§ § IMAGOUNIVERSITATISFernando R. de la Flor

FERNANDO R. DE LA FLOR

IMAGOUNIVERSITATIS

LA FORMACIÓN de una imagen colectiva; lapromoción de un objeto de conocimiento a

la categoría de un verdadero icono, expandidoinfinitamente a través de los tiempos, pero quetambién logra particular resonancia en cada unode los lugares del mundo donde una culturaactúa y encuentra referencia, es uno de los fenó-menos no más raros, pero sí más complejos y pro-blemáticos de captar en toda la intensidad de sumanifestación. Pues es preciso ante ellos ejercitaruna suerte de «mirada» que quizá solo puedeencontrar muy lejos, en la genealogía y en la his-toria, la explicación de tal persistencia en la me-moria colectiva.

La Universidad de Salamanca tiene aquel ca-rácter de reunir en su sello y blasón y comprimiren él _acaso con la sola mención de su nombre ymarca_ el archivo todo de una vasta memoria y la

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cifra de un siempre incidentado _y también,por momentos glorioso_ devenir por la historia.Que haya podido mantenerse con aparente firmezaa través de avatares y tiempos tal imagen históricaes lo extraordinario.

En relación a ello conviene organizar unareflexión en torno a cómo ha podido suceder loque al final ha sucedido: el que de la quiebra ge-neral de valores y de la desaparición práctica demuchas de las grandes empresas del pasado quese han hundido con él, tal vez esta de un mitoconstitutivo del Estudio General de Salamancahaya podido, entre muy pocas, mantenerse incó-lume e inasequible al desgaste, sobreviviendo,incluso, a momentos y procesos de profunda de-cadencia, y ello gracias al prestigio de su auraimpalpable y renovada a cada cambio de climade época.

Hoy, como lo fue ayer, es preciso constatarque se encuentra todavía firmemente implantadaen el inconsciente general del país tal imagen;que su valor simbólico sigue aún en circulaciónen un vastísimo imaginario colectivo, haciendode esa institución un verdadero lugar de memo-rias, y, desde luego, convirtiéndola en uno deesos epicentros referenciales que, como pilares,

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fundamentan y dan la clave a la arquitecturacultural del mundo hispánico de todas las épocas.Su potencial y, por decirlo en términos de análisisde las formaciones sociales, lo aurático quealienta en su «construcción de presencia», per-manece pues, y ello le permite, como dispositivode Estado asentado en principios seculares, soñarcon una reactualización. Es siempre posibleoperar en él una suerte de recarga semántica,algo que en los nuevos tiempos que vienen puedaactuar como motor de un proceso modernizadorde los parámetros y valores tradicionales en losque se afirma su existencia. Existencia, porcierto, de institución que ha sobrevivido a todoslos declives posibles, embarcada en un procesode resilience, de resistencia a perecer y a apagarseen su crédito, en su estrella.

Lo cierto de los símbolos es que o se repro-yectan en cada época y con cada generación quelos acoge _y esto ha sucedido en términosgenerales con la Universidad de Salamanca per-mitiendo su durabilidad prestigiosa_ o, finalmente,se devalúan y extinguen en su significación parasiempre.

La imagen de la Universidad de Salamancaencuentra su genealogía en una dimensión que

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se remonta al muy caracterizado período deconstrucción medieval de unos saberes normativosen la Península, los cuales actuaron en su épocacomo verdaderos fundamentos teopolíticos parala creación de unos reinos cristianos.

La imago de la Universidad salmantina seacredita desde entonces como una suerte de pro-yección utópica, según la cual cristaliza territo-rialmente una «fábrica» del conocimiento puestaal servicio de una infinita, vasta, empresa de ex-pansión, y cuya explícita ambición de reconoci-miento universal proviene también de muyantiguo. Al menos desde el momento inauguralen que Alejandro IV dictaminó la validez de lostítulos salmantinos en todo el orbe cristiano.

El hecho mismo de que esa expansión quedaseen un determinado momento histórico (que nopuede ser otro que el siglo barroco por excelencia)suspendida, añade a la perspectiva histórica uncomponente nostálgico, melancólico, que no harásino incrementar el «encanto» de tal imagen.

Es esto, pues, lo primero que cabe constataren tal proyección de corte idealista. Es justamenteesta profundidad de siglos en la que viene deantiguo operando la que, en forma de capital

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simbólico y de archivo de cultura supremamentevaliosa en razón de su vetustez y al tiempo tambiénde su eficacia histórica como símbolo identitario,le presta un espesor y una acumulación de sedimentoúnico. Con ello no podrá competir, desde luego,cualquier tipo de nueva construcción que en lostiempos modernos aspire a medirse con ella en lopasado, en la profundidad de la herencia.

