mises, ludwig von - la acción humana , tratado de economia - biblioteca liberal en español - (1306...

654

Click here to load reader

Upload: mario-diaz

Post on 28-Jul-2015

1.081 views

Category:

Documents


14 download

TRANSCRIPT

6La Accin HumanaPginasoo. oo. oo. oo' oo.'OO

Indice general

oo.

oo.

oo.

oo.

oo.

oo.

'oo

'oo

oo.

oo.

oo.

oo.

oo oo

oo.

9. Sobre los tipos ideales ... 10. El mtodo de la economa poltica 11. Las limitaciones de los conceptos praxeolgicos.oo oo. oo o o o o .

102 110 118

oo.

oo.

'oo

oo.

oo.

oo.

oo.

oo.

oo

oo.

oo.

oo.

oo.

oo.

oo.

oo.

oo....

oo.

oo.

oo.

oo.

.oo

oo.

oo.

.oo

oo.

oo.

oo.

oo . . . .

'oo

.oo

oo.

oo oo

oo'

oo oo

oo.

oo,

oo.

oo.

oo oo

.oo

.oo

.oo

.oo

oo.

oo.

oo.

oo.

oo.

'oo

oo.

oo.

oo.

oo.

'oo

.oo

oo.

oo.

oo.

oo oo

oo.

oo.

oo oo

oo.

oo.

CAPTULO IlI.-LA ECONOMIA y LA REBELION CONTRA LA RAZON 1. La rebelin contra la razn 2. La lgica ante el polilogismo 3. La praxeologa ante el polilogismo 4. El polilogismo racista 5. Polilogismo y comprensin ... 6. En defensa de la raznoo oo oo' oo . . . . oo. oo. oo oo oo. oo. oo.

123 123 127 130 141 144 148

oo.

oo.

oo.

oo'

oo : .

oo.

oo'

oo.

oo.

oo.

oo.

oo.

oo.

oo oo

.oo.oo

oo.

oo.

...

oo oo

oo.

oo oo

oo.

oo.

oo.

oo.

oo.

oo oo

oo.

.oo

oo.

oo'

oo'

oo.

oo.

oo.

oo.

oo.

.oo

oo.

.oo

oo . . . . . . .

oo.

oo.

oo.

oo.

oo.

oo.

oo.

oo.

CAPTULO IV.-UN PRIMER ANALISIS DE LA CATEGORIA DE ACCION 1. Medios y fines 2. La escala valorativa 3. La escala de necesidades ... 4. La accin como cambiooo oo .oo .oo ...... oo. oo. oo. oo, oo. ... oo. oo oo oo. oo. oo oo oo. oo. oo. oo. oo. oo.

153 153 157 159 160

CAPTULO VIlI.-L 1. La coopera 2. Crtica del Praxeol Liberalis 3. La divisin 4. La ley de l Errores de asoci 5. Los efectos 6. El individu El mito 7. La gran so 8. El instinto Errores las ense especialoo. .oo oo. oo. oo'

oo.

oo

oo.

oo.

oo.

oo.

oo.

oo . . . .

oo.

oo.

oo.

CAPTULO V.-EL TIEMPO 1. El tiempo en cuanto factor praxeolgico ... 2. Pasado, presente y futuro 3. La economizacin del tiempo 4. La relacin temporal existente entre las accionesoo' oo' oo. oo. oo. oo. oo' oo. oo.

oo.

oo.

oo.

oo.

oo.

163 163 164 166 167oo oo oo' ... oo.

CAPTULO IX.-LA 1. La 'razn h 2. Doctrinas g La lucha 3. El poder El tradi 4. El mejoris'oo .oo ... oo. oo. oo. ... .oo ... oo... oo oo. oo. oo oo oo' oo oo

oo.

.oo

oo.

.oo

oo.

oo.

oo.

oo.

oo'

oo'

oo.

oo.

oo

oo oo

oo.

oo.

oo.

oo.

.oo

.oo

oo.

CAPTULO X.-EL I 1. Cambio intr 2. Vnculos co 3. La accin yoo' .oo.oo oo. .oo oo. ... oo. oo. oo. oo. 'oo .oo

CAPTULO VI.-LA INCERTIDUMBRE 1. Incertidumbre y accin 2. El significado de la probabilidad 3. Probabilidad de clase 4. Probabilidad de caso ....... 5. La valoracin numrica de la probabilidad de caso 6. Apuestas, juegos de azar, deportes y pasatiempos ... 7. La prediccin praxeolgica ...

173 173 175 177 180 185 187 190

oo.

oo

oo.

oo.

oo.

oo.

.OO

...

oo'

oo.

'oo

oo.

oo.

oo'

...

oo.

...

oo.

oo.

.oo

oo.

oo oo

oo.

oo.

oo.

oo . . . . . o o . . .

193 193 205 210

CAPTULO VI l.-LA ACCION EN EL ENTORNO MUNDO ... 1. La ley de la utilidad marginal 2. La ley del rendimiento 3. El trabajo humano como medio Trabajo inmediatamente remunerado y trabajo mediatamente remunerado. El genio creador. 4. La produccin.oo oo. oo. ... oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo oo

223

CAPTULO XI.-EV 1. La gradaci 2. El papel qu precios, el i La teor 3. El problema 4. El clculo e

8La Accin HumanaPginas

1ndice general

CAPTULO XII.-EL AMBlTO DEL CALCULO ECONOMICO 1. El significado de las expresiones monetarias ... ... ... oO, oO, 'oO 2. Los lmites del clculo econmico oO, oO, 3. La variabilidad de los precios oO, oO oO, 4. La estabilizacin 5. El fundamento bsico de la idea de estabilizacin...oO,

329 329 333 337 339 346

10. 11. 12. 13. 14.

Promotores, El proceso d El individuo La propagan La Volkswi

CAPTULO XIII.-EL CALCULO MONETARIO, AL SERVICIO DE LA ACCION ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 1. El clculo monetario, instrumento del pensar 2. El clculo econmico y la ciencia de la accin humana 353 353 356 CUARTA PARTE

LA CATALACTICA O LA TEORIA DEL MERCADO361 361

367 369 377 379 388 389

CAPTULO XIV.-AMBlTO y METODOLOGIA DE LA CATALACnCA 1. La delimitacin de los problemas catalcticos ........ , ... ... Existe, como ciencia, la economa? 2. El mtodo de investigacin basado en las construcciones imaginarias oO, ... ... ... 3. La economa pura de mercado... La maximizacin de los beneficios. 4. La economa autstica ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 5. El estado de reposo y la economa de giro uniforme... 6. La economa estacionaria ... ... ... ... ... . 7. La integracin de las funciones catalcticas ... La funcin empresarial en la economa estacionaria.

CAPTULO XVI.-LO 1. La formacin 2. Valoracin y 3. El precio de Una exce del precio 4. La computac 5. La catalctic 6. Los precios El anlisi de mono 7. El buen nom 8. La monopoli 9. Efectos de lo 10. La discrimin 11. La discrimina 12. La intercone 13. Precios y re 14. Precios y pr 15. La quimera

397 397 400 407 415 420 429 440 442 449

CAPTULO XV.-EL MERCADO.. . .. . 1. La economa de mercado. 2. Capital y bienes de capital , 3. El capitalismo .. .. , , 4. La soberana del consumidor... El metafrico empleo de la terminologa poltica. 5. La competencia 6. La libertad ... ... 7. La desigualdad de rentas y patrimonios 8. La prdida y la ganancia empresarial 9. Las prdidas y las ganancias empresariales en una economa progresiva ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... La condenacin moral del beneficio. Consideraciones en torno a los mitos del subconsumo y de la insuficiente capacidad adquisitiva de las masas.

CAPTULO XVII.~EL 1. Los medios 2. Consideracio 3. La demanda La trasce Menger s 4. La determina 5. El problema 6. Variaciones d monetario y Inflacin 7. El clculo m 8. La previsin 9. El valor esp 10. La trascende 11. Los sustituto

10

La Accin HumanaPginas12. Lmites a la emisin de medios fiduciarios Observaciones en torno a la libertad bancaria. 13. Cuanta y composicin de Jos saldos de tesoterla 14. Las balanzas de pagos 15. Las cotizaciones interl ocales '. 16. La tasa del inters y la relacin monetaria . .. 17. Los medios secundarios de intercambio o" o.. 18. I nterpretacin inflacionist a de la historia o " 19. El patrn oro ... ... ... ... .. . ... . .. .. . ... La cooperaci n monetaria internacional.o o o o " ' " o o o o o o ..

l ndice general

11Pginas

648 668 672 674 682 688 693 699

6. Efectos de la inflacin y la expa nsin credit icia sobre el inters bruto de mercado ... .. . .. . ... .. . ... .. . ... .. . . .. .. . ... ... ...

806

... ...o o o . . o..

La tan alabada ausencia de crisis econ micas baiola organizacin totalitaria,7. Efectos de la deflacin y la con traccin cred iticia sobre la tasa del int ers bruto de mercado , .. , La diferencia entre la expansin crediticia y la simple 826

o ... ..... ...

inflacin.8. La explicacin monetaria o de crdito circulator io de los ciclos econmicos , , 9. Efectos que la reit eracin del ciclo econ mico provoca en la econo ma de mercado . .. .. . ... ... ... .. . ... ... ... ... .. . ... .. . ... .. . 833 839

CAPTU XVII l.-LA ACCIO N y EL TRANSCURSO DEL T IEMPO. LO1. la respectiva valoracin de los d iferentes perfodos tempora les 2. l a preferencia temporal, condicin tpica del actuar ... ... .. . Observaciones en torno IJ la evoluci n de la teora

711

711 717

de la preferencia temporal.3. Los bienes de capital ... .. . .. . .. . .. . .. . ... ... .. . ... ... .. . ... ... 4. Perod o de produccin , periodo de espera y perodo aprovisionado . 726 731

LA [uncin que los desaprovechados [actores de produccin desempean durante lar primeras etapas del auge. Lor errores que encierran lar explicaciones no monetarias de los ciclos econmicos.CAPiTULO XXI.- TRABAJO y SALARIOS ... . .. 1. Trabajo introversivo y trabajo extrovcrslvo 2. El tra bajo como fuente de alegria o de fastidio 3. Los salarios , 4. El paro caralctlco .. ,5. Salarios brutos y salarios netos 6. Salario y pervlvcncia

857

857 859 864 872 876 879

Prolongaci6n del perodo de provisi6n ms alM de la presunta vida del actor. Alguna! aplicaciones de /a teor a de la preferencia temporal. 5. La convertibilidad de los bienes de capital6. El influjo del ayer sobre la accin ... .. . ... 7. Acumulacin, conservacin y consumo de capital ... 8. La movilidad del inversor ' " 9. Dinero y capital: ahorro e inversin

".,

,

744 747 758 763 767

Comparacin de III explicacin hist rico de los salarios con el teorema regresivo,7. La oferta de tr abajo y la dcsur ilidad (Id mismo ... ... ... ... .. . 890

CAPlruLO XIX .-LA TASA DEL INTERES1. El fenmeno del inters 2. El in ters originario .. . .. ' 3. La cuanta de la tasa del inters v .. 4. El int ers origin ario en la economa cambiante 5. l!l cmputo del inters ... ... o . . o . .

