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Mohamed El-Madkouri

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Mohamed El-Madkouri

Relatos para leer, hablar y encontrarse, nº3 Milún, el forastero

ISSN: 1989-1946.

© Mohamed El-Madkouri © Diseño Gráfico: Carmen Rosa Redondo.

Mohamed EL-MADKOURI MAATAOUI es Doctor de Estado en Lingüís-tica. Doctor por la Universidad Autónoma de Madrid, en lingüística, en 1993, con una tesis sobre TEORÍA DE LA TRADEUCCIÓN (1ª tesis doctoral). Doctor por la Universidad Complutense de Madrid, en Filo-logía, en 2005, con una tesis sobre LA IMAGEN DEL OTRO: LO ÁRA-BE EN LA PRENSA ESPAÑOLA (2ª tesis doctoral). Profesor del Depar-tamento de Lingüística de la Universidad Autónoma de Madrid. Ex subdirector del Departamento de Lingüística, Lenguas Modernas, Ló-gica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad Autónoma de Madrid. Ex director adjunto de la Licenciatura de Traducción e Interpretación de la Universidad Autónoma de Madrid. Director de varios cursos de formación del Fondo Social Europeo. Co-fundador de la Licenciatura de Traducción e Interpretación de la Universidad Autónoma de Ma-drid. Profesor visitante de las Universidades de Casablanca (Marrue-cos), Damasco (Siria), El Cairo (Egipto), Lecce (Italia) y Lund (Sue-cia). Autor del Diccionario Bilingüe Árabe-Español de Anaya. Autor de de un centenar de artículos sobre Lingüística, Traductología y Análisis Crítico del Discurso. Colaborador de la Real Academia Espa-ñola y del Ministerio de Ciencia y Tecnología, en los proyectos de in-vestigación Corde y Acordeon, de lingüística computacional.

[email protected]

Mohamed El-Madkouri

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a verdad es que estaba dudando

mucho antes de hacerlo. Quizá

ya no te acuerdes de mí. Me

presento de nuevo: soy Ana, veinticinco

años ya, sicóloga reciclada en antropólo-

ga, amante de los viajes aunque nunca he

tenido ocasión de salir fuera, me fascina

la lectura y es verdad que leo mucho, soy

tolerante (tú ya lo sabes), abierta y

hace poco que salgo con un chico extran-

jero. Me gusta la lectura. He leído Las

mil y una noches. Soy muy pro Sheharaza-

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de. Detesto a Shahriare y, por extensión,

a todos los que se le asemejan. O por lo

menos eso creía, hasta que mi madre

irrumpió en escena. ¡Ay si conocieras a

mi madre! Empieza a no dejarme respirar.

Para ella, soy todavía una niña. Milún,

para picarla aún más, le dice que esa

“niña”, en su pueblo, hubiese tenido ya

hasta tres hijos. A mi edad hubiese sido

una abuela, no te jode. El cabrito sabe

llegar a la fibra sensible de cualquiera.

Tanto para hacerte reír como para hundir-

te. Una lengua afilada. No habla mucho,

pero cuando se le suelta la lengua, agá-

rrate. Conociéndole como le conozco, no

creo que le haya mentido a mi madre.

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- Cállate tú, que contigo no hablo.

Y esboza esa sonrisita, casi risita, me-

dio irónica, medio compasiva, haciendo

estirar los labios y dejando entrever los

dientes. Dan ganas de comérselos, pero mi

madre... Ay con mi madre... que si a qué

se dedica, que si tiene sida, que si eso,

que si lo otro. Y, mira, el otro día me

preguntó qué es lo que llevaba en la mo-

chila. Qué coño me importa lo que pueda

llevar o deje llevar Milún en su mochila.

Pues, nada, aprovechando que bajaba a por

tabaco para mí, registré la maldita mo-

chila y se la enseñé a mi madre. Pero ni

con esas:

- ¿Qué hace esa navaja allí?

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- Mamá, es una navajita pequeñita de me-

nos de cuatro centímetros de hoja. Será

para pelar... Además es una navaja le-

gal... más de cuatro dedos, sería otra

cosa.

