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ORACIÓN DE LA MAÑANA – BACHILLER FUNDACION EDUCATIVA SANTO DOMINGO

COLEGIO VIRGEN DE ATOCHA – MADRID

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¿Qué es orar? Tenemos que ser los primeros en tener claro qué es orar, de lo contrario podemos transmitir al alumno una idea equivocada de la oración que puede generar el rechazo que algunos mencionabais. La oración nace de la actitud natural del creyente de relacionarse con Dios. Se trata de un encuentro personal con Dios desde la amistad, desde la confianza. La oración supone esa confianza en Dios (que llamamos fe) y, a la vez, la acrecienta; como sucede en todo trato humano de amistad. No debemos orar por interés egoísta, al igual que no debemos entablar amistades por los beneficios que ello pueda reportarnos. Sólo entonces podemos hablar de verdadera amistad (con Dios y con los demás), y sólo la amistad nos proporciona aquello que verdaderamente ansiamos. Curiosamente, las cosas esenciales de la vida (la propia vida, el amor, el perdón, la salvación,…) sólo podemos recibirlas como un regalo, nunca conquistarlas o exigirlas. Sólo podemos ponernos en disposición de recibirlas. Existen muchos tipos de oración: personal o comunitaria, meditativa o contemplativa, etc. Para el aula la más apropiada es la comunitaria meditativa. En la meditación intervienen el pensamiento, la imaginación, la emoción y el deseo. Aspectos especialmente agitados en la etapa de la adolescencia y tardoadolescencia. ¿Cómo orar? Tratar cuestiones existenciales con adolescentes resulta difícil; invitarles a ponerse delante de Dios al comenzar el día no iba a ser una excepción. Para empezar, los alumnos (en su mayoría) aún no han tomado una postura existencial definitiva, o al menos madura, sobre sus creencias religiosas. Es normal que algunos se muestren pasivos, ajenos o que se avergüencen de mostrar sentimientos religiosos ante los demás; pensad que eso mismo les sucede en muchos otros aspectos de su vida que implican afectos. ¿Cómo abordar en este contexto la oración? Pues, al igual que con todos esos temas vitales y afectivos que tanto violentan al adolescente, la clave está en la naturalidad. El profesor no tiene que ser un experto en teología o espiritualidad cristiana, no tiene que ser un ejemplo de santidad, tan sólo tiene que orar delante de los alumnos con naturalidad. Somos adultos y en esto también debemos ser un referente para ellos. Tal vez algunos de nosotros podamos sentir escrúpulos a la hora de manifestar en público sentimientos religiosos porque hemos crecido pensando que “eso es asunto de los curas y las monjas”. En ese caso, tal vez sirva recordar una experiencia que muchos pasamos de niños: cuando nos avergonzábamos de mostrar cariño a nuestros padres delante de los compañeros por miedo a que nos vieran “ñoños” o débiles. Si en las relaciones familiares maduramos, en la relación con Dios también. El profesor no debe sentirse cumplidor de una tarea más del colegio, como algunos de vosotros confesabais. Sólo en la medida en que vivamos con naturalidad la expresión común de que Dios da sentido a nuestra vida podremos transmitírselo a los alumnos no como una imposición, sino como una invitación. Si el alumno percibe que la oración se hace “porque lo manda la dirección” aumentará, como es lógico, su rechazo. Por eso mismo, debemos evitar la tentación de sustituir la oración por una mera reflexión moralizante, algo que tal vez nos parezca que incomoda menos la natural rebeldía del alumno. El adolescente siempre se va a mostrar crítico, en mayor o menor medida, con los modelos que les proponga un adulto, es normal y necesario que así sea. Por nuestra parte, no podemos cometer el tan extendido error (a veces incluso en la



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propia Iglesia) de reducir el mensaje del Evangelio a un código ético. Los códigos éticos necesitan de un sentido de la vida y una concepción de la persona previos que les sirvan de base y los doten de contenido. Lo fundamental para el cristiano es el mensaje religioso del Evangelio, y no un código ético determinado, sin que eso suponga ningún impedimento (sino todo lo contrario) para que arribemos a numerosos valores comunes en una sociedad plural. LA ORACIÓN DE LA MAÑANA EN BACHILLERATO No se hace oración cuando se tiene tiempo, sino que se toma tiempo para encontrarse con Dios. Nosotros nos tomaremos los primeros minutos de la primera hora lectiva de la jornada escolar: un total de entre 4 y 5 minutos. La oración comenzará sólo cuando se haya logrado silencio total en el aula (esto, además, ayudará a comenzar la clase con más sosiego). Todos sabemos que hay quien llega tarde porque sabe que se perderá la oración y no los contenidos que se impartan en clase; en ese caso se debe procederse con la sanción correspondiente al retraso ordinario. A continuación, nos santiguamos “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. La oración consistirá en la lectura por parte del profesor en voz alta, con claridad y buena entonación, del breve texto propuesto (generalmente extraído del Nuevo Testamento) seguido de un silencio meditativo de 2 ó 3 minutos. Durante el mismo, cada uno reflexionará interiormente y de manera personal sobre el texto leído. Intentaremos así que el alumno aprenda a valorar el silencio y a respetar la oración personal de sus compañeros. Al principio siempre cuesta. Antes de terminar, si el profesor lo desea y conforme a las circunstancias del día, se puede realizar alguna petición o alguna intención o se puede invitar a rezar en voz alta el padrenuestro a quien lo desee. Finalmente nos santiguaremos “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.



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SEPTIEMBRE 2010

X 15 Mc 8, 27 Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de

Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas.» Y él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»

J 16 Lc 7, 40 Jesús se dirigió a Simón, el fariseo, y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte». Él respondió: «Di, maestro». -«Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?» Respondió Simón: «Supongo que aquel a quien perdonó más». Jesús dijo: «Has juzgado bien». Y vuelto a la mujer pecadora le dijo a Simón: «Por eso te digo que le quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra». Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan perdonados. Tu fe te ha salvado. Vete en paz»

V 17 Lc 6, 36 Les dijo Jesús: «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, colmada, rebosante, será derramada en vuestro regazo. La medida que con otros uséis, ésa se usará con vosotros.»