771

771 774 782 784

Consideraciones en tom o a la ms popular interpretacin de la revolucin industrial,8. Efectos q ue las mut aciones del mercado provocan en los salarios, 9. El mercado labor al ... .. . .. . ... .. . . .. .. . .. . ... ... .. . ... .. . .. . ... La actividad laboral de esclavos y bestias, 908 910

.,. ...oo'

787 789 789 79C794

CapITULO XX.-EL INTERES. LA EXPANSION CREDITI CIA y EL CICLo ECONOMICO ... ... ... o oo ' ' . ' oo . oo . problemas ... oo o . oo . ' . 2. El componente empresarial del Inters bruto de mercado .. . ... ... 3. La compensacin por variacin de precios como componente del inte rs broto de mercado .. . ... .. . ... ... .. . .. . ... . .. ... ... 4. El mercado crediticio oo . ,. Los efectos que sobre el inters origina rio pro vocan las variaciones de la relan monetaria . .. ... oo. oo. oo . oo . . oo 1.

Los

CAPITULO XXIl .-LOS FAC roRES ORI G INARIOS DE PRODUCCION DE CONDICION NO HUMANA ... ... ... ... ... .. . .. . .. . 1. Consideraciones generales en torno a la teora de la renta 2. El factor temporal en la utilizacin de la tierra 3. La tierra submarglnal ... ... ... .. . 4. La tierra como lugar de ub icacin 5. El precio de la tierra " .. , El mito del suelo. CAPITULO XXIlI.- EL MERCADO y LAS REALIDADES CIRCUN.

925

925 929 932 934 936

799803

DANTESI. Tenr la y realidad

o ...

941 941

12Pginas

La Accin Humana

Indice general

2. 3. 4. 5. 6.

943 946 948 950 953

L a tra scendencia del podero . La trascendencia histrica de la guerra y la conquista . El hombre, entidad real . ' , '" ' " . El perodo de acomodacin ... .. . ... .. . La limitacin de los derechos dominicales y los problemas referente s a los costos y los beneficios externos ... .. . .. . ... .. . ... Los beneficios externos en la creacin intelectual. Privilegios y cuasi privilegios.

5. 6.

El laissez [aire La directa intervenci De la corrupci n.

CAPTULO XXVIlI.-EL IN 1. El impuesto neutro 2. El impuesto total 3. Objetivos fiscales y 4. Los tres tipos de in

967 967971

CAPTULO XXIV.-ARMONIA y CONFLICTO DE INTERESES . 1. El origen de las ganancias y las prdidas empresariales . 2. La limitacin de la descendencia .. . ... ... .. . ... .. . .. . . 3. La armona de los rectamente entendidos intereses sociales 4. La propiedad privada .. . 5. Los modernos conflictos .. . . ..

979 991 993

CAPTULO XXIX.-LA REST 1. Las medidas restricti 2. El fruto de la restri 3. La restriccin corno 4. El restriccionismo co

QUINTA PARTE

LA COOPERACION SOCIAL EN AUSENCIA DEL MERCADOCAPTULO XXV .-EL MODELO TEORICO DE UNA SOCIEDAD SOCIALISTA .. . . .. .. . .. . ... ... .. . ... ... 1. El origen histrico de la idea socialista . 2. La doctrina socialista ... .. . ... .. . . 3. Examen praxeolgico del socialismo .. . ... ... .. . .. .

1001 1001 10071010

CAPTULO XXX.-LA INTE 1. El estado y la auton 2. La reaccin del merc Consideraciones de la cioilizaci n 3. Los salarios mnimos La catalctica ant

1013 1013 10171019

CAPTULO XXVI.-LA IMPRACTICABILIDAD DEL CALCULO ECO NOMICO BAJO EL REGIMEN SOCIALISTA. .. ... 1. El problema .. . ... ... ... ... ... ... ... .. . .. . . .. .. . .. . 2. Pasados errores en el planteamiento del problema . 3. Modernas tentativas de clculo socialista . 4. El mtodo de la prueba y el erro r .. .. 5. El cuasi mercado .. 6. Las ecuaciones diferenciales de la economa matemtica . SEXTA PARTE

1021 1024 1030

CAPTULO XXXI.-EL INT DITICIO , 1. El estado y el dine r 2. Condicin intervenci 3. El actual intervencio 4. Los objetivos de la 5. La expansin crediti El mito de las 6. La in tervencin de l

EL MERCADO INTERVENIDOCAPTULO XXVIl .-EL ESTADO y EL MERCADO .. 1. En busca de un tercer sistema .. . .. . ... . 2. El in tervencionismo . 3. Las funciones estatales . 4. La rectitud corno norma suprema del individuo en su actuar .. .

CAPTULO XXXIl.-CONFlS 1. La filosofa confisca 2. La reforma agraria 3. La fiscalidad expoli Tributacin confi

1039 1039 1041 1044 1049

CAPTULO XXXIlI .-SINDI 1. El sindicalismo .. . . 2. Los errores del sind 3. Influjos sindicalistas 4. Socialismo gremial y

14La Accin HumanaPginas

CApTULO XXXIV .-LA ECONOMIA DE GUERRA 1. La guerra total ... ... . .. ... ... . .. . .. 2. La guerra y la economa de mercado 3. Guerra y autarqua 4. La inutilidad de la guerraoO oO '

.. .

1185 1185 1191 1195 1198

NOT

oO

.

...

.oO

...

.

oO

.oO

.

oO

oO

oO

CAPTULO XXXV.-LA TEORIA DEL BIEN COMUN ANTE EL MERCADO ... ... '" ... .. . ... ... ... 1203 1. La requisitoria contra el mercado 1203 2. La pobreza ... .. . 1205 3. La desigualdad 1212 4. La inseguridad " 1227 5. La justicia social 1229oO

CApTULO XXXVI.-LA CRISIS DEL INTERVENCIONISMO 1.. Los frutos del intervencionismo 2. El agotamiento de ~las disponibilidades 3. El ocaso del intervencionismo ... ...oO.

12.33 1233 1234 1238

SEPTIMA PARTE

EL LUGAR QUE OCUPA LA CIENCIA ECONOMICA EN EL MARCO SOCIALCAPTULO XXXVn.-LA PECULIAR CIRCUNSTANCIA DE LA CIEN' oO oO .

'oO

CIA ECONOMICA .. . ... .. . ... ... 1. La singularidad de la economa 2. La ciencia econmica y la opinin pblica 3. La ilusin de los viejos liberales ... ... .. . ...

oo .

1245 1245 1246 1248

oo .

.. .

.

oO

oo .

oO.

...

oo.

oO

oo .

oo.

'oO

.oO

.oo

oo .

CApTULO XXXVIlI.-LA ECONOMIA EN EL CAMPO DEL SABER. 1251 1. Los estudios econmicos ... 1251 2. El economista profesional '" '" 1253 3. La deseada profeca 1256 4. La ciencia econmica y la universidad 1258 5. La economa y la educacin popular 1263 6. El ciudadano ante la economa 1266 7. La economa y la libertad 1267oo oo.

CAPTULO XXXIX.-LA ECONOMIA y.oo .. oo oO, oO,

LOS ESENCIALES PRO-

...'" ..

....oO

.oo

. oo

oo.

..

.

BLEMAS HUMANOS ... ... ... ... ... . .. ... 1. La ciencia y la vida 2. La economa y los juicios de valoracin

...oo

. .. 3. El conocimiento econmico y la accin humanaINDICE ANALnco

1269 1269 1271 1274

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

1277

Catalctica' Causalidad Comportamentismo Comprehensivismo Continental Currenc Crdito circulatorio Dinero; d. mercanc Ecuacin de interca Epistemologa .. . Escuda austriaca Fullarton, principio Fungibles y durader Gresham, ley de Greenbacks Heurstica Historicismo ... Ideologas ... .. , .. Identidad valorativa Mandats 'Territoriau Neutralidad del din Nivel de precios .. . Panfisicismo ... .. . Participacin y Cont Polilogismo Praxeologa Realismo conceptual Schumpeteriana val de produccin Subjetivismo . .. Sustitutos monetario Teleologa .. . ... Teorema regresivo Universalismo Valor, teora del

Introduccin

-o

1.

ECONOMA y PRAXEOLOGA

La economa es la ms moderna de todas las ciencias. Nu merosas ramas del saber brotaron, a lo largo de los ltimos doscientos aos, de aquellas disciplinas que los griegos clsicos ya conocieran. Pero, en realidad, lo nico que iba sucediendo era que algunas de ellas, encuadradas desde un principio en el antiguo complejo de conocimientos, se convertan en ciencias autnomas . El campo de investigacin quedaba ms ntida mente subdividido y poda ser examinado mejor; sectores que antes haban pasado inadvertidos cobraban corporeidad y los problemas se abordaban con mayor precisin. El mundo del saber, sin embargo, no por ello se ampliaba. La ciencia econ mica, en cambio, abri a la investigacin una zona virgen y ni siquiera imaginada anteriormente. El advertir la existencia de leyes inmutables que regulan la secuencia e interdependencia de los fenmenos sociales desbordaba el sistema tradicional del saber. Se alumbraban conocimientos que no eran ni lgica, ni matemtica, ni tampoco psicologa, fsica o biologa. Los filsofos pretendieron, desde la ms remota antige dad, averiguar cul fuera el designio que Dios o la Naturaleza se proponan plasmar a lo largo de la Historia. Queran des cubrir la ley que rige el destino y evolucin de la humanidad. Incluso pensadores desligados de toda inquietud teolgica, al andar los mismos caminos, fallaron en su empeo, porque utili zaban igualmente mtodos inadecuados. Manejaban siempre abstracciones, refirindose invariablemente a conceptos gene

18

LA Accin Humana

1nt roduccin

19

rales, tales como humanidad, nacin, raza o religin. Estable can, de manera arbitraria, los fines a los que la propia natura leza de tales entidades apuntaba. Pero jams conseguan preci sar cules fuerzas concretamente impulsan a las gentes a com portarse de forma tal que permitieran a aquellas idealidades al canzar sus supuestos objetivos. Por ello tenan que recurrir a las ms abstrusas explicaciones: a la intervencin milagrosa de la divinidad, que se haca presente por la revelacin o la aparicin de profetas o ungidos caudillos; a la predestinacin; a cierta preestablecida armona; y hasta a la mstica intervencin de fabulosa alma nacional o universal. Hubo quienes incluso alu dieron a la astucia de la naturaleza, la cual provoca en el hombre impulsos que, aun involuntariamente, le conducen por las sendas deseadas." Otros pensadores, ms realistas, no se preocuparon de ave riguar cules fueran los designios de la divinidad o la naturale za. Contemplaron los asuntos humanos desde un punto de vista poltico. Catalogaron normas para la actuacin pblica, creando una especie de tcnica de gobierno. Los de mente ms audaz propugnaban ambiciosos planes para la reforma y completa reestructuracin de la sociedad. Otros se contentaban con co leccionar y sistematizar la experiencia histrica. Todos, sin embargo, pensaban que, en el orden social, no haba aquella regularidad fenomenolgica por doquier reconocida en 10 ati nente a la lgica y a las ciencias naturales. Descuidaban entera mente, por eso, el investigar las leyes de la vida social; el hom bre, en su opinin, poda organizar la sociedad como mejor del estimara. Cuando la realidad no conformaba con el deseo " reformador y las utopas resultaban irrealizables, el fracaso se atribua a la imperfeccin moral de los humanos. Los proble mas sociales se consideraban cuestiones puramente ticas. Para edificar la sociedad ideal slo precisaba contar con rectos go bernantes y sbditos virtuosos. Cualquier utopa poda, as, ser convertida en realidad. El descubrimiento de la interdependencia ineluctable de los fenmenos del mercado puso de manifiesto lo infundado de tal supuesto. El a la sazn pensador social hubo de afrontar,

