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Noticia curiosa de otra estrella ____________________________ Herman Hesse

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Noticia curiosa de otra estrella

____________________________ Herman Hesse

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En una de las provincias meridionales denuestra hermosa estrella había ocurrido unadesgracia espantosa. Un terremotoacompañado por tremendas tormentas einundaciones había dañado tres grandespueblosytodossusjardines,campos,bosquesy plantaciones. Muchísimas personas ynumerososanimaleshabíanperecido,y,lomáspenosode todo, faltaban las flores necesariaspararevestiralosmuertosyadornarendebidaformasussepulcros.

Todolodemásyahabíasidoatendido.Apenaspasadas las peores horas, mensajeros con elgran llamado de amor recorrían aprisa lascomarcas vecinas. Y desde las torres de laprovincia entera se escuchaba cantar a loschantres aquel versículo emotivo yconmovedor, que es conocido desde laantigüedad como el Saludo a la Diosa de lapiedad, y cuyos acentos nadie es capaz deresistir. Desde todas las ciudades ycomunidades acudían caravanas de gentealtruista y compasiva; los infelices que habíanperdido su techo fueron abrumados coninvitaciones y ruegos amistosos, fuera por

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parientes, amigos y extraños, para residir ensus casas. Alimento y vestidos, coches ycaballos, herramientas, piedras, madera ymuchas otras cosas fueron traídos en calidadde ayuda. Y mientras los ancianos, mujeres yniños eran recogidos todavía por manoscaritativasyhospitalarias,mientrasselavabayvendaba cuidadosamente a los heridos y sebuscaba a los muertos entre los escombros,otraspersonasyaseocupabanendespejarloslugares donde los tejados se habían caído, enapuntalar convigas lasparedes tambaleantes,y en disponer todo lo necesario para unarápida reconstrucción. Y a pesar de que aúnflotabaenelaireunhálitodeespantoante ladesgracia ocurrida, y de todos los muertosemanabaunrequerimientoallutoyalsilenciorespetuoso, no obstante podía notarse entodoslosrostrosyvocesunadisposiciónalegrey una cierta festividad tierna. Pues lacomunidad,ensuobrar laboriosoysucertezadinámica de estar haciendo algo tanexcepcionalmente necesario, tan hermoso ydigno de agradecimiento, se derramaba entodos los corazones. En un comienzo todohabía ocurrido con timidez y silencio, pero

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prontofueposibleescucharaquíyalláunavozalegre, una canción cantada suavemente enhomenaje a una labor común, y, comopuedeimaginarse, entre lo cantado figuraban enprimer término estos dos viejos versosproverbiales: —Bienaventurado el que llevaayuda a quien ha sido recién atacado por ladesgracia; ¿no bebe su corazón el beneficiocomo un jardín reseco la primera lluvia, y daunarespuestaconfloresyagradecimiento?—;yaquelotro:—LaalegríadeDiosfluyeapartirdelquehacercomún—.

Pero justamente entonces surgió aquellalamentableescasezdeflores.Porciertoquelosmuertos encontrados en primer términohabían sido adornados con las flores y ramosque pudieron juntarse de los jardinesdestruidos.Luegosehabíanempezadoa traerde los lugares vecinos todas las floresasequibles.Pero ladesgraciasingularconsistíaen que precisamente las tres comunidadesarrasadaseranlasposeedorasdelasmayoresymás bellas flores de la temporada. Allíconcurría la gente año tras año para ver losnarcisosylosazafranes,puesenningunaparte

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habíaunacantidadtaninmensaniespeciestancultivadasydetanmaravillososcolores.Ytodoeso estaba ahora destruido y perdido. Demodo que la gente, muy desconcertada, nosabíacómocumplirconel ritual impuestoporlacostumbrealamemoriadeesosmuertos,elque exige que cada persona fallecida y cadaanimal muerto sea adornado solemnementecon las floresde laestación,yquesuentierrosea tanto más rico y luminoso cuanto másrepentinaytristementehayaunofallecido.

Elhombremásviejodelaprovincia,unodelosprimeros que había llegado en su coche paraproporcionar ayuda, se encontró prontoasediado por tantas preguntas, ruegos ylamentos, que le costó bastante conservar lacalmaylaserenidad.Peromantuvoelcorazónensusitio, susojospermanecieron límpidosyamistosos, su voz clara y cortés, y sus labiosentrelabarbablancanoolvidaronuninstantelasonrisatranquilaybenévolaqueconveníaasucondicióndesabioyconsejero.