L 20 Mt 9, 9 Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo,

sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme.» El se levantó y le siguió. Y sucedió que estando él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos decían a los discípulos: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?» Mas él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: “Misericordia quiero, que no sacrificio”. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.»

M 21 Lc 8, 19 En aquel tiempo fueron a buscar a Jesús su madre y sus primos, pero no podían llegar hasta Él a causa de la gente. Le anunciaron: «Tu madre y tus primos están ahí fuera y quieren verte». Entonces él les respondió: «Mi madre y mis hermanos es todo aquel que oye la Palabra de Dios y la cumple»

X 22 Mc 9, 30 Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, preguntó a sus discípulos: «¿De qué discutíais por el camino?» Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el más importante. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.» Y acercando a un niño, le puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado.»

J 23 Mc 9, 38 Se acercó Juan a Jesús y le dijo: «Maestro, vimos a uno que curaba endemoniados en tu nombre y hemos tratado de impedírselo porque no es uno de los nuestros.» Pero Jesús respondió: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre que luego sea capaz de hablar mal de mí. El que no está contra nosotros, está a favor nuestro.»

V 24 St 2, 14 ¿De qué sirve tener fe si no tienes obras? Supongamos que uno anda harapiento y hambriento y uno de vosotros le dice: «Dios te ampare:



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tienes que abrigarte y comer», pero no le asistís en sus necesidades, ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tienes obras está muerta por dentro.

L 27 Lc 8, 4 Les dijo en parábola: «Salió un sembrador a sembrar sus semillas; y

al sembrar, una parte cayó al borde del camino, fue pisada, y los pájaros se la comieron; otra cayó sobre terreno pedregoso y, después de brotar, se secó, por no tener humedad; otra cayó en medio de zarzas y, creciendo con ella, las zarzas, la ahogaron. Otra cayó en tierra buena y al crecer dio fruto al ciento por uno.» Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»

M 28 Jn 3, 13 Dijo Jesús a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y al igual que Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»

X 29 Lc 6, 43 Decía Jesús a sus discípulos: «No hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal. Porque de lo que rebosa el corazón habla la boca.»

J 30 Lc 14, 1 Un sábado, se encontró Jesús delante de un enfermo de hidropesía y, dirigiéndose a los maestros de la Ley y fariseos, preguntó: «¿Es lícito curar los sábados o no? Ellos se quedaron callados. Jesús, tocando al enfermo, lo curó y los despidió.»

OCTUBRE 2010

V 1 Lc 6, 39 Jesús les contó una parábola: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego?

¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo por encima del maestro. Si bien cuando termine su aprendizaje será como su maestro. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo", no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano.»

L 4 Mt 18, 1 En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para

preguntarle: «¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?». Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: «Os aseguro que si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. El que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. El que recibe a un niño en mi Nombre, me recibe a mí mismo. Y cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están en el cielo viendo siempre el rostro de mi Padre.»

M 5 Mt 7, 7 «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abre. Si a alguno de vosotros su hijo le pide pan, ¿acaso le va a dar una piedra; o si le pide un pez, ¿le dará una culebra? Pues si vosotros, que sois imperfectos,



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sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!»

X 6 Rm 8, 24 «Porque en nuestra esperanza estamos salvados; y toda esperanza se refiere a lo que no se ve. Y el Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra debilidad. Muchas veces no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu intercede por nosotros con clamores inefables.»

J 7 Lc 6, 27 Dijo Jesús a sus discípulos: «Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide dale; al que se lleve lo tuyo no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que os traten.»

V 8 Lc 6, 20 «Dichosos los pobres porque vuestro es el Reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis porque reiréis. Dichosos vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como maldito por mi causa porque vuestra recompensa será grande.»

X 13 Jn 6, 60 Muchos discípulos al oír las palabras de Jesús decían: «Este modo

de hablar es duro, ¿quién podrá poner en práctica sus palabras?». Entonces Jesús les dijo: «¿Vaciláis? Las palabras que os he dicho son espíritu y vida». Y dirigiéndose a los Doce les preguntó: «¿También vosotros queréis dejarme?». Pedro, tomando la palabra le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Sólo tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos.»

J 14 Lc 11, 37 Un fariseo se sorprendió al ver que Jesús no se lavaba las manos antes de comer según el ritual. Jesús le dijo: «Vosotros los fariseos limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis maldades. ¡Necios! ¿El que hizo lo de fuera no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo de dentro y tendréis todo limpio.»

V 15 Mt 22, 34 Los fariseos le preguntaron para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal?» Él les dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Este es el mandamiento principal y primero. El segundo es semejante a él: amarás al prójimo como a ti mismo.»

L 18 Mt 11, 25 Jesús oró diciendo: «Te doy gracias, Padre, Dios del cielo y de la

tierra porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis vuestro descanso.»

M 19 Lc 12, 1 «Nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada hay escondido que no llegue a saberse. A vosotros os digo, amigos míos: no temáis a los que matan el cuerpo pero no pueden hacer más. Temed a los que pueden matar el alma.»

X 20 Mt 5, 1 «Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán hijos de Dios. Estad alegres y contentos porque vuestra recompensa será grande en el cielo.»

J 21 Mc 10, 35 Se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Los otros diez al oír aquello se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los



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tiranizan y que los grandes los oprimen. No debe ser así entre vosotros: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; el que quiera ser primero, sea el siervo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venid para que le sirvan sino para servir y dar su vida en rescate por todos.»

