no. 3 - epistolario
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Revista cultural de distribución gratuita por internet. No. 3 - octubre 2011TRANSCRIPT
http://laplumaenlapiedra.blogspot.com/ Octubre 2011
No. 3
mi respuesta. ¿Qué mucho si, al primer paso, encontraba para tropezar mi torpe pluma dos imposibles? M
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eñora, mi Señora: N
o mi voluntad, mi poca salud y mi justo temor han suspendido tantos días […
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medida que aun se le pasara por alto a la esperanza más ambiciosa y al deseo más fantástico...
Portada: Postal encontrada en un libro adquirido en alguna librería de viejo (detalle).
Cita: Sor Juana Inés de la Cruz, Respuesta de la poetisa
a la muy ilustre Sor Filotea de la Cruz.
Derechos Reservados. La pluma en la piedra , Toluca, México, No. 3, octubre 2011.
La pluma en la piedra es una publicación mensual e independiente de distribución gra-
tuita por internet. Todos los artículos, ensayos, escritos literarios y obras publicadas son
propiedad y responsabilidad única y exclusiva del autor y pueden reproducirse citando la
fuente.
Fe de erratas:
En el número de septiembre, el ―Editorial‖ del mes tuvo un error ortográfico: se escribió
hondeando en vez de ondeando. Así mismo, ocurrió una omisión y error en la concordan-
cia, por lo que se escribió: ―nos acompañan Lorenzo Conejo López sus cuento[…]‖, en vez
de: ―nos acompañan: Lorenzo Conejo López con su cuento […]‖.
Agradecemos la comprensión de todos nuestros lectores, por los daños emocionales e
intelectuales que estos desperfectos pudieron haber causado.
La pluma en la piedra
Escribieron este número:
Alejandra C. L.
Dolores I. García
Dr. Salomón Espinoza M.
J. M. Falamaro
Anaid Vallejo Orduña
Karina Posadas Torrijos
José J. González
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Artista
José Jesús González
Correspondencia
A un amor platónico de la preparatoria Alejandra C. L.
A J. M. Falamaro
Dolores I. García
Jorge Luis Borges, autor del Martín Fierro Dr. Salomón Espinoza M.
A Emil M. C.: El último amigo desconocido
J. M. Falamaro
Para mis alumnos de 6to. semestre, generación 2011 Anaid Vallejo Orduña
Querido
Anaid Vallejo Orduña
Queridos Reyes Magos Karina Posadas Torrijos
Dulce mujer, quiero decirle...
José J. González
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Galería
Mujer con vestido José Jesús González
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Editorial
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Muro Periodical
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Toluca, México, primer lunes del mes de octubre de 2011
Desde el cuartel general de La pluma en la piedra
Buen y apreciado lector:
Hace un mes que no nos leemos, pero el tiempo es fugas y el universo incomprensible.
En fin, el tercer número ha llegado y como la tercera es la vencida, 33 años tenía don
Jesús cuando murió sobre la cruz a las 3 de la tarde, tres son las esquinas del triángulo y tres
son los cuatro puntos cardinales huidobrianos (norte y sur), llega cabalísticamente una edición
más de La pluma en la piedra.
La temática del mes, en esta ocasión, gira alrededor de la correspondencia. Sí, aquella
que solía enviarse en hojas de papel verdadero por correo-hombre y que tardaban semanas
en llegar a su destinatario; por ello, al ir pasando cada una de estas hojas virtuales, tendrá el
gusto (o disgusto) de leer un conjunto de cartas que han llegado a los buzones de nuestra
redacción. Todas ellas albergan diversidad de ideas que dejaran satisfecha nuestra curiosidad
por ser los invitados no deseados en una conversación que regularmente sólo involucra a dos.
Notará también, que en esta ocasión, la sección literaria no será parte del espectáculo,
pero no debe ser causa de angustia, tenga por seguro que volverá a su respectivo lugar el
próximo mes.
Por otra parte, el artista invitado es José Jesús González, quien nos presenta su ―Mujer
psicópata‖ que ya no es psicópata. ¿A qué se debe semejante contradicción? El artista nos ha
comentado que esta es una de esas obras metamórficas, es decir, día a día cambia de apa-
riencia y de nombre para placer del espectador, de manera que hoy la conocemos como
―Mujer con vestido‖, pero mañana tal vez amanezca llamándose distinto y con una forma dife-
rente.
Amable lector, eso es todo por ahora. Esperamos encontrarlo en la edición de noviem-
bre con todo el temor, el miedo y la angustia que nos caracteriza.
La pluma en la piedra
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Cartas a un amor platónico
de la preparatoria
Segundo semestre
2 de mayo de 2003
Félix:
Hace dos meses que vivo enamorada de ti. Desde que tus ojos se cruzaron con los
míos en marzo, durante la segunda semana de clases. Sin embargo, tengo que admitir
que esta loca pasión que me consume cada noche al imaginar nuestros encuentros, no
hubieran pasado si no me hubiera dado cuenta que tú, desde un principio, volteabas a mi-
rarme con algo que no se lo he visto a nadie.
Lo admito, jamás una mirada me había hecho sentir tan bella, tan plena y tan desea-
da… aunque a veces pienso que son sólo alucinaciones mías y por eso te escribo esta
carta, porque quiero saber si tú de verdad sientes algo por mí como he interpretado en la
forma como tus ojos, adornados por esas hermosas pestañas que me muero por besarte,
suspiran al encontrarme en el salón de clases.
Respóndeme como lo desees. Si te acomodas con una carta, ocúltala en mi mochi-
la. Y si te acomodas hablando, yo esperaré, abórdame incluso cuando esté con mis ami-
gas (las mando a volar para tu comodidad) que yo acudiré a tu solicitud.
ATTE. Alejandra
La que se sienta en la fila del lado izquierdo, dos bancas delante de ti.
24 de agosto de 2003
¡He cometido una estupidez! ¡Y todo porque nunca me atreví a mandar esa carta! ¿Y ésta
acaso te la mandaré? No lo creo. De haber sabido, yo te hubiera hablado esta tarde,
cuando yo iba por el cambio de turno y tú a inscribirte. Me atrevería a decirte que el atar-
decer resplandecía intensamente en tu figura y tus ojos brillaban con cada encuentro de
miradas ¡Oh dulce esencia de niño! ¿Por qué, por qué somos tan tímidos? Yo que no me
puedo acercar a ti y tú que parpadeas y hablas de forma tan extraña al volverte a mí, tú
que te alejas en cuanto ves mi presencia acercarse a tu siempre eterna y suave figura, tú
a quien no supe amar, a quien no supe expresar cuanto me interesaba, tal como lo anun-
ciabas con tus ojos y tus expresiones que se volvieron mi mundo ¡Oh amado mío! ¡Qué
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Alejandra C. L.
ganas tenía de decirte lo siguiente!:
Mira Félix, sé que es tan raro decírtelo, no sé es que… Me gustas, siempre me gus-
taste, me gustas más que nadie en este mundo, ay, hasta te puedo decir que vivo loca-
mente enamorada de ti. No sé que pienses tú, pero yo me muero por besarte… En serio…
es que estoy bien clavada contigo y sólo pienso en ti, en ti, en tu forma de ser, en tus ojos,
en tu cabello, tus pestañas ¡Ay, cómo amo tus pestañas! Y la verdad es que me pude dar
cuenta que esos ojos que protegen tus pestañas me miraban con intensidad. Sí, tam-
bién me gustaba tu carácter, aunque no te traté mucho. Admito que deseaba llevarme
contigo tan bien como lo hacías con Pilar y Marlene, o hablarnos más como lo hacías con
las demás chicas del salón. Y otra cosa… con tu nombre hice varias historias ¿Sabes?
¡Eres como mi musa inspiradora, como mi Beatriz de Dante! ¡En buen plan! ¡Es qué me
gustas tanto! Si es que así se puede decir… y… ¿Tú qué pensaste de todo lo que dije?
Y ahora sólo me queda decirte: Adiós, amor mío de primavera. Espero que nos en-
contremos para esta vez estar juntos para siempre. Sé que así será, no en un tiempo cer-
cano, pero tampoco en un tiempo lejano. ¡Porqué intuyo qué tú y yo estamos conectados
de alguna forma, somos un mundo y el uno para el otro!
Tercer semestre
9 de septiembre de 2003
Apenas llevo una semana en este lugar llamado ―turno matutino‖… La semana de prueba
en la que ya no puedo hacer cambios para regresarme a la tarde. ¡Qué arrepentida estoy!
Y, sin embargo, he deseado quedarme un semestre en este ambiente matutino por curio-
sidad, sin tenerte en el salón para contemplarte intensamente entre los minutos aburridos
de las clases, para así no sentir la presencia ahogada de este malsano espacio de cuatro
paredes que carcome mi alma. ¡Somos muchos que apenas y cabemos! Y tú no estás en-
tre ellos y yo extrañándote. ¿Me extrañarás tú también? ¿Cómo puedo estar segura si
nunca me dijiste lo que pasaba por tu cabeza al dirigirme esas miradas tuyas? ¿Cómo in-
terpretarlas, yo qué nunca las había visto? Y en ocasiones, al cruzarnos en la salida pare-
cen surgir de nuevo… ¡Pero no es suficiente ya! No basta contemplarte unos segundos
cuando el semestre pasado te veía a diario por cinco horas seguidas y eso me bastaba
para que mi mundo tuviera un motivo para sonreír.
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A un amor platónico de la preparatoria
Yo sólo espero que esta tortura de mi primera semana no dure más. Me retendré a tu figu-
ra para continuar adelante y para sobrevivir esta tortura, aunque tu no presencia parece
que no me ayuda mucho… ¿Podrías decirme un hola con tu voz? Por estos reencuentros
pido eso… Dime hola y ya… No pido mucho… Que tu sonrisa ya no sea tan tímida para
que volemos juntos al paraíso, ¿no?
23 de octubre de 2003
Mi estimado Félix:
El mundo se me hace trizas. No puedo asimilar la noticia, no después de que tú y yo
cruzáramos miradas llenas de brillo intenso por seis meses y yo comience a decidirme a
pedirte cosas prestadas para interactuar contigo.