- Al carajo con la ley.... Desde que em-

pezamos a hablar de esos modos... así

nos va.

- ¡Mamá!

Y en ese momento tocaba Milún.

- No estaréis discutiendo por mí.

- ¡Tú, cállate!

Y la sonrisita. Por una parte me duele

que haga de rabiar a mi madre, y por

otra me encanta su sonrisita... estira

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unos labios carnosos y preciosos que te

dan ganas de comérselos, delante del mis-

mísimo Papa si hiciera falta.

- Hasta allí podíamos llegar, ya sabes lo

que pienso de él.

- ¡Ay, mamá!

Con mamá me he llevado siempre bien. Ella

me necesitaba y yo a ella. Desde que se

divorció de mi padre con una experiencia

traumática para las dos, no nos hemos

vuelto a separar menos cuando iba a cla-

se. Casi nos convertimos, si no fuera por

la edad y porque ella es mi madre, en ín-

timas amigas. He dejado mi habitación al

abuelo que vino a vivir con nosotras y

Milún, el forastero

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cuya pensión no nos venía nada mal, para

dormir con ella, compartiéndolo todo. Lo

necesitaba. Creía que íbamos a estar jun-

titas para siempre.

El divorcio, lo pasó muy mal la pobre...

al principio se hizo la valiente ante la

indiferencia de mi padre.

- Sabrás lo que cuesta un peine hijo de

mala madre; la oí gritarle.

Pero a los pocos días de la separación,

se vino abajo... lloraba y lloraba la po-

bre. Por eso no me gusta mucho que Milún

se meta con ella... bueno en realidad me

gusta verle sonreír, pero no me gusta ver

a mi madre sufrir. Le he traído a casa

sólo para materializarlo ante ella... No

Mohamed El-Madkouri

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quiero que siga siendo un fantasma, como

dice ella, fantasmagórico. Sé que mi ma-

dre no le traga, pero él es paciente... Y

eso que ella no sabe que aborté. Espero

que lleguen a congeniar... El mundo tala-

can es un pañuelo, muy estrecho… No vaya

a ser que por cualquier casualidad al-

guien me viera delante de cualquier clí-

nica de por allí. Le daría un infarto a

mi pobre madre que siempre nos ha educado

en la rectitud y a ser buenos, como ella

dice. Así que no me quedó más remedio que

hacer un viaje hasta Macundo, en ayunas

como es preceptivo. La travesía no era

nada apetecible… entre la angustia de la

ida y el dolor de la vuelta lo pasé ver-

daderamente mal. Me hizo pensar mucho,

Milún, el forastero

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aunque no tardé en desechar todos aque-

llos pensamientos… nadie es culpable, co-

mo en los partos. Rechacé viajar en el

desvencijado Ford-Fiesta de Milún. No

quería que nos quedáramos parados entre

Barcelona y Madrid. Tampoco es plan que

por cualquier tontería de esas nos parara

la Guardia Nacional y descubriera que Mi-

lún conduce con un permiso extranjero,

ilegal en Espadaña. Le multarían con no

sé cuántos euros y le inmovilizarían el

coche hasta que viniera alguien provisto

de un permiso español… y me echarían una

mirada como si fuera renegada. En reali-

dad muchos piensan así de las novias de

los oriundos de Socarram. Fíjate que leí

en La Patria, cuando lo del Edijo, que a

Mohamed El-Madkouri

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la esposa de un extranjero la llamaban

puta. La echaron del pueblo con el ex-

tranjero de mierda como les llamaban por

allí. No, nada… para eso están los auto-

buses. Llamé a la clínica de los Hermanos

Gárate y nos citaron un domingo a las

nueve y media de la mañana. Llegamos de

madrugada a la Estación de Avenida de

Amércia y cogimos el Metro, lleno de som-

nolientos que se acaban de levantar o to-

davía no se han dormido, y nos plantamos

en la todavía cerrada clínica. Para mi

madre me estaba divirtiendo con unas ami-

gas que dejé de tener desde que le cono-

cí. Para ellas estaba loca y las iba a

meter en algún lío. Así que pocos amigos

me quedaron. A las siete y media de la

Milún, el forastero

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mañana en Madrid, todo estaba cerrado por

