mundo, demonio y fausto 3

8/14/2019 Mundo, Demonio y Fausto 3

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ANTONIO PRIANTE

MUNDO

DEMONIO

YFAUSTO

TRAGICOMEDIA FANTSTICA

EN

TRES ACTOS

Y

NUEVE JORNADAS

ENTREGA 3


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ACTO III

(MUNDO Y APARTE)


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Bosque del centro de Alemania. Tendido en tierra, Fausto duerme. Cerca de l,

Mefisto, sentado sobre un tronco cado, est tallando con un cuchillo un trozo de

madera. A su lado, Homnculus, observa sus movimientos con inters.

HOMNCULUS.- Qu haces?

MEFISTO.- Una figura con aspecto humano. Lo ves? Aqu van las piernas, y de esta

parte del palo saldr la cabeza.

HOMNCULUS.- Ser como yo?

MEFISTO.- En tamao s, pero espero que no pueda hablar ni hacer preguntas

impertinentes.

HOMNCULUS.- Por qu lo haces?

MEFISTO.- Me entretiene, y de paso demuestro que, contra lo que dice la leyenda,

tambin puedo crear.

HOMNCULUS.- Cundo despertar?

MEFISTO.- El palo?

HOMNCULUS.- El hombre!

MEFISTO.- Dejmosle. Siempre que hay un cambio brusco necesita un buen sueo.

Parece que esto le pone en condiciones de abordar cualquiera empresa nueva.

HOMNCULUS.- Pero qu busca, qu pretende?

MEFISTO.- No lo sabe, aunque a veces habla y acta como si lo supiera. Es una

caracterstica de la raza humana. Lo normal es que acaben aceptando los lmites, pero

nuestro amigo es muy terco.HOMNCULUS.- Parece que se despierta.

MEFISTO.- Djanos solos. Tengo que prepararle el nuevo escenario.

Homnculus se va. Fausto despierta, mira a su alrededor y, al ver a Mefisto, se pone

en pie con mucha dificultad.

FAUSTO.- Nunca me pierdes de vista?


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MEFISTO.- Es mi deber seguirte de muy cerca, pero cuando conviene tambin s

dejarte a tus anchas. Es un buen sistema. No digas que no funcion en el episodio del

Imperio.

FAUSTO.- An ignoro el desenlace.

MEFISTO.- Eso es lo de menos. Lo nico que te debera importar y alegrar es que el

maleficio del Emperador no hizo efecto.

FAUSTO.- Es cierto. Pasaron ms de seis horas y

MEFISTO.- Y nada. Ya ves, ni de la tecnologa ms moderna se puede uno fiar. Y

ahora qu deseas?

FAUSTO.- Ya lo sabes, llegar hasta el fin y hasta el fondo de todo y poder decir

satisfecho: lo he conseguido. Ni la sabidura de los libros, ni el amor de la mujer, ni la

accin desinteresada han colmado ese vaco de realidad suprema que anida en mi

alma.

MEFISTO.- Quiz tengas que volver al principio.

FAUSTO.- A los libros? Todo lo he ledo. Y slo he encontrado anuncios engaosos

de respuestas.

MEFISTO.- Entonces, busca la sabidura sin libros, por difcil que parezca.

FAUSTO.- La dificultad es mi terreno favorito. Pero ahora te suplico que me dejes

solo: tengo necesidad de reponer mis fuerzas en comunin con la naturaleza.

MEFISTO.- Nunca entender qu le veis los mortales a ese decorado tan inspido.

Para m, una haya es igual que otra haya. Pero, de acuerdo: el bosque es tuyo.

Fausto se queda solo. Se contempla las manos, envejecidas; se palpa el rostro,surcado de arrugas: es un anciano. Empieza a caminar, despacio, hacia la ltima

claridad del sol poniente.

FAUSTO.- Dentro de poco se har de noche. Dentro de poco anochecer tambin en

mi cuerpo, y quiz en mi alma ya para siempre. Y nada he conseguido. Ni la

juventud, ni la madurez, ni la ancianidad han visto cumplidos ni uno slo de susdeseos. La felicidad es una nube inasible. Si al menos pudiese desprenderme de esta


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carne, alcanzar la sabidura que sabe prescindir del deseopero es se un camino

extrao para m Se puede desear no tener deseo? Se puede cifrar en el no existir la

meta suprema de la existencia? Contradicciones, paradojas, palabras, palabrasNo,

no hay que robarle a la vida sus derechos. Vive, camina, avanza. Ahora me envuelve

el manto de la noche, pero el sol sigue existiendoEse par de estrellitas en la

oscuridad son sin duda los ojos de un bho.

BHO.- Bho soy, aunque tambin he sido hombre.

FAUSTO.- Por todos los dioses! Yo te conozco.

BHO.- Puede ser, pero perdona, no lo recuerdo. Tengo una vida social muy activa.

Unos me piden consejo, otros me ruegan que les acompae y les gue. Poco tiempo

me dejan para la contemplacin. Y t qu deseas?

FAUSTO.- Qu me ofreces?

BHO.- Lo que a todos: iluminar tus pasos en la oscuridad.

FAUSTO.- No es poca cosa. Pero, entonces, slo me sirves de noche.

BHO.- Te puedo recomendar a un buen amigo para los tramos diurnos.

FAUSTO.- Qu falta hace iluminar el da?

BHO.- Cuenta el nmero de tropiezos que has tenido bajo el sol y vulvetelo a

preguntar.

FAUSTO.- De acuerdo, acompame.

Fausto camina por el bosque, acompaado por el Bho, que revolotea de rama en

rama. Entre las altas hayas, se filtra la luz de la Luna llena.