—Amigos míos—, dijo, —ha caído sobrenosotros una desgracia con la que los dioseshan querido probarnos. Todo cuanto aquí ha

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sido aniquilado podemos reconstruirlo ydevolverlo pronto a nuestros hermanos. Y yoagradezco a los dioses quemi avanzada edadme haya permitido ver de qué modo habéisvenido y habéis abandonado lo vuestro paraacudir en ayuda de nuestros hermanos. Pero¿de dónde tomaremos las flores, a fin deadornar decorosa y hermosamente a todosestos difuntos para la fiesta de sutransmutación? Porque, en tanto nosotrosestemos aquí con vida, ninguno de estosfatigadosperegrinosdebesersepultadosinsucorrespondiente ofrenda floral. Ésta esseguramentetambiénvuestraopinión—.

—Sí—, exclamaron todos, —ésta es tambiénnuestra opinión—. —Lo sé—, dijo el ancianoconvozpatriarcal.—Lesdiré,amigos,quéesloque debemos hacer. Todos aquellos caídos, alosquehoynopodemosenterrar,tendránqueser llevados al Gran Templo del verano queestáen loaltode lamontaña,dondeaúnhaynieve. Allí estarán seguros y no sufriránalteración mientras no les sean llevadas lasflores. Pero sólo una persona nos puedeprocurartantasfloresenestaestacióndelaño.

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Eso lo puede hacer únicamente el rey. Demodo que debemos enviar a uno de losnuestrosalreyparapedirleayuda—.

Ydenuevoasintierontodos,yexclamaron:—¡Sí, sí, al rey!—. —Así es—, prosiguió elanciano, y bajo la blanca barba cada uno vioqué alegremente brillaba su hermosa sonrisa.—¿Aquién,sinembargo,debemosenviaraveralrey?Tendráqueserjovenyrobusto,pueselcaminoeslargo,ydebemosfacilitarleelmejorcaballo. Ha de tener también un porte gentil,buen ánimo y brillo en lamirada, para que elcorazón del rey no pueda menos queconmoverse.Noesnecesarioquedigamuchaspalabras,perosusojosdebensaberhablar.Lomejor sería enviar un niño, el niño máshermoso del pueblo, pero ¿cómo podríaresistir tal viaje? Debéis ayudarme, amigosmíos; si entre vosotroshayalgunoquequieratomar sobre sí esta embajada, o si sabe dealguien,leruegoquelodiga—.

Elancianoguardósilencioymiróentornoconsus ojos claros, pero nadie se adelantó yningunavozsedejóoír.

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Trashaber formulado supreguntapor terceravez, salió de la multitud un adolescente dedieciséis años, casi un niño todavía. Bajó lamiradayenrojecióalirasaludaralanciano.

Éste lomiró y de inmediato se dio cuenta deque se trataba delmensajero adecuado. Perosonrió y dijo: —Está bien que quieras sernuestro enviado. Pero ¿cómo es posible queentre tanta gente seas el único que se haofrecido?—.

Eljovenlevantólavistahaciaelancianoydijo:—Sinohayotroquequiera ir,entoncesdejadquevayayo—.

Y uno entre la multitud gritó: —Envíalo,anciano, todos lo conocemos. Es oriundo deesta aldea y el terremoto ha devastado sujardínqueeraelmásbellodeestelugar—.

Elviejomiróaljovenamistosamentealosojosypreguntó:—¿Tantoteapenaloocurridoatusflores?—.

Eljovenrespondióenvozbaja:—Esciertoqueme apena, pero no es por eso que me hepresentado. Tenía un amigo muy querido ytambién un potrillo predilecto. Ambos

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perecieron en el terremoto y yacen en elpórticodenuestracasa;debehaberfloresparaquepuedansersepultados—.

Elancianolobendijoconlasmanosextendidas,y de inmediato se requirió el mejor caballopara el joven, quien montó al instante,palmoteóelcuellodelanimalysedespidióconun gesto, para emprender luego el galope atravésdelaaldeasobreloscamposhúmedosydevastados.

El jovencabalgóeldíaentero.Para llegarmásprontoalalejana,capitalypresentarsealrey,cortó caminopor lamontaña.Hacia la noche,cuando comenzaba a oscurecer, condujo a sucabalgadura por las riendas a través de unasenda empinada a través del bosque y de lasrocas.

Un gran pájaro oscuro, como nunca vieraantes, lo precedía con su vuelo. Él lo seguía,hastaqueelpájaroseposóeneltejadodeuntemplete abierto. El joven dejó el caballosuelto enmedio de la hierba y pasó entre lascolumnas de madera al interior del sencillosantuario. A modo de altar de sacrificio hallósolamenteunbloquedeunapiedranegraque

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no existía en esa región, y encima la extrañaimagen de una deidad que el mensajero noconocía: un corazón devorado por un pájarosalvaje.