¿Acaso todas las miradas y actitudes que has tenido conmigo a lo largo de todo este
tiempo ha sido una mentira? Y, sin embargo, hoy al encontrarte y descubrir que tu mirada
parece seguirse perdiendo con mis movimientos, que me sigues con tus ojos que percibo
desde la lejanía (qué curioso que tu mirada la sienta tan clavada en mi presencia) no pod-
ía creer la noticia que me contaron hoy al salir de un examen…
¿Tú, con novia? ¡No! ¡Si tuvieras novia no me mirarías con esa intensidad que hace
latir a mi corazón y que incluso mueve las locas pasiones de mi alma! ¡Y todo gira tan
rápido que me vuelvo loca y ahora el vértigo que vivía en ese túnel que este tercer semes-
tre se me hace más oscuro! Por el momento no hay luz, porque la única luz eras tú y pa-
reces desvanecerte.
¿Será verdad? ¿Por qué no te atreves a decirme realmente lo qué deseas de mí? Y
yo que soy tan cobarde para confesártelo... Ericka tiene razón... Debo sacar este senti-
miento del corazón, pero como me expreso mejor escribiendo, sólo me resta decir:
Si tú supieras cuantas noches pienso en ti.
Te extraño ahora y siempre
Y a pesar de los pocos encuentros
Que hemos tenido a lo largo de estos días tan eternos para mí
Me he dado cuenta de lo mucho que extrañas estar junto a mí.
Sé que piensas en mí como yo en ti.
¿Acaso puedes tener consuelo en otro lugar?
Fueron tantas las conmociones que tenía al contemplarte
En cada uno de los segundos del día porque
Las eternidades no existían para mí al encontrarte
Internamente ansiaba una caricia con tu voz y tantas
X cosas que pasaban por mi cabeza y ahora no puedo expresar.
Reza mi alma porque seas feliz
Con tu admirable...
Y nuevo amor
(Y en tu relación seas imperdonable)
8 de noviembre de 2003
Mi muy estimado Félix:
Aún veo tu rostro cerca de mí, pero ahora son sólo alucinaciones porque en mi exis-
tencia ya no te puedo encontrar, deseando volverte a ver una vez aunque sea. No, no
puedo verte... No pretendo hacerlo y creo comprender tu desesperación. Y yo te digo que
soy fiel hasta conseguir lo que quiero...
A mí nadie me baja de una nube y mucho menos si me subieron muy alto. No impe-
diste mi caída y tampoco la provocaste porque nunca existió. Tal vez piensas que te des-
hiciste de mí... ¡Pues estás muy equivocado!... A mí nadie me ilusiona y después me deja
con la cara llena de lágrimas bajo la lluvia.
11 de noviembre de 2003
Reprobaste cuatro materias, ¿listo ya para reciclar el semestre? Aún no comprendo qué
razones te enviaron a cometer tales acciones. Sé que no es moral meterme en la vida pri-
vada de unos, pero por extrañas razones me preocupas. Bueno, desearía saber porqué
me preocupas.
14 de noviembre de 2003
¿Cuál novia? Si la tuvieras, yo ya te habría encontrado con ella, ¿no? Y, sin embargo, pa-
rece que te ves más interesado en seguir mis pasos, embelesado con esa mirada ida y
penetrante que me fascina tanto. Vamos... ¿Por qué no vienes y me lo revelas de una
buena vez? ¿Acaso me quieres matar de dudas? Te diré que ya no puedo más... Un día
de estos capaz, te lo digo de frente: ―¡Me fascinas Félix Alberto Ríos Ramírez!‖.
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Y la timidez vuelve... Junto con la lucecita del túnel que está al final y ahí. ¡Sólo unos dos
meses más y podré regresar al turno vespertino para estar junto a ti, amado mío! Y estas
clases interminables de la mañana terminarán y dejaré de dibujar en los bordes de las
hojas de las libretas tu nombre, escenificado con grafitos amorosos, fingiendo que hago
apuntes en la clase de literatura cuando en realidad te escribo estas cartas que sé muy
bien que nunca te entregaré ni revelaré por la timidez que me rodea y porque es más que
imposible colocártelas en el interior de la mochila...
Sin embargo, es la única manera de entenderte... Qué curioso, ¿no crees? Supongo
que así es como se sacan las emociones y no se quiere revelar. Ericka insiste en que te
lo diga de frente, pero no estoy tan segura de hacerlo... Siento que me falta algo... y no
sé…
Después de todo, soy bien cobarde y por eso escribo estas cosas y poemas cursis
como este:
Ansío pararme de un edificio
y gritar todo lo que
en un principio...
debí decirte
Encontrarte es una de esas esperanzas
para gritar cuando pases
todo mi éxtasis
Si gritara...
¡Te deseo!
Seguramente me meceo
Si gritara...
¡Te quiero!
Seguramente me muero
(de tu impresión despectiva)
Si gritara...
¡TE AMO!
No sé en realidad que
reacción puedas tener
Sólo sé que no respirará
tu alma.
Si gritara...
Seguramente sería de locura
por haberte perdido
en un arranque de ternura
Si gritara...
Si gritara...
Si gritara...
¿Cómo lo haría?
18 de noviembre de 2003
POR MIEDO...
Hola, solo pretendo ser breve... es un comunicado urgente que debes saber. Creo
que es mejor a que te lo diga yo que otra persona, luego alteran las cosas. Hay una gran
ilusión en mi corazón sólo por estar aquí contigo...
Debo decírtelo, pero ¡sólo te estoy hartando!
Bien, aquí voy...
No... calla... cierra esa linda boquita... sólo es un minuto.
Es rápido, sí, rápido y te pido que pienses bien antes de contestarme.
Yo... ah, maldición, las palabras se me fueron...
Gracias, eres un buen chico. Ah... ahora te lo diré:
Como cada día, sólo pretendo estar un rato y decírtelo de una buena vez y una gran
emoción de alegría hay en mi corazón por encontrarte. Sólo queda la resignación cuando
ya no lo hago, en esas mañanas de infierno encerrada en las cuatro paredes de mi salón.
Supongo que ya te imaginas qué trato de decirte.
¡Diablos, pretendo olvidar este asunto, pero la verdad...! ¡No puedo más, es ahora o
nunca!
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A un amor platónico de la preparatoria
Sí, sí, ya tienes clase... eso lo sé, sé muchas cosas sobre ti: el nombre de tus amigos, qué
clase no cursas, que no vas bien en tus calificaciones; es rápido...Sólo una cosa tan sim-
ple y mucha conmoción por ello. Pero decir lo que a continuación te mencionaré no es
cosa fácil, la verdad cuesta un poco de trabajo...
¿Quieres saber Félix?
Mi razón se empieza a desmoronar. Sólo espera, ya... es rápido...
La noción es que desde que me di cuenta de tu presencia, siento una extraña co-
nexión contigo. La verdad, es que por tu presencia puedo ser sincera...
Yo... yo... yo...
No hagas caso a mi rubor, sólo son extraños nervios. ¡No te pongas nervioso que a
mí me pasa y me pones más! ¡No disimules!
Ante nada, creo que ya te hice perder una clase...
Calla... shh... esa boquita la abrirás después...
Lo que siento por ti es muy raro, nunca lo había sentido. Tengo miedo de la respues-
ta, pero tengo que arriesgarme:
Me gustas, me encantas y mucho (sí, ya te lo imaginabas) y me he percatado de al-
go raro en ti: un extraño comportamiento cada vez que te encuentro, que estoy cerca de ti.
Desde el semestre pasado...Tengo miedo de la respuesta... Quiero saber qué te pasa...
yo ya te lo indiqué... ahora vas tú.
20 de noviembre de 2003
Encontré esta canción. Creo que de alguna forma retrata nuestra situación:
Rosas
La Oreja de Van Gogh
En un día de Estos En Que Suelo Pensar
Vuelve A Ser El Día Menos Pensado.
Nos Hemos Cruzado, Has Decidido Mirar
A Los Ojitos Azules Que Ahora Van A tu Lado.
Desde El Momento En El Que Te Conocí
Presumiendo Con Prisa, Tiempo D Silencio
Te Juro Que A Nadie Le He Vuelto A Decir
Que Tenemos El Record Del Mundo En Querernos.
Coro:
Por Eso Esperaba Con La Carita Empapada
Que Llegaras Con Rosas, Con Mil Rosas Para mí,
Porque Ya Sabes Que Me Encantan Esas Cosas
Que No Importa Si Es Muy Tonto Soy Así.
Y Aún Me Parece Mentira Que Se Escape Mi Vida
Imaginando Que Vuelves A Pasarte Por Aquí,
Donde Los Viernes Cada Tarde Como Siempre,
La ESperanza Dice Quieto Y Quizás Si.
Uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuh.
Escapando Una Noche En Un Bostezo De Sol
Me Pediste Que Te Diera Un Beso.
Con Lo Barato Que Sale Mi Amor
¿Qué Te Cuesta Callarme Con Uno De Esos?
Pasaron Seis Meses Y Me Dijiste Adiós,
Fue Un Placer Coincidir en Esta Vida.
Ahí Me Quedé Con El Alma En El Corazón,
Y En La Otra Excusas Que Ni Tú Entendías.
(Coro )
Y Es Que Me Pongo A Pensar
Que El Amor Verdadero Es Tan Sólo El Primero.
Y Es Que Empiezo A Sospechar Que Los Demás
(Aaaaaaaammh)
Son Sólo Para Olvidar.
4 de diciembre de 2003
Para mí que tu novia no existe porque nunca la veo, así que seguiré volando a tu alrede-
dor mientras te vuelves mi ángel alentador para salir de este túnel que casi me asfixia. Si
no fuera porque veo tu figura que desea sacarme. Y claro, en la poquísima conversación
que tuvimos hoy (aunque no te dije nada, se me olvida todo al verte) pude notar que aún
hay algo en el aire. Así que:
FÉLIX
SIGUES SIENDO MI ILUSIÓN
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5 de diciembre de 2003
¡No tienes novia! ¡Ahora sí! ¡Me decidiré a seguir planeando cómo decirte este sentimien-
to!
7 de enero de 2004
Estimado Félix:
Te extrañé tanto en las vacaciones que al encontrarte hoy te vi más guapo que en
los meses anteriores. Tanto así que pedí que te sacaran una foto. ¿Te diste cuenta amor
mío? Si no, ¿por qué sonreíste tan coquetamente y guiñando el ojo con aquella pose que
me fascinó de ti? ¡Oh, perfume adolescente! ¡Esencia de niño por la que cual desvarío
cada noche de este semestre que ansío acabar para estar junto a ti y así caminar a tu la-
do en las tardes que seguirán! ¡Atardeceres contemplados con tus besos! ¡Amado mío, no
dejes que esto se vaya! ¡Vamos, yo sé que tú y yo tenemos un destino por cumplir!