BHO.- Tienes idea de adnde vas?

FAUSTO.- De momento, me agradara encontrar un claro, donde disfrutar de esa

mgica luz lunar.

BHO.- Desconfa de la Luna, y en especial de la Luna llena. Su magia es de las ms

perversas.

FAUSTO.- De eso entiendo bastante, y te aseguro que los poderes de la Luna son tannecesarios como inocuos. Es verdad que se basan en un engao, pues nos hace creer


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que es fuente de luz cuando en realidad nos enva un plido reflejo de una luz

superior, pero tambin los engaos pueden favorecer la vida.

BHO.- Me pareces poco escrupuloso en cuestiones morales.

FAUSTO.- No hay moral en la naturaleza, que es el Antiguo Testamento del

Universo; la moral aparece con el espritu humano, que es el Nuevo Testamento.

BHO.- Qu pozo de erudicin, amigo! Mira, ah tienes un hermoso claro, baado

por la luz lunar. Y eso que ves en el centro son tumbas antiguas.

FAUSTO.- Qu cuadro tan misterioso! Qu extraa sensacin me embarga!

BHO.- Pues yo, con tu permiso, te esperar a la sombra.

Fausto se adentra en el claro del bosque, en direccin a las tumbas. De pronto, se

detiene: ha visto una figura humana. Es un hombre; se est desnudando; deposita las

vestiduras en el suelo y a continuacin mea alrededor de ellas. Acto seguido se

transforma en lobo. Fausto intenta acercarse, pero el lobo le planta cara abriendo

las fauces y aullando.

FAUSTO.- He ledo y odo de tus desdichas, pobre versipellis. En todos los

bestiarios antiguos figura tu caso, pero nunca haba tenido ocasin de conocerte.

Sufres mucho? Qu es lo peor de tu condicin? Ser lobo? Ser hombre? O el

momento de la terrible transfiguracin?

El lobo se acerca a Fausto y parece que va a atacarle, momento en el que el

revoloteo del Bho le desconcierta.

BHO.- Se acercan hombres armados. Ms vale que te ocultes.

Fausto sigue al Bho hasta la espesura del bosque, y ah permanecen al acecho. Un

grupo de hombres, vestidos y armados a la usanza del siglo XVIII, entra en el claro

del bosque; con sus lanzas y redes logran reducir al lobo, y se lo llevan, tirandovarios hombres de distintas cuerdas.


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FAUSTO.- Qu piensan hacer con l?

BHO.- Mi visin no alcanza al futuro.

FAUSTO.- Saben que tambin es hombre?

BHO.- Ni a las cosas ausentes o pasadas.

FAUSTO.- Sigmosles.

BHO.- No me parece buena idea. Pero, en fin, yo no arriesgo nada.

Castillo del Barn Vollterr. En una sala rococ, el Barn, la Baronesa y Fausto.

BARN.- Un viajero extraviado siempre es bien acogido en nuestra morada.

FAUSTO.- Agradezco vuestra hospitalidad, pero a la medianoche he de reemprender

el camino.

BARN.- Parece que tenis mucha prisa. Espero que eso no nos impida disfrutar un

ratito de vuestra compaa. Sentaos, por favor. (Los barones se sientan en el sof, y

Fausto en una butaca prxima. A travs de la puerta del fondo llega el sonido de

risas y msica.) Perdonaris a esa juventud; han organizado un baile de despedida

quiz demasiado ruidoso. Y decidme, vuestro nombre es

FAUSTO.- Fausto.

BARONESA.- Y vuestra condicin u ocupacin, si me permits que sea indiscreta...

FAUSTO.- No es indiscrecin por vuestra parte, seora, sino descortesa por la ma

no haber correspondido en un primer momento con franqueza y sinceridad a un

acogimiento tan caluroso. Seores, soy doctor en ciencias, en teologa y en filosofa,y mi nico afn es el conocimiento de los secretos de la vida y del Universo.

BARN.- La filosofa, la ciencia, por ah va el futuro de la humanidad. Cada vez est

ms claro que, por fortuna, los siglos de oscuridad han terminado. Y decidme, vuestro

viaje nocturno tiene relacin con alguna investigacin concreta?

FAUSTO.- Todo viaje es investigacin, pero en los nocturnos es cuando se revelan

los fenmenos ms sorprendentes. Como esta misma noche.BARN.- Un fenmeno sorprendente? Esta misma noche? Contad, doctor, contad.


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Me apasiona la ciencia, soy un hombre totalmente posedo por el espritu del siglo.

FAUSTO.- No lejos de aqu, en un claro del bosque, iluminado por la Luna llena, he

sido testigo de algo excepcional.

De pronto, se abre la puerta del fondo y entra una muchacha, casi arrastrando por

la mano a un joven; ella, con el rostro encendido por la agitacin del baile; l, ms

circunspecto, pero con el brillo de alguna copa de vino en los ojos. Ella se dirige a

su acompaante.

OTTI.- Repetid delante de mi padre lo que acabis de decir, Johann.

JOHANN.- Por Dios, Otti, qu ocurrencia. Disculpad, seor. Le deca a vuestra hija

que, a mi regreso de Weimar, que supongo ser por la primavera, se podra organizar

aqu mismo un baile an ms lucidoSi no tenis inconveniente.

BARN.- Tanto ruido para eso? Dnde est el problema?

OTTI.- El problema est, padre mo, en que si no lo os de boca de Johannsiempre

decs que estas cosas me las invento yo.

BARN.- Qu nia eres! Sin nimo de ofender, me extraa que un caballero como

Johann von Goethe te d tanta importancia.

