max horkheimer - crítica de la razón instrumental

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  • 8/6/2019 Max Horkheimer - Crtica de la razn instrumental.

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    ESTUDIOS ALEMANESColeccin dirigida por VICTORIA OCAMPO,

    HELMUT ARNTZ, HANS BAYER, ERNESTOGARZN VALDS,RAFAEL GUTIRREZ G IRARDOTY H. A.MURENA

    Ttulo del original en alemn:ZUR KRITIK DER INSTRUMENTELLEN VERNUNFT 1967 by S. Fischer Verlag, Frankfurt am Main 1973 by Editorial Sur, S. A., Buenos Aires

    Printed in ArgentinaImpreso en Argentina

    Queda hecho el depsitodispuesto por la ley 11.723

    Impreso y terminado enGRFICA GUADALUPE,Rafael CALZADA, (Bs. Aires), Argentinaen el mes de abril de 1973

    1 edicin: junio 1969

    2 edicin: abril 1973

    Nota:Se han eliminado las pginas en blancoy alterado la numeracin de las pginas.

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    Crticade la razn

    instrumental

    MaxHorkheimer

    Versin castellana deH. A. MURENA y

    D. J. VOGELMANN

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    PREFACIO DE LA SEGUNDA EDICIN ALEMANA

    El hecho de percibir y de aceptar dentro de s ideas eternas que

    sirvieran al hombre como metas era llamado, desde haca mucho

    tiempo, razn.

    Hoy, sin embargo, se considera que la tarea, e incluso la verdadera

    esencia de la razn, consiste en hallar medios para lograr los

    objetivos propuestos en cada caso. Los objetivos que, una vezalcanzados, no se convierten ellos mismos en medios son

    considerados como supersticiones. Si bien la obediencia a Dios ha

    servido siempre como medio para conquistar sus favores, y por otra

    parte como racionalizacin de todo tipo de dominio, de expediciones

    conquistadoras y de terrorismo, los iluministas, tanto testas como

    atestas, interpretaron los Mandamientos, a partir de Hobbes, como

    principios morales socialmente tiles, destinados a fomentar una vidaen lo posible libre de tensiones, un trato pacfico entre iguales, y el

    respeto del orden existente. Liberada de connotaciones teolgicas, la

    sentencia s razonable equivale a decir: observa las reglas, sin las

    cuales no pueden vivir ni el individuo ni el todo, no pienses slo en

    cosas del momento. La razn se realiza a s misma cuando niega su

    propia condicin absoluta razn con un sentido enftico y se

    considera como mero instrumento. No es que no existan intentos

    serios de avalar tericamente la afirmacin de la verdad racional. A partir de Descartes grandes corrientes de la Nueva Filosofa

    aspiraron a una componenda entre teologa y ciencia. La facultad de

    ideas intelectuales (la razn)1

    desempeaba el papel de mediadora.

    Lo divino de nuestra alma consiste en su capacidad para concebir

    ideas, leemos en los escritos pstumos de Kant.2

    1Kant, Kritik der Urteilskraft, Ed. Ak., vol. V, pg. 315.

    2Ibid, XVIII, pg. 130

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    Semejante fe en la ratio autnoma fue denunciada por Nietzsche

    como sntoma de atraso, pues segn instintos valorativos alemanes

    Locke y Hume eran de por s... demasiado lcidos, demasiado

    claros.

    3

    Kant fue para l, un demorador.

    4

    La razn no es msque un instrumento y Descartes fue superficial.

    5Como en el caso de

    otros fenmenos culturales atacados por la decadencia, el siglo XX

    repiti el proceso histrico. En 1900, ao de la muerte de Nietzsche,

    aparecen las Logische Untersuchungen (Investigaciones lgicas), de Husserl, con el propsito de fundamentar una vez ms, con rigor

    cientfico, la percepcin del ente espiritual, la contemplacin de lo

    esencial. Si bien Husserl se ocup principalmente de las categoras

    lgicas, Max Scheler y otros extendieron su teora para que abarcaseestructuras morales. Desde sus comienzos, este esfuerzo lleva el

    signo de lo restaurativo. La autodisolucin de la razn en cuanto

    substancia espiritual obedece a una necesidad interior. La teora debe

    hoy reflejar y expresar el proceso, la tendencia socialmente

    condicionada hacia el neo-positivismo, hacia la instrumentalizacin

    del pensamiento, como asimismo los vanos intentos de salvacin.

    Respondiendo a los deseos de publicar mis escritos en su totalidadme he decidido a seleccionar, por lo pronto, los trabajos que realic

    desde mediados de la dcada del cuarenta. Surgieron al margen de mi

    actividad prctica, de la organizacin de los Studies in Prejudice , dela administracin acadmica, de la reconstruccin del instituto de

    Investigacin Social, de los esfuerzos en pro de la reforma

    educacional. Me doy cuenta, ciertamente, de que tales deseos se

    refieren a aquel perodo en que surgi la teora crtica, ante todo los

    ensayos publicados en la revista que yo diriga, editada por Alcan en

    Pars, como asimismo los estudios inditos y, no por ltimo, la

    Dialektik der Aufklrung (Dialctica del Iluminismo),* agotada desdehace mucho tiempo y de la que es coautor mi amigo Adorno. Con el

    3Nietzche, Nachlass, Obras, ed. Kroemer, vol. XV. pg. 217.

    4Ibid.

    5

    Lesent von Gut und Bse, III, pg., 191.*

    La versin castellana de esta obra ha aparecido previamente en esta misma coleccin deEstudios Alemanes. (N, del E.)

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    fin del nacionalsocialismo as crea yo entonces amanecera en

    los pases progresistas un nuevo da, ya sea mediante reformas o por

    una revolucin, y comenzara la verdadera historia de la humanidad.

    Junto con los fundadores del socialismo cientfico haba credo quenecesariamente se extenderan por el mundo los logros culturales de

    la poca burguesa, el libre despliegue de las fuerzas, la productividad

    intelectual, sin llevar ya el estigma de la violencia y la explotacin.

    Sin embargo, lo que he experimentado desde aquellos tiempos no

    dej de afectar a mi pensamiento. Sin duda alguna, los Estados que se

    llaman comunistas y se sirven de las mismas categoras marxistas a

    las que tanto debe mi esfuerzo terico, no se encuentran hoy da ms

    prximos al advenimiento de aquel nuevo da que los pases en los

    cuales por el momento no se ha extinguido todava la libertad del

    individuo. En tal situacin han de publicarse ahora, junto con

    algunos otros ensayos, por lo pronto las reflexiones sobre la razn.

    Inmanentes tambin en tos estudios anteriores, estas reflexiones

    pueden servir hoy de base a la duda de mxima gravitacin

    terica respecto al punto hasta el cual el reino de la libertad, una

    vez realizado, no ha de transformarse necesariamente en su contrario,en la automatizacin de la sociedad y de la conducta humana.

    MAX HORKHEIMER

    Mayo 1967

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    PREFACIO DE LA PRIMERA EDICIN ALEMANA

    Las consideraciones siguientes se proponen establecer un nexo

    entre la situacin actual del pensar filosfico y la oscura perspectiva

    que presenta el futuro real.

    Los problemas econmicos y sociales de nuestro tiempo han sido

    exhaustivamente tratados por investigadores cientficos competentes.

    El presente ensayo toma por otro camino. Nuestro objetivo aqu es

    investigar la nocin de racionalidad que sirve de base a la cultura

    industrial actual.

    En estos momentos mientras escribo estas reflexiones los

    pueblos de las naciones democrticas se enfrentan con el problema de

    cmo completar su victoria blica.* Se ven ante la necesidad de

    elaborar y de llevar a la prctica los principios de humanidad en

    cuyo nombre se hicieron los sacrificios de la guerra. Las actuales

    posibilidades de perfeccionamiento social superan las esperanzas de

    todos los filsofos y estadistas que alguna vez esbozaron, en

    programas utpicos, la idea de una sociedad verdaderamente

    humana. Y, sin embargo, predomina un sentimiento general deangustia y desilusin. Las esperanzas de la humanidad parecen

    hallarse hoy ms alejadas de su cumplimiento que aun en las pocas

    de tanteos muy inseguros todava, es decir, cuando eran expresadas

    por primera vez por los humanistas. Ntidamente parecen retroceder

    sin desmedro de la ampliacin de los horizontes de actuacin y

    pensamiento debida al saber tcnico la autonoma del sujeto

    individual, su posibilidad de resistirse al creciente aparato para el

    manejo de las masas, el poder de su fantasa, su juicio independiente.

    El avance progresivo de los medios tcnicos se ve acompaado por un

    proceso de deshumanizacin. El progreso amenaza con aniquilar el

    fin que debe cumplir la idea del hombre. El que este estado sea una

    fase necesaria de la ascensin general de la sociedad, como conjunto,

    o que conduzca a una victoriosa resurreccin de esa nueva barbarie

    recientemente derrotada en los campos de batalla, depende, cuando

    menos en parte, de la capacidad terica de interpretar las profundas*

    La primera edicin de este libro apareci en 1947. (N. de los T.)

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    mutaciones que tienen lugar en la conciencia pblica y en la

    naturaleza humana.

    Las pginas que siguen representan un esfuerzo destinado a arrojar

    alguna luz sobre las implicaciones filosficas de tales cambios. En ese sentido pareci necesario examinar algunas de las tendencias de

    pensamiento dominantes, como si se tratara de refracciones de

    determinados aspectos de la civilizacin. El autor no intenta en modo

    alguno proponer un programa de accin. Por el contrario, piensa que

    la propensin moderna a traducir todo pensamiento en accin o en

    una activa abstinencia de la accin constituye uno de los sntomas de

    la crisis cultural contempornea. Vale decir la accin por la accin

    no es de ningn modo superior al pensar por el pensar, sino que ste

    ms bien la supera. Tal como se la entiende y practica en el mbito de

    nuestra civilizacin, la racionalizacin progresiva tiende a aniquilar

    precisamente aquella substancia de la razn cuyo nombre se invoca

    en favor del progreso.

    El texto se basa en apuntes tomados durante disertaciones pblicas,

    pronunciadas en la primavera de 1944 en la Columbia University. La

    exposicin refleja, ms que una organizacin precisa del material, la

    evolucin original de las ciases. Su propsito es el de esbozar algunos

    aspectos de la vasta teora filosfica que el autor desarroll durante

    los ltimos aos de la guerra junto con Theodor W. Adorno. Sera

    difcil determinar cules de los pensamientos se debieron a l y cules

    a m; nuestra filosofa es una sola.

