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Es este un libro extraño, comienza anunciando la autora. ¿Extraño? ¿Por qué? Tal vez su extrañeza se deba a que no sea de fácil clasificación: habla de lógica, una lógica de la vida que replantea antagonismos que no son tales, cuyas consecuencias nos sitúan ante interesantes sendas de progreso; también se adentra en la profunda contradicción que se ha establecido históricamente entre los sexos y los géneros, desde los mitos hasta la sutil dominación simbólica; entra de lleno en lo que sería una práctica política que desafía los planteamientos de una democracia sólo representativa. Es posible crear modelos innovadores de hacer política, la cual no es un efecto ineludible de las condiciones objetivas. Lo más singular, sin embargo, de esta obra es su planteamiento analógico, por el que todo tiene que ver con todo.

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Page 3: MATRIA

Todos los derechos reservados.

© De esta edición, noviembre de 2009© SIGLO XXI DE ESPAÑA EDITORES, S. A.

Menéndez Pidal, 3 bis. 28036 Madridwww.sigloxxieditores.com/catalogo/matria-1823.html

© Victoria Sendón de León, 2006

Diseño de la cubierta: Ida-Idae

DERECHOS RESERVADOS CONFORME A LA LEY

ISBN-DIGITAL: 978-84-323-1517-6

Fotocomposición: EFCA, S.A.Parque Industrial «Las Monjas»28850 Torrejón de Ardoz (Madrid)

EspañaMéxicoArgentina

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ÍNDICE

CARTA DE PRESENTACIÓN........................................................................ XI

LA BÚSQUEDA DE UN SENTIDO ................................................................ XVII

PRIMERA PARTE

POLARIDADES Y MEDIACIONES

1. LÓGICA Y VIDA........................................................................... 5Ia. LO REAL Y LA REALIDAD.......................................................... 10Ib. LÓGICA VITAL.......................................................................... 14IIa. IMAGINARIO Y SIMBÓLICO ...................................................... 21IIb. HUMANITAS .............................................................................. 25IIIa. PSIQUISMO Y SUBJETIVIDAD .................................................... 32IIIb. PSICOPOLÍTICA ........................................................................ 36IVa. ESTRUCTURA Y SUPERESTRUCTURA ......................................... 44IVb. LO POSIBLE CREATIVO .............................................................. 47

2. POTENCIA Y LIBERTAD............................................................ 55I. LA REALIDAD LIBERADA .......................................................... 63II. LA DANZA SIMBÓLICA.............................................................. 69III. PSIQUE Y EROS ......................................................................... 80IV. LA IDEOLOGÍA DEL CAMBIO.................................................... 91

SEGUNDA PARTE

MUJER-VARÓN

3. UNA LARGA MARCHA............................................................... 103I. EL CABALLO DE TROYA EN LA CIUDAD DE LOS PATRIARCAS.... 105II. LAS DIOSAS TRAICIONADAS ..................................................... 113III. TIEMPO DE HÉROES ................................................................. 131IV. LA PIEDRA ANGULAR ............................................................... 138

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TERCERA PARTE

LA PRÁCTICA POLÍTICA

4. LA REALIDAD Y EL DESEO...................................................... 163

5. IDEOLOGÍA Y DOMINIOS DE REALIDAD........................... 183

6. LOS NUEVOS TIEMPOS............................................................. 199

7. LA NEGACIÓN CREADORA ..................................................... 215

CUARTA PARTE

¿QUÉ ES MATRIA?

8. UN HUMANISMO FEMINISTA ................................................. 227

BIBLIOGRAFÍA .......................................................................................... 235

ÍNDICE

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CARTA DE PRESENTACIÓN

Estimada lectora, lector querido,Es éste un libro extraño, y yo la primera extrañada. Recién caigo

en la cuenta de que extrañar significa, en su primera acepción, «deste-rrar a un país extranjero». Tal vez a eso nos remita Matria, a un lugartodavía extraño, extranjero también para mí. Con cierta frecuencia hetenido la experiencia de que ni siquiera me estaba ajustando al esque-ma previamente dispuesto, y, en muchos casos, las ideas no tomabanforma en mi mente hasta ser escritas. Algo así como si en todo mo-mento hubiera bordeado el límite de mi propio pensamiento, fronteri-zo con otro que me supera, y que tal vez no sea otra cosa más que el la-berinto de conexiones que forman todas nuestras lecturas olvidadas,las películas que hemos visto, las conversaciones apasionadas y pro-fundas que en algún momento mantuvimos, los sueños, sin duda esossueños que nunca supimos qué significaban.

De todos modos, este trabajo tiene toda una historia detrás que nodesvelaré por el momento. Tiene también un origen, allá en la ciudadmexicana de Taxco en el discurrir del año 1987. Y sin duda un proce-so de maduración que me ha llevado a escribir en el intervalo otrasobras impulsada por la urgencia o la inspiración del momento. Mien-tras tanto, diversas rutas de pensamiento se han ido anudando en tor-no a una cosmovisión rastreada desde incontables peripecias entre lostorbellinos de la búsqueda. Precisamente, en uno de aquellos libros,en Más allá de Itaca (1988), titulaba «Matria» el primer capítulo. Es unfetiche semántico que me acompaña.

Ahora, tanto tiempo después, me he sentido capaz de dar forma alfondo aquel al que me refería de experiencias sin nombre. En aquellosaños, Nicaragua ensayaba su revolución a pesar de aquella «contra»subvencionada, y tuve la oportunidad de poder charlar largo con gen-te que fue decisiva en aquel empeño. Entonces comprendí, tal vez de

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un modo difuso, por qué fracasaban las revoluciones. Presiento queen los inicios del siglo XXI, se nos impone un nuevo paradigma de re-volución, que nos obliga a revisar desde la lógica que la sustenta a losmitos que pueblan nuestro imaginario.

Dada mi dedicación teórica, en gran medida, a temas que tienenque ver con el feminismo, he de puntualizar que no es éste un librosólo para mujeres ni para feministas. Me he ido dando cuenta de queel feminismo, como teoría y práctica política, no es más que un huma-nismo avanzado, evolucionado hasta el umbral mismo de posibilitarun giro copernicano en la dirección del mundo. También concierne alos varones esta necesidad de cambio. Y mucho. Todos navegamos en lamisma nave. No obstante, como las mujeres no tenemos patria, mehe sentido impulsada a buscar un lugar bajo el sol desde el no-lugar dela matria. Me pregunto por qué se ha consensuado una palabra de raí-ces tan masculinas como patria para definir una realidad tan referida ala tierra y a la madre. Tal vez el término matria no sea más que la pala-bra postergada o preterida que pudo haber definido nuestros verda-deros orígenes y sentimientos, por eso pretendo rescatarla. Y rescatar-la no significa inventarla, pues ya desde la Antigüedad clásica ha sidoutilizada para hacer referencia a la propia tierra del nacimiento y delsentimiento, manteniéndose a lo largo de la tradición literaria, sobretodo poética. No hay más que darse una vuelta por Internet para en-contrar esta palabra citada en un tono lírico repleto de saudade, ya quees evocada sobre todo por poetas en lengua gallega y portuguesa. EdgarMorin también la emplea para referirse a la matria Europa. Ha sido untema recurrente en escritoras como Virginia Woolf, Isabel Allendeo Krista Wolf, entre otras, la deconstrucción del concepto de patria, yen este sentido se acercan a acepciones que podrían ser relativas a lamatria, pero es Julia Kristeva la que finalmente nombra como matria aese espacio «otro», que nada tiene que ver con el terruño del naci-miento ni con la legitimación de un Estado, sino con un lugar interioren el que crear, algo así como un cuarto propio.

Quienes actualmente más utilizan el término son los pueblos sinEstado, sobre todo pueblos indígenas de América, como mapuches,aymaras o quechuas. Empieza a ser un término recurrente, también ennuestro país. Ya Unamuno lo utilizaba para referirse a la matria vasca.Actualmente es el antropólogo Andrés Ortiz-Osés quien más ha trata-

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do y analizado su contenido semántico y sus derivaciones políticas,llegando a la conclusión de que la consideración de Euskal Herriacomo matria, frente a la patria española, está en el origen de la violen-cia etarra. Creo que a estas alturas este vocablo no tendría que ser con-siderado un neologismo. De todos modos, he de puntualizar que nin-guno de los anteriores sentidos responde a la significación que para mítiene la palabra matria. En mi acepción, matria no puede ser más queun proceso a lo largo del cual se va despejando un horizonte, un hori-zonte de lo posible que tal vez hayamos considerado imposible. Estoyconvencida de que cambiar el modo de mirar, de sentir, de pensar y deobservar puede transformar sustancialmente el modo de vivir, de con-vivir, de ir siendo. La matria nada tiene que ver con el lugar de naci-miento, con la raza, la lengua, la religión, la tradición ni el sexo. O,mejor, tiene que ver con todo ello desde perspectivas nuevas.

Al embarcarme en esta aventura no sabía que iba a escribir sobretodos los temas expuestos aquí, pero, a la vista de lo acontecido, su-pongo que pugnaban por salir y han salido de su madriguera o del armario, que diríamos ahora. La postmodernidad, un ambiente inte-lectual en el que siempre me he movido, está tocando a su fin. Vivimosya los inicios de otra época que requiere, no ya los retazos del ensayopuntual o la deconstrucción de los grandes relatos, sino la aventura deir más allá, de navegar hacia lo ignoto. Por eso me he visto impulsada aconstruir un pequeño sistema y hablar, por ejemplo, de una nueva ló-gica, de las mediaciones entre «contrarios», de la más vanguardistaepistemología de la ciencia, de la historia y los mitos que nos confor-man, de otro modo de hacer política o de la transformación personalcomo un todo sistémico para seguir avanzando como humanos. Sinembargo, no he escrito mirando a la Academia como los toreros miranal tendido, sino al margen de ella, al margen de los fundamentos quenos constriñen y nos impiden seguir pensando más allá de la pura glo-sa. O, como dice mi admirado Einstein: «Nuestra forma de pensar tra-dicional nos tiene aprisionados en esquemas que explican nuestra in-capacidad para encontrar nuevos caminos». Sí, seguro que sí. Y unade esas formas tradicionales la constituye ese mandato implícito de te-ner que fundamentarlo todo y, por tanto, estar condenados a no poderdecir nada nuevo desde la coherencia de una cosmovisión propia, des-pués de haber conocido todas las demás, claro. Para decir verdad,

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esos que llamamos fundamentos de nuestra cultura occidental han de-jado de constituir pilares inamovibles en mi apreciación. El recurso ala autoridad es un recurso a la costumbre, a la inseguridad de aventu-rarse, por eso he decidido recurrir, más que a la autoridad o al funda-mento, a la conveniencia. Me voy a tomar, en este sentido, las mismaslibérrimas licencias que se tomó Nietzsche, o a adoptar la actitudpragmatista de William James. ¿Quién me lo impide? Porque, ¿cuáles el fundamento del fundamento? Una forma de vivir y de pensar enuna cultura determinada que, según sus momentos históricos, ha sidoesclavista, feudalista, clasista, dogmática, racista, xenófoba y siempremisógina. El fundamento último me resulta más sospechoso aún queel inmediato.

Puede extrañar también que no fundamente ciertos pensamientossobre conocidas teorías sociológicas y, sin embargo, remita a novedo-sas teorías científicas que nos presentan una realidad que contradicenuestros sentidos y, desde luego, nuestra lógica. Después de años fas-cinada por la nueva física, su lectura me ha llevado a ir adoptando másy más un pensamiento analógico con el que poder comprender la rela-ción interna existente entre todas las realidades que componen nues-tro Universo: la unidad de todo lo diverso, de todo lo que se mueve.Un pensamiento analógico muy desprestigiado por el simplista y ac-tual mecanismo digital, que no será jamás omnicomprensivo. Por elcontrario, la nueva epistemología de la ciencia no establece comparti-mentos estancos en la realidad, sino que su visión puede ser aplicada atodo lo existente. Este modo de pensar me ha llevado a escribir en es-piral. Conceptos o planteamientos que parecen quedar incompletosson más adelante recogidos y explicados desde otros ángulos o pers-pectivas a lo largo del camino. No se impaciente, pues, quien me leapor tener que atravesar la selva de una nueva lógica para llegar a laplanicie de los mitos o ascender a las cumbres de lo político para de-sembocar en las doradas playas de la transformación personal y socialrastreando un concepto. Pensar de un modo diferente es la exigenciapara cambiar un mundo que ya no puede ser descifrado con las clavesde la modernidad o de la postmodernidad.

En ciertas sencillas claves para pensar nuestro mundo podrán re-conocerse muchos de los que se aventuran por caminos inéditos. Contodo, la línea maestra más inspiradora ha sido la necesidad creciente

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de tocar la vida con las manos, de vivir intensamente contra el tiempoque se esfuma, contra las mil ocupaciones cotidianas que comparti-mentan nuestro devenir y hacen que la vida siempre esté en otra parte.Y la vida, aunque es todo, carece con frecuencia de la unidad que lapuede llenar de sentido. No es sólo la privacidad frente a lo político niel instante fuera de la historia ni el sentimiento al margen del pensar.La vida que fluye es lo que busco en matria: una dimensión de lo dife-rente que se rebela contra la repetición de lo mismo. La vida en su ver-tiente personal y política, que constituye el objetivo incumplido de to-das las re-evoluciones, que no revoluciones al uso.

