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LECCIONES DE Instityto de Invesíigc:;ción SOCIO de Frankturt por Antonio Cirillo CONTENIDO DE LA OBRA 1. En los doce capítulos que componen esta obra aparecen conceptos y presupuestos comunes, que se afirman y ejemplifican de modo continuo, ín- timamente relacionados entre sí. Por eso, en la exposición del contenido, no nos ceñiremos en modo estricto al orden de exposición que apa- rece en el Indice. a) Tareas de la sociología. Se resume aquí el contenido de los capítulos I, II y VIII. Se puede decir que el libro es una continua ejemplificación y aplicación de la con- cepclOn sociológica del Instituto, cuyos "princi- pios" guían el análisis de cada argumento tra- tado. Estos principios aparecen de modo especial en estos capítulos. Según el estilo común a toda concepción his- toricista, no son las definiciones -consideradas como demasiado rígidas e inmóviles- las que ilustran los conceptos, sino que el modo habitual en el que se exponen las posiciones propias es a partir de la historia del concepto y de la exposi- ción polémica de las ideas de los adversarios. En esta concepción, se considera como adver- saria la tendencia (común a Comte, Durkheim, Weber, Pareto) a limitarse a explicar lo que su- cede en la sociedad sin contribuir a que cam- * Edición preparada por MAX HORKHEIMER y THEODOR ADORNO. Título original: Soziologische Exkurse, 1956, vol. 4.· de los «Frankfurter Beitrage zur Soziologie» del Institut fur Sozialforschung de Frankfurt am Main, editados por Theodor W. Adorno y Walter Dirks. INDICE: 1. La idea de sociología. II. Sociedad. III. Individuo. IV. Grupo. V. Masa. VI. Cultura y Civilización. VII. Sociología del arte y la música. VIII. Sociología e investigación social empírica. IX. Familia. X. Estudios de comunidades. XI. Prejuicio. XII. Ideología. 1. No se trata de un manual de sociología, sino más bien -como dicen los autores- de «materia- les y consideraciones que se refieren a nociones singulares y a campos especificos que, sin embargo, pueden proporcionar en sus relaciones de conjunto, una cierta visión del todo» (p. 8). . En la p. 9 se afirma que el autor de esta obra es todo el Instituto, que ha recogido manuscritos y bre- ves conferencias para la radio alemana de Assia de los años 1953_54; así como articulos para revistas de sociología (Prejuioio, Ideología) y voces de diccionarios (Sociología e investigaoión sooial empírioa). El método usado por los autores es, según sus palabras, la «compenetración de exposición, ejercicio y reflexión critica» (p. 7). .

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LECCIONES DE SOCIOlOG~ Instityto de Invesíigc:;ción SOCIO de Frankturt por Antonio Cirillo

CONTENIDO DE LA OBRA 1.

En los doce capítulos que componen esta obra aparecen conceptos y presupuestos comunes, que se afirman y ejemplifican de modo continuo, ín­timamente relacionados entre sí. Por eso, en la exposición del contenido, no nos ceñiremos en modo estricto al orden de exposición que apa­rece en el Indice.

a) Tareas de la sociología.

Se resume aquí el contenido de los capítulos I, II y VIII. Se puede decir que el libro es una continua ejemplificación y aplicación de la con-

cepclOn sociológica del Instituto, cuyos "princi­pios" guían el análisis de cada argumento tra­tado. Estos principios aparecen de modo especial en estos capítulos.

Según el estilo común a toda concepción his­toricista, no son las definiciones -consideradas como demasiado rígidas e inmóviles- las que ilustran los conceptos, sino que el modo habitual en el que se exponen las posiciones propias es a partir de la historia del concepto y de la exposi­ción polémica de las ideas de los adversarios.

En esta concepción, se considera como adver­saria la tendencia (común a Comte, Durkheim, Weber, Pareto) a limitarse a explicar lo que su­cede en la sociedad sin contribuir a que cam-

* Edición preparada por MAX HORKHEIMER y THEODOR ADORNO. Título original: Soziologische Exkurse, 1956, vol. 4.· de los «Frankfurter Beitrage zur Soziologie» del Institut fur Sozialforschung de Frankfurt am Main, editados por Theodor W. Adorno y Walter Dirks. INDICE: 1. La idea de sociología. II. Sociedad. III. Individuo. IV. Grupo. V. Masa. VI. Cultura y Civilización. VII. Sociología del arte y la música. VIII. Sociología e investigación social empírica. IX. Familia. X. Estudios de comunidades. XI. Prejuicio. XII. Ideología.

1. No se trata de un manual de sociología, sino más bien -como dicen los autores- de «materia­les y consideraciones que se refieren a nociones singulares y a campos especificos que, sin embargo, pueden proporcionar en sus relaciones de conjunto, una cierta visión del todo» (p. 8). .

En la p. 9 se afirma que el autor de esta obra es todo el Instituto, que ha recogido manuscritos y bre­ves conferencias para la radio alemana de Assia de los años 1953_54; así como articulos para revistas de sociología (Prejuioio, Ideología) y voces de diccionarios (Sociología e investigaoión sooial empírioa).

El método usado por los autores es, según sus palabras, la «compenetración de exposición, ejercicio y reflexión critica» (p. 7). .