Tributó a la deidad sus respetos y trajo comoofrenda una campanilla azul que habíarecogidoalpiedelamontañayluegoprendidoen su vestidura. Enseguida se acostó en unrincón, pues estaba muy cansado y queríadormir.

Pero no podía conciliar el sueño, a pesar dequeéstesolíaRegarasulechocadanochesinser llamado. La campanilla sobre la roca, lamismapiedranegra,otalvezalgunaotracosa,exhalaba un aroma peculiar, intenso ydoloroso;laimageninquietantedeladivinidadbrillabacomounespectroenlaoscuragalería;y sobre el tejado estaba posado el extrañopájaro que de tiempo en tiempo batía confuerzasusenormesalas,quesonabancomounhuracánentrelosárboles.

Asíocurrióqueenmitadde lanocheel jovense levantó, salió del templo y levantó su vistahaciadondeelpájarosehallaba.Éstealeteóylomiró.

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—¿Porquénoduermes?—,preguntóelpájaro.

—Nolosé—,dijoel joven.—Quizáporquehesufridoundolor—.

—¿Ycuálesesedolor?—.

—Mi amigo y mi caballo favorito, ambos hanmuerto—.

—¿Es la muerte algo tan malo?—, preguntóburlonamenteelpájaro.

—Oh,no,granpájaro,noesalgo tanmalo, lamuerteessólounadespedida.Peronoesporeso que estoy triste. Lo malo es que nopodemosenterraramiamigoyamihermosocaballo, porque ya no tenemos flores paraello—.

—Hay cosas peores—, dijo el pájaro, y agitómalhumoradosusestrepitosasalas.

—No, querido pájaro, algo peor seguramentenoexiste.Almuertoquees sepultadosinunaofrenda de flores, le está vedado renacersegún los deseos de su corazón. Y quienentierra a sus muertos y no celebra acontinuaciónlafiestadelasflores,veluegolassombras de los fallecidos en sus sueños.

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Comprendes entonces que no pueda seguirdurmiendomientrasmismuertos carezcan deflores—.

El corvo pico del pájaro dejó escapar ungraznidochillón.

—Muchacho, nada sabes del dolor si no hassufridomás que éste. ¿Acaso nunca has oídonada acerca de los grandesmales? ¿Del odio,delasesinato,deloscelos?—.

El joven,alescucharestaspalabras,creyóquesoñaba.Luegoreflexionóydijoconprudencia:—Por cierto, pájaro, lo recuerdo: sobre esascosashayalgoescritoenlashistorias,yenloscuentos de hadas. Pero eso está ciertamentefuerade la realidad,oquizásocurrióasíenelmundohacemuchotiempo,cuandonoexistíanlas flores ni los dioses buenos. ¡Quién seacuerdadeelloahora!—.

El pájaro rio silenciosamente con su agudotimbre. Luego se irguió más alto y dijo aljovencito:—¿Asíque,quieres ir a ver al rey yqueyoteindiqueelcamino?—.

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—Oh, losabesya—,exclamó jubilosamenteeljoven. —Sí, te ruego que me guíes, si así loquieres—.

Entonces el pájaro se posó sin ruido en elsuelo,abriótambiénsinruidosusalasyordenóal jovendejar allí su caballo para poder viajarconélafindeveralrey.

El mensajero se sentó a horcajadas sobre elpájaro.—¡Cierralosojos!—,mandóelpájaro,yasífuehecho.Yvolaronensilencioatravésdela oscuridad del cielo, blandamente, comohacenlaslechuzas.Sóloelairefríozumbabaenlas orejas del mensajero. Y volaron durantetodalanoche.

A la mañana temprano tocaron tierra, y elpájaro gritó: —¡Abre los ojos!—. Y el jovenabriósusojos.Entoncesvioqueseencontrabaen el lindero de un bosque, y con la primeraclaridad de la mañana una llanuraresplandecientelocegabaconsuluz.

—Aquíenelbosquemevolverásaencontrar—,dijoelpájaro.Selanzóhacialasalturascomouna flecha y de inmediato desapareció en elazul.

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Eljoven,mientrasmarchabadesdeelbosqueyseinternabaenlavastallanura,sintióquetodoleeraextraño.Alrededordeél sehallaban lascosas tan cambiadas y trastocadas, que nosabíasiestabadespiertoosoñando.Lospradosy las flores eran semejantes a los de su lugarnatal,yelsolbrillaba,yelvientojugabaentrela hierba florida; pero no se divisaban sereshumanos ni animales, parecía como si allí unterremotohubiera causadoestragos lomismoque en su patria. Pues en el suelo yacíanesparcidos ruinas de edificios, ramas rotas yárboles arrancados, cercos destruidos y útilesde labor abandonados. De improviso advirtióenmediodelcampouncadáverquenohabíasido sepultado y que se hallaba en horrorosoestado de descomposición. Ante elespectáculo,el jovensintióque lo invadíanunprofundoespantoyunaccesoderepugnancia,puesnuncahabíavistonadasimilar.Elmuertonoteníanisiquieracubiertoelrostro,yamedioechadoaperderacausadelospájarosydelapodredumbre. Desviando la mirada, buscóalgunashojasverdesyflores,ycubrióconellaselsemblantedeldifunto.