V 22 Mt 22, 1 «El Reino de Dios se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados de la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados pero los convidados no hicieron caso. Entonces dijo a sus criados: la boda está preparada pero los convidados no la merecían: id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis convidadlos a la boda.»

L 25 Mt 18, 21 Se acercó Pedro y preguntó a Jesús: «Señor, si mi hermanos me

ofende, ¿cuentas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?». Jesús le contestó: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.»

M 26 Jn 12, 24 «Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se niega a sí mismo en este mundo se guarda para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor.»

X 27 Ef 4, 30 No pongáis triste al Espíritu Santo. Dios os ha marcado con el para el día de la liberación final. Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados, los insultos y toda la maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros.

J 28 Lc 13, 18 «El Reino de Dios se parece a un grano de mostaza que un hombre coge y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas. Se parece a la levadura que coge una mujer y mete en tres medidas de harina hasta que todo fermente.»

V 29 Lc 6, 12 Subió jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles. Bajó del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de gente del pueblo procedente de Judea, Jerusalén, Tiro y Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades.

NOVIEMBRE 2010 M 2 Rm 8, 24 «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también

en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estés también vosotros.»

X 3 Ef 4, 17 No os comportéis con vanidad. No es eso lo que habéis aprendido de Cristo, si es que es a él a quién habéis oído y en quien fuisteis enseñados. Despojaos del hombre viejo, viciado por su búsqueda de satisfacción, y renovaos en vuestra mente y vuestro espíritu. Vestíos del hombre nuevo, creado a imagen de Dios en justicia y pureza verdaderas.

J 4 Mt 13, 54 Cuando Jesús fue a su ciudad se puso a enseñar en la sinagoga. La gente decía admirada: «De donde saca éste esa sabiduría y esos



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milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María?» Jesús les dijo: Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta». Y no hizo allí muchos milagros porque les faltaba fe.

V 5 Lc 15, 3 Los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Éste acoge a los pecadores y se sienta a comer con ellos». Jesús les dijo: «Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja a las otras noventa y nueva y sale en busca de la descarriada hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, carga con ella muy contento. Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.»

L 8 Jn 11, 20 Jesús le dijo a Marta, la hermana de Lázaro: «Yo soy la

resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que vive y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?» Ella le contestó: «Sí Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.»

M 9 Jn 2, 13 Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas de moneda en sus puestos. Echó a todos del Templo y volcó las mesas y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí. No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»

X 10 Mt 13, 31 Jesús les propuso otra parábola: «El Reino de Dios se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece se hace un arbusto alto y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.»

J 11 Lc 17, 20 A unos fariseos que le preguntaban cuándo iba a llegar el Reino de Dios, Jesús les contestó: «El Reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el Reino de Dios está dentro de vosotros.»

V 12 Jn 6, 14 La gente, al ver el signo de la multiplicación de los panes y los peces, decía: «Éste sí que es el profeta que tenía que venir al mundo». Jesús, entonces, sabiendo que querían llevárselo para proclamarlo rey, se alejó de allí de nuevo a la montaña él sólo.

L 15 Ef 4, 1 Os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido

llamados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos; sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo espíritu como una sola es la meta de la esperanza en Cristo Jesús, Señor nuestro.

M 16 Lc 19, 1 Zaqueo, jefe de publicanos y rico, le dijo a Jesús: «Mira, la mitad de mis bienes, señor, se la doy a los pobres. Y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más». Jesús le contestó: «Hoy ha sido tu salvación, también eres hijo de Abraham. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»

X 17 2 Co 8, 13 Bien sabéis lo generoso que ha sido nuestro señor Jesucristo: siendo rico, por vosotros se hizo pobre, para que vosotros, con su pobreza, os hagáis ricos. Pero no se trata de aliviar a otros pasando vosotros estrecheces; se trata de nivelar. Ahora, vuestra abundancia puede remediar la falta que otros tienen

J 18 Mt 7, 25 Dijo Jesús: «El que escucha mis palabras y las pone en práctica se parece a ese hombre prudente que construyó su casa sobre roca. Cayó la



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lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron sobre la casa, pero no se hundió porque estaba construida sobre roca. El que escucha mis palabras y no las pone en práctica se parece a ese hombre necio que construyó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa que se hundió totalmente.»

V 19 Jn 18, 34 Jesús le contestó a Pilato «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí». Pilato contestó: «Con que eres rey”. Jesús replicó: «Soy rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»

L 22 Lc 21, 1 Vio Jesús a unos ricos que echaban donaciones en el arca de las

ofrendas. Y vio también una viuda pobre que echaba dos reales y dijo: «Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demán han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado de lo que tiene para vivir».

M 23 Lc 21, 5 Jesús dijo a sus discípulos: «Cuidado que no os engañen. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre diciendo: “el momento está cerca”. No vayáis tras los falsos profetas».

X 24 Mt 6, 5 Les dijo Jesús: «Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que les gusta orar de pie en las sinagogas y en los ángulos de las plazas para ser vistos; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Vosotros, cuando oréis, entrad en la habitación y cerrad la puerta; y tu Padre, que está en lo secreto, que ve en lo escondido, te recompensará».

J 25 Mt 6, 7 Les dijo Jesús: «Y orando, no seáis habladores, como los gentiles, que piensan que son escuchados por hablar mucho. No hagáis como ellos porque vuestro Padre conoce las cosas que necesitáis antes de que se las pidáis».

V 26 Mt 6, 9 Les dijo Jesús: «Orad así: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre; venga tu Reino, hágase tu voluntad, como en el cielo, así en la tierra. El pan nuestro de cada día dánosle hoy, y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores y no nos pongas en tentación, mas líbranos del mal».

L 29 Mt 18, 9 Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los

demás, esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias.” En cambio, el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!”. Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado».

M 30 Mt 16, 24 «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. El que quiera salvar su vida la perderá, pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo si arruina su vida?»