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U.S.F. LECCIONES DE SOCIOLOGIA

bie: "el impulso a la posible transformación del ser por obra del deber ser, propio de la filosofía, cedía el paso al sobrio celo del que acepta el ser como deber ser" (p. 19). Se puede encontrar aquí, en modo bastante explícito, la concepción mar­xista según la cual la teoría debe unirse a la praxis, pues su objetivo es cambiar el mundo, y no sólo limitarse a contemplarlo.

Sin embargo, para efectuar cambios radicales en la sociedad es necesario poseer una visión de conjunto, de modo semejante a las imágenes que siempre han presentado las diversas filosofías. La sociología, efectivamente, al pretender fun­darse exclusivamente en los datos positivos -a diferencia de la filosofía-, ha perdido de vista el nexo de totalidad de la sociedad. La instancia positiva, el método científico, resultó muy pronto un fin en sí mismo, especialmente en la socio­logía empírica americana, que es criticada por uno de sus máximos exponentes (Lynd): "olvi­dado el empeño ético de ayudar a los hombres en la solución de sus asuntos más importantes, la colección de conocimientos ha llegado a ser, según la crítica de Lynd, un falso fin en sí mis­mo" (p. 20).

La sociología debe ser una ciencia inmediata­mente práctica, pero también crítica, y no pue­de reducirse a una simple técnica al servicio de la administración del sistema (cfr. p. 143), no de­be quedar reducida a una investigación social empírica, que es un simple instrumento de con­trol de una teoría más amplia sobre la sociedad. La reducción de la sociología a social research es explicada como una renuncia del cuerpo so­cial a las reformas radicales, con la consecuente resignación a tareas más limitadas: "la posibi­lidad de aplicación práctica de la ciencia a la sociedad depende fundamentalmente de las con­diciones de la misma sociedad (. .. ); los intereses comienzan a ser discordes precisamente en el momento en que ya no se trata de eliminar al­gún inconveniente, sino de modificar la estruc­tura de la sociedad" (P. 143). Se puede ver cómo late en esta concepción la misma confianza ab­soluta del iluminismo en su capacidad de resol-

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ver los problemas sociales a la luz de las pro­pias teorías; y de hecho los autores declaran que también en la realización de sus promesas, la investigación social debe tener un "espíritu iluminista y antiideológico", entendiendo por ideológico toda actitud de la ciencia que sólo pretenda explicar los hechos sociales. Así, los autores rechazan la neutralidád de la sociología y también la proposición de Lundberg, sociólogo americano, según la cual "los resultados de una sociología rigurosamente científica deben ser ta­les que puedan ser aceptados igualmente por un fascista, un comunista o un liberal" (P. 146). La sociología, a través de la social research, debería poner de manifiesto las fuerzas objetivas que mueven a los hombres a asociarse, "la relación activa entre el hombre y la naturaleza, y las for­mas objetivas de asociación humana no recondu­cibles al espíritu como estructura interior del hombre" (p. 140), reconociendo a lo más las ne­cesidades psicológicas indicadas por el psicoaná­lisis.

Esta insistencia por lograr una visión total de la sociedad, exige un estudio interdisciplinar, pero los autores insisten en que no se puede confundir esta colaboración entre diversas cien­cias con la verdadera síntesis que, a partir de ellas, ha de lograrse sobre la sociedad, y que debe tener un carácter "filosófico". La acusa­ción que se lanza a las teorías filosóficas sobre la sociedad es, precisamente, su carácter pre-socio­lógico: "mientras la gran tradición filosófica tra­zaba la doctrina de la sociedad en relación a un ideal obtenido a partir de los principios absolu­tos del ser ... , la sociología se jacta de haberse liberado, igual que las ciencias naturales, de toda teología y limitarse a la constatación de nexos causales regulares" (pp. 18-19).

Los autores distinguen entre sociedad y es­tado. El estado, entendido como institucionaliza­ción de la sociedad, tiende según su concepción a absorber en sí a la sociedad, y el papel de la sociología sería observar las relaciones entre ellos: "la sociología se convierte en crítica de la sociedad en el mismo momento en que no se li-

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mita a describir y -ponderar las instituciones y procesos sociales, sino que los confronta con este sustrato, la vida de aquellos sobre los que se im­ponen ... " (p. 36). Entienden la sociología como algo esencialmente dinámico, y rechazan el "dua­lismo científico" entre estática y dinámica social que se encuentra no sólo en Comte, que lo enun­cia explícitamente, sino también en Marx, que contrapondría las leyes naturales e invariables de la sociedad con las propias de cada fase de desarrollo" (P. 38).

b) Sociedad y grupos (cc. IIl, IV Y V).

La tendencia a la socialización es explicada no como un fenómeno general sino como un fe­nómeno cualitativo, que afecta también a la mis­ma interioridad -del hombre, degradándolo: "En este proceso, la progresiva racionalización, en cuanto standarización del hombre, va acompaña­da de una regresión igualmente progresiva" (p. 45), pues en este proceso el individuo pierde su libertad. Los autores explican esta pérdida de la libertad en clave psicoanalítica: la socialización comportaría un control cada vez mayor de la esfera de los instintos, que no iría acompañada de la necésaria compensación equivalente del yo, engendrando una rebelión de los instintos repri­midos, lo cual les lleva a concluir que "la socia­lización crea el potencial para la propia destruc­ción, no sólo en la esfera objetiva sino también en la subjetiva" (p. 45).