    Finalmente he de dejar constancia aqu, como reconocimiento

    perdurable que todo mi trabajo habra sido inconcebible sin la

    seguridad material y la solidaridad espiritual que encontr durante

    los ltimos dos decenios en el Instituto de Investigacin Social.

    MAX HORKHEIMER

    Institute of Social Research

    (Columbia University).

    Marzo de 1946

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    I

    MEDIOS Y FINES

    Cuando se pide al hombre comn que explique qu significa elconcepto razn, reacciona casi siempre con vacilacin y embarazo.Sera falso interpretar esto como ndice de una sabidura demasiadoprofunda o de un pensamiento demasiado abstruso como paraexpresarlo con palabras. Lo que ello revela en realidad es la sensacinde que ah no hay nada que explorar, que la nocin de la razn seexplica por s misma, que la pregunta es de por s superflua. Urgido adar una respuesta, el hombre medio dir que, evidentemente, las cosasrazonables son las cosas tiles y que todo hombre razonable debe estaren condiciones de discernir lo que le es til. Desde luego, habra quetomar en consideracin las circunstancias de cualquier situacin dada,como asimismo las leyes, costumbres y tradiciones. Pero el poder que,en ltima instancia, posibilita los actos razonables, es la capacidad declasificacin, de conclusin y deduccin, sin reparar en qu consiste

    en cada caso el contenido especfico, o sea el funcionamientoabstracto del mecanismo pensante. Esta especie de razn puededesignarse como razn subjetiva. Ella tiene que habrselasesencialmente con medios y fines, con la adecuacin de modos deprocedimiento a fines que son ms o menos aceptados y quepresuntamente se sobreentienden. Poca importancia tiene para ella lacuestin de si los objetivos como tales son razonables o no, Si detodos modos se ocupa de fines, da por descontado que tambin stos

    son racionales en un sentido subjetivo, es decir, que sirven a losintereses del sujeto con miras a su autoconservacin, ya se trate de laautoconservacin del individuo solo o de la comunidad, de cuyaperdurabilidad depende la del individuo. La idea de un objetivo capazde ser racional por s mismo en razn de excelencias contenidas enel objetivo segn lo seala la comprensin, sin referirse a ningunaespecie de ventaja o ganancia subjetiva, le resulta a la razn subjetiva

    profundamente ajena, aun all donde se eleva por encima de la

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    consideracin de valores inmediatamente tiles, para dedicarse areflexiones sobre el orden social contemplado como un todo.

    Por ms ingenua o superficial que pueda parecer esta definicin de

    la razn, ella constituye un importante sntoma de un cambio deprofundos alcances en el modo de concebir, que se produjo en elpensamiento occidental a lo largo de los ltimos siglos. Durantemucho tiempo predomin una visin de la razn diametralmenteopuesta. Tal visin afirmaba la existencia de la razn como fuerzacontenida no slo en la conciencia individual, sino tambin en elmundo objetivo: en las relaciones entre los hombres y entre clasessociales, en instituciones sociales, en la naturaleza y susmanifestaciones. Grandes sistemas filosficos, tales como los dePlatn y Aristteles, la escolstica y el idealismo alemn, se basabansobre una teora objetiva de la razn. Esta aspiraba a desarrollar unsistema vasto o una jerarqua de todo lo que es, incluido el hombre ysus fines. El grado de racionalidad de la vida de un hombre podadeterminarse conforme a su armona con esa totalidad. La estructuraobjetiva de sta y no slo el hombre y sus fines deba servir de

    pauta para los pensamientos y las acciones individuales. Tal conceptode la razn no exclua jams a la razn subjetiva, sino que laconsideraba una expresin limitada y parcial de una racionalidadabarcadora, vasta, de la cual se deducan criterios aplicables a todaslas cosas y a todos los seres vivientes. El nfasis recaa ms en losfines que en los medios. La ambicin ms alta de este modo de pensarconsista en conciliar el orden objetivo de lo racional tal como loentenda la filosofa, con la existencia humana, incluyendo el inters yla autoconservacin: As Platn, en su Repblica, quiere demostrarque el que vive bajo la luz de la razn objetiva es tambin afortunadoy feliz en su vida. En el foco central de la teora de la razn objetivano se situaba la correspondencia entre conducta y meta, sino lasnociones por mitolgicas que puedan antojrsenos hoy quetrataban de la idea del bien supremo, del problema del designiohumano y de la manera de cmo realizar las metas supremas.

    Hay una diferencia fundamental entre esta teora, conforme a la cualla razn es un principio inherente a la realidad, y la enseanza que nos

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    dice que es una capacidad subjetiva del intelecto. Segn esta ltima,nicamente el sujeto puede poseer razn en un sentido genuino;cuando decimos que una institucin o alguna otra realidad es racional,

    usualmente queremos dar a entender que los hombres la hanorganizado de un modo racional, que han aplicado en su caso, demanera ms o menos tcnica, su facultad lgica, calculadora. Enltima instancia la razn subjetiva resulta ser la capacidad de calcularprobabilidades y de adecuar as los medios correctos a un fin dado.Esta definicin parece coincidir con las ideas de muchos filsofoseminentes, en especial de los pensadores ingleses desde los das deJohn Locke. Desde luego, Locke no pas por alto otras funciones

    intelectivas que podran entrar en la misma categora, por ejemplo lafacultad discriminatoria y la reflexin. Pero tambin estas funcionesayudan sin lugar a dudas en la adecuacin de medios a fines, la que, alfin y al cabo, constituye el inters social de la ciencia y, en ciertomodo, la raison dtre de toda teora dentro del proceso de produccinsocial.

    En la concepcin subjetivista, en la cual razn se utiliza ms bien

    para designar una cosa o un pensamiento y no un acto, ella se refiereexclusivamente a la relacin que tal objeto o concepto guarda con unfin, y no al propio objeto o concepto. Esto significa que la cosa o elpensamiento sirve para alguna otra cosa. No existe ninguna metaracional en s, y no tiene sentido entonces discutir la superioridad deuna meta frente a otras con referencia a la razn. Desde el punto departida subjetivo, semejante discusin slo es posible cuando ambasmetas se ven puestas al servicio de otra tercera y superior, vale decir,cuando son medios y no fines. 1

    1La diferencia entre este significado de la razn y la concepcin objetivista se asemeja hasta

    cierto punto a la diferencia entre racionalidad funcional y substancial, tal como se usan estaspalabras en la escuela de Max Weber. Sin embargo, Max Weber se adhiri tandecididamente a la tendencia subjetivista que no imaginaba ninguna clase de racionalidad ni siquiera una racionalidad substancial gracias a la cual el hombre fuese capaz dediscernir entre un fin y otro. Si nuestros impulsos, nuestras intenciones y finalmente nuestrasdecisiones ltimas han de ser irracionales a priori, entonces la razn substancial se convierte

    en un instrumento de correlacin y es por lo tanto esencialmente funcional. A pesar de quelas descripciones del propio Weber y las de sus discpulos referentes a la burocratizacin ymonopolizacin del conocimiento esclarecieron en gran medida el aspecto social de latransicin de la razn objetiva a la subjetiva (cf. especialmente los anlisis de Karl Mannheim

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    La relacin entre estos dos conceptos de la razn no es slo unarelacin de antagonismo. Vistos histricamente, ambos aspectos de larazn, tanto el subjetivo como el objetivo, han existido desde un

    principio, y el predominio del primero sobre el segundo fueestablecindose en el transcurso de un largo proceso. La razn en susentido estricto, en cuanto logos o ratio, se refera siempreesencialmente al sujeto, a su facultad de pensar. Todos los trminosque la designan fueron alguna vez expresiones subjetivas; as eltrmino griego deriva del L, decir, y designaba la facultadsubjetiva del habla. La facultad de pensar subjetiva era el agentecrtico que disolva la supersticin. Pero al denunciar la mitologa

    como falsa objetividad, esto es, como producto del sujeto, tuvo queutilizar conceptos que reconoca como adecuados. De este modo fuedesarrollando siempre su propia objetividad. En el platonismo, ladoctrina pitagrica de los nmeros que proceda de la mitologa astralfue transformada en la doctrina de las ideas que intenta definir elcontenido ms alto del pensar como una objetividad absoluta, auncuando sta, si bien unida a ese contenido, se sita en ltima instancia

    ms all de la facultad de pensar. La actual crisis de la razn consistefundamentalmente en el hecho de que el pensamiento, llegado a ciertaetapa, o bien ha perdido la facultad de concebir, en general, unaobjetividad semejante o bien comenz a combatirla como ilusin. Esteproceso se extendi paulatinamente, abarcando el contenido objetivode todo concepto racional. Finalmente, ninguna realidad en particularpuede aparecer per se como racional; vaciadas de su contenido, todaslas nociones fundamentales se han convertido en meros envoltorios

    formales. Al subjetivizarse, la razn tambin se formaliza.2

    La formalizacin de la razn tiene consecuencias tericas y prcticasde vasto alcance. Si la concepcin subjetivista es fundada y vlida,

    en Man and Society, Londres 1940; d. Mensch und Gesellschaft im Zeitalter des Umbaus,Darmstadt 1958), el pesimismo de Max Weber acerca de la posibilidad de una comprensinracional y una actuacin racional, tal como se expresa en su filosofa (cf. p. ej. Wissenschaftals Beruf, en: Gesammelte Aufstze Zur Wissenschaftslehre , Tbingen 1922), constituye ens mismo un mojn en el camino de la abdicacin de la filosofa y la ciencia en cuanto a su

    aspiracin a determinar la meta del hombre.2

    Aun cuando los trminos subjetivizacin y formalizacin en muchos casos no tienen elmismo significado, los usamos aqu, en general, prcticamente como sinnimos.

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    entonces el pensar no sirve para determinar si algn objetivo es de pors deseable. La aceptabilidad de ideales, los criterios para nuestrosactos y nuestras convicciones, los principios conductores de la tica y

    de la poltica, todas nuestras decisiones ltimas, llegan a depender deotros factores que no son la razn. Han de ser asunto de eleccin y depredileccin, y pierde sentido el hablar de la verdad cuando se trata dedecisiones prcticas, morales o estticas. Un juicio de hechos diceRusell,3 uno de los pensadores ms objetivistas entre lossubjetivistas es capaz de poseer un atributo que se llama verdad yque ste le pertenezca o no le pertenezca, de un modo totalmenteindependiente de lo que uno pueda pensar al respecto... Empero yo

    no veo ningn atributo anlogo a la verdad que formara parte o node un juicio tico. Debe concederse que la tica atribuye esto a unacategora distinta de la ciencia. Pero Russell conoce mejor que otroslas dificultades con las que necesariamente tropieza semejante teora.Un sistema inconsecuente puede sin duda contener menos falsedadesque uno consecuente.4 A pesar de su filosofa, que afirma que losvalores morales supremos son subjetivos,5 parece distinguir las

    cualidades morales objetivas de los actos humanos y nuestra manerade percibirlos: lo que es terrible, quiero verlo como terrible. Tiene elcoraje de asumir la inconsecuencia y as, desvindose de ciertosaspectos de su lgica antidialctica, sigue siendo de hecho al mismotiempo filsofo y humanista. Si quisiera aferrarse consecuentemente asu teora cientificista, tendra que admitir que no existen ni actosterribles ni condiciones inhumanas y que los males que ve son puraimaginacin.

