez nos intimidan y nos
dan lastima. Esta es una verdadera actitud mediocre.
El mexicano (y llamémoslo así, por simple tecnicismo, por que mantengo que el
mexicano no existe) en su celo por mantenerse cerrado y no “rajarse” se convierte
en el perfecto camaleón bípedo, y de repente se transforma, como dicen Octavio
Paz en “ninguno” me causo gracia el ejemplo que se nos ilustra, el de la
muchacha que al hacer ruido y al preguntarle que quien esta ahí ella naturalmente
responde “no es nadie, solo soy yo” y me da risa por que yo misma, he respondido
con ese argumento tan incoherente que parece insignia en el mexicano, nos
desaparecemos. ¡Sin embargo estamos ahí! Es como el camaleón, insisto, a la
vista se vuelve imperceptible, aun así él permanece estático en espera de todo y
de nada, silencioso y en apariencia inexistente
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¿Qué es lo que estamos esperando para movernos y salir de ese fingido letargo
del que tenemos miedo de “despertar”?
Capítulo tres. “Todos santos, día de muertos”
La contradicción forma parte del mexicano. “Cualquier pretexto es bueno para
interrumpir la marcha del tiempo” y las Fiestas populares, resultan el desagüe
idóneo para tal efecto. Durante las Fiestas populares, desde el grito de
independencia hasta el día de la raza, el mexicano se siente completo, seguro. La
razón es sencilla, en ese instante, en ese presente, “el pasado y el futuro al fin se
reconcilian”.
En todos los rincones de México existen sus Ferias y tradiciones, aún en los más
miserables. Los ricos, la minoría que no es pueblo, no festejan, sus reuniones son
frías y ni por equivocación se faltan los modales. “Las Fiestas son el único lujo de
México”.
Y una vez más, el círculo de la soledad se cierra. El mexicano derrocha esperando
que el derroche mismo atraiga a la abundancia y si no la atrae, por lo menos se
aparenta.
Lo importante es que, durante la Fiesta, “todo pasa como si no fuera cierto, como
en los sueños”. La gente se burla del clero, de las instituciones, del ejercito y hasta
del mexicano mismo.
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Uno de los festejos que más llama la atención: es el día de muertos. Ya desde
antes de la llegada de los españoles, los indígenas creían que la vida se
continuaba con la muerte, y de hecho, la vida misma se alimentaba de la muerte.
Nada más privilegiado en vida, que ser sacrificado para los Dioses. Mientras que
para los cristianos la muerte es la antesala a otra vida, para los aztecas, la manera
de participar fundirse con las fuerzas creadoras. Para los aztecas, ni la vida ni la
muerte les pertenecía, todo era un capricho de los dioses. La religión y el destino,
trazaban la vida de sus hijos. “La conquista de México, sería inexplicable sin la
traición de los dioses, que reniegan de su pueblo”.
Actualmente, Paz señala, “todo funciona como si la muerte no existiera”, se exalta
la salud con drogas milagrosas en un siglo donde también hubo campos de
concentración. Para el mexicano moderno, la muerte ha dejado de ser tránsito,
ahora es su amor más permanente, su juguete favorito.
Dos autores mexicanos refiere Paz en este capítulo: José Gorostiza y Xavier
Villaurrutia, autores de Muerte sin fin y Nostalgia de la muerte respectivamente.
Ambos poetas, a su manera, pretenden quitarle la máscara a la muerte, la Muerte
Original, la que fue antes de la vida. La entraña materna.
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Capítulo cuatro. “Los hijos de la Malinche”
Aquí como que el Autor se desvía un poco y podemos observar un poco de su
opinión respecto a la política y a los males que traen consigo los regímenes
totalitarios, pero recupera el tema y vemos surgir una de las actitudes que más me
gustan de mi pueblo que no es, pero está.
