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ME LLAMAN CAPUCHINO DANIIL JARMS TRADUCCIÓN DEL RUSO DE FERNANDO OTERO MACÍAS EPÍLOGO DE JESÚS GARCÍA GABALDÓN

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Autor: Daniil JarmsTraductor: Fernando Otero MacíasAutomática, Madrid, 2012

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  • ME LLAMANCAPUCHINO

    DANIIL JARMSTRADUCCIN DEL RUSO

    DE FERNANDO OTERO MACASEPLOGO

    DE JESS GARCA GABALDN

  • Publicado porAUTOMTICAAutomtica Editorial S.L.U.Espaoleto 4, 2 Izq - 28010 Madrid

    [email protected]

    2006 by Dimitri Wycheslavzoff de la traduccin, Fernando Otero Macas 2012 del eplogo, Jess Garca Gabaldn 2012 de la presente edicin, Automtica Editorial S.L.U. 2012 de la ilustracin de cubierta, Alfonso Rodrguez Barrera 2012

    Este libro se ha publicado con la colaboracin de la Fundacin Mikhail Prokhorov y su Programa para la Ayuda a la Traduccin de Literatura Rusa, TRANSCRIPT.

    The publication was effected under the auspices of the Mikhail Prokhorov Founda-tion TRANSCRIPT Programme to Support Translations of Russian Literature

    ISBN: 978-84-15509-08-0DEPSITO LEGAL: M-26500-2012

    Diseo editorial: lvaro Prez dOrsComposicin: Automtica EditorialCorreccin ortotipogrfica: Automtica EditorialImpresin y encuadernacin: Romany Valls

    Primera edicin en Automtica: Septiembre de 2012

    Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin de los propietarios del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproduccin total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluyendo

    la reprografa y los medios informticos.

  • NDICE

    NOTA DE LOS EDITORES 7

    IINCIDENTESINCIDENTES 15

    LO quE SE vENDE hOy DA EN LAS TIENDAS 17vIEjAS quE CAEN 19

    CuADERNO AzuL N 10 21uN INCIDENTE CON PETRAkOv 23

    uN SONETO 25 ANCDOTAS DE LA vIDA DE PuShkIN 27

    PuShkIN y GGOL 29EL COmIENzO DE uN PRECIOSO DA DE vERANO 31

    uN ENCuENTRO 33

    LA vIEjA 35

    OTROS ESCRITOSCINCO NARRACIONES INACAbADAS 75

    CARTA A A k. v. PuGAChOvA 77ALGuNAS PALAbRAS SObRE A.I. vvEDENSkI 83

    DE fENmENOS y ExISTENCIAS N 1 85DE fENmENOS y ExISTENCIAS N 2 89

    DEL EquILIbRIO 93RASE uNA vEz uN hOmbRE 97

    uN CAbALLERO 99EL DESTINO DE LA mujER DE uN PROfESOR 105

    LA CAjERA 109PADRE E hIjA 115

    mEmORIAS DE uN ANCIANO SAbIO 119

  • EL vNCuLO 125CARTA A AA. I. vvEDENSkI 129

    mE LLAmAN CAPuChINO 131SINfONA N 2 133

    REhAbILITACIN 135

    CuENTOS INfANTILESDE CmO kOLkA PANkIN vIAj A bRASIL EN AvIN y

    PETkA yERShOv NO SE CREA NADA 139uN CuENTO 155

    EPLOGO 161

  • NOTA DE LOS EDITORES

    La obra de Daniil Jarms (Daniil Ivnovich Yuvachov) presenta una serie de particularidades que conviene mencionar. En primer lugar, casi todos los textos (a excepcin de algunos cuentos publicados en revistas de la poca) llegan hasta nosotros, felices lectores del s.XXI, de forma casi milagrosa; escritos a mano en varios cuadernos que YkovDruskin(filsofoyamigopersonaldelescritor)lograrasal-var, ayudado por Marina Mlich (segunda esposa de Jarms), sacn-dolos del apartamento de la pareja en la calle Mayakovsky, en una maleta, tras la detencin de su autor por miembros de la NKVD en agosto de 1941 (poco despus, an en su encierro, Jarms morira de inanicin en febrero de 1942 a la edad de 37 aos). Muchos de los textos, en consecuencia, fueron escritos sin pensar siquiera que, en algn momento, pudieran llegar a ser publicados.

    Para la presente edicin se han escogido treinta relatos, entre los que se incluyen los ms representativos. Con ellos pretendemos ofrecer una visin general de la obra de Jarms, que nos permita asomarnos asuinclasificableuniversoliterario,repletodehumor,violencia,cr-tica y experimentacin.

    El libro se ha dividido en cuatro partes: INCIDENTES, en la que se presentan algunos textos recopilados por el propio Jarms; LA VIEJA, una de las obras capitales del autor; OTROS ESCRITOS, donde se ofrece una seleccin de sus relatos sueltos y CUENTOS INFANTILES, que incluye dos de sus historias para nios ms co-nocidas.

  • ME LLAMANCAPUCHINO

    DANIIL JARMSTRADUCCIN DEL RUSO

    DE FERNANDO OTERO MACAS

  • INCIDENTES

    En 1939 Daniil Jarms recopila, en un cuaderno manuscrito que lleva por nombre Incidentes, una serie de relatos. En total suman 31 textos, aunque uno de ellos aparecer tachado por el propio autor, quedando finalmente 30 (de los que hemos seleccionado 10 para este libro). En la cubierta, bajo el ttulo, escribe una dedicatoria para su mujer, Marina Mlich.

  • A Marina Vladimirovna Mlich

  • Me llaman Capuchino

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    INCIDENTES

    En cierta ocasin, Orlov se dio un atracn de garban-zos molidos y se muri. Y Krylov, nada ms enterarse, tambin se muri. Y Spiridnov se muri por su cuen-ta. Y la mujer de Spiridnov se cay de un aparador y tambin se muri. Y los hijos de Spiridnov se ahoga-ron en un estanque. Y la abuela de Spiridnov se dio a la bebida y se larg por ah. Y Mijilov dej de pei-narse y pill la sarna. Y Kruglov dibuj a una seora sosteniendo un ltigo y se volvi loco. Y a Perejristov le lleg un giro postal de cuatrocientos rublos y se dio tantos humos que lo echaron del trabajo.

    Si es que las buenas personas no saben ni por dnde se andan.

  • Me llaman Capuchino

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    LO QUE SE VENDE HOY EN DA EN LAS TIENDAS

    Koratyguin fue a ver a Tikakiev, pero no lo encontr en casa.

    En esos momentos, Tikakiev estaba en la tienda comprando azcar, carne y pepinos.

    Koratyguin se pas una hora esperando en la puer-ta de Tikakiev, y ya estaba a punto de dejarle una nota cuando de pronto vio venir a Tikakiev, cargado con una bolsa de hule.

    Al ver a Tikakiev, le espet Koratyguin:Llevo aqu una hora esperndolo!No es verdad replic Tikakiev, solo he

    estado veinticinco minutos fuera de casa.Eso ya no lo s dijo Koratyguin; lo que s es

    que yo llevo aqu una hora.No mienta! dijo Tikakiev. Debera darle

    vergenza.Caballero! dijo Koratyguin. Procure medir

    sus palabras.Yo creo que... iba a decir Tikakiev, pero

    Koratyguin le cort:Si usted cree que... dijo. Pero en ese momento

    Tikakiev lo interrumpi y dijo:

  • Daniil Jarms

    18

    Menudo ests t hecho!Estas palabras sacaron de quicio a Koratyguin, que

    conundedosepresionunodelosorificiosnasalesyse son encima de Tikakiev.

    Entonces Tikakiev agarr el pepino ms grande que haba en la bolsa y se lo estamp a Koratyguin en la cabeza.

    Koratyguin se llev las manos a la cabeza, se des-plom y muri.

    Hay que ver qu pepinos ms grandes se venden hoy en da en las tiendas!

  • Me llaman Capuchino

    19

    VIEJAS QUE CAEN

    Una vieja, excesivamente curiosa, se cay por la ven-tana, se estamp contra el suelo y se hizo pur.

    Otra vieja se asom a la ventana y se puso a mirar a la que se haba cado, pero, por culpa de su excesiva curiosidad, tambin se cay por la ventana y se estam-p contra el suelo.

    A continuacin, una tercera vieja se cay por la ventana, luego una cuarta, luego una quinta.

    Cuando se cay la sexta vieja, yo me hart del espectculo y me fui al mercado Mltsevski, donde, al parecer, le haban regalado una bufanda de punto a un ciego.

  • Me llaman Capuchino

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    EL CUADERNO AZUL N10

    rase una vez un tipo pelirrojo que no tena ni ojos ni odos. Tampoco tena pelo, de modo que decan que era pelirrojo por decir algo.

    No poda hablar, puesto que no tena boca. Nariz tampoco tena.

    Por no tener, no tena ni brazos ni piernas. Tampoco barriga, ni espalda, ni espina dorsal, ni tripas de nin-guna clase. No tena nada de nada! As que no hay forma de saber de quin estamos hablando.

    Bueno, ser mejor que no sigamos hablando de l.

  • Me llaman Capuchino

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    UN INCIDENTE CON PETRAKOV

    Resulta que en cierta ocasin Petrakov se quera ir a dormir, pero al acostarse se cay al lado de la cama. El caso es que se golpe contra el suelo y se qued all tirado, sin poder levantarse.

    Entonces Petrakov hizo un ltimo esfuerzo y consi-gui ponerse a cuatro patas. Pero las fuerzas le fallaron y volvi a caerse boca abajo y se qued tirado en el suelo.

    Unas cinco horas estuvo Petrakov tirado en el suelo. Al principio estaba all tirado sin ms, pero despus se durmi.

    El sueo le dio nuevas fuerzas a Petrakov. Se des-pert en plena forma, se levant, se pase por la habitacin y se tumb en la cama con mucho cuida-do. Muy bien pens, a ver si duermo un rato. Pero ya no le apeteca dormir. Empez Petrakov a dar vueltas en la cama, pero ya no haba forma de que se durmiera.

    En resumidas cuentas, eso es todo.

  • Me llaman Capuchino

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    UN SONETO

    Me ha pasado una cosa increble; de repente me olvid de qu nmero iba primero: si el siete o el ocho.

    Fui a casa de unos vecinos y les pregunt qu pen-saban al respecto.

    Cul no sera su sorpresa, y la ma, cuando de pronto cayeron en la cuenta de que tampoco ellos eran capaces de recordar el orden de los nmeros. Se acor-daban de que iba: uno, dos, tres, cuatro, cinco y seis; pero a partir de ah no saban cmo seguir.

    Nos fuimos todos a la tienda de alimentacin que est en la esquina de las calles Znmenskaia y Bassinaia y le pedimos a la cajera que nos sacara de dudas. La cajera nos sonri con tristeza, se sac un martillito de la boca y, moviendo levemente la nariz, dijo:

    En mi opinin, el siete ir detrs del ocho en caso de que el ocho vaya detrs del siete.

    Le dimos las gracias a la cajera y nos marchamos felices de la tienda. Pero enseguida, despus de pensar detenidamente en lo que nos haba dicho la cajera, volvimos a caer en el desaliento, pues nos pareci que sus palabras no tenan el menor sentido.

    Qu podamos hacer? Nos dirigimos al Jardn de

  • Daniil Jarms

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    Verano y empezamos a contar rboles. Pero, al llegar a seis, paramos y nos pusimos a discutir: para unos, el siguiente era el siete; para otros, el ocho.

    Nos habramos pasado el da discutiendo, pero, por suerte, en ese momento un nio se cay de un banco y se rompi las dos mandbulas. Eso hizo que nos olvi-dramos de nuestra discusin.

    Y despus cada uno se fue para su casa.

  • Me llaman Capuchino

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    ANCDOTAS DE LA VIDA DE PUSHKIN

    1. Pushkin era un poeta y se pasaba la vida escribien-do. Un buen da, Zhukovski1 lo sorprendi escribiendo y exclam, bien alto:

    Conque eres un escritorzuelo!A partir de entonces Pushkin le cogi mucho cari-

    o a Zhukovski y empez a llamarlo Zhkov, en plan amistoso.