OTTI.- Qu desagradable! No soy una nia, padre, tengo diecisis aos.

BARN.- Y Johann veintisis, si no me equivoco.

JOHANN.- No os equivocisPero, dispensad (Johann se fija por primera vez en

Fausto), os hemos interrumpido.

BARN.- La verdad es que mantenamos una conversacin muy interesante con eldoctor Fausto, sobre temas cientficos. Tal vez queris participar.

Johann mira insistentemente a Fausto, que aguanta impasible la mirada.

JOHANN.- Doctor Fausto! Como el de la leyenda.

BARN.- Qu leyenda?FAUSTO.- Se cuentan historias fantsticas y sin sentido de un personaje que tena mi


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mismo nombre.

JOHANN.- Fausto! He soado tantas veces con este nombrePero cuando pienso

en l, todo lo veo envuelto en una espesa niebla.

FAUSTO.- Despejad esa niebla. Dadle forma y sentido.

BARN.- Sabas que, a su edad, este joven es ya una de nuestras glorias literarias?

FAUSTO.- Es fcil saberlo; basta con mirarle a los ojos.

JOHANN.- As pues, me habis reconocido.

FAUSTO.- Y vos a m, no es eso?

JOHANN.- S, pero permanecis en la niebla.

FAUSTO.- Dadme forma y sentido, aunque en ello os vaya toda la vida. Otros

tambin lo intentarn.

JOHANN.- Lo intentar, s, lo intentarCon permiso.

Johann toma de la mano a Otti y ambos se retiran.

BARN.- Un muchacho notable, un gran talento, sin duda. Lstima que su linaje

Perdn, estaba pensando en voz alta. Decais que esta noche, en un claro del bosque

iluminado por la Luna llena habis visto

FAUSTO.- Un lobo.

El alegre rostro del Barn se nubla al instante, y el de la Baronesa palidece.

BARN.- Un loboHay bastantes por esta regin.FAUSTO.- Fue capturado vivo por unos hombres armados y

BARN.- Esas alimaas acabaran con el ganado.

FAUSTO.- Por ese motivo se les mata, no se les captura vivos.

BARN.- Y por qu creis que lo han capturado vivo?

FAUSTO.- Por lo que pude ver momentos antes. El lobo era un hombre: yo vi cmo

se transformaba.


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La Baronesa se levanta de repente y abandona la sala entre sollozos.

BARN.- Hombre de Dios, qu habis hecho! Vos, un doctor en filosofa, un

hombre de ciencia, y venir aqu con esas patraas. No salgo de mi asombro.

FAUSTO.- He contado lo que he visto, y siento que haya impresionado tanto a

vuestra seora esposa. Y si estoy aqu es porque deseo estudiar y conocer el asunto en

toda su extensin y profundidad, porque habis de saber que tambin he visto cmo

el hombre-lobo era conducido a esta casa.

BARN.- Patraas, no son ms que patraas. Mi esposa no es que est impresionada,

est enferma, muy enferma, envenenada, intoxicada por el oscurantismo y la

supersticin que, desde el pueblo ms bajo, emana su pestilencia en su intento de

acabar con las luces. Olvidad este asunto, por favor. Es muy doloroso para nosotros.

Os dar una breve explicacin y olvidadlo, os lo ruego. Habis de saber que, adems

de esa nia que acabis de ver, tenemos un hijo de veinte aos. Hace un tiempo que el

muchacho ha cogido la costumbre de desaparecer de casa ciertas noches. Algunos

dicen que lo han visto por las tabernas de los pueblos prximos. Aunque no es sta

una explicacin muy satisfactoria para un padre, yo la acepto de buen grado, sobre

todo teniendo en cuenta la otra, la que ha urdido la ignorancia, el miedo y la

supersticin y que ya va de boca en boca por toda la comarca, y que, absurdamente,

afirma que en las noches de Luna llena, mi hijose transforma en lobo.

FAUSTO.- Es cierto, yo lo he visto.

BARN.- Patraas, patraas. Estamos en 1775, doctor Fausto, parece mentira que

podis dar crdito a esas leyendas. Yo, un hombre de este siglo, de ningn modopuedo aceptar que se den por buenas historias que pertenecen a la noche ms oscura

de la humanidad. Acaso no sabis que, ante la clara mirada de la ciencia, las viejas

supersticiones han de acabar desvanecindose? Parece mentira, insisto, que un

hombre como vos pueda sostener semejantes afirmaciones. Habis ledo a

Condillac? a Helvetius? a mi primo el Barn dHolbac? a mi estimado amigo

Franois, llamado Voltaire? Un hombre que hubiese ledo a esos filsofos nunca diralo que vos estis diciendo.


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FAUSTO.- No hablo de filosofas, seor, sino de lo que ven los ojos. Yo he visto

cmo ese hombre, que sin duda ha de ser vuestro hijo, se converta en lobo.

BARN.- Por la santa Enciclopedia! Me estis sacando de quicio. Qu importa lo

que ven los ojos! Tanto como lo que cuenta la comadre de la esquina. La Razn es lo

nico que cuenta, y si la Razn dice que una cosa no puede ser es que no puede ser, y

punto. Y conste que no soy obcecado, sino, como veis, razonable y muy razonable.

Tanto es as que, para que la cosa quede muy clara desde todos los puntos de vista

posibles, en estos momentos, mientras vos y yo estamos hablando, un cirujano

llegado de Pars y un anatomista llegado de Berln estn diseccionando al lobo de

marras para demostrar que en su cuerpo no hay punto alguno de conexin con la

naturaleza humana.

