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Page 1: MOISÉS FRANCISCO MARCANO SALAZAR · petición del autor Moisés Francisco Marcano Salazar, de escribir el prólogo de “El Guamache de mis Calendas”, obra donde pretende mostrar
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MOISÉS FRANCISCO MARCANO SALAZAR

EL GUAMACHE DE MIS

CALENDAS

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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DEDICATORIA

Este libro está dedicado al pueblo de El

Guamache, Parroquia Barales, Municipio

Tubores del Estado Nueva Esparta,

especialmente a:

La memoria de Juan Pablo Gómez y María

de Jesús Marcano de Gómez.

Mi esposa Francia Margarita; mis hijos

Joaquín Roberto, Moisés Paúl, Francia

Isabel y Alberto Eduardo; mis nueras Rocío

y Carolina; mi yerno Gerardo y mis nietos

Eduardo Moisés, Andrea, Andreina y

Sabrina

Mi adorada María Gonzalina de Marval

Mis maestros, fuentes de inspiración:

Feliciano Hernández y Ventura Bello de

Marcano

Mis viejitos cariñosos: Mingocha, Geña,

Pipía, Toto, Urbana, Yaya, Mingo Ñingue,

Polo, Manogapo, Paela, Bella, Eutimio,

Chilo, Mercedes, Ina, Ventura, Babeto,

Justa, Beyayo, Estefanía, Buena, Juanchito,

Toya, Chu Caya, Pachicha, Morocha, Laco,

Cruz María, Chalía y Yango. Así con sus

apelativos, tal cual los conocí.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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AGRADECIMIENTO

Este trabajo surge por la inquietud que siempre he

tenido de contar las vivencias de mi paso por la vida

y una de ellas es la estadía en El Guamache, pueblo

de gente hermosa y sencilla a quien quiero

agradecer su cariño inmenso, fuente de mi

inspiración. Muy temprano comprendí que la

humildad y el cariño de su gente influyeron

enormemente en mi conducta y proceder.

Cada vez que compartía la historia de mi vivir en

ese pueblo, con mi querido hermano el profesor

Freddy Díaz Díaz; él, con tanto cariño y atención,

cada vez que escuchaba mis relatos, insistía en que

debía escribirlos y dejar un legado a ese terruño.

Por esa razón tengo que agradecerle su insistencia

en motivarme a escribir El Guamache de mis

calendas.

Agradezco al Ingeniero Alberto Eduardo Marcano

Díaz el diseño de la portada.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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PRÓLOGO

Con gran honor y gratísima satisfacción recibo la

petición del autor Moisés Francisco Marcano

Salazar, de escribir el prólogo de “El Guamache de

mis Calendas”, obra donde pretende mostrar sus

mejores recuerdos durante el tiempo de las vivencias

de su infancia y adolescencia en ese pueblo

establecido en la hermosa bahía El Guamache, en

nuestra bella isla de Margarita.

Existen diferentes maneras de acercarnos al tiempo

que ya pasó: a través de los recuerdos y a través de

los vestigios dejados por la actividad humana; es

decir, las fuentes históricas. Todos guardamos en

nuestros recuerdos y en las cosas que producimos o

acumulamos, la memoria del tiempo. Los álbumes

de fotografías, las cartas, los recuerdos de momentos

especiales, las grabaciones y todo lo que

preservamos de la destrucción nos ayuda a recuperar

el tiempo pasado. Sin embargo, nunca

recuperaremos una imagen estática del pasado,

porque nuestro presente siempre determinará la

forma que le damos a los sucesos del tiempo que ya

pasó.

Eclesiastés, uno de los libros de la Biblia, nos relata

que en este mundo todo tiene su tiempo y todo lo

que hay debajo del cielo pasa en el término que se

ha prescrito. Un tiempo para nacer y un tiempo para

morir, un tiempo para plantar y un tiempo para

arrancar lo plantado. Un tiempo para destruir y un

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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tiempo para construir. Un tiempo para el amor y un

tiempo para el odio. Un momento para callar y un

momento para hablar. Moisés consideró que llegó el

tiempo para escribir sus recuerdos de El Guamache;

donde nos relata en su narración costumbrista

muchos de los hechos vividos en ese tiempo que la

vida le asignó, para que compartiera con toda esa

bella gente trabajadora y digna de esa comunidad.

Nos instruye el autor sobre la historia y el origen del

nombre de este pueblo, muestra las labores de sus

habitantes en el trabajo de la mar y de la tierra, nos

da luces sobre la economía incipiente durante la

segunda mitad del siglo XX, cuenta sobre cómo eran

los servicios públicos, las costumbres mas

destacadas de su gente y los personajes que

identifican esta población margariteña.

Quienes tengan la oportunidad de conocer la obra,

van a disfrutar de hermosos momentos que los

trasladarán a aquellos tiempos y cerrarán la lectura

con un bello poema que recoge la metáfora del amor

entre botes.

Freddy E. Díaz Díaz.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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RASGOS

Los pueblos son entes que tienen un lugar, un

tiempo y un nombre que los identifica, el cual puede

permanecer durante muchos años o cambiar de

acuerdo a las circunstancias. Al pueblo se le define

como un conjunto de personas de un lugar, país o

región. Sin embargo, el pueblo también es un

conglomerado de personas que viven una época y

ocupan un espacio cultivando sus artes, costumbres

y creencias. Por esa razón, cuando emigramos y

después de algún tiempo regresamos al mismo

terruño, nos sentimos extraños con la sensación de

que ese no es nuestro pueblo. Hasta cierto punto es

otro, porque hay gente nueva, con costumbres

diferentes y desconocida en su mayoría. Son los

hijos y nietos de nuestros amigos y amigas, además

de los forasteros que visitan y se quedan.

Por eso intento narrar los momentos que durante

veinte y tres años continuos viví con tanta intensidad

y satisfacción en El Guamache, ese pueblo que

desde 1946 hasta 1969 y aún en esta época ha

luchado en este suelo hermoso y fascinante. Son mis

vivencias y recuerdos de aquel caserío humilde,

sencillo y de gente tan buena, con la cual disfruté

momentos maravillosos contemplando la playa y el

mar y también soportando los momentos ingratos

cuando la vida se nos volvía dificultosa.

Por esas razones, El Guamache de mis calendas es la

presencia y el recuerdo de mi etapa juvenil. Conviví

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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las experiencias, virtudes, deficiencias, dificultades,

aciertos y desaciertos de su gente, durante la

juventud de mi vida.

Nací en El Tuey y me trajeron a este pueblo cuando

apenas tenía dos años de edad. Amo a El Guamache

porque allí viví los años más preciosos de mi

mocedad, al lado de su gente amable que siempre

me dio cariño, amor y fraternidad. Sencillamente

soy guamachero de crianza y tueyero de nacimiento,

así lo percibo y así lo vivo.

En aquella época éramos un pueblo apacible, seguro

y hasta bucólico, donde niños y adultos

disfrutábamos las arenas de la playa, las aguas del

mar Caribe, las veredas y montes del matorral

xerófilo y las agrestes salinas que nos brindaban sus

aplanados y salobres suelos, sus azules aguas

represadas y su olor a fango yodado. En contraste,

actualmente el pueblo es más moderno, exhibe sus

calles asfaltadas, un caserío mas desarrollado con

categoría de parroquia y un muelle de movimiento

internacional; pero también es más violento e

inseguro, influenciado tal vez por una tras-

culturización desmedida. No por eso ha dejado de

ser un pueblo especial que sigue teniendo su

encanto.

Su gente, la inmensidad del mar, el cielo azul

siempre despejado y la preciosa ensenada hacen de

él un sitio acogedor. Su encanto radica en que

simplemente es mi pueblo, donde crecí sanamente y

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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sin perjuicios, con mis amigos estudiantes y

pescadores, correteando por sus playas, jugando en

sus salinas y estremeciendo los guamaches para que

dejaran caer sus sabrosas bayas que luego

degustábamos, sin importarnos la inclemencia del

sol que hacía brotar el sudor mugriento que corría

por nuestras mejillas.

En aquellos tiempos cuando las piraguas, trespuños,

balandras y botes con velas o motores fuera de

borda afanosamente navegaban por el mar de los

guaiqueríes, yo era un niño muy feliz contemplando

aquellas escenas. Esas azules e inmensas aguas

salpicadas por copos blanquecinos que vagaban

hacia el horizonte comenzaban a sentir el rugir de la

nueva tecnología. Habían llegado los motores

Johnson, máquinas que deleitaban los oídos de los

marineros y los que quedábamos en tierra, con el

eco musical de sus escapes que horadaban el

silencio de las alboradas.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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NUESTRA HISTORIA

La población de este caserío tiene su origen en la

mezcla de indios Guaiqueríes y europeos llegados

durante la conquista española. Por su cercanía a la

isla de Cubagua donde estuvo asentada la ciudad de

Nueva Cádiz; antes y después del maremoto que

asoló a esa isla, muchos de sus habitantes se

establecieron en las costas de Margarita y por

supuesto en el puerto Los Barales, puerta de entrada

hacia los valles donde había fuentes de agua y

terrenos fértiles para la cría de animales y cultivo de

plantas.

Durante el período al cual se refiere este relato, las

familias establecidas en este lugar eran: Bello,

Gómez, Hernández, Jaspe, León, Marcano, Marval,

Mata, Moreno, Rodríguez, Romero, Salazar,

Villarroel; siendo Marval, Hernández, León y

Salazar los de mayor antigüedad y cantidad.

Según nuestra historia patria contada por el Doctor

Francisco Javier Yánes, encontramos que: “… el 17

de julio de 1817, el General español Pablo Morillo,

desde su Cuartel General de Las Barales, pedía la

rendición incondicional de las fuerzas patriotas de

Margarita, al mando del General Francisco Esteban

Gómez, quien se encontraba para el momento, en su

Cuartel General de Sabana Grande. Por supuesto

que la flota de guerra estaba anclada en el puerto”.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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Dice el Dr. Yánez en su Historia de Margarita lo

siguiente: “Este General español se presentó en el

puerto de Guamache el 14 de julio con 22 velas, y

luego que fue avistado dispuso el benemérito

General Francisco Esteban Gómez que marchasen

nuestras tropas a contenerlo en las costas de

Sotavento. El enemigo en número de 3.000 hombres

desembarcó en las alturas de las Cuicas y

Bancolargo, y el benemérito jefe de estado mayor

Coronel Joaquín Maneyro le sostuvo una dura

acción con 400 infantes y 500 caballos forzándole a

permanecer en las playas y cerro de la Vela sin

atreverse a registrar el campo de batalla. Aterrado

Morillo con este ensayo envió un parlamentario el

17 ofreciendo perdón y haciendo promesas

lisonjeras que fueron altamente despreciadas. En

este encuentro murieron tres oficiales subalternos, y

fue herido el jefe del estado mayor de la caballería

Celedonio Tubores: Siete muertos y veinte heridos

tuvo la tropa, después de haber peleado con un valor

distinguido y la pérdida del enemigo fue

considerable. (Sabana Grande, 18 de julio)”.

Celedonio Tubores era natural de Pedregales y en su

honor se le asignó su nombre al municipio Tubores,

del estado Nueva Esparta, al cual pertenece la

parroquia Barales.

Es de observar que el Dr. Yánes habla del “Cuartel

General de Las Barales”, refiriéndose a un sitio

específico del territorio y esto coincide con un punto

donde conocimos la casa de lo que fue un hato de

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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chivos llamado Las Barales. También nombra “el

puerto de Guamache”, que según otros autores

anteriormente se le conocía como “Puerto Baral”.

El término Baral o Barales es un buen punto de

discusión e interesante indagar cuál fue la razón de

asignarle este nombre a ese puerto. Es posible que

sea en honor al nombre o apellido de algún

personaje, pero al no haber referencias de esto en la

historia de Margarita, es fácil descartar esta opción.

Tal vez sea un error ortográfico al escribir Baral o

Barales en vez de Varar, Varal o Varales; ya que

éstos dos últimos términos tienen más identificación

con el lugar debido a que un varal es una armazón

de cañas, varas o palos que sirven como saladeros

para tender al aire libre carnes o pescados, y en esa

playa estas armazones eran muy comunes. Según el

Diccionario de la Real Academia de la Lengua

Española, el término varar se define como: la acción

de sacar a la playa y poner en seco una

embarcación, para resguardarla de la resaca o de

los golpes del mar, o también para carenarla. La

playa que actualmente conocemos como El

Guamache siempre fue un lugar apropiado para el

varadero de embarcaciones, por la pasividad de sus

aguas y las condiciones favorables de la topografía

de su bahía. Yo me inclino por decir que la correcta

denominación del puerto El Guamache era Puerto

Varales y por ende el nombre de la parroquia ha de

ser Los Varales y no Los Barales.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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Durante el período que abarca este relato la gente

siempre identificó con el nombre de El Guamache al

pueblo, caserío, puerto, bahía, punta y ahora al

muelle internacional. Una vez que la población fue

ascendida a la categoría de Parroquia se le asignó

oficialmente el nombre de Barales.

