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Más que un negocio Más que un negocio Más que un negocio Más que un negocio Jet Mykles Jet Mykles Jet Mykles Jet Mykles Enlazados Enlazados Enlazados Enlazados 2 1 T r a d u c t o r a s I n e x p e r t a s T r a d u c t o r a s I n e x p e r t a s T r a d u c t o r a s I n e x p e r t a s T r a d u c t o r a s I n e x p e r t a s

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Más que un negocioMás que un negocioMás que un negocioMás que un negocio Jet Mykles Jet Mykles Jet Mykles Jet Mykles Enlazados Enlazados Enlazados Enlazados 2222

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T r a d u c t o r a s I n e x p e r t a sT r a d u c t o r a s I n e x p e r t a sT r a d u c t o r a s I n e x p e r t a sT r a d u c t o r a s I n e x p e r t a s

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RESUMEN

El maligno brujo está muerto. Lamentablemente, Meg lo mató.

Con magia. Una acción que tiene preocupado al Consejo de Brujas. Si

el Consejo puede demostrarlo, ella será ejecutada. Para complicar las

cosas, absorbió el infierno personal y los recuerdos de Roland Parks y

apenas puede contenerlos.

¿Qué es lo que una muchacha debe hacer?

Confiar en sus shifters, desde luego. Michael y Rudy están

pegados a su lado en este lío y Michael está probando que tiene

contactos que pueden ayudarlos. Ellos son maravillosos. Excepto que

confiar en ellos significa que Meg también tendrá que entender dónde

cabe ella en esta relación. ¿Es la tercera en discordia? ¿O ellos

realmente podrían formar un feliz trío?

Para Meg los dos para un trato se han convertido en más que

un negocio.

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CAPÍTULO UNO

Mi teléfono celular sonó. Lo recogí de la pequeña mesa al lado

del sillón afelpado en el que me había sentado y eché un vistazo al

identificador Era Gwen. Lo abrí. — ¡Eh!

— ¡Eh! ¿Qué pasa?

Reí, apuntando el remoto de la televisión y pulsando el botón

mudo. Yo no estaba realmente inmersa en el drama policial de todos

modos. — Nada. Miraba TV.

— Como siempre.

— Lo sé. ¿Qué pasa contigo?

— Cena. Mac1 y queso.

— Sano.

— Relleno. — Ella hizo una pausa y calculé que masticaba—

.Entonces, ¿dónde están ellos?

Gesticulé un poco ante el énfasis sobre —ellos—. Estoy bastante

seguro que ella estaba un poco molesta sobre que yo no tenía uno

sino dos amantes ahora, cuando sólo la semana pasada no tenía

ninguno. — Fuera. Luna llena y todo eso.

— ¿Pensé que era un mito?

— No. Es un mito el que los shifters tienen que cambiar en luna

llena. Ellos no lo hacen. Pero la luna realmente los llama, y ellos

acuden a ella durante la noche. —Me reí tontamente— conozco a

algunos shifters2 de Nueva York que salen todas las noches que hay

luna llena, de ronda3. Me dicen que es un momento salvaje.

Gwen indiferentemente emparejó mi risa tonta. — Eso debe ser

1 Mac´Donals. Obviamente come una hamburguesa 2 Cambiaformas. 3 La autora utiliza “clubbing” algo así como salir de clubes, creo que en muchos países esas salidas algo alocadas se las llama, ronda o parranda o de boliches, no sé de dónde eres pero seguro sabes de qué hablo. (N.T.)

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algo.

— Eso dicen. — Mis hermanas gustaban de salir cuando había

luna llena.

— ¿Tú no?

— Por favor. Ya me conoces, Gwen; no estoy mucho en la

escena nocturna.

— No estás nunca en escena nocturna, a pesar de mis mejores

esfuerzos. — Ella suspiró—. ¿Entonces, dónde viven tus tipos? Debe

haber algo de tierra resistente si por los alrededores corre Michael

como un jaguar.

— Oh, esto es magnífico. Hay árboles por todas partes, y hay

unas lomas no lejos que se recuestan al lado de una cadena

montañosa. Michael y Rudy dicen que hay ciervos, pero yo no vi

ninguno cuando me llevaron allí el otro día.

— Mmm. — El sonido de platos sobre la línea señalaba que

Gwen había terminado de comer. — ¿Entonces?, ¿Cómo estás?

Realmente. Durante los últimos días es lo único que me has dicho,

“estoy bien”. Luego uno o el otro de tus shifters te quita el teléfono.

Por lo general para tener sexo.

Oí el desdén en la última oración aun cuando yo reconocía que

ella intentaba controlarlo. Si Gwen realmente demostrara ser una

perra, solo me regañaría duramente. Me recosté más cómoda en mi

sillón y coloqué el afgano4 sobre mis rodillas y mis pechos. Yo no

tenía realmente frío, aun cuando yo sólo llevaba unas pantis5

delgadas, una camiseta, y calcetines, pero el afgano era confortable

4 Se llama afgano , a una prenda tejida al crochet. Supongo que hablamos aquí de una manta. 5 Esto de traducir en un idioma castellano neutro evitando los modismos que parecen molestar a algunas de este y del otro lado del Atlántico, dudamos de cómo ponerlo, por acá decimos bombachas, así que intentando ser internacional ( risa interna) dejaremos pantis. Si quieres colaborar con la internacionalidad mándanos un mensaje contándonos que deberíamos poner. (N.T. desconcertada)

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y además olía a Michael y Rudy. Una estufa de leña en la esquina del

cuarto trabajaba maravillosamente para no dejar pasar la frialdad.

Girando mi mirada hacia la enorme ventana de vidrio, vi mi reflejo.

De día, la puerta daba al patio trasero y los árboles más allá. Pero

ahora mismo, por la luz miserable de una lámpara y la televisión, el

vidrio era un espejo mostrándome enroscada bajo la luz, en una

manta tejida al crochet, en un profundo sillón en tono castaño. Me

veía muy pequeña. — Estoy bien.

— Eso es la misma cosa de “estoy bien”. — Por Dios, Meg,

habla conmigo.

Escogí un hilo del afgano. ¿Qué quería que yo dijera? Maté a un

hombre la otra noche. Lo despojé de todo su poder y más, si no todo,

de sus memorias y dejé su cuerpo como una cáscara vacía. Ahora

necesito a estos dos shapeshifters6 que apenas conozco para

ayudarme mantener el control de más poder del que puedo manejar

y memorias que no son mías. No tengo una pista de cuánto durara

esto, pero estoy seguro que es malo. Y aunque fuera la verdad, no

podría decírsela a nadie y menos a Gwen. Ella era mi mejor amiga,

pero hay cosas que no tiene que saber. Y yo había hecho una pausa

demasiado mucho tiempo. — No hay nada para contar.

— Nada.

— Nada.

— No te creo.

— Lo siento.

Oí un gruñido bajo un suspiro, luego una pausa larga. Las

6 Interesante palabra si te gustan los pie de página: Es un término folklórico, que se ha incorporado a la ciencia- ficción y el género fantástico. Alude a cambios físicos de una persona o animal. Ya sean cambios de metamorfosis (cuando ese cambio es temporal), o transformación (cuando el cambio es una imposición externa), o Shapeshifting, cuando son cambios en edad, género (animal o humano e incluso vegetal). La literatura está llena de personajes metamórficos, como los que salen en los cuentos de hadas, o Circe y toda la mitología griega, y hasta en el reciente Harry Potter. O algunos mangas.

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pausas en el discurso de Gwen nunca eran una cosa buena. Eso

significaba que había cosas que realmente quería decir, pero no las

decía para no trastornarme. — Las noticias dicen que Roland Parks

murió de un infarto.

Mantuve mi voz tan suave como pude. — Sí, eso dicen.

— No fue un ataque de algún animal.

— Sabes que la prensa local cubre cualquier evidencia de

shifters—. Toda la prensa principal lo hacía, gracias al esfuerzo de los

Enforcers7. Michael me había dicho que él los había llamado. El

Enforcers eran un equivalente a las autoridades paranormales. Los

representantes locales del Consejo de las Brujas, así como de los

Enforcers, habían estado por todas partes en la escena no mucho

después que nosotros la dejamos, quitando o disfrazando cualquier

evidencia de actividades mágicas.

Pero nadie encontraría la evidencia de un ataque de animal. Ni

sobre Roland Park. Ni Michael ni Rudy habían puesto una garra sobre

él. Su muerte fue mi obra. Aún si cualquiera, autoridades, shifter o

humanos averiguaran qué era esa cáscara vacía de hombre al que

habían encontrado, no comprenderían ni que pasó. Él estaba muerto,

después de todo. Su alma se marchó. No era descabellado que sus

memorias y su poder se hubieran escurrido en una transición de

mediocre calidad. Las autoridades no podían saber exactamente qué

le había pasado justo antes de su muerte. Había estado intentando

realizar un hechizo para ponerme completamente bajo su control.

Tuve que defenderme, ¿verdad?

— Nosotros no deberíamos hablar sobre esto por teléfono, —le

7 La palabra Enforcers nace increíblemente con el hombre araña, ya que pertenece al comics o historieta. Los enforcers eran un grupo de villanos, sin embargo muchos de ellos eran bastantes ambivalentes ya que podrían luchar contra el bien o contra el mal, uno de ellos por ejemplo fueron Daredevil y Sandman.

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recordé.

— No me das muchas opciones ya que no has vuelto a la

tienda. O por mi casa—. Si su voz hubiera sido una fusta, yo tendría

moretones.

Me estremecí. — Lo siento. Esto ha sido... necesito algún

tiempo después de Halloween.

— Uh—huh. ¿Entonces te sientes mejor? ¿Descansada?

Hacía cinco días que la dejé abandonada en nuestra librería

para marcharme con mis shifters recién enlazados. Habían pasado

cuatro días desde Halloween. Cuatro días ya desde Roland me había

tomado por la fuerza y llevado a su casa y eventualmente lo maté.

Parecía una vida.

— Sí. Pienso que estoy bien ahora.

— ¿Lo suficiente como para regresar a la tienda?

Gwen y yo poseímos una pequeña librería y café con Internet.

Atendíamos a brujas, pero también teníamos clientes mundanos.

Éstos no conocían a las primeras. Teníamos la tienda desde hacía casi

dos años. No nos había hecho ricas, pero a menudo nos hacía felices.

— ... No sé.

Ella eliminó un aliento exasperado. — Meg, te necesito para

abrir mañana.

— ¿Es qué pasa algo?

— Sí, en realidad. Es primero del mes, y no sé cómo pagar las

cuentas.

Casi dejé caer el teléfono. — ¡Oh, mierda! ¡Gwen, me había

olvidado de todo eso!

— Sí. Lo imaginé.

— Lo siento tanto.

— ¿Entonces, vendrás mañana?

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El instinto me decía que no, pero tenía responsabilidades. — Sí

— ¿Estás segura?

Apreté mis ojos. — Gwen, lo siento. Sé que me puse a llorar y

me apoyé en ti, eso es imperdonable. Pero no pondré en peligro la

tienda. Estaré allí mañana.

— Bueno. — Oí el alivio de su voz. — Creo, sé. que has pasado

por mucho, pero no podemos permitirnos pagar gastos adicionales

por tardanza.

— Lo sé.

Pausa. — ¿Meg?

— ¿Sí?

— Estoy aquí para ti. ¿Sabes eso, no? Si quieres hablar sobre

ello…

Mordí mis labios. — Lo sé.

— Yo solo... — Su voz se ablandó. — Roland está muerto,

dulce. Él no puede hacerte más daño.

¿Quieres apostar? Puse mi mano sobre mis ojos, pero no paró

las lágrimas. — Lo sé.

— Bien. Bien. Debo irme a dormir, entonces. ¿A no ser que

haya algo más?

Eché un vistazo al reloj. Nueve de la noche. Ni cerca de la hora

de acostarse de Gwen. Ella me cortaba. — No. No hay nada.

— Bien. Si lo dices. Te veré mañana.

— Bien. Te veré mañana.

Tiré mi teléfono celular cerrado y lo miré fijamente. Yo sentía

no poder decirle lo que pasaba. Podría usar otra perspectiva contra

ciertas cosas. Pero aun cuando Gwen era una bruja, era una bruja

muy nueva tanto como muy débil. Apenas tenía suficiente poder

como para hacer hechizos simples. Pero era más sensible a la magia

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que muchas de las brujas que había encontrado, entonces le había

estado enseñando algunas cosas. Solo pequeñas cosas. Suficientes

como para que ella supiera que no estaba loca al ver o sentir cosas

que los mundanos no hacían.

Suspirando, me di vuelta para poner mi teléfono sobre la mesa

al lado de la silla y me torcí para alcanzar el remoto.

Y lo vi. El jaguar estaba sentado con calma en la entrada

oscurecida del pasillo en el final alejado del cuarto. La carencia de luz

unía y mezclaba la oscuridad detrás suyo con el negro de su piel,

haciéndolo casi invisible excepto por el brillo de su piel. Sus ojos

verdes, sin embargo, brillaban bajo la débil iluminación de la

televisión. Estaban enfocados en mí. Su rabo se movía entre sus

piernas y lo movía agitándolo.

Brinqué. Yo no lo había sentido entrar en la casa. No había sido

consciente de que estaba cerca en lo absoluto. ¿Cómo había logrado

llegar casi hasta arriba mió? La cuerda metafísica que me ataba me

debería haber advertido de su proximidad.

Envié un tirón mental breve sobre la cuerda de Rudy,

comprobándolo. Lo sentí, todavía afuera, bastante lejos de la casa lo

que le daría al menos unos minutos para llegar si lo llamara. No podía

decir lo que él físicamente hacía, pero sabía que lo estaba

disfrutando. Gozando de la noche. Él hizo una pausa y me envió una

pregunta en una imagen. No eran palabras, solo una sensación. Envié

de regreso pensamientos calmantes e hice el equivalente de sacudir

mi cabeza, avisándole no había ninguna emergencia para que se

apresurarse en regresar.

Mientras tanto, miré fijamente en los ojos verdes de Michael.

¿Por qué yo no lo había sentido? Mentalmente me extendí hacia él y

lo sentí, apenas. Él había hecho algo para enmascarar su presencia.

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Del tipo que se saca sus zapatos y va puntillas sobre alguien. Si yo

hubiera estado escuchando o prestando atención, lo habría sentido.

Pero no lo hice, entonces él furtivamente cayó intencionadamente

sobre mí. No sabía que los shifters podían hacer eso.

— ¿Cuánto tiempo has estado sentando allí?

Él se puso de pie y dio un paso hacia mí en un fluido

movimiento felino. La clase de movimientos que te hace preguntarte

si allí había algún hueso en lo absoluto en ese cuerpo de gato, o si

todos se doblaban, puro músculos poderosos. Una vez que la punta

de su cola pasó el umbral, su cuerpo desapareció en un destello que

de luz, para ser substituido un segundo más tarde por su forma

humana desnuda. En su forma de gato, el cuerpo de Michael era toda

la gracia fluida, musculosa. Él siguió andando hacia mí, como si no

hubiera estado en cuatro patas hasta un breve momento antes. — No

irás a la tienda mañana.

Parpadeé, distraída por la vista de su piel de satén con un fino

vello, escaso sobre los acres de duros músculos masculinos. De mis

dos amantes, Michael era el más macho. No, que Rudy no fuera todo

un hombre, pero Michael exudaba eso en lo que piensas cuando

piensas que es masculino. El pelo liso negro que rivaliza con su piel

en forma gato caía desde la parte de arriba de su cabeza solo hasta

pasar sus hombros. Una espesa melena que amenazaba con

obscurecer su ojo derecho. Su cara era todas líneas duras,

embotadas, que lo hacían ver ligeramente felino en esta forma

también. Sus ojos eran de un tono puro de verde esmeralda.

Parpadeé otra vez cuando él vino a pararse a mi lado, con

retraso procesé lo que había dicho. — ¿Qué?

— Me oíste. No puedes salir en público. Es demasiado peligroso.

Luché contra la distracción de mirar fijamente su cuerpo

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enfocándome en sus ojos. El hecho que ellos estaban serios, casi

enfadados, y no con su habitual calor seductor me ayudó para

concentrarme. — No salgo en público. Voy a la tienda.

Él hizo rodar sus ojos. — Eso es la misma cosa.

— No, no lo es.

— Sí, lo es.

Fruncí el ceño. — No veo cuál pueda ser el gran problema.

Él frunció el ceño, luego giró y pisó muy fuerte a través del

cuarto, bien, su equivalente de un pisar muy fuerte, era todavía

silencioso y lleno de gracia. Éste era más bien de enojo, un pisar muy

fuerte sintiendo sus movimientos. Él me cruzó y a la televisión

silenciosa mientras la puerta de vidrio se deslizaba. — Meg, no quiero

tener esta conversación otra vez.

Crucé mis brazos sobre mi pecho, diciéndome que no estaba

teniendo un vistazo de su hermoso y apetitoso trasero. — ¿Perdón,

pero quién exactamente te ha dado derechos para darme órdenes?

Él torció solo la mitad superior de su cuerpo y me señaló. — Tú

lo hiciste en el momento en que me enlazaste.

Tiré mi labio inferior hacia atrás en cuanto comprendí que

ponía mala cara. — Me parece recordar que enlazarte fue lo último

que pedí.

— Eso es lo primero que se cuenta. — Él volvió para deslizarse

por la puerta abierta.

Estreché mis ojos en él. Otra vez, sin mirar su culo, no

importaba cuán hermoso se veía mientras se doblaba o movìa, —

Independientemente de ello. Eso todavía no te da el derecho de

negarme que vaya a trabajar.

Él me enfrentó otra vez, los brazos atravesaron su pecho.

Desde luego, ahora no tenia que notar que su polla, que, sin siquiera

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estar excitada, era una vista digna de contemplar. — ¿Oh? ¿Y cómo

te propones llegar allí?

Cuando me trajeron a su casa, habíamos dejado mi coche en la

tienda. Allí estaba todavía. Aparte de un viaje desastroso a la casa de

un brujo mégalo-maníaco que había querido poseerme, no había

estado muy lejos de mi casa en las colinas.

Lo fulminé con la mirada. — ¿Entonces te propones

mantenerme aquí presa?

Él suspiró, sacudiendo su cabeza. Una mano se izó para

pellizcar el puente de su nariz. — Intento protegerte. Por eso es que

me llamaste.

— Buena Diosa, Michael. ¡Roland está muerto! ¿De qué

deberías protegerme allí?

Oí el chasquido diferente de uñas caninas sobre el patio de

cemento de afuera. Sentí la proximidad de Rudy sin que siquiera lo

hubiera visto esta noche.

Michael dejó caer su mano hacia atrás para cruzar el brazo

sobre su pecho. Su cara estaba mortalmente seria, sus oscuras cejas

se juntaban sobre sus ojos verdes. — Sí, Roland está muerto. Y tú

conservas casi, sino todas. sus memorias. Y poder. Los cuales

tienden a emerger en situaciones a veces extrañas.

Miré la nariz del lobo rojo en la puerta abierta, más que ver la

mirada fija de Michael. — Hoy estoy bien.

— Un día sin ninguna desgracias, con sólo yo y Rudy alrededor.

No sabemos que pasará cuando estés alrededor de otra gente.

La mirada azul del lobo se movió de mí hacia Michael y luego

atrás otra vez. Entonces él desapareció en un destello, y la forma

humana de Rudy apareció, alto, flaco, y desnudo, sólo su castaño

pelo asoleado se asemejaba a su forma canina. Bien, y un molde

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lobuno leve en sus rasgos, pero eso podría ser proyección de su

personalidad en mi visión de él. Él puso sus manos sobre sus

caderas, doblando sus abultados bíceps rodeados con tatuajes negros

tribales. — ¿Qué pasó ahora?

Michael y yo no dijimos nada.

Rudy hizo rodar sus ojos, prefiriendo cerrar la puerta de vidrio

que se deslizó y cerró. Su pequeño culo se flexionó cuando se movió.

— Alguien me puede informar por favor.

— Ella quiere regresar a trabajar mañana.

Arranqué mis ojos del trasero de Rudy, dejando caer mi mirada

traidora a mi regazo. Mirar tanta calidad masculina ante mí no me

ayudaba a ganar este argumento. Tiempo para otra táctica. — Esto

no es asunto de querer, Michael. Realmente necesito hacerlo.

Estamos a primero del mes, y tenemos que cuentas que pagar.

— ¿Gwen no puede hacerlo? — Preguntó Rudy.

— No, ella no puede. Ella está desesperada por nuestro

programa de contabilidad. Puede sumar los totales diarios, pero no

puede pagar las cuentas mensuales.

— ¿Qué haría si te enfermaras o algo así?

Fruncí el ceño, ensartando mis dedos por los agujeros de

afgano que cubría mis rodillas. — Ella tendría un problema. Y antes

de que lo preguntes, sí, he ido enferma a hacer las cuentas.

— Necesitas un contador, — declaró Michael.

— No puedo permitírmelo.

— Te conseguiré uno.

Mi corazón saltó. — Qué generoso de tu parte, pero yo todavía

tendría que ir, ¿no?

Él dudó. — Esa es una mala idea.

Me resistí al impulso de alzar la vista hacia cualquiera de ellos.

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— Si no pagamos las cuentas, nos arriesgamos a perder la tienda,

Michael.

— ¿Qué si pierdes el control? — Michael preguntó suavemente.

— No creo que podamos follarte en público. ¿O es lo que deseas?

Me ruboricé, desenredando mis dedos del afgano.

Lamentablemente, él tenía razón. Bien, no sobre mi deseo de ello.

Sino sobre que era el único modo conseguir controlarme. Cuando las

memorias de Roland me abrumaron durante los últimos días pasados,

sólo el sexo con uno o el otro, o ambos, me había devuelto a mí. Y

no solo el sexo, sino hazlo – más – fuerte – que – día – más – tarde –

aún— lo sienta, Me retorcí en el mero pensamiento, mi coño

comenzó a humedecerse. Diosa, la semana pasada, yo había tenido

exponencialmente más sexo del que había tenido en mis veintiséis

años de vida, y de solo pensarlo me hacía querer más. Estaba

desesperada, pero ahora no era el momento. — No perderé el

control. Hoy estoy bien. — Así, mi voz parecía estable.

— Aún no has tenido ningún control sobre ello.

— Estaré bien.

Michael suspiró. Yo vi sus pies acercarse a mí por la comisura

de mis ojos. — Meg...

Rompí mi mirada regresando a él. — Tenemos que averiguarlo

algún día.

Él me frunció el ceño, luego cambió de dirección, acercándose y

colocándose entre el televisor y yo, otra vez. — Lo haremos. Pero no

así. — Él se marchó por la puerta hacia las oscuras profundidades de

la casa.

Intercambié miradas con Rudy. Él no se había movido ni una

vez mientras nos miraba. Supervisándonos. Sus ojos azules brillaban

detrás de un grueso mechón de pelo rubio. Él estaba parado, pero su

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largo y musculoso cuerpo parecía como siempre a punto de ponerse

en movimiento y saltar.

— ¿Qué dices de eso?

Él arrastró una mano por su pelo, llamando la atención a la

amplitud de su encantador pecho. — Yo dudo, Meg. Un día no

significa realmente mucho, y esas memorias son bastantes malas.

Yo gesticulé, alterándome más porque tenía razón. Ambos

tenían razón. No cambiaba el hecho, de que tenía que regresar. Esto

ya era una cuestión de principios. ¡Michael simplemente no podía

dictar mi vida!

Enojada pataleé y tiré la manta que voló de mis rodillas al piso.

Pero no resultó así. Uno de mis desnudos dedos del pie se enganchó

en el afgano, y uno de los agujeros se enganchó en esa cosa metálica

que une el sillón con el posapié. Terminé por luchar con un enredo

alrededor de mis piernas y silla.

Rudy se acercó y se arrodilló para amablemente desenganchar

la manta del sillón. En cuanto yo pude dar patadas mis piernas

quedaron libres, me erguí.

— Meg.

Oí a Rudy, pero no miré hacia atrás, ya estaba dirigiéndome

hacia el vestíbulo, detrás de Michael. Él era al que tenía que

convencer. Todos sabíamos eso.

Pisé muy fuerte por el vestíbulo oscurecido, después de sentir

que estaba en la recámara principal. Ahora que yo prestaba atención,

él no podía enmascarar la cuerda.

Una segunda estufa de leña estaba en el final del pasillo,

proporcionando calor a esta parte del rancho. El fuego rojo detrás de

la pequeña puerta en su interior era un faro en la oscuridad

entintada. Alcancé el dormitorio y golpeé con mi mano el interruptor,

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inundando el cuarto con luz.

Michael estaba sentado calmado sobre el borde de la cama, una

pierna doblada sobre el colchón y la otra arrastrándose del otro lado.

Él enfrentaba la puerta. Esperando.

Bastardo.

Me detuve después de unos cortos pasos en el cuarto. — ¿Por

qué no? ¿Por qué no puedo regresar y probar mi control?

— Pondrás a tu amiga en peligro.

— ¿A Gwen?

— Sí.

— ¡Yo no haría daño a Gwen!

Él movió su cabeza hacia un lado, dejando que su sedoso pelo

negro rozara sus hombros. — ¿Y hasta hace unos días, habrías

matado a alguien?

Mis manos se apretaron. — Oh, ¡Vete a la mierda! Eso es un

golpe bajo.

— Pero es verdad.

Las lágrimas saltaron de mis ojos, enturbiando mi visión. Mordí

mi labio ahogando un sollozo en mi garganta. No tenía ni una palabra

para devolverle porque era completa y absolutamente cierto. La única

razón por la que enlacé a Michael y Rudy en primer lugar había sido

para salvarme de Roland Parks, un magnífico y floreciente mago que

planeaba poseerme a mi y a los dones mágicos con los que nací.

Su ayuda había funcionado. Nosotros habíamos derrotado a

Roland más que satisfactoriamente. Demasiado satisfactoriamente.

Yo había perdido el control al final y no sólo había matado a Roland

con mi magia, una ofensa castigable con la muerte si pudiera ser

probado por el Consejo de Brujas, pero también agoté su magia, un

crimen aún peor. Con eficacia había robado su poder. Pero no creo

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que las memorias que había adquirido fueran algo normal ni que una

bruja robara el poder de otro. Yo había hecho algo malo. Algo

terriblemente espantoso. Sólo el hecho de haber estado íntimamente,

físicamente y metafísicamente, atada a Michael y a Rudy me había

salvado, y sólo por el hecho de que Michael parecía saber más sobre

magia de lo que un shifter sabría, tuvimos ese final, fue rápido.

Usando mi eslabón con ellos, yo logré extender el poder y las

memorias entre nosotros, tomando prestada su fuerza. Fui la única a

la que visitaron las memorias o experimentado oleadas de poder,

pero ellos fueron mis conductos y mi anclaje, sin ellos, me habría

condensado en una sobrecarga de energía escarpada.

Un juego consolador de brazos se deslizó alrededor mío. Rudy

acarició con su nariz mi cuello, un brazo rodeó mis costillas debajo de

mis pechos y el otro se posó sobre mis hombros, justo debajo de mi

garganta. Un cálido aliento acarició mi oído. — Dale unos días más,

Meg. — El hecho de que ninguna erección empujaba mi parte

posterior me dijo que estaba descontento con la discusión.

Bien, yo no estaba feliz con la discusión. Nada me gustaría más

de disfrutar de ambos, conseguir una buena noche de sueño, y luego

ir a trabajar al día siguiente. ¡Pero Michael era tan realista! — No

puedo. — Un sollozo rompió mi voz. — Es mi responsabilidad. Es el

primero de mes, y las cuentas tienen que ser pagados. Ese es mi

trabajo.

Michael sacudió su cabeza, apoyándose hacia atrás, reforzando

sus musculosos brazos sobre el colchón. — Meg, el hecho es que es

demasiado peligroso. Podrías perder el control en cualquier momento.

Me arranqué del abrazo de Rudy, lo cierto es que podría sufrir

una crisis nerviosa si le permitiera seguir. Me paré unos cuantos

centímetros frente a las rodillas de Michael. — Mira, Michael, de

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hecho hasta Halloween era bastante incompetente. Admitiré eso.

Necesito recuperarme. Sí, es asustadizo. Pero hoy estoy bien. Nada

pasará.

Sus ojos verdes buscaron mi cara. — ¿A quién intentas

convencer?

Yo intenté no moler mis dientes, pero sólo tuve éxito a medias.

Logré no zapatear, pero no pude parar las lágrimas que cayeron por

mis mejillas. — Es mi vida de la que hablamos.

Él frunció el ceño, mostrando sólo una fracción de cólera

comparada con la mía. — Sí. Lo es. Una vida que Rudy y yo estamos

obligados a proteger. Déjame hacer lo que me llamaste a hacer.

— No necesito protección.

— ¿Tú?

— Me alejé de mi madre para evitar toda esa mierda. He vivido

lejos de ella durante cinco años sin que nada pase.

— Has tenido suerte.

Levanté mis manos. Incapaz de mirar su mortalmente seria

mirada, comencé a caminar. — Sacas esto de toda proporción ¿Quién

me querría ahora que Roland murió?

Rudy reforzó su espalda contra el pesado aparador de roble

cerca de la pared, sus brazos doblados, mirándonos otra vez.

— ¿Crees que Roland era el único de su clase? — La cólera

suave decoloraba la voz de Michael, y él cayó más atrás sobre el

colchón, hasta inclinarse sobre sus codos. El vivo verde de la sábana

de arriba, la única manta sobre la cama, lo enmarcó

maravillosamente. La posición hacía parecer a su amplio pecho aún

más grande. También tenía la ventaja de mostrar agradablemente su

enorme polla. Yo sabía que estaría caliente, fragante, y deliciosa si

me dejara tocarla.

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Evité mirarlo.

— Piénsalo otra vez, amor. Hay muchas brujas por ahí que lo

querrán una vez que ellas averigüen sobre ti.

— ¡Nadie sabe sobre mí!

— ¿No? ¿Cómo lo averiguó Roland?

— No sé.

— Y eso es causa suficiente para preocuparnos. Él te encontró y

tuvo bastante habilidad para domesticarte.

Olvidando que no quería mirarlo, me di vuelta, manos en

caderas. — ¡Él no me domesticó!

Él levantó su voz, barriendo con mi protesta. — ¡Estuvo

malditamente cerca! Si no nos hubieras llamado a Rudy y a mí, aún

con tu poder instintivo, estarías tostada. Incluso con nosotros,

estuviste cerca, y tú lo sabes. Si yo me hubiera parecido a la mayor

parte de los shifters y no supiera nada sobre magia, ahora serías de

Roland, — Solo porque era verdad no lo hacía más fácil de tragar.

Evité el asunto del insólito conocimiento de magia. Era tema para

otra oportunidad. Me limité a caminar de un lado para otro.

— Gwen ya no puede manejar la tienda sola — me quejé—. Hay

cuentas que pagar, y ella está desesperada por ello.

— Has mencionado eso aproximadamente una docena de veces.

— Pero no pareces entender lo que digo.

— Entiendo todo perfectamente, — él chasqueó.

— ¿No puedes hacerlo desde aquí? — Sugirió Rudy

amablemente.

Giré y me paré, mirándolo desde más allá del cuarto. — No. No

todo. Necesito los papeles reales.

Él se encogió. — ¿Tal vez ella podría traértelos después del

trabajo mañana?

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— Buena idea. ¿Qué es lo más importante? — Michael preguntó.

— ¿La tienda o tu vida?

Miré airadamente a Michael, haciendo, pienso, una imitación

buena de su gruñido. — ¡Maldita sea! — Totalmente consciente de

que estaba irritada, salté al cuarto de baño y cerré la puerta. No me

molesté en dejar correr el agua. Ellos sabían que me estaba tomando

tiempo para pensar. Y, si no lo sabían, no importaba.

Me incliné en el fregadero, mirándome fijamente. Enormes ojos

negros brillaban en mi mirada. Intenté ver que les atraía. No podía

ser lo físico. No creo que tenga mal aspecto, pero no soy ninguna

belleza delirante. Gracias a una madre muy pálida y un padre de piel

muy morena, tengo esta piel, que es una sombra bastante agradable

de color del cacao. Mi pelo es largo, simplemente, en un buen día,

brilla lustrosamente negro, y en un día menos bueno, tiene un

embotado tono castaño. Mi cara tiene mis enormes ojos espaciados,

y pienso que mi nariz es un pequeñín demasiado grande y plana,

aunque esto realmente no es exagerado.

Nop, esto no es solo físico. Había algo en mí. Algo en mi poder

los atrajo. Si ellos son en realidad conscientes de ello, ¿quién sabe?

Probablemente no eran. Pero por lo que fuera, ellos estaban

dispuestos a protegerme. Dispuesto a poner sus vidas sobre la línea.

Ya lo habían hecho así, una vez. Ya habían demostrado buena

voluntad para compartir el peso del poder poco natural sobre mis

hombros. Ellos fueron los primeros en mi vida en ofrecer tal apoyo.

Eso se sentía bueno. Se sentía caliente. Se sentía tan terrorífico como

el infierno.

Mi vida se estaba diluyendose, convirtiéndose en algo por lo

que había abandonado Nueva York para evitarlo. Provengo de una de

las principales familias de brujas; mi madre era la Magnífica Dama

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del Noreste de los Estados Unido. Yo había corrido del prestigio y

dudoso honor de ser la sexta hija de una séptima hija de una

séptima hija, etcétera, hasta remontar el 1200. Ansiaba una vida de

anonimato. No quería ser mundana, pero deseaba una vida donde la

magia fuera una ayuda más que un principio dirigente. La protección

de Michael y Rudy no aseguraba que yo viviera esa clase de vida.

Finalmente abrí el grifo de agua y lo usé para lavar las lágrimas

de mi cara y cepillar mis dientes. Con gravedad, pasé un cepillo por

mi pelo, luego me dirigí hacia ellos.

Estaban sentados sobre la cama, hablando en voz baja. Michael

estaba apoyado sobre almohadas amontonadas contra la cabecera,

con las piernas extendidas. Rudy se sentaba con las piernas cruzadas

en medio del colchón, entre los pies de Michael. Cuando entré, él

inmediatamente rodó en sus rodillas, afrontándome. Despeinado, el

pelo castaño dorado cubrió uno de sus claros ojos azules,

preocupados. El hecho de que él no estaba excitado significaba que

ellos realmente habían estado hablando y no de algo divertido

mientras me esperaban. Michael se dio vuelta, dirigiéndome una

malhumorada mirada desde sus largas y sedosas pestañas negros.

Les miré fijamente. Dos hombres magníficos con quienes había

dormido repetidamente en los pocos días pasados. Con quienes ahora

compartía obligaciones metafísicas terriblemente fuertes. Si sesgara

mi visión sólo un poco, sería capaz de ver el brillo naranja de las

cuerdas que les había puesto, rodeando sus cuellos y las bases de

sus pollas. Esas cuerdas fueron atadas con magia, arraigadas

profundamente en mi corazón y en mi matriz. A pesar del banquete

visual, a pesar del hecho de que la magia los hizo míos, mi vena nada

envidiablemente obstinada se elevaba en venganza. Giré y me dirigí

hacia la puerta.

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— ¿Dónde vas? — La suave voz de Michael alcanzó mis oídos.

— No dormiré aquí esta noche.

Oí el crujido de la cama cuando Rudy saltó de ella. — ¿Qué?

Di vuelta en la puerta, mi mano en palma lo enfrentó.

Él se paró, una total mirada de turbación torció su adorable

cara. Él extendió sus manos. — Meg, ven...

— No. — Miré a Michael, sabiendo si miraba mucho tiempo a

los suplicantes ojos de Rudy, yo iría.

Michael permaneció donde estaba, con los brazos cruzados,

mirándonos. Él movió su cabeza, sus labios una línea de repugnancia.

— Deja de comportarte como una niña.

Lo que simplemente me enfureció más — ¡No soy una niña! —

Oh, sí, esto demostraba mi punto.

Él hizo rodar sus ojos y se dio vuelta, acercándose al borde de

la cama.

— Permanece donde estás.

Él se puso de pie. —No.

Todo sus seis pies cinco8 de macho musculoso, se movió hacia

mí. Mi piel zumbó, esperando su toque. Lo conocía muy bien, casi lo

ansiaba. Esos ojos verdes me ataban, y condenado si mi vientre no

tiraba. Por la comisura de mi ojo, vi su polla comenzar a llenarse de

vida. El zumbar entre mis piernas me dijo que mi coño lo había

notado.

Lo señalé, sin hacer caso a la respuesta de mi cuerpo. —Solo

porque eso esté allí no significa que tenga que rendirme. Lo digo en

serio, Michael. Esta noche no dormiré con ustedes.

— ¿Por qué no? — ¡Diosa, ese ronroneo!

Di un paso hacia el vestíbulo.

8 Altura 1,98 mts

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Con una mirada incierta en sus ojos, Rudy echó un vistazo

hacia atrás cuando Michael avanzó. — Mike...

Michael no le prestó atención, su atención estaba sobre mí. Él

alcanzó a tomar mi brazo mientras pasaba el hombro de Rudy. —

Ven aquí, Meg. Te haremos olvidar todo sobre el trabajo.

— ¡Vete a la mierda!

Eso fue infantil y mezquino, pero lo hice de todos modos. Me

metí dentro y di un tirón a la cuerda alrededor de su cuello.

Sus ojos se agrandaron cuando él se tambaleó hacia atrás. Sus

piernas realmente vacilaron y cayó derribado en la alfombra,

procurando sostenerse con sus brazos. Eso fue increíblemente sin

gracia, incluso para él.

Claramente, tiré algo más duro de lo pensado. Tenía menos

control de mi magia cuando estaba enojada.

Me apoyé en la pared más alejada del vestíbulo, pero Rudy se

lanzó por la puerta y cogió mi brazo. — Meg, espera.

Dejé caer mi mirada y me concentré en el negro tatuaje tribal

que rodeaba su bíceps derecho, antes que mirar esos hermosos ojos

azules. Incluso si estaban en la penumbra, lo sé ahora muy bien, el

dolor en ellos me desarmaría. — Déjame ir—. Tiré mi cabeza hacia el

dormitorio de invitado. — Esta noche dormiré allí.

— ¡Pero, Meg!, ¡Eh! — Rudy tropezó hacia atrás, la mano cayó

de mi brazo.

Alcé la vista.

Michael estaba sobre sus pies y parado detrás de Rudy, las

manos sobre sus hombros. La tensión en los dedos de Michael me

mostró que contenía a Rudy.

Rudy frunció el ceño sobre su hombro, mirando a Michael.

Michael me miró fijamente, las aletas de su nariz llameaban

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ligeramente. Su cara era pálida mientras deslizaba una mano hacia

abajo del hombro de Rudy, atravesando su palma y dedos sobre uno

de los pezones de Rudy. — Quédate. — Eso no fue exactamente una

orden, parecía más una petición pesada.

Sacudí mi cabeza. Aún cuando mi cuerpo se humedecía en una

reacción natural a todo ese delicioso hombre disponible para mí, mi

mente no me dejaría disfrutarlo. Era cuestión de principios. No le

permitiría darme órdenes.

Rudy extendió una mano hacia mí. — Meg...

Desvié mi mirada de él y entré en el cuarto de huéspedes.

Ninguno de ellos me siguió.

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CAPÍTULO DOS

Me metí bajo el grueso y confortable edredón con mi camiseta y

chándal9 todavía puestos, por primera vez en estos últimos días. Las

ropas definitivamente habían sido innecesarias e inoportunas para ir a

la cama. Había dormido en el segundo dormitorio exactamente una

vez desde que había llegado allí. Una siesta después de una larga

ducha. Una siesta que se había sido interrumpida cuando Rudy había

venido para llevarme al dormitorio principal. No había vuelto a dormir

durante unas horas después de eso, pero fue un interludio

interesante. El sexo con los dos era cualquier cosa excepto agradable.

Era explosivo. El tipo de sexo loco. Siempre maravilloso, a menudo

intenso, algunas veces directamente espeluznante. Yo acababa de

acostumbrarme a los diversos dolores en los pasados días. No es que

le prestase mucha atención.

¡Maldición! Los echaba de menos. ¿Qué diablos estaba mal

conmigo? El sexo no lo era todo. Podía pasar una noche sin alguna

parte gruesa de algún cuerpo caliente y masculino llenando uno o

más de los orificios de mi cuerpo.

