nt wright - sorprendidos por la esperanza

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  • Sorprendidos por la esperanza

    Repensando el cielo, la resurreccin y la vida eterna

    NT Wright

  • Contenido Prefacio PRIMERA PARTE Preparando la escena Cap. 1 Listos para salir y sin ningn lugar adnde ir?

    1. Introduccin 2. La confusin sobre la esperanza: el mundo ms amplio 3. Variedades de creencias

    Cap. 2 Desconcertado sobre el paraso?

    1. La confusin cristiana con respecto a la esperanza 2. Exploracin de las opciones 3. Los efectos de la confusin 4. Las implicaciones ms amplias de la confusin 5. Las preguntas clave

    Cap. 3 La esperanza cristiana en los primeros tiempos dentro de su ambiente histrico

    1. Introduccin 2. La resurreccin y la vida despus de la muerte en el paganismo y en el judasmo

    antiguos 3. El carcter sorprendente de la esperanza de los primeros cristianos

    Cap. 4 La extraa historia de la Pascua de Resurreccin

    1. Historias sin precedente 2. La Pascua y la historia 3. Conclusin

    SEGUNDA PARTE El plan futuro de Dios Cap. 5

  • Futuro csmico: progreso o desesperacin?

    1. Introduccin 2. Opcin 1: El optimismo evolutivo 3. Opcin 2: Almas en trnsito

    Cap. 6 Aquello por lo que est esperando todo el mundo

    1. Introduccin 2. Estructuras fundamentales de la esperanza 3. La siembra y la cosecha 4. La batalla victoriosa 5. Ciudadanos del cielo que colonizan la tierra 6. Dios ser todo en todo 7. Un nuevo nacimiento 8. El matrimonio del cielo y de la tierra 9. Conclusin

    Cap. 7 Jess, el cielo y la nueva creacin

    1. La ascensin 2. Qu es, entonces, la segunda venida?

    Cap. 8 Cuando l aparezca

    1. Introduccin 2. La venida, la aparicin, la revelacin y la presencia real

    Cap. 9 Jess, el juez que viene

    1. Introduccin 2. La segunda venida y juicio

    Cap. 10 La redencin de nuestros cuerpos

    1. Introduccin 2. La resurreccin: la vida despus de la vida despus de la muerte 3. La resurreccin en Corinto 4. La resurreccin: los debates posteriores 5. Repensando la resurreccin hoy: quin, dnde, qu, por qu, cundo y cmo

  • Cap. 11 Purgatorio, paraso, infierno

    1. Introduccin 2. El purgatorio 3. El paraso 4. Ms all de la esperanza, ms all de la piedad 5. Conclusin: las metas humanas y la nueva creacin

    TERCERA PARTE La esperanza en la prctica: la resurreccin y la misin de la Iglesia Cap. 12 La reformulacin de la salvacin: el cielo, la tierra y el reino de Dios

    1. Introduccin 2. El significado de la salvacin 3. El reino de Dios

    Cap. 13 La construccin del reino

    1. Introduccin 2. La justicia 3. La belleza 4. El evangelismo 5. Conclusin

    Cap. 14 La nueva forma que asume la Iglesia para su misin (1): races bblicas

    1. Introduccin 2. Los evangelios y los Hechos de los Apstoles 3. Pablo

    Cap. 15 La nueva forma que asume la Iglesia para su misin (2): viviendo el futuro

    1. Introduccin 1.1 La celebracin de la Pascua

    2. El espacio, el tiempo y la materia: la creacin redimida 3. La resurreccin y la misin 4. La resurreccin y la espiritualidad 4.1 El nuevo nacimiento y el bautismo 4.2 La eucarista

  • 4.3. La oracin 4.4 Las escrituras 4.5. La santidad 4.6. El amor

    Eplogo Dos sermones de Pascua de Resurreccin

  • Prefacio Qu es lo que estamos esperando? Y qu vamos a hacer al respecto mientras tanto? Estas son las dos preguntas que le dan su configuracin a este libro. En primer lugar, esta obra tiene que ver con la esperanza futura ltima que se establece en el Evangelio cristiano: nos referimos, claro est, a la esperanza de salvacin, de resurreccin, de vida eterna y de toda una serie de elementos similares con los que se relaciona. En segundo lugar, tiene que ver con el descubrimiento de la esperanza dentro del mbito de nuestro mundo actual: a este respecto, hablamos sobre las maneras prcticas en las que la esperanza puede cobrar vida entre aquellas comunidades y personas que carecen de ella, por cualquiera que sea la razn. Tambin tiene que ver con las formas en las que al adoptar la primera, se puede y debe generar y mantener la segunda. Segn mi experiencia, la mayora de las personas, entre las que se cuentan muchos cristianos, no sabe verdaderamente lo que es la esperanza cristiana fundamental. La mayora de las personas y, una vez ms es lamentable que tenga que incluir en este grupo a muchos cristianos, no espera que los cristianos tengan mucho que decir sobre la esperanza en el mundo actual. La mayora de las personas no imagina que estos dos elementos pudieran tener relacin alguna entre s. Es por ello que el ttulo de este libro, la esperanza, los toma por sorpresa y esto sucede a varios niveles al mismo tiempo. Sin lugar a dudas, en un primer nivel, el libro habla acerca de la muerte y de lo que puede decirse, desde la perspectiva cristiana, sobre lo que hay ms all de la misma. No voy a intentar hacer un anlisis fsico o mdico de la muerte y del periodo posterior a la misma, as como tampoco dar una descripcin psicolgica o antropolgica de las creencias y prcticas que tienen que ver con la muerte. Hay un nmero muy considerable de libros que se dedica a esos temas. Ms bien voy a abordar este tema desde mi perspectiva de telogo bblico y recurrir a otras disciplinas, aunque siempre con la esperanza de brindar aquello de lo que, por lo general, stas carecen y que es precisamente lo que yo creo que la Iglesia necesita recuperar: la respuesta cristiana clsica a la pregunta por la muerte y lo que hay despus de la muerte. Es ms, cabe mencionar que en estos tiempos no es tanto que no se crea en la vida despus de la muerte (a nivel, tanto del mundo, como de la Iglesia), sino que no se conoce mayormente nada al respecto. Una encuesta sobre las creencias acerca de la vida despus de la muerte que se llev a cabo en Gran Bretaa en el ao de 1995, permiti llegar a la conclusin de que, aunque muchas personas crean en algn tipo de vida que continuaba, slo una muy pequea minora, incluso de practicantes, crea en la posicin cristiana clsica, que es la de la resurreccin corporal futura. En realidad, me he podido percatar con mucha frecuencia de que aunque los cristianos siguen utilizando el trmino resurreccin, lo emplean como sinnimo de vida despus de la muerte o de ir al cielo y que, cuando se ven contra la pared, a menudo comparten la confusin que tiene el mundo en general sobre este tema. De igual manera, algunos escritores cristianos que abordan el tema de la muerte logran marginar la resurreccin y todo lo que sta implica, sin suponer aparentemente que se est ocasionando algn dao con esta actitud.

  • A modo de descargo de responsabilidad, debera decir que a un nivel yo no estoy muy bien calificado para hablar acerca del tema de la muerte. Ahora que tengo ms de cincuenta aos, soy la persona de edad madura menos afligida que conozco. Mi vida ha estado excepcionalmente libre de tragedias. Casi todos mis parientes han vivido hasta una edad muy avanzada. En realidad, estoy tanto sorprendido como agradecido por ello y es algo que valoro. Lo que es ms, aunque fui ordenado hace ms de treinta aos, el hecho de que mi vocacin me haya llevado a las universidades, por un lado, y por el otro, al trabajo diocesano y de catedral, significa que he tenido que oficiar muchos menos entierros y funerales que la mayora de los miembros del clero en sus dos o tres primeros aos. Son muy pocas las veces en las que he tenido que acudir al lecho de muerte de una persona. Sin embargo, a pesar de que es evidente que es mucho lo que tengo que aprender de primera mano sobre estos aspectos, creo que esto lo he podido compensar ampliamente metindome de lleno, de una manera que muchos no hubieran tenido la oportunidad de hacer, en la vida y en el pensamiento de los primeros cristianos. Y cuando lo he hecho, por lo general, siempre me ha quedado la sensacin de que no se trata de que no se haya credo lo que ellos manifestaron, sino que simplemente no se les ha escuchado en lo absoluto. El propsito que persigo en este libro es el de volver a sacar estas creencias a la luz y espero tambin que cobren vida puesto que estoy convencido de que ofrecern no solo la mejor esperanza, sino la esperanza mejor fundada que podamos tener. Es ms, ser una esperanza que se una, tal como lo he mencionado con anterioridad, a la esperanza que deber activar nuestro trabajo por el reino de Dios en el mundo actual. Luego, en un segundo nivel, el libro tiene que ver con las bases de la teologa prctica e, incluso, poltica, de lo que podramos llamar la reflexin cristiana sobre la naturaleza de la tarea que enfrentamos cuando intentamos que el reino de Dios se haga sentir verdaderamente en el mundo real y doloroso en el que vivimos. (Me disculpo con los bibliotecarios en caso de que esto les cause alguna confusin: se deber catalogar este libro bajo la categora de escatologa (muerte, juicio, cielo o infierno) o de poltica?). Tambin a este respecto se hace necesario otro descargo de responsabilidad. Debo aclarar que no soy poltico, aunque tambin es cierto que en virtud de mi cargo, soy miembro de la Cmara de los Lores de Gran Bretaa. Pero nunca me he inscrito como candidato a ninguna eleccin para desempear un cargo pblico, as como tampoco nunca he hecho campaa de forma activa en trminos del trabajo arduo de hablar, escribir, marchar, tratar de convencer a nadie a favor de las mltiples causas en las que creo. He tratado de arrimar el hombro y dar mi contribucin por otros medios. Sin embargo, en m se ha ido fortaleciendo la conviccin de que los temas en los que me he especializado y las situaciones pastorales que ahora enfrento todos los das en una dicesis, muchos de los cuales han sufrido de manera muy aguda las crueldades sin rostro de los ltimos cincuenta aos, nos imponen el reto de pensar y analizar, cuando menos, lo que todo cristiano debera estar diciendo y pensando sobre el redescubrimiento de la esperanza en el mundo pblico y poltico. En vista de que yo lo he hecho, he podido descubrir que estos dos temas sobre la esperanza se han unido una y otra vez. Les manifiesto libremente a cualesquiera crticos potenciales que puedan surgir estos dos descargos de responsabilidad: mi inexperiencia, tanto en el sufrimiento, como en la poltica, y espero que a pesar de ello, la sorpresa de la esperanza cristiana en ambas reas les brinde una energa renovada y refresque a aquellos que trabajan, ms de lo que yo he logrado hacerlo, tanto con los moribundos, como con los desposedos.

