millones para millones · 2017-07-14 · francisco para una sesión de fin de semana con muhammad...

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MILLONES PARA MILLONES Durante el fin de semana de celebración del Día del Trabajo en 1995, un joven ingeniero de software de barba y peinado con cola de caballo llamado Pierre Omidyar escribió un código que le permitía a la gente comprar y vender artículos por Internet. Durante las primeras semanas después de introducir el programa, artículos que iban desde un libro de tiras cómicas Maxx hasta un Rolls-Royce Silver Dawn 1952 cambiaban de dueño. Con el tiempo ese programa llegó a ser eBay. Poco tiempo después de que la compañía se cotizó en la bolsa en 1988, la participación de acciones de Omidyar era aproximadamente de diez mil millones de dólares para convertirse en el hombre de 32 años más rico del mundo. Él consideró que la experiencia fue levemente perturbadora –le contó a sus amigos que nunca había planeado volverse rico – mientras continuó conduciendo sus Volkswagen Golf. Con su esposa, Pam, inició una fundación para donar grandes sumas de dinero, pero se sintió frustrado por las restricciones e ineficiencias del ambiente de organizaciones sin fines de lucro. Omidyar estaba buscando la manera de cambiar las cosas a gran escala y, al igual que muchos otros jóvenes empresarios sumamente exitosos de la costa oeste, se interesó en un campo llamado microfinanciamiento, o microcrédito. En noviembre de 2004, él, Sergei Brin y Larry Page, los cofundadores de Google, y otros líderes de la comunidad de alta tecnología se reunieron en la casa del inversionista de capital de riesgo John Doerr en San Francisco para una sesión de fin de semana con Muhammad Yunus, a quien se le considera el Padrino del microcrédito. La nota original titulada “MILLIONS FOR MILLIONS”, por Connie Bruck, fue tomada de The New Yorker, 30 de octubre de 2006. Traducida para INCAE Business School por TRAYSER S.A., Alajuela, Costa Rica. La compañía TRAYSER S.A. es la única responsable de la exactitud de la traducción. Julio de 2007. Reproducida por INCAE Business School para servir como base de discusión en clase, no como ilustración del manejo eficaz o ineficaz de una situación administrativa. DISTRIBUCION RESTRINGIDA

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MILLONES PARA MILLONES Durante el fin de semana de celebración del Día del Trabajo en 1995, un joven ingeniero de software de barba y peinado con cola de caballo llamado Pierre Omidyar escribió un código que le permitía a la gente comprar y vender artículos por Internet. Durante las primeras semanas después de introducir el programa, artículos que iban desde un libro de tiras cómicas Maxx hasta un Rolls-Royce Silver Dawn 1952 cambiaban de dueño. Con el tiempo ese programa llegó a ser eBay. Poco tiempo después de que la compañía se cotizó en la bolsa en 1988, la participación de acciones de Omidyar era aproximadamente de diez mil millones de dólares para convertirse en el hombre de 32 años más rico del mundo. Él consideró que la experiencia fue levemente perturbadora –le contó a sus amigos que nunca había planeado volverse rico – mientras continuó conduciendo sus Volkswagen Golf. Con su esposa, Pam, inició una fundación para donar grandes sumas de dinero, pero se sintió frustrado por las restricciones e ineficiencias del ambiente de organizaciones sin fines de lucro. Omidyar estaba buscando la manera de cambiar las cosas a gran escala y, al igual que muchos otros jóvenes empresarios sumamente exitosos de la costa oeste, se interesó en un campo llamado microfinanciamiento, o microcrédito. En noviembre de 2004, él, Sergei Brin y Larry Page, los cofundadores de Google, y otros líderes de la comunidad de alta tecnología se reunieron en la casa del inversionista de capital de riesgo John Doerr en San Francisco para una sesión de fin de semana con Muhammad Yunus, a quien se le considera el Padrino del microcrédito. La nota original titulada “MILLIONS FOR MILLIONS”, por Connie Bruck, fue tomada de The New Yorker, 30 de octubre de 2006. Traducida para INCAE Business School por TRAYSER S.A., Alajuela, Costa Rica. La compañía TRAYSER S.A. es la única responsable de la exactitud de la traducción. Julio de 2007. Reproducida por INCAE Business School para servir como base de discusión en clase, no como ilustración del manejo eficaz o ineficaz de una situación administrativa. DISTRIBUCION RESTRINGIDA

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Yunus, un canoso hombre de 66 años de semblante radiante, es un interlocutor muy talentoso entre las personas que viven en pobreza extrema en el mundo en vías de desarrollo y el mundo occidental y por años ha sido candidato para el Premio Nóbel de la Paz. (Este diciembre, irá a Oslo para recibir tal galardón). Durante la hambruna sufrida por Bangladesh en 1974, cuando los moribundos se apilaban en los umbrales de las puertas de la gente rica de Dhaka, Yunus, un profesor de economía de Chittagong University, encontró que las teorías que estaba enseñando eran espantosamente irrelevantes, por lo que fue a una aldea cercana y empezó a hablar con los pobres. Comenzó a experimentar con métodos para ayudarlos –inicialmente, le prestó $27 a un grupo de 42 aldeanos- y poco tiempo después se convenció de que él tenía el remedio de su condición: brindar pequeños préstamos individuales a los pobres para que iniciaran actividades que iban desde la fabricación de taburetes de bambú hasta la compra de una vaca lechera. En 1976, después de que los bancos locales rechazaron sus peticiones de préstamo, decidió hacerlo por sí mismo y fundó el Grameen Bank. Yunus es un vendedor fascinante. En las décadas de los ochenta y noventa, el Grameen Bank recibió cerca de ciento cincuenta millones de dólares en préstamos blandos y donaciones; en la actualidad financiado por los depósitos de ahorros y otros fondos, esencialmente se mantiene a sí mismo. El banco ha desembolsado más de $5.300 millones a casi siete millones de prestatarios que no cuentan con una garantía, el 96% de ellos son grupos de mujeres que se reúnen una vez a la semana y a través de incentivos ayudan a garantizar las amortizaciones de sus préstamos individuales. (Tradicionalmente, los bancos del tercer mundo otorgan préstamos únicamente a hombres. Yunus afirma que desarrolló la política de otorgar préstamos principalmente a mujeres no solo porque eran más responsables para pagar sus préstamos, sino porque las familias se beneficiaban más cuando las mujeres controlaban el dinero). Para cubrir el elevado costo del servicio de estos pequeños préstamos, los prestatarios pagan intereses hasta de 20%, y Grameen afirma que recupera el 98% de los préstamos. Algunas de las cifras de Grameen han sido desafiadas, pero nadie debate la afirmación de Yunus de que, contrario a la doctrina bancaria tradicional, los pobres pueden ser prestatarios confiables, incluso a elevadas tasas de interés. En la actualidad, Yunus recauda fondos para la Fundación Grameen, un grupo mundial sin fines de lucro que da apoyo a instituciones de microcrédito alrededor del mundo. Muchas de estas instituciones están relacionadas con Grameen Bank, pero no de una manera rígida; Yunus cree en instituciones diseñadas, administradas y controladas a nivel local. Conforme el microcrédito ha sufrido cambios en los últimos treinta años, logrando un amplio reconocimiento e incluso cierto éxito inicial, Yunus ha modificado sus métodos, pero nunca se ha alejado de su meta. Él insiste en que el microcrédito puede llevar a un mundo en donde desaparezca la pobreza y que finalmente, como él lo manifiesta, habrá “museos de la pobreza.” Él le dijo a su audiencia en la casa de Doerr que más del 50% de los prestamistas del