Si, somos groseros, somos mal hablados y este lenguaje vulgar lo llevamos
dentro, lo acariciamos, lo guardamos y en cualquier descuido se escapa de
nuestro labios y explota en el aire tras un exceso de ira o de gracia. Pero hay una
de esas palabras que místicamente lo significa todo y la vez es la misma nada,
cambiante de matices por naturaleza, un acento, un énfasis, una letra perezosa de
más y el verbo “chingar” cambia radicalmente, es la palabra camaleónica por
excelencia del el camaleónico mexicano
Definitivamente es un verbo que lastima, que hiere y en su significación nula, su
intención es fastidiar, herir, lastimar... verdaderamente chingar, ahora pues se
puede ubicar en su multicolor estado la parte relativamente buena, aquella que se
aplica al “gran chingón” que no es otro que el Macho, el in-rajable, el agresivo que
se chinga a todos y para colmo que hace chingaderas para no dejar incompleto su
estuche de monerías, es aquel que representa a la mismísima fuerza, casi como
una divinidad, pero jamás llega a tal grado por que al poseer el poder, se aleja, se
aísla y se deslinda de toda responsabilidad con la prole, siempre lejano, y cuando
hace su dramática aparición no es más que un extraño.
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Pasamos al terreno de las deidades y aparece la adoración a el Cristo martirizado,
sangrante y misericordioso, la idolatría ante este personaje aparte de tener
influencias de aquellos tiempos precoloniales, ese basa más que otra cosa en la
esperanza del mexicano de ser así de admirado y compadecido en su actitud de
benevolente misericordia ante aquellos que lo miran con la duda reflejada en el
rostro, y aparece una segunda rama de estas adoraciones, la de la Virgen
Tonantzin, la Virgen de Guadalupe, que tan arraigada esta en las almas y el culto
religioso del mexicano actual...pero ¿por qué?...simple, el sentimiento de soledad
que invade al mexicano encuentra consuelo en el regazo del retrato inmóvil de la
pureza que representa esta Virgen india, pero tenemos a la contraparte, si ella nos
representa la pureza, la suciedad la encontramos también en una mujer, esa mujer
que traiciona a su pueblo y a la que su sentimentalismo femenil la arrastro a darse
a un español opresor de su pueblo, aquélla que después de siglos no le
perdonamos la traición, la Malinche
El mexicano resentido, reniega de la madre chingada, de la madre violada, e
incluso busca el modo de hacerle patente al mundo que “malinchismo” es
sinónimo de traición, y así el mexicano elimina su origen, ya no es español, ya no
es mestizo, ya no es indio, tan solo hombre, que empieza y termina en si mismo,
una vez más el mexicano se termina negando el derecho de existencia por su
antigua historia esta vez, y se pierde en sí mismo.
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Capítulo cinco. “Conquista y colonia”
Al llegar los españoles al nuevo continente, encontraron una civilización
perfectamente estructurada: Mesoamérica. La próxima Nueva España comprendía
el centro y sur del actual México y parte de Centroamérica, además, se
encontraba poblada con distintas culturas peleadas entre sí y con enemigo común:
los últimos pobladores del Valle de México, los Aztecas
La agricultura, el uso del maíz, el juego de pelota, y los sacrificios humanos, eran
rasgos característicos de todos los pobladores de Mesoamérica. Y todos también,
se regían por un sistema teocrático y militar. Dentro del mismo culto, los dioses
Tláloc, Tezcatlipoca, Huitzilopochtli, Mixcóatl etc., contemplaron sin duda, la
llegada del invasor.
Al arribo de los españoles, todos los pueblos sometidos por los Aztecas, vieron
una posible liberación, por ello, muchos o no oponían resistencia, o se dejaban
llevar por la indiferencia. Algunos más, como los Tlaxcaltecas se aliaron incluso a
Cortés. La meta, Tenochtitlan. Sin embargo, Moctezuma, emperador Azteca,
(sabía o creía saber) que una era cósmica estaba por terminar, para dar paso a
otra más. Todos esperaban el regreso de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada
que juró regresar. Moctezuma recibe a Cortés con presentes, y Cortes, con un
puñado de hombres, la mayoría aventureros, realizó la conquista más absurda de
la historia. Los signos, las profecías se habían cumplido y los dioses le dieron la
espalda a sus creyentes. Ningún pueblo se habrá sentido tan desamparado como
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ellos. Cuauhtémoc se enfrenta al invasor, pero se enfrenta sabiendo de antemano
su derrota.