Se trata, pues, en el caso de esta Universidaduniversal, de una institución nuclear, determinanteen lo que fue el primer momento de la construcciónhistórica de un reino que derivará pronto haciaestado de naturaleza imperial con influencia de-cisiva en varias plataformas continentales.

El pasado es, siempre, un capital, y su plusvalía,que en el caso de la Universidad de Salamancaactúa prioritariamente en la dimensión de lo sim-bólico, en la forma de un depósito y de un tesoroestabilizado y siempre presente ahí, aun cuandosea de naturaleza intangible, se rentabiliza a cadapaso y en cada ocasión que se efectúa una revisióny una puesta al día de lo acumulado en el pasajede los años. Son, en efecto, el potencial de asocia-ciones vinculantes y el establecimiento de redeshistóricamente tejidas, los que promocionan yexaltan la figura de la institución.

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Si examinamos los elementos que determinany explican el valor en lo simbólico que haalcanzado esta Universidad, entonces es necesariopensar en segundo lugar en un hecho singularque en ello se produce: el de que la propiaciudad de Salamanca se acoge a una metáforafundacional que constituye casi su timbre, su le-yenda, y que, al cabo, también ha devenido suimagen más característica y peculiar: la de queen ella la vida civil crece solo a impulsos de lapropia estructura de saber, dependiendo entera-mente de la red física de instituciones dedicadasal conocimiento.

Versionando el famoso lema de la fachadade las Escuelas Mayores, diríamos que no sololos reyes son para la Universidad, sino que, sobretodo, la Universidad es para Salamanca, comoesta ha sido tradicionalmente para suUniversidad.Y en este destino común y en esta simbiosis ver-daderamente peculiar de ciudad y de instituciónse juegan ya mucho de las calidades de emblemaverdadero que la gran y antigua corporación hapodido alcanzar, pues le da a la misma una refe-rencia urbana, le concede un espacio propio,una precisa topología, y crea al mismo tiempopara ella un ámbito más extenso que ella misma:un dominio propio (y singular).

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En virtud de este paso, la creación de laciudad queda para siempre referida y subordinadaal establecimiento en la misma de un potentenúcleo donde se depositan los valores de lo queconforma, mirado en su aporte fundamental, unpatrimonio inmaterial: el que en adelante signala existencia de una universidad famosa, que, enrealidad, ha terminado por «crear» una ciudadcomo escenario propio en cuanto plataforma otheatrum de su visibilidad histórica.

Lo inmaterial determina pues la estructuraentera de lo puramente material. Esta percepciónserá central y determinante a la hora de pregun-tarse por una imagen pregnante de la Universidadde Salamanca. Es este, en efecto, el segundo delos argumentos que desarrolla la idea de un ima-ginario asociado a un espacio que resulta ser te-rritorialmente liminar y casi perdido en la geografíaibérica, pero que, sin embargo, ha de adquiriruna gran implantación en el orden de lo simbólico,acaso por su posición excéntrica en la forma caside un verdadero corazón y en adelante centro,«laboratorio» de producción espiritual de uncastellanizado Reino de España.

Corazón, en todo caso, desviado; espacio cier-tamente en ocasiones marginado, que, sin embargo,

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durante siglos, será un camino obligado para unaexperiencia radical de formación en el saber y deconquista de grados en el proceso de conocimiento(y, también, de reconocimiento). El cursus seguidopor los intelectuales hispanos a lo largo de tressiglos pasa necesariamente por Salamanca, quedeviene entonces la ciudad letrada.

Desde muy pronto la percepción que se tienede la Universidad es que esta se encuentrafundida en el cuerpo mayor de la propia ciudadhaciendo un todo topológico con ella, creciendoa sus expensas incluso, como llegará a afirmar sucronista más importante a lo largo de todo elAntiguo Régimen, Gil González Dávila, cuandoescribe:

Era pequeña ciudad antes que hubiese Uni-versidad en ella que, sobreviviendo, se hizomucho mayor, ensanchando sus calles, y multi-plicando edificios con el gran concurso de losque venían a la nueva feria de los Estudios y lasLetras.

Más allá de esto, cabe pensar también, comoelemento de asentamiento de crédito de la Uni-versidad, en un imaginario colectivo que seconcibe asimismo como koiné lingüística, como

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comunidad forjada en torno al uso de la lenguacastellana. Sucede que, en efecto, Universidad yproceso de construcción de la lengua y la culturadiscursiva están asociados con vínculos que uni-versalmente se reconocerán y se harán explícitosa través de todos los tiempos. En este punto, lafigura fundadora de Nebrija, como teórico deaquella lengua, se combina con la del propiofray Luis de León, en cuanto eminente prácticode aquel «vulgar» que con ellos precisamente dalos primeros pasos para constituirse en auténticalingua imperii.