El sueño, sin embargo, me eludía. Di vueltas en la cama y

probé diversas posiciones diferentes. Luché para mantener mis ojos

cerrados, pero nada surtió efecto. Estaba completamente despierta. Y

no había nada que causase eso excepto la ausencia de los dos

cuerpos con los que había compartido espacio las últimas noches.

Estaba incómoda a pesar de la cama caliente y suave. Estaba irritada.

¿Estaba... excitada?

Clavé los ojos en las sombras de color añil del techo, confusa.

¿Qué diablos estaba pasando? Pero allí no había explicación para eso. 9 Pantalón muy amplio

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Mis pezones se convirtieron en duros puntos, rozando contra el

interior de mi camiseta. Mi piel zumbaba como si estuviese siendo

acariciada. Mi coño estaba tan mojado que cualquiera de mis bien

dotados amantes podría haberse deslizado dentro. ¿Podían hacerme

esto cuando ni siquiera estaban aquí? Pero eso no tenía sentido.

Había estado separada de ellos antes. Había dormido algunas

pequeñas siestas sin ellos y había dormido perfectamente sin ese

sentimiento de comezón, de inquietud. ¿Era porque me había alejado

de ellos? O era…

De repente ya no veía el techo del dormitorio de invitados. Mi

foco entero se volvió hacia dentro. No diría que los pude ver

exactamente, pero de pronto supe lo que Michael y Rudy hacían y

supe que era la causa de mi desasosiego.

Follaban, y las correas me permitieron sentirlo. Esto había

ocurrido antes, pero había estado con ellos en ese momento, no

completamente separada.

Sentí la boca de Michael envuelta alrededor de la polla de Rudy.

No como si fuese mía. Más bien un reflejo del placer que hizo a Rudy

agarrarse al colchón y apretar con fuerza los ojos cerrados, jadeando

suavemente. Sentí los ecos de la intensidad de Michael cuando

succionaba a su amante, sujetando los muslos de Rudy para

impedirle bombear. Sentí a Michael presionando su propia erección

contra el colchón, torturándose con un intento inadecuado de alivio.

Me di la vuelta, clavando fijamente la mirada en la pared

oscurecida. Los gemidos comenzaron a escapar de la garganta de

Rudy, demasiado suaves para que yo realmente lo escuchase desde

el otro cuarto, pero el sentimiento estaba completamente claro en mi

cabeza. Cerré mis ojos, luego los volví a abrir cuando la intensidad de

sus sentimientos amenazó con ahogarme. Metí las manos debajo

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almohada, bajo mi cabeza en un intento desesperado de evitar tocar

la humedad entre mis muslos. Esto se sentía incorrecto de algún

modo. Éste era su tiempo juntos. Habían sido amantes mucho antes

de que yo hubiera entrado en escena. Aunque ambos me habían

asegurado que era bienvenida, todavía me sentía como la tercera

rueda.

El orgasmo de Rudy acercándose, eclipsó mi sentido de Michael.

Mis caderas lucharon contra manos invisibles, reflejando el intento

vano de Rudy de empujar profundo en la garganta de Michael. Echó

su cabeza hacia atrás, gimiendo el nombre de Michael repetidas

veces cuando el placer lo alcanzó y lo llevó bruscamente un clímax

estremecedor.

Resbalé hacia el borde de la cama, queriendo levantarme y

caminar. Cualquier cosa que me distrajese de lo que sentía. Casi sufrí

un colapso cuando logré llegar, abrumada con el eco del placer de

Rudy que me alcanzó otra vez. Dedos en su ano, una sensación a la

que yo personalmente me estaba todavía acostumbrando, pero que

Rudy encontraba increíblemente erótico. El hecho de que fuesen los

dedos de Michael sólo lo hacían mejor para él. Monté su placer

durante unos agonizantes minutos, moviéndome nerviosamente y

mordiendo un gemido que casi se hizo eco del de él.

¡Ya estaba bien! ¡Tenía que verlo!

Cogiendo lo que quedaba de mi juicio, salí a hurtadillas de la

cama. Dejé el dormitorio de invitados y crucé el vestíbulo hacia su

puerta. Cerrada. No había estado cerrada durante todo el tiempo que

había estado en la casa. Me quedé de pie allí, sintiéndome como una

pervertida por querer observarlos. Desde allí, oí los gritos suaves de

Rudy, a la vez que sentí el eco de lo qué los estaba causando.

Mi mano se dirigió a la manilla de la puerta y la bajó. La puerta

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se abrió en el momento en que Michael hundía su polla

profundamente en el cuerpo de Rudy. El ángulo no me permitía verlo,

pero podía sentir el eco. Habían dejado encendida la luz, así es que

podría ver el fuerte y apretado trasero de Michael. Las piernas de

Rudy estaban abiertas, sus manos sujetaban sus rodillas para

mantenerlas separadas. Michael se inclinaba hacia delante entre

ellas, apoyando sus manos en el colchón.

Incapaz de detenerme, me deslicé en el cuarto, caminando

lateralmente hasta que les pude ver a ambos de perfil. No sabía que

la posición del misionero fuese posible para los hombres. El ángulo

simplemente no parecía estar bien. Pero ahora que los veía así,

parecía perfecto. Ni uno ni otro se quejaban o parecían incómodos.

Era hermoso observarlos, dos grandes y musculosos cuerpos,

fundidos con el amor, deslizándose juntos fácilmente gracias al

brillante sudor de su piel. Rudy liberó sus piernas para elevarlas y

rodear el cuello de Michael. Empujó a su amante más abajo hasta que

estuvieron pecho con pecho y llevó los labios de Michael a un beso

húmedo, ávido. Michael sujetó la rodilla de Rudy, enganchándola con

su codo.

Mientras continuaba con un estable e intenso ritmo sobre el

cuerpo de Rudy. Esto abrió aún más a Rudy hacia mí y pude ver

claramente como la mojada y brillante polla de Michael se deslizaba

dentro y fuera del cuerpo de Rudy.

Los gemidos aumentaron en volumen. Sabían que estaba allí. Si

hubiese sido cualquier otro, entonces ellos se habrían detenido. No

había forma de sorprender a un shifter, incluso si estaban perdidos el

uno en el otro. Sabían que estaba allí y no les importaba. O no les

preocupaba.

Esta vez el placer que me alcanzó provenía de los dos. Ambos

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hombres luchaban hacia el orgasmo con decidida intensidad. Rudy

sujetó los hombros de Michael y éste se reforzó sobre sus brazos para

poder golpear mejor dentro del hombre bajo él. Cuando se corrieron,

fue como si dos olas gigantescas chocasen violentamente contra mí,

primero Rudy, luego Michael. Abrumada, sufrí un colapso contra la

pared, me deslicé hacia abajo cuando mis rodillas fallaron.

Se quedaron unidos durante unos momentos preciosos,

jadeando duramente. Rudy bajó la cabeza de Michael para otro beso,

éste lento, sensual, y aparentemente interminable.

Sus emociones me liberaron. Mi cuerpo todavía zumbaba,

mentalmente pero no físicamente satisfecho. Mientras se besaban,

me puse sobre mis pies. Fui al cuarto de baño y cogí dos toallas, dejé

salir el agua hasta que estuvo caliente, y los mojé. Después de

estrujarlas lo suficiente a fin de que no chorreasen, cogí una de las

toallas grandes colgadas al lado de la ducha y volví a entrar el

dormitorio.

Michael estaba sobre sus rodillas, entre los muslos extendidos

de Rudy, llevó sus manos a su pelo sudoroso para empujar hacia

atrás. Rudy con el aspecto de un fideo flojo ante él, con una sonrisa

feliz, saciada en sus labios brillantes, exuberantes. Ambos me

miraron cuando me paré al lado de la cama. Ofrecí un paño para

lavarse a Michael. Después de una breve pausa, él lo tomó. El

amante considerado en él se inclinó para limpiar a Rudy primero.

— Meg. — La expresión suave de Rudy llego directamente a mi

corazón. Cuando él alargó una mano hacia a mí, tuve que acercarme.

Me arrodillé en la cama, colocando cuidadosamente la toalla mojada

restante sobre su vientre, luego me incliné para colocar un beso

suave en esos labios hinchados. Él sujetó el pelo al lado de mi

cabeza, manteniéndome cerca cuando yo me abría retirado hacia

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atrás. — Quédate.

El suave ruego de Rudy llegó donde la orden disimulada de

Michael no lo había hecho. Cuando él me atrajo para un beso

apropiado, fui. Apoyé un codo en el colchón al lado de su hombro y

una mano extendida sobre el sudor y el semen de su pecho, le besé

con un leve borde de desesperación. Quería estar allí con ellos.

Quería tener la impresión de que podía observarlos. Quería que ellos

tuviesen la libertad de tenerse el uno al otro. Quería compartir mi

cuerpo libremente con ellos y disfrutar del suyo a cambio.

¿Por qué demonios la vida real tenía que meterse en medio del

camino?

Como no le podía ver, no podía descifrar los movimientos de

Michael. Moví mi mano cuando él se aproximó a ella y me imaginé

que él estaba usando la otra tela mojada para pasarla por el pecho de

Rudy. Un movimiento del colchón me dijo cuando él dejó la cama. Se

movió lo suficientemente lejos, al menos, para que Rudy se girase y

alcanzase mi camiseta e intentase quitármela.

Me aparté, sujetando sus manos. — No. Alto.

— Oh vamos, Meg. Déjame…

— No la fuerces, Rudy.

Ambos giramos para mirar a Michael, parado al lado de la cama

secando su pelo con la toalla grande que había traído. Las dos toallas

mojadas estaban en su otra mano. — Ya hemos averiguado que ella

no responde bien a eso.

Miré encolerizada a su espalda cuando se fue hacia el cuarto de

baño. Abrí mi boca para responderle, pero Rudy me cortó. En un abrir

y cerrar de ojos, él me metió en la cama, girando para ponerse sobre

mí.

— Rudy, para.

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— Vale, vale. Cálmate. No haré nada. — Clavó su seria mirada

en la mía. — Pero quédate con nosotros el resto de noche.

— Él no me quiere aquí.

— Si que quiere. ¡Diosa, ambos sois tan tercos! — Agachó su

cabeza para acariciar mi cuello con su nariz. Con una voz lo bastante

baja incluso para los sensibles oídos de Michael, dijo—, le

convenceremos para que te deje ir a la tienda mañana. Lo prometo.

Solo quédate—. Besó mi cuello.

— Rudy.

Él mordió mi mandíbula. — Por favor, Meg.

—Ustedes deberían tener algún tiempo solos.

— Hemos tenido un tiempo solos—. Sus labios se acercaron a

los míos. — Ahora es el momento de que te unas a nosotros.

Me perdí en el beso. El caliente y adictivo sabor de sus labios y

su lengua. El hombre había convertido en una forma de arte los

besos, alternando mordiscos y succiones de forma que se asegurase

de que yo quedase cercada.

La sensación del colchón hundiéndose junto a nosotros me sacó

de un tirón de eso. Rudy comenzó a rodar fuera de mí, como había

planeado y aterrizó en su lugar acostumbrado en la cama. Miré a

Michael situarse en el lado contrario junto a mí. Nuestros ojos se

encontraron, no podría decir lo que él pensaba. ¿Me echaría fuera?

¿Diría algún comentario egoísta, típicamente masculino que me

forzaría a irme otra vez?

Pero él no dijo nada. Golpeó la almohada para dominarla y

luego hundió su cabeza en ella, cerrando sus ojos. En el lado

contrario, Rudy comenzó a rodar sobre su vientre, abrazando su

almohada, con su cara alejada de mí. Clavé los ojos en techo un

momento, pensando que debería irme. Esto se ponía demasiado

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intenso. Estaba siendo tragada y no estaba segura de que me

apeteciese. Olvidé que fue mi hechizo el que los había llamado en

primer lugar.

Pero estaba cálido. El olor de sexo, si bien no me había

involucrado, era extrañamente reconfortante. Con un suspiro, giré y

di la espalda a Michael. Mi brazo se deslizó alrededor de la cintura de

Rudy, y descansé mi mejilla sobre su hombro. El perfume del

sudoroso sexo, masculino y fresco llenó mis sentidos y extrañamente

no me molestó.

Mientras me quedaba dormida, sentí a Michael acercándose. Su

brazo se posó suavemente sobre mi cintura y su muslo se enroscó

bajo el mío.

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CAPÍTULO TRES

Me desperté con unos labios que acariciaban la sensitiva piel

justo detrás de mi oreja. Parpadeé somnolientamente, mi borrosa

visión se llenó con la dorada y bronceada extensión de la tersa

espalda de Rudy. Sentí que se crispaba. Miré hacia abajo y vi el brazo

de Michael cruzado sobre mis caderas, su mano enterrada y ocupada

entre los muslos de Rudy.

Mi camiseta estaba enrollada hacia arriba, bajo mis axilas, y mi

pantalones de algodón estaban bajados alrededor de mis rodillas, lo

suficientemente lejos como para dejar mi culo al descubierto para

que Michael pudiera insertar su polla entre mis muslos.

Despertando un poco más, pude sentir la punta de su verga

masajeando mi clítoris mientras se movía. Su peso me empujaba

hacia Rudy, aplastando mis pechos contra su espalda.

Rudy gimió, apretando la sábana abajo de él. No podía decir si

estaba despierto o no, pero me imaginaba que muy pronto lo estaría.

Unos dientes mordían suavemente la parte posterior de mi

hombro y yo gemí. Dolía porque él estaba mordiendo una herida sin

cicatrizar, pero era su mordida en primer lugar y eso lo hacía

extrañamente erótico. Me acurruqué más cerca de la espalda de Rudy

para aliviar mis pezones mientras mecía mis caderas hacia atrás

apretando mis muslos firmemente para Michael.

La mano de Michael tomó la que yo había desplegado sobre el

costado de Rudy y la empujó hacia abajo para envolver la húmeda

polla de Rudy — Hazte cargo por mi.

Felizmente accedí, amando el contacto caliente y duro de Rudy

en mi mano. Lo bombeé asegurándome de poner mi dedo justo

debajo de la cabeza, donde sabía que le gustaba más. Fui

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recompensada con un gemido torturado.

Michael estaba muy ocupado con la posición de mis piernas,

abriéndolas sólo lo suficiente para que pudiera guiar su gruesa polla

dentro de mis mojados pliegues.

Me quedé sin aliento, empujando hacia atrás siguiendo la guía

de sus manos que estaban en mis caderas. Él hundió cada gruesa y

hermosa pulgada dentro de mí, el ángulo hacía que presionara

deliciosamente ese punto que creaba chispas en algún lugar justo

debajo de mi corazón.

Pero todavía no era suficiente. Me incliné lo suficiente para casi

alcanzar el oído de Rudy — Date vuelta así puedo chupártela.

Rudy estaba despierto. Ágilmente se retorció para salir de

abajo de mi brazo, deslizándose hacia arriba sobre la cama.

Michael me puso sobre mis rodillas sin perder su posición

dentro de mí.

Terminé exactamente donde quería estar, con mi rostro

directamente encima de la larga y dura polla de Rudy. Envolviendo

mis brazos alrededor de sus caderas lo tomé en mi boca mientras

Michael comenzaba a golpear detrás de mí. Los pantalones de

algodón y las caderas de Michael mantenían mis piernas juntas,

haciendo que estuviera más apretada para él. No había ninguna

manera en la que pudiera meter todo lo de Rudy en mi boca pero

había descubierto que prestándole especial atención a la punta de su

verga era suficiente para él.

Rudy enroscó sus dedos en mi cabello, guiándome gentilmente.

Me estimulaba, su voz hundida en las profundidades del chocolate

que sólo alcanzaba durante el sexo.

Dado que estaba retorciéndome por la exquisita sensación de la

gruesa polla de Michael que abrasaba mis paredes internas, intenté

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concentrarme en chupar. Accidentalmente mis dientes rasparon la

cabeza de la verga de Rudy y su cuerpo entero corcoveó. Miré hacia

arriba, preocupada por que lo había lastimado, preparada para

disculparme, pero vi que su cabeza se lanzaba hacia atrás y la

expresión de su rostro —por lo que podía ver— estaba llena de

muchas cosas pero no de dolor. Su boca estaba abierta, un gemido

de puro placer se derramó de sus labios. Lo intenté otra vez,

suavemente, y él corcoveó otra vez, su cabeza se movía de un lado al

otro.

Brutalmente, una fuerte pasión de color violeta se vertió en mí

a través del lazo de Rudy, era tan increíble que casi acabo. La

aplasté, deseando que esto durara. Cerrando mis ojos con fuerza,

chupé con más fuerza, gimiendo. Atrapé su placer, lo combiné con el

mío y los uní al ascendente carmesí de Michael que quemaba. La

combinación de los tres creó una mezcla intoxicante que hacía difícil

saber quien era quien y quien estaba haciendo que. Pero no

importaba. Los tres estábamos allí. Los tres éramos uno.

Los tres acabamos con fuerza en una explosión que tenía todos

los colores del poder.

Puse mi mejilla sobre el vientre de Rudy, podía escuchar su

pesada respiración a través de su abdomen. Yo también estaba

benditamente sin aliento. Michael estaba igual que nosotros desde

donde estaba, desparramado sobre mí. Era delicioso. Podría haber

pasado todo el día allí.

¡No, no podía!

Mi cabeza se levantó de golpe, por poco casi le pega a la nariz

de Michael — ¿Qué hora es?

— ¡Eh! — se quejó, tumbándose sobre su espalda y lejos de mis

agitados miembros.

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Me revolví, tratando de no magullar a Rudy y me arrastré fuera

de la cama. Ni Rudy ni Michael creían en los relojes, así que no había

una luz roja o azul que brillara para mostrarme la hora. Realmente

tuve que caminar cuidadosamente por la sala para encontrar mi

celular, luchando con mi camiseta y mis pantalones todo el camino.

No tenía ni idea a donde habían ido a parar mis medias.

Eran las nueve en punto. Bien. Todavía tenía tiempo. Se

suponía que tenía que estar en la tienda pero no era demasiado

tarde. Abrí el celular y marqué el número de la tienda.

— Cielos, llamaste.

Ignoré el tono impertinente de Gwen — Si. Lo siento. Acabo de

levantarme—. Saqué algunas prendas de mi bolso. — Estoy por

ducharme. Debería estar allí antes de las diez.

— ¿En serio?

Suspiré. — En serio.

— Bien.

— Nos vemos pronto. Adiós.

Mientras cerraba el celular, un escalofrío de aprehensión me

recorrió. ¿Michael iba a pelear conmigo?

Con los brazos llenos de ropa caminé con decisión de vuelta a la

habitación. El baño de la habitación principal tenía, por lejos, la mejor

ducha. Percibí a Rudy en el baño, en algún lugar detrás de la casi

cerrada puerta.

Michael yacía sobre su espalda en la cama con un brazo

cruzado sobre los ojos. El se veía sumamente apetecible allí todo

sudoroso y desaliñado, era una lástima que no pudiera trepar encima

de él. El debía haber sentido que lo observaba. Giró su cabeza en la

almohada, entrecerrando sus ojos debajo de su brazo.

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Compartimos una larga y silenciosa mirada antes que yo

inquiriera — ¿Vamos a tener que pelear sobre esto?

— ¿Acerca de ponerte en peligro?

Yo fruncí el ceño.

— Es una mala idea.

— Michael...

— Nosotros estaremos con ella—. Me giré para ver a Rudy

parado en la puerta del baño, sus ojos estaban puestos en Michael

mientras se secaba las manos con una toalla a rayas verde y blanco.

— Incluso si ella pierde el control, podemos hacer algo para resolver

las cosas.

Miré a Michael fruncirle el ceño a Rudy — Todavía es muy

peligroso. Además tengo que ir a la corte por un rato hoy.

Rudy se encogió de hombros, torciéndose un poco para lanzar

la toalla hacia atrás sobre el mostrador. — Entonces yo estaré con

ella.

Miré hacia atrás a tiempo de ver algo en los ojos de Michael. Yo

sabía que él confiaba en Rudy. Él había amado a Rudy mucho antes

de que yo apareciera en escena. Pero era claro que él no confiaba en

Rudy lo suficiente para hacer esto.

Rudy dio un paso hacia la cama, poniendo un brazo alrededor

de mis hombros. Yo podía afirmar por la mirada en sus ojos que él

también lo sabía. Pero era mucho más tolerante que yo. Era eso o

estaba más acostumbrado a trabajar con Michael. Rudy mantuvo la

calma y ladeó su cabeza hacia un lado sonriendo burlonamente —

Vamos Mike, ella estuvo bien ayer. E incluso el día anterior no fue tan

malo.

— Con nadie alrededor.

— Puedo manejarlo —dije bruscamente.

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El me miró fijamente.

Rudy apretó mi hombro — Nunca lo sabremos hasta que lo

intentemos.

— Es demasiado pronto — Abrí mi boca para protestar pero

Michael se sentó y continuó hablando. — Pero puedo ver que no

importa lo que diga, ninguno de ustedes va a escucharme—. Él se

deslizó hacia el extremo más alejado de la cama, dándonos la

espalda. — Los llevaré a la tienda. Puedo quedarme alrededor de una

hora. Iré a la corte y regresaré en un par de horas—. Se puso de pie

y se volvió hacia nosotros con una ceja negra como un cuervo

arqueada. — ¿Creen que los dos pueden mantenerse sin problemas

por ese tiempo?

Me mordí el labio para no replicar. Había ganado. A veces sé

cuando tengo que mantener la boca cerrada. Lo miré con seriedad. —

Gracias.

Él estaba sorprendido. Podía verlo aún cuando no lo demostró.

El parpadeó y me sonrió con una pequeña mueca antes de girar su

cabeza y cerrando sus ojos otra vez. — Ve y toma una ducha. Todos

necesitamos una.

Yo resoplé mientras de dirigía al baño — ¿Quién decidió que

necesitábamos una follada matutina?

— ¿Alguna queja?

Sonreí mientras cerraba la puerta del baño con el codo. — Nop.

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CAPÍTULO CUATRO

Estábamos a mitad del camino del viaje de treinta minutos

cuando pensé en preguntar. — ¿Para qué tienes que ir a la corte?

Michael me recorrió con la mirada brevemente antes de volver

sus ojos al camino. Se veía tan almidonado y oficial con su cabello

peinado hacia atrás en una cola de caballo y con su camisa

abotonada al cuello a rayas diminutas y azules. Incluso tenía una

corbata azul y violeta que colgaba suelta alrededor de su cuello. El

temprano sol de la mañana apenas se filtraba a través de la densa

niebla, pero era suficiente para hacer que cubriera sus maravillosos

ojos verdes con lentes negros. Se veían como lentes de un policía

excepto que no eran espejados por lo que podía ver sus ojos.

Apostaría que eran mucho más caros que los lentes de un policía. —

Cook quiere que conozca a algunas personas —. Esperé pero no dijo

nada más que eso.

Yo sabía que Cook era Howard Cook, el fiscal del distrito. Cook

era humano y, según lo que yo sabía, no era un brujo pero estaba

tan metido en el gobierno que sabía sobre los shifters. Tanto Cook

como Michael eran parte de una enorme coalición que trabajaba

diligentemente para evitar que la gran mayoría de la raza humana no

se diera cuenta de que las brujas y los shifters realmente existían.

Cook trabajaba por medio de Asuntos Legales con unos pocos

elegidos sabiendo quienes estaban dispersos a su servicio. Él también

trabajaba con detectives privados como Michael, ya fueran shifters o

no quienes suministraban información para hombres como Cook. Era

un delicado balance, especialmente en los últimos cuarenta años o

algo así desde que los medios masivos de comunicación se habían

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vuelto más comunes. Allá por la Edad Media e incluso en el siglo XVII,

mantener el secreto había sido mucho más fácil. Ahora, había una

gigantesca organización de shifters y brujas cuyo único propósito en

la vida era mantener nuestro secreto. Ellos se habían infiltrados en

los medios y en el gobierno, asegurándose que las historias fueran

aplastadas y que la evidencia se perdiera. A algunas historias las

habían dejado seguir, ya fuera en las columnas de chismes o

sitcoms10 o en esos supuestos reality shows. Siempre y cuando no

llegaran demasiado cerca de la verdad y no pudieran probar nada,

usualmente las pasaban por alto. Ellos también actuaban como

policías entre las brujas y los shifters, reforzando las leyes del

Consejo de Brujas.

— ¿Quiere que conozcas a alguien en particular?

— Dudo que los conozcas.

— Probablemente tengas razón pero puedes entretenerme.

Él me lanzó una mirada de reojo.

Yo sonreí brillantemente, mostrándole mis dientes.

Si puedo juzgar bien, apenas se las arregló para no blanquear

los ojos mientras los volvía al camino.

— Cook y el jefe de policía están decidiendo si mantenerme

como un investigador o hacerme un Enforcer. Parece que Los Ángeles

10 Sitcom (abreviación en inglés de Situation comedy ) o Comedia de Situación es un tipo de comedia televisiva nacida en Estados Unidos, que suele incluir, cuando son de bajo presupuesto, risas grabadas. Se desarrolló en los años 60 y sigue siendo relevante hasta el día de hoy. La abreviatura hace una referencia adicional a la presencia de una audiencia sentada frente a los actores, quienes introducen sus risas, exclamaciones o interacciones con el público dentro de la situación narrada. Su duración estandarizada es de alrededor de 24 minutos y se emiten en Estados Unidos como programa embudo (que recoge audiencia) antes del Prime Time u Horario Estelar, en lo que los anglosajones denominan el Access Prime Time. La primera sitcom de la historia fue I Love Lucy (en Latinoamérica llamada Yo Amo a Lucy), protagonizada por Lucille Ball y Desi Arnaz, que empezó siendo apenas un sketch dentro de un programa para acabar tomando entidad independiente. (N.T).

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necesita más músculos en operaciones especiales. Quieren que

conozca a más de los shifter locales a cargo antes de decidir.

Yo fruncí el ceño. — Ser un Enforcer es peligroso.

La esquina de su labio se crispó ligeramente. —Si.

Los Enforcers eran como la policía de las brujas y los shifters.

Eran los únicos que podían rastrear a shifters rebeldes o ir y derrocar

a brujas con delirios de grandeza. No quería que él fuera un Enforcer

pero tampoco podía dirigir su vida. Sabía demasiado bien que el

péndulo se balanceaba de ida y vuelta.

— ¿Es eso lo que quieres hacer?

— No especialmente pero lo estaba considerando.

Eché un vistazo hacia el asiento trasero, Rudy miraba con fijeza

hacia afuera. Él sintió que lo miraba y me devolvió la mirada. No

podía ver sus ojos que estaban detrás de sus negros Ray—Ban, pero

sonrió y encogió los hombros.

Me volví hacia Michael. — ¿Estabas? ¿Has cambiado de idea?

Ahora Michael si sonrió, aunque se mantuvo mirando al frente.

— ¿No lo sabías? A ellos no les gusta hacer Enforcers a los shifters

enlazados.

Nunca se me hubiera ocurrido antes. Había conocido a

Enforcers toda mi vida, por supuesto, pero no había pensado que

ninguno de ellos estuviera enlazado. Por supuesto, todos los shifters

enlazado que había conocido pertenecían a brujas que ocupaban

lugares poderosos. Brujas que necesitaban y podían pagar por tener

guardaespaldas personales.

Él se encogió de hombros. — Obviamente, mi situación ha

cambiado desde la última vez que me encontré con ellos.

Clavé mi mirada en su perfil. — ¿Arruiné tus posibilidades de

conseguir algo que querías hacer?

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Él me miro. Su sonrisa era cálida. — No. Estoy perfectamente

feliz siendo un investigador.

— Es en lo que es bueno, de todas maneras—. Rudy se reclinó

hacia delante para apretar brevemente el hombro de Michael. — Y no

porque no seria un Enforcer patea—culos.

Michael lo miró en el espejo retrovisor. — La adulación te

llevará a cualquier lado.

Yo sonreí y me acomodé hacia atrás en mi asiento. Por el

momento, al menos, estábamos de vuelta sobre terreno sólido. Decidí

ser una buena chica y no provocar una pelea.

Llegamos al estacionamiento en la calle abajo del centro

comercial externo que rodeaba a mi tienda. En realidad,

estacionamos al lado de mi PT Cruiser azul. Rudy pasó unos minutos

obligándome a abrirlo para que él pudiera ver el interior, exclamando

que adoraba el estilo del auto. Lo consentí, notando mientras lo hacía

que Michael se paró atrás y mantenía sus ojos en los alrededores.

Finalmente arrastré a Rudy fuera de mi auto y caminé con él de

la mano hacia la abierta sección transversal que conducía al área

peatonal del centro comercial. Michael se quedó ligeramente detrás

de nosotros, y cuando miré hacia atrás el todavía estaba chequeando

los edificios y las pocas personas que estaban a nuestro alrededor.

Por supuesto, Rudy también estaba haciendo lo mismo. El era un

poco más circunspecto pero lo noté mirar sobre mi cabeza

brevemente antes de mirarme a los ojos.

Guardaespaldas, amantes, y, esperaba, eventualmente amigos

íntimos, pero por el momento ellos eran primero y principalmente

guardaespaldas. Sus vidas estaban literalmente atadas a la mía por

lazos mágicos. Ellos podrían sobrevivir a mi muerte, pero no a menos

que yo pensara en liberar los lazos primero o sin la ayuda de otra

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bruja.

Llegamos a mi pequeña librería cybercafé y entramos por la

puerta de vidrio, haciendo que la alegre campanita sonará. A la

izquierda había hileras de libros en rústica y estanterías. A la derecha

había cuatro hileras de cubículos para computadoras, seis cubículos

por cada hilera. En cada cubículo había una computadora, que se

podían alquilar por hora. Era allí en donde nuestro negocio hacía

dinero. Aunque teníamos algunos clientes mundanos, la mayoría de

nuestra clientela eran brujas. Ellas se habían enterado de mí por

medio de rumores y sabían que yo podía guiarlas a toda clase de

información. Había programas y enlaces de Internet que sabía que

podían ser una gran fuente de comodidad y ayuda para muchas

brujas.

Era divertido, en serio. Me había topado con la mayoría de los

links y exquisiteces de información porque era una estudiante

terrible. Mi memoria a largo plazo para los hechizos y la historia era

abismal. Estaba bien con la de corto plazo, pero usualmente una vez

que ya no necesitaba un hechizo se me iba de la cabeza. Así que

empecé a hacer notas. Y como buena hija del siglo veintiuno,

guardaba esas notas en mi computadora. Incluso reunía enlaces e

información de contactos de bastantes fuentes para varios trocitos

de información en todo el mundo. Esos pequeños trozos de

información me mantenían económicamente. A veces era extraño

como trabajaba el mundo.

Gwen estaba inclinada sobre el mostrador, sus codos estaban

apoyados sobre una pila de libros, y hablaba con uno de nuestros

clientes regulares. Greg era un hombre calvo de unos treinta años

quien casi igualaba mi altura. Él era pastor de una iglesia local y un

brujo reprimido. A menudo venía a la tienda buscando una

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justificación para su fe. Me caía bien a pesar de su insistencia en que

la Diosa era un Dios.

Ambos miraron nuestra entrada y los ojos de Greg se

agrandaban ante la vista de los altos hombres que me flanqueaban.

Podría no haber mirado dos veces a Rudy vestido con sus gastados

vaqueros favoritos y una remera blanca, con la campera de jean

balanceándose sobre su espalda sostenida por dos dedos que

descansaban sobre su hombro. Pero Michael en su atuendo de la

corte, con su saco doblado en el antebrazo y su muñeca rodeada por

un caro Rolex, hizo que lo mirara dos veces.

— Buenos días, Greg — lo saludé, tratando de actuar

normalmente.

— ¡Meg! —. Él dio un paso al frente con los brazos extendidos

para darme un abrazo. Un bajo, casi inaudible gruñido que venía de

atrás de mi hombro derecho lo detuvo.

Sin mirar lance mi mano hacia atrás y golpeé a Michael directo

en el pecho. — Déjalo. Greg es mi amigo.

Oí su inhalación y la ignoré dando un paso dentro del abortado

abrazo de Greg. Él me abrazó pero pude ver que sus ojos estaban

llenos de preocupación cuando me separé de él.

— ¿No te lo dijo Gwen?

Greg retiró los ojos de Michael, le echó un vistazo a Rudy y

luego me miró a mi. No había duda de que mis shifters lo ponían

incómodo. — Ella me dijo que habías enlazado dos shifters pero...—.

Se rió nerviosamente. — Imagino que todavía no me lo creía.

— No eres el único—. Escuché murmurar a Michael.

Lo miré con fiereza pero él no se dio cuenta, estaba muy

ocupado caminando por el pasillo más alejado, recorriendo con la

vista cada hilera.

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— Bien — me volví hacia Greg con una sonrisa — ¿Qué estás

comprando hoy?

Él caminó a mi lado de vuelta al mostrador. — Oh, nada

importante. Gwen me estaba mostrando el libro de Jim Butcher.

— ¡Jim Butcher! — Rudy apareció por el otro costado haciendo

que Greg saltara. — ¡Amo sus libros!—. Él se inclinó hacia contra el

mostrador apoyando los codos en el borde de metal. — ¿Cuál estás

por llevar?

Bendito sea su corazón. El entusiasmo de Rudy puso a Greg en

una animada discusión que esfumó la tensión.

Los escuchaba hablar mientras observaba a Michael. Él terminó

de caminar entre los estantes y luego inspeccionó los cubículos de las

computadoras. No cabía ninguna duda de que estaba vigilando,

asegurándose de que conocía la distribución del lugar. No podía

decidir si estaba halagada o molesta.

La mano de Gwen en mi brazo me distraía. Miré sus ojos azules

y grandes, enmarcados por un rostro de muñeca. El hecho de que

usara su largo y rubio cabello en dos colas de caballo que se mecían

sobre sus hombros y a lo largo de su espalda sólo añadía algo más a

ese efecto. Para rematar, ella a menudo —como hoy— se vestía

como una colegiala. O la versión popular de una colegiala, de

cualquier manera. Vestía una camisa azul a cuadros, una falda blanca

y un suéter azul con medias opacas haciendo juego. Incluso estaba

usando unos Mary Janes en sus pies. La preocupación, el alivio y,

desafortunadamente, la ira batallaban en su mirada. — Viniste.

— Dije que lo haría.

Ella asintió inspeccionando mi rostro. No estaba segura de lo

que buscaba pero parecía que no lo había encontrado. — Si, lo

hiciste.

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Sonreí y la abracé. La parte superior de su cabeza encajaba

perfectamente bajo mi mentón. — Siento haberte abandonado.

Ella se aferró a mí sin vergüenza alguna. — ¿Estás bien?—

pregunto sobre mi hombro.

— Si. Estoy bien.

— Estaba tan asustada.

Comprensible. La última vez que me había visto Roland Parks

me había secuestrado para proclamarse mi dueño. Había llamado a la

mañana siguiente para asegurarme de que ella supiera que estaba

bien, pero en esas situaciones no había nada como verificar la

existencia de una persona con tus propios ojos.

— Lo sé—. Miré sobre su cabeza a Rudy y Greg que nos

observaban. — Rudy, ¿puedes vigilar las cosas por aquí un momento?

Él ladeó la cabeza hacia un lado frunciéndome el ceño desde

atrás del pesado flequillo que ocultaban bastante a sus ojos. — No sé

como usar la registradora ni nada.

— Está bien. Sólo quédate aquí. Llámanos si alguien entra. —

Miré a Greg — ¿Está bien?

Greg hizo una señal con la mano en el aire. — Absolutamente.

Encenderé una de las computadoras en un rato si no te molesta.

— Nop. Sírvete a ti mismo. — Miré a Rudy. — Greg tiene un

clave así que no necesita ayuda.

Gwen se desembarazó de mi abrazo y se volvió a la entrada sin

puerta que llevaba a la parte trasera de la tienda. Ella mantenía la

cabeza baja y apartada, claramente escondiendo sus lágrimas. Con

una mano en su espalda la seguí.

Michael nos seguía la pista. Cuando lo miré, él inclinó la cabeza

hacia la salida trasera. — Me sentaré aquí atrás. — él levantó un libro

de tapa blanda que debía haber tomado de uno de los estantes. —

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¿Te molesta si leo esto?

Él estaba siendo tan amable. Sabía que él no quería estar aquí

— no quería que estuviésemos aquí — pero estaba haciendo su mejor

esfuerzo. Llegué hasta él y le apreté el brazo. — Hay una silla

andrajosa en esa habitación. — Señale hacia al depósito que estaba

fuera de la puerta trasera. — Se ve horrible pero está limpia y es

cómoda.

Él asintió y luego metió su cabeza en la oficina para verificar.

Después de esa breve mirada, entró al depósito cerrando la puerta de

la oficina detrás de él.

Gwen estaba sentada en el borde del escritorio, luciendo más

como una estudiante de preparatoria que como una mujer de

veintidós años. Cuidadosamente limpió sus lágrimas con las yemas de

los dedos, tratando de no mancharse con la pesada máscara que

usaba. — Estoy sorprendida de que te dejara venir.

Me apoyé cerca de la mugrienta ventana enrejada que estaba

enfrente del escritorio. — Casi no me deja.

— ¿Por qué?

— Él dice que es peligroso.

Ella echó un vistazo a la puerta cerrada. — ¿Puede

escucharnos?

— No lo creo. No a menos que hablemos en voz alta. Rudy es el

que tiene una audición realmente buena.

Ella asintió, dirigiendo su mirada a sus rodillas. — Claro. Lobo.

— Sip.

Ella balanceó sus pies un poco. — ¿Por qué es peligroso? Ronald

está muerto, ¿cierto?

— Si. Está muerto.

Ella ladeó su cabeza de modo que me miraba con un solo ojo.

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— Eso es algo bueno.

Yo suspiré. — Si.

Su cabeza se levantó, sus colas de caballo se agitaban detrás

de ella mientras ella se sentaba erguida y me miraba airadamente. —

Meg, no te atrevas a decirme que lamentas que esté muerto.

Rasqué la pintura vieja de la ventana enrejada. — No lo quería

muerto, Gwen. Sólo lo quería fuera de mi vida.

— Maldición, Meg, ese bastardo podría haberse apoderado de tu

vida. Sé malditamente bien que tú ni siquiera me dijiste todas las

cosas que él quería hacerte. Se merece cualquier cosa que tuvo.

La memoria de su conmocionado rostro mientras lo drenaba de

su vida y su poder apareció repentinamente en mi mente. Alcé una

mano para presionar con los dedos mis ojos como si pudiera borrar

esa visión.

— Meg.

Dejé caer mi mano, parpadeé y luego alcé mi cabeza para

mirarla. — ¿Qué?

No podía decidir si ella estaba preocupada o enojada. Sus ojos

estaban entrecerrados, sus cejas se abultaban sobre ellos pero su

boca tenía una mueca de preocupación. Quizás ella tampoco podía

decidirse. — ¿Qué está mal? ¿Por qué es peligroso que estés aquí?

¿Está su gente detrás de ti?

Sacudí la cabeza pasando una mano por mi rostro. — No lo

creemos.

— Meg, háblame.

Abrí mi boca, hice una pausa y luego la cerré. Sacudí mi

cabeza. — Yo...no puedo, Gwen. Hay ciertas cosas que están pasando

que si las supieras...

Ella inhaló. — ¿Qué? ¿No soy una bruja lo suficientemente

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fuerte como para ayudarte?

— No es eso.

— Usualmente lo es.

— No, Gwen, no lo es. Por favor, no hagamos esto.

— ¿Hacer qué? ¡No puedo posiblemente hacer algo porque no

sé qué es lo que está pasando!

—Y estás más a salvo de esa manera—. Caminé detrás del

escritorio evitando su preocupación a punto de estallar. — ¿Dónde

están los papeles de este mes?

— Meg...—. Ella me daba la espalda, su cabeza se ladeaba por

lo que probablemente estaba mirando el grabado de Luis Royo11 que

estaba colgado en el muro opuesto cerca de la ventana.

Caminé arrastrando los pies en medio de algunas facturas que

estaban apoyadas sobre el escritorio, no viéndolos realmente

mientras me sentaba. — Esto es para lo que necesitaba venir,

¿cierto? Primero del mes y todo eso.

Ella se sentó silenciosamente. No podía ver su rostro pero

sentía la rabia roja que la recorría. Eventualmente, se levantó de un

salto y se volvió. Su rostro estaba estudiadamente inexpresivo y no

me miraba a los ojos. — Todo está aquí—. Se inclinó y re organizó

papeles y facturas en frente de mi mientras me sentaba. — Mantuve

esta pila de cosas como usualmente lo haces tú. Ingresé parte de la

información en QuickBooks12, pero probablemente necesitarás

revisarlos. No pude arreglármelas para enviar ninguno de los pagos

online.