En esa rebelión contra lo mismo, es decir, contra aquello que senos impone como realidad única y pensamiento único, atisbo otro ho-rizonte de posibilidades y me aventuro a que lo posible se libere de sucorsé de mediocridad, de posibilismo barato, del pacato proyecto delo políticamente correcto para transformarse en un punto de partida yno de llegada. Descubro entonces lo posible creativo como un horizon-te pleno de realidades embrionarias que nos acerca a lo Real, porquelo Real es, precisamente, el horizonte de lo posible. A este horizontede lo posible lo he llamado matria: algo que todavía no existe o queexiste de modo embrionario. Sus promesas a partir de la creación pue-den dar a luz las mil matrias del deseo que, en contraste con las patriasbien definidas, identitarias e imperativas, pueden ser realizadas, vivi-das, disfrutadas. ¿Por qué no?

Cuando se habla de tantas cosas en un puñado escaso de cuartillas,resulta que cada pensamiento lleva implícita una o más líneas de fugaque pueden dar lugar a posteriores reflexiones sin cuento. No creo queme pase el resto de mis días glosándome a mí misma, pero también séque me encuentro en un kilómetro cero para seguir reflexionando. Yen esto radica el interés de esta obra: en sus posibilidades de apertura.

Estimado lector, lectora querida: espero que contribuyas al enri-quecimiento de este pensamiento en marcha. Anímate a leerme, a con-tradecirme, a completar mis lagunas, a divertirte, a pensar, a actuar po-líticamente y, sobre todo, a vivir. Tal vez tu influencia en la sombra hayaformado parte de mi pensamiento y puedas reconocerte en él.

Tuya afectísima,La autora

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LA BÚSQUEDA DE UN SENTIDO

Las teorías juegan un inmenso papel en nuestra vida,también en la política y en la sociedad.

En realidad, trabajamos todo el tiempo con teorías, pero las teorías son inseguras,

del mismo modo que es insegura la vida.

Karl R. POPPER

Pensar supone una de las más bellas pasiones humanas, que me propon-go satisfacer a lo largo de toda esta obra del modo más coherente po -sible. Quiero hablar de tantas cosas que hacerlo de manera diáfana meexige aclarar mis puntos de partida y los presupuestos sobre los quemi pensamiento se va a ir anudando.

Vivimos un mundo y una época excitantes y difíciles por su com-plejidad. También deprimente, porque los avances de la ciencia no co-rren parejos a la solución de los grandes problemas que nos acechan.Todos percibimos que la política no está a la altura de los enormes re-tos ni trata de buscar soluciones humanas más allá de las tecnológicas,que benefician, en definitiva, a las grandes corporaciones en una espe-cie de fascinación por un desarrollismo ciego, incapaz de ver más alláde las propias narices. Tanto la economía como la política sufren unaenorme desorientación que puede ser letal, por eso nuestro tiempo hade ser repensado desde perspectivas nuevas.

Mientras escribo estas líneas, se conmemoran los sesenta años delmayor horror bélico acaecido en nuestra historia, cuando el 6 de agos-to de 1945 un B-29 estadounidense lanzó una bomba de uranio sobrela ciudad japonesa de Hiroshima, fulminando a 140.000 personas enun instante con temperaturas en torno a los 5.000º y en medio de unfulgor apocalíptico como jamás los humanos habíamos contemplado.Ante semejante horror, al presidente Truman no se le ocurrió mejorfrase que la de «éste es el suceso más grandioso de la historia», frenteal estupor de los pilotos que lo vieron tan de cerca: «Dios mío, ¿quéhemos hecho?». El mundo quedó atónito, paralizado, pero tres díasdespués una segunda bomba, esta vez de plutonio, cayó sobre Naga-saki con el resultado de 70.000 muertos de modo instantáneo. Los su-

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pervivientes actuales de aquella monstruosidad alcanzan la cifra de267.000 personas con sesenta años a sus espaldas de una muerte envida.

Cuando trato de analizar acontecimientos similares, me preguntoqué especie depredadora es ésta que domina el planeta. ¿Podemos se-guir creyendo en nosotros mismos? ¿A este despeñadero nos ha lleva-do la razón? ¿Por qué esta razón humana puede conducirnos a seme-jantes desastres? Son algunas de las preguntas más acuciantes que meplanteo, y creo que algo muy profundo falla en nuestra lógica que per-mite tamaños holocaustos y se dispone para otros mayores, porque lacarrera de armamento prolifera en cualquier rincón del mundo. ¿Has-ta dónde? ¿Hasta cuándo?

Me dirán que no es la razón, sino la sinrazón la que se esconde enla entraña oscura de tantas y tantas locuras, pero no es así. Si recono-ciéramos que es la sinrazón la que nos guía no habría justificaciones nipaliativos: y los hay; habríamos desterrado la guerra de la historia: ysucede todo lo contrario; odiaríamos la violencia: y se fomenta por to-dos los medios.

Para dilucidar el error constitutivo de nuestro extraño modo depensar, y no por afán de especular, mi primer cuestionamiento pivotaen torno a la lógica, que no es simplemente una «materia» filosóficamás, sino una estructura de pensamiento, un modo de percibir y demanejar la realidad. Una estructura que brota como manantial de unacivilización enraizada en relaciones de poder basadas en el dominiodel más fuerte. La lógica no es inocente, es consecuente con su origen.Sin embargo, nadie va a confesar los verdaderos motivos de la barba-rie, que, en muchos casos, no son más que consecuencias pertinentesde nuestra lógica, lo que la convierte en una lógica vergonzante.

El primero en formular la lógica de modo sistemático fue Aristóte-les, levantándola sobre tres pilares o principios que rigen el pensa-miento. Éstos son: principio de identidad, que afirma que A es igual aA, lo que postula que cualquier realidad o concepto es idéntico a símismo, sin dar un resquicio al cambio permanente de las cosas, a sucontinuo fluir, al devenir de la realidad de nuestro mundo. Principiode contradicción, por el que podemos afirmar que si A es verdadero,no-A tiene que ser falso, construyendo un sólido muro entre los su-puestos contrarios, lo que nos permite construir enemigos a nuestro

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antojo con sólo afirmar que nuestra posición es la verdadera, la co-rrecta, la conveniente o la buena, frente a otra que definamos comocontraria, justificando así cualquier eliminación del opuesto. Y, porúltimo, el principio del tercero excluido, que niega la posibilidad lógicade que entre A y no-A pueda existir un tercer término, ahondando elabismo de los contrarios sin la posibilidad de un término mediador,porque las cosas son blancas o negras. Sería absurdo afirmar que estosprincipios son inservibles o sin fundamento. Por el contrario, esta ló-gica es absolutamente rigurosa, pero sólo en el caso de que las cosassimbolizadas por A fueran realmente idénticas a sí mismas, lo que nosucede jamás en un universo en movimiento y en cambio continuo.Digamos entonces que estos principios lógicos sólo sirven en un casoparticularmente estático. Sin embargo, se ha pretendido someter unarealidad viviente, versátil, compleja y en cambio permanente a unpensamiento rígido y reduccionista, que claramente indica una ideo-logía de dominación, y que nos lleva a formular afirmaciones comoéstas: las cosas son como son; el que no está conmigo, está contra mí;sólo se puede estar sano o enfermo. Y otras muchas que el lectorpuede deducir en un divertido ejercicio por sacar conclusiones per-tinentes.

Kant, muchos siglos después, pensaba que la lógica de Aristótelesno había dado un paso atrás, pero tampoco adelante. Y no es que nose hubieran formulado otras propuestas, desde los estoicos a los neoes -colásticos, sino que los principios aristotélicos seguían siendo válidos.Otra cosa era su relación con lo real. Más tarde, Hegel trata de supe-rar el principio de contradicción con su dialéctica, pero parte de unapresunción de omnipotencia casi divina al establecer la identificacióndel pensamiento con la cosa pensada, afirmando además que la lógica—su lógica— constituye la naturaleza misma de la realidad. No es queel pensamiento o la observación intervengan en la modificación de lacosa observada o pensada, sino que son la misma cosa, que es la posi-ción propia del idealismo absoluto.

Más tarde, Frege matematiza la lógica llevándola al terreno de laabstracción algebraica y separándola de la realidad ontológica enla que se movía Aristóteles, pero no es realmente reconocido hasta ladivulgación hecha por Russell, herencia que recoge el llamado Círculode Viena, que a partir de 1895 se inicia con una cátedra de las ciencias

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inductivas, inaugurando así el potente movimiento del positivismo ló-gico o neoempirismo. Se trataba de dar un estatuto científico a la filo-sofía, de modo que las rigurosas exigencias de este tipo de conoci-miento tuvieran que ser aplicadas al pensamiento filosófico para quefuera válido, derivando así su interés por las cuestiones lógicas, la teo-ría del conocimiento y la filosofía del lenguaje bajo la fuerte influenciade Wittgenstein, que nunca perteneció a dicho círculo. Lo que venía adecir este filósofo es que la lógica y la matemática no enuncian nadasobre el mundo, siendo sólo reglas de transformación y relaciones in-ternas de los símbolos lingüísticos. Esto es lo que se ha llamado girolingüístico de la lógica —ese dejar de traducir el mundo real—, demodo que las proposiciones que no tengan una verificación inmediatay empírica carecen de significado. Esta intransigente postura acabacon la teoría, con una posible significación o sentido del mundo, yhasta con la realidad material, lo que despertó aceradas críticas, comola de Popper, contra semejante decisión arbitraria, que se sigue utili-zando en muchos aspectos:

No hay nada más fácil que enmascarar un problema como «pseudoproblemacarente de significado»: sólo se necesita concebir el concepto de «significa-do» de un modo suficientemente estricto, para que se pueda decir de todoproblema incómodo que no se le puede encontrar «significado» alguno; y alaceptar como «significativas» las cuestiones de la ciencia empírica únicamen-te, todo debate sobre el concepto de significado se convierte también en ca-rente de significado: una vez entronizado, este dogma del significado está li-bre para siempre de todo ataque, es «intangible y definitivo» [Popper, 1963].

En la actualidad, Alain Badiou, en su obra Breve tratado de ontolo-gía transitoria, va un paso más allá e incluye la ontología, —que es laciencia del ser como ente, es decir, de aquello que aparece, que se ma-nifiesta ante nosotros—, en la matemática, que fundamenta asimismola lógica, abandonando definitivamente el giro lingüístico, que para élno significa otra cosa que la tiranía de la filosofía anglosajona del len-guaje ordinario. De este modo vuelve su mirada a la matemática y olvi-da las palabras y sus relaciones internas. Para esta matematización dela lógica, Badiou parte de la teoría de conjuntos de Cantor, y como enella no puede existir un conjunto de todos los conjuntos, resulta que

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tampoco es posible la existencia de el todo del ser; resulta que el mun-do carece de unidad y de significado por más que sea infinito en susentes, en el tiempo y en el espacio: la matemática manda. Y comomanda, la realidad es indiferente a cualquier sentido unitario, carentede toda relación que no sea consigo misma. Sólo existe el vacío y losentes múltiples, lo demás es metafísica, creencia, patraña, trascen -dencia.

Mi conclusión es que la lógica aristotélica, la lógica matemática osimbólica y la lógica lingüística no traducen el pensamiento más alláde sus estructuras binarias, dejando fuera el pensamiento intuitivo, elanalógico, el deductivo, la misma teoría en sí y hasta el sentido común.Y en cuanto a Badiou, liberar la lógica del giro lingüístico para some-terla a la matemática me parece una pirueta carente de sentido. ¿Porqué no contemplan lo real y adaptan el pensamiento a esa realidad?Porque, simplemente, se trata de una lucha por el poder en la que elpensamiento (un tipo de lógica) pueda imponerse sobre la realidad.Este tipo de pensamiento abstracto consigue introducir su dictaduraen la vida de los individuos, porque si la realidad no se adapta a la ló-gica tanto peor para la realidad, porque la lógica siempre tiene razón.Las bombas de Hiroshima y Nagasaki respondían a una lógica estric-ta: si nosotros somos los buenos, ellos son los malos; si nosotros he-mos de defender nuestro estilo de vida, ellos —nuestros enemigos—deben ser aniquilados: no existe una solución intermedia. No olvide-mos que en su simbolización matemática, si A es representada por elvalor uno (1), no-A se representa con el valor cero (0). En definitiva, setrataba de demostrar que los Estados Unidos eran mucho más fuertesque el Imperio del Sol Naciente. La lógica imperante se ha formuladopara justificar hechos como éstos: o al menos ésa es su consecuencia«lógica». Por supuesto que las justificaciones diplomáticas no se rela-cionan aparentemente con las razones lógicas, sino con algún tipo denecesidad política.

La abstracción de la lógica formal aristotélica ya provocó la reac-ción de Alfred Korzybski (1879-1950), quien acuñó la conocida frase«el mapa no es el territorio» en el contexto de su Semántica general,representando el mapa la lógica, y el territorio, la realidad. Para esteconde polaco, la lógica de Aristóteles estaba fundada sobre un errorfundamental, que provenía de la utilización en griego del verbo ser. Si

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lo utilizamos para la predicación («la rosa es roja») realizamos un usocorrecto del verbo ser, pero si de la predicación pasamos a la identi-dad («la rosa es una flor»), esto significa encerrar la cosa en una cate-goría estática, error en el que se basa el primer principio aristotélico:todo ente es idéntico a sí mismo, luego A = A [Kendig, 1990].