    2. Como es bien sabido, a Pushkin nunca le creci la barba. Eso lo martirizaba horriblemente, y siempre envidi a Zajarin, quien, por el contrario, tena una barba bien hermosa. A l le crece la barba, y a m no, se lamentaba a menudo Pushkin, sealando con las uas a Zajarin. Y nunca le falt razn.

    3. Un da a Petrushevski se le rompi el reloj y man-d llamar a Pushkin. Pushkin lleg, examin el reloj de Petrushevski y volvi a dejarlo en la mesa. T qu dices, hermano Pushkin?, pregunt Petrushevski. Detengan la mquina, dijo Pushkin.

    4. Cuando Pushkin se rompi las piernas, tuvo que

    1 Vasili Andrievich Zhukovski (1783-1852), poeta y crtico ruso, fue uno de los introductores del Romanticismo en la literatura rusa.

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    empezar a desplazarse sobre ruedas. A sus amigos les gustaba chinchar a Pushkin y se dedicaban a sujetarle las ruedas. Eso a Pushkin le sentaba muy mal, y le dio por escribir unos poemas metindose con sus amigos. A estos poemas los llamaba epigramas.

    5. Pushkin pas el verano de 1829 en la aldea. Se levantaba muy temprano, beba una jarra de leche fresca y corra al ro a baarse. Despus del bao se tumbaba en la hierba y dorma hasta la hora de comer. Despus de comer sesteaba en una hamaca. Si se cru-zaba con unos aldeanos malolientes, Pushkin haca un gesto con la cabeza, a modo de saludo, y se apretaba la nariz con los dedos. Y los malolientes aldeanos dobla-ban el espinazo y decan: Es igual.

    6. A Pushkin le gustaba tirar piedras. En cuanto vea una piedra, ya estaba tirndola. A veces se emo-cionaba tanto que se pona rojo como un tomate, y no paraba de hacer aspavientos, tirando piedras como un poseso. Qu espanto!

    7. Pushkin tuvo cuatro hijos, todos idiotas. Uno de ellos, por no saber, no saba ni sentarse en una silla, y se caa continuamente. La verdad es que al propio Pushkin tampoco se le daba nada bien eso de sentarse en una silla. Con frecuencia la situacin era de lo ms chusca: estaban los dos sentados a la mesa, en una punta Pushkin, cayndose sin parar de la silla; en la otra, su hijo. No saba uno adnde mirar!

  • Me llaman Capuchino

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    PUSHKIN Y GGOL

    Ggol se cae al suelo en el momento de entrar en escena y se queda ah tumbado tan tranquilo.

    PuShkIN (entra en escena, se tropieza con Ggol y se cae al suelo): Maldicin! Seguro que me he tropezado con Ggol!

    GGOL (levantndose): Qu fastidio! No le dejan a uno en paz! (Da unos pasos, se tropieza con Pushkin y se cae al suelo). Seguro que me he tropezado con Pushkin!

    PuShkIN (levantndose): Ni un minuto de calma! (Da unos pasos, se tropieza con Ggol y se cae al suelo). Maldicin! Tiene que haber sido Ggol otra vez!

    GGOL (levantndose): Siempre est en medio! (Da unos pasos, se tropieza con Pushkin y se cae al suelo). Qu fastidio! Otra vez Pushkin!

    PuShkIN (levantndose): Esto ya es vandalismo! Puro vandalismo! (Da unos pasos, se tropieza con Ggol y se cae al suelo). Maldicin! Otra vez Ggol!

    GGOL (levantndose): Esto es un verdadero ultraje! (Da unos pasos, se tropieza con Pushkin y se cae al suelo). Otra vez Pushkin!

    PuShkIN (levantndose): Maldicin! Mil veces maldi-cin! (Da unos pasos, se tropieza con Ggol y se cae al suelo). Ggol!

  • Daniil Jarms

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    GGOL (levantndose): Qu fastidio! (Da unos pasos, se tropieza con Pushkin y se cae al suelo). Pushkin!

    PuShkIN (levantndose): Maldicin! (Da unos pasos, se tropieza con Ggol y se cae al suelo). Ggol!

    GGOL (levantndose): Qu fastidio! (Sale).(Se oye la voz de Ggol por detrs del escenario: Pushkin!).Cae el teln.

  • Me llaman Capuchino

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    EL COMIENZO DE UN PRECIOSO DA DE VERANO

    Nada ms cantar el gallo, Timofi salt desde un ven-tanuco al tejado, asustando a toda la gente que en esos momentos pasaba por la calle. Un campesino, Jaritn, se par, cogi una piedra y se la tir a Timofi. Timofi desapareci. Qu to ms listo!, grit el rebao humano, y un tal Zbov tom carrerilla y se peg un tremendo cabezazo contra una pared. Ay!, exclam unamujer con un flemn. PeroKomarov le dio unpellizco y la mujer ech a correr y entr gritando en un portal. Pasaba por all Feteliushin y le dio por rer-se. Komarov se acerc a l y le dijo: Eh, t, bola de sebo!, y golpe a Feteliushin en la tripa. Feteliushin se apoy contra una pared y empez a hipar. Romashkin escupi desde una ventana, intentando acertar a Feteliushin. En ese momento, all cerca, una mujer nariguda estaba pegando a su hijo con una tina. Y una madre joven y regordeta le restregaba la cara a una nia guapa contra una pared de ladrillo. Un cachorri-llo,quesehabarotosufinapatita,serevolcabaenlaacera. Un nio pequeo estaba comiendo alguna por-quera en una escupidera. En la tienda de alimentacin la gente haca cola para comprar azcar. Las seoras

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    discutan a gritos y se empujaban con los bolsos. El campesino Jaritn, tras beber alcohol desnaturaliza-do, se haba plantado delante de unas mujeres con los pantalones desabrochados, diciendo cosas indecentes.

    As empezaba un precioso da de verano.

  • Me llaman Capuchino

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    UN ENCUENTRO

    En cierta ocasin un hombre iba al trabajo y, de cami-no, se encontr con otro hombre que, tras comprar una barra de pan polaco, iba de vuelta a casa.

    Y eso es todo, realmente.

  • LA VIEJA

  • Me llaman Capuchino

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    LA VIEJA

    Y tiene lugar entre ellos la siguiente conversacin.Hamsun

    En el patio hay una vieja con un reloj en la mano. Al pasar a su lado, me detengo y le pregunto:

    Me podra decir la hora?Mrela usted mismo me contesta la mujer.Echo un vistazo y veo que el reloj no tiene manecillas.No tiene manecillas le digo.La vieja mira la esfera del reloj y me dice:Las tres menos cuarto.Ah, menos cuarto... Muchas gracias digo, y

    sigo mi camino.La vieja me grita algo, pero yo no me vuelvo y con-

    tino caminando. Salgo a la calle y echo a andar por el lado soleado. El sol primaveral es muy agradable. Camino con los ojos entornados y fumando en pipa. En la esquina de la calle Sadvaia me encuentro con Sakerdn Mijilovich. Nos saludamos y nos quedamos parados hablando un rato largo. Cansado de estar de pie en medio de la calle, le propongo a Sakerdn Mijilovich que nos metamos en una tasca. Bebemos vodka,comemosarenquesyhuevosdurosyfinalmen-

  • Daniil Jarms

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    te nos despedimos y yo sigo con mi paseo.De pronto me acuerdo de que me he dejado encen-

    dido el horno elctrico. Me fastidia mucho, pero me doy la vuelta y regreso a casa. Con lo bien que haba empezado el da y ya est aqu el primer contratiem-po! No tena que haber salido a la calle...

    Llego a casa, me quito la chaqueta, saco el reloj del bolsillo del chaleco y lo cuelgo de un clavo en la pared; luego cierro la puerta con llave y me tumbo en el sof. Me voy a echar un rato, a ver si me duermo.

    De la calle me llegan los gritos desagradables de unos mocosos. Sin moverme, imagino distintos mtodos de ejecucin para ellos. Mi favorito sera inocularles a todos el ttanos de modo que quedasen repentinamente paralizados. Sus padres tendran que llevarlos a rastras a casa y meterlos en la cama, y no seran capaces de comer siquiera, porque no podran abrir la boca. Tendran que recibir alimentacin arti-ficial.Losefectosdelttanossepasanenunasemana,pero los nios estaran tan dbiles que se tiraran un mes entero en la cama. Luego, poco a poco, empeza-ran a recuperarse, pero entonces les inoculara una segunda dosis y estiraran todos la pata.

    Estoy tumbado en el sof con los ojos abiertos y no consigo dormirme. Me acuerdo de la vieja del reloj a la que he visto hoy mismo en el patio y me agrada el hecho de que el reloj no tuviese manecillas. El otro da, en una tienda de segunda mano, vi un repulsivo reloj de cocina con las manecillas en forma de cuchillo y tenedor.

  • Me llaman Capuchino

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    Dios mo! Todava no he apagado el horno elc-trico! Me levanto de un salto y lo apago, y luego me tumbo otra vez en el sof e intento dormirme. Cierro los ojos; no tengo sueo. El sol primaveral entra por la ventana y me da de lleno. Empiezo a tener calor. Me levanto y me siento en la butaca junto a la ventana.

    Ahora s que me entra modorra, pero ya no voy a dormir. Cojo un papel y la pluma y me dispongo a escribir. Me siento posedo por una fuerza tremenda. Se me ocurri todo de golpe ayer mismo. Es la historia de un milagrero que vive en nuestros das y no hace ningn milagro. l sabe que es un milagrero y que puede obrar todo tipo de milagros, pero no los hace. Lo echan de su casa, y sabe que solo con chasquear un dedo el piso seguira siendo suyo, pero no lo hace; resignadamente, abandona el piso y se va a vivir a una cabaa en las afueras. Sera capaz de convertir la cabaa en una esplndida casa de ladrillo, pero no lo hace;sigueviviendoenlacabaayalfinalsemuere,sin haber hecho un solo milagro en toda su vida.

    Sentado, me froto las manos de puro contento. Sakerdn Mijilovich va a ponerse verde de envidia. Piensa que no est a mi alcance escribir algo genial. As que... a trabajar! Nada de vaguear ni amodorrar-se! Voy a escribir dieciocho horas seguidas!

    Estoy temblando de la ansiedad. Soy incapaz de pensar con claridad en lo que tengo que hacer: debe-ra coger la pluma y el papel, y en cambio toqueteo diversos objetos que no necesito para nada. Doy vuel-tas por el cuarto: de la ventana a la mesa, de la mesa

  • Daniil Jarms

    40

    al horno, del horno otra vez a la mesa, y de all al sof y de nuevo a la ventana. El pecho me arde y me pongo a jadear. Son solo las cinco. Tengo todo el da por delante, y la noche, y la madrugada...

    Me quedo parado en medio de la habitacin. En qu estar pensando? Ya son las cinco y veinte! Tengo que escribir. Coloco la mesa junto a la ventana y me siento. Ante m, una hoja de papel cuadriculado; en mi mano, la pluma.

    El corazn an me va a mil por hora y me tiembla la mano. Esperar a ver si me calmo un poco. Dejo la pluma en la mesa y cebo la pipa. El sol me da justo en los ojos; los entorno y enciendo la pipa.

    Un cuervo pasa volando por delante de la ventana. Echo un vistazo a la calle y veo a un hombre con una pierna ortopdica que camina golpeando ruidosamen-te la acera con la pierna y el bastn.

    Enfin,medigo,sindejardemirarporlaventana.El sol se esconde tras la chimeneadel edificio de

    enfrente. La sombra de la chimenea se desliza por el tejado, cruza la calle y me cubre la cara; debera apro-vechar esta sombra para escribir unas palabras sobre el hacedor de milagros. Cojo la pluma y escribo: El milagrero era un hombre alto.

    No soy capaz de escribir nada ms. Me quedo ah sentado, hasta que me entra hambre. Entonces me levanto y me acerco al aparador donde guardo las provisiones; por ms que rebusco, no encuentro nada. Un terrn de azcar, eso es todo. Llaman a la puerta.

    Quin es?