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Un olor indefinible, repulsivo y agobiador seextendía, tibia y tenazmente, a través de lallanura. Otro cadáver yacía entre la hierbarodeado por una bandada de cuervos, y uncaballo decapitado y huesos de hombres ybestias; todos estaban abandonados al sol,como si nadie hubiera pensado en funeralesfloridos y en tumbas. El joven temía que unahecatombe inimaginable hubiera acabado contodosloshabitantesdeesepaís;yhabíatantosmuertos que tuvo que cesar de cortar florespara ellos y de cubrirles el rostro con lasmismas. Angustiado y con los ojos a mediocerrar, prosiguió su camino; de todas partesemanabaeloloracarroñayasangre,mientrasdesde miles de lugares ruinosos y de loscadáveres partía una oleada cada vez máspoderosa de dolor y desolación. Elmensajerocreyóquehabíacaídoenunapesadillamalignayvioenellounaadvertenciacelestial,porquesuspropiosmuertos carecíanaúnde su fiestade las floresyde sepultura.Entoncesvolvióarecordarloquelanocheanteriorlehabíadichodesde el tejado el pájaro oscuro, y le parecióoír otra vez su aguda voz que profería:—Haycosaspeores—.

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Comprendió entonces que el pájaro lo habíatransportadoaotraestrella,yquetodoloquesusojosveíanerarealyverdadero.Recordólaimpresión con que había oído algunas veces,siendoniño,narraciones terroríficasacercadelas épocas primitivas. Ahora volvía aexperimentar una sensación similar; primerounescalofríodepavor,y luegounsilenciosoyplácidoalivioenelcorazón,puestodoaquelloera algo infinitamente distante y habíaocurrido en tiemposmuy remotos. Aquí todoacontecíacomoenloscuentosdeterror.Todoesemundoextrañode atrocidades, cadáveresyavesquesealimentabandecarroña,parecíaobedecer sin sentido ni medida a reglasincomprensibles, de locura, según las cualessiempre acaecía lo malo, lo desatinado y lodeformeenlugardelohermosoylobueno.

De pronto observó a un ser viviente queandaba entre los campos; un aldeano o uncriado.Corrióhaciaélylollamó.Cuandoloviodecerca,eljovenseaterrorizóysucorazónfueinvadido por la piedad, pues el aldeano eratremendamente feo y apenasun serhumano.Parecíaunsujetoacostumbradoapensarnada

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másqueen símismo,apresenciar siempre lonegativo, un hombre que vivierapermanentemente entre sueños angustiosos.En sus ojos, en su semblante y en toda sunaturaleza no había nada de alegría ni debondad,nadadegratitudoconfianza.Lavirtudmássencillaysobreentendidaparecíafaltarleaeseinfortunado.

Pero el joven se dominó, se aproximó alhombre con gran amabilidad, como si setratasedeunsermarcadopor ladesgracia, losaludó fraternalmente y lo encaró con unasonrisa.Elhombrefeoparecíapasmadoymiróconasombrodesde susojosgrandesy tristes.Su voz era ruda y disonante, como el gruñidode seres inferiores. Sin embargo, no le fueposible resistirse a la serenidad, a la humildeconfianzadelamiradadeljoven.Ydespuésdehaberobservado fijamenteduranteun rato alforastero,surgiódesurostrotoscoyagrietadounaespeciedesonrisamásomenossardónica,bastante desagradable, pero suave yasombrada, tal como la primera pequeñasonrisadeunalmaqueacabaderenaceryque

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en ese momento llegara desde la regiónmásinteriordelatierra.

—¿Qué quieres de mí?—, preguntó aquelhombrealjovenforastero.

De acuerdo con los hábitos de su patria, elmuchachorespondió:—Teagradezco,amigo,yte ruego me digas si puedo hacerte algúnservicio—.

Y como el campesino callara sonriendo entreperplejo y desconcertado, el mensajero lepreguntó: —Dime amigo, ¿qué significa esteespectáculo espantoso?—, y señaló en tornoconlamano.