desorientado, un planteamiento otrora inimaginado. Advirti con estupor, que caba ponderar el actuar de las gentes desde nuevos ngulos, que no se limitaran simplemente a considerar lo bueno ylo malo, lo leal y lo desleal, lo. justo y lo injusto Comprendi, de pronto, azorado, que los fenmenos, en la ac tividad humana, se ajustan a leyes regulares que precisa re7 petar quienquiera desee alcanzar precisos objetivos; que care ca de sentido enfrentarse con la realidad a modo del censor que aprueba o desaprueba, segn su sentir personal y c6n arre glo a mdulos arbitrarios. Haba que estudiar las n6rmas rec toras de la accin del hombre y de la cooperacin social a la manera como el fsico examina las que regulan la naturaleza El que el anlisis de la actividad humana y la vida comunitaria se convirtiera en ciencia de relaciones predeterminadas, dejan do de ser considerado como tema meramente normativo, de dicado a ponderar no lo que es, sino lo que debiera ser, constituy una revolucin de trascendencia enorme, no ya slo en el mbito de la investigacin cientfica, sino en cuanto atae a la supervivencia de la humanidad. Durante ms de cien aos, sin embargo, los efectos de este radical cambio en el modo de razonar fueron limitados, por cuanto se pensaba que la nueva ciencia aluda tan slo a un reducido aspecto de la actividad humana: el atinente a la vida mercantil. Los economistas clsicos dieron con un obstculo -la aparente antinomia del valor- que fueron incapaces de salvar. Su imperfecta teora obligles a reducir el mbito de la propia ciencia que ellos mismos estaban alumbrando. La eco noma poltica, hasta finales del siglo pasado, nicamente aspir a estudiar el aspecto econmico de la accin humana, sin ser otra cosa que la teora de la riqueza y del egosmo. Trataba de la accin humana en cuanto apareca impulsada por lo que de modo muy poco satisfactorio, se denominaba afn de lucro sin objetar que el estudio de los dems aspectos de aquel ac tuar quedara reservado para otras disciplinas. La revolucin que los economistas clsicos desataran fue complementada por la moderna economa subjetiva, que iba a transformar el puro

20

La Accin Human a

Introduccin

21

anlisis de los precios en la teora general de la eleccin humana *. No se advirti , sin embargo, al principio, como decamos, que la sustitucin de la doctrin a clsica del valor por la nueva teora subjetiva representaba bastante ms que reemplazar im perfecta explicacin del intercambio mercantil por otr a mejor." El problema del valor, como a nad ie se le oculta, cs de trascendencia capital en el terreno de la economa y las ciencias sociales en general. Los clsicos ingleses, segn es bien sabido , se perdieron , pese a su indudable perspicacia, al enfrentarse con el pr oblema de po r qu vala el pan menos que los brillantes, por emplear una comparaci n ya generalizada, yndose a buscar en los costos mate riales de produccin la causa del valor de las cosas, sin percatarse de que, en definitiva, el costo de una satisfaccin no es sino aquella otra de la que nos vemos obligados a prescindi r para "poder alcanzar la prime ra. Marx, siguiendo a Ricardo, lleg incluso a afirmar, como tampoco nadie ignora, que es exclusivamente e! trabajo lo que da valor a las mercancas. Los bienes en que se ha incorpo rado trabajo hum ano cont ienen valor y carecen de l en caso cont rario. (Vid . El Capital, EDAF, Madr id, 1976, pg. XLII!.) Esta solucin clsico-marxista no poda pre valecer, pues, por lo pronto, entre otras cosas, dejaba sin explicar el valor de los factores natu rales dc produccin, que constituyen la mayor parte de los bienes econ micos. Po r qu vale para e! homb re un rbol, un bosqu e, que ha crecido solo, una extensin de terreno, una mina o una cantera, pongamos por caso, donde no hay trabajo humano alguno incorporado? WilheIm Rpke (I ntr oduccin a la Economa Poltica, Unin Editorial, Madrid, 1974, pg. 31), con extraordinario grafisrno, opo nindose a la teor a laboral del valor, resalt a: Un traje no vale ocho veces ms que un somb rero porq ue represe nte ocho veces ms de trabajo (relacin esta lt ima que se manti ene con ind ependencia de! valor del sombrero y del tr aje), sino qu e la sociedad est dispuesta a inverti r ocho veces ms trab ajo en el traje, porque luego, una vez terminado, valdr ocho veces ms que un sombrero. La solucin a todo este intrincado problema brindronl a coet neamente (1871) el brit nico jevons y el austriaco Mcnger , como tambin es conocido, con su teora subje tiva y marginalista del valor, ind ependient emen te de que ya con ante rior idad haba sido intuida tal salida por e! banqu ero ingls Samuel Bailey (1791-1870) quien, en A Critical Dissertation 0 11 th e Nature, Meawres, and Causes 01 Value (1825), crit ica duramente el objctivisrno de David Ricardo , as como por el alemn Hermann Heinrich Gossen (1810-58) quien seriamente plantea ya el problema marginal en Ent wicklung der Gesetze des menscblicben Y erkebrs und der daraus iliessenden Regeln lr menscblicbes Handeln (1854) , cuya teora nad ie, a la sazn, advi rti, hast a que precisamente Jevons la sac a la luz. Impertinente sera, en esta sencilla not a, pretend er ent rar en el est udio de! subjeti vismo, particularmente, por cuanto Mises , una y ot ra vez, a lo largo de! presente tratado, va a abordar y explicar repetidamente e! tema. (N . del T.)

Una teora general de la eleccin y la prefer encia rebasaba el campo al que los economistas, desde Cantillon, Hume y Adam Smith hasta John Stuart Mill, circunscribieran sus estudios. Implicaba que ya no bastaba el simple examen del aspecto econmico del esfuerzo humano, tendente exclusivamente a conseguir lo que el hombre, para el mejoramiento de su bienestar material , precisare; La accin humana, en cualquiera de sus aspectos, era ya objeto de la nueva ciencia. Todas las de cisiones del hombre presuponen efectiva eleccin. Cuando las gentes las llevan a efecto deciden no slo entre diversos bienes y servicios materiales; al contrario, cualquier valor humano, sea el que sea, entra en la opcin. Todos los fines y todos los medios - las aspiraciones espirituales y las materiales, lo su blime y lo despreciable, lo noble y lo vil- ofrcense al hom bre a idntico nivel para que elija, prefiriendo unos y repu diando otros. Nada de cuanto los hombr es ansan o repugnan queda fuer a de tal nica eleccin. La teora moderna del valor vena a ampliar el horizonte cientfico y a ensanchar el campo de los estud ios econmicos. De aquella economa poltica que la escuela clsica sistematizara emerga la teora general de la accin humana , la praxeologa 1. Los problemas econmicos o catalcticos 2 quedaban enmarcados en una ciencia ms general, integracin imposible ya de alterar. Todo estudio econmico ha de partir de actos consistentes en optar y preferir ; la eco noma constituye una parte, si bien la mejor trabajada, hasta ahora, de una ciencia ms universal, la praxeologa *.I El trmino pr axeolog ja fue empleado por prim era vez, en 1890, por Espinas . Vid. su artc ulo Les Ori gines de la Technologie, Reoue Philosophique, ao XV, XXX, 114-115, y el libro, publicado en Pars en 1897, con el mismo ttulo. , El trmino Catalctica o Ciencia de los I ntercambios fue usado primeramente por Whately . Vid . su libro Introductor Lectures on Polit ical Econom y, pg. 7. Londres, 1831. * Para la escuela Mises-Hayek, la catalctica, del griego katallatt ein (canjear, permutar), es la teora general del int ercambio en el mercado libre, mientras que la praxeologla, del griego praxis (actuacin , prctica) y logia (doct rina, ciencia), cons tituye disci plin a que se ocup a de la conscien te actividad hum ana tod a -las aspiraciones espirituales y las materiales, lo sublime y lo despre ciable, lo noble y lo vil-, por lo qu e engloba y, al tiempo, desborda el mbito de la primera, la cual alud e tan slo al aspecto, digamos, mercantil del hacer del hombre. (N. del T .)

22

La Accin Humana

Jntroduccin

23

2. CONSIDERACIN EPISTEMOLGICA DE UNA TEORA GENERAL DE LA ACCIN HUMANA

En la nueva ciencia todo apareca problemtico. Empezaba por surgir como cuerpo extrao en el sistema tradicional del saber; los estudiosos, perplejos, no acertaban a clasificarla ni a asignarle lugar adecuado. Hallbanse, sin embargo, conven cidos de que la inclusin de la economa en el catlogo del conocimiento no exiga reorganizar ni ampliar tal estado. Esti maban que la clasificacin hallbase ya completa. Si la econo ma no acoplaba en el sistema era porque los economistas, al abordar sus problemas, utilizaban mtodos imperfectos. 10 malo es que menospreciar las lucubraciones en torno a 10 que constituye la esencia, mbito y carcter lgico de la eco noma, cual si se tratara de escolsticos bizantinismos, propios tan slo de pedantes dmines, no es sino ignorar por completo la trascendencia de tales debates. Hllase, por desgracia, muy extendido el error de suponer que la economa puede proseguir sus,estudios en un clima de serenidad, haciendo caso omiso de aquellas discusiones en torno a cul sea el mejor mtodo de investigacin. En la Methodenstreit (disputa sobre el mtodo) entre los economistas austriacos y la.escuela histrica prusiana (la llamada guardia intelectual de la Casa Hohenzollern) o en la polmica entre john Bates Clark y el institucionalismo ameri cano se trataba de dilucidar mucho ms que la simple cuestin de cul fuera el mejor procedimiento de investigacin a em plear. Lo que se quera, en verdad, era precisar el fundamento epistemolgico de la ciencia de la accin humana y su legiti midad lgica. Partiendo de un sistema al que era extrao el pensamiento praxeolgico y pe una filosofa que slo reconoca como cientficas -adems de la lgica y las matemticas- las ciencias naturales y la historia, muchos tratadistas negaron valor y utilidad a la teora econmica. El historicismo preten di sustituirla por la historia econmica y el positivismo por una imposible ciencia social basada en la estructura y la lgica de la mecnica newtoniana. Ambas escuelas coincidan en me nospreciar las conquistas del pensamiento econmico. No era

posible que los economistas soportaran indiferentes tales ataques. El radicalismo de esta condena en bloque de la economa bien pronto, sin embargo, haba de ser rebasado por un nihilis mo todava ms generalizado. Desde tiempo inmemorial, los hombres -al pensar, hablar y actuar- venan aceptando, como hecho indiscutible, la uniformidad e inmutabilidad de la estructura lgica de la mente humana. 'T oda la investigacin se basaba precisamente en tal supuesto. Pues bien, en las dis cusiones acerca de la condicin epistemolgica de la economa, los tratadistas, por vez primera en la historia, llegaron a recha zar tan inmemorial planteamiento. El marxismo asever que cualquier pensamiento no era sino disfraz ideolgico del egosmo clasista del sujeto pensante. Misin, por tanto, de la sociologa del saber constitua el desenmascarar las filosofas y las teoras cientficas haciendo evidente su vacuidad ideol gica. La economa no era sino engendro burgus y los eco nomistas meros sicofantes del capitalismo. Unicamente la sociedad sin clases de la utopa socialista reemplazara, por la verdad, las mentiras ideolgicas. Este polilogismo ms tarde visti nuevos ropajes. Desde el ngulo del historicismo se asegur que la estructura lgica del pensamiento y los mtodos de actuar del hombre cambian en el curso de la .evoluci n histrica. El polilogismo racial adscribi a cada raza una lgica peculiar. Y el antirracionalismo preten di que la razn no es instrumento idneo para investigar los impulsos irracionales que tambin influyen en la conducta humana *.* La escuela austriaca (Menger, 1840-1921; Wiesser, 1851-1926; Bohm-Bawerk, 1851-1914; Mises, 18811973; Hayek, 1899-), como es bien sabido, descubri ydesarroll la doctrina subjetivista y marginal -que hoy ya ningn profesional seriamente discute- con lo que revolucion el pensamiento econmico, quedando arrumbados, como antes decamos, en lo que atae al problema del valor, los clsicos (Smith, 1723-1790; Ricardo, 17721823; Mill '1806-1873), as como Marx (1818-1883) cuya obra, como tampoco nadie ignora, se basa en una teora objetivista (laboralista) de corte puramente ricardiano. El bistoricismo alemn (Schmoller, 18381917), que domin' enteramente la Universidad alemana durante la segunda mitad del siglo pasado, criticaba vehemente