El aumento de socialización daría lugar a la integración que se manifiesta, según Spencer, "en la formación de una masa más grande y en el progreso de esta masa hacia una coherencia de­bida a las íntimas conexiones de sus partes" (p. 42). Sin embargo, los autores no aceptan la teo­ría -también de Spencer- de la diferenciación porque ésta sólo se daría en algunos momentos de la sociedad liberal-burguesa con un alto grado de desarrollo (cfr. p. 43).

Respecto al concepto de individuo, los auto-

ANTONIO CIRILLO

res afirman que es un mérito de la sociología el haber conseguido eliminar las pretensiones de autonomía respecto a la sOéiedad, que asignaban al individuo las filosofías modernas de Descar­tes, Leibniz, Kant y Fichte. Para la sociología, el hombre "antes de ser-también-individuo, es uno de los semejantes, y antes de referirse explí­citamente a sí, es un momento de las relaciones en que vive, antes de que eventualmente-pueda alcanzar su propia autodeterminación" (p. 53). En definitiva, lo que mantienen los autores, es que el hombre vendría constituido por sus relaciones con los demás.

De modo semejante, el concepto de persona también es reducido a "una categoría social, de­terminada sólo por la correlación vital con las demás personas (. .. ); y sólo en esta correlación, en unas condiciones sociales dadas, su vida al­canza sentido" (p. 55).

Así, el mérito de la sociología sería el haber revelado -la importapcia del contexto socialpai'a entender el individuo, que con excesiva frecuen­cia se ha querido entender exclusivamente en términos psicológicos (cfr. p. 60). Los autores, sin embargo, ven en su insistencia por afirmar el papel de la sociedad en la formación del indivi­duo un posible peligro, el de favorecer el totali­tarismo. "Esta objeción es de gran peso y hay que tenerla en cuenta: el concepto puro de la socie­dad es tan abstracto como el concepto puro de individuo, y lo mismo el de una eterna antítesis entre los dos" (p. 60). En realidad, no responden a la objeción que ellos mismos se plantean, pre­cisamente por el determinismo social que profe­san. Esto les obliga a decir que el individuo sólo puede realizarse en un estado justo, precisando que el estado burgués no puede ser justo, porque enfrenta las necesidades individuales a las -co­lectivas (cfr. P. 61).

Para los autores, el grupo no es un conjunto de personas unidas por un fin común, sino sim­plemente un conjunto de personas unidas por _breve tiempo o casualmente (se rechaza todo fin). Aceptan la división clásica de los grupos en

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1.I.S.F. LECCIONES DE SOCIOLOGIA

"grupos pequeños", como elemento originario de cualquier desarrollo social; "grupo primario" (familia, vecinos, compañeros de juego, ... ); y "grupo secundario" (el estado, el partido, .. . ) (cfr. pp. 72 ss.). La función de los grupos sería satis­facer las necesidades psicológico-afectivas de los individuos, que necesitan de unos mediadores entre sí y la sociedad. De este modo, todos los grupos ~también la familia- son artificiales, son un producto de la sociedad: "la familia no es una categoría originaria ( .. . ), ella misma es un producto de la sociedad" (p. 81).

A continuación, analizan el fenómeno de la masificación bajo una perspectiva psicoanalítica, encontrando en él una función positiva que se­ría ·la sublimación de los impulsos agresivos, que haría posible el nacimiento de la cultura y de la comunicación interpersonal. La masa no sería un grupo de individuos unidos casualmente, sino que sus componentes, según los autores, tienen unos ideales comunes. Siguiendo a Freud, clasi­fican como "masas altamente organizadas, arti­ficiales y de gran duración" a la Iglesia y el ejército, llegando a identificar los ligámenes de obediencia al jefe -tanto en la Iglesia como en el ejército- como un producto de lazos libidi­nosos (cfr. p. 93).

Pero la masificación abriría las puertas a la manipulación, obra de la presión del grupo y de la clase más fuerte (cfr. p. 95) y, sobre todo, de la disposición inconsciente de la masa a dejarse manipular. Para evitar la masificación, el indi­viduo debería conocer "qué es lo que le lleva a hacerse masa, para así oponer una resistencia consciente a la 'tendencia', al comportamiento de masa" (p. 96). De nuevo es Freud el que propor­ciona los medios para lograr esa resistencia: la tendencia a la masificación se origina en la nece­sidad de sublimar las propias pulsiones sexuales mediante la identificación con un jefe y con los demás individuos de la masa. También se sirven de la teoría de otro psicoanalista, Numberg, que resuelve en la debilidad del yo frente a la so­ciedad, la abdicación de las responsabilidades personales en la sociedad (cfr. ibid.).

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c) Cultura y civilización.

