mujer y biblia

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Mujer y Biblia Autor: Luis Marián Mujer y Biblia (I) Eva: señorear «con» Adán 13 de marzo de 2011 Parece que desde que en el jardín del Edén Dios le dijera a Satanás que la simiente de Eva aplastaría su cabeza, el mal se ha abalanzado sin piedad contra las mujeres de todos los tiempos. Aunque normalmente lo definamos como machista, lo que genera este legado de opresión es el triunfo del perverso orgullo y la inseguridad de muchos hombres, una maldecida deidad bicéfala de injusticia. En toda esta historia de persecución hay un lugar de privilegio para nuestra capacidad de negación sobre quienes somos en realidad. Milenios de humanidad no ha cesado de advertirnos contra los desastres provenientes de la soberbia que se infiltra cuando las razas, sexos o individuos asumen que son, por definición, superiores a otros. A lo largo de los tiempos y hasta hoy, de todos es sabido que las mujeres salen perjudicadas, asediadas por una marginación que no sólo se produce en tribus perdidas o en culturas ajenas a la nuestra.

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Mujer y Biblia

Autor: Luis Marián

Mujer y Biblia (I)

Eva: señorear «con» Adán

13 de marzo de 2011

Parece que desde que en el jardín del Edén Dios le dijera a Satanás que la simiente de Eva

aplastaría su cabeza, el mal se ha abalanzado sin piedad contra las mujeres de todos los tiempos.

Aunque normalmente lo definamos como machista, lo que genera este legado de opresión es el

triunfo del perverso orgullo y la inseguridad de muchos hombres, una maldecida deidad bicéfala

de injusticia. En toda esta historia de persecución hay un lugar de privilegio para nuestra

capacidad de negación sobre quienes somos en realidad. Milenios de humanidad no ha cesado de

advertirnos contra los desastres provenientes de la soberbia que se infiltra cuando las razas, sexos

o individuos asumen que son, por definición, superiores a otros. A lo largo de los tiempos y hasta

hoy, de todos es sabido que las mujeres salen perjudicadas, asediadas por una marginación que

no sólo se produce en tribus perdidas o en culturas ajenas a la nuestra.

UN POCO DE HISTORIA

Ya el pensamiento de la antigua Grecia, cuna de Occidente, no se quedaba atrás. Homero o

Platón ejemplifican la visión repugnante y de inferioridad que se tenía en torno a la mujer, a

quienes se las definía como dolor o castigo, pues las mujeres estaban consideradas como

meros objetos para ser conquistados e instrumentos en la lucha por el poder de los

hombres. Uno de los personajes de Homero se burlaba diciendo: “¡No eres mejor que una

mujer!”, un reflejo de lo habitual que resultaba que la mujer no fuese vista siquiera con identidad

propia sino más bien como “la esposa de”, la “la hija de” o la “concubina de”.

Según narra Hesiodo en su Teogonía hubo un tiempo sobre la tierra en el que los hombres vivían

felices sin mujeres hasta que éstas surgieron como castigo de Zeus a Prometeo por su

desobediencia. La mujer fue la maldición eterna para el hombre, razón por la que Zeus creó un

ser perverso, una mujer llamada Pandora, el origen de todos los males.

Otro poeta de relevancia como Simónides cuenta que “desde el principio, dios hizo la mente de

la mujer como cosa aparte”. Se asumía que no debían confiar en las mujeres pues ellas eran

fuente de todo mal, pues el mal era su naturaleza.

Platón dice que “las mujeres son inferiores en bondad a los hombres […] ese segmento de la

humanidad que, debido a su fragilidad, es en otros aspectos más engañoso y secreto”. Lo cierto

es que aunque comúnmente apelamos a Grecia como la cuna de la democracia, ésta era

una democracia selectiva vetada a esclavos y mujeres.

ALGO DEL GÉNESIS

El Dios del libro del Génesis describe el perenne totalitarismo del varón hacia la mujer no

como algo digno de alcanzar sino como una horrenda maldición provocada por la maldad

del ser humano y que es anunciada a la mujer: “Tu deseo será para tu marido, y él se

enseñoreará de ti” (Génesis 3, 16). En contraste con las grotescas e inmorales cosmogonías de

la antigüedad, Yavé despliega su esencia artística para crear a Eva como un hermoso

complemento del hombre. El Dios bíblico sitúa a la pareja en el jardín como amigos y amantes.

Nada que ver con las salvajes batallas entre dioses y diosas de los mitos animistas, griegos,

romanos o del relato de la creación del Emuna Elis babilonio, una historia mucho más cercana en

el tiempo y a la cultura de los receptores originarios del Génesis que recoge una espeluznante

visión en la que Tiamat y Marduk se despedazan.

Sin embargo, Adán y Eva se aman. “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo

creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1, 17). Es Yavé quien afirma que el hombre y la

mujer son “el hombre (traducido así y en singular en el sentido genérico de humanidad) creado a

imagen y semejanza de Dios”.

A diferencia de las creencias griegas que describen a la mujer forjada de otra materia, el Dios de

la Biblia forma a Eva de la misma sustancia que Adán, de su médula, tomando su ADN para

formarla y revelarnos un concepto revolucionario de igualdad esencial. Eva fue creada para

servir con Adán y no con el fin de servirle a Adán. Aunque hay quienes lo ven de otro modo

cuando leen que Dios diseñó a la mujer como “ayuda idónea para el varón” (Génesis 2, 18), lo

cierto es que la palabra hebrea utilizada para ayuda hace referencia a alguien a quien se le

solicita cooperación por poseer capacidades complementarías a las del solicitante, por lo que

estamos ante una connotación etimológica con énfasis en el concepto de igualdad y

complementariedad, una visión de género fuera de lo común siglos antes de Cristo.

Cuando Adán cuando dirige por primera vez su mirada a la mujer lo hace a modo de

poema:“Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; Esta será llamada Varona,

porque del varón fue tomada” (Génesis 2, 23). Las primeras palabras humanas que

aparecen en la Biblia son un canto a la mujer y a la igualdad, un golpe contra los mitos

paganos que concedían a la feminidad una composición inferior a la masculina. Más

adelante aparecería también el mandato de: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su

madre, y se unirá a su mujer” (Génesis 2, 24), un planteamiento también chirriante para un

mundo en el que los hombres no suelen renunciar a cosa alguna por una mujer.

El plan de Dios para su creación era “señoreen (plural) en toda la tierra” (Génesis 1, 26), y

tiene la peculiaridad de que no otorga dominio sobre la tierra al ser humano hasta que la mujer

no está junto al varón. Cuando ambos pecan, Adán habla de: “la mujer que me diste por

compañera” (Génesis 3, 12). Eva no era una mera propiedad de Adán y el mal no entra al

mundo sólo a través de la mujer sino a través de la pareja, tal y como Dios

sentencia (Génesis 3, 24). Hombre y mujer comparten culpabilidad y ambos sufrirían las

consecuencias.

LA SOCIEDAD JUDÍA

Y como ocurre en todas las civilizaciones, la sociedad judía tampoco vivió exenta de la

indeseable maldición anunciada por Dios sobre la opresión y superioridad masculina sobre la

mujer. En conocidos escritos rabínicos resultan habituales los comentarios de desprecio y

rechazo del género femenino, una cuestión que ya vemos en algunos textos del Nuevo

Testamento como cuando “en esto vinieron sus discípulos, y se asombraron grandemente de

que [Jesús] hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué

hablas con ella?” (Juan 4, 27).

En contraposición a este pensamiento dominante de su tiempo, Jesús se levantó para destruir las

obras de la oscuridad abriendo ríos en el desierto como un adelanto de la restauración del plan

original de Dios y de sus propósitos, aunque lo haría dentro de la realidad de los prejuicios,

terquedad e injusticias de su época. Desde luego, esta nueva visión de la mujer iniciada por

Cristo impulsaría a muchos hijos de Dios a asumir el liderazgo en la liberación de las personas

en general y de la mujer en particular durante siglos posteriores.

En los siguientes artículos abordaremos este tema de la mujer desde el contexto de la

revelación bíblica. Veremos algo de la visión de la mujer en Jesús, los comentarios más

discutidos de Pablo al respecto y el lugar de la mujer en el ministerio cristiano desde una

perspectiva bíblica. Estas serán las próximas reflexiones de esta serie.

Mujer y Biblia (II)

Jesús, la mujer y la bombilla

Los aproximadamente dos mil años que nos separan de los evangelios nos hacen perder mucha

profundidad si pasamos sobre ellos y su contexto histórico superficialmente.

20 de marzo de 2011

Casi sin darnos cuenta obviamos el impacto original de aquellos acontecimientos considerando a

menudo como meramente como buenos, sencillos, justos o lógicos los transgresores mensajes

que Jesús predicaba.

Pero la trascendencia y transgresión de Cristo en cuanto a su consideración de la mujer y su

llamado para un desarrollo de su legado por parte de los cristianos lo podemos contemplar como

una analogía con el invento de la bombilla…

En 1752, Benjamin Franklin comprobaría que el relámpago y la chispa del ámbar eran la misma

cosa. Tiempo más tarde, Volta daba otro paso adelante al inventar la primera pila eléctrica, hecho

que provocó que a la unidad de potencia eléctrica le llamemos voltio. El mérito posterior de

generar la corriente eléctrica en una escala práctica se lo debemos a Michael Faraday, quien en

1831 constataría que la electricidad se podía producir con magnetismo mediante movimiento.

Tuvieron que pasar más de cuarenta años para que un generador realmente práctico fuera

realizado por Thomas Edison, quien mejoraría sustancialmente el invento realizado en 1878 por

Joseph Swam y que no era otra cosa que la lámpara de filamento incandescente.

A partir de ahí, que decir de los constantes desarrollos de la electricidad realizados hasta nuestros

días tras los avances de Edison y de su revolucionaria bombilla: TV, radio, transporte,

refrigeración, redes hidráulicas, telefonía…etc.

Sin embargo, hoy contemplamos la bombilla sin asombros ni con lloros de alegría, pues lo

asumimos como una parte más de nuestro universo cotidiano. Hoy contemplamos una bombilla

como algo normal, incluso vulgar. No nos paramos a pensar que este sencillo filamento

recubierto de cristal y poco más significó el génesis de la revolución doméstica, el transporte y

de la sociedad del bienestar en general.

Pues al igual que ocurrió con la bombilla de Edison, los hechos y palabras de Jesús fueron una

plataforma sin precedentes para lanzarnos a una plena revolución de justicia que sus hijos

estamos llamados a desarrollar desde entonces.