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DICIEMBRE 2010

X 1 Mt 6, 1 Les dijo Jesús: «Cuando hagas limosna, no vayas tocando al

trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las plazas, para ser alabados por la gente; os aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre celestial, que ve en lo secreto, te lo pagará».

J 2 Mt 5, 43 Dijo Jesús: «Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero os digo: Amad a vuestros enemigos, rogad por los que os persiguen. Así seréis hijos del Padre que está en el cielo, que hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos».

V 3 Mt 5, 38 Dijo Jesús: «Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia; al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te pide que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado».

J 9 Mt 5, 46 Dijo Jesús: «Si amáis solamente a quienes os aman, ¿qué

recompensa merecéis? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Sed perfectos como vuestro Padre que está en el cielo».

V 10 Mt 9, 35 Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, se compadecía, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rogad al dueño de los sembrados que envíe trabajadores a su cosecha».

L 13 Mt 21, 28 Les contó la siguiente parábola: «Un hombre tenía dos hijos y,

dirigiéndose al primero, le dijo: "Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña". Él respondió: "No quiero". Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y éste le respondió: "Voy, Señor", pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?». -«El primero», le respondieron. Jesús les dijo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que vosotros al Reino de Dios. En efecto, Juan vino por el camino de la justicia y no creísteis en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero vosotros, ni siquiera al ver este ejemplo, os habéis arrepentido ni creído en él».

M 14 Mt 5, 13 Dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en vosotros, a fin de que ellos vean vuestras buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo».



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X 15 Lc 1, 26 Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de

Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se inquietó por estas palabras, y pensaba qué significaba aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin».

J 16 Lc 1, 39 En aquellos días, se levantó María y fue a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno. ¿Cómo es que me visita la madre de mi Señor? ¡Feliz tú porque has creído!».

V 17 Lc 2, 4 Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.

L 20 Lc 2, 8 Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y

vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».

M 21 Lc 2, 15 Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.» Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón.

X 22 Lc 2, 1 Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá llegaron del oriente a Jerusalén unos magos. La estrella que habían visto en Oriente les precedía, hasta que vino a pararse encima del lugar donde estaba el niño, Al ver la estrella, sintieron grandísimo gozo y, llegando a la casa, vieron al niño con María, su madre, y le adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron como dones oro, incienso y mirra.

J 23 Is 9, 1 El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban en tierras de sombras, y una luz les brilló. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo: se gozan en tu presencia. Porque la bota que pisa con estrépito y la túnica empapada en sangre, serán combustible, pasto del fuego. Porque la vara del opresor, el yugo de su carga, el bastón de su hombro, los quebraste. Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado y es su nombre: Príncipe de la paz.



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ENERO 2011

L 10 Mc 1, 14 Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:

“Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio”. Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

M 11 Mc 1, 21 Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad. Todos se preguntaban estupefactos: “¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen”. Su fama se extendió por todas partes, alcanzando toda Galilea.

X 12 Mc 1, 29 Al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. Estaba la suegra de Simón en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Aquella noche, se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.

J 13 Mc 1, 40 Se acercó a Jesús a un leproso y le suplicó de rodillas: “Si quieres puedes limpiarme”. Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Quiero: queda limpio”. La lepra se le quitó al instante y quedó limpio. Él le despidió, encargándole severamente: “No se lo digas a nadie”. Pero empezó a divulgar el hecho de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo.

V 14 Mc 2, 13 Estando Jesús a la mesa en casa de Leví, el de Alfeo, de entre los muchos que lo seguían un grupo de publicanos y pecadores se sentaron con Jesús y sus discípulos. Algunos escribas y fariseos, al ver que comía con publicanos y pecadores, les dijeron a los discípulos: “De modo que come con publicanos y pecadores”. Jesús lo oyó y les dijo: “No necesitan médico los que están sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.

L 17 Mc 2, 18 Los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno. Vinieron

unos y le preguntaron: “¿Por qué tus discípulos no guardan el ayuno?”. Jesús les contestó: “¿Es que pueden ayunar los amigos del novio, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio; aquel día sí que ayunarán. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revienta los odres y se pierde el vino y los odres. A vino nuevo, odres nuevos”.

M 18 Mc 2, 23 Un sábado, atravesaba el Señor un sembrado; mientras andaban, los discípulos iban arrancando espigas. Los fariseos le dijeron: “Oye, ¿porqué hacen en sábado lo que no está permitido?”. El les respondió: “El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del Hombre es también dueño del sábado”.

X 19 Mc 3, 1 Entró Jesús otra vez en la sinagoga, y había allí un hombre con parálisis en un brazo. Los fariseos estaban al acecho, para ver si curaba en sábado y acusarlo. Les preguntó: “¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle al vida a un hombre o dejarlo morir?”. Se quedaron callados. Entonces Jesús le dijo al hombre: “Extiende el brazo”. Lo extendió y quedó restablecido. En cuanto salieron de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él.



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J 20 Mc 3, 7 Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del lago, y lo siguió una

muchedumbre de Galilea. Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, de Jerusalén y de Idumea, de la Transjordania, de las cercanías de Tiro y Sidón. Todos los que sufrían de algo querían que les curara. Hasta los espíritus inmundos reconocían que era el Hijo de Dios, pero él evitaba que esto se diera a conocer.

V 21 Mc 3, 13 Mientras subía a la montaña, Jesús fue llamando a los que él quiso, y se fueron con él. A doce los hizo sus compañeros, para enviarlos a predicar y a curar. Así constituyó el grupo de los Doce.

L 24 Mc 16, 15 Jesús se apareció a los Once y les dijo: “Id al mundo entero y

proclamad el Evangelio a toda la creación”. Ellos se fueron, predicando por todas partes, cooperando con ellos el Señor y confirmando sus palabras con señales.

M 25 Mc 3, 31 Llegaron la Madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dijo: “Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan”. Les contestó: “El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre”.