Los autores entienden por Kultur la cultura del espíritu, "los valores de civilización" (P. 110), y por Zivilisation todo aquello que permite un progreso material de la humanidad. El adversario polémico en esta ocasión es in genere la exigen­cia de redescubrir una cultura que humanice la civilización y, más concretamente, se polemiza con la obra de O. Spengler La decadencia de Oc­cidente, publicada en 1918, que denunciaba los males de la sociedad occidental, que estaría per­diendo los valores campesinos, e identificaba cul­tura con campo y civilización con ciudad.

Los autores afirman que "no es lícito invocar la cultura contra la civilización" (entendiendo por cultura una especie de espiritualismo descarnado e inútil); es más, hacerlo supondría la disgrega­ción de la sociedad. Pero admiten que "también es verdad que la actividad de la civilización, co­mo producción y uso cultivado de meros objetos instrumentales y en muchas ocasiones superfluos, se ha convertido en un fin en sí misma en una medida intolerable, y que los hombres ya no son, o casi no lo son, dueños de ese aparato, sino sus funcionarios, o consumidores coaccionados de lo que aquél produce" (p. 108). Describen estos y otros males producidos por la civilización, pero para subsanarlos afirman que no es necesaria una revalorización de los bienes espirituales, sino que bastaría con un genérico esfuerzo "por em­pujar el actual proceso de civilización, de modo positivo, más allá de sí mismo" (p. 109).

d) Sociología del arte y de la música.

En relación con el arte, la sociología no se debe "limitar a las condiciones del contexto social en las que operan las obras de arte, sino que debe profundizar en el sentido social de esas obras ( ... ), tomar el arte como objeto de una investigación que descifre en él una inconsciente historiografía de la sociedad". Esta exigencia habría sido rea­lizada por Arnold Hauser en su Sozial Geschichte · des Kunst und Literatur (1953), que es una inter-

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pretación en clave marxista de las obras de arte: "su método -dicen los autores- es dialéctico en el séntido más estricto, y le permite desarrollar las formas artísticas a través de todas las media­ciones, y en su completa diferenciación especí­fica, de las condiciones sociales, tanto del trabajo como de las relaciones de dominio en las diversas fases históricas. El primado permanece en la pro­ducción, sin olvidar la distribución y recepción; explica el arte a partir de la totalidad social, pero Sin sacrificar el lugar y función específica de cada fenómeno singular" (p. 119).

Losáutores no encuentran una obra de arte o un estilo artístico que no dependa del contexto social: incluso. las manifestaciones que se presen­tan como ajenas a la sociedad, son calificadas co­mo"locuras de la asocialidad", y ponen como ejemplos algunas poesías de Trakl, el Guernica dé Picasso, algunas composiciones musicales de Schonberg, etc., y además habría que entenderlas exclusivamente cOmo expresiones del malestar que origina la civilización contemporánea con su aparente normalidad. También este tipo de arte tendría una funci6n social: "ser piedra de es­cándalo desde dentro de la sociedad actual y de su vida uniformada, provocando la ira de la 'nor­malidad'que, de este modo, descubre algo de su falSedad" (p. 121).

La "explicación social" del arte también servi­ría para la música. Así, la gran música coral sim­bolizaría y consolidaría la integración del indivi­duo en el orden sOcial constituído (cfr. p. 125); la música de Stravinsky pondría de manifiesto que el dominio totalitario también se prepara desde el interior, y no sólo se impone desde el exterior (cfr. p. 127); Y el jazz expresaría la anulación del individuo en el sistema social americano (cfr. p. 129).

e) La familia.

Tras mencionar brevemente alguna teoría que reconoce el origen natural de la familia, los au­tores desarrollan su propia concepción. Conside­ran que la familia está esencialmente ligada a la

ANTONIO CIRILLO

sociedad, de modo que hasta la misma intimidad familiar tendría este origen (cfr. p. 151).

También el buen funcionamiento de la fami­lia dependería exclusivamente de la estructura social, y tratan de probar cómo el desarrollo so­cialba terItlinado con formas familiares que se creían "naturales": el ejemplo -ya típico en este tipo de trabajos- es el de la desaparición de la familia patriarcal monogámica, debido al desarro­llo social de la mujer: "hasta que la familia ga­rantizó a :sus componentes protección y calor, la autoridad familiar estaba justificada ; además, la propiedad privada constituía un . sólido motivo de obediencia para los herederos" (p. 155). Es, en de­finitiva, la concepción marxista sobre la familia, que la hace proceder de la sociedad capitalista y de la ley de la propiedad privada: cambiando las estructuras, cambiará también la familia . . '

A los autores no les queda más remedio que conceder que "también de la familia burguesa" han salido algunos personajes con "capacidad de amar y coherentes" (p. 160), y por eso afirman que "cualquier ideología, también la familiar, no es una simple mentira. Cuando el culto a la fami­lia, y en primer lugar a la 'virtuosa esposa y ma­dre', atribuía a los oprimidos que estaban obliga­dos al sacrificio, el halo de la bondad y de la de­dicación voluntaria, esto no era un simple home­naje verbal a los vencidos, sino la atribución -idealmente- de una dignidad" (p. 157). En de­finitiva, los valores familiares naturales son pre­sentados como la sublimación de las duras exi­gencias que la sociedad capitalista imponía a los individuos, pues al basarse en la competencia con los conflictos que de ahí surgen, necesitaba de este tipo de familia rigurosa que servía como pre­paración para el ingreso en la sociedad.