Esa bombilla que dejó el Maestro tiene multitud de filamentos contundentes y luminosos como,

por ejemplo, aquel que nos alumbra bajo el principio de “ama a tu prójimo como a ti mismo”

(Lucas 10, 27). Con todo, Jesucristo tuvo que tolerar y asumir como parte del mundo real los

prejuicios e injusticias de su época para poder trasmitir un mensaje de salvación y justicia a

tercos humanos. No obstante, Jesús nos dejaría semillas para que fueran regadas por los

cristianos de todos los tiempos siguientes.

En este sentido es en el que el apóstol Pablo habla de la libertad afirmando que en Cristo ya “no

hay esclavo ni libre” (Gálatas 3, 28).Sin embargo, y al mismo tiempo, las condiciones mentales

y sociales de entonces no permitirían de inmediato a los cristianos primitivos plantear la

abolición definitiva de la esclavitud, tal y como vemos en textos como Efesios 6, 4-6. Sin

embargo, serían siglos más tarde cuando los cristianos encabezarían la lucha contra la esclavitud

en pos del mensaje que emana del evangelio. Jesús nos dejó el invento de la bombilla para

darnos la claridad fundamental y dejarnos la misión del desarrollo de las aplicaciones de toda

esta electricidad a quienes asumen el reto de ser “el cuerpo de Cristo” (1 Corintios 12, 27) y

que es la Iglesia. A esto se refiere el Maestro cuando afirma que, como hijos suyos, haríamos

cosas mayores que las que Él mismo realizó (Juan 14, 12).

Nuestra misión consiste ahora en que, a partir de los nítidos desarrollos eléctricos de la bombilla,

inventemos el frigorífico y la estufa de última generación con la misma pasión que vemos en

Cristo. Si hoy produciésemos un efecto similar en derredor significaría que hemos entendido lo

que es discípulo. Hemos sido llamados a producir una revolución lumínica, primero en nuestras

propias vidas y después hasta lo último de La Tierra, Pero ¿Cómo fue exactamente la luz inicial

que trajo Jesús sobre las mujeres? Veamos algunos filamentos…

HIJA DE ABRAHAM

Lucas 13, 10-17 contiene el desafío de Jesús respecto a la doble moral de algunos rabinos. Por

entonces las mujeres eran relegadas a la parte posterior de la sinagoga, pero la invitación que

Jesús realizó a aquella mujer supondría un mensaje contra el privilegio masculino del culto

público. Al ponerla en el centro de atención, frente de la congregación, se estaba sacudiendo la

mentalidad de muchos hombres. Es interesante que Jesús no se dirige a ella sino que la trae a la

zona privilegiada de los hombres. Ante la acusación de los rabinos Jesús añadiría que aquella

“hija de Abraham” merecía ser libre de su aflicción incluso en el día de reposo. Y no era

frecuente el uso de la forma “hija de Abraham” que hizo Jesús pues este título era habitual sólo

para hombres pues las mujeres no estaban consideradas herederas de Abraham al mismo nivel.

Pero Jesús no solo sanaría su cuerpo sino su dignidad.

EL BAUTISMO DE CRISTO

Cristo estableció un nuevo mandato que integraba a personas de ambos sexos que fue el

bautismo. Mientras que en el Antiguo Testamento la señal de la circuncisión era sólo para los

hombres, el nuevo rito que Jesús instaura supone una oportunidad para todos para declarar

públicamente que formaban parte de un pueblo en el que cada persona es sacerdote junto con

Cristo, incluyendo a las mujeres.

SU MUERTE Y RESURRECCIÓN

Durante gran parte del Antiguo Testamento aquellos que eran elegidos para una misión divina de

relevancia eran ungidos por hombres escogidos, tal y como hace Samuel con David para

proclamarle rey de Israel. Bajo la fuerza de lo sagrado de la unción no se puede considerar como

algo casual o forzado el que los evangelios recojan a dos mujeres ungiendo de algún modo a

Jesús, aquél cuya misión era salvar al ser humano de sus pecados. Juan lo bautiza, pero son dos

mujeres quienes lo ungen. Una semana antes de su muerte, en la casa de Lázaro, es María quien

lo hace (Juan 12, 1-8). Días después es otra mujer quien entra en la casa donde Jesús cena para

derramar sobre él el contenido de un frasco de alabastro. Jesús le dijo a esta mujer que su acto

sería conocido allí donde fuera predicado el Evangelio. Una vez más, el Mesías pone al

repudiado género femenino en el centro de atención, dignificación y reconocimiento universal

(Mateo 26, 6-13). Sin duda, estamos ante una bombilla con potencial de muchísimos vatios, pues

incluso después de la resurrección Jesús, él vuelve a honrarlas de forma atípica al darles a ellas

las primicias de anunciar el levantamiento de entre los muertos del Hijo de Dios (Mateo 28, 10;

Juan 20, 17).

OTROS EJEMPLOS

¿Y qué de la mujer adúltera que iba a ser apedreada? Allí fue cuando Cristo mencionó la famosa

frase de “quien no tenga culpa que tire la primera piedra” (Juan 8, 7) ¿Y la mujer del flujo de

sangre que no cesaba? (Lucas 8, 43-50). Es aquella a la que Cristo permitió que le tocara a pesar

de considerarse como un acto impuro en su tiempo. De nuevo Cristo otorga a la mujer su lugar

para sanarla. Y podríamos añadir otros ejemplos, como el de la prostituta a la que se le permitió

que tocara y besara los pies de Jesús dejando que sus propias lágrimas le lavasen para gran

ofensa de los allí presentes (Lucas 7, 38). Y aunque el tema da para mucho, podemos percatarnos

de la grandeza de esta revolución de Cristo respecto a la mujer viendo algunas de estas pequeñas

-pero a la vez que grandiosas- semillas de justicia que nos han quedado como legado para un

posterior desarrollo y aprendizaje por nuestra parte. En palabras de Dorothy Sayers, “tal vez no

haya que sorprenderse de que las mujeres fueran las primeras en la cuna y las últimas en la cruz.

No habían conocido a un hombre como éste. Jamás hubo otro igual. Un profeta maestro que

nunca las regañó ni las aduló; nunca las engañó ni las trató con arrogancia, ni hizo de ellas

chistes maliciosos. Nunca dijo: “Las mujeres: ¡Dios nos libre!” o, “las señoras: ¡Dios las

bendiga!”. Él las reprendía sin queja y las alababa sin condescendencia; tomaba sus preguntas y

sus razonamientos en serio; nunca les imponía restricciones. Ni las instaba a ser femeninas, ni se

burlaba de ellas por serlo; no tenía intereses creados ni una amenazada hombría que defender.

Las trataba tal y como eran, con naturalidad. No hay hecho, ni sermón, ni parábola en todos los

evangelios que insinúe con mordacidad una supuesta perversidad hacia lo femenino; nadie puede

en modo alguno deducir de las palabras y hechos de Jesús algo que fuera “absurdo” acerca de la

naturaleza de la mujer”.

En el próximo artículo analizaremos algunos aspectos que nos ayudarán a comprender por qué

Cristo escogería sólo a hombres como sus primeros doce apóstoles así como comenzaremos a

examinar algunos de los comentarios más discutidos de las cartas de Pablo respecto a la mujer.

MUJER Y BIBLIA (III)

Apóstoles sólo varones

En el capítulo anterior esbozamos algunos argumentos que explican cómo las palabras de Jesús

fueron una semilla entregada para que los cristianos de todos los tiempos la desarrollasen con

responsabilidad y constancia.

27 DE MARZO DE 2011

En esta nueva entrega destacaremos algún otro aspecto sobre la actitud de Cristo y luego nos

adentraremos en las tan traídas y llevadas cartas del apóstol Pablo, en ocasiones tildadas de

misóginas desde un análisis quizás demasiado superficial que a menudo soslaya el contexto en el

que se escribe. Aunque en el currículo de la humanidad destaca el sempiterno reinado de la

misoginia, en esta serie de artículos venimos viendo la vuelta a la tortilla por parte de Cristo y su

Evangelio. Situar la visión de lo femenino de aquellas sociedades antiguas en contraposición con

lo que se recoge en la Escritura demuestra un avance sin parangón de la fe cristiana en lo que a la

consideración de la mujer se refiere.

¿POR QUÉ APÓSTOLES SÓLO HOMBRES?

Hay quienes se oponen al liderazgo o pastoreado de la mujer en la iglesia recordando que Jesús

llamó a doce varones como apóstoles. Sin embargo, considerar este rasgo común entre los doce

como un principio divino (cosa que en ningún momento se dice) para ser reproducido por los

creyentes de todos los tiempos no debiera plantearse como un imperativo dado por Dios para que

la mujer enseñe o pastoree. Además, si seguimos con este silogismo, ¿por qué reducir las

exigencias al género? ¿Por qué no aplicarlo también a la nacionalidad?, pues Jesús escogió a

doce judíos cuando pudo haber llamado a algún gentil y no lo hizo. Sin duda, la elección de los

doce apóstoles es una de las decisiones más trascendentales de la historia de la humanidad ya que

sería este grupo el que se levantaría como plataforma mundial para la predicación del Evangelio

a toda criatura.

A estas alturas de lo que venimos comentarios no haría falta siquiera explicar por qué en aquel

entorno social no se hubiera prestado demasiada atención a un mensaje salvífico anunciado por

mujeres. El mismo evangelio recoge con naturalidad que con mujeres no se debía siquiera

intercambiar palabra alguna (Juan 4:27) y es evidente que haber dispuesto de mujeres como

mensajeras principales del Reino de Dios no habría sido la mejor idea para su extensión. Y esto

no sería por una supuesta incapacidad natural femenina, sino por la tozudez y prejuicios de la

mentalidad general de su tiempo y, por tanto, también por la falta de acceso a una capacitación

de la mujer para la enseñanza pública.

Aún así, es interesante, además de sorprendente, destacar que la mayoría de eruditos bíblicos

concluyen que al menos hubo una mujer, Junias (Romanos 16:7), entre los primeros apóstoles de

la Biblia. Dejando ahora de lado la visión de Jesús, las dos siguientes semanas veremos algunos

de los textos más discutidos sobre el tema, los del apóstol Pablo sobre el papel de la mujer en las

congregaciones cristianas.

Mujer y Biblia (IV)

Mujeres sometidas

3 de abril de 2011

Después de analizar someramente la visión de Jesús sobre la mujer, veamos algunos de los textos

bíblicos más discutidos sobre el tema.

Los más importantes en este sentido son los del apóstol Pablo sobre el papel de la mujer en las

congregaciones cristianas. Empezaremos analizando el sentido del sometimiento de la mujer.

