marcelo méndez - jorge asís, inventor del menemismo

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Jorge Asís, inventor del menemismo El problema con la literatura, como con la vida, dice Don Crispín, es que al final uno siempre termina volviéndose un cabrón. Roberto Bolaño, Los detectives salvajes Para quien a la hora de escribir no pueda apartar su mente de los monstruos tradicionales que ya sólo asustan a los niños, la mayor parte de los gobiernos argentinos ofrece una excelente alternativa. Dotados desde su génesis de un carácter monstruoso que sus políticas no hicieron más que acentuar, el recuerdo de las dictaduras del siglo veinte y de más de uno de los gobiernos que los argentinos se dieron a través de las urnas hace temblar de miedo a los adultos sin renunciar por ello a seguir asustando a los niños. El menemismo es, entre ellos, un caso por demás interesante. Su influencia sobre la Argentina de hoy sólo es comparable a la de la última dictadura militar. Introdujo un gran cambio cultural del que perviven desde la adoración de lo rubio hasta los programas de chimentos, desde la abolición de nombres históricos como SEGBA, Obras Sanitarias o el “Estrella del Norte” hasta la novedad de que los perros sean tratados como personas y viceversa. Pero si la supervivencia de las taras y las “vivezas” menemistas llama la atención, mucho más lo hace conocer hasta qué punto su paso por la tierra argentina fue anticipado por la literatura. 1

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Artículo sobre Jorge Asís

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Page 1: Marcelo Méndez - Jorge Asís, Inventor Del Menemismo

Jorge Asís, inventor del menemismo

El problema con la literatura, como con la vida, dice Don Crispín, es que al final uno siempre

termina volviéndose un cabrón.

Roberto Bolaño, Los detectives salvajes

Para quien a la hora de escribir no pueda apartar su mente de los monstruos tradicionales que ya sólo

asustan a los niños, la mayor parte de los gobiernos argentinos ofrece una excelente alternativa.

Dotados desde su génesis de un carácter monstruoso que sus políticas no hicieron más que acentuar, el

recuerdo de las dictaduras del siglo veinte y de más de uno de los gobiernos que los argentinos se

dieron a través de las urnas hace temblar de miedo a los adultos sin renunciar por ello a seguir

asustando a los niños.

El menemismo es, entre ellos, un caso por demás interesante. Su influencia sobre la Argentina

de hoy sólo es comparable a la de la última dictadura militar. Introdujo un gran cambio cultural del que

perviven desde la adoración de lo rubio hasta los programas de chimentos, desde la abolición de

nombres históricos como SEGBA, Obras Sanitarias o el “Estrella del Norte” hasta la novedad de que

los perros sean tratados como personas y viceversa. Pero si la supervivencia de las taras y las “vivezas”

menemistas llama la atención, mucho más lo hace conocer hasta qué punto su paso por la tierra

argentina fue anticipado por la literatura.

Como puede verse, el título de este trabajo parafrasea al del artículo “Julio Cortázar, inventor

del peronismo” que Carlos Gamerro publicó hace un par de años y que corrió -todo junto-, como

justamente Cortázar hubiera escrito, comounreguerodepólvora. Este parafraseo, que reitera la clásica

sucesión de tragedia y farsa, ya implica una distorsión monstruosa, porque la boutade con que

Gamerro da a entender que en un puñado de cuentos Cortázar define los contornos del peronismo

según los ve una intelectualidad que se declara invadida, se vuelve una inflexión secamente

informativa que adelanta una hipótesis principal: en 1974, cuando publica Los reventados, Jorge Asís

inventa al monstruo menemista. Todavía emergente entre una izquierda y una derecha ortodoxa del

peronismo que se disputan (nunca como ese día) la hegemonía –gran parte de la novela transcurre en

Ezeiza el 20 de junio de 1973-, Asís ya muestra terminada en esa novela al tipo de criatura que

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triunfará en 1989 y de quienes él será un cabal representante.1 Asís inventa a los menemistas quince

años antes de que irrumpan políticamente.