FAUSTO.- Estn matando a vuestro hijo!

BARN.- En alguna taberna se estar matando l.

FAUSTO.- Y cmo sabis que el lobo que tenis es el animal en cuestin?

BARN.- Elemental, doctor Fausto. Porque, siguiendo mis instrucciones, el capataz

que diriga la captura no ha procedido hasta despus de asegurarse de que el animal

era el que haba sufrido la transformacin.

FAUSTO.- Entonces?

BARN.- Entonces qu? Sois de una obstinacin increble. Cmo podis insistir

en esas patraas? Lo he dicho y lo volver a decir las veces que haga falta: estamos

en el siglo de la Razn, y cuando la Razn dice que no es que no. Y ahora, idos,

doctor Fausto.

Medianoche. Acompaado por el Bho, Fausto se aleja caminando. De pronto, en la

torre ms alta del castillo aparece el Barn Vollterr, con camisn y gorro de dormir

y, muy excitado y entre grandes ademanes, se dirige a Fausto, que ya no puede oirle.

BARN.- Sois un tramposo, doctor Fausto! Habis jugado sucio conmigo, vos o

quien sea que haya ideado esto. Me habis retratado como un racionalista cerril,como un cabeza-cuadrada esclavo de sus esquemas y ciego ante la realidad de la


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vida. Claromuy fcilEn una historia donde los demonios se disfrazan y los bhos

hablan qu tiene de raro que los hombres se transformen en lobos? En el mundo real

quisiera veros yo, no en esta fantasa creada a capricho, sino en la sociedad de seres

de carne y hueso, donde no hay diablos acrbatas ni bhos parlanchines. Nos vemos

ah y me enseis unos cuantos hombres-lobos os parece? No me respondis,

tramposo? Habis hecho trampa conmigo, doctor Fausto, vos o quien sea que haya

ideado esto. Tramposoooos!

Amanecer en el bosque. Fausto y el Bho.

BHO.- No pareces muy satisfecho de esta jornada.

FAUSTO.- La verdad es que no. El nico episodio interesante, el del hombre-lobo, se

ha quedado sin resolver.

BHO. -Qu significa resolver?

FAUSTO.- Aclararse, descifrarse, revelar su sentido.

BHO.- Hablas como un diccionario de los que yo usaba cuando era hombre.

Entonces tambin pretenda aclarar, descifrar, desvelar el sentido de las cosas.

FAUSTO.- Ahora no?

BHO.- No. Una noche comprend que todo consiste en ver, que no hay nada detrs

de los fenmenos, que los mismos fenmenos son toda la teora. Entonces me

convert en bho.

FAUSTO.- Una historia ejemplar, pero una opinin muy discutible. Bien, ya sabes, y

si no lo sabes te lo digo ahora, que a estas alturas no me interesan ni las historias nilas opiniones, sino la realidad de la vida, desde su superficie hasta su mxima

profundidad. Y esto era todo lo que tenas para ofrecerme esta noche?

BHO.- Hay ms cosas, pero lo tenemos muy mal, ms que nada por una cuestin de

tiempo y de lugar. Un aquelarre o asamblea de brujas, por ejemplo, es siempre un

espectculo muy colorista, pero no se celebran en invierno. La iniciacin en los

Misterios de Eleusis tampoco estara nada mal, pero habra que viajar a Grecia.FAUSTO.- Y adems, no me apetece en absoluto descender al reino de Plutn. Los


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mundos subterrneos pertenecen a nuestro pasado. Por incorporados que estn a

nuestro ser inconsciente no conviene agitarlos demasiado. La tendencia natural de la

humanidad consiste en remontarse a los mundos superiores, aspirar a la luz.

BHO.- (sealando al sol naciente) Precisamente, por ah aparece una luz que ciega.

Yo, con tu permiso, me retiro.

FAUSTO.- Me dejas solo?

BHO.- Mi primo no tardar. Puedes tratarle como si fuera yo mismo, o t mismo

(como irs viendo, todo es cuestin de forma).

El Bho alza el vuelo y, ya fuera de la vista de Fausto, en el instante de posarse en

tierra, se transforma en

MEFISTO.- Los mundos subterrneos pertenecen a nuestro pasadoSi ser

pedante No est bien despreciar as el estilo de vida de los dems. Despus de todo,

yo no eleg mi mundo subterrneo, como nadie ha elegido el suyo. Pero si quiere luz,

la tendr, ya lo creo que la tendr. Y ahora, he de ponerme el nuevo plumaje

Mefisto se transforma en guila. Alza el vuelo, y desciende en seguida junto a

Fausto.

GUILA.- Dice mi primo el Bho que me necesitas.

FAUSTO.- Necesito la luz del da, el calor del sol, la belleza de las formas.

GUILA.- Entonces, rumbo al sur!

El guila emprende el vuelo, con Fausto a cuestas

FAUSTO.- Esas montaas de ah abajo son los Alpes.

GUILA.- Lo que t digas. No entiendo nada de geografa.

FAUSTO.- Cmo te orientas?GUILA.- Por el Sol, por las corrientes de aire y por el vuelo de las otras aves.


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.

FAUSTO.- Ahora se ve la superficie terrestre cubierta por grandes masas de nubes

bajas, o ms bien, por una espesa niebla. Sin duda estamos sobre Miln.

GUILA.- Lo que t digas.

.

FAUSTO.- Ahora la tierra se muestra despejada. Veo extensas plantaciones de vid,

bosquecillos amenos, ros sinuosos, castillos y ciudades sabiamente emplazados. Sin

duda estamos sobre la Toscana.