Elcampesinoseesforzóencomprenderlo,yalrepetir el mensajero su pregunta, dijo: —¿Nunca viste esto? Es la guerra. Éste es uncampo de batalla—. Y señalando un negromontón de ruinas, exclamó:—Aquélla eramicasa—. Y cuando el extranjero, lleno de unapiedadquelenacíadelcorazón,miraraensusojosenturbiados,elcampesinobajólavistaylaclavóenelsuelo.

—¿No tenéis un rey?—, preguntó ahora eljoven, y al asentir el campesino, interrogó:—

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¿Dónde está, pues?—. El hombre indicó a lolejos una tienda de campaña que podíadivisarsemuy remota y pequeña. Entonces elmensajerosedespidióposandosumanoen lafrente de aquél, y continuó su camino. Elcampesino se palpó la frente con ambasmanos,sacudiópreocupadolapesadacabezaysequedólargoratoparadoentantoqueseguíamirandoconfijezaalextranjero.

Este último corrió y corrió entre escombros yhorrores,hasta llegara la tiendadecampaña.Por todas partes corrían hombres armados,peronadiereparabaenél,yasípasóentrelastiendas y la gente, hasta encontrar la tiendamásgrandeyhermosa del campamento,queeraladelrey.Entoncessedispusoaentrar.

Enlatiendaestabaelreysentadoenunacamabajaysencilla.Sumantoseextendíaaunlado,yalfondoseacurrucabadormitandouncriado.El rey se hallaba sumido en profundospensamientos. Su rostro era bello y triste, unmechóndecabellosgrisescaíasobresufrentetostada; la espada estaba tendida en el suelodelantedeél.

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El joven saludósindecirpalabra, con respeto,tal como hubiera saludado a su propio rey, ypermanecióaguardandodepie,conlosbrazoscruzadossobreelpecho,hastaqueelmonarcalomiró.

—¿Quién eres?—, preguntó severamente, ycontrajo las oscuras cejas, pero su miradaquedó suspendida ante los rasgos puros yalegres del extranjero; y el joven lo miró tanlleno de confianza y gentileza, que la voz delreysehizomássuave.

—Yo te he visto alguna vez—, dijo, como sirecordase,—oteparecesaalguienqueconocíenmiinfancia—.

—Soyextranjero—,dijoelemisario.

—Habrá sido un sueño—, dijo quedamente elrey. —Me recuerdas a mi madre. Habla.Cuéntame—.

Eljovencomenzó:—Metrajounpájaro.Enmipaís hubo un terremoto, quisimos enterrar anuestrosmuertos,peronohabíaflores—.

—¿Nohabíaflores?—,dijoelrey.

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—No, no quedaba ninguna. Y nada peor paranosotros que sepultar a un muerto sinofrecerle nuestra fiesta de las flores, pues elprimer paso de su transformación debe serdadoenmediodelesplendorylaalegría—.

De pronto el mensajero recordó cuántosmuertos insepultos había yaciendo afuerasobreesecampodehorror,ysecontuvo.Elreylo miró, meneó la cabeza y suspiróprofundamente.

—Yo quería llegar hasta nuestro rey y pedirlemuchas flores—, prosiguió el mensajero, —pero cuando estaba en el templo de lamontaña, vino ese pájaro enorme y me dijoqueme llevaría anteel rey yme trajopor losaireshaciati.¡Oh,amadorey,aqueltemploerade una deidad desconocida para mí, en sutejado se había posado el pájaro, y este diosteníaunaimagensumamentecuriosasobresupiedra sagrada: un corazón, en el que sealimentaba un pájaro salvaje! Con aquelinmensopájarotuveunaconversacióndurantelanoche. Y sólo ahorapuedo comprender suspalabras, puesme dijo que habíamuchomásdolorymaldadenelmundodeloqueyopodía

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imaginar.Yteníarazón,parallegaraestesitiohetenidoqueatravesaresecampovastísimo,ydurante esas horas he visto sufrimientos ycalamidades infinitas, mucho mayores de loque refieren nuestras leyendas másterroríficas. Entonces llegué hasta ti, ¡oh rey!,para preguntarte si puedo hacer algo en tuservicio—.

Elrey,quehabíaescuchadoatentamente,tratóde sonreír, pero había tanta gravedad yamargura en su hermoso semblante, que nopudohacerlo.

—Teagradezco—,dijo,—nopuedesprestarmeningúnservicio.Peromehashechorecordaramimadre,ytedoylasgracias—.

El joven se sintió afligido porque el rey nopodía sonreír. —Estás tan triste—, le dijo, —¿esacausadelaguerra?—.

—Sí—,dijoelrey.

Frenteaestehombreprofundamenteabatidoy tan noble, sin embargo, el joven no pudodejar de violar una regla de la cortesía. Ypreguntó:—Perodime,tesuplico,¿porquéos

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hacéis estas guerras en vuestra estrella?¿Quiéntienelaculpa?¿Acasolatienestú?—.