Hay una tercera dimensión, aparte de lasdos ya señaladas y referidas a la asociación ciu-dad-universidad y a la longevidad misma de unainstalación en la memoria histórica del país, yesta tercera razón constitutiva de implantaciónen el imaginario deriva en todo de esa últimaconstatación de que la Universidad de Salamancafue, desde luego, el centro dinámico principaldel castellano emergente.

Se trata esta vez también de asegurar lafuerte implantación que la Universidad de Sala-manca alcanza a tener en los grandes discursosepocales, donde su presencia crece constantemente,terminando por adquirir el carácter de un toposde la tradición literaria, y convirtiéndose además

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en un lugar de referencia insoslayable de hacerpara los eruditos, la turbamulta de los literatoshispanos que desean medrar amparados por suprestigio, y en cuya evocación encontrará siemprelos trazos de una encantadora nostalgia: «Queenhechiza la voluntad de volver a ella», segúndiría el principal de los ingenios españoles. Paraestos últimos, la Universidad salmantina se con-vierte en aquello que predica de ella alguno desus mottos y empresas: alma mater. Madre o no-driza (que transmite el alimento de la lengua),pero también referente real cuyas solicitacionesjamás se agotan en el imaginario.

Es, pues, la creación de vínculos profesionales,pero también de experiencia de vida y de senti-mientos en los grandes y significativos intelectualeshispanos de todo tiempo _y, también, de los ex-trapeninsulares, los venidos allende el Atlánticoy, también de la «raya» fronteriza de los dos prin-cipales reinos ibéricos, sobre todo en su primermomento_, el que asegura y potencia extraordi-nariamente la imago universitaria salmantina.Su figura _de nuevo: su particular sello_ siempreaparece, aun acaso a contraluz, insinuado sobretodo en los discursos textuales de quienes se lla-maron a sí mismos «hijos» de las Academias sal-mantinas.

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En apoyo de este valor que la instituciónatesora en cuanto «casa» de innumerables hombresde letras _y, en realidad, espacio de formaciónpara la práctica totalidad de las élites de saber yde poder hispanas durante casi dos siglos_ vienen,sin dudarlo, los grandes hombres y el nombreque los reúne a todos, un poco tardíamente,pero en todo caso soldando épocas, estableciendocontinuidades y unificando bajo una misma po-derosa imagen, inamovible, «eterna», la corrientede los siglos transcurridos: Miguel de Unamuno.El filósofo español por excelencia de todo el de-terminante siglo XX resulta que es también«rector» y fiel desposado con la institución a laque defiende y ama con palabras memorables, queno han dejado de surtir todavía efectos a amboslados del Atlántico.

Creación colectiva, el imaginario se alimentade construcciones conceptuales, de lugares co-munes, de palabras de autoridad. En ese imaginario_vasto y por esencia inespecífico_, la Universidadde Salamanca ha excavado un lugar extremada-mente caracterizado, idiosincrático, y lo ha hechoa través de una pluralidad de vectores de los queen justicia no puede darse una total y cabalcuenta, pues ciertamente sucede que los discursosque mantienen tal resonancia del nombre resultan

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ser al cabo infinitos, dialogando entre sí en el es-pacio de una historia que dura ya ocho cumplidossiglos.

La imago de la Universidad de Salamancavive también de haber anexionado espacios queen justicia no le pertenecían, pero sobre loscuales ha ejercido una suerte de atracción polar.Desarrolladas a su vera, las «escuelas» de Salamancaproliferan y sostienen la mitopoética de unaciudad toda ella convertida al ejercicio de lasLetras y del Pensamiento. Teológica Salamanca,pues, lo que llevaría a la ciudad a ser consideradauna de las «christianópolis» de Occidente; perotambién, y casi en mayor medida, «poética»,«literaria» Salamanca, transformada en capitallírica (entonces: «Muerto me lloró el Tormes ensu orilla»: Góngora); laboratorio del arte de lalengua castellana.

Y junto a estos dos discursos influyentes yprincipales que ayudan a caracterizarla, la sen-sación extendida de igual manera _al menos alo largo de todo el Antiguo Régimen_ de quela Universidad de Salamanca concentra la pro-ducción legitimadora jurídica _en ambos derechos,civil y eclesiástico_ de que necesitó dotarse elEstado imperial para articular su «política

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propia» también sobre otras plataformas conti-nentales.

Prestigio derivado, pues, de esa precisa to-pologización y radicación territorial de losdiscursos formantes de Estado y de comunidad(aunque esta lo fuera, hasta cierto punto, comu-nidad «imaginada»), donde habitaron al menospor un tiempo las «hispanas musas renacientes».Lo que refuerza extraordinariamente la densidadde significación que de por sí tenía ya la célulauniversitaria salmantina, en cuanto epicentrofeliz de todas las ciencias cultivadas (Princepsomnia scientiarum).