Asentí meneando el mouse para encender la computadora.

— Estaré al frente si me necesitas — Gwen se fue.

11 Deberían ver sus pinturas son bellísimas, Inténtalo en http://www.luisroyo.com (N.T.) 12 Muy conocido programa de computación, (N.T.)

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Menos de dos minutos más tarde, Michael entró. Sólo lo miré

con fijeza mientras él se paseaba hacia el viejo sillón que estaba

bajo la ventana. Se sentó y otra mirada me indicó que realmente

estaba leyendo el libro que había recogido.

Me mordí el labio para contener las lágrimas que

repentinamente querían derramarse. Él estaba protegiéndome y

tratando de no hacer de ello algo mayor. Me hacía querer ir hacia allí

y hundirme en sus brazos. Pero yo fui la que hizo aspavientos sobre

venir para cuidar la tienda, así que necesitaba cuidar la tienda.

Alrededor de una hora más tarde, Michael se puso de pie y se

acercó al escritorio. Miré hacia arriba justo cuando él se aproximaba

para tomar mi mentón.

Él sonrió suavemente — Tengo que irme.

Yo asentí.

Él se veía tan bien pero extrañaba ese rizo errante que

usualmente trataba de esconder su ojo derecho. Había sido puesto en

sumisión y aplastado hacia atrás en su cabeza.

Se inclinó para besarme, un breve y suave encuentro de labios.

— Sé buena—. Mientras se enderezaba, empujó mi celular sobre el

escritorio más cerca de mi. — Llámame si algo sucede.

Asentí y observé su magnífico trasero salir por la puerta. Estaría

mintiendo si no admitiera que un pequeño zarcillo de terror no me

recorrió con su partida. En las últimas semanas, Michael había sido

una roca y yo estaba bastante segura que sería el juguete de Roland

si no fuera por ese shifter. Lo único malo es que era demasiado

mandón.

Unos minutos más tarde, Rudy apareció por el marco de la

puerta, con los pulgares enganchados en la gastada cintura de sus

jeans. Me sonrió de oreja a oreja desde abajo de su desgreñada mata

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de cabellos.

— Ey. ¿Estás bien?

— Estoy bien.

Su mirada se movió alrededor de la habitación sin perderse

ningún detalle. — Esa puerta... ¿está cerrada?

Tuve que sonreír. — Debería estarlo. Michael la revisó.

Él se rió. — Está bien, está bien. Sólo estaba asegurándome. Él

me hizo jurar que te vigilarían, y es un tipo grande y todo — Él bufó y

dio un paso dentro de la habitación hacia el escritorio. — Como si yo

fuera a dejar que algo te pasara —. Se inclinó sobre la esquina más

alejada del escritorio y no pude menos que admirar el conjunto de

músculos que se notaban a través de su remera ajustada al cuerpo.

— ¿Quieres que me quede contigo?

Sacudí mi cabeza, volviéndome a la computadora. — No tienes

que hacerlo.

— ¿Quiéres que me quede?

Dejé que una pequeña sonrisa curvara mis labios. — No. Tú

sólo me distraerías.

— Oh?— Aunque era un canino, él emitía un ronroneo bastante

hábil a veces. — ¿Te distraigo?

Lo miré justo cuando flexionaba sus brazos a propósito. Yo me

reí — Sabes que lo haces, sexy diablo.

Él sacudió su cabeza, sonriendo de oreja a oreja. — Bestia

sensual, Meg. ¿Cuándo lo entenderás correctamente?

— Tú sólo tendrás que seguir entrenándome.

— Mmm—. Se inclinó mucho más sobre el escritorio, más

cerca de mí. — Me imagino que si—. Levantó su cabeza hacia un

lado, cada pulgada del irresistible hombre joven por el que estaba

rápidamente perdiendo mi corazón. Si no lo había perdido ya. —

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¿Beso?

Felizmente, me incliné y presioné mi boca a la suya. Como la

bestia atrevida que era, pasó su lengua sobre mis labios, abriéndolo

así podría saborear mi boca.

Cuando nos separamos, él me miró con unos ojos soñadores y

azules como el cristal. Su voz era ronca cuando preguntó — ¿Quieres

que me quede aquí contigo?

Sonreí y sacudí la cabeza — No es necesario. A menos que

estés cansado de estar adelante.

Se puso de pie. — En realidad, es divertido. Gwen está

enseñándome como vender por teléfono.

Puse los ojos en blanco. — Oh, Diosa. Ahora estamos en

problemas.

Él arrugó la nariz y me sacó la lengua.

— Ten cuidado en donde hundes esa lengua. Podría obligarte a

que la usaras.

— Promesas, promesas—. Él se volvió señalando—. Grita si me

necesitas. Dejaré la puerta abierta.

— Creo que siempre te necesitaré — Murmuré volviéndome

hacia la computadora.

— Escuché eso — dijo suavemente, justo mientras desaparecía.

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CAPÍTULO CINCO

Era una hora antes del cierre y repasaba los libros. Me había

quedado en la oficina como una muchachita buena, haciendo viajes

solo al cuarto de baño. Ni siquiera había almorzado en la oficina. Si

Michael había condescendído en mi necesidad de venir a la tienda,

decidí que no tenía que complicar el asunto apareciendo “en público"

más de lo necesario. Rudy entraba con regularidad para controlarme,

y lo estábamos haciendo muy bien.

Michael llamó para avisarnos que se había retrasado. Su

reunión habían resultado tratar con más personas de las que en

principio había querido. Contra su mejor juicio, convinimos que Rudy

y yo nos conduciríamos hasta dónde estaba él en mi coche después

de que cerráramos la tienda durante el día.

Todo parecía estar bien. Los cheques de octubre fueron

pagados, y los pagarés de noviembre ya estaban programados. Hasta

logré ponerme al día con un montón de cosas que daban asco y que

había dejado de lado por Halloween. Estaba casi ganándole al

sistema. Emocionada, dándome vueltas hacia el ordenador comencé

a mirar en Internet ideas para decorar en Acción de Gracias, cuando

Gwen apareció en la entrada. Alcé la vista, y mi risa murió cuando vi

su mirada de ojos muy abiertos. — ¿Qué?

— Probablemente deberías venir afuera.

Estaba sobre mis pies y me dirigí hacia ella en un instante. —

¿Qué está mal? Alcanzando la entrada al frente de la tienda, lo vi

antes de que ella pudiera contestarme.

Rudy estaba de pie parado cerca de la caja, los brazos

reforzados de lado a lado para impedir a cualquiera que pasara hacia

la parte trasera de la tienda. Quien estaba delante era una rubia

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diminuta, delgada y de enormes ojos negros. Ella era de esa clase

muy parecida a la cantante Jewel, tenía un aspecto frágil. Que

llevara puesto un mullido, y esponjoso suéter de angora y, no estoy

bromeando, pantalones rosados le agregaban un aspecto suavemente

femenino. Ella abrazaba una cartera de tono rosado sobre su pecho,

obviamente intimidada por mi lobo. En el momento en que aparecí,

ella se dio vuelta y la desesperación trastornada que me tiró por esos

enormes ojos me golpearon como una ola gigante.

Entonces la reconocí. Pero no de alguna experiencia personal.

Ah, no. La recordé, pero lo que recordé fue su cuerpo suave, desnudo

y retorciéndose debajo de mí mientras aporreaba mi polla en el dulce

terciopelo de su coño. Me recordé dominándola y sin hacer caso de

sus gritos de dolor porque ella no estaba bastante preparada para mí.

Me recordé sin preocuparme. Recordé como me gustaba su dolor.

Recordé romper su espíritu y luego capturar su magia y obligarla a

rendirse a mi voluntad, en cuerpo y alma.

Su nombre era Chloe los recuerdos no eran míos, pero si de

Roland Parks.

¡Mierda!

Sólo el choque me impidió soltar su nombre. Controlé el rollo de

poder que se levantó con los recuerdos de Roland. Di un paso

adelante y puse mi mano sobre la espalda de Rudy. Cuando lo toqué

su ayuda tranquilizó mi turbación a un nivel manejable. Por el

momento, esperaba no haber sido demasiado obvia, deslicé mi mano

bajo el dobladillo de su suelta camisa, buscando la piel caliente de su

espalda.

— Por favor—, la voz suave de Chloe suplicó mientras dio un

paso hacia mí. Ella se paró ante el siniestro gruñido de Rudy, que la

seguía enfocando. Su pequeña mano con un anillo se alzó hacia mí.

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— Por favor, tiene que ayudarnos.

Por pura fuerza de voluntad, reuní fuerzas y le hablé, — ¿La

conozco? — Era un milagro que mi voz sonara normal y tranquila.

Esperaba que mi cara la emparejara.

Ella parpadeó, y la mano que estiraba hacia mí se hizo hacia

atrás. — Yo... pensé que podría. — Ella frunció el ceño, y luego miró

el lugar con su cara asoleada. — Soy Chloe. Chloe Vance... yo era...

creo, estaba en la casa de Roland en... Samhain.13

La dejé tartamudear, sin querer mostrar que yo sabía

exactamente quién era ella. Sabía más sobre ella de lo que ella

misma imaginaba. No era una bruja muy poderosa o sensible. Sólo

una psíquica esporádica y un conducto moderadamente útil. No fue

una gran hazaña para Roland tomarla. Ella se había entregado de

bastante de buen grado al principio, y una vez que hizo sus

incursiones, asumir su vida había sido un placer para él. ¡Bastardo!

— Lo siento. — Cavé mis dedos en la carne de Rudy,

desesperadamente intentando mantener los rápidos recuerdos bajo

abrigo. — Realmente no tuve la oportunidad de conocer a todos esa

noche.

Su cara cayó y ella se distanció. Su mano subió hacia la

elevación superior de su pecho izquierdo. — No. Supongo que no

13 Samhain significa "Fin del Verano" y se celebra el 31 de octubre (hemisferio norte) y 1 de mayo (hemisferio sur) es una de las dos noche de "espíritus" en todo el año, siendo la otra Beltane. Es una intervención mágica donde las leyes mundanas del tiempo y el espacio están temporalmente suspendidas y la barrera entre los mundos desaparece. Comunicarse con antecesores y amores fallecidos es fácil para este tiempo. Originalmente la "Fiesta de los Muertos" era celebrada en países célticos, dejando comida ofrecidas en los altares o en la entrada de las puertas para "los curiosos muertos". Hoy en día muchos wiccanos todavía conllevan esa tradición. Simples velas eran encendidas y dejadas en las ventanas para ayudar a guiar a los espíritus de antecesores y de los amados al hogar. Se ponían más sillas en las mesas y alrededor de las chimeneas para los invitados invisibles. Se ponían manzanas en las aceras y en los caminos para los espíritus perdidos o que no tenían descendientes. En Samhain se abre el portal hacia el mundo de los muertos y es el momento perfecto para trabajar la adivinación y las invocaciones de los muertos. Es una fiesta muy popular en todas las autoras que tocan temas de magia, brujas y hechiceros. (N.T.)

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pudo. — Con inquietud, ella estudió mi cara. — ¿Está… bien?

Me encogí. — Tan bien como puedo estarlo.

— Ah. Eso es... bueno.

Su discurso tartamudeante comenzó a crispar mis nervios. Mis

memorias robadas recordaban que ella solía hacer esto mucho. A

Roland le habría gustado muchísimo más de lo que a mí.

— ¿Usted era parte de su Enclave14? — Dejé caer cada gota de

desdén que pude en mis palabras, porque eso no había sido un

Enclave. Había sido más bien un antro de esclavas. Y él me había

querido como la esclava principal. Otra vez digo, ¡bastardo!

Ella se estremeció, su mirada cayó al piso. —Sí. Yo...

nosotros... Él había tenido la intención de que usted se nos uniera

más tarde aquella noche.

En un destello, recordé la idea esencial de la conversación. Él

les había dicho lo que iba a hacer. Ellas sabían casi tanto sobre mí

como Roland lo hacía. Él había comparado a cada una de ellas

conmigo y las había encontrado carenciadas. Había pregonado que yo

las gobernaría. Desde luego, había estropeado sus proyectos y lo

había matado. Qué vergüenza. Las mujeres habían sido recolectadas

de avisos en los periódicos el primero de noviembre, cada una de

ellas estuvo más que lista para vivir en su casa, Roland se había

establecido entonces como una especie de Hugh Hefner15. Bien, tal

14 Enclave es primitivamente un lugar o sitio geográfico, en este caso la reunión de unas brujas en un mismo lugar conforman un enclave. Es impresionante la cantidad de lugares en el mundo, conocidos turísticamente como enclaves de bujas. Por ejemplo las montañas gemelas de Mallorca, dicen que es la entrada a otro mundo, o el famoso típico enclave ubicado en Zaragoza, Trasmoz, lugar de reunión de las brujas de Moncaya. Hoy en día también se relaciona mucho la palabra enclave con los lugares donde suelen reiteradamente observarse avistaje de OVNIS. (y si, da para todo) como por ejemplo, Es Vedrá, en Ibiza, España. (N.T.) 15 Mítico creador de Playboy, revolucionó las costumbres sexuales y el modo de ver el sexo de la sociedad norteamericana y con sus más de ochenta añitos y gracias al viagra, supongo, aún tiene algunas satisfacciones. Ahora vive con tres, y se ves E! verás que las ve bastante poco. Pero ellas, vaya, ellas si que se dan la gran vida, lo que es tener buenas tetas y mejor culo (N. envidiosa de la T.)

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vez no con tantas chicas como Hugh, pero vivir con cinco mujeres sin

estar casado con ninguna había hecho maravillas en su reputación.

— Sí, bien. Yo no estaba lista para eso.

Ella me levantó aquellos ojos de gama otra vez, miró hacia un

costado brevemente en Rudy. Yo no podía ver su cara, pero no había

ningún modo de confundir su postura defensiva. Ella no se acercaría

hasta mí.

— Lo sé, —dijo ella, mirándome. La desesperación quedó atrás.

— Es por eso que... es por eso que estoy aquí. Por favor, usted tiene

que ayudarnos.

— ¿Ayudar a quién?

— A nosotros. A nuestro… Enclave. — Ah, sí, ella había oído mi

desdén. No era estúpida, solo terriblemente inocente y tímida.

— ¿Qué tengo que ver yo con el Enclave?

— Todavía estamos conectadas.

— ¿Lo están?

Ella parpadeó ante mí. — ¿No lo siente?

Fruncí el ceño. Sentía muchas cosas. — ¿Sentir qué?

Su mandíbula se dejó caer, sus brillantes y rosados labios

iluminaban una pequeña y boca de rosado más oscuro. — Usted...

nosotras... nosotras estamos unidas.

— Vamos de nuevo.

— Podría ser poderosa. ¿No puede sentir el eslabón? Nosotras

lo sentimos.

— ¿Qué cosa?

Ella cabeceó. — Usted nos ha unido.

¿Cómo? No me había unido a su Enclave. — ¿Yo? — Mis

memorias exactas de Halloween y el tiempo que estuve atrapada en

el círculo de poder de Roland eran nebulosas. Yo había estado

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concentrándome en el regreso de mi magia. Entonces cuando la tuve,

mi cólera estalló. Una vez que la magia grande comenzó a fluir, eso

fue todo lo que pude hacer para mantener mi cordura.

Ella sacudió su cabeza. — Ninguna de nosotras sabe suficiente

sobre ello como para saber cómo pasó. Usted ya lo sabe, Roland no

nos dijo... decía mucho.

— ¿Entonces, como es que sabe que estamos conectados? —

Interiormente, busqué lo que sabía de esa noche, tanto en mí como

en Roland, intentando excavar buscando esa conexión de la que

hablaba. Pero eso era un total revoltijo, ya tenía problemas

impidiendo a mis pensamientos combinarse demasiado

estrechamente con las memorias de Roland.

— Creíamos que el eslabón solo se desvanecería sin Roland.

Después de todo, ninguna de nosotras sabe como mantenerlo unido.

Creemos que esta conexión que sentimos solo puede ser un residuo

de la noche Halloween. Nos hemos quedado en la casa. El Enforcers y

los socios de Roland han sido muy amables con ello.

¿Ella alguna vez iría al punto? — pero, ha pasado casi una

semana y estamos todavía... conectadas. — Ella buscó mi cara. —

Hay algo que Roland nos hizo que todavía está allí. Estamos

conectadas. ¿Cómo no puede sentirlo?

Yo tenía un presentimiento verdaderamente malo sobre esto.

Ella mordió su labio, retorciendo sus manos juntas. —

Pensamos que su muerte nos liberaría. Pero... no lo ha hecho.

Fruncí el ceño. — Todas ustedes han hecho magia juntas. ¿Por

qué no se quedarían conectadas?

Ella sacudió su cabeza. — No la hicimos.

— ¿Qué?

— Roland nunca trabajó la magia con nosotros. Él trabajó en

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nosotras.

Mientras ella hablaba, sus memorias regresaban y vi algo que

no había visto antes. Sabía que algo estaba mal con su magia cuando

no había sido capaz de señalar. La magia de un Enclave, como se

supone, es compartida. Sí, una persona puede hacer un hechizo,

pero los demás, como se supone, son una parte activa de él. Roland

no había hecho esto. En cambio, él había agotado su magia,

incorporándola a la propia. Su hechizo fue solitario. Ahora tenia

sentido que las mujeres no hubieran estado en el círculo aquella

noche. Él las había mantenido aparte. Ellas habían sido más unas

pilas o generadores. Estaban unidas, y él bebía de su energía, pero

eran estúpidos trozos sin discernimiento de su poder.

Bajé mi mirada, hasta mirar fijamente en mis zapatos de lona.

¡Buena Diosa! ¿Al agotarlo, también había tomado a su Enclave? ¡Qué

mierda!

— Realmente lo entiende, — la oí decir.

— No realmente.

— Pero, usted es una bruja...

La miré airadamente. — Si Roland les dijo alguna cosa sobre

mí, debe haberles mencionado que no soy una muy buena.

Rudy me pegó un tiro con una mirada sobre su hombro, pero

no le hice caso. Michael no quería que dijera esas cosas a la gente,

pero yo había estado haciéndolo por tanto tiempo, que ya era un

hábito.

La turbación de Chloe era evidente. Entonces su cara mudó en

una mirada de horror. — Es por eso lo que la quería. Tan poderosa,

pero sin entrenamiento.

— Bingo.

Ella echó un vistazo a Rudy. — Pero usted tiene protección. —

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¿Había envidia en su voz? Si era así, no creo fuera porque Rudy era

tan malditamente lindo. Situaciones desesperadas medidas

desesperadas.

— ¡Eh!, — Rudy protestó.

Lo pellizqué ligeramente y casi reí.

Ella se precipitó hacia adelante, para alcanzarme. Tropecé hacia

atrás, directamente con Gwen. Rudy cogió a Chloe antes de que ella

se me acercara, conteniéndola. Sólo entonces comprendí que éramos

los únicos cuatro en la tienda, gracias a la Diosa.

— ¡Por favor! — Chloe me buscó por sobre el brazo que Rudy

había atado alrededor de su cintura. — Por favor, tiene que

ayudarnos.

Fruncí el ceño, dando un paso de distancia de Gwen. —

Intentaré y buscaré como disolver el Enclave ¿Está bien? No quiero

nada más con usted.

— No, es no es así. ¡No puede disolverlo!

Ahora ella estaba molestándome. — ¿Entonces qué diablos

quiere?

Ella se abatió y casi me sentí mal. Casi. — Usted tiene que ir a

la casa.

— ¿A la casa de Roland?

— Sí.

— No hay ni una posibilidad.

— ¡Por favor! Hay un testamento. Él nos dejó todo. A su

Enclave. Si usted lo disuelve...

— ¿Entonces esto es por el dinero?

Rudy la dejó y la liberó, distanciándose de mí. Él sacó su

teléfono celular y lo abrió. Esperaba que llamara a Michael.

Chloe retorció sus manos juntas. — Por favor, tiene que

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entender.

— ¡Deja de decir “por favor”!

Chloe agarró otra vez su bolso contra su pecho. — Solo venga a

la casa. Hable con nosotras, Tenemos que encontrar un modo de

resolver esto. Por favor. El abogado de Roland, Thomas, estará allí

esta noche. Él puede decirnos qué podemos hacer.

En algún nivel, comprendí que esto trataba sobre dinero, y no

sobre poder. Eso lo hacía todo mucho más mundano y más fácil de

arreglar de algún modo.

Me hundí contra la pared. Sin tocar a Rudy, era más difícil

luchar contra las memorias. Tuve que enfocarme con fuerza para

hablar normalmente. — Pensaré en ello.

Gwen intervino frente a mí, colocando su pequeño cuerpo entre

la pequeña mujer y yo. El instinto me dijo que tocara a Gwen, pero

no lo hice, con miedo a que las memorias se derramaran en ella de

algún modo.

— Pero debe venir. Esta noche.

— ¡No tengo que hacer nada! ¡No quiero nada que tenga que

ver contigo!

Mi tono funcionó como una cachetada, y sólo entonces

comprendí que era el exacto tono que Roland usaba cuando esperaba

ser obedecido. Esperé que su obediencia fuera solo una cosa de

instinto y que ella no lo encontrara familiar. Ella dio otro paso hacia

atrás, hacia la puerta principal de la tienda, abrazando aquella

cartera con fuerza contra su pecho mientras doblaba su cabeza. —

Lo siento.

Cerré mis ojos, aporreando mi cabeza contra mi espalda. —

Mira, por qué no vas a va a casa. Dame un número de teléfono. Te

llamaré cuando pueda.

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— Usted lo mató, —ella susurró, la voz era apenas audible—.

Agotó su magia lo dejó como una cáscara vacía.

Yo me tensioné. Estaba feliz de que no hubiera clientes

alrededor. Lamentablemente, Gwen lo estaba y oí su jadeo. Rudy tiró

su teléfono cerrándolo y se distanció, dirigiéndose hacia mí.

Tenía que decir algo. — Eso fue defensa propia. — Huida inútil.

Michael y yo habíamos hablado de ello. El Enforcers sabía que yo lo

había matado. La defensa propia estaba permitida y justificada en

esa situación.

Sus ojos se levantaron, ahora estabilizados, la desesperación lo

hizo así. — Al principio, sí. Pero lo sentimos. Pudo haberse detenido.

Debería haberse detenido. Lo agotó. Rasgó su mente en fragmentos.

¿Qué más consiguió de él?

Rudy gruñó, listo para golpearla.

Desesperada, alcancé a Gwen y cogí su camiseta, arrastrándola

hacia atrás. Busqué a Rudy. Necesitaba su toque más de lo que lo

necesitaba yendo hacia Chloe Vance.

Los ojos se abrieron amplios, Chloe se distanció. — Si vamos a

la Magnífica Dama, tendríamos que decirle eso.

La Magnífica Dama del Sudoeste de los Estados Unidos.

Shannon Cavanagh. La Némesis de mi infancia. Exactamente la

persona que no quería se complicara con esto.

No me preocupaba si parecía que yo me ocultaba. Di un paso

hacia atrás, hacia Rudy. Él giró y puso sus brazos a mí alrededor,

presionando mi hombro en su pecho, mi cadera en su ingle.

Miré airadamente a la mujer. — ¿Me estás chantajeando?

Lágrimas se derramaron bajo sus mejillas. — No quiero hacerlo.

Pero necesitamos su ayuda.

— ¿Qué quieres? Exactamente.

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— Tiene que venir a la casa. Tenemos que decidir juntas que

hacer sobre el Enclave.

— ¿Qué les ha impedido ir con Shannon?

— Ella romperá el Enclave.

— Y tú no conseguirías tu herencia.

Ella no dijo nada. No tenía que hacerlo.

— Eso duele. — Mi cólera y el toque de Rudy lograron mantener

la tormenta en la bahía.

— Solo venga a la casa. Por favor. La ayu… podremos

resolverlo.

— ¿Nosotras?

— Por favor—. Su palabra favorita.

Aparté la vista hacia la caja que tenía la lista de precios para

alquilar los ordenadores de la tienda para poner Internet. — Tendré

que pensarlo.

— No puede...

La fulminé con la mirada, haciéndola retroceder un paso. — No

puedes esperar hasta que vaya a esa casa, ¿verdad? ¿Entiendes que

casi morí allí?

— Sí, pero la necesitamos.

— Tendrás que darme algún tiempo para pensarlo.

Su boca cayó abierta. — Tiene que venir. ¡Ahora!

La miré con el ceño fruncido. — ¿Por qué?

— … todo el mundo, la necesitamos...

Moví mi cabeza a un lado. — No me gusta esa casa. Nunca tuve

la intención volver. Necesito algún tiempo para prepararme para ello,

¿Bien? Déjame un número para llamarte.

— Pero...

— ¿Pero qué? ¿Acaso pensabas que iría esta noche? ¿Has

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preparado alguna pequeña fiesta para mí?

Ella se sostuvo un paso. — N…No. Nada así. Es solo que

Thomas estará allí esta noche...

— Thomas puede volver.

— Pero nosotros podríamos llamar a Shannon…

— Mira, ¿quieres mi ayuda o no? Si es no, entonces llama a

Shannon ahora mismo. — Era una jugada, pero ella estaba

molestándome y tenía que sacarla de allí. Tenía que clasificar estas

memorias de mi cabeza y tratar con el poder que se levantaba y

presionaba debajo de mi diafragma.

Ella parpadeó. — No, por favor, yo…

— Estoy cansada de esto. — Me di una vuelta en el abrazo de

Rudy, dirigiéndome hacia la oficina. — Deja el número y te llamaré.

— Pero...

Me di vuelta en la entrada hacia atrás, sosteniendo las manos

de Rudy en un apretón de muerte que esperaba Chloe no pudiera

ver. — No quiero hacer nada, pero parece que no tengo otra opción.

Haré lo que pueda para ayudarles a conseguir que no pierdan su

herencia.

— Que es suya también.

Sacudí mi cabeza. — No quiero nada de Roland. — Yo ya tenía

bastante, gracias.

— Pero... son millones...

Sí. A los que les darán la bienvenida. — Yo temblaba,

comenzaba a perder el dominio sobre mi cólera y, por lo tanto, el

poder y las memorias. Tenía que alejarme de ella. —Deja tu número

y te llamaré mañana. Tienes mi palabra sobre ello.

Tiré a Rudy después de mí en la oficina. Gwen estaba sobre

nuestros talones.

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Rudy me sentó sobre el canapé, pero permaneció de pie. Su

mano se quedó en mi cuello cuando caí hacia adelante sobre mis

rodillas. — Déjame que me asegure que ella se ha ido. ¿Estarás bien

unos minutos?

¿Yo? —Apresúrate—, le dije, abrazando mis muslos.

Gwen cayó de rodillas ante mí. Sentí como frotaba mi espalda

en círculos grandes, calmantes. — ¿Meg, qué pasa?

Tragué, apretando mis ojos cerrados en vano contra visiones

que nunca fueron atestiguadas por mis propios ojos. — No ahora,

Gwen. Márchate.

— Meg, dime qué está mal. ¿En qué puedo ayudarte?

Sacudí mi cabeza y oí un sonido raro que comenzó detrás de mi

garganta. Las memorias de Roland se levantaban, diciéndome más

cosas sobre su Enclave y sobre Chloe Vance de las que alguna vez

quise saber. Tanto que no podía tratarlas. Pero tampoco podía

dejarlas ir. Se pareció a un tornado siendo intentaba frenar por una

pelota de porcelana. La pelota sola no iba a sostenerlo.

Lamentablemente, yo era la pelota.

— ¡Meg! — La voz de Gwen parecía lejana.

Rudy estaba detrás. Él levantó mis brazos de alrededor de mis

muslos y me arrastró a mis pies. Mi inarticulado lloriquear continuó

cuando sus brazos me rodearon, golpeando al tornado brevemente

hacia un lado.

Hurgué en él, incapaz de pensar por un momento, pero la

tormenta permanecía aporreando mi escaso control.

— Deberías mirar adelante, — Rudy le dijo a Gwen, en su tono

de no soporto ningún argumento mientras él tomaba y recostaba mi

cabeza sobre la curva de su cuello. Su otra mano se metió dentro mi

camisa, deslizándose debajo para tocarme piel a piel.

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— ¿Qué? ¿Qué estás pensando? ¿Qué pasa?

La mano detrás de mi cráneo reunió mi pelo y lo usó para tirar

mi cabeza hacia atrás. Jadeé, no lo esperaba. Rudy aprovechó mis

labios separados para besarme, golpeando su lengua rápidamente

dentro. El toque de sus labios y el gusto de su lengua fueron breves,

pero interrumpieron suficiente a la tormenta que se apretaba en mi

garganta.

— ¡Gwen, vete! — Rudy habló con sus labios sobre mi frente. —

Tenemos que ocuparnos de esto.

— ¿Ocuparnos de qué?

— Gwen, por favor, — raspé.

— ¿Qué pasa? No estas pensando en lo que creo que piensas.

Frustración. Miedo. Algo de ambos. No quería que Gwen supiera

o viera nada de esto. El deseo revolvía el poder que borboteaba a lo

largo de mi alma. Arrojé mi mano hacia ella, extendí los dedos y usé

el poder para empujarla hacia la puerta. Yo no vi su reacción. No

tenía tiempo para preocuparme. Giré y agarré la cabeza de Rudy,

tome sus labios en un duro beso, castigador. Mi muslo se movió para

que yo pudiera abrigar mi tobillo alrededor de su rodilla. Él era mi

único asilo en el torbellino, y me agarré como si fuera la vida misma.

Él sabía lo que necesitaba, y bendito sea, estaba listo para ello.

Me dejó adherirme a él como un mono bebía mientras hurgaba en

mis vaqueros. Dejé caer mi pierna y mis brazos también, así podía

retirar su camisa. Gimoteé, determinada a enfocarlo y no permitir los

vagos recuerdos que querían atestar mi mente. Su apetito, el

nuestro, fue lo que nos ayudó. Lo que me permitió apartar a Roland.

Él consiguió bajar mis vaqueros, y pisoteé mis zapatos mientras

él desabotonaba su cremallera. Él cayó en el sofá, empujando sus

vaqueros sólo a mitad de camino bajo sus muslos, lo suficiente como

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para exponer esa maravillosamente dura y enrojecida polla. Sin

esperar que saliera de mis propios vaqueros, él les dio un tirón hacia

abajo para sentarme a horcajadas sobre su regazo. El áspero dril de

sus vaqueros rasguñó el interior sensible de mis piernas, para ser

substituido por la cálida piel ligeramente velluda de sus muslos

cuando trepé en la posición. En cuanto pude, dejé caer de golpe mi

coño que goteaba sobre su polla, rompiendo nuestro beso para que

ambos pudiéramos jadear ante el repentino y doloroso placer. Rudy

era en realidad un poco demasiado grande para mí, así que

realmente hubo dolor cuando él topetó con mi matriz, pero el dolor

en realidad ayudó. Me volvió en mí. En lo que hacíamos. Lo monté

por todo lo que valía la pena, ahora lloraba pero una razón

completamente diferente. En algún sitio antes de que nosotros nos

corriéramos, el tornado de memorias muertas, se disolvió en ondas

de calor que se estrellaban sobre nosotros mientras nos

esforzábamos por llegar al orgasmo.

Me senté en su regazo, saciada. Era yo misma otra vez. Sus

brazos me rodearon, una mano frotaba mi espalda con cuidado y la

otra me agarraba la cabeza, metiéndola bajo su barbilla. Escuché los

latidos del corazón reducir su velocidad otra vez, mientras mi aliento

lo emparejaba calmándose. Lágrimas de las que no había sido

consciente habían humedecido el cuello de su camiseta.

— Joder, — finalmente dije.

Él se rió, más de exasperación que de alegría. — Sí.

— Michael va a enojarse.

— Nosotros no podíamos haberlo evitado, Meg. — Él puso sus

calmantes manos en mi espalda. — Estuviste bien hasta que ella

llegó.

Malhumorada, hice retroceder su abrazo. Me quedé sentada a

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horcajadas sobre su regazo, mis manos reforzadas sobre sus

hombros. Retiró su polla ablandada. — Tal vez yo debería haberlo

llamado. Me asusta pensar que estamos vinculadas y no lo sabía.

Él se encogió, incapaz de argumentar el punto.

Sacudí mi cabeza, las lágrimas todavía se derramaban bajo mi

cara. — No quiero pasar por esto otra vez, Rudy.

Él no dijo nada, solo me acercó entre sus brazos y me dejó

llorar.

Acepté el consuelo, con mucho gusto.

Gwen era un bloque de hielo, pero no chico, cuando finalmente

nos aparecimos de nuevo. El cartel de cerrado colgaba de la puerta y

ella apagaba los ordenadores. Un crepúsculo de gris lavanda teñido

por el oro sucio de las lámparas encendidas iluminaba el cuarto. Era

demasiado temprano para cerrar la tienda, pero yo no iba a discutir

con ella.

— Gwen, tenemos... uh, irnos.

Ella rechazó alzar la vista hacia mí. — Sí, me lo figuré.

— Lo siento.

— ¿Por qué?

Parpadeé en ella. Odiaba ese tono tranquilo, frío. Eso

significaba que ella apretaba sus emociones, lo que significaba que

eran muy fuertes.

— No tenías que ver eso. — Yo gesticulé vagamente hacia

detrás de la tienda.

— No. Desde luego que no. — Con bríos, ella se enderezó y

finalmente me afrontó. No pude descifrar la mirada sobre su cara.

¿Cólera? ¿Horror? ¿Preocupación? ¿Todo eso? Sí, todo eso, con una

dosis sana de resentimiento. Ninguna de las emociones que yo quería

ver en mi mejor amiga. — No es mi asunto.

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— Gwen...

Ella se encogió, dándose vuelta hacia el escritorio y cruzando

sus brazos sobre su pecho. — Nada de lo que te ha estado pasando

últimamente es asunto mío… obviamente. No sé ni la mitad de las

cosas de las que hablas en este momento. Sólo estaba aquí.

¡Mierda!

— Pero está bien. No quieres que yo lo sepa.

— Gwen, eso no es así. Es que no ha habido tiempo para…

La cólera ganó. Sus cejas doradas se curvaron sobre sus ojos

azules. — Ha pasado casi una semana desde Halloween. Eso ha sido

mucho tiempo para contarme. — Ella echó un vistazo a Rudy. — Oh,

espera, me equivoco. Has tenido las manos llenas con… otras cosas

¿verdad?

Fruncí el ceño. — Gwen, eso no es así. Tuvimos que hacerlo.

— ¿Tuviste qué…? ¿Follarlo? ¿Aquí en la oficina?

— En realidad, sí.

— ¿Quieres decirme por qué?

Tragué. — No.

¿Eran aquellos principios de lágrimas en sus ojos? Gwen nunca

lloraba. — Tienes razón. No es mi incumbencia. Tampoco es mi

incumbencia lo que te pasa. Solo debo ocuparme de cuidar la tienda,

tan solo eso. Esa era mi incumbencia antes de que ellos… — Ella

señaló a Rudy. — Podrías decirme algo. Y ahora...

Me incliné en la caja, intentando parecer razonable. — Gwen,

no te lo digo porque podría ser peligroso.

Ella se dio vueltas sobre mí. Esas eran lágrimas en sus ojos.

Lágrimas que se emparejaban con la rabia que sentía y apenas podía

contener. — Obviamente. ¡Si has matado a alguien!

Me estremecí. La mano de Rudy rozó mi espalda.

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— Gwen, ha pasado mucho.

— Sí. Eso lo entiendo. — Ella suspiró. — ¿Sabes qué? Jódete.

Vamos a ver de que forma puedes cuidar de las cuentas sin entrar en

la tienda, así ya no tendrás que regresar nunca más.

— ¿Qué?

— Sí. Obviamente no deberías estar aquí. Lo que sea que está

pasando, es poco probable que pare pronto, ¿no crees?

Sacudí mi cabeza, parpadeando ante más lágrimas que

quemaban en mis ojos.

Gwen golpeó en sus propios ojos, pero mantuvo su tono

enérgico. — Voy a llamar y colocar un anuncio por la mañana para

una ayuda de media jornada. ¿Te parece bien?

Cabeceé miserablemente.

— Bien.

— Gwen...

— No ahora, Meg. Tú no tienes tiempo y yo no tengo paciencia.

— Ella tembló. — Pero realmente tendremos que hablar.

Eventualmente. Si nada más, para saber que haremos con la tienda.

— Sí. Lo sé.

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CCCCAPÍTULO SEISAPÍTULO SEISAPÍTULO SEISAPÍTULO SEIS

El camino a casa fue tranquilo y sin incidentes. Rudy conducía.

Yo no quise. Me apoyé totalmente contra la puerta del pasajero, con

la mirada fija y arisca en el tráfico a través de la ventana. Él sujetó

mi mano la mayoría de tiempo.

Hogar. ¿Dónde estaba eso, exactamente? Mi sentido del hogar

se había distorsionado durante la semana pasada. Hasta hace poco,

era una pequeña y bonita casa azul donde vivía sola con un montón

de árboles. Pero no había visto ese lugar desde hacía una semana.

Hogar se había convertido casi instantáneamente dondequiera que

ciertos dos shifters estuvieran. ¿Era eso algo bueno? Todavía no lo

sabía. Pero ahora parecía que la razón que inicialmente me los había

traído no había desaparecido después de todo, así es que aún no

podía discernir si los quería cerca, porque realmente tenía que

tenerlos cerca.

Llegamos a la casa para encontrar el brillante Jaguar negro de

Michael aparcado delante. Seguí a Rudy desalentada hacia la puerta

principal.

Michael la abrió antes de que llegáramos y nos rodeó a ambos

en un abrazo. No dijo nada, simplemente nos sostuvo, e hicimos eco

de su sentimiento. Al menos, yo lo hice. La percepción de mi grande

y fuerte gato junto con la percepción de mi fuerte y gran lobo me

hizo sentirme mucho mejor, sí no bien. Las lágrimas brotaron de mis

ojos y cruelmente traté de detener el flujo.

Finalmente nos soltó y me condujo hacia el sofá. Me senté y

Michael se arrodilló ante mí, retirando el pelo de mi cara. Usó su

pulgar para enjugar unas pocas lágrimas que habían escapado. —

¿Estás bien?

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— No.

Él presionó sus labios en mi sien. — ¿Hambrienta?

Suspiré. — Sí.

— Eso puedo arreglarlo,—Rudy afirmó. Dio un paso atrás y

rodeó el mostrador que separaba la cocina del salón principal.

Observé como abría el refrigerador para mirar con atención adentro.

Michael continuó observándome. Se había cambiado sus ropas

de trabajo por vaqueros usados. Nada más. Su pelo estaba suelto,

tocando ligeramente los anchos y musculosos hombros. Extendí la

mano para tocarlo, trenzando seda negra alrededor de mis dedos. Él

se sentó en el sofá a mí lado, todo gracia felina a pesar de su

tamaño, y se giró para confrontarme. Tomó mi mano y la apoyó en

su regazo. — Dime qué pasó.

Lo hice. Todo lo que sabía. Le hablé sobre Chloe, lo que ella

era, lo que Roland sabía y recordó acerca de ella. Le dije lo que Chloe

había dicho así como lo que había extraído de los recuerdos de

Roland confirmando sus palabras. Él, ciertamente, había dejado en

herencia todo lo que poseía para su Enclave. Fue un contrato lícito

para ambos partes así como también para el Consejo de Brujas. Los

documentos de identificación legales no llamaban a las mujeres un

Enclave, ningún hombre de negocios exitoso que se precie se

llamaría brujo, sino que las nombraba como herederas individuales.

Era en la segunda parte de los documentos de identificación legales,

los que solo tenían sentido para el Consejo de Brujas o Enforcers, que

hizo que las pertenencias fueran copropiedad del Enclave.

Como estaba ocupado cocinando, hablé lo suficientemente alto

para que Rudy lo escuchara, no estaba segura de cuánto había oído

mientras había ocurrido.

Omití la parte acerca de Gwen, no estaba preparada para

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pensar en ello.

Cuándo concluí, Michael paso una mano suavemente sobre mi

hombro. Los dedos firmes alcanzaron mi nuca y comenzaron a darme

un suave masaje. — No siento la oleada de poder. ¿Estás bien ya?

¿Los recuerdos?