A consecuencia de la caída de la familia bur­guesa, la sublimación del padre, que era la causa de que se le obedeciera, fue trasladada al Estado, y de este modo se explicaría la formación de los estados totalitarios (cfr. p. 160) y en concreto del nazismo (p. 161).

El tipo de familia ideal que proponen los auto­res es la "familia de iguales", en la que ya no

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l.l.S.F. LECCIONES DE SOCIOLOGIA

exista el autoritarismo. Pero para lograrlo se ne­cesita antes el cambio de estructuras de la socie­dad opresiva, para que tambien la familia deje de serlo respecto a sus miembros.

f) La comunidad.

A partir del concepto de comunidad como "pluralidad de hombres dotados de intereses, sen­timientos, comportamientos y finalidades comu­nes, debido a la común pertenencia a un grupo social" (p. 172), los autores utilizan una encuesta sociológica hecha en Darmstadt, para obtener las conclusiones sobre el concepto de "humanidad campesina" y sobre las características de la ju­ventud alemana de la inmediata postguerra.

Para los autores los avances tecnológicos agrí­colas obligan a eliminar el concepto de "humani­dad campesina", pues prácticamente han desapa­recido las diferencias entre el campo y la ciudad, y los aspectos que estaban ligados a la tradición se han unido a otros aspectos modernos, creando conflictos entre sí, de tal modo que se ha produ­cido un retraso cultural, en el que los autores se­ñalan "uno de aquellos peligrosos vacíos de idea­les en los que penetra con tanta facilidad la pro­paganda totalitaria" (p. 17.8).

La conclusión de esta investigación sobre los campesinos es que "la transformación de la super­estructura cultural se desarrolla más lentamente que la tranformación de las condiciones materia­les de producción" (p. 178), que está en sustancial acuerdo con la tesis marxista de la dependencia de los valores culturales del sustrato económico.

La encuesta sobre la juventud de Darmstadt mostraría una fuerte tendencia a la americaniza­ción, "un sentido a menudo exagerado de todo lo que es práctico", materialismo vulgar, inseguri­dad, unida a la necesidad de apoyo "quizá en nue­vos poderes totalitarios", debido a ·la debilitación de los vínculos familiares (cfr. p. 181).

Como se puede observar, todas las conclusio­nes coinciden con los presupuestos previos de los autores, siendo esta encuesta un ejemplo patente

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de la posibilidad de manipulación -de sobra co­nocida- de este tipo de instrumentos.

g) Prejuicio.

El objetivo de esta investigación era definir "las contrarreacciones humanas desplegadas en todos los casos de notable expansión de movi­mientos totalitarios y de su propaganda" (p. 191), Y más en concreto el estudio del "odio de raza y en particular el antisemitismo".

El origen de estos odios hacia minorías tam­bién habría que buscarlo en una peculiar confor­mación psicológica de los componentes de la ma­yoría opresora, que estarían dotados de una "per­sonalidad autoritaria".

El análisis de la "personalidad autoritaria" mostraría las siguientes características (que los autores ven confirmadas tras el análisis del Mein Kampf de Hitler):

P Una profunda debilidad del yo, que nece­sita identificarse con el orden constituido, "inca­paz de satisfacer las exigencias de autodetermi­nación frente a las fuerzas e instituciones avasa­lladoras de la sociedad" (p. 198);

2." Incapacidad de relaciones no superficia­les con los demás, a causa de carencias afectivas debidas a traumas infantiles (cfr. p. 199);

3." "Deseo inconsciente de destrucción, tam­bién de sí mismo", con tendencia al cinismo y des­precio por los demás hombres (cfr. ibid.);

4." Pensamiento estereotipado (por ej.: divi­dir el mundo en buenos y malos), sadismo enmas­carado, adopción de la fuerza, reconocimiento cie­go de todo lo que es eficaz, etc. (cfr. p. 196).

En pocas palabras, la "personalidad autorita­ria" presentaría una acentuada falta de diferen­ciación, de tal modo que puede haber individuos con estas características y que sostengan ideolo­gías completamente opuestas (cfr. ibid.).

Especialmente se encuentran personalidades autoritarias -según los autores-- en los países industrializados, precisamente por la necesidad

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de simplificar los juicios, debido a la complejidad de las estructuras sociales. Un juicio autónomo en estas situaciones, además de ser muy difícil resul­taría también muy incómodo, pues obligaría a marchar contra corriente. El fenómeno del ticket­thinking, del pensamiento estereotipado, sería ca­si un mecanismo de defensa, dado que los indivi­duos "para enfrentarse con las exigencias que sur­gen en cada esfera de la vida, deben mecanizarse y standarizarse a sí mismos en un cierto grado" (p. 201).

h) Ideología.

En este capítulo se expone la tesis, que fue desarrollada por Adorno y Horkheimer en su obra Dialéctica del Iluminismo, según la cual el pensamiento se habría convertido en mera ideo­logía, es decir historicidad y practicidad totales, incapaces de contener una verdad en sí.

Para los autores, la ideología es el producto necesario de una sociedad que tiene una econo­mía de mercado desarrollada y, a la vez, una "conciencia objetivamente necesaria, y al mismo tiempo falsa, como un entramado indiviso de ver­dad y anti-verdad, que se distingue tanto de la verdad plena como de la mera mentira" (p. 212). La ideología sería sobre todo una justificación, que presupone una condición social problemática.