La hipótesis, demás está decirlo, debe ser defendida, pero dado el modo directo con que la

lectura de Los reventados la sugiere, lo curioso es que no esté más difundida. Pocos años después de

esta lectura, una larga entrevista que las principales plumas de la revista El ojo mocho le hicieron a

Asís sobrevoló repetidamente el parentesco del reventado con el menemista. Si bien es evidente que El

ojo mocho leyó esta similitud, el protagonismo en la novela de los menemistas tempranos nunca se

afirma con resolución. Algunas reflexiones de Horacio González sobre el extenso reportaje son las que

más se acercan a establecer un vínculo:

“Eran los tiempos en que regresaba el General Perón y las gigantescas movilizaciones políticas nucleaban a miles de

jóvenes esperanzados y animosos. Asís enfrentaba entonces el mundo épico de la militancia política con una fauna

picaresca que justo en ese momento (mi subrayado) estaba dispuesta a vivir de la simulación y del fraude”.2

La mercantilización de la política de la que el monstruo menemista obtendrá su alimento es un

eje de la novela, entonces, bajo la forma –que devendrá canónica bajo sus gobiernos- “de la simulación

y del fraude”. Pero González maneja con cautela la conexión entre los reventados y los años noventa y

le deja al lector el paso (el peso) de fusionarlos con los menemistas: “guardémonos de entrada, escribe,

de la invitación directa a considerar su literatura (la de Asís) como la prefigura de lo que de una

manera u otra sería el menemismo”.3 Uno de los ensayistas más influyentes del país recibe una

invitación directa y prefiere desecharla. Habrá que suponer que se trata de protocolos de la entrevista.

No castigar en exceso a quien, como lo hizo Asís con El ojo mocho, se ha prestado amablemente al

diálogo. Con todo, queda claro que los entrevistadores, que van y vienen por la obra literaria de Asís y

por su lugar de solitario intelectual orgánico del gobierno neoliberal, vuelven obsesivamente sobre la

figura del reventado porque los reventados están narrados por Asís desde una corrupción ontológica.

Esto suelda la relación reventado/menemista y apuntala la hipótesis.

La novela transcurre en dos ámbitos que se complementan. La calle Corrientes a la altura de

Tribunales y las oficinas que sobre ellos convergen son el hábitat natural para que la cofradía de

reventados (Willy, Cristóbal, Rosqueta, Rocamora, Vitaca, El Boga Fumanchú, La Esperpento Mayor,

Álamo Jim Roitemberg, todos ellos nombres de pretendida filiación arltiana) encare un abanico de

actividades parasitarias del trabajo ajeno: “hacer una rosqueta”, “vivir del pedal” son algunas de las

1 Recientemente, Maximiliano Crespi escribió que la crítica de David Viñas “piensa los escritores como lugar de condensación de la relación literatura y política”. De no mediar el excesivo desinterés de la crítica por su literatura, el caso de Asís hubiera resultado un claro ejemplo de esta concepción. Véase Crespi, M, El revés y la trama. Variaciones críticas sobre Viñas, Bahía Blanca, 17 grises, 20092 González, H., “La figura del reventado como teoría picaresca de la política” en El ojo mocho, Nº16, verano 2001-20023 González, H., op. cit., p.11

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denominaciones que saben darles. Todas ellas módicas estafas y variaciones prehistóricas de la fiebre

financiera y privatizadora del menemato.

El otro ámbito será Ezeiza, el gran teatro político de los primeros setenta, donde entre la

marcha de las grandes columnas, el monstruo menemista en estado larval marcará su presencia. El

texto de Asís va a pendular entre Ezeiza, núcleo de la política y Corrientes, núcleo del pedal, unidos

por un mismo negocio “salvador”.

