mariposas y virutas

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MARIPOSAS Y VIRUTAS. La niña afilaba sus lápices de colores y sonreía. El lápiz amarillo. El lápiz rojo. El lápiz celeste. El lápiz verde. Uno por uno los afilaba y trataba de imaginar cómo serían las mariposas en que se transformarían. Porque alguien, no se sabe quién, le había contado que si guardaba las virutas de los lápices de colores en un tarro y lo deseaba con mucha, mucha fuerza, al día siguiente se habrían convertido en preciosas mariposas de colores. Y por eso ahora la niña afilaba sus lápices de colores y sonreía. El lápiz rosa. El lápiz rojo. El lápiz marrón. El lápiz blanco. Iba dejando caer las virutas en un tarro de cristal y sonreía. Cuando los hubo afilado todos, guardó los lápices, cogió el tarro y lo puso cerca de la ventana. Aquella noche la niña soñó con paisajes pintados con lápices de colores: árboles cuyas copas eran de un tupido verde claro, nubes de color celeste, soles amarillos con sonrisas rojas, pájaros que eran finas líneas azules o negras o marrones, montañas verdes con cimas siempre blancas, una casa amarilla con un tejado rojo, cortinas de color rosa y humo gris. Y, en medio del paisaje de lápices de colores, una niña de falda blanca y trenzas, corriendo tras un montón de mariposas de todos los colores y de todos los tamaños. A la mañana siguiente, con los ojos llenos de colores, corrió a ver qué había pasado con sus virutas. El tarro de cristal estaba vacío. Levantó los ojos y vio pasar a una mariposa de color blanco junto a otra de color marrón. - ¡Mis mariposas! – Exclamó – ¡Esas son mis mariposas! ¡Seguro! Y corrió en busca de su madre y, con los ojos llenos de entusiasmo y los labios plenos de sonrisas, le contó la mágica transformación de las virutas. Era tanta la ilusión que derramaba, tanta la alegría que irradiaba, que su madre se sintió incapaz de confesarle que, en realidad, las virutas seguían siendo virutas, y que si ya no estaban en el tarro de cristal era porque ella, que no sabía nada del experimento de su hija, las había tirado a la basura esa misma noche. Y que aquellas dos mariposas habían pasado junto a su ventana en ese justo momento por pura casualidad. Así que la niña siguió creyendo durante mucho tiempo que las virutas de los lápices de colores podían transformarse en mariposas sólo con desearlo con mucha fuerza. Y durante muchos días siguió afilando sus lápices y guardando las virutas en tarros de cristal (soñaba con llenar el mundo de mariposas de todos los colores).

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Page 1: Mariposas y Virutas

MARIPOSAS Y VIRUTAS.

La niña afilaba sus lápices de colores y sonreía. El lápiz amarillo. El lápiz rojo. El lápiz celeste. El lápiz verde.

 Uno por uno los afilaba y trataba de imaginar cómo serían las mariposas en que se transformarían.

 Porque alguien, no se sabe quién, le había contado que si guardaba las virutas de los lápices de colores en un tarro y lo deseaba con mucha, mucha fuerza, al día siguiente se habrían convertido en  preciosas mariposas de colores.

 Y por eso ahora la niña afilaba sus lápices de colores y sonreía. El lápiz rosa. El lápiz rojo. El lápiz marrón. El lápiz blanco.

 Iba dejando caer las virutas en un tarro de cristal y sonreía.  Cuando los hubo afilado todos, guardó los lápices, cogió el tarro y lo puso cerca de la ventana.

 Aquella noche la niña soñó con paisajes pintados con lápices de colores: árboles cuyas copas eran de un tupido verde claro, nubes de color celeste, soles amarillos con sonrisas rojas, pájaros que eran finas líneas azules o negras o marrones, montañas verdes con cimas siempre blancas, una casa amarilla con un tejado rojo, cortinas de color rosa y humo gris. Y, en medio del paisaje de lápices de colores, una niña de falda blanca y trenzas, corriendo tras un montón de mariposas de todos los colores y de todos los tamaños.

 A la mañana siguiente, con los ojos llenos de colores, corrió a ver qué había pasado con sus virutas.  El tarro de cristal estaba vacío.  Levantó los ojos y vio pasar a una mariposa de color blanco junto a otra de color marrón.