— Sí. Estoy bien. Simplemente... —me encogí de hombros,

mordiéndose los labios para intentar evitar más lágrimas.

Sin más palabras, me abrazó y me besó. Fue una cosa bella.

Todo comprensión y labios suaves. Me pegué a él y le dejé guiarme,

ninguno de los dos tenía de prisa.

— ¿Tengo que posponer la cena?

Nos separamos con el sonido de la voz de Rudy. Michael me

miró, retirándome el flequillo de mi cara. — No. Comamos.

Necesitamos decidir qué vamos a hacer.

Así es que lo discutimos durante una sencilla comida de

chuletas y patatas con queso. Ponderamos la posibilidad de no ir,

pero parecía una mala idea. Cierto, que podrían pasar por Shannon a

cualquier hora, pero parecía menos probable que pasaran si al menos

jugabas su juego. Rudy trajo a colación la idea de ir a Shannon por

nuestra cuenta, pero yo veté la idea. Si le dábamos a Shannon

cualquier artillería en mí contra, entonces ella la usaría. Ellos incluso

mencionaron abandonar la ciudad. Aquello me desconcertó, que

Michael y Rudy hablaran tranquilamente de dejar la casa que

acababan de comprar. Pero esa parte no pareció molestarles, y

eventualmente lo atribuí al hecho que desde que estaban allí, no

habían establecido lazos profundos.

Al final, acabamos volviendo a la misma conclusión. Para

comprobar lo que ocurría y ocuparse de ello, teníamos que ir a la

casa de Roland y verlo por nosotros mismos.

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Nos acabamos la cena, y ayudé a Rudy a recoger mientras

Michael desapareció en su despacho. Rudy y yo no hablamos mucho,

pero no fue uno de esos silencios incómodos. Fue más como si

hubiéramos hablado suficiente y simplemente disfrutáramos de

algunos momentos de tranquilidad.

Debí de haber cabeceado, sin embargo, porque cuando estaba

acabando, Rudy firmemente cogió el paño de mi mano, lo colocó en

la encimera, y me empujó fuera de la cocina hacia el vestíbulo.

— ¿Adónde vamos?— Pregunté con un bostezo.

— A la cama.

Parpadeé. Íbamos a ir a casa de Roland mañana. Lo que

significaba que Michael probablemente consideraba que sería

conveniente, fortalecer nuestros lazos. Traducción: Sexo. Casi gemí

por el pensamiento.

Rudy me llevó hacia el cuarto de baño, y luego salió,

probablemente para acabar la cocina. Emprendí mi ritual nocturno.

Cuando emergí en el dormitorio, ninguno de mis amantes estaba allí.

Bostecé lo suficientemente fuerte que oí crujir la mandíbula. Caminé

arrastrando los pies a través del vestíbulo para traer una manta, y

regrese al dormitorio principal y me acomodé debajo de ésta. Mi

intención era echar una cabezada antes de que cualquiera de los

shifters llegara.

Me desperté, atontada, en medio de un calor sofocante. Traté

de cambiar de posición, para descubrirme enrollada en una manta y

atrapada entre dos pesados cuerpos.

Un par de manos me ayudó a quitar la manta, luego me urgió a

tumbarme contra la espalda caliente y desnuda que estaba allí.

Giré el cuello y parpadeé, tratando de enfocar mis ojos en

Michael. — ¿No necesitamos tener relaciones sexuales?

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— No. Necesitas dormir.

— Pero…

— Duerme.

Suspiré y volví a acurrucarme contra la espalda de Rudy, sin

intención de discutir.

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CAPÍTULO SIETE

— ¿Qué nos puedes contar acerca de estas mujeres?

Me senté en el asiento del pasajero del coche de Michael

mientras éste conducía. Rudy estaba tumbado en el asiento trasero.

Permanecí con la mirada fija y puse mi mano en la rodilla de Michael.

Si iba a ahondar en los recuerdos, entonces tenía que tocar uno de

ellos. Oí a Rudy moverse, luego sentí sus manos descansar sobre mis

hombros. Los dedos de su mano comenzaron amablemente a darme

un masaje en la nuca.

Repasé rápidamente los recuerdos de Roland, haciendo un

intento para no abismarme en ellos. — Aggie es a la que estoy

viendo. Ella es la espectacular rubia nórdica que actúa como si fuera

la dueña del lugar. Hasta donde ella sabe, fue la mano derecha de

Roland. Ella no lo era, pero él le dejaba creerlo. Es abogada, pero no

su abogada principal. Ese sería Thomas Blackwell. Aggie es la única

que sabía que ella era bruja antes de que Roland la encontrase, pero

ella sólo obtuvo sus dones por parte de su padre, así que es de las

débiles.

— Chloe es la que vino a la tienda ayer. Dudo seriamente que

necesitemos preocuparnos por ella. Me imagino que ella fue la que

vino porque es la más débil.

— Deidre es el ama de casa. Tranquila, una pequeña mujer

ratonil con largo pelo castaño. Genial cocinera e interesada en la

comida. No está del todo implicada en la magia y mantiene para sí

misma todo lo que puede. Ella y Chloe son buenas amigas. — Hice

una mueca. — Tuvo un asunto con Brent.

— ¿Brent? —preguntó Rudy, un gruñido saliendo entre sus

palabras. — ¿El lobo enlazado a Roland?

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— Sí—. Miré el perfil de Michael. — ¿Qué ocurre con él?

Él se encogió de hombros. — Él y Rudy pelearon en Halloween.

Rudy pasó su barbilla por encima de mi asiento, cruzando un

brazo sobre mi hombro y pecho. — Le hice daño, pero cuando el

círculo se rompió, mi prioridad eras tú. No sé lo que sucedió con él.

Me estiré para acariciar su mandíbula en breve agradecimiento.

Suspiré. — Hannah es la camarada de Aggie y una

increíblemente pequeña y remilgada zorra. No muy brillante, sin

embargo. Ella y Aggie dirigen la casa, pero no hacen nada, en

realidad. También está Melissa. Ella no es tan tranquila y tímida como

Chloe o Deidre, pero no es tan mala como Aggie o Hannah. Pasa la

mayor parte de su tiempo en los huertos. Es una experta en hierbas

medicinales y ha estado trabajando más en eso desde que Roland la

introdujo en la brujería.

— Así que Aggie y Hannah son probablemente las que debemos

controlar.

Asentí. — Por lo que sé. Las demás se volverían atrás

encantadas si pudieran. Por supuesto, obtener una parte de la

herencia de Roland podría haberlas hecho cambiar de idea. Pero

ninguna de ellas es lo suficientemente fuerte o con el espíritu

necesario para causar daño.

Michael ingirió todo esta información sin hacer comentarios.

Clavé los ojos en su perfil por unos momentos. — ¿Entonces,

qué hacemos?

Él ni siquiera se giró. — ¿Por qué me lo preguntas a mí?

Fruncí el ceño. — Normalmente eres el del plan.

— No me atrevería a decirte que tienes qué hacer.

Cerré los ojos y apreté los dientes durante un momento. —

Michael, por favor.

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Él no dijo nada, y luego suspiró. — Necesitamos estar juntos.

Es importante que no nos dividan.

Rudy preguntó en mi lugar. — ¿Por qué?

— ¿Quién sabe qué puede hacerte esa casa con los recuerdos

de Roland? Meg, sería buena idea si intentas estar ligada como

mínimo a uno de nosotros todo el tiempo.

Me estremecí. No es que tocarlos fuera el problema. Sino el

hecho de que necesitara hacerlo. Como él había dicho ¿Quién sabe lo

que me haría a mí el estar en un lugar donde muchos de los

acontecimientos recientes en la vida de Roland habían ocurrido?

— Aparte de eso, no estoy seguro de que haya algo que

podemos planear. No sabemos si hay una agenda oculta tras su

deseo de que tú vayas a la casa. Me imagino que la hay. De otra

manera, no les importaría encontrarse contigo en algún otro sitio.

¿Pero dices que ella fue inflexible acerca de que fueras a la casa?

Asentí.

— Parecía bastante insistente en eso, si — Rudy confirmó.

— Realmente deseaba que hubiera ido anoche.

Michael asintió. — Probablemente fue lo mejor que no fueras.

Pero eso también quiere decir que tuvieron anoche y esta mañana

para prepararse mejor.

— ¿Deberíamos haber llamado para hacerlas saber que

veníamos? —Pregunté.

Michael se encogió de hombros. — No creo que supusiera

ninguna diferencia. Lo que hayan planeado, estará listo.

— ¿Así que vamos hacia una emboscada?

— Lo más probable. Pero por otro lado, ellas no saben que lo

sabemos.

— ¿Qué sabemos qué?

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— Que tienes los recuerdos de Roland y el poder. Eso debería

darnos ventaja, aunque sea la única cosa que queremos esconder. Él

hizo una pausa, pensando. — Meg, has dicho que Roland no

compartía sus magias. ¿Puedo asumir que tiene un almacén de poder

en la casa?

— No tanto como un almacén, pero habrá dejado

encantamientos. Cosas estándar como escudos,

impermeabilizaciones, y advertencias. Dos círculos permanentes.

Pero todo estaba atado a él y diseñado para diluirse sin su influencia

personal, aunque fuera solo ocasionalmente. Dejé caer mi cabeza

hacia adelante, frotándome la frente. — Realmente me asusta que

pueda saber todo esto. Algunos de los recuerdos empiezan a sentirse

como si fueran míos.

Rudy apretó mi hombro. Michael alcanzó mi mano libre y la

sujetó contra su muslo.

Llegamos a la pretenciosa entrada de la hacienda de Roland. La

puerta en la pared del ladrillo estaba normalmente cerrada por las

enormes rejas de hierro forjado, pero la entrada estaba abierta. El

camino de acceso se extendido con una pendiente moderadamente

pronunciada hasta la curva de la parte delantera de la casa y daba un

giro completo. Dos grandes árboles flanqueaban la casa, sombreando

los arbustos y las cercas que escondían los patios laterales y el de

atrás de la vista. Las paredes del ladrillo que rodeaban la propiedad y

el patio delantero, eran lo suficientemente altas como para

obstaculizar cualquier vista de los vecinos. La casa tenía doce

dormitorios, cada uno con un cuarto de baño propio, así como

también un salón, un cuarto de juego, un comedor formal, y un

cuarto de estar. Había una piscina en la parte trasera y un jardín muy

cuidado alrededor de toda la casa. Un área densamente arbolada se

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extendía por una colina detrás de la propiedad.

Michael entró por el camino de acceso y recorrió todo el círculo,

mas allá del aparcamiento lleno de autos, para situar el Jaguar en

dirección a la salida. Listo para una huida rápida.

Mi estómago dio un vuelco. Me hundí en el asiento. —

¿Realmente tenemos que hacer esto?

Michael simplemente salió del coche.

Hice una mueca a su espalda y salí.

Rudy me cogió antes de que fuésemos a donde sea que fuera y

me dio un fuerte y breve abrazo. Él deslizó su mano para entrelazar

sus dedos con los míos y me dirigió por detrás del coche hasta

situarnos al lado de Michael, y contemplar la casa.

— ¿Sientes algo inusual? — preguntó Michael.

Tomé conciencia rápida de nuestro alrededor, sin estar segura

de lo que buscaba. Arriesgué una breve incursión en los recuerdos de

Roland, creyendo que me avisarían si cualquier cosa estaba fuera de

lugar. Me encogí de hombros. — Nada obvio.

Michael asintió. — Vamos. Quédate cerca. Permanece calmada.

— Sin mirar atrás, Michael se dirigió hacia un pequeño y pavimentado

camino hacia la casa. Como no estábamos lo suficientemente cerca

de él, nos disparó una mirada sobre su hombro y desaceleró sus

pasos. Le seguí subiendo los dos escalones del porche, manteniendo

un agarre mortal en la mano de Rudy. Sentí la inquietud de los

recuerdos y los revoloteos de escenas del pasado moviéndose

errática y ligeramente a través de mi mente, pero nada demasiado

avasallador aún.

Aún.

Michael se detuvo justo delante de la puerta y se volvió, con la

boca abierta para decir algo. El qué, no lo sé porque la puerta se

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abrió y él se giró rápidamente, colocándose a sí mismo entre la

persona en la puerta y yo.

Miré a hurtadillas sobre su hombro. Era Aggie Nilsen. Ella era

alta, delgada, e inmaculadamente perfecta en su adecuado vestido

azul y zapatos de tacón alto. Su pelo rubio platino estaba recogido en

un moño, y no me sorprendería si los zafiros que tenía en sus orejas

eran auténticos. Me hizo sentir desaliñada.

Ella miró por encima de Michael, prestándole la misma atención

que a un residuo, luego enfocó su atención en mí. — Señora Grey.

Qué agradable que haya podido reunirse con nosotras. Se movió

ligeramente y extendió su brazo. — Por favor entren.

Michael pasó el primero, y el mero hecho de que ella no

aprovechara la oportunidad para comérselo con los ojos fue suficiente

para que ella no me gustara. Como si no lo supiera ya. Ninguna

mujer en su sano juicio podría tener a ese hombre cerca de ella y no

echarle un vistazo. No a menos que a ella no le gustaran los

hombres, pero creía recordar que Aggie y Roland…

Desechando estos pensamientos, seguí a Michael, todavía

agarrando la mano de Rudy. Tratando de apartar imágenes de Aggie

teniendo sexo con Roland de mi mente, estaba a mitad de camino a

través del vestíbulo de mármol cuando sentí el seco ruido de un

hechizo cayendo detrás de mí.

Quedándome sin aliento, giré rápidamente, mirando hacia la

puerta. Aggie permanecía allí, acababa de cerrarla. Me encontré con

su fría mirada fija, de ojos azules. — ¿Qué ocurre con el hechizo?

Ella parpadeó. — ¿Perdóneme?

Fruncí el ceño. — Sí. Debería. ¿Qué hay con el hechizo de

confinamiento?

Rudy gruñó, apretando mi mano, y Michael se acercó por el

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otro lado, ligeramente detrás de mí. Me di cuenta que ambos

lanzaban sus miradas alrededor del sombrío y frío cuarto, pero

mantuve la mía fija en Aggie.

Ella levantó su brazo y lo extendió hacia la entrada arqueada de

un cuarto de estar todo decorado en cromo y negro. — Si hace el

favor de unirse a nosotras, entonces podemos explicarle todo.

Sonreí con sarcasmo mientras ella comenzó dirigirse hacia la

entrada — ¿Qué hay con el hechizo?

No tenía que haber preguntado. La seguimos y paré

repentinamente debajo del arco, justo al borde de dos escalones

curvados que llevaban hacia el lujoso alfombrado blanco del salón.

A través del cuarto, justo delante de las puertaventanas

biseladas que daban al patio, en una silla grande, de aspecto

absolutamente incomodo, estaba sentada Shannon Cavanagh, la

Gran Dama del Suroeste de los Estados Unidos.

¿Había mencionado que ella y yo éramos rivales durante la

adolescencia y que nunca me había perdonado que fuera más fuerte

que ella? Sip, creo que lo mencioné.

— Shannon. — dije como una declaración de hechos,

intentando creer lo que veía. Porque no deseaba creer lo que estaba

viendo.

Ella sonrió con esa sonrisa falsa que nunca, en toda su vida

llegaba a sus ojos azules. — Meg.

— Encantada de verte.

¿De qué coño iba esto? Shannon se sentó en una de la media

docena de silla de cuero y cromo, con aspecto estirado y correcto con

sus pantalones crema y blusa azul marino. Las perlas rodeaban su

cuello y sus muñecas, y colgaban de sus orejas. Dos tipos que sólo

podían ser pistoleros a sueldo se mantenían detrás de ella, con el

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típico aspecto esteriotipado de guardaespaldas musculoso. Podía

afirmar que eran shifters, pero no de qué clase. Otro hombre con un

traje gris plata hecho a medida permanecía a su lado, los dedos

descansando sobre un maletín que descansaba sobre la brillante

mesa metálica al lado de él. Una mirada superficial me indicó que él

era totalmente humano y que tenía algunos dones pero no era un

hechicero hecho y derecho. Él me pareció familiar, pero no era capaz

de situarlo. Hannah y Melissa estaban sentadas en el sofá cerca de la

chimenea, con aspecto de haber recibido instrucciones de permanecer

quietas. Deidre estaba sentada en una silla al otro lado del salón, sus

ojos apartados. Chloe sentada en otra silla a su lado y mantuvo mi

mirada fija con uno grandes y entrañables ojos de color café y una

apariencia dolorosamente apologética en su cara de la muñeca. Aggie

se había colocado al lado de la chimenea, tan cerca como pudo de

Shannon sin parecer aduladora.

Michael gruñó y Rudy se revolvió. Eche una mirada sobre mi

hombro hacia el área del comedor para ver nada menos que a cinco

guardaespaldas más, todos shifters, emergiendo para llenar el

vestíbulo detrás de nosotros. Más allá del cristal de las

puertaventanas, otros tres más fueron visibles.

La única cosa buena de esto. Ninguno de los recuerdos de

Roland amenazó con abrumarme. Oh, estaban allí, pero mis propias

turbias emociones tenían precedencia. Cosas potentes, como el

miedo y la cólera. La Némesis de mi infancia y adolescencia estaba

sentada delante de mí, y tenía un secreto enorme que ocultar.

Me volví a Shannon y luché para mantener la calma. — ¿Es

todo esto necesario?

— Tú dirás si es así, Meg.

— He venido a petición de las señoras de este lugar.

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Ella posó una mano sobre la rodilla cruzada sobre la otra

pierna. — Mmm, sí. Tu Enclave.

— No es mi Enclave.

— Pero están conectadas contigo.

Piensa rápido, Meg. — Eso fue obra de Roland. ¿Has oído hablar

acerca de Roland? ¿El que se llevó a estas mujeres y usó su magia?

¿El que trató de intimidarme y apoderarse de mí?

— Sí. He escuchado acerca de Roland Parks. Estoy bastante

enfadada de que no fuera informada antes de su muerte. —Ella

estrechó su mirada fija en mí. — ¿Por qué no me llamaste, Meg?

Parece que lo sabias desde hacía meses.

— ¿Cómo iba a saber que lo desconocías?

— ¿Por qué no informaste que él te amenazó?

— No creí que me ayudarías.

— A pesar de nuestro pasado, es mi obligación como Gran

Dama investigar estos asuntos y ver que no ocurran.

Asentí encantadoramente. — Lo siento, pues. Me tomé

demasiado a pecho nuestra historia personal. — Ella mentía como

una descosida. No movería ni un dedo para sacarme del atolladero,

pero ahora ella podía decir lo que quisiera sin represalias.

— Mmm. Y ahora tenemos este problema. El brujo está muerto

y parece ser que tú le mataste. Con magia. —Me atravesó con la

mirada. — ¿Lo hiciste?

Confié desesperada que pareciese más calmada de lo que en

realidad me sentía. — Fue en defensa propia. Me encerró en un

círculo.

— En defensa propia. ¿De verdad?

— ¿No me crees?

— Las pruebas están más bien en tu contra.

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Me encogí de hombros, asombrada de que todavía tuviese

aferrada la mano de Rudy. Mantén la calma, había dicho Michael. Lo

estaba haciendo lo mejor posible. — Entonces no importa lo que yo

diga.

— Me gustaría oír tu versión de la historia.

Finalmente Michael habló sin temor, su voz profunda una

agradable interrupción. — ¿No debería un interrogatorio formal tener

lugar ante un tribunal? — Horrorizada, le contemplé. ¿Qué coño

estaba haciendo?

Su fría mirada se fijó en él, la molestia evidente en su ceño

fruncido. — Senhor Sandoval. Me sorprende verle aquí.

Miré a Shannon. ¿Se conocían?

Él inclinó la cabeza hacia ella. — Gran Dama.

— Qué rápido cambian las situaciones.

— Sin duda.

Miré de uno a otra. Algo pasaba aquí de lo que no estaba al

corriente. ¿Qué era eso de Senhor?

— Confiaba en que usted considerase mi generosa oferta.

— Lo hice, Gran Dama. Pero un shifters apenas puede resistir a

un hechizo de su custodio cuando le busca.

¡¿Qué oferta?! Me moría por preguntar, pero no me atreví.

Shannon se volvió con un frío ceño fruncido hacia mí. — Meg, te

felicito al llevar las riendas de uno de los shifters de Alessandro

D’Cruz.

Traté de esconder mi desconcierto. Alessandro D’Cruz. Me

sonaba ese nombre. ¿Por qué? Mis propios recuerdos no me daban

detalles y me dio miedo abismarme también en los de Roland.

Shannon descruzó las piernas y se recostó en la silla. Sus

manos naturales cuando las apoyó en los brazos de la silla, hasta que

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sus dedos se aferraron alrededor del cromo. No creo que ella se diera

cuenta de eso. Algo había ocurrido. El exterior normalmente frío de

Shannon había sido roto por la presencia de Michael. Era obvio que

ella no se lo esperaba, pero ¿quién era él para que nuestro

enlazamiento la pusiera furiosa?

Ella miró a Rudy, su mirada ligera, lo cual me dijo que esta

mirando mágicamente en lugar de puramente visual. — Y usted debe

ser el compañero lobo del Senhor Sandoval. ¿Meg, les has puesto la

correa a ambos?

Obvio. — Sí. Fue bastante repentino. —Casi me reí,

preguntándome por qué dije esto. De acuerdo, estaba al borde de la

histeria. La histeria era mala. Debía calmarme. Aspiré

profundamente.

Su mirada a Aggie fue breve, pero suficiente para darme cuenta

que estaba cabreada con la otra mujer. ¿No había mencionado Aggie

quiénes eran mis shifters? ¿Pensándolo bien, como lo iba a saber

Aggie? Ni en sueños. Roland no lo había sabido tampoco. En cualquier

caso no creyó que Shannon fuera demasiado misericordiosa con su

ignorancia.

— Efectivamente. —Ella apretó los brazos de la silla otra vez,

luego visiblemente —para mí, al menos— recuperó la compostura. —

Bien... señaló con un brazo hacia el sofá que permaneció vacío. — ...

Por favor siéntate y cuéntame la historia de lo que sucedió aquí en

Samhain.

Michael tomó mi brazo, impidiéndome dar un paso más dentro

del cuarto.

Esto le ganó la atención instantánea de Shannon. — ¿Hay algún

problema, Senhor Sandoval?

Michael mantuvo mi brazo sujeto. — Creo que debo insistir que

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cualquier interrogatorio sea efectuado ante un tribunal.

— ¿Usted debe insistir?— Shannon me recorrió fríamente con

la mirada.

Me encogí de hombros. — Me funciona.

Arqueó su ceja izquierda mientras devolvía su atención a

Michael. — Esto no es un interrogatorio formal, Senhor Sandoval.

— Pues debería serlo.

— ¿Y eso por qué? —preguntó Shannon. — ¿Su bruja es

culpable?

Sí, capté la referencia hacia mí como su bruja, pero lo dejé

correr. Uno, no estaba especialmente atenta, y dos, sabía que

Michael era mucho mejor en este tipo de asuntos. Dejaría la

conversación para él.

Él inclinó su cabeza en aparente deferencia. — Perdóneme,

Gran Dama, pero Meg me ha contado la historia entre ustedes dos.

¿Dado esto, no sería mejor para todos, si hubiera partes no

interesadas presentes?

El interés del hombre del traje gris se aguzó. Dio un paso

adelante, su negra y fría mirada fija, pasando rápidamente de Michael

a Shannon. Finalmente una sombra de un recuerdo de Roland le

identificó: Thomas Blackwell, el abogado de Roland.

Shannon entrecerró sus ojos hacía Michael. — ¿Está usted

insinuando que no sería imparcial?

— No la conozco personalmente, Gran Dama, pero por lo que

he escuchado acerca de su historia, diría que sería difícil para usted

ser imparcial.

— ¡Cómo se atreve!

— Él tiene razón, Shannon, —intervine, finalmente viendo a

dónde quería llegar. ¡La Diosa, él era listo! ¿Y cómo sabía él tanto

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sobre las leyes de las brujas? —Todo el mundo sabe que me odias.

Andarás buscando una forma de eliminarme.

Ella golpeó con un puño el brazo de su silla, eco de la patada

que siempre daba cuando éramos niñas. — Soy la Gran Dama de los

Estados Unidos del Suroeste. Es mí deber investigar estos asuntos y

proteger a los mágicamente dotados.

— Ciertamente, Gran Dama — ¿Cómo podía Michael mantener

su tono de voz ligeramente deferente sin serlo? —Y en asunto de

cargos de asesinato, es lo mejor en interés de todas las partes

implicadas si la historia entera espera a un tribunal.

Él tenía, claro está, razón. Muchas grandes damas y magos no

perderían el tiempo en un tribunal y no lo necesitaba. Si no conocían

a las partes implicadas y no tenían un interés personal, los grandes

líderes actuaban perfectamente bien como juez y jurado. Pero en los

temas donde estaban personalmente involucrados o tuvieran relación

con alguna de las partes, un tribunal de tres grandes líderes o

representantes de ellos se encargaban. Ella podría negar que

hiciéramos la petición, y tal vez podría manejar a los testigos

presentes, pero eso le podría traer más problemas. La gente que ella

había acallado lo sabría y así tendría una influencia sobre ella. Es

más, parecería mal que ella me matase, dada nuestra historia,

aunque fuera justificado.

Shannon tomó un lento aliento a través de su nariz. — Muy

bien, Senhor Sandoval. Se ha hecho entender. Convocaré un tribunal.

—Ella se levantó y me miró. Se las ingenió para no sonreír

burlonamente. — Te das cuenta que esto significa que es necesario

confinarte.

Mierda. Miré al techo y miré por encima mi hombro hacia la

puerta principal. — Parece como si ya lo hubieras hecho. —Me giré

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hacia ella, cruzando su bastante enfurecida mirada. — ¿El hechizo es

tuyo, es así?

Ella no se molestó en contestar. Todo el mundo sabía que lo

era. El Enclave no era lo suficientemente fuerte u organizado como

para mantenerme confinada. Es más, si realmente estuvieran

conectadas conmigo, lo habría sentido. No, Shannon era la única con

bastante juicio primero de ocultarme el hechizo, luego dispararlo y

aún tener la esperanza de que me sujetara.

Los pistoleros se movieron de detrás de su silla a su espalda

cuando ella se acercó a nosotros tres. Le lanzó a Michael una mirada

inquisitiva antes de volver su atención hacia mí otra vez. — Margaret

Grey, debe permanecer en esta casa hasta nuevo aviso. Cualquier

intento por su parte de romper el hechizo de confinamiento o de

dejar la casa será visto como el acto de una persona culpable.

Incliné la cabeza. La tarifa estándar. Había visto y oído a mi

madre hacer esto muchísimas veces. No me gustaba, pero al menos

estaba viva, con la oportunidad de enfrentarme a un tribunal. Esto

era, al menos, una oportunidad.

— Sus shifters pueden permanecerán la casa, pero sólo en

presencia de alguno de mi personal o de un Enforcers. Dejaré un

número situado aquí y enviaré por unos cuantos más. No debería

llevar más de una semana reunir al tribunal.

— ¿Una semana?

Todos nosotros miramos a Aggie. Era realmente asombroso que

ella hubiera permanecido en silencio tan largo rato. Estábamos,

después de todo, hablando de lo que ella consideraba su propiedad.

Shannon arqueó una ceja hacia. — ¿Señora Nilsen?

Aggie bajó su cabeza brevemente. — Perdóneme, Gran Dama,

¿pero está diciendo que esta mujer y sus compañeros estarán aquí

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durante una semana?

— Sí. ¿No deberían? El Sr. Blackwell ha manifestado que la casa

forma parte del Enclave— Shannon inclinó su cabeza ligeramente

hacía su dirección. — En justicia, la casa le pertenece más a ella,

como más fuerte y más experta que usted,¿no es cierto?

Parpadeé, no muy segura de lo que estaba haciendo Shannon.

¿Quería poner de mal humor a Aggie y sentida la necesidad de

pellizcarla? ¿O estaba haciéndome caer en una trampa haciéndome

parecer como la chica mala ante los ojos de Aggie? Ni lo uno ni lo

otro era necesario. Ella simplemente agitaba el avispero.

Aggie puso realmente empeño en no fruncir el ceño, pero no

tuvo éxito. — La casa pertenece a todas nosotras.

Shannon asintió. — Efectivamente. Así que a usted no le

importará si se queda aquí mientras aguardamos al tribunal.

Hannah se levanto de un salto, señalándome. — ¡Pero ella le

mató!

¡Ajá! Ahora sabía de dónde había venido la acusación. La muy

zorra.

Shannon entrecerró sus ojos hacia Hannah, quien visiblemente

palideció. — Eso está aún por probarse.

¡Oh! ¡Eso debía haber dolido!

Aggie dio un paso adelante, casi delante de Hannah, claramente

intentando bloquearla. — Gran Dama, con el debido respeto, esto

crea una situación realmente incómoda.

— Pero todo el mundo involucrado es adulto y se comportarán

consecuentemente. Esta es una casa grande realmente, Sra. Nilsen.

Estoy segura de que ustedes pueden evitarse. Le aseguro que

convocaré un tribunal tan rápido como sea posible. Lo daré a conocer

a los otros grandes líderes que un retraso le causará dificultades.

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Casi me reí. Era tan agradable ver que el rencor dirigido a

cualquier otra parte que no fuera yo. En un objetivo que lo merecía,

nada menos.

Los ojos de Aggie se ensancharon; Luego ella inclinó su cabeza

otra vez. — Perdóneme, Gran Dama. Haremos, claro está, como

usted diga.

— Gracias—. Shannon se volvió hacia mí. De nuevo su mirada

voló a Michael. Sin duda estaba furiosa de que tuviera a alguien que

pensara rápido a mi lado. — Meg, necesitaré tu número de móvil. —

Tendió una mano y uno de los pistoleros metió una tarjeta profesional

en ella. Ella me la dio. — Éste es un número donde puedes localizar a

mi asistente si necesitas ponerte en contacto conmigo.

Incliné la cabeza, luego di mi número de móvil a uno de los

pistoleros, quien lo almacenó directamente en su teléfono.

Una vez hecho esto, Shannon se dirigió al abogado de Roland.

— Sr. Blackwell, es libre de quedarse y discutir los asuntos necesarios

con este Enclave si lo desea. Imagino que cualquier negociación no

podrá ser cerrada hasta que el tribunal se haya constituido y

sentenciado.

Él se adelantó, moviendo de arriba abajo su cabeza con una

abierta sonrisa. Su pelo negro estaba fijado con gomina o laca,

porque no se movió. — Está bien, Gran Dama. Si a la Señora Grey no

le importa, me gustaría hablar con ella en breve para ponerla al tanto

acerca de los detalles del testamento del Sr. Parks.

Casi gemí, pero logré reprimirlo. Odiaba los asuntos legales.

Shannon me miró otra vez. — Es realmente una herencia, Meg.

Espero que seas inocente y libre para disfrutarla.

Hice una mueca. — No la quiero.

Otra vez de nuevo, la mirada de Shannon voló hacia Michael. —

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Nunca te entenderé.

Con eso, ella salió.

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CAPÍTULO OCHO

Envidié a Rudy. Él consiguió dejar la propiedad de Roland para

ir hasta la casa y recoger ropa para nosotros. Ciertamente, él fue

con uno de los shifters de Shannon con él, pero debía estarlo pasando

mejor que yo.

Mientras, los abogados llegaron, Thomas Blackwell era pasable.

Era un hombre bien parecido con una risa fácil, aún cuando podrías

contar, bueno yo podría contar, que él no era confiable. Por ambos

destellos de memorias, tanto de Roland como las mías, yo sabía

que mientras más dinero tuviera el cliente, mejor lo atendía Thomas

Blackwell. Roland había sido uno de sus mejores clientes. Durante al

menos una hora, él me habló a través de la enorme pila de trabajo

administrativo y legales. Michael se sentó con nosotros y en realidad

llevó la mayor parte de la conversación y de las preguntas. Él parecía

entender la mayor parte de ello. Después de la primera media hora,

los bonitos hombres me ignoraron totalmente. Lo que no era tan

malo, Yo no podía seguirles la pista de lo decían.

Aggie y Hanna se cernían en las oscuras sombras del siguiente

cuarto, pero no se nos unieron en el comedor. En un momento dado

pude oírlas sisear. Deidre apareció dos veces brevemente, primero

para ofrecernos emparedados, luego para entregarlos. Yo no tenía ni

una pista donde estaban Melissa y Chloe después de que

desaparecieron.

Sorprendentemente, las memorias de Roland me dejaron

bastante sola. Quizás debido a mi propio nivel de tensión. O al hecho

de que solo habían demasiados recuerdos. Lamenté pensar que la

razón podría ser que me estaba acostumbrando a ellas.

A último momento, Thomas, como él insistió en que lo

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llamáramos, nos dejó ir. Cuando nos levantábamos de la mesa,

apareció Chloe en la entrada, sus manos agarradas ante ella.

— ¿Terminaron?

— Sí, terminamos, Chloe, — dijo Thomas, riéndose de ella.

Ella no lo vió, su cara se inclinaba hacia abajo. Un montón de

rubios cabellos oscurecieron su cara. — Debo ver a Meg y su... um

— Ella me detuvo, mirando hacia el costado a Michael.

Él no gruñó, pero estuvo bastante cerca. — Mi nombre es

Michael. Úsalo.

Ella tembló. — Debo ver a Meg y a Michael en su cuarto.

¿Entonces por qué estaba nerviosa? Lo averigüé cuando ella

nos condujo hacia arriba.

Estaba parada cerca de una puerta, frunciendo el ceño. —

¿Chloe, de quiénes son estos cuartos? — Yo lo sabía, pero no estaba

bien que se lo dijera.

— Su… suyos.

— ¿De quién eran antes?

Ella se alejó otro paso de distancia de mí. — De Roland.

— ¡Ah, demonios no! ¿De quién fue esta idea retorcida?

— ¡Lo siento! — Ella se arrimó contra una pared, directamente

al lado de una puerta abierta que conducía a un dormitorio

adyacente. — Yo… es que son los únicos cuartos que pueden

acomodarlos a los tres juntos. Asumimos que querían estar juntos.

Uno pensaría que yo era una shifter por el modo en que le

gruñí. — Y lo consideraste la mejor opción.

— Meg. — Esta vez fue Michael, quien había caminado por los

cuartos y había mirado detenidamente cada una de las cuatro puertas

que se veían más allá. Él me miró. — Además de que fueron los

cuartos de Roland, ¿hay algún problema con que permanezcamos

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aquí?

Abrí mi boca. ¡¿Algo más que las memorias de Roland?! Pero

yo no podía decir esto. — ¿Además de que es espeluznante?

Él me miró firmemente. — Pero son muy probablemente los

mejores cuartos de la casa. — Él se dio vuelta hacia Chloe. — ¿Con la

cama más grande?

Ella parpadeó y cabeceó.

Él se volvió hacia mí y se encogió. — Los tres no dormiríamos

muy cómodos en otra parte.

Y, con eso, él acababa de confirmar que yo dormía con ambos.

Yap. Ahora ellas sabían que yo era una puta. Crucé mis brazos bajo

mis pechos y lo miré airadamente, incapaz de pensar una réplica

bastante rápido.

Él puso su mano sobre el hombro de Chloe, haciéndola saltar

una milla ante el contacto. — Nos quedaremos. ¿Podrías dejarnos

solo ahora?

— ¡Michael!

Él no me hizo caso, ocupado riéndose de Chloe mientras la

impulsaba hacia la puerta abierta justo detrás de mí. Ella se derritió

con su encanto, y un poco de miedo que la mantuvo a distancia. —

Oh, desde luego.

— ¿Y le avisarás a Rudy dónde estamos cuando regrese?

— S…si.

Él le sonrió abiertamente y ella se derritió. No, que tuviera

alguna posibilidad. Aún tenia que impedir que mi piel picara cuando

me sonreía de esa manera.

Me aparté cuando llevó a Chloe hasta la puerta.

Ella se paró cuando pasaba a mi lado. — Lo siento mucho, —

ella me dijo. Tendió la mano para tocar mi brazo, pero lo retiró hacia

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atrás cuando me estremecí alejándome. — por todo. — Ella se

marchó.

Michael cerró la puerta.

Apreté su brazo después de que cerró la puerta detrás de ella.

— ¿Qué diablos...?

Él me agarró, tapando con su mano mi boca. Fui llevada hacia

el centro del cuarto, un brazo musculoso me fijaba a su amplio

pecho. Grité, asegurándome que supiera que estaba enojada.

Juzgando por la mirada en sus ojos, él lo sabía y aceptaba. —

Este es probablemente también el cuarto más seguro de la casa, — él

murmuró, sus labios, se acercaron a la mano que aún tenia sobre mi

boca. El taladro de esos ojos verde en los míos, mandaron algo de

mi ira lejos. — ¿Roland tenía algún hechizo para proteger estos

cuartos?

Lo miré aturdida, el resto de mi enojo se escurrió. El

conocimiento llegó fácilmente, y cabeceé.

— Bien. — Él deslizó su mano de mi boca y sin apretarme me

abrazó por la cintura, tirándome contra aquel cálido cuerpo

maravillosamente duro. — ¿Puedes activarlo?

Lo consideré, luego cabeceé afirmativamente.

Él rió. — Bien—. Él rozó sus labios contra los míos. — Hazlo.

Cogí su labio inferior con mis dientes, mordiéndolo ligeramente.

Una parte perversa dentro mío, quería discutir, pero sabía hacia

donde iba ahora. — No puedo cuando me estás distrayendo.

Él suspiró. — Piedad—. Él se alejó y miré mientras él iniciaba un

recorrido, un lento circuito dentro del cuarto, abriendo todos los

cajones y mirando dentro. — El hechizo, Meg, — él me lo recordó sin

mirarme.

—Bastardo, — refunfuñé, luego cerré mis ojos.

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Un hechizo de protección es solo eso. Es una especie de

burbuja que puedes poner alrededor de un área. Hay de diferentes

tipos. El hechizo de contención de Shannon había sido diseñado para

encerrarme dentro de la casa. El hechizo en los cuartos de Roland era

en realidad más simple, enfocado puramente para aislar el sonido.

Una vez activo, cualquiera dentro del cuarto podría charlar

normalmente pero nadie de afuera podía oír nada de lo que pasaba

adentro. La mejor la parte sobre él era que no había ningún conjuro

que aprender. Bien, al principio debías poner el hechizo, pero una

vez que puesto, sólo tomaba un pensamiento para desactivarlo. El

hechizo vino a mí fácilmente. Abrí mis ojos y vi la neblina suave azul

alrededor del cuarto a través de la visión mágica. El hechizo me

reconoció, pequeños zarcillos llameaban cada vez más brillante

cuando me acerqué hacia una de las paredes. Más bien eso reconocía

el poder que yo había robado de Roland. No estoy demasiado seguro

si eso me hacía feliz.

Regresé a mi visión normal y me di vuelta, luego brinqué por

encontrar a Michael directamente a mi lado, casi tocando mi hombro.

¿Cuándo había pasado por detrás de mí? — Está hecho.

Sus ojos me interrogaron. — ¿Qué tipo de sello pusiste?

Fruncí el ceño. — Solo de sonido. ¿Por qué?

— Por nada. — Él se alejó y la intensidad de su mirada

disminuyó unas muescas. Él rozó sus dedos sobre mi hombro. —

¿Cuán lejos se extiende?

— Las fronteras son las paredes de esta habitación, incluyendo

ambos dormitorios, el cuarto de baño, y la sala.

Él cabeceó y se dio vuelta, mirando la puerta abierta hacia otro

dormitorio. — ¿Ese es para su amante?

Sacudí mi cabeza y fui hacia la ventana de la bahía. El sol se

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había puesto y la noche llegaba. Sombras de lavanda oscuras se

arrastraban a través del jardín lateral. — Algo así. Se suponía, que

estos eran mis cuartos.

— Ah. — Oí la puerta cerrarse. Sólo la cuerda me dejó saber

que se acercó a mí, porque segura como el infierno que no hizo

ningún ruido. Él deslizó sus brazos alrededor mío. — Él está muerto,

Meg.

— ¿Lo está? Todas sus memorias se sientan en mi cabeza. Esta

casa me conoce. Su enclave es mío. — Agarré los brazos fuertes

atados bajo mis pechos. — Por la Diosa, Michael, comienzo a no ser

capaz de encontrar diferencias entre sus memorias y las mías.