SOMETIMIENTO DE LA MUJER

“Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de

la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” (1 Corintios 11, 3)

“Someteos unos a otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios

maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es

cabeza de la iglesia […] Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la

iglesia […] Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos

cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su

propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia […] Por

esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una

sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia.

Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la

mujer respete a su marido” (Efesios 5, 21-33)

BIENVENIDOS, QUE NO BIENVENIDAS, AL SIGLO I DE NUESTRA ERA

En el matrimonio de la cultura greco-romana del siglo primero, la mujer, los hijos y los esclavos

estaban sometidos al pater familiae. El marido era dueño absoluto de los demás miembros “sin

limitación sobre la persona y bienes de la mujer o de sus descendientes, poder superior a

cualquier injerencia del Estado en nombre del bien común o por la tutela encomendada sobre sus

ciudadanos[i]”.

Esta era la norma escrita en un ambiente cotidiano en el que no era infrecuente que, por ejemplo,

el padre abandonase a su hija recién nacida tan sólo porque desgraciadamente no nació varón.

Castigar a la esposa hasta con la muerte por adulterio o por beber vino era un derecho del marido

cuyo honor se consideraba mancillado.

No aparquemos tampoco lo que la Biblia muestra respecto a los judíos. Sobrevolando la

poligamia y las historias misóginas del Antiguo Testamento en las que el pueblo de Dios parece

olvidarse de la imagen y semejanza divina de Eva, en los tiempos de Jesús se había hecho normal

el abuso de La Ley mosaica con el fin de repudiar a la esposa (Deuteronomio 24, 1. Mateo 19, 7-

9).

El motivo más común para desechar y abandonar a la mujer solía ser para casarse con otra –

normalmente más joven- usando para ello cualquier excusa absurda. Bastaba decir que la comida

no había sido suficientemente buena esa día para dejar a la esposa abandonada para siempre en la

intemperie.

LAS CARTAS DE PABLO HACEN LA DIFERENCIA

En este entorno sumamente hostil para la mujer es en el que Pablo insta al marido para que ame a

su mujer como a su propio cuerpo exigiéndole una actitud que a buen seguro estaría mal vista

por muchos hombres de su tiempo.

En contra de los apresurados comentarios que hoy se pronuncian contra la supuesta misoginia de

Pablo, en los textos que encabezan este artículo no es la mujer quien sale mal parada al verse

obligada a sujetarse al marido, pues éste también debe hacer lo mismo con su esposa en una

relación afectuosa y responsable que Las Escrituras denominan sumisión mutua (Efesios 5, 21).

Sin duda, estos versículos suponían un mal trago para muchos hombres cristianos, no siendo

difícil imaginar la mofa a la que quizás se verían sometidos por parte de los varones paganos

recibiendo vituperios del tipo a nuestros: “¡Calzonazos! ¡Que tu mujer te tiene dominado!”, pues

el hombre debía tener en cuenta que “tampoco tiene el marido dominio sobre su propio

cuerpo, sino la mujer” (1 Corintios 7, 4). Por esto no es de extrañar que para los incrédulos la

fe cristiana fuese al principio motivo de burla y desprecio al considerarse una “religión de

mujeres, niños y esclavos”[ii], el grupo de individuos que social e intelectualmente eran tenidos

como seres inferiores.

Como ya vimos en el primer artículo de esta serie, desde el principio Dios dispuso que la mujer

no fuese tratada como mera propiedad del hombre sino como una compañera a quien darse.

Pablo da instrucciones acerca del amor abnegado mostrado por Jesús a la humanidad y lo expone

como modelo para la actitud del hombre hacia su esposa. A pesar de esta nueva visión positiva

de la mujer, lo cierto es que el apóstol no confrontó en toda su plenitud la extrema misoginia

social o la institución de la esclavitud, aunque sí comenzaría a abrir una de las más anchas sendas

de la historia hacia la libertad al colocar a los esclavos al mismo nivel de dignidad que los amos

en Cristo, pues “ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer;

porque todos sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3, 28).

Es probable que este último versículo fuese escrito como respuesta a la oración que recitaban

muchos judíos piadosos cada mañana diciendo: “Gracias Señor por no haberme creado gentil, ni

mujer, ni esclavo [iii]”. En no pocos casos, éstas eran las primeras palabras que una esposa

escuchaba al despertarse cada día, por lo que no imaginamos la alegría que la mujer cristiana

podía sentir al escuchar las diferentes y liberadoras palabras de Pablo.

—————

[i] Mª Dolores Parra Martín. Mujer y concubinato en la sociedadromana. ANALES DE

DERECHO. Universidad de Murcia. Número 23. 2005. Pág. 241

[ii] Orígenes, Contra Celso 3, 44.

[iii] Starr, Tama. La inferioridad natural” de la mujer. Ed. Martínez Roca, Barcelona. 1993.

El hombre, cabeza de la mujer

Mujer y Biblia (V)

“Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la

cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” (1 Corintios 11:3)

10 de abril de 2011

La palabra griega utilizada para cabeza es kephale. Tan sólo un porcentaje residual de las

Escrituras suele verter este término como líder o dirigente.

En la mayoría de los casos kephale es traducida como cabeza física, fuente u origen.

Los dos conceptos más comunes de kephale (cabeza física u origen/fuente) coinciden con

acepciones de cabeza en nuestro castellano. El erudito de Nuevo Testamento Gordon Fee se

inclina por “fuente de vida” u “origen”[1] como la acepción que otorga un mayor sentido al

término cabeza en este texto. Según Fee, esto es lo que habrían entendido los corintios y lo que

encaja con el discurso desarrollado en los versículos 8 y 9.

La otra ocasión en la que Pablo menciona en este capítulo la palabra cabeza es para referirse a la

cabeza física de la mujer (11, 10), indicando que ésta debe vestirse con modestia y decoro.

Que el apóstol mencione a Cristo como cabeza del varón conlleva un claro énfasis en el cuidado

y responsabilidad dentro del matrimonio que para nosotros no debería derivar en la asunción

teológica de restricciones de roles. Menos aún cuando parece que el problema estaba en el

sentido literal de la cabeza de las mujeres siendo éste el mismo énfasis de Efesios 5, 21-33.

A la luz de otros escritos de Pablo o del relato de Adán y Eva podemos decantarnos aquí por la

apelación al término cabeza como origen y no como una alusión a las limitaciones de funciones o

capacidades. No se dice nada de esto.

Y el versículo se completa afirmando que el mismo Jesucristo, El Principio y el Fin (Apocalipsis

21, 3), “Dios sobre todas las cosas” (Romanos 9, 5) tiene al Padre como cabeza sin que esto le

relegue a ningún papel limitado en categorización alguna por estar sometido al Padre.

Es más, las prerrogativas de máxima autoridad que vemos en toda La Biblia y que Yavé expone

sobre sí mismo en el Antiguo Testamento son las ejercidas por Cristo con todo poder y absoluta

autoridad [2].

Por tanto, apelar al varón como cabeza de la mujer no puede servir como argumento para coartar

los talentos que el Espíritu Santo reparte “como él quiere” (1ª Co. 12,11) “a cada uno en

particular” (12, 7) “para la edificación de la iglesia” (14, 12).

En ningún lugar de Las Escrituras se habla de dones de mujeres y dones de hombres como

categorías separadas y siempre se mencionan refiriéndose a todos los creyentes ¡Esto es una

pasada para la mujer sabiendo que apenas era una “cosa” en su entorno social y legal!

Por esto, 1ª Corintios 11, 3 nos hace tomar conciencia del componente liberador que su mensaje

conlleva al cotejarlo con la brutal marginación a la que estaba sometida la mujer del siglo

primero.

La situación era tan repudiable que estas referencias paulinas a las esposas dentro de un marco de

cobertura, responsabilidad o procedencia respecto a sus esposos en un sublime paralelismo con

Cristo se convertían en la más grande noticia que cualquier mujer podía escuchar.

En la próxima entrega desarrollaremos un poco más esta cuestión de Pablo y el atavío de las

mujeres en 1ª Corintios 11, 5-11.

——————

[1] Gordon Fee. Primera epístola a los Corintios. Nueva Creación. Buenos Aires. 1994. 569-572

[2] Por ejemplo: Comparando 2ª Cr.6, 30. Jer.17, 9-10 con Ap. 2, 23 vemos que tanto Yavé

como Cristo se presentan como “el único” que conoce el corazón de los hombres y quien dará a

cada uno conforme a sus obras. Ambos son también “el único” Creador del Universo (Is.44:24 .

Is.45.7-8. Col.1:16-17). Tanto Yavé como Cristo son El Principio y el Fin, el Alfa y la Omega

(Is.48:12. Apoc.1, 8; 22, 12-16). Los dos son el “Yo Soy” (Ex.3:13-14. Jn.8:24 y 28. Jn.18,4-

8.Jn.8,55-59) y cada será quien “juzgará al mundo con justicia” (Sal.96:10 y 13. Juan 5,

22).Cristo es a menudo Yavé y máxima autoridad del Universo y la historia.

Mujer y Biblia (VI)

El velo en la cabeza de la mujer

“El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He ahí por qué se nos escapa el presente”

Gustave Flaubert.

17 de abril de 2011

Continuamos con el análisis de algunas de las alusiones paulinas acerca de la mujer, la condición

de ésta en Cristo y su lugar en la Iglesia.

El asunto del velo como prenda merece ser analizado.

“ Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza. Pero toda

mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo

mismo es que si se hubiese rapado […] Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que la

mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza? La naturaleza misma ¿no os enseña que al

varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello?” ( 1 Corintios 11:5-5 y 13-14 ).

LA MUJER, ORAR CON LA CABEZA CUBIERTA

Respecto a la expresión: “La naturaleza misma ¿no os enseña…?” el término griego usado aquí

para “ naturaleza” es physis , el mismo vocablo que designa costumbres, hábitos sociales,

tradición o decoro. La evidencia de que en este caso la acepción más correcta es “ costumbre”

nos la ofrece el propio contexto, pues sólo por una cuestión cultural –y no gracias a una supuesta

revelación física de la naturaleza– podemos concluir que dejarse el cabello largo es moralmente

deshonroso o que la mujer debe ponerse un velo para orar. De hecho, la palabra physis

(naturaleza) es la misma que usa Pablo para referirse a la práctica de la circuncisión (Romanos 2,

27), y es evidente que no podemos interpretar que “por enseñanza de la naturaleza” los judíos

deben circuncidarse. Ni el cuerpo, ni las montañas, ni nada en la naturaleza nos muestra esto. Es

más, si esto fuera así, entonces la circuncisión debería aplicarse no sólo a los judíos sino a todos

los hombres de cualquier tiempo y lugar, planteamiento al que precisamente se opone Pablo. Si

entendemos que la naturaleza como tal es la que nos dice que es deshonroso que el varón se deje

el pelo largo, cabe preguntarse ¿Cuánto de largo? Difícil respuesta, y más aún cuando parece

claro –como veremos- que no es por un asunto de tipo físico-teológico por lo que Pablo parece

estar preocupado. En todo caso, e incluso entendiendo physis como una alusión física a la

tendencia natural de la mujer para tener el cabello más largo, la deshonra aludida siempre habría

que entenderla como una apelación cultural y no desde una supuesta revelación moral de origen

capilar. Parece claro.