“Si México nace en el siglo 16 hay que convenir que es hijo de una doble violencia
imperial y unitaria; la de los Aztecas y la de los Españoles”.
España era por ese entonces una nación medieval, que tomó su lugar en la
Europa renancentista, gracias a su “descubrimiento”.
Posteriormente, el catolicismo se convierte en el corazón de la Nueva España y
los indígenas, conscientes de su orfandad, abrazan al Cristo ensangrentado, al
Cristo humillado pues de alguna manera, ven un certero reflejo de su realidad. Hay
que hacer notar, que la decadencia del catolicismo europeo coincide precisamente
con esta época.
La Nueva España, no sobresalió por un arte, mito o pensamiento originales. No
poseemos a ningún reformador o místico de importancia. Pero es quizás Juana de
Asbaje o Sor Juana Ines de la Cruz, la figura más representativa de la colonia.
Poeta, monja Gerónima, autora dramática y profundamente adelantada a su
tiempo. Feminista antes de las feministas, lectora de Platón y Aristoteles, Sor
Juana representa la más pura reflexión intelectual. Cree en Dios, pero siempre
busca una explicación racional de las cosas y es precisamente, en un mundo
donde sólo las afirmaciones puras y las negaciones puras pueden existir, donde
queda fuera la duda y el examen. “Su doble soledad, de mujer e intelectual” la
coloca como la primer mujer moderna de México.
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Capítulo seis. “De la Independencia a la Revolución”
La independencia de la Nueva España, es tan ambigua como la conquista. No es
una independencia propositiva en ideas, no hay postulados ni ideas universales.
Los caudillos, es decir los sacerdotes, no tienen una idea clara de que hacer. Su
única virtud, es que escuchan de cerca al pueblo. La independencia sudamericana
inicia con San Martín y Simón Bolívar. Se crean estados y promulgan leyes. En la
Nueva España, se luchaba por liberar a los criollos de la burocracia peninsular
pero, no se pretendía cambiar las estructuras económicas ni sociales. Los ecos de
la Revolución Francesa y la Norteamericana se escuchaban por todos lados. Los
insurgentes vacilan entre la independencia total, o formas modernas de
autonomía. La guerra inicia por los abusos de la burocracia española contra los
latifundistas. Pero más allá estaba también el abuso de los latifundistas hacia sus
campesinos. “No es una rebelión de la aristocracia contra la metrópoli, sino del
pueblo contra la primera”. Hidalgo termina con la esclavitud, Morelos reparte los
latifundios, pero, la iglesia y los grandes propietarios buscan ayuda en la Corona
Española. Hidalgo, Morelos y Mina, sucumben ante la alianza. Entonces, un hecho
inesperado sucede. En España, los liberales toman el poder, transforman la
monarquía en constitución y amenazan seriamente los intereses del clero. En
México, la iglesia y los grandes propietarios, temiendo quizá una reacción en
cadena, buscan a los insurgentes vivos y ¡consuman la Independencia de la
Nueva España!
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Sin embargo, se hereda el viejo orden español sin la visión futura de una sociedad
moderna. Aparece entonces, la imagen del dictador hispanoamericano con su
primera impresión: la del libertador. Las nuevas sociedades se formaban por
militares ansiosos de repartirse el botín. En México mientras tanto, aparece una
constitución, copia de Europa y Estados Unidos que pasaban por una realidad
muy distinta a la nuestra, es decir: la revolución Industrial. Esta constitución
ligeramente liberal y democrática, era, por un lado inaplicable, y por el otro,
ocultaba nuestra realidad histórica por completo.
