maría vidaurre- teoría de la ideología

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  • Universidad de Costa RicaEscuela de FilosofaTeora de la IdeologaDra. Laura lvarez GarroMara Jos Vidaurre B27205Ensayo Final

    Modulacin espectral de un vmito exegtico

    Y/o me dejo alcanzar por diez mil miradas o por la mirada nica de tus diez mil ojos pero no es lo mismo, y/o tampoco soy vista,

    m/e quedo muda en ese desierto vaco de diez mil ojos ms negros que se m/e aparecen por diez mil negros brillantes.

    -Monique Wittig.

    Esto no es un algo que cuestione la existencia del ser ni de la nada, sino tan slo la

    constatacin de una pregunta siempre abierta por aquello que flota entre el ser y la nada. En la

    toxicidad de una herida irresuelta, lo ideolgico emerge como la piel flagelada de la carne del

    mundo, dejando ver, entre una y otra cauterizacin mal lograda, cmo arde la totalidad

    desconocida de un vaco reconocible. Puesto en estos trminos, la intencin en este corto

    espacio es ver a travs del humo que asciende desde una epidermis en ignicin, para encontrar,

    despus del reconocimiento de lo infeccioso de dicho proceso, cmo las agujas de lo ideolgico

    penetran ms all del cuerpo y se mezclan con la sangre, emergiendo desde las vsceras,

    delimitando el relieve de un mapa corpreo intransitable. Por lo tanto, la pregunta en este

    espacio descansa sobre los ojos que intentan verse-viendo en la luz que refracta el espejo

    ideolgico.

    I

    La pregunta por lo ideolgico, despus de un proceso de reconceptualizacin de su

    lgica misma, parece ser un terreno impenetrable. En efecto, cuestionar si lo ideolgico puede

    ser distinguible de lo no-ideolgico, o cmo vislumbrar la existencia de un conjunto de

    representaciones de mundo que se desprendan de un dominio extraideolgico subsumido en lo

    ideolgico mismo, son preguntas que por su cualidad de oscilar entre la negatividad y la

    1

  • positividad de la significacin posible de sus enunciados, no pueden ser nunca resueltas, sino tan

    slo funcionar a modo de horizonte cognitivo. Esto ltimo opera si se pretende que la

    contradiccin que subyace a ellas no se torne un ocano enfermo de sobredeterminacin; de lo

    contrario, no puede pensarse en terreno ms fecundo para la esterilizacin de la crtica. No

    obstante, an cuando podamos decir que todo intento de delimitacin excesiva entre lo

    ideolgico y aquello que parecera no serlo es un proyecto fallido con antelacin, la obstinacin

    en la imposibilidad de la distincin es igualmente nociva puesto que, ahora de forma inversa,

    cristaliza y legitima todo aquello que lo ideolgico pretende ser.

    Segn Claude Lefort, la ideologia es el encadenamiento de las representaciones que

    tienen por funcin restablecer la dimensin de la sociedad "sin historia", en el propio seno de la

    sociedad histrica. (Lefort, 1988: 251). Cmo entender a la ideologa en estos trminos? Si

    retomamos los postulados althusserianos sobre la ideologa, sta existe por y para los sujetos,

    pero estos mismos sujetos que operan como receptores y generadores deben ser a su vez

    entendidos como constituidos en una doble acepcin, es decir, tanto como seres con agencia,

    como seres sujetados en cadenas de representaciones y significaciones que no determinan

    enteramente. Por otra parte, la ideologa, instaurada en los distintos aparatos que la vehiculizan y

    vuelven histrica su intemporalidad como estructura, es el mecanismo por antonomasia para el

    sostenimiento de un cuerpo social en constante formacin por estos mismos sujetos duplicados

    quienes, segn un conjunto de movimientos imaginarios, logran una asignacin de sentido a lo

    representado por lo ideolgico de acuerdo al discurso de lo poltico al que est adscrito.

    Estas asignaciones generan criterios de reificacin de la divisin social e intentan

    naturalizar un determinado estado de cosas en la temporalidad de un orden poltico, tratando de

    imposibilitar que ciertas subjetividades a lo interno del cuerpo social puedan pensarse a s

    mismas en un lugar distinto al que creen que les corresponde, como si la especificidad de su

    existencia estuviese supeditada a una transcendencia ilocalizable e instransformable. Sin

    2

  • embargo, la pretensin de sealar que no existe algo que logre escapar al dominio irrestricto de

    lo ideolgico, supone una anulacin de la duplicidad de movimientos constituyentes y

    constituidos de los sujetos en relacin con la dimensin espacial-temporal en la que existen, y

    por tanto, se anulara la existencia misma de lo ideolgico; o bien, podra caerse en el peligroso

    juego de suponer que lo ideolgico existe como sistema discursivo unitario y no maleable en

    cuanto unidad oculta, que slo es aprehensible mediante los resultados aislados de su

    funcionamiento, cmo si el ncleo de su operacin fuese inexpugnable, cmo si los sujetos slo

    fuesen arrojados a los tentculos perversos de un discurso ideolgico sin que haya un

    reconocimiento de los beneficios que otorga la sujecin a ciertos modos de representacin

    habilitados por una particularidad ideolgica.