Tomando en consideración las naturales diferencias

que durante el progreso de los pueblos van

ocurriendo a medida que avanza el tiempo, éste

período de apenas veintitrés años, se caracterizó por

una serie de adelantos notables en lo referente a la

sociedad y cultura de este pueblo. Podemos decir

con certeza que se perfeccionaron los sistemas de

pesca, en cuanto a la utilización de artes modernas,

como la concha cromada en los anzuelos

sustituyendo la canilla de chivo y el reemplazo del

guaral de algodón por la fibra de nylon. Mejoraron

los sistemas de navegación con la introducción de

motores centrales diesel y embarcaciones mejor

dotadas y seguras.

La formación académica fue más allá de segundo

grado de educación primaria con la creación de la

Escuela Estadal Graduada El Guamache, la cual le

permitió a la juventud cursar estudios hasta sexto

grado. El asfaltado de la calle principal y la carretera

que conduce a la autopista Juan Bautista Arismendi,

fue el elemento esencial que nos permitió

comunicarnos de manera expedita con otros

pueblos, hecho que trajo como consecuencia cierto

desarrollo técnico y cultural. En este período

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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comienza a transformarse la vivienda. La casa de

bahareque, adobes, tejas y pisos de tierra es

sustituida por la casa con bloques de cemento,

techos de asbesto, zinc y platabanda, pisos de

cemento, mosaico y cerámica.

En el aspecto espiritual, el respeto y culto a los

difuntos se localiza con la construcción del

cementerio y la iglesia de Nuestra Señora del

Rosario. Para la época aún quedaban algunos rasgos

del mantuanismo colonial ya que las damas usaban

faldas, blusas, zapatos y velos negros para asistir a

los sepelios, velorios y funerales.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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EL ORIGEN DE SU NOMBRE

Muchos lugares del Estado Nueva Esparta tienen

nombres botánicos basados en la abundancia de

alguna planta que crece en su territorio,

principalmente cuando se trata de árboles o arbustos

reconocidos por la población. En algunos casos se

refiere a la presencia de alguno de ellos en la playa u

otro lugar de mucha concurrencia.

Los margariteños identificaron a muchas de sus

playas con el nombre de la planta o grupo de ellas

que se destacaban en ese lugar. Así tenemos por

ejemplo: la playa o el pueblo donde está el

manglillo, manzanillo, mangle, yaque, guayacán,

maguey, maco, tunal, robledal y el guamache; los

robles, cocos, algodones y las cuicas.

El nombre que identifica a nuestro pueblo, playa,

bahía, puerto internacional y punta tiene su origen

en una planta conocida en el oriente venezolano con

el nombre de guamache, perteneciente a la familia

de las Cactáceas. En Lara y Falcón se le conoce

como supí o supire y en los llanos venezolanos

como bleo, guamacho, guamachito y palo de puerco

espín.

Los naturalistas identifican a esta planta con el

nombre científico de Pereskia guamacho. Es la única

que en la familia de los cardones y tunas tiene porte

de árbol y puede medir de 3 a 8 metros de altura. Su

tronco es de color marrón grisáceo, cubierto por

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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espinas gruesas en forma de corona, de la cual brota

una resina amarillenta y cristalina. Sus ramas

presentan hojas simples, alternas, suculentas y casi

ovaladas, las cuales se convierten en espinas cuando

el verano arrecia. Flores diurnas de color amarillo

brillante. Frutos globosos sin espinas, verde

anaranjados y comestibles, con muchas semillas

negras. Esta planta se puede propagar por medio de

estacas. Con sus frutos agridulces se pueden hacer

mermeladas y otros dulces. En la medicina se usa la

decocción de sus hojas para disolver y expulsar

cálculos renales, además de servir para lavados

oculares en conjuntivitis purulenta. Su resina se

utilizaba para pegar las envolturas o capas de los

tabacos.

Este árbol puede utilizarse en el ornamento de

plazas, jardines, calles y avenidas en aquellos

lugares de escasas lluvias. Anteriormente nuestro

caserío estaba rodeado de una vegetación xerófila

muy abundante donde destacaban estas pereskias

que nos brindaban sus hermosas flores en la

primavera, de donde emergían las agridulces

frutillas degustadas por muchachos, aves y caprinos.

En la playa hubo algunos ejemplares de este árbol

que es emblema de nuestro pueblo. A los que

nacieron en este caserío y también a los “navegaos”

que crecimos y vivimos en él nos llaman

“Guamacheros”, gentilicio que llevamos con orgullo

y humildad. Pero gramaticalmente nuestro gentilicio

correcto y apropiado es “Guamachense”.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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Nosotros llevamos almacenado en nuestros

pulmones el aire que siempre nos ha obsequiado la

brisa marina, la esperanza del mástil que se aleja de

la playa, la fortaleza del esbelto cactus, el apego a la

tierra que nos da el salitre de la salina y la bondad

que nos legó la raza Guiaiquerí mezclada con la

hidalguía que nos trajo el español.

Este pueblo nunca se caracterizó por el

establecimiento de diferencias sociales que le

complicaran la vida, sin embargo; existen varias

denominaciones hasta cierto punto jocosas, que nos

identifican:

Guamachero Autóctono: persona que nació en El

Guamache y todavía vive aquí.

Guamachero Emigrante: persona que nació en El

Guamache, se fue a otro lugar y jamás regresó.

Guamachero Navegao Inmigrante: persona que

nació en otro lugar, vino a establecerse en El

Guamache y todavía vive aquí.

Guamachero Navegao Emigrante: persona que nació

en otro pueblo, vivió en El Guamache durante varios

años y luego se fue a otro lugar.

Guamachero Emigrante Recalado: persona que

nació en El Guamache, se fue durante varios años a

otro lugar y regresó para quedarse.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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La utilización del término navegao es utilizado aquí

como una expresión del lenguaje coloquial, pero

debemos aclarar, especialmente a los niños que lo

correcto es utilizar el término navegado.

La población de El Guamache debe promover una

campaña con el fin de sembrar este árbol en sus

calles, caminos, parques, plazas y en la playa,

además de designarlo oficialmente como el árbol

emblema de la parroquia. La escuela, los dirigentes

y especialmente los niños deben convertirse en

promotores de acciones de este tipo.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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EL CASERÍO

Para esa época, el caserío no contaba con más de

120 casas y una población que no rebasaba los 600

habitantes. El acceso y salida del pueblo se hacía por

un camino escabroso que serpenteando entre el

matorral espinoso, subía hacia el cerro de la Vela y

continuaba hacia Las Cuicas, con dirección noreste.

Hacia el este podíamos comunicarnos con Punta de

Mangle, atravesando una inmensa salina que iba

bordeando el monte y la laguna del manglar. Por el

oeste teníamos acceso hacia Punta de Piedras

caminando por salinas y pasando por Las Casitas,

Los Cuartos, Punta de la Garza y Pueblo Nuevo.

Cuando las salinas estaban llenas solíamos caminar

por la playa atravesando el caño de Punta de la

Garza, llamado también caño del Dr. Crisci, que en

la mayoría de los casos presentaba una gran fuerza

en su corriente, difícil de ser retada por los

transeúntes pequeños. Varias salinas se interponían

entre la playa y el monte.

Sin que tuviéramos algunos límites definidos

hablábamos de El Guamache de allá Arriba, el de

allá Abajo, el de allá Atrás y la Punta. El rancho

como vivienda no existía en el pueblo. El concepto

que teníamos de rancho era un tarantín generalmente

ubicado en la playa donde se guardaban algunos

enseres, sin mucha seguridad, porque la gente era

tan honrada y honesta que si veían algo mal puesto

lo recogían y le avisaban a su dueño para que lo

protegiera de la intemperie. No había policías y

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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tampoco los necesitábamos porque nos cuidábamos

unos a otros. Las personas mayores de edad eran los

guardianes de la juventud y sus armas eran el

consejo, la persuasión y el regaño si era necesario,

sin importar que fuera familiar o no, porque el

respeto era un valor fundamental. Si alguna vez se

presentaba una dificultad entre los vecinos se

dirimía en la Comisaría de Punta de Piedras.

La mayor parte del pueblo estaba conformado por

casas separadas, cuya comunicación interna se

hacía a través de veredas bordeadas por retamas,

cardones, tunas, cujíes, guamaches y otras especies

del monte espinoso. La zona más o menos

concentrada era su calle principal que en todo su

largor se acomodaba en la orilla del mar, como

guardiana de la bahía. Eran dos hileras de casas

discontinuas, una con sus frentes mirando al mar y

la otra con sus fondos aledaños a la playa.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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LABORES DE MAR Y TIERRA

La principal actividad de este pueblo siempre fue la

pesca de carite y otras especies marinas y en

segundo lugar la captura de madreperlas con sistema

de arrastre. Pero, la gente que permanecía en el

pueblo, especialmente los hombres mayores y las

mujeres se dedicó a la cría de chivos, caza de

iguanas y cultivo de patillas y melones en pequeños

conucos. Muy nombrados fueron los conucos de

Margarito, Chiveo, Barbarita, Geña y Mingocha;

además de los corrales de chivo que mantenían

Geña, Minga, Urbana, Cacha, Barbarita, Manijú,

Andrea, Sotera y Simona.

También fueron buenos artesanos dedicados a la

elaboración de tabacos, cabuyas, dulces, atarrayas,

carpintería de ribera y especialmente el dominio de

la navegación y la marinería en general.

Su condición de excelentes marineros y navegantes

los llevó a surcar los mares de varios continentes en

piraguas, goletas, yates, balandras, pequeños botes

motorizados, barcos de la marina mercante y de la

industria petrolera. Los marinos guamacheros

siempre estuvieron orientados por el norte franco

que les señala la brújula de sus corazones, guiados

por el lucero que los conduce hacia puertos seguros,

bajo las nubes que tapizan el cielo con su tul

engalanado. El mar profundo nunca les hizo mella,

aún estremecidos por el viento, porque su temple les

hacía agarrarse de las jarcias con manos férreas y

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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encallecidas y la vista puesta en el horizonte oteando

el chubasco que se avecinaba.

La brisa siempre ha sido la compañera que acaricia

sus rostros marchitados por el salitre. La bruma les

despierta el ímpetu de continuar erguidos sobre la

cubierta, en su afán de conquistar el mar

desconocido, solamente acompañados por las

rápidas espumas, la sal acumulada en sus labios y el

ave peregrina que revolotea escuchando su lamento

de polo, galerón y jota margariteña.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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LA COSECHA DE LAS PERLAS

Una de las razones por las cuales se despertó el

interés de los españoles para llevar a cabo la

conquista de la zona oriental de Venezuela, es sin

lugar a dudas, la riqueza de los ostrales que se

desarrollaron en el mar Caribe, específicamente en

los alrededores de Cubagua, Coche y Margarita.

Las perlas cosechadas en ese sector reflejan en su

brillantez las almas de aquellos indios y negros que

indefensos y bajo amenaza, fueron obligados a

penetrar las entrañas del mar para recoger las ostras

y satisfacer la codicia de los bárbaros españoles que

nunca tuvieron piedad de ellos. Dice Francisco

Javier Yanes, en su Historia de Margarita: “...por

cuya razón los españoles establecidos en la Isla de

Cubagua en 1509, para arreglar esta rica pesquería,

trasladaron su colonia a la Margarita en 1524.”

Podemos concluir entonces, que estando la bahía de

El Guamache al frente de Cubagua, los pobladores

de esa isla han debido ejercer una gran influencia en

el desarrollo de este pueblo. De ellos quizás

aprendieron nuestros antepasados el arte de la pesca

de perlas y otras especies.

Ya en nuestra época pudimos conocer a lo largo de

la playa, varias enramadas donde se abrían las

conchas para extraerles las perlas que eran bien

cotizadas en el comercio local y nacional. Al lado de

dichas enramadas iban creciendo promontorios de

conchas que llegaron a alcanzar alturas hasta de tres

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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metros, las cuales servían para alfombrar los patios

de casas y caminos y también como centro de juegos

para los niños del lugar. Lanzarse desde las cúspides

de estos cerros, montado en un carapacho de tortuga

siempre fue una experiencia maravillosa. También

aprovechábamos sus moluscos (tripas de perla) para

consumirlas guisadas o simplemente sancochadas

con el agua del mar. Las enramadas más conocidas

fueron las de Tomás Manuel Bello, Adelaido

Marval, Paulino Salazar, Pedro Hernández y León

Ramón Hernández.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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LA DULCERÍA

Qué muchacho de nuestra época no recuerda los

dulces de Geña, elaborados con tanta gracia y tanto

amor en aquel enorme caldero negro de hollín por

fuera y nacarado por dentro; montado sobre tres

piedras que posaban sobre el fogón de bahareque,

donde atizaba la leña de cují, guatacare y hachos

secos. Como olvidar el recorrido de la paleta de

madera sostenida por sus hacendosas manos cuando

danzaba dentro del caldero agitando el melado.