“La mentira política, se instaló en nuestros pueblos casi constitucionalmente”
La rueda de la historia se precipita, el Virreinato se transforma en Imperio
Mexicano con un Emperador: Iturbide. Efímero y ridículo. Todos esperan que con
un cambio de leyes la situación cambie y, como en Europa, aparecería una nueva
clase social: la burguesía. Las facciones se pelean entre sí, lo cual aprovechan los
norteamericanos para quitarle a México ¡más de la mitad de su territorio! por
medio de Antonio López de Santa Ana. “El arquetipo del dictador latinoamericano”
Los conservadores se arman, Benito Juárez responde con la Reforma; separa
iglesia de estado. Nuevamente, los conservadores piden ayuda al extranjero.
Napoleón III manada otro emperador Maximiliano de Habsburgo. A su vez fusilado
por el liberal Juárez. La Reforma consume la independencia. Y entonces aparece
la constitución de 1857. Libertad de enseñanza promulgada. El autor evita la auto
complacencia y agudamente observa “La Reforma funda a México negando su
pasado, rechaza la tradición y busca justificarse en el futuro”.
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Finalmente, la esperada aparición de una burguesía mexicana, es decir, una clase
social pudiente y productiva, jamás apareció. México era un país agrario muy
ajeno al occidente industrializado. En cambio surge una casta latifundista que
reniega del progreso. Muerto Juárez, el poder está a merced de los caudillos;
Porfirio Díaz, militar de corte liberal asume el poder. Una nueva máscara se pone
México, ahora de estilo afrancesado y pretendidamente sofisticado. Los indígenas
son desplazados de sus tierras, se abre la economía al capital norteamericano.
México –que nació endeudado como país- se endeuda más. Aparentemente
México progresa, se construyen los ferrocarriles, se estimula el comercio e
industrias modernas. Díaz recibe el nuevo siglo y de repente, cumple 33 años en
el poder.
La Revolución mexicana, tampoco tuvo precursores ideológicos conscientes de la
verdadera situación del país. De los más radicales, los hermanos Flores Magón,
que militaron desde el exterior del país, poco queda en las reformas de los
trabajadores. Francisco I Madero, un místico convencido, resumió el cambio que,
según él, México necesitaba: “Sufragio Efectivo no reelección” los males del país
se debían a la eterna presencia del general Díaz y sus “científicos” en el poder.
Madero, de cuna terrateniente, no se daba cuenta de la naciente clase obrera
mexicana y de la explotación de los caciques hacia los campesinos. Doroteo
Arango, mejor conocido como Pancho Villa y Emiliano Zapata, ambos surgidos del
pueblo mismo lo entendían. Aún así, sus limitaciones se hacían evidentes. Los
líderes revolucionarios se amparaban en sus respectivos planes para cambiar las
estructuras políticas y económicas del pueblo. Desterrado el viejo general, Madero
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asume el poder. Nada cambia. La situación política se complica pues desde el
norte, un golpe de estado, perpetrado por Victoriano Huerta se consume. Madero
y Pino Suarez son fusilados. Villa, Zapata, Álvaro Obregón y un viejo porfirista
Venustiano Carranza, forman sus bandos, la guerra civil entre los líderes
revolucionarios deja un saldo trágico pues de alguna manera, todos mueren a
manos de todos y a la postre, se convierten en mitos populares. “Villa cabalga
todavía en el norte, en canciones y corridos; Zapata muere en cada feria popular;
Madero se asoma en los balcones agitando la Bandera Nacional; Carranza y
Obregon viajan aún en aquellos trenes revolucionarios, en un ir y venir por todo el
país. Todos los siguen: ¿a dónde? Nadie lo sabe. Es la revolución, la palabra
mágica, la palabra que va a cambiarlo todo y que nos va a dar una alegría
inmensa y una muerte rápida”.