 - ¡Mis mariposas! – Exclamó – ¡Esas son mis mariposas! ¡Seguro!

 Y corrió en busca de su madre y, con los ojos llenos de entusiasmo y los labios plenos de sonrisas, le contó la mágica transformación de las virutas.  Era tanta la ilusión que derramaba, tanta la alegría que irradiaba,  que su madre se sintió incapaz de confesarle que, en realidad, las virutas seguían siendo virutas, y que si ya no estaban en el tarro de cristal era porque ella, que no sabía nada del experimento de su hija,  las había tirado a la basura esa misma noche. Y que aquellas dos mariposas habían pasado junto a su ventana en ese justo momento por pura casualidad.

 Así que la niña siguió creyendo durante mucho tiempo que las virutas de los lápices de colores podían transformarse en mariposas sólo con desearlo con mucha fuerza. Y durante muchos días siguió afilando sus lápices y guardando las virutas en tarros de cristal (soñaba con llenar el mundo de mariposas de todos los colores).

 Y durante muchas noches soñó con preciosas mariposas hechas de virutas.  Y su madre siguió vaciando los tarros día tras día, y sonriendo cada vez que su hija le contaba que el milagro había vuelto a producirse aquella mañana. Y nunca le contó la verdad.

 Y cuando la niña se hizo mayor, tan mayor como su madre, aún seguía conservando un poco de aquella magia y de aquella ilusión y, de vez en cuando, volvía a soñar con paisajes pintados con lápices de colores donde una niña con trenzas perseguía mariposas de virutas.

Fin

ANALISIS DEL CUENTO

Page 2: Mariposas y Virutas

TITULO: MARIPOSAS Y VIRUTAS.INTRODUCCION.El cuento se refiere a la ingenuidad de una niña, al soñar que con la viruta que salía de sus lápices de colores al sacar la punta se podía llegar a tener mariposas de colores.

Que: La niña que afilaba los lápices de coloresCon quien: Sola con sus fantasías.Como: Cada vez que sacaba punta a los lápices, guardaba en un frasco de vidrio la viruta que salía.Donde: En su cuarto, cerca a la ventana.Cuando: En la noche mientras ella soñaba con un mundo de colores, creía que la viruta se convertiría en mariposas, que al otro día vería muy feliz volando por todo lado.

Porque: Porque alguien, le había contado, que si guardaba toda las virutas que salían de los lápices y lo deseaba con mucha fuerza, al día siguiente se convertían en  preciosas mariposas de colores.

Este cuento nos relata la fantasía de una niña, que empieza en el mismo momento que alguien le dice que si guardaba en unos frascos la viruta que salía al sacar punta a los lápices de colores, y se dejaban en un frasco de vidrio cerca a la ventana, al día siguiente los encontraría convertido en hermosas mariposas de colores, la única condición era que debía desear con toda la fuerza que eso pasara y así seria.

Ella se acuesta muy feliz pensando en el mundo lleno de mariposas y en un mundo lindo de diferentes colores. Esa noche sin querer su Mamá, vota toda la viruta del frasco, pero a la mañana siguiente cuando la niña despierta y va al frasco lo ve desocupado y alrededor del ve 2 hermosas mariposas, lo que la hace supe feliz de saber que efectivamente su fantasía se hizo realidad.

Se dirige a donde su madre muy feliz a contarle, y ella, aun sabiendo que no era así, porque ella misma había votado la viruta, no le quiso confesar eso a su hija ya que la vio tan feliz, que prefirió mantenerla en su fantasía. Y así en repetidas ocasiones, cada noche que la niña soñaba en seguir viendo el mundo lleno de muchas mariposas de colores.

Enseñanza.

A  veces la fantasía no está en nuestra mente, sino en las manos de quien puede hacernos felices por un momento. En el caso de este cuento la verdadera fantasía estaba en la persona que le conto a la niña que podía suceder,, y en la madre que ayudo a que esa fantasía se mantuviera en la mente de la pequeña.