Aquel caldero caliente con la mezcla de chaco

burbujeante que al poco rato se convertía en

conservas igualmente sabrosas cuando las hacía con

azúcar o papelón. Que precisión tan exacta tenía

para decidir el momento de bajar el caldero porque

había logrado el punto. Irresistibles eran los turrones

de coco rayado con papelón. El melcoche, esa miel

de papelón que cuando estaba bien concentrada y

caliente la echaba en agua fría, empezaba a sobarla

y estirarla varias veces hasta que quedara correosa,

para luego dividirla en pequeños trozos elásticos y

sabrosos como la miel de guanota. El majarete,

postre que elaboraba preferiblemente con la masa de

maíz piriteño, leche de coco, papelón y su punto de

anís y canela. Calientito y acabado de hacer era muy

sabroso porque conservaba su fluidez; sin embargo,

cuando se enfriaba se convertía en una pasta sólida

cambiando solamente de aspecto, ya que nunca

perdía su sabor y aroma.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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Las torrejas que hacía Carolina eran grandes y

exquisitas galletas, delgadas y deformes con

burbujas de diferentes tamaños. Las elaboraba con

harina de trigo, huevo y azúcar espolvoreada. Eran

crujientes como la reseca hojarasca y sabrosas como

el almíbar de los dioses.

Los turrones y las conservas de chaco que hacían

Anita y Simona, eran tan deliciosas como las de

Geña, pero tal vez más oscuras por la calidad del

papelón. Geña era más selectiva a la hora de

escogerlo y prefería el golfeño, por ser más blanco y

meloso.

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LA GASTRONOMÍA

Nunca fuimos un pueblo con una gastronomía

basada en ingredientes exóticos ni regida por

recetarios sofisticados. El sancocho, guisado, frito y

asado siempre fueron las formas más utilizadas para

preparar los platos de nuestra cocina aprovechando

los pescados, mariscos, y tortugas que el mar nos

proveía y las iguanas, conejos, pollos, gallinas y

chivos que nos traían del campo en las maras de

Pacha y María del Valle.

Los condimentos eran escasos, pero una iguana

guisada por Geña, con un poquito de cebollín

cultivado por ella en los peroles de su jardín, algún

grano de ajo y un poco de cebolla traídos de

ultramar, unas gotitas de aceite con achiote para

darle color y su acertada sazón, siempre fue un plato

preferido por ser delicioso y espectacular. Algunas

personas sentían cierta predilección por la iguana

que preparaban Mingocha y Felipa, quizás porque le

cargaban un poco el punto de dulzor. Otros

aseguraban que la mejor, la preparaba María

Desideria, la popular Bella. Decían que era tan

sabrosa, que esa fue la razón por la cual cayó

Eutimio rendido ante sus pies y no pudo resistir la

tentación de llevarla ante el altar, para asegurar por

siempre el plato que le había cautivado.

Geña era especial preparando una tortuga guisada,

tanto, que ni el famoso restaurante Nueva Esparta,

de Porlamar, podía competir con ella. Le ponía un

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punto de papelón y vino Pasita que solo su ingenio

podía calcular. Ahora, también es justo reconocer

que al momento de preparar un frito de carey, con

Bayiyo se acabó el carburo; aunque algunos

comensales preferían el de Babeto, porque según

ellos, tenía una sazón que hacía resaltar la manteca

del quelonio.

El complemento ideal para cualquier guisado

siempre ha sido el funche, preferiblemente hecho

con harina de maíz pilado, aceite y sal, pero sin

chiros. Cualquiera otra combinación es pura

fantasía, salvo que sea una arepa también de maíz

pilado y asada en un aripo con leña de yaque o

mangle seco.

La especialidad de Cecilio “Chilo” Marval era el

consomé de lisa fresca, con agua de teja, una pizca

de sal, unos granitos de ajo, algo de cebolla y un

final de ají dulce, para luego bajar el canarín y

disfrutar del caldo bajo el soplo de la brisa marinera

y al ritmo de las olas en el ocaso de una tarde

atarrayada.

Irresistible era también el asopado de arroz que

hacía Machú, con el conejo salado que traía Pacha

desde el caserío Orinoco. Más sabrosa aún era la

asadura de cochino guisada, acompañada con una

arepa de maíz pilado, moldeada por las manos de

Cruz María Guevara y asada en un budare fabricado

en El Cercado.

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LA TABAQUERÍA

Urbana Velásquez vino desde Los Millanes para

casarse con Víctor Marval y crear una familia que se

desarrolló a expensas de la pesca y la fabricación de

tabacos. Él fue un empresario guamachero dedicado

a la pesquería, arte que aprendió de sus ancestros.

Ella, una mujer emprendedora que estableció la

única fabrica de tabacos que haya existido en el

Guamache.

Producía tabacos y calillas para abastecer la

demanda de la población, la provisión de los

pescadores y atender las necesidades de los pueblos

circunvecinos. Las hojas de tabaco que utilizaba

eran traídas por Pánfilo Salazar, experto navegante

que se surtía en las costas de Tierra Firme.

Trabajaba con dos variedades de hojas. Utilizaba la

de tabaco Negro para elaborar la tripa y la

envoltura. La otra podía ser de la variedad Virginia

o Burley con la cual se elaboraba la capa. Para la

preparación de la tripa, separaba las nervaduras de

las hojas y los pedazos de limbo que obtenía, los

cortaba en pequeñas fibras para el relleno del tabaco

o la calilla. Luego tomaba piezas de limbos más o

menos grandes para enrollar la tripa. Posteriormente

utilizaba una pieza de Virginia o Burley, cuya hoja

era más fina, de mejor color y calidad, para cubrir el

tabaco y darle una buena presentación. Pegaba la

orilla de la capa con una pega que hacía con la

resina del guamache. Finalmente cortaba las puntas

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con un cuchillo filoso y los empacaba para la venta

al mayor.

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EL BURRO SACA CABUYA

Cuando la navegación se hacía con embarcaciones

de vela, la necesidad de utilizar las cabuyas, quizás

era superior a la de hoy. Se utilizaban en las velas,

vergas, mástiles, artes de pesca, remolques, anclajes

y otros menesteres. Conseguir las más apropiadas

para cada actividad no era tan fácil. Los materiales

eran escasos y muchas veces los marinos tenían que

elaborarlas utilizando pita de henequén, cocuiza y

sisal. Las cuerdas de cabuya eran las más utilizadas

en esa época porque todavía no se contaba con las

fibras sintéticas. Los cabos o cabuyas gruesas usadas

para fondear embarcaciones y realizar operaciones

de mucho peso eran las más difíciles de encontrar

en el mercado.

Para elaborar las cabuyas se utilizaba un artefacto

denominado Burro saca cabuya. En el pueblo había

varios, uno de ellos era de Don Leopoldo Salazar. El

procedimiento consistía en amarrar tres hilos de

cabuya en un madero enterrado en el suelo, estos se

extendían a lo largo de la salina hasta una distancia

considerable, dependiendo de la longitud del mecate

que se quería fabricar. Los otros extremos de los

hilos se introducían en el burro, una especie de carro

formado por dos palos en forma de T, con una rueda

de madera en cada extremo, el cual sostenía otro

palo vertical con tres huecos por donde se

introducían los hilos y con una manivela se iban

torciendo. A medida que los hilos de pita se iban

trenzando, la cabuya tomaba forma y tensaba el

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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carro que se movía lentamente en dirección del

madero enterrado.

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LA CRUZ DEL GUATACARE

Así como en varios lugares de Venezuela se

conmemora el velorio de Cruz de Mayo desde hace

más de tres siglos, en El Guamache también se tiene

una semblanza de ella en la Cruz del Guatacare. Se

le llama así porque reposa bajo la sombra de un

hermoso guatacare, quien le obsequia con sus

blancas y perfumadas flores la fragancia del espíritu

de la esperanza y el amor a Dios. Está acuñada con

un promontorio de piedras que reposan en su pié a la

vera del camino que surca el matorral ralo y

espinoso. En su humilde recinto recibe a todos

aquellos que van a pagarle las promesas que

hicieron en algún momento de desesperanza, cuando

invocando su protección, solicitaron un favor o un

milagro.

Dicen que Fabiana Cedeño fue la persona que

colocó la cruz en ese lugar, aunque existen otras

versiones que no han sido verificadas. Tampoco se

conoce la fecha de su colocación. Lo cierto es que la

Cruz del Guatacare fue la primera manifestación

iconográfica de algún símbolo de la fe cristiana en

esta población.

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LOS ESCASOS SERVICIOS PÚBLICOS

EL RESGUARDO

En la casa del señor Pascual Hernández y luego en

la casa de Bonifacia Marval, funcionó durante

muchos años el Resguardo, que era una oficina

responsable de la guarda y custodia del puerto, con

el fin de controlar el contrabando y cuidar el orden

de las operaciones que se registraban en la entrada y

salida de las embarcaciones. El Resguardo disponía

de agentes denominados Celadores, los cuales

hacían su recorrido habitual por el pueblo y la playa,

además de estar pendientes del movimiento que

ocurría en el puerto y el comportamiento de la

población. Este organismo oficial llevaba control de

las licencias de patrones y capitanes, rol de la

marinería, origen y destino de los buques,

mercadería que se transportaba y otras actividades

propias del cabotaje. Por el puerto de El Guamache

se exportaban vainas de dividivi, pescado salado,

cueros de chivos y ovejos y frutos. Se importaba

maíz, nepe, tabaco, cerveza, refrescos, sacos, pita y

víveres.

Sus funciones cesaron una vez que sus competencias

fueron asignadas al comando de la Guardia Nacional

que operaba en Punta de Piedras.

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LA ESCUELA

La primera escuela que conocí en el pueblo,

funcionaba en la casa de la señora Petra Marval,

ubicada en la calle principal, justamente frente al

yaque de Cruz María. A ella asistí esporádicamente

como oyente, debido a que no contaba con la edad

reglamentaria para ser alumno regular.

Luego construyeron un local donde se cursaba

primero y segundo grados de educación primaria

siendo Venturita Bello una de sus maestras. Fui su

alumno, la recuerdo con mucho cariño. Era blanca

como la espuma del mar que nos rodeaba, como

cristales de lapislázuli vagaban sus ojos en su

mirada cadenciosa, su carácter fuerte con visos de

amabilidad y comprensión invitaban a amarla y

seguir sus enseñanzas. Tenía un gran dominio de la

metodología pedagógica, la cual le permitía

desenvolverse con gran facilidad y dominio para

instruir y formar los alumnos de los dos grados que

funcionaban en el mismo horario y en el mismo

salón. Enseñaba lectura, escritura y rudimentos de

aritmética, ciencias e historia, además de buenos

hábitos y conducta, demostrando así una gran

habilidad docente y buen dominio del conocimiento.

A partir de ahí, los alumnos que querían continuar

su educación primaria, tenían que asistir a la escuela

de Punta de Piedras, para cursar estudios desde

tercero hasta sexto grado.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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A partir del 15 de Septiembre de 1958 inició sus

actividades la Escuela Estadal Graduada El

Guamache, que posteriormente llevaría el nombre

“José Vicente Marcano”, ubicada en la casa del

señor Juan Pablo Gómez, donde se podía estudiar

desde primero hasta sexto grado. Su primer Director

fue el excelente maestro Feliciano “Pilicho”

Hernández, quien ejercía al mismo tiempo la

función de maestro en los grados quinto y sexto, los

cuales funcionaban en el mismo salón. Elsa

Hernández, Isolina Marcano, Teresita Salazar y

Adelina Villarroel eran las maestras de los otros

grados.

Los primeros egresados de sexto grado en el año

1959 fueron Asunción Salazar Marval, Oly Bello

Hernández, Enrique Salazar, Pedro Roberto

Marcano y Moisés Marcano Salazar.

En mi anecdotario vivido durante el sexto grado en

dicha escuela, recuerdo una clase de Historia

Universal, donde Pilicho explicó que en la antigua

Roma existieron unos gemelos llamados Rómulo y

Remo los cuales fueron amamantados por una loba y

encontrados en el monte por un pastor llamado

Fáustulo; posteriormente Rómulo fue Rey de Roma

y mató a Remo por haber invadido sus predios. Para

comprobar los conocimientos adquiridos, el maestro

le preguntó a Enrique:

_ ¿Cómo se llamaba el pastor que recogió a Rómulo

y a Remo?

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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Enrique se puso de pie, pensó un rato sin

desanimarse, como buscando la respuesta correcta

de algo que estaba seguro. Ruborizado y decidido, le

respondió:

_ Maestro, no recuerdo el nombre exacto, pero

puedo decirle que es muy parecido al nombre de la

tía de Edelmira.

Efectivamente, Edelmira estudiaba quinto grado y

su tía se llamaba Fausta. Pilicho retrocedió, soltó su

risa entrecortada y jacarandosa, entrecruzó los dedos

de sus manos, estiró los brazos hacia adelante y

consultó con nosotros, qué tal nos parecía la

respuesta de Enrique. Todos respondimos al unísono

que estaba bien y así lo consideró el maestro.