los alrededores… así que nos acurrucamos

como pudimos en la escalinata de un gim-

nasio cercano soportando la particular

mirada madrileña de los caballeros y da-

mas paseantes vespertinos de perros. No

sé si me miraban sabiendo qué esperaba o

por qué estuviera acurrucada en los bra-

zos de quien estaba. Claro, que a cual-

quier que le contara esto me diría que

soy tendenciosa porque doy por supuesto

que todo el mundo tiene estos prejuicios

y que por ello o soy una paranoica o me

están haciendo que me comporte así y vea

las cosas como las veo.

Mohamed El-Madkouri

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Ya hice cuanto pude por mi madre, pero es

imposible... Lo dejé porque al principio,

cuando supo que salía con un socarrameño,

lo pasó muy mal, con calenturas y todo.

Lo dejé, pero a los pocos meses, me las

ingenié para encontrarlo. La verdad es

que no le quedó más remedio. Me puse mal

de tanto aguantar... muy mal. Hasta me

llevó al sicólogo y todo. Dejé de ir a

clase porque no me enteraba de gran co-

sa... Cuanto más hablaba al sicólogo, más

me acordaba de él. Conocí mientras tanto

a un chico ameridiano, pero nada. No sé

qué tienen los socarrameños... es una

trampa mortal... picas y te quedas engan-

chada... una amiga mía me dijo que todas

las que conocía que salían con un soca-

Milún, el forastero

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rrameño... no salen... puede que una lo

deje, pero siempre acabará buscando, si

no al mismo, a otro. ¡Es verdad! No sé

por qué. Y no es por lo que tú puedas

pensar. No, por favor. A veces resulta un

verdadero desastre. Además es un tópico

más... en eso son iguales que todos, más

o menos. Puede que funcione en algún caso

concreto, pero no en todos. Eso mismo me

dijo una amiga mía galioguinda de Eras-

mus. Se lo comenté a mi sicólogo y dijo

que es una tontería... será porque las

drogan... hachís y eso. Resulta que Milún

ni bebe ni fuma... bueno muy poco... yo

sí que fumo, pero sólo tabaco... antes

fumaba mucho, pero cuando estoy con él

casi nada. Él es algo religioso, sabes...

Mohamed El-Madkouri

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bueno, es religioso para algunas cosas,

pero no para otras. El Jalufo no lo co-

me, pero de los demás pica un poco. Ade-

más me enteré de que su religión le impi-

de estar con mujeres, y está conmigo. Es-

tas contradicciones, como otras, no hay

quien las entienda... Yo pienso que o se

es, o no se es religioso... Aunque bien

visto mi madre es un poco así también, va

a misa todos los domingos para escuchar

que todos somos hermanos y debemos mante-

nernos unidos, y cuando se trata de votar

vota a República Comunitaria.

Fue entonces cuando la carrera que tanto

amaba dejó de ser interesante para mí.

Quise apuntarme a filología amarica. Al

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informarme, el mismo profesor del Depar-

tamento que encontré aquel día me dijo

que amarico, lo que es amarico no habla

nadie en el mundo de ellos... ¡Enton-

ces!... se habla algo como chelja... o

algo así, no me acuerdo... y como ya es-

taba en segundo para tercero de sicolo-

gía, me pasé a antropología... De momen-

to, no me arrepiento. La verdad es que mi

relación con los orientales no empieza

con Milún. Siempre me ha atraído su mun-

do. Tenía una asignatura de libre confi-

guración en la Facultad de Filosofía y

Letras, de amarico, era sobre organiza-

ción social en el mundo amarico o algo

así... no me acuerdo cómo se llamaba la

asignatura exactamente. No me presenté al

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examen y la dejé. La impartía un profesor

que ahora sale de vez en cuando en la Ra-

dio. Vi a aquel chico solitario sentado

en la cafetería con un montón de libros

tomando un café solo por la mañana. Debe

ser de doctorado o algo así... era baji-

to... delgado... con una barbita muy sua-

ve, muy delgado y llevaba unas gafas que

le cubrían media cara... Tenía pinta de

socarrameño ¡cariñosamente eh!.