El rey miró fija y largamente al mensajero,parecía enfadado ante la impertinencia de lapregunta. Pero no pudo reflejar por muchotiemposumiradasombríaen losojosclarosydesprevenidosdelextranjero.

—Eres un niño—, dijo el rey, —ay éstas soncosasquenopodríasentender.Laguerranoesculpa de nadie, llega por sí misma, como latormenta y el rayo, y todos nosotros, los quedebemos combatir, no somos sus iniciadores,sinosusvíctimas—.

—¿Entonces entre vosotros el morir es cosaleve?—,preguntóeljoven.—Ennuestropaíslamuertenoes,porcierto,algomuytemido,ylamayoría se entrega dócilmente a ella. Einclusivemuchosseencaminanalegrementeasu metamorfosis. Sin embargo, nadie seatreveríaadarmuerteasuprójimo.Envuestraestrellaestodebeserdiferente—.

Elreysacudiólacabeza.—Entrenosotrosnosemata a menudo—, dijo,—y esta acción es eldelitomásgravequepuedecometerse.Sóloen

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laguerrasepermitehacerlo,porqueallínadiemata por odio o envidia, o en su propiobeneficio, sino que todos hacen lo que lacomunidad exige de ellos. Pero estásequivocadosicreesquenosotrosmorimosconagrado. Si observas los rostros de nuestrosmuertos, verás que ellos muerenpenosamente,muy penosamente, y contra sudeseo—.

Eljovenescuchótodoestoysesorprendióporla tristeza y pesadumbre de la vida que losseres de esa estrella parecían soportar.Hubiera querido formular muchas otraspreguntas, pero sentía claramente que nuncallegaríaacomprendertoda la relacióndeesascosasoscurasyespantosas.Ynisiquierateníael deseode comprenderlas. Y pensóqueesosseres lamentables pertenecían a un ordeninferior y no conocían aún a los diosescelestiales o estaban gobernados pordemonios,obien,queenesaestrellaimperabaun infortunio, algún pecado o error. Y lepareció demasiado penoso y cruel seguirinterrogandomásaesemonarcayobligarloarespuestas y confesiones, cada una de las

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cualespodíasermuyamargayhumillanteparaaquél.Esoshombres,quevivíanconunoscurotemor ante la muerte, y a pesar de ello seaniquilaban en masa, esos hombres cuyascarasmostrabanunarudezatan indignacomoladelcampesinoyunaafliccióntanprofundayterriblecomoladelrey,ledabanlástimaycontodo le parecían curiosos y casi ridículos,ridículos y necios a través de su apariencialamentableyvergonzosa.

Perohubounapreguntaquenopodíareprimir.Siesospobresseressehabíanquedadoallíenesa estrella, a modo de criaturas retardadas,hijosdeunastrotardíoysinpaz,si lavidadeesos hombres corría como una convulsiónestremecida y terminaba en una desesperadamatanza, si dejaban a susmuertos tirados enlos campos de batalla y acaso hasta se loscomían —porque también de eso se hablabaen aquellos horrorosos cuentos de hadas delremoto pasado—, así y todo tenía que existiren su interior un presentimiento del futuro,unaimagensonadadelosdioses,algocomoungermen del alma de otramanera, todo aquel

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mundodespojadodebellezahubierasidosólounerrorsinsentido.

—Perdóname, oh rey—, dijo el joven con vozlisonjera,—perdonasimeatrevoahacerteunapregunta más, antes de abandonar estesingularpaístuyo—.

—¡Pregunta, pues!—, accedió el rey, quesentía algo muy particular frente a esteextranjero, pues en muchos aspectos se lerevelaba como un espíritu sutil, maduro eincalculable, y en otros, sin embargo, parecíacomo un niño pequeño al que hay que tratarconcuidadoysintomarlodemasiadoenserio.

—Extraño rey—, fueron las palabras delmensajero, —me has causado una grantristeza.Mira,yovengodeotrastierras,yveoqueelgranpájarodel tejadodel temploteníarazón; aquí entre vosotros hay un dolorinfinitamente mayor del que yo me hubierapodido imaginar. Vuestra vida parece ser unsueño de angustia, y no sé si se encuentragobernada por dioses o demonios. Sabe, ohrey, que entre nosotros hay una leyenda queyoteníaantesporunamescolanzadecuentosde hadas y humo vacío. Lamisma refiere que