“LA MUJER, GLORIA DEL VARÓN” DE LA QUE MUCHOS SE OLVIDARON

Como vimos en artículos anteriores, una esposa era en la cultura greco-romana una posesión del

marido. Que una mujer no se cubriera la cabeza en un acto religioso era una ofensa para el

marido según los cánones sociales establecidos. Esto era algo que redundaba en crítica hacia ella

y su esposo, quien finalmente era su representante legal. Cubrirse la cabeza llevaba implícito la

defensa de unos valores morales firmes, femineidad y sujeción al esposo. Por eso se dice en un

juego de palabras que “toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta afrenta su

cabeza”, es decir, a su esposo. Parece ser además que la ley romana para Corinto establecía que

la mujer que traicionaba a su marido con adulterio debía ser rapada como las prostitutas o las

esclavas castigadas. Esta rebelión de las mujeres cristianas que se sentían liberadas y que no se

cubrían la cabeza era -como decimos- una ofensa para su entorno, razón que lleva a Pablo a tirar

de ironía y provocación al decirles a éstas que si no quieren cubrirse la cabeza que se la rasuren,

a sabiendas de que las mujeres rapadas eran las rameras. Además de esta falta de respeto hacia el

marido, la exhibición del cabello femenino durante un acto religioso era también visto por

algunos como una muestra de frivolidad y hasta de sensualidad, tal y como ocurre hoy en el

Islam.

Que Pablo considere a la mujer “gloria del varón” es un reto para que la mujer respete a su

marido y para que el varón no la desprecie ni le sea indiferente. El hombre debe esforzarse para

tener en gran estima a “su gloria” y no acusarla como hizo Adán. La propia belleza de la

expresión “ gloria del varón” referida a la mujer choca de bruces con la lamentable aversión

hacia la mujer que posteriormente mantendrían destacados Padre de la iglesia que no fueron

permeables al mensaje de Cristo y que prefirieron seguir anclados en el estoicismo griego y el

machismo más recalcitrante. Desgraciadamente, tal y como Mar Marcos recoge en su estudio

sobre la mujer en la iglesia primitiva: “el cristianismo heredó la visión negativa del género

femenino que compartían judíos, griegos y romanos y le dio una sanción teológica: La naturaleza

y la ley -sentencia Ireneo de Lyon a finales del siglo II- sitúan a la mujer en un lugar subordinado

con respecto al hombre. Los testimonios que hablan de la mujer tentadora, destructora de las

mejores cualidades del hombre, son tan numerosos que merecería escribirse una tesis doctoral

sólo sobre este tema [1] ”.

Basta unos ejemplos al respecto de tan lamentable evolución como el testimonio del influyente

teólogo Tertuliano de Cartago (s. II y III), quien decía:“ Tú [mujer] eres la puerta del diablo, tú

quien destapó el árbol prohibido, tú la primera transgresora de la Ley divina; tú fuiste quien

persuadió a aquél a quien el diablo no tuvo suficiente coraje para acercarse, tú estropeaste la

imagen de Dios: el hombre Adán; por tu castigo, la muerte, incluso el Hijo de Dios hubo de

morir […] ¿No sabes que cada una de vosotras es una Eva? La sentencia del Señor sobre tu sexo

está vigente hoy; la culpa, necesariamente, sobrevive hoy también [2] ”. Por otro lado, el

renombrado Juan Crisóstomo (S. IV y V), lejos de considerar a la esposa como “gloria del

varón” o “ vaso frágil, coherederas de la gracia de la vida ” (1ª Pedro 3, 7) concluye sin

rubor alguno que: “ En resumen, las mujeres toman todas sus corruptas costumbres femeninas y

las imprimen en las almas de los hombres [3] ”.

¿QUÉ DECÍA LA BIBLIA ANTES DE PABLO SOBRE EL CUBRIRSE LA CABEZA?

La costumbre del velo como prenda cubridora de la cabeza femenina no sólo se desarrolló en el

Imperio romano pues también griegas, egipcias o babilónicas lo usaron. Llegado este punto,

debemos notar que en el Antiguo Testamento no se alude a esta práctica como un mandato de La

Ley impuesto por Yavé . Es más, en una de las escasas apariciones bíblicas de la cuestión del

velo comprobamos cómo en otro tiempo era un distintivo, no de virtud, sino del ejercicio de la

prostitución:

“ Entonces se quitó ella los vestidos de su viudez, y se cubrió con un velo , y se arrebozó […], y

la vio Judá, y la tuvo por ramera, porque ella había cubierto su rostro ” (Génesis 38, 14-15)

¡Cómo cambian las costumbres sociales del decoro y el significado de éstas! ¡El velo en tiempos

del Antiguo Testamento llegó a ser un distintivo de las prostitutas! Un vuelco de 180 grados a la

percepción bíblica en cuanto a la relación entre honra y velo.

Posteriormente, ya en el ámbito grecorromano, el velo y el cabello largo pasarían a convertirse

en distintivos de formalidad y de un saber estar femenino. También tuvieron que ver en esto los

castigos sociales del Imperio romano , pues a algunas prostitutas y adúlteras se las identificaría

como tales cortándoles el pelo como exhibición pública de su vergüenza.

Como ilustración para el siglo XXI podríamos afirmar que ir en contra de estas actitudes de

formalidad del primer siglo equivaldría hoy a que (exagerando un poco) durante el tórrido verano

español a una mujer cristiana se le ocurriese entrar al local de una iglesia mediterránea vestida

solamentecon el bikini o en top less . Es más que probable que su actitud estuviese considerada

como poco apropiada por muchos de los allí presentes a pesar de que la Biblia no afirma en

ningún sitio que llevar bikini sea pecado. Salvando las distancias, algo similar es lo que trata de

solventar Pablo con el asunto del velo y la percepción social de su entorno más conservador –que

no bíblico– de la Roma del siglo I respecto a una prenda que ni siquiera se comentó en La Ley de

Moisés.

Es comprensible que el mensaje liberador del Evangelio llevase a algunas de las primeras

cristianas a promover una especie de contrarreacción que -como casi todas las contrarreacciones-

pudo ser descompensada y avasallante contra los símbolos de abuso y discriminación hacia ellas.

Más que comprensible es hasta esperable. Esto es algo que ha ocurrido siempre y quizás esta

libertad y autoestima reforzada en Cristo provocase esta rebeldía canalizada en la ruptura de

muchos de los formalismos clásicos que distinguían a las mujeres como sumisas y formales

según los cánones culturales de entonces . Es fácil comprender que esta actitud no fuese bien

entendida por cada uno de quienes se iban incorporando a la Iglesia de Cristo. Por esta razón

Pablo opta por llamar a la concordia entre creyentes de diferentes trasfondos advirtiéndoles de

“que esta libertad vuestra no venga a ser tropiezo para los débiles” (1 Corintios 8, 9), motivo por

el que apela a la conveniencia dentro de un decoro conservador en pos de evitar escándalos y

superficiales enfrentamientos entre cristianos que como cualquiera de nosotros seguían siendo

parte de una cultura y su forma de ver el decoro o la honra pública y familiar.

La profesora de derecho romano de la Universidad de Murcia, Mª Dolores Parra, en un trabajo

totalmente ajeno a temas bíblicos nos recuerda que la mujer en aquel tiempo “tiene un papel

secundario, dogma de la antigua moral romana, su puesto estaba en la casa, no pudiendo

participar en la vida pública, hallándose excluida de los Comicios, Senado y Magistratura. Era

ante el Derecho inferior al varón. Las concepciones sociales y las normas jurídicas, consideraron

a la mujer destinada al matrimonio y al hogar. La base de este dogma de la moral romana reside

en la existencia de un decoro convencional.

La base de este dogma de la moral romana reside en la existencia de un decoro convencional [4]

. ”

Fijémonos además que en 1ª de Corintios 11 se afirma que la mujer “trae vergüenza sobre sí” si

no se cubre la cabeza y que por otro lado (vs. 7) “ el varón no debe cubrirse la cabeza ”

¿Pensamos entonces que un varón ofende a Dios si se coloca una gorra o se pone un sombrero?

¿Corresponde esta consideración de vergüenza o conflicto a un criterio permanente y universal?

Es evidente que no es así y que los asuntos de decoro normalmente tienen más que ver –como

este caso- con particularidades históricas y geográficas.

“POR CAUSA DE LOS ÁNGELES” (vs. 10)

Algunos dirán que Pablo parece ir más allá de un asunto meramente cultural al apelar al mundo

espiritual cuando afirma que “ la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa

de los ángeles ”(vs. 10). La palabra usada aquí para “ ángeles” (aggelos) significa simplemente “

mensajeros” , un término usado en el Nuevo Testamento con toda normalidad para referirse a

humanos que llevan un mensaje (Mateo 11, 10-11. Lucas 9, 52…). En este caso, lo más natural

es que “ aggelos ” haga referencia a creyentes enviados que se escandalizaban al contemplar la

ruptura de los protocolos sociales del decoro en la iglesia. Parece ser que esta reacción afectaría

en especial a los mensajeros que llegaban a Corinto quizás llevando cartas o mensajes de Pablo.

Este hecho ofrece coherencia a la tesis interpretativa que estamos exponiendo, pues es normal

que un mensajero no conozca personalmente a los hermanos y hermanos a quienes visita. Por

esto no es extraño que se sorprendiesen negativamente ante actitudes sociales transgresoras de

desconocidos, y más aún si eran hermanas en la fe ¿Y acaso esto es diferente hoy? Además,

interpretar que la palabra mensajeros se refiere aquí a ángeles espirituales y a su reacción ante las

prendas de la cabeza no tendría demasiado sentido.

“TAMBIÉN EL HOMBRE TAMBIÉN PROCEDE DE LA MUJER” (vs. 6-11)

Como comentario final acerca de 1ª Corintios 11, 5-14 parece que Pablo pretende zanjar el tema

de “ la procedencia ” descartando un uso interesado del orden de creación de Adán y Eva como

argumento discriminatorio pues tras recordar que la mujer procede del hombre afirma que “

también el varón nace de la mujer, y finalmente, ambos de Dios ” (vs. 12). La procedencia del

hombre y la mujer es mutua entre ellos y común respecto a Dios . No obstante, este asunto de “la

procedencia” y el orden de la creación del Edén lo veremos con más detalle cuando en próximas

entregas comentemos 1ª Timoteo 2, 9-15.