Una nariz caliente me dio un toque para apartar el pelo que

cubría mi oreja, posando sus suaves labios sobre mi cuello, lo

acarició. — Pero tú no eres él. Solo te adaptas a su poder recién

descubierto.

— Esto no es lo mío.

— Lo es ahora.

Las lágrimas quemaban en mis ojos. — No lo quiero. No quiero

nada de esto.

Él pellizcó el lóbulo de mi oreja. — ¿Nada de ello?

Cerré mis ojos, hundiéndome en él. Era imposible no disfrutar

de su toque. — La mayor parte de ello.

— Mmm. — Él me giró, inclinándome para que yo pudiera ver

esos ojos magníficos. — Déjame ver si puedo ayudarte a distraerte

del resto.

Fui de buen grado hacia su beso, y lo dejé que me llevarme

con él.

Él caminó de espaldas hasta la cama, besándome todo tiempo.

Me colocó sobre el edredón marrón dorado.

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Me cubrí con él, determinaron a aceptar que ésta era la cama

de Roland y determinada a aceptar sus asquerosos recuerdos de lo

que hubiera sucedido allí. Enmarqué la cara de Michael con mis

manos, mientras comía su boca. Él lo tomó todo, respondiendo, pero

no tomando la iniciativa. Permitiéndome manejarlo. De pronto yo me

moría por más. Lo hice subir lo suficiente como para deslizar mis

manos por su torso hasta que pude agarrar el dobladillo de su suéter

y dar un tirón para sacárselo. Caliente, hermosa piel bajo mis manos.

Empujé el suéter más arriba hasta que pude conseguir mi boca sobre

su pecho, mordisqueando allí dónde había escaso pelo, lamiendo los

bordes de sus delineados músculos, entonces finalmente lo mordí en

el pezón.

Él gimió, luchando para quitarse su camisa. Sus piernas se

movieron, y yo sólo pude esperar que se sacara sus zapatos.

Pasé mis manos sobre los músculos firmes que cubrían sus

costillas y simplemente me maravilló su satinada fuerza. Todas las

conversaciones, y los problemas que habíamos tenidos en los pocos

días pasados volaron de mi mente. Todo se marchó excepto la

ardiente necesidad de poseer a este hombre.

Me senté sobre sus muslos así podría trabajar sobre sus

pantalones. Él me ayudó, atentamente levantando sus caderas

entonces tomé sus pantalones y la ropa interior conmigo y me eché

hacia atrás sobre la cama.

Él se apoyó sobre sus codos, mirándome mientras le sacaba la

ropa, luego comencé con la mía. Una maravillosa y enorme polla ya

estaba a media asta sobre su vientre.

Bien, eso me molestó. Aquí estaba toda mojada y hambrienta,

y ¿él estaba medio duro? Esto nunca lo había hecho. Yo me saqué

mis pantalones, zapatos, y las pantis, pero no tuve tiempo para

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quitarme el sostén. Salté hacia atrás sobre la cama, y aterricé entre

sus muslos.

— Impaciente, ¿verdad? — él bromeó, una pequeña sonrisa

burlona que inclinaba las comisuras de su boca.

Le fulminé con la mirada, luego bajado a mi cabeza para lamer

los pesados sacos pesados que colgaban debajo de su polla. — Puede

que te agrade una mujer con dientes tan cerca de tu pene.

Él rió en silencio. — Sí, ma’am16

Cabeceé. — Eso está mejor.

Y con esto, comencé a lamerlo. Había mucha carne, después de

todo. Sus pelotas estaban al mismo tiempo, calientes y peludas,

suaves y firmes. Y su polla... yo no podía esperar para tener toda mi

boca alrededor de aquel monstruo, entonces tuve que entretenerme

lamiéndolo, pero determinada a no perderme de ninguna

degustación. Cuando comencé seriamente a chupar la punta de la

cabeza, él estaba más que a media asta. Abrigué mis manos a su

alrededor y chupé por todo lo que valía la pena, determinada a

hacer volar su mente.

— ¡Meg! — Sus dedos se enredaron en mi pelo. Sus caderas se

movieron.

¡Ah, sí! Me detuve.

Él gimió, casi un gruñido.

— Agárrate, tipo grande, — me quejé, subiendo sobre él. — No

he terminado contigo aún.

Él se mofó, agarrando mis caderas.

Me reí tontamente, tomé su polla, colocándolo, luego dejé que

la gravedad hiciera lo suyo.

16 Expresión coloquial común en el inglés norteamericano, se usa como señal de respeto para referirse a una mujer decente.

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Bueno, hasta que Michael decidió que la gravedad era

demasiado lenta y tiró mis caderas hacia abajo.

Silbé. Incluso mojada como estaba, él era demasiado

malditamente grande para asentarme con un empujón. Le tomó tres.

Me congelé, arriba suyo, solo disfrutando del momento. La única vez

que era mejor era cuando Rudy estaba con nosotros.

Los dedos que cavaban en mi cintura me obligaron a

levantarme. Sus caderas me empujaron cuando me hice hacia atrás y

gemí. Eso lo hizo. Ya no pude quedarme quieta. Me incliné hacia

atrás, puse mis manos sobre los muslos poderosos de Michael, y lo

monté por todo que valía la pena.

Me corrí primero, estremeciéndome y jadeando cuando mi

cuerpo lo apretó.

Él esperó hasta que pasó, antes de derribarme. Aterricé como

una muñeca de trapo debajo suyo, y él no se preocupó y me mordió.

Una vez situado, empezó a aporrearme, y otro orgasmo me tomó

antes de que decidiera dejarme ir.

El sexo fabuloso y los acontecimientos inquietantes del día me

desgastaron. Estas son las únicas razones que encontré antes de caer

completamente dormida.

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CAPÍTULO NUEVE

Rudy estaba de regreso. Aún antes de abrir los ojos, lo supe.

Michael también estaba cerca, pero no en la misma habitación.

Me di la vuelta y mire por encima del montículo de almohadas

para ver a Rudy sentado en el escritorio, con los ojos puestos en el

ordenador portátil.

Miró hacia arriba, sonriendo abiertamente. — ¿Finalmente te

despiertas?

Bostecé y me puse derecha, dejando que la ligera manta cayera

por mi cintura. Estaba completamente desnuda. Michael o Rudy

debieron de quitarme mi camisa y sujetador antes de arroparme. —

¿Qué hora es?

— Las nueve.

— ¿Dormí durante tanto tiempo?

— Sip. ¿Tienes hambre?

— Un poco.

Se levantó y estiró. Su cuerpo largo y delgado sólo llevaba

puesto unos pantalones vaqueros y zapatos. — Iré a por algo de

comer para tí.

— No tienes por qué.

Sonrió abiertamente, arrodillándose al lado de la cama, donde

yo me encontraba. — No hay ningún problema. Michael y yo ya

comimos. Deben de tener algo caliente en la cocina—. Me dio un beso

en los labios. — No me tomará ni un minuto.

— ¿Dónde está Michael? — le pregunté mientras se dirigía a la

puerta.

Se giró. — Encontró un cuarto escondido—. Y se fue.

Cuando vi la estantería de los libros entreabierta, las memorias

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de Roland me contaron sobre la existencia de un cuarto escondido.

También supe lo que había en él, y por qué fascinaba a Michael.

Me asomé por la estantería y la abertura de ésta. Michael

estaba sentado ante unos monitores. Las pequeñas pantallas negras

y blancas mostraban lo que ocurría en cada cuarto de la casa, la

caseta de la piscina, el cobertizo del jardín y las cuatro paredes que

componían la casa.

— Estoy impresionado—. Michael supo que me encontraba allí

— Realmente tiene una gran seguridad aquí.

Roland realmente había amado éste lugar. Nadie más estaba

enterado de su existencia. — Sí. ¿Como lo encontraste?

— Trabajo como detective.

— Ah.

Me miró por encima del hombro. — ¿Lo apruebas?

Incliné la cabeza, pero no me molesté en quitar la mueca de mi

boca. — Voy a tomar una ducha.

Entré tranquilamente en el cuarto de baño. Estaba limpio y era

grande, sin excentricidades. Igual que la cama grande del cuarto. Con

excepción del lujoso colchón, Roland había provisto la casa para la

comodidad.

Salí del cuarto de baño vestida con una gran toalla amarilla.

Rudy estaba de regreso y había colocado un plato repleto de salmón,

patatas y judías verdes, en el escritorio, a su lado.

— Gwen— me llamó para que me sentara. Me tendió mi

teléfono móvil. — Lo cogí. Vi que llamaban de la tienda y pensé que

deberían saber que estas bien.

Sonreí. — Gracias—. Dejé el teléfono a un lado y me concentré

en mi cena.

Era un caos. Desde que Roland posó su mirada en mí, mi vida

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no había sido la misma. Hasta que él llegó, vivía con la ilusión de

poder olvidar que era una bruja poderosa. Como la sexta hija de la

Gran Dama del Nordeste no estaba destinada a una vida tranquila.

Michael salió del cubículo. Los pantalones vaqueros abrazaban

su cintura y piernas, una camisa roja, colgaba desabrochada de sus

hombros, tenía remangadas las mangas hasta los codos. Cruzó el

cuarto con los píes descalzos para coger una bolsa de deporte. La

levantó para mirar dentro. — Rudy ¿trajiste mi ordenador portátil?.

Sin apartar los ojos de la pantalla, Rudy levantó el otro

ordenador. — ¿Quieres decir esto?

— ¡Ah!— Michael vino a recuperarlo, dando un rápido beso a

Rudy en la mejilla. — Siempre sabes lo que quiero.

Rudy canturreó feliz, sin dejar de escribir.

Mastiqué lentamente, observando a Michael cruzar la habitación

para sentarse en la cama. No se molestó en encender la lámpara.

Acomodó el ordenador y lo encendió. Recorrí con la mirada la pantalla

del de Rudy, para ver alguna clase de foro de Internet.

Habían debido de conectarse a través de la red inalámbrica de

Roland. Pero dicha red era muy segura.

— ¿Qué clase de tipos sois?

Ambos se congelaron, luego me miraron.

Está bien, era una extraña pregunta; preguntarle eso a los dos

hombres con quien se ha tenido relaciones sexuales de forma

repetida durante la última semana, era serio. Recorrí con la mirada a

uno y a otro, frunciendo el entrecejo de forma gradual.

— Lo digo en serio. ¿Quién eres?— apunte con el tenedor a

Michael. — ¿Y por qué ella te llamo Señor? ¿Y quién es Alessandro de

la Cruz? ¿Ypor qué Shannon estuvo así contigo? ¿Y cuándo diablos

conociste a Shannon?

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Michael levantó las cejas. — ¿Cuál pregunta quieres que

conteste?

— Todas ellas—. Lo consideré—. ¿Cuándo te encontraste con

Shannon?

— Es normal que los shifters dejen saber a los administradores

locales que se mudan al pueblo.

— Normalmente no se encuentran con la Gran Dama en

persona.

Él se encogió de hombros. — Ella solicitó verme en persona.

— Sé que eres una especie de rastreador de brujas y un

detective privado, pero ella actuó como si fueras bastante más que

eso.

— Lo soy—. ¿Por qué me dio la impresión que lo dijo más por

que quería que como respuesta a mi pregunta?

— ¿Por qué no me dijiste que la conocías?

— No la conozco. Nos hemos encontrado. Y no se me ocurrió

que te percatarías que nos habíamos visto—. Su voz tan calmada

como un gato yaciendo al sol.

Hice una mueca. Probablemente me había distraído antes para

no tener esta conversación. Michael había evitado hablarme sobre su

pasado desde el momento en que nos conocimos. Muy mal. — ¿Es

Alessandro de la Cruz el brujo que anteriormente les puso las

correas?

— Sí.

— ¿Quién era él?

— ¿No lo sabes? —estaba verdaderamente sorprendido, aparte

de sarcástico.

— ¿Debería saberlo?

— Sí, deberías—. Casi puso los ojos en blanco, escribió algo en

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el teclado—. Fue el mago más grandioso de Brasil.

Parpadeé. Las memorias, la mía y la de Roland, trabajando para

verificar eso. — Él era una clase de científico o algo por el estilo.

Murió en uno de sus laboratorios. Una explosión o algo así.

— ¿Lo sabes por tu memoria?

— No enteramente.

Michael miró hacia arriba brevemente. — Pues bien, es muy

preciso. Alessandro estaba obsesionado con la biología y la

genealogía, pero sólo cuando estaban relacionadas con los shifters. El

tenía un equipo entero de trabajadores en su laboratorio. Todas las

trabajadoras eran brujas graduadas en ciencias. Él se aseguró su

lealtad pagando a la comunidad. Muchos de sus investigadores

habían sido mandados a la universidad por él.

— Impresionante—. A merced de las opiniones personales, las

brujas estaban en contra de la ciencia en general. Se veía a ésta

como un “estudio nuevo”. Los pensadores más modernos veían a la

ciencia como otra forma de magia. — ¿Estudiaba él a los shifters?

¿Científicamente?

— Científicamente y mágicamente. Él estaba dispuesto a usar

cualquier cosa para lograr sus fines.

La cara de Michael permaneció inexpresiva.

Rudy cambió de posición en su silla, escribiendo un poco más

lento. Por la esquina de mi ojo, le vi recorrerme rápidamente con la

mirada.

Comencé a tener un mal presentimiento. — Mencionaste que

tu anterior brujo tuvo más de un shifter con correas. ¿Cuántos tuvo?

—le pregunté a Michael.

— Cuatro.

Boqueé. — ¿Cuatro? — Eso es imposible.

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Comenzó a escribir, su cara misteriosamente azul, por la luz del

ordenador—. Es cierto.

— ¿Por qué nadie lo supo?

— Fue un secreto, por el cual mató para protegerlo.

Miré a Rudy. — ¿Tú fuiste unos de sus shifters?

Conservó la mirada en la pantalla. Se chupó el labio inferior y

negó con la cabeza. — No me puso la correa, no.

Esperé, pero no dijo nada más. Ni me miró. Raro en Rudy, se

mantuvo quieto.

— ¿También eres de Brasil?

— Nop. Soy un niño de Florida—. Trató de sonreír, pero estaba

tenso.

— ¿Cómo conociste a Michael?— estaba tan próxima a conocer

la información de su pasado… me sentía comprensivamente curiosa

acerca de ellos, pero no estaba tan segura de que cuando me

enterará me sentiría feliz.

Rudy finalmente dejó de escribir y recorrió con la mirada a

Michael.

El gato miró hacia arriba y se encogió de hombros. — Ella

puede saberlo ahora.

— ¿Todo eso?

Michael se volvió a su ordenador. — Tiene derecho a saberlo.

Ahora me asusté. Era Michael el que siempre capeaba o se

rehusaba a hablar del asunto cuando indagaba en su pasado. ¿Estaba

confiando en nuestra relación por nuestra situación?

Probablemente.

Rudy se mordió los labios. Me recorrió con la mirada, sus ojos

azules llenos de duda. Finalmente hizo una mueca. Recostándose,

escribió la última secuencia en el teclado, luego me afrontó. –

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Encontré a Michael en Brasil. Fui… uno de los juguetes de Alessandro.

— ¿Huh? ¿Un juguete?.

Suspiró, pasando una mano a través de su pelo. — Un

prostituto. Me compró y me mantuvo como su mascota.

Mi tenedor chocó contra el plato, en su mayor parte vacío.

Clavé los ojos en Rudy, tratando de comprender lo que él me había

revelado. — Estás bromeando.

Observó mi tenedor. Cogiendo aliento por la boca. — No.

— La Diosa.

Se rió. — No estoy seguro de cómo tomar esa respuesta.

Ni yo. Negué con la cabeza.

— Él no aprendió todos esos trucos sexuales de mí.

Ambos miramos a Michael, quien continuó escribiendo sin mirar

hacia arriba.

— Si… —recorrí con la mirada a Rudy. — ¿Si has estado con

Alessandro, como se reunieron ustedes dos?

Rudy suspiró. — ¿Cuánto conoces acerca del sadomasoquismo?

Mi sangre comenzó a congelarse. — Sé lo que es.

Inclinó la cabeza. — Pues bien, esa fue mi relación con

Alessandro. Una persona de suma importancia en el

sadomasoquismo. Una noche, se descontroló y casi me mata. Me

estaba muriendo cuando me llevó a Michael y le dijo que me

cambiara.

— ¿No eras aún un lobo?

— Todavía no.

Quería decir que él había sido una mascota completamente

humana sin ningún beneficio de ser un shifter. Temblé.

— Michael fue mi salvador. Alessandro me entregó a él y

básicamente le dijo que o me traía a la vida o se deshacía de mi

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cuerpo.

La infección y el cambio ocurren cuando la sangre del shifter se

introduce en el sistema del humano herido. Causando el cambio.

Analizada de manera científica la sangre del shifter no es diferente a

la sangre de una persona normal, pero una huella mágica creaba la

diferencia. El cambió era rápido. La sangre que se suministraba le

cicatrizaría la herida fatal. Aún así la persona no siempre sobrevivía.

Algunas personas no podían manejar el cambio. La magia actuaba

con su química en el cerebro y no se mezclaba bien. Tenían como

ataque epilépticos que los mataban, o les dejaban en un frenesí que

les inducía a destruirse. Por otro lado la persona decidía en que clase

de animal se convertiría, no el shifter que le “engendró”, como creía

la gran mayoría de personas por libros y películas.

Rudy siguió. — Viví, pero tomó su tiempo. Michael me cuidó

mientras me recuperaba. ¿Cómo no iba a enamorarme de él?

Michael bufó.

Mordí mi labio inferior. — Dijiste que tú y Michael están juntos

desde hace un año, pero que le perseguiste durante dos.

— Sí.

— ¿Cuánto tiempo estuviste con Alessandro antes… del

incidente?

— Mas o menos un año.

Me dejó apenada. Rudy tan sólo tenía ahora veinte años. Eso

hacia que él fuera un crío cuando vivió todo eso. No es extraño que a

menudo viera en sus ojos una edad que no le pertenecía.

La habitación se quedó en silencio. No sabía que decir ni a

donde mirar. Era como dejar caer una bomba, para mí. ¿Rudy un

prostituto? ¿Había sido poseído por otra persona?

El cuarto se sumió en silencio. No sabía que decir o donde

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mirar. Realmente era una bomba. ¿Rudy un prostituto? ¿Poseído por

otra persona? Ponerle la correa era una cosa. Era una unión mágica

entre un shifter y una bruja. ¿Pero poseer a alguien por el mero

hecho de sentir placer? Sabía que cosas así ocurrían, por supuesto,

pero nunca me había encontrado a alguien que estuviera involucrado.

Al menos, que yo supiera. Aunque si me lo preguntáis, esto no estaba

demasiado lejos de lo que Roland quería hacerme a mí.

Acaricié la mano de Rudy que tenía sobre la mía. Mire hacia

arriba, a sus fervorosos ojos azules. ― ¿Todavía todo está bien, Meg?

Volteé mi mano y apreté sus dedos. No era suficiente. Me

empujé desde la silla a su regazo, poniendo los brazos a su alrededor

de su cuello. Éste era Rudy. El había logrado entrar en mi corazón en

estos últimos días, quedándose allí. ― Estamos bien. Yo... caspita,

ese es realmente un gran pasado, pero no pienso peor de ti por eso o

cualquier otra cosa.

Me abrazó ferozmente, y entendí su preocupación personal al

revelar su pasado.

Una lágrima rodó por mi mejilla. La toalla se había abierto

involuntariamente y le di un manotazo cuando sentí sus manos

deambulando por mi cuerpo. ― Detén eso―. Me giré para poder ver

a Michael, tratando de levantar la toalla. ― Pero eso no explica por

que Shannon fue tan ardiente contigo. Ella no está interesada en la

ciencia.

Michael encogió los hombros indiferente. ― Ha debido de oír los

rumores.

― ¿Qué rumores?

― Qué Alessandro tuvo un shifter nacido de una bruja.

Fruncí el ceño. ―¡Eso es imposi...oh, vamos!

Levantó sus primorosos ojos verdes para clavarlos en mí.

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Boqueé. ― ¡De ninguna forma!

Suspiró y finalmente dejó el ordenador a un lado. ― Alessandro

estaba tratando de desarrollar un suero para cambiar a una persona

sin tener que parar un trauma, usual en éstos casos. Recogió a niños

pequeños procedentes de las calles. Fui uno de ellos. Ninguno

supimos que estaba dotado hasta que ya me empezó a infectar.

― ¿Empezar a infectar?

Inclinó la cabeza. ― Así es como lo llamaban. El suero

trabajaba una tercera parte del tiempo, y algunas veces los efectos

secundarios eran más llevaderos. Pero el individuo tenía que ser

joven —lo más conveniente es que estuviera alrededor de la

pubertad— y el proceso duraba alrededor de tres años. Fue sobre el

primer año cuando mis dones fueron descubiertos.

No podía cerrar la boca ni hacer que mis ojos volvieran a la

normalidad.

― Hubo algunos meses en los que casi pude trabajar con la

magia, pero cuando los tres años llegaron a su fin, era un shifter sin

magia.

― ¿Por qué no detuvieron el proceso de infección?

― Habría muerto. Una vez iniciado el proceso, si se detiene, la

persona muere.

― ¿Todo esto ocurrió cuando eras un niño?

Inclinó la cabeza. ― Tenía trece años cuando comencé el

proceso.

― ¿Y ahora tienes treinta y dos?

Otra inclinación de cabeza.

― ¿Fuiste su shifter?

― No me puso la correa hasta que tuve veinte años. Fui

conservado en su dormitorio antes de eso.

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― ¿El dormitorio?

― Básicamente era un rancho fortificado donde nos conservaba.

Éramos muchos los detenidos, pero como las tierras eran muy

extensas, no se veía como una prisión.

―¡La Diosa!

Se encogió de hombros. ― Ha diferencia de muchas prisiones,

ésta era relativamente agradable. Tenías todo lo que pedías, excepto

cualquier cosa que me permitiera comunicarme con el exterior sin

supervisión.

― ¿Qué sucedió cuando tenías veinte años?

― Decidió probar el ponerme las correas a mí y a unos cuantos

más.

― ¿Los otros también eran nacidos de brujas?

― Sólo uno. Los otros niños dotados que eran infectados

murieron.

Él era una anomalía. ¡Un milagro!

Me observó. Esperando. No tenía ni idea de lo que decir. ¡Y

había pensado que la historia de Rudy era una bomba!

― ¿Qué paso? Sí te puso la correa, deberías haber muerto

cuando Alessandro murió.

― Verdad. Si el hubiera muerto en la explosión como todo el

mundo cree.

― ¿No lo hizo?

― No. Él estaba muerto antes de la explosión.

Me dio miedo preguntar. ― ¿Qué le sucedió?

― Hizo un experimento verdaderamente estúpido que debilitó

nuestras correas lo bastante como para liberarnos.

― ¿Qué hizo?

Los ojos de Michael se encontraron con los de Rudy. ― Trató de

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ponerle la correa a otro.

― ¿A Rudy?

― Sí.

― ¿Por qué?

Rudy me abrazó más fuerte. ― Para asegurarse de

mantenerme cerca. Asegurarse de que Michael estuviera cerca.

― Alessandro descubrió que estábamos enamorados. Temía

que Rudy huyera por lo sucedido entre ellos. Decidió que si le ponía

la correa impediría eso.

Mi cabeza se tambaleó. Me froté el puente de la nariz. ― Así es

que él trató de ponerle la correa a Rudy, diluyó las otras correas, y te

liberaste. ¿Cómo murió?

― Lo matamos.

― ¿Nosotros?

― Los cuatro que éramos. Los shifters de los que poseía las

riendas.

― ¿Él era malo, verdad?

― Para ser un amo, era relativamente bueno. Se ocupó de que

tuviéramos todo lo que quisiéramos. Exceptuando, claro, nuestra

libertad. Aprendí mucho durante mi tiempo junto a él, pero estaba

equivocado. Pensaba crear un ejército de shifters, y no lo podíamos

permitir ―. Michael se recostó contra el cabecero, cruzando los

brazos sobre el pecho. ― Entonces sólo puedo sospechar que

Shannon oyó los rumores de lo que Alessandro había estado haciendo

en su laboratorio. Y presumo que más Grandes líderes han oído los

rumores―. He obtenido invitaciones de todas partes del mundo.

Hice una mueca. ― No es extraño que estuvieras muy enojado

cuando te puse la correa.

Una sonrisa abierta, apremiante, pesarosa se propagó a través

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de sus labios. ― Sí. Pero tu prisión ha demostrado tener ciertos

“beneficios”.

Clavé los ojos en él, se me paró el corazón. ― Me ofrecí a

dejarte ir.

Su sonrisa abierta se evaporó. ― Sí. Repetidamente. Me

pregunto si quieres conservarme ―. Sus palabras eran sinuosas, si

bien su expresión fue blanda. —Especialmente ahora que sabes lo

que soy. Y parece que no te gustan las situaciones inusuales. Y

ciertamente me calificaría como inusual.

No podía discutir eso. Me levanté agarrando firmemente mi

toalla alrededor de mi torso, alejándome de Rudy a pesar del tirón

que dio a mi mano. ― Así es que es por eso que sabes tanto acerca

de la magia.

― Sí.

Rudy empezó a levantarse de la silla.

― Siéntate― Gruñó Michael

Rudy lo afrontó, ― Siéntate.

La silla rechinó por el peso de Rudy al obedecer la orden. Cruzó

los brazos sobre su pecho, frunciendo el ceño en su cara

normalmente sonriente.

Me callé. Acababa de caer en la cuenta. Había tenido mi

momento con Rudy. Esto era entre Michael y yo. Teníamos que

discutirlo a fondo. Maldita sea. Me recosté contra el aparador.

Observé mis manos jugueteando con los bordes de la toalla. ― ¿La

puedes sentir todavía?

― ¿Él qué?

― La magia.

― Sí.

― Pero no la puedes usar.

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Su pausa fue lo suficientemente larga que me arriesgué a

echarle una ojeada. Esos ojos verdes me observaron firmemente. ―

No.

― Lo siento.

― No lo hagas. Es como ser un ser sensitivo ―. Había muchas

personas sensitivas de la magia en el mundo, pero sólo un selecto

grupo podía manipularla.

― Puedo ver por qué Shannon te querría ―. Me preparé

psicológicamente y le contemplé. ― ¿Por qué no la quieres tú?

Sus ojos se estrecharon, pero no dijo nada.

Así es que continué. ― Ella es la Gran Dama del Sudoeste.

Mereces pertenecerle a una bruja con un poder como ese.

― Esa es una clase diferente de poder―. Se dio la vuelta y dio

un clic sobre su ordenador portátil para cerrarlo. ― Mágicamente

hablando, ella no es lo suficientemente poderosa como para

sujetarme.

Parpadeé, observándole como se dirigió a un lado de la cama.

― ¿Qué? ¿Piensas que podrías romper su correa?

― En algún momento, sí, pienso que podría.

― Luego probablemente puedes romper la mía.

― Pero no quiero romper la tuya. Hay una diferencia.

Fruncí el ceño, no estaba segura si debería sentirme halagada o

asustada por eso.

― Además, tú la has superado. Eso te hace a la bruja más

poderosa.

― Eso fue hace mucho tiempo. Ella probablemente ha ganado

poder desde entonces.

― En su mayor parte probablemente—. Colocó el ordenador en

la mesita de noche y se levantó. La camisa roja abierta le dejaba al

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descubierto sus preciosos pectorales. ― Después de todo, tienes el

poder de dos brujas, y has logrado llevar las riendas de dos shifters y

ella no ha logrado ponerle la correa a ninguno.

― ¿Por qué querrías que yo te conservara?

Cruzó sus brazos y recostó el hombro en uno de los postes de

la cama. El sedoso pelo se deslizaba sobre sus ojos, casi

escondiéndolos. ― Me vienen a la cabeza un buen número de

razones. La más importante es que hubo un escándalo después de la

muerte de Alessandro. Si los líderes se enteran o sospechan acerca

de lo que soy, deberán tomar una decisión.

― ¿Shannon, ya lo intentó?

― Ella no lanzó un hechizo de custodio. Creo que estaba siendo

educada y esperaba que yo fuera a ella.

Incliné la cabeza. ― Pero me puse en su camino.

― Ciertamente.

― Políticamente hablando. Ella tiene toda clase de contactos.

Michael negó con la cabeza. ― Tiene buenas conexiones. Pero

no necesariamente son las mismas que las míos, puesto que tengo

mis propios contactos.

Me mordí la uña del dedo pulgar. ― Así que eres feliz con una

bruja que no tiene conexiones.

― Por ahora.

― ¿Por ahora? ¿Qué quieres decir con eso? ― le apunté con el

dedo, cuando no contestó. ― No quiero poder o política, Michael. Si lo

quisiera me hubiera quedado con mi madre.

Se enderezó del poste de la cama y dio un paso hacia mí.

Cuando clavó sus ojos en mí, la barriga se me volvió liquida. ― Es lo

que has dicho.

Hice un intentó por no temblar ante el sonido de su voz. ― Es

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la verdad.

― Te creo ―. Se detuvo ante mí, invadiendo mi espacio con

toda su virilidad masculina felina. La Diosa, no culparía a Shannon

por quererle simplemente por eso. ― Pero este no es el caso. Estás

bajo sospecha de un asesinato mágico, el cual hiciste. Actualmente

tienes el poder de dos brujas. Sujetas las correas de dos shifter. A lo

que hay que sumar, que no son correas normales.

Vi a Rudy moverse por la esquina de mi ojo, pero no le podía

quitar la mirada a Michael para ver lo que estaba haciendo.

― ¿Qué?

Michael negó con la cabeza, inclinándose hacia mí. No me tocó,

pero colocó las manos en el tocador, encerrando mis caderas, me

rodeó su calor y perfume, tan profundamente que me hizo sentir un

hormigueo. ― Lo que fuera que hicimos para acomodar el poder de

Roland, ha hecho a las correas más de lo que deberían ser. ¿No lo

sientes?

― Nunca antes le he puesto la correa a alguien. Lo sabes.

Se apoyó un poco más y simplemente tocó sus labios con los

míos, el hormigueo se instaló en mi piel y llegó al corazón. ― Me han

puesto la correa antes y te puedo decir que estoy bastante más atado

a ti que alguna vez estuve a Alessandro. Sus correas permanecieron

firmemente en su mano, pero la tuya se ha mudado al corazón.

― Pensé...― Respiré, moviendo su pelo negro. ― Pensé que era

por que las correas son así.

― Forman una unión, sí ―susurró contra mi piel. ― Pero no

como las nuestras.

Tragué. ― Es el sexo.

Negó con la cabeza, sus labios moviéndose por mí cuello. ―

Tuve relaciones sexuales con Alessandro―. No es eso.

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No se por qué me asombró oír que él había tenido sexo con su

anterior brujo. Le había visto con Rudy muchas veces, lo suficiente

como para saber que era definitivamente más que bisexual. Creo que

nunca le había considerado con alguien aparte de Rudy.

Dejé caer la cabeza hacia atrás, para mirar el techo. Tratando

de pensar a pesar de la neblina sexual que percibía a mi alrededor. ―

¿Dónde nos deja esto?

Sus manos se deslizaron por mis brazos. Una se detuvo detrás

de mi cabeza, entre mi pelo. La otra se deslizó por mi espalda,

acercándome a él.

― Exactamente dónde estamos —. Recorrí su cara con la

mirada. Me besó brevemente, solamente los labios. ― Tratando de

sacarte de ésta viva. Todo lo demás tendrá que esperar.

Mis manos agarraron fuertemente sus bíceps. Mi toalla empezó

a deslizarse. ― Un momento. Deberíamos hablar de esto ―. Su beso

me silenció brevemente, pero seguí hablando. ― No podemos

resolver todo con sexo.

― Oh, pero podemos ―. Se giró, llevándome con él.

Tropecé en sus brazos, pues me estaba forzando a caminar

hacia atrás, a la cama.

― Nuestra conexión está directamente en el sexo. Puede que

con el sexo podamos encontrar una forma de disfrazar lo que hiciste.

Se detuvo cuando mis piernas chocaron contra el colchón.

Otro par de manos tiró de la parte posterior de mi toalla. Los

labios de Rudy se posaron sobre la herida cicatrizante de mi hombro,

producida por su mordisco, deslizó la toalla, dejándome desnuda

entre ellos.

― ¿De verdad piensas eso?― le pregunté a Michael cuando me

soltó en los brazos de Rudy.

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Michael sonrió, aflojándose la camisa roja. ― Es nuestra mejor

oportunidad para comprobarlo.

Rudy volvió mi cara hacia él, involucrándome en un beso, así

que no pude observar a Michael sacarse sus pantalones vaqueros. Sin

embargo, no podía quejarme. El lobo me presionó contra su pecho,

una mano ahuecando mi cabeza mientras que la otra se deslizó por

mi estómago hasta el borde de mis muslos. Sus conocedores dedos

encontraron la humedad que le esperaba allí. Gemí, extendí y abrí las

piernas para que accediera mejor. Se reclinó un poco, su pene

presionando contra mí.

Mi cuello comenzó a doler, así que me separé del beso,

dándome la vuelta. Los labios de Rudy se deslizaban de mi cuello a la

marca de mordisco en mi hombro.

Michael se deslizó, desnudo y asombrosamente erecto, al borde

de la cama, acariciando su erección mientras observaba los dedos de

Rudy deslizándose en mi interior y formando remolinos alrededor de

mi clítoris. Se arrodilló en el suelo y puso sus grandes manos en el

interior de mis muslos, presionándolos para que los abriera más.

Los dedos de Rudy golpeaban ligeramente mi clítoris. Michael

se apoyó y siguió una línea, mojando con su lengua la curva entre mi

entrepierna y pierna.

Gemí.

Rudy se nos unió otra vez, su gallo presionándome la columna

vertebral.

Michael levantó mis piernas más alto, apoyando una rodilla en

sus hombros.

Los dedos de Rudy abrieron mi mojado sexo, exponiéndolo para

Michael.

El gato pasó ambos dedos y tocó mi sexo con la lengua, un

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golpe ligero. Gruñí, me apretó más entre sus manos, sujetándome y

continuó delicadamente bebiendo a lengüetazos de mí.

Los dedos de Rudy simplemente me dieron un masaje fuera de

los labios de mi sexo, restregando los jugos en las partes más

sensitivas.

Finalmente recordé que tenía manos y las clavé en el pelo de

Michael, empujando su cara donde la quería. ― Chúpame.

Sentí su risa ahogada así como su boca. Finalmente dio un

golpe duro y largo a mi sexo, y mi organismo entero se estremeció,

dándole las gracias.

Los dedos mojados de Rudy se deslizaron hacia arriba para

encontrar uno de mis pezones. Pero mi foco principal estaba en la

boca de Michael, deleitándose en mí, chupando duro.

― Oh, Diosa, por favor que alguno me folle.

Michael levantó la cabeza. Se movió hasta quedar arrodillado

entre mis muslos. Pero en lugar de zambullirse como había esperado,

se inclinó hacia adelante para poner ambas manos bajo mis brazos y

levantarme.

― El turno de Rudy―. Me dijo.

Recorrí con la mirada a Rudy. Había caído de espaldas en la

cama, y su pene, largo y maravilloso estaba rojo, duro, y más que

listo para mí. Ansiosamente usé a Michael para apoyarme sobre una

mano, la otra para agarrar a Rudy, y hundirlo en mi interior. Ambos

gemimos ante la dicha de esto. Tenía que ser cuidadosa por su

longitud, pero Michael solucionó el problema recostándome un poco

sobre mi espalda. No habíamos probado esto aún. Rudy me guiaba y

estabilizaba, recliné mis manos para moverme.

Michael movió mis rodillas hacia las caderas de Rudy. Ambos

movían mis caderas en círculos, lo cual hizo cosas maravillosas en la

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fricción de esa dura barra dentro de mi coño. Rudy esperó a que

pusiese en marcha el ritmo, para poder mecer las caderas. Dobló sus

rodillas para arriba, dándole más estabilidad para bombear en mí.

― Oh, hombre, ¿por qué no lo hemos hecho antes? ― gemí.

Michael sonrió abiertamente. ― Mejorará.

Observé, expectante, como agachaba otra vez la cabeza.

― ¡La Diosa! ― lloriqueé, observando como su lengua se posó

en el pene de Rudy y chupando hasta llegar a mi clítoris. Con el coño

estirado y lleno por el pene, mi clítoris estaba más sensitivo de lo

normal. Sentí la necesidad de retorcerme, pero la posición no lo

permitía.

Rudy continuó moviéndose, follándome lentamente desde

debajo, mientras Michael nos saboreaba a ambos.

Los labios de Michael succionaron mi clítoris, y luego su lengua

se deslizó fuera de mi sexo. Miré hacia abajo y vi su mano jugando

con las peludas pelotas de Rudy y su apretado ano. Simplemente esa

visión me hizo venirme con un gemido alto, contorsionándome

mientras mi cuerpo temblaba.

― Mmm―. Michael me recorrió con la mirada desde abajo. ―

¿Te ha gustado esto?

Incliné la cabeza mordiéndome los labios.

Michael uso la mano libre para dar una ligera cachetada en la

cadera de Rudy. ― Muévete.

Rudy golpeó sus caderas hacia arriba, alcé la voz. Michael dejó

la cama, pero estaba demasiado ocupada follando como para seguir

sus movimientos. Los dedos de Rudy se clavaron en mis caderas,

sacudiendo mis senos con la fuerza de sus empujes. Gemí, agarrando

las sábanas de debajo de él.

Michael había conseguido lubricante. Se arrodilló entre los

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muslos de Rudy, extendiendo con sus manos el claro líquido sobre su

enorme pene.

Abrí los ojos. ― ¡No puedes caber!― logré decir sin aliento.

Sonrió ampliamente. ― Esto no es para ti esta vez.

Mi mandíbula se descolgó, gemidos gemelos salieron de mi

garganta y la de Rudy. El bombeó de Rudy se detuvo por necesidad,

cuando Michael asió sus muslos. Subió el trasero de Rudy hacia su

entrepierna, alzándonos a ambos. Resoplé ante el nuevo ángulo, la

corona del pene de Rudy se encontraba en mi matriz. Michael situó su

pene justo debajo de mi sexo y entró a empujones. El gemido que

soltó Rudy fue de pura alegría atormentada.

Michael se apoyó para agarrar la cintura de Rudy. Se meció

hacia dentro, mientras Rudy estaba como muerto debajo de mí,

gimiendo. Una mirada me mostró que sus manos se habían

convertido en garras, apretando con furia el pesado edredón.

― Ábrete, Meg―. Cantó Michael, dulcemente, apoyándose para

chupar mis senos con su lengua. ― Abre las correas.

Cuando lo mencionó, mi control sobre las correas se disolvió y

los enlaces entre nosotros explotaron. Temblé y sufrí un colapso en el

pecho de Rudy, mojado por el placer de mi lobo. Nuestro lobo.

Michael le folló con perezosa precisión, volviéndolo loco. Pero logró

sujetarlo. Rudy logró no correrse sacando fuerza y control de mí. De

Michael. Usándonos para mantener a raya su control y el placer que

chamuscaba sus venas.

― Esto somos nosotros, Meg ―. Dijo Michael mientras se

recostaba, su barriga contra mi clítoris. La deliciosa presión exterior

se correspondía con la del interior.

Apreté mis dientes, conteniendo un grito, mi control

evaporándose.

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La voluntad de hierro de Michael comenzó a derretirse y sus

caderas se estrellaron contra Rudy con cruel abandono. ― Esto

somos nosotros.

El poder fluyó, lava caliente, abrasadora desde el interior. Está

vez grité. Las correas se dispararon contra mis amantes. No

podíamos tener el control y sólo podíamos esperar que nuestros

orgasmos acabaran.

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124

CAPÍTULO DIEZ

El golpe nos despertó.

Abrí mi ojo, mirando airadamente a la puerta sobre la extensión

escasamente peluda del pecho de Michael. Quise gritar —

márchese—, pero mi garganta no funcionaba.

El puñetazo tocó otra vez.

— ¿Quién es? — Michael gritó.

Después de un momento, el golpe sonó otra vez.

Acaricié su pecho y logré croar, — Ellos no pueden enterarse.

La insonorización.

— ¡Toucheé! — gimió, se estiró sobre mí, y luego hacia el

borde de la cama.

El peso de Rudy, se tumbó sobre mi espalda, me empujó en el

colchón mientras miraba a Michael agarrar sus vaqueros del piso. Él

se los puso, sin molestarse en prenderse el botón de todas maneras

antes dar un tirón a la puerta abierta. Quité el hechizo de

insonorización del área alrededor de la puerta.