  • Me llaman Capuchino

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    No contestan. Abro la puerta y me encuentro a la vieja que esta misma maana estaba en el patio con el reloj. Estoy tan sorprendido que no puedo articular palabra.

    Bueno, pues aqu me tienes dice la vieja, y entra.

    Yo me quedo parado en la puerta, sin saber qu hacer. Debera echar a esa mujer o, por el contra-rio, tendra que preguntarle si quiere sentarse? Pero la vieja, sin pensrselo dos veces, ya se ha sentado en mi butaca junto a la ventana.

    Cierra la puerta y echa la llave me ordena.Yo cierro la puerta y echo la llave.Arrodllate dice la vieja.Y yo me arrodillo.Pero en ese momento caigo en la cuenta de lo

    absurdo de la situacin. Qu hago de rodillas ante una vieja desconocida? Es ms, qu hace esta vieja en mi habitacin, sentada en mi butaca preferida? Por qu no la he echado ya a la calle?

    Oiga, seora le digo, quin le ha dado permiso para aduearse de mi habitacin y empezar a mangonearme? No tengo ninguna gana de estar arrodillado.

    Y no tienes por qu dice la vieja. Lo que tienes que hacer ahora es tumbarte boca abajo, con la cara pegada al suelo.

    Yo obedezco de inmediato.Todo lo que veo son cuadrados trazados con pre-

    cisin. El dolor en el hombro y en la cadera derecha

  • Daniil Jarms

    42

    mellevafinalmenteacambiardepostura.Despusdehaber estado tumbado boca abajo, me cuesta mucho ponerme de rodillas. Tengo las piernas entumecidas y apenas puedo doblarlas. Miro alrededor y me veo en mi propia habitacin, arrodillado en el suelo. Poco a poco voy recuperando la conciencia y la memoria. Vuelvo a mirar alrededor y me da la impresin de que hay alguien sentado en la butaca junto a la ventana. No hay mucha luz en la habitacin, porque, si no me equivoco, ahora son las noches blancas. Observo con atencin. Dios mo! De verdad sigue esa vieja senta-da en mi butaca? Estiro el cuello para mirar mejor. S, en efecto, la vieja est ah sentada, con la cabeza cada sobre el pecho. Debe de haberse quedado dormida.

    Me levanto y me acerco a ella cojeando. La vieja tiene la cabeza reclinada en el pecho; los brazos le cuelgan a los lados de la butaca. Me entran ganas de agarrar a esta seora y ponerla de patitas en la calle.

    Oiga le digo, est usted en mi habitacin. Tengo que trabajar. Le pido por favor que se vaya.

    La vieja ni se inmuta. Me inclino para mirarle a la cara. De la boca entreabierta le asoma la dentadura postiza, que se le ha desencajado. Y de repente lo veo todo claro: la vieja est muerta.

    Una tremenda rabia se apodera de m. Por qu ha tenido que morirse en mi casa? No soporto a los muertos. Y ahora me toca ocuparme de esta carro-a, ir a hablar con el portero y con el administrador y explicarles qu demonios haca esta vieja en mi cuarto. Miro a la vieja con odio. Pero y si no est muerta?

  • Me llaman Capuchino

    43

    Le toco la frente. Est fra. La mano tambin. Y qu hago yo ahora?

    Enciendo mi pipa y me siento en el sof. Siento una furia insensata y creciente.

    Cerda! le grito.La vieja muerta parece un saco, ah sentada en mi

    butaca. Los dientes se le salen de la boca, como si fuera un caballo muerto.

    Qu espectculo ms repugnante, me digo, pero no me atrevo a taparle la cara con un peridico, vete a saber lo que podra pasar por debajo del peridico.

    Oigo que alguien se mueve al otro lado de la pared: es mi vecino el maquinista, que se estar levantando. Ya solo me falta que se entere de que hay una vieja muerta en mi habitacin! Escucho atentamente los pasos del vecino. Por qu tardar tanto? Si ya son las cinco y media! Debera haberse marchado hace rato. Por Dios, y ahora se est haciendo un t! El ruido del infiernillo seoyeperfectamentea travsde lapared.A ver si el puetero maquinista se da prisa y se larga de una vez!

    Pongo las piernas encima del sof y me tumbo un rato. Pasan ocho minutos, pero el t de mi vecino an noestlistoyelinfiernillosiguehaciendoruido.Cierrolos ojos y me quedo adormilado.

    Sueo que mi vecino sale a la escalera y yo salgo a la vez y cierro de un portazo. No he cogido la llave y no puedo volver a entrar en el piso. Tendr que llamar y despertar al resto de los inquilinos, lo cual no me hace ninguna gracia. Me quedo parado en el rellano

  • Daniil Jarms

    44

    pensando qu hacer y veo de repente que no tengo manos. Inclino la cabeza para mirar mejor y veo que en lugar de una de las manos me asoma un cuchillo y, en lugar de la otra, un tenedor. Ha visto?, le digo a Sakerdn Mijilovich, que est all sentado, a saber por qu, en una silla plegable. Ha visto usted qu manos tengo?. Pero Sakerdn Mijilovich no dice nada y me doy cuenta de que no es el verdadero Sakerdn Mijilovich, sino uno de barro.

    En ese momento me despierto y soy consciente en el acto de que estoy tumbado en el sof de mi cuarto y de que junto a la ventana, en la butaca, yace una vieja muerta.

    Rpidamente vuelvo la cabeza hacia ella. La vie-ja no est en la butaca. La visin de la butaca vaca me llena de jbilo. O sea, que todo ha sido un sueo. Pero cundo empez? Se col ayer una vieja en mi habitacin o eso tambin lo he soado? Ayer volv a casa porque se me haba olvidado apagar el horno. O puede que eso tambin lo soara? Sea como sea, es estupendo que no haya ninguna vieja muerta en mi cuarto,loquesignificaqueyanotengoqueiraveraladministrador ni me toca ocuparme de un cadver!

    De todos modos, cunto tiempo habr estado dur-miendo? Miro el reloj: las nueve y media; ya es de da.

    Dios bendito, qu cosas pasan en los sueos!Pongo los pies en el suelo para levantarme del sof

    y, de pronto, veo a la vieja muerta tirada detrs de la mesa, al lado de la butaca. Est tendida boca arriba, con una de las piezas de la dentadura postiza, que se

  • Me llaman Capuchino

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    le ha desencajado por completo, hincada en una de las fosas nasales. Tiene los brazos pillados bajo el cuerpo, de manera que no se le ven, y entre los pliegues de la falda remangada le asoman las piernas huesudas, enfundadas en unas sucias medias de lana blanca.

    Cerda asquerosa! grito, y, abalanzndome sobre ella, le pego un puntapi en la barbilla.

    La dentadura sale disparada hasta un rincn del cuarto. Me entran ganas de volver a patear a la vieja, pero me da miedo que le queden marcas y luego pue-dan creer que yo la he matado.

    Me aparto de la vieja, me siento en el sof y encien-do mi pipa. Pasan as veinte minutos. Ahora me resulta evidente que, en cualquier caso, este asunto ser obje-to de una investigacin criminal y que, en la inevitable confusin, me acusarn de asesinato. La situacin se est poniendo seria, y para colmo est lo de la patada...

    Me acerco otra vez a la vieja, me agacho y le exami-no la cara. Tiene un pequeo moratn en la barbilla. No, de eso no se puede sacar gran cosa. No quiere decir nada! Lo mismo la seora se dio un golpe cuando an estaba viva. Me tranquilizo un poco y me pongo a dar vueltas por el cuarto, mientras fumo en pipa y analizo la situacin.

    De tanto ir y venir por la habitacin empiezo a tener cada vez ms y ms hambre. Hasta me entran temblores del hambre que tengo. Otra vez rebusco en el aparador de las provisiones sin encontrar nada ms que un terrn de azcar.

    Saco la cartera y cuento mi dinero: once rublos.

  • Daniil Jarms

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    Con eso puedo comprarme pan y mortadela, y an me quedar para tabaco.

    Me arreglo la corbata, que se me ha deshecho por la noche, cojo mi reloj, me pongo la chaqueta, salgo al descansillo, cierro cuidadosamente la puerta de la habitacin, me echo la llave al bolsillo y bajo a la calle. Lo primero es comer algo; eso me aclarar las ideas y as sabr qu hacer con esa carroa. De camino a la tienda, se me ocurre que tal vez debera ir a ver a Sakerdn Mijilovich y contrselo todo: igual entre los dos damos antes con la solucin. Pero enseguida descarto esa posibilidad, porque hay cosas que es pre-ferible hacerlas solo, sin testigos.

    No les queda mortadela en la tienda, as que me compro medio kilo de salchichas. Tampoco tienen tabaco. De la tienda me voy a la panadera.

    Hay un montn de gente en la panadera y se ha formado una larga cola para pagar. Tuerzo el gesto pero, aun as, me pongo a la cola. La cola avanza muy despacio y llega un momento en que se para del todo, porque se ha montado una trifulca en la caja.

    Hago como que no me entero de lo que pasa y no dejo de mirar la espalda de la bonita joven que tengo delanteenlafila.Sinduda,esunajovenmuycuriosa:no para de estirar el cuello a derecha y a izquierda y de ponerse de puntillas para poder ver lo que pasa en la caja. Finalmente se da la vuelta y me pregunta:

    No sabr usted lo que ocurre, verdad?Lo siento, pero no contesto, con la mayor

    sequedad posible.

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    La jovennopara demoverse y, al final, vuelve adirigirse a m:

    Le importara acercarse y averiguar qu pasa?Lo siento, pero me trae sin cuidado le digo,

    an ms secamente.Cmo que le trae sin cuidado? exclama la

    joven. Pero si por ese preciso motivo est usted haciendo cola!

    Por toda respuesta, le hago una ligera reverencia. La joven me observa con mucha atencin.

    Bueno, claro, los hombres no se dedican a hacer cola para comprar el pan dice. Siento que ten-ga que estar aqu de pie. Me imagino que ser usted soltero...

    S, soy soltero respondo un tanto desconcer-tado, aunque mantengo, por inercia, el mismo tono seco, y al mismo tiempo hago una ligera reverencia.

    La joven vuelve a recorrerme con la mirada y de pronto, rozndome apenas la manga, me dice:

    Deje que yo le compre lo que necesite mientras usted me espera fuera.

    Eso me ha dejado perplejo.Gracias le digo. Es muy amable de su parte,

    pero, de verdad, puedo arreglarme yo solo.No, no insiste la joven, usted salga a la calle.

    Qu es lo que pensaba comprar?Enfin,pues...ibaacomprarmediokilodepan

    negro, del de molde, el ms barato. Es el que ms me gusta.

    Muy bien, estupendo dice la joven. Venga,

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    salga. Yo se lo compro y luego hacemos cuentas.Y hasta me da un empujoncito en el codo.Salgo de la panadera y espero al lado de la puerta.

    El sol primaveral me da en plena cara. Enciendo mi pipa. Qu joven tan encantadora! Es tan infrecuente hoy en da... Espero all de pie, con los ojos fruncidos por el sol, fumando en pipa y pensando en la encanta-dora joven. Tiene unos ojos marrones tan intensos. Es una preciosidad!

    Fuma usted en pipa? oigo una voz a mi lado. La encantadora joven me tiende el pan.

    No s cmo agradecrselo le digo.As que fuma en pipa! Eso me encanta dice la

    encantadora joven.Y tiene lugar entre nosotros la siguiente conversacin:ELLA: As que usted mismo se compra el pan...yO: No solo el pan, todo me lo compro yo.ELLA: Y dnde almuerza usted?yO: Normalmente me preparo yo la comida.

    Aunque a veces como en la cervecera.ELLA: Entonces le gustar la cerveza...yO:No,prefieroelvodka.ELLA: A m tambin me gusta el vodka.yO: Le gusta el vodka? Eso es estupendo! Me

    encantara tomar una copa con usted en alguna ocasin.

    ELLA: A m tambin me gustara tomar un vodka con usted.

    yO: Disclpeme, puedo preguntarle una cosa?ELLA (ponindose coloradsima): Claro, dgame.