24

La Accin Humana

Introduccin

25

Estas doctrinas, evidentemente, rebasan la esfera de la ca talctica. Ponen en tela de juicio no slo la economa y la praxeologa, sino, adems, todas las ramas del saber y hasta la propia razn humana. Afectan a aquellas ciencias al igual que a la matemtica o la fsica. Parece, por tanto, que la pertinente refutacin no debiera corresponder a ninguna particular rama del saber, sino a la epistemologa y a la filosofa en general. Cobra as justificacin aparente la actitud de aquellos econo rriistas que prosiguen tranquilamente sus estudios sin prestar mayor atencin ni a las aludidas cuestiones epistemolgicas ni a las objeciones formuladas por el polilogismo y el antirra cionalismo. El fsico no se preocupa de si se tildan sus teorfas de burguesas, occidentales o judas; por lo mismo, el ecor.omis ta habra de menospreciar la denigracin y la calumnia. Debera dejar que ladraran los perros , sin dar mayor importancia a sus aullidos. Cabrale recordar el pensamiento de Spinoza: Sane sicut se lux ipsam et tenebras manifestat, sic veritas norma sui et falsi est " , El tema no afecta, sin embargo, por igual a la economa que a las matemticas o a las ciencias naturales. El polilogismo y el antirracionalismo dirigen realmente sus dardos contra lamente los mtodos deductivos de los economistas austriacos, afirmando que s610 el estudio hist6rico, la recopilaci6n de datos experimentales, permita alumbrar leyes econ6micas. Su postura} en la ,prctica, era invariablemente intervencionista y esta tizante . [obn Bates Clark (1847 -1938), economista estadounidense que ampli6 estudios en Europa (Heidelberg), absorbiendo profundamente, ac, las tesis vienesas, difun di6 en Estados Unidos, desde su ctedra de la Universidad de Columbia, tal pensa miento, enfrentndose con el institucionalismo (Veblen, 1857-1929; Commons, 1862-1945; MitcheIl, 1874-1948; Cooley, 1864-1929; Dewey, 1859-1952), epgona rama americana de la escuela hist6rica. La epistemologa, como tambin es sabido, se ocupa de la licitud , de la proce dencia l6gica, de los mtodos empleados en la investigaci6n cientfica de que se trate, cualquiera que sea la condici6n de sta. ' El polilogismo, por su parte, en resumen, afirma que hay diferentes lgicas humanas, segn sea la clase social, la raza, la religin, la nacionalidad, etc. del sujeto pensante. (N . del T.) * As como la luz, al tiempo, su propia existencia y la de la oscuridad pone de manifiesto, acontece con la verdad que, al golpe, evidencia su propia proce dencia y la falsedad del error. (N. del T.)

praxeologa y la catalctica. Aunque formulen sus asertos de modo genrico, comprendiendo en su ataque todas las ramas del saber, de verdad apuntan a las ciencias de la accin humana. Dicen que resulta ilusorio suponer que la investigacin cien tfica pueda sentar conclusiones que sean vlidas para los pue blos de todas las pocas, razas y clases sociales y se complacen en adjetivar de burguesas u occidentales determinadas teoras fsicas o biolgicas. Ahora bien, cuando la solucin de proble mas prcticos requiere aplicar las doctrinas vilipendiadas, pronto olvidan aquellas crticas. Los soviticos, por ejemplo, se sirven sin escrpulos de todos los avances de la fsica, qu mica y biologa burguesas) despreocupndose de si tales idea rios resultan vlidos para todas las-clases . Los ingenieros y m dicos nazis no desdearon ni dejaron de utilizar las teoras, des cubrimientos e inventos de las razas inferiores . El efectivo proceder de pueblos, naciones, religiones, grupos lingsticos y clases sociales palpablemente evidencia que nadie toma en serio las doctrinas del polilogismo y del irracionalismo en 10 concerniente a la lgica, las matemticas o las ciencias naturales. En lo que atae, sin embargo , a la praxeologa y a la ca ta1ctica, las cosas ya no pintan igual. Un preconcebido deseo de menospreciar la ciencia econmica -por cuanto no resul tan gratas las directrices que la misma seala en orden a cul sea la poltica que ms convendra a las gentes seguir- cons tituye la originaria fuente y el impulso bsico de las doctrinas polilogistas, historicistas y antirracionalistas . Socialistas, ra cistas, nacionalistas y estatistas fracasaron, tanto en su empeo de refutar las teoras de los economistas, como en el de demos trar la procedencia de sus falaces doctrinas. Fue precisamente eso lo que les incit a negar los principios lgicos y epistemo lgicos en que se asienta el raciocinio humano, tanto por 10 que atae a la vida en general, como tambin en lo referente a la investigacin cientfica. Pero no debemos desentendernos de tales objeciones, sim plemente resaltando las motivaciones polticas que las' inspiran . ~\D"-':: Al cientfico jams cbele hallar consuelo en la mera idea d~< / , " ti' , ::.\v~ ;~.~:

t:::

l",~~/

l '" ''''''' l )

,0 "'::'/ ~.') ./.."' ( 4

() .

-?~ .. Q~

..

l

'

(,

26

La Accin Humana

1ntroduccin

27

que sus impugnadores se muevan al amparo de impulsos pa sionales o partidistas. Tiene la obligacin de- examinar todas las objeciones que le sean opuestas, prescindiendo de la moti vacin o fondo subjetivo de las mismas. Es, por eso, censura ble el guardar silencio ante aquella generalizada opinin segn la cual los teoremas econmicos slo son vlidos bajo hipotti cas condiciones que nunca se dan, careciendo, pues, de inters cuando de la realidad se trata. Sorprendente resulta, en verdad, que algunas escuelas econmicas compartan, aparentemente, este criterio, y, sin embargo, con toda tranquilidad, continen formulando sus ecuaciones. Cuando as proceden, estn, en el fondo, despreocupndose del ntimo sentido de su propio ra zonar; de la trascendencia efectiva que pueda el mismo tener en el mundo real, en-el de la accin humana. Tal actitud, desde luego, no es de recibo. La tarea primor dial de todo investigador estriba en analizar exhaustivamente y definir las condiciones y supuestos bajo los cuales cobran va lidez sus afirmaciones. Es, desde luego, errneo tomar la fsica corno modelo y patrn para la investigacin econmica; ahora bien, cuantos, sin embargo, caen bajo el hechizo de tal falacia debieran al menos percatarse de que ningn fsico se avino ja ms a aceptar que haba determinados teoremas de su especia lidad cuyo esclarecimiento quedaba fuera del mbito de la pro pia investigacin.., El problema principal de la economa red cese a precisar la adecuacin existente entre los asertos catalc ticos-y la realidad de esa accin humana que se pretende llegar a conocer. Incumbe, por tanto, a la ciencia econmica examinar con detenimiento si es cierta la afirmacin segn la cual sus teoras slo son vlidas bajo un orden capitalista y una ya superada etapa liberal de la civilizacin occidental. ' A ninguna otra dis ciplina ms que a la economa corresponde ponderar las di versas crticas formuladas contra la utilidad y oportunidad del estudio de la accin humana. El pensamiento econmico debe estructurarse de tal suerte que resulte inmune a la crtica del antirracionalisrno, historicismo, panfisicismo, comportamentis mo y dems variedades del polilogismo. Sera absurdo que

mientras, a diario, se aducen nuevos argumentos tendentes a demostrar la futilidad de las investigaciones econmicas, los economistas permanecieran tranquilamente encerrados en sus torres de marfil *. Ya no basta abordar los problemas econmicos por las sen das tradicionales. Preciso es estructurar la teora catalctica sobre la slida base de una teora general de la accin humana: la praxeologa. Tal planteamiento no slo la har inmune a muchas crticas carentes de consistencia, sino que, adems, aclarar numerosos problemas en la actualidad mal enfocados y peor resueltos. Con este criterio se suscita, de modo singular, la cuestin relativa al clculo econmico 10".

.L A TEORA ECONMICA Y LA PRCTICA DE LA ACCIN HUMANA

3.

Suele acusarse a la economa de ser una ciencia poco des arrollada. No es, desde luego, perfecta. Imposible resulta al canzar la perfeccin en el mundo del conocimiento, ni en nin guna otra actividad humana. El hombre carece de omnisciencia. Aun la teora mejor elaborada y que parece satisfacer plena mente nuestra ansia de saber, tal vez maana haya de ser corre gida o sustituida por otra. La ciencia jams brinda certeza abso luta y definitiva. Da, meramente, ciertas seguridades, dentro* El panjisicismo quisiera reducir a puros fenmenos fsicos todo el actuar del hombre, negando exista diferencia epistemolgica alguna entre las ciencias naturales . y las disciplinas referentes a la accin humana. El comportamentismo (behaoiorist, en ingls) es una escuela sociolgica segn la cual la razn no influye en el actuar humano. Pretende, consecuentemente, abor dar la actuacin del hombre por las vas psicolgicas utilizadas en el estudio de las reacciones de los animales o de los tiernos infantes, 'entiende que todos proce demos de 'acuerdo con previos condicionamientos sociales; por eso, sobre la base de un sistema educativo ideal, piensa que cabra erradicar las lacras que a la huma nidad hoy afligen, lo cual, bien visto, supone patente contradiccin con su intelec tual hase de partida. (N. del T.) ** El tema del clculo econmico constituye, pudiramos decir, el meollo de toda la teora misiana -particularmente en su crtica del socialismo-e-, como el lector comprobar al ir adentrndose en el presente tratado. (N . del T.)