X 26 Mc 4, 1 Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar: “Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó enseguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano.” Y añadió: “El que tenga oídos para oír, que oiga”.

J 27 Mc 4, 21 Dijo Jesús a la muchedumbre: “¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o se trae para ponerlo en el candelero? Si se esconde algo, es para que se descubra; si se hace algo a ocultas, es para que salga a la luz”. Les dijo también: “La medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces”

V 28 Sto. Tomás de Aquino, OP Señor Dios, tú bien sabes cuánto nos cuesta estudiar. No todos tenemos la misma capacidad, pero sí cada uno tiene distintas posibilidades, energías y valores. Hoy recordamos a Sto. Tomás de Aquino, que fue joven como nosotros, que vivió bajo los mismos impulsos, ideas, ilusiones y problemas juveniles de su época. Por medio de él, como ejemplo para nuestra vida de estudiantes, queremos pedirte Señor: que nos des luz para encontrar la Verdad, fuerza para superar las dificultades, que nos hagas sinceros con nosotros mismos, que fortalezcas nuestra débil fe juvenil cargada de dudas y nos ayudes a crecer con verdadero sentido social y comunitario para que nuestro estudio pueda servir a otros más necesitados. Haznos abiertos a toda verdad, con un corazón acogedor



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y un sentido de la libertad que nos haga sentirnos agradecidos de ser cristianos y de haber crecido en el espíritu dominicano. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro hermano mayor en la fe, a quien Tomás conoció y amó a través del estudio, a quien predicó a través de su palabra y su ejemplo. Amén.

L 31 Jn 10, 1 Les dijo Jesús: “El que entra por al puerta del aprisco de las ovejas,

no es el ladrón sino el pastor. Al pastor el guarda le abre la puerta y las ovejas atienden a su voz, las llama por su nombre, las saca fuera y camina delante de ellas. Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas: quiene entra por mí se salvará y podrá entrar y salir y encontrarán pastos. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”.

FEBRERO 2011

M 1 Mc 5, 1 Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago, en la región de los

gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro un hombre poseído de un espíritu inmundo. Jesús le dijo: “Espíritu inmundo, sal de éste hombre”. La gente fue a ver qué estaba pasando. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado sentado, vestido y en su juicio. Se quedaron espantados. Cuando Jesús se embarcaba para irse de allí, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía. Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: “Vete a casa, con los tuyos y anúnciales lo que el Señor a hecho contigo por su misericordia”. Y él se fue y comenzó a predicar en la Decápolis.

X 2 Lc 2, 22 Cuando entraban con el niño Jesús sus padres al Templo, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo ir en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”.

J 3 Mc 6, 1 Fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: “¿De dónde saca todo eso? ¿qué sabiduría es esa que le han enseñado? ¿y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María?” Jesús les decía: “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”. No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos.

V 4 Mc 6, 7 Llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más; que llevaran sandalias, pero no una túnica de repuesto. Ellos salieron a predicar la conversión, echaba muchos demonios y ungían con aceite a muchos enfermos para curarles.

L 7 Mc 4, 26 Jesús le dijo a la gente: “El reino de Dios se parece a un hombre

que hecha simiente en tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto se mete la hoz porque ha llegado la siega”.



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M 8 Mc 4, 35 Dejando a la gente, se lo llevaron en barca; otras barcas lo

acompañaban. Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron diciéndole: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?”. Se puso de pie, increpó al viento y dijo al lago; “¡Silencio, cállate!”. El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: “¿Por qué tenéis tanto miedo? ¿Es que aún no tenéis fe?”.

X 9 Mc 7, 1 Se acercó Jesús a un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén y vieron que algunos discípulos comían sin lavarse antes las manos según el ritual judío. Los fariseos y los escribas le preguntaron a Jesús: “¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición?”. Él les contestó: “Dejáis a un lado los mandamientos de Dios para aferraros a una tradición de los hombres; anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición”.

J 10 Mc 7, 14 Llamó de nuevo Jesús a la gente y les dijo: “Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre; porque de dentro del corazón del hombre salen los malos propósitos”.

V 11 Mc 6, 30 Los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: “Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco”. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio la multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.

L 14 Jer 17, 5 Así dice el Señor: “Desdichado quien confía en el hombre y en lo

humano busca su fuerza, apartando su corazón de Dios. Habitará en la aridez del desierto, tierra salobre e inhóspita. Bendito quien confía en el Señor y pone en Él su confianza. Será un árbol plantado junto al agua; cuando llegue el estío no lo sentirá”.

M 15 Mc 8, 11 Se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. Jesús suspiró profundamente y dijo: “¿Por qué exigís un signo? Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación”. Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

X 16 Mt 6, 1 Dijo Jesús a sus discípulos: “Cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles con el fin de ser honrados por los hombre; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha”.

J 17 Mt 6, 16 Les dijo Jesús: “Cuando recéis no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que las gente les vea. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará”.

V 18 Mt 6, 18 Dijo Jesús: “Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido. Y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará”.



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L 21 Lc 9, 22 Jesús dijo a sus discípulos: “El Hijo del Hombre tiene que padecer

mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día. El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz de cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica?”.

M 22 Mt 16, 13 Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?”. Ellos le contestaron: “Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas”. Él les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”.

X 23 Mt 6, 7 Dijo Jesús a sus discípulos: “cuando recéis no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis.”

J 24 Lc 4, 1 Durante esos cuarenta días en el desierto, Jesús fue tentado por el diablo. Jesús sintió hambre y entonces el diablo le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, dile a esa piedra que se convierta en pan”. Pero Jesús le contestó: “Está escrito: ‘No sólo de pan vive el hombre’”.

V 25 Mt 7, 7 Dijo Jesús a sus discípulos: “Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra? Pues si vosotros, que sois imperfectos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden”.

L 28 Mt 5, 22 Les dijo Jesús: “Si cuando vas a poner tu ofrenda en el altar, te

acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda”.