  • En este punto, quisiera formular un comentario ms a modo de introduccin general. Tal como lo podr afirmar cualquier economista o poltico, todas las palabras que se digan acerca del futuro son simplemente una serie de seales que apuntan hacia una niebla densa. Como dice San Pablo cuando analiza detenidamente lo que el futuro nos depara: es como mirar a travs de un vidrio que slo nos permite ver perfiles borrosos. Todo nuestro lenguaje sobre los estados futuros del mundo y de nosotros mismos consiste en imgenes complejas que pudieran o no corresponder muy bien a la realidad ltima. Sin embargo, eso no quiere decir que sea la adivinanza de alguien o que todas las opiniones tengan el mismo peso. Y si suponemos que alguien sale de esa niebla espesa para darnos la bienvenida? Sin lugar a dudas, sa es la creencia central, bsica, aunque a menudo ignorada, del cristianismo. Este libro surgi como resultado de una serie de charlas que di originalmente en la Abada de Westminster durante el ao de 2001. Algunas de stas se reformularon y pasaron a constituir la Serie de Conferencias Stephenson que ofrec en Sheffield en la primavera de 2003. Otras las di en la Iglesia La Santsima Trinidad de Guildford, tambin en la primavera de 2003. Algunas de ellas las volva reformular para que formaran parte de la Serie de Charlas Didsbury que me invitaron a dar en el Colegio Nazareno de Manchester, en octubre de 2005. Otras forman parte de mis das de estudios religiosos en la Iglesia St. Andrew de Charleston, Carolina del Sur, en enero de 2005; en la Iglesia Episcopal St. Mark de Jacksonville, Florida, en marzo de 2005; en City Church, Newcastle, tambin en el ao 2005; en el Centro Teolgico St. Mark de Canberra, en abril de 2006; en un consorcio de iglesias de Roanoke, Virginia, en marzo de 2007 y (bajo el esquema de la Charla Faraday) en Cambridge, en el mes de mayo de 2007. Manifiesto mi ms profundo agradecimiento a todos aquellos que me invitaron, me dieron la bienvenida y me recibieron en sus instalaciones en todas esas ocasiones y, muy especialmente, a quienes me formularon preguntas y me hicieron comentarios agudos que me ayudaron a pensar ms an en todos estos temas y a evitar, cuando menos, algunos errores. Le estoy tambin muy agradecido al sitio de la Web Ship of Fools por encargarme el artculo que aparece al final del libro y por haberme dado el permiso para incluir en esta obra la versin ligeramente corregida del mismo. Tambin quisiera expresarle mi agradecimiento al Dr. Nick Perrin, quien durante el tiempo que estuvo en la Abada de Westminster, ley y corrigi el texto tal como estaba entonces y me hizo una serie de sugerencias muy tiles. Y mi agradecimiento, como siempre y en todo momento, a Simon Kingston, Joanna Moriarty y al personal incansable y atento a todos los detalles de SPCK. N.T. Wright Castillo Auckland

  • Primera parte

    Preparando la escena

    Captulo 1

    Listos para salir y sin ningn lugar adnde ir? Introduccin Hay cinco imgenes que preparan la escena para las dos preguntas que aborda este libro. En otoo de 1997, Gran Bretaa se vio sumida en una semana de luto nacional por la muerte de la princesa Diana, la cual lleg a su clmax con el extraordinario funeral cuyo servicio religioso se celebr en la Abada de Westminster. La gente envi flores desde todos los rincones del pas y de muchas partes del mundo, al igual que osos de peluche y otros objetos que fueron a parar a las iglesias, catedrales y alcaldas del pas. Tambin fue mucha la gente que hizo colas durante horas para escribir mensajes conmovedores aunque, a veces, de mal gusto, en los libros de psame. Una manifestacin similar de dolor pblico, aunque quizs de menores proporciones, fue la que se evidenci luego de los incidentes del desastre de Hillsborough que tuvo lugar en 1989 (cuando muchos aficionados al ftbol murieron aplastados), del mismo modo que despus de las bombas que se detonaron en la ciudad de Oklahoma en el ao de 1995. Todos estos acontecimientos demuestran una clara confusin de creencias, la sensacin de que lo que ha sucedido no es posible, los sentimientos y las supersticiones sobre el destino de los muertos. Las reacciones de las iglesias demostraron cuanto terreno habamos recorrido con respecto a lo que una vez haban sido las enseanzas cristianas tradicionales sobre este tema. La segunda escena fue una farsa, aunque tuvo su trasfondo serio. A principios de 1999, me acababa de despertar una maana cuando, al escuchar la radio, me enter de que haban destituido a una figura pblica por sus declaraciones herticas acerca de la vida despus de la muerte. Escuch con mucha atencin. Se trataba quizs de un obispo o de un telogo radical, quien por fin habra quedado expuesto a la luz pblica? Pronto tuve la respuesta. Increble, pero cierto. No, de quien se trataba era de un entrenador de futbol. Hablaban de Glenn Hoddle, el director tcnico de la seleccin de Inglaterra que declaraba su creencia en una versin particular de la reencarnacin, de conformidad con la cual los pecados que se cometen en una vida son castigados con las discapacidades que sufre la persona en su prxima vida. Los grupos que representan a las personas discapacitadas fueron los primeros en manifestar sus objeciones ms rotundas y la federacin termin por despedir a Hoddle. Sin embargo, en esa poca se comentaba que la reencarnacin haba adquirido mucha aceptacin en nuestra sociedad y que sera muy extrao que los hindes (muchos de los cuales tienen creencias similares) terminaran proscritos automticamente de la posibilidad de ser entrenadores de la seleccin nacional de algn deporte de su pas.

  • La tercera escena no ocupa un momento especifico del tiempo, sino que representa la instantnea de una accin que les ser muy familiar a todos. Veinte o treinta personas llegan en automviles que se desplazan lentamente y se detienen ante un edificio viejo y destartalado ubicado en las afueras de la ciudad. Un diminuto rgano electrnico toca msica de supermercado. Se mencionan unas cuantas palabras, se presiona un botn, se aprecia la mirada solemne del encargado de la funeraria y todos vuelven a casa tranquilamente para tomar una taza de t y preguntarse de qu se trat todo eso que acaban de experimentar. La cremacin, aunque era una prctica casi desconocida en el Reino Unido hace cien aos, ahora es el mtodo preferido de la gran mayora. Bueno, eso es lo que se supone o lo es en realidad. Esta prctica refleja y genera cambios de actitud sutiles, aunque de amplio alcance, con respecto a la muerte y a cualquier esperanza que haya ms all de la misma. Corra el ao 2001 cuando escrib inicialmente estas descripciones de apertura del libro. Sin embargo, es necesario recordar que, a fines de ese mismo ao, se haba evidenciado un cuarto acontecimiento, uno que es ampliamente conocido, aunque tambin demasiado terrible como para describirlo o abordarlo con mayor grado de detalle. Se trata de los eventos que tuvieron lugar el 11 de septiembre de ese ao y que todos llevamos grabados en la memoria global. Todos recordamos a los miles de seres que murieron y a las decenas de miles de familiares y amigos que quedaron desconsolados por la partida de sus seres queridos, a quienes tenemos presentes en nuestro amor y oraciones. No es mucho ms lo que quisiera decir acerca de este da, aunque cabe afirmar que a muchas personas este acontecimiento les trajo a la mente, de una manera muy clara y aguda, por cierto, las preguntas que este libro tiene como propsito abordar. Este tambin fue el caso, aunque de diferentes maneras, de los tres grandes desastres naturales de 2004 y de 2005: el tsunami asitico de 2004 que tuvo lugar el da en que se celebra Boxing Day; los huracanes de la costa del Golfo de Estados Unidos del mes de agosto de 2005 que ocasionaron especialmente la devastacin de Nueva Orleans, la cual ha tardado tanto en ser superada; y el terrible terremoto que sacudi a Pakistn y Cachemira en octubre de ese mismo ao. La quinta escena es un cementerio, aunque de corte diferente. Si uno visita la aldea histrica de Easington en el Condado de Durham y camina colina abajo hacia el mar, llegar hasta el pueblo que lleva por nombre Easington Colliery. El pueblo sigue teniendo ese nombre, aunque ya no opere en las afueras ninguna mina de carbn. Donde una vez se poda apreciar la boca de esta mina en la que trabajaban miles de personas, produciendo cada vez ms carbn con mayor eficiencia y rapidez que en la mayora de las otras minas, ahora no hay ms que un terreno uniforme de grama sin ningn agujero. Es algo que nuestros ojos no pueden captar pero que est cargado de dolor y pesar. En toda la zona y a pesar de los esfuerzos inmensos que han hecho los lderes locales, se siguen apreciando los indicios de esa plaga postindustrial con todas las secuelas humanas de los juegos de poder de otras gentes. Y esa visin se mantiene en mi mente como un smbolo o, ms bien, como una pregunta simblica. Qu esperanza les queda a las comunidades que han perdido su camino, que han perdido su forma de vida, su coherencia, su esperanza? Este libro plantea dos preguntas que a menudo se abordan por separado, pero que yo creo con toda firmeza que deben ir unidas estrechamente. La primera es: cul es la esperanza cristiana fundamental? La segunda es: qu esperanza hay de cambio, rescate, transformacin y nuevas posibilidades dentro de nuestro mundo actual? Y la respuesta principal puede plantearse de la

  • manera siguiente. Siempre y cuando veamos la esperanza cristiana en trminos de ir al cielo, de una salvacin que bsicamente est apartada de este mundo, terminar por parecer que las dos preguntas no estn relacionadas. En realidad, algunos insisten con bastante fuerza en que el hecho de incluso formular la segunda pregunta implica ignorar la primera, la cual es verdaderamente la ms importante. Esto, a su vez, hace que otros se molesten cuando la gente habla de resurreccin, como si se pudiera apartar la atencin de los aspectos que son verdaderamente importantes y los ms urgentes en la preocupacin social contempornea. Ahora bien, si la esperanza cristiana es una esperanza por la nueva creacin de Dios, por los nuevos cielos y la nueva tierra y si esta esperanza ya se ha hecho vida en Jess de Nazaret, entonces no existe razn alguna por la que no podamos unir estas dos preguntas. Ms an, si lo hacemos nos percataremos de que, al responder la primera pregunta, tambin se le estar dando respuesta a la segunda. Me parece que en el caso de muchos, y por supuesto entre ellos se cuentan los cristianos, esto los toma por verdadera sorpresa: en el sentido de que la esperanza cristiana es sorprendentemente diferente a lo que haban supuesto y tambin en el sentido de que esta misma esperanza ofrece una base coherente y vigorizante para trabajar en el mundo actual. En este primer captulo, quiero preparar la escena y abrir el mbito de las preguntas para analizar la confusin contempornea que se aprecia en nuestro mundo sobre la vida despus de la muerte, y me refiero en este caso al mundo ms amplio que va ms all de las iglesias. A continuacin, ya en el segundo captulo, me dedicar a analizar las iglesias en s mismas, en las que me parece que hay una incertidumbre muy similar y que, por ende, es fuente de mucha preocupacin. De esta manera, se resaltarn las preguntas clave que se tienen que formular y se podr sugerir un marco de referencia sobre cmo vamos a hacer para responderlas. Me he ido convenciendo poco a poco de que la mayora de las personas, entre las que incluyo a muchos cristianos practicantes, estn confundidas y equivocadas respecto a este tema y que esta confusin genera errores bastante graves en nuestra manera de pensar y en nuestra manera de rezar, al igual que en nuestras liturgias, en nuestra prctica y, quizs, en nuestra misin en el mundo. Lo que es ms, tal como lo indican los ejemplos que presento al principio de este captulo, el mundo no cristiano, del que no excluyo al mundo occidental contemporneo, no solo est confundido sobre lo que debe creer por su propia cuenta, sino que tambin est confundido con respecto a lo que se supone que deben creer los cristianos. A menudo, la gente supone que los cristianos estn comprometidos simplemente con una creencia en la vida despus de la muerte en los trminos ms generales y que no tienen idea alguna sobre las nociones ms especficas de la resurreccin, el juicio, la segunda venida de Jesucristo y otros temas similares, as como en torno a la manera en la que todos encajan para tener sentido global. Tienen menor idea an sobre la forma en la que todo esto se relaciona con las preocupaciones urgentes del mundo real que hoy enfrentamos. No se trata, tampoco, de dedicarnos simplemente a clasificar en qu debemos creer cuando se trata de alguien que ha muerto, ni de ponernos a deliberar sobre el destino probable que cada uno tendr luego de la muerte, por importantes que sean estos dos aspectos, como en realidad lo son. Ms bien, de lo que se trata es de pensar con claridad acerca de Dios y sus propsitos con respecto al cosmos y sobre lo que Dios est haciendo precisamente ya desde ahora como parte de esos propsitos. Desde Platn hasta Hegel y aquellos que los siguieron, algunos de los filsofos ms importantes han declarado que lo que uno piensa acerca de la muerte y de la vida que hay