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Grameen Bank que han estado en el programa por más de cinco años ha salido de la pobreza, de acuerdo con un simple sistema de medidas que él mismo ha diseñado. (Para graduarse de la pobreza, una familia debe tener entre otras cosas, una vivienda con techo de estaño; agua potable, una letrina sanitaria, ropa apropiada para el invierno y una red para protegerse de los mosquitos durante el verano, casi $75 en una cuenta de ahorros y educación para sus hijos). Durante el almuerzo, Janet McKinley, una donante de la Fundación Grameen que solía administrar un importante fondo mutualista y jubilada a los 45 años para concentrarse en el microfinanciamiento, le dijo al grupo que en 1995, había visitado un pequeño programa dirigido por la Asociación de Mujeres de Vietnam, y vio cómo un préstamo de $20 podía cambiar la vida de una mujer. Su compañero, George Miller (ahora su esposo) dio a la asociación una donación de un millón de dólares a cinco años, permitiéndole expandirse de quinientas mujeres a diez mil, de manera que las participantes más exitosos podían obtener préstamos más grandes y contratar a otras mujeres. McKinley y Miller regresaban cada año. “Había una mujer que comenzó con una choza de barro,” recordó McKinley. “Cuando regresamos, tenía una vivienda de tres cuartos con piso de cemento y los cerdos estaban en la choza donde ella vivía antes.” Cuando las mujeres solicitaban préstamos por primera vez, “se sentaban encorvadas, mirando hacia sus regazos. Tomaban el dinero y lo doblaban con una horquilla para cabello para colocarlo detrás de sus orejas, con una mirada muy asustada porque, según ellas, sentían el temor de no poder pagar el préstamo. Dos o tres años más tarde, estas mismas mujeres estaban administrando sus negocios y a menudo participaban en la política de su aldea.” Ella continuó, “¿Alguna tiene éxito?” No, pero lo mismo sucede con el negocio de las inversiones. Uno no quiere correr muchos riesgos. Pero las prestatarias más arriesgadas mancomunan sus préstamos y compran un pequeño búfalo de agua y lo alquilan a los hombres para la agricultura. Y luego están las que van más allá de la ganadería y construyen una fábrica de ladrillos.” Esa tarde, los participantes se dividieron en grupos de discusión y se les asignó cuarenta y cinco minutos para que diseñaran una solución para poner fin a la pobreza. Los empresarios se sintieron abrumados con el desafío. “El espíritu de estudiante postgrado de todas estas personas salió a flote,” manifestó luego Alex Counts, presidente de la Fundación Grameen. “Todos se apresuraron para turnarse en la pizarra. Y lo tomaron con seriedad.” Quizá nadie más que Pierre Omidyar lo tomó con seriedad. Nacido en París y de padres iraníes, Omidyar vino a este país siendo niño en la década de los setenta y se consideraba un inversionista de capital de riesgo verdaderamente transformador. Su propósito al crear el programa de lo que se convertiría en eBay era crear un mercado perfecto, algo posible únicamente en los libros de texto de economía, donde los compradores y vendedores tendrían el mismo acceso a la información y a las oportunidades. Y el

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microfinanciamiento, después de todo, consistía en un acceso equitativo al capital. Counts recordó que Omidyar, a quien le ofrecen expresiones como “¡Caramba!” y “¡Eso está muy bien!” siguió haciendo cálculos numéricos todo el día. Omidyar se sintió sorprendido con la declaración de Yunus de que los pobres son empresarios naturales, esencialmente porque sus actividades de negocios son asunto de supervivencia. “Al darles las herramientas, uno desata el instinto empresarial,” me dijo Omidyar. Janet McKinley dijo, “A todos estos adinerados empresarios les fascinó, porque dicen ellos 'Esta mujer es una empresaria, simplemente a pequeña escala.'” El evento en la casa de Doerr había sido anunciado como una sesión de aprendizaje, no de recaudación de fondos, pero varios participantes insistieron en que se les diera la oportunidad de contribuir. Alex Counts introdujo una idea que había sido discutida en la Fundación Grameen por algún tiempo: un fondo de garantía. Si los invitados garantizaban cada uno cierta cantidad de dinero, los fondos combinados prometidos constituirían una carta de crédito, que Grameen podía presentar a los bancos de diferentes países para inducirlos a otorgar préstamos a instituciones locales de microfinanciamiento, en cantidades más grandes y una tasa de interés más baja de la que recibirían en otras circunstancias. El dinero de los donantes podía seguir trabajando en sus carteras y se podría utilizar únicamente si una compañía incumplía en el pago de su préstamo. De acuerdo con Counts, John Doerr declaró que todos debían comprometer no menos de 0,1% de su patrimonio. “Era un poco incómodo,” recordó Counts, “pero finalmente algunos levantaron su mano y dijeron que lo harían.” Finalmente, nueve personas prometieron un total de 31 millones al fondo de garantía, que se espera que alcance los $50 millones. Sin embargo, Omidyar no estaba entre ellos. A pesar de que admiraba mucho la creencia de Yunus de que cualquiera, si se le daban los medios, puede volverse autosuficiente –incluso tener éxito- él tiene una idea diferente sobre el futuro del microfinanciamiento. Yunus es visto ahora por Omidyar y muchos otros como el fundador arquetípico, demasiado apegado a su visión original. En años recientes, participantes más jóvenes y ágiles habían estado llevando el microfinanciamiento –su término preferido- hacia la idea de construir un sector de generación de utilidades totalmente comercial. Este conflicto, entre genuinas personas bien intencionadas y personas bien intencionadas con mentalidad a favor de las utilidades, ha llegado a definir el debate actual en el mundo del microfinanciamiento. Durante el fin de semana en la casa de Doerr, Omidyar me dijo luego que no se había sentido impresionado por la noción de “sostenibilidad” y por la idea de que el microfinanciamiento podría ayudar a millones de pobres. “Empecé a hacer preguntas –“¿Cuánto cuesta llegar a nuevo prestatario? ¿Cuánto cuesta abrir una nueva sucursal?” Lo que estaba escuchando del Profesor Yunus era

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muy alentador. Entonces si uno hace los cálculos, son digamos doscientos dólares por cliente y eso incluye el capital inicial del préstamo y el costo de funcionario encargado de préstamos y la sucursal. Esto es un cálculo muy sencillo, ¿no es cierto? Pero multiplique los doscientos dólares por los trescientos millones de las personas más pobres.” Él estimó que los trescientos millones de jefes de hogar representaban a los 1.200 millones de las personas más pobres del mundo. Esto tendría un costo de 60.000 millones de dólares. “Y luego usted ya termina. No es una cifra anual. Una vez que se eleva” –es decir, una vez que se expanda hasta todo su potencial- “es un modelo rentable autosostenible, que le abre la puerta a la posibilidad de llegar a grandes cantidades de personas que necesitan contar con esta herramienta de acceso al capital.” Las instituciones de microfinanciamiento finalmente estarían en capacidad de recaudar fondos en los mercados de capital, y no tendrían que depender siempre del financiamiento de los donantes. “En lugar de decir que va a costar $45.000 millones al año, este año, el próximo año, y para siempre, uno puede pensar en esta como una inversión inicial, pero hay un límite al monto que uno va a aportar. Esa es la diferencia entre el microfinanciamiento y el típico tipo de ayuda estatal o benéfica, que es algo continuo.” Yunus cree también en la sostenibilidad y ciertamente quiere llegar a todos los pobres del mundo, pero está convencido de que la meta tradicional de los negocios –la maximización de las utilidades- es inapropiada cuando se trata de los pobres. “Tuve un largo debate con Pierre,” me dijo Yunus, refiriéndose a Omidyar. “Él dice que la gente debe hacer dinero. Yo dije, déjelos hacer dinero, ¿pero por qué hacer dinero con los pobres? Uno hace dinero en otros lugares. Aquí, uno viene a ayudarlos. Cuando tienen suficiente dinero, vaya y explótelos, no hay problema. Pero por ahora, no lo haga. Cualquier dinero que les está quitando, más bien déjeselo, para que puedan salir más rápido de la pobreza.” Las discusiones en el evento de Doerr, me dijo Omidyar, lo llevó a una “pequeña epifanía.” Él y su esposa son exalumnos de Tufts University, a la cual han hecho contribuciones sustanciales; pero pronto se iniciaría una campaña de recaudación de capital y el presidente de Tufts, Lawrence Bacow, “en cierto modo estaba haciendo círculos,” dijo Omidyar. “Yo estaba escuchando. 'Usted es un exalumno bastante exitoso, quizá debería hacer un aumento.'” Por lo general, cuando un donante hace una donación a un fondo universitario, el principal se va para un fondo de inversión y el rendimiento anual sobre el capital es lo que el donante puede asignar a un uso específico. “Yo dije, 'Espere un minuto. En lugar de hacer una donación a un fondo universitario y hacer que se asigne a este fondo de inversión, ¿por qué no usa el capital para promover aún más la misión del microfinanciamiento? Puede matar dos pájaros de un tiro: apoyar al alma máter y apoyar la misión. Eso es muy bueno.” Varios meses más tarde, Omidyar dio cien millones de dólares a Tufts, la donación más grande en su historia. Pero él estipuló que el principal se dedicara a un fondo para invertirse en microfinanciamiento, específicamente en inversiones que promovieran la comercialización del microfinanciamiento.

