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Seminario Teológico “Anna Sanders” Materia: Profetas de Israel y Judá. Profesor: José Luis Carmona Lozano. __________________________ HABACUC J. Ronald Blue Traducción: Diana M. de Peláez INTRODUCCIÓN El planeta tierra puede parecer maravilloso si se observa desde un satélite, pero para quienes vivimos en este mundo lleno de polvo, las cosas pueden verse bastante tristes. Con la creciente ola de disturbios, avance del terrorismo, tragedias devastadoras, caos sin precedentes, contaminación descontrolada, conflictos y tensiones sin paralelo, nuestro planeta se ha cubierto de sombras amenazadoras y los que habitamos en él sufrimos las consecuencias. Cada día que pasa, nuestro mundo se convierte en una esfera peligrosa, como si fuera una bomba de tiempo, cuya corta mecha está lista para explotar. No es de sorprender que la gente consciente de esas realidades se pregunte: “¿Por qué tanta opresión? ¿Por qué tanta injusticia? ¿Por qué prosperan los impíos? ¿Por qué sufren los justos? ¿Por qué Dios no hace algo al respecto? ¿Por qué Dios no pone fin al caos? ¿Por qué, por qué, por qué?” Estas preguntas inquietantes no son nuevas. Siglos antes de que Cristo visitara nuestro planeta, un antiguo profeta, al ver la violencia a su alrededor y la corrupción que imperaba en el mundo, preguntó a Dios: ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia?… ¿por qué ves a los menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más justo que él? (Hab. 1:3, 13). El profeta no sólo preguntó el porqué de los males que aquejaban a la humanidad, sino que también recibió respuesta a sus inquietudes. Las respuestas que le dio el Creador del universo, se registran cuidadosamente en este breve libro. Habacuc es un libro singular. A diferencia de otros profetas que proclamaron el mensaje de Dios a su pueblo, Habacuc dialogó con Dios acerca de la humanidad. La mayoría de los profetas del A.T. proclamaron el juicio divino, pero Habacuc rogó y pidió el juicio divino. En contraste con las sentencias típicas, este pequeño libro registra un maravilloso intercambio de palabras entre un profeta perplejo y su Creador. No obstante, esta no es una simple entrevista casual con Dios. Habacuc dio un paso más allá. El diálogo se desarrolla en el cap. 1. Las quejas del profeta hallaron respuesta cuando Dios le ordenó: “Escribe la visión” en el cap. 2. La declaración de Dios incluyó una extensa endecha, o lamento funerario, que se compone de cinco ayes contra los babilonios impíos. El cap. 3 es el clímax del libro y contiene una hermosa doxología de alabanza. El siempre presente “¿por qué?” encuentra la mejor respuesta en el eterno “quién”. Mientras que mirar alrededor produce terror, mirar hacia arriba, produce confianza. Las quejas y temores del profeta se disiparon, transformándose en seguridad y fe. Este es el corazón del mensaje de Habacuc: “mas el justo por su fe vivirá” (2:4). Autor. Se conoce muy poco acerca del profeta Habacuc. El libro sólo nos da su nombre y profesión. Sobre el significado de su nombre han surgido muchas conjeturas. La mayoría de los estudiosos coinciden en que “Habacuc” viene del vb. hebr. ḥāḇaq, “doblar las manos o abrazar”. Pero, ¿es este vb. activo o pasivo? ¿Es él “quien abraza” o “el abrazado”? Lutero prefirió tomarlo como activo y consideró a Habacuc como alguien que abrazó a su pueblo para consolarlo y ayudarlo a seguir adelante. Jerónimo 1

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SeminarioTeológico“AnnaSanders”Materia:ProfetasdeIsraelyJudá.Profesor:JoséLuisCarmonaLozano.__________________________

HABACUC

J. Ronald Blue Traducción: Diana M. de Peláez

INTRODUCCIÓN

El planeta tierra puede parecer maravilloso si se observa desde un satélite, pero para quienes vivimos en este mundo lleno de polvo, las cosas pueden verse bastante tristes. Con la creciente ola de disturbios, avance del terrorismo, tragedias devastadoras, caos sin precedentes, contaminación descontrolada, conflictos y tensiones sin paralelo, nuestro planeta se ha cubierto de sombras amenazadoras y los que habitamos en él sufrimos las consecuencias. Cada día que pasa, nuestro mundo se convierte en una esfera peligrosa, como si fuera una bomba de tiempo, cuya corta mecha está lista para explotar.