GUILA.- Lo que t digas. Seguimos?

FAUSTO.- Seguimos Y ahora volamos sobre el LacioY ahora estamos sobre la

reina de las ciudades, la que fuera soberana del mundo. Oh, Roma inmortal, cunto

me gustara pisar de nuevo tus calles, beber el vino fuerte de tus tabernas, soar a la

sombra de tus palacios, recuperar la luz del mundo antiguo recolocando una a una las

piedras de tus ruinas.

GUILA.- Descendemos, pues?

FAUSTO.- No, no es sta la poca ms adecuada.

GUILA.- En qu poca crees estar?

FAUSTO.- En 1775. Lo dijo ayer el Barn.

GUILA.- Si, pero ha habido una pequea correccin. Por exigencias de vuelo tan

singular (y por necesidades del guin), hemos retrocedido 16 aos. As que ahora

estamos... no entiendo mucho de nmeros

FAUSTO.- En 1759. Es lo mismo. Roma est gobernada por el sucesor de Pedro, el

Papa, que tambin extiende su poder sobre las conciencias de media humanidad.Mejor pasamos de largo.

GUILA.- No te gusta la Iglesia Catlica

FAUSTO.- Esta s que es buena. No entiendes de geografa, pero sabes que hay una

Iglesia Catlica. Eres una ave muy extraa te lo han dicho?

GUILA.- S, rara avis, suelen decir. Es cierto que, como ave, no debera saber

nada de la Iglesia, a menos que fuese paloma, pero como rara (es decir, comoMefisto) tengo mucho que agradecerle (despus de todo, ella me invent).


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FAUSTO.- Pues yo no, todo lo contrario. La infancia, la adolescencia, la primera

juventud las pas bajo su omnmoda influencia, y buena parte de mis esfuerzos

intelectuales tuve que emplearlos en sacudirme sus ridculos dogmas,cunto

tiempo malgastado!

GUILA.- No hay que ver slo el aspecto negativo. Sabios viajeros me han

asegurado que la educacin catlica es el mejor remedio contra las tormentas de la

vida.

FAUSTO.- No lo niego, pero yo no busco remedios que adormezcan el espritu.

GUILA.- (Lo s, viejo amigo, lo sabemos todos). En fin, seguimos

FAUSTO.- Sobrevolamos las tierras del reino de Npoles. Ah tienes la hermosa

baha, y sus islas, que son perlas, y sus villas, que son diamantes. Raras veces la

naturaleza y el hombre se han acordado tan sabiamente para crear un conjunto de tal

belleza.

GUILA.- (Ya me lo dirs de aqu a doscientos aos, cuando todo eso est perdido

de nrdicos en pantaln corto y la baha apeste al gasleo de los vaporetos)

FAUSTO.- Qu dices? No te oigo.

GUILA.- Que si te apetece descender.

FAUSTO.- S, creo que es esto lo que buscaba.

Descienden. El guila deja a Fausto ante las puertas de la ciudad y luego alza el

vuelo y desaparece en el cielo pintado de azul. Se acerca un carruaje y se detiene

junto a Fausto.

COCHERO.- Sois el doctor?

FAUSTO.- Doctor Fausto, me conocis?

COCHERO.- Rpido, subid, mi amo os est esperando.

Alcoba de un palacio del centro de Npoles. En el lecho, un hombre de 25 aos, con

el torso vendado, atendido por un criado. Amalia, la madre, ha introducido a Faustoen la alcoba.


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AMALIA.- Le hemos aplicado las primeras curas, pero parece que est muy grave.

FAUSTO.- Me permits examinarle?

Se acerca y le quita con cuidado parte del vendaje. El joven despierta.

FERNANDO.- Ah, qu dolorQuin sois?

AMALIA.- El doctor. No te preocupes, hijo. Pronto sanars Y todo por esa bruja.

FERNANDO.- Dejadme, madre, os lo suplico. (al criado) Y t tambin.

FAUSTO.- Seora, es mejor que nos dejis solos.

AMALIA.- Soy su madre!

FAUSTO.- No lo dudo, seora, pero si queris que vuestro hijo sane

AMALIA.- Vmonos.

Se marchan, y se queda Fausto solo con Fernando. Fausto acaba de deshacerle el

vendaje y lo coloca en la mesita de al lado.

FAUSTO.- Es una herida muy superficial.

FERNANDO.- Me duele mucho.

FAUSTO.- No es el cuerpo lo que os duele.

FERNANDO.- El cuerpo, el corazn, no sdnde se aloja el amor?

FAUSTO.- Si supiera eso, y algunas cosas ms, no seguira viajando a mi edad.

FERNANDO.- Sois un mdico muy extrao. Dejadme que os mire bien. Tenisaspecto de mago, de brujo(al borde de las lgrimas) Habis odo cmo la ha

llamado?bruja, la ha llamado bruja a ella, mi condesa, mi condesita, que es la

reina de las hadas buenas.

FAUSTO.- Y la causa de esa herida, no?

FERNANDO.- No, he sido yo, yo he querido matarme. Porque, sin ella, la vida es

slo una larga agona.FAUSTO.- Una agona? Vivir aqu una agona? Cmo una sola mujer, por


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hermosa que sea, puede velaros toda la belleza de esta tierra? Aunque fueseis el

hombre ms desdichado del mundo, todos los das deberas dar gracias al destino por

permitiros vivir aqu.

FERNANDO.- No la conocis, doctorMi condesa sol de mi da, luna de mi

noche, estrella de mi vida.

FAUSTO.- Podis casaros con ella?

FERNANDO.- Cmo? Est casada, nada menos que con el Secretario Real. sa ha

sido mi desgracia.