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La idea de llegar a miles de millones de personas logrando “escala” –una palabra invocada incesantemente en la comunidad del microfinanciamiento- ha atraído a fundaciones, personas adineradas, incluso inversionistas para que canalicen millones hacia el microfinanciamiento. La Fundación de Michael y Susan Dell de $1.200 millones – establecida por el fundador de uno de los fabricantes de computadoras más grandes del mundo- ha empezado a hacer donaciones a instituciones en la India, un país con 1.100 millones de habitantes, la mayoría de los cuales no tienen acceso a servicios financieros. En octubre de 2005, Google estableció una entidad filantrópica llamada Google.org, con capital inicial de casi mil millones de dólares, para combatir enfermedades, el calentamiento global y la pobreza; se espera que el microfinanciamiento sea el componente clave de su cartera de pobreza. Y en abril pasado, la Fundación de Bill y Melinda Gates anunció que dedicaría un monto de dinero no revelado para expandir los servicios financieros para los pobres en los países en desarrollo. El Dr. Rajiv Shah, quien supervisa el nuevo programa de Gates, dijo del microfinanciamiento, “Esto puede llegar a cientos de millones de personas y hacerse de manera que los ayude a salir de la pobreza y eso se puede mantener con el tiempo.” En 1990, Carmen Velasco, una psicóloga boliviana y Lynne Patterson, una estadounidense que vive en Bolivia, fundaron una organización llamada Pro Mujer. De muchas maneras, es una ONG clásica de microcrédito, inspirada por el modelo de Yunus, y sus clientes son predominantemente mujeres muy pobres. Brinda crédito para actividades de generación de ingresos, pero a diferencia de un banco, ofrece también a sus clientes capacitación en cuidados de la salud, planificación familiar, desarrollo del niño y autoestima. Velasco, que todavía dirige la organización dice, “Si uno les da un préstamo y no ven que se satisfacen sus otras necesidades, quizá estén en peores condiciones. Tienen una deuda que cancelar, pero todavía no tienen servicios de saneamiento, cuidados de la salud o educación.” A diferencia de muchas ONGs, sin embargo, Pro Mujer se mantiene en gran parte a sí misma. “No fallamos en nuestros cálculos, tenemos las mejores firmas de auditoría, hemos recibido donaciones y las mejores evaluaciones de nuestras prácticas de negocios,” expresó Velasco. “Y tan pronto como nos volvamos más eficientes, reduciremos las tasas de interés que tienen que pagar nuestros clientes. Si no tuviéramos viabilidad financiera, no tendríamos el derecho a argumentar a favor de nuestro método.” Con “nuestro método,” Velasco hablaba del énfasis tradicional en la justicia social, aunque, tal como ella lo manifestó, “la moda actual es hacer negocios.” En la primavera pasada, acompañé a algunos funcionarios de Pro Mujer al pueblo rural de Tizayuca, a casi dos horas en automóvil desde la ciudad de México. Veinte clientes de Pro Mujer –todas mujeres- estaban sentadas debajo de la copa de un gran árbol afuera de una simple casa de estuco. “Presente,” contestaron una a una cuando se llamaban sus nombres. Asistían a su reunión semanal. Sus edades iban desde los veinte hasta los cincuenta años; muchas

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tenían hijos pequeños que jugaban cerca o se sentaban solemnemente en los regazos de sus madres. La sesión de este día –después de que las mujeres hacían sus pagos a la tesorera- se dedicó a la autoestima. La instructora, una incansable mujer llena de energía, estaba motivando a las mujeres miembros del grupo a que se pusieran de pie y describieran de qué manera se veían a sí mismas. Una por una, dieron unos cuantos pasos hacia el centro del círculo y empezaron a hablar. Al igual que todos los clientes de Pro Mujer, las mujeres habían empezado a formar un grupo y luego tomaron una semana de capacitación para aprender sobre el proceso y desarrollar un plan de negocios. A finales de semana, habían elegido la junta directiva y un nombre para el grupo: Mujeres del Futuro. Habían empezado solicitando un préstamo de dos mil pesos, o casi doscientos dólares, en un préstamo a tres meses; luego se graduaron a tres mil pesos, luego cuatro mil pesos y ahora estaban solicitando cinco mil pesos, en un programa a seis meses. Habían avanzado a un nivel más elevado de préstamos después de cancelar los préstamos más pequeños. Los ahorros semanales eran obligatorios, al igual que los abonos para cancelar el préstamo. Cada mujer participaba en lo que se llamaba una microempresa. Algunas vendían quesadillas o tortillas en un puesto del mercado, otras vendían ropa interior para mujer, Tupperware o cobijas, principalmente de puerta en puerta. Las funcionarias de Pro Mujer empezaron a hacer preguntas. ¿Qué hace su esposo? Varios eran carpinteros y trabajadores de construcción. ¿Deberían los hombres unirse al grupo? Eso provocó mucha risa y voltearon sus miradas. “No, pero hay que dejarlos que tengan un grupo diferente,” sugirió una mujer. “Pensarían de manera diferente. No estarían en la misma sintonía,” dijo otra. Una joven mujer de hablar moderado dijo, “Hay un poco de machismo aquí. Es muy útil salir de la casa. Algunos esposos realmente no están de acuerdo en que deberíamos estar aquí. Incluso cuando no hay suficientes ingresos, es difícil que los esposos reconozcan eso, por eso hay un doble desafío. Tenemos que hacer todo en la casa por eso cuando venimos aquí, no tienen ningún problema en la casa.” ¿Saben sus esposos de sus ahorros? “¡No!” respondieron inmediatamente. “Si supieran que logramos ahorrar,” dijo una, “no nos darían dinero para la casa.” Ninguna de ellas había tenido una cuenta bancaria antes, aunque todas estaban familiarizadas con los prestamistas, quienes generalmente cobran de 12 a 15 por ciento al mes, y en algunos casos tanto como 50% a la semana. Manejamos a otro pueblo, San Francisco Zacacalco, y esperamos en una estrecha calle de polvo. Después de un tiempo, apareció una figura corpulenta, caminando a la par de una bicicleta que había sido modificada a una tres de llantas. Era un horno portátil: inclinado hacia el frente había un tanque rojo de gas propano, que estaba conectado por un tubo a una gran lata de aluminio, transportada en una carreta provisional entre las dos llantas traseras. Su inventora y propietaria, Ilze Concepción Rodríguez Chávez, nos invitó a su lugar

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de trabajo, una estructura de concreto de dos cuartos, pintados de azul y de casi ocho pies de alto. Un enorme Rottweiler estaba en el techo, donde las latas, ollas e ingredientes de los tamales estaban esparcidos sobre los mostradores. Una mujer afectuosa y tranquila, Chávez vestía una gorra de béisbol azul y una camisa de trabajo azul y un delantal rosado y azul a cuadros. Tiene ocho hijos y 25 nietos. Hace ocho años, comentó, ella y su esposo eran extremadamente pobres, y no encontraban la manera de mejorar su situación. Pero luego una amiga que se había convertido en cliente de Pro Mujer la invitó a asistir a una reunión. Chávez dijo que le preocupó la capacitación de una semana (“Aprendí a leer y escribir haciendo tortillas – no se mucho”), pero decidió unirse al grupo. Con la ayuda de las instructoras, Chávez desarrolló un plan de negocios. Se dio cuenta de que el vendedor de tamales calientes que iba a las afueras de una escuela cercana, iba solo en las tardes; ella podía estar ahí en las mañanas. Ella comenzó con un préstamo a cuatro meses que ascendía a doscientos dólares. Cada semana, se reunía con las otras integrantes de su grupo – casi veinte mujeres – para hacer sus pagos y tomar parte en las sesiones dedicadas a la toma de decisiones finales, temas de salud, violencia doméstica. Con el préstamo inicial, pudo alquilar su lugar de trabajo. Con su segundo préstamo, de casi trescientos cincuenta dólares, compró una bicicleta y la reconstruyó. Ahora tiene un préstamo de quinientos cincuenta dólares y la próxima vez pedirá seiscientos cincuenta. Ha agregado empanadas a su repertorio. En una semana buena, hace hasta doscientos dólares. Su lugar de trabajo tiene un horno de microondas, un televisor y un reproductor de DVD. Ella explicó que los había comprado con un plan a pagos y que organizaba su semana de acuerdo con sus obligaciones de deuda – generalmente, tres días para pagar los intereses de sus préstamos personales, dos días para pagar a Pro Mujer. Pro Mujer México es una pequeña organización relativamente nueva; su tamaño, servicios adicionales y el elevado costo de operaciones en México tienen como resultado una tasa anual de interés (incluyendo impuestos y otros cargos) de casi 84%. Pero Chávez no lo consideró exorbitante, los pobres están acostumbrados a pagar por crédito caro. Chávez dijo que ella nunca escribe ninguno de esos números, pero fue muy exacta para detallar los diferentes montos. Dijo que había decidido que necesitaba un automóvil pequeño, aunque fuera viejo. Hizo una pausa y luego hizo un gesto teatral hacia un sedán blanco en malas condiciones que estaba estacionado afuera. Ya lo había comprado. Agregó que ahora quería un horno profesional con tres niveles, que el automóvil podía transportar. Nos dijo que su esposo se puso celoso cuando se afilió a Pro Mujer, y que quería que lo dejara. Pero su hija y yerno la defendieron. “Mi esposo dijo, '¿Cómo es posible que haya un grupo que permita a una mujer sentirse tan independiente? ¿Qué esta haciendo ese grupo?'” Ella se rió. “Es el machismo – quieren a una mujer aquí,” dijo ella, señalando su rodilla.