  • ms all de la muerte, es la clave para pensar con la debida seriedad sobre todo lo dems y que, en realidad, este pensamiento es lo que le da a uno las principales razones y fundamentos para pensar con la debida seriedad sobre cualquier tema o aspecto. Esto es algo con lo que cualquier telogo cristiano debera estar totalmente de acuerdo. Por consiguiente, y ya sin seguir hablando en trminos generales, dediqumonos ahora a analizar la confusin que existe en torno a este tema en el mundo general, aquel mundo que est ms all de las puertas de nuestra Iglesia. 2. La confusin sobre la esperanza: el mundo ms amplio Las creencias acerca de la muerte y de lo que se encuentra ms all de la muerte son de todo tipo, de toda forma y de todo color. Incluso cuando le echamos una rpida ojeada a las opiniones clsicas de las religiones ms importantes, las tradiciones son las que nos llevan a la vieja idea de que todas las religiones son bsicamente iguales. Hay todo un mundo de diferencia entre el musulmn que cree que un muchacho palestino que muere en manos de los soldados israeles se va directo al cielo y el hind para quien el obrar riguroso del karma significa que uno debe volver al mundo en un cuerpo diferente para vivir la siguiente etapa del destino que tiene. Hay un mundo de diferencia entre el judo ortodoxo que cree que todos los justos sern elevados a una vida corporal individual nueva en la resurreccin y el budista que espera que despus de la muerte va a desaparecer como una gota que se hunde en el ocano, perdiendo su propia identidad en ese gran espacio sin nombre y sin forma que es el Ms All. Y claro est, hay una serie de variaciones de importancia entre las diferentes ramas o escuelas de pensamiento que tienen vida en estas grandes religiones. As, podemos ver que existe tambin una amplia variedad de creencias sobre los muertos y a lo que stos se dedican. En muchas partes del continente africano, los ancestros siguen jugando un papel de vital importancia en la vida de la comunidad y de la familia; hay sistemas muy diseminados y complejos que se ponen en prctica para buscar su ayuda o, cuando menos, para evitar que nos hagan alguna travesura o alguna maldad. Tampoco estas creencias estn confinadas a los que se conocen como pueblos primitivos, tal como pudieran suponer de forma por dems arrogante los secularistas occidentales. El antroplogo Nigel Barley nos relata que una vez conoci a un colega japons ampliamente calificado que haba trabajado muy cerca de l en Chad. Barley haba quedado fascinado por la forma complicada de culto a los ancestros en la que entraban en juego hasta los huesos y la destruccin del crneo y una serie de intercambios entre los muertos y los vivos. Su amigo japons consideraba que todo eso era muy aburrido. Barley, por su parte, nos comenta lo siguiente:

    Sin lugar a dudas, era un budista y, como tal, tenla un altar para sus padres que ya se haban ido de este mundo. El altar estaba en la sala de su casa. Acuda a este lugar para hacerles ofrendas con cierta regularidad... Se haba llevado a frica un hueso de la pierna de su difunto padre y lo haba envuelto con todo cuidado en una tela blanca para asegurar que estuviera protegido durante su trabajo de campo. Para m [comenta Barley], el culto a los ancestros era algo que bien vala la pena describir y que tambin deba ser analizado. Para l, sera la ausencia de vnculos entre los vivos y los muertos lo que requerira de una explicacin especial.

  • Volviendo a nuestras propias tradiciones, en nuestra propia poca y en nuestra cultura hemos apreciado una variedad desconcertante y apabullante, no slo de creencias manifestadas, sino de prcticas reveladoras que se asocian con la muerte y la vida despus de la muerte. Me atrevera a decir que nunca ha habido un perodo en el que la ortodoxia cristiana sobre el tema haya constituido la creencia incluso de la mayora de personas de Gran Bretaa. Es ms, ya en la poca victoriana, haba una amplia variedad de creencias cuando la gente trataba de lidiar con los aspectos de la fe y de la duda y los analizaba desde diferentes ngulos. La famosa pintura de Henry Alexander Bowler que lleva por ttulo The Doubt: Can these Dry Bones Live? (La duda: pueden vivir estos huesos secos?), que el artista pintara entre 1855 y 1856, resume en pocas imgenes el problema cuando se ve a una mujer joven que se reclina sobre la lpida de un tal John Faithful y en la losa se lee el siguiente texto: Yo soy la resurreccin y la vida. En la lpida de al lado aparece la palabra Resurgam, Me levantar, que era lo que se inscriba en muchas de las tumbas en esa poca. Un castao de Indias est naciendo de la tumba y una mariposa, que simboliza el alma, descansa sobre un crneo expuesto. Las preguntas que vienen a la mente y las creencias a medias representadas en este cuadro son muy similares a las que aparecen en las preguntas que formula Tennyson en su gran poema In Memoriam. El mismo Tennyson, en el ltimo poema de sus obras coleccionadas que fueran escritas en 1889, tan slo tres aos antes de su muerte, suena por un momento como si estuviera inclinndose hacia la visin budista del ser que es absorbido como una gota en el ocano, aunque a la larga termina con una nota cristiana:

    Estrella del atardecer y de la noche, Y una clara llamada para m! Y no habr lamento desde la barra, cuando zarpe a la mar, Pero la marea al moverse parece dormida, Demasiado plena est para el sonido y la espuma, Cuando aquello que surgi del sueo profundo Vuelve a casa. Campana del anochecer y de la noche, Y despus de eso la oscuridad! Y que no haya tristeza por la despedida, Cuando yo me embarque; Ya que aunque en el Tiempo y el Lugar La marea pueda llevarme lejos, Espero ver cara a cara a mi Piloto Cuando haya cruzado la barra.

    No obstante y en claro contraste con esto tenemos la visin ortodoxa ms slida de Rudyard Kipling, tal como se aprecia en un poema que l escribiera en 1892. No s cunto crea l en eso y claro est que el poema tiene que ver ms con el arte que con las teoras de la vida futura. Ahora bien, sin lugar a dudas, lo utiliza como marco para sus ideas y se basa en la creencia cristiana de que, luego de un perodo de descanso, habr una nueva vida, una nueva encarnacin:

  • Cuando se pinte la ltima imagen de la tierra y los tubos estn todos doblados y secos, Cuando se hayan desvanecido los colores ms viejos y haya muerto el crtico ms joven, Descansaremos y necesitaremos la fe para yacer descansando durante un siglo o dos, Hasta que el Maestro de Todos los Buenos Trabajadores nos ponga de nuevo a trabajar. Y aquellos que fueron buenos sern felices: se sentarn en una silla dorada; Salpicarn un lienzo de diez leguas con brochas de cabello de cometas. Encontrarn en los verdaderos santos sus inspiraciones-Magdalena, Pedro y Pablo. Trabajarn durante toda una era sin parar y nunca se sentirn cansados! Y slo el Maestro nos alabar y slo el Maestro nos culpar; Y nadie trabajar por dinero y nadie trabajar por la fama, Ms bien, cada uno trabajar por el placer de hacerlo y cada uno en su estrella separada. Dibujar la Cosa como la ve para el Dios de las Cosas como Ellas son*5!

    Esta variedad de creencias que se aprecia a fines del siglo diecinueve se refleja muy claramente, como podremos observar, en los himnos y en las oraciones de la Iglesia. Si nos remontamos un poco ms atrs en la historia, podemos analizar este hecho en Shakespeare. En Measure for Measure (Medida por medida), el Duque aborda a Claudia, quien ha sido condenado, y lo insta a que se enfrente a la muerte. Le dice que la vida en s misma no vale tanto y que la muerte debe valer lo mismo:

    Lo mejor del descanso es el sueo, Y aquello que a menudo provocaste; aunque temiste mucho Tu muerte que ya no es ms. T no eres t mismo; Porque t existes en muchos miles de granos Que surgen del polvo. No ests feliz; Ya que sigues luchando por obtener lo que no tienes, Y lo que tienes, lo olvidaste... Si t eres rico, eres pobre; Pues, como un asno cuyo lomo se dobla con el peso de los lingotes, T cargas tus riquezas pesadas para el viaje, Y la Muerte te descarga... Qu es todava esto Que lleva el nombre de vida? Y aunque en esta vida Yace escondido el dolor de miles de muertes, an tememos a la muerte, Que hace que estas incertidumbres sean todas iguales.

    Por un momento, Claudia parece estar convencido por este argumento: Te agradezco humildemente. Para buscar vivir, busco y encuentro morir. Y al buscar la muerte, encuentro la vida. Que as sea. No obstante, poco despus, Claudio est hablando con Isabella, quien se est ofreciendo a sacrificar su propio honor para salvarlo. l enfrenta el dilema; como nos dice, la muerte es algo que atemoriza:

  • Ay! morir e ir sin saber a dnde; Yacer en una fra obstruccin y podrirnos; Este acertado movimiento clido que se convierte En un terrn trabajado; y el espritu encantado que Se baa en feroces inundaciones o que reside En una regin que se estremece debajo del grueso hielo; Estar aprisionado en vientos que no alcanzamos a describir Y ser arrastrado por una violencia sin cesar que nos rodea y Rodea a todo el mundo o ser peor que lo peor. Estar sujeto a aquellos sin ley y al pensamiento incierto Tan slo imaginar los aullidos -es demasiado terrible. La vida terrenal ms dura y despreciada Esa edad, ese dolor, esa penuria y esa prisin, Que pueden posarse sobre la naturaleza son un paraso Si las comparamos con nuestro temor a la muerte.