Enseguida nos contó que algo parecido le había

sucedido, cuando asistió como jurado a un examen

final en la escuela de Boca de Río y le preguntó a un

alumno de cuarto grado, que cómo se llamaba el

“Defensor y Protector de los indios de Venezuela”.

El niño le respondió: _ Maestro, no recuerdo el

nombre porque es muy largo, pero si sé, que es un

cabeza pelá (pelada) que aparece en las primeras

páginas de la Historia de Venezuela del Hermano

Nectario María. Pilicho le respondió: _ ¡Correcto!

Se llamaba Don Fray Bartolomé de las Casas.

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LA COMUNICACIÓN TELEFÓNICA

El primer teléfono del pueblo se instaló en la casa

vieja de Juan Pablo Gómez y fue él quien se encargó

de traer los postes, cables y demás materiales para

hacer la intercomunicación con la línea de Punta de

Piedras. Era un aparato negro compuesto por una

caja adosada a una pared, con una bocina en el

frente de la caja, la cual recibía la voz del emisor.

En uno de sus lados, una horquilla basculante

sostenía el auricular, que desplegado y colocado en

su oído recibía la respuesta del receptor; en el otro

lado había una manivela que al ser accionada servía

para establecer la comunicación. Varias muchachas

vecinas aprendieron a operar ese teléfono, entre

ellas: Bella, Justa, Chalía, Chalina y Felipa Marval

quienes colaboraban con Machú durante las

comunicaciones.

Posteriormente, durante el gobierno del General

Marcos Evangelista Pérez Jiménez, colocaron una

pequeña oficina telefónica, en la casa de Doña

Presenta Salazar. Al caer la dictadura, la principal

actividad revolucionaria hecha por la democracia

fue trasladar la oficina a la casa de Rosalía Marval.

Después la trasladaron a la casa de María Gonzalina,

donde estuvo muchos años hasta que instalaron el

primer teléfono monedero, con tecnología moderna,

frente a la casa de Gualberto Marval. Ese sector

siempre fue el centro telefónico del pueblo.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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Esta oficina contaba con una consola telefónica que

permitía las comunicaciones con la oficina central.

Allí mismo funcionaba la oficina de telégrafo. En

sus comunicaciones cotidianas era muy simpático

escuchar la conversación de Chalina cuando

intentaba comunicarse con otra persona a través del

teléfono.

-¡Aló, aló! ¿Punta de Piedras? ¡Ay mujer,

comunícame con Los Bagres! ¡Aló, aló¡ ¿Los

Bagres? Comunícame con El Espinal. Te paso El

Espinal – le respondían de Los Bagres _ ¡Aló, aló!,

¿El Espinal? pásame con San Juan – volvía a

suplicar Chalina _ ¡Aló, aló! ¿Rosita? Es María

Gonzalina, mijita, por favor comunícame con Juan

Griego.

Así pasaban las horas de esta noble mujer tratando

de lograr una comunicación con otro pueblo

mientras que el solicitante esperaba pacientemente

que ella le dijera ahí tienes a fulano, habla. Muchas

veces después de intentar todas esas peripecias, el

resultado era frustrante cuando la persona que

solicitaba la llamada, solamente se limitaba a decirle

a su interlocutor: _ Te llamé para saber cómo están

por allá.

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EL ABASTECIMIENTO DE AGUA

Si alguien sabe lo que es pasar sed, somos las

personas que otrora vivimos en este pueblo. No

había acueducto, llovía poco y las fuentes de agua

potable estaban demasiado lejos. El agua siempre

fue una de nuestras calamidades. La comida no nos

preocupaba tanto porque el mar nos proveía de lo

necesario, en cambio el agua siempre fue un

elemento que siempre añoramos.

Anteriormente nos abastecíamos de pozos que se

construían para represar el agua que corría por las

quebradas, cuando Dios se apiadaba de nosotros y

enviaba las lluvias. Jamás olvidaremos a Pozo

Blanco, Pozo Nuevo, Bum Bum, pozo de Chiveo,

pozo de Manijú, pozo de María Blanca y el de

Petra. Hasta ellos iba la gente a abastecerse de agua

color de tierra, apartando el berro y las algas que

crecían lozanas en el fondo y la superficie.

Compartíamos el agua con los animales domésticos

y silvestres. Si en esas aguas se bañaban los

animales, para nosotros era normal y nos hacíamos

los desentendidos, porque lo más importante era

calmar la sed, asearnos y hacer las labores del hogar

que ameritaban el uso del preciado líquido.

Esporádicamente el gobierno del estado nos surtía

con un camión cisterna que venía desde La

Asunción y lo conducía Jesús Rodríguez. Se

estacionaba bajo el yaque de Cruz María Marval.

Previamente se hacía una cola de peroles que

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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marcaban el orden de llegada y el día que aparecía el

camión, el pueblo estallaba en alegría y jolgorio. Ese

día era para nosotros, más importante que las fiestas

patronales de la virgen de Las Mercedes, porque

disponíamos de agua limpia y no teníamos que ir a

los pozos durante los días que durara el agua.

Después instalaron unas pilas comunitarias, donde la

mayoría de las veces lo más que salía por dichos

surtidores era aire; sin embargo, mejoró un poco el

abastecimiento de agua. Las identificábamos con el

nombre de la persona cuya casa estaba más cerca de

ella. Recuerdo las pilas de Eduvigis, Florentina, y

Chente. Más tarde construyeron unos tanques

comunes, los cuales eran llenados con camiones

cisterna más modernos, tal vez porque el bombeo

del agua por las tuberías que conectaban a las pilas

con el dique de San Juan, se dificultaba. Después

que el Presidente Rómulo Betancourt inauguró el

acueducto submarino, conectado con el dique de

Guatamare, hubo que esperar otro tiempo para que

lo conectaran con el de San Juan. Mucho tiempo

después instalaron el acueducto que conocemos hoy.

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EL ALUMBRADO

Nuestra población se alumbraba inicialmente con

mechurrios, lámparas de carburo, kerosén y

gasolina. Todo dependía de la situación económica

de cada familia. Aquellas que tenían posibilidades

de comprar una lámpara que funcionara con

gasolina blanca y proveerse además de las mantillas

necesarias, indiscutiblemente podían disfrutar de

noches mejor alumbradas y por supuesto, aumentar

sus horas luz durante sus actividades.

Ya muy entrado el siglo XX instalaron una planta

eléctrica en Punta de Piedras la cual nos suministró

electricidad durante muchos años. Su operador se

llamaba José Ramón, quien se ganó el mote de “El

Plantero”, quien además de prestar el servicio y

mantener en buenas condiciones a dicho aparato,

también recibía los improperios que lanzaban los

usuarios cada vez que fallaba el suministro eléctrico

o bajaba la intensidad de la luz.

Cuando la luz amenazaba con apagarse y las

bombillas parecían yemas de huevos colgando de las

pantallas en forma de sombrero de dama antañona,

surgía el nombre de Cotea, la esposa de José

Ramón. Los niños y niñas aglomerados bajo la luz

de cada poste jugaban la candelita, el policía librado,

doñana, la cinta, el pargo, el fusilado y otros juegos,

pero al percatarse de la deficiencia de la luz y para

evitar que se fuera, apelaban a la superstición de

colocarse un dedo dentro del ombligo y entonar a

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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coro ¡El maruto de Cotea, el maruto de Cotea! Si

regresaba con cierta intensidad, formaban una

algarabía para demostrar su satisfacción, de lo

contrario, no quedaba mas remedio que esperar un

rato y luego retirarse a dormir hasta otra

oportunidad.

La energía eléctrica suministrada por la empresa

CADAFE, nos llegó con los inicios de la

democracia. La luz del poste también servía para

estudiar, realizar las tareas escolares y alumbrar la

mirada de las parejas que abrigaban en sus

corazones, algún amor furtivo.

Adolfo Rojas era el funcionario de la Jefatura de

Punta de Piedras, encargado de cobrar el servicio de

la luz. Entre veredas y salinas caminaba

constantemente este digno señor con su maletín de

cuero a cuestas, lleno de recibos y facturas de cobro.

Algunos pagaban, otros se limitaban a responderle

con vehemencia: otro día será, porque la pesca ha

estado muy mala y los realitos no alcanzan. Era tan

comprensivo que no se alteraba. Conocía las

penurias de su gente. De todas maneras, en esa

época no cortaban la luz por morosidad. Es que en

muchas casas no había más que una bombilla.

Debido al deficiente voltaje de la energía eléctrica

pública, Juan Pablo Gómez se vio en la necesidad de

instalar una planta diesel marca White, para su

consumo interno y operar sus aparatos de cine,

rockola, neveras y luces necesarias para su empresa.

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EL DISPENSARIO

Enfermarse era otra calamidad del pueblo y cuando

a alguien le sucedía, tenía cuatro opciones para

escoger: confiar en la buena voluntad de las viejitas

facultas y aceptar un remedio casero, esperar el día

de consulta médica en el dispensario, ir a la Botica

de Darío Carrasquel para que le recetara y vendiera

un medicamento o madrugar con el fin de conseguir

una ficha en la medicatura de Punta de Piedras, para

que el Dr. Crisci lo diagnosticara y su enfermero

Bianki aplicara una inyección si el caso lo

ameritaba. Si el caso era grave había que ir al

hospital Dr. Luis Ortega de Porlamar, después de

vencer la odisea del traslado.

Cuando el problema era odontológico no había mas

remedio que solicitar la ayuda de Rubén, dentista

que venía de Porlamar una vez en la semana y

atendía en la misma medicatura. No arreglaba

dientes, simplemente los eliminaba cuando estaban

cariados. Si después de extraer un diente se

presentaba una hemorragia, Urbana de Marval

recomendaba taponar la herida con algodón

impregnado con la yema de huevo de pata, asado en

brasas.

Si se trataba de un parto normal y sencillo se podía

solicitar los servicios solidarios de Mamá Uta o de

Doña Estílita Lárez, quien venía desde Punta de

Piedras, con hospedaje y gastos pagados. Si se

presentaba alguna dificultad, urgentemente se

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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solicitaban los servicios del doctor. Posteriormente,

del sesenta para acá, el pueblo contaba con Victoria

Aguiar de Fermín, excelente enfermera y obstetra la

cual brindaba más confianza y seguridad. Esta noble

mujer merece un reconocimiento aparte y especial,

porque basada únicamente en sus conocimientos

académicos y los pocos instrumentos disponibles,

siempre fue capaz de afrontar situaciones difíciles y

dar soluciones favorables a los desesperados

pacientes que acudían a ella, con tanta fe y

entusiasmo. Contar con la presencia de Victoria era

una panacea. Si algún día hubiera que apadrinar un

servicio médico o asistencial en este pueblo, su

nombre debería exhibirse con letras bien grandes en

su frontal.

En aquel tiempo de dificultades, todo dependía de

la importancia del padecimiento. Si se sospechaba

de una infección lo más probable era la aplicación

de un DICE, tipo de penicilina la cual aplicaban por

vía intramuscular, con inyectadora de vidrio

previamente desinfectada con agua caliente y

alcohol. Los dolores musculares o agallones se

calmaban con la aplicación de un parche León. Para

la ronquera pastillas Penetro o Pentro. Provocar una

simple purga o controlar un ataque de lombrices,

gusarapos o solitaria, se hacía con un purgante de

ricino, pasote o sal de Epson (Sardeso). La ceguera,

conocida actualmente con el nombre de

conjuntivitis, se aliviaba con agua de limón y agua

boricada. Para una invasión de piojos lo mejor era

rasparse el coco y untarse cebo de Flandes, evitando

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por supuesto, exponer la cabeza al sol. La tos y el

catarro se atenuaban con los jarabes Tabonuco,

Tolú, Yodo tánico y Breacol o varias zambullidas en

el mar con sus respectivas sopladas de moco y luego

tomarse dos buches de agua salada. Para los vahídos

o desmayos, esencia de Valeriana y un cepillado en

el pecho con una escobilla fuerte. Ante una sospecha

de desnutrición lo más recomendable era Emulsión

de Scott, Wampole o Hemoglobina. El cafenol era

efectivo contra el dolor de cabeza. Los aporreos

cedían con el mentol Chino, Davis, VapoRup y la

cocción de hojas de mango. Unos tragos de agua

salada eliminaban la diarrea causada por una mala

digestión.

Cuando se trataba de huesos descompuestos, dolores

o espasmos y hasta un hueso de pescado atragantado

en el esófago, el paciente era llevado a una consulta

con Anastasio Romero, especialista en esos

menesteres, que con varias sobadas y unos cuantos

rezos desembarazaba la cuestión. Para la tos ferina,

sarampión, mocezuelo, sarna, neumonías, tifus y

otras complicaciones graves o agudas,

obligatoriamente había que consultar al médico.

El primer dispensario que conocí, funcionó en la

casa de Clemente y Juanita Salazar, atendido una

vez en la semana por el doctor Iscilio Crisci y

Bianki, su inseparable ayudante. Los enfermeros

aprendices eran José Félix “Chepele” Marcano,

Amable Rodríguez y Luis José Gómez Salazar.