  • Me llaman Capuchino

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    yO: Muy bien, se lo pregunto. Cree usted en Dios?ELLA (sorprendida): En Dios? S, por supuesto.yO: Y qu le parece si compramos vodka ahora

    mismo y vamos a mi casa? Vivo muy cerca de aqu.ELLA (con picarda): Bueno, por qu no? De acuerdo!yO: Entonces vamos.Entramos en una tienda y compro medio litro de

    vodka. Ya no me queda dinero, solo algo de calderilla. Hablamos sin parar, de esto y de aquello, y de pronto recuerdo que en el suelo de mi habitacin yace una vieja muerta.

    Mefijoenminuevaamiga:estenelmostrador,curioseando entre unos tarros de mermelada. Me diri-jo con cautela a la puerta y salgo a la calle. Justo en ese momento un tranva se detiene enfrente de la tienda; mesubodeunsalto,sinfijarmesiquieraenqulneaes. Me apeo en la calle Mijilovskaia y voy caminando a casa de Sakerdn Mijilovich. Llevo la botella de vodka, las salchichas y el pan.

    Llamo a la puerta y me abre el propio Sakerdn Mijilovich. Lleva puesta una bata, sin nada debajo, unas botas rusas con las caas recortadas y un gorro de piel con orejeras, aunque tiene las orejeras dobla-das y atadas con un lazo sobre la cabeza.

    Cunto bueno por aqu! exclama Sakerdn Mijilovich al verme.

    No le interrumpo en su trabajo? le pregunto.No, no me dice. No estaba haciendo nada,

    simplemente estaba sentado en el suelo.Bueno, ver le digo a Sakerdn Mijilovich,

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    se me ha ocurrido venir a verlo, traa vodka y algo para picar. Si no tiene inconveniente, podemos beber algo.

    Muy bien dice Sakerdn Mijilovich. Pase usted.

    Pasamos a su habitacin. Mientras abro la botella de vodka, Sakerdn Mijilovich pone sobre la mesa dos copitas y un plato de carne guisada.

    Aqu traigo unas salchichas le digo. Cmo lasprefiere,crudasococidas?

    Vamos a cocerlas dice. Y, mientras tanto, podemos acompaar el vodka con la carne. Son los restos de una sopa, es una carne guisada de primera!

    Sakerdn Mijilovich pone una cacerola al fuego en el hornillo de queroseno y nos sentamos a beber vodka.

    El vodka sienta muy bien dice Sakerdn Mijilovich llenando las copas. Mchnikov2 escribi que el vodka sienta mejor que el pan, que el pan no es ms que paja que se pudre en el estmago.

    A su salud! digo, brindando con Sakerdn Mijilovich.

    Bebemos y lo acompaamos con la carne fra.Muy bueno dice Sakerdn Mijilovich.En ese momento se oye un chasquido en la

    habitacin.Qu ha sido eso? pregunto.Guardamos silencio para escuchar mejor. Se oye

    2 Ili Ilich Mchnikov (tambin conocido como lie Metchnikoff; 1845-1916) fue un destacado naturalista y microbilogo ruso, si bien desarroll gran parte de su actividad en Francia. En 1908 recibi el Premio Nobel de Medicina.

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    otro chasquido. Sakerdn Mijilovich se levanta de un salto, corre a la ventana y descuelga la cortina.

    Qu hace? exclamo.Pero Sakerdn Mijilovich no me contesta; se aba-

    lanza sobre el hornillo de queroseno, retira la cacerola sirvindose de la cortina y la deja en el suelo.

    Demonios! diceporfin. Se me haba olvi-dado echar agua en la cacerola y, como es una cacerola esmaltada, se le ha saltado el esmalte.

    Entiendo! digo yo, y asiento con la cabeza.Nos sentamos de nuevo a la mesa.En fin, al diablo con ella! dice Sakerdn

    Mijilovich. Habr que tomarse las salchichas crudas.

    Me muero de hambre digo.Srvase dice Sakerdn Mijilovich, acercndo-

    me las salchichas.La ltima vez que com fue ayer con usted, en

    aquella tasca, desde entonces no he probado bocado digo.

    Vaya, vaya... dice Sakerdn Mijilovich.Me he pasado todo el tiempo escribiendo digo.Caramba, qu cosas! exclama Sakerdn

    Mijilovich en un tono exagerado. Es estupendo tener a un genio delante.

    Seguro! le digo.Y ha avanzado usted mucho? me pregunta.S contesto. He llenado una montaa de

    cuartillas.Por el genio de nuestro tiempo dice Sakerdn

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    Mijilovich, alzando su copa.Bebemos. Sakerdn Mijilovich come carne gui-

    sada, yo salchichas. Despus de comerme cuatro, enciendo la pipa y digo:

    Sabe? En realidad he venido a verlo para librar-me de una persecucin.

    Y quin lo persegua? me pregunta Sakerdn Mijilovich.

    Una mujer le digo.En vista de que Sakerdn Mijilovich no me hace

    ms preguntas y se limita a servirse en silencio una copa de vodka, prosigo:

    La he conocido en la panadera y me he enamo-rado a primera vista.

    Es guapa? me pregunta.S le digo, es justo mi tipo.Bebemos, y yo sigo contando:Haba accedido a acompaarme a casa a tomar

    una copa de vodka. Hemos entrado en una tienda, pero en esas he tenido que largarme de la tienda sin que ella se diera cuenta.

    No llevaba suficiente dinero? pregunta Sakerdn Mijilovich.

    No, dinero s que llevaba le digo, pero me he acordado de que no puedo dejarla entrar en mi piso.

    No me diga que haba otra mujer en su habitacin...

    Pues s, digamos que hay otra mujer en mi habi-tacin le digo con una sonrisa. Y no puedo dejar que entre nadie.

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    Debera casarse. Puede invitarme al banquete dice Sakerdn Mijilovich.

    No le digo, echndome a rer. Con esa mujer no me voy a casar.

    Pues csese entonces con la otra, con la de la panadera.

    Pero a qu viene tanto empeo en casarme?Entonces, qu? dice Sakerdn Mijilovich,

    llenando las copas. Por sus conquistas!Bebemos. Se nota que el vodka empieza a hacer

    efecto. Sakerdn Mijilovich se quita el gorro de piel con orejeras y lo arroja sobre la cama. Yo me levanto y empiezo a pasear por la habitacin. Siento que la cabeza me da vueltas.

    Qu impresin le producen los muertos? le pregunto a Sakerdn Mijilovich.

    De lo ms negativa me dice. Me dan miedo.Yo tampoco soporto a los muertos le digo.

    Que me pongan un muerto delante y, salvo que se tra-te de un pariente, no se libra de una buena patada.

    No se debe atizar a los cadveres dice Sakerdn Mijilovich.

    Pues yo le soltara un patadn en todo el morro... No soporto a los muertos ni a los nios.

    S, la verdad, los nios son una lata me conce-de Sakerdn Mijilovich.

    Pero, para usted, quines son peores: los muer-tos o los nios? le pregunto.

    Los nios, quiz; uno se los cruza ms a menudo. Losmuertos,alfinyalcabo,noincordiantantodice

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    Sakerdn Mijilovich.Claro que incordian! salto, pero me callo de

    inmediato.Sakerdn Mijilovich se me queda mirando.Le apetece ms vodka? me pregunta.No le contesto; pronto recobro el aplomo y

    aado: No, gracias, ya no quiero ms.Vuelvo a sentarme a la mesa. Durante un rato nin-

    guno dice nada.Quisiera preguntarle una cosa digofinalmen-

    te. Cree usted en Dios?A Sakerdn Mijilovich se le forma una arruga

    transversal en la frente antes de contestarme:Hay cosas que son de mal gusto. Es de mal gus-

    to pedirle a alguien que te preste cincuenta rublos cuando acabas de ver cmo se mete doscientos en el bolsillo. Es cosa suya darte el dinero o no drtelo, y la manera ms educada y amable de no drtelo es men-tirte diciendo que no lleva dinero encima. Pero si has visto que tiene el dinero lo privas de la posibilidad de negarte el prstamo de una forma sencilla y amable; lo privas del derecho a elegir, y eso est muy feo. Es algo de mal gusto y carente de tacto, y preguntarle a una persona si cree en Dios tambin es de mal gusto y carente de tacto.

    Bueno le digo, pero no entiendo qu tiene que ver una cosa con otra.

    Tampoco las estoy comparando dice Sakerdn Mijilovich.

    Vale, de acuerdo digo, dejmoslo. Y perdn

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    por haber sacado un tema de mal gusto y carente de tacto.

    Por favor dice Sakerdn Mijilovich. Sim-plemente, me niego a contestarle.

    Yo tampoco lo hara le digo, aunque por un motivo diferente.

    Y qu motivo es ese? me pregunta con desgana.

    Ver le digo, desde mi punto de vista, no hay creyentes y no creyentes, sino gente que desea creer y gente que desea no creer.

    Entonces, los que desean no creer es porque ya creen en algo dice Sakerdn Mijilovich, y los que desean creer, en realidad, no creen en nada?

    Algo as, quiz digo. No lo s.Y en qu creen o no creen? En Dios? pre-

    gunta Sakerdn Mijilovich.No digo yo. En la inmortalidad.Entonces, por qu me ha preguntado si creo yo

    en Dios?Pues sencillamente porque preguntarle a alguien

    si cree en la inmortalidad suena bastante estpido le digo a Sakerdn Mijilovich, y me levanto.

    Se va usted? me pregunta.S digo. Ya es hora de irse.Y qu pasa con el vodka? dice Sakerdn

    Mijilovich. Queda para un par de copas.Venga, vamos a acabarlo le digo.Apuramos el vodka y nos terminamos los restos de

    la carne guisada.

  • Daniil Jarms

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    Y ahora me tengo que ir digo.Hasta la vista se despide Sakerdn Mijilovich,

    mientras me acompaa hasta la puerta, pasando por la cocina. Gracias por la invitacin.

    Gracias a usted le digo. Hasta la vista.Y me marcho.Una vez a solas, Sakerdn Mijilovich recoge la

    mesa, mete la botella vaca de vodka en el armario, vuelve a ponerse el gorro de piel con orejeras y se sien-ta en el suelo junto a la ventana. Sakerdn Mijilovich se coloca las manos a la espalda de manera que no se le ven. Y entre los pliegues de la bata remangada le asoman las desnudas canillas, enfundadas en unas botas rusas con las caas recortadas.

    Camino por la avenida Nevski, enfrascado en mis pensamientos. No tengo ms remedio que ir a ver al administrador y contrselo todo. Y, una vez que solucione lo de la vieja, me pasar los das junto a la panadera, hasta que vuelva a ver a la encantadora joven. Adems, le debo cuarenta y ocho kpeks por el pan: es un pretexto perfecto para ir en su busca. El vodka que he tomado sigue hacindome efecto y todo parece cobrar un aspecto muy agradable y sencillo.

    A orillas del Fontanka me paro en un puesto calle-jero y, con la calderilla que me queda, me bebo de un trago una enorme jarra de kvas3. El kvas es de mala calidad y est agrio, y sigo mi camino con muy mal sabor de boca.

    3 Bebida rusa de muy baja graduacin, obtenida de la fermentacin de pan de centeno y frutas.

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    En la esquina con la calle Litinaia, un borrachn tambaleante me pega un empujn; menos mal que no llevo un revlver que si no, lo mato all mismo.

    Seguro que hago todo el camino de vuelta a casa con cara de pocos amigos. En cualquier caso, casi todas las personas con las que me cruzo se giran para mirarme.

    Medirijoalaoficinadeladministrador.Sentadaala mesa hay una fulana bajita, desaliada, chata, tuer-ta y albina que, mirndose en un espejo de mano, se est pintarrajeando los labios.

    Dnde est el administrador? le pregunto.La fulana no me contesta y sigue pintarrajendose.Que dnde est el administrador repito, en

    tono ms brusco.Viene maana, hoy no est replica la fulana

    desaliada, chata, tuerta y albina.Salgo a la calle. Por la acera de enfrente camina

    un invlido con una pierna ortopdica, golpeando ruidosamente el suelo con la pierna y el bastn. Seis mocosos siguen al invlido, imitando sus andares.