En relación con las tesis de Badiou podemos constatar que, encontra de la pura multiplicidad y el vacío, el torrente de la vida no creaestructuras equívocas, sino unívocas, como en su día replicó Deleuze.Y esto no significa un recurso a la trascendencia o búsqueda del Uno,sino que este comportamiento de la naturaleza justifica tanto la inma-nencia como el pensamiento analógico o sistémico, un pensamientocapaz de descubrir lo que Bateson llamaba «la pauta que conecta»,que es pensar como piensa la naturaleza, es decir, la capacidad de se-guir la pista a ciertas categorías que se mantienen y repiten tanto en elcangrejo, como en el caballo o en nosotros mismos. Por ejemplo, laexistencia de pinzas en el primero, de patas delanteras en el segundo,de brazos en nosotros constituiría un caso particular de pauta que co-necta, así como sucede con la repetición de la espiral como manifesta-ción de tantas y tantas formas en el universo. En la misma línea, FritjofCapra cita a Václav Havel para afirmar con él que «la educación es lacapacidad de percibir las conexiones ocultas entre los fenómenos»,ya que las materias separadas en compartimentos estancos destruyenla inteligencia comprensiva de totalidad, o sea, la inteligencia. ¡Lo sientopor los superespecialistas! La percepción de estas conexiones ocultasy la pauta que conecta son las líneas maestras que me van a guiar enesta aventura en lugar de cualquier otra lógica abstracta. Este trabajoestá sustentado de principio a fin por otro modo de lógica, por otromodo de abordar la realidad.

Yo no sé cuál es el sentido de la vida. Posiblemente el que nosotrosqueramos darle. Sin embargo, podemos introducir en la Historia un«sentido» eventual y abierto a nuevas aportaciones. Introducir en laHistoria elementos éticos siempre tiene sentido; formular hipótesis yactuar imaginativamente no sólo lo tiene, sino que es una necesidad denuestro cerebro creador. Las teorías funcionan durante un tiempo yen unas circunstancias, pero mientras funcionen, es que tienen senti-do. ¡Y qué bueno que puedan ser refutadas y sustituidas por otras me-jores!

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Tampoco busco la utopía como paraíso, una proyección ortopédi-ca de las propias limitaciones, el delirio paranoide de un pensamientoabsolutista, un corsé para las futuras generaciones que pudieran creeren ella y que suelen abocar en el infierno anunciado tras la búsquedadel paraíso. No, todo fluye, todo cambia, todo se transforma y no te-nemos ningún derecho a imponer nuestro particular credo ideológico.Hemos de pensar mientras caminamos y de caminar mientras pensa-mos en un ejercicio peripatético de ojos abiertos.

Los desafíos de hoy son mucho más complejos que aquellos de unmundo pasado en el que la realidad se percibía más estructurada porlas creencias, las normas o los poderes que decidían sobre la vida y lamuerte. La complejidad del nuestro, su versatilidad y acontecer ins-tantáneo y global nos retan a superar un tipo de razonamientos quepertenecen a una epistemología pretérita y superada científicamente.Cuando la teoría cuántica llegó a poner en cuestión la existencia mis-ma del mundo material como «realidad objetiva», Einstein, que habíacolaborado en su formulación, no pudo negarla, pero expresó sus reti-cencias por el enorme fiasco que suponía tener que renunciar a la ex-periencia sensible como si de una ilusión se tratara. La realidad y elsentido común se imponían a la matemática. Por eso escribe su cele-bre carta a Max Born en 1926:

La mecánica cuántica violenta el respeto. Pero una voz interior me dice quetodavía no es el nec plus ultra. La teoría nos aporta muchas cosas, pero no nosacerca al secreto del Viejo. De todas maneras estoy convencido de que al me-nos Él no juega a los dados con el universo.

Es la respuesta de un sabio, que, sin embargo, no podía dejar decreer en la causalidad ni podía delegar todo en manos del azar comoen un juego de dados. Sin embargo, en el universo cuántico, la causali-dad que nosotros conocemos no responde más que a un orden de pro-babilidades; por tanto, el azar está mucho más presente de lo que po-díamos imaginar, al menos, un azar aparente, lo que no se contradicecon que el universo pueda tener sentido por más que se nos escape yno lo podamos llegar a formular definitivamente. «Lo más incom-prensible del Universo es que sea comprensible», afirma el propioEinstein, es decir, que su estructura y sus claves de comprensión coin-

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ciden con nuestras pautas de conocimiento, con nuestras posibilida-des de comprender, en diáfano contraste con la metáfora literaria deque «la vida es un cuento contado por un idiota». Sin embargo, nues-tro mundo actual y todos los mundos de nuestro peregrinaje sí queson un cuento contado por un idiota —ya tenemos localizado el cuen-to y a los idiotas que nos lo cuentan—, pero aún así tendría que seguirsiendo comprensible. Entre ambos extremos se centra mi indagación:entre la «realidad» del cuento y lo «real» de sus claves, entre la verdadde la razón lógica y la verdad de la vida. Se trata, cómo no, de un bal-buceo que tal vez pueda alumbrar algún sentido. Pero no un sentidometafísico en la misma medida en que Heidegger lo busca para el Ser,no. Mi búsqueda de «un» sentido —y no de «el» sentido— va en la lí-nea de despejar un horizonte que permita la coherencia entre teoría ypraxis, entre la ética del sujeto y la política colectiva de la ciudadanía.Un sentido, al menos provisional, que permita nuevas búsquedas. Lanueva epistemología de la ciencia nos muestra cómo las lógicas quehasta el momento hemos usado no pueden explicar los secretos de lanaturaleza, al igual que distorsionan el comportamiento humano, poreso me serviré de ella en relación al sentido provisional que busco.

En esa hendidura que sangra entre el pensamiento y la vida quierotender el puente de una conciencia comprometida que vincule las ri-beras de un caudal que se despeña hasta el mar del desconcierto. Esedesconcierto que nos arrebata una privacidad que no acaba de vislum-brar su matria como lugar colectivo del encuentro. Y esta labor re-quiere una comprensión de los elementos constitutivos del sujeto y dela sociedad en juego. Hagamos, pues, un poco de teoría, una teoría ba-sada en una lógica de la vida.

Si bien la teoría que pretendo implica en cierto modo la búsquedade un sentido que responda a un momento histórico determinado, loque más me importa es diseñar unas ciertas líneas maestras que sirvanpara la vida. No me bastan la abstracción lógica o el diagnóstico socio-lógico, sino inspirar caminos posibles en un mundo tan complejo y tandisparatado como el nuestro. El concepto de matria trata de conjugartodos estos aspectos.

VICTORIA SENDÓN DE LEÓN

XXIV

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TERCERA PARTE

LA PRÁCTICA POLÍTICA

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La praxis es el lugar del sentido.

M. MERLEAU-PONTY

La vida siempre se abre paso, y los humanos en sociedad somos pro-ducto de esa vida. Algunos astrofísicos afirman que la vida en nues-tro universo constituye una rareza, una excepción en las galaxias ar-dientes o heladas que eclosionan y mueren deambulando por losespacios infinitos. Yo creo que no es así, pues la geometría fractalsiempre se repite y lo lógico es que las mismas circunstancias quedieron lugar a la vida en el planeta Tierra se reproduzcan hasta el in-finito. De todos modos, es igual para lo que nos incumbe. Sería estu-pendo tener vecinos, pero en todo caso no es relevante para lo quetrato de exponer.

La cuestión es saber quiénes, qué somos y cómo funcionamos a finde abordar adecuadamente cuestiones de tipo social y político. Nues-tro orgullo fue golpeado cuando Copérnico demostró que no era elSol el que giraba en torno a la Tierra, sino al contrario; cuando Dar-win comprobó que nuestro origen no era producto de una interven-ción directa y artesanal del mismo Dios en persona, y que los monoseran nuestros primos hermanos. Con todo, las ciencias de la vida en elmomento actual no dejan de sorprendernos. Lynn Margulis nos des-vela que el motor de la evolución son esas minúsculas bacterias quenosotros creíamos que sólo servían para hacer yogur o para producir-nos alguna incómoda dolencia. En ellas reside el secreto, la clave de laevolución de la vida porque portan el patrón propio de lo viviente. Suteoría de la simbiogénesis nos dice que se dio un proceso por el cualbacterias sin núcleo, y que vivían en simbiosis durante mucho tiempo,acabaron por dar lugar a otro organismo más complejo con núcleo ymembrana: la célula, el origen de la evolución. No somos sólo produc-to de mutaciones al azar, como creíamos. Curiosamente, las centralesenergéticas de toda célula viva contienen su propio ADN mitocondriala partir de la simbiogénesis de las bacterias, ADN que sólo nos es trans-

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mitido por la madre, en contraposición al ADN del núcleo que mezclalas dotaciones genéticas de los dos progenitores. ¿Todo estaba diseña-do? Quién sabe. En todo caso, Gregory Bateson nos habla de «la pau-ta que conecta» como ese patrón que se repite, esa pauta que somosincapaces de transmitir a nuestros alumnos porque nos hemos tragadoel axioma cartesiano de que hay que dividir para conocer, trocear larealidad para llegar a su secreto:

¿Por qué los establecimientos educativos no enseñan casi nada acerca de lapauta que conecta? ¿Acaso los maestros saben que llevan consigo el beso dela muerte que torna insípido todo cuanto tocan, y entonces se niegan sabia-mente a tocar o enseñar cualquier cosa que posea importancia para la vidareal? ¿O es que portan el beso de la muerte porque no se atreven a enseñarnada de importancia para la vida real? ¿Qué es lo que les pasa? [Bateson,2002: 18].

La microbióloga Margulis afirma, además, algo muy importante, yes que la vida no es un nombre, sino un verbo, es decir, una acción, unfluir continuo en evolución, inmerso en un conjunto coherente quesupone el gran organismo Gaia, sobre el que investigó junto con Ja-mes Lovelock. Siguiendo, pues, la pauta que conecta y el milagro crea-tivo del vivir, tal vez podamos plantear la sociología y la política demodo distinto al que nos hemos acostumbrado.

Siguiendo las últimas investigaciones de las ciencias de la vida,partiremos de nuevo del pensamiento sistémico de Bertalanffy paradesembocar en la teoría de la autopoiesis del chileno Humberto Matu-rana. Este esquema nos va a servir para los análisis sucesivos que va-mos a plantear. Se trata de un marco teórico a partir del cual las refe-rencias posean una unidad de sentido.

Sin embargo, cabe preguntarse si podríamos hacer una aplicaciónsin más a lo social y a lo político sin realizar precisos afinamientos y sinintroducir elementos nuevos dependiendo del objeto que se trate. Ro-tundamente, no. Se trata de un marco de referencia, nada más…, ynada menos, pues los diversos elementos han de encajar en una visiónglobal del asunto, que no es un agregado de elementos. Un microsco-pio nos sirve para observar elementos múltiples y novedosos que elojo no ve, pero el observar y el ver no implican para nada la compren-

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sión. Y si bien el mapa no es el territorio, necesitamos de esos mapaspara la visión de conjunto.

Nos falta, sin embargo, una perspectiva significativa si queremosacercarnos al estudio del fenómeno social y político. Una de las pro-piedades incardinadas en la realidad la constituye el devenir, el cam-bio, que en nuestro universo está marcado por el tiempo y en el ámbi-to de lo humano, por la historia. Por eso cabe preguntarse por nuestromomento histórico-cultural. ¿Qué parámetros de referencia vamos aadoptar para comprender el «espíritu de los tiempos», los nudos so-bre los que pivota nuestra época? En este sentido creo que Rosa M.Rodríguez Magda lo ha denotado muy bien con el término acuñadopor ella de transmodernidad (2004).

La Transmodernidad es el retorno, la copia, la pervivencia de una Moderni-dad débil, rebajada, light. […] La Transmodernidad es lo postmoderno sin suinocente rupturismo. […] La Transmodernidad retoma y recupera las van-guardias, las copia y las vende, es cierto, pero a la vez recuerda que el arte hatenido —tiene— un efecto de denuncia y experimentalismo, que no todo vale[Rodríguez Magda, 2004: p. 8].