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Ella sonrió incluso más, mirando a su alrededor y sus invitados que estaban admirados. “Desearía que mi esposo pudiera estar aquí, para ver que me están entrevistando,” dijo ella. El cambio más amplio hacia el modelo de utilidades comenzó en los noventa, cuando Acción Internacional, una red de instituciones latinoamericanas, llegó a la conclusión de que la comercialización era la única manera de que el microfinanciamiento pudiera servir a grandes cantidades de personas, porque las empresas comerciales podían aprovechar los mercados de capital para los fondos que necesitaban para crecer. En 1992, BancoSol de Bolivia, un afiliado de Acción, se transformó de una organización sin fines de lucro al primer banco comercial privado del mundo dedicado exclusivamente al microfinanciamiento, y docenas de otras instituciones siguieron su ejemplo. “Acción creó el modelo comercial y el modelo comercial es el que funciona,” declaró María Otero, presidenta de la organización. Ella y Carmen Velasco de Pro Mujer fueron compañeras de escuela en Bolivia, y sus padres eran muy amigos. Ahora están en lados opuestos de esta pequeña comunidad polémica. “Pro Mujer se está desempeñando bien, y podría convertirse en un banco privado,” me dijo Otero. “Pero Carmen cree que comercializarse lo ensuciará a uno con la 'U' de la palabra utilidades. Ella cree que comprometerá al programa.” Otero cree que las organizaciones sin fines de lucro no tienen mucho futuro en el microfinanciamiento. El debate es mucho más sobre la honestidad que sobre las motivaciones. La facción de Yunus se preocupa por la “variación de la misión,” al decir que, conforme aumente el apetito por la rentabilidad, únicamente los llamados “menos pobres” (en oposición a los muy pobres) cumplirán los requisitos para recibir un préstamo. “Por un lado, hay gente diciendo esencialmente, 'Queremos el Citigroup de los pobres,'” dijo Jonathan Lewis, el CEO de MicroCredit Enterprises, que brinda garantías de préstamos de donantes ricos a instituciones que sirven principalmente a las mujeres más pobres. “Pero, por otro lado, estamos diciendo, 'No iniciamos esto para convertirnos en un banco. Iniciamos esto para acabar con la pobreza. Por eso vamos a experimentar con todas las maneras diferentes, rentables o no, que podamos concretar con nuestros miembros – quienes son nuestros clientes, no nuestros accionistas. Si su misión principal es brindar un canal para salir de la pobreza desesperante, crea un conjunto diferente de preguntas que si su misión es crear un mercado global en futuros de microfinanciamiento.'” La hipérbole distorsiona el debate en ambos bandos. Muhammad Yunus habla en forma elocuente sobre la erradicación de la pobreza, pero algunos defensores de la comercialización argumentan que el microcrédito abruma a los muy pobres con deudas, y que los menos pobres son los únicos clientes apropiados. Puesto que relativamente pocos estudios rigurosos sobre el

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impacto del microfinanciamiento han sido concluido, la ideología se inclina por dominar. Jonathan Morduch, un profesor de política pública y economía en la Escuela de Postgrado en Servicio Público de New York University, que ha estudiado el campo por más de una década, dijo que hay evidencias claras de que el microfinanciamiento puede ayudar a los muy pobres, pero agregó que “el crédito por sí mismo no es una panacea.” Enfatizó el éxito de grupos que combinan los préstamos con otras iniciativas, tales como educación y cuidado de la salud. Y aunque la vida de las personas ha mejorado, los préstamos para los pobres todavía no tienen un efecto demostrable sobre los niveles globales de pobreza. “La afirmación más intrépida para el microfinanciamiento – que puede eliminar sin la ayuda de nadie una gran parte de la pobreza – supera, por una gran distancia, las evidencias acumuladas hasta la fecha,” me dijo Morduch. Después del anuncio del Premio Nóbel de Yunus, algunos miembros de la comunidad del microfinanciamiento se preocuparon de que las afirmaciones exageradas sobre el microfinanciamiento llevaran finalmente – cuando no se cumplían las expectativas irrealistas – al desprestigio del campo. Críticos externos han argumentado que el microfinanciamiento es simplemente una medida paliativa, que no hace nada para producir las grandes reformas sociales necesarias para reducir la pobreza – e incluso preserva el statu quo, al hacer que la vida de los pobres sea más tolerable. “Esa es una crítica válida, hasta cierto punto,” dijo Morduch. “Pero hay que ser realistas. ¿Cuánto tiempo está usted dispuesto a esperar la revolución? No puedo ver ninguna base moral para no tratar de abordar las privaciones actuales de los miles de millones de pobres del mundo. Si el microfinanciamiento puede ayudar a brindar opciones de maneras rentables, deberíamos celebrarlo.” Las Naciones Unidas designaron el 2005 como el Año Internacional del Microcrédito, y tenía fundamentalmente como propósito instar a los formuladores de políticas a que apoyaran entornos de regulación favorables. Pero incluso el título provocó fuertes peleas. ¿No debería ser el Año del Microfinanciamiento? Acción y otros grupos con mentalidad de lucro exigieron que se cambiara el nombre, al igual que un afiliado del Banco Mundial, el Consultative Group to Assist the Poor (CGAP), un consorcio del gobierno y organizaciones privadas de desarrollo que trabajaban para expandir el microfinanciamiento. Cuando se creó el CGAP en 1995, la “P” significaba “los más pobres” – algo por lo que Yunus había realizado un fuerte cabildeo. En el 2003, se reemplazó por los “pobres.” (“Su explicación era que los más pobres no pueden manejar crédito, por eso deberíamos estar mirando únicamente al grupo del nivel superior de los pobres,” dijo Yunus. “Eso estaba absolutamente en contra de la intención de la creación del CGAP.”) Al final, a insistencia de los países en desarrollo – Bangladesh en particular – “microcrédito” mantenía su lugar en el nombre, pero el Secretario General Kofi Annan utilizó la palabra “microfinanciamiento” en su discurso de apertura.