FAUSTO.- Que est casada? Se comprende.

FERNANDO.- No, que su esposo sea el Secretario Real. El matrimonio nunca ha

sido un problema para el amor.

FAUSTO.- Cierto. S de algunos matrimonios que se adoran.

FERNANDO.- Para el amante, quiero decir. Durante meses, hemos gozado de las

delicias del amor sin lmite ni freno, y normalmente en su palacio.

FAUSTO.- Y el marido?

FERNANDO.- No cuenta para nada en estos casos. Al menos, si es hombre educado

y de buena cuna.

FAUSTO.- Y a qu se ha debido cambio tan brusco? Se ha cansado de vos?

FERNANDO.- Por piedad, no digis eso. O dadme mi pual y esta vez no fallar

No, no ha sido asOs lo explicarComo sin duda debis saber, el Rey nuestro

seor se va a Espaa para reinar all, y naturalmente se lleva consigo al Secretario

Real, y naturalmente el Secretario Real se lleva consigo a su seora esposa, la

condesa, y la condesame ha prohibido terminantemente que vaya yo tambin aMadrid(solloza)No podr soportarlo, no podr. Yo la amo, la amo

FAUSTO.- (Hombre infeliz, atrapado entre lo ms bajo y lo ms alto de la naturaleza

humana. Por tu bien, ojal sea esto un capricho banal. Porque no hay remedio para la

pasin. Solo tiempo, tiempo y tiempo, y cuanto ms honda es la pasin ms tiempo es

necesario, y a veces la existencia ms larga no contiene el tiempo suficiente para

restaar la herida). Vuestra herida sanar, no os preocupis.FERNANDO.- No, no sanar nunca, nunca. Cmo podis decir que sanar? Acaso


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conocis la terrible fuerza del amor? Ayer era el hombre ms feliz del mundo, hoy

soy el ms desgraciado. Solo deseo morir.

FAUSTO.- Conozco la terrible fuerza del amor, y an es ms, os confiar un secreto:

que el amor es slo una de las mscaras de la terrible fuerza de la vida. Con el tiempo

esa mscara que tan fatalmente hoy os atrae se caer, pero no desesperis: es posible

que otra venga a sustituirla.

Se oyen voces de mujer, cada vez ms prximas.

FERNANDO.- Esas vocesDios mo! Es mi madre. No la dejis entrar, por favor,

no sabis cunto la temo. Y cmo gritan y discutenEsa otra vozes ella! ella! No

puede serSe acercanNo, no

Fernando se cubre todo el cuerpo, cabeza incluida, con la sbana. Irrumpe en la

alcoba la Condesa, seguida de Amalia.

CONDESA.- Nadie me impedir que vea a mi hroe.

AMALIA.- (al ver a su hijo cubierto como por un sudario) Hijo, hijo mo!(a la

Condesa) Maldita vbora, ved lo que habis hecho!

FAUSTO.- Calma, seoras mas. Don Fernando est bien, muy bien.

Fausto se acerca al lecho y le aparta la sbana hasta la cintura. Fernando se cubre

la cara con las manos.

FERNANDO.- No, no, por favor

CONDESA.- (acercndose a Fernando) Lo has hecho por m, rey del cielo? (Le

mira la herida; decepcionada) Pero si es slo un rasguo!

AMALIA.- Pcora, mala pcora, querais verle muerto, no? Pues ya habis

comprobado lo mximo a que podis aspirar. Para una mala comediante, con un pocode comedia basta. Y ahora salid de aqu, salid inmediatamente.


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CONDESA.- Cmo se os nota en la boca vuestra condicin.

AMALIA.- Mi linaje es tanto o ms noble que el vuestro, o acaso sabis con certeza

quin era el padre de vuestra madre? No, nadie lo sabe.

CONDESA.- Harpa!

AMALIA.- Bastarda!

FERNANDO.- Marchaos, por favor. Dejadme solo. Estoy muy mal, la cabeza me da

vueltasDnde tengo el pual?

FAUSTO.- Seoras mas, atendedme un momento. Ni en el pleno disfrute de su

salud, ningn joven de sentimientos delicados podra soportar espectculo tan

lamentable.

AMALIA.- (a la Condesa) Qu dice ste?

FAUSTO.- Considerad que Don Fernando est asistiendo a la ms triste y cruel de

todas las batallas: la que libran las dos mujeres que ms ama.

CONDESA.- (a Amalia) Quin es este tipo? Habla como mi bufn Pirandello.

FAUSTO.- Cuando un hombre asiste a una contienda entre la madre que le ha dado el

ser y la amada que se lo reclama, es como si su corazn riese con su hgado, o su

pulmn izquierdo con su pulmn derecho. A veces, no puede resistirlo.

CONDESA.- Qu tipo tan chusco! A quin me recuerdaYa sDoa Amalia,

conservis el fresco romano de la cripta?

AMALIA.- Naturalmente, es la joya de la casa. (mira atentamente a Fausto). S, es

lno hay duda de que es l.

FAUSTO.- Ignoro de qu hablis, seoras mas.

AMELIA.- Acompaadnos.

Fausto sale de la alcoba acompaado-arrastrado por las dos mujeres. Por unas

amplias escaleras descienden los tres a la planta, donde, en el hueco mismo de la

escalera, hay una gran puerta de hierro cerrada, flanqueada por dos antorcheras

con sus antorchas apagadas. A una seal, un criado se acerca, enciende las dos

antorchas y entrega una a Amalia y la otra a la Condesa. Amalia abre la puerta;descienden los tres por una escalera estrecha; llegan a una sala vaca; a la luz de las


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antorchas, que las mujeres depositan en sendas antorcheras de ambos lados de la

pared de enfrente, sta aparece esplndidamente decorada con un fresco de la poca

y estilo de los de Pompeya. Fausto, flanqueado por las dos mujeres, contempla la

pintura como extasiado.