Se trataría, pues, de recoger los retos de la Modernidad tras el fra-caso del proyecto ilustrado, es decir, sin renunciar a la Teoría, a la His-toria, a la Justicia social y a la autonomía del Sujeto, pero asumiendolas críticas postmodernas, eso sí. Lo postmoderno alborea con Nietzs-che y su proyecto antimetafísico de acabar con los Grandes Relatos,para quien «toda forma de absoluto es del dominio de la patología».No es banal el modo poético en que expresa su pensamiento ni que si-túe como figura central de sus metáforas al impetuoso Dionisos frenteal esclarecido Apolo. La filosofía, y con ella el ser humano, había pe-cado de una arrogancia supina al suponer que la razón podía alcanzarla verdad como si el ser no fuera más que una presencia pura en su ex-ceso de identidad. Y no era así. La postmodernidad hizo circular con-ceptos como ausencia, diferencia o deconstrucción, que pusieron ensolfa todo el discurso racionalista y metafísico de la filosofía ilustrada.El pensamiento sobre la realidad acababa por convertirse en fábula.Así, pues, el pensamiento postmoderno hecho de fragmentos, retazos,incertidumbres y aventuras nos liberó del exceso de racionalización

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de un mundo que la nueva ciencia nos mostraba mucho más inasibleque aquel ordenado universo de Newton, pero acabó siendo un pen-samiento débil, débil sobre todo para enfrentarnos con un nuevomundo globalizado que nos despierta de súbito la necesidad de «siste-ma», de pensamiento ordenado y coherente que ponga a punto el es-tado de la cuestión. La postmodernidad está viviendo su propia crisisy no podemos seguir aferrados a discursos que en su momento fueronvanguardistas y que ahora nos resultan demodé. Sin embargo, tampo-co podemos retornar al «pienso, luego existo» sobre presupuestos ló-gicos que ya han sido desbancados por la nueva epistemología dela ciencia. A cada época, su pensamiento, como escribe R. Magda: «A lasociedad industrial correspondía la cultura moderna, a la sociedadpostindustrial, la cultura postmoderna, a una sociedad globalizadaresponde un tipo de cultura que, desde hace tiempo, vengo llamandotransmoderna» [op. cit., p. 28]. Esta cita contiene elementos comunescon aquélla de Nietzsche cuando escribió: «La madurez del hombrees haber vuelto a encontrar la seriedad con que jugaba cuando eraniño». Y, ojo, que no dice solemnidad ni trascendencia ni arrogancia,que es de lo que peca en ocasiones el proyecto ilustrado, sino serie-dad, la seriedad del juego que es la vida, dos términos que parecencontradictorios, pero que pueden ser simbióticos y alumbrar una nue-va época: la seriedad moderna y el juego postmoderno nos llevan a lamadurez de un pensamiento relativo, pero no relativista, a una aproxi-mación incierta a la realidad, pero no fragmentada, a una ética delcompromiso muy distante de la moral al uso o de la amoralidad tam-bién al uso.

Me falta aún un tercer elemento para levantar el trípode que pue-da mantener mi construcción teórica. Ese otro soporte es la búsquedadel «sentido», porque si nada tiene sentido ¿para qué seguir pensan-do? En esta búsqueda voy a recurrir al filósofo Maurice Merleau-Ponty, porque siento que encaja con los otros dos presupuestos.

Este filósofo, que publica a mediados del siglo pasado, coetáneode Sartre, deconstruye una serie de principios bien asentados y orga-niza de otro modo los conceptos en juego. Para él, la oposición entreel sujeto y el objeto (entre el para-sí y el en-sí sartreanos) nos imposibi-lita comprender «el hecho de la historia». El hombre tal como existeno es un puro en-sí (una cosa, un cuerpo) ni un para-sí (una res cogi-

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tans cartesiana), sino una síntesis en devenir, inacabada y precaria, deambos; además, las formas físicas, las formas vivas y la forma humanano constituyen estructuras separables, sino interrelacionadas. Encuanto al conocimiento, sustituye el «pienso» por el «percibo», por-que en ese percibir queda implicada la experiencia como una formade comunicación entre la cosa y el espíritu: el medio hace preguntas yel organismo responde con su comportamiento; por eso, dicho com-portamiento tiene un «sentido», porque se adecua a la significaciónvital de la situación. Este percibir al hilo del presente elimina de nues-tro horizonte la aspiración al saber absoluto, así como la identidad delsujeto consigo mismo. Desde ahí que Merleau-Ponty pueda afirmarque «el sentido de la historia es la historia del sentido», la historia delas respuestas significativas ante los acontecimientos y ante el medio,de modo que la fenomenología de la percepción, a través del lenguaje,se traduce en filosofía de la historia o filosofía política. La praxis polí-tica no sería más que la respuesta del «organismo» humano frente almedio, ya que Merleau-Ponty concibe al ser humano «como un pro-ducto-productor, como el lugar en que la necesidad puede convertirseen libertad concreta».

Todavía recuerdo cómo me impresionó la película Pi, la fe en elcaos (1997), de Darren Aronofsky, en la que se jugaba con las para-noias de Max Cohen, un joven matemático encerrado con un superor-denador, que descubre cómo el número pi (3,1416…) mueve la exis-tencia de todo ser vivo. Por supuesto que los primeros en perseguir almatemático para robarle su secreto serán brockers de Wall Street, quepretenden enriquecerse al adueñarse de la clave secreta que rige, tam-bién, los altibajos de la Bolsa. Paralelamente, un grupo judío hasidic loestá asediando para que les revele toda la serie de decimales que com-ponen el número pi, creo que doscientos dieciséis, por ver si ellos guar-dan el misterio de las letras seriadas que componen el nombre de Dios.

De poco tiempo a esta parte han cambiado las cosas, y tal vez hoyla percepción de la clave última ya no resida en una ecuación o fórmulamatemática, fría y estática, sino en una inacabable espiral de enlacesbioquímicos que se retroalimentan, tal como apunta Lynn Margulis:«El lenguaje de la vida no es la aritmética y el álgebra ordinarios, sinola química». Es decir, que nuestro marco epistemológico está pasandodel reino de la cantidad al de la cualidad.

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Pudiera ser que, dentro de unos años, la clave para profundizar enel conocimiento científico resida en una simple y bella palabra, másque en un algoritmo o en una bacteria. Pero ¿en qué lengua? ¿En grie-go? ¿En arameo? ¿En sánscrito? ¿O en euskera, tal vez? No sé, peroal final la sabiduría antigua siempre tiene algo de razón, por eso no ha-bría que pasar por alto sentencias como la del Tao te King en sus pri-meros versículos: «El No-ser es el comienzo de Cielo y Tierra, y el Ser,la Madre de los seres individuales» [Lao Tse, Sirio, 2004].

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4. LA REALIDAD Y EL DESEO

La teoría en sí misma es transformadora,pero no pienso que la teoría sea suficiente

para la transformación social y política.

Judith BUTLER

Este epígrafe, que evoca la memoria del poeta Luis Cernuda, se refie-re, sin embargo, a la eterna polémica suscitada por la teoría políticade Maquiavelo y la de Montesquieu; la crónica de la realidad cruelque ha supuesto el ejercicio del poder frente a los buenos deseos de-mocráticos de un librepensador. Ambas teorías han influido en granmanera sobre la política de los Estados modernos en una pirueta queconsagra a Montesquieu en lo que concierne al aspecto formal de lasdemocracias y a Maquiavelo en lo relativo al comportamiento de lospoderosos.

Maurice Joly, un indomable revolucionario francés, escribió en1864 un libro sorprendente, Diálogo en el infierno entre Maquiavelo yMontesquieu, uno de cuyos ejemplares se salvó de la batida inquisito-rial realizada por la policía política de Napoleón III, que se veía refle-jado en sus críticas más feroces. Ese ejemplar fue rescatado por un talGraves, corresponsal de Times en Estambul, ya entrado el siglo XX.Fue el mismo que relacionó el texto con la falsaria redacción de losProtocolos de los sabios de Sión, que exponía retorcidamente los pla-nes de la Alianza Israelita Internacional para dominar el mundo.Como trágica anécdota, decir que Joly se descerrajó un tiro para aca-bar con su vida, la vida de un rebelde que se confesó, en una de susmúltiples detenciones, como socialista y revolucionario, pero furibun-damente anticomunista. De hecho, no participó en el levantamientode la Comuna de París, pero luchó toda su vida como francotirador afavor de un cambio radical de la sociedad.

Joly confronta al diplomático florentino del siglo XVI con el filóso-fo francés del XVIII, por lo que su único encuentro posible sólo podíadarse en el más allá. La cuestión de fondo es si la esencia del poder sebasa en el dominio y la corrupción de los dirigentes o si es posible lle-var a cabo los ideales democráticos auténticos sin que éstos deriven

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siempre «en la administración de los terrores del hombre», que decíaHobbes, no para abolirlos, sino para dosificarlos sabiamente. Cues-tión, por cierto, de lo más actual en nuestras sociedades, aterrorizadascontinuamente por las armas de destrucción masiva, el peligro terro-rista, las pandemias irresolubles, un crack económico y hasta los desas-tres naturales, como si todo ello no fuera utilizado como una estrate-gia bien medida ante la posibilidad de un cambio real de losparadigmas político-económicos por los que se rige y nos rige el neoli-beralismo actual.

El diálogo entre ambos genios de la política, Maquiavelo y Mon-tesquieu, desde ahora M&M, pone de relieve lo fundamental de la po-lítica: el fondo y la forma, el poder y las instituciones, la ambición pri-vada y el bien general, la tentación de absolutismo y la soberaníapopular, en definitiva, los contenidos antagónicos de El tratado delpríncipe y de El espíritu de las leyes.

Lo que más nos sorprende es contemplar cómo aquellos escritosconservan una actualidad deslumbrante, lo que significa que en políti-ca seguimos anclados en la inercia del pasado sin que los problemasde fondo se hayan solucionando. La historia, los regímenes, los go-biernos, las constituciones, los agentes políticos, los sistemas econó-micos, las naciones o los Estados van pasando y disolviéndose en elpolvo mientras las cosas siguen igual, mejor o peor aparentemente,pero sin que cambien los esquemas básicos que mantienen todo estetinglado. Seguimos inmersos en modos democráticos casi idénticos alos surgidos con la Modernidad, un cambio realmente cualitativo des-de el absolutismo monárquico hasta las democracias parlamentarias,pero las contradicciones expuestas por Joly siguen sin resolverse. Noes que las democracias no constituyan un buen sistema de gobierno,sino que la perversión del poder se va acomodando a los nuevos tiem-pos por otros caminos que en aquellas épocas en que era tolerado elpoder absoluto, que por supuesto sigue existiendo en no pocos lugaresdel mundo, aunque toscamente disimulado bajo máscaras religiosas,económicas, de necesidad, de seguridad o de nacionalismo identitario:«Uno de mis principios más esenciales es el de acomodarme a todos lostiempos», afirma Maquiavelo en uno de los pasajes [Joly, 2002: 327].

El tema de fondo de esta obra es el poder, que sin duda remite aelementos psíquicos y no sólo políticos. A principios del siglo pasado

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se originó una fuerte polémica entre Alfred Adler y Sigmund Freudrespecto a la pulsión más fuerte que prima en los humanos. Si en el úl-timo es la libido vinculada íntimamente al instinto sexual, en Adler esel instinto de poder unido a la agresividad y a una cierta necesidad deafecto o de reconocimiento el que nos domina, tesis que lo llevó a se-pararse de su maestro. Tal vez sea esta cuestión la primera que deba-mos dilucidar. ¿No podremos librarnos jamás de la propuesta de Ad-ler y tendremos que admitir que, mientras domine ese instinto, lapolítica seguirá siendo lo que es? Y si, por el contrario, estamos domi-nados por la libido, ¿por qué triunfa siempre el principio de realidadsobre el principio de placer? ¿No será que el principio de realidad per-mite que sólo algunos puedan disfrutar de un principio de placer nocompartido? ¿Se trata más bien de administrar un privilegio que seconsidera exclusivo? ¿Es la consecución de este objetivo lo que animalos secretos deseos del poder?

Creo que este debate es irresoluble si no tenemos en cuenta lo queprecede a ambas pulsiones, es decir, la estructura de una civilizacióncuyo principio fundante es el de dominación/sumisión. Teniendo encuenta este apriorismo, ambos extremos —la libido y el poder— pue-den ser entendidos como no contradictorios. En este contexto, las di-versas generaciones van aprendiendo que la llave maestra para la con-secución del objeto de deseo es el poder. Esto es fundamental. Losjóvenes se socializan en esas aspiraciones: la fama, el dinero y la políti-ca permiten acceder a algunos hombres a todos los objetivos desea-bles en esta hoguera de las vanidades. A través de estos poderes, ellosconsiguen lo que quieren, porque con ellos pueden satisfacer la vani-dad, la ira, la avaricia y la libido. Los deseos más urgentes pueden sersatisfechos impunemente desde las alturas del poder, pero sin que elpoder en sí mismo constituya un deseo en sí, sino un medio más eficazpara conseguir un plus de disfrute de la vida. Si no pueden alcanzarun poder social o político, siempre les queda la familia para ejercerlo eimponer la voluntad de sus deseos, porque la familia patriarcal tam-bién ofrece ese modelo propio de los simios, en la que el macho másfuerte se convierte en el más poderoso y quien más fácil acceso tiene alas hembras. Y en este sentido hablo en masculino, pues el binomiodominio/sumisión favorece, sin duda, a los varones en la consecuciónde sus deseos, deseos que se interpretan o traducen según los valores

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que se les ofrecen desde su modelo social que, en este sentido prima-rio, es siempre y en todos los lugares el mismo. Es decir, que el podersupone el medio más eficaz para satisfacer en sumo grado deseos bio-lógicos o psíquicos muy inmediatos. Lo peor de la política es que esosdeseos se disfrazan bajo eufemismos como «el bien común», «el servi-cio a los ciudadanos», «el amor a la patria» y primores similares quetratan de dibujar un rostro sublime tras el que se esconden verdadesinconfesables. Fines y medios quedan confundidos en una amalgamaindistinguible. Los hombres con poder político, económico o social tie-nen más fácil acceso al dinero, a la fama que hincha su vanidad y, en de-finitiva, a las mujeres, que es lo que más propiamente puede satisfacerlos instintos libidinosos. El derecho de pernada constituye el ejemplomás eficaz del asunto, por más que esté abolido legalmente. Al igualque los machos de ciertas especies se adornan con plumas y otros atri-butos vistosos para que el cortejo a la hembra sea más exitoso, los hu-manos hacemos lo mismo por métodos más sofisticados. Los podero-sos tienen más acceso al dinero y a la fama, que abre puertas a otrosdeseos más profundos como si de una varita mágica se tratara. Si su mo-ral o su incapacidad no les permiten esas posteriores alegrías, entoncesel poder se convierte en un fin absoluto. Y esto es más peligroso aún.