    Entro en el portal y empiezo a subir por la escale-ra. Me paro en el primer piso; acaba de venirme a la cabeza una idea repulsiva: como es natural, la vieja habr empezado a descomponerse. No he cerrado las ventanas, y dicen que con la corriente los cadveres se descomponen ms deprisa. Hace falta ser imbcil! Y ese maldito administrador no viene hasta maana! Me quedo parado, sin saber qu hacer, varios minutos, y al finalsigosubiendo.

  • Daniil Jarms

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    Vuelvo a pararme al llegar a la puerta de mi aparta-mento. No sera mejor ir a la panadera y esperar all a la encantadora joven? Podra suplicarle que me deje quedarme en su casa dos o tres noches. Pero enseguida caigo en la cuenta de que ella hoy ya ha comprado el pan, as que no va a volver por all. Y en cualquier caso no iba a conseguir nada con eso.

    Abrolapuertayentroalpasillo.Hayluzalfinaldelpasillo y veo a Maria Vaslievna sujetando una especie de trapo y frotndolo con otro trapo. Al verme, Maria Vaslievna me grita:

    Un zeor mayor ha preguntado por uzted!Qu seor? le digo.No z decirle responde Maria Vaslievna.Y cundo ha sido eso? pregunto.Tampoco lo z responde Maria Vaslievna.Pero habl usted con l? le pregunto a Maria

    Vaslievna.Z responde Maria Vaslievna.Entonces, cmo es que no sabe cundo ha sido?

    le digo.Hace unaz doz horaz dice Maria Vaslievna.Y cmo era ese seor mayor? pregunto.Tampoco z decirle dice Maria Vaslievna, y se

    mete en la cocina.Voy hasta la puerta de mi habitacin. Suponte me digo que la vieja ha desapareci-

    do. Entro en la habitacin y no est la vieja. Ay, Seor! Acaso no puede ocurrir un milagro?.

    Meto la llave en la cerradura y abro muy despa-

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    cio. Puede que sea una falsa impresin, pero siento un olor mareante a descomposicin que casi me tumba. Echo un vistazo por la puerta entreabierta y me quedo helado: la vieja se arrastra lentamente a cuatro patas y viene a mi encuentro.

    Cierro la puerta de golpe dando un alarido, echo la llave y me pego de un salto contra la pared.

    Maria Vaslievna sale al pasillo.Me ha llamado uzted? pregunta.Estoy tan alterado que no puedo decir palabra y

    me limito a negar con la cabeza. Maria Vaslievna se acerca un poco ms.

    Pero eztaba uzted hablando con alguien...Vuelvo a negar con la cabeza.Ezt uzted chalado dice Maria Vaslievna, y

    regresa a la cocina; de camino se vuelve varias veces a mirarme.

    No puedo quedarme aqu sin ms. No puedo que-darme aqu sin ms, me repito una y otra vez. Esta frase ha cobrado forma dentro de m. La pronuncio y la pronuncio hasta que soy plenamente consciente de susignificado.

    No, no puedo quedarme aqu sin ms, me digo, pero contino all sin ms, como paralizado. Ya haba ocurrido algo terrorfico, pero ahora me encuentrocon la posibilidad de tener que hacer algo an ms terrorfico que lo de antes. Mis pensamientos girancomo un torbellino y solo soy capaz de ver los mal-vados ojos de la vieja muerta, que se arrastra a cuatro patas lentamente y viene a por m.

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    Volver a la habitacin y partirle el crneo a la vieja! Eso es lo que tendra que hacer! Incluso, echo una ojeada al pasillo y veo con alivio que sigue all el mazo de croquet que, a saber por qu, lleva casi un ao apo-yado en un rincn. Se trata de coger el mazo, entrar en la habitacin y... pum!

    Todava no se me han pasado los temblores, tengo la espalda encorvada por el fro de mis entraas. Mis pensamientos saltan sin descanso, se enredan, regresan al punto de partida y all vuelven a ponerse en movi-miento, conquistan nuevos dominios, y yo escucho mis propios pensamientos como si estuviera al margen de ellos, como si no fuera yo quien los controla.

    Los muertos me explican mis propios pen-samientos son muy mala gente. Dicen que han fallecido, pero lo cierto es que no desfallecen. Hay que vigilarlos constantemente. Pregntale al vigilante de cualquier morgue. Para qu crees que estn all? Para una sola cosa: para vigilar que los muertos no se arrastren de ac para all. En este sentido, a veces se dan casos divertidos. Una vez, mientras el vigilante, siguiendo instrucciones de sus jefes, se estaba dando un bao, un difunto sali del depsito, se arrastr hasta la cmara de desinfeccin y devor una pila de ropa de cama. Los encargados sacudieron de lo lindo al difunto en cuestin, pero tuvieron que pagar de su propio bolsillo los desperfectos ocasionados en la ropa. Y otro difunto lleg arrastrndose hasta la maternidad y les dio tal susto a las parturientas que una de ellas sufri un parto prematuro, y el difunto se abalanz

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    sobre el feto y empez a devorarlo, masticando con ganas. Cuando una valiente enfermera golpe en la espalda al difunto con una banqueta, este la mordi en una pierna y la enfermera muri muy pronto, infecta-da por el veneno del cadver. S, los muertos son muy mala gente, y con ellos hay que estar alerta.

    Alto! les digo a mis pensamientos. No decs ms que tonteras. Los muertos no pueden moverse.

    Muy bien me dicen mis pensamientos. Entra entonces en la habitacin, que vas a ver uno de esos muertos que, como dices t, no pueden moverse.

    Una insospechada testarudez habla por m.Claro que voy a entrar! replico decidido a mis

    pensamientos.T prueba a ver! me dicen mis pensamientos.Su tono de burla acaba de enfurecerme. Agarro el

    mazo de croquet y me acerco a la puerta.Espera un momento! me gritan mis pen-

    samientos. Pero ya le he dado vuelta a la llave y he abierto la puerta.

    La vieja yace junto a la entrada, con la cara pegada al suelo.

    Mazo en ristre, me quedo a la espera. La vieja no se mueve.

    Se me pasan los temblores y empiezo a pensar con claridad y lgica. Recupero el control.

    Lo primero, cerrar la puerta! me ordeno a m mismo.

    Saco la llave de la cerradura y vuelvo a meterla, esta vez por dentro. Esto lo hago con la mano izquierda,

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    puesto que en la derecha llevo el mazo de croquet, y sin quitarle ojo en ningn momento a la vieja. Echo la llave y, pasando cuidadosamente por encima de la vieja, me planto en medio de la habitacin.

    Y ahora t y yo vamos a ajustar cuentas digo.Se me ha ocurrido un plan, uno al que suelen

    recurrir los asesinos en las novelas policacas y en las noticias de los peridicos; solo necesito meter a la vieja en una maleta, sacarla de la ciudad y arrojarla a un pantano. Conozco el sitio adecuado.

    Hay una maleta debajo del sof. La saco y la abro. Dentro guardo un poco de todo: algunos libros, un vie-josombrerodefieltro,ropainteriorhechatrapos...Lovuelco todo en el sof.

    En ese momento se oye un sonoro portazo en la entrada y me da la sensacin de que la vieja se estremece.

    Inmediatamente, agarro de un salto el mazo de croquet.

    La vieja sigue tirada e inmvil. Yo me quedo quieto, escuchando con mucha atencin. Es el maquinista, que acaba de llegar; puedo orlo moverse por su habita-cin. Y ahora lo oigo dirigirse por el pasillo a la cocina. Si Maria Vaslievna le pone al corriente de todas mis locuras, malo. Menudo lo! Mejor ser que me deje ver por la cocina y los tranquilice con mi presencia.

    Vuelvo a pasar por encima de la vieja, dejo el mazo junto a la puerta para tenerlo a mano cuando vuelva, sin necesidad siquiera de entrar en la habitacin, y salgo al pasillo. Llegan voces de la cocina, pero no se

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    entiende lo que dicen. Cierro la puerta y me acerco cautelosamente: quiero averiguar de qu estn hablan-do Maria Vaslievna y el maquinista. Recorro el pasillo muy deprisa y, al llegar junto a la cocina, aminoro el paso. El que habla es el maquinista; por lo visto, est contando algo que le ha pasado en el trabajo.

    Entro. El maquinista est hablando, con una toalla en la mano, mientras Maria Vaslievna escucha senta-da en un taburete. Al verme, el maquinista me saluda.

    Qu tal, qu tal, Matvi Filppovich le digo, y paso al cuarto de bao. Parece que todo est en calma. Maria Vaslievna est acostumbrada a mis rarezas y puede que ni se acuerde del ltimo episodio.

    De pronto me doy cuenta de que no he echado la llave. Y si la vieja sale arrastrndose de la habitacin?

    Estoy a punto de volver atrs corriendo, pero me contengo a tiempo y, para no alarmar a los inquilinos, atravieso la cocina con toda tranquilidad.

    Maria Vaslievna tamborilea con los dedos en la mesa de la cocina, mientras le dice al maquinista:

    Z, zeor. Claro que z! Yo tambin habra zilbado!

    Con el corazn en un puo, llego al pasillo e inme-diatamente echo a correr hasta mi habitacin. La vieja sigue tendida pacficamente, con la cara pegada alsuelo. El mazo de croquet est junto a la puerta, tal y como lo haba dejado. Vuelvo a cogerlo, entro y cierro lapuertaconllave.S,efectivamentehayuntufilloacadver en el cuarto. Paso por encima de la vieja, voy hasta la ventana y me siento en la butaca. Mientras

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    no enferme por culpa de este olor, todava dbil, pero aun as insoportable... Enciendo mi pipa. Siento unas ligeras nuseas y el estmago me duele un poco.

    Bueno, qu hago aqu sentado? Tengo que poner-me en marcha ya mismo, antes de que esta seora se pudra del todo. En cualquier caso, he de andarme con ojo al meterla en la maleta, no vaya a ser que apro-veche para darme un mordisco en la mano. Y morir infectado por un cadver... No, gracias!

    Eh! exclamo de repente. Me gustara saber con qu piensas morderme. Si tus dientes andan por ah tirados!

    Me agacho y miro en el rincn en el que, si no recuerdo mal, tendra que estar la dentadura postiza de la vieja. Pero ah no est.

    Ahora me pregunto si la vieja muerta no habr estado arrastrndose por el cuarto en busca de su den-tadura. Igual la ha encontrado y se la ha vuelto a meter en la boca.

    Cojo el mazo y hurgo con l en el rincn; nada, la dentadura no aparece. Luego saco de la cmoda una gruesa colcha de franela y me acerco a la vieja. Llevo el mazo preparado en la mano derecha y la colcha en la izquierda.

    Siento por esta vieja muerta una mezcla de miedo y aprensin. Le levanto la cabeza con el mazo: tiene la boca abierta y los ojos en blanco, y el moratn que le haba salido por culpa de mi patada se le est exten-diendo por toda la barbilla. Echo un vistazo dentro de su boca. No, no ha encontrado la dentadura. Le suelto

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    la cabeza y esta cae pesadamente al suelo.Extiendo la colcha de franela en el suelo y la acerco

    hasta la vieja. Luego, con el pie y el mazo de croquet hago rodar a la vieja hacia su izquierda, hasta que queda tendida sobre la colcha. Ahora tiene las rodillas flexionadasy lospuoscerradospegadosa loshom-bros: tumbada as, de espaldas, la vieja parece un gato, listo para defenderse del ataque de un guila. Deprisa, hay que sacar de aqu esta carroa!

    Envuelvo a la vieja con la gruesa colcha y la cojo en brazos. Resulta que pesa menos de lo que imaginaba. La meto en la maleta y trato de cerrarla. Me esperaba que fuese muy difcil, pero lo consigo con relativa faci-lidad. Aseguro los cierres de la maleta y me pongo de pie.

    Observo la maleta, que tiene un aspecto de lo ms decente, como si contuviera libros o ropa. La agarro por el asa y pruebo a levantarla. Pesa bastante, por supuesto, pero tampoco demasiado. Puedo llevarla perfectamente hasta el tranva.