— ¿Qué es esto?

Un hombre, un shifter, estaba del otro lado. Estaba

probablemente cerca de mi edad, con rizos marrones oscuros cortado

cortos de una cara cuadrada. Los ojos negros se ensancharon al ver

Michael.

Una aspiración, probablemente involuntaria, precedió a un

vistazo rápido hacia la cama, donde él me vio, enredada, desnuda y

oculta bajo Rudy igualmente desnudo.

— Uh... — Él intentó recuperarse, distanciándose un paso hacia

el vestíbulo. — La Sra. Cavanagh está abajo y le gustaría hablar con

la Sra. Grey.

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— ¿Ahora? — preguntó Michael.

— Sí.

— ¿Qué hora es? — Croé.

Él me echó un vistazo y tuvo la sensatez de ruborizarse. — Las

once, — dijo, apartando sus ojos.

Empujé encima parcialmente sobre mis codos. — ¡De ningún

modo!

— Ella estará abajo después de que tomeuna ducha, — le dijo

Michael.

— Uh, pero ella dijo que bajara ahora.

— Diga a la magnífica Dama que la vio. Sólo dígale que nos

estamos levantando. Estoy seguro que ella apreciará la ducha.

— Uh, sí. Bien. Se lo diré.

Michael cerró la puerta.

— Bien, nada como que te froten la nariz, — reflexionaba,

doblando mis brazos bajo mi barbilla. Levanté el hechizo de

insonorización otra vez, intentando no hablar demasiado solo

tratando de mantener mi tono bajo.

Rudy suspiró, deslizando una mano hacia abajo por mi costado

acariciando mi nuca. Después de nuestro encuentro explosivo

anoche, nos derrumbamos en un montón agotado. Ni siquiera

Michael había podido higienizarnos como siempre. Por lo que

estábamos bastante olorosos y pegajosos. Es algo molesto, pero el

calor de la pasión tiene estas cosas.

Tomamos una ducha juntos, casi tuvimos sexo de nuevo, pero

decidimos que no sería prudente dejar Shannon esperando más

tiempo.

Até mi pelo mojado hacia atrás en una cola de caballo mientras

Michael y Rudy terminaban de vestirse. Rudy con una camiseta de

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ejército verde. Jean y un botón, negro, esta vez abotonado; Michael.

Polo azul, de mangas larga y vaqueros para mí. Uno pensaría que era

un día normal.

Llegando al vestíbulo Michael me detuvo brevemente. —

Cierra, — aconsejó, echando un vistazo en la puerta.

Eché un vistazo al pomo de la puerta, luego comprendí que

pensaba en magia. — Buena idea. — Con un pensamiento, activé otro

hechizo que cerró la puerta.

Otro de los shifters de Shannon estaba ubicado al final del

pasillo, sentado sobre una silla justo al lado de la amplia escalera que

conducía hacia el pasillo principal. Él alzó la vista de su Game Boy17,

pero no nos paró. Hice rodar mis ojos cuando vi que tenía un receptor

Bluetooth18 en su oído. Como el servicio secreto.

— ¿Ellos saben que venimos? — Pregunté, parándome antes de

él con una burlona pero simpática sonrisa sobre mis labios.

Él la emparejó. — Sip—. Él era un chico lindo, con pelo corto,

negro y ojos brillantes color avellana en una cara astuta, triangular.

Estaba bastante segura que se veía más joven de lo que era.

— Bien. ¿Dígame dónde están así no tengo que buscar por toda

la casa?

— En el comedor.

— Gracias.

17 Video juego portátil.

18 Bluetooth es una especificación industrial para Redes Inalámbricas de Área Personal (WPANs) que posibilita la transmisión de voz y datos entre diferentes dispositivos mediante un enlace por radiofrecuencia segura y globalmente libre (2,4 GHz.). Los principales objetivos que se pretende conseguir con esta norma son: Facilitar las comunicaciones entre equipos móviles y fijos. Eliminar cables y conectores entre éstos. Ofrecer la posibilidad de crear pequeñas redes inalámbricas y facilitar la sincronización de datos entre nuestros. (aburrida N.de T.)

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— Ni lo mencione.

Cuando llegamos al comedor encontramos a Shannon sentado a

la derecha del final de la mesa más cerca las puertas ventana que

llevaban hacia afuera. Una brisa más allá del cristal biselado revolvía

las ramas de los árboles que se encontraban frente a la casa al lado

del pavimento, rozando sus ramas contra las puertas. Shannon los

miraba fijamente, una rubia perfección abigarrada en la luz del sol.

Tres de su shifters estaban apoyados sobre la pared detrás de ella,

todos vestidos con el chic uniforme de de guardaespaldas ocasional.

Los ojos azules de Shannon giraron y me miraron con desdén.

— Meg. Lamento haberte despertado. No esperaba que durmieras

hasta tan tarde.

Sonreí abiertamente un poco demasiado intensamente quizás.

— Tuvimos una noche ocupada.

Ella echó un vistazo a los dos shifters detrás de mí y gesticuló.

— Sí. Lo veo. — Ella agitó una mano a sus propios hombres y señaló

las puertas ventana. — Me gustaría hablarte en privado. Tus shifters

pueden esperar con los míos afuera.

Eché un vistazo atrás a Michael y Rudy. Michael vaciló, luego se

encogió. Él rozó la curva de mi mandíbula antes salir después de los

shifters de Shannon por la puerta. Rudy me sonrió abiertamente,

besó las yemas de sus dedos, y luego tocó mis labios. Luego siguió a

Michael.

Yo tuve que reírme y todavía lo hacía cuando la puerta se cerró

detrás de ellos. Todos se quedaron de pie en donde estaban,

mirándonos, todavía protegiendo sus trabajos. Sinceramente, no

habría mucho que pudieran hacer contra una bruja protegida, pero

cuidaban sin embargo sus empleos.

Shannon agitó una mano, y sentí su hechizo de insonorización

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instalarse en el cuarto, sin duda aislándola a prueba de ruidos. —

Guau, has cambiado. — Su mirada tenía una serena especulación.

Descansé mis manos en el dorso de la silla. — ¿Lo hice?

— Lo hiciste. La Meg que yo conocía, no habría soñado con

enlazar a nadie. Me parece recordarte diciendo que nadie tiene el

derecho de poseer a nadie.

— No los poseo.

— ¿No lo haces?

— Los he enlazados, sí, pero no es lo que piensas.

— ¿No lo es?

— No—. ¿Por qué le decía esto? ¿Acaso intentando hacer que

alguien a quien una vez quise como una amiga entendiera? — Los

llamé, pero estaba dispuesto a dejarlos ir si no quisieran ayudarme.

Shannon frunció el ceño. — ¿Incluso con la amenaza de Roland

Parks?

— Incluso.

— Y ellos se quedaron.

— Ellos lo hicieron.

— Entonces la obligación entre ustedes es mutua, que

conmovedor. ¿Y los conoces hace cuánto? ¿Una semana?

— Algo así, sí. — Suspiré. La tentativa de explicarle cosas a

Shannon siempre parecía desesperada. Ella y yo sólo pensamos

iguales. — ¿Qué quieres, Shannon?

Ella agitó una mano anillada en la silla la que sostuve. — Toma

asiento. Tenemos algo de que hablar.

Que diablos. Me senté. — ¿Tenemos?

— Sí—. — Ella dobló sus manos remilgadamente sobre la

madera pulida ante ella. — Hay serios cargos contra ti.

Doblé mis brazos sobre la mesa y me incliné hacia adelante un

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poco. — Soy consciente de ellos.

— Estoy dispuesta a ayudarte.

— ¿Lo estás?

— A cambio de Miguel Sandoval.

— Michael.

— ¿Perdón?

— Michael es su nombre.

— Eres consciente que él es de Brasil.

— Soy consciente de ello, sí. Pero Michael es su nombre. — Si

fuera Miguel, me lo habría dicho. Estaba bastante segura de eso.

Ella agitó una mano en el aire, dejando de lado la cuestión. —

Bien. Michael Sandoval es demasiado shifter para ti. Estoy segura

que lo has comprendido.

— Sé que él es más que un shifter.

— Y él es digno de una Magnífica Dama.

— Lo es.

— Entonces, entrégame su cuerda, y te ayudaré con tu

pequeño dilema.

¡¡So!! ¿Ella hablaba en serio? — ¿Cómo?

— ¿Cómo que?

— ¿Cómo me ayudarás?

— ¿Tenemos un trato?

— ¿Cómo me ayudarás?

— Meg.

— Shannon.

Ella extendió sus manos sobre la mesa. — La única evidencia

contra ti es el testimonio de las brujas y shifters que vieron lo que

sucedió en Samhain. El aficionado, brujas nuevas y shifters sueltos.

Cabeceé. — Nadie, lo sabes, es un testigo ocular confiable

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cuando de magia se trata.

— Mi opinión como la Magnífica Dama sobre este asunto tiene

bastante peso. Más, puesto que conocía a Roland Parks.

Mis ojos se estrecharon. ¿Ella lo conoció? — ¿Cómo de bien

conociste a Roland?

— Bastante bien.

Miré fijamente a su cara con tranquila serenidad durante un

momento muy largo, muy atento. Un montón de preguntas

corretearon por mi cerebro, sorprendiéndome que las memorias de

Shannon no lograran emerger. — ¿Shannon... le hablaste a Roland

de mí?

Ella ni siquiera parpadeó. — ¿Decirle qué?

— ¿Le dijiste quién soy? ¿Mi familia?

La frente de la rubia se elevó ligeramente. Creo que un lado de

su boca se estiró. — Yo podría haberlo mencionado.

Pegué con las palmas de mis manos sobre la mesa, que se

inclinó. Por la comisura de mis ojos, vi a todos los shifters ponerse

nerviosos, pero ninguno de ellos intentó entrar. Shannon ni siquiera

pestañeó un ojo. — ¡Perra! ¡Sabías lo que tenía en mente para mí! —

No necesite? buscar los recuerdos ahora, y ningún recuerdo de

Roland y Shannon saltó para importunarme.

— Desde luego que no. Si lo hubiera sabido, le habría puesto

término.

— Bastante fácil decir ahora.

— ¿Me acusas de algo, Meg?

Suspiré y me obligué a recostarme. — No.

Ella cabeceó. — Bueno. Si me lo hubieras dicho, hace tiempo

que podría haberle puesto término a todo esto.

No le creí. Yo no podía creerle.

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— En cambio, intentaste manejar todo esto sola y metiste la

pata. Ahora un hombre está muerto. Intento ayudare, Meg.

— Todavía no veo lo que puedes hacer.

— Si tuvieras mi apoyo cuando el tribunal llegue, no sería un

camino tan largo confirmar tu inocencia. Sobre todo cuando todos

somos consciente de nuestro pasado.

Eso era verdadero. Shannon sabía que mi nombre sería

reconocido por cualquiera que supiera algo de nuestra historia. — Y

tú harías eso. Por mí.

Ella cabeceó. — A cambio de Michael Sandoval.

— ¿Y en cuanto a Rudy?

— ¿El lobo? Puedes quedártelo.

Sonreí abiertamente, una sonrisa burlona y repugnante. —

Shannon, no has estado prestando atención, ¿verdad? Ellos son

pareja.

Ella frunció el ceño, negando.

Yo estuve muy feliz de echarla una mano. — Ellos están

enamorados. Son amantes. No van a querer ser separados.

— Pero ellos están contigo.

Puse mi mejor imitación de una sonrisa burlona lobuna de

Rudy. — Sí.

Ella parpadeó y casi me reí. — ¿Cómo diablos puedes ser la

Magnífica Dama del Sudoeste y ser ciega a una pareja homosexual?

¡Digo, hola!! San Francisco está en tu jurisdicción.

Ella se sentó hacia atrás, intentando recuperarse. — No lo había

comprendido. El Senhor Sandoval y yo no hablamos mucho cuando

nos encontramos.

La esperé para que pensara. Ella tendría que saber que no

podía tomar uno sin el otro. Sí, los shifters enlazados podían tener

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relaciones, pero raras veces podían dos shifters enlazados a dos

brujas diferentes mantener cualquier tipo de obligación cercana.

Había demasiadas responsabilidades contrarias.

Mientras esperaba, hice mis propias reflexiones. Ella tenía

razón, después de todo. Yo podría morir si ellos me encontraran

culpable de asesinar a Roland con magia. Mi preocupación más

grande era que yo era culpable. Sí, había circunstancias mitigantes,

pero todavía lo era. ¿Eso merecía pedirle a Michael y a Rudy

arriesgarse a morir? Después de todo, sólo los había conocido por

aproximadamente una semana. Verdad, mucho había pasado en esos

pocos días, pero no había sido mucho tiempo. Nosotros muy bien

podríamos lamentar el habernos unidos si sobrevivíamos. Ellos

finalmente podrían comprender que aburrida y poca cosa era yo y no

quererme cerca. ¿No sería mejor una rotura limpia ahora? Ellos

tendrían un lugar honrado con Shannon. Al menos Michael, y él

protegería a Rudy. Si lo mirará así, lisa y llanamente, yo realmente

debería tomar su oferta.

Ella respiró y sostuvo mi mirada, otra vez con tranquila calma.

— El asunto es que quiero a Michael Sandoval. Tomaré a ambos.

— Así nomás.

Ella gesticuló. — Meg, no estás en posición de negociar.

Verdad. — ¿Crees que podrás enlazar a ambos? — Sí. Yo

ganaba tiempo.

Su frente se frunció y sus ojos miraron ligeramente

estrechados. — Ese no es el punto.

— Pero lo es. ¿Crees que si te entrego a Michael, Rudy solo

trotará alegremente detrás de él?

El lápiz de labios de un brillante tono melocotón se ocultó

cuando ella presionó sus labios juntos en una mueca.

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Miré fijamente su cara y la realidad me golpeó. No podía

hacerlo. Ellos no irían con esta mujer fría. Ella no tenía bastante... ah,

¿Qué? ¿Imaginación? ¿Color? Personalidad. — ¿Crees que Michael me

dejará entregarlo? — Sacudí mi cabeza, riendo fuerte. — Realmente

no lo conoces. Tienes que sostenerlos apretados y sostenerlos a

ambos, o no trabaja, Shannon.

— Tú no eres mucho más poderosa que yo.

Wow. Déjà vu.19 Habíamos tenido toneladas de intercambios

como este cuando niñas. A pesar de toda la evidencia, ella nunca de

buen grado creyó que yo tuviera más jugo que ella. Moví mi cabeza

a un lado. — ¿No lo soy? ¿Entonces cómo es que tengo dos shifters y

tú no tienes ninguno?

Ella se disparó sobre sus pies, sorprendiéndome y por las

miradas, a sus shifters también. — Soy la Magnífica Dama del

Sudoeste, — ella silbó, con el rostro calmo pero sin poder evitar

mostrar ese rencor adolescente que solía conocer tanto. — Fui

juzgada lo bastante poderosa como para controlar un sexto de los

Estados Unidos, creo que puedo manejar dos shifters.

19 Oportunidad para larga nota al pie. El término déjà vu , en francés ‘ya visto’ o paramnesia describe la experiencia de sentir que se ha sido testigo o se ha experimentado previamente una situación nueva. Este término fue acuñado por el investigador psíquico francés Émile Boirac (1851-1917) en su libro ‘El futuro de las ciencias psíquicas’, basado en un ensayo que escribió mientras estudiaba en la Universidad de Chicago. La experiencia del déjà vu suele ir acompañada por una convincente sensación de familiaridad y también por una sensación de «sobrecogimiento», «extrañeza» o «rareza». La experiencia «previa» es con frecuencia atribuida a un sueño, aunque en algunos casos se da una firme sensación de que la experiencia «ocurrió auténticamente» en el pasado. La experiencia de déjà vu parece ser muy común. En estudios formales, el 60% o más de la población afirma haberla experimentado al menos una vez. También se encuentran referencias a la experiencia de déjà vu en literatura del pasado, lo que indica que no es un fenómeno nuevo. Ha sido extremadamente difícil invocar la experiencia del déjà vu en el laboratorio, por lo que se han realizado pocos estudios empíricos. Recientemente, los investigadores han hallado formas de recrear esta sensación usando hipnosis. Gracias Wiki (es que lo consulto tanto que ya somos amigos. De ahí mi familiaridad con su nombre) N.T.

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— ¿Por qué aún no tienes un shifter, Shannon? La mayoría de

las Magníficas líderes lo tienen.

— Eso no es de tú interés.

— ¿Acaso puedes sostener un shifter, Shannon?

— ¡Perra! ¿Cómo osas desafiarme preguntando por mis

capacidades? ¡Desde luego que puedo sostener un shifter!

— Bien, porque no puedes tener los míos.

— ¡Estúpida! Nunca has podido ver una buena oferta cuando se

te ha presentado. No sé por qué me molesté.

— Yo tampoco.

Ella hizo señas a los hombres de afuera, y sus shifters iniciaron

el camino por las puertas ventana. Tres de ellos se ubicaron detrás de

ella mientras Michael y Rudy se colocaban parados detrás de mi silla.

Cuando cada uno había dejado de moverse, Shannon estaba más

tranquila con ellos firmemente parados detrás.

Shannon miró a Michael ávidamente por entre su máscara.

Pensé que ella le hablaría directamente del tema, pero me equivoqué.

— El tribunal estará aquí en tres días. Marie Mercier de Sur

Meridional, Sandra Méndez de México Central, y Jack Kamski de

Canadá Oriental serán toda la concurrencia.

¡Maldición! ¿Los Magníficos líderes reales venían para juzgar a

una pequeña cosita? ¿A mí?

Shannon me frunció el ceño, aún incapaz de recuperar la calma.

— Tú madre también envía un representante. — Ella rió, como con

repugnancia. — Julian Newland.

Parpadeé, confundida. ¿Mi padre?

Ella cabeceó y se vio satisfecha por haberme encontrado con la

guardia baja. — Te quedarás en el Enclave hasta que ellos lleguen.

Con esto, terminó conmigo. Ella giró y condujo a sus shifters

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hacia el arco abierto en el vestíbulo principal, disipando su hechizo

mientras salía. Vi a Aggie y Hanna encontrarla en el pasillo, pero no

se molestó en preguntarme sobre ella. Me quedé sentada, mirando

fijamente el enorme arreglo de gardenias en medio de la mesa.

La silla al lado de mí chirrió y Michael se sentó. La mano de

Rudy exprimió mi hombro del otro lado.

Ninguno de ellos dijo nada, solo esperaron.

Finalmente sacudí mi cabeza. — Mi padre. Fabuloso.

— ¿Malas noticias? — Rudy preguntó.

— No. Solo que... maldito. ¿Por qué él quiere mezclarse con

esto?

— Él es tu padre, — indicó Michael.

Reí. — Él fue más de un donante de esperma que algo. Yo sólo

lo veía ocasionalmente mientras crecía. Su trato decía que pertenecía

a mi madre. Ella hizo el mismo trato con todos nuestros padres.

— ¿Ninguna de ustedes tienen el mismo padre? — Rudy

preguntó.

— Nop. Lo más cercano que tuve como padre fue el papá de

Talia. Ella es la mayor. Richard fue lo más cerca que mi mamá tuvo

como esposo y eso sólo porque le permitió controlarlo. — Doblé mi

cabeza, apretándome las sienes con el pulgar y el índice. — Diosa.

Adivino que es tiempo de que llamé a mi madre. — Me puse de pie.

— ¿Pero podríamos conseguir algo para comer primero? Estoy muerta

de hambre.

Eché un vistazo hacia el pasillo principal para encontrar que

estaba vacío. Shannon debió haberse marchado.

Dimos un paso por la puerta que conducía desde el comedor a

la cocina. Sorprendimos seguramente a Deidre por las miradas que

nos dirigió. La mujercita estaba de pie a un costado de la mesada de

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la cocina, cortando verduras. Su largo pelo castaño estaba atado en

una cola simple, mostrando los simples rasgos de su cara redonda. Si

me lo preguntas, sus ojos eran su mejor rasgo. Enormes y marrones,

con espesas y largas pestañas muy negras.

Ella parpadeó, mirando a los hombres a mi espalda. Ella envió

otro vistazo hacia el pequeño desayunador en el rincón, donde dos

shifters estaban sentados bebiendo café y leyendo un papel. Ellos

nos miraron, nos dieron un vistazo y luego nos ignoraron.

Sin hacerles caso, me tiré en uno de los banquitos al lado de la

mesada, cerca del fregadero y secador. La cocina era la perfecta

réplica de una de esas cocinas del Canal Gourmet. Sonreí

dulcemente a Deidre. La cocina era su dominio, y uno debe ser

agradable con una persona en sus dominios. — ¿Crees que podríamos

conseguir algo para comer?

Ella echó un vistazo a los vegetales que cortaba. — Yo

preparaba para la cena para esta noche, pero quedaron unas

hojuelas20 de esta mañana.

— Las prepararé, — se ofreció Rudy, rodeando la mesada. Él la

miró simpáticamente. — Si no le importa.

Me reí de su mirada de sorpresa. — No lo dejes engañarte. Él

parece un adolescente sin valor, pero es realmente bueno en la

cocina.

— ¡¡Eh!! — Él exageró, dándole una mirada burlona.

Le abaniqué mis pestañas. — Y un cocinero fabuloso.

En nada, Rudy tenía a Deidre a gusto y cortando sus vegetales

mientras él tomaba hojuelas para los tres. Él le preguntó que hacía,

luego se pusieron a charlar sobre la receta con ella mientras él

cocinaba.

20 Los viejos y queridos panqueques de este lado del Atlántico. (N.T.)

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No mucho después de Rudy comenzaba a poner la mesa, uno

de los shifters de la mesa se acercó a Michael.

— ¿Señor Sandoval?

Michael movió su banqueta para afrontarlo. — ¿Sí?

El shifter, un pequeño lobo algo gordito le extendió su mano. —

Jake Tearney, el fiscal del Districto, Cook dijo que yo debería

presentarme cuando tuviera la posibilidad.

Las cejas de Michael se elevaron con sorpresa, y él tomó la

mano del hombre. — ¿Trabaja para Howard?

— No. Trabajo para Larry Peters.

Michael cabeceó y rió. — Oh. Encontré a Larry la semana

pasada. ¿Cómo es que lo asignaron aquí?

— La Magnífica Dama pidió refuerzos. Cook dijo que es

necesario antes de un tribunal. — El hombre echó un vistazo, sus

ojos azules eran oscuramente cautelosos. — Somos imparciales, lo

entiende, pero Howard quería que usted supiera que nosotros

estábamos aquí.

— Gracias, — Michael hablaba por nosotros. — Y gracias a

Howard.

Ellos rieron e intercambiaron bromas. Hice una nota para

preguntarle quién era este tipo Larry Peters, pero si trabajaba para

Howard Cook, entonces estos tipos bien podrían estar de nuestro

lado. Me tomé un segundo para mirarlos a ambos. Ellos parecían o

policías o marines. Pero si eran shifters entonces que parecieran

marines tenia sentido.

Todo iba bien y ya casi había podido olvidar la frágil situación

en la que nos encontrábamos, pero entonces Aggie y Hanna lo

arruinaron. La perra Uno y la perra Dos entraron violentamente por la

puerta cuando casi había terminado mi montón de hojuelas.

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Aggie esperó a que encontrara su mirada. — Debemos hablar

del Enclave.

Levanté la frente, mi tenedor quedó en el aire sobre la torre

con mantequilla y jarabe a la que deseaba muchísimo terminar. —

¿Debemos?

— Es decir después de todo, al principio vino aquí para hablar.

— ¿Lo hice? — Con cuidado realicé otra mordida. — Que

gracioso. Pensé me habías traído aquí así Shannon podría atraparme

y tú podrías acusarme de asesinato.

— Realmente mataste a Roland, — escupió Hanna.

Aggie sostuvo una mano, parando sus palabras. — Quizás

actuamos un poco precipitadamente.

— ¿Ah? — Bien, eso fue interesante. Dejé mi tenedor y les di mi

atención llana, tragando lo que ya estaba en mi boca.

Aggie buscó al shifter quien otra vez se había sentado

silenciosamente en la mesa de desayuno. — Quizás nosotros

deberíamos ir a algún sitio para hablar de esto en privado.

Miré mi desayuno y suspiré. — Bien, tal vez nosotros

deberíamos. — Eché un vistazo a Michael, quien cabeceó. Él ya había

terminado. Tercamente, tomé una última mordida antes de salir de

mi taburete. — Rudy, puedes quedarte y comer si quieres. —

Después de todo, él acababa de comenzar su propio montón de

hojuelas.

Él nos echó un vistazo a Michael y a mí. — ¿Seguro?

Michael se puso de pie. — Iré con ella. Tú come.

— Bien.

Aggie se dio vuelta hacia Deidre. — Deidre, ve y trae a Chloe y

Melissa, y nos encuentras en el cuarto de juegos.

Deidre desesperadamente miró sus verduras.

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— Lo terminaré si gusta, — ofreció Rudy.

— ¿No le importa?

— Nah. Siga adelante. Comenzaré esa salsa de la que

hablamos.

Ella le dirigió una sonrisa genuina que encendió su cara. Como

dije, el camino al corazón de Deidre era por la comida. — Gracias. —

Ella limpió sus manos sobre la toalla que había atado a su cinturilla.

Su sonrisa se fue y sus ojos parecían temerosos cuando alzó la vista

hacia Aggie. — Traeré a Chloe y Melissa. — Ella dejó el delantal sobre

la mesada y escapó.

Una docena recuerdos de Roland se apresuraron a través de mi

mente cuando seguimos a Aggie y Hanna fuera del cuarto. No creo

que Roland ni siquiera hubiera notado la animosidad dentro de su

Enclave. No creo que se hubiera preocupado. Sobre todo ya porque

eran demasiado débiles para hacer algo.

El cuarto de juegos. Sí, seguro. Sí, para alguien que no supiera

que lo era, realmente parecía un bonito sótano que parecía servir

más como un cuarto para juegos adultos. Había una mesa de juego

de caoba en el medio del cuarto, con sus seis correspondientes sillas

talladas. En una esquina había dos juegos en óptimas condiciones, un

juego de dardos, y un Pachinko21. A lo largo de la pared había un

lugar muy hospitalario, conformado por agradable sofá. Pero Roland

nunca había usado este cuarto para estos tipos de juegos. No con

regularidad. Sin embargo, si movías la mesa de juego y la manta

oriental bajo ella, verías el círculo de poder grabado allí. Este era uno

de los dos círculos permanentes en la casa; el otro se localizaba

21 El pachinko es un sistema de juegos muy similar al de los flippers. Estas combinan un moderno sistema de video con el clásico pinball. Se dice que fue inventado alrededor de los años en que Japón se encontraba sumido en la Segunda Guerra Mundial en la ciudad japonesa de Nagoya. Los Pachinko son completamente legales en los casinos de Japón.

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afuera en la piscina. Los ladrillos que formaban el piso estaban

hechos con tierra pura recubiertos de una resina que los sellaba. La

tierra pura era excelente para conducir hechizos. En la pared había

candelabros con vela de fantasía que alternaban con luces

eléctricas, ya que no quieres tener cerca la electricidad cuando todo

da vueltas. Una caja con el interruptor, se ocultaba detrás de la barra

al lado del sofá lo suficientemente cerca como para cortar la luz con

el interruptor.

Pero como se suponía, yo no sabía nada de esto, entonces

luché para no mostrarlo en mi cara. Michael y yo tomamos asientos

en unas banquetas al lado de la barra. Hanna y Aggie rehusaron

sentarse,

Ellas se colocaron al lado de la mesa de juegos, y hablaban en

voz baja mientras esperábamos a las demás.

Miré fijamente la manta bajo la mesa de juegos, luchando

contra una oleada suave de pánico. Las memorias de Roland

cambiaban en mi cabeza, haciéndose más fuerte a medida que

bajamos por las escaleras al cuarto. Ellas no se imponían como

siempre, pero tampoco se iban. Tan ocasionalmente como pude,

toque, “por accidente”, la mano de Michael. Lamentablemente, nada

cambió. Comencé a buscar excusas para marcharme.

No había encontrado una buena cuando Deidre, Chloe, y

Melissa bajaron por la estrecha escalera al cuarto. Esto era otra cosa.

Este cuarto estaba completamente sellado excepto por la escalera y

dos ventanas largas y altas sobre dos de las paredes.

En cuanto estuvimos los seis en el mismo lugar, lo sentí. Oh, yo

probablemente podría haberlo sentido antes, pero adivino que no

quise. Pero en este lugar, sin otras distracciones, con un círculo

establecido de poder allí, sentí el eslabón del Enclave bastante

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claramente. Eso debería haber sido consolador. Yo sabía lo que era

un Enclave verdadero. Había sido miembro de uno durante un año

muy corto directamente después del instituto. Pero esto era

diferente. Éste estaba estropeado. En un Enclave verdadero, el poder

fluía libremente entre los miembros. Este a menudo se enfocaba en el

líder o las más poderosas, pero cada uno poseía una parte justa y

cada uno participaba. Pero este era una farsa. Todo el foco estaba

sobre mí, y esto era todo un camino. Si quería podría retirarles la

energía y no habría una maldita cosa que ellas pudieran hacer.

Recordé el triunfo de Roland en este logro como si fuera el mío. Eso

me produjo escalofríos.

— Muy bien. — Aggie dejó de pasar la mano sobre el borde de

la manta oriental, casi rozando uno de los anillos interiores del círculo

de poder. Ella me enfrentó. — Hablaste de la legalidad del Enclave

con Thomas ayer, tú sabes que esta casa nos pertenece, como una

unidad. Si disolvemos el Enclave, todas las propiedades vuelven a

varios parientes de Roland.

Reí. — Condenados parientes—, murmuré.

Si posible, el fulgor de Aggie se acentuó. — Ellos han sido

ampliamente compensados. Y no eran parte de la vida cotidiana de

Roland.

Cabeceé. — Y tu problema es que él me llamó como parte del

Enclave. — Aquel trocito me había puesto de guardia. Pero entonces,

Roland había estado muy confiado en que sería suya y seguramente

no había esperado morir.

— De verdad. Ahora, estoy segura que nosotras podríamos

intentar un acuerdo amistoso...

— No lo quiero.

Eso la paró. — ¿Perdón?

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— No lo quiero. El que sea. Puedes tener el dinero de Roland

con mi bendición.

Aggie me miró sorprendida. Ella echó un vistazo a Chloe, quien

cabeceó. Entonces volvió a mí. — ¿No quieres tu parte?

Me encogí, intentando reír mientras pensamientos ajenos

pasaron rozando por mi cabeza. — No tengo una parte. Ustedes cinco

tuvieron que vivir con él. Se lo ganaron. ¡¡Ajá!! Eso las tomó con la

guardia baja. Pero lo pensaba. — No quiero nada de Roland Parks.

Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para quitar mi nombre

de los papeles legales y quitarme del eslabón del Enclave.

— ¿Así como así? — Preguntó Hanna, con una mirada

escéptica en su cara.

— Así como así.

Los ojos de Aggie se estrecharon. — ¿Cómo podemos creerte?

— No sé. ¿Qué puedo hacer para convencerlas?

— Eso es mucho dinero, — intervino Melissa.

Le eché un vistazo. Melissa tenía puestos unos vaqueros con

parches de suciedad en las rodillas que me decían que había estado

arrodillada en el jardín no mucho antes. Guantes de Jardinero

estaban metidos en su cintura. Su pelo corto, de un rubio rojizo y

rizado rodeaba su cara pecosa. — Lo sé. No lo quiero.

Aggie limpió su garganta. — Corrígeme si me equivocó, ¿Puede

un Enclave romperse fácilmente?

Me encogí de hombros. — Eso no sería fácil. No. Este no es

Enclave verdadero, ¿Comprendes? Ellos no responden normalmente

a una persona, lo que Roland les hizo es una perversión.

Melissa y Hanna fruncieron el ceño. Chloe y Deidre bajaron sus

miradas a sus regazos. Aggie no mostró ninguna emoción en lo

absoluto.

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— ¿Puedes deshacerlo? — Aggie preguntó.

— Sí.

— ¿Y lo harás?

— Sí.

— ¿Pero esperarás hasta que los asuntos legales del testamento

sean cumplidos?

Suspiré. — Sí—. La miré en el silencio que siguió. — No me lo

agradezcas.

— No sé si podemos confiar en ti.

Me encogí, saltando hacia abajo del taburete. Tenía que salir allí

y deshacerme de los recuerdos de Roland. — No sé que puedo hacer

para que me crean. Sólo puedo decir que no quiero nada de esto. Si

estuviera en mis manos, nunca habría encontrado a Roland Parks.

Realmente me gustaría volver a mi vida como era antes. — Tomé la

mano de Michael y dirigí una sonrisa brillante a Aggie. — ¿Vamos?

Ella frunció el ceño. — No te entiendo.

Sacudí mi cabeza, tirando a Michael conmigo hacia la escalera.

— No lo intentes. No muchas personas lo hacen. Avísame cuando

podamos disolver el Enclave y lo haré.

Michael estuvo tranquilo hasta que subimos la escalera. Él puso

su brazo alrededor de mí en cuanto las dejamos. — ¿Recuerdos? — Él

murmuró.

Cabeceé, enrollando mis brazos alrededor del bulto sólido de su

pecho.

Abrazándome, él nos dirigió hacia la cocina.

— Eso fue rápido, — dijo Rudy, sonriendo abiertamente cuando

echó un vistazo sobre su hombro. Él estaba parado en el fregadero,

lavando platos.

— Sí—, Michael respondió por nosotros. — Tenemos que subir.

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La sonrisa burlona de Rudy vaciló ligeramente, pero él cabeceó.

Rápidamente, él puso el plato que aclaraba en el escurreplatos, luego

se movió para secar sus manos.

El shifter en la mesa nos miró, pero no dijo nada cuando nos

marchamos por la otra puerta, la que se abría directamente al pasillo

principal.

Yo era en realidad, pensé, bien. Las memorias no me dominan;

pero eran malditamente molestas. Me contaban todo tipo de cosas

sobre la casa y la gente en ella. Nada importante, como cuando

Roland había encontrado Shannon. Esa era una charla extraña,

constante en mi cabeza y una nueva clase de experiencia. No estaba

demasiado preocupada. Solo quería que pararan.

A mitad de camino sobre la amplia escalera, una voz nos paró.

— ¡Eh!, pequeña bruja.

Michael y yo nos congelamos. Dos pasos debajo de nosotros,

Rudy gruñó. Nos dimos vuelta para ver a Brent McMillian parado en el

pie de la escalera.

Brent era un hombre grande, fuerte con el perfecto aspecto de

un jugador de profesional. Su pelo castaño pareció la pelusa de un

melocotón sobre su cabeza cuadrada, y quizás un día de barba

emparejaba su mandíbula igualmente cuadrada. Brent era un hombre

lobo enlazado por Roland.

— ¿Oh, qué demonios es esto? — Refunfuñé.

Brent dio el primer paso, pero el gruñido de Rudy lo paró. Los

dos habían luchado dos veces, y Rudy había resultado ser el lobo más

fuerte ambas veces, a pesar de su pequeño tamaño. Desde luego,

ambas peleas habían sido interrumpidas por actividades mágicas.

Brent sólo le ahorró un vistazo antes de enfocarse en mi otra

vez. — No quería creerlo, pero lo sentí. — Él frunció el ceño. —

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¿Quieres explicarme por qué tienes mi cuerda?

No fue hasta que lo mencionó que lo noté. Asombrada, levanté

mi mano derecha, sesgué mi vista para ver la magia, y jadeé. Dos

delgadas cuerdas amarillas de magia se extendían desde mi palma

derecha hacia Brent. Ahora que las veía, las sentí. Una de ellas

rodeaba su cuello en un brillo de amarillo que sólo yo veía, y la otra

se anudaba alrededor de la base de su pene.

La mano de Michael sobre mi hombro se apretó, y le eché un

vistazo por encima. Sus ojos se fijaron a mi derecha. ¿Él podía

verlas? ¿Desde cuándo él podía ver la magia?

Yo se lo habría preguntado, pero, gee, nosotros teníamos una

verdadera audiencia para ello… Estaban los shifters de Shannon en lo

alto de la escalera, los dos shifters de la cocina que holgazaneaban

en aquella entrada, escuchando, y, ah las buenas de Aggie, Hanna,

Deidre, y Chloe que dieron un paso del comedor hasta donde podrían

ser vistas. Esta era una fiesta rara.

Entonces contesté la pregunta de Brent como mejor pude. — ...

no lo sé. — Un verdadero diamante, ese soy yo.

— ¡Realmente robaste todo el poder de Roland! — Hanna chilló,

señalándome.

La miré airadamente.

— ¿Soy la única cosa que has conservado? — Preguntó Brent.

Mi fulgor cambió para él. — No te he conservado. Ni siquiera

sabía sobre esto. — Extendí mi mano, aun cuando sólo Brent y yo,

ah, sí, y Michael, podíamos verlo. — Hasta ahora mismo.

Sus manos se apretaron. — ¿Eso significa que has sostenido mi

cuerda durante la semana pasada y ni siquiera lo sabías?

Bien, sí, pero no me pareció prudente acentuar aquel hecho en

este momento.

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Hanna dio un paso más lejos en el cuarto. — ¿Robaste todos

sus poderes y su enlazado shifter, y esperas que te creamos que solo

disolverás el Enclave?

Bien, ¿acaso ella no era una monada? Ahora todos sabían

sobre nuestra conversación privada. ¿Qué cosas maravillosas dirían

los dos shifters a Howard Cook? Whoopee.

Aggie tendió la mano y agarró el brazo de Hanna y la hizo

callar, pero el daño ya estaba hecho.

Decidí que yo no podía tratar con ellas. Después de todo, yo

tenía una tercera cuerda sobre mis manos. ¿Cómo infiernos era

posible?

— Mira, pequeña bruja, — se quejó Brent, agarrando la

barandilla con fuerza. — Si piensas que voy a ser uno de tus

muchachitos juguetes, piensa en otra cosa. — Esto consiguió

gruñidos de Michael y de Rudy. — Ni siquiera quería ser el shifter de

Roland, y seguro como el infierno que no era una cosa sexual.

—Oh, ¡vete a la mierda! — escupí, habiendo recibido suficiente

de todos ellos. — Como si te quisiera.

El lado izquierdo de su delgada boca se levantó en un gruñido.

— Me tienes.

Me atrajo un afligido lloriqueo y eché un vistazo a Deidre, quien

estaba de pie en la esquina del vestíbulo, retorciendo sus manos.

Deidre, que tenía una relación con Brent. Y quien lo amaba, por lo

que sabía.

Olvídalo. Ni siquiera lo pensé dos veces. Ofrecí mi mano, la

palma hacia él, y disolví el hechizo.

— ¡Meg! — Michael silbó.

No le hice caso, mirando fijamente a un impresionado Brent. —

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Allí. Eres libre. — Giré mi mano y amplié mi dedo medio. — Jódete22.

Me di vuelta, sosteniendo rápido la mano de Michael, y me

dirigí sosteniéndome por la escalera. Los dejé a todos con unas

estúpidas expresiones de apaleados y llevé mis shifters a la seguridad

de mi cuarto. Mi cuarto. ¡¡Ajjj!! ¡¿Desde cuándo el cuarto de Roland

se había convertido en mi cuarto, y desde cuando el infierno se había

hecho un lugar seguro?!

Pero lo era. El único lugar seguro de la casa. Entramos en el

cuarto, y lancé el hechizo de insonorización, tanto como para los

sonidos como para sellar las puertas esta vez. Quería a toda esa

gente fuera de mi vida durante al menos unas horas.

Encontré el pecho de Michael y alcancé a ciegas atrás a Rudy.

El bendito lobo vino fácilmente y se dobló alrededor mi trasero para

que yo me asfixiara entre dos sólidos cuerpos masculinos. Agarré las

solapas de la camisa del shifter delante de mí y la cadera del que

estaba detrás y se estremecieron. — Esto es demasiado, — susurré,

seguro de que ellos me oían. — No puedo tomarlo.

Poderosos brazos me rodearon. Rudy acarició mi cuello. Michael

besó la cima de mi cabeza.

— Ábrete, Meg, — me dijo Michael. — Déjanos ayudarte.