MARZO 2011

M 1 Lc 6, 36 Dijo Jesús a sus discípulos: “Sed compasivos como vuestro Padre

es compasivo; no juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará; os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros”.

X 2 Mt 23, 1 Les dijo Jesús: “No hagáis como los fariseos. Todo lo hacen para que les vea la gente: les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno sólo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.

J 3 Mt 20, 20 Jesús, reuniéndolos les dijo: “Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen; no será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por



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todos”.

V 4 Lc 4, 5 El diablo siguió tentando a Jesús en el desierto y llevándolo a lo alto le mostró en un instante todos lo reinos del mundo y le dijo: “Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo”. Jesús le contestó: “Está escrito: ‘Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él darás culto’”.

L 7 Mc 5, 43 Jesús le dijo a sus discípulos: “Habéis oído que se dijo: “Amarás a

tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo. Yo en cambbio os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman: ¿qué mérito tenéis?”.

M 8 2 Co 5, 17 “El que es de Cristo es un ser humano nuevo. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. La salvación viene de Dios, que por Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación. Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación. Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo”.

X 9 Mt 18, 21 Se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: “Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿hasta siete veces?”. Jesús le contesta: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”.

J 10 Flp 3, 8 Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia de la confianza y fe en Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo en nada con tal de estar con Cristo y existir en él, con una salvación que se apoya en la fe. No es que ya posea el premio; yo sigo en la carrera a ver si obtengo ese premio que Cristo ya ganó para mí”.

V 11 Lc 11, 14 Jesús expulsaba a los espíritus inmundos y la multitud se quedaba admirada, pero algunos de ellos decían: “Expulsa a los demonios por arte del demonio”. Él, adivinando lo que pensaban, les dijo; “Vosotros decís que echo los demonios con el poder del demonio, pero ¿cómo sobrevivirá un reino dividido enfrentado una parte a la otra?. Pero, si echo los demonios con el dedo de Dios, es que el reino de Dios ha llegado a vosotros”.

L 14 Mc 12, 28 Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Qué mandamiento

es el primero de todos?” Respondió Jesús: “El primero es: ‘Escucha Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es éste: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No hay mandamiento mayor que éstos”.

M 15 Jn 8, 2 Los escribas y fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La Ley de Moisés manda apedrearla; tú, ¿qué dices?”. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: “El que esté sin pecado, que tire la primera piedra”. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Jesús le dijo a la mujer: “Tampoco yo te condeno, Anda, y en adelante no peques más”.

X 16 Jn 5, 1 Estaba junto a la piscina que llaman en hebreo Betesda un hombre enfermo. Jesús se acercó y le preguntó: ¿Quieres quedar sano?”. El enfermo le contestó: “Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina para quedar sano”. Entonces, Jesús le dice: “Levántate, toma tu camilla y hecha a andar”.



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Y al momento quedo sano. Aquel día era sábado, por eso los judíos acosaban a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.

J 17 Jn 5, 17 Dijo Jesús a los judíos: “Mi Padre sigue actuando y yo también actúo”. Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo; porque no sólo abolía el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios. Jesús tomó la palabra y les dijo: “Os lo aseguro: quien escucha mi palabra y cree a quien me envió posee la vida eterna porque ha pasado ya de la muerte a la vida. No busco mi voluntad, sino la voluntad de quien me envió”.

V 18 Jn 5, 31 Dijo Jesús a los judíos: “Juan Bautista era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo doy es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras dan testimonio de que el Padre me ha enviado. Yo vengo en su nombre y no me recibís, si otro viene en nombre propio a ese sí le recibís”.

L 21 Jn 11, 45 Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron al sanedrín y

dijeron: “¿Qué hacemos?, este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán el él, y vendrán los romanos a destruir la nación”. Caifás, que era el sumo sacerdote aquel año dijo: “Conviene que un hombre muera para salvar al pueblo”. Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso, Jesús ya no andaba públicamente con los judíos, sino que se retiró a Efraín con sus discípulos.

M 22 Jn 8, 12 Jesús se dirigió a los fariseos y les dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Ellos le preguntaban: “¿Dónde está tu Padre?”. Jesús contestó: “Ni me conocéis a mí ni conocéis a mi Padre; si me conocierías a mi conocerías también a mi Padre, que me ha enviado”.

X 23 Jn 8, 21 Entonces dijo Jesús: “No hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada”.

J 24 Jn 8, 31 Dijo Jesús a quienes habían creído en él: “Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad y la verdad os hará libres. Os aseguro que quien comete pecado es esclavo. Y el esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo sí”.

V 25 Lc 1, 26 En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”.

L 28 Jn 10, 22 Los judíos le dijeron: “Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente”.

Jesús les respondió: “Las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna. Nadie las arrebatará de mi mano, mi Padre me las ha dado y



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nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. El Padre y yo somos uno”.

M 29 Jn 12, 44 Dijo Jesús: “El que cree en mí, cree en quien me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no vivirá en las tinieblas. No he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo”.

X 30 Mt 11, 25 Jesús exclamó: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí los que estéis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y encontraréis vuestro descanso”.

J 31 Jn 14, 1 Dijo Jesús a sus discípulos: “Que no tiemble vuestro corazón. Creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo para que donde estoy yo, estéis también vosotros”.

ABRIL 2011

V 1 Jn 20, 11 Fuera, junto al sepulcro, estaba María Magdalena llorando. Al dar

media vuelta ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: “Mujer, ¿por qué lloras?¿a quién buscas?”. Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: “Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré”. Jesús le dice: “¡María!”. Ella se vuelve y le dice: “¡Maestro!”. Jesús le dice: “Anda, ve a mis hermanos y diles que subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”. María Magdalena fue y anunció a los discípulos: “He visto al Señor y ha dicho esto”.