Capítulo siete. “La Inteligencia Mexicana”
Octavio Paz define de la siguiente manera a la “Inteligencia” mexicana: “sector que
ha hecho del pensamiento crítico su actividad vital” aunque señala que la obra de
esta “Inteligencia” no se encuentra del todo en libros, sino más bien en su
influencia en la obra pública. Y es José Vasconcelos, el fundador de la educación
moderna en México, el primero en citar. Miembro del grupo Ateneo, Secretario de
Educación Pública que pretende continuar la obra de Justo Sierra: ampliar la
educación elemental y perfeccionar la enseñanza superior. Vasconcelos funda sus
principios educativos en la tradición. La nueva educación, anota Paz, “se funda en
la sangre, la lengua y el pueblo”. El filósofo y escritor, nutre su proyecto con la
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revolución, colaboran poetas, escritores, pintores, artistas en general, que como
Vasconcelos, siente al periodo revolucionario como la verdadera cara de México.
Emergen las artes populares, los muros son para los muralistas y se fundan
escuelas en todos los rincones de México. La literatura mexicana, reflexiona sobre
la conquista y el pasado indígena, y los autores más atrevidos en la reciente
revolución.
Había que levantar al país y quién mejor que los intelectuales para hacerlo. Los
caudillos se allegaron de gente de estudios, y muy pronto: los poetas estudiaron
economía, los novelistas se hicieron abogados y ejemplos por el estilo.
Por supuesto que no todos los miembros de la “Inteligencia” colaboraron; algunos
incluso se opusieron al régimen y como en el caso de Manuel Gómez Morín y
otros, fundaron el partido de oposición. El Acción Nacional.
Otros miembros de la “Inteligencia” que por su impacto nombra el autor serían:
Samuel Ramos, autor de El perfil del hombre y la cultura en México, primer estudio
del mexicano y antecedente directo de El laberinto de la soledad, Jorge Cuesta,
quien dedica su obra a indagar el sentido de nuestras tradiciones, Daniel Cosío
Villegas, fundador del Fondo de Cultura Económica, Textos de todo tipo al alcance
de todos, José Gaos, exiliado español y filósofo, Alfonso Reyes, escritor
apasionado, poeta crítico y ensayista, quien pretendía “Buscar el Alma Nacional”
Leopoldo Zea, historiador, y algunos más de tipo político.
Concluye Paz, “exceptuando la revolución hemos vivido nuestra historia como un
episodio de la del mundo entero. Nuestras ideas, así mismo, nunca han sido
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nuestras del todo, sino herencia o conquista de las engendradas por Europa” Sin
embargo, sostiene “el mundo moderno ya no tiene ideas” México, a partir de su
conquista, fue influenciado por las ideas liberales, que como el mundo mismo, se
tenían que actualizar. La diferencia histórica de una Europa: vanguardia de las
artes, las guerras, las ideas y el pensamiento filosófico, con un México nacido de
la violencia y cursando un tiempo histórico distinto, fue lo sucedido.
Pero a partir de la Revolución, México y el mundo viven al día. “Con un futuro por
inventar”.
Capítulo ocho. “Nuestros días”
Antes de continuar con el estudio del libro, quiero recordarte que fue escrito en
1950, es decir y perdón la redundancia a mediados del siglo pasado.
Continuemos.
“La revolución no ha hecho de nuestro país una comunidad o siquiera una
esperanza de comunidad”. Sin embargo, como todas las revoluciones del mundo, -
la de México fue la primera del siglo veinte- ninguna ha terminado
satisfactoriamente su labor. ¿Y cuál sería el punto culminante de una revolución?
El autor nos contesta: “En primer término, liquidar el régimen feudal, transformar el
país mediante la industria y la técnica, suprimir nuestra situación de dependencia
económica y política y, en fin, instaurar una verdadera democracia social”. Ahora
bien, la historia va a la par para todos, el planeta, unificado desde la expansión
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imperialista, enredó por completo las economías de todos los países. Desde
luego, unos beneficiados y otros no. “Lo conquistado hay que defenderlo todavía”
Particularmente, en México, el crecimiento demográfico, no previsto por los
primeros gobiernos, se presentó como una máscara que esconde el actual
desequilibrio. La reforma agraria por su parte, cuenta todavía con millones de
campesinos en extrema pobreza; principal causa de braceros en Estados Unidos.