    La comodidad es fra y all sigue presente la triste realidad. Volviendo a nuestra propia poca, cabe destacar que la Primera Guerra Mundial produjo no solo una serie muy considerable de muertes sbitas, sino que tambin se comenz a reflexionar acerca de su significado. Algunos historiadores han sugerido que la creencia en el infierno, que ya estaba sometida al ataque de los telogos en el siglo diecinueve, fue una de las ms grandes bajas de la Gran Guerra. Se haba vivido tanto infierno en la tierra que la gente no poda creer que Dios pudiera crear tal lugar tambin para la eternidad. Pero esto no quiso decir que la gente creyera en el universalismo cristiano, en un cielo o una resurreccin cristiana para todos o, cuando menos, para la mayora. Ms bien, muchos se desplazaron en direcciones muy diferentes que ya Shelley esboza en su poema memorial para Keats:

    Paz, paz! l no est muerto, l no est dormido l se ha despertado del sueo de la vida- Somos nosotros, quienes, perdidos en visiones tormentosas, Mantenemos una lucha infructfera con fantasmas... l es ahora uno con la Naturaleza: all se escucha Su voz en toda su msica, desde el gemido Del relmpago, hasta el dulce trinar del pjaro nocturno; l es una presencia que debe sentirse y conocerse En la oscuridad y en la luz, de la yerba y de la piedra, Diseminndose por doquiera que se desplace el Poder Que ha replegado a s mismo su ser... l es una porcin del encanto Que torn una vez ms encantador: l carga con Su parte, mientras la tensin plstica del propio Espritu Barre y atraviesa todo el mundo denso y aburrido... Yo nac en la oscuridad, con temor, lejos; Aun quemndome a travs del velo ms interno del Cielo, El alma de Adonais, como una estrella,

  • Lanza su luz desde la morada de los Eternos. Shelley, en su condicin de ateo, saba perfectamente bien que esta visin neoplatnica de una transformacin del alma en parte de la belleza del universo estaba muy lejos de las enseanzas cristianas tradicionales. La irona actual es que muchos expresan sentimientos similares y piensan que son cristianos, as como tambin esperan que la Iglesia les permita que se lean poemas como ste en los funerales y entierros cristianos. Bueno, sigamos con algo similar sin tardanza. Encontramos una posicin muy similar en Rupert Brooke, cuando inspiraba a sus amigos en 1914 con las siguientes palabras:

    Cuando yo muera, slo piensen esto de m: Que hay algn rincn en un campo extranjero Que ser por siempre Inglaterra. Habr Escondido en esa tierra rica un polvo an ms rico; Un polvo nacido, formado y nutrido por Inglaterra, que Una vez le dio sus flores para amar, sus caminos para recorrer, Un cuerpo de Inglaterra que respira el aire ingls, Baado por los ros, bendito por los soles del hogar. Y piensen, que este corazn expulsar todo el mal, Un pulso en la mente eterna, igualmente devolver De alguna manera los pensamientos que Inglaterra le dio; Sus paisajes y sonidos; sus sueos felices como sus das; Y la risa, aprendida de los amigos, as como su gentileza, En corazones que estn en paz bajo un cielo ingls.

    S quizs sea un cielo ingls, pero es muy difcil que sea el cielo de la tradicin cristiana o del Nuevo Testamento. Se escuchan opiniones similares y bastante familiares en el caso de otros escritores, tales como George Eliot, quien habl sobre los muertos inmortales que vuelven a vivir / en mentes que se han convertido en algo mejor por su presencia. El preludio ms obvio del desahogo del dolor que se sinti por la princesa Diana fue el funeral del Soldado Desconocido en noviembre de 1920. En esa oportunidad, millones de personas que haban perdido a miembros de su familia por la accin de explosiones que los despedazaron o que nunca fueron recuperados, tuvieron la ocasin de expresar su dolor como si este soldado desconocido fuera en realidad su propio hijo o su propio esposo. Tanta muerte afect a tantos en ese momento y, luego, volvi a hacerlo una vez ms, menos de una generacin despus, como resultado de la Segunda Guerra. Los afect a tal grado que mi propia interpretacin es que nuestras actitudes britnicas del siglo veinte con respecto a la muerte manifiestan que, simplemente, fue demasiado lo que tuvieron que sobrellevar. Yo crec en una cultura de un silencio evidente respecto a la muerte. En la dcada de los cincuenta, a los nios se les aislaba de la muerte. El primer funeral o entierro al que asist fue cuando ya casi tena veinte aos. Dira que esto pudiera haber sido una reaccin contra las prcticas victorianas que se manifestaban ante el lecho de muerte y durante los funerales, que se perciban como claramente melodramticas. Tambin pudo haber sido una estrategia mediante la cual los adultos podan protegerse de su propio sufrimiento enorme y an sin aflorar, que se podra reflejar con mucha claridad y ser expresado en las reacciones inocentes de un nio.

  • Ahora bien, si la muerte y la vida despus de la muerte eran las palabras que menos se mencionaban en la dcada de los cincuenta, sin lugar a dudas ste no es el caso ahora. Las pelculas, las obras de teatro y las novelas las han explorado desde todos los ngulos. Hay pelculas como Cuatro bodas y un funeral y Posibilidad de un sueo que han reflejado el inters e, incluso, la fascinacin que tiene la nueva generacin por una pregunta que ellos no se haban formulado y con respecto a la cual no han recibido respuestas que los satisfagan. El lado ms oscuro y srdido del mercado se regodea en la muerte y no solo en la violencia que aparece en la pantalla, sino en las pelculas sobre crmenes, en las que la muerte se convierte en la mxima emocin. El nihilismo al que ha dado lugar el secularismo puede dejar sin razn para vivir a muchos y la muerte, una vez ms, est flotando en el ambiente cultural. La obra de teatro ms brillante que vi cuando viva en Londres fue la que se gan el Premio Pulitzer. Su nombre es Wit y fue escrita por Margaret Edson, una profesora de colegio de Atlanta, Georgia. La herona, Vivian Bearing, es una especialista renombrada en los Sonetos sagrados de John Donne y la totalidad de la obra de teatro tiene lugar en el pabelln de cncer del hospital donde ella yace moribunda y reflexiona durante la obra sobre el gran soneto de Donne Death Be not Proud (Muerte no te sientas orgullosa), al que dedicar mi atencin a continuacin. La obra de teatro tuvo ms xito en Nueva York que en Londres. Quizs en Gran Bretaa no estamos todava listos para una exploracin cabal de la muerte en la edad madura, como lo estn nuestros primos norteamericanos. Sin embargo, las preguntas siempre las tenemos en nuestra mente. En la poca en la que estaba escribiendo las charlas en las que se bas este libro, el columnista John Diamond era famoso a nivel nacional por escribir con un ingenio estoico, aunque tambin lacnico, sobre su cncer de garganta que estaba en etapa terminal y acerca de su slido atesmo mediante el cual rehusaba todo consuelo y todo ofrecimiento de algn tipo de salvacin ms all de la tumba. Ya para el momento en que me dedique a escribir el libro haba muerto. El inters por su columna y la correspondencia que nos intercambiamos indican con toda claridad el fuerte y renovado inters que existe en nuestro mundo por todo lo que tiene que ver con el tema de la muerte y lo que nos espera o no nos espera ms all de la misma. A dnde nos conduce todo esto? No hace mucho tiempo, Ruth Gledhill, la corresponsal de asuntos religiosos del The Times, public un artculo en el que argumentaba que se haba abierto la brecha entre las iglesias de la corriente dominante, por un lado, y la magia de las diferentes filosofas, cultos y supersticiones de la Nueva Era, por el otro. Un lector le escribi para decirle que vistas desde fuera, las iglesias de la corriente dominante tambin parecan inclinadas a creer en lo mgico. Para los no cristianos, escribe este lector, los miembros de la iglesia anglicana aparentemente creen en los cadveres reanimados, y la implicacin es que si esto no es magia, l no saba, entonces, de qu se trataba. Pero bueno, se trata o no de creencias mgicas? En qu es en lo que cree la gente cuando habla sobre la Pascua de Resurreccin? Y cmo se relaciona eso con lo que los credos de las iglesias de la corriente dominante declaran sobre nuestro destino futuro cuando dicen: Creo en la resurreccin del cuerpo? Qu significaba esta frase cuando la usaron los primeros cristianos y qu puede significar hoy en da? Qu es lo que estamos esperando alcanzar despus de la muerte? Qu respuesta podramos obtener a esta pregunta si hiciramos una encuesta aleatoria en las calles de nuestros pueblos y ciudades? Y, ya que la buena teologa nunca es cuestin que se decida a partir de una mayora de votos, entonces, cul es la enseanza que encontramos en la Biblia en torno a este tema y sobre Jess y los Apstoles?

  • 3. Variedades de creencias Yo dira que las principales creencias que surgen en el clima actual son de tres tipos, ninguno de los cuales se corresponde con la ortodoxia cristiana. Igualmente, se aprecian intentos por restablecer una visin ms tradicional. Me viene a la mente, por ejemplo, la oscura, aunque brillante obra de William Golding, Pincher Martin. No obstante, en trminos generales, lo que ha prevalecido como opinin es que las creencias tradicionales, tanto acerca del juicio, como del infierno, por un lado, y sobre la resurreccin, por el otro, son ofensivas a las sensibilidades modernas. En primer lugar, algunos creen en la total aniquilacin. Cuando menos, esa posibilidad es metdica y transparente, por insatisfactoria que pueda ser en lo que al destino humano se refiere. Podra suponerse que esto es lo que subyace al estallido molesto de Dylan Thomas ante la muerte de su padre:

    No caigas con suavidad en esa noche buena. Manifiesta tu ira, exprsala contra la luz que se apaga.

    Sin embargo, no muchos pueden mantener una negacin completa de cualquier vida futura. Analicemos las secciones de religin de las libreras convencionales y nos percataremos de que cada da son ms las personas que en estos tiempos parecen creer en alguna forma de reencarnacin. Esto no se reduce a los hindes practicantes o a los conversos a medias, como es el caso de Glenn Hoddle. En la truculenta, aunque fascinante novela de Will Self, How the Dead Live (Cmo viven los muertos), su personaje central, una mujer londinense gruona que acaba de fallecer y que vive en una parodia fantasmal de Londres, descubre que estar condenada a una reencarnacin convencional, a menos que ella logre comprender lo que su gua del ms all denomina los broches de la gracia, a travs de los cuales pareciera que ella podr escapar de este ciclo continuo:

    Muchachita, todava tienes una ltima oportunidad para que logres bajarte del carrusel... Todava te queda tiempo para colgarte de los broches de la gracia. Si lo deseas. Si puedesincluso por unos pocos instantes lograr una concentracin y unifocalidad de pensamiento.