    Segn tales teoras, el pensamiento sirve a cualquier aspiracinparticular, ya sea buena o mala. Es un instrumento para todas lasempresas de la sociedad, pero no ha de intentar determinar lasestructuras de la vida social e individual, que deben ser determinadaspor otras fuerzas. En la discusin, tanto en la cientfica como en laprofana, se ha llegado al punto de ver por lo general en la razn, una

    3Reply to Criticisms, en: The Philosophy of Bertrand Russell, Chicago, 1944, pg, 723

    4Ibid., pg. 720.

    5Ibid.

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    facultad intelectual de coordinacin, cuya eficiencia puede seraumentada mediante el uso metdico y la exclusin de factores nointelectuales, tales como emociones conscientes e inconscientes. La

    razn jams dirigi verdaderamente la realidad social, pero en laactualidad se la ha limpiado tan a fondo, quitndosele toda tendencia oinclinacin especfica que, finalmente, hasta ha renunciado a su tareade juzgar los actos y el modo de vivir del hombre. La razn ha dejadoestas cosas, para su definitiva sancin, a merced de los interesescontradictorios: un conflicto al que de hecho nuestro mundo pareceenteramente entregado.

    Atribuirle as a la razn una posicin subordinada es cosa que seopone en forma aguda a las ideas de los adalides de la civilizacinburguesa, de los representantes espirituales y polticos de laascendente clase media, que unnimemente haban declarado que larazn desempea un papel directivo en el comportamiento humano,acaso hasta el papel preeminente, protagnico. Tales adalidesconsideraron sabia toda legislacin cuyas leyes coincidieran con larazn; las polticas nacionales e internacionales se juzgaban segn la

    medida en que seguan las pautas indicadas por la razn. La raznhaba de regular nuestras decisiones y nuestras relaciones con los otroshombres y con la naturaleza. Se la conceba como a un ente, como unapotencia espiritual que mora en cada hombre. Se declar que esapotencia era instancia suprema, ms aun, que era la fuerza creadoraque rega las ideas y las cosas a las cuales debamos dedicar nuestravida.

    Si en nuestros das citan a alguien a un juzgado por una cuestin detrnsito y el juez le pregunta si ha manejado de un modo razonable, loque quiere decir es esto: hizo usted todo lo que estuvo en su poder afin de proteger su vida y su propiedad y la de otros, y a fin deobedecer la ley? El juez supone tcitamente que estos valores debenser respetados. De lo que duda es simplemente de si elcomportamiento ha correspondido a tales pautas reconocidas engeneral.

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    En la mayora de los casos, ser razonable significa no ser testarudo,lo cual seala nuevamente una coincidencia con la realidad tal cual es.El principio de la adaptacin se considera como cosa obvia. Cuando se

    concibi la idea de razn, sta haba de cumplir mucho ms que unamera regulacin de la relacin entre medios y fines: se la considerabacomo el instrumento destinado a comprender los fines, adeterminarlos. Scrates muri por el hecho de subordinar las ideasms sagradas y familiares de su comunidad y de su tierra a la crticadel daimon, o pensamiento dialctico, como lo llamaba Platn. Conello luch tanto contra el conservadorismo ideolgico como contra elrelativismo que se disfrazaba de progreso, pero que en verdad se

    subordinaba a intereses personales y de clase. Dicho con otraspalabras: luchaba contra la razn subjetiva, formalista, en cuyonombre hablaban los dems sofistas. Scrates socav la sagradatradicin de Grecia, el estilo de vivir ateniense, y prepar as el terrenopara formas radicalmente distintas de la vida individual y social.Scrates tena por cierto que la razn, entendida como comprensinuniversal, deba determinar las convicciones y regular las relaciones

    entre los hombres y entre el hombre y la naturaleza.Pese a que su doctrina podra considerarse como origen filosfico de

    la nocin del sujeto como juez supremo respecto al bien y el mal,Scrates no hablaba de la razn y sus juicios como de meros nombreso convenciones, sino como si reflejasen la verdadera naturaleza de lascosas. Por negativistas que pudieran haber sido sus enseanzas,implicaban la nocin de verdad absoluta y se presentaban comointuiciones objetivas, casi como revelaciones. Su daimon era un diosespiritual, mas no era menos real que los otros dioses, tal como se losconceba. Su nombre haba de designar una fuerza viviente. En lafilosofa de Platn, la potencia socrtica del conocimiento inmediato ode la conciencia moral, el nuevo dios dentro del sujeto individual,destron a sus rivales de la mitologa griega o por lo menos lostransform. Se convirtieron en ideas. De ningn modo podra decirseque son simplemente criaturas, productos o contenidos humanos

    similares a las impresiones sensoriales del sujeto, tal como lo enseala teora del idealismo subjetivo. Por el contrario, conservan todava

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    algunas de las prerrogativas de los antiguos dioses: conforman unaesfera superior y ms noble que la de los seres humanos, son modelos,sin inmortales. El daimon a su vez se ha transformado en el alma, y el

    alma en el ojo capaz de percibir las ideas. El alma se manifiesta comocontemplacin de la verdad o como capacidad del sujeto individual deadvertir hondamente el orden eterno de las cosas y, por lo tanto, comopauta directiva del actuar, que ha de seguirse dentro del ordentemporal.

    El concepto razn objetiva denuncia as que su esencia es por unlado una estructura inherente a la realidad, que requiere por s mismaun determinado comportamiento prctico o terico en cada caso dado.Esta estructura es accesible a todo el que asume el esfuerzo del pensardialctico o lo que es lo mismo a todo aquel capaz de asumir elEros. Por otro lado, el concepto razn objetiva puede caracterizarprecisamente ese esfuerzo y esa capacidad de reflejar semejante ordenobjetivo. Todos conocen situaciones que por s mismas, indepen-dientemente de los intereses del sujeto, imponen una determinadapauta al actuar; por ejemplo, un nio o un animal en peligro de

    ahogarse, un pueblo que sufre hambre, o una enfermedad individual.Cada una de esas situaciones habla, por as decirlo, su propio idioma.Pero puesto que slo son segmentos de la realidad, es posible que sehaga necesario descuidar a cada una de ellas, por el hecho de queexistan estructuras ms amplias que exigen pautas de actuacindiferentes y asimismo independientes de los deseos e interesespersonales.

    Los sistemas filosficos de la razn objetiva implicaban laconviccin de que es posible descubrir una estructura del serfundamental o universal y deducir de ella una concepcin del designiohumano. Entendan que la ciencia, si era digna de ese nombre, hacade esa reflexin o especulacin su tarea. Se oponan a toda teoraepistemolgica que redujera la base objetiva de nuestra comprensin aun caos de datos descoordinados y que convirtiese el trabajo cientficoen mera organizacin, clasificacin o clculo de tales datos. Segn lossistemas clsicos, esas tareas en las que la razn subjetiva tiende aver la funcin principal de la ciencia se subordinan a la razn

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    objetiva de la especulacin. La razn objetiva aspira a sustituir lareligin tradicional por el pensar filosfico metdico y por lacomprensin y a convertirse as en fuente de la tradicin. Puede que

    su ataque a la mitologa sea ms serio que el de la razn subjetiva, lacual abstracta y formalista tal como se concibe a s misma seinclina a desistir de la lucha con la religin, estableciendo dos rubrosdiferentes, uno destinado a la ciencia y a la filosofa y otro a lamitologa institucionalizada, con lo que reconoce a ambos. Para lafilosofa de la razn objetiva no es posible una salida semejante.Puesto que se aferra al concepto de verdad objetiva, se ve obligada atomar una posicin, positiva o negativa, respecto al contenido de la

    religin establecida. Por eso la crtica acerca de opiniones socialeshecha en nombre de la razn objetiva alcanza una repercusin muchoms penetrante aun cuando a veces es menos directa y agresivaque aquella que se pronuncia en nombre de la razn subjetiva. En lostiempos modernos la razn ha desarrollado la tendencia a disolver supropio contenido objetivo. Cierto es que en la Francia del siglo XVIvolvi a hacer progresos la nocin de una vida dominada por la razn

    como ideal supremo. Montaigne adapt esa nocin a la vidaindividual, Bodin a la de los pueblos y De lHpital la puso enprctica en la poltica. Pese a ciertas declaraciones escpticas, la obrade estos pensadores estimul la abdicacin de la religin en favor dela razn como suprema autoridad espiritual. Pero en aquellos tiemposla razn cobr un nuevo significado que hall su ms alta expresin enla literatura francesa y que en cierta medida todava puede encontrarseen el lenguaje coloquial moderno: poco a poco el trmino vino a

    designar una actitud conciliatoria. Ya no se tomaban en serio lasdivergencias de opinin en materia religiosa que con el ocaso de laiglesia medieval se haban convertido en campo predilecto para lasdisputas de tendencias polticas contrarias y se crea que ninguna fe,ninguna ideologa mereca ser defendida hasta la muerte. Esteconcepto de razn era sin duda ms humano, pero al mismo tiempoms dbil que el concepto religioso de la verdad; era mscondescendiente ante los intereses dominantes, ms dcil y adaptablea la realidad tal cual es, y corra por lo tanto el riesgo, desde un

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    comienzo, de capitular ante lo irracional. El trmino razndesignaba ahora el punto de vista de sabios, estadistas y humanistasque consideraban los conflictos dentro del dogmatismo religioso en s

    como cuestiones ms o menos insignificantes, simplesmanifestaciones de consignas y recursos de propaganda de diferentespartidismos polticos. Para los humanistas no haba contradiccinalguna en el hecho de que diversos hombres que vivan bajo un mismogobierno, dentro de las mismas fronteras profesasen sin embargodiferentes religiones. A un gobierno semejante le incumban finespuramente seculares. No era su deber, como pensaba Lutero,disciplinar y domesticar a la bestia humana, sino crear condiciones

    favorables para el comercio y la industria, afirmar la ley y el orden yasegurar a sus ciudadanos la paz dentro de su territorio y la proteccinfuera de l. En lo referente al individuo, la razn desempe entoncesel mismo papel que le corresponda al Estado soberano, encargado delbienestar del pueblo y de combatir el fanatismo y la guerra civil.