No es de sorprender que la gente consciente de esas realidades se pregunte: “¿Por qué tanta opresión? ¿Por qué tanta injusticia? ¿Por qué prosperan los impíos? ¿Por qué sufren los justos? ¿Por qué Dios no hace algo al respecto? ¿Por qué Dios no pone fin al caos? ¿Por qué, por qué, por qué?”

Estas preguntas inquietantes no son nuevas. Siglos antes de que Cristo visitara nuestro planeta, un antiguo profeta, al ver la violencia a su alrededor y la corrupción que imperaba en el mundo, preguntó a Dios: ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia?… ¿por qué ves a los menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más justo que él? (Hab. 1:3, 13). El profeta no sólo preguntó el porqué de los males que aquejaban a la humanidad, sino que también recibió respuesta a sus inquietudes. Las respuestas que le dio el Creador del universo, se registran cuidadosamente en este breve libro.

Habacuc es un libro singular. A diferencia de otros profetas que proclamaron el mensaje de Dios a su pueblo, Habacuc dialogó con Dios acerca de la humanidad. La mayoría de los profetas del A.T. proclamaron el juicio divino, pero Habacuc rogó y pidió el juicio divino. En contraste con las sentencias típicas, este pequeño libro registra un maravilloso intercambio de palabras entre un profeta perplejo y su Creador.

No obstante, esta no es una simple entrevista casual con Dios. Habacuc dio un paso más allá. El diálogo se desarrolla en el cap. 1. Las quejas del profeta hallaron respuesta cuando Dios le ordenó: “Escribe la visión” en el cap. 2. La declaración de Dios incluyó una extensa endecha, o lamento funerario, que se compone de cinco ayes contra los babilonios impíos. El cap. 3 es el clímax del libro y contiene una hermosa doxología de alabanza. El siempre presente “¿por qué?” encuentra la mejor respuesta en el eterno “quién”. Mientras que mirar alrededor produce terror, mirar hacia arriba, produce confianza. Las quejas y temores del profeta se disiparon, transformándose en seguridad y fe. Este es el corazón del mensaje de Habacuc: “mas el justo por su fe vivirá” (2:4).

Autor. Se conoce muy poco acerca del profeta Habacuc. El libro sólo nos da su nombre y profesión. Sobre el significado de su nombre han surgido muchas conjeturas. La mayoría de los estudiosos coinciden en que “Habacuc” viene del vb. hebr. ḥāḇaq, “doblar las manos o abrazar”. Pero, ¿es este vb. activo o pasivo? ¿Es él “quien abraza” o “el abrazado”? Lutero prefirió tomarlo como activo y consideró a Habacuc como alguien que abrazó a su pueblo para consolarlo y ayudarlo a seguir adelante. Jerónimo

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vio a Habacuc como quien abrazó el problema de la justicia divina en un mundo impío. Otros prefieren tomar este vb. como pasivo y ven a Habacuc como alguien que fue abrazado por Dios como hijo y mensajero. Más recientemente, se halló la palabra ḫambaququ en la literatura acádica, en textos que provienen de Mesopotamia, e indica que era el nombre de una planta. Así que algunos estudiosos sostienen que el nombre del profeta muestra que Asiria y Babilonia ejercían gran influencia sobre los israelitas, o bien, que Habacuc había nacido en un matrimonio mixto israelita-asirio.

Cualquiera que sea el significado de su nombre, Habacuc fue profeta. En el título de otros libros proféticos aparecen varios datos que nos proporcionan información: el nombre del padre (Is. 1:1), los nombres de los reyes contemporáneos (Os. 1:1), su pueblo natal (Am. 1:1). Pero sólo tres veces se dice que el escritor es “profeta” en el título de su libro: Habacuc, Hageo y Zacarías. Por tanto, Habacuc es el único vocero preexílico de Dios que fue llamado así.

Aunque Habacuc es llamado específicamente “profeta”, en su estilo literario su libro se asemeja a los libros de los Salmos y los sapienciales. La conclusión del libro “Al jefe de los cantores, sobre mis instrumentos de cuerdas” (Hab. 3:19), sugiere que Habacuc pudo haber sido músico dentro del oficio levítico. En el libro apócrifo Bel y el Dragón, se dice que Habacuc fue hijo de Jesúa, de la tribu de Leví. Esa leyenda de fantasía narra que supuestamente el profeta recibió la orden de un ángel para llevar comida a Daniel, que había sido arrojado por segunda vez al foso de los leones. Cuando Habacuc se quejó diciendo que no sabía dónde se encontraba el foso de los leones, el ángel lo llevó hasta su destino arrastrándolo por el cabello.