    Pero ella no lo logra y vuelve a nacer como una bebita infeliz, predestinada a una vida corta y brutal. Will Self parece concebir un tipo de hinduismo en el que el logro mental de un pensamiento breve y totalmente enfocado remplaza a la mente o al alma que divaga y que est distrada y es la clave para escapar del ciclo, de la rueda que nunca deja de girar, la rueda de la muerte y el nacimiento. Aquellos muchos para quienes, juzgando por la literatura disponible, la reencarnacin se ha convertido en una manera de intentar el psicoanlisis por otros medios que les permiten descubrir aspectos de su personalidad que se derivan de quines fueron o qu les sucedi en una vida anterior, le dan un giro diferente a todo esto. De esta manera, todo fluye hacia la cultura ms amplia de la New Age (Nueva Era), en la que las diferentes creencias esotricas se mezclan con los sueos de la autoayuda, el autodesarrollo y la realizacin.

  • Tambin alrededor de diferentes ideas de la Nueva Era encontramos un resurgimiento de las opiniones que descubrimos en Shelley, una forma de religin primitiva basada en la naturaleza y de amplio alcance popular, con elementos budistas. Al momento de la muerte, uno termina siendo absorbido hacia el mundo ms amplio que nos rodea, hacia el viento y los rboles. El poema annimo que dej un soldado en caso de encontrar la muerte cuando se diriga hacia Irlanda del Norte, lo expresa con mucha claridad:

    No te pares ante mi tumba a llorar; Yo no estoy all. No estoy dormido. Yo soy miles de vientos que soplan, Soy el resplandor de diamantes sobre la nieve. Soy la luz del sol que brilla sobre el grano madurado, Soy la suave lluvia de otoo... No te pares ante mi tumba a llorar, Yo no estoy all. Yo no muero.

    Luego de la muerte de Diana, en un mensaje que dejaron en Londres, hablaban como si la princesa misma lo estuviera haciendo a viva voz: Yo no los he dejado en lo absoluto. Sigo an con ustedes. Estoy en el sol, como estoy en el viento. Incluso estoy presente en la lluvia. Yo no me he muerto, yo estoy con todos ustedes. En tantos servicios funerarios, entierros y aniversarios, incluso en el caso de muchas lpidas y dedicatorias, ahora se hace referencia a este tipo de creencias. Muchos supuestos cristianos tratan de convencerse a s mismos y a los dems de que este tipo de vida en curso es verdaderamente a lo que se refieren las enseanzas tradicionales que nos hablan, bien sea sobre la inmortalidad del alma o sobre la resurreccin de los muertos. Sin embargo, otros, como Philip Pullman, el famoso escritor de libros infantiles que tanto xito ha tenido, siguen slo hasta cierto punto esta lnea. Pullman ha establecido con bastante claridad que, de este modo, l est atacando y deconstruyendo la creencia cristiana tradicional y que, ms bien, est ofreciendo algo a cambio. Encontramos un ejemplo sorprendente y claramente delineado que no deja de asombrarnos en el libro Fever Pitch (Al rojo vivo) de Nick Hornby. Se trata de un recuento apasionado y gracioso de su amor por el ftbol y, especialmente, su pasin por el equipo Arsenal. Al encontrarse a un aficionado del futbol muerto y tirado en la calle, l se pone a pensar acerca de la muerte y el ftbol. Piensa, entonces, si no sera terrible morir en plena temporada sin saber cmo termin. A continuacin, dejemos que l mismo nos lo relate:

    Quizs moriremos la noche justo antes de que nuestro equipo haga su aparicin en Wembley o el da despus del primer juego de la primera ronda de la Copa de Europa, o pudiera ser en plena campaa de ascenso o en plena pelea para no descender en la liga y son muchas las probabilidades, segn la mayora de las teoras sobre la vida despus de la muerte, de que no podremos descubrir el resultado final. El verdadero punto sobre la muerte, hablando en trminos metafricos, es que es casi seguro que sta ocurra antes de que se hayan entregado los trofeos ms importantes.

    Ahora bien, esto es altamente insatisfactorio y lleva a Hornby a especular sobre las posibilidades que todos podemos tener de una vida despus de la muerte en la que el ftbol (claro est) seguir jugando un papel de vital importancia. La cremacin ofrece una posibilidad:

  • Creo que yo sera uno de aquellos que estara feliz de que dispersaran sus cenizas sobre la grama de Highbury (aunque entiendo que habra ciertas restricciones: demasiadas viudas entraran en contacto con el club y se teme que el terreno no respondera muy bien al recibir una urna tras otra)... Sin duda, yo preferira que dispersaran mis cenizas sobre la Tribuna de Occidente que sobre el Atlntico o que las dejaran en la cumbre de alguna montaa.

    Y aunque esto pudiera dar lugar a un tipo diferente de sobrevivencia, l se pregunta sobre lo siguiente:

    Sera agradable pensar que yo me pudiera quedar dentro del estadio de alguna manera, y ver al primer titular jugar un sbado, y a los equipos de reserva los sbados siguientes; quisiera sentir que mis hijos y mis nietos sern tambin fanticos del Arsenal y que yo podr ver los partidos con ellos. No me parece una mala idea pasarme as toda la eternidad... Quiero flotar por Highbury como un fantasma que ve los partidos de los equipos de reserva hasta el fin de los tiempos.

    Aqu podemos apreciar la confusin total actual sobre la vida despus de la muerte que se expresa, por as decirlo, sobre el terreno de una obsesin monomaniaca (siendo sta la propia descripcin de Hornby) con un rea especfica de la vida. Las prcticas funerarias que han ido surgiendo o que han reaparecido en nuestra poca actual exhiben el mismo grado de confusin. Hasta hace muy poco, el hecho de colocar objetos en el atad para que acompaen al muerto y le den consuelo o lo ayuden en la vida que le espera, era algo que describan los estudiantes de cultura y civilizacin como una prctica interesante que haba sido plenamente abandonada por el mundo occidental moderno. Sin embargo, con el pasar de los das vuelven a hacerse ms comunes los regalos que se le dejan a los muertos. Pudiera tratarse de fotografas, joyas, osos de peluche y otros objetos similares que quedan con ellos en el atad. Nigel Barley nos relata las historias contadas por un empleado de un crematorio acerca de algunas viudas que colocan en el atad un paquete de galletas o los anteojos de repuesto del difunto, as como su dentadura postiza. Nos cuenta que, en una ocasin, una viuda coloc en el atad de su esposo dos latas del adhesivo en espray que el difunto sola utilizar para colocarse el peluqun sin que se le moviera y esto ocasion una explosin de tal magnitud que casi dobl la puerta del horno crematorio. Qu tipo de creencia refleja todo esto, si acaso releja alguna? Finalmente, a nivel popular, la creencia en los fantasmas y en la posibilidad de un contacto espiritualista con los muertos se ha resistido a todos los avances de un siglo de secularismo. Cuando este libro no era ms que una serie de charlas que dict en la Abada de Westminster, en el boletn semanal en el que se haca la publicidad de la primera charla, tambin se anunciaba que uno de los fantasmas del siglo diecisiete que habitaba la Abada bien podra estar haciendo su aparicin anual alrededor de esa fecha. Y, claro est, hay evidencia de numerosos fenmenos populares a ambos lados del Atlntico, tal como el culto continuo a Elvis Presley en Estados Unidos, el cual requerira de sus propias categoras para describirlo.

  • Supongo que estoy describiendo un mundo que reconocern mis lectores. Mi propsito no es el de catalogarlo de forma muy exhaustiva sino, ms bien, el de atraer la atencin hacia algunas de sus caractersticas y hacia el hecho sorprendente de que no solo es bastante improbable que algo as pueda llamarse una creencia cristiana ortodoxa sino que, segn tengo entendido, la mayora de la gente simplemente no sabe lo que pudiera ser una creencia cristiana ortodoxa. Se da por sentado que los cristianos creen en la vida despus de la muerte, en contraposicin a una negativa clara y directa de cualquier forma de sobrevivencia y de todos y cada uno de los tipos de vida despus de la muerte. Por lo tanto, debe ser ms o menos lo mismo desde el punto de vista cristiano. La posibilidad de que dentro de la idea general de la vida despus de la muerte pueda haber variaciones que personifican diferentes creencias significativamente distintas acerca de Dios y el mundo y diferentes maneras en las que la gente puede vivir en la actualidad, es algo que simplemente no se le ha ocurrido a la mayora de las personas modernas que viven en el mundo occidental. Cabe mencionar, en particular, que muchas personas tienen una idea muy limitada o no tienen ni idea de lo que verdaderamente quiere decir la palabra resurreccin o la razn por la que los cristianos dicen que creen en ella. Lo que es ms preocupante an es que esta ignorancia mltiple parece a menudo tambin verse en las iglesias. ste es precisamente el tema del siguiente captulo.

  • Captulo 2

    Desconcertado sobre el paraso? 1. La confusin cristiana con respecto a la esperanza Uno de los sermones anglicanos que se ha citado con mayor frecuencia en el XX es tambin, por coincidencia, uno de los que ms se presta a malentendidos. En una gua ampliamente utilizada para la organizacin y celebracin de funerales laicos, las palabras que pronuncia el cannigo Henry Scott Holland de la catedral de San Pablo se citan como el prefacio y son innumerables las personas que solicitan que se lea este prefacio en los servicios funerarios de entierros y aniversarios de defuncin:

    La muerte no es nada en lo absoluto. No cuenta para nada. Simplemente me he escabullido hacia la otra habitacin. Nada ha sucedido. Todo permanece exactamente tal y como era. Yo soy yo y t eres t y la vida anterior que compartamos con tanto cario y afecto ha quedado igual, sigue inalterada, sin que nada haya cambiado. Todo lo que fuimos el uno para el otro, lo seguimos siendo. Al llamarme, sigue usando el nombre familiar con el que solas hacerlo. Habla de m con la misma facilidad y naturalidad con la que siempre solas referirte a m. No cambies en lo absoluto tu tono de voz al referirte a m. No te veas obligado tampoco a asumir un aire de solemnidad o de tristeza... La vida significa todo lo que siempre ha significado. Es exactamente igual a como siempre fue. Sigue existiendo una continuidad absoluta e inquebrantable. Qu es la muerte si no un accidente insignificante? Por qu deberas dejar de tenerme en tu mente simplemente porque ya no aparezco ante tus ojos? Estoy esperando por ti en este intervalo. Espero por ti en algn lugar muy cercano que no est ms que al dar la vuelta a la esquina. Todo est bien. Nada ha sufrido dao alguno; nada se ha perdido. En un breve momento todo ser tal como era antes. Cmo nos reiremos de todos los inconvenientes de la separacin cuando volvamos a reunirnos!

    En trminos generales, lo que nadie se toma el trabajo de resaltar es que sta no era la visin que Scott Holland pretenda propugnar. Tal como l mismo lo seala, esto era simplemente lo que le vena a la mente cuando contemplaba a alguien que yaca en la paz del sepulcro, cuando se trataba de alguien que haba sido muy cercano y que era muy querido. En otro pasaje del mismo sermn que fuera predicado en el ao de 1910 con motivo de la muerte del rey Eduardo VII, tambin se refiri a otros sentimientos que se relacionan igualmente con la muerte, que parece

    tan inexplicable, tan despiadada, tan cegadora... la cruel emboscada que nos hace caer en la trampa... se abre paso interrumpiendo implacablemente nuestra felicidad sin tomarnos para nada en cuenta en su inhumano desprecio por nosotros... ms all de la oscuridad se esconde su impenetrable secreto... Mudo como la noche, ese aterrador silencio!