La industria y los centros de producción son insuficientes para absorber la
demanda de trabajo en las ciudades. Ahora bien, si bien el General Lázaro
Cárdenas al expropiar el petróleo y el ferrocarril entre otros impulsó la economía
interna del país, también es cierto que tocó fibras muy sensibles, económicamente
hablando, del vecino país del norte.
Con la industrialización del país, surge la clase obrera, aquella que según Marx
“lleva el curso de la historia”. En México, esa clase obrera y mediana burguesía,
surge desde las entrañas mismas del poder. Primero se apoya a Venustiano
Carranza –buen momento para recordar que también fue gobernador porfirista-
luego a Álvaro Obregón y finalmente a Plutarco Elías Calles. El estado desde
entonces ha protegido las organizaciones sindicales. La burguesía por su parte, se
alió directamente con el gobierno así, el banquero se convirtió en senador o
diputado. Desgraciadamente, carecemos de una industria básica por la sencilla
razón de que somos un país productor de materias primas. Entonces,
dependemos de los grandes capitales que imponen condiciones cual viejos
conquistadores. También carecemos de una industria pesquera, el turismo y los
dólares equilibran, sensiblemente, la economía pero nada más. Paz propone: “La
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inversión de capitales públicos ya sea en préstamos gubernamentales o por medio
de las organizaciones internacionales”. Y más adelante continua: “Podríamos
hacer más si nos unimos a otros pueblos con problemas semejantes a los
nuestros” incluye África y los países asiáticos.
Sorprende la visión y crítica de Paz hacia los países comunistas y la
“cristalización” de la “Dictadura del Proletariado” encarnado por la entonces Unión
de Repúblicas Soviéticas y Socialistas. Su carácter visionario es evidente.
Finalmente el autor nos hace reconocer que “muy pobres son nuestros
instrumentos intelectuales, hemos pensado muy poco por cuenta propia. Pero
somos nosotros los equivocados, no la historia” Aunque también nos recuerda
“Somos por primera vez en nuestra historia, contemporáneos de todos los
hombres”.
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Apéndice. “La Dialéctica de la soledad”
La soledad es tan enigmática que nos atrae, romántica por excelencia y
secretamente nos otorga una duda que nos acompaña aun después de la muerte,
convierte al hombre en un ser extraordinario desesperado de sí mismo que abraza
a él la idea de encontrar en algún punto la comunión entre vida-soledad-muerte y
es que este sentimiento tan adorado y temido es una dualidad en más de un
sentido, sentirnos solos nos implica saber que estamos porque sentimos esa
soledad y ella misma y su sentir nos habla de querer escapar de lo que somos
para no estar solos.
Se nos menciona el sentimiento del amor y contraria a la concepción mustia que
tenemos de él se nos presenta como es, el amor es escándalo, es prohibición,
tentación y esta privado de la libre elección.
La mujer de nueva cuenta aparece y no deja de ser un objeto de idolatría del
hombre que esta resignada a seguirse vistiendo con los prejuicios y la femineidad
que le ha creado el mismo hombre, puesto que ella no la ha creado ni a nacido
con ella, se la han impuesto educaciones con siglos de mala aceptación, de ahí el
género de los “poetas malditos” aquellos que se atreven a descubrir y enseñar lo
más “repugnante del hombre, el incesto, la pasión desenfrenada, lo grotesco de
las desviaciones de carácter, no son más que estallidos desesperados del amor
que ha sido reglamentado por la sucia conciencia del hombre “manchado en sus
mismas raíces”
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Se puede ver que en las distintas etapas de crecimiento del hombre la incansable
batalla contra la soledad, cuando uno es niño se crea en el entorno su propio
medio y se ubica dentro de él, se siente un solo ente recupera un poco de ser
seguro ambiente que le fue arrebatado al salir del útero materno, pasamos la
niñez y llega (para mí la favorita) adolescencia, ser adolescente nos duele,
adolecemos de esa extraña etapa narcisista porque sentimos esa soledad caer en
nuestros nostálgicos pensamientos nos hacemos poetas, melancólicos y
disfrutamos de ella con placer tiránico y por último la madurez, el miedo creciente
a sentirnos solos lo suprimimos, sabemos que está ahí, pero lo ignoramos y nos
vamos transitando por la vida en banalidades, pues si nos distraemos corremos el
riesgo de sentir esa soledad latente a nuestro alrededor.