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en otros tiempos fueron también conocidosentre nosotros cosas tales como la guerra, elasesinato y la desesperación. Estas palabrasespantosas, que nuestro idioma ignora desdehace mucho tiempo, las leemos en los viejoslibros de cuentos; y nos suenan como algoterrible,ytambiénunpocoridículas.Perohoyaprendíquetodoesoesreal;y teveoa tiyalos tuyos hacer y padecer aquello queconocíamos por medio de esas terriblesleyendas de nuestra época pretérita. Ahoradime: ¿no tenéis en vuestra alma elpresentimiento de que no hacéis lo debido?¿No tenéis el anhelo de dioses luminosos,risueños, de guías y gobernantes máscompresivos y felices? ¿No soñáis nunca conuna existencia distinta ymás hermosa, dondenadiequieraloquelosotrostampocodesean,donde reinen la razón y el orden, donde loshombres se reúnan entre sí con alegría yconsideración recíproca? ¿No habéis tenidojamáselpensamientodequeeluniversoesuntodo, y que reverenciándolo, amándolo, esetodo os curaría y os haría felices? ¿No sabéisnadade lo quenosotros enmi país llamamos

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música, ni del servicio de Dios, ni de lasalvación?—.

El rey, al escuchar estas palabras, habíainclinado la cabeza. Pero, al levantarla, susemblante se había transformado, yresplandecíaconelbrillodeunasonrisa,peseaquesusojosestabanllenosdelágrimas.

—Gentilmuchacho—,dijoelrey,—nosébiensieresunniño,unsabiooquizásunadivinidad.Peropuedo responderteque conocemos todoaquellodeloquetúhablabas,ylollevamosenel alma. Anhelamos la dicha, anhelamos lalibertad,anhelamosalosdioses.Tenemosunaleyendasegúnlacualunsabiodelaantigüedadpercibió la unidad del universo como unamúsicaarmoniosadelosespacioscelestes.¿Tebastaconeso?Quizáseresunbienaventuradodel Más allá, pero aunque fueses el mismoDios,noexisteentucorazónningunafelicidad,poder o voluntad, de los cuales no aliente ennuestros corazones un presentimiento, unreflejo,unasombraporlejanaquesea—.

Y de improviso se irguió cuan alto era, y eljoven quedó maravillado, porque en uninstante el rostro del rey se había bañado en

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una sonrisa luminosa, sin sombras, como elresplandordelamañana.

—¡Vete, pues!—, dijo almensajero.—¡Vete ydejaquehagamoslaguerraynosasesinemos!Meablandasteelcorazón,merecordasteamimadre. ¡Basta, basta de ello, mi bellomuchacho! Vete ahora, huye, antes de quecomience la nueva batalla. Yo pensaré en ticuando la sangre corra y las ciudades ardan;pensaréqueelmundoesunTodo,delquenisiquiera nuestra necedad, nuestra cólera ynuestrosalvajismopuedensepararnos.¡Adiós!Saludademiparteatuestrella,yaesadeidad,cuya imagen es un corazón devorado por unpájaro. Conozco bien ese corazón y a esepájaro.Yadvierte,milindoamigodelalejanía:cuandopiensesentuamigo,enestepobrereyde laguerra,no lorecuerdestalcomolovistecuandoestabasentadoenellecho,hundidoenlaaflicción,piénsalosonriendoconlágrimasenlosojosysangreenlasmanos—.

El rey alzó la lona de la tienda con su propiamano, sin despertar al criado, y dejó que elextranjero saliera. Con nuevos pensamientosvolvió el joven sobre sus pasos a través de la

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llanura,yvioconlaslucesdelanochecerenelhorizonteunagranciudadenvueltaen llamas:sealejó,ysubiendoentrecadávereshumanosydescompuestosdespojosdecaballos,alcanzóel linde del bosque de lamontaña cuando yahabíaoscurecido.

Entonces descendió desde las nubes el granpájaro, lo recibió sobre sus alas, y volarondurante la noche en silencio y blandamente,igualquelaslechuzas.

Cuando el joven despertó tras un sueñointranquilo,estabaenelpequeñotemplodelamontaña; allí delante lo aguardaba, entre lahierba húmeda, su caballo, cuyo relinchosaludabaalnuevodía.Perodelpájaroenorme,de su viaje a una estrella lejana, del rey y delcampo de batalla, nada recordaba. Sólo unasombra había quedado en su alma, un levedolorescondidocomoelquecausaunaespinamenuda, así como duele una compasióndesvalidayunvagodeseoinsatisfechoescapazdeatormentarnosensueños;hastaquealcabodesentrañamos sus ansias secretas, queconsisten en demostrar al ser amado cuánto

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deseamos participar de sus alegrías ycontemplarsusonrisa.