    Miro la hora: las cinco y veinte. Estupendo. Me siento en la butaca para darme un respiro y fumarme una pipa.

    Evidentemente, las salchichas que me he comido tenan que estar un poco pasadas, porque cada vez me duele ms la tripa. O ser por haberlas comido cru-das? Aunque tambin es posible que el dolor de tripa se deba nicamente a los nervios.

    Sigo sentado fumando, y van pasando los minutos.El sol primaveral entra por la ventana y los rayos

  • Daniil Jarms

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    me hacen entornar los ojos. Luego se esconde tras la chimeneadel edificiode enfrente, y la sombrade lachimenea se desliza por el tejado, cruza la calle y me cubre la cara. Recuerdo que ayer, a esta misma hora, estaba sentado escribiendo mi relato. Aqu lo tengo; una hoja de papel cuadriculado y, en letra menuda, la siguiente frase: El milagrero era un hombre alto.

    Miro por la ventana. Un invlido con una pierna ortopdica pasa caminando, golpeando ruidosamente la acera con la pierna y el bastn. Dos obreros y una anciana se retuercen de risa observando los ridculos andares del invlido.

    Me levanto. Ya es hora! Hora de ponerse en mar-cha! Hora de arrojar a la vieja al pantano! Pero antes tengo que pedirle dinero prestado al maquinista.

    Salgo al pasillo y me acerco a su puerta.Matvi Filppovich, est usted en casa?

    pregunto.S, aqu estoy me contesta el maquinista.Perdone que le moleste, no tendr usted, por

    un casual, dinero de sobra? Cobro pasado maana. Podra usted dejarme treinta rublos?

    Bueno me dice, y oigo ruido de llaves, como si estuviera abriendo una caja o algo parecido. Despus abre la puerta y me alcanza un billete de treinta rublos, rojo y nuevecito.

    Muchsimas gracias, Matvi Filppovich le digo.

    No hay de qu, no hay de qu me contesta el maquinista.

  • Me llaman Capuchino

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    Me meto el dinero en el bolsillo y vuelvo a mi cuar-to. La maleta sigue tranquilamente en el mismo sitio.

    Y ahora, en marcha, no hay ms que hablar, me digo.

    Cojo la maleta y salgo del cuarto.Maria Vaslievna me ve con la maleta y me grita:Adnde va?Voy a ver a mi ta le digo.Y cundo eztar de vuelta? me pregunta

    Maria Vaslievna.Muy pronto le digo. Solo voy a llevarle algo

    de ropa. Puede que vuelva hoy mismo.Salgo a la calle. Consigo llegar al tranva sin ningn

    problema, llevando la maleta lo mismo en la mano derecha que en la izquierda.

    Me quedo en la plataforma delantera del vagn de cola del tranva y le hago seas a la revisora para que venga a cobrarme: no quiero que mi nico billete de treinta rublos pase de mano en mano por todo el vagn y tampoco me atrevo a dejar la maleta para acercarme yo a pagar. La revisora viene hasta m y me comunica que no tiene cambio. Me veo obligado a bajarme en la primera parada.

    Espero fumando a que llegue el siguiente tranva. Tengo retortijones y las piernas me tiemblan un poco.

    Y en esas, de pronto, veo a mi encantadora joven: est cruzando la calle, pero no mira en mi direccin.

    Agarro la maleta y corro tras ella. No s cmo se llama, as que no puedo llamarla por su nombre. La maleta es un estorbo considerable: la llevo cogida con

  • Daniil Jarms

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    las dos manos y la empujo con las rodillas y la tripa. La encantadora joven camina bastante deprisa y tengo la impresin de que no voy a poder darle alcance. El sudor me cae a chorros y estoy exhausto. La encanta-dora joven se mete por una bocacalle. Cuando llego a la esquina, ya no se la ve por ninguna parte.

    Maldita vieja! digo entre dientes, y dejo caer la maleta.

    Tengo las mangas de la chaqueta empapadas en sudor y se me pegan a los brazos. Me siento sobre la maleta, saco un pauelo y me enjugo con l el cuello y lacara.Dosmocososseparanami ladoysefijanen m. Adopto una expresin tranquila y me pongo a mirar con inters un portal cercano, como si estuviese esperando a alguien. Los mocosos cuchichean y me sealan con el dedo. Estoy tan furioso que no puedo respirar. Ah, ojal pillasen el ttanos!

    Asque,porculpadeesosodiososgolfillos,notengoms remedio que levantarme, coger otra vez la male-ta, llevarla hasta el portal y echar un vistazo dentro. Simulo un gesto de contrariedad, consulto el reloj y me encojo de hombros. Los mocosos me miran desde lejos. Vuelvo a encogerme de hombros y a asomarme al portal.

    Qu raro comento en voz alta; cojo la maleta y la arrastro hasta la parada del tranva.

    Llego a la estacin de tren a las siete menos cinco. Saco un billete de ida y vuelta para Lisi Nos y me subo al tren.

    En el vagn, aparte de m, hay otros dos pasajeros.

  • Me llaman Capuchino

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    Uno es un obrero de aspecto cansado: va dormitando, con la gorra echada sobre los ojos. El otro, un mucha-cho muy joven, viste como un petimetre pueblerino: lleva una camisa rosa bajo la chaqueta y por debajo de la gorra le asoma un tup ondulado. Va fumando un cigarrillo embutido en una boquilla brillante de pls-tico verde.

    Coloco la maleta entre dos bancos y me siento. Me dan tales retortijones que tengo que apretar los puos para no aullar de dolor.

    En el andn, dos policas se llevan arrestado a un ciudadano. El hombre va con las manos a la espalda y la cabeza gacha.

    Arranca el tren. Miro la hora: las siete y diez.Ay, pero qu ganas tengo de arrojar a la vieja al

    lago! Es una lstima que no me haya trado un bastn, por si hace falta empujarla para que se hunda bien.

    El petimetre de la camisa rosa no deja de mirarme descaradamente. Yo le doy la espalda y miro por la ventanilla.

    Los calambres que siento en la tripa son cada vez ms espantosos; me veo obligado a apretar los dientes y los puos, a tensar las piernas.

    Dejamos atrs las estaciones de Lanskaia y Nvaia Derevnia. A lo lejos refulge la cpula dorada de una pagoda budista, y un poco ms adelante se adivina el mar.

    Pero yo ya no puedo ms, me pongo en pie de un salto y, olvidndome de todo, corro hasta el servicio a pasitos cortos. Una ola de locura zarandea y agita mi

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    conciencia...El tren reduce la velocidad. Estamos llegando a

    Lajta. Yo estoy aqu sentado y tengo miedo de mover-me, no vaya a ser que me obliguen a salir del servicio mientras estamos detenidos en la estacin.

    A ver si arranca pronto! A ver si arranca pronto!.El tren arranca y yo cierro los ojos, sumido en xta-

    sis. Oh, estos momentos son tan dulces como los del amor! Todas mis fuerzas estn en tensin, aunque s que enseguida sobrevendr otro horrible colapso.

    El tren vuelve a pararse. lguino. La misma tortu-ra otra vez!

    Pero esta vez se trata de una falsa alarma. Un sudor helado me baa la frente y un ligero fro me envuelve elcorazn.Alfinmelevantoymequedounratodepie con la cabeza apoyada en la pared. El tren reanu-da la marcha y el traqueteo del vagn me resulta muy agradable.

    Saco fuerzas de flaqueza y salgo tambaleante delexcusado.

    No hay nadie en el vagn. El obrero y el petime-tre de la camisa rosa se habrn apeado en Lajta o en lguino. Vuelvo sin prisa a mi asiento.

    Pero de repente me paro y me quedo mirando alelado: la maleta no est donde la haba dejado. Me habr confundido de ventanilla. Me acerco de un salto a la siguiente ventanilla. No est la maleta. Me muevo hacia atrs y hacia delante, recorro todo el vagn, por los dos lados, miro debajo de los asientos, pero la male-ta no aparece por ningn sitio.

  • Me llaman Capuchino

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    Cmo puedo dudarlo? Naturalmente, mientras estaba en el servicio me han robado la maleta. Si era algo de lo ms previsible!

    Me siento con la mirada desencajada y, no s por qu, me acuerdo de los chasquidos de la cacerola esmaltada en casa de Sakerdn Mijilovich.

    Cul es el resultado?, me digo. Y ahora quin va a creerse que yo no he matado a la vieja? Me coge-rn hoy mismo, aqu o en la estacin, de vuelta a la ciudad, como a ese hombre que iba con la cabeza gacha.

    Salgo a la plataforma del vagn. El tren se aproxima a Lisi Nos. Los postes blancos que sealizan la entrada van quedando atrs. El tren se est deteniendo. Los escalones de mi vagn no llegan hasta el suelo. Me apeo de un salto y me acerco a la sala de espera. Falta todava media hora para que pase un tren de vuelta a la ciudad.

    Me encamino a un bosquecillo. Hay unos enebros; nadie me va a ver si me meto detrs. Hacia all me dirijo.

    Una oruga gorda y verde repta por el suelo. Me pongo de rodillas y la toco con el dedo. Con fuerza y con nervio, se retuerce varias veces hacia un lado y hacia otro.

    Miro alrededor. Nadie puede verme. Un leve esca-lofro me recorre el espinazo. Agacho la cabeza y digo en voz queda:

    En el nombre del Padre, del Hijo y del Espritu Santo, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amn.

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    ***

    En esta coyuntura concluyo mi manuscrito provisio-nalmente, aunque considero que tal y como est ya se ha alargado ms de la cuenta.

    Finales de mayo y primera mitad de junio de 1939

  • OTROS ESCRITOS

    A continuacin se presenta una serie de relatos sueltos que no fueron recopila-dos por el autor y que hemos ordenado cronolgicamente, ya que Jarms fechaba la mayora de sus textos. En aquellos casos en los que no figuraba una fecha concreta hemos indicado entrecomillada una aproximacin al periodo en el que pudieron ser escritos. La seleccin de los relatos abarca desde el comienzo de los aos 30 hasta 1941, ao en el que Jarms fue definitivamente encarcelado.

  • Me llaman Capuchino

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    CINCO NARRACIONES INACABADAS

    Querido Ykov Seminovich4:

    1. Un hombre tom carrerilla y se golpe la cabeza contra una fragua con tanta fuerza que el herrero dej a un lado el mazo que tena en las manos, se quit el mandil de cuero y, tras alisarse el pelo, sali a la calle para ver qu haba pasado. 2. Entonces el herrero vio al hombre sentado en el suelo. El hombre estaba sen-tado en el suelo y se sujetaba la cabeza. 3. Qu ha pasado?, pregunt el herrero. Ay!, dijo el hombre. 4. El herrero se acerc al hombre. 5. Interrumpimos la narracin sobre el herrero y el hombre desconocido y empezamos un nuevo relato sobre los cuatro amigos del harn. 6. Haba una vez cuatro partidarios del harn. Consideraban que era un placer tener ocho mujeres a la vez. Se reunan por las tardes y debatan sobre la vida en el harn. Beban vino; se cogan unas curdas tremendas; acababan debajo de la mesa; echaban la papilla. Era muy desagradable mirarlos. Se mordan en la pierna unos a otros. Se llamaban de todo. Se

    4 Probablemente se trata de Ykov Seminovich Druskin (1902-1980), filsofo y escritor amigo de Daniil Jarms. Ykov S. Druskin desempe un papel fundamental en la conservacin de los escritos de Jarms tras la muerte de este.