L 4 Lc 24, 13 Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero

de la semana, a una aldea llamada Emaús. Iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos, pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: “¿Qué conversación es esa que traéis?”. Cleofás le replicó: “Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro libertador de Israel. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado diciendo que habían visto una aparición de ángeles que les habían dicho que estaba vivo”. Entonces Jesús les dijo: “¿No era necesario que el Mesías padeciera para entrar en su gloria?”. Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas les explicó todo lo que se refería a él en las Escrituras.

M 5 Lc 24, 35 Estaban hablando de estas cosas cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: “Paz a vosotros”. Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: “¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse. El Mesías padecerá y resucitará al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos”.

X 6 Jn 21, 1 En aquel tiempo Jesús se apareció de nuevo a los discípulos junto al lago Tiberíades. Se presentó en la orilla pero los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿tenéis pescado?”. Ellos contestaron:



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“No”. Él les dice: “Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis”. La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla de la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús quería tanto le dice a Pedro: “Es el Señor”.

J 7 Jn 3, 1 Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Éste fue a ver a Jesús de noche y le dijo: “Maestro, sabemos que has venido de parte de Dios porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él”. Jesús le contestó: “Te lo aseguro: el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios”. Nicodemo le pregunta: “¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo?”. Jesús le contestó: “El que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Tenéis que nacer de nuevo”.

V 8 Jn 3, 5 En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: “De lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio. Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del Hombre”.

L 11 Jn 3, 16 Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no

perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz; en cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

M 12 Jn 3, 31 El que viene del cielo, de lo que ha visto y oído da testimonio, y nae acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica la veracidad de Dios. El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida.

X 13 Jn 20, 19 Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”.

J 14 Jn 6, 22 Jesús les dijo: “Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna”. Ellos le preguntaron: “¿Qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?”. Respondió Jesús: “La obra que Dios quiere es esta: que creáis en el que Él ha enviado”.

M 26 Jn 6, 30 Dijo la gente a Jesús: “¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres

comieron el maná en el desierto, ¿qué signo vemos que haces tú para que creamos en ti?”. Jesús les replicó: “No fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo que da la vida al mundo”. Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de este pan”. Jesús les contestó: “Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasasrá hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed”.

X 27 Jn 6, 35 Dijo Jesús a la gente: “No he bajado del cielo para hacer mi voluntad, sino para hacer la voluntad del que me ha enviado. Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él tenga vida eterna”.

J 28 Jn 6, 44 Dijo Jesús a la gente: “El que cree posee la vida eterna. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”

V 29 Jn 6, 52 Estando en la sinagoga de Cafarnaúm, dijo Jesús: “El Padre que



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vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre. Yo soy el pan que ha bajado del cielo, no como el maná que comieron vuestros padres, del que comieron y murieron. El que come este pan vivirá para siempre”.

MAYO 2011 M 3 Jn 14, 6 Le dijo Jesús a Tomás: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida.

Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto porque yo estoy en el Padre y el Padre está en mí”.

X 4 Jn 14, 27 Dijo Jesús a sus discípulos: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde.”

J 5 Jn 15, 1 Dijo Jesús a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante porque sin mí no podéis hacer nada”.

V 6 Jn 15, 9 Jesús les dijo: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud”.

L 9 Jn 15, 12 Les dijo Jesús: “Este es mi mandamiento: que os améis unos a

otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer”.

M 10 Jn 15, 26 Les dijo Jesús a sus discípulos: “Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo. Por eso, no temáis cuando os persigan”.

X 11 Jn 14, 23 Dijo Jesús a sus discípulos: “El que me ama guardará mi palabra, y mi padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. La palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Ahora os hablo de esto porque estoy a vuestro lado, pero el Espíritu Santo que enviará mi Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho”.

J 12 Jn 16, 12 Les dijo: “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. El Espíritu me glorificará porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío, y lo mío os lo anunciará”.

V 13 Jn 16, 16 Dijo Jesús: “Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver. Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros mientras el mundo está alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría”.



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L 16 Jn 15, 16 Les dijo: “No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien

os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto perdure. Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros”.

M 17 Jn 16, 27 Les dijo Jesús: “Llega el día en que pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre”.

X 18 Jn 15, 11: Que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. SEMANA DOMINICANA fray Jordán de Sajonia (1176-1237), que trató personalmente con Sto. Domingo y le sucedió en el gobierno de la Orden de Predicadores, dice de él: Su ecuanimidad era inalterable, a no ser cuando se turbaba por la compasión y la misericordia hacia el prójimo. Y como el corazón alegre alegra el semblante, la hilaridad y la benignidad del suyo trasparentaban la placidez y el equilibrio del hombre interior.

J 19 Mt 5, 16: Que vean vuestras obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo. SEMANA DOMINICANA Nos dice fray Jordán de Sto. Domingo: Y como la alegría brillase siempre en su cara, fiel testimonio de su buena conciencia, (…) con ella se atraía fácilmente el afecto de todos; cuantos le miraban quedaban de él prendados. Dondequiera se hallase, fuese de viaje con sus compañeros, en las casas con sus hospederos y sus familiares, entre los magnates, entre los príncipes y los prelados, siempre tenía palabras de edificación y abundaba en ejemplos, con los cuales inclinaba los ánimos de los oyentes al amor de Cristo. En todas partes, sus palabras y sus obras revelaban al varón evangélico.

V 20 Mt 22, 37: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. SEMANA DOMINICANA Nos dice fray Jordán de Sto. Domingo: Durante el día nadie más accesible y afable que él en su trato con los frailes y los acompañantes. Por la noche, nadie tan asiduo a las Vigilias y a la oración. Dedicaba el día a los prójimos; la noche, a Dios; sabiendo que en día manda el Señor su misericordia, y en la noche, su cántico.