Sí, hablo en masculino, pero ¿es que acaso las mujeres están libresde la tentación del poder? ¿Qué sucede cuando lo ejercen? Bueno, eltema es más complicado, o menos, según se mire. Si las mujeres quie-ren sexo, no tienen más que insinuarlo: desde siempre, porque siem-pre van a encontrar toda una corte de machos para satisfacer su deseo.Pero sucede que ese acto puede tener consecuencias no deseablespara la mujer y, aunque recientemente pueda protegerse de ellas, sonmuchos milenios de amenazas contra el propio cuerpo como para de-sembarazarse de ese temor. La mujer, pues, no necesita del poder paraconseguir placer erótico, por eso no lo utiliza como tal. En todo caso,al contrario: utiliza su poder de seducción, armas de mujer, para con-seguir otros poderes o deseos.

Ahora podríamos discutir sobre si Instinto básico reproduce un modelo demujer que utiliza el sexo para progresar o muestra un modelo de mujer eman-cipada que manipula a los hombres a su antojo. «También hay hombres queutilizan el sexo para conseguir lo que quieren», dice un personaje de Frasier,

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la serie de televisión que emite Canal +. Y Frasier, el psiquiatra, zanja la dis-cusión de forma contundente: «¿Cómo quieres que utilicemos el sexo paraconseguir lo que queremos si precisamente lo que queremos es sexo?» [Anto-nio Martínez, El País, 19 de marzo de 2006].

Por si fuera poco, ya las religiones y la sanción social se han ocupa-do de controlar férreamente los deseos femeninos, pues, de lo contra-rio, las mujeres dominarían fácilmente a los hombres. La moral con-servadora insiste obsesivamente sobre el sexo porque en ello radica suesencial poder masculino, no por otra cosa. Es llamativa su cerrazónen este asunto, como si la moral no tuviera otro tema más importantedel que ocuparse, pero las Iglesias de cualquier signo saben de su rela-ción intrínseca con el dominio patriarcal, ya que si este poder sucum-be, ellas se precipitan con él en el abismo de la insignificancia. No veoen qué la práctica del sexo podría molestar a cualquier dios existenteen cualquier Olimpo posible. Pero hacía falta que también las mujeresasintieran sumisas a estos mandatos, lo que se ha conseguido con cas-tigos y desprecios sin cuento. Así pues, desde su personalidad cons-truida en la sumisión, sus deseos transitan por otros vericuetos. Nodigo que no sean los mismos, pero adquieren otras formas, buscandomás bien el seducir para ser amadas y admitidas en la tribu. Cuan-do alcanzan algún tipo de poder, algunas se posicionan desde una ac-titud de servilismo que han aprendido de sus madres y abuelas. Otras,en muchos casos, han de competir tan ferozmente con los hombres quese muestran más duras e intransigentes que ellos mismos. No quierenparecer débiles ni inferiores, adquiriendo, en algunos casos, una per-sonalidad impostada que las desprestigia y nos desprestigia. A vecesles falta naturalidad, seguridad en sí mismas, autonomía e ironía. No atodas, claro. Siempre sienten el peso de ser observadas, juzgadas ymarcadas de cerca como si en cada momento fueran a dar un traspiés.Frecuentemente se ven a sí mismas como desfilando en la pasarela.Pero, además, en el acceso al poder por parte de las mujeres percibi-mos cómo esos «cargos» no suponen un poder real, ya que, por unaparte, no pueden desembarazarse de la dominación simbólica y, porotra, porque el núcleo duro del poder suele estar formado por varonesa quienes tienen que agradar y hacerse merecedoras de confianza parasu designación. Casi ninguna es elegida por sí misma. Es lo que llamo

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«la política del harén», sublimada en muchos casos en la «paridad».De todos modos, cuando las mujeres aspiran al poder es más fácil quelo hagan desde una actitud de servicio, de «poder hacer» cosas que noestarían en sus manos si no fuera a través de una mínima capacidad degestión. Ellas no necesitan del poder para acceder al sexo. Sin embar-go, los hombres, sí. De algún tipo de poder, claro, y no necesariamen-te el político o el económico, aunque es mucho más fácil seducir a unamujer desde el poder político y desde el dinero que siendo un don na-die. Resumiendo: los hombres utilizarían el poder para disfrutar másfácilmente del sexo, y las mujeres pueden utilizar el sexo o la seduc-ción para alcanzar poder.

Estas reflexiones ponen de manifiesto que la Modernidad ya hapasado por la crisis del sujeto. Ahora sabemos, gracias a la crítica post-moderna, que ese sujeto era también un ser sujetado y no un ser libre yautónomo que decidía su destino. El sujeto-sujetado no está dirigidopor la razón ni actúa bajo los imperativos de la libertad, sino que suspulsiones más profundas son las que dominan. Por esto mi insistenciaen la Transmodernidad. No debemos permanecer ad infinitum en esacrisis del sujeto y seguir manteniendo, por otro lado, las mismas es-tructuras políticas que nos sirvieron, y mucho, desde el inicio de laModernidad.

Joly, con una maestría admirable, va desgranando todas y cada unade las tácticas y estrategias del poder para, sin cambiar las institucio-nes, aprovecharse y manipular todas ellas para sus fines: «¿Os daiscuenta —dice Maquiavelo— de que en todo esto la violencia no de-sempeña ningún papel? Tomo mi punto de apoyo donde todos lo to-man hoy en día, en el derecho» [op. cit., p. 261]. Es decir, que ya nohace falta recurrir a la violencia manifiesta, sino escondida tras las le-yes, las costumbres, los consensos implícitos, el miedo o la necesidad,como una autocensura asumida inconscientemente. «El derecho quese hace obedecer —añade— siempre es el derecho del más fuerte, noconozco ninguna excepción a esta regla.» Pero, al final, el dominio seejerce, sobre todo, desde la economía: «Es preciso lograr que en el Es-tado no haya más que proletarios, algunos millonarios y soldados»[op. cit., p. 145]. Hoy, los proletarios somos todos los asalariados de-pendientes de un sueldo y de la volubilidad de nuestros empleos. Amayor inseguridad, mayor control. Y para cerrar el círculo, Joly nos

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habla de la manipulación ideológica a través de la prensa: en aquellosaños no había televisión.

M&M permanecen hasta el final de la obra radicalmente enfrenta-dos. Aun reconociendo las bondades formales del sistema ideado porMontesquieu, es Maquiavelo quien, en la ficción de ultratumba, saletriunfante al demostrar que a través de esas maravillosas institucionesdemocráticas parlamentarias, de esa división de poderes y de la sobe-ranía popular, el poder se las ingenia muy sagazmente para conseguirsus intereses, incluso los más perversos, lo cual es muy desalentador,pues nos lleva a la conclusión de que si los humanos no cambiamos deraíz nuestras estructuras políticas no habrá nada que hacer. Si, además,la pulsión que nos hace escalar hasta el poder está arraigada en lomás profundo de nuestros deseos, entonces podemos renunciar atoda esperanza, como los que traspasaban para siempre la puerta delinfierno de Dante.

Desapareció la figura del príncipe como encarnación del poderabsoluto y fue sustituida por la liza democrática entre partidos, que noeran más que agrupaciones de electores que representaban la sobera-nía popular. Sin embargo, con el tiempo fueron esos partidos quienesterminaron por imbuirse del espíritu propio del poder absoluto, puessu meta, sea como sea, es llegar al Gobierno y permanecer en él. Talvez el caso más paradigmático haya sido el del PRI (Partido Revolucio-nario Institucional) de México, que llegó a constituirse como una es-pecie de dinastía con heredero incluido en la figura del «tapado», de-signado a dedo por el presidente saliente. Y todo esto dentro de lalegalidad democrática, lo que demuestra que la democracia es muyimperfecta y, sobre todo, que no cumple los objetivos para los que fuerescatada.

En la época transmoderna hemos de reconquistar el espíritu de losinicios de la Modernidad, sin olvidar, no obstante, el desvelamiento delo que se mueve detrás del poder, puesto de manifiesto por la críticapostmoderna: Foucault, Deleuze, Baudrillard, Derrida, Bourdieu… Ala sociedad industrial y postindustrial les sucede un mundo global conotros retos y muchas otras experiencias históricas vividas. El panora-ma se nos abre con bastante más amplitud y lo anterior ya no sirve delmismo modo, pues los nuevos problemas han de ser enfrentados connuevas soluciones. ¿Ya no vale, pues, la democracia? No digo esto en

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absoluto. Lo que dudo es de que la verdadera democracia siga exis-tiendo. La clase aristocrática de entonces se ha transformado en lapartidocracia de ahora. Los políticos profesionales se han convertidoen los cortesanos del rey, pero ¿quién es el rey? Sin duda, el capital.Tal vez por eso sea de nuevo necesario hacer una corrección de las for-mas y el fondo de la política. Entender de dónde provienen las perver-siones del poder y plantearnos si las actuales instituciones representanla soberanía popular.

Para empezar, esa soberanía popular atomizada, en muchos casosdesinformada y, casi siempre, interesada, tiene que comenzar a desem-peñar otro papel, otra función. La función que en los comienzos de larevolución moderna desempeñaron los partidos, ya que éstos han asu-mido la antigua forma aristocrática del poder, hasta en el boato, losdispendios y la prepotencia. En el presente, la soberanía popular su-pone una fuerza sólo medible cuantitativamente: en votos, cuando lademocracia tendría que comenzar a construirse de un modo cualitati-vo. Lo peor de este sistema es tener que dar el voto a personajes queno tienen nuestra confianza ni en multitud de casos la merecen. Luegopresumen de estar legitimados por millones de ciudadanos. ¡A la fuer-za ahorcan! Lo curioso —y lo indignante— es comprobar cómo sehan hecho con los privilegios de la antigua aristocracia y, a su vez, tie-nen secuestrada la soberanía popular, condenada a una alternancia sinsalida. Nunca podremos votar «que se vayan todos», como clamabanlas masas en Argentina después del famoso «corralito». Hablar departidos tal vez exceda mi propósito, porque, en realidad, éstos se re-ducen, a la hora de la verdad, a los candidatos, que posteriormente seconvertirán en flamantes cargos. De un estadio al otro media una in-versión: prometen nuevas políticas para ganar las elecciones y gananlas elecciones para no tener que cumplirlas. Lo lógico sería ganar laselecciones para formular nuevas políticas, en lugar de formularlaspara ganar las elecciones. Pero no, pues la política se concibe como unmercadeo: tú me das (el voto), yo te doy (cambios estructurales o le-gislativos), que al final se quedan con frecuencia en promesas.

Las antiguas agrupaciones de electores bien podrían ser sustitui-das por agrupaciones de ciudadanos, que no sólo reivindiquen cues-tiones parciales o sectoriales, sino que participen activamente en elbuen gobierno de un país en la dirección misma de la política, precisa-

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mente porque sabemos qué se esconde detrás del poder y de los pode-rosos y por ello necesitamos más formas de control. Hasta ahora, lossindicatos o las asociaciones, como modos del corporativismo, han es-tado acostumbrados a ejercer presión a favor de sus reclamaciones, pi-diendo a los gobernantes tales o cuales medidas, dando por hecho elpapel paternalista de las autoridades y, por tanto, de minoría de edadde los ciudadanos. Ellos también han de asumir responsabilidadespactadas entre los miembros de cada colectivo. Lo difícil consiste enlos términos mismos de los pactos, entre ellos y con los Gobiernos.Como relación también cuantitativa, cada parte tira de la cuerda hastaque se cede de un lado y del otro, llegando a un punto equidistanteentre las cesiones y las reclamaciones, pero nadie sube el listón de laspropias exigencias. Nadie cambia la cantidad por la cualidad, ya que secomportan como fuerzas contrarias sin fines comunes. No se trataría,pues, de reivindicar y conceder, sino de plantear un nivel superior a losextremos, en los que ambas partes tendrían que comprometerse paraque quede a salvo una buena gobernabilidad junto con la soberaníapopular. Quiero decir que nos movemos en el binomio derechos/con-cesiones, olvidando frecuentemente los deberes/responsabilidades.