    La separacin entre la razn y la religin seal un paso ms en eldebilitamiento del aspecto objetivo de sta y un grado mayor de su

    formalizacin, tal como se hizo patente luego, durante el periodo deliluminismo. Pero en el siglo XVII an prevaleca el aspecto objetivode la razn, ya que la aspiracin principal de la filosofa racionalistaconsisti en formular una doctrina del hombre y la naturaleza capaz decumplir esa funcin espiritual al menos para el sector privilegiadode la sociedad que anteriormente cumpla la religin. Desde elRenacimiento los hombres trataron de idear una doctrinaautnomamente humana tan amplia como la teologa, en lugar deaceptar metas y valores que les imponla una autoridad espiritual. Lafilosofa empe todo su orgullo en ser el instrumento de ladeduccin, explicacin y revelacin del contenido de la razn encuanto imagen refleja de la verdadera naturaleza de las cosas y de larecta conduccin de la vida. Spinoza, por ejemplo, pensaba que lapercepcin de la esencia de la realidad, de la estructura armoniosa deluniverso eterno, engendraba necesariamente amor por ese universo.

    Para Spinoza la conducta moral se ve enteramente determinada porsemejante percepcin de la naturaleza, as como nuestra dedicacin a

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    una persona puede ser determinada por la percepcin de su grandeza ode su genio. Segn Spinoza, las angustias y las pequeas pasiones,ajenas al gran amor hacia el universo que es el logos mismo,

    desaparecern no bien sea suficientemente profunda nuestracomprensin de la realidad.

    Tambin los otros grandes sistemas racionalistas del pasado hacenhincapi en el principio de que la razn se reconoce a s misma en lanaturaleza de las cosas y en que la correcta conducta humana surge detal reconocimiento. Esa conducta no es necesariamente la misma paracada individuo, ya que la situacin de cada uno es singular y nica.Hay diferencias geogrficas e histricas, diferencias de edad, de sexo,de aptitud, de estado social y cosas por el estilo. Sin embargo, eseentendimiento es general por cuanto su nexo lgico con la actitudmoral resulta evidente a todo sujeto imaginable dotado de inteligencia.As, por ejemplo, para la filosofa de la razn, el reconocimiento de lagrave situacin de un pueblo esclavizado podra mover a un hombrejoven a luchar por su liberacin, pero permitira a su padre permaneceren su casa y cultivar la tierra. A pesar de tales diferencias en sus

    consecuencias, la naturaleza lgica de ese entendimiento se sientecomo generalmente accesible a todos los hombres. Aun cuando estossistemas filosficos racionalistas no exigan una sumisin tan vastacomo la que haba pretendido la religin, fueron apreciados comoesfuerzos para registrar el significado y los requerimientos de larealidad y para exponer verdades vlidas para todos. Sus autorescrean que el lumen naturale, el entendimiento natural o la luz de larazn, bastaba para penetrar tan hondamente en la creacin que de ellosurgiese una clave que sirviera para armonizar la vida humana con lanaturaleza tanto en el mundo externo como en el ser del hombre en s.Conservaron a Dios, pero no as la Gracia; abrigaban la creencia deque el hombre poda prescindir de lumen supernaturale de cualquierndole para todos los fines del conocimiento terico y de la decisinprctica. Sus reconstrucciones especulativas del universo, aunque nosus teoras epistemolgicas sensualistas Giordano Bruno y no

    Telesio, Spinoza y no Locke, chocaban directamente con la religintradicional, puesto que los esfuerzos intelectuales de los metafsicos

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    tenan que habrselas mucho ms que las teoras de los empiristas conlas hiptesis acerca de Dios, la creacin y el sentido de la vida.

    En los sistemas filosficos y polticos del racionalismo la tica

    cristiana fue secularizada. Los objetivos perseguidos a travs de lastareas individuales y sociales eran deducidos de la conviccin respectoa la existencia de determinadas ideas innatas o de conocimientosinmediatamente evidentes, y se los relacionaba as con el concepto deverdad objetiva, aun cuando esa verdad ya no era considerada algogarantizado por un dogma ajeno a las exigencias del pensamiento. Nila Iglesia ni los sistemas filosficos surgentes establecan separacinentre la sabidura, la tica, la religin y la poltica. Pero la unidadfundamental de todas las convicciones humanas, arraigada en unaontologa cristiana comn a todas, se vio paulatinamente destrozada, ylas tendencias relativistas que se haban destacado ntidamente en lospaladines de la ideologa burguesa, tales como Montaigne pero queluego se haban visto temporariamente eclipsadas por la metafsicaracionalista, lograron triunfar en todas las actividades culturales.

    Desde luego, al comenzar a suplantar la religin, la filosofa no tenael propsito como se seal anteriormente de eliminar la verdadobjetiva; intentaba slo darle una nueva base racional. La polmicarespecto a la naturaleza de lo absoluto no fue el motivo principal porel que se acos y rechaz a los metafsicos. En realidad, se trataba deestablecer si la revelacin o la razn, la teologa o la filosofaconstituan el medio de determinar y de expresar la verdad suprema.As como la Iglesia defenda el poder, el derecho y el deber de la

    religin de ensear al pueblo cmo haba sido creado el mundo, enqu consista su finalidad y cmo haba que comportarse, la filosofadefenda el poder, el derecho y el deber del espritu de revelar lanaturaleza de las cosas y de deducir de tal entendimiento las manerasdel recto actuar. El catolicismo y la filosofa racionalista europeaconcordaban plenamente respecto a la existencia de una realidadacerca de la cual poda obtenerse semejante entendimiento; es ms, lasuposicin de esa realidad era el terreno comn sobre el cual librabansus conflictos.

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    Las dos fuerzas espirituales que no estaban de acuerdo con estapremisa especial eran el calvinismo, con su doctrina del deusabsconditus, y el empirismo con su opinin, primero implcita y luego

    explcita, de que la metafsica se ocupaba exclusivamente depseudosproblemas. Pero la Iglesia catlica se opona a la filosofaprecisamente porque los nuevos sistemas metafsicos afirmaban laposibilidad de una comprensin que autnomamente haba dedeterminar las decisiones morales y religiosas del hombre.

    Por ltimo, la activa controversia entre la religin y la filosofatermin en un callejn sin salida, porque se consider a ambas comodominios culturales separados. Los hombres se reconciliaron poco apoco con la idea de que ambas llevan su vida propia entre las paredesde su celda cultural y se toleran mutuamente. La neutralizacin de lareligin, reducida ahora al status de un bien cultural entre otros, seopuso a su pretensin totalitaria de encarnar la verdad objetiva, y almismo tiempo la debilita. A pesar de que la religin haya continuadosiendo superficialmente estimada, su neutralizacin allan el caminopara que fuese eliminada como medio de objetividad espiritual y para

    que finalmente dejase de existir la nocin de tal objetividad, que depor si se guiaba por el modelo de la idea de lo absoluto de larevelacin religiosa.

    En realidad, tanto el contenido de la filosofa como el de la religinse vieron profundamente perjudicados por este arreglo aparentementepacfico de su conflicto original. Los filsofos de la Ilustracinatacaron a la religin en nombre de la razn; en ltima instancia a

    quien vencieron no fue a la Iglesia, sino a la metafsica y al conceptoobjetivo de razn mismo: la fuente de poder de sus propios esfuerzos.Por ltimo la razn, en cuanto rgano para la comprensin de laverdadera naturaleza de las cosas y para el establecimiento de losprincipios directivos de nuestra vida, termin por ser consideradaanacrnica. Especulacin es sinnimo de metafsica, y metafsica lo esde mitologa y supersticin. Bien podra decirse que la historia de larazn y del iluminismo, desde sus comienzos en Grecia hasta laactualidad, ha conducido a un estado en que se desconfa incluso de lapalabra razn, pues se le atribuye la posibilidad de designar al mismo

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    tiempo a algn ente mitolgico. La razn se autoliquid en cuantomedio de comprensin tica, moral y religiosa. El obispo Berkeley hijo legtimo del nominalismo, protestante entusiasta y esclarecedor

    positivista en una sola persona dirigi hace doscientos aos unataque contra tales nociones generales, incluso contra la nocin denocin general. Tal campaa ha triunfado en la prctica totalmente,Berkeley, en parcial contradiccin con su propia teora, conserv unaspocas nociones generales, como ser espritu, alma, y causa. Pero stasfueron eliminadas a fondo por Hume, el padre del positivismomoderno.

    La religin sac de esa evolucin una aparente ventaja. Laformalizacin de la razn la preserv de todo ataque serio por parte dela metafsica o teora filosfica, y esa seguridad parecera hacer de ellaun instrumento social sumamente prctico. Pero al mismo tiempo suneutralidad significa que va desvanecindose su verdadero espritu, esdecir, la conviccin de su estar relacionado con ser la depositaria deuna verdad a la que antao se atribua vigencia sobre la ciencia, el artey la poltica y toda la humanidad. La muerte de la razn especulativa,

    primero servidora de la religin y luego su contrincante, puederesultar funesta para la religin misma.

    Todas estas consecuencias se hallaban ya contenidas en germen enla idea burguesa de tolerancia, idea ambivalente. Por un lado,tolerancia significa libertad frente al dominio de la autoridaddogmtica; por el otro, fomenta una posicin de neutralidad frente acualquier contenido espiritual y, por consiguiente, fomenta el

    relativismo. Todo dominio cultural conserva su soberana conrelacin a la verdad general. El sistema de la divisin social deltrabajo se transfiere automticamente a la vida del intelecto, y estasubdivisin de la esfera cultural surge del hecho de que la verdadgeneral, objetiva, se ve reemplazada por la razn formalizada,profundamente relativista.

    Las implicaciones polticas de la metafsica racionalista se

    destacaron en el siglo XV cuando, a raz de las revolucionesnorteamericana y francesa, el concepto de nacin se tom principio

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    directivo. En la historia moderna esta nocin tendi a desplazar a lareligin en cuanto motivo supremo, supraindividual, de la vidahumana. La nacin extrae su autoridad ms de la razn que de la

    revelacin, extendindose aqu razn como conglomerado deintelecciones fundamentales, ya sean innatas o desarrolladas mediantela especulacin, y no como capacidad que slo tiene que habrselascon los medios destinados a producir el efecto de tales intelecciones.