- Perdona, ¿eres oriental?

Tardó mucho en levantar la cabeza.

- Sí.

- ¿Hablas español?

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- Bueno, un poco... - me dijo, pero, para

ser sincera, lo hablaba mejor que yo... o

casi... Lástima que de físico no fuera

suficientemente atractivo... pero era muy

inteligente... y con una mirada que salía

como forzando sus pequeñitos ojos y se te

metía hasta en los huesos. La verdad es

que me quedé un poco parada cuando tardó

tanto en levantar la cabeza.

- ¡De qué tribu eres!

Nunca me sentí más humillada al soltar el

tío una carcajada que hizo tornar hacia

nosotros a todos, o casi, los que allí

estaban.

- ¡Cómo que de qué tribu soy!

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- ¡Pues sí, que de qué tribu eres! –Debe

ver que no le estaba preguntando de coña,

sino seriamente. Entonces cerró el perió-

dico y dijo:

- Bueno, esto parece interesante... Se

quedó mirando hasta que me acordé del día

en que me acerqué a aquella mesa y aña-

dió:

- Yo no soy de ninguna tribu. Yo soy de

Socarram, de un pueblo del centro, muy

del centro del país.

- Pero, el profesor Gonzalo Herranz ¿Lo

conoces? Nos dio un mapa de todas las

tribus de Socarram.

Milún, el forastero

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Y otra vez la risa... el tío no sé si es-

condía con ella algún complejo o le gus-

taba llamar la atención... aunque la ver-

dad es que parecía muy tímido. Estas con-

tradicciones sólo son posibles en los so-

carrameños.

- Sí, ¡fuera coña! No te rías.

- ¡A ver, enséñame el mapa!

- No lo he traído, pero te prometo que

mañana te lo traeré... ¿vas a estar

aquí?

- Si no estoy aquí estaré en la Bibliote-

ca, me dijo.

- Pero, qué más da, si uno es de una tri-

bu es de una tribu... cada sociedad se

Mohamed El-Madkouri

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organiza a sí misma como quiere, o como

puede.

- Esto es verdad... puede que yo senci-

llamente no sepa de qué tribu soy...

puede que mis padres se les hubiera ol-

vidado decírmelo... por eso tengo un

interés especial en saberlo.

- ¿Y cómo llegaste a Espadaña?

- ¿Qué quieres decir?

- Eso, cómo llegaste a Espadaña. ¡Por

mar!

- En camello.

- ¡Anda ya!

- Es verdad, llegué en camello.

Milún, el forastero

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- No jodas tío, qué guay... cómo.

- Mira yo vivo en un pueblo muy metido

dentro de Socarram, ya te lo he dicho.

Seguramente de una tribu que yo, en es-

te momento, desconozco... Mañana cuando

traigas el mapa te la enseñaré... re-

sulta que allí no me quedó más remedio

que salir pitando, y así se lo comuni-

qué a mi madre para que se lo dijera a

mi padre.

- ¿Y eso?

- ¡Eso qué!

- Por qué no se lo dijiste a tu padre di-

rectamente... ¿estaban separados?

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- No, normalmente mis hermanos y yo tene-

mos más confianza con mi madre que con

mi padre.

- ¿Cuántos sois?

- Siete, cuatro chicos y tres chicas.

- ¡Halá! Sigue, sigue

- Pues, nada, eso.

- Y lo del camello.

- Ah, no, en realidad no era un camello,

era una camella.... Se lo dijo mi madre

a mi padre... que el chico quiere irse

fuera y eso... y mi padre supongo que

le dijera que hiciera lo que quisiera y

esas cosas... pues un día me dijo que

Milún, el forastero

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me preparara que en cuanto terminara la

cosecha del campo que me llevaría a

Tantún para embarcar hacia Espadaña...

Fenomenal, porque la cosecha termina a

finales de julio, con lo cual a finales

de agosto estaría en Tantún y en sep-

tiembre en Espadaña.

- ¡Tanto tiempo!