Cuando la novela abre los reventados están, según la jerga que Asís les inventa, “como

Tarzán”, un giro que conjuga la cercanía entre el taparrabos y la desprotección de la desnudez con el

último recurso representado por la liana tarzanesca: “reventados, sin un solo peso en las faltriqueras

(…) Willy y Cristóbal pasaban las horas”.4 Se puede rescatar la definición más exhaustiva de Asís

sobre sus personajes: “hace falta un poco de habilidad, costumbre, necesidad, existir en el pedaleo,

estar reventado, vivir como Tarzán, en pelotas y a los gritos”.5

A ese sucucho en el que se esconden de los cobradores llegará el llamado providencial: Mieres,

guardaespaldas de un sindicalista, puede pasarles unas transparencias inéditas de Perón para que

vendan posters en Ezeiza. Están “salvados”. “Salvarse” es para ellos, vuelve a notarse el alarde

filiatorio, una forma menor, en monto y significado, del batacazo arltiano. Es una oportunidad. Lo dice

uno de ellos: “van a venir negros de todas las provincias para ver al viejo ese”.6

Aunque los reventados no están demasiado politizados (o justamente por eso) vale recordar

cómo procede la facción del peronismo a la que pertenece su “contacto”. Hacia 1973, formaban la

“Juventud Sindical, hombres de balazo fácil, cadenazos y violencia a flor de piel: grandes caza-

zurdos”.7 De la periferia de estos grupos de la derecha más pesada, les llegará el negocio: el

menemismo, a fin de cuentas, será la derecha peronista finisecular.

El póster en cuestión revela un costado chanta de los reventados indispensable para postularlos

como renacuajos de esa agresión cultural llamada menemismo: se trata de la conocida imagen en la

que un Perón anciano trata infructuosamente de dominar al escurridizo perrito faldero de Isabel.

Invendible frente a las imágenes del General a caballo o a las del líder en el balcón. Más vendida, pero

igualmente chanta, resultó la constante degradación de la palabra que practicó el menemismo y que

tocó fondo cuando se les contó a los niños de Tartagal que los aviones saldrían a la estratósfera para

aterrizar en Japón a la media hora.

Los monstruos –se ha escrito en la cordial invitación a estas Jornadas- “abundan,

sobreabundan, saturan”. Un crescendo que bien le cabe al accionar de los reventados en Ezeiza. Llegan

4 Asís, J., Los reventados, Buenos Aires, Sudamericana, 1982, p.175 Asís, J., op. cit., p.626 Asís, J., op. cit., p.237 Feinmann, J.P., Peronismo: filosofía política de una obstinación argentina, Nº111, en Página /12, 3/1/10

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en un taxi que conduce el apodado Tachito, el único trabajador peronista entre todos los que se

apretujan en el auto. Willy “desparrama” siete vendedores, uno cada doscientos metros. Mientras

esperan, Rocamora –la conciencia burlona de los reventados- se encarga de tener en vilo a Tachito

pasando de un “te van a cagar estos atorrantes, cuidate que son liebres, no te van a tirar ni un mango” 8

a una inédita garantía de pago: “por guita no te preocupés, viejito, la tuya está. Ves ese, el Willy, vive

en el Sheraton, no hay nada que hacerle, si no es en el Sheraton no se le para”. 9 Rocamora avanza así,

mientras bromea, una interesante metanarración que combina los tópicos de los reventados.

La mañana se termina y el acto va tomando color. Willy vocea los pósters con tenacidad de

estudiante trotskista. Algo, sin embargo, no funciona. Las columnas de las bases sindicales le pasan

por adelante con indiferencia. Es mediodía y ha vendido un sólo póster. Cuando pasan las columnas de