    El inters egosta en el que hacan hincapi determinadas doctrinasde derecho natural y filosofas hedonistas constitua slo una de talesintelecciones y se lo consider como algo arraigado en la estructuraobjetiva del universo que as formaba parte de todo el sistema decategoras. En la edad industrial la idea del inters egosta fue ganandopaulatinamente supremaca absoluta y termin por sofocar a los otrosmotivos, antao considerados fundamentales para el funcionamientode la sociedad; esta actitud prevaleci en las principales escuelas delpensamiento y, durante el perodo liberal, tambin en la concienciapblica. Pero el mismo proceso revel las contradicciones entre lateora del inters egosta y la idea de nacin. La filosofa enfrent

    entonces la alternativa de aceptar las consecuencias anarquistas deesta teora o caer vctima de un nacionalismo irracional y mucho mscontagiado de romanticismo que las teoras de las ideas innatas quepredominaban durante el perodo mercantilista.

    El imperialismo intelectual del principio abstracto del inters egostancleo central de la ideologa oficial del liberalismo puso demanifiesto la creciente discrepancia entre esta ideologa y las

    condiciones sociales reinantes en las naciones industrializadas. Unavez que se afirma esta escisin de la conciencia pblica no quedaningn principio racional eficaz para sostener la cohesin social. Laidea de la comunidad popular * nacional, erigida al principio comodolo, slo puede luego ser sostenida mediante el terror. Esto explicala tendencia del liberalismo a transformarse en fascismo, y la de losrepresentantes espirituales y polticos del liberalismo a hacer las paces

    *Volksgemeinschaft: expresin de los tericos racistas, popularizada durante el nazismo. (N

    de los T)

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    con sus adversarios. Esta tendencia, que tan frecuentemente hasurgido en la historia europea ms reciente, puede deberse, aparte desus causas econmicas, a la contradiccin interna entre el principio

    subjetivista del inters egosta y la idea de la razn que presuntamentelo expresa. Originariamente la constitucin poltica se conceba comoexpresin de principios concretos fundados en la razn objetiva; lasideas de justicia, igualdad, felicidad, democracia, propiedad, todasellas deban estar en concordancia con la razn, deban emanar de larazn.

    Ms tarde el contenido de la razn se ve voluntariamente reducido alcontorno de slo una parte de ese contenido, al marco de uno solo desus principios; lo particular viene a ocupar el sitio de lo general.Semejante tour de force en el mbito intelectual va preparando elterreno para el dominio de la violencia en el mbito de lo poltico. Alabandonar su autonoma, la razn se ha convertido en instrumento. Enel aspecto formalista de la razn subjetiva, tal como lo destaca elpositivismo, se ve acentuada su falta de relacin con un contenidoobjetivo; en su aspecto instrumental, tal como lo destaca el

    pragmatismo, se ve acentuada su capitulacin ante contenidosheternomos. La razn aparece totalmente sujeta al proceso social. Suvalor operativo, el papel que desempea en el dominio sobre loshombres y la naturaleza, ha sido convertido en criterio exclusivo. Lasnociones se redujeron a sntesis de sntomas comunes a variosejemplares. Al caracterizar una similitud, las nociones liberan delesfuerzo de enumerar las cualidades y sirven as a una mejororganizacin del material del conocimiento. Vemos en ellas merasabreviaturas de los objetos particulares a los que se refieren. Todo usoque va ms all de la sintetizacin tcnica de datos fcticos, que sirvede ayuda, se ve extirpado como una huella ltima de la supersticin.Las nociones se han convertido en medios racionalizados, que noofrecen resistencia, que ahorran trabajo. Es como si el pensar mismose hubiese reducido al nivel de los procesos industriales sometindosea un plan exacto; dicho brevemente, como si se hubiese convertido en

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    un componente fijo de la produccin. Toynee 6 ha sealado algunas delas consecuencias de este proceso con miras a la historiografa. Hablade la tendencia del alfarero a convertirse en esclavo de su arcilla... En

    el mundo de la accin sabemos que resulta funesto tratar a animales oa seres humanos como si fuesen troncos o piedras. Por quhabramos de considerar como menos errneo semejante tratamientoen el mundo de las ideas?

    Cuanto ms automticas y cuanto ms instrumentalizadas se vuelvenlas ideas, tanto menos descubre uno en ellas la subsistencia depensamientos con sentido propio. Se las tiene por cosas, pormquinas. El lenguaje, en el gigantesco aparato de produccin de lasociedad moderna, se redujo a un instrumento entre otros. Toda fraseque no constituye el equivalente de una operacin dentro de eseaparato, se presenta ante el profano tan desprovista de significadocomo efectivamente debe serlo de acuerdo con los semnticoscontemporneos, segn los cuales es la frase puramente simblica yoperacional, vale decir enteramente desprovista de sentido, la quedenota un sentido. La significacin aparece desplazada por la funcin

    o el efecto que tienen en el mundo las cosas y los sucesos. Laspalabras, en la medida en que no se utilizan de un modo evidente conel fin de valorar probabilidades tcnicamente relevantes o al serviciode otros fines prcticos, entre los que debe incluirse hasta el recreo,corren el peligro de hacerse sospechosas de ser pura chchara, pues laverdad no es un fin en s misma.

    En la edad del relativismo, cuando hasta los nios conciben las ideas

    como anuncios publicitarios o como racionalizaciones, el miedoprecisamente de que la lengua pudiera dar todava alberguesubrepticio a restos mitolgicos ha otorgado a las palabras un nuevocarcter mitolgico. Es cierto que las ideas han sido radicalmentefuncionalizadas y que se considera al lenguaje como meroinstrumento, ya para el almacenamiento y la comunicacin deelementos intelectuales de la produccin, ya para la conduccin de lasmasas. Al mismo tiempo el lenguaje, por as decirlo, toma su

    6A Study of History, vol. 1, 2da Ed., Londres 1935, pg 7.

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    venganza al recaer en su etapa mgica. Como en los das de la magia,cada palabra es considerada una peligrosa potencia capaz de destruirla sociedad, hecho por el cual debe responsabilizarse a quien la

    pronuncia. Por consiguiente, bajo el control social se ve muymenguada la aspiracin a la verdad. Se declara nula la diferencia entrepensamiento y accin. Por lo tanto, se ve un acto en cadapensamiento; toda reflexin es una tesis y toda tesis una consigna.Cada cual debe responder de lo que dice o no dice. Cada cosa y cadauno de los hombres se presenta clasificado y provisto de un rtulo. Lacualidad de ser humano, que excluye la identificacin del individuocon una clase, es metafsica y no tiene lugar en la teora

    epistemolgica empirista. La gaveta en que un hombre es introducidocircunscribe su destino. No bien un pensamiento o una palabra se haceinstrumento, puede uno renunciar a pensar realmente algo alrespecto, esto es, a ejecutar de conformidad los actos lgicoscontenidos en su formulacin verbal. Tal como a menudo y conjusticia se ha sostenido, la ventaja de la matemtica el modelo detodo pensamiento neopositivista consiste precisamente en esta

    economa de pensamiento. Se realizan complejas operacioneslgicas sin que realmente se efecten todos los actos mentales en quese basan los smbolos matemticos y lgicos. Semejante mecanizacines un efecto esencial para la expansin de la industria; pero cuando sevuelve rasgo caracterstico del intelecto, cuando la misma razn seinstrumentaliza, adopta una especie de materialidad y ceguera, setorna fetiche, entidad mgica, ms aceptada que experimentadaespiritualmente. Cules son las consecuencias de la formalizacin de

    la razn? Nociones como las de justicia, igualdad, felicidad, toleranciaque, segn dijimos, en siglos anteriores son consideradas inherentes ala razn o de pendientes de ella, han perdido sus races espirituales.Son todava metas y fines, pero no hay ninguna instancia racionalautorizada a otorgarles un valor y a vincularlas con una realidadobjetiva. Aprobadas por venerables documentos histricos, puedendisfrutar todava de cierto prestigio y algunas de ellas estn contenidasen la leyes fundamentales de los pases ms grandes. Carecen, noobstante, de una confirmacin por parte de la razn en su sentido

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    moderno. Quin podr decir que alguno de estos ideales guarda unvnculo ms estrecho con la verdad que contrario? Segn la filosofadel intelectual moderno promedio, existe una sola autoridad, es decir,

    la ciencia, concebida como clasificacin de hechos y clculo deprobabilidades. La afirmacin de que la justicia y la libertad son depor s mejores que la injusticia y la opresin, no es cientficamenteverificable y, por lo tanto, resulta intil. En s misma, suena tandesprovista de sentido como la afirmacin de que el rojo es ms belloque el azul o el huevo mejor que la leche.

    Cuanto ms pierde su fuerza el concepto de razn, tanto msfcilmente queda a merced de manejos ideo lgicos y de la difusin delas mentiras ms descaradas. El iluminismo disuelve la idea de raznobjetiva, disipa el dogmatismo y la supersticin; pero a menudo lareaccin y el oscurantismo sacan ventajas mximas de esta evolucin.Intereses creados, opuestos a los valores humanitarios tradicionales,suelen respaldarse, en nombre del sano sentido comn, en la raznimpotente, neutralizada. Puede seguirse esta desubstancializacin delos conceptos fundamentales a lo largo de la historia poltica. En la

    Constitutional Convention americana de 1787, John Dickinson, dePensilvania, opuso a la razn la experiencia, cuando dijo: Laexperiencia debe ser nuestro nico indicador de caminos. La raznpuede hacer que nos extraviemos.7 Su intencin era formular unaadvertencia ante un idealismo excesivamente radical. Luego lasnociones quedaron a tal punto desprovistas de toda substancia quepoda usrselas al mismo tiempo para abogar por la opresin. CharlesOConor, famoso jurisconsulto del perodo anterior a la Guerra Civil,proclamado en una oportunidad por un sector del Partido Demcratacomo candidato a la presidencia, pronunci (luego de esbozar lasbendiciones de la esclavitud forzosa) la siguiente argumentacin:Insisto en que la esclavitud de los negros no es injusta; es justa, sabiay benfica... Insisto en que la esclavitud de los negros est prescritapor la naturaleza Al inclinarnos ante el evidente decreto de lanaturaleza y el mandamiento de una sana filosofa, hemos de declarar

    7Cf. Morrison and Commager, The Growth of the American Republic, New York 1942, vol I,

    pg. 281.