Después funcionó en la casa de Gualberto Marval,

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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asistido por el Dr. Matute y Cruz María de Salazar,

enfermera permanente.

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EL TRANSPORTE DE PASAJEROS

A pesar de ser un pueblo que vivía frente al mar, el

transporte comercial de pasajeros con el exterior y

demás pueblos de la isla, nunca se hizo por vía

marítima. Quizás esa fue la razón fundamental por

la cual el desarrollo integral del pueblo fue muy

lento, si consideramos que el transporte es uno de

los elementos que más influye en el progreso de los

pueblos.

El acceso por carretera era incipiente, apenas

contábamos con unos caminos escabrosos saliendo

por el cerro de la Vela hacia Porlamar y otros

pueblos, pero en épocas de lluvias se hacían

fangosos e impenetrables. Otra alternativa, quizás la

mas utilizada, era la vía hacia Punta de Piedras, a

través de las salinas, las cuales eran el factor

principal del deterioro de las carrocerías. Los

vehículos eran escasos, por lo tanto había que

emprender largas caminatas, principalmente hacia

Punta de Piedras que era el mayor centro poblado

que nos quedaba cerca. Allí comprábamos

mercancías, asistíamos a la escuela cuando

queríamos ir más allá de segundo grado de

educación primaria, consultábamos al médico,

enterrábamos nuestros muertos, llevábamos el

control de embarcaciones al Comando de la Guardia

Nacional y por supuesto todas las gestiones de

registro civil y otras diligencias.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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Para la década 1940-1950 ya contábamos con

algunos vehículos propiedad de algunas personas

que comenzaban a arriesgarse en la primitiva

movilización de pasajeros. Esos vehículos eran tan

innovadores e importantes que se les identificaba

por sus nombres propios: “El Rascaíto”, de

Francisco Salazar; “El Bigotegato”, de Leopoldo

Salazar; “El Cholito”, de Eugenia Marval; “El

Mero” de Pedro Hernández; “La Mucurita” y el

camión “Colorao”, de Juan Pablo Gómez. Los

chóferes más destacados fueron: Jesús Rodríguez,

José Bello, Antonio Marval, Laureano Rodríguez,

Fabián Antonio Bello, Melquíades Marcano, Juan

Pablo Gómez y Manoma; que según Chabelo,

manejaba tan mal, que una vez lo mandaron en El

Rascaíto a buscar al doctor Crisci, negándose éste a

regresar con el mismo conductor, debido a los

aporreos que había sufrido con tantos saltos que

daba el carro.

Posteriormente llegaron Pablito Guevara, Modesto

Salazar y Francisco Milano a quienes había que

encargarles el pasaje para Porlamar, en la noche

anterior al día del viaje. Jesús Fuentes venía desde

Las Hernández para transportar pasajeros, cuando

no completaba el cupo por aquella zona. Es a partir

de 1970 cuando comienza a mejorar el transporte

con la incorporación de otras unidades, conducidas

entre otros, por Jesús Rodríguez, Francisco

Hernández, Agapito Marval, Héctor Luis Salazar,

Benjamín Guevara Jr. y otros.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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El 24 de septiembre celebran en Punta de Piedras las

fiestas patronales de Nuestra Señora de las

Mercedes y como nosotros en esa época no teníamos

iglesia ni santo, la asumíamos como nuestra patrona.

Desde la víspera hasta la octavita asistíamos lo

mejor engalanados posible a bordo de los vehículos

que expresamente venían desde Porlamar,

conducidos, entre otros por Rubito, Patevaca, Chuito

Fermín, Chico Milano y Eulalio Moreno.

Pero, si hubiera que seleccionar al chofer de todos

los tiempos en El Guamache, definitivamente le

daría la primera opción a Jesús “Caya” Rodríguez,

quien fue el conductor oficial del primer camión

cisterna que tuvo la Gobernación del Estado Nueva

Esparta (Un chingo modelo 1936), cargó pasajeros

en el Bigotegato, el Rascaíto, el Mero, el carro de

Payo y los suyos propios, retirándose de estas

actividades por fuerza mayor, cuando la vista

empezó a fallarle, ya en el ocaso de su vida, pero sin

claudicar.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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EL CINE

Se llamaba “Cine El Guamache”, sala fundada por

Juan Pablo Gómez en la década de los cincuenta,

con un proyector de 16m.m. y películas que traían

desde Porlamar. El publicista de las películas fue

Abelardo “Beyayo” Marval, quien utilizaba un

micrófono, un tocadiscos, una corneta y un motor,

montados en el camión Colorao conducido por

Melquíades Marcano. Salían en la tarde hacia Punta

de Mangle, Orinoco, Las Cuicas, Las Marvales, Las

Hernández y Las Casitas, y regresaban con las

personas que asistirían al cine.

Buen timbre de voz, excelente dicción y el

consecuente énfasis de emoción caracterizaban al

locuaz Beyayo que iba de pueblo en pueblo

anunciando las bondades del film que se proyectaría

en la noche. Decía, entre otras cosas: “Esta noche,

cine Guamache presenta: Dos tipos de cuidado, con

Pedro Infante y Jorge Negrete; emoción, acción,

tiros y puños. No se la pierda”

En dicha sala se proyectaron muchas películas

filmadas por el cine mejicano, norteamericano y

francés, todas habladas en español. Por ahí pasaron:

Cantinflas en: Ahí está el detalle, El gendarme

desconocido y El bombero atómico, entre otras.

Pedro Infante en: Dos tipos de cuidado y Los tres

García. Pedro Armendáriz en: Flor Silvestre. Jorge

Negrete en: ¡Ay Jalisco! no te rajes. Arturo de

Córdoba: en Allá en el rancho grande, La Sandunga

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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y ¿Por quién doblan las campanas? Libertad

Lamarque en: Besos brujos, La mujer sin lágrimas y

Nunca es tarde para amar. Sara García en: Cuando

los hijos se van. También vimos a los hermanos

Soler, Luis y Antonio Aguilar, Jonny Weismuller

como Tarzán, María Félix, Miguel Aceves Mejías y

otros excelentes actores. Según afirma Federico

(Lico) Hernández, la primera película proyectada

fue Bugambilia; Cecilio Marval decía que fue, Los

tambores de Fumanchú.

La llegada de la televisión, la poca renovación del

cine mejicano y la obsolescencia de la cinta de

16m.m., ocasionaron el desinterés y retiro de la

audiencia, factores que afectaron la rentabilidad del

negocio. Para la misma época, ya los cines de

Porlamar proyectaban cintas de 35 m.m. los cuales

desaparecieron con el auge de la Zona Franca.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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LA ROCKOLA

Cuando la rockola de Juan Pablo fue instalada y

comenzó a tocar, fue sin duda alguna, un

acontecimiento de suma importancia que trajo

consigo la diversión musical del pueblo. Aquel

aparato conocido en otros lugares como sinfonola,

beyonera en Puerto Rico y juke box como le dicen

los ingleses, era marca AMI. Posteriormente

conocimos otros aparatos similares marca Rock-ola,

Wurtlizer, Yamaha, etc.

Desde este impresionante artilugio que cantaba

rozando una aguja sobre un disco de pasta negra, el

cual giraba a una velocidad de 78 r.p.m. pudimos

escuchar aquellas bellas canciones que alegraban a

la mayoría de la gente y hacía brotar el despecho en

las almas enamoradas que luchaban con algún

conflicto amoroso motivado por un desprecio, una

lejanía o simplemente un abandono.

La rockola era como un diccionario musical, donde

se buscaba la canción que mejor definía el

momento, ya que cada una de ellas contenía una

historia, una alegría o un guayabo que se

identificaba con la vida de alguien. Cada uno sentía,

que tanto el autor como el cantante, narraban en esa

canción la misma historia de su vida; es decir, la

historia que siempre había deseado cantar. Por

medio de ella, nuestro pueblo conoció el ritmo del

tango argentino de Gardel, el bolero

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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latinoamericano, el mere cumbé caribeño, el son

cubano, el porro colombiano, el vals peruano, la

ranchera mejicana y el joropo venezolano.

La rockola sustituyó al pick-up de Juan Pablo,

hábilmente operado por Beyayo, debido a que ésta

contaba con un mecanismo más sofisticado que le

permitía seleccionar la cara del disco que contenía la

canción, colocaba el brazo con su aguja sobre el

surco, lo hacía tocar la melodía y al finalizar,

colocaba al disco nuevamente en su sitio. Todo esto

con solo depositar una moneda en el sitio adecuado

y presionar la tecla que identificaba a la canción.

Una melodía por medio real, dos por un real y cinco

por un bolívar; para la época, las monedas eran de

plata. Algunos vivarachos alisaban una locha y con

ella lograban que la bicha tocara cinco canciones si

se equivocaba y aceptaba la travesura. _ Setenta

lochas le metió a mi rockola _ dijo el señor José

Herrera cuando revisó la que él le había alquilado a

Edito Salazar, la cual funcionaba en el bar La

Cotorra.

La noble rockola esbelta y glamorosa, recibió los

abrazos de muchos despechados que lloraron sus

angustias y dolores románticos, así como también

los golpes y empujones de algunos descuidados que

pensando en una canción marcaban una tecla

equivocada.

Posteriormente llegaron las rockolas de los bares El

Chispero, El Hueco de Goya y La Cotorra. Sin

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embargo, los amantes de la rockola hoy no logramos

encontrar el sosiego de nuestras penas y barrancos,

en la música que emana de esos aparatos modernos

y sofisticados de gran avance tecnológico, tal vez

porque a ellos no los podemos abrazar y contarles

nuestros despechos; además, porque ella era

femenina como la mujer amada.

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LAS PESCADERAS Y PICAPICA

Desde Punta de Piedras venían unas mujeres con sus

bandejas de madera y maras que sostenían sobre sus

cabezas, en las cuales cargaban el pescado que les

proveían los trenes que calaban desde Los Morritos

hasta Punta de la Garza. Estas mujeres pasaban

caminando a altas horas de la madrugada, con

destino al lugar donde estuviera algún tren calado.

Recogían el pescado y de regreso pasaban en la

mañanita vendiendo por El Guamache y

continuaban hacia Punta de Piedras.

La más conocida de las pescaderas, fue una señora

conocida con el apelativo Guaya, la cual se hacía

acompañar algunas veces, por un perro grande, muy

rabioso y buen peleador. En más de una oportunidad

derrotó a los perros del pueblo que osaron

enfrentársele, inocentes del peligro que corrían.

Llegó un momento que cuando el perro pasaba por

el pueblo, los del patio se escondían. Con el único

que no se había encontrado el temeroso can, era

Picapica, un perro de mediano porte, pelo erizado,

agresivo y de un valor no demostrado hasta ese

momento.

El señor Margarito Salazar, que era el dueño de

Picapica, lo mantenía amarrado al pie de un yaque

que estaba en el fondo de su casa, porque cuando se

soltaba arremetía contra todo el mundo y era muy

mordelón. Una mañana que Guaya regresaba sin

pescado, por la vereda que bordeaba las casas cuyos

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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fondos daban hacia el monte, sin imaginarse lo que

podía ocurrir, se acercó al lugar donde Picapica

estaba amarrado. Cuando los dos animales se vieron

de frente levantaron el hocico, se mostraron los

dientes, gruñeron y sus pelambres se erizaron. En

sus ojos fulgurantes se descifraban las ganas de

atacar que cada uno sentía. Se miraron con recelo,

dudaron un instante, pero la suerte estaba echada. El

de Guaya atacó mientras que Picapica amarrado en

el yaque lo esperaba. Éste se apoyó sobre sus patas

traseras, y erguido como una verdadera fiera, abrió

sus patas delanteras y de un zarpazo lo abrazó al

mismo tiempo que le hundía los colmillos en el

cuello. Lo sacudió varias veces hacia los lados y

finalmente lo lanzó contra el suelo. El contrincante

cayó mortalmente herido, recostó su cabeza en la

arena y gimió con un dolor espeluznante. Guaya

impávida lo recogió, lo cargó en su bandeja y se lo

llevó. El peligro había pasado y el honor de los

perros del pueblo estaba recuperado por el héroe

canino. Picapica, sorprendido por el inesperado

percance, se recogió en el pie del árbol y al rato

dormía plácidamente. Pero ya estaba viejo, al poco

tiempo murió.

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MIS PERSONAJES

FELICIANO HERNÁNDEZ

Popularmente conocido como el maestro Pilicho.

Para mí, el intelectual más destacado de nuestro

pueblo. Creció frente al mar, pero éste nunca pudo

seducirlo para que se dedicara a las actividades

pesqueras. Su inquietud por aprender y enseñar lo

llevó al estudio de la Pedagogía, ciencia que le

facilitó las técnicas y estrategias suficientes para

transitar con éxito el camino de la docencia.