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Hace unos años, Pierre Omidyar se fue de Sillicon Valley y se mudó a Henderson, Nevada, en las afueras de Las Vegas. Con una figura poco atractiva con asomos de canas en su ondulado pelo negro, se inclina por pensar en voz alta, siguiendo caminos poco metódicos, buscando soluciones teóricas a los problemas. En todo caso, su enfoque se ha vuelto más abstracto con los años. Como un joven ingeniero de software, resolvía problemas conforme surgían, pero ahora le gusta reflexionar sobre la naturaleza del fenómeno de eBay y sobre la manera de apoyar su filosofía. A menudo cita la doctrina de Adam Smith de que las fuerzas libres del mercado y el egoísmo impulsan el uso más eficiente – y socialmente más beneficioso – de los recursos. Omidyar ve el principio de Smith en acción en eBay, él cree que el éxito comercial de eBay estaba vinculado con un profundo bien social. “Hice una exposición itinerante inicial para los inversionistas en el otoño de 1997 y fui a Nueva York y hablé con algunas personas de Wall Street y dije, Está bien, son extraños de todo el país, algunas veces del extranjero, y están haciendo negocios juntos por Internet. Y la gente estaba moviendo su cabeza. 'Eso nunca funcionará. Es imposible. Uno no puede confiar en nadie. Lo pueden timar.' Ahora, él dice, eBay ha enseñado a “más de doscientos millones de personas a que pueden confiar en un completo extraño.” Omidyar me dijo que él cree que la confianza que se inculcó en eBay se ha llevado a otros sitios en línea y, quizá, a interacciones de la vida real también. “La gente ha aprendido que, en general, la gente es básicamente buena. Y lo hemos demostrado.” Omidyar cree que eBay tuvo otro poderoso impacto social. “Recuerdo en los grupos foco, cuando empecé a reunirme con algunos de nuestros clientes, había una ama de casa que accidentalmente empezó a vender cosas en eBay. Ella iba al mercado de las pulgas, compraba cosas por 25 centavos, las ponía en línea y las vendía por veinticinco dólares y decía, '¡Caramba! Ahora finalmente siento que estoy contribuyendo al hogar.' Eso es algo que da un poder increíble, cuando una persona descubre su habilidad para generar valor económico.” Él agregó, “Hay tres cuartas partes de un millón de personas o más que se ganan la vida vendiendo en eBay.” Su frustración con el mundo filantrópico tradicional finalmente tuvo como resultado en que lo que uno de sus colegas describió como un momento de exclamación con un “ahá”. eBay sería su plantilla para el futuro. En el 2004, fundó Omidyar Network, que hace inversiones con fines de lucro y donaciones filantrópicas, y cuando empezó a buscar vehículos con propiedades similares a las de eBay, decidió que el microfinanciamiento encajaba perfectamente. eBay y el microfinanciamiento permiten a la gente descubrir que pueden ser empresarios. Ambos se basan en la confianza. Ambos se pueden considerar demostraciones de los principios de libre mercado. Ambos se pueden considerar empresas cuya rentabilidad está vinculada con su impacto social. Omidyar dejo de hablar del microfinanciamiento como una manera de poner fin a la pobreza mundial y más bien describió su misión de una manera congruente con la experiencia de eBay.

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Ciertamente, cuando se invitó a Omidyar a participar, con Yunus, en un panel sobre mitigación de la pobreza en la Conferencia de Iniciativa Global de Clinton en septiembre de 2005, él y sus colegas de Omidyar Network debatieron por algún tiempo si debían aceptar la invitación. ¿Enviaría esto un mensaje incorrecto? Finalmente, él fue, pero una de sus primeras declaraciones fue, “Para nosotros, no es solamente mitigar la pobreza; se trata de auto-empoderamiento económico.” Omidyar me dijo que en los dos años desde que se involucró en el microfinanciamiento, no había visitado una institución de microfinanciamiento ni se había reunido con un prestatario. Exactamente la situación opuesta de Yunus al entrar al microfinanciamiento: Yunus dejó atrás la teoría para escuchar a los pobres, y Omidyar parece depender bastante de la teoría. Omidyar se ve a sí mismo como un agente de cambio global – en este caso, la comercialización del sector de microfinanciamiento, de ahí, su insistencia de que su donación de cien millones de dólares a Tufts se invirtiera de manera que promoviera esa comercialización. “Pierre asume su papel en el mundo con bastante seriedad,” Lawrence Bacow, el presidente de Tufts, me dijo en su oficina hace poco tiempo. “Él cambió el mundo una vez, con eBay. Y quiere cambiarlo nuevamente.” En el 2005, Citigroup, la red bancaria más grande del mundo, lanzó una división empresarial de microfinanciamiento. En ese momento, Robert Annibale, que es ahora el director global de la división, dijo que dos mil quinientos millones de personas nunca han utilizado un banco: “El 40% del mundo está más allá del mundo que conocemos.” Stanley Fischer, un exfuncionario del Banco Mundial que era en ese momento presidente de Citigroup International y ahora es jefe del Bank of Israel, dijo a la alta gerencia de Citigroup que la división de microfinanciamiento trataría de obtener una tasa de rendimiento razonable. Pero también dijo que, “aunque había tasas muy elevadas de rendimiento en la industria – hemos escuchado que las compañías estaban ganando 45% - una compañía como Citigroup no podía, desde un punto de vista de relaciones públicas, salir y maximizar el rendimiento sobre el capital, tampoco lo queríamos.” (Claramente, participar en el microfinanciamiento podría ayudar a Citigroup con los reguladores también – pero no si parecía que se estaban aprovechando de los pobres.) Fischer argumentó que muchos de estos clientes de microfinanciamiento se desarrollarían económicamente y llegarían a ser una base de clientes totalmente nueva para Citigroup. Annibale insiste en que el desafío de llegar a los “que no cuentan con un banco” es tan amplio que existe posibilidad para todos los enfoques: rentable, sostenible y subsidiado. Pero él es un banquero comercial, y él no habla sobre reducir la pobreza sino de la “inclusión financiera.” Con esto quiere decir banca al consumidor para los pobres, que incluye no solo préstamos y cuentas de

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ahorros, sino también seguros y remesas. Esperemos que un día, el 'microfinanciamiento' de cierto modo desaparezca y hablaremos de quién está prestando servicios financieros a quién,” dijo Annibale. “¿Está la gente viviendo con tres dólares al día a quienes los bancos deberían servir, y los que viven con dos dólares al día a quienes las instituciones de microfinanciamiento sin fines de lucro deberían servir? Realmente no tengo una idea clara, pero creo que estamos hablando simplemente de expandir el acceso a los servicios financieros.” (La tecnología debería agilizar ese adelanto. En la India, Citi ha empezado a instalar cajeros automáticos en instituciones de microfinanciamiento y los clientes podrán abrir cuentas de ahorros en Citi, sin un saldo mínimo; los cajeros automáticos, que pueden identificar a los clientes mediante sus huellas digitales, hablaran con ellos en cualquiera de los seis dialectos). Por su parte, Annibale dijo, “Quiero tratar a todos como clientes, no como beneficiarios de una donación, porque cuando tenemos a alguien en quien psicológicamente pensamos ahora como cliente, decimos, “¿Cómo vamos a satisfacerlos? Si uno les va a dar simplemente dinero, es muy diferente.” En los últimos años, Citigroup y su subsidiaria Banamex recaudaron setenta millones de dólares en los mercados de capital para el afiliado de Acción, Compartamos, la institución de microfinanciamiento más grande de Latinoamérica, con más de quinientos mil clientes. En junio de este año, Compartamos se convirtió en un banco muy regulado. “La única manera de tener un impacto masivo es hacerlo rentablemente,” declaró el co-CEO de Compartamos, Carlos Labarthe. “Como ONG, que recibe donaciones, no podíamos crecer. Pero cuando uno puede ir al mercado, entonces el límite es el cielo.” Labarthe dijo que Compartamos tiene acceso ahora a doscientos millones de dólares del mercado. En cinco años, él predice, 89% de todas las instituciones de microfinanciamiento serán instituciones con fines de lucro. Entrevisté a Labarthe y a su socio, Carlos Danel, en sus oficinas en la sede de Compartamos, en un alto edificio de ventanales en la ciudad de México. Los “dos Carlos,” tal como se les conoce, iniciaron Compartamos en 1990, operando principalmente en los estados pobres del sur de Oaxaca y Chiapas. Ambos venían de familias mexicanas prósperas y se habían graduado de universidades conservadoras, al principio, gran parte del financiamiento venía de miembros de Gente Nueva, una red de organizaciones sin fines de lucro. Labarthe, un amplio y genial hombre que vestía camisa blanca sin abotonar hasta arriba y una gran cruz de plata, me dijo que él atribuía gran parte del éxito de Compartamos al sentido de propósito corporativo de los socios. En 1993, cuando tenían apenas trescientos clientes, analizaron cuidadosamente al Grameen Bank. “Tuvimos entonces la visión de que esto puede crecer realmente y llegar a ser enorme,” dijo él. Era el tamaño del Grameen – no la filosofía de Yunus – lo que los emocionaba. “Muhammad Yunus siempre ha dicho que el crédito es un derecho humano,” dijo Labarthe, y su voz se llenó de sarcasmo. “Bueno, yo no creo eso.