    Si nos mantenemos en este espectro, y si intentamos que lo ideolgico pueda ser

    medianamente dilucidado, es necesario otorgarle a la ideologa, al menos en el sentido de

    evaluar su funcionalidad para determinada lnea politico-discursiva, de un lugar de operacin en

    el cual situar su ncleo. Lefort, de una manera brillante, seala que el ncleo de la ideologa

    est situado en la divisin social, que no es una divisin en cuanto clase sino en cuanto la

    proyeccin de una comunidad imaginaria donde las distinciones reales se determinan como

    naturales, lo particular es disfrazado de universal y lo histrico borrado bajo la intemporalidad

    de la esencia. (Lefort, 1988:143). Si nos alineamos en dicha acepcin, es sencillo entender que

    la estructuracin de la funcin ideolgica est en estricta relacin con el mantenimiento de un

    cuerpo social que no debe pensarse a s mismo como fragmentado, puesto que dicho

    reconocimiento hara peligrar su sostn en tanto cuerpo, en tanto orden cobijado por una

    dimensin de poder disputado en lo poltico.

    Siguiendo esta misma lnea, si la ideologa opera sobre la base de un proceso de

    ocultamiento de una arista posible de la divisin social inherente a la constitucin de un cuerpo

    poltico, en cuanto intenta, tal como seala Lefort, marcar un repliegue del discurso social

    3

  • sobre si mismo, gracias al cual se encuentran eludidos todos los signos que son susceptibles de

    desmantelar la certidumbre del ser de lo social (Lefort,1988: 152), se entiende que lo

    ideolgico tenga que operar en la tensin del miedo a lo fragmentario en tanto no parece dotar

    de una base estable a los sujetos para insertarse en una dimensin intersubjetiva, lo cual les

    permite satisfacer en algn grado su carencia constitutiva, y por tanto, constituir un cuerpo

    social en el cual surgen polos antagnicos que disputan el poder sobre dicho cuerpo; pero, a su

    vez, la ideologa necesita que sea el inverso proporcional del miedo lo que funcione cmo el

    motor de movilidad de la superacin de los grados de fragmentacin que s son perceptibles

    dentro de determinada corporizacin de lo social. En trminos de Eagleton, en la esfera

    ideolgica () el sujeto humano trasciende su verdadero estado de difusin o descentramiento y

    se encuentra con una imagen coherente y por tanto consoladora de s mismo, que vuelve

    reflejada desde el espejo de un discurso ideolgico dominante (Eagleton, 1994/2003: 239).

    Por tanto, de lo anterior puede extraerse que en todo proceso referente a lo ideolgico,

    subyace una multiplicidad de dobles movimientos que articulan cada uno de sus polos sobre el

    magnetismo de la negatividad proporcional del otro. Esto se explica de la siguiente manera: en

    un cuerpo social que por definicin es fragmentario, articulado sobre la disputa constante de

    valores y significaciones en el campo de lo poltico para que slo determinadas formas de la

    divisin social sean perceptibles y legitimadas, se necesitan contrarestar las descargas

    energticas direccionadas hacia otros polos de la divisin social puesto que generan

    inestabilidad en la instauracin de la legitimidad de las particularidades existenciales sostenidas

    dentro un discurso poltico, haciendo peligrar la pervivencia de una arista del ordenamiento

    social que es funcional para quienes supeditan la discursividad ideolgica a un conjunto de

    referentes especficos en la disputa por el poder.

    Dicho movimiento de redireccin debe tramitarse mediante el reconocimiento del valor

    absoluto del otro elemento para capturar las porosidades de su misma pretensin de totalidad, y

    4

  • una vez localizadas, desplegar todo esfuerzo en busca de la resignificacin de aquello que un

    discurso ideolgico especfico deja escapar cada vez que intenta capturarlo. Si tomamos que

    cada discurso ideolgico funciona como un elemento ms dentro del universo de lo ideolgico,

    se entiende que el valor de cada elemento es diferencial, no reside en su propio contenido

    sustantivo ms que como crtica ideolgica de su equivalente. (...) Sin embargo, los dos

    elementos no se eliminan mutuamente; su desaparicin nos devolvera al dominio del ente

    ordinario actual (Jameson, 2004:51). Es en este momento cuando la intuicin althusseriana de

    lo ideolgico como doble relacin especular es efectiva, pensando en un proceso que sea tanto

    reflexivo y refractario.