    Scott Holland prosigue en un intento por lograr un punto medio que reconcilie estas dos visiones de la muerte. Segn lo que nos dice el Nuevo Testamento, el cristiano ya ha pasado de la

  • muerte a la vida, de manera que la transicin ulterior de la muerte real no debera ser tan aterradora como parece serlo. Adems (segn nos sugiere Scott Holland), deberamos pensar en la vida ms all de la muerte en trminos de una continuacin de aquel crecimiento en el conocimiento de Dios y en la santidad personal que ya ha empezado en esta vida. Esto aborda aspectos que no podemos tomar en cuenta en esta etapa del libro. Sin embargo, no nos debe quedar duda alguna de que el hecho de mencionar este prrafo, que se ha citado con tanta frecuencia, fuera del contexto del sermn al que perteneci originalmente, distorsiona seriamente las intenciones del autor. En realidad, apenas podramos especular sobre la extraordinaria negacin en la que se incurre cuando se le cita fuera de su contexto. No sera ms que una total y completa negativa a decir la verdad sobre esta ruptura real y salvaje, la terrible negacin de la bondad de la vida humana que toda muerte implica. Me encantara pensar que uno de los efectos que pueda tener este libro que les estoy presentando sea el de cuestionar el uso de este fragmento de Scott Holland en los entierros y aniversarios de defuncin cristianos. En realidad, nos ofrece un consuelo vano. En s mismo y sin venir acompaado de algn otro comentario, simplemente nos dice mentiras. No es tan siquiera una parodia de la fe cristiana. Ms bien, simplemente empieza por negar que exista algn problema, incluso alguna necesidad de esperanza. En contraste con ese fragmento tan ampliamente conocido, podemos hacer mencin de la actitud slida de una teologa cristiana clsica, aquella que manifest John Donne, quien en algn momento fuera Den de la Catedral de San Pablo:

    Muerte, no te sientas orgullosa, pues aunque te hayan llamado Poderosa y digna de temer, no lo eres; Ya que aquellos que t crees que logras vencer No mueren, pobre Muerte, como tampoco t puedes matarme. Del descanso y del sueo que solo tus imgenes transmiten, Mucho placer de ti, entonces debe fluir; Y muy pronto nuestros mejores hombres contigo se irn, Descanso de sus huesos y entrega de su alma. T eres esclava del destino, de la suerte, de los reyes y de los hombres desesperados, Y reinas con tu veneno, tu guerra y tu enfermedad, Tambin las amapolas o los hechizos nos pueden hacer dormir, Y mejor an que tu golpe. Por qu entonces te enorgulleces? Tras un corto sueo, nos despertaremos por toda la eternidad, Y la muerte ya no ser ms. Muerte, t morirs.

    A primera vista, esto pudiera parecer bastante similar a lo que nos dice Scott Holland. La muerte no es nada en lo absoluto? Despus de todo, la muerte no es ni poderosa ni digna de temer? No, no es as. Las dos ltimas lneas son las que nos dicen todo. La muerte es una gran enemiga, pero ha sido conquistada y al fin de los tiempos ser conquistada plenamente. Tras un corto sueo, nos despertaremos por toda la eternidad, / Y la muerte no ser ms. Muerte, t morirs. En el pasaje de Scott Holland, no hay nada que deba ser conquistado. A su vez, para John Donne la muerte si es importante, es un enemigo, pero para el cristiano, es un enemigo vencido. Muy a tono con gran parte del pensamiento cristiano clsico, Donne ve la vida despus de la muerte en dos etapas: en primer lugar, es un sueo corto y, luego, es un despertar por toda la eternidad. Y la muerte ya no ser ms. Donne ha captado lo que descubriremos que es la creencia medular del Nuevo Testamento: que, al final de los tiempos, la muerte no ser simplemente redefinida, sino que ser vencida. La intencin de Dios es no permitir que la muerte

  • se salga con la suya con respecto a nosotros. Si el futuro final que se nos ha prometido es simplemente que las almas inmortales les habrn dejado atrs sus cuerpos mortales, por qu entonces sigue imperando la muerte? sta es una descripcin no de la derrota de la muerte, sino de la muerte en s misma, aunque vista desde otro ngulo. Ahora bien, creo que me estoy adelantando demasiado en estas lneas. La posicin cristiana clsica ha quedado establecida en los primeros credos, los cuales dependen, a su vez, del Nuevo Testamento en maneras que exploraremos ms adelante en este libro. En mi iglesia, nosotros declaramos todos los das y todas las semanas que creemos en la resurreccin del cuerpo. Pero esto es verdaderamente cierto? Muchos profesores y telogos cristianos de las dcadas ms recientes han cuestionado si esta manera de hablar es apropiada. Un libro ilustrado de gran formato y de mucho lujo que fuera publicado recientemente sobre el tema de la muerte y de la vida despus de la muerte, simplemente le dedica unas cuatro pginas a la idea aparentemente extraa de la resurreccin y declara de forma bastante anodina que el cristianismo ortodoxo actual ya no se rige por la creencia de la resurreccin fsica y prefiere el concepto de la existencia eterna del alma, aunque algunos credos siguen aferrndose a las viejas ideas. Una vez ms, es necesario que seamos muy claros. Si esto es cierto, entonces no se conquista a la muerte, sino se le redescribe: ya no como un enemigo, sino simplemente como el medio a travs del cual, al igual que en Hamlet, el alma inmortal se desprende de su envoltura mortal. 2. Exploracin de las opciones En realidad, se ha venido fluctuando entre los dos polos de opinin, lo cual se puede apreciar con toda facilidad si uno visita cualquier iglesia vieja y observa los monumentos que hay en ella. Algunos conciben la muerte como un terrible enemigo que acecha a su presa. Esto se combina, a menudo, con la proclamacin firme que establece que, a pesar de ser una enemiga, la muerte ser finalmente derrotada: de ah que la tradicin de inscribir la palabra Resurgam, que quiere decir Me levantar, tal como destacramos en el captulo anterior, significa que, al igual que en Donne y Kipling, el difunto crea en un sueo intermedio que sera seguido de una nueva vida corporal en algn momento futuro. Es por eso que a la gente se le enterraba mirando hacia el este, de manera que se levantara para saludar al Seor a su llegada. Sin embargo, Stanley Spencer, uno de los pintores ms recientes que ilustra la resurreccin, ignora ese detalle y se inclina ms bien, hacia el semirrealismo de los cadveres que salen de sus tumbas en todas las direcciones en el cementerio de Cookham. Este aspecto lo volveremos a analizar de manera ms especfica en el captulo 10 este libro. El otro polo de creencia es aquel que representa el himno de San Francisco Todas las criaturas de nuestro Dios y Rey, con su destacada invocacin: Y t, mi muy querida y gentil muerte, qu esperas para apagar nuestro ltimo aliento. Muchos himnos, muchas oraciones y muchos sermones han intentado suavizar el golpe al presentar a la muerte como un amigo, que viene para llevarnos a un lugar mejor. Este era un tema muy familiar en el siglo XIX y hace sentir su eco secular en los movimientos modernos que se inclinan hacia la eutanasia voluntaria. Por lo tanto, el pensamiento cristiano ha oscilado entre la corriente que ve a la muerte como un vil enemigo y la que la ve como a una amiga a la que hay que darle la bienvenida.

  • Claro est que tradicionalmente hemos supuesto que el cristianismo nos ensea acerca del cielo que est arriba y al que van aquellos que han sido salvados o estn bendecidos y el infierno que est abajo, esperando a los malvados e impenitentes. Esto es lo que muchos siguen tomando como la lnea oficial, tanto en el caso de los que estn dentro, como fuera de la Iglesia, aunque sea una lnea que ellos pudieran aceptar o no. Un ejemplo muy destacado al respecto me lleg por correo hace no mucho tiempo: se trataba de un libro, aparentemente uno de los ms vendidos de la temporada, que haba escrito Maria Shriver, la esposa de Arnold Schwarzenegger y sobrina de John F. Kennedy, que se denomina Whats Heaven? (Qu es el cielo?). El libro va dirigido a los nios y tiene muchas ilustraciones grandes de suaves y acolchadas nubes en cielos azules. Cada pgina de texto tiene una frase que aparece en una letra mucho ms grande y que transmite el mensaje bsico del libro de una manera muy clara y obvia. Tal como nos dice Maria Shriver en su libro, el cielo

    es algn lugar en el que uno cree... un lugar muy bello en el que te puedes sentar sobre suaves nubes y hablar con las otras personas que estn all. En la noche, puedes sentarte cerca de las estrellas, que son las ms brillantes que se pueden ver en todo el universo... Y si eres bueno durante toda tu vida, entonces te puedes ir al cielo... cuando termina tu vida aqu en la Tierra, Dios te enva a sus ngeles a buscarte para que te lleven al cielo a estar con El... [Y mi abuela est] viva dentro de m... Lo ms importante de todo esto es que ella me ense a creer en m misma... Ella est en un lugar seguro, con las estrellas, con Dios y con los ngeles... ella nos est mirando desde all arriba... Quiero que todos ustedes sepan [le dice la herona a su bisabuela] que incluso cuando t ya no ests aqu, tu espritu siempre estar vivo dentro de m.

    Sin lugar a dudas, palabras ms, palabras menos, esto es exactamente lo que millones de personas han llegado a creer y a aceptar como verdad en el mundo occidental, razn por la que se lo ensean a sus hijos. Este libro me lo envi un amigo que trabaja con nios que estn aquejados por alguna prdida y me lo describi como uno de los peores libros para los nios. Al respecto, me dijo lo siguiente: Espero que este libro tan horroroso te sirva de ayuda para saber exactamente qu es lo no se debe decir! . Es un autntico y excelente ejemplo de ese gnero. La verdad de lo que la Biblia nos ensea es muy diferente y es verdaderamente muy diferente en diversos niveles. A mucha gente le sorprende ampliamente cuando se le dice lo que en realidad es el caso: que es muy poco lo que se menciona en la Biblia sobre ir al cielo cuando uno muere. Es ms, tampoco es mucho lo que dice acerca de un infierno posterior a la muerte. Las imgenes medievales del cielo y del infierno, las cuales fueron estimuladas, aun cuando no fueron creadas por la obra clsica de Dante, han ejercido una inmensa influencia sobre la imaginacin cristiana de Occidente. Son muchos los cristianos que crecen bajo la suposicin de que en todos aquellos momentos en los que se habla del cielo en el Nuevo Testamento, se refiere al lugar al que irn aquellos que se han salvado despus de su muerte. En el evangelio segn san Mateo, las referencias que hace Jess al reino de Dios aparecen en los otros evangelios como el reino de los cielos. Ya que muchos leen primero a Mateo, cuando encuentran pasajes en los que Cristo habla de entrar al reino de los cielos, simplemente confirman sus suposiciones y piensan que en realidad est hablando de cmo ir al cielo cuando uno muere. Ahora bien, sin lugar a dudas, eso no es precisamente lo que Jess, as como tampoco Mateo, tenan en mente. Alrededor de

