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Francisco Mora Teruel: “Solo se puede enseñar a través de la alegría”10 de octubre de 2013 a las 18:25
Por Sónia Marquès Camps
Nos detenemos a hablar de neuroeducación y de la emoción como base del aprendizaje con
Francisco Mora Teruel, doctor en Medicina, doctor en Neurociencias y catedrático de
Fisiología Humana. Y lo hacemos a partir de la lectura de su libro Neuroeducación, solo se
puede aprender aquello que se ama. “La emoción es el vehículo que transporta las palabras y
su significado”, nos cuenta en esta entrevista.
Solo se puede enseñar a través de la alegría”. ¡Qué gran frase!
La alegría es un sentimiento positivo del ánimo que nadie duda lleva siempre a hacer cosas.
Despierta la curiosidad. Focaliza la atención. Asocia eventos y sucesos y el individuo aprende
fácil. El sustrato último de esa alegría es la emoción encendida.
Francisco Mora Teruel
Los niños de temprana edad serían más felices y aprenderían más al aire libre que en
las aulas, dice usted en el libro.
El cerebro posee códigos tempranos de funcionamiento (sin duda, recapitulación del proceso
evolutivo) que, en esos primeros años, se activan con lo sensorial directo y real del mundo, y
no con ideas o abstractos. Es decir, se activan principalmente con la sensación y la
percepción de lo real. Y las sensaciones, como por ejemplo qué es una hoja, y sus colores,
sus tamaños, sus formas, su textura, sus detalles y olores, su crepitar diferente cuando se
rompen… son lo que el niño mejor aprende y graba teniendo él mismo la realidad de la hoja
en sus manos. Es más, para que el niño aprenda bien qué es una hoja, hay que enseñarle el
árbol o arbusto real del que procede. Y el color, no de esa hoja aislada, sino del color y el
movimiento que adquiere cuando esta en lo frondoso del árbol. Aprendiendo y viviendo de ello
el género homo ha sobrevivido millones de años. Y así se han grabado esos códigos de
supervivencia cuyo valor ahora esta en reconocerlos y hacerlos funcionar cuando su actividad
asoma temprana en el niño en los primeros años. Y todo eso no se encuentra en las aulas, en
las guarderías, sino en el campo y las montañas. ¡Y pensar que hay niños en las grandes
ciudades que nunca han visto una vaca real y solo una vaca digital…!
Y finalmente, permítame decirle, que después se construyen de forma sólida, y con otros
códigos cerebrales, los conceptos, esos elementos base del gran edificio que es el
pensamiento humano. Y esto sí se enseña y se aprende en el aula.
La emoción como base del aprendizaje es una de las ideas que recalca. Seguro que
esto lo experimentan cada día los profesionales de la enseñanza cuando son ellos
mismos los que se emocionan enseñando.
Sí, considero la emoción como el epicentro de toda enseñanza. La emoción es el vehículo que
transporta las palabras y su significado. Sin emoción no hay significado, y sin significado no se
puede aprender nada (y por significado se entiende aquí placer o dolor, recompensa o
castigo). Y es esa emoción que, si se maneja adecuadamente, hace despertar la curiosidad y
la atención. Y con ello, el entendimiento apropiado de esas palabras. Y eso vale tanto para las
humanidades como para las ciencias y matemáticas incluidas, por supuesto.
Nos habla un poco del cerebro emocional y de su funcionamiento.
El cerebro emocional está situado estratégicamente entre las áreas de procesamiento de toda
información sensorial (cuando vemos una rosa) (áreas sensoriales de la corteza cerebral) y el
procesamiento de esa información hasta sus mas altos niveles abstractos (cuando
elaboramos cognitivamente la idea de rosa o manzana mas allá de la forma, el color, la textura
o el olor que tienen) (áreas de asociación de la corteza cerebral). Todo esto quiere decir que
toda información sensorial es procesada por el cerebro emocional antes de su elaboración por
el cerebro cognitivo. Cuando se contempla una rosa, o cogemos una manzana, o desciframos
una formulación matemática, todos los elementos que maneja nuestro cerebro para realizar
sus operaciones, esos elementos que llamamos abstractos, ideas, o conceptos, ya se
encuentran bañados de emoción, de bueno o de malo, de significado en definitiva aun cuando
sea de forma inconsciente. En esencia somos seres emocionales.
¿Qué conceptos básicos de neuroeducación tendría que tener aprendidos cualquier
persona que se dedique a la enseñanza?
Permítame que aquí solo destaque la idea principal. Y es la idea que conduce a hacer
consciente al maestro y al profesor que su enseñanza cambia la física y la química del cerebro
del que aprende. Y esto se múltipla por millones cuando ese maestro enseña a niños de
pocos años. El maestro está transformando, en muchos casos quizá para siempre, el cerebro
del niño. De ahí la enorme responsabilidad del enseñante. De ahí la enorme trascendencia
para una sociedad, que tiene que determinar y seleccionar muy cuidadosamente quienes van
a ser maestros y profesores.
¿Cómo se podría implementar esta figura de asesor en neuroeducación de la que habla
en el libro, que sirva de puente entre los conocimientos en esta área y los profesionales
de la enseñanza?
Está todo por elaborar. Pero entiendo que el neuroeducador podría ser una nueva figura en
los colegios que sirviera para encauzar solución a problemas que surgen en los niños en los
colegios, sea autismo, dislexia, discalculia, lesiones cerebrales sutiles que dificulten el
aprendizaje. Y desde luego a instaurar e implementar una mejor enseñanza basada en los
conocimientos actuales sobre cómo funciona el cerebro.
¿Qué deberíamos conocer de neuroeducación como padres?
Los padres pueden detectar de modo muy temprano, es decir, en los primeros años de vida
del niño, algún déficit, siquiera sutil y casi no detectable en la guardería o el colegio. Esos
años son clave para realizar intervenciones tempranas y poder solucionar de modo efectivo el
problema. Y los padres en la intimidad de la familia son clave en estas primeras etapas.
¿De qué forma surgió su interés por la neuroeducación?
Llevo muchos años estudiando el cerebro. Y enseñando en la Universidad y particularmente,
en Medicina, el funcionamiento del sistema nervioso central. En los últimos diez años la
Neurociencia cognitiva ha dado un vuelco en lo que se refiere a entender mejor los
mecanismos neuronales sustrato del aprendizaje y la enseñanza y los muchos factores que la
influencian. He pensado que era ya el momento maduro de decir algo sobre ello.
¿Es feliz enseñando, ya sea en el aula o poniendo sus conocimientos en un libro?
Sí, lo soy. Y ese sentirme “feliz” lo promueve, fundamentalmente, el sentimiento de que puedo
estar ayudando a la gente.
Muchas gracias.