Aunque constatemos periódicamente lacaída ocasional en el tiempo de uno de losvectores de prestigio, ello no logra con todohacer declinar la estrella de esa misma Universidad,pues sucede que cuando, en efecto, la decadenciallega inevitable a la teología o remueve los ci-mientos jurídicos y termina por afectar incluso ala misma filología clásico-humanística, cosa quesucede avanzado el siglo XVII, otras potencialidadesy otras imágenes acudirán al recambio simbólicode este centro de cultura valiosa.

Pues puede decirse verdaderamente de unicono que es tan poderoso en su momento de

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triunfo (cuando la Universidad de Salamancafue florón de la Corona hispana y era Iberiaefulgor) como resulta también lleno de significaciónalegórica en el momento mismo en que se inaugurasu decadencia (la unamuniana Salamanca vueltauniversitaria «tumba de almas, dura fortaleza»).

La literatura, el universo de la ficción,acabará, en todo caso, radicándose en la Salamancauniversitaria, finalmente concebida como la ideal«república literaria», tal como esta fuera soñadapor un Saavedra Fajardo, el principal de los po-litólogos del pasado hispano; y, en todo caso, enaquella, en la ciudad letrada por excelencia detoda la Península, toma presencia la idea de quetal vez pudiera existir, sí, un «lugar de lapalabra». Un espacio hecho para el lenguaje, ytambién formalizado y caracterizado por él encuanto «solar de las Letras hispanas».

En todo ello vemos fundamentarse una mitologíadel ámbito en extremo literaturizado, colmado derelaciones fantásticas, cuando no fantasmáticas,en un punto espectrales. Su fuerte marca de per-sonalidad enraizada en el pasado hispano proyectala Casa del Saber entonces como escenario idealpara los sueños de no se sabe qué perdida edad, sonsobre todo memorias, memoriales. Del retiro

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luisiano hasta la autocaracterización que de síhace Lope de Vega en cuanto «estudiante deamor en sus riberas / más que de sus escuelas ce-lebradas», pasando también por las extravaganciaspicarescas que inventa Lesage para su estudiantede Salamanca. El eco de estas llega hasta el erosfuneral con que Espronceda inviste el ámbito delos estudios salmanticenses. Todo, en efecto,sirve para estimular una imagen colectiva sobre-saturada de signos culturales, aunque terminenpor arrojar un saldo en claroscuro.

De esta manera un espacio real, pero limitadoy condicionado en lo político y en lo económicopor su inevitable condición de periferia y margen,acaba por segregar de sí un imaginario que se ex-pande y opera en el seno de una espacialidad to-talmente virtual, cual es la de la propia esfera dela cultura. La impostación del ámbito del sabersalmantino es evidente. Su imagen vive más allá,al parecer, de lo que constituye su propio cuerpoy materialidad; e, incluso, puede asegurarse queaquella, después de todo, ya no se ve afectadapor circunstancia material alguna. Situado enun lugar extrahistórico, lo mítico, lo imaginarioque se le atribuye vive merced a los discursosque lo han fundamentado desde el pasado hastallegar a las puertas del hoy.

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Sostenida y legitimada por ello, la Universidadentra en el espacio donde opera la construcciónde un «alma» irreductiblemente singularizadadonde reside uno de los misterios de la identidadnacional.

Esta última característica clausura el trayectode la institución por la historia. La Universidadse presenta como el archivo de una identidad,por lo demás hoy en peligro en todo Occidentepor la extensión de una cultura de la homologaciónde las antiguas diferencias a la que denominamosglobalización.

Espacio excesivo, desmesurado; en todo caso,colmatado de referencias singulares. Cornucopiabarroca, a cuyo repleto depósito una vez y otrahay que volver para trazar en él caminos y ge-nealogías que se pierden en el pasado, y cuyoslazos con el presente y aun con el futuro pareceque es trascendente mantener ahora mismo, enel momento _fines de la segunda década delsiglo XXI_ en que justamente el espacio de saberoccidental sufre una de sus grandes remodelacionesy cambio de paradigma, una transformación que,definitivamente, alejará de nosotros toda la ex-periencia material, dejando virtualmente intactaacaso solo su figura, su imago.

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Presencia de una ausencia que alentará en elimaginario colectivo que, en cuanto acumulaciónde pasados, ha de permanecer en la forma de unsintagma aurático:

Universidad de Salamanca

Imago universitatis

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Colección Eternos, IV

EDICIÓN NO VENAL

Octubre de 2018

© del texto: Fernando R. de la Flor

© de la edición:Oficina del VIII Centenario Salamanca 2018

Depósito Legal: S. 402-2018

Composición, impresión y encuadernación:Nueva Graficesa S.L.

Hecho en la UE - Made in UE