Page 3: Mariposas y Virutas

EL DESPERTAR

Cuenta la leyenda, de una pequeña alma que con sólo ver su mirada… Era capaz de despertar a las almas adormecidas”

Lautaro viajaba a su trabajo. Como todos los días, en el subte línea A. Rumbo a la estación Lima, realizaba una combinación con la línea C, que lo llevaría a la estación Constitución. Y de ahí se tomaba, el colectivo línea 98 que lo llevaba a Barracas. Al subir a la formación pudo sentarse en uno de los asientos de madera, clásico de esa línea, ya que poseían vagones de los años 30s.

Al sentarse pudo divisar los rostros de los pasajeros, estos poseían cara de no estar en ningún lado… Cada uno inmerso en su propio mundo… Como si se encontraran en un eterno transe, éstos se movían al ritmo de la formación. Estas personas no se daban cuenta de la atenta mirada de Lautaro tenia hacia ellos.

Él, había cometido más desaciertos que aciertos en su vida. Realmente había hecho todo “al revés” de lo establecido. Quedando siempre solo, ante estas acciones. Cada día que pasaba, su alma se encontraba cada vez más vacía. Sentía la completa indiferencia de las personas. Notaba que cada uno estaba inmerso en sus propios problemas. Viajaba casi siempre con los mismos rostros, todas las mañanas. Los mismos vendedores ambulantes de siempre…

Había un niño que siempre subía a la formación, dejando estampitas de santos en el regazo de los pasajeros de turno… Este chico siempre, se encontraba descalzo, detalle que impresionaba y mucho a Lautaro. Tendría alrededor de unos 6 años de edad. De aspecto muy desarreglado, expresaba el más profundo abandono de su alma. Parecía estar solo en este mundo…

Sin que nadie le importase en realidad, si estaba ahí con sus ojitos tristes. Así transcurrieron los días, con las mismas miradas indiferentes y asco de los pasajeros hacia el niño.

Un día, de tantos, este hombre en pena, sin darse cuenta, tenía a este niño frente a él. Mirándolo fijamente, tratando de decirle algo con su mirada, tal vez la intención del niño, era despertarlo del letargo en el que este se encontraba.

El chico tocó su mano y Lautaro, sintió un inmenso escalofrió en todo su cuerpo, en su alma., comenzó a ver una sucesión interminable de imágenes de toda su vida… Donde le mostraba, como si estuviese en un cine, secuencias de toda su infancia… De las carencias que pasó cuando era chico. De los maltratos del que fue víctima. El abandono de sus padres.

Esta serie de imágenes le mostraban… Todas sus tristezas vividas… Todas sus miserias… Y la patética vida que estaba llevando hasta ese momento. Y también le mostraba como seria la culminación de sus días, en completa soledad, sino cambiaba el curso de su vida. Al ver todo esto, el niño le soltó la mano.

Y el hombre volvió en sí, salió del trance en el que se encontraba, vio automáticamente la tierna mirada que el chico le regalaba. El niño se acercó a él, y le dijo algo en el oído…

Éste lo miro al terminar de escuchar lo que le decía y sonrió junto con el. Lo abrazó y sintió que esa almita la sentía como si fuese su propia alma, su cara le era muy familiar. Lautaro tomó su bolso, buscó en su interior; recordaba que tenía el almuerzo en un tapper, que no había comido.

Page 4: Mariposas y Virutas

Cuando volvió la mirada para entregarle la comida… El niño había desaparecido. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo… Como había podido así sin más, desaparecer, con la formación en marcha. Se levantó del asiento buscándolo en todo el vagón. Pero el niño ya no se encontraba allí.

¿Habrá sido una ilusión? Se preguntaba el mismo. El hombre bajó al detenerse el vagón en plaza Miserere. Y se quedó pensando varios segundos todo lo ocurrido…

Éste sonrió, viendo como él se alejaba la formación… Siguió su camino a las escaleras mecánicas para tomar el tren que lo llevaría a su casa… Mientras subía, recordó, esa carita del niño era igual a la suya el cuando tenía 6 años. A partir de ese día, algo había cambiado completamente en su alma.

¿Qué le dijo el niño a Lautaro?

Algunos se animan a decir…

Que las palabras fueron:

“Todavía estas a tiempo”.

“Todavía estas a tiempo”.

Fin