Estamos acostumbrados a que las negociaciones con la Adminis-tración o con las empresas sean siempre en torno a reivindicacionescuantitativas, en las que los administrados o empleados no ofrecemosnada a cambio. Por el contrario, si los ciudadanos nos tomamos en se-rio esto de la política, tendríamos que plantear nuestras contraparti-das, nuestro compromiso, nuestra responsabilidad. No se trata, pues,sólo de ceder una parte de nuestras reclamaciones, sino de plantearlascomo contrapartidas de mayor colaboración, pero también de mayo-res exigencias. Y estas exigencias deberían presentarse también comobeneficios cualitativos: desde formación continua, reparto de benefi-cios a partir de un porcentaje de ganancias o mayor participación en lapropia gestión. Podríamos exigir un mayor cuidado con el medio am-biente, más guarderías o actividades culturales para una fábrica o unbarrio. No todo se resuelve con aumentos de sueldo, sino con servi-cios cubiertos, desde becas de estudio para los jóvenes hasta polide-portivos, centros de cultura o una mejor asistencia sanitaria. Elevar ellistón es comenzar a imaginar una política cualitativa y no quedarnossiempre en la cantidad. No todo es dinero en la vida, sino responsabi-

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lidad, trabajo, tiempo por parte de todos. Vivimos en un mundo en elque la riqueza desorbitada de unos pocos implica que otros muchosvivan en la pobreza, ya lo sabemos, pero esta desigualdad no se solu-ciona sólo con mayores sueldos, porque lo que realmente se pretendees que la gente tenga una mejor calidad de vida y eso comprometeotros muchos factores más allá del dinero. Cualificar la política en de-finitiva, no ser un mero voto ni un mero asalariado, de modo que lasasociaciones de ciudadanos tomen el relevo de lo que en origen fue-ron los partidos políticos, ya en absoluta decadencia, y a los que,asombrosamente, tenemos que votar para que nos sigan gobernando.

De hecho, ese relevo ya se está dando, pero no tiene todavía unatraducción visible en las estructuras políticas. Según un informe reali-zado en 1997 por Eurostat, el número de personas que trabajaban enla economía social de la UE en esas fechas ascendía a 250 millones, delos cuales 54 producían en 104.000 cooperativas, 96 millones en 1.400mutuas y cerca de 100 millones lo hacían en 100.000 asociaciones. Loque ponen de manifiesto estas cifras es que la gente no se asocia entorno a partidos políticos, sino a otros núcleos de acción económica ysocial sin proyección política directa. Existe la creencia de que la ac-ción política es privativa de los partidos políticos, que realmente ya norepresentan a la ciudadanía y actúan como verdaderas logias o mafiascon vistas al reparto de cargos institucionales, tráfico de influencias yestrategias de poder.

Y bien, ¿cuál sería entonces la función de los partidos? ¿Tendríanque disolverse en una futura democracia? No exactamente, pero sí re-formarse en profundidad. A ellos no les interesa, por supuesto, poreso somos los ciudadanos los que hemos de forzar este cambio. No ennombre de la multitud gregaria, sino diversificada, pero organizadaen relación al principio de «pensar globalmente y actuar localmente».Pensar globalmente en un mundo global supone considerar los pro-blemas y las soluciones en su interrelación más íntima, su concatena-ción y su retroalimentación. Es la ley que rige los organismos vivos, yla sociedad, al igual que el planeta Tierra, lo es. Y no por estar forma-da por seres vivos como un agregado de elementos, sino porque suconjunto funciona como tal. En todo ser vivo, la organización es auto-organización o autopoiesis, lo que significa que el patrón o modelo tie-ne la forma de red, una red no lineal, que se retroalimenta con la in-

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fluencia de unos elementos sobre otros. La autoorganización, sin em-bargo, puede ser autoequilibrante o autorreforzante (círculo vicioso).Por lo tanto, no es deseable que todos los elementos se obcequen enuna idea o en una dirección, que sólo exista una cabeza pensante o uncomité directivo, sino que es necesario que surjan movimientos com-plementarios o autoequilibrantes, lo que no sucede en los rígidos apa-ratos partidistas. Cuando las hormigas quedan separadas accidental-mente de su colonia y han perdido el rastro, se produce un «remolinocircular», que consiste en seguir a la que va delante, cometiendo todaslos mismos errores. Es lo que sucede en los partidos políticos cuandohan perdido el rastro de lo social, de las inquietudes y los anhelos de lagente. Frente a este gregarismo partidista no podemos oponer el otrogregarismo social, sino el criterio de mucha gente independiente deconsignas e intereses personales. Se han hecho experimentos socioló-gicos y se ha llegado a la conclusión de que «si juntamos un grupo depersonas lo suficientemente numeroso y diverso, y les pedimos que to-men decisiones tocantes a los asuntos de interés general, transcurridoun tiempo las decisiones de ese grupo serán intelectualmente superio-res a las que tomaría un sujeto aislado por inteligente que éste sea opor bien informado que esté» [Surowiecki, 2005: 17]. Las condicio-nes necesarias para que la multitud sea sabia o acierte son la diversi-dad, la independencia y un cierto tipo de descentralización. Multitudes precisamente eso: diversidad, independencia y descentralización,de lo contrario es rebaño. Un ejemplo claro de la sabiduría de la mul-titud lo constituye el método empleado por Google para rastrear in-formación en Internet. La vasta estructura de enlaces se utiliza comoherramienta de organización. En 0,12 segundos se seleccionan las pá-ginas que remitan a mayor cantidad de enlaces. Es una democraciacasi perfecta. Por eso propongo la posibilidad de que la sociedad civilorganizada ejerza la función que en un principio tuvieron los partidos.

La autoorganización de la población civil constituye un procesode creación y de conocimiento a través de la experiencia. El quid resi-de aquí en el patrón, es decir, en la idea original, en la dirección que seimprime al proyecto, y éste muy bien podría ser la idea política subya-cente. Es precisamente lo que suele faltar a las organizaciones y a lapoblación civil misma. Muchas no son más que un modo de subsisten-cia, otras tratan de paliar los desastres ocasionados por la política

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emanada desde el poder, pero muy pocas se plantean una direcciónpolítica determinada, y si los ciudadanos no hacemos política, nos lahacen. Es absurdo que las organizaciones humanitarias se dediquen amontar campos de refugiados con dinero de los propios Estados quehan provocado o permitido las guerras que han originado el desastre.¿No sería más inteligente buscar mecanismos que pudieran impedirlas propias guerras? ¿Está dicha posibilidad fuera del control de la po-blación civil? ¿Por qué? Impulsar las organizaciones desde una ideapolítica no significaría en absoluto alinearse con los partidos existen-tes, reforzando uno u otros, sino buscar respuestas imaginativas en unmundo dirigido por nefastos intereses o desidias políticas. Las organi-zaciones ciudadanas tendrían que enfocarse no tanto hacia el asisten-cialismo, como hacia los asuntos locales o internacionales, a los objeti-vos por los que uno se asocia, sin el lastre del corporativismo cerrado aotros problemas y soluciones, pero siguiendo el proceso que cualquierorganización sana ha de cubrir en tres etapas: desarrollo, aprendizajey evolución.

Los ciudadanos tenemos que ser conscientes de que no podemosdejar nuestras responsabilidades políticas en manos de los partidos ylimitarnos a montar asociaciones para remediar los desastres que ellosprovocan con su mal gobierno ni llenando los vertiginosos vacíos quedeja su gestión. El cambio de paradigma en política implica asumir unpapel responsable en lo que supone la soberanía popular. Nos hemosacostumbrado a reclamar derechos, pero huimos de los deberes, delos deberes políticos y, más frecuentemente aún, nos hemos encerradoen nuestros intereses individuales. Como decía Martin Luther King:«Cuando reflexionemos sobre nuestro siglo XX, no nos parecerá lomás grave las fechorías de los malvados, sino el escandaloso silenciode las buenas personas». Sobre ese «silencio de los corderos» se levan-tan las grandes megalópolis de la corrupción, de las guerras, del ham-bre y de la soledad.

Manuel Escudero escribe en su Homo globalis. En busca del buengobierno que «el factor de fondo del sistema internacional que quierenacer es el ciudadano global». El ciudadano global no es más que elciudadano consciente de ser una fuerza emergente del mismo sistemainternacional. De hecho, la reforma de la ONU apunta en esa direc-ción, cambiando su agenda inicial gracias a la opinión manifiesta de

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muchos ciudadanos, según el propio Escudero. Me pregunto en qué,pero si él lo dice...

La pregunta pendiente sigue en el aire: ¿cómo reorganizar los par-tidos políticos? Si ya no representan a los ciudadanos, ¿cuál es su fun-ción? Muchos responderán, airados, que niegan la primera, ¡claro quelos representan! No. Sólo representan vagas tendencias de izquierdas,derechas, nacionalismos o ecologismos varios, pero de un modo tandiluido que difícilmente podemos ver recogidos nuestros plantea-mientos más sensatos, más lógicos incluso. Y no es que los ignoren,sino que la maquinaria de los partidos se ha hecho tan pesada, contantos intereses en juego y tan dependientes del capital que difícil-mente tienen libertad de movimiento y voluntad real. Es tal su depen-dencia y sumisión a los entramados económicos, que su poder empie-za a ser superfluo, y también su autoridad. Se mantienen por susprerrogativas, su parcelita de poder, sus juegos maquiavélicos. Esto nosignifica que el poder del Estado tenga que ser desmantelado, puesentonces sí quedaríamos al pairo de las multinacionales, sino controla-do no sólo desde el voto, sino en el día a día. Es lo que llamo «cualifi-car la política». Los partidos, más que nidos de camarillas, tendríanque convertirse en colaboradores eficaces en las soluciones de proble-mas y carencias en colaboración estrecha con la ciudadanía. Tendríanque volver a representarnos realmente. No se trata de que una cabezadecida sobre los asuntos generales, pues está demostrado que si en lamayoría de los asuntos promedio significa «mediocridad» —como enlas audiencias o en el consumo—, en la toma de decisiones importan-tes suele ser «excelencia». Los presidentes o los ministros piensan queeso se soluciona contratando «expertos», cuando los expertos no es-tán más seguros de su pericia que la gente corriente. Es muy posibleque uno sea individualmente más sabio, pero colectivamente más ton-to. ¿No sería posible un Google político que consultara a la poblaciónen los asuntos trascendentes? Nos sorprenderíamos de los resultados.Los partidos políticos deberían quedar como escuelas de alto nivelpara preparar cuadros que sirvan al buen gobierno. Hemos alcanzadoun momento histórico en el que la política se toma como una carreraprofesional, pero arrastrando la incongruencia de no profesionalizar alos políticos. Es decir, que el entrar en política se ha tomado como unacanonjía, un caciquismo o algo por el estilo. Sin embargo, mientras los

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antiguos caciques se arruinaban comprando votos para su candidato,hoy en día los políticos se enriquecen aprovechando sus privilegios.

Como consecuencia, un requisito fundamental sería la prepara-ción evaluada para acceder a cargos políticos, al Parlamento o al Sena-do. ¿Qué es eso de que cualquier patán pueda ser alcalde mientrasque los ciudadanos hemos de cualificarnos para desempeñar otros tra-bajos de responsabilidad? En este contexto, la palabra patán no poseeun cariz clasista, ya que me refiero al patán político, a una persona sinpreparación adecuada para administrar los asuntos ciudadanos. Sipara administrar nuestros bienes nunca elegiríamos a un patán encontabilidad o inversiones, cuanto menos para la administración de lapolis. Estoy en desacuerdo con Michels, 1962, en relación a que lospartidos son producto de la propia base sociológica de la que parten y,por tanto, deben representar los intereses de los diversos grupos so-ciales. Todos somos producto de la sociedad en la que vivimos, pero siquiero solucionar asuntos legales, no elijo un fontanero para que melos resuelva, ni siquiera un médico: elijo un abogado o abogada, porsupuesto. Y cuanto más competente y honesto, mejor. ¿Por qué en-tonces vamos a elegir a cualquier quisque para que nos represente po-líticamente si carece de formación para ello? ¿No tendrían que espe-cializarse los partidos políticos en la formación de los candidatos?

Sin embargo, no piensan así los partidos, que sólo buscan al hom-bre fiel, a la mujer obediente como peones de un poder que rentabili-za la cúspide del partido. A esta situación nos llevan las listas cerra-das, que permiten meter de relleno a cualquier petimetre sumiso a lasconsignas, a las órdenes, a los intereses del partido. El amiguismo y elpartidismo son realidades incompatibles con la verdadera democra-cia. Los partidos sólo juegan a hacer oposición entre ellos de cara aun electoralismo barato y por un estúpido narcisismo. Son los perver-sos mecanismos del poder los que orquestan todo este tinglado. Nopropongo eliminar los partidos ni las elecciones ni la labor de la opo-sición, pero sí organizarlos de muy diferente modo. Un sistema elec-toral más libre debería ser semejante al del Reino Unido, en cuanto aque los candidatos tienen que competir entre sí en sus circunscripcio-nes y ganarse cada voto, en lugar de entrar todos en un lote de listascerradas. Sin embargo, los resultados debían sumarse en relación a suadscripción política y no atribuirse al candidato más votado, lo que

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conlleva graves contradicciones. Lo que sería deseable es que cadauno de los candidatos hubiera pasado el requisito de una preparaciónadecuada en lugar de la prueba de sumisión al partido. Cuando el ac-ceso a los Parlamentos requiera superar una serie de pruebas en for-mación y capacidad, entonces sí tendremos una auténtica paridad.Entonces no habrá mujeres «cuota», sino mujeres preparadas. Elcambio mayor consistiría en que estos diputados llegaran a represen-tar realmente los intereses de quienes los hubieran votado, y no losintereses de partido, que, entre otras cosas, debe carecer de interesesparticulares.