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La oportunidad es un derecho humano, la educación – pero el crédito es lo que tiene la oportunidad de hacer algo productivo. Esto de cierta manera está creando riqueza, más que eliminando la pobreza. No está educando a los desamparados.” Yo pregunté lo que él pensaba del programa de préstamos del Grameen Bank para los mendigos, que les permite vender artículos pequeños de puerta en puerta. Yunus no les cobraba intereses, ofrecía préstamos cruzados donde otros prestatarios pagaban los intereses. Labarthe hizo un gesto desinteresado con su mano. “No hay pago de intereses ni una tabla de pagos, es una donación local.” La población objetivo de Compartamos, por otro lado, es, según él, “lo que algunos llaman los trabajadores pobres – gente que está bien alimentada, un nivel de bienestar que les permite participar en la actividad económica. Creemos que ahí es donde el microfinanciamiento es efectivo.” El modelo de préstamos de Compartamos es crédito simple; no brinda sesiones sobre planificación familiar o violencia doméstica o empoderamiento de las mujeres. Aunque la compañía otorga préstamos predominantemente a las mujeres, Labarthe enfatizó que “no es algo filosófico, es muy práctico.” Él señaló las “Dieciséis Decisiones” del Grameen Bank – un conjunto de resoluciones hechas por los prestatarios, que incluyen planificación para familias más pequeñas y renegar del sistema de dotes, en donde las hijas, particularmente de familias muy pobres, son vistas como una carga. “Claramente tienen una agenda cultural,” dijo Labarthe. En Compartamos, se dan préstamos a mujeres al inicio no solo porque sabían que las mujeres eran prestatarios más confiables sino porque en muchas aldeas, la mayoría de los hombres había emigrado a los Estados Unidos, y las mujeres eran las cabezas de hogar. En los últimos cinco años, conforme se expandieron hacia las áreas urbanas, habían estado otorgando préstamos a los hombres también. Más del 70% de la población mexicana carece de acceso a los bancos, y no hay ninguno otro proveedor importante de microfinanciamiento. Compartamos “se convirtió en el McDonald’s virtual de la banca del pueblo,” escribió Jonathan Schlefer, en un estudio de caso para la Kennedy School of Government. “Un cuasi-monopolio ofreciendo un producto en un mercado.” Esa falta de competencia ha ayudado a permitir a Compartamos a cobrar tasas de interés que son impresionantemente elevadas, incluso en el mundo del microfinanciamiento. Para la mayoría de los préstamos, Labarthe explicó, los prestatarios de Compartamos pagan una tasa anual de 105% de intereses e impuestos. Algunas tasas, cuando se ajustan para reflejar sus costos reales, son más elevadas que 220%. (Labarthe predice que estas cifras bajarán.) Recientemente, el banco central mexicano emitió regulaciones que obligaron a los proveedores de crédito a declarar claramente el monto real que un prestatario pagará en intereses, comisiones y cargos, y Compartamos está haciendo sus mejores esfuerzos para explicar los costos ocultos a los clientes.

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El CGAP ha manifestado que algunas instituciones de microfinanciamiento son más rentables que los bancos comerciales y Compartamos pertenece a esa categoría, en parte debido a sus tasas extraordinariamente elevadas. Danel y Labarthe esperan duplicar su base de clientes en el 2008, a un millón. Y cuando Fidel Castro muera, planean llevar Compartamos a Cuba. Cuando me reuní con ellos, acaban de regresar de Washington D.C., donde habían presentado su propuesta a un funcionario del Banco Interamericano de Desarrollo, que, de acuerdo con unos de sus funcionarios, era “muy entusiasta.” Pero, considerando las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, agregó el funcionario, se llegó al acuerdo de que Estados Unidos permaneciera en un segundo plano de esta empresa. “Ahora que podemos aprovechar los mercados, muchos bancos, compañías de financiamiento e inversionistas privados están analizando a Compartamos, y lo ven como un buen negocio,” dijo Labarthe. “Antes, a los pobres siempre se les consideraba como un problema del sector privado. Pero ahora, pueden ser una oportunidad.” El año pasado, cuando Lawrence Bacow les explicó por primera vez a los fideicomisarios de Tufts que Omidyar había insistido en que la universidad creara un fondo separado para su donación que invertiría únicamente en microfinanciamiento, algunos fideicomisarios dijeron, “¿Vamos a hacer qué?” Les preocupaba la extrema “inmadurez” del sector – los datos sobre rendimientos están deficientemente documentados, la información sobre los diferentes vehículos de inversión no es de fácil acceso, el riesgo monetario en las inversiones es endémico, y las maneras de salida del mercado (es decir, encontrar un comprador cuando uno quiere vender) son limitadas, en el mejor de los casos. Al final, sin embargo, la propuesta de cien millones de Omidyar había resultado irresistible. La meta del Fondo de Microfinanciamiento de Omidyar-Tufts – conforme al resto de la dotación de Tufts – era un rendimiento de al menos 9%. Pero no hay muchos lugares para obtener esa recompensa en el mundo del microfinanciamiento. “Hemos descubierto que cien millones podría ser difícil de colocar,” me dijo Omidyar. El problema era con las instituciones de microfinanciamiento, muchas de las cuales no habían evolucionado o no eran lo suficientemente rentables. “La retórica está delante de la realidad,” dijo Omidyar. “Cuando la gente dice, 'Somos comercialmente viables' – bueno, no son comercialmente viables.” Ahora él espera que el fondo sirva de “incentivo,” de manera que las instituciones hambrientas de capital se vuelvan rigurosas con la esperanza de volverse elegibles. El rendimiento, si lo logra, atraerá a otros inversionistas hacia el mercado. Omidyar ve el fondo como una manera de poner a prueba sus teorías sobre la comercialización del sector. “Es realmente el impacto de demostración que estoy buscando, principalmente,” dijo él. Actualmente, gran

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parte del fondo está parado en las inversiones a corto plazo, esperando ser desembolsado. Hay buenas razones para esperar. Las estrellas del mundo del microfinanciamiento comercial – instituciones financiera y operativamente fuertes tales como Compartamos – representan apenas un pequeño porcentaje de todas las instituciones de microfinanciamiento. Las de mejor desempeño son las más populares, favorecidas no solo por los inversionistas sino por los donantes también. (De acuerdo con el CGAP, 80% de todo el financiamiento se va para las mismas veinte instituciones). Omidyar y sus colegas dicen que el mayor obstáculo a la comercialización del sector es el capital filantrópico. Dicen que distorsiona el mercado – no solo al llenar los canales que podrían de otro modo atraer inversionistas comerciales sino también al mantener vivos a programas insostenibles. “Una de las cosas que necesitamos y que obtendremos es un ciclo de destrucción creativa,” dijo Tryfan Evans, el director de inversiones del fondo Omidyar-Tufts, que previamente trabajó en USAID. “Si uno es ineficiente, será superado por los competidores.” Evans dijo que él confía en alcanzar la meta del fondo de 9% y más. (Su bonificación depende de eso.) El fondo planea estar totalmente invertido al cabo de tres meses. “Me fascinaría que los inversionistas y donantes pensaran realmente en esto,” dijo Omidyar con ahínco. “Existe una diferencia entre el capital poco exigente” – contribuido por donantes que no esperan nada a cambio – “y el capital exigente,” que requiere la transparencia de los informes financieros y una recompensa apropiada por los riesgos. Su meta, dice él, es “reducir la fuente de capital no exigente y hacer crecer el otro capital.” Sin embargo, la misión podría verse complicada por la reciente entrada de algunos de sus colegas a la comunidad tecnológica, incluyendo a Bill Gates, Michael Dell, Sergey Brin y Larry Page. Omidyar cree que existe una función para el capital filantrópico en áreas cuidadosamente delineadas tales como financiamiento de investigaciones y construcción de infraestructura. Pero si estas fundaciones comprometen grandes sumas de dinero a otros tipos de empresas –como lo hizo la Fundación Gates en su donación a Pro Mujer, una organización de microfinanciamiento que Omidyar me dijo que él no apoyaría – entonces su esfuerzo se podía volver más difícil. El “ciclo de destrucción creativa” podría volverse más lento. Respecto a las donaciones de sus colegas, Omidyar dijo, un poco ceremonioso, “Esperaría que los empresarios vieran el valor del enfoque orientado a los negocios.” “El fondo Omidyar representa una creencia de fe en el mercado,” dijo Jonathan Lewis de MicroCredit Enterprises. Y a pesar de toda la emoción sobre lo que el mercado puede ofrecer, se han opacado las preguntas difíciles. Las tasas de amortización de prestatarios individuales son excelentes, agregó él, pero existen pocas estadísticas disponibles para las tasas de incumplimiento de las instituciones de microfinanciamiento; si una institución incumple, ¿cómo obtendrán los inversionistas su capital sin perjudicar a los clientes de las instituciones? “Algún día, las personas tendrán que cruzar un punto de no