Fuera de este asunto de género estos textos nos hablan de aspectos fundamentales para el

cristiano como, por ejemplo, la consideración por los más débiles e impresionables, la renuncia

en pos de la consideración hacia los otros, la humildad o el amor del esposo a la esposa como a

uno mismo y otras lecciones que nada tienen que ver con la misoginia sino con la dignidad de

una mujer que también es imagen y semejanza del Dios creador.

En la próxima entrega abordaremos someramente el controvertido mandato de Pablo a la iglesia

de Corintio para que las casadas callen durante las reuniones.

—————-

[1] Mar Marcos Sánchez. El lugar de las mujeres en el cristianismo: uso y abuso de la historia

antigua en un debate contemporáneo. Ediciones Universidad de Salamanca. 2006, p. 36.

[2] De cultu feminarum I, 1-2.

[3] Crisóstomo, J.: Contra los que habitan con vírgenes 11.

[4] Mª Dolores Parra Martín. Mujer y concubinato en la sociedad romana. ANALES DE

DERECHO. Universidad de Murcia. Número 23. 2005. Págs.239-248

La mujer no enseñe

Mujer y Biblia (VII)

Una primera parte del análisis de las enseñanzas paulinas sobre la mujer en 1ª Timoteo 2:9-15.

1 de mayo de 2011

Como hemos venido señalando en los artículos anteriores, el contexto cultural, educativo y social

de cualquier época influye y moldea a sus individuos de una manera muy poderosa, sean

cristianos o no. También hicimos alusión a cómo muchas circunstancias que nos rodean, por

injustas que sean, sólo pueden ser asumidas mientras luchamos para cambiarlas, si es que

deseamos cambiarlas, claro. Un ejemplo de esto es cuando Pablo “acepta” y “regula” entre los

cristianos algo tan repudiable como la esclavitud (Efesios 6,5-9). El apóstol aborda el tema en

pos de un buen trato para los esclavos a sabiendas de que a los creyentes les será imposible

cambiar de inmediato todas las injusticias sociales de su tiempo, entre ellas el sistema esclavista.

No obstante, siglos más tarde serán precisamente creyentes quienes encabezarán movimientos

abolicionistas. Y aunque no es la esclavitud el tema que nos ocupa aquí, esta realidad nos sirve

para comprender mejor los porqués de algunas actitudes de Pablo con las mujeres. Cerrando el

asunto de la esclavitud, debemos entender que el apóstol está convencido de que lo mejor que les

podía pasar a muchos esclavos no era ser “libre” para saltar de la sartén al fuego y vivir de la

mendicidad sino tener un buen amo que los proteja y sustente con dignidad. Ante esto los

cristianos debían ser los mejores, por lo que sería un error confundir que Pablo acepta la

esclavitud y sus tristes consecuencias con que La Biblia apela a la esclavitud como algo

aconsejable o -mucho menos- como una institución de origen divino. La intención bíblica es

llevar la luz libertadora de Dios a toda injusticia social, algo que no sólo se pretendió hacer en

medio del sistema esclavista sino también con la marginación de las mujeres del siglo primero.

ENSEÑANZAS IMPARTIDA POR MUJERES: ¿PROBLEMA CONCRETO O

PRINCIPIO ATEMPORAL?

Dicho todo lo anterior abordamos ya el texto de 1ª de Timoteo 2:9-15 que centra esta reflexión:

“Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con

peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como

corresponde a mujeres que profesan piedad. La mujer aprenda en silencio, con toda

sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre,

sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue

engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión. Pero se salvará

engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia”. 1ª

Timoteo 2:9-15

Nos detenemos en el presente artículo en un primer aspecto a destacar: Aunque Pablo

normalmente no ofrece explicaciones históricas para justificar que un mandato dado por él es

Palabra de Dios, aquí sí apela a lo acontecido en el Edén para argumentar su decisión ¿Por qué lo

hace? ¿En qué consiste su argumentación para tratar de convencer a los creyentes de que las

mujeres supervisadas por Timoteo no deben enseñar? Veámoslo.

DEBIDO AL ORDEN DE LA CREACIÓN EVA NO PUDO APRENDER

El relato de Génesis 2:7-21 al que Pablo apela como razón es un despliegue de diferentes

instrucciones dadas por Dios a Adán sin que Eva estuviera presente, pues ni siquiera había sido

creada aún. E s un acontecimiento que ilustra perfectamente las fatales consecuencias de quien

pretende orientar o enseñar a otros desde la ignorancia y el atrevimiento, algo que

desgraciadamente tiene un claro paralelo con la situación general de las mujeres en tiempos de

Pablo , tal y como venimos viendo en toda esta serie.

No tendría demasiado sentido usar un mero orden cronológico de la creación biológica de cada

sexo para convencernos de que sólo Adán estaba llamado a enseñar a no ser que se pretenda

señalar la ausencia de formación, prudencia y conocimiento de Eva. No hay otra explicación para

una alusión cronológica, pues igualmente Pablo sabía que los animales fueron creados antes que

Adán sin que esto proveyese cualidad alguna para la enseñanza.

El apóstol no pide a los creyentes que acepten el argumento del orden de llegada de Adán y Eva

para ejercer la enseñanza como un misterio divino o un asunto de fe incomprensible. No. El

apóstol opta por un “porqué” al afirmar que Adán fue formado primero porque pretende que

aquellos cristianos “creados” y “formados” milenios después de Adán y Eva comprendan la

lógica de su mandato para que aquellas mujeres del siglo primero guarden silencio .

Seguramente él quería que todos entendiesen que la falta de adiestramiento, la ociosidad y el

atrevimiento de muchas mujeres de su tiempo causaba problemas y confusión cuando éstas

enseñaban o propagaban enseñanzas paganas entre los creyentes.

El sinsentido de un hipotético uso del mero orden formativo en el caso concreto de Adán y Eva

como explicación se hace aún más claro si tenemos en cuenta la obviedad de que muchas

mujeres del Nuevo Testamento habían sido biológicamente nacidas – o formadas- después de

Adán e incluso después de otros muchos hombres contemporáneos a ellas y que sin embargo no

estarían llamados a guardar silencio por ello. Lo mismo habría que decir de las mujeres “nacidas

–o formadas- espiritualmente de nuevo” en Cristo con su conversión antes que otros hombres

contemporáneos a ellas para darnos cuenta de que la formación biológica, e incluso la espiritual

de cada hombre y mujer no tiene por qué coincidir con el orden cronológico de la formación de

Adán y Eva. El orden en sí no era un argumento .

¿ADÁN NO FUE ENGAÑADO?

Aunque el apóstol aquí afirma que “ Adán no fue engañado ”, la Escritura muestra que

finalmente Adán sí fue engañado y culpable de incurrir en transgresión ( Génesis3:17 ). Esta

ligereza interpretativa de Pablo es una nueva evidencia de que el apóstol no pretendía exponer

dogmas ni principios espirituales perpetuos (un hecho que él mismo aclara por dos veces, tal y

como veremos en la siguiente entrega de esta reflexión). Su imprecisión acerca del engaño de

Adán refuerza la idea de que Pablo sólo quería señalar que la falta de conocimiento y un

adiestramiento serio deriva en engaño, razón por la que se centra en lo que le pasó a Eva y en

cómo ésta confundió posteriormente a Adán.

Stuart Park explica cómo “ en el segundo relato de la Creación ( Gn. 2:4-25 ), el hombre

(’adam), se «desdobla» en varón y hembra para formar una pareja que comparta el dominio, y

disfrute de un compañerismo mutuo. Ambos fueron creados a imagen y semejanza de Dios, y

ambos participaron en la tragedia de la Caída. Cuando Pablo habla, por tanto, del pecado de «un

hombre» ( Ro. 5:12-21 ), cabe pensar que se refiere no sólo al varón, sino al hombre genérico

(anthropos) Adán, ya que ambos, hombre y mujer, por su desobediencia y transgresión,

arrastraron a la raza humana a su destino. En el tercer relato ( Gn 5:1-2 ), el autor de Génesis

reafirma la identidad de Adán como varón y hembra : “Este es el libro de las generaciones de

Adán. El día en que creó Dios al hombre (’adam), a semejanza de Dios lo hizo. Varón y hembra

los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán , el día en que fueron creados [1]”

“TAMBIÉN EL VARÓN PROCEDE DE LA MUJER”

Toda esta interpretación que exponemos acerca de las intenciones de Pablo casa con sus palabras

en 1ª Corintios 11:11-12 (que ya vimos en anteriores entregas) cuando dice que “ en el Señor, ni

el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer procede del varón,

también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios ”.Ante los corintios Pablo pretende

zanjar el tema de “ la procedencia ” descartando un uso interesado del orden de creación de Adán

y Eva como argumento discriminatorio pues tras recordar que la mujer procede del hombre

afirma que “ también el varón nace de la mujer, y finalmente, ambos de Dios ” (vs. 12). La

procedencia del hombre y la mujer es mutua entre ellos y común respecto a Dios .

Además de lo visto, existen otros aspectos más esclarecedores aún en el texto de 1ª Timoteo 2, 9-

15 que muestran definitivamente que Pablo no tiene intención alguna de establecer un dogma

que niegue la labor de enseñanza para cualquier mujer cristiana de cualquier tiempo y lugar. Pero

esto lo veremos en la próxima entrega.

—————–

[1] S. Stuart Park. La figura de Eva en la eclesiología de Pablo. Revista Alétheia nº 37

MUJER Y BIBLIA (VIII)

La mujer no enseñe

Una primera parte del análisis de las enseñanzas paulinas sobre la mujer en 1ª Timoteo

2:9-15.

01 DE MAYO DE 2011

Como hemos venido señalando en los artículos anteriores, el contexto cultural, educativo y social

de cualquier época influye y moldea a sus individuos de una manera muy poderosa, sean

cristianos o no. También hicimos alusión a cómo muchas circunstancias que nos rodean, por

injustas que sean, sólo pueden ser asumidas mientras luchamos para cambiarlas, si es que

deseamos cambiarlas, claro. Un ejemplo de esto es cuando Pablo “acepta” y “regula” entre los

cristianos algo tan repudiable como la esclavitud (Efesios 6,5-9).