13 de febrero de 2004
Reciclaste tercer semestre. Y mis ilusiones de regresar a la tarde para estar contigo
se han desvanecido. Sigo extrañándote en mis días alucinativos y eso que no hemos cru-
zado miradas en estos últimos días. Y, sin embargo, te tengo que contar algo: otro ángel
ha llegado a mi vida.
No, no pienso encelarte. Después de todo, creo que a mí me ha llegado el momento
de
tener un consuelo en mi región, como tú posiblemente lo tuviste hace unos meses, cuan-
do yo andaba instigosa buscando a tu posible "novia". No... ni creo que te vas a enterar
que otro niño ha llegado a mi vida. Y no... todavía no sé su nombre y ya me siento unida
a él, como si fuera un ser místico o algo así.
Lo conocí en la clase de dibujo que tenemos por taller intersemestral. Como mi ami-
ga Ericka dice que me quedé como si jamás hubiera visto a un hombre en mi vida, me
percaté que a lo mejor me enamoré a primera vista...Y es que mi corazón está tocado de
nuevo y creo que por él... sí regreso a la tarde…
Porque creo que a la tarde va. ¡Sí, un chico de extrañas luces! ¡Algo tiene que me
vuelve loca! ¡Y por él, cruzaré a la tarde como dé lugar!
Cuarto semestre
4 de marzo de 2004
Libertad condicional...Así me siento flotando en la salida del túnel donde hay un poderoso
cristal que me impide salir y golpeo con fuerza para que pueda cruzar al otro lado. El
ángel de la clase de dibujo me sonríe y tú, más lejos, revoloteas como si te burlarás de mí.
O tal vez no... y eso creo porque esto de soportar un semestre más, aunque sea en el gru-
po de mi amiga Ericka, no es agradable. Tan cerca y tan lejos la salida. ¿Porqué no vie-
nes y rompes el cristal por mí? ¡Ah, ya entendí! ¡Has perdido un semestre! Y sólo el chico
de la clase de dibujo parece ayudarme.
Tal vez te olvide... Aún cuando te vea pasearte por el patio durante mi salida... Sí, tal
vez ya no seas la inspiración que me alentaba a continuar, sino que ahora le toca al chico
de la clase de dibujo… Lo siento Félix, pero como dicen por ahí: Vida nueva, chico nuevo.
30 de marzo de 2004
Escribo esta carta con una sarta de nervios recorrerme cada una de las partes del cuerpo
y es que aún no me puedo recuperar de lo que acabo de hacer. Tengo la cara empapada
de la lluvia y las ilusiones se van subiendo a la cabeza que apenas y puedo escribir. In-
tento respirar y todo me tiembla, mientras la lluvia sigue cayendo como si nunca se hubie-
ra inmutado cuando te dije: FELIX, ME GUSTAS MUCHO, para observar tus ojos parpa-
deando con ese extraño tic nervioso y percibirlos de pronto rojos... que me pregunté de
pronto si estaba haciendo lo correcto... porque... realmente no me dijiste nada, como si
quisieras esperarte a darme una respuesta concreta.
No te culpo, yo tampoco sé como hubiera actuado al descubrir que alguien que me
gusta se me declara... creo que por ahí va la cosa... ¡Pero es que ya no podía más guar-
darme este sentimiento! ¡No después de todas tus señales en las que parecías quererme
decir algo! Y como no te decidías, con todo lo que ha pasado para conducirme a donde
se encuentra el chico de la clase de dibujo, llevándome a su mismo grupo y cuyo nom-
bre me pienso reservar por el momento…
¿De verdad algún día me darás una respuesta de todo lo que dije? Porque no en-
tiendo, a todo decías que sí... ¿Sí a qué? De pronto creo que me diste el avión porque no
sentía sinceras algunas cosas, pero ¿cómo insistirte cuando por dentro estaba que me
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A un amor platónico de la preparatoria
deshacía? No es fácil comunicarte lo que siento y no sé ahora como tomarlo...
¿Podremos de verdad ser amigos aunque sea? ¿Te dignarás a hablarme? A veces quiero
creer que puedo mantener la esperanza, que de ahora en adelante todo cambiará y sere-
mos una pareja feliz como lo he soñado todo este tiempo…
La lluvia, una locura que me envuelve a través de ti... Me moría por conocerte y me
sigo muriendo por conocerte, por saber qué es lo que piensas y los nervios a flote, corrí al
salir de una clase a tu presencia para revelarte lo que ya no podía más. Siento que sur-
girá algo nuevo y desvaneceremos este miedo para así ser lo que hemos buscado, mi
esencia de niño que se convierte en mi ángel del desierto que se encontró en la salida del
túnel.
24 de junio de 2004
Estas evasiones no hacen ningún bien y mi mente ya no quiere girar en torno a tu figura
que no supo explicarse bajo la lluvia... Lluvia que me ha guiado hacia un nuevo amor que
se encuentra en mi salón... Me refiero, por supuesto, al chico de la clase de dibujo y cuyo
nombre también tiene un Alberto y todo esto me ha confundido, ya que no sé quién es el
verdadero Alberto de mis sueños, ese que aparecía cuando estaba en la secundaria y
siempre me preguntaba si sería el primero en besar mis tiernos labios. Obviamente, cuan-
do apareciste creí que eras tú, pero ahora que el otro apareció, creo que... me he confun-
dido. Y es que con el chico que se encuentra en mi salón, comienzo a llevarme mejor de
lo que me llevaba contigo, al mantener una plática más llevadera que la que podía soste-
ner contigo... Y ya no sé…
Dime, si eres tú, ¿por qué no me has dado una respuesta? ¿Por qué ya no volteo a
verte? Es que no es tan fácil dirigirme a ti sabiendo que ya sabes lo que traigo contigo y
creo que en parte es miedo al rechazo. Pero también creo que si de verdad te interesara
darías
el segundo paso, ¿no? ¿O acaso estoy equivocada al seguir esperando una respuesta
por la declaración bajo la lluvia?
Quinto semestre
15 de septiembre de 2004
Realmente con la lluvia recuerdo extraños sucesos que pasaron cuando aquello donde
todo era hermoso, donde el sentirse atraído por alguien (hablo de ti por supuesto, gusara-
jo) era sólo más que una utopía, de hecho tenía la ilusión de que ocurriera algo más.
¿Qué ha pasado últimamente? Algo me dice y aunque yo no quiero admitirlo, que desde
el 30 de marzo de 2004, el día que te anuncié ese sentimiento que ya me tenía harta, todo
acabó.
La esperanza y las ilusiones forjadas durante seis meses (septiembre 2003-marzo
2004) se rompieron como si cayeran trozos de corazones invadidos con vidrios.
¿Qué coraje me da? ¿Por qué sigo conservando y aumentando más esas ilusiones?
Porque simple y sencillamente no me quiero despegar de tu imagen. Grandes cosas he
escrito gracias al no sacarte de mi cabeza. Eres algo más que un enamoramiento pasaje-
ro, eres más que ilusiones, eres... UNA INSPIRACIÓN, y por eso no quiero dejar de con-
templarte, porque entre más te veo, más imaginaciones pasan por mi cabeza y me dan
ganas de escribir sobre ti, sobre cosas… ¡que sé que nunca pasarán! Pero pasan a rom-
per barreras...
Entre más te contemplo y entre más siento que no me haces caso (aunque parezca
un acto masoquista) me gusta hacerme ilusiones. Sé que me hago daño, pero créeme
que si no te hubiera conocido, la imaginación que tengo... no se hubiera desbordado.
Sí, y a veces comprendo (y es cuando me pongo más triste) que jamás ocurrirá algo
entre tú y yo, pero eso alimenta más este escrito como tantos otros que tienen tantas co-
sas locas y hay algo que no olvido Félix Alberto Ríos Ramírez: la mejor y más hermosa de
las rosas tiene las espinas más grandes causando las heridas más profundas. Para mí...
tú eres esa rosa.
Sexto semestre
18 de mayo de 2005
Siempre me pregunto por qué razón, en cada conversación donde se habla de mis maldi-
tas desgracias en el amor, sale a relucir la persona con la que tuve más ilusiones, sin te-
ner una relación de cualquier tipo.
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A un amor platónico de la preparatoria
Lo sé, tal vez cometí cosas tontas al decirle algo ese día de lluvia, algo que parecía en un
principio una nueva forma de comunicarnos. No entiendo cómo se deterioró. Fue extraño
y lo recuerdo bien: cuando yo estaba dispuesta a hablarle, él no y viceversa, cuando él
estaba dispuesto a departir, yo no.
Existía una extraña timidez entre los dos de diferentes niveles, yo me sentía más
rara conforme pasaban los días y él parecía buscarme exactamente un año y medio como
yo lo hacía en tercer semestre. ¿Cómo lo conocí? Sólo sé que fue en marzo, en un salón
de clases... al mismo que yo había entrado. Trataba de hablarle, pero siempre parecía po-
nerse nervioso, lo cual siempre me tuvo con dudas. ¿Qué había en mi ser qué se compor-
taba muy raro cuando yo me acercaba? No lo sé, así como no tengo idea aún sobre la
percepción que tenía de mí en ese entonces. Fue el borde de la locura, cuando ocurrió
que su amiga más íntima me empezó a platicar de él, revelándome que el chico podía te-
ner ya un interés por mí (claro que eso me imaginé). Sí, lo recuerdo muy bien, es más la
sombra que me perseguía que cuando me enamoré (sí es que se podría decir así) de él,
parece ya no existir, siendo sólo una evocación hermosa.
Los relatos que le escribí sin entregárselos jamás, guardándolos con ternura: cinco
poemas, dos sonetos, una canción, una novela anime (en proceso), dos historias cortas,
un cuento y cinco novelas. Todo esto, fue en la inspiración concebida por él.