El mensajero montó a caballo, y después decabalgar todoeldía llegóhasta lacapitalparaver a su rey. Y se demostró que había sido elmensajeroadecuado. Porqueel rey lo recibióconel saludodelmejoraugurio,en tantoqueletocabalafrenteyexclamaba:—Tusojoshanhablado ami corazón, y mi corazón ha dichoque sí. Tu ruego seha cumplidoaunantesdehaberloyoescuchado—.

De inmediato, elmensajero obtuvo una cartadel rey, por la cual debían serle facilitadastodaslasfloresdelreinoquenecesitara.Yunaescolta,acompañantesy sirvientes fueronconél, y se le agregaron coches y caballos. Ycuando,trasatravesarlamontañaenelmenortiempoposible,regresódespuésdepocosdíasa la carretera llanade suprovincia yentróensu pueblo, traía consigo coches, carros,canastos y acémilas, todos cargados con lasflores más hermosas de los jardines y losinvernáculos, de los que hay muchos en elnorte. Había cantidades suficientes, no sólopara coronar los cuerpos de los difuntos y

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adornar sus tumbas profusamente, sinotambién para plantar en memoria de cadamuerto una flor, una planta o un pequeñoárbolfrutal,segúnloexigelacostumbre.Así,eldolorporsuamigoyporsucaballopredilectodesapareció y pudo entregarse a unarecordación serena y tranquila, después dehaberlos adornado y dado sepultura, tras locual plantó sobre sus tumbas sendas flores,arbustosyárbolesfrutales.

Luego de haber satisfecho su corazón de estamanera y dehaber cumplido con sudeber, elrecuerdodelviajeporaquellatinieblaempezóaremoversedentrodesualma.Demodoquepidió a sus allegados que lo dejaran estar undía solo. Durante veinticuatro horas estuvosentadobajoelárboldelpensamiento,yensumemoria se desplegó, limpia y llanamente, larepresentación de lo que había visto en laestrellaajena.Luegodelocualfueundíaaveralpatriarcaylecontótodo.

El anciano lo escuchó, quedó sumido en suspensamientosypreguntóluego:

—¿Todo esto, amigo mío, lo viste con tuspropiosojosohasidounsueño?—.

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—Nolosé—,dijoeljoven.—Piensoquepuedehaber sido un sueño. De todosmodos,—y lodigo con respeto—, no me parece que ladiferenciatengaalgunaimportancia,dadoqueelasuntoestáinstaladoenmimentecontodarealidad. Una sombra de pesadumbre haquedadoenmí,yenmediodeladichadevivir,unvientofríoquevienedesdeaquellaestrellasoplaenmiinterior.Poreso,¡ohvenerable!,tepreguntoquédebohacer—.

—Vemañana—,hablóelanciano,—otravezalamontañahastaaquelsitiodondehallasteeltemplo.Mepareceextrañalaimagendeaqueldios,delquenuncaoíhablar,yesposiblequesetratedeunadeidaddeotroastro.Puedesertambién que aquel templo y su dios sean tanviejosqueprovengandenuestrosantepasadosmásremotosydelostiempospretéritosenlosque pudieron haber reinado las armas, elmiedoylaangustiaantelamuerte.Veaaqueltemplo, querido, y haz una ofrenda de flores,mielycanciones—.

El joven agradeció y obedeció el consejo delanciano. Tomó una jícara llena de mielrefinada, como la que se acostumbra ofrecer

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en los comienzos del estío a los huéspedesdistinguidosenocasióndelaprimerafiestadelas abejas, y consigo llevó tambiénel laúd. Enlamontaña volvió a dar de nuevo con el sitiodonde antes había arrancado una campanillaazul, y encontró el empinado sendero rocosoque llevaba, monte arriba, al bosque, y pordonde,hacíapocotiempo,habíaandadoapiedelante de su cabalgadura. Pero no pudovolver a hallar, tampoco al día siguiente, ni elemplazamientodeltemplonieltemplomismo,la negra piedra de sacrificio, las columnas demadera, o el techo conel granpájaroposadoencima. Y nadie supo decirle nada de untemplosemejantealqueéldescribía.

Deestamanera regresóa su tierra, yalpasarjuntoalsantuariodelRecuerdoAmorosoentróenélofrendólamiel,cantóunacanciónconsulaúd y recomendó a la deidad del RecuerdoAmoroso su sueño, el templo y el pájaro, elpobrecampesinoylosmuertosenelcampodebatalla, y en especial, al rey en su tienda deguerra.Entoncesvolvióconelcorazónaliviadoasumorada,colgóenlapareddesualcobalaimagendelaunidaddelmundo,descansócon

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sueñoprofundodelossucesosdeaquellosdíasy a la mañana siguiente comenzó a ayudar asus vecinos, que, en campos y jardines, seafanaban, entre cánticos, por borrar losúltimosrastrosdelterremoto.

FIN

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