AMALIA.- Qu veis?

FAUSTO.- Un ejemplo magnfico de la pintura mural romana. Una curiosa

representacin de la diosa Cibeles, la Gran Madre de los romanos. La diosa va

erguida sobre un carro tirado por dos leones; a la derecha hay un rbol, que muestra

un par de esplndidos frutos dorados; junto al rbol, un hombre joven, sin duda Atis,

se apoya indolentemente en el tronco.

CONDESA.- No os parece que ese joven sois vos?

FAUSTO.- Seora, ni soy joven, ni mi aspecto tiene nada que ver con el de esa

figura. Os confieso que estoy muy confundido. No s qu significa todo estoEs tan

extraoUn oscuro presentimiento

AMALIA.- Despierta ya, hombre! No nos conoces?

CONDESA.- Toda la vida buscando y huyendo, toda la vida entrando y saliendo, y

ahora resulta que no nos conoce.

FAUSTO.- El vello de la piel se me eriza, mi corazn palpita a un ritmo que ya no

recordabaqu clase de espritus o fantasmas sois?

CONDESA.- Ni espritus ni fantasmas; somos lo ms real que existe.

AMALIA.- Yo dicto las fases de la Luna.

CONDESA.- Yo, las mareas del mar.AMALIA.- En m germina la semilla.

CONDESA.- A m regresa el corazn del fruto.

AMALIA.- La vida toma forma en m.

CONDESA.- La vida busca forma en m.

AMALIA.- Sin m t no existiras.

CONDESA.- Sin m t no desearas.


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Amalia y la Condesa se sitan, muy juntas, frente a Fausto. Se van juntando cada vez

ms, hasta que se convierten en una sola mujer. La Mujer retrocede, retrocede, hasta

fundirse con la diosa Cibeles de la pintura.

DIOSA.- Fausto, escchame, no te has portado bien conmigo. O me has olvidado, o

me has despreciado, y hasta has pretendido burlarte de mi poder. Qu he de hacer

contigo? La Gran Madre es muy generosa, s, pero tambin muy exigente; lo da todo,

pero tambin lo exige todo; da a luz a los hombres

FAUSTO.- Y los castra para que mejor puedan servirla.

DIOSA.- Sabes la ley, pero no la cumples.

FAUSTO.- No soy Atis, soy un hombre entero y libre.

DIOSA.- Te equivocas. Yo hago a los hombres como me place, y tambin dispongo

de su libertad. No eres ni entero ni libre. Simplemente, ests equivocado.

FAUSTO.- Equivocadoquizs. Es el riesgo del que sigue la senda de la sabidura.

Pero ignoro, Diosa, en qu me he equivocado contigo, en qu te he ofendido.

DIOSA.- Me has menospreciado, has tratado de humillarme. Eso la Diosa no lo

puede permitir.

FAUSTO.- Me reservas algn castigo?

DIOSA.- Sufrirs la humillacin de contemplar tu burda y culpable ingenuidad. Si

sales airoso de la prueba, te habrs salvado. Mrame bien.

El rostro y toda la figura de la Diosa van cambiando de aspecto, hasta convertirse en

el rostro y la figura de Mefisto, que se destaca de la pintura y se muestra en su formams habitual.

FAUSTO.- T?

MEFISTO.- Yo?Bueno, digamos que yopero segn y cmo.

FAUSTO.- Qu significa esta farsa? Qu clase de juego es ste? Es slo una

estpida burla, o tiene algn sentido?MEFISTO.- Enhorabuena. Por primera vez, pareces realmente indignado; por primera


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vez, me recuerdas un ser humano. Se comprende. Hasta ahora no has sido ms que un

espectador; hacas cosas, s, enterrabas a los muertos, levantabas ejrcitos, indagabas

en la noche, pero t siempre estabas un poco al margen. Mi magia te serva para

moverte por el teatro del mundo sin que tu preciosa persona se viese directamente

afectada, hasta del maleficio del Emperador saliste indemne, recuerdas? Ahora es

diferente, ahora ya no eres el fantasmal actor-espectador, ahora eres el sujeto, la

vctima de los acontecimientos, y eso, una persona tan exquisita como t no lo puede

soportar Y todo lo que se te ocurre es acusarme a m, a m que siempre he sido tu

seguro servidor.

FAUSTO.- Me gustara saber en qu me has servido.

MEFISTO.- En todo lo que te ha apetecido, hasta en el menor de tus caprichos. Yo te

libr de Marga, personajillo insufrible que te pesaba como una losa; yo hice que

midieses tus fuerzas con las del Emperador, y al mismo tiempo te evit la visin del

desenlace para no herir tu fina sensibilidad; yo te he acompaado y guiado como

Bho

FAUSTO.- Cmo Bho?

MEFISTO.- S, y como guila.

FAUSTO.- Farsante!Con que el Bho que haba sido hombre, y el guila que

no saba geografa

MEFISTO.- Comprndeme, tena que construir los personajes

FAUSTO.- Espera, espera un momento Si no lo entiendo mal lo que pretendes

decir es que, en todo este tiempo, me he estado moviendo por sucesivos escenarios de

ficcin que t mismo ibas montando.MEFISTO.- Apruebo lo primero; lo segundo es ms complicado. S, es verdad que te

has estado moviendo por escenarios de ficcin, en cuanto a si los he montado yo

luego lo tratamos.