Pero ahora, parece ya no existir ese interés. Parece que ha sido reemplazado por
otro, más peligroso aparentemente, o tal vez, sí lo es. Tal vez, aún me recuerda muy po-
co, como yo lo estoy haciendo ahora con este escrito, no lo sé. ¿Su nombre? Tal vez sue-
ne raro, pues hace tanto tiempo que no lo menciono, así que ahí va... Uno de ellos, siem-
pre he tenido claro que lo he soñado:
FÉLIX ALBERTO RÍOS RAMÍREZ
...Pudo ser algo hermoso... tal vez…
4 de junio de 2005
Considero que no hay motivo para seguir con esta ilusión falsa, en la que no comprendo
la relación entre los dos. Dados los efectos que siempre nos han unido, por todas las cau-
sas raras, en general que nos rodean. Mis sueños unidos con la realidad profunda de lo
que ocurre constantemente entre nosotros.
Imagino que no debo continuar con estas cosas, con estas ilusiones que tanto daño me
hacen, habiendo tantos peces en el mar. Pero a veces pienso que podemos completar-
nos, compartir la misma alma y no lo entiendo.
Mi interior aclama tu luz, tu cariño, tu dolor. Deseo estar a tu lado, sólo con tu amor,
estar íntimamente. Veo en tu reflejo la capacidad de solventar en mí una muestra extraña
al cariño que no entiendo.
Por eso sólo con los dibujos donde siempre intento atrapar tu retrato, te invoco en mi
habitación, porque te quiero y lo haré siempre. Nunca mataré el cariño por ti. Para amarte
por siempre y nunca sentirme sola al ver todos estos dibujos junto a las fotografías que
algún día te tomaré y contemplar en el espejo la realidad que no existe.
17 de junio de 2005
¿Cómo puedo explicarte qué necesito saber lo que en realidad hay dentro de tu ser, guar-
dado dentro de tus más íntimos sentimientos? Algún día te expresé los míos. Al principio
fue de manera indirecta con todos los poemas, relatos y sonetos escritos al recitarlos en
voz alta cada que te encontraba y sí...veía en tus ojos un extraño brillo que nunca com-
prendí, porque sucedía en el momento preciso que me desconcentraba. Y... al sentirme
presionada, corrí a decirte un día lo que ya me agobiaba desde hacía un año: que me en-
cantas, que me gustas. No me dijiste qué era lo que pasaba por tu cabeza...
Pero pasó el tiempo. Decidí olvidarte con un chico nuevo, aunque fuera lejana la
convivencia con él y, aún así, seguía viendo ese brillo en ti cada que te encontraba. No
quería continuar con esa idea, ansiaba olvidarte en vano, mas tu mirada me confundía
constantemente.
¿Y por qué te evoco justo ahora que terminaré mi periodo aquí? Tal vez, porque ne-
cesito saber qué es lo que me ocultas, o si es que acaso alucino.
Hay algo en el aire. No deseo decírtelo de nuevo, ya que presiento que te alejarás
de mí, o te portarás muy seco sin decirme.
A veces siento que un día de estos me lo dirás porque no soportarás guardar el se-
creto y mucho menos conmigo. ¿Qué hay en realidad en tu corazón?
20
Alejandra C. L.
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A un amor platónico de la preparatoria
A unos días de entrar a la facultad
29 de agosto de 2005
Con el correr de los tiempos pretendo olvidarte, en vano intenté lo nuestro, pero nunca
funcionó.
Aún no entiendo qué era lo que ocurría muy dentro de tu corazón, porque tú nunca
realmente lo mostraste...
A pesar del tiempo y la distancia, aún no te olvido, porque las intrigas son interesan-
tes y, además...
¿Quién nos puede asegurar que jamás nos volvamos a encontrar?
ATTE.
Alejandra C. L.*
*Alejandra C. L. dice de ella misma: “Dentro de un mundo real existe
una chica que siempre viaja a otras dimensiones inexistentes por me-
dio de la música misteriosa del New Age, el Power Metal y el Metal
Sinfónico, el anime, la arquitectura y, por supuesto, mi más grande
pasión: la literatura, sobre todo la de fantasía. Ésta soy yo... Una chi-
ca que delira sobre todo en la noches de lluvia para describir las di-
mensiones a las que viajo. (Maniática, impulsiva, obsesiva, introverti-
da en un inicio, nomás agarro confianza y ya no me paran)”.
Puedes leer más de ella en:
http://espacio-lejano.blogspot.com/
http://twitter.com/Alexa_Wizard
Admito que el exponer ante las miradas ajenas nuestra correspondencia, no está del
todo bien. Pero ya me ves, tú que tanto me insististe en enviar mi colaboración a la revista
virtual de la que tanto hablas. La he revisado y leído lo poco que lleva recorrido y tengo
que decirte que no me parece un proyecto del todo innovador, aún así, después de tu in-
sistencia, aquí estoy: gritando a los cuatro vientos, palabras que tendrían que quedarse
únicamente entre nosotros.
He leído los dos textos que te han publicado y no entiendo tu falsa humildad de no
considerarte un escritor. He llegado a creer que buscas que te empapen de adulaciones
para sentir que el tiempo que inviertes en tu actividad creadora, al final, sí tiene su recom-
pensa. Ya sé que en este momento tendrás un ataque de negación al reiterarme que lo
puedes ser todo, menos un escritor, pero en cada línea se nota visiblemente el arduo tra-
bajo de hilar unas palabras con otras. En fin, si te publican en tres números más, yo que
tú, ya iría pidiendo mi propia sección.
Bueno, olvidando lo antes escrito, retomo la verdadera motivación de esta carta y
me atrevo a responder, aquello que me preguntaste ya hace unas semanas y que astuta-
mente eludí explicar de viva voz.
¿Recuerdas? Nos encontrábamos en medio de una conversación y una taza de
café, cuando mi teléfono móvil comenzó a sonar, girando en la mesa para que detuviera el
vibrador que tanto lo perturba. Contesté y resultó que era aquella mujer, con la etiqueta de
amiga, quien deseaba únicamente saludarme.
No sé qué cara o qué actitud habré tomado, que cuando colgué, ya con el café frío y
ese tono que todavía no puedo describir, me dijiste: ―Se ha de sentir muy bien tener ami-
gos‖. Me preguntaste qué era lo que me llevaba a ponerle el título de amistad a algunas
de las tantas relaciones humanas que surgen en nuestra vida y no te respondí. Te hablé
del calentamiento global, de las noticias en la primera plana del periódico de la mañana,
de los problemas sociales y tú insistías con lo mismo.
Pues bien, ahora te lo digo: yo no tengo amigos.
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18 de septiembre de 2011
Querido Marcel:
23
A J. M. Falamaro
Ya sé, me echarás en cara todas las personas que se preocupan por hablarme para
saber de mí, de los compañeros de la secundaria y de la preparatoria con quienes sigo en
contacto, pero ninguno de ellos figura en mi lista blanca de amigos.
Creo que ―amigo‖ es simplemente una etiqueta que te ponen los otros, una mentira
que los demás te incitan a creer. ¡Qué sé yo! ―Amigo‖ deben ser todos los contactos de
Facebook que te agregan para satisfacer su necesidad de chisme, ocio y carencia afecti-
va. No por nada, he visto quejarse amargamente a algunos conocidos por haber sido bo-
rrados de algún grupo de contactos por algún otro feisbuquero.
Con esto, no quiero decirte que no crea en la existencia de la amistad, todo lo con-
trario, no dudo que haya personas privilegiadas que gocen de tan aparente preciado don,
es sólo que a mí no se me dotó con la capacidad de sentir una empatía filial por otro ser
humano. No puedo sentir la tristeza que se debería experimentar ante la tragedia ajena.
Mucho menos la felicidad. Las palabras de aliento o desaliento, de opinión y falso optimis-
mo, son sólo sonidos muy bien ordenados, que he cometido el error de desperdiciar.
Alguna vez, sí, yo misma seguí el estereotipo de la amistad. Ese regido por una se-
rie de mandamientos que te hacen bueno o malo ante los otros, como la confianza que
debe existir entre dos personas que se jacten de ser amigos, la sinceridad, el apoyo in-
condicional en las buenas y en las malas, el ser buen escucha, la aceptación total del otro,
etcétera. Sin embargo, en algún momento, me di cuenta que para tener un buen amigo, el
ingrediente principal es la mentira: aprendí que gran parte de las personas no están pre-
paradas para asumir la sinceridad. Lo entendí cometiendo el error de escupir verdades
que, por supuesto, no fueron bien tomadas.
Entonces, recapacité que no podía seguir llamando amigos a quienes tenía que con-
tar verdades a medias para no herir sus sentimientos; a quienes insisten en hablar sobre
ellos y en escucharme, sin que exista la confianza de poder confesar lo bueno y lo malo
que hay en mí; a quienes sólo porque es navidad o 14 de febrero, se desviven en prodigar
los años que llevan de conocerte y tienen la osadía de decir: ―ella es mi amiga‖, levantan-
do el dedo acusador, sin siquiera haberme preguntado si albergaba en mi pecho un senti-
miento parecido al de ellos.
Me preguntarás, entonces, por qué no me deshago de tan infructíferas relaciones.
La respuesta, más que sentimental, tiene tintes de economía: no me gusta que me echen
en cara los años, meses, días, horas de amistad, que yo sería capaz de tirar a la basura
por un simple capricho. Admito mi cobardía y la pena que me da ver rodar lágrimas que
no me conmueven ni un ápice.
Curiosamente, son las personas que no se desviven por señalarme nuestra amistad,
marcarme el tiempo o que ni siquiera le han puesto nombre a nuestra convivencia, quie-
nes me permiten hablar con soltura y escuchar sin responsabilidades. Con quienes la con-
fianza no es una obligación y aguantan vara la sinceridad.
Tal vez sean diez o uno aquellos a quienes yo les colgaría tal etiqueta, quizás hasta
tú eres uno de ellos, pero no te preocupes, diré siempre en voz bajita que somos amigos,
pues sé de sobra que con esto podría arruinar tu máscara de escritor solitario que empe-
ñas en mantener. Además, serían muchos más los problemas que me acarrearía, si se
me ocurriera andarlo pregonando por todos lados que tú, mi querido Marcel, y yo somos
AMIGOS.