  • esto se han ido tejiendo muchas imgenes mentales que ahora damos por sentadas como lo que ensea la Biblia o aquello en lo que creen los cristianos. Sin embargo, el lenguaje del cielo en el Nuevo Testamento no opera de esta manera. En las prdicas de Jess, el reino de Dios no se refiere al destino posterior a la muerte, ni a nuestro escape de este mundo hacia otro, sino, ms bien, tiene que ver con el reinado soberano de Dios que se ejerce as en la tierra como en el cielo. Las races de este malentendido son bastante profundas y se remontan incluso a las etapas residuales del platonismo que ha infectado escuelas y tendencias completas de pensamiento cristiano y ha llegado a inducir a la gente a creer errneamente que los cristianos tienen que restarle valor a este mundo presente y a los cuerpos en los que llevan esta vida, debiendo considerarlos deteriorados o dignos de vergenza. De igual manera, tambin se han malentendido ampliamente las imgenes que ilustran el cielo en el libro del Apocalipsis. Muy a pesar de los grandes himnos de Charles Wesley, la fabulosa descripcin que aparece en Ap. 4 y 5 de los veinticuatro ancianos que se despojan de sus coronas y las arrojan delante el trono de Dios y del Cordero, al lado del mar transparente semejante al cristal, no es una ilustracin del ltimo da en la que todos los redimidos por fin estn en el cielo. Es, ms bien, una ilustracin de la realidad actual, la dimensin celestial de nuestra vida actual. En la Biblia, el cielo no es, a menudo, un destino futuro. Ms bien, es la otra dimensin, la dimensin oculta de nuestra vida cotidiana. Por as decirlo, es la dimensin de Dios. Dios hizo el cielo y la tierra. En los ltimos das, l rehar el cielo y la tierra y los unir para siempre. De igual manera, cuando llegamos a la imagen del verdadero Final en Ap. 21 y 22, no encontramos almas rescatadas que estn logrando llegar a un cielo incorpreo, sino ms bien a la Nueva Jerusaln que baja del cielo a la tierra hasta que el cielo y la tierra se unen en un abrazo por siempre. Mucho me temo que hoy en da la mayora de los cristianos nunca medita sobre esto, ni siquiera una vez al ao. Se sienten satisfechos con lo que es, cuando mucho, una versin truncada y distorsionada de la gran esperanza bblica. En realidad, la imagen popular se ve reforzada una y otra vez por los diferentes himnos, oraciones, monumentos e, incluso, obras muy serias de teologa e historia. Se supone simplemente que la palabra cielo es el trmino adecuado que se utiliza para designar el destino final, el hogar final y que el idioma de la resurreccin y de la nueva tierra, al igual que de los nuevos cielos, debe encajar de alguna manera dentro de ese concepto. Me parece que lo que hoy en da apreciamos en la Iglesia actual es una combinacin confusa de muchos aspectos diferentes. Por un lado, sabemos que se ha venido atacando la antigua visin del cielo y del infierno. Son muchos los que ahora incluso se rehsan a creer en el infierno. No obstante, en el transcurso del ltimo siglo, a medida que se iba desarrollando esta negativa, tambin hemos descubierto que paradjicamente esto llevaba a una disminucin de la promesa del cielo, ya que si todos estn en el mismo camino, sera bastante injusto permitir que algunos vayan directo a su destino en vez de que continen el largo viaje posterior a la muerte. La idea de tal viaje posterior a la muerte ahora es bastante infrecuente aunque, una vez ms, casi no encuentra justificacin alguna en la Biblia o en el pensamiento cristiano primitivo. Tambin hemos visto la rehabilitacin de una versin moderna, asptica de la antigua idea del purgatorio: en vista de que en el momento de la muerte, todos seguimos estando muy poco preparados para

  • presentarnos ante nuestro Creador, (se sugiere que) necesitaremos, por lo tanto, un perodo de refinamiento y mejora para poder crecer hacia la luz. (Las personas que piensan hoy en da de esta manera tienden a optar por expresarlo de ese modo, en vez de enfatizar el concepto de purgar u otros conceptos igualmente incmodos). Muchos han preferido adoptar un universalismo en el que Dios les ofrecer por siempre a los que no se han arrepentido todava la alternativa de elegir la fe, hasta que al fin todos sucumban al llamado del amor divino. Algunos han declarado que el cielo, tal como ste se ha ilustrado de forma tradicional, pareciera ser insufriblemente aburrido con todos sentados en las nubes tocando arpas todo el tiempo y que, bien sea no creen en este tipo de cielo o simplemente no quieren ir al cielo. Otros han declarado, con bastante desdeo, que un Dios que simplemente quiere que la gente lo est adorando todo el tiempo no es en lo absoluto un personaje que ellos respetaran. Aquellos de nosotros que manifestamos que la figura ortodoxa es la de una vida humana vibrante y activa, que refleja la imagen de Dios en los nuevos cielos y en la nueva tierra, a veces somos acusados de proyectar nuestra vida contempornea dinmica y decidida en la pantalla del futuro. 3. Los efectos de la confusin Esta confusin tan compleja y que tiene tantas aristas se refleja e interpreta claramente en los himnos que cantamos, en la manera en la que celebramos el ao litrgico cristiano y en el tipo de funerales y de cremaciones que organizamos. Tan solo unas cuantas palabras que les diga sobre cada uno de estos ejemplos les demostrar claramente a qu me refiero. Tomemos, en primer lugar, el caso de los himnos. Si echamos un vistazo rpido a cualquier libro convencional de himnos, nos podremos percatar de que se realizan quizs demasiadas referencias a la vida futura ms all de la muerte y que todas stas se acercan ms a Tennyson, o incluso a Shelley, que al cristianismo ortodoxo. Veamos un ejemplo:

    Hasta que en el ocano de tu amor Nos perdamos en el cielo que est en las alturas.

    Esas son las palabras del piadoso John Keble, pero fue l quien se perdi por un momento aqu, no en el cristianismo, sino en una gota del ocano de la escatologa budista. Y qu podramos decir de lo que nos habla este colega del Movimiento de Oxford, John Henry Newman, con su lnea casi gnstica?

    Siempre que tu poder me haya bendecido, todava Me seguir guiando, Ms all de pramos o pantanos, riscos y torrentes, hasta Que se vaya la noche. Y al llegar la maana, esas caras de ngeles sonren Aquellos a quienes siempre am y que por un tiempo haba perdido.

    Acaso Newman crea verdaderamente que l haba tenido una vida previa con los ngeles, bien sea antes de haber sido concebido o en los primeros aos de su niez y que volvera a esa vida a su debido tiempo? Y, aunque no cabe duda de que la idea del peregrino solitario que sigue la amable luz por pramos y pantanos es una idea romntica y poderosa, igual nos podramos

  • preguntar si l piensa verdaderamente que el mundo actual y la vida de hoy podran describirse simplemente como noche. De igual manera, qu podra decirse sobre el platonismo abierto y patente del himno Abide with me (Mora en m), que sigue siendo favorito de algunos crculos?:

    Despunta la maana del cielo y huyen las sombras vanas de la tierra. Hay una serie de himnos y cnticos que expresan claramente esta lnea de pensamiento. Recordemos, por ejemplo, aquel de Vaughan: My soul, there is a country (Mi alma, hay un pas), o el de Isaac Watts: There is a land of pure delight (Existe una tierra de deleite total). Prefiero a Watts. Despus de todo, est utilizando la tipologa bblica del cruce del Jordn y la entrada en la tierra prometida, mientras que Vaughan lo que nos ofrece es un mundo abiertamente platnico de lo de arriba y lo de abajo que, en realidad y segn yo lo veo, tiene poco contenido cristiano ms all de la superficie. En una breve ojeada que le di al libro de himnos, me percat de que existan docenas de otros ejemplos similares y no todos podan explicarse mediante el proceso de seleccin en un momento en el que la teologa imperante quera decir ese tipo de cosas. Y qu podramos decir sobre el himno de Navidad It came upon the midnight clear (Apareci claro sobre la media noche), que declara en su estrofa final lo siguiente:

    He ah! Que los das anticipados Por bardos y profetas estn prontos a llegar, Cuando, con los aos que giran sin cesar Viene por fin la edad de oro. Cuando la paz extender sobre toda la tierra Su antiguo esplendor, Y todo el mundo repetir la cancin Que ahora cantan los ngeles.

    Es un villancico de Navidad que a todos les gusta, pero la idea de ciclos de la historia que a la larga vuelven a la edad de oro tampoco es una idea cristiana ni juda. Es, ms bien, abiertamente pagana. Y ya que hablamos de villancicos de Navidad, recordemos el que lleva por ttulo Away in a manger (Lejos en un pesebre), que reza lo siguiente: y haznos dignos de entrar al cielo para que vivamos all contigo. Ah no se habla de resurreccin, ni de ninguna nueva creacin. Tampoco se hace alusin a ningn matrimonio entre el cielo y la tierra. Ms an, cuando encontramos en el libro de himnos el universalismo y la naturaleza-religin abiertamente romntica de Paul Gerhardt, en su poema: The duteous day now closeth (El da del deber llega a su fin, incluso hasta se nos puede perdonar por pensar que quien quiera que haya compilado el libro de himnos slo ley el primer verso y ni siquiera se tom el trabajo de verificar la teologa que tena el resto. De lo contrario, no nos cabe duda de que alguien habra levantado una ceja de puro asombro ante la simple sugerencia de que una vida sin fe en el mundo creado presente pudiera llevar a un futuro de salvacin en un escape platnico de la creacin:

    Por el momento su ceguera mortal Puede pasar por alto a la amorosa amabilidad de Dios

  • Y andar a tientas en una lucha sin fe; Pero cuando el da de la vida haya llegado a su fin, Entonces la noche clara de la muerte descubrir Los campos de la vida perdurable.

    En el Nuevo Testamento, la muerte nunca es una noche clara. Es simplemente un enemigo, conquistado por Jess, pero que sigue a la espera de ser vencido por siempre. Algunos de los himnos que se aprecian en la tradicin evangelista y carismtica caen con mucha facilidad en el error fcil que se relaciona, como ya veremos, con las visiones confusas de la segunda venida que nos sugieren que Jess volver para tomar a su pueblo y sacarlo de la tierra y de su hogar para llevarlo al cielo. Es por ello que el fabuloso himno, How great thou art (Cun grande eres), declara en su estrofa final lo siguiente:

    Cuando venga Cristo con su grito de aclamacin, Y me lleve a casa, qu alegra llenar mi corazn.