- Claro, el viaje desde mi pueblo hasta

Tantún dura cuarenta días, y si los ca-

mellos andan de prisa y se acortan las

horas del sueño, la puedes reducir a

treinta y dos, treinta y cinco...

- ¡Qué fuerte!

Mohamed El-Madkouri

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- Cuando llegó el día, mi padre ensilló

una camella que tenía, un burro que

vendería en Tantún... la ropa y las

mantas, bueno no eran mantas, mantas,

algo parecido, lo llamamos Haddún si es

uno, hadaden para el plural. La ropa en

la camella y los enseres, cacerolas y

demás encima del burro. Ató los cabri-

tos que luego iríamos comiendo en el

trayecto y salimos de madrugada. La

verdad es que la despedida fue muy des-

garradora... sobre todo para mis herma-

nas y mi madre... la pobre, creo que ha

llorado como nunca en su vida, y eso

que siempre la veo llorando... Yo tam-

bién lloré la verdad. No sabía si las

iba a volver a ver... si nos atacan y

Milún, el forastero

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matan en el camino,... si de vuelta ma-

tan a mi padre por la camella. Llevo

dos años aquí y todavía no sé si padre

llegó a casa. Otro desgarrón al llegar

a Tantún... Mi padre, duro, inflexible,

determinado, valiente hasta el suici-

dio, implacable, curtido por el sol y

por la vida, llorando... las separacio-

nes son lo peor. Si no fuera por eso,

no estaría aquí...

Aquel muchacho diminuto, aparentemente

frágil, se puso de pie y se llevó sus lá-

grimas fuera de la cafetería. Me hubiese

gustado que me terminara cómo fue el via-

je... cuándo andaban, cuándo descansaban,

cómo comían, qué pasó al final con los

Mohamed El-Madkouri

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cabritos, con el burro, con la camella,

pero sobre todo con su padre. Me dejo in-

trigada... ¿Por qué se le caían las lá-

grimas por debajo de las gruesas y am-

plias gafas? Además lloraba sonriendo...

es la primera vez que veía eso... alguien

que lloraba y sonreía al mismo tiempo...

Al día siguiente pasé por la cafetería

con el mapa del profesor Gonzalo Herránz,

incluso con los apuntes, pero no lo en-

contré. Me fui a la biblioteca, y allí

tampoco estaba. Volví casi todos los días

en más de un mes, pero nada. Es como si

la tierra se lo hubiese tragado. Quizá le

hubiese dado corte que una mujer le viese

llorar... pero la verdad es que tampoco

estaba llorando,... estaba sonrillorando

Milún, el forastero

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o algo parecido... Una mezcla de sabores,

muy propia de los socarrameños... así que

no debería incomodarle.

- ¿En qué estás pensando cariño?

- Nada... nada ¿Por qué la vida es tan

complicada?

- ¿Pero qué vida y qué complicada? Lo de

tu madre, ya se solucionará... hay que

dejarle tiempo al tiempo... El tiempo

nunca deja nada como es... todo cam-

bia... y tu madre no creo que cambie

para peor, ha tocado fondo. Y otra vez

con la sonrisita.

- ¡Va a comer aquí!

- No, mamá, ahora salimos.

Mohamed El-Madkouri

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- O sea, que tú tampoco te quedas para

comer ¿verdad?

Yo nunca me he encontrado anteriormente

en una situación parecida. Desgarrada en-

tre mi madre y Milún... entre lo que

pienso que soy y lo que se piensa que

soy, especialmente lo que piensa Ali-

cia... la muy cabrita... y eso que era

amiga mía de toda la vida, desde el cole-

gio. Quiero terminar con eso, pero no sé

cómo... Quiero acabar ese cuento ya, pero

se me hace difícil. Es un verdadero dile-

ma... Yo me he criado con una serie de

principios y con una moral que sacraliza

a la madre, pero me encuentro con que

ahora todo se me viene abajo... empiezo a

Milún, el forastero

28

cuestionarlo todo y eso me fastidia de

verdad... es como si renegara de mi pasa-

do y de mi presente para adentrarme en un

futuro incierto. No me gusta jugar, nece-

sito cerrar esta historia y de un vez por

todas. Me olvidé unos libros y mi agenda

en la consulta... se me había olvidado

señalar que seguía yendo al sicólogo, no

al mismo, sino a otro... Éste, curioso

como siempre, descubrió esta carta que yo

iba a enviarte. A ver cuándo os van a po-

ner Internet en ese pueblo perdido en los

confines del monte Saltac como lo llamas

tú. Espero que el año próximo los de la

AECI te concedan la beca para que nos po-

damos ver otra vez... espero que sí... no

creo que a Milún le importe mucho... ade-

Mohamed El-Madkouri

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más nunca le he hablado de tu existen-