Cuando en la isla había carencia de maestros

profesionales, pudo ejercer la docencia apelando a

los conocimientos que había adquirido en la escuela

primaria, dado su alto grado de inteligencia y

acumulación de conocimientos. Según el testimonio

de sus condiscípulos de primaria, era un joven ágil

de pensamiento, rápido y acertado en sus respuestas

y brillante en sus exposiciones. La necesidad de

prepararse mejor para poder ser competitivo y

eficiente lo llevó a obtener el título de maestro

normalista y director de escuela a través del Instituto

de Mejoramiento Profesional del Magisterio. Como

director era enérgico, honesto y pulcro en el manejo

de las finanzas. Como maestro era preciso en la

transmisión de conocimientos, ducho en el manejo

de las estrategias metodológicas, acertado en el

logro de sus propósitos y objetivos, concreto a la

hora de seleccionar el contenido curricular, exigente

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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en la evaluación de contenidos y la conducta de sus

alumnos.

Manejaba con gran maestría la mezcla del buen

humor con el desarrollo de conocimientos,

habilidades, destrezas y afectos. Hombre de mirada

penetrante y sincera, jocoso cuando la situación lo

ameritaba. Tenía la facultad de hablar y escribir de

un modo tan eficaz que podía deleitar, persuadir y

convencer a su auditorio con facilidad. Era de fácil

oratoria y tenía dotes de poeta. Fue un gran amigo,

maestro y fuente de inspiración para muchos de sus

discípulos. Tengo la dicha de haber sido su alumno,

en aquellos tiempos cuando las oportunidades de

estudio de alta calidad eran muy escasas en nuestro

contorno.

MARÍA GONZALINA

Mi adorada Chalina, la madre que conseguí en este

pueblo, sin que me hubiera parido. Con razón le

pusieron el nombre de María, “Amada por Dios”.

Fue la primera mujer que tuvo una bicicleta en el

pueblo. Durante muchos años fue operadora de la

oficina de teléfono y telégrafo, cuando para

comunicarse con Porlamar u otra oficina había que

pedir conexión con las oficinas de Punta de Piedras,

Las Hernández, El Espinal o San Juan, dependiendo

de la ocupación que tuviera la línea.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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Bajo la dirección de su madre aprendió el arte de

elaborar tabacos, aunque ese oficio lo detestaba.

Prefería ir a pozo Blanco o pozo Nuevo a buscar

agua en unos barriles que montaba en “La Orejona”,

una burra que tenía su mamá, la cual se

caracterizaba por ser un animal mañoso y mal

acostumbrado. La burra solo obedecía a su dueña y a

Toya, pero cuando le tocaba a Chalina, se preciaba

de echarse en el camino y no se levantaba ni que le

cayera a palos.

Chalina siempre ha sido una mujer cariñosa, amable

y sonriente. Un buen día decidió unirse en

matrimonio a Luis Marval, el compañero que logró

mantener su sonrisa, aún en los momentos más

difíciles de su vida. Formaron una familia con

mucho esfuerzo, ella navegando sobre los impulsos

de las líneas telefónicas y telegráficas y él

navegando sobre olas por el mar caribe.

ISABELINO MARVAL

Mejor conocido como Chabelo. Siempre se

caracterizó por ser un personaje con gran sentido

del humor, muy chistoso, gracioso y festivo.

Hombre batallador, navegante inescrupuloso a la

hora de aventurarse en la navegación de alta mar.

Sempiterno pescador en la isla de la Tortuga.

Conocedor de las costas venezolanas, los arrecifes

coralinos y el exuberante manglar que puebla las

lagunas y forma paisajes con recovecos favorables

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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para pasar de contrabando. Bebedor empedernido

hasta muy avanzada edad. Alto y fornido como el

mangle rojo. Con un chiste a flor de labios y mil

historias para contar. Parrandero de furruco

acompañando a Sabás León y su tambora, a Cucho

Marval y su cuatro y a Luis Marval y sus maracas.

Gran bailador cantinflero, con ágiles movimientos

de cintura y piernas danzarinas al compás de una

guaracha con la Sonora Matancera, un merecumbé

con Los Melódicos, una cumbia con la Billo’s

Caracas Boy, o un chachachá de Chucho Sanoja.

Isabelino es uno de esos personajes que vienen a

este mundo con la misión de ser divertidos y divertir

a su pueblo. La gente siempre está pendiente de él

para celebrar sus ocurrencias. En las horas más

difíciles, estar con Chabelo siempre fue garantía de

que el momento se haría más pasajero. Desde muy

joven se caracterizó por ser un gran conocedor de la

gente de su pueblo y eso le permitió jugar con la

personalidad de cada quién sin correr el riesgo de

ofender y tener dificultades. No sé si era su forma de

hablar, sus gestos o simplemente su irreverencia lo

que siempre contribuía a que sus expresiones se

convirtieran en un chiste gracioso.

Amigo admirable, trabajador incansable y hombre

capaz de correr riesgos cuando la necesidad se lo

exigía. Su conducta me inspira a compararlo con el

albatros que despliega sus enormes alas sobre la

inmensa superficie marina y vuela sobre el litoral y

sobre las islas contemplando desde las alturas la

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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belleza que brindan las costas, para luego bajar y

posarse en la cubierta de una embarcación que lo

lleva al vaivén de las olas a contemplar el manglar,

los corales y la fauna marina.

DOMINGO RAMOS

Natural de la isla de Coche y residenciado en este

pueblo desde muy joven. Mejor conocido como

Mingo Cochero. No le conocí hijos, sin embargo

todo su amor paternal lo vertió en Benito Salazar a

quien siempre quiso como si fuera su hijo. Experto

carpintero de ribera, cuando las herramientas eran:

martillo, mazo, berbiquí, azuela, hacha, serrucho,

tronzador, escofina, formón, barrena, cepillo,

garlopa, escuadra y gramil. Todos accionados por su

fuerza corporal. Gran conocedor de los materiales

utilizados en ese arte. Difícilmente era embaucado a

la hora de seleccionar las cuadernas para el costillar,

las tablas para la cubierta y los palos para la quilla,

la roda y la arboladura del casco de un bote.

Exigente en la escogencia de los clavos punta de

parís y cuadrada, de cobre o galvanizados, la estopa

y la masilla. Tenía una habilidad pasmosa para

detectar desde lejos una horqueta de yaque

apropiada para elaborar una costilla de proa. Solo

con mirar el espacio donde hiciera falta una tabla

para tapar el casco de un bote, podía cortar la tabla

sustituta y reponerla con gran precisión.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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Según Edito Salazar, su gran admirador, en una

competencia realizada en Punta de Piedras, donde

intervinieron los carpinteros más destacados de la

zona, entre ellos: Beltrán Barrios, Eufemio,

Morocho Feo, Vito Mocho, Tomás Copón, Mamerto

Recorría y Amadeo, además de representantes de

Juan Griego y Boca de Río; había que tomar las

medidas de la tapa de un camarote y construirla

según las normas establecidas por el jurado. Mingo

llegó con 15 minutos de retrazo, tomó las medidas,

recogió el material, se trasladó al lugar de trabajo,

hizo la tapa y fue el primero y único que cumplió

con las exigencias del jurado. Parece que el segundo

lugar lo obtuvo Beltrán.

Cuando se echaba los tragos se volvía gracioso,

recorría el pueblo con su sombrero de medio lado y

el pañuelo colgando del bolsillo trasero. Con su

caminar jacarandoso y su risa festiva saludaba con el

lema: “Estoy corriendo la burra”. Si le preguntaban

algo siempre respondía con otra pregunta: _ ¿Mingo

cómo estás? _ ¿Y que sé yo? _ ¿Quieres una

cerveza? _ ¿Y pa´qué? _ ¿Dónde está Benito? ¿Y tú

no sabes? Siempre entre risas y movimientos

corporales graciosos y pintorescos.

PEDRITO

Su verdadero nombre era Pedro Hernández Marval,

de estatura baja, caminar encorvado, tez morena,

mirada perdida en la inmensidad, lengua de

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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superficie cuarteada con cierta dificultad para

mantenerla mucho tiempo dentro de su boca. Su

hablar con voz carraspera mostraba su inocencia e

ingenuidad. Generalmente vestía buenos pantalones

y camisas confeccionados por su hermana María,

costurera fina en ropa de caballeros. Sostenía sus

pantalones con tirantes y calzaba alpargatas.

Durante largas horas tocaba una perola, sin

importarle la intensidad del sol y cantaba canciones

de un repertorio que solamente él conocía y

disfrutaba. Su madre le decomisaba la perola y él era

insistente en conseguirla. Si no lo lograba la

sustituía por otra, porque su afán de tocar y cantar

era irresistible.

Lo llamaban Pedrito Loco, craso error, porque no

era loco. Padecía una enfermedad poco conocida

para la época. No era esquizofrénico porque no

deliraba, era extrovertido, no padecía de

alucinaciones y tampoco era excéntrico. Padecía el

Síndrome de Down. Mas bien era jovial, cariñoso,

hacedor de mandados, cantaba, bailaba y disfrutaba

del mar sobre una boya que era otra de sus cosas

inseparables. Tomaba mucha cerveza con los

maracuchos, así llamaba él a todo coterráneo que

trabajara en la empresa petrolera o viniera de Zulia o

Falcón.

Para variar, agarraba entre la unión de sus dedos de

ambas manos, unas tiras de tela que bailaban al son

de la música que él mismo interpretaba. Sus parejas

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favoritas eran Caico y Priscila, Cheito Marcano y

Petra María, Toyo y Lola, Virgilio y Chalina, Justa y

Beto, Bella y Eutimio. El baile siempre terminaba

cuando los parejos se tropezaban y se armaba una

trifulca que él representaba revolcándose sobre la

calzada donde improvisaba su baile.

GÜIGUA

Baudilia Marval es su nombre de pila. A pesar de

tener algunas deficiencias físicas, nunca tuvo límites

para reírse a carcajadas y formar una algarabía

cuando estaba contenta o disfrutaba con alguien que

le simpatizara. Todo el mundo no le caía bien,

porque siempre fue selectiva con sus amigos.

Cuando vivía en la plenitud de sus facultades, su

curiosidad era inagotable y su movimiento ágil y

continuo. Siempre amó vivir la vida, aunque fuera

alrededor de su casa, pero al lado de su familia.

Jovial y locuaz cuando estaba al lado de personas

que le agradaban y sobre todo con los niños que

tenían la curiosidad de acercársele. Su

espiritualidad, laboriosidad y sencillez hicieron de

ella una mujer que atraía a las personas de su

entorno.

Güigua es mi amiga, con la que pasé momentos muy

agradables, debido a que disfrutaba su buen humor,

sus risotadas y ademanes aunque muchas veces no

descifrara sus mensajes, pero sé que llegaban a mi

alma y por eso nos comprendíamos. Siempre la

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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recuerdo en la puerta de su casa, avispada, pendiente

del menor acontecimiento y dispuesta a llamar la

atención.

En aquel tiempo, cuando la luz eléctrica era

deficiente y sobre todo en los momentos que no

contábamos ni con la luz de la luna, había un

personaje que se disfrazaba y salía en las noches

oscuras, atravesaba la calle y luego se escondía. La

gente comentaba que veían pasar un hombre grande,

con casco en la cabeza y unas cabuyas que colgaban

de sus hombros, el cual entraba por las ventanas.

Los niños se aterraban y comentaban acerca del

espanto. Una noche, la calle estaba solitaria y la

brisa silbaba al penetrar por las rendijas de las viejas

puertas. De pronto se escucharon voces de las

personas más cercanas y en cuestión de segundos, la

gente que se mantenía a la expectativa corrió y se

aglomeró al frente de la casa de Chepa. Había

curiosidad, nervios y exclamaciones. De pronto se

oyó una voz: ¡Ahí viene! La gente se dispersó.

Alfredo “Lucho” Marval, que se encontraba en el

grupo, retrocedió sin percatarse que detrás de él

estaba Güigüa. Sintió un fuerte golpe y dolor en su

cabeza. Un hilillo de sangre corrió por sus sienes.

Había tropezado con el único diente de Güigua, un

colmillo largo, puntiagudo y duro como el acero.

Después supimos que el personaje era Delfina

Marval disfrazada y en la oscuridad era

irreconocible.

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TOÑO

Antonio Hernández, el hombre que se negó a morir

y pareciera que así lo dispuso Dios, porque cada vez

que alguien muere en el pueblo, le encomienda que

le recuerde al Señor que todavía está vivo, que

cuándo viene a buscarlo porque ya se siente pasadito

de edad. Tenía un botecito llamado “La Totuma”,

por ser pequeña y de configuración curva. Parece

que los años le pasan por encima como el viento

lisonjero que va más allá de la tierra que lo

contempla.

Recuerdo vivamente a su compañera Chepina, mujer

de cantos que eran verdaderos mantras, con los

cuales calmaba la inquietud de sus pequeños hijos.

A su hijo Chuito, mi amigo; el muchacho que jugó

su gallo poroco en la gallera del Bizcocho, retando a

galleros de experiencia y abolengo. A Luis Magín,

el popular Ñamo, con quien compartí la fabricación

y parranda de una picúa, donde la carnada era un

vaso de cerveza Zulia y Nicho Marval nos

acompañó tocando el cuatro de juguete, para luego

arreglarnos y tomarse una cerveza con las propinas

que recogimos. También recuerdo a su hija Chela,

mi consecuente amiga.