Con filantrópicos sentimientos,
Dolores I. García
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Dolores I. García
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Buenos Aires, Argentina; 1942:
Hace ya varios años, mientras me hallaba en la Universidad de Toledo desarrollando las
bases de mi ―Semiótica Cuántica‖, la casualidad hizo que me topara con un texto peculiar,
titulado ―Pierre Menard, autor del Quijote‖, no me sorprendió tanto el título de este folio
como el nombre su autor, un tal Jorge Luis Borges, que quiera decir ―Burgos‖ o quizá
―Burdeos‖. De inmediato me di a la tarea de consultar los índices, en los que figuraba co-
mo poeta y autor de diversas ―Ficciones‖, que él daba en llamar así a sus cuentos. Apli-
cando entonces mi Semiótica a una muestra aleatoria de su prosa, determiné que era del
todo imposible que un solo hombre en tan corto plazo (unos 25 años) hubiera podido reu-
nir tan dispar saber. Esto tampoco me sorprendió, pues la tesis ya se halla implícita en
alguno de estos papeles y por eso no hablaré más de ello. La curiosidad me deparaba al-
go más extravagante. Comparando las secuencias cuánticas de ―Pierre Menard…‖ contra
las correspondientes de ―Tres versiones de Judas‖, confirmé mi hipótesis. El segundo tex-
to es falso y sólo pudo haber sido escrito por un hombre del siglo XVI, o por alguien vivo
que de algún modo misterioso haya vivido el siglo XVI, lo que implicaba según el primer
texto, comenzar olvidando toda la historia de este período. Elemental, resulta más sencillo
leer ―Tres versiones de Judas‖ como si lo hubiera escrito Pierre Menard. Narro enseguida
los pormenores de mi investigación.
“Jorge Luis Borges, autor del Martín Fierro”
por: Dr. Salomón Espinoza M.*
Universidad Real y Pontificia de Santa Catalina de Toledo
Entre los diversos papeles exhumados de la frugal biblioteca del finado escritor Pierre
Menard figura esta entrevista, en la que el Doctor Salomón Espinoza M., un renombrado
crítico literario, descubre otro secreto proyecto, del mentido poeta. El manuscrito original
fue hallado entre las páginas de un libro no menos misterioso, titulado ―El Martin Fierro,
escrito por Jorge Luis Borges”. Transcribimos a continuación los pormenores de esa nota.
(México, D.F; 1976)
“…tan pronto como llegué a este país me sentí oprimido por la inmensidad de su paisaje y
por la variedad de sus gentes. No pude evitar una comparación, que habrá de disculpár-
seme por llana, entre la imagen mítica del gaucho y los incontables e incógnitos “Quijotes”
que habrá contemplado la Baja Edad Media. Pero, esta ocurrencia sólo reforzó mi convic-
ción de que, en algún lugar de esta tierra abandonada del tiempo, se encuentra el
verdadero autor de “Pierre Menard”, es decir, el mismo Pierre Menard. Mi propósito es
hallarlo…”
(Buenos Aires, Argentina. 1938)
“Encontré a Menard hace unos meses, poco después de haber llegado a la provincia de
Córdoba. Previsiblemente, mi llegada había sido anticipada por el escritor, según cuenta
él mismo, hacía largo tiempo. Esto no me sorprendió, pues esta hipótesis ya se encuentra
implícita en “El jardín de senderos que se bifurcan”. De lo que en aquella ocasión aconte-
ció, transcribo sólo lo que considero necesario”.
(Córdoba, Argentina. 1941)
Primera Parte:
[…]
Dr. S. Espinoza M.: …entonces es usted el autor del “Quijote” de Pierre Menard?
Pierre Menard: ¡Por supuesto, che! Pues soy Pierre Menard.
Dr. S. E.: Pero ese libro no existe… sólo quedan algunas líneas…
P. M.: Ningún libro existe completamente, sino como unas cuantas líneas afortunadas…
vos sabés.
Dr. S. E.: Pero, esas líneas en el Quijote de Menard son idénticas a las mismas del Quijo-
te de Cervantes…
P. M.: Pero Cervantes no escribió el Quijote… ¡lo encontró!
Dr. S. E.: …así como alguien encontró el “Quijote de Pierre Menard”…
P. M.: Precisamente.
Dr. S. E.: Y ese alguien, en este caso, es Jorge Luis Borges…
P. M.: Así fue.
Dr. S. E.: ¡Pero Jorge Luis Borges no existe, Sr. Menard! ¡Usted lo inventó!
P. M.: Me ha descubierto.
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Dr. Salomón Espinoza M.
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Jorge Luis Borges, autor del Martín Fierro
Dr. S. E.: …necesitaba inventar a Borges para que usted pudiera convertirse en el autor
del “Quijote de Pierre Menard”…
P. M.: Decís que el Lector es siempre una contingencia necesaria.
Dr. S. E.: ¿Por eso escribió “Pierre Menard, autor del Quijote”?
P. M.: La historia de la literatura no es más que la historia de la validación casual de algu-
nos libros por otros.
Dr. S. E.: En ese caso, habría podido omitir la edición de “Pierre Menard, autor del Quijo-
te”, y escribir acaso una nota periodística…
P. M.: …bajo su autoría, efectivamente, Dr…
Dr. S. E.: …Espinoza, Salomón Espinoza.
P. M.: Judío, viste. No me sorprende.
Dr. S. E.: En aquella ficción, señor Menard, usted habla de su muerte… creímos que hab-
ía muerto en verdad.
P. M.: ¡Metafóricamente, pibe Espinoza, metafóricamente! olvidás que soy Simbolista…
Dr. S. E.: Háblenos de Borges, señor Menard.
P. M.: Mirá, Cervantes para escribir el ―Quijote‖, inventó a Hamete, pero sin éste, el mismo
Cervantes no existiría. Yo necesitaba de algún modo sustentar mi teoría, así que inventé a
Borges. Ahora existe una vasta literatura escrita por él, pero es sólo casual que no se
haya encontrado hasta ahora nada escrito por Hamete… Yo tenía la escritura, pero me
faltaba un personaje que fuera la reescritura de Alonso Quijano, es decir un personaje-
lector, que representara él mismo a todos los lectores.
Dr. S. E.: …entonces Borges es un loco, Maestro…
P. M.: No. La locura en el siglo XVI era casi admirable. Hoy sería simplemente terquedad.
Para Quijano, contemporáneo de Rotterdam, es fácil volverse loco, o hacerse pasar por
loco. El mérito de Borges consiste en permanecer cuerdo, a pesar de sus conocidos exce-
sos.
Dr. S. E.: …Borges es un ciego, metafóricamente…
P. M.: Es un ciego, sí, un deslumbrado digamos. Sus libros de Caballerías son la filosofía
idealista del siglo XVII y la antigua literatura nórdica… bien, tenemos a este personaje que
a fuerza de leer libros ha enloquecido… locura filosófica, podemos llamarle, y se hace
armar, simbólicamente, con el arma de las letras. Se hace armar escritor, y sale en busca
de aventuras a la Pampa argentina, que evidentemente no existe más que en su imagina-
ción, ya que Borges es un hombre del siglo XX.
Dr. S. E.: …Cervantes le daba más importancia a las armas que a las letras, pero las ar-
mas que Don Quijote considera más importantes que las letras son también letras…
P. M.: Nietzche hubiera optado por las armas…
[…]
Segunda Parte:
Dr. Salomón Espinoza: Está escribiendo algo, Maestro…
Pierre Menard: No lo preguntás, según veo. ¿En qué pensás?
Dr. S. E.: …algo sobre la Argentina, sobre la Pampa… ¿el “Martín Fierro”, quizás?
P. M.: ¡Sos listo, pibe Espinoza!
Dr. S. E.: ¿El “Martín Fierro” escrito por Pierre Menard, acaso?
P. M.: Algo mejor…
Dr. S. E.: ¿„Jorge Luis Borges, autor del “Martin Fierro”‟?
(Una ligera sonrisa sobre el rostro confirma su reticencia y mis sospechas, pero me inca-
pacita para dar a las prensas un dato concluyente. Si esto es verdad, ya podemos adelan-
tar lo que viene:
Menard deberá pues, identificarse totalmente con Borges. Hasta aquí la parte sencilla.
Luego, leerá el “Quijote” en inglés, las sagas nórdicas, el Eclesiastés. Deberá olvidar todo
Freud y atender una Biblioteca (preferentemente la Nacional Argentina) con los ojos ven-
dados. Se casará una vez para exigir el divorcio al término de una semana (esto es muy
importante). Finalmente, ya como Borges, buscará identificarse totalmente con el autor del
Martín Fierro y dominando el lunfardo del siglo XIX, recorrerá la Pampa como un proscrito.
También habrá de imaginar el brillo de un puñal a la luz de la luna…)
[…]
P. M.: ¡Ciertamente, tengo ya escritas algunas líneas!
Dr. S. E.: Previsiblemente, señor Menard…
P. M.: ¿Querés escuchar eh?
Dr. S. E.: Sería un gran honor.
P. M.: Mirá esta, del capítulo segundo, la estrofa número tres:
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Dr. Salomón Espinoza M.
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Jorge Luis Borges, autor del Martín Fierro
"Viene el hombre ciego al mundo,
curtiándoló la esperanza,
y a poco andar ya lo alcanzan
las desgracias a empujones;
¡la pucha, que trae liciones
el tiempo con sus mudanzas!"
Dr. S. E.: Muy impresionante.
P. M.: A que sí. Y faltá lo mejor. Mirá esta del canto número treinta:
"El tiempo sólo es tardanza
de lo que está por venir;
no tuvo nunca un principio
ni jamás acabará,
porque el tiempo es una rueda,
y la rueda es eternidá;
y si el hombre lo divide
sólo lo hace, en mi sentir,
por saber lo que ha vivido
o le resta que vivir."
Dr. S. E.: Absolutamente borgiano, sin duda, Maestro. ¿Podría yo quizá, remotamente,
echar una ojeada al resto del documento? ¿Me lo permite usted?
P. M.: No, no podés…
Dr. S. E.: Está…
P. M.: Está extraviado. Irremediablemente. Lo perdí jugando al truco con un traficante de
alfombras siciliano…
[…]
Córdoba, Argentina. 1940.
* El Doctor Espinoza es judío y estudió en España. Odia a Borges y le
gustaría destruirlo.
Posada La Mariquinta
Alfaro 12, Zona Centro,
Xalapa, Veracruz.