Montoneros la cosa empeora: “qué carajo vas a ser montonero, comerciante (esto porque Willy cambia

su pertenencia según quién le pasa cerca) si sos peronista regalalos, cornudo”.10 La lógica

revolucionaria de la juventud peronista y la protomenemista de los reventados se repelen. Asís lo

muestra con oficio: Willy se ve obligado a retroceder mientras piensa “puta madre ¿qué se le podrá

vender a esta gente? ¿Qué sorete quieren?”.11 Su queja queda tapada por un grito: “Perón, Evita, la

patria socialista”.12

Aunque inducida por el interés comercial que determina su presencia en el lugar, la ubicación

lateral de los reventados es importante para la hipótesis propuesta. Se habló de los reventados como

una primera emergencia menemista frente a dos sectores antagónicos del peronismo que, en el frente,

se disputan el poder. El periodismo de investigación ha demostrado sobradamente lo que pasó esa

tarde en Ezeiza.13 Contra el intercambio de disparos entre dos grupos que plantearon todas las voces

vinculadas al establishment , versión de la que la novela de Asís no se despega, la restauración

democrática permitió hacer público que los tiros provenían de los esbirros de López Rega que

ocupaban el palco con la complicidad de todos los que estaban en él y que decenas de miles de

militantes de la juventud peronista, que habían recibido la orden, absurda para los tiempos que corrían,

de avanzar desarmados a copar los trescientos metros más cercanos al palco14 eran el único blanco. Esa

derecha fascista, bien puede ser considerada otro monstruo, pero se ha escrito mucho ya sobre ella. El

monstruo subrepticio que Asís intercala es la novedad que Los reventados aporta.

8 Asís, J., op. cit., p.309 Asís, J., op. cit., p.6810 Asís, J., op. cit., p.5711 Asís, J., op. cit., p.10512 Asís, J., op. cit., p.10513 Verbitsky, H, Ezeiza, Buenos Aires, Puntosur, 198514 Véase, Feinmann, J.P., op.cit., Nº87

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Aún repuesta la versión actualizada de los hechos, el dibujo se mantiene: el choque de los dos

grandes grupos en el frente y los protagonistas de Asís, lamentando la escuálida venta, a un costado.

Rocamora ilumina la escena y demuestra un olfato ya reventado ya menemista con esta interpretación

de la masacre: “entre ellos –Rocamora- los giles que se pelean por la patria peronista o por la patria

socialista. Una discusión de putas, hay que dejarlos, con el que gane me prendo”15, que bien puede

complementarse con esta otra también de su cosecha: “tenemos que estar siempre al costado, Vitaca,

prendidos”.16 Lateralidad, oportunismo y lucro como bases de una estrategia reventada que bien le

cupo al menemismo. No parece casual que Oberdan Rocamora haya sido el pseudónimo con el que

Asís escribiera sus aguafuertes (de nuevo) en Clarín.

Cuando el movimiento de la novela la devuelve a la calle Corrientes no hace más que

completar el retrato de los reventados. Ahí se produce su fiesta ritual. Semanalmente Rosqueta, que

maneja otro capital y por lo tanto otros negocios (un Menem pequeño pequeño), “invita a cenar, acto

inevitable de Pichín o Pippo, abundante vino, gritos, cuentos verdes, balances del pedal”.17 El

encuentro refrenda la pertenencia al grupo de tramposos. Cuando los personajes de Asís encarnen en

los menemistas se revalidará de parecida manera la pertenencia a una facción política donde el acceso

a un alto cargo podía dirimirse en una mano de truco. En términos de Christian Ferrer “el ideal de

sociedad del reventado remite a la camaradería de los compinches y su modelo de felicidad social es la

parranda permanente”.18 Monstruosidad por exceso. Recuérdese que durante el menemato tres vecinos

puerta por medio de un mismo pueblo riojano llegaron a encabezar los tres poderes del Estado.

Imagínese uno dirigiendo los destinos del país con los dos amigos más simpaticones de su cuadra. La

camaradería de los compinches se potencia en el marco político.