Los autores ofrecen una rápida visión históri­ca de las ideologías, hasta llegar a la ideología de la industria cultural, que sería la más pobre de todas y, ante la realidad de la situación social, "se refugia en el pobre axioma de que no podía ser de otro modo" (P. 226). Esta ideología "ya no es un es'píritu objetivo, ni siquiera en el sentido de cristalizar en modo ciego y anónimo en la base del problema social: al contrario, es algo que se ha adaptado a la sociedad de modo científico" (p. 223), a través de los medios de comunicación so­cial, que serían el instrumento de "la producción sintetica de la identificación de las masas con las normas y las condiciones vigentes de modo anó­nimo tras la industria cultural (. .. ); toda voz en desacuerdo está sujeta a censura; el adiestra-

ANTONIO CIRILLO

miento para el conformismo se extiende hasta llegar a las emociones más íntimas y sutiles" (p. 224).

VALORACIÓN.

a) Sociologismo.

La substitución de la filosofía por la sociología parece darse por descontada a lo largo de toda la obra, y particularmente en el capítulo 1 y XII, donde aparece de modo más explícito. Si Marx hacía de la economía la ciencia total y omnicom­prensiva, estos autores toman a la Sociología como ciencia cumbre, desde la que se puede ha­cer la "crítica" del conocimiento y del estado de la sociedad. Como es sabido, el marxismo de las últimas décadas ha evolucionado bastante, en el sentido de integrar en sí otras formas de pensa­miento, tendencias filosóficas y científicas, pero sin dejar sus principios esenciales, es decir, el ateísmo y el materialismo dialéctico. El modo de asimilar la sociología y la psicología, para juntar­la con la economía de Marx o con alguna otra economía más evolucionada, tomando estas cien­cias tal como Marx había usado de la economía de su tiempo (por ejemplo, para hacer con ella la crítica de la religión), determina la variedad de marxismo teórico que se pueda formar. En este caso hay una unión entre la sociología y el psicoanálisis, que va a tener como consecuencia la visión deformada sobre los temas que se ex­ponen a lo largo de esta obra. Eh el capítulo 1 se hace notar que no se trata ya de admitir "sólo" la sociología, como ciencia particular -eso sería el vulgar empirismo o positivismo-, sino de algo más radical: la sociología se hace "toda" la cien­cia, el fundamento desde el que se juzgará a la religión, se hará la historia de la filosofía, se des­cubrirán las formas de la familia y qué pasos fu­turos ha de dar, etc., puesto que la familia, la re­ligión,la filosofía, etc., no son más que manifes­taciones de diversas situaciones sociales. Por tanto; se trata de una sociología práctica (en el

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sentido marxista de la praxis: creatividad del . hombre social), en la que no hay nada de "ser", porque todo se resuelve en el "hacer" puesto por el hombre. Es así como han de entenderse esos ambiguos términos -casi siempre los mismos­que suelen usar estos autores como resolutivos del discurso: "Cambio", "actitud crítica", "dina­mismo". Igualmente, ciertas expresiones como "visión de conjunto", "totalidad", etc., quedan en ellos vaciadas de contenido substancial y remiten siempre al mismo postulado inicial. Se obtiene así una sociología que no quiere quedarse en la me­ra descripción, sino ser una ética, en la que equí­vocamente se habla de un "deber ser" que no es más que el imperativo de la praxis, contrapuesto a un "ser" que significa "los hechos", lo fenoméni­co, la situación existente. Se pasa luego, como es costumbre entre los autores marxistas, heredada del mismo Marx, a atacar la moral natural, la realidad del bien y del mal, las virtudes huma­nas, etc. Pero cuando se apura el significado de sus propuestas de "reforma", "crítica", etc., no tie­nen otra cosa que ofrecer más que las necesida­des vitales primarias, particularmente las sexua­les, sin hacer alusión a la transmisión de la vida, e interpretadas según las ideas freudianas. Junto a esto, esa "crítica" se queda en oponerse a cier­tas condiciones de la vida actual -masificación, dominio abusivo de la propaganda- que son am­pliamente conocidos por todos -en muchos casos han degenerado en tópicos de la prensa o de la conversacióri-,y que si son ciertas, no se resuel­ven sino gracias a la doctrina metafísica y cris­tiana del hombre y de la vida, pues requieren un profundo conocimiento moral.

b) El individuo resuelto en el anonimato social.