C.P. 9100
México, 23 de septiembre de 2011
Estimado amigo:
Soñé que estaba muerto, cómo quería que lo supieras, que me dijeras que de todos mo-
dos todo está perdido, tras una taza de café en una charla como la tiene todo el mundo, y
no como lo hacíamos cada jueves al recibir el correo, donde terminábamos no diciendo
nada. Nunca lo entendí y temo que no pueda descubrirlo. Descubrir nuestra incapacidad
de sonreír, nuestra infelicidad, esta falsa negación a aceptar que todo está bien, pero no;
a penas puedo entender un poco de toda esta telaraña, donde creí ingenuamente que
podría dejar a medio mundo que me llamara comúnmente un confidente, un amigo, cuan-
do no tengo ni la capacidad ni el coraje para soportarlo. Alimenté mi ego con absurdos de
encontrarnos cierto día por casualidad, para terminar cediendo al vacío de la evasión, de
no soportarnos un instante más.
A principios de agosto volví a soñar, soñé que estabas muerto, ya no había tiempo,
dejé de hacer todo, fue entonces que comencé a escribirte, con una manía casi incom-
prensible donde no culpo a nadie, pues siempre se quiere por todos los medios escribir,
forzar la pluma a que realice su labor, exigirle que no pare, esta vez no es diferente, me
he visto obligado a escribirte unas cuantas líneas, para desempolvar antiguos recuerdos
que nadie conoce, re-vivir ocasiones que ya no conozco o no pasaron nunca y volver a
esa estación invernal de hace años, donde ya no regresaste escrito alguno, donde se
acabó una época de extensa lucidez. ¿Cuántos pasaron? No lo sé, pero alrededor de es-
tos años, llegó el hastío, el vacío y el silencio que una noche lo llamé insomnio masoquis-
ta, en instantes, bello y grotesco, otras necia y pervertida, que trajeron al papel ese acto
caníbal de tu figura nauseabunda y caricaturesca del último correo. Después, simplemen-
te desapareciste, no dejaste rastro alguno, no supe a dónde fuiste, desapareciste del
mundo cual mosca dentro de una botella que quiere salir de ella, sin saber que ni e l
30
A EMIL M. C.: EL ÚLTIMO AMIGO DESCONOCIDO
31
A Emil M. C.: El último amigo desconocido
mundo ni la botella existieron, mendigando sentido en tu asco representado con toda las
letras, la mañana siguiente.
Aún recuerdo la correspondencia que tuvimos por años, donde no podía entender
cómo refutabas mis escritos estando tan lejos, cuándo los corregías y cómo te divertías
arrojándolos al piso cuando no tenía lo que esperabas, cuando te parecían fatales e in-
crédulo, pensaba que me devolverías alguna nota, pero no, ese no es tu estilo, nada podr-
ía aliviarte la pereza, la indiferencia, la sobriedad insatisfecha, del hastío de los días, del
asco de tener un cuerpo, del sólo hecho de respirar, de un apretón de manos.
Ahora, después de tanto tiempo puedo decirlo, con los gramos de humanidad que
aún conservo, lamento no sentir el mismo asco y tener que aislarme en pensamientos vo-
races de un caos interminable. Envuelto en sombras espero, apacible, ser el último sobre-
viviente del fin del mundo. Hace un minuto todavía creía en algo, ahora sólo observo un
abismo, aunque siempre he sido un pesimista que no espera nada, espero que devuelvas
alguna nota. ¿Puede imaginarse algo más risible y absurdo, ponerme a escribir o estudiar
la música del universo y repasar notas que calmarán mis instintos maniáticos de volverlo
todo un caos, notas que podrían mantenerme torpemente extasiado, quizá, pero no? Por
eso dejé la música, lo mismo sucedió con la fotografía, con la filosofía, la pintura, con la
literatura, el cine, dejarlo todo por un absurdo de no soportar la sola idea de verme dando
vuelta a las páginas de un libro o la pluma deslizándose por los bordes de la hoja. ¡Qué
absurdo! ¡Qué malestar!
Cada que me pedías que te mandara pedazos de lo que acababa de escribir, discre-
tamente tocaba mi arma que habitaba ilegalmente debajo de mi almohada, por si me de-
cidía lentamente a plasmar en las hojas los monstruos que no me permitían el sueño. Por
ello, aprendí a no dormir, las noches se convirtieron en una forma de pasatiempo primiti-
vo, siempre en vela dibujando sobre las paredes el hilo que me había llevado hasta tu
presencia, pero no lograba recordar en qué momento comenzamos a escribirnos. Me ima-
ginaba cada que te llegaban mis cartas, me imaginaba cómo las mirabas miserablemente,
refugiado en un oscuro rincón, donde no había nada que decir, sólo supuestos de arran-
ques de lucidez que nunca decían nada, pero tú dejaste de escribirme y así pasaron unos
cuantos años. Ahora que yo te escribo, recuerdo nuestra última conversación de postal.
Con un toque malicioso, salí en busca de un asiento a la intemperie en una madrugada
caminando a media luz sobre la calle desierta; sin un lugar adónde ir, abrí intempestiva-
mente tu carta que en frases pausadas en las primeras líneas escribiste: ―Estoy cansado.
Cansado de tu soberbia actitud, de tus jueves infames, de la melancolía, de la suerte que
nunca te sonríe… No puedo ayudarte. No comprendo la soledad que me abruma. Me voy.
Quiero salvarme de ti, de los despojos de la memoria‖. Una larga pausa en blanco y arre-
metiste contra mi rectitud de la mentira, de la ilusión de los hábitos. ―Quizá te vuelva a en-
contrar. Regresaré tal vez cuando puedas declararte realmente culpable de todas tus in-
satisfacciones del mundo‖ y terminaste con un adiós. Después un espacio blanco intermi-
nable.
Recuerdas ese evento Emil, todo aquello que no entendía hasta esta mañana,
cuando descubrí que soy culpable por seguir con vida; culpable de mi propia muerte; cul-
pable de todas las miserias del mundo; de todas las desgracias, de la pobreza, del ham-
bre, de las guerras; culpable del silencio de Dios, de la cotidianidad, de la libertad, de la
expansión del universo, de la paz, de la soledad… ¡Sí! ¡Culpable! Dispuesto a pagar por
todos los crímenes, sin embargo, tan sólo de una cosa no soy culpable: de no haberme
hecho la pregunta precisa. Es lo que en alguna ocasión me planteaste Emil: ―No se te ha
hecho la pregunta adecuada, Joaquín‖. Me cuestionaste en tu última carta de finales de
junio y, debo confesarlo, no he encontrado una respuesta adecuada a tu pregunta des-
pués de tanto tiempo. Una respuesta que debería ser tan sencilla como cuando se me
cuestiona sobre mis vicios o mis alucinaciones, dado que es más sencillo responder a pre-
guntas que te hace un amigo, un hermano, un conocido, un autor cualquiera que sea, pre-
cisamente porque carecen de sentido, porque… ¿qué importa si hace frío, o si va a llover,
o mi estado actual de ánimo debido a los huracanes tempestivos por la furia de la Estulti-
cia? Es algo que no se discute, quizá por eso me es más conveniente cuando se pone un
pie fuera de casa, donde hay respuesta para todo, pero nada de esto resulta válido, pues
no encuentro cómo responder a tu pregunta.
Debo confesarlo: me conmovió la forma como planteaste esta cuestión en tu última
carta Emil, de no volverme a contactar si no te enviaba una respuesta convincente a la
pregunta precisa de ¿cómo vivir? ¿Cómo existir? ¿Por qué no suicidarse? ¿O si la vida
vale o no vale la pena ser vivida? Cuál es la pregunta adecuada, y lo digo así porque el
lunes traté de responderla y me di cuenta que la respuesta era sólo para el lunes… para
el jueves será otra, aún cuando se esté hablando de la misma situación. ¿A dónde lleva
32
J. M. Falamaro
33
A Emil M. C.: El último amigo desconocido
todo eso? Puedo entonces responder de la misma manera, hoy que es martes, por ejem-
plo, te digo que se me ha hecho la pregunta, respondo que las calles lucen solitarias, que
no hay voces, no hay nadie a estas horas de la noche, que es soportable, pero mañana a
la misma hora o el jueves diré que es soportable el frío de la noche, y el sábado, a esa
hora habitual, la noche me será insoportable, la sola idea de encontrarme en medio de
esta calle solitaria y fría ¡será insoportable! ¿Qué significa entonces mi respuesta? Las
respuestas sobre una misma situación, de la cual depende mi estado de ánimo donde to-
do parece cambiar, donde todo fluye y nada es igual. Nada queda visiblemente detrás del
pasado. ¿Quién fui entonces hace tres días? ¿Fui otro alguien o ahora soy alguien más?
No entiendo qué es lo que pasa. Ya no siento transcurrir el reloj, el espacio… ¿Cómo se
llega a una conclusión? Quizá no hay respuesta… o la hay y se perdió en el confín del
tiempo.
Sin respuesta. De pronto me siento tan sólo como Dios, donde nuestras soledades
se complementan, nos reímos juntos; nos ahogamos en nuestras miserias; nos burlamos
del mundo; de tu pregunta, Emil; de la insatisfacción que no nos lleva a ninguna parte…
pero tú exiges que responda. Ésta es mi respuesta: ―no lo sé‖. Tal vez me equivoqué y he
forzado a la pluma a otro sin sentido, pero a mi modo he encontrado el hartazgo que me
satisface, la vanidad y el deseo de la locura que viene en una empresa ociosa, esperando
que lleguen a tus manos estas líneas, de las cuales me imagino cómo caen al piso, provo-
cando una burla cínica, pidiendo que se las devoren los gusanos, mientras escribes al co-
rrer de la pluma: ―Joaquín, eres tan falso. Sigues cometiendo los mismos errores en cada
respuesta, y no conforme con ello, te atreves a responder como un inválido sin alas, au-
sente de sentido, dudando de todo, viviendo allá afuera como si estuvieras derrotado por
lo que nunca llegarás a conocer‖.
Anoche soñé que estábamos vivos, ¿puedes imaginarlo?, cómo una mañana de
septiembre recibías mi carta y cómo tristemente las desechabas en el vacío del bote de
basura, como si supieras de ante mano la falta de imaginación de un tal Joaquín, quien ha
anticipado este episodio y, como un acto de compensación, redacta su última respuesta.