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    que esa institucin es justa, benfica, legal y adecuada.8 Aun cuandoOConor emplea todava las palabras naturaleza, filosofa y justicia,stas se hallan enteramente formalizadas y no pueden mantenerse

    frente a lo que l considera como experiencia y como hechos. Larazn subjetiva se somete a todo. Se entrega tanto a los fines de losadversarios de los valores humanitarios tradicionales como a susdefensores. Es proveedora, como en el caso de OConor, tanto de laideologa de la reaccin y el provecho como de la ideologa delprogreso y la revolucin.

    Otro portavoz de la esclavitud, Fitzhugh, autor de Sociology for theSouth, parecera acordarse de que la filosofa haba nacido otroradestinada a ideas y principios concretos, y los ataca por lo tanto ennombre del buen sentido comn. Expresa as, si bien de un mododeformado, el antagonismo entre los conceptos subjetivo y objetivo dela razn.

    Las personas con buen criterio aducen por lo comn motivos falsosen apoyo de sus opiniones porque no son pensadores abstractos,.. Enla argumentacin la filosofa los derrota con toda facilidad; sinembargo, tienen razn el instinto y el buen sentido comn, y no tienerazn la filosofa. La filosofa carece de razn siempre, el instinto y elsentido comn tienen siempre razn, puesto que la filosofa esnegligente y deduce sus conclusiones partiendo de premisas estrechase insuficientes.9

    Por miedo a los principios idealistas, por miedo al pensar como tal, alos intelectuales y a los utopistas, el autor enarbola con orgullo su

    buen sentido comn, que no ve injusticia alguna en la esclavitud.

    Los ideales y conceptos fundamentales de la metafsica racionalistaarraigaban en la nocin de lo humano en general, de la humanidad: suformalizacin implica la prdida de su contenido humano. El punto

    8A Speech at the Union Meeting at the Academy of Music, New York City, el 19 de

    diciembre de 1859, bajo el ttulo Negro Slavery Not Unjust reproducido en el New York

    Herald Tribune.9

    George Fitihugh, Sociology for the South or the Failure of Free Society , Richmoud, Va.1854, p 118 y sig.

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    hasta el cual esta deshumanizacin del pensar perjudica losfundamentos ms hondos de nuestra civilizacin puede ponerse demanifiesto mediante un anlisis del principio de mayora, inseparable

    del principio de democracia. A los ojos del hombre medio el principiode mayora constituye a menudo no slo un sustituto de la raznobjetiva sino hasta un progreso frente a sta: puesto que los hombres,al fin y al cabo, son los que mejor pueden juzgar sus propios intereses,las resoluciones de una mayora as se piensa son con todaseguridad tan valiosas para una comunidad como las instituciones deuna as llamada razn superior. Pero la anttesis entre la institucin yel principio democrtico, cuando se la formula en conceptos tan

    crudos, es slo imaginaria. Pues qu significa en verdad que unhombre conoce mejor sus propios intereses?; cmo obtiene esesaber, qu demuestra que su saber es correcto? La afirmacin de queun hombre es quien conoce mejor contiene implcitamente lareferencia a una instancia que no es totalmente arbitraria y forma partede una especie de razn que existe no slo como medio sino tambincomo fin. Si esta instancia resultara ser, una vez ms, meramente la

    mayora, todo el argumento constituira una tautologa.La gran tradicin filosfica que contribuy al establecimiento de la

    democracia moderna no incurri en esa tautologa; tal tradicinfundament los principios de gobierno sobre supuestos ms o menosespeculativos, as, por ejemplo, el supuesto de que la mismasubstancia intelectual o la misma conciencia moral se halla presenteen todo ser humano. Dicho con otras palabras, la estimacin de lamayora se basaba en una conviccin que no dependa a su vez deresoluciones de la mayora. Locke, todava afirmaba que la raznnatural coincida con la revelacin, en cuanto se refiere a los derechoshumanos.10 Su teora del gobierno se relaciona tanto con losenunciados de la razn como con los de la revelacin. stos debenensear que los hombres son todos libres, iguales e independientespor naturaleza.11

    10Locke, On Civil Government. Second Treatise, Cap. V, Everymans Library, pg. 129.

    11Ibid., Cap. VIII, pg. 164.

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    La teora del conocimiento de Locke es un ejemplo de esa engaosalucidez de estilo que concilia los contrarios borrando sencillamente losmatices. Locke no se tom el trabajo de discriminar con demasiado

    rigor entre la experiencia sensual y la racional, entre la atomista y laestructurada; tampoco indic si el estado natural del que derivaba elderecho natural, se deduca de procesos lgicos o bien se percibaintuitivamente. Pero parece suficientemente claro que la libertad pornaturaleza no es idntica a la libertad real. Su doctrina poltica sefunda ms en la inteleccin racional y en deducciones que en lainvestigacin emprica.

    Lo mismo puede afirmarse del discpulo de Locke, Rousseau.Cuando ste declar que renunciar a la libertad era algo que se oponaa la naturaleza del hombre, puesto que con ello se privaba a sus actosde toda moralidad, a su voluntad de toda libertad,12 sabaperfectamente que el renunciar a la libertad no se contradeca con lanaturaleza emprica del hombre; l mismo criticaba duramente aindividuos, grupos o pueblos por haber renunciado a su libertad. Serefera ms a la substancia espiritual del hombre que a un

    comportamiento psicolgico. Su teora del contrato social se deriva deuna teora filosfica del hombre segn la cual el principio de mayoracorresponde ms a la naturaleza humana que el principio de poder, talcomo describe esa naturaleza el pensamiento especulativo. En lahistoria de la filosofa social, incluso el trmino buen sentido comnse ve inseparablemente unido a la idea de la verdad evidente en smisma. Fue Thomas Reid quien, doce aos antes del famoso volantede Paine y de la Declaracin de la Independencia, identific losprincipios del buen sentido comn con las verdades autoevidentes,reconciliando as el empirismo con la metafsica racionalista.

    Desposedo de su fundamento racional, el principio democrtico sehace exclusivamente dependiente de los as llamados intereses delpueblo, y stos son funciones de potencias econmicas ciegas o

    12Contrat social, vol. 1, pg. 4. En la traduccin de Kurt Weigand, en: Jean Jacques

    Rousseau, Staat und Gesellschaft, Munich 1959, pg. 14.

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    demasiado conscientes. No ofrecen garanta alguna contra la tirana.13

    En el perodo del sistema del mercado libre, por ejemplo, lasinstituciones basadas en la idea de los Derechos Humanos eran

    aceptadas por muchos como instrumento adecuado para controlar algobierno y preservar la paz. Pero cuando la situacin se modifica,cuando poderosos grupos econmicos encuentran que es tilestablecer una dictadura y destituyen al gobierno de la mayora,ningn reparo fundado en la razn puede oponerse a su accin. Sitienen una verdadera posibilidad de triunfo seran sin duda necios encaso de no aprovecharla. La nica consideracin que podradisuadirnos sera la de la posibilidad de riesgo para sus propios

    intereses, y no el temor a lesionar una verdad o la razn. Una vezderrumbada la base de la democracia, la afirmacin de que ladictadura es mala slo tiene validez para quienes no la usufructan, yno existe obstculo terico alguno capaz de convertir esta afirmacinen su contrario.

    Los hombres que crearon la Constitucin de los Estados Unidosconsideraban la lex maioris partis como la ley fundamental de toda

    sociedad,14 pero estaban muy lejos de reemplazar mediantedecisiones de la mayora las de la razn. Al dejar anclado dentro de laestructura del gobierno un sistema de controles inteligentementedispuestos, opinaban, tal como lo expresa Noah Webster, que lospoderes conferidos al Congreso son amplios, pero se supone que noson demasiado amplios.15 Webster habl del principio de mayoracomo de una doctrina tan generalmente reconocida como toda verdad

    13El temor del editor de Tocqueville de hablar acerca de los aspectos negativos del principio

    de mayora era superfluo (cf. Democracy in American, New York 1898, vol. 1, pg. 334 ysigs., nota al pie). El editor declara que slo se trata de un modo de decir, cuando se afirmaque la mayora del pueblo hace las leyes, y nos recuerda entre otras cosas que esto secumple en la prctica por medio de delegados. Podra haber agregado que, si Tocquevillehablaba de la tirana de la mayora, Jefferson, en una carta citada por Tocqueville, habla dela tirana de las asambleas legislativas. En: The Writings of Thomas Jefferson, DefinitiveEdition, Washington, D. C 1905, vol. VII, pg. 312. Jefferson desconfiaba tanto de cualquierpoder gubernamental en una democracia, ya fue se legislativo o ejecutivo, que se opona almantenimiento de un ejrcito permanente. Cf. ibid., pg. 323.

    14Ibid., pag. 324.

    15 An Examination into the Leading Principles of the Federal Constitution en: Pamphlets onthe Constitution of the United States. Edit. por Paul L Ford, Brooklyn, New York 1888, pag.45.

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    intuitiva16 y vio en esta doctrina una idea entre otras ideas naturalesde similar dignidad. Para esos hombres no exista ningn principioque no debiese su autoridad a alguna fuente metafsica o religiosa.

    Dickinson consideraba que el gobierno y su mandato se fundaban enla naturaleza del hombre, vale decir en la voluntad de su creador... yson por lo tanto sagrados. Constituye, pues, un delito contra el cielolesionar este mandato.17

    No cabe duda que no se consideraba que el principio de mayoraimplicase alguna garanta de justicia. La mayora dice JohnAdams18 ha triunfado por toda la eternidad y sin excepcin algunasobre los derechos de la minora. Tales derechos y todos los demsprincipios fundamentales se tenan por verdades intuitivas, Se losheredaba directa o indirectamente de una tradicin filosfica que enaquella poca an permaneca viva. Es posible seguir sus huellas, atravs de la historia del pensamiento occidental, hasta sus racesreligiosas y mitolgicas, y en virtud de esos orgenes habanconservado la venerabilidad que menciona Dickinson.

    La razn subjetiva no encuentra aplicacin alguna para semejanteherencia. Tal razn manifiesta que la verdad es la costumbre y ladespoja con ello de su autoridad espiritual. Hoy la idea de mayora,despojada de sus fundamentos racionales, ha cobrado un sentidoenteramente irracional. Toda idea filosfica, tica o poltica cortadoel lazo que la una a sus orgenes histricos muestra una tendencia aconvertirse en ncleo de una nueva mitologa, y esta es una de lascausas por las cuales en determinadas etapas el avance progresivo de

    la Ilustracin tiende a dar un salto hacia atrs, cayendo en lasupersticin y la locura. El principio de mayora, al adoptar la formade juicios generales sobre todo y todas las cosas, tal como entran enfuncionamiento mediante toda clase de votaciones y de tcnicasmodernas de comunicacin, se ha convertido en un poder soberanoante el cual el pensamiento debe inclinarse. Es un nuevo dios, no en el

    16Ibid., pg 30.