Buena idea. Dejé ir aquella cerradura interna que nos mantenía

bastante separados. Las gruesas cuerdas de magia que me unía a

ellos llamearon a la vida, inundada con la energía y las emociones

como la sangre que se precipitaba por mis venas. Yo era un corazón,

golpeando sangre por las arterias, pero los conductos me devolvían

lo mismo.

Ellos me llevaron a la cama, y solo estuvimos allí durante un

buen largo rato, totalmente vestidos. La magia amarillo anaranjado

22 Con el significado de “embrómate”

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se levantó alrededor de nosotros, una aureola ardiente para los que

podíamos verla. De momento, era bastante simplemente siendo,

simplemente compartiendo.

— ¿Puedes verlos? — Pregunté, la mejilla apretada al pecho de

Michael justo al lado de su cuello. — ¿Los recuerdos?

— Sí—, Michael murmuró.

— No—, contestó Rudy. Él me abrazó más fuerte. — Pero si

pudiera, te ayudaría.

Me retorcí alrededor para poder enfrentarlo en vez de Michael,

tomando su hermosa cara con fuerza entre mis manos. — Gracias—.

Lo besé suavemente.

— Cuando quieras. — Él me besó otra vez. — Te amo.

Miré fijamente en aquellos ojos de cristal azules y apenas pude

manejar esas palabras. Él parecía tan serio, pero ¿realmente lo

amaba? — Rudy, yo...

Él rió, besándome suavemente otra vez. — No tienes que

decirlo, Meg. Sé que me amas. Como sé que Michael me ama. —

Beso. — Como sé que él te ama. — Beso. —Ninguno de ustedes

parece muy cómodo diciéndolo.

Si algo estaba bien allí era la magia de Rudy. ¿Cómo demonios

no amarlo? Especialmente cuando el enlace entre nosotros reforzaba

las emociones detrás de sus palabras.

Cerré mis ojos y metí mi frente debajo de su barbilla, tragando

un nudo de emoción.

Él me abrazó más fuerte. Sentí más que ver estirarse su

barbilla, alentando y recibiendo un suave beso de Michael.

Roland se hundió, extinguiéndose en el calor de conciencia. La

conciencia del uno por el otro, de los cuerpos que se presionaban

demasiado juntos. Siempre habíamos necesitado el sexo para

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tranquilizar los recuerdos, pero nunca antes lo habíamos hecho

abriendo completamente las cuerdas sin sexo. Yo no podía leer lo

que ellos pensaban, pero sentía lo que sentían. El deseo mutuo entre

nosotros era palpable.

Presioné mis labios sobre la piel caliente del cuello de Rudy.

Bebiendo a lengüetadas con mi lengua para probar su especia salada.

Los gruesos músculos de su cuello se arquearon, apoyando su cabeza

mientras profundizaba el beso con Michael. La mano de Michael se

deslizó hacia el dobladillo de mi camisa para ligeramente acariciar mi

vientre. Tres pares de piernas entrelazadas, intentaron presionar tres

ingles tanto cerca como fuera posible.

— La ropa, — raspé.

Como uno, rompimos el abrazo, cada uno ocupado de su propia

ropa. Rudy me dio vuelta mientras yo retiraba mi sostén, mi último

pedazo de ropa, por mis brazos. Hábilmente, él lo cogió y torció,

atrapando mis muñecas. En mi muda protesta, él sólo sonrió

abiertamente, usándolo como esposas para levantar mis manos y

fijarlas a la almohada encima de mi cabeza. Él venció con sus labios y

su cuerpo, mi protesta con gruñidos y puso sobre mi el resto de su

sólido peso. Lo besé siguiéndolo hacia atrás, sólo suavemente

malhumorada por negarme a usar mis manos.

Rudy se levantó un poco, y la mano de Michael se deslizó en la

humedad entre mis piernas. Sé que esa era la mano de Michael

porque la mano libre de Rudy ahuecaba mi pecho, sosteniéndolo para

que Michael se amamantara. Apenas importaba quién hacía que,

extendí mis piernas más lejos, levantándome sobre la cadera

desnuda de Michael para darle un mejor acceso.

Ellos se movieron. Rudy se dobló para amamantar mi otro

pecho y Michael tomó mi boca. Michael asumió la dominación de mis

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manos. Protesté un poco. Sinceramente, me gustaba eso. Llévense

toda la responsabilidad. Solo déjeme sentir. Sin duda ellos

capturaron la idea esencial de esto por nuestra conexión.

Michael se quejó y arrancó de la cama. Tomé la oportunidad de

liberar mis manos, con la protesta poco entusiasta de Rudy.

Michael volvió al juego con unas esposas de cuero. Mis ojos se

ensancharon al verlos. Eran Roland. Una docena de inquietantes

recuerdos pasaron rozando mi cabeza. Ninguno de ellos demasiado

asquerosos físicamente. Roland no había estado demasiado tiempo en

el verdadero sadomasoquismo. Él estaba más en el Dominio y la

sumisión, las que, en este momento, para mi vergüenza, ansiaba.

¿Cómo Michael supo dónde estaban?

Michael sostuvo esposas por la cadena que las conectaba,

esperó.

Tragué y cabeceé.

Sin una palabra, él ató con correas mis muñecas. Al mi lado,

Rudy miró las esposas ávidamente, y recordé que esto era algo que

él había hecho antes de buen grado. Profesionalmente. Él me cogió la

mirada y guiñó. — La próxima me toca a mi. — él susurró sobre mis

labios mientras Michael colgaba la corta cadena sobre un gancho en

la cabecera.

Mi mente quedó curiosamente en blanco. No era que ellos no

me hubieran dominado antes. Lo habían hecho. No era que tuviera

miedo de las esposas. Sinceramente, con solo pensarlo, yo podría

romperlas. Pero no quería hacerlo. Me sentía extrañamente viva con

los puños sobre mí. De anticipación, quizás.

Michael besó mi boca, afilando sus rodillas entre mis muslos. Él

controló sus manos hacia abajo por mis costados, luego arrastró

besos por sobre mi frente, haciendo una pausa brevemente para

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acariciar y chupar mis pechos.

Rudy mordió el lóbulo de mi oreja, asegurándose de tenerme

caliente porque lo que me haría me haría sentir muy bien.

Michael extendió mis muslos con sus manos y comenzó un

banquete cuidadosamente ruidoso sobre mi carne mojada e íntima.

Lloriqueando felizmente, Rudy se apresuró a bajar de la cama.

Él en realidad se recostó al lado de Michael y con impaciencia puso

primero sus manos y luego su boca alrededor de la polla de Michael.

Los observé impotente con mis muñecas atrapadas en las esposas.

Las cuerdas, todavía abiertas de par en par, nos dieron todo una capa

suplementaria de placer.

Sentí mi orgasmo irrumpir con fuerza, quemando y jugueteando

con el asalto de Michael sobre mi hinchado clítoris. Mis caderas se

mecieron de modo incontrolable y gemidos desesperados salían de

mis labios. Dejé que la tensión pasara por las cuerdas,

compartiéndola, queriendo que supieran lo que me hacían sentir

cuando me ataban a la cama.

Michael nos paró, retirándose de mi clítoris. Desesperada, miré

hacia abajo para ver que una de sus manos cavaba en el pelo de

Rudy, dando un tirón para quitar la impaciente boca de su polla.

Michael encontró mi mirada. — Tengo que estar dentro tuyo cuando

me corra.

Cabeceé con impaciencia.

Él se levantó sobre sus rodillas, agarrando mis caderas y

arrastrándolos encima de sus muslos. Echó un vistazo hacia Rudy con

una sonrisa burlona oscura, malvada. — Consigue lubricante y

fóllame.

Los ojos de Rudy se abrieron, impresionados con la imagen del

apareamiento, estoy segura. Habíamos follado muchísimas veces en

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muchas posturas, pero aún no había visto a Rudy tomar a Michael.

Por la mirada de sorpresa de Rudy, no parecía ser un acontecimiento

común.

No, que él no estuviera ansioso, desde luego. Rudy rodó de la

cama.

Yo no podía seguir sus movimientos muy bien, porque Michael

había vuelta su atención hacia mi para atravesarme con su

monstruosa polla. Gemí cuando él la trabajó dentro de mí. Incluso

mojada como estaba, le costó. Él nos ajustó para que mi espalda

quedara perfectamente pareja sobre la cama, su cuerpo enorme,

hermoso y sereno se colocó sobre mí mientras despacio salía y se

empujaba dentro de mí. Dentro y fuera, Dentro y fuera. ¡Diosa, esto

se siente asombroso!

Él se detuvo. Logré abrir mis ojos para ver a Rudy detrás de él.

Yo no podía ver exactamente que le hacía, pero podía adivinar

bastante bien. Miré la cara de Michael. Vi la primera punzada de dolor

que hizo que su polla se moviese dentro de mí. Vi el dolor

rápidamente disolverse y sentir el eco del placer puro, que se

precipitó en oleadas por su espina cuando Rudy se deslizó lentamente

en él.

— Por la diosa, Mike, — susurró Rudy, mientras que con una

mano agarraba el hombro de Michael, y con la otra su cintura.

Michael se retiró de mí, empujándose en Rudy. Gemidos

gemelos borbotearon de mi garganta y la de Rudy, uno pensaría que

Michael hacía todo. Pero si. Lo hacía, Siempre lo hacía, intentáramos

lo que intentáramos, Michael conducía. Esta era solo una regla de

nuestro pequeño trío. Michael se bajó a sí mismo sobre mí, apoyado

ahora sobre sus codos, y abrió sus ojos de gato sobre mí. Su risa

oscura mostró sus dientes puntiagudos. Las manos que se deslizaron

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bajo mi trasero para agarrar mis hombros desde debajo tenían

garras.

Jadeé, abrumado por la lujuria cruda del animal que fluía por

las cuerdas. Encima de Michael, Rudy jadeaba y yo busqué y vi que la

mano sobre el hombro de Michael estaba ligeramente cubierta de piel

y con garras negras. Si yo hubiera tenido una bestia, pienso que yo

habría resbalado hacia el cambio también. Como sea, mi piel se

sentía mal sobre mi cuerpo. Como si fuera del tamaño incorrecto.

— Esto va en ambos sentidos, Meg, — gruñó Michael, seseando

ligeramente por sus dientes extra largos. Sus caderas trabajaron la

magnífica polla en mí, perforando un agujero en mi corazón. — Dá y

toma. —Él bajó su cabeza para resoplar sobre mi cuello. —

¿Tomarás?

— ¡Diosa, sí! — Grité, sin siquiera pensar en mi respuesta.

Las cuerdas estaban vivas, las cuerdas de poder que se movían

alrededor de nosotros, brillantemente fuerte, pulsando en un excitado

carmesí.

Me retorcí debajo de ellos, casi al borde de explosión.

Jadeando, bañada en sudor, lancé mis caderas contra él, dolida por

el despliegue violento. Pero no me corrí. Necesité... necesitábamos...

Un gusto a cobre llenó mi boca. Con impaciencia, apreté la

boca de Michael y el labio que él había mordido. ¡Sangre! ¡Sí! Esto

era lo que necesitábamos. Dejé al fluido verterse bajo mi garganta,

sabiendo era sólo un hilo, pero era sólo una parte. También

necesitamos...

El placer detonó cuando los dientes de Rudy mordieron la carne

del hombro de Michael y la sangre golpeó su garganta. Nuestros

gritos se unieron, resonando, el mió y el de Michael, en nuestras

bocas fundidas y en la mordida de Rudy contra el hombro de Michael.

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Las cuerdas se ampliaron como una nube en forma de hongo, lejos

demasiado brillante y demasiado complejo como para entenderlo, y

mi mente se amplió también mojada en el éxtasis brutal como para

que pudiera siquiera intentarlo. Esto pasó en lo que parecieron

siglos, desgarrándonos y rehaciéndonos por dentro. Miedo, amor y

admiración todo se unió en un todo que ni siquiera podía ser

identificado como tres seres separados.

Me derrumbé hacia atrás, desesperadamente intentando

recordar como respirar. Michael se reforzó a gatas sobre mí, sus

pulmones resonaban mientras el sudor y la sangre goteaba sobre mi

pecho. Yo solo pude ver a Rudy tumbarse extendiéndose sobre la

espalda de Michael, respirando audiblemente por su boca abierta.

— Uno de... — Intenté. Perdida mi capacidad de hablar. Tragué

e intenté otra vez. — Uno de estos días... solo vamos a tener sexo...

agradable, normal, ¿Si? — tragué otra vez. — ¿Sin que casi nos

matemos?

Michael gimió, irguiéndose ligeramente.

Rudy repitió el gemido y se deslizó de Michael hacia atrás

cayendo en un montón a nuestro lado. El pelo rubio ocultó sus ojos,

pero su risa saciada era claramente evidente.

— Tal vez, — Michael respiró, retrocediendo más lejos hasta

que se sentó sobre sus talones. Él levantó una mano a su boca,

tocando con su pulgar la sangre que corría por su comisura.

La posición y el hecho que su polla no se había ablandado

totalmente me hicieron pensar que todavía estaba dentro de mí. Mis

paredes interiores tiraron, y gemí en el espasmo de placer que rasgó

por sobre mi espina.

Me paré. Se congeló. — ¿Qué diablos? — Algo era diferente.

Con cuidado, pasé la lengua por mis labios. Lamí mis labios,

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probé la sangre. La sangre de Michael. Bien, sí, esto era nuevo. La

tres o cuatro veces que había habido sangre había sido parte de

nuestros juegos amorosos, ellos me habían mordido. Pero sólo hacían

para alimentar el hechizo de las cuerdas. Esta vez yo no había hecho

nada para alimentar el hechizo, solo lo dejé llamear. Parpadeé. —

¿Qué ...?

Miré arriba a Michael. Él lamía despacio el corte que había

puesto en su propio labio inferior, mirándome atentamente. Sus ojos

cambiaron a Rudy un momento, entonces detrás de mí.

Mi piel todavía zumbaba, y ahora tuve miedo de que fuera algo

más que brillo prolongado. — ¿Qué hiciste?

— Aún no estoy seguro, — él confesó.

Mis ojos se ampliaron — ¿Qué?

Intenté sentarme, obstaculizada por las esposas que todavía

sostenían mis manos sobre mi cabeza. Realmente pude moverme

desde los muslos de Michael a una posición semi sentada con mis

muñecas sobre en mi barbilla e inclinando los codos justo ante mí.

Torcí mi vista solo un poco para permitirme ver mejor la magia y

jadeé otra vez.

Cuatro cuerdas nuevas, asoleadas se extendían del cuerpo de

Michael, dos de su corazón y dos de la base de su ingle. Las gruesas

cuerdas, fuertes, se extendían hacia mi y Rudy, a la polla de Rudy

y su cuello, y hacia mi ingle y mi cuello.

— ¡¿Nos enlazaste?!

Rudy subir sobre sus codos, su otra mano extendida sobre su

pecho. — ¿Qué estoy sintiendo?

Abrí mi boca hacia Michael. — ¡¿Nos enlazaste?!

Él nos dio una sonrisa profundidad, contenta sobre sus labios

hinchados. Parecía tan….

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— Pero tú no puedes...

Él levantó una frente sudorosa hacia mí. — Lo hice

— ¿Pero... pero cómo? No eres una bruja.

Él se sentó hacia atrás, estremeciéndose ligeramente mientras

se acomodaba. — Utilicé tu poder.

— ¿Qué?

— Esto ha pasado gradualmente ya desde que nos enlazaste,

estar en esta casa lo hizo más intenso. Fui capaz de sentir tu poder y

el de Roland mucho más agudamente aquí. — Él me sonrió. — Pienso

que he logrado someter la mayor parte de los recuerdos de Roland

hasta esta tarde.

— ¿Por qué no me has mencionado hasta ahora?

Él gesticuló. — Eres bienvenida.

— ¡Michael!

Él se encogió. — No estuve seguro que pasaba realmente hasta

ayer, y no hubo posibilidades de decírtelo antes.

Parpadeé. Por eso era qué los recuerdos no me habían tomado.

Pero... — ¿Puedes hacer un hechizo?

— Eso parece.

Apenas pude evitar decir que eso era imposible. El hombre

hacía de los imposibles un arte absoluto para demostrar que era

bastante posible. — Pero no puedes enlazar a una bruja.

— Yo te enlacé.

— Eres un shifter.

— Nacido de una bruja.

— No soy un shifter.

— Y aún así te enlacé.

Tragué. — Esto no trabaja así.

— Lo admito, no pensé que funcionaría contigo. Creo que el

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hecho de que estabas completamente abierta ayudó. Tus cuerdas me

enseñaron el camino, por así decirlo copié lo que habías hecho. — Él

se estremeció otra vez cuando rodó de la cama. ¡Él parecía

demasiado informal con algo tan serio!

¿Por qué yo parecía la única desequilibrada con esto? — No

puedes atar a un shifter dos veces, — le dije a Michael mientras él

desaparecía en el cuarto de baño.

Él reapareció en segundos con dos toallas secas. — Creo que lo

manejé debido al eslabón que ya teníamos contigo. — Él lanzó una

toalla sobre la cabeza de Rudy y usó la otra para secarse.

Rudy le sonrió abiertamente.

Michael rió y guiñó un ojo.

Los miré con horror. — ¿Por qué? — Finalmente hice la

pregunta importante.

Michael se arrodilló sobre la cama al lado de mis piernas

inclinadas, pero no intentó tocarme aún. En cambio él alisó una mano

sobre el muslo de Rudy, casi mimándolo. — ¿Ibas a entregarme a

Shannon?

— ¿Qué?

— ¿Es sobre eso qué Shannon quería hablar contigo verdad?

¿Sobre mi?

Parpadeé. Tanto había pasado hoy que comprendí que ya no

había tenido tiempo de comentarle sobre mi conversación con

Shannon, — Sí.

— ¿Qué te ofreció?

Tiré de las esposas que ataban mis muñecas. — Quítamelas.

— En un minuto.

— Quítalas.

Él frunció el ceño. — Si estás enojada, rómpelas así se abren. Si

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no, contesta mi pregunta.

Mi mandíbula cayó.

— ¿Qué te ofreció?

— Ella ofreció hablar por mí en el tribunal.

— Si me entregabas.

— Sí.

— ¿Lo consideraste?

— Le dije que ella no podría sostenerte.

— ¿Lo consideraste?

— Mentiría si dijera que no lo hice.

— ¡Ajá!

— ¡Le dije que no, maldición!

— Encima de todo, hoy vi como alegremente te desprendías de

un Enclave obsesionado contigo, de una herencia que vale millones,

y de un tercer enlazado shifter, todo, sin parpadear un ojo.

Gee, si lo dices así... — No quiero nada de eso.

— Lo que significa que mereces cada mordida de ello.

— ¿Qué?

Él sacudió su cabeza, alcanzando mis muñecas. Las esposas

tenían correas con hebillas, sin llaves. — Nada de eso se irá, Meg, no

importa cuanto lo desees. Incluso si regalas todo lo que venga de

Roland, incluso si rechazaras sostener a un shifter más, incluso si

nunca pusieras otra vez los pies en esta casa; cosas como estas van

a seguir encontrándote.

Mis manos cayeron libres una a una, y las froté, mirándolo

fijamente enojada. Sabiamente, él sentó hacia atrás y dejó la toalla

a mi lado.

—Tú Meg, eres peligrosamente poderosa e instintiva. Lo dijiste

claramente la primera vez que nos encontramos cuando

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intentábamos entender como hacer para recuperar tu magia de

Roland. La Magia no es tu arte. No es algo que decidas hacer, Esto no

es algo que quieras hacer. Es algo que debes hacer. Tienes que hacer

que no pase.

— Eso no explica por qué me enlazaste.

— Yo te enlacé para alejar tus opciones. Ya no podrás

deshacerte de nosotros.

Rudy hizo subir en sus codos, escuchándolo atentamente.

— No lo haría, — protesté débilmente, incapaz de encontrar la

mirada de Michael.

— Pero te tentaron. No digas que no lo estuviste.

Agarré rápidamente la toalla y lo usé para golpear en el sudor

que se había secado sobre mi pecho. No estaba segura si las cuerdas

alrededor de mi cuello y clítoris realmente zumbaban, o si solo me

las imaginaba porque estaba hiperconsciente de que estaban allí. O

tal vez Michael tiraba de ellas, probándolas. Yo no iba a

preguntárselo.

Michael suspiró y se estiró a través de la ancha cama, puso su

cabeza sobre el muslo de Rudy. — Yo te enlacé como parte de lo que

tengo que hacer para protegerte. Para obligarte a usar los poderes

que no puedes negar.

Rudy se equilibró sobre un codo y se movió para peinar con sus

dedos los zarcillos sudorosos del pelo de Michael.

Fruncí el ceño. — Esa en una maldita lógica intrincada.

Michael se encogió. — Pero es verdadera. También te enlacé

para darte otro modo de compartir ese poder con nosotros. Parece

que lo hizo.

Terminé con la toalla y abracé la suavidad de la tela en mi

pecho, frunciéndole el ceño. — ¿Por qué te preocupas? Podrías

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haberme dejado liberarte y nunca verme otra vez.

— ¿Y perder el único acceso a la magia que he tenido o

probablemente vaya a conseguir alguna vez?

— ¡Mike! — Rudy le lanzó una palmada contra la cabeza.

Mi mundo interior se movió. Intenté sostener mi cólera, pero la

desesperación floreció por sobre ella, refrescándola. — ¿Es eso todo

lo que soy para ti?

Rudy se sentó, obligando a Michael a sentarse, también. — No,

Meg, no lo escuches. Él…

— Eso no es todo. — Michael dijo, discutiéndolo con Rudy. —

Pero eso es todo lo que probablemente vas a creer. — Él se inclinó

hacia adelante, a gatas ante mí, la mirada fija en la mía. — No me

parezco a Rudy. No puedo creer en que te enamoras tan

rápidamente. Más de lo que tú puedes. Realmente me gustas,

muchísimo, y realmente me preocupo por ti. No quiero verte sufrir.

Quiero verte llegar al final de esto. Pero soy un realista. Tú y yo

ambos conseguimos algo de esta relación. Tú consigues a alguien

dispuesto a cuidarte y ayudarte a contener tu magia instintiva.

Personalmente obtengo poder trabajar la magia por primera vez en

mi vida. Esta es una ventaja que no puedes rechazar. — Él puso una

malvada sonrisa burlona en su cara. — Sin contar que el sexo es

fabuloso.

Intenté hacerme la enojada, pero no pude. Sus palabras tenían

sentido. No había podido ser capaz de decir las palabras de amor un

poco más fácil que él. Como bien dijo, los motivos que funcionaban

para ambos. — Bien. Puedo comprarlo.

— Gee, que romántica, — se quejó Rudy. Él se dio una vuelta y

saltó de la cama. — Voy a tomar una ducha.

Michael tendió la mano y rozó mi mandíbula con cuidado con

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las yemas de sus dedos, pero pareció no tener palabras. Él rodó

hacia el otro lado de la cama y desapareció en el armario.

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CAPÍTULO ONCECAPÍTULO ONCECAPÍTULO ONCECAPÍTULO ONCE

El resto de aquella noche fue la más extraña que nosotros

habíamos vivido juntos hasta ahora. Rudy tomó una ducha, luego se

unió a mí sobre la cama para ver la televisión. Al cabo de un rato, me

levanté para ducharme, luego me volví a reunirme con él para mirar

una película. Michael tomó su propia ducha no mucho tiempo después

y se nos unió. Estábamos muy calmados, habíamos hecho un trato

de no hablar. En algún momento, Rudy decidió que teníamos hambre

y bajóa la cocina. Él desapareció durante tanto tiempo que cuando

regreso la película que habíamos estado viendo había terminado.

Finalmente ya había tenido bastante. Mantuve mis ojos sobre

los créditos que se desplazaban en la televisión y pregunté, —

Entonces, ¿qué vamos a hacer?

— No creo que haya mucho que podemos hacer. — Michael se

sentó a mi lado, los dos nos apoyábamos sobre la almohada contra la

enorme cabecera. No nos tocábamos, pero sentía su sólido calor.

— ¿Piensas que tu truco de enlazamiento ayudará?

— Si lo creo. Si esto no extendió el poder de Roland más

regularmente entre nosotros, debería ser al menos bastante como

para camuflar su abundancia. Después de todo, según nuestros

conocimientos nadie nunca ha enlazado a una bruja antes. Incluso los

magníficos líderes deberían ser confundidos sobre cuanto poder se

podría crear.

— Sobre todo si una de los brujos es también un shifter. —

Suspiré, pasando una mano sobre mi cara. — Ya es bastante difícil

con lo que me pasa. No puedo imaginarme lo que esto es para ti.

Él levantó su brazo y lo puso alrededor de mis hombros,

apretándome contra él y la caliente fragancia de su piel. — He vivido

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con un shifter y una bruja la mayor parte de mi vida—. Él besó la

cima de mi cabeza. — Gracias a ti, yo conseguí ser un brujo por

primera vez. Pase lo que pase, eso es muy importante a mí.

Yo sentía una cálida confusión una sonrisa boba asomó en mi

boca. Me acurruqué bajo su brazo para ocultarlo.

Tuve que ponerme de pie para dejar entrar Rudy con la bandeja

de nuestra cena. Nosotros tres hablamos del tribunal y lo que

nosotros haríamos y diríamos mientras comimos. A pesar del tema de

conversación, había sido en realidad una comida agradable.

Bostezando avance lentamente hacia la cama después de

terminada la cena. — ¿Podemos mirar otra película o algo esta

noche? No estoy segura de estar con ánimo para tener sexo otra vez.

Rudy suspiró. — Peso ligero.

Le lancé una almohada, cosa que lo hizo reírse.

Michael rió en silencio. — Pienso que podemos hacer eso.

Mientras no hagamos un hábito de ello—. Lance otra almohada

Así que, está bien, pasado mañana algunas de las brujas más

poderosas en el mundo se juntaran para ver si tendré que ser

asesinada por un crimen que cometí, pero esta noche yo era feliz.

Vaya cosa.

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CAPÍTULO DOCECAPÍTULO DOCECAPÍTULO DOCECAPÍTULO DOCE

No tengo ni idea que hora era cuando todo comenzó. En algún

momento en la profundidad de la noche, cuando nosotros tres

dormíamos. Yo no sabía qué pasaba. Me desperté, sintiendo náuseas.

Me arrojé hacia atrás sobre la espalda de Rudy, hombro con hombros

con Michael, quien se acostaba sobre su espalda. Su mano que

descansaba sobre mi cadera terminó sobre mi muslo y él lo exprimió

suavemente. Miré arriba a la oscuridad encima de mi cara, intentando

entender por qué sentía...

Salté hacia arriba para sentarme, una mano iba sobre mi boca

cuando pensé que yo iba al cielo. Después de todo resultó ser seco,

pero el movimiento repentino me hizo sentir mareada.

Michael se sentó.

Rudy dio una vuelta. — ¿Qué pasa?

Sacudí mi cabeza, la mano todavía sobre mi boca, otro brazo

me agarró alrededor de mi cintura. Esto no era normal. Esto no era

solamente náusea. — Algo estaba mal.

Michael agarró mis hombros y me hizo afrontarlo.

Gemí, apretando mis ojos mientras mi estómago daba vueltas

otra vez. Intenté levantar mi cara hacia él, pero mi cabeza parecía

demasiado pesado para mi cuello. Caí hacia atrás.

Rudy encendió la luz.

Michael extiende su mano sobre la parte trasera de mi cráneo,

sosteniéndolo él lo levantó despacio. — Estás débil.

— Si.

— ¿Magia?

Yo no había pensado en eso aún. — No lo sé, yo... diosa, yo

voy... desmayarme.

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Las cuerdas de Michael sobre mí me dieron un destello de vida.

Por ellas, él me enviaba energía. Suficiente para que yo pudiera

sostener mi propia cabeza. Suficiente para que yo pudiera pensar y

examinarme. Pero no lo suficiente como para hacerme sentir mejor.

— Me siento agotada.

— Tal vez lo estás. — Michael tomó a mi cabeza con ambas

manos y me sostuvo firmemente, nuestros ojos se cerraron al mismo

tiempo.

— Muéstrame.

Yo no le mostré mucho mientras él me dejaba ir. Él ya estaba

conectado íntimamente conmigo, metafísicamente hablando. Todo lo

que tenía que hacer era comenzar a mirar.

Logré seguir. Ambos lo vimos casi al mismo tiempo.

— Maldita, — él juró, apartándose de mi para salir de la cama.

Él se movió rápidamente hacia el armario de vigilancia.

— Esas perras, — gruñí, cayéndo sobre Rudy por mi prisa de

salir de la cama, también. Todo mi cuerpo parecía hecho de jalea.

— ¿Alguien quiere decirme que pasa? — Rudy preguntó,

ayudándome a ponerme en pies, luego sosteniéndome cuando estuve

allí.

— El Enclave, — expliqué cuando él me ayudada recogiendo mi

ropa y a vestirme. — Ellas están abajo en el cuarto de juego. Deben

haber invocado el círculo de poder. Me reducen drásticamente.

— ¿Reduciéndote drásticamente?

— Magia.

— ¿Es por eso qué el enlace se siente extraño?

Yo torcí mi vista un poquito y lo miré a él. Mis cuerdas que lo

ataban eran débiles, casi chisporroteaban — Sí.

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— ¿Qué piensan que están haciendo? — No estoy segura. — Tropecé atrás con la cama. Él se arrodilló

ante mí con mis zapatos, pero me moví alejándolo. — No, vístete.

— ¿Bajaremos allí?

— Tenemos que ir.

Michael asaltó el armario de vigilancia, dirigiéndose en busca de

ropa. — Ellas están allí abajo, bien. Las cámaras no recogen la magia,

pero ellos están en el círculo y cantan. — Él hizo una pausa,

recorriéndome con la mirada mientras se ponía una camiseta. — Casi

reconozco el hechizo.

— ¿Qué?

— Las memorias de Roland.

Tuve que luchar para pensar. La energía de Michael ayudaba, pero

estaba todavía siendo aplastada. — ¿Me están haciendo a mí lo que él

les hizo a ellas?

— Esa es la idea.

— ¡Carajo23! — Otra mala noticia, — él dijo, entrando en sus pantalones

vaqueros.

— Mierda. ¿Qué?

— Shannon está con ellos.

— ¡¿Shannon?! ¿Qué hace ella aquí?

— Vamos averiguarlo.

Fuimos en grupo hacia la puerta con Michael a la cabeza, Rudy

caminaba detrás pendiente de mí para ayudarme. Yo andaba sola,

pero estaba algo temblorosa. El shifter al final del vestíbulo no era el

mismo que habíamos visto temprano en la mañana ese mismo día. Él

23 En el original castellano.

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era mucho más grande. Se levantó de su silla mientras nosotros

íbamos hacia la escalera. — Alto ahí.

— No, — Michael gruñó. Estaba detrás de él, así es que no

podría ver si él tenía ojos y garras para ir de acuerdo al gruñido.

Claramente lo hizo y el shifter tomó la ofensa. El tipo movió sus

fuertes brazos con las manos que se habían dado vuelta a patas

gruesas, redondas. —Dije paren. — Su cara mitad cambiada mientras

hablaba, adquiriendo los ojos y los dientes de un oso.

— ¡No, dije!— Michael no lo atacó físicamente. Él usó uno de

mis trucos y lanzó una ráfaga de poder crudo en el hombre. Fue el

hechizo de una bruja perezosa o inexperta, fuerza bruta con poca

delicadeza, pero con bastante jugo para ello, fue realmente efectivo.

Ahora, los shifters son algo inmunes a los ataques mágicos,

especialmente uno como ese. Pero el tipo no lo esperaba de Michael.

De mi, puede ser, pero no de otro shifter. Él se cayó hacia atrás sobre

su silla, atontado.

Michael caminó apresuradamente sin vacilar. Miró por encima

de su hombro para asegurarse que nosotros todavía lo seguíamos, y

entonces vi los ojos del gato y los colmillos. ¿Era malo que a pesar

de nuestra situación, eso pareciera excitarme? Probablemente. Fui

capaz de bajar las escaleras, pero Rudy me ayudó. Fui

suficientemente inteligente como para dejarle.

Michael llegó al final de la escalera cuando dos shifters más

bloquearon su camino. Los shifters de Shannon. Éstos no eran los

refuerzos enviados por Howard Cook. — ¡Maldito!

Michael los retrasó con otra explosión de poder, pero estos

tipos no se cayeron como el primero. Un destello ligero de poca luz,

primero Michael, luego uno de los shifters, cambiaron de formas. La

ropa de Michael cayó vacía a la escalera, y su cuerpo de jaguar se

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abrigó alrededor de un leopardo manchado al menos, no estoy

bastante segura que fuera un leopardo. Tal vez era otro jaguar. No

importa, él era otro gato, y ellos se rasgaban el uno al otro con enojo

y chillidos felinos.

Rudy dejó en libertad mi brazo y se lanzó hacia abajo por los

últimos escalones, cambiándose a mitad del vuelo para aterrizar en

un montón con otro shifter. El tipo cayó, convirtiéndose en otro gato

manchado.

Yo tropecé antes de hacer una parada, a duras penas evitando

los pantalones vaqueros que se habían caído del cuerpo de Rudy al

cambiar de forma. Me agarré en la barandilla, recobrando mi aliento.

Dos gruñidos y una peligrosa pelea bloquearon el camino hacia donde

necesitaba ir. Peor, yo sentí esta necesidad fuerte de ayudar a

Michael, gracias a su enlace, pero no tenía ni una pista de que podía

hacer. Un vistazo sobre mi hombro me mostró que el tipo oso se

había recuperado y bajaba. Mierda.

Con audacia confiando en mis piernas, me moví rápidamente

hacia la cocina. Tropecé una vez con mis rodillas, pero logré llegar a

la puerta, luego al comedor mientras el oso llegaba a la cocina. Hice

una pausa en el comedor, justo dentro del arco que me dejaba ver al

otro lado las dos batallas shifters. Rudy y un gato daban vueltas,

gruñendo. Michael de espalda a mí, con una pata negra levantada

para golpear al gato quien se agachó ante él.

Rápidamente, jale energía, sabiendo que venia a través de

Michael y lamentándome de ello, pero yo lo necesitaba. Mientras el

oso atravesaba la puerta de la cocina, lancé un hechizo en él,

ladrando una palabra de poder. No era un hechizo que yo hubiera

alguna vez aprendido, pero era uno que Roland podría hacer sin ni

siquiera pensarlo. Una red mágica, apenas vista pero definitivamente

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sentida, se cerraba alrededor de él y lo apretaba. Él se cayó con un

ruido sordo. Sin pensarlo, di vuelta y ladré dos veces más, apuntando

a lo shifters de Shannon. Cogí a el que acechaba a Rudy, pero el que

estaba ante Michael vio lo que hice, girándose, y corrió.

Mis shifters sangraban girando hacia mí, avanzaron con

velocidad sobre cuatro piernas peludas cada uno a mi lado. Rudy

revoloteóa mi lado, apoyando su hombro fuerte contra mi cadera

mientras yo comenzaba a caer. Michael me pasó rozando hacia la

puerta del cuarto de juego en el nivel más bajo.

Como yo era la única con manos disponibles en este momento,

abrí la puerta. Michael pasó rápidamente, entrando a raudales en las

sombras de la escalera estrecha. Comencé a seguir, pero mis piernas

ya no me funcionaban. Gritando apenas, me agarré al marco de la

puerta. Manos fuertes, extrañas cogieron mi muñeca y me levantaron

en el aire. Parpadeé mirando encima en la cara de un lobo.

Montado encima de un enorme y musculoso cuello y hombros.

En la luz oscurecida, realmente no podría saber su color, pero estoy

bastante segura que todo ese pelaje era de un color moreno ligero,

leonado. Un brazo me acunó contra la piel más corta que cubría el

pecho del hombre lobo. Yo nunca había visto a ninguno de mis

shifters en esa forma, mitad humano, mitad bestia, pero yo sabía

era Rudy. Tenía que ser Rudy. Se parecía a Rudy, en un sentido

realmente impar. Si no fuera él, yo no me sentiría perfectamente a

salvo en su abrazo. Si no fuera él, yo no sentiría el rastro débil de mi

enlace sobre él. Él me acunócon cuidado, entonces con cuidado voló

abajo hacia el oscuros piso del cuarto de juego.

La proximidad al hechizo que me redujo drásticamente no me

ayudó ni me lastimó. Habían empujado la mesa de juego y todas sus

sillas contra la pared, la alfombra estaba enrollada. Seis mujeres

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estaban de pie en un círculo azul lanzando su poder. Los candelabros

a lo largo de la pared estaban encendidos, la electricidad tenía

efectos extraños sobre el hechizo y era mejor no usarla alrededor de

la magia, pero la luz era insignificante en comparación con el hechizo.

Ellas cantaban palabras que reconocí por Roland. Ciertamente era el

hechizo que solía usa para debilitar una bruja poco antes de que él la

hiciera suya.

Pues bien, un momento. Eso no era exactamente cierto. Tres

de ellas cantaban. Tres de ellas estaban sobre sus manos y rodillas,

sus cabezas desplomadas hacía delante entre sus hombros. Recordé

una memoria de Roland, haciendo este círculo en un estado similar.

Chloe, Melissa, y Deidre estaban siendo agotadas para dar poder al

círculo. Esto era normal para este supuesto Enclave. Casi. Ninguna de

las memorias de Roland me mostraron que Aggie o Hanna

participaban en la hechizo. Las perras hacían a otros lo que Roland

les había hecho a ellas. ¿No habían escuchado sobre la regla de oro?

El cuerpo liso, cuadrúpedo de Michael caminó cerca del círculo,

su oscura silueta contra el brillo de neón azul que emanaba del

círculo. El círculo y las marcas grabadas en él todo se elevaba como

llamas estables aproximadamente 45cm de la tierra.

Rudy me colocó sobre el suelo al lado de una de las sillas

grandes que emparejaban con el sofá, esperando un momento breve

para asegurarse que podía mantener mi propio rumbo. Cuando él vio

que podía, dio un paso atrás y se dirigió hacia la puerta, recorriendo

con su mirada subió las escaleras. Él cerró la puerta, luego se quedó

parado enfrente de ella, cuidandola.

En otro lado del círculo, justo detrás de Deidre, Brent se agachó

en la forma de hombre lobo. Él gruñó hacia nosotros, destellante,

dientes puntiagudos eran evidentes en el brillo azul, luego bajo sus

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ojos temerosamente enojados hacia la desplomada espalda de

Deidre.

Di un paso hacia el círculo, una mano me ayudo a ello. Una luz

azul brilló ante mí, y mi consciencia intentó tomar el mando, pero

aunque el círculo estaba sintonizado conmigo, una bruja bastante

fuerte lo había atado para mí. Tenía que hacer algo, pero no estaba

segura de que. — ¿Shannon, que piensas que haces?

Ella bajó su barbilla y encontró mi mirada fija. Hay que darle su

mérito, su cántico no dudó, pero sus ojos se agrandaron. Bien, yo no

podía culparla. Su hechizo me debería tener inconsciente en la cama

arriba. Así hubiera sido si yo no hubiera tenido a Michael y el poder

que había extraído de Roland. Me imagino que ella estaba un poco

confusa sobre por qué estaba levantada y caminaba.

Hanna, cuya espalda daba a nosotros, giró, vio a Michael, y

gritó. El hechizo vaciló, y sentí como un derramamiento lerdo de

poder regresaba a mí. Aggie agarró su brazo, ella cantó con

intensidad. Hanna, abrió sus ojos amplios, tragando rápidamente,

luego continuo el cántico.

La poca energía que había vuelto a mi no era suficiente para

mantenerme. Me hinque de rodillas en el ladrillo duro del suelo, no

queriendo gastar la energía intentando quedar recta.

Michael regresó a mi lado, dando un codazo con su gran cabeza

negra contra mi hombro. Yo puse mis brazos alrededor de su cuello,

hincando mis dedos en la piel negra. — No puedo, — susurré.

En un instante, él se cambió a su forma de lobo. Él se agachó

hacia abajo sobre sus enormes miembros para mantener su posición

rodeándo mis brazos. Me retiré y él encontró mi mirada fija, ojos

totalmente felinos y parte de su cara también. Pero su voz era

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familiar, incluso si él solo ceceó. — Dijiste que el círculo fue hecho

para ti. ¿Puedes romperlo?

Tuve que parpadear dos veces, luego miré el intenso azul

alrededor de sus hombros. Sentí la conexión clara como el día, pero

el control me había sido arrebatado por una mano más fuerte. — No

muy bien.