La tradición rabínica sugiere que Habacuc fue hijo de la mujer sunamita a quien Eliseo resucitó y que se menciona en 2 Reyes 4. Al parecer, esta interpretación se basa únicamente en el significado del nombre de Habacuc, “abrazar”, y en las palabras que Eliseo dijo a la sunamita: “abrazarás un hijo” (2 R. 4:16).

Aparte de todas las conjeturas y especulaciones es suficiente y seguro decir que Habacuc fue un profeta oficialmente ordenado que participaba en la liturgia cantada del templo. Recibió una buena educación, tenía una gran sensibilidad y su estilo literario revela que aparte de ser profeta, también fue un poeta innato. Por sobre todo, fue un siervo escogido de Dios, que escribió uno de los libros más profundos del A.T.

Fecha. De manera general, se acepta que la referencia que hace a los babilonios (Hab. 1:6) coloca este libro dentro del s. VII a.C. Sin embargo, la fecha más exacta de la profecía ha provocado controversias. Las fechas propuestas caen en tres períodos de tiempo: el reinado de Manasés (697–642), el de Josías (640–609), y el de Joacim (609–598).

Aquellos que colocan la profecía de Habacuc dentro del reinado de Manasés dicen que la declaración de 1:5: “haré una obra en vuestros días, que aun cuando se os contare, no la creeréis” indica un período de tiempo antes del surgimiento de Babilonia como potencia mundial. Entonces, la profecía debió haber sido revelada antes de la batalla de Carquemis de 605 a.C., en que Nabucodonosor derrotó a faraón Necao II de Egipto y por medio de esta victoria Babilonia llegó a ser una nación muy poderosa, con posibilidad de gobernar al mundo. Es más probable que fuera antes de 612 a.C., cuando Babilonia derrotó a Nínive. Sin embargo, si el cumplimiento de la profecía de Habacuc (v. 5) fue cuando Jerusalén cayó en manos de los babilonios en 586 a.C., definitivamente el libro no pudo haber sido escrito al principio del reinado de Manasés. Se menciona que la profecía sería cumplida “en vuestros días” (v. 5),

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pero es probable que aquellos que escucharon la profecía al principio del gobierno de Manasés habían muerto antes que se cumpliera.

También puede ser factible una fecha a fines del reinado de Manasés o durante el reinado de Josías. Pero la queja de Habacuc (vv. 2–4) señala que fue durante un período de la historia de Judá en que imperaba la violencia desenfrenada y no había ley. Las reformas que se llevaron a cabo a finales del reinado de Manasés (2 Cr. 33:15–16) y las extensas reformas de Josías (2 Cr. 34) no coinciden con el terrible relato de Habacuc.

La incredulidad que menciona Habacuc 1:5 es la reacción del pueblo a la decisión divina de escoger una nación tan impía para castigar a Israel. No se refiere a la sorpresa de ver que una nación desconocida alcanzara tanto poder. El hecho de que los babilonios ya se reconocían por su poderío es evidente por la descripción que hace Habacuc en los vv. 7–11. Así que la fecha más probable para este libro es entre 606 y 604 a.C., cerca de la victoria de Babilonia en la batalla de Carquemis (605).

Escenario. Habacuc escribió su libro durante un tiempo de crisis internacional y corrupción nacional. Babilonia apenas había surgido como potencia mundial. Cuando los babilonios se rebelaron contra Asiria, Judá gozó de un breve período de paz, que se refleja en las reformas promovidas por Josías. Los asirios fueron obligados a canalizar todas sus energías para detener la rebelión de Babilonia. Finalmente, los babilonios derrotaron al imperio asirio y rápidamente procedieron a derrotar a los que alguna vez fueron los poderosos egipcios. Un nuevo imperio mundial se estaba extendiendo a través del mundo. Pronto, los babilonios tomarían la nación de Judá y llevarían a sus habitantes al cautiverio. Habacuc escribió su mensaje cuando Judá estaba en el umbral de una destrucción inminente, en un tiempo de incertidumbre y temor.

La crisis internacional era grave. Pero era aún más preocupante la corrupción nacional. Se respiraba un aire de intranquilidad en Judá. Josías había sido un buen rey; cuando murió, su hijo Joacaz ascendió al trono. En sólo tres meses, el rey de Egipto invadió Judá, depuso a Joacaz, y puso a su hermano Joacim en el trono. Joacim era impío, no tenía temor de Dios y era rebelde (2 R. 23:36–24:7; 2 Cr. 36:5–8). Poco después de que Joacim ascendió al trono, Habacuc escribió su lamento al ver la decadencia, violencia, envidia, pleitos y justicia pervertida que lo rodeaban.