28

----- - ---- - ---.-- -

La Accin Humana

Introduccin

29

de los lmites que nuestra capacidad mental y los descubrimien tos de la poca le marcan. Cada sistema cientfico no represen ta ms que un cierto estadio en el camino de la investigacin. Refleja, por fuerza, la inherente insuficiencia del intelectual esfuerzo humano. El reconocer tal realidad, sin embargo, en modo alguno significa que la economa actual hllese atrasada. Simplemente atestigua que nuestra ciencia es algo vivo; pre suponiendo la vida la imperfeccin y el cambio. Los crticos que proclaman el supuesto atraso de la eco noma pertenecen a dos campos distintos. A un lado se sitan aquellos naturalistas y fsicos que la censuran por no ser una ciencia natural y por prescindir de las tcnicas de laboratorio. Constituye uno de los objetivos de~ presente tratado evidenciar el error que tal pensamiento en cierra . En estas notas preliminares bastar con aludir al fondo psicolgico de dicho ideario. Las gentes de estrecha mentalidad suelen criticar las diferencias que en los dems observan. El camello de la fbula se vanagloriaba de su giba ante los res tantes animales que carecan de joroba y el ciudadano de Ruri tania vilipendia al de Laputania por no ser ruritano. El inves tigador de laboratorio considera su mtodo el ms perfecto, estimando las ecuaciones diferenciales como la nica forma adecuada de reflejar los resultados de la investigacin. Incapaz es de apreciar la, epistemolgica procedencia del estudio de la accin humana. La economa, en su opinin, debiera ser una parte de la mecnica. De otro lado sitanse quienes afirman que las ciencias so ciales inciden indudablemente en el error dada la insatisfacto riedad de la realidad social. Las ciencias naturales han logrado impresionantes realizaciones en las dos o tres ltimas centu rias, elevando el nivel de vida de forma impresionante. Las ciencias sociales, en cambio, han fracasado de modo lamentable en su pretensin de mejorar las condiciones humanas. No han sido capaces de suprimir la miseria y el hambre, las crisis eco nmicas y el paro, la guerra y la tirana . Son, pues, ciencias estriles, que en nada contribuyen a la felicidad y a la bienan danza de la humanidad.

Tales detractores no advierten, sin embargo, que los gran des progresos tcnicos de la produccin y el consiguiente in cremento de la riqueza y el bienestar tomaron cuerpo nica mente cuando las ideas liberales, hijas de la investigacin eco nmica, lograron imponerse. Slo entonces fue posible desarticular aquellos valladares con que leyes, costumbres y -prejuicios seculares entorpecan el progreso tcnico; el ideario de los economistas clsicos liber a promotores e innovadores geniales de la camisa de fuerza con que la organizacin gremial, el paternalismo gubernamental y toda suerte de presiones sociales les maniataban. Los econo mistas minaron el venerado prestigio de militaristas y expolia dores, poniendo de manifiesto los beneficios que la pacfica actividad mercantil engendra. Ninguno de los grandes inventos modernos habrase _ implantado si la mentalidad de la era pre capitalista no hubiera sido completamente desvirtuada por ta les estudiosos. La generalmente denominada revolucin in dustrial fue consecuencia de la revolucin ideolgica pro vocada por las doctrinas econmicas. Los economistas demos traron la inconsistencia de los viejos dogmas: que no era lcito ni justo vencer al competidor produciendo gneros mejores y ms baratos; que era reprochable desviarse de los mtodos tradicionales de produccin; que las mquinas resultaban per niciosas porqt,Je causaban paro; que el deber del gobernante consista en impedir el enriquecimiento del empresario, debien do, en cambio, conceder proteccin a los menos aptos frente a la competencia de los ms eficientes; que restringir la libertad empresarial mediante la fuerza y la coaccin del Estado o de otros organismos y asociaciones promova el bienestar social. La escuela de Manchester y los fisicratas franceses formaron la vanguardia del capitalismo moderno. Slo gracias a ellos pu dieron progresar esas ciencias naturales que han derramado beneficios sin cuento sobre las masas. Yerra, en verdad, nuestro siglo al desconocer el enorme influjo que -la libertad ecomica tuvo en el progreso tcnico de Jos ltimos doscientos aos. Engase la gente cuando su pone que fuera puramente casual la coincidente aparicin de los

30

La Accin Humana

1ntroduccin

31

nuevos mtodos de produccin y la poltica del laissez [aire. Cegados por el mito marxista, nuestros coetneos creen que la moderna industrializacin es consecuencia provocada por unas misteriosas fuerzas productivas, que funcionan independien temente de los factores ideolgicos. La economa clsica ---estimase- en modo alguno fue factor que impulsara el advenimiento del capitalismo, sino ms bien su fruto, su superestructura ideolgica, es decir, una doctrina meramente justificativa de las inicuas pretensiones de los explotadores. Resulta de tal planteamiento que la abolicin de la economa de mercado y su sustitucin por el totalitarismo socialista no habra de perturbar gravemente el constante perfeccionamiento de la tcnica. Antes al revs, el progreso social an se acentua ra, al suprimirse los obstculos con que el egosmo de los capitalistas lo entorpece. La rebelin contra la ciencia econmica constituye la carac terstica de esta nuestra poca de guerras despiadadas y de desintegracin social. Toms Carlyle tach a la economa de ciencia triste (dismal scence) y Carlos Marx calific a los economistas de sicofantes de la burguesa. Los arbitristas, para ponderar sus remedios y los fciles atajos que, en su opi nin, conducen al paraso terrenal, denigran la economa, califi cndola de ortodoxa y reaccionaria. Los demagogos vana" gloranse de supuestas victorias por ellos conseguidas sobre la economa. El hombre prctico se jacta de despreciar lo eco nmico y de ignorar las enseanzas predicadas por meros pro fesores. La poltica de las ltimas dcadas fue forjada por una mentalidad que se mofa de todas las teoras econmicas sensa tas, ensalzando en cambio las torpes doctrinas mantenidas por los detractores de aqullas. En la mayora de los pases la lla mada economa ortodoxa hllase desterrada de las universi dades y es virtualmente desconocida por estadistas, polticos y escritores. No cabe, desde luego, culpar de la triste situacin que la presente 'realidad social presenta a una ciencia desdeada y desconocida por masas y dirigentes. Es preciso advertir que el porvenir de la civilizacin mo derna, tal como fue estructurada por la raza blanca en los lti

mas doscientos aos, se halla inseparablemente ligado al futuro de la economa. Esta civilizacin pudo surgir porque las gentes crean en aquellas frmulas que aplicaban las enseanzas de los economistas a los problemas de la vida diaria. Y fatalmente perecer si las naciones prosiguen por el camino iniciado bajo el maleficio de las doctrinas que condenan el pensamiento econmico. La economa, desde luego, es una ciencia terica que, como tal, se abstiene de establecer normas de conducta. No pretende sealar a los hombres cules metas deban perseguir. Quiere, exclusivamente, averiguar los medios ms idneos para alcan zar aquellos objetivos que otros, los consumidores, predeter minan; jams pretende indicar a los hombres los fines que deban apetecer. Las decisiones ltimas, la valoracin y eleccin de las metas a alcanzar, quedan fuera del mbito de la ciencia. Nunca dir a la humanidad qu deba desear, pero, en cambio, s procurar ilustrarla acerca de cmo convinele actuar si quiere conquistar los concretos objetivos que dice apetecer. Hay quienes consideran eso insuficiente, entendiendo que una ciencia limitada a la investigacin de lo que es, incapaz de expresar un juicio de valor acerca de los fines ms elevados y ltimos, carece de utilidad. Tal opinin implica incidir en el error. Evidenciarlo, sin embargo, no puede ser objeto de estas consideraciones preliminares. Pues ello precisamente consti tuye una de las pretensiones del presente tratado.4.RESUMEN

Era obligado consignar estos antecedentes para aclarar por qu pretendemos situar los problemas econmicos dentro del amplio marco de una teora general de la accin humana . En el estado actual del pensamiento econmico y de los estudios polticos referentes a las cuestiones fundamentales de la orga nizacin social, ya no es posible considerar aisladamente el problema catalctico propiamente dicho, pues, en realidad, no constituye sino una rama de la ciencia general de la accin humana, y como tal debe ser abordado.

I I I I I I I I I

I

CAPITULO

1

El hombre en accin

I I I I I I I I I

I

1.

ACCIN DELIBERADA Y REACCIN ANIMAL

I I I I I I I I I

I

I I I I I I I I

I

I

I I I I I I I

I

La accin humana es conducta consciente; movilizada vo luntad transformada eJJ actuacin, que pretende alcanzar pre cisos fines y objetivos; es consciente reaccin del ego ante los estmulos y las circunstancias del ambiente; es reflexiva aco modacin a aquella disposicin del universo que est influyen do en la vida del sujeto. Estas parfrasis tal vez sirvan para aclarar la primera frase, evitando posibles interpretaciones errneas; aquella definicin, sin embargo, resulta correcta y no parece precisar de aclaraciones ni comentarios. El proceder consciente y deliberado contrasta con la con ducta inconsciente, es decir, con los reflejos o involuntarias reacciones de nuestras clulas y nervios ante las realidades externas. Suele' decirse que la frontera entre la actuacin cons ciente y la inconsciente es imprecisa. Ello, sin embargo, tan slo resulta cierto en cuanto a que a veces no es fcil decidir si determinado acto es de condicin voluntaria o involuntaria. Pero, no obstante, la demarcacin entre conciencia e incons ciencia resulta clara, pudiendo ser trazada la raya entre uno y otro mundo de modo tajante. La conducta inconsciente de las clulas y los rganos fisio lgicos es para el yo operante un dato ms, como otro cual quiera, del mundo exterior que aqul debe tomar en cuenta. El hombre, al actuar, ha de considerar lo que acontece en su propio organismo, al igual que se ve constreido a ponderar otras realidades, tales como, por ejemplo, las condiciones cli matolgicas o la actitud de sus semejantes. No cabe, desde

'6

La Acci6n Humana

El hombre en accin

37

luego, negar que la voluntad humana, en ciertos casos, es capaz de dominar las reacciones corporales. Resulta hasta .cierto punto posible controlar los impulsos fisiolgicos. Puede el hombre, a veces, mediante el ejercicio de su voluntad, superar la enfermedad, compensar la insuficiencia innata o adquirida de su constitucin fsica y domear sus movimientos reflejos. En tanto ello es posible, cabe ampliar el campo de la actuacin consciente. Cuando, teniendo capacidad para hacerlo, el sujeto se abstiene de controlar las reacciones involuntarias de sus c lulas y centros nerviosos, tal conducta, desde el punto de vista que ahora nos interesa, ha de estimarse igualmente deliberada . Nuestra ciencia se ocupa de la accin humana, no de los fe nmenos psicolgicos capaces de ocasionar determinadas actua ciones. Es ello precisamente lo que distingue y separa la teora general de la accin humana, o praxeologa, de la psicologa. Esta ltima se interesa por aquellos fenmenos internos que provocan o pueden provocar determinadas actuaciones. El obje to de estudio de la praxeologa, en cambio, es la accin como tal. Queda as tambin separada la praxeologa del psicoanlisis de lo subconsciente. El psicoanlisis, en definitiva, es psicolo ga y no investiga la accin sino las fuerzas y factores que im pulsan al hombre a actuar de una cierta manera. El subcons ciente psicoanaltico constituye categora psicolgica, no praxeolgica. Que una accin sea fruto de clara deliberacin o de recuerdos olV'idados y deseos reprimidos que desde regiones, por decirlo as, subyacentes influyen en la voluntad, para nada afecta ,a la naturaleza del acto en cuestin. Tanto el asesino impelido al crimen por subconsciente impulso (el Id ), como el neurtico cuya conducta aberrante para el observador superfi cial carece de sentido, son individuos en accin, los cuales, al igual que el resto de los mortales, persiguen objetivos espec ficos. El mrito del psicoanlisis estriba en haber demostrado que la conducta de neurticos y psicpatas tiene su sentido; que tales individuos, al actuar, no menos que los otros, tam bin aspiran a conseguir determinados fines, aun cuando quie nes nos consideramos cuerdos y normales tal vez reputemos sin base el raciocinio determinante de la decisin por aqullos