    II

    A partir del panorama anterior, cmo entonces se perfila lo ideolgico? Si la pregunta

    se mantiene en un nivel estrictamente representacional, es decir, si en un primer momento

    pensamos lo ideolgico tan slo como un elemento ms dentro de un sistema discursivo con

    pretensin de univocidad, es posible derivar un uso comn de lo ideolgico como aquella

    dimensin potencialmente falseable de los excedentes significativos de una unidad discursiva

    instaurada en un orden de lo poltico. Bajo este criterio, la complejidad de lo ideolgico

    descansa no slo sobre una base de pugna infinita entre los elementos de un mismo sistema que

    se contradicen en su intento de contrarestrar a sus posibles antagonistas, sino que a su vez, lo

    ideolgico se muestra como una dimensin que genera los polos necesarios para que dichos

    antagonismos se reconozcan en cuanto tales, y puedan ser representables, el uno al otro, como

    territorios de sentido en disputa continua: lo ideolgico son los diez mil ojos de un Dios sin

    rostro.

    Regresando a la pregunta inicial, supongamos que dicha interrogacin se instala en una

    ptica donde un conglomerado particular de sujetos que, gracias a las garantas existenciales en

    las cuales se instaura la pervivencia de sus cuerpos, logran dilucidar, dentro de toda la vastedad

    5

  • de representaciones del sustrato material del mundo, una tendencia en la asignacin de valor a

    una forma particular de discurso segn el lugar desde el que ste sea enunciado. Dicha

    tendencia, si bien no es absoluta ni invariable en trminos del contenido que intenta rectificar, se

    delimita con cierta claridad en tanto funciona sobre un proceso de reconocimiento de una

    instancia que excede los lmites de la subjetividad del cuerpo interpelado. En trminos de iek,

    Estamos dentro del espacio ideolgico en sentido estricto desde el momento en que este

    contenido- verdadero o falso- (si es verdadero, mucho mejor para el efecto ideolgico) -es

    funcional respecto de alguna relacin de dominacin social de un modo no transparente.

    (iek, 1994/2003:15).

    Esto quiere decir, por ejemplo, que si bien un conjunto de sujetos X pueden no tener

    claro qu clase de entes subyacen al entramado de relaciones de dominacin que imposibilitan el

    trnsito de sus experiencias desde aristas desfavorables del ordenamiento social hacia modos

    existenciales menos destructivos, podran eventualmente ser capaces de reconocer la existencia

    de un algo estructural que, aun siendo indistinguible en cuanto las figuras que se ocultan detrs

    de su contenido, es distinguible en cuanto al sealamiento de una jerarquizacin en las

    posibilidades performativas de las prcticas de estos mismos sujetos en su entorno social.

    A partir de lo anterior, y siguiendo adems lo planteado por Eagleton, es posible entender

    que lo ideolgico no se encuentra ni en la verdad ni en el ocultamiento, sino en la unidad

    contradictoria que componen.(Eagleton, 1994/2003 :234). Por lo tanto, si la ideologa opera

    mediante un proceso que oculta determinadas aristas de la divisin de lo social, y si tiene la

    intensin de difuminar el rastro de un movimiento particular de la operacin de lo poltico que

    lo instaura y lo legitima, debe simultneamente enunciar un conjunto diferenciado de

    articulaciones discursivas y existenciales para que lo representable y legitimado pueda ser

    distinguible de lo irrepresentable y no-inmaculado. Puesto en estos trminos, el problema reside

    en que lo ideolgico no slo logra reproducirse y transformarse mediante el ocultamiento de la

    6

  • operacin de un conjunto de mecanismos que propician, a travs de la preconfiguracin

    existencial de la contingencia, que ciertas formas especficas de la divisin social sean cobijadas

    bajo un orden natural e inmutable, adquiriendo la dimensin de intransformable; sino que, de

    manera simultnea, debe apelar a la evidenciacin de otras formas de la fragmentacin inherente

    del cuerpo social puesto que le permite sealar, a travs de la encarnacin particular en el cuerpo

    suturado de la subjetividad, cmo la naturalizacin de un modo existencial especfico slo es

    necesaria en tanto referente negativo de las posibilidades de transformacin de otro modo

    existencial que si se presenta como contingente.