El apóstol aborda el tema en pos de un buen trato para los esclavos a sabiendas de que a los

creyentes les será imposible cambiar de inmediato todas las injusticias sociales de su tiempo,

entre ellas el sistema esclavista. No obstante, siglos más tarde serán precisamente creyentes

quienes encabezarán movimientos abolicionistas. Y aunque no es la esclavitud el tema que nos

ocupa aquí, esta realidad nos sirve para comprender mejor los porqués de algunas actitudes de

Pablo con las mujeres. Cerrando el asunto de la esclavitud, debemos entender que el apóstol está

convencido de que lo mejor que les podía pasar a muchos esclavos no era ser “libre” para saltar

de la sartén al fuego y vivir de la mendicidad sino tener un buen amo que los proteja y sustente

con dignidad. Ante esto los cristianos debían ser los mejores, por lo que sería un error confundir

que Pablo acepta la esclavitud y sus tristes consecuencias con que La Biblia apela a la esclavitud

como algo aconsejable o -mucho menos- como una institución de origen divino.

La intención bíblica es llevar la luz libertadora de Dios a toda injusticia social, algo que no sólo

se pretendió hacer en medio del sistema esclavista sino también con la marginación de las

mujeres del siglo primero.

ENSEÑANZAS IMPARTIDA POR MUJERES: ¿PROBLEMA CONCRETO O

PRINCIPIO ATEMPORAL?

Dicho todo lo anterior abordamos ya el texto de 1ª de Timoteo 2:9-15 que centra esta reflexión:

“Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con

peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como

corresponde a mujeres que profesan piedad. La mujer aprenda en silencio, con toda

sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino

estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue

engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión. Pero se salvará

engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia” (1ª Timoteo

2:9-15). Nos detenemos en el presente artículo en un primer aspecto a destacar: Aunque Pablo

normalmente no ofrece explicaciones históricas para justificar que un mandato dado por él es

Palabra de Dios, aquí sí apela a lo acontecido en el Edén para argumentar su decisión ¿Por qué lo

hace? ¿En qué consiste su argumentación para tratar de convencer a los creyentes de que las

mujeres supervisadas por Timoteo no deben enseñar? Veámoslo.

DEBIDO AL ORDEN DE LA CREACIÓN EVA NO PUDO APRENDER

El relato de Génesis 2:7-21 al que Pablo apela como razón es un despliegue de diferentes

instrucciones dadas por Dios a Adán sin que Eva estuviera presente, pues ni siquiera había sido

creada aún. Es un acontecimiento que ilustra perfectamente las fatales consecuencias de quien

pretende orientar o enseñar a otros desde la ignorancia y el atrevimiento, algo que

desgraciadamente tiene un claro paralelo con la situación general de las mujeres en tiempos de

Pablo, tal y como venimos viendo en toda esta serie. No tendría demasiado sentido usar un mero

orden cronológico de la creación biológica de cada sexo para convencernos de que sólo Adán

estaba llamado a enseñar a no ser que se pretenda señalar la ausencia de formación, prudencia y

conocimiento de Eva. No hay otra explicación para una alusión cronológica, pues igualmente

Pablo sabía que los animales fueron creados antes que Adán sin que esto proveyese cualidad

alguna para la enseñanza. El apóstol no pide a los creyentes que acepten el argumento del orden

de llegada de Adán y Eva para ejercer la enseñanza como un misterio divino o un asunto de fe

incomprensible. No. El apóstol opta por un “porqué” al afirmar que Adán fue formado primero

porque pretende que aquellos cristianos “creados” y “formados” milenios después de Adán y Eva

comprendan la lógica de su mandato para que aquellas mujeres del siglo primero guarden

silencio. Seguramente él quería que todos entendiesen que la falta de adiestramiento, la ociosidad

y el atrevimiento de muchas mujeres de su tiempo causaba problemas y confusión cuando éstas

enseñaban o propagaban enseñanzas paganas entre los creyentes. El sinsentido de un hipotético

uso del mero orden formativo en el caso concreto de Adán y Eva como explicación se hace aún

más claro si tenemos en cuenta la obviedad de que muchas mujeres del Nuevo Testamento

habían sido biológicamente nacidas –o formadas- después de Adán e incluso después de otros

muchos hombres contemporáneos a ellas y que sin embargo no estarían llamados a guardar

silencio por ello. Lo mismo habría que decir de las mujeres “nacidas–o formadas-

espiritualmente de nuevo” en Cristo con su conversión antes que otros hombres contemporáneos

a ellas para darnos cuenta de que la formación biológica, e incluso la espiritual de cada hombre y

mujer no tiene por qué coincidir con el orden cronológico de la formación de Adán y Eva. El

orden en sí no era un argumento.

¿ADÁN NO FUE ENGAÑADO?

Aunque el apóstol aquí afirma que “Adán no fue engañado”, la Escritura muestra que finalmente

Adán sí fue engañado y culpable de incurrir en transgresión (Génesis3:17). Esta ligereza

interpretativa de Pablo es una nueva evidencia de que el apóstol no pretendía exponer dogmas ni

principios espirituales perpetuos (un hecho que él mismo aclara por dos veces, tal y como

veremos en la siguiente entrega de esta reflexión). Su imprecisión acerca del engaño de Adán

refuerza la idea de que Pablo sólo quería señalar que la falta de conocimiento y un

adiestramiento serio deriva en engaño, razón por la que se centra en lo que le pasó a Eva y en

cómo ésta confundió posteriormente a Adán. Stuart Park explica cómo “en el segundo relato de

la Creación (Gn. 2:4-25), el hombre (’adam), se «desdobla» en varón y hembra para formar una

pareja que comparta el dominio, y disfrute de un compañerismo mutuo. Ambos fueron creados a

imagen y semejanza de Dios, y ambos participaron en la tragedia de la Caída. CuandoPablo

habla, por tanto, del pecado de «un hombre» (Ro. 5:12-21), cabe pensar que se refiere no sólo al

varón, sino al hombre genérico (anthropos) Adán, ya que ambos, hombre y mujer, por su

desobediencia y transgresión, arrastraron a la raza humana a su destino. En el tercer relato (Gn

5:1-2), el autor de Génesis reafirma la identidad de Adán como varón y hembra: “Este es el libro

de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al hombre (’adam), a semejanza de

Dios lo hizo. Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día

en que fueron creados [1]”

“TAMBIÉN EL VARÓN PROCEDE DE LA MUJER”

Toda esta interpretación que exponemos acerca de las intenciones de Pablo casa con sus palabras

en 1ª Corintios 11:11-12 (que ya vimos en anteriores entregas) cuando dice que “en el Señor, ni

el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer procede del

varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios”. Ante los corintios

Pablo pretende zanjar el tema de “la procedencia” descartando un uso interesado del orden de

creación de Adán y Eva como argumento discriminatorio pues tras recordar que la mujer procede

del hombre afirma que “también el varón nace de la mujer, y finalmente, ambos de Dios” (vs.

12). La procedencia del hombre y la mujer es mutua entre ellos y común respecto a Dios.

Además de lo visto, existen otros aspectos más esclarecedores aún en el texto de 1ª Timoteo 2, 9-

15 que muestran definitivamente que Pablo no tiene intención alguna de establecer un dogma

que niegue la labor de enseñanza para cualquier mujer cristiana de cualquier tiempo y lugar.

Pero esto lo veremos en la próxima entrega.

[1] S. Stuart Park. La figura de Eva en la eclesiología de Pablo. Revista Alétheia nº 37

Mujer y Biblia (IX)

La mujer que no enseñe (2)

En el análisis del artículo anterior vimos algunos elementos que muestran que en el texto de 1ª

Timoteo 2, 9-15 Pablo no pretende dar un mandato que niega la labor de enseñanza para

cualquier mujer cristiana de cualquier tiempo y lugar.

8 de mayo de 2011

En esta nueva entrega veremos otros aspectos esclarecedores y definitivos que avalan que Pablo

estaba tratando de ofrecer la solución menos mala a un convulso problema de su tiempo:

“QUIERO [YO]”. “NO PERMITO [YO]”. (vs. 8 y 12)

Pablo expone un doble énfasis usando la primera persona del singular en su argumentación:

Estas formas son “ [yo] quiero ” (vs.8) y “ no permito [yo] ” (vs. 12), evitando usar expresiones

categóricas como “ el Señor no permite”, tal y como hace en otras ocasiones.

Además, el término griego usado para “ permito” , “ cuando se usa el verbo traducido como

permitir (epitrepsein) en el Nuevo Testamento se refiere a un permiso específico en un contexto

específico (Mateo 8,21; Marcos 5,13; Juan 19,38; Hechos 21,39-40; 26,1; 27,3; 28,16; 1

Corintios 16,7; etc.). Además el uso del tiempo indicativo indica un contexto inmediato. La

traducción correcta por lo tanto, es: “De momento no permito“. (Spencer; Hugenberger). “He

decidido que por el momento las mujeres no deben enseñar o tener autoridad sobre los hombres”

(Redekop; véase también Payne)” [i] .

LA AMENAZA PAGANA : “MUCHAS MUJERES EN POS DE SATANÁS”

Como ya explicamos en otros artículos, los engaños que provenían de heréticas doctrinas y

visiones que atrevidamente impartirían mujeres amparadas por movimientos esotéricos era un

problema extendido y enormemente común en la emergente iglesia primitiva. El paganismo y el

incipiente gnosticismo golpeando la salud de las iglesias es el eje de preocupación de esta

primera carta a Timoteo (1,6; 4,7; 6, 20-21) como también lo es en la segunda epístola, pues en

el mundo del creciente protognosticismo la mujer era vista como especialmente favorecida para

trasmitir supuestos mensajes místicos que sólo eran patrañas.

Ya vimos que esta tesis es defendida por numerosos eruditos bíblicos y que los diccionarios

bíblicos sobre el Nuevo Testamento citan y desarrollan el problema esotérico con frecuencia. El

historiador César Vidal en su obra sobre el gnosticismo primitivo afirma que “la gnosis había

hecho especialmente estragos entre el elemento femenino de las mujeres cristianas […] En el

caso de la congregación efesia de la que se ocupaba Timoteo el estado de infiltración había

terminado por resultar especialmente preocupante. En palabras de Pablo, de estas mujeres

“algunas se habían apartado en pos de Satanás” (1ª Timoteo 5, 15), e incluso otras iban “de

casa en casa” con fines proselitistas. Tan fuerte había llegado a ser el problema, que Pablo optó

por recomendar a Timoteo que se opusiera a que hubiera mujeres desempeñando ministerios de

enseñanza (1ª Timoteo 2, 11-12) […] Si la ofensiva gnóstica se había infiltrado así entre las

mujeres, sería más prudente impedir a estas que enseñaran [ii] ”.