adoptada y califiquemos de inadecuados los medios escogidos para alcanzar los objetivos en cuestin. El concepto incons ciente empleado por la praxeologa y el concepto subcons ciente manejado por el psicoanlisis pertenecen a dos rdenes distintos de raciocinio, a dispares campos de investigacin. La praxeologa, al igual que otras ramas del saber, debe mucho al psicoanlisis. Por ello es tanto' ms necesario trazar la raya que separa la una del otro. La accin no consiste simplemente en preferir. El hombre puede sentir preferencias aun en situacin en que las cosas y los acontecimientos resulten inevitables o, al menos, as lo crea el sujeto. Cabe preferir la bonanza a la tormenta y desear que el sol disperse las nubes. Ahora bien, quien slo desea y espera no interviene activamente en el curso de los acontecimientos ni en la plasmacin de su destino. El hombre, en cambio, al actuar} opta , determina y procura alcanzar un fin. De dos cosas que no pueda disfrutar al tiempo, elige una y rechaza la otra . La accin, por tanto , implica, siempre y a la vez, preferir y renunciar. La mera expresin de deseos y. aspiraciones, as como la simple enunciacin de planes, pueden constituir formas de ac tuar, en tanto en cuanto de tal modo se aspira a preparar ciertos proyectos. Ahora bien, no cabe confundir dichas ideas con las acciones a las que las mismas se refieren. No equivalen a 'las correspondientes actuaciones que anuncian, preconizan o re chazan. La accin es una cosa real. Lo que cuenta es la autn tica conducta del hombre, no sus intenciones si stas no llegan a realizarse. Por 10 dems, conviene distinguir y separar con precisin la actividad consciente del simple trabajo fsico. La accin implica acudir a ciertos medios para alcanzar determi nados fines. Uno de los medios generalmente empleados para conseguir tales objetivos es el trabajo. Pero no siempre es as. Basta en ciertos casos una sola palabra para provocar el efecto deseado. Quien ordena o prohbe acta sin recurrir al trabajo fsico. Tanto el hablar como el callar, el' sonrerse J el quedarse serio, pueden constituir actuaciones. Es accin el consumir y el

38

La Accin Humana

El hombre en accin

39

recrearse, tanto como el renunciar al consumo o al deleite que tenemos a nuestro alcance. La praxeologa, por consiguiente, no distingue entre el hombre activo o enrgico y el pasivo o indolente. El hombre vigoroso que lucha diligentemente por mejorar su situacin acta al igual que el aletargado que, lleno de indo lencia, acepta las cosas tal como vienen. Pues el no hacer nada y el estar ocioso tambin constituyen actuaciones que influyen en la realidad. Dondequiera concurren aquellos requisitos pre cisos para que pueda tener lugar la interferencia humana, el hombre acta, tanto si interviene como si se abstiene de inter venir. Quien resignadamente soporta cosas que podra variar acta tanto como .quien se moviliza para provocar situacin distinta. Quien se abstiene de influir en el funcionamiento de los factores instintivos y fisiolgicos, que podra interferir, acta tambin . Actuar no supone slo hacer, sino tambin de jar de hacer aquello que podra ser realizado. Cabra decir que la accin es la expresin de la voluntad humana. Ahora bien, no ampliamos con tal manifestacin nues tro conocimiento, pues el vocablo voluntad no significa otra cosa que la capacidad del hombre para elegir entre distintas actuaciones, prefiriendo lo uno a lo otro y procediendo de ~cuerdo con el' deseo de alcanzar la meta ambicionada o de rehuir la deseada.

a actuar 1. El ser plenamente satisfecho carecera de motivo para variar de estado. Ya no tendra ni deseos ni anhelos; sera per fectamente feliz. Nada hara; simplemente vivira. Pero ni el malestar ni el representarse un estado de cosas ms atractivo bastan por s solos para impeler al hombre a actuar. Debe concurrir un tercer requisito: advertir mental mente la existencia de cierta deliberada conducta capaz de su primir o, al menos, de reducir la incomodidad sentida. Sin la concurrencia de esa circunstancia, ninguna actuacin es posi ble, el interesado ha de conformarse con lo inevitable. No tiene ms remedio que someterse a su destino . Tales son los presupuestos generales de la accin humana. El ser que vive bajo dichas condiciones es un ser humano . No es solamente bonzo sapiens, sino tambin bomo agens. Los se res de ascendencia humana que, de nacimiento o por defecto adquirido, carecen de capacidad para actuar (en el sentido am plio del vocablo, no slo en el legal), a efectos prcticos, no son seres humanos. Aunque las leyes y la biologa los consideren hombres , de hecho carecen de la caracterstica especficamente humana. El recin nacido no es ser actuante; no ha recorrido an todo el trayecto que va de la concepcin al pleno desarro llo de sus cualidades humanas. Slo al finalizar tal desarrollo devendr sujeto de accin.EN TORNO A LA FELICIDADSuele considerarse feliz al hombre que ha conseguido los ob jetivos que se haba propuesto. Ms exacto sera decir que esa persona es ahora ms feliz de 10 que antes era. No cabe oponer, sin embargo, objecin a la costumbre de definir ef actuar humano .como la bsqueda de la felicidad . Conviene, sin embargo, evitar errores bastante extendidos. La accin humana invariablemente pretende, en definitiva, dar sa1 Vid. LOCKE, An Essay Concerning Human Understanding, 1, pgs. 331-333, ed. Fraser, Oxford, 1894, LEIBNIZ, Nouveaux essais sur l'entendement bumain, pg. 119, ed. Flammarion.

Los

REQUISITOS PREVIOS

DE LA ACCIN HUMANA

Consideramos de contento y satisfaccin aquel estado del ser humano que no induce ni puede inducir a la accin . El hombre, al actuar, aspira a sustituir un estado menos satisfac . torio por otro mejor. La mente presntale al actor situaciones ms gratas, que aquel que, mediante la accin, pretende alcan zar. Es siempre el malestar el incentivo que induce al individuo

40

La Accin Humanatisfacci6n al anhelo sentido por el actor. No cabe ponderar la mayor o menor satisfaccin personal ms que a trav s de indivi dualizados juicios de valoracin, disti ntos segn los diverso s inte resados y, aun para una misma persona, dispares segn los mo mentas. Es la valoracin subjetiva -con arreglo a la voluntad y al juicio propio- lo que hace a las gentes ms o menos felices o desgraciadas . Nadie es capaz de dictaminar qu ha de propor cionar mayor bienestar al prjimo. Tales asertos en modo alguno afectan a la anttesis existente entre e! egosmo y el altruismo, e! materialismo y el idealismo, e! individualismo y el colectivismo, e! atesmo y la religin. Hay quienes slo se interesan por su propio bienestar material. A otros, en cambio, las desgracias ajenas cusanles tanto o ms males tar que sus propias desventuras. Hay personas que no aspiran ms que a satisfacer el deseo sexual, la apetencia de alimentos, bebi das y vivienda y dems placeres fisiolgicos. No faltan, en cam bio, seres humanos a quienes en grado preferente interesan aque llas otras satisfacciones usualmente calificadas de superiores o espirituales. Existen seres dispuestos a acomodar su conducta a las exigencias de la cooperaci6n social; y, sin embargo, tambin hay quienes propenden a quebrantar las correspondientes normas. Para unas gentes e! trnsito terrenal es camino que conduce a la bienaventuranza eterna; pero tambi n hay quiene s no creen en las enseanzas -de religin alguna y para nada las toma n en cuenta. La praxeologa no se interesa por los objetivos ltimos que la accin pueda perseguir. Sus enseanzas resulta n vlidas para todo tipo de actuacin, independientemente de! fin a que se aspire. Constituye ciencia atinente, exclusivamente, a los medios; en modo alguno a los fines. Manejamos e! trmino felicidad en sentido me ramente forma l. Para la praxeologa, el decir que el nico obje tivo del hombre es alcanzar la felicidad resulta pura tautologa, porque, desde aquel plano, ningn juicio podemos formular acerca de lo que, concretamente, haya de hacer al hombre ms feliz. El eudemonismo y el hedonismo afirman que el malestar es el incentivo de toda actuacin humana, procurando sta, invariable mente, suprimir la incomodidad en el mayor grado posible, es decir, hacer al hombre que acta un poco ms feliz. La ataraxia

El hombre en accin

41

epicrea es aquel estado de felicidad y contentamiento perfecto, al que tiende toda actividad humana, sin llegar nunca a plena- . mente alcanzarlo. Ante la perspicacia de tal cognicin, pierde trascendencia e! que la mayora de los partidarios de dichas filoso fas no advirtieran la condicin meramente formal de los conceptos de dolo r y placer, dndoles en cambio una significaci6n sensual y materialista. Las escuelas teolgicas, msticas y dems de tica hete rnoma no acertaron a impugnar la esencia del epicuresmo por cuanto limitbanse a criticar su supuesto desinters por los place res ms elevados y nob les. Es cierto que muchas obras de los primeros partidarios de! eudemonismo, hedonismo y utilitarismo se prestan a interpretaciones equvocas . Pero el lenguaje de los filsofos modernos, y ms todava el de los economistas actuales, es tan preciso y correcto, que ya no cabe confusi6n interpreta tiva alguna .

ACERCA DE LOS INSTINTOS Y LOS IMPULSOS El mtodo utilizado por la sociologa de los instintos no es idneo para llegar a comprender el problema fundamental de la accin humana. Dicha escuela, en efecto, clasifica los diferentes objetivos concre tos a que la accin humana tiende, suponiendo a sta imp-ulsada hacia cada uno de ellos por especfico instinto. El hombre aparece como exclusivamente movido por instintos e innatas disposiciones. Se presume que tal planteamiento viene a desarticular, de una vez para siempre , las aborrecibles ensean zas de la economa y de la filosofa utilitaria. Feuerbach, sin ern bargo, acertadamente advirti que e! instinto aspira siempre a la felicidad 2 . La metodologa de la psicologa y de la sociologa de los instintos clasifica arbitrariamente los objetivos inmediatos de la accin y viene a ser una hipstasis de cada uno de ellos. En tanto que la praxeologa proclama que e! fin de la accin es la remocin de cierto malestar, la psicologa del instinto afirma que se acta para satisfacer cierto instintivo impulso.

, Vid.1907 .