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regreso porque habrá eventos tales como las ejecuciones de hipotecas,” dijo Lewis. “¿Dirán el presidente de Tufts y Pierre Omidyar, cuando esperen un evento de liquidez, a treinta siete mil mujeres, 'Lo sentimos, estamos cerrando y ustedes van a perder sus préstamos, entonces regresen a alimentar a sus hijos dos veces al día?'” En cualquier caso, ¿se considerará cualquier tasa de interés pagada por mujeres muy pobres demasiado elevada? El asunto de las tasas de interés surgió en marzo pasado en el estado de Andhra Pradesh, conocida como la capital de microfinanciamiento de la India, donde varias mujeres prestatarias se suicidaron. El vínculo entre los suicidios y los prestamistas (uno era SHARE, un socio de la Fundación Grameen) no se ha establecido en forma definitiva y la pregunta de si ocurrieron abusos se ha vuelto sumamente controversial. El microfinanciamiento ha estado creciendo a una tasa increíble en el último par de años en Andhra Pradesh, con una intensa competencia entre las instituciones privadas y un programa patrocinado por el estado. El gobierno y sus seguidores acusaron a los grupos de microfinanciamiento de la provincia de cobrar tasas exorbitantes y de intimidar a los clientes que se habían excedido y no había podido cancelar sus préstamos. Los grupos de microfinanciamiento afirman que los suicidios fueron en gran parte de importancia secundaria para sus actividades, y que las muertes fueron explotadas por el gobierno para amortiguar la competencia privada. Las tasas entre los grupos de microfinanciamiento variaban; algunas eran casi 30%, pero debido a la manera en que estaban estructuradas y debido a los costos ocultos, parecían ser mucho más bajas. En la actualidad, las instituciones privadas de microfinanciamiento de Andhra Pradesh ha reducido sus tasas – unas cuantas hasta 11% – y han adoptado códigos de conducta. Los lados opuestos del debate de la comercialización atrajeron diferentes lecciones del episodio. Para los aliados de Yunus, demuestra cómo el énfasis en las utilidades puede cegar a los prestamistas con respecto a los valores sociales, el otro bando, se preocupa de que las tasas que se redujeron por razones políticas más que económicas probablemente no sean sostenibles. Sin embargo, en lo que casi todos coinciden es que es un recordatorio de los peligros que enfrenta este campo inmaduro y de rápido crecimiento. El fondo de Omidyar-Tufts ha invertido en una red bancaria con sede en Frankfurt llamada ProCredit Holding, que es administrada por un ex-radical alemán de la generación de 1968 llamado C.P. Zeitinger. Su meta hoy, dice él, es fundar bancos para lo que él llama “gente común.” Con donaciones de instituciones financieras internacionales y del gobierno de los Estados Unidos (que ascienden a $50 millones en los últimos ocho años), ha construido una red de 19 bancos en Europa Oriental, Latinoamérica y África; él planea expandir la red hacia Colombia, Honduras, Sierra Leona, Armenia, Kirguistán y México (donde él espera ansiosamente competir con Compartamos). Después de unos años, se espera que los bancos comiencen a operar por sí mismos. De los 19 bancos existentes, Zeitinger dice que 18 son rentables. El punto fuerte de

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Zeitinger son las áreas de riesgos elevados donde se siente con mayor libertad para imponer el orden. Él apuntó hacia el recién inaugurado banco ProCredit en el Congo. “Alguien quería hacer un depósito de $10.000, y él trato de dar un soborno de $50, ¡para hacer un depósito! Es parte de su herencia cultural, podría decirse. Tratamos de crear una cultura diferente: ética protestante.” Fumando sin parar, irascible, estallando a cada rato con indignación, Zeitinger es impaciente con preguntas de que el microfinanciamiento está ayudando a los pobres. “De cierta manera, no quiero pertenecer a ese mundo, es un campo ocupado por 'visionarios' que son realmente políticos. '¡Que el crédito es un derecho humano'! ¿Podemos por favor recordar que crédito significa que uno debe algo y que uno puede endeudarse excesivamente?” Él continuó, “Es una cosa totalmente diferente de lo que hacemos. Nosotros decimos, 'Estos son bancos para personas comunes.' Eso significa todos los que no tienen acceso al sistema financiero. Quiero estabilizar a la clase media en estos países también. Quiero ser un tipo diferente de banquero. Pero solamente quiero ser un banquero, no un banquero de microfinanciamiento. Yunus está en contra de los bancos. Está a favor de la revolución social. “¡El museo de la pobreza!” murmuró él. “¡Es ridículo!” Afirmar que el microfinanciamiento va a resolver la pobreza es un mito. Desde la antigua Grecia hasta el día de hoy, la pobreza ha estado con nosotros y nos controlará siempre.” Ferviente hacia su enfoque comercial, Zeitinger cree que el papel del capital filantrópico ha sido ampliamente denigrado. Por un lado, a pesar de la rentabilidad de sus bancos, todavía está tratando de obtener más dinero de donaciones, para expandirse hacia nuevas regiones rurales más difíciles de servir. También dijo, “No queremos ser únicamente M.F.I.’s en el mundo. Debe haber otros papeles. Pero si uno analiza el nivel que está detrás de nosotros, no hay suficientes participantes de escala. ¿Qué va a hacer entonces la diferencia ahí? La inversión estratégica de dinero de donación, vinculada con inversionistas que no tienen exigencias fijas para los rendimientos.” Zeitinger cree que la resistencia de Omidyar hacia el uso del dinero de donaciones en el microfinanciamiento es ingenua. “Él no aprenderá a menos que esté comprometido, que sea seducido racionalmente a cambiar su manera de pensar.” Una de las propuestas que está considerando la Fundación Gates es la solicitud de Zeitinger para una gran donación que le permita expandirse hacia las zonas rurales de África. El fondo de Omidyar de cien millones de dólares generó inicialmente mucha emoción, pero desde entonces ha sido opacada por el tamaño esperado del compromiso de la Fundación Gates – que se cree que

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es de varios cientos de millones de dólares por año – y el alcance del enfoque de Gates. “No es tanto un debate entre un modelo de Compartamos o uno de Pro Mujer,” dijo Rajiv Shah a Gates. “Uno necesita una gama de diferentes modelos de negocios. Algunos van a ser muy comerciales.” Algunos, señaló él, serán comercialmente al final pero no inmediatamente. Y otros necesitarán cierto grado de apoyo continuo, para poder alcanzar a los desamparados y comunidades específicas en ciertas partes del mundo. Shah dijo que Gates está dando donaciones y préstamos e incluso haciendo inversiones para alcanzar su meta de sacar a cientos de millones de personas de la pobreza. “Pero la meta siempre es esa, no es obtener un rendimiento. Esa distinción es importante porque Omidyar ha adoptado un enfoque diferente.” El enfoque de la Fundación Gates es notable por su catolicismo, no solo dentro del campo del microfinanciamiento sin en todo su programa global que busca reducir las desigualdades alrededor del mundo, que incluye la salud, educación y producción agrícola a nivel mundial al igual que los servicios financieros para los pobres. El personal de Gates realizó un extenso estudio del microfinanciamiento por casi un año, antes de que Bill Gates formalmente convirtiera la iniciativa en parte de la cartera de su fundación. Lo que lo motivó fue una visita en diciembre pasado a BRAC, el microprestamista más grande de Bangladesh y la organización nacional sin fines de lucro más grande del mundo. En sus ofrecimientos a los clientes, BRAC presta no solo servicios financieros sino también brinda escuelas, capacitación legal y ayuda de mercadeo. Sus subsidiarias ofrecen productos lácteos, textiles y artesanías, todas producidas por los prestatarios. BRAC hace que el Grameen Bank parezca frugal. A principios de mayo, representantes de ocho instituciones de microfinanciamiento de todo el mundo fueron invitados a un evento de tres días en la sede de la Fundación Gates, en Seattle; entre los representantes se encontraban Carmen Velasco de Pro Mujer; María Otero de Acción e Ingrid Munro, la fundadora y directora ejecutiva de una organización llamada Jamii Bora, que da servicio a gente muy pobre en los barrios marginados de Nairobi. “Queríamos escuchar de personas que hubieran tenido mucha experiencia de primera mano y queríamos reunir a gente de diferentes zonas geográficas,” dijo Rajiv Shah, señalando que los visitantes venían de Latinoamérica, África y Asia. “Cuando uno hace eso, se da cuenta de que hay enfoques muy diferentes para esto, y ciertamente hay pocas respuestas correctas en términos de un enfoque con respecto a otro cuando uno ve alrededor de todo el mundo.” Por ejemplo, en el caso de Ingrid Munro y Jamii Bora, él dijo, “¿Va Citigroup alguna vez a titularizar su cartera de préstamos? Probablemente no. ¿Va a ser descabelladamente rentable, al punto en que genere los tipos de dividendos que Compartamos genera? Lo dudo. Pero ella puede de manera sostenible prestar servicios importantes que están ayudando a sacar a la gente de la pobreza en el centro de una comunidad muy pobre. ¿Entonces, no debería ella tener la habilidad para innovar y alcanzar escala?”