Había un problema concreto con muchas mujeres y era necesario tomar una decisión urgente al

respecto. Y como ocurre a menudo en la vida, la decisión tomada por Pablo fue la que él

consideró como la menos mala, pero no como un propósito justo ni perfecto que emana desde el

corazón de Dios para la mujer.

Esta forma de afrontar injusticias la vemos frecuentemente en Jesús, como cuando arremete

contra el lanzamiento de piedras hacia la mujer adúltera por parte de hombres que se

consideraban “muy bíblicos” (Juan 8, 1-11), literalistas y religiosos, pues ciertamente el

apedreamiento era una terrible práctica recogida claramente en el Antiguo Testamento como

castigo para las adúlteras (Levítico 20,10) . Menos mal que Jesús tenía claro que aquello

recogido en Las Escrituras era igualmente algo indeseable y coyuntural que necesitaba superarse

con urgencia mediante la práctica del amor, la justicia y la misericordia. Salvando las distancias

con aquel hecho, entendemos que hoy nos equivocaríamos de nuevo si apartamos los ojos de

Jesús en cuanto a no discernir que estamos ante una indeseable solución circunstancial dada por

Pablo respecto al ejercicio de los dones de enseñanza dado por Dios a las mujeres. Pablo no

afirma que el problema de Eva fuese simplemente ser mujer, pues ese “pero” que él añade en su

explicación tiene la intención de que se comprenda que haber sido “formada después” dio como

consecuencia que Eva “fuera engañada”. Por tanto, el engaño generado por la ignorancia era el

epicentro del problema y no el sexo o el ADN.

¿CITAR EL GÉNESIS CONVIERTE UN MANDATO EN ATEMPORAL Y DESEABLE

POR PARTE DE DIOS?

Algunos comentaristas insisten en que si Pablo cita el Génesis es porque el asunto va más allá de

la circunstancia cultural y atañe al corazón del evangelio, pero debemos ser prudentes con esta

conclusión. Primeramente porque estamos viendo que en el texto de 1ª Timoteo 2 (también al

cotejarlo con otros escritos paulinos) encontramos argumentos que invitan a entender que

estamos ante mandatos circunstanciales a pesar de que Pablo mencione el Antiguo Testamento.

Citar el Génesis como una ilustración que ayuda a los cristianos contemporáneos de Pablo a

entender un problema que ellos tenían no tiene por qué hacer de lo referido un dogma de raíz

atemporal. No hay ninguna norma bíblica que obligue a esto y la misma Biblia nos muestra que a

menudo esto no es así. Basta ver como Jesús a menudo citaba La Ley de Moisés como algo dado

por Dios sin que esto la hiciese vigente y atemporal para los cristianos sino todo lo contrario.

En una ocasión Jesús se transfigura milagrosamente junto a Elías (Lucas 9, 28-36), el profeta que

siglos antes hizo descender fuego del cielo para consumir a sus enemigos (2ª Reyes 1, 10-14).

Cristo cita después la destrucción mediante combustión celestial de Sodoma y Gomorra (Lucas

17, 26-33) para ilustrar y argumentar un anuncio profético. Sin embargo, y a pesar de estas

alusiones al fuego divino sobre los enemigos en el Antiguo Testamento, Jesús se sorprende y se

molesta profundamente cuando Jacobo y Juan pretenden que esto se repita en su tiempo: “Señor,

¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?

Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: ¡Vosotros no sabéis de qué espíritu sois!

¡Porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para

salvarlas! ” (Lucas 9, 54-56).

Como vemos, Cristo mismo da cuenta de que citar el Antiguo Testamento no siempre equivale a

que las indeseables circunstancias mencionadas sean para nosotros algo maravilloso, perseguible

o válido para todo tiempo, ya sea mandar fuego contra los enemigos, apedrear adúlteras o la

maldición del enseñoramiento sobre las mujeres vaticinado en El Edén. Todo depende del

propósito con el que en el Nuevo Testamento se cite el Antiguo o cualquier otro libro.

Recordemos, por ejemplo, que Judas cita como referente unas escrituras que ni siquiera son del

Antiguo Testamento (v. 14) como es El libro de Enoc. Con todo, dicha alusión no convierte

aquel escrito en canónico ni de obligado cumplimiento. Cada relato en cuestión nos ofrece sus

claves y creemos, por tanto, que un inflexible y errado proceder hermenéutico es en gran parte el

causante de que muchos creyentes entiendan hoy la apelación al Edén de Pablo como una

pretensión divina para que en las congregaciones callen las mujeres de cualquier circunstancia y

tiempo. En este caso vemos que hay suficientes claves bíblicas, textuales e históricas que

armonizan entre sí y que nos llevan a la tesis del mandato coyuntural.

Pero los argumentos a favor de la pertinencia circunstancial del mandato no acaban aquí.

Sigamos viendo un poco más:

“… [LA MUJER QUE HA DE GUARDAR SILENCIO] SE SALVARÁ ENGENDRANDO

HIJOS” (VS. 15)

Al igual que hoy vemos, y especialmente en el ámbito rural o en contextos menos desarrollados,

la falta de instrucción formal se desarrolla con mayor frecuencia entre mujeres que han sido

educadas para casarse y ser madres como objetivo único en la vida. Pero… ¿Se condenará

eternamente la mujer que no tenga hijos tal y como parece decir el texto? ¿Cómo se

compatibiliza esta afirmación de Pablo con su defensa y ánimo para la soltería en otros textos

suyos? : “ A los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo [soltero]” (1ª

Corintios 7, 8). “ El soltero tiene cuidado de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor;

pero el casado tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer ” (1ª

Corintios 7, 32-33). “ El que la da en casamiento hace bien, y el que no la da en casamiento

hace mejor ” (vs. 38).

Pablo defiende la soltería, pero tal y como aclara en su carta está ahora especialmente

preocupado por el revuelo causado por muchas viudas jóvenes supervisadas por Timoteo que ya

mencionamos, pues éstas“ han quebrantado su primera fe ”, estando, “ no solamente ociosas,

sino también chismosas y entremetidas, hablando lo que no debieran ”, razón por la que “ quiero

[yo], pues, que las viudas jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen su casa; que no den al

adversario ninguna ocasión de maledicencia. Porque ya algunas se han apartado en pos de

Satanás” (1ª Timoteo 5, 11-15).

Hoy en nuestras iglesias son muy pocas las viudas jóvenes que viven ociosas, provenientes de

religiones paganas y ajenas al contenido de Las Santas Escrituras así como a toda formación

como ocurría por entonces. Aquel sistema familiar y social así como la consideración de la mujer

como mera propiedad no tiene nada que ver con nuestro contexto por lo que prohibir hoy a toda

mujer en nuestra iglesia que ejerza la enseñanza porque como Eva “fue engañada” y porque “ ha

quebrantado la primera fe y se rebela contra Cristo yendo en pos de Satanás” por “estar ociosa” ,

no es optar por “sana doctrina” sino un dislate mayúsculo sacado de lugar, realidad e intención

bíblica. Cotejando otros textos de Pablo en los que aconseja no casarse, queda claro –otra vez-

que estamos ante un problema circunstancial. Una vez más, la Biblia se responde a sí misma y

nos da claves para diferenciar lo eterno de lo circunstancial.

Por otro lado, debería resultarnos obvio que la palabra “salvación” (sozo) no tiene aquí una

acepción soteriológica sino que es un llamado de Pablo para que las mencionadas mujeres

ociosas que están causando líos se planteen una vida alternativa enfocada en ser madres en lugar

de levantarse como chismosas o maestras de perdición. La palabra griega para salvación, además

de referirse a la salvación o justificación eterna, también significa preservación y permite el uso

apuntando aquí como una práctica que protege del pecado. Que Pablo afirme que la vía de

escape para la esposa en silencio sea “salvarse engendrando hijos” expone de forma concluyente

que Pablo está dando una recomendación personal a quienes no tenían una actitud edificante y

que no estaban preparadas para otra cosa que no fuese ser madres, algo que, dicho sea de paso,

no es una ocupación menor que la de enseñar entre los cristianos. Esta relegación total de la

mujer no sólo era una tendencia social pues las normas jurídicas romanas ya destinaban a la

mujer al matrimonio y al hogar [iii], algo que se solía consumarse a partir de los 12 años de edad

o incluso antes.

En fin, que no faltan argumentos a favor de la intención coyuntural de este mandato para que las

mujeres guarden silencio como un mal menor para problemas propios de aquella situación ¿O

acaso hoy un pastor no abordaría los problemas circunstanciales de los que tuviese conocimiento

si escribiese una carta a su congregación?

El dominio del hombre sobre la mujer vaticinado en el Edén a Adán y Eva es el anuncio de una

maldición, de unas terribles consecuencias que habrían de venir pero que no son un propósito

divino que debamos perseguir. “A la mujer dijo [Dios]: Multiplicaré en gran manera los

dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él

se enseñoreará de ti ” (Génesis 3, 16). Si lo vemos de modo, no sólo habría que enseñorearse

de las esposas sino también –y me permito una medio broma- fomentar partos dolorosos, quizás

pinchando en los pies a la parturienta, y así ser parte de un supuesto espléndido plan divino a

favor las mujeres… un sinsentido.

MUJERES QUE SÍ ENSEÑAN

Otra de las razones que nos llevan a defender toda esta interpretación es que si llegamos a una

conclusión diferente, 1ª Timoteo 2 estaría en contradicción con otros párrafos de la Escritura

(incluyendo los del corpus paulino) en los que se elogia a mujeres que sí enseñan, lideran o

predican. Es el caso de Priscila, Débora o Junia, entre otras de las que ya hablamos. Estas son

mujeres que, a diferencia de Eva, “formada después” e ignorante de las directrices dadas a Adán,

sí estarían llamadas por Dios, formadas y capacitadas para una enseñanza constructiva y

edificante, tal y como algunas hacen (Hechos 18, 26). Aunque por las razones ya expuestas estas

mujeres maestras son minoría, basta con ver que las hay para fortalecer las tesis aquí vertidas

acerca de 1ª de Timoteo 2, 9-15.