De todos modos, la democracia británica también está en cues-tión. Y es lady Helena Kennedy, la «baronesa roja», la que ha iniciadoun estudio a fondo para averiguar por qué está enfermo este sistemademocrático. No es por la apatía de los ciudadanos, ya que el 37% delos que no votaron en las últimas elecciones participan activamente enorganizaciones caritativas, grupos comunitarios y diversas ONG. El ac-tivismo de los ciudadanos está en alza, mientras que la militancia enlos partidos decrece paralelamente. Es la política formal la que carecede credibilidad. El informe propone una serie de reformas en profun-didad, como las listas abiertas y una participación mayor de la ciuda-danía en los asuntos de la política común. El estudio cuestiona esecentro virtual en el que los grandes partidos quieren pescar, centro-derecha y centro-izquierda, y se exigen más posibilidades para otrasopciones minoritarias que respondan a las posiciones políticas realesde los ciudadanos. Se apunta en esta investigación que serían muchomás efectivos los gobiernos de coalición, pues de lo contrario las opo-siciones se limitan a poner palos en las ruedas de los proyectos benefi-ciosos para la ciudadanía, mirando cada partido por su propio interés.Otra cuestión sería cambiar los sistemas de contabilizar los sufragios,lo que afecta de un modo especial al sistema español, «el menos pro-porcional de los sistemas con fórmulas proporcionales», ya que dichaproporcionalidad favorece siempre a los partidos mayoritarios y a losnacionalistas, que representan a muy poca gente y consiguen un poderdesproporcionado. Lo que se busca en este estudio en profundidad esmás poder para el pueblo y concluye que la verdadera democracia exi-ge gobiernos de concentración donde todos los partidos votados, apartir de un determinado porcentaje, formen parte del Gobierno. De

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este modo, los puros intereses partidistas podrían ser dirigidos hacialos verdaderos intereses y necesidades de la ciudadanía, balanceadoso ponderados suficientemente por las diversas tendencias políticas.Lo que subyace en el fondo de nuestro sistema actual es un pensa-miento muy primitivo y belicoso: alguien tiene que ser el vencedor,como si de una batalla se tratara, lo que deriva en que los ciudadanosse perciban igualmente como grupos enfrentados. De todos modos,tanto en los Parlamentos como en los Gobiernos se mantendría laproporcionalidad de las tendencias votadas de acuerdo al principio deun ciudadano, un voto.

Por otro lado, creo que lo pertinente sería crear un órgano inter-medio entre los ciudadanos organizados y los partidos para poderejercer una función de control, pero también de refuerzo. Sí, de re-fuerzo frente al desmantelamiento de lo público y las privatizacionesprovocadas por la presión y los intereses de los grandes holdings eco-nómicos. Necesitamos que lo público sea un valor en alza. Hay quealigerar al Estado de su pesada burocracia, que en nada contribuye ala fortaleza de lo público, porque un Estado debe ser fuerte en la de-fensa de lo público, pero adelgazando su burocracia, quitándose las-tre, que en gran parte proviene de los pagos en especies a ciertas fide-lidades o chantajes. Fortaleza necesaria para defender las necesidadesy los sueños de la ciudadanía. ¿Los sueños? Los sueños, sí, no los deli-rios ni las pesadillas, porque todos soñamos con una vida cualitativa-mente mejor, con un futuro más humanizado, con un mundo en paz,con un planeta más vivo y saneado para las futuras generaciones, quedesgraciadamente son aspiraciones que adquieren la categoría de sue-ño porque parecen imposibles de alcanzar.

Este órgano intermedio estaría formado por individuos indepen-dientes y por representantes de las asociaciones culturales y sociales,de vecinos, de jubilados, de jóvenes, de inmigrantes, de mujeres, deecologistas, de cooperativistas, de enfermos (o, mejor, de medicaliza-dos), de agricultores, de intelectuales, de trabajadores, de amas decasa, de empresarios o de profesionales diversos. De la sociedad civilorganizada, en definitiva. No para pedir y pedir, sino para responsabi-lizarse en metas compartidas. Un mundo global es también un mundocomplejo, no homogéneo; por eso, sus estructuras de funcionamientohan de ser también más complejas, lo que supone una mayor resisten-

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cia del organismo. Se trata, pues, de crear un patrón de funcionamien-to basado en la colaboración, no en la dispersión ni en los intereses an-tagónicos y con una visión global de los problemas y las soluciones.Esa función, que deberían desempeñar los sindicatos, ha sido tambiénpervertida por su partidismo, sus intereses sectoriales, sus corruptelas.En ese ejercicio de colaboración serían más viables gobiernos de con-certación con metas comunes, más allá de sus propios intereses y vi-siones miopes. Gobiernos que sólo miren por el bien de la ciudadanía.Pero ¿qué es lo bueno para cada quién? Pensamos que, en teoría, la iz-quierda maneja criterios más justos y equitativos que la derecha, peroen la práctica no siempre es así. Creo que los conceptos keynesianosde la economía podrían aplicarse igualmente a la política. Defenderpor igual lo público y lo privado, el bienestar y la libertad, la conserva-ción y el progreso, las creencias individuales y el laicismo de lo públi-co, los intereses nacionales y las prioridades internacionales, el desa-rrollo de la riqueza y la desaparición de la pobreza, la dignidad de lasmujeres y de los varones, el futuro de la juventud y la niñez junto conla autoridad de la vejez, la cultura y la economía, la realidad y el placer.Nada de esto es contradictorio: lo hemos hecho contradictorio pornuestra lógica excluyente.

La perspectiva de los evolucionistas, respecto a la supervivenciade los más fuertes, ha cambiado radicalmente desde que Lynn Margu-lis demostró que el motor de la evolución radicaba en la simbiogéne-sis, es decir, en la simbiosis o colaboración de dos organismos que seunen para producir otro más evolucionado. Es éste el patrón evoluti-vo y no la lucha individualista por la supervivencia. Se trata de un nue-vo paradigma que nos hace comprender mejor cómo funciona la viday por qué caminos evoluciona. La famosa competitividad que se pre-dica como base de cualquier desarrollo no tiene futuro, ya que esa po-sibilidad de futuro se fundamenta en la cooperación de diversos orga-nismos hacia un mismo fin. En modelos de simulación diseñados porordenador se ha comprobado que no es más fuerte el que compite,sino el que colabora.

No obstante, la cuestión de fondo permanece. La supuesta polé-mica entre Maquiavelo y Montesquieu no ha sido zanjada ni lo serámientras que no revisemos a fondo la cuestión del poder sustentada porla estructura patriarcal de dominación/sumisión. Sin reducir a este

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perpetuo enemigo, toda nueva estructura sería igualmente perverti -da por los macabros juegos del poder.

Entre la realidad de Maquiavelo y el deseo de Montesquieu, nosqueda el camino del medio, que va más allá de ambas perspectivas ylas replantea desde otros presupuestos. El presupuesto de crear unpatrón de colaboración entre la ciudadanía y los partidos, ambos em-barcados en el gobierno de la polis, como una construcción inteligen-te que nos lleve hacia el desarrollo, el aprendizaje y la evolución de esoque ha dado en llamarse «soberanía popular» y que sigue sin realizar-se: los partidos también son pueblo. Sin embargo, lo popular no se re-fiere a la masa, sino a la ciudadanía. En nombre del pueblo se siguencometiendo todo tipo de tropelías, porque, en nombre del pueblo, losque detectan el poder hacen y deshacen a su antojo.

Si fuéramos capaces de superar esa dialéctica fundacional del dominio/sumisión, creo que los partidos de la izquierda y los de la de-recha podrían desaparecer sin que nos pasara nada. Ninguno de losdos por sí mismos suponen un buen gobierno, que es de lo que se tra-ta. Lo importante es encontrar ese patrón que tiene siempre un carác-ter cualitativo y que supone la piedra angular que da sentido a todo eledificio. O, mejor, que contiene el código genético por el que ese nue-vo embrión dará lugar a un organismo particular y no a otro. Ésta es laley de toda generación, también de las sociedades humanas.

El sentido de la historia como historia del sentido a la que se refie-re Merleau-Ponty supone un cambio continuo de acuerdo con las cir-cunstancias y el espíritu de los tiempos ante los que el ser humano —aligual que todo ser vivo— responde cambiando de estructura. Esta res-puesta es lo que constituye la praxis política, la acción política. No setrata, pues, de mantener las mismas formas y estructuras democráticasque en su momento funcionaron, sino de crear respuestas nuevas deacuerdo a esta mundialización o globalización que exige un nuevo ni-vel emergente en el concepto de ciudadanía. Uno de los elementosclave para este cambio lo constituye la red global que representa In-ternet, a fin de comunicar con los diputados de nuestros Parlamentosno tanto acerca de las eternas reivindicaciones, sino de los proyectosde vida que la ciudadanía vaya diseñando. Porque es la vida la que setiene que abrir paso, como siempre ha sido y será. Sin evolución, lavida desaparece, así como sin creación continua el proyecto humano

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se hunde. Y la evolución social humana sólo puede avanzar desde lasiniciativas políticas y culturales, así como desde sus diferentes praxis,porque el nivel emergente que supuso la aparición de la humanidadsignificó el nacimiento de la libertad.

Entre las organizaciones a las que me refería anteriormente, cabedestacar la función definitiva del movimiento feminista. Pero, claro,no ejerciendo de correa de transmisión de los partidos políticos o delas instituciones internacionales, sino en el sentido de una marcha evo-lutiva hacia otro modelo político, más libre e imaginativo, sin deudasni cortapisas que lo hipotequen. Una cierta radicalidad inteligente sehace más necesaria que nunca. No una radicalidad infantil ni interesa-da, sino decidida y con las ideas muy claras. Si la estructura que ha deser desmantelada es la patriarcal, no cabe duda de que este movimien-to está llamado a liderar un cambio realmente novedoso. Este movi-miento, en un corto espacio de tiempo, ha analizado profusamente losmecanismos del poder, personales y políticos, en los que se basa todala polémica planteada entre M&M, entre los buenos deseos democrá-ticos de Montesquieu y la realidad de los hechos expuesta por Ma-quiavelo. Es, por tanto, un movimiento que podría abanderar, mejorque otros que se consideran vanguardia, cambios sustantivos en laconcepción y el ejercicio del poder por parte de los partidos políticos.

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5. IDEOLOGÍA Y DOMINIOS DE REALIDAD

Nos movemos de un dominio racional a otroemocionalmente, no racionalmente.

Humberto MATURANA

Hemos visto anteriormente que Marx definía la ideología de dos for-mas: una negativa, que consistía en una falsa conciencia conformadapor los prejuicios de clase; y otra positiva, como una conciencia críticaque comporta un pensamiento objetivo. Una pertenece a un dominiode realidad y la otra pertenece a otro dominio de realidad, pero ambasno son más que eso: dos posiciones clausuradas. Sin embargo, paracomprender hoy la ideología, es decir, el cómo pensamos y por qué,habremos de incorporar otras variables que en tiempos de Marx erandesconocidas.

Con los apriorismos kantianos podemos decir que comenzó la teo-ría del conocimiento propia de la modernidad. Luego, Hegel trató deexplicar de modo dialéctico la Historia como una larga marcha haciala unidad del Espíritu; más tarde irrumpió la ciencia con Darwin y laevolución; Freud, con el inconsciente; Einstein, con la relatividad, yHeisenberg, con el principio de incertidumbre, incluyendo al obser-vador como una variable más en la formación de la realidad. Todo secomplicó para bien y regocijo del pensar.

El paradigma de la física atómica sigue suponiendo un importanteavance respecto a los modelos propios de la Modernidad, pero no essuficiente para explicar la realidad sociológica, incluida la ideología.Es más bien la nueva epistemología de las ciencias de la vida la que su-pone un nivel emergente respecto a las ecuaciones matemáticas quedibujan un microuniverso deslumbrante y la que puede dar cuentade muchos comportamientos de la realidad social.

Nuestra sociedad global no es ya un conglomerado piramidal deindividuos divididos en clases, sino que se asemeja mucho más a unared que se retroalimenta. Por tanto, la metodología aplicada a su estu-dio y comprensión salta por encima de la lógica lineal de causa-efectoy se adecua más al pensamiento complejo propio de la neurobiología.Su realidad corresponde, al igual que los seres vivos que la componen,

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a un patrón y una estructura que están sujetos a un proceso. Si quere-mos traducirlo a categorías más manejables para nuestra cultura, dire-mos que el patrón corresponde a la forma, y la estructura, a la materia.La forma responde a aquella pauta de organización que hace que sea-mos humanos en lugar de moscas del vinagre, por muy parecido quetengamos el genoma. La materia es la corporeización correspondientea la forma: no podemos ser humanos con un cuerpo de lagarto.

Al estudiar los sistemas vivos desde la perspectiva de la forma, descubrimosque sus patrones de organización son los de una red autogenética. Desde laperspectiva de la materia, la estructura material de un sistema vivo es una es-tructura disipativa, es decir, un sistema abierto que opera lejos del equilibrio.Finalmente, desde la perspectiva del proceso, los sistemas vivos son sistemascognitivos, en los que el proceso de cognición está íntimamente ligado al pa-trón de autopoiesis [Capra, 2003: 104].