El juicio sobre el marxismo no se basa en el grado de violencia que pueden utilizar los comu­nistas para llevar a la práctica sus ideas -esa vio­lencia es separable de la teoría dialéctica, que se sirve o no de ella según la conveniencia del mo­mento- sino en la aberración de sus mismos

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prinCIpIOs. Ese carácter negativo se concreta, en los capítulos H, HI, IV y X, en el tema de las re­laciones entre individuo y sociedad. La concep­ció n materialista del hombre no permite resolver las antinomias que se quieren ver entre individuo y sociedad, sino que más bien las acrecienta. El individuo queda reducido en estas páginas a pura relación social y a exigencias instintivas: no es extraño que así se disuelva la libertad individual. Pero en el fondo, estos autores no hablan de la libertad -capacidad de querer o no querer, que­rer esto o aquello, ordenada al bien- sino del instinto sin control (o con un control ajeno al bien, de pura conveniencia), porque sólo se busca la satisfacción sensible subjetiva, y choca con los demás sólo porque se encuentra un obstáculo en los instintos ajenos. Por eso, esta obra tampoco habla de la verdadera dimensión social del hom­bre, que nace de una cooperación libre de mu­chos en orden a un bien común, sino que más bien concibe a la sociedad como un simple gregaris­mo, más o menos racionalizado desde fuera, y cuya mayor o menor cohesión (cuando es grande hablan de "comunidad") obedece sólo a factores exteriores, como son el medio geográfico (la vida en el campo, en la ciudad, etc.) o las característi­cas de los medios de la producción material.

La libertad verdadera del individuo singular viene dada por su naturaleza espiritual, que hace posible que cada uno actúe libremente, con deci­siones sobre sus fines y sobre adherirse o no a Dios, el fin último de la vida. Es ésta la auténtica libertad, que no significa omnipotencia ni falta de condicionamientos para ejercerse ordenada­mente. Pero si el hombre se reduce a vida animal, resulta inevitable perder del todo la libertad, aun­que luego se pretenda recuperarla -falsamente­en el todo social. Se entiende así la afirmáción netamente marxista de que "el hombre como in­dividuo alcanza su existencia propia sólo en una sociedad justa y humana" (p. 61), en la que la pa­labra "justa y humana" no responde al contenido que le dan los autores. Al perder al hombre como persona subsistente y libre, se lo viene a . tratar casi como un accidente de la sociedad, y así se

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puede llegar a decir que las modificaciones socia­les producen una transformación "cualitativa" (en el sentido de esencial) del hombre, poniéndo­lo en condiciones de "alcanzar su propia existen­cia". Este cambio o salto cualitativo -que en el vocabulario marxista recuerda el modo de pro­ducirse la evolución ascendente de la Materia--­se realizaría sin la responsabilidad directa del in­dividuo, pues tal responsabilidad queda transfe­rida a la sociedad y no a cada persona.

Habría que recordar aquí que los demás pue­den ser un obstáculo o una ayuda para que cada uno se encamine a sus fines, pero esos fines los al­canza cada persona con su iniciativa y su respon­sabilidad, y de modo particularísimo el fin úl­timo que es Dios, a Quien cada uno puede y debe libremente reconocer como el fin de su vida, en cualquier situación social, temporal, material, et­cétera en que le toque vivir.

c) ¡Situación del individuo: masificación y manipulación.

El reductivismo del hombre a su naturaleza inferior tenía que conducir a una interpretación unívocamente materialista de la masa, que resul­ta así manipulable como un conjunto gregario que se mueve por impulsos instintivos, según el es­quema psicoanalítico (capítulo V). Es muy cómo­do y simple aplicar después esta caricatura a so­ciedades amplias y universales, con fines espiri­tuales, como la Iglesia (sociedad sobrenatural), o la nación, las instituciones, etc., que no son masa, aunque algunos de sus miembros puedan com­portarse con menos responsabilidad, más pasiva­mente, por adherirse menos al bien común de ta­les sociedades. Los autores de esta obra no han estudiado la verdadera masa, fenómeno social se­cundario, derivado de personas reunidas sin una

ANTONIO CIRILLO

finalidad, o que por su poca categoría prefieren actuar en el anonimato, sin asumir responsabili­dades personales. Una concepción tan pobre de la sociedad no tiene en verdad nada que ofrecer: los autores reconocen que es inútil querer salvaguar­dar la propia personalidad ante la masa devora­dora, y proponen como único remedio el consuelo de "tomar conciencia de qué es lo que a uno le lleva a masificarse" (y esas razones, naturalmen­te, serán siempre de tipo sexual-morboso). Pero ésta no es más que la conclusión de un principio ideado: poniendo el hacer social como la esencia de la humanidad, los individuos quedan reduci­dos a sujeto pasivo de la "manipulación".

d) Cultura y civilización: la sociedad tecnificada, único horizonte del hombre.

Esta parte de la obra (c. VI) no hace más que volver a oponer la técnica contra el humanismo (la "civilización" contra la "cultura"), con la sor­prendente simplificación de asignar la cultura al campo y la técnica a la ciudad. No es nuevo este tipo de simplificaciones en el marxismo y en el sociologismo, que buscan explicar el origen de las actividades humanas Sólo por el contexto sa­cial-geográfico o laboral de las distintas épocas, y vienen así a "contarnos" una historia de la huma­nidad, sencilla, superficial, casi como una fábula que puede quedarse fácilmente grabada en la mente de las personas que por su ignorancia no conozcan la realidad, pero que por su ingenuidad resultan así manipulables para la lucha política. Desde este "esquema", los autores se limitan a defender el mundo de la tecnificación, aunque -añaden- deberán tomarse precauciones para evitar ciertos inconvenientes que vendrían de un desarrollo descontrolado 2. Estamos aquí en una sociedad, como es la marxista, cuyo único motivo

2. Está a la mano plantear inmediatamente la necesidad del control de nacimientos, para controlar los desórdenes de la «civilización», desórdenes juzgados tales por la medida de la economIa, la nueva ética de estas doctrinas. .