    17

    Ibid., Letters of Fabius, pg. 181.18

    Citado por Charles Beard, en Economic Origins of Jeffersoman Democracy, New York 1915,pg. 305

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    sentido en que lo concibieron los heraldos de las grandesrevoluciones, es decir como una fuerza de resistencia contra lainjusticia existente, sino como una fuerza que se resiste a todo lo que

    no manifiesta su conformidad. El juicio de los hombres, cuanto msmanejado se ve por toda clase de intereses, tanto ms acude a lamayora como rbitro en la vida cultural. La mayora tiene la misinde justificar los sustitutos de la cultura en todas sus ramas hastadescender a los productos de engao masivo del arte popular y laliteratura popular. Cuanto mayor es la medida en que la propagandacientfica hace de la opinin pblica un mero instrumento de poderestenebrosos, tanto ms se presenta la opinin pblica como un sustituto

    de la razn. Este aparente triunfo del progreso democrtico vadevorando la substancia espiritual que dio sustento a la democracia.

    Esta disociacin de las aspiraciones y potencialidades humanasrespecto a la idea de verdad objetiva afecta no slo a las nocionesconductoras de la tica y la poltica, tales como las de libertad,igualdad y justicia, sino tambin a todos los fines y objetivosespecficos en todos los terrenos de la vida. Conforme a las pautas

    corrientes, los buenos artistas no le son ms tiles a la verdad que losbuenos carceleros o banqueros o criadas. Si intentramos aducir que laprofesin de un artista es ms noble, se nos dira que tal disputa carecede sentido: mientras que la eficiencia de una criada puede compararsecon la de otra sobre la base de su eventual limpieza, honradez,habilidad, etc., no existe ninguna posibilidad de establecer lacomparacin entre una criada y un artista. Sin embargo, un anlisisescrupuloso demostrara que en la sociedad moderna existe una pautaimplcita para el arte tanto como para la labor no aprendida, y que estapauta es el tiempo; pues la bondad, en el sentido del resultado de untrabajo especfico, es una funcin del tiempo.

    Del mismo modo, puede carecer de sentido afirmar que determinadamanera de vivir, determinada religin o filosofa es mejor o superior oms verdadera que otras. Puesto que los fines ya no se determinan a laluz de la razn, resulta tambin imposible afirmar que un sistemaeconmico o poltico, por cruel y desptico que resulte, es menosracional que otro. De acuerdo con la razn formalizada, el despotismo,

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    la crueldad, la opresin, no son malos en s mismos; ninguna instanciasensata aprobara un veredicto contra la dictadura si ste pudieseservir para que se aprovecharan de l los propulsores de la dictadura.

    Modos de decir tales como la dignidad del hombre implican unavance dialctico con el cual se conserva y se trasciende la idea delderecho divino o se convierten en consignas trilladas cuya vacuidad serevelar no bien se intente escrutar su significado especfico. La vidade tales consignas depende, por as decirlo, de recuerdosinconscientes. Aun si un grupo de hombres esclarecidos se dispusieraa luchar contra el mayor mal imaginable, la razn subjetiva tornaracasi imposible sealar la naturaleza del mal y la naturaleza de la

    humanidad que exigen perentoriamente la lucha. Muchos preguntaraninmediatamente cules son los verdaderos motivos. Habra queaseverar que los motivos son realistas, esto es, que responden a losintereses personales, aun cuando stos sean ms difciles de captar porla masa del pueblo que el tcito llamado de la situacin misma.

    El hecho de que el hombre medio an parezca estar atado a losviejos ideales podra ser aportado como dato que contradice este

    anlisis. Si se formulase la objecin en trminos generales, se podraalegar que existe un poder que compensa los efectos destructivos de larazn formalizada: la conformidad respecto a valores ycomportamientos generalmente aceptados. Al fin y al cabo, haymuchsimas ideas que deben respetarse y enaltecerse, como nos hanenseado desde nuestra ms temprana infancia. Puesto que tales ideasy todas las concepciones tericas que con ellas se vinculan, no slo sejustifican por la razn sino tambin por una aprobacin casi universal,parecera que no puede afectarlas la transformacin de la razn enmero instrumento. Esas ideas sacan su fuerza de nuestra veneracinpor la comunidad en la que vivimos, de hombres que han dado su vidapor ellas, del respeto que debemos a los fundadores de las pocasnaciones esclarecidas de nuestro tiempo. Pero de hecho este reparoexpresa la debilidad de la justificacin, de un contenido presuntamenteobjetivo, mediante el prestigio pasado y presente de tales ideas.

    Cuando en la historia cientfica y poltica moderna se invoca ahorauna tradicin de las que tan a menudo han sido denunciadas

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    como medida de alguna verdad tica o religiosa, esa verdad ya se velacerada y condenada a sufrir una disminucin de verosimilitud, nomenos agudamente que el principio que ella debera justificar. Durante

    los siglos en que a la tradicin le caba toda va el papel de recursoprobatorio, la fe en ella misma derivaba de la fe en la verdad objetiva.En cambio hoy remitirse a la tradicin parece haber conservado unasola de las funciones que esa apelacin ampla en los viejos tiempos:indica que el consenso posee tras el principio que trata de confirmaruna vez ms poder econmico y poltico. Quien comete unatransgresin contra l queda de antemano advertido.

    Durante el siglo XVII la conviccin de que al hombre lecorrespondan determinados derechos no constitua una repeticin dedogmas heredados de los antepasados. Por el contrario, esa conviccinreflejaba la situacin de los hombres que proclamaron tales derechos;era expresin de una crtica de condiciones que reclamabanperentoriamente un cambio, y esta exigencia era comprendida por elpensamiento filosfico y por las acciones histricas, y se converta enstas. Los promotores del pensamiento moderno no deducan lo que es

    bueno de la ley hasta infringan la ley, sino que intentabanreconciliar la ley con el bien. Su papel en la historia no consisti enadaptar sus palabras y sus actos al texto de antiguos documentos o dedoctrinas generalmente aceptadas, sino que crearon ellos mismos losdocumentos y consiguieron que sus teoras fuesen aceptadas. Quienesaprecian hoy esas enseanzas y estn desprovistos de una filosofaadecuada pueden considerarlas expresin de deseos puramentesubjetivos o un modelo establecido que debe su autoridad a unacantidad de hombres que creen en l y en la perduracin inconmoviblede su existencia. Precisamente el hecho de que sea hoy necesarioinvocar la tradicin, prueba que esta ha perdido su poder sobre loshombres. No es extrao entonces que naciones enteras ciertamenteAlemania no es en este sentido un caso aislado despierten un buenda para descubrir que los ideales que en mayor estima haban tenidono eran ms que pompas de jabn.

    Es cierto que hasta hoy la sociedad civilizada se ha nutrido de losrestos de esas ideas, aun cuando el progreso de la razn subjetiva

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    destrua la base terica de las ideas mitolgicas, religiosas yracionalistas. Y stas tienden a convertirse ms que nunca en merosaldo y pierden as paulatinamente su poder de conviccin. Cuando

    estaban vivas las grandes concepciones religiosas y filosficas, loshombres pensantes alababan la humanidad y el amor fraterno, la justicia y el sentimiento humanitario, no porque fuese realistamantener tales principios, y en cambio riesgoso y desacertadodesviarse de ellos, o porque tales mximas coincidieran mejor con sugusto, presuntamente libre. Se atenan a tales ideas porque percibanen ellas elementos de la verdad, por que las hacan armonizar con laidea del logos, bajo la forma de Dios, de espritu trascendente o de la

    naturaleza como principio eterno. No slo se entenda as a las metassupremas, atribuyndoles un sentido objetivo, una significacininmanente, sino que hasta las ocupaciones e inclinaciones msmodestas dependan de una creencia en la deseabilidad general y en elvalor inherente de sus objetos o temas.

    Los orgenes mitolgicos, objetivos, que la razn subjetiva vadestruyendo, no slo se refieren a los grandes conceptos generales,

    sino que evidentemente forman tambin la base de comportamientos yactos personales y enteramente psicolgicos. Todos ellos hastallegar a los sentimientos ms oscuros se desvanecen al versedespojados de ese contenido objetivo, de ese vnculo con la verdadsupuestamente objetiva. As como los juegos de los nios y lasquimeras de los adultos tienen su origen en la mitologa, toda alegravejase otrora ligada a la creencia en una verdad suprema.

    Thorstein Veblen devel los deformados motivos medievales de laarquitectura del siglo XIX.19 En la bsqueda de pompa yornamentacin vio un remanente de actitudes feudales. El anlisis delas llamado honorifie waste conduce, empero, al descubrimiento noslo de ciertos aspectos de opresin brbara preservados en la vidasocial moderna y en la psicologa individual, sino tambin de aspectosde la continuada accin de comportamientos de veneracin, temor y

    19Cf. Th. W. Adorno: "Veblens Angriff auf die Kultur" en; Prismen, Frankfuit del Main 1955,

    pags. 82-111.

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    supersticin olvidados hace tiempo. Se manifiestan en preferencias yantipatas naturalsimas y la civilizacin los presupone comoobvios. Debido a la evidente carencia de una motivacin racional, se

    los racionaliza de acuerdo con la razn subjetiva. El hecho de que encualquier cultura moderna haya una diferencia de jerarqua entrealto y bajo, de que lo limpio resulte atractivo y lo sucio repulsivo,de que se experimenten determinados olores como buenos y otroscomo repelentes, de que se tenga en gran estima a ciertos manjares yse deteste a otros, debe atribuirse ms a antiguos tabes, mitos ydevociones y al destino de stos en el transcurso de la historia, que alos motivos higinicos o a otras causas pragmticas que puedan tratar

    de exponer algunos individuos ilustrados o religiones liberales.Estas antiguas formas de vivir que arden lentamente debajo de la

    superficie de la civilizacin moderna proporcionan aun en muchoscasos el calor inherente a todo encantamiento, a toda manifestacin deamor hacia alguna cosa por la cosa misma y no corno medio paraobtener otra. El placer de cultivar un jardn se remonta a pocasantiguas en que los jardines pertenecan a los dioses y se cultivaban

    para ellos. La sensibilidad ante la belleza, tanto en la naturaleza comoen el arte, se anuda mediante mil tenues hilos a esas representacionessupersticiosas.20 Cuando el hombre moderno corta esos hilos, ya seaburlndose de ellos, ya sea ostentndolos, podr conservar todava porun rato el placer, pero su vida interior se habr extinguido.