Sabe que éstas son las últimas líneas que escribiría, mientras la carta cae en el vacío, en
el olvido al que pertenece por herencia. Así lo soñé. Imagina: perdidos en el confín del
mundo, sabiendo que ni la muerte ni la vida existen, donde ni la realidad ni los sueños im-
portan, tan sólo vamos rodeando poco a poco el borde de un abismo, mientras respiramos
hondamente al borde por donde pasan con sus aleteos las almas que nos sujetan, como
este intento de apresar un último instante voraz, casi caníbal, de volver a retomar una
charla donde no se tolerará nada ni a nadie. Inevitablemente es posible que la carta no
llegue a su destino, ya que la he repetido cientos de veces, enviándolas al naufragio, al
destinatario del cual no sabría si sigue con vida o si hace tiempo partió, o si es huésped
de algún sanatorio, cantina tal vez, o tirado en la calle. O si vivirá en el mismo lugar…
Ya hace tiempo que mandé la primera carta, fechada el 20 de junio de 1995, y esta
noche mando otra con fecha del 23 de septiembre del 2011. Envíos que tal vez se pierden
o son recibidos y tirados al cesto de la basura. Tantas respuestas desvaneciéndose, pues
quizá no es la correcta. Se me ha hecho la pregunta adecuada, pero no sé si es la res-
puesta indicada…
Joaquín. M. Falamaro
P.D. Esta carta puede que llegue a su destino, temblando en la incertidumbre, pretendien-
do llegar a quien va dirigida, pero temo que no sea recibida. Si has abierto esta pequeña
epístola con un leve rasgo y sólo existiendo usted, estimado lector o estimada lectora, re-
clamo mi derecho a que no se me tome a mal, sin embargo, en el momento en que llegue
a su manos, prefiero que me devuelva intacto mi correo, mi dirección va impresa, mi nom-
bre, código postal…, únicamente eso exijo, aunque si prefiere no regresarlo, lo mismo da.
Me despido.
Adiós
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J. M. Falamaro
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Hoy quiero agradecer tu presencia. Hoy quiero agradecer lo que ya no será mañana,
porque te habrás marchado, porque otro será tu camino.
No sé si volvamos a coincidir. Las leyes de la naturaleza podrán ser sabias, pero también
son misteriosas. Simplemente piensa en esto: ¿No te parece increíble haber coincidido en
esta vida?
Dice la letra de una canción: ―…tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio… y
coincidir‖.
Coincidir hoy. Coincidir en este lugar. Justo aquí y no en otro lado. Justo ahora y no
en otro tiempo. Justo con estas personas y no con alguien más. Es por eso que hoy quie-
ro desearte un par de cosas:
Te deseo que te enamores y mucho. Que te rompan el corazón, pero sólo un
poquito.
Te deseo que logres sólo algunos de tus sueños y que tengas a tu alrededor a
mucha gente con quien celebrar tus logros. Porque ningún éxito sabe igual si estás
solo(a).
Te deseo que si no logras algunas de tus metas, saborees el fracaso, pero que sólo
te sirva para aprender de tus errores, no para estancarte en ellos.
Te deseo que conozcas un poco la traición, sólo para valorar más la verdadera
amistad, el verdadero olor de la compañía.
Te deseo que recuerdes sólo lo bello de tu infancia y que agradezcas siempre lo
sucedido.
Te deseo que no te reproches nunca por las equivocaciones y te deseo que seas
tolerante con las de los demás, porque sólo así conocerás el perdón, no nada más hacia
los otros, también el perdón a ti mismo(a).
Te deseo que alcances sólo el éxito que mereces, pero si el universo se encapricha
en darte aún más, entonces te deseo que sepas agradecerlo y que vivas ese éxito con
humildad.
Julio, 2011
Para mis alumnos de 6to. semestre, generación 2011:
Te deseo que conozcas el orgullo, pero nunca la soberbia.
Te deseo que atesores riquezas para que sepas apreciarlas en la pobreza.
Te deseo que aprendas a callar cuando sea pertinente, pero que no ahogues en
silencio la paciencia de quien espera una palabra tuya.
Te deseo que conozcas a alguien con quien puedas compartir tu existencia, que sea
testigo de tu paso por la vida, pero no que te pierdas en esa persona, que te abandones
por él o ella.
Te deseo que prosperes lo suficiente para brindarle a otro la oportunidad que tú
tuviste, incluso para conocer la benevolencia de brindar aquello que te fue negado.
Te deseo que trasciendas en este mundo, que dejes huella de tu existir y que otros
te recuerden con gracia el día que no estés.
Te deseo todo esto porque conmigo el universo se ha encaprichado en darme más
de lo que creo merecer y porque lamentaré algunas cosas que me provocaron o me si-
guen causando dolor, pero nunca las cambiaría, pues esas razones me trajeron hasta ti. Y
si es así, entonces, que un millón de veces me vuelva a doler, que un millón de veces me
rompan el corazón, que un millón de veces viva lo vivido, si cada una de esas veces me
lleva a conocerte, me lleva a mirarte una vez más, me lleva hasta ti.
Sinceramente,
tu profesora Anaid.
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Anaid Vallejo Orduña
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Me marcho. Ya no puedo más. Sé que dije que lo intentaría y lo intenté, pero no
consigo hacerme a la idea.
Después de todos estos años no soporto esos encuentros. Me pongo colérica cada
vez que pienso en ellas, en lo jóvenes que deben ser, radiantes, bellas… ingenuas.
Pienso que probablemente vean en ti lo que yo vi hace unos años. Eras tan enigmático,
tan misterioso, con ese sentido bohemio de ver la vida, fingiendo siempre serenidad. Y
ahora… ahora eres igual. La única a la que le pasa el tiempo encima es a mí.
Pero yo conozco a esas mujeres que se enamoran de ti cada tarde. Mujeres histéri-
cas, soñadoras compulsivas, que intentan ser simpáticas para seducirte; talentosas, pero
que en su intento de llamar tu atención, se vuelven patéticas.
Sabes que te amo, pero la mujer de la que te enamoraste y a la que conquistaste sin
el menor esfuerzo hace 20 años, ya no existe. En su lugar vive una mujer envuelta en la
monotonía de esta casa que vio desaparecer sus anhelos, conforme también desaparecía
su juventud; que siente escalofrío cuando ve que le regalas un nuevo libro para compen-
sar lo que tú llamas ―un error‖.
Intenté ser la misma, pero lo único que conseguí fue quedarme con la mala costum-
bre de complacerte, de buscar en tu mirada un poco de aprobación, de consolarme
cuando sonreías a medias.
Me pregunto si todavía me amas, quizá hubiera sido mejor dejar intacto nuestro
romance, sin complicarnos con esta idea de la vida juntos. Pero ya pasaron los años y
ahora he decidido que si bien no puedo regresar en el tiempo, utilizaré el tiempo a mi
favor. Por eso me voy. Sé que no recuperaré las ilusiones ni los proyectos, pero algunos
otros deberán venir.
También sé que me he deteriorado y que el mundo no es el mismo que cuando lo
dejé por ti. No te mentiré, tengo temor. Y recuerdo que dejé de sentir esa sensación de
miedo cuando te conocí. Pude sentir incertidumbre, duda, pero nunca miedo. A tu lado
Querido:
desaparecieron tantas cosas que ahora no sé si deba o pueda enfrentar.
A quién engaño. Dicen que la costumbre siempre gana al final.
Olvida todo. Fui al supermercado por algunas cosas que faltaban de la despensa,
sobre todo el café. Alicia llamó para cancelar su clase. Beatriz dijo que venía a las 8 por la
cámara. Y la nueva amiga de tu hermana preguntó a qué hora llegabas. Le dije que no
sabía. Ya tú sabrás si le hablas.
Con cariño,
Diana.
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Anaid Vallejo Orduña
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Sé que ya han pasado más de diez años en los que no les he escrito. He de confe-
sar que la culpa no es del todo mía, sino de ustedes, por permitir que mis padres creyeran
que era su deber civil el usurpar su lugar.
Admito que ellos tuvieron algunos aciertos, como aquella primera bicicleta con
ruedas naranjas que mis progenitores, aprovechados, regalaron sin considerar mi opinión,
porque los niños no piensan siempre con cordura. Tal vez hasta la vendieron y ni siquiera
recibí una mínima compensación monetaria.
Otro acierto afortunado en su mal habida empresa de engaño y falsas ilusiones fue
aquel juego de mesa en el que tenía que colocar 30 piezas amarillas sobre un tablero con
ranuras de diferentes formas, marca MB. Tenía sólo un minuto para colocar los figurines
en su respectivo lugar antes de que brincara el aparato, desordenándolo todo. Únicamen-
te un día funcionó y nunca más pude volver a jugar con él, acabándose gran parte de mi
infancia en esas primeras frustraciones.
Y es que, de haberlo sabido antes, no me habría construido tantas ilusiones con re-
galos cimentados en la mentira.
Pese a ello y a los traumas que sus descuidos han causado en cientos de niños,
aquí estoy, intentando escribirles directamente sin intermediarios, ni falsas direcciones
postales o correos electrónicos, con la seguridad de que, en esta ocasión, no me negarán
el deseo que únicamente la magia puede cumplir. Ésta es su oportunidad para resarcir su
falta y no es necesario mencionar que una respuesta desfavorable, me obligaría a levan-
tar una demanda contra ustedes en la CNDH por daños espirituales, por llevarse mi
inocencia de la manera más ruin y, claro, me iré, sin dudarlo un segundo, con la compe-
tencia.
No se tomen mis palabras como una amenaza, pero en caso de que no se me
conceda mi petición, no tendré más opción que boicotear sus planes, si es que los tienen,
y acudir con el Santo Clos, con la bruja de los juguetes, con el ratón de los dientes, con el
conejo de pascua o, peor aún, con una entidad más poderosa que cualquiera: el niño
Dios.
Que por cierto, este último no dudará ni un segundo en mandarles a sus guardaes-
paldas, pues es bien sabido que desde que ustedes le regalaron aquel año de su naci-
miento, incienso, oro y mirra, nunca más lo volvieron a visitar. Ni siquiera se dignaron en
mandarle una postal de buenos deseos cada Navidad. Digo, acá entre nos, eso de jugar
Queridos Reyes Magos:
San Francisco Shaxni, Estado de México, a 1 de enero de 2011
con los sueños infantiles molesta a cualquiera.
En fin, no alargaré más el asunto. El regalo que les pediré es sencillo de conceder,
al fin ustedes son magos y la excusa de que hay millones de niños en el mundo, ya no se
las creo, porque siguen habiendo pequeños en las calles que tienen que mendigar por un
pedazo de pan y ustedes, nada más no hacen nada.