CHAÍA

Era oriundo de Chacachacare, se llamaba Isaías

Brito y se estableció en El Guamache, donde nació

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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su hijo Renán. Pescador con atarraya, garapiño y

chinchorro. Hombre jocoso, protagonista y contador

de chistes. De carácter afable, flaco y encorvado por

el deterioro que causa la acción del tiempo y las

penurias. Era un viejito bonachón y chistoso que

exhibía con orgullo su único diente, un colmillo al

cual denominaba “El policía”.

Andaba por la playa con su caminar pausado,

entornados los ojos y la vista atenta examinando la

superficie del mar, tratando de detectar un cardume

de lisa, para buscar la atarraya y el guatán,

enrollarse los pantalones y salir a su encuentro. Con

su canoa de una sola pieza, un canalete y sus

rudimentarios artes de pesca, salía a pescar lo que

Dios le reparara. Con el garapiño era excelente para

sacar los peces que se escondían entre las piedras,

pero aún así, más de una vez lo puyó un sapo cano.

Me contó que una vez en Boca de Río, salió a pescar

unos sapos y su esposa Isidora Gómez le ordenó que

se pusiera unas alpargatas para que evitara cualquier

herida en los pies; resulta que ese día lo puyó un

sapo en un dedo de cada mano; pues para burlarse

de Isidora regresó descalzo y con las manos metidas

dentro de las alpargatas.

Auténtico margariteño, con sombrero de cogollo,

camisa desabotonada, pantalones enrollados,

descalzo o con alpargatas y un chiste a flor de

labios. Cantador de galerones en velorios de Cruz de

Mayo. Cuando en su atarraya caía un caracare y

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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alguien le preguntaba cómo se llamaba ese pez,

respondía: ¡una ballena!, Porque sabía que la

pregunta llevaba piquete, ya que, a él lo llamaban

“Caracare”. Una vez lo mandó Juan Pablo con

Cheché y José Largo a comprar 1.000 bloques a El

Espinal; cuando embarcó el primero le dijo a

Cheché, cuenta mijo, para ver cuántos nos faltan.

LUIS MARVAL

Orinoqueño que vino a El Guamache para casarse

con María Gonzalina y quedarse hasta que Dios lo

llamó a la vida eterna. Gran amigo. Otro chistoso y

echador de bromas; tanto así, que se ganó el mote de

“Luis Payaso”; aunque él me decía que una vez

estuvo enamorado de una muchacha y la mamá de

ésta le tenía tanta rabia que lo llamaba “Culo de

pito”, por su caminar jacarandoso y faramallero.

Cuando tenía unos tragos encima le gustaba hacer

alarde de que tenía mucho dinero y más de una vez

encargó cochinos, chivos y gallinas que al día

siguiente le enviaban a su casa y Chalina tenía que

pagarlos o buscar a Gualberto, Juan Pablo o Chilo

para que le compraran una parte. A los billetes de

cien bolívares, que para la época era la moneda de

mayor valor, los llamaba “Cienes”. Cuando salía de

parranda le fascinaba vestir con camisa manga larga

y pantalones blancos. El pañuelo del mismo color,

en un bolsillo de atrás, sobresalía más de la mitad.

Usaba la camisa dentro del pantalón y la correa por

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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debajo del maruto. Experto pescador de largas

campañas en la isla Los Roques. Buen maraquero y

bailador cantinflero. Bayo, tío de María, pasado de

tragos se cayó en el muelle de Porlamar al tropezar

con un palo y llegó a la casa con heridas en la cara.

A los pocos días estuvo Luis en el muelle y

dirigiéndose a los palos les dijo: ¡Carajo! Cómo no

sé yo cual de ustedes tumbó a Bayo para caerle a

patadas.

MARTÍN Y ORIOL

Martín Hernández y Oriol Marval, me hacen

recordar el poema de Justo Brito y Juan Tabares,

que entre sus versos decía: “Dos hombres de pelo en

pecho que jamás parió otra madre”. Martín era de

cuerpo estilizado, musculoso, alto, de movimientos

ágiles como un boxeador de peso liviano y saltaba

como si fuera un Tarzán. Oriol, alto ejemplar de

corpulencia tosca y musculosa. Poseía una fuerza

bruta y descomunal. De cuerpo encorvado, con

enormes brazos que caían como los de un simio, con

movimientos lentos pero devastadores. No se

podían ver pero no se odiaban, se tenían recelo uno

del otro, pero cuando se encontraban solos en algún

paraje, se caían a golpes sin misericordia. Eso sí,

nunca utilizaban armas, solamente sus puños y la

fuerza de todo su cuerpo. Martín, consciente de la

fuerza de Oriol, trataba de boxearlo con un gran

despliegue de movimientos, porque su fuerte era la

velocidad de sus puños y piernas. En cambio, Oriol

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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se movía con lentitud, cuidándose de los puños de

Martín y cazando la oportunidad de agarrarlo con

sus fuertes tenazas, para levantarlo en vilo y tirarlo

contra el suelo. Los dos eran un espectáculo. Ambos

excelentes nadadores. Cuando los botes El Pluma de

Oro y la Carmen Inés, coincidían al entrar en la

bahía, automáticamente se lanzaban al agua para

competir nadando, aunque ambos decían que solo

querían comprobar si los botes eran más rápidos que

ellos.

YOLANDA

Llegó a este mundo con leves deficiencias físicas y

mentales. Hija de Pedro María Villarroel y María la

de Chepa. Durante sus primeros años tuvo

dificultades para lograr su desarrollo normal. Su

destino era impredecible, parecía que se había

ensañado contra ella. Pero a este mundo vienen

personas que cuentan con un ángel en el cielo y un

protector en la tierra. Una de ellas es Yolanda, quien

encontró en la señora Nicasia de Marval su hada

protectora. Esta matrona se encargó de ella, cuidó de

sus pasos, estuvo pendiente de todas las etapas de su

vida y le dio el tesoro más preciado que se le puede

otorgar a un ser humano: Amor y protección. Los

hijos de Cacha también tienen sus méritos en esta

acción humanitaria, especialmente María de los

Santos.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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Su inocente corazón siempre palpitó por el amor de

un hombre que nunca le hizo caso: Juancho Salazar.

Yola siempre fue muy trabajadora, sobre todo en los

quehaceres del hogar. Para hacer alguna diligencia

se le dificultaba, por carecer de un habla inteligible,

pero sin embargo el pueblo fue aprendiendo poco a

poco a comunicarse con ella. Bajita de estatura,

cabello ensortijado, caminar dificultoso y ojos

hondos pero de mirada angelical e ingenua. Yolanda

es un poema.

SIMÓN MARVAL

El mismo “Simón de María Purula”. Hombre hecho

con la sangre marinera que al batir de sus

movimientos moldeó en él su complexión hercúlea.

Lo que tenía de fuerte y tosco lo suavizaba con su

permanente buen humor. Siempre ha mantenido una

concepción muy original de los colores que integran

el círculo cromático. Cuando se le presenta la

oportunidad de utilizar los lápices de color los

identifica con nombres muy particulares. Al color

rojo lo denomina “Colorado”, al bermellón

“amamellado”, al beige “caféconleche”, al azul

oscuro “añil” y cuando tenía duda de la tonalidad lo

denominaba “guatemono”.

Hombre de mar. Marinero del bote pesquero, del

barco de cabotaje y del trasatlántico. Guamachero

emigrante que fue a establecerse en “la tierra del sol

amada”. Juanitica, el amor eterno de su juventud,

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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nunca le correspondido a su deseo de ser su pareja y

se quedó en la tierra que los vio nacer, cuando él

triste y decepcionado tuvo que partir.

CECILIO MARVAL

Lo llamamos Chilo. Irreverente hasta consigo

mismo, pero amigo de los verdaderos amigos.

Hombre de mucho temple y trabajo incansable.

Sobre la cubierta de los botes Lalo y Rita surcó

muchas veces el mar Caribe para pescar el carite y

otras especies en las cercanías de las islas Los

Testigos, Los Frailes, Las Aves y La Sola. Con el

fruto de su pesca visitó a Güiria, Carúpano,

Chacopata, La Esmeralda y otros puertos buscando

el mejor precio para su esfuerzo. Hombre de tez

curtida por el sol y la brisa salitrosa, fuerte y de

expresión oportuna ante cualquier interpelación.

Bonachón, fiel y chistoso con aquellos que le caían

bien, pero crítico ácido e irrespetuoso cuando

alguien se le atravesaba en el camino de su proceder.

De personalidad impredecible. Amado y admirado

por muchos que aceptaban sus impertinencias, pero

detestado por aquellos que no compartían sus

actitudes de protesta ante cualquier eventualidad.

Sin embargo, concurrían en él muchas cualidades:

buen amigo, tenacidad, honestidad y confianza en sí

mismo.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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Excelente patrón de botes que no arrugaba la cara

ante la tempestad, intrépido sobre la cresta o el surco

de las olas impetuosas. Seguro de su destino cuando

empuñaba la caña del timón que orientaba la

dirección de su embarcación.

JUAN PABLO GÓMEZ

Fue un guamachero navegao inmigrante que llegó

por tierra desde San Juan Bautista, arriando una

reata de burros cargados con maíz comprado en Juan

Griego. Después de varios viajes decidió quedarse y

establecer su familia en este pueblo, donde hoy

reposan sus restos. Comerciante hábil, carente de

estudios formales. Apenas sabía leer y escribir, pero

tenía conocimiento del cálculo y las operaciones

matemáticas elementales, suficientes para comprar y

vender mercancías, con cierto grado de beneficio; es

decir, era un comerciante nato. Comenzó con una

bodega hasta convertirla en mayor y detal de

víveres. Surtía a la población y a las embarcaciones

que pescaban en Los Testigos, Los Roques y La

Tortuga. Tuvo una rudimentaria tostadora y

moledora de café que le permitía atender las

exigencias del mercado local. Trajo al pueblo el

primer radio receptor, donde el pueblo escuchaba las

canciones y novelas radiales de la época. Fue un

éxito la radiodifusión de “El Derecho de Nacer”,

donde las viejitas lloraban por el sufrimiento de

María y el secreto de Mamá Dolores; los viejitos

estaban de acuerdo con la actitud de Don Rafael y

las muchachas soñaban con tener un romance con el

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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galán Albertico Limonta. Era la mejor distracción de

la gente en ese momento.

Estableció el Bar El Guamache, donde se hicieron

las mejores verbenas del pueblo, con la pista de

baile engalanada con bambalinas de papel de seda

elaboradas por Bella, Justa, Chalina, Elina Santiaga,

Siria, Juanitica, Mariíta Blanca, Chabé, Mariíta

Salazar y otras bellezas que luego participaban en

los bailes. El bar se inició con un picó RCA Víctor y

continuó con una sinfonola marca AMI, ambos

aparatos con discos de 78 r.p.m. ¿Las canciones más

populares de todos los tiempos?, ¡Cabeza de Hacha

y Espérame entre Palmeras!

Fundó el Cine El Guamache, donde se proyectaron

todas las películas del cine mejicano de entonces,

películas vaqueras del cine norteamericano y

románticas del cine francés. Fundó una fábrica de

bloques y distribuyó materiales de construcción que

sirvieron para la fundación de muchas casas en El

Guamache y pueblos circunvecinos. Creó la

empresa Las Mercedes para producir maíz pilado,

nepe, pico y harina de funche, sal molida para el

consumo humano y salar pescados y masa de maíz

sancochado, para la elaboración de arepas.

Estableció la empresa Transporte Gómez, para la

carga de mercancías, materiales y equipos de

particulares. Montó bares temporales durante las

fiestas que se celebraban en Las Cuicas, Orinoco,

Las Marvales y Las Hernández, en tiempos de Cruz

de Mayo. En los Restos de La Guardia, durante las

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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festividades de María Auxiliadora y en El Morrito

de Punta de Piedras durante las fiestas de la virgen

de Las Mercedes.

Gestionó con la Gobernación del Estado la

instalación de la primera línea telefónica para el

pueblo, ofreciéndose para transportar gratuitamente

los postes, cables y demás materiales, desde

Pampatar; con el fin de lograr la creación de ese

servicio público.

En una de sus casas funcionó la primera Escuela

Estadal Graduada de El Guamache, donde por

primera vez, los niños del pueblo pudieron cursar

todos los grados de la educación primaria.