    No obstante, suponer que la aceptacin o legitimidad de una forma especfica de

    evidenciacin ideolgica pasa por la afirmacin consciente de los sujetos en tanto observan en

    ella un modo de salvaguardar su subjetividad, es caer en una dinmica igualmente inocente y

    perniciosa, sobre todo porque no comprendera la dimensin oculta que subyace a la voluntad

    instaurada en la conciencia misma, voluntad que se despliega en formas no determinables. Aun

    as, podra abusarse de los maleabilidad de la crtica ideolgica y hablar de lo ideolgico desde

    la maximizacin de su sustrato agencial, es decir, desde la firma como resureccin del no-rostro

    ideolgico.

    III

    Si pensamos la comprensin de la firma dentro de un sistema existencialmente articulado

    sobre un modelo de desgaste constante de los recursos materiales que necesita para su

    reproduccin, que adems opera gracias a la instauracin de un sistema discursivo que pretende

    ser unitario, articulado sobre la base de la polarizacin de las subjetividades para la pervivencia

    de una jerarquizacin en relacin con las disposiciones espaciales-temporales de los cuerpos, es

    decir, un sistema capitalista-heteropatriarcal cuya mecnica se configura en un aparataje

    discursivo que pretende difuminar su carcter de autodestruccin, entonces la firma no es una

    consecuencia de la deliberacin, de la voluntad, sino una consecuencia del propio automatismo

    7

  • de la enunciacin, la huella reconocible de un sujeto (Segato, 2004: 7).

    La firma de lo ideolgico intenta ser la constatacin de la imposibilidad del escape, pero

    al mismo tiempo, el criterio que rectifica la particularidad de un sujeto sobre el resto de sujetos

    pares, quienes, en cualidad de funcionar como espejos de la misma fragmentacin inherente del

    mundo, constantemente le recuerdan al sujeto situado que no es ms que un tomo vaco

    encerrado en un universo en el cual su existencia es dispensable. La funcin de la firma de la

    ideologa, o dicho en otros trminos, la marca quemada sobre la piel cuando hay una adscripcin

    a lo enunciado por un determinado discurso ideolgico, reside en intentar poseer al sujeto y que,

    en el mismo movimiento de posesin, el sujeto rectifique las ventajas de ser posedo en relacin

    con los otros que no lo son.

    El acto de signatura ideolgica opera mediante la difraccin de los componentes

    afectivos que subyacen a la interpelacin que realiza un discurso ideolgico en determinadas

    subjetividades, obnubilando el discernimiento de la intencin con la cual un signatario

    ilocalizable y localizado intenta poseer al cuerpo-objeto situado sobre el que ejerce la firma. An

    cuando hay un intento de difuminar el rostro siempre oculto de lo ideolgico, la firma se

    instaura, excede y desborda el ocultamiento para dar paso a un movimiento de evidenciacin de

    la posesin de una subjetividad, y de cmo dicha subjetividad se reafirma en tanto es

    distinguible de aquellas que no han sido elegidas para ser firmadas.

    Si lo ideolgico tuviese un rostro especfico, la configuracin figura-fondo que realizara

    respecto del cuerpo en el que se instaurara el carcter performativo de lo ideolgico, dotara de

    cierta transparencia a los movimientos internos de dicho proceso; pero la firma, en cuanto voz

    del no-rostro, es siempre transmutable: lo que es valioso de la firma es que existe, que detrs de

    su trazo hay un algo que reclama la pertenencia territorial de un cuerpo, sin importar en la

    medida en la que existe ese algo que reclama, sin importar la brutalidad en la se aniquila aquello

    reclamado. La firma ideolgica, por tanto, le muestra al sujeto al que se dirige que las cadenas

    8

  • que lo particularizan son necesarias en tanto difuminan la temida falta de reconocimiento del

    espejo vaco de la universalidad.

    La efectividad de dicho mecanismo descansa en la distincin, y toda distincin se

    articula en la necesidad de sobre-evidenciacin de una diferencia que se presenta tanto de

    manera particular como universal. Particular en tanto distingue al sujeto que ha sido firmado de

    la totalidad de sujetos pares quienes operan primariamente como observadores de la signatura;

    pero universal en tanto es configurada sobre la enunciacin de dicho sujeto, quien a travs de la

    rectificacin de que es posedo mediante un acto de firma, pretende borrarse a s mismo de todo

    rastro de especificidad para trascender en la intemporalidad de una esencia que le dice que su

    signatario es universal, que de toda la materia flotante del mundo, l ha sido el elegido para ser

    posedo de manera particular, lo cual le permite resignificarse como un componente

    particularmente-universalizable del mismo cuerpo social a quien dirige su acto de mostrar la

    firma que le otorga la supeditacin a una lnea ideolgica.