No. No pediré paz mundial ni que la hambruna del planeta termine. Confieso que
mis fines se inclinan al egoísmo total. Y es que, desde hace unos años, nadie me cree
que exista. Cada amigo, compañero y persona cualquiera piensan que mis trastornos no
me permiten ver con claridad las cosas, pero es que es verdad lo que les digo.
El otro día, platicando con un amigo, colega y escritor, cuyas demencias van más
allá de las que yo pudiera poseer, me preguntó sobre quién es mi verdadero amigo. Al
escuchar mi respuesta, me miró con sospecha y soltó una carcajada. No me creía que mi
mejor amigo es el pegaso color negro y con cuerno de unicornio que me acompaña a
todas partes. Traté de explicarle que está aquí en todo momento, que a veces se burla de
sus comentarios, y otros, recoge mis lágrimas para guardarlas en un frasquito, por si se
me llegan a terminar.
Me importa un bledo lo que piensen los demás, pero no he de negar que eso de
tener la razón, aunque sea una vez en la vida, levanta el ánimo y la egolatría, que dicho
sea de paso: en dosis pequeñas, es buena… Pero una dosis mayor, siempre resulta más
recomendable, por aquello de que algún otro aditamento podría disminuir el efecto
deseado.
En fin, ya lo he charlado con Marlon, mi unicornio, y queremos que nos den alguna
pócima, sabor frutas del bosque, para la visibilidad, cuyo efecto no dure más de una hora,
pues Marlon aprecia mucho el pasar desapercibido y el no ser hostigado con preguntas
incómodas e insistentes.
Marlon dice, que sería agradable que tuvieran un detalle con él y, junto a mi regalo,
viniera ―una de’sas manzanas azules sabor invierno de donde ustedes ya saben‖.
Agradezco de antemano su atención. Espero mi regalo a primera hora el 6 de enero
y ¡feliz año nuevo!
Karina Posadas Torrijos
PD. Si llegara el 6 de enero y mi regalo no apareciera a un lado del nacimiento, no tendré
consideración alguna en gritar a los cuatro vientos, que ustedes no existen. Sé, de buena
fuente, que cuando un corazón inocente dice estas palabras, un rey mago deja de existir.
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Karina Posadas Torrijos
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28 de septiembre de 2011
Donde Únicamente Los Cosmos Estuvieron
Tendrán Espacio
los Que Únicamente Iniciaron El Ruego Ominoso
Sí, te busqué en personas que nada tenían que ver contigo, para que al final de
cuentas terminara en la más completa negación de tu realidad hasta ese entonces
desconocida. Sí, te busque en objetos que me hacían sentir bien puesto que me permitían
olvidar mi ínfima soledad. Creía que si no te encontraba empezaría a desaparecer
–a no-existir. Te busqué años enteros y sólo te escondías para no dejarte atrapar como la
palabra dulce que eres y que sigues siendo hasta estos momentos. Cuando descubría
que no estabas donde yo creía que tendrías que estar me asaltaba un dolor inmenso
causado por la lejanía y el conocimiento de saberte existente, mas no presente, y hasta
casi desconocida.
Estabas en las notas de un violín, en el violín completo, la última vez que creí encon-
trarte, pero más tarde me di cuenta que ni en aquellos sonidos estabas en tu completud,
todo se trataba de una sombra de ti, sólo eso. Comprendí que quizá aún no era el tiempo
para estar contigo y que por ello nunca estabas donde creía que deberías o pudieras
estar.
Sabía entonces que tendría que buscarte por un tiempo más o, en su defecto, dejar
que me encontraras, cosa que veía imposible debido a mi naturaleza vagabunda. Pero
sucedió. Decidí quedarme mucho tiempo en un lugar, en un tiempo y espacio para que
así, cuando tú lo decidieras, pudieras hallarme sin mayor problema. Esto último funcionó,
porque en el momento menos inesperado apareciste en tu forma material, pero cargando
cierto rasgo etéreo en tus muy adentros. Pude entender que eras tú la causa final de una
espera tan larga. Cuando te supe existente, empecé a guardar distancia, te veía captura-
da en una forma limitada. Comencé a quererte en silencio y en secreto. Eres tú la palabra
sin palabras, incapturable, siempre incapturable.
Dulce mujer, quiero decirle…
Por ningún motivo quise transgredir tu espacio, aunque me muriera de ansias por
ser verbo en tu oración y tú complemento de este espíritu al que hemos llamado predica-
do, por no tener otro nombre con que nominalizarlo. Trataba de alejarme y estar cerca
porque tenía miedo que te volvieras a ir, que te marcharas sin explicación.
Dejé que tú misma intuyeras mis intenciones, que te dieras cuenta de lo que quería
y sigo queriendo para y contigo. Te escribí poemas con los mismos elementos que te
conforman, los guardé y tiempo después los perdí, cuando sentía que te hacías invisible
para emigrar a otros sitios. No tuve otra opción más que alejarme por propia voluntad y
así evitar que te escondieras en lenguajes arcanos y secretos hasta para el cosmos.
Fingía prestar atención a mi entorno, pero no te engaño, mi atención estaba centrada en
ti.
Hubo un momento en que te hice creer que te dejaría en paz, pero no. ¿Cómo uno
puede dejar fácilmente lo que ha encontrado si hace mucho lo buscaba?
Me alejé, pero como me di cuenta que no era lo mismo el alejamiento después de
haberte encontrado y apreciado, decidí regresar. Entonces buscaba algún pretexto para
estar allí, a tu lado. Caminaba y cuando te encontraba fingía sorpresa, porque en realidad
trataba de verte intencionalmente.
Sí, aún recuerdo ese primer contacto contigo —que no fue hace mucho—. Yo te
sentía desde antes que te tuviera en mis manos. Aquel día no quería soltarte, te quería
cerca de mí después de verte mucho tiempo distante. Tú lo recuerdas, empecé jugando
con tus manos y poco a poco me iba acercando a ti hasta concluir por tenerte tomada de
la cintura. Te pude sentir suave, frágil, dulce. Lo demás, tú ya lo sabes.
Ocurrió que nos dimos cuenta que este lugar no es para nosotros, que le pertenecía
a todos menos a nosotros. En una segunda carta te escribí:
Tienes razón, nosotros no pertenecemos a este mundo, eso lo he sabido desde siem-
pre, desde que yo fui yo y desde que tú eres tú. Te pediría que emigremos a otro
tiempo, a otro espacio, a un tiempo-espacio que sólo nos pudiera pertenecer a noso-
tros, sólo a los dos y a nadie más, un lugar donde no exista alguien o algo que nos
limite y juzgue por nuestras conductas, nuestros modos, nuestra forma de pensar y
de expresarnos, un lugar como el que sólo puede ser encontrado en el interior sería
el perfecto para los dos. Un lugar como ese sería el ideal para llevar una vida.
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José J. González
43
Dulce mujer, quiero decirle...
Me costó mucho trabajo encontrarte como eres y ahora que lo he hecho, quiero ser
y estar contigo. Ser, como tú dices, ese pronombre único que ser forma por la unión de los
nuestros.
He comenzado a quererte desde antes que tú lo supieras.
A quererte en secreto y silenciosamente.
Deseo cuidarte y protegerte de todo lo humano.
Deseo amarte como la palabra indefinible que me ha hecho buscarte.
Pero lo que más me gustaría es que permanecieras conmigo.
Con mucho más que decir pero sin las palabras con que hacerlo, me despido.
Buena Tarde.
José. J. González
La Galería
La Galería ―Mujer con vestido‖
José Jesús González*
Tamaño: 12 x 20cm.
Técnica: Pastel sobre fabriano
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Pintor llevaba varios días sin
poder dormir. Eso no era extraño
en él, pero ya eran muchas las
noches que no podía cerrar los
ojos. Se levantó de la cama y
deambuló por su habitación. Miró
los libro y sus pinceles y se pre-
guntó cómo se sentirían las cosas.
Comenzó a tocar todo. Acariciaba
minuciosamente cada uno de esos
cuerpos que le entregaban, por
primera vez, su inocencia.
Terminó en la regadera. Ahora
quería saber cómo se sentía el
agua. Encontrarle una definición.
Las manos no le bastaban, así que
se fue despojando de todo aquello
que no le permitía ser dueño de su
piel. Cerró los ojos y dejó que ca-
da gota resbalara por su cuerpo.
Sintió entonces una mano que
subía por su pecho. Miró de un
golpe y ahí estaba ella, diciéndole
todo lo que quería de él sin hacer
un sólo gesto.
Pintor no tardó mucho en
comprender su lenguaje. Regresó
a su estudio y comenzó a trazar el
rojo.
* Ocupación: Escritor y pintor incomprendido.
Gustos: No tiene porque odia al mundo.
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Envía tus textos y sé parte de esta revista en línea. Puedes par-
ticipar en cualquiera de las siguientes secciones:
- El tema del mes, enviando un artículo y/o ensayo en for-
mato Word. Los escritos del mes de noviembre tendrán
que girar en torno al miedo, la angustia y/o el temor, abor-
dados desde cualquier punto de vista. En caso de incluir
citas textuales, no olvides colocar la referencia bibliográfi-
ca. Se sugiere que el escrito no rebase las 10 cuartillas.
- La Galería, mandando la imagen de una obra plástica o
fotografía con temática libre. Se deberá incluir una ficha
con el nombre del artista, el título de la obra, la información
técnica, así como una breve descripción de la misma.
- Creación, compartiendo un escrito de creación artística
en cualquier género literario en formato Word. Se reco-
mienda que no pase las 15 cuartillas.
Todos los materiales deberán ser enviados a más tardar el 31 de
octubre de 2011 a la siguiente dirección:
Junto con los documentos enviados, los autores podrán anexar
una breve reseña biográfica. En caso de contar con un sitio web
en donde se pueda conocer más acerca de tus obras, no olvidar
incluir la dirección electrónica.
Así mismo puedes difundir el evento, sitio web o cualquier infor-
mación que desees compartir con los lectores en el ―Muro perio-
dical‖ y en nuestro blog.
Esperamos sus colaboraciones.
La pluma en la piedra
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“Angustia, miedo y temor”
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Ya sé que estoy piantao
En diciembre: La música y el mundo o el mundo relacionado con la
música.
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