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En cierto punto, el grupo se reunió con Melinda y Bill Gates y con Warren Buffett también. Pasaron varias semanas para que Buffet anunciara que donaría aproximadamente $31.000 millones a la Fundación Gates; los invitados supusieron que estaba visitando por casualidad a Bill Gates y sintió curiosidad por el microfinanciamiento. Buffet hizo preguntas incisivas sobre las tasas de interés y amortización e impresionó a varios de los presentes con la velocidad con la que hizo los cálculos. Acción y Pro Mujer ya eran beneficiarios de Gates, pero Jamii Bora era un recién llegado. Munro la inició en 1999 y en la actualidad es la institución de microfinanciamiento de más rápido crecimiento de Kenia. Munro es sueca y su esposo es canadiense, pero han vivido en Kenia durante los últimos 21 años. En 1988, adoptaron a un niño de la calle. “Era un pequeño niño de siete años que más o menos nos adoptó,” dijo ella, riéndose entre dientes. “Y luego encontramos a sus dos hermanos y los adoptamos. Con una situación como esa, al igual que en las grandes historias de amor, en la literatura y la vida real, uno es una víctima indefensa, usted sabe. A través de sus hijos, llegó a conocer a otros niños de la calle y a sus madres que eran mendigos. Ella era jefe del Fondo Africano de Vivienda, que trabaja con los indigentes. “Cuando me retiré del Fondo Africano de Vivienda, los mendigos seguían viniendo a mi casa a tocar a mi puerta y me decían, 'No nos puede abandonar ahora, mamá, usted es nuestra madre.' Entonces realmente me desafiaron, y yo dije, 'Bueno, si ustedes quieren que haga algo por ustedes, ahora tienen que hacer algo por ustedes mismos.' Los desafié a que ahorraran un poco de dinero. 'Por cada chelín que ustedes ahorren, prometo que encontraré a alguien que les de dos chelines, y luego pueden pedir un préstamo por el doble de lo que hayan ahorrado.'” “Lo inigualable es entonces que comenzó con confianza,” dijo ella, sonando como Pierre Omidyar, de una doctrina opuesta. “Además, pensé que era un pequeño club, un grupo de mujeres que yo creía que eran muy especiales. Pero realmente, creció de manera incontrolable. Después de unos meses, tuvimos que formalizarlo. Decidimos llamarlo Jamii Bora, que significa 'buenas familias' en suahili. Y eso es lo que decimos: uno puede ser muy pobre, pero todavía tiene una buena familia, y todavía tiene el talento para salir de la pobreza.” Munro comenzó con un grupo de cincuenta mendigos de los barrios marginados de Nairobi y en los últimos siete años, Jamii Bora se ha expandido a 61 sucursales que dan servicio a 130.000 miembros; Munro busca alcanzar al menos a 500.000 en el 2009. Ella dice que se ha apegado a la idea original, “que uno puede pedir prestado el doble de lo que ahorra, lo que significa que tenemos una base muy fuerte porque tenemos muchos ahorros, y nuestros miembros corren riesgos muy pequeños.” Jamii Bora ha recibido algunas donaciones, pero en gran parte se paga sola. Casi una tercera parte de sus prestatarios son hombres. Y casi todos sus empleados son antiguos prestatarios o sus parientes.

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Esto es importante, dijo Munro. Algunas organizaciones de microfinanciamiento de Kenia no abrirán una oficina en los peores barrios marginados. “Mi personal no tiene miedo porque nacieron en barrios marginados, y los secuaces y ladrones fueron sus compañeros de clase en la escuela primaria. No estoy de acuerdo con los que dicen que no se puede llegar a los muy desesperados con el microfinanciamiento. Pero uno tiene que involucrarse, realmente involucrarse, usted sabe. Uno no puede simplemente sentarse en el banco y esperar a que vengan.” Munro enfatizó que ella continúa trabajando con los más pobres de los pobres. “Muy pocas personas del campo del microfinanciamiento hacen eso porque cuesta exactamente lo mismo administrar un préstamo de $20 que uno de $200, o $2.000, pero desde luego, los ingresos de un préstamo de $20 son muy pocos. Nuestro préstamo promedio es de $95.” Munro agregó préstamos de vivienda, seguros de salud y seguros de vida a sus servicios. Casi un año después de que ella inició a Jamii Bora, se dio cuenta de que cuando los clientes incumplían las amortizaciones de sus préstamos, usualmente era porque un miembro de la familia había estado hospitalizado. Ninguna compañía de seguros ofrecía una póliza de precio razonable a sus prestatarios, por eso Munro decidió hacerlo ella misma. “Cobramos casi $12 al año para un miembro adulto, con un máximo de 4 hijos. Después de eso, son unos cuantos dólares extra por cada hijo. No hay un límite superior para los costos, y no excluimos a personas con VIH y SIDA. Y estamos cubriendo nuestros costos y nunca hemos usado el dinero de los donantes en nuestros seguros de salud.” El último proyecto de Munro era construir un pueblo en un terreno de 293 acres cerca de Nairobi. Incluirá viviendas, un centro urbano con tiendas, una escuela, un hospital y una pequeña área industrial y casi 2.000 familias de Jamii Bora vivirán y trabajarán ahí. Hace casi dos años, los grupos locales que buscaban bloquear el proyecto obtuvieron un fallo de una autoridad de gestión ambiental que afirmaba que el desarrollo tendría un efecto negativo sobre la vida silvestre; ese fallo ha sido desde entonces revocado, pero ahora se ha apelado ante el tribunal superior. “Es el tema clásico de que los ricos no quieren tener cerca a los pobres,” dijo Munro. “Pero uno no puede finalmente salir de la pobreza si no puede salir de esos barrios marginados.” Ella espera una decisión antes de finales de año. Aunque la mayor parte de los préstamos de Jamii Bora son muy pequeños, los préstamos grandes de $9.000 a $10.000 están disponibles para clientes ejemplares de mucho tiempo. “Entre los más pobres de los pobres, uno tiene gente absolutamente sobresaliente y brillante, que hubieran sido altos ejecutivos si hubieran tenido la oportunidad de haber estudiado,” dice Munro. A ella le gusta citar a una mujer llamada Claris Adhiambo, miembro del grupo

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original de los 50 mendigos de Munro, cuyo esposo la echó de la casa después de dar a luz a su quinto hijo. Adhiambo ahorró $16 y pidió prestado $32 para abrir un pequeño quiosco de comida para vender pescado. Tres años más tarde, se volvió mayorista y abrió un restaurante. Compró un terreno y construyó una pequeña pensión y tiendas pequeñas. Ha cancelado 11 préstamos y su préstamo actual es por $3.200. “Si usted la viera hoy, parece miembro del parlamento; uno no podría creer que fue mendiga alguna vez.” Munro dijo que Melinda Gates se sentiría impresionada si fuera a Kenia y viera a Jamii Bora en acción. “Porque es cuando uno realmente entiende. Usted sabe, cuando la gente visita los peores barrios marginados – incluso peor de lo que uno podría pensar – y camina por los alrededores y conoce gente en sus pequeños negocios y pequeñas viviendas, casi siempre su primer comentario es, '¿Por qué están tan felices?' Están sonriendo, se sienten orgullosos, con dignidad, mostrando lo que han logrado. Y yo digo, 'Es porque tienen algo hoy que no tenían hace un mes, y tienen un plan y un sueño de algo que van a tener en un mes que no tienen hoy.'”