  • Daniil Jarms

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    arrastraban por el suelo. 7. Interrumpimos este relato y empezamos un nuevo relato sobre la cerveza. 8. Haba unbarrildecerveza,yasuladomeditabaunfilsofo:Este barril est lleno de cerveza. La cerveza fermen-ta y se fortalece. Y mi mente fermenta y se eleva por las cumbres estelares mientras mi espritu se fortalece. Lacervezaesunabebidaquefluyeenelespacio;yo,encambio,soyunabebidaquefluyeeneltiempo.9.Cuando la cerveza est encerrada en un barril, ya no tieneadndefluir.Sieltiemposedetiene,tambinyome detendr. 10. Pero si el tiempo no se detiene, mi fluirserinmutable.11.No,msvaldrquefluyatam-bin libre la cerveza, pues es contrario a las leyes de la naturaleza que permanezca inmvil. Y con estas palabraselfilsofoabrilaespitadelbarrilylacerve-za se verti en el suelo. 12. Ya hemos hablado bastante de la cerveza; ahora vamos a contar algo de un tam-bor.13.Unfilsofotocabaeltamborygritaba:Estoyhaciendoruidofilosfico!Nadienecesitaesteruido,dehecho resulta bastante molesto. Pero si molesta a tanta gente, eso quiere decir que no es de este mundo. Y si no es de este mundo, tendr que ser de otro mundo. Y si es de otro mundo, yo pienso seguir hacindolo. 14.Elfilsofoestuvohaciendoruidomuchorato.Perovamos a dejar esta historia tan ruidosa y vamos a pasar a la siguiente, una muy tranquila sobre los rboles. 15. Unfilsofopaseabaentrelosrbolesensilencio,por-que le faltaba inspiracin.

    1931

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    CARTA A K. V. PUGACHOVA5

    Lunes, 16 de octubre de 1933San Petersburgo

    Rompiendo y creando aumenta el talento.Es la dicha seal de estancamiento!

    Querida Klavdia Vaslievna:

    Es usted una persona admirable, una persona de las de verdad! Por mucho que me duela no verla, ya no volver a llamarla al TIUZ ni hablar con usted en mi ciudad. Qu agradable es saber que hay personas en las que bulle el deseo! No s cul es la palabra adecua-da para designar esa fuerza suya que tanto me alegra. Yo suelo llamarla pureza.

    He estado pensando en lo bello que es todo al comienzo! Qu bella es la realidad primaria! Es bello el sol y la hierba y la piedra y el agua y el ave y el esca-rabajo y la mosca y el hombre. Pero igual de bellos son la copa y la navaja y la llave y el peine. Sin embargo, si me quedara ciego, sordo y perdiera todas mis facul-

    5 Klavdia Vaslievna Pugachova, actriz del TIUZ (Teatr ynogo zrtelia [Teatro del espectador joven]) de Leningrado; en 1933 Klavdia Pugachova se traslad a Mosc.

  • Daniil Jarms

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    tades, cmo podra conocer toda esa belleza? Todo habra desaparecido y nada existira para m. Pero de pronto recibo el sentido del tacto, y de golpe casi todo el mundo reaparece. Adquiero el sentido del odo, y el mundo mejora notablemente. Adquiero los restantes sentidos, y el mundo se vuelve ms grande y mejor. El mundo ha empezado a existir desde el momento mismo en que he permitido que entre en m. Da igual que sea un caos, lo importante es que existe!

    No obstante, he empezado a poner orden en el mundo. Y as ha surgido el Arte. Solo en ese instante he comprendido la verdadera diferencia entre el sol y el peine, y al mismo tiempo me he dado cuenta de que ambos son la misma cosa.

    Ahora mi preocupacin consiste en crear el orden correcto. Estoy entusiasmado con la idea y no pienso en otra cosa. Hablo de eso, intento contarlo, descri-birlo,dibujarlo,bailarlo,edificarlo.Soyelcreadordeun mundo, y eso es lo ms importante que hay en m. Cmo no voy a estar pensando continuamente en eso! En todo lo que hago me acompaa la conciencia de ser el creador de un mundo. Y no estoy fabricando una simple bota, sino que estoy creando algo nuevo. No me importa si la bota resulta confortable, resistente y boni-ta. Me importa que exista en ella el mismo orden que ha de haber en el conjunto del mundo: que el orden del mundo no sufra menoscabo, que no se ensucie al contacto con la piel y los clavos, que, sea cual sea la forma de la bota, conserve aquel su forma, siga siendo lo mismo que era antes, que se mantenga puro.

  • Me llaman Capuchino

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    Es la misma pureza que permea todas las artes. Cuando escribo unos versos, lo ms importante para m no es la idea, no es el contenido ni la forma, ni ese nebuloso concepto de la calidad, sino algo an ms nebuloso e incomprensible para una mente racionalis-ta, pero comprensible para m y, as lo espero, tambin para usted, mi querida Klavdia Vaslievna: la pureza del orden.

    Esa pureza es idntica en el sol, en la hierba, en el hombre y en los versos. El arte verdadero est a la altu-ra de la realidad primaria: crea un mundo y constituye suprimerreflejo.Esnecesariamentereal.

    Dios mo, hay que ver qu trivialidades constituyen el verdadero arte! La Divina Comedia es algo grandioso, pero los versos: A travs de la bruma ondulante se abre paso la luna6 no son menos grandiosos. Pues ambas obras contienen la misma pureza y, en conse-cuencia, idntica proximidad a la realidad, es decir, a una existencia independiente. Ya no se trata de meras palabras e ideas, impresas en un papel: se trata de una cosa tan real como el tintero de cristal que veo en la mesa, delante de m. Se dira que es posible arrancar del papel esos versos, convertidos en un objeto, y lan-zarlos contra la ventana, y hacer que la ventana se rompa. Eso es lo que pueden lograr las palabras!

    Pero, por otra parte, qu indefensas, qu lamen-tables pueden ser esas mismas palabras! Yo nunca leolosperidicos.Constituyenunmundoficticio,noun mundo creado. No encontramos en ellos ms que

    6 Primeros versos del poema Camino de invierno (1826) de Aleksandr Pushkin.

  • Daniil Jarms

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    unostristesygastadoscaracterestipogrficossobreunpapel basto y spero.

    Necesitan algo las personas, aparte de la vida y el arte? Yo creo que no: no hace falta nada ms, ah se encierra todo lo autntico.

    Yo creo que la pureza puede encontrarse en todas partes, incluso en la forma que alguien tiene de tomar la sopa. Ha hecho usted lo correcto al trasladarse a Mosc. Anda usted por la calle e interpreta un papel en un teatro hambriento. Hay en ello ms pureza que en vivir aqu, en una habitacin confortable, trabajan-do en el TIUZ.

    Siempre he desconfiado de todo lo dichoso.Hoyha venido a verme Zabolotski7. Hace mucho que le apasiona la arquitectura, y resulta que ha escrito un poema en el que expresa muchas ideas admirables sobre la arquitectura y la vida del hombre. S que va a entusiasmar a mucha gente. Pero tambin s que es un mal poema. Solo algunas de sus partes son bellas, casi por casualidad. Hay que considerar dos categoras.

    La primera categora es sencilla y comprensible. En ella queda muy claro lo que hay que hacer. Se com-prende a qu hay que aspirar, qu se debe conseguir y cmo se puede llevar a cabo. Se ve claramente el camino. Es algo sobre lo que es posible razonar, y algn da un crtico literario escribir un tomo entero sobre esta cuestin, y un comentarista seis tomos dilu-cidandosusignificado.Aesterespecto,todofunciona

    7 Nikoli Aleksievich Zabolotski (1903-1958), poeta y traductor, fue uno de los fundadores del OBERIU.

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    perfectamente.De la segunda categora nadie dice ni palabra, a

    pesar de que es precisamente esta categora la que hace valiosa toda la arquitectura y el pensamiento relativo a la vida humana. Es incomprensible, inconcebible y, al mismo tiempo, es tan hermosa esta segunda catego-ra! Mas no es posible alcanzarla, sera absurdo incluso aspirar a ella, no hay caminos que lleven hasta ella.

    Es justamente esta segunda categora la que obliga a un hombre a abandonarlo todo de repente y dedicarse a las matemticas, y despus, dejando las matemticas, sentir un entusiasmo repentino por la msica rabe, y luego casarse, y luego, tras degollar a la mujer y al hijo, tumbarsebocaabajoyadmirarunaflor.

    Se trata de la misma categora infeliz que hace al genio. (Por cierto, esto no lo he dicho a propsito de Zabolotski: no ha matado a su mujer y ni siquiera es aficionadoalasmatemticas).

    Querida Klavdia Vaslievna, para nada me burlo de que frecuente usted el jardn zoolgico. Hubo una poca en que yo iba a diario al zoolgico de esta ciu-dad. All me hice amigo de un lobo y de un pelcano. Si quiere, alguna vez le contar lo bien que pasbamos el tiempo.

    Si lo desea, tambin le puedo contar cmo en cierta ocasin estuve todo un verano viviendo en el centro zoolgico de Lajta, en el palacio del conde Stenbock-Fermor, alimentndome de gusanos vivos y de harina Nestl, en compaa de un zologo medio luntico, de araas, serpientes y hormigas.

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    Me alegra mucho que frecuente usted precisamente el jardn zoolgico. Y si va all no solo a pasear, sino tambin a observar los animales, entonces mi cario por usted ser an mayor.

    Daniil Jarms

  • Me llaman Capuchino

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    ALGUNAS PALABRAS SOBRE A. I. VVEDENSKI8

    Dir ahora algunas palabras sobre Aleksandr Ivnovich.Es un bocazas y un tahr. Pero, a pesar de todo, yo

    lo aprecio porque me obedece.Se pasa los das y las noches montando guardia a

    mi lado, pendiente de cualquier insinuacin ma de una orden. Basta una insinuacin para que Aleksandr Ivnovich vuele como el viento a cumplir mi voluntad. A cambio, le compr unos zapatos y le dije: Venga, pntelos!. Y l siempre los lleva puestos.

    Cada vez que Aleksandr Ivnovich aparece por el Gosizdat9, todo el mundo se re y comenta que Aleksandr Ivnovich ha ido all a reclamar su dinero.

    Konstantn Igntievich Drovatski se esconde debajo de la mesa. Esto lo digo en sentido alegrico.

    A Aleksandr Ivnovich le encantan los macarrones. Siempre los toma con pan rallado, se come casi un kilo entero, o puede incluso que bastante ms.

    8 Aleksandr Ivnovich Vvedenski (1904-1941), escritor ruso, creador en 1927, junto con el propio Daniil Jarms y otros autores, del grupo literario vanguardista OBERIU.9 Gosizdat (Gosudrstvennoie izdtelstvo): Editorial Estatal, creada en 1919; adems de editar sus propias publicaciones, asumi la coordinacin y control de la actividad editorial en la Rusia sovitica hasta 1930.

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    Despus de comerse sus macarrones, Aleksandr Ivnovich dice que le entran ganas de vomitar y se echa en el sof. A veces los macarrones vuelven por donde haban venido.

    Aleksandr Ivnovich no come carne y no le gustan las mujeres. Aunque a veces s que le gustan. Se dira incluso que con mucha frecuencia.

    Aunque las mujeres que le gustan a Aleksandr Ivnovich son, a mi entender, muy feas todas, de modo que podemos considerar que ni siquiera son mujeres.

    Si yo digo algo, lo digo con toda la razn del mun-do. No le aconsejo a nadie que discuta conmigo: va a quedar como un idiota de todas todas, porque yo siem-pre llevo la voz cantante.

    No sois vosotros quines para mediros conmigo. Otros ya lo han intentado. He acabado con todos! No importa que parezca que no s hablar: una vez que me pongo, ya no hay quien me pare.

    El otro da fui a ver a los Lipavski10 y se lio una buena. Volv loco a todo el mundo. Me pas despus por casa de los Zabolotski y tambin all los mare a todos. A continuacin fui a ver a los Shvarts11, y lo mis-mo. Despus volv a casa y todava me tir hablando la mitad de la noche!

    1933-1934

    10 Leonid Savlievich Lipavski (1904-1941), escritor y filsofo ruso, vinculado al OBERIU. El domicilio en Leningrado de Leonid Lipavski y su mujer, Tamara Aleksndrovna Lipvskaia, fue uno de los lugares de encuentro habituales de este grupo literario.11 Yevgueni Lvvich Shvarts (o Schwarz; 1896-1958), dramaturgo y guionista ruso; tambin estuvo en contacto con el OBERIU.