Corrientes es también el espacio donde la polisemia que Asís desprende del verbo reventar se

evidencia: reventar es matar: “algunas horas después de que reventaran al Secretario de la CGT, José

Rucci, Cristóbal decidió reaparecer por la oficina de Rosqueta”.19 Es la relación sexual en su

concepción más machista: “A mí haceme lo que quieras pero a mi hija respetala”. Tiene que reir uno –

Rocamora- cuando Rosqueta cuenta que terminó reventándose a las dos”.20 Reventar es también

estafar: “Rocamora las aguantaba, ya llegaría el día del reviente”21, es salvarse, pasar al frente: “Para

empezar sin un lastre, de nuevo, para reventar al mundo”22 y por último reventar es la culminación de

15 Asís, op. cit., p.13116 Asís, op. cit., p.13717 Asís, op. cit., p.5918 Ferrer, C., “Supervivencia y predación” en El ojo mocho, Nº 16, 2001, p.4819 Asís, J., p. 920 Asís, J., p. 6421 Asís, J., p. 5322 Asís, J., p. 49

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una ceremonia con algo de potlach: no, Vitaca, la guita quema, hay que reventarla pronto”. 23 Un

concepto, otra vez de Rocamora, que explica una política y un modus operandi. Reventar, en suma, es

tornar algo, lo que sea, monstruoso.

La lectura de Los reventados genera hoy dos grandes motivos de curiosidad. El primero de

ellos está dado por el hecho de que Asís reclame del lector una empatía con tamaños personajes. Nidia

Burgos, en su tesis sobre el escritor de Villa Domínico, se explaya sobre los distintos factores que los

inscriben en la picaresca más tradicional. Algunos de estos factores, como “tener una representación

desengañada de la vida o vivir “a lo que salga”, de parásitos de una sociedad en cuyas excelencias no

creen” apartan al lector de cualquier posible identificación con los protagonistas.24 Esos personajes que

recorren una manifestación fuertemente ideologizada con la sola idea de sacar una ganancia sugieren

que se está ante un texto poco convencional, pero no invitan a tomar partido por ellos. La picaresca,

señala González, es lo opuesto de la épica.25 Y esto lleva al problema de que lo que se narra debería ser

épico, pero lo narran los pícaros.

Mayor sorpresa, y una obligada reflexión sobre cómo se lee según la época produce que, en

1974, Casa de las Américas le haya dado a Los reventados una primera mención, lo que tuvo una

importante difusión en la revista Crisis ¿Qué pueden haber visto los cubanos, qué quienes apoyaban la

liberación de América Latina desde Crisis26 en una novela astutamente reaccionaria?

Una segura conclusión a la que llevan estos hechos, es que la lectura que aquí se presenta,

como lo fue la que supo antaño hacer de esta novela patrimonio de la izquierda latinoamericana,

también será a su turno, barrida por el tiempo. Mientras ese momento final se demora, se la ratificará

apuradamente: los reventados son los menemistas y Asís los anticipa quince años. En Ezeiza, donde se

comportan como mercaderes en un ámbito saturado por ideologías clave del siglo veinte, los

monstruos salen a la luz. Asís ganó en buena ley sus embajadas.

Christian Ferrer afirma, generalizando el fenómeno de los reventados como parte de un fuerte

cuestionamiento a una incidencia específicamente política como la que aquí se ha planteado, que

también “en los ministerios, en las universidades, en las fuerzas armadas, y en las casas de familia hay

reventados”.27 De acuerdo. Pero eso sólo remite al reducido buen sentido común de los noventa: algo

del menemismo, se decía por entonces, debía haber en la sociedad argentina para que Menem calara

tan hondo. Lo que Jorge Asís hizo asomar en su novela se volvió años después un monstruo que con la

misma avidez y mucho mejor resultado que el de los reventados en Ezeiza, vendió para su provecho

23 Asís, J., p. 13624 Burgos, Nidia, Asís.Los límites del canon, Buenos Aires, Catálogos, 2001, p.5825 González, H. op. cit., p.3926 Véase De Diego, J.L., ¿Quien de nosotros escribirá el Facundo?, Ediciones al margen, La Plata, 200727 Ferrer, C., op. cit., p.49

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hasta un subsuelo de la patria que está vez, quizá por esa misma expansión que notaba Ferrer, no

intentó ninguna clase de sublevación.

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