El nuevo concepto de autogénesis o autopoiesis, definitorio en lasinvestigaciones de Maturana sobre los seres vivos, consiste en la facul-tad propia de éstos relativa a producir y reproducir los elementos delos que están constituidos, a partir de los elementos de los que estánconstituidos, valga la redundancia. Es decir, que suponen unidadescerradas que no admiten otros elementos que funcionen como inputpara el sistema ni producen ningún output que no provenga de la mis-ma unidad sistémica. Esto no significa que seamos mónadas al estiloleibniziano, incapaces de comunicarnos con el entorno, sino que lasrelaciones consigo mismo se sitúan en un nivel de realidad distinto alde la autopoiesis. Ésta es la propiedad que constituye nuestra «forma»como seres vivos. Fue precisamente la clausura mediante una mem-brana en ciertas bacterias simbióticas lo que disparó el proceso de laevolución en los seres vivos a partir de aquella célula primordial. Sinembargo, la relación entre los elementos del sistema no es una rela-ción lineal de causa-efecto, sino una relación en red, circular, que seretroalimenta: todo influye en todo en su interior. En nuestra relacióny comunicación con el medio, lo que se transforma es la estructura, esdecir, nuestro cuerpo a través de cambios significativos en el sistemanervioso, inmunológico y hormonal, pero preservando siempre el patrón de organización, o sea, la forma. La muerte no es más que la

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disolución del patrón que hace que seamos un organismo. El medio,el mundo exterior, desencadena los cambios estructurales, pero no losespecifica ni los determina, lo que hace que sigamos siendo seres autó-nomos, es decir, ni independientes del medio ni absolutamente deter-minados por él. La libertad humana, pues, discurre en ese margen.

Nuestra estructura corporal, sin embargo, no responde a la auto-poiesis, sino al esquema de estructura disipativa, que quiere decir quetambién somos sistemas abiertos en cuanto a nuestra estructura, que esla manifestación física de nuestra autoorganización. Estas estructurasimplican la creación de nuevos modelos de comportamiento en losprocesos de desarrollo, aprendizaje y evolución. Se trata de sistemasabiertos que operan lejos del equilibrio, es decir, en un continuo cam-bio fluyente. Es, pues, necesario un flujo constante de materia y ener-gía a través del sistema para que tenga lugar la autoorganización, loque se produce a través de la interconectividad no lineal de los com-ponentes del sistema. Podemos definir, por tanto, la autoorganizacióncomo la aparición espontánea de nuevas estructuras y nuevos modosde comportamiento en sistemas lejos del equilibrio, caracterizadospor bucles de retroalimentación internos y descritos matemáticamen-te en términos de ecuaciones no lineales. Lo que aportó Ilya Prigoginea este concepto fue la clave para entender cómo los organismos vivosson capaces de mantener sus procesos vitales en condiciones de no-equilibrio que definió como estructura disipativa. Y descubrió que amedida que el sistema se aleja del equilibrio, alcanza un punto críticode inestabilidad, en el que aparece, de pronto, un patrón ordenado.

Si existen, por ejemplo, dos clases de moléculas en una reacciónquímica, unas rojas y otras azules, el sistema será totalmente «azul» endeterminado momento, para cambiar súbitamente su color al «rojo»,y así sucesivamente, en intervalos regulares. Para que este cambio ra-dical suceda, el sistema químico ha de actuar como un todo, produ-ciendo entonces un alto nivel de orden. Lo que sucede en el intervaloes que cuando el sistema está muy alejado del equilibrio, se presentanbifurcaciones, que no todas ellas conducen a la nueva situación evolu-tiva de orden, pero si un grupo de moléculas acierta con el caminoadecuado, contamina todo el sistema y éste cambia a una nueva situa-ción organizada, es decir, que la disipación es una fuente de orden. Siel flujo de materia y energía a través del sistema aumenta, puede pasar

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por nuevas inestabilidades y transformarse en nuevas estructuras demayor complejidad.

Tanto la autopoiesis como las estructuras disipativas actúan en unproceso continuo: esto es la vida. Pero esta vida como proceso va uni-da a un proceso de cognición, por no decir que son lo mismo deacuerdo con Maturana: «Los sistemas vivos son sistemas cognitivos. Yla vida como proceso es un proceso de cognición» [1995: 81]. La cog-nición, pues, supone las interacciones de un organismo con su entor-no, por lo que se da un acoplamiento mediante cambios estructurales,pero sin perder su patrón de autoorganización en red. Sin embargo, lacognición no es la representación de un mundo con existencia inde-pendiente, sino el constante alumbramiento de un mundo a través delproceso de la vida, por lo que vivir es conocer. No se trata siempre deun conocimiento consciente, pero sí de un acoplamiento inteligente almedio; por eso, el desarrollo va unido al aprendizaje. Los cambios es-tructurales en los humanos vienen condicionados por el marco con-ceptual y el contexto cultural, lo que significa que la mente y el mundoconocido emergen juntos.

Como criterios clave de un ser vivo, según la nueva epistemologíaque venimos exponiendo, podemos distinguir, como hemos dicho,tres niveles: el patrón de organización, que es la configuración de lasrelaciones que determinan las características esenciales del sistema; laestructura como manifestación física de dicho patrón; y el proceso vitalo actividad involucrada en la configuración de la estructura. El prime-ro responde a un funcionamiento de autopoiesis o autogeneración; lasegunda funciona como una estructura disipativa, y el proceso vital essiempre un proceso de cognición. Los seres vivos, pues, constituimosun sistema abierto y cerrado a la vez. Abierto en cuanto a su estructuray cerrado en cuanto a su organización o patrón. Lo interesante de estanueva epistemología es hacernos comprender cómo las nuevas ecua-ciones matemáticas que traducen lo vivo pasan de objetos a relacio-nes, de cantidad a cualidad, de sustancia a patrón, y cómo bajo el caosaparente existe un nivel de orden que subyace.

Con todo, lo más sorprendente es que el estudio de los circuitoscerebrales ha demostrado que la emoción constituye un elemento cla-ve en el proceso de cognición, concepto extensamente desarrolladopor Goleman en su obra La inteligencia emocional (2001), a la que re-

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mito para más confirmación de lo evidente, por más que nuestra cul-tura occidental haya desplazado las emociones en favor de la razón.Este olvido nos impide comprender los fenómenos sociales en toda suprofundidad, y en particular el concepto de ideología, ya que «nosmovemos de un dominio racional a otro emocionalmente, no racional-mente», como he citado ad supra. Las emociones fuertes se expresanen la conducta con cambios espectaculares respecto a nuestros hábi-tos más corrientes. Un tipo totalmente abúlico o indiferente es capazde arrojarse a un mar borrascoso cuando un niño es arrebatado poruna ola. Esa emoción solidaria ha despertado en él algo muy fuerteque existía en su interior y que, sin duda, corresponde al instinto deprotección que nos hizo humanos.

Es bien sabido que existimos en el lenguaje, que no es simplemen-te que podamos hablar, sino que la vida humana fuera del lenguaje notendría sentido. El lenguaje, no obstante, no surge por generación es-pontánea, sino que tiene un fundamento neurológico provocado pornuestra evolución social. El lenguaje nace precisamente cuando se al-canza un nivel de abstracción en el que se genera comunicación acercade la comunicación.

Si bien hemos definido los tres elementos clave para entender lohumano en sí —forma, materia, y proceso—, no sería posible indagaren el fenómeno social sin una cuarta perspectiva: el significado.Nuestro mundo interior está formado por conceptos, ideas, imáge-nes, símbolos y emociones que tienen su expresión más inmediata enel lenguaje. La acción humana coherente con este mundo interno tie-ne relación con el significado que atribuimos a nuestro entorno o anuestra realidad. En esa interacción vamos creando la cultura comouna red de comunicaciones que la dota de significado. No es quenuestra percepción del mundo y de las cosas se construya como la re-presentación de una realidad objetiva externa, sino que debe ser en-tendida como la creación continua de nuevas relaciones en la redneuronal. Tampoco quiero decir que inventemos la realidad externade un modo fantasmagórico, sino que la «especificamos» según elsignificado que damos a esas percepciones. Ésa es la interrelación en-tre nuestro circuito neuronal cerrado y el dominio de los sentidosabierto al mundo. El significado constituye la mediación entre ambosniveles.

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A partir de estos elementos tal vez podamos explicar mejor elasunto de la ideología para que nadie se rasgue las vestiduras por loque escribí anteriormente sobre la inutilidad de derechas o izquierdaspara organizar nuestro mundo. Tenemos ya una perspectiva históricasuficiente como para conocer las salvajadas que unos y otros han per-petrado para nuestra desgracia. Según este nuevo marco teórico, in-terpreto el concepto de ideología como el significado que atribuimosa la realidad; por tanto, la ideología ya no está íntimamente vinculada alas clases sociales ni a las opciones de clase, sino a la interacción denuestras ideas, conceptos, imágenes y símbolos vehiculados por el ta-lante emocional de cada quien. La ideología no es un producto exclu-sivo de la razón, porque ella, al margen de las emociones, no existe.Por supuesto que los citados elementos dependen de la cultura en laque nos socializamos, de la clase social y el entorno familiar, de la es-cuela, del país, del sexo que nos es propio, de los regímenes políticos yhasta del clima si me aprietan, pero, en el fondo, es la emoción la quedirige nuestra percepción del mundo, la que organiza nuestro pensa-miento y nuestro modo de comportarnos en el nivel ético. Las religio-nes, por ejemplo, siempre han utilizado el componente emocionalpara dominar las conciencias. La liturgia no tiene otra intención,como tampoco la tienen los miedos inducidos por el pecado y sus con-secuencias. Esas catárquicas celebraciones con música, inciensos, ve-las, vestiduras sacras o actos multitudinarios no son inocentes; los ser-mones apocalípticos sobre la condenación eterna, con todo el terrorque infunden en las conciencias infantiles o simples, desatan una seriede respuestas emocionales que llevan luego a aceptar lo que los cléri-gos determinan como el bien y el mal. Mucha gente configura su cos-movisión a partir de esas experiencias teñidas de emocionalidad primaria y queda vinculada a los valores de la llamada «derecha socio-lógica». No digamos la parafernalia militarista y nacionalista que nim-baba todas las espectaculares apariciones del Führer, que llevaron agran parte del pueblo alemán a una especie de locura xenófoba. O losvalores ultraconservadores que predica la actual AdministraciónBush… Otros quedaron vinculados a la exaltación emocional que lesproducía la Revolución, a su evocación permanente, a su proyecciónutópica: los discursos de Fidel junto con su imagen triunfal entrandoen La Habana liberada, las manifestaciones de poder de Mao, las lectu-

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ras —a veces clandestinas— de los clásicos de la revolución, la exalta-ción emocional de la libertad o el amor descontrolado al terruño hanido definiendo las opciones de izquierdas o nacionalistas. A otros lesguía la pasión por el poder, el sentimiento de megalomanía, el vértigode la aventura o la pasión por el sexo.

Max Weber, en La ética protestante y el espíritu del capitalismo,sentó las bases para la comprensión del sistema capitalista a partir dela religión. Los elegidos o predestinados calvinistas trabajaban siem-pre para gloria de Dios, que sin duda se manifestaba en la gloria de símismos vinculada a los beneficios materiales, hasta el punto de elevaresta ética al sistema que dio origen al capitalismo, sobre todo con laeclosión del metodismo en el siglo XVIII. Los «otros» eran los répro-bos. Los vagos, los borrachos, los ateos, los pobres llevaban inscrita ensus frentes la marca de la condenación, la marca de Caín. Pero ¿cuálera el motor de esta conversión? Sin duda, el temor, un terror insupe-rable de no encontrarse entre los elegidos, entre aquellos que Dios ha-bía predestinado desde toda la eternidad. El calvinista protestante ne-cesitaba señales divinas que le confirmaran su salvación eterna, y nadamás elocuente que las bendiciones materiales enviadas desde arriba.Este proceso ha ido creando una ideología que, según Weber, consti-tuye la esencia del capitalismo.

Así pues, la ideología no sería más que la percepción de la realidadguiada por la emoción. Emociones de odio, de venganza, de superiori-dad o inferioridad, de miedo o de compasión, de entrega o de egolatríasitúan a los seres humanos en perspectivas muy diferentes respecto a lopolítico, que no se agotan en el esquema derecha/izquierda. Y esta po-sición nos lleva a prácticas personales y políticas muy diferentes, preci-samente por el significado que otorgamos a esa realidad. De ahí queMerleau-Ponty afirme que «la praxis es el lugar del sentido», es decir,del significado que damos a la realidad. De las cosas y actitudes queson significativas para nosotros se deriva una conducta determinada.Lo único que podemos afirmar con certeza es que nuestras percepcio-nes no traducen objetivamente la realidad, sino que están mediatiza-das por las emociones y por la estructura misma de nuestra sensibili-dad. No es pues el conocimiento racional del mundo y de suscomplejas relaciones el que nos posiciona y guía en nuestras prácticaséticas y políticas, sino que ese conocimiento está fuertemente condi-

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