FEU ERBACIl,

S nmnticbe Werke , X, pg. 231, ed . Bolin y J.odl. Stuttgart ,

42

La Accin Humana

El hombre en accin

43

Muchos partidarios de tal escuela creen haber demostrado que la actividad no se halla regida por la razn, sino que viene origi nada por profundas fuerzas innatas, impulsos y disposiciones que el pensamiento racional no comprende. Tambin creen haber lo grado evidenciar la inconsistencia del racionalismo, criticando a la economa por constituir un tejido de errneas conclusiones deducid as de falsos supuestos psicolgicos 3. Pero lo que pasa es que el racionalismo, la praxeologa y la economa, en verdad , no se ocupan ni de los resortes que inducen a actuar, ni de los fines ltimos de la accin, sino de los medios que el hombre haya de emplear para alcanzar los objetivos propuestos. Por insonda bles que sean los abismos de los que emergen los instintos y los impulsos, los medios a que el hombre apela para satisfacerlos son fruto de consideraciones racionales que pondera n el costo, por un lado, y el result ado alcanzado, por otro. Quien obra bajo presin emocional no por eso deja de actuar. Lo que distingue la accin impulsiva de las dems es que en estas ltimas el sujeto contrasta ms serenamente tanto el costo como el fruto obtenido. La emocin perturba las valoraciones del actor . Arrebatado por la pasin, el objetivo parece al inte resado ms deseable y su precio menos oneroso de lo que, ante un examen ms fro, considerara. Nadie ha puesto nunca en duda que incluso bajo un estado emocional los medios y los fines son objeto de ponderacin, siendo posible influir en el resultado de tal anlisis a base de increment ar el costo del ceder al impulso pasional. Cas tigar con menos rigor las infracciones penales cometidas bajo un estado de excitacin emocional o de intoxicacin equivale a fo mentar tales excesos. La amenaza de una severa sancin disuade incluso a aquellas personas impulsadas por pasiones, al parecer, irresistibles. Interpretamos la conducta animal suponiendo que los seres irracionales siguen en cada momento el impulso de mayor vehe mencia. Al comprobar que el animal come, cohabita y ataca a otro s animales o al hombre, hablamos de sus instintos de alimentacin ., Vid. WI L LlAM M cDoUGALL , An l ntroduction to Social Psycbology, pg. 1J . 14.' ed . Boston, 1921.

de reproduccin y de agresin y concluimos que tales instintos son innatos y exigen satisfaccin inmediata . Pero con el hombre no ocurre lo mismo . El ser humano es capaz de domear incluso aquellos impulsos que de modo ms perentorio exigen atencin. Puede vencer sus insti ntos, emociones y apetencias, racionalizando su conducta. Deja de satisfacer de seos vehementes para atender otras aspiraciones; no le avasallan aqullos . El hombre no rapta a toda hembra que despierta su libido; ni devora todos los alimentos que le atraen ; ni ataca a cuantos quisiera aniquilar . Tras ordenar en escala valorativa sus deseos y anhelos, opta y prefiere; es decir , acta. Lo que disti ngue al bomo sapiens de las best ias es, precisamente, eso , el que pro cede de manera consciente. El hombre es el ser capaz de inhibi r se; que puede vencer sus impulsos y deseos; que tiene poder para refrenar sus instintos. Cabe a veces que los impulsos sean de tal violencia que nin guna de las desventajas que su satisfaccin implica resulte bas tante para dete ner al individuo . Aun en este supuesto hay elec cin. El agente, en tal caso, prefie re ceder al deseo en cuesti n 4.

3. LA ACCIN HUMANA COMO PRESUPUESTO IRREDUCTIBLE

Hubo siempre gentes deseosas de llegar a desentraar la causa primaria, la fuente y origen de cuanto existe, el impulso engendrador de los cambios que acontecen ; la sustancia que todo lo crea y que es causa de s misma. La ciencia, en cambio , nunca aspir a tanto, consciente de la limitacin de la mente humana. Pretende, desde luego, el estudioso retrotraer los fe nmenos a sus causas. Pero advierte que tal aspiracin fatal mente tiene que acabar tropezando con muros insalvables . Ha y fenmenos que no pueden ser analizados ni referidos a otros: son presupuestos irreductibles. El progreso de la investigacin En tales supuestos tiene gran trascendencia el que las dos satisfacciones -la derivada de ceder al impulso y la resultante de evitar las indeseadas consecu~ncias sean coetneas o no lo sean. (Vid . cap. XVIII , 1, 2 Y apart o sguiente.)

44

La Accin Humana

El hombre en accin

45

cientfica' permite ir paulatinamente reduciendo a sus compo nentes cada vez mayor nmero de hechos que previamente re sultaban inexplicables. Pero siempre habr realidades irreduc tibles o inanalizables, es decir, presupuestos ltimos o finales . El monismo asegura no haber ms que una sustancia esen cial; el dualismo afirma que hay dos; y el pluralismo que son muchas. De nada sirve discutir estas cuestiones, meras dispu tas metafsicas insolubles. Nuestro actual conocimiento no nos permite dar a mltiples problemas soluciones universalmente satisfactorias. El monismo materialista entiende que los pensamientos y las humanas voliciones son fruto y producto de los rganos corporales, de las clulas y los nervios cerebrales. El pensa miento, la voluntad y la actuacin del hombre resultaran mer.: consecuencia de procesos materiales que algn da los mtodos de la investigacin fsica y qumica explicarn. Tal supuesto entraa tambin una hiptesis metafsica, aun cuando sus par tidarios la consideren verdad cientfica irrebatible e innegable. La relacin entre el cuerpo y el alma, por ejemplo, muchas teoras han pretendido decirla; pero, a fin de cuentas, no eran sino conjeturas hurfanas de toda relacin con experiencia al guna. Lo ms que cabe afirmar es que hay ciertas conexiones entre los procesos mentales y los fisiolgicos. Pero, en verdad, es muy poco 10 que concretamente sabemos acerca de la natu raleza y mecnica de tales relaciones. Ni los juicios de valor ni las efectivas acciones humanas prstanse a ulterior anlisis . Podemos admitir que dichos fe nmenos tienen sus correspondientes causas. Pero en tanto no sepamos de qu modo los hechos externos -fsicos y fisiol gicos- producen en la mente humana pensamientos y volicio nes que ocasionan actos concretos, tenemos que conformarnos con insuperable dualismo metodolgico . En el estado actual del saber, las afirmaciones fundamentales del positivismo, del monismo y del panfisicismo son meros postulados metafsicos, carentes de base cientfica y sin utilidad ni significado para la investigacin. La razn y la experiencia nos muestran dos rei nos separados: el externo, el de los fenmenos fsicos, qumi-

cos y fisiolgicos; y el interno, el del pensamiento, del senti miento, de la apreciacin y de la actuacin consciente. Ningn puente conocemos hoy que una ambas esferas. Idnticos fen menos exteriores provocan reflejos humanos diferentes y hechos dispares dan lugar a idnticas respuestas humanas. Ignoramos el porqu. Ante tal realidad no cabe ni aceptar ni rechazar las decla raciones esenciales del monismo y del materialismo. Creamos o no que las ciencias na turales logren algn da explicarnos la produccin de las ideas, de los juicios de apreciacin y de las acciones, del mismo modo que explican la aparicin de una sn tesis qumica como fruto necesario e inevitable de determinada combinacin de elementos, en el nterin no tenemos ms reme dio que conformarnos con el dualismo metodolgico . La accin humana provoca cambios. Es un elemento ms de la actividad universal y del devenir csmico. Resulta, por tanto, legtimo objeto de investigacin cientfica. Y puesto que -al menos por ahora- no puede ser desmenuzada en sus causas integrantes, debemos estimarla presupuesto irreductible, y como tal estudiarla. Cierto que los cambios provocados por la accin humana carecen de trascendencia comparados con los efectos engen drados por las grandes fuerzas csmicas. El hombre constituye pobre grano de arena contemplado desde el ngulo de la eter nidad y del universo infinito. Pero, para el individuo, la accin humana y sus vicisitudes son tremendamente reales. La accin constituye la esencia del hombre; el medio de proteger su vida y de elevarse por encima del nivel de los animales y las plantas. Por perecederos y vanos que puedan parecer, todos los esfuer zos humanos son, empero, de importancia trascendental para el hombre y para la ciencia humana . 4.

RACIONALIDAD E IRRACIONALIDAD; SUBJETIVISMO Y OBJETIVIDAD EN LA INVESTIGACIN PRAXEOLGICA

La accin humana es siempre racional. El hablar de ac cin racional supone incurrir en evidente pleonasmo y, por

46

La Accin Humana

El hombre en accin

47

tanto, debe rechazarse tal expresin . Aplicados a los fines lti mos de la accin, los trminos racional e irracional no son apropiados y carecen de sentido . El fin ltimo de la accin siempre es la satisfaccin de algn deseo del hombre actuante . Puesto que nadie puede reemplazar los juicios de valoracin dei sujeto en accin por .los propios, vano resulta enjuiciar los anhelos y las voliciones de los dems. Nadie est calificado para decidir qu har a otro ms o menos feliz. Quienes pre tenden enjuiciar la vida ajena o bien exponen cul sera su con ducta de hallarse en la situacin del prjimo, o bien, pasando por alto los deseos y aspiraciones de sus semejantes, limtanse a proclamar, con arrogancia dictatorial, la manera cmo el prjimo mejor servira a los designios del propio crtico. Es corriente denominar irracionales aquellas acciones que, prescindiendo de ventajas materiales y tarigibies, tienden a al canzar satisfacciones ideales o ms elevadas. En este sen tido, la gente asegura, por ejemplo -unas veces aprobando, desaprobando otras- que quien sacrifica la vida, la salud o la riqueza para alcanzar bienes ms altos -como la lealtad a sus convicciones religiosas, filosficas y polticas o la libertad y la grandeza nacional- viene impelido por consideraciones.. de ndole no racional. La prosecucin de estos fines, sin embargo, no es ni ms ni menos racional o irracional que la de otros fines huinanos. Es errneo suponer que el deseo de cubrir las necesidades perentorias de la vida o el de conservar la salud sea ms racional, natural o justificado que el aspirar a otros bienes y satisfacciones. "Cierto que la apetencia de alimentos y calor es comn al hombre y a otros mamferos y que, por 10 general, quien carezca de manutencin y abrigo concentrar sus esfuerzos en la satisfaccin de esas urgentes necesidades sin, de momento, preocuparse mucho por otras cosas. El deseo de vivir, de salvaguardar la existencia y de sacar partido ele toda oportunidad para vigorizar las propias fuerzas vitales, consti tuye rasgo caracterstico de cualquier forma de ser viviente . No resulta, sin embargo, para el hombre imperativo ineludible el doblegarse ante dichas apetencias. Mient ras todos los dems animales hllanse inexorablemen-

te impelidos a la conservacin de su vida y a la proliferacin de la especie, el hombre es capaz de dominar tales impulsos. Con trola tanto su apetito sexual como su deseo de vivir. Renuncia a la vida si considera intolerables aquellas condiciones nicas bajo las cuales cabrale sobrevivir. Es capaz de morir por un ideal y tambin de suicidarse. Incluso la vida constituye para el hombre el resultado de una eleccin, o sea, de un juicio valorativo. Lo mismo ocurre con el deseo de vivir abundantemente provedo. La mera existencia de ascetas y de personas que re nuncian a las ganancias materiales por amor a sus convicciones, o simplemente por preservar su dignidad e individual respeto, evidencia que el correr en pos de los placeres materiales en modo alguno resulta inevitable, siendo en cambio consecuencia . de especfica eleccin. La verdad, sin embargo, es que la in mensa mayora de nosotros preferimos la vida a la muerte y la riqueza a la pobreza. Es arbitrario considerar natural y racional nicamente la satisfaccin de las necesidades fisiolgicas y todo lo dems artificial y, por tanto, irracional. El rasgo tpicamente humano estriba en que el hombre no tan slo desea alimento, abrigo y ayuntamiento carnal, como el resto de los animales, sino que aspira adems a otras satisfacciones. Experimentamos necesidades y apetencias tpicamente humanas, que podemos calificar de ms elevadas comparadas con los deseos comu nes al hombre y a los dems mamferos 5. Al aplicar los calificativos racional e irracional a los medio; elegidos para la consecucin de fines determinados, 10 que se trata de ponderar es la oportunidad e idoneidad del sistema adoptado. Debe el mismo enjuiciarse para decidir s.. es o no el que mejor permite alcanzar el objetivo ambicionado. La ra zn humana, desde luego, no es infalible y, con frecuencia, el hombre se equivoca, tanto en la eleccin de medios como en su utilizacin. Una accin inadecuada al fin propuesto no pro5 Sobre los errores que implica la ley de hierro de los salarios, vid. captu lo XXI, 6; acerca de las errneas interpretaciones de la teora de Malthus, vid. infra captulo XXIV, 2.