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de ser está en el progreso industrial, en el au­me~to de la producción.

e) DisoLución de La familia.

La familia,institución natural que establece un vínculo indisoluble entre el varón y la mujer, en orden a la procreación y educación de los hijos, queda . completamehte desnaturalizada en esta obra, que -la pone como esencialmente dependien­te dé las formas accidentales de la organización social. Tampoco es nuevo argumentar contra la familia, su unidad, su indisolubilidad, la autori­dad de los padres y del cabeza de familia, con el apelativo de "familia burguesa" (se trata de una técnica bien conocida en los ambientes marxis­tas), para proponernos a cambio una animaliza­ción del hombre, aplicada ahora al matrimonio. Se acepta como postulado que la familia no pue­de tener otro fin objetivo que la utilidad econó­mica de la sociedad industrial, ni otro estímulo subjetivo fuera del instinto. Aplicando la conoci­da técnica marxista de poner en ridículo las vir­tudes verdaderas del hombre -la lealtad, el sa­crificio, la laboriosidad, etc.-, estos autores pre­tenden que tales virtudes habrían sido o un ins­trumento de la sociedad capitalista, o un consuelo de la gente oprimida, o una sublimación de fines menos nobles. Con este ardid dialéctico -que sue­le descender luego a las ejemplificaciones de ca­sos anormales- se pretende que si los hijos obe­decen a los padres, si respetan su autoridad, si el marido y la mujer se guardan mutua fidelidad, en realidad estarían actuando mal, y que lo bue­no sería la rebelión contra los padres, la infideli­dad de la mujer invocando el feminismo, etc. En una palabra, está aquí operante el postulado "re­volucionario" del marxismo, que invierte todo el orden social, para terminar al final en una socie­dad donde ya no existe la familia, sino sólo la procreación controlada, la educación a cargo del Estado, el autoritarismo sin límite de la progra­mación técnica, la vida individual reducida a ins­tinto, etc. Si subsiste algo de familia, es sólo en tanto sirve para los fines del desarrollo.

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f) Prejuicio (c. XI).

Tema favorito de los estudios sociológicos. Pe­ro, en vez de estudiar, por ejemplo, el prejuicio antirreligioso, el prejuicio de ver en todo un com­portamiento sexual, o un motivo económico, este tema es ocasión para insistir en las mismas ideas, dirigiendo los ataques otra vez contra el autori­tarismo, contra el Ilazismo, etc., según tópicos muy conocidos queén los últimos años han circulado en el ambiente de la opinión pública, y que a me­nudo han sido utilizados como instrumentos de propaganda para dejar mal a personas, institucio­nes, o a la correcta doctrina moral natural. De otro modo, no se entiende a qué viene hacer la descripción psicológica de una persona domina­da morbosamente por el autoritarismo, olvidan­do también muchas otras deformaciones igual­mente deplorables.

Esta parte de la obra lleva más claramente a poner en duda la seriedad de estos estudios, y la pretendida "objetividad científica", pues es indu­dable que las observaciones que hacen los autores, y el modo de interpretarlas, responde a ciertas ideas preconcebidas, y lleva a simplificar las co­sas de una manera poco apropiada a la seriedad de una investigación.

g) Ideología de la industria cultural (c. XII).

Este último capítulo está en la línea de la frá­gil teoría del conocimiento que suelen ofrecer los autores sociologistas, bajo el nombre de "sociolo­gía del conocimiento". El conocimiento humano no daría noticia del ser de las cosas, sino que por su misma naturaleza sería sólo pensamiento re­flejo del estado social, y entonces se le llama "ideología". De acuerdo con la doctrina marxis­ta, esa conciencia sensible (que aparece como tal una vez que se ha desmontado el aparato de la "superestructura") no deberá comportarse pasi­vamente, es decir, "ser conformista", sino que deberá "criticar", para cambiar así dialéctica­mente el curso de las cosas y de la sociedad. El criterio no viene dado por el conocimiento de la

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naturaleza de las cosas mismas y de sus fines, sino por el simple "poner" o "querer" del pensa­miento humano, fundamento de todas las cosas.

CONCLUSIÓN.

Esta obra viene a ser, en definitiva, una ex­posición de ciertos temas sociales hecha de acuer­do con criterios de interpretación marxista-freu­dianos. De ella no se pueden sacar conclusiones positivas, sino que más bien es una muestra de la disolución a la que conduce el pensamiento

ANTONIO CffiILLO

marxista, de por sí y al entrar en síntesis con otras formas de pensamiento afines, que tienen en común hacer del hombre el origen de toda ver­dad. Además de estos graves defectos de fondo, cabe señalar la falta de rigor científico con que se presenta esta obra y muchas parecidas, que la hacen poco merecedoras del título cientffico que llevan. Las conclusiones se apoyan en observacio­nes parciales, mal hechas, deformadas, a base de cómodas e injustas simplificaciones o de genera­lizaciones arbitrarias. Se trata de una falta de ri­gor que contrasta mucho con la gravedad de lo que se quiere concluir.