FAUSTO.- No puedo creerte, no puedo creerte. T me engaas, quiz ahora, o

tambin antes, o lo ms seguro que siempre. Pretendes engaarme, pero no, no

logrars que comulgue con cosa tan absurda. Admito que, con tu magia, puedasconseguir efectos sorprendentes, pero lo real es siempre lo real, y es real que he


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estado con Filemn y Baucis

MEFISTO.- Personajes reales donde los haya, s seor

FAUSTO.- Y es real que he tratado con el Emperador y que he levantado un ejrcito

para derribar el Imperio

MEFISTO.- No se lo cuentes a un psiquiatra

FAUSTO.- Y es real que he estado en el castillo del Barn, indagando sobre el

hombre-lobo

MEFISTO.- Y de paso conociendo a tu autor ms famoso, bella coincidencia!

FAUSTO.- Y es real que aqu en Npoles he conocido

MEFISTO.- Has conocido? A quin has conocido aqu en Npoles?

suponiendo que este aqu sea Npoles

FAUSTO.- A

MEFISTO.- Dime, no te interrumpas. Cunta realidad tena Don Fernando? cunta

realidad las dos mujeres? O eran slo una? O era slo la Diosa? O era,

finalmente?

FAUSTO.- T!

MEFISTO.- S, yo. Pero no slo la Diosa y las dos mujeres, y no slo el Bho y el

guila, sino tambin todas y cada uno de las personas con quienes te has cruzado en

tu camino.

FAUSTO.- No puedo creerlo, no puedo entenderlo, no puedo aceptarlo. Si fuese

ciertosera terrible. Serala destruccin total de la realidad, y esto es algo que de

ningn modo puedo aceptar,

MEFISTO.- Quin habla de destruir la realidad? Nadie puede destruir la realidad. Setrata de descubrir dnde est.

FAUSTO.- No me dirs que en ti

MEFISTO.- No, por favor. Yo soy tan fantasmal como el resto de los personajes.

FAUSTO.- Entonces?

MEFISTO.- Entonces, aprende a mirar. Aprende a mirar con propiedad, quiero decir,

sabiendo que una cosa es el ojo, otra la mirada y otra el supuesto objeto. Si miras as,reconocers que slo puedes captar las presuntas imgenes de las supuestas cosas, no


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las cosas en s mismas; si miras as, descubrirs que el ser humano no tiene

instrumentos para captar la cosa en si, suponiendo que eso exista, y por lo tanto que

todo lo que se forma en tu mente no est en otra parte ms que en tu mente. Y ahora,

mrame bien. Qu ves?

FAUSTO.- Al Mefisto de siempre.

MEFISTO.- Mrame bien. Qu ves?

FAUSTO.- AMefisto.

MEFISTO.- Mrame bien. qu ves?

El rostro y la figura de Mefisto se van transformando en el rostro y la figura del

mismo Fausto.

FAUSTO.- Yo?

FAUSTO.- S, yo.

FAUSTO.- Todo ha salido de mi misma alma?

FAUSTO.- Todo sale de la misma alma.

FAUSTO.- S, todo sale de la misma alma. Y sin embargo hay algo en m que se

resiste a aceptarlo. El mismo espectculo del mundo, mltiple, variado y cuyos

elementos se enfrentan entre s, parece negar esa unidad total. Delante de m he

tenido a personas que parecan moverse por motivos propios, muy ajenos a los mos:

Marga, Filemn, Woody Allen, el Emperador, Spartacus y los otros lderes, el

Barn y a veces me han sorprendido con respuestas que yo nunca hubiera

imaginado. Cmo es posible que tambin eso haya salido de m mismo?FAUSTO.- Pinsalo bien. No te encuentras en los sueos con personas que parecen

movidas por motivos propios? No te sorprenden a veces con respuestas que crees

que t seras incapaz de imaginar? Y sin embargo, quin es el nico autor de tus

sueos?

FAUSTO.- Yo, s, yoPero entonces, qu terrible soledad! Estoy solo en todo el

Universo, perdido en los espacios infinitos.FAUSTO.- No, mralo bien. Yo soy los espacios infinitos. S, sintelo bien desde el


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fondo velado de ti mismoQu plenitud! Cunta riqueza, cunta abundancia,

cunta libertad, cunto poder, cunto gozo! El principio y el fin se intercambian, el yo

y el t se confunden, el tiempo y la eternidad se abrazan. Solo hay una realidad, que a

la vez es interior y es exterior. Lo exterior contiene a mi interior; mi interior contiene

a lo exterior: ste es el crculo perfecto de la Divinidad.

MEFISTO.- (recogiendo, con desgana, el decorado) Gran cosa la Divinidad, pero no

olvidemos al Autor de todo esto, que nos ha soado de forma tan disparatada.

AUTOR.- (escribiendo con su bolgrafo habitual) Y tampoco olvidemos al Lector,

que lo lee y lo suea a su manera.

LECTOR.- (leyendo a su manera en un tren de cercanas) Gracias, no est mal que,

de vez en cuando, el autor piense en el lector.

REVISOR.- Billete, por favor

Mientras el Lector busca su billete, por la megafona del tren suenan las anglicas

voces del

CORO MSTICO.-

Por areas visiones transportado,

penosamente de la noche asciendes.

Las fuerzas primigenias incesantes

edifican el mundo que concibe

tu ser desconocido. El universogira al ritmo de tu razn extrema.

Alfa y Omega de la escena eterna,

sers el Dios que en el principio has sido.

FINIS


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mundo, demonio y fausto 3

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