L 23 1 Jn 4, 20: Quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a

Dios a quien no ve. SEMANA DOMINICANA Nos dice fray Jordán de Sto. Domingo: Todos los hombres cabían en la inmensa caridad de su corazón y, amándolos a todos, de todos era amado. Consideraba un deber suyo alegrarse con los que se alegran y llorar con los que lloran, y, llevado de su piedad, se dedicaba al cuidado de los pobres y desgraciados. Otra cosa le hacía también amabilísimo a todos: que, procediendo siempre por la vía de la sencillez, ni en sus palabras ni en sus obras se observaba el menor vestigio de fingimiento o de doblez.



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M 24 Mc 16, 15: Id al mundo entero y predicad el evangelio a toda la creación.

FIESTA DE SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

• Santo Padre Domingo, llamado desde siempre "Luz de la Iglesia" y "Maestro de la Verdad", con gran confianza nos dirigimos a ti.

• Te rogamos nos obtengas la gracia de comprender la voluntad del Señor, la fuerza de seguir sus caminos, dejándonos guiar por la Sabiduría que viene de lo alto y la serenidad del espíritu, que sólo en Dios puede encontrar su paz.

• Te confiamos a todos los que se han alejado de la Iglesia que puedan recuperar la luz de la fe, el consuelo de la esperanza y la alegría del amor que se nos da.

• Intercede sobre todo por los jóvenes, que encuentren en Cristo el modelo ideal del hombre nuevo y en su Evangelio la luz que orienta en el camino de la vida.

• Confiamos en tu ayuda, Santo Padre Domingo, y en la de los intercesores de la Orden que la Providencia ha querido para un servicio de "caridad en la verdad" en beneficio de toda la humanidad. Amén

X 25 Mc 10, 28 Pedro le dijo a Jesús: “Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Jesús contestó: “Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más –casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones- y en la edad futura, vida eterna”

J 26 Mc 10, 40 Jesús, reuniéndolos, les dijo: “Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.



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V 27 Lc 22, 14 Llegada la hora, Jesús se sentó con sus discípulos y les dijo: “He

deseado enormemente tener esta comida pascual con vosotros, antes de padecer porque ya no volveré a comer, hasta que se cumpla en el Reino de Dios”. Y, tomando pan pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio diciendo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía”. Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo: “Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros”.

L 30 Mc 11, 15 Llegaron a Jerusalén, entró en el Templo y se puso a echar a los

que comerciaban allí, volcando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y los enseñaba diciendo: “¿No está escrito ‘Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblos’? Vosotros, en cambio, la habéis convertido en cueva de bandidos”.

M 31 Lc 1, 39 En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.

JUNIO 2011

X 1 Mc 12, 13 En aquel tiempo, enviaron a Jesús unos fariseos y herodianos,

para cazarlo con una pregunta. Se acercaron y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios. Dinos, ¿es lícito pagar impuestos al César o no? Jesús, viendo su hipocresía, les replicó: “¿Por qué me tendéis una trampa? Enseñadme un denario. ¿Dé quién es esta cara y esta inscripción?”. Le contestaron: “Del César”. Les replicó: “Lo que es del César pagádselo al César, y lo que es de Dios a Dios”.

J 2 Mc 12, 18 Se acercaron a Jesús unos saduceos, que no creen en la resurrección, y le preguntaron: “Maestro, si una mujer enviuda varias veces y vuelve a casarse otras tantas, cuando llegue la resurrección y vuelvan a la vida, ¿de cuál marido será mujer”. Jesús les respondió: “No entendéis la Escritura ni el poder de Dios. Cuando resuciten, ni los hombres ni las mujeres se casarán; serán como ángeles del cielo. ¿No habéis leído en el libro de Moisés lo que le dijo Dios: ‘Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos”.

V 3 Mc 12, 28 Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?” Respondió Jesús: “El primero es: amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. El segundo: amarás a tu prójimo como a ti mismo”. El escriba replicó: “Muy bien, Maestro, tienes razón. Amar al Señor con todo nuestro ser y al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Jesús le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”.

L 6 Mc 12, 44 Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas,

observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos les dijo: “Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les



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sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado de lo que tenía para vivir”.

M 7 Mt 5, 1 Al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y el se puso a hablar, enseñándoles: “Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de Dios. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los que sufren, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”.

X 8 Mt 5, 13 Dijo Jesús a sus discípulos: “Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? Vosotros sois la luz del mundo. No e puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara par meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y alumbre a todos los de la casas. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo”.

J 9 Lc 7, 40 Jesús se dirigió a Simón, el fariseo, y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte». Él respondió: «Di, maestro». -«Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?» Respondió Simón: «Supongo que aquel a quien perdonó más». Jesús dijo: «Has juzgado bien». Y vuelto a la mujer pecadora le dijo a Simón: «Por eso te digo que le quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra». Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan perdonados. Tu fe te ha salvado. Vete en paz»

V 10 Mt 5, 24 Dijo Jesús a sus discípulos: “Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda”.

L 13 Lc 15, 3 Dijo Jesús a los fariseos y escribas esta parábola: “Si uno de

vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento. Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”.

M 14 Mt 5, 38 Dijo Jesús a sus discípulos: “Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo, diente por diente’. Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas”.

X 15 Mt 5, 43 Dijo Jesús a sus discípulos: “Habéis oído que se dijo: amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?”.

J 16 Mt 6, 1 Dijo Jesús a sus discípulos: “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombre para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las



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sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha”.

V 17 Mt 6, 7 Dijo Jesús a sus discípulos: “Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe los que os hace falta antes que lo pidáis”.

L 20 Mt 6, 19 Les dijo Jesús: “No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la

carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman, ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón”.

M 21 Mt 7, 1 Dijo Jesús: “No juzguéis y no os juzgarán; porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? Sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano”.

X 22 Mt 7, 12 Dijo Jesús: “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la ley y los profetas”.

J 23 Mt 7, 15 Dijo Jesús: “Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos”.

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