CONTRA LO EFÍMERO Y LA OSTENTACIÓN

Este es un texto que también constata una tendencia de mujeres que cultivan en exceso su

imagen externa. Y aunque esto es algo en lo que incurren tanto mujeres como hombres de

cualquier tiempo no es difícil imaginar que en una época en la que la mujer era poco más que un

objeto sexual cuidar su aspecto físico no sólo les otorgaba identidad sino también prevención

contra el despiadado repudio matrimonial y el abandono. En otras palabras: Cuanto más atractiva

sea más posibilidades de vivir mejor o al menos de sobrevivir. Sin embargo, era de esperar que

en Cristo estos temores se disipasen y que no se hiciera de la ostentación una filosofía de vida. Y

es que una lectura dogmática del texto nos pondría en la tesitura de tener que examinar en

nuestras congregaciones si el broche que la hermana lleva en el pelo es en realidad de oro o de

imitación (vs. 9) para asegurarnos de que su adorno se ajusta al “propósito de Dios” con ella ¿Y

el pastor de la iglesia puede llevar un traje de 10.000 euros? Parece claro que el fondo de estas

palabras no son los quilates de oro en sí sino las prioridades, la mesura, el testimonio y –en

definitiva- la actitud de corazón. Llegados a este punto entendemos que el no discernir entre

coyunturas concretas y principios eternos que la propia Biblia aclara sólo va a producir

contradicciones y legalismos religiosos ajenos a la intención liberadora de La Escritura, algo que

Jesús combatió con contundencia.

TRAS TODO ESTO… ¿REALMENTE SE ESTABA MANDANDO CALLAR A LAS

ESPOSAS?

Como último apunte, y aunque durante todo el análisis de 1ª Timoteo 2, 9-15 hemos dado por

supuesto que el mandato de “guardar silencio” equivale a que las mujeres permanezcan sin

hablar nada, Stuart Park hace un aporte exegético que avala que a las mujeres corintias no se les

mandó estar necesariamente calladas sino más bien en mantenerse en una buena actitud : “ La

mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. La palabra traducida «en silencio» aquí, es el

adjetivo hesuchios, que se refiere a «quietud», o «tranquilidad» (en 1 Ti 2:2, «reposadamente») .

Según W. E. Vine, se trata de una quietud interior, que no causa molestia a los demás, y que no

sufre molestia ajena. En 1 P. 3:4 describe un espíritu «apacible», caracterizado por la

mansedumbre. En 2 Tes. 3:12, Pablo exhorta a los hermanos a trabajar con hesuchía,

«sosegadamente», (no en silencio, es evidente). En Hch. 22:2 hesuchía se refiere al callamiento

de una multitud. El sustantivo sigé, por contraste, se emplea para indicar «silencio» en el sentido

de «ausencia total de sonido» (ver Hch. 21:40; Ap. 8:1). La «sujeción», por su parte, debe formar

parte del carácter de todo creyente, según la relación o circunstancia en la que se encuentre, y

define su relación con Cristo (ver 2 Co. 9:13) [iv] . ”

Además, si decidimos apostar por una postura literalista, universal e inflexible acerca de este

mandato para guardar silencio deberíamos también plantearnos el prohibir a las mujeres cantar

himnos o profetizar durante los cultos (1ª Co. 11, 5), tal y como sí que hacían las mujeres del

Nuevo Testamento.

-------------

[i] http://www.womenpriests.org/sp/scriptur/timothy.asp

[ii] César Vidal Manzanares. Los Orígenes de la Nueva Era. Grupo Nelson. 2010. p. 106-107. El

autor es Cum Laude en Historia por la UNED con la tesis El judeo-cristianismo palestino en el

siglo I; De Pentecostés a Jamnia. Trotta, 1995. César Vidal es conocedor de 16 idiomas, entre

ellos griego, copto o hebreo y ha traducido manuscritos gnósticos desde Oriente próximo para su

libro Los Orígenes de la Nueva Era , publicado originalmente en 1996 para la editorial Caribe

bajo el título En las raíces de La Nueva Era.

[iii] Papiano: “In multis iuris nostris articulis deterior est conditio feminarum Quam

masculorum” .

[iv] S. Stuart Park. La figura de Eva en la eclesiología de Pablo . Revista Alétheia nº 37

Mujer y Biblia (X)

Mujer y Biblia: conclusión

Unos pocos artículos no es un espacio suficiente para desarrollar como se merece este asunto.

15 de mayo de 2011

Pero hemos podido asomarnos a la consideración bíblica de la mujer para comprobar que el

evangelio se había constituido en un extraño oasis de dignidad y consideración en cuanto al trato

de dignidad dado a la mujer.

Hemos visto como la comparación, enormemente dispar, del relato de Adán y Eva con las

cosmogonías antiguas más influyentes o con los relatos grecorromanos más extendidos en el

siglo primero dan cuenta de la actitud favorecedora que el Dios bíblico mostraría desde el

principio de los tiempos hacia el llamado sexo débil.

Es cierto que las cartas del apóstol Pablo aparentan ser misóginas desde un acercamiento

superficial realizado desde el Occidente del siglo XXI. Sin embargo, en un análisis

contextualizado más somero hemos comprobado que sus escritos defendían la dignidad de la

mujer como pocos se atrevieron. Hasta tal punto fue así que a muchos hombres cristianos del

siglo primero no les sería fácil asumir las nuevas actitudes de consideración y amor hacia sus

esposas tal que Pablo preconizaba, un aspecto igualitario que chocaba de bruces con los modelos

sociales ¡y legales! de su tiempo. Por desgracia, el dominante machismo de la sociedad

grecorromana y la inevitable tendencia hacia el mal de quienes ostentan dominio nublaría la

visión de renombrados cristianos y Padres de la iglesia en los siglos siguientes a Cristo. Debido a

un cúmulo de circunstancias injustas, temores diversos y finalmente por causa de la condición

pecadora del hombre, muchos cristianos de influencia siguieron viendo a las mujeres como entes

execrables y perversos, una consideración que era totalmente ajena a la enseñanza de Cristo. Qué

duda cabe que esta lamentablemente cosmovisión teológica ejerció su influencia en el desarrollo

posterior del cristianismo y que tampoco la Reforma del siglo XVI centraría su atención en la

dignificación de la mujer. Esto ha hecho que mucha de esta injustica teológica contra la mujer y

los dones que Dios le da sigua acompañándonos hasta nuestros días.

Pero la revolución bíblica tuvo su cenit con Cristo. Desde entonces los cristianos hemos sido

llamados a seguir las enseñanzas de Jesús y a tratar de superar las costumbres sociales que no

concuerden con el evangelio revelado, pues “¿qué compañerismo tiene la justicia con la

injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ” ( 2ª Corintios 6:14 ). Por esta razón

los aspectos transgresores mostrados por Cristo a favor de las mujeres deben ser tomados como

un inflexible punto de partida para que cada generación de creyentes desarrolle aún más la

responsable labor de traer más y más luz, dignidad y justicia a todo ser.

Si no lo hiciéramos así, recibiríamos el filamento incandescente de la luz de Cristo a la vez que

incurriríamos en el contradictorio error de decirle “ no ” a cualquier tentativa de invento y

desarrollo derivados de esta semilla eléctrica que se nos ha entregado. Seguiríamos pasando

hambre y frío sentados frente a la tenue luz de una sencilla bombilla empeñándonos en no tener

nevera y olvidándonos de quien anunciaba que, por la gracia de Dios, todo “ el que en mí cree,

las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará ” ( Juan 14:12 ). Si

continuamos desarrollando el espíritu liberador sembrado por Jesús que en parte continuó Pablo,

podemos soñar con que en esta imperfecta tierra cada vez habrá menos oposición y sufrimiento

en la Iglesia para todo aquél que en el mundo ha sido discriminado. Las mujeres y hombres de

Dios están llamados a ocupar el lugar para el que cada uno ha llamado sin atender a razones de

raza, clase social, sexo o nacionalidad, pues “ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni

libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús ” ( Gálatas

3:28 ). Cristo nos ha hecho, tanto a hombres y mujeres “reyes y sacerdotes para Dios ” (

Apocalipsis 1:6 ), “ linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por

Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz

admirable” ( 1ª Pedro 2:9 ). Vivimos en los “postreros días” anunciados por Joel en los que

Dios dice: “Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas

profetizarán […] Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días

Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán ” ( Hechos 2:17 y 18 ).

Que la cultura occidental sea, con diferencia, el contexto en el que la mujer esté hoy más

dignificada y respetada tiene mucho que ver –como hemos visto en esta serie de artículos- con el

legado del evangelio de Jesucristo. Y es que “Roma no reconoció nunca la influencia ejercida

por la mujer, este reconocimiento, realmente se producirá en el cristianismo”. [1] Aplicar un

estilo de vida heredado de la sociedad postindustrial del siglo XIX o de la Roma del siglo I para

revestirlo de supuesta enseñanza bíblica y justificar así un abusivo dominio masculino es un

error. Por eso sería una triste paradoja que la Iglesia fuera hacia atrás respecto al mundo en estos

legados en pos de la mujer que no son ni feminismo políticamente correcto ni teología liberal

sino un legado netamente evangélico que por milenios ha tratado de pisotearse por la serpiente y

por el pecado humano. Es evidente que el cristiano debe defender el inmovilismo de todos los

principios bíblicos, pero la injusticia surge cuando arraigadas tradiciones milenarias dificultan el

continuo reto reformista de la revelación liberadora del Espíritu. Debemos discernís los tiempos

y aquello que es circunstancial, externo y que golpea al viejo hombre como el nefasto

enseñoramiento de la mujer vaticinado en la maldición del Edén (Génesis 3:16).

ACCIÓN DE AMOR, NO DE DOLOR

En un debate televisivo hablaban acerca de la pornografía y de la apertura a la libertad sexual

tras la dictadura de Franco en España. Una de las chicas, actriz porno, afirmaba con orgullo que

“como en aquella época nos reprimieron, ahora nos toca a nosotros desfogarnos”. Sus palabras y

tono evidenciaban un estado más de revancha y malestar que la alegre vivencia de una supuesta

libertad conquistada. Sin embargo, hay diferencia entre una acción liberadora sustentada en el

perdón y una contrarreacción dolorosa cargada de amargura.

La mujer está llamada por Dios a que no sea el rencor sino el amor y la verdad lo que propulse la

búsqueda de su libertad y los propósitos a los que Dios le ha llamado de forma particular.

Gracias a Dios, Cristo trae un Reino de justicia y de paz, un Reino sobrenatural en el que todos

estamos llamados a “ someternos los unos a los otros ” ( Efesios 5:21 ) pues en Cristo “ todos

somos sacerdotes ” ( Apocalipsis 1:6 ) para ser parte de la regeneración del Espíritu, bendecir y

crecer sin más límites que los que Dios disponga, pues “ si alguno está en Cristo, nueva criatura

es; las cosas viejas pasaron; y he aquí todas son hechas nuevas ” ( 2 Corintios 5:17 ).

NOTA DE LA REDACCIÓN:

Existe una respuesta a esta serie, con una perspectiva diferente, de Amable Morales, en el blog

de “Temas de debate” con el título de “Biblia, hombre y mujer”.

[1] Mª Dolores Parra Martín. Mujer y concubinato en la sociedad romana. ANALES DE

DERECHO. Universidad de Murcia. Número 23. 2005. Pág. 241