— ¿Ni siquiera conmigo?

— Esto te agotaría.

— Entonces agótame.

Miré aquellos ojos de gato, tan intensos. — No puedo dañarte

así.

— ¡Me dañará más si ellas te agotan drásticamente hasta

morir! — Él me sacudió, agarrado las manos que se clavaban en mis

hombros. — ¡Hazlo!

Tragué aire. — El enlace. No puedo... ponerte en el peligro.

— ¿Qué?

— El enlace, maldita sea. ¡Estoy obligada a protegerte!

Él gruñó y giró alrededor, me sostuvo en su regazo mientras se

agachaba en el suelo. Era aterrador lo fuerte que estaba. Él sostuvo

mi peso completo en la curva de uno de sus brazos sin apenas pensar

en ello. En la forma humana, él era jodidamente fuerte, pero en esta

forma... ¡Diosa!

Cavé mis dedos en su piel, ojos cerrados. ¿Qué podía hacer?

¿Qué podíamos hacer? Imprudentemente, me zambullí en las

memorias de Roland, averiguando sobre cómo y cuándo él había

hecho este círculo. Cómo él había formado la envoltura del Enclave.

— Espera. Hay algo que puedo intentar.

— ¿Qué?

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Yo intenté empujarme de sus brazos a mis pies, pero estaba

demasiado débil para lograrlo. Él me miro con impaciencia y me

recogió de regreso. — ¿Qué estás haciendo?

— Llévame allí, donde Chloe.

Michael me llevó y me puso sobre mis rodillas detrás de Chloe.

Con un poco de dirección de mí parte, él me movió hasta que yo

estuve bastante cerca de ella así podía ver su cara a través de la

neblina azul.

Mire hacia arriba. Shannon me miró furiosamente lanzando dagas,

pero su barbilla todavía levantada y su cántico no vacilaron. Si acaso,

ella cobró velocidad.

Tragué. — Chloe —. Mi voz comenzaba a hacerse chillona. Ella

no se movió. Abrí mi boca para llamarle otra vez, pero Michael me

gano. — ¡Chloe! — Chloe saltó ligeramente. Su cabeza rodó, y yo vi

aquellos ojos de gama grandes que me miraban detenidamente por

debajo de su pelo suelto.

Extendí una mano, la palma hacia arriba, dedos separados. El

círculo era algo como el calor a mi palma. No me quemaba, pero no

me atrevía a tocarlo. Yo era consciente del calor que quería

alcanzarme. Quería, pero estaba contenido por el duro control de

Shannon. —Ayúdeme. Toma mi mano.

— ¿Qué estás haciendo? — Michael exigió. No le hice caso, no

tenía suficiente tiempo o energía para explicarle. Sacudí mi mano a la

otra mujer. — Por favor, Chloe. Ayúdeme, y nunca tendrás que pasar

por esto otra vez.

Esta era la única forma. Si yo podía conseguir que ella tomara

mi mano, podría usar el hecho que el círculo y el Enclave todavía

estaba hecho para mí y tal vez girar la corriente de poder en mi

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dirección. O solamente romper el hechizo. Pero a no ser que yo

lograra conseguir que ella rompiera el círculo, seria inútil.

Ella clavó los ojos en mí a través de los mechones lacios de su

pelo, ojos tan grande e inocentes como un conejito de las caricatura.

— Por Favor, Chloe—. Lentamente, ella levantó una mano de la

piedra al lado de su rodilla y la subió hacia mí, dedos extendidos.

— ¡No! — Shannon gritó, inmediatamente continuando con el

cántico después de la expresión. Mi ventaja consistía en que ella tenía

que permanecer donde estaba para continuar el apresurado hechizo.

Chloe se encogió de miedo, recorriéndola con la mirada.

— ¡No, Chloe! — Michael ladró. — Toma la mano de Meg.

Su voz autoritaria lo logró. Chloe no era nada si no obediente.

Ella se distancio de Shannon, inclinándose hacia mí.

El cántico se rompió. Shannon camino a través del círculo,

agarrando rápidamente la mano de Chloe. El azul del círculo se cayó,

la luz ahora limitada a los diseños en el suelo en vez de altas llamas

se estabilizó. Las voces de Aggie y Hanna vacilaron, inseguras como

seguir con Shannon fuera de su sitio. El círculo se detuvo,

sosteniéndome a Michael y mí afuera, pero el hechizo por dentro se

había roto. El vacío en mi se detuvo, pero el poder no regreso a mí.

Decidida, levanté mi cabeza para fulminar con mi mirada a Shannon.

Las ventanas de su nariz llamearon. — No tendrás esto. No lo

permitiré.

Me rehusé a dejar que la desesperación se notara en mi cara.

Mientras ella estaba en el círculo, no podríamos acercarnos a ella,

pero ella no podría comenzar otro hechizo sin tener a Chloe en el

lugar. La mano que extendí comenzó a caer.

Otra mano salió disparada para agarrar firmemente la mía.

Torcí mi cabeza un poquito para ver que Melissa había logrado girar y

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avanzar lentamente mientras Shannon estaba distraída agarrando a

Chloe. Desafiante, Melissa encontró mi mirada fija y agarró mis

dedos. Entonces gritamos.

Pillada con la guardia baja, mi poder no estaba preparado para

conducir el círculo. El sello protector de Shannon permaneció, no

quemando nuestra carne, si no abrasando nuestras aureolas en

lacaliente llama donde nos cruzamos. Sólo el choque mantuvo

nuestros dedos entrelazados. No podía pensar claramente, por lo

tanto no podía dirigir la energía necesaria para romper el círculo.

Michael se levantó al rescate. Él agarró el poder y lo empujó a

través de mí. Como una ola gigante, se precipitó por mi brazo y

golpeó en el círculo. Ensanchando la abertura hecha por mi y las

manos de Melissa.

— Meg, — su voz rechinó afligida.

Bien. El círculo se dirigió hacia mí. Tanto como estaba

vinculado conmigo, ahora yo tenía que dirigirlo. Tomé su mando y

me concentré en él. Un pulso verde brilló intermitentemente

dirigiéndose a través de las marcas mientras la magia de la tierra

llameaba a la vida. Tuve que pelear contra el control de Shannon,

pero con el círculo ahora de regreso a donde pertenecía, ella perdió

su fuerza. Cayó hacia atrás unos pasos más allá del borde del círculo.

Intentó valientemente sostenerse. Intentó girar el círculo contra mí,

pero yo ya había obtenido el control. El poder azul parpadeó en un

destello de bosque verde antes de que la luz se apagase

completamente.

Melissa cayó adelante, cayéndo contra el muslo de Michael,

inconsciente, con sus dedos todavía entrelazados con los míos. Caí

con ella, torcida sobre su espalda mientras la oleada de fuerza de

Michael se agotaba en mí.

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— ¡Maldita seas! — Shannon gritó, la nota histérica de su voz

la hacía completamente diferente. Parecía encolerizada, muy enojada

y loca. — ¡Esto no pasará!

Sentí como ella reunía un hechizo, como electricidad sobre mi

piel. Intenté girar mi cabeza para verla. Intentado dragar un mínimo

de poder como escudo, pero no había nada más de dónde sacar. Yo

no tenía nada. Ella iba a tenerme.

Michael gateó sobre nosotras, poniendo su enorme cuerpo

negro entre Shannon y yo. Jadeé, cayéndome sobre la espalda de

Melissa. Grité con Michael cuando él tomó el impacto del rayo crudo

de poder blanco de Shannon. Esto penetró en su piel como la lava

fundida, y sólo por que era un shifter se salvó de ser quemado.

— ¡No puedes tenerlo todo! — Ella chilló, lanzando otro aullido.

— ¡No esta vez!

Michael logró poner un escudo entre él y Shannon, un disco bendito

de color gris nebuloso. Como él era más grande que cualquiera de las

dos, Melissa y yo, era lo bastante grande como para protegernos y

desviar la energía candente alrededor de nosotros para hundirse en la

pared detrás.

— No siempre puedes ser la más fuerte. No siempre puedes

tener razón. ¡No esta vez! — Otro rayo agrietado fue hacia nosotros,

rompiéndose en millones de centellas a través del escudo de Michael.

— No sé cómo escapaste de Roland, pero no escaparas de mí. Esta

vez me libraré de ti de una vez por todas.

El escudo de Michael se rajó. No era un escudo muy fuerte, ni

particularmente bien hecho. Mostraba su inexperiencia en tales cosas.

Respiré, intentando hacer subir mi cuerpo entonces yo podría

ayudarle con el escudo.

— ¿Por qué todos vienen a ti? ¿Por qué todos te protegen?

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¡Bum! Otro golpe. Éste hizo gritar a Michael. Sentí el eco

abrasador del dolor, y fue suficiente para hacerme gritar. Nosotros

no íbamos a ser capaz de aguantar mucho más de esto. Trate de

alcanzar la peluda espalda de Michael, decidida, al menos, a darle

toda la energía que pudiera. No estaba segura donde la encontraría.

— ¿Por qué? — Shannon gritó, bruscamente se cortó en un

balbuceo final. Estoy bastante segura que oí la carne desgarrarse.

Confusa, caí de lado, necesitando ver alrededor del enorme

cuerpo de Michael. El cuerpo ensangrentado de Shannon desgarrado

estaba frente a mi con los brazos del hombre lobo rojo de Rudy. Él

liberó las garras agudas de su cuello y aflojó su apretón, dejándola

caer al piso. La sangre que goteaba de sus garras estaba negra ante

la luz débil de la vela.

— Rudy, — respiré. — No.

Hanna gritó con un chillido histérico de una mujer más allá de

la razón.

Rudy no me había escuchado. Él saltó sobre el cuerpo de

Shannon, saltó sobre sus poderosos brazos y piernas para coger a

Aggie, quien acababa de llegar a la escalera. La mujer sólo tuvo una

posibilidad para gritar una vez antes de que él acuchillara su espalda.

— ¡Diosa! — Grité.

Por la esquina de mi ojo, yo vi a Brent, todavía en la forma de

hombre lobo, con sus garras afuera ir detrás de Hanna. Giré mi

cabeza, tambaleando, todavía sufriendo por la falta de energía.

Unos brazos negros me agarraron rápidamente, empujándome contra

un pecho igualmente peludo. Traté de apartarme fuertemente, pero

Michael me sujetó, sin permitirme ver más de de lo que estaba

ocurriendo.

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El grito de Hannah quedó cortado, por un chasquido repugnante

de huesos al romperse. Más gritos. ¿Quién? Oh, fui yo. Gritando

contra la pared sólida del pecho de Michael.

Lagrimas desgarradas corrieron por mi cara, sintiendo ligero mi

cuerpo y de algún forma desconectado, caí en sus brazos. — No. Oh,

no.

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CAPÍTULO TRECECAPÍTULO TRECECAPÍTULO TRECECAPÍTULO TRECE

Desperté para encontrar a un extraño inclinado sobre mí. Era

un Nativo americano clásico en su aspecto general, con pelo negro

largo en dos trenzas gruesas. El pelo tenía pinceladas de gris, pero su

cara podía haber sido la de un hombre en la veintena. Llevaba puesta

una descolorida camisa a cuadros verde y pantalones vaqueros.

Me sobresalté y él sonrió. — Has regresado, — dijo, palmeando

mi mano que descansaba sobre mi vientre.

Reconocí el interior del dosel de la cama de Roland, además del

cobertor de colores oro y marrón. Sábanas de seda color limón se

enrollaban bajo mis axilas. Llevaba puesta una camiseta extra grande

— una de Michael, supuse — pero estaba bastante segura de estar

desnuda aparte de eso.

— ¿Quién es usted?

La cama se movió a mi lado y me di cuenta de por qué no

estaba demasiado aterrorizada. Girando la cabeza, vi a Rudy estirado

encima del cobertor, a mi lado, con la cabeza utilizando su brazo

como almohada. Típico de Rudy, llevaba puestos pantalones vaqueros

y nada más. Tenía una fea herida cicatrizando en la parte superior

izquierda de su pecho. A diferencia de lo que dicen las historias, los

shifters no se curan instantáneamente cuando cambian de forma,

aunque ellos tienen tendencia a cicatrizar más rápido y pueden tomar

más daño que un humano normal. Un gran número de descoloridos

arañazos marcaban sus brazos y sus hombros, además de una serie

de finas marcas que cruzaban su mejilla izquierda. Él sonrió,

extendiendo la mano para acariciar la línea de mi mandíbula con dos

dedos. — Hola.

— Hola.

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— ¿Te encuentras bien?

Recorrí con la mirada al hombre sentado a mi izquierda, luego

volví hacia Rudy. Él no parecía preocupado, así que decidí que el tipo,

al menos, no era un problema. — ¿No debería sentirme bien?

— Has dormido durante un día y medio.

— ¿Qué?

Asintió, y se acercó más, de forma que cómodamente pudo

apoyar su mano sobre la mía en mi vientre. — T.C. dice que deberías

estar bien, sin embargo, dice que necesitaras restaurar tu energía.

— ¿T.C.?

Rudy señaló con su barbilla hacia el tipo. —Éste es T.C. es el

curandero de espíritus de la Gran Dama mejicana.

Un día y medio. Mis ojos se ensancharon. — ¡El Tribunal!

— Están juzgando ahora mismo.

— ¡¿Qué?! Traté de incorporarme, pero la cama — no—, el

cuarto empezó a girar.

Dos grupos de manos masculinas me empujaron fácilmente

hacia abajo.

— Tranquila, — dijo T.C. mientras acomodaba las sábanas

alrededor de mí. Guau, él tenía una hermosa voz. Profunda y

resonante, del tipo de la de Michael. — No estás lista para levantarte

aún.

—Pero el Tribunal.

T.C. asintió, luego se levantó. Caramba, él era alto, también. —

Iré a decirles que estás despierta. Querrán hablar contigo. — Él clavó

los ojos en mí durante un momento, con una extraña sonrisa en su

cara.

Un momento suficientemente largo para que yo frunciese el

ceño. — ¿Qué?

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— Eres realmente una bruja.

— ¿Lo soy?

Él se rió, como si compartiésemos un chiste, luego giró y salió.

Le observé salir, perpleja por lo que había dicho.

— ¿Tienes hambre? —Preguntó Rudy incorporándose para

apoyarse sobre su codo.

Giré y lo contemplé. La última vez que le había visto, había

estado en su forma del hombre lobo y había matado a dos mujeres.

Él frunció el ceño. — ¿Qué pasa? ¿Qué está mal, Meg?

Cerré mis ojos y tragué con fuerza. — N-nada. Solo... ¿qué

ocurrió?

Él frotó mi hombro con su mano, he intenté realmente no

recordar esa misma mano abriendo de un tirón la espalda de Aggie.

— Te desmayaste y Michael te trajo aquí. Los shifters de Shannon

nos dieron algún problema, pero entonces esos agentes llegaron y

ayudaron a ponerlo todo bajo control. Shannon los había encerrado

con un hechizo en sus cuartos. Melissa dice que ella iba a culparte de

eso. Ella iba a culparte de un montón de mierda, Meg. — Acercó mi

mano a sus labios, la besó y continuó. — Los grandes líderes llegaron

esta mañana.

— ¿Qué hora es?

— Las cuatro.

Abrí mis ojos. La luz del sol entraba a través de la fina tela de

las cortinas de la ventana, así es que no se refería a las cuatro de la

mañana. — ¿Han estado aquí todo el día?

Rudy asintió.

— ¿Qué han estado haciendo? ¿Con quién han estado

hablando?

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— No lo sé. Tuve que testificar una vez, pero Michael estuvo

aquí contigo durante ese tiempo. Aparte de eso, he estado aquí

contigo todo el rato. T.C. es un buen tipo, pero no te podía dejar sola.

— ¿Dónde está Michael?

— Abajo.

— ¿Solo?

Él suspiró. — Sólo puedo proteger a uno de ustedes cada vez,

Meg. De los dos, él es el que estaba en mejor situación de cuidarse

solo.

Suspiré. — Lo sé. No quise decir... — Negué con la cabeza,

llevando una mano para cubrirme los ojos. — ¿Tu testificaste?

— Bueno, maté a una Gran Dama.

Eso me hizo mirar hacia él, mi corazón dio un vuelco.

Sus ojos estaban clavados en mí, toda apariencia de frivolidad

desaparecida de sus profundos y azules ojos. — Ella te iba a matar,

Meg. Tuve que matarla.

Expulsé un tembloroso aliento. — No. Shannon no haría eso...

Ella...

Me callé completamente cuando él negó con la cabeza. — No sé

en qué mundo estás tratando de vivir, Meg, pero era lo que ella

planeaba para ti. Iba a matarte, e iba a matar a Michael a

continuación. Tenía que morir.

Tragué con fuerza. — Aggie…

— Iba a hacer lo mismo.

— No. Ella no era lo suficientemente fuerte.

— Meg, ella te habría matado el primer día si hubiese podido.

Esa mujer era un peligro para ti. Tenía que morir.

Clavé los ojos en esa cara extrañamente inocente, en su

apariencia de buen muchacho. A pesar de su tono solemne y de sus

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serias palabras, me era imposible ver a un asesino en él. — ¿Qué

opina el Tribunal?

Se encogió de hombros. — No lo sé. No han dicho nada aún.

Sólo han estado interrogando a todo el mundo.

La puerta se abrió y Michael entró. Iba vestido con unos

informales pantalones flojos y una camisa de color esmeralda que

hacía maravillas con sus ojos, él se veía lo suficientemente bien para

comérselo. Aun con las dos heridas curándose sobre su sien. Cuando

se sentó sobre la cama y sujetó mi cara en sus manos para

empujarme en un beso, hice todo lo que pude para hacer

precisamente eso, comérmelo.

— ¿Cómo te sientes?— Preguntó cuando se apartó.

— Cansada, confusa.

Él sonrió con esa hermosa sonrisa que siempre se las arreglaba

para provocar un vuelco en mi corazón. — Me lo imagino. ¿Estás lo

suficientemente bien como para ver al Tribunal?

— No lo sé. Tú has estado con ellos; Tú dirás. ¿Lo estoy?

Él asintió, sujetando un mechón de pelo detrás de su oreja

izquierda. — Creo que lo estás. Pienso que estarás contenta. — Él se

echó para atrás. — Con la mayor parte.

— ¿Con la mayor parte?

Él sacudió su cabeza. — No hay tiempo para explicaciones.

Están esperando.

Comencé a incorporarme, pero él me empujó de nuevo hacia

abajo.

— Espera. ¿Rudy, puedes conseguirle ropas mas apropiadas?

Miré hacia la camiseta que llevaba puesta. Las sábanas se

habían bajado lo suficiente como para confirmar que estaba desnuda

aparte de eso.

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Mientras Rudy buscaba la ropa, sujeté el brazo de Michael. —

Michael, dime que ha ocurrido.

Él palmeó mi mano. — Sobre todo preguntas acerca de la

muerte de Shannon.

Clavé mis uñas en su músculo.

Él sonrió y palmeó mi mano otra vez. — No te preocupes.

Todos hemos sido absueltos.

— ¿Todos?

— Defensa propia. Melissa, Chloe, Deidre, y Brent testificaron

que Shannon, Aggie, y Hannah tenían intención de agotar cada onza

de su poder en su esfuerzo por atraparme.

— ¿Lo hicieron?

— Si, de hecho, han estado bastante habladores.

— ¿Lo han estado?

Asintió con una alegre sonrisa en su cara. — Me da la impresión

de que se están vengando de todos los que les han tratado mal.

— Te estas refiriendo a personas muertas.

Rudy se detuvo junto a Michael, dejando caer mis ropas sobre

la cama. Ambos se quedaron con la mirada fija sobre mí, absortos.

— Meg, todos los que murieron intentaron hacerte daño, — dijo

Michael cuidadosamente.

— Así que estas diciendo que murieron por mí.

Él frunció él ceño. — Digo que eran un peligro para tu vida. Si

no hubiesen muerto, entonces te habrían matado.

Miré a Rudy. — Así que tenían que morir.

Él asintió.

Negué con la cabeza, apretando mis ojos se cerrados. — Por

favor vamos a dejar esto.

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La mano de Michael se cerró alrededor de mi antebrazo,

atrayéndome hasta el borde de la cama. — Vamos. Vístete y te

llevaremos abajo. Parece ser que el Tribunal concluirá esta noche.

Me aproximé a él y saqué mis piernas por el lateral de la cama.

— ¿Tan pronto?

Michael me ayudó a ponerme de pie, estabilizándome cuando

me tambaleé. — Tan pronto.

Rudy se arrodilló, sujetando un par de caquis para que me los

pusiera. Nada de bragas. Era lo que él prefería, no yo. Pero no estaba

con ánimo para discutir.

Michael continuó. — Han hablado con todo el mundo aquí

excepto contigo, incluyendo los agentes. Todo apunta a que tú eres la

parte inocente.

Rudy me abrochó los pantalones, y me sentaron de nuevo.

— ¿De verdad?

Michael me quitó la camiseta. — Si.

Rudy me acercó un sujetador para que yo pasase mis brazos

por el.

— ¿Y qué hay acerca de la muerte de Roland?

— Melissa, Deidre, y Chloe tuvieron algunas cosas interesantes

que decir acerca de eso. A juzgar por su testimonio, él tenía planeado

algo más que simplemente drenarte. Él pretendía poseerte. Tenía

intención de atar vuestros poderes tan estrechamente que pudiera

usar tanto los suyos como los tuyos. Lo que ellos vieron fue que tú

reflejaste su hechizo de vuelta a él. Por su descripción, fue un

accidente que ocurrió mientras tú tratabas de defenderte.

Jadeé y no porque Rudy gatease detrás de mí para abrochar mi

sujetador. — Pero como saben que... —me calmé, no queriendo

mencionarlo.

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Michael sonrió. — Dicen que escucharon esa historia de

Shannon y que fue Shannon la que dijo que la mayor parte de sus

poderes probablemente fueron drenados hacia ti.

— Mierda, entonces…

— Pero ella también dijo que tú probablemente no pudiste

evitarlo. El cambio de sentido del hechizo fue un accidente.

— Eso no fue así, — mascullé.

Michael se puso en cuclillas delante de mí, sus ojos clavados en

los míos. — ¿No fue así?

¿Lo fue? Diosa, yo había estado fuera de mi esa noche, tal vez

no había tenido el control.

— ¿Qué opina el Tribunal?

— Aún no tiene opinión.

Rudy deslizó una camisa simple y blanca por mis brazos y se

movió lentamente alrededor para abotonarla mientras Michael me

ponía mis zapatillas de deporte.

— Me siento como una inválida.

— T.C. dice que probablemente estarás débil durante unos

pocos días, — me dijo Rudy mientras trabajaba. Sonrió. — Lo bueno

es que tú nos tienes a nosotros para cuidar de ti.

Alargue la mano para acariciar su pelo. — Sí. Eso esta bien.

Él me besó rápidamente, luego retrocedió en la cama.

Michael tomó mi mano y me ayudó a ponerme en pie.

Me tambaleé otra vez. — No puedo.

Michael ni siquiera pestañeó. Se inclinó y me cogió en sus

brazos.

Los tres miembros del Tribunal estaban sentados detrás del

lado más largo de la mesa del comedor. Cada uno tenía al menos dos

asistentes detrás de ellos, y aproximadamente una docena de shifters

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se encontraban junto a las paredes revestidas con paneles de madera

del cuarto. Unos pocos agentes — entre ellos Jake Tearney y su

compañero — vigilaban el vestíbulo y la sala de estar.

Michael me dejó en el asiento que se encontraba en la mitad de

la mesa, en frente de los grandes líderes. Luego él y Rudy ocuparon

sus lugares justo detrás de mi silla.

— ¿Cómo te sientes, querida? —La mujer corpulenta, con piel

morena que me sonreía a través de la mesa tenía que ser Sandra

Méndez, la Gran Dama de México Central. Su acento era pronunciado,

pero su inglés era bastante claro.

Cabeceé. — Cansada, pero estoy bien. Gracias por la ayuda de

su curandero de espíritus.

Ella sonrió. — Tom es un buen curandero. Él nos ha contado

cómo has sido drenada. — Su sonrisa se desvaneció y ella sacudió la

cabeza. — Qué experiencia tan horrible.

No me dejé engañar por su aspecto maternal. Esta mujer era

muy lista. Pero me animó que su propio curandero hubiese testificado

como yo había sido drenada. Eso daba crédito a la defensa propia.

— Margaret.

Giré para confrontar al hombre de pelo plateado que se

encontraba a la derecha de la Gran Dama Méndez. Su perilla, de un

brillante negro, contrastaba con el plateado de su bien arreglado

pelo. Sus penetrantes ojos azules no sonreían, pero tampoco me

miraba con el ceño fruncido. Debía de ser Jack Kamski de Canadá

Este. — Bien empecemos las preguntas. — Sus ojos se clavaron en

los míos. — ¿Mataste a Roland Parks en defensa propia?

Qué forma tan extraña a preguntar. Como si me estuviese

guiando hacia la respuesta. ¿Lo estaría haciendo? — Sí, Gran Mago.

— ¿Y es por eso que has ganado tanto poder?

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Miré hacia la mujer que se encontraba a la izquierda de la Gran

Dama Méndez. Marie Mercier del Medio Sur de los Estados Unidos,

podía haber sido Marie Laveau, la famosa reina del vudú. Al menos,

así es como yo me la imaginaba. Una escultural mujer criolla, con

sabios ojos grises y brillantes trenzas negras que le cubrían sus

hombros y sus pechos llenos. Tanto el cuerpo como la cabeza

estaban cubiertos con pañuelos de un intenso púrpura. Sus labios

llenos estaban curvados en una calida sonrisa dirigida a mí.

Otra vez pensé que la forma en que preguntaba era extraña. —

Me imagino que sí. No estoy realmente segura de cómo ocurrió.

La Gran Dama Méndez inclinó la cabeza. — No me sorprende.

Aun la hija de una Gran Dama, se tiene que encontrar abrumada con

el poder de otra bruja. — Sus ojos se dirigieron hacia arriba a mi

derecha, posándose sobre Michael. — Afortunadamente, tenías a dos

shifters leales a tu llamada.

Una mención a mi madre y una mirada de admiración hacia mi

shifter único. Ah, mierda, comenzaba a entender lo que estaba

pasando aquí.

Los ojos café de la Gran Dama Méndez regresaron a los míos.

— Eres una chica con suerte.

Asentí en reconocimiento.

— Estamos inclinados a creer en sus alegaciones, — El Gran

Mago Kamski habló de nuevo. — Pero esta situación ha creado un

verdadero problema. Nos preguntamos si podríamos confiar en ti

para que ayudases.

— ¿Ayudar, Gran Mago?

Él cruzó sus manos sobre la mesa delante de él. — Hay una

gran cantidad de energía inestable en esta casa. Todos nosotros lo

hemos sentido durante el tiempo que hemos pasado aquí, y toda esta

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relacionada contigo. Este Tribunal y el Consejo de brujas apreciarían

que tú y tus shifters permanecieses en esta casa y tratases con la

situación.

Parpadeé. — ¿Tratar…?

Asintió. — Reprímela o domestícala. Roland Parks creó un

ambiente inadecuado para brujas inexpertas y humanos inocentes.

Eso tiene que ser rectificado.

— ¿Q…Queréis que yo me quede en esta casa?

— ¿Es eso un problema? Tú eres, después de todo, una de las

beneficiarias del testamento del Sr. Parks.

— Eso no lo sabía antes de que todo esto comenzase.

Él asintió. — Somos conscientes de eso, pero es un hecho a

pesar de todo.

Sentí que comenzaba a hiperventilar y me esforcé por

estabilizar mi respiración. — No creó que sepa cómo estabilizar el

ambiente.

— Oh, no te preocupes, chica, — arrulló la Gran Dama Méndez.

— La ayuda estará disponible. Senhor Sandoval, como uno de los

últimos shifters de Alessandro D’Cruz, debe estar familiarizado con

estas cosas. — Su mirada se clavó en él. — ¿Verdad?

Miré hacia él para ver su mirada fija sobre ella. —Lo estoy,

Senhora.

¡¿Lo estaba?!

— Howard Cook también puede proporcionar cualquier

asistencia legal o ayuda como shifter que podrías necesitar.

— Y tu papá también ha venido para ayudar.

— Mi…

Ante una inclinación de cabeza de la Gran Dama Mercier, uno

de los shifters metió su cabeza dentro de la cocina. Un momento más

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tarde, mi padre, Julian Newland, caminó a grandes pasos a través de

la puerta. Era un hombre alto, delgado, con piel color chocolate y una

sonrisa en la que nunca sabías si podías confiar. Iba vestido con

pantalones informales y un polo de manga larga, pero su porte

siempre le hacía parecer que iba vestido con un caro traje italiano. Al

menos para mí. Dirigió esa sonrisa hacia mí cuando rodeó la mesa. —

Hola, hija. — En alguna parte, mucho antes de mi nacimiento, él

había perdido casi todo rastro de su acento Jamaicano.

Incliné mi cabeza para aceptar su beso, pero no me levanté.

Sinceramente, no podía, estaba demasiado débil. Pero no estaba

segura de si lo hubiese hecho aún si pudiese. — Papá —. A pesar de

que él no me había criado, tanto él como mi madre insistían en que le

llamase así.

— ¿Entonces, Margaret?, — dijo el Gran Mago Kamski, —

¿Ayudarás con este problema?

Tragué con fuerza. — No veo cómo podría negarme.

Tres complacidas sonrisas se dirigieron hacia mí a través de la

mesa. Obviamente, ellos tampoco veían como podría.

Michael me llevó de regreso arriba. Miré a hurtadillas sobre su

hombro para ver a Marie Mercier salir hacia el vestíbulo con su

cortejo, claramente preparándose para su partida. Una vez que se

habían asegurado mi palabra de que me quedaría, el Tribunal se

había cerrado.

Rápidamente.

Rudy abrió la puerta del dormitorio para nosotros, y Michael me

colocó cuidadosamente en la cama. Rudy se arrodilló junto a mis pies

para quitarme las zapatillas deportivas. Michael cerró la puerta detrás

de nosotros y vino a sentarse sobre el borde de la cama.

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Me eché hacia sobre el cobertor, cubriéndome los ojos con un

brazo.

Rudy terminó con mis zapatos y subió poco a poco a la cama

junto a mí. Sentí su mano en mi vientre, acariciando ligeramente, con

unos calmantes círculos.

Suspiré. — ¿Ahora qué?

Hubo una pausa antes de que Michael contestase. —

Tendremos que enviar a una empresa de mudanzas a nuestra casa y

a la tuya.

Hice una mueca y deslice mi brazo hasta que pude cubrirme los

ojos con la mano. — Diosa. ¿Está realmente ocurriendo esto?

— Sí.

— No quiero vivir aquí, Michael.

— Podemos volver a decorar.

— Ese no es el punto.

— Lo sé.

— No me pueden obligar a vivir aquí.

— No. — Pero su tono lo dijo todo. No me podían obligar, pero

aún así, lo habían hecho.

— ¿Tienes experiencia en calmar ambientes inestables?

El fantasma de una sonrisa tocó sus labios. — Hubo gran

número de ellos en Brasil. No creo que nadie alguna vez demostrase

que Alessandro era culpable, pero él ciertamente fue uno de los que

ellos limpiaron. Es un proceso largo, pero conozco la mecánica.

Le miré ceñudamente. — ¿Debería querer que me aclarases

eso?

Él negó con la cabeza. — No.

— Diosa, vaya lío.

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— Oh, vamos, Meg, — regañó Rudy. — No es tan malo. Por lo

menos ya no estás acusada de asesinato.

— No dejes que te engañen, Rudy. Todavía sospechan de mí.

Solamente que no quieren demostrarlo.

— ¿Huh?

— Están intrigados. — Bajé mi brazo y miré hacia Michael para

que lo confirmase. — Hay demasiado cosas de las que pasaron de las

que aún no están al corriente. Es mucho mejor tenerme aquí, viva y

bajo la vigilancia. ¿Estoy en lo cierto?

Michael se encogió de hombros. — Probablemente sí. Aparte del

hecho de que queda mal que una Gran Dama tratase de matarte y

usurpar tu poder.

Oí a Rudy gruñir y lo sentí apretar su mano con fuerza sobre mi

vientre.

— ¿Qué?

Sus ojos me miraban sombríos. — Casi moriste.

Parpadeé hacia él, la cólera y la frustración se derramaban de

su cara con… miedo. — Rudy.

Se incorporó sobre sus manos y rodillas y avanzó hacia mí. Se

inclinó y rozó suavemente con sus labios la punta de mi nariz, sus

ojos cerrados. — Casi moriste. — Su voz se quebró. — Te sentí irte.

Diosa, Meg, por favor déjame tenerte. Tengo que convencerme de

que estás viva.

Éste era Rudy. Éste era mi Rudy. Un hombre al que no conocía

un mes atrás, y que ahora era tan parte de mí como mi corazón. Él

era mi corazón.

Levanté mi barbilla, inclinándome lo suficiente para que

nuestros labios se encontraran.

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Se mantuvo así, simplemente labios contra labios durante un

momento interminable antes de caer sobre mí. — ¡Meg! — Sus brazos

me sostuvieron contre él, una mano vino para sujetar mi cabeza

mientras caía sobre mi boca, devorándome.

Todavía débil, no podía dar tanto como quería, pero no me

contuve y no le negué nada.

Finalmente separó sus labios de los míos y me dejó caer de

vuelta a la cama. Con impaciencia, gateó hacia abajo por mi cuerpo,

atacando mi camisa.

Un segundo par de manos aparecieron para ayudar con la

camisa cuando él la abrió. Michael la sacó a la fuerza de debajo de mí

mientras Rudy acariciaba con la nariz la hendidura producida por mi

sujetador. Cuando Michael dirigió sus manos para desabrochar mi

sujetador, Rudy se deslizó mas abajo para ocuparse de mis

pantalones.

Contemplé a Michael sacar el sujetador por mis brazos.

Hermoso y dominante Michael. Sus ojos verdes se clavaron en los

míos, pero no dijo nada. Lentamente, se inclinó hacia mi cara. No

hubo vacilación en mí ahora. No importaba lo que hubiesen hecho, lo

habían hecho por mí. Por nosotros. Eran míos, y no podía prescindir

de ellos. Alargué mis brazos y lo atraje hacia abajo, girando para

poder besarnos correctamente. Él se arrastró para acercarse mas a

mi, su mano cayó sobre uno de mis pechos, para pellizcarme el

pezón.

Rudy me quitó los pantalones y abrió mis piernas. Gemí con la

primera sensación de su aliento caliente en mi sexo. La debilidad me

impedía estar tan completamente preparada como era habitual, pero

él pareció que estaba más que feliz de ayudar a “despertarme”, por

decirlo de alguna manera. Empezó lentamente, saboreándome como

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a una comida en un restaurante lujoso. Gemí en la boca de Michael

cuando el dolor empezó a aparecer.

— No puedo... no... demasiado, — Supliqué. Mi mente estaba

dispuesta, pero el cuerpo sólo podía tomar hasta aquí en este

momento.

Rudy subió por mi cuerpo para instalarse entre mis muslos. Su

polla entró en mí con un deslizamiento lento, fácil, que me hizo

envolverme alrededor de él, lloriqueé ante mi incapacidad para

reaccionar correctamente.

— Michael, fóllame, — murmuré. — Por favor. — Cuando Rudy

comenzó a salirse, envolví mis débiles piernas y brazos alrededor de

él para detenerle. — No, no. Los dos.

Michael encontró mi mirada sobre el hombro de Rudy. — ¿Meg,

estás segura?

Sabía lo que preguntaba. El tamaño de su polla, comparado con

el tamaño de mi ano me asustaba, pero en este momento les

necesitaba a ambos. Asentí.

Rudy me miró. — Podríamos cambiar de posición. — Lo cual era

lo habitual. Aunque todavía bastante grande, la polla de Rudy no era

tan ancha como la de Michael.

— No. Estoy segura. — Busqué la mirada fija de Michael otra

vez. — ¿Por favor?

Él asintió y salió de la cama para buscar el lubricante.

Rudy me besó suavemente, deslizándose dentro y fuera de mí

lentamente, haciéndolo fácil para mi. Aumentándolo.

Michael subió a la cama. Rudy se deslizó dentro de mí tan lejos

como pudo, me rodeó con sus brazos, luego giró para que yo

quedase echada sobre él. Michael se arrodilló detrás de mí. Sus

manos calientes se deslizaron hacia arriba por mi columna vertebral,

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seguidas por su caliente y húmeda lengua. — ¿Estás segura? —

Preguntó otra vez cuando sus labios alcanzaron mi oído.

— Estoy segura.

Rudy continuó moviéndose debajo de mí mientras Michael se

sentaba detrás. Traté de apoyarme sobre mis débiles brazos, pero

finalmente me rendí y solamente yací sobre el pecho de Rudy.

Todavía sosteniéndome, Rudy nos arrastró a ambos más arriba sobre

la cama hasta que pudo apoyar su espalda en las almohadas que

estaban contra el cabecero. De esta forma estaba en su mayor parte

sentado. Me colocó en un ángulo mas adecuado, permitiéndome

sujetarme a la parte superior del cabecero, me agarre a él con la

poca fuerza que tenía, mientras Michael deslizaba un dedo mojado

dentro de mí.

— Oh, sí, — suspiré, relajándome. Sabiendo a dónde conducía

esto, sabiendo lo que había pedido, dejé ir todo menos el cabecero,

relajándome contra mis amantes. Confiando en ellos para que

cuidasen de mí.

Un segundo dedo y luego un tercero, trabajaron en mí,

estirándome, mientras Rudy continuaba follándome lentamente. Los

dedos me dejaron y supe lo que significaba eso. Michael se estaba

preparando a sí mismo.

Rudy debió de haber visto algo en mi cara. — Meg, no tienes

que hacer esto. No ahora.

Abrí mis ojos para encontrar su mirada fija, sorprendida por las

lágrimas que nublaban mi visión. Incapaz de hablar de lo que sentía,

incapaz de expresar mi necesidad de esto, liberé mi débil sujeción de

las correas y las dejé fluir.

Rudy gimió cuando la emoción que cerraba mi garganta le

golpeó.

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Detrás de mí, oí a Michael hacerse eco del gemido.

Si. Ahora lo sentían. La necesidad de ser uno.

La cabeza embotada de la polla de Michael acarició mi ano. Un

agonizante placer fluyó en mí cuando empujó, mezclándose con el

dolor producido por su entrada y cambiando a puro placer.

Jadeé, mi cabeza cayó hacia delante y el pelo cubrió el pecho

de Rudy, mientras Michael se abría camino dentro de mí. Rudy meció

sus caderas para ayudar. Dolía, pero Diosa, se sentía maravilloso.

Cuando estuvo tan lejos como podía ir, Michael se detuvo.

Caliente, la magia amarillo anaranjada nos rodeó, tan mezclada, que

no podría decir cuáles eran las correas de Michael y cuáles las mías.

Michael inició un ritmo lento al principio, entrando en mí

mientras Rudy salía. Sujeté firmemente el cabecero, incapaz de hacer

otra cosa en esta coreografía, a parte de relajarme y dejarles

guiarme.

No, no era verdad. Podía hacer algo. Recogí la magia, La mía,

la de Michael, y la de Roland. Recogí todo lo que pude de lo que

teníamos y alimenté las conexiones entre nosotros. Mis correas

pulsaron, despertándose y bombeando más energía desde mí hacia

Michael. Dentro de él, el poder consiguió un segundo empuje,

adquiriendo fuerza para regresar de vuelta a mí, fluyendo a través de

Rudy.

Nuestros cuerpos siguieron la energía, meciéndose y fluyendo

cuando Michael y yo intercambiamos poder. Perdí todo conocimiento

físico, para centrarme en la sensación pura de nuestra conexión, en

la alegría de estar juntos. Nos mecimos y fluimos, palpitando y

jadeando, gemimos y nos dejamos ir. Fue interminable, ascendiendo

en espiral, más y más alto, más y más profundo hasta que

simplemente no fuimos lo bastante para contenerlo.

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Nos corrimos en explosiones de energía, primero Rudy, luego

Michael. Yo no lo hice, pero solo porque mi cuerpo estaba demasiado

debilitado para hacerlo. Compartí sus orgasmos, y con el intercambio

de energía, fue suficiente.

Míos, me dije mientras nos transformábamos en un montón

caliente. No importaba lo que nos aguardase, no tenía dudas de que

eran míos.

FINFINFINFIN