    Si pensamos cmo se articula la signatura de lo ideolgico en el tipo de caracterizacin

    sistemtica de desgaste, jerarquizacin, acumulacin y autodestruccin que es inherente a una

    constelacin capitalista-heteropatriarcal, la exigencia esta dada porque los objetos formados

    sean posedos en lugar de consumidos; slo como propiedad pueden conservar su forma y

    contener la desaparicin. Slo como propiedad pueden cumplir la promesa teolgica con la que

    estn investidos. (Butler, 1997/2001: 51). Bajo este estado de cosas, el sostenimiento de un

    orden que prioriza el acceso de ciertas subjetividades a la apropiacin de otros cuerpos-objetos

    dispensables en cuanto particularidad performativa, pero necesarios en cuanto totalidad a ser

    poseda, se despliega a su vez como consumo en el movimiento de apropiacin, llevndose a

    cabo el acto de fagocitar el territorio de dicho cuerpo mediante la acumulacin del telos que

    constituye la apropiacin misma, adquiriendo su carcter ejemplarizante cuando es la firma la

    que enuncia la pertenencia, cuando es la firma reafirmando que aquello que es posedo no puede

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  • pensarse a s mismo ms all de su posesin.

    La forma especfica que adopta la posesin mediante el acto de firmado ideolgico est

    en estricta relacin con el acto performativo y expresivo ms que instrumental de la posesin

    misma, donde se entiende que el discurso ideolgico que posee tiene dominio absoluto sobre el

    cuerpo-objeto en el que instala su poder, pero adems, mediante este desplazamiento expresivo,

    absolutiza su podero ya no slo sobre aquello que posee, sino sobre aquellos que funcionan

    como espectadores de dicha enunciacin de poder, controlando el universo de significacin no

    slo de quien ya ha sido interpelado ideolgicamente, sino de quienes, por su familiaridad

    vulneralizable, son potencialidades absolutas del mismo proceso de ideologizacin.

    Finalmente, el acto de signatura ideolgica consiste en que el sujeto ya no intente buscar

    su rostro en el espejo-cicatriz de lo ideolgico, sino que mediante la virulenta pretensin de que

    su distincin respecto de los otros trascienda los lmites de una superficie universalmente

    fragmentada, intenta que slo sea su sangre la que corroa, de manera abrupta, cada uno de los

    trozos en los que se ha craquelado el rostro mutilado de la indeterminacin ideolgica.

    Intentando representar lo irrepresentable, de ah que el sujeto gane su verdad finita en la prueba

    de una errancia infinita. De ah que pueda llegar a querer salir de la presencia, no ya por

    ausentamiento, sino por sobrepresencia, por una vuelta a s que ya no tiene estructura de "s

    mismo, sino que se hace potencia pura: ni poder, ni conatus, y ni siquiera voluntad, sino

    potencia agotada en su acto, lanzada en el gesto de un verdugo que en l se sacia y con el que

    remata a un ser reducido a un golpe mortal. (Nancy, 2007: 65).

    Trazar un recorrido en las llagas de la falta de rostro, aniquilarse en el exceso de lugar

    que ocupa el nombre, naufragar en el abismo de un espejo que no miente; o/Dios llamando,

    padeciendo de un no-tiempo.

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  • Bibliografa consultada

    Butler, J. (1997/2001). Mecanismos psquicos del poder. Teoras sobre la sujecin. Madrid:Ediciones Ctedra

    Eagleton, T. (1994/2003). La ideologa y sus vicisitudes en el marxismo occidental. En: iek,S. (comp) (1994/2003). Ideologa. Un mapa de la cuestin. Buenos Aires: Fondo deCultura Econmica.

    Jameson, F. (2004). La poltica de la utopa. En New Left Review N. 25. Mar-abril. Madrid:Akal. (pp. 37-54).

    Lefort, C. (1988). Esbozo de una gnesis de la ideologa en las sociedades modernas. En: Lefort,C. (1990). La invencin democrtica. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visin.

    Nancy, J.-L. (2007). La representacin prohibida. Buenos Aires: Amorrortu.

    Segato, Rita Laura. (2004). Territorio, soberana y crmenes de segundo estado: la escritura enel cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Jurez. Brasilia: Universidad de Brasilia.

    iek, S. (1994/2003). Introduccin. El espectro de la ideologa. En: iek, S. (comp)(1994/2003). Ideologa. Un mapa de la cuestin. Buenos Aires: Fondo de CulturaEconmica.

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