48

La Accin Humana

El hombre en accin

49

duce el fruto esperado. No conforma la misma con la finalidad perseguida, pero no por ello dejar de ser racional, tratndose de mtodo que razonada (aunque defectuosa) deliberacin en gendrara y de esfuerzo (si bien ineficaz) por conseguir cierto objetivo. Los mdicos que, cien aos atrs, para el tratamiento del cncer empleaban mtodos que los profesionales contem porneos rechazaran, carecan, desde el punto de vista de la patologa actual, de conocimientos bastantes y, por tanto, su actuacin resultaba balda. Ahora bien, no procedan irracional mente; hacan lo que crean ms conveniente. Es probable que dentro de cien aos los futuros galenos dispongan de mejores mtodos para tratar dicha enfermedad; en tal caso, 'sern mas eficientes que nuestros mdicos, pero no ms racionales. Lo opuesto a la accin humana no es la conducta irracional, sino la refleja reaccin de nuestros rganos corporales al est mulo externo, reaccin que no puede ser controlada a voluntad. y cabe incluso que el hombre, en determinados casos, ante un mismo agente, responda coetneamente por reaccin refleja y por accin consciente. Al ingerir un veneno, el organismo apresta automticamente defensas contra la infeccin; con inde pendencia, puede intervenir la actuacin humana administran do un antdoto. Respecto del problema planteado por la anttesis entre lo racional y lo irracional, no hay diferencia entre las ciencias naturales y las ciencias sociales. La ciencia siempre es y debe ser racional; presupone intentar aprehender los fenmenos del universo mediante sistemtica ordenacin de todo el saber dis ponible. Sin embargo, como anteriormente se haca notar, la descomposicin analtica del fenmeno en sus elementos cons titutivos antes o despus llega a un punto del que ya no puede pasar. La mente humana es incluso incapaz de concebir un saber que no limitara ningn dato ltimo imposible de anali zar y disecar. El sistema cientfico que gua al investigador hasta alcanzar el lmite en cuestin resulta estrictamente racio nal. Es el dato irreductible el que cabe calificar de hecho irracional. Est hoy en boga el menospreciar las ciencias sociales, por

ser puramente racionales. La objecin ms corriente opuesta a lo econmico es la de que olvida la irracionalidad de la vida y del universo e intenta encuadrar en secos esquemas raciona les y en fras abstracciones la variedad infinita de los fenme nos. Nada ms absurdo. La economa, al igual que las dems ramas del saber, va tan lejos como puede, dirigida por mto dos racionales. Alcanzado el lmite, se detiene y califica el hecho con que tropieza de dato irreductible, es decir, de fen meno que no admite ulterior anlisis, al menos en el estado actual de nuestros conocimientos 6. Los asertos de la praxeologa y de la economa resultan v lidos para todo tipo de accin humana, independientemente de los motivos, causas y fines en que sta ltima se fundamen te. Los juicios finales de valoracin y los fines ltimos de la .accin humana son hechos dados para cualquier forma de in vestigacin cientfica y no se prestan a ningn anlisis ulterior. La praxeologa trata de los medios y sistemas adoptados para la consecucin de los fines ltimos. Su objeto de estudio son los medios, no los fines. En este sentido hablamos del subjetivismo de la ciencia general de la accin humana; acepta como realidades insosla yables los fines ltimos a los que el hombre, al actuar, aspira; es enteramente neutral respecto a ellos, abstenindose de for mular juicio valorativo alguno. Lo nico que le preocupa es determinar si los medios empleados son idneos para la conse cucin de los fines propuestos. Cuando el eudemonismo habla de felicidad y el utilitarismo o la economa de utilidad , estamos ante trminos que debemos interpretar de un modo subjetivo, en el sentido de que mediante ellos se pretende expresar aque llo que el hombre, por resultarle atractivo, persigue al actuar. El progreso del moderno eudemonismo, hedonismo y utilitaris mo consiste precisamente en haber alcanzado tal formalismo, contrario al antiguo sentido materialista de dichos modos de pensar; idntico progreso ha supuesto la moderna teora sub jetivista del valor comparativamente a la anterior teora obie Ms adelante (cap. II, 7) veremos cmo las ciencias sociales empricas enfocan el problema de los datos irreductibles.

50

La Accin Humana

El hombre en accin

51

tivista propugnada por la escuela clsica. Y precisamente en tal subjetivismo reside la objetividad de nuestra ciencia. Por ser subjetivista y por aceptar los juicios de apreciacin del hombre actuante como datos ltimos no susceptibles de ningn examen crtico posterior , nuestra ciencia queda emplazada por encima de las luchas de partidos y facciones; no interv iene en los conflictos que se plantean las diferentes escuelas dogm ticas y ticas; ap rtasc de toda preconcebida idea, de todo jui cio o valoracin; sus enseanzas resultan universalmente vli das y ella misma es humana absoluta y puramente.5.L A CAUS ALI DAD CO MO REQU IS ITO DE LA ACCIN

El hombre acta porque es capaz de descubrir relaciones causales que provocan cambios y mutaciones en el universo. El actuar implica y presupone la categora de causalidad. Slo quien contemple el mundo a la luz de la causalidad puede ac tuar. Cabe, en tal sentido, decir que la causalidad es una cate gora de la accin. La categora medios y fines presupone la categora causa y efecto. Sin causalidad ni regularidad feno menolgica no cabra ni el raciocinio ni la accin humana. Tal mundo sera un caos, en el cual vanamente el ndividuo se es forzara por hallar orientacin y gua. El ser humano incluso es incapaz de representarse semejante desorden universal. No puede el hombre actuar cuando no percibe relaciones de causalidad. El aserto, sin embargo, no es reversible. En efecto, aun cuando conozca la relacin causal, si no puede in fluir en la causa, rampoco cbele al individuo acruar. El anlisis de la causalidad siempre consisti en pregunt arse el sujeto : dnde y cmo debo intervenir para desviar el curso que los acontecimientos adoptara n sin esa mi interferencia capaz de impulsarlos hacia metas que mejor convienen a mis deseos? En este sentido, el hombre se plantea el problema: quin o qu rige el fenmeno de que se trate ? Busca la regu laridad, la ley, precisamente porque desea inter venir. Esta bsqued a fue interpretada por la metafsica con excesiva am plitud, como investigacin de la ltima causa del ser y de la

existencia. Siglos haban de transcurrir antes de que ideas tan exageradas y desorbitadas fueran reconducidas al modesto pro blema de determinar dnde hay o habra que intervenir para alcanzar este o aquel objetivo. El enfoque dado al problema de la causalidad en las lti mas dcadas, debido a la confusin que algunos eminentes f sicos han provocado, resulta poco satisfactorio. Confiemos en que este desagradable captulo de la historia de la filosofa sirva de advertencia a futuros filsofos. Hay mutacione s cuyas causas nos resultan desconocidas, al menos por ahora . Nuestro conocimiento, en ciertos casos, es slo parcial, permiti ndonos nicamente afirmar que, en el 70 por 100 de los casos, A provoca B; en lo. restantes, e o incluso D, E, F, etc. Para poder ampliar tal fragmentaria infor maci n con otra ms completa sera preciso furamos capaces de descompone r A en sus elementos. Mientras ello no est a nuestro alcance, habremos de conformarnos con una ley esta dstica; las realidades en cuestin, sin embargo, para nada afectan al sgnificado praxeolgico de la causalidad. El que nuestra ignorancia en determinadas materias sea total, o inut lizables nuestros conocimientos a efectos prcticos, en modo alguno supone anular la categora causal. Los prob lemas filosficos, epistemolgicos y metafsicos que la causalidad y la induccin imperfecta plantean caen fuera del mbito de la praxeologa. Interesa tan slo a nuestra CenCa dejar sentado que, para actuar, el hombre ha de cono cer la relacin causal existente entre los distintos eventos, pro cesos o situaciones. La accin del sujeto provocar los efectos deseados slo en aquella medida en que el inreresado perciba tal relacin. Nos estamos, desde luego, movendo en un crculo vicioso, pues slo constatamos que se ha apreciado con acierto determnada relacin causal cuando nuestra actuac in, guiada por la correspondiente percepcin, ha provocado el resultado esperado . No cabe, sn embargo, evitar el aludido crculo vi cioso precisamente en razn a que la causalidad es una catego ra de la accin. Por tratarse de categora del actuar, la praxeo

52

La Accin Humana

El hombre "'",_

drr ;Ano

53

log a no puede dejar de aludir al fundamental problema filos fico en cuestin .

6.

EL alter ego

Si tomamos el trmino causalidad en su sentido ms amo plio, la teleologa pu ede considerarse como una rama del an lisis causal. Las causas finales son las primeras de todas las causas. La causa de un hecho es siempre determin ada accin o cuasi accin que apunta a especfico objetiv o. Tanto el hombre primitivo como el nio, adopta ndo una postura ingenuamente antropomrfica, creen que los cambios y acontecimientos son consecuencias provocadas por la accin de un ente que procede en forma similar a como ellos mismo actan . Creen que los animales, las plantas, las montaas , los ros y las fuentes, incluso las piedras y los cuerpos celestes, son seres con sentimientos y deseos que procuran satisfacer. Slo en una posterior fase de su desarrollo cultural renun cia el in dividuo a las aludidas ideas animistas, reemplazndolas por una visin mecanicista del mundo. Resltanle al hombre gua tan certera los principios mecanicistas que hasta llegan las gentes a creer que, al amparo de los mismos, se pueden resolver cuantos problem as el pensamiento y la investigacin cientfica plantea n. Para el materialismo y el panfisicismo constituye el mecani cismo la esencia misma del saber y los mtodos experime ntales y matemticos de las ciencias naturales el nico modo cientf ico de pensar. Todos los cambios han de analizarse como movi mientos regidos por las leyes de la mecnica. Los partidarios del mecanicismo despreocpanse, desde luego, de los graves y an no resueltos problemas relacionados con la base lgica y epistemolgica de los prin cipios de la cau salidad y de la induccin imperfecta. A su modo de ver, la cer teza de tales principios resulta indudable simplemente porque los mismos se cumplen. El que los experimentos de laboratorio provoquen los resultados predichos por la teora y el que las mquinas en las fbricas funcionen del modo previsto por la tecnologa acredita , plenamente para ellos, la certeza y proce

dencia de los mtodos y descubrimientos de las modernas cien cias naturales. Aun admitiendo, dicen, que, posiblemente, la ciencia sea incapaz de brindarnos la verdad -y qu es la ver dad?-, no por eso deja de sernas de gran utilidad, al permi tirnos alcanzar los objetivos que ambicionamos. Ahora bien , precisamente cuando aceptamos ese pragm tico punto de vista, deviene manifiesta la vacuidad del dogma panfsico. La ciencia, como ms arriba se haca notar, 'no ha logrado averiguar las relaciones existen