  • Me llaman Capuchino

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    DE FENMENOS Y EXISTENCIAS N 1

    El artista Miguel ngel est sentado en un montn de ladrillos y, sujetndose la cabeza con las manos, se pone a pensar. En ese momento pasa por all un gallo y mira al artista Miguel ngel con sus redondos ojos dorados. Lo mira sin pestaear. Entonces el artista Miguel ngel levanta la cabeza y ve al gallo. El gallo no aparta la mirada, no pestaea y no mueve la cola. El artista Miguel ngel baja la vista y se da cuenta de que tiene algo en los ojos que le molesta. El artista Miguel ngel se frota los ojos con las manos. Pero el gallo ya no est all, ya no est, sino que se marcha, se marcha y se pierde por detrs del granero, por detrs del granero en direccin al corral, en direccin al corral con sus gallinas.

    Y el artista Miguel ngel se levanta del montn de ladrillos, se sacude el polvo rojo de ladrillo de los pantalones, arroja por ah la correa y se va a ver a su mujer.

    Pero el artista Miguel ngel tiene una mujer larga, muy larga, tan larga como dos habitaciones.

    De camino el artista Miguel ngel se encuentra con Komarov, lo agarra de un brazo y le grita:

    Fjate!

  • Daniil Jarms

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    Komarov mira y ve una esfera.Qu es eso? susurra Komarov.Una voz retumba en el cielo:Es una esfera.Qu clase de esfera? susurra Komarov.Y la voz atronadora del cielo:Una esfera pulimentada.Komarov y el artista Miguel ngel se sientan en la

    hierba y se quedan all como unas setas. Se cogen de la mano y se dedican a mirar al cielo. Y en el cielo se dibuja la forma de una cuchara gigantesca. Qu sig-nificaeso?Nadielosabe.Lagentecorreaencerrarseen sus casas. Cierran con pestillo puertas y ventanas. Pero de verdad les sirve de algo? Qu va! Eso no sirve de nada.

    Recuerdo que en 1884 apareci en el cielo un cometa corriente, del tamao de un barco de vapor. Fue algo terrible. Y ahora una cuchara! El cometa no era nada en comparacin con este fenmeno!

    Cerrar las puertas y las ventanas!De verdad puede servir de algo? Contra un fen-

    meno celestial, de nada sirve protegerse con unas tablas.

    En nuestra casa vive Nikoli Ivnovich Stupin. Tiene la teora de que todo es humo. Yo no creo que todo sea humo. Puede que ni siquiera exista el humo. Puede que no exista nada. Solo hay una categora. Aunque tambin puede ser que no haya ninguna cate-gora. Cualquiera sabe.

    Dicen que un eminente artista estaba mirando a un

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    gallo. Lo mir y lo mir, y lleg a la conclusin de que el gallo no exista.

    El artista se lo cont a un amigo suyo, y el amigo se parta de risa. Cmo no va a existir, deca, si est ah mismo, y yo lo estoy viendo claramente, deca.

    Y el gran artista baj entonces la cabeza y, tal como estaba, se sent en un montn de ladrillos.

    Eso es todo.

    Daniil Dandan,18 de septiembre de 1934

  • Me llaman Capuchino

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    DE FENMENOS Y EXISTENCIAS N 2

    He ah una botella de vodka, la tpica bebida alcohli-ca. Y a su lado pueden ustedes ver a Nikoli Ivnovich Srpujov.

    De la botella emanan vapores alcohlicos. Fjense en cmo los inhala por la nariz Nikoli Ivnovich Srpujov. Observen cmo se relame los labios y cmo frunce los ojos. Se nota que disfruta de lo lindo, ms que nada por ser una bebida alcohlica.

    Pero fjense en que detrs de Nikoli Ivnovich no hay nada. No se trata de que no haya all un armario o una cmoda o cualquier objeto semejante, sino que no hay nada en absoluto, ni siquiera hay aire. Pueden crerselo o no, pero detrs de Nikoli Ivnovich no hay ni tan siquiera espacio libre de aire o, como algunos prefieren llamarlo, ter universal.Hablandoclaramente, no hay nada de nada.

    Naturalmente, eso es algo inconcebible.Pero eso nos trae al fresco, lo nico que nos interesa

    es la bebida alcohlica y Nikoli Ivnovich Srpujov.Vemos ahora cmo Nikoli Ivnovich coge la

    botella con la bebida y se la acerca a la nariz. Nikoli Ivnovich aspira y mueve la boca como un conejo.

    Ha llegado el momento de decir que, no solo detrs

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    de Nikoli Ivnovich, sino tambin delante de l y, en general, alrededor de l, no hay nada. Una completa ausencia de cualquier clase de existencia, o, como dijo en su momento algn gracioso: la ausencia de cual-quier presencia.

    No obstante, vamos a interesarnos nicamente por la bebida alcohlica y por Nikoli Ivnovich.

    Imagnense, Nikoli Ivnovich echa un vistazo al interior de la botella con la bebida, despus se la lleva hasta los labios, empina del todo la botella y echa un buen trago; imagnense, no deja ni gota.

    Qu to! Nikoli Ivnovich se ha bebido toda la botella y no para de pestaear. Qu to! Hay que ver!

    Pero ahora deberamos aadir lo siguiente: hablan-do con propiedad, no solo detrs de Nikoli Ivnovich, no solo delante de l y alrededor de l, sino que tampo-co dentro de Nikoli Ivnovich haba nada, no exista nada.

    Bien es verdad que la situacin podra ser tal y como acabamos de describirla y, a pesar de eso, el propio Nikoli Ivnovich podra existir perfectamente. Eso es as, desde luego. Pero, hablando claramente, el quid de la cuestin est en que Nikoli Ivnovich ni exista ni existe. Ah est el quid de la cuestin.

    Ustedes se preguntarn: y qu hay de la botella de alcohol? Ms concretamente: adnde ha ido a parar la bebida si se la ha tomado toda el inexistente Nikoli Ivnovich? Digamos que la botella sigue ah. Pero dnde est la bebida? Hace un momento estaba ah, y ahora, de pronto, ha desaparecido. Pero si Nikoli

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    Ivnovich no existe!, dirn ustedes. Entonces, cmo es posible?

    Llegados a este punto, nosotros mismos nos perde-mos en conjeturas.

    En todo caso, de qu estamos hablando? Porque ya hemos dicho que tanto por dentro como por fuera de Nikoli Ivnovich no existe nada. Y dado que ni pordentroniporfueraexistenada,esosignificaquelabotella tampoco existe. O no?

    Pero, por otra parte, fjense bien en lo siguiente: si hemos dicho que no existe nada ni dentro ni fuera, se plantea una pregunta: dentro y fuera de qu? Se supone que, a pesar de todo, algo sigue existiendo? O a lo mejor es que no existe. En cuyo caso, por qu seguimos hablando de dentro y fuera?

    Enfin,estclaroquedeaqunosalimos.Ninoso-tros mismos sabemos qu decir.

    Hasta la vista.Eso es todo.

    Daniil Dandan 18 de septiembre de 1934

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    DEL EQUILIBRIO

    Ahora todo el mundo sabe lo peligroso que es tragarse una piedra.

    Un amigo mo, incluso, ide la siguiente expresin: Pedepe,quesignifica:PiedraDentroPeligro.Hizobien. Pedepe es fcil de memorizar y, si la ocasin lo requiere, uno lo recuerda enseguida.

    Este amigo mo trabajaba de fogonero en una locomotora. A veces en la lnea del norte, a veces en la de Mosc. Se llamaba Nikoli Ivnovich Srpujov y fumaba cigarrillos de la marca Raketa, a treinta y cinco kpeks la cajetilla, y sola decir que con esos cigarrillos tosa menos, mientras que con los de cinco rublos,decal,estoysiempreasfixiado.

    Resulta que en cierta ocasin Nikoli Ivnovich entr en el restaurante del hotel Europa. Estaba sentado a una mesa Nikoli Ivnovich, y en la mesa de al lado haba unos extranjeros zampndose unas manzanas.

    Entonces Nikoli Ivnovich se dijo: Hay que ver, se dijo a s mismo Nikoli Ivnovich. Lo que es el ser humano.

    Justo acababa de decirse esas palabras cuando, sur-giendo de la nada, se le apareci un hada y le dijo:

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    Qu necesitas, buen hombre?Como es natural, hubo un runrn en el restaurante,

    la gente se preguntaba de dnde habra salido aquella jovencita desconocida. Hasta los extranjeros dejaron de comer manzanas.

    El propio Nikoli Ivnovich se llev un buen susto y se limit a decir, para que lo dejaran en paz:

    Disculpe, pero no necesito nada en particular.Cmo! dijo la joven desconocida. Pero si

    yo soy un hada! En un instante puedo concederte cual-quier cosa que desees.

    En ese momento Nikoli Ivnovich vio que un indi-viduo con un traje gris estaba escuchando atentamente su conversacin. Y que el matre dhtel entraba y sala a toda prisa por una serie de puertas abiertas, seguido de un sujeto con un cigarrillo en los labios.

    Qu demonios!, pens Nikoli Ivnovich. Aqu pasa algo raro.

    Y, en efecto, all pasaba algo raro. El matre dhtel saltaba entre las mesas, los extranjeros enrollaban las alfombras y en general aquello era un desbarajuste. Todo el mundo haca lo que le daba la gana!

    Nikoli Ivnovich sali corriendo a la calle, sin recoger siquiera su sombrero del guardarropa; sali corriendo a la calle Lassalle y se dijo: Pe De Pe! Piedra Dentro Peligro! Hay que ver qu cosas pasan!.

    Al llegar a casa, Nikoli Ivnovich le dijo a su mujer:No te asustes, Yekaterina Petrovna, ni te preocu-

    pes. Pero es que no hay equilibrio en el mundo. No es ms que un error como de un kilo y medio en todo el

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    universo, pero de todos modos es increble, Yekaterina Petrovna, totalmente increble!

    Eso es todo.

    18 de septiembre de 1934

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    RASE UNA VEZ UN HOMBRE

    rase una vez un hombre que se llamaba Kuznetsov. Un da se le rompi un taburete. Sali de casa y se dirigi a una tienda a comprar cola de carpintero para pegar el taburete.

    CuandoKuznetsovpasabacercadeunedificioenconstruccin, cay un ladrillo de lo alto y le dio en toda la cabeza.

    Kuznetsov se desplom, pero enseguida se levant de un salto y se tent la cabeza. A Kuznetsov le haba salido un enorme chichn en la cabeza.

    Kuznetsov se frot el chichn y dijo:Yo, ciudadano Kuznetsov, haba salido de casa y

    me diriga a la tienda a... a... a... Diantres, qu es esto! Se me ha olvidado a qu iba yo a la tienda!

    En ese momento, un segundo ladrillo cay del teja-do y de nuevo le dio a Kuznetsov en toda la cabeza.

    Ay! exclam Kuznetsov. Se llev las manos a la cabeza y se not un segundo chichn. Pues s que estamos buenos! dijo Kuznetsov. Yo, ciudadano Kuznetsov, haba salido de casa y me diriga a... me diriga a... me diriga a... Adnde demonios me diri-ga? Se me ha olvidado adnde me diriga!

    En esas, un tercer ladrillo le cay de lo alto a

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    Kuznetsov. Y a Kuznetsov le sali un tercer chichn en la cabeza.

    Ayayay! grit Kuznetsov, agarrndose la cabeza. Yo, ciudadano Kuznetsov, haba salido de... haba salido de... haba salido del stano? No. Haba salido del tonel? No! Pero de dnde haba salido yo?

    Del tejado cay el cuarto ladrillo, golpe a Kuznetsov en el cogote, y en el cogote le sali a Kuznetsov el cuar-to chichn.

    Bueno, bueno! dijo Kuznetsov, rascndose el cogote. Yo... yo... yo... Y yo quin soy? No me digas que se me ha olvidado cmo me llamo. Ser posible! Cmo me llamaba yo? Vasili Petujov? No. Nikoli Sapogov? No. Panteli Rysakov? No. Pero quin soy yo?

    Entonces del tejado cay el quinto ladrillo y le dio a Kuznetsov tal golpe en el cogote que Kuznetsov se olviddefinitivamentedetodolohabidoyporhabery, gritando: Oh, oh, oh, ech a correr por la calle.

    ***

    Por favor! Si alguien ve por la calle a un individuo con cinco chichones en la cabeza, tenga la bondad de r