cia... no sé si decírselo... no tengo se-

cretos para él, pero no sé cómo se lo va

a tomar. A propósito ¿cómo van tus alum-

nos con el español? Me dijiste que los

riberos aprenden rápido... espero que en

la próxima me envíes la redacción de al-

guna de tus alumnas... me gustaría saber

cómo se expresan las mujeres de por allí,

cómo sienten, cómo ven el mundo, cuáles

son sus perspectivas de futuro... No es

curiosidad, es de formación profesional.

Volviendo al sicólogo... el muy cabrón,

cuando volví a recoger mis cosas, se

había leído la carta. Incluso creo que

había sacado una fotocopia. No me dijo

Milún, el forastero

30

nada, pero a la semana siguiente me habló

de ella como si se tratara de un cuento.

Me dijo que ese cuento no está cerrado

estructuralmente. Además no se justifica

en ningún momento quién es esa segunda

persona a la que la protagonista se diri-

ge... la protagonista se supone que soy

yo... a quién se lo está contando... ese

serías tú... y por qué... eso ya no lo

sé... no sé por qué te cuento todo es-

to... Añade que todos estos interrogantes

son muy importantes porque determinan el

tono de todo el cuento, el registro que

utiliza y las expresiones... qué cuento,

qué registro ni leches... Ya ves cómo

son... y estos son los que me quieren

equilibrar... se supone que estoy des-

Mohamed El-Madkouri

31

equilibrada al salir con quien salgo...

el otro día quedé con mamá en el centro

para dar un paseíto juntas... y cuando

estábamos hablando y sin que viniera a

cuento, me preguntó ¿Qué tal te encuen-

tras hija?... como si estuviera enfer-

ma... de Milún, supongo. Como siga en

este laberinto sí que me voy a volver

chiflada, y esta vez de verdad... Lo voy

a tirar todo por la borda y se acabó...

el pirado del sicólogo siguió con qué no

es lo mismo un diario que una carta a una

amiga... Menos mal que no se pensó que

iba dirigida a él... lo que faltaba...

Por otro lado, añade, hay un abuso de

los puntos suspensivos en sitios donde no

es necesario… y eso tendría que tener una

Milún, el forastero

32

justificación. Aparte de que la forma en

la que se expresa la protagonista cambia

demasiado de la ingenuidad, tanto expre-

siva como de contenido. A veces me merece

respeto lo que dice y otras simplemente

me recuerda a una chica medio tonta. En

mi opinión le daría más coherencia a su

psicología. En cambio, el personaje de

Milún me parece que tiene solidez y está

bien perfilado. Además es interesante es-

to de ir descubriéndolo poco a poco a

través de las diferentes perspectivas que

tienen de él, primero la madre, luego

ella, y luego él mismo a través de sus

palabras. Eso está muy bien, desde un

punto de vista literario... Y bueno, así

de pronto no se me ocurre nada más. Es

Mohamed El-Madkouri

33

muy divertido esto de que te conviertan

en materia autobiográfica tus ensoñacio-

nes...

No puedo creer que esto pudiera resultar

literario, si es así lo dejo en tus ma-

nos, lo puedes enseñar a tus alumnas (no

te olvides lo que te dije de las redac-

ciones) o publicarlo en algún periódico

de por allí... no sé si esto va a ser po-

sible no sé siquiera si publicáis... ¡si

no tenéis ni siquiera ordenador!..

Contéstame cuanto antes y dime lo que

quieras... aquí me toman por chiflada...

y yo pienso lo mismo de ellos.

Las propuestas de publicación pueden remitirse a: [email protected]