Con razón, Habacuc, al ver toda la corrupción de su tiempo preguntó: “¿Por qué Dios no hace algo?” En la actualidad, los hombres y mujeres de Dios se siguen haciendo la misma pregunta al ver que van en aumento las crisis internacionales en el mundo y la corrupción interna de los países. Se levanta nación contra nación por todo el mundo y en el hogar prevalece el pecado. Las potencias mundiales apuntan su creciente arsenal de armas nucleares unas a otras mientras hablan de paz. Cada día es más evidente que la tercera guerra mundial se acerca.

El escenario ya está puesto para un holocausto a escala mundial, pero en los hogares, la gente escucha tonadas alegres sin sospechar nada. Los valores morales de la nación se están corrompiendo por la filosofía de playboy, que hace del placer personal la regla más importante de la vida. El hedonismo se populariza cada vez más mientras los hogares se desmoronan. Los índices de criminalidad se elevan mientras la iglesia se desploma. Prevalecen las drogas, el divorcio y el libertinaje, mientras que la decencia va quedando en el olvido. La frivolidad recorre las calles. La fe está siendo sepultada. El lema de la moneda norteamericana “en Dios confiamos” se ha convertido en un simple refrán sin sentido, inscrito en monedas que se corroen.

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En un mundo parecido de crisis y caos, Habacuc habló con claridad. Este breve libro es tan actual como el periódico de la mañana.

El mensaje. En los oscuros días del reinado de Joacim, justo antes del cautiverio babilónico, el profeta Habacuc escribió un mensaje singular que contenía esperanza y ánimo para el pueblo de Dios. A pesar de que la duda y la confusión prevalecen cuando se da rienda suelta al pecado, un encuentro con Dios puede convertir esas dudas en devoción y la confusión en seguridad.

El libro comienza con una interrogante a Dios, pero termina como una intercesión delante del Altísimo. La preocupación se transforma en alabanza; el temor en fe y confianza; las aflicciones se resuelven en esperanza, y la angustia se torna en adoración.

Lo que empieza con un signo de interrogación, termina con uno de exclamación. La respuesta a la pregunta de Habacuc: “¿Por qué?” es “¡Quién!” Su confusión al preguntarse “¿Por qué tantos problemas?” se disipó cuando comprendió quién controla todo: ¡Dios!

BOSQUEJO

I. Diálogo con Dios: Habacuc ve con anticipación la disciplina divina sobre Judá (cap. 1) A. La angustia de Habacuc (1:1–4)

1. ¿Por qué es Dios indiferente a la súplica? (1:1–2) 2. ¿Por qué es Dios insensible al pecado y al sufrimiento? (1:3–4)

B. La revelación de Dios (1:5–11) 1. La intención de Dios al imponer la disciplina (1:5) 2. El instrumento de Dios para llevar a cabo la disciplina (1:6–11)

C. El dilema de Habacuc (1:12–17) 1. ¿Por qué utilizaría Dios a un pueblo impío? (1:12–13) 2. ¿Por qué respaldaba Dios a la gente injusta? (1:14–15) 3. ¿Por qué perdonaría Dios a la gente idólatra? (1:16–17)

II. Una endecha de parte de Dios: Habacuc proclamó que Dios destruiría Babilonia. (cap. 2) A. La expectativa de Habacuc: “Velad” (2:1) B. La orden de Dios: “Escribe” (2:2–5)

1. La revelación clara de Dios (2:2) 2. La revelación segura de Dios (2:3) 3. La revelación condenatoria de Dios (2:4–5)

C. La observación de Habacuc: “Ayes” (2:6–20) 1. El ay contra la intimidación (2:6–8) 2. El ay contra la intemperancia (2:9–11) 3. El ay contra la iniquidad (2:12–14) 4. El ay contra la deshonra (2:15–17) 5. El ay contra la idolatría (2:18–20)

III. Una doxología a Dios: Habacuc alaba a Dios por el diseño de su creación (cap. 3) A. Oración de Habacuc pidiendo misericordia (3:1–2) B. La presencia majestuosa de Dios (3:3–15)

1. Llegada de Dios (3:3a) 2. Manifestación de Dios (3:3b–7) 3. Las acciones de Dios (3:8–15)

C. La paz de Habacuc en su ministerio (3:16–19) 1

John F. Walvoord y Roy B. Zuck, El conocimiento bíblico, un comentario expositivo: Antiguo Testamento, tomo 6: Daniel-Malaquías 1

(Puebla, México: Ediciones Las Américas, A.C., 2001), 231–234.�4