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  • Miguel de Unamuno: Epistolario y hermenutica

    MANUEL SNCHEZ CUESTA(Universidad Complutense)

    Aunque es verdad que todos los escritos de Unamuno son autobiogrficos

  • 468 Manuel Snchez Cuesta

    Por eso justamente no establece distingos entre los receptores, sino que msbien su actitud, sincera y de entrega generosa, atiende al motivo que justifica cadacarta, singularizando su contenido hasta hacer de l una real y dual conversacin,transformando la lectura en convivencia. Y como ese binomio yo-t es algo siempreactual, al hilo de las cartas nos cabe ir reconstruyendo toda su peripecia bIogrfi-ca6, dado que en ellas va don Miguel trazando una va de acceso a s mismo y sinduda de las mejores, de las menos mediatizadas, de las ms directas y humanas. Y,adems, permitindonos comprobar la validez heurstica de su literatura, su sncer,-dad a fuerza de toda prueba, el monotema de todos sus escritos, la confirmacin desu metodologa filosfica para la que conocer, ms que nesis, es sentimiento.Tiene razn Laureano Robles cuando afirma que en las cartas estn las clavesinterpretativas de la obra y del pensamiento de Unamuno, puesto que contina--en ningn lugar mejor que en ellas sorprendemos al Unamuno vivo, real y decarne y hueso7.

    Julin Maras ha expresado recientemente como Peligros para el escritor lapasin actual por sacar a luz pblica cualquier clase de indito, entre los que desta-can los epistolarios. A su juicio, tampoco stos justifican su publicacin: ni objeti-vamente, dado que las cartas cabe agruparlas en triviales (de inters meramenteocasional) e intimas (salvo excepcin, de inters slo privado), ni subjetivamente,ya que en base al llamado derecho de informacin penetramos por nuestra cuentay riesgo en la intimidad del otro, algo por principio prohibido.

    Compartimos la razn de fondo expresada por Julin Maas en su articulo,empero juzgamo que don Miguel constituye precisamente la excepcin. Pues, pesea tratarse de un autor contemporneo y con una obra de relativo fcil acceso edito-rial9, sus cartas superan la mera ancdota del decir puntual trivialidad o gravedaddel mensaje no hacen ahora al caso para convertirse en claves hermenuticastanto de su filosofa, cuanto de las actitudes vitales que al hilo de su existencia vaasumiendo.

    En tal sentido las cartas son verdadera crnica del vasto universo de interesesunamuniano, recogidos en su misma gnesis, que unas veces afloran de su hontanarcadenciosamente, otras como exabrupto, otras se hacen reiteracin, otras idea obse-

    Dos aspectos, sobre todo, diferencian el epistolario unamuniano de cualquier otro: lamultiplicidad y diversidad de sus receptores (desde primeras figuras internacionales y nacio-nales de las letras, la cultura y la poltica hasta simples alumnos o estudiantes, amn de losmiembros de su familia), as como la multiplicidad y diversidad tambin de preocupacionestradas a su conciencia por el cada da de su vivir intenso.

    Unamuno, M. Epistolario indito, Volumen 1, Edicin de Laureano Robles, Espasa-Calpe, Coleccin Austral, Madrid, 1991, p. 22.

    ABC, 21-V-1992.Por ms que sea paradjico el que las dos ediciones de sus Obras Completas resulten

    difciles de encontrar, agotadas como estn desde hace una veintena larga de aos. Este esprecisamente hoy, a juicio de Julin Maas, el mayor de los peligros para el escritor: laedicin de sus inditos y no la reedicin de su verdadera obra.

  • Miguel de Unamuno: Epistolario y hermenutica 469

    siva, en todos los casos plpitos vitales que sustituyen a la palabra por el hombreen la polivalente realidad de sus numerosas contradicciones. A Ortega y Gasset leescribe: Y como usted no es pblico suprimo el tejido conjuntivo. Por eso megusta escribir cartas. Es lo ms lrico, y lo menos ilativo0.

    Es verdad, pues, que en las cartas se enuncian muchos de los temas mejorsera decir, preocupaciones vitales que luego constituyen buena parte del conteni-do de la obra de don Miguel. As, entre otros, su agnica cuestin humana, sudesesperada esperanza, su profunda soledad, la desproporcin entre esfuerzo ylogro, la peculiaridad de su irracionalismo, su mirada antropomorfizante, la visinde Espaa y de sus pueblos, su alma de poeta y concepcin esttica, su paradjicaconjuncin de fuerza y debilidad, sus calidades de esposo y de padre. Ms tambinen ellas, en las cartas, aparecen otros que o no estn presentes en aqulla o enaqulla aparecen retricamente mediatizados o bien aqulla nos muestra tamizadospor la duda. A modo de respectivos casos subrayamos su intento de protestantizarEspaa, su mesianismo y su concepcin del socialismo. En los tres, las canas seconvierten en textos de consulta obligada.