Incursionó en el negocio de la pesquería asociado

con Benjamín Guevara en el bote Mariguitar, con

Benjamín y Vicente en Bienvenida (La Careya) y

con Francisco Marval en La Maruja.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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UN POEMA PARA MI PUEBLO

Cuando nos alejamos de nuestras querencias durante

mucho tiempo y luego regresamos buscando aquello

que tanto amamos, nuestro corazón late de gozo y

nos engaña al decirnos que todo sigue igual. Ese

engaño nos causa alegría cuando las cosas cambian

para bien, pero el hecho de sentirnos aislados porque

nuestro ambiente definitivamente ha cambiado,

causa desconcierto y nos negamos a aceptarlo, más

cuando lo que vemos nos desagrada. Por eso, no me

sentí bien un día que regresé, era tanta mi tristeza,

que en la playa frente al mar de mis sueños, escribí

este poema en décimas, dedicado a mi pueblo y mis

desencantos:

MI NOSTALGIA AL VOLVER

En mi Guamache vi ayer

Al tres puño y al velero

Al bote canaletero

Y al cayuco de placer

También pude conocer

La balandra y el peñero

Al botecito pesquero

Que surcaba la bahía

Y al pescador que salía

A pescar carite o mero.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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Conocí la blanca arena

Bañada por el rebozo

Al manglar verde y hermoso

Y a la garcita morena

Nunca me acechó la pena

En mi preciosa bahía

Y menos cuando veía

El carite y el parguito

Que traía el botecito

Cuando despuntaba el día.

Nunca podré olvidar

La calada del filete

El cayuco que al garete

Solo surcaba su mar

Puedo también recordar

Que hombres y niños cantaban

Cuando sus botes varaban

En la orilla de la playa

Y en más de una atarraya

Bagres y lisas saltaban

Deseando beber el vino

En la copa del saber

Tuve que salir ayer

Buscando nuevo destino

Un día encontré el camino

Y quise al puerto volver

Añorando siempre ver

Aquel pasado dichoso

Que se tornó tormentoso

Me sentí desfallecer.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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No es el mismo Guamache

Que tanto goce me dio

Ya el pescador se perdió

El mar se ha vuelto azabache

Para vender el azache

El pueblo dejó la pesca

Aunque esto no parezca

Ha cambiado su cultura

Ya no se ve la ternura

De la mujer pintoresca.

Siento nostalgia al volver

A mi puerto tan querido

Ya todo se ha perdido

No es lo mismo que ayer

Con tristeza pude ver

Que estaba mugre la arena

No vi a la garza morena

Al tres puño ni al velero

El bote canaletero

Quiso contarme su pena.

Pregunté por el cayuco

Pregunté por el peñero

Y el bote me dijo: ñero

Ya no se juega ni truco

Chabelo botó el furruco

Y Chaía su atarraya

Nadie se baña en la playa

Se nos fue la garza blanca

Con esa tal Zona Franca

El Guamache sufre y calla.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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AMOR ENTRE BOTES

Para que la lectura de estas décimas sea

comprensible para aquellas personas no

conocedoras del tema, debo decirles que

durante el período de esta historia, había y

aún existen algunos botes en El Guamache,

cuyos nombres masculinos y femeninos

embellecían la cultura de nuestro pueblo.

Cito aquí algunos que recuerdo: Flor,

Perucho, Sta. Elena, Rita, Náyade, Simón

Bolívar, Zona, Lalo, Tequiche, Aries,

Patagonia, Totuma, Careya, Fe, Maruja,

Mariguitar, Lucía, Carmen Inés, Catira,

Zarina, Aventino, Corocoro, Pluma de Oro,

Perico, Sílfide, Celia, Guaresnao, Isabelita,

Tolón, Ucrania, Primavera, Vesubio,

Dolores, Aeroplano, Juanito, Nicolasita y

otros.

La Flor casi moribunda

Le confesaba al Perucho

Hijo yo te quiero mucho

Cuídate de la mar profunda

Que el amor no te confunda

Con esa tal Chalupina

Obedécele a Chepina

Y enamora a la Totuma

Porque no bebe ni fuma

Y es una dama fina.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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Cuídate de la Careya

Esa guardiera chismosa

Que le hiede cualquier cosa

Y vive de la querella

Una muchacha muy bella

Es la Catira de Chico

Me parece que el Perico

Le ha calentado la oreja

Y descansar no la deja

Comentándole que es rico.

La Maruja es muy coqueta

Hermosa y fina al andar

Pero ya el Mariguitar

Le tiene la vista puesta

El que ya perdió la apuesta

Es el Lalo por vejuco

La Chalupina de Cuco

Del Aries anda prendida

Es una loca perdida

Que se tongonea mucho.

La Náyade muy rabiosa

Se peleó con la Zarina

Por culpa de una sardina

Embustera y envidiosa

Resulta que esa chismosa

Una malandra metiche

Regó que el pobre Tequiche

A Náyade enamoraba

Y a Zarina la engañaba

ofreciéndole un cebiche.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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Carmen Inés quien encanta

Se llevó la Fe al altar

No se quiso enamorar

Por su condición de santa

Otra que exhibe su manta

De religiosa serena

Es la bella Santa Elena

Quien reza en todo momento

Para que se calme el viento

Y que la pesca sea buena.

El abuelito Aventino

Regañó al Corocoro

Porque ofendió a Pluma de Oro

Un señor rico y muy fino

Dicen que era padrino

De la Sílfide preciosa

Una ninfa muy hermosa

Que en el mar se consiguió

Y una noche la violó

Comentó una lamparosa.

Dicen que el Lalo vivía

Con una tal Patagonia

Que se volvió una demonia

Y hasta cachos le ponía

Una hija que tenía

A quien llamaban la Rita

Hermana de Isabelita

Que Lalo tuvo en Lucía

La gente siempre decía

Que era linda y muy bonita.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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La Zona dama hernandera

Coqueteaba con Simón

Y le entregó el corazón

Sumida en la borrachera

Celia una guamachera

De Simón se enamoró

Y a Guaresnao parió

Lo que protestó el Tolón

Quien socorrió en la ocasión

A la Zona quien murió.

La Ucrania por sus temores

Discutió con Primavera

Y le dijo muy severa

A Vesubio no enamores

Mira que ya la Dolores

La hija de Don Juanito

Le parió un carajito

Y también la Nicolasa

Con Vesubio se la pasa

Dándole su jamoncito.

Amo a la Felicidad

A Sagüita y la Tonina

Pero Ivis me fascina

Por su belleza y bondad

Esto dice de verdad

El Caimán enamorado

Pero Petota le ha dado

Celos con el Dios me Vea

Aunque usted no me lo crea

El Caimán se ha molestado.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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El Nuevo Mundo celoso

Con el Verraco peleó

La Rosalía exclamó

Que tipo tan valeroso

Tiene un mástil tan hermoso

Yo se lo vi en la salina

Aunque ya la Golosina

Tuvo con él una cita

Sin saber que Piragüita

Fue suya en playa Medina.

Dicen que el Cocopelao

Vive con la Chamarusa

Y Rosalía lo acusa

De borracho y despechao

Camina de medio lao

Cuando bebe en la cantina

Y al verse con Golosina

Se babea y es amable

Yo me quedo con Laudable

Hombre de cara leontina.

Tengo nombre de canción

Dice Lalo entusiasmado

Cantilena me han llamado

Confieso en esta ocasión

Yo le di mi corazón

A Patagonia y Lucía

Pero la más que quería

Era a la tal Piragüita

También amé a la Sagüita

Y lloré por Rosalía.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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Guamache espectacular

Terruño que quiero tanto

Eres para mí un encanto

Nunca te podré olvidar

Tu playa y tu manglar

Son mi delicia y mi gozo

Más la brisa y el rebozo

Me llenan de inspiración

Te llevo en el corazón

Pletórico de alborozo.

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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EL MENSAJE

Guamachero que hoy pisas el territorio de mi

pueblo, seas nativo o navegado; te agradezco que

camines sobre él como si estuvieras sintiendo bajo

tus pies una alfombra de flores vertidas por las

Pereskias, que ayer y hoy crecieron orondas

meneando sus copas agitadas por los vientos

boreales. Yo te invito a disfrutar de sus bondades en

el marco de una vida generosa dedicada a lograr el

bienestar de su gente, convivir en armonía con el

ambiente, siempre con la motivación de aportar

cosas buenas, esas que engrandecen al humano y

logran el desarrollo armónico de los pueblos.

Contempla la hermosura de su bahía cuando la

bruma tapiza el verdor de su manglar, mira como los

vientos agitan las aguas del mar que corren ansiosas

a besar la arena de la playa, déjate enamorar por las

notas cadenciosas del gorjeo que emiten las aves,

agitando sus alas sobre la superficie de las aguas

encrespadas, por los cardúmenes de peces que nadan

sin cesar.

Respeta el silencio de las almas que reposan en el

camposanto como guardianes de sus tesoros. Ese

mar que tienes al frente es testigo del esfuerzo, la

tenacidad y la valentía de aquellos marineros que

por siempre se han aventurado, trepados sobre las

cubiertas y mástiles de los botes que sobre sus aguas

han sabido sortear el embate de las olas y los

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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chubascos. Escucha el ronroneo de los motores fuera

de borda que otrora surcaron las aguas de la bahía,

mira las blancas velas que llevan las piraguas del

ayer, coqueteando con el viento, apuntando al cielo

inmenso y retando los azules del mar y el

firmamento. Y el patrón con sus marineros

orientando la proa hacia el horizonte, porque tiene la

certeza de dónde está el punto de pesca y sabe que la

esperanza no puede fallarle a la hora de llenar sus

arcas con los tesoros que le depara su océano.

No envenenes tu cuerpo y mente con la droga que

hará envilecer tu proceder y tu prestigio, trayendo

como consecuencia tristeza y humillación sobre el

lugar que te acoge con tanta bondad y belleza. No

mancilles el honor de nuestros antepasados que con

mucho tesón lucharon con sus escasos recursos para

hacerse una vida humilde y sencilla, pero llena de

dignidad y honor.

No son las instalaciones e infraestructuras y mucho

menos el dinero mal habido, los tesoros que

moldean la cultura de un pueblo. Son la educación,

el trabajo tesonero y honesto, la responsabilidad, la

bondad y la solidaridad de la gente, las virtudes que

hacen crecer y desarrollar con honorabilidad a las

mujeres y hombres que forman un pueblo.

Cuando me lleguen las buenas noticias del progreso

de mi pueblo, sentiré gozo en mi alma. ¡Ay de mi

cuando sean malas, me invadirá la tristeza¡

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CONTENIDO PÁGINAS

Dedicatoria 2

Agradecimiento 3

Prólogo 4

Rasgos 6

Nuestra Historia 9

El Origen de su Nombre 14

El Caserío 18

Labores de Mar y Tierra 20

La cosecha de las Perlas 22

La Dulcería 24

La Gastronomía 26

La Tabaquería 28

El Burro Saca Cabuya 30

La Cruz del Guatacare 32

Los Escasos Servicios Públicos 33

El Resguardo 33

La Escuela 34

La Comunicación Telefónica 37

El Abastecimiento de Agua 39

El Alumbrado 41

El Dispensario 43

El Transporte de Pasajeros 47

El Cine 50

La Rockola 52

Las Pescaderas y Pica Pica 55

Mis Personajes 57

Un poema para mi pueblo. 76

Amor entre botes 79

El mensaje 86

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El Guamache de mis calendas Moisés Marcano Salazar

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FUENTES

- Gómez, Juan Pablo. Comentarios

- Internet

- Larouse. El Pequeño Larouse Ilustrado, 13° Ed,

- México, 2009

- Marval Velásquez, Víctor Teófilo. Comentarios

- Marval de Hernández, Victoria. Comentarios

- Yanes, Francisco Javier. Historia de Margarita.

Biblioteca de Autores y Temas Neoespartanos.

1982

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MOISÉS FRANCISCO MARCANO SALAZAR

Nació en El Tuey el 4 de septiembre de 1944 y a partir de 1946

vivió en El Guamache hasta 1969. Egresado de sexto grado en

la Escuela Estadal Graduada José Vicente Marcano. Obtuvo el

título de Maestro de Educación Primaria, en la Escuela Normal

Miguel Suniaga, en 1963; Perito Agropecuario en la Escuela

Práctica de Agricultura de Oriente, en 1968; Instructor

Agropecuario y de Formación Docente en el Instituto Nacional

de Cooperación Educativa, en Caracas. Ejerció como Instructor

de Unidades Móviles del INCE en los estados Sucre y

Monagas; Instructor de Mecanización Agrícola y Cultivos en

el Centro de Formación Agropecuaria de Tunapuy; Instructor

de Metodología Pedagógica para la Formación de Instructores

INCE. Jefe de la División de Formación Técnica y Docente del

mismo instituto en Caracas. Instructor Asesor y Consultor

Gerencial en Pequiven, Morón. Gerente de Oso Azul C.A, en

Punto Fijo. Técnico Agropecuario al servicio de la Universidad

Nacional Experimental del Táchira. Coordinador del VI Censo

Agrícola en siete municipios del estado Mérida, realizado por

la empresa SIRCA, en el año 1997. Autor de: El Tuey, la

Umbría Vespertina del Purulú; San Juan Bautista, el sueño de

Lengo; Juan Pablo Gómez, un ejemplo de constancia y

prosperidad y ahora El Guamache de mis Calendas.

Actualmente vive en Santiago de Chile.

e-mail: [email protected]