El hombre no puede permitirse el sentimiento de soledad, se mantiene en grupo,
se maneja en comunas y crea mitos en los que después de la muerte se reúne
con más espíritus, pero ¿qué es lo que el hombre teme de la soledad? La imagen
trágica de ella se la ha creado el mismo.
Le teme por que se sabe solo desde el momento en que fue arrancado del vientre
de la madre, donde se encontraba el dentro de otro, no estaba solo y no era capaz
de nada más que limitarse a existir de una manera biológica, le teme al hecho de
que saber que dentro de su soledad encontrar algo que quizá no es tan grato
(dentro de sus estereotipos ya predispuestos) como él quisiera.
Para la sociedad, el amor equivale a tener hijos pues la familia, es el primer reflejo
de la sociedad. La doble moralidad aterriza directamente en el concepto del
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Matrimonio, es decir la naturaleza conservadora de la pareja. Al amor garantizado
constitucionalmente.
El verdadero amor es antisocial y revolucionario, y es precisamente en la
adolescencia, en dónde se expresa en su forma más pura y contradictoria. La
adolescencia no implica únicamente soledad sino “los grandes amores, el
heroísmo y el sacrificio”.
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Conclusión
El Laberinto de la Soledad incorpora la heterogeneidad del ser mexicano en una
sociedad que él se niega a integrar. Paz trata de descifrar las causas de la
alienación de una etnia que se cuestiona el propio origen. La obra de Paz es de un
gran poder analítico; no puede limitarse a una simple crítica de la modernidad
mexicana, ni a un rescato de los estratos sagrados de la cultura mesoamericana
original. Paz propone la solución del problema de la soledad que está
consumando al mexicano como parte integral de una nación, su obra parte del
análisis del presente y del pasado mesoamericano para proponer la solución del
futuro. La sociedad mexicana, marcada por su historia e influenciada por sus
mitos, debe madurar para poder salir de su estado de aislamiento. La única
manera para salir de su estado actual es la comunicación consigo mismo y con los
demás; el mexicano debe aceptarse a sí mismo para tomar las riendas de su
destino.
A medida que se lee el libro, se puede interpretar que para el autor la historia
mexicana ha servido como hilo conductor de la soledad, que incluso es una suerte
de enfermedad mexicana. La caída del imperio azteca, la conquista, la colonia, la
independencia, la revolución, han contribuido a una continua mutación que impide
que la nación mexicana salga de su adolescencia.
El laberinto de la soledad nos presenta al mexicano como un ser ensimismado en
un gran dilema intelectual a causa de su naturaleza dúplice. El pachuco, el criollo,
el mestizo, el indio, la mujer, el hombre; todos los mexicanos desean entender el
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verdadero fondo de ellos mismos. La búsqueda de su propia natura, les dificulta su
interrelación con el otro. La soledad es un estado de purgatorio en el que el
mexicano se encontrará hasta que no decida salir de su laberinto. Las máscaras
que el mexicano utiliza para esconder su falta de identidad lo sumergen en una
incomunicación profunda. El mexicano se esconde en la fiesta, en la celebración e
incluso en la violencia.
El comportamiento del mexicano es un gran código que sirve para esconder una
naturaleza que ni siquiera él mismo conoce. Las máscaras, que según Paz tienen
un origen histórico-mítico-psicoanalítico que se relaciona con la concepción del
mexicano, tienen una función que se basa en la deformación de la realidad. En el
laberinto de Paz confluyen todos los elementos que constituyen la idiosincrasia
mexicana. La soledad del laberinto surge como una expiación que eliminará la
angustia y la inestabilidad del ser mexicano.
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