    En las cartas, en efecto, hallamos referencias a proyectos que no aparecenreflejados en sus escritos ms formales y que, sin embargo, tuvieron verdaderamen-te preocupado a don Miguel. Tal ocurre con su intento de protestantizar Espaa allpor el cambio de siglo. Espaa, entiende Unamuno, precisa de una importante yurgente reforma veremos ms abajo que l se sentir vocado a materializaraindgena, popular y laica. Una y otra vez da cuenta por estos aos de la mismaen sendas cartas y proclama su necesidad en discursos y escritos. Mas siempresilencia su intencin de fondo, a saber, el que Espaa debera protestantizarse. Y deeso nicamente se nos da cuenta en el epistolario. As, aludiendo al discurso pro-nunciado el da 8 de agosto de 1902 en Cartagena, escribe a Jimnez Ilundin:Cuanto de religin dije pas como una seda, y si llego a decir que hay que pro-testantizar Espaa se me escandalizan; y a Pedro Mgica: ... Si llego a mentarel protestantismo se me echan encima ~ Unamuno, sin embargo, no da las razo-nes de esa prevalencia de lo protestante sobre lo catlico. Aunque no hace ahora alcaso, coincidimos con Eduardo Malvido en pensar que bien pudo haber sido laconcientizacin personal del problema religioso y el respeto a la razn4.

    Las cartas tambin nos avisan de su temprana conciencia proftico-evanglica,agudizada tras su nombramiento como rector de la universidad de Salamanca, y quele insta a llevar a cabo una reforma moral e intelectual de Espaa desde arriba.Sin la mediatizacin. pues, de figuras retricas, la lectura del epistolario nos mues-

    lO Carta a Jos Ortega y Gasset, 2-Xll-1906.Unamuno, M., Espaa y los espaoles, Obras Completas, Tomo III, Escelicer, Madrid,

    1968, p. 724.2 Carta a Jimnez llundin, l0-VIII-1902.Carta a Pedro Mgica, 16-VlU-1902.

    Malvido Miguel, E., Unamuno a la busca de la inmortalidad, Ediciones San Po X,Salamanca, 1977, p. 56.

  • 470 Manuel Snchez Cuesta

    tra ese elitismo de don Miguel, slo desde el cual cabe entender su frentica y hastaintolerante actividad poltico-social. Es cierto que dicha actitud est bien reflejadaen su obra literaria, ya plasmada en personajes que vertebran todo su quehacer entomo de la misma como, por ejemplo, don Manuel Bueno, ya en el modo agrio dearremeter contra los hunos y los hotros, ya implicando en sus textos al lector ycon ello zarandearle el alma hasta hacrsela sentir. Mas lo caracterstico de lascanas es que esa vocacin mesinica aparece como un desiderato expresamentemanifiesto y asumido, lo cual permite al exgeta darle sentido a muchos textos y abuena parte del hacer unamunesco. Prueba de lo que asertamos son estos brevesfragmentos epistolares: Dentro de unos das voy a esa (a Madrid) escribe a donFrancisco Giner de los Ros a ver al ministro y si puedo hacer en esta Escuela larevolucin desde arriba 5. ... tengo tal fe en m mismo, comunica un mesdespus a Juan Arzadun, tan honda persuasin de mi providencial misin pedag-gica o demaggica (en sentido etimolgico) en Espaa ~ Desde hace algntiempo, dice a Pedro Mgica, desde que pas cierta honda crisis de conciencia,se va afirmando en mi una profundisima persuasin de que soy instrumento enmanos de Dios para contribuir a la renovacin espiritual de Espaa17; y, en fin, aOrtega y Gasset aos ms tarde, constatando ya obra realizada y en proceso: Noquiero ser yo quien le cuente la obra de saneamiento moral que aqu he emprendi-do 18

    Asimismo vuelve a ser el epistolario el medio que nos permite entender msmatizadaniente que cualquier otro de sus escritos la actitud de don Miguel ante elsocialismo, su acercamiento y militancia en el PSOE, as como luego su baja y dis-tanciamiento de ste, nunca satisfactoriamente explicados. En efecto, sern una vezms las cartas quienes mejor nos muestren el talante de su socialismo, el cual, pesea las coincidencias de objetivo con el del partido fundado por Pablo Iglesias, adole-ce, sin embargo, de un idealismo incompatible de todo punto con la ortodoxia mar-xiana; postura que en lo sustantivo no modificar Unamuno ni siquiera durante susdos aos de afiliado al PSOE. Para Unamuno, as se lo hace saber a Pedro Mgica,el Socialismo es ante todo una gran reforma moral y religiosa, ms que econmi-ca9. Y dos aos despus: Soy socialista convencido, pero amigo, los que aqufiguran como tales son intratables, fanticos necios de Marx, (...). A m empiezan allamarme mstico, idealista y qu s yo cuntas cosas ms~. Estas dos muestrasson, nos parece, suficientes para cercioramos de que, frente a la irreligiosidad pro-pia del genuino socialismo y, en consecuencia, a su intramundanismo, encaminadopor eso, reivindicativamente, al logro de una real justicia social, Unamuno no pueda

    ~ Carta a don Francisco Giner de los Ros, 3-XI-1900.6 Carta a Juan Arzadun, 2-XII-1903.7 Carta a Pedro Mgica. 2-XII-1903.

    ~ Carta a J05 Ortega y Gasset, 21-XI-1912.

    Carta a Pedro Mgica. 28-V-1893.20 Carta a Pedro Mgica, 22-V-1895.

  • Miguel de Unamuno: Epistolario y hermenutica 471

    prescindir del carcter esencialmente escatolgico de la vida humana, convirtiendoen principales los problemas de la muerte y del ms all, en fuerte contraste con laortodoxia socialista, en cuyos moldes no es slo que no cupiera, sino que aparecacomo su ms vivo contrapunto.

    Ese dec