    La segunda lnea (lo que permitir anticipar el argumento que esgrimir a continuacin) pudiera leerse mejor de esta manera: Y curar a este mundo.... En realidad, la versin sueca original de este himno no habla sobre un Cristo que viene para llevarme a casa. sta no es ms que la adaptacin del traductor. Ms bien, menciona que caern los velos del tiempo y que la fe cambiar a una visin clara y las campanas de la eternidad nos llamarn a nuestro descanso del sbado, todo lo cual permite que se le recomiende mucho ms ampliamente. Sin lugar a dudas, hay algunos himnos que se oponen firmemente a esta tendencia. El himno Jerusalem the golden (La dorada Jerusaln) llama la atencin hacia los captulos finales y decisivos del Apocalipsis. Unos cuantos himnos nos expresan que estamos siendo despertados por la ltima y temida llamada, o hablan de elevarnos gloriosos el ltimo da. Un gran himno nos habla de un Dios que se asegura de que su propsito se haga realidad, de manera que la tierra se llene de la gloria de Dios al cubrir las aguas el mar. Pero el que descolla por encima de todos estos himnos, no es otro que el gran himno del Da de todos los Santos, denominado For all the saints (Para todos los santos) cuya secuencia de pensamiento capta a la perfeccin el nfasis del Nuevo Testamento. Despus de conmemorar y celebrar la vida de los santos en sus primeros versos, nuestra comunin con ellos en el cuarto y nuestro fortalecimiento en el quinto, el sexto verso nos habla de cmo nos uniremos a ellos en su morada actual que no es el lugar final de descanso, sino ms bien el sitio intermedio de descanso, alegra y refrescamiento, al que se le da por nombre paraso:

    La noche dorada brilla en el Oeste; Pronto, muy pronto, llegar el descanso a los fieles guerreros: Dulce es la calma del Paraso bendito. Aleluya! Aleluya!

    Slo despus de esto es cuando ocurre la resurreccin: Pero he ah que despunta un da an ms glorioso, Los santos triunfantes se levantan en todo su esplendor, El Rey de la gloria pasa por aqu en su recorrido. Aleluya! Aleluya!

  • Y de ah se nos lleva al verso final, triunfal, a la llegada a la nueva Jerusaln. Si nuestros himnos revelan la confusin en la que hemos cado, la forma en la que celebramos el ao litrgico cristiano demuestra ms o menos lo mismo. He escrito en otra ocasin sobre el simple enredo que en los aos recientes ha permitido ese festival de dos das, si as podemos llamarlo, en que se han convertido el Da de todos los Santos y el Da de todos los Muertos, que viene precedido por una fecha que confunde ms an y que no es otra que la de la vspera del Da de todos los Santos o Halloween, como se le conoce en ingls. Muy pocos de aquellos que celebran esta doble (o triple) festividad son los que, en mi opinin, creen en la teologa medieval que intent darle siquiera algn sentido a estas tres fechas. En realidad, lo que refleja esta celebracin es la confusin de una Iglesia que ya no cree verdaderamente en el cielo y, probablemente, ni siquiera cree en el infierno; una Iglesia que prefiere, ms bien, una suerte de purgatorio blando e indulgente que viene a remplazar a cualquiera de los otros dos y en el que no hay lugar en lo absoluto para la resurreccin del cuerpo, la nueva creacin o la nueva Jerusaln que desciende del cielo a la tierra. Ahora bien, esto no es ms que parte del enredo. En ciertos esquemas anglicanos recientes, se ha dejado sin definir claramente una seccin completa del ao cristiano. El Adviento, los cuatro domingos inmediatamente anteriores a la Navidad, solan enfocarse sobre las doctrinas de la segunda venida, del juicio de Dios y del destino final de los seres humanos. Hoy en da, los leccionarios han cambiado todo eso y, ms bien, han venido a remplazarlos otros diversos aspectos de preparacin para la Navidad. Durante un buen tiempo (en la dcada de los noventa), ese mes que cubre, ms o menos, la liturgia previa al Adviento y que abarca casi en su totalidad el mes de noviembre, fue conocido bajo un nuevo nombre puesto que se le llam la Temporada del Reino. Es ms, en esa poca del ao, se procedi a establecer suposiciones bastante peculiares e inconsistentes sobre la muerte y lo que nos espera ms all de la misma. Aunque ya este nombre no se sigue utilizando, no ha sido posible erradicar con la misma facilidad la confusin que trajo y que se ve reflejada en diversas oraciones litrgicas que hablan de la luz del reino que disfrutan los santos, como si, a pesar de lo que dice el Nuevo Testamento, el reino de Dios fuera un lugar denominado cielo al que ya han llegado algunos, aunque no todos los cristianos que han muerto. Incluso podemos decir que la Navidad en s ha sobrepasado ampliamente a la Pascua de Resurreccin como el verdadero centro de celebracin del ao litrgico cristiano, una realidad que revierte por completo el nfasis que le otorga a estas fechas el Nuevo Testamento. En algunas ocasiones, en los himnos, las oraciones y los sermones tratamos de construir toda una teologa sobre la Navidad, aunque en realidad no se logre darle sustento a tal situacin. De igual modo, celebramos la Cuaresma, la Semana Santa y el Viernes Santo de manera tan rigurosa y esmerada que casi no nos queda energa para la Pascua de Resurreccin, excepto para la vigilia y el primer da de pascua. A pesar de ello, la Pascua de Resurreccin debe ser el centro de todo. Si la eliminamos, podramos decir literalmente que no nos queda nada. Las mismas confusiones se aprecian en la forma en la que se celebran los funerales y entierros. En los aos recientes, son muchos los ritos fnebres que se han escrito y publicado y, a menudo, luego de largos y acalorados debates. Sin embargo, antes de proceder a abordarlos, quisiera decir unas cuantas palabras acerca de la teologa implcita que mantienen muchos de aquellos que

  • optan por la cremacin en vez del entierro. Claro est que hubo razones de higiene y de hacinamiento que llevaron a los que emprendieron las reformas a fines del siglo pasado a proponer este paso, el cual, aunque quizs no lo sepan todos los cristianos de Occidente, sigue siendo algo a lo que se opone firmemente la ortodoxia del Oriente (a pesar de la escasez de tierras que sufren algunos pases, cuando menos Grecia), al igual que los judos ortodoxos y los musulmanes. Sin embargo, clsicamente la cremacin ha tendido a pertenecer ms al mbito de la teologa hind o budista. De igual manera, aunque en menor grado y a nivel popular, la vemos como una cultura que est penetrando con cierta rapidez. Cuando alguien pide que sus cenizas se dispersen en las laderas de una colina que era su favorita o en un ro o playa que le gustaba mucho, podemos entender sus sentimientos (aunque al hacerlo, quizs les estaramos negando a los afligidos deudos un lugar especfico al que pueden ir a visitarlo para llorar su tristeza). Sin embargo, la implicacin subyacente de un deseo de fundirse simplemente con el mundo creado, sin afirmacin alguna de la vida futura de una nueva personificacin, desaparece ante la contundencia de la teologa cristiana clsica. Claro est que no pretendo decir que la cremacin sea una hereja. Ya hablar a su debido tiempo sobre la relacin que tiene con el cuerpo en la resurreccin. Simplemente pretendo destacar que se evidenci un gran cambio en el pensamiento durante el siglo pasado que privilegi la cremacin y que ste refleja, cuando menos en parte, algunas de las confusiones que hemos observado, tanto en la Iglesia, como en el mundo en general. Y, ya que estamos abordando este tema, quisiera mencionar que una ceremonia en un edificio que se utiliza nicamente para cremar es un evento muy diferente a un funeral, venga ste seguido, o no, por una cremacin, puesto que el funeral se celebra en un edificio que se utiliza diaria y semanalmente para la oracin, la eucarista, la celebracin, los bautizos y las bodas y toda la vida de adoracin y culto de una comunidad. Por otra parte, vindolo desde otra perspectiva, podramos decir que hay algo fabuloso y profundo en el acto de entrar a una iglesia atravesando el cementerio en el que estn enterrados todos aquellos que han adorado a Dios duran te siglos en ese lugar. Ahora bien, tambin, esa es otra historia. Cuando se trata de los funerales en s, la confusin de otros mbitos se refleja tambin aqu con bastante fidelidad (si sa es la palabra que podemos utilizar). Es tanto lo que ha sucedido en las diferentes iglesias que slo puedo hacer comentarios muy selectivos y relativos a mi propia Iglesia (la Iglesia de Inglaterra). Las verificaciones realizadas al azar con respecto a otras iglesias indican que tambin en ellas es bastante tpico lo que les voy a decir. Cuando surgieron las nuevas liturgias fnebres de la Iglesia de Inglaterra, a fines del siglo xx, se publicaron varios recursos bastante tiles para ayudar al clero a aprovechar las mejores oportunidades pastorales entre una serie de pasajes sensibles, aunque a menudo engaosos. Uno de tales libros que fuera publicado por la editorial oficial de la Iglesia de Inglaterra y con recomendaciones en su prefacio ofrecidas por altos personeros de la Iglesia, nos ofrece una gua fabulosa que nos permite tener una idea de todo lo que quisiramos saber y hacer, excepto en cuanto al hecho de que, en ningn lugar de este libro se hace mencin siquiera una vez a la palabra resurreccin. Ms an, quizs esto no nos sorprenda tanto cuando examinemos los nuevos oficios en s. Afortunadamente, la resurreccin no ha desaparecido de ellos, aunque s se ha apagado su presencia, se le ha restado importancia y, ms bien, el tenor general apunta a respaldar la visin, cada da ms prevaleciente, de una sola etapa en el destino posterior a la muerte que convierte la oscuridad de la muerte en el amanecer de una nueva vida y la tristeza de la partida en la dicha del cielo, tal

  • como lo seala una de las oraciones. Tambin podramos decirlo en otras palabras: si alguien acudiera a uno de estos oficios fnebres sin tener idea sobre cules eran las enseanzas al respecto de la religin juda y de la religin cristiana clsicas, este funeral hara muy poco para ilustrar a esta persona y, ms bien, contribuira ampliamente a confundirla o confirmarle el enredo mental que ya tena con respecto a estos ritos. Las oraciones en las que se encomienda al difunto tampoco ayudaran mucho, tal como se aprecia a continuacin:

    ...encomendamos a N a tus brazos de misericordia, en la creencia de que, al haberle perdonado sus pecados, l/ella compartir un lugar de felicidad, luz y paz en el reino de tu gloria por siempre. ...Dios ahora le da la bienvenida a l/ella a su mesa en el cielo Para que comparta la vida eterna con todos los santos. Encomendamos a N a tu misericordia y te rogamos porque al acercarlo/acercarla a ti, nos dars tu bendicin de paz... Lo/la encomendamos a tu misericordia, y rogamos porque nos muestres el camino de la vida, y la plenitud de la dicha en tu presencia por toda la eternidad.

    En medio de esta secuencia, hay una oracin que se destaca por su clara afirmacin de lo que los primeros cristianos hubieran querido decir:

    Confiando en tu fidelidad, encomendamos a N a tu misericordia mientras aguardamos ese gran da en que t nos resucites triunfantes con l/ella a la vida y en que nos presentemos ante ti, con toda tu creacin hecha nueva en l, en la gloria de tu reino celestial.

    Aunque se nos podra excusar por preguntarnos si la ltima lnea no nos quita con la mano izquierda lo que nos acaba de conceder con la derecha, ya que el punto medular de la nueva creacin y de la resurreccin en s es que ste es el momento en el que el reino celestial llega a la tierra plenamente y finalmente. Podemos decir, entonces, que el principal oficio funeral de la nueva Iglesia de Inglaterra nos dara un indicio muy poco claro sobre la creencia cri