    La alegra que sentirnos en presencia de una flor o por la atmsferade un cuarto, no podemos atribuirla a un instinto esttico autnomo.

    La receptividad esttica del hombre se ve ligada en su prehistoria condiversas formas de idolatra; la creencia en la bondad o santidad deuna cosa precede a la alegra por su belleza. Esto no vale menosrespecto a nociones tales como las de libertad y humanidad. Lo quedijimos acerca de la nocin de la dignidad humana es sin duda

    20Aun la tendencia a la pulcritud, gusto moderno por excelencia, parece estar arraigado en

    creencias mgicas. Sir James Frazer (The Golden Bough, vol. I, parte I, pg. 175) cita uninforme sobre los nativos de Nueva Bretaa, que concluye diciendo que "la limpieza usual enlas casas, que consiste en el cuidadoso barrido diario del piso, no se basa de ningn modoen un deseo de limpieza y orden, sino exclusivamente en el afn de eliminar todo lo quepudiese seivir para un hechizo a alguien que le deseara a uno el mal"

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    aplicable a las nociones de justicia e igualdad. Semejantes ideas debenconservar el elemento negativo, en cuanto negacin de la antiguaetapa de injusticia o desigualdad, y preservar al mismo tiempo la

    significacin originaria, absoluta, arraigada en sus tenebrososorgenes. De otro modo, no slo se tornan indiferentes, sino tambinfalaces.

    Todas estas ideas veneradas, todas las fuerzas que, agregadas alpoder fsico y al inters material, mantienen la cohesin de lasociedad, existen todava, pero han sido socavadas por laformalizacin de la razn. Como hemos visto, este proceso apareceunido a la conviccin de que nuestras metas, sean cuales fueren,dependen de predilecciones y aversiones que de por s carecen desentido. Supongamos que esta conviccin penetre realmente en losdetalles de la vida cotidiana; lo cierto es que ya ha penetrado mshondo de lo que pueda tener conciencia la mayor parte de nosotros.Cada vez hacemos menos una cosa por amor a ella misma. Unacaminata destinada a conducir a un hombre desde la ciudad hasta lasorillas de un ro o a la cima de una montaa, si la juzgamos conforme

    a pautas de utilidad, sera contraria a la razn e idiota; la gente sededica a distracciones necias o destructivas. En opinin de la raznformalizada, una actividad es racional nicamente cuando sirve a otrafinalidad, por ejemplo a la salud o al relajamiento que ayudan arefrescar nuevamente la energa de trabajo. Dicho con otras palabras,la actividad no es ms que una herramienta, pues slo cobra sentidomediante su vinculacin con otros fines.

    No es posible afirmar que el placer que un hombre experimenta alcontemplar, por ejemplo, un paisaje, durara mucho tiempo si a prioriestuviese persuadido de que las formas y los colores que ve no sonms que formas y colores; que todas las estructuras en que formas ycolores desempean algn papel son puramente subjetivas y noguardan relacin alguna con un orden o una totalidad cualquiera plenade sentido; que, sencilla y necesariamente, no expresan nada. Si talesplaceres se han hecho costumbre, podr uno seguir sintindolos por elresto de su vida o bien jams podr cobrar conciencia plena de la faltade significacin de las cosas que le son muy queridas. Las

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    inclinaciones de nuestro gusto van formndose en la tempranainfancia; lo que aprendemos luego influye menos en nosotros. Acasolos hijos imiten al padre que tena propensin a dar largos paseos, pero

    una vez suficientemente avanzada la formalizacin de la razn,pensarn haber cumplido con el deber para con su cuerpo al seguir uncurso de gimnasia obedeciendo los comandos de una voz radiofnica.Un paseo a travs del paisaje ya no ser necesario; y as la nocinmisma de paisaje como puede experimentarla el caminante, se vuelveabsurda y arbitraria. El paisaje se pierde totalmente en una experienciade touring.

    Los simbolistas franceses disponan de una nocin particular paraexpresar su amor a las cosas que haban perdido su significacinobjetiva: la palabra spleen. La arbitrariedad consciente, desafiante, enla eleccin de los objetos, su absurdo, su perversidad, descubrecon gesto silencioso, por as decirlo, la irracionalidad de la lgicautilitarista a la que golpea en pleno rostro a fin de demostrar suinadecuacin a la experiencia humana. Y, al traer ese gesto a laconciencia, gracias a ese choque, el hecho de que aquella lgica olvida

    al sujeto expresa al mismo tiempo el dolor del sujeto por suincapacidad de lograr un orden objetivo.

    La sociedad del siglo XX ya no se inquieta a causa de semejantesincongruencias. Para ella existe una sola manera de alcanzar unsentido: servir a un fin. Las predilecciones y las aversiones que en lacultura de las masas han perdido su significado son puestas en el rubrode esparcimientos, recreo para horas libres, contactos sociales etc., o

    abandonadas al destino de una paulatina extincin. El spleen, laprotesta del no conformismo, del individuo, tambin quedreglamentado: la obsesin del dandy transformndose en el hobby deBabbitt, El sentido del hobby: de que a uno le va bien, de que unose divierte, no deja surgir ningn pesar frente al desvanecimiento dela razn objetiva y a la desaparicin de todo sentido interior de larealidad. La persona que se dedica a un hobby ya ni siquiera pretendehacer creer que ste conserva alguna relacin con la verdad suprema.Cuando en el cuestionario de una en- cuesta se pide a alguien queindique su hobby, anota: golf, libros, fotografas o cosas por el estilo,

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    sin pensarlo dos veces, tal como si anotara su peso. En carcter depredilecciones racionalizadas reconocidas, que se considerannecesarias para mantener a la gente de buen humor, los hobbies se han

    convertido en una institucin. Aun el buen humor estereotipado, queno es otra cosa que una condicin psicolgica previa para la capacidadproductora, puede desvanecerse junto con todas las otras emociones siperdemos el ltimo vestigio del recuerdo de que otrora el buen humorestaba ligado a la idea de divinidad. La gente del keep smilingcomienza a presentar un aspecto triste y acaso hasta desesperado.

    Lo que queda dicho respecto a las alegras menores vale asimismoen cuanto a las aspiraciones ms elevadas de alcanzar lo bueno y lobello. Una rpida percepcin de hechos reemplaza a la penetracinespiritual de los fenmenos de la experiencia. El nio que reconoce enPap Noel a un empleado de la tienda y percibe la relacin entre laNavidad y el monto de las ventas, puede considerar como cosasobreentendida la existencia, en general, de un efecto recproco entrereligin y negocio. Ya en su tiempo Emerson observ con granamargura ese efecto recproco: Las instituciones religiosas... ya han

    alcanzado un valor de mercado en cuanto protectoras de la propiedad;si los sacerdotes y los feligreses no estuviesen en condiciones desostenerlas, las Cmaras de Comercio y los presidentes de bancos,hasta los propietarios de tabernas y los latifundistas organizaran condiligencia una colecta para subvencionarlas.2 1 Hoy da se aceptancomo obvias tales relaciones recprocas, al igual que la diversidadentre verdad y religin. El nio aprende temprano a no ser unaguafiestas; puede que siga desempeando su papel de nio ingenuo,pero desde luego, al mismo tiempo, pondr en evidencia sucomprensin ms perspicaz al hallarse a solas con otros chicos. Estaespecie de pluralismo, tal como resulta de la educacin modernareferente a todos los principios ideales democrticos o religiosos,introduce un rasgo esquizofrnico en la vida moderna, debido a quetales principios se adaptan rigurosamente a ocasiones especficas, poruniversal que pueda ser su significado.

    21The Complete Works of Ralph Waldo Emerson, Centenary Edition, Boston y New York 1903,vol I, pg. 321.

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    Otrora una obra de arte aspiraba a decir al mundo cmo es elmundo: aspiraba a pronunciar un juicio definitivo. Hoy se veenteramente neutralizada. Tmese, por ejemplo, la Heroica de

    Beethoven. El oyente medio de conciertos es incapaz de experimentarhoy su significado objetivo. La escucha como si se la hubiesecompuesto para ilustrar las observaciones del comentarista delprograma. Ah todo est dicho con letras de imprenta: la tensin entreel postulado moral y la realidad social, el hecho de que contrariamentea lo que ocurra en Francia, la vida intelectual no poda manifestarsepolticamente en Alemania, sino que deba buscar una salida en el artey en la msica. La composicin ha sido cosificada, convertida en una

    pieza de museo, y su representacin se ha vuelto una ocupacin derecreo, un acontecimiento, una oportunidad favorable para lapresentacin de estrellas, o para una reunin social a la que debeacudirse cuando se forma parte de determinado grupo. Pero ya noqueda ninguna relacin viviente con la obra, ninguna comprensindirecta, espontnea, de su funcin en cuanto expresin, ningunavivencia de su totalidad en cuanto imagen de aquello que alguna vez

    se llamaba Verdad. Tal cosificacin es tpica de la subjetivacin yformalizacin de la razn. Ella transmuta obras de arte en mercancasculturales y su consumo es una serie de sensaciones casualesseparadas de nuestras intenciones y aspiraciones verdaderas. El arte seve tan disociado de la verdad como la poltica o la religin.

    La cosificacin es un proceso que puede ser observadoremontndose hasta los comienzos de la sociedad organizada o delempleo de herramientas. Sin embargo, la transmutacin de todos losproductos de la actividad humana en mercancas slo puede llevarse acabo con el advenimiento de la sociedad industrial. Las funcionesejercidas otrora por la razn objetiva, por la religin autoritaria o porla metafsica han sido adoptadas por los mecanismos cosificantes delaparato econmico annimo. Lo que determina la colocabilidad de lamercanca comercial es el precio que se paga en el mercado y as sedetermina tambin la productividad de una forma especfica de

    trabajo. Se estigmatiza como carentes de sentido o superfluas, comolujo, a las actividades que no son tiles o no contribuyen, como en

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    tiempos de guerra, al mantenimiento y la seguridad de las condicionesgenerales necesarias para que prospere la industria. El trabajoproductivo, ya sea manual o intelectual, se ha vuelto honorable, de

    hecho se ha convertido en la nica manera aceptada de pasar la vida, ytoda ocupacin, la persecucin de todo objetivo que finalmente arrojaalgn ingreso, es designada como productiva.

    Los grandes tericos de la sociedad burg